18
Veinte años desde Brundtland Razones para una ciencia de la sostenibilidad Antonio Gómez Sal Catedrático de Ecología. Universidad de Alcalá. 1. ¿POR QUÉ NO HEMOS AVANZADO? La indefinición como coartada En el informe presentado en 1987 por la Comi- sión Mundial sobre el Medio Ambiente y el De- sarrollo (CMMAD), respondiendo a un encargo que les llevó cuatro arios de trabajo, inmediata- mente después de la conocida definición del de- sarrollo sostenible, aparece el siguiente apunte sobre el alcance de su significado: "El desarrollo sostenible implica límites —no límites absolutos, sino limitaciones que el estado actual de la tecno- logía y de la organización social, así como la ca- pacidad de la biosfera de absorber los efectos de las actividades humanas, imponen a los recursos del medio ambiente—, pero tanto la tecnología como la organización social pueden ser ordena- das y mejoradas de manera que abran el camino a una nueva era de crecimiento económico". Aunque poco más adelante el informe advier- te sobre el problema de la pobreza, agregando que "el desarrollo sostenible exige que se satis- fagan las necesidades básicas de todos y que se extienda a todos la oportunidad de colmar sus aspiraciones a una vida mejor", la intencionada acotación sobre su enunciado original (recorde- mos éste: "Está en manos de la humanidad ha- cer que el desarrollo sea sostenible, es decir, ase- gurar que satisfaga las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer las propias") ha ser- vido para deSautorizar las ideas más exigentes respecto a la relación entre los usos humanos y la capacidad de la naturaleza para sustentarlos. Al abrir el juego para "una nueva era de creci- miento económico", y a pesar del tímido intento de embridar este crecimiento ciñéndolo a lo que pueda aportar "la mejora de la tecnología y la organización social", el informe hizo casi impo- sible el progreso hacia la sostenibilidad, al pro- poner un objetivo impreciso y contradictorio. Es bien sabido que para alcanzar un determina- do fin, y para llegar antes a la meta, la primera condición es saber con claridad a dónde nos di- rigimos o, al menos, tener adecuadamente seña- lado el camino. Aunque son frecuentes los co- mentarios sobre el carácter vago o genérico del La conservación no es un impedimento al crecimiento económico, sino que es necesaria precisamente para permitir que siga el crecimiento. Foto: Alvaro López. 28 time:8~ 58/ Septiembre 2009

Ministerio de Agricultura,Pesca y Alimentación - Veinte años desde Brundtland · mento conocido como informe Brundtland a la Asamblea General de Naciones Unidas (se cum-plieron

  • Upload
    others

  • View
    3

  • Download
    0

Embed Size (px)

Citation preview

Veinte años desde BrundtlandRazones para una ciencia de la sostenibilidad

Antonio Gómez SalCatedrático de Ecología. Universidad de Alcalá.

1. ¿POR QUÉ NO HEMOS AVANZADO?

La indefinición como coartada

En el informe presentado en 1987 por la Comi-sión Mundial sobre el Medio Ambiente y el De-sarrollo (CMMAD), respondiendo a un encargoque les llevó cuatro arios de trabajo, inmediata-mente después de la conocida definición del de-sarrollo sostenible, aparece el siguiente apuntesobre el alcance de su significado: "El desarrollosostenible implica límites —no límites absolutos,sino limitaciones que el estado actual de la tecno-logía y de la organización social, así como la ca-pacidad de la biosfera de absorber los efectos delas actividades humanas, imponen a los recursosdel medio ambiente—, pero tanto la tecnologíacomo la organización social pueden ser ordena-das y mejoradas de manera que abran el caminoa una nueva era de crecimiento económico".

Aunque poco más adelante el informe advier-te sobre el problema de la pobreza, agregandoque "el desarrollo sostenible exige que se satis-fagan las necesidades básicas de todos y que seextienda a todos la oportunidad de colmar susaspiraciones a una vida mejor", la intencionada

acotación sobre su enunciado original (recorde-mos éste: "Está en manos de la humanidad ha-cer que el desarrollo sea sostenible, es decir, ase-gurar que satisfaga las necesidades del presentesin comprometer la capacidad de las futurasgeneraciones para satisfacer las propias") ha ser-vido para deSautorizar las ideas más exigentesrespecto a la relación entre los usos humanos yla capacidad de la naturaleza para sustentarlos.Al abrir el juego para "una nueva era de creci-miento económico", y a pesar del tímido intentode embridar este crecimiento ciñéndolo a lo quepueda aportar "la mejora de la tecnología y laorganización social", el informe hizo casi impo-sible el progreso hacia la sostenibilidad, al pro-poner un objetivo impreciso y contradictorio.

Es bien sabido que para alcanzar un determina-do fin, y para llegar antes a la meta, la primeracondición es saber con claridad a dónde nos di-rigimos o, al menos, tener adecuadamente seña-lado el camino. Aunque son frecuentes los co-mentarios sobre el carácter vago o genérico del

La conservación no es un impedimento al crecimientoeconómico, sino que es necesaria precisamente parapermitir que siga el crecimiento. Foto: Alvaro López.

28

time:8~ 58/ Septiembre 2009

" fr•".

Antonio Gómez Sal

término sostenibilidad y sobre el exceso de de-finiciones relativas al mismo, incluso sugirien-do frívolamente que ya va siendo hora de cam-biar hacia un nuevo concepto, pensamos quecon independencia de que puedan proponersenuevos términos, la gran cuestión sigue estan-do pendiente: cómo ajustar los usos humanosa la capacidad de la naturaleza —o si se prefiere,la tierra— y sus ecosistemas concretos para sus-tentarlos. La sostenibilidad —formidable desafíopara una humanidad lanzada al consumo comoobjetivo y medida del progreso—, sigue siendouno de los conceptos con más calado político ycarga de responsabilidad ética acuñados en losúltimos tiempos. Por ello, con la perspectiva deveintidós arios desde la presentación del docu-mento conocido como informe Brundtland a laAsamblea General de Naciones Unidas (se cum-plieron el 4 de agosto), puede resultar de interésplantear un balance sobre las causas de que suaplicación haya sido tan escasa e ineficaz. Di-chas razones nos servirán asimismo para eluci-dar el camino por el que debe transitar la cons-trucción de una ciencia sobre la sostenibilidad yel tipo de conocimientos que serían necesarios.

La crisis nos alcanza inermes

Precisamente la secuencia de acontecimien-tos actuales que conocemos como crisis nosha despertado del sueño (o pesadilla, segúnse mire) de un crecimiento desnortado, im-pulsado por la economía financiera y el con-sumismo, dejándonos a la intemperie de unarealidad inédita, trayendo al primer plano lanecesidad de reforzar la confianza en las insti-tuciones —no en el mercado, que debe ocuparsu lugar estricto— para solucionar los proble-mas. La crisis desmantela de nuevo la ilusiónde cómodo burladero al que Naredo (1996)asimilaba el concepto de "desarrollo sosteni-ble", cuando indicaba que el término habíasido inventado por la economía convencionalpara evitar (o aplazar) enfrentarse a los alar-mantes y ya entonces conocidos problemas(sobre los que los biólogos y naturalistas ve-nían advirtiendo, desde los arios 70) que plan-teaba el esquilme de la base productiva, físico-natural, del planeta.

Podríamos sintetizar diciendo que en realidadel informe de la CMMAD tuvo poca fortunacon los tiempos en que se produjo su naci-miento, al coincidir con la época en que bajoférula del presidente Reagan se había lanzadoel periodo de acelerado crecimiento económi-co que, con algún altibajo, dominó el mundohasta hace apenas dos años. La economía ba-sada en la oferta incluía ya desde 1981 des-regularizaciones y rebajas de impuestos. El

predominio de los esquemas y valoraciones ex-clusivamente económicos en la explicación delas relaciones entre la sociedad y la naturaleza,no era precisamente el mejor contexto paraaplicar la versión exigente del desarrollo soste-nible, la que de forma mayoritaria entendieronlos científicos de la naturaleza y la sociedad,en especial allí donde la esperanzadora pro-puesta del informe "Nuestro futuro común",significaba algo realmente importante por laposibilidad que ofrecía de mejorar ya desdeentonces las condiciones de vida de las per-sonas. El contexto neoliberal dominante hastahace dos arios y heredero de la Reaganomics,según el cual la economía se autorregulaba sinintervención del estado, la suma de interesesparticulares resultaría en el interés común yno existían límites para la acción humana so-bre la naturaleza —todo es posible en cualquierlugar, las limitaciones son sólo tecnológicas yfinancieras, se argüía—, ha traído como resulta-do una perniciosa "burbuja del conocimiento"(tal como la describe Joaquín Estefanía en unreciente artículo), que duró al menos un cuar-to de siglo y fue anterior a las burbujas tecno-lógicas, inmobiliarias, bursátiles y financieras.Aparente y falso conocimiento con el que sepretendía explicar una realidad hecha a la me-dida de las ambiciones de unos pocos, absolu-tamente inútil para resolver los problemas másacuciantes sobre sostenibilidad. El informe dela CMMAD intentó brindar una cándida res-puesta a la supuesta oposición entre economíay ecología, alegando que la ciencia y la tecno-logía, así como la organización de la sociedad,pueden aplicarse para superar las "limitacio-nes", pero el resultado, debido a la ausenciade modelo y objetivos —ahora lo sabemos—, fueabrir una peligrosa caja de Pandora.

