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Nº 44, primer semestre del 2007 175 Hachas y cetros de metal del Noroeste argentino prehispánico Luis R. González Héctor D. Buono Introducción Los momentos prehispánicos tardíos (ca. siglos X a XVI) en el Noroeste argentino (NOA) se caracterizaron por la consolidación de extensas organizaciones sociopolíticas, el crecimiento de grandes poblados y la intensificación de las actividades agropecuarias. El desarrollo de las fuerzas productivas apuntaló el surgimiento de los liderazgos institucionalizados y de las asimetrías sociales en el acceso al poder ya los recursos. Bajo estas condiciones, la manufactura de bienes artesanales experimentó un notable impulso, lo cual se verifica, sobre todo, en la alfarería y los metales (Tarragó 2000). En este último rubro, los metalurgistas aprovecharon la experiencia técnica de siglos anteriores y transformaron algunos lugares de la región en verdaderos laboratorios de inno- vación tecnológica, poniendo a punto la aleación de bronce estañífero y diseñando sofisticados métodos de colada para elaborar objetos de cualidades singulares. Si bien los trabajos arqueológicos han dado a conocer numerosas herramientas, como cinceles y cuchillos, la mayor parte del metal producido se invirtió en la obtención de objetos de prestigio y ornamentales (A. González 1998: 367, L. González y Peláez 1999). Algunos de ellos, como las campanas ovales, las placas y las hachas con mango incorporado, alcanzaron grandes di- mensiones y, dotados con la iconografía que resumía los grandes principios de la cosmovisión de la época, tuvieron un destacado papel en las prácticas religiosas (A. González 1983: 242, 1992: 143-148).

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Nº 44, primer semestre del 2007 175

Hachas y cetros de metal del Noroeste argentino prehispánico

Luis R. González Héctor D. Buono

Introducción

Los momentos prehispánicos tardíos (ca. siglos X a XVI) en el Noroeste argentino (NOA) se caracterizaron por la consolidación de extensas organizaciones sociopolíticas, el crecimiento de grandes poblados y la intensificación de las actividades agropecuarias. El desarrollo de las fuerzas productivas apuntaló el surgimiento de los liderazgos institucionalizados y de las asimetrías sociales en el acceso al poder ya los recursos. Bajo estas condiciones, la manufactura de bienes artesanales experimentó un notable impulso, lo cual se verifica, sobre todo, en la alfarería y los metales (Tarragó 2000).

En este último rubro, los metalurgistas aprovecharon la experiencia técnica de siglos anteriores y transformaron algunos lugares de la región en verdaderos laboratorios de inno-vación tecnológica, poniendo a punto la aleación de bronce estañífero y diseñando sofisticados métodos de colada para elaborar objetos de cualidades singulares. Si bien los trabajos arqueológicos han dado a conocer numerosas herramientas, como cinceles y cuchillos, la mayor parte del metal producido se invirtió en la obtención de objetos de prestigio y ornamentales (A. González 1998: 367, L. González y Peláez 1999). Algunos de ellos, como las campanas ovales, las placas y las hachas con mango incorporado, alcanzaron grandes di-mensiones y, dotados con la iconografía que resumía los grandes principios de la cosmovisión de la época, tuvieron un destacado papel en las prácticas religiosas (A. González 1983: 242, 1992: 143-148).

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Los cabezales de hacha (es decir, las hojas de metal preparadas para ser fijadas a un mango de madera) registrados y adscriptos al lapso temporal tratado son relativamente abundantes y asumen diversas características. En términos generales, estas piezas nunca pudieron desligarse de la carga funcional contenida en el nombre ("'hachas"), habiendo sido consideradas, en muchos casos y en forma más o menos explícita, armas o herramientas (por ejemplo, Márquez Miranda 1943, Mayer 1986, Lascalea el al. 2002). o caben dudas de que muchos ejemplares desempeñaron, efectivamente, sus principales funciones en el campo de lo utilitario. Pero las características de otros cabezal es, aún cuando por su forma puedan agruparse bajo la denominación genérica, permiten proponer que jugaron un rol más cercano a lo simbólico, sin que por ello hayan dejado de ser preparadas para ejercer una eventual función de corte o para simular tal función.

El propósito de la presente contribución es explorar la capacidad funcional y simbó-lica de algunos de los cabezales de hachas de las épocas prehispánicas tardías del NOA. Además de repasar las consideraciones y la información sobre estudios técnicos realizados sobre este tipo de piezas, se dan a conocer los análisis de laboratorio que efectuamos sobre dos ejemplares de características típicas de la metalurgia regional: una hoja plana decorada por calado y un cabezal con tubo para enmangue. Si bien ambas piezas carecen de datos contextuales y de procedencia precisa, habiendo sido detectadas en una colección particular1

, los datos obtenidos contribuyen al conocimiento de los procedimientos de elaboración de metales aplicados por las sociedades prehispánicas y aportan a la discusión planteada. Los estudios efectuados consistieron en análisis químicos para conocer las composiciones de los materiales, observaciones con técnicas microscópicas, ensayos metalográficos y mediciones de microdurezas.

