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Mito, pica y tragedia:

Mito, pica y tragedia:

tres grandes incgnitas de nuestros tiempos

Len Febres-Cordero

Quien besa los labios de esta diosa indolente, ya nunca ms

puede huir de su seduccin, de sus encantos. Todos los

pueblos, todas las razas pasaron por aqu y a todos sedujo

el sortilegio de la ciudad Amo mucho a Sevilla

Joaqun Romero Murube

La primera dificultad que nos plantea el complejsimo tema que nos ocupa aqu hoy es nuestro absoluto desconocimiento del significado real y autntico que para los griegos antiguos tenan mito, pica y tragedia. Real, puesto que eran estos tres los estratos en que a diario se verificaba su vivir cotidiano; autntico, porque fueron los griegos quienes los compusieron y al componerlos descubrieron, o como decimos hoy inventaron, la trada, magna por esclarecedora, de lo ms oscuro en el hombre, haciendo de ella difano espejo en el cual verse y a travs del cual mirar todo cuanto los rodeaba, empezando por s mismos, como qued ya dicho, y continuando por la ciudad o polis en la que juntos compartan un modo de ver y de vivir lo que vean comn, aunque no por pblico menos privado e ntimo. As fueron los griegos inventores, descubridores, a travs de esta magna trada de mito-pica-tragedia de la ciudad, que en el Oriente hasta entonces no exista sino como prolongacin subjetiva del incestuoso mbito familiar. Al fundar la polis, los griegos objetivaron su subjetividad de forma tal que pudiese compartirse en gora, templo y teatro con los dems miembros de la comunidad que se transmutaban en ciudadanos de polis comn al objetivar ellos, tambin, su ms recndita subjetividad. Empez, entonces, a dibujarse la tenue lnea entre moral y tica, siendo la primera la que regulaba y ordenaba las relaciones de los ciudadanos de una polis y la segunda la que les daba su impronta verdadera, justa, amable, pues era de la tica de donde surga como novedosa fuente el amor por la ciudad, el amor por la polis, el amor por los dems y por el bien de los dems como por el propio, es decir, por el bien comn. tica que, conviene recordar, era esttica pues lo bello y lo bueno iba continuamente junto. Animada por este amor por la ciudad, se despertara en el griego un sentimiento que es bsico para todas las transacciones de los hombres pero, en especial, para las comerciales, econmicas o financieras que son sobre las que se sustentan todas las dems, incluidas las afectivas: la confianza. Con el devenir de los siglos esta tenue lnea se desdibujara esfumndose y perdindose sus vagos lmites hasta el punto en que tica, esttica y moral pasaron a sealar lo que no significaban. Lo mismo ocurri con la trada magna de mito-pica-tragedia que han venido a significar hoy en da y desde hace ya muchos siglos lo que no son. Fjense ustedes que digo lo que no son y no slo lo que significaron para los griegos, ya que fueron los griegos quienes inventaron la trada en cuestin, quienes descubrieron sus propiedades teraputicas, sobre las que, como hemos dicho, fundaron la polis. Ciertamente, todos los pueblos han tenido sus mitos, algunos incluso su pica, pero slo los griegos supieron hilvanar el mito con la pica y stos con su ms grande invencin quizs: la tragedia, y con la tragedia, la comedia, invencin sin la cual habra sido inconcebible su otra grande invencin, la democracia.

Es por ello que podemos aseverar hoy aqu en la calle Alfalfa de la ciudad de Sevilla que lo que entendemos por mito, pica y tragedia, lo que hemos venido entendiendo desde hace ms de dos mil aos, no slo no es lo que son sino que se han vuelto en su opuesto. As, por ejemplo, Mara Moliner en su prolijo diccionario nos dice del mito que es una leyenda simblica de carcter religioso; cosa inventada por alguien, que intenta hacerla pasar por verdad, o cosa que no existe ms que en la fantasa de alguien. Eso, en honor a la verdad, es lo que ha venido a significar la palabra mito, pero sorprende que una estudiosa del lenguaje tan cabal como Mara Moliner no aada como apostilla lo nico autntico acerca del mito: que es la ms esclarecida verdad pues muestra, sacando a la luz, lo recndito, lo oscuro, lo que nunca ha sido pero siempre es. El mito es un presente que lleva milenios siendo presente, la experiencia originaria que deviene manifiesta, el vnculo con lo sagrado y real: la ntima naturaleza de las cosas. Aqu hoy no podemos ms que dar un ligero toque, breve, conciso, cual pincelada velazquea, sobre tema tan complejo como lo es el mito. Quedan los trabajos de Walter Otto para quien quiera ahondar en ello.

