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Mitos y leyendas

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Page 1: Mitos y leyendas

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Mitos y Leyendas

De

Aguascalientes

Omar Antonio Esparza González

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Presentación Esta es una antología que habla de algunas

leyendas y mitos de el estado de Aguascalientes.

Trata de que los lectores entiendan las tradiciones

de una entidad, en este caso Aguascalientes,

para reflexionar las costumbres de otros lugares

diferentes a su comunidad.

Esta antología trata de que el lector comprenda

las diferencias y semejanzas de los mitos y las

leyendas.

También que comprenda las características de los

mitos y las leyendas como su origen o la entidad

donde se desarrolla.

Al igual de conocer que manifiestan y de que

manera.

Espero que las siguientes leyendas y mitos sean de

su agrado y que puedas tener alguna sensación al

leerlas.

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Índice

Presentación…………………………………2

Capitulo 1 – Leyendas 4

El Cerro del Muerto……………………………….5

El Fantasma del Jardín………………………......6

La Calavera del Panteón…………………………7

La Calle de las Ánimas…………………………...8

El Encapuchado…………………………………..9

Capitulo 2 – Mitos 10

Los Caporales Ardilla y Comal…………………11

El Cerro de las Gallos…………………………..12

La Indita de Aguascalientes……………………13

Raza de Gigantes……………………………….14

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Capitulo

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Leyendas

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El cerro del muerto

No es la tradición sino la leyenda la que nos dice que establecidos los Chichimecas, los

Chalcas, Nahuatlacas y tres sacerdotes extremadamente altos, fornidos y de aspecto

majestuoso e imponente, cierto día, cuando el sol terminaba su tarea, a uno de los

sacerdotes se le ocurrió bañarse en el charco de agua caliente de La Cantera; se tiró al

agua y desapareció.

La leyenda dice también que este charco fue sembrado por otras tribus anteriores que de

paso llegaron al lugar donde se encuentra; que aquellos hombres, de donde querían,

sembraban agua; que hacían un hoyo, le ponían agua de sus guajes, medio almud de sal,

lo tapaban y al transcurso de tres años era aquello un grandísimo manantial.

Los indios que acompañaban al sacerdote, desesperados por su desaparición, creyeron

que les había sido arrebatado por los chalcas, y al momento corrieron a dar aviso a sus

compañeros.

A consecuencia de lo ocurrido, al día siguiente principió una guerra con los chalcas, éstos

se dispusieron a repeler el ataque en los furores de la batalla, en lo cruento de la lucha,

aparece al frente el sacerdote perdido, quien fue atravesado por una flecha y en su fuga

fue dejando tal huella de sangre que a la fecha se encuentra la tierra roja, debajo de donde

cayera muerto, dejando sepultado con su cuerpo al pueblo chichimeca que le seguía

formando con su cadáver el Cerro del Muerto que se ve al poniente de la ciudad.

A ese pueblo sepultado con el cuerpo del gigante, dicen, se encuentra por un gran túnel

misterioso; a los socavones ramificados por toda la población, hoy Aguascalientes, los

cuales han llenado de estupor a los arqueólogos.

Dice la Historia de don Agustín González que, debido a la incuria de los gobernantes, no

se ha hecho una exploración de tan sorprendente arquería, que ahora sería difícil por el

estado de destrucción que se encuentra; sin embargo, innumerables noticias se tienen de

otras entradas que pudieran precisar todo ese campo perforado por la mano del hombre.

Las hablillas inocentes cuentan que llegando a esa ciudad sepultada bajo el cuerpo del

gigante sacerdote existen aún hombres de ojos luminosos y fantasmas de una raza

extinguida.

Se dice que allá por el año de 1884, la casa que es ahora propiedad de la muy honorable

familia Macías Peña (esquina de las calles de Carrillo Puerto y Democracia) era una

tiendita que ocupaba un señor Brígido Villalobos, y que se oyó un fuerte ruido en la

pequeñísima trastienda por suerte se encontraban en esos momentos tres personas de

visita: un señor Antonio (a) El Cura y Marcos Hernández. Aquel fuerte ruido movió la

curiosidad de los visitantes y sorprendidos al ver que se había hundido todo el cuadro de la

pieza, intentaron bajar; pero les fue imposible por el polvaderón y salieron a la calle.

