Memorias de Leticia Valle - Rosa Chacel

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Novela de la autora española Rosa Chacel

Citation preview

  • A punto de cumplir losdoce aos, Leticia,hurfana de madre, setraslada con su padre, unmilitar que acaba deregresar de la guerra deMarruecos, y con su taAurelia a Simancas(Valladolid). All, la nia,duea de un talentoextraordinario y de

  • sorprendente madurez,recibir clases de msicaen casa de Luisa, unamujer hermosa ymundana en palabrasde Leticia, con la queentablar una estrechaamistad. Daniel, marido deLuisa, entra en la vida deLeticia cuando comienza adarle clases para nodesaprovechar el gran

  • talento de la nia.

    E n Memorias de LeticiaValle, Rosa Chaceldesarrolla de formamagistral la capacidad deseduccin de la pequeaLeticia, quien, conperversa ingenuidad, juegacon su propia pasin y conlas pasiones quedesencadena.

  • Rosa Chacel

    Memorias

  • de LeticiaValle

    ePub r1.0lezer 23.04.14

  • Ttulooriginal:MemoriasdeLeticiaValleRosaChacel,1945Imagendeportada:WilliamSargeantRandell,Psyche

    Editordigital:lezerePubbaser1.1

  • El da 10 de marzocumplir doce aos. No spor qu, hace ya varios dasque no puedo pensar en otracosa. Qu me importacumplir doce aos ocincuenta? Creo que piensoenelloporque,sino,enquvoyapensar?

    En todo lo de antes nopienso; lo veo dentro dem;cada uno de mis minutos es

  • unodeaqullos,peropensar,cuando me pongo a pensar,slo seme ocurre: el da 10de marzo cumplir doceaos.Yesque,pensando,mepregunto:quvaasuceder?Y no va a suceder nada.Solamente que seguirnpasando los das hasta quellegueel1Odemarzo,yeseda, s, ya s lo que pasar.Luegovolvernapasarotros

  • sinnadams.Cuando quiero decirme a

    mmismaalgodetodoloquesucedi,slosemeocurrelafrase de mi padre: Esinaudito, es inaudito!. Meparece verle en su rincn,metido en su butaca,cogindose la frente con lamano y repitindola, y yo,desde el mo, dicindole sindecirle: Eso es lo que yo

  • estaba queriendo decirtesiempre. Yo no saba decirquetodolomoerainaudito,pero procuraba drtelo aentender,y tde tododecasque no tena nada departicular.Claroquesiahoralo que ha pasado te pareceinaudito es porque siguescreyendo que anteriormentenada tena nada departicular.

  • Peroaquconduceestediscutir?Estamosmuy lejos,comosiempreestuvimos,conladiferenciadeque ahora ladistanciaesunaventajaparam:measla,esmipropiedady no siento aquel deseo deexplicaciones.Antes, cuandohablaba de mis cosas, eracomo pidiendo que medefendiesen de ellas. Ahora,las peores ya no me dan

  • miedo:meatrevoarepetirlasaqu, las escribir para queno se borren jams en mimemoria. Y no porconsolarme: necesitomirarme al espejo en ellas yverme rodeada de todas lascosas que he adorado, detodaslascosasdequemehanseparado, como si ellas mehubiesen hecho dao. Aquyanopuedenquitrmelas,ni

  • ellas pueden irse: aqu serncomo yo quiera, no puedennada contra m, comotampoco pueden estas otrasque estn de veras a mialrededor; las veo, pero meniegoacreerlas.

    Contodo,mepasaloquecon la rama de hiedra quellegaalmarcodemiventana.Cuando la miro de refiln ylaveoasomarsealcristal,me

  • pareceuna lagartijaquevaaescaparse si me acerco. Sinembargo,noesloqueparece;no puede huir niestremecerse, aunque pegueenelcristalconlosnudillos,peroapesardeesomegustacreer que es mi compaera.Suvidaestanlenta;anmsque las manecillas del relojque tantas veces he pasadohoras queriendo ver avanzar.

  • Aquesellalaquevaamedirmi tiempo. Cuando la miro,como cuando la olvido ocuando duermo, ella vaavanzando; ahora llegaaproximadamente a la alturadel nudo ms grande de lamaderaysqueparaellodemarzo habr crecido unpalmooacasoms.

    Menos an no se notarlo que pueda crecer yo de

  • aqu a entonces.Adrianamedicequemuypronto,puesyaestamos finalizando octubre,esasvertientessecubrirndenieve y esquiaremos, que deunmomentoaotrollegarsuprofesor y daremos clase demsica en el gabinete de sumadre, que tengo queaprender de prisa el alemnparapoderseguirlosestudioscon ella. No aprender el

  • alemn, ni esquiar, niestudiarnada.Noirporesecamino que me marcan, noseguiraesepaso;irenotrosentido, hacia arriba o haciaabajo,meescaparpordondepueda y no se darn cuenta.Me vern todos los das conlospiesquietosenelmismositio,peronoestaraqu: irhacia atrs; es lo nico quepuedohacer.Esto,cmovan

  • ellos a comprenderlo? Noharnadaque sobresalga,nome vern mover ni unamano; volver hacia dentrotodas mis fuerzas, echar acorrer hacia atrs hastaperderme. Luego volverhasta aqu y retroceder otravez.

    No, aqu mismo nollegarnunca.Meparecemsfcil llegar hasta all, hasta

  • el principio. Todo lo dems,loqueestaladerechaoalaizquierda, puedo tomarlo odejarlo,ynotomarmsquelo que verdaderamentequiera.No lo que quiera porcapricho; lo que quiera conmicorazn,loquequieraconesequererquevienedesdeelprincipio; desde Dios, debeser,porqueDiosesprincipioyfindetodaslascosas.An

  • no s lo suficiente parapensarestoporcuentapropiay, sin embargo, hace yamucho tiempo, cuando nosabaabsolutamentenada,yalo pensaba. Siempre lo sentas. Cuando rezo, sobre todocuando rezo a oscuras,cuandome vuelvo de cara ala pared en la camay tanteola oscuridad con los ojos ylosgiroentodoslossentidos

  • y no veo nada; hasta que noestoy convencida de que noveo nada, tampoco puedopensarennada.Avecesllegoa dudar si tengo los ojosabiertosocerradosymetococon la punta del dedo,despacio, con muchocuidado, como si fuese asorprender a un ojo que nofuese mo, y cuando toco elngulo del ojo entre las

  • pestaas, y me convenzo deque est abierto, entoncesestoyseguradequenosevenada y paso unmomento deunaangustiahorrible,peroalfinpuedoempezara rezarelpadrenuestro.

    Tengo tal necesidad depensarporcuentapropia,quecuando no puedo hacerla,cuando tengo queconformarme con alguna

  • opininquenoarrancadem,la acojo con tantaindiferencia que parezco unsersinsentimientos.Estomeatormenta ms que nuncacuando quiero hacerme unaideadecmoseramimadre.Cuando era pequea, oahablar de ella y me deca ammisma:No,noeraas,yorecuerdootracosa,peroques lo que yo recordaba?

  • Nada, claro, nada que sepueda decir ni siquieraoscuramente. La verdad esque nunca pude recordarcmo era mi madre, perorecuerdo que yo estaba conellaen lacama,deba serenelverano,yyomedespertabay senta que la piel de micara estaba enteramentepegadaasubrazo,ylapalmade mi mano pegada a su

  • pecho. Pormuchos aos quepasen, no semeborrar esterecuerdo, y puedo hundirmeenltanintensamente,sobretododeunmodotanidnticoacuandoerarealidad,queenvez de parecerme que cadavez lomiroms desde lejosme parece que, al contrario,algnda pasarms all del. Ahora lo estudio, lorepaso; antes lo miraba, me

  • pasaba horascontemplndolo.

    Me pareca sentirprecisamenteunno sentir enalgnsitio,untenerunapartema como perdida, comociega. Era como si estuviesepegada a algo que, aunqueera igual que yo misma, erainmenso, era algo sin fin,algo tan grande, que sabaque no podra nunca re

  • correrla entero, y entonces,aunqueaquellasensacineradeliciosa, senta un deseoenorme de hacerla cambiardesitio,desalirdeella,ymeagarraba,tirabademmismadesde no s dnde y medespegabaalfin.Recuerdoelruidoligersimoquehacamipiel al despegarse de la deella, como el rasgar de unpapel de seda sumamente

  • fino. Recuerdo cmo mequedabaunpocoenelairealincorporarme,yseguramenteentonceslamirabayellamemirara. S, s que memirara, me sonreira, medira algo; de esto ya nomeacuerdo.

    Es raro: si recuerdo loque senta, por qu norecuerdo lo que vea? Yocreo que debe ser porque

  • despus he seguido viendocosas; en cambio, no hesentido nunca ms nadasemejanteaaquello.

    Todo el mundo, todosmsomenos,habrnsentidouna cosa as, pero si la hansentido, por qu no hablande ello? Claro que yotampoco he hablado nunca,perocuandolosotroshablan,yo busco entre sus palabras

  • algoquedejetraslucirqueloconocen, y nunca loencuentro. Se ve que no hanempezadoporah;hablandeotrascosas.Hablandelamorde las madres, de cosas quehacenoquedejandehacer,yyosiempredigoenmifondo:elamoreraaquello.

    S, despus, otros hanhecho tambin cosas porm,todosmehanquerido,sehan

  • sacrificado,comodicen,peroaquello otro nada tiene quever con esto. Esto, aunquedebeserclaro,niloentiendoniquieroentenderlo.Aquelloeracomounagua,ocomouncielo.Seestabatanbienall!Y se quera salir para sentirmejorqueseestaba.

    Fueradeeso,norecuerdonadabuenodeaquellosaos.Slolaangustiadetenerque

  • aprender unas cosas paracomprender otras, porque lagente, por lo regular, hablade unmodo que al principiono sabe uno por dndeguiarse.Tanprontodanalascosas ms misteriosas unaexplicacin tonta, tan prontolas envuelven, las disfrazanconunmisterioodioso.

    Cuatro o cinco aos mepasoyendo,sincomprender,

  • que mi padre haba ido africa a hacerse matar porlosmoros.Yo comparaba lograve que me resultabaaquello con la naturalidadcon que lo decan, y noacertabaacasarlasmedidas.Entoncespensaba:onoestangrave o es conveniente, y elnopoderjuzgarsobreestonollegaba a inquietarme. Quemi padre quisiera morir, no

  • me era imposible decomprender, pero quequisiera hacerse matar porlos moros, por qu?Adems, por qu lo decanconaquelmisterio,conaqueldejo?Cuandoyopreguntaba,eraunalzarsedehombros,unmover de cabeza con lo queme respondan, y yo sentavergenza, no s si por mipadre o si por m, por no

  • entender, por no dar en elquid de aquello que noqueranexplicarme.Llegabanlos peridicos y yo mirabalas caras de todos cuandolean las noticias ysuspiraban con satisfaccinporquenoencontrabanlaquetemamos, pero despusmovan la cabeza comodiciendo:nada,todavanohaconseguidonada

  • Yo viva con la desaznde no entender aquello, ymuchos ratos lo olvidaba,perodeprontomevenaa lacabezaymesentatancerca,me pareca tan cierto ir averloclarodeunmomentoaotro, quemepona colorada.Pero entonces no eravergenza, era emocin, eracomosimeasustasenosdequ. Mi corazn daba un

  • golpeterrible,semeextendauncalorporlafrentequemenublabalosojos,yaunquenoconseguaninguna ideaclarani nueva, senta que habatocado laverdad.Loquemerepugnaba era precisamentelaenvolturaqueledabanlosotros y las explicaciones,siempre las explicaciones,alrededor de mi padre y mimadre. Siempre aquellas

  • sentencias:cuandodeverasse quiere a alguien, se haceestoynoesto;elamornoesas, sinodeesteotromodo.Yyosinpodermsquedecirdentro de m, con toda midesesperacin y todo miasco:imbciles,elamoreraaquello!

