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Memoria – Identidad – Pertenencia – Misión MONSEÑOR FEDERICO LEÓN ANEIROS Y LOS INDIOS SUREÑOS Primera Entrega Roberto J. González Raeta Monte Grande - 2006 ÍNDICE Introducción Parte I - Contexto (1826-1894) Capítulo I - La búsqueda de un proyecto de país 1. La patria en el nacimiento del Joven Aneiros y en sus primeros años (1826-1835) 2. Acontecimientos nacionales en el período de su formación sacerdotal y de los primeros años de ministerio (1835-1852) 3. Período de la organización nacional (1832-1874) 4. Hechos que enmarcaron la actividad pastoral del Arzobispo (1874-1894) Capítulo II - Síntesis biográfica de Mons. Aneiros 1. Desde los primeros años a la ordenación sacerdotal (1826-1879) 2. Actividades apostólicas del presbítero Aneiros (1848-1870) 3. Monseñor Aneiros, Obispo titular de Aulón (1870-1873) 4. El nuevo Arzobispo y su gobierno pastoral (1873-1880) 5. Los últimos y difíciles años de su episcopado (1880-1894) 5.1. El conflicto del Delegado Apostólico con el Arzobispo 5.2. Firmeza de Mons. Aneiros frente a la política anticatólica del Gobierno Nacional 5.3. Apoyo del Pastor al Apostolado de los laicos 5.4. Últimos años del Pastor

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Memoria – Identidad – Pertenencia – Misión

MONSEÑOR FEDERICO LEÓN ANEIROS Y LOS INDIOS SUREÑOS

Primera Entrega Roberto J. González Raeta

Monte Grande - 2006

ÍNDICE

Introducción

Parte I - Contexto (1826-1894)

Capítulo I - La búsqueda de un proyecto de país 1. La patria en el nacimiento del Joven Aneiros y en sus primeros años (1826-1835) 2. Acontecimientos nacionales en el período de su formación sacerdotal y de los primeros años de

ministerio (1835-1852) 3. Período de la organización nacional (1832-1874) 4. Hechos que enmarcaron la actividad pastoral del Arzobispo (1874-1894)

Capítulo II - Síntesis biográfica de Mons. Aneiros 1. Desde los primeros años a la ordenación sacerdotal (1826-1879) 2. Actividades apostólicas del presbítero Aneiros (1848-1870) 3. Monseñor Aneiros, Obispo titular de Aulón (1870-1873) 4. El nuevo Arzobispo y su gobierno pastoral (1873-1880) 5. Los últimos y difíciles años de su episcopado (1880-1894)

5.1. El conflicto del Delegado Apostólico con el Arzobispo 5.2. Firmeza de Mons. Aneiros frente a la política anticatólica del Gobierno Nacional 5.3. Apoyo del Pastor al Apostolado de los laicos 5.4. Últimos años del Pastor

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INTRODUCCIÓN

Hoy podemos decir que hay dos Argentinas, que responden a dos Proyectos de País que surgen de lo que podríamos llamar: Dos “Vertientes Culturales”: La Hispano-Americana o vertiente cultural del Pacífico y la Liberal o vertiente cultural del Atlántico, según el modo de ingresar en el actual territorio argentino.

La primera responde a un proyecto en que a pesar de los claroscuros de la Conquista Española, la preocupación por el indígena es evidente, y lo constatamos al analizar el lugar que ocupa en los Sínodos y Concilios que se realizaron en América Latina en el período de la Colonia.

Uno de los frutos más acabados de este esfuerzo hecho por la Iglesia son las Misiones Franciscanas primero, y las Reducciones Jesuíticas después; el cuadro queda más completo si le sumamos las gramáticas y catecismos en lenguas indígenas que se redactan en el período fundacional.

Todo este esfuerzo de la Iglesia y de la Corona Española, se desarrolla en un marco cultural que permitió que muchos de estos planes se realizaran. Los esquemas más mentales eran de cristiandad.

Al comenzar el siglo XIX, Argentina, como la mayor parte de los países de América Latina, sufre la influencia de ideas liberales que generan proyectos progresistas; el fruto de estos nuevos elementos es el segundo Proyecto de País, que tendrá como polo de desarrollo a la Ciudad Puerto: Buenos Aires, que crecerá dando la espalda al interior del País y por lo tanto a toda la América Latina.

Estos dos proyectos entrarán en pugna definitivamente y con claridad al finalizar la segunda mitad del siglo pasado, el primero representado por los hombres del interior llamados Caudillos, que defendían los intereses de sus provincias, y el otro representado por la gente que velaba por los intereses del Puerto, los unos llamados Federales, los otros Unitarios.

El conflicto de estos dos Proyectos lo describe Ernesto J. Fitte, al hablar de la derrota de uno de los caudillos: el General Ángel Vicente Peñaloza (El Chacho):

“El enemigo único con quien no transa es Buenos Aires y su régimen aduanero: él combatirá sin tregua el sistema que a su juicio sojuzga las autonomías locales, avasalla sus libertades y condena a la miseria a los pueblos, sin importárseles la divisa de los hombres que gobiernan la Capital. Tanto le da que sea Rosas o Mitre; entiende que su federalismo es el verdadero y no aquél que pontifican desde el Río de la Plata los dueños del monopolio portuario, y mandan a aplicar a sangre y fuego a través de los coroneles “procónsules”, enviados luego para pacificar los llanos y cerros levantados una y otra vez contra la autoridad central”.[1]

El triunfo del Proyecto Liberal se da con la batalla de Pavón el 17 de Septiembre de 1861, donde triunfan las fuerzas de Buenos Aires sobre las de la Confederación.

Así alentaba Sarmiento, futuro presidente, al general Mitre que encabezaba las fuerzas de Buenos Aires:

“No trate de economizar sangre de gauchos... la sangre es lo único que tienen de seres humanos...”.[2]

Podemos pensar que si así se valoraba la sangre del gaucho, qué no se dirá de la sangre del indio.

El Objetivo del Nuevo Proyecto de País, creo que queda perfectamente definido por los conceptos vertidos en un informe del Procurados General de la Nación al Ministro Wilde en 1844:

“Bastaría la capacidad de los Estados Unidos, para recibir la corriente humana que a ellos se dirige, se agotara o disminuyera, para que se encaminara hacia nosotros, mejor preparados que ninguna otra Nación americana para recibirla. Estamos lejos de la

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fórmula de los Reyes de España que ‘preferían no reinar a reinar sobre herejes’. Tenemos el derecho de aspirar a ser una gran Nación, aunque su mayoría no sean católicos. Las razas del norte son más fecundas que las del Mediodía de Europa...”[3]

El trabajo, que nos ocupa, describe la obra del segundo Arzobispo de Buenos Aires, la actividad pastoral desarrollada en su extensa arquidiócesis y particularmente su preocupación por la civilización y evangelización de los últimos indígenas argentinos.

El plan presentado por Mons. Aneiros, se enfrenta con el nuevo Proyecto de País, y éste es el motivo de su fracaso.

Todo el tiempo de su gobierno pastoral se realiza en un clima de creciente descristianización de la sociedad, de la cultura, y por lo tanto en un tiempo de serios conflictos que marcarán definitivamente al País.

PARTE I

Contexto histórico (1826-1894)

Capítulo I La búsqueda de un proyecto de país

1. La Patria en el nacimiento del joven Aneiros y e n sus primeros años (1826-1835)

Monseñor Federico León Aneiros, vive en un período de gestación de la República Argentina, en el que va adquiriendo su personalidad como país, ya que viene al mundo a diez años de la Declaración de la Independencia ocurrida en 1816.

En estos años encontramos a la joven nación en sus primeros intentos de unificación y de organización, uno de cuyos problemas era de carácter internacional que la llevaron a un conflicto bélico con Brasil, que había ocupado la Banda Oriental del Río de la Plata.

Había llegado el momento de unificar el País pues la guerra era inminente. Dos tentativas se dieron para lograr dicha unificación: la ley fundamental del 23 de enero de 1825, de corte federal, que aceptaron las provincias; pero contrarrestada luego por la primera capitalización de Buenos Aires y la Constitución del 24 de febrero de 1826, de corte liberal y centralizador, que disgustó a las provincias y provocó una guerra civil que se prolongará durante años de una u otra manera.[4]

Los conflictos con Brasil provocaron la renuncia del primer presidente de la República, don Bernardino Rivadavia, y la disolución del régimen nacional, de corte unitario.[5]

Se abre un período en que los hombres de gobierno intentaron con supremo esfuerzo salir del caos en que había dejado sumida a la provincia de Buenos Aires y a todo el país, la administración anterior.

El advenimiento del Coronel Manuel Dorrego, en 1827, significó el triunfo de la facción Federal y el predominio, a la vez, de la parte más sana y católica de Buenos Aires.

Pero vino a malograrlo todo la revolución Unitaria, llevada a cabo por las tropas que regresaban a Buenos Aires después de la firma del Tratado de Paz con Brasil, el 27 de agosto de 1828 y el asesinato de Dorrego, que fueron condicionando al País para el advenimiento de don Juan Manuel de Rosas y su prolongado gobierno.[6]

La amenaza de nuevos conflictos y de una anarquía más sangrienta que la del año 1820, condicionaron el primer gobierno de Rosas, que fue positivo en todos los órdenes, también

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en el religioso; no sólo para Buenos Aires, sino también para el resto de las provincias, las cuales con el retiro de los principales jefes unitarios, pudieron gozar de un relativo sosiego.[7]

El 7 de mayo de 1832 devolvía Rosas las facultades extraordinarias, que habían sido objeto de agrias discusiones y dividido al partido federal. Acabado el ulterior 5 de diciembre, el período de su gobierno, tres veces rechazó la elección. Por lo cual la legislatura confió dicho gobierno a Juan Ramón Balcarce.

