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SENTENCIA NUMERO: DOSCIENTOS CUARENTA
En la Ciudad de Córdoba, a los días trece del mes de septiembre de
dos mil doce, siendo las once y treinta horas, se constituyó en audiencia pública
la Sala Penal del Tribunal Superior de Justicia, presidida por la señora Vocal
doctora Aída Tarditti, con asistencia de las señoras Vocales, doctora María
Esther Cafure de Battistelli y María de las Mercedes Blanc G. de Arabel, a los
fines de dictar sentencia en los autos caratulados “MORATA, Franco p.s.a.
lesiones culposas agravadas -RECURSO DE CASACIÓN-” (Expte. “M", n°
38/11), con motivo de los recursos de casación interpuestos por la representante
civil de la demandada Carmela Cieri, Gloria Fernández, con el patrocinio del Dr.
Gustavo Luis Libeau; por el Sr. Asesor Letrado Penal del 21° Turno, Dr. Ignacio
Ortiz Pellegrini, en su carácter de representante promiscuo del actor civil; por el
curador del actor civil Gonzalo Nicolás Sánchez Márquez, Jorge Adrián Sánchez
Márquez, con el patrocinio del Dr. Carlos José Molina y por el Dr. Orlando José
Moreno, en su carácter de apoderado de la citada en garantía “Berkley
Internacional Seguros SA”; en contra de la Sentencia número cinco, dictada el
siete de abril de dos mil once, por el Juzgado Correccional de Cuarta
Nominación de esta ciudad.
Abierto el acto por la Sra. Presidente, se informa que las cuestiones a
resolver son las siguientes:
1°) ¿Se ha aplicado erróneamente el régimen de propiedad de los
automóviles 0 km, al eximir de responsabilidad a Bremen Motors SA?
2°) ¿Es nula sentencia por ausencia de fundamentación respecto al
rechazo de la demanda en contra de Bremen Motors SA?
3°) ¿Se ha inobservado el principio de reparación integral?
4°) ¿Resulta procedente el agravio formulado por la actora civil respecto
al rechazo del rubro pérdida de chances?
5°) ¿Resulta procedente el agravio formulado por la citada en garantía
Berkley Internacional Seguros SA?
6°) ¿Qué resolución corresponde dictar?
Las señoras Vocales emitirán sus votos en el siguiente orden: Dras. Aída
Tarditti, María Esther Cafure de Battistelli y María de las Mercedes Blanc G. de
Arabel.
A LA PRIMERA Y SEGUNDA CUESTIÓN:
La señora Vocal doctora Aída Tarditti, dijo:
I. Por sentencia n° 5, del 7 de abril de 2011, el Juzgado
Correccional de Cuarta Nominación, de esta ciudad, resolvió –en lo que aquí
interesa-: “…III. Rechazar la demanda deducida por Jorge Sánchez Márquez en
representación, en su carácter de curador de su hijo mayor incapaz Gonzalo
Nicolás Sánchez Márquez, en contra de Bremen Motors S.A., sin costas (arts.
551 CPP y 130 CPC y C). IV. Hacer lugar parcialmente a la demanda deducida
por Jorge Sánchez Márquez en representación, en su calidad de curador, de su
hijo mayor incapaz Gonzalo Nicolás Sánchez Márquez, en contra de Franco
Morata y Carmela Cieri, ordenándoles a ambos a pagar in solidum dentro del
término de diez días de quedar firme este pronunciamiento las sumas de pesos
novecientos cuarenta y seis con siete centavos ($ 946.07) en concepto de daño
emergente pasado; de pesos setecientos dieciocho mil cuatrocientos trece ($
718.413) por daño emergente futuro; la de pesos pesos un millón doscientos
treinta y cinco mil quinientos cuarenta y dos ($ 1.235.542) en concepto de lucro
cesante futuro y la de pesos un millón quinientos cincuenta y seis mil cuarenta y
dos ($ 1.556.042) por el daño moral padecido, con costas (arts. 1068, 1069,
1078, 1083, 1086, 1109 y 1113 C.C., 29 incs. 2° y 3° C.P., 551 CPP y 130 CPC)
…” (fs. 1946 vta./1947).
II.1. RECURSO DE LA DEMANDADA CIVIL, CARMELA
CIERI.
a. La representante legal de la demandada civil Carmela Cieri,
Gloria Fernández, con el patrocinio del Dr. Gustavo Luis Libeau, interpone el
presente recurso de casación en contra del decisorio mencionado.
Al amparo del motivo formal de casación (fs. 1956) y luego de
transcribir fragmentos del decisorio (fs. 1957/1961), señala que el primer y
trascendente error del fallo consiste en considerar que en materia de vehículos
importados “cero kilómetro”, la tradición efectuada por el importador al
adquirente en forma anterior a su inscripción registral equivale al traspaso de la
posesión y consiguiente transferencia del dominio, a la manera de cualquier otro
mueble no registrable o no constitutivamente registrable. A su juicio, ello luce
como una clara aplicación de la ley sustantiva, lo que subsidiariamente invoca
para el supuesto que la queja no se estime receptable por el conducto formal de la
impugnación (fs. 1964). Cita en su aval doctrina que abona su postura (fs. 1964 y
vta.).
Según el recurrente, la entrega del vehículo por parte del
concesionario (el importador), aún con “placas provisorias”, no resulta suficiente
para transferir su calidad de dueño de la cosa automotor. Ella sólo opera desde la
primera inscripción, simplemente porque no hay un régimen subsidiario que rija
el dominio automotriz en defecto del registral (fs. 1965). Cita en su aval doctrina
que abona su postura.
A su parecer, la sentencia se equivoca cuando asocia la ausencia de
obligación del importador de inscribir con una suerte de exoneración de su
calidad de dueño. Considera, que aún cuando el primer usuario es quien deba
inscribir el vehículo, no significa que el importador deje de ser propietario
mientras no se inscriba. No debe confundirse la imposición legal de realizar el
trámite de inscripción con la consecuencia de que esta imposición convierte en
dueño al titular de dicha carga. De lo contrario surgirían contradicciones que
descalabran el régimen de responsabilidad subsidiario –de las cosas muebles en
general- . Cita a modo de ejemplo, el caso de un primer adquirente de un
vehículo importado que recibe la entrega del mismo, pero que antes de inscribirlo
lo vende a otra persona por instrumento privado. De los tres involucrados, en el
sistema que propone el fallo, sería este último el responsable en caso de un
siniestro previo a la efectiva inscripción, porque es su poseedor en los términos
del art. 2412 del CC, pero tal asignación no se condice con la atribución dominial
ligada al deber de inscripción que pesa sobre el “primer usuario”, esto es, el
adquirente original que se desprendió de la posesión inicialmente recibida del
importador, concesionario o fabricante (fs. 1967).
Entiende, que en materia de automotores no inscriptos (“cero
kilómetro”) y en coincidencia con el postulado de “Faraig” no se aplica el
régimen del decreto 6582/58, desde el momento en que la unidad no ha sido
sometida a ese régimen. Sin embargo, se trata de un objeto que por razones de
política legislativas conexas con su naturaleza, sólo puede existir una propiedad
previa a la inscripción: la del fabricante o la del importador (eventualmente sus
respectivos concesionarios) ellos son los únicos legitimados para tener en su
poder vehículos sin inscribir. Si en el curso de esta posesión los entregan a
terceros, aunque fuere con el fin de constituir derechos reales, esta entrega no
equivale a la tradición dominial mobiliaria genérica que hace adquirir al receptor
la condición de poseedor o dueño, sino sólo a la entrega de una tenencia. De lo
contrario vendría a legitimarse de facto un sistema intermedio que asimilaría –
acaso indefinidamente- a un objeto diseñado para regirse por normas especiales
en cuanto a su dominio, a un régimen general de cosas muebles disciplinado por
las viejas reglas romanistas, siendo a este fin bastante que la inscripción se
postergue –con sucesivas transferencias intermedias- aún a riesgo de incurrir en
infracciones administrativas. Explica, que la ley permite que antes de la
inscripción haya un poseedor con base en el art. 2412 del CC; pero solo uno: el
importador o el fabricante según el caso. Este singular poseedor de una cosa
mueble no se desprende de ella por tradición manual, sino por tradición
inscriptoria. Mientras no se lleve a cabo, continúa siendo poseedor y por tanto
dueño a cualquier efecto civil, fiscal, penal o administrativo vinculado con esa
calidad, aún si se hubiese desprendido mediante venta u otro acto de la
detentación material del rodado (fs. 1967 vta.).
Una interpretación contraria –manifiesta- desalentaría el fin de la
ley de requerir la más pronta incorporación posible de los vehículos al régimen
especial. Peor permitiría que comerciantes ávidos por vender entreguen unidades
sin exigir al adquirente la previa inscripción –de hecho así ha sucedido aquí- en
la tranquilidad de que de todos modos no tendrán responsabilidad alguna en la
hipótesis de un siniestro. Esto, no solo atenta con el designio legislativo sino que
desampara el interés social convocado por la necesidad de otorgar protección a
las víctimas de hechos dañosos y antijurídicos causados con automotores (fs.
1967 vta.).
Acota, que mediante la resolución n° 6607/09 del año 2009, del Registro
Nacional de Propiedad del Automotor, impone al fabricante o importador de
abstenerse a entregar una unidad sin la debida inscripción inicial. Aún cuando no
pueda constituir fundamento normativo de responsabilidad en sí misma, brinda
pautas exegéticas acerca de la orientación de la estructura legal automotriz en
general y registral en especial.
Plantea, que aún suponiendo que resulta atinado razonar que el
adquirente de un automotor no inscripto debe ser considerado dueño hasta el
momento de la inscripción, con remisión al régimen general de las cosas
muebles, en autos, no existe prueba alguna que demuestre que se efectuó la
tradición material a favor de Cieri (fs. 1968 vta.).
Es que, si se considera aplicable el régimen genérico de las cosas
muebles, se debe aplicar también las consecuencias que dicho régimen apareja, y
que principian por el enunciado “antes de la tradición de la cosa, el acreedor no
adquiere sobre ella ningún derecho real” (art. 577 CC), y se conecta en cuanto
establece que todos los derechos que se transmiten por contrato “sólo pasan al
adquirente de esos derechos por la tradición” (art. 3265). También el art. 2377,
estipula “habrá tradición cuando una de las partes entregue voluntariamente una
cosa y la otra voluntariamente la recibiese” (fs. 1969).
En función de ello, sostiene que el fallo ha vulnerado el principio de
razón suficiente, y el de identidad, pues consideró comprobada la tradición a
partir de papeles o trámites que no lo demuestran. Ello así, desde que no se
entiende de dónde se extrae que la Sra. Cieri recibió el vehículo, pues ni la
factura extendida por Bremen Motors, ni la gestión de placas provisorias para
circular hasta el domicilio registral de inscripción constituyen sucedáneos de
aquélla, entendida como dación material o como acto sensible de transmisión (fs.
1969).
La gestión de las placas provisorias, por parte de Cieri con el fin de
trasladar el vehículo, ello no equivale ni sustituye a la tradición. A su juicio, la
juzgadora confundió de manera absoluta un trámite administrativo que puede
constituir precondición para la entrega de la cosa, con la entrega misma. Por esta
extraña vía indirecta se vulnera hasta el mismo sistema que se juzga aplicable,
porque la sentenciante considera aplicable el régimen de las cosas muebles, pero
repentinamente lo suplanta por el consenso, por la disposición recepticia
documentada. Como si el pedido o nota que un comerciante cursa requiriendo la
remisión de mercaderías probase que se le hizo entrega de ellas; tanto como si
quien solicita la expedición de un certificado aduanero para artículos en tránsito
sea considerado, por esta solicitud, efectivo receptor de los mismos (fs. 1969).
Respecto a la factura de compra extendida por Bremen Motors SA,
advierte un vicio racional desde dos perspectivas. La una, en tanto obliga a su
parte a aceptar como prueba un instrumento unilateral, no reconocido ni avalado
por prueba independiente –como habría podido ser una pericia contable- que
efectivamente corroborase su aceptación o intervención en el contrato de
compraventa. Mucho más cuando tal instrumento, carente de la firma del
presunto destinatario, es emitido por una parte procesal con intereses
marcadamente contrapuestos, que persigue desobligarse. La otra, en tanto se
erige como título contractual. Refiere a la diferencia existente entre el título y el
modo, entre el contrato por el que las partes se obligan a entregar la cosa y la
entrega misma. En materia de muebles no registrables sólo lo segundo confiere
posesión y ergo propiedad, o dominio. El título demuestra a lo sumo una
obligación de entregar, inaceptable en un contorno donde la posesión sólo se
adquiere “traditio rei”. Desde luego entonces, tampoco será dueño de un
automotor aquél a cuyo nombre se emite la factura y a quien, empero, no se le ha
hecho entrega del mismo (fs. 1970).
