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Monterrey Histórico

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He aquí nueve investigaciones que abarcan desde las descripciones de los nativos que convivieron con nuevas formas de organización social en el siglo XVII -pasando por la economía minera del siglo XVIII y las guerras internacionales México-Estados Unidos de 1845-1847 y la Intervención Francesa de 1862-, hasta la ciudad de Monterrey que conocemos día a día en la primera década del siglo XXI.

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Óscar Flores 5

Óscar FloresCoordinador

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CENTRO DE ESTUDIOS HISTORICOS UDEM

2009

MUNICIPIO DE MONTERREY

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Monterrey Histórico

Primera edición: agosto de 2009.

Diseño de portada e interiores: Diseño3 / León García Dávila, Erika Rojas Sierra,Yvette Bautista Olivares.

Imagen de portada: El Obispado en Monterrey, 1880.

© Óscar Flores Torres© 2009 Centro de Estudios Históricos UDEM© 2009 Universidad de Monterrey Av. Morones Prieto 4500 Pte., San Pedro Garza García, N.L., México, C.P. 66238 Conmutador: +52 (81) 8115-1000. Lada sin costo 01-800-801-UDEM http://www.udem.edu.mx/ceh© R. Ayuntamiento de Monterrey, 2006-2009

Quedan rigurosamente prohibidos, sin la autorización escrita de los titulares del “Copyright”, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, com-prendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos.

Monterrey Histórico, es un libro editado por el Centro de Estudios Históricos de la Universidad de Monterrey. Se agradece a don Guillermo Zambrano por el patrocinio del mismo.

Impreso y hecho en MéxicoPrinted and made in Mexico

ISBN 978-968-6858-25-9

UNIVERSIDAD DE MONTERREY

RectorDr. Francisco Javier Azcúnaga Guerra

Vicerrector de Educación SuperiorDr. Antonio Dieck Assad

Director de la División de Derecho y Ciencias SocialesLic. Jorge Manuel Aguirre Hernández

Directora de Departamento de Ciencias SocialesMtra. Miriam Hinojosa Dieck

Director del Centro de Estudios HistóricosDr. Óscar Flores Torres

MUNICIPIO DE MONTERREY 2006-2009

Presidente MunicipalLic. Adalberto Arturo Madero Quiroga

Secretario del AyuntamientoLic. Marco Heriberto Orozco Ruiz-Velasco

Secretario de Desarrollo HumanoIng. Ramón de la Peña Manrique

Director de CulturaLic. José Antonio Olvera Sandoval

Coordinador de PublicacionesLic. Ernesto Castillo Ramírez

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Presentación 11

I. Tres testimonios de la presencia indígena en el Nuevo Reino de León (Siglo XVII) 17 Wm. Breen Murray y Jesús Gerardo Ramírez

Resumen 19 1. Características de los documentos: 21 las “visitas” en la historia regional 2. Filiación, identidad y población 24 Comentario Final 34 Fuentes Consultadas 35

II. Monterrey como centro minero, siglos XVI-XVIII 37 Mario Treviño

Resumen 39

Introducción 41 1. La minería novohispana 43 2. Siglo XVI 44 3. Siglo XVII 45 4. Siglo XVIII 45 5. Colonización y explotación en tierra de frontera 46 Comentario Final 53 Fuentes Consultadas 54

III. Un Gobierno Alternativo en el Nuevo Reino de León: La Junta Gobernadora (1811-1813) 57 Claudia Roxana Domínguez García

Resumen 59

Introducción 61

1. Modernidad política: las Juntas en España y su influencia en la Nueva España 63 2. El Nuevo Reino de León a principios del siglo XIX 68 3. La Junta Gobernadora, una alternativa de gobierno 71 Comentario Final 77

Anexo 1 80 Anexo 2 82

Fuentes Consultadas 83

Contenido

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IV. Efervescencia política en Monterrey: La Gaceta Constitucional y El Antagonista 1830-1831 85 Miriam Martínez Wong

Resumen 87

Introducción 89

1. El primer periódico nuevoleonés: La Gaceta Constitucional 91 1.1 Prospecto de la Gaceta del Gobierno 93 2. El origen de los partidismos entre la élite 93 2.1 Los antecedentes del partidismo: las logias masónicas 95 2.2 La logia escocesa 95 2.3 La logia yorkina 95 3. La influencia de las logias masónicas llega a Nuevo León 96 3.1 Elementos conservadores, los masones escoceses 97 3.2 Elementos liberales: masones yorkinos 97 4. Inicia la lucha política: insultantes anónimos y pasquines 98 4.1 Insulto en contra del Ayuntamiento de Monterrey 98 4.2 Pasquín: “Conjugación antimasónica” 98 4.3 La Prohibición de sociedades secretas 100 5. El fraude electoral: las elecciones del 5 de diciembre de 1830 102 5.1 Las elecciones primarias 102 5.2 Declaración de nulidad de 102 las elecciones primarias 6. Surgimiento del primer periódico de oposición: El Antagonista 104 6.1 Aprehensión de Manuel de Llano y la teoría de la conspiración 104 7. Aparición de El Antagonista de Nuevo León 106 7.1 La efervescencia: Manuel de Llano acusa a la Gaceta Constitucional por injurias 107 7.2 Denuncia de Lorenzo Antonio Melo a El Antagonista 108 7.3 El Antagonista, la última carga 111 7.4 El Antagonista y Rafael de Llano 112 7.5 El fin de El Antagonista 113 Comentario Final 116 Fuentes Consultadas 117

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V. Las Batallas por Monterrey: ruge la guerra en el noreste mexicano (1846-1848) 119 Eduardo Cázares Puente

Resumen 121 Introducción 123

1. Las Batallas de Monterrey 125 2. La ocupación norteamericana: sus consecuencias regionales 136 Comentario Final 141 Fuentes Consultadas 143

VI. La Feria de Monterrey y sus espacios. Comercio e intercambio a mediados del siglo XIX 145 Adela Díaz Meléndez

Resumen 147 Introducción 149

1. El comercio, socialización y usos de los espacios públicos 151 2. Siglo XIX, tiempos de guerra y de cambios políticos 153 3. Situación demográfica y económica de Monterrey 154 4. La Infraestructura urbana de Monterrey a mediados del siglo XIX 156 5. La feria de Monterrey, retomando una tradición colonial 158 6. Circulación de mercancías y de recursos humanos en la temporada de ferias 160 7. El mercado en días de feria 162 8. Atrayendo al comercio: rebajas en las alcabalas 165 9. La plaza de toros, un atractivo de la feria 167 10. Diversiones dentro de la feria 170 11. Seguridad y contacto regional 170

Comentario Final 173 Fuentes Consultadas 175

VII. Amos y Sirvientes en Nuevo León 1820-1860 177 Benjamín Galindo

Resumen 179 Introducción 181

1. Ciudadanos propietarios y trabajadores no libres 183 2. Los recién llegados 184 3. La justicia legal 186 4. Los perseguidos 192

Comentario Final 195

Fuentes Consultadas 195

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VIII. Entre la traición y el patriotismo: nuevoleoneses ante la Intervención Francesa (1864) 199 Roberto Lara Resumen 201

Introducción 203

1. La intervención Francesa en México 205 2. ¿Paz o Guerra? ¿Región o Nación? ¿Imperio o República? 207 3. Julián Quiroga 209 4. Jesús Fernández García 211 5. Ruperto Martínez 213 6. Convergencias en la Historia 214

Comentario Final 221 Anexo 1 223 Anexo 2 225 Anexo 3 227 Anexo 4 228 Fuentes Consultadas 229

IX. Monterrey: Cinco ejes centrales hacia la ciudad del conocimiento 231 Óscar Flores

Resumen 233

1. Monterrey: de metrópoli a ciudad internacional 235 2. Un nuevo perfil de la fuerza laboral 236 3. Monterrey y la economía global 238 4. La cultura: innovación y creatividad 239 5. Desarrollo y conocimiento 241 5.1 Monterrey, Ciudad Internacional del Conocimiento 242 5.2 Unión de esfuerzos 244 5.3 Forum Universal de las Culturas y regeneración urbana 245 Comentario Final 248

Fuentes Consultadas 249

Índice Analítico 251

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Presentación

El estudio del comportamiento histórico de los diferentes grupos hu- manos definidos por un área geográfica y cultural definida es un tema de creciente interés en la historiografía actual. Ésta se ha centrado,

preferentemente en trazar y analizar tendencias generales sobre las trayectorias nacionales o supranacionales en rubros como la economía, la política y la educación. Más raro es reconocer el protagonismo histórico a las personas que fuera de los grandes acontecimientos nacionales construyen y definen su propio territorio día con día. Es importante incorporar sus testimonios para explorar y entender la imagen que construyen no sólo de su propio cuerpo y de los demás -por ejemplo en las sociedades prehispánicas del noreste de México-, sino conocer también sus resistencias o asimilación a la nueva cultura dominante. Esto, aunado al lento proceso de creación de una identidad nos muestra una sociedad vigorosa que con toda su vulnerabilidad y riesgo, tiene la capacidad para ser partícipes y transformar organizaciones sociales más amplias y distantes como fue el sistema político nacional.

Bajo esta perspectiva, se creó un grupo de trabajo multidisciplinario cen- trado en investigar en fuentes primarias sobre diversos temas que confluyen en un territorio común: Monterrey y el noreste de México. El trabajar durante un par de años como seminario permanente coadyuvó a que se discutiera en grupo no sólo los avances en los estudios individuales, sino en el compartir experiencias, información y sobre todo el interés por conocer más sobre el proceso de concentración humana y económica de lo que hoy es una gran ciudad internacional de referencia: Monterrey.

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He aquí los resultados distribuidos en nueve investigaciones que abarcan desde las descripciones de los nativos que convivieron con nuevas formas de organización social en el siglo XVII -pasando por la economía minera del siglo XVIII y las guerras internacionales México-Estados Unidos de 1845-1847 y la Intervención Francesa de 1862-, hasta la ciudad de Monterrey que conocemos día a día en la primera década del siglo XXI. A todos los que colaboraron en este proyecto, mis más sinceras gracias y felicitaciones por su incuestionable dedicación. He aquí lo que contiene este libro.

El primer trabajo titulado Tres testimonios de la presencia indígena en el Nuevo Reino de León (Siglo XVII) de William Breen Murray y de Jesús Gerardo Ramírez, nos remiten a numerosos documentos que custodia el Archivo Mu- nicipal de Monterrey. Estos manuscritos reportan ‘visitas’ oficiales virreinales a las haciendas y sitios que se circunscribían a la actual área metropolitana y su periferia. Este trabajo aborda tres de ellos, mismos que corresponden a las visitas hechas en los años de 1653, 1669 y 1685/86 respectivamente. Entre los datos recopilados, se menciona a los indios encomendados a cada colono español, dando así testimonio pormenorizado de la presencia indígena en la región a mediados del siglo XVII. Los datos de las visitas de 1669 y 1685/86 incluyen además cifras que indican una población de más de 1000 indios encomendados, un número bastante superior a la población española en ese momento.

El segundo estudio denominado Monterrey como centro minero, siglos XVI-XVIII de Mario Treviño, aborda una etapa crucial para el desarrollo económico de la Nueva España, noreste novohispano y particularmente, para el Nuevo Reino de León. Durante este período la minería impactó en forma trascendental en el surgimiento y desarrollo de muchos pueblos del noreste, especialmente en la ciudad Metropolitana de Nuestra Señora de Monterrey. Ésta última se convirtió en un verdadero polo de desarrollo económico, punto estratégico, político y militar para la consolidación colonial en el septentrión novohispano.

Por su parte, el trabajo de Claudia Roxana Domínguez, Un Gobierno Al- ternativo en el Nuevo Reino de León: La Junta Gobernadora (1811–1813), nos muestra como la invasión de Napoleón Bonaparte a España fue sin duda un detonante para la modernización política no sólo en el gobierno virreinal de la Ciudad de México, sino también en este reino. Las noticias sobre la invasión francesa, la deposición del rey Fernando VII y la formación de Juntas de Go- bierno llegaron al Nuevo Reino de León para ser un antecedente inmediato en la formación de la Junta Gobernadora de 1811. De esta forma, el Nuevo Reino de León se sumaría a lo sucedido en otras partes de la América española, tales como Buenos Aires y Santiago de Chile en el cono sur.

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Para Miriam Martínez Wong, una vez iniciado el proceso de institucionaliza- ción del Estado y su surgimiento, el grupo dirigente político nuevoleonés dirigió todos sus esfuerzos en ejercer la administración y control del nuevo tipo de gobierno republicano. Fue dentro del inicio de esta etapa de consolidación que la élite política se vio obligada a transitar hacia el surgimiento de los partidos políticos. Este cuarto apartado está enfocado precisamente a indagar sobre el desarrollo de los partidismos entre la élite y sus respectivos órganos de expresión, bajo el título de Efervescencia política en Monterrey: La Gazeta Constitucional y El Antagonista 1830-1831.

El quinto trabajo titulado Las Batallas por Monterrey: ruge la guerra en el noreste mexicano (1846-1848), de Eduardo Cázares, nos refiere a la situación política-social de la naciente nación mexicana durante la primera mitad del siglo XIX, así como de las situaciones internas y externas que motivaron el conflicto armado entre México y los Estados Unidos de América. De manera particular se analizan las consecuencias inmediatas que esta guerra provocó en Nuevo León, así como las coyunturas posteriores al conflicto que permitieron la creación de una red económica-cultural entre la región noreste de México y el estado norteamericano de Texas.

La Feria de Monterrey y sus espacios. Comercio e intercambio a mediados del siglo XIX, escrito por Adela Díaz, nos presenta en esta sexta investigación la feria anual de la ciudad de Monterrey a mediados del siglo XIX. Este acontecimiento era esperado con gran ansiedad y optimismo por los habitantes de esta región. La circulación de compra-venta de artículos de consumo y las actividades re- creativas dieron pie también al intercambio social y al fortalecimiento de una cultura con hondas raíces.

El séptimo estudio cuyo autor es Benjamín Galindo, se titula Amos y Sir- vientes en Nuevo León, 1820-1860. El autor presenta un esbozo sobre un tema poco tratado en el noreste en la primera mitad del siglo XIX: los mecanismos practicados por los empresarios y terratenientes para retener la mano de obra en la región. Queda claro que la mano de obra era escasa, por lo que los propietarios tanto urbanos como rurales diseñaron formas de control para evitar la migración a otras regiones de sus trabajadores. El gobierno estatal también legisló al respecto.

El siglo XIX en México fue un período de guerras no sólo internas sino internacionales. La investigación de Roberto Lara llamada Entre la traición y el patriotismo: nuevoleoneses ante la Intervención Francesa (1864), nos muestra que la progresión del ejército francés en el territorio mexicano y las relaciones

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preexistentes entre las entidades federativas y el gobierno de Benito Juárez fueron factores insoslayables. Éstos delinearon en buena medida la actitud de algunos líderes político-militares hacia la cooperación que exigía la resistencia nacional frente a la invasión. El Estado de Nuevo León presentó un regionalismo exacerbado durante el gobierno de Santiago Vidaurri. Los líderes locales Julián Quiroga, Jesús Fernández García y Ruperto Martínez, son analizados bajo la lupa del pragmatismo político del siglo XIX y no, como lo ha expresado la historiografía local, a favor de la clasificación maniquea de patriotas y traidores.

Finalmente, este libro cierra con mi contribución denominada Monterrey: cinco ejes centrales hacia la ciudad del conocimiento. La ciudad de Monterrey y su área metropolitana cumplió en los últimos doscientos años, un proceso clásico de desarrollo económico. A mediados del siglo XIX el capital comercial mostró una acumulación importante, dando paso a la inversión y creación de las primeras empresas industriales. Para 1890, el producto interno bruto de la ciudad era abrumadoramente industrial. Este esquema perduró por un siglo, dando paso a fines de la década de 1980 a la terciarización de la economía. És- to implica un cambio en el viejo tipo de trabajador industrial y la formación que se le requiere. Me refiero al cambio drástico de la tradicional formación rígida que determinaba su función laboral hasta su jubilación. Ahora aparece una forma de trabajo flexible que permite cambios de puesto de trabajo que no implica necesariamente una promoción laboral, sino subempleo. Este cambio ha sido denunciado por sus críticos como una erosión de los derechos laborales colectivos conquistados por el movimiento obrero tradicional. De cualquier for- ma es una realidad que Monterrey se ha consolidado como una ciudad media con preponderancia del trabajo especializado, del sector de alta tecnología y por supuesto sobre una economía basada en el conocimiento.

Ahora, gracias a la Universidad de Monterrey a través de su Centro de Estudios Históricos se ha logrado concretar la publicación de estas investigaciones. Estas pesquisas fueron producto de un seminario de Historia de Monterrey que contó con el apoyo del Municipio de Monterrey Administración 2006-2009, durante la gestión de Antonio Olvera Sandoval como Director de Cultura. Agradezco igualmente a don Guillermo Zambrano por su incondicional apoyo para que se den a conocer al lector estas aportaciones.

A todos ellos, con afecto, nuevamente mi reconocimiento. Así pues, ellos son conmigo, copartícipes de mi noble y sincero deseo de que en éstas páginas encontrará el lector uno de los objetivos de la historia: contribuir a que los

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jóvenes lectores tomen conciencia de la complejidad de las cuestiones históricas abordadas y de la necesidad de esquivar soluciones simplistas ante los nuevos retos del México pluricultural de hoy.

Óscar FloresUniversidad de Monterrey

Verano de 2009

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Tres testimonios de la presencia indígena

en el Nuevo Reino de León (Siglo XVII)

I

Petroglifos. Presa de la Mula, Mina, NL., Roberto Ortíz Giacomán.

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Tres testimonios de la presencia indígena en el Nuevo Reino

de León (Siglo XVII)

Wm. Breen MurrayDepartamento de Ciencias Sociales

Universidad de Monterrey

Jesús Gerardo Ramírez Facultad de Filosofía y Letras

UANL

Resumen

E l Archivo Municipal de Monterrey alberga diversos documentos que reportan ‘visitas’ a las haciendas y sitios que componen la actual área metropolitana y su periferia. En este trabajo, abordaremos tres de

ellos, mismos que corresponden a las visitas hechas en los años de 1653, 1669, y 1685/86 respectivamente. Entre los datos recopilados, se menciona a los indios encomendados a cada colono español, dando así testimonio pormenorizado de la presencia indígena en la región a mediados del siglo XVII. Los datos de las visitas de 1669 y 1685/86 incluyen además cifras que indican una población de más de 1000 indios encomendados, un número muy superior a la población española en ese momento.

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1. Características de los documentos: las “visitas” en la historia regional

Durante el primer siglo y medio de la Colonia, la presencia de una población indígena en el Nuevo Reino de León es atestiguado en documentos de diversos índoles. Entre ellos, los reportes de ‘visitas’ oficiales ocupan un lugar especial. En este trabajo, examinaremos la información que nos proporcionan tres de estos documentos en el Archivo Municipal de Monterrey. Las visitas corresponden a los años de 1653, 1669 y 1685/86 respectivamente, abarcando así un poco más de treinta años durante una etapa crítica en la colonización española y la asimilación forzada de los nativos de la región.

La visita era un procedimiento administrativo hecho periódicamente pa- ra confirmar el cumplimiento de las leyes y disposiciones reales y el pago de impuestos correspondientes a la Corona. Para cada visita, el Gobernador en turno formulaba un cuestionario y preguntas que se hacían de manera repe- titiva en cada hacienda para solicitar la información deseada. Ante un visitador nombrado por el Gobernador, el escribano tomaba nota de las respuestas y testimonio del encomendero propietario de cada hacienda, mina, u otra pro- piedad y/o de las respuestas obtenidas de algunos indígenas.

El visitador, siempre era una persona de gran confianza. Por ejemplo, en las

visitas que consideramos en este trabajo, el Gral. Juan de Zavala, quien realizó la primera en 1653, era primo y cuñado del Gobernador Martín de Zavala. La segunda, efectuada en 1669, fue llevada al cabo por el Gral. Alonso de León (el Mozo), hijo del primer cronista de Nuevo León del mismo nombre y un personaje muy importante, especialmente en las campañas militares contra los indios. La tercera, fue realizada por Juan Bautista Chapa en la jurisdicción de Monterrey y el Capitán Diego de Villarreal en la jurisdicción del Valle de Salinas, ambos de ellos personajes muy activos en la vida pública de su época. Los visitadores nunca actuaban o tomaban decisiones por su propia cuenta. Su única función era reportar información confiable y fidedigna al Gobernador y hacer las recomendaciones que consideraban pertinentes.

Cada visita se inserta en cierto momento histórico. La primera, realizada en 1653 atestigua los esfuerzos del Gobernador Martín de Zavala como promotor activo de la encomienda durante las dos décadas previas. Las visitas de 1669 y de 1685-86 coinciden con la llegada de un nuevo Gobernador, Nicolás de Azcárraga en 1669, y el Marqués de San Miguel de Aguayo en 1685/86. Ambos

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Por cuanto el principal intento de encomendar indios en este reino se fundó en que los que los tienen a su cargo les hagan enseñar la doctrina cristiana y estén y vivan según orden y disposición de nuestra santa madre iglesia sin haber otra ley sino la de su evangelio y así mismo el que los traigan vestidos y comidos y dándoles medicinas necesarias en las ocasiones de necesidad por la remuneración de su trabajo personal que me consta no les pagan los que se sirven de ellos. Ordeno y mando (...) que todas las personas que tienen dichos indios debajo de encomienda depósito u otra manera, les enseñen la doctrina cristiana y no consientan que estén amancebados, sino que los traigan a la iglesia para que reciban los santos sacramentos del bautizo y matrimonio, estando conformes las partes y así mismo tengan ropa de sayal y frazadas dispuestas para que el juez que remitiese las distribuya según la cantidad de gente que cada uno tuviere.

ARCHIVO HISTÓRICO DE MONTERREYRamo Civil Volumen 11 Exp. 17 Año de 1669

responden a las necesidades de información del nuevo gobernante ante un incremento de conflictos con los nativos y los temores de un levantamiento más generalizado más allá del territorio colonizado.

Los cuestionarios de la visita cubrían temas muy diversos, e iban desde el registro de herraduras de ganado, hasta el deslinde de terrenos. La información recabada forma una especie de retrato sistematizado de las condiciones en cada jurisdicción. Ahora bien, en lo que respecta a nuestra investigación, nos enfo- camos a aquellos aspectos relacionados con los indígenas, y, particularmente a la información que refería específicamente al cumplimiento de los deberes del encomendero hacia los indígenas. En éstas, se tocaba particularmente temas refe- rentes a la cristianización de los nativos, concretamente, en investigar el número de bautizados, de casados y, al mismo tiempo, tratar de erradicar el amanceba- miento. Por otra parte, las visitas buscaban corroborar que los encomenderos estaban cumpliendo con sus obligaciones en cuanto a proporcionar vestimenta, comida, salario y vivienda adecuada a sus encomendados. (Imagen 1 y 2).

Imagen 1

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A menudo, la evidencia registrada en estas visitas incluía el testimonio de –algunos individuos– indígenas a través de intérpretes, además de observacio- nes y pruebas directas del visitador sobre la información proporcionada, por ejemplo, en lo referente a las condiciones en las que vivían los encomendados.

Ahora bien, a pesar de su valor documental, se debe estar consciente que los reportes de visitas muestran, a final de cuentas, una imagen atípica. Es decir, ante la advertencia de una visita por parte del Gobernador u otras autoridades, es evidente que los encomenderos tenían la posibilidad de prepararse para la visita, por ejemplo, mostrando sólo aquello que coincidía con las condiciones ideales postuladas por la Ley de Encomienda. Respecto a esta situación, ya distin- tos autores han subrayado las estrategias de las que se valían los encomenderos para sortear la ley, buscando eludirla, ya sea ocultando o disfrazando lo que en realidad sucedía, tal y como señala el historiador Israel Cavazos:

Los gobernadores, personalmente o por medio de comisionados, tenían por obligación visitar las estancias y haciendas, a fin de cerciorarse de si eran bien tratados, vestidos, alimentados y adoctrinados. Los encomenderos, sin embargo, sólo presentaban al visitador aquellos indios que sabían “las

Imagean 2

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cuatro oraciones” (el credo, el padrenuestro, el avemaría, y la salve) o a los del servicio doméstico o nacidos en casa, pero no a los demás. (Cavazos 1994: 55).

Además de lo anterior, hay que subrayar que el uso de intérpretes que iban de las lenguas nativas, al náhuatl y de éste, al castellano (español) seguramente presentaba una barrera que en mayor o menor grado dificultaba la compren- sión. Aquí, vale la pena abrir un paréntesis, pues, en lo que refiere a la diversidad lingüística de la región, cabe mencionar que ninguno de los idiomas locales pa- rece haber pertenecido si quiera a la misma familia lingüística, hoy llamado “yutoazteca” de los intérpretes mexicanos traídos por los españoles (Manas- ter, 1996; Gursky, 1963 y Troike, 1963).

No obstante, y pese a lo sesgado y manipulado que puedan estar ciertos aspectos de la información, hay otros datos que resultan bastante confiables y útiles para medir las relaciones interétnicas. Atestiguan la presencia de los grupos indígenas dentro del área ya colonizada, presentando así un retrato comparativo dentro de su área de cobertura con un resumen sistemático de datos levantados con una metodología consistente. Los datos son generalmente el resultado de la observación directa de la población indígena en cada lugar.

2. Filiación, identidad y poblaciónAunque, los documentos que ahora abordamos pueden ser intervenidos

desde diversas perspectivas, en el presente trabajo, nos concentraremos sola- mente en dos tipos de información sobre la población nativa:

1. Los nombres étnicos o denominaciones de los grupos (‘naciones’) de indios reportados en cada estancia.

2. Los datos demográficos sobre la población indígena encomendada pro- porcionada solamente en las últimas dos visitas (1669 y 1685/86).

Ambos datos iluminan facetas importantes de la situación de contacto. La primera, permite establecer una distribución geográfica de la población indígena dentro de un tiempo y espacio colonizado, lo que, entre otras cosas, permite inferir el desplazamiento de muchos grupos en relación a su territorio original. Al mismo tiempo, la segunda constituye lo que podríamos considerar una especie de censo de indios, misma que permite estimar la población nativa total en la

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región y establecer una aproximación al balance etnodemográfico regional en estos momentos.

Desde nuestra perspectiva, los dos puntos antes mencionados tienen un alto grado de confiabilidad debido a las mismas circunstancias de la visita pre- sencial, aunque, por otro lado, no se debe perder de vista que existe la posibilidad de que existan confusiones y errores en cuanto a la identidad o filiación de sus encomendados. Ya que, el encomendero podía – de manera consciente o no –, modificar, alterar o cambiar el nombre del grupo al que pertenecían determina- do grupo indígena. Pues, cabe mencionar que existen decenas de documentos que se refieren a pleitos legales, en los que dos o más encomenderos, disputan “la propiedad de indios”.

En cuanto a la cantidad de encomendados, el encomendero reportaba el número de prácticamente bajo juramento ante el visitador, y el objetivo de incluir el conteo radicaba en la necesidad de precisar la población presente en las haciendas. Los mismos reportes a veces indican discrepancias y agregan da- tos colaterales al respecto que el visitador consideraba pertinentes

Las tres visitas abarcan espacios geográficos un poco distintos y con carac-

terísticas diferentes, pues, en el caso de la primera visita, ésta quedó oficialmente inconclusa. No obstante, su cobertura coincide en gran parte e incluye todas las poblaciones dentro de la actual área metropolitana (mapa 1 y cuadro 1). El mapa localiza las haciendas visitadas que hemos podido identificar y ubica los grupos de indios encomendados dentro de este espacio de acuerdo a la primera visita de 1653. Cabe mencionar que algunas de estas haciendas o estan- cias dieron origen a las cabeceras municipales actuales, como son San Nicolás de los Garza y Santa Catarina, mientras que otras conforman lo que ahora son barrios o colonias dentro de los municipios. Tal es el caso de San Marcos (Labores Viejas) al norte del Río Santa Catarina y oriente del centro de la Ciudad de Monterrey y Los Lermas, que seguramente se situaba cerca de la Colonia con el mismo nombre en el actual municipio de Guadalupe (Cavazos, 2005 y Buentello, 1987).

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Cuadro 1

Identificación de las antiguas Haciendas

Nombre antiguo Nombre contemporáneo

Hacienda de San Francisco Apodaca

Hacienda San José Benito Juárez

Hacienda del Topo de los Ayala Gral. Escobedo

Pesquería Grande García

San Antonio de los Martínez Marín

Pesquería Chica Pesquería Chica

Hacienda de San Nicolás San Nicolás de los Garza

Hacienda Santa Bárbara de los Nogales San Pedro Garza García

Santiago Santiago

Santa Catalina Santa Catarina

Mapa 1

Fuente: Tomado y modificado de la obra de Cossío (2000:22-24).

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Al comparar los tres documentos (ver cuadro 2), resaltan ciertos elementos indicativos de cambios en las relaciones interétnicas durante este tiempo. La primera visita, que registra las circunstancias ya más de 50 años después de la fundación de la ciudad de Monterrey, ya es aproximadamente dos generaciones alejadas de la primera generación de colonos. En ese lapso, la división de pro- piedades entre herederos había generado varios reacomodos y este proceso continúa en el período que abarca las tres visitas. Tanto el número de haciendas como los nombres de algunas de ellas cambian, demostrando un patrón con- sistente de concentración y consolidación entre los hacendados españoles: 30 propiedades en 1653; 26 en 1669 y 22 en 1685/86.

Fecha

Nombre del Visitador

Número de HaciendasVisitadas

Número de gruposindígenas

Población estimada

1653

Gral. Juan de Zavala

30

27

(no especificada)

1669

Gral. Alonso deLeón (hijo)

26

19

838

1685/1686

Capitán Juan Bautista y

Capitán Diegode Villarreal

22

7

857

Cuadro 2

Comparativo de las tres visitas

Fuente: Cuadro elaborado sobre la base de AHMM, Ramo Civil, Volumen 11, Visita de 1653, expediente 20 y Visita de 1669, expediente 17; Volumen 16, Visita de 1685, expe- diente 10 folios 1-11.

La población indígena también refleja los cambios registrados después de dos generaciones de contacto. Aunque su fecha de encomienda varía, todos los indios encomendados eran el fruto de campañas anteriores. En este trabajo, no pretendemos tratar estos contactos iniciales y los conflictos que surgen. Basta decir que por distintas causas, ya habían desaparecido muchos de los grupos repor- tados originalmente en la zona. La persistencia de las designaciones étnicas en

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lenguas nativas, aún después de tres generaciones, indica el grado de conflicto resistencia que perduraba como huella entre los dos grupos. Los datos de filia- ción también demuestran un patrón claro y consistente. El número de grupos reportados disminuye dramáticamente de 27 en la primera visita a solamente 7 ‘naciones’ diferentes en la última.

A pesar de esta tendencia, nuestra estimación demográfica indica una pobla- ción de más de 800 indios nativos encomendados en cada una de las últimas dos visitas, es decir, entre 1669-1685, situación que revela un dato significativo y sorprendente sobre el equilibrio demográfico. En este tiempo, la población na- tiva era todavía considerablemente más numerosa que la población de colonos españoles, una situación que parece no haber invertido hasta bien entrado el siglo XVIII. Las cifras que presentamos son derivadas en base del número de trabajadores hombres adultos reportados por cada encomendero y su identifi- cación como casados o solteros. Para los casados, se multiplicó por un número promedio de cuatro por familia para llegar a la población total estimada.

La disminución en el número de grupos puede ser el resultado de diversos factores, no necesariamente excluyentes, sino distintas facetas de un proceso complejo de aculturación. Por un lado, puede reflejar la extinción de grupos en- teros bajo las condiciones impuestas por la encomienda, es decir, la falta de re- producción biológica de una siguiente generación, situación que, dicho sea de paso, es una tendencia y conducta típica de muchas poblaciones esclavizadas en todo el mundo. A esto, hay que añadir el impacto de las campañas milita- res de exterminio efectuadas varias veces en los años iniciales de contacto, y desde luego, la propagación de enfermedades epidémicas entre una población recién asentada. La misma concentración de la población en torno a misiones y haciendas propicia la transmisión de enfermedades como el cólera, la viruela, la tifoidea entre otras, algunas de las cuales son transmitidas por los nuevos vectores de enfermedad introducidos por la agricultura y ganadería europea.

La intención de “asentarlos” y “sedentarizarlos” traía como consecuencia que los grupos nómadas del Norte de México se enfrentaban a diversas enfer- medades para las cuales no tenían defensas inmunológicas. (González, Rivera y Villalpando, 1984). Ésto, explica en parte otros datos reveladores que aparecen en los reportes de las visitas que ahora abordamos. Tal es el caso de la hacienda de San Francisco [Santiago], en donde se dice de los indios encomendados que: “…no le ha quedado ninguno y todos han muerto y del [grupo] caguiliguama no le quedan más que dos”. De igual modo ocurre en Santa Catalina [Santa

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Catarina] al señalar que: “…de los guataes que llaman ayuguamas …que no han quedado más que cuatro o cinco, porque todos han muerto”.1

Estos ejemplos, corroboran claramente que por lo menos algunos de los grupos originales desaparecieron por completo, en efecto, exterminados. Esta disminución impactaría especialmente en las primeras dos generaciones de indígenas. Para el período en consideración (1653-86), la tercera generación nativa debería representar los que en su mayoría habían adquirido las inmu- nidades necesarias para sobrevivir bajo las nuevas condiciones. Las dos visitas (1669 y 1685) no indican una disminución numérica importante en la pobla- ción total de indígenas encomendadas, pero sí documentan un cambio impor- tante en la definición étnica de esta población en el ámbito sedentario de la hacienda.

Esta redefinición étnica de ninguna manera borra la identidad indígena, pero lo identifica en nuevos términos más de acuerdo con la creciente complejidad étnica de la sociedad colonial, por lo que coincidimos con otras investigaciones que han planteado esta problemática (Sheridan, 2002). El proceso en cuestión, simplifica las categorías sin borrar la distinción fundamental entre indios y colonos, más bien adecuando los términos a la sociedad multiétnica que emergía en las haciendas y pueblos. Las visitas documentan una etapa intensiva de la asimilación forzada de la población nativa, abrumada por el influjo de nuevos colonos, incluyendo mexicanos, esclavos negros, mestizos de varias estirpes, e incluso las primeras fundaciones tlaxcaltecas en el Nuevo Reino de León.

Los datos que pormenoriza a la filiación de las poblaciones encomendadas (ver cuadro 3) identifican dos etapas en este proceso. Al principio, tenemos los numerosos apelativos en lenguas indígenas, los cuales, sabemos que corres- ponden a las bandas móviles de cazadores/recolectores que poblaron la región cuando llegaron los primeros españoles. Estas bandas, parecen haber estado ligadas por lazos de parentesco, a menudo en torno a un líder que los españoles llamaban ‘caciques’. Por lo mismo, los documentos tempranos hacen referencia a los grupos indígenas, pero identificándolos con el nombre personal del “caci- que”, añadiendo “con su gente”.2

1 AHM R.C. Vol. 11, Exp. 20.2 Existen numerosos casos de esto en los documentos del Archivo Histórico de Monterrey, y, por ejemplo, aparece de la siguiente manera: “El cacique Napayan, guachichil con su gente” (AHM, Actas de de Cabildo, Vol. 01, Exp. 01, Año de 1615).

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Cuadro 3

Grupos de indios reportados en tres visitas efectuadas durante el virreinato en el Nuevo Reino de León

Número de Grupos

1

2

3

4

5

6

7

8

9

10

11

12

13

14

15

16

17

18

19

20

21

22

23

24

25

26

27

Visita de 1653

Aguatas

Ajuyamas (alazapa)

Alazapas

Amipianes

Anayguas

Ayrayguara (borrado)

Ayguama

Ayuguama

Cacameguas

Camahanes

Canamas

Caraguiniguaras

Catoxanes

Cauyacamegua

Cauyguanas (borrado)

Cauymos (borrado)

Cocoyparas

Estenipo (alazapa)

Guarida (borrado) (9)

Guiniguaras (borrado)

Imarigui (borrado)

Mapilis (alazapa)

Moyguara

Olsigua (borrado)

Palanpo (alazapa)

Quejiniguara

Tepehuanes

27

Visita de 1669

Aita Cuiguaras

Alazapas

Aquixapo (alazapa)

Aciguaymiumo (alazapa)

Estiagenepo (alazapa)

Caramaniguara

Catujanes (2)

Capuchos (alazapa)

Guaripa (4)

Borrados (10)

Catomas (alazapa)

Guachichiles

Mapilis (alazapa)

Pericaguara (borrado)

Patiguara

Quiriquitigua

Guaycapo

Xaguime Apamona

Xinipiguara

Total de Grupos

19

Visita de 1685

Aguatas

Alazapas

Borrados

Canayito (pelones)

Guaridas

Capuches

Pelones

7

Fuente: Cuadro elaborado sobre la base de AHMM, Ramo Civil, Volumen 11.

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Sin embargo, no se debe caer en el error de considerar a cada nombre como un grupo totalmente ajeno uno al otro. Aunque aparecen un gran número de nombres indígenas en un espacio geográfico relativamente pequeño, en reali- dad, lo que los españoles llamaban ‘naciones’ eran unidades sociales autónomas que, aunque compartían una filiación en un nivel más amplio, se subdividían dentro de un territorio específico, como lo han planteado distintos investigadores (Valadez 1995; Valadez y Reyes 1997). En cuanto al tamaño del grupo, éste variaba de acuerdo a la estación del año y la consecuente disponibilidad de recursos, tal y como ocurre en otras sociedades con una economía basada en la caza y recolección.

Los nombres registrados a menudo reflejan alguna característica o recurso propio del territorio que normalmente ocupaba la banda. Por lo tanto, cuando examinamos los nombres en mayor detalle, y con las debidas precauciones teóricas, podemos identificar ciertos rasgos de la organización social de las bandas y la naturaleza de sus lugares de origen. Situación que nos permite inferir el desplazamiento que el grupo sufrió a consecuencia del contacto con los españoles, ya que, los grupos encomendados, cada vez eran llevados a las haciendas de lugares más lejanos. Por ejemplo, uno de ellos que aparece en la segunda visita, se llamaba: pantiguara que en castellano significa ‘tierra colorada’. Esta información, nos permite inferir un posible origen geográfico de este grupo, ya que, evidentemente se refiere a un tipo de suelo en particular, ya sea del oriente de Nuevo León o Tamaulipas (Ramírez, 2004).

Otro grupo se llama canaitos, que significa “pericos”. Ahora bien, en la re- gión, existen diversos géneros y especies, como es el loro tamaulipeco (Ama- zona viridigenalis) y la cotorra-serrana oriental (Rhynchopsitta terrisi), entre otros. De hecho, en otro documento se menciona al grupo llamado canaitoca, que significa ‘pericos verdes’. Es muy factible que se trate de otra especie (Aratinga holochlora), que es la más común en la región y prácticamente todas sus plumas son verdes (Ramírez, 2004). Lo anterior, además de permitirlos situarlos, o al menos acotar su radio de acción que tenía el grupo original, refleja de manera clara el conocimiento que poseían estos grupos respecto al medio ambiente y la naturaleza que les rodeaba, pues era el sostén de su adaptación y sobrevivencia.

Con el paso del tiempo y la adaptación a la vida sedentaria, estos nombres originales – tanto de lugares como de grupos – perdieron relevancia para las generaciones nacidas en las haciendas. A diferencia de muchas otras partes de México, en el noreste, no hay continuidad histórica entre el pasado prehispá- nico y el presente. Los grupos nativos y los colonos españoles compitieron

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por los mismos recursos en los mismos territorios, y la toponimia del actual paisaje nuevoleonés corresponde enteramente al mundo español. Aún las po- cas excepciones – la Mesa de Catujanos, Icamole, Huajuco, Agualeguas, Huala- huises – no preservan los nombres prehispánicos de estos lugares, sino que hacen referencia a personajes y pueblos nativos insertos en el nuevo paisaje colonial.

En cuanto a la filiación étnica de la población, lo que emerge son nombres

más genéricos que agrupan las ‘naciones’ en categorías más amplias de acuerdo a criterios culturales en común, tal como señalaba Wigberto Jiménez Moreno hace más de 60 años.

Hacia el Sur de los anteriores grupos, tenemos el de los “borrados”, cuyo nombre plantea el problema de si se trata de una denominación genéri- ca o si es un nombre específico para una tribu determinada. (Jímenez, 1943:132).

Efectivamente, a diferencia de la gran cantidad de nombres y apelativos en los idiomas autóctonos, la designación castellana de Borrados seguramente trata de un nombre genérico aplicado por los españoles, y lo mismo parece ocurrir con el de Pelones o Pintos, tal y como ya se ha planteado por diversos investigadores.

Por otra parte, en los documentos que ahora abordamos, tenemos otros grupos que aparecen en las listas, como lo son los tepehuanes y guachichiles, mismos que sabemos no eran originarios ni de Nuevo León, ni del noreste, sino que fueron desplazados y/o removidos hacia el noreste desde San Luis Potosí, Zacatecas y Durango desde finales del siglo XVI (Carrillo 1999; Campbell 1988; Adams 1991 y Jiménez 1943).

No siempre es posible determinar qué criterios utilizaron los españoles para identificar a cada quien, pero los reportes contienen algunas pistas. El uso de intérpretes en la última de las visitas indica que las lenguas nativas sobrevivían aún en la tercera generación, así que el criterio lingüístico pudo haber sido uno de estos rasgos culturales. Al mismo tiempo, el rechazo al uso de la ropa proporcionada por los encomenderos es reportado por los visitadores en varios lugares de la región. Esto podría indicar la persistencia de tradiciones compar- tidas de decoración corporal como elemento que pueden haber señalado la identidad étnica, hecho que se revela a veces en los mismos nombres adopta- dos (pelones, rayados) y que se presenta entre muchos grupos indígenas.

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En algunos casos, el reconocimiento de estos macro-agrupaciones es anti- cipado al comparar los nombres de las listas. Ciertos grupos mencionados en la primera visita son identificados con una identidad doble, ‘guaripa (alazapa)’ por ejemplo, que se convierte en la categoría genérica ‘alazapa’ en las visitas posteriores. A la vez, la última visita de 1685 identifica a alazapas y borrados ‘ladinos’ en algunas de las encomiendas del área metropolitana. Nuevamente, no sabemos con certeza en base a qué criterios se clasificaba un alazapa como ‘alazapa ladino’, pero el mismo término, ya registra de manera más precisa el impacto de la asimilación cultural, introduciendo así la siguiente etapa en las relaciones interétnicas en el Nuevo Reino de León.

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Comentario Final

Este trabajo es sólo un avance de una investigación más amplia sobre el contacto interétnico entre nativos y españoles (o más bien foráneos) duran- te toda la época colonial. Durante el episodio anterior, un número importante de la población nativa pereció en la ‘guerra viva’, pero a la vez esta resistencia nativa limitó la expansión colonial a un cierto territorio contiguo. Otra parte de la población nativa sobrevivió más allá de la ‘frontera de guerra viva’. En los episodios históricos posteriores, harán un gran levantamiento que pone en peligro a toda la empresa colonial en la región noreste, pero será el último suspiro de la resistencia nativa, ahogado por la colonización española.

El trabajo actual se enfoca en el período en medio y una parte de la pobla- ción nativa que adaptó a las condiciones nuevas del sedentarismo y formaban la mano de obra de las haciendas. Sobre esta población, los datos que proporcionan los documentos de visita nos permiten concluir que durante esta época:

1) A pesar de las pérdidas anteriores, el predominio demográfico corres- ponde a la población nativa, que excedía por mucho a la población no- nativa (española);

2) El número de grupos reportados disminuye dramáticamente.3) Este cambio se explica como efecto tanto del exterminio biológico como

una redefinición de la identidad étnica de la población nativa hacia agrupaciones genéricas más amplias ante las nuevas condiciones de la vida sedentaria; y

4) Aún con la asimilación forzada que representa la encomienda, perduran al final rasgos culturales importantes como la lengua y el vestido que identifican claramente a diversos grupos dentro de la población nativa.

Todo lo anterior, es sólo un esbozo acerca de una investigación de mayor

envergadura, por lo que sólo hemos abordado de manera general líneas temá- ticas que, sin duda, es necesario continuar analizando. Estamos convencidos que el estudio más detallado de los documentos del Archivo Municipal de Monterrey permitirá establecer la identidad y escala de estos procesos sociales y documen- tar en mayor detalle el desenlace final de la presencia indígena en el Nuevo Reino de León.

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Fuentes Consultadas

Archivos

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Monterrey como centro minero,

siglos XVI-XVIII II

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Fondo Virreinal del CEH/UDEM.

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Monterrey como centro minero, siglos XVI-XVIII

Mario TreviñoUANL

Resumen

El presente trabajo aborda una etapa crucial para el desarrollo eco-nómico de la Nueva España, noreste novohispano y particularmente para el Nuevo Reino de León. Hay que recordar que la minería durante

todo el período virreinal impactó en forma trascendental en el surgimiento y desarrollo de los pueblos del noreste del México actual, particularmente en la ciudad Metropolitana de Nuestra Señora de Monterrey. Ésta se convirtió en un verdadero polo de desarrollo económico y punto estratégico, político y militar para la consolidación de la presencia imperial en el septentrión novohispano.

Este estudio nos presenta un panorama general de la minería en esta región. Son de destacar sus principales características y su impacto regional a lo largo de los siglos XVI al XVIII.

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Introducción

La minería fue la principal actividad económica de la Nueva España; apenas consumada la conquista, muchos españoles se dedicaron a explorar con empeño el territorio colonial; había libertad para poder

adquirir, poseer y disfrutar minas por denuncia.

Cualquier persona podía explotar una veta siempre y cuando entregara un quinto de su producción al rey; a este hecho se le llamaba quintar los metales. Los principales minerales de oro y plata en el siglo XVI que se descubrieron en la Nueva España, fueron los de Zacatecas en 1546, Pachuca en 1552, Fresnillo en 1554, Guanajuato en ese mismo año y San Luis Potosí en 1592.

La actividad minera marcó la pauta en la economía novohispana. La agri- cultura siempre estuvo sujeta en un buen grado a las condiciones favorables o adversas de la minería; asimismo, los ingresos de la corona dependían en gran parte del estado en que se encontrara la extracción minera. Muchas de las poblaciones de la Nueva España surgieron a raíz de los llamados fundos mi- neros.

La minería, como actividad económica, se vio beneficiada por una con- gruente legislación que buscó eliminar cualquier obstáculo para la explotación de recursos mineros. La minería nunca acudió a los créditos que ofrecía la iglesia, ya que la actividad permitió crear una institución crediticia especial para uso exclusivo de los mineros.

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La minería novohispana recibió un gran impulso al aplicarse el llamado beneficio de patio o amalgamación, procedimiento para beneficiar la plata a través del mercurio o azogue, el cual fue introducido en la Nueva España por Bartolomé de Medina en las minas de Pachuca.

Un serio obstáculo que padeció la minería durante toda la época colonial fue el monopolio del azogue impuesto por España, ya que la producción de mercurio novohispano era muy pobre y no satisfacía las necesidades para su desarrollo, por lo cual este elemento tenía que ser importado de las minas de Perú y de Europa.

Los abastecimientos de mercurio o azogue siempre estuvieron sujetos a distribuciones arbitrarias que impactaron directamente en la producción y que generaron controles y privilegios lícitos e ilícitos en la actividad. El auge y de- caimiento de la minería generalmente estuvieron ligados a los suministros y carencias del azogue o mercurio.

En lo que se refiere a la explotación minera, la propiedad del subsuelo era exclusiva de la corona, en ese sentido la legislación minera fue más clara y precisa, ya que los propietarios de minas en la Nueva España no lo eran de la tierra, usufructuaban únicamente en su superficie, pues el subsuelo siempre fue dominio absoluto del rey, por lo tanto, la explotación minera se realizó a través de mercedes reales que obligaban al minero a pagar al monarca el 20 por ciento del producto obtenido, es decir, una quinta parte de la producción, a este impuesto se le denominó quinto real, aunque no siempre tuvo ese monto y tasación.

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1. La minería novohispanaUna explicación integral de la evolución minera novohispana debe consi-

derar tanto la suerte del mercado internacional como los elementos internos que permitieron u obstaculizaron la producción y las condiciones naturales de explotación y localización de las minas.

La conquista de nuevos territorios estuvo dirigida al descubrimiento de yacimientos mineros. El establecimiento de un sistema de presidios en el norte, así como la evangelización de los indios, procuró la estabilidad y mano de obra necesarias para el funcionamiento adecuado de los centros de explotación minera y sus áreas de abasto.

Las principales características de la producción minera española fueron:

a) Alta dependencia del suministro de azogue, el cual era escaso y caro.b) Lentitud en la generación de cambios tecnológicos en los métodos de

explotación. c) Uso combinado de sistemas de trabajo forzado y libre. d) Existencia de una casta de trabajadores calificados, relativamente bien

pagados y otra de trabajadores eventuales, mal remunerados. e) Inseguridad en la inversión, además de que quienes la realizaban, tenían

la expectativa de enriquecimiento rápido, lo que generó el abandono de las minas.

f) Necesidad de garantías en la proporción de insumos.g) El papel decisivo de la intervención del estado y de los poderes políticos

locales en la obtención de seguridad y protección.

El bajo nivel de la producción de plata novohispana se debía principal- mente a la dependencia que tuvo de las remesas de azogue provenientes de España. A diferencia del virreinato del Perú, en donde existían las minas de azogue de Huancavelica, en la Nueva España nunca se pudieron descubrir yaci- mientos importantes.

Así, para el beneficio de patio resultaron indispensables los envíos de azo- gue que se controlaron desde la península Ibérica, provenientes de Almadén en España, Indra en Yugoslavia o de la mencionada Huancavelica en Perú. Cualquier problema en los abastecimientos de mercurio provocó directamente una disminución en la capacidad de producción de plata.

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No es fácil establecer la relación entre el movimiento de la producción argentífera en la Nueva España y la de azogue de Almadén, que era la principal proveedora, pero es claro que durante los años de depresión de la producción de plata en la Nueva España, la corona enfrentó grandes dificultades con la administración y la productividad de las minas de Almadén.

En esta etapa se evidenció que el azogue era el talón de Aquiles de la minería novohispana; fue una debilidad que duró tanto tiempo como el sistema de beneficio de patio. Sin embargo, cuando las condiciones del mercado interno y externo fueron favorables, fue superable.

2. Siglo XVIEn el siglo XVI se inició la incorporación de los indígenas al trabajo de las

minas y de las actividades mercantiles ligadas a ellas. Se utilizó el trabajo vo- luntario de los indios sedentarios, en combinación con el trabajo forzado de esclavos negros e indios.

En el último cuarto del siglo XVI tomó importancia el uso de indios de repartimiento para diferentes labores, pero a raíz de un grave decrecimiento poblacional la corona se vio obligada a utilizarlos a partir de 1632 para las actividades mineras exclusivamente.

No existe una relación de tiempo directa, entre las disminuciones de pobla- ción y producción de plata, pero no hay razón para pensar que, por poca que fuera la cantidad de mano de obra utilizada en la minería, al disminuir el número de brazos disponibles para el trabajo no haya aumentado su escasez en las minas, o en todo caso, la dificultad para conseguirlos, cualquiera que fuera la forma para contratarlos.

La escasez de mano de obra empezó a sentirse desde finales del siglo XVI, particularmente en las minas del centro por la dificultad de allegarse indios de repartimiento. La ausencia de trabajadores obligó a los empresarios a buscar nuevas opciones de contratación y fue entonces cuando creció considerable- mente la utilización de operarios libres. Esto quiere decir que el descenso de la población limitó claramente las opciones de reducción del costo de los opera- rios de minas.

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3. Siglo XVIIDurante el siglo XVII tuvo lugar el llamado período de depresión en la

minería, éste permitió la reorganización en la producción, la cual tuvo con- secuencias trascendentes para el siguiente siglo. En primer lugar, se redujo drásticamente la posibilidad de explotar a las comunidades indígenas. Ésto se tradujo en un incremento del uso de trabajadores no obligados, así como en el aumento de los incentivos para atraerlos a los cada vez más alejados y aisla- dos centros mineros del norte. El decaimiento generalizado de las actividades comerciales obligó a los productores a buscar métodos para asegurar el aprovisionamiento de insumos. Las haciendas generaron mecanismos de auto-suficiencia, que les permitió retirarse del mercado en momentos difíciles. Esta forma de funcionamiento les significó al mismo tiempo, disminución en los costos en mano de obra e insumos.

Por otro lado, la disminución en las remesas de azogue a los centros mi- neros tuvo como consecuencia el mayor uso de la fundición, método que para ser rentable requería minerales de alta ley. Ello alentó la búsqueda de nuevos yacimientos y la localización de los puntos ricos de las vetas conocidas. La etapa de depresión minera, en consecuencia, fue una época de exploración territorial. Cuando se restituyeron los envíos de azogue de las minas ibéricas, el conocimiento de los recursos minerales tuvo un papel muy importante y contribuyó a definir las características del nuevo período de crecimiento.

