Miguel Mazzeo y Fernando Stratta. Reflexiones Sobre El Poder Popular

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  • Buenos Aires, 2007

    EEDDIITTOORRIIAALLEELL CCOOLLEECCTTIIVVOO

    Reflexiones sobre elpoder popular

    Omar Acha - Daniel Campione - Aldo A. Casas Guillermo M. Caviasca - Rubn Dri - Miguel MazzeoHernn Ouvia - Mariano Pacheco - Federico Polleri

    Esteban Rodrguez - Fernando StrattaEstudiantes organizados en el FPDS

    Coleccin Realismo y Utopa

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    Esta edicin se realiza bajo la licencia de uso creativo compartido o CreativeCommons. Est permitida la copia, distribucin, exibicin y utilizacin de la

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    El autor, los integrantes de Editorial El Colectivo y los colaboradores destinansu trabajo y los potenciales ingresos generados por esta edicin al fomento de

    nuevas publicaciones de la Editorial.

    Reflexiones sobre el poder popular - 1 ed. Buenos AiresMiguel Mazzeo, Omar Acha y otros224 p., 20 x 14 cm.ISBN:Coleccin Realismo y Utopa

    Correccin: Graciela DaleoDiseo de tapa: Florencia Vespignani, Alejandra AndreoneDiagramacin interior: Pablo Solana

    Distribuye:Distribuidora Cultural [email protected]

    Editorial El colectivowww.editorialelcolectivo.orgeditorialelcolectivo@gmail.com

    Agradecemos a Len Ferrari por autorizar la reproduccin del collageque ilustra la tapa, realizado conjuntamente con Florencia Vespignanien agosto de 2002 en homenaje a los desaparecidos del campo de con-centracin El Vesubio, pcia. de Buenos Aires.

  • Con este libro, la Editorial El Colectivo comienza lapublicacin de una coleccin cuya preparacin y produc-cin ser asumida, de manera conjunta, por compaerosdel Frente Popular Daro Santilln y de Cimientos.

    Iniciamos, pues, una actividad comn que tiene el objeti-vo preciso de editar libros y difundir ideas, y cobra tambinun sentido ms general, porque asumimos este empeocomo parte de una colaboracin desde abajo, orientada ala construccin de un espacio de convergencia entre lucha-dores de diversas experiencias y tradiciones. Un espaciodesde el cual proyectarnos, conjunta y creativamente, conuna perspectiva antiimperialista, anticapitalista y de eman-cipacin social: una construccin colectiva capaz de impul-sar otra poltica y otra forma de hacer poltica.

    Lo que pretendemos es ofrecer una coleccin en la quecada libro publicado represente un aporte sobre determina-do tema y, al mismo tiempo, pueda articularse con los quele sigan, como eslabones de una elaboracin necesariamen-te colectiva, plural y abierta. Una coleccin que permita laexpresin de autores que, asumiendo e integrando la expe-riencia viva de las luchas y de las construcciones populares,

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    Presentacin

  • en toda su riqueza y diversidad, las fecunden con aportesanalticos, tericos y polticos. Una coleccin que sirva auna militancia consciente y comprometida en la lucha porla emancipacin de quienes son oprimidos, explotados, des-posedos, por un capital cada vez ms depredador y des-tructivo.

    Una coleccin que no quiere bajar lnea, sino dar unsoporte material e ideal que contribuya al desarrollo de unanueva cultura militante y de una genuina prctica revolu-cionaria, basada en la vieja y probada mxima de laAsociacin Internacional de Trabajadores: La emancipa-cin de la clase trabajadora ser obra de los trabajadoresmismos. Una coleccin de y para compaeros.

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  • "El obrero tendr algn da que conquistar la supremaca poltica a fin de organizar el trabajo

    siguiendo lneas nuevas: tendr que derrotar a la vieja poltica que apoya a las viejas instituciones"

    Carlos Marx

    "La actitud ante este algo no decidido, pero decidible por el trabajo y la accin mediata,

    se llama optimismo militante"Ernst Bloch

    Sobre lo popular

    Lejos de toda idealizacin romntica hay que reconocerque lo popular es un campo heterogneo y contradictorio.Est habitado por las predisposiciones que contribuyen conla reproduccin del sistema de dominacin como tambinpor aquellas que lo cuestionan, por las "patologas mrbi-das" y las "orientaciones sanas", al decir de Paul Ricoeur.En el medio se extiende una zona gris que, segn las coyun-

    IntroduccinMiguel Mazzeo*

    y Fernando Stratta**

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    * Docente de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y Lans (UNLa). Particip endiversas ctedras libres y fue coordinador de la Ctedra Universidad yMovimientos Sociales (UNLP, 2005) y la Ctedra Abierta Amrica Latina(UNMdP, 2006). Escritor. Autor de diversos libros, entre otros, Qu (no) hacer?Apuntes para una crtica de los regmenes emancipatorios y El Sueo de una cosa(introduccin al poder popular). Es militante del Frente Popular Daro Santilln.

    ** Socilogo egresado de la UBA. Ha publicado artculos en distintas revistas yescrito, en colaboracin, Las nuevas organizaciones populares: una metodologaradical y El tizn encendido. Apuntes sobre las experiencias de construccin terri-torial (indito). Particip en el libro Venezuela, la revolucin por otros medios?Es militante del Frente Popular Daro Santilln.

  • 8REFLEXIONES SOBRE EL PODER POPULAR

    turas histricas, es ms o menos ancha, una faja cuyosconfines pueden progresar hacia uno u otro espectro. Todapoltica que tenga como horizonte la transformacin radicalde la sociedad debe cabalgar esa contradiccin y transitaruna regin barrosa, remisa a los purismos metodolgicos ylas rmoras dogmticas.

    Zona media, confines y espectros son aqu metforasestrictas, remiten a una geografa de la conciencia. Estamosmuy lejos de toda composicin binaria, tpica de los esque-mas militares y de la izquierda ms tosca. Hablamos de unacontradiccin dialctica, constitutiva de lo popular y de lacondicin subalterna: la humanidad deshumanizada, lainsubordinacin subordinada, la definicin indefinida.

    De esta manera lo popular remite a un locus donde impe-ran mltiples paradojas, que suelen ser negadas, o padeci-das como un abismo insondable, por una parte del activis-mo de izquierda que se aferra a la falsa seguridad de susparmetros idealistas.

    A su vez, existen diferencias al interior de las predisposi-ciones reproductivas y las cuestionadoras.

    Podemos identificar entonces un modo populista y unmodo popular de la intervencin poltica popular. Para noconfundir, denominaremos al segundo modo socialista.Pero aclaramos que, en sentido estricto, se trata de modali-dades con proyeccin socialista, del socialismo como laten-cia y esperanza. No estamos hablando de definiciones ideo-lgicas, programas polticos, planes, consignas, etc. Detodas formas, suponemos que queda claro de qu hablamoscuando decimos campo popular, una cualidad extensiblepero no por eso ilimitada.

    Ambos modos parten de la identificacin de dicotomas.Pero en el caso del populismo se instituye un conflicto falsoo de segundo orden, o un conflicto cuya politicidad terminasiendo velada, preservando la armona de fondo y la repro-duccin del sistema. Por el contrario, en el caso del socialis-mo las dicotomas que valen son las sustantivas, aunque lospolos puedan presentar delimitaciones un tanto indefinidas.

  • 9INTRODUCCIN

    Los procesos sociales y polticos son dinmicos y puedenredefinir esas fronteras, pueden ampliarlas o achicarlas,pero siempre dentro de lmites ms estrictos. Esos lmitesson sociales y se fundan en la certeza de que la burguesa notiene afinidades sustantivas con las clases subalternas.Precisamente uno de los rasgos definitorios del modo socia-lista de la poltica popular es la necesidad de articular lopoltico con lo social (subalterno), de pensar y hacer polticacon un fundamento social, de ah la idea de enlazar y pro-yectar experiencias de socialismo prctico desarrolladas porlas clases subalternas, de ah el trabajo tendiente a develarla politicidad de los conflictos, incluyendo los cotidianos. Porcierto, se trata de una preocupacin ajena al populismo, queconcibe al pueblo como sujeto prepoltico y recurre al esen-cialismo o a las articulaciones meramente discursivas.

    Las intervenciones polticas populistas buscan resolverlas contradicciones sustantivas en funcin de los interesesestratgicos y de largo plazo de las clases dominantes.Despliegan un conjunto de maniobras digestivas, instauranmediaciones. No otro es el papel histrico de los rbitros dela paz social, aunque ocasionalmente alimenten algn con-flicto o restituyan algn derecho popular conculcado. Por logeneral la invocacin a lo popular constituye una forma decelebrar alguna alienacin y de ocultar la manipulacin.Para el populismo, pueblo es la frmula que conjura lalucha de clases.

    La intervencin populista instituye formas de pseudopar-ticipacin o participacin en reas marginales, sin poderdecisorio, y exige por lo tanto la mediacin de caudillos o eli-tes. El populismo es una aventura vertical, y por lo tantosus formas no crean capital social. Para el populismo la sig-nificacin universal "viene de afuera" (lo mismo que el "hori-zonte") y sirve para reforzar la hegemona burguesa. Elpopulismo es la atraccin de las clases dominantes para la"profunda penetracin" de las clases subalternas. Es evi-dente que populismo es un concepto menos ambiguo quepopular.

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    REFLEXIONES SOBRE EL PODER POPULAR

    El socialismo trabaja para resolver la contradiccin en fun-cin de los intereses de las clases subalternas; pretende lareestructuracin radical de las relaciones sociales, por lotanto la participacin popular directa es clave. Para el socia-lismo, pueblo es la frmula que articula pluralidades subal-ternas; el hilvn de luchas, construcciones y resistencias delos de abajo; el nombre de un sujeto revolucionario autocons-tituido en la lucha de clases. La significacin universal vienede una particularidad de base organizada y se erige en con-trahegemnica. La construccin del horizonte es colectiva. Elmarco de la accin del pueblo no se concibe como patolgi-co, el pueblo no es el sujeto destinado a corear las tragediasy las apoteosis. El socialismo es una aventura horizontal.Cuando se lo invoca desde alguna tarima se lo pervierte.

    El camino del socialismo est jalonado por los despojos delpopulismo. En sus flancos yacen las imgenes de lo que lopopular hubiese llegado a ser en el caso de asumir la derivapopulista. Pero esos despojos ponen en evidencia que elsocialismo no es un camino recto y fcil, por el contrario estplagado de encrucijadas, de trayectos que se bifurcan. Todoel tiempo hay que elegir. Y tratar de ir ms lejos de lo posible.