Según el recurrente, la gestión de placas y la factura, son dos elementos
endebles para tener por cierta la entrega de la cosa mueble en cuestión, ajenos a
los dispositivos que se predica y reveladores de una asombrosa contradicción
argumental (fs. 1970).
Entonces, si se consiente que fue Morata el receptor de la unidad, no
puede decirse que la tradición se haya hecho a Cieri. La vulneración al principio
de no contradicción que tales juicios yuxtapuestos aparejan no requiere, por su
elocuencia, mayores comentarios (fs. 1970 vta.).
El fallo otorga la impresión de sugerir que la recepción del automotor
por parte de Franco Morata obedeció a una especie de mandato expedido por la
compradora -no receptora-, Carmela Cieri (fs. 1970).
Reproduce un fragmento del fallo, a saber “va de suyo que una empresa
como Bremen Motors, importadora de vehículos de un alto valor económico, no
entregaría a Morata las llaves del auto y las placas provisorias, sin mediar
expresa indicación de la adquirente, la que no requiere de ninguna formalidad”.
A su juicio, esta afirmación resulta arbitraria (fs. 1970 vta.), es más hasta podría
presumirse lo contrario, pues si Bremen Motors SA hubiese sido responsable en
su proceder se habría ocupado de solicitar un mandato escrito, una constancia
fehaciente de que Morata recibía la unidad en nombre y representación de la
compradora (fs. 1971). Sostiene que el mandato no se presume, aun siendo
tácito, debe ser concienzudamente probado para reputarse existente en función de
la enorme traslación de consecuencias jurídicas que su ejercicio podría comportar
(fs. 1971 vta.).
En síntesis, Cieri nunca fue dueña del vehículo en cuestión, en los
términos del art. 2412 CC, pues no se ha verificado la entrega de la cosa mueble.
Manifiesta que la tradición que se requiere no puede juzgarse operada a partir de
actos documentales o administrativos, porque vulneraría el art. 2377 CC.
Habiéndose acreditado que fue Franco Morata quien recibió el rodado, es
manifiesto que no es dado asignar la calidad de dueña como receptora de parte de
Cieri. El Sr. Morata dijo haberlo recibido como “dueño”, cosa que el propio actor
civil consiente y reinvidica (fs. 1971 vta.).
Destaca, que la diligencia realizada por el Dr. Dragotto trasladando el
vehículo a tribunales y su inscripción por parte de Cieri en el mes de octubre de
2008, son pseudo indicios. Ello así, pues ambos actos tuvieron lugar un tiempo
después del accidente de tránsito, y de lo que se trata es de desentrañar,
precisamente, era quién era el dueño a la fecha del evento (fs. 1972).
Por último, se agravia que se le haya reprochado la postulación “tardía”
de que Bremen Motors era el propietario del rodado, pues lo hizo en la única
posibilidad que tuvo, esto es en la contestación de la demanda. El hecho de que
Morata no lo haya hecho en su momento, no puede serle enrostrado a Cieri, lo
que demuestra un componente de arbitrariedad en tal proceder, pues se lo hace
responsable de la actitud asumida por otro litis consorte (fs. 1972).
En otro punto, denuncia la vulneración al principio de congruencia, a
partir del emplazamiento con que la actora situó a los demandados civiles en la
litis, pues ésta de modo textual consideraba a Bremen Motors SA propietario del
rodado causante del siniestro pero que “subsidiariamente” demandaba en igual
condición a Carmela Cieri (fs. 1972).
Con ello, quiere significar que no es lícito que se entable una demanda
asignándoles a dos personas diferentes una misma condición de responsabilidad,
en el caso la de dueño de un vehículo. Es posible que dos personas diversas,
desvinculadas entre sí, sean colocadas en el polo pasivo de la litis de manera
conjunta a causa de distintos títulos por los cuales deben responder: uno como
autor, otro como propietario, otro como asegurador, otro como propiciador
independiente o concausal del resultado dañoso. Lo que deviene inadmisible, en
cambio es que se accione contra una persona rotulándola como dueña, titular de
responsabilidad objetiva, y que “ad eventum”, por las dudas que esa calidad de
dueña no se considere tal, se demande a otra en igual condición. Existe una
manifiesta incompatibilidad procedimental: “afirmo con base en tales argumentos
que X es dueño, pero si estos argumentos me fallan demando en subsidio a Y
considerándola dueña por otros argumentos” (fs. 1973).
El recurrente pretende, que se declare que al tiempo del siniestro,
Bremen –la importadora- era la propietaria del rodado en virtud del art. 2412 CC.
De ningún otro modo, el importador podía desprenderse de su titularidad, sin que
se haya hecho la inscripción registral constitutiva, siendo a cargo del interesado,
si desea exonerarse de responsabilidad ocuparse de tener el vehículo hasta tanto
dicha inscripción sea cumplida por quien tiene a su cargo este deber. De lo
contrario, se instauraría un régimen intermedio e indefinido de propiedad
mobiliaria común, con efectos adversos para la finalidad constitutiva del registro
automotriz (fs. 1973 vta.). Subsidiariamente, si se pensase que rige en el caso el
sistema de tradición manual, no ha podido demostrarse que la Sra. Cieri haya
recibido la entrega material del vehículo. En definitiva el único responsable civil,
fue Franco Morata, pues recibió la tradición del rodado por impero de los arts.
577 y 2377 del CC, sin que pueda inferirse por indicios contingentes la existencia
de mandato alguno (fs. 1973 vta.). También, respecto a la demanda en contra de
Cieri, comporta de parte del actor civil un ejercicio de una facultad vetada en el
llamamiento de sus litis consortes opuestos, por lo que la acogida de la
pretensión en esas condiciones comporta una vulneración al principio de
congruencia. Con lo cual, si el actor sindicó a Bremen Motors SA como dueño, y
este reclamo fue rechazado, no existe otro dueño que pudiera haber sido
demandado, con lo que la demanda habrá de ceñirse exclusivamente a quien
quedó procesalmente emplazado como autor material del daño (fs. 1974).
b. El apoderado del actor civil, Dr. Carlos José Molina, a fs. 2074/2079,
presenta un informe de ley, replicando la posición asumida por la demandada
Cieri. Señala que la postura asumida por ésta resulta coadyuvante con la
posición jurídica que alega su parte en relación a Bremen Motors SA, por cuanto
ambos consideran que debió ser condenada civilmente (fs. 2074 vta.). Empero
disiente, en cuanto pretendió exonerarse de su responsabilidad. Ello, por cuanto
su parte en la instancia procesal oportuna demandó a Bremen Motors como
guardián de la cosa, y alternativamente –que es válido- a Carmela Cieri, como
titular dominial, en los términos del art. 1113 CC, toda vez que es quien invocó
este carácter en la causa al retirar el vehículo (fs. 2074 vta.). Además, el
gravamen de la recurrente Cieri, debe ser rechazado pues si lo que se quiso fue
oponer un obstáculo formal, la jurisprudencia de esta Sala, ha sostenido que en la
oposición los demandados pueden controvertir la falta de legitimatio ad causam
bajo sanción de caducidad. Por lo que caducó para Cieri la facultad de formular
el planteo sobre su falta de legitimatio ad causam.
2. RECURSO DE CASACIÓN DEL REPRESENTANTE
PROMISCUO DEL ACTOR CIVIL (fs. 1975/1985).
a. El Sr. Asesor Letrado Penal de 21° Turno, Dr. Ignacio Ortiz
Pellegrini, interpone el presente recurso de casación en su carácter de
representante promiscuo del actor civil Gonzalo Nicolás Sánchez Márquez, en
contra del decisorio mencionado y sólo respecto al rechazo de la demanda en
contra de Bremen Motors (fs. 1975).
El impugnante, manifiesta que se encuentra legimitado para recurrir el
decisorio en interés de la víctima (art. 59 CC). Afirma este extremo, por la
naturaleza de la función pupilar que ejerce respecto de quienes en los hechos en
cuestión aparecen como damnificados directos, persona incapacitada a raíz del
hecho que motivó la presente causa (fs. 1975 vta.).
Aclara, que si bien el derecho a recurrir la sentencia por parte del
representante promiscuo no está reglado en el Código Procesal local, siendo parte
del proceso, se encuentra legitimada su intervención en base a lo dispuesto por el
art. 59 CC, negarle tal posibilidad –así se entendiera- contraría lo dispuesto por
los arts. 8 inc. 1° y 25 de la CADH y el art. 14 inc. 1 del Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos, de jerarquía constitucional acorde a lo propugnado
por los arts. 31 y 75 inc. 22 de la CN. Además conculcaría el principio
constitucional de “igualdad ante la ley” (art. 16 CN) (fs. 1975 vta.). Cita
jurisprudencia de la Sala Civil, en la que basada precisamente en el art. 59 CC
prescribe que el Asesor es parte necesaria en todo juicio en el que intervenga un
incapaz y que su función es de asistencia, vigilancia y control de intereses del
menor en todo asunto judicial o extrajudicial en el cual estén comprometidos su
persona o bienes (fs. 1976).
Transcribe fragmentos del fallo, que considera pertinente (fs. 1978). Con
invocación del motivo formal de casación (art. 468 inc. 2°, en función del art.
413 inc. 4°, 480, 142 y conc. del CPP, y arts. 39, 40 y 41, 155 segundo párrafo,
Const. Pcial., 18 y 31 CN).
A su juicio, respecto al rechazo de la demanda en contra de Bremen
Motors, resulta contradictoria al considerar aplicable el régimen del automotor,
para luego adherirse a la doctrina del caso “Faraig”, que descarta la aplicación
del régimen especial para los automotores (fs. 1978).
Por un lado Bremen SA resulta libre de responsabilidad en base a las
normas mencionadas, esto es, el Digesto de Normas Técnico Registrales y por
otro lado es liberada a responder por ser de aplicación al caso, según las normas
del CC (fs. 1978 vta.).
La sentencia afirma que el automotor no inscripto es una cosa mueble
que se debe regir por las normas del CC, pero no se ha acreditado una verdadera
tradición de la cosa en base a tales normas (fs. 1978 vta.).
b. Bajo el título “Motivo sustancial”, el recurrente denuncia la
inobservancia o errónea aplicación de la ley sustantiva (art. 468 inc. 1° del CPP)
(fs. 1979).
Enumera ciertas circunstancias que se han acreditado en autos, tales
como:
* El vehículo Mini Cooper es adquirido con fecha 17/1/08 a la firma
Bremen SA.
* La factura de compra se encuentra a nombre de Carmela Cieri.
* El vehículo es retirado por Franco Morata.
* El 31/5/08 tiene lugar el hecho, motivo de la presente causa.
* El automotor es inscripto en el mes de octubre de 2008 a nombre de
Carmela Cieri y automáticamente transferido a Florencia Bernardi.
* Se ha acreditado que al momento del accidente, que lesionó
gravísimamente a Nicolás Sánchez Márquez, el vehículo embistente era
conducido por el imputado F. Morata, y no se encontraba inscripto en el Registro
de la Propiedad del automotor.
* Por otra parte, el comisionado policial, Sergio Jordan, declaró en el
debate (ver acta) que Carmela Cieri desconocía que era la titular registral del
automotor, que ni ella misma sabía que era la titular registral de un vehículo; que
había ido Franco y le había hecho firmar unos papeles pero que ella no tenía idea
de lo que había firmado, manifestó espontáneamente: “pensionada, con un Mini
Cooper? (fs. 1979 y vta.).
Alega, que si tenemos en cuenta el tiempo de la preinscripción del
vehículo y el de la comercialización, hay dos interpretaciones que se pueden
hacer.
La primera, si se entiende que el automóvil antes de su inscripción es una
cosa mueble hay que estar a las normas sobre su transmisión, sin considerar la
característica de registrabilidad. El art. 2377 CC, establece “la posesión se
adquiere también por la tradición de las cosas. Habrá tradición, cuando una de las
partes entregare voluntariamente una cosa, y la otra voluntariamente la
recibiese”. Los requisitos de la tradición consisten en a) que el trandens tenga la
propiedad de la cosa, b) que el tradens y el accipiens sean capaces, c) que la
tradición se haga en virtud de un título suficiente para transferir el dominio (fs.
1979 vta.).
En el caso, quien retiró el vehículo fue Morata, mientras que el título –
factura de venta- está a nombre de Carmela Cieri por lo que no hubo tradición de
la cosa a Cieri, por ende, no hubo transferencia de dominio de la cosa mueble,
como se sostiene en el fallo “Faraig”, por lo tanto, para el presente caso, no es
aplicable la doctrina de dicho fallo (fs. 1979 vta.). Tampoco, había título válido
en relación a Morata porque “el comprador formal fue Cieri no Morata”, el deber
de guarda se mantiene y por tanto se aplica el art. 1113 CC para Bremen (fs.
1979 vta./1980).
