58
RODOLFO MONDOLFO S O C R A T E S EDITORIAL UNIVERSITARIA DE BUENOS AIRES 1941

Mondolfo - Socrates

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Socrates de Rodolfo Mondolfo

Citation preview

  • RODOLFO MONDOLFO

    S O C R A T E S

    EDITORIAL UNIVERSITARIA DE BUENOS AIRES

    1941

  • RODOLFO MONDOLFO

    Scrates

    EUDEBA

  • Indice

    1. La situacin histrica ______________________________________________ 5

    2. La situacin cultural _______________________________________________ 6

    3. La existencia histrica de Scrates. Vida y caractersticas. ________________ 9

    4. El problema de Scrates y las condiciones para su solucin. _____________ 20

    5. La inspiracin religiosa y la purificacin de los espritus. _________________ 24

    6. La refutacin como purificacin y estmulo para la investigacin. La mayutica.28

    7. La ciencia y los conceptos universales. _______________________________ 33

    8. Ciencia y virtud, ignorancia y pecado. La unidad de las virtudes ___________ 36

    9. El eudemonismo socrtico: no utilitarismo, sino tica del amor y del deber. __ 42

    10. El alma y su inmortalidad. La inspira- cin religiosa de Scrates. _______ 50

    11. La influencia histrica y la perennidad de Scrates. ___________________ 54

  • RODOLFO MONDOLFO - SOCRATES

    5

    1. La situacin histrica

    La gran victoria sobre los invasores

    persas, lograda por los griegos en el ao

    478 a.C., tuvo a los atenienses por artfices

    principales y les inspir honda confianza

    en s mismos y en su rgimen democr-

    tico, determinando una intensificacin

    del proceso ascensional de florecimiento

    y podero de la ciudad.

    En el orden interior se ampla y se

    fortifica la constitucin democrtica: las

    reformas de Efialtes y de Percles limitan

    los poderes del Arepago, dominado por

    la burguesa pudiente, y amplan los de la

    asamblea y del jurado popular; hacen

    efectiva, mediante un rgimen de indem-

    nizaciones, la participacin de los prole-

    tarios en las magistraturas; imprimen

    vigoroso impulso a la justicia social y ma-

    yor intensidad a la vida poltica e inspi-

    ran en los ciudadanos un sentimiento de

    consagracin a la polis y a su grandeza.

    En el orden exterior Atenas llega a ser

    "la dominante" entre las ciudades mar-

    timas, y la federacin formada por stas

    con la hegemona de Atenas para la de-

    fensa comn contra los brbaros (liga

    delio-tica) llega a convertirse, con Pe-

    ricles, en imperio ateniense.

    Sin embargo, este proceso ascensional

    mismo contena los grmenes de un pos-

    terior derrumbamiento, ya fuese en los

    conflictos con los asociados que no tolera-

    ban la situacin de vasallaje a que se vean

    reducidos, ya fuese en las luchas a muerte

    con Esparta y Siracusa, a las que Atenas se

    vio empujada por las exigencias mismas de

    su dominio. Las catstrofes que Atenas

    padece en ambas guerras desencadenan

    con creciente ferocidad las luchas inter-

    nas entre oligarcas y demcratas: en 413-

    412 los oligarcas aprovechan la grave si-

    tuacin blica para derrocar la democracia

    y establecer la dictadura de los Cuatro-

    cientos, luego derribada por el furor po-

    pular; pero, como la suerte de las armas

    no cesara de ser adversa, la psicosis de

    guerra

  • RODOLFO MONDOLFO - SOCRATES

    6

    lleva a la democracia a condenar a

    muerte, sin derecho de defensa, a sus pro-

    pios generales victoriosos en la batalla na-

    val de las Arginusas; y es en vano la va-

    liente oposicin de Scrates a tamao

    crimen.

    El clima de terror y de sospecha que

    se crea en Atenas y los nuevos desastres

    blicos permiten a los oligarcas volver en

    el ao 404, con la ayuda de Esparta, a ins-

    tituir la tirana de los Treinta, dirigida

    por Critias.

    Pero los crmenes con que se mancha

    esta tirana entre ellos el asesinato

    de Len de Salamina, en vano resistido

    valientemente por Scrates estimulan

    la reaccin del pueblo. Los

    desterrados, guiados por Trasbulo,

    logran encabezar una insurreccin

    irresistible; despus de la victoria,

    empero, renuncian generosamente a

    toda venganza y decretan la amnista de

    los adversarios. Sin embargo, no triunfa

    luego la exigencia de una renovacin

    moral, nica base posible para un

    verdadero renacimiento poltico; antes

    bien, se sospecha del ciudadano que pro-

    clama tal exigencia; y nito compa-

    ero principal de Trasbulo, junto con

    otros dos, acusa a Scrates de

    corromper a la juventud y de desconocer

    a los dioses patrios.

    La parbola de ascensin y derrum-

    bamiento de la grandeza imperial de Ate-

    nas, que habase desarrollado durante

    el siglo V, desemboca as, al comienzo

    del siglo IV (399), en el proceso y la

    condena de Scrates.

    2. La situacin cultural

    El siglo V a. C. asisti al mayor flo-

    recimiento cultural de Atenas; sta se

    convirti en el centro de la civilizacin

    helnica hasta el punto de merecer el

    ttulo de "Hlade de la Hlade". El

    espritu democrtico ateniense

    promueve la participacin de todo el

    pueblo en el, progreso cultural. Se le

    educa el gusto artstico al ofrecerle

    obras maestras en los monumentos

    pblicos (Partenn, Propleos, prticos

    pintados, estatua de Atenea, etctera)

    con que Pericles convierte a Atenas en

    la ciudad ms hermosa de Occidente,

    utilizando en servicio del pueblo el arte

    excelso de Fidias y de Mirn, de Ictino,

    de Calcrates, de Polignoto, etctera;

    mediante el pago de los theorik, que

    le permite asistir a las representaciones

    dramticas, se llama al pueblo para que

    disfrute de las grandes obras de la

    poesa trgica y cmica que en este

    siglo alcanza su apogeo con Esquilo, S-

    focles, Eurpides, Aristfanes que

    debate a menudo grandes problemas

    religiosos, morales, polticos y enuncia a

    veces elevadas concepciones ticas,

    como la Antfona de Sfocles, donde se

    plantea el problema de las leyes no

    escritas y se opone al principio del odio

    el del amor humano.

    La proteccin otorgada por Pericles a

    artistas como Fidias e Ictino, a

    pensadores como Anaxgoras y

    Protgoras, y el espritu de libertad que

    promueve entre los ciudadanos hacen

    de Atenas la capital

  • RODOLFO MONDOLFO - SOCRATES

    7

    intelectual del mundo griego, el centro

    de atraccin de los nobles espritus de la

    poca, propugnculo del libre desarrollo

    de la personalidad humana. Cierto es que

    las luces se ven acompaadas por sombras

    inevitables; que instituciones y costum-

    bres progresistas contienen aspectos infe-

    riores y grmenes de corrupcin; que el

    espritu de libertad se ve a veces abatido

    por olas de intolerancia de las que son

    vctimas los mismos pensadores protegi-

    dos por Pericles; que el iluminismo racio-

    nalista expresado de diversas maneras en

    la filosofa de Anaxgoras y de algunos

    sofistas, en la historiografa de Herdoto

    y de Tucdides, en la poesa de Eurpides,

    etctera tiene a veces adeptos inmorales

    como Critias o como Alcibades. Pero el

    florecimiento de las artes y las letras y

    el fermento de vida intelectual que se pro-

    ducen en la Atenas del siglo V con la

    aparicin de genios como Fdias, los tres

    grandes trgicos, Aristfanes, Tucdides,

    Scrates, acaso no tengan parangn en

    otra ciudad o poca; y si todos estos gran-

    des hombres hallan clima propicio para el

    desarrollo y la expresin de su genio, ello

    se debe a "la constitucin y a las condi-

    ciones concretas de la vida ateniense; y

    la nodriza comn fue aquella libertad

    cuyo elevado valor no todos

    reconocieron" 1

    A esa libertad consecuencia de la

    evolucin poltica ateniense despus de

    las guerras persas se vincula tambin

    1 DE SANCTIS, G., Storia dei Greci,

    Florencia, 1939, t. II, pag. 346.

    la nueva orientacin que all cobra

    la investigacin filosfica. No puede

    entenderse el trnsito del predominio

    de los problemas de la naturaleza,

    caracterstico de la filosofa anterior, a

    la posicin central que conquistan

    ahora los problemas humanos, si no se

    relaciona la evolucin de los intereses

    intelectuales con la situacin poltico-

    social.

    Las guerras persas y las exigencias pos-

    teriores de la hegemona imperial de Ate-

    nas haban impuesto la extensin, a todos,

    de los deberes militares y, por consi-

    guiente, de los derechos polticos, cuyo

    ejercicio se haca efectivo concediendo

    una indemnizacin a los magistrados po-

    pulares. La economa agrcola feudal ya

    se haba transformado en economa in-

    dustrial y comercial; nuevas clases de

    mercaderes, artesanos, marineros parti-

    cipan en el gobierno del estado; la reduc-

    cin de los poderes del Arepago

    aumenta los de la asamblea popular; se

    siente la necesidad de preparar nuevas

    lites dndoles una cultura politico-

    jurdica basada en el conocimiento de los

    problemas intelectuales y morales y

    asistida por una dialctica capaz de

    imponerse y triunfar en las asambleas y

    en los tribunales. La adquisicin de

    semejante cultura exige maestros que no

    se encierren, como antes lo haban hecho

    los naturalistas, en la esfera de sus

    problemas y de sus escuelas, sino que

    ofrezcan la enseanza que el pblico

    reclama y est dispuesto a pagarles. Y es

    as como aparecen los sofistas Prot-

    goras de Abdera, en Tracia; Gorgias

    de

  • RODOLFO MONDOLFO - SOCRATES

    8

    Leontium, en Sicilia; Prdico de Ceos, en

    las Cicladas; Hipias de Elis, en el Pelopo-

    neso, etctera, procedentes de todo el

    mundo griego, y uno que otro, como An-

    tifnte, de la misma Atenas; y todos pro-

    curan hacer de Atenas el centro principal

    de su actividad. Ecos de sus enseanzas

    repercuten en la poesa de Eurpides y

    pueden as comunicarse ampliamente al

    pueblo; pero los sofistas, que viven de su

    magisterio y exigen remuneracin a los

    discpulos, enderezan su actividad a la

    esfera ms restringida de los ricos. En esto

    estriba una de las diferencias fundamen-

    tales entre ellos y Scrates que Jenofonte

    nos presenta vivamente en el relato de un

    dilogo de su maestro con el sofista Anti-

    fonte (Memor., I, vi, 11-13).

