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Mi personaje, Valentín Hernández Este hombre se llama Valentín Hernández. Actualmente vive en Uruguay y vive allí desde hace ya muchos años, pero en realidad procede de Málaga. Tiene 102 años, hace dos mese le dijeron que tiene cáncer de pulmón, desde entonces espera la muerte con serenidad, pues como él dice, ya lo ha vivido todo. Vive solo, sus hijos y sus nietos viven en España, su mujer murió hace diez años, pero cuando su familia le viene a visitar, os puedo asegurar que es el hombre más feliz del mundo, cuando mira a los suyos se le iluminan los ojos y aunque no es muy charlatán, un profundo amor llena su corazón. Pesa 80 kilos, mide 1 metro 70, debido a su edad, su cuerpo es flácido, pero conserva cierta agilidad y se atisban rasgos de que antaño fue un hombre rudo y fuerte. Su piel está curtida y ennegrecida por el sol y el transcurso de los años, el pelo es escaso y blanco, normalmente grasiento, de rostro ovalado y con arrugas. Sus ojos son grandes y de un azul intenso, la mirada es cansada pero profunda. Tiene una cicatriz en el labio y otra en el pómulo derecho, heridas de guerra. Su caminar es cansado pero con pisada segura. Cuanto tiene una idea se frota las manos intensamente. A Valentín le gusta mucho escribir poesía, eso y mirar el paisaje son sus pasatiempos preferidos. Veréis, cuando estalló la guerra civil en España, él se unió al bando republicano, junto a sus hermanos, pero una batalla cambió su vida, en ella sus hermanos murieron y él quedo herido gravemente. Después de recuperarse decidió manifestarse escribiendo artículos para un periódico y luego empezó a emplear la poesía para luchar por su ideología, pero eso estaba perseguido, pues los republicanos habían perdido la guerra. Así que, al saber que le buscaban para meterle en la cárcel, se exilió a Montevideo. Por eso Valentín es un hombre melancólico, reservado y atento aunque su bondadoso pero temerario espíritu sigue siendo impulsivo, valiente y decidido. Adriana, 3º C Mi personaje, Antonio Novoa Antonio Novoa vive en un pueblo entre montañas al noroeste de Ourense. Se pelo es gris y carece de brillo aunque una vez fue rubio y reflejaba la luz del sol. En su pequeña cara ligeramente ovalada se le puede mirar a sus ojos ligeramente azulados que contrastan con sus amarillos dientes que tienen manchas debidas a su vicio al tabaco. Tiene barba cerrada y se afeita todos los días. Su piel es muy clara ya que en Galicia no pega mucho el sol. No es muy alto y camina encorvado, se le puede reconocer fácilmente por la calle por la boina y el bastón que tiene una cabeza de conejo blanca de cerámica para agarrarse que siempre lleva. La verdad es que es un buen hombre, relajado y sabio como pocos, aunque cabezón. Fue muy trabajador y la vida le ha aportado mucho conocimiento. Se jubiló hace ya unos diez años, pero aún recuerda sus días en la fábrica. Había empezado de muy abajo, trabajando frente al metal casi día y noche. El puesto lo había conseguido gracias a su abuela, que conocía a la mujer del supervisor de planta de la fábrica. Antes de los diecisiete, había trabajado como costurero en una humilde tienda de su tía, en Vigo. La familia necesitaba dinero y su tía vendía tanto como para poder pagar a su sobrino si cosía, lo que hizo que Antonio empezara con su vida laboral a los trece años, y es por eso que tiene durezas en las

Mi personaje

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Mi personaje, Valentín Hernández

Este hombre se llama Valentín Hernández. Actualmente vive en Uruguay y vive allí desde hace ya muchos años, pero en realidad procede de Málaga. Tiene 102 años, hace dos mese le dijeron que tiene cáncer de pulmón, desde entonces espera la muerte con serenidad, pues como él dice, ya lo ha vivido todo. Vive solo, sus hijos y sus nietos viven en España, su mujer murió hace diez años, pero cuando su familia le viene a visitar, os puedo asegurar que es el hombre más feliz del mundo, cuando mira a los suyos se le iluminan los ojos y aunque no es muy charlatán, un profundo amor llena su corazón.

