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C/ Urzaiz nº 215 C.P. 36205 VIGO Pontevedra Telf: 986 261 539 Web: http/www.centrocodex.com CENTROCODEX 1 Bienvenida: Dentro de las disciplinas relacionadas con la educación, la salud y la calidad de vida, muy probablemente la Psicología ocupa, en nuestros días, un lugar muy destacado, tanto en el ámbito individual como colectivo y social. Al mismo tiempo, las instituciones de formación son hoy, más que nunca, espacios absolutamente necesarios para la reflexión y la elaboración de cultura y competencias. Con la idea contenida en estas dos premisas básicas, la de la unión de la Psicología y la formación, nace CENTRO CODEX, desde el compromiso firme con la tarea de aportar una formación de calidad a aquellos estudiantes o profesionales a quienes pueda resultarles de utilidad, en las distintas áreas de la Psicología aplicada: Clínica, Jurídica, Educativa, Laboral y Social. Paralelamente a estas especialidades, han venido desarrollándose otras en los últimos años, que están empezando a despertar gran interés en determinados sectores sociales a los que resulta de importante utilidad, y cuyos progresos están siendo sorprendentes, tal como ocurre, por ejemplo, con la Psicología de la excepcionalidad, de la criminalidad, del deporte, de la ergonomía o del medio ambiente. CENTRO CODEX, dentro de una línea de mejora constante, se compromete a hacer un esfuerzo en la selección y elaboración de las áreas y contenidos de mayor interés divulgativo y formativo, y es por ello que estamos permanentemente abiertos a la atención de cualquier tipo de sugerencia. La dirección: Concepción Cendón Dacosta

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Bienvenida: Dentro de las disciplinas relacionadas con la educación, la salud y la calidad de vida, muy probablemente la Psicología ocupa, en nuestros días, un lugar muy destacado, tanto en el ámbito individual como colectivo y social. Al mismo tiempo, las instituciones de formación son hoy, más que nunca, espacios absolutamente necesarios para la reflexión y la elaboración de cultura y competencias.

Con la idea contenida en estas dos premisas básicas, la de la unión de la Psicología y la formación, nace CENTRO CODEX, desde el compromiso firme con la tarea de aportar una formación de calidad a aquellos estudiantes o profesionales a quienes pueda resultarles de utilidad, en las distintas áreas de la Psicología aplicada: Clínica, Jurídica, Educativa, Laboral y Social. Paralelamente a estas especialidades, han venido desarrollándose otras en los últimos años, que están empezando a despertar gran interés en determinados sectores sociales a los que resulta de importante utilidad, y cuyos progresos están siendo sorprendentes, tal como ocurre, por ejemplo, con la Psicología de la excepcionalidad, de la criminalidad, del deporte, de la ergonomía o del medio ambiente. CENTRO CODEX, dentro de una línea de mejora constante, se compromete a hacer un esfuerzo en la selección y elaboración de las áreas y contenidos de mayor interés divulgativo y formativo, y es por ello que estamos permanentemente abiertos a la atención de cualquier tipo de sugerencia. La dirección: Concepción Cendón Dacosta

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MODULO I

TEMA 1 - HISTORIA DE LA TERAPIA FAMILIAR

TEMA 2 - LA TEORÍA GENERAL DE SISTEMAS (TGF)

TEMA 3 - TEORÍA DE LA COMUNICACIÓN HUMANA (TCH)

TEMA 4 : CONSTRUCTIVISMO

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TEMA 1 - HISTORIA DE LA TERAPIA FAMILIAR

1. Nuevos y viejos esquemas 2. Una historia de amor y violencia 3. De lo parcial a lo global 4. Del individuo al sistema familiar 5. Del psicoanálisis a la Terapia Familiar Sistémica 6. ¿Qué es la Terapia Familiar? 7. Metas que persigue la Psicoterapia:

La definición de psicoterapia como una relación de trabajo, entre terapeutas y clientes, tiene tres implicaciones importantes:

1 – La patología no es necesariamente un constructo explicativo 2 – La meta del cambio en lugar de la curación y 3 – Los clientes son responsables de establecer cambios en sus vidas.

Metas terapéuticas fundamentales:

1. Superar la desmoralización y ganar esperanza 2. Fomentar la competencia y la autoeficacia 3. Superar la evitación 4. Ser consciente de las ideas erróneas de uno mismo 5. Aceptar las realidades de la vida 6. Lograr “insight”:

• “Insight” como parte de la relación terapéutica • “Insight” sobre el pasado • Funciones del “insight” • Consolidar la relación terapéutica • Investir de poder para el cambio • Ser sensible a la individualidad del cliente • Sumario

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TEMA 1: HISTORIA DE LA TERAPIA FAMILIAR

La terapia familiar nació como respuesta alternativa a las limitaciones que desde siempre y hasta ahora, han conllevado los tratamientos individuales de las personas que padecen algún tipo de desequilibrio emocional que afecta al curso normal de sus vidas. La historia de la Terapia Familiar Sistémica es relativamente corta, pero a su vez, intensa, apasionante y llena de esperanza en un futuro más humano en la comprensión y tratamiento de los trastornos que el hecho del vivir comporta. Además, se da la situación afortunada, a consecuencia de la juventud de este modelo de intervención, de que los pioneros de ayer son los grandes maestros de hoy y aunque de edades avanzadas, siguen incansablemente compartiendo sus conocimientos teóricos y experienciales allí donde se los necesite.

En España, la terapia familiar todavía es un tierno árbol necesitado de cuidados. Tanto en Cataluña como en Euskadi y Galicia, la semilla empezó a germinar hace apenas un par de décadas.

1. Nuevos y viejos esquemas

La terapia familiar de modelo sistémico se nutre de raíces distintas a las de la mayoría de terapias que se administran a los individuos cuando presentan problemas de adaptación a las circunstancias que viven. La concepción materialista y mecanicista que del mundo tenemos los occidentales (desde que Descartes y Newton, principalmente, sentaron las bases del pensamiento occidental y científico) nos induce a contemplar y analizar la realidad de una forma racionalmente práctica pero insuficiente, de manera que acabamos excluyendo, inevitablemente, muchos de los factores que conjuntamente intervienen en el complejo hecho de vivir.

En los siglos XVI y XVII la visión del Universo como algo orgánico, vivo y espiritual fue reemplazada por la concepción de un mundo similar a una máquina, como consecuencia de los cambios introducidos en la física y la astronomía que culminaron en las Teorías de Copérnico, Galileo y Newton. Estos cambios que resultarían básicos para el pensamiento de la civilización occidental fueron completados por las teorías del filósofo y matemático René Descartes. La filosofía cartesiana de la certeza científica absoluta es aún muy popular y se refleja en el cientifismo racionalista que caracteriza a nuestro saber occidental. No obstante, la física moderna ha demostrado que no existe una certeza científica absoluta y que todos nuestros conceptos y teorías son limitados, limitadores y aproximativos.

En los servicios médicos, es una tradición ofrecer -en el mejor de los casos-, psicoterapia individual a las personas afectadas de trastornos emocionales o de conducta. En una gran mayoría de casos, no obstante, el tratamiento se reduce a la

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pura administración de psicofármacos: Nunca antes el ser humano había consumido tal cantidad de drogas (entiéndase aquí, tanto las de orden clandestino como las adquiridas en los establecimientos farmacéuticos). En Estados Unidos, y sólo por poner un ejemplo, una gran mayoría de mujeres ocupadas en sus hogares ingieren de forma regular Prozac. Pero dicho fármaco también se comienza a prescribir, indiscriminadamente, a niños y a adolescentes.

¿De qué sirve eliminar con fármacos los síntomas de una crisis de ansiedad (taquicardia, asfixia, insomnio, fatiga, opresión en el pecho, cefaleas, trastornos gastrointestinales…) si no se abordan paralelamente los conflictos emocionales que provocan esta crisis (miedo e inseguridad por la muerte de algún miembro familiar, incertidumbre por el futuro personal o profesional, necesidad de apoyo afectivo, etc.?).

Tenemos la vieja costumbre de parcializar todo aquello que nunca debería separarse para poder ser comprendido. Así pues, nuestras limitaciones se hacen más evidentes cuando pretendemos observar y analizar los sucesos de una forma integral, que nos permita captar las múltiples interrelaciones que se dan en cualquier hecho inherente a la vida.

Esta visión fragmentada del saber se manifiesta de forma evidente en la división que la medicina occidental realiza entre salud mental y salud corporal.

Desde que Descartes afirmara: "Pienso, luego existo", el pensamiento racional se convirtió en el motor de nuestra cultura, al punto que el hombre occidental llegó a identificar su identidad con la mente, en lugar de con todo su organismo. Esta desintegración del ser humano en dos partes, mente y cuerpo, se refleja en todos los ámbitos del saber occidental, pero se muestra clarísimamente en la medicina.

Sabemos, sin embargo, que el ser humano es un complejo sistema que tiene vida gracias al funcionamiento inteligente, equilibrado e interrelacionado de los distintos subsistemas que lo conforman y a la vez lo definen como especie. Y a pesar de ello, nuestra medicina moderna cuenta con ejércitos de eminentes especialistas que tienen muchos conocimientos sobre un subsistema en concreto (respiratorio, circulatorio, nervioso, endocrino...), pero no aciertan a comprender el lenguaje que un subsistema cualquiera emplea para comunicarse con los demás. Parece claro que la medicina actual ha olvidado totalmente las raíces hipocráticas en las que se basó durante siglos. Hipócrates, en uno de sus aforismos, apuntó: “Todas las partes del organismo forman un círculo. Por lo tanto, cada una de las partes es tanto principio como fin”. Se hace pues fácil de entender -aunque difícil de aceptar- el porqué un paciente aquejado de una dolencia -para llegar finalmente a un diagnóstico- tenga que, llamar,

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inevitablemente, a multitud de puertas, contestar mecánicos cuestionarios, explicar repetidamente las mismas cosas y someterse a agotadoras pruebas diagnósticas.

Al final su paciencia, se verá recompensada al obtener una etiqueta que dará nombre a su mal, la llamada Etiqueta Diagnóstica. Pero como toda etiqueta, será incompleta o errónea si lo que se hace es aplicarla a un ser humano, complejo, intra e interrelacionado y en constante evolución. Así es como finalmente nuestra necesidad de separar, aislar, clasificar y etiquetar, se torna en la principal responsable de nuestra incapacidad para comprender de una forma integral, sistémica u holística (global), cualquier suceso.

2. Una historia de amor y violencia

El individuo humano es un complejo sistema de funcionamiento que requiere de la complementariedad y armonía de sus subsistemas orgánicos para disfrutar de salud, pero, ¿qué sucede cuando nos referimos al individuo en relación a los lazos afectivos que establece con otros seres y no en relación a su propio organismo?; ¿qué ocurre cuando este individuo por el hecho de relacionarse se convierte a sí mismo en un subsistema y pasa a formar parte de un sistema mayor que lo incluye?. Los humanos, como seres sociales que somos, apenas somos nada separadamente del resto de las personas. Pensemos sino... ¿a quién le obsequiaríamos con una sonrisa?, ¿con quién soñaríamos una noche de luna llena?.

La esencia humana nos diferencia del resto de las especies. La necesidad que tenemos las personas de compartir nuestra experiencia con otros, de ser reconocidos y respetados en nuestros actos y pensamientos y de sentirnos útiles hacia los demás, conforman, básicamente, nuestras características sociales humanas. Son las condiciones de solidaridad y colaboración las que nos han mantenido a lo largo de la historia de la evolución humana. Sin embargo, la historia no ha sido idílica. Habría que reconocer que este paradigma que nos ha constituido como especie está gravemente amenazado. Comenzando el tercer milenio no podemos, sentirnos orgullosos de los conflictos que amenazan continuamente al planeta.

A miles de especies ya desaparecidas de los ecosistemas en el último siglo, se suman otras tantas amenazadas de extinción. Los humanos no somos, por tanto, una excepción: Vamos todos en la misma nave. La ruta que atravesamos de violencia y destrucción no nos augura un futuro demasiado esperanzador. Entonces es necesario hacernos la siguiente reflexión: ¿Podemos seguir auto denominándonos "homo sapiens" cuando, probablemente, nos convirtamos en una de las especies?; ¿seremos los humanos los únicos que hemos dejado de comprender el mundo del que formamos parte?.

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La visión que tiene de la Humanidad el neurofisiólogo y biólogo Humberto Maturana y estudioso de los sistemas vivos y los fenómenos de auto-organización (auto-poiesis), resulta ser una bella historia pero sin final feliz. En su reformulación de la Teoría de la Evolución de las Especies de Darwin, Maturana postula que la nuestra, la humana, es una historia de amor y de colaboración, de manera que nuestros antepasados se habrían constituido gracias al aumento en sus vidas de los sentimientos amorosos y al abandono paulatino de la agresividad y la lucha por el poder, propia de los chimpancés adultos machos.

A medida que la hembra chimpancé fue expandiendo su período sexual y con él, el de la crianza, las relaciones amorosas fueron ocupando un espacio cada vez más amplio, generando así emociones relacionadas con el cuidado y el cariño, en detrimento de las provocadas por la agresividad y la competencia.

Según Maturana, la expansión de la inteligencia humana se produjo a raíz de la convivencia amorosa, de la cooperación. El miedo, la ambición y la rivalidad disminuirían las aptitudes inteligentes, mientras que el amor sería el único camino que facilitaría el aprendizaje, porque es propio de él abrir espacios para la colaboración. Gracias a estas características, concluye, habría evolucionado la especie humana.

De forma inversa, es de suponer también, cuando la de la Humanidad deje de ser una historia de amor, cuando la balanza definitivamente se decante hacia una historia de agresividad y destrucción, habremos comenzado la cuenta atrás de un reloj que nos llevará, probablemente, a la eliminación entre nosotros y a la extinción de la especie humana. Según las investigaciones realizadas por este estudioso de lo humano, existe la posibilidad, más que probable, de que la desaparición de anteriores ramificaciones del linaje humano fuera debida a sus conductas competitivas.

[La contribución de Humberto Maturana, Premio Nacional de Ciencias Biológicas 1994, a las ciencias de complejidad es reconocida. Representante de la Escuela Chilena de pensamiento post-racionalista, sus aportes son, entre otros, el rechazo al racionalismo de "verdad objetiva única", el papel de la autoorganización de toda adaptación y conocimiento, y el involucramiento del conocimiento en el ser integral, lo cual desafía la dualidad cartesiana donde mente y cuerpo se contemplan por separado. En relación a sus estudios sobre la evolución humana, consultar Maturana, H., y Verden, G. Amor y juego. Fundamentos olvidados de lo humano. Santiago de Chile: Instituto de Terapia Cognitiva; l993 y Maturana, H. El sentido de lo humano. Dolmen Editores. Santiago de Chile; 1990.] Como refleja a la perfección una de las obras maestras de Saramago, “Ensayo sobre la ceguera”, la soberbia y la arrogancia nos pierden. Nos llevan a considerarnos autosuficientes, y la ceguera resultante no nos permite reconocer la necesidad que tenemos de nuestros congéneres y del resto de especies y ecosistemas que conforman nuestra morada. La incomprensión y la insolidaridad que conllevan todo individualismo nos acercan al tristemente conocido “sálvese quién pueda”.

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Consecuentemente, las relaciones que mantenemos con las personas más cercanas son, a menudo, puro reflejo y sincronía del aire enrarecido que se respira en el mundo. La cooperación brilla por su ausencia y la intolerancia y los intereses de los más poderosos campan a sus anchas. Delante de la incapacidad creciente que tenemos para escuchar y apoyar a los demás, cada vez más, las consultas médicas se encuentran saturadas de personas afectadas por trastornos relacionados con el estado de ánimo: estrés, depresiones, psicosis, fobias y… últimamente sobre todo, síndromes post-traumáticos derivados de todo tipo de violencia y conflictos bélicos.

3. De lo parcial a lo global

Invariablemente y como ya es costumbre en nuestras sociedades “avanzadas”, los individuos que acaban padeciendo las consecuencias del mundo loco en el que vivimos, son separados del resto y estudiados y tratados individualmente. La persona ni empieza ni acaba en ella misma. Lo que ella es, lo que a ella le acontece, está necesariamente relacionado con las personas con las que interactúa, y con las situaciones en las que se desenvuelve: situar a los fenómenos, dentro del contexto donde tienen lugar, resulta de la máxima importancia para poder comprenderlos [ Así, resulta totalmente distinto ver la psicosis como una enfermedad incurable y progresiva, de una mente individual; a entender la psicosis como la única respuesta posible frente a un contexto absurdo o insostenible]. Sólo desde esta perspectiva es posible comprender cualquier trastorno que le sobrevenga en el curso de su vida.

La historia de la Salud Mental en Occidente es ya dilatada. Diversas escuelas, tradiciones y enfoques han ido acercándose a la comprensión del hombre desde muchas teorías. Algunas, es verdad, contribuyeron a la amplificación o revisión de los constructos existentes; otras, no pasaron visiones más o menos mecanicistas, coherentes con la forma de pensar de los estamentos médicos imperantes en el contexto social donde fueron ideadas.

Afortunadamente, las corrientes de apertura que nos airearon en los años 60, facilitaron muchos de los enfoques que actualmente tienen cabida en el campo terapéutico. Conceptos humanistas, energéticos y espirituales, poco a poco, se fueron adentrando en una tierra donde no resultaron del todo comprendidos ni admitidos. Predominantemente orientalistas, estas filosofías salpicaron de dudas nuestro saber científico, y contribuyeron y siguen contribuyendo a la formación de una mentalidad más abierta y flexible que permite enfocar los hechos que nos conciernen desde distintos puntos de vista.

De todas maneras los tratamientos terapéuticos, hoy en día, se siguen enfocando de forma individual, porque obedecen todavía a una visión fragmentada que tenemos del saber, y a una ilusión de que somos autosuficientes y podemos estar desligados de los otros. La autonomía personal sólo es posible si aceptamos el hecho de que

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“pertenecemos”. El sentido de pertenencia en un ser social como el humano, es inseparable del de autonomía.

Un nivel de pertenencia sano y equilibrado hará posible, en consecuencia, un nivel de autonomía también equilibrado y sano. Las personas somos, al final, una amalgama de lo que pensamos que somos y de lo que piensan los otros que somos. De forma similar, podríamos también pensar que nuestras acciones son el resultado de lo que nosotros queremos hacer, y de lo que desean los otros que hagamos

4. Del individuo al sistema familiar

A finales de los años 50, un grupo de jóvenes entusiastas terapeutas, que trabajaban en instituciones de salud mental en Estados Unidos, decidieron a raíz de los resultados insatisfactorios que recolectaban con terapias individuales, comenzar a trabajar conjuntamente con los pacientes y las familias de éstos. Salvador Minuchin, profesor de Psiquiatría en la Universidad de Nueva York, director del Centro Familiar Minuchin de la misma ciudad, y uno de los máximos representantes de este modelo, publicó un texto donde relata los orígenes de la terapia familiar, a la vez que nos explica su historia personal y profesional [ Ver Minuchin, S y Nichols, Michael P. La recuperación de la familia. Relatos de esperanza y renovación. Paidós; 1994].

Estos terapeutas, incluirían más tarde también en su proyecto, a las instituciones mentales que, a pesar de sus buenas intenciones se mostraban, en general, propiciatorias de la cronicidad de muchas enfermedades. Introducidos estos cambios, los resultados se revelaron notablemente esperanzadores.

Ha llovido mucho desde entonces y hoy el camino se encuentra ligeramente allanado. Pero como siempre sucede en todas las innovaciones en el ámbito del saber, las dificultades con las que se toparon esos desafiadores del hacer oficial, no fueron pocas. Seguir adelante con el proyecto familiar e institucional, supuso enfrentarse a obstáculos de todo tipo. La dificultad verdadera radicaría, principalmente, en que las teorías formuladas hasta entonces, sólo planteaban las cuestiones inherentes al individuo, y a su mundo interior. ¿En qué apoyarse, entonces, para entender y tratar a una familia?.

Fue preciso pues, construir los postulados necesarios, que reflejaran el “lenguaje” utilizado por las familias, en sus modos de relacionarse los unos con los otros. Y así se empezaron a desarrollar nuevas premisas y formas de intervención que, poco a poco, fueron ayudando a comprender mejor la dinámica del sistema familiar.

La base en que se fundamentó, principalmente, la Terapia Familiar Sistémica fue la Teoría de los Sistemas Generales. Un sistema es un conjunto de objetos o sujetos que se relacionan entre sí gracias a sus atributos, y que a la vez interactúan con el medio, que constituye un sistema mayor. De ahí, que ningún sistema o subsistema vivo, pueda alcanzar su propio equilibrio aislado de los otros. La Teoría de los Sistemas Generales es aplicable a todos los sistemas en evolución: biológicos, económicos, políticos, ecológicos…

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Así, la interacción humana, se describe como un sistema de relación, caracterizado por las propiedades de los Sistemas Generales. Durante cuatro siglos, la ciencia se ha ocupado de relaciones lineales y progresivas de tipo causa-efecto, excluyendo toda una serie de fenómenos que no era posible analizar en los laboratorios. También se realizaron esfuerzos para estudiar la memoria, la atención, la inteligencia, la percepción o la autonomía personal, pero siempre en situaciones de aislamiento artificial.

Puesto que los sistemas vivientes tienen interacción con su medio ambiente, parece inadecuado aislarlos de manera aséptica para su estudio. Entre los principales contribuyentes a la formulación de la Teoría de los Sistemas Generales, cabe destacar:

A los químicos Ilya Prigogine y Manfred Eigen; al antropólogo Gregory Bateson; a los biólogos Conrad Waddington y Paul Weiss y a los teóricos de sistemas Erich Jantsch y Ervin Laszlo.

[ La aplicación de esta teoría a la interacción humana, se puede consultar en Watzlawick, P., Helmick, J., y Jackson, D.: Teoría de la Comunicación Humana. Barcelona: Herder; 1981].

Aplicando los conceptos y leyes de esta teoría, al trabajo con familias, fue posible reconocer a hombres y mujeres como parte de un todo más amplio –como subsistemas, de sistemas mayores-. Para el terapeuta familiar, la familia se convirtió en una unidad, en un solo organismo; y así, cuando uno o más de los miembros del sistema planteaban un problema, la familia pasó a ser el lugar privilegiado para la intervención terapéutica.

Así, la familia, contemplada como un sistema de relación vivo, con sus equilibrios y desequilibrios, con sus etapas de crecimiento y también de estancamiento, fue perfilando un camino terapéutico donde el paciente (portador del síntoma), no resultaba ni más ni menos importante que el resto de los miembros familiares.