En uno de sus trabajos el estudioso diferencia tres formas de decir palabra en griego: s, s y s: epos vendra a ser la palabra en tanto sonoridad propia, definitoria, del hombre que lo diferencia del animal que tambin y, sobre todo, es; logos sera la palabra que razona y ordena, palabra que se cierne sobre el confuso pensamiento dndole clara y reconocible forma; mito es la palabra ms ancestral y antigua, la palabra en tanto testimonio inmediato de aquello que fue, es y ser; revelacin del ser de las cosas. Vemos entonces cun alejados estamos de lo que es el mito, cun disociados nos ha vuelto la ignorancia de su imperecedera verdad. Esto es as, es lo que hay. No queda otra que arrostrar con esta milenaria ignorancia pues ya forma parte de nuestro vivir y la manera que tenemos de ver las cosas. Hoy se habla del mito de la transicin o del mito de la memoria histrica, o se dice de un actor de cine o un cantante clebre que son mitos. Todo ello es parte de una pobreza que marca nuestras severas limitaciones. Limitaciones que no harn ms que crecer conforme nos vayamos moviendo de grado hacia la pica y luego la tragedia.

Homero, esa multitud que conocemos con el nombre de Homero, compuso sus dos picas la Ilada y la Odisea con mitos que estaban all al alcance de todos los griegos, que les eran conocidos a todos desde la cuna. Hoy intentaremos dar un toque de brevsimo pincel sevillano al primer poema, la Ilada. Sus ms de 15.000 versos desvelan las luchas entre griegos y troyanos por Helena, cuya etimologa viene de Selene, la luna, la eternamente raptada por el sol. Todo griego vea en Helena lo bueno-y-lo-bello, la tica-esttica, el orden reglado y el amor por lo comn, por la polis, el ms trascendente de los amores, quizs, ms an que el amor materno o filial o de pareja: el amor por el otro, por el otro en uno, primero, y el otro afuera, despus; otro en cuyo lugar nos ponemos para as padecer su padecimiento y gozar su gozo. Pero no nos adelantemos, ya que ese ponerse en el lugar del otro no ocurrir hasta llegada la tragedia. En la pica lo que vemos es el enfrentamiento con el otro, enfrentamiento al que obliga un pacto, pacto que asegura que sea devuelta Helena, la belleza-y-bondad, en caso de que fuese raptada.

Con este rapto de teln de fondo se inicia la Ilada, rapto que viene vertido en un mito, el mito de la casa de los Atridas, y ese mito, a su vez, viene dentro de otro mito ms antiguo y ancestral, el mito del juicio de Paris cuando ste da como premio a Afrodita, diosa del amor, la manzana de oro en el certamen que junto con Atenea y Artemisa se celebra. En premio por haberla escogido a ella, Afrodita insufla en Paris amor por la ms bella de las mujeres, Helena. Y as se produce el rapto, el inevitable rapto. Y es que cuando estamos dentro del mito, como lo est Paris, todo es inevitable. En el mito somos uno con lo inevitable. No se dan acciones en el mito sino como movimientos orgnicos involuntarios similares a la distole o sstole del corazn o los movimientos peristlticos del intestino. En el mito el hombre no es sino un rgano del mito y no puede hacer ni ms ni menos que lo que le hace hacer el mito. En la pica, el hombre pasa, por arte del poeta y del rapsoda que canta el poema, a otro estado en su camino hacia el estado de hombre, de anthropos que en griego quiere decir el-que-mira-lo-que-vio, estado que alcanzar cuando ponga un pie sobre el escenario de la tragedia.

Ese estado intermedio entre rgano del mito, en el que por azar genealgico viene envuelto, y el de anthropos, hombre hecho a s mismo mediante la reflexin, es el de hroe. El hroe est a medio camino entre rgano de mito y hombre reflexivo, a punto de hombre pero an muy lejos de serlo. En la pica el hroe acomete acciones pero no porque stas sean el producto doloroso o no de una reflexin, sino porque s, porque le da su gana, o porque as se lo indica un dios tutelar; y esas acciones lo llevan a enfrentarse a otros hroes, jams a ponerse en su lugar. De hecho la Ilada empieza con el enfrentamiento entre dos hroes mximos: Agamenn, soberano de varones, y el divino Aquiles, divino por ser hijo de una diosa. Este enfrentamiento tiene como causa tambin un rapto, pero no nos detendremos en esta simetra sino que nos quedaremos con lo fundamental: Aquiles est iracundo por haber sido privado de Briseida, parte de su botn, por el tortuoso Agamenn que busca as resarcirse de la prdida de Criseida, botn suyo tambin. Agamenn se impone por la fuerza y est a punto de provocar que Aquiles lo destroce con su espada, con lo cual se perdera la guerra y Helena continuara cautiva de los brbaros. En el momento en que Aquiles empieza a desenvainar la espada, la diosa Atenea se le aparece y lo conmina a envainarla y a soportar la prdida. Aquiles obedece. En este asentimiento vemos lo que podramos considerar como un amago de reflexin. Y es que no puede haber ms, pues un hroe es refractario a la reflexin.

