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Minorias Religiosas en Castilla y Leon

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Minorías religiosasLibertad religiosaHistoria religiosa en EspañaCastilla y León

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  • Jess A. Valero Matas (dir.)

    HABLANDO DE LO RELIGIOSO

    MINORAS RELIGIOSAS EN CAStILLA y LEN

    Sergio Miranda Castaeda (coord.)Kent B. Albright

    Mara Victoria Martn ArranzJuan Romay Coca

    Almudena Moreno Mnguez

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  • Este libro es el resultado de la investigacin Pluralismo religioso en Castilla y Len, llevada a cabo gracias a la financiacin de la Fundacin Pluralismo y Convivencia, a travs de un Contrato suscrito con la Universidad de Valladolid (Departamento de Sociologa y Trabajo Social).

    Diseo de la cubierta: Muntsa BusquetsFotocomposicin de la cubierta: Adriana Fbregas

    Jess A. Valero Matas (dir.), Sergio Miranda Castaeda (coord.), Kent B. Albright, Mara Victoria Martn Arranz, Juan Romay Coca y Almudena Moreno Mnguez

    de esta edicin Icaria editorial, s.a. Arc de Sant Cristfol, 11-23, 08003 Barcelona www.icariaeditorial.com [email protected] Fundacin Pluralismo y Convivencia Pintor Rosales, 44, 6 izquierda - 28008 Madrid www.pluralismoyconvivencia.es [email protected]

    Primera edicin: diciembre de 2012

    ISBN: 978-84-9888-484-5Depsito legal: B-31960-2012

    Fotocomposicin: Marina Herrera

    Impreso en Romany/Valls, s.a.Verdaguer, 1, Capellades (Barcelona)

    Impreso en Espaa. Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducci total o parcial.

    Este libro ha sido editado con papel ecolgico, libre de cloro.

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  • NDICE

    Presentacin institucional 11

    Introduccin 15 La investigacin: metodologa y fuentes 18 Un anlisis del hecho religioso 19

    I. Secularizacin y pluralismo religioso en Castilla y Len: una visin sociolgica 27

    II. Evanglicos: viejas y nuevas iglesias en Castilla y Len 47 La diversidad evanglica en Castilla y Len 47 El recorrido evanglico por tierras abulenses 55 La impetuosa presencia evanglica en Burgos 56 La diversidad evanglica en Len 58 El atlas evanglico palentino 61 El asentamiento evanglico en Salamanca 63 La devocin evanglica en Segovia 66 La frgil presencia evanglica en Soria 69 La fortaleza evanglica vallisoletana 70 La huella sigilosa de los evanglicos en Zamora 73 El desafo evanglico en Castilla y Len 75

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  • III. testigos Cristianos de Jehov: hacia el reconocimiento 79 Breve recorrido por la historia y las creencias 79 La estructura organizativa 86 Rumbo de los testigos de Jehov en Castilla y Len 88 Presencia en las diferentes provincias 92 Recursos y necesidades 96

    IV. Musulmanes: herederos del pasado y nuevos pobladores 99 Breve historia del islam 99 Prctica y festividades del islam 103 Organizacin y funcionamiento interno de las comunidades

    musulmanas 105 La reciente implantacin de los musulmanes en las diferentes

    provincias 107 Las comunidades islmicas de vila 113 Las comunidades islmicas de Burgos 114 Las comunidades islmicas de Len 116 Las comunidades islmicas de Palencia 116 Las comunidades islmicas de Salamanca 117 Las comunidades islmicas de Segovia 117 Las comunidades islmicas de Soria 118 Las comunidades islmicas de Valladolid 119 Las comunidades islmicas de Zamora 120

    V. La Iglesia ortodoxa: nuevos escenarios en la convivencia religiosa 123

    Breve historia de la iglesia ortodoxa 123 Doctrina y prctica 126 La Iglesia ortodoxa en Castilla y Len 130 Patriarcado Ecumnico de Constantinopla. Arzobispado

    Ortodoxo de Espaa y Portugal 130 La Metropola Ortodoxa Rumana de Europa Occidental y Meridional 133 Metropola Ortodoxa de Bulgaria de Europa Occidental y Central 140

    VI. Budismo: la vieja tradicin y su reciente implantacin 143 La diversidad budista 143 El budismo en Castilla y Len 147 El budismo Hinayana y su asentamiento en Castilla y Len 151

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  • El budismo Mahayana en tierras castellanoleonesas 154 El budismo tibetano castellanoleons 159 Grupos e instituciones no budistas estrechamente relacionados con la prctica budista 165

    VII. La Iglesia Adventista del Sptimo Da 167 Resea histrica y doctrina 167 Estructura y organizacin 170 Los Adventistas del Sptimo Da en Castilla y Len 172

    VIII. La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los ltimos Das 175 Historia, creencias y celebraciones 175 Estructura organizativa 180 Implantacin de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los ltimos das en Castilla y Len 181

    IX. Gnsticos y sus enseanzas religiosas 185 Introduccin al gnosticismo 185 Rosacruces 187 Lectorium Rosicrucianum - Escuela Internacional de la Rosacruz urea 189 Instituto Gnstico de Antropologia Samael y Litelantes 191 Centro de Estudios del Autoconocimiento 192 La fraternidad blanca universal 193

    X. Otras manifestaciones religiosas: La Fe Bah 195 Breve historia de la Fe Bah 195 Creencias, principios y ritos de la Fe Bah 198 Organizacin administrativa 200 Los bahis en Castilla y Len 200

    XI. Actividad social, relaciones institucionales e interreligiosidad en Castilla y Len 203 Las acciones informales de las comunidades islmicas 203 La accin social de las iglesias evanglicas 205 Acciones sociales de los adventistas: ADRA 209 Otras realidades 210 Relaciones con las instituciones pblicas 212 Relaciones interconfesionales 114

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  • XII. Valoraciones religiosas en Castilla y Len 217 Autodefinicin en materia religiosa 218 La importancia de la religin en la vida de los castellanoleoneses 220 Conocimiento de la existencia de minoras religiosas 223

    Anexo 1. Bibliografa 227Anexo 2. Directorio de entidades 235

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    PRESENTACIN INSTITUCIONALJos Manuel Lpez Rodrigo1

    Resulta evidente que nuestra sociedad ha cambiado mucho en los ltimos treinta aos en su relacin con el hecho religioso. Hemos vivido un intenso proceso de secularizacin que, como en otros pases europeos, ha adoptado la forma de un debilitamiento progresivo de la prctica religiosa y una prdida de la importancia relativa de lo religioso en la vida cotidiana. Pero este no ha sido el nico cambio. En paralelo, y especialmente durante la ltima dcada, las minoras religiosas han experimentado un importante crecimiento en nuestro pas.

    Los ltimos aos han sido especialmente relevantes en el desarrollo del pluralismo religioso en Espaa. El volumen de creyentes de confesiones mino-ritarias se ha incrementado hasta llegar a representar en la actualidad entre el 5 y el 6% del total de la poblacin. Son varios los factores que han contribuido a propiciar este cambio. El desarrollo de las libertades es uno de los ms impor-tantes, pero tambin han jugando un papel determinante fenmenos como la intensificacin de los flujos migratorios o la globalizacin.

    El incremento del pluralismo religioso tiene su expresin ms visible en la apertura de nuevos lugares de culto, espacios que han pasado a formar parte habitual del paisaje urbano de nuestras ciudades. As, a las 22.851 parroquias catlicas se suman hoy 5.549 lugares de culto de otras confesiones. Es decir, una quinta parte de los centros de culto existentes actualmente en nuestro pas. Entre las confesiones minoritarias los centros ms numerosos son las iglesias evanglicas (55,4%), las mezquitas u oratorios musulmanes (21,7%) y los salones del Reino de los Testigos Cristianos de Jehov (12,6%)2. Le siguen

    1. Director de la Fundacin Pluralismo y Convivencia.2. Observatorio del Pluralismo Religioso en Espaa, datos correspondientes a junio de

    2012. Vase: www.observatorioreligion.es/directorio-lugares-de-culto/explotacion-de-datos/index_1.html

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    en importancia numrica, y en este orden, los lugares de culto de ortodoxos, mormones y budistas (3%, 2,4% y 1,7% respectivamente).

    Y como todo proceso de cambio social, el pluralismo religioso nos ha situado ante nuevos retos. Retos normativos y de gestin especialmente relevantes por cuanto la libertad religiosa se configura en el ordenamiento jurdico espaol como un derecho fundamental, pero tambin retos sociales y de convivencia que ponen a prueba la cohesin social.

    En Espaa contamos con un marco normativo que a priori podra resultar suficiente para garantizar el ejercicio del derecho de libertad religiosa. La libertad religiosa es un derecho fundamental consagrado en el artculo 16 de la Consti-tucin Espaola y desarrollado por la Ley Orgnica de Libertad Religiosa (Ley 7/1980, de 5 de julio). A eso se aaden los Acuerdos con la Iglesia catlica (que tienen la naturaleza de convenio internacional) y con las confesiones evang-lica, juda y musulmana (firmados al amparo de la Ley Orgnica de Libertad Religiosa y con naturaleza de leyes generales). En el ao 2012 se cumplieron de hecho veinte aos de la firma de estos Acuerdos.

    Sin embargo, en la prctica, muchas de las situaciones que afrontan los creyentes de confesiones minoritarias ponen de manifiesto la insuficiencia del sistema y la necesidad de abordar nuevos desarrollos normativos y, fun-damentalmente, de definir y poner en marcha modelos de gestin pblica de la diversidad religiosa capaces de garantizar el ejercicio de la libertad religiosa en sus diferentes manifestaciones. Las dificultades que encuentran muchas comunidades religiosas a la hora de abrir un nuevo centro de culto es uno de los ejemplos ms evidentes, pero no el nico.

    Y es que el crecimiento de las minoras religiosas ha situado a las admi-nistraciones locales ante demandas que, aunque relacionadas con derechos reconocidos por nuestro ordenamiento jurdico, hasta hace muy poco tiempo no eran habituales en su actividad cotidiana. Es el caso, por ejemplo, de la solicitud de parcelas adaptadas para el enterramiento islmico o judo en los cementerios municipales, de la prestacin de asistencia religiosa en estable-cimientos pblicos, de la inscripcin de una entidad religiosa en el registro municipal de asociaciones, de la solicitud de interlocucin o de participacin en alguno de los espacios de consulta o participacin ciudadana existentes en nuestros municipios, de la invitacin a representantes pblicos para asistir a actos relevantes organizados por las entidades religiosas, o de la celebracin de actos en la va pblica.

