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O- Movimiento Familiar Cristiano EN JESÚS Guiones para la reflexión y el diálogo £ 9 IIKIU:

Movimiento Familiar Cristiano - Hacia La Fe en Jesus

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Page 1: Movimiento Familiar Cristiano - Hacia La Fe en Jesus

O- Movimiento Familiar Cristiano

EN JESÚS

Guiones para la reflexión y el diálogo

£ 9 I IK IU:

Page 2: Movimiento Familiar Cristiano - Hacia La Fe en Jesus

Colección «PASTORAL»

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Movimiento Familiar Cristiano

HACIA LA FE EN JESÚS

Guiones para la reflexión y el diálogo

(4.a edición)

Editorial SAL TERRAE Santander

Page 3: Movimiento Familiar Cristiano - Hacia La Fe en Jesus

I

¥»

© 1982 by Editorial Sal Terrae Polígono de Raos, Parcela 14-1

39600 Maliaño (Cantabria) Tfno.: (942) 36 91 98 Fax: (942) 36 92 01

Con las debidas licencias Impreso en España. Printed in Spain

ISBN: 84-293-0631-5 Dep. Legal: Bl-193-96

Impresión y encuademación: Grafo, S.A. - Bilbao

Í N D I C E

Págs.

PRESENTACIÓN 7

ORIENTACIONES METODOLÓGICAS 11

Tema t: El distintivo del cristiano es la fe en Je­sús de Nazaret 17

Tema 2: Jesús aparece públicamente anunciando que el Reinado de Dios está cerca 23

Tema 3: Jesús acompaña su predicación con signos (milagros) que expresan el alcance del Rei­nado de Dios 29

Tema 4: Jesús, al tiempo que va descubriéndonos quién es Dios, nos ofrece una nueva manera de ser hombre 35

Tema 5: Jesús escoge un grupo de hombres para

que sean colaboradores suyos 41

Tema 6: El pueblo, entusiasmado, sigue a Jesús 47

Tema 7: Jesús entra en conflicto con la religiosidad judía (los fariseos) 53

Tema 8: Jesús muestra una especial predilección por los marginados 59

Tema 9: Toda la vida de Jesús es una lucha por mantenerse fiel a su misión 65

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6 ÍNDICE

Págs.

Tema 10: Jesús encuentra dificultades para que la gente comprenda su mensaje 71

Tema 11: Jesús centra su actividad en el grupo de los discípulos 77

Tema 12: Jesús muestra unas pretensiones que son insólitas a los ojos humanos 83

Tema 13: Jesús toma cada vez más la iniciativa en el conflicto que amenaza su vida 89

Tema 14: Cuando se acerca el final, Jesús se reúne con los suyos en una cena de despedida 95

Tema 15: Jesús es apresado, juzgado y condenado a

muerte 101

Témalo: Jesús muere en la cruz 107

Tema 17: Jesús resucitado, sale al encuentro de los suyos 113

Tema 18: Los discípulos se convierten en testigos de Jesús resucitado 119

Tema 19: La comunidad cristiana crece en torno a la persona y al mensaje de Jesús 125

A MODO DE CONCLUSIÓN 131

Presentación

Hace un año publicamos, en esta misma Colección, Matrimonio y Familia. Guiones para el diálogo conyu­gal y de grupo, un libro nacido como respuesta a la demanda de muchas parejas que buscaban un instru­mento para profundizar en la realidad que estaban vi­viendo.

Ahora queremos responder, con este otro libro, a una petición semejante. Su objetivo: acercarnos a la persona y al mensaje de Jesús. En efecto, ésta es una necesidad cada vez más perceptible entre los esposos cristianos; y también entre los jóvenes que se confiesan leñes.

Resulta a la vez triste y esperanzador este movi­miento de recuperación de la persona y el mensaje de Jesús. Triste, porque supone que, durante mucho tiem­po, Jesús ha estado demasiado ausente de nuestra ca­tcquesis, de nuestra moral, de nuestra liturgia; de nues­tra vivencia de fe, en una palabra. Vero esperanzador es, sin duda, el que después de tantos esfuerzos mal orien-

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8 HACIA LA FE EN JESÚS

tados estemos reencontrando los verdaderos fundamen­tos de nuestra identidad como cristianos.

Porque se trata, efectivamente, de un problema de identidad. Hoy día ser cristiano ya no es algo natural y evidente, como ha ocurrido en muchos de nuestros ambientes hasta hace poco. Ahora el acceso a la fe y su desarrollo constituyen un proceso bastante más com­plejo. Visto desde fuera supone una opción, que lue­go, desde dentro, se vivencia como un don gratuito de Dios. En todo caso estamos ante algo vivo, que siem­pre se debate entre la vida más plena y la muerte. Esta es la experiencia que podemos constatar en cada uno de nosotros y en las personas que nos rodean. Y siempre está presente una cuestión de identidad: ¿quiénes so­mos los cristianos?; ¿qué aporta la fe a nuestra vida?; ¿qué le añade en relación con el que no cree?

En el fondo estamos ante un misterio. Este misterio es el que, de alguna manera, queremos desentrañar. Vara ello ningún camino mejor que la persona de Je­sús. Nos proponemos que sea Jesús el que nos guíe. Con eso tendremos una mayor garantía de que nos vamos a mantener en el ámbito del misterio, sin pre­tender —como ocurre tantas veces a la mente huma­na— desvirtuarlo y manipularlo a nuestro antojo.

Quizá para acercarnos a Jesús la primera condición sea aceptar de antemano que su persona siempre termi­nará superándonos, desbordándonos. En esto consiste el riesgo de dejarle a él la iniciativa, toda la iniciativa. Este riesgo supone que toda nuestra vida queda expuesta a su interpelación. Ahí está lo más radical de la expe­riencia de la fe: aceptar que otro, el Otro, irrumpe en nuestra vida y que nosotros renunciamos a cualquier

PRESENTACIÓN 9

manipulación tendente a encajarlo cómodamente en nuestros esquemas. Estamos acostumbrados a ver este tipo de manipulaciones: de ellas resulta el Jesús inti-mista, el Jesús moralizador, el Jesús revolucionario, el Jesús líder humano, el Jesús anti-esto o anti-lo-otro... Esa es una tendencia natural e innata en nosotros: manejar a Dios según nuestras conveniencias. Pero en esto está precisamente lo nuevo e irreductible de esa irrupción de Dios en nuestras vidas: en que, insertán­dose en estas tendencias humanas nuestras, acabará por desbordarlas y desplegar ante nosotros horizontes iné­ditos e inesperados.

Los guiones que siguen pretenden colocarnos en este proceso: por la persona de Jesús hacia el misterio de Dios y hacia el misterio del hombre. Están pensados para ayudar a una revitalización de la fe. Originaria­mente, además, sus destinatarios son los matrimonios del Movimiento Familiar Cristiano, que fueron los que solicitaron su elaboración. Sin embargo, creemos que pueden ser útiles a otras muchas personas. Por eso hemos querido ponerlos a disposición de todos. Lo ha­cemos con la misma ilusión con que los hemos traba­jado, a lo largo de un año, un grupo de matrimonios y de consiliarios del M.F.C.

Estamos convencidos de que la Iglesia necesita de forma ineludible recuperar su vitalidad y su carácter de signo en el mundo de hoy. Pero la mejor palanca para ello no será la organización ni la modernización de sus estructuras, sino abierta y llanamente, la recuperación de Jesús presente v activo en medio de ella, en sus múltiples comunidades, en la vida de cada uno de sus miembros. Dicho de otro modo: la sociedad necesita una Iglesia que sea más transparente a la persona y al

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mensaje de Jesús. Y para ello tiene que serlo también en cada uno de sus miembros, en cada uno de nos­otros.

Ojalá estos guiones ayuden a muchos cristianos a acercarse al Jesús del Evangelio, a dejarse transformar por él. Serán entonces un granito de arena en al tarea que Jesús mismo nos confió de anunciar y construir el Reino de Dios entre los hombres.

MOVIMIENTO FAMILIAR CRISTIANO EQUIPO DE PRESIDENCIA NACIONAL

Granada, septiembre 1982

Orientaciones metodológicas

Estos guiones están concebidos tanto para la refle­xión personal como para el diálogo en grupo. Para lo que no se han pensado es para una mera lectura infor­mativa. Si se utilizan sólo con este fin, resultarán pobres e incompletos. Deben usarse, por tanto, como un instru­mento para encauzar la reflexión y la oración, así como el intercambio del grupo.

Para comprender mejor su alcance y sus limitacio­nes nos permitimos hacer algunas observaciones inicia­les.

SOBRE EL DESARROLLO DE CADA TEMA

Cada tema exige, ante todo, una lectura reposada, a través de la cual se capte el contenido fundamental del mismo así como su conexión con el conjunto.

Por lo general, cada guión se centra en uno o varios pasajes de los evangelios (y alguna vez de otros libros del Nuevo Testamento): son aquellos que se citan en cursiva. Es imprescindible leerlos, y con más atención

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si cabe que el texto mismo del guión. Este no es más que una ayuda para comprender aquél, pero en ningún caso lo suple. Al fin y al cabo, lo que se pretende es leer el Evangelio, familiarizarnos con él. El ideal es que, leído el guión como introducción para el texto bíblico, terminemos centrándonos en éste. Y no para quedarnos en una pura especulación, sino para desembocar en la oración.

Las preguntas que se añaden al final de cada tema son meramente orientativas. Y desde luego no es nece­sario ceñirse a ellas si el texto sugiere por sí mismo otras cuestiones al que lo está utilizando.

Aunque tanto las preguntas como el enfoque de-cada tema procuran la proyección del mensaje evangélico so­bre nuestra vida concreta, conviene superar todo afán utilitarista, todo intento de encontrar una aplicación práctica inmediata a cada pasaje bíblico, familiarizarse con Jesús y con su modo de enfocar la vida es algo mu­cho más profundo e importante que sacar de cada una de sus afirmaciones una conclusión para la existencia co­tidiana. El conocimiento que vamos adquiriendo de Je­sús no se puede medir significativamente después de cada sesión mediante un recuento de los propósitos o conclusiones prácticas. Lo que hace falta es irnos iden­tificando con los valores y las actitudes que Jesús en­carnó; sentir gusto interior en eso, hasta el punto de que tienda a hacerse espontáneo en nosotros, pero nun­ca objeto de un mandato impuesto o de una obligación.

Respecto a la reunión de grupo si es que los guio­nes se utilizan últimamente con ese fin, valen muchas de las cosas dichas para la reflexión personal. Sólo que el diálogo, para no dispersarse, debe centrarse en torno a algunas cuestiones concretas. Podrían ser las que se aña­den al final de cada tema, u otras. También podría usar­se otra fórmula: que cada participante comenzase ex-

ORIENTACIONES METODOLÓGICAS 13

poniendo sus conclusiones personales después de su tra­bajo particular: cuáles son los aspectos que más le han llamado la atención, los que más le han enriquecido, los que le resulten más nuevos.

Se comprende, por tanto, que no tiene sentido co­menzar la reunión de grupo sin que haya precedido un rato de reflexión personal. Esto tendría que ser objeto de un compromiso serio de todo el grupo, asumido desde el principio. Si no, es preferible no usar estos guiones para la reunión y buscar otro material.

Respecto al diálogo en el grupo conviene evitar el peligro del intelectualismo. Si los participantes se que­dan en una mera discusión teórica (más aún si ésta se polariza entre dos o tres personas), la reunión no servirá para alimentar la fe de los presentes, que permanecerán enormemente fríos y distantes respecto a lo que está ocurriendo en el grupo. Porque de lo que se trata es de compartir una vivencia de je, algo que está muy lejos de lo teórico y especulativo. Esta comunicación de la fe no es fácil, ni se improvisa. Necesita un ambiente, y so­bre todo un gran respeto y acogida de todos hacia todos. Todo ello es algo que el tiempo se encargará de ir per­feccionando.

Un buen test para comprobar si Ja comunicación se mueve a niveles de fe o de pura especulación consistirá en conducir la reunión de forma que desemboque en una oración en común. Entonces ya no se trata de hablar sobre Dios o sobre Jesús, sino de hablar a Dios o a Je­sús. Es importante experimentar la diferencia radical que existe entre estos dos niveles de comunicación.

Por último, es posible que un tema no pueda ter­minarse en una sola reunión. No importa dedicarle va­rias. Y es preferible hacerlo así, antes que empeñarse en mantener el ritmo de un tema por reunión. A cada guión hay que dedicarle cuanto tiempo sea necesario para que

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quede satisfactoriamente asimilado. Pero tampoco con­viene agotar toda la materia que se suscite a propósito de cualquiera de los temas, que será rica y abundante. Mantener el ritmo del temario ayudará a seguir un pro­ceso ascendente y sistemático.

SOBRE EL ENFOQUE GENERAL DEL TEMARIO

Esta última observación nos remite a la necesidad, ya citada más arriba, de comprender cada tema dentro del conjunto. Para esta visión general ayudarán las ob­servaciones que siguen.

En primer lugar, hay que ser muy conscientes de que el contenido de los evangelios es inagotable. Si queremos llegar a una visión de conjunto de los núcleos fundamentales es necesario hacer una selección. Así he­mos procedido nosotros. ¿Con qué criterios la hemos hecho?

Ante todo hemos procurado reproducir, en la me­dida de lo posible, el proceso mediante el cual los dis­cípulos accedieron a la fe: desde el encuentro con un hombre que les invita a incorporarse a su obra, pasando por momentos de entusiasmo, de duda o de incompren­sión, hasta llegar a la experiencia inesperada y sorpren­dente de la resurrección. Todo eso constituye un proceso complejo, a través del cual se va abriendo paso el hom­bre hasta dar el salto de la fe.

