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4 julio-diciembre 1999 55-56 CIENCIAS MELANCOLÍA Y CIENCIA EN EL SIGLO DE ORO Roger Bartra C uando los médicos se introducían en los aposentos del alma para es- cudriñar el funcionamiento del cerebro y los secretos de las enfermedades men- tales, los teólogos se inquietaban y vigi- laban con severidad los movimientos de los intrusos. También eran sospechosos aquellos que pretendían, en sus arranques místicos, abandonar la morada del alma, como Juan de la Cruz, que escapaba du- rante la noche oscura estando ya su casa sosegada. Los médicos, al contrario, so- lían entrar a la casa en plena zozobra anímica. El doctor Huarte de San Juan, con su Examen de ingenios para las cien- cias de 1575, fue uno de esos médicos que se metió en la casa del alma en su afán por descubrir las causas materiales del comportamiento espiritual de los hombres. Su extraordinario libro no pasó inadvertido por la Inquisición, que obligó a Huarte a expurgar considerablemente el texto de la edición de 1594. La teolo- gía, sin embargo, se benefició enorme- mente de las aportaciones paganas que explicaban el funcionamiento del cuer- po: la medicina hipocrático-galénica es- tableció una explicación —un paradig- ma, diría T. S. Kuhn— que permaneció esencialmente inmutable durante más de dos milenios en muy diversos espacios culturales y religiosos. Ello no quiere de- cir que no hubiese importantes discu- siones y discrepancias entre los médicos, los teólogos y los interesados en la filo- sofía natural. No obstante, la teoría hi- pocrática proporcionó una resistente red de significados e interpretaciones, con un corpus bien establecido por Galeno, que permitió la comunicación entre mé- dicos griegos, latinos, persas, germanos, italianos, franceses, españoles e ingleses, independientemente de las enormes dis- tancias temporales, religiosas y cultura- les que los separaban. Ese corpus cien- tífico, en cierta forma, operó como un sofisticado aparato de traducción que permitía la comunicación entre médicos y otros pensadores, como astrónomos o teólogos, e incluso entre cirujanos y bo- ticarios y sus enfermos, que reconocían en las prácticas médicas una correspon- dencia lógica con las experiencias co- tidianas. La melancolía, dentro del humoralis- mo, es el mejor ejemplo del extraordi- nario poder metafórico del maravilloso sistema mediador hipocrático-galénico. Y este poder metafórico se expandió ex- traordinariamente durante el siglo XVI, como se puede comprobar en el Examen de ingenios para las ciencias de Huarte, un libro que si bien abandona algunos puntos de la ortodoxia galénica, elabora una aplicación extensa del humoralismo a las costumbres, las vocaciones, los ofi- cios y la educación. Sin embargo, la coherencia del corpus galénico era vigi- lada con celo, pues de ella dependía su eficacia mediadora. Por ello, Andrés Ve- lásquez, en su Libro de la melancolía de 1585, critica a Huarte abiertamente. Me parece interesante observar las re- criminaciones de Velásquez, no sólo para iniciar a los lectores en una típica y ba- rroca discusión de médicos en el Siglo de Oro, sino sobre todo para detectar al- gunos aspectos que hicieron del humo- ralismo un sistema mediador tan dura- dero e influyente.

Melancolía y ciencia en el Siglo de Oro

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4 julio-diciembre 1999 55-56CIENCIAS

MELANCOLÍA Y CIENCIA

EN EL SIGLO DE ORO

R o g e r B a r t r a

Cuando los médicos se introducíanen los aposentos del alma para es-

cudriñar el funcionamiento del cerebroy los secretos de las enfermedades men-tales, los teólogos se inquietaban y vigi-laban con severidad los movimientos delos intrusos. También eran sospechososaquellos que pretendían, en sus arranquesmísticos, abandonar la morada del alma,como Juan de la Cruz, que escapaba du-rante la noche oscura estando ya su casasosegada. Los médicos, al contrario, so-lían entrar a la casa en plena zozobraanímica. El doctor Huarte de San Juan,con su Examen de ingenios para las cien-cias de 1575, fue uno de esos médicosque se metió en la casa del alma en suafán por descubrir las causas materialesdel comportamiento espiritual de los