30 ffliiibiguit.b aa / septiembre 21109

Veinte años desde Brundtland. Razones para una ciencia de la sostenibilidad

Hayprogramassensatos dedesarrolloruralmotivadoscon laconservacióndel paisaje, lacultura rural ylos recursosdel campo.Foto: RobertoAnguila.

La burbuja fue creada por algunas ideas eco-nómicas que, aprovechando el ambiente defuerte crecimiento, han monopolizado en lospaíses desarrollados las explicaciones sobre eldesarrollo y sus alternativas. Para ellas era lademostración tangible de la posibilidad abiertapor Brundtland sobre el papel de "la tecnologíay la organización social" respecto a las "limita-ciones", aunque en realidad se trataba de unespejismo circunscrito al mundo desarrolladoy al reducido sector social que aún se benefi-cia del capitalismo sin reglas en las economíasemergentes. Mientras tanto, la mayor parte dela humanidad, y a pesar de los intentos de Na-ciones Unidas, los Objetivos del Milenio, siguehundiéndose en el deterioro de sus condicionesde vida. También ha jugado a favor del auge deaquellas explicaciones el hecho de poseer el len-guaje y juego de conceptos más afinados parala ocasión, desde luego mucho más formalizadoy con capacidad de influencia en los ambien-tes donde se toman decisiones, que el muchomás básico e incómodo de la Ecología, proclivey preparado para plantear los problemas, perosiempre supeditado a decisiones económicas

88! Septiembre 2009

para solucionarlos, obligado en definitiva, en eltratamiento de esta problemática a moverse enun campo que no es el suyo. Veremos más ade-lante que el campo tampoco es de la economíay los distintos enfoques y perspectivas necesitancolaborar.

Se admitía así sin dificultad entre las ideas do-minantes, que la conservación no es un impedi-mento para el crecimiento económico, sino quees necesaria precisamente para permitir que sigael crecimiento (curiosa tesitura para un planetacon recursos limitados). De ahí proceden tam-bién las visiones que propagan que la defensade la calidad ambiental plantea en general jugo-sas oportunidades de negocio.

Insuficiente repuestade las instituciones

Esta situación ha sido la responsable de que alo largo de más de veinte arios, la invocaciónal desarrollo sostenible se haya usado de formaoportunista y con total ausencia de rigor paralos más diversos fines, situándolo a un paso de

diii£1131B11) 31

Antonio Gómez Sal

la pérdida de credibilidad. Desde campañas deurbanizaciones costeras que pretendían com-pensar la ocupación abusiva del suelo con unasucinta zona verde y campo de golf, empresasque maquillan su publicidad con mensajes sim-plistas sobre no se sabe bien qué energía verde,hasta programas sensatos de desarrollo ruralmotivados con la conservación del paisaje, lacultura rural y los recursos del campo. En to-dos los casos lo común ha sido, no obstante,la ausencia de un modelo o definición precisasobre cuáles deben ser las características, com-ponentes y* escenarios de futuro que permitie-sen hablar de avances hacia la sostenibilidad.Lo mismo ocurre cuando alegremente se apela ala "sostenibilidad urbana" en un medio que de-pende para todo de recursos externos. Si no essostenibilidad de lo que se trata sino, por ejem-plo, de ciudad habitable, eficiente, ahorradora,saludable o bien gestionada, para qué confundiry aburrir con tan exigente término. El proble-ma es que con estos enfoques falsos no sólo nose avanza, sino que se retrocede, colaborando aadonnecer la crítica social con artificios semán-ticos y cortinas de humo.

La discusión de fondo se ha esquivado de formapermanente, quizás por ser conscientes de queen el contexto de fuerte desarrollismo en quenos encontrábamos, las conclusiones tendríanmuy poco recorrido, pero también porque el ca-mino que en esta materia ha escogido la UniónEuropea carece de una identificación creíble deldestino y objetivos. Más allá de la limitación deemisiones, su comercio y el dilema energético,únicamente las llamadas a una gestión "respon-sable" de los recursos naturales y el transporte,definen el enunciado demasiado abierto de laEstrategia Europea aprobada en Gotemburgo,(incluyendo también temas de seguridad ali-mentaria y salud, que no son estrictamente am-bientales), un discurso insuficiente que impideevaluar con criterio los avances reales.

Sobre la base de estos enunciados trataremosen el siguiente apartado de identificar los prin-cipales puntos de conflicto que aparecen enel debate sobre sostenibilidad, su naturaleza,asunciones y consecuencias, intentando recoger

y comparar las visiones que predominan en Eu-ropa con las de Latinoamérica, como represen-tante más cercano de los países en desarrollo yen la línea que iniciamos en trabajos anteriores(Gómez Sal, 2004, 2007). Ello nos permitirádiscutir las causas del escaso avance hacia mo-delos de desarrollo más sostenibles e ir dejandopatentes las carencias de conocimiento. No esobjeto de este artículo tratar sobre aspectos sec-toriales causantes de insostenibilidad o sobre lasmejoras tecnológicas acaecidas en estos arios, elenfoque tratará de ir a las causas —es momentode poner las luces largas—, intentando descifrarlas razones que han lastrado durante estos ariosla aplicación de la ciencia al avance hacia la sos-tenibilidad y establecer criterios que lo haganposible.

2. CLAVES PARA ENTENDER

EL CONFLICTO

Los puntos que planteamos a continuaciónsintetizan los principales conflictos que ha en-contrado la aplicación del concepto de sosteni-bilidad a la caracterización y evaluación del de-sarrollo y, por extensión, al aprovechamiento derecursos concretos. Para ello hemos intentadocontrastar las respuestas prácticas contenidas enlos acuerdos de la Unión Europea —la principalorganización internacional que cuenta con unapolítica sobre el tema—, con los planteamientosmás teóricos, aunque más cercanos a la realidadacuciante de los problemas ambientales —tantoen su escala global como en la que afecta a lospaíses llamados en desarrollo—, procedentes dela comunidad científica internacional.

- Ambigüedad conceptual. Referimos aquí lainaceptable carencia de un relato convincentey claro sobre el problema. ¿Qué tiene que sos-tenerse? Si el Informe de la Comisión Mundialpropuso la alternativa sostenible, es porque elmodelo de crecimiento se consideraba insoste-nible, pero tal reflexión no ha dado lugar hastala fecha a un cambio en el tipo de desarrollo y aun giro de la economía hacia nuevos objetivosy planteamientos. La fuerza de los hechos estápidiendo en la actualidad una mayor atención

32 88 I Septiembre 2009

Veinte años desde Brundtland. Razones para una ciencia de la sostenibilidad

sobre la capacidad de los ecosistemas para sus-tentar los usos humanos y evitar el deterioro delos servicios que proporcionan.

- Precisar los objetivos. Si no contamos con unmodelo conceptual en el que el ténnino soste-nibilidad concrete su significado, éste seguirásituándose en un ámbito de imprecisión, opor-tunismo y generalidad. La experiencia nos diceque la sociedad sólo es consciente de la impor-tancia real de los problemas, entre ellos los am-bientales, cuando estos llegan en forma de ca-tástrofes. Es imprescindible construir una mayorcapacidad de respuesta frente a las seriales deldeterioro de la habitabilidad de la tierra y de losservicios que prestan los ecosistemas. Ehrlich yKennedy (2005) proponen investigar, desde laperspectiva del comportamiento humano, la re-acción de las sociedades frente a los problemasambientales, lo que permitiría definir bases ob-jetivas sobre las que actuar. Sorprende que nohayamos sido capaces de corregir con anticipa-ción el funcionamiento del sistema económicoque ha originado la cadena de crisis.

