Memoria Americana 18

Embed Size (px)

Citation preview

  • Memoria Americana18Cuadernos de etnohistoria

    Buenos Aires 2010

    (1 y 2)

    ISSN 0327-5752 (versin impresa)ISSN 1851-3751 (versin en lnea)

    Instituto de Ciencias Antropolgicas

  • FACULTAD DE FILOSOFIA Y LETRASUNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES

    DecanoHugo TrincheroVicedecanaAna Mara ZubietaSecretaria AcadmicaGraciela MorgadeSecretaria de Supervisin AdministrativaMarcela LamelzaSecretaria de Extensin Universitaria y Bienestar EstudiantilSilvana CampaniniSecretario GeneralJorge GugliottaSecretario de InvestigacinClaudio GuevaraSecretario de PosgradoPablo CiccolellaSubsecretaria de BibliotecasMara Rosa MostaccioSubsecretario de PublicacionesRubn Mario CalmelsProsecretario de PublicacionesMatas Cordo

    Coordinadora EditorialJulia Zullo

    Consejo EditorAmanda Toubes Lidia R. Nacuzzi Susana Cella Myriam Feldfeber Silvia Delfino Diego Villarroel Germn Delgado Sergio Gustavo Castelo

    Diseo interior y tapa: Beatriz Bellellie-mail: [email protected]

    Se termin de imprimir en el mes de diciembre de 2010 enAltuna Impresores S.R.L., Doblas 1968 (C1424BMN) Buenos Aires, [email protected]

    Editorial de la Facultad de Filosofa y Letras Universidad de Buenos Aires-2010Pun 480, Ciudad Autnoma de Buenos Aires Repblica ArgentinaISSN: 0327-5752 (versin impresa) ISSN: 1851-3751 (versin en lnea)

  • MEMORIA AMERICANACUADERNOS DE ETNOHISTORIA

    Nmero 18 (1 y 2)

    Directora Editora Cientfica Ingrid de Jong Cora V. Bunster

    Editoras asociadas Secretarias de Redaccin Carina P. Lucaioli Lorena Barbuto Mara Paula Irurtia Ayln Enrique

    Comit EditorialAna Mara Lorandi, Universidad de Buenos Aires (UBA) / Consejo Nacional de In-vestigaciones Cientficas y Tcnicas (CONICET), Argentina; Lidia Nacuzzi, UBA / CONICET, Argentina; Roxana Boixads, Universidad Nacional de Quilmes / CONICET, Argentina; Mabel Grimberg, UBA / CONICET, Argentina; Sara Mata, Universidad Na-cional de Salta / CONICET, Argentina; Jos Luis Martnez, Universidad de Chile, Chile; Alejandra Siffredi, UBA / CONICET, Argentina.

    Comit Acadmico AsesorRossana Barragn, Universidad Mayor de San Andrs, La Paz, Bolivia; Martha Bechis, Instituto de Investigaciones Gino Germani, UBA, Argentina; Guillaume Boccara, Ecole des Hautes tudes en Sciences Sociales, Centre National de la Recherche Scientifique CNRS, Pars, Francia; Antonio Escobar Ohmstede, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropologa Social (CIESAS), Mxico D.F., Mxico; Noem Goldman, Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. E. Ravignani, UBA/CONICET, Argentina; Jorge Hidalgo Lehued, Universidad de Chile, Chile; Scarlett OPhelan Godoy, Pontificia Universidad Catlica del Per, Per; Silvia Palomeque, Universidad Nacional de Crdoba / CONICET, Argentina; Ana Mara Presta, Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. E. Ravignani, UBA/CONICET, Argentina; Mnica Quijada, Centro de Estudios Histricos, Consejo Superior de Investigaciones Cientficas (CSIC), Madrid, Espaa.

    Seccin Etnohistoria del Instituto de Ciencias AntropolgicasFacultad de Filosofa y Letras, Universidad de Buenos AiresPun 480, of. 405. C1406CQJ Buenos Aires, Argentina.Tel. 54 11 4432 0606, int. 143. Fax: 54 11 4432 0121e-mail: [email protected] (canje) [email protected] (envo de artculos)

    Memoria Americana Cuadernos de Etnohistoria es una publicacin semestral que edita la Seccin Etnohistoria del Instituto de Ciencias Antropolgicas de la Universidad de Buenos Aires. Publica artculos originales de investigacin de autores nacionales y extranjeros en el campo de la etnohistoria, la antropologa histrica y la historia colonial de Amrica Latina, con el objetivo de difundir ampliamente los avances en la produccin de conocimiento de esas reas disciplinares. Sus contenidos estn dirigidos a especialistas, estudiantes de grado y posgrado e investigadores de otras disciplinas afines.

    ISSN: 0327-5752 (versin impresa) ISSN: 1851-3751 (versin en lnea)

    Memoria Americana est indizada en Anthropological Index of the Royal Anthropological In-stitute y DOAJ (Directory of Open Access Journals) de Lund University Libraries.Electrnicamente se encuentra en SciELO (Scientific Electronic Library Online, www.scielo.org.ar) y en Sistema Regional de Informacin en Lnea para Revistas Cientficas de Amrica Latina, el Caribe, Espaa y Portugal (Latindex- Catlogo, www.latindex.unam.mx).Nmeros 1 (1991) a 12 (2004) disponibles en nuestra pgina web:

    www.seccionetnohistoria.com.ar/etnohistoria_memoam.htm

  • MEMORIA AMERICANA 18 (1)enero-junio 2010

    NDICETABLE OF CONTENTS

    Presentacin del Dossier Simposio itinerante sobre: Sociedades indgenas y sistemas de dominacin desde una perspectiva etnohistrica. Desde el Tawantinsuyu hasta la crisis del sistema colonial espaolDossier Itinerary simposium about: Indigenous societies & domination systems from an ethnoshistorical perspective. Tawantinsuyu and the crisis of the colonial order

    Silvia Palomeque y Ana Mara Presta 9-11

    ArtculosArticles

    Metales, textilera y cermica. Tres lneas de anlisis para pensar una vinculacin entre los habitantes de la llanura santiaguea y el TawantinsuyuMetals, Textiles and Ceramics: Three Lines of Analysis to Suggest a Relationship between Santiago del Estero Plain Inhabitants and Tawantinsuyu

    Constanza Taboada y Carlos I. Angiorama 15-45

    Chiriguanos: la construccin de un estereotipo en la poltica colonizadora del sur andino.Chiriguanos: Southern Andes Colonizing Policy and the Constructionof a Stereotype

    Guillermina Oliveto 47-73

    Una realidad compleja: casas al interior de los ayllus hanansayas del repartimiento de Macha, norte de Potos (1613-1619).A Complex Situation: Houses inside the Repartimiento of Macha, Hanansaya Ayllus, Northern Potos (1613-1619).

    Mara Carolina Jurado 75-103

  • Servicio personal, tributo y conciertos en Crdoba a principios del siglo XVII. La visita del gobernador Luis de Quiones Osorio y la aplicacin de las Ordenanzas de Francisco de AlfaroPersonal Service, Tribute and Conciertos in Crdoba in the Early Seventeenth Century. The Visita of Governor Luis de Quiones Osorio and the Application of Francisco de Alfaros Ordinances

    Isabel Castro Olaeta 105-131

    ReseasReviews

    Tell, Sonia. 2008. Crdoba rural. Una sociedad campesina (1750-1850). Buenos Aires, Prometeo. 451 p.

    Judith Farberman 135-138

    Zanolli, Carlos Eduardo. 2008. Dos visitas coloniales a la jurisdiccin de San Bernardo de la Frontera de Tarija. 1645 y 1659. Buenos Aires, Instituto de Ciencias Antropolgicas. Seccin Etnohistoria. Facultad de Filosofa y Letras, Universidad de Buenos Aires. 328 p.

    Gabriela Sica 139-140

    Bixio, Beatriz, Constanza Gonzlez Navarro, Romina Grana y Valeria Iarza. 2009. Visita a las encomiendas de indios de Crdoba. 1692-1693. Transcripcin y estudios sobre la visita de Antonio Martines Luxan de Vargas. Crdoba, Centro de Estudios Histricos Prof. Carlos A. Segreti. Serie Documental XVI. Editorial Brujas. Tomo I, 385 p.; Tomo II 393 p.

    Roxana Boixads 141-146

  • MEMORIA AMERICANA 18(2)julio-diciembre 2010

    NDICETABLE OF CONTENTS

    ArtculosArticles

    Tasa y tributo en la temprana colonia: la encomienda de Songo, Suri y Oyuni en las yungas de La Paz (1545-1573)Tax and tribute in early colony: Songo, Suri and Oyuni encomienda in the yungas of La Paz (1545-1573) Mara Fernanda Percovich 149-183

    En sus huaycos y quebradas: formas materiales de la resistencia en las tierras de Malfn Material forms of resistance in the lands of Malfn: huaycos and quebradasLaura Quiroga 185-209

    Legitimidad, genealoga y memoria en los Andes Meridionales: los Fernndez Guarachi de Jess de Machaca (Pacajes, siglos XVI-XVII)Legitimacy, genealogy and memory in Southern Andes: the Fernndez Guarachi of Jess de Machaca (Pacajes, 16th-17th centuries)Ariel Jorge Morrone 211-237

    Social y culturalmente ambiguos: criollos-mestizos de Tucumn, en el siglo XVIISocially and culturally ambiguous: criollo-mestizo population in the 17th century, TucumnEstela Noli 239-266

    Informar si el padrn que rige se conocen dos pueblos de Amaicha. Reestructuraciones socio-tnicas y disputas por tierras entre la colonia y la repblicaInformar si el padrn que rige se conocen dos pueblos de Amaicha. Socio-ethnic restructurings and land disputes between colony and republicLorena B. Rodrguez 267-292

  • ReseasReviews

    Grosso, Jos Lus. 2008. Indios Muertos, Negros Invisibles: Hegemona, Identidad y Aoranza. Crdoba. Encuentro Grupo Editor. 252 p. Malena Castilla 295-297

    Valko, Marcelo. 2010. Pedagoga de la Desmemoria. Crnicas y estrategias del genocidio invisible. Buenos Aires, Ediciones Madres de Plaza de Mayo. 413 p. Mara Sol Ottini 298-301

    Juan Jos Santos. 2008. El Tata Dios. Milenarismo y xenofobia en las pampas, Buenos Aires, Sudamericana. 222 p.Guido Cordero 302-305

    Normas editoriales e informacin para los autoresInstructions for Article Contributors 307-310

  • 9Memoria Americana 18 (1) - Ao 2010: 9-11

    DOSSIER

    SIMpOSIO ITINERANTE SObRE: SOCIEDADES INDgENAS y SISTEMAS DE DOMINACIN DESDE

    UNA pERSpECTIvA ETNOHISTRICA: DESDE El TAwANTINSUyU HASTA lA CRISIS DEl SISTEMA

    COlONIAl ESpAOl

    Llevamos cinco aos organizando un espacio de encuentro y debate dedicado a los avances e investigaciones efectuados desde una perspectiva etnohistrica y apoyados en la historia colonial y la arqueologa andinas que se presentan sostenidamente en una Mesa Temtica dentro de las Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia (Rosario 2005; Tucumn 2007; Ba-riloche 2009 y con convocatoria vigente para Catamarca 2011).

    En el ltimo encuentro, realizado en 2009 bajo los auspicios de la Uni-versidad Nacional del Comahue, se presentaron las primeras versiones de los nueve artculos que hoy se publican en Memoria Americana 18 (1 y 2), ofreciendo resultados de investigaciones en curso que venamos conociendo, debatiendo y recuperando desde el 2005.