Según el quejoso, no se da el supuesto previsto por el art. 2386 CC, que
invoca el Tribunal, al afirmar que la empresa no hubiera entregado sin antes
contactar a Carmela Cieri. La tradición quedará hecha aunque no esté presente la
persona a quien se hace, si el actual poseedor remite la cosa a un tercero
designado por el adquirente, o la pone en un lugar que esté a la exclusiva
disposición de éste (fs. 1980 y vta.).
En la segunda interpretación, el impugnante, sostiene que si se parte de
que el automotor es un bien mueble de naturaleza “registrable”, diferenciándose
de las reglas de transferencia del CC, la transmisión sólo se logra a través de su
inscripción pues se rige por las normas del Dec. Ley 6582/58. Bajo esta tesis,
también Bremen SA es propietario porque únicamente se desprendería si el
vehículo se inscribe a nombre de otro. Por lo tanto se aplica también el art. 1113
CC, en cuanto dueño de la cosa riesgosa. El momento en que se inscribe por
primera vez, no puede marcar, ni puede inferir una diferencia en la naturaleza de
dicho bien. Siempre es un bien mueble “registrable” aunque no esté registrado, y
como tal, la transferencia sólo se realiza a través de la inscripción registral (fs.
1980 vta.).
El fabricante/importador, es “propietario” del bien mueble “registrable”
antes de su inscripción, antes responde la importadora, después el inscripto
registralmente (fs. 1980 vta.).
Avala su postura, una resolución dictada por la Dirección Nacional del
Registro de la Propiedad Automotor), respecto a moto vehículo. En ella, se
señaló que a los fines de dejar en claro que el fabricante/importador o
“comerciante habitualista”, no puede hacer ni siquiera entrega del vehículo sin
que se efectué la inscripción inicial, exceptuando el caso en que él mismo se
encargue de realizar el trámite de inscripción con colaboración del adquirente, y
pudiendo entregar la tenencia del vehículo con un permiso de “circulación” que
se encuentra bajo su propia “responsabilidad” (fs. 1980 vta.).
Esta orientación, a su entender, marca que el dominio continúa en cabeza
de Bremen SA, y no del que será luego el “primer adquirente” mientras dure el
trámite, y la entrega del vehículo –desde que se le hace entrega de un “permiso
de circulación” entregado por el propio “importador” o “comerciante
habitualista”, tiene un efecto similar al de una “tarjeta azul transitoria” que sólo
puede ser expedida a través del “propietario” (fs. 1980 vta./1981).
Aclara, que si bien la normativa mencionada no podía ser aplicada en el
caso, porque fue sancionada con posterioridad al hecho, pero servía de
orientación sobre la estructura registral y los principios que la inspiran, y que
podía ser considerado a través del art. 16 CC (fs. 1981). Cita doctrina.
Se trata de dilucidar la responsabilidad de la concesionaria que entregó el
vehículo y llevó a cabo el cumplimiento de digestos registrales atinentes cuando
un comprador está domiciliado a más de 100 km en base a la territorialidad de
los registros automotor, pero nada hizo, con posterioridad para que se realizara la
inscripción registral (fs. 1982).
El art. 1113 CC establece la responsabilidad del propietario por los daños
causados por las cosas que le pertenecen, a la que se suma la responsabilidad del
guardián. Si el automotor no se ha inscripto, el enajenante continúa siendo
propietario por lo que deberá presumirse su responsabilidad ello surge del texto
del art. 27 del decreto 6582/1958 (fs. 1982 y vta.).
Dicho artículo fija una responsabilidad objetiva al establecer hasta que
no se inscriba la transferencia, el transmitente será civilmente responsable por los
daños y perjuicios que se produzcan con el automotor en su carácter de dueño de
la cosa (fs. 1982 vta.).
Es cierto, que la concesionaria no está obligada a inscribirlo a su nombre
si se trata de un automotor 0 km., pero no pueden caer en el vacío las normas
registrales dictadas para la existencia de seguridad jurídica en el tema relativo a
los automotores. Si bien la concesionaria no tuvo la guarda material ni el control
del vehículo; si mantuvo o debió mantener una guarda jurídica, lo que la presume
responsable frente a terceros por los daños que se ocasionen con ese automotor
(fs. 1982 vta.).
No tuvo la guarda material pero conservó una guarda jurídica. Es la
concesionaria la que se desentendió totalmente de la inscripción permitiendo así
la no registración del vehículo y tal proceder no debe ser soportado por la víctima
del hecho dañoso (fs. 1982 vta.).
La normativa sobre automotores existe para generar seguridad jurídica
no para no ser aplicada, basándose en una disposición administrativa, eludiendo
así toda responsabilidad civil atinente a un actuar despreocupado y negligente (fs.
1982 vta./1983).
Advierte que la empresa Bremen SA actuó en nombre propio y como
concesionaria, tuvo en su poder el automóvil Mini Cooper. Existió una factura de
venta que Bremen SA labró a nombre de Carmela Cieri, donde se consignó el
importe por el precio total del vehículo. Allí surge la obligación de hacer patentar
el citado rodado en el Registro Nacional de la Propiedad del automotor, a efecto
de que la unidad tenga un titular, esto es, lo que omitió la firma mencionada
amparándose en normas del digesto registral (fs. 1983).
Cita jurisprudencia y doctrina que avalarían su postura (fs. 1983/1985).
3. RECURSO DE CASACIÓN INTERPUESTO POR EL ACTOR
CIVIL (fs. 2026/2045).
El curador del actor civil Gonzalo Nicolás Sánchez Márquez, Jorge
Adrián Sánchez Manqués, con el patrocinio del Dr. Carlos José Molina,
interpone el presente recurso de casación en contra del decisorio mencionado.
a. Señala, que su parte demandó a la firma por investir el carácter de
dueño o guardián de la cosa riesgosa en los términos del art. 1113 CC. El día en
que ocurrió el hecho, el Mini Cooper –que es una cosa riesgosa- no estaba
inscripto en el registro de la propiedad del automotor. Consecuentemente a este
hecho indubitado, y conforme a la jurisprudencia del TSJ, Bremen debía
responder por las consecuencias derivadas de su uso (fs. 2028 vta.).
Indica, que existen dos momentos en relación a la propiedad de los
automotores, luego de su fabricación o importación según sea el caso: a) uno
inicial, esto es el momento previo a su primera inscripción registral a favor de
sus adquirentes, en cuyo caso se encuentran en poder de los fabricantes,
importadores y/o vendedores con prescindencia de la obligación de inscripción
registral, resultando éstos por imperio legal “dueños” y guardianes” de la cosa
riesgosa, de allí que se diga que son “legalmente” los dueños y “guardianes
jurídicos”. Y b) el segundo momento, cuando se produce la inscripción a nombre
del primer adquirente, que a partir de este acto se constituyen como bienes
muebles registrables con un régimen propio, según las normas contenidas en la
legislación vigente en la materia (fs. 2028 vta./2029).
En función a ello, sostuvo que antes de la primera inscripción no se
admite otra regla que el régimen de dominio para las cosas muebles vigente en el
Código Civil, sin perjuicio de que también deben respetarse algunas normas del
Dec. 6582, que si bien como régimen legal de automotores no es aplicable al
dominio previo a que se complete la primera inscripción, algunos de sus artículos
rigen las relaciones vinculadas a la cosa pues establecen derechos y obligaciones
mas allá de la existencia de los vehículos como bienes muebles registrables, esto
es previo y post su inscripción (fs. 2029).
La transmisión de dominio de automotores es un contrato formal cuya
forma es por instrumento público o privado; y que sólo produce efectos a partir
de la fecha de su inscripción, no desde la iniciación del trámite, y si éste no se
concluye, no produce efectos respecto de terceros. Adicionalmente, se sostuvo
que como no cabe hacer salvedades donde la ley no las hace, esto se aplica a
todos los automotores, sean nuevos o sean usados. La regla es que para que haya
nuevo titular dominial –incluyéndose por lo tanto el caso de los 0 km- y el bien
ingrese al régimen previsto legalmente, debe haber inscripción registral
concluida del bien a nombre del adquirente (fs. 2029).
Esta postura, nos da como pauta que ambos regímenes (el civil y el
registral) no se enfrentan ni se contraponen, sino que se complementan entre sí
rigiendo ambos según si se está en el estadio pre dominial o bien ya se ha
producido la inscripción. Entonces, hasta que no se produzca la primera
inscripción, el fabricante, el importador o el concesionario son los dueños del
vehículo aunque no esté inscripto a su nombre. Así las cosas para que haya
transferencia del dominio, no habiendo inscripción registral, se debe amparar en
la ley civil y en el régimen de la propiedad de las cosas muebles, donde en
materia de constitución de derechos reales converge una causa remota y una
causa próxima. Ello es lo que ha dado lugar a la formulación de la teoría “Título
y Modo” (fs. 2029 vta.).
En el caso de los automotores, la causa próxima ha sido sustituida por la
inscripción, de manera que seguido el trámite del decreto 6582, la constitución de
cualquier derecho real sobre aquéllos (vgr. Adquisición del dominio) no depende
de la tradición (que ya no es el modo constitutivo idóneo para su adquisición),
sino de la inscripción registral. En virtud de lo dispuesto por el art. 1° del dec.
Ley 6582/58, recién nace la obligación de inscribir cuando ha tenido lugar la
primera enajenación, siendo precisamente a cargo del primer adquirente su
registración como requisito indispensable para la adquisición del dominio.
Consecuentemente hasta que se produce la primera venta “completa y terminada”
el automotor está dentro del patrimonio del fabricante, importador o
concesionario, quienes revisten el carácter de propietarios los vehículos que
obran en su poder, y que no están destinados a “circular”, en los términos de la
referida normativa, sino a ser comercializados (fs. 2029 vta.).
Advierte, que el decreto 6582, expresamente dispone la prohibición,
obligación legal en los dueños primigenios –esto es importadores y fabricantes-,
de que los vehículos circulen sin cumplirse los requisitos exigidos, al disponer:
“Los automotores nuevos, sean importados o fabricados en el país, mientras se
hallen en poder de los importadores, fabricantes o concesionarios, solamente
podrán circular antes de su comercialización munidos de una placa provisoria.
También podrán hacerlo, cuando se hallen en poder de los adquirentes, durante el
período de inscripción. La autoridad de aplicación determinará los requisitos y la
forma de uso de las placas provisorias” (fs. 2029 vta.).
A su juicio este no es un argumento menor, pues este conjunto de normas
erige al importador o comercializador de automotores 0 km en guardián de la
cosa. Es decir que aún cuando hubiese un título a favor de un tercero, tal caso de
los trámites previos a la inscripción, se le imponen una serie de obligaciones a las
partes, en particular a quienes hacen comercio habitual de vehículo, que por
imperio de la ley deben hacer cumplir. En nuestro caso, está debidamente
probado que no existía a la fecha del hecho ningún titular registral del vehículo y
por lo tanto en el marco de nuestra ley civil, Bremen es propietario del bien
mueble con todas las obligaciones que ello implica, haciendo hincapié en la
circunstancia de que Bremen era también el guardián legal en función de la
expresa prohibición de que circulen estos vehículos sin los requisitos pre
registrales previstos normativamente, según la norma del art. 32 del Decreto (fs.
2030).
Su parte sostuvo que no se ha acreditado con ningún instrumento, ni
público ni privado la compraventa del automotor, dado que se trata de un bien
mueble que por su valor requiere la instrumentación o al menos principio de
prueba por escrito. Mas aún, también debió haber acreditado el modo o tradición
de la cosa, lo cual no ocurrió (fs. 2030).
Se concluyó que aún cuando se acreditara la parte formal de la operación
(título), no se ha acreditado la tradición a la persona que según invoca Bremen, le
habría vendido el vehículo, esto es Carmela Cieri, y que, según Bremen era la
que contaba con placas provisorias a su nombre para circular. Por el contrario, su
parte probó que Bremen entregó el vehículo a Morata y no a Cieri y por lo tanto,
ni en el términos de la ley civil (art. 2412 y concordantes del CC), ni en los
términos del dec. 6582, se ha demostrado que haya existido un cambio de
titularidad, y que en cualquier supuesto seguía a cargo de Bremen la guarda legal
del bien (fs. 2030).
Transcribe pasajes del fallo que considera pertinente (fs. 2030/2031 vta.).
Consecuentemente con este análisis y conclusión, partiendo de la base que
Morata compra y recibe por Cieri, la jueza arribó a la conclusión de que se
encontraba acreditado los extremos del caso “Faraig”, razón por la cual rechazó
la demanda en contra de Bremen (fs. 2031 vta.).
b. Al amparo, del motivo formal de casación (art. 468 inc. 2° del CPP),
el recurrente se queja de que se ha valorado la prueba en violación al principio de
la sana crítica racional, de la ausencia de fundamentación y contradicción al
valorar la prueba (fs. 2032).
