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UNIVERSIDAD INTERAMERICANA DE PUERTO RICO RECINTO METROPOLITANO PROGRAMA GRADUADO DE HISTORIA MONOGRAFÍA DEL TEMA: LAS ENCOMIENDAS EN PUERTO RICO Y SUS CONSECUENCIAS (1508-1542) Presentado en Cumplimiento parcial De los requisitos del curso HIST 797W: Historiografía de la Conquista Profesor: Jalil Sued Badillo, Ph. D.

Monografía Encomiendas

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Trata el tema de la disminución de la población indígena como consecuencia del establecimiento de las encomiendas en Puerto Rico.

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UNIVERSIDAD INTERAMERICANA DE PUERTO RICORECINTO METROPOLITANO

PROGRAMA GRADUADO DE HISTORIA

MONOGRAFÍA DEL TEMA:LAS ENCOMIENDAS EN PUERTO RICO Y SUS CONSECUENCIAS (1508-1542)

Presentado enCumplimiento parcial

De los requisitos del cursoHIST 797W: Historiografía de la Conquista

Profesor: Jalil Sued Badillo, Ph. D.

Por: Jesús M. Ramos Durán16 de febrero de 2014

R00-06-9116

Tabla de Contenido

pág.

Introducción……………………………………………………………………………….. i

Las Encomiendas en Puerto Rico, 1508-1542…………………………………………1

Concepto y Justificación Ideológica……………………………………………………. 1

Inicio y Desarrollo de las Encomiendas en Puerto Rico…………………………….. 6

Descenso de la Población Indígena, relación de causa y efecto……………………10

Conclusiones………………………………………………………………………………19

Bibliografía………………………………………………………………………………... 21

Introducción

El tema de los indios denominados taínos siempre ha sido del interés de

muchos. La mayoría de los cronistas españoles que relataron sus experiencias al igual

que muchos historiadores que interpretaron sus relatos, concluyen que con este

nombre se denomina a los habitantes que los europeos, a inicios del siglo XVI, se

encontraron en sus viajes y estadías en el área de lo que hoy conocemos como las

Antillas. La palabra taíno, supuestamente, es la interpretación que los españoles

hicieron de un vocablo que éstos indígenas hicieron al momento de encontrarse con

ellos. Ya para 1867, el etnólogo alemán Dr. Karl Friedrich Phil Von Martius, lo propuso

para agrupar a los pacíficos habitantes de las islas antillanas a la llegada de Cristóbal

Colón.

Cuando los españoles llegaron a América recién terminaban una lucha de

carácter político-religioso en contra de los musulmanes que había durado varios siglos.

Esta concepción, casi enraizada en sus venas, representó una paradoja al encontrarse

con los indígenas en las nuevas tierras. Por un lado, estaba el misticismo religioso

católico y por otro, la necesidad imperiosa de extraer las riquezas, especialmente el

oro. Al principio los conquistadores y colonizadores españoles no tuvieron muchos

problemas de conciencia para esclavizar a los indígenas con la excusa de sus

creencias “infieles”. Pero luego algunos religiosos, especialmente los monjes

dominicos, comenzaron a cuestionar el derecho de los cristianos a esclavizar a estos

seres. El resultado fue la intervención del Rey Fernando quien ordenó a una serie de

juristas y teólogos una investigación y opinión al respecto. Como consecuencia de las

i

críticas y de las opiniones de los expertos católicos se proclamó, en 1512, las famosas

Leyes de Burgos.

Sin embargo, las Leyes de Burgos de 1512 dieron origen a un sistema de

trabajos forzados bajo la supervisión de un encomendero que debía velar por la

protección de los indígenas. Según estas leyes, la Monarquía española tenía justos

títulos de dominio del Nuevo Mundo, pero sin derecho a explotar al indio; que era

hombre libre y podía tener propiedades, pero como súbdito debía trabajar a favor de la

Corona, a través de los españoles allí asentados. Se siguió la tradición medieval en el

sentido de que lo primero es la evangelización del indio y ese bien superior justifica

otros posibles males.

Las ordenanzas autorizaban y legalizaban la práctica de los repartimientos en

encomienda de indios por parte de los colonizadores a razón de un mínimo de 40 y un

máximo de 150 individuos, pero se esforzaron en establecer una minuciosa regulación

del régimen de trabajo, jornal, alimentación, vivienda, higiene y cuidado de los indios en

un sentido altamente protector y humanitario.

En este trabajo se examinará la implantación de las encomiendas en suelo

boricua y se auscultará la posibilidad de esta práctica como una de las razones más

poderosas para explicar el exterminio de la raza taína en un término relativamente

corto. Las fuentes consultadas y evidenciadas en este trabajo indican que la población

indígena fluctuaba entre unos 600,000 a unos 150,000; sin embargo en un informe que

Rodrigo de Bastidas presenta a las Autoridades monárquicas en 1543, apenas se

informa de la existencia de unas pocas decenas de indígenas existentes en Puerto

Rico. No hay duda que existen otras razones para explicar el exterminio indígenas,

ii

tales como las enfermedades, el mestizaje, el desgano vital, la emigración y otras, pero

no es el propósito de este trabajo desmentir esas causas, sino presentar y discutir el

tema de las encomiendas desde diferentes ópticas pero, prestando atención a su

contribución al exterminio del indígena.

iii

Las Encomiendas en Puerto Rico y sus Consecuencias (1508-1542)

Concepto y Justificación Ideológica

El sistema de encomiendas se constituyó en uno de los pilares sobre el que

descansó la economía española en los primeros tiempos de la conquista. El indígena

se convirtió en la alternativa del europeo para su instalación en el territorio americano;

en la mano de obra necesaria, para la realización de las tareas, que sólo le hubiera

resultado imposible llevar a cabo. El régimen surgió como respuesta a un concreto

requerimiento de las circunstancias: el proporcionar servicio a los colonos españoles,

ansiosos de participar activamente, a despecho de las pronto superadas previsiones

exclusivistas del proyecto colombino, en el aprovechamiento económico de los

territorios descubiertos y conquistados. Muy pronto la organización económica y social

de estas nuevas tierras se apoyó esencialmente en la fuerza del trabajo indígena.