    En la Mesa que las organizadoras Silvia Palomeque y Ana Mara Presta nombramos Sociedades indgenas y sistemas de dominacin desde una perspectiva etnohistrica. Desde el Tawantinsuyu hasta la crisis del sistema colonial espaol, participamos historiadores, arquelogos y antroplogos que trabajamos desde una perspectiva etnohistrica con el objetivo de rescatar las sociedades indgenas y su relacin con los sistemas de dominacin que las afectaron, considerando sus enfrentamientos, relaciones, articulaciones y mutuas transformaciones. Lo hicimos entendiendo que desde la resistencia, la negociacin, el consenso y la rebelin, las sociedades andinas desarrollaron prcticas y estrategias que contribuyeron a su supervivencia y reproduccin, y tambin a su fusin o a su transformacin en campesinado. De esa forma, buscamos aportar al conocimiento tnico de los Andes Meridionales y al rescate de temas y problemas que dan cuenta de aspectos tales como los liderazgos, los linajes cacicales, los niveles de segmentacin y autoridad, la

  • 10 Dossier

    construccin de identidades, la cultura material, el mestizaje y los mecanis-mos de reproduccin y control social de pueblos, comunidades y colectivos indgenas. Nuestra preocupacin se fundaba en que si bien existe un sostenido desarrollo de las investigaciones sobre las sociedades indgenas las mismas tienden a convertirse en estudios de caso con escasa contextualizacin, o en ensayos descriptivos con escuetos aportes interpretativos sobre las unidades polticas nativas y sus lgicas de funcionamiento y reproduccin.

    Estas investigaciones provienen de trayectorias de trabajo que comen-zaron a desarrollarse hace casi treinta aos en la Argentina, quiz con algo de demora en relacin al surgimiento de la etnohistoria andina, cuya sos-tenida produccin arranca en la dcada de 1960. En general, puede decirse que casi todos los participantes se formaron con los principales iniciadores de esos estudios, o son discpulos de sus discpulos. En virtud de ello y en reconocimiento a quienes tanto aportaron al desarrollo de esta perspectiva de anlisis, en la Mesa de 2005 efectuamos un sentido homenaje a Enrique Tandeter y en la de 2007 otro homenaje a John V. Murra.

    En esta presentacin corresponde mencionar, y tambin homenajear, la representacin y participacin acadmica que en las sucesivas sesiones tuvieron los investigadores formados directa o indirectamente por Ana Mara Lorandi, principal responsable del desarrollo y consolidacin de las inves-tigaciones etnohistricas en Argentina, quien desde la dcada de de 1980 brinda un notable impulso a esta perspectiva de anlisis. Tambin correspon-de reconocer y destacar que la mayor parte de las exposiciones presentadas reconocieron ser deudoras de los generosos aportes, consejos y documentos que durante aos recibieron de Gastn Doucet.

    A lo largo de estos cinco aos de reuniones result invalorable contar con la colaboracin de Ana Mara Lorandi como comentarista y participante permanente de la Mesa. Su mirada sobre los Andes, desde su afortunada formacin como arqueloga y etnohistoriadora, contribuy a la reflexin y apertura de lneas de investigacin que hoy persiguen sus discpulos; muchos de los cuales como Mnica Adrin, Roxana Boixads, Cristina Lpez, Ana Mara Presta, Lorena Rodrguez, Pablo Sendn y Vernica Williams partici-pan regularmente en nuestra Mesa de Interescuelas. Historiadores formados en tradiciones diversas pero compartiendo similares aproximaciones a las sociedades andinas, como Judith Farberman, Raquel Gil Montero, Estela Noli, Sebastin Pardo, Sergio Serulnikov y Gabriela Sica nos acompaaron con ponencias o comentarios.

    Si un valor adicional habra que sumar a estos encuentros y a la riqueza de las ponencias es la conjuncin multidisciplinar manifiesta en la participacin de los arquelogos. Hemos contado con los sugerentes traba-

  • 11Memoria Americana 18 (1) - Ao 2010: 9-11

    jos de Mara Esther Albeck, Norma Ratto y Martn Orgaz, Beatriz Ventura y equipo, Marcos Quesada, Carolina Lema, Jos Togo y Luis Garay, Constanza Taboada y Carlos Angiorama, y los originales aportes que desde la arqueologa histrica efecta Laura Quiroga.

    Las organizadoras originarias de la Mesa -en la versin del 2009 nos acompa Roxana Boixads y en Catamarca lo har Judith Farberman- incen-tivaron la participacin de sus discpulos. Isabel Castro Olaeta y Sonia Tell, de la Universidad de Crdoba; Ana Hosne, Mara Carolina Jurado, Fernanda Molina, Ariel Morrone, Guillermina Oliveto, Mara Fernanda Percovich, Daniel Quiroga y Paula Zagalsky, de la Universidad de Buenos Aires, con-tribuyeron con sus novedosos aportes sobre las sociedades indgenas de la temprana y tarda colonia.

    Los artculos aqu publicados se nutren de la interdisciplinariedad que caracteriza al abordaje etnohistrico, y representan a esta tradicin que pretende avanzar desde el trabajo conjunto y compartido entre disciplinas para aproximarse al reconocimiento tnico de los Andes Meridionales, repre-sentados por Charcas y el Tucumn. En este marco, contamos para Charcas temprano colonial con los trabajos de Percovich, Morrone, Oliveto y Jurado y con los de Quiroga, Noli, Rodrguez, Taboada y Angiorama y Castro Olaeta para el Tucumn.

    Como integrantes del Comit Acadmico Asesor de Memoria Ameri-cana y como Coordinadoras de la Mesa Sociedades indgenas y sistemas de dominacin, agradecemos este reconocimiento a la sistemtica y creativa labor de los autores, comentaristas y evaluadores, as como hacia todos los participantes en el espacio acadmico donde se venan presentando y dis-cutiendo estos trabajos.

    Silvia Palomeque y Ana Mara Presta

  • Memoria Americana18(1)Cuadernos de etnohistoria

    Buenos Aires 2010Instituto de Ciencias Antropolgicas

  • 15Memoria Americana 18 (1), enero-junio 2010: 15-45

    METALES, TEXTILERA Y CERMICA. TRES LNEAS DE

    ANLISIS PARA PENSAR UNA VINCULACIN ENTRE

    LOS HABITANTES DE LA LLANURA SANTIAGUEA Y EL

    TAWANTINSUYU

    METALS, TEXTILES AND CERAMICS: THREE LINES OF ANALYSIS

    TO SUGGEST A RELATIONSHIP BETWEEN SANTIAGO DEL

    ESTERO PLAIN INHABITANTS AND TAWANTINSUYU

    Constanza Taboada*

    Carlos I. Angiorama**

    * Consejo Nacional de Investigaciones Cientficas y Tcnicas/ Instituto de Arqueologa y Museo, Universidad Nacional de Tucumn. E-mail: [email protected]

    ** Consejo Nacional de Investigaciones Cientficas y Tcnicas/ Instituto de Arqueologa y Museo, Universidad Nacional de Tucumn. E-mail: [email protected]

  • 16 Constanza Taboada y Carlos I. Angiorama

    RESUMEN

    Este artculo parte de un trabajo anterior (Angiorama y Taboada 2008) llevado adelante con la finalidad de explicar la presencia y distribucin de objetos metlicos con caractersticas valliserranas e incaicas en la actual provincia de Santiago de Estero (Argentina). En esta oportuni-dad avanzamos en nuestra investigacin incorporando y analizando informacin acerca de otras dos tecnofacturas que se muestran como relevantes para el tema abordado: la textilera y la cermica. Nuestros estudios nos indican que habra existido algn tipo de vnculo entre el Tawantinsuyu y ciertos grupos que habitaban el Salado Medio. En base a nuestros anlisis proponemos que esta relacin habra adoptado la forma de algn tipo de alianza entre el Imperio y las comunidades locales.

    Palabras clave: Santiago del Estero - incas - metales - textiles

    ABSTRACT

    This paper is based on a previous study (Angiorama y Taboada 2008) which was carried on in order to explain the existence and distribution of metal objects and valliserranas features in the province of Santiago del Estero. Now we incorporate and analyse relevant information about textiles and ceramics. Our research shows that some kind of relationship could have existed between Tawantinsuyu and certain groups from the Salado Medio. We suggest that this connection would have adopted some kind of alliance between the Empire and the local communities.

    Key words: Santiago del Estero - Incas - metals - textiles

  • 17Memoria Americana 18 (1), enero-junio 2010: 15-45

    INTRODUCCIN

    Recientemente hemos planteado la hiptesis que la mayor parte de los objetos metlicos arqueolgicos hallados en Santiago del Estero debieron llegar a esta zona como resultado de un vnculo establecido entre el Tawan-tinsuyu y las poblaciones tardas asentadas en un sector particular de la llanura santiaguea, en la zona del Ro Salado Medio (Angiorama y Taboa-da 2008). Esta hiptesis cuestiona las propuestas ms clsicas acerca de la expansin incaica por la regin, las cuales han sostenido que los incas no llegaron a Santiago del Estero. A pesar de que hay autores que han puesto de manifiesto ciertos indicios incaicos hallados en el rea (Gramajo de Mar-tnez Moreno 1982), e incluso planteos explcitos (Lorandi 1980, 1984), la historia local no se ha apropiado de estas propuestas. Nosotros, analizando nuevos indicadores, propusimos que algunos grupos asentados en el centro de la llanura santiaguea s mantuvieron contacto con los incas. Este trabajo surgi a partir de las preguntas suscitadas por la presencia y distribucin de 148 objetos de metal de caractersticas valliserranas e incaicas recuperado en un sector muy reducido del rea central de la llanura santiaguea, en la zona del Ro Salado Medio, en los alrededores de las localidades de Averas e Icao (Departamento Avellaneda). Este planteo fue sostenido, adems de los indicadores arqueolgicos, por informacin histrica. En el mismo artculo (Angiorama y Taboada 2008) hicimos un primer avance en sealar tambin algunas caractersticas particulares que presentan las evidencias vinculadas a la produccin textil en el rea de concentracin de los objetos de metal. Advertimos all que exista una particular concentracin y asociacin con-textual, espacial y temporal entre los objetos de metal y algunos indicadores de produccin textil de la zona, y nos preguntbamos si esto no constitua un elemento ms a favor de una vinculacin con el Incario.

    En el trabajo que presentamos ahora analizamos en mayor profundi-dad estas ideas. Para ello sumamos el anlisis de cermica e indicadores de produccin textil desde diferentes perspectivas (tecnolgicas, morfolgicas, funcionales, estilsticas, espaciales, etc.), y analizamos los posibles meca-nismos responsables de la situacin arqueolgica detectada. En este ltimo sentido, realizamos, adems, un ensayo de contraposicin con las lecturas etnohistricas posibles de realizar a partir de la idea generalizada sobre la avidez por los metales de los pueblos de tierras bajas.

  • 18 Constanza Taboada y Carlos I. Angiorama

    Cabe sealar que este trabajo se basa casi exclusivamente en el anlisis de informacin bibliogrfica e histrica y de material arqueolgico de colecciones, dadas las restricciones actuales para llevar adelante excavaciones en Santiago del Estero. En este sentido, el objetivo fue buscar una metodologa de abordaje para avanzar en el conocimiento de los procesos regionales an bajo tales con-diciones. Ello implica, obligadamente, limitaciones en las propuestas y planteos desarrollados y en la posibilidad de presentar mayores o mejores evidencias para sostenerlas. An as, consideramos que el intento y el mtodo resultaron eficientes para plantear otras miradas a la arqueologa santiaguea.