Parte del problema procede del papel secunda-rio que las propuestas sobre sostenibilidad jue-gan en la agenda política. Su bajo coste políticose debe a que normalmente no se evalúan losresultados, por lo que resulta poco compro-metido manejar el término. Sólo precisandolos objetivos hacia los que se pretende avan-zar, podrán definirse los instrumentos adecua-dos para estimar la distancia que nos separa deellos y evaluar así la eficacia de las políticas ylos medios que se han destinado a alcanzarlos.Algo similar ocurre con la imagen ambientalque interesa transmitir a las empresas y corpo-raciones, cuyos compromisos, adornados porla reiteración abusiva de términos ambientales,no responden ante una evaluación ni contrasteindependientes.

- Los componentes de la sostenibilidad. Seplantea como un axioma y se repite como unmantra que los componentes de la sostenibili-dad son lo social, lo económico y lo ambiental,pero debe cuestionarse tal trilogía, en especialcuando no se han definido los contenidos y el

88/ Septiembre 2009

La sostenibil i dad—formidable desafiopara una humanidadlanzada al consumocomo objetivo ymedida del progreso—,sigue siendo unode los conceptoscon más caladopolítico y carga deresponsabilidadetica acuñados en losúltimos tiempos

La segunda acepción inglesa desostenibilidad, sustento, recogemejor la función que cumplen losecosistemas como garantía delbienestar humano, la tierra comoentidad nutricia, que alimentay mantiene a la humanidad,aportando servicios múltiples. FotoAlvaro López.

dizabil~ 33

Antonio Gómez Sal

alcance de cada componente. El debate afectade lleno al modelo económico y es precisamentefuera del selecto club de los países desarrollados,donde la decisión sobre el número y naturalezade los componentes cobra más importancia.Guimaraes (2003) indica que la sostenibilidadsólo se transformará en una propuesta seria enla medida que sea posible distinguir sus com-ponentes reales. Diferencia entre sostenibilidadecológica y sostenibilidad ambiental, consi-derando que ésta agrega la social y la política.Di Castri (2004) destaca como requisito parala sostenibilidad la necesidad de fortalecer unanueva gobernanza local y la asunción de poderfuncional y operacional por parte de las socie-dades. Llamas et al. (2006) aportan asimismouna perspectiva fundada en la identificación decomponentes relevantes e independientes demuy distinta naturaleza para estimar la soste-nibilidad en un sistema de uso de recursos, elaprovechamiento del agua subterránea.

- El falso equilibrio entre componentes. LaEstrategia Europea de Desarrollo Sostenible(2001) al añadir los aspectos ambientales a loscompromisos de Lisboa establecidos en 2000,de carácter principalmente económico y social,establece su teoría de los tres "pilares" de la sos-tenibilidad, colaborando a consolidar el para-digma del equilibrio entre componentes. En elmodelo europeo no sólo son tres, sino tambiéniguales en importancia. Con independencia delposible efecto psicológico de firmeza y estabili-dad que para algunos puede suponer la idea deun trípode —parece que se sabe más de lo queen realidad se sabe si la imagen es fácilmente re-conocible y consistente— no hay ninguna razónobjetiva para que los tres componentes mencio-nados —o cualquier otro que pueda añadirse—deban tener un rango equivalente.

La idea del equilibrio, que pone en un mismoplano el componente ambiental con los econó-mico y social, ha sido criticada tanto por razo-nes de enfoque —cada componente tiene nivelesde abstracción diferente y además mantienenintrincadas interacciones causa efecto (GómezSal, 2001; Wiren-Lehr, 2001)—, como porquerefleja una línea de pensamiento propia de los

Uno de los mayores retos de nuestro tiempo consiste enidentificar los elementos que constituyen el patrimoniollamado natural, pero que también es cultural en granmedida y asegurar procedimientos para incrementarlo yprotegerlo de forma efectiva. Foto: Luis Merino.

La gestión conservacionista de los bienes públicosha sido posible gracias a instituciones y normas deremoto origen (mancomunidades, montes vecinales)que forman parte importante del acervo eco-cultural demuchas comarcas españolas. Foto: Luis Merino.

34

blailkl 881 Septiembre 2009

Veinte años desde Brundtland. Razones para una ciencia de la sostenibilidad

países ricos (Guimaraes, 1994). Según Gligo(2007) el peso de Daly, Costanza, y El Serafy,sigue marcando las indefiniciones de desarrollosostenible y sustentabilidad. Los autores, implí-cita o explícitamente, siguen utilizando el con-tradictorio concepto de equilibrio y por tantola aceptación de que el modelo que exhibe elmundo desarrollado es el deseable y único.

El efecto perverso de estas visiones es un modelopoco cuantificado, con numerosas vaguedadesen el discurso, de forma que cada país o grupo deinterés puede fijar los parámetros de equilibrio,según sus propios intereses. Esto es en definiti-va lo que ocurre con la Unión Europea cuandodefine como objetivo estratégico "convertirse enla economía del conocimiento más competitivay dinámica del mundo, capaz de un crecimientoeconómico sostenible con más y mejor cohesiónsocial". Se indica que el "crecimiento económi-co, la cohesión social y la protección del medioambiente deben ir de la mano".

Para plasmar esta visión en acciones concretasevitando entrar a fondo en la viabilidad del mo-delo de crecimiento, la Comisión propone unaestrategia centrada en un número reducido deproblemas "que amenazan el bienestar futuro dela sociedad europea". La estrategia de identificaruna serie de puntos de acción preferente, sinque exista una definición clara del modelo y losobjetivos, es una respuesta frecuente en acuer-dos internacionales. Su consecuencia negativa esel aplazamiento de las medidas más necesarias,pero que por implicar cambios de mayor cala-do, encuentran dificultades para su aprobación.La paradoja es que el presunto "equilibrio" entrelos tres componentes, tal como se entiende enel contexto de fuerte crecimiento económico delos países desarrollados, sólo puede lograrse siva acompañado de una considerable derivaciónde impacto ambiental (de las actividades extrac-tivas y productivas) hacia el exterior o hacia lospaíses que conforman la periferia de la econo-mía europea.

- El modelo de relación entre componentes.Incluso cuando a los componentes se les deno-mina dimensiones, intentando con ello enri-

titilibbiált 88/ Septiembre 2009

quecer la idea estática de pilares equivalentes,se hace habitualmente sin ningún contraste quedemuestre su independencia, requisito inheren-te de los ejes, ortogonales, verdaderas dimensio-nes, de un hipotético sistema de coordenadas.

La consecuencia es que, como viene siendo ha-bitual en la problemática que tratamos, el usode los términos es de nuevo impreciso y ayudapoco a conocer el tipo de relación que los com-ponentes de la sostenibilidad mantienen entresí. En teoría sólo deberían considerarse comodimensiones y representarse como tales si sedemostrase que los componentes, más allá desu número y naturaleza, tienen baja correlaciónestadística. Por otra parte, si se concluye que loscomponentes no sólo no se superponen, sinoque desde su independencia conceptual, in-teraccionan entre sí de modo secuencial o je-rárquico, con relaciones del tipo causa-efecto,pueden considerarse también como eslabonesde una cadena de relación más o menos pasiva(unos son condición para los otros) o inclusocomo ruedas de un engranaje con efectos de-rivados, dinámicos y alterables, cuya resultantepuede tener sentidos y consecuencias claramen-te distintos. Un modelo en el que los compo-nentes se conectan, orientando y potenciandosus efectos, como esquema para caracterizar yevaluar la sostenibilidad, resulta útil por su ca-pacidad para caracterizar las circunstancias enlas que, según la opción de desarrollo escogida,los componentes cambiarán su importancia ynivel jerárquico en la cadena de influencias (porejemplo, la preponderancia de los objetivoseconómicos o de los ecológicos y sociales). Elmodelo se ajusta a la realidad por reconocer eldistinto dinamismo, repercusión práctica y efec-tos sobre el conjunto, que tienen los diferentesaspectos que se han seleccionado cómo relevan-tes para la evaluación de la sostenibilidad.

- Conflictos entre dimensiones. La modifica-ción humana de los ecosistemas, adaptándolospara que puedan responder a la demanda porarte de la sociedad de distinto tipo de servicios,pone de manifiesto la existencia de conflictoso compromisos funcionales —trade-offs— entrelas distintas dimensiones (Gómez Sal, 2001;

35

Antonio Gómez Sal

Gómez Sal et al., 2003). De esta forma, las po-sibilidades de expresión de cada una de ellas ylas consecuencias sobre el bienestar humano,están condicionadas por el valor o importan-cia que adquieren los restantes componentes/dimensiones del sistema. El análisis de los con-flictos (trade-offs) entre los servicios que prestala naturaleza humanizada (Kareiva et al., 2007)es actualmente una línea importante del debate(Foley et al., 2005).

