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Monacato cristiano Introducción 1. Antecedentes y orígenes del monacato cristiano 1. Orígenes del Monacato Cristiano 2. Variedad de formas del monacato. A).- El Ascetismo Primitivo B).- Las Colonias de solitarios C).- Las Ermitañas D).- San Antonio y el anacoretismo E).- La vida del monje en el desierto

Monacato Cristiano

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Sobre los monjes

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Monacato cristianoIntroducción

1. Antecedentes y orígenes del monacato cristiano

1. Orígenes del Monacato Cristiano

2. Variedad de formas del monacato.

A).- El Ascetismo PrimitivoB).- Las Colonias de solitarios

C).- Las Ermitañas

D).- San Antonio y el anacoretismo

E).- La vida del monje en el desierto

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"LOS INICIOS DE LA VIDA MONASTICA".

 

Introducción

"Escucha, hijo, los preceptos de un maestro e inclina el oído de tu corazón, acoge con gusto la exhortación de un padre bondadoso y

ponla en práctica, a fin de que por el trabajo de la obediencia retornes a Aquel de quien te habías apartado por la desidia de la

desobediencia. A ti, pues, se dirige ahora mi palabra, quien quiera que seas, que renunciando a satisfacer tus propios deseos, para

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militar para el señor, Cristo, el verdadero rey, tomas las potentísimas y espléndidas armas de la obediencia." ( Prólogo de

su Regula Benito de Nursia)

Son estas palabras dichas por Benito, que quizás fueron dichas por otros hombres y en otros tiempos anteriores las que escucharon tal vez estos hombres en su interior y decidieron dejar todo e imitar el ejemplo de Cristo, ejemplo que logró crear una enorme y notable

institución que perdure hasta el día de hoy..

En estos inicios del siglo XXI y ante la nueva Constitución europea, es un acto de justicia histórica, reconocer la importancia que las

comunidades monásticas han tenido en la conformación cultural de Europa(21) , sino además, y especialmente en lo que respecta a

nuestro

El monacato aparece como una clase dentro del cristianismo solo a fines del siglo III. Antes era solo un grupo de hombres dedicados a

la vida solitaria, elección hecha por voluntad propia. El monje ( palabra del griego monos, que quiere decir solo o solitario)era el

hombre que vivía apartado de los demás.

El surgimiento del Monacato Cristiano es sin duda alguna una cuestión disputada, ya que el motivo que originó su aparición no

está claramente establecido. Ante esto es preferible dar a conocer todas las hipótesis para así tener una visión de conjunto sobre el

posible móvil que dio origen al surgimiento del monacato cristiano:

1. Fundamentación Bíblica : Mateo 19:29 " Y todo aquel que haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o hacienda por mi nombre, recibirá el ciento por uno y heredara vida eterna".

2. El movimiento monástico surge como una incompatibilidad entre el cristianismo y el mundo, como protesta ante el relajamiento de la

vida cristiana. 3. Se atribuye el inicio del movimiento monástico a los cristianos que

se refugiaron en los montes y desiertos durante las persecuciones.

4. La vida monástica surge como sucedáneo del martirio. Se cambia el martirio físico por un martirio general contenido en la forma de vida

monástica, practicando la abstinencia y el ayuno.

5. Otras razones más bien alejadas de lo cristiano serian : liberarse de la servidumbre, de las deudas, etc.

Ante esto lo más razonable es no dar una sola causa todo el peso que implica el origen del monacato cristiano ya que lo más probable es que

sea producto de muchas razones. Sin embargo si hubiese que atribuir el origen del monacato a una razón más específica e imperecedera, esta

razón seria el ansia de seguir a Cristo.

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1. 1. Antecedentes y orígenes del monacato cristiano

1.- Orígenes del Monacato Cristiano

El monacato surge principalmente en las dos ultimas décadas del siglo III y lo hace a raíz de que algunos cristianos se desligan de su vida

cotidiana, es decir de su familia, de sus pertenencias, etc. Y se retiran a la soledad para llevar una vida de austeridad voluntaria. Austeridad que se

refiere a lo económico, alimentario, vestimenta, castidad, etc. En fin, normas impuestas por ellos mismos con el objetivo de seguir el ejemplo

de Cristo.

Por lo tanto el monacato cristiano representa un paso en la evolución de la vida perfecta.

La vida monástica (en su forma inicial) aparece en varias de las mas importantes religiones del mundo civilizado, lo que nos demuestra que es

una reacción humana y normal ante las aspiraciones morales y espirituales, ya que fue la enseñanza de Jesús la que dio forma a esas

aspiraciones, engendrando así la existencia del monacato." Históricamente, la vida monástica y las actividades próximas y

dependientes de ella en la Iglesia cristiana, se presenta desde principios del siglo IV hasta nuestros días como un impulso vocacional de aquellos que desean dedicarse enteramente a una comprensión mas profunda y

una observación mas completa de los mandamientos y consejos de Cristo de las que se exigen a los que profesan simplemente la religión

cristiana. Este concepto de la vida cristiana vivida en diferentes intensidades, es decir, por grupos o clases reconocidos, aunque nacida de la experiencia en otros aspectos de la vida humana, ha sido y es aún

materia de discusión."

Es por tanto necesario hacer hincapié en que los orígenes del monacato cristiano no obedecen a una sola causa, sin embargo el primitivo

monacato identifica en gran medida la imitación de Cristo encarnada en la idea del martirio.

El antiguo monje cree que con la imitación de Cristo puede cumplir de mejor manera algunos de los imperativos del Evangelio como son la

genuina aspiración a la perfección y el verdadero amor a Dios. Siendo así resulta claro ver que el monaquismo cristiano en sus orígenes se entendía a sí mismo como la realización de ideales cristianos de

perfección y representa un paso importante en la evolución de la vida perfecta que se practicaba en la iglesia.

Cuando en las dos décadas finales del siglo III algunos cristianos de Egipto y de Siria Oriental se desligaron de sus anteriores formas de vida

en común en la familia y en la comunidad cristiana y se retiraron a la soledad, lejos del contacto con los hombres, para llevar una vida de

voluntaria pobreza y de continencia sexual, quedo dado el primer paso

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que, desbordando el temprano ascetismo cristiano, había de conducir al monacato propiamente dicho.

Por otra parte hay que comprender que desde el principio de la vida cristiana, las comunidades mostraban su respeto por los que elegían la

virginidad y la castidad. Esta opción se basaba en el ejemplo y en la enseñanza de Jesús :

" Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven

y sígueme.Oyendo el joven esta palabra, se fue triste, porque tenia

muchas posesiones.Entonces Jesús dijo a sus discípulos: De cierto os digo, que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Otra vez os digo, que es más fácil pasar un camello por el ojo de una

aguja, que entrar un rico en el reino de Dios.

Sus discípulos, oyendo esto, se asombraron en gran manera, diciendo: ¿ Quién, pues, podrá ser salvo?

Y mirándolos Jesús, les dijo: Para los hombres esto es imposible; mas para Dios todo es posible.

Entonces respondiendo Pedro, le dijo: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido; ¿qué, pues,

tendremos?

Y Jesús les dijo: De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria,

vosotros que habéis seguido también os sentareis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel.

Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o hijos, o tierras, por mi

nombre, recibirá cien veces mas, y heredará la vida eterna.

Pero muchos primeros serán postreros, y postreros, primeros."

( Mateo 19: 21-30.).

Jesús exhorta a sus seguidores a dejarlo todo, a llevar una vida pura.Para el siglo II y III, los testimonios son cada vez más numerosos sobre

hombres y mujeres que escogen el camino del ascetismo y de la castidad. A la motivación cristiana de dejarlo todo por el reino de los cielos habría

que añadir a los que escogen la castidad por disgusto ante la inmoralidad del ambiente; para las mujeres, la virginidad podía ser una manera de

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liberarse de la sujeción social que era el matrimonio.Hay que tener presente que el monacato no se puede separar de la vida social, lo esencial es tener noción de las reales razones que movieron a gran numero de personas a practicar algunas formas de ascetismo para

satisfacer sus aspiraciones religiosas a partir del año 270 aproximadamente.

Con la paz de la Iglesia, desaparece el martirio. El ser cristiano no conlleva ningún riesgo y muchos empiezan a relajarse. Es así como

algunos hombres desean llevar una vida cristiana más fervorosa y alejada de las preocupaciones del mundo. Y se van al desierto, es el origen del

monaquismo.

Egipto : cuna del monacato cristiano

Casi no hay duda acerca del momento y el lugar de aparición del monacato en Oriente. El lugar fue el bajo Egipto y el momento a finales

del siglo III; específicamente la Iglesia egipcia del año 271.

"En Egipto aparecieron las primeras grandes de figuras de monjes, universalmente admitidas y propuestas como modelo. En Egipto se especificaron relativamente pronto las principales formas de vida

monástica –el anacoretismo y, sobre todo, el cenobitismo- , con perfiles nítidos, perfectamente determinados. Por su numero, sus proezas

ascéticas, su discreción, su doctrina y sus virtudes, los monjes de Egipto alcanzaron pronto gran celebridad: se escribe sobre ellos; se emprenden largas y penosas peregrinaciones para visitarlos; se recogen avaramente

sus dichos y hechos. A fines del siglo IV es Egipto el país clásico del monacato, el paraíso de los monjes."

Por consiguiente se podría decir que el monacato es una autentica creación del Egipto cristiano. Ahí mantuvo con mayor rigor su total

separación del mundo y casi no intervino en el curso de la historia, salvo en controversias doctrinales, pero en lo que se refiere a la vida política o

económica el monacato no tuvo influencia.Pero ¿ por qué surgió el monacato precisamente en Egipto?

El clima y el terreno, en el sentido del desierto y la soledad son favorables. Por otra parte hay que tener presente que en Egipto permanecía una cultura milenaria, esto hace que los cristianos

aburridos de esa cultura huyan del mundo.

Pero si queremos dar una razón más positiva ésta tendría que estar enmarcada en el ámbito de la creencia o expectativa del mas allá, esta actitud espiritual y religiosa básica, de la que tantas generaciones se

habría nutrido, era altamente apropiada para albergar y hacer fructificar las vocaciones cristianas.

En pocos decenios, regiones del alto Egipto muy alejadas de los grandes asentamientos humanos ( llamadas mas tarde la Tebaida por referencia a su centro geográfico, Tebas) y la zona del desierto de Nitria al sudoeste

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de Alejandría, se vieron pobladas por numerosos hombres que construían chozas o alojaban en cuevas, demostrando así que el desierto de Egipto era el ambiente propicio para el inicial desarrollo del monacato cristiano.

Por otra parte la situación económica y política contribuyó de cierta manera al éxito del monacato en Egipto. Pero la vida monástica en el

desierto es demasiado dura para que resulte soportable a hombres sin fe. Lo que realmente explica este éxito es el misticismo ardiente y el modo heroico de soportar el sufrimiento." Resulta natural que en un pueblo

cristiano de tales características floreciera exuberante la vida religiosa. El monacato fue en Egipto no sólo un fruto de la sabia y helenista Alejandría,

sino del sencillo y ardiente pueblo copto. Fueron estas gentes rústicas, sin educación, las creadoras de las formas monásticas mas probadas, los que proporcionaron a la Iglesia el paraíso de los monjes que fue Egipto a

lo largo de los siglos IV y V."Es así como Egipto a partir del siglo III se va transformando en la cuna del

monacato no, las condiciones naturales son propicias, los hombres buscan la soledad.

Egipto y su desierto logran entregar lo que los hombres anhelan.

2. Variedad de formas del monacato.

Seria imposible representar la vida monástica en Egipto como un todo homogéneo. Surge sin duda alguna como una manera de seguir a Cristo,

pero esa manera no es uniforme.El monacato cristiano en Oriente se dará de diversas formas:

A).- El Ascetismo Primitivo

Este ascetismo esta caracterizado por la exagerada austeridad que se imponían los cristianos, tanto hombres como mujeres. Estos ascetas no

se alejaban de su comunidad, sino por el contrario, permanecían en medio del mundo, con sus familias y participaban en la vida común de la

sociedad. Solo a fines del siglo III los ascetas empezaron a retirarse al desierto.

Es importante tener en cuenta que la espiritualidad de este grupo esta enmarcada en el valor que ocupa la persona de Cristo. Jesús no es para estos hombres un ideal abstracto, ya que la estrecha unión con El y su

presencia entre ellos las permitirá perseverar en la humildad, en la perfecta pureza; con la ayuda de Jesús rechazarán todo el mal que se

encuentre en este mundo.

Los ascetas practicaron austeridades que conducían a la más alta mortificación, el ayuno estaba establecido para los días miércoles y

viernes, pero muchos ascetas aumentaron dichos ayunos y agregaron otros tipos de abstinencias. La oración tenia una especial preponderancia en las Vigilias; estas tenían lugar cada semana en la noche del sábado al

domingo. Estas vigilias estaban compuestas de lecturas bíblicas, homilías, salmos y oraciones. Ascetas y vírgenes, siguiendo la costumbre Judía se hacían el deber de orar en la mañana, al mediodía y por la tarde.

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Habitualmente oraban de rodillas, salvo en Pascua que lo hacían de pie como signo de gozo por la resurrección del Señor.

Hay que recordar que durante los tres primeros siglos las persecuciones fueron casi permanentes y esto hacia que la vida cristiana fuera dura y

penosa, por lo cual debían fortalecer la "paciencia". Paciencia en el sentido etimológico de la palabra es la capacidad de padecer, patior, los

males y sufrimientos de esta vida, con constancia y resignación, ya que la recompensa será una gloria incomparable. Mediante la paciencia se

prueba la fe, el hombre se desprende de los bienes del mundo y se es capaz de soportar las injurias; la paciencia mitiga el dolor de las penas y

apaga el deseo de venganza, a la vez que da fuerza y coraje.

B).- Las Colonias de solitarios

Contrario a lo que podría creerse, lo normal era que los solitarios vivieran cerca unos de otros ya que la vida en el desierto era penosa y difícil, algo

tan elemental como los alimentos no es fácil procurárselos, por lo cual permanecían estos hombres relativamente cerca para así poderse ayudar.

Lo habitual entre este grupo de hombres era reunirse en torno a un hombre que estuviese mas preparado en lo espiritual y así era como se

convertían en una hermandad de solitarios, en la que celebraban juntos la Eucaristía. Tal es el origen de las colonias de ermitaños, de las que hubo

muchas en Egipto.

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" Las mas celebres se encontraban en el norte, no muy lejos de Alejandría. Eran las de Nitria, Escete y las Celdas. En buena parte, eran

famosas por ser las más fáciles de visitar y, de hecho, las mas visitadas. Es muy posible e incluso probable que en otras partes del inmenso país hubiera otras colonias eremíticas tan virtuosas y edificantes, de las que nada o casi nada sabemos. Pero es muy cierto también que en las tres

colonias mencionadas vivieron anacoretas dignos de todos los elogios, como Ammón, los dos Macarios, Pambo, Pablo el simple, Poimén, Sisoes,

Arsenio, Evagrio."

Es interesante ver como la vida de Macario, conocido también como San Macario de Egipto o Macario el viejo fue ejemplo para muchos otros

solitarios.Al poco tiempo de retirarse e iniciar su vida de solitario, sus virtudes le

atrajeron imitadores y fue así como se formo la primera agrupación monástica de Escete, bajo la dirección de Macario. Macario se distinguía

por su discreción, sus sermones e instrucciones. El era sacerdote, lo cual no era imprescindible para llevar una vida de solitario, pero esto le valió para tener gran llegada con sus seguidores. Macario organizo la primera

colonia de Escete y luego se marcho a unos veinte kilómetros de distancia, en donde murió al poco tiempo. Lo que no impidió que en ese

lugar se juntaran muchos solitarios y formaran otra colonia.

Esta forma de monacato estaba basada en la concepción anacorética y constituía una comunidad cooperativa de solitarios.

En el centro de las colonias generalmente se levantaba una iglesia, cuyo sacerdote, anacoreta como los demás, gozaba de cierta autoridad.

Lo más conveniente para los solitarios era agregarse a una de tantas colonias anacoréticas que existían en Egipto, ya que les solucionaba

muchos problemas tanto de orden material como espiritual.

C ).- Las Ermitañas

Las mujeres no estuvieron ajenas a este tipo de vida. Ellas dejaban la ciudad y su familia para encerrarse en algún sepulcro, recibiendo por una

ranura los alimentos necesarios para su subsistencia.

Otras mujeres, asustadas por los peligros del desierto permanecían encerradas en sus casas. De mas esta decir que su ideal era la virginidad,

mediante esta y la oración permanente pretendían seguir a Jesús.

D ).- San Antonio y el anacoretismo

La forma temprana y más concreta del monacato cristiano en Oriente fue realizada por los anacoretas, aquellos cristianos que a partir de la

segunda mitad del siglo III, en numero rápidamente creciente, añadieron al ascetismo practicado hasta entonces dentro de la comunidad cristiana

la separación permanente de la familia y la comunidad.También se debe mencionar la existencia de un grado intermedio entren

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ascetismo y anacoretismo, es decir, el caso de ascetas que se retiran pasajeramente a la soledad, es así como el ascetismo cristiano primitivo

condujo a la anacoresis en las cercanías del pueblo natal, pero en el fondo se luchaba por una forma todavía más rigurosa de eremitismo en el

desierto egipcio.

Una vez que en algunas zonas se fueron acumulando residencias de ermitaños, fueron surgiendo agrupaciones de anacoretas, uniones algo

débiles en la que los solitarios se reunían en torno aun monje de prestigio que fuera su consejero y padre espiritual, aunque sin que le

correspondiera tal cargo, este monje asumía el papel de superior o Abad. Estas agrupaciones de anacoretas, que generalmente eran un numero

considerable, vivían cada uno en su propia casa o habitación.

En el movimiento del anacoretismo es importante la figura de San Antonio:

Antonio nace al sur de Menfis el año 251 aproximadamente. Perteneciente a una familia cristiana, a los 20 años siente el llamado de Dios: vende

todo y su fortuna la reparte entre los pobres. Se pone bajo la dirección de un anciano asceta quien le entrego las "armas" necesarias para llevar una

vida según el ejemplo de Jesús.Antonio en la primera fase de su existencia anacorética, en la que moraba todavía en las cámaras sepulcrales del cementerio próximo a su pueblo natal podemos encontrar rasgos esenciales del monaquismo egipcio:

oración, trabajo manual y lectura de las Sagradas Escrituras.

Esto era como lo básico, pero a los monjes de mayor experiencia se les planteaba una cuestión difícil de eludir: la lucha con el demonio. Que era

en definitiva una lucha contra los poderes hostiles a Dios, que debe superarse mediante la fe.

Ya que en la terrible soledad del desierto esta el hombre expuesto con mayor rigor al asecho del diablo y es ahí donde se enfrenta a él y da la

mejor prueba de su monaquismo.Luego Antonio se interno en el desierto y vivió durante veinte años en un

fuerte abandonado.

" Cuando se decide a salir del largo retiro, la vida eremítica se desarrolla en torno a él. Un gran numero

de "monasterios" ( o sea, de celdas, habitada cada una por un solitario) se fundan y él es como su "padre".

Realiza curaciones físicas y morales. Y da a sus monjes una enseñanza que consiste sobre todo en

saberse guardar del demonio, su táctica y engaños."

Como vemos la lucha contra el demonio es algo permanente en el desierto y pone a prueba la preparación y fe del monje, ya que es un

asunto de fe combatir las tentaciones demoníacas.

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Antonio murió a los ciento cinco años, el 17 de Enero del 356. Antonio es el padre y modelo de los anacoretas del desierto.

Hay que tener en cuenta que en Egipto el desierto esta al alcance de todos y es lógico que se retiren a él los que quieran separarse de la

sociedad, ya que el desierto es la dura realidad que sirve de teatro al ideal monástico, el desierto es el lugar en donde no solo físicamente se junta el

cielo con la tierra, es el lugar donde el ser humano se hace ángel o demonio, y además ofrece la "infraestructura" necesaria, como son las sepulturas de la época faraónica, es ahí donde se van los hombres que

quieren llevar una vida alejada del mundo.

Estos hombres pertenecían mayoritariamente a las clases bajas de la sociedad egipcia, pocos eran los procedentes de la clase media, y todavía

menos los salidos de las capas superiores.

Estos monjes pertenecían a un mundo rudo, ingenuo, talvez un poco inculto. La mayoría no conocía el griego, hablaban, leían y escribían en

copto, claro que muchos ni siquiera sabían leer y escribir, por lo tanto no es extraño que estos monjes sintieran desconfianza ante discursos

intelectuales, aunque tuvieran una base teológica.Para ellos su religión, su forma de vida era simple, practica. Ellos daban

mayor importancia a la vida cotidiana que a las especulaciones sobre esta, deseaban avanzar en el camino de la perfección mas que analizar

estas etapas. Esta era la manera en que pensaban y actuaban la mayoría de los anacoretas egipcios.

Otro aspecto que hay que dejar bien claro al tratar sobre la identidad de los anacoretas es su condición de laicos, el sacerdocio entre ellos era algo poco común ya que significaba abandonar la soledad, su estado

monástico. Por lo tanto el sacerdocio no era masivo entre los monjes, por las razones anteriores y porque solo se dedicaban al sacerdocio los

monjes mas instruidos.

E ).- La vida del monje en el desierto. No es una vida de completo reposo, es una lucha, una vigilancia continua contra las agresiones del demonio. Los espíritus del mal están esparcidos

por todas partes y son como los seres humanos en el sentido que cada uno tiene su propio carácter y sus intenciones. Además como todo

hombre tiene su ángel bueno, debe cuidarse de su ángel malo, el cual está esperando el momento propicio para hacerlo caer.

Por lo tanto el monje, el cual está en el camino de la perfección debe luchar contra los ataques del demonio, el cual se manifiesta en forma de

tentaciones. En la bibliografía se hace mención al llamado "demonio del mediodía", quien representa a la tentación que surge precisamente a esa hora del

día, es en el fondo la tentación mas fuerte para los monjes, representada por una ansiedad terrible que hace que el monje reniegue contra su forma

de vida. " Cuando este demonio se apodera del alma infortunada, le inspira horror

por su vida, disgusto por su celda, desprecio y desestima de los

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hermanos que habitan con él o cerca de él, teniéndolos por negligentes y poco espirituales. Lo vuelve flojo y perezoso para todos los trabajos que

debe hacer en su celda. No le permite ni permanecer en la celda ni aplicarse ala lectura. El monje se lamenta frecuentemente del poco

progreso realizado después de tanto tiempo que habita en ella, de los magros frutos espirituales que puede esperar mientras esté en compañía

de tan mediocres hermanos… podría dirigir, servir a otras almas ¡ y no forma a nadie, no consigue beneficiar a nadie con su dirección y su

ciencia!. Alaba a los monasterios que están lejos del suyo. Habla de ellos como de

lugares donde el progreso y la salvación son mucho más fáciles de obtener; describe el encanto el provecho espiritual que se siente viviendo

con los que los habitan. Por el contrario, todo lo que tiene a mano está lleno de amargura."

En esta cita se ve en forma clara lo que representa el demonio del mediodía, y hace que el monje pierda toda esperanza incluso puede hacer

surgir pensamientos pecaminosos en él. Para estas manifestaciones demoníacas o tentaciones el monje debía

estar preparado. Conocer las Sagradas Escrituras y practicar fervorosamente la oración eran formas de combatir estos embates del mal. Pero eso no es tan fácil ya que el camino que ha de recorrer para

lograr la perfección, la similitud a Jesús, es muy largo y duro.Está en las manos del monje procurarse la defensa contra las agresiones demoníacas, el monje con la pureza de corazón que ha ido adquiriendo,

con la tranquilidad de espíritu puede ir aplacando las tentaciones. Otra forma de mantener las tentaciones alejadas son mortificando el cuerpo, la vía más común eran los ayunos excesivos, con los cuales

pretendían una prudencia en todo sentido, aunque fuera atentando contra su propia salud.

Así se daba la vida del monje en el desierto durante los primeros siglos del monacato cristiano. Diversas formas de alcanzar la perfección, pero

todas encaminadas hacia un único objetivo, que era lograr una vida parecida a la de Jesús.

El CenobitismoPacomio: el hombre y el monje

La koinonia de San Pacomio: " un solo corazón, una sola

alma, todo en común"

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Hombre de origen pagano, Pacomio, cuyo nacimiento se sitúa en la Tebaida superior hacia el año 292, es sin duda alguna el fundador del

monaquismo cristiano, al ser el inaugurador de la vida cenobítica, de la vida común.

Pacomio como es lógico no nace con la idea de crear una institución innovadora, ni con un espíritu cristiano, por el contrario, Pacomio era un egipcio común, reclutado por el ejercito Romano, a quien gracias a este

hecho la vida en adelante le seria muy distinta. Pacomio tenia unos veintitrés años cuando fue alistado a la fuerza en el ejercito imperial. En la ciudad de Tebas, primera etapa del convoy en el

que iba, conoció a unos hombres que acudieron a avituallar y consolar a los reclutas que tan de mala gana se veían obligados a servir bajo

estandartes extranjeros. Profundamente conmovido por tanta caridad, Pacomio indaga que sus bienhechores son cristianos.