    Afortunadamente, yopasaba la mayor parte deltiempo con mi ta Aurelia,

  • queeralamenosaficionadaahablar. Vivamos puededecirse que solas, pues elama y las criadas quedabanperdidas en la parte interiorde la casa, y no vena avemos casi nadie. Miprofesora, unas temporadasvena muy puntualmentetodas las maanas, otras seestaba varios das sinaparecer. Tanto ella como el

  • mdico decan que yo sabademasiado y que meconvena ms pasear queestudiar. Mi pobre ta mesacaba a pasear todos losdas, y siempre, antes odespusdenuestropaseo,nosdetenamos en casa de miabuela.All era donde habagrandes conversacionesalrededor de la camilla. Lastas se entretenan en hacer

  • encajedeIrlanda,caladosdeTenerife:tenanlahabitacininundada de cestillos ybastidores. Yo me asfixiabaall,yunodelosrecursosquetena para salir pronto erapreguntaramiabuelasitenaalgn encargo que hacemos.Ella lo tomaba como si yotuviese mucho empeo encomplacerla y reservaba losencargos delicados para

  • nosotras. Haba quecomprarle siempre cosasnicas en sitios rarsimos, ogastar varias horas en laexplicacin de algo quemandaba hacer a la medida.Mi ta era la que haca elencargo, pero al tomarlo erayo la que tena que atender,porque confiaban en mimemoriaprodigiosa.

    Me gustaba sobre todo

  • tener que ir a la farmacia,porquemiabuelatenaviejasrecetas que acostumbraba atomar, y con todas susexigencias y requisitos sloqueran servrselas en lafarmaciamilitar.Allbamosmi ta y yo y tenamos queesperar incalculablementehastaquesepodacogersoloal boticario y explicarle quela vez anterior haba estado

  • demasiado, o demasiadopoco, cargado de cualquiercosa. Entretanto, yo mepaseaba por el pasaje dondeestabalafarmacia.

    Es maravilloso esetiempo que se pasaesperando;parecequeunonoest en s mismo, que esthaciendo algo para otro, y,sinembargo,seesttanlibre.

    Aquelpasaje,alaentrada

  • de la calle del Obispo, setorcaenelmedioparasaliraladelaSierpe,yenelnguloque formaba haba unarotonda con montera decristales, que tena cuatroestatuas representando lasestaciones,yenmediounadeMercurio. Qu luz caasobre aquella pequea plazaencerrada!A cualquier hora,en cualquier poca del ao,

  • habaallunaluzquelehacaaunocomprender.Yo,desdeall, comprenda, no s porqu, la historia. La historiaque no me gustaba estudiaren los libros desde all mepareca algo divino. Dandovueltas entre aquellasestatuas,bajoaquella luz,yopensaba segn fuese el da.Cuando era en verano, pocoantes de las doce, el sol era

  • terrible,erairritante,trgico.Yo pensaba entonces en losgladiadoresquemoranenelcirco de Roma. Vea sobretodo aquellos que caan alpisar la red,vea loscuerposarrastrados por la arena, ytambin algo ledo no sdnde: dos que moran a untiempo, atravesndosemutuamenteconsusespadas.Bajo aquel sol, bajo aquella

  • luz desgarradora, veasiempre aquella escena: doshombres desnudos que sematabanunoaotroalmismotiempo. Cuando era la horadelasiesta,pensabaencosasde Amrica, pensaba encolibres,enhamacas.Veaaunamujervestidadeblanco,dormida a la sombra de uncaaveral, con una mariposanegra posada en medio del

  • pecho. Si era por la maanatemprano,pensabaenGrecia,sobre todo cuando el pasajeestaba recin regado yquedaban pequeos charcoscon una frescura que eracomo una msica; entoncespensaba sobre todo enNarciso.Otrasveces, cuandollova, pensaba en el Rey delaCerveza.No sporqu lellamaba as, ni s de dnde

  • habasacadoaquelpersonaje,pero me encantaba. Cuandola luz era gris y se oa elruido de la lluvia en lamontera de cristales, yo levea sentado en un silln derespaldomuyalto, conhojasdevid talladasen lamadera.Estaba en una habitacininmensa con ventanasgticas, y en un rincn sevea un tonel precioso, con

  • una panza tan perfecta quepareca vivo. Pero l! yosaba cmo era en todos susdetalles. Iba vestido deterciopelo, no siempre delmismo color, pero siempreribeteado de martascibelinas. Sin eso no podaimaginarle. Bajaban las dosfranjas de piel por sushombros, y entre ellas se levea el pecho

  • maravillosamente sonrosadoyanchsimo,conunacamisadeencajesque ledejabanunescotecuadradobajolabarbarubia.Entrelospelillosdesubarba, su boca brillabacuando se rea, y sobre todocuando coma unospescaditos fritos que cogacon las puntas de los dedospor la cabeza y la cola. Enesta actitud es como ms

  • frecuentementeleimaginaba:sentadoanteunagranmesaycomiendo uno de aquellospescaditos.Losmorda en ellomo, iba quitndoles lacarne con los dientes, ysiempre yo vea el primermordisco que era en elmedio,comoenlacinturadelpez. Mientras lo coma,miraba al espacio con susojosazulesquecasisonrean,

  • nosaquin,porqueleveasiempre soloenaquellagranhabitacin. Otras vecesestaba con las rodillasseparadasylospiesjuntosenun cojn, sentado junto altonel,viendocaerdelaespitaun chorro dorado sobre unbock, y entornaba los ojoscomo un gato que seadormece.

    No s si a todas estas

  • cosasqueyoimaginabaenelpasajese lespuede llamar laHistoria. El caso es que yosenta que all aprendamucho. Porque en todaspartes tena estos ensueos,pero fuera de all eran muydiferentes.Unoseranlosqueme acompaaban en lasvisitas, otros en la camaantes de dormirme, otros enla iglesia. Los de las visitas

  • eran,generalmente,alrededordeunosserespequeitosquevea de pronto, en algnmueble, en algn rincndonde yo sorprenda a vecescomo un ambiente apropsito para ellos. Mi tame llevaba con frecuencia acasa de unas amigas suyas,dos hermanas solteras yamuymayores; lasms joventocaba el piano y todas las

  • tardes estudiaba un par dehoras. Cuando nosotrasllegbamos a su casa, ellaseguaestudiando,ymientrasmitahablabaconlaotraenelgabinete,yomeestabaconella, sentada en la alfombra,en un rincn, junto a laconsola. Un da le preguntqu era lo que tocaba, y medijoqueestabarepasandolasfugas. Tocaba muy bien; su

  • msica era tan ligera, tanlimpia. Yo no la atenda,pensaba en otra cosamientras tanto, pero a vecesse destacaba un trozo que sellevaba mi atencin,causndomeunasorpresa,undeslumbramiento, comocuando se est mirando alcielo distradamente y deprontocorreunaestrella.

    Lascosasqueyopensaba

  • en aquella sala eran todascomoaquellasfugas,siemprecosas ligeras, transparentes.Por el asiento de una butacaforrada depeluche verde,veacorreruncaballoblanco.Tena la piel como demadreperla, los ojos negros,y echaba hacia atrs lamelena con un movimientode cabeza como el de unania. Alguna vez vi que se

  • paraba y se quitaba con lamano elmechn que le caasobre la frente. S, con lamano, yo lo vea as.Tambinvea entre las patasde la consola unas zonasbrillantesenlamaderanegra,unos rincones oscuros, unoscambios de luz y de sombraque eran como un mundonegro iluminado por un solnegro.Porallhabasiempre

  • dos seres muy pequeos,blancosytransparentescomohadas,queseabrazabany sequeranmucho.

    Entodoestoquevea,yono tomaba parte, aunquesenta todo gnero desentimientos y como laatmsfera donde ocurra; encambio, en las fantasas quepensabaenlaiglesiameveasiempre a m misma,

  • transformada,haciendocosasimposibles,peroenteramenteyo.

    En todas las iglesias deValladolid tena imgenes yrincones queridos, pero enSan Sebastin estaba elCristo yacente en la urna,dormido sobre el cojnblanco bordado de oro.Nunca pude rezarle, no megustan las oraciones;

  • nicamenteelpadrenuestroyse no es a Cristo. Yo mearrodillaba all y haca poracercarme a l, nada ms;era un esfuerzo enorme detoda mi imaginacin el quehaca. Sala de m misma,viva, respiraba el aire quecorraentreaquelloscristalesque le guardaban, vea elbrillo de sus ojos entre losprpadosmediocerrados,los

  • extremos de su boca pordonde pareca que escurraalgocomounaroma.

    Mi sitio habitual en elaltareralamitaddelescalnque quedaba a la cabecera,pero no siempre conseguaentrar verdaderamente en laurna. Siempre me loimaginaba, siempre meconcentrabaenlaideadequeandabaporalldentro,deque

  • me encoga para caber en elpequeoespacioquequedabaal lado de su cuerpo, peroalgunas veces no eraimaginar: enteramente, conmis cinco sentidos, entrabaall. Entonces vea aquellassombras moradas alrededorde sus ojos, en sus mejillas,en sus sienes, como si semoviesen. Ya no eran untinte o un tono que tena, ya

  • noeranqueeraas, sinoqueerancomoalgoqueapareca,algoquepasabaporl.Yolesenta sufrirlo, hunda misojos en aquellas sombras desu agona como en un aguaoscura, profunda, quepermanecieseagitadapor lossiglos de los siglos, y micorazn se acelerabapensando en aquellaagitacin sin fin, en aquella

  • tortura que mova aquellassombrascomoalasnegras.Yentonces senta la necesidadde descansar, de dormirvindolas agitarse, de dejarcaer mi cabeza sobre supecho, mientras siguiesenaleteando.

    Estonoerapensar,piensoahora, para ver hasta dndellegan mis recuerdos, peroentonces era otra cosa,

  • enteramente otra cosa.Entoncesnollamabasombrasa aquello que vea, ni mepropona estar en ningunaposicin especial: me sentaall, estaba all, meabandonaba, me olvidabaall, hasta que pasaba dentrode m algo slo comparablealfluirdelaslgrimas.Algollorabadentrodem,unhilode llanto corra por un lugar

  • que era como el escondrijodel alma, tanbreve comounrelmpago. Jams hubieraconfesado esto a nadie: eracomo un secreto terrible,aunque almismo tiempomeenorgulleca, pero hubierasido descubrir que yo no eraunania.Muchoantesdelossiete aosya llevaba encimademesesecreto.

    A los ocho decidieron

  • llevarme al colegio de lasCarmelitas para que tuviesetrato con otras nias, y allfue donde mi secreto meresultabrumador.Empecaverloqueeranlaschicas.

    A propsito de m, mifamiliaseexpresabasiemprecon el mismo misterio quecuandohablabandemipadre,como si supiesen lo que yotena dentro de mi cabeza y

  • como si fuese algo tantremendo que no se pudieseni nombrar. Me mandabanallcomoacurarmedealgo:a que aprendiese a ser nia,decan. Pero cuando empeca tratarlas me produjeronhorror, horror y asco. Eranellas las que estabanenfermas de su niez; unaspareca que no podan nada;todo lo que intentaban les

  • quedaba corto, como si noestuviesen enteramentedespiertas;otras,alcontrario,ya haban aprendido todo loque tenan que aprender; laslecciones era lo de menos.Aquel machacar ladrillos yrepartirlos en porciones! Enel recreo yo las vea jugar ahacer comiditas y hubieraquerido pisotearlas. Sinembargo, me portaba bien

  • con ellas; jams re conninguna; slo las mirabahastasalrsemelosojos,peroellasnosabanporqu.

    Y aunque las mir tantolas he olvidado casienteramente. Slo se medestacadeentreellasunaquenunca olvidar jams.Aquella chica era la nicaquetenacomoyosusecreto.Pero nunca hubiramos

  • podidounirlos.Notenanadade comn, no,Diosmo, no.Cmo he podido creerloms tarde? Esa idea no hasido ms que un deseo decastigo.Eralapenitenciaqueme impona a m misma.Porque nos hayan podidojuzgar iguales, porque elama, que no esms que unavieja llena de resabios ymalossentimientos,mehaya

  • queridoenvolverenlamismapalabra que a ella aquellamonja,queeraotraarpa,hepodido yo creer alguna vezque haba algo semejante.Pero cmo puede ser? Yolespreguntaraatodosdndeest la semejanza. No locomprender jams. Y sinembargo me hiere, meenloquecerecordarsusvocesllenas de experiencia,

  • diciendo aquello, escupiendoaquello.