El 3 de noviembre de 1853 una revolución, llamada de los Restauradores, derroca a Balcarce y la Junta de Representantes nombra a José Viamonte como gobernador interino al día siguiente. Durante su gobierno se promulgó el famoso “Memorial Ajustado” en 1834, cuerpo de doctrina regalista que constituyó uno de los ataques más importantes a la Iglesia en Argentina.

El 25 de mayo de ese año tomaba posesión de la diócesis de Buenos Aires el segundo obispo del período independiente, Mons. Mariano Medrano y Cabrera.

Rosas realiza, en 1833 y 1834, la expedición al desierto.[8] El 3 de enero de 1833 se produce la usurpación de las Islas Malvinas por los ingleses.[9]

2. Acontecimientos Nacionales en el período de form ación sacerdotal y de los primeros años de sacerdocio (1815-1852)

Abarca este período una de las épocas más debatidas de la historia del País, corresponde al segundo gobierno de Rosas, y tiene etapas bien definidas. Durante los dos primeros años hay firmeza y moderación de parte de Juan Manuel de Rosas. De 1837 para adelante comienza la mano dura, aún en asuntos de orden eclesiástico, como la expulsión de los Jesuitas en 1845, quienes comenzaron su primera misión de la época independiente en 1836, en que Rosas se excede. Los años 1840 y 1842 son más desbordantes; la Mazorca, ejército popular, llamado también Sociedad Popular Restauradora, comete crímenes por asuntos políticos con la connivencia del gobierno. Desde este último año hasta el fin de su gobierno, cesan los mencionados crímenes, pero sigue la mano dura contra los perturbadores del régimen establecido, así en lo político como en lo social.[10]

Con excepción de los dos primeros años de su gobierno (1829-1832) Rosas no gozó de paz interna ni externa. Esta ininterrumpida situación de guerra no logró doblegarlo. En lo exterior, sobre todo, mantuvo airosamente el honor nacional, al enfrentarse con las primeras potencias europeas,[11] como en el combate de la Vuelta de Obligado en 1845, en el que Argentina se enfrenta al bloqueo que la flota anglo-francesa declaraba para todos los puertos de la Confederación el 18 de septiembre de ese año y al que los argentinos respondieron con valentía y decisión.[12]

La innegable política de Rosas en defensa de la soberanía es reconocida por amigos y enemigos, y sobre todo queda ratificada por el histórico legado que el General San Martín hace a Rosas:

“El sable que me ha acompañado en toda la guerra de la independencia de la América del Sud -así lo expresaba el general en su testamento- le será entregado al general de la República Argentina don Juan Manuel de Rosas, como prueba de la satisfacción que como argentino he tenido, al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la república contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla”.[13]

En 1852 caía el gobierno de Rosas.[14]

3. Período de la Organización Nacional (1852-1874)

La caída de Rosas significa la vuelta de los unitarios al gobierno, puesto en sensible contraste con los gobiernos provinciales adictos a la confederación.[15]

La política religiosa de los unitarios queda expresada en la opinión del internuncio en Río de Janeiro, Mons. Ambrosio Campodonico:

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“...es dable asegurar que la condición política y, lo que importa, la religiosa de las provincias empeoraría dado el caso que los antirrosistas llegasen al poder”.[16]

Esta nueva situación trae como consecuencia la separación de Buenos Aires del resto del País desde 1852 y por casi diez años, en el que al triunfar los porteños en la batalla de Pavón en el año 1861, se pone a la cabeza de la Confederación. Si bien mantiene la Constitución Federal sancionada en 1853, dicta leyes a las provincias y establece de hecho un gobierno en muchos aspectos unitarios, bajo cuyo signo se organiza el País.

Con los políticos de la emigración, vuelven al País las ideas liberales, en triste consorcio con la irreligiosidad, que va tomando cuerpo al amparo de la excesiva libertad y con el ingreso de toda suerte de inmigrantes de la vieja Europa.

Durante la presidencia de don Justo José de Urquiza (1854-1862) se restablecen las relaciones diplomáticas con la Santa Sede, suspendidas desde 1810. Pío IX nombraba al arzobispo de Palmira, Mariano Marini, delegado apostólico de la Confederación el 14 de agosto de 1857, el cual, llegado a tierra argentina en los comienzos de 1858, permaneció en el País con el cargo hasta 1864.

El 21 de enero de 1859 entraba en Roma, enviado por Urquiza, el ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública, para lograr un Concordato con la Santa Sede y la creación de la diócesis de Paraná y de Obispos en las diócesis vacantes, quedando creado el Obispado de Paraná y cubiertas las sedes hasta ese momento vacantes.[17]

Vencidas las fuerzas federales, el País será gobernado de aquí en adelante por gobiernos, que si bien dicen acatar una Constitución Federal, manejan una política unitaria.

El General Mitre gobernará de 1862 a 1868, con la tonalidad política ya mencionada, el País, o mejor dicho, Buenos Aires, tiene un despegue económico muy importante a causa de la política exportadora. Se da también una fuerte inmigración: son 100.000 los europeos que ingresan al País en ese período.

En el aspecto eclesiástico, Pío IX creaba el Arzobispado de Buenos Aires, por Bula del 5 de marzo de 1865 y nombraba a Mariano José de Escalada como su primer Arzobispo.[18]

En 1865 se desarrolla la sangrienta e impopular guerra llamada de la Triple Alianza, de Argentina, Brasil y Uruguay, contra el Paraguay; cuyo saldo fue, que de 1.300.000 habitantes del Paraguay, sólo sobrevivieron 300.000.[19]

De 1868 a 1874 gobierna el País Domingo Faustino Sarmiento. En 1869 se efectuó el primer censo nacional, que dio una población de 1.877.000 habitantes. En ese año entraron al País 40.000 inmigrantes. En 1874 fueron 1.000.000 los extranjeros llegados al puerto de Buenos Aires.[20]

4. Hechos que enmarcaron la actividad pastoral del Arzobispo Aneiros hasta su muerte (1874-1894)

El primer presidente de este período que va de 1874 a 1880, es el doctor Nicolás Avellaneda que recuperó económicamente al País, devastado por la guerra contra el Paraguay, las luchas intestinas y las epidemias; se agregaron 270.000 inmigrantes europeos a los anteriores, y se aumentaron las vías de comunicación con nuevas redes ferroviarias. En general llevó una política conciliadora con los partidos de oposición.

En los últimos meses de 1878 y los primeros de 1879 se realizó la expedición y ocupación armada a las tierras que estaban en manos de los indios, desalojando y sometiendo definitivamente a los naturales.

Los sangrientos combates, entre las fuerzas encabezadas por el gobernador de la Provincia de Buenos Aires, doctor Carlos Tejedor, y las capitaneadas por el general Julio A. Roca, determinaron el triunfo de las tropas Nacionales. Por lo que Tejedor debió negociar la paz y abandonar el gobierno. Así, en 1880 se produce la definitiva capitalización de la ciudad de Buenos Aires, siendo de aquí en adelante sede del Gobierno Nacional.

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El período de mayor laicización y conflictos entre Iglesia y Estado, lo constituyó el gobernado por el general Roca que fue de 1880 a 1886, sobre todo por la influencia de su ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública, Eduardo Wilde.

Entre los años 1886 a 1890, gobierna el doctor Miguel Juárez Celman; en los primeros años de su gestión hubo riqueza y progreso, en verdad más aparente que real. Se realizaron grandes y costosas obras. Aumentó notablemente la inmigración, mientras se entregaban al capital extranjero los servicios públicos de la Nación. La legislación del matrimonio civil con el desconocimiento del matrimonio-sacramento según la ley del 2 de noviembre de 1888, fue un rudo golpe dado a la tradición católica argentina.

Aumentó, bajo su administración, la deuda pública que llevó a la crisis económica, acompañada de la inmoralidad administrativa y el desenfreno en la especulación.

Este cuadro generó la llamada revolución del 90, que si bien es sofocada, provoca la renuncia del Presidente y la caída del gobierno.

Asume el mando el Vicepresidente, el doctor Carlos Pellegrini que lo ejercerá hasta 1892 y tratará de recuperar al País sobre todo en el aspecto económico.

El último mandatario, del período que estudiamos, es el doctor Luis Sáenz Peña, que gobierna de 1892 a 1895.

Debió gobernar en una época convulsionada por los partidos políticos, afrontó una rebelión en 1893 que sofocó, pero sin que desapareciera la intranquilidad. Los continuos conflictos lo llevaron a presentar la renuncia el 23 de enero de 1895.[21]

El País fue superando crisis y logrando objetivos como los de la Independencia Nacional, la organización definitiva y la superación de las luchas intestinas. Pero quedaba un gran desafío, construir un país verdaderamente democrático, donde el pueblo formado cívicamente y consciente de sus deberes y derechos, eligiera a sus gobernantes; donde los dirigentes políticos y militares, sostuvieran, defendieran y respetaran la opinión que el pueblo había manifestado en las urnas.

Capítulo II Síntesis biográfica de Mons. Aneiros

1. Desde los primeros años a la ordenación sacerdot al (1826-1879)

Monseñor Aneiros nació en la ciudad de Buenos Aires el 28 de junio de 1826. Sus padres fueron don Tomás Aneiros, natural de España, y doña Antonia Salas, bonaerense. Fue bautizado en la iglesia parroquial de la Concepción el 4 de julio del mismo año[22].

A temprana edad perdió a su padre y debió emplearse de dependiente de almacén con don Antonio Reyes en Santos Lugares.