    El contenido de algunas de estas demandas est directamente relacionado con cuestiones religiosas, pero otras, como podemos ver entre los ejemplos citados, son demandas cuyo contenido y tramitacin no varan prcticamente de las procedentes de otros colectivos ms que en la naturaleza religiosa de las entidades demandantes. Sin embargo este matiz el hecho de que la entidad que presenta de la solicitud tenga una naturaleza religiosa adscrita a una con-

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    fesin minoritaria produce a menudo entre los gestores pblicos un inicial desconcierto que las singulariza y aparta de la normalidad con que debieran ser tratadas. Nos encontramos por tanto ante un doble reto, el desarrollo normativo de mbitos concretos del ejercicio de la libertad de culto, y la nece-sidad de avanzar en la normalizacin de la gestin de la diversidad religiosa. Y para afrontar este doble reto resultan necesarios tanto un buen conocimiento sobre las diferentes realidades del pluralismo religioso en nuestro pas, como herramientas de gestin pblica capaces de articular las nuevas realidades. La publicacin que aqu presentamos pretende ser una contribucin al primero de estos retos.

    En el ao 2005 la Fundacin Pluralismo y Convivencia puso en marcha un programa de investigacin sobre las minoras religiosas en el Estado espaol. El objetivo de este programa era obtener un conocimiento pormenorizado del mapa de comunidades religiosas locales en las diferentes Comunidades Aut-nomas y de las lgicas de implantacin e incidencia en el espacio pblico que estaba teniendo el incremento del pluralismo religioso. Igualmente, a travs de estos estudios y de la publicacin de sus resultados, la Fundacin pretenda contribuir al proceso de visibilizacin y reconocimiento de las minoras reli-giosas en nuestro pas. Hablando de lo religioso. Minoras religiosas en Castilla y Len se enmarca en este programa de investigacin. Antes fueron publicados los resultados de los estudios correspondientes a Catalua (Las otras religiones), la Comunidad Valenciana (Minoras de lo mayor), la Comunidad de Madrid (Arraigados), Canarias (Religiones entre continentes), Castilla-La Mancha (reli-gion.es), Aragn (Construyendo redes), Andaluca (Y t (de) quin eres?), Pas Vasco (Pluralidades latentes), Murcia (Diversidad cultural y religin) y Navarra (Umbrales).

    En 2011 dimos un paso ms, y, con el objetivo de proporcionar herramientas y orientaciones de gestin de la diversidad religiosa a las diferentes administra-ciones pblicas, el Ministerio de Justicia, la Federacin Espaola de Municipios y Provincias y la Fundacin Pluralismo y Convivencia creamos el Observatorio del Pluralismo Religioso en Espaa (www.observatorioreligion.es). En 2012 el Observatorio se ha consolidado como herramienta de la Administracin para la gestin pblica de la diversidad religiosa y como el principal espacio de referencia sobre la actualidad del pluralismo religioso en Espaa.

    Hablando de lo religioso presenta las conclusiones de la investigacin sobre minoras religiosas realizada en Castilla y Len por el Grupo de Investigacin en Ciencia, Poblacin y Religin dirigido por el profesor Jess Valero de la Universidad de Valladolid. Durante dos aos el equipo ha recorrido la prctica totalidad de la Comunidad Autnoma y entrevistado a representantes de las diferentes comunidades y confesiones religiosas con implantacin en la regin. An tratndose de una publicacin de carcter eminentemente divulgativo, constituye tambin una interesante aportacin a la reflexin acadmica sobre

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    la materia, cuyo desarrollo en nuestro pas se encuentra todava en una etapa muy incipiente.

    Hablando de lo religioso proporciona un anlisis minucioso del mapa de la diversidad religiosa en Castilla y Len. La revisin del proceso de implantacin de las diferentes comunidades religiosas constituye el elemento central de la obra. No obstante, resulta especialmente interesante la atencin dedicada a la historia y creencias de las diferentes confesiones. Los autores han conside-rado igualmente relevante la inclusin de un captulo dedicado al anlisis del concepto de secularizacin, as como la introduccin de datos cuantitativos sobre el conocimiento que la poblacin castellano-leonesa manifiesta sobre las diferentes confesiones religiosas. Estos datos nos indican que tenemos por delante una importante tarea de divulgacin, y esa es, como decamos, en buena medida, la intencin de esta obra. Tal como ya se hiciera en el anterior nmero de la coleccin Pluralismo y Convivencia, este volumen no incluye los anexos Marco jurdico y Glosario incorporados en volmenes anteriores. Ambos recursos pueden ser consultados en el portal web del Observatorio del Pluralismo Religioso en Espaa3.

    Para finalizar quisiera felicitar a los autores de la investigacin y del presente texto por la exhaustividad del trabajo realizado. Igualmente no puedo dejar de agradecer su colaboracin a todos los responsables y miembros de las diferentes comunidades y confesiones religiosas que han participado en el estudio. Sin la contribucin de todos ellos esta publicacin no habra sido posible.

    3. El glosario puede consultarse en: www.observatorioreligion.es/diccionario-confesiones-religiosas/glosario/. Sobre el marco jurdico vase el n 1 de la Coleccin de Documentos del Observatorio: Marco jurdico del factor religioso en Espaa, disponible en: www.observatorioreli-gion.es/publicaciones/documentos_del_observatorio/

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    INtRODUCCINJess A. Valero Matas y Sergio Miranda Castaeda

    La religin es un hecho social en la construccin de una sociedad. Hasta el siglo xviii se pensaba que todo cuanto aconteca al ser humano estaba determinado por el designio divino, pero a partir de entonces predominar la idea de que todo est determinado por designio humano. Este cambio produce un salto cualitativo que genera nuevos planteamientos sobre la religin.

    No es el fenmeno de la secularizacin lo que est dando pbulo a una mayor reflexin en torno a la religin. Recordemos a diferentes filsofos que reflexionaron sobre la religin y generaron grandes controversias en el pen-samiento religioso de su poca: Maimnides, Averroes o Ibn tufayl. Como escribe Lowney, el disciplinado Maimnides trat de ayudar al judo devoto que careca de los textos talmdicos o de la educacin necesaria para descifrar-los, o que simplemente quera comprender con claridad sus deberes para el Shabbat (Lowney, 2006: 182). El propio Maimnides cuestionaba el uso dado por determinados rabinos a la religin, y salirse de los cnones tradicionales que haban gestionado la religin en la poca implicaba ir en contra de ella. Hablaba de la divinidad humana, pero tambin de cmo Dios haba hecho al ser humano a su imagen y semejanza para entender y comprender el mundo, asunto imposible para los animales, por no ser racionales1. Maimnides concluye su obra Mishneh torah con un canto a la libertad del individuo, marcada por la sabidura y el conocimiento que reinarn en lugar de los deleites terrenales. Algo similar experiment Averroes, cuyo pensamiento fue rechazado por la comunidad musulmana y, en cambio, sirvi de inspiracin al ms creativo pensamiento cristiano.

    1. Lerner (2000) expone brillantemente las reflexiones de la obra de Maimnides sobre sus posiciones, no contrarias a la Ley de Dios, sino preocupadas por su comprensin por parte de los legos.

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    El estudio de la religin no solo debe ser entendido como una expresin de la secularizacin sino ms bien como un cambio en los modelos de interpretar la religin. A la hora de reflexionar sobre la secularizacin conviene diferenciar, como indica Casanova (2007), entre secularizacin como decadencia de las prcticas y creencias religiosas, secularizacin como privatizacin de la religin, y secularizacin como distincin de las esferas seculares. Esto, indudablemente, no implica el rechazo de la religin, y su abandono como fenmeno social, sino todo lo contrario, una transformacin en la interpretacin del hecho religioso por los individuos.

    Existen diferentes interpretaciones sobre este cambio en los comportamien-tos sociales. Shiner (1965) tipifica los diferentes enfoques de la secularizacin: 1) El ocaso de la religin: la prdida de influencia de las doctrinas e instituciones religiosas. Como afirma Wilson, la conducta de los hombres responde cada vez menos a motivaciones religiosas; los hombres aprecian el mundo en trminos empricos y racionalmente determinados (Wilson, 1969: 32). 2) El desinters de la sociedad por la religin: la vivencia religiosa pasa de un estadio autoritario, dominante en el pasado, para transformarse en un estadio de intercambio; la religin no es algo aislado, sino que debe competir en el mercado con el resto de productos sociales; desaparece de la esfera pblica para asentarse en la esfera privada. 3) El trnsito de una sociedad sagrada a una sociedad secular, donde las personas acceden a la religin, no por adscripcin, sino por eleccin, como consecuencia de una transformacin de la estructura social que resulta de nuevas interpretaciones culturales e institucionales. Esto viene a dar continuidad a la idea de Durkheim (1912/2007), de que la prdida de influencia social de la religin ha sido consecuencia del paso de una sociedad basada en la solidaridad mecnica a una sociedad centrada en la solidaridad orgnica.

    El proceso de secularizacin es importante, en tanto en cuanto pone de relieve un cambio en el comportamiento de las personas a lo largo de la his-toria. Sin embargo, no puede ser el marco de referencia exclusivo a la hora de analizar la sociedad. Segn algunos tericos de la Modernidad, la religin perdera peso social a favor de la razn. Como expone Giddens (2009), la prdida paulatina de peso de la religin tradicional en la sociedad fue un rasgo caracterstico de la modernidad occidental, proceso al que los estudiosos llamaron secularizacin: la influencia de lo sobrenatural en la vida cotidiana ira disminuyendo a medida que las sociedades se modernizaran y confiaran ms en la ciencia y la tecnologa para controlar y explicar el mundo. En esta misma lnea, Ferrarotti (1993) afirmaba que la sociedad asista al ocaso, no de lo sagrado, sino de la religin, o con mayor precisin, de la religin de Iglesia. Sin embargo, la realidad actual es bien distinta: la religin sigue siendo un elemento importante en la vida de las personas. Las que pueden estar perdiendo peso son las religiones tradicionales, pero, por otro lado, estn creciendo nuevas formas de expresin religiosa. Como expone Dobbelaere,

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    los cambios a nivel de las instituciones religiosas, como la emergencia de los Nuevos Movimientos Religiosos (NMR), o los cambios a nivel individual, como la declinacin de la prctica religiosa, ocupan un lugar secundario en la teora, en la medida en que no constituyen indicadores confiables del proceso de secularizacin (Dobbelaere, 1981: 42). Para el estudio de la religin es condicin obligada tener presente la secularizacin y la aparicin de nuevos movimientos religiosos2, porque darn las claves de aceptacin, o no, de las instituciones religiosas, cambio de una denominacin a otra, prdida de creencia, etc., y todo ello suscita mltiples preguntas.