El hroe se desplaza por el espacio dando zancadas, sin tomar en consideracin ms que su propio mpetu y ganas, llevndose por delante cuanto le oponga resistencia, sacindose hasta el hartazgo. Pero aqu, en esta escena que ocurre en el primer canto de la Ilada, vemos en Aquiles un amago de reflexin, diosa mediante, es cierto, que impreca y conmina, pero es algo ya, como un pequeo brote, un inicio. A esta renuncia sigue algo que tengo para m es muy significativo: Aquiles acude a la orilla del mar para invocar a su madre, la diosa Tetis, y all, de hinojos, llora. Lo hace como quien llora de rodillas en el reclinatorio de la Virgen de la Soledad en San Lorenzo. Aquiles le pide a su madre, a su diosa, que interceda por l ante Zeus para que ste castigue a los griegos. A un hroe slo lo puede mover el nimo de venganza, de destruccin colectiva, y Aquiles es un hroe, un energmeno. Pero para m lo significativo es que Aquiles llora. Que se emociona. Y eso es algo que tiene un gran valor porque los hroes, como los psicpatas, no se emocionan. Es, desde luego, una emocin muy lejana del amor por la polis puesto que va movida por el rencor, la ira, y el deseo de destruir a los griegos. Pero tiene, repito, el valor de ser el anuncio del hombre que est agitndose en el fondo del hroe, pugnando por salir a la luz. Al hroe, al divino Aquiles, le duele un hombre en todo el cuerpo y torpe como hroe que es reacciona a su manera. Pero algo es algo. Y ese algo es a lo ms que puede llegar un hroe, un hroe pico, que viene de ser rgano de un mito y va hacia hombre reflexivo, hacia la tragedia. Cuando veamos a ese mismo hroe, Aquiles verbigracia, en una tragedia notaremos cmo ha cambiado, cunta estatura y empuje ha perdido, cun severos son ahora los lmites que lo moderan reducindolo a simple hombre.

Pensemos en Ifigenia en ulide de Eurpides. En ella se nos relata cmo los ejrcitos griegos estn detenidos en la baha de ulide a la espera de vientos favorables para zarpar hacia Troya. La diosa Artemisa slo los enviar cuando se haya sacrificado a Ifigenia, la hija menor de Agamenn. El rey la hace traer hasta el campamento engandola con la promesa de unas falsas bodas con Aquiles. Clitemnestra, la madre, se enfrenta a su esposo y pide ayuda al divino Aquiles, quien de paso ignora que lo han utilizado como carnada. Es pattico ver cmo a pesar del mpetu de Aquiles, pues en la tragedia los personajes an conservan las nfulas de los hroes que fueron y ya no son, se impondr la voluntad de la mayora, de su propio ejrcito que amenaza con quitarle a l la vida si se opone al sacrificio de Ifigenia. Vemos cmo el hroe pico cuando pisa el escenario de la tragedia se encuentra sbitamente mermado en todas sus facultades, deprimido diramos hoy, y esa depresin es la que lo salva y lo hace hacerse a s mismo hombre reflexivo, anthropos, mirando lo que una vez vio y viendo lo que nunca antes haba contemplado: su verdadero rostro, el mito que lo vena moviendo a su antojo desde tiempo inmemorial.

El hroe pico viene representado sobre el escenario por un actor, es decir por un hombre que le presta su cuerpo y sus emociones para que pueda aqul representarse, desvelarse, abrirse a la vista de todos, a la vista de la polis entera que en Atenas acuda al Epidauro o al teatro de Dionisos para verse y sentirse y padecer juntos los mismos horrores compadecindose del otro y de s en el otro. Una bella y buena instancia de este compadecerse del otro, de esta cada en cuenta de que no somos ms que hombres, cada en cuenta que a mi modo de ver distingue a la tragedia griega de cuantas tragedias desde entonces se han compuesto ya que supone una transformacin del personaje, de su manera de ver las cosas y, por lo tanto, de vivirlas, una bellsima instancia, deca, ocurre en las primeras 543 lneas de Ifigenia en ulide cuando se enfrentan Agamenn y Menelao con motivo del intento que hace aquel por evitar que su hija llegue a ulide para ser sacrificada.