4. Siglo XVIIIDesde finales del siglo XVIII a principios del siglo XIX, la producción minera

creció enormemente, llegando a niveles sin precedentes. Los datos de acuñación en la Casa de Moneda de la Ciudad de México no dejan lugar a dudas, además de ser el índice más confiable al respecto. El auge productivo que caracterizó al siglo XVIII queda de manifiesto en la participación de la Nueva España en la producción mundial que aumentó desde un tercio al inicio del siglo, hasta casi los dos tercios en los años previos a la Revolución de Independencia. Se trató de una época de estabilidad de precios a nivel internacional, así mismo del aumento en la demanda.

La incansable búsqueda de metales preciosos desde los primeros años de la conquista, fue parte medular de la política económica de la corona española;

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mediante el fomento de la exploración y explotación minera, ésto dio pie a la fundación de muchos pueblos a los que se les llamó reales, que llegaron a formar verdaderos polos de desarrollo dinamizando la economía del reino.

Algunas vetas se agotaron y la exigencia de metales preciosos día a día aumentó; por lo cual los yacimientos de antaño fueron insuficientes, motivando el patrocinio de nuevas exploraciones con la idea de mantener y o aumentar los niveles de explotación anteriores. Así, las tierras del norte de la Nueva España infestadas de indios bárbaros, fueron objeto de un reconocimiento más exhaustivo, ofreciendo una alternativa potencial para menguar la problemática económica de España que ante lo urgente de la situación, dio todo tipo de facilidades, legislando favorablemente y creando una política hacendaria blanda, que permitiera que la minería fuese un rubro atractivo para los emprendedores y procurando crear, un aparato militar eficiente para salvaguardar los intere- ses coloniales en las distintas regiones, conformando un clima de seguridad que propiciara el buen desarrollo de los fundos para su óptima explotación (Miró, 1990).

5. Colonización y explotación en tierra de frontera

La colonización del noreste se inició a mediados del siglo XVI, en forma progresiva pero lenta; sin embargo durante el XVIII, comenzó un gran auge a raíz de los nuevos descubrimientos de plata. Este hecho, junto con otros de menor atracción, provocó una importante corriente migratoria hacia estas regio- nes, dando lugar a la formación de nuevos reales de minas, presidios, misiones y de paso fortaleció las antiguas fundaciones con caminos y vínculos comer- ciales más estrechos.

La expansión del territorio novohispano llegó a la Alta California en el Pacífico y hasta Texas en el Atlántico. Los poblamientos, dispersos y sin estí- mulos suficientes para consolidarse, conformaron débiles fronteras sin límites. Los reales de minas más septentrionales, los presidios militares y misiones de jesuitas y franciscanos, casi nunca formaron poblaciones de más de mil habitantes, ni crearon asentamientos interdependientes, sustentados en la agri- cultura, comercio o manufactura; al contrario, prácticamente tenían que ser autosuficientes y autárquicos y procurar las condiciones necesarias para subsis- tir. Los artículos manufacturados, los utensilios para las minas y otros bienes no

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producidos en el lugar se traían del centro en caravanas que tardaban meses en recorrer la difícil y siempre peligrosa región desértica, donde merodeaban bandas de indios hostiles, además de cruzar montañas y ríos de tránsito accidentado y planicies desoladas.

Estas características ayudaron a conformar sociedades y economías distin- tas a las del centro y sur; desfilaron gambusinos y aventureros en busca de metales preciosos, soldados y capitanes con afanes esclavistas, frailes con o sin verdadera fe misionera y detrás de ellos, decenas de agricultores y ganaderos, cientos de indígenas tlaxcaltecas y tarascos. En medio del aislamiento, defen- dieron diariamente todos ellos, el socavón de las minas, la iglesia, el fuerte, el rancho, el pueblo, en fin, su forma de vida.

La entrada de los mineros hacia el norte provocó un estado de guerra que en muchos y largos períodos fue de fuego y sangre, a veces real y en otras fingido para justificar la saca de indios como esclavos por sentencias penales, única forma de esclavitud del nómada entonces tolerada. La riqueza de las minas y la guerra viva, atrajeron a multitud de aventureros con la esperanza de encontrar fortuna fácil en yacimientos o encomiendas, con riesgo de sufrir los peligros de la vida fronteriza. Llegaron también infractores de las leyes, fugi- tivos y criminales, al respecto existe abundante y variada documentación en los archivos locales.

Para mejorar el estado de guerra con los aborígenes, la autoridad colonial buscó reducir las expediciones militares y prohibió el pago por las cabelleras de los indios como prueba de que habían muerto, o su captura como esclavos. Sin embargo, los resultados generalmente fueron negativos, se trató de una guerra de subsistencia, que no admitió soluciones intermedias. La lucha con los naturales continuó prácticamente hasta su exterminio.

La nación comanche, conformada por las parcialidades de los lupes, yam- paricas y cuchanticas o cuchanec, junto con los apaches, subdivididos en navajos, chiricaguas, llaneros, mezcaleros, coyoteros, gileños, mimbreños y lipanes, se ubicaron en el norte de la Nueva España.

Durante el siglo XVIII, principalmente los lipanes cruzaron el río Bravo y llevaron sus correrías por todas las áreas pobladas del noreste del reino, esta tribu vivía de la cacería y la recolección, además del robo de ganado y el asalto a pueblos y rancherías. Durante esta etapa muchos hombres murieron en la defensa de sus familias y propiedades.

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Para el año de 1791 la Punta de Lampazos y San Carlos del Vallecillo fue- ron barridos prácticamente por miles de apaches. Por todos los poblados y rancherías quedaron regados los cuerpos de infinidad de defensores que no pudieron evitar lo violento de estas terribles incursiones en el marco de las llamadas guerras vivas.

En este período se generaron conmovedoras historias de terror, ya que

muchos hombres, mujeres y niños fueron víctimas del secuestro y asesinato. Los hombres eran llevados para esclavizarlos y torturarlos; las mujeres y niños generalmente eran obligados a integrarse a la tribu, pues los apaches gustaban de tener mujeres de piel clara como sirvientas o concubinas; asimismo, era co- mún encontrar feroces guerreros apaches blancos entre sus filas.

En general, podemos afirmar que la penetración en el noreste en busca de metales preciosos creó una historia cruenta de matanzas, sublevaciones y cautiverio de indios, en una lucha a todas luces despiadada e injusta. Un alto precio que se pagó para contar con un rosario importante de centros mineros en producción, haciendas de beneficio de metales, latifundios ganaderos, ranchos agrícolas, que posteriormente serían la base de villorrios sólidos y definidos.

Después de la fundación de la Villa de San Luis, Carvajal echó a andar fundos mineros en Salinas y Santa Catarina, sobresaliendo las minas ubicadas en el cerro de Las Mitras.

En 1598, en Pesquería Chica y Santa Lucía, Diego Rodríguez registró cuatro minas rumbo a un lugar llamado Vivanco.

En los años de 1598 y 1599, en Santiago, Diego de Montemayor el Mozo, Juan Pérez de los Ríos, Diego Díaz de Berlanga, Martín de Solís, Lucas García, Pedro Iñigo, Alfonso López de Baena, Juan López y Manuel de Mederos, eran poseedores de las minas de Madre de Dios de la Asunción, Minas de Nuestra Señora de la Asunción, Nuestra Señora de la Candelaria y cerro de San Lucas.

A mediados del siglo XVII, el Nuevo Reino de León, estaba dividido en cinco alcaldías mayores, siete misiones de indios, y dos reales de minas.

Las alcaldías estaban en Monterrey, Cadereyta, Cerralvo, Salinas y Río Blanco; mientras que las misiones de indios eran las de San Antonio, San José y Santa María en Río Blanco, además de las de Monterrey, Valle de Salinas, Hualahuises y Santa Teresa del Álamo. Los reales de minas eran el de Salinas y el de San Gregorio. Había en la región más de veinte haciendas de labor y

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criaderos de ganado con sus encomiendas, tres conventos con sus guardianes, uno en Monterrey, otro en Cerralvo y el último en Cadereyta.

Los gobernadores del Nuevo Reino de León, durante largo tiempo buscaron fomentar la minería esperando poder atraer una mayor afluencia de poblado- res. Los minerales de plata fueron en gran parte de baja ley y las minas no eran ahondables. Sin embargo, esta actividad fue importante para la economía del reino e indirectamente, para las zonas vecinas, ya que atrajo muchas personas interesadas en trabajarlas, principalmente de Saltillo, Mazapil, Sombrerete, Zacatecas, Parral y San Luis Potosí, entre otros lugares.

En 1626 Alonso Díez de Camuño tenía una mina en Santa Catarina rum- bo a Rinconada.

El Capitán Bernabé de las Casas, Marcos de las Casas y el Capitán Bernabé de las Casas el Mozo, tenían en los años de 1616 a 1627 varias minas en Salinas, conocidas con los nombres de San Diego, San Nicolás Tolentino, Nuestra Señora del Rosario, Nuestra Señora de la Candelaria, veta la Ascensión, San Francisco, San Marcos y San Bernabé.

En el Real de San Gregorio, en 1628, encontramos registros de las minas San Pedro, Cueva de Santiago y San Juan Bautista en el Cerro de la Parra, Cueva de León en el Cerro Alto, San José, cercana a la de San Agustín, La Magda- lena, Veta del Llano, San Antonio en el Cerro de San Jerónimo, San Salvador, San Isidro, San Agustín, La Peregrina, La Palomilla, La Albarrada, Ricaveo, San Cristóbal, San Lorenzo, La Deseada, Las Ánimas, La Concepción, entre otras muchas, siendo sus propietarios Pedro Botello de Morales, Martín Abad de Uría, Andrés de Arauna, Gonzalo Fernández de Castro, Juan de Sosa, Alférez Francisco de Pastrana, Adrián Maciel, Juan Cavazos, Juan Buentello Guerrero, Francisco de Sosa, Juan de Freites, Pedro Camacho y Vicente Guerra.

Del cerro de Camahaján se extrajo gran cantidad de metal en el año de 1668, pero la guerra con los indios hizo imposible formalizar los trabajos. Más tarde, en el año de 1672, se descubrieron minas en el Puesto de los Muertos, entre Monterrey y Saltillo. La fama de que eran ricas, hizo que acudieran muchas personas deseosas de explotarlas, suscitándose un conflicto de jurisdicción entre la ciudad de Monterrey y la Villa del Saltillo, el cual hizo que cesaran los trabajos iniciados. En 1674, siendo gobernador Nicolás Azcárraga, se registró actividad en las minas del Real de San Gregorio de Cerralvo, haciéndose nue- vos denuncios (Hoyo, 1979).

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En la jurisdicción de Río Blanco, al sur del reino, surgió uno de los más importantes hallazgos en esta etapa, las minas del Santo Nombre de Jesús. Sin embargo, esa bonanza no aportó beneficios significativos para el Nuevo Reino de León, ya que económicamente la zona sur quedaba dentro del perí- metro de influencia de San Luis Potosí.

En 1688 se observó gran movimiento en la saca de plata con plomo tierra afuera. Pero el hecho más importante para la historia de la minería en el Nue- vo Reino de León dentro de este período, fue la fundación de la Villa y Real de Minas de San Pedro Boca de Leones. El historiador David Alberto Cossío nos da una clara noticia de esta fundación:

Administraba el gobierno del Nuevo Reino de León Pedro Fernández de la Ventosa, por el año de 1690, cuando se fundó con 200 españoles y mestizos, el Real de San Pedro de la Boca de Leones, en terrenos cedidos por el capitán Juan de Villarreal. Éste, en compañía de Francisco Barbarigo y de Antonio González, fueron los descubridores de las primeras minas de esa comarca, considerándose entre los fundadores de lo que hoy es Villaldama (Cossío, 1925:217-219).

La noticia del descubrimiento dada por Barbarigo, y más tarde por Fer- nández de la Ventosa, sobre la nueva fundación de San Pedro de la Boca de Leones, provocó gran satisfacción en Gaspar de la Cerda Sandoval Silva y Men- doza, conde de Gálvez, no solamente por la importancia del hallazgo minero, sino porque reafirmó el dominio que por esos rumbos tenían los españoles, estableciendo una barrera a los ataques de los bárbaros que los mantenían en constante zozobra.

El alcalde mayor de la Villa de Santiago del Saltillo, Alfonso Ramos Herrera, fue comisionado para esa fundación, y diez años más tarde, fueron enviadas varias razas de indios apaches y chatapaches a establecer la misión de Santiago de Valladares, estas naciones fueron las primeras en avecindarse en el lugar.

Recién creado el Real de San Pedro de la Boca de Leones, llegaron en busca de fortuna o de trabajo, blancos e indios, procedentes de otros pueblos del reino y de Coahuila, además de las provincias del sur, donde alcanzó gran fama este hallazgo. Motivados por el nuevo descubrimiento, se trasladaron grupos de gente hábil en el trabajo de minas desde San Luis Potosí, con la idea de encontrar trabajo y fortuna. Esta fundación representó el principal acon- tecimiento durante la administración de Pedro Fernández de la Ventosa.

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En 1693, bajo el gobierno de Juan Pérez Merino, el general Ignacio de Maya, vecino de Saltillo pobló y fundó el mineral de Santiago de las Sabinas, hoy Sabinas Hidalgo, cerca de Boca de Leones, iniciando el asentamiento con veinte familias procedentes de Candela, Coahuila (González, 1975).

Uno de los aspectos más importantes para la población del Nuevo Reino de León, fue la entrada de este grupo de mineros y colonos que llegó a poblar estos reales, constituyéndose en uno de los factores más importantes para incrementar la población del Nuevo Reino de León, estos mineros de experiencia provenían principalmente de San Luis Potosí, Coahuila y Zacatecas, reconocidos como personas trabajadoras y de empuje, algunos de los cuales abandonaron la minería para dedicarse al trabajo en el campo labrando la tierra o en actividades ganaderas, conformando estancias que ayudaron al poblamiento del reino.

Entre los nuevos vecinos sobresalió el fundador de San Pedro Boca de Leones, hoy Villaldama, Francisco Barbarigo, protector de indios tlaxcaltecas y cuachichiles en el pueblo de San Esteban de Nueva Tlaxcala, aledaño a Saltillo.

El adelanto relativo de la minería con la bonanza de Boca de Leones, trajo consigo gran movimiento comercial. El madrileño Juan de Espíndola fue de los primeros en entrar periódicamente con su tren de carretas. Tra- yendo a vender efectos que iban desde el chocolate de Soconusco y prendas de la China, hasta esclavos negros y mulatos e implementos de minería. Se le guardaban consideraciones por el beneficio que reportaba a esta provincia y gozaba de los privilegios de vecino (Cavazos, 1964:8-9).

La gran inseguridad de los caminos era el mayor obstáculo para el desarrollo de la minería y el comercio, sin considerar la escasa población y su general pobreza. El que unía a Monterrey con Saltillo estaba siempre amenazado por los indios, de modo que era imposible transitarlo en los años de 1667 y 1668. Debido a las hostilidades con los naturales, Nicolás de Azcárraga prohibió en 1674 que se circulara por el camino de Río Blanco y a pesar de todos los es- fuerzos realizados para el logro de ese objetivo, el camino de la Huasteca no tenía ningún tráfico debido a las mismas circunstancias.

Durante el siglo XVIII, particularmente el año de 1717, Andrés González registró una mina ubicada en el Cerro de la Silla, provocando gran expectativa entre la población por encontrarse muy cerca de la ciudad de Monterrey, organizándose una caravana para reconocer el sitio del nuevo mineral, ese año se inició la explotación del fundo con excelentes resultados.

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Ese mismo siglo surgieron los Reales de Minas de San Antonio de la Iguana en 1757 y el de San Carlos del Vallecillo en 1766, los cuales tuvieron una gran bonanza, participando en forma complementaria en la economía novohispana.

El resto del siglo XVIII se siguieron explotando las minas de San Pedro Boca de Leones, San Antonio de la Iguana y San Carlos del Vallecillo, entre otras de menor producción y cuantía.

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Comentario Final

En el Nuevo Reino de León, durante mucho tiempo los gobernadores in- tentaron fomentar la minería por todos los medios posibles, ya que buscaban por un lado aumentar el número de pobladores y por el otro que se generara mayor riqueza, esto sobre la base de la política de la corona española. Si bien los minerales de plata en su mayoría eran de baja ley, hubo algunos reales de mi- nas que generaron gran bonanza y su riqueza impactó considerablemente en el desarrollo de muchos pueblos, principalmente de la Ciudad Metropolita- na de Nuestra Señora de Monterrey, que se convirtió en un polo de desarrollo en el noreste novohispano.

Fundación de Monterrey, Cresenciano Garza Rivera, 1946.

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Un Gobierno Alternativo en el Nuevo Reino de León: La

Junta Gobernadora (1811–1813) III

Carta Geográfica del Nuevo Reyno de León y

Texas, 1779, Fondo Virreinal del CEH/UDEM.

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Un Gobierno Alternativo en el Nuevo Reino de León:

La Junta Gobernadora (1811–1813)

Claudia Roxana Domínguez GarcíaFacultad de Filosofía y Letras UANL

Resumen

La invasión de Napoleón Bonaparte a España fue sin duda un detonante para la modernización del sistema político. El problema al que se enfrentó la sociedad española fue el vacío de poder generado por la

deposición de Fernando VII. Las ideas ilustradas que habían venido difundiéndose en Europa, hicieron posible la erección de juntas de gobierno con los propósitos de organizar la resistencia española y de detentar el gobierno español durante la ausencia del rey. Las noticias sobre la invasión francesa, la deposición del rey y la formación de dichas juntas llegaron al Nuevo Reino de León siendo un antecedente y una influencia importante para la formación de su propia Junta de Gobierno en 1811. Con el arribo de Mariano Jiménez, el Nuevo Reino de León se había adherido a la causa insurgente al instaurar un gobierno de ésta

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índole. Sin embargo, éste fue declarado ilegal al ser derrotados militarmente los insurgentes en Coahuila. De este modo los nuevoleoneses se enfrentaron una vez más al vacío de poder.

Napoleón Bonaparte

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Introducción

Sin duda la Ilustración, como sostienen algunos estudiosos, ha sido una de las formas en las que la modernidad se ha hecho presente. No obstan- te, cuando se hace referencia a la Ilustración de manera inmediata

se relaciona con los grandes pensadores franceses e ingleses, dejando de lado otras interpretaciones y apropiaciones de esa modernidad, entre ellas la visión española, que si bien no fue tan radical ha sido la influencia más visible para los territorios americanos.

Desde finales del siglo pasado los historiadores han estudiado con enfo- ques distintos la introducción de la modernidad en América. Iniciaron así los estudios sobre el desarrollo y evolución de los principales actores políticos, sociales y culturales, pero sobre todo de la transición de las ideas políticas y la conformación de una identidad propia que desembocarían en las guerras de in- dependencia, logrando de este modo el nacimiento de los llamados Estados– Nación modernos.

No obstante, es necesario señalar que la modernización de las ideas polí- ticas fue acelerada e incentivada por la situación de crisis del imperio español. Por un lado la reestructuración del imperio mediante las Reformas Borbónicas a finales del siglo XVIII causó malestar entre algunos sectores de la población americana y por otro la invasión francesa y la deposición de los monarcas españoles en 1808.

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La imposición de un monarca ilegítimo, considerado así por los pensado- res españoles, fue el principal motivo para sostener una resistencia civil aún cuando los reyes hispanos habían entregado el reino. Es de este modo que las teorías políticas acerca de un contrato social entre el rey y su pueblo, y la sobe- ranía popular propuestas años antes por los ilustrados españoles tomaron un papel fundamental para la organización de la resistencia del pueblo español, adoptando como formas provisionales de gobierno organismos representa- tivos: las Juntas de Gobierno. La Nueva España y en particular el Nuevo Reino de León no escaparon a estos procesos.

De este modo, el presente ensayo aborda la instauración de una Junta de Gobierno en el Nuevo Reino de León, que si bien fue un gobierno provisional con características particulares de acuerdo a las circunstancias propias de la provincia, es un ejemplo fehaciente de la influencia ilustrada española y del inicio de la modernización de las ideas políticas de la élite local que comenzaba a afianzar su influencia en la sociedad nuevoleonesa de principios del siglo XIX.

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1. Modernidad política: las Juntas en España y su influencia en la Nueva España

La Ilustración es para muchos el paradigma intelectual de la época mo- derna. Ernesto de la Torre la define como:

[…] una fase y un aspecto de la modernidad, esto es, del cambio de mentalidad que se produce en el mundo occidental a partir del siglo XVI, y cuyas causas y consecuencias son de muy variado tipo, pues responden a móviles culturales, religiosos, políticos, económicos, sociales, es decir, a las diversas formas de expresión de la actividad humana. […] (De la Torre, 2004: 13).

Para el siglo XVIII existían en Europa dos modelos del pensamiento ilustrado a seguir, por un lado el modelo británico encabezado por Hobbes y Locke, y por el otro el francés, el cual cuenta entre sus líderes a Rousseau y Montesquieu. Para el caso de España, se enfocó más en lograr un cambio en la educación, así como en la aplicación del método científico y racional a las actividades humanas, dejando de lado los cambios políticos, al menos en un principio. Como consecuencia de los cambios propuestos por los ilustrados se esperaba una mejora en el nivel de vida de los españoles en los ámbitos económicos y culturales. Carlos III (1759 - 1788) fue quien permitió y alentó la introducción del pensamiento ilustrado en España “[…] durante su reinado, la Ilustración ganó partidarios en el mundo español, aunque la variante hispánica no fue radical ni anticristiana como en Francia. […]” (Rodríguez, 2005: 81).

La difusión de ideas ilustradas y la relativa rapidez con la que se propagaron permitió el debate, por lo menos en algunos sectores de la población, sobre conceptos como: nación, patria, soberanía, pueblo, entre otros. Con lo cual se podían concebir formas de gobierno alternativas a la monarquía absoluta, y con ello llegar a una evolución en el pensamiento político.

El ambiente de debate e intercambio de ideas en los distintos espacios (prensa, tertulias, escuelas) propició el surgimiento de un nacionalismo español. Dicho nacionalismo reinterpretó el pasado y creó el mito de una democracia tribal ejercida por los visigodos, la cual evolucionó hasta crear una especie de parlamento que fue disuelto por los reyes absolutistas (Rodríguez: 1997).

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Posteriormente, durante la abdicación de Fernando VII, estas ideas serían la base para las formas de gobierno provisionales adoptadas por la resistencia civil en la península ibérica, y de la posterior formación de las Cortes cuyo mayor logro sería la elaboración de la Constitución española de 1812.

Siguiendo las teorías del contrato social, ninguna de las partes puede por sí sola deshacer el pacto. Por ello, aunque los reyes hubieran cedido sus derechos a favor de los franceses se consideraba un gobierno ilegítimo por no estar el pueblo de acuerdo con esta transmisión de poderes. “[…] Si el rey desaparece, el poder vuelve a su fuente primera, el pueblo… […]” (Guerra, 2000: 123) en estos conceptos llama la atención el derrumbe de la doctrina absolutista del origen divino “[…] Las teorías pactistas se imponen por el hecho mismo del levantamiento. […] la soberanía recae repentinamente en la sociedad. […] para la inmensa mayoría no se trata entonces más que de algo provisional en espe- ra del retorno del soberano, […]” (Guerra, 2000: 123).

Siendo esta la situación, el imperio español se encontraba acéfalo, y dadas las circunstancias de la guerra resultaba imperativa la formación de un gobierno provisional que encabezara la defensa de dicho imperio. Por ello comenzaron a formarse juntas de gobierno, primero en varios reinos de la península ibérica y después una Junta Central, ya que “[…] en el imaginario dominante en todo el mundo hispánico de esta época, el “pueblo”, origen de la soberanía, se piensa ante todo un conjunto de “pueblos” […]” (Guerra, 2000: 124).

Como resultado, el 25 de septiembre de 1808 se constituyó en Aranjuez

la Suprema Junta Central Gubernativa del Reino, conformada por dos represen- tantes de las juntas formadas en los reinos y provincias españolas. La formación de la Suprema Junta Central llevó a los hispanos a un debate importante, sobre todo con respecto a los territorios americanos y su representatividad, ya que exis- tían opiniones encontradas acerca de las condiciones de igualdad entre unos y otros. Aunque en un primer momento, lo primordial era conseguir el reco- nocimiento y apoyo de los territorios americanos en la lucha contra el invasor francés, y por consiguiente, el reconocimiento a este gobierno temporal.

Para el caso de América, existían divergencias entre sus pensadores: la mayoría propugnaba por un cambio pacífico, recurriendo como justificación a elementos tradicionales (el mito visigodo, la defensa de la religión católica y la ampliación de la élite sin que ésta desapareciera) para hacer frente a la ti- ranía francesa, motivados también por el horror que les provocó el radicalismo de la Revolución Francesa. Otros comenzaban a hablar de cambios más profundos como el autogobierno e incluso la independencia de la metrópoli*. Con el

* Entre ellos podemos mencionar a Jacobo de Villaurrutia, Francisco Primo de Verdad y al más radical, fray Melchor de Talamantes.

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avance de los acontecimientos tanto en la península como en los territorios americanos, los movimientos políticos fueron militarizándose y por lo tanto se radicalizaron dando como resultado las revoluciones de independencia ame- ricanas.

Al estar enterados de las acciones de los compatriotas ibéricos, surgió entre la élite gobernante y algunos de los ilustrados novohispanos la discusión sobre qué forma de gobierno debería adoptarse temporalmente. Como parte de los debates se formaron dos posturas claramente opuestas: La primera, represen- tada por la élite española gobernante, en su mayoría europea, quienes optaban por mantener lo ya establecido: “[…] El presente estado de las cosas, nada ha alterado el orden de las potestades establecidas legítimamente y deben todas continuar como hasta aquí […]” (Rodríguez, 1997: 41), en general ésta era la postura de la Audiencia de la Nueva España.

Por otro lado los criollos, específicamente los integrantes del Ayuntamiento de la Ciudad de México, basaban su postura en tres argumentos principales: la Nueva España como un reino y no como una colonia; la soberanía popular en ausencia del rey; y el derecho a convocar a un congreso de ciudades en donde la primera sería la de México (Rodríguez, 1997). Para el 19 de julio de 1808 el Ayuntamiento sostenía que “[…] el Reino de Nueva España estaba represen- tado por sus tribunales superiores, por las ciudades que lo constituían, el clero y la nobleza. […]” (Rodríguez, 1997: 42), asimismo, le propuso al virrey José de Iturrigaray la conformación de una junta integrada por estos mismos para que gobernaran la Nueva España.

Para el 3 y el 5 de agosto de 1808 el Ayuntamiento solicitó al virrey se in- tegrara una junta con las principales autoridades. Como resultado, y a pesar de la oposición de la Audiencia, Iturrigaray convocó a las principales autoridades de la Ciudad de México a 4 sesiones, estas juntas se llevarían a cabo los días 9 y 31 de agosto, así como el 1 y 9 de septiembre. Las reuniones servirían de prueba antes de convocar a juntas a nivel nacional (De la Torre, 2004 y Rodrí- guez, 2005). Las acciones del virrey parecían sugerir una inclinación hacia los criollos, lo cual creó desconfianza entre los miembros del Real Acuerdo.

Las discusiones fueron intensas, en ellas se presentaron distintas teorías y formas en las que Nueva España podía ser gobernada. Algo que es importante señalar es la presencia de representantes enviados por la Junta de Sevilla y algunas cartas de la Junta de Oviedo, las cuales buscaban el reconocimiento como autoridades interinas de Fernando VII;1 esto último confirmó la idea de

1 Para este tiempo, en España todavía no se ponían de acuerdo las distintas juntas surgidas en las provincias españolas para formar una Junta General de Gobierno y coordinar los esfuerzos de la resistencia civil.

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La Nueva España, la religión y la castellanización de los indiosarteyliteratura.blogia.com/ upload/20070221162.

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que había anarquía en España y la necesidad de llegar a acuerdos para de este modo crear una forma de gobierno provisional propia (De la Torre, 2004 y Rodríguez, 2005). Las discusiones llegaron al punto de proponer un auto- gobierno en manos de los representantes del pueblo.

Resulta necesario puntualizar que la discusión no sólo era entre europeos y criollos, sino que al mismo tiempo existían tensiones centro-provincia en los dos puntos económico-políticos que tenía la Nueva España (la Metrópoli y la Ciudad de México). La postura del Ayuntamiento coincidía con las acciones de los españoles de la Madre Patria.

[…] reflejó la histórica lucha que, en España se libraba entre las provincias y el poder central – entre la autonomía regional y el centralismo castellano. Los novohispanos, al igual que los catalanes, creían que sus intereses debían prevalecer sobre los de Nueva España alababan al rey, pero cen- suraban el mal gobierno (Rodríguez, 1997: 42).

Los acuerdos a los que se llegaron como resultado de estas primeras juntas en la Ciudad de México fueron los siguientes: se reconocía a Fernando VII como go- bernante legítimo y al virrey como su representante legítimo en la Nueva España, asímismo se repudiaba a Napoleón como gobernante. Sin embargo, las posturas del Ayuntamiento y de la Audiencia se radicalizaron y resultaron irreconciliables.

Además, el que Iturrigaray accediera a las peticiones del Ayuntamiento, convenció a la Audiencia de que estaba a favor de estos. Alarmados porque posiblemente perderían todos los privilegios que tenían, organizaron un golpe de estado encabezados por Gabriel de Yermo el 15 de septiembre de 1808. José de Iturrigaray y todos los miembros del Ayuntamiento fueron apresados. El mariscal de campo Pedro de Garibay fue erigido virrey.

De este modo, el primer intento para constituir juntas de gobierno provi- sionales como los súbditos de la península se vio frenado. Como consecuencia las discusiones de gobiernos alternos fueron llevadas a la clandestinidad, dando origen a las primeras conspiraciones criollas. Entre las más conocidas podemos mencionar a la conspiración de Valladolid encabezada por Mariano Michelena y la de Querétaro lidereada por Miguel Hidalgo. La primera fracasó en su intento de iniciar una revolución, cosa que consiguió la segunda.

Más adelante, ya en el marco de la insurgencia, después de que los princi- pales caudillos fueron apresados y asesinados, Ignacio López Rayón y José María Morelos y Pavón propusieron la instauración de una junta para la uni-

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ficación y organización de los cabecillas insurgentes dispersos después de la muerte de Hidalgo. Dicha junta se instauró el 19 de agosto de 1811 en Zitácuaro con el nombre oficial de Suprema Junta Nacional Americana (Guzmán, 1994).

Los acontecimientos anteriormente analizados nos brindan una idea de la repercusión de la modernidad en el pensamiento político en España y Nueva España a principios del siglo XIX. Sin embargo, a nivel regional la introduc- ción de la modernidad política tuvo características especiales, de acuerdo al contexto de la provincia.

2. El Nuevo Reino de León a principios del siglo XIX

A finales del siglo XVIII, el Nuevo Reino de León formaba parte de las Provincias Internas de Oriente y de la Intendencia de San Luis Potosí como parte de la reorganización territorial y administrativa implantada por las Re- formas Borbónicas. El modesto progreso económico del Nuevo Reino de León durante el siglo XVIII le permitió competir con San Luis Potosí y Saltillo por la sede del obispado, lo cual significó un gran adelanto para esta provincia ya que trajo consigo cierto impulso cultural y social que sólo la Iglesia como institución podía generar en ese momento. Asimismo, para finales del siglo XVIII y principios del XIX afianzaron su influencia algunas familias nuevoleo-nesas en la sociedad colonial, generando de este modo a las élites económicas y políticas que dominarían a lo largo del siglo XIX. Estos grupos tenían la posi-bilidad de acceder a la educación, algo fundamental para la difusión de ideas y de modos de vida.

Mientras los notables del Nuevo Reino de León intentaban detener las incursiones extranjeras y los ataques indios, para procurar un ambiente propicio para la economía y la expansión de la población; las autoridades virreinales estaban preocupadas por combatir la corrupción del régimen anterior y sobre todo tener un mayor control fiscal. Sin embargo, los acontecimientos ocurridos en España en 1808 provocaron una reacción común de las autoridades y los pobladores: la defensa del imperio ante el invasor.

A pesar de la lejanía física y de interés entre el Nuevo Reino de León y la Ciudad de México, y más aún, de la Metrópoli, las noticias sobre la invasión francesa a España y la deposición del Rey llegaron relativamente pronto a estos

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territorios y durante todo el conflicto se mantuvo el flujo de información. Las primeras noticias se registraron en las actas de cabildo de la ciudad de Mon- terrey. En la sesión del 20 de agosto de 1808 el Ayuntamiento fijó su postura ante esta situación de la siguiente manera:

[…] =Excelentísimo señor= Luego que esta ciudad tuvo la plausible noticia de la exaltación al trono de nuestro amado soberano el señor Dn. Fernando Séptimo, llena de júbilo y alegría prorrumpió en vivas demostraciones del afecto que es con-natural hacía sus monarcas y sólo esperaba para acordar las disposiciones correspondientes a recibir las superiores orde- nes de Vuestra Excelencia. En este estado se hallaba cuando los papeles públicos ha visto las fatales acaecimientos de nuestra Monarquía que le han llenado del más vivo dolor, manifestándolo todos en sus semblantes y discursos y aunque no manifestó a Vuestra Excelencia como la han hecho otras ciudades la disposición con, que se halla de sacrificar todos los bienes y personas de sus individuos en defensa de sus monarca de la Patria y de la Religión, no dude Vuestra Excelencia que animada siempre de los mismos sentimientos de esa Capital ha estado y está pronta a ejecutarlo siempre que llegue al caso, pués ninguna de las ciudades del reyno, le excede en el amor a la Patria en la lealtad para con sus soberanos, ni en los vivos deseos de conservar intacta la religión que heredó de sus padres. En este concepto procederá juntos a levantar pendones, y hacer las demostraciones públicas de alegría y júbilo en la proclamación de Nuestro Augusto Soberano que sean compatibles con el actual estado a que ha dejado reducida la fatal esterilidad que ha experimentado en los dos años anteriores. […]2

Con lo anterior podemos decir que la provincia se mantuvo al tanto de los acontecimientos en la Madre Patria por medio de bandos y comunicados enviados desde México. En ellos se copiaban las disposiciones emitidas en Es- paña sobre la resistencia civil, y lo más importante, sobre la formación de gobiernos alternos y su evolución hasta llegar, en primer lugar a la instauración de la Junta Suprema de Gobierno,3 después al Consejo de Regencia, y también todo lo referente a la convocatoria para la elección de Diputados para las Cortes.

2 AHM. Fondo Ciudad Metropolitana de Monterrey (Segunda Época). Sec. Actas. Colección Actas de Cabildo. Vol. 3, Exp. 1808/04. 20 de agosto 1808. Oficio dirigido al Virrey Iturrigaray.3 Cuando el gobierno provisional español estuvo legitimado e instauró su aparato de comunicación con las colonias para dar a conocer de manera oficial las disposiciones de dicho gobierno, emitió las Gacetas de la Regencia. En el Archivo Histórico de Monterrey se encuentra una colección importante y numerosa de ejemplares de este medio impreso. AHM. Fondo Ciudad Metropolitana de Monterrey (Segunda Época). Secc. Gacetas y Periódicos. Colección Impresos.

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Por ello se puede decir que las autoridades virreinales se preocuparon por mantener un flujo de comunicación fluido, bajo las reservas de la condición de las comunicaciones en esa época. Muestra de ello son todos los bandos y correspondencia proveniente de México, de España, e incluso de Cuba,4 salvo el caso del debate suscitado entre la Real Audiencia y el Ayuntamiento de la Ciudad de México. De este modo la Provincia del Nuevo Reino de León se en- teró de la instauración de la Suprema Junta Central Gubernativa que gobernaría en lugar de Fernando VII,5 y le juró lealtad el 7 de abril de 1809.6

Del mismo modo, el 23 de mayo de 1810, se realizó el juramento de lealtad al Supremo Consejo de Regencia de España e Indias, que fue la instancia que gobernó en lugar de Fernando VII después de que se disolvió la Suprema Junta Central Gubernativa.7 Ese mismo año se convocó a las provincias a elegir diputados ante las Cortes. El Nuevo Reino de León fue incluido en la lista de provincias que debían tener representante.

En las actas de cabildo de Monterrey, siendo ya gobernador Manuel de Santa María, se registraron los procesos de elección de diputados, siendo electo el licenciado Juan José de la Garza, quien fungía como lectoral de la Catedral.8 Poco después de las noticias sobre la Diputación Provincial y todos sus efectos, llegaron al Nuevo Reino de León las noticias del inicio de la insurgencia en el bajío novohispano. Las noticias fueron alarmantes, sobre todo al anunciar el avance de Hidalgo y sus tropas hacia las Provincias de Oriente.

A pesar de los esfuerzos del gobierno de Nuevo León para detener el

avance insurgente le fue imposible. Además para finales de 1810 y principios de 1811, Juan Ignacio Ramón, uno de los principales jefes militares encarga- dos de la defensa del Nuevo Reino de León había entablado comunicación con Mariano Jiménez, quien lideraba la avanzada insurgente, convenciéndolo de que la causa que ellos siguieran era legítima:

4 Existe un bando en el cual el Gobernador Pedro de Herrera publica noticias sobre los acontecimientos de la guerra en España. Pareciera que la publicación de este tipo de noticias era con el fin de despertar el patriotismo y de este modo promover la cooperación para el sostenimiento de esta guerra. AHM. Fondo Ciudad Metropolitana de Monterrey (Segunda Época). Sec. Gacetas y Periódicos. Colección Bandos. Vol. 1, Exp. 14, fol. 6. 12 de marzo de 1809. Incluso se publicó un bando en donde informaban sobre el buen estado de salud del Rey aún en su cautiverio. AHM. Fondo Ciudad Metropolitana de Monterrey (Segunda Época). Sec. Salud. Colección Bandos. Vol. 1, Exp. 14, fol. 19. 20 de agosto de 1809.5 AHM. Fondo Ciudad Metropolitana de Monterrey (Segunda Época). Sec. Gacetas y Periódicos. Colección Bandos. Vol. 1, Exp. 14, fol. 7. 18 de marzo de 1809.6 AHM. Fondo Ciudad Metropolitana de Monterrey (Segunda Época). Sec. Actas. Colección Actas de Cabildo. Vol. 3, Exp. 1809/07. 7 de abril de 1809.7 AHM. Fondo Ciudad Metropolitana de Monterrey (Segunda Época). Sec. Actas. Colección Actas de Cabildo. Vol. 3, Exp. 1810/07. 23 de mayo de 1810.8 AHM. Fondo Ciudad Metropolitana de Monterrey (Segunda Época). Sec. Actas. Colección Actas de Cabildo. Vol. 3, Exp. 1810/10 y 1810/11. 14 y 19 de junio de 1810.

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Americanos:

¿Es posible que hayáis de tomar las armas en contra de vuestros hermanos que están empeñados con riesgo de sus vidas en libertaros de la tiranía de los europeos, y aun de ser esclavos suyos? No conocéis que esta guerra es solamente contra ellos; y, por tanto, es una guerra sin enemigos, que pronto concluiría si vosotros no les ayudarais á pelear? […] Es necesario que quitemos el mando y el poder de las de los europeos: esto es todo el objeto de nuestra empresa, para lo que estamos autorizados por la voz común de la Nación, y por los sentimientos que se abrigan en los corazo- nes de los criollos; aunque no puedan expresarlos todavía en aquellos lugares en donde están bajo la dura servidumbre de un gobierno tirano y arbitrario, deseosos de que se acerquen nuestras tropas á desatarles de las cadenas que les oprimen.9

No se sabe de manera certera si Juan Ignacio Ramón, y poco después el gobernador Manuel de Santa María, se unieron al movimiento insurgente porque estuvieran de acuerdo con la idea de la independencia o si fue para evitar la toma violenta de la ciudad. Lo cierto es que Jiménez entró a la ciudad el 26 de enero de 1811 en medio de la aceptación y el regocijo popular. En cuestiones de gobierno, Jiménez no tomó el control del mismo, sino que se designó como gobernador a Santiago Villarreal, ya que Santa María y Ramón se unieron al ejército insurgente.

Este gobierno interino duró muy poco tiempo ya que el ejército insurgente

y sus principales líderes fueron capturados en Acatita del Baján el 21 de marzo de ese mismo año. Quienes hicieron posible esta captura fueron, según la his- toriografía regional, Ignacio Elizondo y el obispo José Feliciano Marín y Porras, personajes claves en la contrarrevolución nuevoleonesa (Vizcaya, 2003).

3. La Junta Gobernadora, una alternativa de gobierno

La llegada de las noticias de la crisis de la monarquía española, de la re- sistencia civil contra los invasores, y por último, el desarrollo de la insurgencia en el Nuevo Reino de León propiciaron cambios importantes en la gobernabilidad del territorio. Estos cambios desembocaron en la implementación de formas de

9 Mariano Jiménez citado en Garza Cantú, Rafael (1995). Algunos Apuntes acerca de las letras y la cultura de Nuevo León en la centuria de 1810 a 1910. Reimpresión. Monterrey: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes – Gobierno del Estado de Nuevo León. p. 114.

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gobierno provisionales con características propias, poniendo en evidencia las formas del pensamiento nuevoleonés.

Con la llegada de Mariano Jiménez y la insurgencia al Nuevo Reino de León la estructura de gobierno sufrió modificaciones importantes. Las dos prin- cipales instancias de gobierno locales renunciaron a sus puestos para unirse al ejército insurgente dando lugar a un vacío de poder. Para llenarlo, Jiménez, como oficial de mayor rango, nombró a Santiago Villarreal como gobernador interino en enero de 1811. La población en general aceptó el cambio de auto- ridades sin resistencia violenta. Sin embargo, las autoridades insurgentes estu- vieron poco tiempo en funciones debido a la captura de los principales jefes independentistas en las Norias de Baján unos días después.

Al regresar la provincia al régimen colonial realista, sucedió algo suma- mente interesante, el gobernador Santiago Villarreal renunció a su cargo por considerarse éste ilegítimo.10 Entonces la provincia vivió el mismo dilema que España al encontrarse sin monarca y que la Nueva España al enterarse de la deposición del Rey, ¿Quién va a gobernar ahora? La instancia que podía nombrar un gobernador legítimo era el virrey o el rey. Debido a la guerra las comunica- ciones eran sumamente difíciles, impidiendo el nombramiento de un nuevo gobernador.

Ante este dilema, el síndico procurador Francisco Antonio Farías propuso la instauración de una Junta de Gobierno tal y como se hizo en España, conformada por cierto número de notables quienes gobernarían de manera provisional hasta que las comunicaciones con el centro fueran posibles. Este ejercicio político demuestra la introducción del pensamiento político moderno. Sin embargo, más que teórico resultó práctico debido a que la motivación principal de la élite nuevoleonesa al aceptar formar la Junta era el responder a una problemática inmediata, muestra de ello era su empeño en dejar claro el carácter temporal de la misma, su desvinculación con la insurgencia y su lealtad a las principales instancias de gobierno hasta ese momento legítimas. Esto último se puntualiza en el documento titulado Plan de una Junta Provincial que debe formarse en la ciudad de Monterrey capital de la Provincia del N.R. de León.11

10 AHM. Fondo Ciudad Metropolitana de Monterrey (Segunda época). Sec. Correspondencia. Colección Correspondencia. Vol. 129, exp. 1, fol. 2. 1 de abril de 1811.11 AGENL., Fondo Colonial. Sec. Guerra de Independencia, Caja 3. 1811.

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En la propuesta elaborada por Farías, se distinguen tres aspectos princi- pales: la justificación de la instauración de la Junta y su postura ante la insur- gencia, la preocupación por la seguridad y pacificación de la provincia y las primeras disposiciones en materia de gobierno.

La Provincia de el Nuevo Reino de León gobernada y dirigida por esta capital, ha dado en todos tiempos los más claros testimonios de su fir- meza y adhesión á la sacrosanta católica Religión que profesa; de su fi- delidad y amor á nuestro católico Monarca el Sor. Don Fernando 7° que Dios prospere, y á los supremos y superiores Magistrados legítimamente constituidos en su Real Nombre; y últimamente de el celo é interés que toma en beneficio de la Patria común, y la suya propia.

Estos nobles sentimientos, á excepción de lo tocante al Dogma, sola- mente podrá sofocarlos una fuerza irresistible y de tal suerte poderosa que hiciera inútiles los sacrificios de la vida, y haberes de sus habitantes. Tal ha sido la que acaba de sufrir esta ciudad y su provincia; pero corriendo de publico y notorio la voz de que los Jefes de la Insurrección han sido presos en Coahuila, y sus ejércitos destruidos por todas partes, de lo que se nos presentan cada día indicios muy manifiestos, juzga el Procurador haber llegado el caso de sacudir el infame yugo de la opresión, y de recobrar nuestra antigua libertad, volviendo a proclamar seguir y obedecer a nuestro antiguo legitimo Gobierno, en el que solamente podremos hallar un seguro asilo, y la sólida prosperidad de nuestras Arcas y Hogares.12

Para la instauración de esta Junta de Gobierno se le pidió autorización tanto al intendente como al virrey, los cuales dieron su aprobación siempre y cuando el carácter de la misma fuera temporal.13 Parte de la justificación utili- zada se fundamentaba en su carácter provisional y de subordinación al Rey, las autoridades y leyes vigentes, la religión y los intereses de la Patria.

Según el plan que propuso Farías, la Junta debería estar constituida por seis vocales y un presidente. Las personas elegidas no debieron mostrar ninguna simpatía por el gobierno instaurado por los insurgentes, del mismo modo no lo harían con la causa que estos últimos defendían.

Esta Junta estuvo conformada por Blas Gómez de Castro, presidente; Bernardo Ussel y Guimbarda, vicepresidente; José León Lobo Guerrero; José Vivero; José Valera; Melchor Núñez de Esquivel; Antonio Silverio de Berridi y

12 Ibidem.13 AGENL., Fondo Colonial. Sec. Guerra de Independencia, Caja 4. 22 de abril de 1811, este documento fue firmado por Félix Ma. Calleja. Otro documento emitido en Zacatecas el 29 de abril de 1811, informa a los miembros de dicha junta el visto bueno del virrey.

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Francisco Bruno Barrera Gómez de Castro (Galindo, 2005: 44), quienes tuvieron que replantear su postura ideológica ya que, si bien no ejercieron cargos públi- cos durante el periodo en el que el Nuevo Reino de León adoptó la insurgencia, tampoco opusieron resistencia a la llegada de los insurgentes y adoptaron como propia su causa. Al ser éstos últimos derrotados, y volver al antiguo régimen, se vieron en la necesidad de repudiar las ideas revolucionarias insurgentes, cambiando de postura radicalmente. Este cambio de postura pudo ser motivado por la necesidad de proteger los intereses económicos, políticos y hasta cierto punto militares de la provincia, por encima de los de la colonia o de la nueva nación proyectada por la insurgencia.

Las primeras disposiciones de la Junta en materia de seguridad fueron, en primer lugar, la deposición voluntaria de todos los funcionarios nombrados por los insurgentes ofreciéndoles no sólo la amnistía, sino proteger su reputación. Igualmente para la defensa del territorio era necesaria la formación de milicias las cuales requerían de equipamiento para el combate. Dada esta urgencia la Junta ordenó la entrega de todas las armas que los pobladores tuvieran en casa, así como las municiones, todo bajo inventario con la promesa de devolverlo a sus dueños. Asimismo, y dada la experiencia en el Bajío, se tomó la decisión de vigilar y en algunos casos prohibir todo tipo de reuniones, en especial después de las 9 de la noche.

En materia de gobierno, ordenaron informar a la población por medio de bandos y cordilleras sobre la instauración de la Junta y las condiciones en la que fue establecida.14 Como parte de las medidas para informar a los ciudadanos, se dispuso, junto con el Cabildo Eclesiástico, seguir con los protocolos habituales para el reconocimiento de las nuevas autoridades. De igual manera, se declaró que el trato hacia la Junta sería el de Señoría, sin embargo, de manera individual, los vocales tendrían el mismo estatus que los miembros de los cabildos.

El acuerdo con el Cabildo Eclesiástico, así como la puntualización en los tratos y en el estatus con respecto a los poderes locales que pudieran oponerse o desconocer a la Junta fueron necesarios para evitar problemas internos y luchas de poder entre las instituciones vigentes. Debido a la inestabilidad y la insegu-

14 AGENL., Fondo Colonial. Sec. Correspondencia de Primeros Alcaldes de Lampazos, Caja 1. 3 de abril de 1811. Este bando contiene los mismos puntos que el plan propuesto por Francisco Antonio Farías, sin embargo, lo importante de este documento, es la difusión del discurso oficial. Otro punto importante es que se dan a conocer los nombres de quienes conforman la Junta y los cargos que desempeñarían en ella. Ver anexo 1.

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ridad de la provincia, los miembros de la Junta decidieron que lo más conveniente era el tomar posesión, además de la gobernabilidad y la administración pública del reino, de los ramos de hacienda, seguridad e impartición de justicia.

La protección hacia los españoles peninsulares que habían sido desplaza- dos debido a la llegada de los insurgentes era prioritaria. La población española europea era muy importante en la sociedad nuevoleonensa de principios del siglo XIX. La mayoría de los funcionarios y comerciantes eran peninsulares, y esto lo observaron los miembros de la Junta, por ello se comprometieron a ga- rantizar su seguridad y la de sus bienes. Pero al mismo tiempo, para obligarlos a regresar amenazaron con confiscar sus propiedades y retirarles el permiso de residencia.

Asimismo, los miembros de la Junta publicaron un escrito en donde le ex- plicaron a los habitantes del Nuevo Reino de León que después de la expulsión de los insurgentes la formación de la Junta era de extrema necesidad para man- tener el orden en la Provincia y dieron a conocer las acciones y actitudes de esta instancia de gobierno de esta manera:

Instalose esta, y desde aquel feliz momento ha trabajado sin intermisión en restituir la paz y seguridad de la Provincia con la observancia de las Leyes: en buscar con el mayor empeño los auxilios, y medios de defensa para en caso de un nuevo ataque de los enemigos: en levantar, y armar tropas para el mismo efecto; en preparar remontas, víveres, y municiones; en ocupar con avanzadas aquellos puntos más expuestos dejando a la Capital una fuerza respetable para acudir con esta a donde la ocasión lo requiriese como lo ejecutó con la división que dirigió a Labradores para socorrer aquel valle amenazado por la facinerosa chusma de que fuera caudillo el temerario e infame lego villeria, todas las operaciones se han comunicado al superior Gobierno que ha tenido la bondad de aprobarlas y declararlas eficaces, en esta virtud cual pensáis había sido la sorpresa, y conjunción de la Junta, cuando ha llegado a entender que se le sindican sus providencias con notable aturdidad pues unos las graduan de lentas y demasiado suaves, y otros las califican de arbitrarias, y sin concierto haciendo al público en general motor de esta importuna y sediciosa murmuración de su Gobierno: […]15

Como parte de las providencias para mantener la paz en la provincia, la Junta prohibió las expresiones de criollos en contra de peninsulares y viceversa bajo pena de sepo (sic) y cárcel.16 Otras disposiciones de dicha Junta, importantes de

15 AGENL., Fondo Colonial. Sec. Correspondencia de Primeros Alcaldes de Lampazos, Caja 1. 10 de Junio de 1811.16 AGENL., Fondo Colonial. Sec. Correspondencia de Primeros Alcaldes de Lampazos, Caja 1. 10 de Junio de 1811.

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señalar, fueron las medidas para evitar la vagancia, algunos señalamientos sobre la relación patrón - empleado;17 instrucciones sobre la regularización del abasto de carnes en referencia a los lugares de matanza, los días y quienes deberían hacerlo18 y la normalización de la producción de mezcal de manera especifica, los impuestos de producción y comercialización que estos debían cubrir.19

A pesar del trabajo y las disposiciones de la Junta Gobernadora por man-

tener la paz en el Nuevo Reino de León, éste permaneció militarizado hasta el fin del periodo independentista ya que si bien no existieron grandes regimien- tos insurgentes, si se llevó a cabo una guerra de guerrillas en donde el Nuevo Reino de León servía como punto estratégico para movilizar los ejércitos realistas hacia Nuevo Santander y Texas. En este período surgieron algunos líderes insur- gentes locales como José Herrera y Policarpo Verástegui, sin embargo, estos líderes carecían de un plan ideológico militar sólido.

La Junta Gobernadora estuvo en funciones hasta 1813 cuando fue nom- brado el gobernador Ramón Díaz de Bustamante. La Junta sirvió como media- dora entre la población y las autoridades realistas encabezadas por Joaquín de Arredondo, quien adquirió un carácter despótico.