hombres. Su extraordinario libro no pasóinadvertido por la Inquisición, que obligóa Huarte a expurgar considerablementeel texto de la edición de 1594. La teolo-gía, sin embargo, se benefició enorme-mente de las aportaciones paganas queexplicaban el funcionamiento del cuer-po: la medicina hipocrático-galénica es-tableció una explicación —un paradig-ma, diría T. S. Kuhn— que permanecióesencialmente inmutable durante más dedos milenios en muy diversos espaciosculturales y religiosos. Ello no quiere de-cir que no hubiese importantes discu-

siones y discrepancias entre los médicos,los teólogos y los interesados en la filo-sofía natural. No obstante, la teoría hi-pocrática proporcionó una resistente redde significados e interpretaciones, conun corpus bien establecido por Galeno,que permitió la comunicación entre mé-dicos griegos, latinos, persas, germanos,italianos, franceses, españoles e ingleses,independientemente de las enormes dis-tancias temporales, religiosas y cultura-les que los separaban. Ese corpus cien-tífico, en cierta forma, operó como unsofisticado aparato de traducción quepermitía la comunicación entre médicosy otros pensadores, como astrónomos oteólogos, e incluso entre cirujanos y bo-ticarios y sus enfermos, que reconocíanen las prácticas médicas una correspon-

dencia lógica con las experiencias co-tidianas.

La melancolía, dentro del humoralis-mo, es el mejor ejemplo del extraordi-nario poder metafórico del maravillososistema mediador hipocrático-galénico.Y este poder metafórico se expandió ex-traordinariamente durante el siglo XVI ,como se puede comprobar en el Examende ingenios para las ciencias de Huarte,un libro que si bien abandona algunospuntos de la ortodoxia galénica, elaborauna aplicación extensa del humoralismoa las costumbres, las vocaciones, los ofi-

cios y la educación. Sin embargo, lacoherencia del corpus galénico era vigi-lada con celo, pues de ella dependía sueficacia mediadora. Por ello, Andrés Ve-lásquez, en su Libro de la melancolíade 1585, critica a Huarte abiertamente.Me parece interesante observar las re-criminaciones de Velásquez, no sólo parainiciar a los lectores en una típica y ba-rroca discusión de médicos en el Siglode Oro, sino sobre todo para detectar al-gunos aspectos que hicieron del humo-ralismo un sistema mediador tan dura-dero e influyente.

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La crítica de Velásquez a Huarte secentra en cuatro problemas: el funcio-namiento fisiológico del cerebro, los ins-tintos naturales, las causas de la risa ylas capacidades extraordinarias de losmelancólicos. Veamos brevemente cadaaspecto.

Huarte sostiene que el cuarto ventrí-culo cerebral —situado en la parte pos-terior de la cabeza— tiene como función“cocer y alterar los espíritus vitales yconvertirlos en animales”.1 En cambio,Velásquez cree que en este ventrículo,el más pequeño, hay poco cocimiento de

materia espirituosa, pero es el más im-portante porque en él hay una mayor con-centración de nervios que lo conectancon todo el cuerpo.2 En otra parte Velás-quez le reprocha a Huarte que asigneinstrumentos cerebrales precisos a las fa-cultades imaginativa, racional y memo-rativa, crítica que no tiene fundamento,pues en el Examen de ingenios expresa-mente se rechaza la antigua idea segúnla cual la imaginación, el entendimientoy la memoria tienen como aposentos, res-pectivamente, el par de ventrículos fron-tales, el ventrículo central y el ventrícu-

lo posterior: “en cada ventrículo estántodas tres potencias, pues de sola la le-sión de uno se debilitan todos tres”. Eneste punto, Huarte y Velásquez se ape-gan al texto galénico. Se ha creído equi-vocadamente que Galeno asignó fun-ciones específicas a cada ventrículocerebral. Ésta es en realidad una tradiciónmedieval que se remonta a Nemesio, obis-po de Emesa, que estableció que la phan-tasia —sensaciones e imaginación— sehallaba en los dos ventrículos frontalesdel encéfalo, la razón se aposentaba en elventrículo central y la memoria en el ven-

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trículo posterior.3 San Agustín, por sulado, ubicó las sensaciones, la memoria ylos movimientos, respectivamente, en losventrículos anteriores, central y posterior:así la sensación no provocaba directa ynecesariamente el movimiento, sino quelo hacía por mediación de la memoria (ydel olvido). Esta discusión nos recuerdalos problemas que hoy se investiganacerca de la localización espacial de lasfunciones mentales o emocionales yacerca de la plasticidad cerebral.