Junto a este criterio progresivo, en donde no todo está dicho y clarificado desde el principio, hemos utili­zado otro criterio selectivo: hemos procurado ceñirnos a un sólo evangelio, que ha sido en concreto el de Mar­cos. Lo hemos hecho, desde luego, con una cierta flexi­bilidad, recurriendo a los otros cuando parecía conve­niente. Esta opción puede discutirse. Nosotros la he-

ORIENTACIONES METODOLÓGICAS 15

mos hecho por razones de unidad y claridad. Al fin y al cabo Marcos concibió su evangelio, al igual que los otros evangelistas, como una presentación compleja y sistemá­tica de la persona y el mensaje de Jesús. Por otro lado, hemos preferido a Marcos por ser precisamente él, se­gún el parecer de los especialistas, el primero que se re­dactó y el más sencillo en su conjunto.

Su lectura y comentario nos harán ver las caracterís­ticas tan peculiares de este género literario, que se ha venido en llamar «Evangelio». En este punto es impres­cindible una llamada de atención. Estamos demasiado acostumbrados a leer los evangelios de una manera inge­nua y acrítica, como si estuviéramos ante una simple crónica de la vida de Jesús. Y eso no son los evange­lios. Los evangelios son una presentación de Jesús que se hace desde la je: no con la neutralidad fría del cro­nista, sino con el convencimiento ardiente del que cree que Jesús es el Salvador del mundo. Esto explica ciertas diferencias, a veces llamativas, entre un evangelio y otro. Aquí no podemos entrar en el detalle de estas cuestio­nes. Solamente adelantamos que esa forma de presentar * las cosas no resta validez ni credibilidad al testimonio de los evangelios, sino que nos sitúa en la única perspectiva válida para entenderlos.

A lo largo de los temas se encontrarán algunas alu­siones dispersas a esta cuestión. No pretendemos con ello resolver todos los problemas al respecto. Sólo des­pertar el interés, incluso la curiosidad, del lector ante este tema verdaderamente apasionante e invitarlo a adentrarse en la materia con más detalle, ayudado por algún libro de especialistas.

Porque ésta es otra advertencia que no queremos dejar de hacer. Con estos guiones daremos un primer paso en la comprensión de los evangelios. Ojalá no sea el último. Nosotros hemos intentado suscitar el inte-

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res del que los siga, abrirle el apetito, para que luego continúe por esta senda. El hecho de limitarnos básica­mente a uno de los cuatro evangelios es un índice claro de que no pretendemos ser exhaustivos.

Lo fundamental en todo esto es ponernos en dis­posición de leer los evangelios directamente. Hoy son muchas las personas a quienes gustaría conocerlos a fon­do, pero siempre que los cogen se encuentran con una barrera casi infranqueable para su comprensión. Nos­otros nos hemos esforzado por introducir cada tema con sencillez, brevedad y claridad: procurando situarnos en el ambiente de aquella época, tan diferente de la nuestra en muchos aspectos, para poder luego hacer la traduc­ción y aplicación a la actualidad. Hemos huido, en cam­bio, de la erudición y de la discusión de muchos puntos polémicos, para quedarnos en el núcleo. Donde las opi­niones se dividen hemos procurado ofrecer las que hoy parecen gozar de mayor apoyo por parte de los especia­listas en línea con la más genuina tradición de la Iglesia.

SOBRE LA ACTITUD DE BASE PARA ABORDAR ESTOS GUIONES

Este último punto requiere poca explicación, pero es de la mayor importancia. A la persona de Jesús tenemos que acercarnos desde la fe, desde esa fe que nosotros ex­perimentamos como un don gratuito de Dios. No vamos a los evangelios con un afán de erudición o con un ta­lante defensivo o polémico. Vamos sólo con el corazón abierto para que la Palabra de Dios se deje oír en él y encuentre la respuesta adecuada.

Tema 1: El distintivo del cristiano es la fe en Jesús de Nazaret

1. En la vida de muchos cristianos existe un claro desajuste entre la teoría y la práctica. La formación re­ligiosa se ha basado durante bastante tiempo en una acumulación de «conocimientos» (teoría) sobre Dios, Je­sús, la Iglesia, los sacramentos... Pero ¿qué significa todo eso para la vida de cada uno de nosotros (práctica)? Es cierto que la fe tiene implicaciones para la conducta del creyente: eso es lo que llamamos la moral. Pero estas normas de conducta no siempre las percibimos como al­go que responda auténticamente a los problemas concre­tos de nuestra existencia, como algo que brote espontá­neamente de nuestra vivencia de la fe. Más bien las vi­vimos como algo impuesto desde fuera, formulado por quien tiene autoridad en la Iglesia, pero sin que llegue­mos a comprender cuál es su justificación última.

Por otra parte son muchos los que hoy se preguntan qué es ser cristiano. Esta no es una cuestión sin sentido o superflua. Tanto menos cuanto más disminuye el nú­mero de los que se reconocen cristianos. Cuando todo el mundo lo era, al menos oficialmente, casi nadie se preguntaba en qué consistía eso. Hoy, en cambio, la mis-

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18 HACIA LA FE EN JESÚS

ma sociedad nos lo plantea. ¿Por qué soy cristiano si podría no serlo, como otros muchos no lo son? Y entre estos «muchos» es posible que se cuenten compañeros, amigos íntimos, incluso familiares.

Más aún, cada día estamos más convencidos, a par­tir de la experiencia, de que no ser cristiano no equivale a «ser malos» sin más. Conocemos a mucha gente que no cree, pero que es honrada, entregada, abierta a los otros, disponible, sacrificada... Muchas veces incluso en mayor grado que los que se llaman cristianos. ¿Qué es, pues, ser cristiano?

2. Todas estas reflexiones no sobran al comenzar un temario sobre Jesús. Es precisamente en la persona de Jesús donde esperamos encontrar respuesta a estas cuestiones. Quizá la raíz de esas situaciones descritas que nos desconciertan esté precisamente aquí: que la persona de Jesús, su mensaje, se ha diluido en medio de otras muchas cosas. Tales cosas pueden ser tanto doctrinales como morales. No queremos rechazarlas o despreciarlas. Tienen su valor, cada una el suyo propio. Pero para des­cubrirlo no hay más camino que volver a la persona de Jesús: sólo así podremos decir que estamos empezando la casa por los cimientos.

Hay que decirlo de una vez: el distintivo del cris­tiano es la persona de Jesús. En todo lo demás podre­mos coincidir con otras personas o grupos. Creer que Je­sús es el enviado de Dios, Dios mismo entre nosotros, eso es lo específico nuestro como cristianos. Encontrar a Jesús, descubrir a Jesús, esa es la experiencia funda­mental del cristiano. Pero eso no es una aventura inte­lectual, es una experiencia que compromete toda nuestra vida.

3. Por eso hemos seleccionado un texto del após-

TEMA 1: EL DISTINTIVO DEL CRISTIANO ES LA FE... 19

tol Pablo para iluminar lo que estamos diciendo: 1 Cor 1, 1-2, 5. Es un trozo largo, que hay que comenzar le­yendo con toda atención.

Lo más importante en él es comprender cómo, a tra­vés de esas reflexiones, Pablo nos está transmitiendo su propia experiencia de Jesús. Esto conviene tenerlo muy presente siempre que se lea algo de Pablo. Sus cartas no son una exposición sistemática de la fe, sino respues­tas a problemas concretos que van surgiendo en las co­munidades cristianas a las que escribe.

En el caso de la iglesia de Corinto, lo que pasa es que la comunidad está dividida porque sigue a diferentes líderes (1 Cor 1, 10-17). La división entre cristianos es para Pablo el mayor escándalo imaginable, el fracaso más radical de la comunidad. Por eso el apóstol subraya que el origen de la fe de todos, y de la comunidad que cons­tituyen, no puede ser sino Jesús, y Jesús en la cruz.

Reconoce Pablo que esto es incomprensible tanto para los judíos (los que pertenecían a la tradición reli­giosa de Israel y esperaban al Mesías) como para los griegos (los paganos, procedentes de otras culturas y otras religiones). Para los judíos la cruz es un escándalo, porque ellos lo que quieren son señales y milagros que manifiesten el poder del Mesías como enviado de Dios. Para los griegos la cruz es una locura, porque ellos buscan el saber como único criterio para aceptar cual­quier mensaje religioso (1 Cor 1, 18-25).

Eso explica bien, por otra parte, la actitud con que Pablo se presentó en Corinto, cuando llegó allí para anunciar a Jesús (1 Cor 2, 1-5). Y explica también la actitud de agradecimiento con que Pablo empieza la car­ta por esta presencia de Jesús en medio de los cristianos de Corinto (1 Cor 1,4-9).

4. El texto que hemos propuesto merece ser leído

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20 HACIA LA FE EN JESÚS

y releído. Y al hacerlo conviene contrastar la experien­cia de Pablo y de aquellos primeros cristianos con la nuestra. Es verdad que en un caso y otro las situaciones son diferentes. Pero lo que a nosotros nos interesa es reconstruir la experiencia de aquéllos primeros seguido­res de Jesús: ¿de dónde partieron?; ¿cómo llegaron a vivir con esa radicalidad la entrega a Jesús?; ¿hasta qué punto eso les obligó a transformar su vida?; ¿por qué vivieron esa experiencia como una experiencia de felici­dad y plenitud?

Para ello vamos a seguir, a grandes rasgos, la vida de Jesús. Nos guiaremos por el testimonio de los evan­gelios. Pero no perdamos de vista la cuestión que sub-yace a este camino que emprendemos: ¿qué es ser cris­tiano? Aunque después de este primer tema ya podemos formularla de otra forma: ¿en qué sentido la persona y el mensaje de Jesús constituyen el distintivo del cristia­no?; ¿cuáles son las consecuencias para nuestra vida de esta relación con Jesús?

TEMA 1: EL DISTINTIVO DEL CRISTIANO ES LA FE... 21

PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIALOGO

1-°) ¿Qué esperas de este temario sobre el que empiezas a trabajar? ¿Cuáles son tus temo­res?

2.°) ¿Qué importancia concedes tú a dedicar un tiempo para el estudio de la persona de Je­sús?

3.°) En la sociedad de hoy, ¿cuáles son los ras­gos por los que de hecho la gente reconoce a los cristianos?

4.°) A partir de lo expuesto en este primer te­ma, ¿cómo expresarías tú lo que, en este momento, significa para ti.ser cristiano?

5°) Haz una lista de preguntas que se te ocurran sobre la persona y el mensaje de Jesús: pero no de cuestiones teóricas, sino de cosas que afecten a tu fe.

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Tema 2: Jesús aparece pública­mente anunciando que el reinado

de Dios está cerca

1. A muchos cristianos les resulta difícil entender los Evangelios (y no digamos nada los otros libros del Antiguo y Nuevo Testamento). Estamos acostumbrados a oírlos, recordamos muchos pasajes, pero corremos el peligro de retener en nuestra memoria lo que es más anecdótico y dejar escapar lo esencial. A lo largo de estos temas vamos a preocuparnos por destacar esos puntos fundamentales que constituyen el armazón de todo el Evangelio, intentando además penetrar en la mentalidad y en el ambiente judío antiguo que im­pregna todas las páginas de estos libros.

Porque el Evangelio es un mensaje dirigido al hom­bre de todos los tiempos y, por tanto, también al hom­bre de hoy. Pero para comprender mejor su alcance hay que caer en la cuenta de la distancia temporal que nos separa de la sociedad en que vivió Jesús. Esto obliga a un esfuerzo para situarnos en ese tiempo, entender el Evangelio desde el ambiente en que se escribió y pro­yectarlo luego sobre el mundo en que nosotros vivimos hoy.

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24 HACIA LA FE EN JESÚS

2. Y la primera pregunta que cabe hacer en este seguirle la pista a Jesús a lo largo del Evangelio es la siguiente: ¿cómo tiene lugar la primera aparición en pú­blico de Jesús?

No nos referimos a su nacimiento. Es cierto que dos de los evangelios (Mt y Le) nos cuentan algunas cosas (sólo algunas cosas) sobre el nacimiento, infancia y ju­ventud de Jesús. Pero preferimos prescindir por el mo­mento de esos textos por varias razones.

En primer lugar, el hecho de que los otros dos evangelios (Me y Jn) nada dicen de la infancia de Jesús, y no piensan que con esa omisión la figura de Jesús resulte menos comprensible. Por otra parte, los contem­poráneos de Jesús —como consta por los mismos evan­gelios— parece que apenas conocieron nada de Jesús antes de su aparición en público. Por último, incluso para Mt y Le esta aparición de Jesús a la que nos vamos a referir en seguida tiene una importancia capital y su­pone como un corte o salto notable en relación con los llamados «evangelios de la infancia» (véase, por ejem­plo, el tono solemne que da Le a este momento: Le 3, 1-3).

Vamos, pues, con la aparición de Jesús en público. Utilizaremos la versión de Me 1, 1-15, precisamente la primera página de su evangelio. En este texto se suce­den varias escenas: aparición del Bautista y su predica­ción (Me 1, 1-8); bautismo de Jesús (Me 1, 9-11); ten­tación de Jesús (Me 1, 12-13); resumen de la predica­ción de Jesús (Me 1, 14-15). Destacaremos sólo los aspectos más importantes.

3. Para la gente de su tiempo Juan era un persona­je prácticamente desconocido. Viene del desierto, que es —de acuerdo con la mentalidad bíblica— símbolo de soledad y de silencio (por eso, también, lugar del en-

TEMA 2: JESÚS APARECE PUBLICAMENTE ANUNCIANDO... 25

cuentro con Dios). Nadie conoce en esos momentos el origen de este personaje. Y sin embargo su palabra pro­voca un movimiento popular en torno a él. La gente acude en respuesta a su llamada al arrepentimiento. Juan anuncia la necesidad de prepararse para recibir a otro «más fuerte» que viene detrás. Como sello del arrepen­timiento, el pueblo se hace bautizar: es un bautismo de penitencia y conversión.