Sus estudios los realizó en el colegio de la Compañía de Jesús,[23] de cuya labor educativa guardará un alto concepto, como se lo expresaba al P. General de la Compañía desde Buenos Aires en 24 de diciembre de 1863:

“En el corto período de seis años, desde 1836, educó la Compañía de Jesús en su antiguo Colegio multitud de jóvenes, a que pertenece sin disputa lo más aventajado que hay hoy en la Iglesia, en el foro y demás profesiones científicas de esa generación”.[24]

Cuando la Compañía abandonó la ciudad, se trasladó al convento de San Francisco donde prosiguió sus estudios al lado del P. Buenaventura Hidalgo.

Continuó cursos superiores de ciencias eclesiásticas hasta que se doctoró en Sagrada Teología en abril de 1846. En la Universidad de Buenos Aires presentó, el 23 de febrero, su tesis doctoral.

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El 17 de septiembre de 1848 recibió el título de doctor en jurisprudencia con calificaciones de sobresaliente. En ese mismo año recibió la ordenación sacerdotal.[25]

2. Actividades apostólicas del pbro. Aneiros (1848- 1870)

Después de su ordenación, ingresó a la Academia de Jurisprudencia, donde se le recibió con satisfacción porque venía precedido de fama de estudioso. Al año siguiente se hizo cargo del Aula de Humanidades en el Colegio de San Ignacio y el 11 de marzo fundó el periódico “La Religión”.[26]

La creación de este órgano de comunicación social, constituyó una feliz iniciativa eclesiástica, cuya necesidad y objetivos expresaba Mons. Escalada al Jesuita Mariano Berdugo el 3 de agosto de 1853:

“Aquí estamos tocando la necesidad de establecer un periódico religioso. Siendo hoy absoluta la libertad de imprenta, y habiéndose apoderado de ella algunos jóvenes sin instrucción religiosa y faltos de piedad,... se deslizan con frecuencia a escribir sobre materia que no entienden; y aún cuando no fuese más que para desvanecer errores y equivocaciones... y para instruir a los sencillos, siempre será muy conveniente dicho periódico”.[27]

Al crearse en 1854 el colegio eclesiástico y seminario, fue nombrado vicerrector y en ese cargo permaneció hasta 1864, cuando pasó a ser colegio nacional. A fines de 1854 comenzó a dictar la cátedra de derecho canónico en la Universidad de Buenos Aires, que desempeñó hasta 1864.

Por sus dotes intelectuales, Mons. Escalada, arzobispo de Buenos Aires, lo nombró secretario del obispado, el 1 de noviembre de 1855. Tiempo después, en 1862, se lo ascendió a la 2da. Canonjía del coro de la catedral y en 1864, se lo nombró maestro de escuela. Luego fue designado Provisor y Vicario General. El 1 de marzo de 1865 ocupaba la tercera dignidad del cabildo eclesiástico.

En marzo de 1868 era nombrado deán de la Iglesia metropolitana y en 1869, al partir Mons. Escalada hacia Roma para participar en el Concilio Vaticano I, le nombró Gobernador de la Arquidiócesis,[28] elección que fue comunicada al Gobierno Nacional el 4 de agosto del mismo año. Veinte días después, el señor Ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública, doctor Nicolás Avellaneda, hace saber al Arzobispo que el Presidente de la República, don Domingo Faustino Sarmiento, prestaba la autorización a dicho nombramiento.[29]

3. Monseñor Aneiros, Obispo de Aulón (1870-1873)

A petición de Mons. Escalada, el 21 de marzo de 1870, el Santo Padre nombró al deán Federico Aneiros, Obispo titular de Aulón.[30]

Lo acertado de la elección lo demuestra la calurosa aceptación que tiene por parte del Cabildo metropolitano:

“Este Cabildo... se complace altamente por la acertada elección que de tan digno sujeto hiciera nuestro Ssmo. Padre”.[31]

En Roma, Mons. Escalada si bien debió someterse a una pequeña intervención, pudo participar en las reuniones preparatorias del Concilio, de las ochenta y seis congregaciones generales celebradas, hasta la cuarta sesión pública general del 18 de julio de 1870, en que se votó la primera constitución dogmática “De Ecclesia Christi” y con ella, la inhabilidad pontificia.

Es de notar que la salud del Arzobispo era buena, como también grande su deseo de retornar a la Patria, como lo refiere al internuncio Sanguigni el 5 de julio de ese año:

“Sin embargo, de que estoy bien en Roma, y que disfruto de muy buena salud, no me faltan deseos de volver a mi patria y al seno de mi familia”.[32]

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Inesperadamente el jueves 28 de julio de 1870, fallecía en Roma Mons. Mariano José de Escalada.

Cabe advertir que Escalada no fue el único Obispo americano fallecido, siendo cuatro en total los que terminaron sus días en Roma, sobre un total de treinta Padres fallecidos durante el inconcluso Vaticano I.

La lentitud de las comunicaciones en aquellos tiempos fue causa de que la noticia del fallecimiento de Mons. Escalada fuera conocida en Buenos Aires cuarenta días después del deceso.[33]

Convocado el Cabildo Metropolitano, el 12 de septiembre, eligió para desempeñar el cargo de Vicario Capitular a Mons. Aneiros y como ya disponían de la bula de su nombramiento de Obispo de Aulón, fue consagrado por el Obispo de San Juan de Cuyo, Fray José Wenceslao Achával el 23 de octubre de 1870.[34]

Mons. Aneiros desarrolla una fecunda actividad pastoral como Vicario Capitular, según lo confirma la fundación de curatos, las visitas y misiones parroquiales.[35]

El 15 de mayo de 1870 erigió la parroquia de San Gabriel Arcángel en el pueblo de Tapalqué y el 3 de enero de 1871, a 350 Km. hacia el oeste de la Provincia de Buenos Aires, la parroquia de Santo Domingo de Guzmán, en el pueblo de 9 de julio.[36]

El nuevo Pastor tuvo muy pronto que afrontar un verdadero flagelo, la epidemia que asoló a Buenos Aires, la fiebre amarilla. Según comunicaba el Obispo al Internuncio, la epidemia había arrebatado al chantre Francisco Villa y a más de cincuenta sacerdotes. El mismo Aneiros estuvo grave y con recaídas, perdiendo a su madre y a una hermana.[37]

Nada detenía el celo apostólico del Obispo, así, el 17 de septiembre de 1871 lo encontramos en Areco y el 30 del mismo mes visitaba y bendecía el templo parroquial de Chivilcoy, abriendo el 2 de octubre la misión en la que hubo diariamente confirmaciones desde el día siguiente.

El pueblo de Navarro recibió la visita del Pastor que administró el sacramento de la confirmación entre los días 29 de febrero y el 5 de marzo de 1872. Este mismo año visitó también en los días 11 a 19 de septiembre el curato de la Asunción de Saladillo, terminando ese año con las confirmaciones en el pueblo de Lobos.[38]

Otro de los campos de acción pastoral de Mons. Aneiros fue la evangelización de los indios, que ocupaban gran parte del territorio nacional, y que todavía no estaban integrados al Gobierno Nacional.[39]

Al comenzar el mes de abril encontramos al Pastor haciendo visitas y misión en Santa Rosa del Bragado,[40] quizás fue ésta la última incursión por la campaña de la provincia de Buenos Aires como Vicario Capitular.

4. El Nuevo Arzobispo y su gobierno pastoral (1873- 1880)

El 25 de julio de 1873 el Santo Padre eleva a Mons. Aneiros a la dignidad Arzobispal. Los trámites habían comenzado al ser propuesta por el Gobierno Nacional, o mejor dicho, por el Senado de la Nación, una terna para ocupar la vacante dejada por Mons. Escalada. Dicha terna estaba formada en primer lugar por el franciscano Mamerto Esquiú, en segundo lugar aparecía el obispo Aneiros y cerrando la lista el deán de Paraná, Juan José Álvarez.

Fray Mamerto Esquiú renuncia irrevocablemente, expresando sus motivos íntimos a Mons. Achával, obispo de Cuyo, en una carta que le envía desde Tipiza el 4 de enero de 1873. Como “primera y principal razón” le señalaba su indignidad para el cargo que se le proponía. Se la exponía estremeciéndose a la consideración de la cuenta “que le pediría el Señor de un ministerio que juzgaba inmerecido”.

La segunda causa que el santo Fraile llamó “ciertamente menos grave, pero demasiado bastante”, era la opinión del clero y del pueblo; así lo manifestaba:

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“...la disposición del clero y pueblo católico de Buenos Aires en orden a mi nombramiento...Villana cosa sería aceptar un ministerio del pueblo cuando el mismo pueblo lo rechaza”.

La actitud del clero y del pueblo no sólo era aceptada sino comprendida y admitida por Esquiú:

“El clero y pueblo de Buenos Aires me rechaza; quieren y han pedido al Señor Aneiros, y tienen razón para ello; y si yo hubiera sido uno de ellos, también habría firmado las actas”[41]

Esta actitud conmueve a Aneiros, que expresa sus sentimientos al internuncio Sanguigni:

“El padre Esquiú me ha confundido con tanta humildad y abnegación, elevándose en el concepto que siempre nos ha merecido. Es un sabio y santo, que sería muy útil en esta república de su nacimiento y de la que se aleja cada vez más”[42]

Por otro lado ya Aneiros había manifestado su posición frente a la posibilidad de su nombramiento a la superiora del Convento de la Visitación de Montevideo, cuando ante la citada renuncia de Esquiú, el presidente Sarmiento le había propuesto para Arzobispo de Buenos Aires al Santo Padre el 17 de enero de 1873:

“¡Mientras el Santo Padre no haga la provisión de este arzobispado, no puedo decir otra cosa más que lo que dije al gobierno, que aceptaría este cargo. Ojalá pudiera librarme de él, pues son muchos los sinsabores y responsabilidades en estos tiempos!”.[43]

El internuncio Sanguigni se adelanta al proceso apostólico acerca de la idoneidad del candidato, sus dotes y labor meritoria el 12 de febrero de 1873:

“Atestiguo, en conciencia, que, elegido vicario capitular a la muerte del llorado Señor Escalada, dio el señor Aneiros prueba de mucho saber, gran moderación y prudencia e indiscutible celo por el bien de la Iglesia, no obstante las varias y serias dificultades que hubo que superar. Merece particular mención la inteligente campaña por él emprendida en orden a la conversión de los infieles”.[44]

Además, en el mismo documento, dado desde Petrópolis, trasmite al cardenal Antonelli: “la decisiva e irrevocable negativa de Esquiú”, y le manifiesta algunas ideas sobre el aprovechamiento de las dotes del renunciante:

“Es general y constante la voz de santidad y doctrina que adorna a aquel ejemplar religioso; el cual vive, en tanto, aislado y como recluso en un oscuro rincón de Bolivia, con beneficio propio sin duda, pero no de la muy grave enferma sociedad...Como ya hubo en Buenos Aires el ejemplo de un obispo in partibus junto al Arzobispo,¿no sería bueno sustituirlo, con el correspondiente permiso de Mons. Aneiros, en el título de Aulón?”.