Este hermoso ejemplo le inspira una decisión muy generosa: hace voto de consagrarse al servicio de sus semejantes si logra librarse de la

milicia. Poco después y contra toda esperanza fue licenciado. No olvido Pacomio su promesa. En Shenesit o Chenoskobion (Kar-es-Sayad en la

actualidad), población profundamente cristiana, se hizo instruir y bautizar..

El bautizo e instrucción de Pacomio, como es de suponer no eran suficientes para transformarlo en el Padre del cenobitismo, el camino se

había iniciado, pero era un largo y no menos difícil camino. Años mas tarde, tal vez dos o tres, Pacomio se pone bajo la guía de

Palamón, quien dirigía espiritualmente a un grupo de anacoretas, de él recibe las primeras enseñanzas: oración, lectura de las santas Escrituras,

trabajo, etc.

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Pacomio y Palemon llevaron una vida muy austera, solo comían pan y sal, y otros alimentos ligeros. Su tiempo estaba dedicado a la oración en

forma casi exclusiva, llegando a no dormir. Pacomio decide abandonar a Palamon, después de permanecer siete

años con él. Pacomio dotado de una gran intuición y sentido practico, se dio cuenta muy pronto de los peligros y arbitrariedades a que se encontraban expuestos los eremitas. Sintió en su alma una clara

inspiración que le arrastraba a dedicarse a ayudar a esos buenos monjes, llenos casi siempre de la mejor voluntad, pero con una inexperiencia y

carecía de medios superlativa. Había que trabajar las almas humanas para presentarlas puras a Dios. Esa era su vocación.

Su vocación era servir, ayudar a los demás, y durante los años de estadía con Palamon se dio cuenta que su misión no iba a ser posible en su

totalidad.Así fue como inicio su caminata, la cual finalizaría en Tabennisi, una aldea

abandonada, en donde decide construirse una celda para vivir. Aquí iniciaría su primera comunidad.

Los comienzos de esta vida no le serian tan fáciles, hay que imaginar que el solo hecho de la construcción de una celda era tarea complicada para

un solo hombre.¿ Cómo iniciaría su comunidad Pacomio?. Seria fácil pensar en Pacomio

reclutando gente, tal vez sirviéndose de un discurso cristiano sobre salvación, bondad, los beneficios espirituales de una vida comunitaria u

ofreciendo su ayuda para la salvación de las almas. Pero realmente no fue así.

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El primero en unirse a Pacomio fue su hermano Juan, con el cual inició la ampliación general del local.

Poco a poco comenzaron a llegar hombres de poblados cercanos para unirse a esta incipiente comunidad. Los primeros en llegar no eran los

candidatos adecuados, eran soberbios, insolentes, no acataban las normas de la vida común y Pacomio se vio enfrentado a la decisión de

expulsarlos. Luego del primer intento Pacomio no desiste, recibe nuevos discípulos, pero a estos les exige aparte del bautismo la renuncia total de todos sus

bienes, para evitar así cualquier conflicto. La idea es que todos estén en igualdad de condiciones y los bienes que

pudiesen poseer no fueran motivo para problemas dentro de la comunidad. Todo debe ser de todos.

Así Pacomio inicia a tientas su organización. De ahora en adelante se vera enfrentado a todos los problemas que implica una organización, ya que

en la vida comunitaria todo deberá ser reglamentado para evitar conflictos y arbitrariedades.

El primer problema fue la mantención de la comunidad. En los inicios fue necesario que los monjes salieran a trabajar fuera del recinto en que vivían para lograr su sustento, Pacomio se limitaba a administrar los

salarios para que nada faltara en la comunidad y hacer las tareas propias de aquella vida, de la vida domestica que él debía manejar.

Pacomio–no tarda en ver este sistema incompatible con el recogimiento y la disciplina. Cuando la afluencia de los monjes aumenta en proporciones

insospechadas, la organización resulta prácticamente insostenible, impracticable. Hay que pensar en un nuevo régimen. El Apa comenta las dificultades con los ancianos de la colonia, y se decide a implantar en su

organización un sistema autárquico. Tres monjes se comprometen a observar las Reglas que redacte. Y comienza la segunda etapa. Esta

nueva estructura es más lograda, mucho más perfecta.. Debido a los problemas e inconvenientes que producía el trabajo de los monjes fuera de la comunidad, Pacomio opta por cambiar el sistema de

trabajo y es así como instaura los gremios de trabajo dentro del monasterio o cenobio, equilibrando el trabajo con las horas de oración y

lectura divina. Así por fin Pacomio inicia la reforma del Anacoretismo, tratando de establecer una verdadera comunidad monástica, en que todo esta

dividido equitativamente apoyándose en la Regla, la cual ira redactándose poco a poco, según las necesidades que él vea.

En todo esto Pacomio no podía estar solo, la dirección y manutención de este tipo de vida era imposible que estuviese a cargo de un solo hombre,

es por tanto que Pacomio se hace asesorar por los hombres mas ancianos de la comunidad, el no pretendía ser un dictador, sino un buen

guía para todos sus hermanos.La experiencia le había enseñado que un grupo de gente llevando una

vida común no lo era todo, se necesitaba mas y es por eso que Pacomio comienza a escribir su Regla, con el objeto de ordenar y reglamentar esa vida común. Pacomio condujo a los hombres que se reunieron en torno a

él a una alta perfección, sobre todo dándoles un ejemplo de fervor.

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Hacia el año 320 Pacomio dio comienzo al primer gran cenobio o monasterio de vida común.

En esta nueva experiencia dos rasgos del pacomianismo podían fácilmente representar un peligro para el propio ideal propuesto. . En

primer lugar lo numeroso de la comunidad, que seguramente comprendía algunos centenares de monjes. esto no podía menos que dificultar o poner en contingencia a la larga el que hacer del abad, que debía ser padre y director espiritual de todos sus monjes. En segundo lugar, la planificación económica de la gran explotación conventual conducía

como por su propio peso a la adquisición de importantes posesiones y finalmente a la riqueza y al poder económico, que acabaría por poner en

peligro el ideal de la pobreza."Pacomio vino a ser el fundador del cenobitismo, no exento de problemas

en su organización y dirección no ha dejado dejar de existir desde entonces y seria precisamente el que habría de proporcionar al

monaquismo cristiano su profunda influencia religiosa y cultural. El Monasterio Pacomiano y la vida dentro del Tabennisi

Este fue el primero, pero no el único monasterio Pacomiano, el grupo de hombres inicial con el tiempo fue creciendo de una manera insospechada,

motivo por el cual se vio la necesidad de crear otros monasterios.

Las características de este tipo de monasterio estaba formado por

*un vasto recinto, rodeado por un alto muro de clausura.

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* En él estaban diseminadas una serie de casas y cada una de ellas comprendía una veintena de religiosos. Cada religioso tenia su celda. Más

tarde, tres monjes compartirían de ordinario la misma celda.

* Una iglesia, un refectorio, una cocina, una despensa, un patio o un jardín, una hospedería para los forasteros, completaban la

disposición del monasterio..

Esto nos demuestra que el monasterio era un lugar sencillo, con las dependencias necesarias para vivir y atender a los que lo requiriesen en

forma cómoda.Todo el recinto estaba rodeado por un muro de clausura, lo cual no era nada extraordinario para la época ya que la bibliografía hace mención a

que todos los poblados estaban rodeados por una valla con una sola puerta, por lo tanto los monasterios (en el contexto del paisaje) no se

veían tan distintos de los pueblos, lo que los tornaba un lugar accesible para forasteros y hombres que deseaban iniciar una vida retirada.

Todos los monasterios Pacomianos estaban supeditados a un superior, el cual tenía por misión organizar la vida dentro del monasterio, cada casa de monjes tenia una labor especifica que cumplir dentro del monasterio,

por lo cual ninguna actividad quedaba al azar y así se aseguraba el integro funcionamiento de la comunidad

Ejemplo de la jerarquía dentro del monasterio:

Superior local Vicario o Segundo

Ecónomo local (a cargo de la economía domestica)

Prepósito o Prefecto (en cada casa y luego un Segundo)

Nebdomarios (semaneros elegidos por turnos)

Bajo esta jerarquía el monasterio no tendría ningún problema de administración y además desaparecía "la polémica" por la necesidad del trabajo para el monje. Ya que antes de la institución Pacomiana algunos

guías espirituales afirmaban que la vida del monje era como la de los ángeles, basada en la oración permanente y el ayuno, alejándose de los

problemas terrenales (como lo seria el trabajo).La función de cada uno de los superiores era definida, su labor esencial

era servir, ser servidores de sus hermanos, no imponer disciplina sin amor, ya que la idea del monasterio Pacomiano era la comunión fraterna

de todos sus integrantes.El ingreso al monasterio no significaba grandes pruebas a los

postulantes, generalmente eran pocos los hombres rechazados, solo se les pedía la renuncia total al mundo y desear fuertemente la vida

comunitaria, no se requería un largo noviciado ni nada parecido, ya que Pacomio tenia por objetivo acercar a los hombres a Dios.

Page 18: Monacato Cristiano

Con esto se demuestra que el ingreso y la vida en la comunidad no presentaba grandes dificultades debido a que Pacomio con su

experiencia había planificado y posteriormente reglamentado la vida en la comunidad.

Como se ha expuesto anteriormente, la planificación de la comunidad y sus edificaciones eran sencillas pero funcionales, ya que así se

aseguraba el adecuado funcionamiento del monasterio.

En líneas generales, Pacomio había organizado así su congregación:

a. Instalaciones.-Cada monasterio estaba cercado de una empalizada. Dentro de ella se levantaba la colonia monástica, "el poblado". En

el centro se construían las grandes dependencias comunes: iglesia, sala de reuniones, cocina, refectorio, hospedería.

Entorno a ellas se veían otras muchas construcciones más pequeñas. Eran las "casas", las habitaciones de los cenobitas.

b. Comunidad.-Estos se encontraban repartidos en equipos de trabajo. Cada casa correspondía a un gremio diferente: casa de los agricultores, de los tejedores, de los zapateros…En cada una vivían

de 10 a 20 monjes. Cada uno ocupaba su celda. (Cuando la comunidad aumento insospechadamente, cada celda era habitada

por tres religiosos). Al frente de cada "casa" había un jefe de equipo –el prepósito- y un "segundo". Cada tres o cuatro "casas"

formaban una tribu.

c. Administración.-En cada "poblado" había un ecónomo que sobre visaba el material y el rendimiento del trabajo. La "casa" de los barqueros –individuos seleccionados por su fidelidad y virtud-

aseguraba las relaciones comerciales, las ventas y compras. Las compras consistían, sobre todo, en sustancias y hierbas

medicinales, y en materias primas para el trabajo. Como elemento de producción tuvo gran éxito el trenzado de cestas y esteras con

juncos del Nilo.

d. Régimen interno.-Los servicios domésticos- cocina, limpieza, portería, dar las señales para el rezo, transmitir ordenes…- se

hacían por turnos. Cada tres semanas una "casa".

e. Vestido.- El vestido de los monjes consistía en una túnica blanca –el rathou- un cinturón, una piel curtida de cabra y un mantelete con

capuchón.

f. Gobierno.- Al frente de cada "poblado" había un superior, el apa. Y el archimandrita gobernaba toda la congregación. La koinonía. La

residencia generalicia estuvo primero en Tabennisi, pero más tarde fue trasladada a Pbow, aunque siguió llamándose: "Koinonía de

Tabennisi".

Page 19: Monacato Cristiano

Es así como Pacomio organiza su comunidad, luego de su primer intento ya posee la experiencia necesaria, por eso va creando las dependencias requeridas para vivir y trabajar en forma adecuada, el monje debe ser un verdadero guía y educador para los otros monjes y para los hombres en

general.

Debido a esto el primer paso del monje recién ingresado a la comunidad era el bautismo, considerado la puerta de ingreso a la vida monástica,

luego vendría la educación, aspecto de suma importancia para la trayectoria del monje en la comunidad. El saber leer era fundamental, ya

que el monje se formaba con la meditación de la Biblia. El hombre analfabeto que sé hacia monje era sometido a un largo proceso de

aprendizaje, además cada monasterio tenía una biblioteca, donde los monjes mas ancianos se encargaban de instruir a los analfabetos.

La vida diaria del monje Pacomiano se dividía entre la oración, meditación, trabajo y descanso. El sistema instaurado por Pacomio era

totalmente factible de efectuar, ya que dejaba de lado todas las mortificaciones innecesarias, comúnmente practicadas por los

anacoretas de la época.

En su sistema estaba todo previsto, incluso las comidas, las que según la bibliografía eran por lo menos una al mediodía que consistía en verduras crudas, queso, pescado, higos, dátiles, y otra más escasa en la noche. La

comida del mediodía era en el edificio principal y era compartida por todos.

Todos ayunaban dos veces a la semana, los miércoles y los viernes, salvo los más austeros que hacían ayuno voluntario otros días de la semana.

En el monasterio se tenia especial consideración con los enfermos y con los huéspedes. Para ellos disponían de dependencias especiales para

atenderlos, enfermería y hospedería contaba con monjes para atender a quien lo necesitara.

Una característica del monasterio Pacomiano era que los trabajos no eran asignados de manera obligatoria a los monjes recién ingresados, por lo general se les respetaba el oficio que tenían y en eso trabajaban dentro

del monasterio.

Luego de conocer las características del monasterio es fácil comprender el porque del gran numero de adeptos.

Respecto a los miembros de la koinonia llegaron a ser una multitud que pesaba enormemente sobre los hombros del Santo. Cierto que las cifras

que nos dan los diferentes autores no concuerdan, ni la mayor parte corresponde a los años en que vivía Pacomio. En vida de éste se llegaron a fundar nueve monasterios , uno de los cuales, Pbow, contaba con unos seiscientos monjes hacia 352, es decir, seis años después de la muerte del santo. El mismo documento que nos ofrece la cifra anterior asegura

que, para la celebración de la Pascua se reunieron mas de dos mil

Page 20: Monacato Cristiano

pacomianos. El imaginativo Paladio afirma que San Pacomio fue archimandrita de tres mil monjes; en otro lugar de la misma obra, calcula era unos siete mil; Casiano nos habla de cinco mil; Sozomeno también de

cinco mil, y San Jerónimo nada menos que de cincuenta mil…

Ante tal variedad de cifras, parece que la única conclusión que se pueda sacar es que la Koinonia llego a ser muy numerosa y que ya lo fue en la

vida del fundador".Estos antecedentes, aunque no concuerdan quizás con la realidad

numérica de la Koinonia Pacomiana, dan una muestra de lo numerosa que llego a ser esta institución, el original Tabennisi tuvo que crecer y

expandirse a otros lugares, ya que eran muchos los interesados en pertenecer a esta comunidad.

Pacomio tal vez no previno cuando decidió convertirse al cristianismo y dedicarse a la vida solitaria la magnitud de las repercusiones de su

decisión en la vida de muchos hombres y mujeres.

Así Pacomio sin tener la idea original de crear una institución de tal envergadura, fue el iniciador de una comunidad que quizás se convertiría

en la institución madre de muchas otras.

La comunidad de los Pacomianos no consistía solo en la separación del mundo y en la renuncia a los bienes, implicaba máximas mas elevadas:

"Todo deben ser una ayuda para ti, tu debes ser de provecho para todos", ahí radicaba la esencia de la Koinonia, una verdadera comunidad de

hermanos, por lo cual eran severamente castigadas las faltas contra otros miembros de la comunidad.

La propiedad del monasterio, asunto importante para la mantención de la comunidad, venia a ser "propiedad de Cristo", por lo cual los monjes no

disponían libremente del terreno, sino conforme a la obediencia, a las leyes emanadas de un superior, las cuales iban en beneficio de todos.

La Regla Pacomiana.

La Regla es una compilación de normas, preceptos o leyes que tiene por finalidad reglamentar la vida de la comunidad. La Regla escrita por

Pacomio tiene netamente ese objetivo, regular mediante ciertas normas la vida dentro del monasterio, esta idea en Pacomio no surge

inmediatamente, sino que de a poco, ante la visible necesidad de mantener el orden y la buena convivencia.

La regla de San Pacomio en comparación con cualquiera de las reglas monásticas siguientes es novedosa, el mismo desorden en que se

suceden sus preceptos, prueban que nació de la práctica, de la vida. Lejos de haber sido dictado por un ángel, como pretende cierta tradición, representa la acumulación de preceptos emanados de un superior en el decurso de una larga experiencia, y es claro que diferentes secciones

Page 21: Monacato Cristiano

representan añadiduras al cuerpo primitivo, como lo prueban, entre otras cosas, las frecuentes repeticiones. Esto hace pensar que tales reglas son una compilación de ordenaciones dadas por varios superiores, esto es, no sólo por San Pacomio, sino también por sus sucesores inmediatos.

Esta regla tiene muchos objetivos, aparte de los ya mencionados también está el terminar con las atrocidades que cometían los anacoretas y

cenobitas para lograr una mejor vida o una consagración.

Estos hombres llevaban vidas rigurosas, donde el frecuente y casi permanente ayuno era cotidiano.

Pacomio con su regla pone fin a todo esto, es en cierta manera una renovación de las antiguas costumbres de los monjes. Pacomio en su

regla dicta normas para todo, desde la vida cotidiana dentro del monasterio hasta el castigo para los monjes desobedientes.

La regla no era tan austera ya que Pacomio debía evitar todo tipo de exageraciones dentro de su comunidad, pero aunque mantuviera una

cierta austeridad, dejaba un margen de libertad a los monjes, por ejemplo en el caso de las comidas, a los mas ancianos se les permitía ayunar en forma mas frecuente. Así la regla va cumpliendo dentro del monasterio

una función ordenadora, reguladora y legisladora, para así poder lograr el objetivo de Pacomio, ser una verdadera comunidad de hermanos.Según Paladio en su obra Historia Lausiaca, la regla fue dictada a

Pacomio por un ángel, el cual instruyo a Pacomio para que dejara la vida solitaria y se convirtiera en padre de otros monjes.

Esto como es de suponer es parte de la tradición y no de la realidad, ya que la regla debió ser escrita durante el transcurso de los años y a

medida que se veían nuevas necesidades de normar y regular la vida común.

La regla fue escrita en Copto, en su versión original. Posteriormente, en la segunda mitad del siglo IV San Jerónimo realizó una traducción al latín, la

que sirvió para que la regla de Pacomio perdurara y pudiese servir de guía a reglas posteriores.

Es así como Basilio hace uso de ella para elaborar su propia regla.

Este código se fue componiendo de a poco, los preceptos ahí establecidos se fueron acumulando a lo largo de la experiencia práctica

de Pacomio.

La importancia de la regla de Pacomio consiste en haber colocado una base económica y espiritual para la vida común, la cual es sustentada por

la obediencia, castidad y pobreza.

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Basilio y la reforma del cenobitismo

" La adelphotes o fraternidad en intercambio de carismas "

La vida religiosa comunitaria en la soledad paso de Egipto a Palestina y Siria y fue sobre todo Basilio el Grande quien mediante su actividad y sus reglas aseguró su victoria definitiva en Oriente frente al ascetismo libre y

personal.Basilio nació en Cesaréa de Capadocia en el año 329 aproximadamente, recibió una educación profundamente cristiana.

En el año 357 inició un viaje a través de Oriente con la intención de visitar a los mas famosos solitarios y estudiar la vida monástica donde quiera

que surgiese.Al regresar a su patria se instala cerca de Neocesarea frente a Annesi,

donde en compañía de algunos ascetas agrupados al rededor de él llevo una vida de mortificación.

Durante esos años comprobó y perfecciono las ideas que se había formado a lo largo de sus viajes de investigación sobre la vida monástica.

Basilio luego de su viaje por Oriente logra un conocimiento sino total, parcial de la situación que viven los monjes o mejor dicho los diversos

grupos de monjes.Al no ser Basilio monje de una determinada agrupación mantiene una

cierta imparcialidad ante lo que conoce y estudia, por lo tanto sus reformas tienen el peso natural que implica un estudio serio sobre la

forma de vida que están llevando los monjes de Oriente.

"Por otra parte, las organizaciones pacomianas exigian,según él, profundas enmiendas. Cada monasterio contenía un numero excesivo de monjes. Excesiva era también la libertad otorgada a las mortificaciones

particulares, lo cual favorecía las proezas vanidosas y complicaba terriblemente el común régimen alimenticio. Los praepositi, colocados entre el superior y los monjes acaparaban una porción muy grande de

autoridad. Por último, las sanciones que amenazaban a los monjes culpables - el látigo, régimen a pan y agua...- le parecían demasiado

brutales."

Así Basilio, al conocer el funcionamiento de los monasterios pacomianos decide hacer cambios para evitar excesos. Por lo tanto se podría decir

que Basilio hace lo mismo que Pacomio en el sentido de reorganizar las instituciones existentes. Para Basilio el monje es un cristiano integro, es

el cristiano autentico, el monje según Basilio debe practicar la observancia total del Evangelio y cumplir íntegramente los

mandamientos, si no es así, ese hombre no puede considerarse un monje.

Para Basilio la vida monástica era comunal, pues era el marco adecuado para seguir fielmente la vida cristiana perfecta de amor fraterno, junto con

el ascetismo propio del servicio y la humildad, y la penitencia por los pecados. Las jornadas se dedicaban al trabajo y a la meditación y estaban

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enmarcadas por plegarias litúrgicas similares a las ordenadas por Pacomio. Los monjes se dedicaban a la agricultura y a otros oficios, pero

también había anexo al monasterio un orfelinato, un hospital y talleres para los pobres sin empleo. Basilio no escribió ninguna regla ni fundó

ninguna orden comparable a la de Pacomio. Sus llamadas reglas no son mas que consejos espirituales y comentarios a las Escrituras. Sin

embargo, su influencia fue muy grande y duradera. Al separarse de la vida eremítica y de los aspectos individuales del ascetismo, Basilio dio lugar a una vida monástica que encaja perfectamente con el temperamento de las tierras griegas, y todos los monasterios del Imperio Bizantino y todos los monasterios rusos posteriores le consideraron su patriarca, igual que los

monjes occidentales consideraron a San Benito."

De esta manera podemos captar la importancia que ha tenido Basilio en el desarrollo de la historia del monacato cristiano.

Sus críticas y aportes perduraron y fueron un sólido ejemplo para las siguientes generaciones de monjes.

Importancia del cenobitismo

Los datos de la historia nos atestiguan que la creación del Cenobitismo como nueva forma de vida monacal es una obra iniciada por Pacomio y acabada por Basilio, obra que perdura hasta nuestros días debido a sus

sólidos planteamientos, los cuales se han mantenido a pesar de los avatares de la historia.

El cenobitismo entendido como una unidad religiosa logra su forma ultima con Basilio ya que él logró sacar a los monjes de la soledad de las montañas y los destinó a hacer obras de asistencia social, consiguiendo

así una integración entre la ciudad y el monje, y estos por su parte convirtieron al cristianismo en una religión de masas.

Con todas estas aportaciones , en algo mas de un siglo, Egipto y los países ribereños del Mediterráneo oriental dieron a la Iglesia la vida monástica en sus rasgos esenciales y en todas sus diversas formas desde la vida solitaria y ascética, a través de los lavra y de las casas

shenouiticas "reformadas", hasta la laboriosa y moderada institución de Pacomio y las obras caritativas de Basilio. Durante este breve período de tiempo se construyó el armazón interior de la vida monástica, el esquema

detallado de las plegarias públicas, la guía practica y ascética y el mecanismo de cualquier orden, y en los dichos de los padres y los

escritos de Evagrio y Casiano quedaban trazadas las líneas fundamentales de una teología mística que iba a convertirse en

tradicional."El monacato se fue extendiendo por toda la mitad oriental del Imperio

Romano, y no fue llevado a occidente por nadie en particular, sino que se fue extendiendo poco a poco. Quizás uno de sus agentes podría ser San Atanasio que luego de haber estado exiliado, ya de vuelta en su tierra se

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dedico a hablar sobre los monjes egipcios. Luego Jerónimo en Roma dio a conocer la vida monástica.

De esta manera la vida monástica de oriente se fue introduciendo en occidente y de ahí la importancia esencial del cenobitismo. Ya que

surgieron muchos seguidores de este tipo de vida por toda Europa, los cuales pretendían crear una comunidad perfecta, fueron realizando

cambios estructurales al cenobitismo oriental de manera de adaptarlo al lugar y a la realidad en que vivían.

La importancia del cenobitismo radica en su forma material en la creación de monasterios o cenobios, tanto femeninos como masculinos lo que

fomento sin duda la masificación de esta forma de vida. Ya que los monasterios, aparte de su misión eclesiástica representaron una alternativa de educación y trabajo para hombres y mujeres, que

dedicando su vida a Dios y a los demás, realizaron grandes obras en beneficio de sus comunidades.