Destaca, que la a quo le ha otorgado valor convictivo a muchos pasajes
de la declaración del imputado, sosteniendo que Franco Morata reconoció haber
comprado para sí y no para su abuela, empero inexplicablemente respecto a la
situación de Bremen, le restó dicho valor. Transcribe fragmentos del decisorio
que considera pertinentes. Según el recurrente se advierte con meridiana claridad
la contradicción en el razonamiento al momento de valorar la prueba confesional,
pues la misma declaración tiene valor convictivo para algunos puntos a resolver,
pero no la tiene para otros puntos (fs. 2032 vta.).
También, cuando la sentenciante afirmó que la Sra. Cieri, “…ella jamás
pretendió comprar para sí y menos ese tipo de vehículo, siendo absurdo pensar en
eso…” (fs. 2032 vta.).
Aclara, que no existe motivo válido, ni lo ha expresado la a quo para
restar valor a ambas confesiones judiciales. Afirmó, que existen otras pruebas
independientes que acreditan que los hechos han tenido un alcance diferente al
que le asigna la a quo (fs. 2032 vta./2033).
Según el recurrente, se encuentra acreditado con otras pruebas que
confirman la veracidad de las confesiones de Franco Morata, y el testimonio de
Carmela Cieri, en cuanto a que ésta jamás pretendió comprar el vehículo (fs.
2033).
Es así, que del testimonio del policía Jordan, surge que “…la señora
Cieri en ningún momento ofreció reparo y ni ella misma sabía que era titular
registral de un vehículo, del que nunca había visto el título… estuvo hablando
con la abuela del acusado y le comentó que había ido Franquito y le había hecho
firmar unos papeles pero ella no tenía idea de lo que había firmado.
Seguidamente manifestó espontáneamente ‘pensionada, con un Mini Cooper’?”
(fs. 2033).
Por su parte, la informativa de Bremen Motors SA (fs. 395/410) y Copia
de la factura n° 0006-00001200, cuya incorporación fue objetada por su parte,
que fue rechazada, para luego ser incorporada (fs. 2033 y vta.).
Estas dos pruebas, omitidas por la a quo, más la confesión de Morata y el
testimonio de Cieri, se extrae que nunca existió la venta y tradición a Cieri, y que
Bremen entregó el vehículo a Morata sin razón alguna para que circulara. Pese a
que Bremen tenía las herramientas a su alcance para hacer cesar la circulación de
un vehículo sin inscripción, no lo hizo, y liberó un vehículo en forma irregular
sin entregarlo a quien sostuvo fue la compradora sino a un tercero. No cumplió
con las leyes anti evasión y anti lavado de dinero, aceptando dinero “en negro”
de un tercero y sin seguir los circuitos legalmente establecidos para recibir pagos
(fs. 2033 vta.).
Por estas razones, considera que la conclusión de que Cieri compró el
vehículo y que Morata lo recibió por ella como lo sostiene la a quo, carece de
todo fundamento, lo cual vicia la decisión de rechazar la demanda en contra de
Bremen (fs. 2034).
c. Cuestiona la subsunción legal, pues a su ver, ha quedado acreditado
que Cieri nunca realizó la operación de compraventa y que lo único que la
vincularía al vehículo embistente es una factura emitida unilateralmente por
Bremen, quien justamente es la única que se beneficia con la existencia de dicho
documento. También se encuentra comprobado que quien hizo todo fue Morata,
sin el consentimiento de Cieri, e incluso con plata propia (fs. 2034 vta.).
Reproduce la normativa civil que considera aplicable. Sostiene, que sin
dar razones, la sentenciante ha equivocado su apreciación cuando sostiene que la
posesión de Morata era de Cieri (fs. 2034 vta.).
Aclara que para comprar un vehículo por el valor de que se trata y hacer
el pago válidamente por otro, Franco Morata necesitaba un poder especial y
Bremen para receptarlo debió cumplir con la legislación vigente al efecto. No
sólo no está acreditado, sino que Cieri ha negado el hecho de haber comprado
ella y Morata ha negado haber comprado para Cieri. Bremen en su informe
reconoció que le vendió a Morata y que la operación la facturó a nombre de
Cieri. Es decir toda la operación era claramente conocida para Bremen. Para
tomar posesión hace falta tradición. No se ha acreditado que haya habido
tradición de Bremen a Cieri, a quien, según Bremen fue facturado el Mini
Cooper. Tampoco se ha probado la previsión del art. 2394 del CC, más aún
Bremen sabía y Franco Morata lo reconoció expresamente, que este último
compró el Mini Cooper, pero que a la hora de producirse la documentación
aparece como un tercero ajeno, lo cual fue consentido por Bremen. Lejos de
existir la ratificación –que si bien no es un acto formal- a que refiere el art. 2498,
Carmela Cieri, negó haber encomendado a Franco Morata que compre un Mini
Cooper para ella, y menos aún tener la posesión reconociendo la tenencia en su
nieto (fs. 2035 vta.).
Señala otra contradicción, en cuanto la sentenciante dijo “…no negaron
en ningún momento que Bremen Motors no detentara la posesión”, y
contrariamente a lo afirmado, esta firma tuvo la posesión del vehículo pues es el
poseedor originario y se sostuvo que nunca hizo tradición de la cosa a Cieri, ni a
otro, de lo que se concluye que Bremen Motors si detentaba la posesión (fs.
2036).
Se encuentra acreditado que: a la fecha del hecho el vehículo no estaba
inscripto en el Registro respectivo. La segunda conclusión también es
indubitable: no existió entrega de la posesión, pues no se ha acreditado la
tradición a la persona que según Bremen se le habría vendido el vehículo, y por
lo tanto, ni en los términos de la ley civil (art. 2412 y régimen explicado para el
caso de vehículos 0 km no registrados), ni en los términos del dec. 6582, se ha
demostrado que haya existido en cambio de titularidad (fs. 2036).
Manifiesta, que Bremen esgrimió como defensa que Morata circulaba
con la inscripción provisoria o un permiso para ello, lo que no es eximente de
responsabilidad (fs. 2036).
Por lo expuesto, sostiene que la inscripción provisoria como mera
autorización para circular no implica cambio de titularidad, por lo cual Bremen
debe responder como dueño por ambos regímenes (fs. 2037).
El vehículo en cuestión a la fecha del hecho no se encontraba en período
de inscripción y no contaba tampoco con placas provisorias. En efecto, no se
cumplimentaron las normas legales y tampoco las normas técnico registrales al
efecto de la entrega del bien, y por tanto, Bremen no pudo válidamente hacer
entrega del vehículo al adquirente, destacando a todo evento que tampoco lo
entregó al adquirente, sino a un tercero (fs. 2037).
Resalta, que lo que está en juego no es cualquier valor, sino que es la
vida y la salud de una persona, la de Gonzalo Sánchez Márquez (fs. 2037 vta.).
Cita doctrina que a su ver avala su postura (fs. 2037 vta./2039).
Por todo lo expuesto, solicita que se case la sentencia recurrida y
proceda a hacerle lugar, con costas en ambas instancias, haciendo extensiva la
condena in sólidum a Bremen Motors SA, ya sea en forma alternativa en caso de
que se considere que era titular dominial y no Cieri, ya sea en forma conjunta por
considerar a ésta última titular del bien y a Bremen como guardián legal pues
tuvo la guarda y no entregó el vehículo en legal forma (fs. 2039).
III. La simple lectura de los tres embates, revelan que contienen un
gravamen común, el rechazo de la demanda en contra de Bremen SA,
acompañando un esquema argumental similar.
a. Cabe aclarar, que la codemandada civil Carmela Cieri, si bien invocó
el motivo formal de casación, entremezcla argumentos que se dirigen a
cuestionar por un lado la fundamentación de la sentencia lo que es propio de la
causal alegada y por la otra la errónea aplicación de la ley sustantiva pues
consideró que resultaba aplicable al caso el régimen de la propiedad de las cosas
muebles.
Con arreglo a lo dispuesto por el art. 474 del CPP, para ser formalmente
admisible (art. 455 ib.) el recurso de casación debe estar debidamente fundado, lo
que importa la presentación del motivo invocado con sus fundamentos. Tal
exigencia impone la obligación del desarrollo sustancial del motivo o agravio
invocado, es decir, expresar las razones que sustenten adecuadamente el error de
derecho o el vicio anulatorio y con respeto a los argumentos vertidos en la
resolución recurrida (T.S.J., Sala Penal, "Flores", A. Nº 88 del 19/12/84;
"Quiroga", A. Nº 96 del 18/09/96; "Gramajo"; A. Nº 57 del 24/3/98; "González".
A. Nº 76, 1/4/98; "Salomón", A. Nº 93, del 27/4/98, entre muchos otros).
Ello significa que quien impugna, más allá de indicar el motivo casatorio
a través del cual recurre, debe acotar con precisión los agravios sufridos y dotar a
cada uno de ellos de la argumentación congruente con la naturaleza del vicio
invocado. Es que el recurso debe bastarse a sí mismo, pues en el juicio de
casación, la vigencia del principio "iura novit curia", es de aplicación restringida.
Los defectos de interposición no pueden ser suplidos por este tribunal, pues le
está impedido por la limitación de su propia competencia excepcional (de la Rúa,
Fernando "La Casación Penal", ed. Depalma, Buenos Aires, 1994, p. 231). Sólo
se lo ha aceptado, en aquellos casos que permiten superar errores de encuadre
legal entre las distintas causales de un mismo recurso (T.S.J., Sala Penal,
"Aguirre Domínguez", S. n° 76, del 11/12/97) es decir, cuando de los
fundamentos esgrimidos, surge inequívocamente que se recurre por otro motivo
(T.S.J., Sala Penal, "Guizzoni" S. n° 61, 31/10/97; "Gómez" S. n° 157, 18/12/98)
pero tal flexibilización requerida por el impugnante, opera sólo cuando se respete
el requisito de concordancia ya enunciado.
Esto último no ha ocurrido en el sub júdice, pues bajo el motivo formal
de casación, el impugnante se agravia de la vulneración a los principios de
contradicción y razón suficiente, desarrollando en forma entremezclada, tanto
argumentos vinculados al motivo formal que invoca, como concordantes con el
motivo sustancial. En efecto, esta deficiencia se advierte pues en ciertos párrafos
sustenta su crítica al fallo, propugnando que el “importador” o “fabricante”, es el
poseedor del automóvil 0 km hasta tanto no se haga la inscripción, y que su
propiedad se transmite con la “tradición inscriptora”, lo que evidencia un agravio
propio del motivo sustancial.
b. Régimen de dominio aplicable a los automóviles 0 km que aun no
han sido inscriptos en el Registro Nacional del Propiedad del Automotor-
Los tres recurrentes, plantean la errónea aplicación del régimen civil
común al caso.
Esta Sala ya ha tomado posición respecto al problema traído a examen
por los recurrentes, esto es, el régimen de dominio a que se encuentran
sometidos los vehículos que aún no han sido inscriptos en el Registro de la
Propiedad Automotor. Y concretamente sobre la responsabilidad civil de los
automotores 0 Km. que aún no fueron inscriptos. No se trata, vale aclarar, de la
omisión de inscribir la transferencia del automóvil -existiendo un titular registral
anterior-, sino de la ausencia de toda inscripción, incluso la inicial.
En el precedente "Faraig" (TSJ, Sala Penal, S. n° 22, 7/04/2000) seguido
luego por “Bombén”(T.S.J., Sala Penal, S. n° 75, 1°/09/00), se dijo que
tratándose de vehículos no registrados, es desacertada la invocación del decreto
ley 6582/58, toda vez que precisamente dicha normativa regula el régimen
registral aplicable a los automotores, y nada dice del régimen al que están
sometidos aquellos que no han sido aún inscriptos.
Se agregó que autorizada doctrina señalaba que ni siquiera al dictarse el
decreto se previó “un verdadero sistema de derecho transitorio respecto a la
propiedad de los automotores para el lapso que va desde la vigencia del mismo
(mayo de 1958) hasta su real aplicación...” (LLOVERAS COSSIO, Ricardo y
MOISSET DE ESPANES, Luis, “La propiedad de los automotores”, JA Doctrina
1973, pág. 561).
Por ello es que la normativa registral no comienza a tener aplicación sino
hasta que se efectúa la venta del automotor al primer usuario. “Ni el
fabricante, ni el importador, ni los concesionarios o intermediarios, están
obligados a inscribir -lo que significa que la cosa todavía no está sometida al
régimen especial-; sin embargo son dueños del vehículo y su propiedad deberá
juzgarse por las disposiciones del viejo régimen del Código Civil, aplicables a
las cosas muebles en general...” (MOISSET DE ESPANES, Luis,
“Responsabilidad civil en materia de accidentes de automotores”, Rubinzal-
Culzoni, 1986, págs. 35/36).
Asimismo, de los artículos 20 inc. “e” y 32 del decreto puede extraerse
que es el primer adquirente quien debe solicitar la inscripción, que antes de la
venta al público el vehículo no está sometido a dicho trámite, y que entonces sólo
puede circular excepcionalmente munido de placas provisorias. Señala el autor
referido que de este modo se evidencia cómo la inscripción constitutiva va unida
al uso del vehículo, puesto que es esta circunstancia la que lo saca del inicial
circuito de comercialización, y lo incorpora al parque automotor (ob.cit., págs.