Las hachas del NOA: tipologías, clasificaciones y evolución

Todo apunta a indicar que fue en los valles centrales y orientales de la provincia de Catamarca donde comenzó la experimentación sistemática en la elaboración de metales, basada en el cobre y sus aleaciones (Fig. 1). Esta situación puede explicarse a partir de que la región albergaba tanto depósitos de minerales de cobre, en algunos lugares combinado con arsénico, como de estaño, aunque estos mucho más localizados (Angelelli el al. 1983, Angelelli y Etcheveny 1984). Pero, además, fue el escenario, desde aproximadamente mediados del primer milenio antes de la Era, para el desarrollo de comunidades aldeanas en cuyo seno tuvieron lugar acelerados procesos de desigualdad social y elaboradas actividades cúlticas. En forma paralela, aumentó la demanda por bienes de prestigio y vinculados con las esferas religiosas. En tal sentido, la trayectoria de la tecnología metalúrgica en el NOA estuvo íntimamente ligada al paulatino aumento de la complejidad de las organizaciones sociales y la consiguiente consolidación de grupos políticos dominantes. En este marco, la producción de metales, más que dirigirse a obtener herramientas para las necesidades cotidianas, se orientó hacia los objetos ornamentales y simbólicos (A. González 1998: 367, L. González 2004: 9).

1 Las piezas estudiadas integran la colección Brodersohn, de Buenos aires.

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Figura l. Región centro-oriental de la provincia de Catamarca. Se indican las áreas con depósitos de cobre y de estaño.

Las evidencias arqueológicas muestran que en contextos correspondientes a la

entidad sociocultural Ciénaga (ca. 200-600 dC) ya se encuentran hachas, descritas como "en forma de T de hoja rectangular delgada (8); son de bronce con un porcentaje entre 1,9 Y 3,54 de estaño y 1.45-1,29 de arsénico" (A. González 1979: 116). Un notable incremento en la sofisticación técnica aplicada a la metalurgia en general y a las hachas en particular puede advertirse con la hegemonía de las sociedades La Aguada (ca. 450-900 dC), momento en el cual algunas piezas adquirieron complejas formas y fueron dotadas de una elaborada decoración. A partir del siglo X, los tipos de hachas se diversificaron y, aunque en muchos casos se recuperaron rasgos decorativos de la anterior tradición tecnológica, los ejemplares asumieron cualidades propias.

Las primeras menciones detalladas acerca de las hachas del NOA fueron efectuadas por Juan B. Ambrosetti (1904) en su obra liminar sobre los bronces de la región. Cabe indicar que, para la época, el conocimiento arqueológico era insuficiente como para ordenar los materiales de acuerdo a criterios cronológicos, por lo cual Ambrosetti sólo pudo proponer un esquema tipo lógico-descriptivo. No obstante, fue capaz de percibir que, más allá de la clasi-ficación funcional, algunas hachas habían tenido un rol que trascendía lo meramente utilitario. Por ejemplo, consignó un acápite llamado ''Tokis o hachas de mando" expresando que "el signo característico de estos tokis es el gancho que todos tienen en el borde superior con la curvatura dirigida hacia el tilo" (Ambrosetti 1904: 236).

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Dividió a los tokis en dos grandes grupos, los "planos" y los "con agujero de encabar" (Ambrosetti J 904:237). Para los del primer grupo (en el cual, como se verá, se ubicaría nuestra pieza estudiada N° 1), explicó que la hoja se aseguraba al mango mediante tientos de cuero (Fig. 2). Acerca del segundo grupo (que incluye a nuestra pieza N° 2), tuvo la oportunidad de examinar un ejemplar completo:

“... se diferencian de los anteriores (los planos) por haber sido fundidos en una sola pieza dejando libre en el centro un gran agujero vertical que permite pasar por él el cabo o mango. que era un simple palo redondeado con un rebajo en la parte que se adaptaba a dicho agujero y terminado por una perilla gruesa y baja algo redondeada y con pequeños surcos concéntricos en su vértice" (Ambrosetti 1904: 241, el agregado entre paréntesis es nuestro).

Con su habitual perspicacia, Ambrosetti tomó nota de que en los tokis con tubo para

enmangue se reconocían, plasmados en el metal y con intención decorativa, los puntos de las ataduras con tientos de cuero según el anterior procedimiento. Sobre el particular, refiriéndose a una pieza procedente de La Paya, comentó que "el artífice conservó la memoria del viejo sistema de en cabal' y señaló la antigua costura con botones de metal dispuestos en la parte posterior verticalmente, casi exactamente que las puntadas" (Ambrosetti 1904: 241, 1907: 48, Fig. 22). De igual modo, sugirió una diacronía entre los dos grupos de tokis: indicó que en la necrópolis de La Paya aparecía el tipo plano con gancho y también "el tipo más moderno, o sea de canuto" (Ambrosetti 1907: 429).

Figura 2. Hacha con mango de madera completo. Obsérvese la modalidad de fijación, con tientos de cuero (San Juan Mayo, largo total aproximado 43 cm, redibujado de Mayer 1986,

figura 347).