    La movilidad de las personas, como consecuencia del proceso de globali-zacin, trae consigo importantes cambios, suscitando reflexiones en torno a la religin. La pluralidad de religiones abre debates en torno a la convivencia de ellas en un espacio comn.

    Los flujos migratorios han conllevado la aparicin de reflexiones acadmicas y sociales en torno a la religin. Aunque desde hace dcadas ha habido minoras religiosas en Castilla y Len, estas estaban latentes, y se han hecho manifies-tas a raz de la presencia de extranjeros en la Comunidad Autnoma. Para la mayora de la poblacin castellanoleonesa, la diversidad de religiones quedaba muy alejada de su imaginario social, y se acercaba ms a la idea del modelo de sociedad norteamericana. Pero la realidad es muy distinta a esa creencia.

    La llegada de extranjeros en las dos ltimas dcadas ha propiciado una mayor visibilidad de personas con creencias diferentes a la mayoritaria, y por ende ha dinamizado el pluralismo religioso. Pero tambin es cierto que muchas de estas confesiones estn asentadas en la regin desde hace ms de 150 aos. Es el caso de la confesin anglicana, asentada en esta Comunidad Autnoma desde 1834, o la Iglesia ortodoxa, presente desde 1860 sin templos ni sacerdotes, ejerciendo sus prcticas de manera ntima en templos catlicos. Otras confesiones, como los testigos de Jehov, los adventistas o los mormones, son de asentamiento ms reciente, pero en el origen de su presencia en Castilla y Len tampoco se encuentra un vnculo con la inmigracin. El vnculo con el hecho migratorio s que existe en el caso de los musulmanes o de muchas iglesias evanglicas.

    La distribucin de los centros de culto en el territorio es muy desigual en Castilla y Len. En el caso de algunas minoras, sus templos se encuentran principalmente en las ciudades de mayor poblacin, mientras otras, como puede ser la musulmana o la ortodoxa rumana, minoras de relevante implantacin en la Comunidad Autnoma, no guardan esa relacin. Su ubicacin depende del funcionamiento del mercado laboral, ya que, atendiendo a l, van movindose y abriendo sus espacios de culto. A modo de ejemplo, Valladolid es la provincia

    2. Como seala Barret (2001), es necesario abordar esta cuestin para comprender las transformaciones de la religin en un mundo globalizado.

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    con mayor poblacin, no obstante solo tiene una mezquita, en cambio en la provincia de Burgos hay siete mezquitas, de las cuales tres estn en la capital y el resto en otros lugares. En el caso de los ortodoxos su asentamiento depende mucho del Patriarcado al que pertenecen y de la capacidad econmica que permita hacer frente a los gastos que supone un templo: unos tienen presencia en todas las provincias, y otros solamente en una o dos.

    A diferencia de otras Comunidades Autnomas, la mayora de los centros de culto en Castilla y Len se encuentran integrados en el paisaje urbano. Esto ha sido positivo porque, aunque en los primeros momentos de apertura y contacto con los ciudadanos hubo algunos problemas, una vez conocida la actividad, se fue disipando la desconfianza. La presencia en los cascos urbanos ha facilitado la convivencia, y podr incluso llegar ser un punto de encuentro para dinamizar el dilogo entre religiones.

    La investigacin: metodologa y fuentes

    La investigacin que aqu presentamos ha sido realizada por miembros del Grupo de Investigacin en Ciencia, Poblacin y Religin (GICIPORE) de la Universidad de Valladolid, dirigido por Jess Valero Matas. Se ha seguido un proceso similar al de los estudios precedentes que han tratado de elaborar un mapa de los colectivos asentados en los diferentes territorios del pas: abordar la evolucin histrica de las minoras, sus necesidades, creencias y percepcin social. Para ello se han utilizado, en primer lugar, diferentes fuentes de infor-macin: partimos del anlisis documental de los estudios ya realizados en otras CC.AA., pero tambin de investigaciones elaboradas por algunas confesiones religiosas, del anlisis de los datos provenientes de los registros y directorios del Ministerio de Justicia, de la exploracin de las pginas web oficiales y no oficiales de las comunidades religiosas. En segundo lugar, se utilizaron mtodos cualitativos y cuantitativos para recoger informacin sobre las minoras reli-giosas. Para ello, se elabor una ficha de recogida de datos relativa a la huella dejada por cada uno de estas confesiones en las tierras castellanoleonesas, cuyos trazos muchas veces se han desvanecido, fruto de la erosin provocada por agentes externos e internos. Consideramos que el recorrido histrico permite comprender el modus vivendi y adaptacin a unos condicionantes externos que, en muchas ocasiones, resultaban desfavorables. Igualmente nos dedicamos a analizar estructuras y organizacin, centrando la atencin, principalmente, en la descripcin de sus dinmicas de funcionamiento. La tercera cuestin, rela-cionada directamente con el anterior aspecto, hace referencia a las actividades, con las que tienen que ver con su labor habitual (das de reunin y celebraciones significativas) as como las actuaciones dirigidas al resto de la sociedad (accin social, educativa, cultural). Lgicamente todo tipo de actuacin requiere de unos recursos, por lo que hemos considerado necesario examinar tambin

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    con qu tipo de recursos cuentan, ya sean propios como externos, y, en conse-cuencia, a qu necesidades tienen que hacer frente. Un paso ms all, hemos intentado describir las relaciones entre las propias confesiones, las relaciones con otros entes u organizaciones y las relaciones con el entorno en el que se encuentra la comunidad.

    El trabajo ha sido complejo, pues haba que hacer frente a un territorio amplio. Castilla y Len es la regin ms extensa de la Unin Europea con nueve provincias. tener que abarcar un territorio de esta magnitud conlleva una planificacin geogrfica. En principio se realiz un seguimiento posicio-nal de las minoras asentadas en la Comunidad Autnoma, lo cual nos ayud bastante a la hora de reorganizar los recursos y minimizar el tiempo utilizado. Pero la realidad nos demostr que muchas de las minoras asentadas no estaban inscritas, aparecan otras nuevas, etc. El boca a boca termin siendo nuestro mejor aliado. Muchos templos estn ubicados en reas rurales, en ocasiones bastante alejadas de las capitales de provincia, lo cual obligaba a desplazarse exclusivamente a ese lugar sin poder aprovechar el tiempo visitando a otras personas. Por ltimo, el hecho de que los representantes de algunas minoras no residan en la Comunidad Autnoma implic desplazarse a otros espacios fuera del territorio.

    A pesar de estas dificultades debemos manifestar que el trabajo ha sido enriquecedor, tanto por lo que nos ha aportado intelectualmente como por las relaciones que hemos construido con los miembros de estas minoras religiosas, que en muchos caso nos han abierto sus templos para participar con ellos en sus prcticas religiosas, o nos han invitado a participar en reuniones de hermandad.

    No queremos pasar pgina sin agradecer el trabajo realizado por todos los colaboradores de esta edicin, por su dedicacin y enorme esfuerzo para sumer-girse en un mapa religioso cambiante y diverso. Queremos tambin hacer una especial mencin a cada uno de los entrevistados. Gracias por los momentos compartidos, sin vosotros este trabajo y el camino hacia la normalizacin del pluralismo religioso sera inviable. y cmo no, nuestro agradecimiento tam-bin a la incansable y fructfera labor en esta tarea a la Fundacin Pluralismo y Convivencia.

    Un anlisis del hecho religioso

    Una de las cuestiones fundamentales a la hora de estudiar lo religioso en la sociedad es cmo definir el concepto de religin. En este sentido, existe un cierto consenso a la hora de sealar que hay dos formas de definir la religin en funcin de su relacin con la sociedad. La primera es sustantiva y se refiere a elementos como el culto, lo sobrenatural, el rito, etc. Este tipo de definiciones prevalecieron en el inicio de la historia de la sociologa de la religin. Un ejemplo claro de definicin sustantiva es la realizada por Durkheim (1858-1917). l es

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    uno de los primeros autores que hace frente a la elaboracin de un modelo de interpretacin sociolgica del hecho religioso. Para Durkheim, la religin es un hecho social complejo que no puede comprenderse si no es a travs de otros hechos sociales de los que procede. Bajo estas premisas Durkheim define que una religin es un sistema solidario de creencias y de prcticas relativas a las cosas sagradas, es decir separadas, interdictas, creencias y prcticas que unen en una misma comunidad moral, llamada Iglesia, a todos aquellos que se adhieren a ellas (Durkheim, 1912/2007: 42). La segunda forma de definir la religin es funcional. Este tipo de definiciones se caracterizan por hacer hincapi en la funcin de la religin en la sociedad. Un ejemplo es la definicin elaborada por Luckmann para quien la religin es una funcin social del sistema social global, y conserva as su relacin con el ambiente de este ltimo. El sistema religioso permanece, a pesar de la especificacin funcional, como un sistema social donde una multiplicidad de otras funciones debe ser satisfecha al mismo tiempo (Luckmann, 1973: 76).

    teniendo en cuenta las anteriores consideraciones, retornamos al anlisis que realiza Durkheim (1912/2007) de la religin. Para el autor, la religin es la variable dependiente del estudio, pues los hechos y cambios sociales influencian los hechos y cambios religiosos. Segn exponen Milanesi y Cervera, algunos socilogos, en efecto, consideran que los hechos religiosos pueden reducirse esencialmente a sus causas sociales, y por lo mismo la religin es comprensible solamente en funcin de las exigencias de los sistemas sociales (Milanesi y Cervera, 2008: 41). En este sentido, y teniendo como referencia el desarrollo analtico expuesto por Durkheim, Milanesi y Cervera, describen las diferentes funciones integradoras de la religin y del culto:

    La funcin eminentemente social: proyeccin simblica del ethos social y que tiene como fin suscitar sentimientos de dependencia, con respecto al grupo, de confianza, y en la sociedad, de disponibilidad para la cooperacin, de altruismo.La funcin disciplinar que educa en la solidaridad y en la abnegacin social, mediante la renuncia de algo que se ofrece en sacrificio.La funcin recreativa: fiestas, folclore y expresiones artistas que acompaan al rito. tiene el poder de aminorar tensiones y mantener de nuevo dispo-nibles a los individuos para los roles sociales dentro del grupo. (Milanesi y Cervera, 2008: 44)

    Si consideramos como vlida la hiptesis anterior, que afirma que la reli-gin tiene una funcin integradora, debemos entender que toda religin es un hecho social, que es el intento de cada sociedad de salvaguardar los principios y valores en los que se fundamenta. De hecho, si tenemos en cuenta dicha funcin, deberamos preguntarnos tambin cmo se sostienen aquellas teoras

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    que advierten sobre la desaparicin de la religin, tanto en la sociologa clsica perspectiva marxista, como en la sociologa ms moderna bajo la teora de la secularizacin. Una opcin que nos permite afrontar este dilema es lo que Robertson (1980) propone como sustitutivos religiosos y equivalentes funcionales, aquellas estructuras de la sociedad que asumen las funciones que antes llevaban a cabo las comunidades religiosas.