    Populismo y socialismo son dos modos antagnicos deconstruccin de las demandas globales, de representacinde la totalidad mtica. Bsicamente son dos modos antag-nicos de inscribir las demandas. Por ejemplo, el populismoes compatible con el clientelismo y el paternalismo, con unadivisin de roles cuya funcin es evitar los contactos violen-tos entre las clases, una divisin entre los que mandan yobedecen, entre los que dan y los que reciben (repartir parael populismo es reproducir el orden social). El socialismo alque aspiramos es incompatible con estas prcticas, bajocualquier circunstancia.

    Adems el populismo y el socialismo invisten objetos par-ciales diferentes. Queda claro cundo la izquierda incurreen el populismo? Las declamaciones clasistas del maxima-lismo mecnico no son antdoto suficiente para evitar caeren posiciones populistas.

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    INTRODUCCIN

    Los significantes del populismo pueden ser hegemoniza-dos por un discurso y una poltica de derecha, es decir poruna poltica antipopular, porque en el fondo desean la pre-servacin del orden burgus. Esto no pasa con los signifi-cantes socialistas: contrahegemnicos y antisistmicos,pretenden la descomposicin del orden burgus. Por ejem-plo, en la crisis de 2001 lo popular se expres bajo la formade un populismo antiinstitucional, pero tambin bajo for-mas antisistmicas.

    El populismo tambin puede concebirse como el conjun-to especfico de estrategias de dominacin desplegadas porla burguesa. En general todas estas estrategias les sirven alas clases dominantes para ocultar su rotundo particularis-mo. Por eso el populismo recurre a una mscara de univer-salidad que se autoconstruye. Esa mscara le permite des-arrollar una insercin en el campo popular.

    Un movimiento popular, si aspira a la condicin de revo-lucionario y socialista, no puede clasificar a las "masas" porniveles de conciencia. Por el contrario, los sujetos dinamiza-dores que lo integran, los que han desarrollado mayorpotencial multiplicador, los que impulsan las acciones quese transforman en varias acciones (los que en los trminostradicionales suelen denominarse dirigentes) deben aceptaresos niveles dismiles como ineludible punto de partida ytrabajar en pos de la consolidacin del piso ms alto de con-ciencia posible. Se trata de incidir polticamente en elcampo popular, no de trascenderlo. Una praxis populardebe articular el realismo de las condiciones con la audaciainnovadora derivada de un espritu utpico siempre desme-surado. En efecto, no se puede pensar una revolucin sinun factor de desproporcin.

    Sobre el poder popular

    El poder popular es el proceso a travs del cual los luga-res de vida (de trabajo, de estudio, de recreacin, etc.) de las

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    REFLEXIONES SOBRE EL PODER POPULAR

    clases subalternas se transmutan en clula constituyentede un poder social alternativo y liberador que les permiteganar posiciones y modificar la disposicin del poder y lasrelaciones de fuerza y, claro est, avanzar en la consolida-cin de un campo contrahegemnico. Se trata de espaciosde anticipacin social y poltica, donde habita lo real posi-ble (el poder popular consuma una transformacin y a lavez posibilita la apertura a nuevas transformaciones), espa-cios cuyos modos se contraponen a los ejes principales dela poltica burguesa, tanto en sus versiones de derechacomo en las "progresistas": la administracin de lo dado y lagestin sin fondo utpico.

    El poder popular es tambin asumir el potencial liberadorde la propia fuerza. El poder popular es la potencia latentede las clases subalternas. El poder popular es praxis, por lotanto, exige adhesiones prxicas.

    El poder popular no se puede otorgar desde arriba, tam-poco puede extraerse o conquistarse de las nubes. Ahorabien, la consolidacin de posiciones permanentes de poderpopular exige resolver la cuestin del poder estatal. Si elEstado constituye una porcin del poder, si es parte de unatotalidad compleja, la lucha de clases tambin se expresa alinterior del Estado. Es necesario observar que el ejerciciodel poder estatal por parte de las clases subalternas consti-tuye un momento instrumental en el proyecto por crear unnuevo bloque hegemnico. Por supuesto, esto nada tieneque ver con una poltica de arribismo de ciertos dirigentesdevenidos en funcionarios, ni con una supuesta luchadesde adentro, en las entraas mismas del edificio buro-crtico. Pensar el poder popular desde el Estado es uninfantilismo equivalente a pensarlo sin l.

    El poder popular tiene que asumir la necesidad deampliar la conciencia gubernamental del pueblo, de locontrario podemos contribuir a que esta conciencia seapatrimonio exclusivo de las elites o se ponga de manifies-to solamente en el gobierno de unidades mnimas. La con-ciencia gubernamental del pueblo, desde un punto de

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    INTRODUCCIN

    vista socialista, es el primer momento de la lucha por laabolicin del Estado.

    Es necesario apartarse de cualquier concepcin que veaen la nocin de poder un aliciente para la corrosin de laespecie humana. Toda relacin entre los hombres es unarelacin de poder en tanto el sujeto es un ensamble de rela-ciones sociales. Negar el carcter desigual de las relacionessociales es despojarlas de todo contenido humano.

    El poder popular requiere el desarrollo de formas demando. Pero un mando horizontal, democratizado, heterr-quico. En ese camino, las prcticas que construyen poderpopular son portadoras de una nueva institucionalidad quepreanuncia las formas de la sociedad por venir. El poderpopular es un poder para desactivar las potencias que obje-tivan, manipulan y explotan, un poder que le permite alpueblo disfrutar de sus acuerdos, de su cohesin, de su rea-lizacin, en fin, un poder que le permite "vivir".

    As como todo Estado se sostiene en una idea de nacin,pensar el poder es pensar un territorio en el que se desen-vuelven determinadas relaciones sociales. El poder popularerige una territorialidad social donde se expresan las capa-cidades autoemancipatorias de las clases subalternas.

    Pensar el poder popular, desde nuestra condicin perif-rica, lleva a pensar en un sujeto plural, multisectorial, unsujeto social mltiple capaz de articular a un conjuntoamplio de sectores sociales. El sujeto popular no es un datode la realidad; por el contrario, es una construccin que setrasluce en proyecto. En la complejidad por articular esesujeto mltiple reside la posibilidad de crear instancias depoder popular. Sin embargo, la articulacin no es un hechomgico. La burguesa opone obstculos a todo lo que puededaar sus intereses. La dominacin capitalista no se derivadirectamente de sus propias estructuras sociales, existeuna hegemona burguesa que es necesario socavar.

    No es posible pensar el poder desde abajo sin dar forma auna narracin que otorgue sentido a las luchas populares,una historia propia que reconozca el sentir y el pensar de

  • REFLEXIONES SOBRE EL PODER POPULAR

    las clases dominadas. Pensar el poder popular implica,parafraseando a Walter Benjamin, el empeo por cepillar lahistoria a contrapelo.

    El poder popular no es populista. En la construccin depoder popular se vislumbran los cimientos de un proyectopropio de las clases subalternas que disputa hegemona alos sectores dominantes.

    Actuar, no padecer

    Esta compilacin tiene como uno de sus objetivos exhibirla realidad de una nueva literatura poltica de izquierda enArgentina. Literatura negada por todos aquellos que produ-cen pastiches frvolos en serie; por los que prefieren la his-toria del arte al arte mismo, la ciencia poltica a la poltica;por los profetas falaces, hurfanos de paisaje e impermea-bles a la experiencia porque ya han tomado partido; por losque defienden la cultura en lugar de hacerla. Las termino-logas oficiales se desvanecen en el despliegue de la propiapalabra, una palabra ornamental y castrada. El trabajo conlo ficticio o lo inerte los lleva a dilatar al extremo sus pocooriginales pensamientos.

    Carlos Marx y Federico Engels, en La ideologa alemanasostenan: "Filosofa y estudio del mundo real se compar-ten entre s como el onanismo y el amor sexual". Y nos-otros, por cierto, optamos por lo segundo. Para pensar elpoder popular con el objetivo de construirlo y consolidar-lo no alcanza con pensar otros pensamientos. Hay queextraer los materiales de otro lugar: de la misma experien-cia popular, de sus conclusiones, sus sntesis, de los apor-tes poco reconocidos de sus maravillosos tericos debase, muchas veces reacios a la literatura, otras vecesimperceptibles. Por supuesto tambin hay que tener encuenta los mitos colectivos y todas las regiones de penum-bra. En fin, hay que extraer los materiales de la propiavida, de la vida que se pretende cambiar a travs de la

  • lucha en los planos ms diversos. Hay que huir de todacondicin superflua.

    sta es la nica posibilidad de alumbrar un pensamien-to propio y verdadero y una teora (aplicable) que encuentresu fundamento en la prctica. Una teora revolucionaria esla anttesis de un liber secretus, de las cartas divinas y delos textos cados del cielo. Hay que asumir todos los riesgosy quitarles el respirador artificial a las ideas moribundas. Laimaginacin es una de las cualidades revolucionarias msimportantes, ms en estos tiempos de exange capacidadonrica. Justamente, hoy se torna necesario creer para ver.Sin confianza en el pueblo la mirada es claudicante oautoindulgente, sin esperanza revolucionaria disminuyenlas chances de descubrir y de inventar.

    Los trabajos que aqu presentamos no se arrogan la con-dicin de portadores de certezas infalibles o verdades cerra-das. Transitan sobre un campo minado de incertidumbres yposibilidades, que es la propia experiencia de las organiza-ciones populares. Proponen, para ese camino aciago, reco-rridos distantes de las rigideces de pirmide, de la angustia:apuestan a la seriedad y la alegra. Pretenden transmitir unconjunto de sensaciones derivadas del contacto con expe-riencias que expresan algo radicalmente nuevo.

    Sin dudas, esta nueva literatura poltica remite a una tra-dicin de pensamiento argentino que presenta como hitos aManuel Ugarte, John W. Cooke, Silvio Frondizi, entre otros.Una tradicin que se caracteriza por asumir la centralidadde la realidad a transformar aunque desde ciertos parme-tros proclives al exotismo padezca una suerte de dficitescnico o alegrico; por la reflexin en torno a los indiciosconcretos de esa transformacin y por la vocacin de conso-lidarlas en el presente y proyectarlas de cara al futuro. Elmomento normativo resulta aqu insoslayable. La reflexindesde las prcticas concretas del campo popular (un "desde"que en muchos casos es un "entre"), la atencin puesta enlo que comunican las luchas populares, los requerimientosexigidos por la elaboracin de un proyecto popular, operan

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    INTRODUCCIN

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    como campo decodificador (o filtro) de autores, teoras, etc.Es decir, pensamos la poltica desde la necesidad de inter-vencin concreta para hacer que nuestra vida nos pertenez-ca. Repudiamos toda teora que tenga al desencanto comopunto de partida.