En el análisis de la sostenibilidad, la semánticajuega una mala pasada pues el término equilibriotrasmite la percepción de que no hay conflictos,de que todo fluye sin tropiezos (Gligo, 2007).Podría entenderse que lograr el equilibrio (en-tre los componentes) significa incorporarse delleno al desarrollo sostenible, pero éste no existeen abstracto, exige políticas, líneas de acción,proyectos con mayor o menor coste ecológico ysocial, que tienen que venir respaldadas por es-trategias y objetivos de desarrollo. Sin embargo,ya hemos advertido que por basarse el discursodominante sobre sostenibilidad en un modelopoco cuantificado y con numerosas vaguedades—recordemos los comentarios sobre el informede la CMMAD—, se corre el peligro de que cadagrupo de interés o de gobierno pueda fijar losparámetros de referencia a su antojo, de formaque cuadren para propios intereses.

La incorporación a un modelo de evaluacióndel desarrollo, de escenarios definidos en fun-ción de la importancia relativa de los distintoscomponentes (Gómez Sal, 2001; 2004; GómezSal y González García, 2006), permite por unaparte ponderar las ventajas e inconvenientes deavanzar hacia uno u otro escenario y los ajustesentre componentes que aparecen en el proceso.Por otra parte, facilita apreciar cómo los com-ponentes adquieren en cada escenario desigualprotagonismo, descartando la idea del equi-librio si se pretende el avance realista hacia lasostenibilidad.

- El capital natural. Las ideas sobre integridadecológica derivan de la necesidad científica dedeterminar los límites de la naturaleza para so-portar los usos humanos. Precisamente una de

las ideas fuerza del concepto de sostenibilidades su utilidad para subrayar el carácter de la na-turaleza como fuente u origen del bienestar hu-mano. El inglés sustain puede entenderse comouna base física (idea de estabilidad, apoyo, so-porte físico) o como sustento, alimento (feed,nouris). Con independencia de que en nuestroidioma sustainabi/ity se traduzca habitualmen-te en España como sostenibilidad y como sus-tentabilidad en algunos países de América, elsentido con que se maneja en la práctica sueleser equivalente, por lo que las diferencias noproceden de cómo se traduce, sino de cómoposteriormente se interpreta, incluyendo laimportancia que se le concede como referenciapara modular el desarrollo. La segunda acep-ción inglesa, sustento, recoge mejor la funciónque cumplen los ecosistemas como garantíadel bienestar humano, la tierra como entidadnutricia, que alimenta y mantiene a la huma-nidad, aportando servicios múltiples. Esta ideaconecta también con la imagen clásica en la quela tierra es la madre y el trabajo, la creatividady laboriosidad humanas, el padre. A partir dela tierra, que ejemplifica los bienes de fondo,mediante el trabajo y el proceso económico, seobtienen las "riquezas renacientes", los recur-sos renovables (Naredo, 2003). Los seres hu-manos creamos los recursos al actuar sobre losecosistemas, en los que, por otra parte, estamosintegrados.

La evocación del concepto de patrimonio surgeinmediata, como conjunto de bienes "de ordensuperior", la propiedad común, que la sociedaddecide proteger y que quedarían fuera de la con-tabilidad imperfecta del mercado. Precisamenteuno de los mayores retos de nuestro tiempoconsiste en identificar los elementos que cons-tituyen el patrimonio llamado natural, pero quetambién es cultural en gran medida y asegurarprocedimientos para incrementarlo y protegerlode forma efectiva. En el caso de España el futuroy la credibilidad de las políticas de sostenibili-dad dependerán de cuáles sean los elementosque formen parte del Inventario de PatrimonioNatural (cuyo desarrollo se establece en la Ley42/2007), y de las medidas de protección activaque lo acompañen.

36 arnbient.a 88/ septiembre 2009

Veinte años desde Brundtland. Razones para una ciencia de la sostenibilidad

Es importante subrayar en este punto el papelde los bienes públicos, los amplios espacios depropiedad comunal -también la gestión comúnde determinados recursos- que conforman unaparte esencial de la naturaleza en nuestro país.Estos terrenos han desempeñado en Europa yen particular en España un papel relevante parala conservación de la naturaleza, circunstanciaque contrasta con la idea extendida a partir dela tesis de Hardin (1968) (tragedia de los co-munales), sobre la degradación que sufren losterrenos que por ser de todos no son de nadie.La gestión conservacionista de los bienes pú-blicos ha sido posible gracias a instituciones ynormas de remoto origen (mancomunidades,montes vecinales, tribunales de aguas) que for-man parte importante del acervo eco-culturalde muchas comarcas españolas.

- Conexión con el mundo físico. Vuelve alterritorio. Las meditadas propuestas de pla-nificación que marcaban el debate antes deldesarrollismo desatado durante los veinte ariosposteriores al informe Brundtland, concedíanuna atención preferente a la búsqueda de so-luciones ajustadas a las condiciones de cadaámbito territorial. Términos como ecoplanifi-cación (Sachs, 1981) o Ecoplan (Gómez Sal etal., 1988) condecían atención prioritaria a lasposibilidades o limitaciones del medio físico ysocial, sistemas eco-sociales responsables de lagénesis y puesta en valor de recursos concretos(desarrollo endógeno). Según Naredo (2006),si nos referimos a los sistemas de actividad hu-mana (agrarios, industriales, urbanos), pode-mos afirmar que su sostenibilidad dependeráde la posibilidad que tienen de abastecerse derecursos y deshacerse de residuos. Indica esteautor que es necesaria la vuelta atrás, desandarcríticamente el camino andado, romper "ca-jón de sastre" de la producción de valor, paraenjuiciar el comportamiento físico de las ac-tividades que contribuyen a ello. Supone, endefinitiva, reclamar para la economía un pa-pel instrumental, al servicio de los objetivosmarcados por los sistemas eco-sociales y porla calidad y configuración que la sociedad pre-tende para ellos. Enlazan estos planteamientoscon las ideas sobre el papel de los bienes de

fondo, muy asimilables al concepto de capitalnatural, conectado a su vez con el de patri-monio (los componentes y procesos no reno-vables, lo que requiere ser administrado y ensu caso incrementado, pero no esquilmado).Una mayor atención a la base donde se gene-ran los recursos permitiría superar la cortinade humo y ambigüedad que, en estos años,en gran medida perdidos para el avance haciauna ciencia de la sostenibilidad, han supuestolos planteamientos de la burbuja económica,financiera y contable. Resulta evidente queestamos abocados a depender de indicadoresfísicos para poder juzgar los efectos de la eco-nomía sobre el uso de los recursos naturalespero éstos deben responder a la racionalidad

El desarrollopara Españadel proyectoEvaluación delos Ecosistemasdel Milenio,promovido porla FundaciónBiodiversidad,permitirádocumentarla importanciadel legado deecosistemasnaturales yagroecosistemas,pero tambiénsu riesgode deterioroy extremafragilidad.Foto VicenteGonzález.

37uaibtirátab 881 Septiembre 2003

Antonio Gómez Sal

y criterios de las ciencias físico-naturales, másallá de su relación con el mercado y las coyun-turas que éste genera.

Una de las razones del conflicto que lleva a de-mandar un replanteamiento a fondo del pre-cario edificio de la sostenibilidad —desandar elcamino andado o como antes se señalaba "pin-char la burbuja"—, reside precisamente en que eltérmino producción es confuso, pues se aplicatanto a la abstracta producción de valor (identi-ficable con dinero y cuantificado habitualmenteen términos monetarios más o menos direc-tos, incluidos los análisis coste-beneficio de laeconomía ambiental), como a la producciónfísica o ecológica, derivada siempre, en últimainstancia —en lo referente al bienestar humanoy a los servicios que la naturaleza presta paraello— de la producción primaria de los vegeta-les, en el marco y limitaciones de ecosistemasconcretos. Es esta producción la identificablemás directamente con las "riquezas renacien-tes" y, en definitiva, con los efectos derivadosde aplicar el trabajo y la creatividad humanos,su saber adaptativo (eco-cultural) y los conoci-mientos científico-técnicos, a la gestión sensatay adaptada de los ecosistemas. El resultado deuna interacción así planteada es el legado deagrobiodiversidad, paisaje y territorio ordena-do que en la actualidad se encuentra en nuestropaís en trance de pérdida definitiva, por la esca-sa atención que durante décadas han recibidolos agroecosistemas que lo acogen.

- Sostenibilidad fuerte. La noción de capitalnatural permite definir la parte de naturalezaque es necesario preservar —bien en forma deentidades tangibles, o en forma de procesos bá-sicos para su funcionamiento—. La afectación alcapital natural nos marcaría el límite a partir delcual un sistema de producción empieza a serinsostenible.