    Yo a la chica ladespreciaba, me parecabizcasinserlo.Todoenella,sus posturas, su cuerpo, suspies bizcaban. Se sentabasobrelosriones, laspiernasseparadas, las puntas de lospieshaciaadentro.Enlahoradelalaborseibaaunrincnynodabaunapuntada:lama

  • la pared. Yo no s qumaniobra haca all metida,pero eso lo vi claramente:lama la pared, que estabarecubierta de tablasamarillentas barnizadas. Yosent tanto horror cuando viaquello, que dese con todami alma que nadie lo viese,pero sin duda las monjas sedieron cuenta y fue biencasual que tuviese yo que

  • atravesar la galera cuandoestaban echndole lareprimenda. La superiora lasacuda con sus frases comopara despabilarla de suactitud entre adormilada yburlona, le dejaba caerencima todo el infierno consus tormentoshorrorosos.Lamonja de nuestra clase, queera muy dulce y muyinstruida, no haca ms que

  • lamentarse. Le pasaba lamanoporlacabezayrepeta:Yo quisiera que fueses unania limpia y bonita. Y laotra, que seguramente era laque la haba delatado, ibarenqueando galera adelante,sin darse cuenta de que yoibadetrsdeella,yrepetaaun lado y a otro: Cuntabasuraenestemundo,cuntabasuraenestemundo!

  • Yo no era desinteresadaen el dolor que me causabaesta palabra. La rechazabapor m, aunque creyese queera por la otra. Si entoncesme hubieran dicho quetiempodespus,enmipropiacasa,casienmicaraibayoairporelpasilloe ibaa tenerqueoraquello,referidoammisma, con un acento anms bajo, con mayor

  • desgarro! Porque el amadeca: Cunta basura hayen el mundo!, y su retintnparecaquererdecirquesiladejaranaellaloarreglaradeun escobazo. La monja no:decaenestemundo,comosislo el otro pudiese estarlimpiodeella.

    Por qu exclamar lomismo ante cosas tandiferentes? Es que yo no

  • entiendo lo que hago? Esquepodrllegaralgunavezaentender las cosas como losotros? Eso sera el mayorcastigo que pudieraesperarme.Porque lasgentesviven, comen, van y vienen,comositalcosa,aunqueveanel mundo con ese asco. Yono: yo, si llego a verlo as,me morir de l. Yo noquierovivirniundamssi

  • voyhaciaeso.Peroqupuedotemersi

    he decidido no ir a ningnsitio, volver hacia atrs ymirar todo sin que cambienada?

    Alcolegionofuimsqueunosmesesyaquellosdasaveces los confundo. Slotengo algunas seales paraguiarme: algn traje queestrenendeterminadafecha

  • y que en otra ya no pudeponermeporque semehabaquedadocorto.

    Cuando cambi todo fuea la vuelta demi padre. Losdas en que se supo queestaba herido se anim todoel mundo en las dos casas.Lasnoticias llegabana lademi abuela; mi ta y yobamos all y pareca queunosyotrostenamosyaalgo

  • quehacer:esperarle,cuidarleluego.

    Yo esperaba tanto de sullegada! Crea que l iba aexplicarme,quelibaaestarcerca de m en todo lo queme interesaba, que conmirarle slo comprenderaaquellos misterios, aquellosdramas que yo saba quellevaba dentro. Pero no fueas, y no es que l se

  • apartase, no; me queramucho, quera tenermesiempre con l, pero noquera que le preguntase.Mimirada,miansiedad,yocreoque lehacandao.No tenavalorpararecordar.Nohabaconseguido que le matasenlos moros, pero s quematasensusrecuerdos.

    Las peripecias de lacampaa,sussufrimientosen

  • el hospital, la amputacin,las curas horribles le dabanocasin de hablarincesantemente.Yo creo quehablaba tanto para que nohablasen los otros, es decir,para que no se hablase msquedeloquelquera.

    Se haba acostumbrado atener a los pies a su viejaperra de caza, y quera quetodos le escuchasen como

  • ella, sin rechistar. La perratendida delante de l, con elhocico sobre laspatas, no semova; slo diriga hacia llos ojos cuando la sealabacon el dedo. Porque la perraera uno de sus temas deconversacin.A todo el quevena a verle le contaba lahistoria de su pobre perra,que al fin se habaaclimatado al terreno seco

  • porque era unasetter muyfina y al principio creyvarias veces que se lemoraen las carreteraspolvorientas. Contaba cmoconsiguiunavezarrastrarlahasta un charco, cmo laabandon all dndola pormuerta y cmo ella lealcanz al poco tiempo.Hablaba tambin de loschacales e imitaba su

  • lloriqueo, que oa en elcampamento por las noches.Porquelosmorosloscazabancon lazos y luego losagarraban por el pellejo delpescuezo y por la cola y losechaban por encima de lasalambradas.

    As pas el invierno.Mientras dur suconvalecencia, estuvosiempre acompaado y

  • entretenido.Luegoempezasalir y a decir que no podasoportar la ciudad. l decaque era el clima, pero yo sque era otra cosa.Deca queleeradifcilcruzarlascallescon muletas, que no sabahacer nada sirvindose de lamano izquierda, quenecesitaba vivir en un sitiodonde pudiera tener aire sinnecesidaddemoverse.Alfin

  • decidi salir de Valladolid,arreglarlacasaquetenamosen Simancas y encerrarse enellaparasiempre.

    En los primeros das deabril sali para all mi taconlacriada,ypocodespusmipadre,elamayyo.

    Salimos por la maanatempranoyllegamosencosade una hora. Haca muchocalor.

  • Mitametenapreparadaunasorpresaenmicuarto:unmirloenunajauladejuncos.Durante todo el da no hicemsquemirarle.Haba unasrosas en un jarro, de esasbastas, tan olorosas, ysiempre que me acuerdo deese da me parece ver elpjaro negro, tan esbelto,sobre el rosa de aquelperfumequellenabalacasa.

  • Mientras dur aquel olordur la novedad, estuvieronpresentes el viaje y lamudanza, vivimos en esedesorden tan agradable quehace pasar deprisa el tiempounosratosyotros lo retarda.Despus tuve que empezar aaclimatarme porque nuestravidacambienteramente,sinquehubiesegrandesmotivospara ello. Claro est que ya

  • no podamos hacer lasmismas cosas que hacamosen Valladolid, pero no fuesloesoloquecambi;hubouncambiodesconcertante:yodej de ser el centro de lacasa.

    UnavezenSimancas,mipadre ya no necesit ningncuidado especial y, sinembargo, la atencin quemitameprestaba antes de que

  • l viniera no volvi arecomenzar.

    Me di cuenta una nocheal cogerme los bigudes;empec a sentirme cansadade tener los brazos en altotanto tiempo y entonces caen que antes mi ta meayudaba todas las noches alirmealacama.

    En losdasquemipadreestaba grave an empec a

  • hacerloyosola,porquemitanoseseparabadesu ladounmomento, y despus ni ellavolviaayudarmeniyofuiapedrselo. Desde esemomentoempecaencontrarel cambio en muchas cosas.Nopuedodecirqueestuviesedescuidada, pero empec atener una libertad que antesnohabatenido.

    En Valladolid no haba

  • salido sola a la puerta de lacalle jams.Mi taodiaba lavida del campo; para ellaestar en Simancas muchotiempo era un sacrificioenormeynoseavenaadaranuestra vida una verdaderaseriedad.Estbamoscomodepaso,nohacamoslavidadelas tres o cuatro familias deseores, ni me permitatampocoandarconlaschicas

  • del pueblo. Se haca ladesentendida comodicindome: puedesescaparte si quieres; aqu nohaymuchospeligros.Peroyono me escapaba; buscaba decuandoencuandounpretextopara salir: ir al estanco acomprarun lpiz,oalgoas,yme detenamuy pocomsdelonecesario.

    Estaba tan desorientada

  • que a veces me pareca queme estaba volviendo tonta.Todaslascosasqueantesmepreocupaban dejaron deinteresarme. No volv aacosar a mi padre con mismiradas interrogantes, novolv a coger los libros ni aentretenerme en misfantasas de otras veces.Cuandomeacordabadeellasme parecan nieras, y el

  • caso es que las cosas quehaba entonces enmi cabezano eran muy importantes. Oya no me acuerdo o enaquellosdasnopensabamsqueencomer.Metirabadelacamatempranoymeponaala puerta a esperar alpanadero.Mi desayuno soladurar una hora. Mi padredesayunaba en la cama ymita no tomaba ms que un

  • sorbodecaf;yomequedabasola en el comedormojandopan en la leche hasta que seme acababan las fuerzas.Despus me iba a la huerta,echabaunpocodeaguaaloscuatro tiestos que haba porallymeponaamirara losconejos.Mepasabalashorasmuertas oyendo el ruiditoque hacen al roer lostronchos de col; ste era mi

  • entretenimiento. Loms quese me ocurra a veces erahacerme un columpio conuna cuerda que colgaba deunaviga.

    Aesodelasdiezymediavolvaapedirpor laventanadelacocinapanconchorizo,ymeponaacomerlosentadaen el columpio. Cuando almediodaempezabanacantarlosgallosyatenayootravez

  • unhambreloca.En cuanto el gallo

    empezaba a cantar, yo medabacuentadeque tenaesoque llaman afliccin deestmago y me pareca queera su canto el que meproduca aquella sensacindevaco.

    Unas veces empezaban acantar lejos, y otras era unaventanadelgraneroquetena

  • las bisagras oxidadas la quechirriaba al moverla el airede un modo tan parecido alcanto de un gallo que todosempezaban a cantar. Elnuestro estaba casi siempresubido en el tronco de unahiguerayyoleveaallhaceraquel ademn de ansiedad,sacudiendolamelenadorada,formndoseleunhuecoenelbuche al estirar el cuello y

  • aleteando como si quisieracogeralgoconlasalas,ymedaban ganas de llorar dehambre.

    Mi ta se daba cuenta deque yo estaba ponindomemuy fuerte, y claro est quese alegraba, pero al mismotiempoleindignabatenerquereconocer que aquella vidaque llevbamos traaalgunasventajas. De cuando en

  • cuando deca: Esta nia sepasa el da sin hacer nada;antes haba que quitarle loslibros por la fuerza y desdeque estamos aqu no havuelto aocuparsede ello: seva a embrutecer.Yo alzabalos hombros o me echaba arer para tranquilizarla, peropor dentro pensabaseriamente: Debo estarembrutecindome.

  • Slo que yo saba que loquemeembrutecano era lafalta de libros, no era queantes estudiase y ahora nohiciese nada, sinoprecisamentequeahoraelnohacer nada lo haca de otromodo. Antes pona msatencinenesenohacernadaque en cualquier otra cosa.Para levantarme de la camahaba una lucha que duraba

  • mediamaanatodoslosdas;paraarrancarmedelbalcnodelpatio,odel rincndondeme meta a jugar, parahacerme acostar a una horarazonable, lamismahistoria.Porque precisamente cuandono haca nada me ponafuriosa que meinterrumpiesen, que mehiciesen cambiar de posturainesperadamente.Encambio,

  • desde que ca en el pueblo,todo me dio igual: melevantabasinllamarmenadiey en cuanto oscureca yaestaba deseando irme a lacama.

    Cosaextraa:mi ta,quesiempre se haba quejado demi desobediencia, estabaverdaderamente irritada conmidocilidad.Cuandoalguiencomentaba mi buen aspecto,

  • mi ta deca siempre: S,est cambiando pormomentos; y esto en ellaquera decir mucho, porquesu estribillo predilecto era:Ms vale lomalo conocidoquelobuenoporconocer.

    No es que fuese agorera;es que estaba cansada. Si yohubiese cado enfermahubiera resistidodieznochesalacabecerademicama.En

  • cambio,vermeas,rebosandosalud,lafatigaba.

    Yo oa discutir lo quehaba que hacer conmigodurante la comida y la cenacon completa indiferencia.Sera mejor llevarmeinternaalasCarmelitas,seramejor ocuparse de mi saludque de mi educacin, seramejor hacer venir a unainstitutriz a Simancas? Esto,

  • aun reconociendo que era loms conveniente, fuedesechado, pues ni mi padreni mi ta podan soportar aunapersonaextraaviviendoenlacasa.

    Parece que al fin lo mscmodo result hacer que lamaestra del pueblome dieseuna hora de leccin despusde terminar sus clases de latarde.

  • Se arregl todo al estilodelaciudad,secombinconlamaestraparaquevinieseacasa de cinco a seis y seprepar una mesa en micuarto con los libros quehabanvenidoenelfondodeunbal.Conestopareciqueyo podra reanudar mi vidade Valladolid, pero fueimposible. Era tan extraapara m aquella seora! Yo

  • no me haba sentido nuncaconfusa delante de miprofesora cuando erapequea; al contrario, mepareca lapersonaquemejorpodacomprenderme,yyolacomprendaaellaatravsdelas murmuraciones de mifamilia.