38/39).
En síntesis, de lo arriba expuesto puede concluirse que los vehículos no
inscriptos en el Registro Nacional de la Propiedad Automotor, no están
sometidos al régimen del decreto ley 6852/58, y por ello la cuestión referida a su
dominio debe regirse según las disposiciones generales del Código Civil para las
cosas muebles.
Ahora bien, determinado el régimen legal aplicable para este tipo de
cosas, debemos despejar cómo se adquiere la propiedad de las cosas muebles
según la normativa civil común. El art. 2601, determina a la tradición traslativa
de la posesión como el modo válido de la adquisición del dominio de las cosas
(art. 2601 CC). La tradición importa un desplazamiento material, pero al mismo
tiempo, opera un efecto ideal de trasladar y transmitir. Desde un punto de vista
estrictamente jurídico, la tradición consiste según la generalidad de los autores,
en el traspaso de la posesión de una cosa hecho por un sujeto transmitente a favor
de otro que recibe, con la finalidad de transmitirle algún derecho sobre dicha
cosa (BUERES, Alberto – HIGHTON, Elena, “Código Civil”, T. 5 A, Ed.
Hamurabí, Bs. As., 2004, pág. 603).
En cuanto a la posesión, el artículo 2351 del Código Civil, define: “habrá
posesión de las cosas, cuando alguna persona, por sí o por otro, tenga una cosa
bajo su poder, con intención de someterla al ejercicio de un derecho de
propiedad”. Retoma así la clásica composición de dicha figura en base a dos
elementos: el corpus y el animus domini.
El primero consiste en la mera tenencia o detentación física de la cosa,
mientras que el segundo importa “no reconocer en otro un señorío superior en los
hechos” (MARIANI DE VIDAL, Marina, “Código Civil y normas
complementarias. Análisis doctrinario y jurisprudencial”, dirigido por Alberto J.
Bueres, Hammurabi, 1997, T. 5, pág. 94; CFA. jurispr. Cit. “Faraig”), con total
prescindencia incluso del eventual conocimiento de la ilegitimidad del título por
el cual o la forma en que se posee.
c. Solución del caso:
Establecido el régimen legal aplicable al caso, cotejados los términos por
los que la sentenciante eximió de responsabilidad civil a Bremens Motors, arribo
a la conclusión que la decisión se encuentra ajustada a derecho.
Es que, aplicando la doctrina que sostiene esta Sala al respecto, la
importadora o concesionaria al tiempo del accidente ya no detentaba la calidad
de dueña o guardiana de la cosa (en este caso el vehículo 0 km), pues ya la había
transmitido a Cieri.
Tal como lo afirmó la a quo, hasta la primera inscripción rige el régimen
general de las cosas muebles, por lo que la tradición traslativa de la posesión es
el modo válido de adquisición del dominio.
La tradición tuvo como causa un contrato de compraventa celebrado
entre ésta y la concesionaria Bremens Motors. Con lo cual ante el pago del precio
pactado por el vehículo por parte del comprador, el vendedor no tenía más
obligación que entregar el objeto de dicha transacción -el automotor- (art. 1323
CC).
Y en este caso, la tradición operó con la entrega del automotor 0 Km,
con el pago del dinero, realizado a través de Morata pero a nombre de Carmela
Cieri, quien asumió en definitiva la calidad de dueña de la cosa.
La tesis propuesta por el recurrente, en cuanto tilda al fallo recurrido de
crear un sistema intermedio, es la que crea esa situación. Ello así, desde que
desde su postura implicaría tomar algunas disposiciones del decreto 6582/58 y de
la ley civil común, lo cual no es posible, pues conlleva acogerse a un sistema
jurídico en la parte que favorece el requirente y rechazarlo en la que le es
desfavorable (CSJN, Fallos 307-293; 271-124; 292-404, entre otros; TSJ, Sala
Contencioso Administrativa, S. n° 9/1993, “Yasuka c/ Caja...”, entre otras). En
tanto, la solución aplicada por la a quo siguiendo el precedente de esta Sala,
establece un claro deslinde de normas aplicables para un mismo objeto, pero que
varía su condición dependiendo si el automóvil no ingresó al circuito de los
inscriptos, es una cosa mueble y en consecuencia se rige por la normativa para
esta clase de efectos; en tanto, a partir de la primera inscripción, se aplica el
régimen previsto en el decreto ley 6582/58.
d. Fundamentación probatoria de la tradición del vehículo.
1. Los recurrentes cuestionan la fundamentación probatoria de la
tradición del vehículo a favor de Cieri, pues consideran que no se encuentra
acreditada, razón por la cual Bremen Motors es quien conserva la posesión de la
cosa y por ende debe responder por ser el propietario.
Se ha sostenido invariablemente, en materia en numerosos precedentes
que la valoración de una sentencia condenatoria basada en prueba indiciaria,
exige una consideración conjunta y no un examen separado o fragmentario,
puesto que la meritación independiente de cada indicio desnaturaliza la esencia
que es inherente a este tipo de prueba (T.S.J., S. n° 45, 29/7/98, “Simoncelli”;
A.I. n° 205, 11/8/98, “Capdevila”; A. nº 49, 4/3/99, “Galeano”; A. n° 109,
5/5/00, "Pompas"; A. n° 517, 19/12/01, "Carnero"; A. n° 95,18/4/02,
"Caballero"; S. n° 97, 29/9/03, "Paglione"; S. nº 112, 13/10/2005, “Brizuela”;
entre muchos otros).
Así también lo ha dicho el más Alto Tribunal de la Nación: “cuando se
trata de una prueba de presunciones... es presupuesto de ella que cada uno de los
indicios, considerados aisladamente, no constituya por sí la plena prueba del
hecho al que se vinculan -en cuyo caso no cabría hablar con propiedad de este
medio de prueba- y en consecuencia es probable que individualmente
considerados sean ambivalentes” (C.S.J.N., “Martínez, Saturnino”, 7/6/88, Fallos
311:948; cfr. T.S.J., Sala Penal, Sent. nº 45, 28/7/98, “Simoncelli”; A. 32,
24/2/99, “Vissani”, A. n° 520, 26/12/01, "Luna"; A. n° 176, 7/6/02, "López"; A.
n° 1, 2/2/04, "Torres", S. nº 112, “Brizuela”, 13/10/2005; entre muchos otros).
2. En autos obran las siguientes probanzas:
* La factura de compra de la concesionaria, expedida a nombre de
Bremens Motors.
* El pago del precio por parte de Cieri a través de su nieto Franco
Morata.
* La solicitud de placas provisorias efectuada en el Registro Seccional
N° 3 de Capital Federal, cuya incorporación no ha sido objetada, ni argüida de
falsa. La a quo, explicó que tal solicitud era indispensable para realizar el trámite
de inscripción según la reglamentación sobre esta clase de vehículos (importados
O km). También, se requería que cuando el certificado de importación no esté a
nombre de quien resulta adquirente, se exigía, la presentación de la factura de
compra del automotor. Además de ello, tal como lo afirma la a quo, a fin de
realizar este trámite en un domicilio diferente, debió también presentar el
documento personal, para acreditar su identidad y su domicilio. Por tanto, la
presentación de dicha factura a nombre de Cieri a fin de obtener las placas
provisorias, resultaba un elemento de prueba de peso a fin de tener por acreditado
la adquisición del vehículo por parte de Cieri.
* La entrega del vehículo a Cieri, y la calidad de simple tenedor y
guardián a Morata, quien a la postre resultaba ser su nieto. Morata recibió de
Bremen Motors el juego de llaves y las chapas provisorias otorgadas por el
Registro a nombre de su abuela Carmela Cieri.
* Franco Morata, fue quien desde la entrega del vehículo, lo tuvo bajo su
guarda es decir bajo el poder de hecho.
* La diligencia judicial efectuada meses después de la adquisición del
rodado, por el codefensor de Morata –Dr. Alejandro Dragoto- invocando el
mandato de la Sra. Cieri, para trasladar el vehículo.
* La inscripción en el Registro de la Propiedad del Automotor n° 5 de
esta ciudad, en el mes de octubre, meses después del siniestro, a nombre de
Carmala Cieri, para simultáneamente hacer la transferencia a Bernardi (novia de
Morata).
El análisis en conjunto de todas estas probanzas, llevan a la conclusión
sin duda alguna de que Bremen había hecho tradición de la cosa a Carmela Cieri,
quien recibió el vehículo con el ánimo de poseerlo, entregando la guarda a su
nieto Franco Morata.
Los recurrentes en forma coincidente, construyen su gravamen sobre la
base de que Morata fue quien recibió el Mini Cooper, en tanto Cieri fue ajena a
dicha tradición, por lo que la entrega de la cosa por parte de Bremen no se
perfeccionó. Empero, su ataque se sustenta teniendo en cuenta solo en la entrega
material, sin reparar en otros actos que acreditan que Morata recibió en nombre
de Cieri el rodado en cuestión.
La recepción en manos de Morata, no es más que un obrar que responde
a un mandato. El contrato de mandato es aquel en virtud del cual se encarga a
alguien la realización de actos jurídicos por cuenta y orden del mandante, con o
sin representación (Cfr. “BUERES, Alberto – HIGHTON, Elena, “Código Civil”,
T. 4 D, Ed. Hamurabí, Bs. As., 2004, pág. 209). El mandato puede ser expreso o
tácito. El art. 1874 del CC, estipula que “El mandato tácito resulta no sólo de los
hechos positivos del mandante, sino también de su inacción o silencio, o no
impidiendo, pudiendo hacerlo, cuando sabe que alguien está haciendo algo en su
nombre”. Esta norma se completa, con el art. 1935, que estipula “La ratificación
tácita del mandante resultará de cualquier hecho suyo que necesariamente
importe una aprobación de lo que hubiese hecho el mandatario. Resultará
también del silencio del mandante, si siendo avisado por el mandatario de lo que
hubiese hecho, no le hubiere contestado sobre la materia”. Y el art. 1936, “La
ratificación equivale al mandato”.
Repárese que la factura estaba a nombre de Cieri, la patente provisoria
también fue requerida a su nombre con la presentación de la documentación
personal. La misma demandada reconoció ante el policía Jordán (fs. 1786), que
“Franquito le había hecho firmar unos papeles pero ella no tenía idea de lo que
había firmado”. Empero, también Morata acompañó el DNI de la abuela para
realizar el trámite a fin de que se entreguen las patentes –cuestión que tuvo por
acreditada la a quo y no ha sido controvertido por los recurrentes-, difícilmente
hubiera tenido acceso a ella sin que la mujer lo haya entregado voluntariamente,
con lo cual la falta de conocimiento de ello no puede ser alegado por ella. Es que
nadie puede alegar en su beneficio su propia torpeza, y así lo dispone el art. 929
CC, “el error de hecho no puede alegarse cuando la ignorancia del verdadero
estado de las cosas proviene de una negligencia culpable”.
Es más, si la recepción del vehículo hubiera sido sin su consentimiento,
argumento traído por la demandada Cieri, sus actuaciones posteriores lo
contradicen. Ello así, pues después de ocurrido el siniestro, y ya enterada de ello,
además de que su abogado realizó por mandato de ella, invocando su calidad de
propietaria, el traslado del Mini Cooper, y por último lo que patentiza su ánimo
posesorio, fue la inscripción en el registro del automotor después de cinco meses
de haberlo adquirido. Estos últimos actos positivos, acreditan la ratificación del
mandato otorgado a Morata a fin de que perfeccionara la tradición del vehículo.
En síntesis, el hecho de que obra una factura de compra a nombre de
Carmela Cieri, a lo que se suma el pago del precio pactado efectuado a través de
Morata, los trámites previos efectuados a la solicitud de las placas provisorias a
su nombre, el otorgamiento de dicha placas a su nombre, la recepción del
vehículo por parte de Morata a nombre de Cieri -la permanencia de la guarda en
manos de Morata-, las acciones positivas ejecutadas con posterioridad a la
producción de las lesiones -el mandato otorgado a su letrado invocando su
calidad de propietaria-, y la inscripción a su nombre. La suma de todas estas
probanzas necesariamente nos llevan a concluir que Cieri, se comportó siempre
como propietaria del vehículo 0 km, aún cuando Morata haya recibido y tenido el
Mini Cooper, pues éste obró con un mandato tácito que luego fue ratificado por
ella. Razón por la cual, teniendo por acreditada la tradición de la cosa, cesó la
responsabilidad civil de Bremen Motors –concesionaria- como dueña o guardiana
del 0 km –tal como fue demandada-.
Por último, respondiendo al argumento traído por la demandada Cieri en
cuanto a la violación del principio de congruencia, al haberla condenado a ella
como propietaria del vehículo, habiendo sido demandados tanto a Bremen
Motors SA y a ella con la misma calidad, resulta formalmente inadmisible.