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Hubieron de pasar varias décadas hasta que las hachas del NOA fueran vueltas a tratar dentro de un planteo comprehensivo de la metalurgia prehispánica. Alberto R. González (1979: 97) propuso una clasificación de las piezas que, indicó, se basaba en la forma de enmangado pero en la que incorporó otros atributos. De acuerdo a tal clasificación, nuestra pieza N° I podría integrarse al tipo AA ("con forma de T con hoja decorada"). En cuanto a nuestra pieza N° 2, según la propuesta de A. R. González, se ubicaría en el tipo A.3 ("con alvéolo para encastrar el mango"). Acerca de los ejemplares de este tipo expresó:

"En algún momento, posterior al uso de este tipo de hacha o contemporáneo con ellas en el comienzo (se refiere a las hachas A.2, con mango incorporado, sobre las que haremos referencia en breve), aparece un importante cambio tecnológico. Por el momento ignoramos si se trata de un invento local o si fue introducido desde afuera, nos referimos al hacha de alvéolo para enmangado (socket). Estas últimas pudieron derivar de las de formas de hachas de T ... pero posee, al mismo tiempo, una serie de características reminiscencias de las imágenes felínicas que demuestran una indudable mezcla con las hachas decoradas del tipo A l ... Las formas más simplificadas de las hachas de alvéolo perduran hasta los últimos momentos de la época tardía como lo demuestran los hallazgos hechos en La Paya ... Allí todavía persisten, junto con la de orejuelas, simple y de hoja triangular, con voluta sobre el borde ... Las hachas de alvéolo se han encontrado también en la Puna ... pero el mayor número procede de la región valliserrana y de allí irradiaron hacia la Puna, la Quebrada de Humahuaca y Santiago del Estero ... Estas hachas son de bronce con un promedio de estaño que oscila entre 3,38 y 10%. Es probable que el hacha de T con gancho en el borde tuviera un origen antiguo en el Período Medio... " (González 1979: 111; el agregado entre paréntesis es nuestro).

En resumen, la propuesta de A. González implica una trayectoria formal de las hachas

complejas que se iniciaría con los cabezales del tipo A.1 de contextos Aguada, caracterizadas por un estrangulamiento en su parte media para la fijación del mango (Fig. 3). A estos objetos A. R. González (1998: 237-238) los llamó "cetros, indudablemente símbolos de poder y jerarquía política y/o religiosa" y señaló algunos detalles relevantes:

"(Los cetros) son muy parecidos o iguales a algunas hachas pero carecen de filo. Llevan en el talón una imagen que seguramente copian al felino con la "corona flamígera", que aparecen representados en la cerámica; los ojos son círculos concéntricos. Las fauces tienen indicación de filas de dientes y colmillos en N; llevan una cresta supranasal recurvada y otro agregado triangular sobre el morro" (González 1998: 237-238; el agregado entre paréntesis es nuestro). Agregó que estas piezas son "muy escasas y sólo debieron ser utilizadas por los altos

jerarcas. Algunos especímenes carecen de filo y fueron, por lo tanto, cetros o emblemas de poder. Otros fueron, seguramente, usados en los sacrificios humanos" (González 1998: 103).

De estos cetros derivaría el tipo A.2, es decir, las hachas que cuentan con hoja y

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mango fundidos en una sola pieza (Fig. 4). Se conocen muy pocos ejemplares (véase Mayer 1986) Y los ejemplares enteros promedian una altura en torno a los 30 cm. Cuentan con un mango plano, que en su extremo suele mostrar una perforación como para pasar un elemento de sujeción y está decorado en líneas en relieve con motivos que combinan pequeños rostros humanos, grecas y espirales encadenados y círculos. La hoja a veces adopta un contorno trapezoidal, con un gancho en el borde superior, mientras que en otras ocasiones termina con filo curvo. En algunos ejemplares, el talón incluye apéndices que se desprenden como rayos y en otros termina con apéndices en gancho y suele mostrar decoración de líneas de puntos o de pequeños rostros humanos. Sobre estas hachas se indicó que:

Figura 3. Cetro de La Aguada (NOA, largo 38 cm, Museo de La Plata)

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" ... conservan todavía claramente la imagen felínica. Aparte de las diferencias tipológicas llevan algunos elementos estilísticos típicos de la cultura de Santa María. tales como las grecas y los rostros antropomorfos. Creo que pocas dudas caben de que estos ejemplares muestran una mezcla de estilos diferentes y marcan un momento de transición entre dos culturas." (González 1979: 103, I l 1).

Figura 4. Hachas con mango fundido (NOA. Izquierda, largo 27 cm;

derecha, largo 24,5 cm, Museo Etnográfico).

Entre las hojas de hacha con orejas para enmangado, también llamadas "en T", de los momentos prehispánicos tardíos, cabe distinguir, por lo menos, dos grandes categorías. Por un lado, se encuentran los cabezales gruesos y pesados, con filos anchos, amplias orejas, a veces protuberancias laterales y en ocasiones con forma de · 'ancla". Con seguridad estas últimas y, probablemente, un buen número de las otras, se corresponden con la época de la dominación incaica en el NOA, a partir de la primera parte del siglo XV. Estas piezas carecen de elementos decorativos y de acuerdo a los ejemplares que pudieron ser observados, suelen mostrar signos de violencia en los filos, por lo cual, tentativamente, pueden ser inscriptas como herramientas. Por otra parte, están las hojas delgadas y con orejas pequeñas para fijar al mango. En la mayor parte de los casos fueron provistas de un gancho, de borde liso o aserrado. Algunas asumen una

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forma trapezoidal, con un filo angosto y recto, mientras que otras presentan filo en medialuna. En cuanto a los cabezales de hacha con alvéolo, no está claro si el diseño surgió de un

desarrollo de los metalurgistas del Noroeste, como apuntara Nordenskiold (1921: 61), o se trata de la adaptación de un modelo externo (A. González 1979: 111). Al respecto, se conocen cabezales fundidos con tubo para encastre procedentes de contextos Vicús (véase Carcedo 1998, lámina 154). Como fuera, los cabezales del Noroeste tuvieron amplia distribución en la región y algunos ejemplares fueron recuperados en el norte de Chile (por ejemplo. Mayer 1986, fig. 406, Núñez A. 2006: 241).