Aunque la familia resulta importante para el equilibrio del individuo, también es verdad que ésta le impide la totalidad de su expresión creativa al encontrarse éste ceñido a las normas y pautas propias de toda familia. La familia, como todo sistema complejo, tiende a la conservación de sus características. Pero a menudo sucede que este organismo conservador, más que en un equilibrio se instala en la estaticidad, en un inmovilismo que asfixia e impide cualquier movimiento independiente de sus miembros. Es entonces cuando se hace preciso intervenir para liberar ese bloqueo en el flujo relacional. Sólo así la familia podrá retomar su camino evolutivo y de crecimiento.

De esta forma, el síntoma se convirtió, básicamente, en una especie de señal, un aviso de que algo no funcionaba bien (crisis), y de que algo había que cambiar. Los síntomas reflejan un intento por parte del organismo o sistema de curarse, y de alcanzar un nuevo nivel de organización. Y la práctica médica corriente interfiere, en este espontáneo proceso curativo, al intentar eliminar los síntomas. A menudo, la medicina occidental confunde el síntoma con la enfermedad. En cambio, entender el síntoma como una señal, como una metáfora de la enfermedad o conflicto, ayuda enormemente a comprender el problema y por tanto a aplicar el tratamiento adecuado.

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Las medicinas orientales, por ejemplo, no centran toda su atención en el síntoma. Si bien los síntomas se utilizan para comprender las posibles causas de la enfermedad, la terapia en sí no va encaminada a la supresión de éstos , sino que se dirige al restablecimiento del equilibrio energético del individuo, de manera que un intercambio más adecuado del flujo de energía, entre los distintos subsistemas, posibilite la remisión del síntoma.

El uso de la Medicina Tradicional China en Occidente es reciente y su introducción sólo ha sido posible gracias a la revisión de los paradigmas de la ciencia, a raíz de los últimos avances en la moderna física cuántica, que contempla la energía como el componente básico de todo cuanto existe en el Universo. La relación existente entre la moderna visión de sistemas y la milenaria filosofía china comienza a perfilarse. Ahora bien, el sistema médico chino actual es holístico sólo en teoría. Aunque la dependencia recíproca entre el organismo y su entorno se examina detalladamente en los textos clásicos de esta medicina, la mayoría de los médicos actuales no intentan en sus prácticas ocuparse de manera terapéutica de los aspectos psicológicos y sociales de la enfermedad, tal y como lo habían hecho los médicos chinos de la antigüedad.

De otro lado, también en la cultura chamánica, se contempla desde siempre este enfoque sistémico, u holístico si se prefiere. La visión que del mundo tienen los indígenas, no es antropocéntrica como la nuestra. No se ven a sí mismos en el centro del mundo. Saben que son co-dependientes de todo lo que les rodea, y que su supervivencia está condicionada al equilibrio de todas las partes. Consideran igualmente importante: el clima, la tierra, la cultura, las leyes, las relaciones con sus semejantes y otras especies, etc.

Así, el chaman sabe que cuando un individuo cae enfermo no es a éste en particular a quien hay que diagnosticar, sino a todo el sistema comunal y circunstancias adyacentes. El chaman comprende que la enfermedad de ese individuo (síntoma), en el fondo sólo es el reflejo de una enfermedad o desequilibrio mayor que afecta e incluye al resto de la comunidad. Y sobre la base de ese conocimiento, el chaman utiliza la fuerza y el poder de los mitos de su cultura, para encontrar un nuevo equilibrio, un nuevo orden para su pueblo.

Y de forma similar también, el terapeuta familiar no trata solo al paciente, que es portador del síntoma, sino que su trabajo va dirigido a restablecer el flujo relacional familiar, de tal manera que la consecución de una estructura de funcionamiento más adecuada, sea la que devuelva la homeostasis perdida al sistema familiar.

Saber de esta capacidad que tiene todo sistema de autorregularse, utilizando sus propios recursos, y encontrar así un nuevo equilibrio, resulta básico para una mejor comprensión de la dinámica familiar, y la de cualquier otro organismo vivo. El terapeuta familiar confía plenamente en las capacidades de reorganización y regulación de la familia, como sistema vivo y en crecimiento.

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La búsqueda primordial de la terapia familiar consiste en liberar posibilidades, potencialidades no utilizadas o infrautilizadas del grupo familiar. La terapia es la búsqueda de lo que no se conoce, pero hay que destacar que todo lo que en realidad llega a descubrir la familia junto al terapeuta ya estaba allí desde antes. Lo único que hace el terapeuta es accionar los mecanismos que ya se encontraban en el propio sistema.

El terapeuta familiar no es un enfermero que hace curas, tampoco un asesor que da consejos y menos aún, un prescriptor de remedios milagrosos. El terapeuta familiar es un facilitador para la familia. Un profesional que se compromete con el problema que hace sufrir a un conjunto de personas relacionadas entre sí y que intenta, con la colaboración de todos, allanar un camino que resulta demasiado doloroso para ser andado a diario.

5. Del Psicoanálisis a la Terapia Familiar Sistémica

En la época en que se inició la terapia familiar, el psicoanálisis se había convertido, desde hacía mucho tiempo ya, en una disciplina incuestionable que imperaba en la mayoría de las facultades de medicina y psicología, y de las instituciones mentales, tanto privadas como públicas. Introducir algo diferente fue visto como una sublevación contra el orden académico. Es necesario aclarar sin embargo, que lo que cuestionaban en un principio esos recién estrenados terapeutas familiares, no era el cuerpo teórico del Psicoanálisis –ya que los pioneros de la terapia con familias tuvieron, en general, formación analítica-, sino la estructura del sistema terapéutico.

La transformación que supuso pues, pasar de un terapeuta y un paciente, a tener un equipo de terapeutas y un equipo familiar, fue el verdadero cambio que hizo posible ver un abanico de realidades y posibilidades interrelacionadas, que antes no hubieran podido ser vistas, jamás, desde el enfoque psicoanalítico. Así fue cómo un puñado de profesionales de la salud mental de orientación analítica, fue cambiando, poco a poco, el enfoque terapéutico y el hábito de bucear en la mente torturada del paciente.

Los terapeutas familiares, al igual que los psicoanalistas, también reconocen la atracción que ejerce el pasado en nosotros; y el hecho de que, en alguna medida, las personas vivimos a la sombra de la familia que fuimos; pero, a diferencia de aquellos, también reconocen el poder del presente y encaran la influencia en curso de la familia que somos.

El principal objetivo de la terapia familiar, es conseguir el cambio en la organización de la familia, sobre la base de que cuando se transforman las relaciones del sistema familiar, la vida de cada miembro también se ve, consecuentemente, modificada.

La reunión de los miembros de la familia, y el trabajo terapéutico con ellos, facilita la elaboración de los conflictos, pero es sobre todo, una nueva forma de abordar la

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comprensión de la conducta humana en su complejidad, como fundamentalmente conformada por su contexto social y también cultural.

6. ¿Qué es la Terapia Familiar?

La terapia familiar es:

Un modelo de tratamiento clínico Se trabaja con los que quieren colaborar El que tiene un mayor interés por el cambio es el cliente Se trabaja con el mínimo de información posible; y esa información debe ser lo

mas especifica posible A través del lenguaje, el terapeuta crea una realidad donde el cambio es inevitable Parte de la base de que los problemas son los que ocurren en el pasado, y los

cambios ocurren en el futuro; por lo tanto hay que centrarse en el aquí y el ahora. Tiene presente la discontinuidad entre las quejas/ problemas y su solución .

La terapia familiar no es:

Un modelo psicoterapéutico, para resolver únicamente problemas dentro del entorno familiar

Un modelo psicoterapéutico, para trabajar solo con familias Un tratamiento individualizado para los miembros de la familia Un método estandarizado, aplicable a todas las familias Un servicio para atender todas las peticiones que demanda una familia

Los psicoterapeutas poseen siempre un modelo teórico de referencia llamado el marco referencial. Los marcos o modelos referenciales fundamentales en psicoterapia y salud mental son:

Biofísico o psicopatológico clásico:

I. Psicoanalítico. II. Conductista.

III. Humanista. IV. Cognitivo. V. Sistémico (interaccional o comunicacional).

I. Modelo biofísico o psicopatológico clásico:

Este modelo presupone que los factores biofísicos como la anatomía y la bioquímica, son los que determinan la aparición de la sicopatología. Los síntomas reflejan por tanto, que existe un defecto biológico. Emplean como método terapéutico la farmacología para modificar la bioquímica y los umbrales fisiológicos; la cirugía para

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destruir los tejidos patológicos; y la estimulación eléctrica, para modificar los patrones de organización nerviosa.

2 Modelo psicoanalítico:

Se centra en los procesos inconscientes y se basa en la teoría de la represión. Para este modelo el trastorno mental tiene su causa en las ansiedades infantiles reprimidas y en la secuencia progresiva de los mecanismos defensivos que posee el individuo para protegerse de esos sentimientos. La terapia pretende entonces llevar a la conciencia los restos del pasado para que puedan ser elaborados de forma constructiva.

3 Modelo conductista:

Este modelo encontró sus bases en la investigación experimental del aprendizaje. Afirma que lo patológico es la conducta aprendida (que sigue las mismas leyes de desarrollo que la conducta normal). La psicopatología es un patrón de respuestas inadaptativas repetido sucesivamente por el individuo. Una vez identificado este patrón de conductas desadaptativo el terapeuta conductista diseña un programa de procedimientos de aprendizaje para eliminar ese patrón e instaurar otro más adaptativo.

4 Modelo cognitivo:

Para este modelo la patología está en un desorden del pensamiento que provoca que el individuo vea su propia realidad de forma distorsionada. Esto lo lleva a desarrollar emociones disfuncionales y conductas disfuncionales. El terapeuta cognitivo trata de familiarizarse con el contenido del pensamiento, el estilo del pensamiento, los sentimientos y las conductas del individuo, para comprender su interrelación. Es decir, que el terapeuta trata de ver el mundo a través de los ojos del individuo.

5 Modelo humanista:

Se basa en el principio de que los individuos poseen de forma natural recursos para la autocomprensión y el crecimiento. La empatía, la autenticidad y la aceptación positiva e incondicional del terapeuta, facilitan el uso de dichos recursos. La terapia humanista trata de liberar al individuo, para que tenga un desarrollo y un crecimiento normales.

6 Modelo sistémico (interaccional o comunicacional):

No considera la patología como un conflicto del individuo, sino como un conflicto de la relación. El síntoma cumple la función de mantener el equilibrio del sistema, y por tanto la terapia sistémica irá dirigida a modificar las secuencias defectuosas en la comunicación dentro del sistema.

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La unidad de diagnostico para el modelo sistémico, es el sistema (formado por dos, tres o más personas). Fueron paradójicamente dos psicoanalistas: Sullivan y Fromm-Reichmann, los primeros en ocuparse de las relaciones interpersonales. Para Sullivan la fuente de la patología está en los padres, en sus opiniones contradictorias y confusas sobre la conducta de sus hijos (lo que produce ansiedad e inmovilismo en esos hijos). Fromm-Reichmann desarrolló el concepto de madre esquizofrenógena (la psicopatología de la madre, induce la patología del hijo).

Sin embargo, fueron las aportaciones científicas de los años 40, las que sirvieron de soporte teórico, a este modelo sistémico:

Bertalanffy: Teoría General de los Sistemas

Russel : Teoría de los Tipos Lógicos

Wiener : Teoría Cibernética

Shannon: Teoría Matemática de la Comunicación

Von Neumann: Teoría de los Juegos

Wiener analiza los paralelismos entre los sistemas eléctricos y los seres vivos. Como resultado de sus investigaciones, comienzan a cobrar importancia conceptos como la retroalimentación, y se estudian con más detenimiento los sistemas que la incorporan (es decir los sistemas abiertos).

Surge entonces, y como teoría de la adaptación distinta a la mecanicista, la teoría cibernética, definida por Wiener:

Para esta teoría los elementos comunes de todo sistema, eran la circularidad y los procesos de feedback o retroalimentación. Wiener llamó a estos elementos “fenómenos locales antientrópicos“. Toda retroalimentación tiene en cuenta las informaciones sobre acciones pasadas para, con ellas, decidir las posteriores acciones a seguir, creándose una causalidad circular cuya estructura sería más compleja que la lineal.

Los primeros estudios referentes al campo terapéutico, los encontramos en las investigaciones realizadas en los 50 y 60 por el grupo de Palo Alto en California. Cabe destacar el trabajo de Bateson, que trabajó en Palo Alto de 1952 a 1962, que desarrolló la teoría del doble vínculo y centró sus estudios en la paradoja de la comunicación, y en el trabajo con familias de pacientes esquizofrénicos.

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El grupo de Palo Alto estaba formado también por Weakland, Haley , Jackson, y Fry. Fue Jackson el que creó en Palo Alto el Instituto de Investigaciones Mentales (The Mental Research Institute ). En 1954 Jackson da una conferencia titulada homeostasis familiar en la que conceptualiza a la familia como un sistema interaccional , poniendo el énfasis en el carácter equilibrador que posee todo síntoma individual. Al terminar la conferencia Jackson fue abordado por Bateson e invitado a integrar el equipo sobre: comunicación en la esquizofrenia.

Es en 1950 en América, cuando surge la idea de tratar a una familia. Algunos terapeutas sin conocerse entre ellos comienzan a tratar a familias completas.

En 1951 y tras un fructuoso encuentro en Londres, Sutherland y Bell discuten el trabajo de Bowlby y las posibilidades que tenía el mantener sesiones con familias enteras juntas. Lo que ocurrió es que Bell entendió correctamente la técnica usada por Bowlby (que en aquel momento no trataba grupos familiares enteros) y de ahí surgieron los primeros trabajos experimentales, que Bell realizó usando la terapia de grupo familiar (lo que influyó a su vez en otros clínicos a desarrollar esta práctica clínica).

Algunos terapeutas notaban que cuando sus pacientes cambiaban en la terapia individual, se producían consecuencias dentro de la familia (o bien la familia empezaba a separarse de ese miembro o algún otro miembro desarrollaba síntomas). El cambio rápido de un síntoma severo en un paciente, producía inestabilidad en el matrimonio y la familia.

Por esas fechas estaba claro que la terapia familiar era un concepto diferente de cambio, más que un método adicional de tratamiento: para cambiar a un individuo se requiere una manera de pensar, y para cambiar la interacción entre los miembros de una familia se requiere otra. Se trataba de cambiar el medio relacional en el que vive la persona, no sacarla de este medio e intentar cambiarla a ella.

Más que desarrollarse una terapia familiar de acuerdo con una teoría, parecía que se estaba luchando para encontrar una teoría donde encajar las prácticas. Por lo tanto la terapia familiar trata de modificar el equilibrio de la relación patogénica entre los miembros de la familia, para facilitar la aparición de nuevas formas de relación.

Un síntoma de cualquier miembro de la familia en determinado momento se ve como una expresión de un sistema familiar disfuncionante. Para comprender el síntoma, se debe comprender no solo al portador del mismo, sino también a la familia y al sistema familiar. Se podría establecer una regla empírica:

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“ Cuando el por qué de un fragmento de conducta permanece oscuro, la pregunta para qué puede proporcionar una respuesta válida”.

7. Metas que persigue la psicoterapia ( Del libro de Chris L. Kleine, “Principios comunes en Psicoterapia” (1995). Editorial Desclée de Brouwer S.A. ). La psicoterapia no es “un tratamiento” que los clientes reciben de los terapeutas (Marlatt y Gordon, 1985). Por el contrario es una relación de trabajo entre los terapeutas y clientes, encaminada a buscar soluciones a los problemas de los clientes, más ventajosas que las que éstos están utilizando hasta este momento. Tal y como señala Irvin Yalom (1980) “Los terapeutas deben determinar qué rol desempeña un paciente concreto en su propio dilema, y encontrar maneras de comunicar este insight”.

Thomas Szasz (1973) ofrece una descripción similar:

“En la mayoría de los tipos de psicoterapia voluntaria, el terapeuta intenta esclarecer las reglas del juego no explícitas por las que se conduce el cliente; y ayuda al cliente a escrutar las metas y valores de los juegos de la vida a los que está jugando.” Allen Ivey (1986) contempla la psicoterapia como un medio de asistir a los clientes en su maduración. Ivey describe la vida como un viaje que inevitablemente lleva a las personas a experimentar de nuevo experiencias del pasado. La meta de la psicoterapia es ayudar a los clientes a contemplar su proceso de maduración con una mayor concienciación sobre de dónde vienen y a dónde van. Ésta implica ser más flexible con los comportamientos, creencias, expectativas y modos de afrontamiento.

La definición de psicoterapia como una relación de trabajo entre terapeutas y clientes, tiene tres implicaciones importantes:

1 – la patología no es necesariamente un constructo explicativo 2 – la meta del cambio en lugar de la curación y 3 – los clientes son responsables de establecer cambios en sus vidas.

1 – de la patología al afrontamiento La patología no es necesariamente un constructo explicativo. Las personas llegan a terapia debido a que las soluciones que están aplicando a sus problemas no funcionan. El trabajo del terapeuta es evaluar dónde se hallan estancados los clientes, y ayudarles a superar el estancamiento mediante la modificación de sus comportamientos, actitudes y modo de pensar. Debido a que los problemas de los clientes residen en “estilos de afrontamiento erróneos o inadecuados” (Kleinke, 1991), el concepto de “patología” no es necesario

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para comprender los objetivos de la psicoterapia (Fisch, 1990). En lugar de preguntar por qué un cliente se halla bloqueado con un problema, el terapeuta se pregunta para qué (Watzlawick, 1990). En otras palabras, qué función cumple el problema del cliente en este momento, y cómo se puede persuadir al cliente para que busque soluciones alternativas. Szasz (1973) nos recuerda uno de los grandes descubrimientos de Freud: “Para la familia del paciente mental y para la sociedad, la enfermedad mental es un “problema”; para el paciente es su “solución””.

2 – cambio en lugar de la curación Cuando contemplamos los problemas del cliente como “problemas del vivir” (Szasz, 1988), uno se da cuenta de que en la psicoterapia la idea de “curación” es inconcebible (Budman y Gurman, 1988). Según Strupp (1990), “El objetivo no es una curación total (que puede ser imposible bajo virtualmente todas las circunstancias) sino una mejoría significativa de las actuales dificultades interpersonales del paciente, incluyendo síntomas y comportamiento interpersonal inadaptativo”. Para mejorar las condiciones actuales de sus vidas, los clientes deben llegar a un punto en que creen que (Yalom, 1980): 1 – Sólo yo puedo cambiar el mundo que he creado 2 – No hay peligro en cambiar 3 – Para conseguir lo que realmente quiero, debo cambiar 4 – Tengo el poder de cambiar. El objetivo del terapeuta es ayudar a los clientes a apreciar que el cambio es una posibilidad. Yalom señala que en lugar de preguntar: “¿Por qué debo cambiar?”, los clientes deben ser persuadidos a preguntar: “¿Por qué no?”. Luego, un objetivo principal de la psicoterapia es que hay que llevar a los clientes a un punto en que ellos hagan una elección libre acerca de lo que quieren cambiar de sus vidas. 3 – el cliente es el responsable Thomas Szasz (1965) explica que los síntomas y problemas de un cliente a menudo son una expresión de pérdida de control, la incapacidad del cliente (o su falta de voluntad) para controlar su vida.

La tarea del terapeuta es desanimar al cliente de expresarse mediante excusas (“No puedo”, “No puedo evitarlo”, “Tuve que hacerlo”) y animarle a emplear un lenguaje de responsabilidad (“Deseo hacerlo”, “Decidí hacerlo”, “Lo elegí yo”).

Un marco de referencia útil para comprender la responsabilidad del cliente,

puede encontrarse en los cuatro modelos de responsabilidad propuestos por Brickman y sus asociados (1982):

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- Estos modelos se aplican a acontecimientos vitales, para los que se asume que las personas son responsables o no lo son: la causa del problema y la solución del problema.

1. Modelo de responsabilidad moral En el modelo moral, los clientes son considerados responsables tanto de causar sus problemas como de solucionarlos. El modelo moral se aplica a clientes que se han causado problemas a sí mismos a través de comportamientos negligentes o dañinos. La ventaja del modelo moral en la terapia es que requiere que el cliente sea un participante activo en la terapia. La desventaja es que puede resultar en culpabilización y auto-castigo, que habitualmente resultan poco terapéuticos.

2. Modelo de responsabilidad inspirador El modelo inspirador defiende que los clientes son responsables de causar sus problemas, pro no de resolverlos. El modelo inspirador se aplica a clientes que necesitan sistemas de apoyo para ayudarles a solucionar problemas que escapan a su control. La ventaja del modelo inspirador es que anima a los clientes a aprovechar la ayuda profesional. Ahora bien, también puede generar culpabilidad y auto-castigo, al igual que limitar sentimientos de autoestima y control interno.

3. Modelo compensatorio El modelo compensatorio se aplica a clientes que no causan sus problemas, pero a los que se responsabiliza de solucionarlos. Algunos ejemplos incluyen la rehabilitación después de una lesión, enfermedad o victimización y el aprendizaje de nuevas competencias. El modelo compensatorio tiene la ventaja y el dominio y control interno, mientras que evita la culpabilización y el auto-castigo.

4. Modelo médico

En el modelo médico, los clientes no son considerados responsables ni de causar sus problemas ni de tener que solucionarlos. El modelo médico es el apropiado para personas que sufren enfermedades médicas o lesiones físicas que requieren cuidado profesional. El modelo médico es inconsistente con el concepto de terapia que se ha adoptado en este libro, debido a que implica términos como curación y tratamiento, que no son contemplados como objetivos de la psicoterapia. Si bien es cierto que los clientes en psicoterapia pueden recibir medicación, para cierto tipo de problemas; no obstante, si sólo es una medicación que se prescribe para los problemas de un cliente, se considera que es tratamiento médico y no psicoterapia. Para que tenga lugar una psicoterapia, el cliente debe

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estar dispuesto a colaborar y de acuerdo en la utilidad de la medicación y dispuesto a asumir la responsabilidad de seguir el tratamiento prescrito. Además de prescribir medicación, el terapeuta debe implicar al cliente en una relación terapéutica orientada hacia la consecución del tipo de metas.

Tabla 2.1 Cuatro Modelos de Responsabilidad Tomado de “Model of Helpign and Coping” de P. Brickman, V.C. Rabinowitz, J. Karuza, D. Coates, E. Cohn y L. Kidder, 1982, American Psychologist, 37, Pgs. 368-284 © American Psychologist Association. Adaptado con permiso de los autores.