Es precisamente en este punto crucial —las dis-tintas opciones para evaluar los efectos del de-sarrollo sobre el capital natural—, donde aparececon mayor crudeza la contradicción entre losdistintos enfoques. La disyuntiva, absoluta eirresponsablemente abierta a causa de la inde-

finición de la propuesta de Brundtland, está enel origen de las dos distantes perspectivas conlas que en la actualidad se maneja el concep-to. La primera consiste en considerar la reservade capital natural como un activo no modifi-cable en términos de su integridad ecológica(de forma sintética ésta incluye los procesos ycomponentes que aseguran el funcionamien-to de los ecosistemas), característica evaluablecon los criterios que aportan las ciencias físico-naturales. La segunda lo expresa a través de uncálculo económico, con distintas posibilidadescontables que finalmente coinciden en permi-tir una reducción física de dicho capital natu-ral, que se justifica por un aumento en su valorunitario, estimado mediante un "precio" máso menos hipotético o virtual. La consecuenciaperniciosa de esta práctica es que puede atribuirun carácter "sostenible" a una determinada pro-puesta económica (de desarrollo), por el merohecho de ser coyunturalmente viable, es decir,rentable en una determinada circunstancia. Ellocon independencia de sus efectos de merma decapital natural, lo que habitualmente se intentacompensar con la buena imagen que se obtienede determinadas operaciones cosméticas sobreel territorio ocupado, o a partir de la manera de-nominada "limpia" con que efectúa la produc-ción de bienes. Utilizando el alto superávit eco-nómico de la operación, para realizar algún tipode "compensación" ambiental, incluso fuera delterritorio donde se opera, y poder así mantenero "equilibrar" la importancia de los tres socorri-dos pilares.

Las anteriores consideraciones han llevado a di-ferenciar (Norton, 1992; Daly and Cobb, 1994)por una parte la sostenibilidad "fuerte" o eco-lógica, —se ha acuñado también el concepto de"superfuerte" en planteamientos que surgen enlos países en desarrollo (Gudyrnas, 2003)— for-mulada desde la racionalidad científica de laecología y que implica una mayor exigencia deintegridad para la naturaleza y el territorio —losprocesos ecológicos básicos, el funcionamientode los ecosistemas— (Vélez y Gómez Sal, 2008),compatible con el beneficio que pueda obte-nerse por servicios y recursos y, por otra par-te, la sostenibilidad "débil" o contable, es decir,

38

88/ Septiembre 2009

agrícolas depende de unLa coherencia de los usos

balance adecuado entreelementos construidos, elmanejo de materia, energía einformación y de la capacidadde absorción de impactos deorigen antrópico. Foto: LuisMerino.

Veinte años desde Brundtland. Razones para una ciencia de la sostenibilidad

la que se formula desde la economía estándary considera intercambiables los servicios quepresta el capital natural y los de la naturalezatransformada, siempre que el valor, estimadomediante distintos procedimientos de cálculoen los que interviene el dinero, se mantenga in-variante (Carpintero, 1999). Aunque el cálculomonetario pueda justificarse en ocasiones porsu efecto demostrativo o función pedagógica("con el dinero como medida es más fácil quela gente lo entienda", opinan los defensores deeste sistema), consideramos importante afianzarlos argumentos sociales y físico-naturales, porsu mayor conexión con la realidad tangible deldeterioro y por los conocimientos útiles sobrelos recursos que en dicha valoración se ponenen juego. Los cálculos de sostenibilidad débilhan sido una de las vías por las que algunas es-cuelas económicas, han terminado apropiándo-se del concepto y descargándolo de su acepciónoriginal exigente. Si pensamos en un plantea-miento riguroso de la sostenibilidad, para cons-truir una ciencia con conocimientos útiles sobrela misma, sólo la acepción "fuerte" del conceptomerece recibir este nombre. En caso contrario,se seguirá profundizando en la interesada in-definición del informe de la CMMAD y, en lapráctica, rebajando el nivel de conocimientos,banalizando y descargando de utilidad el inelu-dible concepto, cuyo recorrido apenas acaba deiniciarse, una vez que se ha separado del muchomás gastado de desarrollo sostenible, aproxi-mándose a las ciencias naturales y sociales.Como indicábamos al principio de este artículo,la sostenibilidad se nos revela como una de lasideas con más carga ética y compromiso socialacuñadas en los últimos tiempos.

- Escalas de aplicación y huella ecológica.Para mantener el flujo de servicios de los ecosis-temas es necesario que éstos puedan recuperar-se, propiedad que se conoce como resiliencia.Las posibilidades de renovación de los recursosson limitadas, tanto por el tiempo que requierenlos procesos naturales que se ponen en juego(por ejemplo, la formación de suelo funcional,es en general muy lenta), como, con frecuencia,por la imposibilidad de que dicho proceso seproduzca cuando se han perdido elementos cla-

A lo largo de másde veinte años,la invocación aldesarrollo sostenible 1se ha usado de formaoportunista y contotal ausencia de rigorpara los más diversos

ik fines, situándolo a unpaso de la pérdida de 4credibilidad

88 /Septiembre 2009 39

Antonio Gómez Sal

Los umbralesde deterioro

debenbasarse en la

caracterizaciónfísico-natural

de la integridady la resiliencia,

pero tambiéndependen de

opciones éticasy políticas

sobre el tipode naturaleza

que unadeterminada

sociedaddesea

mantener parasu bienestary preservar

como legado.Foto: Javier

Rico.

ve (biodiversidad, propágulos, fertilidad). Lasescalas espacial y temporal son imprescindiblesa la hora de apreciar la sostenibilidad. La ideade huella ecológica de la economía (de un país,ciudad, sociedad), expresión en unidades de su-perficie del consumo medio de energía por in-dividuo, ilustra precisamente el impacto que laactividad económica proyecta hacia el exteriordel territorio que ocupa y sirve como indicadorde las desigualdades en lo referente al consumode energía y recursos entre los distintos gruposhumanos. Esta capacidad de diferir el impacto,representa el verdadero talón de Aquiles delmodelo de sostenibilidad que proponen los paí-ses desarrollados (es muy descriptiva la imagende que serían necesarios dos planetas y medio,similares a la Tierra, para mantener 6.800 millo-nes de habitantes con un nivel de consumo si-milar al de los países más ricos). El "equilibrio"se argumenta como capacidad de mantener unmedio "limpio" (contando con que será posiblesiempre que se pueda pagar por la limpieza),pero no entraña exigencia alguna de sostenibi-lidad.

-Umbrales de deterioro. La conciencia sobrelos límites a partir de los cuales se produce eldeterioro irreversible de los ecosistema, tomacuerpo en el informe que dio lugar a un primercuestionamiento del modelo global de desarro-llo (Meadows, 1971). Términos como salud eintegridad (Karr, 2000) ayudan a definir el um-bral a partir del cual se degrada el capital natural

y por tanto su capacidad de mantener el aportede servicios. Los conocimientos sobre resilien-cia de los ecosistemas humanizados —la natu-raleza domesticada— permitirían definir cuálesson para cada caso los umbrales de deterioronecesario para estimar la sostenibilidad. Dichosumbrales deben basarse en la caracterizaciónfísico-natural de la integridad y la resiliencia(regulada en este caso por procesos ecocultura-les), pero también dependen de opciones éticasy políticas sobre el tipo de naturaleza que unadeterminada sociedad desea mantener para subienestar y preservar como legado. Distintos es-tudios (Turner et al., 2003; Walter et al., 2004)documentan recientemente la importancia delconocimiento tradicional —adaptación eco-cul-tural— y la resiliencia de los sistemas socio-eco-lógicos, como mecanismos de respuesta frentea las distintas manifestaciones del cambio glo-bal (clima, cambios en ocupación de territorio,desertificación, gestión de la fertilidad —cicloglobal del Nitrógeno y del Carbono—, cobertu-ra de la vegetación, etc.). En España existe unaimportante experiencia sobre el papel de losconocimientos adaptados en la gestión de losagroecosistemas. La selección de los trabajos deuno de sus más destacados representantes, pue-de verse en Montserrat (2009).