Los monasterios dejaron de estar apartados de las ciudades y pasaron a formar parte de ella. los monjes ya no vivían en completa soledad, sino que interactuaban con sus comunidades ya fuera mediante relaciones comerciales ( las que evidentemente tenían por objetivo fundamental la

manutención económica del monasterio) , educacionales o de beneficencia. Así los monjes dejaron de ser ajenos al mundo y con su

forma de vida dirigida a Cristo lograron aportar al mundo con su ejemplo y sus enseñanzas.

 

La reforma de San Basilio

La reforma basiliana se llevo a cabo en el sentido de dar un claro lugar a la obediencia, la cual se convirtió en la virtud primordial del monje, virtud en que se sustentaban las otras. Obediencia,

pobreza y castidad eran las bases de la vida monástica que Basilio se había preocupado de poner en estrecha relación con

los preceptos bíblicos, era por medio de estas virtudes que según Basilio se lograba la mas estrecha unión con Dios.

Basilio no deja nada al azar, al estudiar la estructura del monasterio pacomiano ve, que lo realizado por Pacomio en

términos generales constituye un gran aporte ya que el cenobitismo, en el sentido que se deja de lado la vida solitaria y

el interés personal, llegando a una vida común. Así mismo Basilio ve lo que es necesario reformar para llegar a constituir una

ordenada familia monástica.

Sus conclusiones las resumimos de la siguiente manera:

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a. El numero de monjes que habita dentro de los monasterios Pacomianos Basilio lo encuentra

excesivo, ya que es de la opinión de que difícilmente se puede infundir el espíritu de familia en un grupo de

300 ó 400 personas. b. El sistema de gobierno a grados o en orden jerárquico

dentro de la Koinonia para Basilio tiende a suscitar conflictos entre los monjes.

c) El hecho de que los monjes habiten en viviendas separadas debido a la clanización del trabajo, para

Basilio representa una falta de cohesión dentro de la comunidad.

d) Para Basilio el apa de la Koinonia representa un administrador mas que un padre, lo cual no es lo

correcto.

e) Hay demasiada libertad dentro de la comunidad para las penitencias privadas, lo cual favorece a la vanidad de cada

monje.

Con estas claras observaciones Basilio pretende organizar la vida dentro de los monasterios, manteniendo lo bueno y extrayendo o

modificando lo planteado antes por Pacomio.

Principios Fundamentales de la Reforma del Cenobitismo

1- El monje no es un solitario, se debe apartar del mundo, de sus parientes y amigos para encontrar nuevos hermanos en el

monasterio.

2- El monasterio es una familia cristiana, gobernada por la caridad. Por lo tanto:

a).- El abad es el padre de los monjes y por consiguiente todo el poder de la familia está

concentrado en él y su única limitación es la ley de la caridad.

b) El número de monjes debe ser pequeño con el fin de que se pueda mantener el espíritu de

familia: viviendo bajo el mismo techo y comiendo en la misma mesa.

Page 26: Monacato Cristiano

c) Ningún castigo debe ser excesivo. El abad y la Regla están para regular la vida monacal. No deben existir iniciativas privadas de carácter

penitencial.d) La virtud más necesaria en el monacato es la

humildad porque de ella se derivan todas las demás, ante todo la obediencia ya que el monje

debe renunciar a su propia voluntad.

La obediencia ha de ser franca, generosa.

3- Para Basilio el trabajo sirve para conservar el equilibrio moral del cenobita.

a. El trabajo manual debe ser reglamentado por el abad y los trabajos que se realicen deben ser útiles para el

monasterio como la agricultura, carpintería, etc.

b) El trabajo intelectual está compuesto por la lectio divina que es el estudio de la Biblia y por

otros estudios dirigidos a la formación de la persona del monje.

c) El trabajo y la vida del cenobita ha de desarrollarse en un ambiente de oración.

4- La oración monástica esta distribuida a lo largo de la jornada del monje para que no pierda su contacto con Dios. La oración matutina es para que el primer pensamiento del día sea para el

Señor. Durante cuatro veces interrumpe su tarea cotidiana para

santificar sus actividades: a las horas de tercia, sexta, nona y al fin del día. La noche tiene también su tiempo para Dios: al

comienzo del descanso nocturno y a la media noche los monjes se reúnen para orar.

Estos principios no se encuentran codificados sino esparcidos a lo largo de sus Regulae. Las Reglas de Basilio son un conjunto

de normas prácticas en que se expone el ideal de monasterio, así él redacta dos tipos :

Regulae Fusius Tractae : que son reglas de mayor extensión, en las que expone los principios de la vida

monástica. Regulae Brevis Tractae : son reglas mas precisas, con

mayores especificaciones.

Page 27: Monacato Cristiano

Finalmente, luego de conocer lo expuesto por Basilio, se puede concluir que en comparación con la legislación Pacomiana

Basilio muestra un marcado carácter de moderación y prudencia, no pretendiendo convertirse en un legislador monástico, logra

con sus reformas informar e influir en todo el monacato.

La vida apostólica y los orígenes del monacato

Después del acontecimiento de Pentecostés, tal como nos cuenta san Lucas en los Hechos de los

Apóstoles, la Palabra del Evangelio halló eco en el corazón de los

habitantes de Jerusalén y de sus alrededores; muchos de ellos se

convirtieron, recibieron el bautismo y comenzaron a formar parte de

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aquellos que el Señor iba agregando al grupo de los llamados a la

salvación. La vida de aquella primera comunidad cristiana, modelada por

la Palabra recién anunciada del Evangelio, era un ejemplo para

todos los que los contemplaban: perseveraban en escuchar la

enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en la oración; una sola fe les hacía

vivir unidos, y lo tenían todo en común. Vendían posesiones y

bienes y lo repartían entre todos según las necesidades de cada uno, de manera que entre ellos ninguno

pasaba necesidad. A diario frecuentaban el templo en grupo,

partían el pan en las casas y comían juntos alabando a Dios con alegría y

de todo corazón.

Este cuadro idílico de la primera comunidad de Jerusalén sin duda no

era la fórmula general de la vida

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cristiana, aplicable en todas partes y a todos los creyentes. Pero esa

experiencia dejó con todo un recuerdo vivo, que, como ideal a

alcanzar, era objeto de la predicación de los pastores al

pueblo cristiano. Muchos fueron los cristianos que escogieron servir al

Señor de modo semejante, viviendo, en medio de sus propias

comunidades eclesiales, el ideal consagrado por los primeros

discípulos en Jerusalén.

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A lo largo de los siglos, el Espíritu Santo, alma y guía de la Iglesia, pone

de manifiesto de modo explícito todos los dones y carismas con que

es capaz de nutrirla, y que se hallaban ya presentes, virtualmente,

el día de Pentecostés, en el momento del nacimiento de la

Iglesia.

Los primeros cuarenta años de existencia de la Iglesia, hasta

aproximadamente el año 70 d.C., constituyeron el período de la

llamada Iglesia Apostólica, ya que muchos de los Apóstoles estaban aún con vida, y marcó la primera

expansión misionera de la Iglesia, en especial con la novedad de la

incorporación de los gentiles a la salvación. Los años que siguieron

fueron el gran período de los mártires, aquellos "testigos de Cristo", que dieron supremo

testimonio de imitación perfecta de

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Nuestro Señor, entregando sus vidas como El mismo lo había hecho. Esto duró hasta comienzos del siglo IV.

Los siglos que sucedieron vieron un desarrollo del poder temporal de la Iglesia, gracias a la conversión de gobernantes y emperadores, y en

especial al establecimiento del cristianismo como religión oficial del

Imperio Romano.

Esto podía acarrear un riesgo: El potencial olvido de la dimensión

espiritual del cristianismo. Para que

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ello no ocurriera, supo el Espíritu suscitar una nueva forma de

espiritualidad, que se consideró continuadora de la escuela de los

mártires. No habiendo ya oportunidad de derramar la sangre

por Cristo, el derramamiento se haría lentamente, a lo largo de toda la vida, mediante la abnegación, la renuncia, la soledad, el silencio, la penitencia y la mortificación, pero

sobre todo en el renunciar a todo lo bueno y loable de esta vida para

dedicarse a la oración y el contacto con Dios. Esto fue el monacato o

movimiento monástico, que tuvo en Oriente, especialmente en Egipto y

en Palestina, su desarrollo más notable.

La existencia de ascetas, vírgenes o continentes en el seno de las

comunidades cristianas aparece documentada desde el siglo III.

Page 33: Monacato Cristiano

A partir del siglo III, algunos de esos cristianos que sentían la llamada del Señor a vivir el Evangelio hasta sus últimas consecuencias en la línea de las recordadas indicaciones de los

Hechos de los Apóstoles, se retiraron a lugares solitarios, al «desierto», es decir a aquellos

lugares que nadie reclamaba como propios, para vivir su peculiar ideal

cristiano. Pueden explicar esta decisión el atractivo del ideal

ascético y el deseo de un contacto ininterrumpido con Dios, así como

una radicalización del concepto joánico del término «mundo»

designando a toda la humanidad que, por el pecado, se ha alejado de

Dios, - que dio origen a un lugar común de la teología espiritual que se conoce como la «fuga mundi»-.

Sin duda alguna, esta decisión suponía un alejamiento de la

comunidad de los hermanos. El

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primitivo ideal de aquella vida que los Padres llaman «apostólica», justificaba el gesto de los que se retiraban. Las comunidades que

veían a algunos de sus miembros retirarse en el desierto no

demostraron, en general, ningún tipo de animosidad hacia ellos, sino más

bien los miraron con simpatía. La misma Jerarquía católica aprobó la nueva realidad que aparecía en el

seno de las comunidades.

La vida en el desierto

Page 35: Monacato Cristiano

La vida en el desierto significaba muchísimo para aquellos hombres y mujeres que respiraban el espíritu de las Escrituras santas, Fue en el desierto donde el Señor se preparó

un pueblo y había establecido con él una alianza de fidelidad. Era el

desierto y el tipo de vida que allí se desarrolló lo que evocaban Ios

profetas cuando querían invitar a Israel a la conversión par renovar su pacto con el Señor. Fue al desierto

donde se retiraron los grandes hombres de Dios para prepararse a

su misión Moisés, Elías, Juan Bautista. Era en el desierto donde se debía preparar el camino del Señor, según la predicación del Bautista. El mismo Cristo quiso permanecer en el desierto cuarenta día para luchar contra el enemigo que se oponía a

su obra de salvación.

La vida de los primeros monjes en el desierto era muy sencilla: oración,

Page 36: Monacato Cristiano

meditación de la Palabra de Dios, y trabajo, para subvenir a las propias

necesidades y a las de los hermanos indigentes. Una alimentación austera y frugal, un descanso alternado con las vigilias de oración, una soledad

moderada por las visitas que se hacían para ayudarse en el ámbito

espiritual y humano, son las características de aquellas figuras

que, muy pronto, fueron conocidas, admiradas y buscadas con interés.

Una abundante literatura nos ha conservado los valores

fundamentales de aquella realidad que enriqueció a la Iglesia.

EL MONACATO PRIMITIVO EN PALESTINA.

En la segunda mitad del siglo III después de Cristo, cuando todavía

arreciaban durante algunos períodos las persecuciones contra los cristianos, surge en Egipto el

pionero de los eremitas, San Pablo Ermitaño, quien falleció a finales de

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dicho siglo. Lo sucedió inmediatamente la gran figura y el gran iniciador del monacato como

tal, San Antonio Abad († 356), quien ya había comenzado a vivir como

eremita en vida de su antecesor. Si bien el estilo de vida fue eremítico, llegó a tener alrededor de si en las cercanías, numerosos discípulos que imitaban su modo de vida, y a quienes asistía espiritualmente. En Egipto, el primero en organizar un

monasterio como tal de vida comunitaria, fue Pacomio el Grande

(290-346).

En el sur de Palestina se hizo sentir la influencia egipcia. De hecho, a principios del siglo IV empezó a

darse el fenómeno de los eremitas en el desierto del Negueb (sur de Palestina), no lejos del puerto de

Gaza. Algunos de ellos habían sido formados en la escuela de San Antonio Abad, especialmente

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Hilarión, el pionero de los anacoretas del Negueb.

Paralelamente, otro movimiento estaba surgiendo en el desierto de Judea, aunque ya no debido a la

influencia egipcia, sino procedentes de Siria y Asia Menor. El pionero de

este género fue Caritón. Poco a poco, el monaquismo del Negueb y de la franja de Gaza comenzarán a debilitarse. En cambio, el que dará

forma propia al monacato palestino - con características diversas del

egipcio- es el del desierto de Judea, que florecerá hasta principios del siglo VII, y que perdura hasta hoy.

Los monjes y los lugares santos

Hemos ya hablado del atractivo que los lugares santos ejercieron sobre

los cristianos, en relación a la decisión de muchos de venir a

Palestina y comenzar a llevar vida monástica. Esto influyó sobre todo en el desierto de Judea, no lejos de

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dos ciudades principalmente: Jerusalén y Belén, y en particular

durante el transcurso del siglo IV, en el que la concentración monacal en

las proximidades de estas dos ciudades fue ciertamente mayor que

la existente en el desierto.

Los documentos relativos a los siglos IV y V son unánimes en el

afirmar que los monjes eran numerosos y procedían de todos

lados. San Jerónimo, por ejemplo, afirma: "Quien hubiese podido ser el primero en la Galia, se apresura por venir aquí. El Bretón, separado de

nuestro universo, si ha hecho progresos en la piedad, abandona

las regiones donde se esconde el sol y cerca estos parajes, los cuales no conocía sino por reputación y por la

recitación de las Sagradas Escrituras. ¿Por qué no recordar los Armenios, los Persas, los pueblos de la India y de Etiopía y del vecino

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Egipto, el mismo fértil en monjes, el Ponto y la Capadocia, la Celesiria, la

Mesopotamia y todo el enjambre venido del Oriente que acudía en

tropel hacia los lugares santos…?" .

Haciendo un rápido resumen de algunos de los monjes y

comunidades que se establecieron alrededor de los principales lugares santos a fines del siglo IV y debut

del V, encontramos:

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- En Belén: Casiano y su amigo Germano, venidos ambos de Escitia,

al norte del Mar Negro, o bien de Provenza, en Francia; el pequeño

dálmata Jerónimo, quien fue secretario en Roma del Papa

Dámaso, y sus hijas espirituales, quienes formaban parte de la aristocracia romana: Paula y

Eustoquia, su hija; después Paula la Joven, nieta de Paula y prima de

Melania la Joven.

- En el Monte de los Olivos: Inocente el Italiano; la patricia Melania la

Anciana, y su consejero espiritual Rufino de Aquilea, venidos de Roma;

Evagro el Póntico; Paladio, un Gálata, fiel amigo y primer biógrafo

de San Juan Crisóstomo; después la rica Melania la Joven (hija de

Melania la Anciana) con Piniano, su marido y Albina su madre, así como Geronte, su discípulo y biógrafo; un

poco más tarde, el joven príncipe

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georgiano Nabarnoughi y su amigo Mitridate, quienes llegaron a ser

Pedro el Ibérico y Juan, después de sus respectivas profesiones

monásticas.

- Otro lugar de predilección monástica parece haber sido el

sector oeste de Jerusalén, probablemente por hallarse en

ruinas y poco poblado después de la destrucción de la ciudad por Adriano en el 135. Pasarión, conocido como

el primer archimandrita de los monjes, funda un vasto y bello

cenobio dentro del recinto de Santa Sión, para acoger los devotos del santuario. Aquel otro de Eustorgio surgirá un poco más tarde no lejos de allí. Pedro el Ibérico y Juan se

ubicaron en una casa construida en los alrededores de la actual Christ Church, en la puerta de Jaffa, casa

que fue conocida como el monasterio de los Ibéricos. Un

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monasterio femenino se encontraba a un costado del Martyrion de San

Menas, en el actual patriarcado armenio. Por otra parte, un grupo llamado "los celadores", vivían

alrededor y en el interior de la misma Torre de David, y se dedicaban a animar las liturgias, hasta que el patriarca Elías los reagrupa en el

494, en un nuevo monasterio provisto de todo lo necesario. En el siglo VI, encontramos también "la

orden de celadores de Santa María la Nueva", situada sobre el Cardo

Máximo (la principal calle de la villa), en el actual barrio judío.

- Finalmente, sobre la ruta de Belén, cerca del actual monasterio de Mar Elias, otro monasterio fundado por

una diaconisa, Ikelia, se encargaban de la recitación del oficio en la

iglesia del Kathisma (lugar para sentarse) de la Madre de Dios, donde

a la luz de recientes trabajos de

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investigación han sido encontrado vestigios.

Las actividades de estas primeras comunidades monásticas, además

de la dedicación a la oración, la vida en común y la penitencia, fueron: En primer lugar una fuerte participación

en las liturgias cotidianas, especialmente de aquellas que se

celebraban en los lugares santos de Jerusalén, según relata la famosa

peregrina Eteria (o Egérea), procedente de Galicia (España), y que peregrinó hacia Tierra Santa

entre los años 381 y 384: "Cada día, antes del canto del gallo, se abren todas las puertas de la Anástasis

(iglesia del Santo Sepulcro) y descienden los monjes y vírgenes, como se les llama acá; y no sólo

ellos, sino también laicos, hombres y mujeres, aquellos que desean hacer la vigilia matutina. Desde dicho momento hasta el alba, se

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dicen los himnos. Dos o tres sacerdotes, así como también los

diáconos, vienen cada día según sus turnos, junto con los monjes, y dicen

las oraciones…".

Dicha particularidad de los monjes de Palestina no se reduce solamente

a la participación en pleno a las liturgias oficiales, sino también a

prepararlas y a prolongarlas hasta las horas de la mañana mediante la recitación y el canto de los Salmos, de modo de asegurar la regularidad. De modo que podemos afirmar que

los monjes que vivían en Jerusalén o Belén no tenían la intención de ser

como una vitrina de los valores ascéticos del desierto, sino que

pretendían insertarse activamente en la vida de la iglesia local.

Otras actividades fueron: La copia de textos o manuscritos antiguos. En este sentido, sobre el monte de los Olivos se encontraba un atelier

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donde se copiaban los grandes clásicos de la cultura grecorromana. También la traducción de la Biblia,

obra especialmente de San Jerónimo, quien no sólo la tradujo

sino que la comentaba, oralmente y por escrito, y ejercía una actividad

docente en Belén mediante el catecismo y la predicación. La actividad de hospitalidad, a los peregrinos, pero también a los

pobres y a los enfermos, según el modelo monástico de Basilio de

Cesarea.

TESTIMONIOS DEL MONACATO EN PALESTINA.

1. San Hilarión y San Caritón

Hijo de padres paganos de la pequeña villa de Thavatha, a algunos kilómetros de Gaza, Hilarión fue enviado siendo aún pequeño a estudiar a

Alejandría en Egipto, donde se convirtió al cristianismo. Atraído por la fama de San Antonio, se transformó en uno de sus discípulos durante

algunos meses, pasados los cuales se retiró a vivir en el desierto cerca de su pueblo natal (hacia el 307). Sólo tenía quince años, según atestigua San Jerónimo, su biógrafo. Alrededor del 330 se había formado ya en

torno a él, dispersos por el Negueb, una colonia de eremitas que seguían su ejemplo y enseñanzas, y a quienes él mismo visitaba regularmente. En 356, para escapar a la fama de "hombre santo", y al influjo de visitantes y de los que demandaban milagros, Hilarión escapó de Palestina, y tras un periplo que lo llevó de nuevo a Egipto, a Sicilia y a Dalmacia, terminó su

vida en Chipre, donde fue enterrado hacia el 370.

Caritón por su parte, había sido confesor de la fe (es decir que su vida corrió peligro por motivo de ser cristiano) en Iconio, Asia Menor, de donde era originario. Según su biógrafo anónimo, la persecución que sufrió fue

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aquella de Aurelio (270-275), aunque algunos prefieren pensar que se trató de aquella posterior de Diocleciano (303-304), ya que no se tienen

datos ciertos de una persecución ordenada por Aurelio, y además el lapso de tiempo sería muy grande entre el reino de aquel emperador y la

inauguración del primer monasterio de Caritón por Macario, obispo de Jerusalén entre 314 y 334, el cual constituye nuestro único dato

cronológico seguro.

Después de la persecución vino en peregrinación a Tierra Santa. Según cuenta su biógrafo anónimo, cuando se aproximaba a Jerusalén cayó en manos de bandidos, los cuales lo llevaron a su refugio, una gruta en el

desierto, la cual se convertiría - después de su milagrosa liberación- en la iglesia de su primer monasterio de Wadi Faran. Este dato no es en absoluto banal. Permite destacar dos características, la primera la

proximidad de dicho monasterio a una ruta de peregrinos. La segunda pasará a ser un rasgo común del monacato palestino, el hecho que su

fundación "dependa en gran medida de la presencia de los lugares santos". Por lo tanto para comprender el nacimiento del monaquismo en el desierto de Judea, hay que tomar en consideración de dicho dato, el

gran atractivo que los lugares santos ejercieron sobre un inmenso número de cristianos de todas partes del Imperio y hasta fuera de él,

sobre todo a partir del decreto de Constantino que concedió al cristianismo el derecho de existir en el imperio romano (313).

Caritón fundó sucesivamente tres monasterios a lo largo del siglo IV: Faran (ubicado en el Wadi o torrente Farán, cerca de la actual Anatot,

patria de Jeremías; algunos kilómetros al norte de Jerusalén); Duka (hoy día transformado en el famoso Monasterio de la Cuarentena, sobre

Jericó); Suka (o "Vieja Laura", sobre el Wadi Caritón - que ha conservado el nombre del santo -, no lejos del Herodion), todos situados en los límites del desierto de Judea. Algunos de ellos, como Farán y Duka, han vuelto a

convertirse en monasterios, y se encuentran habitados aún hoy.

El monaquismo de Hilarión y sus discípulos de Gaza, tributario de aquel de Egipto y muy próximo geográficamente a dicho país, asumirá las

formas características de San Antonio: Un padre espiritual alrededor del cual, después de un cierto tiempo de soledad, se unirán otros ermitas

deseosos de aprender del padre la disciplina de la vida anacorética. En el desierto de Judea en cambio, asumirá una característica hasta el

momento desconocida: Una experiencia de vida comunitaria, nutriéndose de la Palabra de Dios, y persuadidos que no existe otra imitación de

Cristo más perfecta que aquella de la humildad. Su forma más acabada no se alcanzará con Caritón sino después de él, como veremos a

continuación.

2.- San Jerónimo.

Eusebius Hieronimus Sofronius, San Jerónimo, es el Santo Patrón de los Traductores. Muchos textos dicen que nació en Stridon, entre Dalmacia y Panonia, cerca de Aquileia. La fecha de su nacimiento se ubica entre los

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años 340 y 350. Y según dice una historia de la antigua Serbia, publicada por Jovan I. Deretic en Belgrado, el Antiguo Testamento fue traducido del griego al latín por un monje ilirioserbio, Sofronie, cerca del año 382, que se conoce como la Vulgata. A causa de su fervor religioso, los griegos le dieron también los nombres de "Eusebius" y "Hieronymus". En cuanto al lugar de origen, posiblemente fue Skradin, en la costa dálmata; el nombre proviene de Skadar, sobrenombre de Serbon, héroe anterior a Alejandro

Magno. Zadar, una deformación de Skadar, es el nombre de una población al norte de Skradin, sobre la misma costa del Adriático.

Stridon como tal no figura en los mapas. En el lugar donde nació San Jerónimo confluyeron varios pueblos. El mismo Jerónimo declaró, con

cierto sarcasmo, que era de ‘Stridoma’: ‘ ja sam s tri doma’, yo soy de tres casas, soy de tres hogares. Con el tiempo se formó la palabra Stridon que

llega hasta nosotros. Los tres pueblos o naciones serían los ilirios, romanos y tracios de ese entonces. Se podría decir que nació cerca de

Rijeka, en Dalmacia, parte de Croacia, en el norte de Yugoslavia.

Hijo de aristócratas cristianos, su padre se llamaba Eusebio, hizo los primeros estudios en su lugar natal y luego sus padres quisieron que recibiera instrucción en las principales disciplinas en las escuelas de

Roma. Su formación inicial estuvo a cargo del gramático Elio Donato y continuó luego con el retórico africano Mario Victorino. Aprendió el latín y

el griego. Tenía gran aptitud para la oratoria. Durante estos años de juventud, además de tomar contacto con las obras de los autores clásicos

como Virgilio, Horacio, Tito Livio, Cicerón y otros, Jerónimo gozó de los placeres que le brindaba la gran metrópolis: el circo, el teatro... Le

gustaba ir con sus compañeros a las catacumbas, a visitar las tumbas de los cristianos primitivos, los mártires y los apóstoles, trataba de descifrar las inscripciones. Inició su amistad con Rufino y Panmaquio. Cerca de los veinte años fue bautizado por el papa Liberio. En esa época los cristianos

comenzaban a salir de las catacumbas y la doctrina era difundida y ampliamente acogida; Jerónimo tuvo acceso a estos conocimientos, que fueron invadiendo su espíritu y fomentando en él un deseo profundo de apartarse de la existencia mundana que llevaba en Roma y de corregir

sus costumbres.