La encomienda era una concesión otorgada por la Corona, supeditada a

confirmación real, a través de algunos de sus funcionarios: virreyes, presidentes de

audiencia, gobernadores, que implicaban a un grupo de nativos encabezados por algún

jefe étnico- tradicional o designado por los europeos quienes debían pagar un tributo al

beneficiario de tal merced. La encomienda se transformó en el bien más preciado al

que un conquistador podía aspirar, como recompensa de sus servicios militares. En sus

inicios la institución consistió en la adjudicación, como servicios forzados y no

remunerados, de grupos de indios a colonos. Tales adjudicaciones no fueron llamadas

en los primeros tiempos encomiendas, designación que se impondría más tarde sino

repartimientos. La palabra repartimiento, según algunos autores alude a un concepto

general que no supone más, como la propia palabra lo indica, que un reparto, en este

1

caso concreto de indios. No se refiere, pues, al régimen de relaciones entre el

poseedor del repartimiento y los indios incluidos en él, dado que las características de

estas relaciones a nivel personal debían ser legisladas paralelamente. En cambio la

expresión encomienda hacía referencia al régimen personal entre el español y sus

indios. Con la aparición de este vocablo en los documentos indianos no se hizo otra

cosa que reutilizar una palabra bajomedieval castellana para designar una relación

concreta entre indios de repartimiento y españoles.

Desde entonces ambos términos coexistieron unas veces para designar

genéricamente a los repartimientos y otras para establecer a nivel personal la relación

concreta de cada español hacia sus indios. Fue la misma Corona que impulsó la

utilización del término encomienda a nivel particular porque sólo de esta manera se

garantizaba que los poseedores de indios asumieran, al menos en teoría, una serie de

obligaciones tanto con los indígenas como con la Corona. Además, la encomienda

podía ser mucho más controlada por la Corona, pues sólo a ella correspondía otorgarla

y por tanto podía determinar su tiempo de duración.

Uno de los primeros temas que se planteó en las Antillas fue lo referente a la

duración de las encomiendas. Es importante tener en cuenta la enorme controversia y

lucha que existió desde los primeros tiempos de la colonización por parte de los

conquistadores que reivindicaron la sucesión a perpetuidad, hecho al que la Corona se

negó desde un principio. La reivindicación a perpetuidad es un fenómeno que apareció

en el mencionado territorio insular y se extendió también al continente. En las Antillas,

desde el primer momento no se otorgaron encomiendas ni siquiera por una vida, sino

por naborías o tapias, que era servicio de uno o dos años, y después por otros dos, y

2

así temporalmente. Las dos vidas, es decir, la encomienda por vida del encomendero y

de un heredero no se concedió en La Española hasta fines de 1513, cuando por

primera vez se ordenó a los repartidores Albuquerque e Ibarra que así lo hicieran. En

otras islas, como Cuba, esta concesión por dos vidas no se otorgó legalmente hasta

avanzada la década de los veinte. Los pareceres pidiendo la perpetuidad se repitieron

prácticamente desde 1515. Entre sus argumentos estaban que los españoles trataban

peor a los indios, si sabían que los perderían, que si tenían conciencia de que los

tendrían de por vida.

La encomienda en las Antillas no consistió más que en la entrega de cierto

número de aborígenes a la tutela de un español el cual se podía beneficiar de sus

servicios a cambio de proporcionarles la doctrina. En teoría la institución intentó aunar

diversos intereses de la Corona, como cumplir con su compromiso de evangelización

de los indígenas, saldar su deuda con los conquistadores, entregándoles indios en

remuneración por sus esfuerzos, y finalmente, satisfacer sus propios intereses

económicos.

La institución nacida y aplicada en el contexto americano fue puesta en práctica

con la intervención del estado y fue poco a poco sometida a intervención jurídica por

éste. El proceso se desarrolló en el marco de graves polémicas acerca de la

conveniencia y de la legitimidad del sistema, que fue atacado por algunos por ser un

régimen de explotación, causal de la destrucción de la población indígena e

incompatible con la calidad de vasallos libres de la Corona. A la vez el sistema fue

defendido por otros como un régimen imprescindible para la continuación de la

empresa colonizadora castellana y para el cumplimiento de la misión asumida por los

3

Reyes de cristianizar y civilizar a los indios. Alegaban los defensores del sistema que,

sin acceso a la fuerza laboral indígena, única mano de obra con la que podían contar

para sus emprendimientos, los colonos abandonarían los territorios ocupados y no

habría interés en ocupar otros nuevos. Los opositores al sistema ofrecían como

pruebas serias denuncias sobre malos tratos y abusos hacia los indígenas que desde

la implantación del régimen se venían cometiendo. Atendiendo a los argumentos de

ambos bandos, y naturalmente inclinada a sus propios intereses, la Corona siguió

respecto de la encomienda una política vacilante con soluciones parciales y de

compromiso.