Sorprende, a primera vista, este eco que tiene la pa­labra de un desconocido que viene del desierto. Sor­prendería menos quizá si se tuviera en cuenta el am­biente judío del momento: un pueblo que espera —que viene esperando durante siglos— la llegada de un en­viado de Dios, de un Mesías. En esos años en que el pueblo judío se encuentra dividido políticamente y some­tido a una potencia extranjera (el imperio romano), in­ternamente desgarrado por el enfrentamiento continuo de grupos diferentes (fariseos, saduceos, zelotes), no es raro que se produzcan movimientos populares de esta índole. Por eso la gente acude para hacerse bautizar, para prepararse a la llegada de ese Mesías salvador.

4. Es en medio de esa masa anónima donde se in­troduce Jesús. Esta circunstancia debe interpretarse co­mo un gesto de solidaridad de Jesús con su pueblo. El quiere empezar perdido entre la masa que confiesa sus pecados, su lejanía y su infidelidad respecto a Dios.

Pues bien, este momento en que aparece Jesús del todo identificado con los hombres de su tiempo, con sus angustias y sus esperanzas, es el que escoge Dios para manifestarse a él. <Qué significa este gesto de Dios?: que Dios se fija en él para declararlo su Hijo predilecto y para encomendarle una tarea, una misión. Este es el punto de partida de la actividad de Jesús, de ese Jesús que hasta ahora y durante unos treinta años ha pasado

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26 HACIA LA FE EN JESÚS

desapercibido en una pequeña aldea de Palestina. En todo ese tiempo los evangelistas apenas encuentran nada digno de contarnos acerca de Jesús: es ahora cuando Je­sús inicia su verdadera actuación como el enviado de Dios.

Sin embargo todavía tendrá que pasar algún tiem­po. Me alude a cuarenta días de retiro en el desierto (Me 1, 12-13) y hace coincidir la aparición pública de Jesús con el encarcelamiento del Bautista, sospechoso por el movimiento de masas que suscita.

5. Jesús aparece en público predicando. Y lo más importante es el contenido de su predicación: «Se ha cumplido el plazo, ya llega el Reinado de Dios. Con­vertios y creed la buena noticia» (Me 1, 15).

Jesús habla ante todo de un «plazo». Se refiere a esa expectativa de Israel que espera un Mesías. Pero Jesús no anuncia directamente la llegada de ese Mesías (no se anuncia a sí mismo): anuncia la llegada del Rei­nado de Dios. Este es un término que vamos a encon­trarnos repetidas veces en los evangelios. No es ahora el momento de adentrarnos en una larga explicación so­bre él. Es preferible dejar que resuene en nosotros como sonó en los oídos de aquella gente: como algo que res­ponde a nuestras esperanzas y como algo, al mismo tiem­po, que supone la intervención de Dios. Se trata de la relación entre Dios y nuestro mundo, de la esperanza de que este mundo va a ser el lugar en el que Dios reine y en el que se instaure su voluntad: es decir, que va a convertirse en una morada digna del hombre de acuerdo con el designio de Dios.

Este anuncio exige un cambio y una adhesión: «con­vertios y creed». En el interior de cada uno de sus oyen­tes las cosas no podían seguir igual; tampoco en ese mundo que se disponía a recibir a Jesús; tampoco en

TEMA 2: JESÚS APARECE PUBLICAMENTE ANUNCIANDO... 27

nuestro mundo o en cada uno de nosotros si queremos aceptar a Jesús. Por eso nada es tan importante en ese momento como un acto de adhesión y de confianza: «creed la buena noticia».

6. Jesús se presenta, por tanto, ante su pueblo con un mensaje que viene a comunicar. Sin duda este pueblo está predispuesto para escuchar cualquier mensaje de esperanza y salvación. Pero no basta con esta buena dis­posición ideal: ¿responderá la oferta de Jesús a la ex­pectativa del pueblo? Esta es la pregunta dramática con­tinuamente planteada en los años de actividad de Je­sús entre los hombres de su tiempo.

Pero Jesús exige todavía más: una postura activa que, a lo largo de su vida pública, El mismo se encar­gará de ir concretando. También en este caso queda en el aire la respuesta que últimamente darán los contem­poráneos de Jesús.

7. Expectativas y disposiciones han variado no po­co en nuestro mundo. Pero ambas siguen existiendo. Nuestro mundo, a pesar de ciertas apariencias, no está vacío de esperanzas. Quizá el ejemplo de la solidaridad de Jesús con su pueblo nos ayudaría a comprender des­de dentro cuál es la verdadera situación de nuestros contemporáneos. Y ese sería el mejor modo de que el mensaje de Jesús se abriera paso entre ellos.

En todo caso queda abierto el interrogante que for­mulábamos más arriba: ¿quiénes son los que estarán dispuestos hoy a aceptar el mensaje de Jesús, su conte­nido y sus consecuencias?

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28 HACIA LA FE EN JESÚS

PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIALOGO

1.°) ¿En qué te parece que coinciden y en qué se diferencian nuestro mundo y el mundo de Jesús en lo que se refiere a expectativas y disposiciones?

2°) ¿Cuáles son las esperanzas del hombre de hoy? ¿Qué esperas tú?

3.°) ¿En qué disposiciones está nuestro mundo, hoy, de cara a Dios? ¿Y de cara a Jesús? ¿Y tú?

4.°) ¿Qué enseñanzas se pueden sacar de la ma­nera de proceder de Jesús en los textos que hemos leído?

5.°) ¿Qué significa para ti hoy el Reinado de Dios? ¿Qué consecuencias tiene esto para tu vida familiar, para tu vida de trabajo, para el grupo de personas en que te mueves?

Tema 3: Jesús acompaña su pre­dicación con signos (milagros)

que expresan el alcance del reinado de Dios

1. Aquello que se decía en el tema anterior sobre nuestra facilidad para retener sólo lo que es más anec­dótico de los evangelios se puede aplicar muy bien a los milagros. En efecto, pocas cosas hay en los relatos evan­gélicos tan espectaculares y llamativas, tan fáciles de recordar. Además muchas veces hemos oído que, gracias a los milagros, sabemos que Jesús es Dios: los milagros no puede hacerlos cualquiera; si Jesús los hizo, es por­que era Dios.

Sin embargo las cosas no son tan sencillas, ni siquie­ra en esta última afirmación. De todas formas, conviene que comprendamos bien desde el principio el enfoque y objetivo de este tema. Siguiendo nuestra orientación ge­neral, no vamos a hacer un «estudio» científico de los milagros: vamos sólo a aprovechar las conclusiones de los estudiosos para descubrir lo que esta forma de ac­tuar de Jesús significa para nuestra fe.

2. Tenemos que partir de los datos que nos ofre­cen los evangelios mismos. Podemos usar como texto básico Me 1, 21-45 y comenzar leyéndolo con atención.

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30 HACIA LA FE EN JESÚS

De su lectura, dos hechos destacan: que Jesús hacía mi­lagros y que esta actitud suya atraía a la gente de forma masiva.

Sin embargo, queda también claro que Jesús procu­ra por todos los medios evitar la publicidad (Me 1, 44, por ejemplo): su poder no lo utiliza Jesús para hacerse famoso, sino para ayudar a ciertas personas que son víctimas de algún tipo de mal. En esta manera de pro­ceder de Jesús hay, sin duda, una intención. Tenemos, pues, que preguntarnos: ¿por qué los milagros?

3. Una primera constatación se impone: el hacer milagros no es exclusivo de Jesús. Si recurrimos a otras fuentes y documentos de la historia de aquellos siglos encontramos testimonios de muchas personas que tam­bién hacían milagros. Muchas páginas del Antiguo Tes­tamento y del Nuevo se podrían aducir como ejemplos. Esto parece indicar que los milagros de Jesús, en contra de lo que muchas veces se ha dicho, no son una prueba decisiva e irrefutable de su divinidad.

En otro tema posterior estudiaremos más en detalle por dónde puede llegar nuestra fe a la divinidad de Je­sús ayudándose de los testimonios evangélicos. Pero ahora vamos a dejar de lado ese asunto.

Tampoco es objeto de estas reflexiones explicar en qué consistían los milagros. Eso nos llevaría demasiado lejos y nos desviaría de nuestra preocupación principal: comprender lo que Jesús quería comunicarnos a través de sus milagros. Para ello nos basta aceptar el hecho en sí: que Jesús hizo milagros.

4. Para responder al objetivo que nos hemos pro­puesto (descubrir el por qué de los milagros de Jesús) es más interesante seguir otro camino: ¿cuáles son los rasgos distintivos de los milagros que Jesús hace?

TEMA 3: JESÚS ACOMPAÑA SU PREDICACIÓN CON SIGNOS... 31

Lo primero que llama la atención es que los evan­gelistas tienden a evitar la palabra «milagro» en el sen­tido de «prodigio» (aunque esto es difícil de captar en las traducciones castellanas de la Biblia). Usan otros tér­minos que significan más bien «actos de poder» o «sig­nos»: términos que tienen un sentido más amplio y que pueden designar incluso acciones «no milagrosas».

Eso quiere decir que los evangelistas, al relatarnos los milagros y lo que Jesús pretendía con ellos, no po­nían el acento tanto en lo «prodigioso» de la acción cuanto en lo que ella podría significar. El milagro es un signo y, como todo signo, remite a otra realidad más honda e importante. ¿A cuál?

5. Una cuestión que nos puede iluminar en este momento es la siguiente: ¿quiénes son los destinatarios de esos milagros?

Es fácil comprender que casi siempre se trata de los más necesitados: enfermos, poseídos por malos espíritus, marginados (los leprosos son el caso más típico, pues estaban obligados a vivir fuera de las ciudades). El al­cance de este hecho es puesto de manifiesto intenciona­damente por el mismo Jesús. En efecto, cuando Juan el Bautista envía unos discípulos suyos para que pregun­ten a Jesús si él es el Mesías, Jesús les remite a los hechos: y los hechos son la curación de las dolencias físicas y, en paralelismo con eso, el anuncio del Evan­gelio a los pobres. Léase el texto de Mt 11, 2-6.

Es claro, por tanto, que el milagro, en cuanto produ­ce liberación de las fuerzas del mal (del mal físico, casi siempre), es signo de la salvación de Dios. En este sen­tido interpela al creyente, trascendiendo y pasando más allá de la mera admiración ante lo prodigioso del hecho. Lo que se espera no es sólo la admiración del poder de Dios, sino el caer en la cuenta de que este poder entra

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32 HACIA LA FE EN JESÚS

en juego en el mundo para ponerse de parte de los que son víctimas del mal.

6. En esta línea adquieren un relieve especial aque­llos milagros en que Jesús libera a los que están poseídos por el espíritu del mal, o por el demonio.

También aquí debemos evitar las discusiones actua­les y de todos los tiempos, sobre quién es el demonio, para no desviarnos de nuestra línea de reflexión. Una vez más nos interesa, antes, el mensaje religioso del he­cho que su explicación científica o filosófica. Bástenos saber, con vistas a una mejor comprensión de los textos evangélicos, que para la gente del tiempo de Jesús, el demonio (o mal espíritu, o espíritu inmundo, como tam­bién se le llama) personificaba esas fuerzas del mal ante las que los hombres se sentían radicalmente impotentes.

El dramatismo de estas escenas, los diálogos de Je­sús con dichos espíritus, destacan bien el alcance de esta actuación de Jesús. Puede volver a leerse ahora Me 1, 21-28, que ya citábamos al comienzo de este tema; o también Me 5, 1-20 y Me 9, 14-29. Frente al demonio los signos liberadores de Jesús adquieren su más pro­funda significación que apunta ya hacia ese misterio úl­timo de la persona de Jesús, causa de admiración y de estupor para las masas (Me 1, 27-28).

7. Un último dato nos ilustra sobre el mensaje de los milagros de Jesús: la relación entre el milagro y la fe.

Muchas veces el milagro es la respuesta de Jesús a la fe del necesitado o del enfermo; otras veces es la fe de éste la que sale fortalecida del milagro y del encuentro con Jesús (Me 9, 22-24: «Fe tengo; ayúdame tú en lo que me falta...»).

Si el milagro fuera un puro acto del poder de Dios,

TEMA 3: JESÚS ACOMPAÑA SU PREDICACIÓN CON SIGNOS... 33

no se destacaría tanto la fe del hombre que acude a Je­sús. Para comprender hasta qué punto es decisiva la fe, hay que leer Me 6, 1-6, un texto que a primera vista puede hasta producir escándalo. Porque en él se dice, lisa y llanamente, que en Nazaret Jesús no podía hacer milagros por la falta de fe con que tropezó.

Todo esto no se entiende más que de una forma: aceptando que la actuación de Jesús —y muy particular­mente la de los milagros— no se apoya en la demostra­ción de un poder sobrehumano, sino en la manifestación de su misericordia puesta al servicio de los más débiles y de los oprimidos por el mal.

8. Evidentemente este mensaje profundo de los milagros está de acuerdo con los datos del Evangelio, aunque discrepe del que tantas veces hemos oído. In­cluso se adapta mejor a la mentalidad del hombre de hoy, y a sus interrogantes sobre Dios y sobre la vida humana. Podría decirse que a nuestra sociedad le preo­cupan más los problemas del hombre que el ser de Dios: o, más suavemente, que le cuesta entender a un Dios excesivamente separado de los hombres y de sus angustias de cada día.

Y es claro también que hoy no son frecuentes las intervenciones espectaculares de Dios. Por eso esta for­ma de ver los milagros de Jesús tiene una capacidad mayor para interpelar al hombre de hoy: porque resulta entonces que nuestra acción en favor de los pobres y de los marginados de este mundo adquiere valor de signo (aunque no sea a través de milagros prodigiosos), de la presencia de Dios y de su Reino entre los hombres.

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34 HACIA LA FE EN JESÚS

PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIALOGO

1-°) ¿Qué sentido tienen para ti hoy los milagros de Jesús?

2°) ¿Cuáles son las manifestaciones más notables de las fuerzas del mal en nuestro mundo?

3.°) ¿Qué nos exige la fe en esta lucha contra el mal en nuestro mundo?

4.°) ¿Cuáles serian los signos más expresivos de la presencia de Dios, para los hombres de nuestro tiempo?