    He nacido destinada aeso: a or murmurar de laspersonas que quiero. Decan

  • queeradeuna familianoblevenida a menos, que habaviajado hacia los cuatropuntos cardinales y que eramuy machuna. Yo estabadispuesta a imitarla en todo,pero la olvid. No, no laolvid; al contrario, larecordaba continuamentecomparndola con la otra;pero al fin llegu ainteresarmeporsta, sinque

  • meinspiraseenelfondounaverdaderasimpata.

    Las primeras leccionesfueron tan angustiosas paraellacomoparam:preguntasy respuestas que se ibanconsumiendopocoapoco,y,al cerrar cada libro, uncarpetazocomounsuspirodedescanso. Luego media horadedicada a la lucha con lacaligrafa. Ella dictaba

  • montonamente, yo escribaveloz, terminando antes dequehubiesendejadodesonarsuspalabras, y resultabaquemiletraeraininteligibleymiortografa absurda. Entoncesla pobre seora se esforzabaen explicarme, y se dabacuentaellamismadequesusexplicaciones me parecantontas. Desfalleca, coga lapluma y me demostraba

  • cmo haba que hacer. Medeca: Si al menosescribieses despacio. Tienesquedarformaalasletras,yde su pluma iban saliendoletras y letras, todas con lasbarriguitasiguales.

    Yo no queradescorazonarla, pero estabadispuesta a que aquello nocontinuase.Intentmilvecessacar alguna conversacin

  • quemedieseunapistadesusgustos o de sus habilidades:intil. La pobre se escondaporque saba que suinstruccineramuyescasaynoqueraperdersuautoridadcometiendoalgnerror.

    Un da, al fin, lleg conungranpaquetemalenvueltoenperidicosquedej sobreunabutaca.Alirseamarcharyoledijequepodadarleun

  • papel mejor y me ofrec aayudarla a empaquetar todoaquello: eran labores de laschicas de la escuela que ellase llevaba a su casa parapreparar.

    En aquello se mepresent una nuevaperspectiva de mi maestra yun mundo nuevo, toda unaespecie de trabajos que,aunquenoerandesconocidos

  • param, no haba practicadonunca. Al fin pudimosentendemos ocupando cadauna nuestra posicinverdadera. Yo le repetaconstantemente que no sabahacernadadeaquello,yella,sintindoseal finmaestraenalgo,me fueenseandocadapieza, sacando de lasentraas de su paquetecositas absurdas: relojeras,

  • bolsas para peines, todohecho con sedas de coloressobrerasoalmohadillado.

    Al da siguiente laleccin qued anulada a losdiezminutosdeempezar:yome puse en seguida a hablardelaboresypedalamaestraque me hiciese una lista detodo lo que era necesariomandar a buscar aValladolid.Enestosenosfue

  • latarde.Despustuvequediscutir

    durantedosdasencasaparaquemedejaseniralaescuelaa hacer labor con las chicasmayores.Altercerogan:medijeron que hiciese lo quequisiera, por no orme, yhastamandaron a buscar losutensilios que necesitaba.Loslibrosvolvieronaquedararrinconados.

  • Yo no era modesta nitrabajadora, ni me desvivapor aprender, y sin embargonomeencontrabaagustoconlas gentes hasta que lasllevabaalterrenodeaquellascosas que saban mejor queyo; si no, no les sacabasubstancia. Fuese lo quefuese, aunque yo no hubiesedehacerlojams:vercepillarunatablaalcarpintero,veral

  • carnicero separar con elcuchilloelhuesodelacarne;cuando lo hacan converdadera maestra meproducaunaadmiracinyunbienestar que yo no podaexpresar ms que diciendo:EsoeshacerlascosascomoDios manda. Cuandodescubr que la maestra eracapaz de hacer aquellosprimores ya tuve de qu

  • hablar con ella. Lepreguntaba de todas laslaboresquehabavistohaceramistasytodaslasconoca.All,encasademiabuela,enaquel odioso gabinete dondese hablaba de cosas nuncaclaras y siempre malintencionadas, los bastidoresy cestillos me parecanembelecos estpidos.Mirabaa veces por encima del

  • hombrodealgunademistasy aquello no tena secretopara m: yo era tan hbilcomo cualquiera de ellas,pero no me interesabademostrarlo.Encambioamimaestra me gustaba dejarlaquemeenseara,megustabaverla empezar y rematar lascosas, verla fundir laspuntadas matizando con lassedasde colores, verla afilar

  • los realces en el bordado enblanco.Enestosobretodolaadmiraba. De dnde podrasacar ella tanta finura paraajustar las cinturitas deaquellos realces que securvaban en las iniciales deletrainglesaqueponaenlospauelos, en las flores, conmedia hoja en relieve ymedia en sombra?Preparabaprimero un relleno de

  • puntadas suficientementegrueso y luego lo ibacubriendo de un lado a otrocon el algodn satinado.Empezaba las medias lunasengordandohaciaelcentroydisminuyendo al final, yluego las brua con elpunzn de marfil. Con qucariolasatusaba!Quedabancomo perlitas, comocaramelos; brillaban tanto

  • que,alsol,nosepodamirarsublancura.

    Yo me pas los mesesextasiada con aquello: esincreble,peroases.

    Llegaronlasvacacionesyslodoschicasmuymayoresy yo seguimos yendo a casadelamaestraporlastardesybordando con ella bajo laparra de su huerta. Nohablbamos apenas: las

  • abubillas se paseaban porencimadelatapiacomosinohubiese nadie. Cuandoterminbamos nuestra tareacomamos uvas y pan que lamaestra nos daba en pago anuestra compaa. Despusbajbamos aquellas doschicasyyohastalaserasqueestaban junto al ro, y nossentbamosenunmontndepaja hasta que empezaba a

  • oscurecer.Ellas se me ponan

    siempre una a cada lado yluego decan que conmigoall no podan hablar deciertas cosas porque yo erapequea. Yo les deca: Noseis idiotas y hablad de loque os d la gana. Siempreacababanporhablardeloqueellas llamaban picardas; aveces me interesaba lo que

  • decan, a veces me aburra,porque repetan las mismascosas por centsima vez;entonces me dejaba caerhaciaatrsenlapajayveairapareciendolasestrellas.

    Elprimerodeseptiembrese abri la escuela y todovolvi a empezar con unanormalidad que pareca queno tendra fin, pero amediados del mes se alter,

  • simplemente por un cambiode tiempo. Se desencadenuna racha furiosa detormentas.Por lamaananopasaba nada extraordinario,perodespusdelmediodaseempezaba a ver el cielo grissobre Valladolid y la nubeiba avanzando poco a pocopor el valle; despus salaotrapordetrsdelacolinaycuando se encontraban

  • encima de Simancas parecaque no iba a quedar unapiedraensusitio.

    Dentro de la clase seempezaba a sentir latormenta en la inquietud delas chicas. La maestra dabagolpes con la regla en lamesa, pegaba gritosdesaforados para mandarlascallar, ponindose ella tanexcitada como la que ms,

  • hasta que sonaba el primertrueno, lejos todava,pero losuficiente claro como paraborrar el ambiente dediscordia: entonces se leechabalaculpaalatormenta,se encenda el cabo delSantsimo y se rezabamientras iban creciendo lostruenos hasta estallar sobrenuestrascabezas.

    Despus de unoo dos de

  • esosquesuenancomoahojade lata, los goterones de lalluviaempezabanadarenloscristales, ladeados; a losprimeros se les vea pasarcomoflechasyenseguidaseconvertan en una cortinaespesa.

    Laschicasseagolpabanalas ventanas para ver correrlos arroyos que se formabanfrentealaescuelaynohaba

  • medio de calmadas. Lamaestra, abrumada, con lasmanosenlacabeza,sevolvia m de pronto y me dijo:Leticia, hija, cuntales uncuento. Y antes de que yocontestase se puso a gritar alas chicas: Callad, nias,que Leticia va a contar uncuento!Callad,nias!.Yaspordiezveces.

    Cuando se hizo el

  • silencio,yocontuncuentoydespus otro y despus otro;assepaslatarde,hastaquelos arroyos se fueronreduciendo a las cunetas yfue posible salir. Al dasiguiente todo se repitipuntoporpunto,ycuando lamaestragrit:Callad,nias,que Leticia va a contar uncuento, empez un nuevoalborotoporqueunasqueran

  • que contase los mismos delda anterior y otras otrosnuevos.Entonces, unade lasmayoresledijoalgoalodoala maestra, y ella, sindetenerse a ms, gritpegando en la mesa con laregla: Silencio, nias, queLeticiavaacantar!.

    Esto las apacigu mejoran, y hasta primeros deoctubre las tardes se

  • desenvolvieron lo mismo:primero se rea, luego serezabayluegosecantaba.

    Cuando las tormentaspasaron se volvi a hacer eltrabajo de la tarde conformalidad y yo volv aocuparmi silletn al lado dela maestra, sobre laplataforma.

    Un da, cuando elcuchicheo de las chicas no

  • era demasiado fuerte, lamaestradijo:

    Sabes lo que estoypensando, Leticia? Quedeberas estudiar msica.Tienestanbuenodo!

    Yoexclam:Me gustara mucho;

    pero aqu, dnde voy aestudiarla?

    Yaveremos;conozcoauna seora que ha dado

  • leccin de msica a otrasnias; es la esposa delarchivero. Yo te llevar averla;pidepermisoatupap.

    Cuando llegaba una deestas ocasiones yo me dabacuenta de que en mi casaestaba cada da la atmsferams cargada. Cualquierproposicin, cualquierinnovacin que yo intentaselevantaba un torbellino de

  • malestar. Haba de ser unacosa tan sencilla comoaqullaylasmiradasconqueme respondan parecandecir: Pero cmo se teocurre? Tambin esto!.Y no era que les pareciesemal; yovea enmi ta sobretodo la desesperacin de noencontrar razones paraoponrseme. Sus miradas deangustia empezaban al

  • empezaryoahablar,antesdeque ella supiera lo que iba adecir,ycuandoterminabamedeca, enteramenteabrumada: Haz lo quequieras, haz lo que quieras.Mi padre slo deca entredientes:Loquedigatuta.

    Yonocomprendaloqueles pasaba.Estaba claroque,por egosmo, no queranrelacionarse con gentes que

  • no les interesaban, quepodran venir de cuando encuando con visitasinoportunas, pero adems sudescontento de m eramanifiesto. Continuamentetena que or lamentacionespormi abandono del estudioy predicciones de queacabaran por pegrseme losmodales de las palurdas conque trataba. Por debajo de

  • lodo esto haba como unbarrunto de desgracias queme irritaba. Yo estaba tantranquila, tan segura de mmisma;ycuandomeponaapensar en sus temores sentadentro de la cabeza unaespeciedeausencia, comosifuese a desmayarme; al finsacuda aquel vrtigo yacababa por hacer lo quequera.

  • Mi aprendizaje de lamsica qued reducido almnimo. El jueves por latarde la maestra me llev acasa de doa Luisa y all seme ofreci todo lo quepudieradesear,peronoporelmomento. Doa Luisallevaba pegado a sus faldasun pequeo de tres o cuatroaos,yotroen losbrazosdepocos meses. Nos dijo que,

  • en efecto, el ao anteriorhabapreparadoaunasniasparaexaminarsedesolfeoenel conservatorio, pero quedespusdelnacimientodesuhijitonopodacontinuarcontanto trabajo. La crianzadeba durar an algunosmeses y despus estabadispuestaavolveraempezar.Me dijo tambin que,entretanto, como no poda

  • pasarse el da sin abrir elpiano por lo menos mediahora, tena organizado ungrupodemuchachasalasqueenseabaaloscurecercorosynovenasparalaiglesia,yqueyopodairacantarconellaspara empezar aacostumbrarme. Recordarsiempre que al despedimosen la puerta me dijo: Yasabes, puedes venir desde

  • maana a eso de las seis.Bueno, t puedes venir acualquier hora; adis,querida.