La primera legislación orgánica sobre el régimen de encomiendas, fue la

contenida en las llamadas Leyes de Burgos, del 27 de diciembre 1512, que

mantuvieron las encomiendas, pero trataron de establecer con mayor rigor el control

del Estado en la relación de trabajo entre españoles e indios. Alegando el fin de la

conversión y el mejor cuidado temporal de los indios, las Leyes dispusieron que éstos

fueran trasladados a lugares cercanos a los pueblos de españoles. La Corona optó por

aplicar un régimen de trabajo compulsivo. Dispuso al propio tiempo que tal trabajo

fuese remunerado, disposición que en los hechos tuvo escaso efecto. Por otra parte,

procuró sujetar las prestaciones laborales de los indios a un orden que, según fue

estipulado parecía bastante benigno para la época, esto no quiere decir que en la

práctica se haya cumplido.

Las Leyes de Burgos dejaron establecidas diversas obligaciones de los

encomenderos para con sus encomendados, tocantes tanto a la administración

temporal de éstos como a su asistencia religiosa, por ejemplo; la reducción de pueblos

4

y construcción de lugares para el culto. Fue así perfilándose un modelo institucional en

el cual los poseedores de repartimientos de indios, a la vez que se servían de éstos, los

tenían a su cargo como una suerte de administradores, delegando la Corona en los

primeros la responsabilidad del cuidado, buen gobierno e instrucción religiosa de los

segundos.

Según se desprende de las leyes de Burgos de 1512, las encomiendas tenían

como propósito culturizar política y religiosamente a los indígenas. En este sentido, el

encomendero los protegería, educaría y los evangelizaría según la fe católica y las

“buenas” costumbres españolas. Sin embargo, fue evidente que el sistema de

encomiendas o repartimiento, como también se le conoce, tenía unas intenciones

ambiciosas donde el egoísmo, el oro, el reconocimiento y la obsesión por el control y el

poder era el resultado del descubrimiento de unas tierras que podrían ser la solución de

todos los problemas que España tenía en ese momento. No se debe confundir al

encomendamiento con la entrega de tierras solamente ya que bajo su autoridad

quedaban un grupo de indígenas de quiénes era responsable.

Independientemente de su justificación o de la lucha ideológica que los

españoles tuvieran lo cierto es que el sistema de las encomiendas sirvió a sus

propósitos mezquinos de enriquecimiento a través de la explotación de los indígenas,

los cuáles fueron sometidos al más brutal y abusivo sistema de esclavitud al que hayan

sido sometido raza o pueblo alguno. Las riquezas de América sirvieron para que

España se mantuviera como potencia mundial por un tiempo, sin embargo no supieron

administrar bien esos recursos ya que en apenas un siglo su poderío fue retado y

derrotado por una Gran Bretaña preindustrial que pudo hacer valer el fruto de sus

5

conquistas, pero utilizando el comercio como instrumento de explotación y no tanto las

actividades mineras. El poder español llegó a su fin con la independencia de sus

colonias a inicios del siglo XIX.

Inicio y Desarrollo de las Encomiendas en Puerto Rico

En 1508 llega a las costas de Puerto Rico, Don Juan Ponce de León junto con

un grupo de colonizadores, entre ellos: Luis de Añasco, Francisco de Barrionuevo,

Miguel del Toro, Gil Calderón, y el intérprete Juan González. Fue en esa playa donde

se produjo un pacto de hermandad entre el intrépido y audaz Ponce de León y el

cacique Agüeybaná, quien pensando que al hacerse “guaitiao” de Ponce de León se

aseguraría una relación de respeto y paz, lo cual resultó en todo lo contrario.

Agüeybaná, solo logró abrir las puertas a lo que llegaría, posteriormente, a ser el

sistema de encomendado. Agüeybaná el viejo, a fin de expandir su cacicato, llegó a un

acuerdo con Ponce de León para que le ayudara militarmente a conquistar los

cacicatos vecinos y así expandir el suyo. Por otro lado, Ponce de León también tenía

sus intereses y su plan de colonización no se vería afectado si no que favorecido. Por

el mencionado pacto, Ponce de León aseguró el reclutamiento indirecto de naborías

para la edificación de lo que llegaría a ser el primer poblado fundado en la isla;

Caparra1.

Ponce de León, no limitaría el uso de las naborías para la construcción sino que

vio que estos serían útiles para suplir otras necesidades e intereses de los españoles.

A todo momento, Ponce de León podía andar con las manos limpias de culpa ya que

era el mismo cacique quien les disponía la mano de obra para cualquiera de sus 1 Sobre el particular véase a Eugenio Fernández Méndez, Crónicas de Puerto Rico, 1493-1955, San Juan, Editorial U.P.

R., 1976, páginas 39-40.

6

ambiciosos proyectos. Claro está, por parte del cacique, sería la manera de garantizar

o mejor dicho, prolongar un ambiente de paz entre ambas culturas de las cuales la

española se encontraba más aventajada, Agüeybaná tenía esto bien claro.

