Las abejas de la miel proporcionan a los humanos algo más que dulzura natural. También ofrecen un singular ejemplo de la comunicación de información sobre objetos que no están al alcance de la mano. Algunas persona dicen que las abejas, a pesar de su simplicidad proporcionan el único ejemplo de comunicación simbólica entre los animales no humanos. Las abejas melíferas, al igual que las termitas, forman sociedades en la que existe sociedad de trabajo y cooperación.

La danza de las abejas proporciona un ejemplo arquetípico.

• A principios del siglo, un biólogo austriaco, Karl Von Frisch, empezó a estudiar las abejas enserio. Observo que, una sola abeja que encuentra una rica fuente de néctar, después de libar el alimento, emprende el vuelo de regreso a la colmena. Poco tiempo después docenas de abejas llegan a la fuente de néctar. Al principio, a Von Frisch le pareció que las abejas solo buscaban el olor que habían traído de vuelta otras compañeras. Pero también observo una intensa actividad entre las abejas que habían regresado. Las que volvían de fuentes de agua dulce recorrían el panal descubriendo agitados círculos . Las que traían polen de flores alejadas de la colmena danzaban dibujando la silueta de un ocho, Von Frisch, denomino a estas conductas la danza del néctar y la danza del polen respectivamente.

• Alejó la fuente de aprovisionamiento a distancias cada vez mayores de la colmena y determinó que cuando el alimento y la colmena estaban separados entre 46 y 91 m, las recolectoras de néctar empezaban a bailar la danza del polen en figura de ocho. Karl Von Frisch llegó a la conclusión de que esta danza estaba relacionada con la distancia a las fuentes de alimento. En este caso si la fuente de alimento se encontraba cerca hacían la danza circular