    LOS METALES

    En primer lugar se hace necesario retomar el anlisis sobre los objetos de metal desarrollado en detalle y extensin en el artculo referido, ya que son estos materiales los que innegablemente presentan caractersticas incaicas, y su filiacin, y su presencia y distribucin acotada constituyen los ejes en relacin a los cuales se analizan aqu los otros indicadores.

    Segn los resultados de nuestro estudio bibliogrfico, se han publicado 148 objetos metlicos procedentes de lo que hoy es la provincia de Santiago del Estero. Estos fueron recuperados, en su mayor parte, durante la primera mitad del siglo XX por los hermanos Wagner y por Pedersen, y fueron tema de gran controversia (Angiorama y Taboada 2008; Martnez, Taboada y Auat 2003). Se trata de un variado conjunto de piezas (hachas, topus, placas, lauraques, tokis, tumis, campanillas, entre otros), la mayora de las cuales presentan indudables caractersticas valliserranas o incaicas (figura 1). De 120 de estas evidencias conocemos los sitios o parajes de origen. Los materiales proceden de slo diecisiete de los aproximadamente 200 sitios conocidos y trabajados en la historia de la arqueologa de Santiago del Estero (figura 2). De stos, tres se encuentran en la cuenca del ro Dulce y catorce, o sea la gran mayora, sobre la zona de influencia del ro Salado. Este hecho resulta sumamente interesante si tenemos en cuenta que diversos y amplios sectores de la Provincia, tanto de la cuenca del ro Dulce como del Salado, fueron intensamente explotados arqueolgicamente hasta mediados del siglo pasado por varios investigadores con diferentes intereses y metodologas, y a partir de la segunda mitad del siglo tambin bajo un mayor control cientfico. Pero adems, de los catorce ubicados sobre la zona de influencia del Salado, nueve se hallan concentrados en un rea de apenas 15 km de dimetro localizada en las cercanas de Icao y Averas (Departamento Avellaneda, a 180 km de Santiago del Estero), y dos de ellos, Averas y Sequa Vieja, concentran el 68 % del total de los objetos.

  • 19Memoria Americana 18 (1), enero-junio 2010: 15-45

    Figura 1. Algunas de las piezas de metal recuperadas en Santiago del Estero (tomadas de Gonzlez 1992; Gramajo de Martnez Moreno 1979; Mayer 1986; Pedersen 1952; Reichlen 1940; Wagner y Righetti 1946). Los objetos no han sido ilustrados a una nica escala porque algunas de las piezas no cuentan con esa informacin en las publicaciones originales.

  • 20 Constanza Taboada y Carlos I. Angiorama

    Figura 2. Mapa de Santiago del Estero con la ubicacin aproximada de los sitios/lugares donde se hallaron objetos de metal. Se indica entre parntesis la cantidad de objetos recuperados en cada uno de ellos. La x indica un lote de objetos de cantidad desconocida. El mapa de Santiago del Estero reproducido en menor tamao muestra, como referencia comparativa, la ubicacin y distribucin de algunos de los aproximadamente 200 sitios arqueolgicos trabajados en la pro-vincia. El cuadrado en el mapa pequeo seala el rea en la que se localizan los sitios arqueolgicos que concentran la mayora de los objetos metlicos.

  • 21Memoria Americana 18 (1), enero-junio 2010: 15-45

    Teniendo en cuenta la falta de informacin temporal para la mayora de las piezas halladas, hemos asignado una cronologa tentativa a los objetos en base fundamentalmente a criterios morfolgicos, tecnolgicos y estilsticos. Como resultado, hemos clasificado tentativamente 41 objetos como de poca prehispnica tarda preincaica, 39 de poca inca y diecinueve de poca colonial. A su vez, tres objetos han sido considerados como tardos/incas y uno inca/colonial, por no haberse podido realizar una determinacin ms especfica. Se apartan de esta ubicacin cronolgica prehispnica tarda y/o inca seis hallazgos asignables a los Perodos Temprano y Medio. Finalmente, hemos preferido no efectuar una determinacin cronolgica de los restantes 31 objetos por tratarse de piezas que no presentan rasgos diagnsticos y que ostentan una gran antigedad en el Noroeste Argentino (NOA) sin haber sufrido cambios significativos (tales como cinceles y punzones) (ver detalles en Angiorama y Taboada 2008).

    Como dijimos, slo seis objetos podran ser asignados a los Perodos Temprano y Medio. Resulta evidente, entonces, que los objetos metlicos asignables a esta poca son sumamente escasos, tanto con relacin a los vin-culados a momentos tardos, como en relacin con los numerosos sitios con contextos aparentemente tempranos y medios o medios-tardos trabajados en diversos sectores de Santiago. Pero la situacin se presenta diferente para poca prehispnica tarda e inca. La gran mayora de los objetos metlicos hallados en Santiago se remonta a estos momentos y su hallazgo se restringe a un sector muy acotado. Segn lo que aportaron las amplias y muy distri-buidas excavaciones realizadas a lo largo de la historia de la arqueologa de la Provincia, resulta evidente que no todos, ni siquiera la mayora de los habitantes del Santiago de aquella poca tuvieron acceso a piezas de metal, sino tan slo una minora o algn grupo en particular instalado en la zona del Ro Salado Medio cercana a Averas.

    De hecho, en la zona del Ro Dulce se ha hallado slo un objeto (colonial) en Manogasta (Wagner y Righetti 1946) y un conjunto de piezas de metal pro-cedente de un nico contexto1, de asociacin confusa, ubicado en Sabagasta (Serrano 1938). A esta escasa cantidad de objetos procedentes de la cuenca del Ro Dulce, se suma el hecho que en ninguno de los casos se tratara de contextos prehispnicos. Si bien la zona del Dulce fue menos trabajada en magnitud que la del Salado, fueron varios los investigadores que excavaron en el rea, abarcando adems varias localidades y sitios desde principios del siglo hasta la actualidad. Por ejemplo, von Hauenschild (1949) seala haber

    1 No consideramos aqu tres piezas recuperadas por Togo (1999) en Rincn de Atacama (Termas de Ro Hondo) por datar de pocas ms tempranas, por lo que no interesan en nuestra discusin.

  • 22 Constanza Taboada y Carlos I. Angiorama

    excavado en la zona hasta fines de la dcada de 1940, durante dieciocho aos, habiendo exhumado cerca de 500 urnas funerarias de doce yacimientos arqueolgicos diferentes. No encontr ni un solo objeto metlico. Al menos excavaron en la zona quince investigadores sobre ms de 40 sitios arqueol-gicos distribuidos a lo largo del Dulce, desde Termas de Ro Hondo al oeste, hasta el lmite con Crdoba al sur. Resulta significativo, entonces, que con la magnitud de la ocupacin prehispnica y colonial que sealan los documentos histricos para el rea, y con la escala de las investigaciones realizadas en la zona, no haya casi ningn registro de metales en la misma. Tampoco se han reportado hallazgos en la zona serrana limtrofe con Catamarca.

    Considerando ahora los objetos recuperados en la cuenca del Ro Salado, hay que decir que el 93 % de los objetos fueron hallados en una zona muy acotada del Salado Medio, en un rea de no ms de 15 km de dimetro. Es ms, el 68 % de las piezas proceden de tan slo dos localidades muy cercanas entre s: Sequa Vieja y Averas. Si bien es cierto que el rea en cuestin fue la ms trabajada por los hermanos Wagner, stos tambin realizaron enormes excavaciones en otros lugares de la provincia, como en los grandes asenta-mientos de Llajta Mauca y Represas de los Indios, en los cuales aparentemente no hallaron ni un slo objeto de metal. Tambin ciertas zonas del Salado y del Chaco santiagueo localizadas ms al norte fueron trabajadas, en este caso por von Hauenschild y Reichlen, sin que se hayan reportado all hallazgos de metal, con la excepcin de un nico fragmento de un objeto indeterminable (Reichlen 1940).

    Ahora bien, la pregunta en cuestin era: cmo explicar la presencia de estos objetos metlicos de caractersticas valliserranas e incaicas en Santiago y su acotada distribucin? Hemos descartado la posible fabricacin local de las piezas por diversos motivos, como las escassimas evidencias de fundicin halladas en los sitios de Santiago -tan slo el dato aislado de un fragmento de escoria y una gota metlica incrustada en un fragmento de crisol-, la au-sencia de minerales metalferos en los lugares excavados y de yacimientos de cobre, estao y plata en la regin, la falta de evidencias de la existencia de una tradicin de produccin metalrgica local previa a poca prehispnica tarda o inca -que es de cuando datan la mayora de los objetos hallados-, la ausencia en el Salado Medio de ocupacin espaola importante y estable hasta fines del siglo XVII, o ms tarde an, entre otros motivos (Angiorama y Taboada 2008).

    Debemos pensar entonces la posible llegada de las piezas a Santiago desde otro lugar. Si bien la mayora de los objetos presentan caractersticas valliserranas tardas e incaicas, debimos analizar tambin la posibilidad de que hayan arribado con los primeros espaoles (Angiorama y Taboada 2008), como tradicionalmente se ha sostenido que arrib el quichua a Santiago del Estero

  • 23Memoria Americana 18 (1), enero-junio 2010: 15-45

    (Bravo 1965; Larrouy 1914, entre otros). Sabemos que el territorio santiagueo fue tierra de temprano avance espaol en la regin. Desde Santiago salieron las distintas entradas que dieron origen a diversas ciudades del antiguo Tucumn. Hacia 1550 se otorgaron las primeras encomiendas en la zona del Ro Dulce, y all se concentr la poblacin espaola temprana del territorio y se instalaron varios pueblos de indios encomendados, bien registrados en los documentos de la poca (Ottonello y Lorandi 1987; Palomeque 2005).

    La situacin sobre el Salado Medio de Santiago, donde se hallaron casi la totalidad de los objetos metlicos, era diferente. Palomeque (2005) seala precisamente que los primeros avances poblacionales hacia el Salado Medio tuvieron lugar recin una vez que se habra llegado a un marcado empobrecimiento del ambiente circundante al Ro Dulce. Si bien los cursos superiores, tanto del Dulce como del Salado, constituyeron reas nodales importantes y de asentamiento espaol estable temprano (con Ibatn y Esteco), la zona del Salado Medio que nos ocupa constitua, en los primeros tiempos de la Colonia, un rea an poco alterada. Aunque hay referencias de contacto temprano en la zona del Salado Medio, no parece haber asentamientos de estructura espaola ms o menos importantes hasta poca bastante avanzada. Los contactos fueron espordicos y sin instalaciones duraderas. Si bien, al parecer, el primer encuentro entre europeos e indgenas pudo haber tenido lugar en el momento del regreso al Alto Per de la expedicin de Diego de Rojas -ya al mando de Heredia- en 1546, y hacia 1589 se menciona por primera vez la existencia de una nica encomienda que agrupaba a las poblaciones indgenas de los alrededores de Icao (Figueroa 1949), no encontramos referencia alguna de una instalacin espaola temprana en la zona, ni nada indica que hubiera asentamientos espaoles permanentes en aquella poca en ese sector del Salado. Aunque hay evidencias arqueolgicas de contacto e instalacin espaola sobre, o especialmente en los alrededores de los asentamientos prehispnicos de esta zona, hasta ahora no se cuenta con informacin como para vincularlas a momentos bien tempranos de la Colonia. Por el contrario, asentamientos ms estables, reorganizaciones espaciales y polticas con presencia espaola ms fuerte y constante, e instituciones concretas, tales como una reduccin jesuita, pueblos de indios, estancias familiares, obrajes y fortines estables recin aparecen en los documentos de forma bien clara a partir del siglo XVII, poca demasiado tarda como para atribuir a la presencia de los objetos de metal considerados.