Hay un momento en la discusin entre los hermanos en que por vez primera se hace patente lo que podramos llamar el tiempo de la representacin de la tragedia en clara oposicin a la identificacin intemporal del mito, y ocurre cuando, tras escuchar las acongojadas palabras de Agamenn, su hermano Menelao le dice lloroso l tambin: Yo, cuando te vi derramar lgrimas de tus ojos, me compadec y yo mismo las he vertido a la vez por ti, y retiro mis palabras anteriores. No quiero ser cruel contigo y me pongo en el lugar donde t ests ahora (477). El poeta trgico nos presenta con arte-y-tcnica la gran diferenciadora accin anmica de la tragedia: el compadecerse del otro hasta el punto mximo de ocupar su lugar en el dolor. La compasin o conmiseracin, nos dice Aristteles en su Potica, es una de las principales emociones trgicas y, a juzgar por la secuencia en que aqu aparecen y surten su efecto en el acontecer de los hechos, es, tambin, la primera; s, anterior, pues, a s, el horror. Pareciera que hubiramos de compadecernos primero para poder horrorizarnos despus. Habla Aristteles de horror y no de terror ya que el horror es una emocin esttica mientras que el terror es una emocin fsica que produce estupor y parlisis.

Ambos hermanos, repentinamente enfrentados por el mito familiar del que son rgano, se ven y se reconocen por vez primera emocionndose juntos, compartiendo la fatalidad que los unce a un mismo destino. Al apiadarse por su hermano, Menelao est extrayendo del fondo de la trada mito-pica-tragedia el blsamo teraputico que habr de sanarlos, permitindoles actuar tras haber reflexionado. Este momento que se inicia con un enfrentamiento de corte pico concluye con un reconocimiento de que no son ms que hombres, a pesar del poder tan inmenso que detentan. Se someten a la voluntad divina y siguen adelante con lo que est aconteciendo, con la trama, con el mito, de la tragedia, esa trama o argumento o mito que nos va a ir revelando la verdad esencial de Ifigenia, nombre que quiere decir fuerte, poderoso, valiente, engendrado con fuerza: su transformacin en otra, y la vida que como resultado de esa transformacin le corresponder vivir en el pas de los Tauros, alejada del txico mito familiar, de la sofocante y destructiva relacin de sus padres, Agamenn y Clitemnestra.

Matadme, y arrasad Troya, dir Ifigenia cuando caiga repentinamente en cuenta de que ella tiene otro destino que vivir, el suyo propio, aunque ese destino signifique la muerte a la que ella hasta entonces ha sido. Claro que ella esto no lo sabe, pero lo intuye y se entrega al sacrificio por amor a Grecia, por amor a su ciudad, al bien comn, amor que como decamos al comienzo de esta charla trasciende todos los dems amores porque despierta en ella la confianza en su psique, en su alma, que ahora se adentra sola y animosa en lo desconocido. Sin sacrificio, pareciera decirnos Ifigenia con su tica y esttica accin, no hay salida del entramado de mitos genealgicos en el que est atrapada desde su nacimiento, ni manera de llegar por s misma a vivir un destino propio tras convertirse en quien realmente es. Honra as, a su vez, a Artemisa, diosa indolente de la virginidad, que la requiere desde el fondo de su naturaleza para guiarla hacia un nuevo mito donde se las ver con su durmiente pasado pico y su despierto presente trgico.

Y nosotros? Cmo nos afecta a nosotros esta absoluta ignorancia de lo que es y significa la magna trada mito-pica-tragedia as como el habrsenos hecho del todo ajena al compulsivo modo de vida que desde hace ms de dos milenios llevamos? Significa que estamos cautivos del mito en el que por azar hemos nacido, mito que viene engarzado en un genealgico entramado de mitos cuyo ltimo y ms apretado nudo, el que ms nos puede oprimir y enfermar, es el de la familia, llegando en casos extremos a oprimir y enfermar desalmando a ciudades enteras como en el caso de Palermo. A lo sumo manifestamos espordicos comportamientos heroicos, sin caer jams en la cuenta de que responden a movimientos inevitables del mito del cual somos rgano. Los perodos de destruccin en los que de golpe nos vemos envueltos se producen por haber pactado de manera impulsiva con movimientos colectivos que son afines a los movimientos orgnicos del mito del cual somos inevitable expresin. Descoyuntados, mito y pica ejercen sobre el presente un influjo de permanente torpor anmico que de cuando en cuando ve sacudidas, a veces hacindolas aicos, las bases en las que hemos fundado nuestra convivencia, disocindonos de forma progresiva de las teraputicas emociones de la tragedia. El nico vnculo que nos queda con la actividad transformadora de esta magna trada son los sueos, el pacto con los sueos, que puede an revelarnos la ntima verdad y el real alcance de lo que estamos viviendo. Es decir, que el sacrificio tal como lo concibieron los griegos antiguos no puede ya darse por una causa colectiva o por el bien de una comunidad, ciudad o pas, por ms amor que le tengamos, sino por la escueta verdad de la vida de cada cual.

Muchas Gracias.

Sevilla, 18 de diciembre de 2008Esta conferencia fue leda en la ciudad de Sevilla, el da 20 de diciembre de 2008, en la sede de la Asociacin del Sur de Psicoterapia Psicoanaltica (ASPP).

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