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METAL DEL DIABLO

AUGUSTO CÉPEDES

Décimo primera edición

Editorial Juventud

L a Paz – Bolivia

1986

El libro comienza haciendo una identificación histórica y se sitúa en 1942 describiendo el centro de

New York y un departamento lujoso, Simón I. Patiño no lee, ni habla inglés, sin embargo su

relevancia en el ámbito económico hacía la imagen de un magnate. Nobles españoles y franceses

le otorgaron mayor atención, tanto que una duquesa llegó a ser su nuera y un marqués fue su

yerno. Gozaba de privilegios simbólicos, incluso un conde francés estaba obligado a saludarlo en

castellano, ocupó cargos diplomáticos en Europa y Estados Unidos sin embargo nunca fue una

premisa el aprendizaje de los idiomas, era bilingüe, hablaba castellano y quechua.

Dueño y rey de todo un país, así era considerado, porque su imperio estaba formado por minas,

fundiciones, bancos, y mansiones ubicadas en varios lugares de Europa, América y el extremo

oriente. Aquí plantea una pregunta retórica, por qué sería necesario que hablara diferentes

idiomas, si solo bastaba el estaño.

Era considerado el quinto o sexto millonario del mundo, estadísticas contradictorias respecto a

Bolivia un país sumido en la pobreza. La segunda guerra mundial fue uno de los escenarios que

mostraron el poder de las minas bolivianas, la prensa norteamericana lo señalaba de esa forma, al

igual que la muerte de 300 mineros para solucionar la huelga con ametralladoras, siguiendo el

modelo de producción capitalista sin la más mínima sensibilidad humana.

Zenón Omonte en su adolescencia incursiona en el valle cochabambino, su llegada desde Oruro

en plena época de lluvias, junto a una remesa de libras esterlinas resguardada por la Casa Bottger

con todos lo inconvenientes de la accidentada geografía, incluso llegando a perderse por la crecida

del río la remesa por la caída del burro junto a la caja con las libras esterlinas, su búsqueda fue

realizada por los indios del lugar, la encontraron el segundo día, en medio de las piedras del río.

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Era sobrino del cura Morató, siempre acompañaba al cura a la celebración de las festividades

religiosas, su picardía llegaba al punto de conseguir una llave falsa con la que sustraía reales de la

petaca de dinero, se aprovechaba de los indios y vecinos mestizos, cobrando dinero y en especie,

durante toda su vida sus acciones siempre fueron cuestionadas debido a los problemas que

generaba.

Hace una descripción del altiplano boliviano, lejos de la costa oceánica y por encima de los 4.000

metros sobre el nivel del mar, conforma el occidente y en sus entrañas llenas de oro, cobre o

estaño, bajo el amparo de la Pachamama (madre tierra) considerada una diosa que desconoce el

amor y se compone de diversos metales.

Desde 1545 el cerro de Potosí, fue explotado por los españoles, su riqueza fue transportada en

diferentes formas, con más de cinco mil bocaminas y ocho millones de indios muertos en ofrenda

para el beneficio del Imperio Español, la diosa se alimenta de huesos y sangre para el demonio. La

forma de manipularla es evocativa, con nombres de balada a los hallazgos de las minas: Deseada,

esperanza, bien hallada, codiciada, afortunad, maravilla.

Palabras ditirámbicas: Fabulosa, good hope, destinada, positiva, salvadora.

Con toponimias áureas y argentíferas: Coquechaca, Chuquiaiu, Colquiri, Antawara.

Con nombres de mujer y de santas: María de la Luz, Princesa Cristina, Blanca, Santa Rosa, Santa

María del Oro.

Con nombres rencorosos: La buscona, la hedionda.

La diosa metálica que siempre está hambrienta, tiene un magnetismo que llama a los hombres a

sus entrañas, asimismo los mata con su aliento, que les produce tuberculosis, también los aplasta

en las galerías. Vive en la oscuridad, y la ambición del capitalismo.