    Por otro lado, tampoco hay referencias de otros tipos de objetos vallise-rranos tardos ni de traslados de pobladores de los valles del NOA al Salado Medio en poca colonial temprana que justificara la presencia all de las piezas de metal en tiempos coloniales. S los hubo, en cambio, hacia el Dulce, una vez que fueron derrotados los ltimos grupos de los Valles Calchaques.

  • 24 Constanza Taboada y Carlos I. Angiorama

    Testimonio de estos traslados seran, adems de algunos documentos hist-ricos y evidencias lingsticas (Farberman 2002; von Hauenschild 1949), la cermica santamariana que von Hauenschild registra en la cuenca del ro Dulce, asociada a cermica local y a objetos europeos. Pero este autor no re-porta all el hallazgo de objetos metlicos. Tampoco hay ninguna evidencia que permita plantear una posible apropiacin por comercio o robo, por parte de grupos del Salado, de objetos de metal. Por el contrario, no slo casi no hay otros objetos de metal sobre el Dulce, sino que adems resultara suma-mente raro que estos pueblos valliserranos vencidos y trasladados tuvieran an acceso o poseyeran bienes metlicos tan complejos y buscados por los conquistadores espaoles.

    En este contexto, tambin es poco probable que los objetos metlicos hallados en los sitios del Salado Medio hayan sido transportados hasta esa zona por obra de los espaoles o por indgenas bajo su control. Como vimos, sobre el Salado Medio, y especficamente en las cercanas de Icao y Averas, parece haber habido en poca colonial temprana tan slo una encomienda, y que por ciertas referencias histricas parece que el encomendero no lograba que los indgenas cumplieran con las obligaciones impuestas. Es poco pro-bable que, en algunas de las pocas construcciones espaolas que pudieron haberse levantado en la zona, haya habido una gran cantidad de objetos metlicos de raigambre andina. Pero adems, si los objetos hubiesen sido hallados juntos o en grandes acumulaciones, en un contexto de asentamiento colonial, es probable que los excavadores lo hubiesen destacado, como lo han hecho en los dos nicos casos reportados de hallazgos en fosas comunales con arquitectura espaola asociada (en la zona del Dulce: Sabagasta y Siete Quebrachos. Reichlen 1940; Serrano 1938). De hecho, Pedersen (1952) no se plantea en ningn momento la posibilidad de vincular alguno -o el conjunto- de sus hallazgos a un momento de contacto espaol. En cambio, evala la posibilidad de un origen inca o ndido, definindose por este ltimo. Este punto es fundamental para descartar que los objetos recuperados por Pedersen provengan, al menos en su mayora, de contextos con elementos espaoles, pues hubiera llevado a este autor a plantear una cronologa colonial. Por ltimo hay que sumar un valioso y nico dato sobre asociacin referido por von Hauenschild que aporta a la idea de que los objetos estaban en contex-tos indgenas locales tardos. Dice: El seor Pedersen manifiesta en primer lugar que ha encontrado los objetos de metal conjuntamente con la alfarera polcroma2, lo que parece verosmil (von Hauenschild 1949: 59).

    2 Correspondera a la cermica local polcroma llamada Averas.

  • 25Memoria Americana 18 (1), enero-junio 2010: 15-45

    El hecho que el 91 % de los objetos hallados en esta acotada zona del Ro Salado Medio provenga de parajes (no de contextos especficos o sitios bien definidos) en los cuales se hallaron en ocasiones evidencias coloniales muebles, podra explicarse, si es que alguno de los elementos europeos fue hallado asociado a los prehispnicos (algo que no sabemos), por el prolongado perodo de contacto que tuvieron los habitantes originarios de la zona con los espaoles hasta que sus tierras fueron efectivamente ocupadas. Si, por el con-trario, los objetos europeos no han sido hallados asociados arqueolgicamente a los prehispnicos, la situacin podra explicarse porque en siglos posteriores esa zona se convirti en un sector intensamente explotado y reocupado por los espaoles. Los nicos tres lugares del Salado con objetos metlicos en los que se report arquitectura colonial, la que podra indicar un asentamiento y presencia espaola ms fuerte, fueron Siete Quebrachos, Caitas (en los que se hall slo una pieza metlica en cada uno) y Averas (Reichlen 1940). Sin embargo, por Reichlen sabemos que el contexto colonial de Averas no contena absolutamente ningn resto de industria precolombina (Reichlen 1940: 164). De esto se desprende que los objetos metlicos del sitio no han sido hallados en los contextos con arquitectura colonial. Es probable que sta sea el resultado de ocupaciones posteriores, sobre los mismos asentamientos prehispnicos o sus alrededores inmediatos, no identificados claramente por los excavadores y referidos con un mismo nombre, el del paraje.

    La alternativa ms probable, entonces, es que los objetos hayan llegado al Salado Medio en poca prehispnica tarda. En este sentido, es significativo que las caractersticas morfolgicas y tecnolgicas de la gran mayora de las piezas sean claramente andinas. Las composiciones de los objetos responden tambin a los patrones tpicos del NOA. Casi todos fueron confeccionados con bronce estafero y unos pocos con cobre y plata (Pedersen 1952; Reichlen 1940). A ello se suman la referencia de que al menos los objetos recuperados por Pedersen se encontraron asociados a cermica indgena local tarda, y la conclusin de Reichlen sobre el mismo tipo de asociacin cermica: La civilizacin del tipo de Averas ha conocido la metalurgia de la plata, del cobre y del bronce, aportadas de la regin andina de la Argentina y tal vez del altiplano boliviano (Reichlen 1940: 220).

    Ahora bien, proponer que los objetos pudieron haber arribado al Salado Medio en poca prehispnica tarda presupone algn tipo de vnculo entre los grupos asentados en la regin y los que habitaron el rea valliserrana del NOA o los incas. De acuerdo a la informacin que hemos podido recopilar, en todos los casos los objetos que hemos asignado a poca tarda del NOA se encontraron en los mismos lugares que las piezas de poca inca. Es decir, no existe ningn lugar en la regin en el que se hayan encontrado solamente objetos de raigambre tarda del NOA. En funcin de esto, es muy probable

  • 26 Constanza Taboada y Carlos I. Angiorama

    que ambos tipos de piezas (tardas del NOA e incaicas) hayan arribado juntas a los sitios del Salado Medio de Santiago, en poca incaica.

    EL SALADO MEDIO Y EL TAWANTINSUYU

    Analizando las formas de expansin y asentamiento incaicos en otras regiones, cabran varias maneras posibles de vinculacin de los habitantes del Salado Medio con los incas que podran dar cuenta de la presencia de los objetos metlicos all. Una de ellas pudo haberse dado mediante la presencia efectiva de funcionarios o la construccin de asentamientos incaicos en la regin, tal como se ha planteado que ha sido una de las estrategias aplicadas para diversas zonas de lo que algunos autores consideran como frontera orien-tal (Prssinen y Siiriinen 2003). Sin embargo, no contamos hasta el momento con ninguna evidencia arqueolgica para sostener esta posibilidad. Nunca se han reportado objetos (salvo los metlicos), construcciones, ni contextos incaicos en la provincia, y nuestras observaciones en el rea de hallazgos de los objetos de metal, y en particular en los dos sitios con mayor cantidad de ellos, tampoco mostraron ninguna evidencia de arquitectura ni de materiales de tradicin incaica. Ya Reichlen (1940), el nico investigador del que hay registro que lleg al norte de la provincia y del Salado, conclua lo mismo. Nuestras propias prospecciones en el extremo noreste de la provincia tampoco revelaron indicadores incaicos muebles ni inmuebles en esa zona (Taboada et al. 2007). Adems de los objetos metlicos, el nico otro indicio claro sobre una posible vinculacin imperial con Santiago es el quichua, sobre el que sin embargo se ha postulado que pudo haber llegado tanto antes como despus de la conquista espaola.

    Esta ausencia de indicios concretos nos lleva a descartar, al menos por ahora, un asentamiento incaico en la zona, y a considerar otro tipo de vincula-cin poltica y social entre el Tawantinsuyu y ciertas poblaciones de la llanura santiaguea, tal como ya lo han hecho algunos investigadores basndose en otros indicadores y datos proporcionados por la arqueologa, la etnohistoria y la lingstica (Christensen 1970; Di Lullo 1964; Lorandi 1980, 1984; Palome-que 2000, 2005; Prssinen 2003). Ha sido fundamentalmente Lorandi, desde su particular experiencia en la arqueologa de Santiago del Estero, y luego por su dedicacin a la arqueologa y etnohistoria inca, quien puso en juego los indicadores ms claros para pensar esta posible relacin. Su planteo se bas en la presencia en sitios de los valles centrales del NOA de cermica con ca-ractersticas tpicas de la llanura santiaguea, pero de factura local (Yokavil), en asociacin a cermica incaica. La produccin sera valliserrana, pero la tcnica y el estilo santiagueos. Lorandi (1980) ha planteado en base a ello,

  • 27Memoria Americana 18 (1), enero-junio 2010: 15-45

    y a otras evidencias, la posibilidad de que grupos de la llanura santiaguea hayan sido trasladados a los valles como mitimaes llevando consigo la tradicin y tcnica alfarera. Esto explicara los procesos de salida de elementos santia-gueos pero no an los de entrada de elementos incaicos. En este otro sentido, la autora propone que quizs los incas, sin realizar una ocupacin efectiva de la llanura, entablaron algn tipo de convenio sin tributo para el cuidado de la frontera oriental, y que la presencia del quichua en Santiago se explicara mejor como una introduccin por parte de los mitimaes que regresan a sus lugares de origen que como una introduccin espaola usada para la evangelizacin (Lorandi 1980, 1984). Tambin Palomeque (2000, 2005) ha sostenido que hubo alianzas y negociaciones previas a las llegadas de los espaoles entre los grupos locales asentados en el territorio santiagueo (las tierras bajas) y el imperio Inca. Ya Lorandi (1980) haba planteado la posibilidad de algunos privilegios a cambio de servicios, entre ellos la excepcin de tributo para los soldados y un estatus privilegiado para los prestatarios de ciertos servicios reconocidos como los artesanales -como podran ser los ceramistas o tejedores- o administrativos. Cabe sealar, finalmente, que Prssinen (2003) ha sostenido que es posible que los incas se hayan extendido mucho ms al este que lo que tradicionalmente fue asumido para el NOA, precisamente hasta el sur de Santiago a travs del ro Salado, sin una frontera fija. Estas reas fronterizas habran pasado, segn el autor, a integrar el imperio a travs de pactos polticos confirmados por alianzas matrimoniales y dones.

    Dentro de este esquema no es ilgico pensar que los objetos metlicos valliserranos e incaicos hallados en Santiago pudieron haber jugado el papel de dones, por ejemplo, en reciprocidad por servicios artesanales de mitimaes trasladados a los valles o por alianzas polticas. En este sentido, es notorio que la gran mayora de los objetos hallados en el Salado Medio no son piezas simples sino bienes especiales, tales como placas, tokis, hachas, topus, mazas estrelladas, etc. (74 piezas versus 39). Obviamente, el resto de los objetos (tales como cinceles, punzones, agujas, etc.) tambin pudieron haber jugado como regalos igualmente valiosos para pueblos que carecan de esta materia prima y tecnologa. Es ms, se trata en general de piezas complejas de gran tamao que requirieron la inversin de una gran cantidad de metal y trabajo. Es sabido tambin que en el NOA los incas continuaron produciendo ciertos tipos de objetos metlicos de raigambre local por la gran importancia poltica y simblica que stos detentaban, por ejemplo en Rincn Chico, en el Valle Calchaqu (Gonzlez 2004). A ello se suma que, al menos para los objetos recuperados por Pedersen, que son algunos de los ms grandes y de mayor complejidad tecnolgica y morfolgica, cabe la posibilidad de que hayan sido recuperados en contextos de ofrenda como son los funerarios (Angiorama y Taboada 2008).