Responsabilidad del problema Responsabilidad de la solución

Alta Baja

Alta Modelo Moral Modelo Inspirador

Baja Modelo Compensatorio Modelo Médico

En psicoterapia no es tan importante determinar si los clientes son responsables de causar sus problemas como lo es el que los terapeutas ofrezcan una aceptación del cliente como persona (Ellis y Dryden, 1987); Rogers, 1951). También es una condición necesaria del éxito de la psicoterapia que los terapeutas y clientes acuerden que estos últimos, deben asumir la responsabilidad de buscar soluciones. - Carl Rogers (1961), remarcó la responsabilidad del cambio que tenía el cliente: “Tanto si se denomina tendencia de crecimiento, deseo de auto-actualización, o tendencia de seguir adelante, el hilo conductor de la vida y, en último término, la tendencia en la que se apoya toda psicoterapia”. - Harcum (1989) define la aceptación de la responsabilidad, como el compromiso de colaboración del cliente, que asegura que “tanto cliente como terapeutas, pretenden trabajar como equipo, en la consecución de una meta común”. - Seltzer (1986) define la responsabilidad del cliente, afirmando que “todas las terapias pueden ser contempladas como dedicadas a ayudar a los clientes en la

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adquisición de voluntariedad –y por lo tanto de controlabilidad- de comportamientos, que han llegado a contemplarse como no volitivos”.

Reconocer cómo evitan las personas la responsabilidad

Una vez que uno comprende las virtudes del modelo compensatorio y de considerar a los clientes responsables de la búsqueda de soluciones para sus problemas, se está interesado en darse cuenta de cómo diferentes tipos de síntomas y estilos de personalidad, permiten a las personas evitar precisamente ese tipo de responsabilidad (Schlenker, Weigold y Doherty, 1991).

o Las personas que sufren ansiedad son ”incapaces” de hacer discursos, realizar exámenes, cumplir obligaciones sociales o incluso aventurarse fuera del hogar.

o Las personas que adoptan un estilo agresivo o paranoide, con sus actitudes represoras, impiden a otros formular solicitudes, esperar cosas de ellos o considerarles responsables de sus comportamientos.

o Las personas deprimidas son vistas como “incapaces” de embarcarse en actividades que les beneficiarían. Al adoptar un estilo excusador y autocondenatorio, las personas deprimidas evitan que otros “esperen demasiado” de ellos.

o Las personas a menudo evitan ser consideradas responsables de comportamientos que tuvieron lugar mientras estaban bajo la influencia del alcohol y drogas.

o Las personas histriónicas no pueden ser consideradas responsables de su “naturaleza temperamental”, su emotividad está más allá de su control.

o Los esquizofrénicos están demasiado “enfermos” para ser considerados responsables de casi nada. (Aunque resulta interesante que los esquizofrénicos hospitalizados no suelen estar demasiado enfermos como para no comprender las normas que, si no respetan, les llevaría a perder privilegios).

Los ejemplos precedentes de evitación de la responsabilidad, pueden ser definidos como estrategias de auto-incapacitación (Higgins, Zinder y Berglas, 1990). Las personas que son etiquetadas o identificadas cono “no responsables” debido a ciertos síntomas o problemas, no necesitan inventar excusas; ellos se han convertido en la excusa (Higgins y Berglas, 1990; Zinder, 1990. Alfred Alder (citado por Ansbacher y Ansbacher, 1976) describe este proceso de la siguiente manera:

El paciente declara que es incapaz de solucionar su tarea “debido a los síntomas, y sólo por ellos”. Espera de otros la solución de sus problemas o la

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excusa de cualquier demanda o, al menos, la concesión de “circunstancias atenuantes”. Una vez que tiene su coartada atenuante, siente que su prestigio está protegido. Su línea de éxito, imbuida en el proceso de la vida, puede continuar sin interrupciones; habiendo pagado el precio.

El “precio” al que se refiere Alder, es una vida comprometida por el problema o síntoma que el cliente debe sufrir. Dado que las estrategias de auto-incapacitación protegen al cliente de la ansiedad, es difícil renunciar a ellas. Aunque a veces las estrategias auto-incapacitadoras puedan ser estrategias de afrontamiento útiles (Kleinke, 1991), se convierten en problemáticas cuando pasan a ser parte del estilo de personalidad del individuo (Berglas, 1989). Las personas sufren cuando sus estilos de personalidad les llevan a responder de una manera rígida y determinada, sin tomarse el tiempo de analizar la situación y adaptar la solución al problema (Millon, 1981). La auto-incapacitación se ve forzada por la noción de “enfermedad mental” y el empleo de etiquetas diagnósticas. Aunque pueda parecer que las etiquetas diagnósticas nos proporcionan una respuesta a porqué las personas se comportan como lo hacen, corremos el riesgo de que la misma etiqueta pueda convertirse en una profecía auto-cumplidora; las personas con esas etiquetas actúan como se espera que lo hagan (Snyder, 1990). Estos ejemplos de evitación de la responsabilidad que acabamos de explicar no quiere significar que los clientes asuman intencionadamente problemas o que no sufran por los mismos. Ser considerado responsable, puede causar ansiedad y el que se espere que podamos controlar aspectos de nuestra vida sobre los que tenemos escasa confianza, resulta especialmente aterrador (Brehm y Smyth, 1986). Ahora bien, considerar a las personas responsables de sus comportamientos también es una señal de respeto. El desafío terapéutico es ayudar a los clientes a que se den cuenta que pueden solucionar sus problemas; que ellos son capaces de responder. Esto no se hace engatusando o pinchando a los clientes, sino el establecimiento de condiciones terapéuticas en las que el cliente experimente sensación de colaboración en el proceso de aprendizaje, busque soluciones a sus problemas y asuma riesgos en la experimentación de nuevos estilos de afrontamiento.

Metas terapéuticas fundamentales: Las metas específicas de la psicoterapia, dependen de los problemas y deseos específicos del cliente. Ahora bien, existen algunas metas que son relevantes a casi todas las relaciones psicoterapéuticas:

(1) ayudar a los clientes a superar la desmoralización y ganar esperanza (2) potenciar la sensación de dominio y auto-eficiencia del cliente (3) animar a los clientes a enfrentarse a sus ansiedades en lugar de evitarlas

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(4) ayudar a los clientes a ser más conscientes de sus concepciones erróneas (5) enseñar a los clientes a aceptar las realidades de la vida (6) ayudar a los clientes a adquirir “insight”.

Cada una de estas metas será discutida a continuación:

(1) Superar la desmoralización y ganar esperanza

Jerome Frank (1961; 1982) describió los sentimientos de desmoralización experimentados por la mayoría de los clientes en psicoterapia. La desmoralización de los clientes está caracterizada por sentimientos de incompetencia, baja autoestima, alineación y desesperanza. Las manifestaciones más comunes de la desmoralización son: ansiedad, soledad y depresión.

Una meta principal de la psicoterapia es ayudar a los clientes a superar sus sentimientos de desmoralización y a ganar una sensación de esperanza. C.R. Zinder y sus colegas han identificado dos componentes importantes de la esperanza (Zinder, 1989; Zinder, Irving y Anderson, 1991). El primer ingrediente de la esperanza es una sensación de fuerza, energía y determinación para alcanzar las propias metas.

El segundo ingrediente de la esperanza es una sensación de confianza en las propias competencias y en la capacidad de uno mismo para encontrar el camino adecuado que permita alcanzar las metas deseadas. Los terapeutas trabajan con los clientes fortaleciendo estos dos componentes de la esperanza.

Las personas esperanzadas que tiene una sensación de fuerza, energía y determinación, son capaces de responder afirmativamente a los siguientes ítems de la Escala de Esperanza (Zinder, 1989):

· Estoy teniendo bastante éxito en mi vida

· Mis experiencias pasadas me han preparado bastante bien para el futuro

· Alcanzo las metas que me voy estableciendo · Persigo enérgicamente mis metas

Existen dos formas principales para ayudar a los clientes a aumentar sus sentimientos de capacitación, energía y determinación (Frank, 1982):

- La primera implica establecer una sólida relación terapéutica en la que el terapeuta comunica al cliente una voluntad de comprender, aceptar y tomar en serio las experiencias, sentimientos y asuntos del cliente.

- Una segunda manera mediante la cual los terapeutas inculcan capacitación, energía y determinación, es inspirar y mantener las expectativas que tiene el cliente de recibir ayuda.

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Caminos para alcanzar las metas: Las personas esperanzadas que pueden vislumbrar diversos senderos para alcanzar sus metas, son aquellas capaces de responder afirmativamente los siguientes ítems de la Escala de Esperanza:

· Puedo pensar en muchas formas de salir de un atolladero. Incluso cuando

otras personas se desaniman, yo sé que puedo encontrar una forma de solucionar el problema.

· Cualquier problema puede ser abordado de muchas formas. · Se me ocurren muchas maneras de obtener cosas en la vida que son

importantes para mí. Los terapeutas ayudan a los clientes a incrementar sus habilidades para encontrar caminos fructíferos para alcanzar sus objetivos, mediante la enseñanza de nuevas competencias, y a través de ayudar a los clientes a ver una perspectiva diferente de sus vidas y posibilidades que nunca había apreciado hasta entonces.

Cuando los terapeutas ayudan a los clientes a desarrollar su sensación de esperanza, están haciendo algo más que simplemente hacer que los clientes “se sienten bien”. El objetivo es enseñar a los clientes a ver sus problemas como desafíos en lugar de cómo amenazas (Lazarus y Launier, (1978). Las personas que contemplas sus problemas como amenazas, tienden a responder con una actitud fatalista que conlleva un pensamiento desiderativo y un comportamiento de evitación; sin percibir una salida. Por otro lado, las personas que contemplan sus problemas como desafíos, son capaces de ser flexibles. Se ven a sí mismos como capaces de encontrar formas adecuadas de solucionar sus problemas (McCrae, 1984; Zinder, Irving y Anderson, 1991).

Los psicoterapeutas también facilitan a sus clientes una sensación de esperanza enseñándoles a establecer metas y a asumir la responsabilidad de sus vidas. Víctor Frankl (1967) establece un símil con la llamada revolución copernicana, ya que estimula a los clientes a que dejen de preguntarse qué podían esperar de la vida y a que se comprometan con la idea de que la vida está esperando algo de ellos. Nietzsche estableció este mismo principio cuando afirmó “Aquel que conoce un porqué para vivir, podrá superar casi todos los cómo” (Frankl, 1967).

(2) Fomentar la competencia y la auto-eficacia

Otro objetivo fundamental de la psicoterapia es fomentar la sensación de “capacitación” del cliente (Combs, 1989), Thomas Szasz (1990) señala que el objetivo de la terapia “sólo puede ser lo que se denomina infundir fuerza. Yo prefiero la idea de mayor independencia y dominio de uno mismo y del mundo circundante. Y en este sentido, libertad, en el mejor sentido político y económico. Libertad de acciones”. Julius Heuscher (1980) establece una consideración similar: “La función primaria y fundamental de una psicoterapia efectiva, independientemente de los sesgos de una determinada escuela, es la revelación, aceptación y ejercicio progresivo de la libertad humana”.

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Los clientes que están bloqueados y desmoralizados y que no ven “una salida” son transformados a través del proceso terapéutico hasta llegar a un punto en el que son capaces de decir “puedo, lo haré, lo conseguiré” (Zeig, 1985). Inspira una sensación de dominio en los clientes, es una meta común de todas las terapias (Liberman, 1978). Tal y como señala Hans Strupp (1970), “Uno de los principales propósitos de la psicoterapia, si no el fundamental, es promover la adquisición de autocontrol”. Adler consideraba que los clientes debían atravesar: Varios dispositivos para llegar al punto en el que necesariamente adquirieran fe en sus propias fuerzas mentales y físicas... Uno debe establecer tareas en su camino, que pueda ir logrando y a partir de cuyo logro gane fe en sí mismo. (Ansbacher y Ansbacher, 1956)

Uno de los marcos de referencia que mayor influencia han tenido para integrar los conceptos de dominio, fuerza y capacidad, es el concepto de autoeficacia de Albert Bandura (Bandura, 1977; 1982). La autoeficacia hace referencia a la percepción de que uno tiene la habilidad de ejecutar comportamientos particulares, que son necesarios para dominar los desafíos de la vida. El concepto de autoeficacia proviene de una amplia tradición de investigación y teoría, acerca de la importancia que tienen las expectativas de las personas, de que ellos pueden afrontar con éxito situaciones difíciles (Kirsch, 1986; Maddux, 1991). La autoeficacia, tiene una influencia importante sobre las cogniciones, la motivación y el estado de ánimo de las personas (Bandura, 1989):

• La autoeficacia inspira a las personas a establecer metas significativas porque

tienen fe en poder alcanzarlas. Las personas con sentimientos de autoeficacia perciben resultados deseables en la vida como posibilidades que pueden ser alcanzadas mediante planificación, resolución de problemas y adquisición de competencias necesarias. (Cognición).

• La autoeficacia genera persistencia, perseverancia y paciencia. Las personas con sentimientos de autoeficacia no se rinden fácilmente después de un fracaso. Buscan caminos alternativos para alcanzar sus objetivos.( Motivación).

• Debido a que las personas con alta autoeficacia tienen confianza en sus competencias de afrontamiento, son menos propensas a reaccionar ante desafíos de la vida con ansiedad o depresión.( Estado de ánimo).

Las personas con alta autoeficacia son conscientes de sus fuerzas y flaquezas. Establecen metas realistas y tienen expectativas razonables. Dado que tienen fe en sus competencias de afrontamiento, no evitan los desafíos difíciles, ya que saben que los pueden superar. También saben cómo reconocer deseos irracionales y poco realistas, que si persiguen de una manera rígida, llevarían a la frustración.

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Las tres dimensiones de la autoeficacia son: magnitud, fuerza y generalidad (Bandura, 1977): 1. Magnitud de la autoeficacia: La magnitud de la autoeficacia hace referencia a la dificultad de los desafíos que el individuo está dispuesto a asumir. Algunos clientes, por ejemplo, están dispuestos a practicar una nueva habilidad con el terapeuta pero no en su vida normal. Los clientes pueden estar dispuestos a ser asertivos con sus hijos pero no con sus compañeros de trabajo o sus jefes. Un cliente puede sentirse tranquilo hablando en un grupo reducido, pero no dirigiéndose a un gran auditorio. 2. Fuerza de la autoeficacia: La fuerza de la autoeficacia hace referencia a las convicciones que una persona tiene de poder realizar el comportamiento en cuestión. Es la diferencia entre pensar “tal vez pueda hacerlo” y pensar “sé que puedo hacerlo”. 3. Generalidad de la autoeficacia: La generalidad de la autoeficacia hace referencia a hasta qué punto la persona tiene confianza respecto a ser capaz de llevar a cabo determinados comportamientos en una amplia variedad de situaciones. Tras practicar una nueva competencia con el apoyo de un terapeuta se enseña a los clientes a utilizar esa habilidad en su vida cotidiana. De acuerdo con el modelo de autoeficacia se deben dar las siguientes tres condiciones para que una persona esté dispuesta a realizar el esfuerzo de alcanzar una meta o enfrentarse a un desafío (Bandura, 1977):

1 – La persona cree que una meta particular es alcanzable. También tiene la expectativa de que si está dispuesto a realizar el esfuerzo necesario, la meta será

alcanzada.

2 – La persona cree que posee las competencias necesarias para alcanzar la meta.

3 – La meta es lo suficientemente valiosa como para merecer el esfuerzo. ¿Cómo pueden los terapeutas facilitar la autoeficacia de sus clientes?: El proceso básico para enseñar autoeficacia es proporcionar a los clientes expectativas de éxito. También sigue la filosofía de adoptar un acercamiento dirigido al dominio en lugar de al rendimiento ante los desafíos de la vida (Dweck y Leggett, 1988; Elliott y Dweck, 1988).

Las personas que adoptan una actitud orientada al rendimiento centran su atención en los juicios que reciben de otros. Dado que su preocupación principal es evitar el fracaso, se enfrentan a los desafíos con ansiedad y precipitación. Son cautas acerca de establecer metas que requieran asumir riesgos. Las personas orientadas al rendimiento tienden a decirse el siguiente tipo de cosas a sí mismos:

o ¿Qué va a pensar de mí la gente? o No hay nada que ganar de un fracaso

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o Dar una buena impresión es más importante que pasármelo bien o mejorar mis competencias

o Es mejor establecer metas seguras que intentar cosas nuevas y arriesgarme a fracasar

Las personas orientadas hacia pautas de dominio centran sus energías, por el contrario, en convertir los desafíos en experiencias válidas de aprendizaje. En lugar de estar preocupadas acerca de lo que otras personas puedan pensar de ellas, están motivadas por la oportunidad de desarrollar nuevas competencias y habilidades. Las personas centradas en el dominio tienden a repetirse a sí mismos frases del siguiente tipo:

¿Cómo puedo utilizar este desafío para aumentar mis habilidades? Aunque fracase, puede ser una valiosa experiencia de aprendizaje Me da miedo, pero también es un desafío asumir riesgos e intentar

nuevas soluciones Estoy más interesado en probarme algo a mí mismo que en ganar el

reconocimiento de otros. A los clientes se les enseña a lograr el éxito en la confrontación, con desafíos nuevos, a través del dominio guiado (Wiedenfeld, 1990). Tras identificar los objetivos del cliente, terapeuta y cliente determinan si tales objetivos son alcanzables. Este es un paso importante, dado que las personas a menudo infravaloran su capacidad para alcanzar sus metas. La razón de este comportamiento, es que es difícil adoptar un acercamiento flexible ante un problema, y verlo desde todos sus ángulos. A menudo es necesario enseñar a los clientes a prestar atención a cómo sus comportamientos pueden afectar a otras personas, así como a reconocer las posibilidades que tienen de influir, sobre acontecimientos de sus vidas (Thompson, 1991). Por supuesto, los clientes tienen que aprender también a identificar cosas en el mundo, que están más allá de su control, y a enfrentarse a estos acontecimientos, “dejándose ir con ellos”, o buscando resultados alternativos.

A continuación, terapeuta y cliente analizan qué tipos de competencias son necesarias, para afrontar un problema particular. Los clientes que poseen las competencias necesarias deben ser primero conscientes de sus habilidades. Los clientes a menudo se venden mal, y no conceden suficiente crédito a lo que pueden hacer. Cuando esto ocurre, el terapeuta enseña a los clientes a realizar atribuciones más precisas de las habilidades y competencias que poseen, para controlar acontecimientos de sus vidas (Murdock y Altaimer, 1991). Si el cliente no posee las competencias necesarias, éstas se practican a través de un dominio guiado.

A veces el método guiado más útil, es que el terapeuta modele las competencias al cliente. El cliente podrá practicar las competencias mediante rol-playing con el terapeuta, y a continuación aplicarlas en el mundo exterior.

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Habitualmente el cliente obtiene mayores beneficios del dominio de nuevas competencias en pequeños pasos, y del establecimiento de metas que pueden ser evaluadas a lo largo del proceso. Esto no sólo proporciona un feedback correctivo muy útil, sino que también sirve como oportunidad para que los clientes se gratifiquen a sí mismos por sus progresos (Bandura y Cervone, 1983; Bandura y Schunk, 1981). Junto a las competencias de dominio, los clientes pueden aprender técnicas de auto-relajación para manejar la ansiedad, que es probable que experimenten al asumir el riesgo de intentar nuevos comportamientos. Los terapeutas también animan a los clientes a prestar atención a sus pensamientos, mientras les enseñan a embarcarse en un monólogo adaptativo. A la vez que se trabaja con los clientes para aumentar sus sentimientos de autoeficacia, los terapeutas implican activamente al cliente en el proceso de planificación y toma de decisiones, y a asumir tanto la responsabilidad, como el crédito de sus progresos (Thompson, 1991):

- Kanfer y Schefft (1988) sugieren las siguientes “reglas de pensamiento”, para ayudar a los clientes a potenciar su auto-eficacia percibida:

1 – Pensar el comportamiento 2 – Pensar la solución 3 – Pensar en positivo 4 – Pensar pasos pequeños 5 – Pensar flexible 6 – Pensar en el futuro

- Otras sugerencias para enseñar autoeficacia, son las ofrecidas por GolFried y Robbins (1982):

Enseñar a los clientes a obtener placer en logros pequeños

Los clientes necesitan verificar sus progresos de forma que puedan apreciar los logros que van haciendo ya que puede que de lo contrario éstos no resulten aparentes. A los clientes se les debe instruir acerca de la trampa que supone juzgar su valía personal en contraste con los logros de los otros. Necesitan estar orgullosos de sus propios progresos y apreciar el hecho de que el ocasiones los logros son pequeños y obstaculizados por caídas.

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Identificar las metas del cliente

Analizar si esas metas son alcanzables

SI NO

¿Posee el cliente las competencias necesarias?

Identificar alternativas

SI NO

¿Reconoce el cliente sus competencias?

Enseñar al cliente mediante técnicas de adquisición

guiada

NO SI Evaluar la motivación del cliente

Evaluar la motivación del cliente

Enseñar a los clientes a reconocer competencias

Evaluar la motivación del cliente

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Enseñar a los clientes a concederse el crédito de sus logros Un objetivo común de la terapia es animar a los clientes a atribuir los logros de sus propios esfuerzos, en lugar de a factores externos como el terapeuta, otras personas o la suerte.

Enseñar a los clientes a percibir la autoeficacia como parte de su identidad

A los clientes se les enseña a adoptar el afrontamiento como filosofía de la vida (Kleinke, 1991). Aprenden a contemplar sus experiencias de éxito en afrontamiento, no como acontecimientos aislados, sino como parte de su identidad personal. A menudo los clientes se asombran al darse cuenta de lo fuertes y competentes que son cuando el terapeuta les ayuda a apreciar el número de veces en que se han enfrentado a los desafíos de la vida.

Enseñar a los clientes a tener expectativas realistas A veces los clientes manejan un desafío con una competencia razonable, pero a continuación se desaniman diciéndose a sí mismos “podría haberlo hacho mejor” o “lo he hecho bien pero me he sentido ansioso”. Los clientes deben aprender a apreciar la diferencia entre respuestas de afrontamiento aceptables y los estados de ánimo y emociones desagradables que experimenta todo el mundo.

Superar la evitación Una fuerza motora detrás de muchos (sino todos) nuestros problemas es la evitación. Desarrollamos estilos de afrontamiento que nos protegen de ansiedades, temores y situaciones desagradables que a menudo son condiciones esenciales e inevitables de la vida. La evitación puede ser una estrategia de afrontamiento útil con problemas que no tienen consecuencias a largo plazo (Suls y Fletcher, 1985). A veces no hay razón para sufrir estrés, engendrado por enfrentarse a problemas que se van a resolver por sí solos. Ahora bien, la evitación no es una buena estrategia para afrontar problemas que no van a desaparecer a no ser que hagamos algo al respecto. Debido a que muchos problemas no son resueltos con éxito mediante la evitación, persisten como fuentes potenciales de estrés y ansiedad. Las personas que evitan enfrentarse a sus problemas, sufren pronto más del temor que entraña enfrentarse al problema, que del problema mismo.