Es preciso resaltar lo novedoso de este plan ya que anteriormente, quien to- maba las riendas del gobierno de la provincia al estar ausentes el gobernador y el teniente de gobernador era el Ayuntamiento de Monterrey,20 procedimiento que se dejó de lado en esta ocasión. Desgraciadamente no hay documentos que constaten el porqué se tomó la determinación de no seguir con la tradición y formar la Junta.

A pesar de ello, y debido a la copiosa correspondencia recibida desde Es- paña21 en donde se informaba detalladamente sobre la crisis monárquica, puede inferirse que esas noticias fueron la principal influencia para la adopción de una Junta como forma de gobierno provisional. Esta influencia resultó más notoria y directa que la que pudiera ejercer la independencia de las colonias inglesas o la Revolución Francesa.

17 AGENL., Fondo Colonial. Sec. Correspondencia de Primeros Alcaldes de Lampazos, Caja 1. 9 de Agosto de 1811. Ver anexo 2.18 AGENL., Fondo Colonial. Sec. Correspondencia de Primeros Alcaldes de Lampazos, Caja 1. 9 de Agosto de 1811.19 AGENL., Fondo Colonial. Sec. Correspondencia de Primeros Alcaldes de Lampazos, Caja 1. 6 de Noviembre de 1811.20 Génesis y Evolución de la Administración Pública en Nuevo León, 2005.21 Ejemplares de las gacetas españolas pueden consultarse en el Archivo Histórico de Monterrey, el fondo Ciudad Metropolitana de Monterrey (segunda época), colección impresos.

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Comentario FinalEl cambio en el pensamiento político puede ser considerado un indica-

dor de la modernización de una nación. En el caso del imperio español esta modernización se vio incentivada por las condiciones económicas, políticas y bélicas que atravesó a principios del siglo XIX. Por otro lado, la adopción de las Juntas de Gobierno como formas alternativas y provisionales de gobierno a falta de uno legítimo, muestra que la teoría política española era distinta de la francesa y la inglesa, aun cuando no puede negarse la influencia de éstas últimas.

En el caso de la Nueva España, al conocerse la situación del imperio ante la invasión francesa, un sector de la población trató de seguir las pautas de las juntas de gobierno en la península ibérica, aunque no tuvo éxito en un primer intento. Por otro lado, la historiografía ha estudiado con detenimiento el fallido intento del Ayuntamiento de la Ciudad de México por establecer una Junta de Gobierno, así como el caso de San Antonio del Bejar, que en efecto logró instaurar una junta de notables en el período de la contrarrevolución a finales de 1813; por último, también se ha analizado la erección de Juntas por parte de los insurgentes para la organización de la lucha. Sin embargo, la Junta Gobernadora había permanecido en el anonimato siendo ésta la pri- mera instaurada en la Nueva España, y en la cual encontramos la influencia ibérica de las primeras juntas.

Los notables de la provincia nuevoleonesa, al igual que los reformadores borbónicos recurrieron a las instancias de gobierno ya establecidas y legitima- das para concretar sus planes. El objetivo de la élite nuevoleonesa era lograr un desarrollo económico, y uno de sus medios era la pacificación del territorio. Ésta puede ser una de las razones del empeño que pusieron para dejar en claro su subordinación y lealtad al rey así como a las autoridades que hasta ese momento eran consideradas legítimas, cortando sus nexos con la insurgencia cuyo proyecto parecía más incierto.

La instauración de Juntas en la península tuvo eco y reflejo en el Nuevo

Reino de León, aunque los planes de desarrollo local tienen un carácter suma- mente práctico si se toma en cuenta que responden a problemáticas de ese momento. Asimismo, la redacción utilizada en los documentos era sencilla, directa, y no se recurrió a justificaciones teóricas.

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La llegada de la insurgencia y su fugaz estancia en la provincia le pro- porcionaron a la élite local la oportunidad de proponer e implementar medidas enfocadas al desarrollo económico del Nuevo Reino de León. Así como velar por la seguridad del territorio y de sus pobladores. De manera general pueden observarse algunas características del liberalismo económico en los planes y medidas tomadas por el Cabildo de Monterrey.

A pesar de no contar con elementos necesarios para identificar a perso- najes que pudieran considerarse líderes intelectuales nuevoleoneses, es una realidad que las ideas modernas estaban penetrando en las élites locales. El pensamiento moderno fue asimilado y puesto en práctica no por un individuo, sino por colectividades. Además, esas colectividades tuvieron las facultades de influir directamente en la sociedad nuevoleonesa valiéndose de las instan- cias de poder legitimizadas por las autoridades vigentes en ese momento.

Otra característica importante del pensamiento moderno implementado en el Nuevo Reino de León y plasmado en los documentos que fueron analiza- dos en este trabajo, es su carácter pragmático. Si bien es posible identificar al liberalismo económico como predominante en el discurso, el lenguaje utilizado es sencillo y directo. El objetivo principal era resolver los problemas de ese momento, dejando de lado el sustento teórico. La manera de actuar de los no- tables nuevoleoneses fue semejante a la de los españoles al ser invadidos por Francia. De este modo, a la par del liberalismo económico, la principal influen- cia fue el pensamiento y la forma de actuar de los intelectuales españoles ante la crisis monárquica.

Por otro lado, el proyecto de Nación propuesto por los insurgentes no resultó del todo atractivo para la élite nuevoleonesa. Éstos últimos estaban preocupados por la seguridad del territorio y de sus intereses sin importar que fueran insurgentes o realistas, ello explica el cambio de parecer ideológico tan rápido.

Asimismo, la instauración de una Junta de Gobierno resulta un primer ejercicio a través del cual la élite tuvo la oportunidad de sobreponer los intereses de la provincia por encima de los de la Nación mediante el consenso, al mismo tiempo que velaba por los intereses de la propia élite.

A últimas fechas los estudios acerca de las Juntas de Gobierno y el cons- titucionalismo en España, así como las investigaciones sobre las Guerras de Independencia americanas y sus implicaciones políticas, económicas e ideoló-

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gicas han ayudado a entender de una manera más clara lo sucedido en este periodo histórico.

Asimismo, los estudios regionales han contribuido a la reinterpretación histórica del período, ayudando a la actualización historiográfica y a compren- der cómo se vivió la etapa insurgente en los distintos territorios que confor- maron a la Nueva España. La presente investigación es un primer acercamiento a un tema que hasta ahora había sido tratado de manera superficial por algunos de los historiadores regionales.

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ANEXO 1

Aviso de Instauración de la Junta Provincial Gobernativa, 1811

3 de abril de 1811. Aviso a las subdelegaciones de la instauración de la Junta Provincial Gobernativa. Se les pide parecer: “[…] Si V.S. se dignare aprovarlo, y hacer que se efectue tendre la mayor satisfacion […] y si no le parece conveniente ponerlo en execucion, se servira de mandar, seme de testimonio fee haciente de este de dicho Plan y Providencia que su conseqüencia se tomasen para los efectos que me sean conducentes.

A continuación de estas instrucciones se inserta la copia del acta de constitución de la Junta asi como su plan de defensa de la Provincia.

= Plan de una Junta que debe formarse en la ciudad de Monterrey Capital de la Provincia del Nuevo Reino de Leon = La Provincia del Nuevo Reyno de Leon gobernada y dirigida por esta Capital ha dado en todos tiempos los mas claros testimonios de su firmeza y adhesión a la sacrosanta catolica religión que profesa de su fidelidad y amor á Nuestro Catolico Monarca el Señor Don Fernando 7° que Dios prospere y a los supremos y superiores magistrados lexitimamente constituidos en su Real Nombre y últimamente del zelo que toma en beneficio de la Patria comun y la suya propia = Estos nobles sentimientos a ecepcion de lo tocante al Dogma solamente podia sofocarlos una fuerza yresistible y de tal suerte poderosa que hiciera ynútiles los sacrificios de la vida, haveres de sus havitantes. Tal asido la que acava de sufrir esta ciudad y su Provincia; pero corriendo de publico y notorio la vos de que los Gefes de la Ynsurrección an sido presos en Coahuila y sus exercitos destruidos por todas partes, de la que senos presentan cada dia yndicios mui manifiestos jusga el Procurador haver llegado el caso de sacudir el infame yugo de la opresión y de recobrar nuestra antigua livertad, volviendo a proclamar, seguir y obedecer a nuestro antiguo lexitimo Gobierno en el que solamente podremos hayar un seguro asilo y la salida prosperidad de nuestras armas y hogares. En esta inteligencia de mi obligación dever pedir como lo executo; primeramente que V.S. reponiendo las cosas al estado que se hayaban en doce de enero del corriente año, declare haver fenecido el gobierno que obtuvo don Manuel de Santa Maria por la deserción que el hizo incorporandose con cargo en el exercito enemigo, y respecto estar obstruidos los caminos esta providencia se entienda provissionalmente entre tanto se puede comunicar al superior gobierno para su aprobación e ynteligencia = 2° Que en los propios terminos, instale una Junta de Gobierno compuesta de seis yndividuos y un Presidente escojidos de entre aquellos que amas de la providad de su conducta se save no an tenido empleo politico ni militar del Gobierno intruso y uno de estos vocales sea Secretario = 3° Que siendo Dios el Autor de todo nuestro, la Junta en su primera acta determine, se pase oficio de atención al Ylustrísimo Cabildo de esta Santa Yglesia para que por medio de solemnes repiques, misa y Te Deum, se anuncie al publico la instalacion de la Junta Provincial, y se den las gracias al Todo poderoso implorando sus divinos auxilios para el asierto; y se publique Bando para que todos los vecinos adornen sus casas por tres dias y las yluminen por la noche = 4° Que todos los empleados por el Gobierno yntruso, los de la ciudad dentro de tecero dia y los de fuera dentro de quince hagan demision de sus empleos baxo la pena de ser tenidos por desleales vasallos, y malos servidores del Rey, Enemigos de la Patria y del sosiego publico = 5° Todos los militares que haviendo seguido las vanderas enemigas, las avandonaren y previo el Juramento de fidelidad se presentaren voluntariamente con sus armas y cavallos, o las primeras si son de ynfantería a servir en la justa causa que defendemos, seran tenidos por leales, se les conseguirá el yndulto necesario del Excelentisimo Señor Virrey, y se le suplicará se les borre la mala nota que contrajeron de ynsurgentes para que no sirva de embarazo a sus asensos = 6° Que todos los vecinos que tengan armas blancas o de fuego, las precenten dentro de tercero dia a las Casas de Ayuntamiento con la polvora y balas que hayan reservado para su uso y alli se les dara el resivo correspondiente para devolverlas fielmente pasada la necesidad y pagarles las municiones que se huvieren consumido en inteligencia que si se averiguare alguna omición en causa frivola se les pondra la nota correspondiente para lo que haya en el lugar = 7° Que estando la ciudad suficientemente guarnecida, se destribuyan patrullas por la noche; y los Alcaldes cumplan con sus Rondas puntualmente y con la mas escrupulosa vigilancia para evital los corrillos en la Calle o juntas sospechosas en las casas que lo seran sin duda todos y todas las que se formaren pasando el toque de las nueve y los que asi se tomaren serian presos y se les formara la sumaria correspondiente = 8° Que conseguida la seguridad de la ciudad y el sosiego,

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se libren despachos en la Provincia y suplicatorios fuera de ella para que a nuestros hermanos y vezinos los Europeos que avandonaron sus casas por la presecucion y ocultaron los yntereses por el justo temor de ser saqueados, se les notifique en sus personas o por medio de un Bando que dentro de quince dias buelvan a sus casas y abran sus tiendas bajo la pena de perder su vezindad y accion a los empleos municipales siendo garante el gobierno que cuidará a todo trance de la seguridad de sus personas é yntereses = 9° Que en el orden de los acientos será Preminente el de el Presidente pero los demas como yguales se jusgará tan digno el segundo como el ultimo, y este como cualquiera otro: en las asistencias publicas con el Ayuntamiento se mesclaran indistintamente Regidores vocales y en quanto al tratamiento la Junta tendrá el de Señoria, pero en orden al Presidente y vocales se observará lo dispuesto en la Ley 62 titulo 15 libro 3° de la Recopilación de estos Dominios = 10° Que en la administracion de Justicia sobre las demandas de parte ó causas de oficio, turne por semanas uno de los vocales con el Presidente pero en los juicios versales pueda hacerlo el ultimo por si solo y aun en un caso muy urgente en negosio de mucha ymportancia, con tal que lo comunique a la Junta, en la primera proxima seción, estasseran en las casas conssistoriales conforme a la Ley 1° titulo 9 libro 4° de la misma recopilación, todos los dias exceptuando los festivos, desde las ocho asta las onse de la mañana el punto acostumbrado en las Audiencias no se usará de el en esta Junta para evitar el perjuicio publico 11° Los quatro ramos de Real Hacienda, Justicia, gobernación y Guerra, seran de la inspeccion de esta Junta y asi el Presidente como los vocales antes de tomar posecion de su empleo hande prestar el Juramento acostumbrado de ovediencia al Rey Nuestro Señor fidelidad secreto y desinteresa si en los asuntos que se trataren como en la Justicia que se administre no se yevaran daños a los pobres ni se demoraran por este motivo sus negocios = 12° Por ultimo todas las acta de la Junta providencias y decretos principiaran de esta manera. El Rey Nuestro Señor D. Fernando 7° Representado por el Supremo Consejo de Regencia de España e Yndias y Superior Gobierno de la Nueva España y en el Real nombre de S.M. La Junta Provincial Gobernativa del Nuevo Reyno de Leon, en la Ciudad de Monterrey a tantos de tal mes & se formaran dos libros uno en que se asienten las actas de la Junta y otro en que se registren las comisiones subdeleg. Y sequestros para que en la proxima ocasión segura que se proporcione se de quenta de todo puntualmente al Excelentisimo Señor Virrey = Estos articulos quanto mas obios tanto los é jusgado mas necesarios a su observancia y utiles a la Religión al Rey y a la Patria. La Junta con maduro acuerdo los reflexionará y según las circunstancias ocurrentes los reformará quitará y añadirá como mejor le pareciere = Monterrey 29 de marzo de 1811 = Francisco Antonio Farias = Ya su conseqüencia y consideración de que la Ley 12 titulo 5° en la Recopilación de estos dominios, no es practicable en las actuales circunstancias por lo desorganizado del Gobierno de resultas de las determinaciones del Gobierno yntruso que para repararlo en algun modo es yndispensable el auxilio y luces de muchos sugetos idoneos, resolvio de aceder en todo a lo pedido por dicho Procurador General y con uniformidad de votos instaló la presente Junta nombrando para yndividuos de ella a los sugetos siguientes D. Blas Gomes de Castro Presidente D. Bernardo Ussel y Guimbarda Alcalde Ordinario de Primer Voto y Regidor Fiel, Executor Vicepresidente el Lic. D. José Vivero canonigo de esta santa Yglesia D. José Valera Administrador de la Real Aduana. D. Melchor Nuñez de Esquibel, Administrador de la Renta del Tabaco. D. Antonio Silverio de Verridi, y Capitan D. Francisco Bruno Barrera, en cuya U.a. aceptados y jurados los referidos nombramientos se formó la Junta y se le dio posesion del Gobierno Politico y Militar en la forma y juramentos acostumbrados = La Junta deseando acreditar su actividad, zelo, fidelidad, y amor al Rey y a la Patria, a determinado se sircule por medio de Bando a toda la Provincia su instalacion […]

Tiene fecha de 2 de abril de 1811 y está firmado por Bernardo Ussel y Guimbarda, en ese momento designado como Vicepresidente y por Melchor Nuñez de Esquivel, vocal secretario.

Fuente: FONDO COLONIAL, SECCIÓN: CORRESPONDENCIA DE PRIMEROS ALCALDES-LAMPAZOS, CAJA 1, AÑOS: 1802-1816.

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ANEXO 2

Bando de la Junta Gobernadora con respecto al ocio y a los oficios, (9 de Agosto de 1811)

La gente ociosa y vagante en una Republica bien organizada y dirijida es el sángano de la colmena a su imitación aquellos quieren pasar la vida á costa de los sudores y fatigas de los laboriosos; aprovecharse de la miel sin haber gustado de las amarguras del travajo cubrir su desnudes y saciar su hambre de tales que no texieron y mieses que no sembraron cautivos de una vil y fastidiosa hociocedad (sic) esta los hace ladrones jugadores hebrios incontinentes aduladores rufianes espadachines chismosos sediciosos havreviemos la peste mortal de los lugares y hopriovio huniversal del genero humano deseando pues la Junta Gobernadora corarlas alas a tan perniciosos sanganos para obligarlos al comun trabajo de lo honrrados siudadanos y que se busquen su sustento por los mismos honestos ---- medios a tomado varias medidas prudentes que han parecido conbinientes a las miras benéficas que se propuso mas no haviendo resulta los efectos que esperava dexando en su entero vigor el decreto acordado en 25 del pasado junio y ordena y manda lo siguiente:

1° Todos los dueños de obra de casa los mestros (sic) con tienda avierta de carpénteria sastrería sombrereria erreria sapatería y de mas artes y oficios tendran cuidado de pasr cada Domingo al señor vocal comisionado D. Francisco Bruno Barrera una lista exsalta de los gornaleros oficiales y aprendices que han travajado con ellos en la semana inmediata pasada con el fin sino ácudieron el prógimo (sic) lunes a continuar su travajo de averiguar su paradero y si se hayaren sin ocupación poner como se pondran con un grillete atravajar en obras publicas arracion y sin sueldo por toda aquella semana.

[el segundo punto no esta claro debido a que el documento se encuentra dividido en dos partes y la union entre esas dos partes esta incompleta e ilegible]

[2] […] jugando juegos prohibidos hevrios y personas de ambos sexos cuya amistad sea sospechosa [mutilado] escandalosa como tambien los muchachos que se cojan jugando al palmito a otro semejante para que aquí se les castigue y destine sin dilacion según lo demanda la materia y gravedad del delito en que fueren sorprendidos al advitrio de juez o conforme se les situere de notable consideración.

3° El gornalero que pida y rreciva dinero adelantado para satisfacerlo con su trabajo en las moliendas siembras cosechas obras ú otra cosa semejante deberá cumplirlo y no se le admitira devolver el dinero hasta que el que lo prestó alle otro que se remplaze su falta y cino compareciere al tiempo señalado o se huyere luego que sea allado sufrirá quince dias de carcel y se entregara al acreedor con un grillete para que le travaje hasta la total satisfacción de la deuda comprendiendose en este articulo los cocheros mandaderos criados y criados de la casa.

4° Ninguno admitirá en su servicio persona desconocida sin papel de avono del ultimo amo a quien sirvio obligandose a satisfacer á este lo que el criado salga deviendo vajo la pena si hasi no lo hiciere y le adelantare algun dinero de esperarze hasta que el primer amo quede cuvierto enteramente y si el criado quisiere continuar en el servicio de este dará ser satisfecho el segundo sin la mayor dilacion.

5° El peon o criado que por mejoria de salario quiera pasarse al servicio de otro podrá hacerlo previncendolo (sic) con tiempo al amo a quien sirve para que solicite otro y no saldra de alli hasta que nuevo dueño pague enteramente al primero lo que el criado o creada leste deviendo.

6. Todos deberan pagar los salarios en dinero contante y ninguno dara efectos a sus creados peones sino fuere con expresa voluntad de ellos y a los precios corrientes en el lugar presentando la factura firmadas del mercader en cuya tienda se compraron y para que llegue a noticia […]

Firmado por Bernardo Ussel y Guimbarda (vicepresidente) y José Froilan de Mier y Noriega (vise se- cretario).

Fuente: AGENL, Fondo Colonial. Sec. Correspondencia de Primeros Alcaldes de Lampazos, Caja 1, 9 de agosto de 1811.

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Fuentes Consultadas

Archivos

Archivo General del Estado de Nuevo León.Fondo Colonial.lSección Guerra de Independencia.lSección Correspondencia de Alcaldes Primeros de Lampazos.

Archivo Histórico de Monterrey.Fondo Ciudad Metropolitana de Monterrey (Segunda época).

ColeccioneslActas de Cabildo.lBandos.lCorrespondencia.lImpresos.

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Efervescencia política en Monterrey: La Gaceta

Constitucional y El Antagonista 1830-1831 IV

Masonería.

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Efervescencia política en Monterrey: La Gaceta Constitucional

y El Antagonista 1830-1831

Miriam Martínez WongUniversidad Autónoma de Nuevo León

Resumen

Una vez iniciado el proceso de institucionalización del Estado y su proceso de consolidación, el grupo dirigente político nuevoleonés concentró todos sus esfuerzos a ejercer la administración y el control

del nuevo gobierno republicano. Fue al inicio de esta etapa que la élite política se vio obligada a nuevas formas de asociación, entre ellas, el surgimiento de los partidos políticos. La presente investigación está enfocada precisamente a indagar sobre el desarrollo de los partidismos entre la élite y sus respectivos órganos de expresión.

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Introducción

El presente trabajo no es un estudio propiamente de la prensa nuevo- leonesa, más bien es un primer acercamiento sobre la polémica reflejada entre los dos primeros periódicos establecidos en el estado de Nuevo

León. El primer periódico del estado y de la región del noreste fue la Gazeta Constitucional, creado con distintos propósitos, este órgano de gobierno se convirtió en el principal medio de sujeción para la homogenización y postura de la élite local nuevoleonesa.

Desde principios de 1826 la élite local nuevoleonesa comenzó a ser in- fluenciada por la lucha entre los diferentes grupos políticos o facciones surgidos a la caída del régimen de Iturbide y al establecimiento del régimen federal, particularmente por las logias masónicas. Dos personajes fueron clave para que las tendencias del grupo político local se alienaran respectivamente con una u

Prensa

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otra logia, primero con Fray Servando Teresa de Mier y los masones escoceses, por un lado, y con Miguel Ramos Arizpe y los masones yorkinos, por otro.

Liderados por Manuel de Llano y su grupo de seguidores la presencia de la logia yorkina en el estado se manifestó en relación con la aparición de pas- quines, anónimos o representaciones escritas que destacaron por su crítica y oposición al gobierno. Este último motivo fue el impulso que llevó al gobierno a acelerar la aparición del primer periódico oficial del estado.

Sin embargo, el grupo yorkino siguió en gradual ascenso llegando a con- vertirse en una amenaza real en contra del poder establecido de una élite criolla y con tendencias conservadoras, por ello, tanto la regulación de los anóni- mos en 1827, como la posterior prohibición federal de las sociedades secretas en el año de 1829, y la reforma de elecciones del año de 1829 fueron objetivos encauzados para reprimir la influencia de dichos liberales.

La lucha entre los grupos políticos llegó al límite con la manipulación de

elecciones de diciembre de 1830 por parte de ambos contendientes. A partir de entonces la disputa política se hizo de manera abierta; la acusación de fraude electoral, la persecución y el encarcelamiento del principal ejecutor yorkino, Manuel de Llano, lo llevarían a fundar un periódico de oposición titulado “El Antagonista” como el mejor medio de expresión y desafío en contra de la opresión, censura e ideas del gobierno legítimo, dando así lugar a uno de los años más polémicos e interesantes en cuanto al debate presentado entre ambos grupos y periódicos y su respectivo ideal político de gobierno.

Imprenta

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1. El primer periódico nuevoleonés: La Gaceta Constitucional

Los antecedentes sobre las primeras imprentas que llegaron a Nuevo León datan desde el año de 1815 y el de 1823; sin embargo, las referencias respecto a la utilidad de estas imprentas son pocas, sólo se sabe que en ellas se publicaron algunas proclamas u hojas sueltas,1 y ninguna en realidad llegó a ser tan funcional como la que el gobierno decidió decretar en el año de 1824.

Fue hasta el 2 de septiembre de 1824 que en el recién instalado congreso

se discutió acerca de la contrariedad que existía para comunicar las órdenes del gobierno y en su consecuencia para llevar a cabo con orden las elecciones y las juntas primarias por la falta de una buena imprenta. El Sr. Arizpe, presidente del congreso local propuso que por conducto del gobernador del estado se facilitare la compra de una imprenta, “pues no había leyes y decretos que la circulasen y publicasen como correspondía, ni los individuos del Congreso podían tener una colección de ellos.2

Por su parte el diputado Francisco Arroyo hizo la siguiente proposición:

1. Que se autorice al gobernador del estado por encargo una imprenta a los Estados Unidos, suficiente para el servicio del gobierno.

2. Que en el interior se haga por el mismo gobernador contrata con Arrese y (socio) sobre todo lo que ocurra imprimir (...).3

Este encargo tuvo su efecto con la noticia de una correspondencia del estado de Tamaulipas con fecha de 8 de octubre de 1824, en la que se avisaba haber contratado ya la imprenta por encargo del gobierno de Nuevo León

1 En 1823 la Diputación Provincial de las provincias de orientes que tenía su capital en Monterrey, propuso efectuar la compra de la tercera imprenta para el entonces Nuevo Reino de León; entre los posibles fondos que se sugirieron para solventar la compra el ayuntamiento estaban hipotecar las tierras y aguas de los fondos de propios de la ciudad y solicitar un préstamo al cabildo eclesiástico. Archivo General del Estado de Nuevo León en adelante AGENL, Fondo Colonial, Sección Primeros Alcaldes, Caja 2, 24 de septiembre de 1823, 2f, y véase también correspondencia dirigida a Juan Echandía, 27 de septiembre de 1823.2 Archivo del Honorable Congreso del Estado de Nuevo León, AHCENL. Tomo 1 del diario de debates (Secreto), sesión 2 de septiembre de 1824, 1f. La discusión fue debido a que los Sres. Crespo y Parás manifestaron que entendían que en el valle del Guajuco y otras del mismo partido no se había publicado la ley de convocatoria para las elecciones.3 Ibíd.

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por la cantidad total de 1800 pesos en moneda mexicana en el puerto del refugio.4 Sin embargo, a pesar del acuerdo del congreso y de los esfuerzos del gobierno la llegada de este importante instrumento tardó un tiempo mucho más prolongado en llegar a la ciudad de Monterrey.

Anteriormente hemos observado de la intención del gobierno de hacerse de una imprenta para la impresión de leyes y decretos, pero la precaria situación de los fondos de tesorería no permitía llevar a cabo el citado decreto de 1824. Pero, ¿qué fue lo que realmente motivó al gobierno adquirir finalmente en el año de 1826 una cuarta imprenta para Monterrey y publicar la Gaceta?, Derbez (2007) explica que el nacimiento de este órgano tuvo un impulso más político. El incidente que motivó dicha publicación fue una representación dirigida al Congreso por el entonces Alcalde 1 de Monterrey Manuel María de Llano, “acerca de los males que experimenta el estado, el murmullo y el descontento general que se nota en todo los ciudadanos”.5

Además de esta representación De Llano publicó una serie de documentos en las que acompaña sus propuestas para hacer 8 reformas a la Constitución del estado.6 La crítica por parte del ayuntamiento hacia el gobierno, fue vista como un ataque a las instituciones y en particular a la constitución estatal, pues el congreso tenía el temor de que por medio de estos impresos “sediciosos” se generara un apoyo en otros ayuntamientos, y que de esta manera se le quitara poder al órgano legislativo. La solución fue dada por el Dr. Arroyo presidente de la legislatura: “puede remediarlo para siempre jamás un pliego de papel semanario gaceta de gobierno” (Derbez, 2007: 21).

Finalmente en una sesión con fecha de 6 mayo del año 1826 el congreso sancionó el decreto No. 110 “que se active el encargo tiempo ha hecho de una imprenta del estado y se establezca en ella una Gaceta Semanaria Constitucional del estado de Nuevo León (...)”.7 La llegada de la imprenta tuvo lugar en los últimos días de mayo, fue transportada por el señor Perfecto Correa quien la trasladó desde el puerto El Refugio, Matamoros, hasta la ciudad de Monterrey.

4 AHCENL., Tomo 2 (caja fuerte), Sesión de 18 de octubre de 1824. 3f. Por su parte Izcoa Flores detalla que fue a través de Bernando Gutiérrez de Lara que el gobierno nuevoleonés compró la imprenta en los Estados Unidos, p. 22.5 Archivo Histórico Municipal de Monterrey en adelante, AHM, Sección Correspondencia, Colección IMPRE-SOS II, Vol. 20, Exp. 10, Folio 2.6 Entre las enmiendas que se mencionan se encuentran abolir la contribución de 1%, disminuir el número de empleados en el gobierno, pagar los diputados 60 en vez de 70 pesos mensuales (…), fueron desacreditadas por Francisco Arroyo e Irineo Castillon miembros del Congreso. Véase Derbez, 2007: 18.7 AHCENL., Caja 3, exp. 74.

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A su llegada fue conducida a la Secretaría de Gobierno donde se colocó para su funcionamiento.

Luego se procedió a organizar el grupo encargado del periódico: el nom- bramiento de editor recayó en el Dr. Francisco Arroyo, como redactor Felipe Mier y como impresor Lorenzo Antonio Melo y de esta manera quedó consti- tuido el funcionamiento del periódico.8

1.1 Prospecto de la Gaceta del Gobierno

Con fecha de 7 de julio de 1826 apareció el documento “Prospecto de la Gaceta de Gobierno” el cual anunciaba la aparición del periódico. El documento comienza hablando acerca del compromiso del gobierno:

mantener a cada individuo la seguridad de su persona, de su propiedad, y de sus goces: objeto esencial, primario, único de sociedad. Sólo se pro- puso NO HACER A NADIE MAL, NI CONSENTIR QUE SE LE HICIESE (Torres, 2001:61).

La Gaceta afirmó además establecerse como un vehículo de comunicación para la sociedad con los principios constitucionales de bienestar del individuo y cumplimiento de las obligaciones que imponía la ley (Torres, 2001). Así el primer número salió el 3 de agosto de 1826 y en adelante se publicaría semanalmente cada jueves con un costo de suscripción de seis y medio pesos anuales, que se recibiría por años, por trimestres, según cada uno quisiera.

2. El origen de los partidismos entre la élite

Dentro de la historiografía neoleonesa existen pocos trabajos profesionales que se hayan dedicados a investigar las primeras décadas del siglo XIX y sobre todo estudiar de cerca la complejidad de los grupos políticos que formaron la élite en la ciudad de Monterrey. Es precisamente este punto que adquiere una relevancia importante, pues es durante este período que las diferencias dentro de dicha élite se vuelven tan notorias que llegan incluso al enfrentamiento.

8 El costo de la máquina de imprenta fue de dos mil 607 pesos con 27 reales que le fueron pagados a D. Agustín Soulier. Derbez, 2007: 24.

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Comenzaremos por describir quiénes conformaban la élite neoleonesa a principios del siglo, pues bien: La élite política de Nuevo León comprendía co- merciantes, dignatarios eclesiásticos, algunos abogados y terratenientes, pres- tamistas que ocupaban los espacios de poder, regidurías, alcaldías, congresos, gubernaturas, milicia y clero (Galindo, 2005).

Analizando un poco los personajes que pertenecen a esta estructura social podemos definir a la élite nuevoleonesa como criolla, existe también con- tinuidad dentro de un sector de esta élite que permanece ligada a sus lazos de descendencia española como por ejemplo: Pedro Manuel Llano, José María Parás o Germán Iglesias. Siguiendo a Hamill identificaremos dentro de la élite dos tipos de criollo, el primero que incluían los que habían prosperado econó- micamente bajo el régimen colonial y sus ideas y actitudes eran de orientación europea. (Costeloe, 1975: 16). Esto pareciera ser el caso de varios de los personajes políticos de Nuevo León, como por ejemplo: Fray Servando, José Francisco Arroyo, José Joaquín Canales, Juan Bautista Valdez, Bernandino Cantú todos eclesiásticos, y también Joaquín García de la Garza, José de Jesús Dávila y Prieto, Garza, Juan Nepomuceno de la Garza y Evia.9

El segundo tipo de criollo “el americano” Hamill lo describe así:

la mayoría no poseía ni riqueza ni posición. Los más importantes de éstos destacan en las profesiones eclesiástica, militar, jurídica y docente, los más (…) ocupando puestos inferiores de tenderos, artesanos, pequeños propietarios y comerciantes de poca monta. (Costeloe, 1975: 16).

Tal vez este segundo concepto no se adapte completamente al caso de algunos miembros de la élite nuevoleonesa, pero como tal nombraremos a: José Antonio Rodríguez dueño de una tenería y gobernador provisional en 1823, Pedro Manuel de Llano comerciante, quien también era descendiente de españoles, alcalde 1 Monterrey 1813 padre de Julián, Manuel María, Rafael, Francisco Antonio y Ambrosio, Diego Cenobio de la Chica por mencionar algunos.10

Observaremos entonces elementos combinados dentro de los dos con- ceptos del criollo, el caso más evidente es el de José María Parás que siendo hacendado, comerciante, fue también estudiante del Seminario de Monterrey. En otros casos existe una tendencia muy marcada en ciertos personajes para

9 Véase: Galindo, 2005, Anexo. Integrantes de la clase política nuevoleonesa: p.187-215.10 Ibíd.

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pertenecer a uno u otro tipo. Pero, ¿de qué manera esta élite se vio influenciada por los medios propios de su origen o a causa de qué acontecimientos se vio determinada a perfilar partidismos?, pasaremos a ese punto.

2.1 Los antecedentes del partidismo: las logias masónicas

Es durante esos años que va de 1821 a 1824, que en el México indepen- diente surgieron diversos grupos políticos, dentro de los cuales se encontraban: los monárquicos que aspiraban a una monarquía constitucional moderada y por otra parte los republicanos, tributarios de la tradición liberal europea y que entre sus personalidades más destacadas contaban con: Lorenzo de Zavala, Miguel Ramos Arizpe, Juan de Dios Cañedo y José Mariano Michelena, todos habían sido miembros de las Cortés de Cádiz:

Y defendían la política progresiva que habían aprendido […] en sus lecturas de Bentham, Constan y los grandes filósofos de la Francia del siglo XVII. La libertad de prensa y del individuo, la igualdad, ante la ley, el Gobierno representativo, la división de poderes […] eran principios compartidos por ellos. (Costeloe, 1975: 19).

2.2 La logia escocesa

Estos diversos partidos que se generaron al principio del siglo XIX encontra- ron en el movimiento masónico una base para la organización y difusión de sus ideas. El que predominó en un primer momento fue el rito escocés. Al respecto Mora nos dice que este partido nació en México en 1813 como consecuencia de la constitución española de 1812, (Costeloe, 1975). Dentro de sus actividades estaban, trabajar para conseguir prosélitos, fomentar la lectura, dar difusión a los libros prohibidos y reducir la influencia clerical en la sociedad (Costeloe, 1975). Aunado a estas ideas, la llegada en 1822 de los diputados americanos en Cádiz y el arribo del diplomático Poinsett, aumentó la popularidad de las sociedades masónicas.

2.3 La logia yorkina

A la caída del imperio de Iturbide surgió la división del grupo republicano: entre los que propugnaban por una república federal y los que preferían la república central. Una vez proclamada la república federal en 1824, la lucha

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partidista se recrudeció en la presidencia de Guadalupe Victoria, que mediante su política de amalgamación de partidos terminó por irritar a los federalistas: “Los federalistas, y los criollos americanos en general, acabaron resintiéndose de la influencia y del poder de los centralistas y de las clases altas del ejecutivo” (Costeloe, 1975: 48). Al percatarse de esta pérdida de poder algunos políticos fundaron en 1825 una nueva sociedad que tenía como objetivo establecer el apoyo federalista sobre una base firme y organizada, esta sociedad fue conocida como los Yorkinos. Entre los personajes que se distinguieron en esta logia se encuentra: José María Alpuche e Infante senador radical del congreso, Esteva, ministro de hacienda, Miguel Ramos Arizpe, Lorenzo Zavala, y otros (Costeloe, 1975).

3. La influencia de las logias masónicas llega a Nuevo León

¿Hubo masonería en Nuevo León?, nuevamente tenemos ante nosotros un tema de la mayor ignorancia en la historiografía regional. No podemos justificar del todo la dificultad para investigar este tema, siendo que los grupos masones como asociaciones secretas, se cuidaban mucho de exponerse de una manera abierta. A pesar de estas dificultades trataremos de esclarecer un poco el tema. Las notas que tenemos son las siguientes: podemos inferir dos personajes: Fray Servando Teresa de Mier y Miguel Ramos Arizpe. Ambos importantes e influyentes personajes que rivalizaron celosamente en ideologías. Es necesario remitirnos a sus respectivas posiciones como miembros del congreso constituyente y sobre todo en su relación con las provincias de oriente, Arizpe, el saltillero como lo llamaba Mier, era un representante afecto de la provincia de Coahuila y por supuesto el padre Mier quien cándido y elocuente profesaba sus ideas a sus provincias el Nuevo Reyno de León. Ambos se enfrascaron en una sórdida lucha por imponer sus ideas al organizarse la república.

Pero no sólo en ese hecho se manifestó su rivalidad, sino que ambos per- sonajes continuaron siendo influyentes al establecerse la república federal y se convirtieron en modelos a seguir para algunos miembros de la élite política nue- voleonesa que se identifican con uno u otro bando.

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3.1 Elementos conservadores, los masones escoceses

Como anteriormente comentamos entre los criollos un poco más europeos, más conservadores que mantenían sus privilegios desde la colonia, podemos en- contrar a la clase eclesiástica profundamente influenciada e identificada con el Padre Mier. El personaje más importante que en 1825 se consolidó como pre- sidente del Congreso el doctor José Francisco Arroyo, familiares de Mier, como Felipe de Mier y Lorenzo, Antonio Melo, Juan Nepomuceno de la Garza, José León Lobo Guerrero.

No es tan difícil suponer que otros personajes que aparecen contínuamente en los documentos, estuvieran de cierta manera ligados y/o identificados con las fuerzas conservadoras. Sin embargo, por el hecho de representar resistencia al prominente grupo liberal que protagonizó durante estas primeras décadas del período independiente una lucha por el poder, estos conservadores se afirman como partidos dispuestos a defender su poderío.

3.2 Elementos liberales: masones yorkinos

La logia yorkina se organizó en Monterrey en un taller, el primero de los yorkinos en provincia alrededor de 1825, era llamado Perfecta Unión y las tres primeras luces fueron: Irineo Castillón, Julián Arrese y Rafael de la Garza.11 Der- bez (2007) agrega un importante elemento a esta logia, sin duda, una de las familias liberales por excelencia dentro de esta etapa: Los Llano.

Es innegable mostrar que en la familia Llano se encuentra una profunda identidad en todos estos ideales que la logia yorkina practicaba. Y especialmen- te en Manuel María de Llano, quien se distinguió siempre por profesar un liberalismo progresivo. Derbez (2007) menciona que Julián Arrese fue el punto de conexión de los De Llano con los masones yorkinos, pues además de coincidir en ideales políticos los Llano estaban emparentados con los Arrese con vínculos matrimoniales. (Galindo, 2005). Es durante los años que van de 1826 a 1831 que encontramos a Los Llano y a su grupo involucrados en una serie de hechos escandalosos que confirman una vez más la lucha de poder entre dos partidos, uno más conservador y otro más liberal y progresivo.

11 Mateos en Derbez, 2007:3. Véase también Cossío, 1946: 210, 221. Tomo V. En que detalla que Irineo Castillón era de los miembros más prominentes de la masonería.

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4. Inicia la lucha política: insultantes anónimos y pasquines

4.1 Insulto en contra del Ayuntamiento de Monterrey Para 1825 las fuerzas políticas comenzaron a definirse, y a partir de esta

fecha comenzaron a aparecer una serie de anónimos que de alguna u otra ma- nera estuvieron ligados a las logias masónicas.

El 18 de abril de 1825 apareció un anónimo fijado en la casa de Manuel Uribe. El anónimo insultaba “del modo más infame y calumnioso” al ayuntamien- to de Monterrey quien era presidido por el Alcalde 1 Julián de Arrese. Se ordenó realizar una averiguación exacta para dar con el autor del anónimo. Los peritos nombrados al efecto fueron los ciudadanos Juan del Moral, Francisco de Rada y Lorenzo Melo, quienes responsabilizaron en su investigación al secretario del ayuntamiento José Antonio Canales.12

No resulta claro cual era el objeto de ofender mediante un anónimo a la corporación por un sujeto de la misma, sin embargo, Canales fue suspendido y se le instruyó causa sumaria por el alcalde segundo de Cadereyta, quien en ese momento fungía como juez de primera instancia de la cabecera del partido.

4.2 Pasquín: “Conjugación antimasónica”

El 4 de diciembre de 1826 en plena etapa de elecciones Antonio de Llano salió de su casa a las ocho y media de la noche, cuando encontró un papel tirado en la esquina de frente a su casa, creyendo que al ser época elecciones ese papel pudiera contener su nombramiento, tomó el papel y lo llevó a la casa de su hermano el Lic. Rafael de Llano.13 Cuál fue la sorpresa de los Llano que a la luz de la vela advirtieron y leyeron el mencionado pasquín. Luego de ello Antonio de Llano se dirigió a la plaza con la intención de identificar algún sospecho y relata:

12 AGENL., Fondo Correspondencia de Alcaldes Primeros, Caja 1, 22 de abril de 1825. Nota: no se cuenta con el contenido escrito del anónimo.13 AGENL., Asuntos Eclesiásticos, caja 4, exp. 123. En adelante AE.4/123.

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pero en proporción que me acercaba a la repetida sociedad adverti un hombre de mediana estatura envuelto en una capa que se hallaba cerca del pirámide por el lado que mira el parage en que encontre el mencionado pasquín, el que desde luego se advierte haber estado en observación de lo que pasaba y por lo consiguiente haber sido quien lo tiro.14

Se ordenó hacer una averiguación y se mandó citar al presunto responsa- ble quien ante Juan Bautista Valdez aceptó que el documento era de su puño y letra, éste resultó ser el cura y catedrático de latinidad del seminario don José Ángel Benavides.15 Un eclesiástico era el autor que sospechosamente había de- jado exactamente frente a la casa de Antonio de Llano. ¿Qué es lo que contenía dicho pasquín?, a continuación retomamos unas líneas del pasquín:

Conjugación antimasónica16

Pretérito Plusqumperfecto Futuro imperfecto Futuro perfecto

Ya yo habia sabido: Ya yo sabré: Ya yo habría sabido:Ya tu habias sabido: Ya tu sabrás: Ya yo habré sabido:Ya aquel habia sabido: Ya aquel sabrá: Ya aquel habrá sabido:Ya ntros habiamos sabido: Ya nosotros sabremos: Ya nosotros habremos sabido:Ya vtros habiais sabido: Ya vtros. sabreis: Ya vtros. habreis sabido:Ya todos habían sabido: Ya todos sabrán: Ya todos habrán sabido:Que el gobernador (sic) Que será desastroso Ya todos habrán sabido Debiendo quitarlos El fin de los masones el desprecio y la burla No ha querido con razón tendrán que el papel de los yorkinos Justamente han sufrido

Es evidente que la influencia de estos masones se dejaba sentir en la ciudad de Monterrey, y el pasquín17 significaba para los yorkinos un ataque verbal y sutilmente agresivo en su contra, pues el gobierno y sus partidarios trataban por todos los medios posibles de desprestigiar al partido y acabar con la oposición.

14 Ibíd. Documento con fecha de 9 de diciembre de 1826. 15 Ibíd. Documento con fecha de 12 de diciembre de 1826.16 Tomado de la segunda columna, para consulta del pasquín completo: AE.4/123. 17 Para más información sobre la existencia de otros pasquines íntimamente relacionados con la lucha de los partidos, consultar Derbez, 2007.

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4.3 La prohibición de sociedades secretas

Entre 1827 y 1828 las sociedades masónicas eran el centro de atención y de actividad en la república. La publicación de periódicos en la ciudad de México como El Sol que era escocés, el Águila Mexicana, yorkino o El Correo Semanario, también yorkino, y varios más, hacían que la lucha de partidos se recrudeciera (Costeloe, 1975).

Mientras tanto en Monterrey al tiempo que en 1826-1827 la Gaceta Cons- titucional se convertía en el órgano oficial del gobierno y expositor de una ideología hasta cierto punto más conservadora, el gobernador Parás expedía por órdenes del gobierno federal el decreto provisional 107 que instaba a contener la propagación de impresos subversivos:

Art.6. Cualquiera que de palabra o por escrito propagase máximas o doctrinas que tengan una tendencia directa a destruir o transtornar la constitución del estado (…), sufrirá la pena de uno o cuatro años de destierro. Si el reo de ese delito fuese extranjero, empleado civil o ecle- siástico, se duplicará la pena privado de su empleo.Art.7. El que incurra en el crimen de imprimir papeles subversivos no oficiales será castigado con las penas impuestas en la ley de libertad de imprenta, la cual se publicará (…..).18

En tanto el gobierno trataba de regular la lucha de anónimos en Monterrey, el partido Yorkino eligió a Vicente Guerrero como candidato presidencial en 1828. La influencia de la logia yorkina para éstas elecciones se puede apreciar directamente en Manuel María de Llano quien fue elegido diputado federal por el estado en 1827-1828. (Galindo, 2005).

Sin embargo, la legislatura del estado de Nuevo León ejerció su voto el 1o de septiembre de 1828, resultando electo Pedraza actual y Anastacio Bustamante como vicepresidente. Trataremos de explicar algunos factores que pudieron haber originado este voto. Derbez (2007) refiere por ejemplo que era natural que Joaquín García diputado propietario, siendo descendiente de españoles puros simpatizara con Pedraza (Derbez, 2007). También podemos sumar a Francisco Arroyo quien no sólo era un prominente eclesiástico y un personaje dominante dentro de la élite total; así pues fuera de preferencia de la evidente selección de Manuel María de Llano por Guerrero, la mayoría de la élite criolla

18 AHCENL., Caja 4, exp. 62. Documento con fecha de mayo de 1827.

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nuevoleonesa eligió a Pedraza debido a que se identificaban más con él, incluso en el congreso estatal la mayoría de los diputados propietarios, (10) votaron por el general Pedraza, en contra de un voto que tuvo Bustamante y ninguno Guerrero.19

Pero poco les duró el gusto a los partidarios de Pedraza, pues en septiembre

de 1828 Santa Anna, entonces gobernador de Veracruz, se pronunció en contra del gobierno, declaró nulas las elecciones y exigió validar la elección de Guerrero. Esta proclamación fue tomada por el gobierno de Nuevo León como un ataque a las instituciones y una rebelión de anarquista.20 Debido a todo este conflictivo ambiente partidista el congreso de la unión expidió el 25 de octubre la ley que prohibió todas las sociedades secretas.

En Nuevo León el gobernador Joaquín García expidió esta ley el 24 de febrero de 1829 que decía: “el dueño que franquee para tales reuniones, y el individuo que las consienta en la casa de su habitación, a más de incurrir en las penas expresadas, pagará una multa que no baje de 50 pesos, ni suba de 500, con respecto a sus facultades”.21 En medio de este clima de confrontación y próximas elecciones, la preocupación dentro del grupo conservador se hizo evidente a medida que la influencia del grupo liberal iba en aumento, así lo ilustran algunas sesiones del congreso en la discusión y aprobación sobre el proyecto de ley presentado por Francisco Arroyo y Leonardo Gómez durante las sesiones del congreso en el año 1829.22

19 AHM., Fondo Correspondencia, Serie Diversos, Colección IMPRESOS II, Vol. 20, Exp. 14, Folio 37, 25 de noviembre de 1828.20 AGENL., Gazeta núm. 115, 9 de octubre de 1828.21 AHM., Fondo: Reglamentos, Decretos y Circulares, Serie Estatales, Colección Principal, Vol. 10, Exp. 2, Folio 58, fecha 21 de agosto de 1831.22 La preocupación por parte del gobierno sobre las elecciones en los estados llegó a tal grado que en una sesión del Congreso con fecha de 14 de marzo de 1829, los diputados Francisco Arroyo y Leandro Gómez propusieron un decreto que señalaba principalmente en su primer artículo, la creación de una comisión formada por el ayuntamiento que debía participar en la junta electoral primaria, por otra parte el art. 5 señalaba que el repartimiento de listas sería considerado como un delito que debía ser penado. Para más referencias consultar: AHCENL, Diario de debates tomo 4, sesión 14 marzo 1829.

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5. El fraude electoral: las elecciones del 5 de diciembre de 1830

5.1 Las elecciones primarias

El 5 de diciembre de 1830 se celebró en Monterrey la junta de ciudadanos para designar los electores de ayuntamiento, según el art. 34 tit. III de la Cons- titución del Estado (Madero,1988: 8). Se procedió entonces al nombramiento de secretario y escrutadores de la junta, resultando ser: Manuel María de Llano como secretario de la junta, y como escrutadores: Francisco Iglesias y Pedro Treviño, sin olvidar a la comisión del ayuntamiento que debía estar presente, entre los que se encontraban: Cristóbal Sánchez y Gregorio Zambrano.23

El acta levantada por la junta electoral primaria incluyó especialmente el detalle de la aparición a las diez de la noche de los ciudadanos Sabas, Sustaita y Tijerina que se presentaron con dos listas para la elección, quienes al ser interrogados por el secretario Manuel de Llano, “confesaron no conocer a las personas escritas en las listas, no pagar contribución, y encima declararon que las listas que presentaban les habían sido entregadas por don Juan Margain”.24 De este modo la junta concluyó el 6 de diciembre con la computación de votos y la publicación de los ciudadanos elegidos para ser electores secundarios.25

5.2 Declaración de nulidad de las elecciones primarias

A pesar de la aparente legalidad de las elecciones primarias del distrito de Monterrey, ocurrió que Cristóbal Sánchez, uno de los miembros nombrados para formar la comisión del ayuntamiento, tomó parte activa para declarar los abusos que se habían cometido durante las elecciones, y así nulificar el pro- ceso.26 Abiertamente acusó al secretario y los escrutadores de manipular las elecciones manifestando que varios individuos habían ejercido su voto sin haber pagado la contribución directa, y que por ello no tenían voz activa, ni pasiva, así lo relató:

23 AGENL., Correspondencia de alcaldes primeros, 1830, caja 7, 6 de diciembre de 1830.24 Ibíd.25 Ibíd.26 Nota: La queja para la nulidad de las elecciones fue interpuesta por 4 individuos pertenecientes a la comisión del ayuntamiento. Véase. AGENL, CL20/335, exp. 5.

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reclame este abuso (…); no faltó quien por el contrario dijera, que sólo era prohibido a los que no pagaban dicha contribución nombrar a los electores, pero que de ninguna manera se les prohibía elegir escrutadores y secretario (...). Y este acto se concluyó con la voz del ciudadano Pedro Treviño y Pereira quien dijo: el pueblo soberano tiene fuerza en que hacerse respetar.27

Con esta y otras declaraciones el escándalo no se hizo esperar, los individuos que antes se conocían por masones, se convirtieron según la documentación en “facciones” y en una facción o partido abiertamente opositor que se declaraba como representante de la voluntad del pueblo; representación que legítimamente pertenecía al cuerpo legislativo; se libró entonces una investigación por medio del alcalde IV del ayuntamiento de Monterrey Juan de la Garza Ayala, quien presentó su dictamen al congreso declarando que el principal vicio resulto ser: “el haber encontrado 34 listas de la misma mano y letra, (….) siendo el vicio más claro el del repartimiento de listas”.28 El congreso procedió entonces a una nueva regulación de las listas, comparándo la regulación original hecha por el secretario y los escrutadores con la del congreso, y esta última fue la que se tomó como legítima para los electores nombrados por la junta primaria de los ciudadanos de distrito de Monterrey.29

Por todo anterior se declaró la nulidad de las elecciones mediante el decreto que manifestaba:

1. Ha sido ilegal, arbitraria y nula la regulación de votos hecha en la jun- ta primaria del distrito de Monterrey, del 5 al 6 de diciembre.2. Se estará en todo y por todo a la nueva regulación de votos verificada por el Congreso (…).3 y 5. Los 25 primeros ciudadanos no prohibidos por ley según dicha regulación corresponde, son verdaderos electores primarios nombrados por el distrito (…). Las credenciales o poderes despachadas a los 25 electores declaradas tales nulamente el 5 y 6 de diciembre son nulos de ningún valor ni efecto. 13 de diciembre de 1830.30

27 Ibíd.28 Ibíd.29 Ibíd.30 Ibíd.

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6. Surgimiento del primer periódico de oposición: El Antagonista

6.1 Aprehensión de Manuel de Llano y la teoría de la conspiración

Al saber sobre la anulación de las elecciones de inmediato Manuel María de Llano presentó su queja ante el congreso, acusó a los legisladores de infringir la ley bajo el art. 8 cap. 2 del reglamento para el gobierno interior, que refería que era de resorte de los jefes políticos el conocimiento de los recursos o dudas sobre elecciones y no del cuerpo legislativo, decía además estar en su justo de- recho de protestar como ciudadano ante las cámaras de la unión sobre cualquier decisión respecto a las elecciones.31

La respuesta por el congreso no se hizo esperar y de modo tajante repren- dió a de Llano, le dijo que era de temeridad negar al cuerpo representativo de un estado soberano acerca de la facultad de conocer y pronunciar acerca de la legalidad y verdad de la regulación y cuenta de los votos dados en la elección primaria. Lo acusó de iniciar el 5 de diciembre un “partido o facción desorga- nizadora”, y agregó respecto a De Llano “el fue marcado en México en 1828 como adicto a Guerrero y a la facción desorganizadora que elevó a este hom- bre inepto. No ha dado hasta ahora prueba alguna de su arrepentimiento, ni hay un sólo hombre que pueda testificar que ha mudado de ideas”.32

Por lo pronto y sin duda el juez de la causa Juan de la Garza Ayala ordenó la aprehensión del secretario y los dos escrutadores bajo la seguridad corres- pondiente, y cada uno presentó sus respectivas declaraciones. Sin embargo, uno de los escrutadores, Francisco Iglesias presentó una solicitud de libertad bajo fianza que le fue concedida.33 En cambio a Manuel María de Llano se le mantuvo en rigurosa prisión, incomunicado, y seguramente como afirma el mismo de Llano con el objeto de “asegurar el éxito de la presente elección, no habiéndose verificado, se teme que pueda influir de algún modo en ellas, y para que los electores intimidados con su prisión, ni puedan vacilar en excluirme a mi, y a toda mi familia (….)”.34

31 Ibíd. Oficio con fecha. 13 de diciembre de 1830.32 Ibíd. 14 de diciembre de 1830. Firmas Arroyo, González.33 Ibíd. (foja 37).34 Los resultados del primer escrutinio en las elecciones primarias fueron: Alcalde I Manuel María de Llano, Pedro Treviño y Pereyra el de suplente, Camilo Gutiérrez, una regiduría; de Llano, Julián y Francisco, ocuparon 3 puestos de elector secundario, esta lista incluía también a Camilo Gutiérrez, Francisco Tomás Iglesias y Pedro Treviño. Véase Derbez, 2007: 44.