Jerónimo hizo largos viajes durante su vida, siempre estudiando, leyendo. De Roma fue a Aquileia, en el norte de Italia, cerca del límite entre Panonia

y Dalmacia. Visitó su hogar y se trasladó a las Galias, a Tréveris en la Alemania actual, en compañía de Bonoso, su amigo de infancia. En la

corte del emperador Valentiniano copió los Comentarios sobre los Salmos de San Hilario de Poitiers y otras obras. Conoció de cerca la vida

monástica y se sintió atraído hacia ella. Regresó a su hogar paterno y de ahí se trasladó a Aquileia, donde era obispo San Valeriano. Toma parte en

un cenáculo cuyos miembros imitan a los eremitas egipcios y estudian las Sagradas Escrituras. Cada día anhelaba más intensamente seguir el

ejemplo de estos clérigos ascetas, entre los que se hallaban Rufino, Bonoso, Cromacio y sus hermanos Eusebio y Joviniano, Heliodoro y su

sobrino Nepotiano, con quienes formó una estrecha amistad. Después de

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unos años se disolvió el grupo y Jerónimo se embarcó en un viaje por el Oriente con Evagrio, un sacerdote, y sus amigos Heliodoro, Inocencio e Hylas, un esclavo liberado. Visita Grecia, Alejandría y Antioquía donde

permanece algún tiempo: escucha las enseñanzas de Apolinar el Joven, obispo de Laodicea, sigue de cerca sus teorías pero más tarde lo combate

con vehemencia, pues negaba la naturaleza humana de Cristo. Se retira finalmente al desierto de Calquis, cerca de Aleppo en Siria, allí encuentra a los monjes estilitas. Inocencio e Hylas mueren, Heliodoro se va, queda solo. Lleva consigo libros profanos y religiosos, pero quiere dedicarse al estudio de los textos sagrados. Hace penitencia en la soledad de Calquis durante cerca de cuatro años. Lo acompañan los animales y el asfixiante calor. Ayuna, se castiga, sufre tentaciones: a veces le parece ver delante de él las danzas de las bailarinas romanas. Para frenar su imaginación

desbordante, el deseo y las pasiones se dedica a aprender el hebreo con un monje que había sido judío. Esa lengua lo desvela, le cuesta trabajo, le

desagradan sus sonidos, pero así logra alejar los malos pensamientos.

Entonces ocurre el episodio del sueño. Durante una enfermedad, Jerónimo tuvo una fiebre muy alta. En el delirio se ve frente al trono de

Jesucristo. El juez le pregunta quién es, él responde que es un cristiano. Le dicen que miente, pues en realidad es ciceroniano, porque donde está

su tesoro también está su corazón. La vivencia lo conmueve tan hondamente que se fortalece en él la necesidad de hacer penitencia y purificarse. Mientras tanto la Iglesia de Antioquía enfrentaba una lucha entre diferentes conceptos sobre doctrina y disciplina, y los monjes de

Calquis insistían en que Jerónimo tomara parte en la discusión. Todo esto le produjo desagrado y decidió marcharse y regresar a Antioquía

nuevamente.

En Antioquía se hace sacerdote, es consagrado por el obispo Paulino. Recibió las órdenes pero nunca celebró el oficio; solicitó que se le

permitiera llevar siempre la vida monástica de reclusión. Poco tiempo después se dirigió a Constantinopla, donde perfeccionó el griego al lado

del obispo Gregorio Nacianceno, Padre de la Iglesia griega. Recordó siempre con gratitud la experiencia de haber recibido del gran sabio la

explicación de las Sagradas Escrituras. Traduce el Cantar de los Cantares y el Evangelio de San Lucas. Lee las obras de Orígenes, a quien admira

aunque no siempre comparte sus ideas.

Ya Jerónimo era admirado por su erudición y sabiduría, su santidad y buen criterio en materia de religión. Es llamado a asistir al concilio de

Roma que ha convocado el papa Dámaso para tratar las cuestiones del cisma de Antioquía. Viaja con el obispo Paulino y San Epifanio. El Papa lo

recibe como secretario, consejero, y como asesor e intérprete para asuntos orientales. San Dámaso hizo restaurar las catacumbas; quería

salvar del olvido aquellos lugares donde habían sido sepultados los primeros cristianos y escribió bellos epitafios para sus tumbas. Jerónimo sabía el griego, el arameo, el hebreo, el latín, fuera de su lengua materna,

el ilirio.

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Antiguamente en las iglesias cada persona elegía los textos que cantaba, pues no había un oficio establecido. El emperador Teodosio quiso

corregir esa costumbre y pidió al papa Dámaso que le encomendara a algún sabio la tarea de componer un oficio que todos pudieran seguir.

Como el Papa conocía bien las dotes lingüísticas de Jerónimo, puso en sus manos esta labor. A solicitud de Dámaso I, Jerónimo revisó el latín del

Nuevo Testamento y los Evangelios, a partir de los textos griegos. Cumplió la tarea de revisar los Salmos en latín, conocidos como el

Salterio Romano; repartió los Salmos, trozos de los evangelios y las epístolas entre los días del año para que fueran leídos y cantados en las misas y escogió los textos bíblicos para los oficios religiosos. Envió este

trabajo al papa Dámaso, quien lo mostró a los cardenales y todos lo aprobaron. El Papa ordenó que de ahí en adelante los oficios religiosos y las lecturas de las misas fueran los que había compuesto San Jerónimo.

Al morir el papa Dámaso, Jerónimo no fue considerado como posible sucesor, por su intransigencia con los cristianos menos celosos.

Criticaba en forma sarcástica y dura, demasiado directa a la sociedad, a los clérigos poco ortodoxos, a los paganos, y se creó enemistades, a

pesar de que todos reconocían sus grandes méritos. No obstante, aunque se dejaba llevar por la indignación, era capaz de sentir enorme ternura y

de arrepentirse de sus excesos.

En forma paralela a sus actividades oficiales, había formado en torno suyo un cenáculo de cristianos íntegros, entre los que se hallaban

Eusebio de Cremona, y varias mujeres de la aristocracia romana, como Marcela y Asela, Albina su madre, Fabiola, Paula y sus hijas Blesila y Eustoquio, Melania, que se sentían atraídas por las enseñanzas de

Jerónimo. Ellas abrieron las puertas de sus casas para que allí se hablara de la Biblia y de la vida ascética. Jerónimo predicaba acerca de la

necesidad de comunicarse con las aves, los animales, de cultivar las plantas, las hortalizas, de purificar el cuerpo y el espíritu para entender

mejor las lecturas sagradas. Había que alejarse del bullicio mundano de la ciudad. Nacían las comunidades monásticas en las casas de los laicos

ricos, donde hubo desde el principio un ambiente de misticismo culto, o también por iniciativa de ciertos ascetas ejemplares, como San Martín de

Tours y San Patricio.

Jerónimo se vio obligado a abandonar Roma, a causa de las habladurías de quienes criticaban su amistad con Paula y las mujeres de su círculo.

Era un maestro de la dialéctica, la gramática, la retórica, un traductor cuidadoso que se preocupaba por la belleza del lenguaje, era filósofo y teólogo. Llevaba una vida cómoda, que prefirió cambiar por el retiro en

Tierra Santa. Se embarcó en Porto con su hermano Paulino, con Eusebio y otros. En Chipre fue recibido por el obispo Epifanio a quien conoció en

Roma. Nueve meses después se encontró con Paula y las mujeres romanas en Antioquía, donde se reunió con algunos jerarcas de la Iglesia. Luego hicieron una peregrinación por Egipto para visitar a los monjes de

Nitria, y por Palestina antes de establecerse finalmente en Jerusalén y Belén.

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Paula sintió verdadera pena al dejar a su hijo pequeño Toxocio y tres hijas jóvenes para retirarse a la vida monástica lejos de Roma. Gracias a su

apoyo económico fue posible la construcción de unas casas para religiosas y peregrinos, y un monasterio para hombres que dirigía San

Jerónimo, cerca de la iglesia de la Natividad, en Belén. Jerónimo aportó su patrimonio y Eusebio ayudó a conseguir fondos. San Jerónimo vivía

en una caverna amplia, no lejos del lugar donde nació Jesús. Creó además una escuela para niños. Bar Ananías, un sabio judío, quien lo

visitaba por las noches, fue su maestro de hebreo. Además consultaba a otros sabios judíos sobre la traducción de los textos. Y al ver que el Libro

de Tobías y parte del de Daniel estaban escritos en caldeo, se dedicó a aprender esa lengua. Paula estudió el hebreo al lado de Jerónimo y le

ayudaba al santo en sus trabajos literarios, como también lo hizo Eusebio.

El León

El león de la historia llegó al monasterio una tarde cuando los monjes escuchaban una lectura de textos sagrados. Al verlo todos se asustaron y

corrieron. Pero Jerónimo recibió al animal y vio que cojeaba. Entonces hizo venir a los monjes y entre todos lo atendieran, como si fuera un

huésped. El león mostró la pata, y realmente llevaba una espina clavada en la planta. Los monjes extrajeron la espina y le lavaron la pata. El león agradecido se quedó en el monasterio y cuidaba el asno que cargaba la

leña. Un día unos mercaderes se robaron el asno, pero el león salió a buscarlo hasta que encontró a los hombres, y dando unos coletazos se lo

llevó. Regresó al refugio con el asno y las mercancías de los comerciantes. Los camellos que llevaban la carga fueron bien atendidos. Los mercaderes buscaron el monasterio y al llegar pidieron perdón a los monjes por haber robado el asno. Dejaron aceite en el convento y cada

año le enviaban el que fuera necesario. Esta historia se le adjudica a San Jerónimo, aunque en realidad corresponde a San Gerásimo. En todo

caso, el león representa la fortaleza del cuerpo y el espíritu de Jerónimo, pues gracias a ellos pudo enfrentar las tentaciones y defender la fe

cristiana.

Final

Jerónimo continuaba su labor de traducción de la Biblia. Dedica su esfuerzo a la versión latina del Antiguo Testamento a partir de los textos

originales hebreos. Revisa nuevamente los Salmos con la ayuda de la "Hexapla" (edición del Antiguo Testamento en griego y hebreo) de

Orígenes y los textos hebreos, versión que está incluida en la Vulgata y se usa en los Oficios Divinos. Algunos libros de la Vulgata no fueron

traducidos por San Jerónimo, como los de la Sabiduría, Eclesiástico, Baruch, Macabeos. Hizo traducciones de las crónicas de Eusebio de

Cesarea. Su obra sobre personajes eclesiásticos históricos es De viris illustribus. Dejó escritos y cartas sobre temas de controversia. Defendió

la virginidad y el celibato, pero se expresó con tal aspereza que ofendió la dignidad del matrimonio, por lo cual el yerno de Paula, Panmaquio y otros

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se quejaron ante Jerónimo, quien escribió entonces la "Apología a Panmaquio", sobre la honorabilidad de ese estado. Hizo referencia

también a la traducción, al respeto por las reliquias y los santos. Sus ataques a algunas teorías de Orígenes, a quien también tradujo,

perjudicaron su amistad con Rufino, un entusiasta y también traductor de la obra de ese teólogo. San Agustín sintió gran preocupación por el

conflicto entre Jerónimo y Rufino, pues respetaba y estimaba a Jerónimo, aunque no estaba de acuerdo con la traducción al latín de los textos

hebreos, porque en realidad los fieles no tenían la costumbre de oír esas nuevas palabras que no parecían tener la misma autoridad de la versión

griega de los Setenta y podían confundir a la gente.

La muerte de su amiga Paula causó infinita tristeza a Jerónimo. Poco antes de morir él, los pelagianos atacaron y quemaron los monasterios,

en venganza de las fuertes críticas del santo contra el monje celta Pelagio, quien negaba el valor de la gracia. Falleció también la hija de

Paula, Eustoquio. Pocos años después, Alarico saqueó la ciudad de Roma y muchos romanos se fueron hacia el oriente. Pronto murió San

Jerónimo, agotado por el trabajo y la penitencia, sus ojos y su voz ya cansados. Lo siguió su amigo Eusebio de Cremona. Paula fue sepultada

junto a su hija Eustoquio, y allí cerca fue colocado el cuerpo de San Jerónimo, lo mismo que los restos de Eusebio, en las grutas, debajo del

Templo. Detrás de la Gruta de la Natividad se han hallado tumbas de cristianos que también quisieron ir a descansar allí. Los restos del santo

fueron trasladados a la iglesia de Santa María la Mayor en Roma en el siglo trece.

Los años de vida de Jerónimo de Dalmacia transcurrieron en medio de una época de fuertes pruebas para los cristianos. Muchos hombres y

mujeres compañeros suyos fueron religiosos ejemplares y propagaron la fe. Llegaron a formar parte del gran coro de santos.

Jerónimo fue envidiado y admirado. Erasmo veía en él un "Cicerón cristiano" y publicó sus obras. Canonizado en el siglo VIII junto con San

Ambrosio, San Agustín y el papa Gregorio I, figura entre los grandes humanistas e iluminados de su tiempo. Se dice que tradujo bajo

inspiración divina las Escrituras. Aunque no hizo milagros, muchos han interpretado su imagen, entre ellos los pintores Lucas Cranach "Viejo", Bartolomeo Montagna, Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos, Leonardo Da Vinci, Francisco de Zurbarán, Diego de Ribera, Peter Paul Rubens,

Alberto Durero. En un grabado pequeñísimo, Rembrandt van Rijn muestra a San Jerónimo orando, con el león. Aparece en las Biblias del siglo IX, en

pinturas murales de la Edad Media y en estatuas. Su fiesta se celebra el 30 de septiembre.

Belén Efrata, Tierra de Jesús

El profeta Miqueas escribió: "Y tú, Belén Efrata, pequeño entre las familias de Judá, de ti saldrá el que ha de ser el Señor de Israel, y cuyo

origen es antiguo e inmemorial..."

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Belén, Beit-Lehem en hebreo, significa "casa del pan". Efrata, fructífera. En la región hay muchas cuevas donde se refugian pastores y beduinos.

Y la gruta donde nació Jesús. Poco más de cien años después, en ese lugar el emperador Adriano sembró un bosque y lo dedicó al culto de Tammuz-Adonis, dios de la naturaleza, que moría y volvía a vivir cada

año. Pero era un lugar sagrado para los cristianos. Helena, la madre de Constantino, durante su peregrinaje por las tierras santas vigiló la

construcción de la Basílica de la Natividad, sobre la gruta donde nació Jesús. Los árboles del bosque fueron derribados y las piedras retiradas. La Gruta santa fue cubierta con una estructura octagonal adornada con

mosaicos, metales preciosos y sedas; los pisos de la iglesia eran de mármol con mosaicos, y cuatro hileras de columnas rosadas monolíticas

dividían la nave central. Cerca de esa Gruta pasó sus últimos días San Jerónimo, al lado de sus amigo fieles.

El siglo cuarto fue de guerras, invasiones. Llegaron del norte y el este los hunos, los godos, los visigodos, los persas. Varios nombres sucedieron a Constantino el Grande en el Imperio romano. Los samaritanos saquearon la Basílica al comenzar el reinado de Justiniano, quien acometió la tarea

de reconstruirla. Los arquitectos tumbaron la iglesia casi completamente, contra la voluntad de Justiniano; la forma del edificio fue modificada,

especialmente el presbiterio; el piso fue cubierto con mármol, las paredes con mosaicos y la entrada fue fortificada. En el siglo siguiente, un

mosaico donde figuran los Reyes Magos la salvó de la destrucción por los persas, quienes reconocieron en ellos a sus antepasados por los trajes y las barbas. Los cruzados acudieron en defensa de Belén para protegerla de los sarracenos. Renovaron los mosaicos del templo y

agregaron otros, especialmente en la Gruta, decoraron las columnas con figuras de santos, cubrieron el techo. La custodia de la Basílica fue

encomendada a los agustinos para quienes fue construido un convento, donde después se alojaron los franciscanos. Los musulmanes derrotaron

a los cristianos y se apoderaron del lugar, pero los frailes obtuvieron el derecho de custodia de la Gruta y mantenimiento del templo, derecho que entró en conflicto con los griegos ortodoxos que también llegaron allí. La Basílica fue asediada por los turcos, ha sido víctima de flechas y balas.

Los frailes fortificaron los muros, dejaron una puerta de entrada pequeñísima para evitar el ingreso de invasores. Siglos más tarde

reclamaron derechos los armenios, construyeron un convento y celebran en la Basílica sus oficios religiosos. Armenios, franciscanos y griegos

comparten el templo.

Los franciscanos construyeron la iglesia de Santa Catalina, junto al claustro de los agustinos, e hicieron un convento. Allí debajo se han

encontrado vestigios del monasterio de Santa Paula.

Belén es la tierra del dios de la naturaleza, de Jerónimo, del león... Es la tierra de la Biblia en su nueva lengua. La tierra de Paula y Helena. Los

persas vieron allí a sus ancestros en las figuras de los Reyes Magos y se retiraron sin hacer daño...

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Belén de Jerónimo

Palestina ha sido un lugar de conflictos a lo largo de los tiempos. Inicia el milenio en estado de guerra. Alrededor de los lugares santos hace eco el tronar de los tanques, el reventar de las balas. En Belén, en la plaza frente

a la iglesia de la Natividad, la sombra de algún tanque todavía vigila, quedan recuerdos de barricadas y detectores de metales. Por la puerta de la Humildad, muy pequeña para impedir el ingreso de los beduinos y sus camellos, posteriormente de los caballos y los ejércitos de los invasores

de turno, han pasado los escasos alimentos para los refugiados palestinos y cristianos que buscaron abrigo detrás de los gruesos muros.

Hubo cruce de balas entre palestinos e israelíes, de un lado a otro del muro. Quedó un herido dentro de la Basílica. En el interior se reunieron los asesores y funcionarios de los países en conflicto para buscar una

solución. Por la pequeña puerta salieron rehenes y refugiados, acompañados por los religiosos franciscanos y griegos ortodoxos, hacia

la libertad, dejando las armas en manos de los negociadores y los horribles vestigios de cinco semanas de sitio...

Siglos de Historia

La Basílica de la Natividad, sus pesados muros que las diferentes épocas adornaron en el interior con pinturas, mosaicos, metal, mármol y colores,

han visto pasar los siglos y aún protegen las elevadas columnas, símbolos de fortaleza. Ella y los conventos son una colmena de piedra y cielo, edificada en torno a la estructura octagonal constantiniana. A ese lugar llegó Jesús. Allí hizo su hogar Jerónimo. Hasta allí los siguieron

otros peregrinos. Todos la custodian.

3. San Eutimio, el Grande

Tanto los cristianos de Tierra Santa como los peregrinos conocen en general, al menos por el nombre, San Sabas y más aún, la gran Laura de San Sabas (Mar Saba); son menos por el contrario, los que conocen San

Eutimio, quien le precedió por varios decenios y fue el que dio al monacato palestino su configuración propia y definitiva. Cirilo de

Escitópolis, quien escribió hacia la mitad del siglo VI la vida de los monjes de Palestina, lo nombra "Eutimio el Grande".

Eutimio nace en agosto del 377 en Melitene, en aquel entonces parte del reino de Armenia, hoy Turquía Oriental. Su nacimiento fue el fruto de la

oración de sus padres que durante mucho tiempo no habían podido tener descendencia. En una visión, les fue anunciado: "¡Coraje! He aquí que

Dios os ha otorgado un niño que será llamado euthymia (coraje), porque desde su nacimiento, Aquel que os lo otorgará, dará coraje a sus

iglesias"..

Sus padres lo llamaron efectivamente Eutimio y lo ofrecieron a Dios. A la edad de tres años y muerto su padre, el niño fue presentado por su tío al

obispo de Melitene, quien lo bautizó y lo ordenó lector de su iglesia,

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confiándoselo para su educación a dos lectores expertos en las Sagradas Escrituras, que con el tiempo llegarán a ser arzobispos de Melitene.

Eutimio descubre el monacato ya existente en Anatolia. Desde la fiesta de la Teofanía (la del Bautismo del Señor) hasta el domingo de Ramos, toma

la costumbre de retirarse a una montaña desierta para rezar y hacer penitencia. A la edad de dieciocho años recibe la ordenación sacerdotal, y

es propuesto a algunos de los monasterios de los alrededores. No obstante, diez años más tarde se dirigió a Jerusalén, "deseando habitar

en el desierto que le era vecino"

Después de haber visitado los lugares santos y los eremitas que vivían en el desierto, se retiró al monasterio de Farán, aquel fundado por Caritón

casi un siglo atrás. Amante no obstante de la soledad, vivió en una celda solitaria, fuera del monasterio. Allí conoció un monje vecino, Teocisto, con el que entabla una muy sólida amistad. Con él continuará con su

costumbre da pasar en soledad la Gran Cuaresma en el "gran desierto", retirándose hacia el desierto de Kutila, al este de Jerusalén, entre el Wadi el Kelt y Wadi en-Nar (Cedrón). Allí descubren un barranco, según Cirilo, "espantoso, extremadamente profundo y de difícil acceso". En su pared

norte, a media altura entre las rocas que caen a pique, se hallaba una caverna espaciosa. Era dicho valle el Wadi Moukellik, situado al sur de la actual ruta de enlace entre Jericó y Jerusalén, algo arriba de Nabi Mousa.

Allí comenzó realmente la aventura de Eutimio.

Los dos ascetas son rápidamente descubiertos por pastores del "Lazario" (hoy El'Azzariyya, Betania). A partir de dicho momento comienzan las visitas frecuentes, no sólo de gente del Lazario sino de los mismos

monjes de Farán, que los habían buscado en vano. Numerosos discípulos llegan, muchos de los cuales fundarán después otros monasterios y

éremos en las cercanías. En el 428, Eutimio logra convencer a Teocisto de transformar la "laura" (colonia de solitarios) en "cenobio" (lugar de vida

comunitaria).

La fama de Eutimio iba en aumento. Especialmente se recuerda la curación milagrosa obrada por él sobre el hijo hemipléjico de un jefe

beduino, quien se convirtió junto con todo su clan, y se consagró sacerdote. Llegará a ser el primer "obispo de las tiendas", o sea de toda las comunidades beduinas cristianas del desierto de Judea. Su hermano, Maris, consagrado eremita, será llamado por Eutimio a suceder a Teocisto

después de la muerte de este último en 466..

Debido a las numerosas visitas, Eutimio finalmente se dirigió con un joven monje al desierto de Ruba, donde sobre el monte Marda (actual

Masada) fundó una iglesia. De regreso al monasterio de Teocisto, fundó también otra en las cercanías de Hebrón. Finalmente se instaló en una

pequeña gruta algunos kilómetros hacia el oeste del monasterio de Teocisto, en Khan el Akhmar (la actual Mishor Adumim). Allí poco a poco

comenzarán a agrupársele más discípulos, constituyéndose así la famosa "Laura de Eutimio". Morirá a la edad de 97 años, el 20 de Enero del 473.

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Las "Lauras" de Palestina:

La palabra griega "laura" significa callejuela. Según sostienen algunos autores, la comunidad de ermitas tomó ese nombre debido a que el

elemento unificador, del punto de vista topográfico, era un sendero o una ramificación de senderos alrededor de los cuales se edificaban los elementos comunes de la laura: La iglesia, las celdas, el horno, las

cisternas, los depósitos y algunas veces el hospicio para los peregrinos, una enfermería, la torre de defensa y otros elementos. Probablemente su

inventor no fue Eutimio, ya que el mismo afirma no pretender hacer de Wadi el Moukellik un "cenobio", sino una "laura sobre el modelo de

Farán".

La característica fundamental de la "laura" es la combinación de vida eremítica y vida comunitaria, en contraposición al "cenobio", de vida predominantemente comunitaria. Organizada alrededor de un núcleo comunitario, la laura podía extenderse varios kilómetros, siguiendo la configuración típica de los wadis (torrentes) del desierto de Judea. De lunes a viernes cada monje vivía en su gruta, dedicándose a la ascesis con ayunos, vigilias, oraciones, salmodia (recitación de los salmos) y

trabajo manual (a menudo fabricación de cuerdas y canastos). El sábado, todos los monjes se reunían en el centro de la laura, para escuchar las

exhortaciones del padre del monasterio, participar en el almuerzo comunitario y en la celebración eucarística dominical. Cada uno

depositaba su trabajo semanal a los pies del ecónomo de la laura, y el domingo, antes que cada uno regrese a su celda, el ecónomo distribuía a cada uno el material necesario para el trabajo de la semana siguiente. El ecónomo era el encargado de vender el producto terminado y de adquirir

nueva materia prima.

Eutimio marcó todo un hito en la historia del monacato de Palestina. Según un especialista, su mérito más que en la difusión del sistema de

las lauras, reside en la promoción del ideal "hesicasto", o sea de los largos retiros de Cuaresma en lo profundo del desierto, conjugado con la instauración de un fuerte lazo con la Iglesia local, como consecuencia de

la actividad misionera desplegada por Eutimio en el ambiente de los beduinos..