Tema 4: Jesús, al tiempo que va descubriéndonos quién es Dios, nos ofrece una nueva manera de

ser hombre

1. A veces se dice que la verdadera disyuntiva que se ofrece al hombre de hoy consiste en aceptar a Dios o negarlo. En este sentido, la pregunta que se hace el hombre de hoy es: ¿existe Dios? No es tanto una pre­gunta teórica, cuanto una cuestión eminentemente vital: ¿tiene sentido Dios para mí? Planteada así, incluso pue­de llegar a sorprender y sobrecoger a algunos que son cristianos «de siempre».

Los antiguos, en cambio, no dudaban de la existen­cia de Dios. Para ellos el problema era otro. En un mundo en que proliferaban los dioses (recuérdense los bien poblados panteones antiguos) era necesario saber cuál era el verdadero Dios entre tantos. En el Antiguo Testamento a veces esta cuestión se hace dramática para el pueblo judío: basta recorrer su historia para ver las frecuentes desviaciones que terminaban en actos de ado­ración a otros dioses de pueblos extranjeros. La fidelidad al Dios suyo, a Yahvé, estaba siempre amenazada.

Con estos presupuestos hay que acercarse al Nuevo Testamento y a la figura de Jesús. Porque Jesús mues­tra desde el principio una preocupación incuestionable

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36 HACIA LA FE EN JESÚS

por explicarnos cómo es el verdadero Dios frente a las desviaciones o imperfecciones de la imagen divina que los judíos adoraban. Pero esta revelación de Dios a tra­vés de Jesús no es una cuestión teórica: Dios se explica a sí mismo actuando en la persona de Jesús y, al mismo tiempo, nos explica quién es el hombre para El y qué espera El de nosotros los seres humanos. Sólo si com­prendemos correctamente a Dios podremos comprender­nos a nosotros mismos. Al revelarse a sí mismo, Dios nos revela lo que nosotros somos y lo que podemos lle­gar a ser. La imagen de Dios y la imagen del hombre son cosas íntimamente unidas y dependientes.

2. Todo esto no carece de importancia para nos­otros, hoy, a pesar de lo que decíamos al comienzo. Es quizá aquí donde el Evangelio sigue siendo más actual. Porque si hoy no existen muchos dioses entre los que escoger, sí existen diversas imágenes de Dios y, en conse­cuencia, diversas imágenes o proyectos de hombre.

Por ejemplo, es frecuente que Dios aparezca en la conciencia de muchos cristianos como un ser lejano, duro, inflexible, que gobierna el mundo y dicta sus le­yes para que los humanos las cumplamos. Esta imagen de Dios nos lleva a vivirnos, en cuanto hombres, como seres amedrentados, temerosos de un Dios que siempre nos puede castigar pero ante el que también podemos acumular méritos. Todo esto es tanto más peligroso cuanto que refleja verdades muy profundas de nuestra fe: la omnipotencia de Dios, nuestra incapacidad de ocultarnos a su mirada, la necesidad de responder con nuestra vida a sus exigencias. Lo que ocurre es que estas verdades están unilateralmente subrayadas, y por eso desembocan en una imagen inexacta de Dios y del hombre.

Es más, una imagen así era la que tenían los judíos:

TEMA 4: JESÚS, AL TIEMPO QUE VA DESCUBRIÉNDONOS... 37

su fidelidad a Dios llegaba a los mínimos detalles porque sólo así se sentían tranquilos ante El. El choque del mensaje de Jesús con estas formas religiosas de los judíos es casi una constante de todos los relatos evangélicos. Es curioso que, veinte siglos después, perduren entre nos­otros actitudes de este tipo. Por eso la interpelación de Jesús a una determinada forma de concebir a Dios y al hombre sigue siendo de enorme actualidad.

3. Sobre el conflicto entre Jesús y la religión de su tiempo tendremos ocasión de reflexionar en un tema ul­terior. Ahora vamos a buscar una representación más positiva (es decir, no en el marco de discusiones o con­flictos) de Dios y del hombre en las páginas del Evan­gelio.

Para ello hemos seleccionado un texto: Mt 5, 1-7, 29, el llamado Sermón del Monte. Es un texto largo que hay que leer con detención, incluso con un lápiz en la mano para subrayar aquellas cosas que nos pa­rezcan más importantes. En este relato Jesús aparece, en los comienzos de su vida pública, pronunciando una especie de discurso programático. Sólo Mt nos ofrece un discurso de estas dimensiones. Le ofrece una versión más abreviada (Le-6, 20-49), aunque después recoge más trozos del discurso en otros momentos de su re­lato evangélico. Me y Jn apenas nos han transmitido nada de él, á no ser algunas afirmaciones sueltas.

(El constatar estas diferencias entre los cuatro rela­tos evangélicos no carece de importancia. Es posible que el discurso no fuera pronunciado de una vez por Jesús. Pero Mt ha querido reunir afirmaciones de El en mo­mentos diferentes de su vida y darles la forma de un discurso a través del cual quedarán claros los elementos más fundamentales de su mensaje. Con este criterio de síntesis del mensaje vamos a leerlo nosotros. Las obser-

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vaciones que siguen pretenden servir de ayuda para comprenderlo mejor, pero no deben dispensarnos de la lectura directa del texto).

4. Si queremos resumir en pocas palabras el con­tenido del Sermón del Monte podríamos decir: así es Dios, así es el hombre que este Dios quiere tener como interlocutor; así, por tanto, podemos ser nosotros.

El discurso tiene un exordio, muy conocido para nosotros: las Bienaventuranzas (Mt 5, 3-12). Sigue la explicación de cómo la justicia nueva (la que Jesús pro­clama) es distinta y superior a la justicia antigua (Mt 5, 17-48). Se subraya después el carácter interior de esta justicia nueva, que no puede basarse en el mero cum­plimiento de leyes externas, y se concreta en las actitu­des a desarrollar en las tres obras tenidas tradicional-mente por buenas: la limosna, la oración y el ayuno (Mt 6, 1-18). Por último se describen varias actitudes del verdadero discípulo de Jesús (6, 19-7, 25).

Así se va delineando el verdadero hombre que res­ponde a la verdadera imagen de Dios: «Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto» (Mt 5, 48). Un Dios que es Padre, que es cercanía y diálogo per­manente para el hombre, estímulo y compañía; un Dios que inspira confianza antes que temor.

5. Las Bienaventuranzas suenan a nuestros oídos como aldabonazos a los que no nos acostumbramos por muchas veces que las hayamos leído. No las entende­mos como leyes que hay que cumplir. El Dios de Jesús no empieza por formular normas. Comienza por invitar al hombre a hacer vida de valores que el mundo no suele considerar como tales. Jesús proclama que ciertas actitudes humanas (pobreza, misericordia, hambre y sed de justicia, lucha por el Reino, etc.), tienen a Dios de-

TEMA 4: JESÚS, AL TIEMPO QUE VA DESCUBRIÉNDONOS... 39

tras. Cuando el hombre vive esas experiencias, que el mundo minusvalora o desprecia, experimentará al mis­mo tiempo que Dios está especialmente presente en su vida.

Ante estas afirmaciones de Jesús queda en pie la pregunta: ¿me lo creo o no me lo creo? Pero aquí sólo cabe una respuesta: probar a ver si es verdad. Jesús afirma que hasta ahí es capaz de llegar el hombre, y que eso no lo vivirá como infelicidad, sino como sinto­nía con Dios y como verdadera plenitud humana.

6. Este Dios, Padre cercano de los hombres, espera ante todo que sea el hombre entero el que esté en juego en cada situación de su vida. «Habéis oído que se os dijo... pero yo os digo...», se repite machaconamen-te (Mt 5, 21.27.31.33.38). Las leyes antiguas (lo que «habéis oído que se os dijo») deben ser superadas: no basta con los actos externos, si las actitudes del corazón están torcidas. El Dios cercano que «ve en lo escondi­do» (Mt 6, 4.6.18) es un estímulo permanente para que el hombre asuma toda su interioridad, no se quede en la superficie.

7. El Sermón del Monte no es un reglamento exhaustivo de la vida de los discípulos. Tras describir unas actitudes generales, Jesús propone algunos ejemplos concretos, que nosotros podríamos completar con otros tomados de nuestra experiencia. En ellos queda de mani­fiesto cómo Jesús penetra en el corazón humano y le ofrece un camino y un estímulo (Dios Padre) para des­arrollar todo lo que el hombre es capaz de dar de sí.

Podríamos seguir este recorrido. Pero eso es tarea de cada uno. Vamos a terminar transcribiendo, a modo de síntesis, unas líneas de E. Charpentier al comentar estos textos: «Ser discípulo de Jesús es acoger la opor-

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40 HACIA LA FE EN JESÚS

tunidad que nos ofrece de ser libres bajo la mirada del amor. Y esa mirada de Dios nos revela a nosotros mis­mos. Para cambiar, para evolucionar, tenemos necesidad de que alguien nos espere, de que alguien nos ame, no solamente por lo que somos, sino también por lo que podemos llegar a ser (...). Esto nos permite comprender por qué exige tanto Jesús. Vernos amados con seme­jante amor supone para nosotros una exigencia de amar con el mismo amor».

PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIALOGO

1.°) Al margen de las opiniones sobre la Iglesia, ¿qué piensa nuestro mundo, la gente que nos rodea, de Dios? ¿Qué significa Dios en su vida?

2°) ¿Crees que existen diversas imágenes de Dios entre los hombres de nuestro tiempo? ¿Tam­bién entre los cristianos? Intenta descubrir­las.

3.°) ¿En qué sentido puede decirse que nuestra imagen de Dios condiciona nuestra imagen del hombre y la que tenemos de nosotros mis­mos?

4.°) Enumera las cosas que más te han llamado la atención al leer el Sermón del Monte.

5-°) ¿Qué sensación interior experimentas de forma espontánea después de leer y comentar el Sermón del Monte?

Tema 5: Jesús escoge un grupo de hombres para que sean

colaboradores suyos

1. Hemos visto la actividad incesante —predica­ción, milagros, atención a la gente...— que desarrolla Jesús recorriendo los pueblos y las aldeas de Galilea. Estamos en los primeros momentos de su vida pública. Es en esa región, que se encuentra situada al norte de Palestina, donde Jesús se movió en esa fase inicial de su actuación, según el testimonio de los evangelistas. En dicha región se encuentran ciudades cuyos nombres nos son muy conocidos (Betsaida, Genesaret, Cafarnaúm, Nazaret, Naím...), así como el lago de Genesaret o Mar de Galilea formado por el río Jordán a su paso por la llanura galilea.

Precisamente a orillas de ese lago tiene lugar el en­cuentro de Jesús con sus primeros discípulos. Es ahora el momento de leer otro pasaje evangélico, Me 1, 16-20, texto que sigue inmediatamente al resumen de la predicación de Jesús (Me 1, 15-16) que analizamos en el Tema 2.

No es una mera coincidencia el que estos dos textos vayan unidos. Porque Jesús desde el comienzo de su actividad buscó colaboradores para que compartieran

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con él sus tareas y su misión. Este hecho, que tanto re­lieve adquiere en los evangelios, es el que va a servir­nos en el presente tema como objeto de nuestra refle­xión. Para ello utilizaremos varios pasajes que iremos leyendo y comentando sucesivamente.

2. Releamos Me 1, 16-20. El relato, como casi to­dos los de los evangelios, es enormemente sencillo y sobrio. Esta sobriedad nos ayuda a comprender mejor las claves del mismo.

Lo primero a destacar es la llamada. Jesús pasa, ve a los pescadores en su ambiente y en su trabajo, los llama: «Venios conmigo». A continuación les indica el objeto de esta llamada: «Os haré pescadores de hom­bres». Por último, un detalle de gran importancia: «In­mediatamente dejaron las redes y lo siguieron». La res­puesta es inmediata y radical: supone cambiar de vida, pasar del trabajo en el mar a convertirse en colabora­dores de ese hombre que ha aparecido anunciando la llegada inminente del Reinado de Dios.

La escena se repite a renglón seguido, con los mis­mos rasgos y con la misma sobriedad, para otros dos hombres. En total son cuatro los llamados por Jesús: Simón (Pedro) y su hermano Andrés, en primer lugar; Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, después. Entran así en escena los que luego se convertirían en los discí­pulos más conocidos de Jesús.

¿Cuáles serían los sentimientos y los móviles de es­tos hombres en ese momento en que Jesús se dirige a ellos? Por los evangelios sabemos cuánto trabajo les costó comprender a fondo lo que Jesús pretendía y lo que esperaba de ellos. Tendremos ocasión de verlo en otros temas posteriores. Pero ya desde ahora se destaca la generosidad de este primer paso: eran gente sencilla, del pueblo llano, que arriesgaron su vida en una em-

TEMA 5: JESÚS ESCOGE UN GRUPO DE HOMBRES... 43

presa cuyas consecuencias apenas adivinaban entonces. Una cosa es clara: el atractivo irresistible de la persona de Jesús. Probablemente fue la persona que les lla­maba, más que la tarea que se les encomendaba, lo que arrastró a los cuatro primeros discípulos. Este dato es de gran importancia para comprender lo que es la fe: un proceso de identificación con la persona de Jesús, proceso lento, progresivo, no carente de altibajos y cri­sis, pero siempre centrado en una persona que nos quie­re hacer compartir su mensaje y su misión.

3. Más claro es aún el texto de Me 3, 13-19. Co­mencemos leyéndolo para ver en qué sentido confirma y explícita lo que ya encontrábamos en el pasaje an­terior.

También es un relato de gran sobriedad. En él se nos cuenta cómo Jesús constituye el grupo de los Doce. El evangelista indica los nombres de cada uno. Quizá eso no es lo más importante. Es verdad que entre ellos aparecen los cuatro discípulos que ya conocemos, pero también se enumeran otros de los que apenas conser­van los evangelios más datos.