Me interesa destacar aquí la antiguaimagen de las funciones mentales como

sustancias que se cuecen en el interiorde cavidades sometidas a calores inter-nos. Al leer a Velásquez nos podemosimaginar a los ventrículos como marmi-tas en la cocina cerebral, donde se coci-nan los espíritus gracias al calor naturalque emana del corazón. Estos espíritusson, si no el alma misma, sí sus instru-mentos, y operan en el cerebro, que esdefinido como el miembro más impor-tante de todos los que componen el cuer-po. El cerebro que describe Velásquezes un órgano que palpita en un leve mo-vimiento de dilatación y compresión, lle-

no de líquidos anímicos (los espíritusanimales) en constante fluir de un ven-trículo a otro, donde cocer y razonar noson acciones contrapuestas, ya que hay“un cocimiento espirituoso” muy suave,sobre todo en los ventrículos frontales,pues el medio y el postrero sirven máspara “raciocinar y filosofar”. Otros mé-dicos, además de las imágenes culina-rias, se referían a procesos de fermenta-ción y putrefacción. Sabemos que losprocesos cerebrales, en la mentalidad deun hombre del Siglo de Oro, se relacio-naban con los misterios del macrocos-mos; pero también se conectaban con suvida cotidiana, en la que podían recono-cerse actividades similares a las coccio-nes, flujos, impresiones y reflejos queocurrían dentro de la cabeza.

En el cerebro no sólo hay una activi-dad culinaria: su materia húmeda y blan-da recibe y guarda las impresiones queprovienen de los sentidos exteriores.Aquí surge un problema: los nervios noson conductos huecos que permitan lacirculación de los líquidos espirituososque se cuecen en los ventrículos; en rea-lidad, explica Velásquez interpretando aGaleno, los impulsos anímicos (virtudesanimales) se comunican por “ilustra-ción” o “irradiación”, es decir, median-te procesos de transmisión óptica o lu-mínica. Hay que destacar que la posturade Velásquez, al sostener que los nerviosno son huecos y que, en consecuencia,por ellos no fluyen sustancias espirituo-sas, es muy avanzada; además de buscarapoyo en Galeno, Velásquez se basó ensu propia experiencia y en las muchasanatomías que había visto, especialmentede los nervios ópticos.4 Recordemos quetodavía en el siglo XVIII médicos comoThomas Willis hablaban de “licoresnerviosos”, aunque por influencia deNewton se comenzó a pensar que el flui-do nervioso es etéreo, y transmite im-pulsos mediante mecanismos de natura-leza oscilatoria, vibratoria o eléctrica. Sin

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embargo, el gran médico inglés RichardMead (1673-1754) todavía dudaba si losnervios eran sólidos o huecos.5

La discusión de Velásquez sobre lascausas de la risa es muy graciosa, por lamanera tan doctoral y solemne de abor-dar un problema cuya compleja dinámi-ca psicofisiológica aún hoy carece de unaexplicación completa. Su argumentoprincipal es que la risa no sólo es produ-cida por las funciones anímicas cerebra-les (especialmente la imaginación, comodice Huarte). Es necesario que interven-ga, además de la anímica, una fuerza vi-tal, pues la función imaginativa carecepropiamente del poder para mover mús-culos. Así pues, la risa es movida por unacombinación de la admiración con elgozo: la primera es una pasión caracte-rística del cerebro, del que fluye la fa-cultad anímica, y el segundo es una pa-sión propia del corazón, del que emanala fuerza vital que mueve los músculosdel pecho y hace vibrar el septo trans-verso. La imaginativa, al sorprenderse,estimula el contento o regocijo del cora-zón. Se trata, en suma, de la interrela-ción de pensamiento y emoción. Velás-quez señala que Huarte se equivoca aldecir que la melancolía natural hace alos hombres risueños; el humor negro noproduce ese efecto, aunque reconoce quesi un melancólico se vuelve fatuo, se ad-mirará con facilidad y se reirá. De cual-quier forma, para Velásquez la risa estáasociada principalmente al humor san-guíneo. Las cosquillas son una pruebaadicional de que la risa requiere, ademásde las funciones intelectuales, una fuer-za vital que emana del corazón: al tocarciertas partes del cuerpo se produce undeleite que llega al corazón, sobre todosi hay cierta sorpresa. Huarte, en cam-bio, considera que tiene relación exclu-sivamente con las funciones imaginati-vas del cerebro (sobre todo con la faltade imaginación) y con el humor sanguí-neo. La disputa sobre la risa permite ha-