Así que para construcción de poblados, labranza de yuca y otras hortalizas,

elaboración de casabe y más, los indios suplieron todo a los españoles. Pero, la

angustia y molestia taína se intensificó cuando los ojos de Ponce de León se volvieron

color oro. La explotación era demasiada para los taínos, la extracción de oro en exceso

no tenía sentido y no solo eso, los españoles comenzaron a controlar completamente la

cultura taína.  Ahora había que vestirse, no bañarse tantas veces, no podían celebrar

sus areytos, ni adorar a sus dioses, ni disfrutar de su dieta tradicional. Esto condujo a

los taínos a una revuelta infructuosa que a su vez llevó a la caída de los cacicatos los

cuales unos se entregaban, mientras que otros preferían morir en el intento. Estas

entregas que se dieron a los gobiernos transitorios de Juan Ponce de León y Juan

Cerón llevaron a los indios a ser tratados de una manera atroz e inhumana. Ya aquí los

indios eran oficialmente esclavos2.

De las capitulaciones firmadas entre Juan Ponce de León y Nicolás de Ovando

para la conquista de Puerto Rico, en 1508, no se desprende indicio alguno sobre la

repartición de indios, sin embargo al año siguiente las órdenes llegaban desde España.

Según Manuel Fernández Méndez, “sin contar con lo capitulado por Ponce y Ovando,

por cédula real de 9 de enero de 1509, se instruye al teniente gobernador que fuera de

la isla de San Juan que dé y reparta vecindades y tierras e indios naborías como se

suele dar a los que van y avencidar (sic) en esas partes de Indias”3. Ponce de León

2 La Rebelión indígena de 1511 es descrita en sus consecuencias por Luis M Díaz Soler, Puerto Rico; desde sus orígenes hasta el cese de la dominación española, San Juan, Editorial de la U.P.R., páginas103-105.

3 Manuel Fernández Méndez, Las encomiendas y la esclavitud en Puerto Rico, 1508-1550, San Juan, Editorial de la U.P.

R., 1976, pág. 7.

7

aprovechó la orden real para solicitar a Ovando la facultad de repartir indios cuando

realizaran las segundas capitulaciones el 1ro de mayo de 1509. Por ende, los

repartimientos y/o encomiendas de indígenas comenzaron en Puerto Rico tan

temprano como al año siguiente de la llegada de los españoles a nuestro territorio. Esto

fue antes de que se decretaran las Leyes de Burgos de 1512.

La explotación por las riquezas del país, definitivamente cegó la visión

evangelizadora de muchos españoles. Ante el oscuro cuadro que le deparaba a los

indios hubo “una voz que clamó en el desierto”, en el 1511 Fray Antonio de Montesinos

se levantó a favor de los derechos taínos y en contra de los invasores pecaminosos.

Fue gracias a la osada aportación de este religioso que el Rey reunió a una Junta,

quienes llegaron a la conclusión de que los taínos deberían ser libres, aunque, por

causa de su penosa incivilización, estos deben ser encomendados a los españoles

para civilizaros y evangelizarlos. Así que después de este tratado de encomienda

firmado en 1512 estos indios (excepto los rebeldes) dejaran de ser esclavos para ser lo

mismo dicho de otra manera, encomendados. Pero, aun un encomendado seguía

sufriendo las mismas injusticias de parte de sus encomenderos.

Los problemas de la desigualdad y maltrato hacia el taíno no habían cambiado

tanto. Por otro lado, se levanta también el Fray Bartolomé de las Casas quien proclamó

que “todas las gentes son hombres” a fin de, por una parte, salvar a los indios y por

otra, satisfacer la preocupación española, ante el posible desfonde económico. Al hacer

comunes a los indios también estos debían de pagar tributos (aún mayores que los que

pagaban los españoles), para costear los gastos de la colonización y todo lo que

envuelve el proceso. Obviamente, este tratado de encomiendas establecido bajo un

8

código de ordenanzas en septiembre de 1512 no significó tanto para los encomenderos

y no salvó tanto a los encomendados quienes seguían sufriendo los mismos atropellos.

Es así que el pleito no quedaba fallado: los defensores de los indios debían continuar reclamando justicia, y no muy seguro el rey de haberla administrado con la resolución de Burgos, hizo convocar en Valladolid nueva Junta, que en 23 de enero de 1 5 1 3 sometía a Ia sanción soberana veinte y cinco capítulos de unas Ordenanzas aplicables a la población india de la Española y San Juan. Por estas Ordenanzas autorizábanse (sic) los repartimientos—no debiendo exceder de ciento cincuenta ni bajar de cuarenta los encomendados—pero instalándose los repartidos en estancias y alojándolos en grandes bohíos, por grupos de doce personas; adjudicándose a cada estancia -5.000 cepas o montones de yuca, 2.000 de ages o batatas, 250 matas de ajís, 50 de algodón, media fanega de maíz para sementeras, y doce gallinas y un gallo, todo para provecho de los agrupados4.

Mientras que las propuestas de Montesinos y de las Casas5 solo lograron

suavizar el estatus de los encomendados, no fue hasta que una serie de frailes de la

Orden de los Jerónimos encontraron una fórmula para eliminar el sistema de

encomienda que solo logró proveer unas maneras que hicieron más accesibles a los

taínos la libertad del sistema de encomienda. Una cédula conocida como la Real

Cédula del 1520 les proveería la libertad bajo estrictas limitaciones. Con todo los

intentos de los Jerónimos tampoco realmente impactaron el problema de la

encomienda por lo que años después Carlos I de España decidió abolirla en 1542. Las

Leyes Nuevas de Carlos I declaraban a los indios taínos oficialmente libres, sin sistema

de encomendados.