- Sistema de producción, el imprescindiblecomponente olvidado. ¿Qué es lo que quere-mos que se sostenga? ¿Qué es lo que ha de desa-rrollarse? Ambas preguntas nos conducen a undilema clave: ¿Es la economía la que se apoyao sustenta directamente sobre los ecosistemaso lo hace a través de una instancia intermedia,a la que correspondería entonces el atributo dela sostenibilidad? Para superar esta disyuntiva,que conlleva decisiones importantes como es-coger entre las vías "fuerte" y "débil" de estima-ción de la sostenibilidad y por lo tanto esencialsi se pretende trabajar con un modelo realistasobre el tema, creemos imprescindible incluircomo componente independiente el sistema deproducción (Gómez Sal, 2001, 2004), es decir,la forma en que el trabajo y la creatividad hu-manos actuando sobre los ecosistemas —con losmateriales, la energía y los conocimientos queeste proceso pone en juego—, genera productos

40

iii1L1i 88! Septiembre 2009

Veinte años desde Brundtland. Razones para una ciencia de la sostenibilidad

y servicios. La eficiencia, rendimiento y cohe-rencia ecológica caracterizan el proceso produc-tivo, con independencia de su valor monetarioque se vincula más al concepto de rentabilidad,y sería el principal descriptor del sistema eco-nómico, tal como se entiende habitualmente.El sistema de producción constituye el eslabón—rueda del engranaje— intermedio, entre el sis-tema ecológico y el económico. De hecho, suindependencia objetiva respecto a ambos siste-mas, su distinta racionalidad, ha sido probadaal mostrar entre ellos muy escasa correlaciónestadística (Gómez Sal et al., 2003). Se trata derecuperar una referencia basada en el balancefísico y tecnológico (la biomasa, la cosecha, laeficacia y eficiencia de los sistemas de acuerdocon sus objetivos no monetarios), en definitivamanejando el tipo de conocimientos y enfoquesque constituyen lo esencial de los estudios téc-nicos, aplicados a los objetivos establecidos porel modelo de sostenibilidad que se determine.

Por trabajar directamente sobre el ecosistema,generando la producción —los recursos "rique-zas renacientes"— y contar por tanto con la ca-pacidad inmediata de menoscabar el capitalnatural (los "bienes de fondo"), el sistema deproducción será sostenible si permite que dichocapital natural (ecosistema) se mantenga con elnivel de integridad requerido.

Aunque las consideraciones anteriores son apli-cables a todos los procesos productivos (inclui-dos la urbanización y la industria), en el casode la actividad agrícola resultan evidentes. Lateoría ecológica (Holling, 1973) permite iden-tificar como una situación o ámbito de estabi-lidad alternativa, la que llegan a alcanzar algu-nos agroecosistemas. En España los valores yfunciones asociados a la naturaleza humaniza-da, han sido documentados por autores comoMontserrat (op. cit), González Bernáldez (1991,1995), Gómez Sal (1997), De Miguel y GómezSal (2002). Se trata de una opción dinámicaconsecuencia de la resiliencia adquirida me-diante mecanismos ecológicos y culturales muyvariados. La coherencia de los usos agrícolasdepende de un balance adecuado entre elemen-tos construidos, el manejo de materia, energía e

111111CA91 881 Septiembre 2009

información y de la capacidad de absorción deimpactos de origen antrópico (Gligo, 1990).

La coherencia ecológica nos indica hasta quépunto el aprovechamiento de los recursos na-turales se ajusta a la capacidad o aptitud deun determinado ecosistema para sustentar losusos (capacidad sustentante) sin experimentardegradación o deterioro y ha sido formalizado(Gómez Sal, 2004, Vélez y Gómez Sal, 2008)como una característica evaluativa del sistemade producción.

Valora por tanto la calidad de la relación entredos componentes esenciales de la sostenibili-dad (el ecosistema y el sistema de producción).La falta de coherencia, procede de no tener encuenta la aptitud de la naturaleza respecto a losusos que se pretende implantar, ni los posiblesefectos de empobrecimiento o colapso (Dia-mond, 2005) provocados por usos inadecua-dos. En general, la incoherencia no se debe a lafalta de conocimientos por parte de los usuarios—de hecho la agricultura tradicional contaba conesquemas empíricos sobre coherencia y aptitudobtenidos de la selección de técnicas adecuadasy la eliminación de errores—, sino más bien deopciones políticas y de precios, provenientes deinstancias de decisión alejadas. Los conocimien-tos sobre la idoneidad de los usos, fraguados enun contexto de recursos limitados que obligabaa incorporar el sentido de sostenibilidad fuerteo ecológica, pueden constituir una base impor-tante para planificar la preservación y uso delcapital natural (aspecto pendiente de concretaren España en buena medida a través del Inven-tario de Patrimonio Natural) y la construcciónde integridad, en nuestros paisajes agrícolas.

A pesar de su importancia (cómo se obtienenlos recursos, con independencia de su precio),el sistema de producción no suele considerarsecomo una dimensión independiente, con suspropia racionalidad e indicadores, para la eva-luación y caracterización de la sostenibilidad.De acuerdo con lo anterior y considerando elenfoque exigente de sostenibilidad, la denomi-nación más adecuada para la Ley Estatal que seanuncia para los próximos meses, debería ser

41

Antonio Gómez Sal

"producción sostenible" en lugar de economíasostenible. La economía podrá ser viable, rigu-rosa, social, rentable y otras denominacionesasociables a un progreso sensato, respetuoso ycoherente con la capacidad productiva de lossistemas naturales, pero denominarla "soste-nible" implica respaldar las visiones que gene-raron la inoperancia del término, ya desde suorigen, en el informe de la CMMAD.

- Importancia esencial de la dimensión eco-lógica. Varios puntos anteriores subrayan laimportancia del componente ecológico en laevaluación de la sostenibilidad fuerte. La ini-ciativa de Naciones Unidas, Evaluación de losEcosistemas del Milenio (EM, 2004), analizalas condiciones de calidad en la naturaleza(funcionamiento de los ecosistemas) y su capa-cidad de resiliencia como requisito para man-tener las funciones que sustentan los serviciospara el bienestar humano (Montes, 2007). Eldesarrollo para España de este proyecto, pro-movido actualmente por la Fundación Biodi-versidad, permitirá documentar la importanciadel legado de ecosistemas naturales y agroeco-sistemas, pero también el riesgo de deterioroy la extrema fragilidad actual de algunos deellos, ocasionada, en buena medida, por el he-cho de carecer hasta la fecha de un escenarioclaro que oriente los objetivos de calidad en elmedio rural.

Tal como indica el Foro Económico Mundial(Sanchez Núñez, 2004), no existe base cientí-fica ni empírica suficiente para integrar en unsolo índice las dimensiones de la sostenibilidad.El mismo autor, después de analizar distintossistemas de indicadores, termina pidiendo quese diseñen indicadores ecológicos puros quepuedan reflejar los cambios del sistema físicocon trato diferenciado de los socioeconómicos.Según Kammerbauer (2001), la ecología puedeaportar instrumentos valiosos para el monito-reo mediante la formulación de indicadoresprecisos de los procesos relevantes. La solicitudde una evaluación fuerte e independiente parasistema ecológico —la integridad de la naturale-za—, es un denominador común en autores depaíses en desarrollo, consecuente con la necesi-

dad de establecer claramente las condiciones deresiliencia para los ecosistemas y evitar el riesgoflagrante de degradación y catástrofes.

- Evaluación integrada y multicriterio. Lasclaves que hemos ido desgranando, para en-tender el escaso avance en la construcción desostenibilidad, justifican pensar en un modeloformado por un conjunto de componentes bási-cos, que por su carácter independiente puedanser interpretados como dimensiones. La forta-leza y credibilidad del modelo, incluyendo lacorrecta identificación/selección de las dimen-siones y el esquema de relaciones entre ellas, esimprescindible para una evaluación crítica. Tresdimensiones —las más implicadas en el mane-jo de los recursos: las ecológica, productiva yeconómica— pueden entenderse y representarsecomo formando una cadena básica (engranaje)con efectos jerarquizados, modelo conceptualque reconoce que su importancia para el temaque tratamos es marcadamente desigual.

Teniendo en cuenta que el objetivo del desa-rrollo es el bienestar de las personas, los com-ponentes ecológico y social deberían constituirel objetivo principal. Esta idea es la que se de-fiende cuando se sitúa el adjetivo "humano" enla definición del modelo desarrollo: desarrollohumano sostenible. Esta opción puede verse,por ejemplo, en los informes que desde 1996recoge el Estado de la Nación de Costa Rica. Elfortalecimiento de los sistemas socio-ambien-tales es también el objetivo del programa EM(2004), a través de la preservación del capitalnatural, del que depende el conjunto de aspi-raciones y metas sociales. El objetivo de esteprograma es esencialmente pedagógico (apli-cación de la ciencia), dirigido a documentar yexplicar el valor intrínseco de los ecosistemas(incluyendo las distintas configuraciones quelos seres humanos hemos efectuados en ellos),vinculándolo con su aportación al bienestar.Sin duda se trata de un argumento importan-te para defender la dimensión ecológica en laevaluación de la sostenibilidad.