Más adelante, en el mismo documento, lo propone también como Visitador de su propia familia religiosa.[45]

El decreto de la Sagrada Congregación para la formación del proceso, se abría en Roma el 28 de abril de 1873, dando como resultado, laudatorios conceptos a favor del candidato.

La bula de traslación de la diócesis titular de Aulón a la arquidiócesis de Buenos Aires lleva fecha del 25 de julio de ese año. Junto a ésta, y con la misma fecha llegaba a Buenos Aires la correspondiente a la imposición del Palio. Ambas recibieron el exquatur el 26 de septiembre.

Siguieron el juramento de estilo frente a las autoridades civiles y presentación de las bulas por parte de Aneiros al Cabildo.

El 19 de octubre, con toda solemnidad, se realizó la ceremonia de toma de posesión, confiando el rito de imposición del palio al obispo de San Juan de Cuyo, quien además recibió con la profesión de fe el Juramento de Fidelidad a la Santa Sede.[46]

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Es de notar el contenido de la Carta Pastoral que el nuevo Arzobispo da a sus fieles el día de su entronización. Toca todos los temas conflictivos, especialmente los que hacen referencia a la relación de la Santa Sede con Argentina y del discutido Patronato. Deja clara su posición y la de los Obispos en este punto:

“.... Los Obispos y Cabildo de nuestras Iglesias han dicho con franqueza al Gobierno que no pueden tener una opinión opuesta a la Santa Sede acerca del Patronato, y no creo que haya razón para extrañar o censurar tal proceder...”

Esta posición presenta una suerte de continuidad respecto del pensamiento de Mons. Escalada, a quien Aneiros mismo cita en la Pastoral, frente al aparente gesto contradictorio del juramento ante las autoridades civiles:

“...El juramento se hace con una salvedad importantísima y el pase o exequatur se da con restricciones y reservas. ¿Por qué no cortar en un momento bien dado estas cadenas de complicaciones chocantes?

Si a alguno desagradare esta franca exposición de mis deseos, principalmente después de haber prestado Juramento de reconocimiento al Patronato... yo le pediría que notase las siguientes frases de una nota del Ilmo. Sr. Escalada al Gobierno de Buenos Aires, en 1854: 'es de mi deber manifestar a V. E. el convencimiento en que me hallo, de que para verificar la reorganización de esta Iglesia, es absolutamente necesario remover ... las expresadas causas de su actual aniquilamiento, restituirle su independencia e inmunidad, garantir el libre ejercicio de la jurisdicción que le es propia, etc., etc.'”.

Así va desgranando y enfrentando todos los problemas que afectan a la Iglesia y de algún modo al País, ya que se ponían en juego los valores culturales y la misma identidad de un pueblo.[47]

Comenzando abril de 1873, visitó y confirmó en Santa Rosa de Bragado.[48]

Antes de seguir describiendo las correrías apostólicas del Pastor, conviene mencionar las provincias que ocupaba la gigantesca arquidiócesis de Buenos Aires, son ellas: Buenos Aires, La Pampa, las actuales provincias de Río Negro, Chubut, Santa Cruz, Tierra del Fuego y las Islas Malvinas; con este territorio había creado, en 1865, Pío IX dicha Arquidiócesis de 1.252.250 km2.[49]

El 1 de septiembre de 1873 el Arzobispo continúa sus visitas, comenzando por la parroquia de Cañuelas, y luego el 30 de noviembre en el pueblo de Carmen de Las Flores. Durante 1874 lo encontramos visitando a mediados de julio la parroquia de Carmen de Areco[50] y del 21 al 23 de septiembre confirmando en la vieja parroquia de San Vicente, perteneciente hoy a la diócesis de Lomas de Zamora.[51]

La situación de la prensa católica era sumamente preocupante frente a la de tinte antirreligioso y masón; ante este panorama hubo varios intentos de la prensa católica, pero los periódicos de más influencia en este período del siglo XIX, comienzan con la fundación del seminario “El Católico Argentino”, que nace el 1 de agosto de 1874. El Arzobispo lo toma bajo su protección ofreciéndose servirse del mismo como Boletín Eclesiástico.[52]

También fue importante, en el campo periodístico, el aporte del interior del País, sobre todo de Córdoba.[53]

Cada año asumía el Pastor las agotadoras pero estupendas andanzas misioneras. Así en 1875, el 20 de febrero visita la parroquia de San José de Flores, este mismo año visita y bendice el nuevo templo de Carmen de las Flores el 15 del mismo mes.

Creo que es interesante dar algunos datos del número de los que recibían la confirmación, para comprender lo agotador de dichas visitas; así administraba 1500 confirmaciones en la parroquia de San Justo, donde con sus ayudantes y tres dominicos realizó la visita y la misión.[54]

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Estando el Arzobispo en la parroquia de San José de Flores, ubicada a 7 Km. al oeste de la ciudad de Buenos Aires, ocurrió el brutal acontecimiento del incendio del Colegio del Salvador el 28 de febrero.[55]

La chispa que provoca el incendio nació de un simple hecho de orden eclesiástico-administrativo. Así se lo hace saber a Pío IX cuando lo pone al corriente de lo sucedido en correspondencia del 22 de abril de 1875.

Desde 1839 la parroquia de la Catedral tenía doble asiento, con la atención del barrio de Catedral al Norte en la Merced y de Catedral al Sur en San Ignacio. El Arzobispo obtuvo del Gobierno Nacional la vuelta a las formas primitivas, es decir, la Merced a los Mercedarios y San Ignacio a los Jesuitas, unificando la sede en la parroquia de la catedral.

Por lo demás la cosa era fruto de consultas y de acuerdos:

“Traté el negocio –le decía al Papa– con los Curas de dichas Iglesias, con el Cabildo y con los Gobiernos: todos conformes menos el Gobierno de la Provincia que aún no ha resuelto ni en pro ni en contra, y con quien he tenido y solicitado alguna conferencia”.

Los feligreses afectados por las medidas del Pastor, hicieron una protesta a través de los periódicos:

“...Pendiente así el asunto, se hizo la protesta que acompaño, y uniforme la Prensa escribió contra los Jesuitas con el furioso modo que lo hacen los diarios impíos y enemigos de estos Reverendos Padres...”.

El Arzobispo responderá con un comunicado a la feligresía que demuestra un gran respeto por los fieles, ya que en ella explica paternalmente los motivos que lo movieron a tomar estas medidas, y las pequeñas molestias que éstas causarían a los fieles. Es de tener en cuenta, que tanto el templo de la Merced como el de San Ignacio, están a 200 y 300 metros de la Catedral.

El Arzobispo envió todo el material junto con la mencionada pastoral, para que el Papa pudiera hacer un juicio equilibrado sobre lo acontecido.[56]

Los motivos últimos no eran ciertamente las normas mencionadas, sino que, elementos extraños al medio eclesial, instrumentalizaron las circunstancias para expresar su sectarismo. Es de gran importancia el reconocimiento que de esto hace el Nacional, empeñado a favor de la protesta:

“La causa principal, a nuestro juicio, de los trastornos habidos y de otros que pudieran producirse, están en la aglomeración de la inmigración en la capital, y la falta de ciertas medidas tendientes a evitar la introducción en el país de elementos contrarios a todo progreso, a todo orden social”, El Nacional, 3.III.1875.[57]

A este elemento se suma el dado por el jesuita Baltasar Homs, el 21 de marzo de ese año: al examinar los motivos y circunstancias del suceso, enumera como primer agente del hecho a “la extensión y dominio que tienen las sectas masónicas en todo Buenos Aires...”. Otros elementos son la Universidad y el Colegio Nacional, verdaderos focos de la masonería.

Estos hechos nos demuestran el clima en el cual ejercía el ministerio pastoral Mons. Aneiros.

El 14 del mismo año, al Arzobispo renunciaba a la banca que ocupaba en la Cámara Nacional de Diputados desde el 24 de Julio de 1874.[58]

Al seguir el rastro del Pastor, en los últimos meses de este año, lo encontramos ejerciendo su ministerio en el pueblo de Morón ayudado por dos sacerdotes. Y el 3 de diciembre colocaba la piedra fundamental del templo de Ramallo.

Volverá el sábado 11 a Buenos Aires después de haber administrado de cuatro a cinco mil confirmaciones en San Nicolás de los Arroyos donde había pasado a tomarse unos días de

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vacaciones, según comenta el semanario “El Católico Argentino” del 18 de diciembre de ese año.