Estos cabezales adoptan dimensiones variables, desde los casi 20 cm hasta superar los 30 cm de largo. En la estructura formal pueden reconocerse dos partes. La hoja, por lo general, termina con filo curvo y siempre cuenta con un gancho, de perfil liso o aserrado, en el borde superior. En el extremo contrario, al filo se encuentra el talón, de forma rectangular o trapezoidal, a veces terminado en apéndices con reminiscencias de la "corona flamígera". En el talón, los motivos decorativos incluyen rostros humanos, ondas y puntos o guiones alineados que, como antes se mencionara, aluden a la antigua costura de los tientos de cuero. La hoja y el talón están separados por el tubo para enmangue, de sección subrectangular y en cuyos lados exteriores suelen incluirse elementos decorativos como los señalados.

Antecedentes técnicos: estudios de composición y de microdurezas

En la Tabla I hemos resumido, a partir de la información bibliográfica, los datos sobre

análisis de composición de 35 hachas del período tardío del NOA. Incluimos, además, 5 casos estudiados por nosotros aún no publicados, pero no se computaron las piezas cuyos estudios se detallan más adelante. Para la Tabla 1, se consideraron sólo los elementos metálicos. Asimismo, únicamente se tuvieron en cuenta los ejemplares analizados que, por sus características formales apreciables en las ilustraciones incluidas en las obras consultadas, podían ser asignados al lapso temporal indicado. Esto significa que alrededor de media docena de análisis se dejaron de lado, por carecer de información gráfica. De otra parte, es útil recordar que la época tardía abarca los períodos de Desarrollos Regionales e Inca de la cronología arqueológica tradicional de la región. En ocasiones, la asignación a uno u otro período de algunas piezas es difícil de establecer sin disponer de los datos contextuales. o obstante, los atributos de las hachas revisadas permiten evaluarlas como de desarrollo local, aún aquellas de clara adscripción a las épocas incaicas, como las del tipo "en ancla".

De acuerdo a sus características formales, los ejemplares analizados fueron agrupa-dos, operativamente, en 6 tipos (Fig. 5):

A) Nº 1,2,3,4,5,6,15,17,19,21,26,28,30,31,32,33,34, 38, 39 y 40: del tipo “T”, con orejas para atar al mango, por lo general pesadas y de sección gruesa.

B) Nº 9, 10 y 35: hojas con un gancho en el borde superior y filo terminado en medialuna.

C) Nº 11, 22, 25 y 29; hojas alargadas, con orejas, filo angosto y, salvo un caso, gancho en un borde.

D) Nº 12 y 16: hachas con mango incorporado.

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E) Nº 13,23,24 Y 36: cabezales con tubo para enmangue. F) Nº 14, hoja corta de tendencia trapezoidal. Aunque carece de orejas para atar,

consideramos que se emparienta con las piezas del tipo A. G) Nº 07, 8. 18. 27, 37 Y tal vez 20, en "ancla", de génesis incaica.

Figura 5. Tipos de hachas de los momentos prehispánicos tardíos en el NOA.

Para los tipos D y E, véanse figuras 4,7 Y 10, respectivamente (A, largo 11 cm, Museo Etnográfico; B, largo 21 cm, Museo Wagner; e, largo 26,3 cm, Ministerio de Relaciones

Exteriores; F, largo 7 cm, tomado de Mayer 1986, figura 102; G, largo 8,7 cm, tomado de Pedersen 1952, figura 26).

B)

C) F)

G)

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En lo que respecta a los estudios de microdureza, debe recordarse que algunas de las ventajas relativas del metal respecto de otros materiales utilizados en las épocas prehispánicas del NOA fueron su maleabilidad y su dureza. Estas propiedades permitían lograr objetos de formas complejas y. al mismo tiempo, dotarlos de la capacidad de resistir los embates del uso y aún de proveerlos de bordes de acción sobre otros elementos del entorno. Esto último, como es de imaginar, resultaba una cualidad especialmente apropiada en el caso de herramientas y de armas. Los materiales de base cobre pueden ser endurecidos de dos maneras (Coghlan 1975: 76; también Goodway 1989: 28): a) introduciendo otros elementos (aleantes) que modifican las características físicas del cobre; y b) por trabajado en frío (martillado o forjado).

En el primer caso, los aleantes dan lugar a los bronces (por lo general, con arsénico o estaño) o a los latones (con cinc, principalmente). Por ejemplo, mientras un cobre puro puede alcanzar una dureza Vickers (Hv) entre 50 y 60, dependiendo de las impurezas presentes, aleado con 13% de estaño acredita una dureza de 132 Hv (Tylecote 1987: 248). En el segundo caso, el martillado en frío, al modificar la estructura íntima del metal, lo endurece pero, al mismo tiempo, le quita su elasticidad, hasta un punto de fisura o quiebre. Para devolverle la maleabilidad es necesario recocerlo, es decir, calentarlo a temperaturas de entre 400 y 500 °C, pero esto conlleva una pérdida de la dureza.