    Por otra parte, desde un punto de vista interdisciplinar y bajo la experiencia del contacto directo con cada una de las confesiones religiosas estudiadas en la regin de Castilla y Len, no parece conveniente la pretensin de Durkheim (1912/2007) de analizar la religin nicamente como un hecho sociolgico, pues se hace necesario entender, por ejemplo, tambin los sentimientos y emo-ciones individuales y grupales que la religiosidad conlleva.

    Por otra parte, podemos afirmar que el pensamiento marxista sobre la reli-gin coincide en algunos aspectos con el de Durkheim. Karl Marx (1843/2004) entiende la religin como una variable dependiente, como un elemento ms subordinado a otros, y que, aunque tiene funcin integradora, en este caso es negativa y alienante. En esta lnea, Davie advierte que son dos los elementos esenciales de la perspectiva marxista de la religin: en primer lugar, que es descriptiva y, en segundo lugar, que posee un carcter valorativo (Davie, 2011: 40). Es descriptiva en cuanto que Marx traza un anlisis histrico de las relaciones que vinculan al capitalista y al trabajador con los medios de produccin, en las que la religin tiene como funcin integrar el individuo en este sistema. Por otra parte, la contribucin marxista tiene carcter valorativo, ya que considera la religin como una forma de alienacin. En este sentido, la religin se convierte en ideologa3, y es ineficiente para realizar la revolucin social. En una de sus obras ms conocidas, y base ideolgica de los pases con gobiernos comunistas, Marx expone claramente esta idea cuando relata que las condiciones de existencia de la vieja sociedad estn ya abolidas en las condiciones de existencia del proletariado. El proletariado no tiene propiedad; sus relaciones con la mujer y con los hijos no tienen nada de comn con las relaciones familiares burguesas; el trabajo industrial moderno, el moderno yugo del capital, que es el mismo en Inglaterra que en Francia, en Norteamrica que en Alemania, despoja al proletariado de todo carcter nacional. Las leyes, la moral, la religin son para l meros prejuicios burgueses, detrs de los cuales se ocultan otros tantos intereses de la burguesa (Marx-Engels, 1848/2004: 35).

    3. Para Marx, la ideologa es aquella estructura mental, cultural (normas, valores y creencias), que legitima y justifica las relaciones opresoras de la infraestructura econmica []. La ideologa tiene una funcin prctica, por eso orienta hacia la prctica para resignar, conformar a las clases oprimidas, y justificar a las opresoras (Milanesi y Cervera, 2007: 41).

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    Segn esta cita, no est claro que toda religin sea para Marx alienante e injusta, pues, como buen deudor del romanticismo del siglo xix y del mesia-nismo judo, afirma la existencia de un mesas colectivo, la clase obrera. La actual religin se nutre de la ignorancia de las masas populares, y siguiendo a Feuerbach, Marx equipara la imagen de Dios con la realidad opresora capitalista, ya que se trata de la religin de las clases dominantes capitalistas.

    A juicio de Milanesi y Cervera, el modelo de religin alienada y alienante que propone Marx no puede aplicarse a todos los contextos histricos, pues en el pensamiento de izquierdas, por lo menos en Occidente, todava hay una asignatura pendiente sobre la valoracin positiva de la religin (incluso para la lucha liberadora, para la cohesin de los grupos opositores, para aportar dimen-siones motoras, impulsoras a la accin, para ofrecer sentido a la misma y a los sufrimientos y fracasos y frustraciones que ella misma produce) y sobre su no desaparicin (Milanesi y Cervera, 2008: 51). Por otra parte, tambin queda pendiente la explicacin de las funciones de la religin fuera de los contextos previstos por Marx. Esto es, en sociedades no capitalistas que hayan aplicado el modelo marxista y donde an siguen conservndose experiencias religiosas. An as, debemos mostrar cierta cautela sobre los debates posteriores que se pudieran generar de la interpretacin marxista de la religin. tal y como seala Davie:

    se ha ido volviendo cada vez ms difcil distinguir entre a) el anlisis que hace el propio Marx del fenmeno religioso, b) el de la ulterior escuela marxista como tal forma de pensamiento sociolgico y c) lo ocurrido en el siglo xx en nombre del marxismo entendido como ideologa poltica. [] Las inevi-tables confusiones entre Marx, el marxismo y los regmenes marxistas han ejercido un profundo efecto en la acogida dispensada a las ideas de Marx a lo largo del siglo xx. El completo, espectacular e imprevisto desplome que experimentar en 1989 el marxismo como credo poltico en vigor no ser sino la ltima peripecia de un recorrido de amplitud considerablemente superior. (Davie, 2011: 41-42)

    Sin embargo, la revisin crtica y el esfuerzo analtico de la perspectiva marxista y de la durkheimiana, han ayudado a los estudiosos de la religin a lo largo de la historia a replantearse la comprensin de la relacin entre la sociedad y la religin. Parsons (1999), mximo representante del estrutural-funcionalismo, hereda del organicismo de Spencer y del mismo Durkheim, el convencimiento de que la sociedad es una unidad sistemtica de estruc-turas cuyo funcionamiento es necesario para mantenerse. En este sentido, Parsons (1999) formula el problema del equilibrio del sistema y del orden social a travs de la triple articulacin entre el sistema social, el sistema de la personalidad y el sistema cultural. Segn el autor, estos tres sistemas son interdependientes entre s. El sistema social hace referencia a las relaciones e

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    interacciones institucionalizadas entre los individuos de una sociedad, y es objeto de estudio de la sociologa. En cambio, el sistema de la personalidad est conformado por aquellos comportamientos asumidos individualmente por cada persona como miembro del sistema social y cultural. Este sistema es propiamente objeto de estudio de la psicologa. y por ltimo, el sistema cultural son aquellos smbolos, valores, normas y creencias propias de un sis-tema social que tienen como funcin la mediacin en la comunicacin entre las personas. El sistema cultural es parte importante de los anlisis realizados desde la antropologa cultural. Segn Milanesi y Cervera, el sistema social es prevalentemente ambiental-catalizador, el sistema de la personalidad es motivacional, y el sistema cultural es prevalentemente instrumental (Mi-lanesi y Cervera, 2008: 54). En base a esto, Schneider define funcin como el efecto o la resultante que, en la relacin de los sistemas sociales con su ambiente, son condiciones para la continuacin de los sistemas mismos (Schneider, 1970: 40). Del mismo modo, Parsons (1999) establece que las funciones principales de los sistemas sociales son la conservacin de los modelos, la integracin, la consecucin del fin y la adaptacin. Bajo estos supuestos, las teoras funcionalistas aceptan la hiptesis de que la religin desempea varias funciones esenciales dentro de la sociedad, y es un elemento clave para el equilibrio del sistema social. Esta integracin se cristaliza en los ritos y dogmas religiosos. Los ritos religiosos aportan una visin coherente de la vida y responden funcionalmente a las contradicciones del sistema. Los dogmas religiosos completan y legitiman las normas y valores de la sociedad.

    Una de las principales limitaciones histricas del funcionalismo en el examen de la religin se encuentra en comprender el significado de la secularizacin y del pluralismo religioso. En el caso de la secularizacin podra considerarse inadecuada, pues al considerar la religin como funcionalmente necesaria, la secularizacin se entendera como un fenmeno desequilibrador del sistema social. En el caso del pluralismo religioso podra entenderse como un factor de desintegracin del sistema social.

    Max Weber (1921/1997) da un paso ms, y estudia la religin como variable independiente partiendo de la premisa de que los hechos y cambios religiosos influyen en los hechos y cambios sociales. De este paraguas de cristal parte igualmente nuestro estudio, pues consideramos que la religin tiene una dinmica propia capaz de imponerse a la realidad social. Bajo esta premisa, Weber (1921/1997) afirma que la tica protestante es la que explica el espritu capitalista surgido en el siglo xvi y, en consecuencia, el desarrollo econmico sufrido en algunos pases europeos. De esta forma, Weber valida la hiptesis que sostiene que el desarrollo econmico ha sido mayor en los pases protes-tantes. Para Weber el capitalismo es una forma de organizacin del trabajo que desarrolla una nueva clase, la del burgus emprendedor. Es necesario resear que el protestantismo al que se refiere Weber es el calvinista, al que seguir el

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    movimiento puritano4 y ms tarde el metodista5. Un concepto clave del protes-tante calvinista es el beruf, esto es, la vocacin y oficio. Al contrario que en el luteranismo, el beruf calvinista es dinmico. En el luteranismo este concepto se caracteriza por el hecho de que cada hombre recibe de Dios su propia vocacin y debe permanecer en ella. En el calvinismo el beruf es activo, est al servicio de la comunidad, y tiene relacin con la libre eleccin de los salvados por parte de Dios. Esta doctrina de salvacin basada en la predestinacin, es decir, el individuo no sabe si est o no salvado, provoca en la persona la bsqueda continua de la bondad divina. El individuo puede llegar a pensar que est sal-vado porque tiene xito en su vida familiar o laboral. De esta forma nace una nueva persona y clase, el burgus emprendedor, centrado en la bsqueda de la salvacin a travs del progreso personal. Para Weber el riesgo que conllevan estos sistemas basados en la libre competitividad, el materialismo y el progreso econmico, es la secularizacin y el paso del capitalismo laico al laicista. Es lo que denomina el fin del espritu del capitalismo.

    Una revisin ms profunda de la teora de Weber en el siglo xxi demuestra que la relacin causal entre la tica protestante y el espritu del capitalismo tiene sus fracturas, pues, por una parte, ha quedado sobradamente demostrado que el capitalismo se puede desarrollar en pases fuera de la esfera calvinista, y, por otra, que sus causas econmicas van ms all que las religiosas. Las nuevas formas de organizacin poltica y empresarial o el impacto de las nuevas tecnologas, son algunas de las mltiples causas del desarrollo del capitalismo. En cambio, aunque la hiptesis sobre el capitalismo no est totalmente demostrada, es aceptable la hiptesis general, segn la cual puede funcionar como variable independiente al dar origen a una tica que se impone incluso en el plano del compromiso social (Milanesi y Cervera, 2008: 75). De todas las observaciones realizadas hasta el

    4. tras la Reforma aparecieron tres grupos en el seno de la Iglesia de Inglaterra: el roma-nista, el anglicano y el puritano. Definimos el puritanismo como un movimiento de la Iglesia de Inglaterra formado por un grupo radical protestante, que anhelaba una iglesia establecida en Ginebra y Escocia, y promulgaba una purificacin individual del creyente y la independencia de cada sociedad local. De este movimiento surgieron las iglesias presbiteriana, congregacionalista y bautista.