    Cuandoleodeciradis,querida, me di cuenta deque no era castellana. Sudesenvoltura me deslumbr;noeraelegantecomoalgunasseorasdeValladolidqueyoadmiraba, no s si se puedeemplear aqu esta palabra,

  • pero yo dira que eramundana.Yasqueledoyaesto un sentido que no es elque se le da generalmente:para m, mundana quieredecir que no tiene la manade estarse quieta que tienetoda mi familia. Tampocotenaelairedeviajerademiprimera profesora. Bueno,aqullaeraunaprincesa,perotena algo de persona

  • emprendedora. Llevaba unvestidillo de vuela que se ledesabrochaba por todaspartes y tena puestas unaschinelas de tafilete rojo quehacan que sus tobillosresultasenanmshuesudos.

    sa fue mi impresincuando la mir almarcharme,alapuertadesucasa.Haba un cerco oscuro,entre azul y verde, alrededor

  • de sus ojos grises muygrandes. Slo por teneraquellos ojos ya se podadecir que era muy guapa, yenrealidadloera.Estabamalpeinada, de un modogracioso, y tan delgada quepareca que en vez de estarcriando a un hijo estuviesecriandodiezauntiempo.

    Entoncesme pareci quenos deca adis con una

  • mirada tan franca, tanabierta; despus, fui viendoque su cara era siempreigual; no poda cambiar deexpresin sino en algunasocasionesmuygraves,enlasqueaquellamismafranquezase haca ruda, y su voz, queengeneralerasuave,sehacachillona.Yonovinuncamsque momentos pasajeros deese aspecto suyo, pero ahora

  • estoyseguradequesehabrquedado as para siempre.Aquellamirada de confianzanovolver a repetirla nunca.Al menos, esto s que hadesaparecido; en cambio, lacasa probablemente sigueigual. Cmo puede ser! Yantes, antes de todo aquello,tambinhabasidoigual?Sipienso en esto acabo porperder la fe.Me vuelve loca

  • estasoledad;queestyoaquconmidesesperacinyotrosen otro sitio con la suya, yque al mismo tiempo lascosas se queden comoestaban. Porque entoncespienso: aquella luz de otrasveces, aquel ambiente, noqueran decir nada, noestabanhechosparam.

    Yo conoca la casaaquelladepasarpor lacalle.

  • Me haba fijado en sufachadadepiedraoscura,queno tena ms que dosventanasconuna rejaacadalado del portal, y arribacuatro huecos unidos por unbalcn corrido con bolasdoradasenlasesquinasdelabarandilla. Junto al alero,slo un camisn muysencillo.Pero,elportalNisiquiera la costumbre que

  • adquir de entrar en l adiario pudo borrarme laimpresinquemecausabasuluz al llegar a la puerta.Aunque la entrada era unvestbulo cuadrado, lo queatraa en l era un pasillomuy ancho con techoabovedado que parta delfondo y atravesaba la casa.Al finalhabaunagaleradecristales enteramente

  • cubierta por una parra, ydesde la calle oscura elpasilloparecauntnelllenode luz verde. Cuando yopasaba por all, antes desaber que entrara jams enaquella casa, ya me parecaaquello laentradaalparaso.Pasabasiempredespacioparamirarlo, para cambiar con luna mirada, porque meparecaquememirabacomo

  • unojo.Aldasiguiente fuiantes

    de las seis: estaba loca deimpaciencia. Doa Luisa sepuso a ensearme toda lacasa antes de que yomostrase inters por ella,peromedijoqueeraparaquesupiese las costumbres. Medijo:Mira,aquabajo,enelalaizquierda,nohaymsquedoshabitaciones, unaqueda

  • alacalleyotraaljardn;lasdos se le reservan a mimarido, porque si no losnios no le dejan leer.Entreabri la puerta de lasegunda y vi que haba unamesallenadelibrosyunsofcon dos butacones de cuero.Sigui ensendome: a laderecha estaba, delante elgabinete de recibir, y detrs,el comedor y la cocina. La

  • galera coga toda la plantabajadeunladoaotro,perolahaban dividido con untabique para que el olor delos guisos no fuese hacia laizquierda.

    Doa Luisa me dijo:Ahoravasaverlaleonera.Subimospor una escalera depiedra que quedaba comoincrustada en uno de loslados del vestbulo, y arriba,

  • divididalapartededetrsdelmismo modo, me ense sucuarto con las cunitas de losnios a la derecha; y a laizquierda, una habitacindonde haba de todo:armarios, perchas, baeras.Elcuartodelaschicasestabaenelsobrado.

    Al abrir una puerta quequedabaenmediodelrellanodonde desembocaba la

  • escalera,medijo:steeselsaln del piano. Yo pasemi mirada por l y dije contoda mi alma: Qubonito!.

    Aquel saln era algo quenadie hubiera podidosospechar. Era inmenso;cogatodalafachadaconsuscuatro balcones y estabaenteramente vaco, desnudo;niunasilla,niunacortina,ni

  • un clavo en una pared. Sloenelrincndeladerechaunpiano de cola con subanqueta. En medio deltecho,enunaviga,quedabanlos restos de un ganchoparasostener la lmpara, pero elgarfio estaba roto y el cablehabasidorecogido,hechounovillosobreelmontantedelapuerta.

    Yohabadichoaquelloy

  • ella vio que lo deca deverdad. Adems, nunca lohubieradudadoporqueaellale pareca igual. Nosquedamos en silencio, sinsaber qu ms decir. Yo,cruzadadebrazosy apoyadaenlapared.Ella,conteniendosiempreelpataleodesusdoshijos. Entonces yo conseguqueelpequeopasasedelosbrazos de su madre a los

  • mos,yasellapudoestirarseun poco: se esponj elvestido, logr libertar sufalda de las manos del otro;parecaunachicapequea.

    Deprontoomospasosenel portal y doa Luisa seasomalaescaleragritando:Estis ah? Subid,chiquitas.

    Subieron dos muchachasqueyoya conoca; detrsde

  • ellas, laniera, conuna cajade cerillas, cogi a los dosniosyselosllevalrellanodelaescalera.

    Doa Luisa encendi lasvelas del piano, puso en elatrilunospapeles,sesentydijo:Lasalve.

    Despusdeunosacordes,las chicas empezaron acantar, pero al poco tiempodoa Luisa se interrumpi.

  • No adaptaban bien la letra ala msica; naturalmente,cantaban sin saber lo quedecan.Ella,sinaclararlo,lesense solamente el tiempoque tenan que dar a cadaslaba.Volvieron a empezar,ycuandoibanyaporlamitadyoempecaordetrsdempasos en puntillas que seacercaban. Doa Luisa, sininterrumpirse, dijo: Qu

  • vocacin, chiquitas, quvocacin!. Las cuatromuchachas que llegaban sepusieronalladodelasotrasyseecharonacantar,entrandopordondepudieron.

    Mi vida se reparti entrela escuelay aquella casa; nosqufuedelasmaanas.Encuantocogaelbastidorymesentabaalladodelamaestraempezaba a contarle lo que

  • haba hecho en casa de doaLuisa el da anterior. Millegadaall erayahabitual alas cinco y minutos, losminutosquetardabaenllegardelaescuelaatodocorrer;yhasta que llegaban las otraschicas yo ayudaba a doaLuisa en las mil cosas quehaca; generalmentecocinaba. Dejaba cosaspreparadas para terminar

  • despus de la leccin demsica. Su cocinera guisabamuy mal, y ella en cambiohaca platos catalanesmaravillosos. Cuando yo selos explicaba a la maestra,ella los ensayaba en sucocinaymedecaalotrodael resultado para queconsultasecondoaLuisalasimperfecciones que habantenido.

  • Pero no slomanipulbamosenlacocina;golosebamoscontinuamente. Yo en micasanolohabahechojamsy ella me ense. Fuese loque fuese, todo loprobbamos, hasta las cosasque no se le ocurrira a unonunca comer entre horas.Cuando haca aquellasalubias blancas con lomo y

  • perejil, preparaba siemprems de las que caban en elmolde y las que quedabannos las comamos entre lasdos con dos cucharitas depostre. Ella escoga lospedacitos de lomo y me losdabatodos,ycuandoponaelrelleno en las empanadillas,al meter en cada una unpin, una aceituna, unapasa,me ibadandoamy a

  • suchico,queseacercabaalamesayabralabocacomoungorrioncillo. Despus,cuando calentaba el aceite,frea cuscurros de pan paralasmuchachas.

    La cocinera a veces larea, porque deca quegolusmeaba tanto en lacocinaqueluegonocomaenlamesayqueporesoestabatan delgada. Ella la miraba

  • conlosojosmuyabiertos,sinrerse ni ponerse seria, y ledeca:Puesesverdad,tienesrazn;peroseguahaciendolomismo.

    A veces llegaban lasdiscpulas a cantar y tenanque esperarla porque nopodadejarloquetenaentremanos. Otras se entretenatantoconellasquellegabalahora de la cena y no haba

  • preparado nada. Entonces seazoraba mucho y dabavueltasbuscandoconlosojosaquinecharlaculpa.

    Uno de los das quemshabamos cantado, desde lasflores de Mara hasta losvillancicos,estbamosanenel portal hablando de lo quepensbamos cantar todas encorro alrededor de doaLuisa, cuando apareci su

  • marido en la puerta. Leacompaaba el mdico, ydoa Luisa se abalanz asaludarle buscando pretextosparadisculpareldescuidoenquelaencontraban.Ponalasmanos en los hombros delmdico y le deca: Ay,doctor, estas muchachas metienen loca!. Peromiraba asumaridoyyoveaquetenaansias de preguntarle: Qu

  • horaes?l sonri al orla ymir

    algrupomoviendolacabeza.Deprontoalargunamanoycogienunpuadotodosmistirabuzones, apretndolosjunto al cogote. Dijo: staeslaquetienequedartemsguerra; con estos pelos,buenadebeser.

    Las chicas se haban idodeslizando entre ellos y la

  • puertayhabandesaparecido;doa Luisa repiti unoscuantoscumplidosalmdicoysefuealacocina;lamanoquesujetabamipelolohabaido soltando todo menos untirabuznque sequedentresus dedos. Yo mirabaaquellos dos hombres quehablaban sin ocuparse demy miraba el extremo de mibucle que segua en aquella

  • mano,que loestrujabacomocuando se experimenta lacalidaddeuna tela,sin teneren cuenta que estaba pegadoamisien.

    A fuerza de tirar condisimulo consegu que losoltara; dije apenas buenasnochesyechacorrer.

    Corr como si mepersiguiesen y llevaba unasensacin muy extraa; no

  • saba si por habermecomportado yo torpemente osi por cmo se habancomportado conmigo.Tambin estaba inquieta pordoaLuisa.Miralpasarporunatiendaelreloj,yeranlasnueve. Tem que pudiesetener un disgusto con sumarido: me haba dado laimpresin de ser un hombresumamente arbitrario y muy

  • pocoamable.Noeraaqullalaprimera

    vez que le vea. El mesanterior, cuando an durabalarachadelluvias,pasabayocon otra chica junto alcastillo y nos detuvimos sinsaber por qu a ver caer losgoteronesdeuncanalnenelfoso. En esto sali l, cruzel puente y pas a nuestrolado. Llevaba un

  • impermeable pardo concapuchaechadayunpauelode seda blanca al cuello. Lachicaqueestabaconmigomedijo:

    seeselarchivero.Yyocontest:Pareceunreymoro.Cuando llegu a mi casa

    enteramente embebida eneste recuerdo,meesperabaam tambin una tragedia por

  • miretraso,perouna tragediade silencios, y precisamenteen ese momento tuve ungolpe de claridad ycomprend lo que pasaba enmicasa.

    Yo estaba ms excitadaque de ordinario, mssensible, y me pareci verlotodo claro; hice del silencioun puesto de observacin.Cuandomipadrese fuea su

  • cuarto, pregunt de pronto amita:

    Quinvinoestatarde?Ella, maquinalmente, me

    contest:Nadie.Pero en seguidamemir

    y vio que en mi preguntahaba una intencinescondida.Secorrigiydijo:

    No s, yo sal un rato,nossihabrvenidoalguien.

  • Mientras yo observaba,ella me haba observado am:comprendquedeallnosacara nada y pens buscarotra pista para micomprobacin. Me fui a lacama dispuesta a poner alotro da toda mi energa enello,peroalda siguientenopude conseguir la suficientedecisin. No es que lohubiese olvidado ni que me

  • pareciese demasiado difcildecomprobar:esquetodoelcalor, toda la trascendenciaque tena para m la nocheanteriorhabandesaparecido.Por lamaana lo vea comoalgo probable, pero noseguro, y sobre todo, comoalgo que haba decomprobarse por s solo,aunque no dejaba de pensartambin que yo no deba

  • descuidarlo. Sin embargo,mis aficiones de todos losdas tuvieron ms fuerza yvolvieronaapoderarsedemporentero.