    "Oh, Scrates! dice el sofista, yo

    creo que eres justo pero en modo alguno

    sabio; y me parece que t mismo lo reco-

    noces al no cobrar retribucin alguna por

    tu conversacin. Sin embargo, a nadie

    entregaras gratuitamente, o por menos

    de su valor, tu abrigo, tu casa u otra cosa

    que te pertenezca. Es claro, pues, que si

    atribuyeras algn valor a tu conversacin

    tambin por sta cobraras una retribu-

    cin que no fuese inferior a su justo

    precio. Se te podr, entonces, llamar

    justo, ya que no engaas por avidez, pero

    no sabio, ya que lo que conoces nada

    vale." "Oh, Antifonte! contesta S-

    crates, nosotros creemos que la hermo-

    sura y la sabidura pueden emplearse

    igualmente tanto de manera honesta co-

    mo deshonesta. Si una mujer vende

    por

    dinero su belleza a quien se la pide, se la

    llama prostituta; e, igualmente, a quienes

    venden su sabidura por dinero a los que

    la buscan se los llama sofistas, vale decir

    prostitutos. Al contrario, si alguien

    ensea todo lo bueno que sabe a

    quienquiera vea bien dispuesto por

    naturaleza y se convierte en su amigo,

    creemos que se cumple con el deber del

    ciudadano ptimo."

    La oposicin entre uno y otro no con-

    siste slo en el hecho de que el sofista

    cobre una remuneracin por su ense-

    anza, esto es, ejerza como actividad

    interesada una tarea que Scrates consi-

    dera misin sagrada que ha de cumplirse

    en beneficio ajeno y no propio, sino tam-

    bin en que, de acuerdo con esta diferen-

    cia, los sofistas vinculen la eleccin de

    sus discpulos a la situacin econmica

    de los jvenes, en tanto que Scrates slo

    la vincula a la disposicin intelectual y

    moral que revelen. Lo cual significa que

    la educacin y formacin de lites para

    el gobierno del estado efectuada por los

    sofistas obedece a las ambiciones y a los

    intereses polticos de jvenes ricos; la que

    quiere realizar Scrates, en cambio, obe-

    dece a las exigencias del bien general, al

    que los individuos deben consagrar su

    capacidad y no sobreponerle sus aspira-

    ciones personales. La educacin sofstica

    es formacin de habilidades; la socrtica,

    formacin de conciencias; al basar en el

    privilegio econmico la adquisicin de

    un privilegio educativo, la primera se aso-

    cia a un espritu oligrquico; al tratar de

  • RODOLFO MONDOLFO - SOCRATES

    9

    formar espiritualmente como el mismo

    Scrates dice, segn Jenofonte,

    Memor., I, vi, 15 "a muchas personas

    capaces de manejar la cosa pblica", la

    segunda se inspira en la misma exigencia

    a la que obedeca imperfectamente la

    democracia ateniense al establecer la

    dokimasa (examen de los candidatos),

    correctivo del igualitarismo del sorteo,

    ciego a las diferencias de condiciones

    intelectuales y morales de los individuos.

    Scrates introduce cohesin en esta

    exigencia al convertirla en requisito

    previo para la educacin de los hombres

    aptos y seala que quien procura

    satisfacerla cumple una importante

    misin pblica, aun cuando

    justamente para poder actuar como

    maestro l mismo no participa

    personalmente en el gobierno del

    estado.

    3. La existencia histrica

    de Scrates. Vida y

    caractersticas.

    He recordado anteriormente dos episo-

    dios de la vida de Scrates su actitud

    en el proceso contra los estrategos de las

    Arginusas y su repulsa a los Treinta, que

    le ordenaban participar en la captura de

    Len de Salamina, cuyo relato leemos

    en la Apologa platnica, 32b-d, pero

    cuyo carcter histrico no puede ne-

    garse, por cuanto, como lo ha sealado De

    Strycker 2, su narracin se encuentra in-

    2 "Les tmoignages historiques sur Socrate",

    en Mlanges H. Grgoire, Bruselas, 1950, t. II.

    cluida en obras extraas a la literatura

    socrtica: Las helnicas, I, vii, 14 y sig.,

    de Jenofonte y la parte autobiogrfica de

    la Carta VII de Platn. De Strycker cita

    otro testimonio de carcter estrictamente

    histrico: el pasaje de la Anbasis, III, i,

    donde Jenofonte nos refiere la consulta

    que hizo a Scrates acerca del problema

    de su participacin en la empresa blica

    de Ciro. Estos datos histricos refutan por

    s solos la tesis de algunos crticos

    modernos que quieren reducir a pura

    leyenda o a creacin potica la figura

    de Scrates que la tradicin nos ha

    transmitido.

    En su forma ms extremada, la tesis ha

    sido presentada por E. Duprel3, quien

    sostuvo que Scrates era una mera ficcin

    literaria del nacionalismo ateniense de

    Platn y de los llamados socrticos, que

    habran inventado la existencia, la ense-

    anza, las vicisitudes, la condena y la

    muerte del imaginario maestro para disi-

    mular con esa ficcin su propia esterili-

    dad especulativa y para apropiarse de las

    doctrinas de los sofistas extranjeros: Pro-

    tgoras, Gorgias, Prdico, Hipias.

    Otro crtico, Olof Gigon (4), admite

    la existencia real de un tal Scrates,

    condenado a muerte por impiedad en el

    ao 399

    8 La lgende socratique et les sources de Platn,

    Bruselas, 1922. 4 Sokrates, sein Bild in Dichtung und Geschich-

    te, Berna, 1947. Por una senda crtica anloga ya

    se haban encaminado E, WOLFF (Platos Apolo-

    gie, Berln, 1929) y H. KUHN (Sokrates: ein

    Versuch ber den Ursprung der Metaphysik, Ber-

    ln, 1934).

  • RODOLFO MONDOLFO - SOCRATES

    10

    a. C., pero sostiene que no fue un pen-

    sador cuyo nombre pueda pertenecer a la

    historia de la filosofa, y que Platn, Je-

    nofonte, Aristteles y los dems autores

    que lo presentaron como filsofo y maes-

    tro se han servido de su nombre, as como

    hubieran podido utilizar cualquier otro,

    para llevar a cabo la creacin literaria

    del ideal del sabio, tal como cada uno de

    ellos lo conceba, sin preocuparse en abso-

    luto por la fidelidad histrica. Todos estos

    retratos, por lo tanto, perteneceran a la

    Sokratesdichtung y no existiran acerca

    del personaje testimonios histricos dig-

    nos de tal nombre, ni mucho menos acer-

    ca de su hipottica doctrina.

    Esta reduccin de la figura tradicional

    de Scrates a puro mito contradice los

    datos sealados por De Strycker, que do-

    cumentan la existencia histrica de un

    ciudadano admirable y admirado por su

    justicia ejemplar y consejero a quien los

    jvenes consultaban en las contingencias

    decisivas de su vida; y contrasta an ms

    con el hecho histrico de las representa-

    ciones efectuadas en Atenas, durante la

    vida de Scrates, de comedias como las de

    Telclides, de Los aduladores de upolis

    (421), del Connos de Amipsias (423)

    y de Las nubes (423), Las aves (414) y

    Las ranas (405) de Aristfanes. En todas

    ellas Scrates aparece vinculado a los so-

    fistas y a Eurpides y corno un pensador

    que en la comedia de Amipsias hace gala,

    frente a un coro de pensadores, de su

    sabidura y de su heroica continencia. En

    las dos ltimas de Aristfanes, al igual

    que en la de Telclides, se lo acusa ora de

    ser quien hace malograr la conciencia de

    lo trgico de Eurpides, ora de ser el ver-

    dadero autor de los dramas de ste; pero

    sobre todo se lo presenta en Las nubes

    como figura que es una perfecta carica-

    tura del tipo de filsofo que investiga y

    disputa, lo cual prueba que como tal de-

    ba conocerlo todo el mundo en Atenas,

    y confirma, indirectamente, adems, la

    declaracin del Banquete de Jenofonte,

    segn la cual se lo apodaba "el pensador".

    Por otro lado, el asiduo contacto de S-

    crates con los jvenes y sus continuas dis-

    cusiones acerca de problemas jurdicos y

    polticos, morales y religiosos se hallan

    confirmados en forma indiscutible por la

    misma denuncia que determin su pro-

    ceso y condena: imputaciones que pocos

    aos despus repite el lbelo de Polcra-

    tes5, que a su vez suscita las reivindicacio-

    nes de Lisias, Iscrates y Jenofonte, junto

    a la de Platn.

    Aun por debajo de las deformaciones

    hostiles encontramos, pues, atestiguado

    por las interpretaciones malvolas mis-

    mas, el terreno firme de los datos hist-

    ricos, esto es, la existencia y actividad

    reales de un Scrates pensador y maestro,

    conocido como tal por todos en la Ate-

    nas de su tiempo. En lo que concierne a

    5 Tambin hay que mencionar la Vida de S-

    crates, de ARISTJENOS (de esta obra han que-

    dado fragmentos recogidos por K. MUELLER en

    Fragm. histor. graecorum, Pars, 1841-1883, t.

    II, pg. 280 y sigs.), basada en parte en recuerdos

    personales del padre del autor, quien haba cono-

    cido a Scrates.

  • RODOLFO MONDOLFO - SOCRATES

    11

    este punto fundamental podemos enton-

    ces aceptar como verdaderos otros datos

    biogrficos que nos ofrecen especialmente

    Jenofonte y Platn y reconstruir la vida

    de Scrates en sus lineamientos esenciales.

    Su nacimiento, acontecido en un ba-

    rrio suburbano de Atenas, debe situarse

    en el ao 470-469, puesto que al morir

    (399 a. C.) tena 70 aos cumplidos.

    Hijo del escultor Sofronisco, cuyo arte

    aprendi y ejerci algn tiempo, y de Fe-

    nareta, una partera muy conocida, tuvo de

    su familia recursos sin duda modestos

    pero que le permitieron adquirir la cul-

    tura tradicional de los jvenes atenienses

    de buena familia, cumplir con sus obliga-

    ciones militares como hoplita y dedicarse

    luego enteramente a la desinteresada mi-

    sin de maestro, aunque a costa de absti-

    nencias heroicas, como dice Jenofonte

    (Memor., I, ii), de una infinita pobre-

    za, segn dice Platn (Apol., 32)6.

    Desde su juventud parece estar en rela-

    cin con las ms notables inteligencias de

    su poca: los msicos Damn y Connos;

    el pintor Parrasio; Eurpides a quien en

    Las ranas Aristfanes le reprocha que, por

    el trato con Scrates, pierda el sentido de

    la sublimidad de la Musa trgica, y en

    Las nubes lo acusa de hacerse escribir sus

    tragedias por ese chacarero de pretendida

    sabidura. Tambin parece tener rela-

    (6) En el proceso Scrates declara que podra

    pagar de su peculio slo la suma de una mina

    tica (436 g) de plata. JENOFONTE (Econ., II,

    iii) estima en cinco minas el total de los bienes

    de Scrates.

    ciones con Aspasia y todo el crculo de

    Pericles y muchos otros personajes promi-

    nentes; pero, en especial, con todos los

    sofistas que suelen actuar en Atenas.