cerse una idea de la dificultad que te-nían los médicos para entender la rela-ción entre las que Velásquez denominala “virtud vital” y la “virtud animal”, esdecir, entre las fuerzas emotivas natura-les sostenidas por la alimentación (pormedio del estómago, los intestinos, el hí-gado, el bazo y el corazón) y las fuerzasmentales que dan aliento al pensamien-to y que se aposentan en los ventrículoscerebrales. El origen de la discusión sehalla en la relación entre el pneuma psí-quico o animal (asociado al cerebro) yel pneuma vital (ligado al corazón), es-

píritus que en el sistema galénico expli-caban el pensamiento, las sensaciones,los impulsos y los movimientos. Se tra-ta, como podemos ver, del espinoso pro-blema de los vínculos entre el cuerpo yla mente. Esta discusión nos asombra porlo que podríamos llamar su modernidad,lo que en realidad es una medida de nues-tro atraso.6

Es muy notable que Velásquez hayadedicado un capítulo completo de su Librode la melancolía al tema de la risa, puesgeneralmente los médicos se ocupabanpreferentemente de otras situaciones

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afectivas —como el amor, la ira y el mie-do—, a las que daban mayor importanciadebido a la gravedad potencial de sus con-secuencias. Sin embargo, desde Aristóte-les, la risa ha sido motivo de preocupacióny de reflexión. Recordemos que Descar-tes, en su tratado de 1649, Les passionsde l’âme, dedicó una parte importante ala risa y señaló su relación con la fluidezy sutileza de la sangre (pues la sangregruesa y espesa es causa de tristeza). Eneste pequeño libro Descartes aborda como

médico los problemas de la ética, a partirde sus reflexiones sobre la interacción delalma y el cuerpo, una relación que se arti-cula en la glándula pineal ubicada en labase del cerebro. Quiero recalcar que elexamen médico de la risa también hacíareferencia a preocupaciones y curiosida-des cotidianas que intrigaban a muchaspersonas, y establecía un vínculo com-prensible entre la misteriosa actividadventricular del cerebro y las manifesta-ciones abiertas del jolgorio y la alegría.

Hay que decir que Velásquez recono-cía la importancia de la imaginación. Enotro aspecto de su discusión con Huarteexpone un ejemplo de la fuerza imagi-nativa en el comportamiento aparente-mente instintivo y natural de un miem-bro del cuerpo. Ya me he referido en Elsiglo de oro de la melancolía a este tema,de manera que aquí haré solamente unareferencia sintética. Velásquez observaque Huarte no hace justicia a Galeno ensu exposición de los instintos naturales,pero se permite a su vez criticar ruda-mente al antiguo médico griego, quienhabía concluido que el comportamientodel pene era similar a las habilidadesnaturales de los cabritos recién nacidos,que sin haberlo aprendido son atraídospor ciertas hierbas; el pene tendría unaerección, como el galgo que persigue porinstinto su presa. Velásquez sostiene, encontraste, que es el poder de la imagi-nación el que guía y levanta al órganosexual masculino. Se trata, por supues-to, de otro ejemplo más de la interacciónde la mente y el cuerpo que podía ser com-prendido y discutido por cualquier perso-na a partir de sus experiencias personalesen el lecho conyugal y en los escarceosamorosos. Pero aquí, a diferencia de suexplicación de la risa, enfatiza la impor-tancia de las actividades mentales en elproceso de excitación sexual.