4. Santos Sabas y Teodosio

A partir de San Eutimio se puede afirmar con certeza que el desierto comienza a florecer; cada wadi ve nacer y crecer su monasterio, su laura o su cenobio. Es realmente difícil hacer un censo completo, y aún hasta

hoy día, arqueológicamente, se descubren permanentemente nuevas ruinas de monasterios de época bizantina en Jerusalén y alrededores. Este florecimiento, iniciado por Eutimio, alcanza su madurez con los

famosos San Teodosio, y especialmente con San Sabas.

a) Vida de San Sabas:

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Sabas, el "santificado" como Cirilo de Escitópolis gusta nombrarlo, nace en Mutalaska, Capadocia (hoy Talas y Kaiseri en Turquía) en el 439, de

padres cristianos. Su padre formaba parte del contingente imperial de los "Isaurios", con quienes se embarca para Alejandría llevando a su mujer, y dejando al pequeño Sabas al cuidado de su tío, Hermias. Agobiado por el carácter de su tía, huye Sabas hacia la casa de su tío paterno, Gregorio,

que habitaba en las cercanías. Debido a una discusión entre sus dos tíos acerca de la herencia del niño, este escapó de nuevo refugiándose en el

vecino monasterio de Flaviano. Allí aprendió el salterio y se dio por entero a la vida monástica. Se ejercitó en la vida ascética superando muy pronto,

"por la humildad, la obediencia y las fatigas de la piedad, a sus setenta compañeros de lucha". En el año 456 parte hacia Jerusalén, donde es acogido por Elpidio, sucesor de Pasarión en el monasterio del Monte Sión. Llega en un momento muy agitado, cuando el patriarca Juvenal

había logrado reingresar a su sede patriarcal después de haber debido sostener una ardua batalla contra muchos monjes que se oponían a la aceptación de la fórmula del concilio de Calcedonia (451). Sólo Eutimio

había apoyado a Juvenal y a la fórmula del concilio.

Se dirigió pues, pasado el invierno, hacia la laura de Eutimio, donde pidió ingresar. Es famosa la respuesta del célebre abad: "No creo conveniente, pequeño, que un joven como tú permanezca en la laura. No es ventajoso

para la laura el contar con jóvenes, ni es provechoso para un joven el vivir entre anacoretas. Anda, querido hijo; va torrente abajo, hacia el

monasterio del abad Teocisto. Allí podrás hallar mucho fruto para tu alma"..

En la laura de Teocisto, en Wadi el Moukellik, no tardó Sabas en sobrepasar a sus compañeros. Teniendo treinta años, en el 469, obtiene el permiso del nuevo superior, Longino, de retirarse cinco días por semana a una gruta aislada en el wadi. Aunque perteneciendo al cenobio, adopta el modo de vida de las lauras sin seguir insistiendo en ingresar en la de

Eutimio. Este último no obstante, lo llevará consigo a sus retiros de Cuaresma en el alto desierto, junto con otros monjes.

Cuando murió Eutimio en el 473, seguido por su fiel discípulo Domiciano una semana después, Sabas se fue definitivamente de Wadi el Moukellik para errar por el desierto durante una decena de años, acompañado por

otro monje del monasterio de Teodosio el Grande. Iban de gruta en gruta, aprende Sabas a vivir casi sin nada además de hacer frente a los peligros

del desierto y los asaltos de los demonios. Cinco años más tarde, un ángel se le aparece diciéndole: "Si realmente quieres colonizar este

desierto, entonces deténte, dirígete al borde oriental de aquel barranco; allí donde tú ves, enfrente tuyo, una gruta no estropeada; alójate allí.

«Aquel que da de comer a los rebaños y a los pichones de cuervo que lo invocan» (Sal 147,9), tomará El mismo el cuidado de ti".

Así fue como se instaló en una gruta inaccesible de Wadi Siloam o an-Nar (Cedrón), aquella que aún puede verse hoy, frente al monasterio de San

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Sabas. Allí permanecerá hasta la llegada de los primeros discípulos, en el 483.

b) La "Laura de San Sabas":

El número de discípulos llegó en pocos años a ciento cincuenta. Eso motivó un cierto traslado. Por revelación, conoció San Sabas que Dios le mostraba una gruta destinada a ser la iglesia del monasterio, enfrente de

donde se encontraban, del otro lado del wadi. Es alrededor de dicha iglesia que surgirá la tan célebre "Laura de San Sabas" (también conocida

como Gran Laura o Mar Saba). En 490 será confirmado por el patriarca Salustio como higúmeno (abad) del monasterio, y será ordenado

sacerdote.

Sabas continuará con la costumbre de Eutimio de retirarse al desierto para la Gran Cuaresma. Solamente que no la hará inmediatamente

después de la fiesta del Bautismo del Señor, sino después de haber celebrado las grandes memorias de Antonio el Grande y Eutimio. Sus

peregrinaciones también serán distintas de sus predecesores, ya que irá mucho más lejos. Un año atravesará el Jordán y llegará hasta Gadara,

otro año hasta Banyas (Cesarea de Filipo); en otra oportunidad descendió al Mar Muerto y cayendo en un pozo de asfalto, sufrió quemaduras en

todo el cuerpo. A su regreso, los discípulos sólo lo reconocieron por la voz. En 492 fundó el cenobio de Castellón, donde se levantaba la antigua fortaleza Hircania. En 493 el pequeño Cenobio, no lejos de la Gran Laura. Dotó a la Gran Laura de una hospedería, de un hospital y de una nueva

iglesia, consagrada a la Madre de Dios. También construyó dos hotelerías más para los peregrinos, una en Jericó y otra en Jerusalén.

La estima del patriarca Salustio por Sabas se pone de manifiesto mediante la elección, en 493, de este como archimandrita (arzobispo) de

solitarios, mientras que Teodosio el Grande fue nombrado al año siguiente archimandrita de cenobitas.

En el 503, como consecuencia de una nueva rebelión de sesenta monjes de la Gran Laura (la primera había tenido lugar en tiempo de Salustio,

cuando Sabas fue nombrado abad, pero Salustio lo había confirmado en el cargo), Sabas se exilia, primero a Gadara en Transjordania, luego a

Nicópolis (Anwas, actual Latrún) durante tres años, hasta que el patriarca Elías, sucesor de Salustio, lo encuentra, le intima a regresar y a los

monjes rebeldes de someterse a su autoridad o de irse. Estos prefirieron irse, no sin antes haber destruido parte de la Gran Laura. Más Sabas no

abandona a los rebeldes, quienes después de haber andado errantes algún tiempo, se instalan sobre los restos de un monasterio abandonado

ubicado a 2 km. al sur de Téqoa (Bir el-Wa'ar, en el Wadi Jihar). Allí los encuentra y los ayudará a construir la iglesia, les da consejos y los dota

de un higúmeno, Juan, uno de sus primeros discípulos. El lugar será conocido como la "Nueva Laura".

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Nuevas fundaciones tienen lugar: Los "cenobios de la Gruta" o Spelaion, al oeste de Castellón en 508, y el monasterio de la Torre, en Yébel Mountar en 509. La "laura de las siete bocas" (Hepástomos) en 510, el cenobio de

Zannos y Benjamín, a tres kilómetros al sur de la gran Laura, en 511.

c) Actividad de San Sabas como archimandrita:

El patriarca Elías de Jerusalén enviará a Sabas a Constantinopla, para que lo defienda ante el emperador Anastasio, de tendencia contraria al

concilio de Calcedonia. Pero en el 512 Severo es elegido patriarca de Constantinopla. De clara tendencia anticalcedónica, destituye y destierra a Elías, nombrando en su lugar al staurofilaco (guardián de la reliquia de

la Cruz) Juan, más conciliador con los monofisitas (contrarios a Calcedonia). Los monjes se movilizaron entonces para convencer al

nuevo patriarca de adherir a la ortodoxia calcedónica, lo cual costará a dicho patriarca la cárcel. Para salir de ella se inventa una estratagema. Juan debía jurar, en una ceremonia pública, su comunión con Severo.

Pero para que no pareciese como que el juramento había sido arrancado a la fuerza, debía ser previamente liberado de la cárcel. A todo esto, los

monjes estaban sobre aviso. El día fijado, dos mil monjes se reunieron en la Basílica de San Esteban (hoy día la Ecole Biblique), al norte de la puerta de Damasco. A la llegada de Juan, acompañado por Sabas y Teodosio, los monjes comenzaron a gritar por varias horas: "¡Anatematiza los herejes y confirma el concilio!", y también: "¡Si alguien rehusa aceptar los cuatro

concilios como los cuatro evangelios, sea anatema!". De tal modo, que el delegado del emperador que había venido de Cesarea para tomarle

declaración a Juan, al ver el espectáculo tuvo miedo y se volvió a Cesarea sin la declaración de fidelidad del patriarca. El emperador de

Constantinopla, montado en cólera, trató de exiliar el patriarca Juan, así como Sabas y Teodosio. Los monjes elevaron enseguida una petición

para defenderlos, pero ocupado en otros proyectos, el emperador Anastasio dejó caer en olvido su plan y murió en el 518.

En el 531, después de una revuelta de los samaritanos en la cual estos destruyeron iglesias, poblados y asesinaron al obispo de Neápolis (Nablus) y numerosos sacerdotes, Sabas, más que nonagenario, es

enviado una vez más ahora ante el emperador Justiniano, para pedir el auxilio de Constantinopla. Obtuvo que una parte de los impuestos de los

años 530-32, más algo de las sumas de dinero confiscadas a los samaritanos sirvan para pagar las reparaciones, también obtuvo que la

iglesia de Santa María la Nueva de Jerusalén sea terminada, que un hospital nuevo sea construido y que un fuerte se edifique bajo los

monasterios de Sabas para protegerlos de los raides de las tribus árabes. A su regreso, funda aún una nueva laura, la de Jeremías, y muere el 5 de

Diciembre del 532.

d) San Teodosio el Grande:

Teodosio también ere de origen capadocio. Nació alrededor del 430 a Mogarissos, de padres cristianos. Siendo cantor de su iglesia, aprendió

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de memoria el salterio, así como el resto de las Escrituras. Fue por las mismas Escrituras, que tomó la decisión de abandonar su país y

trasladarse a Tierra Santa para abrazar la vida eremítica. En el camino pasó por Antioquía donde visitó al gran Simón Estilita (el eremita que vivió toda su vida sobre una columna). Desde lo alto de la columna,

Simón predijo a Teodosio una vida monacal brillante: "Tu construirás un enorme recinto inaccesible a los embates de las bestias espirituales; tú

conducirás hacia Dios a aquellos que practicarán el ascetismo".

Llega a Jerusalén casi al mismo tiempo que Sabas. Es recibido por Longino, abad del monasterio de la torre de David. Rehusando este último

de dejarlo partir para el desierto a causa de las disputas teológicas que azotaban los monasterios, lo confió a Hikelia, una mujer muy rica que había hecho construir por aquel tiempo la iglesia del Kathisma de la

Theotokos (iglesia del Reposo de la Madre de Dios), cerca del actual Mar Elías, camino de Belén. Teodosio llegó a ser procurador del monasterio, y a la muerte del higúmeno, fue designado por todos como su sucesor. No

obstante, como desconfiaba de los peligros propios del gobierno, se escapó. Llegó a Metopa, donde fue formado en la vida monástica por dos discípulos de Eutimio, Marino y Lucas. Luego se retiró como solitario a una gruta en un predio donde aún hoy se alza, al algunos kilómetros al este de Belén, el monasterio de Teodosio o Deir Dosi, donde según una

tradición los Magos habían pernoctado después de haber visitado al niño Jesús.

Varios discípulos acuden a visitar a Teodosio, pidiéndole vivir con él. Al principio se muestra reacio y los trata con excesiva dureza, más

amonestado por el entonces archimandrita de los monjes, finalmente los acepta y comienza a construir una hotelería para los huéspedes, más

adelante un cenobio. Muchos comenzarán a pedir vivir con él. El cenobio, fundado en el 473, llegará a ser el más imponente del desierto de Judea,

llegando a alojar cuatrocientos monjes a la muerte de Teodosio, más seiscientos ochenta y tres que habían muerto en vida de éste. Llegó a contar con cuatro iglesias: Una para los de lengua griega, otra para los

armenios, otra para los Besses (una tribu Tracia) y otra para los que pasaban por momentos espiritualmente difíciles. Había también una casa para los monjes de paso, un hospicio para los monjes "torturados por el demonio", una hotelería con hospital para los seculares y un hogar de ancianos. El cenobio también contaba con un hospital en Jericó. Este aspecto "social" del monaquismo se hallaba inspirado en Basilio de

Cesarea, de quien Teodosio había tomado las reglas.

En el 493-4 fue elegido archimandrita de cenobitas. Sus actividades junto a San Sabas las hemos ya relatado. Muere el 11 de enero del 529, siendo

más que centenario.

MONACATO ORIENTAL

ORIGENES DEL MONACATO EN SIRIA

Page 61: Monacato Cristiano

SIRIA, CUNA DEL ANACORETISMO

Si en todos los países y en todas las épocas de la historia religiosa han aparecido movimientos de espiritualidad, tendentes hacia una vida más

evangélica, éstos se manifestaron de un modo espectacular en la provincia siria durante los siglos IV, V y VI.

¿Quién fue el primer cristiano que se retiró a la soledad para vivir «la vida angélica»? ¿Cuándo apareció la vida monástica en Siria? Preguntas hasta hoy sin respuesta. La Historia religiosa de Teodoreto de Ciro, documento básico para conocer la vida de los primeros que vivieron la ascesis siria,

nada nos dice del origen del movimiento monástico.Durante muchos siglos, se creía que el monacato sirio derivaba

directamente del egipcio, ya que se pensaba que el movimiento nació en el Valle del Nilo y de allí se extendió a Siria, Mesopotamia y Palestina. Hoy,

en cambio, nos inclinamos por un origen autónomo del monacato sirio, acaso paralelo al egipcio.

El monacato sirio parece haber nacido fuera de toda influencia extranjera. Esto no quiere decir que, en una etapa posterior, no haya habido

intercambios de influencias entre las instituciones sirias y egipcias. «Creo, escribe J. M. Fiey, que hoy se está de acuerdo en afirmar que el

fenómeno monástico y después el cenobitismo nació y se extendió, independientemente y casi simultáneamente, en Egipto y en Palestina-Siria-Mesopotamia. Pero mientras el primitivo monacato egipcio tiene

figuras conocidas: Antonio, Pablo, Macario, etc., el monacato sirio no ha conservado el recuerdo de sus grandes antepasados».

No es exagerado si decimos que Siria estuvo en la vanguardia del movimiento monástico y que conoció una vida religiosa tan próspera, si

no más, como Egipto. Es sabido que el historiador eclesiástico Teodoreto, obispo de Ciro, quiso demostrar, entre otras cosas, escribiendo su

Historia religiosa, que los monjes sirios no eran inferiores a los del Valle del Nilo ni en número, ni en santidad, ni en proezas ascéticas. El obispo historiador les compara, por su número, a las innumerables flores que

brotan cada primavera en los campos, donde cada una exhala su perfume característico (XIV).

Sin embargo, la historia del monacato sirio bajo sus dos formas: anacorética y cenobítica, es casi desconocida. «La historia del monacato sirio y de sus instituciones, escribe S. Jargy, ha sido la menos estudiada

y, por eso mismo, la peor conocida».

Page 62: Monacato Cristiano

 

PRIMITIVA VIDA MONÁSTICA SIRIA

I.- EL ANACORETISMO MASCULINO.

 No poseemos un estudio de la primitiva vida monástica siria, ni una lista de sus monasterios, ni la biografía de sus fundadores. Esta penuria de

datos se debe a la carencia de documentos antiguos. Aparte de san Juan Crisóstomo y Teodoreto de Ciro que escribieron sobre la vida de los

monjes sirios, raros son los autores que nos hablan de la primitiva vida monástica en Siria. No nos queda otro recurso, si queremos conocer las instituciones monásticas, que la investigación arqueológica, por cierto

muy rica y poco explorada hasta la fecha. La investigación arqueológica será la fuente principal del presente estudio y gracias a ella nos será

posible reconstruir, en parte, la vida de los monjes de los primeros siglos.La historia religiosa de este período se caracteriza por una búsqueda de nuevas formas de vida cristiana. En efecto, Siria es el terreno fértil donde

aparecen las más originales manifestaciones de vida solitaria, profundamente marcadas por el espíritu individualista de la raza. Todas

las formas de ascesis cristiana se dan cita en las soledades sirias, desde el cenobitismo civilizado hasta el anacoretismo semisalvaje.

Teodoreto de Ciro se complace en enumerar las singularidades carismáticas de sus conciudadanos y las técnicas ascéticas de sus

monjes cuando escribe:El enemigo común de los hombres, en su deseo de conducir la raza humana a su perdición, ha encontrado innumerables vías de vicio.

Paralelamente las criaturas de la piedad (los monjes) han descubierto diferentes escaleras para subir al cielo. Los más, innumerables, se reúnen

en grupos (...), otros abrazan la vida solitaria (...), hay quienes habitan bajo tiendas o en cabañas, otros prefieren vivir en cavernas o en grutas. Muchos no quieren saber de grutas, ni de cavernas, ni de tiendas, ni de cabañas y viven a la intemperie, expuestos al frío y al calor (...). Entre

éstos, hay quienes están constantemente de pie, otros sólo una parte del día. Algunos cercan el lugar donde se encuentran con una tapia, otros no toman tales precauciones y quedan expuestos, sin defensa, a las miradas

de los que pasan (XXVII).Los monjes sirios, y más particularmente los anacoretas, gozaban de una

gran libertad para organizar su vida. En general, vivían libres como los pájaros del cielo, sin reglamento de vida, ni superior, al menos los del primer período que va hasta el concilio de Calcedonia, año 451. Las sagradas escrituras, las máximas de los ancianos y, sobre todo, la

iniciativa personal, eran las normas sobre las que basaban su espiritualidad. Cada solitario consultaba sus fuerzas y, siguiendo el

carisma que le dictaba la conciencia, se comportaba como le parecía. Gracias a esta libertad de organización, el monacato sirio produjo los más

pintorescos y variados ejemplos de vida monástica. Sin pretender ser exhaustivos, enumeraremos las diversas categorías de monjes que

marcaron al monacato sirio.

Page 63: Monacato Cristiano

Los estacionarios o los monjes que se condenaban a la statio o inmovilización absoluta. Se imponían como regla estar siempre de pie, sin

hablar ni alzar los ojos, sin extenderse para dormir. «Entre éstos, anota Teodoreto, hay quienes están constantemente de pie, otros sólo una parte

del día» (XXVII).Teodoreto enumera entre los primeros a Moisés (XXIII), Antíoco (XXIII) y Zebinas. Este, no pudiendo conservar, al final de sus días, la posición vertical todo el tiempo, se valía de un bastón como apoyo (XXIV). Su

discípulo Policronio, llegado a viejo, se dejó persuadir por Teodoreto, y se construyó una estrecha celda. Apoyaba su cuerpo en la pared y asi

evitaba las caídas (XXIV).La statio prolongada agotó tanto a Abraham de Carres que no pudo

caminar más (XVII). Abba «pasaba el día y la noche de pie o arrodillado, ofreciendo oraciones a Dios» (IV).

Otros, para mantenerse en posición vertical, sobre todo cuando dormían, se ataban a un poste o se hacían pasar una cuerda debajo de los sobacos

(XXVI) o se ataban a una viga del techo.Esta terrible ascesis seguía practicándose en el siglo X, ya que el célebre

Rabban Yozedeq de Mesopotamia «estaba constantemente de pie y caminaba siempre, ya orase, ya recitase los salmos». Cuando, vencido

por el sueño, su cuerpo le pedía un poco de descanso, se acostaba sobre una tabla inclinada con el fin de que sus pies tocasen tierra y así dormía.

FORMAS DE ANACORETISMO .

Los dendritas, del griego donaron, árbol. Eran anacoretas que vivían en los árboles, imagen de nuestros antepasados paleolíticos. Construían

sobre las ramas una especie de cabana y allí pasaban su vida. Otros se privaban de este «lujo», como el dendrita que vivía en el siglo VII en un

gran ciprés junto al pueblo de Irenin, provincia de Apamea. La providencia le permitió caer al suelo varias veces. Para evitar este inconveniente, se ató al tronco del árbol con una cadena de hierro. Así, cuando perdía el

equilibrio, no llegaba al suelo, sino que quedaba suspendido entre cielo y tierra, esperando la llegada de un alma caritativa que le pusiese en

posición vertical.La ascesis dendrita emigró de Siria a occidente, ya que vemos, en el siglo XIII, a san Antonio practicando este género de penitencia junto a Padua. El santo se hizo construir una especie de cabaña entre las ramas de un

gran nogal y allí pasó los últimos días de su vida.Los acemetas, del griego akemetoi o «los que no duermen». Los sirios

les llamaban chahore «o los que vigilan». Eran monjes que vivían en comunidad y se turnaban por grupos en el coro con el fin de asegurar, día

y noche, la laus perennis o la recitación continua del oficio divino. Los acemetas interpretaban a la letra las palabras de Jesús: «Es preciso orar en todo tiempo y no desfallecer» (Le 18, 1). De esta manera la comunidad,

en cuanto tal, no dormía y estaba siempre presente en la oración. El tiempo no ocupado por la oración, lo empleaban en el apostolado y en el

servicio a los necesitados.Aunque esta institución prosperó, sobre todo, en la región de

Constantinopla, tuvo sus orígenes en Siria. Alejandro, su fundador

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(muerto en el 430), se estableció primeramente a orillas del Eufrates, jefe de una comunidad de varios centenares de monjes. Aquí ejerció un

fecundo apostolado en la conversión de las tribus árabes de la estepa. Después, queriéndose instalar en Antioquia, se encontró con la oposición del obispo Flaviano y, buscando cielos más clementes, emigró a Bizancio.El cenit de la más ruda ascesis fue alcanzado por los monjes-pastores

o boskoí, en griego. Este es un término usado por el historiador Sozomeno para designar a ciertos ascetas de costumbres salvajes. Vivían

a la intemperie, en la campaña, caminando a cuatro patas como los animales y alimentándose de hierbas que pacían a la manera de las ovejas. Los obispos Lázaro y Jacobo provenían de esta categoría de

anacoretas.Los más desconcertantes anacoretas que poblaron las soledades sirias fueron los dementes, dementes por Cristo, saloi, en griego. Estos, para practicar la humildad y el desprecio de sí mismos, vagabundeaban de día por los pueblos, haciéndose pasar por débiles mentales o poseídos del

demonio. La noche la consagraban a la oración solitaria e intensa.El más ilustre representante de esta categoría de anacoretas fue san

Simeón el Loco, cuya vida fue escrita por su contemporáneo Leoncio, obispo de Neápolis en Chipre (muerto en el 650). Originario de Emesa,

hoy Homs, Simeón pasó 39 años de vida solitaria a orillas del río Arnón, en la región oriental del mar Muerto. Cansado de estar solo, decidió

volver a su patria y dar ejemplo inaudito de humildad a sus conciudadanos. Llegado a Emesa, entró a la iglesia en el momento en que se celebraban los santos misterios. Provisto de un tirabeque y de nueces, orientó su puntería hacia el altar, apagando una a una las velas. Después

subió al pulpito y comenzó a bombardear a las mujeres con los proyectiles que le quedaban.

Su conducta excéntrica llegó a la inmoralidad fingida. Un comerciante de vinos llegó a la conclusión de que Simeón no era tan loco como le creían en Emesa y le dio trabajo en su casa. Simeón, para huir de la vanagloria y hacer cambiar a su amo de parecer, se propuso algo insólito. Durante la noche se filtró en la alcoba donde dormía la mujer del comerciante y se

hizo sorprender por el marido. Echado de la casa a grandes gritos, el comerciante repetía, a quien quería oírle, que Simeón era el más perverso

de los hombres. Esto era precisamente lo que buscaba el asceta. La santidad de Simeón fue reconocida después de su muerte.

Los vagabundos, con este término queremos designar a las malas hierbas de la pradera de Teodoreto. Eran monjes que, abusando de la

virtud de los otros, erraban de pueblo en pueblo, de casa en casa, perturbando la paz de la Iglesia y del Estado. Era la mejor manera, según ellos, de manifestar su condición de extranjeros y advenedizos en este

mundo.Sustrayéndose a toda disciplina, se imponían la más rigurosa ociosidad. «Por su conducta no son monjes, dice de ellos el obispo Isoyahb, y por

su hábito no son seglares». San Jerónimo, desde su retiro de Caléis, lanza contra esta categoría de monjes las invectivas más virulentas de su

pluma.Los vagabundos fueron condenados por diversos concilios regionales,

prueba de que las malas hierbas difícilmente se extirpan.

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Otros, los estilitas, del griego stylos, columna, para evitar el vagabundeo, vivían sobre columnas, en una inmovilidad casi absoluta.