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Los alcances de esta situación llegaron a proporciones inimaginables, y a De Llano y a su grupo se les acusó de estar fraguando una conspiración, en la que De Llano era el autor principal y sus colaboradores cómplices de una revo- lución. Esta acusación fue motivada por la declaración y denuncia de un militar de los que custodiaban a De Llano, este era el Sargento Segundo de la Garza, quien expresó que el ciudadano Refugio Flores con palabras de querer seducir- lo, lo había citado a una conferencia para fraguar dentro de tres días, un golpe con ayuda de la milicia cívica, para sostener las elecciones primarias a favor de Manuel María de Llano y así, “expresar la voluntad del pueblo que este indi- viduo obtiene del gobierno para poner remedio a abusos”.35

La teoría del complot fue todo un escándalo, pero el licenciado don Luís Gonzaga Martínez, defensor nombrado en la causa criminal contra don Re- fugio Flores, exigió ponerlo en libertad y abogaba: “han depuesto algunos testigos que el referido Refugio consiguió persuadir la guardia que custodiaba la persona de don Manuel María de Llano, para pedirle un medicamento a una hija suya que se hallaba sumamente agraviada”,36 con este y otros argumentos del defensor de Flores y los implicados en la conspiración pudieron quedar libres y en el goce de su ciudadanía.

Manuel de Llano se encontraba sumamente ofendido ante este injurioso plan que se le imputaba y escribió una nueva representación dirigida al gober- nador Joaquín García. En ella exponía abiertamente su opinión respecto a los mandatarios políticos elegidos, aclaraba que no se le imputara a él y a su “facción desorganizadora”, los esfuerzos de los pueblos libres que se agitan y conmueven por la amovilidad y renovación de sus mandatarios, que “perpe- tuándose quieren hacerse necesarios” como lo experimenta Nuevo León.37

Esta representación no tuvo efecto alguno para agilizar el proceso de libera- ción De Llano, más al ser repartido en Monterrey fue considerable su influen- cia al manifestar que la anulación de las elecciones era una acción encaminada a perpetuar en los empleos a sus opositores (Derbez, 2007: 45).

35 AGENL., CL22/346. Causa criminal contra el reo Refugio Flores, acusado de conspiración. Se decía que con la pronunciación Manuel de Llano acabaría con los abusos de administración de caudales, y de esta manera habría suficiente dinero para asistir bien las tropas.36 Ibíd.37 AGENL., CL20/335. Oficio con fecha, 29 de diciembre de 1831. 15 fojas.

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7. Aparición de El Antagonista de Nuevo León

Ante las constantes exhortaciones de De Llano para liberar su causa y los ataques de que era objeto por medio de la Gaceta Constitucional,38 Manuel de Llano planeó la idea de establecer un periódico. El proceso se inició cuando uno de los hermanos De Llano contactó en Saltillo al escritor Juan José de la Rosa Meléndez39 para ser redactor y de este modo sus hermanos Rafael y Julián de Llano quienes en este momento ejercían como funcionarios de gobierno llevaron a cabo el proyecto para: “plasmar sus ideales liberales y criticar los vicios de poder del gobierno que ellos mismos representaban”. (Derbez, 2007: 46).

Mientras el proyecto del periódico estaba en proceso, De Llano continuó con su respectiva sumaria. Finalmente una consulta hecha al Asesor General sobre la causa sentenció que el juez había faltado al artículo constitucional 177 al no autorizar las fianzas correspondientes para Manuel de Llano y Pedro Tre- viño Pereyra y nombrar defensor de tal manera que su sentir era que fueran puestos en libertad.40

En enero de 1831 los liberales salieron en libertad y ya en su casa Manuel

María de Llano reunió a sus amigos a los que les presentó su proyecto de establecer un periódico que vio su primer número el 25 de febrero de 1831, este número expresó su propósito así:

se encuentra claramente obstruida para el pueblo las fuentes del saber, a causa de que no se ha llegado a publicar hasta ahora en el referido estado un periódico instructivo y digno del público, por eso, han resuelto consagrar sus tareas a tan laudable objeto, proponiéndose en su desem- peño “ilustrar al pueblo las fuentes del saber: defenderlo de las irrupciones

38 En diferentes números de la Gaceta se puede leer la controversia generada con las elecciones y con los hechos ocurridos en las elecciones primarias: tráfico, contrato de elecciones, “el podersito” usado para referirse al grupo liberal, son algunos de los términos con que se expresaba la prensa de gobierno. Véase AGENL, Gaceta Constitucional 174- 19 de noviembre de 1829, 232- 30 de diciembre de1830, 239- 17 de febrero de 1831.39 AHCENL., Gaceta Constitucional 183, 28 de enero de 1830. Con anterioridad los De Llano conocían a de la Rosa (apoderado el carmesí). Este escritor fue defendido por los Llano cuando éste escribió un impreso en Saltillo titulado fenómeno raro acaecido en Nuevo León, en donde criticaba al gobernador Joaquín García por el destierro que le fue impuesto en Monterrey.40 Ibíd. El defensor de los liberales fue Antonio de la Guerra Saldívar, éste se encargó de desvanecer todos los cargos imputados en la causa de las elecciones primarias en contra del secretario y los dos escrutadores: los puntos más importante de la defensa fueron: 1.Reclamo por la falta del auto de incomunicación, 2.Desvanecimiento del cargo hecho al secretario por no hacer la lectura correspondiente de las listas porque

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arbitrarias del poder”, a cuyo fin se indicarán la correspondiente censura, las infracciones o falta de observancia de la constitución federal, de la particular del estado (….), (Zapata ,1998: 8).

El costo del periódico era 3 reales mensuales con la condición de pagarlo trimestralmente y por adelantado. Los primeros números fueron impresos en Leona Vicario (Saltillo, Coahuila) y eran vendidos en la casa de Pedro Treviño y Pereyra. Y el lema del periódico era el siguiente: “Tiranos alimenta perpetuidad, Término pone al mando, la libertad”, Tácito.41 Con la creación de este periódico comenzó una lucha controversial de ideas, posturas y versiones entre El Anta- gonista de Nuevo León y La Gaceta Constitucional, pues ambas prensas se con- virtieron en importantes instrumentos de difusión de las ideas políticas de cada uno de los partidos existentes en Nuevo León.

7.1 La efervescencia: Manuel de Llano acusa a la Gaceta Constitucional por injurias

Establecido el Antagonista dedicó sus primeros números como lo había ex- plicado en el prospecto del primer número a “exponer los abusos y críticas hacia el gobierno”, su crítica explícitamente lanzaba contra la perpetuidad de los puestos públicos, la Gaceta respondió su ataque citando el art. 22 que refería “(…) todos los altos funcionarios de nombramiento popular son bienales: y nadie puede durar en ellos más de ello a virtud de una elección”.42

Los ánimos apenas se calentaban y el primer incidente de relevancia se suscitó por un artículo suscrito en la Gaceta Constitucional del 14 de julio, este escrito era la respuesta ante la crítica que El Antagonista había hecho sobre el fuerte gasto que el estado sufragaba para que estudiantes de medicina con-tinuaran sus estudios fuera del estado. La Gaceta acusó a El Antagonista de curandero tolerado por la falta de facultativo (una clara alusión a la persona de Manuel de Llano).43

algunas listas fueron remitidas desde las casas, y fue necesario prescindir de la lectura por premura de tiempo y 3. Sobre el aumento de votos, injurias, existen también otras irregularidades por las que se justifica que la junta, en uso de sus atribuciones dejó de computar sufragios y otras que podían serlo dejó de anotarles, por lo cual se encontraban entre los sufragados tres personas de un mismo nombre, (.....) la acción de injurias nunca se negó, pero al no haberse presentado causa alguna promovida, no procedió dicho juicio. Véase AGENL, CL20/335. Oficio con fecha 3 de marzo de 1831.41 AHM., Fondo Capital de Estado, Sección Gacetas y Periódicos, Colección IMPRESOS II, Vol. 21, exp. 3, folio 1.42 AGENL., Gaceta Constitucional 242, 10 de marzo de 1831.43 AGENL., CL22/347. 16 de julio de 1831. Véase también AHCENL, Gaceta Constitucional 261, 21 de julio de 1831 y 263, 4 de agosto de 1831.

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En seguida De Llano tomó la iniciativa y se presentó ante el alcalde II Mateo Quiroz denunciando injurias en contra de su persona, apoyándose en la ley federal del 31 de mayo, o del reglamento sobre abuso de libertad de imprenta y exigió al impresor la firma del artículo. Finalmente fue Felipe Mier quien acudió a presentarse como responsable del escrito y expresó que apelaría la calificación del impreso por no dirigirse a injuriar alguna persona determinada.44

En esta actitud Felipe Mier rechazó dos veces el juicio de conciliación con

Manuel de Llano y hasta que se le advirtió por tercera vez que de no acudir sería encarcelado, asistió al juicio. Dicho arreglo resultó ser un fracaso pues mientras De Llano exigía a Mier un certificado que repara su honor,45 éste respondió insistiendo que al escribir sobre los curanderos no se refería a su persona, a lo que Manuel De Llano respondió: “semejante ardid (…) es un modo de eludir la cuestión.46

La causa se formalizó y el Alcalde I Irineo Castillón, bajo el art. 46 de la ley

federal el 14 de octubre de 1828, mandó citar a los 15 miembros pertenecientes al jurado de imprenta para resolver el juicio. Sin embargo, en un acto ilícito, eludió citar a Antonio De Llano, Francisco Tomás Iglesias y a Francisco Javier Treviño.47 El juicio se llevó a cabo y el jurado dictaminó desechar la denuncia de Manuel de Llano.

7.2 Denuncia de Lorenzo Antonio Melo a El Antagonista

El juicio más controversial entre La Gaceta Constitucional y El Antagonista es sin duda la denuncia de Lorenzo Antonio Melo en contra del periódico liberal. La causa fue la crítica que Manuel María De Llano vertió en el Antagonista no. 20 en la persona del gobernador Joaquín García. El nombre del artículo era “gaceta de gobierno” y expresaba:

Cada línea que se escribe en la gaceta es un ataque al honor y a la buena reputación del ciudadano y cada ejemplar que se tira, una artillería con que se intenta destruir el pacto nuevoleonés: cada insulto que se hace a un particular en la gaceta es una degradación del gobierno y cada falta de

44 Ibíd.45 En el Antagonista no. 19 se dio a conocer un acta en donde se decía que De Llano había ganado el pleito. De Mier había aceptado su culpabilidad, habiéndose publicado en ese mismo día una retractación de lo dicho primeramente. Véase Zapata, 1988:15.46 AGENL., CL22/347. 20 de julio de 1831.47 Consultar Derbez, 2007.

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gobierno un fuerte ataque a la constitución (..) forman un contraste terrible ver la empeñosa manía de don Joaquín García en destruir el honor de los ciudadanos y minar por los cimientos de la constitución nuevoleonesa…en lugar de cumplir con la defensa de la propiedad, libertad y seguridad de la ciudadanía.48

El impresor Lorenzo Antonio Melo denunció el artículo bajo la causa de injurias y calumnias a la dignidad del gobierno y exigió averiguar el autor del escrito. En seguida se presentó Manuel M. de Mier impresor de El Antagonista y reveló como responsable a Manuel María De Llano.49

Sin proceder al arreglo mediante el juicio de conciliación, y con la declara- ción hecha por el Alcalde Pedro de la Garza Ayala de ser injurioso a la autoridad del gobierno el escrito no. 20 de El Antagonista, el gobernador exhorto la orden para proceder al arresto de Manuel María De Llano “por la altanera y falta de respeto en que trata en el citado número a las autoridades minando su concepto y provocando escandalosamente la desobediencia, el desorden y la anarquía”.50

Ante ésto, De Llano abogó que apegándose al art. 22 de la ley federal

el 14 de octubre de 1828, que sólo se debía exigir fianza y esperar la previa calificación de un jurado para evaluar el escrito,51 con esta razón logró una detención domiciliaria y el Lic. Valeriano Borrego asesor letrado del estado recomendó proceder a escuchar al fiscal de imprenta y calificar el impreso. Pero el Alcalde Juan de la Garza Ayala en su carácter de juez de primera instancia ordenó un auto de arresto en la casa de beneficencia para Manuel María De Llano. Esté se encontraba en su casa cuando se le notificó el auto y resignado acudió con el alcalde para pedirle permiso para resolver sus negocios y traer su cama.52

Manuel De Llano no perdió tiempo y se reunió con sus amigos Francisco Mier, Guadalupe Treviño, Lorenzo Lozano y su hermano Antonio de Llano y lle- vando a los primeros dos en calidad de testigos, se presentó nuevamente ante el Alcalde IV, y decidido le dijo que no lo reconocía como juez de su causa, y exigía que el jurado de imprenta fuera su juez nato.53 El juez sorprendido le contestó que la notificación de arresto no era nueva y que debía obedecer, De Llano con una

48 Véase también Galindo, 2005:150.49 AGENL., CL22/348, oficio con fecha 1 de agosto de 1831. 50 Ibíd.51 Ibíd. 52 AGENL., CL20/335 exp. 2. Declaración de Florencio Farías en la causa seguida a Manuel María de Llano, 10 de agosto de 1831.53 Ibíd.

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actitud desafiante le respondió diciendo que no podía valerse por la fuerza para hacerse obedecer y que se iba a su casa.54

En tanto Garza Ayala dispuesto a hacerse obedecer pidió se le franqueara la guardia de soldados del Alcalde I Irineo Castillón. Y entre 8 y 9 de la noche del día 3 de agosto, dos o tres soldados con fúsiles acudieron a casa de, De Llano y fue apresado y conducido a la cárcel pública.55 Ante esta nueva vejación de Llano incomunicado y en rigurosa prisión sin poderse llevar a cabo su juicio no tuvo otra salida que dirigir una solicitud de indulgencia al gobernador del estado.

En la representación De Llano explicaba los padecimientos de los que había sido victima, su desgracia decía:

ha consistido en que se le ha creído autor de los vicios, y defectos que se notaron en aquellas elecciones”, “su honor se vio retratado con los negros colores de guerrerista, anarquista y desorganizador, designado como autor y reo principal de los desórdenes, tachado aún de conspiración y sufriendo una rigurosa prisión.56

Respecto a periódico El Antagonista, relató que la reparación de su honor, le hizo concebir el proyecto de realizar un periódico, que tuvo por efecto la asociación de varios compañeros y que entre otras cosas creyeron conveniente censurar algunas providencias y actos públicos de los que se persuaden más opresivos a su persona (…), para ver si de esta suerte, lograban algún remedio (…).57 Y de una manera muy anhelante escribió:

Quisiera Sr. Exmo. que se arrancara del tiempo, si posible fuera, una época tan amarga, y tan fecunda “en desavenencias” (… ) aún es tiempo que V.E extienda su mano protectora y benéfica para cortar de raíz los gérmenes de esta discordia (…), renazca entre nosotros una nueva época de felicidad y unión.58

Finalizó el escrito diciendo que tanto él cómo sus socios protestaban una ciega obediencia, respeto y sumisión a las autoridades, además de no emplearse más en escritos que cedan en desaire de ellas.59 Este escrito fue llevado al go-

54 Ibíd., oficio, 4 de agosto de 1831.55 Ibíd.56 AHCENL., Suplemento de la Gaceta Constitucional no. 266, 25 de agosto de 1831.57 Ibíd.58 Ibíd.59 Ibíd.

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bernador por su hermano Rafael De Llano, quien llevó consigo la edición de El Antagonista no. 21 que había recogido a su hermano, prometiendo al ejecutivo que dicha edición del periódico jamás vería la luz pública.60

El Congreso que seguramente estaba satisfecho del arreglo, mandó a que los individuos encausados, quedaran en ejercicio libre de derechos y decreto:

Art.1 Se sobreseera en todos los juicios abiertos a resultas de los acon- tecimientos del 5 de diciembre de 1830. Lo mismo se practicará respecto de los que teniendo alguna tendencia con dichos acontecimientos se hayan formado por injurias, falta de obediencia a las autoridades o incita- ción de ella.Art.2 Los individuos encausados por cualquiera motivo de que habla el artículo anterior, quedan en ejercicio libre de sus derechos.Art.3 El gobierno recogerá todos los expedientes, informaciones, sumarias, y causas aún ya sentenciadas en primera instancia pero pendientes en la segunda y demás recados y los reservará como de ningún valor, más sólo en el caso de que se falte a las protestas que han hecho al gobierno.61

7.3 El Antagonista, la última carga

Manuel De Llano no aceptó el acuerdo expedido por el gobierno, ya que hábilmente bajo el art. 3 el congreso dejó expedita la acción de poder abrir de nuevo los procesos; por lo que declaró que renunciaba al citado beneficio por serle gravoso.62 Aparentemente derrotado y con la apariencia de aceptar su culpabilidad ante los hechos, Manuel De Llano publicó El Antagonista 21 del 4 de agosto e incluyó un artículo en el cual denunció que el gobierno no dejaba de acusar y perseguir a sus enemigos. (Derbez, 2007).

La lucha se abrió de nuevo y la Gaceta tachó a los liberales de ser unos hombres miserables con un frenético y temerario empeño por gobernar, acusó a De Llano y sus compañeros de haber burlado traidora y alevosamente al gobierno y al congreso mismo, y sobre la publicación de las protestas en El Antagonista expresó: “su objeto no fue otro que procurarse una tregua mientras el congreso que pudiera dictar medidas que lo excarmentaran se disolvía para volver de nuevo a la carga”.63

60 AGENL., Gaceta Constitucional no. 273, 13 de octubre de 1831 y no. 274, 20 de octubre de 1831. 61 AHCENL., Suplemento de la Gaceta Constitucional no. 266, 25 de agosto de 1831.62 AGENL., CL22/348. Oficio con fecha del 23 de agosto de 1831.63 AGENL., Gaceta Constitucional no. 269, 15 de septiembre de 1831.

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El gobernador acudió a la junta consultiva de gobierno presentando El Antagonista 21, y les pidió tomar providencias en contra de los editores; por- que: “era excesivo el abuso de la libertad de imprenta que hacían esos hombres y el desacato con que trataban a la autoridad”.64 La junta recomendó remitir todos los documentos a la legislatura, “manifestando los funestos efectos que ha producido y pueden producir en todo el estado la publicación del periódico antagonista en los términos que hasta ahora lo ha verificado”.

7.4 El Antagonista y Rafael De Llano

Mientras que en el congreso pensaban en las posibles medidas para poder acabar con El Antagonista, la influencia del periódico continuó creando polémica. En especial Rafael De Llano que como presidente del Tribunal Superior de Justicia, comenzó a tener enfrentamientos con el segundo magistrado de Justicia Juan Nepomuceno de la Garza y Evia, a quien acusó de “promover la cizaña, fomentar odios y venganzas personales entre el gobierno y particulares”.65

En el número 270 de la Gaceta, apareció un artículo firmado por El Invi- sible, que reclamaba el contenido del suplemento De El Antagonista no. 24, respecto a la promesa que había hecho Rafael de Llano al gobernador sobre que el periódico no. 20 de los Llano no vería la luz: “(…) jamás pensé en asegu- rarle que no vería la luz pública, aunque puede muy bien creerse que así lo pensaría dicho Sr. o que lo soñó (..)”, y agregó: ¡que tal! Si yo y otros no lo hu- biéramos oído, era fácil creer que el señor García lo pensó o lo soñó: pero no hay nada de eso (…), ha perdido el Sr. Lic. la memoria ¡lástima! (…).66

A partir de entonces la desconfianza en la persona de Rafael De Llano fue en aumento, y en poco tiempo se le atribuyó ser también uno de los redactores de El Antagonista; a esto De Llano contestó, “que aunque para sus enemigos así lo era, ésto no era cierto y que su hermano nunca había tenido su aproba- ción para llevar a cabo dicho periódico” (Zapata, 1988: 21). Pero con el no. 26 de El Antagonista, La Gaceta confirmó las sospechas acerca de que Rafael colaboraba con el periódico liberal,67 además expusieron la extrañeza que les causaba que un magistrado de audiencia, es decir, Rafael De Llano, apoyara las doctrinas anárquicas y sediciosas de un periódico como El Antagonista.68

64 AHCENL., Diario de debates tomo 3, 27 de agosto de 1831.65 AGENL., Gaceta Constitucional no. 270, 22 de septiembre de 1831.66 Ibíd.67 Gaceta Constitucional No.274 del 20 de octubre de 1831.68 Ibíd.

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7.5 El fin de El Antagonista

Los últimos números del periódico El Antagonista culminaron tal y como se habían iniciado los primeros números: en el escándalo. La crítica esta vez versó en la lista final de jurados autorizada por Lorenzo Antonio Melo como oficial mayor de la secretaría de gobierno, y no por el secretario de gobierno como correspondía, El Antagonista no. 29 mediante un artículo de “el curioso” calificó esta acción como ilegal.69

Melo envió un comunicado impreso en la Gaceta no. 275 y justificó haber autorizado la lista de jurado, porque entonces dijo, se hallaba enfermo el Sr. Secretario de Gobierno.70 Se presentó además ante el Alcalde III Pedro de la Garza Ayala y denunció a El Antagonista no. 29 por injurias a su persona. El juez citó al impresor del periódico liberal Manuel María de Mier a quien solicitó el nombre del autor del artículo, pero Mier se negó a colaborar con las auto- ridades. Entonces se designó como responsable del referido anónimo a Andrés Elizondo, un criminal que se hallaba en la cárcel con causa pendiente. En tanto a Mier se le condenó un mes en prisión por no presentar la firma del responsable del comunicado. Este auto fue apelado por el impresor, pero el magistrado de la tercera sala el Lic. Dávila Prieto declaró inadmisible el recurso de apelación ya que no había documentación acerca de los hechos, ni se había intentado la acusación de ellos por la parte agraviada como la única legítima.71

A partir de entonces ya no se tiene noticia de El Antagonista, aparente- mente este último altercado dio pie a su extinción. Un artículo firmado por El Censor, inserto en la Gaceta no. 274 con fecha de 20 de octubre, lo proclamó así:

Para la felicidad del género humano pasó ya y para no volver jamás, la fu- nesta época de horror y tiranía en que algunas familias prevalidas de la injustas prerrogativas sobre las sociedades, e investidas al canto de cuan- tos vicios es susceptible la fragilidad humana, dominaban y disponían a su antojo de la suerte de los pueblos, considerándolos como un rebaño de ovejas que constituían su legítimo patrimonio: esta época de abjección y abatimiento voló para siempre de Nuevo León, según el art. 2 de la constitución.72

69 AGENL., Gaceta Constitucional no. 275, 27 de octubre de 1831.70 Ibíd.71 Ibíd.72 Ibíd.

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La Gaceta declaró además que el público había sido testigo imparcial y dis- creto de la contienda, y que ésta ha sido cerrada a favor del gobierno, añaden que el pueblo debe aprender a reconocer los enemigos del estado, aspirantes políticos, como El Antagonista, terminando de esta manera uno de los años más controversiales en la historia de Nuevo León.

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Periódico Oficial del Estado, bajo el nombre de Gazeta Constitucional de Nuevo León.

www.nl.gob.mx/.../ poe_gazeta_800.jpg

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Comentario Final

A pesar de que la llegada de la prensa llegó tardíamente a la región noreste, ésta se desarrolló bajo particulares muy especiales. En el contexto histórico del México independiente, el recién establecido estado de Nuevo León originó dos periódicos bastante representativos del periodismo político del siglo XIX. Un ejemplo de ello es la Gaceta Constitucional que impulsada como un medio para regular las críticas vertidas hacia el gobierno, se convirtió en el órgano expositor de la élite dominante mayoritariamente conservadora. Ésta élite rebeló cam-bios dentro de su estructura y de su forma de pensar, pues las influencias del liberalismo político y del posterior federalismo delinearon en los grupos políticos nuevoleoneses partidismos que apoyados por la llegada de la masonería a la región se vieron envueltos en una lucha intensa por el poder.

En esta lucha el grupo liberal progresivo identificado con Manuel María De Llano, fue responsable de la aparición del segundo periódico El Antagonista, que con el propósito de ilustrar al pueblo y poner en evidencia los abusos de poder, convirtió al periódico en una prensa opositora de partido en una época que la división de opiniones era considerada como antipatriótica y hasta como traición (Costeloe, 1975:36).

El temor y la defensa del gobierno se hizo presente mediante las perse- cuciones, encarcelamiento y la opresión de la libertad de prensa que se ejerció en contra del grupo liberal; medios coercitivos que lograron oprimir al perió- dico opositor. La lucha entre ambos periódicos terminó dejando un importante legado ideológico en el trasluce mucho del espíritu liberal y partidista de la época.

Sin embargo, las convicciones federalistas y la defensa de las doctrinas

democráticas de Manuel De Llano y su grupo liberal no declinaría con la desa- parición del periódico El Antagonista; pues la lucha y perseverancia emprendida abriría un largo camino por recorrer, primero con el truncado ascenso al poder de Manuel De Llano en el año de 1833, distinguiéndose por su ánimo de carác- ter reformista, luego en 1849 con el intento del restablecimiento del federalismo en el estado (Fortson, 1990: 68); para finalmente ver completados todos los es- fuerzos con la progresiva adopción y predominio del federalismo de los años cincuentas y sesentas del siglo XIX.

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Fuentes Consultadas

Archivos

AGENL.Gaceta Constitucional, Monterrey, 1830-1831.El Antagonista, Monterrey, 1830-1831.AHCENL.Diario de debates Tomos 1-4 (1824-1829).

Referencias Bibliográficas

COSSÍO, David A. (2000): Historia de Nuevo León, Obras completas tomo V., Madero Quiroga (comp.). Monterrey: Congreso del Estado de Nuevo León, LXVIII Legislatura.

COSTELOE, Michael (1975): La primera república federal en México 1824-1835, un estudio de los partidos políticos. México: FCE.

DERBEZ GARCÍA, Edmundo (2007): Manuscrito sin título. Monterrey.FORTSON, J.R. (1990): Los gobernantes de Nuevo León. Historia (1579-1989). Monterrey: S.A.

de Editores. GALINDO, Benjamín (2005): EL provincialismo nuevoleonés en la época de Parás Ballesteros

1822-1850. Monterrey: UANL. MADERO, Adalberto (1998): Nuevo León a través de sus constituciones. Serie la Historia y el

Derecho. Monterrey: Congreso del Estado de Nuevo León, LXVIII Legislatura.TORRES LÓPEZ, Erasmo (2001): El periódico oficial de Nuevo León. Un periódico con 175 años

de vida. Monterrey: AGENL.YZCOA FLORES, Raymundo (1997): La prensa regiomontana. Apuntes para su historia 1826-

1996. Monterrey: Presidencia Municipal de Monterrey.ZAPATA VÁZQUEZ, Dinorah (1988): El Antagonista de Manuel María De Llano. Monterrey: CIHR,

UANL.

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Las Batallas por Monterrey: ruge la guerra en el noreste

mexicano (1846-1848) V

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Las Batallas por Monterrey: ruge la guerra en el noreste

mexicano (1846-1848)

Eduardo Cázares PuenteDirección de Cultura

Municipio de Monterrey

Puesto que ya muchos han tratado de poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas [...],

me ha parecido a mí, después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su origen, escribírtelas por orden.

Lucas 1:1,3

Resumen

La situación política-social de la naciente nación mexicana durante la primera mitad del siglo XIX, así como las situaciones internas y externas que motivaron el conflicto armado entre México y los Estados Unidos

de América, es el objetivo de este escrito. De manera particular se analizan las consecuencias inmediatas que esta guerra provocó en Nuevo León, así como las coyunturas posteriores al conflicto. Todo ello favoreció la creación de una simbiosis económica-cultural entre la región noreste de México y el estado de Texas.

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Introducción

En el período comprendido entre los años de 1846 y 1848, sucedió en la capital de Nuevo León un hecho que no tenía precedentes.La ciudad santa de la frontera se enfrentaba ante el peligro de una

invasión extranjera. La ola de soldados norteamericanos se concentró sobre Monterrey desde el 19 de septiembre, y cinco días después entraban victoriosos sobre los escombros de una ciudad convertida en un cementerio, según palabras de José Sotero Noriega, capellán del ejército mexicano.

La ocupación norteamericana sobre Monterrey se alargó desde finales de

septiembre de 1846, hasta julio de 1848, fecha en que salieron las últimas tropas de territorio nuevoleonés. Durante este tiempo, sucedieron en esta localidad un sinfín de consecuencias ambivalentes: el contrabando y el comercio legal, el respeto de los oficiales americanos y la violencia de los voluntarios, la guerrilla como resistencia, y la guerrilla como oficio para asesinos y criminales.

Las Batallas de Monterrey, calle por calle.

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Por lo tanto, es necesario que entendamos este período y sus repercusio- nes en el curso de la historia, porque es crucial para entender la abundancia durante el período de la guerra de Secesión Americana y el despegue indus- trial regiomontano de finales del siglo XIX. El historiador Enrique Florescano afirma (1997:11-12):

Sí para los poderosos la reconstrucción del pasado ha sido un instrumento de dominación, para los oprimidos la recuperación del pasado ha servido como hilo afirmador de su identidad y como fuerza emotiva que mantiene vivas sus aspiraciones de independencia y liberación.

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1. Las Batallas de Monterrey

Monterrey fue la más grande e importante ciudad en el noreste de México [...], está situada en la entrada noreste de las mon- tañas de la Sierra Madre para vagones y artillería [...].

Wilcox, 1892:79

A principios de septiembre de 1846 los habitantes del estado de Nuevo León vivían amenazados por el fantasma de una guerra no deseada y para la cual no estaban preparados. La guerra entre México y los Estados Unidos había iniciado en mayo de 1846, y las fuerzas americanas que atacaría la capital del Estado de Nuevo León, se enfrascaron en una feroz lucha por tomar una ciudad defendida por casi 4,000 soldados. La ocupación de Monterrey, capital del estado, por parte del ejército angloamericano duró casi dos años en los cuales se puso a prueba la resistencia de los nuevoleoneses, la capacidad de organización del gobierno estatal, que peregrinó por casi todo el sur de la en- tidad y la formación de las bases para el florecimiento de un mercado regional que se fortaleció aún después de 1848.

El objetivo del presente trabajo es tratar de entrelazar los diversos porme-

nores de esta etapa regional, poco clara en cuanto al contexto histórico, para encontrar un significado a los procesos locales posteriores al conflicto. Citando al Historiador Enrique Florescano podemos determinar que:

En los tiempos en que chocan dos o más interpretaciones del pasado, se agudiza la sensibilidad de lo histórico: grupos, clases y naciones intentan fundamentar con mayor ansiedad sus raíces. Los protagonistas de esos momentos críticos redoblan entonces la búsqueda de testimonios para fortalecer los testimonios propios y destruir los del contrario (Florescano, 1997: 12).

Para 1845 el entonces Departamento de Nuevo León, integrante de la República Centralista Mexicana, formaba parte de una de las regiones más tranquilas y estables del país. Alejado de las revoluciones y cuartelazos que constantemente azotaban a la nación, Nuevo León permanecía neutral ante

El ejercito mexicano fue derrotado por los colonos texanos.

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tales acontecimientos. Ante los conflictos emergidos de las pugnas entre con- servadores y liberales en la capital del país y sus repercusiones nacionales, surgía la respuesta de la élite local regiomontana, que hacía valer su poder de decisión en la región, quienes también:

[…] compartían una clara propensión al federalismo y al control local, pero sin aferramientos ni dogmatismos y con la capacidad para asimilar y atenuar los movimientos y proyectos centralistas provenientes de la capital (González, 1997:358).

Las principales actividades regionales eran la agricultura y la ganadería. La situación geográfica y la radicalidad del clima en la región motivaron a forjar un carácter combativo del nuevoleonés, quien aprendió a sobrevivir en medio de incesantes sequías que asolaban la región. Como ejemplo de lo anterior, en plena guerra con los norteamericanos, el Alcalde de la Villa de la Punta de Lampazos notificaba al gobierno estatal que los novillos donados por los rancheros y hacendados del municipio estaban flacos por la sequía del año anterior.1

Otro problema que enfrentaron principalmente pueblos y ranchos del centro y norte del estado fueron los constantes ataques de los indios semi-nómadas del norte. Al respecto del tema, el gobernador del Estado José María Parás en sus Memorias de 1849 dice:

La guerra con ellos (los indios), sobre la mayor parte de los pueblos del Estado, nos arrebata con frecuencia, la seguridad que pudiéramos dis- frutar sin esta plaga desoladora. La impotencia que hasta aquí hemos manifestado respecto a ella, es una de las cosas que más nos deshonran ante los ojos de las naciones extranjeras.2

Este problema se acrecentó sobretodo en la década de los cuarentas, en donde se tiene notificación de los municipios del norte y noreste del estado estableciendo en alerta al gobierno estatal sobre el ataque de los indios a sus propiedades,3 alcanzando enormes dimensiones después de terminado el conflicto armado en 1848.

En lo concerniente a la situación de caminos e industrias, Parás señalaba

que antes de la guerra:

1 AGENL., (Archivo General del Estado de Nuevo León), Alcaldes, Lampazos, c-7, 14 de mayo de 1846.2 AGENL., Memorias; José María Parás, 1849, p. 5.3 Cfr. AGENL., Sección Concluidos, expedientes CL36/618, 1840, 297 ff., también véase Reséndiz, 1983.

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Estas vías de comunicación... se hallan para regular el estado; y aunque en la administración central se dictaron disposiciones para mejorarlas, nunca pudieron tener efecto, porque ésta clase de obras demanda siempre fondos suficientes y esclusivos para coronarlas..., (la industria) del Esta- do aún se halla en la infancia: la agrícola que forma principalmente su riqueza, no ha hecho ningún adelanto notable: el mismo mecanismo, la misma clase de instrumentos, el sistema que aprendimos de nuestros padres, prevalecen hasta el día.4

Todos estos retrasos materiales y la inminente llegada del ejército norte- americano a Nuevo León motivaron respuestas encontradas:

Para muchos la ocupación enemiga sería un desastre, mas como veremos más adelante, algunos ciudadanos trataban de seguir con la rutina de sus vidas a pesar de la ocupación, otros, en cambio, buscarían provecho o ventaja de la nueva situación (González, 1997: 427-428).

La muestra de desconfianza en el gobierno nacional era clara. Desde 1836 se había planeado la reconquista de la provincia de Texas (la cual nunca se llevó a cabo). Todo parece indicar que durante los nueve años siguientes a 1836 se solicitaron “préstamos” a los ciudadanos para realizar tal expedición. Ejemplo de ello se ve reflejado en una carta enviada por el presidente municipal de Sali- nas Victoria en noviembre de 1845 al gobernador Manuel María De Llano, en la cual dice que:

varios vecinos que han ofrecido algunos donativos para la guerra de Tejas, quieren conservarlos hasta que ésta se emprenda..., no hay en ello inconveniente alguno supuesto que los productos de dichos donativos han de ser esclusivamente (sic.) invertidos en los gastos de aquella guerra.5

Con la guerra tocando a las puertas de su territorio algunos sectores de la sociedad se comprometieron a salvar la soberanía del país luchando hasta el último hombre, otro como el eclesiástico cooperaría para la causa mexicana ordenando a sacerdotes la organización de misas y oraciones para el triunfo nacional.6 En tanto en el estado se organizaba un cuerpo de auxiliares com- puesto por ciudadanos mayores de edad. En junio de 1846 el gobernador Juan Nepomuceno de la Garza y Evia mediante una circular decretaba:

4 AGENL., Memorias; José María Parás, 1849, p. 8.5 AGENL., Alcaldes, Salinas Victoria, c-10, 20 de noviembre de 1845.6 AGENL., Periódico Oficial (1846), Semanario Político, 22 de junio de 1846.

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En el Estado de Nuevo León, todo hombre de la edad de 18 a 50 años tiene la obligación de incluirse en la milicia y defender al país de la invasión norteamericana. Están excentos (sic) los eclesiásticos; sirvientes domésticos y de las haciendas.7

Ante ello, los gobiernos municipales encargados de organizar tales milicias respondieron de dos formas: los que se vieron impedidos, limitados por la apatía, el miedo y el rechazo a la leva de sus vecinos, y los que se apuntaron de manera inmediata ante la respuesta efusiva de sus ciudadanos; para muestra al lector, enumeramos los siguientes casos: el alcalde de Apodaca escribía en julio de 1846 al gobernador de la Garza y Evia que sólo había cinco hombres para cubrir el 11mo. Escuadrón de Auxiliares.8 Otros alcaldes como el de Cerralvo, se limitaron a decir que los vecinos no podían prestar el servicio de las armas por incapacitados.9

Por el contrario hubo municipios que si respondieron al llamado. En

Higueras se alistaba a la Compañía de Milicias los vecinos de la Hacienda de Ramos y de Ciénega de Flores.10 También, por mencionar otro caso, el encar- gado del Juzgado 1º de la Ciudad de Monterrey, solicita ante el Gobernador del Departamento la aprobación de cuatro compañías de infantería y dos de caballería que compongan la Milicia Local conforme al decreto de la Asamblea Departamental del 18 de junio pasado.11 Lo mismo sucedió con la milicia de Lampazos, quien por necesidad no salió de la Villa para no desproteger al pue- blo de las depredaciones de los indios.12

De la misma manera, para el reclutamiento de las milicias fueron alistados

los vagos y viciosos de los pueblos y villas de Nuevo León. Muestra de ello es el caso del Alcalde de Cerralvo, quien notificó a la autoridad militar de la ciudad que los vagos capturados en esa villa serían remitidos a Monterrey para su utilidad en las labores de fortificación de la plaza.13

Otro problema grave que tuvieron que enfrentar los gobiernos municipales

fueron las constantes deserciones de los soldados del ejército. En su estancia en

7 AHCENL., (Archivo del Honorable Congreso del Estado de Nuevo León), Expedientes, c-12, 16 de junio de 1846.8 AGENL., Alcaldes, Apodaca, c-2, 19 de julio de 1846.9 AGENL., Alcaldes, Cerralvo, c-13, 17 de julio de 1846.10 AGENL., Alcaldes, Higueras, c-2, 16 de mayo de 1846.11 AHM (Archivo Histórico de Monterrey), Colección Guerra México Estados Unidos, Fondo Capital del De- partamento, Sección Intervención Norteamericana, Serie Milicias civiles, Volumen 1, Expediente 1, F.2.12 AGENL., Alcaldes, Lampazos, c-7, 17 de agosto de 1846.13 AGENL., Alcaldes, Cerralvo, c-13, 4 de julio de 1846.

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Linares, el General en Jefe del Ejército del Norte tomaba medidas drásticas: se condenaba a muerte a toda persona que hubiera desertado y no se reportara a su escuadrón en los próximos quince días después de publicadas sus órdenes.14

Muy pronto esta ley sería secundada por los distintos municipios del estado. Anteriormente en Santa Catarina el alcalde incitaba a sus vecinos a la captura de estos individuos a cambio de cinco pesos por desertor,15 en Santiago los vecinos se organizaban en grupos para vigilar entradas y salidas de extraños y así poder identificar a los desertores;16 de una forma u otra las deserciones y los pretextos para evadir la actividad militar nos demostraron varias cosas: primero que no había una conciencia nacional que motivara a la defensa del país y solamente se comenzó a hacer algo cuando los norteamericanos se encontraban en la esquina de enfrente; segundo que los reclutamientos forzosos causaron histeria y rechazo más que razonamiento y orgullo nacional.

Para junio de 1846 la parte norte del Estado de Tamaulipas se encontraba

invadido por la ola de soldados extranjeros. Después de ocupar Matamoros, los norteamericanos se trasladaron a la Villa de Camargo, a través de la ribera del río Bravo, y desde allí iniciar la invasión del Estado de Nuevo León. A pala- bras expresas de Miguel González, “la intención norteamericana era controlar el noreste de México, cuyo centro se encontraba en Monterrey” (González, 1997: 425).

Monterrey era, según José Sotero Noriega17 “una de las ciudades más

hermosas de la República Mexicana, la capital de la frontera. Situada en un fértil valle en medio de altísimas y pintorescas montañas, la naturaleza se ostenta en toda su belleza y vigor” (Noriega, 1980: 4). Era en efecto la Ciudad Santa de la frontera del norte de México. Inviolada por los efectos de las revoluciones en México, tendría pronto los efectos devastadores de una guerra sangrienta. Sotero Noriega (1980), testigo presencial del combate profetizaba lo evidente: después de las desgracias del río Bravo el torbellino de la guerra la amenazaba muy inmediatamente y los habitantes preveían un grave y doloroso conflicto.

En agosto de 1846 se recibían los primeros avisos de la presencia anglo-

americana en Nuevo León. Durante algunas horas, Cerralvo es ocupado por unos cuarenta voluntarios americanos quienes posteriormente se retiraron,18

14 AGENL., Alcaldes, Linares, c-9, 26 de julio de 1846.15 AGENL., Militares, c-42, 14 de abril de 1846.16 Ibíd, 4 de abril de 1846.17 Capellán del ejército mexicano en las batallas de Palo Alto, Resaca de la Palma y Monterrey.18 AGENL., Militares, c-45, 14 de agosto de 1846.

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lo mismo sucedió unos días antes en la Villa de China.19 Ante esta problemática el ejército mexicano se había trasladado de Linares a Monterrey, para comenzar las labores de defensa de la ciudad. Las múltiples carencias de que sufría el soldado mexicano se habían hecho evidentes desde Matamoros. Los víveres que había solicitado el general Mariano Arista para la defensa del puerto, al gobernador de Nuevo León, no habían sido conseguidos, prueba de ello es que de las 165 mulas que se solicitaron para transportar maíz, sólo se consiguieron 50 en el Departamento.20 Por lo tanto era lógico pensar que el ejército mexicano no estaba preparado para afrontar la guerra. Los primeros desastres en las batallas de Palo Alto y Resaca de la Palma (al norte de Matamoros, cerca de lo que hoy es la población de Brownsville, Texas), lo evidenciaban y por lo tanto, la defensa de Monterrey significaba el recobro de la confianza y del prestigio perdido para las fuerzas armadas mexicanas.

En agosto de 1846, la ciudad de Guadalajara fue la cuna del golpe federalista

del gral. Mariano Salas, contra el régimen pro-monárquico del Gral. Paredes y Arrillaga, y que por enésima vez, trajo consigo una serie de confusiones que originarían en parte la derrota en Monterrey. A mediados de agosto, Salas ya instalado como presidente de México, nombra General del ejército del norte a Pedro Ampudia, en sustitución de Francisco Mejía. Sotero Noriega (1980) como testigo de los hechos menciona que:

Este nombramiento por mil títulos impolítico, resucitó antiguas preven- ciones que se desarrollaron de tal modo, que varios jefes escribieron a México mostrando su descontento: la prensa denunció este disgusto, y se engendraron varias antipatías que fueron al fin de funestas consecuen- cias (Noriega, 1980:4).

Estos altibajos en el ánimo de los defensores se vieron reflejados cuando el 16 de septiembre todos obedecieron al sentimiento patriótico y exaltando los ánimos y el entusiasmo se olvidó todo (Noriega, 1980).

Ante el rechazo de buena parte de los militares contra el nombramiento

de Ampudia, a quien le atribuían la derrota de Palo Alto, la prensa y del grupo político que controlaba el estado, inclusive Garzay Evia, y Manuel María de Llano escribieron a México pidiendo que se removiera a Ampudia, y se mantuviera al general Mejía.21 Sin embargo, el gral. Francisco Mejía despejaba dudas y el 21 de agosto anuncia que el nuevo General pronto llegará a la ciudad, y que a

19 Ibíd, 11 de agosto de 1846.20 Ibíd, 3 de abril de 1846.21 Garza y Evia y Manuel María de Llano inclusive escribieron se removiera a Ampudia y se mantuviera a Mejía. AGENL., Periódico Oficial (1846), Semanario Político, 21 de agosto de 1846.

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pesar del pesimismo no abandonarían la ciudad como se rumoraba.22 A partir de su llegada, la postura de Ampudia fue en parte similar a la asumida por Santa Anna en la Angostura meses después:

Practica escrupulosos reconocimientos, encarga la perfección de las obras a los ingenieros militares y encomienda al capitán de la plana mayor D. Francisco Segura, que practique el reconocimiento del camino hasta el rancho de Papagayos (Noriega, 1980: 5).

Ante el anuncio de que varias villas del Estado estaban ocupadas por los norteamericanos, las tropas en Monterrey son alistadas. El general Ampudia cierra filas, decreta la ciudad en estado de sitio y subordina la autoridad civil al mando militar. Con esto, Ampudia se convirtió en Comandante de la plaza y Gobernador; ante el informe de que la ciudad estaba convertida en un nido de desertores y malhechores,23 ordena que nadie salga sin permiso ni pasaporte. Dos días después anulaba tal decreto porque ponía en entre dicho la honorabilidad del regiomontano. Ésta sería la primera de una larga lista de contraórdenes.

Para corroborar lo anterior, Pedro Garza Ayala, Alcalde de la Villa de Gua-

dalupe, notifica al Alcalde de Monterrey que ha recibido el oficio que contie- ne las medidas tomadas por el Jefe de operaciones del Ejército Mexicano, para defender la plaza, entre ellas, declarar en sitio la capital para resguardarla del ataque norteamericano.24

El crecimiento del ejército acantonado en Monterrey creció de mil quinien-

tos a cinco mil personas, y por lo tanto se creó la necesidad de almacenar más parque, alimentos y agua. Los municipios de Marín, Salinas Victoria y San Fran- cisco (Apodaca) aportaron quinientas fanegas de maíz,25 de la misma forma la Villa de Guadalupe cooperó con seiscientas.26 Muchos cronistas han atribuido la derrota de Monterrey a la falta de víveres, pero por los documentos encon- trados hemos visto que ésta no es una causa que justifique la capitulación ya que Monterrey se convirtió en un gran granero. Entonces, ¿cuál fue la causa de la caída de la ciudad?

El avance norteamericano hacia Monterrey provocó pánico inclusive entre

los altos jefes militares mexicanos. El plan original de defensa se sustentaba en

22 AGENL., Militares, c-45, 27 de agosto de 1846.23 AGENL., Militares, c-45, 4 de septiembre de 1846.24 AHM., Fondo Capital del Departamento, Sección Intervención Norteamericana, Serie Correspondencia, Colección Guerra México Estados Unidos, Volumen 2, Expediente 1, Folio 16.25 AGENL., Militares, c-45, 8 de septiembre de 1846.26 Ibíd., 14 de septiembre de 1846.

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presentar combate en el paraje conocido como Papagayos, ya que en caso de retirada, el terreno daba ventajas para llegar a salvo a Marín. Ante el rechazo de la Junta de Militares se acordó defender la Villa de Marín, para así dejar a Monterrey como base de refuerzos. Ante la sorpresa de muchos y del mismo Ampudia, la junta militar decidió atrincherarse en Monterrey y defender la plaza a sangre y fuego. A causa de esa decisión, el 12 de septiembre, Pedro de Ampudia solicitaba al Alcalde de Monterrey la remisión de la cantidad de sacos de lana y algodón que había en la ciudad, para que sirvan en las labores de defensa de la plaza.27

Ese mismo día, le requería al Alcalde de Monterrey la reunión de todos los techadores libres que hubiere en la ciudad, así como los carreteros, con el fin de trasladar material como el guilote y pita de amarras, procedente del Topo Grande, para techar la Catedral nueva ubicada en la Ciudadela debido a la importancia de este fortín para la defensa de la plaza.28 Dos días después, demandaba al Alcalde 1º de Monterrey, que ordenara a todos los dueños de las haciendas o encargados de justicia de los ranchos de su Jurisdicción, para que auxilien cuando sea necesario a las tropas mexicanas con abastecimientos, como maíz, carne, frijol o de cualquier otra clase. En caso de negarse a la ayuda, estima que serán tomados como adictos a las tropas americanas, que se dirigen a la ciudad con el objetivo de tomarla.29

La falta de decisión del mando militar ante la inexistencia de una estrategia planeada se manifestó en la fortificación de Monterrey. Según Sotero Noriega (1980: 6-7):

El día 13 de septiembre la junta de jefes de brigada decidió que se aban- donasen las obras de fortificación que se construían entre la Ciudadela y el cerro del Obispado, continuándose sólo las dos de los puntos referi- dos y la de la Tenería, que antes se había considerado importante..., el 19 de septiembre ante el sigilo del enemigo se mandó reparar el mismo reducto.

27 AHM., Fondo Capital del Departamento, Sección Intervención Norteamericana, Serie Correspondencia, Colección Guerra México Estados Unidos, Volumen 1, Expediente 1, Folio 8.28 AHM., Fondo Capital del Departamento, Sección Intervención Norteamericana, Serie Correspondencia, Colección Guerra México Estados Unidos, Volumen 1, Expediente 1, Folio 9.29 AHM., Fondo Capital del Departamento, Sección Intervención Norteamericana, Serie Disposiciones, Colec- ción Guerra México Estados Unidos (1832-1848), c-1, Expediente 1, Folio 11.

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Estas vacilaciones peligrosísimas, se sumaron a la antipatía contra Ampu- dia y el resultado final de la batalla evidenció el rostro de veleidad e ineptitud del comandante para defender la ciudad, ya que las labores de fortificación se habían hecho de manera adecuada.

Los norteamericanos, como ya lo hemos dicho, pensaban que la toma de Monterrey les daría el control del Golfo de México. Cadmux Wilcox, autor de uno de los estudios más completos sobre el sitio de la ciudad, describió la situación geográfica de Monterrey en las siguientes líneas:

Monterrey, la Capital de Nuevo León fue grande, la más floreciente, y desde un punto de vista militar, la más importante del noreste de México, teniendo una población de 10,000 habitantes. Situada en un extenso valle a lo largo de una base de altas y pintorescas montañas de la Sierra Madre y fertilizadas por las aguas cristalinas del San Juan. Siguiendo entre líneas orilladas con bellas casas, villas y jardines floreados, fue una buena fortificación [...] (Wilcox, 1892: 85).

Antes de llegar a Monterrey los norteamericanos debieron afrontar diver- sos problemas que repentinamente aparecieron en su camino. La hostilidad de pueblos y villas donde llegaban, las enfermedades -en su mayoría gastro- intestinales-, pero ante todo, se enfrentaron a la expresión máxima de sus prejuicios culturales: el espíritu racista y vengativo contra lo mexicano. Las instruc- ciones de buen comportamiento y trato a los civiles se opacaron por las actitudes agresivas de algunos voluntarios que veían la oportunidad de poner en práctica su “destino manifiesto”. Emilio Pacheco en su Crónica del 47 nos hace una pequeña alusión a este aspecto en el escrito siguiente:

Los voluntarios de Arkansas eran conocidos por sus depredaciones. El general Wool los consideraba el peor cuerpo de voluntarios en cuanto abusos contra la población mexicana... (en un instante) la gruta estaba llena de voluntarios gritando como diablos, mientras que más de veinte mexicanos se encontraban tirados sobre las peñas o muriendo en charcos de sangre, las mujeres y niños se colgaban de las rodillas de los asesi- nos implorando clemencia.30

Ante tal actitud, gran parte de los nuevoleoneses mantuvieron una men- talidad hostil contra el norteamericano. El Alcalde de Cerralvo recomendaba que ante la llegada del ejército invasor se retiraran las familias de las poblaciones

30 Diario de Sam Chamberlain, 10 de febrero de 1847, en Pacheco, (1997), op. cit., p. 60.

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llevándose todos sus recursos para evitar que el enemigo se posesionara de ellos.31

Ante la falta de un plan de defensa claro, Ampudia tumbaba y levantaba

fortines. Con los norteamericanos a la vista, el comandante de la plaza solicitaba a las villas cercanas palos, picos y azadones para la fortificación de la ciudad.32 La respuesta no se hizo esperar, ya que ese mismo día, el Alcalde de Apodaca mandaba 54 hombres a la capital para ayudar a las tareas de defensa.33 Todo era prisa, pues los norteamericanos se presentaron frente a la ciudad el 19 de septiembre de 1846.