Oruro es otro punto donde estaba presente, ni un árbol, ni una hoja, sucios hoteles llenos de

blancos y mestizos con botas, sacos de cuero y ponchos, así veía Omonte, que fue a conocer el

tren que observaba la llegada del tren procedente de Antofagasta, ocupado por gringos, la vid a

pesar de las condiciones propias del lugar se asemejaban al valle de Cochabamba, la gente de

gente de trabajaba en las minas llevaba su carga a Alantaña, un ingenio minero cercano al lago

Poopó, por alrededor hay varias minas como Marieta, Candelaria, Uncía y Llallagua luego más allá

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por ferrocarril a Uyuni que sigue Huanchaca, la mina más rica, de donde se extrae plata. En las

cantinas y las calles de la ciudad se oían historias de minas donde solo era necesario pun pequeño

capital para que se multiplicase por millones, los abogados estaban atentos para concretar las

maniobras de adjudicación de los cateadores, estos hombres eran solitarios que recorrían los

cerros, Omonte recibió una propuesta para hacer sociedad, el excuso que no tenía dinero sin

embargo dijo que lo conseguiría, así fue se prestó dinero de Bottger, además de que fue seducido

por los comentarios y la promesa de conocer los reinos de la diosa del mineral, dos hombres, un

español y Serevino Huachipondo, indio llamero que fue sorprendido por la fortuna.

Omonte trabajaba en Pulacayo durante su estancia en Oruro, un pueblo indígena a 4200 metros

sobre el nivel del mar, campamentos mineros alrededor de las minas, las palliris (mujeres mineras,

viudas que rescataban mineral del desmonte) cargaban el mineral en los brazos y a los hijos

pequeños en la espalda, brotaba el vapor de las minas de Pulacayo, los mineros se adentraban con

solo barreta y dinamita en mano, algunas partes de la mina exigían que uno se arrastrara, muchas

veces las galerías se desplomaban, hombres semidesnudos en su interior vivían esto a diario, a la

luz de mecheros podían observar lápidas y cadáveres petrificados con rajos con sangre negra del

mineral y sangre amarilla de los sulfuros, la coca, para los soñados por el subsuelo, los huérfanos

que tenían padres asalariados se convertían en “chivatos” niños que empujaban los carros de

mineral, también se podían ver a los lados figuras con cuernos de representaban al “tío” el diablo,

que rompía las cabezas de los mineros al desplomarse las rocas, escuchaban ruidos que asustaban

a los extraños, que sin embargo los chivatos decían tranquilamente; es una de las mulas ciegas,

efectivamente eran mulas que se extraviaban en el interior, eran utilizadas para arrastrar los

carros con mineral.

El señor Bottger era un viejo austriaco, dueño de la casa del mismo nombre, Omonte trabajaba

para él aunque odiaba eso, necesitaba doscientos bolivianos para la adjudicación de la mina “La

Providencia”. La casa Bottger era almacén de máquinas y herramientas de las minas, pulpería, casa

rescatadora y bodega de minerales, agencia bancaria y comercial que prestaba dinero a los

mineros, son estas las razones que marcan su relevancia en el contexto.

Un ingeniero inglés publicó un artículo indicando que se debía desmontar el cerro de Potosí

porque su base era totalmente de plata, asimismo Centeno aseguraba que por su recorrido a las

minas de Bolivia, tenía es conocimiento para decir que la totalidad de la base del cerro de Potosí

era de plata, y que la Huanchaca era la segunda mina del mundo, la única que la supera en

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producción es Brooken Hill en Australia, Aniceto Arce uno de sus descubridores y a la vez

presidente de Bolivia, formo la compañía Huanchaca en 1873, inauguró el ferrocarril de

Antofagasta.

El rey de España desde 1545 ya había descubierto la veta Centeno, el cerro de Potosí tenía más de

cinco mil bocaminas, con más de ochenta mil habitantes, el más pobre poseía entre trescientos a

cuatrocientos mil pesos, había tanta plata que se utilizaba para labrar vajillas, arcas, marcos,

planchas, imágenes que se encuentran en templos de Potosí, Chuquisaca y de todo Bolivia, incluso

había una fábula que decía que con la plata extraída de Potosí bastaba para formar un puente de

una vara de ancho que lo uniese con España, y que paralelamente se podía hacer otro puente con

los huesos de los cadáveres de los indios que murieron en las minas.

¿La diosa es de oro, es de plata o es de estaño?