Al día siguiente, preparados con sogas y palas bajaron al socavón con el objeto de

rescatar los muebles de don Brígido y sólo se encontraron con un gran arco descubierto;

pidieron luego unas velas y se resolvieron a caminar por aquel túnel en dirección al Jardín

de San Marcos, habiendo podido calcular, según dicen, haber llegado hacia la puerta

Oriente, en donde encontraron una gran armazón lleno completamente de piezas de

género de distintos clones muy vivos; pero que al tocarlas sólo eran polvo. Adelantaron

unos cuantos pasos y pudieron ver una momia sentada y recargada a la pared, por lo que

asustados y ya faltos de aire se regresaron a toda prisa.

No se supo más de aquel suceso.

Se dice que hay otras muchas entradas y hay también personas que lo aseguran.

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El Fantasma del jardín

Allá por el año de 1851 vinieron a Aguascalientes varias personas procedentes de

Guadalajara e invitadas por don Mariano Camino, iniciador de la Primera Exposición de

Industria, Artes, Agricultura Minería que se verificaría en las Fiestas de San Marcos de ese

año.

Entre estas personas venía don Felipe Rey González, de la familia de don Luis González,

uno de los primeros colonos del Pueblo, a establecer una tienda de Feria durante la

temporada y seguir en el año comerciando en abarrotes si la suerte le favorecía.

El Sr. don Felipe construyó su casa al lado Norte del Jardín (Calle Flora), donde sus

descendientes, hasta la fecha, ocupan dicha morada. En esta vez la suerte protegío al Sr.

González y reunió la cantidad de ocho mil pesos que sumados a su capital le daban

cuarenta mil pesos. Hasta aquí la verdad.

Temeroso el Sr. González de que alguna vez lo sorprendieran los cacos, tuvo la idea de

sepultar su capital con buen número de alhajas de oro macizo, que hacían fuerte capital,

en un lugar fuera de la casa y escogió éste en el ángulo Norte y Oriente del Jardín, al pie

de un gran fresno, entre un bosque de rosales. Construyó una fuerte caja de lámina y

madera y ahí hizo su depósito.

Desde ese día el Sr. González se paseaba solo por ese lado del jardín y lo tomó por

costumbre a la hora del Alba y las oraciones de la noche; aunque la mayor parte del día

permanecía con sus amistades sentado en la balaustrada y frente a su tesoro, jugando

albures con apuetas fabulosas.

Una tarde se desarrolló entre sus amigos, con motivo del juego un fuerte pleito que

llegaron a las pistolas, resultando un muerto y dos heridos al final; muchos años después

permaneció la cruz del difunto, en la pared de la primera casa de la calle Flora y Rivera

que fue donde el extinto cayó.

El Sr. González fue preso y con ese motivo se enfermó de gravedad, ofreció a la Virgen

del Pueblito una solemnísima misa de tres padres, orquesta y cohetes si lograba su

libertad y a los nueve días salió libre; solo que la enfermedad siguió su curso empeorando

a cada día; reforzó su promesa a la Virgen y murió sin cumplir su ofrecimiento.

Después. Todos los vecinos aseguraban que se aparecía paseando por el jardín a las

mismas horas, y que cuando pasaban gentes por ahí les hablaba con insistencia, y a tal

extremo llegó la visión, que ya nadie podía transitar por ese lugar.

De aquí nació la idea en el pueblo del fantasma del Jardín.

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La Calavera del Panteón

Hay gentes en todas partes que siempre han creído en los aparecidos, calaveras y ruidos,

y sus conversaciones a cual más de fantásticas y variadas, aunque llenas de sencillez; las

oímos con un interés admirable y algunas veces con verdadero miedo.