Los estudios realizados en el Viejo Mundo muestran que los antiguos metalurgistas parecen haber combinado las características de las aleaciones y la intensidad del trabajado en frío para dotar a los instrumentos de bordes endurecidos. Coghlan (1975: 83) proporcionó datos sobre dureza de hachas que muestran valores de 221 Hv para bronces con 6% de estaño y de 241 Hv para proporciones de 13,9% del mismo aleante. No obstante, cabe recordar los dichos de Nordenskiold (1921), quien analizó la situación andina. Sobre el particular indicó que el cobre puro puede ser martillado en frío hasta alcanzar una dureza aproximada de 135 Hv. Con 5% de estaño puede llegarse a unos 212 Hv y con 10% de estaño a 240 Hv. Según Nordenskiold (1921: 111), con vista a una mayor dureza la ventaja de una mayor proporción de estaño es muy pequeña, y concluye afirmando que el principal mecanismo que utilizaron los metalurgistas indígenas para aumentar la cualidad fue el martillado en frío. Esta postura parece razonable, teniendo en cuenta las variables proporciones de estaño presentes en las hachas del NOA analizadas y que apuntan a proponer que los fundidores actuaba n empíricamente y confiaban en el trabajado mecánico para mejorar las propiedades de las piezas de corte.

En laboratorio, la dureza de un metal se define como la resistencia que opone a la penetración de una herramienta de determinada geometría, siendo los métodos más populares los sistemas Brinell y Vickers. En ambos se utilizan penen-adores, una bolilla de acero muy duro en el primer método y una pirámide de base cuadrada de diamante en el segundo. En la Tabla 2 se vuelca la información disponible sobre durezas registradas en 15 hachas tardías del NOA. El número de cada pieza se corresponde con el número asignado en la Tabla 1 y el tipo se refiere al agrupamiento operativo mencionado líneas atrás. Cabe consignar que excepto en un caso (N° 16 de la Tabla), en la bibliografía los valores estaban expresados en dureza Brinell y no siempre se aclararon las condiciones a las cuales se ajustó el estudio experimental. En la Tabla 2, los valores Vickers que se consignan deben tomarse como aproximados, pues proceden de la conversión de los originales Brinell.

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Las piezas estudiadas N° 1. Hoja de hacha trapezoidal, con filo angosto, gancho y cala dura en el cuerpo: Se trataba de una pieza alargada, con dos pequeñas aletas en el talón. El filo era angosto y con aristas redondeadas. En el borde superior, cerca del talón, se presentaba un gancho levemente abierto hacia el extremo del filo. En el cuerpo contaba con una decoración calada en forma de "fauces felínicas" vistas de frente, distinguiéndose diez dientes dispuestos en dos filas opuestas, con dos pares de colmillos y los incisivos inferiores y superiores. La hoja pesaba 425 g. El largo máximo era de 243 mm, el ancho máximo de 144 mm y el espesor promedio de 2,5 mm. El ancho en el filo era de 30 mm y en el talón de 92 mm. El alto del gancho en el borde superior era de 55 mm. La pieza, de un color pardo dorado, se encontraba en excelente estado de conservación, sin áreas de corrosión en proceso. En el sector medio del borde del talón se observaba un corte de material de antigua data. En la zona del calado central, en el interior del gancho y en el talón, los bordes mostraban restos de rebabas, algunas gruesas, remanentes de las operaciones de colada (Fig. 6).

Figura 6. Pieza Nº 1

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Nº 2. Hoja de hacha con tubo para enmangue:

Pieza compleja, compuesta por tres partes. En primer lugar, un talón rectangular, con las esquinas redondeadas. En relieve, presentaba 18 botones cuadrangulares dispuestos en dos filas paralelas en sentido longitudinal. En segundo término, se encontraba el tubo de sección subrectangular-oval, destinado a alojar al mango de madera. Mientras una de las paredes del tubo era totalmente lisa, la otra presentaba, en bajorrelieve, dos motivos en "S", con orientaciones opuestas. Por último, se encontraba la hoja, terminada con un filo en medialuna y con un gancho en el borde superior, levemente abierto hacia el filo (Fig. 2). El cabezal pesaba 680 g Y tenía un largo máximo de 231 mm, un ancho máximo de 94 mm y el espesor promedio era de 3 mm, sin tener en cuenta el sector del tubo. El largo de la hoja alcanzaba 156 mm y el alto del gancho 30 mm. El tubo para el mango tenía 29 mm de ancho en su parte externa y la sección era de 21 mm. La pieza presentaba muy buen estado de conservación, sin procesos de corrosión. Los únicos defectos que se advirtieron fueron dos pequeños agujeros irregulares, en la unión de la chapa del talón con el tubo para enmangue, y una fisura, en una de las aristas externas del talón. Se observaron también algunas rebabas de colada, las que tendían a concentrarse en la zona del gancho sobre el borde superior (Fig. 7).

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Figura 7. Pieza Nº 2.