    5. El metodismo como forma de creencia y prctica cristianas tiene su origen en un movimiento que comenz con la vida y ministerio de John y Charles Wesley, quienes desearon llevar un mayor entusiasmo espiritual a la vida de la Iglesia de Inglaterra en el siglo xviii. Sus esfuerzos transgredieron los lmites cannicos de la Iglesia oficial, lo que se tradujo a la larga en la aparicin de una Iglesia distinta. Desde un punto de vista teolgico, los hermanos Wesley se mantuvieron firmes en la perspectiva optimista arminiana de que todos los seres humanos pueden alcanzar la salvacin por la gracia de Dios, en contraste con las ideas calvinistas de la eleccin y la predestinacin que eran aceptadas por los no conformistas de la Inglaterra del siglo xviii. tambin enfatizaron el importante efecto de la fe en el carcter, enseando que la perfeccin en el amor era posible en esta vida (World Council of Churches, 2006).

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    momento, debemos sealar que estamos sin duda ante un fenmeno en el que Durkheim, Marx, Weber y las corrientes funcionalistas coinciden, al menos en sealar la importancia de la religin en el funcionamiento de las sociedades6.

    6. Objetivizando ciertas funciones de la religin, como factor de integracin social (la religin como variable dependiente) y como factor de desarrollo econmico y cambio social (la religin como variable independiente).

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    I. SECULARIZACIN y PLURALISMO RELIGIOSO EN CAStILLA y LEN: UNA VISIN SOCIOLGICASergio Miranda Castaeda

    Algunos autores equiparan la secularizacin con el concepto de decadencia religiosa. Si considerramos esta equiparacin incuestionable, algunas situa-ciones careceran de inters para las agendas de los gobiernos y de los medios de comunicacin. La visita del Papa a Madrid o las manifestaciones vividas en Catalua por la construccin de nuevas mezquitas, son ejemplos evidentes de cmo los hechos religiosos influyen en gran medida en las conductas de los individuos y las colectividades. Wilson (1966) defenda que la secularizacin implica en s misma un incremento del pluralismo, o dicho de otro modo, una competicin interreligiosa donde cada movimiento religioso busca posicionarse en el mercado con diferentes productos y servicios dirigidos a un ciudadano que, segn Weber (1921/1997), se caracterizan por ser emprendedores, centrados en s mismos y competitivos. Esta misma hiptesis la escuchamos ser defendida por algunos de los representantes de los budistas de Castilla y Len, al afirmar que el budismo es una de las religiones que ms est creciendo, tanto en Europa como en Estados Unidos, justamente debido a que es muy prctico y adaptable, principalmente al asociarlo los practicantes a la relajacin y la meditacin como medios para buscar la paz y evitar el sufrimiento.

    Indudablemente, hoy casi nadie discute que uno de los aspectos fundamen-tales de estudio de la sociologa de la religin es la secularizacin. En las siguien-tes pginas de este captulo se pretende descomponer y analizar el concepto de secularizacin como categora sociolgica. Para ello, primero esbozaremos el origen del trmino secularizacin y posteriormente, y gracias al trabajo de anlisis elaborado por Shiner (1965) sobre dicho concepto, elaboraremos una ruta que permita recorrer y precisar los diferentes significados del concepto de secularizacin. Estos son: la secularizacin relacionada con la decadencia religiosa, la aceptacin del mundo por parte de las instituciones religiosas, la separacin y diferenciacin entre la religin y la sociedad, la trasposicin de

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    creencias y actividades a un contenido ms secular, la idea de que el mundo ha sido despojado progresivamente de su carcter sacral, y finalmente, el paso de una sociedad sagrada a una sociedad secular.

    Como se observar en el anlisis, entendemos que nos encontramos ante una clasificacin del trmino secularizacin no excluyente, sino ms bien en un espacio cambiante y de interconexiones fluidas.

    Segn Hermann Lbbe (1965), la primera vez que se utiliza el trmino de secularizacin es en las conversaciones previas a la paz de Westfalia, en 1648, en las que se estableci la supresin del control de las propiedades por parte de las autoridades eclesisticas. Lbbe remarca el carcter poltico-jurdico del trmino, e insiste en que no tiene un significado negativo, ni para las autoridades eclesisticas ni para sus partidarios, pues, tal como reitera igualmente Matthes, dicho trmino designa nicamente el paso de determinadas instituciones del poder espiritual al poder profano, y hubo secularizaciones promovidas directamente por la Iglesia. Por tanto, el concepto histricamente primario de secularizacin admite inicialmente el juicio de legitimidad o ilegitimidad; es neutral. Este concepto histricamente primario de secularizacin repercute en el siglo xix, sobre todo en la Alemania del Kulturkampf (Matthes, 1951: 83).

    An as, ya en el siglo xix se desarrolla una revisin del concepto seculari-zacin desde la perspectiva de la filosofa de la historia y la cultura. Con Hegel (1984), como veremos ms adelante, se promueve una mundanizacin de la fe cristiana, y, por consiguiente, la emancipacin de la sociedad burguesa. En consecuencia:

    o se habla de la sociedad moderna secularizada con la intencin de exaltar el presente de esta a costa de su pasado religioso (Augusto Comte), o se habla del mismo tema con la intencin de alabar el pasado religioso a base de sus realizaciones culturales (Ernst troeltsch), o bien al hablar de la moderna sociedad secularizada se pretenden discriminar su composicin presente en relacin con el pasado, y en este caso, la secularizacin se presenta como la historia de una decadencia. (Matthes, 1951: 84)

    Sea cual sea el origen del trmino secularizacin, lo que s que est claro son las diferentes interpretaciones y significados desarrollados. En este sentido, Belea Lpez (2007) seala fundamentalmente dos: la primera hace referencia a la consideracin de un perodo histrico circunstancial a superar, que finalizar con el reconocimiento de la secularidad o laicidad como un valor positivo, tanto humano como cristiano; por otra parte, la segunda interpretacin se refiere a un proceso de madurez de la humanidad, en el que en su estado final implicar la total supresin de la religin. Esto es conocido como laicismo o secularismo.

    Con el objeto de precisar en mayor medida los significados del concepto de secularizacin, Shiner (1965) recogi seis usos diferentes del trmino, que a

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    continuacin desarrollaremos, armonizndolos con la argumentacin elaborada por Michael Hill (1976) en su obra Sociologa de la religin.

    El primer uso del concepto de secularizacin entre los identificados por Shiner (1965) est relacionado con la decadencia religiosa. Esta perspectiva es defendida por aquellos autores que sostienen que, tanto los smbolos acepta-dos previamente, como las doctrinas e instituciones imperantes en el pasado, pierden su prestigio y su capacidad de influencia; esto es, se da lugar al ocaso religioso. En este sentido, Bryan Wilson define el concepto de secularizacin como un proceso en el que el pensamiento, la prctica y las instituciones religiosas pierden su significacin social (cit. en Hill, 1976: 287). Afirma Wilson (1966) que el cambio religioso no se produce en las mismas condi-ciones en todas las sociedades y seala como ejemplo el diferente desarrollo de las prcticas religiosas en los pases escandinavos y en los Estados Unidos. En los pases escandinavos las prcticas religiosas pueden llegar a anquilosarse, en cambio en los Estados Unidos, aun manteniendo su forma tradicional, pueden adquirir un significado cultural distinto, donde las instituciones re-ligiosas subsisten a costa de la burocratizacin. Siguiendo esta misma lnea, Peter Berger sealaba, al intentar responder a la cuestin de cmo se distribua la secularizacin, que, aunque pueda ser considerada como un fenmeno global de las sociedades modernas, no se halla uniformemente distribuida entre ellas. Los diferentes grupos de poblacin que han sido afectados por ellas lo han sido en distintos grados (Berger, 1999: 155). De esta forma, el impacto de la secularizacin tiende a ser ms fuerte entre los hombres que entre las mujeres, entre la gente de mediana edad que entre los ms viejos, en las zonas urbanas que en las zonas rurales, en unas confesiones que en otras. En referencia a esto ltimo, comprobemos si es cierto que la seculari-zacin se caracteriza por su no uniformidad de distribucin, concretamente examinando la realidad sociolgica de las minoras. En ningn caso se trata de presentar la posicin oficial de una comunidad religiosa presente en Castilla y Len, sino de la percepcin y opinin personal de algunos de sus miembros entrevistados.

    Ante la pregunta qu opinan los representantes de las comunidades sobre la secularizacin experimentada en las sociedades actuales?, las respuestas fueron muy diversas debido a las caractersticas propias de cada confesin. En el caso de los cristianos examinemos a continuacin las respuestas tanto de ortodoxos como de evanglicos. Uno de los representantes de la Iglesia ortodoxa, especficamente del Patriarcado de Constantinopla, que en Espaa est compuesta en su mayora por inmigrantes de pases del Este, relata que la secularizacin en la ortodoxia occidental se debe, en muchos casos, al choque cultural y religioso de la inmigracin, y que sobre todo cobra poco peso entre la poblacin ms joven:

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    Es una situacin muy compleja y fruto de una situacin anterior, es un debate entre dos opuestos. Una desgracia y un milagro. Porque el que durante 70 aos se haya insistido en el atesmo y que an sobreviva la religin, no deja de ser milagroso. []Vienen aqu y se encuentran con una sociedad absolutamente liberalizada de dogmas polticos y dogmas religiosos. Entonces claro de estar sometidos poltica-mente al Estado y a las autoridades, y religiosamente al abuelo, a la abuela, a la madre y al cura, se encuentran aqu que esto es jauja y que no tienen que dar explicaciones a nadie. La juventud se siente muy atrada por las posiciones de la juventud occidental que se cree progresista y feliz, y no lo es, y hasta que se dan cuenta, caen en esta situacin. Algunos de ellos, que se han desengaado tambin de esta fantasa y vuelven, no arrepentidos, pero s ven que, para superar ese desengao social, la experiencia religiosa les ayuda a buscar dnde apoyarse. Los ms secularizados son los jvenes pues las personas mayores siguen manteniendo el sentimiento religioso, y vienen a misa cuando pueden (entre nosotros no existe obligacin, no existe el mandamiento de or misa los domingos)1.