Pesa 80 kilos, mide 1 metro 70, debido a su edad, su cuerpo es flácido, pero conserva cierta agilidad y se atisban rasgos de que antaño fue un hombre rudo y fuerte. Su piel está curtida y ennegrecida por el sol y el transcurso de los años, el pelo es escaso y blanco, normalmente grasiento, de rostro ovalado y con arrugas. Sus ojos son grandes y de un azul intenso, la mirada es cansada pero profunda. Tiene una cicatriz en el labio y otra en el pómulo derecho, heridas de guerra. Su caminar es cansado pero con pisada segura. Cuanto tiene una idea se frota las manos intensamente. A Valentín le gusta mucho escribir poesía, eso y mirar el paisaje son sus pasatiempos preferidos. Veréis, cuando estalló la guerra civil en España, él se unió al bando republicano, junto a sus hermanos, pero una batalla cambió su vida, en ella sus hermanos murieron y él quedo herido gravemente. Después de recuperarse decidió manifestarse escribiendo artículos para un periódico y luego empezó a emplear la poesía para luchar por su ideología, pero eso estaba perseguido, pues los republicanos habían perdido la guerra. Así que, al saber que le buscaban para meterle en la cárcel, se exilió a Montevideo. Por eso Valentín es un hombre melancólico, reservado y atento aunque su bondadoso pero temerario espíritu sigue siendo impulsivo, valiente y decidido.

Adriana, 3º C

Mi personaje, Antonio Novoa

Antonio Novoa vive en un pueblo entre montañas al noroeste de Ourense. Se pelo es gris y carece de brillo aunque una vez fue rubio y reflejaba la luz del sol. En su pequeña cara ligeramente ovalada se le puede mirar a sus ojos ligeramente azulados que contrastan con sus amarillos dientes que tienen manchas debidas a su vicio al tabaco. Tiene barba cerrada y se afeita todos los días. Su piel es muy clara ya que en Galicia no pega mucho el sol. No es muy alto y camina encorvado, se le puede reconocer fácilmente por la calle por la boina y el bastón que tiene una cabeza de conejo blanca de cerámica para agarrarse que siempre lleva.La verdad es que es un buen hombre, relajado y sabio como pocos, aunque cabezón. Fue muy trabajador y la vida le ha aportado mucho conocimiento.Se jubiló hace ya unos diez años, pero aún recuerda sus días en la fábrica. Había empezado de muy abajo, trabajando frente al metal casi día y noche. El puesto lo había conseguido gracias a su abuela, que conocía a la mujer del supervisor de planta de la fábrica. Antes de los diecisiete, había trabajado como costurero en una humilde tienda de su tía, en Vigo. La familia necesitaba dinero y su tía vendía tanto como para poder pagar a su sobrino si cosía, lo que hizo que Antonio empezara con su vida laboral a los trece años, y es por eso que tiene durezas en las

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manos, y una marca de una quemadura debida a un accidente en la metalurgia. Cuando fue escalando puestos en esta, que estaba a las afueras de Oviedo, fue ganando tiempo libre, y se iba con sus compañeros a la ciudad. Una tarde, después del trabajo, conoció a la que fue su mujer, Carmina. Sucedió una tarde de otoño, con el cielo encapotado. Estaba sentado en la barra del bar tomando una cerveza con un pincho de tortilla, como siempre, cuando escuchó los gritos de un camarero en una mesa detrás de él. Fue a preguntar qué pasaba y en la mesa vio a una bella mujer, joven, de pelo castaño y negros ojos. El camarero le explicó que ella quería pagar otro día y que a ellos tampoco les iba tan bien el negocio después de la guerra. Él se ofreció a pagar la consumición e invitó a la dama a pasear.Aparte de pasar las tardes con sus amigos de la fábrica, otra de las aficiones de Antonio era el montañismo, pero no tuvo tiempo suficiente para practicarlo. Recordaba que de niño, en el pueblo iba al monte, a explorar, a tener esa sensación de libertad que pocos tuvieron en la guerra. En Oviedo todo era diferente, pero no olvidaba la razón por la que estaba allí, ayudar a su familia.Ahora tiene el cuerpo desgastado y no tiene fuerzas suficientes para excursiones, pero tiene la mirada siempre perdida en la montaña, haciéndose preguntar a uno cuáles serán sus pensamientos. De todos sus hermanos solo queda él, su mujer murió en un accidente de tráfico cuando iba a visitarle a la metalurgia y no pudo tener hijos ya que era estéril. Pero de eso hacen ya veintitrés años. Aún así siguió adelante moral y laboralmente, terminando como supervisor general de la fábrica.Desde que volvió al pueblo después de jubilarse, pasa las tardes en el bar. Es un hombre de los de palillo después de comer y pitillo con cerveza. Sus amigos de la infancia han desaparecido, pero no tiene problema en conocer gente nueva, es bastante sociable y suele jugar a la petanca en la plaza, donde le conocí uno de los veranos en el pueblo de mis abuelos.