Estudios de laboratorio Análisis químicos

De cada una de las piezas se extrajeron dos pequeñas muestras de material, del orden de los 100 mg, interviniendo los bordes, en especial en los sectores con rebabas. Las muestras fueron sometidas, previa una limpieza superficial de pátina, a un sistema de microanálisis dispersivo en energía EDAX DX 4 con detector de Si-Li, acoplado a un microscopio electró-nico de barrido Philips PSEM 500. En la Tabla 3 se resumen los resultados (% en peso). Las muestras l y 2 corresponden al hacha N° l Y las 3 y 4 a la N° 2. Los valores consignados para cada una representan los promedios de tres mediciones realizadas en diferentes microsectores.

Observaciones Macro y microscópicas Los objetos fueron detenidamente estudiados con lupa binocular a diferentes au-

mentos con el propósito de identificar rasgos que dieran pautas sobre los procesos de manufactura aplicados. En este sentido, en el hacha N° l la presencia de gruesas rebabas en los bordes del calado, que representa las fauces y que se aprecian con mayor detalle desde una de las caras de la pieza, sugiere que la misma fue obtenida por colada en un molde abierto, siendo la cara superior aquella que se corresponde con la abertura del gancho orientada hacia la derecha. La pérdida de material, en la parte media del talón que fuera señalada y que sería de antigua data, parece haber sido producida por "palanqueado" con una herramienta de presión, combinando corte y movimientos verticales alternados. Esta operación provocó microfisuras en la zona aledaña. Se constató, además, que el final de la voluta del gancho, si bien alcanzaba a tocar el borde de la hoja, no estaba adherido a ella.

En cuanto al ejemplar N° 2, el tamaño y la distribución de las rebabas de colada son mucho menores. Las cualidades formales de la pieza y la terminación de los bordes sugieren que habría sido obtenida por colada en un molde compuesto por lo menos de dos valvas y

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disponiendo un noyo o núcleo sólido de material refractario, que permitió la conformación del tubo para enmangue. Es probable que las pequeñas perforaciones que se observan en la unión del tubo con el talón se relacionen con la colocación de finos elementos de sujeción, para mantener al noyo en su lugar durante la colada. Por otro lado, se considera que la boca de colada pudo estar ubicada sobre el gancho o en el área del tubo. Esta última idea se sustenta en la presencia de una rebaba perimetral en la abertura superior del tubo. En cuanto a la fisura advertida en una de las esquinas del talón, se considera que es de antigua data y que se produjo por un exceso de tensiones en la zona, tal vez provocadas por un golpe violento.

Análisis Microestructural Los estudios microestructurales fueron realizados con el fin de confirmar los eventos

de manufactura postulados a partir de las observaciones macro y microscópicas, así como para establecer la existencia de procesos de trabajado mecánico luego de la colada. Para ello, se realizaron observaciones directas y sobre réplicas en acetato de las áreas seleccionadas en cada pieza. Las superficies fueron pulidas en una secuencia progresiva con papeles de desbaste desde los tipos 280 hasta 1500 y luego con pasta de diamante de 6m (micrones) y de 1m, hasta lograr lo que se denomina acabado a espejo. Luego, las áreas delimitadas se atacaron con una solución de agua destilada (H20), ácido clorhídrico (HCI) y cloruro férrico (FeCl3), con lo cual quedaron expuestas las microestructuras de los materiales.

En la pieza N° 1, se observó que la zona del encastre no presentaba signos de defor-mación por trabajado, exhibiendo una estructura dendrítica denominada "estructura primaria de solidificación", con algunos defectos y óxidos en los límites de grano. En cuanto a la zona del filo, tanto las observaciones en ausencia de ataque ácido como las posteriores luego del reactivo, no constataron deformaciones significativas en la microestructura, la cual presentaba la misma disposición dendrítica de los óxidos detectada en el área anterior y pequeñas fisuras atribuibles a un defecto de solidificación. Ello apunta a indicar que las operaciones de trabajado mecánico realizadas fueron muy leves y no estuvieron destinadas, por ejemplo, al endurecimiento del filo.

En la pieza N° 2 se prepararon áreas en la zona superior de la unión del talón con el tubo de enmangue y en el filo. En el primer caso, las observaciones constataron, a partir de la disposición de las dendritas, la inexistencia de signos de deformación mecánica. También fue descartada la eventualidad de una soldadura o unión mecánica del tubo con las partes adyacentes, quedando confirmado que la pieza fue colada en un único evento y que el material, de acuerdo al tamaño de los granos, tuvo un enfriamiento lento, compatible con el uso de un molde cerrado. En el área del filo, por su parte, las observaciones previas al ataque de reactivo revelaron la presencia de óxidos que adoptaban una estructura dendrítica, mientras que luego del ataque se pudieron documentar granos muy pequeños en relación a los detectados en el sector del tubo y con líneas de deslizamiento. Estos rasgos fueron interpretados como resultado de operaciones alternativas de trabajado mecánico y recocidos sobre la pieza colada.

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Estudios de Microdureza La realización de este ensayo se vio dificultada por la convexidad de los filos de las

piezas, lo que comprometía la correcta aplicación del elemento de penetración del microdurómetro Vickers. Ante tal circunstancia, las mediciones en los bordes de los filos y hacia el interior de las piezas fueron tomadas a intervalos de 10 mm. En las Figuras 8 y 9 se grafican los valores obtenidos, los cuales se ajustan a la información metalográfica.