El sitio de Monterrey comenzó justo cuando la ciudad cumplía sus 250 años

de fundación. Las familias habían abandonado la ciudad unos días atrás, “ver- tiendo lágrimas por sus deudos y con el terror en sus semblantes (Noriega, 1980:6); el ejército invasor sumaba alrededor de seis mil atacantes y los defen- sores aproximadamente el mismo número. Al final de la batalla, a expresión de Miguel González, las palabras de Sotero Noriega retumban a través de los años:

Monterrey quedó convertida en un gran cementerio. Los cadáveres inse- pultados, los animales muertos, corrompidos y la soledad de las calles, todo daba un aspecto pavoroso a aquella ciudad (Noriega, 1980:6).

Los norteamericanos ocuparon la ciudad a partir del 24 de septiembre, cuando Ampudia capituló y decidió retirarse; los informes norteamericanos impresionaron a la opinión pública, ya que no daban crédito a como una ciudad tan bien fortificada se había entregado. El capitán norteamericano, Franklin Smith, relató que fue una verdadera desgracia para los mexicanos haber ren- dido una plaza tan bien defendida. Haber entregado ese lugar a esa fuerza fue verdaderamente deshonroso, sin precedentes y asombroso (González, 1997ª: 348-349).

Dados los acontecimientos, han surgido varias teorías sobre la caída de Monterrey. Algunos cronistas locales narran que la capitulación se debió a la falta de víveres y parque. Enrique Torres López en la Historia del agua en Monterrey (1985) afirma que entre otras cosas la derrota mexicana se debió a

31 AGENL., Militares, c-45, 4 de septiembre de 1846.32 AGENL., Alcaldes, Monterrey, c-32, 14 de septiembre de 1846.33 AGENL., Alcaldes, Apodaca, c-2, 14 de septiembre de 1846.

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la falta de agua en la ciudad. Sotero Noriega (1980) está convencido de que los oficiales fueron los que presionaron a Ampudia para que capitulara, ya que corrían el riesgo de quedar atrapados en la ciudad y ser aniquilados por los nor- teamericanos. Al final y al parecer Noriega tuvo razón: cuantos sacrificios estériles, cuanta heroicidad burlada, cuanta cobardía impune y triunfadora.

Miguel González hace a nuestro parecer, el análisis más acertado acerca de

la caída de Monterrey. Él parte de la idea de un conjunto de intrigas entre el general Pedro Ampudia y los distintos gobernadores que tuvo el estado durante ese período. Sin consultar, Ampudia rindió la plaza y pidió a Francisco de Paula Morales que asumiera la gubernatura de manera deshonesta; para nadie es un secreto que entre Ampudia y la élite política de Nuevo León siempre hubo relaciones frías. Días después de la capitulación de la ciudad, el gobernador Morales escribía a México que Ampudia había prometido luchar hasta el último trance con todas las fuerzas que tenía a su mando, pero no lo hizo, a pesar de que los víveres almacenados en la Catedral estaban casi íntegros (González, 1997ª: 350).

En la capitulación del 24 de septiembre se estimaban los siguientes acuer-

dos:

El ejército (mexicano) sacaría sus armas y equipaje, una batería de seis piezas, municionada con veinticuatro tiros cada una, una parada de car- tuchos por plaza, dejando el resto del material; comprometiéndose por su parte los norteamericanos a no sobrepasar la línea de los Muertos, Linares y Victoria en siete semanas, en cuyo tiempo trabajarían en dili- genciar la paz.34

34 AGENL., Periódico Oficial (1846), Semanario Político, 6 de octubre de 1846.

La ciudad de Monterrey fue tomada por el ejrcito norteamericano.

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2. La ocupación norteamericana: sus consecuencias regionales

En el concepto de que el comercio de esta ciudad, para expeditar su expendio, ha adoptado por el valor que hoy tiene la moneda del cuño de los EE.UU de América, en cuanto a reales y medios, debe esta circular por ese valor, aunque no es el legí- timo, que en debida forma se arregla en uno. Esta disposición se hará notoria a todo comerciante de esta plaza, para que ningu- no alegue ignorancia.35

Las capitulaciones o armisticio firmado en Monterrey por mexicanos y norte- americanos, motivaron que el gobierno del Estado trasladara la capital a la Villa de Galeana,36 iniciando así un largo peregrinar de casi dos años por el sur de Nuevo León (Dr. Arroyo, Linares, Río Blanco, y en su momento más crítico, Mate- huala, S.L.P.). Todo parece indicar que la presencia del gobierno en Monterrey provocaría grandes desacuerdos y hostilidades. Sumado a esas diferencias, las agresiones de los invasores contra los civiles eran intolerables. En junio de 1847 el Alcalde de Monterrey escribía al gobernador Morales que promoviera leyes de protección para que los ciudadanos del estado se libraran de los abusos de los norteamericanos.37 Al parecer Morales protestó, pero el General Zachary Taylor le argumentó que era muy “difícil” controlarlos.38 Estos hechos eran muy comunes durante este período, en octubre de 1846 el encargado de justicia del Juzgado primero de Monterrey, comunicaba al Secretario In- terino del Supremo Gobierno de Nuevo León que por orden del General Taylor, sólo podría publicar en la ciudad las órdenes y circulares locales, no así las del Supremo Gobierno de la Nación. De la misma forma, le participa- ba las medidas de seguridad implementadas por el Jefe Americano a toda persona que llegara a la ciudad.39

35 AHM., Fondo Monterrey, Capital del Estado (segunda época), Sección Correspondencia, Serie Diversos, Colección Guerra México Estados Unidos, Volumen 1, Expediente 7, Folio 10.36 AHM., Fondo Cuartel Maestre Americano, Sección Correspondencia, Serie Políticos, Colección Guerra México Estados Unidos, Volumen 1, Expediente 1, Folio 12.37 AGENL., Militares, c-45, 15 de junio de 1847.38 AGENL., Periódico Oficial (1846), Semanario Político, 6 de octubre de 1846.39 AHM., Fondo Monterrey en el gobierno interino, Sección Intervención Norteamericana, Serie Informes, Colección Guerra México Estados Unidos, Volumen 1, Expediente 1, Folio 14.

La ciudad de Monterrey.

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Morales realizó durante estos seis meses de peregrinaje una labor ejemplar al frente del gobierno del Estado. Dos meses después de ocupada Monterrey, Morales informaba a los municipios que Nuevo León volvería a integrarse a la Federación y se regiría por la Constitución de 1824 y para ello pidió la opinión de los municipios. Muy pronto, las muestras de apoyo de algunos municipios se vieron reflejadas; por una parte el ayuntamiento de Santiago votaba a favor de la soberanía del estado y de su integración a la Federación;40 y por otra, Lampazos apoyaba la renovación del pacto de alianza con los otros estados del país y sugería la integración de un congreso local.41

El mismo gobernador Morales formuló la idea de una red de comunicación entre la administración estatal y los municipios. En circular del 1 de septiembre de 1847 planteaba que:

Se establecen tres líneas principales de comunicación con la capital del estado. La primera comenzará en Concepción y tocará los pueblos intermedios, Río Blanco, Galeana, Linares y a terminar en Cadereyta Jiménez. La segunda comenzará en Agualeguas, tocando Cerralvo y terminando en Cadereyta. La tercera en la Punta de Lampazos, atrave- zará los pueblos de Bustamante, Villa Aldama y terminará en Salinas Victoria.42

La creación de esta cordillera planeaba que todos los alcaldes primeros, fueran los conductos ordinarios para mantener la comunicación y unidad del Estado. Por desgracia, la presencia norteamericana en Nuevo León, y la falta de interés y apatía de algunos alcaldes, fueron los motivos que causaron la cancelación del proyecto.

Mientras el gobierno estatal sorteaba miles de dificultades para sobrevivir,

la población de Nuevo León se dividía entre combatir al invasor o entablar “buenas relaciones” con él; las crónicas norteamericanas relatan que una vez ocupada la ciudad, los soldados se instalaron inmediatamente en las casas desocupadas; el fenómeno que se había presentado en Matamoros se repitió en Monterrey: una ola de negocios como salones de billar, restaurantes, can- tinas se instalaron en la ciudad manejados por comerciantes americanos con fines mercantilistas (González, 1997:444).

40 AGENL., Militares, c-46, 23 de diciembre de 1846.41 Íbid., 24 de enero de 1847.42 AGENL., Alcaldes, Lampazos, c-7, 1 de septiembre de 1847.

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El comercio se convirtió en un punto de unión entre los militares norte- americanos y la población civil. Se generó una economía de guerra que resultó provechosa para algunos productores de la región. De tal forma se inició el contacto lucrativo entre ambos bandos que el Gral. Ampudia intervino decre- tando unos días antes de la batalla que todo aquél que prestara algún servicio al invasor sería pasado por las armas (González, 1997); durante los dos años de permanencia norteamericana en Nuevo León podemos afirmar que se crearon las bases financieras, para la creación de un mercado regional entre el sur texano y el noreste mexicano, que se acrecentaría con el cambio de frontera en 1848. Como muestra de ello, en octubre de 1846, y por orden del Brigadier General Worth, el 1er. Teniente S.C. Pembertón, participa el siguiente decreto (González, 1997:444):

I.- Toda clase y Descripción de Establecimiento p.a el juego son por ésta prohibidos- Toda persona, que después de ponerse el Sol, de esta fecha, abra y tenga directa o indirectamente tal establecimiento, será arrestado y encarcelado en la prisión de la ciudad a cargo del Alcalde para ser tratado como los demás presos.-II.- Se permiten los Billares más han de estar cerrados, ha no ser que haya excepción Especial, al toque de cajas a las ocho en la retreta. Los guardias y oficiales que están de guardia, están encargados de la ejecu- ción más eficaz de estas órdenes- Por autoridad del Gral. en Jefe.

Cuartel Gral. y División. Monterrey, 8 de octubre de 1846.

A finales de ese mismo mes, C. Pemberton, Primer Teniente y Ayudante, ordenó por requerimiento del Gral. Worth, la prohibición de los establecimientos que vendan licores antes de las nueve de la mañana, o después de las doce del medio día, bajo la pena de perder la licencia. Así también, se procederá a cerrar los negocios que acontezcan con actitud desordenada (González, 1997).

De esta forma, mientras el gobierno extranjero administraba de manera

ordenada la Ciudad, algunos habitantes sacaban provecho de la invasión, y otros mantenían encendida la flama de la lucha. En el caso Nuevo León, algunas regiones del Estado mantuvieron la hostilidad contra los angloamericanos me- diante la táctica de guerrillas. En el norte, el gral. Antonio Canales, antiguo enemigo de Santa Anna y del Centralismo, brillaba por sus victorias obtenidas entre los caminos de Cerralvo y Camargo.43 En marzo de 1847, el Alcalde de Pesquería Grande, Juan Bautista García, informaba a su homólogo de Mon- terrey que los arrieros le han solicitado al Agente Americano Samuel, que ga-

43 AGENL., Militares, c-46, 3 de febrero de 1847.

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rantice el envío de una escolta, que lleven las mulas y los arrieros a Camargo, ya que el peligro está latente por las partidas de Canales y otros.44

En el sur, algunos milicianos de Galeana encabezaban la resistencia po-

pular, cabe agregar que entre ellos se encontraba el futuro General de la División del Norte, Mariano Escobedo.45 En un hecho muy conocido, un grupo de cien americanos invadieron la Villa de Galeana, con el fin de explorar las Bocas de Santa Rosa y Morelos, e instruirse de alimentos y demás productos, y en defensa, algunos milicianos sometieron a los soldados invasores en Santa Rosa y capturaron ocho acémilas en que conducían sus equipajes, doce caballos frisones con sus monturas correspondientes, once carabinas, once pa- res de pistolas, once sables, e igual número de prisioneros;46 en tanto, el mismo Alcalde de Monterrey José de Jesús Dávila y Prieto, enviaba los pormenores de los movimientos del ejército invasor al Gral. Santa Anna, acantonado en San Luis Potosí.47

Podemos afirmar que la guerra de guerrillas dejó de funcionar en el instan-

te mismo en que el movimiento se radicalizó, atacando los patrimonios de sus mismos compatriotas, provocando que el rechazo civil contra estos movimien- tos se hiciera patente. De ser un movimiento de resistencia popular se convirtió en una actividad de pillaje. El Alcalde de Linares a mediados de septiembre de 1847 acusaba a las guerrillas de caer en desmanes contra la población civil;48 los residuos de las guerrillas en Nuevo León originarían el posterior fenómeno del bandidaje que tantos problemas provocó a gobiernos posteriores. Gonzá- lez (1997) describe a estas bandas como un flagelo más del angustiado pueblo de Nuevo León.

A pesar de los diferentes problemas que enfrentaba la administración es-

tatal, el gobernador electo José María Parás49 logró regresar a la capital junto a su gabinete a principios de 1848. Los Tratados de Guadalupe-Hidalgo firmados en la ciudad de México pusieron fin a la guerra y a la ocupación. La fecha

44 AHM., Fondo Monterrey en el gobierno interino, Sección Intervención Norteamericana, Serie Decretos y Reglamentos, Colección Guerra México Estados Unidos, Volumen 2, Expediente 2, Folio 28.45 Ibíd, 13 de enero de 1847.46 AHM., Fondo Monterrey en el gobierno interino, Sección Intervención Norteamericana, Serie Decretos y Reglamentos, Colección Guerra México Estados Unidos (1832-1848), c-1, Expediente 3.47 AHM., Fondo Monterrey en el gobierno interino, Sección Intervención Norteamericana, Serie Decretos y Reglamentos, Colección Guerra México Estados Unidos (1832-1848), c-1, Expediente 3, 26 de diciembre de 1846.48 AGENL., Militares, c-46, 16 de septiembre de 1847.49 Primer Gobernador del Estado y miembro del grupo ilustrado que manejaba los destinos de Nuevo León desde la década de los veinte.

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clara de la entrada del Gobernador Parás a Monterrey no es precisa. Los norteamericanos se retiraron hasta julio de 1848. Durante su marcha al norte, ejecutaron sus últimos desmanes: el Alcalde de Marín los acusaría de incendiar el pueblo antes de seguir su camino.50

A mediados de 1848, el gobernador Parás comenzó el reparo del aparato

estatal. Después de firmados los tratados de paz, logró consagrar la regenera- ción del Estado; consolidó los ayuntamientos como los agentes inmediatos del gobierno; fortaleció los cuerpos de policía urbana y rural, para combatir las hordas de bandidos que asolaban los caminos del Estado. Impulsó el de- sarrollo de las actividades económicas, mejorando la calidad de los caminos, ofreciendo mejor vigilancia en ellos y motivando a la inversión en la minería y en la industria mercantil, agrícola y fabril; reorganizó la Hacienda Pública, impulsando el comercio mediante la abolición de alcabalas; y ante todo, su logro más importante fue la organización de la Guardia Nacional en el Estado, que combatió las incursiones de los indios y de los aventureros americanos a territorio nacional.51

Al concluir el conflicto surgieron un sin fin de consecuencias provocadas

por la derrota. Los munícipes se acusaban entre sí de haber sido serviles ante el invasor. Años después, el Alcalde de Monterrey, culpó sin dar nombres, a varios alcaldes que se habían vuelto “voluntarios” ante los americanos.52 Estos individuos que mencionó el Alcalde de Monterrey fueron sin lugar a dudas, los nuevos comerciantes y contrabandistas que se beneficiaron económica- mente de la ocupación norteamericana.

De esta forma concluía la etapa de ocupación norteamericana en Nuevo

León. Duró cerca de dos años (septiembre de 1846 a julio de 1848) y más que perjudicial, la nueva realidad beneficiaría en gran medida el desarrollo comer- cial de la región noreste de México.

50 AGENL., Alcaldes, Marín, c-8, 8 de abril de 1848.51 Cfr. AGENL., Memorias, José María Parás.52 AGENL., Alcaldes, Monterrey, c-38, 12 de mayo de 1853.

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Comentario Final

Con los Tratados de paz firmados en la Hacienda de Guadalupe-Hidalgo el 2 de febrero de 1848, finalizó la guerra México-angloamericana. Este hecho, simbolizó el inicio de una nueva etapa, que proyectó a los Estados Unidos de América como una gran potencia mundial, y orilló a los mexicanos a iniciar un reacomodo que le permitiera salir del estancamiento social-político-económico y moral en que se vieron inmersos.

La toma de Monterrey, del 20 al 24 de septiembre de 1846, fue un golpe desmoralizador terrible para el ejército mexicano, y en contraparte, un gran logro para los militares norteamericanos, quienes después en sus crónicas de guerra, señalarían que no sabían como una ciudad tan bien fortificada se había rendido tan fácilmente. Nuestra Entidad se vio invadida cerca de dos años por las tropas norteamericanas (1846-1848). La toma y control de Monterrey por el ejército angloamericano, convirtió a la ciudad en el centro mercantil y militar del noreste de México. A consecuencia del establecimiento de militares y familias norteamericanas en Monterrey durante estos casi dos años, surgió la necesidad de mudar sus tradiciones y costumbres a nuestra región. De esta forma, algu- nos comerciantes estadounidenses y mexicanos con fines lucrativos, crearon las condiciones para desarrollar una “economía de guerra” y cuando finalizó el conflicto en 1848, esa relación estrecha se incrementó con el acercamiento de la frontera al río Bravo.

Los intentos del gobierno del Estado por subsistir durante estos años difí-

ciles, son dignos de mencionar. Sin embargo, la falta de capacidad de convoca- toria, ante la adversidad de la ocupación extranjera en la capital de Monterrey, hizo nulo el papel de liderazgo del gobernador. Muestra de ello, fueron la falta de apoyo que sufrió de los municipios el gobierno de Francisco de P. Morales primero (1847) y José María Parás después (1848), que los obligaron a renunciar al máximo cargo del Estado.

Los norteamericanos abandonaron la ciudad de Monterrey en julio de 1848 a causa de los Tratados de Guadalupe-Hidalgo, que cedieron los territorios me- xicanos de Texas, California y Nuevo México a los Estados Unidos de América, fijando la nueva línea divisoria en el río Bravo; el auge comercial impulsado por las relaciones entre mexicanos y norteamericanos durante el conflicto, y el acercamiento fronterizo, impulsó el desarrollo de nuevas fuentes financieras en las orillas del río Bravo. Se crearon Casas Comerciales muy importantes en

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Laredo y Brownsville, que daban servicios a los nuevos comerciantes mexicanos y norteamericanos. Entre ellos se encontraban don Evaristo Madero, abuelo de Francisco I. Madero, iniciador de la revolución mexicana de 1910, y Patricio Milmo, comerciantes establecidos en Monterrey, quienes amasaron grandes fortunas a causa de sus negocios con comerciantes angloamericanos.

Sin embargo, el desarrollo comercial requería de condiciones de seguridad

para incentivar tales actividades en Nuevo León. Las devastaciones indígenas, sufridas desde los años de la conquista, fueron controladas mediante una ex- tensa campaña militar en las décadas de 1850 a 1880; el bandidaje sufrió una tenaz persecución desde finales del conflicto (1848); y las invasiones de los fili- busteros norteamericanos al norte del Estado, fueron reprimidas por el propio gobierno estadounidense, negándoles, inclusive, el apoyo militar y moral que llegaron a tener los colonos en el caso de Texas.

Es así como la guerra México-angloamericana, provocó la creación de

nuevos espacios regionales en la sociedad, en la política y en la economía, mo- dificando el porvenir de muchos neoleoneses durante la segunda mitad del siglo XIX. La nueva clase social, emergida del conflicto (1848-1846), sería la precursora del desarrollo industrial de Monterrey a partir de 1890, encabe- zando con ello, el movimiento mercantil-industrial de América Latina a inicios del siglo XX.

Rendición de Monterrey a mano de los americanos.

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Fuentes ConsultadasArchivos

AGENL. (Archivo General del Estado de Nuevo León).AHCENL. (Archivo del Honorable Congreso del Estado de Nuevo León).AHM. (Archivo Histórico de Monterrey).

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La Feria de Monterrey y sus espacios.

Comercio e intercambio a mediados del siglo XIX. VI

Camino al Obispado, Monterrey, siglo XIX.

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La Feria de Monterrey y sus espacios.

Comercio e intercambio a mediados del siglo XIX.

Adela DíazCIESAS/Monterrey

Resumen

Amediados del siglo XIX, la feria anual de la ciudad de Monterrey era uno de los principales espacios en el que los habitantes de la ciudad y los visitantes de estados circunvecinos, podían adquirir artículos

de consumo y diversos productos, así como acceder a diversas actividades recreativas familiares. La dinámica de la feria impactaba al flujo monetario y al intercambio económico, social y cultural. La feria ostentaba distintos talantes que iban desde el mercado, hasta las diversiones públicas -donde destacaba la fiesta brava- y para el gobierno municipal representaba importantes fuentes de ingresos.

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Introducción

Este trabajo tiene como propósito construir la historia de la feria de la Ciudad de Monterrey durante el período 1850 a 1860. Se busca conocer, analizar y describir la dinámica de este espacio de

comercio y recreación, partícipe en la vida de los habitantes de la ciudad y sus alrededores.

De este objetivo se desprenden algunas interrogantes: ¿cuál era el contex- to regional a mediados del siglo XIX?, ¿cuál es la importancia de la Feria muni- cipal en la economía local?, ¿qué actores sociales estaban presentes en cada dinámica y cuál era su papel?, ¿qué papel desarrollaba el Ayuntamiento en las ferias?, ¿qué representaba la feria de Monterrey en la región?

Para ello se partirá de las siguientes hipótesis: la primera refiere que la feria de la ciudad era un espacio de socialización, comercio e intercambio eco- nómico y sociocultural en un contexto bélico y de cambios políticos. La segunda hace referencia a que la feria anual de Monterrey significaba un ingreso eco- nómico redituable a las arcas municipales.

Este escrito se ha dividido en varios apartados, lo cuales abordan la socia- lización y usos de los espacios públicos, contexto político y bélico; la situación, económica y de infraestructura de la ciudad de Monterrey; la realización de la feria de Monterrey; la circulación de mercancías y de recursos humanos, así

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como el mercado en días de feria y las rebajas de impuestos; la plaza de toros y diversiones. Y por último se abordará la seguridad regional en la temporada de la feria anual.

En general el tema de las ferias y fiestas en México ha sido poco estudiado. En el trabajo Días de Feria (1992), Ruíz de Esparza (1997) hacen respectiva- mente breves descripciones de las ferias en la historia del país y en la actuali- dad. Verónica Zárate realiza un análisis sobre los cambios y permanencia de las festividades efectuadas en la Ciudad de México durante el siglo XIX (Zárate, 2003). Hernández Torres (2006) destaca la feria de Saltillo en la época colonial, planteando la conjugación del aspecto religioso, popular y mercantil.

Por su parte, algunos autores señalan la importancia de la feria y el mercado de Monterrey, aunque pocos han logrado dar una panorámica más amplia de los diferentes aspectos religiosos, económicos y sociales. Hernández (1971) y Saldaña (1973) mencionan la existencia del mercado; Cavazos (1996) describe la relación entre el Palacio Municipal y el mercado de la ciudad, asimismo, menciona la realización de la feria en la plaza de armas. Por su parte Garza (1993) hace una descripción cronológica legislativa sobre las ferias de Nuevo León y describe las actividades realizadas en algunas de ellas.

Se intenta ampliar algunos aspectos retomando ciertas referencias bi- bliográficas y principalmente a través de la revisión de la documentación del Archivo Histórico Municipal de Monterrey,1 enriquecido con el periódico oficial del Archivo General del Estado de Nuevo León.2

1 En adelante AHMM.2 En adelante AGENL.

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1. El comercio, socialización y usos de los espacios públicos

Durante la centuria decimonónica, el mercado3 en la región noreste, parti- cularmente en Monterrey, como en otras regiones de México y de Latino- américa, estuvo ámpliamente condicionado por mecanismos de dimensión regional; en tanto, la aparición de un mercado de rasgos nacionales no fue una característica del siglo XIX, sino un resultado de éste (Cerutti, 1987).

El comercio era parte de la práctica de este mercado. Según Vizcaya, desde la época colonial, todo el comercio (de mar) se desenvolvía a través de Veracruz, siendo los comerciantes de esa población y los de la ciudad de México los beneficiados. Hasta 1823 con la refundación de Tampico, este puerto se posicionó como punto de influencia en el desarrollo de la región noreste y muy particularmente, de la ciudad de Monterrey. Cabe destacar la vinculación e influencia que durante muchos años existió entre este puerto y Monterrey. De esta forma, Monterrey actuó como punto recolector de los diversos productos del país que salían al extranjero por Matamoros, así como centro distribuidor de los efectos importados por el mismo puerto Tamaulipeco. No obstante, cuando se construyeron las vías férreas (1881) esta relación se vio afectada perdien- do su importancia (Vizcaya, 2006). El contrabando fue parte de la dinámica comercial.

Entre 1855 y 1865 Monterrey se posicionó como centro distribuidor de efectos extranjeros, estableciéndose en la ciudad una dirección general de aduanas marítimas y fronterizas. Ésto, fue parte de la política dominante de San- tiago Vidaurri. Así, el comercio fue la actividad fundamental de Monterrey durante la primera mitad del siglo XIX (hasta finales de la década de los sesenta), pues en los siguientes años, se impulsó preferentemente la actividad industrial (Vizcaya, 2006).

3 Cerutti define la noción de mercado no sólo al consumo de la población que ingresa en los circuitos monetizados, sino más bien refiere a que “más mercancías recorran con mayor velocidad espacios más extensos con la creciente intensificación de los intercambios. Tambien supone la aparición de flujos masivos de fuerza de trabajo”. (Cerutti, 1987:54). Si bien esta definición corresponde a un análisis del mercado regional a finales del siglo XIX, el mismo autor aclara que ésto fue perceptible desde la Reforma, periodos en el que núcleos burgueses empezaron a concentrar fortunas (Cerutti, 1987:55).

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En esta dinámica mercantil, las ferias en la Ciudad de Monterrey se desen- volvían anualmente. Respecto a los niveles de comercio efectuados a escala regional,4 el comercio realizado en las ferias era mínimo, pero no por ello menos importante. La relevancia de la feria respondía a necesidades de tipo local, im- pactando desde luego en la zona circunvecina, dado que los consumidores además de los habitantes de la ciudad eran los que acudían de los poblados cercanos y de otros estados, así como algunos pequeños empresarios que surtían sus negocios. A la par se favorecería a los mercaderes que año con año llegaban a la ciudad como parte de un sistema de circulación de mercancías de las ferias (Hernández Torres, 2006).

La feria también era un buen pretexto para socializar y recrearse. Si enten- demos a la feria en términos de una fiesta social, se puede precisar que, de acuerdo a lo afirmado por Aménabar, la fiesta “se constituye en una instancia privilegiada de socialización espontánea” (Aménabar, 1995:25), citado en Zárate, 2003:194); en tanto, la socialización es definida por el conjunto de interacciones sociales que se generan dentro del espacio y que tienen (de ini- cio) una función no estrictamente instrumental y cercano a lo lúdico (Simmel, 1971, citado en Nateras, 1995).

En este sentido, la feria era un recurso estratégico de socialización y de cohesión social. Dada la ausencia de actividades y espacios para socializar, la feria se posicionaba como uno de los eventos y festividades más esperadas. Acudían a ésta los notables de la ciudad, políticos y gobernantes, así como los habitantes en general. No debe perderse de vista, que todavía durante el siglo XIX, la vida social se limitaba a horarios y espacios específicos como a los bailes, las reuniones privadas (tertulias), los paseos por las plazas, considera- dos familiar. La vida pública también se limitaba de acuerdo al género, pues para el caso femenino, la mayor parte del tiempo era enfocado al ámbito privado, mientras que el caso masculino se desempeñaba preferentemente en los es- pacios públicos.

Ahora bien, el lugar donde se realizaba la feria anual era la plaza de Armas (actualmente Zaragoza), la cual representaba en esa época -y hasta la actualidad- el centro de la vida urbana de Monterrey, pues ahí se realizaban

4 El comercio en la región principalmente con el sur de Estados Unidos contemplaba: alimentos (azúcar), zapatos, ropa y mercancías, textiles, animales y medios de transporte para los soldados (Guerra de Secesión) y para conducir el algodón hacia el Río Bravo, así como materias primas para la producción bélica como el plomo y otros elementos, tales como el azufre, el cobre, la pólvora, el nitrato, entre otros (Cerutti, 1999, 54).

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los actos públicos, las fiestas cívicas, los paseo familiares, entre otros usos. De acuerdo a la tipología propuesta por Arteaga y Cornejo (1995), este espacio público, puede ser definido en un doble aspecto: el de carácter mercantil (es- pacio de venta y compra de productos donde prevalece el valor de cambio) y el de universo cultural simbólico. Estos elementos se hacían presentes cada mes de septiembre durante el siglo XIX en la plaza de armas y otras áreas ampliadas para los eventos de la feria.

Con base a lo anterior, se pretende resaltar el carácter económico, pero también la función social, en tanto las prácticas e intercambios sociales y cultu- rales efectuadas en la feria anual. Constituyendo de esta manera un espacio de comercio e intercambio, en un sentido procesual, es decir en constante cons- trucción y de acuerdo a la realidad histórica del momento.

2. Siglo XIX, tiempos de guerra y de cambios políticos

El siglo decimonónico se desenvolvió en una serie de luchas y disputas políticas en distintos niveles. Después del gobierno de Santa Anna y de la pér- dida de gran parte del territorio mexicano, siguió un largo período de tortuosas guerras: la de reforma y de la intervención francesa. La Guerra de Reforma fue breve pero intensa, librada entre los partidos políticos liberales y conservadores entre 1858 y 1861. Así, de acuerdo a Meyer (1986), el eje de la política nacional lo constituyó el planteamiento de dos proyectos nacionales antagónicos: por un lado el liberal, que proponía una nación moderna que giraría alrededor de un liberalismo político y económico (de la Constitución de 1857). Por otro lado, aquellos conservadores que preferían encauzar al país por los caminos conocidos con una dosis de proteccionismo arancelario y un sistema monárquico que conservara a la Iglesia en un lugar central.

A comienzos de los años sesentas, una vez concluida esta guerra civil a favor de los liberales y encabezada por el ya presidente Benito Juárez, la situación en el país todavía era complicada. Se dieron nuevas fracturas entre los mismos liberales que combinados con los resentimientos de los conservadores generaron un quiebre político entre la federación y algunas regiones. Juárez se enfrentó a los desacatos y desacuerdos de distintos gobernadores y caudillos, entre los cuales destacó Santiago Vidaurri en el Noreste. Vidaurri, gobernador de Nuevo León (y Coahuila) logró establecer en la región un sistema de poder de sesgos regionales (Cerutti, 1999). Los codiciados derechos de aduana fronterizas

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reclamados por la federación, entre otros ingresos, fueron acaparados por el citado gobernador para fines militares principalmente. La coincidencia con la guerra civil de Estados Unidos (1861-1865) convirtió a la Ciudad de Monterrey en un eje regional político y administrativo de funcionamiento militar y de vigorosa actividad mercantil (Cerutti, 1994).

3. Situación demográfica y económica de Monterrey

A mediados de siglo, Monterrey era una ciudad pequeña y todavía rural. De acuerdo a los censos de 1857 promovidos por el Ayuntamiento, en Monterrey había 13,769 hombres en tanto 15,817 mujeres, dando un total de 29,613 personas en el área urbana y rural. Hacia 1863, la población no había crecido de manera importante, ya que se registraron 32,174 personas (ver Mapa 1).5

5 AMM., Colección civil -censos Volumen: 267, Expediente 10 y Mapa de 1865.

Mapa 1

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La economía de Monterrey giraba en torno a la agricultura, ganadería y un incipiente comercio local y en cierta medida regional. La Hacienda todavía era una figura importante de destacar, sin dejar de lado las rancherías y huertas en la producción agrícola (maíz, piloncillo o caña, frijol y garbanzo) y de frutas. Por otra parte, la ganadería se conformaba de ganado mayor (reses) y ganado menor (caprino y porcino), así como ganado para transportación (caballo y mu- las). El comercio de la carne era una actividad importante en la economía de la ciudad, incluso fue uno de los principales giros durante la segunda mitad del siglo XIX.

En la ciudad y sus alrededores, habían distintos rubros de fábricas o in- dustrias: azúcar, pólvora, ladrillo, sombreros finos, licores e hilados.6 Existían algunos comercios que ofrecían productos y servicios: tendajos de abarrotes, panaderías, tenerías, boticas, mercerías, hoteles, mesones, casa de empeño, fondas, cafés y cantinas.7 La minería tomaba su segundo aire y las autoridades veían con buenos ojos esta actividad, así como el establecimiento de cualquier industria.8

Las autoridades municipales regulaban los comercios y empresas que poco a poco iban en aumento (las cuales se incrementaron de forma trascendental a finales del siglo XIX). Sin duda, el papel del municipio era fundamental, pues fungía en diversos aspectos como el eje rector de la vida urbana de Monterrey. Esto se constata en las diferentes políticas públicas que se ejercían para la ob- tención de recursos económicos y los cuales permitían la realización de dife- rentes obras y actividades en la ciudad.

6 En 1854 se fundó la Fábrica de Hilado la Fama, en Santa Catarina.7 AHMM., Colección civil, Volumen 276, Expediente 43, 1859.8 Enero 12 de 1857, AHMM., Colección civil, Volumen: 263, Expediente 48.

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4. La infraestructura urbana de Monterrey a mediados del siglo XIX

En esta época, Monterrey carecía de espacios de recreación en la Ciudad de Monterrey. El mismo cabildo municipal expresaba la necesidad de los habi- tantes de edificios públicos recreativos:

la necesidad que tiene la Ciudad de la construcción y formación para su mayor engrandecimiento, de un teatro y una alameda tan útiles y necesarios para el recreo de sus habitantes así como una plaza de mampostería9 para diversiones con corridas de toros y otras mejoras públicas de que carece la Ciudad.10

El teatro Progreso se construyó en 185711 y en 1861 la Alameda Nueva. Existían ya algunas plazas públicas como la de las Capuchinas (que cambió su nombre en 1853 por el de Plaza Iturbide), plaza Bolívar y plaza de la Llave (des-pués Purísima) y la plaza de Armas (luego Zaragoza) que puede considerarse como una “plaza mayor”.

No obstante la preponderancia rural de la ciudad, en ésta se percibía, en distintos aspectos, una vida urbana en crecimiento. La ciudad de Monterrey era vista por los visitantes de la región como un ejemplo de modernidad, en la que la luz y la vida eran parte de su encanto. Veamos parte de una de las publicaciones en el periódico oficial:

la grata impresión que causaba en nuestros campesinos la mágica trans- formación que notaban en su Reyno, como llaman aún candorosamente a Monterrey pues admiraban (…) sus principales calles cómodamente empedradas: la plaza principal circuida de hermosos y cómodos asientos e iluminada por 32 hermosos faroles colocados sobre pies derechos de hierro: admiraban tambien la sencilla, pero hermosa fachada de la casa del Ayuntamiento, iluminada con hermosos faroles, y hubo algunos que dijeran haciendo quizá gratos recuerdos que su Reyno parecía ya un México chiquito. (…). Había patrullas suficientes de infantería y caballería uniformadas con decencia propia para causar respeto: todos los agentes

9 Obra de albañilería hecha de mampuesto o piedras sin labrar o con labra grosera, unidas con argamasa o mortero, yeso, cal, cemento, etc. Diccionario enciclopédico (2006).10 AMM., Actas de cabildo 999, 26/05/1854, 1854/040.11 No se tiene la certeza de la fecha de construcción, Isidro Vizcaya señala que probablemente este teatro se haya inaugurado en julio de 1857, por la publicación en el periódico oficial de una nota sobre la llegada de la compañía Turín (Vizcaya, 2006:60).

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de policía vestidos con el mismo lujo y uniforme que los de México en días clásicos, cumplieron empeñosamente con su deber; sin molestar a nadie con los impropios modales y altanería, con que suele abusar en otras par- tes esta clase de agentes al desempeñar sus funciones.12

La infraestructura de la ciudad como caminos, transportes, hospedajes, entre otros aspectos, facilitó que los comerciantes y visitantes de zonas y esta- dos circunvecinos, incluso de otras regiones, arribaran a la ciudad para la venta de productos en tiempos ordinarios y durante la temporada de la feria.

Las diligencias brindaban a los viajeros (de Tamaulipas, incluso para aque- llos que llegaban o iban a Nueva Orleáns) la oportunidad de trasladarse con regularidad y ciertas comodidades. El viaje era de tres días y medio y costaba 25 pesos por persona.13 El Hotel Águila de Oro, lujoso y con su restaurante de comida internacional otorgaba la información y boletos para el uso de las diligencias (era la terminal de las diligencias). Este hotel ubicado cerca del centro (calle del Teatro, ahora Escobedo) recibía a los pasajeros foráneos y les ofrecía caballerizas.

Los visitantes podían hospedarse y alimentarse también, por ejemplo, en el Mesón de San Pablo,14 ubicado en la calle de la presa chiquita. Este lugar proporcionaba un espacio para los carruajes, corral y caballerizas con acequia de agua para los animales e incluso brindaban las pasturas suficientes.

La dinámica social y comercial de la época favorecía a la creación cada vez mayor de infraestructura urbana (pública y privada); y esta plataforma atraía a los visitantes y a los mercaderes a la ciudad.

12 AGENL., Periódico oficial, 22 de septiembre de 1853.13 “El Sr. Schwerin ha establecido una diligencia de esta ciudad al puerto de Matamoros; regulando su salida de esta capital para llegar a la salida del vapor para Nueva Orleáns: el viaje lo hará en tres días y medio, pues para el efecto tiene todo bien arreglado. El precio del pasaje es de 25 pesos por persona con una arroba de equipaje y, el exceso será a precios convencionales. Informarán de más pormenores en el nuevo Hotel del Águila de Oro. Mty. 15 de febrero de 1860. Antonio Vignau”. La voz de la frontera, 16 de febrero de 1860.14 El restaurador. Periódico oficial del gobierno del estado libre y soberano de N.L. y Coahuila. 3 de mayo de 1860.

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5. La feria de Monterrey, retomando una tradición colonial

Desde la época colonial, en México existía una fuerte tradición de las ferias. Destacaban las de Xalapa, San Juan de los Lagos, la de Saltillo y Chihuahua (Días de Feria, 1992), entre otras. Éstas sobresalían, entre otros aspectos por el sistema comercial y su fuerte tradición religiosa.

Cada año llegaban a Monterrey diferentes avisos de las ferias, por ejemplo la de Saltillo, la feria de Santa María del Río,15 la Feria de Huejutla,16 la feria de Ciudad Victoria y Camargo remitidos para su publicación en la Ciudad.17

En el noreste de México, la feria de Saltillo llegó a ser una de las más im- portantes de la región. Alcanzó su apogeo en los años de 1777 a 1815 (Her- nández Torres, 2006). Tiempo después, según Hernández Torres (2006) la feria de Saltillo fue transferida a Monterrey, en función de que esta última ciudad logró concentrar el poder regional, económico, político-militar y religioso (la feria, la comandancia y el obispado).

La feria anual representaba para los habitantes de Monterrey y sus alre- dedores si no el único, sí el más importante espacio de esparcimiento y flujo monetario. Se realizaba en el mes de septiembre y los mercaderes se instalaban en la plaza de Armas,18 hoy plaza Zaragoza. A esta fiesta acudían habitantes de Monterrey, de los diferentes pueblos de Nuevo León e incluso de otros estados de la región, desde políticos y notables de la ciudad, campesinos y población en general.

Hasta antes de las leyes de reforma, las ferias de Monterrey estaban relacionadas en gran medida con la actividad religiosa de sus habitantes. Pos- terior a ésta, las ferias también tomaron un giro cívico (sin dejar de lado a la religión). Así, la feria anual era precedida por la función de la iglesia, a la cual el ayuntamiento de Monterrey contribuía con cien pesos de propios y la asistencia de los funcionarios públicos. No obstante, como parte de las leyes de Reforma, en 1857 se decretó la eliminación de los “fiesteros” obligados, es decir que se abolieron las asistencias de todas las autoridades y funcionarios públicos a las festividades y ceremonias religiosas (Garza, 1993: 108).

15 AHMM., Actas de cabildo 32, 1853/047, 18 de julio de 1853.16 AHMM., Actas de cabildo 999, 1857/013, 02 de marzo de1857.17 AHMM., Actas de cabildo 999, 1864/023, 20 de junio de 1864.18 AHMM., Actas de cabildo 999, 1854/062, 18 de septiembre de 1854.

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Las fechas de realización de la feria variaron durante el siglo XIX. El cambio de régimen colonial al México independiente trajo consigo nuevos esquemas de reorganización político, económico y social, incluso afectando a lo religioso (que en ciertos contextos se dieron de forma escalonada y/o paulatina y, de manera contundente hasta las leyes de Reforma).

En el siglo XIX, la necesidad de una feria en la Ciudad de Monterrey fue apremiante. Para ello, intervinieron distintos factores: siendo uno, la celebra- ción del patrono en una fecha determinada; también el crecimiento de una demanda de productos procedentes de otras regiones que se obtenían con difi- cultad (derivado de un crecimiento urbano);19 asimismo, de la construcción de una identidad local y regional dentro de un contexto de independencia nacional, en donde cobraron fuerza las fiestas cívicas derivadas de un proceso de constitución y difusión de valores cívicos y de la memoria histórica. Por último, el beneficio recaudatorio para el gobierno, derivado del fructífero comercio atraído por las ventajas tributarias, propias del momento.

En 1826 el Congreso de Nuevo León legisló la realización de una feria anual en la capital de Nuevo León. En ésta se indicaba su realización desde el tercer domingo de octubre hasta el cuarto, en cuyo período se celebraría la función de la patrona que hasta ese tiempo se había hecho sin tiempo prefijado (Garza, 1993); en 1828 se puntualizó que la realización de ésta fuera el domingo tercero al cuarto de agosto, pero en 1831 se trasladó la fecha de inicio al 8 de septiembre para concluir el 16 del mismo mes, coincidiendo con la fiesta del grito de independencia (Garza, 1993). En 1850 el aviso de la feria de la ciudad indicaba que los precios de los efectos extranjeros se darían a precios cómodos. Para 1856, la feria de la ciudad adquirió relevancia por lo que se extendió a dos semanas de duración, iniciaba de igual forma el 8 de septiembre y concluía el 22 del mismo. Este período fue vigente por los siguientes años. En varios casos la feria se extendía hasta fin del mes de septiembre.

La concurrencia a la feria logró números importantes, pues en algunos casos registraron hasta diez mil personas, muchas de las cuales procedían de San Luis Potosí y del centro del país (Vizcaya, 2006).

Después de la Independencia, las fiestas cívicas adquirieron un estatus crucial en el calendario festivo del país (Zárate, 2006). En Nuevo León la situación al respecto no variaba del resto de los estados. Hacia 1950 se celebraban las

19 La población en la ciudad en 1827 era de 13,674 personas, para 1856 eran 26,000 personas (González Maíz, 2003: 89), y como ya se mencionó en 1857 existían casi 30,000 personas en Monterrey.

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fiestas septembrinas los días 16 y 27 (grito de la independencia y la entrada del ejército trigarante). En algunos años se celebró el 11 de septiembre, solem- nizando ciertos sucesos de Tampico,20 lo que indica la estrecha relación de esta ciudad con Tamaulipas. La encargada de estos festejos era la junta patriótica de la ciudad, conformada por los notables de la ciudad y presidida por el gobernador y autoridades locales.

Estas fiestas se entrelazaban con la feria de la ciudad, lo que aumentaba la concurrencia y el lucimiento con los espectáculos, repique de las campanas de las iglesias durante el día, serenatas, salvas de artillería, fuegos artificiales, otras actividades y sin faltar los elaborados discursos, que ante la ausencia de la palabra escrita, y a cargo de algún gobernante o de alguna personalidad destacada en Monterrey divulgaba la ideología deseada, que reforzaban no sólo la identidad nacional, sino la identidad local (Barrera, 2006).21

De esta forma la realización de la feria representaba una fiesta social, que evidenciaba el poder económico de la ciudad -infraestructura y convocatoria de mercaderes y visitantes-, aumentando poco a poco su fama regional, frente a otras ferias que diluían gradualmente su importancia como el caso de Saltillo. Esto contribuyó a la conformación, junto con las fiestas cívicas de la identidad local-regional.

6. Circulación de mercancías y de recursos humanos en la temporada de ferias

La feria significaba en cierta medida la vida urbana y rural de Monterrey. Los días feriados implicaban el flujo de recursos y el motivo para estrechar relaciones y contactos económicos y sociales. La importancia de este gran evento anual puede percibirse, por ejemplo en el hecho de que las oficinas públicas, los capitula- res y particulares del perímetro de la plaza de armas iluminaban sus casas las noches del sábado y domingo de la semana en que comenzaba la feria.22

20 Según las circulares 46 y 47 del Supremo Gobierno de la Nación, actas 32, 1853/050, 08 de agosto de 1853.21 Barrera (2006) explica el caso del gobernador Vidaurri y algunos voceros de éste. En los discursos pro- nunciados el 1 de septiembre, expresaban por ejemplo, “la inconformidad y desconfianza del pueblo nue- voleonés hacia los gobiernos generales” (pp.183) lo de acuerdo al autor, era parte de cómo los discursos podían manipular el discurso histórico para justificar el presente y proliferar las ideas requeridas para los fines políticos.22 AHMM., Actas de cabildo 999, 1862/031, 01 de septiembre de 1862.

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Las variedades de mercancía que se expedían eran extranjeras y naciona- les. Muchos de los productos internos, conocidos como del “interior” eran traídos por los comerciantes desde otros estados. La feria anual representaba para los habitantes de la ciudad y de los pueblos vecinos la oportunidad de adquirir artículos de lugares lejanos que a través del comercio ordinario resul-taban difíciles y costosos de conseguir. El propio ayuntamiento esperaba la llegada de la feria para adquirir muebles para sus salones y otras compras (para las cuales se formaba una comisión especial),23 tales como libros y silabarios necesarios para la educación local.24

Las existencias de mercancías de ropa y abarrotes que hay y las que se espera se introduzcan para entonces en esta plaza: el aumento progresivo de esta población: la baratura de toda clase de semillas, comestibles y pasturas, y lo que es más la tranquilidad que disfruta actualmente este departamento respecto de las incursiones de los bárbaros y (…) inducen a creer que la presente feria será más concurrida que la de los años anteriores.25

La diversidad de productos que se podían adquirir en la feria eran diver- sos, lo mismo podían ser granos, animales, hasta artículos manufacturados in- dustrial o artesanalmente, de la región, nacionales o extranjeros, por ejemplo los textiles.

La relevancia de la feria implicaba que los habitantes de la ciudad y aquellos dedicados al comercio se enfocaran significativamente a ello. Dada la importancia económica en las ventas durante la temporada de feria, en algunos casos el cabildo municipal acordaba suspender determinadas sesiones ordinarias con motivo de que algunos miembros del cabildo se ocupaban en el giro del comercio, favorecido sin duda en el mes de septiembre.26

Si bien no se cuentan con datos que indiquen el número de comerciantes que acudían a la feria, sí se puede dar cuenta de su presencia en ésta y de la diversidad de giros comerciales. Para la ciudad, la feria representaba pues, un ingreso económico importante. Esto se puede visualizar en tres aspectos: el mercado, las corridas de toros y las diversiones.

23 AHMM., Actas de cabildo 999, 1853/055, 02 de septiembre de 1853.24 AHMM., Actas de cabildo 999,1857/045, 17 de agosto de 1857.25 AGENL., Periódico oficial, 29 de junio de 1854.26 AHMM., Actas de cabildo 999, 1855/051, 08 de octubre de 1855.

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7. El mercado en días de feriaCabe mencionar que en tiempos ordinarios, el mercado de la ciudad (en

este caso nos referiremos al espacio físico) que primero se ubicó en la calle del comercio27 y después fue trasladado a la Plazuela conocida de la Carne,28 representaba un importante flujo económico y de personas. La venta de mer- cado incluía los portales del poniente del palacio municipal29 y a la misma plaza Hidalgo. La vida del mercado incluía que sus vendedores también durmieran en los mismos lugares de venta incluyendo la calle. Ahí colocaban sus tendidos de semillas, frutas, verduras, textiles y demás objetos que en dicha plaza se expendían.30 Dentro de éste se encontraban las cocinas, fondas, mesas de ven- dimia de comida.31 También había una importante afluencia de carros, carretas y carretones en que se introducían los productos (por ejemplo las maderas destrozadas para las cocinas).

Durante la feria, el mercado se ampliaba a la plaza Zaragoza, además de los otros puntos destinados a ello. La plaza era “rayada” para delimitar los espacios que el ayuntamiento o los empresarios destinaban a los puestos (Garza, 1993:27). La cobertura de la feria se extendía por el centro de la ciudad, puesto que no sólo era el mercado, sino tambien los juegos, diversiones y las corridas de toros. Todo ésto consolidaba una dinámica que movilizaba dinero, perso- nas e información.

La plaza de mercado era subastada por el ayuntamiento a un empresario contratista en tiempo ordinario y se remataba en condiciones diferenciadas para la temporada de la feria (en el mes de septiembre). Para los remates se establecía una cantidad base, la cuál mínimamente debía ser aportada por el contratista. En caso de que el pago del contrato se hiciera en dos partes, el contratista debería presentar una escritura como fianza.32

27 Ahora, llamada Morelos.28 Denominada así porque la venta se enfocaba principalmente a la carne, en lo que hoy es Zaragoza y Ocampo, frente a la plaza Hidalgo. Posteriormente se construyó el mercado Colón.29 AHMM., Actas de cabildo 999, 1853/054, 30 de agosto de 1853.30 1865, AHMM., Colección civil, Volumen: 285, Expediente: 3.31 AHMM., Colección civil, Volumen 285, Expediente 3, 1865.32 AHMM., Actas de cabildo 999, 1861/051.

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En los siguientes cuadros veamos la diferencia entre la renta de la plaza a un contratista en tiempos ordinarios y en la temporada de la feria.

Cuadro 1

Algunas pujas de remates de las plazas de mercado en período ordinario.

Año Puja base mensual Costo final del remate 1856 120 pesos 153 pesos 1862 162 por mes 276.50 1865 300 pesos

Fuente: elaboración propia con base en documentos del AHMM.

En el mes de la feria, la subasta de la plaza de mercado se situaba en montos superiores a los mil pesos, pues el alto consumo en el comercio era prácticamente una garantía.

Cuadro 2

Los costos de los remates de las plazas de mercado durante la feria.

Año Contratista Pago 1855 1,800 pesos 1856 José María Viteri 1,650 pesos 1857 Bruno Lozano 1,800 pesos 5 reales 1858 880 pesos 1859 Bruno Lozano 1,651 pesos 1861 Rafael Herrera 1,800 pesos 1863 Rafael Herrera 5,000 pesos (todo el mes de septiembre) 1864 José María Viteri 1,100 pesos 1865 800 pesos

1866 4,000 pesos (todo el mes de septiembre)

Fuente: elaboración propia con base en documentos del AHMM.

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Las cuotas variaban de un año a otro, el ayuntamiento establecía las su- bastas para el remate, en algunos casos, la cantidad de la puja era superada, en otros quedaba en la misma cantidad, incluso en algunos años difíciles, no se acercaban postores al remate, por lo que el municipio debía negociar con algún contratista de años anteriores. Hacia 1855 la cuota mínima requerida en el remate por todo el mes de septiembre fue de 1,800 pesos33 cantidad que no varió en 1861.

El contratista de la plaza del mercado en la Feria, obtenía las ganancias de

los cobros por derechos de piso a los comerciantes establecidos en sus puestos y a los ambulantes, por ejemplo a los expendedores de rastrojo aún en las calles.34 De esta manera también se controlaba el comercio informal.