Al respecto, debe señalarse que la ley procesal, al exigir que el recurso
de casación se presente cada motivo con sus fundamentos bajo sanción de
inadmisibilidad (art. 455, C.P.P.), impone el desarrollo sustancial del motivo o
agravio invocado, es decir, del fundamento de la impugnación.
Ello significa que se debe razonar críticamente sobre las
argumentaciones efectuadas por la a quo y explicar así en qué consiste el vicio
que se le atribuye a la sentencia (T.S.J., Sala Penal, A. n° 16, 18/3/96, "Zabala";
A. nº 57, 24/3/98, “Gramajo”; A. n° 67, 18/3/99, "Quiroga"; A. n° 327, 11/10/00,
"Guardatti"; A. n° 47, 23/2/01, "Moyano"; entre muchos otros).
Ahora bien, la debida fundamentación del recurso no se evidencia
cuando se ignoran, parcializan o modifican los argumentos dados en la
decisión para arribar a la conclusión objetada. Es que, todo recurso es una
impugnación que no puede prescindir de los fundamentos del acto recurrido
y, por lo tanto, es respecto de ellos que deben esgrimirse los defectos
susceptibles de conmover su validez. De lo contrario, en la medida en que los
fundamentos proporcionados por el Tribunal de juicio resultan obviados, carecen
de embate recursivo y devienen incólumes, adquiriendo la consolidación
propia de la cosa juzgada (T.S.J., Sala Penal, "Sosa", A. nº 316, 4/10/2000;
"Orellano", A. nº 364, 9/11/2000; A. n° 2, 7/02/06, "Agreda").
La deficiencia aludida se verifica con respecto a este agravio, ello así
desde que frente a su planteo, la a quo consideró que “El defecto que señala el
patrocinante de la curadora provisoria de la codemandada Cieri, en cuanto a que
el actor en algún tramo de su alegato le otorgó la calidad de titular registral, no
invalida la demanda. En efecto, su pretensión en contra de Cieri como dueña de
la cosa riesgosa como fundamento de su pretensión resultó clara y ninguna duda
a efectos del ejercicio de la defensa pudo generarle la mención de aquélla
calidad” (fs. 1934 vta.).
La razón brindada por la a quo a fin de descartar el planteo formulado
por el ahora recurrente, no fue por éste debidamente rebatida, lo que deja sin
sustento su gravamen. Es que, a los fines de una debida fundamentación, si su
gravamen era la vulneración al principio de congruencia, entre lo resuelto y lo
demandado, el quejoso debió argumentar procurando demostrar que las razones
proporcionadas en el fallo resultaban indebidas, debió indicar cómo se
encontraba vulnerado su derecho de defensa, desde que la demanda formulada en
contra de su parte en carácter de propietaria del vehículo en cuestión fue de
manera subsidiaria, por tanto siempre contó con la posibilidad de oponer
defensas.
Así voto.
La señora Vocal doctora María Esther Cafure de Battistelli, dijo:
La señora Vocal preopinante da, a mi juicio las razones necesarias que
deciden correctamente la presente cuestión. Por ello adhiero a su voto,
expidiéndome en igual sentido.
La señora Vocal doctora María de las Mercedes Blanc G. de Arabel , dijo:
Estimo correcta la solución que da la señora Vocal Dra. Aída Tarditti,
por lo que adhiero a la misma en un todo, votando, en consecuencia, de igual
forma.
A LA TERCERA CUESTIÓN
La señora Vocal doctora Aída Tarditti, dijo:
I.a. Contra la misma decisión, y con invocación del motivo formal de
casación (inc. 2° del art. 468 CPP), la actora civil, dirige su crítica hacia la
fundamentación del rechazo de los rubros gastos médicos pasados y futuros, que
tilda de aparente (fs. 2039).
El impetrante sostiene que se ha acreditado (con documental,
informativas y periciales) la extensión del daño, demostrando todos los gastos
que se efectuó y los que en el futuro se deberán realizar (fs. 2039/2040).
Reproduce un fragmento de la sentencia que considera pertinente (fs.
2040). Señala, que la juzgadora para rechazar estos rubros, ha presupuesto la
existencia de una obra social y que los mismos fueron o deberán ser afrontados
por dicha obra social. La a quo, declaró la improcedencia del mismo bajo la
premisa de que, existiendo una obra social de por medio, nada permitiría concluir
que la misma no asumiría los gastos reclamados (fs. 2040).
Según el recurrente, la conclusión resulta errónea porque la obligación de
reparar el daño causado por un hecho ilícito recae sobre el autor del mismo y de
quienes resulten obligados, quienes deben hacerse cargo de la reparación integral
de los perjuicios sufridos por Sánchez en virtud del accidente de tránsito (fs.
2040).
La circunstancia de que el padre de la víctima posea obra social, cuya
cobertura resulte extensiva a su hijo, no puede constituir una valla a la reparación
integral del daño causado, así como tampoco puede condicionar su procedencia a
la diabólica prueba de tener que acreditar que la obra social, en particular en un
futuro, no cubrirá las prestaciones reclamadas. No puede sujetarse la pretensión
resarcitoria del actor civil, al solo hecho de gozar actualmente de cobertura de
salud, por cuanto a nadie escapa que las obras sociales, muchas veces no cubren
determinados rubros o en algunos casos, la totalidad de las prestaciones.
También es una realidad, que nada le confiere a su padre la seguridad de que su
hijo gozará de dichas prestaciones en el futuro. Por otro lado, no puede
destacarse la posibilidad de que el progenitor de Nicolás, por cualquier motivo se
desvincule de su empleador, extinguiéndose en consecuencia la cobertura de
salud, en cuyo caso, debería afrontar de su propio peculio los gastos médicos (fs.
2040 vta.).
b. Desde otro costado, denuncia la errónea aplicación del art. 1086 CC, a
los efectos del resarcimiento de los daños causados por el hecho ilícito o por el
cuasidelito, es menester acreditar la existencia del hecho, los daños y el nexo
causal adecuado (fs. 2040 vta.).
No le debe importar al sentenciante ni al obligado al pago el destino de
los fondos, ni si existe un tercero que se haga cargo de los mismos (fs. 2041 y
vta.). Cita jurisprudencia que avala su tesis.
La atribución de responsabilidad es clara, recae en cabeza de personas
civilmente demandadas y sindicadas como responsables. Los gastos que se
reclaman se encuentran suficientemente acreditados en autos, nada permite
eximir a los demandados de estos rubros.
Por todo lo expuesto y la corrección de los vicios apuntados es que
deberá hacer lugar a los rubros gastos médicos pasados y futuros, más allá del
destino de los fondos o de la existencia de una cobertura médica (fs. 2041 vta.).
II. El Tribunal a quo, al fundar el rechazo parcial de la demanda de los
gastos médicos y asistenciales, en cuanto a los pasados, lo hizo sobre la base de
que todos los gastos fueron afrontados por la Obra Social, o están facturados al
nombre de ésta. Hizo lugar a los que fueron acreditados mediante las respectivas
documentales que fueron abonados por el actor –alquiler de artículos de
ortopedia, consulta de distintas especialidades médicas-. En cuanto a los gastos
futuros, la juzgadora solo hizo lugar a los colaterales, consistente en la
contratación de personal doméstico para la atención permanente que la víctima
requerirá. El resto, fue rechazado en virtud de que no fueron probados (fs. 1938 y
vta.).
III.1. La cuestión traída a estudio, reside en si resulta procedente los
gastos terapéuticos pasados a favor de la víctima, cuando éstos ya fueron
efectuados por la obra social; y respecto de los futuros por cuanto no se acreditó
que la obra social no los cubriría.
2. La indemnización por el daño causado cuando éste haya producido un
detrimento patrimonial perjudicial, tiene por objeto la reparación de la víctima -
en cuanto sea factible- al mismo estado patrimonial en que se encontraba antes
de producirse el evento dañoso.
Ha expresado la doctrina y la jurisprudencia que en su virtud, quien
resulte jurídicamente responsable debe indemnizar, en principio, la totalidad del
daño causado por el acto ilícito, con las limitaciones legales que circunscriben la
responsabilidad al daño previsto o previsible y a la situación pecuniaria de los
interesados (C.C., 907 y 1069), sin que esto implique un enriquecimiento sin
causa.
Es por ello que el daño debe apreciarse en cada caso concreto, teniendo
en cuenta no sólo las consecuencias perjudiciales que derivan del acto ilícito,
sino también de las beneficiosas que pueden surgir del mismo. De esta
confrontación, a la que se le asigna generalmente la denominación de
"compensación de beneficios", que difiere del concepto técnico que alude a la
extinción de las obligaciones (C.C., 818 y sig.), ha de derivar el perjuicio
efectivamente causado objeto de la reparación pecuniaria.
¿Se encuentra justificada toda compensación de ventajas y perjuicios o
solamente aquellas que emanen del acto mismo? Resulta evidente que sólo se
acepta la que reconoce como causa el acto ilícito, la que tiene aptitud aminorante
de las consecuencia perjudiciales que el hecho produce y no aquélla que resulte
ocasionalmente del acto.
En consecuencia, existe la posibilidad legítima de que la víctima obtenga
un beneficio patrimonial que tenga otro origen causal ajeno al hecho mismo, el
que no puede ser invocado por el obligado para atemperar o excluir el alcance de
su responsabilidad (Cfr. T.S.J., Sala Penal, "Solini", S. nº 5, del 30/3/90; Orgaz,
Alfredo "El daño resarcible", ed. Lerner, p. 186/190).
En cuanto a los gastos terapéuticos, -que en el caso fueron demandados
como médicos y asistenciales-, son resarcibles en razón del artículo 1086 del
Código Civil, pues son destinados a devolver a la víctima su integridad
psicofísica, menoscabada a raíz del hecho ilícito. En cuanto tales, con acierto se
ha enseñado que debe reconocerse la facultad de lograr cuanto sea preciso para
recuperar la salud o la incolumidad dañada, atendiendo a tres aspectos: su
finalidad (terapéutica), la razonabilidad de las erogaciones que importen
(evitando abusos o excesos) y la vinculación causal con el hecho (Cfr. TSJ, Sala
Penal, S. n° 105, 3/9/99; “Ángelo”).
En coincidencia con los fundamentos expuestos por la a quo, respecto a
este tipo de erogaciones, cuando fueron cubiertas por una obra social ya sea total
o parcialmente ya no existiría daño a reclamar. Es que, “la víctima del accidente
no habría sufrido por ese capítulo un daño causado por el hecho, sin que quepa
alegar como tal el pago de las cuotas a la obra social ya que este desembolso
habría tenido lugar igualmente con prescindencia del siniestro y a fin de cubrir
un daño a la salud inclusive por una génesis distinta (causas naturales) de hechos
que imponen responsabilidad a terceros” (ZAVALA DE GONZALEZ, Matilde,
"Resarcimiento de daños", T. 2a, Hammurabi, Bs. As., 1990, pág. 126).
Con lo cual, la ausencia de legitimación sustancial de la víctima reside
en la cobertura de los gastos por la obra social y no el mero contrato afiliatorio
vigente con ésta.
La relación causal entre -el daño y el hecho- presente en toda la materia
resarcitoria, debe aquí apreciarse con cautela, a fin de evitar -so pretexto de
resguardos probatorios- denegar la reparación indiscutiblemente debida. Es que,
en cuanto daño futuro, resulta harto difícil obtener certeza acerca de su
acaecimiento seguro, por lo que sólo cabe exigir una probabilidad bastante: "no
procede condenar a resarcir un daño inexistente ni meramente posible, aunque
tampoco sea exigible una seguridad completa sobre su producción. Lo
primero entronizaría un enriquecimiento sin causa; lo segundo dejaría sin tutela
indemnizatoria perjuicios suficientemente ciertos dentro de una orientación
de probabilidad y verosimilitud" (ZAVALA DE GONZALEZ, ob.cit., T.3,
pág. 177, el resaltado nos pertenece; cfr., T.2a, pág. 104). Pero, a falta de ellas,
adquirirán vital importancia las presunciones hominis de daño. Éstas, como
válido medio probatorio, permiten proyectar el daño desde ciertos datos
objetivos, de modo tal que acreditándose la situación lesiva que constituye la
causa, el actor queda liberado de probar precisamente el daño (teoría de la carga
dinámica de la prueba; ZAVALA DE GONZALEZ, ob.cit., T.3, págs. 187/189).
En última instancia, se reconoce que en caso de duda, debe resolverse en favor
del damnificado (ZAVALA DE GONZALEZ, ob.cit., T.2a, pág. 104).
3. El marco conceptual desarrollado en el punto precedente, determina el
acierto de la a quo en rechazar los gastos médicos –pasados- ya cubiertos por la
obra social, pues de lo contrario sería propiciar un enriquecimiento sin causa.