    Acaso pueda aceptarse la tradicin pro-

    cedente de su contemporneo In de

    Quos y recogida por Digenes Laercio

    y por Simplicio segn la cual en su ju-

    ventud haba escuchado a Arquelao, dis-

    cpulo de Anaxgoras; lo cierto es que

    Jenofonte afirma (Memor,, I, i, 12 y sigs.,

    y vi, 14) que se haba familiarizado con

    los "antiguos" filsofos, y Platn le hace

    recordar en Fedn 96-97, su pasin

    juvenil por conocer la ciencia fsica y por

    hallar una solucin a los problemas natu-

    rales que lo atormentaban y su hondo inte-

    rs en la doctrina de Anaxgoras, seguido

    por el desengao que le produjo la lectura

    del libro. Todo esto puede explicarnos la

    presentacin que hace de l Aristfanes

    en Las nubes, donde lo muestra suspen-

    dido en el aire contemplando el sol, esto

    es, preocupado por los problemas natura-

    les. Pero en el Fedn, 99e, Scrates sigue

    diciendo que, al no encontrar en ningn

    naturalista una explicacin satisfactoria

    y al no lograr tampoco hallarla por si

    mismo, tom otro camino pensando que

    la solucin de los problemas no deba

    buscarse en los objetos del conocimiento

    sensible sino en los conceptos, y Jenofonte

    dice que su maestro siempre hablaba de

    cosas humanas. Por su parte, Aristteles

    compendia ambos testimonios al declarar

    (Metaf., 987a-b) que Scrates no se ocu-

    paba de la naturaleza sino de las cosas

  • RODOLFO MONDOLFO - SOCRATES

    12

    ticas, indagando los conceptos universa-

    les. De modo que las afirmaciones de Cice-

    rn (Tusc., V, iv, 10; Acad, post., I, iv,

    15), segn las cuales Scrates hizo des-

    cender la filosofa del cielo a la tierra,

    pueden acaso entenderse en el sentido de

    una sucesin de dos fases en su filosofar.

    Con esta interpretacin puede resolverse

    el problema planteado por muchos

    historiadores con respecto al comienzo

    de la misin de escrutador y purificador de

    inteligencias y conciencias que, en la Apo-

    loga, Scrates hace remontar a la respues-

    ta negativa que la Pitia dio en Delfos a

    la pregunta formulada por su amigo

    Querefonte cuando inquiri si haba al-

    guien ms sabio que Scrates. Cmo

    habra podido Querefonte plantear tal

    interrogante y la Pitia dar tal contesta-

    cin se preguntan muchos si Scra-

    tes no hubiese sido ya famoso por el cum-

    plimiento de su misin de maestro? Sin

    embargo, el problema puede resolverse

    sin tachar de ficticia la declaracin so-

    crtica que resultara ingenua por su

    carcter evidentemente contradictorio

    pues Scrates, presenta la respuesta de la

    Pitia como el hecho que determin, no el

    comienzo de su investigacin filosfica,

    sino el paso de los problemas de la

    naturaleza a los problemas del conocimiento

    y del hombre.

    La investigacin natural de Scrates

    tal como aparece en el Fedn y como

    lo confirman las Memorables, I, i, 13 y

    sigs. constitua ya un planeamiento cr-

    tico por cuyo intermedio se llegaba a la

    conclusin de que la pretendida ciencia de

    los fsicos se resolva en una ignorancia real

    de las causas. Scrates debi ser conocido

    en Atenas por este planteamiento y por

    esta conclusin negativa acerca de la com-

    prensin de la naturaleza pues en Las

    nubes todava se lo presenta como natu-

    ralista, y esa fama ya ganada de crtico

    siempre insatisfecho puede explicar per-

    fectamente la pregunta de su amigo Que-

    refonte y la respuesta de la Pitia, la que

    adems poda saber, por el mismo Quere-

    fonte, que Scrates reprochaba a los na-

    turalistas la falta de una explicacin

    finalista, o sea la negacin de una provi-

    dencia divina. Pero la respuesta de la

    Pitia que nadie era ms sabio que el

    mismo Scrates, que justamente reconoca

    su ignorancia le plantea un nuevo pro-

    blema y una nueva exigencia que ya no

    es la anterior indagacin naturalista:

    escrutar a los hombres para conocerlos y

    alentarlos a conocerse a s mismos y a ser

    mejores.

    "Desde entonces, de acuerdo con la

    voluntad del Dios, no he cesado de

    examinar a mis conciudadanos y a los

    extranjeros que considero sabios; y si

    me parece que no lo son, voy en ayuda

    del Dios revelndoles su ignorancia."

    (Apol., 23 b.)

    De todos modos, debe suponerse que

    Scrates da comienzo a esa misin pur-

    gativa de los espritus cuya fecha el

    relato de la Apologa no permite deter-

    minar antes de los 38 aos pues cuando

    en la batalla de Potidea (432) salva a

    Alcibades herido (cf. Banq., 262 y sigs.),

  • RODOLFO MONDOLFO - SOCRATES

    13

    ya haca tiempo que ste era su discpulo

    y amigo y, segn el Alcibiades primero,

    103 y 105, Scrates habra tardado varios

    aos en cumplir con l la misin que ya

    haba cumplido con otros, a la espera de

    que estuviera espiritualmente maduro y

    dispuesto.

    Convencido, en efecto, de que deba

    cumplir una misin de escrutador de

    conciencias y estimular a todos a efectuar

    su propio escrutinio, Scrates se diriga

    en los gimnasios, en el agor, en las

    calles, en los banquetes, en cualquier par-

    te a cada uno, sin hacer distinciones de

    clase, oficio o edad; a polticos y

    sofistas, a poetas y artistas, a soldados y

    artesanos, a jvenes y ancianos, a

    extranjeros y conciudadanos (Apol., 30a),

    pero, segn un concepto que se repite

    muchas veces en Platn (Alcib. pr.,

    Teet., etctera), una intuicin

    instintiva, que l consideraba inspirada

    por el daimon siempre presente en su

    interior, le revelaba quin estaba dispuesto

    a aprovechar su conversacin y quin no,

    y as se guiaba en la seleccin de los

    discpulos. Debemos distinguir, pues,

    entre interlocutores ocasionales y

    discpulos; con todos Scrates trata de

    realizar su escrutinio, pero slo algunos

    de ellos se convierten en compaeros asi-

    duos o en discpulos. Son, por cierto,

    personas de situacin, ndole y criterio

    intelectual muy diversos que luego se

    convierten, unos, en polticos, como Alci-

    bades, Critias, Crmides; otros, en mili-

    tares e historiadores, como Jenofonte;

    otros, en filsofos fundadores de

    escuelas

    socrticas: Antstenes, fundador de la

    escuela cnica; Aristipo, de la cirenaca;

    Euclides, de la megrica; Fedn y Mene-

    demo, de la eleo-ertrica; Platn, de la

    Academia; adems de Esquines de Esfeto,

    el discpulo ms fiel, Simias y Cebes, ex

    pitagricos, etctera. Pero, mientras los

    discpulos que pueden y saben comprender

    la grandeza y nobleza espiritual del

    maestro le profesan una veneracin que

    se acrecienta en el andar de los aos, el

    comn de los examinados a quienes S-

    crates hace patente su inconsciencia e

    ignorancia, recela de l y le guarda ren-

    cor. Y a veces algn discpulo rebelde,

    como Alcibades, obligado a avergonzarse,

    se siente impulsado a rehuirlo y hasta a

    desearle la muerte, pero al mismo tiempo

    tiene conciencia de que si eso ocurriera

    experimentara el ms agudo dolor.

    (Banq,, 216a-c.)

    Sin embargo, a muchos otros slo les

    queda una enemistad incomprensiva y

    rencorosa; y sobre ese fondo general de

    incomprensin popular, de sospechas y

    resentimientos expresados tambin en

    la presentacin hostil que de Scrates

    ofrecen los cmicos, especialmente Aris-

    tfanes actan las pasiones polticas

    exasperadas por el derrumbe del imperio

    ateniense y la guerra civil entre oligarcas

    y demcratas. La opinin pblica le re-

    procha a Scrates que entre sus discpulos

    figure un responsable de grandes desastres

    ciudadanos, como Alcibades; los peores

    entre los Treinta Tiranos, como Critias

    y Crmides; laconfilos como Jenofonte

    1

    3

  • RODOLFO MONDOLFO - SOCRATES

    14

    y Platn. No importa que en las batallas

    de Potidea (432), Delio (424) y Anf-

    polis (421) Scrates haya cumplido con

    ms valenta que otros su deber con la

    patria y haya merecido que el general

    Laquetes declarara que si todos se hubie-

    sen comportado como l la victoria habra

    sido de los atenienses. En defensa de la ley

    y de la justicia, Scrates se haba ne-

    gado solo, y arriesgando la vida a

    ceder, tanto a las imposiciones del furor

    popular en el proceso contra los estrategos

    de las Arginusas (411), como a la orden

    de los Treinta de arrestar a Len de Sala-

    mina (404); pero el pblico acaso igno-

    rara el segundo episodio y si recordaba el

    primero lo interpretaba quizs como ex-

    presin de un espritu antidemocrtico

    en grado no menor que la crtica a insti-

    tuciones tales como el sorteo de magistra-

    dos o la atribucin a todos de facultades

    polticas.

    Con razn deca Scrates que si hubiese

    participado en la actividad pblica y en

    sus contiendas, l, que era irreductible

    opositor a toda accin injusta o ilegal,

    habra perdido la vida haca tiempo

    (Apol., 32d y sigs.), pues en la guerra o

    en cualquier otra ocupacin su lema era

    igualmente cumplir con su deber, aten-

    diendo slo a la justicia o injusticia de lo

    que haca y sin preocuparse por la muer-

    te ni por nada y s slo por la vergenza

    (Apol., 28b-d). Por otra parte, no slo

    la voz interior de su daimon le vedaba

    entregarse a la vida pblica, sino que ade-

    ms la actividad poltica no le habra

    permitido el cumplimiento de su misin,

    en la que vea la ejecucin de un mandato

    divino y su verdadero aporte al bien de

    la ciudad.

    "Nunca en mi vida me he concedido re-

    poso en el esfuerzo por aprender, sino que,

    descuidando lo nico que la mayora cui-

    da el dinero, el hogar, el ser estratego o

    caudillo y dems magistraturas, y las con-

    juraciones y sediciones ciudadanas...

    no me met en las cosas en que no cre

    que pudiera ser til ni a vosotros ni a m

    mismo, sino que siempre acud all donde

    poda aportar el mayor beneficio, acer-

    cndome en privado a cada uno y tratando

    de convencer a cada uno de vosotros de

    que se preocupara por s mismo antes que

    por sus intereses, a fin de llegar a ser ms

    bueno y ms sabio; [por el mejoramiento

    espiritual] de su ciudad antes que por los

    bienes materiales de sta." (Apol., 36b-c.)

    "Debido a esta tarea, no tuve posibilidad

    de hacer nada digno de consideracin, ni

    en los asuntos pblicos ni en los privados,

    de manera que vivo en pobreza infinita

    por servir al Dios." (Ib, 23 b.)