    Hemos de consignar finalmente que estos textos no quie-ren preservar prcticas que hace tiempo han perdido suhorizonte y su sentido. Por lo tanto promueven la renova-cin terica de la izquierda argentina. Su desarrollo no esajeno al saldo de las luchas populares de los ltimos aosy, por qu no, de las ilusiones puestas en juego con msmpetu en 2001 y 2002. Pero tampoco es ajeno a las snte-sis realizadas por un conjunto de organizaciones populares,protagonistas de las luchas del perodo 1999-2003. Por esonosotros hoy estamos reflexionando sobre el poder populary no sobre las alternativas para refundar el capitalismoargentino, o para construir el "autntico" partido de la claseobrera, o sobre los caminos adecuados para constituirnosen amos, vigilantes, verdugos, tramposos o especies simila-res. No somos los hijos del desastre y estas reflexiones noson fruto de la desintegracin. Creemos en las posibilidadesde un nuevo rumbo para la deriva popular.

    Aqu cabe el contraste con las organizaciones popularesque por taras casi fisiolgicas no han acumulado experien-cias y saberes polticos. Por cierto, muchas de ellas hanretrocedido a las certezas ms ancestrales e improductivas.En fin, han ratificado su fe en los antiguos dioses. Pero,como deca Emil Cioran: "No se libran batallas en nombrede una nostalgia". Adems, su presente hace que el pasadoslo les arroje insignificantes vestigios. Y decimos insignifi-cantes porque esos vestigios ya no sirven como tabla parasobrevivir al naufragio.

    Todo un saber poltico popular (inmaterial y prctico) seha gestado al calor de las luchas de la ltima dcada. Eldesarrollo terico puede servir para consolidar las prcticasms significativas y para proyectarlas al conjunto de lasclases subalternas.

    REFLEXIONES SOBRE EL PODER POPULAR

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    Introduccin

    La nocin de poder popular es terica y polticamenteinteresante porque la exigencia de pensarla surge tras unahistoria concreta: la de las limitaciones del socialismo obre-rista y del populismo peronista.

    Nuestro primer punto de partida es la crisis de la convic-cin de que una situacin social la condicin asalariada dela clase obrera se transfigura necesariamente en una pol-tica obrera. Se equivocan quienes cuestionan a la formapartidaria leninista por considerarla la culpable de la derro-ta del socialismo; en realidad el partido leninista era laexpresin rusa del verdadero problema, a saber: la creenciade que la evolucin de la conciencia de clase proletaria sehaca una sola cosa con la historia. En otras palabras, elinconveniente consista en creer que la poltica se derivabacon o sin mediaciones de una posicin en la sociedad.Georg Lukcs escribi un libro estupendo y quimricointentando fundamentar la idea.

    El segundo punto de partida es el agotamiento de la cons-truccin populista de la voluntad popular. El populismo fue

    Poder popular y socialismodesde abajo

    Omar Acha*

    * Historiador. Su ltimo libro es La nacin futura. Rodolfo Puiggrs en las encru-cijadas argentinas del siglo XX. Integra el consejo editor de Nuevo Topo. Revistade historia y pensamiento crtico. Prepara actualmente un ensayo sobre "la nuevageneracin intelectual" en Argentina.

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    REFLEXIONES SOBRE EL PODER POPULAR

    una forma democrtica de integracin social de las clasespopulares y de refiguracin de la relacin entre economa yEstado despus de la crisis capitalista de 1929. Para lograr-lo los lderes populistas apelaron al nacionalismo y a ciertoigualitarismo, que para algunas vertientes de izquierdaconstituan como "segunda independencia" el inicio de uncamino que, ms adelante y superando al propio populismo,realizara sus promesas plebeyas para transformarse ensocialismo. Las condiciones histricas de esa poltica ya noexisten. Baste pensar en qu fue de la promesa de "cons-truir una burguesa nacional" que hizo el presidenteKirchner apenas asumi su mandato.

    Hoy sabemos que ninguna praxis revolucionaria realistapuede ser articulada sin una puesta en prctica de algunaforma de poder popular. ste es un trmino dialctico, esdecir, transita conflictivamente entre la diversidad de losarraigos sociales (se es maestra de escuela, vendedor en loscolectivos, desocupado, ama de casa, poeta, cartonero, obre-ro industrial) y la unidad ambigua de una designacin que sedirige hacia lo cultural y lo poltico colectivo. Lo que esa indi-cacin sumaria no dice es si esos arraigos "producen" locolectivo. Tampoco establece si al tornarse poltica la conflic-tividad social se transforma en algo absolutamente diferente.

    El poder popular no se presenta desnudo; nunca est all.Eso es lo que lo distingue de la nocin de soberana popu-lar, que es la voluntad latente de una mayora de la pobla-cin que se impone como poder constituyente. En cambio,el poder popular no es la expresin ideal de una mayora. Esms exactamente la manifestacin efectiva, real, de unavoluntad colectiva. Por el contrario, la soberana popular sefunda en la opcin de una serie de individuos; es una de lasformas del contrato.

    El gran problema del poder popular es cmo se constitu-ye y qu sentido y qu efectos tiene sobre la diversidadsocial, qu formas de vida democrtica propugna. Un anli-sis superficial dira que el poder popular es lo que "el pue-blo" produce polticamente.

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    PODER POPULAR Y SOCIALISMO DESDE ABAJO

    El "pueblo", sin embargo, no puede ser reducido a unamera condicin dada (un lugar social aparentemente concapacidad de agrupar: por ejemplo, "los pobres" o "los opri-midos"). Por eso la visin ingenua del pueblo, que lo da porsupuesto, es peligrosa. Oculta un proceso que no est en lasuperficie.

    En este texto quiero distinguir entre una perspectivapopulista del poder popular y una perspectiva socialista. Laprimera adopta como incuestionable que el pueblo es unaentidad discernible, materializada en su identificacin pol-tica (varguismo, peronismo, nasserismo, etc.). La segundacruza la soberana efectiva del pueblo con la diversidad desus anclajes sociales. Sin embargo, y se es el nudo tericoque es preciso deshacer con cuidado, una dicotoma tran-quilizadora es inviable. No es posible decir que hay un con-cepto de poder popular deseable y otro indeseable, como sinuestras simples afirmaciones constituyeran una elabora-cin adecuada. No existe un abismo entre la apologa popu-lista que esencializa el pueblo para imponer una hegemonay la crtica revolucionaria no populista que parte de una"ciencia" de la sociedad. La mala noticia es que las nocionesde pueblo y poder popular conservan, incluso en su opcinsocialista, un lazo con el populismo. Estamos, desde elvamos, en un terreno contaminado. Es as que separar radi-calmente poder popular y populismo es la forma menos tilde enfrentar la cuestin. El escaso valor de la discusin queaqu se emprende se medir por el xito o el fracaso en lapropuesta de una nocin de poder popular que evada almismo tiempo el reduccionismo social del marxismo clsicoy el reduccionismo politicista de la teora populista.

    El todo y las partes

    Un filsofo marxista, Jacques Rancire, lo explica de lasiguiente manera: el pueblo es una parte que es, o preten-de ser, el todo. Esa ambigedad est efectivamente presen-

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    REFLEXIONES SOBRE EL PODER POPULAR

    te en la nocin de pueblo, que implica una situacin deopresin (por parte de "la oligarqua", "los ricos", o "los pode-rosos"); pero esa parte oprimida es el todo legtimo de unacomunidad. Pero a Rancire lo traiciona su nimo "filosfi-co", porque lo decisivo no es esa ambigedad conceptual,sino la manera de construirse como pueblo. Para que esedeseo hegemnico sea formulable de una manera creble yexista en la prctica real es preciso que est articulada pol-ticamente.

    El paso de la parte al todo, que es el salto mortal de losocial a lo poltico, se produce retroactivamente. Por esoRancire nos hace una trampa: no es que "una parte" setorne el "todo"; en realidad hay partes, en plural. Esa "parte"que el filsofo poltico sugiere es ya una especie de todo("los explotados", "los esclavos"). Es decir, que recin unavez que se plantean ser el todo es que las partes se sabencomo partes antes separadas. Por ende, vemos que la tran-sicin debe realizarse como una formulacin retroactiva yno como una sumatoria o induccin. La conformacin de unpueblo es inseparable de una historia. No importa que esahistoria sea lejana o reciente; lo fundamental es que existaun hecho fundador. As, por ejemplo, pueden ser momentosfundacionales las Invasiones Inglesas de 1806-1807, cuan-do el pueblo armado de Buenos Aires expuls a los conquis-tadores, el 17 de octubre de 1945 en que el pueblo obreroliber a Juan Pern de su prisin, o el 19-20 de diciembrede 2001 cuando un pueblo en potencia manifest su "yabasta" al sistema poltico y social que pretenda sobrevivir asu naufragio.

    El poder popular supone que el pueblo es agente de supropia experiencia, o ms exactamente, que se rene alre-dedor de un acuerdo que identifica una comunidad desea-ble y un orden indeseable (el "que se vayan todos" mostresa dialctica entre un nosotros y un ellos). Esa reuninimplica una alianza entre lo diverso; no existe una cons-truccin popular sin alguna prctica de alianza, porque separte de una heterogeneidad y se construye una comunidad

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    PODER POPULAR Y SOCIALISMO DESDE ABAJO

    imaginada. Pero tambin evoca los problemas de la derivapopulista que se resiste a cortar amarras con las clasesdominantes (acaso no todos somos pueblo?) para construiruna pacfica comunidad nacional que deposita su antago-nismo en el exterior (el imperialismo, el comunismo, losinmigrantes), o bien que se transforma en unidad mticadestructiva, como cuando el nazismo hizo un "pueblo" enAlemania.

    se es justamente el problema: cmo pensar un poderpopular que dirima de otro modo las escisiones de la socie-dad? El problema es arduo porque hoy -en Argentina- nohay pueblo. Hay partes, existe lo social, tenemos culturasplebeyas, pero no pueblo. El nervio del pueblo en Argentinalo constituy durante cuatro dcadas el peronismo, y esava se extingui. Su dificultad es propia del populismo, cuyacapacidad de movilizacin nacional tiene como supuestoimaginario la anulacin de las contradicciones sociales.Pern llamaba a eso "la comunidad organizada". Las hondastensiones que de todos modos despert no han demostradopoder cuestionar el objetivo integrador del democratismopopulista. Su funcin histrica progresiva consisti en ins-talar a las clases subalternas como un actor relevante de lapoltica nacional, lo que le acarre el odio clasista y racistade la oligarqua.