En los contratos de las plazas de mercados durante la feria se especificaban algunos aspectos del control de la plaza por parte del contratista. Por ejemplo, se cobraba por vara de cocinas y puestos un máximo de 2 pesos.35 A cada vaca de ordeña se le cobraba lo que tenía señalado de ordinario. A los neveros no se les cobraba, pues no estaban comprendidos en las tarifas, a los carretones y carruajes de sitio, también lo acostumbrado, aproximadamente de dos reales. A todo “huacal” de fruta (exceptuándose los de uvas y peras) se les cobraba un real; a la loza y cargas de otros efectos se sujetaban a la cuota del placero dependiendo de las varas utilizadas y conforme a la tarifa ordinaria. A los que introducían sandías a la ciudad durante la feria, el placero les cobraba tres cuotas: “dos reales por el carro, un real por carreta y una cuartilla por carga de mula en que las traen, un real por cada costal y al ocupar plaza para expenderlas dos reales o dos y medio por día”.36

Los contratos con los empresarios podían o no incluir las diversiones pú- blicas, aunque por lo general se remataba por separado. Por ejemplo, en 1861, en el contrato celebrado con el postor se acordó que la diversión de caballitos y demás diversiones de la temporada con excepción los cosmoramas se rema- tarían por separado.

Sin duda la influencia de algunos contratistas era evidente, José María Viteri (quien años atrás fue regidor y posteriormente Alcalde) obtuvo la conce- sión de la plaza del mercado de los meses siguiente a la feria, octubre, noviembre

33 AHMM., Actas de cabildo 999, 1855/045, 03 de septiembre de 1855.34 AHMM., Actas de cabildo 999, 1856/037, 01 de septiembre de 1856.35 AHMM., Actas de cabildo 999, 1865/040, 31 de agosto de 1865.36 AHMM., Actas de cabildo 999, 1867/031, 23 de julio de 1867.

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y diciembre, a pesar de que el contrato ya se había establecido con Prisciliano Zambrano.37 En el caso de Bruno Lozano, en 1857, tuvo como aval al gobernador Santiago Vidaurri.38 Bruno Lozano, era uno de los prestamistas de la ciudad al gobierno estatal, pero también era considerado un traficante fronterizo. En 1857, el interino Juan N. de la Garza y Evia solicitó a Comonfort la devolución de 18,000 pesos que Vidaurri y Juan José de la Garza habían pedido a Lozano para la atención de las tropas (Cerutti, 2004). Evidentemente este empresario mantenía importantes relaciones con el poder político regional e invertía sus recursos económicos en diversas áreas.

El mercado era un espacio público nodal, pues en él acudían los habi- tantes de la ciudad y diversos comerciantes de la región. Ésto implicaba una dinámica de construcción de redes comerciales y sociales, que año tras año se refrendaban.

8. Atrayendo al comercio: rebajas en las alcabalasDesde 1827 y 1829 el Congreso estatal legisló sobre los incentivos de las

ferias: primero se acordó que a los comerciantes se les rebajaría la mitad del derecho de alcabala;39 después que los géneros, frutos y efectos nacionales no pagarían el 3 % de alcabalas (Garza, 1993). Las facilidades que el gobierno con- cedía a los comerciantes en el pago de las alcabalas, fue sin duda uno de los aspectos que activaron esta festividad, no sólo en la ciudad, sino en otras pobla- ciones de Nuevo León y otros estados. A ésto contribuyó también la presión que los propios comerciantes (locales) ejercían sobre el gobierno estatal.

La feria de Saltillo destacó por importantes beneficios en las alcabalas. Influido por este caso y dada la cercanía entre Monterrey y Saltillo, en 1855 los comerciantes de la feria de Monterrey solicitaron la eliminación de los im- puestos a los productos nacionales y extranjeros:

Pido al muy Ylustre [sic] Ayuntamiento que para nivelar el comercio de esta Ciudad con el del Saltillo, a quien se le concedió en el año prócsimo [sic] pasado ser libres del pago de todos los efectos nacionales y estranjeros [sic] que se introduzcan a aquella Ciudad durante la feria, se sirva elevar por el conducto debido, una esposicion [sic] al Supremo Gobierno solici- tando igual gracia para la feria de esta Capital.40

37 AHMM., Actas de cabildo 999, 1856/042, 01 de octubre de1856. 38 AHMM., Actas de cabildo 999, 1857/048, 31 de agosto de 1857.39 La alcabala es una figura fiscal utilizada desde el régimen hacendístico hispano, incorporado a la Nueva España. Era un impuesto que gravaba las transacciones mercantiles de bienes muebles, inmuebles y semo- vientes, pero en realidad funcionó como un impuesto a la circulación.40 AHMM., Actas de cabildo 999, 1855/018, 09 de abril de 1855.

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Asimismo, el gobierno municipal negociaba con el estatal, para que estos beneficios fueran aplicados en las alcabalas y en los derechos aduanales impactando en pro de la ciudad. La comisión municipal de la feria anual de 1858, solicitó al gobernador se rebajara a los comerciantes la mitad de los efectos de alcabala por introducir productos a la capital en la feria, con lo cual se buscaba aumentar el número de comerciantes y por lo tanto una mayor concurrencia.41 En este caso, la respuesta fue la rebaja de la tercera parte a los efectos de granos que se introdujeran a la feria.42

En algunos años el cabildo municipal discutió la solicitud hecha al gober- nador estatal para que de acuerdo a la constitución general no se cobraran los derechos aduanales43 a los comerciantes en la temporada de la feria. En 1861 la respuesta del gobernador (Santiago Vidaurri) fue negativa.44 Los derechos adua- nales eran pagados por aquellos comerciantes que cruzaban la frontera. Lo que indica la presencia de comerciantes procedentes de Estados Unidos, probable- mente del sur.

Queda claro pues, que las exenciones o rebajas de impuestos que los comerciantes debían pagar al estado eran uno de los principales ejes para que las ferias se realizaran con creces para los mismos comerciantes y para el gobierno estatal y municipal, pues además de estas cuotas, debían cubrir los costos de derechos de piso o licencias municipales.

41 AHMM., Actas de cabildo 999, 1858/031.42 AHMM., Actas de cabildo 999, 1858/032, 10 de agosto de 1858.43 AHMM., Actas de cabildo 999, 1861/038, 25 de junio de 1861.44 AHMM., Actas de cabildo 999, 1861/039, 01 de julio de 1861.

Comercio en Monterrey.

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9. La plaza de toros, un atractivo de la feriaLas corridas de toros eran, sin duda, los principales atractivos de la feria. Si

bien éstas se realizaban de manera regular en la ciudad, en la feria cobraban relevancia ante los visitantes.

La construcción de la plaza de toros de madera se montaba en algún terre- no dentro del perímetro central de la ciudad; para ello se requería tiempo de anticipación y una inversión económica considerable. Por tales razones, el ayunta- miento otorgaba la plaza de toros y sus gastos en concesión durante el tiempo de la feria. Asimismo, el ayuntamiento cobraba al contratista las licencias corres- pondientes por cada corrida. En algunos años el cerco de la plaza de toros corría por cuenta de la ciudad y brindaba al contratista -en calidad de préstamo- la madera para el montaje de dicha plaza. Las autoridades municipales cobraban una pensión a las vendimias que se establecían en la plaza de toros.45

Cuadro 3

Contratistas de la plaza de toros dentro de la feria de 1854 a 1869.

Año Contratista

1854 Don Juan Martínez Cerna 1855 Don Joaquín Quiroz 1856 Don Juan Martínez 1857 Don Joaquín Quiroz 1858 Don Joaquín Quiroz 1861 Don Antonio Ramírez 1862 Pedro Elizondo 1863 Antonio Ramírez e Irineo Zambrano 1869 Andrés Galindo

Fuente: elaboración propia con base a documentos del AHMM.

45 AHMM., Actas de cabildo 999,1859/037, 04 de septiembre de 1859.

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Como se observa en el cuadro anterior, eran pocos los contratistas de toros de la feria; año tras año figuraban los nombres de don Juan Martínez, Joaquín Quiroz y Antonio Ramírez. Ésto significa que en estos años (1864 a 1869) las corridas de los toros estuvieron bajo el control de cierto grupo de empresarios contratistas.

La comisión de fiestas del Ayuntamiento, previa aceptación del contrato por parte del cabildo municipal, entregaba al empresario los contratos a efec- tuarse para la adquisición de toros y toreros. Así, cada año se compraban una veintena para las corridas de toros, cada toro costaba cuarenta pesos. El contrato realizado con el vendedor de toros expresaba que en caso de que alguna causa extraordinaria impidiera la realización de las fiestas, sólo se le pagaría el costo que hiciere para la conducción de los toros. El costo de los toreros era de aproxi- madamente sesenta pesos diarios (por siete toreros), otorgándoseles sólo un caballo para el picador.46 Según el caso, los toros, los toreros, la música y demás gastos en la diversión debía correr por cuenta del contratista; de acuerdo al contrato, una vez concluida la temporada de la feria, por cada función extra reali- zada pagaría una cantidad extra que podía ser desde los quince a los cuarenta pesos. El municipio facilitaba al empresario de los toros algunos reos para la limpieza de la plaza, por lo que el contratista debía mantenerlos reunidos en un sólo sitio donde fácilmente pudieran ser custodiados por la escolta.47

Las corridas de toros estaban a cargo de una comisión especial que se encargaba de controlar y/o administrar las finanzas, así como de dar cuenta al ayuntamiento sobre los gastos realizados. La naturaleza de la administración de las corridas, dependía de cada año y de las atribuciones concedidas al contra- tista, quien por lo general absorbía gran parte de los gastos, pero en otros años, los costos eran absorbidos por la comisión especial.

Las bases para subastar la plaza de toros se publicaba con anterioridad al inicio de la feria. La puja48 variaba cada año y se pagaba en dos partidas. En el siguiente cuadro se puede observar que la cantidad requerida en las subastas no tuvo cambios significativos durante más de diez años (1854 a 1863), no obstante en 1867 se observa un aumento considerable. En este último año, a diferencia de los anteriores, ya había concluido las guerras de reforma y se estaba venciendo al ejército del imperio francés (Guerra de intervención), lo que brindaba paz y seguridad, así como fama al estado y a la ciudad, por ser

46 AHMM., Actas de cabildo 999, 1854/057, 14 de agosto de 1854.47 AHMM., Actas de cabildo 999, 1861/046, 24 de julio de 1861.48 Ofrecimiento económico mínimo.

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el lugar de procedencia de los héroes nacionales,49 lo que posiblemente haya beneficiado a la feria de Monterrey.

Cuadro 4

Puja de los remates de las plazas de toros.

Año Puja base50

1854 800 pesos 1859 1,000 pesos 1856 626 pesos 1861 800 pesos 1862 600 pesos 1863 900 pesos 1867 2,500 pesos

Fuente: elaboración propia con base a documentos del AHMM.

De acuerdo a las actas de cabildo municipal, la plaza de Toros se instalaba en el terreno posterior de la iglesia de San Francisco.51 En tiempos de guerra, se presentaron en algunos años ciertos problemas relacionados con la estancia del ejército en Monterrey y el espacio destinado a la plaza de toros. En 1858, justo antes de iniciar las corridas de toros durante la temporada de feria, la caballada del ejército estuvo en la citada plaza, por lo que el cabildo otorgó al contratista en turno Don Joaquín Quiroz un apoyo con cuatro presos52 para la limpieza del lugar y concluir los trabajos de la plaza.53 Ese mismo año el gobierno del Estado planteó la venta del convento donde se realizaba la plaza de toros.54 Ante esta situación, el cabildo de Monterrey expuso al gobernador la necesidad del ayuntamiento de conservar la plaza de toros en el punto donde tradicionalmente se realizaba por ser el más adecuado; y además de la imposibilidad del ayuntamiento de comprar el terreno; solicitando a su vez que el gobierno del Estado comprara dicho terreno a cuenta del adeudo que el

49 Por ejemplo Mariano Escobedo, general en jefe del Ejército del Norte.50 Suma en la que fue rematada.51 AHMM., Actas de cabildo 999, 1858/003, 11 de enero de 1858.52 Como parte de la sentencia de los presos, éstos realizaban trabajos en las obras públicas de la ciudad.53 AHMM., Actas de cabildo 999, 1858/032, 10 de agosto de 1858.54 AHMM., Actas de cabildo 999, 1858/003, 11de enero de 1858.55 AHMM., Actas de cabildo 999, 1859/001, 03 de enero de 1859.

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gobierno estatal tenía con la ciudad.55 No fue sino hasta 1861 que el gobierno del Estado aprobó la compra del terreno de la plaza de toros conforme a la ley del 24 de Octubre de 1860.56

La plaza de toros en la temporada de la feria representaba un importante ingreso al municipio. En 1859 ingresó a las arcas municipales por motivos de la plaza de toros y otros de la feria la cantidad de 1,619 pesos, 37 y medio centavos.57 Ésto, adjunto al pago por la plaza de mercado (entre 1,600 y 1,800 pesos, ver cuadro 2) y algunas diversiones en un sólo mes significaba a las arcas municipales un presupuesto de relevancia. El ingreso mensual promedio del mu- nicipio en tiempo ordinario era de entre 1,500 a 2,200 pesos, dependiendo el año.58

10. Diversiones dentro de la feriaLa multitud de tratantes y comerciantes de tierrafuera,59 según lo expresa-

ban en la época, eran esperados cada año para adquirir productos, pero también en espera de las diversiones y novedades lúdicas. No era de sorprenderse que en la feria existieran diversas alternativas: teatros y las compañías de anima- ción, compañía de cirqueros y cosmorama. Los juegos permitidos como la lote- ría, figuraban en la programación diaria. Cada diversión o juego era regulado de forma directa por el municipio -en algunos años parte de ésto también corrían por cuenta del contratista del mercado-. Los juegos no prohibidos atraían a las familias de la ciudad y otros visitantes.

11. Seguridad y contacto regionalLa circulación en la región de recursos económicos y de las mercancías

con motivo de la feria de Monterrey, aumentaba los asaltos de caminos y los ataques de los llamados “indios bárbaros”. En el periódico oficial publicaban frecuentemente notas sobre los atracos y las acciones de las autoridades para brindar seguridad a los comerciantes y visitantes en los días feriados. Frases como “el temor que las hostilidades de los indios, ocurridas en los años pasados, han infundido a los traficantes del interior, y además de las erradas inteligen- cias”60 mostraban parte de la problemática que las autoridades municipales y

56 AHMM., Actas de cabildo 999, 1861/029, 28 de abril de 1861.57 AHMM., Actas de cabildo 999, 1859/031, 18 de julio de 1859.58 AHMM., Misceláneos 40.59 AGENL., El restaurador de la Libertad, 9 de septiembre de 1856.60 AGENL., Periódico oficial, 8 de septiembre de 1853.

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estatales atendían para la vigilancia en la feria en la ciudad y de sus alrededores. En los principales caminos a Monterrey se implementaron medidas de segu-ridad.

Con el objeto de que el comercio reciba un bien positivo y puedan dichas ferias verificarse con toda seguridad, se han colocado escoltas suficientes en cinco puntos de los caminos, excitando al mismo tiempo a los señores gobernadores de Coahuila, San Luis y Durango para que por su parte ha- gan lo mismo y coadyuven al bien que resultara a sus respectivos estados con el desarrollo del comercio (...) se lograra que las mencionadas ferias sean más concurridas que de costumbre, pues el temor que inspiran los indios bárbaros desaparece totalmente y los comerciantes todos pueden con seguridad conducir sus mercancías.61

Así, la seguridad en el Estado fue un asunto de relevancia. Las diferentes poblaciones de Nuevo León aportaban en sus jurisdicciones a la seguridad de las personas y aquellos viajeros que transitaban por los caminos. El mal estado de los caminos entre los poblados y Monterrey complicaba este problema. No sólo entorpecía el tránsito de los comerciantes y concurrentes a la feria, sino que los caminos se posicionaban como puntos vulnerables de atracos.

Casi todos los pueblos del estado han contestado que está recomponiendo los [caminos] de sus respectivas jurisdicciones y sólo faltan los avisos de los más lejanos que se recibirán pronto en el mismo sentido. Allanadas las dificultades que había en un punto a caminos por su mal estado, el comer- cio recibirá con ésto un alivio y los pueblos los bienes que son consiguien- tes, mientras se emprenden ésas obras de una manera más útil y se hacen mejoras definitivas en los caminos principales.62

La seguridad estaba a cargo de la policía y militares, así como de grupos de vecinos armados. A los ataques de los “bárbaros” y ladrones, se unía el riesgo derivado por las condiciones bélicas dadas en la región y en el centro de la República durante la guerra de Reforma así como en la Intervención Francesa.

Dentro de la ciudad, la presencia de policías se aumentaba considerable- mente durante el mes de septiembre. Los serenos quienes “echaban pito cada un cuarto de hora por la noche” eran incrementados en número para que “hicieran uso del silbato en caso de alarma”.63 De esta manera la paz y la seguri-

61 AGENL., Periódico oficial (El Universal). 4 de agosto de 1853.62 AGENL., Periódico oficial, 18 de agosto de 1853.63 AHMM., Actas de cabildo 999, 1869/027, 20 de agosto de 1869.

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dad eran elementos imprescindibles para la realización de la feria con creces para los comerciantes, visitantes y la ciudad misma.

Corrida de Toros.

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Comentario FinalLa feria de Monterrey significaba en primera instancia un derrame econó-

mico importante, el municipio aumentaba sus recaudaciones administrativas derivado de los impuestos a los comerciantes y las ventas de las plazas del mercado y de la plaza de toros, siendo éstas las que reportaban mayores in-gresos. Los habitantes adquirían artículos y servicios que en otros momentos del año no podían conseguirse.

La feria significaba un espacio estratégico en el que la ciudad fortalecía sus actividades económicas, se posicionaba cada vez más en la región como una de las ferias más esperadas. Esto en un contexto en el que la economía local se fortalecía en un ámbito regional y en el que Monterrey era uno de los centros fundamentales del comercio y posteriormente de la industria. Sin duda las ferias eran parte de esta dinámica regional en la que los capitales empezaban a solidificarse.

Los habitantes de Monterrey, de los poblados de Nuevo León y de otros estados se veían favorecidos por las actividades de la feria. La circulación de recursos se daba no sólo en la ciudad, sino a lo largo del recorrido que los visitantes y los propios comerciantes realizaban desde sus lugares de origen a Monterrey. Los contactos y vínculos se solidificaban en este recorrido que año tras año tenía lugar.

A pesar de la inseguridad en los caminos, de enfrentamientos bélicos béli- cos continuos que afectaban la vida cotidiana de los habitantes de Monterrey y alrededor, las ferias lograron subsistir como fuentes de ingresos, de intercambios y de recreación popular.

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Feria en Monterrey.

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Fuentes Consultadas

Archivos

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Amos y Sirvientes en Nuevo León, 1820-1860 VII

Campesino arando el campo frente al Cerro de la Silla, Monterrey, siglo XIX .

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Amos y Sirvientes en Nuevo León, 1820-1860

Benjamín GalindoSecretaría de Educación de Nuevo León

Resumen

Este trabajo presenta un esbozo de la veneración profesada por los empresarios y terratenientes nuevoleoneses hacia el trabajo pero también de las tribulaciones hacia los trabajadores. De igual forma

se presentan representaciones poco conocidas hasta ahora de retener a la mano de obra de esta región por parte no sólo de los diferentes niveles de gobierno, sino de los propietarios urbanos y rurales. Esta investigación también destaca las diferentes procedencias geográficas y socioeconómicas de los trabajadores asentados en el noreste de México, en la primera mitad del siglo XIX.

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Introducción

El tránsito hacia el capitalismo supone una serie de transformaciones radicales que convulsionan la perceptible quietud y estabilidad de las sociedades preindustriales. Es en la aparente confusión de los

períodos históricos de transición dónde mejor pueden advertirse las contra- dicciones resultantes del desarrollo desigual de la estructura económica con respecto a los elementos superestructurales. Los cambios socioeconómicos de esta naturaleza fueron sufridos por las poblaciones de importantes regiones de Estados Unidos y Europa Occidental durante los siglos XVII y XVIII con la superación de la etapa agrícola-mercantil por la industrialización. A su vez procesos similares pueden observarse en las comarcas periféricas del sistema capitalista como sería el caso de la franja nororiental de México a lo largo del siglo XIX.

El nuevo orden que estaba emergiendo necesariamente trastocaría las relaciones sociales de la región que hasta ese momento se creían inmutables, principalmente en lo que respecta a las cuestiones relativas al ámbito laboral. En esencia la forma en que están estructuradas las relaciones de la fuerza de trabajo con los poseedores de los medios de producción es lo que permite per- cibir el nivel de desarrollo de una sociedad precapitalista o mercantil.

Sin descartar la necesidad de futuras contribuciones a la historia empresarial del Noreste podemos señalar que ha sido tratada con cierta suficiencia, por el contrario es notoria la escasa atención concedida a la historia laboral del noreste

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mexicano y en especial desde la perspectiva de las condiciones materiales y sociales de los trabajadores. Este ensayo expone la vigencia y prolongación durante las primeras décadas del siglo XIX de las prácticas coercitivas heredadas del viejo régimen como la denigración personal, el confinamiento carcelario, el maltrato corporal o el adoctrinamiento religioso para el aprovisionamiento y explotación de la fuerza de trabajo en los talleres, obrajes y haciendas por sus propietarios y por otra parte, en menor medida, dar cuenta de algunas de las acciones defensivas emprendidas por los trabajadores o desposeídos como re- beliones populares, motines, el bandidaje o las formas silenciosas de resistencia como el sabotaje o el ausentismo laboral.

En un inicio se resaltan los aspectos punitivos de la justicia hacia la mayoría de la población y como eran aplicados en casos concretos las leyes constitu- cionales, los reglamentos y las ordenanzas municipales. Esto para poder explicar- nos realmente cuál era el carácter de las relaciones paternalistas entre amos y sirvientes, las formas de retención del trabajador, la tolerancia de la tortura y los suplicios como medidas de corrección o la asociación del vicio o delito a la condición económica del individuo.

Más adelante se presentará un esbozo de la veneración profesada por la oligarquía nuevoleonesa hacia el trabajo pero también de los prejuicios hacia los trabajadores, ambivalencia también advertida en otros aspectos como la ob- servancia de las normas morales con un criterio clasista o las contradicciones inherentes a la libertad individual. Se destacarán prácticas represivas instrumen- tadas por los diferentes niveles de gobierno y los propietarios urbanos y rurales, así como la procedencia geográfica socioeconómica de los reclusos y la relación de los centros carcelarios con la economía local.

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1. Ciudadanos propietarios y trabajadores no libres

El Estado de Nuevo León tenía en 1826, 83,033 habitantes repartidos en 22 municipalidades. De acuerdo a su economía y población las ciudades más importantes eran Monterrey, 12,282 habitantes; Montemorelos 8,633; Cade- reyta Jiménez, 8,334; y Linares 7,378.

La población económicamente activa comprendía labradores, artesanos, comerciantes, algunos profesionistas y mayoritariamente jornaleros, también denominados sirvientes. De 13,391 personas que formaban el aparato pro- ductivo algunas 5,585 personas, sólo el 42 por ciento podían ostentarse como ciudadanos nuevoleoneses, en tanto tenían propiedad, oficio o ilustración (pro- fesión). En cambio, 7,806 personas estaban privadas legalmente y de facto de libertad en todas sus manifestaciones, es decir, un 58% y sus familias estaban sujetadas a la voluntad del amo, hacendado o autoridad municipal, quienes determinaban lo mismo los actos cotidianos que los de mayor trascendencia de sus vidas. El porcentaje de trabajadores no libres en las poblaciones más importantes de Nuevo León en 1826 era para Monterrey de 54.76 por ciento, Montemorelos 62.28 por ciento, Cadereyta 44.21 por ciento y Linares 29.21 por ciento.1 En 1827 el trabajo no libre se distribuía de la manera siguiente: Montemorelos 63.48 por ciento, Cadereyta 63.48 por ciento, Linares 15.88 por ciento y Monterrey 12.42 port ciento.2 El censo publicado el 14 de julio de 1828 del Estado de Nuevo León durante la administración de José María Parás Ballesteros apunta hacia la agricultura como la principal fuente de subsistencia, principalmente maíz y fríjol para el consumo de los mismos pueblos de la entidad. Mención importante merece el cultivo de la caña de azúcar y su procesamiento en los trapiches como piloncillo para el mercado local y su venta a los estados de Durango, San Luis Potosí y Zacatecas.

La existencia de trapiches y tenerías son los únicos indicios de lo que pudiera ser una industrialización incipiente por dos razones, la primera por el monto de capitales que exige su puesta en marcha y la otra estriba en que parte de su producción se orienta a un mercado que trasciende los límites de Nuevo León. El resto de la producción es de tipo artesanal consistiendo en frazadas, sombreros corrientes, zapatos de todas clases, jorongos de algodón y rebozos hechizos.

1 AGENL., Plan que manifiesta el caso general del Estado de Nuevo León con respecto a su población y clases de habitantes que se componen, 1826.2 AGENL., Censo de 1827.

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La ganadería tenía similar importancia a la agricultura. El comercio se re- ducía a los productos extranjeros introducidos por los puertos y los nacionales que venían principalmente de San Luís Potosí. De 2,791 niños que tenían entre 7 y 16 años sólo asistían a las 11 escuelas existentes, 198 alumnos, menos de 1% de la población en edad escolar.

En 1831 la capital del estado tenía censadas 37 zapaterías, 27 herrerías, 24 carpinterías, 8 sastrerías, 24 sombrererías, 7 platerías, 28 telares de frazada y 3 coheterías. En estos centros de trabajo se desempeñaban como oficiales 421 trabajadores, 19 alfareros y 43 albañiles. Existían 27 tiendas de ropa y 85 tendajos.

Para el año de 1834 la población ocupada o vinculada con alguna actividad económica: 5,824 labradores, 424 arrieros, 1,674 artesanos, 1,007 criadores, 339 comerciantes, 14 mineros y 8,585 jornaleros. El porcentaje de trabajadores no libres en Cadereyta es de 84.86 por ciento, Montemorelos 55.43 por ciento y Monterrey 32.69 por ciento.3

2. Los recién llegadosA los forasteros se les cuestionaba el motivo de la ausencia de su lugar de

origen, el tiempo que habían permanecido en la ciudad. Los que no acreditaban buena conducta se les desterraba a una distancia considerable de la población y los que acreditaran conducta regular o aceptable era porque estaban avecinda- dos con casa, familia y tenían modo de subsistir. Un informe del ayuntamiento regiomontano de 1825 definía a las habitantes de su jurisdicción como perso- nas de genio dócil y obediente dedicadas a las labores agrícolas y algunos al comercio. Los habitantes considerados como ociosos, vagos y mal entretenidos de la región, de acuerdo a las autoridades municipales, no eran otra cosa más que forasteros que venían huyendo de las regiones convulsionadas por la revo- lución de independencia, individuos de genio belicoso y fogoso pero que paula-tinamente se fueron haciendo a la docilidad de los nuevoleoneses.4

3 AGENL., Estado que demuestra el número de habitantes que tiene el Estado, según el censo formado para el año corriente de 1834.4 Esta mansedumbre del trabajador del Noreste parece mantenerse durante todo el siglo XIX. En 1891, El Informe Gresswell destacaba las cualidades del trabajador norteño: contento y satisfecho con su trabajo, obediencia ciega a su amo, fuerte, sano y pacífico. El trabajador de la región recibía su paga en ropa y pro- visiones de la tienda de raya asentada en la hacienda, podía habilitarse de cualquier capricho por el resto de su salario pues según el informe aludido no conocían ni el uso ni el valor del dinero. El Informe Gresweell. En Actas vol. 1 Número 2 de julio-diciembre de 2002, con comentarios de Jesús Ávila.

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El ayuntamiento regiomontano había tomado medidas para evitar el de- sorden social que significaba la presencia de forasteros en la ciudad. La publi- cación de bandos sobre el asunto y la organización de redadas para atrapar desconocidos que dieran cuenta de su oficio o destino, sin embargo, tales me- didas no tenían el efecto deseado, el 5 de diciembre de 1822 el Alcalde José Alejandro Treviño Gutiérrez asentaba en un acta lo siguiente:

los alcaldes unos a otros se están remitiendo los malhechores, en cuyo tiempo se cansan y discuten los demandantes, y se retiran, viendo que no hayan en las justicias abrigo alguno, y como tampoco hayan los malvados castigo, siguen cada día cometiendo sus maldades, pues no queriendo los jueces trabajar de oficio, ni teniendo las partes que demandan con que seguir los tramites se quedan impunes los delitos echando fuera a los reos siguiéndose de ésto la multitud de robos y desordenes que sufre este vecindario.5

Días después el mismo Alcalde de Monterrey informaba al Comandante General de las Provincias Internas de Oriente sobre las previsiones que había tomado el ayuntamiento para medio contener los robos y excesos que diaria- mente cometían los vagos, ladrones y mal entretenidos se nombró un vecino con el nombre de juez de campo con asignaciones de seis reales diarios para la vigilancia y persecución de los maleantes auxiliado por los vecinos.

La situación era grave, el Alcalde de Monterrey, Francisco de Paula Mier y Noriega llegó a plantear la intervención de la Milicia Nacional para contener los robos y desordenes cometidos por los vagos y mal entretenidos. Según Mier y Noriega bastaba la cantidad de 100 hombres para restablecer el orden en tres o cuatro días. El inconveniente de esta propuesta era que no había casa en la ciudad donde alojar al regimiento, razón por la que se acordó ubicarlos en las casas de los comerciantes. Aunque los ciudadanos estaban obligados a prestar servicio en las milicias cívicas, muchos de ellos los evitaban contratando precisamente a los considerados como viciosos y sin oficio, por éste motivo se advirtieron también desordenes en la guardia cívica.

Los ciudadanos pudientes eludían sus responsabilidad pagando un im- puesto llamado de exentos para evitar ser reclutados no sólo durante los de- sordenes sino en toda empresa militar. Por lo tanto el peso de las campañas, lo mismo durante las intervenciones extranjeras que contra los indios siempre

5 AMM., Actas de cabildo, 5 de diciembre de 1822.

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recayó sobre el sector más desamparado de la población, obligado a prestar un servicio en que no obtenían remuneración alguna y comúnmente ni siquiera recibían algo de comer (Vizcaya, 1975).

Para el año de 1827 el gobernador José María Parás Ballesteros anunciaba en su memoria de gobierno el exterminio de malhechores gracias a la continua vigilancia de los ayuntamientos y a la eficaz persecución de las milicias cívicas, acciones que de acuerdo a Parás Ballesteros trajeron a la población del esta- do una seguridad y tranquilidad envidiables. Posiblemente el gobernante tenia razón, la población nuevoleonesa vivía sujeta a una vigilancia permanente, lo ejemplifica la capital del estado dónde se practicaba el toque de queda, que se iniciaba a las 10 de la noche durante el verano, del 15 de marzo al 15 de octubre y en invierno a las 9 de la noche. Todo forastero o desconocido que deambula- ra por las calles de la ciudad después del toque de queda tenía que responder a la ronda o patrulla sobre su procedencia o asunto que lo justificara.

3. La justicia legalLas leyes, decretos y reglamentos de la época son bastante ilustrativos

al priorizar el carácter policial del gobierno sobre otras funciones, el artículo 128 de la Constitución Federalista de 1825 facultaba al poder ejecutivo hacer que se ejerciera por las autoridades municipales la corrección de vagos, desco- nocidos, ociosos y mal entretenidos, locos, mendigos, voluntarios y muchachas desamparadas. El mismo texto constitucional hacía más opresiva la suerte de buena parte de la población local y de los trabajadores provenientes de otras entidades del país al establecerse que en caso de la consumación de un delito, la sola circunstancia de vago, mal entretenido, desconocido o de no tener casa, oficio o modo de vivir conocido, eran indicios suficientes para recluir a una per- sona en la cárcel mientras se averiguara al autor del delito. Sobra decir que esto era una artimaña para tener en todo momento disposición de mano de obra barata por los propietarios de haciendas, moliendas y obrajes. Al respecto el acta levantada el 26 de abril de 1827 por el congreso del Estado de Nuevo León ordenaba a los ayuntamientos formar una lista de los capitalistas, agricultores y ganaderos para que en sus casas recogieran a los mendigos y los ocuparan en sus propiedades a cambio de alimentos y vestidos.

La filiación conservadora o liberal de los gobiernos, no alteraba la suerte de los grupos desposeídos, el artículo # 6 del gobierno interior de los depar- tamentos permitía al gobernador destinar a los vagos, ociosos y sin oficio durante el tiempo requerido para su corrección a las cárceles, obrajes o hacien-

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das de labor. Independiente de las facciones o grupos que controlaron el apa- rato gubernamental la situación del grueso de la población, era en extremo difícil, a pesar de las divergencias entre liberales y conservadores existía plena coincidencia en un aspecto total de las relaciones sociales de producción, su actitud primitiva y depredadora hacia los trabajadores rurales y urbanos. La mayoría de los artículos contenidos en las ordenanzas generales municipales tenían como propósito fundamental garantizar la seguridad de los ciudadanos y sus propiedades, en contra de los que no gozaban los privilegios de la ciu- dadanía, es decir, la mayoría de los trabajadores.

Se presentaban los forasteros ante los alcaldes municipales exponiendo su oficio u ocupación, de no hacerlo se les calificaba de vagos, viciosos, mal entre- tenidos, sin oficio, sin modo de vivir conocido. El ciudadano que en su casa o hacienda permitiera hombres desconocidos, vagos ociosos o mal entretenidos y no avisara inmediatamente a las autoridades sería sancionado.

Aunque había movilidad de los trabajadores ésta era supeditada a las nece- sidades del patrón, la condición de sirviente nunca cambiaba, para alquilarse temporal o definitivamente con otro patrón tenía que solicitar permiso escrito del amo anterior.

Las ordenanzas municipales expedidas durante el gobierno de Manuel Gó- mez de Castro no representaban otra cosa más que los intereses de los pro- pietarios, si una persona recibía dinero adelantado por su trabajo en la molienda, cosecha de maíz o corte de trigo, debía desquitarlo con su trabajo personal, aún cuando estuviera en posibilidades de pagar el préstamo no le sería admitido y de negarse a cumplir con su obligación laboral se le aplicaban grilletes.

Se cuidaba por parte de las autoridades municipales evitar que en los pue- blos de su jurisdicción vivieran vagos, borrachos consuetudinarios jugadores, al igual que individuos mal entretenidos o sin destino.

El artículo # 87 del reglamento para el gobierno interior de los municipios era bastante explícito sobre los criterios a seguir en la definición de las personas que podían ser declaradas viciosos, holgazanes o mal entretenidos:

l Los que sin oficio, ocupación, renta, o hacienda vivan sin saber de donde proviene su subsistencia.l Los que teniendo patrimonio o son hijos de familia sólo se dedican a fre- cuentar las casas de juego y las malas compañías.l Los que vigorosos, sanos y robustos andan pidiendo limosna de puerta en puerta.

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l Los hijos de familia que no obedecen a sus padres, llevan una vida es- candalosa y no se aplican a la carrera que les ponen.l Los que gracias a la reputación o posición de su familia no respetan la justicia violando los horarios regulares dedicados a la música o el baile.l Los que teniendo oficio no lo ejercen hasta por un año sin tener justi- ficación.l Los jornaleros que la mayor parte del tiempo no trabajan.

Los alcaldes procuraban la corrección de este tipo de personas recavando información que acreditara su modo de vivir y ociosidad para destinarlos has- ta por seis meses a trabajar en algún oficio, taller o labor bajo la mirada de los amos o menestrales. Los que reincidieron en los vicios se destinarían por tiempo indefinido y los que definitivamente fueron incorregibles se les mandaría a los presidios.

Las denominaciones empleadas por los propietarios para designar y deni- grar a las personas que por su edad, lugar de procedencia o situación económica eran sujetos a encierro en la primera mitad del siglo XIX, no eran otra cosa más que reminiscencias de la época colonial y del liberalismo gaditano. El 19 de di- ciembre de 1825 el titular de la secretaría de gobierno del Estado de Nuevo León, Miguel Margáin reproducía una orden expedida por el rey de España el año de 1745 en que se declaraba como vagos, sin oficio y sin destino a las per- sonas que no pudiesen comprobar la honestidad y legalidad de sus medios de subsistencia: jugadores, limosneros, mal acompañados, frecuentadores de lu- gares sospechosos, escandalosos, desobedientes de sus padres, amancebados, ebrios, forasteros, desempleados, prestidigitadores y vendedores callejeros.

La ciudadanía nuevoleonesa no era un derecho inalienable, podía perderse o ser poco efectiva si el individuo que la ostentaba se veía reducido a la pobreza, como le aconteció al ciudadano José Remigio Martínez, vecino de San Pedro. Éste se dirigió por escrito al gobernador Parás Ballesteros exponiéndole la situación de su hijo, al que tenía colocado como sirviente por salario en la tienda de Don Ramón Treviño del lugar hasta que con violencia lo corrió y lo despojó de la ropa que llevaba puesta sin determinar la causa. El muchacho afectado se presentó ante el alcalde pidiendo la causa de su despido, el alcalde a petición del patrón por toda respuesta le quitó unos pantalones, una chaqueta, una medalla, una mascada, un pañuelo y un chaleco, además de aplicarle la pena de destierro perpetuo de la ciudad. El demandante, no obstante ser pobre aún no había perdido sus derechos de ciudadano y reclama que a nadie se le puede despatriar sin comprobarle previamente la causa del crimen y de no ser así pide que sea restituido el honor de su hijo para que pueda darle destino, el pago del salario y el costo de su búsqueda por haberse fugado. El patrón justificó

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su proceder alegando los comentarios vertidos en el sentido de que el joven dependiente inquietaba y perturbaba la tranquilidad de su matrimonio.6

A pesar de que muchas de las leyes constitucionales estatales no pasaban de ser meras aspiraciones o ingenuos deseos, en lo referente a las medidas coercitivas y de control sí se hicieron sentir sus efectos en los grupos vulnerables de la sociedad con toda la fuerza de la reglamentación municipal. Son innumera- bles los casos en que los trabajadores fueron objeto de maltratos físicos, abusos, reclusión o secuestro de sus familiares por parte de la acción mancomunada de los ayuntamientos y de los propietarios. Ejemplos de auténticos secuestros o de retención de familiares en prenda por deudas contraídas se suscitaron con frecuencia en todo el Estado de Nuevo León.

El 20 de enero de 1834 el Alcalde de Monterrey rechazó la solicitud de Jo- sé María Robledo de retirar a su esposa del servicio de su amo. El 27 de julio de 1837 en el mismo municipio el ciudadano Domingo Álvarez y sus espo- sa Serapia Guerrero, se comprometieron a pagar entre ambos la cantidad de 130 pesos, uno y medio reales que debían a su anterior amo, cantidad que se pagó sólo la mitad, razón suficiente para seguir reteniendo a Serapia Guerrero y no entregarla al esposo reclamante. El mismo año Juan de la Garza, indio tlaxcalteca de Cadereyta, relata el embargo de su esposa Juana Rodríguez, por su amo Don Felipe Rodríguez. Sus solicitudes a la justicia municipal y el cura para su liberación fueron infructuosas por esa razón se dirigió a la máxima autoridad del Estado.7

En la Villa de Marín, Disideria Rosales, privada de su libertad solicita ser libe- rada porque su esposo Luís Berna era el sirviente del ciudadano Ignacio Flores.

Toda la legislación producida durante la primera mitad del siglo XIX tiene un marcado carácter represor hacia las clases laboriosas, están orientadas hacia la adquisición de mano de obra barata o gratuita.

La constitución local de 1825 disponía en el artículo 174 la construcción de cárceles seguras, cómodas, sanas y dispuestas para que los presos no estuvieran ociosos sino empleados en algún trabajo. Asimismo, función similar asignaba a los establecimientos educativos al disponer en el artículo 255 la enseñanza de las artes necesarias para erradicar de la sociedad, la mendigues voluntaria, mala crianza de los muchachos huérfanos y abandonados, y corrección de los holgazanes y viciosos.

6 AGENL., Sección Justicia. Solicitudes de libertad. Caja 1. 1824–1870.7 AGENL., Concluidos 24–276.

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Situación análoga se observa en la legislación emitida durante el gobierno conservador. El artículo 69 determinaba que previa anuencia del Gobernador los prefectos podrían destinar a los vagos, ociosos y sin oficio para su corrección a los establecimientos existentes para este objeto a las haciendas y obrajes. Los alcaldes de acuerdo al artículo 171 procurarían que los habitantes vivieran de ocupaciones útiles y de reprimir a los holgazanes, vagos, mal entretenidos y sin oficio conocido.

Con el arribo del federalismo nuevamente y la constitución de 1849 no cambia la suerte de los marginados y desubicados. El artículo 78 establece ejercitar conforme a las leyes acciones policiales sobre desconocidos, vagos, ociosos, mal entretenidos, agregando a este contingente a los locos, mendigos voluntarios y muchachos desamparados. Los legisladores nuevoleoneses que redactaron el citado documento podrían presumir de progreso social y de jus- ticia en los artículos 104, donde se prohíbe la aplicación de cualquier clase de tormento y el 114 que claramente prohíbe el apresamiento de personas por deudas, sólo que las disposiciones contenidas en estos artículos nunca pa- saron del papel en que estaban escritas. La misma hipocresía transpiran las constituciones liberales de 1857 y 1874, los artículos referentes a los derechos del hombre asentados en la constitución de 1857 son bastante elocuentes:

El artículo 4 establecía que todo hombre es libre para abrazar la profesión, industria o trabajo que le acomode, siendo útil y honesto, y para aprovecharse de sus productos. Ni uno ni otro se lo podrá impedir, sino por sentencia judicial cuando ataque los derechos de tercero, o por resolución gubernativa, dictado en los términos que marque la ley, cuando ofenda los de la sociedad. En el artículo 5 se impedía la obligación de prestar trabajos personales sin justa retri- bución y sin el pleno consentimiento del individuo. La ley no autorizaba ningún contrato que tuviera por objeto la pérdida de la libertad del hombre, ya sea por causa de trabajo, de educación o de voto religioso. El artículo 18 prohibía todo maltrato en la aprehensión o en las prisiones. El artículo 21 erradicaba para siempre las penas de mutilación y de infamia, la marca, los azotes, los palos, el tormento de cualquier especie, la multa excesiva y la confiscación de bienes. No obstante, la realidad de los trabajadores y sus familias confrontaba y cuestionaba seriamente los postulados constitucionales. Es elevado el número de casos en que los propietarios en complicidad con las autoridades municipales y el ejecu- tivo estatal burlaban las leyes elaboradas y promulgadas por ellos mismos.

El 25 de noviembre de 1862 en el poblado de los Aldama, Gabriel Garza se fugó del servicio del ciudadano Antonio González Alanís debiéndole la can- tidad de 155 pesos que pagó por el trabajador al amo anterior. El propietario

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solicita al gobierno de Nuevo León retener a la mujer de su sirviente en una casa del pueblo para poder ser vigilada, comprometiéndose a que durante su confinamiento le proporcionará alimentos y vestuario, con la aclaración de que los gastos generados se cargarán a cuenta del marido fugitivo mientras lo per- siguen y logran traerlo. El gobernador del Estado, Santiago Vidaurri respondió favorablemente a la petición del ciudadano González Alanís disponiendo que la mujer y familia del sirviente prófugo Gabriel Garza, permanezca en el lugar de residencia del amo que es, al cuidado y vigilancia del interesado, encargándose de suministrarle lo necesario para su manutención hasta el posible retorno del sirviente.8

Otro caso es el padecido por María de la Cruz Ríos, su reclamo es el si- guiente:

a consecuencia de haberse fugado mi hijo Policarpo Games del servicio de Don Rafael Tijerina vecino del topo de los Ayala, ocurrió este señor a la autoridad de San Nicolás de los Garza pidiendo se le entregaran mis nietos María Gregoria de 14 años de edad y Juan de 12 por la deuda que le iba debiendo el padre prófugo y aunque yo me opuse a la solicitud del Sr. Tijerina, porque nunca creí que pudiera ser justo ni arreglado a la ley, no obstante aquella autoridad dispuso que le fueran entregados y actualmente se hallan en su poder.9

Argumentaba la afectada que la medida era ilegal por contravenir el decreto del 31 de marzo de 1851. La reclamante tenía completa razón, la constitución de 1849 en su artículo 114 enunciaba que ninguna persona podía ser presa por deudas, lo mismo el artículo 5 de la constitución de 1857.

El disimulo o auto justificación de los propietarios en su proceder bien pue- de explicarse acudiendo al testimonio esgrimido por un abogado de sus símiles, los hacendados yucatecos:

Ni se me tache de retrógrado y antihumanitario si acepto los azotes como pena correccional; ni mucho menos se crea que ataco a la Constitución General que en su artículo 27 prohíbe para siempre la pena de azotes […]. Para defenderme […] manifestaré que la Constitución no prohíbe los azotes sino como pena, de manera que quita a los tribunales y autorida- des civiles y militares la facultad que las leyes antiguas concedían de aplicar azotes por vía de castigo o pena de algún delito; pero de ningún

8 AGENL., Sección Trabajo. Sirvientes. 1859–1929.9 Ibíd.

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modo impide a los padres, amos, etc., que usen correctivos más eficaces para evitar las faltas domésticas… y para el ejemplo de los demás que pertenecen a esa sociedad íntima que con razón se llama doméstica (Peniche. 1999: 21).

4. Los perseguidosEl acoso y persecución de los individuos segregados debido a su carencia de

propiedades, profesión o empleo se dio con mucha virulencia durante toda la primera mitad del siglo XIX. Desertores de la milicia, fugitivos de las haciendas o vagabundos rurales, todos compartían la condición de ilegales en un país que sólo de nombre era su patria. Este grupo de personas inevitables aunque necesarios, en la visión de los ciudadanos honrados y pudientes eran poten- ciales delincuentes, casi tanto como el ladrón profesional y el homicida, por lo tanto constituía un deber cívico-cristiano y rentable examinarlos, confinarlos y corregirlos por la vía del trabajo permanente en las haciendas y obrajes, sólo así podían ser tolerados, de no ser posible quedaban el destierro y el presidio.

El año de 1828 fueron reconocidas por el Alcalde de Montemorelos sesen- ta y cuatro personas ejercitantes de algún oficio o trabajo, de ellas provenían treinta y una de poblaciones como Valle del Guajuco, Monterrey, Cadereyta, Hacienda Potosí, Pesquería Grande, Agualeguas y Valle del Río Blanco, dentro del Estado de Nuevo León. Pero también vinieron de lugares fuera del Estado como Saltillo, Mineral de Catorce, Matehuala, San Luis Potosí, Durango, San Fer- nando, Villa de León, Charcas y San Miguel el Grande.10

¿A qué obedecía la movilidad de la fuerza laboral? ¿A mejores posibilidades de trabajo y remuneración o a evasiones de sus lugares de origen por la opre- sión de que eran víctimas? Difícilmente puede responderse afirmativamente en el primer sentido, la respuesta apunta hacia las severas condiciones padecidas por las clases laboriosas en todo el noreste mexicano, que los impelía con deses- peración a creer ingenuamente que su situación mejoraría en la trashumancia laboral, trasladándose de una población a otra.

La solidaridad y la coordinación de esfuerzos entre la clase pudiente para mantener en el sojuzgamiento a sus trabajadores está fuera de duda así como la eficacia en el intercambio de información entre los diferentes niveles de auto- ridad. Pues no sólo abarcaba los ayuntamientos municipales de Nuevo León,

10 AGENL., Concluidos 8-61.

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la persecución también se extendía hacia los estados vecinos. Realmente era bastante difícil sino imposible todo intento de evasión de los desesperados sir- vientes dado las enormes distancias que existían entre los centros poblacionales del noreste y estando la región plagada de indios belicosos como apaches y comanches.

La situación en el Estado vecino de Tamaulipas no era nada mejor, el año de 1831 el gobernador Francisco Vital promulgó una ley de amos y sirvientes a fin de evitar una sublevación de los peones agrícolas y su huida hacia las hacien- das de Nuevo León. El contenido del texto a pesar de contrariar la Constitución Federal venía a confirmar una situación que ya padecían los trabajadores. La ley responsabilizaba a los amos de la conducta de los sirvientes y les concedía autoridad para corregirlos y castigarlos paternalmente. Las infracciones come- tidas por los sirvientes, tales como faltar al servicio o conducta irrespetuosa ante el amo, se castigaban por el juez hasta con seis meses de grilletes en la casa del propietario si el infractor era hombre y el mismo tiempo de pena si era mujer. Si lo anterior no fuera suficiente y el infractor reincidiera se le juzgaba y destinaba a trabajar en obras públicas con grilletes durante un año y si fuera mujer con reclusión. Bajo ninguna circunstancia perdía su dinero el amo porque inmediatamente después de concluida la condena los trabajadores volverían a su servicio para seguir abonando el pago de su deuda (Covián, 1972).

Un claro indicio de la estrecha colaboración entre propietarios y autorida- des municipales de distintos estados es el protagonizado por Don Ambrosio Alcira y Doña Leonor Larralde de Sabinas Hidalgo en julio de 1862. El primero solicita al Alcalde municipal de la Villa de Mier, Tamaulipas la aprehensión de su sirvienta Dorotea Albiar y su madre por haberse fugado. Al intentar cruzar el río Bravo son atrapadas pero logran evadirse y anticipándose, la señora Larral- de solicita al juzgado el aseguramiento de su sirviente Vicente Albiar por temor de que hiciera lo mismo y no liquidara la deuda contraída con ella. La desconfianza y previsión de la señora Larralde tranquilizaron al señor Ancira porque de esta manera el sirviente se encontraría imposibilitado de brindar algún tipo de auxilio a su esposa e hija. Como era de esperarse el gobierno del Estado respondió a satisfacción de la previsora solicitante, el 12 de Junio de 1862 escribía Santiago Vidaurri desde Monterrey en los términos siguientes:

Visto el antecedente ocurso de D. Leonor Larralde vecina de Sabinas Hidalgo, tomadas en consideración las razones que expone para temer la fuga de su sirviente Vicente Albear y accediendo a la solicitud que hace para asegurara la gran cantidad de pesos que le debe el Go- bierno dispone: que la 1º Autoridad de Sabinas Hidalgo lo remita a ésta capital con la seguridad debida, donde permanecerá en las obras

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públicas, hasta en tanto encuentra una persona que pague por él. Tras- críbase esta resolución al citado Alcalde primero para que cuide de su cumplimiento y le notifique a la Sra. Larralde y Albear, archivándose el expediente.11

Otro caso de colaboración se presenta cuando Santiago Vidaurri atiende los reclamos del latifundista Zuloaga en la Laguna, Coahuila auxiliándole con armas y municiones para enfrentar a los indios nómadas pero principalmente para sofocar cualquier tentativa de rebelión e insurrección de los trabajadores. Todo aquél que no aceptara la voluntad de Zuloaga era considerado mal vivien- te. Al igual que en el resto del Noreste, en la Laguna se asentaban quienes venían huyendo de la persecución policial de otras poblaciones (Plana, 1996).

¿Cómo respondieron los trabajadores agrícolas y urbanos a las condicio- nes impuestas por los propietarios? A simple vista con resignación muchos de ellos, pero la evidencia que se desprende de los casos concretos analizados hace suponer una respuesta de rechazo a su condición de servidumbre: fugas del servicio, vagancia en los campos y pueblos, ausentismo laboral, denuncias improcedentes a la justicia e incluso emigración a los Estados Unidos.12 Es claro que estas formas de resistencia difícilmente pasarían del plano individual y por lo mismo poco afectaron al sistema en su conjunto, sin embargo, hay constancia de que algunos trabajadores desafiaron abiertamente el orden establecido cruzando los umbrales de la legalidad para transformarse en auténticos delin- cuentes, los conocidos como bandoleros o bandidos.

11 AGENL., Sección Trabajo, Sirvientes, 1859–1929.12 La emigración de los trabajadores del noreste hacia los Estados Unidos data desde el año 1846, durante la invasión norteamericana. Los salarios superiores pagados por los patrones texanos y los maltratos recibidos por su condición de sirvientes explican el tránsito de la fuerza laboral mexicana hacia el país norteño desde una época más temprana y no a partir de la revolución mexicana como muchos opinan. Véase a Miguel González Quiroga. La relación entre Nuevo León y Texas en el siglo XIX, en Isabel Ortega Ridaura, El noreste – reflexiones, Monterrey, Fondo Editorial de Nuevo León, 2006.

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Comentario Final

Los testimonios y datos expuestos con anterioridad permiten anticipar con certeza que la condición material de los trabajadores del noreste mexicano durante todo el siglo XIX se mantuvo en una situación de precariedad nada distante de sus connacionales del sur y centro del país ni de sus ancestros de la época colonial. Asimismo, la realidad histórica echa por tierra la tan gastada vi- sión distorsionada de una sociedad idílica en que las relaciones sociales de producción entre propietarios y trabajadores eran normados por las bondades del régimen paternal. Todo lo contrario, lo que imperó fueron las relaciones de sumisión y domesticidad impuestas por los explotadores a los desposeídos. Aque- llos se valieron lo mismo de medidas seudolegales como el endeudamiento o de recursos poco escrupulosos como el maltrato corporal, el cautiverio y los se- cuestros.