    Mientras tanto, al rencor de aquellos a

    quienes l mismo haba hecho avergon-

    zarse se agregaba el de otros hombres

    examinados por muchos discpulos que se

    complacan en imitarlo. "Y as resulta

    que los examinados por ellos se encoleri-

    zan conmigo, no con ellos mismos, y dicen

    que hay un tal Scrates, hombre perverso,

    que corrompe a los jvenes." (Apol.,

    23c-d.)

    Scrates no se preocupaba por la tor-

  • RODOLFO MONDOLFO - SOCRATES

    15

    menta que iba condensndose sobre su

    cabeza; segua cumpliendo la misin que

    a su juicio le haba sido confiada por el

    Dios, con la misma imperturbable sere-

    nidad con que a veces se pona a reflexio-

    nar en algn problema, insensible a las

    contingencias circunstantes, al fro, al

    hambre, al cansancio, como cuando se-

    gn refiere Alcibades, Banq., 220c-d

    en Potidea permaneci todo un da y una

    noche de pie e inmvil, concentrado en

    sus pensamientos, hasta que al salir el sol

    rez sus oraciones y se march.

    Pero en el ao 399 la tormenta se desen-

    cadena. Tres ciudadanos Meleto, poe-

    ta; Licn, orador; y nito, mercader y

    poltico influyente por haber sido com-

    paero de Trasbulo en la expulsin de

    los Treinta Tiranos se convierten en

    portavoces de las sospechas y de la hos-

    tilidad ya difundidas y denuncian a S-

    crates acusndolo de corromper a la

    juventud, de negar a los dioses patrios y

    de introducir nuevos seres demnicos.

    Pena pedida: la muerte.

    De acuerdo con la Apologa platnica

    sin duda sustancialmente fiel, en el

    proceso Scrates centra su defensa en

    el relato de su vida y del apostolado que

    despus de la respuesta de la Pitia se im-

    puso como deber sagrado. As como nun-

    ca abandon el puesto que le asignaron

    en la guerra los magistrados, jams aban-

    donar dice la misin que le asign

    el Dios:

    "Y aun si me dijeseis: Scrates ..., te

    libertamos a condicin de que no conti-

    nes ... filosofando; de lo contrario ...

    morirs ..., os contestara: Mis queri-

    dos atenienses, os quiero y os amo, pero

    obedecer al Dios antes que a vosotros y

    en tanto tenga aliento no cesar de filoso-

    far y de amonestar y aconsejar a vosotros

    y a cualquiera de vosotros a quien tenga

    ocasin de hablar." (Apol., 29c-d.) "Y,

    me absolvis o no, no har otra cosa ni

    aun cuando me exponga a morir mil ve-

    ces." (Ib., 30b-c.)

    Afirmaciones como stas contribuyen sin

    duda a que se lo declare culpable y

    como segn la ley ateniense l mismo debe

    proponer una pena manifiesta entonces

    que no merecera ninguna, ni de destierro,

    ni de crcel, ni de otra ndole, sino

    recompensa y honra pblicas por haber

    tratado siempre de beneficiar a todos,

    exhortndolos a mejorar su alma y su

    ciudad, pero que si se le quiere imponer una

    multa pagar lo poco que puede dar de su

    bolsillo, ms lo que le ofrecen sus discpulos.

    Los jueces, irritados, votan por mayora la

    pena de muerte, pero Scrates les advierte

    que lo ms difcil no es rehuir la muerte,

    sino la maldad, y que para verse libre de

    todo reproche no hay que tapar la boca a los

    acusadores, sino mejorarse a s mismo. Y a

    la minora que vot su absolucin le dice,

    para su consuelo, que la muerte, ya sea

    anonadamiento del ser, ya ingreso en otra

    vida inmortal, no es un mal y que no hay

    males para el hombre bueno, vivo o

    muerto; por lo cual pide que se trate a sus

    hijos como l trat a sus conciudadanos:

    corrigindolos y

  • RODOLFO MONDOLFO - SOCRATES

    16

    estimulndolos a ser virtuosos. Y conclu-

    ye: "Ya es hora de que vayamos, yo a

    morir, vosotros a vivir. Quin es el que

    va a mejor suerte a todos est oculto,

    excepto al Dios," (Apol., 42.)

    Semejante elevacin moral demostrada

    por Scrates durante el proceso se

    reafirma en el intervalo entre la sentencia

    y la ejecucin, para lo cual debi

    esperarse el retorno de la nave sagrada

    que haba partido con destino al santuario

    de Dlos. Durante los treinta das de

    espera, Scrates, en la crcel y con

    cadenas en los pies, continu conversando

    filosficamente con sus discpulos y

    amigos. En la vspera del arribo del barco,

    Critn le anuncia: "Maana tendrs que

    morir." "En buena hora contesta; si

    as lo quieren los dioses, as sea." Critn le

    suplica entonces que acepte la fuga que

    los amigos han preparado y que no se

    traicione a si mismo, ni traicione a los

    hijos y a los amigos rechazndola, pero

    Scrates contesta que lo nico que

    importa es vivir honestamente, sin

    cometer injusticia ni siquiera para

    retribuir una injusticia recibida. Y le

    plantea el problema: "Si en el momento

    de la huida las leyes se me presentaran y

    me preguntasen si sustrayndome a su

    mandato quiero malograrlas y cometer la

    mayor impiedad contra la patria, qu

    podra yo contestarles?" Critn debe

    darse por vencido, y Scrates concluye:

    "Basta, pues, Critn, y vamos por el ca-

    mino por donde el Dios nos lleva 7."

    7 Cf. PLATN, Gritn.

    A la maana siguiente vuelven los

    amigos y la conversacin recae en el te-

    ma del destino del alma. Scrates, sereno

    ante la emocin de los discpulos, trata

    de convencerlos de que, para los buenos,

    la muerte es el comienzo de otra vida

    mejor; y en las alternativas del dilogo,

    especialmente en el momento dramtico

    en que algunas objeciones de Simias y de

    Cebes parecen estar a punto de derrum-

    bar la construccin levantada, Scrates,

    tranquilo y sonriente, las examina parte

    por parte, devuelve la confianza a los

    perturbados y termina exhortando a to-

    dos a que acepten serenamente el llamado

    del destino 8.

    Llega el carcelero despus del ltimo

    saludo de Scrates a su mujer Jantipa y a

    sus hijos y, emocionado, trae el veneno

    (cicuta). Scrates, imperturbable, toma

    el vaso, lo vaca de un trago y dice a los

    amigos que sollozan: "No, amigos; hay

    que concluir con palabras de buen augu-

    rio: permaneced, pues, serenos y fuertes."

    Cuando empez a sentir los efectos del

    veneno, se acost, le record a Critn

    que deban un sacrificio al dios Asclepio,

    y poco despus estaba muerto. "As

    le hace decir Platn a Fedn muri

    nuestro amigo, el hombre, podemos decir,

    mejor y ms sabio y ms justo de cuan-

    tos conocimos." Y estas mismas palabras

    repite Platn en su propio nombre al re-

    cordar a Scrates en la Carta VII.

    Pero si bien Platn expresa en esa for-

    8 Cf. PLATN, Fedn.

  • RODOLFO MONDOLFO - SOCRATES

    17

    ma inequvoca su juicio y el de sus

    compaeros contra la sentencia que con-

    den como peligroso para su ciudad al

    mejor y ms justo de los hombres, la

    historiografa moderna, a partir de He-

    gel, ha planteado el problema de la le-

    gitimidad de tal sentencia y ha tratado

    a veces de justificarla desde el punto de

    vista de la razn de estado, superior al

    rencor de aqullos a quienes refutaba y

    a la hostilidad que los poetas cmicos y

    el vulgo sentan hacia quien para ellos

    personificaba la sospechosa investigacin,

    tanto de los naturalistas tipo Anaxgoras,

    como de los sofistas tipo Protgoras. El

    tribunal, como conciencia oscura del

    estado ateniense, haba intuido que la

    accin de Scrates hacia peligrar los

    fundamentos tradicionales, polticos y

    religiosos de la polis al socavarlos con su

    crtica racionalista.

    Platn mismo seala De Sanctis9

    destaca en La repblica, 538 c-539 b, tales

    peligros al observar que "hay principios,

    en torno de lo justo y lo injusto, en que

    hemos crecido desde nios, acostumbrn-

    donos a obedecerlos y honrarlos", pero

    que si a un joven se le refutan repetidas

    veces las convicciones que ha recibido de

    las leyes y se le hace pensar que lo que

    honraba no es bello, ni justo n bueno, es

    inevitable que no siga honrando y obe-

    deciendo los principios recibidos, sino

    qu "se convierta en transgresor de la ley,

    de fiel observador que era". Dada esa

    8 Storia dei Greci, ed. cit., t. II, pg. 480 y

    sigs.

    peligrosa ndole de la dialctica, Platn

    pide gran cautela en su uso, del cual hay

    que mantener alejados a los jvenes, pues

    de otro modo se aficionan a las discusio-

    nes por s mismas y se acostumbran a

    contradecir y a deshacerlo todo. Adems,

    agregan algunos crticos modernos, con

    su ejemplo Scrates enseaba a los jvenes

    a despreocuparse de la vida pblica y de

    los problemas de la ciudad para preocu-

    parse slo por su propia vida interior; y

    como, por el contrario, el estado consi-

    deraba la participacin en las asambleas

    y magistraturas un deber de los ciuda-

    danos y no slo un derecho, la influencia

    negativa de Scrates haca que ste nece-

    sariamente pareciese un corruptor. Y,

    en fin, dado el vnculo entre la vida de

    la polis y la religin ciudadana, Scrates,

    que quera sustituir esta ltima por otra

    fe, se converta, innegablemente, en reo

    de impiedad.

    Sin embargo, Scrates estaba tan lejos

    de querer socavar las creencias religiosas

    tradicionales que nunca las hizo objeto

    de discusin, y es un sofisma decir que de

    esa manera las negaba y anulaba an ms

    que quienes tenan la audacia de

    discutirlas 10. Adems, Scrates

    acostumbraba cumplir las formas del

    culto, rezar su oracin matutina al sol,

    ofrecer sacrificios a los dioses, pedir y

    hacer pedir al orculo dlfico en

    circunstancias crticas inspiracin

    para su propia conducta y para la ajena.

    Por cierto que este respeto al culto

    10 Storia dei Crec, ed. cit., t. II, pg. 492.

  • RODOLFO MONDOLFO - SOCRATES

    18

    patrio no significaba, como parece creer

    Jenofonte, aceptacin lisa y llana de las

    creencias politestas, pues, al contraro, to-

    das las manifestaciones divinas particu-

    lares se unificaban para Scrates en una

    fuente nica, inteligencia y providencia

    universales, Dios presente en el mundo y

    tambin segn la expresin usada por

    Epicarmo y Anaxgoras presente en

    nosotros, presente como el alma personal

    y como el daimon interior al que Scrates

    atribua su inspiracin en momentos

    decisivos.