- Escenarios. La definición de escenarios, con-siderando diferentes hipótesis de cambio para

42 tubimabi 88 I Septiembre 2009

El informe de la CALMAD inte o brindar iía 1 la puestaoposición entre economía y ecología, alegando que la ciencia y latecnología, así como la organización de la sociedad, pueden aplicarse parasuperar limitaciones, y el resultado, debido a la ausencia de modelo yobjetivos —ahora lo sabemos—, fue abrir una peligrosa caja de Pandora yun replanteamiento mesurado de la atención política, social, científica ytknica con la que se abordan sus problemas

Veinte años desde Brundtland. Razones para una ciencia de la sostenibilidad

cada uno de los componentes de un modelo desostenibilidad, aporta un procedimiento eficaz eintegrado para evaluar el desarrollo (Gómez Sal,2001). También pueden estimarse los distintosvalores que alcanzan los servicios según sea laopción adoptada e identificar así los conflictos—trade-offs— entre ellos (Foley et al., 2005, Car-penter et al., 2007). Tal como comentábamos enel inicio de este artículo, los escenarios permi-ten identificar las metas (prospectiva), de formaque una determinada situación puede evaluar-se según el grado de parecido con el escenariopreviamente establecido, o con otros alternati-vos, deseables o indeseables en distinta medida(Gómez Sal et al., 2003; Gómez Sal y GonzálezGarcía, 2006).

3. LA BASE SOCIOECOLÓGICA

DEL DESARROLLO

Podríamos preguntarnos: ¿donde se sitúa el ori-gen de los servicios para el bienestar humano?¿En los ecosistemas o en la economía? Si es enlos primeros, es a su integridad a la que debeprestarse atención preferente. También es perti-nente la pregunta ¿a qué sujeto se dirige el bien-estar? ¿A la población o a la economía? Si es a lapoblación, la dimensión social debe prevalecersobre la económica.

Si se pretende que la sostenibilidad rebase eldebate ambiental y se constituya en un objeti-

IdullUcáb 88 I Septiembre 2005

vo de mayor alcance que contribuya a orientarel desarrollo del país, es importante contar conun buen diagnóstico. Como señala Estefanía(2009) "casi dos arios después de iniciada lacrisis, apenas nos ponemos de acuerdo sobresus orígenes remotos —más allá de generalida-des como la codicia— y mucho menos sobre suprofundidad y duración". La crisis no es ajena ala falta de decisión y claridad política a la horade abordar las recomendaciones del extensoinforme del CMMAD, más allá de la interesa-da vaguedad su enunciado, que podría habersesuperado. Ello hubiese permitido elevarse sobrela nebulosa de engaños relativos al crecimientoeconómico, larvados a lo largo de estos veintearios con el propósito de desviar la atención delos problemas de fondo.

El panorama desolador que ofrece el esca-so avance hacia la sostenibilidad (entendidaen la acepción que, objetivamente merece talnombre), se queda corto cuando junto a él seaprecia lo muy poco que se ha progresado enla equidad social. La realidad es que en la ma-yor parte de los casos el medio ambiente noes una dimensión que potencie y enriquezcala concepción del desarrollo, sino más bien seconcibe como un reservorio al que echar manopara cumplir con las metas del crecimiento eco-nómico (Gligo, 2007). Es corriente escuchar elplanteamiento de que no se pueden adoptar lasexigencias ambientales porque es necesario "serprácticos" para suplir las necesidades básicas.

43

Antonio Gómez Sal

También van en la misma línea los argumentosde lo ambiental como fuente de negocio, y elabsoluto desarme del territorio, por ausencia deuna planificación efectiva que hubiese evitadoel deterioro por urbanización, tal como puso demanifiesto el informe del OSE (2006), abando-no, y en algunos casos, también su ocupaciónpara producción energética, con escasa plani-ficación, infravalorando los impactos sobre elpaisaje y la competencia (de nuevo el análisis deconflictos) con otros usos.

Planificación imprescindible

Una planificación exigente de los usos del sueloes un requisito esencial para evitar el esquilmede recursos. La dilatada experiencia de ejemplosde sobrexplotación y desajustes en los usos delsuelo caracterizan el cambio global (Turner etal., 1995; Duarte, 2006) uno de cuyos aspectos,sin duda el más mediático y el único sobre elque la comunidad internacional está actuandode forma concertada, es el cambio climático,a través, entre otras medidas, del comercio deemisiones. El resto de los acuerdos adoptados enla cumbre de Río (Biodiversidad, Deforestación,Agenda 21) apenas han tenido consecuencias.Los Objetivos del Milenio avanzan lentamente yes muy poco probable que se alcancen en 2015.

El último informe de la FAO indica que a diezarios de la Cumbre Mundial que propuso aca-bar con el hambre en dicho plazo, ésta no se hareducido, sino que ha aumentado: 820 millo-nes de personas, la octava parte de la poblaciónmundial. Las distintas manifestaciones y efectosdel cambio global reciben así una atención cla-ramente desequilibrada.

El territorio, entendido como el espacio físicodonde tienen lugar los asentamientos huma-nos y el que se distribuyen los usos del suelo,ha tenido siempre un contenido muy asociadoa la planificación y la ordenación. No obstante,en los últimos arios y a causa de la ausencia depolíticas efectivas de ordenación que habríanpermitido frenar el deterioro en los patronesde uso del suelo, el concepto de territorio hasido esgrimido asimismo y casi por necesidad,en respuesta a las flagrantes agresiones, como

un compendio de valores (naturaleza, cultura,paisaje, calidad de vida, etc.), con un significa-do patrimonial que antes se aplicaba de formamás matizada a cada uno de sus componentes.De hecho, el "Manifiesto por una nueva cul-tura del territorio" (2006) (promovido por elColegio de Geógrafos y suscrito por un buennúmero de profesionales de distintas discipli-nas), fue una llamada de atención reclamandopolíticas sensatas que frenasen el desbarajustede las últimas décadas. Este estado de cosas,llevó incluso a que el concepto de "sostenibi-lidad territorial", entendida como la correctaadecuación de los usos humanos a las posibi-lidades que ofrece el territorio, en función desus valores, sustituya con frecuencia en Españaal internacionalmente más aceptado —y mane-jado en la bibliografía especializada— de soste-nibilidad fuerte o ecológica.

Se deduce de lo anterior la necesidad de contarcon esquemas de planificación para la sostenibi-lidad en las distintas escalas territoriales, desdela estatal al municipio. El Inventario del Patri-monio Natural, puede servir para articular elconjunto de elementos valiosos que constituyenla naturaleza y el paisaje españoles, en una redbásica de la infraestructura natural que, dotadade una adecuada conectividad, asegure la viabi-lidad de este Patrimonio en toda su extensión.En lo referente al territorio, una red de este tiporepresentaría el capital natural que no deberáverse mermado, sino potenciado por las ac-tuaciones de desarrollo. El desafío consiste asi-mismo en incluir los ecosistemas humanizados—los paisajes culturales, entre ellos los agrícolas,sus productos diversos y de calidad— de formaque pueda evitarse la progresiva banalizacióny deterioro alarmante que ahora experimen-tan. La armonización en la práctica de las leyes42/2007 de Patrimonio Natural y Biodiversidady 45/2007 para el Desarrollo Sostenible del Me-dio Rural, así como la adhesión de España alConvenio Europeo del Paisaje, abren una opor-tunidad inédita para avanzar con rigor y coordi-nación en la dirección deseable. +

44

taw50~ 88 I Septiembre 2008

Veinte años desde Brundtland. Razones para una ciencia de la sostenibilidad

REFERENCIAS

BRUNDTLAND, G. H.: Out' Common Future. Oxford UniversityPress. 1987 CMMAD. (Traducción Nuestro Futuro Co-mún, Alianza Ed. Madrid).

CARPENTER et al.: Undestanding Regional Change: A comparison oftwo Lake Dístricts. Bioscience, 57(4): pp. 323-335. 2007.

CARPINTERO, O.: Entre la economía y la naturaleza. Libros de laCatarata. Madrid. 1999, 382 pp.

DALy, H., Coas, J. JR.: For the Common Good. Beacon Press, Bos-ton. 1994.

DE MIGUEL, J. M. y GÓMEZ SAL, A.: Diversidad y funcionalidad enlos paisajes agrarios tradicionales españoles. En: Pineda, F D.,De Miguel, J. M. Casado, M. A., y Montalvo, J. (Eds.) Ladiversidad biológica en España. Pearson Educación. Madrid,2002, pp. 273-284.