Empero, no ocurre lo mismo respecto a los gastos futuros, desde que
exigir al actor de que pruebe que la entidad no se hará cargo de dichos gastos, es
razonar con el mismo esquema que se hizo para los gastos terapéuticos pasados,
lo que no resulta ajustado a derecho. Es que, en estos últimos, el daño para el
actor civil –en este caso la víctima- fue la erogación de los gastos médicos y
terapéuticos, que debió afrontar comprobándose que la mayoría de los
reclamados fueron abonados por la obra social, en tanto los que se acreditó que
no fueron cubiertos por la entidad la a quo los mandó a pagar. No obstante, en
los futuros, son los que al momento de la sentencia, aún no han sido pagados, por
tanto el daño no fue compensado, y entonces el actor civil tiene el derecho a
reclamarlos a quien se encuentre obligado al pago, correspondiendo en todo caso
a los demandados probar que esas erogaciones no se producirían porque las
afrontaría la obra social del familiar a cuyo cargo se encuentra la víctima por el
período tan largo de vida que no fue objetado (75 años).
Así voto.
La señora Vocal doctora María Esther Cafure de Battistelli, dijo:
La señora Vocal preopinante da, a mi juicio las razones necesarias que
deciden correctamente la presente cuestión. Por ello adhiero a su voto,
expidiéndome en igual sentido.
La señora Vocal doctora María de las Mercedes Blanc G. de Arabel , dijo:
Estimo correcta la solución que da la señora Vocal Dra. Aída Tarditti,
por lo que adhiero a la misma en un todo, votando, en consecuencia, de igual
forma.
A LA CUARTA CUESTIÓN
La señora vocal doctora Aída Tarditti, dijo:
I. Contra el mismo decisorio, el actor civil, censura el rechazo del rubro
de pérdida de chance y lucro cesante, por considerar que se trata de un mismo
rubro y una duplicación de reclamo (fs. 2041 vta./2042).
La a quo para rechazar el reclamo por el rubro pérdida de chance y
subsumirlo en el lucro cesante, incurrió en una errónea aplicación de los arts.
1068 y 1086 del CC (fs. 2042).
El recurrente, está de acuerdo en que la incapacidad no se trata de un
tercer género de reparación, por el contrario se identifica con el lucro
cesante, pero no así con la pérdida de chance que es diferente y responde a
criterios de procedencia distintos (fs. 2042).
Al concretar la demanda, solicitó también la pérdida de chances, por la
privación de oportunidades económicas debido a la incapacidad sufrida que le
impide no solo continuar en actividad (lucro cesante), sino adicionalmente
mejorar el rendimiento en la misma (fs. 2042).
Se sostuvo que Nicolás era un excelente alumno, antes del accidente se
encontraba cursando la carrera de medicina en la Universidad Nacional de
Córdoba, llevando sus estudios al día. Los informes y certificados, dan cuenta de
esta afirmación. Todo ello, permitía presumir con altas probabilidades de certeza
que de no haber acaecido el accidente, la víctima hubiera podido terminar sus
estudios, recibirse de médico, ejercer dicha profesión y continuar
especializándose en la rama de la medicina (fs. 2042 y vta.). Cita jurisprudencia.
Al cuantificar este rubro, lo hizo sobre los siguientes parámetros: el alto
porcentaje de incapacidad (100%), no obstante, por una actitud más mesurada en
el reclamo, era lógico considerar la expectativa en forma escalonada, es decir se
optó por ir con un incremento gradual sobre la edad productiva y hasta los 65
años. Teniendo en cuenta que la remuneración de un profesional aumenta
proporcionalmente a la antigüedad o experiencia en la profesión, tomó tres
remuneraciones diferentes las que incrementó en proporción a los diferentes
tramos. En base a estos parámetros, desarrolló el cálculo que estima que
corresponde hacer (fs. 2043).
No se explica cómo al demandar por chance, la juez entiende que se
reclamó lo mismo que fuera objeto de ponderación al tratar el lucro cesante, al
tratar circunstancias tales como ingreso estimado, porcentaje de incapacidad, y
tiempo que le resta de vida útil, etc. Es un error considerar que al haber efectuado
el cálculo de la indemnización tomando en cuenta algunos parámetros que
coinciden con los que se utilizan para obtener la indemnización por incapacidad
sobreviniente o lucro cesante, como ser el salario, edad y porcentaje de
incapacidad, permite concluir que se haya realizado idéntica operación (fs. 2043
vta.).
En definitiva, según el recurrente, el yerro de la a quo radica en que
consideró que el daño económico derivado de las lesiones causadas en virtud del
hecho ilícito del que fuera víctima Nicolás, solo puede ser reparado a título de
lucro cesante y no como chance perdida, por cuanto ambos rubros no pueden
coexistir (fs. 2043).
Sostiene que al momento de estimar la pérdida de chance, a los fines de
evitar la duplicidad de indemnización y el consiguiente enriquecimiento sin
causa de la víctima, el compareciente estableció un sistema de cálculo para dicho
rubro, mediante la cual fue descontado el monto a percibir en concepto de lucro
cesante (fs. 2044). Cita jurisprudencia.
II. Si bien, el recurrente denuncia una errónea interpretación del art.
1068 y 1089 del CC., en rigor su queja trasunta en la fundamentación del rechazo
del rubro pérdida de chance. Ello así, desde que sostiene que el sentenciante
consideró que este rubro ya fue demandado como lucro cesante futuro, empero
para el quejoso ello no fue así desde que en la demanda estos items fueron
diferenciados. Esta Sala ha dicho en reiteradas oportunidades que el recurso de
casación carece de sustento real cuando, el impugnante ignora, parcializa o
altera las circunstancias de la causa que tuvo en miras el Tribunal para llegar a
una conclusión fáctica o jurídica (T.S.J., Sala Penal, "Pereyra", A.I. 51, 16/3/98,
"Carreño", A. 30, 5/3/02, entre otros).
Es que, todo recurso es una impugnación que no puede prescindir de los
fundamentos del acto recurrido y por tanto, respecto de ellos, deben esgrimirse
los defectos susceptibles de conmover su validez ("Conci", A. n° 53, 18/3/98).
De lo contrario, en la medida en que los fundamentos proporcionados por el
tribunal de juicio resultan obviados, carecen de embate recursivo y han devenido
incólumes, adquiriendo la consolidación propia de la cosa juzgada (T.S.J.,
Sala Penal, "Pompas", A. Nº 412, del 18/12/98).
En efecto, según las constancias de autos, al concretar la demanda la
actora pidió la aplicación de la fórmula Brizuela de Cavagna. Para ello tuvo
en cuenta la edad de Nicolás a la fecha del hecho: 23 años, acreditada con la
partida de nacimiento, un ingreso equivalente a dos SMVyM: $ 3.680, como es
conteste la jurisprudencia y potenciado por 13 meses; la incapacidad psicofísica
del 100% de la Total Obrera, la fecha del hecho como fecha inicial y por un
periodo de 52 años. Afirma que de la incapacidad existe plena prueba, la víctima
es un gran inválido. Los testigos dijeron que era un excelente alumno,
practicaba deportes, por sus condiciones se esperaba lo máximo. Conforme a la
fórmula solicitada pidió por este rubro la suma de pesos seiscientos treinta y
cuatro mil con treinta y cuatro ($ 634.034,00) (fs. 1891 y vta.).
En cuanto a la pérdida de chance de oportunidad del damnificado de
incrementar sus ingresos en el transcurso del tiempo y que este rubro debe
tomarse al 100% porque la incapacidad es del 100% de la total obrera y del
150% de la total humana. El actor civil, refirió que Nicolás –víctima- tiene
posibilidad de realizar tareas sencillas de la vida diaria. Aclara que se ha tomado
como base el monto mínimo de sueldo de un médico que se desempeña en
Salud Pública, con 15 años de antigüedad y cuyo decreto regulador 1339/2009
establece que el salario básico más adicional por título es de $12.000. Que es
expectable que Nicolás tuviera como médico dicho ingreso. Dijo que
descontado de esa suma lo que se manda a pagar como lucro cesante, la
misma se reduce a $ 8.000. Considera como periodo de cálculo los años que le
restan hasta los 65 años en que accedería a la jubilación, pero dividido en tres
periodos. Hasta los 40 años de edad, adiciona la suma de $ 4.000. A mayor edad
existe la hipótesis de mejorar dicho sueldo, entonces de 41 a 50 años, adicional
de 6.000, de 51 a 65 adicional de $8.000. Que en un acto prudente de
determinación del monto, ya que escalona y aplicando la fórmula Brizuela de
Cavagna solicita en este concepto la suma total de pesos dos millones siete mil
trescientos cincuenta y ocho con veintitrés centavos ($2.007.358,23). Cita el
caso Picón.
El Tribunal hizo lugar al lucro cesante futuro y rechazó la pérdida de
chance, pues consideró que en este último rubro el actor civil peticionó aquello
que ha sido objeto de ponderación en lucro cesante (ingreso estimado, porcentaje
de incapacidad y tiempo que le resta de vida útil hasta los 75 años de edad).
Hacer lugar ambos, implicaría duplicar la indemnización por idéntico concepto,
provocando de tal suerte un enriquecimiento indebido al actor (fs. 1939 vta.).
El cotejo del término de la demanda, y los fundamentos del decisorio,
llevan a la conclusión de que su gravamen carece de sustento. Es que, el agravio
del recurrente reside en el rechazo de la demanda por pérdida de chance, empero
no repara en que la a quo hizo lugar a lo que él había demandado como pérdida
de chance, pero lo único que cambió fue el “nomen iuris”, para lo cual estaba
legalmente facultado. Ello así, por cuanto, el Tribunal no puede quedar atado
solamente al rótulo jurídico utilizado por las partes, desatendiéndose de los
hechos demostrados fehacientemente en la causa, porque si aquél no coincide
con éstos, su deber es proveer a la hipótesis fáctica y no a la definición técnica
empleada por los litigantes (Cfr. TSJ, Sala Civil, S. N° 108, 16/9/04, “Poratti
Ana M. C/ Héctor L. Gianre y otra – ordinario – Recurso de Casación”, entre
otros).
El quejoso, no asume que al demandar por pérdida de chance, lo hizo
sobre la base de un sueldo de un médico de la Municipalidad, que la juzgadora
tomó como parámetro para calcular el lucro cesante pasado, con lo cual tuvo por
probado el mismo perjuicio reclamado como pérdida chance, nada más que le dio
un mayor grado de probabilidad de su ocurrencia. Entonces, su verdadero
agravio no fue el rechazo de la pérdida de chance, sino las cifras tomadas por la a
quo como pautas a la hora de calcular la fórmula Brizuela de Cavagna, lo que no
fue refutado por esta vía.
Las razones brindadas, me llevan a concluir que su gravamen es
formalmente inadmisible.
Así, voto.
La señora Vocal doctora María Esther Cafure de Battistelli, dijo:
La señora Vocal preopinante da, a mi juicio las razones necesarias que
deciden correctamente la presente cuestión. Por ello adhiero a su voto,
expidiéndome en igual sentido.
La señora Vocal doctora María de las Mercedes Blanc G. de Arabel , dijo:
Estimo correcta la solución que da la señora Vocal Dra. Aída Tarditti,
por lo que adhiero a la misma en un todo, votando, en consecuencia, de igual
forma.
A LA QUINTA CUESTIÓN:
La señora vocal doctora Aída Tarditti, dijo:
I. En el mismo decisorio mencionado supra, se resolvió –en lo que aquí
interesa-: “…XI. Hacer extensivos los efectos de la presente sentencia a la
Compañía de Seguros "Berkley International Seguros" en los términos del art.
118 de la ley 17.418…” (fs. 338 vta.).
II.a. El apoderado de la citada en garantía Berkley Internacional Seguros
SA, Dr. Orlando José Moreno, interpone el presente recurso en contra de la
sentencia mencionada (fs. 2022).
Se agravia, de que se le hizo extensiva a su parte la condena civil de los
demandados, sin expresar los fundamentos de tal decisión, omitiendo resolver las
objeciones planteadas en el proceso (fs. 2022 vta.).
Manifiesta, que la sola mención de los arts. 118 de la ley 17.418 no
resulta suficiente para responder a la defensa por él articulada (fs. 2022 vta.).
A pesar de que la juzgadora tuvo en cuenta en otra cuestión su planteo de
declinación de cobertura, al momento de hacer extensiva la condena a la citada
en garantía omitió expresar los motivos de esa decisión, cuando en los alegatos
manifestó que no podría alcanzar a la aseguradora. Esta omisión, causa perjuicio
evidente a su parte, toda vez que les impide poder defenderse en plenitud en la
etapa de ejecución de sentencia (fs. 2222 vta.).
Destaca, que su mandante fue traída a proceso por el actor civil, que
ninguno de los demandados ratificó la citación en garantía, al comparecer en el
primer acto procesal manifestó que la póliza estaba impaga y que iban a hacer
valer las defensas contractuales en una eventual ejecución de sentencia (fs.