    Por otro lado, si bien Scrates no parti-

    cipaba constantemente en la vida poltica,

    no slo cumpla con su deber de soldado

    y magistrado toda vez que le correspon-

    da, sin tener en cuenta los peligros; tam-

    bin crea cumplir una misin pblica

    sagrada al ejercer su apostolado de desper-

    tador de conciencias que estaba segn

    seala Jaeger en Paideia, II, pg. 55 y

    sigs. al servicio de una educacin "pol-

    tica" y trataba una abundante temtica

    poltica. Y a tal servicio sacrificaba S-

    crates todo inters personal y familiar.

    Adems, su crtica a ciertas leyes e

    instituciones que le parecan contrarias

    al bien del estado no slo no obedeca,

    como lo destaca Jaeger, a consideraciones

    de partido y bien lo saba Critias, que

    en nombre de los Treinta quiso prohibir

    su enseanza, sino que tampoco dismi-

    nua su profundo respeto a la majestad

    de la ley que le hizo rechazar la fuga y

    sacrificar su vida en el altar de las leyes.

    Tampoco es exacto que fuese enemigo

    de la democracia ". Su exigencia de que

    los magistrados fuesen capaces y tuviesen

    la preparacin necesaria y la crtica que

    formulaba al sistema de sorteo no impli-

    caban que reclamase leyes aristocrticas

    de privilegio, sino un llamado a la con-

    ciencia de los polticos que deban con-

    siderar el ejercicio de las magistraturas

    como una misin comparable a la del

    mdico y a la del piloto o a la de cualquier

    otro especialista, actividades todas que

    exigen conocimientos e idoneidad. No

    eran, pues, una negacin de la democra-

    cia, sino la exigencia de perfeccionarla

    para que efectivamente estuviese al servi-

    cio del bien pblico.

    l espritu democrtico de Scrates se

    manifestaba tambin en la valoracin del

    trabajo, por la cual en oposicin a

    los prejuicios aristocrticos y al despre-

    cio de las clases superiores y de los inte-

    11 MAGALHES VILHENA, V. DE, Socrate et la

    lgende platonicienne, Pars, Presses Universita-

    res de France, 1952, ha desarrollado en la forma

    ms ampla y docta la tesis de la orientacin an-

    tidemocrtica de Scrates del Scrates plat-

    nico, que coincidira, sin embargo, con el Scrates

    del libelo de Polcrates en su carcter de inveterado

    odiador del demos (misdemos), "leader intel-

    lectuel incontest et incontestable de la raction

    aristocratique au moment agu de la dmocratie

    triomphante, celui qui fut son hraut au debut du

    dernier sursaut de grande allure de l'aristocra -

    tie athnienne chancelante" (pg. 222). Lamen-

    to no poder detenerme en un examen analtico

    y en una discusin como los que el libro de

    Magalhaes Vilhena merecera pues los lmites

    de m ensayo me obligan a ceirme a una rpida

    indicacin de los datos en que puede apoyarse

    mi tesis contraria.

  • RODOLFO MONDOLFO - SOCRATES

    19

    lectuales por los trabajadores se com-

    placa en recurrir a menudo a la sentencia

    de Hesodo: "el trabajo no es vergenza;

    el ocio s es vergenza". Y en conversa-

    ciones que refiere Jenofonte pero que

    por cierto traducen un genuino pensa-

    miento de Scrates, puesto que Jenofonte

    se inclina espontneamente hacia el punto

    de vista aristocrtico y es uno de los

    tpicos menospreciadores del trabajo,

    Scrates no slo repite con Hesodo,

    Epicarmo y Prdico que el trabajo es el

    precio al que los dioses nos venden los

    bienes y la conquista de la arete, sino que

    adems afirma la dignidad moral del tra-

    bajo, aseverando que para los hombres y

    las mujeres libres no es ninguna deshonra

    ejercer un oficio manual; antes bien, slo

    a condicin de trabajar y de no ser par-

    sito se puede llegar a ser sabio y justo

    (Memor., I, ii; II, i; II, vi).

    Estas ideas se transmiten sobre todo a

    Antstenes y a los cnicos pero, asimismo,

    ejercen su sugestin en Jenofonte y en

    Platn mismos quienes, precisamente por

    influencia de Scrates, contradicen a ve-

    ces su propia orientacin aristocrtica

    por la cual fueron incluidos entre los

    mayores responsables de la difusin pos-

    terior del desprecio al trabajo12.

    Scrates tambin honraba el trabajo

    12 MONDOLFO, RODOLFO, La comprensin del

    sujeto humano en la cultura antigua, Buenos Aires,

    Imn, 1955, parte IV, cap. II; SCHUHL, . M.,

    Machinisme et philosophie, Pars, Alean, 1938, y

    L'oeuvre de Platn, Pars, Hachette, 1954; tr. es-

    paola: Buenos Aires, Hachette.

    porque reconoca en l una actividad

    educadora que crea conocimientos e im-

    plica la conciencia de lo que se hace y

    de por qu se lo hace. Entre sus muchos

    examinados, los nicos que entendan lo

    referente a su propio oficio dice en la

    Apologa, 22a eran los artesanos, cuya

    sabidura, empero, se nublaba cuando

    pretendan salir del terreno de su compe-

    tencia. Acaso por esta funcin cognos-

    citiva del trabajo, a Scrates le agradaba,

    en sus investigaciones conceptuales, partir

    de ejemplos propios de artesanos; por

    eso Critias, cuando quiso impedirle que

    actuara como maestro, le orden abste-

    nerse "de los zapateros, los herreros, los

    vaqueros, etctera" 13, vale decir, de los

    temas y de los ejemplos que en sus di-

    logos prefera.

    En esa honra directa e indirecta al

    trabajo, no menos que en la exigencia del

    dilogo, que reconoce la libertad de pen-

    samiento y de expresin y la quiere para

    todos, Scrates se nos muestra profunda-

    mente democrtico; y aun cuando puede

    parecer excesivo decir "que personificaba

    el espritu de la democracia ateniense" 14,

    hay que reconocer que es un defensor de

    13 Cf. Memor., I, ii, 37. Tambin Clicles

    Gorg., 491a le reprocha: "Por todos los

    dioses! No sabes hablar sino de zapateros, carda

    dores, cocineros, mdicos, como si fuese se el

    tema de nuestra discusin"; y Alcibades Banq.,

    221e reconoce: "siempre habla de asnos de car

    ga, herreros, zapateros, curtidores", etctera. 14

    Cf. LOMBARDI, F., "Il discorso socrtico", en

    Rivista di Filosofa, Turn, julio de 1954, pgina

    274.

  • RODOLFO MONDOLFO - SOCRATES

    20

    la democracia de la competencia(15). Por

    cierto que sta, en tanto gobierno de los

    mejores, puede llamarse aristocracia 16

    en el sentido etimolgico de la palabra,

    pero Scrates es, sin duda, como lo declara

    G. de Sanctis 17, "democrtico de alma,

    aun cuando adversario, en parte, de tal o

    cual institucin de la democracia

    ateniense de su tiempo".

    No es aceptable, pues, la justificacin

    histrica de su condena como defensa

    legtima de la polis democrtica.

    4. El problema de Scrates

    y las condiciones para su

    solucin.

    Scrates no escribi nada, o slo unos

    versos, compuestos segn el Fedn, 60d

    y 61b, en sus ltimos das de crcel. Este

    abstenerse de la enseanza escrita, suele

    explicarse con el motivo que Platn le

    hace enunciar en el Fedro, 275 d y sigs.: la

    escritura es como la pintura, cuyas im-

    genes estn presentes ante nosotros como

    personas vivas, pero que si las interroga-

    mos callan majestuosamente; as, el dis-

    15 Cf. SEMERARI, G., "Il principio del dialogo

    in Socrate", en Giornale critico della filosofa

    italiana, Roma, 1953, pg. 455. 16

    As la llama G. GALLI, Sul pensiero di Car-

    lini ed altri saggi, Turin, Gheroni, 1950, pg. 83. 17

    Storia dei Greci, ed. cit., t. II, pg. 482.

    Puede recordarse, adems, que NIETZSCHE en La

    voluntad de dominio consider a Scrates repre-

    sentante de los derechos de la democracia que, al

    rebelarse contra la tradicin aristocrtica, habra

    producido la decadencia y disolucin del mundo

    helnico.

    curso escrito no sabe dar explicaciones,

    si alguien las pide, ni defenderse por s

    mismo, sino que necesita siempre la inter-

    vencin de su padre. A este motivo el

    nico que suele citarse el Fedro asocia

    otro: el discurso escrito se ofrece igual-

    mente al entendido y al lego, sin saber a

    quin debe hablar y a quin no, como un

    agricultor que esparce las semillas al acaso,

    en cualquier tiempo y lugar.

    Pero el motivo ms esencial aparece en

    otros dilogos platnicos, cuando en la

    misma enseanza oral Scrates evita los

    discursos largos que slo permiten al dis-

    cpulo una pasiva funcin de oyente. La

    forma propia de la enseanza socrtica es

    el dilogo en donde el maestro pregunta

    ms que contesta, excita la reflexin

    activa del discpulo y provoca su res-

    puesta obligndolo a buscar para descu-

    brir; o sea: es un despertador de concien-

    cas e inteligencias, no un proveedor de

    conocimientos.

    Por este carcter peculiar, el magisterio

    socrtico exiga el dilogo viviente y libre

    y no poda ejercerse mediante obras es-

    critas 18; y por eso su transmisin a la pos-

    teridad slo pudo efectuarse a travs de

    testimonios ajenos, de discpulos y adver-

    sarios.

    18 Con esta interpretacin parece coincidir W.

    JAEGER cuando sostiene que Scrates no quiso

    escribir nada porque vivi entregado por entero

    a su misin: "lo cual indica cun fundamental

    era para l la relacin de lo hablado con el ser

    viviente a quien en aquel momento se diriga".

    (Paideia, Mxico, Fondo de Cultura Econmica,

    1942-45, t. II, pgs. 16-18.)

  • RODOLFO MONDOLFO - SOCRATES

    21

    Pero no slo amigos y enemigos nos

    ofrecen de l imgenes opuestas entre s,

    sino que, adems, los mismos discpulos

    reproducen el pensamiento del maestro

    cada uno segn su manera particular de

    entenderlo, y esas maneras son muy dife-

    rentes en Jenofonte y en Platn, en Ants-

    tenes y en Aristipo, en Euclides y en

    Esquines, etctera. De los dos testimonios

    principales, Jenofonte y Platn, el primero

    segn la crtica de Jel, H. Maier,

    Burnet y Taylor, etctera, y por comn

    consentimiento parece incapacitado

    para reflejar la altura espiritual del maes-

    tro y documenta, adems, en sus obras

    socrticas (Banquete, Econmico, Apolo-

    ga, Memorables), carencia de escrpulo

    histrico al atribuir al maestro conoci-

    mientos especiales (de agricultura, de

    las costumbres blicas de los pueblos del

    Asa, etctera) que l mismo haba adqui-

    rido gracias a sus experiencias personales.