Otra desventaja de la evitación como estilo de afrontamiento es que impide el uso constructivo de feedback personal. Es un hecho de la vida que las personas reciben tanto feedback negativo como positivo de otros (Vendar, Wells y Peterson, 1989). Las personas que evitan el feedback negativo no son capaces de aprovechar esta información (gran parte de la cual puede ser precisa) para establecer cambios efectivos en sus maneras de pensar y actuar.

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Los evitadores también se pierden los beneficios del feedback positivo. Debido a que están tan acostumbrados a defender un frente falso, no pueden distinguir cuándo los cumplidos de otras personas son creíbles. Tal y como señalan Vendar y colegas (1989) “una de las cualidades quintaesénciales del comportamiento anormal, es una tendencia a elegir un tipo de reacción que representa un intento de escapar del conflicto psicológico, evitando el temor y la ansiedad asociados con éste. También afirman:

La evitación es básicamente una forma de negación y escape que requiere distorsiones del pensamiento y de la percepción. Estos procesos impiden virtualmente la posibilidad de crecimiento y maduración personales, debido a las inadecuaciones inherentes a ese tipo de respuestas. Pero el mismo acto de controlar con éxito las pautas de evitación es un logro terapéutico importante y constituye una mejoría sanadora básica en la estructura de la personalidad. La ubicuidad de la ansiedad en los problemas de las personas fue reconocido por Freud y articulada de la siguiente manera por Seltzer (1986):

Por ejemplo, defensores de todas las escuelas de terapia más importantes han sostenido que el determinante principal del comportamiento disfuncional es el miedo, y que diversos tipos de psicopatología pueden entenderse como el intento del individuo (por muy pobre que resulte) de ganar algún tipo de control sobre su temor. Consecuentemente los comportamientos disfuncionales, son percibidos en esencia, como comportamientos de evitación; es decir, son contemplados como la descripción de la negación ansiosa del individuo a enfrentarse directamente con sus temores.

Un objetivo principal de la psicoterapia es ayudar a los clientes a superar la evitación y a enfrentarse con sus problemas firmemente hasta poder encontrar soluciones apropiadas a los mismos. En palabras de Seltzer (1986):

En la literatura sobre psicoterapia, se ha convertido en un hecho cuasi- mundano el reconocer que para que la mayoría de los tratamientos sean efectivos, el cliente debe trabajar directamente el dolor o el problema, que le ha traído a la terapia, y no darle vueltas sin más. En los diferentes constructos teóricos es común encontrar la afirmación de que, si se desea que los clientes dejen de estar incapacitados por el comportamiento disfuncional, es necesario primero, que acepten el hecho de que se van a tener que enfrentar con voluntad a sus demonios internos. El éxito de que un tratamiento exitoso, implica llevar a los clientes a enfrentarse a los temores que han evitado de manera rutinaria, es un aspecto básico y compartido por prácticamente todos los métodos de terapia. En suma, un tratamiento eficaz debe conseguir investir a los individuos de la fuerza necesaria para superar o “trabajar” sus temores; de manera que puedan olvidarse de ellos de una vez por todas.

Uno podría esperar que los clientes reconocieran la necesidad de asumir riesgos y que estuvieran dispuestos a seguir las directrices del terapeuta para hacerlo. Ahora bien,

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por diversas razones, éste no es el caso. En primer lugar, a las personas les resulta difícil abandonar un estilo de afrontamiento de evitación dado, que efectivamente les proporciona un alivio a corto plazo. Si las personas han de cambiar su estilo de afrontamiento, es necesario que primero adquieran una nueva perspectiva del problema.

De lo contrario, la respuesta del sentido común cuando la ansiedad ante un problema comienza a dispararse, será utilizar con mayor intensidad el mismo estilo de afrontamiento por evitación que se ha usado en el pasado (Watzlawick, Weakland y Fisch, 1974). Una segunda razón por la que es difícil prescindir de la evitación es que habitualmente, las personas aprenden que los sentimientos incómodos son “malos”, y que uno debe “librarse de ellos” (Hayes y Melancon, 1989).

La meta del terapeuta, será ayudar a los clientes a distinguir entre ellos mismos como personas, y los problemas que desean solventar:

En lugar de decir “soy una persona depresiva” el cliente debe aprender a decir “soy

una persona que se siente depresiva” El cliente que dice “soy una persona dejada” debe aprender a decir “soy una

persona que lo deja todo para más adelante” El cliente que dice “sufro de baja autoestima” debe aprender a decir “me siento

indigno” El cliente que dice “soy una persona ansiosa que no hace bien los exámenes” debe

aprender a decir “me siento ansioso cuando hago un examen” Estas diferencias en auto-afirmaciones, pueden parecer sutiles, pero encierran un mensaje importante. Es erróneo equiparar una etiqueta de un problema con una enfermedad o trastorno, que realmente existe (Watzlawick, Weakland y Fisch, 1974). En otras palabras, sentirse deprimido no es lo mismo que tener la enfermedad de la depresión. Sentirse mal acerca de uno mismo, no es lo mismo que sufrir un caso de baja autoestima. Sentirse ansioso en situaciones sociales, o cuando se realiza un examen, no es lo mismo que estar afligido por la timidez o sufrir ansiedad ante los exámenes. Tal y como señaló Thomas Szasz (1985), la literalización de metáforas para los problemas de los individuos, conlleva dificultades debido a que implica que el problema es una entidad que debe ser resuelta o curada (o evitada), en lugar de hechos de la vida que uno debe aprender a afrontar. Debido a que las emociones vinculadas a los problemas son contempladas como características negativas de las que uno debe despojarse, los clientes experimentan dificultades al enfrentarse a sus problemas y buscar soluciones para los mismos. Puede ser una simplificación válida defender que todo el que llega a una terapia señala en una dirección u otra: todo excepto eso. Lo que quiero decir es que le sufrimiento emocional genera la voluntad de hacer cualquier cosa para experimentar alivio. Todo excepto una única cosa; y esta “única cosa” es exactamente lo que está causando su sufrimiento... (Watzlawick, 1978).

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Esa “única cosa” a la que Watzlawick se refiere supera el temor que uno tiene al temor (Hayes y Melancon, 1989; Seltzer, 1986). La meta del terapeuta es ayudar a los clientes a hacer “las mismas cosas que temen” (Frankl, 1967). Esta meta se logra mediante la exposición, reformulación y benevolencia:

- Exposición. La psicoterapia no es simplemente un ejercicio de hablar; se espera que los clientes hagan cosas. Los clientes tienen nuevas experiencias; asumen riesgos; se enfrentan a los mismos problemas que les están preocupando. Algunas de estas experiencias y riesgos tienen lugar dentro de la sesión de terapia; otras ocurren en la vida cotidiana. Al exponerse a sí mismos a los problemas que temen, los clientes aprenden que pueden tolerar, confrontar y hallar soluciones a sus problemas. - Reformulación. Los clientes superan la evitación aprendiendo a contemplar sus problemas, no como síntomas intolerables que residen en ellos mismos sino como desafíos que deben resolver. Por ejemplo, Los clientes aprenden que sentirse como si uno fuera una mala persona no es lo mismo que ser una mala persona. Sentirse como si uno fuera un fracasado no es lo mismo que ser un fracaso de persona. Los clientes aprenden que, al evitar sus emociones desagradables, terminan evitando la búsqueda de soluciones efectivas a las causas de esas emociones (Hayes y Melancon, 1989). A los clientes se les enseña que las emociones “intolerables” que han evitado, son de hecho tolerables (aunque desagradables; Ellis, 1962; Ellis y Dryden, 1987). Los clientes aprenden a dejar de luchar con las emociones desagradables como algo que debe de ser eliminado y aprenden a convivir con sus emociones, experimentarlas y aprender de dónde provienen. Alos clientes se les anima a explorar de qué manera pueden estar contribuyendo a sus problemas y a experimentar formas más adaptativas de pensar y comportarse.

- Benevolencia. Si los clientes se sienten obligados a confrontar los problemas que desean evitar, es lógico que se resistan a ello. Los terapeutas no deben luchar con los clientes para conseguir que cejen en su evitación. Sino que por el contrario los terapeutas deben adoptar una actitud benevolente en la que se asuma que tanto la elección como el control están en manos del cliente (Haley, 1963).

Otro tipo de evitación descrita por Roy Baumeister (1991) es escapar de uno mismo. Escapar del yo puede ser peligroso o beneficioso, dependiendo de las circunstancias. El escapar del yo peligroso tiene lugar cuando las demandas que las personas se hacen a sí mismas se hacen tan extremas que les resulta intolerable enfrentarse a sus limitaciones. Este tipo de escape del yo, da como resultado una evasión de la auto-responsabilidad mediante comportamientos que pueden ser pasivos, rígidos o impulsivos. El deseo de evitar observarse uno mismo puede llegar a ser tan intenso que el individuo recurra a autolesionarse, abuso de sustancias y comer compulsivo. El escapar del yo beneficioso ocurre cuando las personas dejan de lado su auto-referenciación y se permiten ser creativos y alcanzar experiencias placenteras. El

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objetivo de la terapia no es elevar la autoestima de los clientes hasta un punto en el que nunca vayan a experimentar la necesidad de escapar del yo; esto no es posible y, a la larga, puede impedir que los clientes desarrollen su creatividad. Los terapeutas por el contrario desean ayudar a sus clientes a alcanzar las siguientes metas: 1 Establecer criterios realistas para sí mismos de manera que puedan alcanzar

vivencias de éxito sin un temor crónico al fracaso. 2 Aprender cómo darse a sí mismos un respiro y descansar del comportamiento

auto-referencial de una manera que no sea dañina o inadaptativa. Aprender cómo el escape creativo del yo puede potenciar la sensación de placer y logro de uno mismo.

3 Aprender cómo el auto-escape creativo puede potenciar experiencias placenteras y la sensación de logro.

(4) Ser consciente de las ideas erróneas de uno mismo Víctor Raimy (1975) en su libro Misunderstandings of the Self , describe cómo guían los psicoterapeutas a los clientes, en la reevaluación de sus percepciones e interpretaciones, acerca de lo que desean y de lo que están obteniendo de la vida. El objetivo de este proceso es: conseguir que los clientes modifiquen aquellas creencias o expectativas que tienen sobre la vida, y que no se correspondan a sus intereses. Así por ejemplo, Raimy recoge las siguientes observaciones:

1 – Es habitual que las personas depresivas, tengan el siguiente tipo de ideas erróneas:

o Soy, he sido y seguiré siendo un ser sin esperanza o No tengo nada que esperar de la vida y nunca lo tendré o Soy rechazado por la mayoría de las personas porque no tengo nada

que ofrecer y no les gusto 2 – Las personas obsesivas, mantienen habitualmente ideas erróneas del siguiente tipo:

o Debo ser ordenado, preciso y perfecto en todo lo que hago o Debo depender del intelecto y la lógica e ignorar mis sentimientos o Tener razón es más importante que cualquier cosa

3 – Las personas histriónicas, suelen tener ideas erróneas semejantes a:

o Soy más efectivo cuando flirteo, soy seductor, vivaracho o dramático o Hago que las cosas resulten más interesantes para los demás y logro mayor

aprobación cuando exagero y disfrazo la verdad o No puedo tolerar las decepciones y las frustraciones

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4 – Las personas paranoides, suelen tener ideas erróneas del tipo:

o Debo estar constantemente en guardia contra las personas porque quieren hacerme daño

o Si yo no me preocupo de mí nadie lo va a hacer o Éste es un mundo peligroso y debo tener cuidado acerca de lo que

digo o hago Estas ideas erróneas son muy semejantes al tipo de distorsiones cognitivas descritas por Aarón Beck (Beck, 1967, 1976; Beck, Freeman et al., 1990; Bedrosian y Beck, 1980); y a las ideas irracionales descritas por Albert Ellis (Ellis, 1962; 1987; Ellis y Harper, 1975). A continuación, se detallan algunos ejemplos de “distorsiones cognitivas”:

1 La abstracción selectiva implica centrar la atención en un problema perturbador

fuera de contexto. Por ejemplo, una persona puede deprimirse ante un único fracaso y no considerar otros muchos éxitos. O, una única respuesta desagradable de alguien puede pesar más que las respuestas agradables recibidas de otras personas a lo largo del día.

2 La interferencia arbitraria hace referencia a conclusiones basadas en

información incompleta o inadecuada. Por ejemplo, el ceño de la otra persona “es una prueba” de que no le gustas. O, como el jefe no te ha saludado al cruzarse contigo en el pasillo, puedes estar seguro de que no está contento con tu rendimiento.

3 Las generalizaciones masivas son juicios e inferencias que todo lo abarcan y

que se basan en sólo uno o dos incidentes. Un único fracaso o rechazo es tomado como prueba “de que soy una persona indigna”. Una respuesta negativa de otra persona prueba que “no gusto a nadie”.

4 La personalización en una inferencia de que los acontecimientos negativos van

dirigidos específicamente contra uno mismo: “un conductor maleducado está dirigiendo su agresión contra mí”. “Está lloviendo sólo para amargarme a mí el día”.

5 El pensamiento polarizado es un pensamiento de-blanco-o-negro-: “o están

conmigo o están contra mí”. “Si no consigo lo que quiero no puedo ser feliz”. 6 La magnificación o exageración es convertir inconveniencias pequeñas en

catástrofes: “Te has olvidado el vino. Has arruinado la cena”. “Sólo he sacado un notable en el examen. Mi carrera académica se ha hundido”.

7 La asunción de excesiva responsabilidad es una auto-culpabilización no realista:

“ no me habría dejado si yo fuera (más atlético, más melómano, más

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encantador, etc.)”. “Mi marido se enfada conmigo cuando no hago las cosas bien. Tengo que aprender a cometer menos errores para que no se disguste”.

Algunos ejemplos de creencias irracionales incluyen:

• Las personas que son importantes para mí deben quererme siempre • Las personas nunca deben tratarme mal, y son indignas si lo hacen • Es espantoso cuando las cosas no son como yo quiero que sean • Cuando las cosas son inciertas, tengo que seguir preocupándome por ellas • Debo tener éxito siempre

Albert Ellis defiende que las creencias irracionales o ideas erróneas, pueden ser reconocidas por su rigidez y el empleo frecuente de “debes” y “tienes que”.

Otras dos ideas erróneas descritas por Raimy (1975) incluyen la frenofobia y la idea de que uno es diferente o especial:

La frenofobia es definida por Raimy como: la creencia falsa de que nuestros

problemas son una prueba de que algo malo nos pasa, y que corremos el peligro de volvernos locos. Los clientes pueden convencerse falsamente a sí mismos de que sus sentimientos de ansiedad son una indicación de una locura inminente, que cualquier fallo de memoria que experimentan es una evidencia de que “están perdiendo la cabeza” y que su irritabilidad es una señal de una debilidad personal y de un colapso mental inminente.

Las ideas erróneas respecto a ser una persona especial, tienen lugar

cuando olvidamos que todos los seres humanos estamos en el mismo barco y que podemos beneficiarnos más ofreciendo un apoyo mutuo, que aislándonos y creyendo que nuestros problemas son “especiales” y “diferentes”. La idea errónea de persona especial, se basa en seis creencias falsas (Raimy, 1975):

1. Debo controlar a los demás 2. Debo ser superior a los demás 3. No debo comprometerme 4. Sufro más que los demás 5. Debo intentar ser perfecto 6. No puedo confiar en otros

Reevaluación de concepción errónea en la terapia:

Existen una serie de maneras, mediante las cuales los terapeutas pueden ayudar a los clientes a reevaluar sus concepciones erróneas, durante las sesiones de la terapia:

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1 –Auto-examinación. Los terapeutas animan y apoyan a sus clientes a medida que se contemplan con mayor detalle y evalúan en que medida sus vidas están afectadas por sus creencias personales y sus estilos de relacionarse con otros. 2 –Explicativa. Los terapeutas emplean preguntas, reflexiones, interpretaciones y confrontaciones para dirigir a los clientes a centrar su atención en el examen de sus creencias y expectativas. 3 –Auto-demostración. Los terapeutas utilizan el proceso de la terapia para ayudar a los clientes a observar su propio comportamiento. Esto se hace examinando las transacciones que tienen lugar entre el terapeuta y el cliente en el curso de la terapia. 4 –Experiencia. Los clientes pueden ser animados a experimentar los efectos de varias creencias sobre sus sentimientos y en las relaciones que reciben de otros. Esto se puede llevar a cabo mediante técnicas de imaginación y a través de tareas asignadas para casa.

(5) Aceptar las realidades de la vida Los clientes aprenden una serie de “lecciones” en la terapia, acerca de la importancia de aceptar y aprender a afrontar las realidades de la vida. Estas lecciones, expuestas por Strupp (1973), son similares al tipo de creencias descritas por Ellis (1987):

I. El mundo tiene aspectos buenos y malos. Aunque, lamentablemente, debamos

aceptar muchas cosas malas de la vida, también podemos aprender a apreciar y vivir para las muchas cosas que son buenas.

II. Nos beneficiamos de aprender a ser menos exigentes respecto a los demás.

Algunas de nuestras demandas de lograr alabanza y admiración de los otros no podrán ser nunca satisfechas, y seremos más felices si las abandonamos.

III. Necesitamos aprender a gratificarnos por nuestros logros, en lugar de exigir

reconocimiento o aprobación de los demás.

IV. Una importante lección de la vida es aprender cómo retardar la gratificación y soportar las inevitables frustraciones, tensiones y privaciones que la vida nos depara.

V. La separación es dolorosa, pero incluso cuando personas significativas para

nosotros dejan de estar físicamente presentes, su presencia simbólica permanece.

VI. Establecer metas realistas y aceptar la responsabilidad de destinar el esfuerzo

necesario para su consecución es algo que merece la pena.

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VII. Tenemos más fuerza de la que nos atribuimos para superar las inevitables tensiones, ansiedades, sufrimientos, dolor y privaciones de la vida. A la larga, nos va mejor si nos enfrentamos a estos desafíos que si intentamos evitarlos.

VIII. Ciertas maniobras interpersonales (como ingratitud, negativismo y agresión)

suelen ser autoderrotantes. No ayudamos al culpabilizarnos por usar estas tácticas, sino que podemos obtener mayores ganancias si perfeccionamos nuestras habilidades interpersonales.

IX. Debemos apreciar los beneficios inherentes a una actitud cooperativa hacia los

demás y darnos cuenta también de que algunas personas se aprovecharán de nosotros si se lo permitimos.

X. La honestidad respecto a nuestros sentimientos y motivos es una buena

política.

XI. Todas las personas tienen derechos, y debemos aprender a defender éstos de una manera que comunique respeto hacia los demás.

XII. Es difícil evitar el hecho de que algunas personas tengan autoridad sobre

nosotros. Debemos desarrollar competencias para afrontar este dilema. XIII. Somos responsables de nuestros actos.

XIV. Una tarea importante en la vida es desarrollar nuestro propio sentido de

identidad, individualidad, autoestima, autoaceptación y autosuficiencia.

(6) Lograr “insight” Según Dinkmeyer, (Dinkmeyer y Sperry, 1987), “la fase de “insght” de la terapia de consejo pedagógico (counseling), gira entorno a ayudar a los clientes a tomar conciencia de porqué eligen funcionar como lo hacen. Los clientes necesitan examinar sus estilos de relación hacia otras personas y sus maneras de afrontar las demandas y desafíos de sus vidas; y necesitan preguntarse si estos estilos responden a sus intereses y les están encaminando hacia donde quieren llegar.

En palabras de Sullivan “Una persona alcanza la salud mental cuando toma conciencia de sus relaciones interpersonales” (Chapman, 1978). Esa actitud de búsqueda de “insght” está en consonancia con el modelo compensatorio de responsabilidad descrito en la primera parte de este capítulo.

A los clientes no se les considera responsables de las causas de sus insatisfacciones, estilos de afrontamiento, pero sí son responsables de aprender cómo mejorar los mismos. “Cuando aumentamos el grado de conciencia que los clientes tienen de las pautas de sus vidas, ya no pueden continuar actuando de una manera autoderrotante sin darse cuenta de la que están haciendo y por qué” (Kottler, 1991)

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“Insight” como parte de la relación terapéutica

Debido a que los clientes reproducen sus relaciones y estilos de afrontamiento con el terapeuta, gran parte del “insght” que se adquiere durante la terapia, tiene lugar durante el proceso de la relación terapéutica, -en el aquí y ahora-. Luborsky (1984) explica este hecho de la siguiente manera:

“La reexperimentación con el terapeuta en el “aquí y ahora” de los problemas interpersonales conflictivos, proporciona al paciente el ímpetu significativo para adquirir “insght” a la vez que le permite mayor libertad de cambio. Las relaciones pasadas adquieren mayor significado cuando se ponen en relación con otras actuales. Mantener la atención del presente en la adquisición de “insight” es una manera que tiene el terapeuta de verificar que el “insight” que se va ganando es emocionalmente significativo y no solamente intelectual”.

En una línea parecida, Michels (1983) afirma:

“ Los datos principales del psicoanálisis no son ni qué ocurrió en la infancia ni qué ocurre en la vida adulta, y ni siquiera la relación causa-efecto existente; la información básica es lo que el paciente dice en presencia del analista, cómo responde al analista, y qué uso constructivo puede hacer el paciente de este proceso experiencial y dialéctico”.

Sullivan señala que al actuar como “observador participante”, el terapeuta puede ayudar a los clientes a alcanzar una validación consensuada sobre los pros y los contras de sus estilos y formas de relacionarse con los otros (Chapman, 1978). La relación terapéutica es una experiencia de curación en la medida en que capacita a los terapeutas para instruir a los clientes acerca de su comportamiento interpersonal inadaptativo (Yalom, 1980).