    EncasadedoaLuisanoencontr la menor huella deborrasca; al contrario, ellaestaba esperndome conimpaciencia, sin abrir ungranpaquete que acababadetraer el ordinario. Lo

  • deshicimos entre las dos enseguida, sacando de l unverdadero ejrcito detornillos, destornilladores,martillos, metros de flexibleyaisladoresdeporcelana.

    Tenamos en aquellosdas el proyecto de hacer ungranarregloenlacasaynosdispusimos a empezar por lainstalacin de la luz;cambiamos los interruptores

  • que estaban estropeados,pusimos enchufes paralmparas porttiles en todaslas habitaciones, y en elpiano velas artificiales conbombillaselctricas.

    La empresa era tangrandequetuvequedejardeiralaescuelamuchosdasyalgunos hice escapadastambin por la maana. Searranclaesteraquehabaen

  • el gabinete para encerar elpiso, porque toda aquellainnovacin se haca por lallegada de los muebles quehaban dejado en Sevilla altrasladarse, y que al finhaban mandado facturar yestaban ya en la estacin deValladolid.

    Eldaque llegaron,a lasnueve de la maana yaestbamos las dos

  • esperndolos.Seabrieronlaspuertas de par en par y losgaanes que los traanentraronportodaspartes.

    Los nicos bultosimportantes eran cuatroenormes cajones de librosque se depositaron en unpalomar abandonado quehaba en el fondo del jardn.El resto era unos cuantosmuebles antiguos que los

  • hombres se pusieron adesembalar,ycuandoestabanen medio de su faena, doaLuisallamalacocinerayledijo:

    Anda, treles a stosunosbuenosvasosdevino.

    Pusolasmanosseparadasun trecho una de otra, comoparaindicarquefuesendelosgrandes, y la chica,mientraslesmirababeber,ledijo:

  • Menos mal que novuelven por aqu, que, si no,tambin a stos les hacaustedlamerones.

    Ellaasinticonlacabezacomo si fuese cosaindudable.

    Toda una semanaestuvimos arreglando elgabinete,quequedperfecto.

    Pusimos un gran espejosobre una consola y por las

  • paredes muy pocas cosasms:doscornucopiasyunosretratitos pequeos de lafamilia. La sillera era deesas de respaldo ovalado.Delante del sof un veladorpequeode laca y, el ltimoda, los visillos, que doaLuisahabahechoellamismade vuela blanca, lisos,fruncidos arriba y sueltoshastaabajo.

  • Cuando yo cre que yaestaba todo, la vi aparecertrayendo una enormedamajuana llena de agua yponerla en el suelo delantedel balcn. Despus fue aljardn, trajo una vara demalvasrealesylametienelcuellodelbotellnaquel.Enese momento volv a verlacomo el da que la conoc yme acord del calificativo

  • queyolehabadado.Volvaver aquella condicin suyaque yo llamabamundana yque no era ms que undesparpajo acertado en todaslascosasdelmundo.

    La obra estaba remataday las dos nos quedamos a lapuertaunratomirandocmolaluzatravesabalosvisillos,brillaba en el agua de ladamajuana y se extenda por

  • elenceradodelsuelo,porlosrespaldos de las sillas y porlascornucopias.

    Yo estaba extasiada,hubiera querido expresarlemi admiracin, me volv amirarla para decirle algo.Ella tambin me mir ytambintuvolanecesidaddedecir cualquier cosa;entonces me cogi por elbrazo yme dijo: Hoy, para

  • cenar, voy a hacer untimbal.

    Nos fuimos de allcerrando la puerta yencargando bien a lasmuchachas y al nio que nopisasenlaceradelsuelo.

    Yaenlosltimosdasdenoviembre,algunastardesdesol,envezde ira laescuela

  • saladepaseocondoaLuisanadams comer. Bajbamosasentamosenaquellosrestosde construccin que seadentraban en el ro a laderecha del puente y nosestbamos mucho ratocalladas mirando losabedulespeladosenlasislas.Cuando nos bamos de all,nos quedaba en los odos elruido del agua que se

  • arremolinaba entre laspiedras.

    Otrasveces salamosconla niera y los nios;entonces bajbamos por elotro lado hasta la iglesia delArrabal, donde siempreentrbamosunratoarezar.Ysucedi lo que tena quesuceder. Una tarde, en lapuerta de la ermita, nosencontramos con mi ta

  • Aurelia.Doa Luisa la salud en

    seguidacomosilaconociesede toda la vida, y mi ta,entre el azoramiento y lacontrariedad, empez aestrujar su cerebro parabuscar disculpas por nohaberla visitado nunca. Leagradecims de cien veceslas atenciones que tenaconmigoyledescribiconla

  • mayor exageracin loscuidados que tena queprestar ami padre, que eranla causa de que hiciese unavidatanretirada.

    Doa Luisa se sentadeprimida por aquellasdisculpas quejumbrosas eintentaba atajarla ytranquilizarla con sufranqueza. Le repeta: Notengo nada que perdonarle a

  • usted; Leticia es mi mejoramiga y yo estoy encantadade tenerla conmigo a todashoras, y pona toda suvoluntadenarrastraramitaa una conversacin msanimadaynatural.Peroamita esto le era imposible.Comprendi que tena quecambiardetemayenseguidabusc otro; el nico en quepudiese seguir poniendo su

  • acento de lamentacin: lainquietud en que mieducacin la tena. Con estoya consigui ser escuchada,pero no contaba con elcarcter emprendedor dedoa Luisa, que empez enseguidaabuscar la solucin,ycomoporelmomentonolaencontraba, para que mi taconfiase en ella le cont losinnumerables casos en que

  • haba ayudado a resolversituacionesparecidas.

    Doa Luisa hablaba decolegios, de institutos, deplanesdeestudio sincuento.Mitahablabadeeducacin:yo s bien lo que queradecir.Perocomodeloquesetrataba era de lamentarse dealgo, y de mi educacin nopoda lamentarse porque yome comportaba de un modo

  • irreprochable, se veaprecisadaahablartambindemis libros abandonados, aencarecer lo mucho que sehaban esmerado en miinstruccinylotristequeeraver que yo lo dejaba deprontoperdertodo.

    Eracasiimposiblequesetransparentase unpensamiento a travs deaquellos ojos grises que yo

  • conoca tan bien, pero almenos yo tena yasorprendida una parte de sumecanismo: cuando sequedaban fijos en un puntodurante unos segundos, eraporquealgohabapasadopordetrs de ellos, y ese algosala siempre media horadespusenunauotraforma.

    DoaLuisapropusoamita subir por el atajo para

  • aprovechar losltimos rayosdesol,arriba,enlacarretera.Mientras bamos subiendo,repiti como si siguiese elhilodelaconversacindemita: Tiene usted mucharazn, es una verdaderalstima, con el talento quetieneestania.

    Nuncamehabaelogiado;yo no haba hablado nuncacon ella ms que de cosas

  • tontas. Por qu sacaba derepentelodemitalento?

    Me result extrao y almismo tiempo meimpresion mucho. Yo nodabaimportanciajamsalasalabanzas y, sin embargo,aquella vez hubiera queridodetener all la conversacin,hacerle explicar por qudecaaquello;peroconmitadelante,nopodaser.

  • Empecaprepararenmiimaginacin un plan parallevarla a una conversacinsemejante cuandoestuvisemossolas.

    Yoibaembebidaenesto,mirando al suelo, cuando lao decir: Mire usted, ahviene mi marido con elmdico; todas las tardespasean juntos por aqu, a lasalidadelarchivo.

  • Hubo saludos,presentaciones, preguntastontassinsentido,cuandodeprontodoaLuisasedispusoapegarlahebraeneltemadeunratoantes:LaseoritadeValle vena dicindomeYomepuseamiraralcielo.

    No s cunto duraquello, nimeacuerdode loque dijeron.Mi ta, como seencontr secundada, sigui

  • lamentndose; doa Luisasiguiaportandosolucionesyrepitiendo como unestribillo: A nosotrossiempre nos gust mucho laenseanza.

    En un momento en quemi ta se diriga al mdico,yovi que le preguntaba a sumarido a media voz: T,ahora, no tendras tiempo?.lhizounmovimientoconla

  • cabezaquenoqueradecirniquesniqueno.

    Los dos caballeroscontinuaron su paseo.Nosotras seguimos hacia elpueblo.

    No recuerdo cmoterminaquellatarde,perosqueyoperdmitranquilidad.Pesabasobremunaamenaza

  • y loms terrible era que noacababanuncadeestallar.

    Todos los das, al ir acasa de doa Luisa, mepropona guardar el mscompletosilenciorespectodeaquellascuestiones.Medecaammismaque, si yono lorecordaba, todos los planesqueellahubierapodidourdirenunmomentodeanimacinirancayendoenelolvido;y

  • despus, cuando comprobabaqueaseraenrealidad,sentauna inquietud y undescontento que seapoderaban de miimaginacinynomedejabanpensarenotracosa.Lleguasorprenderme intentandohablar de estudios,pronunciando frases quepudiesen recordar laconversacin de aquella

  • tarde,ycuandoyodudabayadequeellatuvieselafacultaddelamemoriasiquieraensumnimogrado,medijoundadepronto:

    Teadvierto que lo quedice tu taes lapuraverdad;t tienes una cabeza hechaparaloslibros.

    Esper que continuase,pero no continu. Crey quemisilencioeraunpuntofinal

  • y se puso a hablar de otracosa.

    Estbamos en la cocina;empezbamos en aquelmomentoacortarlapastademacarrones que acabbamosdehacer,cuandolaodecir:

    Ay! Qu pasa paraqueaparezcasaestashoras?

    Levant la cabeza y vique no hablaba conmigo: elseor de la casa haba

  • entrado como una sombra yestaba apoyado en el quiciodelapuertamirndonos.

    l, en vez de contestar,pregunt:

    Tambin te ayuda enlacocinamidiscpula?

    Y ella, como si laconversacin estuvieseempezadahacarato,comositodo el mundo se hubiesepuestoyadeacuerdo,repuso:

  • Todo lo que yo le heenseado ya lo aprendi;veremos cundo puedes tdecirotrotanto.

    Hubounsilencioyyomeafirm a m misma queestaban hablando en broma.Sonriendo, con una sonrisaque saqu de no s dnde,mirprimeroaellayluegoal, y l, haciendo unmovimiento de cabeza, me

  • dijo:Anda,venquetevoyaexaminar.

    Yome qued paralizada;l se separ como paradejarmepasarporlapuerta,ysin dudar si yo ira o no,aadi: Vamos a ver esetalento.

    Yo no quise volver amirarle; me pareca que laclerameestabasaliendoporlosojos.Conloqueyopens

  • eneltrayectodelacocinaaldespacho podra llenarcientos de pginas; envejecdiez aos es ese momento.Me vi tan pequea, que medio lstima de m mismacomo slo a los mayorespuede darles lstima de lospequeos.

    No haba nada que meinspirase ms horror que unexamen. Hasta en los

  • momentos en que yo estabahabituada al estudio, elexamen me haba parecidouna cosa aborrecible, porqueyosabaquedeldesordendemi cabeza nunca conseguirasacar lo necesario en elmomento oportuno, y depronto caa en aquel lazocomo una liebre, cuandohaca ya casi un ao quellevabaunavidaenteramente

  • idiota.Entramos por la puerta

    del pasillo y me hizo sentarjunto a la mesa, frente a lagran puerta de cristales quedaba a la galera; l se pusode espaldas a la luz y yocomprend que acabaraatolondrada si seguamirando,atravsdelashojasdelaparra,elsolquedabaenel jardn. Para evitarlo, y

  • sobre todo para que l novieraque estabanapuntodesaltrseme las lgrimas, mepuse a mirar comodistradamente las cosas quehaba sobre la mesa. l mepregunt: Te gusta elmono?. Yo no me habafijado en nada, pero deprontomesaltalavistaunacabeza de mono del tamaodeuncoco,sumamenterealy

  • expresiva,conunaespeciedegorritoturcopuesto.

    llacorrisobrelamesapara acercrmela, diciendo:Parecedebronce,peroesdetierra cocida. Le levant elgorrito, que era como unatapadera, para que viese queestaba llena de puros.Despus lo volvi a supuesto, acaricindole elhocico y cambindolo varias

  • veces de posicin hastaencontrarle el punto de vistaquemslegustaba.Entoncesempezacontarmequeselohaba regaladounamigoquelo compr en Pars en laExposicin de 1900, quehaca ya ms de diez aosque se lo haban dado y noquera dejar de tenerlo sobresu mesa, en parte porque loencontraba muy simptico,

  • en parte porque aquellaexposicin sealaba unapginadelahistoria.