¿Qué es entonces lo importante del relato? El fin para el que son llamados: «Designó a doce para que fueran sus compañeros y para enviarlos a predicar con poder de expulsar demonios» (Me 3, 14-15). Jesús los convierte en sus colaboradores inmediatos, los que ya desde este momento van a compartir su misión y la van a desarrollar con los mismos poderes que él, participan­do de sus actividades en esta fase inicial de la misión en Galilea.

4. En efecto, esta circunstancia es confirmada por Me 6, 6b-13. Otra vez aparecen los Doce, y ahora para

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decir que Jesús los envía de dos en dos «dándoles auto­ridad sobre los espíritus inmundos».

Los Doce participan en todo de la actividad de Je­sús; no se limitan a ir con él como acompañantes suyos. Son distribuidos por otros lugares para multiplicar los efectos del anuncio de Jesús: predican lo que predica Je­sús y se acompañan de los mismos signos que Jesús. Entre éstos se destacan —como ya decíamos en el Te­ma 3— la expulsión de los demonios, junto con la cura­ción de enfermos en general (Me 6, 12-13).

Aunque sea de pasada, conviene destacar que esta predicación de los primeros discípulos, de los Doce, es distinta en su contenido de la posterior predicación de los apóstoles. Lo que se predica no es a Jesús (como se hará luego, sobre todo después de la resurrección), sino la llegada del Reino. En realidad, lo que anunciaban los Doce es lo mismo que anunciaba Jesús.

5. En esta ocasión añade además el evangelista al­gunas instrucciones sobre cómo desempeñar esa misión (Me 6, 8-11). Sorprende la simplicidad que se exige al mensajero: no llevar nada, confiar sola y exclusivamente en el mensaje mismo y en la aceptación que encuentre en los pueblos por los que vayan pasando. Y no dete­nerse, no entretenerse, ni siquiera para convencer a los que se resistan. Esta prisa en la misión es signo de la urgencia del mensaje que se quiere comunicar: «Se ha cumplido el plazo, el Reinado de Dios está cerca. Arre­pentios y creed la buena noticia» (Me 1, 15) decía Je­sús. Ya no hay tiempo para componendas o dilaciones.

Una versión un poco más desarrollada de estas ins­trucciones la ofrece Mt 10, 5-15. Pero no añade nada importante, a no ser el mandato de limitarse a Galilea, sin entrar siquiera en la provincia limítrofe, también palestina, de Samaría. Esta circunstancia a veces ha sido

TEMA 5: JESÚS ESCOGE UN GRUPO DE HOMBRES... * 45

motivo de dificultades: ¿significa una limitación de los destinatarios del mensaje: ni los paganos (no judíos), ni siquiera los samaritanos? Sabemos que más adelante (todavía en vida de Jesús, y sobre todo después de su resurrección) se destacará el alcance universal del mensa­je. Esta aparente contradicción se deshace si tenemos en cuenta que los textos aquí comentados reflejan la situa­ción histórica de los primeros momentos de la vida pú­blica de Jesús.

6. Por último, existe otro pasaje que recoge el re­sultado de esta misión de los Doce: Me 6, 30-31. Los Doce vuelven contando lo que han vivido, y Jesús les invita a retirarse y descansar. El marco de esta invita­ción pone de relieve la intensa actividad de estos mo­mentos: «no encontraban tiempo ni para comer».

Todo esto conviene destacarlo porque luego llegará una época en que la actividad de Jesús y sus discípulos se reducirá. ¿Por qué? En su momento volveremos so­bre ello. Ahora basta con dejarse impresionar por esta acogida que encuentran la persona y el mensaje de Je­sús.

7. Como conclusión hay que subrayar el carácter misionero de este llamamiento de Jesús. Contrasta con una interpretación demasiado extendida hoy, según la cual seguir a Jesús es ante todo una cuestión de perfec­ción personal: ser como él, seguir sus pasos. Esta forma de entender la fe no está ausente del Evangelio: tendre­mos ocasión de verlo cuando analicemos qué significa el seguimiento de Jesús.

Pero eso es algo derivado. Lo primero y originario es colaborar en la obra de Jesús hacia afuera, ser por-

/, tavoces de su mensaje. Y, como consecuencia, se hará

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46 HACIA LA FE EN JESÚS

necesario imitar a Jesús, seguir sus pasos: porque él fue el modelo de cómo se puede vivir lo que él anunciaba.

PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIALOGO

1.°) Enumera los datos que más te han llamado la atención en la lectura de los textos evangéli­cos citados en este tema. ¿Qué conclusiones sacas para tu vida?

2.°) ¿Qué papel desempeña la figura de Jesús en nuestro tiempo? ¿Crees que tiene el mismo atractivo que tuvo en su época?

3.°) ¿Qué es para ti la je? ¿Qué importancia tie­ne el carácter personal de la fe? ¿Y el hecho de que la fe sea un proceso?

4.°) ¿Qué puede significar hoy colaborar con Je­sús, con su obra y su mensaje?

•5-°) ¿Qué condiciones exigiría Jesús hoy para ser colaborador de su obra?

Tema 6: El pueblo, entusiasmado, sigue a Jesús

1. En dos temas anteriores hemos analizado un as­pecto importante de la actuación de Jesús, los milagros (Tema 3), y una síntesis del contenido de su mensaje (Tema 4).

Veíamos entonces quiénes son los destinatarios de los milagros de Jesús y cómo esta forma suya de actuar va más allá de la pura curación física para convertirse en un signo de la presencia de Dios entre los hombres: una presencia que es salvación (Tema 3).

Veíamos luego que la predicación de Jesús no es le­galista, ni se encamina a amontonar preceptos sobre las conciencias de los hombres: más bien su mensaje se dirige al hombre para estimularlo mostrándole cómo Dios lo quiere y desea para él lo mejor. La predicación de Jesús sirve para que el hombre sienta más cerca a Dios, más dentro de él: nunca sirve para alejarlo (Te­ma 4).

2. ¿Cómo reaccionaba la gente ante esta forma de ser de Jesús? Para responder a esta pregunta tenemos que volver sobre algunos textos evangélicos que ya he­mos leído y fijarnos en algunos detalles más, que quizá nos han pasado desapercibidos.

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48 HACIA LA FE EN JESÚS

En primer lugar, el relato de los milagros de Me 1, 21-45 subraya repetidas veces el entusiasmo de la gen­te: estaban asombrados de su enseñanza (1, 22); la fama de sus milagros se extendía por todas partes (1, 28); la población se agolpaba alrededor de él (1, 33); la gente le busca (1, 37); Jesús no podía ni entrar en los pueblos, tal era el entusiasmo que despertaba (1, 45).

Es impresionante ver cómo se acumulan observacio­nes de este tipo, sobre todo en los primeros meses de su actividad pública. Podemos imaginar hasta qué pun­to la gente sencilla de aquellos pequeños pueblos de Galilea estaba revolucionada. Sin duda no está ausente de todo este entusiasmo el interés tan humano de ver cómo Jesús devuelve la salud a los enfermos. Hay textos que subrayan esta circunstancia de manera muy llama­tiva: por ejemplo, en Me 3, 7-12 el evangelista habla incluso del peligro de que lo estrujaran físicamente (3, 9-10).

3. Pero no sería justo reducirlo todo a esta postu­ra tan interesada. Ya hemos visto cómo también llamaba la atención su manera de predicar, la autoridad con que hablaba (Me 1, 22). Precisamente esta reacción es la que más destaca el evangelista Mateo al concluir el Ser­món del Monte: «Al terminar Jesús este discurso, esta­ba la gente asombrada de su enseñanza, porque les en­señaba con autoridad, no como sus letrados» (Mt 7, 28-29).

Es interesante esta alusión a los letrados (o a los escribas, que es otra traducción castellana de la misma palabra). Estos letrados eran los entendidos en la Ley y en el Antiguo Testamento. Ya conocemos la preocupa­ción de los judíos por ser fieles a la Ley: pues bien, los letrados eran los especialistas en el tema, aquellos a

TEMA 6: EL PUEBLO, ENTUSIASMADO, SIGUE A JESÚS 49

quienes todo buen judío solía dirigirse cuando quería saber cuáles eran sus obligaciones religiosas y morales.

Estos hombres, que llegaban a extremos inimagina­bles en su afán por cumplir la Ley como signo de su fidelidad a Dios, no calaban sin embargo en el pueblo sencillo. Jesús, en contraste con ellos, se gana a la gen­te gracias a su autoridad: sus oyentes perciben en segui­da que Jesús habla de una forma distinta, con una con­ciencia diferente. Volveremos más adelante sobre este punto.

4. Jesús mismo captó pronto esté desamparo en que se encontraba la gente de su tiempo. Probablemen­te era una experiencia suya ya muy antigua, vivida repe­tidas veces a lo largo de sus años de vida oculta. En el fondo, aquel pueblo tan bien organizado, tan orgulloso de su religión y de su Ley, no experimentaba una au­téntica plenitud religiosa: era una sensación como si Dios quedara lejos, distanciado por tantas cosas (leyes, instituciones, costumbres, funciones, etc.) que se inter­ponían entre él y su pueblo.

Precisamente en un pasaje que sigue inmediatamente a otro que ya leímos en el Tema 5 queda bien de mani­fiesto esta impresión de Jesús. Se nos relata en él la reacción de la gente cuando Jesús se marcha con los Doce a descansar a un lugar tranquilo: Me 6, 30-34. El pueblo le busca incansablemente, hasta dar con él. He aquí la reacción de Jesús: «Al desembarcar vio Jesús mucha gente, le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles con calma» (6, 34).

La expresión de evangelista («ovejas sin pastor») refleja bien este desamparo: no tienen pastor, les falta un «líder», como diríamos hoy. Jesús reacciona renun­ciando al descanso y poniéndose a enseñarles. El evan-

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gelio no nos dice qué les enseñaba. Es curioso este dato, frecuente en Marcos: muchas veces alude a que Jesús enseñaba, pero son raras las ocasiones en que se detiene a contar qué era lo que enseñaba. Parece insinuar que, antes de entrar en los contenidos, ya la persona de Je­sús, su forma de hablar y enseñar, eran una respuesta para sus contemporáneos: esa respuesta última que no encontraban en la religión oficial de su tiempo.

5. Se explica entonces el entusiasmo de las masas que siguen a Jesús, un entusiasmo que contrasta con las reservas que se suscitan en otros.

Este punto merecerá una mayor atención en temas posteriores. Ahora sólo bastará destacar un detalle que indica, casi de pasada, el evangelista Marcos. (A veces estos detalles, que pueden pasar desapercibidos, son de enorme interés y hasta desconcertantes). Resulta que sus parientes no acaban de entender lo que está pasan­do, e incluso intentan impedirle que siga actuando: «Fue a su casa, y se juntó de nuevo tanta gente que no lo dejaban ni comer. Al enterarse sus parientes, fueron a echarle mano, porque decían que no estaba en sus ca­bales» (Me 3, 21).

¿A qué parientes se refiere el texto? (¡Por qué lle­garon a pensar que no estaba bien? Estas preguntas quedan abiertas. Sólo podemos afirmar que, dentro de su familia, había quienes no comprendían ni aceptaban a Jesús, llegando incluso a pensar que estaba perdiendo la cabeza. Esta es una reacción muy explicable para quien contempla con ojos meramente humanos lo que está pasando: en seguida surge el temor ante el cariz que están tomando los acontecimientos y el peligro de que la situación se desborde involucrando a toda la fa­milia. Es la lucha entre las evidencias humanas y los interrogantes que suscita la fe.

TEMA 6: EL PUEBLO, ENTUSIASMADO, SIGUE A JESÚS

PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIALOGO

1.°) ¿Cuáles piensas que son las razones que justi­fican el entusiasmo de la gente frente a Jesús?

2°) ¿Crees que Jesús y su mensaje son capaces de suscitar hoy en nuestro mundo un entusiasmo semejante? ¿Por qué?

3.°) ¿Crees que también se puede decir de los hombres de nuestro tiempo que andan como ovejas sin pastor? ¿En qué sentido? ¿Qué tipo de líder necesitamos hoy? ¿Qué tipo de líderes nos sobra?

4.°) ¿Cómo se aplicaría la pregunta anterior a la Iglesia de hoy?

5.°) Analiza y valora las dudas de los parientes de Jesús. ¿Crees que entre nosotros se dan situa­ciones semejantes? Explícalas.

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Tema 7: Jesús entra en conflicto con la religiosidad judía

(los fariseos)

1. El eco que despertaba Jesús entre el pueblo sen­cillo —tal como hemos visto en el Tema 6—- tiene no poco que ver con sus relaciones con los fariseos, quizá el grupo que más frecuentemente aparece en los evan­gelios.

En nuestro lenguaje actual, «fariseo» es sinónimo de «hipócrita». En tiempo de Jesús, sin embargo, no era así. «Fariseo» quería decir «separado»; y, en efecto, los fariseos formaban un grupo que quería distinguirse (en este sentido, «separarse») por su piedad y por el exacto cumplimiento de la Ley judía. Era un movimien­to laico, de gente que vivía en medio del pueblo, pero que estaban organizados en comunidades muy unidas. Su honestidad y su piedad les permitían gozar de una gran reputación.

No se limitaban a cumplir la Ley: además de lo que estaba estrictamente mandado, hacían de forma volunta­ria otras muchas obras buenas para sentirse más seguros ante Dios (ayunos voluntarios, limosnas, oraciones, etc.).

Su temor continuo a infringir la Ley y a caer en el pecado les llevaba a multiplicar las normas hasta lo

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inverosímil: que para cualquier situación, por muy rara que pareciera, existiera una norma que sacara al hombre piadoso de cualquier duda. (Esto es lo que se ha lla­mado la «casuística»: que cada caso posible tenga una solución prevista). Así es posible estar tranquilo, por­que todo está previsto y nunca corremos el riesgo de encontrarnos desarmados ante Dios.

2. Por lo que ya hemos visto, esta manera de ser y de entender las relaciones con Dios tenía que chocar inevitablemente con la persona y el mensaje de Jesús. Es el evangelista Mateo el que más insiste en esta ra­dical incompatibilidad de Jesús con los fariseos (aunque en todos los evangelios hay huellas de lo mismo). Incluso se ha llegado a pensar que Mateo exageró los rasgos de los fariseos en su enfrentamiento con Jesús.