Gracias al ascendiente de su fundador, san Simeón el Grande, el estilitismo se propagó prodigiosamente en Siria, suscitando numerosas

vocaciones entre sus conciudadanos.Otra numerosa categoría de monjes sirios fueron los reclusos o

recluidos voluntarios. Eran ascetas que, para evitar el mundanal ruido, se encerraban en celdas estrechas, donde no hablaban más que con Dios.En la primitiva fauna monástica no podemos olvidar a los hipetros, del

griego ypethrios o monjes viviendo a la intemperie. Teodoreto les clasifica en dos grupos: los que se encerraban en recintos no cubiertos, hechos de piedra sin argamasa, en donde el sol les tostaba en verano y el hielo

les torturaba en invierno y los que, despreciando el más modesto recinto, se exponían, inmóviles, a la curiosidad general, de tal manera que la

gente podía verles y palparles (XXVII).El fundador de esta ascesis parece haber sido san Marón. Este vivía al aire libre en el períbulo de un templo pagano, situado «sobre una cima venerada por los paganos», seguramente sobre la actual montaña de

Qalaat Kalota, a 25 kilómetros al noroeste de Alepo. San Marón tenía junto a sí una tienda, como precaución en caso de lluvia muy intensa, pero

raramente se guarecía en ella (XVI).San Marón tuvo muchos émulos. La misma ascesis fue practicada por su discípulo Jacobo el Grande, que vivía en una montaña «a 30 estadios de

nuestra ciudad», es decir, a unos 5 kilómetros de Ciro. No tenía «ni tienda, ni cabana, ni recinto». El cielo le servía de techo. Un crudo día de invierno, habiendo descuidado de guarecerse en una cueva, fue

sepultado en la nieve. Así permaneció tres días. Al cabo de este tiempo, unos campesinos que pasaban por el lugar le sacaron de aquel frigorífico,

usando palas y picos. Teodoreto añade: «Todo el mundo podía verle combatir, hasta tal punto que rechazaba las necesidades inevitables de la

naturaleza». Finalmente, agotado por las terribles penitencias, cayó enfermo de un flujo de bilis, después sanó y se mantuvo firme hasta su

muerte (XXI).Otro discípulo de san Marón fue Limneo, que practicó la misma ascesis

sobre una eminencia que domina el pueblo de Tárgala (XXII). Este asceta tuvo un colega en santidad llamado Abba el Ismaelita, el cual,

acostumbrado desde su nacimiento a vivir al raso, juzgaba superfluo el más modesto techo. «Cuando helaba se ponía asiduamente a la sombra y

en la más fuerte canícula buscaba el ardor del sol» (IV).Monjes a la intemperie fueron: Eusebio que vivía cerca del pueblo de

Asijas (XVIII), Moisés, el cual, para sentir más rigurosamente las variaciones de temperatura, se estableció sobre una cima que domina el poblado de Rama (XXIII) y Juan. Este cortó un almendro que en verano le

procuraba un poco de sombra, «con el fin de privarse de este placer» (XXIII).

EL ANACORETISMO FEMENINO.

También hubo mujeres que se impusieron esta ruda penitencia. Maranna y Cira, nobles damas de Alepo, se encerraron en un recinto sin techo,

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situado en un arrabal de la ciudad. Obturada la puerta a cal y canto, «soportaron la lluvia, la nieve y el sol» (XXIX).

El obispo de Ciro, haciéndose eco de esta euforia mística de sus conciudadanos, añade: «Podría citar otros muchos en nuestras regiones,

en las montañas y en las llanuras, tan numerosos que es difícil enumerarlos y más aún escribir sus vidas» (XXIII).

 

LOS PRIMEROS CENOBITAS

Al mismo tiempo que nacían y florecían estas manifestaciones significativas y llamativas de vida anacorética, asistimos al nacimiento de

un segundo fenómeno monástico, tan importante como el primero: el cenobitismo.

¿Cuándo aparece el cenobitismo en Siria? ¿Quién fue el primer monje cenobita? Preguntas sin respuesta. Lo único que podemos asegurar es que hacia los últimos años del reinado de Constantino el Grande (306-

337) y en los decenios que le siguieron, encontramos ya varias colonias cenobíticas, sólidamente implantadas en diferentes puntos del suelo sirio.1. En la región de Antioquía, diversos establecimientos monásticos nacen en la primera mitad del siglo IV. El primer monasterio que conocemos de

la región es el de Gindaros, hoy Jenderes. Este fue erigido, entre los años 335 a 340, por Asterio, discípulo de Julián Saba que había fundado años

antes, entre el 317 y el 325, una comunidad monástica en la región de Edesa. El convento de Gindaros atrajo muchos candidatos a la vida

monástica, entre éstos a Acacio que, en el 379, fue elegido obispo de Alepo (II).

Otro centro de cenobitismo importante en la región de Antioquía fue el monte Corifeo, llamado hoy Jebel Cheikh Barakat. La Historia religiosa de Teodoreto, escrita hacia el año 444, nos señala, alrededor de este monte, varias colonias de monjes bien constituidas. Su fundador parece haber

sido Amiano, asceta que, bajo el reinado del emperador Constancio (337-361), plantó un «retiro de filosofía», como Teodoreto llama a los

monasterios, en Deir Telade, a un kilómetro al noreste del actual poblado de Telade o Teleda (IV).

Años más tarde, Amiano ruega a un célebre anacoreta de la región, Eusebio de Teleda, de encargarse de la dirección del monasterio por él fundado. La reputación de Eusebio atrajo numerosas vocaciones, entre

éstas se cuentan varios discípulos de Julián Saba (IV).Deir Telade nace, por consiguiente, a mediados del siglo IV y un siglo

después era ya uno de los principales monasterios de la región de Antioquia, acaso el más importante. Cuando Teodoreto escribía su

Historia religiosa, Deir Telade contaba con 150 monjes (IV).Alrededor de esta casa-madre surgieron diversas filiales, unas de lengua griega, otras de cultura siríaca. Una de estas filiales fue el monasterio de

Eusebonas y de Abibion, discípulos de Eusebio, fundado hacia el año 370.

Page 67: Monacato Cristiano

Este monasterio ha sido identificado con las actuales ruinas de Borj Seba, a un kilómetro y 500 metros al noroeste de Telade. En tiempo de

Teodoreto, el monasterio contaba con 80 monjes (XXVI).A 25 estadios, unos 4 kilómetros y 400 metros, del poblado de Telade, existía otro centro monástico que tenía, en tiempo de Teodoreto, como

superior a Marianos (IV). Probablemente se trata del actual Deir Tormanín, monasterio cuyas importantes ruinas se conservan hasta la fecha.

No lejos de Telade existía, hacia el año 400, el convento del abad Morosas (IV), que el historiador Sozomeno ubica en Necheile y que G. Tchienko

identifica con el sitio de Nagaule, al noreste del monte Corifeo .En la misma región existían, a finales del siglo IV, otros dos

establecimientos cenobíticos: el de Maris en Telanisos (XXVI) y el convento de Basos. Este tenía 200 monjes hacia el año 444 (XXVI).

Creemos poder identificar el convento de Basos con las actuales ruinas de Deir Batabo.

Junto a la villa de Imma, hoy Yeni Sehir, Paladio vivía como recluso en el siglo IV, pero parece que había fundado una comunidad de monjes a su

alrededor, ya que Teodoreto dice: «Abrahames vivía con él» (VII).En las montañas del Amanus, al norte de Antioquia, Simeón el Antiguo

fundaba dos monasterios en el siglo IV (VI).En la Montaña Negra, cerca de la villa de Rosus, hoy Arzus, Teodoro

fundó, reinando el emperador Valente, un monasterio junto al mar (X). Juan Moskos que visitó el lugar tres siglos después, lo sitúa en el punto llamado entonces Skopelos, que P. Canivet ha identificado con el actual caserío de Kale, a 4 kilómetros al sureste de Ras el-Khanzir. Teodosio

fundó otro monasterio, hacia el año 368, en Marato, en los alrededores de Antioquia (X), que no ha sido identificado hasta la fecha. Acaso

corresponda al actual Harrán.Según Juan Crisóstomo había muchos monjes, en el siglo IV, sobre el

monte Silpius, hoy Nacar Dag, que domina la ciudad de Antioquia .2. En la provincia de Calcis, vasta región al sur de Alepo, el cenobitismo floreció muy pronto ya que en el año 375 exclamaba san Jerónimo: «Oh

desierto lleno de flores de Cristo!».Seguramente fue Marciano de Ciro, recluso que vivía en una cabaña en el

fondo del desierto de Caleis, el fundador del movimiento monástico en esta región. Sus discípulos fundaron diversas comunidades religiosas (III). Según Teodoreto, muchos monjes vivían en la Calcídine en tiempo

del emperador Valente. Entre éstos nombra a Abrahames, a Avit y «a otros muchos».

3. En la región de Apamea, Agapito, discípulo de Marciano de Ciro, funda, hacia el año 381, dos monasterios en Nikertai. En uno de ellos vivió

Teodoreto como monje. «En estos conventos, escribe el obispo de Ciro, viven hoy día más de 400 hombres, atletas de la virtud» (III). «De estas

implantaciones, añade Teodoreto, han salido millares de retiros ascéticos, regidos por las mismas reglas» (III). Una de estas filiales fue el monasterio de Seleucos Belus, hoy Sqalbie, a 15 Km. al sur de Apamea, fundado por

Basilio (III).4. En la región de Ciro, fue san Marón quien inauguró el movimiento

monástico, ya que Teodoreto nos dice que fue él «quien plantó el jardín que hoy florece en la región de Ciro» (XVI).

Page 68: Monacato Cristiano

En esta región, Teodoreto nos menciona tres monasterios: uno en la ciudad de Ciro, junto a «la tumba del Profeta» (XXI), otro en Tillima,

fundado por Talasios (XXII) y el tercero en Asijas (XVIII).5. En la región de Zeugma, a orillas del Eufrates, encontramos a Publius que funda dos monasterios, uno de cultura griega, otro para los monjes

de lengua siríaca (V).6. Fadane, junto a Harrán, parece haber sido la' más antigua comunidad

religiosa de la Mesopotamia siria. A finales del siglo IV, esta región estaba poblada de monjes, ya que la viajera española Egeria encontró, en Edesa,

una legión de ellos y lo mismo en los alrededores de Harrán. Precisamente, el objeto de Egeria en la visita a la Mesopotamia siria fue la de «ver a los santos monjes que se decía eran allí muchísimos y de vida

tan santa que apenas puede narrarse».El primitivo monacato estaba formado no solamente de hombres. En el

siglo IV había en Siria muchas mujeres consagradas a Dios. «Hay muchas otras, escribe Teodoreto, que han abrazado la vida solitaria o viven en

comunidad» (XXX). Un convento de monjas, junto a Antioquía, es señalado en el siglo IV, en la vida del solitario Pedro (IX).

Cronologia de los Fundadores del monaquismo cristiano (I)

San Antonio (251-356)

Nació en quenam, al sur de menfis el año 251. Es el fundador de la vida monástica. Tras la muerte de sus padres vendió sus bienes y renunció al mundo, el dinero lo distribuyo entre los pobres y comenzó a practicar la

vida ascética no lejos de su casa.

Formó la primera agrupación de hombres que habían decidido renunciar al mundo y seguir a cristo en la soledad. Con antonio se inició lo que se podría llamar la "edad de oro" de la vida eremítica, que va desde el año

330 al 440. Es la época de los llamados "padres del desierto".

San Antonio y los orígenes de la vida anacorética

El período que podemos considerar de los orígenes del monacato o monacato primitivo abarca un siglo delimitado por dos fechas y dos

personajes que creemos son fundamentales: San Antonio Abad, nacido el 251, que a los dieciocho años decidió abrazar la vida anacorética y al que con todo motivo se le puede considerar su fundador —la figura de Pablo

el Ermitaño que le había precedido en algunos años parece ser una creación literaria de San Jerónimo que con su Vita habría querido

competir con la Vita de San Antonio escrita por San Atanasio— y San Basilio de Cesarea, quien hacia el 358 decidió optar por la vida monástica

y murió como obispo de su ciudad el 378. Entre ambos se sitúa cronológicamente la obra de San Pacomio, otro egipcio como San

Antonio, que implantó el cenobitismo o vida anacorética en comunidad.

Page 69: Monacato Cristiano

Resulta obvio que este siglo, que separa los inicios de la actividad de san Antonio y la de san Basilio y conoce el desarrollo del cenobitismo

pacomiano, es el siglo en el que se producen el conjunto de transformaciones que caracterizaron el fin del mundo antiguo. No

pretendemos establecer una relación de causa-efecto entre el surgir del monacato y las transformaciones sociales de la época, pero sí creemos

que el monacato es uno de los fenómenos que mejor reflejan las profundas convulsiones del periodo y que mejor nos puede ayudar a

comprender la historia del momento.

Son muchos los estudiosos que a la hora de analizar históricamente el monacato lo han atribuido a un impulso religioso interior que habría

lanzado a muchos hombres y mujeres de la época a la búsqueda de Dios en el desierto. Interpretaciones como ésta, aparte de situar lo religioso en un ámbito etéreo, desgajado de la realidad social, no dicen absolutamente nada. El hombre antiguo, y muy especialmente el hombre de los primeros siglos, era un hombre eminentemente religioso y la religión invadía todas

las esferas de su vida, de sus ideas y de sus sentimientos. Lo que realmente tiene que plantearse el historiador es por qué tan gran número

de personas optó a partir de la segunda mitad del siglo III por la vida ascética, el anacoretismo y el monacato para satisfacer sus creencias

religiosas y sus sentimientos vitales. Tampoco sirve como explicación el ver en ello el producto de un deseo y de una necesidad interior de

ascetismo cristiano. El cristianismo hacía mucho tiempo que estaba difundido entre estos mismos ambientes y no había dado lugar de modo

generalizado a estas manifestaciones, por lo que no creemos que el monacato constituya algo consustancial con el cristianismo. Creemos,

por el contrario, que para comprender el monacato como fenómeno histórico hay que situarlo en sus circunstancias históricas concretas y determinadas pues, como ha escrito recientemente un joven historiador

español a propósito del monacato hispano, «todos los estudios que, implícita o explícitamente, nos muestren la historia del monacato hispano tardo-antiguo movida por resortes propios, y ajenos a la realidad social,

económica y política del reino visigodo están ofreciendo una imagen deformada de este fenómeno».

El monacato surge, efectivamente, en la segunda mitad del siglo III en Egipto bajo la forma de anacoretismo y su símbolo más representativo fue San Antonio. El hablar de S.Antonio como «padre» del monacato cristiano en su forma anacorética no quiere decir que fuese el primer anacoreta —su mismo biógrafo señala que cuando recibió la llamada

divina optó por imitar a otros anacoretas ancianos—, ni que desarrollara personalmente una labor de difusión y predicación del anacoretismo.

Significa únicamente que, desde el punto de vista histórico, se convirtió en un símbolo de esta primera forma de monacato por la enorme

popularidad que en la segunda mitad del siglo IV alcanzó su biografía escrita por San Atanasio y que, debido a su gran longevidad (aprox. 250-356), su vida coincidió con la época en que el anacoretismo se convirtió

en un fenómeno de masas en Egipto y en otros países. Es, por tanto, en el Egipto de finales del siglo III y comienzos del IV donde hay que buscar la

Page 70: Monacato Cristiano

explicación del fenómeno, al margen de la existencia de formas similares de anacoretismo en otros lugares, especialmente en Oriente.

Egipto constituyó siempre un país con unas estructuras políticas, económicas y sociales peculiares que lo diferenciaron claramente de las restantes regiones. La específica organización administrativa de que le dotó Roma tras su incorporación al Imperio fue un reconocimiento de

esta realidad. En un mundo dominado por una civilización urbana, Egipto continuó siendo durante toda la época romana un país rural, con pocas ciudades y de escasa importancia, a excepción de Alejandría, una de las ciudades más importantes del mundo mediterráneo, que constituía una especie de isla urbana, multilingüe y multirracial, en un contexto rural. A

su vez, el cristianismo se configuró desde sus orígenes como una religión urbana que se integró perfectamente en la civilización urbana

predominante, al menos en sus manifestaciones ortodoxas que dieron origen a la «Gran Iglesia». Se explica así que también el cristianismo

egipcio presentase desde sus inicios unos caracteres peculiares y que la historia de la Iglesia de Egipto se mantuviese siempre bastante al margen

de las corrientes dominantes en el resto del Imperio. Ya en sus inicios parece que el cristianismo egipcio tuvo unos orígenes «heterodoxos», muy influidos de gnosticismo. Sólo en la segunda mitad del siglo II la

Iglesia egipcia se integró en la «Gran Iglesia» y esta integración se realizó fundamentalmente en Alejandría, donde en el siglo III destaca la enorme tarea llevada a cabo por San Clemente de Alejandría y Orígenes. En el

resto del país parece que siguieron su evolución autónoma otras corrientes cristianas paralelas de carácter más o menos heterodoxo. El

hecho de que la lengua predominante en estas comunidades rurales cristianas fuese el copto frente al griego dominante en Alejandría fue uno

de los factores que facilitaron este desarrollo paralelo.

Es en este contexto donde se difunden a mediados del siglo III las formas de ascetismo monástico. Lo que caracteriza a éste es una ruptura total

con el mundo y con sus esquemas de valores basados en la civilización urbana y que en gran medida habían sido asimilados por el cristianismo

oficial. Esta ruptura toma la forma de retirada del mundo para dedicarse a una vida de profundo ascetismo en el desierto. El nombre que adopta,

anakhoresis, es un término con el que se designaba desde la época de los faraones a un fenómeno de tipo político-administrativo muy generalizado:

la huida de los campesinos de su lugar de residencia a otra aldea, a un templo, al desierto o a las zonas pantanosas del delta para escapar de la

opresión fiscal, del servicio militar o de otras obligaciones. En época imperial romana está ampliamente atestiguado el fenómeno entre

personas desarraigadas, deudores, bandidos o descontentos en general con el orden social imperante. La anakhoresis era una forma de protesta

y, muchas veces, era la única salida que les quedaba a estos desarraigados.

De modo similar, los anakhoretai cristianos, cuando optan por la retirada al desierto, no sólo rompen los lazos que les unían con su familia, con su aldea o ciudad, sino también con la organización eclesiástica imperante.

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Los anacoretas optan por una búsqueda directa de Dios, sin intermediarios de ningún tipo, Iglesia incluida. Basándose, como dice de San Antonio su biógrafo, en la recomendación evangélica «si quieres ser perfecto, vende cuanto tienes, dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en los cielos, y ven y sigueme» tomaron éste como el precepto supremo y la base de la auténtica concepción cristiana. No resulta, por tanto, extraño,

que el anacoretismo y otras formas de monacato fueran vistas, como más adelante veremos, con recelo e incluso con abierta hostilidad durante

mucho tiempo por las autoridades eclesiásticas y las civiles.

El paralelismo y la influencia de la anakhoresis político-administrativa con la cristiana es evidente, aunque no es la explicación única del fenómeno.

Lo realmente sorprendente, e históricamente significativo, de la anakhoresis cristiana, es su irrupción en un momento determinado y preciso de la historia del Imperio y sobre todo su carácter masivo. No

existen cifras fiables sobre el número de anacoretas que invadieron los desiertos egipcios a partir del siglo III, pues las fuentes antiguas no

concuerdan y son poco fiables en este aspecto y los estudiosos modernos han llegado a conclusiones muy dispares. Pero de todas las

fuentes se deduce claramente que el fenómeno alcanzó un carácter masivo, y que los monjes anacoretas se podían contar por miles en el

siglo IV.

También en este aspecto se ha querido establecer un paralelismo con el anacoretismo político-administrativo. Las fuentes contemporáneas, especialmente los papiros, parecen reflejar un agravamiento de la

situación económica de Egipto en la segunda mitad del siglo III, que debió tener una especial incidencia en los ambientes campesinos. Incluso

algunos autores han sugerido la existencia entre los siglos III y IV de una profunda crisis de la comunidad egipcia de aldea que tendría su reflejo no

sólo en los grupos sociales más desfavorecidos, los campesinos o fedayhin egipcios, sino también en la pérdida correlativa de

representatividad de sus grupos sociales hegemónicos, las pequeñas oligarquías municipales y sus representantes en el seno de los consejos municipales. En este contexto se ha podido hablar de la confluencia con

una anakhoresis desde abajo, de otra anakhoresis desde arriba con el abandono de sus obligaciones por parte de las clases dirigentes en el

seno de esta sociedad rural y campesina. Coincidiendo con esta situación de crisis que había caracterizado al Egipto de esta época se habría

llevado a cabo la reconducción del cristianismo egipcio hacia el cristianismo dominante en el Imperio, Además, este proceso fue

contemporáneo con la integración creciente de la Iglesia oficial en las estructuras políticas, sociales y culturales imperantes, facilitada por el largo período de paz que vivió ésta tras las persecuciones de Decio y

Valeriano y uno de cuyos pioneros había sido medio siglo antes precisamente San Clemente de Alejandría, representante de la Iglesia

urbana de Alejandría.

Es fácil deducir que en los ambientes cristianos del campesinado egipcio donde debían ser predominantes las concepciones del cristianismo

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carismático con influencia de tipo gnóstico, encratista y ascético en general, sobre el cristianismo institucional representado por la «Gran

Iglesia», esto debió de producir un distanciamiento respecto a una concepción cristiana que concebía la salvación en el marco de una Iglesia cada vez más institucional y, por tanto, más integrada en las estructuras

políticas dominantes. Se explica así que en una época de inseguridad económica, de ruptura de lazos entre los campesinos y su comunidad,

muchos de estos cristianos imbuidos de una profunda religiosidad tradicional, que habían encontrado su expresión en las formas de

cristianismo carismático de los primeros siglos, buscasen una salida personal e individualista a sus inquietudes al margen de la sociedad que les rodeaba. Estas tendencias debieron verse acentuadas a comienzos

del siglo IV al desencadenarse la persecución de Diocleciano y sus sucesores, que en Egipto alcanzaron una especial violencia. El desierto,

ya poblado de anacoretas, fue la salida más cómoda para muchos cristianos de las aldeas y de las ciudades, incluida Alejandría, que rehuían

a las autoridades romanas.

El período que siguió a las persecuciones, con la aceptación del cristianismo por Constantino y la integración definitiva de la Iglesia en la sociedad y el abandono de muchos de los postulados y principios en que

el cristianismo se había basado hasta entonces, debió acelerar e intensificar el proceso. El anacoretismo se convirtió en una forma de

rebelión y de protesta social y religiosa y el ejemplo se trasplantó a otros muchos lugares del Imperio. Pero nunca fue un movimiento organizado.

Era el tiempo del individualismo, de la protesta individual, que no aspiraba a transformar ni a crear algo nuevo que reemplazase aquello de

lo que se huía. Representó la concepción del cristianismo como salvación del individuo frente a una concepción social, en grupo, urbana y civilizada

defendida por ejemplo en san Pablo y su idea del «cuerpo místico». El anacoreta lucha solo y los enemigos que tiene que vencer son enemigos

personales, el cuerpo y su expresión más cuajada, la sexualidad, y el demonio. Para él no existe el concepto de pecado social, todos los

pecados son individuales.

Un movimiento espontáneo, desorganizado, sin control de ningún tipo como éste tenía que dar lugar a todo tipo de excesos, abusos y

degeneraciones. Es indudable que la mayoría de los que se retiraban al desierto lo hacían llevados de un ansia espiritual auténtica que buscaba el encuentro inmediato con lo divino. Pero aislado de todo, encerrado en su gruta o en una vieja tumba saqueada, sin más contacto que con el sol

ardiente y el desierto, la mente del eremita caía en las más extrañas elucubraciones que, tanto ellos como la literatura de la época, atribuyen

al demonio, y en prácticas aberrantes. Por otra parte, en su retiro se encontraba con frecuencia con los otros «anacoretas» que huían por motivos no tan religiosos: bandoleros, asesinos, prófugos del ejército

convivían con frecuencia con estos monjes y muchas veces eran convertidos a la búsqueda religiosa. Si el desierto era un lugar óptimo

para encontrar a Dios, también estaba expuesto a toda clase de peligros. No extraña que las mismas fuentes antiguas que exaltaban los méritos y

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hazañas ascéticas de estos «santos», no oculten tampoco con frecuencia sus caídas. La literatura hagiográfica es, a este respecto, una descripción de las más altas hazañas de que es capaz la naturaleza y de las más bajas

caídas y las más extrañas aberraciones, más humanas éstas que aquéllas".

Ammonas

Después de la muerte de Antonio, la colonia de ermitaños de Pispir se hallaba bajo la dirección de Ammonas, uno de sus más antiguos

discípulos, el cual era alabado por su inmensa bondad de corazón.

A Ammonas se le conoce por sus cartas, las cuales demuestran un misticismo genuino en el que no se observan indicios de un sistema o una teoría por la cual se guiase. En él destaca la antigua idea del largo

viaje del alma al cielo, pero no después de la muerte, sino aplicada a una ascensión mística ya en este mundo.