  • 28 Constanza Taboada y Carlos I. Angiorama

    En este sentido, objetos metlicos complejos, con un alto valor simblico en el NOA, fabricados con materias primas ausentes en la regin, y mediante tcnicas de las que no tenemos evidencias que los habitantes de Santiago hayan practicado, resultaran bienes sumamente apreciados como regalos especiales. De hecho, los metales han sido elementos muy importantes en el intercambio de dones establecido entre el Imperio y los grupos asentados en las tierras bajas de Sudamrica, carentes de estos bienes tan preciados. En general, la avidez de los pueblos de tierras bajas por apropiarse de metales parece haber sido una constante y bien pudieron jugar un papel estratgico en el intercambio simblico y en el reforzamiento de alianzas. Que Abreu3, en sus ordenanzas de 1576, prohba explcitamente a los encomenderos apropiarse especficamente de los objetos de cobre de los indgenas de su jurisdiccin (Levillier 1920), demuestra la gran importancia que todava entonces tenan estos bienes para los habitantes de la mesopotamia santiaguea.

    Pero hay otros elementos ms que planteamos podran apoyar la idea de una vinculacin efectiva de algunos grupos del Salado Medio con el Imperio: las evidencias de prctica textil y la cermica.

    LA TEXTILERA

    Al realizar el anlisis detallado de los objetos arqueolgicos de metal recuperados en Santiago detectamos que exista una notable coincidencia: en la zona donde se encontr la gran mayora de los objetos de metal se haban recuperado grandes cantidades de torteros. En especial en Averas, de donde proceden gran parte de los objetos metlicos recuperados, Reichlen recogi ms de 300 de estos implementos concluyendo que all el tejido debi ser practicado en gran escala (Reichlen 1940: 160, traduccin Martnez). All se encontraron tambin algunos fragmentos de tejido polcromo, muy fino y complejo, hoy perdidos. A estos datos se sumaba que los torteros hallados en contextos Averas eran mucho ms abundantes y diferentes a los hallados en contextos Sunchituyoj, de poca en parte ms temprana. A partir de ello consideramos conveniente ahondar en la problemtica textil.

    La textilera santiaguea es una produccin tpica que hoy caracteriza a la regin y varios son los estudios que se han realizado sobre ella. Sin em-bargo, en la casi absoluta totalidad de los casos stos se han centrado en las prcticas y obrajes coloniales, o en la produccin textil artesanal actual (por ejemplo, Carballo y Paz 2005; Di Lullo 1980; Doucet 1990; Farberman 2002;

    3 Agradecemos a Silvia Palomeque la bsqueda y referencia de este dato.

  • 29Memoria Americana 18 (1), enero-junio 2010: 15-45

    Garavaglia 1986; Gramajo de Martnez Moreno 1969; Llamazares y Martnez Sarasola 2002). Poco sabemos, en cambio, sobre la textilera prehispnica. Resulta extrao que con el desarrollo que ha tenido el estudio del tema para poca colonial no se haya hasta ahora indagado en sus posibles races locales prehispnicas ni en las diversas problemticas que se abren de su considera-cin, tales como el desarrollo histrico de la textilera en la regin, las varian-tes espaciales, temporales y culturales, la escala de produccin, las materias primas utilizadas o las tcnicas trabajadas, todo lo cual tiene que ver con la compresin de los procesos histricos ms generales ocurridos en la regin y su vinculacin con el gran desarrollo colonial local de la textilera.

    Si bien las evidencias arqueolgicas directas de la prctica textil son, por razones de preservacin, sumamente escasas en la regin, hay una gran variedad y cantidad de evidencias indirectas que permiten no slo aseverar la produccin textil prehispnica en la misma, sino tambin afirmar el potencial de su anlisis. Entre las evidencias directas se pueden mencionar muy pocos hallazgos de textiles. Estos parecen reducirse a un fragmento recuperado por los hermanos Wagner que fue analizado por D Harcourt (1932) y a algunos fragmentos recuperados por Reichlen (1940). En todos los casos se trata de pequeas porciones muy deterioradas y recuperadas en contextos funerarios. A ello se suman algunas referencias de improntas textiles o de cestas y redes sobre fondos y paredes de vasijas (Lorandi 1967, 1974; Lorandi y Carri 1975; Reichlen 1940, entre otros). S existen, en cambio, numerosos instrumentos arqueolgicos vinculados a la produccin textil, lo que permite afirmar la pro-duccin en la propia regin. Se trata, sobre todo, de una enorme cantidad de objetos de cermica, piedra y hueso que han sido considerados como torteros para el hilado. En 1946 se deca que hasta ese momento se haban exhuma-do 13.300 fusaiolas4, de las cuales 8.300 estaban decoradas con grabados (Wagner y Righetti 1946) (figura 3). La cifra es realmente impactante y, aunque no hay en ella una discriminacin temporal, espacial ni contextual, refleja indudablemente que si dichos objetos eran usados para el hilado, tal como se supone, sta prctica habra estado muy bien desarrollada en la zona. Adems se ha recuperado una gran cantidad de instrumentos de hueso, algunos de los cuales bien podran haber servido para usos vinculados a la produccin textil, tales como agujas y esptulas (Lorandi 1967; Reichlen 1940; Rusconi 1933, entre otros). Por ltimo, cabe mencionar la aparente disponibilidad en el pasado tanto de fibras de origen vegetal (por ejemplo algodn) como animal, que los documentos coloniales sealan se tejan en Santiago. Incluso, a pesar de las limitaciones del ambiente, segn la bibliografa se habra recuperado

    4 Trmino con que los Wagner designaban a los pesos para hilar. Tambin se denomina tortero y muyuna.

  • 30 Constanza Taboada y Carlos I. Angiorama

    restos arqueofaunsticos de guanaco, llama y alpaca (Kraglievich y Rusconi 1931; Lorandi y Lovera 1972; Rusconi y Kraglievich 1934, Wagner y Wagner 1936, entre otros), y algunas citas de cronistas sealan la cra de ovejas del Per en Santiago. De hecho, en razn de esta problemtica, recientemente hemos planteado una investigacin especfica que apunta a avanzar en profundidad, entre otros, en los aspectos tecnolgicos y de materias primas sealados (Lpez Campeny y Taboada 2009)5. Este anlisis minucioso y detallado nos permitir en el futuro ajustar tambin los planteos que esbozamos aqu.

    Ahora bien, aunque algunos autores (Wagner y Wagner 1934; Wagner y Righetti 1946; Reichlen 1940) sealaron ciertas caractersticas y tendencias en relacin a elementos vinculados al tejido (especialmente los torteros), fue Lorandi (1978) quien pudo sintetizar esta informacin sumndola a la generada por sus propios trabajos de campo, y plantear que en momentos tardos (fase Oloma Bajada-Icao, ubicada hacia 1350-1600 d. de C.) parece

    5 Actualmente estamos profundizando, entre otros aspectos, el anlisis sobre las variantes y posibilidades de uso de distintas fibras, naturaleza del hilo, tipos de tejidos y su vincu-lacin a distintos tipos de torteros.

    Figura 3. Torteros para hilar hallados en Santiago del Estero (tomados de Wagner y Righetti 1946 y de Llamazares y Sarasola 2002).

  • 31Memoria Americana 18 (1), enero-junio 2010: 15-45

    haber habido un auge de la industria textil en la regin. A partir de esto, la autora se pregunta si dicho fenmeno no tendra conexin con la distribucin de piezas cermicas de estilo santiagueo en diversos valles de Catamarca y la Rioja.

    La propuesta de Lorandi (1978) acerca de que en momentos prehisp-nicos tardos se dio un auge de la produccin textil deriva, especialmente, de la notable cantidad de torteros asociados a contextos tardos. Al realizar nosotros una comparacin con el resto de los indicadores directos e indirec-tos de textilera conocidos hasta ahora para la regin, resulta claro que en ese momento tardo se produce un notable cambio en la prctica textil en la regin con respecto a momentos anteriores, pero tambin respecto de dis-tintas manifestaciones culturales arqueolgicas. En primer lugar, cabe decir que esta gran cantidad de torteros aparece particularmente en contextos con cermica Averas. Esto contrasta notablemente con los registros que hay para asociaciones con otros tipos de cermica. Comparando con contextos con cermica Sunchituyoj, se ha sealado que no slo es evidente el aumento en las cantidades que aparecen asociados a cermica Averas, sino tambin las diferencias en cuanto a los tipos de torteros, siendo los de contextos Sunchituyoj, adems de muchos menos, ms toscos y pesados. En contextos con cermica Las Mercedes, Gmez (1966) seala explcitamente que no se han registrado torteros y que las evidencias de textilera se restringiran slo a dos posibles impresiones sobre cermica. Otros investigadores que han trabajado sobre contextos con cermica Las Mercedes tampoco dan cuenta de indicadores directos o indirectos de esta prctica.

    Las diferencias apuntadas tienen ciertas connotaciones cronolgicas, pero quizs fundamentalmente socioculturales. Si bien el esquema clsico de la arqueologa santiaguea ordenaba secuencialmente tres culturas arqueol-gicas (Las Mercedes como la ms temprana, luego Sunchituyoj y finalmente Averas), este esquema ha sufrido profundos cambios. Lorandi (1974, 1978) demostr que si bien la cermica Sunchituyoj aparece en momentos ms tempranos que la Averas, luego perdura con sta hasta momentos hispni-cos. Por su parte, la cermica Las Mercedes, si bien es la ms temprana del territorio, tambin parece perdurar hasta momentos bastante tardos (Togo 2007). En consecuencia, las diferencias sealadas en estos contextos, deben ser vistas no necesariamente como diferencias en un desarrollo histrico-cro-nolgico de la prctica, sino tambin como diferencias notables (en la escala de produccin y/o en la tecnologa de produccin) entre grupos humanos coexistentes en la regin.

    En consecuencia, no es que la produccin textil (o hilado) haya necesaria-mente aumentado en los grupos tardos usuarios de cermica Averas, pero s que en esos grupos, y en ese momento, pudo haberse producido algn cambio

  • 32 Constanza Taboada y Carlos I. Angiorama

    sustancial en esta prctica, por ejemplo a nivel tecnolgico y reflejado en las importantes diferencias en los registros de torteros. Esta transformacin es lo que nos interesa pues coincide temporal y espacialmente con otros cambios y asociaciones importantes que pueden observarse en el registro arqueolgico. Uno de ellos es la entrada de los objetos metlicos valliserranos e incaicos a la regin. Otro es el de la distribucin de cierta cermica de estilo santia-gueo tipo Averas en los valles centrales del NOA, donde aparece particu-larmente asociada a contextos o materiales incaicos o coloniales. De hecho, la poca prehispnica tarda es momento de importante interaccin cultural de poblaciones y gente de la llanura santiaguea con la de los valles. Pero aparentemente no de toda, sino bsicamente, o en mucho mayor medida y alcance, de gente que permite la movilizacin fundamentalmente de cermica Averas. O sea, es posible que sea especficamente gente de la llanura (y quizs hasta particularmente la del Salado Medio) la que habra interactuado hacia afuera del actual territorio del actual Santiago posibilitando la movilidad y distribucin de algunos bienes e ideas de su repertorio de uso y conocimiento (al menos en tiempos incaicos). Pero tan slo de algunos de ello, y esto es lo interesante a destacar y seguir analizando, ya que, por ejemplo, en el NOA no hay una distribucin ni similar ni cercana (en cantidad ni en ubicuidad) de la cermica Sunchituyoj, que coexista en Santiago con la Averas, incluso en los mismos sitios y contextos tardos.