J.Jesús Infante, cartero y albañil contaba que en una ocasión contrajo un compromiso con

don Carlos Espino, de terminar un monumento en recuerdo dedicaba a sus familiares y

que debería entregarlo al día acordado. Pero sucedió que el último del plazo daban las

ocho de la noche y no lo termina; siendo así que, al ir por uno de los corredores a traer

unas cuñas que faltaban, sintió algo de miedo, escuchando un ruido extraño detrás de él

que le seguía haciendo trac, trac, trac; y aseguraba que sintió como si le hubieran echado

agua por la espalda y las piernas se le doblaban, que voltio hacia atrás y que fue viendo

una calavera que movía tan fuerte las mandíbulas, que al chocar entre sí, se oía el sonido

de sus dientes; que oyó muy claro que le dijo: Compadécete de mis penas que me

atormentan en el purgatorio; tengo cincuenta años sin descanso; pide a mi abuelo padre

de tu abuelo que de los dece mil pesos en plata que están al pie de la alacena que está en

la cocina a vara y media de profindidad, te den cien pesos de los cuales darás cincuenta al

padre que me diga tres misas; y yo te recompensaré algo más dándote al alivio de tu

asunto, si no cumples, no sanas. Para Jesús su asombro fue tal que las cuñas que llevaba

en las manos no supo donde las soltó; al fin pudo correr espantado; pero que aún la

calavera que lo alcanza, que lo alcanza y casi le tocaba los tacones y más y más

rechinaba los dientes, y dice que como puedo se resolvió a salir dejando sus herramientas

y todo, porque el miedo ya no lo dejó terminar su compromiso.

Al día siguiente fue acompañado de un amigo para poder así terminar dicho compromiso

cuanto antes, y no volver jamás.

En verdad, Jesús se enfermó a tal grado que los miembros de su cuerpo se le paralizaron

y difícilmente se sentaba y siempre tembloroso como si tuviera mucho frío, según el decía.

Su alivio lo consiguió, hasta que hubo cumplido lo que le había indicado aquella espantosa

calavera con su tenebrosa voz.

Contando Jesús a sus amigos este caso, ellos le referían que aquello era ya bien conocido

de toda la gente y que también Joaquín Sánchez le había pasado el mismo caso. Pero que

éste no había atendido a los ruegos de la calavera y había saltado por las paredes del

panteón y que jamás sano de la enfermedad que le causara el susto que sufrió en el

panteón.

Y así por el estilo contaban a diario casos de la calavera del panteón, Llegando a ser

vulgar la leyenda que todo Aguascalientes creyó las consejas que se referían.

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La Calle de las Ánimas

La viejecita chupa y chupa con sus labios rosa, el pobre anciano al arrimo de la lumbre y el

cuidando la olla. El joven piensa en el sitio en que su abuelo duerme; de pronto el corazón

le palpita y se levanta temblando cual si fuera la hora final de su existencia.

Lloró un momento, luego se arrodilla; suenan las ocho de la noche y reza: " Padre nuestro

que estas en los cielos" y el anciano seguía: Hágase tu voluntad así en la tierra como en el

cielo", los tres rezaron a una voz y a finalizar cantaron el "Alabado".

A la misma hora los pocos vecinos hacían igual cosa, la oscuridad de la calle imponía, las

estrellas brillaban y un tecolote cantaba con todo pavoroso, pasa la hora, es llegado el

momento de la cena y después se duermen arrimados y sueñan, cual niños en la aparición

de las animas que volvían del panteón pidiendo sufragios.

Al día siguiente iban nuestros personajes por la mañana a practicar el rito del culto a sus

antepasados, el que consistía en barrer las tumbas; costumbre general del pueblo, así

como en otras ciudades; costumbre que vino olvidándose hasta borrarse aún en las tablas

de los viejos que viven y que solo cuentan de memoria agregando a todo esto lo que se

hacía el día de los muertos: la ceremonia que ellos llamaban "La Ofrenda" y que consistía

en distintos comestibles, sin saltar la característica de los condonches, la calabaza y el

camote con la miel de abejas. Y de acuerdo con el rito, si era el deudo niño, niña, joven o

anciano, alegre, huraño, activo, si tenía familia, etc, etc, si era quien repartía la ofrenda

mayor, al primero de los asistentes que caracterizaba al desaparecido.

Volviendo a los actores de la leyenda: pasados los años, se enfermo el joven, sus padres

hacían esfuerzos mil para salvarlos de la muerte; pero la llama de la fiebre quemó sus

venas y acabó con aquella vida en flor.

Sus padres, inconsolables por el sufrimiento que causará la desaparición de su hijo,

pasaron a la otra vida, y cuentan los vecinos que entre todas las almas que volvían del

panteón al punto de las ocho a su tarea de pedir oraciones y el barrido de sus tumbas,

conocían entre todas. Las que nuestros personajes que insistían con sus ruegos haciendo

más pavorosa aquella oscuridad que llamaba al respeto que a esa hora debía guardarse.