    Por otra parte, un pastor evanglico nos comentaba cmo la llegada de inmigrantes ha supuesto un aumento en la comunidad en el pas de destino, aunque no un incremento de feligreses a nivel mundial:

    Ahora mismo lo que nos ha pasado es un cambio circunstancial y es debido a la llegada de extranjeros. []En cuanto a los evanglicos, que estn ms entregados al Seor, pues vienen por aqu y entran a las iglesias. Ahora mismo en las iglesias evanglicas, yo no s, pero estadsticamente hay un 50% de latinos en Espaa. Hay iglesias en las que solo son latinos, pero hay iglesias en las que igual son el 80% o el 90%, con lo cual, nosotros estamos teniendo un crecimiento, pero no es con espaoles. Nosotros no hacemos discriminacin, no rechazamos a nadie, pero yo siento que no vengan espaoles, [] tendramos que estar trabajando para que aqu tambin viniesen espaoles y para crecer, porque el que aqu llega convertido, eso no es crecer, eso solo es que un creyente se cambia de lugar, en su pas es uno menos y aqu ser uno ms pero no ganamos nada para el reino de Dios. Solo se gana algo cuando alguien que no es creyente se convierte a creyente. Estamos sufriendo la secularizacin porque los espaoles se convierten muy pocos2.

    1. Entrevista realizada el 24 de junio de 2011.2. Entrevista realizada el 15 de julio de 2011.

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    Al contrario, uno de los imames entrevistados sealaba que el concepto de secularizacin no se encuentra en el repertorio de los musulmanes ya que nosotros es creer y hacer. [La secularizacin] no va con nosotros. Para nosotros ser creyente significa que tienes que practicar, no hay diferencias entre creyente y no creyente3.

    Profundizando en la teora de Wilson (1966), destacamos que minimiza la importancia de la religiosidad invisible, difusa y desinstitucionalizada. En este sentido Luckmann (1973) dar un paso ms y definir las religiones invisibles, las cuales fomentan la secularizacin en las sociedades modernas industrializadas pues encajan, como un puzzle perfecto, en el pragmatismo e individualismo preponderante en ellas. Un ejemplo clarificador de cmo esta teora se transfiere a la prctica lo encontramos en el fragmento de en-trevista con un representante de los budistas en Castilla y Len que citamos anteriormente. En l se expona cmo el budismo es adaptable al puzzle de la sociedad moderna.

    Finalmente, Wilson (1966) indica que la secularizacin implica un in-cremento del denominacionalismo, el pluralismo y el epifenomenalismo de la religiosidad tradicional, dando lugar al denominado desencantamiento del mundo. Un ejemplo claro del giro decisivo que el concepto de secularizacin ha sufrido se refleja en las diferentes estadsticas sobre participacin religiosa que, en su significado ms usual, pueden llegar a analizarse como un acercamiento a un ndice de secularizacin. En este caso, Luckmann se opone a que, tanto para la construccin de un ndice de secularizacin, como para la elaboracin de un ndice de religiosidad, se pueda tomar solo los porcentajes de asistencia o participacin religiosa, pues la religiosidad basada a la pertenencia a una iglesia se sita en la periferia de la sociedad moderna (cit. en Hill, 1976: 318). Luckmann rechaza as la argumentacin de que tanto los procesos de urbani-zacin e industrializacin como los avances de la ciencia puedan explicar por s mismos la secularizacin.

    En este sentido, Luckmann desarrolla el trmino de universos simblicos entendido como sistemas de significacin socialmente objetivizados que remiten, por una parte, al mundo de la vida diaria, y por otra, aluden a un mundo que se experimenta como trascendente en esa vida diaria (Luckmann, 1973: 54). El cosmos religioso encajara perfectamente en el mundo tras-cendente. En este caso Luckmann establece el trmino de objetivaciones para identificar los productos de la experiencia subjetiva que comparten todos los miembros de una colectividad social, y que al adquirir una importancia

    3. Entrevista realizada el 1 de octubre de 2011.

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    De esta manera, Luckmann (1973), al igual que Durkheim, considera la religin como un factor clave que aporta a la sociedad una autoridad moral. Para instrumentalizar dicho cometido, se desarrolla tambin una institucin cuya principal funcin es ser el referente del cosmos sagrado, que, a partir de ese momento, ser reconocido como el modelo oficial del cosmos sagrado. Este modelo oficial, en su dialctica con una sociedad que posee una estructura compleja y diferenciada, puede verse debilitado desde el punto de vista de su aceptabilidad subjetiva, en virtud de tres factores:

    Fuente: elaboracin propia basada en Luckmann (1973).

    social se convierten en algo ms que la suma de un conjunto de experiencias subjetivas. Lo que Durkheim denomina como representaciones colectivas (cit. en Hill, 1976: 319-20).

    Como se puede observar en el grfico 1, nos encontramos ante un sistema cclico, que comienza con el entorno social donde los universos de significacin ya existen anteriormente. A travs del proceso de socializacin se interioriza cada uno de estos universos histricos de significacin, pues se supone que los hombres interpretan y traducen a su experiencia subjetiva hasta convertirla en una realidad significativa mediante el mecanismo de unas objetivaciones socialmente dadas (Luckmann, 1973: 55). Entendiendo que este orden social se considera intrnsicamente vlido, obligatorio y legtimo, puede considerarse como un universo moral trascendente.

    Grfico 1: Universos simblicos: universo moral trascendente

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    1. El modelo oficial, al ser propiedad de los especialistas, puede correr el riesgo de no integrarse en la identificacin subjetiva al ser considerado por los individuos como un modelo de difcil interpretacin y distante a los valores subjetivos del individuo.

    2. El modelo oficial, al establecer normas muy especficas de fe y comporta-miento, puede generar una distancia insalvable entre las funciones religiosas y el resto de funciones de la sociedad.

    3. Debido a que el modelo oficial es propiedad y competencia de unos l-deres y expertos que viven separados del resto de la sociedad, puede distar enormemente las preocupaciones de los dueos del modelo con respecto de las inquietudes del resto de la sociedad.

    En consonancia con lo anterior, Luckmann (1973) afirma que una perfecta convergencia no es ms que un ideal inalcanzable, aunque acepta que existi una edad de oro del cristianismo, que se aproximaba bastante a este ideal. Al contrario, en las sociedades modernas occidentales se ha producido una prdida del monopolio de la Iglesia, dando lugar a una amalgama de instituciones reli-giosas, as como de lo que ha sido denominado anteriormente como religiones invisibles. En este sentido, Luckmann define la secularizacin como una retirada de la religiosidad tradicional que hace perder a esta su alcance pblico y social (Luckmann, 1973: 20). En cambio, para Durkheim (1912/2007) la secularizacin no implica la supresin de los smbolos religiosos o el cese de la actividad simblica. De este modo, el hombre siempre estar empeado en la construccin del cosmos sagrado.

    La segunda de las definiciones de secularizacin identificadas por Shiner (1965) hace referencia a la aceptacin del mundo, un cambio de orientacin a travs del cual se pasa de su rechazo a su aceptacin y a la conformidad con l.

    Peter Berger (1999) estudi cmo la aceptacin de este mundo y sus exi-gencias pueden integrarse en el programa de las instituciones religiosas (cit. en Hill, 1976: 295). El autor analiza cmo el modelo mercantil de la economa libre, el cual Weber (1921/1997) considera como modelo propio de la actua-cin formal-racional, puede resultar apropiado para analizar el movimiento ecumnico. Ejemplo de ello es cmo las confesiones religiosas actualmente presentes en Castilla y Len tienen cada vez ms en cuenta las exigencias de su entorno social, y adaptan la comunicacin con sus seguidores, ya no solo a la esfera offline tradicional, sino tambin a las nuevas formas de comunicacin online. Es decir, una sustitucin de las motivaciones fundadas en la repulsa de este mundo por las exigencias y criterios que se derivan de su aceptacin.

    En este sentido, Shiner (1965) nos advierte que sera ms conveniente va-lorar las motivaciones fundadas en la aceptacin, o no, de este mundo como complementarias, y no como dos polos entre los que se desarrolla el proceso de secularizacin.

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    Un tercer uso del trmino de secularizacin se vincula con la separacin entre la religin y la sociedad, esto es, la diferenciacin de las ideas e institucio-nes religiosas con respecto al resto de los componentes de la estructura social (Shiner, 1965). Para Parsons (1970) esta diferenciacin no implica, de por s, decadencia, ni que, en consecuencia, la religin pierda significacin en las sociedades modernas.

    Este tercer uso del concepto de secularizacin considera que la religin deja de constituir la principal instancia legitimadora de toda la sociedad en conjunto y pasa a ser cada vez ms un asunto de eleccin privada, restringida a la esfera de los interesados en lo religioso (Hill, 1976: 298).

    Peter Berger analiza la diferenciacin de la religin con respecto a otras esferas institucionales. El autor define la secularizacin como el progreso por el cual algunos sectores de la sociedad y de la cultura son sustrados de la dominacin de las instituciones y los smbolos religiosos (Berger, 1999: 154). Ejemplo de ello, segn Berger, es cmo en la historia de las sociedades occidentales modernas, la secularizacin se manifiesta por la prdida por parte de las iglesias cristianas de reas y funciones que anteriormente estu-vieron bajo su control e influencia. Situaciones tales como los movimientos que promueven la separacin entre Iglesia y Estado, la expropiacin de los bienes eclesiales o la emancipacin de la educacin de la tutela de la Iglesia, son ejemplos claros de la diferenciacin y prdida de legitimidad de la reli-gin. An as, para Berger (1999) la secularizacin es ms que un proceso socioestructural, que solo afecta a una vertiente objetiva de la sociedad y la cultura, sino que, adems, desarrolla una vertiente subjetiva en la seculari-zacin de las conciencias. Es decir, en aquellos individuos que reflexionan sobre s mismos y se reafirman en su mundo sin dejarse influenciar de las interpretaciones religiosas.

    Berger (1999) expone tambin que el factor religioso no opera en la sociedad de forma aislada al resto de factores, sino ms bien mantiene una relacin dialctica con el resto de estructuras. De este modo, el mundo pue-de ser definido como la ms alta realizacin del espritu cristiano, o, como que la religin es el principal factor patgeno del mundo moderno. No es cuestin ni objeto de este trabajo aclarar si dicha dicotoma es o no relevante de estudio, pues el anlisis histrico demuestra cmo la religin ha tenido una relacin pendular con la sociedad en su conjunto y con cada una de sus esferas. En este sentido, es revelador el esquema evolucionista desarrollado por Bellah (1964), en el que postula cinco tipos de ideales que representan otras tantas etapas en el desarrollo de la religin, incluyendo en el anlisis el concepto de diferenciacin como recurso para estudiar los cambios acaecidos en las creencias y organizaciones religiosas. Bellah entiende el concepto de diferenciacin como neutral, y que no ha de implicar necesariamente a una secularizacin:

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    Fuente: elaboracin propia basada en Bellah (1964).