El 9 de marzo de 1876 partía para la campaña “con el objeto de hacer la visita canónica y dar misión en varias parroquias”, según consta en el Archivo Capitular de Buenos Aires. En el mes de mayo confirmaba en Zárate[59], y el pueblo de San Vicente recibía la visita del Pastor con ocasión de la bendición del nuevo templo y la visita se prolonga con las misiones que habían comenzado el 30 de septiembre, administrando el sacramento de la confirmación el 2 de octubre.[60]

El Arzobispo culminaba el año visitando la Parroquia de Pilar en la provincia de Buenos Aires entre los días 16 y 26 de diciembre.

La comunidad parroquial de San Isidro cierra con seguridad la serie de parroquias visitadas en los primeros seis años de vida episcopal, realizada esta última, en abril de 1877.[61]

Un importante acontecimiento aleja al Arzobispo de su sede. En 1877, celebraba Pío IX el quincuagésimo aniversario de su Consagración episcopal, y recibía el homenaje de los fieles del Orbe a través de ininterrumpidas peregrinaciones que fueron llegando ese año a Roma.

Mons. Aneiros organizó una peregrinación, y a la cabeza de quince personas partió el 7 de mayo, dejando el gobierno de la Arquidiócesis al Provisor y Vicario General Juan Agustín Boneo.

Después de la visita al Santo Padre, el 26 de junio se encuentra en Turín con don Bosco, cuyos hijos habían llegado a Buenos Aires en 1875.

El 17 de julio siguiente se embarca para Argentina, llegando el 24 de agosto.[62]

El 29 de octubre retoma sus giras apostólicas, haciendo visita y misión en Dolores, durante diez días, con la colaboración de tres sacerdotes: llegó a confirmar hasta cinco mil personas. El 19 de noviembre lo hacía en Chascomús.

El 18 de febrero del año siguiente, erige el curato de Ramallo. El 1 de marzo lo encontramos confirmando a la feligresía de Tandil, hasta el 9 del mismo mes y el 8 de mayo erige la parroquia de San Carlos de Almagro en la ciudad episcopal.

El 15 de agosto hace la visita canónica a la Catedral y al Cabildo. Regresa a la campaña y confirma en Cañuelas desde el 24 al 29 de septiembre en que pasa a San Miguel del Monte, donde permanecerá para hacer visita y confirmaciones hasta el 9 de octubre. Ese año, también confirmará en Lobos.

El 23 de marzo de 1879, el Pastor bendecía el templo del pueblo de Rojas y realizaba una misión que se prolonga hasta el 31 de ese mes.

El 6 de mayo erigía la parroquia de Maipú, el 24 colocaba la piedra fundamental del templo de San José de Flores, y por último visitaba y confirmaba del 28 de noviembre al 6 de Diciembre en San Andrés de Giles.[63]

5. Los últimos y difíciles años de su episcopado (1881 -1894)

En los primeros años de este período realiza su visita y misión en Merlo, del 19 al 28 de febrero de 1881, Moreno entre el 4 y el 12 de marzo, del 5 al 6 de abril visita Ensenada y en el mismo mes en los días 16 al 18 en Zárate. En el mes siguiente hace lo propio en Magdalena y Ranchos.

El 31 de agosto de ese año erige el curato de Marcos Paz.[64] Culmina este año haciendo la visita pastoral a Chascomús el 1 de diciembre.

De aquí en adelante, las visitas y misiones a su extensa Arquidiócesis, las realizará por sí mismo o por su vicario general Mons. Espinosa. Y así este último durante 1881 emprende una gira apostólica por el sur de la provincia de Buenos Aires, visitando Carhué, Guaminí y el fuerte General Lavalle.

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El Arzobispo prosigue con sus visitas, realizando una el 6 de marzo al pueblo de Ayacucho y otra del 4 al 6 de mayo a Chascomús.[65]

5.1. El conflicto del Delegado Apostólico con el Arzobispo

Los momentos de turbulencia que experimentaba el País, en una determinada circunstancia envuelven a los hombres de Iglesia llevándolos a vivir en serio enfrentamiento.

Las causas del conflicto comienzan en el mes de junio de 1883 en el que caía el aniversario de la rebelión del vencido Carlos Tejedor, cuya doble consecuencia había sido la presidencia y la capitalización de la ciudad de Buenos Aires.

El Consejo Directivo de las Damas del Socorro, instituido en los días de la revolución, solicitó al Arzobispo la celebración de un funeral el día 20 por los caídos. Como lo hace saber el Arzobispo al Papa en su informe del 23 de junio de ese año:

“Hacen ya doce días que la Sociedad “Damas del Socorro” me ha pedido que se celebren en este templo metropolitano, tres misas sencillas. Entendí – y se sabía muy bien – que recurría el primer aniversario de la muerte de los defensores del Gobierno de esta Provincia de Buenos Aires en su lucha contra el Gobierno Nacional .... Estos sufragios no son una novedad en nuestro país, cuya piedad por los muertos es tal, que habríamos sido juzgados crueles si no lo hubiéramos hecho ...”.[66]

El Gobierno se opone a dicha celebración, y la opinión del presidente llega a Mons. Aneiros por nota del Ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública, doctor Pizarro en estos términos:

“...El Señor Presidente de la Nación, resuelto a mantener la paz pública y a borrar, si es posible, hasta el recuerdo de esas luchas, ha dispuesto por tanto impedir un acto que, bajo el velo de una ceremonia religiosa, encubre un desacato contra el Gobierno de la Nación y sus leyes ...”.

Es claro que en el fondo de la cuestión está el problema del Patronato Nacional y la independencia de la Iglesia, que es una verdadera constante durante todo el siglo pasado. El tema aparece en la citación que el Arzobispo hace de un periódico oficial en la nota enviada al Santo Padre:

“El periódico, considerado el más oficial, publicaba dicha nota del Señor Ministro, de la cual entresacamos las siguientes palabras: 'Ha llegado el momento de reivindicar las preciosas facultades perdidas por los Gobiernos que han heredado los poderes de la soberanía real. Ha llegado el momento de reglamentar el ejercicio del Patronato Nacional, reduciendo las facultades de la Iglesia, convirtiéndola en lo que debe ser: una simple dependencia administrativa, mientras la nación tenga la obligación de sostener el culto católico'”.

El Arzobispo responde al Ministro el 18 de junio explicándole “que no se ha concedido ningún funeral” y que por tratarse “de misas rezadas y privadas, ... no puede evitar que los fieles que quieran, vengan a la iglesia a oírlas”.[67]

Ante esta situación, el Vicario General, temeroso de ulteriores problemas, pide al Delegado Apostólico, Mons. Luis Matera, que hable con Aneiros para el logro de un acuerdo, como consta en el informe que Matera envió a la Santa Sede:

“... vino a verme el Vicario General, Dr. Espinoza, pidiéndome con insistencia y por amor de la Iglesia, que fuera a hablarle a Mons. Aneiros para impedir que enviara una respuesta al ministro, que temía fuese redactada en términos un poco violentos...”.[68]

Nada logra Mons. Matera, ya que el 19 de junio, Aneiros presenta su negativa formal a los requerimientos del Gobierno y defiende los derechos de la Iglesia en estos términos:

“Profesando, el infrascripto el dogma de la independencia de la Iglesia en su gobierno espiritual, y debiendo resolver, según su conciencia, el caso no puede variar la resolución

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comunicada ayer a S. E. estando firmemente persuadido de que no son suficientes los motivos que se alegan en las notas de V. E. para prohibir la celebración de las misas...”.[69]

La segunda intervención del Delegado Apostólico es de carácter oficial, ya que es fruto de un pedido del mismo Gobierno:

“...El Ministro del Exterior me pidió finalmente, en el interés de la paz, de volver a hablar con el Arzobispo y aconsejarle de adoptar una medida más conforme con los deseos del gobierno...”.

De esta manera se ve envuelto Matera, y por lo tanto la Santa Sede, en una cuestión puramente local.

A todas las objeciones presentadas por Matera al Arzobispo en este segundo encuentro, el Prelado respondió: “... no se aflija Ud., no hay miedo; me hallo comprometido con las Señoras del Socorro”.

La actitud del Delegado era cada vez más comprometida, pues al dejar la Curia se trasladó a la casa del Presidente de la Nación, quien ante lo informado por Matera, mostró gran disgusto y manifestó que estaba dispuesto a emplear la fuerza si era necesario.

Al llegar a la Delegación Apostólica, Mons. Matera no pudo conciliar el sueño y determinó tomar medidas, como consta en su informe:

“Apenas amaneció, tomé la decisión de escribir al Prelado, que si, salvo siempre el principio de la independencia de la Iglesia, no hubiese adoptado alguna medida de conciliación, me veía yo obligado a tomar una extrema decisión, para evitar conflictos por parte de la Iglesia y de la Santa Sede, y tal decisión era la de valerme del poder extraordinario que me había conferido el Sumo Pontífice de poner en entredicho incluso la Iglesia metropolitana...”.

El Arzobispo sólo indica, como respuesta al Delegado, que “no tome la medida indicada”.[70]

La insistente negativa del Pastor, tiene como fundamento el conocimiento de la realidad, como queda manifestado en su informe a León XIII:

"Suponía el Excmo. Delegado manifestaciones políticas, que debían ser reprimidas por las fuerzas del gobierno en el templo mismo. La entidad política a la cual pertenecían los muertos en sufragio, fue totalmente comisionada por el Gobierno Nacional hace un año, sin que esto haya sido, hasta nuestros días, sino momentos de gozo y triunfo. No existe, ni en Buenos Aires ni en toda la República un solo hombre armado en contra del Gobierno Nacional, al que el mismo Gobierno Provincial consignó respetuosamente las armas”.