Así era al toque de ánimas que decían llamaba a la idea de la muerte y excitaba al amor a

la vida y a bajar los ojos hacia el puño de cenizas de los muertos, pensar en un miserable

sepulcro y cincelarse un relicario.

Esta es la calle de las ánimas, hoy Gómez Farías, por donde regresaban lentamente en

marcha fúnebre aquellos cuerpos de ojos ausentes de sus órbitas vacías, de manos

huesosas y pies ya enjutos, llenando de pavor a todos los vivientes de aquellas calles y

dejando el recuerdo que le dio su nombre.

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El Encapuchado La vida provincial hablaba todavía en las calles por boca de los pobres que declamaban oraciones en verso pidiendo una corta caridad, el paso del Viático, ante el cual todos se descubrían y arrodillaban, los sacerdotes vestían sus finas capas con toda libertad, el toque de las tres de la tarde dado por la campana mayor de la Catedral y todos los templos, todavía se arrodillaban las gentes en la vía pública y en el interior de sus casas a rezar el Ángelus; todavía se daba el toque de “Vacante” y otros llenos de regocijo y entusiasmo cuando al tocar de los Badajoz y el voltear de las esquilas era alternado armoniosamente; el toque de consagración de algunas campanas, el toque para elevarlas a las torres y otros extraordinarios; toques históricos que deberían recordarse y seguirse dando por su solemnidad. Todavía los hombres que luchaban por la vida gritaban por la calle sus mercancías en tonos muy variables, la raíz tatemada, fruta de horno, los muéganos, las correosas, el alfajor, etc.,etc... Otros cantando “el cante” y todos vestían calzón ancho, muy bien planchado y “pisado” al igual que la camisa, se veían simpáticos aquellos hombres; su figura era una especie de farol Valenciano. La vida fue por aquellos tiempos más activa y más culta; la gente en general vestía mejor asistía con frecuencia a las tertulias, los hombres, a los platicaderos que tenían por distintos rumbos de la Ciudad, a las representaciones del Teatro Morelos, a los pastores de la Primavera y otros espectáculos. La ciudad tuvo muchos aristocráticos moradores, todos se guardaban la más caballerosa amistad y cariño con las mayores demostraciones de sinceridad; todo acontecimiento conmovía, todo era fiesta, todo era ruido en armonía que deleitaba. Y luego, como para imponer silencio a todo el bullicio del día, un hombre salía a diario por las noches, a dar vueltas por fuera del Jardín de San Marcos revestido con un hábito de Franciscano, capuchón puesto, linterna encendida en mano y en la otra una calavera; asustando de esa manera a todo el que encontraba, a las gentes de los alrededores se asomaban con espanto por las celosías de las ventanas y se hacían miles de conjeturas sobre aquel fraile encapuchado, desvaneciendo su medio con rezarle un Ave María por su descanso eterno. Y la aterrada versión del encapuchado voló por el pueblo y el pánico se extendió; los que solían pasar por el jardín desde al atardecer, casi cerraban los ojos; pues decían: ojos que no ven, miedo que no se siente. Así pasaba el tiempo, hasta que un día, a uno de los leñadores de los que se instalaban en hilera con su puesto en la Plazuela frente al Templo, una extraña fuerza oculta le hizo enfrentarse al “Encapuchado” pero al tratar de detenerlo el Encapuchado dándole un fuerte golpe en el pecho, a la vista del propio leñador se perdió por entre la puerta del templo que a esta hora se encontraba cerrado, dejando atónito y sin poder mover al citado leñador. Días más tarde pasaba por ese mismo lugar un cortejo rumbo al panteón de San Marcos, que en aquel entonces en el arroyo del Castillo, quien iba dentro de aquella caja era nada menos que Pedrito Herrera, el osado leñador que enfrentarse con el misterioso espectro. Los años han transcurrido y con ellos la leyenda del Encapuchado se ha ido perdiéndose con las generaciones.

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Capitulo

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Mitos

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Los Caporales Ardilla y Comal

Ardilla era un hombre robusto, de finos modales y por lo mismo querido de sus amos y señores

Su nombre era José Altamirano y Ardilla; portaba siempre un buen traje de charro, muy aseado

y sobre todo se distinguía por su nobleza en el trabajo.