    La primera de las etapas propuesta por Bellah (1964) hace referencia a la religin primitiva, y en concreto a la teora de Durkheim sobre los aborgenes australianos. En esta etapa, que se caracteriza por la estrecha relacin del mun-do del mito con el mundo de la vida cotidiana, no existe una organizacin religiosa diferenciada. Las funciones religiosas se combinan y confunden con las funciones sociales.

    La religin arcaica desarrollada en las antiguas sociedades de frica, China e India conforma la segunda etapa. Esta religin ha evolucionado hacia un culto religioso ms complejo, con dioses, sacerdotes y prcticas. Se ha construido una visin ms sistemtica y en ocasiones una monarqua divina o sacerdotal. La organizacin religiosa aparece an muy mezclada con otras partes de la estructura social y apenas existen tensiones entre las exigencias religiosas y la conformidad social.

    La tercera etapa, denominada religin histrica, es la ruptura con el monismo cosmolgico e insiste en la trascendencia del mbito religioso. La accin religiosa en esta etapa adquiere los rasgos tpicos de una bsqueda de la salvacin, y con frecuencia se propone un ideal de salvacin mediante la repulsa del mundo. Se desarrollan colectividades diferenciadas y es requerido un equilibrio entre autoridades religiosas y polticas, pues con ello se asegura la legitimacin reli-giosa de la autoridad poltica.

    La siguiente etapa y fase de transicin sera el avance hacia la religin mo-derna. Esta etapa se caracteriza por el colapso de la estructuracin jerrquica

    Grafico 2: Tipos de ideales y etapas en el desarrollo de la religin

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    de lo emprico y lo trascendente (Hill, 1976: 302), y por la creencia de que la salvacin no ha de hallarse mediante la repulsa del mundo, sino mediante la puesta en marcha de unas actividades terrenas. Las esferas de la Iglesia y del Estado estn claramente delimitadas.

    Por ltimo, la religin moderna conforma la quinta etapa. Entre sus rasgos caractersticos destacamos un sistema simblico flexible a unas normas de afi-liacin ms abiertas y flexibles, y la idea de que cada individuo debe buscarse sus propias soluciones, la Iglesia lo nico que puede hacer, es proporcionarle el ambiente ms favorable para esa tarea, sin imponerle un conjunto de soluciones prefabricadas (Hill, 1976: 304).

    Regresando a las definiciones de secularizacin de Shiner (1965), nos encontramos con su cuarta propuesta, relacionada con la transposicin de creencias y actividades de la esfera religiosa a la secular. Es decir, cuando el resto de estructuras de la sociedad asume las funciones que antes estaban adscritas a las colectividades religiosas, proporcionando en su lugar unos sustitutivos religiosos. Robertson (1980) estudia el uso de estas expresiones, y se centra particularmente en los trminos religiosidad sustitutiva y equivalentes fun-cionales de la religin. Segn se realice una definicin en sentido integrador o una definicin exclusiva de la religin, el uso de los equivalentes y de los sustitutivos a la categora general de la religin plantea diferentes debates.

    Una definicin en sentido integradora es aquella en la que se incorporan una serie de ismos, tales como el comunismo, nacionalismo, fascismo, hu-manismo, cientifismo, etc., y se les considera como equivalentes funcionales, pues se estima que llevan a cabo las mismas funciones en la sociedad que las religiones. Desde este punto de vista integrador estos ismos recibiran la denominacin de religiosidad sustitutiva. Uno de los casos ms significativos de una definicin en sentido integradora de la religin, surgi en el marco de pensamiento naturalista con la propuesta de una religin civil.

    El pensamiento naturalista (del latn naturalis, lo que est de acuerdo y se deriva de la naturaleza, natura), es una actitud o doctrina filosfica que afirma que la naturaleza y sus procesos espontneos son la nica realidad autntica. Aunque existen precedentes en la cultura clsica se puede decir que empieza a fraguarse en torno al siglo xv, y su mximo desarrollo tendr lugar a partir del siglo xviii (Belea Lpez, 2007: 82).

    Como mximo exponente de esta concepcin encontramos a Jean-Jacques Rousseau (1762/1984) y su teora del desarrollo de una religin civil que sustituyera las vigencias sociales de las religiones tradicionales. El autor con-sideraba que, a travs de la dialctica religin-sociedad, surgan tres tipos de religiones. A la primera, que se encuentra limitada al culto exclusivamente interior, puramente espiritual, la denomin, la religin del hombre. Rousseau identifica esta religin con un cristianismo sin templos y sin ritos, pero la considera no adecuada para la unidad social. El segundo tipo de religin,

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    es la religin del ciudadano, al servicio del Estado y que hace fundir en su forma de gobierno a los lderes de la religin con los lderes polticos. Es la denominada teocracia que se basa en la conocida argumentacin de que Dios es soberano. Rousseau plantea que dicha forma de gobierno es amenazante hacia el inters del ciudadano, porque si se basa en unos argumentos falsos y errneos, convierte al pueblo en supersticioso, intolerante y sanguinario. Por ltimo, el tercer tipo de religin hace referencia a la religin del sacerdote. Para Rousseau, este tipo de religin es contradictorio y no recomendable para la unidad social y para los intereses del hombre como ciudadano, pues con dos legislaciones, dos fuentes de poder ejecutivo y dos patrias, se somete a los hombres a deberes incoherentes y discordantes, impidindoles ser a la vez ciudadanos y devotos.

    Como alternativa a estas religiones Rousseau propone la religin civil, ya que, al contrario que las anteriores, esta favorece la cohesin y la unidad social. En El Contrato Social, Rousseau declara: hoy, que no hay ni puede haber religin nacional exclusiva, deben admitirse todas aquellas que toleren a las dems, en tanto que sus dogmas no sean contrarios en nada a los deberes del ciudadano. Pero quien intente decir: fuera de la iglesia no hay salvacin, deber ser arroja-do fuera del Estado. tal dogma solo es bueno en un gobierno teocrtico, en cualquier otro es pernicioso (Rousseau, 1762/1984: 182).

    Para entender quin deba fijar los dogmas de esta religin, haremos referen-cia a la revisin crtica realizada por ngel Belea Lpez (2007) en la Sociopoltica del hecho religioso. El autor explica que la propuesta de Rousseau supona una consideracin de la poltica y del Estado por encima de la religin, marcando as una clara separacin e intentando mantener a la religin fuera de la vida social. La Ilustracin, por su parte, facilit el desarrollo de este fenmeno pues en sus fundamentos sita al hombre como ser autnomo.

    Llegados a este punto, se hace necesario diferenciar entre Estado laico y Estado laicista4. Definimos Estado laico, segn Belea Lpez, como aquel Estado aconfesional que no se compromete oficialmente con una religin determinada, pero admite las manifestaciones sociales que pudieran tener las diversas religiones, garantizando as el ejercicio de la libertad religioso de sus ciudadanos (Belea Lpez, 2007: 86). Por el contrario, el Estado laicista se compromete con una determinada concepcin religiosa, concretamente con aquella que considera la religin de manera negativa, adoptando, si acaso, una especie de religin civil, o mejor, del Estado (Belea Lpez, 2007: 86). Segn

    4. Espaa, y en consecuencia Castilla y Len, no es considerado por su ordenamiento jurdico ni laico, ni laicista, sino que, tal y como establece el artculo 16.3 de la Constitucin espaola, ninguna confesin tendr carcter estatal y los poderes pblicos tendrn en cuenta las creencias religiosas de la sociedad espaola y mantendrn las consecuentes relaciones de cooperacin con la Iglesia catlica y las dems confesiones.

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    esto, podemos afirmar que el laicismo no es solo no comprometerse con una religin determinada, sino desarrollar y apoyar de forma explcita o implcita, el atesmo y cuando menos, tal y como explica Belea Lpez (2007), el atesmo prctico o agnosticismo.

    De esta manera podemos sostener que la religin civil de Rousseau supone en cierto modo, un laicismo, en el que se pretende que la religin se convierta en un mero instrumento con fines polticos (Belea Lpez, 2007: 88). El tr-mino de secularizacin es definido aqu con evidentes matices hostiles hacia la religin, tanto como su destruccin. En este sentido, la concepcin que Hegel (1984) sostiene en cuanto a la religin podra definirse como un pantesmo, en el cual naturaleza, universo y dios son equivalentes y que, al contrario que el pantesmo de Herclito, puede interpretarse como un atesmo y no como un Dios de todo. Si existe una nica realidad no hay lugar para la trascendencia (Belea Lpez, 2007: 88).

    Esta nica realidad est presente tambin en las teoras de Feuerbach y Marx. Ambos autores sealan que la nica realidad existente es la materia, por lo que no se hace necesaria la trascendencia, es decir, lo religioso. Segn Marx (1848/2004), el hombre se encuentra alienado y sin conciencia de la realidad. La religin ha surgido para aliviar la opresin que sufre el hombre por la ex-plotacin econmica. La religin es el opio del pueblo y cuando desaparezca la explotacin, desaparecer la religin. A su vez, tambin tomando la frase de Feuerbach (1841/1995), Marx afirma que la crtica de la religin tiene su meta en la doctrina de que el hombre es para el hombre el ser supremo (Marx, 1848/2004: 62).

    En conclusin, esta corriente del pensamiento trata de afirmar, en mayor o menor medida, que la negacin de Dios y de la religin es necesaria para confirmar la autonoma del hombre, la naturaleza y sus procesos espontneos como realidad autntica. La evaluacin histrica ha demostrado cmo, en las sociedades comunistas, la religin no ha desaparecido al eliminarse la explota-cin econmica, por lo que ha sido necesaria su persecucin por parte de los gobiernos imperantes en dichas sociedades.

    Por otra parte, adems de una definicin en sentido integradora se puede realizar una definicin exclusiva de la religin, esto es, una definicin supra generalizada y absorbente de la religin. Esta definicin puede ser criticada por excluir un cierto nmero de aspectos interesantes, y sistemas de significacin y accin de gran inters para el estudio de la sociologa de la religin.