La discusión precedente estaba justificada en el deseo de matizar que el cliente adquiere “insight” cuando el terapeuta se sube al “viaje del descubrimiento”. Durante este viaje, la tarea del terapeuta es “estar con” y comprender los sentimientos, acciones y pensamientos del cliente, tan claramente como le sea posible. Lo que el terapeuta aprende sobre el cliente es compartido con éste. Esto no se hace mediante interpretaciones, sino más bien, a través de reflexiones en los momentos precisos. Las interpretaciones no son recomendables, debido a que es probable a que sean vividas como crítica o desaprobación y haga que el cliente se ponga a la defensiva (Strupp, 1989). Strupp parafraseó el famoso dicho de Frieda Fromm-Reichmann (1950) acerca de las interpretaciones, con las siguientes palabras:

“Lo que es eficaz en la terapia, es que los pacientes experimenten la terapia como una relación humana constructiva y de ayuda, que reconduce sus esfuerzos para

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resolver problemas pasados, no como una explicación acerca de cómo y porqué se han convertido en las personas que son”. (Strupp, 1989)

“Insight” sobre el pasado

El “insight” sobre las raíces de los problemas de un individuo, no es ni necesario ni suficiente, para que se produzca el cambio terapéutico. En muchas ocasiones los clientes pueden realizar cambios consecutivos en sus vidas, sin comprender por qué han crecido de la manera que lo han hecho. Paul Watzlawick (1990) señala que él no puede recordar un solo caso en el cual el “insight” haya sido suficiente para causar cambio en una persona. El hecho de que el recuerdo de vivencias del pasado no sea necesario para el cambio, es algo aceptado desde hace largo tiempo por psicoanalistas como Franz Alexander y Thomas French (1946). No es necesario –ni posible- recordar cada sentimiento reprimido en el curso de la terapia. Los resultados terapéuticos pueden ser alcanzados sin que el paciente recuerde todos los detalles importantes de su vida pasada; de hecho, se han producido buenos resultados terapéuticos en casos en los que no había florado ni un solo recuerdo olvidado. Frenczi y Rank fueron los primeros en darse cuenta de este principio y aplicarlo en la terapia. Ahora bien, la creencia original de que el paciente “sufre de recuerdos” está tan profundamente arraigada en la mente de los analistas, que aún hoy en día sigue siendo difícil para muchos reconocer que el paciente no está sufriendo tanto pos sus recuerdos, como por su incapacidad para resolver sus problemas reales del momento.

Nicholas Hobbs (1962) describió las limitaciones del “insight”, en su discurso de Investidura como Presidente de la División de Psicología Clínica, de la Asociación Americana de Psicología en 1961:

“Sugiero que el “insight” no es la causa del cambio, sino un posible resultado del mismo. No es una fuente de logro terapéutico, sino una entre las posibles consecuencias de dicho logro. Puede o no ocurrir en la terapia; y el que ocurra o no es inconsecuente, debido a que únicamente refleja modos de expresión preferidos por el terapeuta o el cliente. No es agente del cambio, sino un efecto secundario del mismo”.

Funciones del “insight”

Aunque el “insight” no es necesario ni suficiente para el cambio terapéutico, sí puede ser beneficioso. El “insight” acerca de las raíces de los comportamientos puede resultar útil en terapia, especialmente para aquellos clientes que creen que este proceso es importante. “El valor del “insight” puede descansar menos en su verdad intrínseca que en el proceso de su descubrimiento” (Appelbaum, 1988). Hay dos razones por las que el “insight” sobre el pasado, puede ser valioso para los clientes (Yalom, 1980):

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Primero, el proceso de buscar el pasado ayuda a consolidar la relación

terapéutica. Segundo, el “insight” sobrepasado puede investir a los clientes de poder para el

cambio.

Consolidar la relación terapéutica

Heinz Kohut (1977) explica que el propósito de la interpretación no es tanto producir “insight” como proporcionar a los clientes una sensación de estar siendo comprendidos. Cuando terapeuta y cliente exploran el pasado de éste último, el terapeuta está comunicando un interés sincero por el cliente. Cliente y terapeuta están unidos como compañeros que trabajan juntos en el empeño de comprender al cliente tan globalmente como sea posible. “La aventura intelectual que Freud equiparó a una excavación arqueológica, proporciona una actividad compartida y aparentemente significativa en la que se comprometes el paciente y el terapeuta. En tanto que el verdadero agente de cambio, la relación terapéutica, se va desplegando” (Yalom, 1980). Investir de poder para el cambio El “insight” sobre el pasado inviste de poder a los clientes para poder cambiar, debido a que refuerza el modelo compensatorio. El “insight” sobre el pasado ayuda a los clientes a comprender las razones de sus estilos de afrontamiento inadaptativos. Llegan a darse cuenta de que no se les puede culpar por sus dilemas actuales. Este conocimiento también proporciona una sensación de dominio al hacer que los clientes se diga a sí mismos: “Ahora que entiendo cómo he llegado a ser la persona que soy puedo elegir cambiar”. Según Yalom (1980), la teoría particular que se utiliza para ayudar a los clientes a comprender su pasado no es tan importante en tanto en cuanto ésta tenga sentido para ellos, satisfaga su deseo de conocerse mejor y les inspire para tomar las riendas de sus vidas. Los clientes contemplan la experiencia de llegar a comprenderse a sí mismos y a sus problemas con mayor claridad, como una parte importante de una sesión terapéutica (Martín y Stelmaczonek, 1988).

Ser sensible a la individualidad del cliente

Cuando se ayuda a los clientes a adquirir “insight”, el terapeuta debe ser especialmente sensible a las necesidades individuales del cliente y a sus maneras de pensar. Primero, algunas personas están más interesadas que otras en la autoexploración y en comprender el significado y las causas de sus comportamientos (Cacioppo y Petty, 1982; Fletcher et al. 1986). La cantidad y el tipo de interpretaciones ofrecidas por el terapeuta deben estar en consonancia con el estilo cognitivo del

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cliente. En segundo lugar, el “insight” ofrecido a los clientes debe ser tanto significativo como aceptable para ellos (Garfield, 1990)

Sumario

La psicoterapia no es un “tratamiento” que los clientes reciben del terapeuta. Es, por el contrario, una relación de trabajo entre terapeuta y cliente dirigida a encontrar soluciones para los problemas del cliente que sean más ventajosas que las soluciones que éste esté utilizando hasta el momento. Las implicaciones de esta orientación son: (1) la patología no es necesaria como concepto explicatorio, (2) la meta es el cambio y no la curación y (3) los clientes son responsables de realizar cambios en sus vidas.

Existen cuatro modelos de responsabilidad, basados en si se considera al cliente responsable de la causa y la solución de sus problemas. Estos modelos son: el modelo moral, el modelo inspirador, el modelo médico y el modelo compensatorio. Los clientes se ven tentados a evitar la responsabilidad recurriendo a estrategias de auto-incapacitación, y el desafío del terapeuta será enseñar a sus clientes que pueden solucionar sus problemas y que son capaces de responder.

Las seis metas terapéuticas generales son: (1) Ayudar a los clientes a superar la desmoralización y ganar esperanza, (2) afianzar la sensación de dominio y autoeficacia de los clientes, (3) animar a los clientes a enfrentarse a sus ansiedades en lugar de evitarlas, (4) ayudar a los clientes a aceptar las realidades de sus ideas erróneas, (5) enseñar a los clientes a aceptar las realidades de la vida y (6) ayudar a los clientes a adquirir “insight”. Superar la desmoralización y ganar esperanza se consigue al ayudar a los clientes a ganar una sensación de ser agente activo, con energía y determinación que puede aprender a encontrar caminos que le permitan alcanzar sus metas en la vida. La autoeficacia del cliente es promovida a lo largo de un proceso de dominio guiado. Los clientes aprenden a buscar el placer en logros pequeños, a atribuirse el mérito de tales logros, a contemplar la autoeficacia como parte de su identidad personal y a tener expectativas realistas. Los clientes son animados a confrontar sus ansiedades a través de la exposición, reformulación y benevolencia. También se ofrece a los clientes apoyo y supervisión a medida que reevalúan sus percepciones e interpretaciones acerca de lo que quieren y de lo que están obteniendo de la vida. El “insight” se experimenta como parte de la relación terapéutica en la que el terapeuta proporciona al cliente un feedback significativo. Buscar el feedback en el pasado sirve para afianzar la relación terapéutica e investir de poder para el cambio. Los terapeutas son sensibles a la individualidad del cliente, y proporcionan “insight” significativo y aceptable.

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TEMA 2 - LA TEORÍA GENERAL DE SISTEMAS (TGF)

1. Definición 2. Clases de sistemas:

I. Sistemas Abiertos II. Sistemas Cerrados

3. Propiedades de los sistemas abiertos:

Totalidad

Objetivo

Equifinalidad

Equipotencialidad

Causalidad lineal y circular

4. Retroalimentación:

• Retroalimentación positiva • Retroalimentación negativa

5. Homeostasis y morfogénesis familia 6. Bibliografía

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TEMA 2 - LA TEORÍA GENERAL DE SISTEMAS (TGF) 1 - Definición

La Teoría General de Sistemas, es un método:

• Que nos permite unir y organizar los conocimientos con la intención de una mayor eficacia de acción.

• Engloba la totalidad de los elementos del sistema estudiado así como las interacciones que existen entre los elementos y la interdependencia entre ambos.

La Teoría General de Sistemas fue concebida por BERTALANFFY en la década de 1940, con el fin de constituir un modelo práctico, para conceptualizar los fenómenos que la reducción mecanicista de la ciencia clásica no podía explicar. En particular, la teoría general de sistemas parece proporcionar un marco teórico unificador tanto para las ciencias naturales como para las sociales, que necesitaban emplear conceptos tales como "organización", "totalidad", globalidad e "interacción dinámica; lo lineal es sustituido por lo circular, ninguno de los cuales era fácilmente estudiable por los métodos analíticos de las ciencias puras. Lo individual perdía importancia ante el enfoque interdisciplinario.

El mecanicismo veía el mundo seccionado en partes cada vez más pequeñas, la teoría de los sistemas veía la realidad como estructuras cada vez más grandes.

La Teoría General de Sistemas, que había recibido influencias del campo matemático (teoría de los tipos lógicos y de grupos) presentaba un universo compuesto por acumulos de energía y materia (sistemas), organizados en subsistemas e interrelacionados unos con otros. Esta teoría aplicada a la psiquiatría, venía a integrar los enfoques biológicos, dinámicos y sociales, e intentaba, desde una perspectiva global, dar un nuevo enfoque al diagnóstico, a la psicopatología y a la terapéutica.

HALL y FAGEN han definido el "sistema" como: conjunto de objetos, junto con las relaciones entre los objetos y entre sus propiedades. Las partes componentes del sistema son los objetos, cuyas interrelaciones lo cohesionan.

SISTEMA: Es por tanto, un conjunto de elementos en interacción dinámica en función de una finalidad. Un sistema se compone de:

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A) Aspecto estructural:

Un limite Unos elementos Unos depósitos de reservas Una red de comunicaciones e informaciones

B) Aspecto funcional: Flujos de energía, información Compuertas, válvulas que controlan el rendimiento, caudal, etc. Tiempos de duración de las reservas "Stokages" Bucles de Información, de retroacción

La Teoría General de Sistemas distingue entre:

- "SISTEMA" - "SUPRASISTEMA" (medio del sistema)→ (Familia extensa, amigos, vecinos) - "SUBSISTEMAS" (componentes del sistema)

El objetivo de la TGS, es la descripción y exploración de la relación entre los sistemas, dentro de esta jerarquía. Pero hay que distinguir "sistema" de "agregado":

- Ambos son conjuntos, es decir, entidades que se constituyen por la concurrencia de más de un elemento; la diferencia entre ambos, consiste en que el sistema muestra una organización de la que carecen los agregados. Un sistema es un conjunto de partes interrelacionadas.

2. Clases de sistemas

I. SISTEMA ABIERTO: Relación permanente con su medio ambiente. Intercambia energía, materia, información. Interacción constante entre el sistema y el medio ambiente. Los sistemas vivos son sistemas abiertos, pues intercambian con su entorno energía e información. Ejemplos de éstos serían: una célula, una planta, un insecto, el hombre, un grupo social. La familia, por tanto, la consideraremos un Sistema Abierto. Los sistemas abiertos tienden hacia una evolución constante y un orden estructural

II. SISTEMA CERRADO: Hay muy poco intercambio de energía, de materia, de información, etc, con el medio ambiente. Utiliza su reserva de energía potencial interna. No ocurre importación o exportación en ninguna de sus formas, como información, calor, materia física, etc. y por consiguiente sus componentes no se modifican. Ejemplo: una reacción química que tenga lugar en un recipiente sellado y

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aislado. En los sistemas cerrados, se da una tendencia a la indiferenciación de sus elementos y al desorden, hasta alcanzar una distribución uniforme de la energía.

3. Propiedades de los Sistemas Abiertos

Totalidad:

La T.G.S. establece que un sistema es una totalidad, y que sus objetos (o componentes) y sus atributos (o propiedades), sólo pueden comprenderse como funciones del sistema total. Un sistema, no es una colección aleatoria de componentes, sino una organización interdependiente en la que la conducta y expresión de cada uno, influye y es influida por todos los otros. El concepto de totalidad implica la no aditividad, en otras palabras: " El "todo" constituye más que la simple suma de sus partes".

El interés de la T.G.S. reside en los procesos transaccionales que ocurren entre los componentes de un sistema y entre sus propiedades. Dicho de otro modo, es imposible comprender un sistema mediante el solo estudio de sus partes componentes y "sumando" la impresión que uno recibe de éstas.

El carácter del sistema, trasciende la suma de sus componentes y sus atributos, y pertenece a un nivel de abstracción más alto. No sería posible entender demasiado el ajedrez, por ejemplo, simplemente mirando las piezas; es necesario examinar el juego como totalidad y prestar atención al modo en que el movimiento de una pieza afecta la posición y el significado de cada una de las piezas del tablero. Aplicada a la situación de la terapia familiar, la cualidad de totalidad describe no sólo al sistema familiar, sino a la nueva totalidad formada por el grupo familiar mas el terapeuta familiar, que constituye el "sistema terapéutico".

Objetivo:

Los sistemas orgánicos y sociales, siempre están orientados hacia un objetivo. La T.G.S. reconoce la tendencia de un sistema a luchar por mantenerse vivo, aún cuando se haya desarrollado disfuncionalmente, antes de desintegrarse y dejar de existir como sistema. Todos los que trabajan con familias reconocen esta tendencia a mantener desesperadamente el "status quo" de la estructura familiar, por más dañina que pueda parecer para algunos miembros de la familia.

Como las familias son sistemas sociales, están por naturaleza orientados y dirigidos hacia un objetivo. Cuando el terapeuta trata a un sistema familiar, lo hace para ayudarlo a redirigirse hacia la realización de su única meta. La naturaleza intencionada y dinámica de los sistemas permite comprender mejor la naturaleza del termino

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"transacción", usado a menudo en la terapia familiar, enfocada desde el punto de vista de los sistemas, en lugar del término más general "interacción". La "transacción" se ocupa de los procesos de interrelaciones en un contexto histórico y relacionar; describe esta propiedad de relación en un sentido histórico siempre en marcha (objetivo), que caracteriza a los procesos comunicativos de los miembros de un sistema.

Equifinalidad:

En un sistema, los "resultados" (en el sentido de alteración del estado al cabo de un período de tiempo) no están determinados tanto por las condiciones iniciales como por la naturaleza del proceso o los parámetros del sistema.

La conducta final de los sistemas abiertos está basada en su independencia con respecto a las condiciones iniciales. Este principio de equifinalidad significa que idénticos resultados pueden tener orígenes distintos, porque lo decisivo es la naturaleza de la organización. Así mismo, diferentes resultados pueden ser producidos por las mismas "causas".

Por tanto, cuando observamos un sistema no se puede hacer necesariamente una inferencia con respecto a su estado pasado o futuro a partir de su estado actual, porque las mismas condiciones iniciales no producen los mismos efectos. Por ejemplo, si tenemos:

Sistema A: 4 x 3 + 6 = 18

Sistema B: 2 x 5 + 8 = 18

Aquí observamos que el sistema "A" y el sistema "B" tienen inicios diferentes (4) y (2), y que, cada uno, tiene elementos diferentes al otro. Sin embargo, el resultado final es el mismo (18). Veamos, ahora, otro ejemplo.

Sistema X: 9 x 1 + 7 = 16

Sistema Y: 9 + 1 x 7 = 70

Aquí observamos que el sistema "X" y el sistema "Y" tienen igual origen y, además, están compuestos por iguales elementos y en el mismo orden. Sin embargo, el resultado final es diferente: (16) y (70). ¿De qué depende el resultado en cada uno de los casos anteriores?: No depende ni del origen ni de los componentes del sistema (números) sino de lo que "hacemos con los números"; es decir, de las operaciones o reglas (sumar o multiplicar).

Pues bien, este ejemplo nos sirve como analogía para entender el concepto de equifinalidad. El funcionamiento de una familia como un todo, no depende tanto de saber qué ocurrió tiempo atrás, ni de la personalidad individual de los miembros de la familia, sino de las reglas internas del sistema familiar, en el momento en que lo estamos observando.

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Protección y crecimiento:

En los sistemas, existirían dos fuerzas, que partirían de la aplicación de las ideas de Cannon:

• La fuerza homeostática, que haría que el sistema continuase como estaba anteriormente.

• La fuerza morfogenética, contraria a la anterior, que sería la causante de

los cambios del sistema.

Estas dos fuerzas permitirían que el sistema se mantuviese estable y se adaptase a situaciones nuevas gracias a los mecanismos de feed-back.

Equipotencialidad:

Este principio lleva implícita la idea que pueden obtenerse distintos estados partiendo de una misma situación inicial. Esto implica la imposibilidad de hacer predicciones deterministas en el desarrollo de las familias, porque un mismo inicio podrá llevar a fines distintos. El pasado no sirve y el futuro es impredecible. En las familias ocurriría lo mismo que en el tejido cerebral "se permitiría" a las partes restantes asumir funciones de las partes extinguidas". Tras el fallecimiento del padre, el hijo mayor adoptaría las funciones parentales.

Causalidad lineal y circular:

• Interacción lineal: Relación matemática; las variables aumentan o disminuyen en una cantidad constante.

• Causalidad circular: en las relaciones todo es principio y es fin. Este concepto supone un cambio epistemológico por el cual, todos los elementos influyen sobre los demás y a su vez son influidos por estos.

Una cadena en la que el hecho "a" afecta al hecho "b", y "b" afecta luego a "c" y "c" a su vez trae consigo a "d", etc., tendría las propiedades de un sistema lineal determinista. Sin embargo, si "d" lleva nuevamente a "a", el sistema es circular y funciona de modo totalmente distinto. Se denomina, pues, retroalimentación a este intercambio circular de información.

Circularidad y retroacción: Cada miembro adopta un comportamiento que influencia los otros. Todo comportamiento es causa y efecto.

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4. Retroalimentación

Durante los años treinta, Wiener trabaja con médicos e ingenieros y analiza los paralelismos entre los sistemas eléctricos y los seres vivos. Como resultado de dichas investigaciones, comienzan a tener importancia los conceptos de retroalimentación, estudiándose con más detenimiento aquellos sistemas que los incorporaban. Estos conceptos de retroalimentación, por los cuales se introducía información a las máquinas, llevaron a la aparición de la cibernética como teoría de la adaptación distinta a la mecanicista. La circularidad y los procesos de feed-back pasaban a ser los elementos comunes de todo sistema, y Wiener los denominó "fenómenos locales antientrópicos".

El comportamiento de un conductor de automóvil por una carretera, sería un claro ejemplo de feed-back negativo, ya que dicho conductor iría recibiendo información de los límites de la carretera, de los que podría salirse, corrigiendo con el volante las desviaciones. El termostato sería otro ejemplo de feed-back negativo, al que nos hemos referido anteriormente.

Toda retroalimentación tendría en cuenta las informaciones sobre acciones pasadas, y con ellas decidiría las acciones posteriores a seguir, creándose una causalidad circular de estructura más compleja que la lineal. Un movimiento similar se produciría entre la familia y el terapeuta, el cual recogería las informaciones de los miembros del sistema tras cualquier intervención, para pensar en la estrategia siguiente. El trabajo del terapeuta deberá ir encaminado a introducir información en el sistema, o a reenfocar la información que este ya posee.

El objeto de la Terapia Familiar sería la creación de técnicas para la provocación de cambios, o en otras palabras, intentar cambiar los sistemas reguladores disfuncionales. La estabilidad de un sistema, y en este caso de la familia, vendría definida por la capacidad de cambiar con el cambio. En toda familia que estuviese detenida por un proceso de comunicación limitada, descubrir "quién empezó a aislarse" no tendría relevancia sobre el hecho de intervenir con eficacia en la cuestión de "promover cambios". Buscar explicaciones en el pasado o intentar explicar lo ocurrido no serviría de ayuda al sistema que se encontrase parado.

La explicación no surtiría efecto por muy cierta que fuese. Lo importante sería el estudio del círculo vicioso, provocador del "no cambio". El Terapeuta necesitará de las retroalimentaciones que se produzcan tras una información breve o repetida para lograr hacer oscilar el camino adoptado por la familia.

La teoría psicoanalítica está basada en un modelo conceptual acorde con la epistemología prevaleciente en la época de su formulación. Postula que la conducta es, básicamente, el resultado de una interacción hipotética de fuerzas intrapsíquicas que

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obedecen a las leyes de conservación y transformación de la energía imperantes en el campo de la física.

Hay una diferencia básica entre el modelo psicodinámico (psicoanalítico) por un lado, y cualquier conceptualización de la interacción entre el organismo y el medio, por el otro; dicha diferencia puede verse más clara con la siguiente analogía. Si el pie de un caminante choca contra una piedra, la energía se transforma del pie a la piedra; esta última resultará desplazada y se detendrá en una posición que está totalmente determinada por factores tales como la cantidad de energía transferida, la forma y el peso de la piedra y la naturaleza de la superficie sobre la que rueda.

Si, por otro lado, el hombre golpea a un perro en lugar de una piedra, aquél puede saltar y morderlo. En tal caso, la relación entre el puntapié y el mordisco es de índole muy distinta. Resulta evidente que el perro obtiene la energía de su propio metabolismo y no del puntapié, la energía para su reacción. Por tanto, lo que transfiere ya no es energía, sino más bien información. En otras palabras, el puntapié es una conducta que comunica algo al perro, y el perro reacciona a esa comunicación con otro acto de conducta-comunicación.

Esta es básicamente la diferencia entre la psicodinámica freudiana y la teoría de la comunicación como principios explicativos de la conducta humana. Como se ve pertenecen a distintos órdenes de complejidad; el primero no puede ampliarse y convertirse en el segundo y éste no puede tampoco derivarse del primero: se encuentran en una relación de discontinuidad conceptual.

En este tipo de cadena, cada eslabón se modifica y cambia por su interacción, y esta modificación ocurre en un proceso circular conocido como feed-back loop (curva de retroalimentación).

Podemos encontrar un ejemplo similar al anterior. Así, una araña que paraliza a una mosca con su aguijón está involucrada en un proceso de pasar una cantidad fija de energía de "a" a "b"; una medusa que pica una mano humana puede participar en un feed-back loop de "a" a "b" y de "b" (la mano picada) de regreso a "a" (en forma de circulo).