Sin embargo, la manera de ser de los fariseos no ha perdido toda su actualidad, porque en el fondo respon­de a ciertas tendencias innatas que todos llevamos den­tro. Los fariseos no son sólo unos exóticos personajes de hace veinte siglos, un modelo hoy superado. Por eso, al mirar a los fariseos de entonces, conviene que mire­mos también al hombre de hoy; que nos miremos a cada uno de nosotros.

3. Ya en los comienzos de su actividad pública, y al mismo tiempo que cundía el entusiasmo popular ante su persona, surgen las primeras críticas de los fariseos frente a algunas actuaciones de Jesús. Podemos decir que los fariseos se escandalizan de Jesús.

Leamos Me 2, 13-3, 6. En este texto se suceden va­rios enfrentamientos de Jesús con los fariseos y letrados (éstos solían pertenecer todos al grupo de los fariseos). Las ocasiones de estas controversias son diversas.

La primera ocasión refleja bien la intolerancia de los

TEMA 7: JESÚS ENTRA EN CONFLICTO CON LA RELIGIOSIDAD... 55

fariseos (2, 13-17). Estos no aceptan que Jesús comparta la mesa con los pecadores públicos, entre los que se en­cuentran los recaudadores de tributos. De este tipo de gente que no cumple la Ley hay que mantenerse aleja­dos. Los fariseos en esto son intransigentes. Jesús, en cambio, no piensa así: él está convencido que no ha venido para los justos, sino para los pecadores.

Segunda ocasión: el ayuno voluntario (2, 18-22). Los fariseos reprochan a Jesús que no ayuna y que en esto está por debajo de Juan el Bautista, un hombre que se distinguió por sus frecuentes ayunos. Jesús indi­ca cómo su llegada constituye un tiempo de fiesta y ale­gría, no de tristeza y ayuno.

4. Las dos últimas ocasiones se refieren a la obser­vancia del sábado (2, 23-3, 6). Era tal la escrupulosidad con que los judíos respetaban el descanso sabático que tenían elaborada, con todo lujo de detalles, una lista de actividades que no estaban permitidas realizar durante el día de descanso. Jesús se muestra bastante libre al res­pecto, con una libertad que no es arbitraria ni despectiva para con la Ley, sino que quiere responder a una más justa concepción de ésta: «El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado» (2, 27). Dicho de otro modo: la Ley está hecha para servir a la persona y para ayudarla, no para oprimirla; por eso Jesús admite que haya ocasiones en que no se cumpla (como el ejem­plo que él mismo pone, refiriéndose a algo que se con­taba del rey David, un poco más arriba: en 2, 25-26).

Más claro es el episodio siguiente (3, 1-6) en que Jesús toma la iniciativa para mostrar cómo, ante la po­sibilidad de hacer bien a un hombre, cede la observan­cia de los preceptos legales sobre el sábado. Puede leer-se la versión de este episodio en Mt 12, 9-14, donde se dramatiza más la escena alargando el diálogo de Jesús

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56 HACIA LA FE EN JESÚS

con los fariseos. En cualquier caso los fariseos ven en esta actitud de Jesús una abierta desautorización de su forma de interpretar la Ley (y de interpretar en última instancia a Dios); y esto, delante de todo el pueblo. Por eso empiezan ya a pensar en la conveniencia de eliminar­lo (Me, 3, 6).

5. Son innumerables los conflictos de Jesús con los fariseos. Analicemos otro, que se refiere a una cues­tión que preocupaba especialmente a los fariseos: la pu­reza cultual. Había ciertos actos y objetos que incapa­citaban al judío para los actos de culto a Dios, incluso para la oración: por ejemplo, tocar un cadáver, o la sangre, o ciertos animales. Para recuperar la pureza eran necesarios escrupulosos lavatorios, que se realizaban in­cluso para salir al paso de posibles contactos indirectos o inconscientes. Por eso lavaban cuidadosamente tam­bién ollas, platos, etc.

Esta preocupación tan llamativa por presentar un exterior incólume ante Dios es objeto de duros ataques por parte de Jesús. Léase Me 7, 1-23. Y no sólo por la cosa en sí de las purificaciones. Sino, sobre todo, porque esto podría ser una coartada para ocultar lo que verda­deramente hace al hombre indigno de presentarse ante Dios: las actitudes interiores, los actos que salen de den­tro del corazón (leer, sobre todo, Me 7, 14-23).

6. Esta preocupación de Jesús por las actitudes profundas la encontramos ya en el Tema 4 al analizar el Sermón del Monte. Ahora podemos releer un trozo del mismo desde esta perspectiva: Mi 5, 17-48. Pero conviene fijarse sobre todo en algunas afirmaciones que hace Jesús.

En primer lugar, Jesús afirma que no viene a de­rogar la Ley, sino a darle cumplimiento de una forma

TEMA 7: JESÚS ENTRA EN CONFLICTO CON LA RELIGIOSIDAD... 57

más plena (5, 17-18). Esta forma más plena es la que se explica a continuación cuando Jesús va contraponien­do los grandes preceptos de la Ley antigua («habéis oído que se os dijo...») a sus reflexiones sobre otras actitu­des interiores que no tienen poco que ver con los man­datos anteriores («pero yo os digo...»). También aquí es clara la autoridad con que habla Jesús.

Y antes de entrar en estas explicaciones ya Jesús ha hecho una alusión clara y directa a los fariseos: «Si vuestra fidelidad no sobrepasa la de los letrados y fari­seos, no entraréis en el Reino de Dios» (5, 20). Es cu­rioso que Jesús exhorte a superar la fidelidad de los fa­riseos, cuando esta fidelidad era precisamente la obsesión de su vida. Jesús está poniendo de manifiesto que no han entendido nada: porque no se trata de hacer más," sino de hacer las cosas de otra forma.

PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIALOGO

1 •") ¿Qué suscita en ti la palabra «fariseo»? ¿Cuándo la utilizas y en relación con quién?

2") ¿Crees que el fariseísmo es una postura que se da aún hoy entre los cristianos? ¿En qué si­tuaciones?

3.°) ¿Cuál es la actitud de Jesús ante la Ley? 4.°) ¿Cuál es nuestra actitud ante la ley? ¿En qué

sentido estos textos que hemos leído nos pue­den ayudar?

5") ¿Cómo concibes la fidelidad a Dios?

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Tema 8: Jesús muestra una especial predilección por los

marginados

1. En los temas anteriores ya ha sido puesto de ' (

manifiesto cómo Jesús tiene una sensibilidad particular . para comprender el dolor de los enfermos y salir a su encuentro. Este dato nos orienta sobre lo que es una actitud más general de Jesús: su predilección por toda clase de marginados.

¿Quiénes son los marginados en tiempo de Jesús? Pueden sintetizarse en dos grupos, que quedarían de­signados como los pobres y los pecadores. Vamos a acercarnos a cada uno de ellos para ver las actitudes con­cretas de Jesús. Para ello utilizaremos fundamentalmente el evangelio de Lucas, que es el que mejor ha recogido esta faceta de la vida de Jesús.

2. ¿Quiénes son los pobres? El término «pobre» en los evangelios y en boca de Jesús parece incluir algo más que la mera pobreza física, aunque tampoco excluya a ésta. Los textos más iluminadores para este punto son Le 4, 16-21 y Le 7, 18-23.

Ambos pasajes nos ofrecen una buena descripción de quiénes son los pobres: los cautivos, los ciegos, los

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oprimidos, los cojos, los leprosos, los sordos. También recordamos cómo las «bienaventuranzas» yuxtaponen a la pobreza, el hambre y la sed, el llanto, la persecución (Le 6, 20-23). La pobreza remite, por tanto, a esas si­tuaciones humanas de impotencia y de inferioridad que conllevan muchas veces el ser «mal vistos» por los de­más: y por eso, marginados.

3. Pero lo más importante de los dos textos cita­dos es que en ambos aparece la acción de Jesús en favor de los pobres como el rasgo distintivo de su misión. En efecto, se trata de dos momentos en que se espera que Jesús se defina, diga algo acerca de su propia identidad.

Pues bien, en el primero, que tiene lugar en la sina­goga de Nazaret, Jesús se presenta como el enviado de Dios (o el «ungido de Dios»: de ahí la palabra «Me­sías») para anunciar la Buena Noticia a los pobres. De acuerdo con el anuncio profético de Isaías, que se acaba de leer en público en la sinagoga, Jesús es el Mesías porque anuncia la buena noticia a los pobres (4, 18-19). Estamos en el comienzo de su actividad pública.

En el segundo caso, la situación es bien distinta. Juan el Bautista desde la cárcel envía a algunos de sus discípulos para que pregunten a Jesús si es el Mesías. Eso es lo que significa la pregunta: «¿Eres tú el que tenía que venir o esperamos a otro?» (7, 19). Jesús res­ponde remitiendo a sus obras y, en concreto, a su ac­ción en favor de los pobres. La respuesta es clara y coincide con la que vimos en el texto anterior: «Soy el Mesías (el que tenía que venir) porque anuncio a los pobres la buena noticia».

En ambos casos este anunciar a los pobres la buena noticia no aparece aisladamente, como una mera comu­nicación verbal: va acompañado de la liberación de esas situaciones que oprimen al pobre. La salvación se anun-

TEMA 8: JESÚS MUESTRA UNA ESPECIAL PREDILECCIÓN... 61

cia a través de unas actuaciones muy concretas que dejan su huella ya ahora en el hombre (en el pobre). Ya veía­mos en el Tema 3 cómo los milagros de Jesús significan algo más que la inmediata curación física: son un signo de la salvación integral y definitiva de Dios.

4. Y los pecadores, ¿quiénes son? Para entenderlo tenemos que superar nuestra forma lógica de entender hoy ese término, más bien como algo que afecta sólo al interior de la persona.

En la sociedad judía, que estaba montada sobre una estrecha vinculación de lo religioso, lo político y lo so­cial, ser pecador era una cuestión pública. El que es religiosamente rechazable, es reprobable también desde el punto de vista social. No tiene sitio en la sociedad: por eso es también un marginado.

En conjunto dos grupos de personas encajaban den­tro de esta categoría de pecadores: los recaudadores de » impuestos y las prostitutas.

5. El oficio de recaudador de tributos (o publica-no, que es lo mismo) era considerado como inmoral por el pueblo. Y había razones para ello: el cobro de tribu­tos se arrendaba por sumas muy altas a los jefes de re­caudadores; éstos, a su vez, lo subarrendaban a los re­caudadores simples. Estos últimos no vivían demasiado bien, pero tenían fama de aprovecharse de la gente senci­lla en la recaudación para poder pagar a sus jefes. Los jefes, en cambio, eran los que se enriquecían enorme­mente a costa de los impuestos del pueblo. Unos y otros se hacían odiosos y reprobables a la gente.

Ya vimos en el Tema 7 cómo los fariseos criticaban a Jesús porque se sentaba a la mesa con pecadores y re­caudadores. Y no quedan ahí las cosas, porque resulta que Jesús escoge a uno de sus Doce de entre los recau-

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dadores: se trata de Mateo, también llamado Leví (Me 2, 13-17; Mt 9, 9-13).

Pero todavía mayor asombro causa ver a Jesús in­vitándose a casa de un jefe de recaudadores: Zaqueo. Léase Le 19, 1-10. La iniciativa de Jesús levanta un sin­fín de murmuraciones entre los habitantes de Jericó que se agolpaban en las calles para recibir al que viene con fama de profeta. Pero Jesús no se fija en otro, sino en el que era despreciado de todos por rico y por ladrón.

6. En cuanto a las prostitutas o pecadoras públicas, son repetidas las ocasiones en que Jesús las acoge, a pesar del escándalo que tal actitud provoca. Todos re­cordamos el caso de la mujer samaritana (Jn 4, 1-12) o el de la adúltera (Jn 8, 2-11). Detengámonos un mo­mento en la lectura de otro caso bien conocido: el de la pecadora que acude a Jesús cuando éste está invitado

» en casa de un fariseo llamado Simón (Le 7, 36-50). En este pasaje quedan bien de relieve dos posturas

frente a frente: la intolerancia del fariseo y la senci­llez de la pecadora. Y entre los dos destaca sobre todo la libertad de espíritu de Jesús que se distancia del fariseo intransigente y tiende la mano ofreciendo su perdón a la mujer arrepentida. No es que Jesús minimice el pe­cado, pero acepta siempre el arrepentimiento sincero del pecador, mientras que rechaza a quienes confían ante todo en sus propios méritos.

7. Esta escena no es más que una versión en vivo de la parábola que Jesús contó en otra ocasión para expresar estas dos formas de relacionarse con Dios: la del fariseo y el recaudador que subieron al templo a orar (Le 18, 9-14).

Podemos leerla ahora. En ella encontraremos quizá una buena clave para entender esta predilección de Je-

TEMA 8: JESÚS MUESTRA UNA ESPECIAL PREDILECCIÓN... 63

sus por los marginados. Y es que los pobres, los recau­dadores, las prostitutas, los pecadores están mejor dis­puestos para reconocer la bondad de Dios que se abre gratuitamente al hombre, mientras que los fariseos están demasiado seguros de sus propios méritos y creen que con ellos pueden conquistar la benevolencia de Dios.

No cabe duda de que esta parábola resume bien la experiencia de Jesús. Ya lo había expresado lacónica­mente en otra ocasión: «No necesitan de médico los sa­nos, sino los enfermos. No he venido a invitar a los justos, sino a los pecadores» (Me 2, 17). Son palabras que no se pueden escuchar sin una cierta inquietud.

PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIALOGO

1.°) ¿Qué significa para ti esta predilección de Je­sús por los marginados de su tiempo?

2°) ¿Quiénes son los marginados de nuestro tiem­po? Concreta lo más que puedas tu respues­ta.