El caporal Comal, de nombre Juan Manuel Espino y Comal porque en un principio propuso a

sus amos que el fierro de los animales fuera un disco con una asa para que fueran distinguidos

a gran distancia, lo que los patrones aceptaron sin réplica, diciendo para sus adentros: esto es

un verdadero comal. Y de aquí que Espino fuera el caporal Comal.

Nuestros hombres servían a los señores Marqueses de Guadalupe. El primero se encargaba

de la parte sur de las tierras y el segundo de la parte Norte. Los dos se tenían siempre al

corriente en sus asuntos sin que la distancia lo impidiera, pues desde el Cerro del Picacho a los

cerros de Pabellón se oían perfectamente; para ello tenían arreglados unos cuernos

especiales, los que son bien conocidos entre los vaqueros; solo que éstos tenían un alambre

en forma de espiral y uno de sus extremos iba fijo a la parte aguda del cuerno, en donde tiene

una pequeña bolita y la parte que formaba el pabellón amplificaba tanto a la voz, que podía

oírse a muy largas distancias; y así con ese aparato se comunicaban a diario sus planes de

trabajo.

Da principio la leyenda, mí querido lector; atiéndeme: Dicen que los animales de la Hacienda

iban disminuyendo a diario y en buen número, lo que al ser notado por Ardilla se sintió muy

apurado, dando desde luego noticia de lo ocurrido a sus amos.

Dice Ardilla: Solo hay una parte desprovista de vallado, que es desde este lugar hasta

Peñuelas; completándolo hasta la división, se evitará la salida de los animales.

. . . Que se haga en seguida y lo más pronto posible. Hoy mismo daré principio y para mañana.

A la hora del Alba, quedará concluido. Le aseguro a usted que al canto de los primeros gallos

lo recibirá vuestra merced con agrado.

Continúa la Leyenda: que a las ocho de la noche el Caporal Ardilla se dirigió al cerro del

picacho, al lugar acostumbrado para hablar con el Comal y comunicarle el compromiso con sus

amos.

Eso es imposible y faltarás a tu promesa. . . Ardilla desesperado, ahí mismo hizo pacto con

Lucifer, le habló ofreciéndole su alma a cambio del trabajo pedido, debiendo quedar terminado

para antes del canto de los primeros gallos.

Una voz de caverna se oyó y dijo: ¡Convenidos! ¡A la obra! . . . Y se vieron desde luego

legiones de demonios que a toda prisa cavaban la tierra de una manera espantosa y a la hora

convenida quedó concluida.

A los doce días el demonio vendría por Ardilla.

Se acercaba ya el plazo y Ardilla se puso tan triste que la Marquesa lo notó y le preguntó con el

acostumbrado cariño qué era lo que le pasaba, ya antes tan alegre y ahora tan triste y

pensativo,. . . Dime tus penas, nosotros te ayudaremos en todo.

. . . Señora, es imposible; he ofrecido mi alma a Lucifer a cambio del Vallado que se hizo y

dentro de tres días se cumple el ofrecimiento y ya no estaré aquí.

. . . Si es así; José, pierde cuidado. Toma este Crucifijo, póntelo al cuello, y ya caminando

dices: ¡¡ Ave María!! Y él te dejará, tenlo por seguro.

Enseguida Ardilla comunicó también a Comal su pesar y éste aseguró que nada la pasaría y el

diablo quedaría burlado.

El caporal Comal rodeó todo el cerro de pequeñas cruces y llegado el día el diablo no podía

acercarse al sitio convenido, por lo que desesperado lo espió que saliera al campo y

desprevenido lo cogió con todo y caballo y lo llevó por los aires.

Acordándose Ardilla del Ave María, lo pronunció con todo su corazón y el diablo con todo

coraje lo arrojó con tal fuerza que vino a quedar estampado en una peña llamada " La Peña

Blanca", la cual se ve desde la población. Dicen que a la fecha se nota su estampa.

Pero a pesar de todo que el Caporal Ardilla, nada le pasó y Lucifer quedó burlado.

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El Cerro de los Gallos

Después de la enorme Hecatombe Chichimeca en que éstos fueron casi totalmente

exterminados, el gigante Nahuatlaca defensor de loe débiles, era considerado como un

dios invencible por la hazaña que a favor de éstos había realizado, empezó por abusar de

su fuerza y poder hasta el grado de convertirse en un despiadado tirano que exigía tributo

a los moradores de esta región, cuyas tierras no les daban lo necesario para poder cubrir

tales exigencias.