    En cambio, Platn eleva la filosofa de

    Scrates por encima de la realidad hist-

    rica, expresando por boca de ste en todos

    sus dilogos con excepcin del Timeo

    y de Las leyes las doctrinas propias, in-

    cluso la de las ideas, sin distinguir las posi-

    ciones respectivas; y el recurso de acudir

    a Aristteles, habitualmente utilizado

    para tal distincin, resulta inadecuado por

    insuficiencia de datos y parcialmente inva-

    lidado por la imputacin de inexactitud

    histrica hecha por la crtica moderna a

    los testimonios aristotlicos19

    .

    19 Acerca de la valoracin histrica de los tes-

    timonios de Jenofonte, Platn y Aristteles sobre

    De este modo se plantea el problema de

    Scrates, o sea el de la reconstruccin his-

    trica de su pensamiento, problema que ha

    ido profundizndose a partir del primer

    planteamiento efectuado por Schleierma-

    cher. Sus dificultades, que han sido y

    siguen siendo a la vez estmulo y tor-

    mento para los historiadores, pueden

    inferirse del examen concienzudo y deta-

    llado que del tema hizo V. de Magalhes

    Vilhena (20).

    En otra oportunidad (21) he recordado

    lo que a principios de siglo deca V. Bro-

    chard en su ensayo L'oeuvre de Socra-

    Scrates existe una amplia bibliografa crtica,

    para la cual remito a las obras de Magalhes

    Vilhena mencionadas en el testo. En la primera

    de ellas vanse especialmente los captulos: "Pla-

    tn et le Socrate historique", "Xnophon et le

    Socrate historique", "Aristote et le Socrate histo-

    rique", "Les textes socratiques d'Aristote". En lo

    que respecta a la general inexactitud histrica de

    los testimonios de Aristteles, el libro de

    Magalhes Vilhena contiene tambin un capitulo:

    "Aristote et l'hstoire de la philosophie"; pero las

    obras fundamentales al respecto son las de

    H. Cherniss, Aristotle's Criticism of Presocratic

    Philosophy, Baltimore, 1935, y Aristotle's

    Criticism of Plato and the Academy, Baltimore,

    1944 (tomo II en preparacin). Adems, en la

    eliminacin de Aristteles como testigo

    histricamente vlido con respecto a Scrates, ya

    coincidan H. Maier, J. Burnet y A. E. Taylor.

    20 En dos obras: Le problme de Socrate. Le

    Socrate historique et le Socrate de Platn y So-

    crate et la lgende platonicienne, Pars,

    Presses Universitaires de France, 1952.

    Magalhes Vilhena anuncia la prxima

    publicacin de otro trabajo sobre el tema:

    Aristophane et le Socrate histortque.

    21 Moralistas griegos., Buenos Aires, Imn, 1941;

    captulo sobre Scrates.

  • RODOLFO MONDOLFO - SOCRATES

    22

    te22: "Mucho se ha escrito acerca de

    Scrates y lo mismo ocurrir en el futuro.

    La fisonoma de Scrates, por la misma

    incertidumbre e insuficiencia de nuestros

    medios de conocimiento, no dejar jams

    de tener para todos los investigadores el

    atractivo de un enigma que exige inter-

    pretacin; y sin duda la ltima palabra

    acerca de este problema nunca habr de

    decirse". Comentaba yo entonces que sta

    era una previsin fcil cumplida hasta

    ahora y destinada a realizarse an en el

    porvenir que podra interpretarse tam-

    bin como una confesin de la inutilidad

    del trabajo de los historiadores para des-

    cifrar un enigma que nunca ser resuelto

    de modo decisivo; pero, an cuando un

    problema histrico no admita solucin

    definitiva, a los historiadores les queda sin

    embargo una tarea: lograr una solucin

    ms satisfactoria que las presentadas hasta

    entonces y que ofrezca otra base para

    progresos ulteriores.

    Magalhes Vilhena acepta esta opinin,

    pero observa que no es slo ste el pro-

    blema: "No basta con registrar los fraca-

    22 tudes de philosophie ancienne et de philosophie

    moderne, Pars, Alean, 1926; tr. espaola: Estudios

    sobre Scrates y Platn, Buenos Aires, Losada,

    1940. La misma opinin expresa A. BANFI

    Socrate, Miln, 1944, pg. 159: "un tentativo

    di esposizione e di nterpretazione socrtica rimane

    sempre un'ipotesi". Tambin ADOLFO LEVI

    "Sul pensiero di Socrate", en Studi di filosofa

    greca., Bar, Laterza, 1950 recuerda la

    declaracin de un especialista en estudios socrticos

    "ogn volta che si ritorna sul problema socrtico

    lo si trova piu difficile di prima" (pg. 217).

    sos y querer ir adelante. Hay que plantear

    otro problema previo: el del motivo de

    estos fracasos..., de la fuente de las con-

    tradicciones ... Debemos desatar las im-

    genes diferentes en su misma diversidad,

    porque cada una nos ofrece una cara de

    Scrates que se consider verdadera, y tal

    fue en cierto modo ..., por haber desem-

    peado un papel histrico que no puede

    desconocerse"23. Lo cual coincide esen-

    cialmente con lo que escrib en otra oca-

    sin; esto es, que los rasgos con que cada

    discpulo vea y dibujaba a su maestro

    son los que han ejercido influjo en el

    mismo discpulo y, en consecuencia, en

    el desarrollo de la filosofa griega; perte-

    necen a la historia del socratismo24 y deben

    tener su origen en la misma personalidad y

    accin del maestro. Pero al mismo tiempo

    debemos destacar que la crtica reciente

    segn lo seal Calogero25 tiende a

    considerar los contrastes entre nuestras

    distintas fuentes relativas a Scrates

    menos irreductibles que lo que le

    parecieron a la crtica anterior, y a recono-

    cer, ms bien, que estas presentaciones

    diferentes ofrecen rasgos comunes o sus-

    ceptibles de combinarse en mutua armo-

    na. De manera que desde hace algn

    tiempo parece que nos hemos encaminado

    hacia una interpretacin ms adecuada,

    23 Le probleme de Socrate., ed. cit., pg. 10 y

    sigs. 24

    La comprensin del sujeto humano en la

    cultura antigua., ed. cit. Vase en la parte III, cap.

    III, las pginas sobre Scrates. 25

    "Socrate", en Enciclopedia Italiana.

  • RODOLFO MONDOLFO - SOCRATES

    23

    sobre todo porque se ha abierto camino

    la certidumbre de que la interpretacin

    del pensamiento socrtico no puede sepa-

    rarse del significado de su vida y de su

    accin histrica. La filosofa ha sido para

    Scrates el mvil de su existencia, de su

    actuacin y de su sacrificio supremo; y

    la reconstruccin de su pensamiento

    debe explicar tal consagracin de toda

    una vida a costa tambin de la muerte:

    debe explicar el influjo espiritual ejercido

    en discpulos tan diferentes como Platn

    y Jenofonte, Antstenes y Aristipo, Eu-

    clides y Alcibades, Fedn y los ex disc-

    pulos de Filolao, etctera; debe explicar

    esa devocin despertada en todos ellos, que,

    en lugar de borrarse con la condena del

    maestro, parece sacar de su muerte im-

    pulso para la exaltacin de su memoria

    en la llamada literatura socrtica 26

    .

    Si la reconstruccin no logra explicar

    esas circunstancias no es satisfactoria y,

    por lo tanto, se condenan por s mismas

    aun interpretaciones de historiadores va-

    liosos como Brochard o Gomperz o De

    Ruggiero, quienes nos presentan un S-

    crates que slo sabe hacer crtica demole-

    dora o teorizar una tica estrechamente

    utilitarista.

    El Scrates de Brochard, en efecto, a

    pesar de todo el afn de definicin cien-

    tfica de los conceptos que lo acucia,

    tiene conciencia de su incapacidad para

    salir de la esfera de una crtica puramente

    26 Cf. H. MAIER, Sokrates, Tubinga, 1913;

    pg. 106 y sigs., y W. JAEGER, Paidea, ed. cit.,

    t. II, pg. 18.

    negativa, y aun cuando afirma la iden-

    tidad entre virtud y ciencia la concibe

    como un clculo de los provechos mate-

    riales y sensuales, lo cual Brochard mismo

    define como "une conception terre--

    terre de la moralit". Anlogamente

    Gomperz 27

    , pese a que admite en Scrates

    la exigencia de armona interior y unidad

    de carcter como condicin de felicidad,

    interpreta como utilitarismo el eudemo-

    nismo socrtico; un utilitarismo que

    quiere, segn Gomperz, sustituir el impe-

    rativo de los mandamientos no suscepti-

    bles de una demostracin inmediata por el

    indicativo de intereses humanos innega-

    bles, insistiendo en las ventajas prcticas

    groseras y palpables ms que en las deli-

    cadas y ocultas. Y De Ruggiero, por otra

    parte, se niega a reconocer en la actividad

    de Scrates un apostolado de la ciencia

    porque no habra tenido una doctrina

    para predicar al mundo, sino slo un

    mtodo de duda28

    . Y los ejemplos podran

    multiplicarse. Pero con semejantes inter-

    pretaciones del pensamiento socrtico

    resultan inexplicables su vida y su accin

    histrica, que son los datos concretos de

    donde a falta de expresiones directas

    que nos documenten su pensamiento ge-

    nuino es preciso partir, para de ellos

    tratar de retroceder a sus fuentes, es de-

    27 Griechische Denker, t . II, cap. IV, pargra

    fo 3; tr . francesa: Par s, Alean; tr . i tal iana: Flo

    rencia, La Nuova Italia; tr . espaola: Buenos Ai

    res, Guarania. 28

    Cf. La filosofa greca, en Storia della filo

    sofa, Bari, Laterza, 1934, vol. I.

  • RODOLFO MONDOLFO - SOCRATES

    24

    cir, al espritu de Scrates manifestado en

    su enseanza.

    5. La inspiracin religiosa y

    la purificacin de los

    espritus.

    En este aspecto, la corriente interpre-

    tativa que en nuestro siglo se ha basado

    en el carcter de misin que Scrates

    atribua a su magisterio se ha encarado

    segn una perspectiva ms satisfactoria

    y ha vuelto a poner de relieve con mayor

    insistencia un rasgo fundamental de su

    espritu que quiz pueda dar la clave del

    enigma: su inspiracin religiosa, que pue-

    de llamarse mstica, con tal de que no se

    entienda esta palabra en sentido irracio-

    nalista pues sera contrario a la con-

    fianza incondicional que tena Scrates

    en el valor de la razn, sino como ex-

    presin de su honda conciencia de una

    misin sagrada a la que dedic ntegra-

    mente y sacrific su vida misma.

    El rasgo de honda religiosidad de S-

    crates fue puesto de relieve ya en el siglo

    XIX por el mximo historiador de la filo-

    sofa griega, Eduardo Zeller, y aceptado

    y acentuado por otros, como por ejemplo

    Antonio Labriola, quien afirm de manera

    terminante la necesidad de restituir a

    todo el conjunto de las exigencias expre-

    sadas por Scrates su originario signifi-

    cado religioso. No faltaron, por cierto, en

    la misma poca y posteriormente, interpre-

    taciones opuestas, como la de Nietzsche,

    quien, en su Origen de la tragedia, vea en

    Scrates al antimstico o lgico puro al

    que imputaba la destruccin de la ener-

    ga creadora del espritu helnico; la de

    Phlmann, que opone un Scrates racio-

    nalista puro a toda tentativa de interpre-

    tacin religiosa; la de Jel, basada en la

    interpretacin aristotlica, igualmente

    racionalista; la de Ortega y Gasset, que

    procede de la de Nietzsche 29

    , etctera.