David P.

Mi personaje, Lorens D’artolli

Este hombre se llama Lorens D’ artolli, ahora vive en Cuba pero nació en Italia. Este señor no tiene más de 60 años, procede de una familia de pescadores y marineros, decidió seguir el ejemplo de todos los hombres de su familia y ahora es el capitán de uno de los barcos más famosos e importantes de Cuba.

Es un hombre un tanto extraño, mide 1 metro 60 y pesa rondando los 70 kilos, es un hombre enjunto y pequeñito, un tanto encorvado pero de una complexión ágil y flexible pero a la vez fuerte. Tiene unas manos grandes y fuertes encallecidas por los años y el trabajo y unos brazos fuertes y fibrosos aunque a simple vista no lo parezca, sus piernas son un tanto cortas, pero resistentes y fuertes, con unos músculos trabajados por los esfuerzos del pasado y unos pies acostumbrados a estar varias horas de pie y andando. Ya le queda poco cabello y es entrecano pero hubo una vez en la que fue de un negro intenso. Es de tez morena y un poco arrugada pero que la tocarla es asombrosamente suave. Tiene un rostro pequeño y curtido por el sol y el aire, de tantos años en alta mar, con una nariz un poco grande y torcida, marca de algún golpe, su boca es grande y tiene

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el labio partido. Sus ojos son grises y su mirada es inteligente, sabia y fría. Tiene una cicatriz en el pómulo izquierdo y en la frente aparecen los surcos de numerosas arrugas. Camina con una leve cojera lo que le impide caminar recto sino que va caminando con un leve bamboleo. Tiene una forma un tanto vasta de hablar, se iste con ropa un poco andrajosa sin preocuparse por su aspecto. Sabe escuchar y la vida le ha enseñado a valorar las cosas pequeñas que vienen y van, tiene una risa fácil aunque no lo parezca, una imaginación desbordante y un gran corazón. Es un poco esquivo y aunque no le desagrada la compañía evita el contacto con las demás todo lo posible. Suele meterse un palillo, que siempre lleva en el bolsillo, en la boca cuando está nervioso. Le gusta pasear por la costa y mirar la cielo y como no le encanta admirar el mar, lo único que más detesta es estar en un espacio cerrado con más de tres personas dentro y que la gente le pregunte por su pasado. Es un hombre por lo general tranquilo y pacífico al que la vida le a dado tantos golpes y disgustos que le ha enseñado a ser paciente y a no fiarse de los demás. Es un señor por lo general alegre y simpático pero cuando mira al mar y recuerda se vuelve melancólico.

Vivía con su familia en Italia, en un pueblecito de la costa del mediterráneo, sus padres y hermanos eran de una ideología más cerrada y antigua que la de Lorens, decidió conocer mundo muy joven y se alistó en el ejército. Pocos años después dimitió y siguió viajando por su cuenta. Al final se quedó en Cuba donde fundó una familia pero ahora vive solo, su mujer se fue a Europa con sus hijos y solo los ve una o dos veces al año. Pero aún así no guarda rencor en su corazón.

Sara 3ºC