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Discusión y conclusiones En la metalurgia prehispánica del NOA, las hachas conformaron uno de los grupos de

objetos preferidos para su elaboración desde los inicios de la tecnología en la región, en torno a principios de la Era, hasta el momento de la llegada europea. Más allá del significado instrumental contenido en el concepto "hacha", en las tipologías para describir la trayectoria, variantes y funcionalidad de estas piezas, varios autores pusieron de relieve la íntima asociación que ellas mantuvieron con las prácticas cúlticas de las sociedades originarias de la región. En tal sentido, los sacrificios humanos en general y los cercenamientos ceremoniales de cabezas, en particular, parecen haber formado parte fundamental de los rituales desde épocas muy tempranas (A. González 1983). El crecimiento de las organizaciones sociales y de las actividades cúlticas, por un lado y el desarrollo de las técnicas metalúrgicas, por otro, establecieron una relación dialéctica a partir de la cual el metal se transformó en el material privilegiado para representar la esencia religiosa (el A. González 2004: 21).

Es durante el Período Medio, en el contexto de las sociedades de La Aguada, cuando esta relación se muestra en todo su esplendor. Las famosas placas de bronce de esta época muestran a menudo, como imagen central, al personaje denominado "El Sacrificador":

"Este personaje del sacrificador, representa, a nuestro entender, al sacerdote o shamán en el momento de ejecutar el rito propiciatorio de ultimar a una víctima humana ofrendada a la deidad. En ese momento el sacerdote y la víctima propiciatoria casi se identifican con la deidad solar" (A. González 2004: 23).

Es importante consignar que "El Sacrificador" está definido a partir de los instrumen-

tos de corte que cuelgan de sus brazos, algunos de los cuales son hachas con hojas que cuentan con un gancho en su borde (véase, por ejemplo, A. González 1992, lám. 50 b, 2004: J 820: también L. González 2002: 25). Al respecto, Alberto R. González resaltó que "En Aguada la importancia del hacha en el rito sacrificatorio, su asociación al símbolo felínico y como emblema de poder es innegable. La hoja del hacha aparece representada con la imagen de la deidad y del sacrificador", materializando el objeto la "expresión de poder y del sacrificio" (A. González 1998: 126).

Desde nuestra óptica, la antigua concepción del hacha con gancho en el borde no sólo mantuvo en los siglos que siguieron su potencial como símbolo de poder y religioso sino que, en el marco del aumento en la complejidad de las organizaciones sociales, habría adquirido mayor fuerza. Es probable que el aumento en el tamaño de los objetos de metal vinculados a las actividades religiosas, tal como se registra a partir del siglo X en las placas, las hachas y las campanas ovales (A. González 1992: 184), represente una amplificación de los escenarios rituales y, al mismo tiempo, de las prácticas cruentas. Un interesante testimonio histórico de los momentos iniciales de la conquista, acerca de sacrificios humanos, proviene del Norte Chico chileno, región que tuvo muchos elementos arqueológicos y etnográficos en común con el NOA. Dos españoles hicieron mención de " ... un indio que hacía muchos años tenía por oficio sacrificar... vestido con una ropa larga ... y en lugar de bordón traía un hacha de cobre, y lo que sacrificaba este indio eran hombres ... " (en A. González 1992: 186-187). De igual

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modo, hasta no hace mucho, perduraban en ciertas celebraciones folclóricas de la provincia de Catamarca, como la llamada "Fiesta del Chiqui", elementos que remiten al antiguo culto de la cabeza cercenada (véase A. González 1992: 185-186. Gentile 200 1).

Además del gancho, en algunas hachas de los momentos tardíos son reconocibles rasgos inaugurados en la tradición metalúrgica de La Aguada, como la "corona flamígera" presente, sobre todo, en los talones de las hachas fundidas con su mango. La representación felínica se muestra en todo su dramatismo en el calado en fauces vistas de frente en la hoja de nuestra pieza o l. Esta forma de representación, por calado del metal y que aparece en los cetros Aguada, la hemos podido reconocer también en un cabezal de hacha con tubo (véase Mayer 1986, fig. 405) pero, en este caso, el calado muestra fauces vistas lateralmente, impre-sión que se ve apoyada por la existencia de una perforación circular que parece significar el ojo del felino (Fig. 10). No obstante, en las épocas tardías se imponen nuevos motivos iconográficos, como los espirales encadenados, las ondas y, en especial, las cabezas o rostros humanos que recuerdan la vigencia de las prácticas sacrificatorias.

Figura 10. Hacha con tubo para enmangue y fauces caladas en la hoja (largo 27,3 cm, Ministerio de Relaciones Exteriores).

Las continuidades entre las hachas del Periodo Medio y las de momentos tardíos, en lo que hace a los procedimientos técnicos aplicados, son más difíciles de rastrear, debido a la escasa información disponible para el primer caso. Se conocen los datos de composición de cinco "cetros" de La Aguada, los que mostraron la presencia de estaño en tres de ellos en proporciones entre 0,20 y 6,3 1% y, en un caso, con cerca de 6% de cinc (A. González 1979). Otro contenía plomo, cinc y 3,37% de plata. En el restante, el principal aleante del cobre era arsénico, con 8,33%. La variabilidad de los elementos presentes y sus proporciones en los

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materiales de esta limitada muestra pueden obedecer a la combinación de muchos factores, siendo el más simple el que se hayan procesado menas diferentes. En los momentos tardíos, si bien persiste un alto grado de variabilidad en las aleaciones, se observa un mayor control de los elementos secundarios, quedando el estaño en primer plano.