    Pero al lado de estas interpretaciones

    racionalistas se afirman con vigor otras

    dos: 1) La moralista o humanista, repre-

    sentada en su ms alto grado por la obra

    de Heinrich Maier, para quien la huma-

    nidad de Scrates expresa esencialmente

    "un nuevo estado de espritu" y la exi-

    gencia de una bsqueda de vida tica

    personal, punto de vista que orienta

    tambin a Schrempf, Stenzel y otros, y

    que Banfi expresa cuando define a Scra-

    tes: "El espritu mismo de la moralidad

    en su infinito problema", "la morali-

    dad en su pura exigencia ..., como for-

    ma eterna del espritu". 2) La religiosa,

    que se acenta con la frecuente atribucin

    del misticismo que Labriola le negaba. Este

    misticismo, cuya afirmacin se basa en

    los testimonios platnicos, ha sido vincu-

    lado por la escuela escocesa (John Burnet

    y A. E. Taylor) a la relacin entre Scra-

    tes y el pitagorismo, que los representan-

    tes de esa escuela queran utilizar para su

    tesis segn la cual Scrates era el verda-

    29 Para las indicaciones bibliogrficas remito a

    la bibliografa final. Una sntesis rpida pero clara

    de las obras mencionadas y de las siguientes puede

    verse en el ensayo de PAOLO Rossi citado tambin

    en dicha bibliografa.

  • RODOLFO MONDOLFO - SOCRATES

    25

    dero autor de la teora de las ideas. Pero

    muchos otros que rechazaron tal tesis ina-

    ceptable reconocieron, empero, la impor-

    tancia del hecho sealado por Burnet: los

    pitagricos de Tebas y Fliunte Simias,

    Cebes, Ferondas, Equcrates , ex disc-

    pulos de Filolao, despus de la partida de

    aqul buscaron en Scrates al maestro que

    pudiera satisfacer sus exigencias religiosas

    y msticas.

    La inspiracin religiosa y mstica de

    Scrates ha tenido singular eficacia escla-

    recedora en muchas profundas y acertadas

    reconstrucciones de su figura histrica

    de Zuccante a Melli, de Festugire a De

    Sanctis, de Gallo Galli a . . Schuhl

    y no menos en la presentacin hecha

    por W. Jaeger en Paideia, donde seala el

    carcter religioso de la misin de

    Scrates, que se interpreta a s misma como

    servicio del Dios y cuidado del alma,

    expresiones que "nos suenan a

    cristianismo".

    Sin embargo, no basta advertir en S-

    crates la presencia de una honda religio-

    sidad. Si queremos lograr un enfoque

    unitario de la personalidad socrtica, es

    decir, dar en su espritu una posicin

    central a esa religiosidad cuya luz puede

    esclarecer cada aspecto de su actividad y

    de su doctrina e iluminarlos y vincularlos

    a todos en conjunto en su unidad siste-

    mtica y orgnica, hay que avanzar un

    paso ms, tal como lo hicieron algunos de

    los escritores mencionados y de manera

    particularmente decidida P. Martinetti

    en su Socrate.

    En esta relacin entre un punto cen-

    tral de irradiacin y toda la esfera de las

    manifestaciones de la personalidad de S-

    crates puede encontrarse el medio para

    superar la anttesis entre las tendencias

    interpretativas opuestas de H, Maier y de

    Burnet-Taylor, esto es, entre un Scrates

    puro hroe moral, tal como lo vea Ants-

    tenes, y un Scrates fundador de la filo-

    sofa especulativa, tal como lo presentaba

    Platn. "La anfibologa dice con acierto

    Jaeger, en Paideia, II, pg. 29 tiene que

    residir necesariamente en la personalidad

    misma de Scrates que lo hace susceptible

    de esta doble interpretacin. Y partiendo

    de aqu es necesario esforzarse en superar

    el carcter unilateral de las dos

    concepciones, aunque stas sean en cierto

    sentido legtimas, tanto lgica como his-

    tricamente." Y el camino de esta supe-

    racin puede consistir en la vinculacin

    de ambos aspectos a su fundamental ins-

    piracin religiosa.

    No hay que olvidar que la distincin

    ms sustancial, quiz, entre los sofistas y

    Scrates est constituida por la visin

    que tienen respectivamente de la tarea

    del filsofo y el maestro: actividad pro-

    fesional utilitaria para aqullos; misin

    sagrada e imperativo categrico para

    ste. Scrates vuelve al concepto de la

    filosofa como misin religiosa y camino

    de purificacin ya sostenido por los pita-

    gricos y por Parmnides, pero acen-

    tuando an ms la idea de la obligacin

    moral que incumbe al filsofo: cumplir

    con su deber de maestro convertido en

  • RODOLFO MONDOLFO - SOCRATES

    26

    servicio del Dios aun a costa de la pro-

    pia vida.

    Tiene importancia fundamental, a este

    respecto, el pasaje de la Apologa plat-

    nica, 29c-30b, que ya hemos citado en

    parte. Dice Scrates a sus jueces: "Aun si

    me dijerais: Scrates, no escuchamos a

    tu acusador y te dejamos en libertad,

    pero con la condicin de que no pases tu

    tiempo en investigar y en filosofar, de lo

    contrario, si te sorprendemos tendrs que

    morir. Si me libertaseis con esa

    condicin yo os contestara: Mis

    queridos atenienses, os saludo, pero obe-

    decer al Dios antes que a vosotros y a

    cualquier otro, diciendo, segn mi cos-

    tumbre: Hombre ..., no te avergen-

    zas de ocuparte de las riquezas, para

    multiplicarlas, y de la fama, y en cambio

    no tienes ningn cuidado y preocupacin

    por la sabidura, por la verdad y por el

    alma para hacerla mejor en la medida de

    lo posible? Y si alguien entre vosotros

    me contesta que s, que tiene cuidado de

    ella, no lo dejar tan pronto, sino que lo

    interrogar y examinar e investigar; y

    si me parece que no tiene virtud, a pesar

    de lo que afirma, le reprochar que menos-

    precia lo que es de mayor valor y

    estima lo que es vilsimo. Y esto har con

    jvenes y viejos, ciudadanos y

    extranjeros, con cualquier persona que

    encuentre...

    "Pues esto es lo que el Dios me orden, y

    creo que vuestra ciudad no cuenta con

    mayor bien que este servicio que hago al

    Dios, esta costumbre que tengo de ir en

    torno de vosotros y exhortaros, jvenes y

    viejos, a no cuidaros mucho del cuerpo y

    la riqueza, sino ms del alma para hacerla

    mejor... Y agregar: Atenienses, ya sea

    que me absolvis o no, yo no proceder

    de otra manera aunque me exponga a

    morir mil veces."

    Este enunciado de una misin sagrada

    implica en Scrates un culto a la filosofa

    como camino de purificacin del alma se-

    gn el concepto afirmado ya por los

    pitagricos y los eleatas y vinculado ade-

    ms por los pitagricos a la prctica coti-

    diana del examen de conciencia. ste era

    tambin un ejercicio continuo del cono-

    cimiento de s mismo: conciencia de las

    propias faltas que se despertaba con la

    exigencia interior de pureza, por lo cual

    el discurso sagrado pitagrico incitaba a

    sentir vergenza ante s mismo ms que

    ante cualquier otra persona. El precepto

    pitagrico, cuyo eco resuena tanto en De-

    mcrito30 como en Scrates, aparece en

    acto en el Hipias mayor, 298 b-c, donde

    Scrates dice que aun cuando sus faltas

    pudieran escaprseles a los dems, jams

    se le escaparan a alguien ante el cual

    experimenta la mayor vergenza; y ese

    alguien es el mismo Scrates, el hijo de

    Sofronisco. Esta experiencia interior, jus-

    tamente, inspira la pregunta de Scrates

    a cada ciudadano: "Hombre, no tienes

    vergenza ...?", pregunta cuya eficacia

    est testimoniada por la declaracin de

    30 Cf. MONDOLFO, RODOLFO, Moralistas grie-

    gos, ed. cit., cap. I, y La comprensin del sujeto

    humano en la cultura griega, ed. cit., parte III, cap.

    III.

  • RODOLFO MONDOLFO - SOCRATES

    27

    Alcibades en el Banquete platnico,

    216 b-c: "Solamente con este hombre ha

    ocurrido lo que nadie podra creer de m:

    que me avergenzo. Y a veces quisiera

    que ya no estuviera entre los hombres,

    pero s que si esto sucediese experi-

    mentara el dolor ms agudo".

    Es el despertar de la conciencia que la

    filosofa alcanza con Scrates en el ejer-

    cicio de su tarea de purificacin espiritual

    y que se afirma con el dictamen del

    orculo de Delfos: Concete a ti mismo.

    Pero no ya en el sentido originario "sa-

    be que eres mortal y que no debes pensar

    en cosas divinas" sino, por el contrario,

    en un sentido procedente de las creencias

    rfico-pitagricas: "sabe que tienes un

    alma divina y debes purificarla de todo

    lo que es indigno de su naturaleza y de su

    tarea".

    Segn Jaeger (Paideia, II, pg. 42 y

    sigs.) en esto consiste el primer momento

    del magisterio socrtico, el protrptico,

    que precede al indagativo (lenkhos), Sin

    embargo, este momento previo exhorta-

    tivo por un lado no tiene eficacia en s,

    sino slo al realizar concretamente la

    refutacin (lenkhos), y por otro lado, in-

    cluye ya, en su llamado a la vergenza

    ante s mismo, un concepto doctrinario

    implcito que es el concepto religioso del

    alma, fuente y base de la exigencia moral

    e igualmente de la cognoscitiva. Por eso,

    "la vida sin examen es indigna del hom-

    bre" (Apol., 37a), en tanto que el cono-

    cimiento de s mismo constituye la con-

    dicin, o mejor, la esencia misma de la

    sabidura y de la virtud, nicas que nos

    transforman en mejores a cada uno de

    nosotros (cf, Carm., 164; Alcib. pr.t 128-

    133).

    "Concete a ti mismo" significa: ad-

    quiere conciencia de tu fin y de tus faltas

    reales; la primera de stas, la que impide

    toda enmienda espiritual, es la creencia

    de no tener faltas, esto es, falta de cono-

    cimiento de s mismo y de la verdad que

    se esconde bajo la ilusin y pretensin de

    sabidura. Saber que no se sabe, es decir,

    adquirir conciencia de los problemas y de

    las lagunas que escapan a la pretendida

    sabidura: he ah el primer resultado del

    examen y conocimiento de s mismo, pri-

    mera sabidura verdadera.