Fuentes ConsultadasArchivos

AGENL, Monterrey. Censos, 1827, 1834. Constituciones del Estado de Nuevo León, 1825, 1857 y 1874. Reglamento para el Gobierno Interior de los Municipios del Estado de Nuevo León,

1825. Sección Concluidos. Sección Justicia. Sección Trabajo/Sirvientes, 1859-1929.AHMM, Monterrey. Actas de Cabildo.

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Trabajadores.

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Barrio Antiguo.

Entre la traición y el patriotismo:

nuevoleoneses ante la Intervención

Francesa (1864)

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Entre la traición y el patriotismo:

nuevoleoneses ante la Intervención

Francesa (1864)VIII

Santiago Vidaurri, 1865.

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Entre la traición y el patriotismo:

nuevoleoneses ante la Intervención Francesa (1864)

Roberto LaraUniversidad Autónoma de Nuevo León

Resumen

La Intervención Francesa en México no fue, en forma alguna, un con- flicto de facciones irreconciliables, homogéneas y claramente deli- mitadas. La progresión del ejército francés en el territorio mexicano

y las relaciones preexistentes entre las entidades federativas y el gobierno de Benito Juárez fueron factores insoslayables que delinearon en buena medida la actitud de algunos líderes político-militares hacia la cooperación que exigía la resistencia nacional frente a la invasión. El Estado de Nuevo León sin lugar a dudas se enmarcó en esta dinámica, pues el regionalismo exacerbado y la hostilidad latente del gobernador Santiago Vidaurri hacia la Federación influyó de manera decisiva en las actividades que llevaron a efecto los personajes analizados en este estudio; a saber, Julián Quiroga, Jesús Fernández García y Ruperto Martínez. Utilizando información proporcionada por los documentos

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de archivo, los hechos que aluden a estos individuos apuntan más hacia la ambivalencia ideológica que caracterizó al pragmatismo político del siglo XIX y no, como lo ha expresado la historiografía local, a favor de la clasificación maniquea de patriotas y traidores.

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Introducción

En toda coyuntura de inestabilidad política, social y/o económica, sea cual fuere el móvil, surgen una serie de fenómenos que generalmente contravienen el modus vivendi de la sociedad afectada, propiciados

por la firme e ineludible necesidad de adaptarse a las nuevas exigencias que demanda el entorno inmediato. En el caso de los conflictos bélicos, el desarrollo favorable de los acontecimientos genera una exacerbación de elementos como: el sentimiento de pertenencia étnica, el apego a ciertos principios ideológico-políticos y, en muchos de los casos, una actitud favorable de la población hacia las directrices gubernamentales de naturaleza militar (reclutamiento, donativos monetarios y en especie para el sostenimiento del ejército, etc.) aspectos bási- cos que son constitutivos del “Nacionalismo” moderno.

No obstante, cuando las vicisitudes de la guerra no son del todo óptimas, los nacionalismos de Estado comienzan a dar cabida a formas alternas de pen- samiento que permiten tanto a las élites político-militares como a la sociedad en general adaptar sus demandas particulares a los fines últimos del adversa- rio, más aún si las primeras son de corte regional. De acuerdo con esto, algunas zonas del México caciquil y caudillista decimonónico defendieron sus intereses frente a la Intervención Francesa de 1862 de forma diferente, según la progresión del ejército invasor en la república y el estado de las relaciones entre la entidad particular y la Federación.

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En el caso del presente ensayo, destacaremos las figuras locales de Julián Quiroga, Ruperto Martínez y Jesús Fernández García, como ejemplo del an- tedicho eclecticismo que no se circunscribió solamente al ámbito político y militar neoleonés, sino que tuvo cierto auge en el accionar de algunos líderes republicanos a partir de 1864.1 Al insertarse directamente Nuevo León en la lucha contra la invasión europea, la dualidad traición-patriotismo permeó en las actividades de estos personajes, ya sea para el mantenimiento de un status quo positivo en la región y/o la defensa de intereses políticos personales.

1 A la par de la abierta adhesión al Imperio que hicieron militares como Tomás O’ Horan, José López Uraga e incluso el exiliado Antonio López de Santa Anna, se pronunciaron por la Intervención una importante can- tidad de políticos liberales moderados, quienes llegaron a pertenecer al gabinete de Maximiliano.

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1. La Intervención Francesa en MéxicoLa agresión francesa a México tuvo como su antecedente más inmediato

la suspensión por dos años del pago de la deuda interna y externa que decretó el Congreso de la Unión el 17 de julio de 1861. La medida, sin duda, obedecía al estado deplorable en que se encontraba el erario nacional, exhausto por los gastos militares hechos en la Guerra de Reforma contra la facción conservadora y los egresos que seguían representando el combate a las guerrillas reaccionarias de los generales Miguel Miramón, Leonardo Márquez y Tomás Mejía, que para finales de ese año habían dado muerte a los distinguidos liberales: Jesús San- tos Degollado y Melchor Ocampo.

En Europa, la determinación juarista de no revocar el decreto causó que In- glaterra, Francia y España acordaran en la famosa Convención de Londres (31 de octubre de 1861) obligar al gobierno mexicano a satisfacer sus demandas mediante una expedición militar marítima y terrestre combinada que sentara, coercitivamente, las bases para una negociación. Asimismo, con un carácter netamente mesiánico, la Alianza pretendía que bajo su tutela se posibilitara el surgimiento de un gobierno nacional fuerte y estable, capaz de afrontar sus compromisos internos y con el exterior. No obstante, las divergencias al interior del pacto pronto se dejaron sentir, especialmente con los franceses, pues las tropas de Napoleón III mostraban intenciones de conquista que violaban uno de los artículos principales de la Convención:

2º Las altas partes contratantes se obligan a no buscar para sí mismas en el empleo de las medidas coercitivas, previstas en el presente convenio, ninguna adquisición de territorio y ninguna ventaja en particular, y a no ejercer en los negocios interiores de México, influencia alguna capaz de menoscabar el derecho que tiene la nación mexicana, para escoger y constituir libremente la forma de su gobierno. (RIVERA, 1972: 87).

Lo anterior se confirmó en plenas negociaciones con el gobierno mexica- no, pues el 5 de marzo de 1862 el general Charles Ferdinand de La Trille, conde de Lorencez, llegó a Veracruz con otro contingente armado para reforzar a las fuerzas francesas en el país (COSÍO, 2000: 612), que a la sazón contaban con po- co más de cuatro mil hombres. La violación del acuerdo de Londres significó la disolución de la Alianza y el retiro de las escuadras española e inglesa a Europa, con lo que formalmente se dio inició a la Intervención Francesa en México.

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Desafortunadamente para Lorencez, la arrogancia que mostró al iniciar las hostilidades y atacar a una ciudad como Puebla, bien pertrechada y defen- dida, le costó que sus veteranos de las campañas de Crimea e Italia fueran ver-gonzosamente repelidos en tres ocasiones el 5 de mayo del mismo año, lo que paralizó la invasión por 10 meses.

Humillado ante la opinión pública y las otras potencias europeas, Napoleón III se vio compelido a no escatimar más esfuerzos en la conquista de México, por lo que decidió enviar un nuevo ejército de treinta mil hombres con sus respectivos pertrechos de guerra y dirigidos, ahora, por el metódico general Ellie Frederick Forey. Mejor preparado y apoyado por algunos contingentes conservadores, Forey atacó y puso sitio a Puebla por espacio de dos meses a partir de marzo de 1863. Durante este tiempo los sucesivos ataques de la arti- llería y la infantería francesa sobre las fuerzas defensoras se alternaron con los infructuosos contraataques mexicanos que pretendían romper el cerco e in- troducir víveres a los sitiados, los cuales alcanzaron su punto culminante con la derrota republicana en San Lorenzo a principios de mayo.2

Hambrientas y sin esperanza de auxilio, las tropas de Jesús González Ortega se rindieron a discreción el 17 de mayo de 1863, por lo que ya no había fuerza mexicana considerable que se interpusiera entre la capital y los franceses. Sin embargo, en la Ciudad de México el presidente Benito Juárez ya hacía los pre- parativos para trasladar su gabinete a San Luis Potosí con el obvio objeto de no caer prisionero de Forey y coordinar la resistencia contra la invasión. Su partida registrada el 31 de mayo marcaría el inició de un gobierno itinerante que en po- co menos de un lustro recorrió todo el norte del país, llevándolo a enfrentar la hostilidad de los caciques norteños que se oponían a una cooperación abier- ta con una Federación acechada por las bayonetas napoleónicas y la falta de recursos.

Fue en esta segunda fase de la Intervención Francesa cuando Nuevo León

se inmiscuyó de manera directa en la dinámica bélica. En el ínterin del esta- blecimiento formal de los poderes nacionales en el Estado, la disputa entre el gobernador Santiago Vidaurri y Juárez ocasionó la escisión definitiva de Nuevo León y Coahuila y el exilio del cacique neoleonés a Texas, a cuyo lado se en- contraba uno de los personajes centrales de este trabajo: el Teniente Coronel Julián Quiroga.

2 Esta batalla, en la que el general francés Achilles Francois Bazaine y los conservadores derrotaron al Cuerpo de Ejército del Centro dirigido por el general Ignacio Comonfort, significó la definitiva capitulación de Puebla.

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2. ¿Paz o Guerra? ¿Región o Nación? ¿Imperio o República?

Conforme progresaba la campaña francesa del interior, las tropas y el gobierno juarista se vieron en la necesidad de replegarse cada vez más hacia al norte de la república. A la campaña del Occidente, donde los generales Félix Douay y Armand Castagny ocuparon Guadalajara y Morelia respectivamente (COSÍO, 2000: 612), le sucedió otra hacia los estados de Durango, Zacatecas y San Luis Potosí, lo que produjo que los republicanos abandonaran esta última ciudad y se dirigieran a Saltillo. En enero de 1864 Juárez le comunicó el goberna- dor neoleonés sus intenciones de establecerse en Monterrey para reorganizar sus tropas y, extraoficialmente, zanjar las viejas rencillas en torno al problema aduanero y las reiteradas negativas de Vidaurri para cooperar en la guerra. A regañadientes, el lampacense aceptó.

El arribo de los poderes nacionales se efectuó el 12 de febrero de 1864, que por cierto se vio opacado por la fría recepción que les brindó la población, amén del atrincheramiento de Vidaurri en la fortificación de la Ciudadela de donde ni el propio Manuel Doblado, en cierta medida amigo del gobernador, lo pudo sacar. Lo subsecuente es de sobra conocido: la entrevista Vidaurri-Juárez, la amenaza armada y sublevación del primero y su hijo, el regreso forzado del presidente a Saltillo y la criminalización del jefe neoleonés junto a la separación definitiva de Nuevo León y Coahuila.

Pese a que la figura de Santiago Vidaurri no es objeto de análisis en este trabajo, es notable que sus actividades tengan ciertos puntos en común con los personajes centrales del estudio. Su accionar durante casi 10 años de actividad local y nacional estuvo delineado por las intenciones de mantener su poderío político, económico y militar independiente respecto a la Federación.

La cooperación, nunca sumisión, entre Vidaurri y el gobierno central sólo se

efectuó cuando los intereses de la entidad y los propios se vieron amenazados por facciones políticas que se oponían abiertamente a las autonomías estatales y a las ventajas que ofrecía la práctica del pacto federal, como sucedió durante la Guerra de Reforma. El retiro del Ejército del Norte del conflicto en septiembre de 1859 fue un ejemplo claro del deseo vidaurrista de independencia absoluta, pues Juárez pretendía quitarle el mando y poner al frente de las tropas neo- leonesas al general Santos Degollado.

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También años más tarde, en agosto de 1861, el asilo político que Vidaurri le otorgó al ex-presidente Ignacio Comonfort suscitó una nueva confrontación entre el gobierno estatal y Benito Juárez. A las válidas peticiones que hizo el ejecutivo nacional para que se enviara a México al general Comonfort, con el fin de someterlo a juicio por su implicación en el golpe de Estado que dio Félix María Zuloaga en diciembre de 1857 (acto que desencadenó el conflicto de Tres Años), Santiago Vidaurri contestó con una rotunda negativa basada en la importancia histórica del general en la Revolución de Ayutla y en artilugios jurí- dicos sobre su legitimidad presidencial al momento de la insurrección.3

Respecto a las explicaciones que la historiografía local le ha asignado al

suceso, las cuales van desde la simple simpatía hasta el regionalismo exacerbado y rebelde frente a la Federación, podríamos quizás añadir una interpretación más basada en la conveniencia de Vidaurri de contar con un aliado militar de tal prestigio que pudiera dirigir a sus contingentes. Pues la mayor parte de la antigua oficialidad neoleonesa le era a la sazón hostil desde el conflicto de Re- forma y su brazo derecho, Juan Zuazua, hacía un año que había sido asesinado. No obstante lo ya mencionado, el momento crítico y definitivo para el régimen vidaurrista se presentó en este período de guerra internacional.

La expulsión temporal de los republicanos de Nuevo León no significó en

grado alguno el fin de las dificultades para el gobernador, por el contrario el desarrollo ulterior de los acontecimientos creó un serio dilema. Si la intención de mantener un status quo local que posibilitara la continuidad de un gobier- no de corte regional, y que a la par mantuviera al Estado ajeno a las calamidades de la guerra, fue el principal móvil que utilizaron, temporal o permanentemente, tanto Vidaurri como los líderes militares analizados frente al gobierno de Juárez, la carta enviada el 15 de febrero por el comandante en jefe del ejército franco- mexicano, general Achilles Bazaine, dio traste con las pretensiones de los lí- deres locales:

Dentro de breves días se moverán mis tropas, el Estado de Nuevo-León será invadido, y entonces me será más difícil dar oído a la voz de la conci- liación. Por consiguiente, hoy, que aún es tiempo de evitar los desastres de una lucha sin objeto, os ofrezco en una mano la paz y en otra la guerra, vos podéis escoger lo que os dicten vuestra conciencia y patrio- tismo. De vos sólo depende, pues, el evitar las nuevas calamidades que pudieran sobrevenir al Estado que habéis regido hasta ahora con tanta cordura, o de afianzar en él la paz, con todas las ventajas que trae consigo,

3 Archivo Histórico de Monterrey (en adelante AHM); Ramo Civil; Volumen 274; Expediente 63.

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adhiriéndose francamente a la intervención y reconociendo el gobierno establecido en México.4

Amenazado por dos frentes, Vidaurri perdió la capacidad de decisión que le había caracterizado y confió la resolución del asunto al pueblo de Nuevo León mediante una rápida votación. Al ver que tanto las autoridades como la población no acataban el llamado al sufragio, pues la ley que promulgó Juárez el 5 de marzo de 1864 consideraba traidor a toda persona que emitiera su voto,5 el gobernador huyó hacia Texas a finales de marzo del mismo año junto con algunos de sus colaboradores militares y políticos, entre los que destacaba el Coronel Quiroga.

En síntesis, podemos decir que la conservación de un núcleo de poder autónomo y el regionalismo exacerbado frente a la alteridad federal fue puesto en jaque ante las demandas de sumisión y cooperación tanto de las autorida- des republicanas como francesas, lo que dio cabida a que las acciones del eje- cutivo estatal y los jefes militares que analizaremos a continuación fluctuarán temporalmente entre la adhesión y la franca rebeldía.

3. Julián QuirogaComo ya lo mencioné, uno de los más importantes militares allegados a

Santiago Vidaurri fue Julián Quiroga. Originario de Ciénega de Flores (1829), desde muy joven había colaborado activamente en la defensa municipal contra las sorpresivas incursiones de los indígenas seminómadas (CAVAZOS, 1984: 383), lo que a la postre le permitió identificarse con las necesidades y fines de la po- blación local. Asimismo, como la mayoría de los oficiales del Ejército del Norte, la continua lucha contra el bárbaro posibilitó la interiorización de patrones singulares de estrategia y organización bélicas que diferían en sumo grado de los combates regulares a la usanza occidental, sino que antes bien podían tener parangón con la guerra de guerrillas.

Desde su aparición en la Guerra de Reforma, Quiroga siempre se caracterizó

por su ambivalente fidelidad ante el gobierno nacional y el permanente apoyo a las directrices del gobernador neoleonés, de quien por rumores se llegó a afirmar

4 Archivo General del Estado de Nuevo León (en adelante AGENL); Fondo Intervención Francesa; Caja 6; 11 de mayo de 1864.5 AGENL., Fondo Intervención Francesa; Caja 6; 5 de marzo de 1864.

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ser hijo (TYLER, 2002: 34-35). Al suscitarse el rompimiento entre Vidaurri y Degollado en septiembre de 1859, fue uno de los pocos oficiales que se replegó a Monterrey junto a las fuerzas estatales, pese a que el mando legítimo de las tropas había pasado por decreto presidencial al jefe jalisciense. Vemos aquí sólo un pequeño rasgo del regionalismo que lo caracterizaría a lo largo de su carrera militar.

En los dos primeros años de la Intervención Francesa en México tuvo una

actuación limitada. Nombrado coronel el 10 de enero de 1862 (CAVAZOS, 1984: 383), fue enviado temporalmente al centro del país junto a su Brigada, Quiroga como parte del raquítico apoyo que Vidaurri remitió a la Federación durante esta primera fase de la guerra. Empero, al acercarse los nubarrones del conflicto a Nuevo León y sobre todo cuando se produjo la huída de Vidaurri ante las fuerzas federales de Miguel Negrete, su actividad se incrementó de manera considerable en defensa de la política regional, misma que, como veremos más adelante, se adecuó maquiavélicamente por un breve tiempo al interés del pre- sidente Juárez.

Basándome en un análisis minucioso de los documentos existentes en el

Archivo Histórico de Monterrey y los que se encuentran en el Archivo General del Estado de Nuevo León, podemos reconstruir los aspectos cualitativos y cuantitativos de la campaña guerrillera que desplegó Julián Quiroga en el nor- te del Estado a partir de julio de 1864.

Siendo el reclutamiento una pieza esencial de sus actividades, los informes

refieren que Quiroga arribó a partir del 3 de julio a los municipios de Villaldama, Bustamante, Salinas Victoria, Cerralvo, General Zuazua, Pesquería Chica y su natal Ciénega de Flores6 para hacer proselitismo vidaurrista, pues en estos puntos era reconocido y apreciado por la población. Inclusive, tenía parentescos que se extendían hasta el seno de las autoridades municipales, ya que el Juzgado 1º suplente de Salinas Victoria, Cándido Flores, comisionado para perseguir a las fuerzas disidentes, aseguró que Julián Quiroga era su yerno y que por lo tanto había “querido evitar todo género de desafecciones” en su misión.7

A los infructuosos esfuerzos de las autoridades estatales y federales por

contener a las gavillas quiroguistas se añadía el crecimiento constate de estas últimas, que de los veinticinco hombres que reportó en su informe Cándido

6 AGENL., Fondo Intervención Francesa; Caja 8; 3 de julio de 1864.7 AGENL., Fondo Intervención Francesa; Caja 8; 3 de julio de 1864.

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Flores, para fines de mes ascendían aproximadamente a cien. Y es que el movi- miento ya no estaba localizado únicamente en el Distrito del Norte, sino que se advertía su influencia en localidades cercanas a Monterrey como Cadereyta, Guadalupe y Santiago, municipio este último que recibió la visita de un jefe subalterno de Quiroga al mando de 150 hombres.8

El éxito relativo de Julián Quiroga durante este período estuvo, sin lugar a

dudas, fincado en la simpatía e identificación ideológica que diversas poblaciones de Nuevo León exteriorizaban hacia su movimiento, amén de su talento militar y el conocimiento geográfico del terreno en que efectuaba sus operaciones. Antipáticos frente a un gobierno central que había relegado sus necesidades más básicas, como el apoyo ante las permanentes correrías indígenas, y que ahora clamaba “legalmente” ayuda para una guerra que les era enteramente extraña y contraria, muchos neoleoneses proporcionarón armas, suministros, caballos e inclusive sus servicios a un militar en quien veían al campeón defensor de los intereses regionales.

Sin embargo, como ya lo habíamos mencionado, la empatía hacia Quiro-

ga no se limitó solamente a la población en general, sino que diversos líderes político-militares de la localidad, identificados relativamente con la Federación, le brindaron su respaldo moral y efectivo; en el caso que nos compete: Jesús Fer- nández García y Ruperto Martínez, destacados personajes en la lucha contra el Imperio de Maximiliano.

4. Jesús Fernández GarcíaUna de las pocas fuentes bibliográficas para conocer la figura de Jesús Fer-

nández García en épocas anteriores a la Intervención Francesa es el “Diccionario biográfico de Nuevo León” de Israel Cavazos Garza. Esta obra ubica su lugar de nacimiento, no así la fecha, en el poblado de Pesquería Chica. También se destaca su participación en la insurrección de Santiago Vidaurri en 1855 y en la Guerra de Reforma (CAVAZOS, 1984: 147).

Tras el regreso de Juárez a Monterrey en abril de 1864, la Federación tuvo la imperiosa necesidad de robustecer su mermado ejército mediante las activi- dades de reclutamiento en cada municipalidad de Nuevo León, según lo estipu-

8 AGENL., Fondo Intervención Francesa; Caja 8; 23 y 24 de julio de 1864.

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lado en la Ley de la Guardia Nacional. En los documentos oficiales podemos observar como, durante este mes las autoridades pusieron a disposición del ya entonces coronel Fernández García a los guardias nacionales que se enlistaron en San Nicolás Hidalgo, Mina y Sabinas Hidalgo,9 lo que hace suponer por primera vez que se trataba de un militar de renombre en la región centro-norte del Estado. Paulatinamente la confianza que el gobierno estatal y nacional tenían sobre Jesús Fernández García fue a todas luces en incremento, porque para junio del mismo año su rol eminentemente militar trascendió al ámbito político por órdenes del gobernador José María Benítez y Pinillos.

El 23 de mayo el ejecutivo estatal, para eficientizar el control sobre las di-

versas regiones de Nuevo León, había promulgado un decreto en el que dividía la entidad en tres distritos, controlados cada uno por un jefe político y coman- dante militar (ver anexo 1).10 Como este cargo exigía un conocimiento preciso de las características geopolíticas y sociales de la región específica, Benítez y Pinillos no encontró otro líder más capaz que el coronel Fernández para enca- bezar a las poblaciones norteñas del Estado, por lo que lo nombró Jefe Político y Comandante Militar del Distrito del Norte el 6 de junio de 1864.11

No obstante, quizás el móvil principal para el nombramiento de este per-

sonaje, fue la existencia de la guerrilla pro-vidaurrista de Julián Quiroga en el norte del Estado. Si bien es verdad que el primer registro de sus actividades, como ya lo vimos, data del 3 de julio, no es menos cierto que ya meses antes las autoridades esperaban algún tipo de insurrección en las poblaciones cercanas al Río Bravo. Y es que pese a ser de envergadura limitada, las fuerzas de Quiroga representaban una seria amenaza a la Federación porque, entre otras cosas, podían entorpecer el reclutamiento en dicha zona y al ir en aumento, sus efec-tivos tendrían la capacidad de cortar una previsible retirada de los poderes nacionales a Coahuila ante el avance francés.

Las nuevas responsabilidades que asumió Jesús Fernández García vinieron a

aumentar su presencia política y militar en el Estado. A la simpatía que tenía en los municipios del norte de Nuevo León se añadió el crecimiento considerable de sus efectivos militares, los cuales ya eran importantes hacia mayo de 1864 por la determinación gubernamental de remitir al comandante un porcentaje no despreciable de los guardias nacionales reclutados en algunas localidades

9 AGENL., Fondo Intervención Francesa; Caja 5; 24 de abril de 1864.10 AHM., Ramo Impresos II; Volumen 26; Expediente 4. 11 AGENL., Fondo Intervención Francesa; Caja 7; 6 de junio de 1864.

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de la entidad (ver anexo 2).12 Investido así con amplias facultades y al mando de una tropa respetable, las autoridades pensaron que Fernández García daría traste a las pretensiones de Quiroga y Vidaurri en la región, ideal que desafor- tunadamente para la causa republicana no se cumplió.

5. Ruperto MartínezEl último de los personajes analizados en este recuento individual es el

coronel Ruperto Martínez. Originario de Higueras, Nuevo León, donde nació el 16 de mayo de 1831, en la etapa previa a la Intervención Francesa se desem- peñó como “administrador de los bienes del gobernador Santiago Vidaurri en la mesa de Catujanos, en Lampazos, como mayordomo, al cuidado de la ca- ballada” (CAVAZOS, 1984: 294), lo que hace suponer que simpatizaba con el regionalismo autónomo del mandatario estatal. Según información de la mis- ma fuente, se incorporó en 1863 a la Guardia Nacional como capitán de la compañía organizada en su pueblo natal para combatir a la invasión extranjera (CAVAZOS, 1984: 294).

Debido a su ligazón con Santiago Vidaurri, al suscitarse la ruptura entre la

Federación y el Estado se concentró en algunas de las tantas actividades que llevó a efecto durante 1864 y que por su naturaleza se encuentran en contra-dicción con un Ruperto Martínez netamente patriota conforme a los cánones muy extendidos de la llamada “Historia de bronce”. Por ejemplo, en un docu- mento fechado el 21 de febrero de 1864 firmado por él mismo, ordenó desde la Hacienda del Álamo en Villaldama que todos los caminos que salieran de la entidad fueran estrechamente vigilados con el fin de confiscar los correos que condujeran pliegos del presidente o de sus ministros.13 Sin duda, esta medida correspondía más a un subalterno de Vidaurri que a un militar preocupado por la defensa nacional que encabezaba Juárez.

En otro hecho similar, días más tarde el gobernador giró instrucciones es-

pecíficas a Ruperto Martínez para que protegiera a las mulas y caballos que eran pretendidos por un contingente de la División de Guanajuato, el cual había salido de Saltillo rumbo a la Hacienda del Álamo para hacerse a la fuerza de las bestias que tan necesarias eran para el flete de víveres y pertrechos militares,

12 AGENL., Fondo Intervención Francesa; Caja 15; 1864.13 AGENL., Fondo Intervención Francesa; Caja 6; 21 de febrero de 1864.

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así como para el personal de la caballería. No obstante las fuerzas republicanas fueron sorprendidas y derrotadas por Martínez, quién antes de devolverlas a la capital coahuilense las desarmó completamente.14

Desafortunadamente, las fuentes consultadas no hacen mención del capi-

tán Ruperto Martínez sino hasta julio de 1864, donde, como lo abordaremos en el siguiente capítulo, las actividades de los tres personajes analizados se entremezclaron. En el interín es plausible suponer que hubo una continuidad positiva en las relaciones de Martínez con Santiago Vidaurri, puesto que basán- dose en un análisis de contenido de documentos posteriores se aprecia el respaldo que el primero brindaba a las directrices del coronel Julián Quiroga, relación que en algunos casos tenía tintes de subordinación militar.

6. Convergencias en la HistoriaComo lo anticipamos, las actividades de Julián Quiroga, Jesús Fernández

García y Ruperto Martínez convergieron durante un breve lapso de tiempo en el segundo semestre de 1864. Juzgados bajo la óptica maniqueísta de buenos y malos, republicanos e imperialistas, patriotas y traidores, la historiografía exis- tente sobre los personajes parece tener la última palabra, tanto más si tomamos en cuenta la relevancia final de estos militares en lucha general contra el Imperio de Maximiliano. Sin embargo, la disciplina histórica no puede ignorar las con- tradicciones y paradojas que de las fuentes documentales pueden resultar, ya que ellas dimensionan en su justo valor los hechos y actores de la Historia; en nuestro caso, desmitifican pero humanizan a los militares analizados.

Para julio de 1864 el ejecutivo nacional enfrentaba un sinnúmero de pro-

blemas que amenazaban su permanencia en el Estado e incluso su integridad. En mayo, “desobedeciendo la orden directa de Juárez de no involucrarse en grandes batallas, el general [Manuel] Doblado fue derrotado por [Tomás] Me- jías en Matehuala, San Luis Potosí” (TYLER, 2002: 147), por lo que ya no existían obstáculos para que el avance francés prosiguiera sobre el noreste de México. Por otra parte, al interior de su gabinete el presidente enfrentaba desde hacía tiempo una crisis de índole política, ya que se había negado rotundamente a renunciar al cargo y dejarlo en manos de figuras como Jesús González Ortega o el ya para entonces “desaparecido” Manuel Doblado. No obstante, la amenaza

14 AGENL., Fondo Intervención Francesa; Caja 6; 28 de febrero de 1864.

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más palpable y cercana se encontraba en los agostaderos y llanuras del norte de Nuevo León, es decir, la guerrilla del coronel vidaurrista Julián Quiroga.

Como ya lo observamos, el número y radio de acción de las tropas quiro-

guistas fue en constante aumento desde el mes de junio, llegando a poner en serios aprietos a los municipios del Distrito del Norte. Todas las intentonas que habían hecho las autoridades federales y estatales para repeler a este ene- migo habían sido infructuosas, porque al conocimiento del terreno y las habili- dades castrenses de Quiroga se añadía la implícita protección y auxilios que le proporcionaban los pobladores locales, que en su mayoría estaban desconten- tos por el reclutamiento y las ministraciones exigidas por la Federación.

Era de tal gravedad el movimiento insurrecto que el 6 de julio un impor-

tante contingente dirigido por el comandante Antonio Bocanegra, enviado a Salinas Victoria para auxiliar a las fuerzas derrotadas del coronel republicano Adolfo Garza, tuvo que desistir de su misión ante la superioridad numérica de Quiroga, que a la sazón había ocupado el poblado.15 El hecho de que una gue- rrilla hubiera enfrentado y derrotado a una tropa regular, haber intimidado por su número a un contingente auxiliar, también regular, y finalmente ocupar una población tan cercana a Monterrey como Salinas Victoria, desgraciadamente no fue lo peor para un gobierno nacional acechado por múltiples frentes.

La problemática eminentemente militar que representaba Quiroga se vio

repentinamente extendida al plano político. Un informe fechado el 7 de julio de 1864, un agente de negocios del municipio de Monterrey destacado en Agua- leguas, Ricardo Villarreal, reportó haber encontrado documentos que implicaban el entendimiento ideológico entre el jefe guerrillero, su “aparente” subalterno Ruperto Martínez y la autoridad más importante del norte del Estado, es decir, el Jefe Político y Comandante Militar del Distrito del Norte, Jesús Fernández García:

Por voces se sabía que ya se encontraba este último [Julián Quiroga] en Sabinas con una pequeña fuerza de caballería, y aún se anunciaba que el jefe político de este distrito C. Jesús Fernández García se hallaba unido y en buen concepto con Quiroga. Luego que toqué el Juzgado ya fueron más fundados los informes que tenía, pues me encontré una comunicación de Quiroga, una del Capitán Ruperto Martínez y un borrador del acta que presentaban como plan para desconocer el gobierno que representa el

15 AGENL., Fondo Intervención Francesa; Caja 9; 6 de julio de 1864.

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actual Presidente Don Benito Juárez y que original acompaño a Usted para los efectos consiguientes.16

El suceso causó honda indignación en todas las esferas de gobierno, de tal suerte que días después se ordenó la aprehensión del coronel Fernández y sus oficiales allegados. Interpretado desde la actualidad, las comunicaciones sostenidas con Julián Quiroga representan indudablemente un acto de traición, pues el hecho encajaba perfectamente en los punitivos artículos de la ley de delitos contra la nación promulgada el 2 de abril de 1862. Sin embargo, la acción de Jesús Fernández no es ni remotamente incomprensible, ni lo sitúa como Vidaurri y Quiroga en la lista negra de la Historia oficial, si se toma en cuenta la situación crítica en que se encontraba el incipiente Estado-Nación mexicano, caldo de cultivo para los regionalismos, y las continuas peticiones del ejército republicano que exasperaban a los habitantes locales.

De hecho, el establecimiento de los poderes federales en Nuevo León

significó que las poblaciones de la entidad fueran sujetas a un régimen de coo-peración obligatoria que exigía la remisión a Monterrey de hombres, ganado artículos alimenticios y pertrechos de guerra, entre otras muchas cosas que en conjunto hacían más precaria su vida cotidiana. Por ejemplo, las continuas soli- citudes de guardias nacionales causaban el desequilibrio de la estructura eco- nómica de los municipios, ya que el repentino déficit de mano de obra generaba una disminución de la producción agrícola y ganadera que se destinaba tanto al comercio como al sustento diario.

En el caso del reclutamiento, las fuentes primarias mencionan las dificulta-

des que tenían las autoridades para hacer efectiva la Ley de la Guardia Nacional en la región. El 29 de abril de 1864 al notificarse en los pueblos y rancherías de Galeana la necesidad de formar contingentes militares para enviarlos a Mon- terrey, los responsables encargados de formarlos referían que “no ha sido posible conseguirlos […] porque en lo general los hombres capaces de levantar las armas huyen a los campos cuando se trata de exigirles este servicio”.17 Tiempo después, muchos casos análogos se suscitaron tanto en el sur como en el norte del estado, sector este último que era jurisdicción de Jesús Fernández García.

Si a todo lo anterior le añadimos los normales abusos y desmanes que producen las tropas al ocupar una población, entonces tenemos las pautas para entender la antipatía que externaron tanto los civiles como los jefes político-

16 AGENL., Fondo Intervención Francesa; Caja 8; 7 de julio de 1864.17 AGENL., Fondo Intervención Francesa; Caja 9; 29 de abril de 1864.

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militares neoleoneses hacia las medidas del gobierno de Juárez. Por ende, era más fácil que Fernández García y, en su caso, Ruperto Martínez se afiliaran temporalmente a las intenciones regionalistas del binomio Vidaurri-Quiroga, que si bien defendían simuladamente intereses personales en un contexto que les ofrecía posibilidades limitadas de desarrollo político, por lo menos conocían las necesidades locales y trataban de que Nuevo León se mantuviera ajeno a las vicisitudes de la resistencia mexicana y todo lo que ello conlleva.

Para agosto de 1864 era virtualmente un hecho que los poderes nacionales

saldrían de Monterrey ante la reanudación del avance francés. Aunque se pensó en fortificar el Cañón de la Angostura situado en Coahuila, como décadas antes lo había hecho exitosamente el general norteamericano Zachary Taylor frente al ejército de Santa Anna, lo cierto es que en el sur y este del Estado no había fuerzas suficientes para rechazar un sorpresivo ataque enemigo. Por otra parte seguía latente el peligro de que las guerrillas de Julián Quiroga se aproximaran excesivamente a la capital y pusieran en jaque al gabinete de Juárez y a las tropas que estaban acantonadas en ella. No obstante, sucedió lo imprevisto.

En un suceso poco citado por la historiografía local y nacional, el 3 de

agosto la Secretaría de Gobierno de Nuevo León informó a todas las autorida- des municipales que el Estado y la Federación habían llegado a un acuerdo formal con Julián Quiroga, por lo que se deberían considerar a sus fuerzas “en lo sucesivo […] como a las demás de la nación que obedecen al gobierno cons- titucional” (ver anexo 3).18

Aunque los detalles del acuerdo se desconozcan por falta de documentos,

no cabe duda que la medida benefició en sumo grado a ambos bandos. Por una parte, los republicanos eliminaban con ésto la amenaza guerrillera en el norte de la entidad, que a la postre se traduciría en un mayor control de la zo- na y la agilización de las actividades de reclutamiento, amén de la adhesión de un importante contingente militar. En el caso de Quiroga, a los beneficios polí- ticos personales se sumaron otros que colateralmente alcanzaron tanto a Jesús Fernández García como a Ruperto Martínez.

El 5 de agosto, por orden del propio Julián Quiroga las autoridades inte- rinas del Distrito del Norte pusieron en libertad al coronel Fernández y a sus acompañantes:

18 AHM., Ramo Impresos II; Volumen 25; Expediente 9.

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Jefatura Política y Comandancia Militar del Distrito del Norte. Sabinas. Con esta fecha he recibido de la Primera autoridad de esta Villa la comu- nicación que sigue: “A las cuatro de la tarde de hoy he recibido de este Juzgado del Sr. Coronel Julián Quiroga la comunicación que copio: Estando terminadas las dificultades que habían entre el Gobierno del Estado y el Supremo de la Nación, por cuestiones puramente locales, como verá Usted por las circulares que le acompaño: cesa la prisión del Sr. Don Jesús Fernández García y demás oficiales que lo acompañan, y en consecuencia puede Usted notificarles que están en entera libertad. Lo que con inexplicable júbilo comunico a Usted apreciándole mi obediencia como Jefe Políti- co del Distrito, al mismo tiempo de protestarle mis consideraciones de aprecio”. Y lo trascribo a Usted para que se sirva elevarlo al superior conocimiento del C. Gobernador del Estado, a fin de que se me den las órdenes que es- time por conveniente. Independencia y Libertad. Sabinas Hidalgo, agosto 5 de 1864. Jesús Fernández García.19

Sin embargo, la libertad de Fernández García no fue la única concesión hecha a los quiroguistas, pues días después el gobernador del Estado, Manuel Z. Gómez, aprobó el posicionamiento de este personaje en su antiguo puesto de jefe del Distrito del Norte:

Por el oficio de Usted, fecha del 5 del corriente, queda enterado con satisfacción el C. Gobernador y Comandante Militar, de haberse Usted vuelto a encargar de esa jefatura, de que [estamos superando] a causa de las dificultades, […] terminadas que hubo entre el Coronel C. Ju- lián Quiroga y los Gobiernos gral. de la Nación y particularmente del Estado.20

Incluso, para darnos una idea del estado que habían alcanzado las relacio- nes entre Quiroga y las autoridades se encuentra el hecho de que las últimas permitieran que las fuerzas del primero acamparan en la periferia de Monterrey, específicamente en las llamadas Labores Nuevas, las cuales se ubicaban a poco menos de 10 kilómetros al oriente de la ciudad. Esto se puede verificar en la queja que interpuso a las autoridades el entonces Jefe Político y Comandante Militar del Distrito del Centro, Lázaro Garza Ayala, el 11 de agosto de 1864 acerca de algunos desórdenes en la zona cometidos por los escuadrones de Julián Quiroga y Pedro de León.21

19 AGENL., Fondo Intervención Francesa; Caja 9; 5 de agosto de 1864.20 AGENL., Fondo Intervención Francesa; Caja 9; 5 de agosto de 1864.21 AGENL., Fondo Intervención Francesa; Caja 9; 11 de agosto de 1864.

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Aunque a primera vista las negociaciones con Juárez significaron el reco- nocimiento gubernamental de un grupo militar cohesionado por intereses po-líticos regionales encabezado por Julián Quiroga, lo cierto es que a la sazón se produjo una progresiva escisión de dicha unidad que a la par creó una pola- rización ideológica, remitiendo a sus miembros a una grave decisión individual: ¿Vidaurri o Juárez? Prueba de ese resquebrajamiento grupal es el hecho de que en las fuentes Jesús Fernández García no vuelve a tener relaciones de ninguna clase con el vidaurrismo, por el contrario, hacia 1866 se encontró plenamente inmerso en la lucha que sostenía el Cuerpo de Ejército del Norte contra los imperialistas. Respecto a Ruperto Martínez, la última filiación documentada que tuvo con Quiroga dató del 7 de agosto de 1864, cuando el gobernador del Es- tado le ordenó a este reprimir los abusos de aquel “y que [pusiera] en libertad a los dos correos devolviendo con ellos la correspondencia que conducían”.22

Aludiendo a Quiroga, una combinación circunstancial entre confianza y ne-

cesidad dieron como resultado que el gobierno de Juárez lo considerara para un cargo en la administración estatal. Siendo inevitable la llegada de las tropas francesas a Monterrey, en carta dirigida al Alcalde de la ciudad, Manuel Z. Gómez comunicó el 15 de agosto la decisión del presidente de encargar la gubernatura al general Pedro Hinojosa; no obstante, el decreto mencionaba que en caso de impedimento de este militar, el mando lo ejercería interinamente el coronel Julián Quiroga.23

Y efectivamente, ese mismo día dicho personaje comunicó a las autorida-

des que por la ausencia de Hinojosa en Monterrey él se encargaría de la gu-bernatura de Nuevo León:

Juzgado 1ºCon esta misma fecha me dice el Sr. Gobernador de este Estado lo que sigue:Tengo la honra de comunicarlo a Usted para su inteligencia a fin de que por no hallarse en esta el C. General Pedro Hinojosa entré del desempeño del Gobierno y Comandancia Militar de este Estado, como supongo se habrá comunicado por el [Ministerio] respectivo.

Expreso a Usted por esta vez primera las seguridades de mi atenta consi- deración y aprecio.

22 AGENL., Fondo Intervención Francesa; Caja 9; 7 de agosto de 1864.23 AHM., Ramo Principal; Volumen 13; Expediente 9.

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Independencia y Libertad. Agosto 15 de 1864.C. Julián QuirogaGobernador y Comandante Militar de este Estado de Nuevo León.24

No obstante, a la salida de los poderes federales del Estado, Julián Qui- roga cambió radicalmente su discurso y se declaró plenamente a favor de los intereses regionales, es decir, de Vidaurri, emitiendo una proclama en la que a la par de comunicar a la población de la entidad la benéfica expulsión coercitiva de las fuerzas juaristas, notificaba su cargo de gobernador de la ya finada uni- dad política: “Nuevo León y Coahuila” (Ver anexo 4).

24 AHM., Ramo Principal; Volumen 13; Expediente 9.

Santiago Vidaurri.

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Comentario FinalNo cabe duda que las actividades de Julián Quiroga, Ruperto Martínez y

Jesús Fernández García pueden enmarcarse en la inestable dinámica político- militar que caracterizó al México decimonónico. En este contexto, las filiaciones ideológicas de naturaleza individual y grupal, así como el consecuente apoyo a antagónicos grupos de poder se encontraban delineados más por la búsqueda de beneficios personales que por el apego a idealismos doctrinarios. Dicho fenó- meno fue más palpable en épocas de conflictos armados, como sucedió durante los primeros tres años de la Intervención Francesa.

Aunque al inicio de la guerra los bandos parecían estar plenamente deli-

mitados, la progresión del ejército francés en la república y las relaciones pre- existentes entre los Estados y la Federación propiciaron que algunos personajes del ámbito político y militar decidieran darle la espalda, de manera temporal o permanente, a un régimen que se consideraba en plena decadencia y cooperar de manera más o menos directa con la invasión. En el caso de Nuevo León, las figuras abordadas en este trabajo se identificaron con la plataforma regionalista del ex-gobernador Santiago Vidaurri, que ya para el mes de marzo de 1864 se hallaba en comunicaciones extraoficiales con el general en jefe del ejército franco-mexicano: Achilles Bazaine.

Pese a que indudablemente la adhesión a Vidaurri representaba un delito

contra la nación, el pragmatismo imperante con que se manejaba en ese en- tonces los asuntos de gobierno dio cabida a que el presidente Juárez otorgara a los militares neoleoneses la oportunidad de redimirse respecto a los actos de traición cometidos, lo que conllevó a una colaboración directa en la lucha contra la intervención europea. Fue de este modo que Ruperto Martínez y Fernández García perdieron ante la historiografía su cariz de guerrilleros, conspiradores, anti-republicanos y se consagraron como miembros distinguidos de la defensa nacional. Sin embargo, respecto a Julián Quiroga la proclama que emitió el 16 de agosto de 1864 lo dejó en precaria posición ante los tribunales de la Historia patria.

Lejos de caer en la dinámica de un relato influido por tendencias mani-

queístas, las investigaciones históricas tienen la imperiosa necesidad de generar interpretaciones verosímiles sustentadas en factores como la contextualización espacio-temporal y la revisión exhaustiva de las fuentes archivísticas, que por la información historiográfica existente sobre el periodo podemos suponer, había

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sido insuficiente y parcial. Es tiempo ya de desechar los clásicos pedestales y patíbulos en que hemos colocado a nuestros antepasados, situándolos mejor en el riquísimo claroscuro de Clío en cuyo seno se producen sujetos reales, tan- gibles, y no héroes a la antaña usanza helénica.

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ANEXO 1

Jesús María Benítez y Pinillos.

Gobernador y Comandante militar del Estado de Nuevo León, a sus habitantes sabed:

Que en uso de las amplias facultades de que me hallo investido, he tenido a bien decretar lo si- guiente.

Art. 1º Se divide el Estado en tres Distritos, que se denominarán del Norte, del Centro y del Sur y comprenderán las siguientes municipalidades.

Distrito del Norte

Lampazos Sabinas Hidalgo Villaldama Cerralvo Bustamante Los Aldamas Llanos y Valdés Parás Vallecillo

Distrito del Centro

Monterrey Allende Higueras Santa Catarina Salinas Victoria General Zuazua San Nicolás de los Garza Villa de García Ciénega de Flores Apodaca Carmen Pesquería Chica Abasolo Cadereyta Jiménez San Nicolás Hidalgo Guadalupe Mina

Santiago Marín

Distrito del Sur

Montemorelos Rayones Río Blanco General Terán Iturbide China Galeana Linares Dr. Arroyo Hualahuises Mier y Noriega

Art. 2º El gobierno nombrará en cada distrito un ciudadano que funcione como Jefe Político y co- mandante militar, con entera sujeción al mismo gobierno. Su residencia será, en el Distrito del norte, la Villa de Sabinas Hidalgo, en el centro esta Capital, y en el sur la ciudad de Linares, sin perjuicio de poderse trasladar temporalmente cuando las circunstancias lo exigieren, a otro lugar del mismo Distrito.

Art. 3º Los Jefes políticos y comandantes militares son los encargados de guardar y hacer guardar la tranquilidad y el orden público, y a ellos están subordinadas las demás autoridades del Distrito. Sus providencias pueden extenderse en el orden económico y gubernativo, a todo lo que facilite la pronta y expedita administración y el buen servicio público, y sólo están sujetos al Gobernador y Comandante militar del Estado, a quien siempre darán cuenta para su conocimiento y superior resolución.

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Art. 4º Corresponde a los mismos, circular, publicar y hacer cumplir, bajo su más estrecha responsabilidad, los decretos, circulares y órdenes del Gobierno del Estado, y son el conducto de comunicación del mismo Gobierno, para con los pueblos de su mando.

Art. 5º La Guardia Nacional de los Distritos y demás fuerzas para el servicio de las armas que se levanten en los mismos, mientras permanecieren en ellos, están bajo las inmediatas órdenes de los jefes políticos y comandantes militares respectivos, y todas las que expidieren sobre el particular serán acatadas y obe- decidas por las mismas autoridades del Distrito.

Art. 6º Siendo el establecimiento de las comandancias militares de los Distritos una exigencia provisional, por virtud de la guerra que el Estado tiene la obligación de sostener para repeler la invasión extranjera, los jefes políticos que las sirvan, quedan investidos con amplias facultades:

1º Para todo lo relativo al levantamiento, instrucción, equipo, armamento y disciplina de la Guardia Nacional, que organizarán conforme a las leyes vigentes, y a las posteriores órdenes que se dictaren.

2º Para disponer del fondo de exentos de la Guardia Nacional, del designado y que en adelante se designare al ramo de guerra; para promover otros arbitrios y para imponer y distribuir entre los vecinos del distrito las prestaciones extraordinarias, los servicios y las demás cargas conducentes a poner el mismo distrito en la actitud de guerra que exigen las presentes circunstancias.

3º Para nombrar ciudadanos de su confianza que desempeñen en los pueblos de su jurisdicción con el nombre de agentes particulares de las mismas Jefaturas y Comandancias, las comisiones que juzguen conveniente encomendarles. Los agentes llevarán en todo caso instrucciones por escrito, y en ellas se expresará la clase de facultades con que se les haya investido. El Jefe Político y Comandante militar al acordar tales comisiones, dará cuenta al Gobierno, acompañándole copia de las instrucciones que diere.

4º Para remover a las autoridades que por temor, apatía, o cualquier otro motivo fuesen morosas en el cumplimiento de sus deberes o de las órdenes que les comunicaren, y para nombrar las personas que las sustituyan.

5º Para aplicar multas que no excederán de cien pesos, y llevarlas a efecto, a reserva de la posterior resolución que recayere de este Gobierno. Tales multas serán aplicadas al ramo de guerra.

Art. 7º El Gobierno al hacer los nombramientos de los ciudadanos que deben desempeñar las Jefaturas y Comandancias militares, designará la dotación de empleados que a cada uno corresponda, y los haberes que tengan derecho a percibir.

Dado en la casa de Gobierno, a 23 de Mayo de 1864.

Jesús María Benítez y PinillosManuel Z. GómezSecretario

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ANEXO 2

Contingente de sangre designado por el Gobierno General al Estado de Nuevo León.

Lista de soldados [de las municipalidades] que por orden del Gobierno de este Estado se han entregado a la Mayoría General de orden:

Gral. Zuazua1er. contingente (18 de mayo) = 72do. contingente; Nuevo cupo (11 de junio) = 6Total = 13 hombresNotas: El 1er. contingente pasó a las órdenes de Jesús Fernández García.

Higueras 1er. contingente (18 de mayo) = 6 hombres Notas: El contingente se entregó a Jesús Fernández Garcíal 1 exceptuado por la entrega de 2 rifles.

Monterrey1er. contingente (18 de mayo) = 48 2do. contingente = 313er. contingente = 1904to. contingente = 125to. contingente = 276to. contingente (1º de julio) = 3Total = 311 hombresNotas: El 2do. contingente fueron individuos sacados de la cárcel por el Gobierno General.l El 3er. contingente lo conformaron los individuos que fueron tomados por diversos militares, según

los nombres y cantidades que siguen: 93 hombres tomados por el Teniente Coronel Lozano; 74 hom- bres tomados por el Teniente Coronel [Vara]; 21 hombres tomados por el Coronel Crespo; y 2 más sin documentos.lEl 4to. contingente fue entregado al Gral. Quezada.lEl 5to. contingente fue entregado al Coronel Jesús Fernández García.lExistió sólo 1 excepción por la entrega de dos rifles.

Montemorelos 1er. contingente = 26 2do. contingente (12 de mayo) = 7 3er. contingente (12 de mayo) = 25 4to. contingente (18 de mayo) = 22 5to. contingente; Nuevo cupo (5 de junio) = 33 Total = 113 hombres Notas: En el 1er. contingente se encontraban enrolados 1 sargento 2do. y 2 cabos. En el 3er. contingente

se aprecia igualmente 1 sargento 2do. y 2 cabos.l El 1er, 2do. y 3er. contingente pasaron a las fuerzas del Coronel Jesús Fernández García.l 18 exceptuados del servicio por entrega de armas, las cuales fueron las siguientes: 28 rifles y 12

fusiles.

Marín 1er. contingente = 7 2do. contingente (18 de mayo) = 8

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3er. contingente; Nuevo cupo (9 de junio) = 2 Total = 17 hombres Notas: El 2do contingente se entregó al Coronel Jesús Fernández García.

Mina 1er. contingente (18 de mayo) = 9 2do. contingente; Nuevo cupo (20 de junio) = 6 Suma = 15 hombres Notas: El 1er contingente pasó a las órdenes del Coronel Jesús Fernández García.

Pesquería Chica 1er. contingente = 5 2do. contingente (10 de mayo) = 4 3er. contingente (18 de mayo) = 17 4to. contingente (23 de mayo) = 3 5to. contingente; Nuevo cupo (5 de junio) = 5 Suma = 34 hombres Notas: El 3er. contingente pasó a las órdenes del Coronel Jesús Fernández García.

San Nicolás de los Garza 1er. contingente (18 de mayo) = 10 hombres Notas: 4 exceptuados por entrega de armas, cuyas cantidades son las siguientes: 3 rifles y 5 fusiles.l El contingente pasó a las órdenes del Coronel Jesús Fernández García.

Salinas Victoria 1er. contingente (18 de mayo) = 34 2do. contingente; Nuevo cupo (3 de junio) = 19 Total =53 hombres Notas: 5 exceptuados por entrega de armas, cuyas cantidades son las siguientes: 6 rifles, 2 fusiles y un

caballos.l El 1er. contingente pasó a las órdenes del Coronel Jesús Fernández García.

Villaldama 1er. contingente (14 de mayo) = 7 2do. contingente (18 de mayo) = 11 Total = 18 hombres Notas: Esta fuerza se puso a disposición del Coronel Jesús Fernández García.

Villa de García 1er. contingente (18 de mayo) = 19 hombres Notas: 2 exceptuados para el servicio de las armas: uno por estar casado y con familia y el otro porque

entregó dos rifles.l La citada fuerza pasó a las órdenes del Coronel Jesús Fernández García.

Villa Nueva 1er. contingente (18 de mayo) = 5 hombres Notas: La fuerza fue entregada al Coronel Jesús Fernández García.