En el primer modelo el efecto de "a" sobre "b" no se reincorpora al sistema (a+b); en el segundo, el mensaje parte del afectado "b" (producción) y se reincorpora al sistema (a+b) como feed-back (energía recibida). La teoría de los sistemas generales considera que las transacciones son circulares y crean espirales de intercambio progresivamente más complejos.

La retroalimentación o retroacción, puede ser positiva o negativa:

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En ambos casos, existe una unción de transferencia por medio de la cual la energía recibida se convierte en resultado, el que a su vez, se reintroduce en el sistema como. Información acerca del resultado.

• Retroacción positiva: Crecimiento de las divergencias - "bola de nieve"... dejada a ella misma conduce a la destrucción del sistema. En el caso de retroalimentación negativa, el sistema utiliza esta información para activar sus mecanismos homeostáticos y para disminuir la desviación de la producción del sistema y mantener de este modo su "estado estable".

• Retroacción negativa: Conduce a un comportamiento adaptativo o teniendo una finalidad, un fin. En el caso de retroalimentación positiva, la información se utiliza para activar los mecanismos de crecimiento (morfogénicos) que conducen a un desajuste de la homeostasis y a un movimiento hacia el cambio. Es decir, la retroalimentación positiva sirve para aumentar la desviación de la producción.

Por tanto, cuando un sistema utiliza la retroalimentación negativa, el sistema se autocorrige y vuelve al estado inicial.(no cambia). Cuando un sistema utiliza la retroalimentación positiva, el sistema pasa a otro estado ( cambia).

Los sistemas interpersonales (grupos de desconocidos, parejas matrimoniales, familias, relaciones terapéuticas o incluso internacionales, etc.) pueden entenderse como circuitos de retroalimentación, ya que la conducta de cada persona afecta la de cada una de las otras y es, a su vez, afectada por éstas.

La entrada a tal sistema puede amplificarse y transformarse así en un cambio o bien verse contrarrestada para mantener la estabilidad, según que los mecanismos de retroalimentación sean positivos o negativos. Los estudios sobre familias que incluyen a un miembro con síntomas dejan muy pocas dudas acerca de que la existencia del paciente es esencial para la estabilidad del sistema familiar, y ese sistema reaccionara rápida y eficazmente frente a cualquier intento, interno o externo, de alterar su organización. Evidentemente, se trata de un tipo indeseable de estabilidad.

Los sistemas con retroalimentación, no sólo se distinguen por un grado cuantitativamente más alto de complejidad, sino que también son cualitativamente distintos de todo lo que pueda incluirse en el campo de la mecánica clásica. Su estudio exige nuevos marcos conceptuales; su lógica y su epistemología son discontinuas con respecto a ciertos principios tradicionales del análisis científico, tal como el de "aislar" una sola variable.

5. Homeostasis y morfogénesis familiar

La "homeostasis" es el estado interno relativamente constante de un sistema que se mantiene mediante la autorregulación (retroalimentación negativa). El concepto de

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homeostasis fue introducido en la fisiología en 1932 por W. CANNON, para explicar la constancia relativa de ciertas dimensiones fisiológicas. Por ejemplo, la temperatura del cuerpo de los mamíferos que se mantiene constante, frente a la temperatura cambiante del ambiente externo.

ASHBY amplió este concepto aplicándolo a los sistemas cibernéticos en general. Hay algunos sistemas que son capaces de compensar ciertos cambios del ambiente manteniendo, a la vez, una estabilidad en sus propias estructuras. Así pues, la homeostasis, también llamada "morfostasis", es posible gracias a la puesta en marcha de mecanismos con retroalimentación negativa en el sistema.

El concepto opuesto a morfostasis es el de "morfogénesis". Este concepto lo introdujo MARUYAMA para describir fenómenos de cambio de las estructuras de un sistema, gracias a la retroalimentación positiva. JACKSON, en 1957, fue el primero en aplicar este concepto a los sistemas familiares. Usó el término de homeostasis para describir sistemas familiares patológicos que se caracterizaban por una excesiva rigidez y un potencial limitado de desarrollo.

Se puede definir, por tanto, la homeostasis simplemente como "el mismo estado", y es esta propiedad la que permite a un sistema permanecer en un "estado estable" a través del tiempo.

La homeostasis es posible por el uso de información proveniente del medio externo incorporada al sistema en forma de "feedback" (retroalimentación). El "feedback" activa el "regulador" del sistema, que, alterando la condición interna de éste, mantiene la homeostasis. Un ejemplo muy común del modo como funciona la homeostasis es el de un sistema de calefacción central, que mantiene a la casa en un estado estable de calor. Utiliza un termostato, que desempeña el papel de regulador y que responde al feedback referente a la temperatura del "suprasistema" exterior a la casa. Cuando la temperatura exterior desciende, el termostato actúa aumentando la temperatura dentro de la casa. La homeostasis es un mecanismo autocorrectivo. Se refiere fundamentalmente a la preservación de lo que es, contra los ataques de factores externos de stress.

Aunque en su inicio este concepto se utilizó para identificar los sistemas familiares patológicos, hay que tener presente que un sistema familiar funcional y sano requiere una medida de homeostasis para sobrevivir a los "ataques' del medio, y para mantener la seguridad y la estabilidad dentro de su medio físico y social. El sistema deviene fijo y disfuncional en su rigidez solamente cuando este mecanismo "hiperfunciona".

Posteriormente, se desarrolló en terapia familiar el concepto de crecimiento (llamado también morfogénesis), un concepto que fue considerado superficialmente a causa de

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que los primeros terapeutas familiares estaban excesivamente concentrados en el concepto de la homeostasis. En contraste con la homeostasis, que es, como se ha visto, "un mecanismo protector de lo que es", los mecanismos morfogénicos se refieren a las modificaciones y al crecimiento.

Un resultado de la morfogénesis es un aumento de la diferenciación de las partes componentes del sistema, por medio de la cual cada uno puede desarrollar su propia complejidad permaneciendo en relación funcional con la totalidad. En vez de enfatizar la "autocorrección" de la homeostasis, se enfatiza la "autodirección" de la morfogénesis.

SPEER aúna los dos conceptos en el término general de "viabilidad", que usa para describir el carácter esencial de la familia y de otros sistemas sociales. La "viabilidad" describe un sistema capaz, en diversos grados, de procesos homeostáticos y morfogénicos. El grado en que un sistema familiar es capaz de utilizar "ambos" tipos de mecanismos apropiadamente para aproximarse a sus propios objetivos, es el grado en el cual puede describírselo como sano y funcional.

6. Bibliografía:

Sue Walrond-Skinner -"TERAPIA FAMILIAR - Edit. Crea (EL ATENEO) F.B. Simon y otros "VOCABULARIO DE TERAPIA FAMILIAR" Edit. Gedisa. R.Garberí y E. Caompañ. "EVOLUCIÓN SISTEMAS Y TERAPIA FAMILIAR" Edit. Servicios Psiquiátricos Provinciales- Diputación de Alicante. J.A. Rios. ORIENTACIÓN Y TERAPIA FAMILIAR" Edit. lnstituto de Ciencias del Hombre.

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TEMA 3 - TEORÍA DE LA COMUNICACIÓN HUMANA (TCH)

1. Marco de referencia

- Marco de referencia de esta teoría - Noción de función y relación

2. Concepto de caja negra 3. Axiomas de la comunicación

A – La imposibilidad de no comunicar B – Los niveles de contenido y relación en la comunicación

C – La puntuación de la secuencia de hechos D – Comunicación digital y analógica E – Interacción simétrica y complementaria

4. Metacomunicación 5. Circularidad de la pautas de comunicación

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TEMA 3: TEORIA DE LA COMUNICACIÓN HUMANA

1. Marco de referencia: Hasta el momento la historia no presenta un ejemplo de una cultura que rinda a otra ya extinta hace ya mucho, tanta reverencia y sumisión en cuestiones científicas, como el de la nuestra con respecto a la cultura clásica. Debió transcurrir mucho tiempo antes de que reuniéramos el coraje necesario para seguir nuestras propias ideas. Pero aunque el deseo de emular a los clásicos estuvo constantemente presente cada uno de los pasos dados en ese intento en realidad nos apartó cada vez más del ideal imaginado. La historia del conocimiento occidental es por lo tanto la historia de la emancipación progresiva respecto al pensamiento clásico. Una emancipación impuesta en las profundidades del inconsciente. (Oswald Spengler: La decadencia de occidente)

Consideremos estas dos situaciones: Situación I→ El número de zorros que habitan en cierta área del norte de Canadá tiene una notable periodicidad en su aumento y disminución, en un ciclo de 4 años alcanza un punto máximo, disminuye hasta casi su extinción y por ultimo comienza a aumentar otra vez.

Si el biólogo limitara su atención a los zorros estos ciclos no serían comprensibles , pues no hay nada en la naturaleza del zorro que explique tales cambios. Sin embargo cuando se piensa en que los zorros se alimentan casi exclusivamente de conejos salvajes, y que estos casi no tienen otro enemigo natural, esa relación entre las dos especies proporciona una explicación satisfactoria para un fenómeno que de otra manera sería misterioso. Así puede entenderse que los conejos exhiban un ciclo idéntico, en el cual el aumento y la disminución están invertidos (cuanto mayor es el número de zorros más son los conejos muertos por aquellos, de modo que, de forma eventual el alimento se hace muy escaso para los zorros). Su número disminuye dando así a los conejos que sobreviven una oportunidad para multiplicarse, ello favorece a su vez el aumento del número de zorros.

Situación II→ Un hombre se desmaya y es trasladado a un hospital. El médico observa pérdida de conciencia, presión arterial baja y en general en cuadro clínico de alcoholismo agudo o de intoxicación por drogas. Sin embargo los análisis no revelan restos de ninguna de esas sustancias. Cuando el paciente recupera el conocimiento revela que es un ingeniero de minas y acaba de volver de trabajar durante dos años en una mina de cobre situada a una altura de 4500 metros en los Andes. Ahora resulta evidente que el estado del paciente es un problema de adaptación de un organismo clínicamente sano a un medio modificado.

Si la atención medica se limitara sólo al paciente y tuviera tan solo en cuenta la ecología del medio habitual en el que vive el medico, el estado del paciente seguiría siendo inexplicable .

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Estos ejemplos aparentemente dispares tienen un denominador común: un fenómeno permanece inexplicable en tanto el margen de observación no es lo bastante amplio como para incluir el contexto en que dicho fenómeno tiene lugar.

La imposibilidad de comprender las complejidades de las relaciones que existen entre un hecho y el contexto en que aparece, entre un organismo y su medio, o enfrenta al observador con algo misterioso o lo lleva a atribuir a su objeto de estudio ciertas propiedades que quizá el objeto no posea.

En comparación con la amplia adaptación que este hecho tiene en biología, las ciencias de la conducta parecen basarse todavía en una visión monádica del individuo y del método que consiste en aislar variables. Esto resulta evidente cuando el objeto de estudio es la conducta perturbada. Si a una persona que exhibe una conducta psicopatológica se la estudia de forma aislada, la investigación debe ocuparse de la naturaleza de su estado y de la naturaleza de la mente humana.

Si los límites de la investigación se amplían con el propósito de incluir los efectos de esa conducta sobre los demás, las reacciones de estos últimos frente a aquellas y el contexto en que todo ello tiene lugar, entonces el foco se desplaza hacia la relación entre las partes de un sistema más amplio. Entonces el observador de la conducta humana pasa de un estudio deductivo de la mente humana al estudio de las manifestaciones observables de la relación. El vehículo de tales manifestaciones es la comunicación.

El estudio de la comunicación humana, puede subdividirse en las 3 áreas establecidas por Morris y seguidas por Carnap, para el estudio de la semiótica:

Área sintáctica; área semántica y área pragmática. Estas 3 áreas son interdependientes.

• Estas 3 áreas, aplicadas al marco de la comunicación humana, concluyen que la sintáctica abarca los problemas relativos a transmitir la información, y constituye el campo esencial del teórico de la información (cuyo interés está en los problemas de codificación, canales, capacidad, ruido, redundancia, y otras propiedades estadísticas del lenguaje). Por lo tanto al teórico de la sintáctica, no le interesa el significado de los mensajes.

• El área de la semántica, se centra en el significado: toda información compartida presupone una convención semántica.

• Por ultimo, la comunicación afecta a la conducta. Esta es el aspecto pragmático de la comunicación. Desde el punto de vista de la pragmática toda conducta es comunicación, incluso los indicios de comunicación de los contextos interpersonales, afectan a la conducta.

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2. Noción de función y relación El principal motivo por el que se debe recurrir a las matemáticas en busca de un principio explicativo, es la utilidad del concepto matemático de función. Los filósofos de la ciencia, parecen estar de acuerdo en que el paso más significativo en el desarrollo del pensamiento matemático moderno, fue el surgimiento gradual de un nuevo concepto del número, desde Descartes hasta nuestros días. Para los matemáticos griegos, los números eran magnitudes concretas, reales, perceptibles y entendidas como propiedades de objetos igualmente reales. Así, la geometría se ocupaba de medir y la aritmética de contar. Oswald Spengler consideraba no sólo que la noción de cero como número, resultaba impensable, sino que las magnitudes negativas, no tenían lugar propio en el mundo clásico. La idea de que los números constituían la expresión de magnitudes, siguió predominando durante dos mil años. Es en 1951 cuando se produce el cambio decisivo, debido a la introducción de Vieta de las letras como notación, en lugar de los números.

Nació entonces el concepto de variable, la cual no tiene significado propio sino que sólo resulta significativa en su relación mutua con otras de ellas. Con la introducción de variables se logró una nueva dimensión de información y se formó la nueva matemática.

La relación entre variables constituye el concepto de función, y existe un gran paralelismo entre el surgimiento de este concepto matemático y el despertar de la psicología al concepto de relación. Durante mucho tiempo se concibió la mente como una serie de propiedades de las que el individuo estaba dotado, pero a finales del siglo XIX, con el comienzo de la psicología experimental, comienzan a introducirse términos como las funciones psíquicas, lo cual fue desafortunado pues no están relacionados con el concepto matemático de función y quienes los utilizaban no se proponían referirse a él. Pero cuando el vocabulario de la psicología experimental se extendió a los contextos interpersonales, el lenguaje de la psicología siguió siendo monádico. Conceptos tales como liderazgo, dependencia, extroversión e introversión, crianza y muchos otros se convirtieron en el objeto de detallados estudios. En otros términos, se establece una relación, se la pone a prueba en un rango tan amplio como las circunstancias lo permiten y se llega a una abstracción que es idéntica al concepto matemático de función. Por tanto la esencia de nuestras percepciones son funciones y éstas forman signos que representan una conexión, una infinidad de posiciones posibles de carácter similar. Los niños aprenden en la escuela que el movimiento es algo relativo que sólo puede percibiese en la relación con un punto de referencia. Lo que solemos dejar de lado es que ese mismo principio rige virtualmente para todas las percepciones y, por lo tanto, para la experiencia que el hombre tiene de la realidad. Las investigaciones sobre los

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sentidos y el cerebro han demostrado acabadamente que sólo se pueden percibir relaciones y pautas de relaciones, y que ellas constituyen la esencia de la experiencia. Así, un sonido constante e invariable es difícil de percibir e incluso puede volverse inaudible. Y si se desea explorar la dureza y textura de una superficie, el sujeto no sólo colocará el dedo sobre ella, sino que lo moverá hacia uno y otro lado, pues si el índice permaneciera inmóvil no se podría obtener ninguna información útil.

Por tanto, si esto es cierto, no debe sorprendernos que la percepción que el hombre tiene de sí mismo sea una percepción de funciones, de relaciones en las que participa. Cabe destacar que la literatura existente sobre la deprivación sensorial corrobora todos estos hechos (desde los trastornos sensoriales hasta los problemas de autopercepción).

3. Concepto de caja negra Desde la perspectiva de la teoría general de sistemas, la familia es un sistema autocorrector y dinámico y por lo tanto, nuestras observaciones deberán ir dirigidas tanto hacia las transacciones que suceden en su interior, como hacia la estructura interna del sistema; dicho de otro modo, lo que nos interesará será conocer la interacción entre los miembros, sus modos de relación y las reglas que rigen esa relación. Por el contrario, el pasado, el conocimiento de los "porqué en las relaciones" y la existencia de víctimas y verdugos como consecuencia de aplicar el modelo causa-efecto, no poseerá ningún interés dentro de este enfoque.

Todo esto supone un cambio de perspectiva y un abandono de la investigación intrapsíquica. De todas formas, en el caso de estudiar las conductas de los individuos, estas deberán ser interpretadas en función de la influencia que posean en relación con el sistema, y nunca deberán interpretarse de forma individual. El individuo se considerará como una caja negra en la que no será necesario entrar para explicar su comportamiento.

El concepto de caja negra se tomó del campo de la telecomunicación y de la electrónica, donde a veces resultaba más conveniente pasar por alto la estructura interna de los equipos, dada su complejidad, y centrarse en las entradas "inputs" y salidas "outputs" de los aparatos. También es cierto que observando las entradas y salidas del aparato podíamos hacernos una idea de lo que ocurría dentro o de su estructura interna.

Conocer el contenido de la caja negra, no será esencial para conocer el aparato (individuo) dentro de un sistema más amplio del que forma parte. Esta visión modifica el concepto de síntoma ya que no podemos entenderlo como la expresión de un conflicto interno, sino como el extremo de un iceberg de patología familiar. Muchas veces, reenfocar un problema determinado o un síntoma que ha permanecido intacto tras muchos años de tratamiento profundo, es decir, pasar de los "porqué" a los "para

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qué", posiblemente nos permita obtener una respuesta. 4. Axiomas de la comunicación

Si tal como hemos comentado antes, toda conducta tiene valor de comunicación, será necesario empezar por exponer, algunos principios básicos, de la Teoría de la Comunicación Humana desarrollados por Watzlawick.

A partir de los trabajos de Bateson, las investigaciones sobre la teoría de la comunicación adoptaron un enfoque sistémico, donde toda conducta era concebida de manera relacionar y representaba una forma de comunicación. La comunicación posee algunas propiedades de naturaleza axiomático (propuestas por Beavin, Jackson y Watzlawick) que pasamos a enumerar y que llevan implícitas consecuencias fundamentales para el estudio de las relaciones. Un axioma, es un enunciado básico que se establece sin necesidad de ser demostrado. Las dos características que poseen los axiomas son: indemostrabilidad y evidencia. Los axiomas, no son verdaderos ni falsos en sí mismos: son convenciones utilizadas como principios de derivación de los demás enunciados de una teoría.

Los cinco axiomas que a continuación vamos a mencionar, son propiedades

simples de la comunicación, que encierran consecuencias interpersonales básicas. Watzlawick y colaboradores, los han desarrollado concretándolos del siguiente modo:

I. Es imposible no comunicarse. II.Toda comunicación tiene un nivel de contenido y un nivel relacional. III.La naturaleza de una relación depende de la forma de puntuar 0 pautar las secuencias de comunicación que cada participante establece.

IV.Las personas utilizan tanto la comunicación digital como la analógica.

V.Todos los intercambios comunicacionales son simétricos o complementarios, según estén basados en la igualdad o en la diferencia.

I. La imposibilidad de no comunicar

No hay nada que sea lo contrario de conducta. La no-conducta no existe; es imposible no comportarse. En una situación de interacción, toda conducta tiene valor de mensaje, es decir, es comunicación; por eso, por más que uno lo intente, no puede dejar de comunicar. Actividad o inactividad, palabras o silencio, tienen siempre valor de mensaje: influyen sobre los demás, quienes a su vez, no pueden dejar de responder a tales comunicaciones y, por tanto, también comunican. Por ejemplo: un pasajero en el tren que permanece sentado en su asiento con los ojos cerrados, o leyendo el periódico, comunica un mensaje: no quiere hablar con nadie.

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La persona puede "defenderse" de la comunicación del otro, mediante la importante técnica de la descalificación; esto es, puede comunicarse de modo tal que su propia comunicación o la del otro queden invalidadas. Las descalificaciones abarcan una amplia gama de fenómenos comunicacionales tales como autocontradicciones, incongruencias, cambios de tema, tangencializaciones, oraciones incompletas, malentendidos, interpretaciones literales de la metáfora e interpretación metafórico de las expresiones literales.

No es sorprendente que habitualmente recurra a este tipo de comunicación todo aquél que se ve atrapado en una situación en la que se siente obligado a comunicarse pero, al mismo tiempo, desea evitar el compromiso inherente a toda comunicación.

Por tanto, la conducta (comunicación) "alienada" no es necesariamente la manifestación de una mente enferma, sino quizá la única reacción posible frente a un contexto de comunicación familiar absurdo e insostenible.

II. Los niveles de contenido y de relación en la comunicación

Toda comunicación poseerá un contenido (lo que decimos) y una relación ( a quién y cómo se lo decimos) A través de la comunicación, todos podemos expresar nuestra forma de ser y la visión de la relación la otra persona.

Una comunicación, no sólo transmite información, sino que, al mismo tiempo, impone una conducta o un comportamiento. El "nivel de contenido" de un mensaje transmite "información"; el "nivel de relación" se refiere a cómo la comunicación sirve para "definir" el tipo de relación que quiero establecer con mi interlocutor.

Los expertos en computadoras también se enfrentan con estos dos niveles cuando se comunican con un "organismo artificial": Por ejemplo, si una computadora debe multiplicar dos cifras, es necesario "alimentar" esas dos cifras y "dar la orden" de multiplicar. Necesita, por tanto, información (datos) e información acerca de esa información (instrucciones). es evidente, que las .instrucciones son de un "tipo lógico" superior al de los datos: constituyen metainformación puesto que son información acerca de información.

En la comunicación humana observamos que esa misma relación existe entre los aspectos de "contenido" y de "relación": el primero transmite los "datos" de la comunicación, y el segundo, "cómo" debe entenderse dicha comunicación. De la misma manera, toda comunicación implicará un compromiso para el que la recibe, pudiendo rechazar, aceptar o descalificar la comunicación.

Cuanto más espontánea y sana es una relación, más se pierde en el trasfondo el aspecto de la comunicación vinculado con la relación. Las relaciones "enfermas" se caracterizan por una constante lucha acerca de la naturaleza de la relación, mientras que el aspecto de la comunicación vinculado con el contenido se hace cada vez menos

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importante. La capacidad para metacomunicarse en forma adecuada es indispensable de la comunicación eficaz.