Es de la tierra, con setenta y cinco por ciento de estaño, el mineral era de alta ley, Omonte ya se

había adjudicado una veta, incluso tenía una oficina en la ciudad de Oruro tenía un letrero en la

entrad que decía “Mina Omonte” encargada de reclutar a los trabajadores, primero vendía el

mineral a los rescatadores, luego directamente alas casas compradoras de Antofagasta con alta

ley, el precio del estaño informó que el estaño se había cotizado en 63 libras esterlinas y en 10

años subió a 200 libras esterlinas en 1906, el ingeniero decía que los gringos compraban el mineral

para hacer cascos militares en Inglaterra y Alemania. Su fortuna lo llevó a que la gente lo llamara

“el millonario” a su paso, tenía la mejor casa de la ciudad, pianos, alfombras servidumbre de

imillas, pongos y un camarero cochabambino que tenía acento chileno porque había trabajado

varios años en prostíbulos de la costa. Instaló una agencia de embarques en Antofagasta,

asimismo debido a la relevancia del estaño, Omonte empezó a hacer depósitos en Chile, París y

Londres, en uno de sus viajes a Chile compró caballos de raza, obsequió uno al presidente de la

Bolivia, incluso prometió al ejército boliviano la compra de doscientos caballos, la diosa metálica

siguió siendo fiel a Omonte con la abundante riqueza.

Los mineros bolivianos Argandoñas, Pachecos, Patiños eran llamados a salir de los pueblos para ir

a París, en 1912 viajar a París era cambiar de personalidad, permitía trasladarse al futuro, un siglo

adelante de la América colonial. Omonte viajó a Londres donde los empresarios, fundidores,

banqueros visitaban su hotel, llegó a conocer a William Harvey, uno de los exponentes de la

minería en el mundo, su relevancia a partir de su rol en el aprovisionamiento de materia prima

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para la manufactura bélica, incluso llegó a regalar un vagón sanitario y dos aeroplanos al ejército

francés, su iconografía mostraba a su familia y su supuesta descendencia noble española que

conquistaron el Perú en el siglo XVI, el editor recibió cinco mil francos y compró quinientos

ejemplares de la revista, mantenía conversaciones con técnicos chilenos y estadounidenses

respecto a los contratos, y la conclusión delos ferrocarriles.

El poder magnético de los minerales atraía a los jóvenes y maduros, clases medias, todos en

búsqueda de fortuna, la oligarquía política boliviana, no percibía en fenómeno, Omonte

necesitaba tener a un senado servicial, apara ganar los asuntos jurídicos que necesitaba salgan a

su favor, también preferencias como la concesión del monopolio de la venta de alcohol en sus

minas y el resto para la población.

“La Providencia” fue una de las minas que le proporcionó mayor fortuna, sin embargo una de los

puntos de inflexión como en la mayor parte de las minas bolivianas, la condiciones paupérrimas

para los trabajadores mineros, los de interior mina y palliris que aguardaban a los hombres para

arrebatarles unas monedas antes de que lo despilfarraran en las chicherías.

Mientras que Omonte compraba suntuosos palacios en París, uno de ellos del Marqués de Rocroi

– Fassigny, gozaba de varios privilegios de acuerdo a su estatus económico, llegando a ser

presidente de catorce sociedades anónimas con residencia en Londres, pagando a la municipalidad

de Londres para que cierre la avenida donde se encontraba de su palacio a fin de colocar un

tapizado de rosas blancas importadas desde Italia.

El contraste con la realidad de los trabajadores mineros era innegable y perceptible, utilizando

formas de explotación arbitraria tanta para los mineros en bocamina y los administrativos, prefería

contratar cada mes para evitar indemnizaciones.

En New York los periodistas preguntaban a uno de sus consejeros, el porqué de la huelga en las

minas de Bolivia, una delas preguntas era si se arreglaba con treinta centavos de dólar, es verdad

que hay más de trescientos muertos, si la huelga fue preparada desde Berlín, propiciado por el

nazismo, porque se trataría de interrumpir la producción de estaños y así cortar el

aprovisionamiento de materia prima para la industria bélica.

Luego Omonte estuvo en medio de varios escándalos y fue obligado a pagar juicios en Estados

Unidos, y cada vez se exponía a más extorsiones.

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Más tarde los periódicos de los Estados Unidos anunciaban en primera plan “¡Revolución

Nacionalista en Bolivia!” eso significaba que loa decretos ya no sería redactados en las compañías

mineras.

Finalmente Zenón Omonte regresó a Cochabamba alas últimas cuatro décadas de su vida, el

epílogo fue inspirado en la crónica del entierro del millonario Simón I. Patiño conocido como “El

rey del estaño”, retornó para la Revolución Nacional, Omonte ordenó desde Buenos Aires

obsequier 20.000 dólares, 1.000.000 de pesos para el heroico pueblo, Omonte trascendió el

subprefecto de Quillacollo hacía referencia al origen rural del millonario, hasta “los tíos” visitaron

su tumba.