Sin embargo, entre los años de 1508 a 1542, los indios en Puerto Rico

padecieron de la más brutal explotación de trabajos forzosos en las minas y en los

campos agrícolas para satisfacer las demandas de sus encomendares que ahora

4 Salvador Brau, La colonización de Puerto Rico desde el descubrimiento de la isla hasta la reversión a la corona española de los privilegios de Colón, San Juan, Editorial Edil, 1966, página 208.

5 La defensa que los dominicos llevaron a favor de los indígenas es descrita por Fernando Picó en, Historia general de Puerto Rico, San Juan, Ediciones Huracán, 1988, páginas 50-55.

9

justificados por las leyes españolas los utilizaron como animales de carga y trabajo. La

injusticia estaba legalizada y sus convicciones morales no se vieron afectadas por su

trato hacia los indígenas.

Descenso de la Población Indígena; relación de causa y efecto

El demógrafo estadounidense, Amos H. Hawley, debate el tema de la población

indígena en Puerto Rico y plantea que de acuerdo a la organización económica y a los

restos elaborados de su cultura, la población indígena debió fluctuar cerca de los 100

mil indios6. Por otro lado, el historiador puertorriqueño, Salvador Brau indica que para

1511 cuando se llevó a cabo el primer repartimiento de indios, alrededor de 1,500

indios fueron esclavizados, sin embargo unos 20 años después, tan solo quedaban

1,1487. Aunque la creencia general es que lo indios desaparecieron, ese planteamiento

no es del todo cierto ya que el mismo Brau indica que en la región de la Indiera (una

comunidad montañosa del oeste central) para 1777 habían unos 1,756 indios; en 1787,

unos 2,302 y en 1797, unos 2,3128. La suerte de estos indígenas es algo que no se

conoce muy bien. Algunos científicos sociales alegan que el matrimonio interracial tuvo

mucho que ver con la extinción de los rasgos indígenas entre la población de la isla.

Contrario a lo que ocurría en otras colonias del Nuevo Mundo, en Puerto Rico muchos

españoles se casaron con las indias y muchos otros vivieron en concubinato

procreando tal vez muchos hijos mestizos. De acuerdo con algunos datos obtenidos en

el años de 1530 había en San Juan 71 mujeres casadas legalmente con españoles y

de estas 14 eran indias9. A medida que el número de indígenas mermaba estos iban

6 Véanse las ideas expuestas por Amos H. Hawley, en: Human Ecology a theory of community structure, New York, Ronald Press, 1950, página 151.

7 Salvador Brau, Op.Cit., página 243. 8 Ibid, página, 437.9 Ibid, página 70.

10

siendo substituidos por negros esclavos. En 1513 las autoridades españolas

autorizaron el tráfico de negros esclavos en sus colonias y en 1530 se introdujo en la

Isla 200 de ellos Entre esta fecha y 1553 alrededor de 1,500 negros africanos fueron

traídos a Puerto Rico10.

Por otro lado, la población indígena en Puerto Rico se repartió y se encomendó

varias veces entre 1509-1514. Los repartimientos y la explotación del trabajo indígena

asociados a la encomienda provocó la rápida destrucción de sus poblados, los

yacayeques, al mudarlos a los centros mineros; además produjo la separación y

desintegración de las familias indígenas. La situación se volvió intolerable

contribuyendo a generar la gran rebelión indígena de 1511. Fernández Méndez, indica

que “los maltratos de los indios y las constantes mudanzas y trasiegos de sus poblados

a la minas habían preparado el camino para una sublevación”11.

La sublevación indígena fue la que dio lugar al inicio de la fase militar de la

conquista española en Puerto Rico en 1511. La derrota de los indios sublevados

provocó que muchos de los capturados fueran sometidos a la esclavitud. En 1514,

cuando se practicó un nuevo repartimiento, sólo se repartieron unos 5 mil indios, lo que

es indicativo de la reducción que se estaba operando en la población indígena de la

Isla. Cuando se decretaron las Leyes Nuevas en 1542, la población indígena en Puerto

Rico y en general en las Antillas, se había reducido sustancialmente, aunque no había

desparecido totalmente. El hecho es que los efectos correctivos que algunos

historiadores atribuyen a este código, beneficiaron muy poco a los indígenas

10 US War Department, Report on the census in Puerto Rico, 1899, Washington 1900, página 30. 11 Manuel Fernández Méndez, Op. Cit., página 23.

11

puertorriqueños que habían visto decaer su número significativamente entre 1508-

154212.

La rápida decadencia de la población indígena dio lugar a la realización de

frecuentes expediciones de saqueo y apresamiento de los indios en las Antillas

Menores y en las Bahamas. Los indígenas capturados allí eran vendidos como

esclavos en Puerto Rico y en las demás Antillas. Los indios de las Antillas Menores

eran capturados con el pretexto de que eran indios caribes que le hacían la guerra a los

españoles y porque eran alegadamente antropófagos y caníbales. La tesis de la

existencia de los supuestos indios caribes ha sido debatida y refutada por el historiador

Jalil Sued Badillo en varias obras13. La trata esclavista indígena comenzó bajo el

reinado de Fernando el Católico y su hija Juana. La esclavitud indígena al igual que las

encomiendas son un reflejo de la rápida decadencia de la población indígena, lo que

provocó a su vez una escasez de mano de obra para las actividades económicas que

se trató de corregir importando indios capturados y esclavizados. Cuando era evidente

que los indígenas se iban extinguiendo, entonces se recurrió a la práctica, todavía más

reprochable, de la importación de esclavos negros africanos.