Mons. Aneiros, agrega otros motivos por los cuales mantenía su actitud, al opinar que si el Gobierno, vencedor de la batalla “mostrase su generosidad, al menos con los muertos”, no impidiendo la celebración de dicha misa, en “aquel día, hora y templo, resultaría enaltecido, aumentando la concordia”; lo contrario provocaría el malestar de los vencidos y no colaboraría para la pacificación definitiva del País. A esto se suma la gran reputación de las Damas del Socorro, que sin mezclarse en el más mínimo acto político, “prestan con aplausos universales, edificación y consolación [...] los más grandes servicios”.[71]

Es el mismo Vicario General el que intenta, por encargo del Delegado Apostólico, hacer cambiar de opinión al Arzobispo. Al no lograrlo, Mons. Matera toma la medida anunciada expidiendo al Arzobispo el entredicho.[72]

Los hechos se transforman en escándalo para el pueblo cuando el Gobierno publica la medida que el Arzobispo había ocultado, y lo hace por medio del Boletín Oficial en estos términos: “Rebelión del Arzobispo. Digna actitud del Delegado Apostólico Mons. Matera”.

A la apelación del Arzobispo al Papa, se adhiere todo el Cabildo, como se puede ver al final del informe de Aneiros al Santo Padre.[73]

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La medida se lleva a cabo, observándose el entredicho el día 20 de junio, permaneciendo la Iglesia Catedral clausurada.

La actitud del Delegado es aplaudida por el Gobierno en la persona misma del presidente Roca en estos términos:

“Agradeciéndole a V. E. sus buenos oficios y la prueba de amistad que da con su resolución, a este país...”.[74]

Otra es la reacción del Pastor y de su pueblo, como lo manifiesta el Informe del Internuncio en Río de Janeiro el 20 de agosto de 1881:

“...provocó [Matera] la indignación del Arzobispo, del Capítulo, de los ciudadanos y de toda la Provincia de Buenos Aires...”.

A pesar de la actitud benévola que en el informe el Internuncio de Río manifiesta hacia Mons. Matera, se reconoce que la aplicación de la medida es discutible desde el punto de vista canónico, ya que “el entredicho, sea como censura, sea como pena, mira a culpas ya cometidas”.

Termina el Internuncio su informe dando a entender claramente que la medida dispuesta por Matera puede ser aprovechada por la Iglesia en obtener ventajas del Estado.[75]

Creo que se puede afirmar que mientras en Mons. Matera prevalece el diplomático, en Mons. Aneiros prevalece el pastor.

Estos conflictos no detienen al Arzobispo en su Sede, y así lo encontramos haciendo visita y misión en el pueblo de Arrecifes en los días 3 al 10 de octubre.[76]

En cuanto al conflicto que nos ocupa, culmina con el veredicto de Roma, favorable a Aneiros como lo atestiguan dos cartas: la primera fechada el 14 de octubre de ese año, del Papa al Arzobispo, de carácter conciliador, con la finalidad de poner fin al conflicto, pero recono-ciendo, que la medida fue “grave y fuera de orden [...] y de ninguna manera merecida”. Además, alaba “el dócil respeto y la sumisión que de modo tan espléndido” Aneiros observó, en obsequio de la Santa Sede, a las disposiciones del enviado pontificio. Concluye León XIII pidiendo al Arzobispo que perdone lo sucedido y se una al Delegado en la caridad de Cristo, para ejemplo del pueblo.[77] La otra carta, fechada el 21 de octubre del mismo año, está dirigida a Mons. Matera en términos que confirman la equivocación de su proceder:

“Parece que tal discordia se habría podido evitar, siempre que Ud. con sagacidad hubiera juzgado conveniente mantenerse del todo extraño [...] o se hubiera limitado [...] a interponer sus buenos oficios por vía confidencial entre las dos partes".

El Santo Padre, termina su carta, expresando que la medida no fue conforme a las disposiciones canónicas.[78]

Mons. Aneiros no sólo perdonó sino que, por carta del 30 de junio de 1882, solicitó al Santo Padre la promoción del Delegado Apostólico al Episcopado.[79]

El conflicto se resuelve evangélicamente, ya que el 16 de julio de 1883 Mons. Aneiros consagraba a Mons. Matera obispo en la Iglesia Catedral de Buenos Aires.[80]

5.2. Firmeza de Mons. Aneiros frente a la política anticatólica del Gobierno Nacional

En los años de gobierno pastoral de Mons. Aneiros, la relación Iglesia-Estado se fue haciendo cada vez más conflictiva, pero no obstante esta realidad, el Arzobispo supo mantener y defender con firmeza y claridad los derechos y la libertad de la Iglesia frente a las pretensiones del Gobierno Nacional.

A partir de la década del ochenta, la vida religiosa del País, se desarrolla en dos períodos durante el gobierno del general Roca, personificados por los que ocupan sucesivamente la Cartera de Culto: el primer período es del Dr. Manuel D. Pizarro, desde octubre de 1880 a

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enero de 1882,[81] en el que renuncia motivado por la política anticatólica del gobierno y el fracaso de su tentativa de lograr un Concordato con la Santa Sede.

Bajo el ministerio de Pizarro la marcha de los asuntos religiosos encontró, por lo general, comprensión y ayuda.[82] En el segundo período dicha Cartera es ocupada por el Ministro Wilde (1882-1886), y es especialmente en su gestión en que la impiedad y la obra de descristianización se entronizó en las leyes del País, como lo demuestra al comienzo de sus gestiones en abril de 1882, cuando envía una carta al Arzobispo, repudiando oficialmente la solución concordataria en los siguientes términos:

“... siendo mi deber conservar íntegra la Soberanía Nacional, no quiero enajenar una parte de ella, comprometiéndola en concordatos para fines que pueden ser llenados con el simple ejercicio de su poder constitucional”.[83]

Dejaba bien claro sus reglas de juego en las relaciones de la Iglesia con el Estado, al decir que: “la autoridad del Estado por el Patronato no es una concesión; es una propiedad inherente a la soberanía”.[84]

La Iglesia resistirá a estas pretensiones del Gobierno y de ésta nos da noticia el Ministro Wilde:

“No hubo acto alguno de las autoridades eclesiásticas de la República en el presente año que haya obligado al Poder Público a defender su soberanía como en los años anteriores próximos”.

Tal estado de cosas ocurre a cuatro años del inicio de las gestiones de Wilde, quien llama a la actitud de la Iglesia “lucha perniciosa, infecunda para la civilización y sólo fértil en gérmenes de fanatismo, de intransigencia y de atraso”. Y a los propósitos de ésta en defender su libertad, los llama “propósitos insanos”, mientras que califica a los propósitos del Estado “de simple defensa de su autoridad como patrono”.[85]

Otros conceptos vertidos por el Ministro aparecen en un informe-defensa del Arzobispo que “persuadido” de tener el derecho y el deber de defender a la Iglesia “de cualquier injuria que se le haga”, se expresa en los siguientes términos:

“... en la Memoria última [...], se sirve hacer alusión a intemperancias en notas oficiales, a abusos de la cátedra sagrada, a prédicas antipatrióticas, a espectáculos extraños en el templo”.

Pasa Aneiros a la defensa, que trascribo parcialmente, de las acusaciones hechas por el Ministro.

“Por lo que me es personal y depende de mi jurisdicción inmediata debo decir con franqueza que me he creído obligado ha hacer la mayor oposición a la que se hace a la Iglesia y no es extraño que hayamos desagradado. No creo, sin embargo, que en ello hubo violación de ley alguna, antes bien haber procedido conforme a nuestra liberalísima Constitución. Extraño que en la República Argentina se califique así por un Ministro nuestra conducta, cual si se tratase de siervos que deben siempre callar. Nuestro Clero no sufriría, Señor Ministro que yo tolerase en silencio que V. E. llame antipatriota su palabra y estoy cierto que dirá no define bien el patriotismo.

“Atribuye V. E. ese proceder del clero a la educación del Seminario, en que se enseñan los deberes para con el país de su nacimiento. Esta culpa la extiende V. E. a todos los Seminarios, dice 'que son lo mismo la mayor parte del clero extranjero, que no sabe si no que el Gobierno costea su culto y que la Patria está del otro lado del Océano'. Puede que sea olvido del Sr. Ministro a cuanto alcanza el Presupuesto del Culto y cuantos son en la República los extranjeros siempre útiles, siempre solicitados, siempre necesarios y con entusiasmo recibidos por el Gobierno y nunca tildados de antipatriotas.

“Ignoro si son de nuestros recientes Seminarios esos oradores que han herido desde el púlpito al Sr. Ministro, pero aseguro que los desvelos del Ilmo. Sr. Escalada, fundador de

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nuestro actual Seminario y todos los auxiliares que hasta hoy tuvo esa obra, no permite tolerar que V. E. diga que no se enseñan al Clero los deberes para con el País de su nacimiento. Todos cuantos alguna parte tenemos hoy en el Seminario por nada absolutamente dejamos de protestar contra semejante acusación.

“No hay para mí mayor injuria...”.[86]

Estos últimos conceptos del Arzobispo son complementados por el informe del rector del Seminario, P. José Saderra, donde puntualiza el nivel de la exigencia y el contenido de los estudios, en los siguientes términos:

“El resultado de los estudios ha sido satisfactorio, las notas de los exámenes en su mayoría son muy buenas, algo inferiores han sido las que han sacado los alumnos de primero y segundo año de Humanidades, por ser ellos de corta edad y no estar acostumbrados a los estudios con la solidez y seriedad que en el Seminario se exige.

“Respecto a los demás, se procura, Excmo. y Rmo. Sr., que los alumnos desde el principio adquieran en los estudios los conocimientos científicos con la solidez y variedad que reclama el estado sacerdotal a que se destinan, sin descuidar que pongan también todo empeño en adquirir las buenas maneras y trato de gentes...”.[87]

Todas estas preocupaciones no hacen olvidar al Pastor los deberes para con su pueblo. Y así lo vemos hacer visita pastoral, el 27 de abril de 1883, a la parroquia de Las Flores.