    "Querefonte narra Scrates, Apol., 21 habiendo ido una vez a Delfos, tuvo

    la osada de preguntar al orculo si haba

    alguien ms sabio que yo. Y la Pitia le

    contest: Nadie. Al oir esto yo pens:

    Qu quiere decir el Dios?, qu es lo que

    esconde en sus palabras?, pues tengo la

    certeza de no ser sabio, ni mucho menos.

    Entonces, qu quiere decir cuando afirma

    que soy el ms sabio entre los hombres? Y

    largo tiempo estuve pensando qu era lo

    que quera decir. Despus me puse a

    indagar. Interpel a uno de los que pasan

    por sabios y me dije: ahora voy a

    desmentir el vaticinio y a mostrar al

    orculo que ste es ms sabio que yo,

    aunque l haya dicho que yo lo soy. Pero,

    al examinarlo, he aqu lo que me ocurri...

    Al conversar con l descubra que pareca

    s sabio a muchos y sobre todo a s mis-

  • RODOLFO MONDOLFO - SOCRATES

    28

    mo, pero que no lo era, e intent demos-

    trarle: T crees ser sabio y no lo eres...

    Al irme pens: en verdad soy ms sabio

    que l pues nadie entre nosotros sabe nada

    bello y bueno, pero l cree saber y no sabe;

    yo no s, pero tampoco creo saber. Y por

    esta pequeez parece que soy ms sabio:

    porque no creo saber lo que no s".

    La conciencia de su ignorancia repre-

    senta para el hombre una verdadera sabi-

    dura, en cuanto por ella su espritu se

    purifica del error; "en cambio dice S-

    crates en el Sofista platnico me parece

    ver una especie de ignorancia que es la

    ms grande y peligrosa y tiene por s sola

    un volumen igual al de todas las otras

    juntas". "Cul es?" "La que no sabe y

    cree saber, pues origina todos los errores

    que cometemos con nuestra inteligencia."

    6. La refutacin como

    purificacin y estmulo

    para la investigacin. La

    mayutica.

    Contra esta ignorancia tiene entonces

    que desarrollarse la refutacin, parte ini-

    cial de la irona socrtica. Es verdad que

    Jaeger la separa, como segundo momento

    investigativo, de la exhortacin, conside-

    rada momento preliminar; pero, segn

    dije, la exhortacin se hace efectiva y

    operante slo por medio de la refuta-

    cin (31) que suscita vergenza, o sea

    exi-

    31 "La forma de educacin exhortativa dice

    Scrates, Sof., 230a a duras penas consigue un

    muy pequeo provecho."

    gencia de purificacin. La refutacin

    tiene la misin de suscitar en los otros la

    conciencia de su ignorancia, es decir, de

    encaminarlos hacia una purificacin espi-

    ritual de sus errores y faltas, y por eso

    no llega ni debe llegar a una conclusin

    positiva sino a un resultado negativo que,

    sin embargo en tanto conciencia de un

    vaco interior intolerable, es prepara-

    cin y estmulo para una investigacin

    reconstructiva, tal como habra de serlo

    ms tarde la duda metdica de Descartes.

    "He aqu, por Heracles dice Tras-

    maco en La repblica, 337 y sigs., la

    irona habitual de Scrates. Yo saba, y

    se lo dije antes a esta gente, que t no

    queras contestar y que emplearas la iro-

    na y haras cualquier cosa antes que con-

    testar, si alguien te interrogara. sa es tu

    costumbre: no contestar nunca sino,

    cuando otro contesta, tomar su discurso

    y refutarlo... He aqu la sabidura de

    Scrates."

    Trasmaco personifica a quienes no

    comprenden el significado de purificacin

    espiritual que la refutacin tena para

    Scrates y tambin segn Proclo, In

    Parmen., I, 7 para los eleatas y especial-

    mente para Zenn: "Zenn refutaba a

    los que afirmaban la pluralidad de los

    entes y purificaba su pensamiento de la

    tendencia a lo mltiple pues la refutacin

    es una purificacin y liberacin de la

    ignorancia y un encaminamiento hacia la

    verdad".

    Pero para Scrates, como para los pita-

    gricos, la purificacin y liberacin de

  • RODOLFO MONDOLFO - SOCRATES

    29

    los espritus era una exigencia religiosa:

    una misin sagrada, dice en la Apologa,

    que le haba sido confiada por el Dios

    pues slo mediante ella un espritu cegado

    por el error puede reconquistar la vista

    y hallar el camino de la verdad y del bien,

    es decir, encontrar su salvacin.

    Por eso, justamente, Scrates considera

    el hecho de que se lo refute como un be-

    neficio que recibe, igual al que presta a

    los dems cuando es l quien les refuta

    sus errores.

    "Y, qu hombre soy yo? Uno de los

    que se dejan refutar con gusto cuando

    dicen cosas no verdaderas y refutan con

    gusto a los dems cuando son ellos quie-

    nes dicen algo no verdadero y no experi-

    mentan ms molestias al ser refutados

    que al refutar; antes bien, creo que aque-

    llo es un bien mayor, en cuanto hay ms

    ventaja en ser liberado del peor de los ma-

    les que en liberar a otros." (Gorg., 458.)

    Esta liberacin no slo es un beneficio,

    sino una exigencia fundamental en el m-

    todo socrtico, segn lo explica el Sofista

    platnico:

    "A algunos les parece que cualquier

    ignorancia es involuntaria y que nadie que-

    rra nunca intentar aprender lo que ya

    cree saber, de manera que la forma de

    educacin exhortativa a duras penas con-

    sigue un muy pequeo provecho. Ahora

    bien, cuando alguien cree decir algo bue-

    no acerca de cualquier asunto y no dice

    nada, ellos lo van interrogando y, ligando

    sus opiniones medante razonamientos, le

    demuestran que estn en contradiccin

    consigo mismas sobre el mismo asunto, al

    mismo respecto y en el mismo sentido.

    Entonces ellos, al reconocerlo, se enojan

    consigo mismos y se hacen benvolos con

    los dems y se liberan as de opiniones

    speras, con la ms segura para quien

    la experimenta de todas las liberaciones.

    Pues quienes los purgan piensan de la

    misma manera que los mdicos del cuerpo

    que no creen que ste pueda, antes de

    expulsar el obstculo que lleva dentro,

    aprovechar el alimento que se le ofrece.

    La misma persuasin tienen los mdicos del

    alma, es decir, sta no puede aprovechar

    la enseanza antes de que la refutacin,

    haciendo que el refutado se avergence,

    no le haya sacado las opiniones que le

    impedan aprender y lo presente puro y

    convencido de saber slo lo que en verdad

    sabe y nada ms." (Sof., 230.)

    Pero el Sofista considera aqu solamente

    los efectos intelectuales de la refutacin,

    sin hablar de los morales, que no eran de

    menor profundidad, como lo demuestran

    con singular evidencia las declaraciones

    de Alcbades en el Banquete, 216:

    "Cuando escucho sus discursos, el co-

    razn me salta en el pecho mucho ms

    que a los coribantes y rompo a llorar...

    Los discursos de este Marsias muchas veces

    me han impresionado de manera tal que

    me pareca que no vala la pena vivir en

    mi condicin... Slo con l me ha

    ocurrido avergonzarme de algo."

    Purificacin moral, entonces, al mismo

    tiempo que intelectual: liberacin por la

    cual el espritu se hal la puro y dis -

  • RODOLFO MONDOLFO - SOCRATES

    30

    puesto para la verdadera actividad que le

    compete.

    Y he aqu donde, como vimos, aparece

    en Scrates el parangn de origen pita-

    grico entre el mdico y el educador,

    que utilizaban tambin Protgoras y

    Gorgias, y que parece haber llegado a ser

    un lugar comn en la cultura de la po-

    ca 32

    . El hondo inters por la medicina

    que Jaeger (Paideia, II, pg. 36 y sigs.)

    destaca en Scrates procede probable-

    mente de una exigencia pitagrica ms

    que del ejemplo de Hipcrates o de Di-

    genes de Apolonia, porque se vincula a

    la necesidad fundamental de la purifica-

    cin del espritu que ya los pitagricos

    comparaban con la purgacin del cuerpo.

    Sin embargo, al repetir tal parangn, S-

    crates lo aplica de modo acorde con el

    activismo de su pedagoga que no permite

    que aquel a quien se refuta permanezca

    en la actitud pasiva del enfermo ante

    aquel de quien recibe el purgante, sino

    que lo obliga a cooperar activamente en

    la refutacin, etapa que el educador di-

    rige ms que efecta.

    As es como la refutacin logra su ma-

    yor eficacia; as es como al engendrar,

    respecto al conocimiento, una duda me-

    tdica, la convierte en preparacin nece-

    saria y estmulo para la investigacin,

    segn lo explica Scrates a Menn en el

    dilogo platnico de este nombre:

    "Oh, Scrates!, antes de que te cono-

    32 Vase MONDOLFO, RODOLFO, La compren-

    sin del sujeto humano en la cultura antigua, ed.

    cit., parte II, cap. II.

    ciera me dijeron que todo lo que haces es

    crearte dificultades a ti mismo y a los

    otros a fuerza de sembrar dudas en tu

    cabeza y en la de los dems. Pareces un

    torpedo marino que deja aturdidos a

    cuantos lo tocan. T me produjiste un

    efecto semejante: me has aturdido el alma

    y ya no s qu contestarte." "Yo res-

    ponde Scrates me parezco al torpedo

    si estando aturdido puedo producir en los

    dems el mismo aturdimiento pues no se

    trata de que yo est seguro y siembre du-

    das en la cabeza de los dems, sino de que,

    por estar yo mismo ms lleno de dudas

    que cualquiera, hago dudar tambin a los

    dems." (Men.t 80.)

    La irona de Scrates finge en el mo-

    mento aceptar el enfoque puramente

    negativo de la refutacin33

    en el que Me-

    33 En un fino y agudo ensayo, "Scrates, ar-

    tista de la vida" en Scrates, Galilea, Leopardi,

    Buenos Aires, Partenn, 1947, TURIN sostiene

    una interpretacin dramtica de la figura de S-

    crates quien, atormentado durante toda su vida

    por la contradiccin entre su fe en la verdad

    y su duda o desesperacin de no poder ensearla,

    no habra encontrado otra salida que la muerte,

    y por eso en este punto TURIN concuerda con

    Nietzsche quiso morir y oblig a la ciudad a

    darle la copa de veneno (pgs. 164, 169 y passim),

    En el marco de esta interpretacin debe atribuirse

    plena y trgica seriedad a las mltiples declara-

    ciones de Scrates: que no sabe cul es la verdad;

    que se halla colmado de dudas; que busca como

    los dems y junto a ellos (Gorg., 506 y 509;

    Hip. may., 304; Crm., 165; Men., etc.). Y por

    lo tanto TURIN objeta mi interpretacin que ve

    en la irona socrtica, simulada por un momento

    tanto en la refutacin como en la mayu-

    tica, la falta de ese conocimiento que Scrates

    no quiere comunicar dogmticamente a su nter-.

  • RODOLFO MONDOLFO - SOCRATES