El gigante Nahuatlaca tratando de infundir pavor entre aquellos indígenas que no cubrían

los impuestos, los aplastaba empleando para ello el peso terrible de su macana.

Esta actitud fue funesta al grado de que principiaron a formarse algunos grupos que

conspiraban en contra de su antiguo salvador, con el objeto de poner fin a ésta situación

desesperante.

Los primeros conspiradores pagaron con su vida el intento de rebelión, no obstante esto, el

descontento aumentó en contra de Nahuatlaca, quien de sobra sabía las actividades de

sus súbditos y que sólo perseguían un fin, darle muerte. Temeroso de morir y con el

deseo de acabar con aquel malestar que día a día se había hecho insoportable, imploró la

protección de “NATLAZAHUATL“(que en su idioma era TIFO) para que acabara con todos

los habitantes de la región. Obediente “NATLAZAHUATL“principia su labor destructiva

entre los colonos, para el objeto el poderoso “NATLAZAHUATL” empezaba por hacerles

sentir un tremendo dolor de cabeza y los calentaba de manera tal que su temperatura

variaba entro los 40 y 41 grados, los que sucumbían a los tres, cinco o siete días de

atacados. Pasada la primera impresión los que nunca llegaron a amedrentarse se unieron

nuevamente, “Los Gallos” que eran de constitución robusta juraron ofrendar sus vidas

hasta no ver realizados sus deseos.

Enterado el gigante de lo que hacía aquel grupo de hombres fuertes, dirige nuevamente

sus iras contra ellos, pero éstos se ven obligados entonces a abandonar su pueblo para

dirigirse al sur en busca de alguna elevación en donde poder observar sus movimientos y

dirigir los ataques. El gigante no se siente nada seguro, retrocede hacia el norte siendo

sorprendido por la noche, el sueño lo vence y se queda profundamente dormido, los “gallo

s” logran atraparlo tomando grandes palas de tierra lo cubren hasta darle sepultura. El

gigante al darse cuenta de lo que estaba sucediendo, hace un supremo esfuerzo por

liberarse y de no haber sido los “gallos” auxiliados por una mano invencible y misteriosa

que con un gran “chiquihuite” de rocas atrapó para siempre aquel monstruo muy mal la

hubieran pasado. Y desde aquel entonces a esa elevación de terreno donde aquellos

hombres valientes observaban al gigante se le dio en llamar “Cerro de los Gallos” y del

“Chiquihuite” donde se encontraba el gigante.

La leyenda nos dice que no obstante el tiempo transcurrido Nahuatlata logrará escapar de

su prisión algún día, y entonces la destruirá hoy próspera y feliz ciudad de

Aguascalientes.

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La Indita de Aguascalientes Muchos años antes de que el pueblo de Aguascalientes pasara a ser Villa con su gobierno por reales cédulas, vivía una honorable familia chichimeca en una humilde choza situada al lado sur del hoy jardín de Zaragoza; tenían una linda niña de nueve años de edad, de mejillas coloradas como manzanas, alegre y vivaracha; sus padres adoraban al nemio (dios de los mercados) por ser éste su proveedor y lo curioso que la niña adoraba al dios Chilinche que era ciego, éste que la quería mucho, a la muerte de sus padres, le envió un emisario para que la cuidase; sobrevivió a sus padres hasta la edad de treinta y ocho años, en que tuvo muchos devaneos, de resultas de los cuales su dios le habló y le preguntó: qué era lo que ambicionaba, que sería inmediatamente servida en todo hasta su muerte; pero aconteció que extraviado su cerebro, quedó tan locuaz como una urraca y tan sin acierto como esas mujeres llamadas vulgarmente marisabidillas. Así permaneció algunos años y su dios compadecido le pidió a los demás dioses lo ayudaran para sanar aquella indita de mejillas coloradas. . . . . Concedida, dicen los dioses y al momento quedó sana; pero con la condición de que había de poblar todo aquel sitio donde vivía. Chulinche les dijo: pronto serán servidos y la indita que tal oyó partió sin espera al lugar de su oratorio que era un pequeño departamento de su mismo jacal en donde tenía el libro de sus misterios y sucesos notables escritos por ella; Chulinche le dijo luego: no es tiempo de poblar estos lugares espera, yo te avisaré. La indita le advirtió que cuanto más pronto cumpliera el compromiso con los dioses del otro lado sería mejor y el dios le repitió espera. . . ella siguió con su libro divino que era de papel de hojas de maguey, planta que abundaba en el lugar, y escribe que escribe signos y más signos que el futuro le daría honra. Pasaron los días y madurado el plan que la indita había escrito, lo propuso a Chulinche, éste le señaló el primer punto donde podría en práctica su proyecto y en seguida se puso en obra a fabricar una gran cantidad de muñecos de barro para repartirlos, darles aliento a vida y así quedaría poblado el rumbo de Zaragoza. La indita fue tan incorruptible y bondadosa con sus pueblerinos que éstos le rindieron culto hasta el extremo de confundirla con los dioses, y las ofrendas que le hacían era leche y miel. Después de su muerte fue reverenciada como diosa por los habitantes que ella misma creó; celebraban sus novenarios con ayunos sujetos solo a queso y miel y a clavarse espinas de maguey en las rodillas. Los nuevos pobladores recordando a la reverenciada indita, le dedicaron la primera calle que se formó dándole su nombre: Hoy es el final de la calle Juárez.