    En la misma dinmica, tal y como exponamos anteriormente, segn Luc-kmann (1973) debemos ir ms all para que nuestro anlisis no caiga en la periferia de la sociedad moderna. De hecho el trmino de universos simblicos nos permite comprender una parte de los amplsimos cambios socio-estructurales que subyacen a la secularizacin, y evitar de este modo una explicacin parcial o supra general.

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    El quinto significado del trmino secularizacin de Shiner (1965) hace referencia a la idea de que el mundo ha sido progresivamente despojado de su carcter sacral. Es decir, nos encontramos ante un mundo vaco del significa-do sobrenatural, y, como describi Weber (1921/1997), un mundo vaco de smbolos mgicos en el que el desarrollo de una racionalidad econmica y cientfica est vinculado necesariamente con un proceso de desencantamiento del mundo. En este sentido Berger (1999), apoyando sus fundamentos en la teora de Weber, concretamente en La tica protestante y el espritu del capitalismo, analiza la influencia del protestantismo en el proceso de secula-rizacin. Para Berger, comparado con la plenitud del universo catlico, el protestantismo aparece como un truncamiento radical, como una reduccin a los mnimos esenciales a expensas de una vasta riqueza de contenidos reli-giosos (Berger, 1999: 160).

    Bajo esta perspectiva, entendemos que el protestantismo reduce nota-blemente la relacin del hombre con aquello que consideramos sagrado, y que el aparato sacramental se minimiza tanto como se puede. El misterio, el milagro y la magia dejan de ser una parte importante del universo sacral. Este truncamiento tan radical donde prevalece la palabra de Dios abre las puertas a lo que Berger (1999) denomin la inundacin secularizadora. O dicho con otras palabras, un cielo vaco de ngeles se abre a la intervencin de los astrnomos y, eventualmente, a la de los astronautas (Berger, 1999: 163). De esta forma, se afirma que el protestantismo sirvi histricamente de preludio a la secularizacin, facilitando de esta manera un avance de la ciencia moderna y tecnologa al pensamiento y a la actividad. Aun as, Berger (1999) no afirma que el desencantamiento del mundo proceda ex-novum del propio protestantismo, sino que considera que ya comienza en el Antiguo testamento, en la tradicin bblica, pero que, si tenemos en cuenta que es en el Occidente moderno donde se ha desarrollado la secularizacin, nece-sitaremos, al menos en parte, considerar ineludiblemente estudiar las races de la tradicin religiosa del Occidente moderno.

    Este proceso de desencantamiento del mundo es perfectamente relatado por un representante de los testigos de Jehov en Castilla y Len:

    Percibimos a nivel general como se pierden los valores religiosos. Tenemos la ventaja con respecto a otras confesiones en que conocemos vis a vis la manera de pensar de la gente porque la visitamos todos los das. Entonces, hemos notado de un tiempo a esta parte, como la religin ha pasado a un lugar apartado, no tiene tanta importancia. Queda en un segundo plano. Primero hay que cubrir las necesidades y lugar hablaremos de religin. Ese da a da nos hace ver cules son las necesidades de la gente en general y entendemos que [] ltimamente los valores espirituales y morales estn cayendo. Pero tambin vemos que cuando la gente tiene un problema serio se plantea algo en su vida, recapacita y parece

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    que esos valores estn dentro: aunque durante un tiempo has estado negando ser una persona espiritual o tener conciencia espiritual, de la noche a la maana te empiezas a plantear cosas. Y nosotros tenemos respuestas para muchas de las preguntas que tiene la gente. El estar en contacto directo con la gente en sus casas es lo que nos hace no perder ese contacto.La secularizacin es verdad, cada vez est ms separado el tema espiritual, o la religin, del vivir cotidiano o de la familia, pero en el momento de la verdad, cuando las circunstancias varan en una familia, parece que eso de nuevo surge5.

    La sexta definicin propuesta por Shiner (1965) hace referencia al paso de una sociedad sagrada a una sociedad secular. Esta tesis ha sido defendida por Howard Becker (1932), quien afirma que el paso de una sociedad sacral a una sociedad secular se desarrolla ms como un impulso global que como un cambio solo destinado a las creencias y prcticas religiosas. Por sociedad secular el autor entiende aquella con racionalidad abierta y que impulsa a responder favorablemente a la novedad cultural. La sociedad secular se caracteriza adems por la capacidad de sus miembros de aceptar y asimilar un nuevo conjunto de creencias sin ningn tipo de resistencia. Al contrario, la sociedad sacral es un sistema cerrado de racionalidad, sin alternativas y con un alto grado de resis-tencia a las nuevas creencias.

    Segn Becker (1932), este modelo ha sido aceptado en Europa para analizar la secularizacin, especialmente cuando se ha estudiado el proceso de industria-lizacin y urbanizacin experimentado en las sociedades europeas. Al igual que ms tarde expondran Berger (1999) y Wilson (1966, 1969), destaca que las sociedades rurales han mantenido, en general, su carcter sacral durante mucho ms tiempo que las sociedades urbanas. En sntesis, la teora de secularizacin de Becker (1932) atribuye a la urbanizacin la decadencia de la religiosidad tradicional. Aunque en la prctica histrica pudiera parecer que vayan ntima-mente unidas, los supuestos de Becker en relacin al contraste entre lo secular y lo religioso, lo moderno y lo tradicional, deben analizarse analticamente por separado pues, tal y como expone Hill:

    la dicotoma entre sistemas abiertos y cerrados de racionalidad pueden ser un valioso recurso heurstico para entender el contexto significativo en que encajan las creencias y actividades especficas conforme a los diversos tipos de sociedad. Sin embargo, cuando esta dicotoma se combina con la oposicin entre lo sagrado y lo secular pierde toda su fuerza y hasta llega a convertirse en un estorbo ms que en una ayuda para nuestro mejor conocimiento del problema. El problema de la secularizacin, por consiguiente, se reduce a un

    5. Entrevista realizada el 5 de octubre de 2011.

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    asunto de definicin y de aplicacin rigurosa de unos conceptos neutrales. (Hill, 1976: 312)

    Una vez llegados a este punto, para poder examinar la realidad sociolgica de las minoras religiosas en Castilla y Len, partiendo de que nos encontramos ante una realidad viva y cambiante que transforma costumbres y tradiciones, en un proceso continuo y dinmico, debemos persistir en el anlisis de la hiptesis que seala que el pluralismo es irreversible.

    En esta misma direccin, Peter Berger (1999), de formacin luterana, y, al igual que Luckmann, influido por Durkheim, Weber y Alfred Schtz, centra su anlisis de la construccin social de la religin en la proyeccin de un cos-mos sagrado, o dosel sagrado, que protege a los hombres durante su existencia. El autor enfoca su anlisis en la secularizacin y el pluralismo, pues entiende que la primera produce el segundo, y el segundo da lugar a su vez a corrientes secularizadoras.

    Como hemos visto anteriormente, el fenmeno llamado pluralismo est en correlacin sociocultural con la secularizacin de la conciencia (secularizacin subjetiva). Como afirma Berger, estas manifestaciones de la secularizacin al nivel de las conciencias (secularizacin subjetiva, si se quiere) tienen su correla-cin en el nivel socioestructural (secularizacin objetiva, podramos llamarla). Subjetivamente, el hombre de la calle tiende a sentirse inseguro respecto a los asuntos religiosos. Objetivamente, el hombre de la calle se ve confrontado con una gran variedad de entidades religiosas o no, definidoras de la realidad, que compiten por lograr su adhesin, o como mnimo su atencin, pero ninguna de las cuales dispone de fuerza coercitiva para obligarlo a adherir (Berger, 1999: 183). Este examen de Berger demuestra cmo los cambios en la estructura de la sociedad afectan las conciencias e ideaciones religiosas, lo subjetivo. Existe una tendencia hacia la secularizacin de orden poltico que va de la mano del desarrollo de la industrializacin moderna. y especialmente, existe la tendencia a la separacin institucional entre el Estado y la religin (Berger, 1999: 187). De esta forma, el papel del Estado frente a la continua competencia entre los diferentes grupos religiosos debera de ser de vigilante imparcial.

    El estudio de Berger contina con el anlisis de cmo se desarrolla la secu-larizacin en los diferentes pases, y afirma que Espaa, al igual que Israel, es un ejemplo claro del fracaso de intentos por restaurar el apoyo coercitivo tra-dicional de la religin por el Estado, la isla liberada de que antes hablbamos, que corresponde a los sectores ms secularizados de la sociedad, est situada tan centralmente dentro y alrededor de la economa industrial capitalista, que cualquier intento de reconquistarla en nombre de un tradicionalismo religioso y poltico pondra en peligro el buen funcionamiento de dicha economa (Berger, 1999: 190). En conclusin, desarmara los fundamentos racionales de la sociedad moderna.

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    Segn el autor, en Espaa el impacto de los medios modernos de comuni-cacin, y por consiguiente del turismo, sirve de perfecta ilustracin a lo dicho anteriormente. Considerando que los cambios en la estructura de la sociedad, y en consecuencia la modernizacin socioeconmica, influyen en el desarro-llo de corrientes secularizadas y producen un pluralismo irreversible, se hace necesario analizar cmo estos cambios, tales como, por ejemplo, el aumento de poblacin inmigrante de los ltimos 12 aos6 en Espaa, o el desarrollo de polticas y legislaciones que favorezcan la presencia de grupos religiosos que, con el mismo estatus, compitan entre s, han sufrido diferentes estados de madurez, en consonancia con los diferentes desarrollos de las sociedades modernas. Ejemplo de esto, es cmo en la sociedad norteamericana el plu-ralismo no se limita solo a una competicin interreligiosa pues es necesario competir tambin con movimientos no religiosos, y posicionarse en el mercado con diferentes productos y servicios de consumo. ya en su Carta de Derechos (1971)7, la primera Enmienda haca referencia a la libertad religiosa y prohbe que el Congreso instale o disponga de cualquier forma religiosa establecida: El Congreso no aprobar ninguna ley que se aboque al establecimiento de religin alguna, o que prohba su libre ejercicio; o que coarte la libertad de expresin o de prensa; o el derecho del pueblo a reunirse pacficamente y a solicitar del Gobierno la reparacin de agravios.

    En esta lnea, un informe del Departamento de Estado de los Estados Uni-dos, elaborado por The Pew Forum on Religion & Public Life (2009)8, analiza el nivel de restricciones religiosas por parte de los gobiernos de todo el mundo, y las hostilidades sociales relacionadas con la religin. Para ello, construye dos ndices: el ndice de Restricciones Gubernamentales y el ndice de Hostilidades Sociales. El ndice de Restricciones Gubernamentales hace referencia a las leyes, poltica