Por último, el doctor Velásquez abor-da el tema más importante: la melanco-lía. Este aspecto de la discusión tambiénlo he abordado antes; Velásquez se negóa aceptar que los melancólicos poseye-sen cualidades extraordinarias7 —comopredecir el futuro, conocer lenguas ociencias sin haberlas aprendido—, y sos-tiene insistentemente que el humor ne-gro es causa de los más terribles estra-gos morbosos. Sin embargo, es evidenteque la melancolía presentaba un cuadroextraordinario de síntomas y condicio-nes, que el doctor Velásquez llama pre-ternaturales: estados excepcionales y dis-

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locados, no naturales, pero cuyas causasno son sobrenaturales. Los melancólicossufren una miserable enfermedad que vamucho más allá de la tristeza y el mie-do; creen —y da los ejemplos más cita-dos— que el cielo está por caer sobresus cabezas, sacuden sus brazos a mane-ra de alas y cantan como si fueran gallos,se vuelven extravagantemente pródigoso avaros, huyen del agua por temor adisolverse como si fueran ladrillos. Loscasos son innumerables, todos a cual máshorrendo: “Cuántos leemos que se handado desastradas muertes. Unos colgán-dose, otros despeñándose, y otros abra-sándose en fuegos, y así han acabado mi-serablemente sus vidas; ¿qué cosa hayde tanto espanto, ni tan digna de llorar,como es ver las potencias todas en unhombre afligido de esta enfermedad tanestragadas, arruinadas y perdidas? ¡Quémás se puede decir bestia brava que hom-bre racional, tanta es la fuerza de estaestupenda enfermedad!”

En su explicación del morbo melan-cólico, Velásquez defiende la idea de quesus causas radican principalmente en loshumores y no tanto en los temperamen-tos.8 La distemperie daña de diferentesformas la actividad cerebral: “el frío es-tropea principalmente la memoria, entanto que el calor afecta más las funcio-nes imaginativas y raciocinativas.” Elfrío tiende a disminuir las facultades,mientras el calor contribuye más a su de-pravación. Los daños por la distemperieproducen pérdida parcial o total de me-moria, confusión mental, fatuidad y debi-litamiento de la razón o la imaginación.9

La relación entre las tres grandes fun-ciones cerebrales —phantasia, ratio ymemoria— y ciertas enfermedades esmuy confusa e imprecisa en los textosde Galeno, como ha hecho notar JackiePigeaud.10 Cabe señalar que, sin que sehaya ubicado ningún precedente en latradición médica, Isidoro de Sevilla es-tableció una relación precisa entre las

funciones cerebrales y tres enfermeda-des muy conocidas: vinculó la epilepsiacon la fantasía, la melancolía con la ra-zón y la manía con la memoria, pero nolas ubicó en ningún ventrículo cerebral.Durante la Edad Media y el Renacimien-to los médicos fueron describiendo di-versas relaciones entre las partes del ce-rebro, las funciones y las enfermedadesmentales.

Andrés Velásquez explica que si elmiedo y la tristeza aparecen durante untiempo muy prolongado, entonces esta-mos frente a los síntomas de una melan-colía, cuya causa no es la distemperie,sino “el color tenebroso y negro del hu-mor atrabilioso”. Este énfasis en el co-lor oscuro fue, sin duda, un poderososímbolo que permitía traducir el lengua-je especializado del médico a expresio-nes cotidianas; era importante, además,porque según Velásquez era precisamen-te el carácter opaco del humor negro loque impedía el buen funcionamiento dela comunicación nerviosa y cerebral, que

se basaba en la transmisión lumínica delos espíritus animales y vitales. Más queel carácter grueso, compacto o espesode los humores quemados, lo que im-pide que reflejen adecuadamente la ac-tividad espirituosa es su opacidad;como la niebla, que es tenue en con-traste con el cristal que deja pasar laluz a pesar de su dureza. La lucidezmental era una expresión de la adecua-da transparencia de los canales de co-municación nerviosa.