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Raza de Gigantes Hace unos cientos de miles de años, por allá en los albores de la vida cuando la tierra apenas empezaba a enfriarse y las lluvias eran torrenciales, por la superficie de este mundo resonaban con firmeza las pisadas de gigantes que eran los amos y señores de todo lo creado, porque su inteligencia sobrepasaba el nivel de cualquier otra criatura del Reino Animal. Su porte altivo; sus facciones tan finas y aristócratas, que ni la Grecia Antigua vio seres tan perfectos, y sus cuerpos atléticos y bien proporcionados no tenían par en el universo. Construyeron enormes ciudades y sus palacios no han sido siquiera soñados por el hombre moderno porque combinaron lo bello con lo práctico y lo cómodo con lo seguro. A la par que la tierra, que les daba abundantes cosechas, cultivaban las Bellas Artes, porque su civilización era muy avanzada. Tan maravilloso era su sistema de vida que muchos todavía no creen que hayan existido. ¡Pero existieron! De eso no hay la menor duda y basta con mirar al Cerro del Muerto para comprobar que todo fue verdad. La guerra y el odio estaban ausentes de sus almas. Nunca, como entonces, la paz fue tan fraternal y duradera sobre la tierra. Así vivieron incontables siglos: Amando todo cuanto les rodeaba. La naturaleza siempre pródiga, les daba todo. Pero... ¡ni si quiera en ese verdadero paraíso terrenal la dicha era eterna! Y así llegó el día en que todo tuvo que terminarse por un cataclismo geológico que la tierra a experimentado infinidad de veces: temblores la sacudieron en convulsiones de muerte; desgarrando a su paso ciudades enteras con sus habitantes. Al fin, volvieron la paz y la estabilidad, pero el mundo de los gigantes estaba casi totalmente destruido y su población asustada de que volviera a suceder algo semejante. De entre los sobrevivientes quedó una joven pareja: VERLÉ, el príncipe del país del norte y que su nombre significa CALIENTES PRIMAVERAS, y KIRLE la princesa de la ciudad del sur y que su nombre significa AGUAS CRISTALINAS. Ellos fueron los elegidos para ir a hablar con Dios. Después de prepararse, llegaron a su presencia y el Señor les dijo: - Aunque sé a que han venido, quiero oírlo de sus labios; - Nuestras ciudades han sido destruidas y somos muy pocos los sobrevivientes. - Ustedes tendrán que emigrar a otras tierras ya que lo que sucedió ahora, puede volver a suceder; - Pero ¡Amamos nuestra tierra! queremos seguir viviendo ahí - De quedarse, perecerán todos por falta de condiciones adecuadas. - Señor; no queremos en forma alguna rebelarnos, pero deseamos quedarnos ¿será posible? - ¡Sí! pero se quedarán para toda la eternidad. ... Al regresar a su tierra avisaron a los pocos que quedaban su decisión. CALIENTES PRIMAVERAS se tendió en la tierra que tanto quería, con la cabeza hacia el Sur. AGUAS CRISTALINAS colocó su cabeza frente a la de su esposo e inclinó un poco el cuerpo hacia el Suroeste. A la distancia, el resto de aquella raza de gigantes tomó la posición que más les acomodaba, para esperar la eternidad. Cuatro de los más valientes caballeros que se llamaban: GALFO: BONA TIERRA; TALT: AGUA CLARA, KILSE: CIELO CLARO, y MÁCHI: GENTE BUENA; hincaron una rodilla en tierra e inclinaron sus cabezas a esperar el final. En esos momentos, un largo eclipse empezó a obscurecer la tierra, y cuando siete horas después volvió a aparecer el sol, no se veía por ninguna parte un ser viviente; los gigantes eran ya enormes cerros, de entre los cuales destacaban las figuras de los príncipes, vistos desde las estribaciones de la sierra de Guajolotes, en el punto que queda precisamente arriba del poblado que hoy conocemos Pedregal Primero, sobre la carretera que conduce a Calvillo. Desde la ciudad de Aguascalientes, solo se aprecia la figura yaciente de VERLÉ, al que actualmente, se le conoce por el Cerro del Picacho o Cerro del Muerto. Destacan también los cuatro capitanes: que ahora conocemos: Al Sur el Cerro de Los Gallos que fuera conocido por AGUA CLARA; Al Norte el Cerro de San Juan, en el macizo montañoso de Tepezalá, conocido por CIELO CLARO; un kilómetro adelante, el Cerro de Altamira que un buen día llevará el nombre de BUENA GENTE, y más allá hacia el Poniente distinguimos a TIERRA BUENA que es ahora el Cerro del Laurel muy cerca del poblado de Calvillo. Pero ésos gigantes no han muerto. Vigilan nuestras vidas y nos han heredado su espiritualidad, su amor a la familia, su amor por nuestra tierra. Su influencia ha sido tan grande, que de los nombres de los príncipes entrelazados le dieron el nombre de “AGUASCALIENTES” a nuestra ciudad, y el de los 4 militares existen en el escudo de nuestro Estado. Mientras esos gigantes sigan ahí, nuestra Tierra Bendita, no perecerá Jamás.