    El socialismo, insisto, pretendi resolver el desafo de lademocracia de masas al designar a la clase productora enlas fbricas como el sujeto esencial que iba a destruir elcapitalismo y a construir otro orden social sin clases. Perohacia el ao 1900 estaba claro que entre la experiencia dela explotacin fabril y la poltica revolucionaria haba unabrecha antes que una derivacin inexorable. Algunos inten-taron cubrir esa carencia del socialismo. El alemn KarlKautsky a travs de un partido encaramado en el Estado yel ruso Vladimir Lenin a travs de un partido convertido encabeza pensante del proletariado. Sus consecuencias hist-ricas, el reformismo parlamentarista y el estalinismo, nosmuestran que no lograron una democracia participativa de

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    REFLEXIONES SOBRE EL PODER POPULAR

    las masas (para decirlo con benevolencia). Tras esos fraca-sos, la izquierda posmoderna intent desplazar del todo elterreno y ancl el conflicto en lo poltico. De lo social se pasa la "autonoma de lo poltico". El terico ms conocido enArgentina es Ernesto Laclau, que huye del problema de laarticulacin entre lo social y lo poltico al refugiarse en eldiscurso como terreno absoluto de construccin de las iden-tidades colectivas. La dificultad con esa evasin es que pre-tende negar el problema. En lugar de proponer una maneranueva de pensar la dialctica entre lo social y lo poltico,niega la relevancia propia de lo social y deposita todo en lopoltico-discursivo. Naturalmente, eso deja totalmente irre-suelto el dilema del socialismo, y Laclau es coherente alabandonar la perspectiva de una sociedad nueva.

    Pueblo e historia

    El contenido mnimo de la nocin de poder popular remi-te a una potencia-del-pueblo, es decir, a la capacidad de unpueblo para operar sobre algo. Ese algo es relativamenteindeterminado, porque es una instancia cuya condicin deobjeto puede ser el propio cuerpo del pueblo (el poder popu-lar como prctica de autovaloracin o autotransformacin),una vez que ha superado el ser partes yuxtapuestas.

    Este hacerse es lo decisivo, porque sin eso el pueblo (queno es una cosa) se desmigaja. El contenido de poder popu-lar slo es comprensible en las condiciones histricas enque se produce, en el contexto de las relaciones de fuerza enque interviene, en el horizonte de las perspectivas polticasque se plantea. En trminos ms formales: da cuenta deuna historia (como pasado asumido o sufrido), un presente(una situacin poltica, econmica y cultural) y un futuro(observable en una expectativa estratgica).

    As las cosas, debemos ir en busca de las formas concre-tas de construccin de un pueblo; en otros trminos: debe-mos observar de qu manera emerge en una situacin his-

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    PODER POPULAR Y SOCIALISMO DESDE ABAJO

    trica. A partir de una identificacin real se abrir el espa-cio para seguir su drama. No ha existido una nica versinde pueblo.

    Todo pueblo es producto y transformacin de una histo-ria. Es el producto de las tendencias del pasado y es la coa-gulacin de una nueva identificacin que resignifica esepasado, reescribiendo la historia. La constitucin del pueblose liga con cambios sociales de larga duracin y con even-tos de subjetivacin inditos. Para acceder a esa dinmicacreativa es inevitable recurrir a la historia puesto que todopueblo slo surge encuadrado en una vida histrica y a lasprcticas actuales de existencia social. Es esencial su evo-lucin demogrfica, la persistencia y declinacin de susmitologas, las perspectivas de la movilidad social, etc.

    No obstante, la experiencia no se agota en la historia. Porel contrario, la historia slo acta eficazmente a travs desus representaciones actuales, que son reescrituras delpasado. La memoria alude al pasado, pero es siempre dehoy. Las identificaciones de un pueblo, esto es, las imge-nes y smbolos en que fundamenta su unidad, dependen delmodo en que sea contada la historia de su pasado.

    As por ejemplo: si se impone una historia popular delarga duracin ligada a las luchas anticoloniales o antiim-perialistas, tendremos una identificacin diferente que lainiciada en 1945; y de sta se distingue tambin si lacomenzamos en el Cordobazo de 1969 o en la rebelin de2001. Cada una de estas historias propone un tipo de alian-za popular y de objetivos diferentes. En el primer caso, elpueblo es el propio del nacionalismo, el segundo, del pero-nismo, el tercero, de una izquierda mezclada de marxismo yperonismo, y el ltimo, del rechazo a los regmenes poltico-econmicos de las ltimas dcadas. Para definir las formasactuales del poder popular, en consecuencia, debemos ela-borar un relato histrico que pueda ser compartido por lasmayoras oprimidas. De qu historia se tratar? An no losabemos. S es claro que mientras no elaboremos esa histo-ria nuestras reflexiones sobre el poder popular concreto

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    REFLEXIONES SOBRE EL PODER POPULAR

    (justamente porque es una construccin retroactiva, porquees la coagulacin producida por un relato) permanecern enla bruma de la indefinicin.

    El vnculo entre poder popular y democracia

    Hablamos de poder popular como la concrecin de lasoberana popular, un principio de la poltica que se con-vierte en base de las formas del poder de manera revolucio-naria en la poca moderna. sta no es una afirmacinespeculativa: las revoluciones que hacen de bisagra entrela Edad Moderna y la Edad Contempornea (la inglesa de1640, la norteamericana de 1776, la francesa de 1789, ylas hispanoamericanas de principios del siglo XIX) no sonotra cosa que la eclosin en la historia de la crisis de lospoderes monrquicos. Frente a la soberana del rey emergela soberana del pueblo. Por eso tambin se impone el idealdemocrtico, que busca un nuevo origen de la legitimidadpoltica. Su sustento no se encuentra ya en la divinidad ysus intermediarios -el Papa o los monarcas- sino en "elpueblo".

    Sin embargo, esa aparicin del principio de la soberanapopular se dio con violentas contradicciones, y raramentese convirti en gobierno de las masas. De hecho, la histo-ria argentina nos muestra que al menos hasta la reformaelectoral de 1912 (la Ley Senz Pea que instituy el votosecreto y obligatorio para los varones adultos) aquellasoberana era manipulada por las elites de las clases domi-nantes. En ese momento ingresamos en la poca de lademocracia de masas que, como sabemos, convivi connumerosos golpes militares. Los problemas econmicos yculturales tuvieron un rol en esta historia, pero lo funda-mental pas por la imposibilidad de la sociedad argentinapara aceptar un ejercicio pleno de la soberana popular.Incluso en los movimientos polticos de ndole indiscutible-mente popular como el radicalismo yrigoyenista y el primer

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    peronismo las formas reales del poder estuvieron mediadaspor las elites.

    En el caso del peronismo, por ejemplo, desde el princi-pio hubo un conflicto entre las bases populares y obrerasque represent el laborismo organizado por los sindicatosluego del 17 de octubre de 1945, y las elites del radicalis-mo "renovador" que Juan Domingo Pern convoc paradotar a su movimiento de polticos profesionales. En mayode 1946 el lder orden la disolucin de los partidos de lacoalicin que lo llev al poder en las elecciones de febreroy cre el Partido nico de la Revolucin Nacional. La regi-mentacin del partido sigui exigiendo muchos esfuerzos,pero hacia 1952 el proceso de verticalizacin estaba con-sumado. Lo mismo pas con la burocratizacin de laConfederacin General del Trabajo (CGT). El peronismo noperda con esto su carcter popular, pero s resignaba laposibilidad de que la soberana popular que detentabatuviera la capacidad de alimentarse de la vida social con-creta de las clases subalternas. Eso sera pagado caro porlas propias masas populares a mediados de 1955, porquesi Pern no estaba dispuesto a convocar al pueblo a unaresistencia armada contra el golpe militar que lo amenaza-ba, el pueblo haba aprendido a depositar en el conductorla soberana y por lo tanto quedaba inerme ante la reac-cin oligrquica. A veces se exageran los conatos de resis-tencia surgidos en junio de 1955, pero el hecho es que setrat de acciones minoritarias y aisladas. La dramticacada de Pern muestra los lmites de un tipo concreto decreacin de poder popular.

    Por eso, cuando se discute el poder popular es necesarioconsiderar sus formas concretas. Cules son sus sentidos?Agota su productividad poltica en la identificacin con unlder carismtico? Cmo se organiza? Cules son suscanales de informacin y deliberacin? Hay una delegacindecisiva del poder? Con este tipo de preguntas podemos irms all de la cuestin del carcter democrtico del poderpopular.

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    REFLEXIONES SOBRE EL PODER POPULAR

    Democracia y poder popular son trminos emparentados.Sin embargo, el uso equvoco que se hace de la democraciacomo mera forma de eleccin de gobernantes a travs delpluralismo de partidos exige que precisemos los conceptos.La democracia liberal implica la igualdad formal de una ciu-dadana que mantiene plenos derechos respecto a la capa-cidad de elegir. Cada ciudadana/o tiene un voto, que valetanto como cualquier otro voto. Para que esa decisin seasoberana es necesario que exista una diversidad de opcio-nes para elegir y que no existan coerciones. Pero tambin seelige plebiscitariamente, como quiere el fascismo, que esuna de las formas paradjicas de la democracia (en efecto,el pueblo italiano acompa y se entusiasm con BenitoMussolini; acaso no es esa inclinacin mussoliniana la quelo hace democrtico?).

    El liberalismo critica acerbamente la nocin inmoderadade soberana popular porque, seala, conduce a la tirana.En efecto, si la soberana popular se hace una sola cosa atravs de la voluntad popular, excluye a la divergencia. Lamayora tiraniza a la minora. Quienes proponen operar conel concepto orientador de multitud siguen este argumento:el pueblo es unitario, la multitud es mltiple, proliferante,realmente democrtica. Mi opinin es que ese atajo es des-politizante adems de arbitrario.

    Si hay una virtud en la nocin poltica de poder populares que reconoce el antagonismo en su interior. Si el pueblopuede ser fascista o perviven en su seno rasgos indeseables(cmo negar que en el pueblo hay racismo, sexismo, homo-fobia, macartismo, xenofobia?), eso acontece no porque elpueblo sea unitario (acaso no hay tambin en l solidari-dad, cooperacin, rebelda?), sino porque su realidad expre-sa las formas polticas, sociales, econmicas y culturales enlas que se constituye.

    El poder popular se manifiesta indefinido sin una verte-bracin poltica. La cuestin es, entonces, qu poltica?Sin responder a esa pregunta la discusin sobre el poderpopular es vaga e inoperante. Es improductivo mentar la

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    PODER POPULAR Y SOCIALISMO DESDE ABAJO

    horizontalidad, la democracia, la autonoma, y todos esostemas que afortunadamente estn de moda en la militanciade izquierda, sin incluir un debate efectivo sobre el horizon-te poltico concreto del poder de que se habla. Quiero subra-yar que la definicin del criterio poltico que permite discer-nir mejor el contenido deseable del poder popular slo esposible a travs de una idea de sociedad alternativa imagi-nable desde las situaciones actuales. En otras palabras, quesin un planteo creble de nueva sociedad construible a par-tir de las realidades contemporneas nos mantendremos enun plano puramente terico. El tipo de poder popular dese-able debe estar en acto y al mismo tiempo debe estar repri-mido. Esa condicin doble es lo que mantiene viva a la cr-tica de la ideologa.