La dramática reducción de la población indígena fue uno de los factores

principales que contribuyó a la primera gran crisis que experimentó la colonización

española en Puerto Rico durante los años de los 1530 y 1540. Ésta amenazó la

existencia de la colonia y debió superarse para garantizar la continuación del proceso

colonizador en la Isla. La reducción de la población indígena contribuyó a la crisis

provocando una falta de trabajadores para las actividades mineras. Los colonos

12 Fernando Picó, Op. Cit. página 57.13 Véase a Jalil Sued Badillo, en: Los Caribes: Realidad o Fabula, Río Piedras, Editorial Antillana, 1978.

12

debieron superar la reducción en la mano de obra indígena mediante el saqueo y

esclavización de los indígenas de las demás islas y sobre todo, la importación de

esclavos africanos. Esto encareció los costos de producción, redujo los márgenes de

ganancia y propició el endeudamiento de los colonos14.

La crisis que experimentó la colonización española en Puerto Rico durante los

años de 1530 fue motivada no solo por la reducción de la población indígena, sino

también por otros factores que coadyuvaron a su generación. El oro no se agotó como

algunos historiadores sugirieron equivocadamente15, pero su extracción se hizo más

difícil y costosa en un momento cuando el capital de financiamiento provisto por los

comerciantes genoveses y españoles radicados en Sevilla se hizo cada vez menos

disponible para la empresa minera en la Isla. La extensión de la conquista española a

la América continental puso a los españoles en control de territorios mucho más ricos

en fuentes de metales preciosos que las Antillas. El capital de financiación se destinó a

esos lugares donde la empresa minera era mucho más lucrativa. En 1545, se descubrió

la rica mina de plata de Potosí en Bolivia y por lo menos, desde entonces el interés por

la producción de metales preciosos se concentró en los territorios continentales.

La minería de oro solo benefició a unos pocos, sobre todo a la Corona española

y a los acreedores externos que financiaron la empresa minera con la sangre de los

indígenas. La Corona española recibió cerca del 20 por ciento de todo el oro del tributo

conocido como el quinto real, que gravaba o pesaba sobre la producción de metales

preciosos y las piedras preciosas. Ya para 1540, la minería de oro cedió el paso a la

siembra de caña de azúcar y su elaboración en los ingenios. El cambio significó el

14 Fernando Picó, Op. Cit., páginas 59-60. 15 El Dr. Jalil Sued Badillo debate esas ideas en su obra: El Dorado Borincano, La economía de la conquista 1510-1550,

San Juan, Ediciones Puerto, 2001.

13

inicio del segundo ensayo de explotación económico en la Isla bajo la dominación

española: el primer ciclo azucarero. Éste se caracterizó por la producción de azúcar

para exportación al mercado europeo y se prolongó aproximadamente hasta mediados

del siglo XVII. Paradójicamente, la transición entre ambas actividades económicas

significó la decadencia de la población indígena y la llegada de los esclavos africanos a

nuestra Isla.

Las disposiciones prescritas por la Corona española de 1513, 1520 y 1544 para

liberar a los indígenas de la esclavitud de las encomiendas no tuvieron el resultado de

salvar las vidas de nuestros antepasados indígenas. Ya para 1530 el informe de

Manuel de Lando indica que tan solo unos 1,148 taínos quedaban en la Isla. Es obvio

que las Autoridades en España conocían de la disminución de la población aborigen y

que sus ordenanzas estaban dirigidas a atajar esta lamentable situación, pero la

realidad era que en América el dicho de que “la ley se acata, pero no se cumple” tuvo

sus resultados más nefastos en la casi y total exterminio de la raza indígena en Puerto

Rico y en el resto de las Antillas.

En una carta del Obispo Rodrigo de Bastidas enviada al Rey Carlos I de España

en 1544, indica que para esa fecha apenas quedaban unos 60 indios16, mientras que

otro documento en 1540 menciona unos 50 indios17. Aunque el número exacto de

indios es posible que ni los propios españoles estuvieran seguros de cuántos indios

realmente quedaban en la Isla, lo cierto es que todo apunta a que el número era

significativamente bajo al compararlo con los estimados de población al momento de

16 Carta del Obispo Rodrigo de Bastidas a Su Majestad, Puerto Rico, 20 de marzo de 1544, AGI, Santo Domingo 172, ff. 104-106.

17 Carta del Cabildo de Puerto Rico a Su Majestad, Puerto Rico 5 de junio de 1540, AGI, Santo Domingo 164, N.20.

14

comenzar el sistema de encomiendas en Puerto Rico. Es increíble que en apenas unas

decenas de años los indígenas estuvieran al borde la extinción.