Di CAsnii, E: 2004. E/ desarrollo en la sociedad de la información.Juego entre ganadores y perdedores. En: Los desafíos de lasostenibilidad en América Latina (Gómez Sal, A. Coord.)Quórum, 10: pp. 72-92. Universidad de Alcalá, Madrid.

DUARTE, C. (coord): Cambio Global. Impacto de la actividad huma-na sobre la tierra. CSIC, 2006, 166 pp.

ECOSISTEMAS, 16: 3 (URL: http://www.revistaecosistemas.net/ar-ticulo.asp?Id=513).

EHRLICH, E R. and KENNEDY, D.: Millenium Assessment and HumanBehavior Science, 2005. 309 (5734), pp. 562-564.

ESTEFANÍA, J.: Lo peor no es inevitable. El País. •6 de junio de 2009.Evaluación de los Ecosistemas del Milenio: Capital Natural y

Bienestar Humano. Declaración del Consejo. Island presa,Washington, DC., USA, 2005.

FOLEY et al.: Global consequences of land use. Science, 2005. 309:pp. 570-574.

Guco, N.: Estilos de desarrollo y medio ambiente en América Lati-na, un cuarto de siglo después. Serie medio Ambiente y Desa-rrollo, n.° 126. CEPAL. En: Revista virtual Redesma. Vol 1(1) La Paz. Bolivia, 2007.

Guco, N.: Los factores críticos de la sustentabilidad ambiental deldesarrollo agrícola. Comercio Exterior. 1990. Vol. 40, n.°12, pp. 1135-1142.

GÓMEZ SAL, A.: El paisaje agrario desde la perspectiva de la ecología.En: Ciclo de Agricultura y Ecología. Fundación Bancaixa,Valencia, 1997, pp. 145-182.

GÓMEZ SAL, A.: Aspectos ecológicos de los sistemas agrícolas.Las dimensiones del desarrollo. En: Labrador, J. y Altieri,M.A.,(eds.) Agroecología y Desarrollo. Mundi Prensa,2001, pp. 83-119.

GÓMEZ SAL, A.: Sostenibilidad ecológica: espacios y oportunidadespara un reto inaplazable. Quórum, 10: pp. 23-43. Universi-dad de Alcalá, Madrid, 2004.

GÓMEZ SAL, A.: Los puntos críticos de la sostenibilidad. Perspectivasdesde Europa y América Latina. I Encuentro Iberoamericanosobre desarrollo sostenible. Zaragoza. Gobierno de Aragón.Departamento de Medio Ambiente, 2007, pp. 81-105.

GÓMEZ SAL, A., MARIN, C. Y MENDARO, C.: Ecoplan para la isla deLa Gomera. Dirección General de Medio Ambiente. Mono-grafías DGMA. MOPU, Madrid, 1988, 322 pp.

GÓMEZ-SAL, A., BELMONTES, J. A., N1COLAU, J. M.: Assessing lands-cape values: a proposal for a multidimensional conceptual mo-del. Ecological Modelling 168, 2003, pp. 319-341.

GÓMEZ SAL, A., GONZÁLEZ GARCÍA, A.: A comprehensive assessmentof multifunctional agticultural land-use systems in Spain usinga multi-dimensional evaluative model. Agriculture, Ecosys-tems and Environment, 120, 2007, pp. 82-91.

GONZÁLEZ BERNÁLDEZ, E: Western mediterranean land use systems asantecedents for semiaríd America. In: Global Land Use Chan-ge. A perspective from the Columbian Encounter. Turner,B. L., Gómez Sal, A., González Bemáldez, E y di Castri, E(eds.) pp. 131-151. CSIC, Madrid, 1995.

tííjtj 88 /Septiembre 2009

GONZÁLEZ BERNÁUDEZ, E: Diversidad biológica, gestión de ecosiste-mas y nuevas políticas agrarias. En: Díaz Pineda, E, Casado,M. A., De Miguel, J. M. y Montalvo, J. (Eds.) DiversidadBiológica/Biological Diversity. E Areces. Madrid, 1991, pp.23-32.

GUDYNAS, E.: Ecología, economía y ética del desarrollo sostenible.Edición en Bolivia ICIB—Academia de Ciencias, La Paz,2003.

GUIMARAES, R. P: El desarrollo sustentable: ¿propuesta alternativa o retó-rica neoliberal?. Rey EURE, 20 (61), pp. 41-56, Chile, 1994.

Hardin, G.: The Tragedy of Commons. Science, 1968. 162, pp.1243-1248.

HOLUNG, C. S.: Resilience and stability of ecological systems. AnnualReview of Ecology and Systematics 4, 1973, pp. 1-23.

KAMMERBAUER, J.: Las dimensiones de la sostenibilidad: fundamentosecológicos, modelos paradigmáticos y senderos. Interciencia,26(8), 2001, pp. 353-359.

KAREIVA, P, WATTS, S. MCDONALD, R., BOUCHER, T.: Domesticatednature: Shaping Landscapes and Ecosystems for Human Welfa-re. Science, 316, 2007, pp. 1866-1869.

KARR, J. R.: Health, integrity, and biological assessment: The impor-tance of measuring whole thíngs. pp. 209-226. En: Pimentel,D.; Westra, L., and Noss, R. E (Eds). Ecological lntegrity:Integrating environment, conservation, and health. IslandPress, Washington, D. C., 2000.

LLAMAS MR., MARTÍNEZ-SANTOS E and DE LA HERA A. 2007. TheManifold Dimensíons of Groundw ater Sustainability: An Over-view. In: The global importance of groundwater in the 21st cen-tito/. : Ragone, S et al (eds) National Ground Water Associa-tion Press, Ohio, USA.

1VIEADows, D. et al.: Los límites del crecimiento. México, 1971, FCE.MONTES, C. 2007. Del Desarrollo Sostenible a los servicios de los

ecosistemas. Ecosistemas, 16: 3 (URL: http://www.revistae-cosistemas.net/articulo.asp?Id=513).

MoNrsERRAT, E: La cultura que hace el paisaje. Escritos de un natu-ralista sobre nuestros recursos de montaña. La Fertilidad de laTierra ed, 2009, 235 pp.

NAREDO, J. M.: Sobre el origen, el uso y el contenido del término "sos-tenible". Documentación Social, 102, 1996, pp. 129-147.

NAREDO, J. M.: Raíces económicas del deterioro económico y social.Más allá de los dogmas. Siglo XXI. Madrid, 2006, 271 pp.

NORTON, B. B.: Sustainability, Human Welfare and Ecosystem Health.Ecological Economics, 14(2), 1992, pp. 113-127.

Observatorio de la Sostenibilidad en España. Sostenibilidad enEspaña. Informes anuales. Universidad de Alcalá. Mundi-Prensa, 2005-2008.

Observatorio de la Sostenibilidad en España. Cambios de ocupa-

ción del suelo en España. Implicaciones para la sostenibi/idad.Universidad de Alcalá, Mundi-Prensa, 2006, 481 pp.

SACHS, Ecodesarrollo: concepto, aplicación, beneficios y riesgos.Agricultura y Sociedad, 18, Madrid, 1981, pp. 9-32.

SÁNCHEZ NÚÑEZ, E.: Sobre el desarrollo sostenible y otros demonios.Red Info GTMES, Bol. 4, San Salvador, 2004.

TURNER II, B. L., GÓMEZ SAL, A., GONZÁLEZ BERNÁLDEZ, E and DI

CASTRI, E (eds.): Global Land Use Change. A perspective fromthe Col umbian Encounter CSIC, Madrid, 1995, 446 pp.

TURNES., N. J., DAVIDSON-HUNT, 1. J. and CYFLAHERTY, M.: Living 011

the edge: ecological and cultural edges as socurces of diversityfor social-ecological resilience. Human Ecology 31(3), 2003,pp. 439-461.

L. A. y Gólar.z SAL, A.: Un marco conceptual y analítico paraestimar la integridad ecológica a escala de paisaje. Arbor, 729,Madrid, 2008, pp. 31-34.

WALKER, B. H., HOLLING, C. S., CARPENTER, S. C. and KINZIG, A. P.:

Resilience, adaptability and transformabílity. Ecology andSociety 9(2): 5, 2004. URL: http//www.ecologyandsociety.orgivol9/iss2/art5.

WIREN-LEHR, S.: Sustainability in agriculture. An evaluation of prin-cipal goal oriented concepts to el ose the gap between theory andpractice. Agriculture, ecosystems and Environment, 84,2001, pp. 115-129.

45