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El Chan del Agua

La conjunción de dos culturas en las cuales el aspecto mágico y religioso del

agua tienen una gran preponderancia, desemboca en una serie de mitos y

leyendas populares como la que corría de boca en boca por el año de 1880

en esta Ciudad.

Existía en aquel entonces un charco llamado del Campanero, que se

formaba en el Cruce del Paso de Curtidores con el río del mismo nombre

(Pirules o San Pedro). La localización exacta correspondía en la actualidad

en el cruzamiento de la Prolongación de la calle Salvador Quezada Limón y

el Río San Pedro. Según se sabe, el charco servía para bañar a los caballos

de los soldados, pero también se identifica con la morada de un personaje

mítico cuyas características antropomórficas eran parecidas a un hombre-

lagarto, conocido como el Chan del Agua.

Los atributos masculinos de este monstruo eran aprovechados por las

damiselas de la época, quienes habiendo dado su mal paso, necesitaban

justificar el futuro alumbramiento de un nuevo ser a este valle de lágrimas.

Para lograr su objetivo, la incauta acudía a bañarse al charco en donde en

un ritual entre mágico y sensual quedaba preñada por el Chan. De esta

manera, el famoso personaje resultaba responsable de un sinnúmero de

desgracias, siendo padre de más de cuatro y atiborrando los registros

parroquiales de nacimientos con el apellido Chan del Agua.

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Conclusión

En conclusión diría que los mitos y las

leyendas son parte de cada región, como la

vegetación y la fauna de un lugar.

Cada leyenda o mito trasmite distintas

sensaciones, tales puedes ser temor o

curiosidad.

Pienso que lo malo de las leyendas es que

como se trasmite de generación en generación

y de manera de oral, lo cual puede que

presente cambios en la siguiente generación.

La lectura de este tipo de textos ayuda a la

preservación de la cultura que existe en cada

región.

Este proyecto me gusto mucho porque leí

leyendas de Aguascalientes que no conocía, lo

bueno es que mis padres las conocían y me fue

mas interesante conocerlas.

Page 17: Mitos y leyendas

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Bibliografía

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