3.°) ¿Cuál es la actitud de los cristianos frente a los marginados? ¿Tenemos siempre ese afán que tenía Jesús por integrar a todos?

4°) ¿Cómo se manifiestan en las vidas de los cris­tianos actuales las posturas del fariseo y el re­caudador de la parábola?

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Tema 9: Toda la vida de Jesús es una lucha por mantenerse fiel

a su misión

1. Uno de los puntos más delicados en torno a Je­sús es el de cómo entendió El su propia vida y su mi­sión. Durante mucho tiempo se ha subrayado enorme­mente el hecho de que Jesús es Dios (afirmación a la que sólo tenemos acceso por la fe); pero entonces ape-ñas es posible comprender que Jesús sea también hom­bre. Hoy, en cambio, existe una tendencia acusada a subrayar la humanidad de Jesús, dejando muy en se­gundo término su divinidad.

Se trata de un problema complejo y delicado. Nos­otros no podemos eludirlo, pero tampoco nos es posible resolverlo del todo a estas alturas de nuestro camino. Pensamos que lo mejor es seguir el hilo de los relatos evangélicos^ sin el agobio de querer llegar en seguida a conclusiones definitivas: nos contentaremos con acercar­nos serenamente a Jesús y seguir sus pasos.

2. Por lo que podemos leer en los evangelios parece que la vida de Jesús fue una lucha continua, mantenida a la vez en frentes muy distintos. Uno de ellos, quizá inesperado para muchos, fue El mismo. Porque Jesús

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66 HACIA LA FE EN JESÚS

encontró en sí mismo resistencia para ser fiel a su misión, sobre todo a medida que sentía las dificultades que ella comportaba, o cuando contemplaba cómo otros preten­dían llegar a la misma meta por caminos más fáciles.

Este punto es el que queremos analizar en el pre­sente tema, con el convencimiento de que, a través de él, la vida de Jesús se nos hará especialmente cercana y nos ayudará a comprender nuestra propia existencia. Para eso hemos escogido un relato de gran interés, aunque a primera vista pasa bastante desapercibido en los evange­lios: las tentaciones de Jesús (Mt 4, 1-11).

3. El relato de las tentaciones tiene una enorme importancia en el Evangelio y en el conjunto de la vida de Jesús. Pero hay que entenderlo bien, y no quedarse en los aspectos más anecdóticos, como suele ocurrir con frecuencia. Porque no basta decir que Jesús fue tentado por el diablo para enseñarnos cómo tenemos que recha­zar las tentaciones nosotros, y quizá que sólo así seremos premiados por Dios.

La cuestión central no es el hecho de que Jesús fue­ra tentado, sino el contenido de las tentaciones que su­frió. Jesús era el Mesías, el enviado de Dios para salvar a su pueblo. Pero ¿qué clase de Mesías?; ¿con qué me­dios iba a realizar esa misión? Eso es lo que está en cuestión en las tentaciones. Porque a través de ellas se proponían a Jesús otros modelos o formas de realizar la misión que Dios le había encomendado.

Conste que lo que se le ofrecía no eran cosas abier­tamente malas, sino verdaderas soluciones, al menos en apariencia. Eso es precisamente lo que ocurre con toda tentación: nunca se presenta como algo malo en sí. Je­sús tuvo que descubrir que sólo aparentemente era esa la voluntad de Dios.

En seguida veremos cuál era el contenido de las ten-

TEMA 9: TODA LA VIDA DE JESÚS ES UNA LUCHA... 67

taciones. Pero antes debe advertirse también lo siguien­te: parece probable que éstas no tuvieron lugar solamen­te en un momento de su vida, sino que se repitieron a lo largo de toda ella, sobre todo en determinadas circuns­tancias. Los evangelistas Mateo y Lucas han sintetizado este tema en un solo relato, colocándolo como pórtico de la actividad pública de Jesús. Este tipo de adaptacio­nes es frecuente en los evangelios y no tiene que sor­prendernos, ya que lo que sus autores pretenden no es transmitir los detalles de los hechos tal como sucedie­ron, sino comunicar un mensaje de fe (acomodado ade­más a la mentalidad de aquella época, tan distinta de la nuestra).

4. La primera tentación consistía en convertir las piedras en panes (Mt 4, 3). ¿Qué malo tiene eso?, po­dría preguntarse. Y sin embargo, Jesús la rechaza sin contemplaciones. ¿Por qué?

Esta tentación suponía una forma concreta de me-sianismo: el mesianismo de la abundancia material. Ante un pueblo en general oprimido y casi en la miseria, Je­sús se presentaría ofreciéndole una situación de bienes­tar generalizado. Esta oferta encontraría, sin duda, una favorable acogida en el pueblo.

En esa línea parece se movían en aquel tiempo al­gunos dirigentes del pueblo, que buscaban la salvación nacional en una actitud de colaboracionismo con el po­der ocupante (Roma). Eran los saduceos, preocupados ante todo por el mantenimiento del orden, la paz y la sumisión a Roma, como única forma para alcanzar la prosperidad. Por eso rechazaban y combatían todo mo­vimiento popular de masas. Esto explica que vieran con malos ojos a la persona de Jesús, así como las expecta­tivas que despertó en el pueblo.

Jesús, sin embargo, está lejos de aceptar esta vía de

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mesianismo: la abundancia material. El relato de las ten­taciones no permite dudarlo. Pero Jesús tuvo que pensar más de una vez que era un camino posible también para El, y un camino fácil, sin duda.

5. Segunda tentación: A Jesús se le propone que haga una demostración espectacular de su poder arroján­dose desde lo alto del templo para que los ángeles lo recojan por el aire (Mt 4, 6). Hubiera sido un espec­táculo decisivo para darse a conocer como Mesías, ante el que nadie hubiera dudado: un camino fácil y rápido.

Tampoco el pueblo judío habría sido ajeno a esta esperanza. Ante la incapacidad humana para superar la situación en que éste se encontraba, no eran pocos los que se refugiaban en una vida personal escrupulosamen­te religiosa y moral, dejando en manos de Dios una in­tervención en que pusiera en juego todo su poder para salvar al pueblo. Los fariseos, tan preocupados por la observancia estricta de la Ley, fueron sin duda víctimas de esta tentación.

Y Jesús tampoco debió excluirla. Tanto amaba a su pueblo, hasta tal punto compartía su esperanza de sal­vación, que tuvo que contemplar alguna vez esta posible solución. Sin embargo, terminó rechazándola, porque tampoco este mesianismo espectacular y fácil era el me­sianismo querido por Dios.

6. La última tentación ofrecía otra forma de me­sianismo: el mesianismo político, A Jesús se le propone nada menos que la soberanía sobre todos los reinos de la tierra. Esta sí que es una solución directa: convertirse en un caudillo popular para enfrentarse con el poder ro­mano y liberar a la nación judía.

Esta tentación estaba muy presente en el pueblo ju­dío, particularmente en el grupo de los zelotas, que pro-

TEMA 9: TODA LA VIDA DE JESÚS ES UNA LUCHA... 69

pugnaban el uso de la violencia y organizaban frecuentes acciones aisladas o golpes de mano, al estilo guerrillero. Sabemos además que Jesús tuvo entre los Doce a uno que probablemente pertenecía o había pertenecido a este grupo: Simón el zelota (Mt 10, 4).

Jesús, que debió conocer de cerca a los zelotas, tam­poco aceptó su forma de entender la salvación del pue­blo. El verdadero camino no podía ser el del mesianismo político, y menos aún el de la violencia armada. Jesús rechazó por eso la tercera tentación. Su postura es in-~ equívoca.

7. Todo esto supuso, como decíamos, una lucha continua en su vida. No olvidemos que no fueron sólo tentaciones teóricas o interiormente vividas. Hemos vis­to que, de alguna forma, todas ellas estaban encarnadas en la sociedad que le rodeaba. Por eso debieron ser ten­taciones permanentes, tanto más agudas cuanto más di­fícil resultaba a Jesús que el pueblo comprendiera su mensaje original o su forma de entender el mesianismo.

8. Estas pueden ser también nuestras tentaciones, referidas, como en el caso de Jesús, a nuestra misión en el mundo. ¿No es también frecuente que tergiversemos * nuestra misión de cristianos en la sociedad buscando ca­minos más fáciles? ¿No nos dejamos llevar con fre­cuencia por el afán de llegar a mucha gente, aunque sea a costa de «aguar» el mensaje de Jesús?

¿Acaso no pueden ser también éstas las tentaciones de la Iglesia de hoy?

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PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIALOGO

1.°) ¿Qué entiendes por tentación? ¿Cuáles son sus características?

2°) Comenta las tres tentaciones de Jesús e indi­ca cómo pueden presentarse hoy a nosotros.

3-°) ¿Qué rasgos sobresalen más en la persona de Jesús en este pasaje evangélico que hemos analizado? ¿Qué aportan a nuestra vida?

4.°) ¿Cuáles te parecen las tentaciones más fre­cuentes para el cristiano de hoy?

5.°) ¿Tú crees que la Iglesia de hoy también tiene tentaciones? ¿A qué Iglesia te refieres? ¿Qué tentaciones?

Tema 10: Jesús encuentra dificultades para que la gente*

comprenda su mensaje

1. Hemos tenido ocasión de ver cómo el pueblo sigue entusiasmado a Jesús (Tema 6); también vimos cómo los discípulos forman un grupo de incondicionales en torno a él (Tema 5).

Sin embargo, este ambiente de exaltación y entusias­mo no va a rodear a Jesús de forma permanente. Pron­to comenzarán a surgir las dificultades. Su origen estará en la forma misma de interpretar la misión de Jesús: tanto ese pueblo que se entusiasmó al comienzo, como los discípulos que abandonaron todo por seguir a su maestro empezarán a no ver claro el camino que sigue Jesús. Y no digamos sus propios familiares que, como ya vimos, hacía tiempo venían sospechando que Jesús no estaba en sus cabales (Me 3, 21).

2. Una ocasión muy significativa para palpar esta distancia que va superando a Jesús de los que le rodean es la multiplicación de los panes. Comencemos por leer el relato de este milagro (Me 6, 30-52), fijándonos sobre todo en las consecuencias del mismo (Me 6, 45-52).

Llama la atención la forma en que Jesús actúa. Se

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72 HACIA LA FE EN JESÚS

había creado un ambiente de expectación, muy explica­ble entre la multitud que acababa de ser testigo de un milagro espectacular. Jesús no se recrea en él, sino que reacciona cortando tajantemente la situación: dice el evangelista que «obligó a los discípulos a que se embar­caran» (Me 6, 45). Probablemente los discípulos se sen­tían orgullosos del triunfo de Jesús y querían aprove­char el momento. El pueblo, por su parte, parecía dis­puesto. El evangelista Juan, que da gran relieve a este episodio, indica cómo la gente decía: «Este sí que es el profeta que tenía que venir al mundo». Y añade: «Je­sús, entonces, dándose cuenta de que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez al monte, él solo» (Jn 6, 14-15).

En estas palabras tenemos la clave para comprender lo que se estaba gestando. El pueblo quería hacerlo rey. Cabe pensar que los discípulos veían con buenos ojos esta pretensión popular. Jesús cae en la cuenta de que su misión corre un grave riesgo de torcerse. La gente no lo ha entendido y está interpretando su mesianismo en sen­tido político: ponerse al frente del pueblo para conver­tirse en su rey y acaudillar así un movimiento más, de los muchos que habían surgido por aquellos años, contra el poder romano. Otra vez la tentación se hace presente en la vida de Jesús {Tema 9), y ahora disfrazada tras una multitud que le aclama exaltada y dispuesta a se­cundarle incondicionalmente.

3. Los discípulos tampoco debieron reaccionar fa­vorablemente ante esta forma de actuar Jesús. Dice el evangelio que cuando Jesús, después de haberse retirado a orar solo, volvió a reunirse con ellos al anochecer en el lago, también de forma milagrosa, «su estupor llegó al colmo, porque estaban ciegos y no habían comprendido lo de los panes» (Me 6, 52). Juan ha ampliado este epi-

TEMA 10: JESÚS ENCUENTRA DIFICULTADES... , 73

sodio añadiendo un largo discurso en que Jesús comien­za recriminando a la gente por las motivaciones tan ma­teriales que tienen al buscarlo (Jn 6, 22-71: sobre todo 6, 26-27 y 66-69).

4. Este peligro de malinterpretar la misión lo ha­bía venido percibiendo Jesús desde tiempo atrás. Eso puede explicar otro dato, a primera vista incomprensi­ble, de los evangelios: el secreto que impone a los que le reconocen como Mesías. «Expulsó a muchos demo­nios; y no toleraba que los demonios hablasen, porque sabían quién era» (Me 1, 34). Cuando los espíritus in­mundos le gritaban «Tú eres el hijo de Dios», «él les prohibía severamente que lo descubrieran» (Me 3, 11-12).

También Jesús prohibe muchas veces a los que quedan curados por El que lo cuenten a la gente. Es una prohibición casi absurda. ¿Cómo no se van a ente­rar los familiares y conocidos? Sin embargo, Jesús la repite una y otra vez: a un leproso (Me 1, 44); a la familia de Jairo cuya hija resucita (Me 5, 43); a un sordomudo (Me 7, 36); a un ciego (Me 8, 26). Y no es por modestia, como a veces se dice comentando estos textos, sino por miedo a que la gente interprete mal su mensaje y su misión.

5. Sin embargo parece claro que la gente lo inter­pretó mal. Y la resistencia de Jesús frente a esas inter­pretaciones falseadas provocó un distanciamiento y una indiferencia progresiva por parte del pueblo en general.

Este enfriamiento de las relaciones afectó también a los discípulos. Por eso llega un momento en que Jesús se ve en la necesidad de hacer como un balance de la situación. Es un episodio central en el conjunto de su vida, tal como nos la presentan los evangelios.

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Este episodio corresponde a Me 8, 27-33. Jesús pre­gunta a sus discípulos, con los que se ha retirado a la región de Cesárea de Filipo: «¿Quién dice la gente que soy yo?». Y en seguida los interpela directamente: «Y vosotros, ¿quién decís que soy?». Pedro se adelanta, como casi siempre: «Tú eres el Mesías».