    En sntesis, todo lo dicho hasta ahora est indicando que, en general, grupos tardos que usan cermica Averas, y en particular los asentados en el Salado Medio, habran producido textiles -o al menos hilado- a gran escala. La variedad de tamaos y materias primas de los torteros apunta posiblemente a una diversidad de materias primas a hilar, y se destaca la increble variedad de formas y diseos en la decoracin. An cuando parte de los hallazgos pudieran ser coloniales, esta magnitud, variedad y distribucin espacial no pueden dejar de pensarse sino sobre la base de un aprovechamiento de ma-terias primas, destrezas, tradicin, organizacin y localizacin preexistente a la intervencin colonial.

    Pero a la situacin general expuesta podemos agregar an otros indica-dores quizs ms especficos que nos llevan a considerar la posibilidad de que la prctica u organizacin textil santiaguea le deba algo al incario:

    -la referencia de los primeros cronistas de que los indios de Santiago se ves-tan como los del Per (Ottonello y Lorandi 1987).-la observacin de Reichlen de que los tejidos producidos por estas pobla-ciones precolombinas [las de Santiago] se parecen mucho a los producidos por la industria textil de las regiones andinas del Nor-Oeste Argentino (Reichlen 1940: 183).

  • 33Memoria Americana 18 (1), enero-junio 2010: 15-45

    -las notables semejanzas entre los torteros hallados en Santiago y en el sitio tardo-incaico de La Paya (Salta)6 -aunque estos son de madera- (figura 4), uno de los pocos sitios del NOA de donde se ha reportado el hallazgo de grandes cantidades de torteros, y de donde proceden objetos incaicos de metal idn-ticos a los hallados en Santiago (Ambrosetti 1907) (figura 5).-el hecho de que uno de los dos nicos datos disponibles de asociacin de piezas metlicas con otros elementos refiere justamente su hallazgo junto a un tortero, y en la zona del Salado Medio (Wagner y Righetti 1946).

    6 Existen tambin otros asentamientos de poca inca en el NOA en los que se han hallado gran cantidad de torteros. Actualmente estamos avanzando en su comparacin con los recuperados en Santiago.

    Figura 4. Izquierda: torteros hallados en La Paya (Salta) (tomados de Ambrosetti 1907). Derecha: torteros hallados en Santiago del Estero (tomados de Llamazares y Sarasola 2002).

  • 34 Constanza Taboada y Carlos I. Angiorama

    -la referencia de la utilizacin actual de ciertas tcnicas incaicas en Santiago, como la tcnica de tapiz inca (Corcuera 2005).-la presencia en tejidos coloniales y actuales de Santiago de la representa-cin de lo que podra interpretarse como la tpica maza estrellada incaica (de la que se han hallado algunos ejemplares metlicos en el Salado Medio); interpretable tambin como la estrella de ocho puntas, de frecuente registro entre los diseos presentes en piezas textiles de cronologa inca recuperadas en diferentes contextos arqueolgicos del actual territorio peruano (Lpez Campeny, comunicacin personal 2008) (figura 6).-y, finalmente, una leyenda santiaguea que refiere que fue una princesa inca quien ense a tejer en Santiago (Llamazares y Martnez Sarasola 2002)7.

    A partir de todo lo expuesto podemos pensar, entonces, que al interior de los grupos de la llanura se produjeron cambios en la produccin textil a partir del contacto con los incas. Incluso, sobre la base del conjunto de ele-mentos analizados, podemos empezar a pensar quizs incluso en un potencial

    7 Agradecemos a Sara Lpez Campeny la comunicacin de esta informacin.

    Figura 5. Izquierda: hacha metlica hallada en La Paya (Salta) (tomada de Ambrosetti 1907). Derecha: hacha metlica hallada en Santiago del Estero (tomada de Wagner y Righetti 1946).

  • 35Memoria Americana 18 (1), enero-junio 2010: 15-45

    aprovechamiento por parte del Imperio de las materias primas y destrezas locales, reflejado en una reorganizacin y explotacin a mayor escala de las prcticas y actividades textiles locales tradicionales, y tambin en un inters o relacin especfica entre ciertos grupos del Salado Medio asentados en esta zona en particular y el Tawantinsuyu. Es relevante al respecto que esta rea fue luego una de las zonas donde se instalaron los obrajes textiles coloniales, quizs utilizando y recuperando entonces una tradicin local, pero tambin aprovechando una organizacin de produccin que podemos pensar interve-nida eficientemente por influencia incaica. De hecho, el tributo textil, antes ms generalizado, a fines del siglo XVII se convirti en una especializacin de los pueblos de encomienda del Salado Medio (Farberman 2002). Esta fue una estrategia utilizada al menos en Per: segn Corcuera (2005) las grandes haciendas coloniales cercanas a Cusco reprodujeron un esquema similar al de los centros de produccin prehispnica como forma de obtener una concentracin de habilsimos tejedores y una produccin textil de la ms alta calidad.

    Figura 6. Izquierda: textil de Santiago del Estero que data de fines del siglo XVIII (tomado de Carballo y Paz 2005). Esquina superior derecha: textil inca con estrellas de ocho puntas hallado en Per. Esquina inferior derecha: mazas estrelladas metlicas halladas en Santiago del Estero (tomadas de Wagner y Righetti 1946).

  • 36 Constanza Taboada y Carlos I. Angiorama

    LA CERMICA

    Pero adems del quichua, los metales y la textilera, contamos tambin con un indicador ms de esta posible vinculacin de los grupos asentados en el Salado Medio con el Tawantinsuyu: la cermica. Si bien hasta el momento no se conoce que ningn objeto cermico tpicamente incaico se haya recu-perado en Santiago del Estero, la distribucin y caractersticas de la cermica tarda santiaguea es otro indicador importante que estamos empezando a analizar en mayor profundidad. Como ya dijimos, ciertas variantes de la cermica tarda Averas (o Yokavil) y Famabalasto se encuentran distribuidas por los valles del NOA, y en general asociada a contextos incaicos, as como a diferentes estilos cermicos tardos tales como Poma Negro sobre Rojo, La Paya Polcromo, Casa Morada Polcromo, Santa Mara, etc.

    Sobre la base de esto y de otros estudios, un indicio que estamos empe-zando a seguir actualmente es el de las variantes estilsticas que presenta la cermica tradicionalmente agrupada como Averas y su distribucin dentro de Santiago y en el NOA. En primer lugar cabe mencionar que Bleiler (1948) seala que en general la cermica del sur del Salado Medio de Santiago (la zona que nos interesa) presenta una distincin con respecto a la del norte del Salado Medio, y es que presenta mucha mayor proporcin de color blanco en su decoracin. De los varios estilos cermicos que Bleiler defini, nos interesa uno particularmente, el Averas Polcromo, porque es el que el autor seala como poseedor de caractersticas compartidas o muy similares con el estilo distribuido en los valles (Yokavil Polcromo). Lo interesante para nuestro problema es que segn el anlisis de Bleiler (que hoy estamos revi-sando en profundidad), la cermica de este estilo aparece con una presencia muy importante precisamente en los sitios o lugares donde se recuperaron los objetos de metal en Santiago: Averas, Tulip Loman, Mancapa y Caitas, mientras que raramente aparecen en sitos de ms al norte del Salado Medio (como Llajta Mauca y Represas de los Indios, por ejemplo)8. Esto resulta significativo porque, una vez ms, encontramos una tendencia de asociacin y distribucin acotada a esta zona particular del Salado Medio, de ciertos indicadores que se despliegan en contextos incaicos de los valles del NOA, o son caractersticos de all.

    Por otro lado hay que considerar las observaciones realizadas por Gramajo de Martnez Moreno (1982) sobre la similitud morfolgica y las semejanzas en la concepcin de ciertos platos tardos santiagueos consi-

    8 Otro estilo muy difundido en los valles es el Yokavil Rojo sobre Blanco, que aunque aparentemente hallado con menos frecuencia en Santiago, y con algunas variantes ms sencillas, lo encontramos tambin en nuestra zona de inters.

  • 37Memoria Americana 18 (1), enero-junio 2010: 15-45

    derados del tipo Averas y los platos patos incaicos, interpretndolos como una reformulacin local donde se ha reemplazado el pato por un bho o algn otro apndice. Si bien hay diferencias importantes, es cierto que en su concepcin general recuerdan a los platos patos incaicos. Y sobre lo dicho por la autora podemos destacar otros elementos que pueden ser significativos. Estos platos recuperados en Santiago presentan, adems, una variante de la decoracin pintada que es la misma que se utiliza en el otro tipo de piezas halladas en Santiago que tiene alguna semejanza morfolgica con las piezas incaicas y que son los vasos altos (figura 7). Ambas formas son, adems, poco frecuentes en la cermica registrada hasta ahora en Santiago. Pero lo ms significativo es que estos platos fueron clasificados dentro del estilo que

    Bleiler (1948) denomin Epiaveras, hasta ese momento registrado en forma exclusiva en el ya mencionado sitio Averas del Salado Medio. Ms tarde tambin fue hallado en Icao (en nuestra misma rea acotada de inters), y justamente en un posible contexto de produccin textil (Lorandi 1967, 1974). Este estilo es de hecho el ms diferente dentro del conjunto que se ha agru-pado bajo el nombre de cermica Averas, se lo ha considerado de los ms tardos (incluso colonial), y no lo hemos hallado registrado en los valles. En razn de estas circunstancias y coincidencias de distribucin y asociacin resulta interesante ahora ahondar en la posibilidad de que fuera un estilo local, desarrollado tardamente incorporando y reelaborando morfologas incaicas y valliserranas nuevas para la regin, tras el contacto entre grupos de la llanura e incaicos. Concretamente, un estilo elaborado tardamente por

    Figura 7. Vaso y platos cermicos de estilo Epiaveras hallados en Santiago del Estero (tomados de Wagner y Wagner 1934). Las piezas carecen de escala grfica en la publicacin original.

  • 38 Constanza Taboada y Carlos I. Angiorama

    la gente del Salado Medio que ha estado en contacto con los incas y que ha recibido no slo metales, sino tambin influencias cermicas y quizs incluso nuevas pautas sobre produccin textil.

    CONSIDERACIONES FINALES

    Ahora bien, cules habran sido los mecanismos que pudieron con-figurar la situacin arqueolgica detectada? Volviendo a los metales, ya a principios del siglo XX Nordenskjld (1917) y Mtraux (1927) sealaron la sed de metal que evidenciaban los habitantes de las llanuras de Paraguay, norte de Argentina y oriente de Bolivia en pocas prehispnicas y colonial temprana. Es ms, Mtraux la seala como la causa principal de las migra-ciones guaranes hacia el este.