El 10 de noviembre de ese año, realiza sus acostumbradas visitas y misiones a la parroquia de San Fernando, pasando luego a la de Chivilcoy, donde del 17 al 28 del mismo mes predica una misión. Termina este año de 1883 el 8 de octubre, con la visita y la correspondiente misión a la parroquia de 25 de Mayo.[88]

Entre las medidas anticatólicas en la política educativa está el llamamiento de maestras protestantes, por lo que el Arzobispo hace escuchar su voz[89] junto con el Vicario de Córdoba Mons. Clara, que en una pastoral el 25 de abril de 1884, protesta y exhorta a los católicos de Córdoba a no enviar a sus hijos a las escuelas donde dictan estas docentes.[90] La pastoral provocó la destitución del Vicario Clara por parte del Gobierno el 6 de junio de 1884.[91]

El 8 de julio de ese año se aprobaba la “Ley de Enseñanza Laica”, como remate de toda una política de descristianización de la sociedad argentina. Debemos observar que la Ley, de ninguna manera imponía la enseñanza laica, pues sólo suprimía el catecismo como asignatura obligatoria, y lo admitía en las aulas fuera del horario de clases. Lo que la Ley sancionó fue la “escuela neutra”, la escuela adogmática. Los católicos sostuvieron que la escuela laica no significaba escuela neutra, sino escuela sin Dios o, lo que es lo mismo, negadora de Dios.[92]

5.3. Apoyo del Pastor al Apostolado de los Laicos

El clima que reinaba en Argentina, motiva la reacción del laicado argentino; así el 15 de agosto se abrían las sesiones de la primera Asamblea de los Católicos Argentinos, en la que éstos toman posiciones en el orden educativo y religioso, creando conciencia de la necesidad que tenía el elemento católico de organizarse. Esta Asamblea está promovida y organizada por la Asociación Católica y estuvo presidida por don José M. Estrada. Fueron sus vices don Manuel Pizarro, don José Garro y don Félix Avellaneda. Participaron más de ciento cuarenta delegados de todo el País.[93]

Monseñor Aneiros fue Presidente Honorario de la Asamblea, y para su apertura pronunció un memorable discurso que nos permite conocer más la personalidad y el pensamiento del Arzobispo.

El Arzobispo reconoce la autonomía del laicado al decir:

“... los Delegados de sus diversas corporaciones se reúnen en este recinto, no por mandato de sus Prelados, si bien con suma satisfacción y aplauso suyo...”.

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Nacía la conciencia del papel del laicado en el mundo, y en la Iglesia, adelantándose al posterior desarrollo de la teología del laicado.

El Prelado, viendo un estupendo futuro del laicado en Argentina, hace reflexión a la contemplación y a su responsabilidad respecto de las futuras generaciones:

“Quizás no muy tarde tengáis la recompensa de recibir como aquellos padres de la Patria las demostraciones de veneración y reconocimiento de los pueblos que transmitirán a la posteridad con religioso respeto vuestros nombres”.

Muestra Aneiros una clara conciencia histórica, enraizando al Congreso de los Laicos con toda la historia de la evangelización en América, reconociendo los valores de aquella civilización, que no sólo se trataba de olvidar sino de borrar de la conciencia histórica de los argentinos, provocando así un divorcio entre Fe y Patria.

“No os molestaré, Señores con describir los rápidos progresos de esa civilización en estos países [...]. Pero cómo no observar cuan sólida y madre de caracteres sólidos y heroicos, fue esa civilización.”

“Dígase si se quiere que ya no se luchará por la Religión; pero no se me diga que el heroísmo de los padres y fundadores de la libertad y de la Independencia Argentina, no fueron formados por la civilización y espíritu cristiano”.

En el discurso aparece lo que es una constante en el pensamiento de Mons. Aneiros, la defensa de la libertad de la Iglesia, a esto se refería con gran claridad, demostrando su libertad frente al poder temporal:

“Ya sabemos qué se entiende por Patronato para muchas personas. En vano que la palabra indique que se trata de protección. Es general entender esa palabra como sinónimo de gobierno y no como quiera, sino, freno del Gobierno contra los avances de la Iglesia [...].

Hoy parece se creyera que los católicos, aunque sean los Prelados de la Iglesia, nada pueden pensar ni decir contra el Gobierno y que la obediencia que debemos sólo por la fuerza, no sería en conciencia, supone la muerte de ese inviolable tesoro que tanto se respeta en los disidentes”.

En tan importante discurso no descuida a los más pequeños, sus queridos indios, por quienes tantos desvelos tuvo, al decir a los participantes en el Congreso:

“Haced, señores, respecto de la civilización de los Indios, que no haya uno sólo de ellos que pueda repetir lo de aquél de México: 'si con tales cristianos se va al cielo, yo renuncio al cielo'”.

Termina el Pastor exhortándolos a comprometerse en “la vida pública y en el ejercicio de los derechos políticos”.

El Arzobispo introducirá, con este discurso uno de los eventos más importantes de la historia del laicado argentino.[94]

En este período las relaciones entre el Estado y la Iglesia se fueron haciendo cada vez más tensas hasta culminar con la expulsión del Delegado apostólico el 14 de octubre de 1884, a raíz de una opinión que Matera dio sobre el problema de las maestras protestantes en la Escuela Nacional de la ciudad de Córdoba y de una posible solución. Es de notar que dicha opinión fue requerida por un grupo de señoras católicas de Córdoba y de la señorita Amstrong, maestra protestante. La noticia de lo acontecido llegó al Gobierno Nacional, que mediante gestiones del Ministro Wilde, reacciona con la expulsión inmediata de Matera, de modo que nada sirvieron los buenos oficios que éste había prestado al Gobierno Nacional en años anteriores.[95]

Del 17 al 23 de marzo de 1885, encontramos al Arzobispo confirmando en Zárate[96] y del 27 de octubre al 1 de noviembre realizando visita y misión en el pueblo de San Vicente.[97] Del 5

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al 13 de abril de 1886 va al pueblo de Saladillo, para luego encontrarlo ejerciendo su Ministerio en el pueblo de Lobos.[98]

5.4. Últimos años del Pastor

En este último período de su actividad pastoral, el Arzobispo impulsa y aprueba las iniciativas del padre Salvaire respecto de la difusión de la devoción, que el pueblo argentino tenía y tiene, a la Santísima Virgen bajo la advocación de Nuestra Señora de Luján. Así enviado por el Episcopado Argentino y el Obispo de Montevideo Mons. Inocencio M. Yeregui, el padre Salvaire llega a Roma para pedir a León XIII la bendición de la corona y otras gracias que el Santo Padre concede el 30 de septiembre de 1886.[99]

En nombre de León XIII, Mons. Aneiros corona la imagen de Ntra. Sra. de Luján el 8 de mayo de 1887 y el 15 del mismo mes bendice los fundamentos del Nuevo Templo.[100]

Entre los días 20 y 27 de febrero, recomienza Aneiros su actividad pastoral, confirmando en Chascomús, repitiendo el mismo Ministerio en los días 13 al 20 de marzo de 1888 en el pueblo de Tandil.[101]

El 23 de octubre del mismo año se sancionaba la Ley de Matrimonio Civil, a la que se opuso Aneiros con una Pastoral de la que nos da noticia el diario “La Unión” el 2 de septiembre en los siguientes términos:

“...Mons. Aneiros en su Pastoral manifiesta gran serenidad y benevolencia al presentar al Senado una solicitud respetuosa contra el proyecto de matrimonio civil y pedía a los párrocos, sacerdotes y demás ministros, la defensa del matrimonio cristiano, cuidando de no ofender en lo más mínimo ni suscitar odios personales”.[102]

Al terminar el año, en el mes de noviembre, el Arzobispo visita Areco y confirma en Mercedes. Al comenzar el año de 1889, Aneiros envía en su nombre a Mons. Espinosa del 10 de marzo al 8 de mayo al curato de 9 de Julio y el 18 a Pehuajó y Trenque Lauquen. También en este año encontramos al Vicario General ejerciendo su ministerio en el pueblo de Monte.[103]

En este año aparece la primera pastoral colectiva del Episcopado Argentino. Entre los temas ésta contenía un programa de realizaciones: confirmaba las conclusiones de la Primera Asamblea de los Católicos, señalaba orientaciones prácticas referentes a la vida cristiana, a la fundación de una Universidad, al apoyo del periodismo católico y a la colaboración con las obras del apostolado social. Firmaban la Pastoral los siguientes diocesanos: Aneiros, Achával y Toro, los Vicarios de Salta y Paraná, Padilla y Galleso, y en calidad de secretarios, Rosendo de La Lastra y Francisco Arranche.[104]

El 19 de agosto, el Arzobispo administraba el sacramento de la confirmación en la Iglesia Catedral a los fieles de la parroquia de San Vicente.[105]

Para contrarrestar la acción laicisante de la educación por parte del Gobierno, crea en ese año la “Asociación General de la Doctrina Cristiana Auxiliar del Catecismo”.[106]

Del 12 al 19 de mayo de 1891, envía a dar misión a Mons. Espinosa al pueblo de Colón y el 4 de octubre al de Suipacha. El mismo ministerio ejerce el Vicario en el mes de febrero de 1892 en Olavarría y en abril y mayo en Tandil, mientras que el Arzobispo hacía lo propio en los mismos meses en el pueblo de Juárez, para terminar el año erigiendo el curato de Ntra. Sra. de las Mercedes de General Lavalle.