Los datos de los análisis químicos realizados sobre distintos tipos de hachas tardías (véase Tabla 1) muestran que los materiales, excepto 4 casos de base cobre, son bronces con muy variables contenidos de estaño, con su máxima expresión en 17,83% (hacha "en ancla" ° 37). Si bien no deben descartarse factores cronológicos o microrregionales para explicar parte de esta variabilidad. es posible rescatar algunos patrones de interés. Poco más de la mitad de la muestra (21 ejemplares) corresponde a los cabezales que hemos agrupado en los tipos A Y F Y que, por sus características, consideramos que, probablemente, estuvieron destinados a fines utilitarios. En este conjunto, sugestivamente, se ubican los 4 ejemplares que carecen de estaño y, además, el valor mínimo promedio de aleante (3,90%). De igual modo, los valores de microdureza conocidos (véase Tabla 2), aunque representan sólo 5 casos, apuntan a indicar que estos ejemplares no habrían recibido un tratamiento mecánico específico destinado a endurecer sus filos de trabajo. Al respecto, es probable que las piezas hayan sido coladas con su forma definitiva, no requiriendo trabajado mecánico para definir el filo y que la eficacia de la función de corte se habría basado en su elevado peso (superior a los 1,500 g). En el caso de las hachas "en ancla" del tipo G, en seis ejemplares analizados el promedio de estaño es superior (7,27%) a las de tipo A y F, pero resulta un valor distorsionado al computarse la pieza con mayor proporción de aleante de la totalidad de la muestra (N° 37, con 17,83%). De todas formas, los valores de microdureza reportados para 4 ejemplares son igualmente bajos. El resto de los tipos (B a E), hipotéticamente de carácter no utilitario, muestran un promedio de estaño de casi el doble (6,92%) que el registrado en los tipos A y F. así como valores medios de microdureza. En este sentido, proponemos que el incremento de estaño en las piezas no utilitarias pudo no estar relacionado con un mejoramiento del material para una eventual función de corte. sino con la intención de modificar su color, llevándolo del rojizo al dorado y que la mayor dureza que exhiben sus filos responde a operaciones de terminación mecánica luego de la colada con el objeto de resaltar visualmente los bordes.

Los resultados de los estudios técnicos que realizamos sobre una pieza del tipo C (No 1) Y otra del tipo E (N° 2) apuntan a confirmar las tendencias señaladas. El bronce de la primera pieza contiene 7,88% de estaño, un poco por arriba del promedio de 4 piezas similares analizadas (5,91 %). En la segunda pieza, en cambio, el valor de estaño detectado (12,98%) es casi el doble del promedio de 3 hachas con tubo analizadas (6.80%). Pero en ambos casos, tanto los datos microestructurales como los de microdurezas sugieren que, si bien los sectores del filo sufrieron procesos de acabado mecánico, más intensos en la pieza N° 2, los mismos no alcanzaron a dotar al material de las condiciones mecánicas suficientes para los desempeños esperables de las herramientas designadas hachas. En consecuencia, proponemos que ambas piezas jugaron sus principales papeles en el campo simbólico, como atributos de una posición social destacada.

Cabe concluir que el caso de las hachas tardías del NOA alerta sobre la escasa operatividad de una rígida distinción de los materiales metálicos del pasado entre utilitarios y no utilitarios, sin tener en cuenta el contexto sociocultural en el cual los objetos fueron creados

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y tuvieron desempeño. Sobre el particular, los estudios técnicos resultan una vía metodológica adecuada para enriquecer los análisis formales y estilísticos. En conjunto, ponen de relieve que en la metalurgia prehispánica tanto los procedimientos técnicos puestos en juego para la elaboración de los objetos como las capacidades expresivas que se pretendía de ellos marcharon de la mano. Reconocimientos

Los estudios técnicos de las piezas N° 1 Y N° 2 se efectuaron en los laboratorios del Centro Atómico Constituyentes de la Comisión Nacional de Energía Atómica. Agradecemos la colaboración prestada por sus técnicos, en particular Adriana Domínguez y Ricardo Montero.

Luis R. González Museo Etnográfico, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires

Héctor D. Buono ICA, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires

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Tabla 2. Durezas (Hv) registradas en hachas de momentos prehispánicos tardíos Pieza N° Tipo Hv aprox.

6 A 93-105 7 G 77-132 9 B 99-159

10 B 99-159 11 e 116-141 13 E 88-136 14 F 93-125 16 D 145-249 17 A 78-88 18 G 85-124 19 A 174-200 20 G 96-143 21 A 60-67 22 e 70-92 27 G 85-88

Fuentes: 6 a 14. Pedersen 1952: 95: 16. Lascalea et al. 2002: 89-93: 17 a 27. Trucco 1965.

Tabla 3. Composición química (% en peso) de las piezas estudiadas

Muestra Cu Sn Fe Zn Al Si S Cl 1 91.665 7.036 1.299 - Tz Tz - Tz 2 89.988 8.729 1.283 - Tz Tz - Tz

Promedio 90.826 7.882 1.291 Tz Tz Tz 3 81.254 10.969 1.828 3.217 0.747 0.214 0.971 0.575 4 81.297 15.004 2.054 0.522 0.137 0.224 0.161

Promedio 81.275 12.986 1.941 1.608 0.634 0175 0.597 0368

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