San Pacomio (292 - 346)

Es el primer maestro de la vida común o cenobítica. Pacomio sintió el llamado de poner al alcance de todos la vida monástica, para lo cual tenia

grandes dotes de organizador. Llegó a tener cientos de adeptos, los cuales pertenecían principalmente al campo y a pequeñas ciudades.

Pacomio elaboró una regla en la que dando por supuesta la castidad y la pobreza, añadió la obediencia como forma específica para la vida común.

San Pacomio y los orígenes de la vida cenobítica

En este contexto surge la figura y la obra de San Pacomio, que trató de dar una organización y una sistematización a este movimiento ascético.

San Pacomio fue uno de estos miles de campesinos egipcios que se sintieron atraídos por el desierto en la segunda mitad del siglo III e

iniciaron una vida anacorética. Pero, como otros muchos, experimentó pronto las deficiencias que ofrecía y los peligros a que daba lugar la vida solitaria. Esta experiencia había llevado a muchos a formar colonias de

anacoretas que llevaban una cierta vida en común, reuniéndose para celebrar algunos servicios, como los actos litúrgicos. Se trataba, a lo que sabemos, de comunidades embrionarias y escasamente organizadas. San Pacomio fue, si no el primero que lo intentó, sí el primero que logró una

sistematización y organización de estas colonias que dio lugar a una forma de vida comunitaria o cenobítica (koinos bios). La implantación y la generalización de ésta supuso un notable avance sobre lo que ya existía y dio origen a las primeras formas de vida comunitaria que serán el punto

de partida de todas las formas de monacato posteriores.

Page 74: Monacato Cristiano

San Pacomio es, en mayor medida aún que San Antonio, un típico representante de los propietarios campesinos egipcios escasamente

influidos por la civilización urbana mediterránea. Originario de una aldea de la Alta Tebaida, Esne, pertenecía a una familia de campesinos pagana, y fue durante su servicio militar en el ejército romano cuando se convirtió

al cristianismo y experimentó la llamada del desierto". Sus biógrafos narran su conversión a partir de una experiencia vivida recién enrolado en

e! ejército: conoció a unos cristianos que se dedicaban a ayudar y consolar a los reclutas enrolados de mala gana. Este ejemplo le llevó a

convertirse al cristianismo y hacer la promesa de dedicarse a ayudar a los demás si lograba librarse del ejército. Poco después fue liberado contra toda esperanza. Cabe preguntarse si en esta narración no se oculta una

explicación «piadosa» de su deserción del ejército.

Hacia el 320 llevó a cabo la fundación del primer cenobio o koinonia en Tabennesi, cerca de su lugar natal, y a éste le siguieron otros hasta un

total de nueve, dos de ellos femeninos. Del mismo modo que San Antonio no fue iniciador del anacoretismo sino que con él adquirió éste carta de

naturaleza, tampoco San Pacomio ideó por vez primera la vida en común, pues ya antes de él había habido otros intentos que habían tenido escaso

éxito, al igual que fracasaron los primeros intentos del propio San Pacomio. De estas experiencias frustradas, propias y ajenas, debió

extraer las consecuencias para la organización de sus comunidades. Estas, en efecto, se presentan como una experiencia imaginativa y eficaz, pero basada en una perfecta organización de la vida comunitaria capaz de

satisfacer las aspiraciones de las personas que acudían.

La clave del éxito de San Pacomio creemos que radica en que supo hacer compatible el espíritu individualista y las exigencias de una vida en

común organizada. Cada koinonia constaba de una serie de «casas» dispersas en un amplio recinto cerrado por un tapial. En cada una de estas «casas» vivían unas veinte personas que llevaban una vida con

gran independencia, con su propia celda individual o para dos personas. Incluso, aunque existían una serie de servicios comunes (cocina,

comedor, despensa, biblioteca, etc.), cada monje gozaba de una amplia libertad para asistir a los servicios comunes, rezos, comida, trabajo... Pero, basado en una fluida jerarquía, creó un perfecto entramado en el

ámbito de cada koinonia y de éstas entre sí. Cada «casa» tenía un responsable, prepósito o prefecto y cada tres o cuatro «casas»

constituían una tribu. Al frente de toda la Comunidad se hallaba un superior ayudado por un «segundo» y un ecónomo responsable de toda

la administración económica. A su vez, cada una de las koinonias vivía en un régimen de dependencia de un superior general, el propio San Pacomio, que, a su vez, era ayudado por un ecónomo general. La

organización del trabajo en la comunidad se reglamenta de una manera estricta pues cada «casa» estaba especializada en un servicio

determinado: una era la responsable de preparar las mesas de los demás, otra de los enfermos, otra de los huéspedes, etc. En cada comunidad

aparecen los «semaneros» o «hebdomadarios», cada uno de los cuales es responsable de un servicio general durante una semana.

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Se impone de modo evidente que San Pacomio organiza sus comunidades tomando como modelo la sociedad egipcia que lo rodea y que a partir de ésta trata de montar una comunidad independiente. Si el

anacoreta huía al desierto como acto individualista de rechazo de la sociedad en que vive, Pacomio lleva más adelante esta protesta

organizando una sociedad paralela a la sociedad civil imperante, pero tomando a ésta como punto de referencia. Cada koinonia se configura como una aldea, e incluso algunas fuentes las denominan «pueblo»,

formada por familias agrupadas en «casas». El recinto que las rodea es un verdadero «témenos» que marca esta condición de separación y apartamiento y resalta su condición de lugar sagrado, separado del

mundo. Se trata de verdaderas «repúblicas» independientes plasmadas sobre el modelo de organización de las aldeas egipcias y de la estructura

administrativa romana.

Como no podía ser menos, la base económica de la koinonia es la tierra, a cuyo trabajo se entregaban los propios monjes. Con el tiempo, los monasterios se convertirán en grandes propietarios de tierras y en

unidades económicas independientes. Como actividades y fuentes de ingresos complementarios trabajan también en la artesanía, fabricando

todo tipo de productos. En la organización de la producción desempeñaba un papel fundamental la organización de la koinonia en

«casas». San Jerónimo señala en el prólogo a su traducción latina de las Reglas que las casas agrupaban a los miembros que ejercían un mismo oficio: tejedores, estereros, carpinteros, zapateros, bataneros, sastres,

etc. El ecónomo general es el responsable de la administración de todos los fondos y de la comercialización de sus productos que no sólo alcanzó

a las aldeas y ciudades próximas, sino que llega incluso a Alejandría.

El carácter de contestación y protesta contra la sociedad y la administración civil imperante se manifiesta de modo claro en el

componente social de los miembros que entran a formar parte de estas comunidades. La información de las fuentes a este respecto es abundante

y pone de manifiesto que se nutrían de la población de las ciudades y aldeas próximas en las que abundaban los desheredados, desarraigados,

fugitivos... Es decir, el mismo tipo de gente que tradicionalmente buscaban salida en la anakhoresis. Una anécdota de la vida del primer

monasterio pacomiano ilustra muy bien esta realidad. En una ocasión un «semanero» o «hebdomadario» le pegó a un hermano durante el trabajo y

éste le devolvió el golpe. San Pacomio juzgó el caso expulsando al «semanero» y excluyendo al otro de la comunidad por un tiempo. Pero se levantó otro miembro protestando por el juicio y le secundaron la mayoría

amenazando con marcharse todos en solidaridad con el expulsado, aduciendo que todos eran pecadores y nadie estaba exento de culpa.

Ante tal situación, Pacomio rectificó, haciéndose estas reflexiones: ¿No es el cenobio el refugio en que hallan la salvación eterna los asesinos, los

adúlteros, los magos, los pecadores de toda clase? ¿Quién soy yo para expulsar a un hermano de este asilo? ¿No mandó el Señor perdonar sin límite? Y en adelante tomó la decisión de corregir a los delincuentes en

vez de expulsarlos.

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La rusticidad y la incultura que dominaba a los miembros de las comunidades no era sino reflejo del medio rural egipcio en que surgen.

Por ello San Pacomio intentó también desarrollar una labor de formación cultural y de alfabetización. El mejor exponente de este afán es la

creación de una biblioteca en cada koinonia, y la insistencia en las Reglas de que todos los analfabetos aprendieran a leer, para lo que se

establecieron tres horas diarias, dirigidos por otros monjes. El objetivo, naturalmente, era que todos tuvieran acceso a las Escrituras, que sirven de este modo de vehículo cultural. La lengua predominante era el copto,

que era la del propio San Pacomio, lo que contribuyó enormemente a afirmar en el interior de Egipto la lengua, cultura y tradiciones coptas muy

alejadas de las imperantes en Alejandría.

La piedad y las prácticas religiosas preconizadas por San Pacomio muestran también su adaptación al medio popular y campesino egipcio. Pacomio huye de los duros ejercicios ascéticos que caracterizaban a los

anacoretas, su regla es moderada y clemente, la piedad se basa en la recitación de salmos y otros pasajes bíblicos, aprendidos de memoria,

dos veces al día. En todo esto se refleja la concepción de un cristianismo popular, que se reafirma en el hecho de que el propio Pacomio y sus inmediatos sucesores no fueron ordenados presbíteros, ni tampoco

quería que lo fuesen sus monjes. La contraposición con el cristianismo oficial imperante es evidente. Aunque San Pacomio no rompe con la

jerarquía eclesiástica y es respetuoso con ella, sin embargo no recomienda el acceso de sus monjes a las órdenes sagradas, consejo que

se basa en que generalmente son «origen de celos, envidias y discordias».

Así, pues, koinonia pacomiana es unidad económica, unidad cultural y unidad religiosa. Se concibe y configura frente a lo que les rodea, como

rechazo y aislamiento (témenos) de la administración romana, de la cultura griega y de la Iglesia oficial, tratando de buscar y reafirmar su propia identidad. Como señala muy bien M. Mazza, «identidad cultural significaba también, en gran medida, identidad social. Como ya hemos dicho, en los monasterios se reunían elementos de la sociedad egipcia

que habían sido rechazados durante siglos y habían sido marginados de la sociedad imperial helenístico-romana; en ellos se encontraba una

nueva identidad social. Aquí está uno de los elementos principales del inesperado éxito de la vida cenobítica a comienzos de la Antigüedad

tardía... El cenobio, además de una organización económica y social, era una estructura cultural muy conexionada».

Con San Pacomio se alcanzó ciertamente el máximo grado de insti-tucionalización de la vida ascética entre las diversas experiencias que se

habían llevado a cabo hasta la época. Su obra fue continuada por sus sucesores (Petronio, Orsiesio, Teodoro), pero también surgieron

imitaciones, disensiones y cismas. El más importante fue el protagonizado a mediados del siglo IV por Pgol, quien fundó un

monasterio de tipo pacomiano junto al pueblo de Atripe en la zona de Akhmin, también en la Tebaida. A Pgol le sucedió a finales del siglo su

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sobrino Shenute, (o también conocido como Schenouda) quien llevó este monasterio, conocido como el Monasterio Blanco, a su máximo apogeo. Shenute hizo del Monasterio Blanco un emporio económico, político y religioso. A su muerte se había convertido en un enorme latifundio con

2.200 monjes y 1.800 monjas que incluía pueblos enteros. Su personalidad y su formación cultural son contradictorias y apasionantes y representan muy bien lo que podían llegar a ser estos indígenas egipcios «ilustrados»: irascible y dominante —se decía que en una ocasión había

matado a un monje con sus propias manos—, conocedor superficial de la cultura griega que no supo asimilar, su cultura religiosa se basaba en una

interpretación elemental y simple de la Escritura, ajena a cualquier elucubración teológica. Hizo del copto, idioma en que escribió una gran cantidad de cartas y sermones, la lengua oficial del cristianismo egipcio que lo elevó a los altares. Shenute llevó a su máximo desarrollo ciertas tendencias al particularismo que ya se manifiestan en San Pacomio. Su

gran biógrafo de comienzos de este siglo, J. Leipoldt, le atribuye el haber originado el cristianismo nacionalista egipcio. Aunque el término

«nacionalista», al menos en este periodo, resulta discutible, es indudable que Shenute creó un poder económico y social autónomo de las

autoridades civiles, militares y religiosas y de los grandes propietarios, frente a todos los cuales defendía a sus monjes-campesinos con formas violentas que estuvieron a punto de desembocar en una guerra abierta. Cabe destacar que Shenute o Shenouda es sólo reconocido como santo

por la Iglesia Copta, no así por las Iglesias Ortodoxas.

3. La herencia de San Antonio y de San Pacomio

Los excesos en que desembocó el cenobitismo bajo la órbita de Shenute son el lógico desarrollo de la experiencia socio-religiosa iniciada por San Pacomio en un medio tan peculiar como el del Egipto del Valle del Nilo en la época romana. En este momento, el conocimiento del anacoretismo del

tipo de Antoniano y del cenobitismo pacomiano había llegado a casi todos los puntos del Imperio y había provocado enorme atractivo y

numerosas adhesiones e imitaciones. Aunque eran el fruto de un medio y una experiencia específicamente egipcios, las apetencias religiosas y las

aspiraciones sociales a que trataban de dar satisfacción estaban ampliamente arraigadas en la sociedad tardo-romana. La desaparición

paulatina a partir del siglo III del espíritu «cívico» y de las formas de vida urbana, en que se habían fundamentado la sociedad y la cultura

helenístico-romana dominantes, estaban siendo sustituidas por una nueva mentalidad y una nueva escala de valores, que requerían encontrar

la adecuación de nuevas formas sociales que reemplazasen a las que representaba y sustentaba la ciudad antigua. Es ya de por sí significativo

que tanto San Antonio como San Pacomio procediesen de un medio social y cultural copto —ni siquiera hablaban griego y lo mismo sucedía

con la mayoría de sus seguidores— tan alejados de la civilización urbana que tenía su máxima expresión en Alejandría. El modelo de hombre santo,

que San Antonio encarnaba y proponía a la imitación, y el modelo de organización social separada y contestataria que logró implantar San

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Pacomio, representaron dos soluciones a inquietudes ampliamente extendidas, lo que explica su rápido éxito.

Ya en la primera mitad del siglo IV comenzaron a difundirse por casi todo el Imperio, pero en especial en Oriente, diversas formas de vida monacal, inspiradas en los modelos egipcios. Cuando San Atanasio publicó su Vida

de Antonio (poco después del 356), la obra se convirtió en verdadero best-seller y fue inmediatamente traducida al latín y a otras lenguas

minoritarias y, siguiendo su modelo, surgió una literatura de «vidas de santos» que era devorada por todo tipo de lectores. De modo similar,

también las Reglas de Pacomio fueron traducidas al griego, al latín y a otras lenguas y comenzaron a circular distintas versiones e imitaciones.

El éxito de este tipo de literatura iba acompañado de la imitación y la difusión de las formas de vida cristiana que encarnaban. Las colonias de

anacoretas egipcios y los monasterios pacomianos se convirtieron enseguida en centros de peregrinación donde acudían gentes de todos

los pueblos del Imperio. Paralelamente, en otros países, y en especial en Siria, las diversas formas de ascetismo y de monacato tuvieron una

difusión y arraigo comparable al de Egipto y la carrera por realizar las formas de ascetismo más extremas y extravagantes dejaron

empequeñecidas las experiencias de los anacoretas egipcios. El caso de los santos estilitas, con Simeón a la cabeza, es sólo una manifestación

entre otras muchas. Como ya hemos tenido ocasión de poner de relieve, estas formas de monacato son una forma de protesta contra las

estructuras sociales y políticas del momento, pero también contra el cristianismo dominante representado por la Iglesia jerárquica. Hay que

tener presente que la Iglesia en estos momentos estaba plenamente integrada en el Imperio y había asimilado la mayor parte de los ideales y

valores que representaba la civilización antigua y estaba sustituyendo las funciones de cohesión social, de difusión de una forma de cultura y de

apoyo al poder político central que la ciudad había desdeñado durante un milenio. Se explica así el recelo y la suspicacia en unos casos, y la

oposición y el rechazo en otros, con que es visto el fenómeno monástico y las condenas que sufre por obispos y concilios y por el propio poder civil en ciertas ocasiones. Pero esto no bastaba para frenar su difusión. Se puede afirmar que la Iglesia católica y jerárquica, tal como se había

configurado a partir de mediados del siglo II, tuvo en el siglo IV su mayor enemigo en el monacato. Ni siquiera el problema arriano representó, a

nuestro modo de ver, un obstáculo semejante.

Cronologia de los Fundadores del monaquismo cristiano (II)

San Basilio ( 329 - 379)

El monacato urbano de San Basilio de Cesarea

Contemporáneo, aunque más joven que San Atanasio, fue San Basilio de Cesarea. También Basilio jugó en el campo doctrinal junto con los otros obispos denominados Padres capadocios, a

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saber, su hermano San Gregorio de Nisa y su amigo San Gregorio de Nacianzo, un papel decisivo en el triunfo de la teología nicena. Pero fue su actividad en el ámbito del movimiento monástico lo

que aquí queremos resaltar. San Basilio pertenecía a la aristocracia helenizada de las regiones interiores de Asia Menor

que había aceptado pronto el cristianismo. Fue un hombre profundamente imbuido de la cultura clásica, estudió en

Constantinopla y Atenas, pero cuando iniciaba una brillante carrera como rétor y político se sintió también profundamente

atraído por el ascetismo monástico. El principal difusor de éste en el interior de Asia Menor era en esta época Eustacio de

Sebaste, quien preconizaba un ascetismo extremo con marcada influencia encratista. Eustacio se había ganado a la hermana y a la madre de San Basilio y después al propio Basilio, que se hizo un ferviente seguidor suyo. Llevado del afán por conocer mejor

las experiencias monacales realizó un viaje por Oriente y Egipto, donde entró en contacto con el cenobitismo pacomiano. Esta

experiencia debió influir profundamente en él. Vuelto a su tierra hacia el 358, se retira a una propiedad familiar en el Ponto, donde

con un grupo de seguidores, entre ellos San Gregorio Nazianceno, crea una comunidad. Pero esta experiencia de retiro ascético iba a durar poco. Hacia el 362 o 364 el obispo de Cesarea

de Capadocia, Eusebio, le convenció para que se ordenara sacerdote, se convirtió en un auxiliar indispensable suyo e inició

en la diócesis una enorme actividad pastoral y social. Ésta se incrementó cuando en el 370 fue elegido sucesor suyo, como obispo de Cesarea y metropolitano de Capadocia. Hasta su

muerte en el 378 desplegaría una acción incansable en todos los órdenes, eclesiástico, social y político, que harán de él uno de los

personajes más representativos e influyentes de su época.

San Basilio tuvo una gran influencia en la evolución de la historia del monacato antiguo, pues le dio un rumbo nuevo y una nueva concepción que lleva el sello de las experiencias fundamentales que marcaron su propia vida: el componente ascético y rigorista

de Eustacio de Sebaste, el marcado contenido social y comunitario del cenobitismo pacomiano, su dominio de la

filosofía y de las formas de pensamiento y de cultura griegas y su actividad pastoral como presbítero y obispo. Este conjunto de experiencias, contradictorias muchas de ellas, contribuyeron a

configurar su compleja y rica personalidad como monje, obispo y hombre de acción que le llevó a intervenir de modo decisivo en

todos los problemas de su tiempo (doctrinales, de política eclesiástica, sociales, políticos, etc.) y de la que nos ha dejado

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testimonio en su variada y amplia obra escrita (cartas, sermones, tratados teológicos y ascéticos).

El monacato en la vida y la obra de San Basilio. El obispo de Cesarea, como hemos dicho, no elaboró unas reglas monásticas al estilo de Pacomio y de lo que después hará en Occidente san Benito, pues su concepción del monacato está estrechamente

fundida con su propia vida y su acción como presbítero y obispo ha quedado reflejada, no en una de sus obras, sino en toda su producción literaria, y en su propia biografía. Creemos que la

enorme influencia que San Basilio ejerció en la vida de la Iglesia y la sociedad de su tiempo deriva, más que del hecho de haber sido

creador de comunidades monásticas y legislador de la vida comunitaria, aunque ciertamente fue ambas cosas, de que en su

persona encarne un tipo de hombre nuevo, muy distinto del "Hombre Santo" que representan los ascetas egipcios en la

versión de San Antonio y de San Pacomio. Para comprender esto hay que tomar de modo global la persona y la obra de San

Basilio, pues, al igual que San Pacomio y San Antonio, sólo se explican en el ámbito de la sociedad egipcia en que vivieron,

Basilio es un «producto» de un medio geográfico e histórico muy diferente.

Junto a los factores que influyeron en su formación, en San Basilio se dan casi todas las características del «hombre nuevo» que encarnan las élites dirigentes del bajo Imperio en el Oriente

del mismo: aristócrata y terrateniente, profundamente apegado a la vida urbana, rétor y amante de la cultura griega, pero con

profundas convicciones cristianas, monje, presbítero y obispo. Hubo un hecho que creemos resultó decisivo en su vida: cuando, llevado de sus entusiasmos ascéticos, vivía retirado en lo que él consideraba una vida casi idílica en sus posesiones de Annesi, a orillas del río Iris en el Ponto, cedió a las presiones del obispo de

Cesárea para ser ordenado sacerdote y compartir con él las responsabilidades del gobierno de la metrópoli. San Basilio

aceptó, pero no renunció a seguir siendo monje. Hizo compatible la vida monacal con su actividad incansable al frente de la Iglesia.

Este ideal nuevo de monje y hombre de acción, de asceta y de miembro de la jerarquía eclesiástica que él realizó en su vida,

trató de infundirlo en su concepción del monacato que va desglosando a lo largo de sus obras literarias. Sacó a sus monjes

del retiro de las montañas del Ponto y los convirtió en colaboradores activos de sus labores benéficas, asistenciales y

eclesiásticas. La vida monástica se convirtió para él en una simple preparación o «noviciado» para la vida activa. Más que en

una serie de peculiaridades formales respecto a los modelos cenobíticos anteriores, creemos que radica aquí el gran giro que

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Basilio acertó a dar al monacato y que determinó de modo decisivo el futuro de la Iglesia y de la vida monástica.

 

Orsieso.

Antes de morir Pacomio nombro como su sucesor a Petronio. Pero este le sobrevivió solo dos meses, por lo tanto la dirección

la asumió Orsieso. El continuo con la obra sin mayores dificultades, pero en el año 350 aproximadamente surgieron problemas dentro de la Koinonia, Orsieso nombró como su

ayudante en la dirección a Teodoro.

A Orsieso se le atribuyen los escritos denominados Doctrina de institutione monachorum en la que se demuestran los elevados

ideales religiosos y monásticos que lo inspiraban.

Teodoro

Como asistente de orsieso fue una persona de notables empresas, a la vez que logró poner fin a la rebelión que

amenazaba con destruir en parte a la organización pacomiana. Fundó varios monasterios nuevos y murió luego de haber

cogobernado durante dieciocho años.

Macario

Macario el Egipcio , también conocido como el Viejo o el Grande, ocupo un gran lugar dentro de la historia del monaquismo

Egipcio. Nació en el año 300 aproximadamente en una aldea de Egipto superior, a los treinta años se retiro al desierto donde vivió

sesenta años como ermitaño. Pronto se vio rodeado de discípulos y estos lo llamaban "el joven viejo" debido a su forma

de pensar y actuar. Con su ejemplo se gano la confianza de mucha gente. Fue invitado muchas veces a hablar a los

anacoretas de las montañas de Nitria.

Macario el alejandrino

Fue contemporáneo de Macario el egipcio, y era conocido también con el nombre del hombre de la ciudad, por el lugar de

su nacimiento. Nació el egipto superior y posteriormente se

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estableció en el desierto de celia y destaco por su heroico ascetismo.

Evagrio pontico

Fue discípulo de los dos Macarios, y se le llama Pontico porque nació en Ibora, en el Ponto.

Se destaco por ser hábil en las discusiones contra las herejías y al marcharse al desierto de Celia entró en contacto con los dos Macarios y ahí decidió imitar el modo de vida de estos. Fue el

primer monje en escribir extensas obras que ejercieron notable influencia en la historia de la piedad cristiana. De hecho es el fundador del misticismo monástico y el autor espiritual más

interesante del desierto Egipcio. Los monjes de Oriente y Occidente estudiaron sus escritos como documentos clásicos y

como manuales de valor incalculable.

Paladio ( 363- ¿? )

Nace probablemente en Galacia y se dirigió siendo mayor a Alejandría con el deseo de conocer a los virtuosos ascetas. A los

treinta y seis años fue elegido obispo en Bitinia, pero extraño demasiado la vida en soledad y decidió partir nuevamente.

Permaneció tres años en el monte de los Olivos y luego cuatro años con los monjes Antinoe en la Tebaida.