Pongamos un ejemplo:

Una pareja en terapia de pareja relató el siguiente episodio. El esposo mientras se encontraba sólo en el hogar, recibió una llamada de larga distancia de un amigo, quien le manifestó que se encontraba en esa ciudad durante unos días. El esposo invitó al amigo a pasar esos días en su casa, sabiendo que ello agradaría a su esposa y que, por lo tanto, ella habría hecho lo mismo.

Sin embargo, cuando la esposa regresó se entabló una violenta discusión con respecto a la invitación hecha por el marido. Cuando el problema se examinó en la sesión terapéutica, ambos cónyuges estuvieron de acuerdo en que esa invitación era la cosa más adecuada y natural. Estaban sorprendidos al comprobar que, por un lado, estaban de acuerdo y, sin embargo, "de algún modo" también estaban en desacuerdo con respecto al mismo problema. En realidad, hay dos problemas en esta disputa. Uno se refiere al contenido de las conductas adecuadas en una situación específica: la invitación; otro se refiere a la relación entre los comunicantes -al planteo de quién tenía derecho a tomar la iniciativa sin consultar al otro- y no podía resolverse tan fácilmente, pues presuponía la capacidad del marido y la mujer para hablar acerca de su relación. En su intento de resolver el problema esta pareja cometió un error muy común en su comunicación: Estaban en desacuerdo en el nivel relacionar, pero trataban de resolverlo en el nivel de contenido, donde el desacuerdo no existía, cosa que los conducía a pseudodesacuerdos.

Tal como anteriormente decíamos, las personas, en el "nivel relacional", no comunican nada acerca de hechos externos. Una persona ("A") puede ofrecer a la otra ("B"), una definición de sí misma; es inherente a la naturaleza de la comunicación humana el hecho de que existan tres respuestas posibles por parte de esta última persona, a la definición de la primera:

a) Confirmación: La persona ("B") puede aceptar (confirmar) la definición que ("A") da de sí misma. Además del mero intercambio de información, el hombre tiene que comunicarse con los demás, a los fines de su autopercepción y percatación. La persona es incapaz de mantener su estabilidad emocional durante períodos prolongados en que sólo se comunica consigo misma. Lo que los existencialistas llaman el “encuentro” corresponde a esta esfera. Como afirma el célebre filósofo Martin Buber:

”En la sociedad humana, en todos sus niveles, las personas se confirman unas a otras de modo práctico, en mayor o menor medida, en sus cualidades y capacidades personales, y una sociedad puede considerarse humana en la medida en que sus miembros se confirman entre sí... La base de la vida del hombre con el hombre es doble, y es una sola: el deseo de todo hombre de ser confirmado por los hombres como lo que es, e incluso como lo que puede llegar a ser y la capacidad innata del

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hombre para confirmar a sus semejantes de esta manera. El hecho de que tal capacidad esté tan inconmensurablemente descuidada constituye la verdadera debilidad y cuestionabilidad de la raza humana: la humanidad real sólo existe cuando esa capacidad se desarrolla".

b) Rechazo: Otra posible respuesta de la persona ("B") frente a la definición que la persona ("A") propone de sí misma consiste en rechazarla. Sin embargo, por penoso que resulte el rechazo presupone por lo menos un reconocimiento limitado de lo que se rechaza y, por tanto, no niega necesariamente la realidad de la imagen que la persona ("A") tiene de sí misma.

c) Desconfirmación: Tal como se observa en la comunicación patológica, la desconfirmación ya no se refiere a la verdad o falsedad de la definición que la persona ("A") da de sí misma, sino más bien la persona ("B") niega la realidad de la persona ("A") como fuente de tal definición. En otras palabras, mientras que el rechazo equivale al mensaje "estás equivocado", la desconfirmación afirma de hecho: "tú no existes".

III. La puntuación de la secuencia de hechos

Para un observador una serie de comunicaciones puede entenderse como una secuencia ininterrumpida de intercambios de mensajes. Sin embargo, quienes participan en la interacción siempre introducen lo que se llama "puntuación de la secuencia de hechos".

En una secuencia prolongada de intercambios, las personas puntúan la secuencia de modo que uno de ellos o el otro tiene iniciativa, predominio, dependencia, etc. Así, a una persona que se comporta de determinada manera dentro de un grupo, la llamamos "líder" y a otra "adepto", aunque resultaría difícil decir cuál surge primero o que sería del uno sin el otro. La falta de acuerdo con respecto a la manera de puntuar secuencia de hechos es la causa de incontrolables conflictos en las relaciones.

Supongamos que una pareja tiene un problema en el matrimonio al que el esposo contribuye con su retraimiento pasivo, mientras que la mujer colabora con sus críticas constantes. Al explicar sus frustraciones, el marido dice que su retraimiento no es más que la defensa contra los constantes regaños de su mujer, mientras que ésta dirá que esa explicación constituye una distorsión intencional de lo que "realmente" sucede en su matrimonio, esto es, que ella lo critica debido a su pasividad. Sus discusiones consisten en un intercambio de estos mensajes:

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Marido Mujer ME RETRAIGO TE REGAÑO

PORQUE PORQUE

ME REGAÑAS TE RETRAES

En la psicoterapia de parejas, a menudo sorprende la intensidad de lo que en la psicoterapia tradicional se llamaría una "distorsión de la realidad" por parte de ambos cónyuges. A veces, resulta difícil creer que dos individuos puedan tener visiones tan dispares de muchos elementos de su experiencia en común. Y, sin embargo, el problema radica fundamentalmente, en su incapacidad para metacomunicarse acerca de su respectiva manera de pautar su interacción. Las discrepancias no resueltas en la puntuación de las secuencias comunicacionales, pueden llevar a 'impases" interaccionales, en los que los participantes se hacen acusaciones mutuas de locura o maldad.

Las discrepancias de puntuación, tienen lugar en todos aquellos casos en que por lo menos uno de los comunicantes no cuenta con la misma cantidad de información que el otro, pero no lo sabe. Así, por ejemplo, una persona escribe una carta a otra proponiéndole pasar unas vacaciones con ella. Esta segunda persona acepta, pero su carta no llega a destino. Después de un tiempo, la primera llega a la conclusión de que la otra no ha tenido en cuenta su invitación, y decide no interesarse más por ella. Por otro lado, la otra persona se siente ofendida porque no tuvo contestación a su carta con la que esperaba más detalles, y también decide no establecer nuevo contacto. A partir de ese momento, el malestar silencioso puede durar eternamente, a menos que se decidan a averiguar qué sucedió con sus comunicaciones, es decir, que comiencen a metacomunicarse. En este caso, un hecho exterior fortuito interfirió la congruencia de la puntuación.

Estos casos de comunicación patológica constituyen círculos viciosos que no se pueden romper a menos que la comunicación misma se convierta en el tema de comunicación (metacomunicación). Pero para ello tienen que colocarse afuera del círculo. Se observa en estos casos de puntuación discrepante un conflicto acerca de cuál es la causa y cuál el efecto, cuando en realidad ninguno de estos conceptos resulta aplicable debido a la circularidad de la interacción.

El concepto de la "profecía autocumplidora" constituye un fenómeno interesante en el campo de la puntuación. Por ejemplo, una persona que parte de la premisa "todos me odian", se comporta, tal vez, con agresividad, ante lo cual es probable que los demás reaccionen con desagrado, corroborando así su premisa original. Lo que caracteriza la secuencia y la convierte en un problema de puntuación, es que el individuo, considera que él sólo está reaccionando ante esas actitudes, y no que las provoca.

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IV. Comunicación "digital" y "analógica"

Tipos de Lenguaje:

a) Digital: el que se transmite a través de símbolos lingüísticos o escritos, y será el vehículo del contenido de la comunicación.

b) Analógico: vendrá determinado por la conducta no verbal (tono de voz, gestos,

etc) y será el vehículo de la relación.

Funciones: transmitir información. Definir la relación entre los comunicantes, lo que implica una información sobre la comunicación, es decir, una "metacomunicación". Esta comunicación, servirá para definir la relación cuando la comunicación haya sido confusa o ambivalente.

En la comunicación humana, es posible referirse a los objetos de dos maneras totalmente distintas. Se los puede representar por un símil, tal como un dibujo, o bien mediante un nombre. Estos dos tipos de comunicación, uno mediante una semejanza autoexplicativa y, el otro, mediante una palabra, son equivalentes a los conceptos analógicos y digitales.

En la comunicación digital, la palabra es una convención semántica del. lenguaje; no existe correlación entre la palabra y la cosa que representa, con la posible excepción de las palabras. Onomatopéyicas. Como señalan BATESON y JACKSON: "No hay nada" parecido a cinco en el número cinco; no hay nada particularmente "similar a mesa" en la palabra mesa. Por otro lado, en la comunicación analógica hay algo particularmente "similar a la cosa" en lo que se utiliza para expresaría.

La comunicación analógica, tiene sus raíces en períodos mucho más arcaicos la evolución y, por tanto, encierra una validez mucho más general que el modo digital de la comunicación verbal, relativamente reciente y mucho más abstracto. La comunicación analógica coincidiría con la comunicación no verbal, entendiendo por comunicación no verbal: los movimientos corporales (kinesia), la postura, los gestos, la expresión facial, el ritmo, la cadencia de las palabras, el silencio y los indicadores comunicacionales que aparecen en el contexto.

El ser humano se comunica de manera digital y analógica. De hecho, la mayoría de los logros civilizados resultarían impensables sin el desarrollo de un lenguaje digital. Ello asume particular importancia en lo que se refiere a compartir información acerca de los objetos. Sin embargo, existe un vasto campo donde utilizamos en forma casi exclusiva la comunicación analógica, se trata del área de la relación. Así pues, el aspecto relativo al "nivel de contenido en la comunicación se transmite en forma digital, mientras que el "nivel relativo a la relación" es de naturaleza predominantemente analógica.

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En su necesidad de combinar estos dos lenguajes, el hombre, sea como receptor o como emisor, debe traducir constantemente de uno al otro. En la comunicación humana la dificultad inherente a traducir existe en ambos sentidos. No sólo sucede que la traducción del modo digital al analógico implica una gran pérdida de información, sino que lo opuesto también resulta sumamente difícil: hablar acerca de una relación requiere una traducción adecuada del modo analógico de comunicación al modo digital. Al emisor no sólo le resulta difícil verbalizar sus propias comunicaciones analógicas, sino que, si surge una controversia interpersonal en cuanto al significado de una comunicación analógica particular, es probable que cualquiera de los dos participantes introduzca en el proceso de traducción al modo digital, la clase de digitalización que concuerde con su imagen de la naturaleza de la relación. El hecho de traer un regalo, por ejemplo, constituye sin duda una comunicación analógica. Pero según la "visión" que tenga de su relación con el dador, el receptor puede entenderlo como una demostración de afecto, un soborno, o una restitución. La psicoterapia se ocupa sin duda de la digitalización correcta y correctivo de lo analógico; de hecho, el éxito o el fracaso de una interpretación depende de la capacidad del terapeuta para traducir un modo a persona puede estar diciendo (digital). No estoy enfadado", y sin embargo, su tono de voz, su expresión facial y sus gestos expresan auténtica agresividad (analógico). V. Interacción simétrica y complementaria Todas las relaciones podríamos agruparlas en dos categorías: o son complementarias o simétricas. En el primer caso, la conducta de uno de los participantes complementa la del otro; en el segundo caso, los participantes tienden a igualar especialmente su conducta recíproca. Son relaciones basadas en la diferencia (complementarias), o en la igualdad (simétricas). En una relación complementaria, hay dos posiciones distintas. Un participante ocupa lo que se a descrito de diversas maneras como la posición superior o primaria mientras el otro ocupa la posición correspondiente inferior o secundaria. Estos términos son de igual utilidad en tanto no se los identifique con "bueno" o "malo", "fuerte" o "débil". Una relación complementaria puede estar establecida por el contexto social o cultural (como en los casos de madre e hijo, médico y paciente, maestro y alumno), o ser el estilo idiosincrásico de relación de una díada particular.

En cualquiera de los dos casos, es importante destacar el carácter de mutuo encaje de la relación en la que ambas conductas, disímiles pero interrelacionadas, tienden cada una a favorecer a la otra. Ninguno de los participantes impone al otro una relación complementaria, sino que cada uno de ellos se comporta de una manera que presupone la conducta del otro, al mismo tiempo que ofrece motivos para ella: sus definiciones de la relación encajan.

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Las relaciones complementarias patológicas, el psicoanálisis las denomina relaciones "sadomasoquistas" y las entiende como una ligazón entre dos individuos cuyas respectivas formaciones caracterológicas alteradas se complementan. Otros autores emplean distintos conceptos: LIDZ: "sesgo marital"; SCHEFLEN:"horrenda pareja"; LAING: "connivencia". En tales relaciones observamos un sentimiento progresivo de frustración y desesperanza en los dos participantes o en uno de ellos. Estos individuos fuera de sus hogares (o en ausencia de sus parejas) son capaces de funcionar en forma perfectamente satisfactoria y que, cuando se los entrevista individualmente, pueden dar la impresión de estar bien adaptados. Este cuadro a menudo cambia dramáticamente cuando se los observa en compañía de su "complemento": entonces se hace evidente la patología de la relación.

En una relación simétrica, no existen dos posiciones ya que está basada en la igualdad. La relación simétrica puede estar definida por el contexto social, como por ejemplo, la relación entre hermanos, entre amigos, entre marido y mujer, etc. También puede ser el estilo propio de una díada particular. En la relación simétrica existe el peligro de la competencia o rivalidad. Cuando se pierde la estabilidad en una relación simétrica, se produce una "escapada" de uno de los miembros; el otro intentará equilibrar la relación, produciéndose, a partir de aquí, el fenómeno conocido como "escalada simétrica".

Los conceptos de complementariedad y simetría, se refieren simplemente a dos categorías básicas en las que se puede dividir a todos los intercambios comunicacionales. Ambas cumplen funciones importantes y, por lo que se sabe por las relaciones sanas, cabe llegar a la conclusión de que ambas deben estar presentes, aunque en alternancia mutua o actuando en distintas áreas. Ello significa que cada patrón puede estabilizar al otro siempre que se produzca una escapada en uno de ellos; así mismo, es posible y necesario, que los dos participantes se relacionen simétricamente en algunas áreas y de manera complementaria en otras. 5. Metacomunicación En el lenguaje podemos distinguir el lenguaje-objeto y el metalenguaje. El lenguaje-objeto es aquél que "se usa"; mientras que el metalenguaje es aquél con el que "se habla" del anterior. Así, por ejemplo, en una gramática inglesa para estudiantes castellanos, el lenguaje-objeto es el inglés, y el metalenguaje el castellano.

Es sintáctica y semánticamente correcto escribir: Barcelona es una gran ciudad, pero sería incorrecto escribir: Barcelona tiene cuatro silabas, pues en este caso deben utilizarse comillas: "Barcelona" tiene cuatro silabas. La diferencia entre estos dos usos de la palabra radica en que en la primera aseveración, la palabra se refiera a un objeto (una ciudad), mientras que en el segundo caso, esa misma palabra se refiere a un nombre (que es una palabra) y, por tanto, a sí misma.

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Cuando dejamos de utilizar la comunicación para comunicarnos, y la usamos para comunicar algo acerca de la comunicación, cosa que es inevitable cuando investigamos sobre la comunicación, utilizamos conceptualizaciones que no son parte de la comunicación, sino que se refieren a ella, y en ese momento nos estamos metacomunicando.

6. Circularidad de las pautas de comunicación

En el modelo clásico de la ciencia pura, se considera que la causalidad es lineal. En cualquier situación dada, se nos enseña a entender la "causa" de un “efecto" alterando las variables una por una hasta que se aísla el factor que produce el hecho particular. Sin embargo si se trabaja a partir de la premisa de que los aspectos significativos de un sistema sólo pueden comprenderse examinando el sistema como una "totalidad", se hace necesario considerar la etiología desde un punto de vista diferente.

Si bien en las cadenas progresivas lineales de causalidad, tiene sentido hablar acerca del comienzo y el fin de una cadena, tales términos carecen de sentido en los sistemas con circuitos de retroalimentación. En un círculo no hay comienzo ni fin. En el mundo no es posible encontrar el claro y lineal ordenamiento de causa y efecto, a menos que se lo imponga artificialmente. La teoría general de sistemas considera que la causalidad es un proceso circular.

Mientras que en algunos tratamientos, como el psicoanalítico, la curación y el cambio provienen del conocimiento de ciertos sucesos traumáticos de la infancia, la curación y el cambio en la terapia familiar provienen fundamentalmente de examinar cómo opera corrientemente el sistema familiar y de comprender la función que los problemas desempeñan en los procesos orientados hacia un objetivo, presentes en la existencia ordinaria del sistema. Teóricamente, el concepto de causalidad lineal implica que la línea etiológica se desplaza del pasado hacia el presente, y de este hecho proviene la necesidad de retroceder hasta el comienzo de la sucesión de los hechos para poder comprenderlos; cuando se utiliza el concepto de causalidad circular, se enfatiza el "aquí y ahora", porque es aquí y ahora cuando todo el círculo puede verse operando. Como una escalera en espiral, el presente vuelve a actuar sobre el pasado, de modo tal que el significado debe buscarse dentro de los límites de los procesos actuales del sistema. El pasado se transforma en redundante, y el punto de partida del terapeuta familiar pasa a ser la ecología antes que la génesis.

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TEMA 4: CONSTRUCTIVISMO

1. Introducción 2. Sistemas humanos y atribución de significados 3. Significado e Inteligibilidad 4. Problemas humanos y procesos narrativos 5. La psicoterapia como co-construcción narrativa

Co-construcción de la alianza terapéutica Elicitación de las narrativas dominantes mediante el diálogo terapéutico Deconstrucción de las narrativas dominantes Fomento de la emergencia de las narrativas dominantes Validación de las narrativas dominantes Práctica de las narrativas alternativas Fomento de la reflexibilidad

6. Bibliografía

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TEMA 4: CONSTRUCTIVISMO “Siempre la respuesta más hermosa a quien formula la pregunta más difícil” E.E. Cummings.

1 - Introducción

Cuando se constituyó la Asociación Neozelandesa de Psicoterapeutas, sus fundadores tuvieron que informarse sobre la traducción al maorí del nombre de dicha organización, dado que maorí e inglés son lenguas co-oficiales en Nueva Zelanda. Reunidos con las autoridades lingüísticas aborígenes, quedó claro que no sería tarea fácil; "psicoterapia" no tenía una traducción literal al maorí. La propuesta aborigen fue que los angloparlantes les explicasen qué hacía exactamente un psicoterapeuta, para así poder buscar un término equivalente en su idioma. Tras las explicaciones pertinentes, los maoríes consideraron que se habían formado una imagen clara y diáfana del rol de psicoterapeuta: concluyeron que la traducción más adecuada era "tejedor de historias". Desde entonces, el nombre en maorí de la asociación es, literalmente, Asociación Neozelandesa de Tejedores de Historias.

Este capítulo constituye nuestro intento de tejer una historia sobre cómo, hoy por hoy, trabajamos con las familias que acuden a nosotros porque las historias que ellos han entretejido resultan demasiado limitadas, demasiado invivibles, demasiado opresivas. En este sentido, nuestro posicionamiento en un discurso constructivista, narrativo y relacional resulta secundario, dado que el constructivismo, las narrativas y las relaciones que realmente importan son las de la familia. En un capítulo previo de esta misma obra (véase Botella y Vilaregut, este volumen) hemos trazado a grandes rasgos los orígenes del movimiento constructivista en terapia familiar, y en uno posterior (Botella y Herrero, este volumen) ejemplificamos nuestro enfoque terapéutico mediante la discusión de un caso. Por tanto, dedicaremos éste a esbozar las bases de nuestro trabajo, reiterando en su caso las conexiones con otros planteamientos afines.

2. Sistemas humanos y atribución de significado El punto inicial de nuestros planteamientos terapéuticos actuales es el siguiente: los sistemas humanos se orientan proactivamente hacia la atribución de significado a la experiencia. Consideramos imposible entender ningún proceso psicológico humano al margen del significado que se le atribuya—de hecho, consideramos epistemológicamente indefendible la idea de que se pueda acceder a la realidad al margen de su significado. En este sentido, la inflación pragmática de algunas orientaciones sistémicas nos parece desafortunada, dado que se centra sólo en la mitad de la imagen total. Ciertamente, las pautas de interacción de un sistema familiar pueden ser sumamente llamativas, pero no nos resulta claro cómo pueden ser

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entendidas por los terapeutas si éstos no tienen en cuenta la conexión entre acción y significado.

Adoptamos una visión discursiva, lingüística y contextual del significado. En otras palabras, entendemos por "atribuir significado a la experiencia" un proceso que implica posicionar dicha experiencia en los discursos culturalmente disponibles. La "experiencia" no es, pues, sino una candidata al significado en un conjunto de afirmaciones (sostenidas relacionalmente) que la constituyen como objeto del lenguaje. En este sentido, el significado depende del lenguaje, concebido no como mecanismo de apropiación de un mundo externo, sino como el origen mismo del proceso de establecer distinciones que dan lugar a un mundo:

Creamos nuestras vidas en un acoplamiento lingüístico mutuo, no porque el lenguaje nos permita revelarnos sino porque estamos constituidos en él y en el continuo devenir al que damos lugar junto con los demás. Nos encontramos a nosotros mismos en este acoplamiento co-ontogénico, no como referencia preexistente ni en referencia a un origen, sino como transformación continua en el devenir del mundo lingüístico que construimos con los demás seres humanos. (Maturana y Varela, 1987, pp. 234-235). Precisamente la dimensión relacional implícita en la afirmación anterior es la que nos lleva a concluir que el significado de cualquier categoría, concepto o experiencia sólo puede provenir de su posicionamiento relativo a otras categorías, conceptos o experiencias. En este sentido suscribimos la noción post-estructuralista del lenguaje como sistema autorreferencial en el que un significante conduce siempre a otros significantes (Derrida, 1974) de forma que no refleja una realidad social pre-existente, sino que la constituye. Así, un discurso puede equipararse a un núcleo de inteligibilidad (Gergen, 1994), es decir, a un conjunto de proposiciones interrelacionadas que dotan a una comunidad de interlocutores de un sentido de descripción y/o explicación en un dominio determinado. Participar en dicha comunidad equivale a "dar sentido" a la experiencia de forma aceptable en su seno, a jugar al mismo "juego lingüístico" (Wittgenstein, 1953) como forma de acción conjunta (Shotter, 1993). Se trata de un concepto que, aplicado a la familia, resulta equiparable al de Sistema de Constructos Familiares (véase Feixas, 1995; Procter, 1981), sólo que enfatiza la implicación de que jugar un rol en un proceso social que incluye a otros implica no sólo disponer de un sistema de discriminaciones compartido, sino ser capaz de anticipar y/o compartir los procesos de atribución de significado de esos otros (véanse los corolarios de socialidad y comunalidad de la Teoría de los Constructos Personales; Kelly, 1955/1991; Botella y Feixas, 1998).