Aunque las causas son diversas, debemos concluir de acuerdo a la evidencia

presentada en esta investigación, que el sistema de encomiendas en Puerto Rico

desarrollado bajo un sistemático y abusivo trato por parte de los españoles fue

determinante en este sentido. Es evidente que el espíritu de las Leyes de Burgos de

1512 no se cumplió en Puerto Rico. En su obra, Biblioteca Histórica de Puerto Rico,

Alejandro Tapia y Rivera, reconoce que algunos vecinos de la Isla solicitaron no cumplir

con algunos capítulos de las Leyes de Burgos18. Lo irónico del caso es que los propios

Jerónimos convencieron al cardenal Cisneros que emitiera una Real Cédula a los

Jerónimos en 1517, en la que específicamente se decía que no se les obligase a

cumplir lo referente a la alimentación, pues había muy poca carne en la isla, dado la

enorme carestía que había producido una tormenta ocurrida en 1515 y que dio como

resultado la destrucción de las labranzas y la pérdida de un número elevado de

cabezas de ganado. A esta situación hay que añadirle como agravante a la desgracia

de los indígenas, las epidemias de viruelas de 1519 y el hecho de que las cuotas de

extracción de oro en Puerto Rico se elevaron hasta superar los 8,500 pesos de oro

anual19. A pesar de la dificultad para conseguir datos empíricos de la población

indígena, podemos establecer inferencias y conclusiones de algunos datos provistos

por las haciendas en algunos períodos de tiempo. En su obra, Documentos de la Real

Hacienda de Puerto Rico, 1510-1519, Aurelio Tanodi nos brinda información con la cual

18 Véase lo que sobre el particular dice Alejandro Tapia y Rivera, en: Biblioteca histórica de Puerto Rico, Barcelona, Ediciones Rvmbos, 1970, páginas 236-249.

19 Elsa Gelpíz Baiz, Economía y sociedad: estudios de la economía azucarera en Puerto Rico en el siglo XVI (1504-1612), San Juan, Editorial de la U.P.R., 2000, páginas 137-138.

15

podemos construir la siguiente tabla que nos ayuda a percibir el descenso de la

población indígena a medida que el tiempo pasaba.

DESCENSO INDIGENA EN LAS HACIENDAS REALES (1516-1519)20

LUGAR FECHA VARONES MUJERES MUCHACHOS TOTALValle de Otuao

20-11-151615-05-15181519

966659

674842

N/DN/DN/D

163114101

Hacienda de ToaCaciqueAramana

Cacique Caguas

26-06-151608-03-1519

08-03-151808-03-1519

5226

9357

7222

9877

N/DN/D

N/DN/D

12448

191134

Isla de Mona

20-11-1517151808-03-1519

736956

555344

N/DN/D26

128122126

Esto indica que ya tan temprano como para 1515 una cuarta parte de la

población indígena estaba desapareciendo del panorama boricua y en los años

siguientes continuó siendo notable su descenso. A nivel global encontramos un

descenso poblacional entre 1516 y 1519 de un 37%, tanto para el Valle de Otuao como

para las haciendas del Toa, con lo cual se confirma el notable descenso de la población

aborigen que suponíamos y que debió producirse a partir de 1515. Sin embargo en la

isla de Mona parece diferente ya que los adultos disminuyeron tan sólo un 26%. Esta

diferencia debemos explicarla en función al trabajo en las minas que desarrollaron los

indios de Toa y Otuao, mientras que los de la Mona se dedicaban exclusivamente al

trabajo agropecuario.

20 Aurelio Tanodi, Documentos de la Real Hacienda de Puerto Rico, 1510-1519, San Juan, Centro de Investigaciones Históricas, UPR, 2001, páginas 89-132.

16

En particular, en el caso de la hacienda de Otuao podemos decir que estaba

cerca de unas minas de oro y pensada con el único fin de abastecerla de alimentos

aunque, a veces, hacía falta acarrear más cazabe de otras haciendas bastante

alejadas de la mina. Cuando los indios no eran necesarios en la hacienda se enviaban

a la mina para que acabasen allí su plazo. Las cifras citadas en la tabla anterior ponen

de manifiesto claramente el papel tan negativo que con mano de obra indígena

encomendada jugaron las minas en el descenso de la población aborigen.

Igualmente podemos afirmar que el descenso fue más acusado entre los

varones que entre las mujeres, con la única excepción del caso del cacique Aramana,

en el valle de Otuao, donde los primeros descendieron un 19.4% menos que las

segundas. Sin embargo, no encontramos explicación alguna al extraordinario descenso

de las mujeres adscritas a este cacique por lo que es posible que se deba a un caso

excepcional, o bien, a un simple error en el recuento. En el resto de los casos

presentados en la tabla anterior, la mortalidad masculina se muestra sensiblemente

mayor a la femenina, superándole en un 2%, en los casos del valle del Otuao y de la

isla de Mona, mientras que en la hacienda del cacique Caguas en Toa es notablemente

superior ya que supone prácticamente el doble de la mortalidad femenina.

De esta forma, salvo en caso excepcionales, los varones experimentaron un

descenso sensiblemente superior a las mujeres, debido a la mayor protección legal que

poseían las mujeres y los niños en relación a los varones que como es sabido debían

soportar largas jornadas de trabajo en las minas y en las haciendas de los españoles.

En los años sucesivos la población aborigen puertorriqueña continuó su declive hasta

1529, fecha en la que se le asestó el último golpe a su población con una gran

17

epidemia de viruela. Parece ser además que se desató por julio de ese mismo año un

huracán que vino a acentuar la carestía que ya se padecía. El año fue terrible al

aunarse este fenómeno atmosférico con un mal año de cosecha y con la epidemia.

El descenso de la población aborigen continuó entonces como consecuencia de

causas naturales y del maltrato al que estaban siendo sometidos en las encomiendas.

En 1530 se contaban en toda la isla unos 977 indios esclavos encomendados, 790

indios libres y 498 naborías. En los años sucesivos los indios continuaron su descenso

demográfico hasta el punto de que en torno a 1542 apenas si quedaban un centenar de

indios libres21. Fue poco el efecto que las Leyes Nuevas de 1542 tuvieron para salvar

las vidas de los infortunados aborígenes habitantes de la isla de Puerto Rico durante la

primera mitad del siglo XVI.