El doctor Velásquez conocía perfec-tamente la teoría aristotélica respecto dela relación entre ingenio y melancolía,consignada en el Problema XXX , 1, e in-cluso la trae como ejemplo en su discu-sión sobre la influencia de los tempera-mentos en la enfermedad. Agrega queGaleno encontró que las causas de la pru-dencia debían atribuirse a la sequedad,uno de los temperamentos propios de losmelancólicos; cita a Galeno en esa cu-riosa afirmación de que las estrellas res-plandecientes son prudentes debido a susequedad: el hecho de que los viejos, queson secos, lleguen a desvariar en su se-nectud no se debe a la falta de humedadsino al exceso de frío en su naturaleza.Lo que más le interesa a Velásquez essubrayar el hecho de que las elevadashabilidades de algunos hombres tienenpor causa principal la buena calidad delos cuatro temperamentos, y cita en suapoyo a Marsilio Ficino, a François Va-lleriola y a Jason Pratensis. Es probableque Juan Huarte haya conocido el libro

de Velásquez, y es posible que en las en-miendas de la edición expurgada de 1594haya añadido alguna alusión a las críti-cas del médico andaluz. Por ejemplo, enun largo añadido Huarte se refiere al pro-blema de la sequedad de los viejos y lasestrellas: “Algunos filósofos naturalesquisieron sentir que la incorruptibilidadde los cielos, y aquello diáfano y trans-parente que tienen, y el gran resplandorde las estrellas, nacía de la suma seque-dad que había en su composición. Los

La melancolía fue un modelogeneral y abstracto que expli-caba el sufrimiento mental;empero, paradójicamente,abrió paso a las formas perso-nales e individuales de pade-cimiento.

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viejos, por esta mesma razón, discurrentan bien y duermen tan mal: por la mu-cha sequedad de su celebro todo lo tienendiáfano y transparente, y los fantasmasy figuras relumbrando como estrellas;y, porque la sequedad endurece la sus-tancia del celebro, toman tan mal dememoria”.

Podría pensarse que aquí Huartecontesta a Velásquez sin mencionarlo,para enfatizar el lado positivo de la se-quedad y, por extensión, de la melan-colía. Reafirma, además, la antigua ideade que hay una estrecha relación entre

el micromundo de los temperamentoscerebrales y el macromundo estelar ycelestial.

Me he detenido a exponer la críticade Andrés Velásquez a Juan Huarte conel objeto de usar un ejemplo concretoen la interpretación de un problema pro-pio de lo que se ha llamado “historia delas mentalidades”. Me ha parecido es-timulante, además, introducirme en elextraño círculo formado por la menta-lidad barroca discutiendo sobre la mentehumana. Por supuesto, como ha dichoG. Jahoda, las colectividades no pien-

san, sólo los individuos lo hacen.11 Unaparato mediador —como el sistemahumoral— tampoco piensa aunque esinteligente: pero hace pensar a los indi-viduos de acuerdo con lineamientospredeterminados. En este sentido, unsistema mediador o traductor nos pue-de dar claves para comprender la men-talidad de una época. Y además, lo quees muy importante, nos ayuda a enten-der los procesos mediante los cuales lasmentalidades —o fragmentos de ellas—continúan funcionando con eficiencia alo largo de diferentes épocas.

La discusión Velásquez-Huarte so-bre la melancolía muestra antes quenada la presencia de un sistema auto-rreferencial casi totalmente cerrado. Laprueba suprema de la argumentación sebuscaba en los textos galénicos y casinunca en la experiencia médica direc-ta. Un importante médico de la época,Alfonso de Santa Cruz, lo expresó cla-ramente: se refirió a Galeno como “casidivino cultivador de nuestro arte”.12 Enel pequeño libro de Velásquez sobre lamelancolía Galeno es nombrado, en pro-medio, una vez por cada página, en másde ciento setenta ocasiones. La típicaobsesión barroca que trata de entenderlos orígenes de la prudencia y del inge-nio es introducida por los médicos alaplastante aparato galénico de interpre-tación de las funciones mentales, quees, en cierta forma, la imagen de unasociedad plagada de toda clase de ma-les, locuras y enfermedades, como loera la española del Siglo de Oro. En elinterior de este aparato galénico reinala dama Melancolía con una fuerza sinigual: ella no sólo proyecta una tétricasombra sobre la humanidad, sino queademás se convierte en una esperanza,peligrosa pero atractiva, para alcanzarla prudencia y el ingenio. El doctor Ve-lásquez, sensato y pedestre, desconfíade la melancolía, mientras que el inquie-to Huarte siente la atracción de buscar

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una luz en la lúgubre oscuridad del hu-mor negro.