    Un estudio histrico reciente seala que el trfico de bienes metlicos alcanz una gran intensidad entre los pueblos del oriente boliviano, desde las ltimas estribaciones de los Andes hasta El Pantanal (Combs 2008). En ciertos casos, el metal llegaba a las tierras bajas como regalo de los incas para atraer vasallos o futuros vasallos (Combs 2008: 62). En otros, por trueque de mano en mano entre los productores del metal, los pueblos intermedios y los grupos del extremo oriental de la zona de estudio. Combs ha detectado tambin que los chiriguanes hacan pagar tributo a algunos de sus pueblos vasallos, y que el metal era en ocasiones uno de los productos requeridos. Pero no siempre el metal circulaba de oeste a este de forma pacfica. Algunos grupos organizaban expediciones multitnicas y belicosas para robar metal a los pueblos del occidente (inclusive a los incas). Esta intensa circulacin de metal dio como resultado que casi todos los pueblos localizados entre las ltimas estribaciones de los Andes y el Ro Paraguay poseyeran algo de metal cuando los primeros europeos pasaron por all.

    Esta idea de la enorme avidez de los pueblos de las tierras bajas por apro-piarse de metales, comprobada por Combs para el rea por ella estudiada, fue muchas veces hecha extensiva para otras regiones, inclusive para las tierras bajas del NOA. Sin embargo, nuestros estudios en Santiago del Estero, nos indican que desde las evidencias arqueolgicas no podemos reconstruir una situacin de apropiacin similar a la que muestra el oriente boliviano. All, repetimos, los diversos mecanismos y estrategias generaron una circulacin del metal de mano en mano, que hizo que prcticamente todos los pueblos poseyeran algo de metal. Desde un punto de vista arqueolgico, sera esperable que las investigaciones de campo dieran como resultado el hallazgo de estos objetos a lo largo de toda la ruta. Esto no sucede en Santiago del Estero. Como ya lo sealamos, el metal se concentra en un rea muy pequea, localizada

  • 39Memoria Americana 18 (1), enero-junio 2010: 15-45

    a ms de 400 km de distancia de las fuentes del metal. De los mecanismos detectados por Combs, el nico que podra dar cuenta de una distribucin tan discontinua y circunscripta de las piezas metlicas es el que implica una relacin directa entre los seores verdaderos dueos del metal -en nuestro caso los incas-, y los habitantes del Salado Medio.

    Nuestra hiptesis privilegia ms bien un vnculo a travs de algn tipo de alianza (Angiorama y Taboada 2008). Para ello hemos puesto en juego, adems del anlisis especifico sobre las evidencias metlicas y sus posibles mecanismos de movilizacin, las probables influencias incaicas en produc-cin textil y en la cermica tarda del Salado Medio, dos elementos que no fueron objeto de inters particular de apropiacin por parte de los pueblos de llanura, y que parecen aportar nuevas evidencias de este posible vnculo entre ciertos grupos de Santiago y el incario.

    Fecha de recepcin: 14 de febrero de 2010Fecha de aceptacin: 15 de abril de 2010

    AGRADECIMIENTOS

    A Ana Mara Lorandi por su paciencia para responder nuestras pregun-tas sobre sus excavaciones en Santiago del Estero. A Silvia Palomeque, Ana Mara Presta y Roxana Boixads por invitarnos a participar en el Simposio Sociedades indgenas y sistemas de dominacin desde una perspectiva etnohistrica. Desde el Tawantinsuyu hasta la crisis del sistema colonial espaol, desarrollado en el marco de las XII Jornadas Interescuelas. Depar-tamentos de Historia, realizadas en San Carlos de Bariloche entre los das 28 y 31 de octubre de 2009. Esta investigacin se enmarca en el Proyecto CIUNT 26-G402, Universidad Nacional de Tucumn.

    BIBLIOGRAFA CITADA

    Ambrosetti, Juan1907. Exploraciones arqueolgicas en la Ciudad Prehistrica de la Paya. Buenos Aires, Imprenta de M. Biedma hijo.

    Angiorama, Carlos y Constanza Taboada2008. Metales andinos en la llanura santiaguea (Argentina). Revista Andina 47: 117-150.

  • 40 Constanza Taboada y Carlos I. Angiorama

    Bleiler, Everett1948. The East. En: Bennett, Wendell, Everett Bleiler y Frank Sommer (eds.); Northwest Argentine Archaeology: 120-139. New Haven, Yale University Publications in Anthropology 38.

    Bravo, Domingo1965. Estado actual del Quichua Santiagueo. San Miguel de Tucumn, Universidad Nacional de Tucumn.

    Carballo, Beln y Ricardo Paz2005. TELERAS. MEMORIAS DEL MONTE QUICHUA. Buenos Aires, Edicio-nes Arte tnico Argentino.

    Christensen, Emilio1970. El Quichua Santiagueo. Lengua suprstite del Tucumn Incaico. Buenos Aires, Ministerio de Cultura y Educacin.

    Combs, Isabelle2008. Planchas, brazaletes y hachuelas: las rutas prehispnicas del metal en andino desde el Guapay hasta el Pantanal. Revista Andina 47: 53-82.

    Corcuera, Ruth2005. Las huellas de al-Andalus. En: Carballo y Paz (ed.), TELERAS. ME-MORIAS DEL MONTE QUICHUA: 173-192. Buenos Aires. Ediciones Arte Etnico Argentino.

    Di Lullo, Orestes1964. Un cuadro de prehistoria santiaguea. Santiago del Estero, Talleres grficos Amoroso S.A.1980. La telera y su arte. Santiago del Estero, Museo Arqueolgico Pro-vincial Emilio y Duncan Wagner.

    D Harcourt, Raoul1932. Note sur la technique dun tiss ancien du Chaco argentin. Journal de la Societ des Amricanistes, Nueva serie, XXIV: 189-191.

    Doucet, Gastn1990. La encomienda de servicio personal en el Tucumn, bajo rgimen legal: comentarios a las ordenanzas de Gonzalo de Abreu. En: Levaggi, Abelardo; El aborigen y el derecho en el pasado y el presente, Coleccin

  • 41Memoria Americana 18 (1), enero-junio 2010: 15-45

    V Centenario: 141-244. Buenos Aires, Universidad del Museo Social Argentino.

    Farberman, Judith2002. Feudatarios y tributarios a fines del siglo XVII. La visita de Lujn de Vargas a Santiago del Estero (1693). En: Farberman, Judith y Raquel Gil Montero (comps.); Pervivencia y desestructuracin de los pueblos de indios del Tucumn colonial: 59-90. Universidad Nacional de Quilmes - Universidad Nacional de Jujuy.

    Figueroa, Andrs1949. Los antiguos pueblos de indios de Santiago del Estero. Santiago del Estero, Imprenta Amoroso.

    Garavaglia, Juan1986. Los textiles de la tierra en el contexto colonial rioplatense: una revolucin industrial fallida? Anuario IEHS 1:45-87.

    Gmez, Roque1966. La Cultura de Las Mercedes (Contribucin a su estudio). Santiago del Estero.

    Gonzlez, Alberto Rex1992. Las placas metlicas de los Andes del Sur. Berln, KAVA.

    Gonzlez, Luis2004. Bronces sin nombre. La metalurgia prehispnica en el Noroeste Argentino. Buenos Aires, Ediciones Fundacin Ceppa.

    Gramajo de Martnez Moreno, Amalia1969. Artesanas santiagueas. Panorama. Santiago del Estero, Museo Arqueolgico Provincial.1979. El Contacto Hispano Indgena en Santiago del Estero con especial referencia a la cermica. Serie Estudio 2: 3-67. Santiago del Estero, Museo Arqueolgico de Santiago del Estero.1982. Posibles influencias incaicas en Santiago del Estero. Serie Estu-dio 3: 35-59. Santiago del Estero, Museo Arqueolgico de Santiago del Estero.

    Kraglievich, Lucas y Carlos Rusconi1931. Restos de vertebrados vivientes y extinguidos hallados por los

  • 42 Constanza Taboada y Carlos I. Angiorama

    seores E. R. Wagner y hermano en los tmulos precolombianos de Santiago del Estero. Physis X, 36: 229-241.

    Larrouy, Antonio1914. Los indios del Valle de Catamarca. Publicaciones de la Seccin Antropologa N 14. Facultad de Filosofa y Letras. Buenos Aires, Im-prenta y Casa Editora de Coni Hermanos.

    Levillier, Roberto (ed.)1920. Gobernacin del Tucumn: Papeles de gobernadores en el siglo XVI. Documentos del Archivo de Indias I, 1919-1920. Madrid, Imprenta de J. Pueyo.

    Lpez Campeny, Sara y Constanza Taboada2009. Hilando fino: la problemtica arqueolgica de la produccin tex-til en Santiago del Estero. Resumen enviado a la XXIV Reunin Anual del Comit Nacional de Conservacin Textil. San Miguel de Tucumn, Comit Nacional de Conservacin Textil.

    Lorandi, Ana Mara1967. Noticia sobre las excavaciones en la regin de Icao, en el ro Sala-do, provincia de Santiago del Estero. Actualidad Antropolgica 1: 31.1974. Espacio y tiempo en la prehistoria santiaguea. Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropologa VIII: 199-236.1978. El desarrollo cultural prehispnico en Santiago del Estero, Argen-tina. Journal de la Socit des Amricanistes LXV: 61-85.1980. La frontera oriental del Tawantinsuyu: El Umasuyu y el Tucumn. Una hiptesis de Trabajo. Relaciones de la Sociedad Argentina de An-tropologa XIV (1):147-164.1984. Soocamayoc. Los Olleros del Inka en los Centros Manufactureros del Tucumn. Revista del Museo de La Plata 8: 303-327.

    Lorandi, Ana Mara y Nlida Carri1975. Informe sobre las investigaciones arqueolgicas en Santiago del Estero. Actas y Trabajos del 1 Congreso de Arqueologa Argentina: 301-322. Rosario, Museo Histrico Provincial Julio Marc.

    Lorandi, Ana y Delia Lovera1972. Economa y patrn de asentamiento en la provincia de Santiago del Estero. Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropologa, Nueva serie, VI: 173-191.

  • 43Memoria Americana 18 (1), enero-junio 2010: 15-45

    Llamazares, Ana y Carlos Martnez Sarasola2002. Diseos indgenas en el arte textil de Santiago del Estero. Buenos Aires, Fundacin para la investigacin del arte argentino.

    Martnez, Ana Teresa, Constanza Taboada y Alejandro Auat2003. Los hermanos Wagner: entre ciencia, mito y poesa. Arqueologa, campo arqueolgico nacional y construccin de identidad en Santiago del Estero (1920-1940). Santiago del Estero, Universidad Catlica de Santiago del Estero.

    Mayer, Eugen1986. Vorspanische Metallwaffen und-wekzeuge in Argentinien und Chile. Armas y herramientas de metal prehispnicas en Argentina y Chile. Mnchen, Verlag C. H. Beck.

    Mtraux, Alfred1927. Les migrations historiques des Tupi-Guaran. Journal de la Societ des Amricanistes 19: 1-45.

    Nordenskjld, Erland1917. The Guarani Invasion of the Inca Empire in the sixteenth Century: an historical Indian migration. The Geographical Review 4(2): 103-121.

    Ottonello, Marta y Ana Mara Lorandi1987. Introduccin a la Arqueologa y Etnologa. Diez mil aos de His-toria Argentina. Buenos Aires, EUDEBA.

    Palomeque, Silvia2000. El Mundo indgena (siglos XVI-XVII). En Tandeter, Enrique (Dir.); Nueva Historia Argentina. La sociedad Colonial 2: 87-145. Buenos Aires, Sudamericana.2005. Santiago del Estero y el Tucumn durante los siglos XVI y XVII. La destruccin de las tierras bajas en aras de la conquista de las tierras altas. En: Palomeque, Silvia (Dir.); Actas del Cabildo Eclesistico. Obispado de Tucumn con sede en Santiago del Estero 1592-1667: 45-75. Crdoba, Centro de Investigaciones de la Facultad de Filosofa y Humanidades, Universidad Nacional de Crdoba.