    En estos tiempos de desencanto hay una conviccinextendida sobre las virtudes de la inmanencia: no se debeimponer nada del exterior a los movimientos populares, a lademocracia basista; los sujetos crearn sus propias defini-ciones a travs del ejercicio de sus potencias emancipato-rias. Hay en esa creencia mucho de idealismo universitario,autocentrado en definiciones dogmticas. No existe algo ascomo la expresin autntica, sin mediaciones, de un sujetosoberano. Ese es un sueo filosfico. La poltica apareceuna vez que sufrimos la desilusin de ese ensueo.

    Es comprensible que ante esta indicacin emerja la acu-sacin de aparatismo o vanguardismo. Si el poder popularno es intrnseco del pueblo mismo, de dnde sale? Delpartido lcido y superior al "retraso de las masas"? Otravez el argumento de las vanguardias esclarecidas? En efec-to, la nocin de partido poltico en la izquierda pretendisuperar las dificultades de la indeterminacin orientativadel "pueblo", propia del populismo terico. El corazn delleninismo poltico no es otro que se; los otros rasgos, comoel centralismo democrtico en el partido poltico, son secun-darios.

    Si despus de las experiencias del siglo XX esa solucinpuede considerarse inviable, persiste la cuestin de qu

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    REFLEXIONES SOBRE EL PODER POPULAR

    relacin se mantiene viva entre la bsqueda de una cons-truccin popular de poder y la perspectiva de una polticade las clases subalternas que encarn el socialismo. Enotras palabras, estoy aseverando que la discusin polticaque completa la elucidacin de qu es el poder popular sedirime en el debate del socialismo, o ms bien, del socialis-mo que debemos inventar despus de su fracaso.

    Problemas del socialismo

    Slo una variante del socialismo parece compatible con elconcepto de poder popular: el socialismo desde abajo. Enla tradicin socialista, desde sus inicios, existi una tensinentre una idea verticalista y piramidal del socialismo y unaimagen igualitaria y popular. La primera estableca unadiferencia entre la masa inerte, atrasada ideolgicamente oreaccionaria, y un vrtice esclarecido, polticamente activo yprogresivo. Puesto que la dirigencia socialista deba impo-ner un proyecto transformador a una poblacin indiferenteo conservadora, se haca necesaria una dosis de violencia,manipulacin o ilustracin que tornara posibles los cam-bios que, al menos en teora, beneficiaran al conjunto de lasociedad. Esta manera de entender el socialismo est inser-ta en la tradicin socialista; por eso el estalinismo no fueninguna pesadilla externa a la poltica revolucionaria mar-xista, sino una de sus vertientes.

    La segunda lnea del socialismo depositaba en la claseobrera y el pueblo la fuente del poder social. Considerabaque si la revolucin no se construa desde la base el desti-no no era otro que una nueva opresin. A una dominacinsucedera otra, quiz revestida de un discurso socialista,pero en realidad igualmente opresora. En cambio, una vasocialista de ndole democrtica necesitaba la autoorganiza-cin desde abajo, plebeya, que neutralizara la burocratiza-cin, garantizara los procedimientos democrticos, y man-tuviera la vocacin participativa del pueblo trabajador.

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    PODER POPULAR Y SOCIALISMO DESDE ABAJO

    Como lo explic Hal Draper, ambas lneas estuvieron enpermanente lucha durante los dos siglos de vida del socia-lismo. De all que una historia que reduzca esa tensin a unmero socialismo burocrtico deja de lado que sus luces ysus sombras fueron parte de la experiencia de las poblacio-nes en las que tuvo lugar. Salvo en los casos en que el socia-lismo real se impuso militarmente (como en los pases deleste europeo despus de 1945), el triunfo del socialismodesde arriba se hizo posible por la derrota de formas alter-nativas de sociedad que efectivamente fueron propuestas yarriesgadas. El caso ejemplar es el de la Unin Sovitica,cuya revolucin naci de los consejos (o soviets) pero deriven una dictadura de minoras. El trnsito no fue lgico.Hicieron falta muchas muertes para imponer el estalinismo.

    Me parece que la definicin desde la izquierda de poderpopular puede alimentarse de la tradicin del socialismodesde abajo, y as exceder el ensalmo frvolo de los merosdeseos sin encarnacin social. De esa manera las aspiracio-nes imaginarias se tornaran ms concretas por la acepta-cin de que el pueblo no es todo, que hay un resto incom-patible con los de abajo. As, una vez que se va ms all dela idea de que en Argentina somos todos hermanos (conMauricio Macri y su burguesa parsita, Cecilia Pando y susmilitares genocidas, y Daniel Hadad y sus oligopoliosmediticos, por ejemplo) nace la poltica popular.

    En primer lugar porque el criterio de una poltica populardesde abajo introduce un corte en lo social que la nocin depueblo deja en la bruma. Qu sectores constituyen elentramado social de un poder popular efectivo? El socialis-mo plantea una distincin entre las clases propietarias y lasclases explotadas, a partir de un anlisis de las relacionessociales. Su condena fue intentar derivar de all, sin media-ciones, una poltica revolucionaria.

    Hoy es claro que una ecuacin entre clase propietaria delos medios de produccin (la burguesa) y el enemigo de losde abajo es insuficiente porque deben incluirse adems lossectores oligoplicos de la comunicacin meditica y de las

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    REFLEXIONES SOBRE EL PODER POPULAR

    formas sistemticas de la guerra (en los Estados nacionales,alianzas regionales o facciones terroristas transnacionales)como parte de unas clases dominantes. El estudio de lasrelaciones de produccin y dominacin es crucial para cual-quier perspectiva de alianza popular porque no es obvio qusectores deben ingresar a la misma. Si bien la nocin depueblo contiene el peligro del sueo imposible de una uni-dad populista con la "burguesa nacional", no es para nadaevidente que una estrategia de largo plazo excluya unaalianza de las clases y grupos subalternos con fraccionespropietarias o con un Estado productor bajo control de sustrabajadores.

    La reflexin sobre un poder popular construido desdeabajo exige la definicin de qu alianzas sociales sonimprescindibles para otorgarle una direccin concreta. Hayuna articulacin interna entre poder popular, pueblo ylucha social. Se dir que esa lucha podra ser denominada"lucha de clases". El concepto de lucha de clases es funda-mental, pero sin duda no agota muchas formas de confron-tacin que constituyen alianzas populares. Por ejemplo,una campaa contra la penalizacin del aborto puede seruna instancia de confluencia popular, que se relaciona conel hecho de que quienes mueren abortando son en generalmujeres de las clases subalternas, pero es mucho ms queeso. Se vincula con nociones de cuerpo, sexualidad y elec-cin vital, que superan el anlisis de clase aunque sin lseran parcialmente comprendidas.

    Ante los discursos que durante dos dcadas predicaron elocaso de la clase obrera como actor social decisivo se erigean la inocultable relevancia del proletariado. Es imposibleimaginar el cambio social en la Argentina contemporneasin una politizacin obrera. Pero no es esa relevancia la quemantiene viva la poltica del socialismo. En realidad la fun-cin del socialismo consiste en hacer posible esa politiza-cin, una vez que ha desechado el privilegio ontolgico-pol-tico asignado a la clase obrera.

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    PODER POPULAR Y SOCIALISMO DESDE ABAJO

    Poder popular, Estado y sociedad poltica

    Las nociones de poder y Estado son indisociables en lapoca contempornea. Por lo tanto, ninguna discusinsobre el poder (en este caso, el popular) podra dejar sin dis-cusin su vnculo con el Estado. Dado que la construccindel poder est condicionada a sus formas (desde arriba,desde abajo, diagonal) y a sus anclajes sociales (obrero,popular, oligrquico, burgus, militar, meditico), su califi-cacin es siempre polmica. Lo imposible es actuar poltica-mente al margen de alguna configuracin de poder. La cues-tin, entonces, no es si el poder es bueno o malo, sino cmose construye, cules son sus caractersticas, a qu objetivosobedece.

    Algo similar se puede decir del Estado, que se ha consoli-dado a lo largo de los siglos, a punto tal que hay teoras"weberianas" que entienden la historia como un proceso deconcentracin de poder en el Estado. Es claro que el Estadose inclina a monopolizar el poder y esa acumulacin se hacea costa de ciertos sectores sociales. Por ejemplo en Argentina,cuando despus de 1880 el Estado se apropi del registro denacimientos y defunciones lo hizo desplazando a la Iglesiacatlica; o cuando determin la concesin de autorizacionesdel ejercicio de la medicina, puso fuera de la ley a curande-ros y manosantas, en general de las clases populares. Por elcontrario, el Estado puede contribuir a prcticas de resisten-cia de abajo siempre que ocurran dentro del marco del ordenestablecido. Es el caso, por ejemplo, de la legislacin que pro-tege a las comisiones internas en los lugares de trabajo. Setrata de una forma de integracin del conflicto capital-traba-jo, pero que reconoce y potencia la unificacin de la voluntadobrera. En sntesis, el Estado no es una institucin intrnse-camente antagnica con el poder popular. Es, s, un peligropermanente porque su tendencia a fortalecerse implica undebilitamiento de la sociedad civil y poltica.

    La reflexin sobre poltica popular es incompleta sin unaconsideracin de la relacin con el Estado. No se trata de

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    REFLEXIONES SOBRE EL PODER POPULAR

    naturalizar su existencia, pero tampoco hacer caso omisode su presencia, como si una voluntad anarquista hicieradesaparecer su relevancia social.

    Es en este momento que emerge con toda su fuerza laapelacin al horizonte socialista propuesto, porque la lgicaestatal con la que puede articularse el poder popular es loque nos permite ver que tambin en l se reproduce lamisma tensin entre las dos direcciones vistas en el socia-lismo. Hay un poder popular desde arriba, cuya historiaconocida es la del populismo, sea que se identificara con elEstado o con un lder carismtico. Es sabido que ese senti-do tena sus complejidades, que exagerndolas dieron pie alas esperanzas de una subversin interna de la alianzapopulista que la tornara popular, radicalizndola en una varevolucionaria. En esa esperanza lata la otra tendencia delpoder popular, que es la construccin desde abajo.

    Si me parece necesario no facilitar la cuestin escindien-do populismo y poder popular es porque la experiencia his-trica muestra que los regmenes de aquella ndole, al invo-car al pueblo, habilitan a veces sin quererlo la autoorgani-zacin en las bases de lo social. Hace un tiempo hice unbreve trabajo sobre qu sucedi con esa zona de la realidaden la dcada del primer peronismo.1 En contraste con lasrepresentaciones historiogrficas que plantean una realidadsocial peronista totalizada en Pern y el Estado peronista,descubr un mundo de asociacionismo, territorializado onacional, mltiple y proliferante. Sin dudas, esa red de ins-tituciones de diverso tipo no estaban tensionadas hacia unasubversin de la realidad. Por el contrario, tendan a mejo-rarla. Pero lo importante es que exista, que la enunciacinpopular era compatible con el populismo. Para entenderlome pareci necesario exceder a la distincin liberal (y mar-xista clsica) entre sociedad civil y Estado. Deb aadir la

    1Acha, Omar: "Sociedad civil y sociedad poltica durante el primer pero-nismo", en Desarrollo Econmico, n 174, Buenos Aires, julio-setiembrede 2004.