    Memircomoparaversiyocomprendaymedijo:

    Sabes? Entonces elmundoeraunmundodeJulioVerne.

    Yo pegu un salto en lasilla, que disimul cruzandounapiernasobrelaotra.Todami angustia desapareci

  • comoporencantoymepuseaescucharle.

    Habl durante ms dehora y media; yo no podajams repetir lo que l dijo;slo puedo decir que lascosasquenombrababrotabanenlahabitacin.

    Yo vi pasar por all aAtalfo en su caballo, vi laescala de Jacob y laguillotina de la Revolucin

  • Francesa.Alfinmetrajoalarealidaddiciendo:

    Parece que eres t laque me est examinando am. Yo hablo, hablo, y tcallada, en vez de haberteexigido que me contases loshechos de nuestra gloriosahistoria.

    Deb dejar traslucir en lacara el terror, porqueextendi una mano como

  • contenindomeydijo:No te esfuerces, la

    verdad es que no cre quesupiesestanto.

    Comoyonohabaabiertola boca, me pareci queempezabaaburlarsedemyvolv a verlo todo negro.Hice un esfuerzo inmensopara recobrar la serenidad, yalfinpudeempezaradecir:

    Le aseguro que he

  • estudiado bastante hacetiempo,sloque

    Meinterrumpi:Pero, tonta, qu crees

    que he estado haciendo?Contndote cuentos? Puesno:mepercatenseguidadeque contigo sera intilempezar con preguntas, y encambio,mientrasyohablaba,me ha sidomuy fcil ver entucaraloquecomprendasy

  • loqueno.Volvasentirmecadaen

    unaratonera,peroestavezyanomemolestyme recasihasta llorar. Salimos alpasillo, y acercndome a lapuertadelcomedor,grit:

    Adis, me voycorriendo,estardsimo.

    Llegu hasta casa sinponerlospiesenelsueloyvique no era tarde. Estaban

  • empezando los preparativospara la cena, con todalentitud. Yo no saba quhacer, porque no podaestarme quieta, y determinsalirme a la puerta y decirque me llamasen cuando sepudieracenar.

    Haca fro; nuestra calleera estrecha y oscura; slohaba en la esquina unabombilla con reflector

  • blanco, que se bamboleabasin cesar. Me apoy en elquicio de la puerta, dndolela espalda, para ver slo lapartedelacallequequedabaen sombra. El fro, quedetesto generalmente, meresultaba tan agradable alpasarme por la frente comocuando se echa un chorro deaguadecoloniaenlacabeza;y a fuerza de mirar la

  • oscuridadconsegunopensarennada.

    Una hora despus estabaen la cama tiritando yhaciendo por ver claramentetodoloquehabapasado.

    Al principio, missentimientos fueron, comosiempre, una alegra loca deque hubiesen terminado tanbien losacontecimientosquehaban empezado

  • producindome terror, y unasatisfaccin,unsaboreartodoloquehabaodoensusmspequeosdetalles.Esoeraloque yo llamaba estar en mielemento: tener algo queadmirar. Slo me habasentido en un estadosemejante algunas veces alsalirdelteatro;tanto,quenoqueran llevarme nuncaporque decan que me

  • emborrachaba con lo quevea. Solamente que esto noeracomoelteatro:uncuadrocerrado donde no se puedeentraryquenohaymediodealargar una vez terminado.Esto, al contrario, no habahechomsqueempezaryenm estaba el sabermantenerlo.

    Pens en seguida enreunirtodosmisviejoslibros

  • que haba quedado en llevaral da siguiente para ver sieranaprovechables,yaunquebien saba que mi nuevoprofesornohabadehacermenuncaesaspreguntasbruscasqueleponenaunoenelcasode demostrar que no sabenada ni nunca lo supo, quisesometer yo misma a mimemoria a una pruebaparecida. Como si me

  • dispusiese a contar el dineroque tena en el bolsillo, medispuse a repasar lo quesaba.

    Tena el recuerdo dehaberlohechootrasveces.Enlas pocas que estudiabamucho,micabezaentrabaenreaccin algunos das de talmodoquenohabamediodepararla: unas cuestiones mellevaban a otras y oa dar la

  • una y las dos en el reloj delcomedorsinpoderdormirme.Repasaba en mi memoriatodos mis libros, desde elprimero que haba ledo enmi vida hasta el ltimo, yrecordabalasfrasestalcomoestabansituadasenlapgina,conlospequeosdefectosdela imprenta, con las sealesde lpizqueyohabahecho.Despus repasaba todos los

  • versosquesabadememoria:las fbulas, las canciones, ylas oraciones por ltimo.Delos siete a los nueve aoshaca esto con frecuencia,hastaqueacababapordarmefiebre. Pues bien; aquellanoche pretend hacer lomismoymentalmenterepaslas primeras hojas de miHistoria Universal. Muy deprisa, sin ningn detalle, sin

  • ningn calor, pas por loshechos de los pueblosantiguos hasta la EdadMedia. Empec a pensar enla primera Cruzada,siguiendo mi librotextualmente,yaldecir:Lasegunda mitad, formada decaballeros acaudillados porGodofredo de Bouillon,record que por la tarde, alpronunciar ese mismo

  • nombre, mi profesor habacogido un lpiz que estabasobre la carpeta.Lo hizo sindarse cuenta y se qued conlas manos sobre la mesamanejando aquel lpiz conlas puntas de los dedos.Segnhablaba,ellpizaqueltomabaactitudesdelanza,decruz,dependn.

    Noeradeliriomo,eralarealidad misma, y

  • contemplndolo otra vez alaparecer en mi memoriaolvid el ejercicio a que mehaba sometido. Cuando medi cuenta lo reanud pordonde pude y volvi aborrrseme cien veces,siempre acosada porrecuerdosdelmismognero.

    Cada vez que recobrabala concienciame deca ammisma que haba sido tal el

  • embelesamiento de aquellatarde que no podrafcilmente borrar laimpresin; pero yo a mmisma nomemiento jams;desech en seguida esta ideayviclaralaverdaddelcaso.Lo que me pasaba era queempezaba a sufrir lasconsecuencias de miembrutecimiento.

    Laperezahaballegadoa

  • sermetanhabitualqueyanopoda lanzarme a aquellaactividad de otro tiempo:ahora resbalaba en seguida auna especie de ensueo. Meabandonaba a pensar enaquellas cosas que meenvolvan en un encanto, enun calor Aquello era unasensacin llueva para m,peroeratambin,sinduda,elresultadodelavidaquevena

  • llevando.Me haba zambullido de

    talmodoenelmundode lasmujeres,consustonterasysus pequeos vicios; staera la frase de mi confesor.Cuando me rea por misgoloseos, me contabasiempre la historia de santaMnicayme repetaaquellode acostumbrarse a no beberaguaparasercapazmstarde

  • denobebervino.Yonuncalehabasacado

    sustanciaaestahistoria,peroaquella noche cre entenderquesetratabadehabituarseaun esfuerzo pequeo parallegar a ser capaz de unomayor,yenaquella flaquezaque me acometa al intentarconcentrarme en el estudioencontr demostrado todo susentido. Entonces sent un

  • asco de ser mujer que mequitlafehastaparallorar.

    Otra vez igual que en elmomento en queme dispuseadejarmeexaminar,meviam misma con unacompasin y un alejamientoindecibles.

    Ya me di yo cuenta dequeallempezabaunanuevafase de mi vida; adquir enaquel momento como una

  • nueva facultad, que empezen seguida a desarrollarseporque ya por la noche eradiferente y mucho mscomplicada. En realidad,tena tambin lstima de mmisma, pero con qucrueldad me miraba almismotiempo!

    Me encontraba tanridculaconmispretensionesque no se fundaban en nada.

  • Embrutecida,esosobretodo;enteramente embrutecida ysin gracia, sin carcter deningngnero.

    Bien estaba parasentarme al lado de lamaestra, con mis cincuentatirabuzonescayendo sobre elbordado y mis brazos comopatas de araa estirando lahebra, pero en aqueldespacho por donde jams

  • habrapasadonadasemejantea m Discpulos s, sinduda,perochicos;brbarossise quiere, pero no esto, estoqueerayo.

    Dnde haban quedadoaquellas ilusionesqueyomehaca cuando estudiaba conmi profesora? Cada vez quedbamos leccin yoobservaba su traje sastre, susencillez, su aire varonil y

  • pensaba:cuandoyoseacomoellayprecisamentecuandome encontraba en unasituacin que ni soada paraser as, resultaba que yo eraunachicacomolasdems.Nieso, yo no era ms que unaperfectamarisabidilla.

    El desvelo que no habaconseguido al proponermepensar en los libros, me loprodujeron aquellas pasiones

  • revolvindoseme dentrohasta dolerme la gargantacomosinopudiesetragarlas.

    Vilaluzdelalbaantesdedormirme y, sin embargo, alas ocho salt de la cama;crea que no iba a tenertiempo en toda la maanapara los preparativos quepensabahacer,quealfinyalcabo no eranms que reunirmislibrosycuadernos,afilar

  • unlpizyponerpuntonuevoalapluma.

    Una vez hecho me vest,ynomepusesobreelvestidoel delantal blanco de otrosdas porque decid ir a laescuela slo para contar a lamaestra mi nuevo plan deestudios y decirle adis.Mepuse un traje escocs rojo yazul, porque era el msoscuro que tena y porque

  • una vez haba odo a miantigua profesora elogiar lastelasescocesas.

    Nadamscomermefuiamicuartoparacogerlotodoymarcharme, pero de prontome acord de una cosa yvolvalcomedor.Allestabami ta preparando la bandejacon el caf y el coac, parallevarle a mi padre a sucuarto.Mepuseahablarcon

  • ella afectando una calmacomo si estuviese por allporque no tuviese otra cosaque hacer. En el momentoqueellalevantlabandejadesobre lamesa,yose laquitde las manos y sin dejar dehablarle entramos juntas enel cuarto de mi padre. Puselascosasenlamesitajuntoasubutacayenseguidahablde algo que pudiese

  • interesarle a l. Le dije:Todoslosdasmepropongopasar por el estanco, alvolver, para comprarteescobillas para las pipas ysiempresemeolvida;dehoyno pasa. Tienes todavaalgunaquetire?.

    Mi padre me ense laque tena en la mano.Yo lepromet que al da siguienteselaslimpiaratodas.Revis

  • de pasada las dems, toqutodos los objetos que habasobre lamesa y al fin di unbeso a mi padre y memarch.

    Melataelcorazncomodebe latirles a los espas.Haca ya muchos das queproyectaba aquello y nohaba tenido fuerzas parahacerlo.Medijeammisma:Enfin,yaesthecho.

  • Fui corriendo a laescuela; aunque no, no fuicorriendo, porque sin eldelantalblanconomeatrevaa correr. Pero llegu enseguida.Todavanosehabasentadonadieensusitio.

    Mi llegada bast paradesorganizar la tarde,porquelamaestramismadijo:

    Ya s, ya s lo quevienesadecirme;desdeayer

  • porlamaanasyoquevasadarclasecondonDaniel.

    Yoledije:Entonces lo ha sabido

    ustedantesqueyomisma.Y le cont en pocas

    palabrascmohaba sidomiprimeraleccin.Claroqueselo cont del modo especialque yo le contaba las cosas,muy por encima y como enbroma, recalcando bien el

  • aspecto cmico que pudieratener el susto que me haballevado.

    Ella estaba radianteporque, aunque senta midesercindelaescuela,alfiny al cabo haba sido la queme haba presentado enaquellacasa.

    Me hizo prometer milvecesquevolveradecuandoen cuando y las chicas me

  • despidieron ruidosamentecongritosyabrazos.

    Cuandoyaibaasalir,unachica poco ms alta que yovino hacia m y yo cre queiba a volver a abrazarme,peroellamemirdearribaaabajo,merodeconunbrazola cintura y me hizo dar unpardevueltasdebaile.