3. Significado e inteligibilidad Nuestra definición de significado es, como puede deducirse de lo antedicho, sustancialmente relacional. Consideramos que atribuir significado a una experiencia en el seno de una comunidad de interlocutores implica hacerla inteligible para dicha

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comunidad. Es en este sentido que el lenguaje precede a la experiencia e inunda toda nuestra actividad como seres sociales. Piénsese si no en qué medida podríamos decir que algo tiene sentido si su inteligibilidad no fuese compartida por absolutamente nadie. Igualmente, sería difícil denominar "lenguaje" a un código totalmente privado que no permitiese la comunicación con ningún otro ser humano. En resumen, el significado depende de la inteligibilidad y esta es inextricablemente lingüística y, por tanto, relacional.

En este punto nos desmarcamos deliberadamente de las aproximaciones cognitivas/intrapsíquicas, que priman los aspectos de capacidad predictiva y coherencia interna de los sistemas personales de significado en detrimento de su inteligibilidad social. Desde nuestro punto de vista, ambos aspectos son importantes, pero el segundo (es decir, la inteligibilidad social o relacional) resulta básico. Como ya demostraron los experimentos clásicos de "conformidad" con el grupo (por ejemplo, Asch, 1956), los seres humanos somos capaces incluso de negar la información de nuestros órganos sensoriales si eso nos salva del ostracismo relacional.

Equiparar la familia a una comunidad de interlocutores que intentan activamente atribuir significado a su experiencia intersubjetiva mediante la negociación de un conjunto de proposiciones interrelacionadas que les dotan de un sentido de descripción y/o explicación en un dominio determinado implica alinearse con la visión de ésta como "un sistema de creencias compartido" (Anderson y Goolishian, 1988; Dallos, 1991). Dicha visión tiene implicaciones importantes en cuanto a la concepción de los procesos de interacción familiar (especialmente de aquellos ligados al "poder") en las que vale la pena detenerse.

Si bien, como comentábamos con anterioridad, la visión sistémica de la familia ha llevado a algunos autores (especialmente a los de orientaciones estratégicas y estructurales) a centrarse en la pragmática de la comunicación, nuestra perspectiva lleva a centrarse en la retórica de ésta. Estamos de acuerdo con Gergen (1989) en que a todos nos motiva el deseo de que nuestra versión de los acontecimientos prevalezca sobre sus competidoras, y en ese sentido "inteligible" y "convincente" son casi sinónimos. Sin embargo, cada comunidad de discurso, cada núcleo de inteligibilidad, difiere potencialmente en cuanto a las "reglas" que garantizan la legitimidad de sus interlocutores. Se trata de un concepto similar al de "forums de discusión" de Toulmin (1982), en el sentido de que cada comunidad tiene sus propias preferencias en cuanto a qué constituye un razonamiento bien formado—normas que no tienen porque atenerse a la lógica formal aristotélica y, de hecho, en muchos casos se alejan sustancialmente de ellas.

El planteamiento esbozado en el párrafo anterior lleva a una visión del "poder" y la "autoridad" familiar diferente de la perspectiva estructural. Si bien para esta última el poder es consecuencia de alianzas, coaliciones y fronteras, desde nuestro punto de vista tales fronteras son resultado de las prácticas discursivas de la familia (y en algunos casos del terapeuta). Cuando la familia se concibe como un núcleo de

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inteligibilidad con unas reglas de legitimidad discursiva propias, el término "autoridad" refiere más a su raíz etimológica de "autor" que al ejercicio del poder como escaramuzas fronterizas.

Así, como sugeríamos antes, la autoridad de un individuo en un sistema de creencias compartido emerge de hasta qué punto su versión de los hechos prevalece sobre las demás, es decir, hasta qué punto es autor de la versión que acaba por ser aceptada. Dicho en otros términos, los límites internos de la familia son los límites de su discurso y de sus reglas de legitimidad y el "poder" dentro de tal sistema lingüístico depende de la posibilidad de hacer oír la propia voz.

Intentaremos aclarar los conceptos comentados, mediante dos ilustraciones opuestas:

• La primera es la de las familias en las que se cometen abusos (físicos o sexuales) por parte del padre. Si bien cada caso reúne características propias, en la mayoría de ellos el discurso del autor de los abusos suele ser una versión rancia, trasnochada y grotesca de la familia patriarcal; el padre afirma su absoluta autoridad sobre el resto de miembros de la familia, que quedan privados de voz bien por ser mujeres o por ser menores que él. Los límites están claros hasta el extremo de la absoluta rigidez; el padre constituye un subsistema propio y todos los demás miembros de la familia otro (o más de uno). Sin embargo, estos límites no se explican a sí mismos, y sólo se justifican por el discurso que da sentido a las acciones, actitudes y emociones del padre (y de los demás miembros de la familia).

Tener voz en esta familia representa posicionarse con respecto al discurso del poder dictatorial, y ofrece un marco de alternativas empobrecidas: la del colaboracionista (como es el caso de algunos hijos varones de familias de este estilo, que acaban abusando también de sus hermanas), la de la víctima sometida (como es el caso de muchas madres e hijas que sufren en silencio la experiencia del abuso) o la del guerrillero (como es el caso de hijos o hijas que acaban abandonando estas familias o enfrentándose a su padre). En un caso extremo que presenciamos hace unos años (antes de que la violencia doméstica saltase dramáticamente a la actualidad), un parricida de 70 años que había acuchillado a su mujer de 65 hasta matarla justificaba sus acciones en términos de que "con el padre no hay razones". Aparentemente su mujer le había "faltado al respeto" y la acción "lógica" a seguir era matarla. Las acciones y emociones consecuentes del parricida tenían sentido dentro de su discurso de "la maté porque era mía": evidentemente el remordimiento no figuraba entre ellas… al fin y al cabo, se preguntaba él, ¿porqué debería arrepentirse de haber hecho lo correcto?

• Un segundo ejemplo menos dramático de la relación constitutiva entre poder y

discurso en el contexto de la terapia familiar es el de la "erosión" de la autoridad del subsistema parental en algunas familias contemporáneas. La explicación de sentido común es en muchos casos la del discurso de la "crisis de valores". Sin embargo, creemos que esa no es la respuesta por una razón evidente: dado que el

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substrato de los valores sociales es la colectividad, si la autoridad paterna fuera realmente un "valor en crisis" (es decir, un valor que ha perdido la credibilidad que lo sustentaba socialmente) la queja ante su erosión no sería tan amplia.

Al menos en nuestra experiencia, la mayoría de padres que renuncian a marcar límites claros a sus hijos y a reforzar tales límites mediante una acción coherente lo hacen basándose en el "discurso de la frustración y el trauma". Su idea, inspirada en una versión extrema de la importancia de los sucesos de la primera infancia, es que si se "frustra" un deseo infantil o adolescente se genera un "trauma" que puede tener todo tipo de consecuencias psicopatológicas imprevisibles en la vida adulta. Dicho discurso resulta omnipresente en nuestra sociedad, basta ver con cuánta frecuencia se explican las acciones de un adulto (especialmente las antisociales o delictivas) haciendo referencias deterministas a episodios traumáticos de su infancia.

Así, la cuestión no es tan simple como la inexistencia de límites claros entre el subsistema parental y el filial, sino que tal ausencia de límites tiene una justificación discursiva que trasciende incluso a la propia familia. El poder en tal situación discursiva lo ejerce quien mejor domina las formas de legitimación propias del "discurso de la frustración y el trauma", que normalmente es el niño o adolescente. Recientemente escuchamos a un adolescente comentar a sus padres durante una sesión de terapia familiar que si no accedían a comprarle unas zapatillas deportivas (equivalentes casi a una cuarta parte del sueldo mensual del padre) sería un "fracasado" ante su grupo de amigos.

4. Problemas humanos y procesos narrativos En concordancia con lo antedicho, consideramos los procesos psicológicos, problemáticos o no, como formas discursivas (véase Botella, en prensa). Los problemas existenciales sobre los que versan las conversaciones terapéuticas incorporan inevitablemente la dimensión temporal—precisamente porque la existencia implica temporalidad. Tal como afirma Carr (1986), las narrativas existenciales se cuentan al ser vividas y se viven al ser contadas. Teniendo en cuenta la definición de narrativa como interconexión de al menos dos acontecimientos o situaciones en una secuencia temporal, concluimos que los problemas humanos objeto de la psicoterapia se manifiestan en forma de discurso narrativo. Si la experiencia narrada asume una estructura narrativa, la experiencia vivida asume una estructura de representación (performance). Es en este sentido que consideramos la función de la narración no como descriptiva, sino como performativa (Austin, 1962) dado que es en sí misma una acción (o posicionamiento) en el mundo. El mundo al que hacemos referencia no es el mundo de la realidad física material, sino el mundo intersubjetivo de la ecología de narrativas en la que se sitúa cada una de ellas. Así, lo afortunado o desafortunado de una narrativa no puede ser evaluado en términos de su contraste con la realidad (como pretenden las terapias cognitivas racionalistas), sino según su inteligibilidad y coherencia con las formas de convención social en que se posiciona.

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En una formulación reciente de una posición equivalente, Martin (1994) destaca como la mayoría de procesos psicológicos (a diferencia de los procesos físicos de la materia) no pueden ser descompuestos en "átomos" constituyentes con un referente último en la realidad tangible. Así, el estudio de los procesos psicológicos es siempre (se quiera aceptar o no) el estudio de las formas de construcción de estos procesos. La psicología y la psicoterapia no acceden pues a la realidad en su esencia, sino a la forma en que individuos o comunidades dan sentido a su experiencia.

Ahora bien, el hecho de que los problemas objeto de la psicoterapia sean productos de la construcción discursiva no implica que sus efectos sean banales o "irreales". Las construcciones de la experiencia están ancladas en convenciones sociales, culturales, lingüísticas, narrativas, históricas, relacionales y discursivas que, si bien es cierto que cambian, no lo hacen de la noche al día. Es en el seno de estas convenciones, no precisamente efímeras, donde tiene sentido el ejercicio de la psicoterapia.

Como afirmábamos con anterioridad, toda experiencia humana es candidata al significado en un número mayor o menor de discursos narrativos culturalmente disponibles, y uno de estos discursos es el de los "problemas psicológicos". En este sentido, resulta imposible determinar qué experiencias pueden derivar en problemas, dado que potencialmente es el caso de cualquiera de ellas. Ante la omnipresencia del "discurso del déficit" (Gergen, 1994) en nuestro contexto cultural, cualquier conducta puede llegar a ser etiquetada de problemática (quien lo dude hará bien en consultar un la sección de libros de "autoayuda" de cualquier librería especializada).

Sin embargo, desde nuestra perspectiva sí hay una dimensión del discurso narrativo relacional de las familias que presentan un motivo de demanda común a todas ellas: su construcción de la situación como imposible de modificar. En otras palabras, "las personas que acuden a terapia suelen sentirse incapaces de intervenir en una vida que se les aparece como inmutable; están bloqueadas en su búsqueda de nuevas posibilidades y significados alternativos" (White & Epston, 1980, p. 50). A este respecto, las soluciones intentadas y fallidas, aún les convencen más de que la situación es desesperada, hasta el extremo (como decían Simon y Garfunkel en la canción "Wednesday Morning 3 A.M.") de llegar a sentir que su vida parece irreal, como una escena mal escrita en la que deben actuar. En este punto, nuestra concepción actual es que los problemas psicológicos se pueden concebir como resultado (a) del bloqueo en los procesos discursivos, narrativos y relacionales de construcción del significado de la experiencia y (b) del fracaso de las soluciones intentadas a dicho bloqueo.

Las personas acuden a terapia cuando se sienten atrapadas por lo que White y Epston (1980) denominan sus "narrativas dominantes"; historias que descalifican, limitan o niegan aspectos significativos de su experiencia y su sentido de identidad. Como afirma Mair (1990, p. 123): "nuestras vidas se configuran en las historias que vivimos, y nuestra experiencia se teje con las historias que narramos y las formas en las que nos es permitido narrar".

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En situaciones de crisis, no somos capaces de narrar nuestra propia historia o lo hacemos en formas que contradicen la experiencia vivida. No nos es posible anticipar nuevos acontecimientos, nos faltan aquellos elementos que legitiman y dan un sentido de coherencia y perspectiva a nuestra propia vida. En estos casos lo fundamental no resultan ser los estándares de la evidencia, sino la aproximación a un nuevo juego de lenguaje que nos permita acceder a formas alternativas de reconstruir nuestra narración actual. En palabras de Neimeyer (1995):

En contraste con los terapeutas cognitivos, que pretenden desmontar, poco a poco, los pensamientos automáticos distorsionados, las creencias irracionales y las inferencias ilógicas, los terapeutas constructivistas intentan articular el subtexto temático que rodea la trama de la vida del cliente, intentando ayudarle a experimentar con nuevas tramas que abren posibilidades para nuevos capítulos.

La psicoterapia, como ya propuso Kelly (1955/1991), deviene así una reconstrucción de la experiencia; una "forma única de conversación que intenta modificar las teorías personales de los clientes de forma que permitan incrementar la consecución de metas significativas y la resolución o afrontamiento de problemas y preocupaciones personales" (Martin, 1994, p. 98).

5. La psicoterapia como co-construcción narrativa Son muchos los autores que destacan el giro de las terapias psicológicas hacia la narratividad (entre otros, y además de los ya citados, Bruner, 1990; Gonçalves, 1995; Howard, 1991; Parker, 1992; Polkinghorne, 1988; Villegas, 1995) que se concreta en el paso progresivo del modelo médico al psicológico y, dentro del modelo psicológico, del racionalismo al constructivismo. Como ha sugerido Mair (1989) la psicología narrativa se distingue de la psicología "empírico-cientifista" u objetivista en el sentido que la segunda huye de las consideraciones políticas e históricas intentando imponer "una historia que acabe con todas las historias" (Mair, 1989, p. 10) mientras que la primera está profundamente comprometida con el contexto y la naturaleza local y política de las narrativas del ser humano.

La concepción de la psicoterapia como un espacio protegido para la co-construcción de significados alternativos más viables mediante una colaboración entre terapeuta y cliente supone el desplazamiento de una concepción objetivista y racionalista de la terapia a otra constructivista y contextualista. Este desplazamiento conlleva importantes implicaciones prácticas:

El concepto de curación es sustituido por el de cambio, que implica, como criterio, la dimensión temporal y evolutiva. Ya no se trata, por ejemplo, de combatir las ideas absurdas del paciente o de modificar o corregir sus hábitos disfuncionales, sino de entender el sentido de la acción humana, la cual es fundamentalmente discursiva y se

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desarrolla a través de la propia historia como una estructura narrativa. (Villegas, 1995).

Así, nuestra concepción de la psicoterapia es la de la génesis intencional de significados y narrativas que puedan transformar la construcción de la experiencia de los clientes mediante un diálogo colaborativo (véase también Kaye, 1995). Teniendo en cuenta la concepción de los problemas psicológicos que presentábamos en la sección anterior, nuestros principales objetivos terapéuticos, al trabajar con nuestros clientes son:

(a) ayudarles a introducir cambios significativos en cualquier dimensión de sus narrativas de forma que éstas reaviven su función de marcos relacionales para la búsqueda de nuevas posibilidades y significados alternativos que amplíen sus posibilidades de elección, y (b) ayudarles a hacerse conscientes de la propia naturaleza discursiva, narrativa y relacional de la experiencia humana, con la finalidad última de fomentar no una "sustitución" sino una "trascendencia narrativa" (Gergen & Kaye, 1992).

(b) Tales objetivos se resumen en la afirmación de Mook (1992) de que las familias que acuden a terapia necesitan dos cosas: inteligibilidad y transformación.

Más concretamente, el proceso que seguimos consta de siete fases no necesariamente secuenciales (véase también Fruggeri, 1992; Sluzki, 1992). Las describimos a continuación no sin advertir que lo que consideramos fundamental es su objetivo, no la forma concreta de intentar alcanzarlo. Así, hemos incluido algunos detalles sobre algunas de las técnicas que empleamos más a menudo, pero todas ellas podrían ser reemplazadas por otras que cumplan la misma función, tanto si se han descrito en la literatura como si responden a la creatividad del terapeuta:

1. Técnica de la Co-construcción de la alianza terapéutica: Básicamente se trata de la fase inicial de la relación terapéutica, en la que resulta fundamental negociar un acuerdo sobre las metas y las tareas implícitas en la terapia, así como desarrollar un buen vínculo emocional con la familia.

2. Elicitación de las narrativas dominantes, mediante el diálogo terapéutico o técnicas como la autocaracterización (Botella y Feixas, 1998; Feixas, Procter, & Neimeyer, 1993; Kelly, 1955/1991), las preguntas circulares (Selvini-Palazzoli, Boscolo, Cecchin, y Prata, 1980), el uso de metáforas o documentos escritos tales como cartas, diarios o autobiografías (White & Epston, 1980) o algunas variantes de Rejilla de constructos personales, adaptadas a su uso con familias (Feixas, Procter, & Neimeyer, 1993). En este punto encontramos útiles algunas formas de conceptualización desarrolladas por autores sistémicos, y especialmente la de Green (1988) que implica evaluar cuál es

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el problema de la familia y la meta de la terapia, cuál es la explicación o teoría personal de los miembros del sistema familiar sobre a qué se debe éste, en qué fase del ciclo vital de la familia aparece, cuál es el patrón interaccional en que se sitúa, cuáles son las alianzas y coaliciones entre miembros del sistema familiar, y cuál es la función sistémica del problema. 3. Deconstrucción de las narrativas dominantes, en cuanto a sus dimensiones de relevancia terapéutica susceptibles de transformación. En la actualidad consideramos un conjunto de diez de tales dimensiones (véase Sluzki, 1992, para un sistema alternativo compatible): meta narrativa, argumento, tema, personajes, causalidad, iniciativa, relevancia, coherencia, forma narrativa, nivel de conciencia narrativa y apertura a alternativas. 4. Fomento de la emergencia de narrativas subdominantes: Afortunadamente, como se afirma desde el construccionismo social, ningún discurso es del todo monolítico. Dicho de otra forma, para cada narrativa dominante de la familia existen otras voces y otros discursos subyacentes, acallados, minusvalorados, subyugados, sometidos, desacreditados, menoscabados o subdominantes. Son las voces discordantes de las excepciones, del desacuerdo; son las pequeñas grietas que, debidamente ensanchadas en el diálogo terapéutico, pueden permitir la entrada de aire fresco en el ambiente viciado de la narrativa dominante estancada. Actualmente encontramos que la forma más significativa para las familias de dar voz a esas narrativas subdominantes es que provengan de su propio seno. En este sentido, utilizamos formas de conducción de la conversación terapéutica tales como centrarnos en soluciones (de Shazer, 1985; Hudson O’Hanlon & Weiner-Davis, 1989), la externalización del problema y la identificación y exploración detallada de los acontecimientos extraordinarios (White & Epston, 1980), estrategias de aflojamiento o rigidificación narrativa y de inducción del rol de observador (Botella y Feixas, 1998), técnicas de procedencia psicodinámica como la confrontación (véase Coderch, 1987) y en general cualquier estrategia que conduzca a la deconstrucción y reconstrucción de los discursos narrativos dominantes de la familia. La tarea no resulta fácil en algunos casos, dado que debido precisamente a la necesidad de dotar de inteligibilidad a su narrativa y de hacerla convincente, la mayoría de las historias que las familias narran en terapia ocultan cuidadosamente sus condiciones de producción, presentándose como la única opción posible. En algún caso, también el papel del equipo de supervisión resulta clave en cuanto a la génesis de narrativas alternativas, especialmente si se utilizan recursos técnicos como el equipo reflexivo (véase Andersen, 1991) o el uso de material escrito como forma de comunicación con la familia. 5. Validación de las narrativas alternativas: Tras haber accedido a dichas narrativas subdominantes y haberlas convertido en figura (en lugar de fondo) prestándoles la atención que merecen, el proceso continúa mediante su validación en contextos diferentes y más amplios que el original. Este es un punto delicado y vital;

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en demasiadas ocasiones hemos visto como terapeutas inexpertos desaprovechaban la oportunidad de validar una visión alternativa a la narrativa dominante de sus clientes por estar prestando más atención al problema que a las excepciones. En principio, mediante la co-construcción fomentada por el diálogo terapéutico y el uso de instrumentos tales como la técnica de la moviola (véase Guidano, 1995), la técnica de la pregunta curiosa (White y Epston, 1980), o las ocho estrategias de cambio propuestas desde la teoría de los constructos personales (Botella y Feixas, 1998) intentamos resaltar los aspectos de la narrativa subdominante más ligados, entre otras cosas, a la iniciativa activa, forma narrativa progresiva, nivel de conciencia narrativo reflexivo y/o elevada apertura a alternativas. 6. Práctica de las narrativas alternativas, mediante el uso de tareas o prescripciones post-sesión. La finalidad de esta fase es la de resaltar la utilidad de la nueva narrativa no sólo como marco de comprensión del pasado, sino como fuente de acciones futuras. 7. Fomento de la reflexividad: Esta fase coincide con la que en terapia familiar estratégica se denomina finalización y reconocimiento de méritos. Nuestra intención es que la familia se haga consciente de hasta qué punto han sido capaces de reavivar sus procesos discursivos de atribución de significado a la experiencia precisamente al hacerse conscientes de su propia discursividad. En esta fase acostumbramos a pedir a los clientes o familias que redacten una narrativa sobre su historia en la terapia, dado que ello contribuye a externalizar su capacidad de cambio y los factores que han contribuido a ella. Por otra parte, dado que no planteamos el cese de la relación terapéutica desde la metáfora del duelo, sino desde la del ritual de paso (véase Epston & White, 1995), tales narrativas nos resultan sumamente útiles en cuanto a la especificación de los logros de nuestros clientes como consecuencia de dicho "tránsito". 6. Bibliografía

Andersen, T. (Ed). (1991). The reflecting team: Dialogues and dialogues about the dialogues. New York: Norton. Anderson, H. y Goolishian, H. (1988). Los sistemas humanos como sistemas lingüísticos: Implicaciones para la teoría clínica y la terapia familiar. Revista de Psicoterapia, 2, 41-72. Asch, S. (1956). Studies on independence and conformity: A minority of one aginst a unanimous majority. Psychological Monographs, 70. Austin, J.L. (1962). How to do things with words. London: Oxford University Press. Botella, L. (in press). Clinical psychology, psychotherapy, and mental health: Current issues and future dilemmas. International Journal of Psychotherapy.

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