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    PODER POPULAR Y SOCIALISMO DESDE ABAJO

    nocin gramsciana de sociedad poltica que reelaboraronalgunos tericos de la India, que identifica una productivi-dad entre civil y poltica en el seno de las localidades ysociabilidades aparentemente apolticas, como parte de unadinmica de coagulacin de nuevas formas de poder. Ahexista un poder que el peronismo institucionalizado nopudo utilizar y que termin osificndose. Pero luego de 1955constituyeron uno de los corazones de la resistencia pero-nista que, como se sabe, tuvo en las sociedades de fomen-to, clubes de ftbol barriales y una mirada de instituciona-les locales asientos tan relevantes como los grupos sindica-les en proceso de reorganizacin. Creo que la investigacinde qu bases en la sociedad poltica tuvo la poca 1969-1976 nos tiene reservadas grandes sorpresas para nuestraidea de la historia popular argentina. Como sea, el populis-mo es articulable con el poder popular. Pero es tambin,desde luego, un peligro de manipulacin de eso que nopuede controlar absolutamente.

    La cuestin reside en qu polo va a prevalecer en la cons-truccin de una frmula poltica plebeya: si la aspiracin abuscar una garanta superior que reemplace la propia obrade las clases subalternas, o si lo har una diversidad parti-cipativa que mantenga la soberana desde abajo.

    Este criterio es til para analizar las realidades polticassudamericanas de hoy. Es cierto que se puede considerarlos objetivos manifiestos de los gobiernos "progresistas" delCono Sur, ante lo que es posible plantear diversas posicio-nes. Pero es interesante observar que el contenido de suspolticas es indisociable de la forma de las mismas.

    En Argentina y Brasil los programas "progresistas" deNstor Kirchner y Luiz Incio Lula Da Silva estn plena-mente concebidos en una lgica que baja desde el Estado.En el caso argentino, su "progresismo" tan vilipendiadopor la derecha tiene como condicin de posibilidad la des-movilizacin de la sociedad. En Brasil la situacin se hacems complicada por la existencia de un movimiento cam-pesino con potencialidad de una poltica independiente. El

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    REFLEXIONES SOBRE EL PODER POPULAR

    gobierno del Partido de los Trabajadores (PT) carece deinters por la construccin de un poder popular, que afec-tara negativamente a la "gobernabilidad" y provocara lafuga de capitales.

    En Bolivia y Venezuela la situacin es muy distinta. Elgobierno de Evo Morales, porque proviene de una prolonga-da lucha popular que condiciona las acciones del gobierno,sabe que en la movilizacin de las mayoras populares resi-de su ltimo reaseguro contra el embate furioso de la dere-cha y los grandes capitales. El gobierno de Hugo Chveztiene un perfil muy diferente. Acosado por la oposicin, con-serva la herencia poltica de haber sido liberado por unaamplia movilizacin popular y el respiro econmico que leotorgan las reservas petroleras. La revolucin bolivariana sedecide por la manera en que pueda articular la voluntadconcentrada en Chvez y el Estado con la movilizacin delpueblo, con instituciones surgidas desde el llano social, queconstituyen la ltima carta que puede detener la conspira-cin opositora. Cul es la lgica de vinculacin entreChvez, el Estado y el poder popular y la sociedad poltica?Esa pregunta concentra buena parte de los dilemas de larelacin inevitable entre poder popular y Estado.

    Conclusiones

    La elaboracin de una nocin polticamente til de poderpopular debe ser distinguida de la teora populista. sta nopuede ir ms all de una definicin terica del populismo engeneral. se es el lmite de la obra de Ernesto Laclau, quenos presenta desde el terreno propiamente discursivo unahbil crtica del imaginario marxista de la construccin delas identidades colectivas. El esquema del populismo asarticulado se desliga de los anclajes sociales de los diversossujetos que ingresan al sistema de las "equivalencias", deri-vando en una alianza populista, o en otras palabras, en "elpueblo". Por eso el enfoque estructural de Laclau no nos

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    PODER POPULAR Y SOCIALISMO DESDE ABAJO

    provee de referencias polticas adecuadas para pensar unaconstruccin de poder popular desde abajo, ni para discri-minar un populismo de derecha de otro de izquierda. Endefinitiva, no nos sirve ms que para prevenirnos de losesencialismos que quieren hacer de un ncleo social (porejemplo, la clase obrera industrial) la fuerza estratgica pri-vilegiada de la prctica revolucionaria. Ese servicio esimportante, pero hay que decir que elude el esfuerzo tericocrucial, que consiste en construir una diagonal entre la teo-ra socialista y la prctica concreta de formacin de unaalianza popular.

    En otras palabras, el desafo verdadero consiste en sabersi podemos pensar una teora del poder popular desde abajoque se alimente de las formas actuales, reales, de la vida delas clases subalternas. No para deducir de esa vida al pue-blo pues es ya evidente que de lo social no se transitadirectamente a lo poltico sino para establecer para unperodo histrico y un contexto econmico-poltico determi-nado (Amrica Latina a principios del siglo XXI) un entendi-miento de las condiciones y posibilidades de una alianzapopular desde abajo.

    En Argentina, la discusin de la izquierda sobre el poderpopular tiene un captulo inevitable. Es totalmente superfi-cial mentar lo popular sin hacer un balance de la experien-cia peronista. Aqu slo podr ofrecer una indicacin suma-ria al respecto, pero sin ella mi argumentacin sera incom-pleta (ya seal que la crtica de las experiencias del socia-lismo es igualmente imprescindible).

    Estamos hoy, en los diversos planos de la experienciapoltica y social, en el mismo entramado real que el prevale-ciente en el siglo XX? En otros trminos: la historia de lopopular seguida a travs del drama del "pueblo peronista"perdura como matriz de inteligibilidad del pueblo? De nin-guna manera: el peronismo ya no es el norte cultural de una(posible) alianza popular en Argentina. Las proyeccioneshistricas de nuestro pasado, por lo tanto, necesitan serelaboradas y superadas en nuevas frmulas, en otros reci-

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    REFLEXIONES SOBRE EL PODER POPULAR

    pientes. No tanto para negar el pasado sino para abrir elespacio simblico de nuevas y operativas identificaciones.La discusin sobre el peronismo, es decir, sobre lo que hizopueblo en la Argentina del siglo XX, es quizs el tema deci-sivo de ese relato histrico que nos debemos. Pero no crea-mos que la historia nos proveer de lecciones irrefutablessobre qu hacer en estos aos y dcadas de nuestra mili-tancia por venir.

    Hagamos de una vez el duelo del socialismo y el populis-mo tal como existieron en el siglo XX. Simbolicemos sus fra-casos para recuperar sus promesas plebeyas. Lo importan-te para la poltica no es la defensa de una identidad (eso esel dogmatismo), sino la prctica de la revolucin popular ydesde abajo. El olvido es saludable cuando integra lo olvi-dado en una actitud constructiva, plena de amor por lavida. Pasemos de nuestras identificaciones imaginarias ycristalizadas a una conversacin poltica que las movilice ynegocie, y arriesguemos una subjetividad nueva. Quizs aspodamos retomar crticamente la lucha de nuestros antepa-sados y redimir el recuerdo de sus entusiasmos derrotadosen una accin que sea nuestra.

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    Introduccin

    El debate que orienta estos apuntes pretende poner en elcentro de nuestra reflexin el tema del poder. Poder paraqu y para quin. El poder como algo que se genera en lasrelaciones sociales, que es intrnseco a ellas y que no puedeser ignorado por las organizaciones de las clases oprimi-das. El poder como algo ms complejo que una cosa queest en un lugar, y que es necesario comprender para quepodamos llevar adelante la transformacin social. Por esoen este trabajo hablaremos del poder popular, que serpensado como un poder a ejercer sobre las clases opuestasal cambio y como una capacidad de hacer con la que lasclases oprimidas liberarn sus potencialidades hoy subsu-midas bajo la hegemona de las clases dominantes. Unpoder que implica un desafo, pero que deber ser una vahacia la libertad e igualdad para las clases populares ygaranta de soberana para el pas.

    Poder popular, Estado y revolucin

    Guillermo M. Caviasca*

    * Historiador. Particip de diferentes experiencias polticas desde 1982 hasta laactualidad como la JP-JUP, MPU Quebracho, MTR y actualmente forma partedel Frente Popular Daro Santilln. Estuvo detenido por razones polticas entreel 96 y el 97. Se desempea como profesor de Historia en diversas institucionesde educacin superior. Es autor de ensayos y artculos relacionados con histo-ria y poltica. Ha publicado recientemente Dos caminos. ERP-Montoneros en lossetenta.

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    Una aproximacin a la idea de poder popular

    La idea de poder popular engloba a clases y fracciones declase relativamente amplias no definidas a priori. La ambi-gedad de lo popular requiere indudablemente precisionespara cada formacin social nacional particular, cada pastiene una estructura econmica diferente, por lo tanto elconcepto de pueblo ser estructuralmente diferente.Tambin debemos tener en cuenta que la misma categorade pueblo es una categora en disputa. Lo popular trae con-sigo al sentido comn y muchas veces a clases cuyos vncu-los con el sistema capitalista pueden llevar al proyectopopular hacia un callejn sin salida (o mejor dicho: unasalida burguesa). Por ejemplo desde el nacionalismo bur-gus se engloba como pueblo a todos los habitantes de laNacin sin distincin de intereses, utilizando los smbolospatrios como herramienta de encuadramiento de los oprimi-dos detrs de los opresores. O desde proyectos nacionalespopulares se coloca dentro de la categora de pueblo a frac-ciones de la gran burguesa y los terratenientes con contra-dicciones con el capital monoplico extranjero.

    Es por eso que Fidel Castro en La historia me absolverrealiz una descripcin clara de la composicin de clase dela sociedad cubana de su poca y defini qu clases consti-tuan el pueblo cubano. Clases y fracciones de clase quedeban ser unidas en un gran frente revolucionario, haciacuya construccin el Movimiento 26 de Julio dirigi susesfuerzos.

    En el alegato frente al tribunal que lo enjuiciaba por elasalto al cuartel Moncada, Fidel define los objetivos de sumovimiento y la composicin de clase del frente revolucio-nario: Entendemos como pueblo (...) la gran masa irreden-ta, a la que todos ofrecen y a la que todos engaan y trai-cionan, la que anhela una patria mejor, ms digna y msjusta (...) los 700 mil que estn sin trabajo, (...) los 500 milobreros del campo, (...) los 400 mil obreros industriales ybraceros, (...) los 100 mil agricultores pequeos, (...) los 30

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    mil maestros y profesionales, (...) los 20 mil pequeoscomerciantes, (...) los 10 mil profesionales jvenes.1

    Es claro que todos los excluidos de esta definicin no sonpueblo para Fidel: los banqueros, los propietarios medianosy grandes del campo y la ciudad, los rentistas, los grandescomerciantes y todos los asociados al capital extranjero; esdecir, todas las clases capitalistas de la sociedad.