Observación: En esta lista se incluyeron sólo a aquellos municipios de donde Jesús Fernández García recibió contingentes.

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ANEXO 3

Secretaría del Gobierno y Comandancia Militar del Estado Libre ySoberano de Nuevo León.Circular No. 21

Las comunicaciones impresas que acompaño a Usted por orden del C. Gobernador, le impondrán que han concluido de la manera más satisfactoria que sería de desearse, las diferencias que algunos de nuestros hermanos tenían con el Supremo Gobierno, a quien han reconocido lisa y llanamente, volviéndole la obediencia que desgraciadamente le habían negado.

Nuevo León ha dado una prueba más de que merece ser libre, porque tiene hijos que estaban divididos por cuestiones que afectaban, a su entender, de una manera grave algunas de sus garantías, de todo prescindieron en los momentos supremos, y sólo se acordaron del sagrado deber de cooperar a la defensa nacional, uniéndose al gobierno general, y a los demás de sus conciudadanos, que lamentaban profundamente aquella división.

Quiere, pues, el C. Gobernador, que tenga la mayor publicidad aquellas comunicaciones, y me prevenga diga a Usted que considere en lo sucesivo a las fuerzas del Coronel Quiroga como a las demás de la nación que obedecen al gobierno constitucional, prestándoles los auxilios que necesiten y que le fue- re posible facilitar, y ejerciendo Usted libremente en lo demás sus funciones judiciales y administrativas, que esas mismas fuerzas tienen la obligación de dejar expeditas y aún de auxiliar en los casos ofrecidos.

Independencia y Libertad. Monterrey, agosto 3 de 1864.

J. de la Luz PalafoxOficial mayor interino.

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ANEXO 4

El C. Coronel Julián Quiroga, comandante en Jefe de la brigada de su nombre, y Gobernador y Comandante Militar Interino del Estado Libre y Soberano de Nuevo León y Coahuila,

a los habitantes del mismo.

Con ciudadanos:

Al dirigiros la palabra, por la primera vez, desde este puesto a que me han elevado vuestra voluntad y vuestros heróicos esfuerzos, cumple a mi deber, daros una idea aunque ligera, de lo que ha pasado y del estado presente de la situación. - Ya lo habéis visto, el llamado gobierno general no trajo al Estado sino males sin cuento, causados a la sombra de su autoridad espirante (sic), y escudados en el terror que infundían sus asesinatos y violencias; pero los pueblos del Estado, grandes como siempre, y amantes de su bienestar y de su honra, se levantaron en masa para sacudir el yugo de la opresión en que estaban, honrándome con su voto espontáneo para que me pusiera a su frente. - Ya lo habéis visto, en menos de dos meses se agruparon alrededor del estandarte de la justicia y de la moralidad, como mil doscientos ciudadanos, dispuestos a morir por la causa de su Estado, antes que verlo por más tiempo sumergido en tan humillante situación. Con ese número de hombres, y con auxilio de la Providencia, que en todo se nos manifestó propicia, pude muy bien haber emprendido desde más antes sobre las fuerzas que ocupaban esta plaza, con bastantes probabilidades de buen éxito; pero me detenía, no la superioridad numérica del enemigo, ni otra consideración de este género, sino la esperanza de que, conociendo su situación demasiado apurada, desistieran de su temeraria resistencia, y dejaran en paz al Estado, evitando así la efusión de sangre, y, los males que son consiguientes a una batalla. Este fue mi objeto al entrar en negociacio- nes de paz con el llamado gobierno y si me puse a su disposición con la fuerza de mi mando, fue como un preliminar al arreglo que ellos mismos me propusieron. Pero esos hombres sin fe y sin sentimientos de humanidad, faltaron a su palabra, y se obstinaron en seguir afligiendo al Estado con su permanencia y sus tropelías. Cerraron completamente los ojos a la luz de la razón y del deber, y me obligaron, muy a mi pesar, ha volver sobre ellos para hacerlos cumplir lo prometido, que en general se reducía a volver al Estado a su orden y administración trastornados por ellos.

El resultado, conciudadanos, me llena de satisfacción al comunicároslo, ha sido la huída de esos hombres al acercarse una pequeña partida de mi fuerza, que ni intentaba atacarlos, y ha sido también la completa paz del Estado, que ya está libre de la funesta presencia de esos hombres.

Congratulémonos pues, por tan feliz término de nuestras desgracias, y con la misma tranquilidad y

buen orden en que vivíamos antes, dediquémonos ya a nuestros respectivos trabajos, sin perder de vista la necesidad que hay tan imperiosa de que el Estado se una y ayude al Gobierno a restablecer la moral y la virtud, para poder hacer frente a los nuevos conflictos que nos amenazan a causa de la aproximación de las fuerzas intervencionistas.

A propósito, conciudadanos, os manifestaré mis sentimientos: la patria es mi madre, y en sus aras me

sacrificaré gustoso. Bien lo sabéis. Tened, pues, confianza en mí, que haré por ella mi deber, y que a toda costa procuraré su bien, por cuantos medios estén a mi alcance, contando siempre con vuestra cooperación.

Monterrey, agosto 16 de 1864. Julián Quiroga

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Fuentes ConsultadasArchivos

AHM., Archivo Histórico de Monterrey.AGENL., Archivo General de Estado de Nuevo León.

Referencias Bibliográficas

CAVAZOS Garza, Israel (1984). Diccionario biográfico de Nuevo León. Tomo I. Monterrey. UANL.CAVAZOS Garza, Israel (1984). Diccionario biográfico de Nuevo León. Tomo II. Monterrey. UANL.CAVAZOS Garza, Israel (2002). Breve historia de Nuevo León. México. FCE.COSÍO Villegas, Daniel et. al. (2002). Historia General de México. México. COLMEX.GÁLVEZ Medrano, Arturo (2000). Santiago Vidaurri. Exaltación del regionalismo nuevoleonés.

Monterrey. AGENL.PEDRAZA Salinas, Jorge (2006). Juárez en Monterrey. Monterrey. UANL.RIVERA, Agustín (1994). Anales mexicanos. La Reforma y el Segundo Imperio. México. UNAM.ROEL, Santiago (1984). Nuevo León. Apuntes históricos. Monterrey. Ed. Castillo.TYLER, Roonie C. (2002). Santiago Vidaurri y la Confederación Sureña. Monterrey. AGENL.

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Monterrey: cinco ejes centrales hacia la ciudad

del conocimiento IX

Parque Fundidora, 2005.

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Monterrey: cinco ejes centrales hacia la ciudad

del conocimiento

Óscar FloresCentro de Estudios Históricos

Universidad de Monterrey

Resumen

La ciudad de Monterrey y su área metropolitana cumplió un proceso clásico de desarrollo económico. A mediados del siglo XIX el capital comercial mostró una acumulación importante, dando paso a la

inversión y creación de las primeras empresas industriales. Para 1890, el pro- ducto interno bruto de la ciudad era abrumadoramente industrial. Este es- quema perduró por un siglo, dando paso a fines de la década de 1980 a la preponderancia del sector terciario de la economía. Actualmente, Monterrey se ha consolidado como una ciudad media con preponderancia del trabajo especializado, del sector de alta tecnología y por supuesto sobre una economía basada en el conocimiento.

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1. Monterrey: de metrópoli a ciudad internacional

La ciudad de Monterrey afianzó el vínculo entre la industria y las finanzas a partir de 1890 y hasta 1986 (Flores, 2000 y Flores y Dávila, 1996), lo cual la incluyó en el fenómeno que los historiadores llaman "ciudades mundiales" (Moriconi-Ebrard, 1993). Actualmente ocurre algo similar, aunque esta vez se trata de una metropolización de carácter global. El término metrópoli designa el espacio urbano y sus procesos relacionados con la demografía, la economía y la política. La metropolización se refiere a la transformación que ciertas ciudades, en todo el mundo, están protagonizando (Flores, 2005 y 2001; Flores y Dávila, 2001 y Balme, 1995).

Monterrey es una de éstas. Su metropolización se inició hace tiempo y se espera que para el año 2010 incluya otros cinco municipios aledaños. Este pro- ceso tiene como signo distintivo la concentración económica y financiera en un entorno de gran aglomeración demográfica. Básicamente son dos aspectos los que la han incorporado a este fenómeno: su actual dimensión espacial y su fuerte posición dentro de sistemas urbanos transnacionales, ocasionada esta última, en parte, por el carácter global de sus principales empresas (INEGI, 2006, 2005, 2003 y 2003ª y Garza 1995).

A diferencia de épocas pasadas, ahora no sólo existe en Monterrey la vo- luntad de parte de sus líderes locales -gobierno y sector privado- sino que tam- bién se dan las condiciones para convertir, de forma planeada, a Monterrey en una Ciudad del Conocimiento.

Los cambios económicos acrecientan la importancia de las actividades de intermediación y circulación, además de las de producción. Un ejemplo: la eco- nomía de la esfera automotriz ya no es tanto la economía de la producción, sino la del crédito, los seguros y los servicios para los usuarios. Estas transfor-maciones crean empleos en los polos estratégicos y en su entorno de servicios; estimulan la movilidad internacional y los flujos de turismo urbano; sostienen el mercado inmobiliario de empresas, en especial el mercado de oficinas, y ace- leran los cambios en los métodos y técnicas de comunicación e información (Chandler, Hagström y Sölvell, 2000). La situación de Monterrey de fines de los años ochenta y principios de los noventa ilustra estas tendencias.

Debido a que la dinámica del empleo se encamina hacia una mayor exi- gencia, es necesario crear las condiciones para que todos los sectores sociales

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tengan acceso a la educación y, posteriormente, puedan aprovechar las opor- tunidades de empleo. Instalarse en Monterrey, o al menos hacer una estancia prolongada en esta metrópoli, siguen siendo el camino privilegiado para los jóvenes dinámicos, es decir, aquéllos que aprovechan de forma eficiente las oportunidades. Al mismo tiempo, los individuos sin calificación o poco califica- dos se verán afectados por la falta de oportunidades y ello se reflejará en otros sectores sociales, baste el dato de que desde 1990, el número de empleos que requieren de escolaridad universitaria aumentó en Monterrey casi 45 por ciento. He ahí el efecto de la llegada de nuevas industrias que requieren un nuevo contingente de mano de obra calificada (Flores, 2005). Esto no es privativo de la ciudad de Monterrey, lo podemos contrastar con otras ciudades como son el caso de Montreal en Canadá, San Antonio, Texas en los Estados Unidos y demás ciudades europeas (Chandler y Mazlish, 2005 y Wilson, 1997).

2. Un nuevo perfil de la fuerza laboral

El gran cambio económico iniciado a finales del siglo xx, con un fuerte impulso al sector de servicios e información, afectó las relaciones de las empresas con sus trabajadores, pues en su organigrama se incorporaron nuevas funciones y se eliminaron otras (Hernández, 2003). Los mercados laborales se reorganiza- ron: se multiplicaron los contratos temporales y disminuyeron los empleos esta- bles a largo plazo, provocando que se perdiera el vínculo estrecho con la empresa. Ahora se requieren nuevas habilidades y competencias profesionales del trabaja- dor (Micheli, 2004). Por consiguiente, los programas de estudio de las carreras profesionales también se han modificado para apegarse al perfil que se requiere del egresado con vistas a su incorporación al mercado laboral. Y no sólo el conte- nido de las carreras ya tradicionales sino la aparición de nuevas, particularmente en el área de las ingenierías: Mecatrónica1, Diseño Gráfico Digital2 y Biomedicina3, por mencionar algunas.

1 La mecatrónica (acrónimo de mecánica y electrónica) es la combinación sinergética de las ingenierías mecánica, electrónica, informática y de control. Ésta última con frecuencia se omite pues es considerada dentro de alguna de las dos anteriores, sin embargo, es importante destacarla por el importante papel que el control juega en la meca- trónica. La sinergia consiste en que la integración de las partes sea superior a la simple unión de éstas. La mecatrónica está centrada en mecanismos, componentes electrónicos y módulos de computación los cuales combinados hacen posible la generación de sistemas más flexibles, versátiles, económicos, fiables y simples. La palabra “mecatrónica” fue acuñada por el ingeniero Tetsuro Moria mientras trabajaba en la compañía japonesa Yaskawa en 1969. El pro- pósito de este campo de ingeniería interdisciplinaria es el estudio de los autómatas desde una perspectiva ingenieril y ser de utilidad a sistemas híbridos de control como los sistemas de producción, robots de exploración planetaria, subsistemas automovilísticos como sistemas antibloqueo, asistentes de giro y equipamientos de todos los días como cámaras fotográficas autofocus, video, discos rígidos, lectoras de discos compactos, máquinas lavadoras, entre otros. Véase: Bishop, R.H. (2002).2 El programa de Ingeniero en Diseño Gráfico Digital, ligado al Cluster New Media, pretende que el alumno de- sarrolle proyectos (videojuegos, animación, modelos 3D, simuladores y realidad virtual, entre otros) diseñando el software para mejorar la interacción hombre-máquina. Véase: http://www.udem.edu.mx/XStatic/udem/template/detallecarreras.aspx?sl=1&c=77&se=Carreras.3 El plan de estudios de Ingeniero Biomédico tiene una orientación práctica y abarca las distintas áreas de ingeniería biomédica incluyendo ingeniería clínica, biomecánica, biomateriales y dispositivos médicos. El objetivo es formar

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Monterrey y sus alrededores tienen una peculiar escena académica. Las tres universidades más grandes -Universidad Autónoma de Nuevo León, Tec de Mon- terrey y Universidad de Monterrey- acaparan sesenta y ocho por ciento del alum- nado y cuentan con reconocimientos internacionales (Secretaría de Educación, 2004). Cabe recordar que la fundación de todas ellas estuvo estrechamente ligada a las necesidades del mercado laboral.

La eficiencia terminal de las universidades puede aumentar considerable- mente si se amplía el acceso a la educación y se mejoran las condiciones de vida de la población: es éste uno de los propósitos de la Ciudad del Conocimiento. En Monterrey existen 7,600 profesores universitarios, que representan ocho por ciento del total en México. Nuevo León posee seis por ciento de los investiga- dores nacionales, quienes laboran en universidades y empresas (SNI-CONACYT, 2007).

En nuestros días, los nuevos servicios crean a la vez dos tipos de empleos: los altamente calificados y los poco calificados. Pero existe un estrato intermedio de trabajadores cuya labor ha sido sistematizada o subcontratada por las empre- sas y organizaciones. Dicho estrato de mandos medios, de empleados y obreros calificados, ha constituido por mucho tiempo el horizonte profesional de los asa- lariados que a menudo hacían carrera en la misma empresa o cambiaban con poca frecuencia de empleador.

De acuerdo con las investigaciones sobre cultura organizacional en Nuevo León (Dávila y Martínez, 1999), este tipo de empleado está inmerso en la dinámica de la cultura de trabajo tradicional y actualmente enfrenta una coyuntura en la que se le exigen nuevas competencias para adaptarse a las prácticas modernas de administración, por ejemplo, el uso de las nuevas tecnologías. Sin embargo, la importancia creciente de la flexibilidad, que reposa todavía en la constitución de empleos más o menos estables y un conjunto variable de puestos temporales (Chesire y Mills, 1999), y la creciente polarización de la oferta con mano de obra altamente calificada y no calificada (Gilbert, 1996), plantean otro tipo de mer- cado laboral, el de las movilidades inter e intraurbanas, según las categorías socioprofesionales en recomposición o emergentes (Yeung, 2000).

Las actividades de intermediación y circulación, la apertura de nuevos fren- tes científicos y técnicos y la globalización de la información renuevan, en parte,

profesionistas con las competencias profesionales necesarias para la selección, administración, mantenimiento y diseño de equipos para el diagnóstico y tratamiento médicos. Véase: http://www.udem.edu.mx/XStatic/udem/template/detallecarreras.aspx?sl=1&c=71&se=Carreras.

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los productos y los oficios, como sucedió en los últimos años en el caso de la producción artística y la revaloración de la actividad plástica en Monterrey; tam- bién reconfiguran la organización de las empresas y la transparencia de los mer- cados laborales (Flores, 2005).

Este cambio en las economías aumentará los márgenes de maniobra de grandes ciudades como metrópolis regionales; son los casos de Montreal, en Canadá; Monterrey, en México, y San Antonio, en Estados Unidos. El Tratado de Libre Comercio de América del Norte es una muestra de oportunidades de inter- nacionalización aprovechadas por estas metrópolis (Pozas, 2003 y Sargent, 2001).

3. Monterrey y la economía globalDe acuerdo con el análisis de destacados economistas internacionales urba-

nos, el primer indicador de que una ciudad de más de un millón de habitantes, se ha convertido en una metrópoli, es la internacionalización de su economía y su sistema laboral (Moriconi-Ebrad 1993). Otras manifestaciones de este fenó- meno, que pueden observarse en el Área Metropolitana de Monterrey, son:

l La migración hacia las nuevas tecnologías, como la agrobiotecnología, las comunicaciones, la industria aeroespacial y los sistemas de información.l La orientación de las empresas hacia las nuevas tecnologías y su incor- poración a las modernas formas de administración, contratación y lideraz- go mundial, como son los casos de Cemex, Alfa y Proeza, entre otros.l La ampliación de las antiguas vías de comunicación terrestre hacia el norte y el Golfo de México, el refuerzo de su infraestructura de transportación aérea y la conexión al sistema satelital a través de la extensa red de fibra óptica que cruza la metrópoli. El equipamiento adecuado de infraestructura en comunicaciones crea un ambiente propicio para la ciencia y la cultura.l La capacidad para realizar encuentros internacionales, como la que ha demostrado Monterrey.l La confianza en el buen manejo de la administración estatal y su expecta- tiva internacional de crecimiento, como se ha reflejado en la colocación, en dos ocasiones, de certificados bursátiles.l La importante posición de Nuevo León como la entidad con el mayor número de certificaciones ISO-9001.

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Las tendencias antes mencionadas demuestran por qué Monterrey es una metrópoli internacional. De hecho, Nuevo León es actualmente la entidad más globalizada, después del Distrito Federal, por su interacción con el exterior y las ventajas con las que cuenta para competir de manera eficaz en un ámbito glo- bal. Así lo señala el Índice de Globalización de los Estados Mexicanos (IGEM), el cual analiza el grado de avance de adopción de prácticas globalizadas y los niveles de interconexión de cada región (Flores, 2005). Dicho análisis contempla veinte variables económicas y sociales agrupadas en tres rubros: empresarial y comercial; infraestructura, comunicaciones y acceso a la información; y educa- ción e investigación. Este Índice de Globalización de los Estados Mexicanos fue propuesto por Ricardo Perrot y las variables analizadas incluyen entre otras, aspectos como la inversión extranjera directa y la cantidad de películas extranje- ras exhibidas en las salas de cine locales.

4. La cultura: innovación y creatividadPor ser estímulo para la innovación y la creatividad, el arte y la cultura tiene

un lugar primordial en la Ciudad del Conocimiento. La actividad cultural genera riqueza y empleo calificado, dinamiza otras áreas como el turismo, es un elemen-to esencial de la educación e instrumento para la inserción de los sectores so- ciales de escasos recursos.

De hecho, en México, la actividad cultural ha contribuido, en los últimos años, con el casi 7 por ciento del producto interno bruto a nivel nacional (Piedras, 2004). Es decir, las industrias protegidas por los derechos de autor o industrias culturales como la música, las telenovelas, los periódicos y la industria editorial emplean ya a cerca de millón y medio de mexicanos, generan exportaciones por 21 mil millones de dólares anuales y han tenido una tasa de crecimiento superior a la de la economía mexicana en general. Esto sitúa al sector cultural como el cuarto de mayor importancia en el país, después de la industria maquiladora, el petróleo y el turismo.

En el Área Metropolitana de Monterrey existen numerosos centros cultu- rales y museos, como el Centenario, de la Fauna, del Vidrio, del Obispado, de Historia Mexicana, Metropolitano de Monterrey, Museo del Noreste, Museo del Palacio de Gobierno y Marco; la Pinacoteca; la Cineteca-Fototeca; el Salón de la Fama del Béisbol y el Centro Cultural Alfa. Y por supuesto el complejo cultural Parque Fundidora, donde se encuentran el Museo del Acero y la Nave Lewis, entre otros.

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El catálogo del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), máxi- ma autoridad nacional sobre el patrimonio histórico cultural mexicano, incluye a casi cuatrocientos edificios considerados, por su antigüedad y calidad arquitec- tónica, como patrimonio histórico en Nuevo León (INHA, 1989). Las manifes-taciones culturales de los antiguos pobladores de Nuevo León pueden visitarse en el sitio arqueológico de Boca de Potrerillos, controlado por esta institución (Murray, 2007).

La ciudad cuenta también con importantes acervos, como la Hemeroteca y la Biblioteca Alfonsina de la Universidad Autónoma de Nuevo León, la cual proviene de la colección privada del escritor Alfonso Reyes; la Biblioteca Cervantina del Tec de Monterrey; archivos históricos como el Municipal, con do- cumentos del siglo XVI; el Archivo General del Estado de Nuevo León con docu- mentación del siglo XIX-XXI; el Archivo del Arzobispado, del siglo XVII, y otros muchos archivos municipales con documentación de más de dos centurias de antigüedad.

Además, existen acervos abiertos a todo público como la Biblioteca Cen- tral, situada en la Macroplaza, las bibliotecas de las universidades sin restricción de acceso, como lo son la de la Universidad de Monterrey y la de la Univer- sidad Autónoma de Nuevo León.

Cada año se realizan festivales culturales, como la Muestra Nacional de Teatro, la Muestra de Cine Internacional, los festivales Alfonsino y del Barrio Antiguo de Monterrey, las temporadas de la Sinfónica de la Universidad Autó- noma de Nuevo León, la temporada de Primavera y Música en Otoño de Radio Nuevo León y Consejo para la Cultura y las Artes de Nuevo León (Conarte) entre otras. Sin mencionar las temporadas del Ballet de Monterrey, así como muestras gastronómicas internacionales y regionales en Monterrey y en las diferentes municipalidades.

Monterrey también es sede de diversos premios nacionales e internacio- nales. Para muestra, los de dramaturgia: uno de ellos es el Certamen Nacional de Dramaturgia acuñado desde 1987 por la Universidad Autónoma de Nuevo León, y el otro es el Premio Nacional de Dramaturgia Víctor Hugo Rascón Banda, creado en 2004 por Conarte y la misma universidad. El gobierno estatal otorga, además, el Premio Regional de Coreografía Contemporánea Monterrey, el Pre- mio Nacional de Ensayo Raúl Rangel Frías, el Premio Nacional Luis Cardoza y Aragón de Crítica de Artes Plásticas, el Premio Nuevo León de Poesía y Cuento, el Premio de Ensayo Fotográfico Fuera de Foco, el Premio de Investigación

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Histórica Israel Cavazos Garza, y el Premio de Literatura del Noreste Carmen Alardín, entre otros.

Asimismo, el Tec de Monterrey ofrece el Premio Luis Elizondo, en sus dos categorías -Humanitario, y Científico y Tecnológico-, y la empresa Cemex y la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, cuyo presidente es Gabriel Gar- cía Márquez, convocan al Premio Nuevo Periodismo a texto y fotografía. De igual modo, tiene relevancia mencionar la Cátedra Internacional Alfonso Reyes del Tec de Monterrey y la Cátedra Colegio Nacional de la UANL. La Universidad de Monterrey instituyó el 2006 las Cátedras Laboris donde destacados premios Nóbel imparten conferencias y conviven con los estudiantes y maestros. Todas estas cátedras son abiertas al público en general.

El gobierno del estado tiene una fuerte actividad editorial relacionada con la entidad; las principales universidades aquí asentadas también colaboran con las editoriales nacionales e internacionales.

5. Desarrollo y conocimientoEn la actualidad, el mayor reto de la sociedad nuevoleonesa consiste en

consolidar, a través de proyectos gubernamentales y privados, el proceso de transformación de Monterrey en una metrópoli media de influencia interna- cional.

Los principales actores de la sociedad -las autoridades del gobierno, los líderes de las grandes empresas privadas, las comunidades universitarias y bue- na parte de los organismos no gubernamentales- están conscientes de que la cooperación debe regir este proceso.

Las relaciones entre el poder público y los ciudadanos, tanto en el plano político como administrativo, se han visto radicalmente modificadas por el cambio que vive nuestra sociedad. Por un lado, han surgido nuevas formas de participación ciudadana en los asuntos públicos. Por otra parte, los sistemas de información fomentan las gestiones virtuales del ciudadano, tanto para el cumplimiento de sus obligaciones con el Estado -el pago de impuestos, por ejem- plo- como en el ejercicio de sus derechos; la realización de trámites jurídicos y el acceso al sistema de salud (Wallace y Gutiérrez, 2005), serían ejemplos de este último caso. De igual modo, la emergencia de organizaciones no guber- namentales y el decidido apoyo del actual gobierno para garantizarles una

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mayor participación, junto al reconocimiento de la actividad social de las em- presas privadas, crean el escenario propicio para un nuevo pacto social entre el gobierno y la sociedad civil.

Conviene advertir que la idea que se tiene de la ciudadanía también se está transformando, tanto en lo que se refiere a sus derechos como a sus obli- gaciones, considerando que, al participar en la toma de decisiones públicas, sus necesidades y demandas de bienestar pueden ser atendidas de manera más adecuada y eficaz.

Las acciones gubernamentales para encarar los retos actuales se describen en el Plan Estatal de Desarrollo 2004-2009, uno de cuyos proyectos estratégicos es la consolidación de Monterrey como Ciudad Internacional del Conocimiento. Ésta propuesta parte de la premisa de que Monterrey, además de distinguirse por su cultura industrial, emprendedora y de negocios, ha destacado también en el ámbito de la educación superior en México y América Latina. Ésta educación, agrega el documento, propiciará un círculo virtuoso de inversión productiva, ingreso de divisas, generación de empleos y dinamismo económico de la región. Para ello, el gobierno de la entidad impulsará el desarrollo tecnológico y el esta- blecimiento de empresas del conocimiento, la educación superior a niveles de calidad internacional, la generación de equipamiento urbano adecuado y sustentable, así como el desarrollo de la infraestructura necesaria de comuni- caciones y el incremento de la competitividad de los sectores gubernamental y privado.

5.1 Monterrey, Ciudad Internacional del Conocimiento

El gobierno estatal inició varias acciones para impulsar la Ciudad Inter- nacional del Conocimiento, entre otras: la promoción del proyecto ante el Presidente de la República y otras instancias federales, así como entre orga- nismos financieros internacionales, instituciones académicas y organizaciones empresariales locales. Se integró un comité promotor con las universidades de la región, CONACYT y el sector empresarial para la formación de capital intelec- tual acorde a los requerimientos sociales. Se firmó el Compromiso Nuevo León por la Calidad de la Educación con la Secretaría de Educación Pública, el Sin- dicato Nacional de Trabajadores de la Educación, universidades locales y el sector privado para implantar programas educativos que refuercen dicho proyecto. El gobierno estatal estableció las bases para la cooperación entre Nuevo León y las entidades vecinas Coahuila, Tamaulipas y Texas, en el marco

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del Acuerdo para un Progreso Regional Asociado, para crear espacios físicos que den cabida a todas las actividades; se promulgó la Ley para el Fomento del Desarrollo Basado en el Conocimiento y firmó acuerdos para dar un decidido impulso a la investigación científica y tecnológica, vinculada al desarrollo social de la región (Flores, 2005).

Una ciudad de este tipo basa su desarrollo y crecimiento económico en la generación de valor a través del conocimiento (Flores, 2005). Al convertir a Monterrey en la Ciudad Internacional del Conocimiento, se busca que esta entidad sea un polo de educación y oportunidades laborales de alto nivel que se traduzcan en la creación de riqueza y bienestar social (Periódico Oficial del Estado de Nuevo León, 2004).

Una medida del gobierno estatal que pretende fomentar el acceso a la educación ha sido la creación, el 4 de mayo de 2004, del Consejo Consultivo Estatal de Participación Ciudadana para la Educación de Nuevo León, a través del cual se busca que empresarios, funcionarios y sociedad civil vigilen las me- joras en la calidad educativa del estado.

Asimismo, cabe destacar que en mayo de 2004 el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) presentó en Monterrey un decidido programa cuya finalidad consiste en atraer inversionistas hacia las actividades científicas, reforzado con otro programa de garantías a estas inversiones. Unos días antes, este Consejo había otorgado cinco millones de dólares a proyectos universitarios para estimular la creación de empresas de alta tecnología en Nuevo León. Es pertinente destacar que se promoverán proyectos de diversas áreas: tanto las humanidades -arte, filosofía, literatura e historia- como los nuevos campos del conocimiento -mecatrónica, biotecnología,4 tecnologías de la información y software, nanotecnología5 y ciencias de la salud-.

4 La Convention on Biological Diversity -en su uso artículo 2- de la Organización de las Naciones Unidas (1992), define a la biotecnología como “cualquier aplicación tecnológica que utilice sistemas biológicos y organismos vivos o sus derivados para la creación o modificación de productos o procesos para uso específico”. 5 La nanotecnología es un campo de las ciencias aplicadas dedicado al control y manipulación de la materia a una escala menor que un micrómetro, es decir, a nivel de átomos y moléculas. Lo más habitual es que tal manipulación se produzca en un rango de entre uno y cien nanómetros. Un nanómetro es la mil millonésima parte de un metro.

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5.2 Unión de esfuerzos

El primer reto es lograr la concertación de esfuerzos entre la iniciativa priva- da, las instituciones de educación superior ya existentes, los gobiernos federal y estatal y los organismos internacionales interesados. Estos trabajos derivarán en la ampliación de la infraestructura de las instituciones educativas, el redi- seño de los modelos educativos y la creación de las nuevas empresas de desa- rrollo tecnológico que impulsen la investigación científica. Las tres universidades abiertamente comprometidas en el proyecto, es decir, la Universidad Autónoma de Nuevo León, el Tec de Monterrey y la Universidad de Monterrey, ya han abierto las asignaturas y las carreras correspondientes.

Además de estimular a las empresas estratégicas para dar el paso firme hacia la nueva economía, los esfuerzos de la sociedad nuevoleonesa no pueden dejar de lado el rubro de la igualdad de oportunidades para sus habitantes. Actualmente Nuevo León tiene un déficit de empleo de cuatro por ciento, frente a un millón 700 mil empleados, en cincuenta mil centros de trabajo. Las acciones para abatir el desempleo y enfrentar el cambio hacia la economía basada en el conocimiento son: impulsar la innovación y el desarrollo tecnológico en la indus- tria local existente, promover la creación de empresas mexicanas con base en el conocimiento, y atraer industrias extranjeras en este ramo.

De forma paralela, se proyecta que este boom incluya un sistema fiscal competitivo, centros de investigación de renombre mundial, atracción y con- centración de capital de riesgo, además de una fuerza de trabajo especializada, esto es, un millón de trabajadores, de los cuales 25 por ciento serán graduados universitarios, con un porcentaje extraordinario de hablantes bilingües.

La inversión extranjera directa es también una piedra angular en este pro- yecto. Entre diciembre de 2000 y junio de 2004, en México ascendió a poco más de 19 mil millones de dólares, de los cuáles 4 mil 406 millones fueron capta- dos por Nuevo León. Eso significa que el estado obtuvo casi la cuarta parte del total, constituyéndose así en la entidad líder en atracción de capital foráneo (Secretaría de Economía, 2004 y Gobierno del Estado de Nuevo León, 2003).6

Otro propósito de la Ciudad del Conocimiento debe ser disminuir las dife- rencias entre los sectores sociales, extinguir la discriminación, fomentar la con-

6 Información de la Secretaria de Economía sobre la inversión extranjera directa, sin considerar el Federal, de- bido a que el Distrito Federal concentra la mayoría de los domicilios fiscales de las empresas con participación extranjera.

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fianza en un gobierno público que sea a la vez eficiente y transparente, hacer llegar la educación básica de calidad a todos, dándole un especial énfasis al desarrollo de la autoestima en los niños, y difundiendo la nueva cultura de innovación y creatividad en toda la sociedad con el propósito de que cada quien busque innovar en su entorno cualquiera que éste sea.

La integración de la mujer al mercado laboral es una prioridad, y por ello el gobierno del estado ha promovido su desarrollo, si bien su participación en posiciones de alta dirección de las empresas sigue siendo baja. En 1940 las mujeres representaban sólo 7.4 por ciento de la población económicamente activa, en 1970 dicha tasa subió a 17 por ciento, y en el año 2000 un 40 por cien- to, cifra similar a la matrícula universitaria (Gamboa, 2001). Se puede afirmar, sin lugar a dudas, que hay un proceso de creciente presencia de la población femenina en el mercado de trabajo.

5.3 Fórum Universal de las Culturas y regeneración urbana

El proyecto de la Ciudad Internacional del Conocimiento se vincula con la realización del Fórum Universal de las Culturas 2007, con el tema de la vin-culación entre el conocimiento y el progreso.

El actual gobierno de Nuevo León presentó la candidatura de Monterrey como sede del Fórum 2007, en competencia directa con las ciudades de Fukuoka, Japón, y Durban, Sudáfrica. El 3 de agosto de 2004, Monterrey obtuvo la sede de este magno evento.

De igual forma, el 27 de septiembre de 2004, la Universidad Autónoma de Nuevo León y la Universidad Autónoma de Barcelona firmaron un convenio de colaboración, a través del cuál la primera recibió información sobre el de- sarrollo del programa de actividades del Fórum Barcelona 2004.

El Fórum realizado entre septiembre y diciembre de 2007, se centró en los siguientes rubros: origen y evolución de la idea del progreso; las ciencias puras y aplicadas; el desarrollo económico y tecnológico; la revolución tecnológica y nuevos patrones culturales; ética y ciencia; ciencia, cultura y arte; ciencia, espiri- tualidad y religiones; la academia y el desarrollo del conocimiento y, finalmente, las ciudades del conocimiento. El programa duró noventa días con una afluen- cia de más de un millón de personas.

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7 La Ley de la Agencia para la Planeación del Desarrollo Urbano de Nuevo León fue aprobada por el H. Congreso del Estado de Nuevo León, el 26 de febrero de 2004. Véase: www.nuevoleon.gob.mx

Biblioteca MagnaJulio Tovar

La regeneración urbana y vial del centro histórico de la metrópoli contempla- da para este magno evento, ya es un hecho. La ciudad destinó las 140 hectáreas que conforman el Parque Fundidora y el corredor que lo conecta con el cen- tro histórico de Monterrey. Para ello se hicieron adecuaciones urbanas, como la unión de la Gran Plaza con Fundidora a través del Paseo Santa Lucía.7

Con ello Monterrey se convertirá en un punto relevante en la recomposi- ción de las metrópolis con carácter mundial.

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Graduados UDEMFondo CEH/UDEM

Jefes de Estado en Cumbre Monterrey 2004(Foto oficial)

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Rectoría UDEM(Fondo CEH/UDEM)

Comentario Final

La comunidad de negocios de Nuevo León, lejos de disminuir su papel protagónico, ha realizado alianzas estratégicas con las firmas extranjeras esta- blecidas en la región y ha rebasado el ámbito nacional para convertir sus em- presas en multinacionales.

Monterrey ha logrado que la economía de proveedores de materiales, fábricas y transportación se encadene a una moderna aglomeración de capaci- dad intelectual, inmersa en una economía del conocimiento. Si a este panorama se añade la infraestructura, la fuerza de trabajo calificada y el espíritu empren- dedor característico de la región, es posible considerar que la economía local seguirá generando riqueza y mejorando la calidad de vida de sus habitantes. Como núcleo importante de la ciencia y el talento, este horizonte será, cada vez más, la base del dinamismo económico en México.

Nuevo León es más que su tradición industrial: es un estado con riqueza natural, producción artística de importancia mundial, diversidad cultural, desa- rrollo educativo y gente con deseos de trascender. Nuevo León tiene lo necesario para encarar los retos del siglo XXI.

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Page 251: Monterrey Histórico

AAcatita del Baján: 71AGENL: Archivo General del Estado de Nuevo León,

240AHMM: Archivo Histórico Municipal de Monterrey,

240Agualeguas: 32, 215Aguayo, San Miguel de: marqués, 22Águila Mexicana: periódico masón yorkimo de la ciu-

dad de México: 100Alazapa: 33Albiar, Dorotea: 193, 194Alcira, Ambrosio: vecino de Sabinas Hidalgo, 193Aldama: poblado de los, 191ALFA: 238Almadén: minas de azogue, España: 43, 44Alta California: 46Ángel Benavides, José: 99Antagonista, El: primer periódico de oposición en Nue-

vo León, 104, 105, 106Ampudia, Pedro: 130, 132, 133, 134Apodaca: municipio de, 128, 134Aranjuez: 64Archivo del Arzobispado de Monterrey: 240Arista, Mariano: 130Arroyo, Francisco: 91Audiencia de la Nueva España; 65Ayuntamiento de la Ciudad de México: 65Azcárraga, Nicolás: visitador real, 22 gobernador, 49Azogue: mercurio, 41

BBautista Chapa, Juan: 21, 27Bautista García, Juan: alcalde de Pesquería Grande, 138Bautista Valdés, Juan: 99Bazaine, Achilles: 221Biblioteca Alfonsina, UANL, 240Biblioteca Central del Estado de Nuevo León: Macro-

plaza, 240Biblioteca Cervantina: ITESM, 240Biomedicina: 236Boca de Potrerillos: sitio arqueológico, 240Bocanegra, Antonio: Salinas Victoria, 215Bonaparte, Napoleón: emperador de Francia, 59Botello de Morales, Pedro: 49Borrados: nativos, 32Brownsville: Texas, 130Buentello, Guerrero: 49

CCabildo Eclesiástico: 74Cadereyta: 23, 183Camahaján, cerro de: 49Camargo, Villa de: 129Carlos III: rey de España, 63Cartujanos, Mesa de: 32

Casa de Moneda de la Ciudad de México: 45Casas, Bernabé de las: el Mozo, 49Castagny, Armand: 207Castillón, Irineo: 97Cavazos, Israel: 24CEMEX: Cementos Mexicanos, 238, Fundación Nue-

vo Periodismo Iberoamericano, Premio Nuevo Pe- riodismo a texto y fotografía, 241

Centro Cultural ALFA: San Pedro Garza García: 239Cerralvo; convento, 49, municipio de, 133Ciénega de Flores: poblado de, 209Cineteca-Fototeca: Monterrey, 239Ciudad Metropolitana de Nuestra Señora de Monte-

rrey: 39comanche: nación, 47Comonfort, Ignacio: presidente de México, 165CONACYT: Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología,

242 y 243Congreso del Estado de Nuevo León: 159Consejo de regencia: 69Constitución de 1857: 153Cortés de Cádiz: 95Correa, Perfecto: 92Crimea: guerra de, 206Cuba: 70Cumbre Monterrey 2004: 249i

CHChina: villa de, 130

DDávila y Prieto, José de Jesús: alcalde de Monterrey en

1846, 139Degollado, Santos: 205Departamento de Nuevo León: integrante de la Re-

pública Centralista Mexicana en 1845, 125Díaz de Berlanga, Diego: 48Díaz de Bustamante, Ramón: gobernador del Nuevo

Reino de León, en 1813,76Diez de Camuño, Alonso: 49Distrito Federal: México, 239Doblado, Manuel: 207, 214Douay, Félix: 207Diseño Gráfico Digital: 236Durango: 32

EElizondo, Ignacio: español contrainsurgente, 71Encomienda, Ley de: 24Escobedo, Mariano: 139España: 46

FFarías, Francisco Antonio: síndico procurador en 1811,

72, 73

Los números de página seguidos por la letra i se refieren a ilustraciones y los que se hallan seguidos por la letra n corresponden a la nota de pie de página.

Índice Analítico

Page 252: Monterrey Histórico

Monterrey histórico 252

Fernández García, Jesús: 201, 204, 211, 212, 213, 225, 226

Fernández de la Ventosa, Pedro: 50Fernando VII: rey de España, 59, 63, 65, 65n, 67, 70Flores, Cándido: 210, 211Forey, Ellie Frederick: 206Forum Universal de las Culturas, 2007: Monterrey, 245Fresnillo: 41Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano: CEMEX,

Gabriel García Márquez, 241

GGaceta Constitucional: primer periódico de Nuevo León,

91, 100Galeana: villa de 136García, Joaquín: gobernador de Nuevo León, 1829, 101García, Lucas: 48García Márquez, Gabriel: 241Garibay, Pedro: mariscal de campo y virrey de la Nueva

España, 67Garza y Evia, Juan Nepomuceno de la: 94, gobernador

de Nuevo León en 1846, 127, 128, 165Garza Ayala, Juan de la: 103Garza Ayala, Pedro de la: 109Gómez, Manuel Z,: 218, 219Gobierno del Estado de Nuevo León: 240, Plan Estatal

de Desarrollo 2004-2009, 242, Premio de Ensayo Fotográfico Fuera de Foco, 240, Premio de Lite- ratura del Noreste Carmen Alardín, 241, Premio Nacional de Ensayo Raúl Rangel Frías, 240, Premio Nacional Luis Cardoza y Aragón de Crítica de Artes Plásticas, 240, Premio Nuevo León de Poesía y Cuento, 240, Premio de Investigación Histórica Israel Cavazos Garza, 241, Premio Regional de Co- reografía Contemporánea Monterrey, 240.

González Ortega, Jesús: 206Guadalupe-Hidalgo, Tratado: 139, 141Guanajuato: 41Guerra de Reforma: 153Guerrero, Serapia: 189Guerrero, Vicente: partido yorkino, 100

HHabsburgo, Maximiliano de: emperador de México,

211, 214Hidalgo, Miguel: líder de la conspiración por la inde-

pendencia de México, Querétaro, 67Higueras: 213Hobbes: 63Huachichiles: nativos, 32Huajuco: 32Hualahuises: 32Huancavelica: minas de azogue, 43

IIcamole: 32IGEM: Índice de Globalización de los Estados Mexi-

canos, 239Iglesias, Francisco Tomás: 108Iglesias, Germán: 94Indra: minas de azogue, Yugoslavia, 43INHA: Instituto Nacional de Antropología e Historia, 240Íñigo, Pedro: 48

ITESM: ver Tec de MonterreyIturrigaray, José de: virrey de la Nueva España: 65

JJiménez, Mariano: insurgente, 59, 70, 72Jiménez Moreno; Wigberto: 32Juárez, Benito: presidente de México, 153, 206, 208,

209, 215, 219Junta Provincial del Nuevo Reino de León: formada

en 1811, sus integrantes fueron Blas Gómez de Castro, presidente; Bernardo Ussel y Guimbarda, vicepresidente; José León Lobo Guerrero; José Vivero; José Valera; Melchor Núñez de Esquivel; Antonio Silverio de Berrido y Francisco Bruno Barrera Gómez de Castro, 73, 74

LLabores Viejas: hoy San Marcos, Monterrey, 25Lampazos: Mesa de Cartujanos, 213 Larralde, Leonor: vecina de Sabinas Hidalgo, 193, 194León, Alonso de: El Mozo, 21, 27Linares: ciudad de, 183Lipanes, nativos: 47Lobo Guerrero, José León: 97Locke: 63López de Baena, Alfonso: 48López Rayón, Ignacio: 67Lozano, Bruno: 165

LLLlano, Manuel de: logia yorkina, 90, 92, gobernador

del Departamento de Nuevo León en 1845, 127Llano, Rafael de: 98

MMadero, Evaristo: 142Madre de Dios de la Asunción: minas, 48Margáin, Juan. 102Margáin, Miguel: secretario de gobierno del Estado de

Nuevo León en 1825, 188Marín: villa de, 132, 189, incendio de la villa, 139Marín y Porras, José Feliciano: obispo contra-insur-

gente, 70Márquez, Leonardo: 205Martínez, José Remigio: vecino de San Pedro, 188Martínez, Juan: contratista de la plaza de toros en la

feria de Monterrey, 167Martínez, Ruperto: 201, 204, 213, 214Matamoros: 129, 151Matehuala: 136Mazapill: 49Mecatrónica: 236Mederos, Manuel de: 48Medina, Bartolomé de: 42Mejía, Tomás: 205Melchor, Ocampo: 205Melo, Lorenzo Antonio: impresor, 93Mercurio: azogue, 41Michelena, Mariano: conspirador en Valladolid, 67, 95

Page 253: Monterrey Histórico

Óscar Flores 253

Mier y Noriega, Francisco de Paula; alcalde de Mon- terrey, 185

Miramón, Miguel: 205Mitras, cerro de las: 48Montemayor el Mozo, Diego de: 48Montemorelos: ciudad de, 183Monterrey, ciudad de: 27, 147, 149, 151, 231i, 233,

235, 236, 238, Alameda, 156, ataque de “indios bárbaros”, 170, Ayuntamiento, 76, capitulación de la ciudad, 136, corridas de toros, 167, Feria de, 159, Hotel Águila de Oro, 157, Iglesia de San Francisco, 169, Mapa de 154i, Mesón San Pablo, 157, Obispado, 145i, Paseo Santa Lucía, 246, Plaza de Armas (hoy Plaza Zaragoza), 153, 158, Plazuela de la Carne, 161, Teatro Progreso, 156

Montesquieu: 63Montreal: ciudad de, Canadá, 236, 238Morales, Francisco de Paula: gobernador de Nuevo

León en 1846, 135Morelos y Pavón, José María: 67Museo del Acero: Monterrey 239Museo del Centenario: 239Museo de Historia Mexicana: Monterrey, 239Museo MARCO: Monterrey, 239Museo Metropolitano de Monterrey: 239Museo del Noreste (MUNE): Monterrey, 239Museo del Obispado; Monterrey, 239Museo del Palacio de Gobierno: Monterrey, 239Museo del Vidrio: Vidriera Monterrey, 239

NNapoleón III: 206Nave Lewis: 239Negrete, Miguel: 210Noriega, Sotero: 129, 132, 134Nuestra Madre de la Asunción: minas, 48Nuestra Señora de la Candelaria: minas: 48Nueva España: virreinato de la, 41, 43, 45, 47Nuevo León: 31, 59Nuevo Orleáns: 157Nuevo Reino de León: 21, 29, 33, 39, 68

PPacheco, Emilio: 133Pachuca: 41pantiguara: tierra colorada, 31Papagayos: 132Parás Ballesteros, José María: 94, Memorias de, 126,

139, 141, 186Parque Fundidora: Museo del Acero y Nave Lewis, 239pelones: o pintos, nativos, 32Pemberton: 138Pérez Merino, Juan: 51Pérez de los Ríos, Juan: 48Perú: 42, 43Pesquería Grande: García, 26Pinacoteca: Museo, San Nicolás de los Garza, 239Pintos: o pelones, nativos, 32plata: 42Poinsett, Joel Roberts: masón, representante estado-

unidense en México, 95PROEZA: 238Provincias de Oriente: 70

Puebla: ciudad de, 206Punta de Lampazos: 48

QQuerétaro: Miguel Hidalgo, 67Quiroga, Julián: 201, 204, 209, 210, 211, 214, 215,

216, 217, 219Quiroz, Joaquín: contratista de la plaza de toros en la

feria de Monterrey, 167

RRamírez, Joaquín: contratista de la plaza de toros en

la feria de Monterrey, 167Ramón, Juan Ignacio: 70Ramos Arizpe, Miguel: masón yorkino, 90, 95Ramos Herrera, Alfonso: alcalde mayor de la Villa de

Santiago del Saltillo, 51Real de San Gregorio: 49Reformas Borbónicas: 61Reyes, Alfonso: literato, 240Ríos, María de la Cruz: 191Robledo, José María: 189Rodríguez, Juana: 189Rosales, Disideria: 189Rousseau: 63

SSabinas Hidalgo: 193Salinas, Valle de: 21Salón de la Fama del Béisbol: Monterrey, 239Saltillo: ciudad de, 49, 158, feria, 165San Antonio: ciudad de, Texas, 236, 238San Carlos del Vallecillo: 48, 52San Francisco, Hacienda de: Apodaca, 26San Francisco, Hacienda de: Santiago, 28San José, Hacienda de: hoy municipio de Benito Juá-

rez, 26San Lucas, cerro de: 48San Luis: villa de, 48San Luis Potosí: 32San Marcos: antes Labores Viejas, Monterrey, 25San Nicolás de los Garza: 25San Nicolás, Hacienda de: 26San Nicolás Tolentino: 49San Pedro Boca de Leones: Villa y Real de Minas de,

hoy Villaldama, 50, 51Santa Ana, Antonio López: 131, 153Santa Bárbara de los Nogales, Hacienda: San Pedro

Garza García, 26Santa Catalina: hoy Santa Catarina, 26, 28, río de, 25,

28Santa María, Manuel de: gobernador del Nuevo Reino

de León, 70Santa Teresa del Álamo: misión de indios, 48Santiago: 26Smith, Franklin: 134Solís, Martín de: 48Sosa, Juan de: 49Suprema Junta Central Gubernativa del Reino: confor-

mada en Aranjuez, por dos representantes de las juntas formadas en los reinos y provincias es- pañolas, 64, 70

Page 254: Monterrey Histórico

Monterrey histórico 254

Suprema Junta Nacional Americana: instaurada el 19 de agosto de 1811 en Zitácuaro, 68

Supremo Consejo de Regencia de España e Indias: 70

TTamaulipas: 31Tampico: 151Taylor, Zachary: 136Tec de Monterrey: ITESM, Instituto Tecnológico de Es-

tudios Superiores de Monterrey, 237, 244, Cáte- dra Internacional Alfonso Re-yes, 241, Premio Luis Elizondo, 241

Tepehuanes: nativos, 32Teresa de Mier, Fray Servando: masón escocés, 89tertulias: 152Texas: 46, 127Topo de los Ayala, Hacienda de: General Escobedo, 26Treviño Gutiérrez, José Alejandro: alcalde de Monte-

rrey en 1822, 185Trille, Ferdinand de la: Conde de Lorencez, 205, 206

UUAB: Universidad Autónoma de Barcelona, 245.UANL: Universidad Autónoma de Nuevo León, 237,

244, 245, Biblioteca Magna, 247i, Cátedra Cole- gio Nacional, 241, Certamen Nacional de Drama- turgia, 240, Premio Nacional de Dramaturgia Víctor Hugo Rascón Banda, 240, Sinfónica de la UANL, 240,

UDEM: Universidad de Monterrey, 237, 244, Cátedras Laboris, 241, graduados, 248i, rectoría, 250i, 240

Uribe, Manuel: 98

VValladolid: 67Veracruz: 151, 205

Verástegui, Policarpo: líder insurgente en el Nuevo Reino de León, 75

Victoria, Guadalupe: 96Vidaurri, Santiago: gobernador de Nuevo León, 151,

153, 165, 166, 191, 193, 194, 199i, 201, 206, 207, 208, 209, 213, 214, 216, 217, 219, 220i, 221

Villaldama: poblado de, 210Villarreal, Diego de: Valle de Salinas, 21, 27Villarreal, Santiago: gobernador del Nuevo Reino de

León: 71, 72Viteri, José María: 164

WWilcox, Cadmux, 133Worth: general americano, 138

YYermo, Gabriel del: 67yutoazteca: familia lingüística de los interpretes mexi-

cas traídos por los españoles al norte de la Nueva España.

ZZachary, Taylor: 217Zacatecas: 32, 41Zambrano, Gregorio: 102Zambrano, Prisciliano: 165Zambrano, Yrineo: contratista de la plaza de toros en

la feria de Monterrey, 167Zavala, Lorenzo de: 95Zitácuaro: 68Zavala, Juan de: 21, 27Zavala, Martín de: gobernador del Nuevo Reino de Le-

ón, 21Zuloaga, Féliz María: 208

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Óscar Flores 255

Revolución Mexicana ydiplomacia españolaContrarevolución y oligarquía hispana en México, 1909-1920ISBN 970-628-091-X

Historiadores de México siglo XXSelección, presentación y notas de Óscar Flores Torres.ISBN 968-24-6669-5

El otro lado del espejoMéxico en la memoria de los jefes de misión estadounidenses (1822-2003)ISBN 978-970-95040-0-2

Monterrey Industrial1890-2000ISBN 968-6858-21-0

Monterrey en la RevoluciónISBN 968-6858-17-7

Historiadores de México siglo XIXSelección, presentación y notas de Óscar Flores Torres.ISBN 968-24-6698-9

Otras obras del autor

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Monterrey histórico 256

Monterrey histórico de Óscar Flores se terminó de imprimir en agosto de 2009 en los talleres de Diseño 3 y/o León García Dávila, Valle de San Juan del Río 10,

Col. Vista del Valle, Naucalpan, Estado de México. Se tiraron 1000 ejemplares en papel cultural de 45 gms. Se utilizó tipografía Frutiger 11 en 13 y 10 en 12 puntos.

Supervisión de la edición: Óscar Flores Torres y Marco Aurelio Ávalos Díaz.Diseño de portada e interiores:

Diseño 3/León García Dávila, Yvette Bautista Olivares, Erika Rojas Sierra.

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