Entre los años 419 - 420 escribió sus recuerdos es una serie de relatos dedicados a Lauso, chambelán de Teodosio II : la Historia

Lausiaca. En ella describe el movimiento monástico de Egipto, Palestina, Siria y Asia Menor. Aquí combina sus recuerdos con la información que recibiera de otros en una serie de biografías. No pretende escribir una defensa del monaquismo ni vacila en dar a

conocer las debilidades de los monjes.Fue el historiador más eminente del monaquismo Egipcio y

discípulo de Evagrio Póntico

ANTONIO SE RECLUYE EN LOS SEPULCROS. MÁS LUCHAS CON LOS DEMONIOS

Así Antonio se dominó a sí mismo. Entonces decidió mudarse a los sepulcros que se hallan a cierta distancia de la aldea. Pidió a uno de sus familiares que le llevaran pan a

largos intervalos. Entró entonces en una de las tumbas, el mencionado hombre cerró la puerta tras él, y así quedó dentro solo. Esto era más de lo que el enemigo podía soportar,

pues en verdad temía que ahora fuera a llenar también el desierto con la vida ascética. Así llegó una noche con un gran número de demonios y lo azotó tan implacablemente

que quedó tirado en el suelo, sin habla por el dolor. Afirmaba que el dolor era tan fuerte

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que los golpes no podían haber sido infligidos por ningún hombre como para causar semejante tormento. Por la providencia de Dios, porque el Señor no abandona a los que esperan en El, su pariente llegó al día siguiente trayéndole pan. Cuando abrió la puerta y lo vio tirado en el suelo como muerto, lo levantó y lo llevó hasta la Iglesia y lo depositó

sobre el suelo. Muchos de sus parientes y de la gente de la aldea se sentaron en torno a Antonio como para velar su cadáver. Pero hacia la medianoche Antonio recobró el conocimiento y despertó. Cuando vio que todos estaban dormidos y sólo su amigo estaba despierto, le hizo señas para que se acercara y le pidió que lo levantara y lo

llevara de nuevo a los sepulcros, sin despertar a nadie.

El hombre lo llevó de vuelta, la puerta fue trancada como antes y de nuevo que solo dentro. Por los golpes recibidos estaba demasiado débil como para mantenerse en pie;

entonces oraba tendido en el suelo. Terminada su oración, gritó: "Aquí estoy yo, Antonio, que no me he acobardado con tus golpes, y aunque mas me des, nada me

separar del amor a Cristo" (Rm 8,35). Entonces comenzó a cantar: "Si un ejército acampa contra mí, mi corazón no tiembla" (Sal.26,3).

Tales eran los pensamientos y las palabras del asceta, pero el que odia el bien, el enemigo, asombrado de que después de todos los golpes todavía tuviera valor de volver,

llamó a sus perros, y arrebatado de rabia dijo: "Ustedes ven que no hemos podido detener a este tipo con el espíritu de fornicación ni con los golpes; al contrario llega a

desafiarnos. Vamos a proceder con él de otro modo".

La función del malhechor no es difícil para el demonio. Esa noche, por eso, hicieron tal estrépito que el lugar parecía sacudido por un terremoto. Era como si los demonios se abrieran paso por las cuatro paredes del recinto, reventando a través de ellas en forma de bestia y reptiles. De repente todo el lugar se llenó de imágenes fantasmagóricas de leones, osos, leopardos, toros, serpientes, áspides, escorpiones y lobos; cada uno se movía según el ejemplar que había asumido. El león rugía, listo para saltar sobre él; el

toro ya casi lo atravesaba con sus cuernos; la serpiente se retorcía sin alcanzarlo completamente; el lobo lo acometía de frente; y el griterío armado simultáneamente por

todas estas apariciones era espantoso, y la furia que mostraba era feroz.

Antonio, remecido y punzado por ellos, sentía aumentar el dolor en su cuerpo; sin embargo yacía sin miedo y con su espíritu vigilante. Gemía es verdad, por el dolor que atormentaba su cuerpo, pero su mente era dueña de la situación, y, como para burlarse

de ellos, decía: si tuvieran poder sobre mí, hubiera bastado que viniera uno solo de ustedes; pero el Señor les quitó su fuerza, y por eso están tratando de hacerme perder el juicio con su número; es señal de su debilidad que tengan que imitar a las bestias". De

nuevo tuvo la valentía de decirles: "Si es que pueden, seis que han recibido el poder sobre mí, no se demoren, ¡vengan al ataque!. Y si nada pueden, ¿para qué forzarse tanto

sin ningún fin? Por que la fe en nuestro Señor es sello para nosotros y muro de salvación". Así, después de haber intentado muchas argucias, rechinaron su dientes

contra él, porque eran ellos los que se estaban volviendo locos y no él.

De nuevo el Señor no se olvidó de Antonio en su lucha, sino que vino a ayudarlo. Pues cuando miró hacia arriba, vio como si el techo se abriera y un rayo de luz bajara hacia él.

Los demonios se habían ido de repente, el dolor de su cuerpo cesó y el edificio estaba restaurado como antes. Antonio, habiendo notado que la ayuda había llegado, respiró

más libremente y se sintió aliviado en sus dolores. Y preguntó a la visión: "¿Dónde estaba tú? ¿Por qué no apareciste al comienzo para detener mis dolores?"

Y una voz le habló: "Antonio, yo estaba aquí, pero esperaba verte en acción. Y ahora que haz aguantado sin rendirte, seré siempre tu ayuda y te haré famoso en todas partes."

Oyendo esto, se levantó y oró; y fue tan fortalecido que sintió su cuerpo más vigoroso que antes. Tenía por aquel tiempo unos treinta y cinco años edad.

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ANTONIO BUSCA EL DESIERTO Y HABITA EN PISPIR

Al día siguiente se fue, inspirado por un celo aún mayor por el servicio de Dios. Fue al encuentro del anciano ya antes mencionado (3-5) y le rogó que se fuera a vivir con él en el desierto. El otro declinó la invitación a causa de su edad y porque tal modo de vivir no

era todavía costumbre. Entonces se fue solo a vivir a la montaña. ¡Pero ahí estaba de nuevo el enemigo!. Viendo su seriedad y queriendo frustarla, proyectó la imagen ilusoria de un disco de plata sobre el camino. Pero Antonio, penetrando en el ardid del que odia

el bien, se detuvo y, desenmascaró al demonio en él, diciendo: " ¿Un disco en el desierto? ¿De dónde sale esto?. Esta no es una carretera frecuentada, y no hay huellas

de que haya pasado gente por este camino. Es de gran tamaño y no puede haberse caído inadvertidamente. En verdad, aunque se hubiera perdido, el dueño habría vuelto y lo

habría buscado, y seguramente lo habría encontrado porque es una región desierta. Esto es engaño del demonio. ¡No vas a frustrar mi resolución con estas cosas, demonio! ¡Tu dinero perezca junto contigo!" (Hch 8,20). Y al decir esto Antonio, el disco desapareció

como humo.

Luego, mientras caminaba, vio de nuevo, no ya otra ilusión, sino oro verdadero, desparramado a lo largo del camino. Pues bien, ya sea que al mismo enemigo le llamó la atención, o si fue un buen espíritu el que atrajo al luchador y le demostró al demonio de que no se preocupabas ni siquiera de las riquezas auténticas, él mismo no lo indicó, y

por eso no sabemos nada sino que era realmente oro lo que allí había. En cuanto a Antonio, quedó sorprendido por la cantidad que había, pero atravesó por él, como si

hubiera sido fuego y siguió su camino sin volverse atrás. Al contrario, se puso a correr tan rápido que al poco rato perdió de vista el lugar y quedó oculto de él.

Así, afirmándose más y más en su propósito, se apresuro hacia la montaña (3). En la parte distante del río encontró un fortín desierto que con el correr del tiempo estaba

plagado de reptiles. Allí se estableció para vivir. Los reptiles como si alguien los hubiera echado, se fueron de repente. Bloqueó la entrada, después de enterrar pan para seis

meses –así lo hacen los tebanos y a menudo los panes se mantienen frescos por todo un año–, y teniendo agua a mano, desapareció como en un santuario. Quedó allí solo, no saliendo nunca y no viendo pasar a nadie. Por mucho tiempo perseveró en esta práctica

ascética; solo dos veces al año recibía pan, que lo dejaba caer por el techo.

Sus amigos que venían a verlo, pasaban a menudo días y noches fuera, puesto que no quería dejarlos entrar. Oían que sonaba como una multitud frenética, haciendo ruidos, armando tumulto, gimiendo lastimeramente y chillando: "¡Ándate de nuestro dominio! ¿Que tienes que hacer en el desierto? Tú no puedes soportar nuestra persecución". Al

principio los que estaban afuera creían que había hombres peleando con él y que habrían entrado por medio de escaleras, pero cuando atisbaron por un hoyo y no vieron a nadie, se dieron cuenta que eran los demonios los que estaban en el asunto, y, llenos de miedo, llamaron a Antonio. El estaba más inquieto por ellos que por los demonios.

Acercándose a la puerta les aconsejó que se fueran y no tuvieran miedo. Les dijo: "Sólo contra los miedosos los demonios conjuran fantasmas. Ustedes ahora hagan la señal de la cruz y vuélvanse a su casa sin temor, y déjenlos que se enloquezcan ellos mismos".

Entonces se fueron, fortalecidos con la señal de la cruz, mientras él se quedaba sin sufrir ningún daño de los demonios. Pero tampoco se fastidiaba de la contienda, porque la ayuda que recibía de lo alto por medio de visiones y la debilidad de sus enemigos, le daban gran alivio en sus penalidades y ánimo para un mayor entusiasmo. Sus amigos

venían una y otra vez esperando, por supuesto, encontrarlo muerto, pero lo escuchaban cantar: "Se levanta Dios y se dispersan sus enemigos, huyen de su presencia los que lo odian. Como el humo se disipa, se disipan ellos; como se derrite las cera ante el fuego,

así perecen los impíos ante Dios" (Sal 67,2). Y también: "Todos los pueblos me rodeaban, en el nombre del Señor los rechacé" (Sal 117,10).

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ANTONIO ABANDONA SU SOLEDAD Y SE CONVIERTE EN PADRE ESPIRITUAL

Así pasó casi veinte años practicando solo la vida ascética, no saliendo nunca y siendo raramente visto por otros. Después de esto, como había muchos que ansiaban y

aspiraban imitar su santa vida, y algunos de sus amigos vinieron y forzaron la puerta echándolas abajo, Antonio salió como de un santuario, como un iniciado en los

sagrados misterios y lleno del Espíritu de Dios. Fue la primera vez que se mostró fuera del fortín a los que vinieron hacia él. Cuando lo vieron, estaban asombrados al

comprobar que su cuerpo guardaba su antigua apariencia: no estaba ni obeso por falta de ejercicio ni macilento por sus ayunos y luchas con los demonios: era el mismo

hombre que habían conocido antes de su retiro.

El estado de su alma era puro, pues no estaba ni encogido por la aflicción, ni disipado por la alegría, ni penetrado por la diversión o el desaliento. No se desconcertó cuando

vio la multitud ni se enorgulleció al ver a tantos que lo recibían. Se tenía completamente bajo control, como hombre guiado por la razón y con gran equilibrio de carácter.

Por él sanó a muchos de los presentes que tenían enfermedades corporales y liberó a otros de espíritus impuros. Concedió también a Antonio el encanto en el hablar; y así

confortó a muchos en sus penas y reconcilió a otros que se peleaban. Exhortó a todos a no preferir nada en este mundo al amor de Cristo. Y cuando en su discurso los exhortó a

recordar los bienes venideros y la bondad mostrada a nosotros por Dios, "que no perdonó a su Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros (Rm 8,32), indujo a muchos a

abrazar la vida monástica. Y así aparecieron celdas monacales en la montaña y el desierto se pobló de monjes que abandonaban a los suyos y se inscribían para ser

ciudadanos del cielo (Hb 3,20; 12,23).

Una vez tuvo necesidad de cruzar el canal de Arsinoé –la ocasión fue para una visita a los hermanos–; el canal estaba lleno de cocodrilos. Simplemente oró, se metió con todo sus compañeros, y pasó al otro lado sin ser tocado. De vuelta a su celda, se aplicó con todo celo a sus santos y vigorosos ejercicios. Por medio de constantes conferencias

encendía el ardor de los que ya eran monjes e incitaba a muchos otros al amor de la vida ascética; y pronto, en la medida en que su mensaje arrastraba a hombres a través de él, el número de celdas monacales se multiplicaba y para todos era como un padre y guía.

CONFERENCIA DE ANTONIO A LOS MONJES SOBRE EL DISCERNIMIENTO DE ESPIRITUS Y EXHORTACION A LA

VIRTUD

Un día en que él salió, vinieron todos los monjes y le pidieron una conferencia. El les habló en lengua copta como sigue:

"Las Escrituras bastan realmente para nuestra instrucción. Sin embargo, es bueno para nosotros alentarnos unos a otros en la fe y usar de la palabra para estimularnos. Sean,

por eso, como niños y tráiganle a su padre lo que sepan y díganselo, tal como yo, siendo el mas antiguo, comparto con ustedes mi conocimiento y mi experiencia.

Para comenzar, tengamos todos el mismo celo, para no renunciar a lo que hemos comenzado, para no perder el nimo, para no decir: "Hemos pasado demasiado tiempo en esta vida ascética". No, comenzando de nuevo cada día, aumentemos nuestro celo. Toda la vida del hombre es muy breve comparada con el tiempo que a de venir, de modo que

todo nuestro tiempo es nada comparada con la vida eterna. En el mundo, todo se vende; y cada cosa se comercia según su valor por algo equivalente; pero la promesa de la vida

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eterna puede comprarse con muy poco. La Escritura dice: "Aunque uno viva setenta años y el más robusto hasta ochenta, la mayor parte son fatiga inútil" (Sal 89,10). Si,

pues, todos vivimos ochenta años o incluso cien, en la práctica de la vida ascética, no vamos a reinar el mismo período de cien años, sino que en vez de los cien reinaremos

para siempre. Y aunque nuestro esfuerzo es en la tierra, no recibiremos nuestra herencia en la tierra sino lo que se nos ha prometido en el cielo. Más, aún, vamos a abandonar

nuestro cuerpo corruptible y a recibirlo incorruptible (1 Co 15,42).

Así, hijitos, no nos cansemos ni pensemos que estamos afanándonos mucho tiempo o que estamos haciendo algo grande. Pues los sufrimientos de la vida presente no pueden compararse con la gloria separada que nos ser revelada (Rm 8,18). No miremos hacia a través, hacia el mundo, que hemos renunciado a grandes cosas. Pues incluso todo el

mundo, y no creamos que es muy trivial comparado con el cielo. Aunque fuéramos dueños de toda la tierra y renunciaremos a toda la tierra, nada sería comparado con el

reino de los cielos. Tal como una persona despreciaría una moneda de cobre para ganar cien monedas de oro, así es que el dueño de la tierra y renuncia a ella, da realmente

poco y recibe cien veces más (Mt 19,29). Pues, ni siquiera, toda la tierra equivale el valor del cielo, ciertamente el que entrega una poca tierra no debe jactarse ni apenarse; lo que

abandona es prácticamente nada, aunque sea un hogar o una suma considerable de dinero de lo que se separa.

"Debemos además tener en cuenta que si no dejamos estas cosas por el amor a la virtud, después tendremos que abandonarlas de todos modos y a menudo también,

como nos recuerda el Eclesiastés" (2,18; 4,8; 6,2), a personas a las que no hubiéramos querido dejarlas. Entonces, ¿por qué no hacer de la necesidad virtud y entregarlas de

modo que podamos heredar un reino por añadidura? Por eso, ninguno de nosotros tenga ni siquiera el deseo de poseer riquezas. ¿De qué nos sirve poseer lo que no podemos llevar con nosotros? ¿Por qué no poseer mas bien aquellas cosas que

podamos llevar con nosotros: prudencia, justicia, templanza, fortaleza, entendimiento, caridad, amor a los pobres, fe en Cristo, humildad, hospitalidad? Una vez que las

poseamos, hallaremos que ellas van delante de nosotros, preparándonos la bienvenida en la tierra de los mansos. (Lc 16,9; Mt 5,4)

PERSEVERANCIA Y VIGILANCIA

"Con estos pensamientos cada uno debe convencerse que no hay que descuidarse sino considerar que se es servidor del Señor y atado al servicio de su Maestro. Pero un

sirviente no se va atrever a decir: "Ya que trabajé ayer, no voy a trabajar hoy". Tampoco se va a poner a calcular el tiempo que se ya ha servido y a descansar durante los día que

le quedan por delante; no, día tras día, como está escrito en el Evangelio (Lc 12,35-38; 17,7-10; Mt 24,45), muestra la misma buena voluntad para que pueda agradar a su patrón

y no causar ninguna molestia. Perseveremos, pues, en la práctica diaria de la vida ascética, sabiendo de que si somos negligentes un solo día, El no nos va a perdonar en

consideración al tiempo anterior, sino que se va a enojar con nosotros por nuestro descuido. Así lo hemos escuchado en Ezequiel (Ez 18,24.26; 33,12ss); lo mismo Judas,

que en una sola noche destruyó el trabajo de todo su pasado.

Por eso, hijos, perseveremos en la práctica del ascetismo y no nos desalentemos. También tenemos en esto al Señor que nos ayuda, según la Escritura: "Dios coopera para el bien" (Rm 8,28) con todo el que elige el bien. Y en cuanto a que no debemos

descuidarnos, es bueno meditar lo que dice el apóstol: "muero cada día" (1 Co 15,31). Realmente si nosotros también viviéramos como si en cada nuevo día fuéramos a morir, no pecaríamos. En cuanto a la cita, su sentido es este: Cuando nos despertamos cada día, deberíamos pensar que no vamos a vivir hasta la tarde; y de nuevo, cuando nos

vamos a dormir, deberíamos pensar que no vamos a despertar. Nuestra vida es insegura por naturaleza y nos es medida diariamente por Providencia. Si con esta disposición

vivimos nuestra vida diaria, no cometeremos pecado, no codiciaremos nada, no

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tendremos inquina a nadie, no acumularemos tesoros en la tierra; sino que como quien cada día espera morirse, seremos pobres y perdonaremos todo a todos. Desear mujeres u otros placeres sucios, tampoco tendremos semejantes deseos sino que le volveremos las espaldas como a algo transitorio combatiendo siempre y teniendo ante nuestros ojos

el día del juicio. El mayor temor a juicio y el desasosiego por los tormentos, disipan invariablemente la fascinación del placer y fortalecen el nimo vacilante.

OBJETO DE LA VIRTUD

"Ahora que hemos hecho un comienzo y estamos en la senda de la virtud, alarguemos nuestros pasos aún más para alcanzar lo que tenemos delante (Flp 3,13). No miremos

atrás, como hizo la mujer de Lot (Gn 19,26), porque sobretodo el Señor ha dicho: "Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás, es apto para el reino de los cielos" (Lc

9,62). Y este mirar hacia atrás no es otra cosa sino arrepentirse de lo comenzado y acordarse de nuevo de lo mundano.

Cuando oigan hablar de la virtud, no se asusten ni la traten como palabra extraña. Realmente no está lejos de nosotros ni su lugar está fuera de nosotros; no, ella está

dentro de nosotros, y su cumplimiento es fácil camino y cruzan el mar para estudiar las letras; pero nosotros no tenemos necesidad de ponernos en camino por el reino de los cielos ni de cruzar el mar para alcanzar la virtud. El Señor nos lo dijo de antemano: "El

reino de los cielos está dentro de nosotros y brota de nosotros". La virtud existe cuando el alma se mantiene en su estado natural. Es mantenida en su estado natural cuando

queda cuando vino al ser. Y vino al ser limpia y perfectamente íntegra (Ecl 7,30). Por eso Josué, el hijo de Nun, exhortó al pueblo con estas palabras: "Mantengan íntegro sus

corazones ante el Señor, el Dios de Israel" (Jos 24,26); y Juan: "Enderecen sus caminos" (Mt 3,3). El alma es derecha cuando la mente se mantiene en el estado en que fue creada.

Pero cuando se desvía y se pervierte de su condición natural, eso se llama vicio del alma.

La tarea no es difícil: si quedamos como fuimos creados, estamos en estado de virtud, pero si entregamos nuestra mente a cosas bajas, somos considerados perversos. Si este trabajo tuviese que ser realizado desde fuera, sería en verdad difícil; pero dado que está dentro de nosotros, cuidémonos de pensamientos sucios. Y habiendo recibido el alma

como algo confiado a nosotros, guardémosla para el Señor, para que el pueda reconocer su obra como la misma que hizo.

"Luchemos, pues, para que la ira no sea nuestro dueño ni la concupiscencia nos esclavice. Pues está escrito 'que la ira del hombre no hace lo que agrada a Dios'( St

1,20). Y la concupiscencia ' cuando ha concebido, da a luz el pecado; y de este pecado, cuando esta desarrollado, nace la muerte (St 1,15). Viviendo esta vida, mantengámonos cuidadosamente en guardia y, como está escrito, guardemos nuestro corazón con toda

vigilancia (Pr 4,23). Tenemos enemigos poderosos y fuertes: son los demonios malvados; y contra ellos 'es nuestra lucha', como dice el apóstol, 'no contra gente de

carne y hueso, sino contra las fuerzas espirituales de maldad en las regiones celestiales, es decir, los que tienen mando, autoridad y dominio en este mundo oscuro' (Ef 6,12).

Grande es su número en el aire a nuestro alrededor, y no están lejos de nosotros. Pero la diferencia entre ellos es considerable. Nos llevaría mucho tiempo dar una explicación de su naturaleza y distinciones, tal disquisición es para otros más competentes que yo; lo

único urgente y necesario para nosotros ahora es conocer sólo sus villanías contra nosotros.

Page 88: Monacato Cristiano

ARTIFICIOS DE LOS DEMONIOS

En primer lugar, démonos cuenta de esto: los demonios no fueron creados como demonios, tal como entendemos este término, porque Dios no hizo nada malo. También

ellos fueron creados limpios, pero se desviaron de la sabiduría celestial. Desde entonces andan vagando por la tierra. Por una parte, engañaron a los griegos con vanas fantasías, y, envidiosos de nosotros los cristianos, no han omitido nada para impedirnos entrar en

cielo: no quieren que subamos al lugar de donde ellos cayeron. Por eso se necesita mucha oración y disciplina ascética para que uno pueda recibir del Espíritu Santo el don del discernimiento de espíritus y ser capaz de conocerlos: cuál de ellos es menos malo,

cuál de ellos más; que interés especial persigue cada uno y cómo han de ser rechazados y echados fuera. Pues sus astucias y maquinaciones numerosas. Bien sabían el santo apóstol y sus discípulos cuando decían: conocemos muy bien su mañas (2 Co 2,11). Y

nosotros, enseñados por nuestras experiencias, deberíamos guiar a otros a apartarse de ellos. Por eso yo, habiendo hecho en parte esta experiencia, les hablo a ustedes como a

mis hijos.

"Cuando ellos ven que los cristianos en general, pero en particular los monjes, trabajan con cuidado y hacen progresos, primero los asaltan y los tientan colocándoles

continuamente obstáculos en el camino (Sal 139,6). Estos obstáculos son los malos pensamientos. Pero no debemos asustarnos de sus asechanzas, pues se las desbarata

pronto con la oración, el ayuno y la confianza en el Señor. Sin embargo, aunque desbaratados, no cesan sino que vuelven ataque con toda maldad y astucia. Cuando no

pueden engañar el corazón con placeres abiertamente impuros, cambian su táctica y van de nuevo al ataque. Entonces urden y fingen apariciones para espantar el corazón,

transformándose e imitando mujeres, bestias, reptiles, cuerpos de gran tamaño y hordas de guerreros. Pero ni aún así deben aplastarnos el miedo a semejantes fantasmas, ya

que no son nada sino pura vanidad, especialmente si uno se fortalece con la señal de la cruz.

En verdad, son atrevidos y extraordinariamente desvergonzados. Si en este punto también se los derrota, avanzan una vez más con nueva estrategia. Pretender profetizar y

predecir futuros acontecimientos. Aparecen mas altos que el techo, fornidos y corpulentos. Su propósito es, si es posible, arrebatar con tales apariciones a los que no han podido engañar con pensamientos. Y si hallan que aún el alma permanece fuerte en

su fe y sostenida por la esperanza hacen intervenir a su jefe.

Este aparece a menudo de esta manera como, por ejemplo, se lo reveló el Señor a Job: "Sus ojos son como los párpados del alba. De su boca salen antorchas encendidas, chispas de fuego saltan fuera. De sus narices sale humo, como de olla o caldero que

hierve. Su aliento enciende los carbones y de su boca sale llama" (Jb 41,18-21). Cuando el jefe de los demonios aparece de esta manera, el bribón trata de aterrorizarnos, como dije antes, con su hablar bravucón, tal como fue desenmascarado por el Señor cuando

dijo a Job: 'Tiene toda arma por hojarasca, y del blandir de la jabalina se burla; hace hervir como una olla el mar profundo, y lo revuelve como una olla de ungüento' (Jb

41,29.31); también dice el profeta: 'Dijo el enemigo: los perseguiré y alcanzaré' (Ex 15,9); y en otra parte:' Y halló mi mano como nido las riquezas de los pueblos, y como se

recogen los huevos abandonados, así me apoderé yo de toda la tierra' (Is 10,14)