    Si nos orientamos con la descripcin de Fidel veremosque en el conjunto de lo popular entran fracciones del pro-letariado no obreras y clases no proletarias. Si considera-mos que el poder popular se relaciona con la posibilidad delas clases oprimidas de desarrollar, por sus propios medios,formas polticas, sociales, culturales, econmicas y milita-res, veremos que el poder popular cuestiona centralmente lacapacidad de las clases dominantes de desarrollar su hege-mona2 sobre el conjunto de la sociedad, no slo el poder delEstado.

    Entonces, cmo pensar el problema de la hegemona enel marco de lo popular? En el marco de un anlisis purodel modo de produccin capitalista, la contradiccin fun-damental es burguesa-proletariado, y entendemos queesta contradiccin es la estratgica y fundamental del sis-tema en su conjunto. Pero en las formaciones sociales efec-tivamente existentes o, como planteaba Antonio Gramsci,en aquellas en que la sociedad civil es densa, el desplie-gue de la poltica concreta requiere atender esta densidadque complejiza no slo la estructura de clases sino lasmediaciones entre stas, el poder y el Estado. Ya el propioLenin tuvo que allanarse a las consignas del campesinadoy problemas similares se dieron de forma aun ms radical

    1 Castro, Fidel, La historia me absolver, Editorial de las CienciasSociales, La Habana, 1981.2 Entendemos hegemona como la capacidad de una clase de imponersus intereses en los diferentes planos de la vida social sin necesidad derecurrir centralmente a la fuerza, logrando que otras clases aceptencomo propios y legtimos esos intereses.

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    en China, Vietnam, Cuba, etc.; el sujeto revolucionario ensociedades con mayora de poblacin rural se encontrabaen el campo.

    Por otra parte, en las sociedades complejas el desplieguede la hegemona se realiza a travs de una cantidad de ins-tituciones que ofician de amortiguadores del conflicto yreproductoras del sistema. Si concebimos al Estado comoalgo ms amplio que el aparato burocrtico militar propia-mente dicho y extendemos la nocin de Estado hacia todaslas organizaciones encargadas de reproducir la hegemonade las clases dominantes, podremos ver la densidad de lasestructuras de dominacin.3 Esta estructura social msdensa hace que los choques de las organizaciones popula-res contra el Estado-institucin impliquen la confrontacinslo contra una estructura de dominacin.

    En este sentido, si bien la confrontacin de las clasesoprimidas unidas contra la clase dominante en el Estadoconmociona al sistema en su conjunto, no producira lacada del sistema aunque el Estado-institucin entrara encrisis. Es indudable que el Estado es una herramienta muypoderosa que no puede ser ignorada, pero la transformacinde la sociedad slo se realiza cuando abarca tambin a las

    3 La concepcin que estamos planteando es la de Estado como dictadu-ra ms hegemona y proviene de Gramsci: Por Estado debe entenderseadems del aparato gubernamental tambin el aparato privado de lahegemona o sociedad civil. Y sigue ms tarde discutiendo las ideas deBenedeto Croce: En algn lugar Croce afirm que no siempre hay quebuscar el Estado all donde lo indican las instituciones oficiales, porquea veces aqul podra encontrarse por el contrario en los partidos revolu-cionarios: la afirmacin no es paradjica segn la concepcin de Estado-hegemona- conciencia moral, porque en efecto, puede suceder que ladireccin poltica y moral del pas en una determinada situacin difcil nosea ejercida por el gobierno legal sino por una institucin privada e inclu-so por un partido revolucionario. Es muy interesante esta hiptesisgramsciana para pensar en nuestro intento de definir qu son el poderpopular y el doble poder. En Gramsci, Antonio, Cuadernos de la crcel,Era, Mxico, 1999, p. 126.

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    estructuras de dominacin de la sociedad civil.4 De lamisma forma que, a la inversa, golpear las estructuras de lasociedad civil o construir nuestras propias institucionessociales alternativas no destruir al sistema hasta tanto elEstado no cambie de naturaleza.

    Es por ello que Gramsci present la concepcin de Estadocomo aparato burocrtico militar ms instituciones priva-das; concepcin que consideramos muy til porque nos per-mite ver la integralidad del problema del poder y la hegemo-na. En general los revolucionarios identificaron poder conEstado y Estado como aparato burocrtico militar, esto esas en las sociedades donde la hegemona es dbil y el des-arrollo del sistema requiere de una fuerza dirigente centra-lizada y omnipresente. En una sociedad donde la hegemo-na de la clase dominante se ha afianzado, las herramientasde dominacin se encuentran en muchas ms institucionesque las propiamente estatales.

    Doble poder, poder local y poder popular

    Las concepciones de poder popular, doble poder y poderlocal suelen confundirse. Pero as como tienen puntos decontacto, tambin se diferencian en otros. Mientras poderpopular se relaciona con la fuerza propia, autnoma, de lasclases populares ms all del Estado, de la ideologa y de lasinstituciones de la clase dominante, doble poder se refierecentralmente a la existencia de dos estructuras de poderes

    4 Esto se relaciona tambin con el grado de presencia del Estado capita-lista en la sociedad. Cuanto ms desarrolladas estn las institucionesprivadas de la sociedad civil capitalista, ms fuerte ser el sistema.Cuanto ms presencia tenga el Estado y menos la actividad privada, msafectarn al conjunto del sistema las luchas contra el Estado. Por eso enlas sociedades donde el capitalismo liberal est plenamente desarrollado(donde no slo es estructura econmica sino tambin cultura), el Estadodebe ser el articulador general y reaseguro del conjunto pero no el siste-ma en s.

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    en disputa, alternativas e incompatibles. Pero puede ser queninguna sea poder popular o que sean expresin de diferen-tes fracciones de la burguesa.

    Por otro lado, poder local implica la existencia de mbitosgeogrficos especficos donde se despliega un poder alterna-tivo al del Estado, por ejemplo zonas liberadas; asimismopuede ser algo menos visualizable que stas, como las ins-tituciones enmascaradas a las que se refera MarioRoberto Santucho en su trabajo Poder burgus, poder revo-lucionario. Ambas concepciones denotan la existencia deinstituciones alternativas pero no hablan necesariamentede la naturaleza de stas. En este trabajo el lder del PartidoRevolucionario de los Trabajadores (PRT) desarroll una ori-ginal (aunque embrionaria) teorizacin sobre el desarrollode una estrategia de poder revolucionaria que implicaba elpoder local. Analizando las luchas populares de los 60 y 70,Santucho dedujo que el saldo organizativo y poltico destas ira sedimentando en la posibilidad de controlar terri-torios. As fue como el partido reelabor, sobre la idea clsi-ca del doble poder, una estrategia de poder territorial.Simplificadamente, significaba construir organismos popu-lares paralelos a las instituciones del Estado en cada barrioo pueblo, que ejercieran su propia democracia y gobernaranefectivamente en determinadas zonas, respaldados por elpoder militar del Ejrcito Revolucionario del Pueblo (ERP).5

    Una estrategia de doble poder relegaba a un segundoplano la construccin de espacios dentro de las institucio-nes democrticas del Estado (la idea era ir corroyendo suautoridad en diferentes zonas), al que se deba destruirreemplazndolo por el nuevo Estado construido paralela-mente con la guerra revolucionaria. Esta estrategia pro-puesta pareca implicar un alejamiento de la concepcindominante del poder como algo objetivado en el Estado ins-

    5 Santucho, Mario Roberto, Poder burgus, poder revolucionario,Ediciones 19 de Julio, Buenos Aires, 1986.

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    titucin, al cual se acceda por va armada o por va electo-ral. Entonces, la concepcin de doble poder se distanciabade la de toma del poder predominante en las organizacio-nes armadas (tambin en el PRT-ERP), ya que sta subordi-naba la construccin de nuevas relaciones sociales a lanecesidad de acceder al Estado como herramienta estrat-gica de todas las transformaciones relevantes.

    El doble poder del PRT implicaba, plenamente desarro-llado, la construccin de otro Estado durante la lucha, y laconstruccin de instancias de poder popular que fuerangenerando nuevas relaciones sociales conviviendo en elmismo espacio con las formas tradicionales todava enfuncionamiento y con un Estado burgus ejerciendo ansu control. Pero la prctica de ir resolviendo los problemasde la administracin estatal durante el perodo de guerrarevolucionaria no debe entenderse como una concepcinprivativa de Santucho: en realidad, es la forma natural enque se desarrollan los procesos revolucionarios: el asaltoal poder por medio de una mgica huelga revolucionaria opor una guerrilla salida de la clandestinidad no existieronen la historia.

    Ahora bien, el desarrollo del doble poder o la existenciade zonas liberadas contienen en s mismos al poder popu-lar, aunque los revolucionarios argentinos de los 70 consi-deraran por lo general que las instituciones populares cre-adas durante los tiempos excepcionales de doble poderdeban subordinarse a la organizacin revolucionaria y,finalmente, al Estado revolucionario luego de la toma delpoder. Es decir, creaban (o recreaban) un nuevo Estado(clsico) por encima de la sociedad civil. Con el agravantede que el Estado revolucionario absorba a las organizacio-nes populares y, con el tiempo, eliminaba su dinamismo olas suprima.

    Desde nuestra perspectiva, las situaciones revoluciona-rias son procesos de masas que implican el desarrollo dedoble poder. Existen experiencias de ese tipo en muchosotros procesos revolucionarios y luchas de liberacin. En las

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    zonas liberadas por el Frente Farabundo Mart en ElSalvador durante los 80 se puso en funcionamiento la admi-nistracin revolucionaria, lo mismo en los barrios o zonasbajo control enemigo pero con influencia guerrillera. Lasorganizaciones vecinales y sociales fueron constituyndoseen mbitos de resolucin de los problemas de los pobrescubriendo un espacio donde el Estado estaba ausente. EnGuinea Bissau (colonia portuguesa que luchaba por suindependencia), el revolucionario Amlcar Cabral teoriz ydesarroll la administracin econmica y poltica en laszonas bajo control o influencia de los independentistas; lascomunidades fueron organizndose para resolver sus pro-blemas cotidianos y embrionariamente fundaron los cimien-tos del nuevo Estado.