    Prsinnen, Marti2003. Tawantinsuyu. El Estado Inca y su organizacin poltica. Lima, IFEA.

  • 44 Constanza Taboada y Carlos I. Angiorama

    Prssinen, Marti y Ari Siiriinen2003. Andes orientales y Amazonia occidental. Ensayos entre la historia y la arqueologa de Bolivia, Brasil y Per. La Paz, Colegio Nacional de Historiadores, Producciones CIMA.

    Pedersen, Asbjorn1952. Objetos de bronce de la zona del Ro Salado (regin Chaco-Santia-guea). Proceedings of the XXX International Congress of Americanistes: 92-100.

    Reichlen, Henry1940. Recherches Archologiques dans la Province de Santiago del Estero (Rp. Argentine). Journal de la Societ des Amricanistes LXV: 133-225. (Traduccin indita realizada por Ana Teresa Martnez, 2007).

    Rusconi, Carlos1933. Instrumentos seos trabajados por indgenas prehispnicos de Santiago del Estero. Revista de la Sociedad Amigos de la Arqueologa VII: 229-250.

    Rusconi, Carlos y Lucas Kraglievich1934. Estudio de los huesos de mamferos, pjaros y reptiles, pertenecien-tes a las faunas actual y extinguida, extrados de los tmulos de la provincia de Santiago del Estero. En: Wagner, Emilio y Duncan Wagner; La Civili-zacin Chaco-Santiaguea y sus correlaciones con las del Viejo y Nuevo Mundo I: 473-495. Buenos Aires, Compaa Impresora Argentina.

    Serrano, Antonio1938. La Etnografa Antigua de Santiago del Estero y la llamada Civili-zacin Chaco-Santiaguea. Paran, Editores Casa Predassi.

    Taboada, Constanza, Luis Vuoto, Carlos Angiorama y Patricia Vuoto2007. Informe Final: Determinacin de la Lnea de Base del Patrimonio Cultura Tangible e Intangible de la Reserva Provincial y Parque Nacional Copo (Santiago del Estero). San Miguel de Tucumn, Administracin de Parques Nacionales. Ms.

    Togo, Jos1999. Rincn de Atacama: un sitio de la Cultura Las Mercedes, Prov. de Santiago del Estero. Actas del XII Congreso Nacional de Arqueologa Argentina 1: 154-159.

  • 45Memoria Americana 18 (1), enero-junio 2010: 15-45

    2007. Los primeros fechados radiocarbnicos de Las Mercedes. Indo-amrica Ao 1, N 1: 51-80. Santiago del Estero. Universidad Nacional de Santiago del Estero.

    Von Hauenschild, Jorge1949. Ensayo de clasificacin de la documentacin arqueolgica de Santiago del Estero. Revista de la Universidad Nacional de Crdoba XXXVI: 7-75.

    Wagner, Emilio y Duncan Wagner1934. La Civilizacin Chaco-Santiaguea y sus correlaciones con las del Viejo y Nuevo Mundo. Tomo I. Buenos Aires, Compaa Impresora Argentina S.A.1936. Las llanuras de Santiago del Estero. En: Levene, Ricardo (comp.); Historia de la Nacin Argentina 1: 329-357. Buenos Aires, El Ateneo.

    Wagner, Emilio y Olimpia Righetti1946. Archologie Compare. Rsume de Prhistoire. Buenos Aires.

  • 47Memoria Americana 18 (1), enero-junio 2010: 47-73

    CHIRIGUANOS: LA CONSTRUCCIN DE UN ESTEREOTIPO

    EN LA POLTICA COLONIZADORA DEL SUR ANDINO

    CHIRIGUANOS: SOUTHERN ANDES COLONIZING POLICY AND

    THE CONSTRUCTION OF A STEREOTYPE

    Guillermina Oliveto*

    * Becaria doctoral. Consejo Nacional de Investigaciones Cientficas y Tcnicas / Universidad de Buenos Aires. E-mail:[email protected]

  • 48 Guillermina Oliveto

    RESUmEN

    En este artculo, se evala la creacin y la utilizacin del estereotipo que pes sobre los chiriguanos en la frontera oriental de Tarija en el contexto de la conformacin de una nueva sociedad colonial. La docu-mentacin oficial de fines del siglo XVI presenta a estos grupos indge-nas provenientes de las tierras selvticas del este como una amenaza generadora de tensiones fronterizas. Lo chiriguano condens eptetos negativos conformando un estereotipo que justific polticas estatales de defensa y conquista de la frontera oriental surandina. La historio-grafa del rea mantuvo dicha imagen sin mayores cuestionamientos, no obstante la deconstruccin de la categora revela la existencia de mltiples y complejas relaciones intertnicas antes y despus de la invasin espaola. Este caso revela cmo los espaoles definieron la denominacin del conjunto porque resultaba funcional dentro de su esquema de pensamiento e intereses aunque espacial y temporalmente el conflicto con los chirguanos fue ms amplio.

    Palabras clave: Chiriguano - estereotipo - Tarija

    AbSTRACT

    This paper analyzes how the Chiriguanos were classified in the eastern border of Tarija within the context of a new colonial society. Southern Andes colonial documents present them as a threat, triggering tensions over the borders. Historiography has maintained this image while refraining from investigating into the reality hidden behind that depiction. The Chiriguano category came to condense a large sum of pejorative names thus creating a stereotype to justify policies of defense and conquest on the southeastern border. Deconstructing the Chiriguano category uncovers multiple, complex interethnic relations beyond such stereotype. This study case reveals how the Spaniards used group categorization because it proved functional to their interests, although the chiriguano conflict encompassed a broader temporal and spatial frame.

    Key words: Chiriguano - stereotype - Tarija

  • 49Memoria Americana 18 (1), enero-junio 2010: 47-73

    CHIRIGUANO, UNA CATEGORA A DECONSTRUIR

    El objetivo de este trabajo es deconstruir la categora chiriguano tal como fue utilizada en el contexto de la conquista y colonizacin de la frontera oriental de Tarija en el siglo XVI. Pretendemos desnaturalizar los apelativos de salvajes, infieles e indmitos que surgen de la documentacin producida en ese marco temporal y espacial en los cuales se han nutrido ciertos trabajos historiogrficos (Muja 1912; Nordenskild 1924; Mtraux 1942; Levillier 1976; Susnik 1968). Hace ms de una dcada Catherine Julien (1997) demostr que la demonizacin de los chiriguanos fue consecuencia de la planificacin del virrey Francisco de Toledo para legitimar la campaa conquistadora que pensaba llevar adelante con el objetivo de eliminar a los chiriguanos de la frontera oriental. Este trabajo constituye un avance de investigacin y sita el anlisis especficamente en Tarija, cuando se origin el estereotipo largamente sostenido sobre los chiriguanos.

    No presentamos aqu un estudio sobre el mundo chiriguano sino sobre la construccin discursiva de la categora y su intencionalidad poltica, la cual result funcional a los intentos coloniales de expansin hacia el este. Tampoco se trata de un estudio del discurso pues el punto de inters es el dilogo entre la accin de los diferentes actores sociales y el discurso que los agentes coloniales fueron creando y recreando de acuerdo a las diferentes coyunturas. En palabras de Bourdieu (1985: 16) el objeto de estudio son las operaciones sociales de nominacin; es decir, la configuracin de representa-ciones simblicas que luego pasan a ser colectivamente aceptadas. Sostenemos la hiptesis de que existi una construccin ideolgica de los chiriguanos en funcin de los intereses polticos de diversos actores, la cual mucha muchas veces neg la notable realidad de interacciones intertnicas creando, a la vez, un nuevo actor social: el enemigo chiriguano. Esta reflexin se basa en las formulaciones de Bourdieu (1985: 65) quien sostuvo que las representa-ciones simblicas construyen la estructura del mundo al nombrarlo y que existe una lucha constante por la definicin de esa realidad. En este caso, los agentes del poder colonial en Charcas construyeron una imagen plagada de elementos negativos sobre un colectivo social, dicha imagen conform un estereotipo para producir miedo, convocar voluntarios para las entradas conquistadoras, sustentar pedidos a la Audiencia de La Plata y justificar acciones y demandas ante el rey. Diferentes agentes coloniales pusieron esa

  • 50 Guillermina Oliveto

    clasificacin al servicio de sus intereses; en otras palabras, utilizaron la re-presentacin sobre los chiriguanos como base para un discurso legitimador en el que ampararon sus demandas y que se verifica en la documentacin del siglo XVI -probanzas de mritos y servicios, documentacin producida por la Audiencia, cartas, mandas y cdulas del virrey y descripciones eclesisticas. Estas observaciones no implican desconocer la capacidad de accin de los chiriguanos como sujetos de su propia historia. Entendemos que ellos, en funcin de sus propias lgicas, fueron tambin constructores de su alteridad en relacin con los espaoles y otros grupos indgenas de la regin. Existen muy valiosos anlisis (Pifarr 1989; Julien 1997; Combs 2007; Combs y Villar 2007; Bossert 2008) al respecto sobre los que no nos detendremos pues el nfasis del presente trabajo est puesto en la manera en que los espaoles construyeron un estereotipo que se tradujo en el discurso sobre un grupo indgena determinado.

    A fin de abordar el problema describiremos sucintamente el contexto territorial, social e ideolgico de la regin.

    La frontera chiriguana

    La chiriguana abarc un espacio muy amplio que, como una medialu-na, abraz por el este los dominios coloniales desde la actual Cochabamba, pasando por Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia, hasta Salta en Argentina. La amplitud de esta superficie no permite situar temporalmente procesos gene-rales de ocupacin territorial con fechas compartidas en todo el espacio, sino que, necesariamente, la cronologa adquiere significacin en relacin a zonas determinadas. En ese sentido, France-Marie Renard-Casevitz y Thierry Saignes (1988) dividieron el arco fronterizo en tres sectores (mapa 1): al primero lo ubicaron en el valle del ro Chunguri -actual ro Caine- y la llanura del ro Guapay -actual ro Grande; al segundo en el pie de monte del Chaco, entre los ros Guapay y Pilcomayo y al tercero en las cuencas de los ros Pilcomayo y Bermejo. Este ltimo espacio es el que nos interesa y corresponde al oriente de los valles de Cinti y Tarija. En definitiva la zona que nos ocupa no es el centro del mundo chiriguano sino el sector ubicado ms hacia el sur. En base a las descripciones de la expedicin de 1574 del virrey Toledo, Saignes plante que en nuestro espacio de estudio hubo poblados ms chicos y dispersos que en la zona central. Mientras para la zona central describi a Cuevo (sector 2, mapa 1) como un asentamiento de catorce malocas1 para la zona sur descri-

    1 Nombre dado a las viviendas colectivas de los chiriguanos.

  • 51Memoria Americana 18 (1), enero-junio 2010: 47-73

    bi a Tucurube (sector 3, mapa 1) con solo tres malocas. De acuerdo al autor cada maloca albergaba a varias familias extensas, con un promedio de 100 a 300 personas por vivienda. Segn esta estimacin, bastante poco precisa por cierto, Cuevo habra estado habitado por 1400 a 4200 personas mientras que Tucurube contara con 300 a 900 individuos (Saignes 1990).

    Sea que habitaran asentamientos agrupados o dispersos, los chiriguanos del arco oriental fueron objeto de una operacin ideolgica que culmin con la formacin de un estereotipo negativo que se mantuvo largamente (Julien 1997). En parte esa caracterizacin fue u