2023).
Citando jurisprudencia y doctrina, sostiene que su mandante, solo podía
manifestar que iba a interponer defensas contractuales en una eventual ejecución
de sentencia y no que las resuelva el sentenciante, ya que no es facultad del juez
correccional resolver sobre el contrato de seguro, pues éstas deben ser opuestas y
acreditadas en la etapa de ejecución de sentencia. En el alegato, se hizo constar
que Berkley “podrá hacer valer estas defensas y también otras que posee” donde
también se incluye el límite de la cobertura, pero ello no fue recogido por la
sentencia, habiéndose omitido pronunciarse al respecto, y dando la posibilidad,
que por el acogimiento del recurso de casación, se establezca que en caso de
ejecución de esta sentencia su mandante puede oponer las defensas legales y
contractuales que pudiera corresponder (fs. 2024 y vta.).
La actora al formular su demanda manifestó que la defensa de la
aseguradora debía ser rechazada por cuanto, “es extemporánea porque no se
acreditaron los extremos de dicha póliza y la sentencia debe dictarse haciéndole
extensiva sus efectos”. Por lo tanto, el fallo dictado en autos, que escuetamente
ordena hacer extensiva la condena a la aseguradora y que omite considerar su
planteo podría entenderse que le ha dado la razón al demandante civil (fs. 2024 y
vta.).
El modo en que quedó trabada la litis en este punto, obligaba al
sentenciante a manifestarse tanto respecto de la pretensión del actor civil como
de la postura defensiva de la aseguradora, aunque más no sea para decir que
dicha cuestión debía ser decidida en el ámbito de la ejecución de sentencia (fs.
2024 vta.).
Reconoce, que pese a no resolverse la cuestión, la argumentación de la
falta de pago efectuada por su parte, y en especial las pruebas que acreditan las
mismas, han sido tenidas en cuenta por la juzgadora, desde que al analizar las
“pautas desfavorables” de Morata, le reprochó al encartado que “él recibió
personalmente de la aseguradora la carta documento dando cuenta de la falta de
pago de la prima” y nada hizo a favor de la víctima (fs. 2025).
A su parecer, en otro pasaje del decisorio la sentenciante afirmó que “si
acaso fuera verdad que tiene impaga la prima del seguro”, la utilización de un
adverbio de duda permite deducir que su razonamiento es el convencimiento de
que no existe cobertura de seguro, y que la causa de ello se la falta de pago de la
prima (fs. 2025).
b. El apoderado del actor civil, Dr. Carlos José Molina, a fs. 2074/2079,
presenta un informe de ley.
En cuanto al recurso de la citada en garantía, debe ser rechazado. Ello
así, pues en esta etapa, está pretendiendo introducir tardíamente una defensa que
no introdujo en la instancia oportuna (fs. 2076 vta.).
La omisión de la citada en garantía consistió en no haber invocado y
ejercido las pretendidas defensas emanadas del contrato de seguro, como así
también no haber aportado pruebas de las supuestas defensas. Tal omisión llegó
al extremo de ni siquiera acompañar la póliza. En efecto, el olvido de la citada en
garantía consistió en no haber esgrimido las cuestiones fácticas en las que se
fundarían las presuntas defensas y las pruebas que se fundarían las mismas,
limitándose solo a formular reservas, en su caso, de hacerlas valer e incluso
ampliar sus fundamentos en la etapa de ejecución de sentencia (fs. 2077 vta.).
III.1. La citada en garantía, finca la nulidad de la sentencia en que la a
quo ha omitido pronunciarse sobre las defensas opuestas por su parte, en la
discusión final. En tal oportunidad, manifestó que “la citación en garantía sólo
fue pedida por la parte actora… de parte de los asegurados no hubo denuncia del
siniestro… Solicita que en el momento del pronunciamiento se haga constar que
Bekley podrá hacer valer estas defensas y también otras que posee. Que no había
pago en la prima del seguro de Cieri con Berkley y en la ejecución de sentencia
se discutirán los límites de cobertura. Solicita se rechace la demanda en contra de
Berkley por póliza impaga y declinación de cobertura oponible al asegurado,
conductor y actor civil, asimismo hay un monto en la prima que se encuentra
superado en la demanda…” (fs. 1904) .
2. El Tribunal a quo en el punto VII. de los considerandos, hizo
extensivos los efectos de la presente sentencia a Compañía de Seguros “Berkley
Internacional Seguros” en los términos del art. 118 de la ley 17.418.
3. Si bien, es cierto que la sentenciante no se expidió sobre los planteos
articulados en la conclusión final, lo cierto es que su gravamen no puede
prosperar por carecer de trascendencia.
Se ha sostenido reiteradamente que el interés directo como requisito
estatuido para los recursos (art. 443 C.P.P.), no sólo es una condición para la
procedencia formal sino también para la procedencia sustancial de la
impugnación. Este último aspecto ha sido elaborado en los precedentes de la
Sala, en los que se ha dicho que el interés existe "en la medida que la materia
controvertida puede tener incidencia en la parte dispositiva del pronunciamiento,
anulándolo o modificándolo"; o bien cuando el recurso deducido resulta ser el
medio adecuado para excluir el agravio que aparece como posible (T.S.J., Sala
Penal, "Bonino", S. n° 107, 7/12/2000; "Matta", S. n° 59, 5/8/2002, "Herrera", S.
n° 88, 24/04/2008, entre otros).
En el caso, del repaso de las razones de las defensas opuestas en la
oportunidad de su alegato, surge indudablemente que su ataque se dirigió a
cuestionar el pago de la prima, materia que no podía ser introducida en esa sede.
Es que, es doctrina consolidada de esta Sala Penal del Tribunal Superior
de Justicia, que las defensas opuestas por la citada en garantía no podrán
referirse a su fuente, el contrato de seguro y sólo podrá discutirse la calidad de
asegurador. La irresponsabilidad de la aseguradora queda fuera del objeto del
proceso penal (T.S.J., Sala Penal, "Cardozo", S. Nº 4, 2/3/93; "Dainotto", S. Nº
35, 20/8/96; "Bucheler", S. Nº 44, 3/9/97; "Salinas, S. Nº 44, 30/6/98). Por lo
tanto, el recurso deviene inadmisible (CPP, 455, 2do. párrafo, última parte)
(T.S.J., Sala Penal, "Casas", A.I. Nº 55, 23/3/98)
Por estas razones, el gravamen esgrimido por la citada en garantía resulta
formalmente inadmisible.
Así, voto.
La señora Vocal doctora María Esther Cafure de Battistelli, dijo:
La señora Vocal preopinante da, a mi juicio las razones necesarias que
deciden correctamente la presente cuestión. Por ello adhiero a su voto,
expidiéndome en igual sentido.
La señora Vocal doctora María de las Mercedes Blanc G. de Arabel , dijo:
Estimo correcta la solución que da la señora Vocal Dra. Aída Tarditti,
por lo que adhiero a la misma en un todo, votando, en consecuencia, de igual
forma.
A LA SEXTA CUESTIÓN
La señora Vocal doctora Aída Tarditti, dijo:
Atento al resultado de la votación que antecede, corresponde:
1. Rechazar los recursos de casación, interpuestos por: a) el Dr. Gustavo
Luis Libeau, a favor de la demandada civil Carmela Cieri; b) el Sr. Asesor
Letrado Penal de 21° Turno, como representante promiscuo del actor civil
Nicolás Sánchez Márquez; c) el curador del actor civil, Jorge Adrián Sánchez
Márquez, con el patrocinio del Dr. Carlos José Molina –por los agravios tratados
en la primera y segunda cuestión, en tanto en la tercera, sólo por los gastos
terapéuticos pasados-. Con costas (art. 550/551 CPP).
2. Hacer lugar al recurso de casación articulado por el curador del actor
civil, Jorge Adrián Sánchez Márquez, con el patrocinio del Dr. Carlos José
Molina, sólo en lo que respecta al rechazo del rubro gastos terapéuticos futuros –
tratados en la tercera cuestión-. En razón de ello, casar la sentencia n° 5, del 7 de
abril de 2011, haciendo lugar a la demanda por el rubro daño emergente, gastos
médicos y asistenciales futuros. Atento a que la cuestión meritada requiere
ponderar probanzas haciendo uso del poder discrecional para lo que Tribunal a
quo está facultado, reenvíense los presentes al Tribunal de origen a fin de que
cuantifique el monto mandado a pagar. Sin costas atento al resultado obtenido
(art. 550/551 CPP).
3. Declarar formalmente inadmisibles los agravios planteados: a) por el
curador del actor civil Jorge Adrián Sánchez Márquez, con el patrocinio del Dr.
Carlos José Molina –correspondiente a la cuarta cuestión-; y b) por el Dr.
Orlando José Moreno, en representación de la citada en garantía “Berkley
Internacional Seguros SA”. Con costas (art. 550/551 CPP).
4. Teniendo en cuenta que el resultado de la tercera cuestión –en donde se
hace lugar al rubro daño emergente, gastos médicos y asistenciales futuros-,
impacta en la determinación de las costas como también en la base económica
tomada en cuenta para la regulación de los honorarios profesionales de los
abogados tanto de la parte actora como de la demanda, y la citada en garantía,
corresponde que se anule ambos aspectos para su nueva fijación atento al nuevo
resultado del litigio.
5. Atento a que el patrocinante del actor civil, Dr. Carlos Molina, presentó
el correspondiente informe de ley, corresponde que se le regulen sus honorarios
profesionales por esta tarea. Sin embargo, en mérito al reenvío dispuesto y la
modificación de la base que se puede producir, en esta etapa no se cuenta con la
base económica definitiva para poder efectuar dicho cálculo, razón por la cual
difiérase su regulación hasta tanto se la obtenga.
Así, voto.
La señora Vocal doctora María Esther Cafure de Battistelli, dijo:
La señora Vocal Aída Tarditti, da a mi juicio, las razones necesarias que
deciden correctamente la presente cuestión. Por ello adhiero a su voto,
expidiéndome en igual sentido.
La señora Vocal doctora María de las Mercedes Blanc de Arabel, dijo:
Estimo correcta la solución que da la señora Vocal Aída Tarditti, por lo
que, adhiero a la misma en un todo, votando, en consecuencia, de igual forma.
En este estado, el Tribunal Superior de Justicia, por intermedio de la Sala
Penal;
RESUELVE: I) Rechazar los recursos de casación, interpuestos por: a) el Dr.
Gustavo Luis Libeau, a favor de la demandada civil Carmela Cieri; b) el Sr.
Asesor Letrado Penal de 21° Turno, como representante promiscuo del actor civil
Nicolás Sánchez Márquez; c) el curador del actor civil, Jorge Adrián Sánchez
Márquez, con el patrocinio del Dr. Carlos José Molina –por los agravios tratados
en la primera y segunda cuestión, en tanto en la tercera, sólo por los gastos
terapéuticos pasados-. Con costas (arts. 550/551 CPP).
II) Hacer lugar al recurso de casación articulado por el curador del
actor civil, Jorge Adrián Sánchez Márquez, con el patrocinio del Dr. Carlos José
Molina, sólo en lo que respecta al rechazo del rubro gastos terapéuticos futuros –
tratados en la tercera cuestión-. Casar la sentencia n° 5, del 7 de abril de 2011,
haciendo lugar a la demanda por el rubro daño emergente, gastos médicos y
asistenciales futuros. Sin costas (arts. 550/551 CPP).
III) Reenviar los presentes al Tribunal de origen a fin de que
cuantifique el monto mandado a pagar.
IV) Anular la determinación de las costas y la regulación de los
honorarios profesionales de los abogados tanto de la parte actora, como de la
demandada y citada en garantía.
V) Declarar formalmente inadmisibles los agravios planteados: a)
por el curador del actor civil Jorge Adrián Sánchez Márquez, con el patrocinio
del Dr. Carlos José Molina –correspondiente a la cuarta cuestión- y b) por el Dr.
Orlando José Moreno, en representación de la citada en garantía “Berkley
Internacional Seguros SA”. Con costas (arts. 550/551 CPP).
VI) Diferir la regulación de honorarios profesionales, del Dr.
Carlos Molina, para cuando se cuente con la base económica definitiva.
Con lo que terminó el acto que, previa lectura y ratificación que se
dio por la señora Presidente en la Sala de Audiencias, firman ésta y las señoras
Vocales de la Sala Penal del Tribunal Superior de Justicia, todo por ante mí de lo
que doy fe.
Dra. Aída TARDITTIPresidenta de la Sala Penal del Tribunal Superior de Justicia
Dra. María Esther CAFURE DE BATTISTELLI Dra. María de las Mercedes BLANC G. de ARABEL Vocal del Tribunal Superior de Justicia Vocal del Tribunal Superior de Justicia
Dr. Luis María SOSA LANZA CASTELLISecretario Penal del Tribunal Superior de Justicia