    Actualmente en Colombia las Fuerzas ArmadasRevolucionarias de Colombia (FARC) ejercen el gobierno enuna parte importante del pas, y en otras las organizacionespopulares urbanas o rurales tienen tanto o ms poder quelos funcionarios del Estado, que en muchos casos aceptanlas sugerencias de la guerrilla. Lo mismo podemos decir deMxico, donde el zapatismo ejerce en el estado de Chiapasun gobierno paralelo efectivo que controla una zona deter-minada con instituciones propias y de naturaleza diferentea las del Estado mexicano. Pero la idea de Santucho deadentrarse en la forma de construir poder local en losbarrios de las grandes ciudades, aun en una situacindonde la hegemona del enemigo se sostiene en la sociedad,fue una propuesta interesante para el desarrollo del proce-so revolucionario argentino en los 70 y tambin plantea des-afos para pensar qu hacer en el presente.6

    6 Un dato particular (que merece un desarrollo mucho ms extenso delque podemos realizar en este trabajo) es el de la Venezuela actual, dondeparece desarrollarse una experiencia en la cual se trabaja en el fortaleci-miento del Estado paralelamente con la generacin y fortalecimiento deinstancias institucionales de naturaleza radicalmente diferente, realesbases de poder popular. La multiplicacin de organizaciones sociales,

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    El poder dual frente al poder popular

    Ahora bien, para los bolcheviques no existan los trmi-nos poder local ni poder popular, pero s el de doble poder,con el que caracterizaban el perodo durante el cual lossoviets de obreros, soldados y campesinos en Petrogrado yotras ciudades convivieron como forma efectiva de gobiernoalternativizando a la Duma (parlamento) burguesa, y fun-cionando ambos como dos fuentes de autoridad dentro delmismo pas (alternativas y en competencia). La primera con-ceptualizacin sobre el tema la realiza Len Trotski en suHistoria de la Revolucin Rusa, donde define las caracters-ticas fundamentales de acuerdo a lo sucedido entre febreroy octubre de 1917: La dualidad de poderes (...) excluye ladivisin de poder en dos segmentos y todo equilibrio formalde poderes. No es un hecho constitucional (...), las clasesadversas se apoyan en organizaciones estables sustancial-mente incompatibles entre s y que a cada paso se eliminanmutuamente.7

    Desde esta ptica, el doble poder implica el control de lasinstituciones existentes y la creacin de otras nuevas. Esuna visin estatalista, hay dos estructuras en confrontacinpor el dominio de un pas. Esto se puede desarrollar sobreuna situacin de crisis hegemnica del bloque dominante.El poder popular no se contradice con la idea de doble poder

    sindicatos populares, radios y TV comunitarias, organismos de autode-fensa y defensa miliciana, comunas, etc., en algunos casos embrionariospero en todos alentados desde el chavismo en el gobierno, es realmentenovedoso. Es como si, a contrapelo de las experiencias revolucionariasanteriores, el gobierno popular impulsara desde el Estado clsico la exis-tencia de un doble poder que se plantee estratgicamente alternativo alas antiguas (y an hegemnicas) instituciones burguesas estatales y dela sociedad civil.7 Trotski, Len, Historia de la Revolucin Rusa. En: www.librodot.com. Serefiere a regmenes donde por ejemplo existe una cmara de los Lores yde los Comunes (como en Inglaterra), o al caso alemn donde los terra-tenientes prusianos y la burguesa conciliaban intereses.

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    de Trotski pero abarca necesariamente otros elementos dedesarrollo. El desarrollo, al margen de la existencia de unacrisis, de una construccin previa integral, alternativa, con-trahegemnica, de una parte de la sociedad aun sin estruc-turas de Estado alternativas. El poder popular puede prefi-gurar las formas y contenidos de la nueva sociedad, pero ensus inicios no se expresa en forma de un Estado alternati-vo tal como lo planteaban los revolucionarios rusos.

    Una situacin de doble poder slo puede existir en unaperspectiva de asuncin global de las funciones del Estado;su crecimiento y desarrollo no est planteado en los mr-genes, como sostienen algunas corrientes autonomistas,sino en paralelo y hacia el corazn de las estructuras quehacen al funcionamiento mismo de una sociedad moderna.Decimos en paralelo porque el doble poder se materializa enla existencia de una nueva institucin que disputa las fun-ciones de la vieja institucionalidad burguesa, y decimoshacia porque estas nuevas instituciones tienden a eliminara las viejas y abarcar la integralidad de la sociedad. Por estarazn el avance del doble poder implica el debilitamiento delviejo Estado y la vieja sociedad, cosa que los revolucionariosrusos definieron claramente: la provisoriedad de la situa-cin de coexistencia de dos poderes, ya que una institucinquedara desplazada por la otra al no poder existir dos fuen-tes de autoridad contradictorias en un mismo territorio. Poreso Lenin tom el poder revolucionariamente en la prime-ra coyuntura favorable.

    Dnde radica la verdadera esencia de la dualidad depoderes?, se pregunta Trotski. Y encuentra algunas res-puestas interesantes. Por ejemplo que el poder nico, con-dicin necesaria para la estabilidad de todo el rgimen, sub-siste mientras la clase dominante consigue imponer a todala sociedad, como nicas posibles, sus formas polticas yeconmicas.8 Trotski roza el concepto de hegemona y

    8 Ibd.

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    entiende que la dualidad es un factor de inestabilidad o cri-sis. Pero a su vez, tomando el ejemplo alemn donde dosclases opresoras se reparten armnicamente el poder, plan-tea que la coexistencia del poder de los junkers y de la bur-guesa bajo el rgimen de los Hohenzollern no implica dua-lidad de poderes, por fuertes que sean, a veces, los conflic-tos entre dos clases que comparten el poder; su base sociales comn y sus desavenencias no amenazan con dar altraste con el poder del Estado. El rgimen de dualidad depoderes surge slo all donde chocan de modo irreconcilia-ble las dos clases; slo puede darse, por tanto en pocasrevolucionarias.9

    Ms adelante Trotski desarrolla una idea ms complejasobre cmo se llega a una situacin de doble poder: Lamecnica de la revolucin consiste en el paso del poder deuna clase a otra clase. La transicin violenta se efectageneralmente en un lapso de tiempo muy corto. Pero no hayninguna clase histrica que pase de la situacin de subor-dinada a la de dominadora sbitamente. (...) Es necesarioque ya en la vspera ocupe una situacin de extraordinariaindependencia con respecto de la clase oficialmente domi-nante, es preciso que en ella se concentren las esperanzasde otras clases o capas intermedias descontentas con loexistente. La preparacin histrica de la revolucin condu-ce, en el perodo revolucionario, a una situacin en la cualla clase llamada a instalar el nuevo sistema social, si bienno es duea del pas, rene de hecho en sus manos parteconsiderable del poder del Estado, mientras que el aparatooficial de este ltimo sigue an en manos de sus antiguosdetentadores. De aqu arranca la dualidad de poderes detoda revolucin.10

    9 Ibd. Podramos profundizar nosotros que al ser la dualidad definidacentralmente por lo institucional, puede existir incluso entre tendenciasno populares enfrentadas por el control de un Estado-nacin.10 Ibd.

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    En este sentido, para nosotros Trotski por un lado ve lanecesidad de acumulacin de poder previa, una suerte deacumulacin originaria de poder popular, antes de queste se transforme en poder poltico efectivo. Y por el otro (ymuy relacionado con lo anterior), que la clase llamada ainstaurar el nuevo sistema social debe expresar unacorriente contrahegemnica. Es decir: la clase portadora delcambio slo lo puede ser si, tomando las ideas gramscianas,construye previamente una cultura, reglas, valores y poderpropio; logra adems que sus valores, objetivos e institucio-nes influyan positivamente sobre otras capas sociales, setransforma en clase en s y, como parte de esto, dispone deuna organizacin poltica. Esto es la acumulacin originariaen la lucha de clases, la construccin de poder popular quepermitira a las clases oprimidas reunir en sus manos dehecho parte considerable del poder del Estado (Estado ensentido amplio)11 para constituir el poder dual y transfor-marse en hegemnica.

    En la Argentina de los 70, la idea de doble poder adquie-re otros matices. En Poder Burgus, poder revolucionario,Santucho sostiene que ste se despliega entre el momentodel inicio de la guerra revolucionaria y el de la toma delpoder. Entre ambos hay un perodo durante el cual se debeir desarrollando el poder dual, donde las masas van resol-viendo sus propios asuntos al margen y en enfrentamientocon el Estado. De modo que el poder dual existe para el PRTdespus del inicio de la guerra revolucionaria y, en ese sen-tido, pareciera ser coincidente con la idea de zona liberada,ya que stas existen slo a partir de un equilibrio poltico-militar y del desarrollo de poder territorial efectivo.

    Lo dicho manifiesta una diferencia con la idea desarrolla-da por Trotski respecto de la Revolucin Rusa, donde elSoviet (como organismo privilegiado de doble poder) convi-va en el espacio y peleaba la hegemona dentro del ejrcito,

    11 Ibd.

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    preexistiendo a la guerra civil. La guerra civil revolucionariaapareca como posterior a la existencia del poder dual, y laposibilidad de triunfo del proletariado unido al campesina-do y parte del ejrcito se daba, justamente, porque el poderdual estaba desarrollado previamente.

    Entonces para Santucho el poder dual se expresara enformas de poder local y zonas liberadas: El surgimiento delpoder local debe ser resultado de un proceso general, nacio-nal, donde aqu y all, en el norte y en el sur, en el este y enel oeste, comiencen a constituirse organismos de poderpopular. La idea de Santucho del poder local, est claro, seenmarca en una estrategia nacional: un poder local en con-flicto con el Estado no puede autoaislarse ya que sera vc-tima fcil de la represin o se volvera inofensivo. De estemodo, si bien debemos recordar que la propuesta fue escri-ta en un contexto de varios aos de luchas populares ascen-dentes, el problema de una concepcin de poder popularatada a lo militar es que no puede dar cuenta de qu haceren la construccin local en momentos de calma y replieguede las masas o relajamiento de la lucha de clases.Justamente, este desafo de una construccin en fro es loque se debe resolver en sociedades donde las mediacionesdel poder burgus son complejas. Podramos relacionar losproblemas de la construccin en fro con los de la construc-cin de poder popular y doble poder en una perspectiva delargo plazo, con la necesidad de lograr equilibrios parcialesy treguas prolongadas donde el conflicto se desplace desdelo poltico militar hacia lo poltico, lo social o cultural, perocon preservacin de los espacios conquistados.

    Estos planteos respecto de una idea de doble poder cons-truido a partir del inicio de la guerra civil y la consecuentelucha militar son fundamentales para entender la estrategiamilitar del ERP en la Argentina. No habra poder local sin eldesarrollo de un ejrcito del pueblo en condiciones de con-tener al de la burguesa y respaldar la toma del poder en elmomento oportuno. Entonces el doble poder para Santuchose construa en conflicto permanente con el Estado, genera-

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    ba instituciones propias que iban arrebatando la autoridadal gobierno y la burguesa en diferentes zonas y era transi-torio porque aspiraba a transformarse en poder estatal lmismo, destruyendo la resistencia