La teoría humoral ofrece un maravi-lloso paisaje coherente y repleto de atrac-tivas imágenes y metáforas. El sistemamental y cerebral en el que se aposentanlos vapores de la melancolía funcionacomo una combinatoria de procesos me-cánicos, reflejos ópticos, transmisionesneumáticas y cocciones químicas. Lasimágenes y las sensaciones mueven fuer-zas en la máquina mental e imprimenmarcas en la sustancia cerebral simila-res a las que realiza un alfarero. Ademásde las impresiones, los mensajes cere-brales se difunden por ilustración y laluz de las ideas se expande o se bloqueaen series entreveradas de transparenciasy opacidades, de velos vaporosos y ner-vosidades cristalinas, de oscuras cenizasy destellos celestiales. El cerebro es tam-bién un aparato neumático de vejigas in-terconectadas, de sensuales transmisio-nes de fluidos vaporosos impulsados por

las lentas y casi imperceptibles pulsacio-nes de los senecillos o ventrículos. Y,además, la casa del alma es como unaserie de estancias articuladas en torno dela cocina: allí ocurren hervores y fermen-taciones de sustancias húmedas y tibias.Con frecuencia la humareda se extiendepor toda la casa y se queman los fluidos;quedan después secas y duras cenizas se-dimentadas, muros ahumados por lacombustión de humores y soplos espiri-tuales oscurecidos y desvirtuados. Elcomplejo universo cerebral era, no obs-tante, comprensible e íntimo: trágica-mente cercano a las inquietudes cotidia-nas, pero también estaba conectado a lossecretos de la astrología y a los miste-rios de la teología. No era fácil orientar-se en ese laberinto mental y cerebral detemperamentos, fluidos, emanaciones,espíritus, luces e impresiones. La ideade un laberinto interior era importante,pues dejaba un lugar para las opciones:a pesar de la influencia de astros, humo-

res y temperamentos, la máquina cere-bral debía ser flexible, ya que el librealbedrío estaba encerrado en la caja cra-neana y sus movimientos ocasionaban uncierto desorden en la casa del alma.

La melancolía fue ciertamente un sis-tema coherente capaz de dar sentido alsufrimiento y al desorden mental; pro-porcionó un medio de comunicar los sen-timientos de soledad y una manera deexpresar la incomunicación. Los médi-cos renacentistas desarrollaron, a partir delgalenismo, un código cerrado para inter-pretar los signos de la locura y de la me-lancolía, pero al mismo tiempo que ofre-cían una explicación y un tratamiento,proporcionaron también un modelo de co-municación y de comportamiento capaz desubsumir tanto los crecientes sentimientosde soledad como los dogmas católicos dellibre albedrío. En suma, el código de lamelancolía fue capaz de albergar e im-pulsar las nuevas expresiones del indivi-dualismo moderno que acompañaban el

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Roger BartraInstituto de Investigaciones Sociales

Universidad Nacional Autónoma de México

Este ensayo es un fragmento del libro Cultura y melanco-

lía, de próxima publicación.

Referencias bibliográficas1 Juan Huarte de San Juan, 1575, Examen de ingenios

para las ciencias, edición crítica de Guillermo Serés.

Madrid, Cátedra, 1989.2 Andrés Velásquez, 1585, Libro de la melancolía. Edi-

ción del libro publicada en Roger Bartra, 1998, El Siglo

de Oro de la melancolía. Textos españoles y novohispa-

nos sobre las enfermedades del alma. México: Universi-

dad Iberoamericana, Departamento de Historia.3 Nemesio, De natura hominis, IV, citado por Jackie Pi-

geaud, “De la mélancolie et de quelques autres maladies

dans les Etymologies IV d’Isidore de Seville”, en Textes

médicaux latins antiques, ed. G. Sabbah, Saint-Étienne:

Publications de l’Université de Saint-Étienne, 1984.4 Velásquez no sólo sostiene que los nervios son “algo

duros y sólidos”, sino que demuestra mediante una prue-

ba experimental que los espíritus no fluyen por ellos: al

obstruirse el funcionamiento del cerebro de inmediato

se pierde el sentido y el movimiento, cosa que no ocu-

rriría si fuesen fluidos los que se transmitiesen, pues ani-

marían el cuerpo durante un tiempo, hasta que se consu-

miesen.5 Véase Stanley W. Jackson, 1986, Melancholia and De-

pression. From Hipocratic Times to Modern Times. New

Haven: Yale University Press. Isaac Newton había publi-

cado en sus Principia (1713) sus ideas al respecto, desa-

rrolladas originalmente en 1675: “animal bodies move at

the command of the will, namely, by the vibrations of

this spirit, mutually propagated along the solid filaments

of the nerves”; citado por Stanley W. Jackson.

6 Una síntesis del problema en la perspectiva actual se

encuentra en: Simone Clapier-Valladon, “L’homme et le

rire”, en Histoire des moeurs, ed. por Jean Poirier, vol. II,

París, Gallimard, 1991, “La risa —y ello es tal vez el pro-

blema mayor— es a la vez emoción y pensamiento. Así

pues, plantea desde el punto de vista filosófico y psicoló-

gico el problema de las interacciones de la afectividad y

la inteligencia y, desde el punto de vista fisiológico, el

problema de las relaciones entre el paleocéfalo —las par-

tes del cerebro filogenéticamente más antiguas, que rigen

las emociones— y el neocéfalo —el cerebro de las mani-

festaciones intelectuales”.7 No sólo Huarte sostenía esta idea, que al parecer estaba

muy extendida. Por ejemplo, Alfonso de Santa Cruz, mé-

dico de Felipe II y catedrático en Valladolid, estaba con-

vencido de que los melancólicos podían hablar latín sin

haberlo aprendido antes, como dice en un libro que escri-

bió en la misma época en que Velásquez publicó el suyo

(Dignotio et cura afectuum melancholicorum, diálogo I,

que fue publicado en Madrid por Tomás de Junta en 1622).8 Según la tradición galénica los temperamentos eran cua-

tro: calor, frío, humedad y sequedad, pero aquí Velásquez

hace referencia solamente a los dos primeros.9 El doctor Francisco Vallés distinguía entre las lesiones

en los sentidos internos y los síntomas de la demencia;

fatuitas, amentia y oblivio son clasificadas como “sen-

sum internorum laesiones qui non sunt insanie”; en otro

rubro diferente son clasificadas como “dementia, aut ins-

ania, vel delirium” las siguientes enfermedades: phreni-

tis, lethargus, melancholia, mania y paraphrenitis. Véase

Vicente Peset Llorca, 1961, “La psiquiatría de un médico

humanista (Francisco Vallés, 1524-1592)” Archivos de

neurobiología 23 (núm. 1 y 2), 24 (núm. 1).10 Jackie Pigeaud, “De la mélancolie et de quelques

autres maladies dans les Etymologies IV d’Isidore de

Seville”.11 G. Jahoda, Psychology and Anthropology. A Psycholo-

gical Perspective, Londres, 1982; citado por G.E.R. Llo-

yd, Demystifying mentalities, Cambridge: Cambridge

University Press, 1990.12 Alfonso de Santa Cruz, Dignotio et cura afectuum me-

lancholicorum.

aislamiento personal ante las condicionesaleatorias tantas veces impuestas por eldesorden social. La melancolía fue unmodelo general y abstracto que explica-ba el sufrimiento mental; empero, para-dójicamente, abrió paso a las formas per-sonales e individuales de padecimiento.La tristeza y la desolación se sentían enforma individual e íntima, aunque erantransferencias de un sistema global deinterpretación que daba sentido al sufri-miento y conectaba el mal tanto con elmicrocosmos como con el macrocosmos.Así, una manera antigua de insertar al in-dividuo en la sociedad se convirtió en unaforma moderna: en esa singularidad irre-ductible de la experiencia personal.

Man

Ra

y, D

ora

Ma

ar.

1936