    Me escap en seguida, ycuando ya iba por la calle

  • comprend que aquello nohabasidounacrtica,perosuncomentariodemivestido.La chica aquella no mequera mal, pero era de lasque se fijan en todo y lohaba hecho como diciendo:Qucinturita!

    En seguida empec aimaginarme cmo estara yocinco minutos despusdelante de aquella mesa

  • imponenteconmicabezotaymi cinturita: como uninsecto, ridcula como unahormigadeesasquesemetenentodaspartes.

    Me sent tan contrariadaque me detuve para torcerpor una calle e ir a casa amudarme de ropa, pero erademasiado tarde y volv aecharaandarpensando:Porquponer tal exageracinen

  • todo? Qu necesidad tenade haber cambiado de ropaaquelda,cuandopodahabervenido como de costumbre,sin traer aquellapreocupacinenlacabeza?Yle haba dicho a la maestraquedejabadeirabordarconellaporquenecesitabatodoeltiempoparaestudiar.

    Estonoeraciertoporquebastabaconqueestudiasepor

  • las maanas. Realmentedecid dejarlo por irapartndome de aquellasocupaciones de mujer, y nisiquiera en el momento enquehabatenidolucidezparatomartaldecisinhabasidocapazdedejardeponermeunvestiditodecircunstancias.

    Enfin,elcasoeraqueyame haba deshecho de lamaestra. En cambio, mi

  • relacincondoaLuisaibaaser cada dams estrecha, yella era mucho msabsorbente que la otra.Llegara yo a podertransformarla, o ella mismacomprendera? Porque,despus de todo, ella habasido laquehabadecididoelcambiodemividacomoporrealdecreto.

    Cuando llegu a su casa

  • me pareci encontrarla muybien dispuesta. Nada msvermeconlacarterallenadelibros solt su delantal, mehizoponerlosen lamesadelcomedor y se enfrasc enellos. Abri la geografa,empez a buscar algo ycuando yo, harta de esperar,ibaapreguntarlequ lea, lacerrymedijo:

    Estaba viendo el lugar

  • que ocupa el Levante deEspaaenlaproduccindelaseda.

    Qu extraa curiosidadme result aquello! Pero nodije nada. Ella cogi unoscuantos libros en la mano,me dijo que recogiese elrestoyquemeinstalaseeneldespacho;allpodraestudiarsinquenadiememolestase.

    Detrs de nosotras, con

  • sus pasos insensibles, entrmi profesor. Doa Luisa ledijo: Ya ves que no estabaperdiendo el tiempo, y sefueenseguida.lrevismislibros en un momento y losdesahucitodos.Medijoquehaba que pedir aValladolidlos textos del Instituto y sepusoahacerunalista.

    Antes de que terminase,doa Luisa apareci en la

  • puerta.Dijo:Os interrumpo porque

    s que todava no habisempezadoatrabajarenserio.

    Sequedunratocallada,apoyada en el borde de lamesa.Susmanoslargasytandelgadas que dejaban ver elmovimiento de los tendonesbajo la piel, tenan pegadosalrededor de las uasresiduos de masa de harina.

  • Ellaempezaquitrselosdeunas con otras, diciendo almismotiempo:

    Maana, cuandovengas, antes de ponerte aestudiar, tenemos que tomarlas medidas para lasestanteras de este despacho:los libros all en el palomardebenestaryaalimentandoalosratones.

    Cuando hubo terminado

  • la lista, aunque no habadicho nada al hablar doaLuisa de las estanteras, miprofesor dijo echando unamirada alrededor de lahabitacin:

    Me aterra la idea detener que ponerme un da aordenartodosloslibros.

    Yo sent que aqulla erala ltima frase de la tarde.Todo haba quedado en

  • preparativos. Dije hastamaana!ymemarch.

    Al llegar ya cerca decasa,meacorddeque tenapensado aquel da entrar porlapuertadedetrs,perotodohaba languidecido tantoaquella tarde, mi nimoestaba tan apagado, que medijeammisma:Paraqu?,y segu por el camino desiempre. Ya en el ltimo

  • momento, pens: Es indignodesfallecer as. Torc laesquinayentrpor lapuertadelhuerto.

    En la cocina estaban elama y la criada, que no seasombraron al verme; meacerqu a calentarme lasmanos en la lumbre ypreguntdepronto:

    Vinohoyelmdico?No, por qu? me

  • dijoelamaconsuacrituddecostumbre.

    Yorespond:Por nada,me duele un

    poco la garganta y aad; bien podra venir msfrecuentemente y no dejarque mi padre se pase lastardessolo.

    Nadie contest.Disponindome ya amarchar,dijean:

  • No vino nadie hoytampoco?

    Nadiedijoelama.Fuialcomedor.Mitano

    estabaall.Abrelaparadorycomprob la seal que yohabahechoenlaetiquetadelcoac. Estaba apenasempezado cuando yo servuna copa y ahora faltabancasidostercios.

    Aquella noche, en la

  • mesa, observando ya contoda lacerteza, fuimidiendolas dimensiones delmal, losestragos que haba hecho ylosquepodrahacer.

    Enunprincipioestabatanabrumada que nome atrevaa levantar los ojos del plato,perooalamanifestacinquehaba dado origen a misospecha. En realidad,aqulla era la nica: mi

  • padre, cuando hablaba,pronunciaba muy mal. Loque deca era perfectamentesensato, pero las erres sobretodo no poda pronunciarlas.Avecesrepetaunapalabrayno consegua que la segundavez le saliese mejor que laprimera.

    Yopens:Probablementeno pasar de aqu, ser unhbito adquirido en la

  • campaa y tendr lasuficiente voluntad para nodejarlo crecer. Con esto meconformaba, pues no se meocurrinisiquierapedirenelfondo de mi alma quedisminuyese.Comprend queeracomounanieblaartificialque formaba en torno suyopara quedar escondido, paraaislarse. Vi tambin que mita estaba en el secreto y

  • contribua al aislamiento dela casa. Lo comprend tanbien, que me propuse noestorbarlesensuacuerdo.

    Cuando me met en lacama, mi tristeza erainmensa, pero al mismotiempo me senta descansarenella:eracomotocartierrafirme, sufra por algoverdaderamente doloroso, nomedebatacomootrasveces

  • en aquellas aventurasangustiosas de miimaginacin. Todava eracapazdesufrirdeverdadporalguien; mi alma no estabaenteramenteperdida.

    Aquellanochedormconunsueomaravilloso.

    Era inevitable dar cuentaen mi casa de las nuevas

  • ocupaciones que me habacreado. Pens hablar slo amita,peronotenaganasdevedaponerlosojosenblancosin dejarme llegar al fin, ycon mi padre me era difcilhablar, sobre todo desde queconocasuestado,porqueyome esforzaba ms de lonecesario en hacerlecomprenderyaquellomismoleestorbabaparaentenderme

  • ms que su propioentorpecimiento.

    Decid hablar cuandoestuviesenlosdosjuntos.Asque por la maana sal,compr las escobillas, ymientrasmipadre tomabaelcaf me puse a limpiar laspipas. De paso, empec ahablar de mis estudios, yempec intencionadamenterecordando cmo mi ta se

  • haba lamentado de miabandono de los libros, queera lo que haba inspirado adoaLuisalaideadeaquelladecisin. Con esto no tuvoms remedio que asentir,puestoque ellahaba sido lainspiradora, pero suslamentaciones empezaron enel acto, como si lo que yoestuviese diciendo quisieradecir: En vista de lo que t

  • dijiste, yo no estudiar en lavida.

    Claro que la pobre no seopuso ni un momento. Nohacamsquerepetir:

    AversiquiereDios,aversiquiereDios!

    Afortunadamente, mipadre cort suslamentaciones, porque se leocurri preguntar en quforma habra que pagar a

  • aquellos seores el trabajoquesetomabanporm.Yoledije que la maestra, que lesconocabien,mehabadichoque eran personas que noadmitan nunca ser pagadas;elloshacanaquelloconmigocomo lo haban hecho conotros chicos, por amor alestudioynadams.

    Mi padre, enteramenteperplejo,exclam:

  • Eso es lo que nocomprendo, que la gentetrabajeportrabajar!

    Yo vi en seguida queaquellaidealeeraantiptica.Mi padre tena un conceptodel trabajo muy particular.Cuando sehablabademi toAlberto, que se haba creadotanbuenaposicinenBerna,l deca siempre: Mihermano es muy

  • trabajador!, como si dijese:Mi hermano estcompletamenteloco!.

    En seguida intentsugerirle alguna cosa quefuesems prxima a l y ledije:

    Me extraa que tprecisamente digas eso. Nocreo que todo lo que hashecho en frica lo hayashechoporquetepagaban.

  • lexclamenseguida:Claro que no, claro

    que no! Pero es muydiferente.Yoesmideber;un militar, qu quieres quehaga?Yo a eso no le llamotrabajar.

    Naturalmentedijeyo, ellos tampoco se lollaman a pasarse unas horassobreloslibros.Igualquet,completamente igual. Es por

  • un sentimiento por lo que lohacen,noporlaganancia.

    Mipadredijo:Bueno, bueno, all

    vosotros.Dentrodeunosdases Navidad y se les puedehacerunbuenregalo.

    Yo haba terminado conlas pipas y me dispona amarcharme. Al despedirmede mi padre, se me quedmirandoymedijo:

  • Te has hecho unabachillera que eres capaz dehacerle a uno ver lo negroblanco.

    Mi nica reflexin fue:Por qu tanta lucha, tantomanejo y tanto hacerequilibrios por cualquiercosa?

    Debo reconocer que, en

  • cambio,niamipadreniamita les cost nunca trabajogastar dinero en miscaprichos.Mandapedir loslibros con el cartero. Lostrajoenelactoconlacuenta,lapagaronynadiedijoms.

    Las lecciones empezaroncon regularidad, no conpuntualidad, unos das decinco a seis, otros de seis asiete,yseempezaronaunque

  • estbamos ya en diciembre,pero nos pareci absurdopensar en vacaciones cuandollevaba un ao sin estudiar.Adems,miprofesordijoqueprecisamente en aquellosdas que no tena que ir alarchivo poda ocuparse msde m y luego marchara yosolasinsentir.

    Sin sentir! Mi cabezaestaba como una mquina

  • oxidada; me pasaba lasmaanas estudiando y mecogalafrenteconlasmanoscomoparasujetadasobreloslibros. Era imposible retenerall mi imaginacin. Mehacatodognerodecargosammisma, porque saba queunavezquellegaseacasadedoa Luisa, aunque meinstalase en el despacho contodaformalidad,ellavendra

  • cada cinco minutos aproponerme una cosa. Intil,estaba encerrada en micuarto, peromi pensamientoestaba en el despacho aquel;era como si la viese llegarcontinuamente asomando lacabeza por la puerta yrecordndome las miltonteras que no llegabannunca a dejar depreocuparme.

  • Continuamente measaltaba la idea de si habratomado mal las medidas delas estanteras, de si estarabien encendida la estufao sise habra apagado antes dequeyollegase.

    Todas estaspreocupaciones meobsesionabanmientrasestabaen casa.Luego, una vez all,no pensaba en nada, pero

  • tampoco poda estudiar.Entonces empezaba el temordequelapuertaseabriesedepronto y las preguntasinoportunas espantasen mirecogimiento,ycuandoalfinaparecadoaLuisa,hablabaun poco temerosamente ydesapareca en seguida, mequedaba despus lapreocupacin de si habraestadopocoamableconella,

  • de si le habra dejadoentrever que ya no meinteresabaporsuscosas.

    Era tan difcil saber sialgo la lastimaba, lacontrariabaolaalegraba,quenohabamediodeseguirunatctica con ella; pero enrealidadestabaentristecidaycomo desorientada aconsecuencia de los hechosque ella misma haba

  • provocado.Y lo peor era que su

    marido le haca comprendersu inoportunidad sin ningnmiramiento.l le contestababruscamente cuando entrabaa preguntar algo, le lanzabauna mirada furibunda cadavez que abra la puerta, y,cuando se iba, la despedaconunasonrisitaqueparecaquererdecir:Todollega.

  • Nosporqu cuandoyovea que ni una lnea de susfacciones cambiaba deexpresin, pensaba siempre:No tieneserenidad, loque lefalta es serenidad; tienetenacidadsolamente.

    Yolaveadarvueltasporla casa como el que haperdido algo,