Según, Emilio Rodríguez Demorizi, “La encomienda fue un derecho concedido

por merced real a los beneméritos de Indias para recibir y cobrar para sí los tributos de

los indios que se les encomendasen por su vida y la de un heredero, con rango de

cuidar de los indios en lo espiritual y temporal y defender las provincias donde fueren

encomendados”22. Con esta cita podemos concluir que las encomiendas fueron el

instrumento más efectivo de la colonización a través de la cual se colonizó y esclavizó

al indígena para que éste sirviera a los propósitos ideológicos y económicos de la

Corona y de los conquistadores. A medida que los europeos se expandían en territorio

americano se aseguraron el control de los indígenas y de cierta forma su exterminio.

Con intenciones o no, las encomiendas contribuyeron significativamente a disminuir la

21 Véase la Carta de Manuel de Lando a Su Majestad, Puerto Rico, 17 de marzo de 1531. AGI, Justicia 106, N. 3, Pieza 1ra. En 1582, el gobernador Melgarejo informó que quedaban 12 ó 15 indios pero que no eran naturales sino traídos de Tierra Firme y también a Eugenio Fernández Méndez, Las encomiendas y la esclavitud de los indios en Puerto Rico, 1508-1550, San Juan, Editorial U.P.R., 1976, página 65.

22 Emilio Rodríguez Demorizi, Los Dominicos y las encomiendas de Indios de la Isla Española, Santo Domingo, Academia Dominicana de la Historia, 1971, páginas 25-26.

18

población indígena a través de los trabajos forzados y el maltrato que acabó con la vida

de miles de indígenas en Puerto Rico y en el resto de América.

Conclusiones

El sistema de encomiendas que las Autoridades españolas implantaron en

Puerto Rico y en otras de sus colonias en América sirvió bien para justificar sus

verdaderos propósitos de difundir una fe ciega y fanática a través del catolicismo y la

explotación económica capitalista de las tierras que invadieron y que a expensas de su

superioridad tecnológica pudieron arrebatarles el control a sus habitantes. Sin

embargo, la verdad es que las encomiendas no fueron otra cosa que un sistema de

esclavitud hacia los indígenas en Puerto Rico. Las Autoridades españolas trataron de

disfrazarlo y justificarlo, pero independientemente del ángulo o la perspectiva que se

pueda ver, fue un abuso que contribuyó al exterminio de la inmensa mayoría de los

indios taínos que vivían en suelo boricua. Existen otras causas para explicar el

exterminio indígena, tales como las enfermedades, los enfrentamientos militares,

fenómenos naturales, emigración y muchas otras que podemos citar, pero ninguna tan

odiosa y deplorable contra la dignidad del ser humano como la esclavitud de trabajos

forzados a los que fueron sometidos nuestros antepasados a través del sistema de las

encomiendas.

La historia de la humanidad está llena de luchas y de abusos en contra de otros

seres humanos. La codicia, el odio y las diferencias entre personas y grupos de

humanos han determinado que en nuestra historia el ser humano se haya enfrentado

con saña en contra de sus congéneres. En el triste caso que humilde reseñamos en

este estudio, significó el aparente extermino de una raza indígena habitante de las

19

tierras en las que hoy vivimos. No podemos menos que concluir que cualquier sistema

que esclavice a un ser humano por otro, es totalmente objetable y repudiable, pero un

sistema en donde se extermine a toda una raza por el simple fin de la codicia, la

avaricia y la vagancia de algunos, no tiene excusa. Y lo peor que podemos criticar es

que se haya hecho en nombre de la fe cristiana que predica el amor entre los seres

humanos. Reaccionando ante situaciones similares los indios del Perú dijeron a los

misioneros católicos que tomaran sus biblias y se las llevaran de vuelta ya que en más

de cien años a ellos solo les había traído sufrimiento y explotación de parte de los

cristianos. Otros en su lecho de muerte y ante quienes los sacerdotes les pedían que

se arrepintieran y aceptaran a Jesucristo como su salvador, contestaron que no querían

ir a ese “paraíso” en donde se encontraban los cristianos.

Las encomiendas en Puerto Rico y en otras partes de América no trajeron paz ni

beneficio alguno a la raza indígena. En las Antillas, los desaparecieron, no dejaron ni

muestras de esa cultura ancestral. Los reductos son producto del mestizaje o de la

inmigración forzada que los españoles ocasionaron en sus excursiones cazando indios,

supuestamente salvajes y antropófagos, para suplir la mano de obra de aquellos

oriundos que dejaron sus vidas en las minas y en otros centros de concentración de

trabajos forzados. Los indios sufrieron el abuso, el maltrato, el abandono de sus

necesidades más elementales para sobrevivir, tales como la buena alimentación,

cuidados médicos e higiene, y todo con la excusa de servir al “Dios verdadero”. Las

encomiendas en Puerto Rico contribuyeron a una disminución sustancial de la raza

aborigen y a su posible exterminio. Ni siquiera los nazis lograron con su odio en sus

campos de concentración de judíos y otras minorías, lo que los españoles lograron con

20

el “amor de su fe y de su dios”. Que la historia juzgue las acciones de estas personas y

de esos gobiernos que permitieron la peor barbarie que persona o grupo de personas

algunas jamás hayan cometido contra otros seres semejantes.

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