En 1893, sigue el Vicario, por mandato del Arzobispo visitando y dando misiones: en febrero lo hace en Tandil y el 24 del mismo mes en Chascomús. En este año también ejerce el ministerio en Bolívar. El Arzobispo continúa este año confirmando en Mercedes y creando el 30 de diciembre el curato de Campana.[107]

En febrero de 1894, Mons. Espinosa efectuó la visita canónica y misión durante la cual realiza: 51 bautismos, 1.263 comuniones, de las que 209 han sido de sólo hombres mayores de edad, 1.177 confirmaciones y 28 matrimonios.[108] En este año, el Arzobispo erige el

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último curato de su ministerio episcopal, el de Ntra. Sra. del Carmen de Lobería, y a pesar de su avanzada edad, en los días 18 al 30 de agosto, lo encontramos, acompañado de su Vicario, ejerciendo su ministerio en la parroquia de Bragado; pocos días después, el 3 de septiembre de 1894, entregaba su generosa alma de pastor al Creador, siendo sepultado el 5 del mismo mes en la Iglesia Catedral de la ciudad de la Santísima Trinidad, puerto de Ntra. Sra. de los Buenos Aires.[109]

[1] FITTE Ernesto J., La Muerte del General Peñaloza, 199. [2] BRUNO Cayetano, Historia Argentina, 55. [3] WILDE Eduardo, Memoria... (1884), 133-134. [4] BRUNO, op. cit., 333-440. [5] Ibid. 446-448. [6] Ibíd. 450-462. [7] Ibíd. 468-474. [8] EBELOT Alfredo, Recuerdos y Relatos..., 22-23. es importante la descripción que hace sobre el método de

Rosas al decir: “...don Juan Manuel de Rosas, con pocos recursos, es el que más ha hecho por la seguridad de las fronteras [...]. Aseguraba a los indios que se sometían ventajas positivas, pero les obligaba a sangre y fuego a tomar en serio sus propias promesas”. Si bien estos métodos no eran los más apropiados, Rosas conocía la psicología del indio, ya que éste era para ellos un tipo cumplido de justiciero pues al faltar Rosas de la escena gubernamental: “lo echaron de menos, no lo odiaban y exclamaban: ¡Ah! ¡Si don Juan Manuel pudiera volver!”.

[9] BRUNO, op. cit., 475-478. [10] Ibíd. 486. [11] Ibíd. 501. [12] Ibíd. 515-516. [13] Ibíd. 517. [14] Ibíd. 522-523. [15] Id. [16] Ibíd. 513. [17] Ibíd. 519-551. El primer Obispo de la diócesis de Paraná fue Mons. Luis José Gabriel Segura y Cubas,

nombrándose para la sede de Córdoba a Mons. José Vicente Ramírez de Arellano, para la de San Juan de Cuyo a Fray Nicolás Aldazor y para la de Salta a fray Buenaventura Rizo Patrón.

[18] Ibíd. 553. [19] Ibíd. 572-578. [20] Ibíd. 581. [21] Ibíd. 591-592. [22] BRUNO Cayetano, Historia de la Iglesia..., t. XI, 76. [23] CUTOLO Vicente O., Nuevo Diccionario..., 6. I, 169-170. [24] BRUNO, op. cit., t. X, 140. [25] CUTOLO. op. cit., 170. [26] Id. [27] BRUNO, op. cit., t. X, 242. [28] CUTOLO, op. cit., nota 22. [29] AUZA Néstor T., Los Prelados..., 4-9. [30] A. S. E., Consiglio per gli Affari, Argentina (1870-1872), pos. 134-140, fasc. 64, fs. 3-7. [31] Id. [32] BRUNO, op. cit., t. XI, 56. [33] AUSA, op. cit., 24-25. “El paquete que ha llegado esta mañana, nos ha traído desgraciadamente, la

confirmación de la muerte del arzobispo Escalada. Nuestra Iglesia ha perdido con la muerte del venerable Arzobispo, uno de sus más ardientes apóstoles y sus más virtuosos ministros” (El Nacional, Buenos Aires, 9-XI-1870). Los obispos latinoamericanos fallecidos durante el Concilio Vaticano I, en Roma son: Mons. Eduardo Vásquez, de Panamá; Mons. Francisco Cardoso Aires, de Olinda Brasil y Mons. José Antonio Remi Esteva de Torai del Cuenta, Ecuador: LEON CARBONERO Y SOL, Crónica del Concilio Ecuménico del Vaticano, Madrid.

[34] BRUNO, op. Cit., t. XI, 77. [35] Ibíd., 76-77. [36] Ibíd., 91-93. [37] Ibíd., 77. así describía Juan H. Scrivene, testigo presencial de la fiebre amarilla: “El año 1871 será siempre

memorable en los anales de Buenos Aires, pues en aquel fatal año apareció la fiebre amarilla con una fuerza espantosa: la peste más mortífera que ha visitado las playas del Plata y que en menos de cuatro meses arrastró a más de veinte mil habitantes a su última morada.”

[38] Ibíd., 96. [39] Zuretti, Juan C., Nueva Historia..., 320-321. [40] BRUNO, op. cit., t. XI, 96.

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[41] Ibíd., 84. La opinión del pueblo de Buenos Aires, pesa sobre la decisión de Esquiú; así lo manifiesta claramente al doctor Fidel Mardoqueo Castro el 5-I-1873: “Después de la terna votada por el Senado, el clero y señores y señoras del pueblo de Buenos Aires hicieron un acta y se presentaron al señor Presidente pidiéndole que, sin guardar el orden de la terna, hiciera recaer la elección en el segundo de aquella .... Ello importa un testimonio irrecusable de que no tengo el voto de aquellas personas. ...”.

[42] Ibíd., 84. [43] Id. [44] A. S. E.: Consiglio per gli Affari..., Argentina (1872-1873), pos. 142, fasc. 65, fs. 42b. [45] Ibíd., fs. 42b-43b. [46] Ibíd., fs. 52-64. Conf., BRUNO, op. cit., t. XI, 80-86. [47] Ibíd., fs. 52-58. El texto de la Pastoral en folleto impreso. [48] BRUNO, op. cit., t. XI, 96 [49] ZURETTI, op. cit., 308. [50] BRUNO, op. cit., t. XI, 96. [51] A. P. S. V., Libro de Confirmaciones nº 1, fs. 96-110. [52] BRUNO, op. cit., t. XI, 99-100. [53] ZURETTI, op. cit., 303. [54] BRUNO, op. cit., t. XI, 96-97. [55] Ibíd., 113-115. [56] A. S. E., Consiglio per gli Affari..., Argentina (1873-1875), pos. 151, fasc. 66. [57] BRUNO. op. cit., t. XI, 104 (nota 1). [58] Ibid., 86. [59] Ibid., 97. [60] A .P .S. V., Libro de Confirmaciones nº 1, fs. 111-127. [61] BRUNO, op. cit., t. XI, 97. [62] Ibíd., 120-124. [63] Ibíd., 95-98. [64] Id. [65] Ibíd., t. XII, 183-184. [66] A. S. E, Consiglio per gli Affari..., Argentina (1881), Informe de Mons. Aneiros a León XIII, 23-VI-1881. [67] Ibíd., Folias adjuntas. [68] Ibíd., Informe de Mons. Matera al Cardenal Secretario de Estado de S.S. del 25.VI.1881. [69] Ibíd, ver nota 66. [70] Ibíd., ver nota 65. [71] Ibíd., ver nota 63. [72] Ibíd., ver nota 65. [73] Ibíd., ver nota 63. [74] Ibíd., folias adjuntas al informe citado en nota 65. [75] Ibíd., Informe del Internuncio en Río de Janeiro del 20.VIII.1881. [76] BRUNO, op. cit., t. XII, 183. [77] A. S. E., Consiglio per gli Affari..., Argentina (1881). Carta de León XIII a Mons. Aneiros del 14.X.1881. [78] BRUNO, op. cit., t. XII, 66-69. [79] A. S. E., Consiglio per gli Affari..., Argentina (1881). Carta de Mons. Aneiros a León XIII del 30.VI.1882. [80] BRUNO, op. cit., t. XII, 69. [81] Ibíd., 37. [82] Ibíd., 42. [83] Ibíd., 44. [84] WILDE, Memoria... (1881), 108. La doctrina sostenida por el Gobierno, se fundamenta en la interpretación

que hace del Patronato Indiano, afirmando que fue dado a España: Conf. Id., 106; desconociendo que dicho Patronato fue otorgado a la persona de los Reyes Católicos y sus Herederos: Conf. BRUNO, Historia Argentina, 14.

[85] Ibíd., Memoria... (1886), XXIII-XXIV. [86] Ibíd., 259-260. [87] Ibíd., 266-267. [88] BRUNO, op. cit., t. XII.183. [89] Ibíd., 84. [90] Ibíd., 97-98. [91] Ibíd., 118. [92] Ibíd., 94. Estrada, afirmaba también que el tipo de educación escogido importaba renunciar definitivamente

a obtener la unidad moral de la República, cuando apenas se había logrado la unificación política, SURETTI, op. cit., 329.

[93] Asamblea..., Antecedentes, III-XXVIII. [94] Ibíd., Diario de Sesiones, 9-22. [95] BAZAN Y BUSTOS: Nociones..., 121. [96] BRUNO, op. cit., t. XII, 123. [97] A. P. S. V., Libro de Confirmaciones nº 1, fs. 129-176.

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[98] BRUNO, op. cit., t. XII, 183-184. [99] Coronación..., 20-84. [100] Ibíd., 90-97. [101] BRUNO, op. cit., t. XII, 184. [102] Ibíd., 151-153. [103] Ibíd., 184. [104] A. S. E., Consiglio per gli Affari..., Argentina (1889). Ejemplar impreso de la Pastoral. [105] A. P. S. V., Libro de Confirmaciones nº 1, fs. 181-182. [106] BRUNO, op. cti., t. XII, 95, not. 3. [107] Ibíd., 184, 186, 194. [108] A. P. S. V., Libro de Confirmaciones nº 1, fs. 189. [109] BRUNO, op. cit., t. XII, 184, 194, 195.