Parecería que Jesús puede quedarse ya tranquilo, ante esta confesión del principal de sus discípulos. Pero no es así. Ya sabemos que el problema no radica en re­conocer a Jesús como Mesías, sino en la forma de en­tender su mesianismo. Jesús aprovecha entonces esta confesión y la completa anunciando, por vez primera, lo que El prevé van a ser las consecuencias de su mi­sión: el rechazo, la persecución y la muerte. Tiene ra­zones más que suficientes para pensar que las cosas van a terminar así; pero también para confiar en que el Pa­dre estará con El hasta el final: por eso anuncia ya, des­de ahora, su esperanza en la resurrección.

Es claro que Pedro no entendió las cosas así. Tan decidido fue al reconocerle Mesías como sorprendido quedó ante este anuncio de Jesús. Y Jesús no duda en rechazar severamente a Pedro que intenta disuadirlo. Es una nueva forma de tentación: « ¡Quítate de mi vis­ta, Satanás! , porque tu idea no es la de Dios, sino la humana» (Me 8, 33). Una vez más la tentación, ahora en la persona de los más cercanos a El, le sale al paso en su camino.

6. A través de todos estos acontecimientos hemos percibido una creciente dificultad para comprender a Je­sús por parte de los que en un principio no dudaron en seguirle. Jesús, sin embargo, no cede en lo que es la clave de su misión. La fidelidad a su Padre es lo que guía toda su vida, aunque poco a poco va convencién­dose de que esto sólo le sirve, a corto plazo, para que

TEMA 10: JESÚS ENCUENTRA DIFICULTADES... 75

la gente se vaya retirando de El. Jesús se va quedando cada vez más solo. En seguida veremos cómo en la se­gunda parte de su vida pública cambiará radicalmente la orientación de toda su actividad.

PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIALOGO

1.°) ¿Cómo se puede explicar el que el pueblo se mostrara cada vez más indiferente hacia Je­sús?

2°) ¿Cuáles crees fueron las razones por las cua­les el pueblo va mostrándose cada vez más indiferente hacia Jesús?

3.°) ¿Algunas actitudes en la Iglesia de hoy te re­cuerdan las de los discípulos de Jesús? ¿Cuá­les? ¿Por qué?

4.°) ¿Qué posturas de Jesús, en los hechos que hemos analizado, te han llamado más la aten­ción? ¿Cómo pueden iluminar tu vida perso­nal?

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#

Tema 11: Jesús centra su activi-dad en el grupo de los discípulos

1. Estamos acostumbrados a imaginar siempre a Jesús que es entusiásticamente acogido por el pueblo «v sencillo. Conviene, sin embargo, corregir esa visión y admitir que eso sólo ocurrió en una parte de su vida. Efectivamente, en los primeros meses de su actividad pública el pueblo le siguió entusiasmado por todas par­tes en la región de Galilea. Ahí fue donde se desarrolló la mayor parte de su actividad.

Más tarde, sin embargo, cambiará la decoración. Si seguimos los relatos evangélicos de Mateo, Marcos y Lu­cas este cambio comienza a advertirse precisamente a partir de la escena de Cesárea, cuando Pedro confiesa que Jesús es el Mesías. A partir de este momento, la actividad de Jesús se concentra cada vez más en el círcu­lo de sus discípulos: sus palabras se dirigen a ellos preferentemente, instruyéndolos e insistiendo en los puntos más importantes de su mensaje. El pueblo, por el contrario, va quedando poco a poco en segundo plano.

2. Los tres evangelistas citados localizan además esta nueva etapa de la actividad de Jesús en un marco

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geográfico diferente. Hasta ahora se ha movido en la región de Galilea, la zona más llana y fértil, situada al norte de Palestina. A partir de ahora nos van a presen­tar a Jesús en camino hacia Jerusalén, la ciudad en la que se desarrollarán los últimos días de su vida.

Puede resultar un tanto artificial esta forma de dar estructura a la actividad de Jesús en tres fases funda­mentales: Galilea, camino hacia Jerusalén, Jerusalén. El evangelista Juan, por su parte, no la mantiene: nos pre­senta a un Jesús que sube varias veces a Jerusalén a lo largo de sus años de actividad pública. Pero cuando los otros tres evangelistas coinciden en esa estructuración, debe haber una razón de fondo que lo justifique. Esta razón es, sin duda, teológica: es decir, se refiere a un determinado mensaje que se nos quiere comunicar.

Ir a Jerusalén significa para Jesús dirigirse a la ciu­dad que es centro y capital de la nación judía, residencia de sus principales dirigentes religiosos y políticos: allí el mensaje de Jesús tendrá que sufrir su prueba de fuego y vivir sus momentos más dramáticos. Este decidido ir hacia Jerusalén es un signo muy expresivo de la fideli­dad de Jesús a su misión.

3. Este lento viaje adquiere una importancia espe­cial en el evangelio de Lucas: ocupa la tercera parte del mismo (Le 9, 51-19, 28). Marcos, por su parte, sub­raya este viaje varias veces, coincidiendo con los anun­cios de los acontecimientos dramáticos que se avecinan. Leer Me 9, 30-32, donde se destaca cómo caminan casi a escondidas de la gente, cómo va instruyendo a sus dis­cípulos y cómo éstos apenas entienden nada de lo que les va diciendo. En esta misma línea tiene lugar, un poco más adelante, un nuevo anuncio de la pasión: leer Me 10, 32-34. Aquí indica el relato cómo Jesús les lle­vaba la delantera y ellos apenas podían seguirle: evi-

TEMA 11: JESÚS CENTRA SU ACTIVIDAD EN EL GRUPO... 79

dentemente en este detalle hay una intención simbólica para expresar la distinta actitud de Jesús y los suyos.

4. En todo este viaje hemos señalado más arriba que Jesús se concentra en la instrucción de sus discípu­los. Pues bien, es en este marco donde aparece la exigen­cia del seguimiento. Esta es la actitud básica del verda­dero discípulo. Y ninguna ocasión mejor para compren­derla que el camino hacia Jerusalén: los discípulos de­ben seguir a Jesús en ese camino que le conduce a con­sumar su misión. El seguimiento físico, en un ambiente que cada vez le es más indiferente y que terminará siéndole hostil, es símbolo del seguimiento espiritual.

Esta exigencia la expresa Jesús de forma contunden­te en el episodio que sigue a la confesión de Pedro en Cesárea. En el tema anterior leímos Me 8, 27-33. Aho­ra conviene releer esta página, pero ampliándola con las palabras que dirige Jesús a continuación, completando su dura reacción ante la propuesta de Pedro: Me 8, 34-38.

5. El seguimiento es la actitud más característica del discípulo de Jesús: supone consagrarse a su causa, hacerse portador y testigo de su mensaje. No puede in­terpretarse esta actitud en un sentido primariamente as­cético. ¡Cuántas veces se ha entendido así el «negarse a sí mismo y cargar con la cruz»! (Me 8, 34). Y sin embargo, no es la renuncia por la renuncia lo que se pide aquí, como si se tratara de una especie de cultivo de la personalidad o de acumulación de méritos, ante Dios. Si se nos pide negarnos a nosotros mismos es para quedar libres y poder entregarnos mejor a la causa de Jesús.

Jesús tiene que preparar a los que van a continuar su obra. Mientras más claro va viendo que su trágico

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final se acerca, más le urge tener a punto a sus dis­cípulos. Por eso dedica tanto tiempo a instruirlos. Y no quiere ocultarles que lo que está en juego es la vida misma: el que siga a Jesús debe saber bien qué es lo que arriesga. Sin embargo, la muerte que Jesús anuncia como posibilidad para los que quieran seguirle, deja abierto un resquicio hacia algo que está más allá de ella. Jesús apunta aquí a una difícil y misteriosa armo­nía entre la vida y la muerte (Me 8, 35). Si a los oídos humanos hablar de la muerte suena a final absoluto, en boca de Jesús hay muertes que dan paso a una vida mejor.

Todo esto es oscuro y misterioso. Y así tenemos que aceptarlo. Sin quedarnos en una interpretación sólo es­piritualista. Si lo que Jesús presentía era que lo iban a matar, en el sentido más estricto de la palabra, no po­día estar exhortando a sus discípulos únicamente a una especie de muerte espiritual. Lo que les anuncia es que también sus vidas, como la de El, van a estar en pe-

, 1%ro.

6. Estas exigencias del seguimiento tenemos que proyectarlas sobre nuestras vidas con toda honestidad. Sabemos por experiencia lo fácil que nos resulta buscar interpretaciones suavizadas a todo esto. Peto así sólo conseguimos desvirtuar el mensaje de Jesús y defrau­darnos a nosotros mismos. No olvidemos que todo esto es una invitación: Jesús nos muestra un camino, nos lo va mostrando a medida que él mismo lo recorre. En sus palabras no hay reflexiones teóricas, de las que tantas veces nos hartamos. Pero escucharlo con todas sus con­secuencias es adentrarnos por una senda que no sabemos adonde nos va a llevar. En esto consiste la radicalidad del seguimiento.

La certeza sobre el final no podemos exigirla desde

TgMA 11: JESÚS CENTRA SU ACTIVIDAD EN EL GRUPO... 81

ahora. A esa seguridad, que solemos buscar los hom­bres antes de emprender cualquier aventura, tenemos que renunciar al leer el Evangelio. Hemos visto que Je­sús promete, que habla de plenitud y de salvación; he­mos visto, además, que Jesús va por delante. Por eso ser cristiano consiste, ante todo, en una fe ciega en ese Jesús al que seguimos.

PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIALOGO

1.°) ¿Qué aspectos de la vida de Jesús destacan más en los pasajes evangélicos analizados?

2 °) A partir de lo que hemos visto, ¿cuáles te pa­recen los rasgos más llamativos de la actitud de los discípulos?

3.°) ¿Qué aporta este tema a tu forma de entender el cristianismo?

4.°) ¿Cuáles pueden ser hoy para ti las consecuen­cias del seguimiento de Jesús?

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!

Tema 12. Jesús muestra unas pretensiones que son insólitas

a los ojos humanos

1. Volvemos ahora sobre la problemática que planteábamos al comienzo del Tema 9: ¿quién es Je­sús?; ¿un hombre cualquiera? Pero ahora la enfocare­mos de una forma diferente: ¿qué piensa Jesús de sí mismo?

Esta pregunta apenas encuentra respuesta en las pá­ginas del Evangelio. Jesús nunca aborda esta cuestión de forma directa. La temática de su predicación no es, en principio, su persona, sino el Reino de Dios.

A pesar de lo dicho podemos encontrar alguna luz para responder a esta pregunta rastreando a través de sus palabras y, sobre todo, de sus obras. Nos aproxima­remos así un poco a la conciencia que Jesús tenía de sí mismo. En este acercamiento tenemos que proceder con una actitud de profunda humildad, como de quien aspira a adentrarse en el misterio de Dios hecho hombre. A través de Jesús hombre nos asomamos a Dios mismo. Dicho de otro modo, el mismo Dios nos sale al encuen­tro en la persona de Jesús.

2. Comenzaremos por un dato, al que ya nos refe-

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rimos en tema anterior, pero que adquiere ahora toda su importancia: la autoridad con que Jesús habla y ac­túa. La gente lo resume muy bien cuando comenta tras la expulsión del espíritu inmundo en la sinagoga de Ca-farnaúm: «¿Qué significa esto? Un nuevo modo de enseñar, con autoridad, y además da órdenes a los espí­ritus inmundos y le obedecen» (Me 1, 27).

Ya vimos el sentido y el alcance del enfrentamiento de Jesús con los endemoniados. La fuerza sobrehumana que éstos representan acaba doblegándose ante la auto­ridad de Jesús: les da órdenes y ellos le obedecen. A nosotros este detalle apenas nos hace impresión, lo con­sideramos un milagro más. En aquel tiempo, en cambio, era más que un milagro: era la señal inequívoca de que algo superior a lo humano estaba en acción. Por eso surge la pregunta, que no tiene nada de retórica: ¿quién es éste?

3. Pero en el comentario popular que acabamos de citar, hay otro rasgo digno de destacar: la autoridad con que habla Jesús. Los dirigentes judíos, los escribas (o letrados) y los fariseos sobre todo, siempre hablaban in­vocando la autoridad de la Ley antigua, de Moisés o de los profetas. Jesús habla por sí mismo. Se sitúa por en­cima de esa Ley. Recordemos aquella repetida contrapo­sición: «Habéis oído que se os dijo (y se cita la Ley).... pero yo os digo...» (Mt 5, 21-48).

A los ojos humanos esta pretensión de Jesús parece injustificada. ¿De qué autoridad se sentía revestido para hablar en esos términos? Naturalmente esto asombraba a la gente. Este asombro fue muy llamativo cuando es­tuvo en Nazaret, donde le conocían muy bien tanto a él como a su familia. Es muy expresivo el texto de Me 6, 1-3, que recoge la reacción de la gente de su pueblo.

Más en general, el evangelista Mateo recoge la ad-

TEMA 12: JESÚS MUESTRA UNAS PRETENSIONES... 85

miración popular al final del Sermón del Monte «por­que les enseñaba con autoridad, no como sus letrados» (Mt 7, 29). Jesús toma distancia en relación con los dirigentes religiosos judíos: no los trata de igual a igual, sino siempre con una superioridad que resulta hasta desafiante.

4. Una de dos: o estamos ante un visionario y un perturbado mental, o Jesús no es un ser humano más. Todo el que observa a Jesús y se interesa por El, ter­mina planteándose inexorablemente ese dilema. Y Jesús no hace nada por evitarlo. Más bien parece lo contrario: que lo provoca.

Esta actitud suya termina produciendo una curiosa impresión cuando se leen despacio los evangelios. Cono­cemos bien esa cercanía y delicadeza propias del Jesús que se inclina lleno de compasión ante todo el que vive en la necesidad. Pero, simultáneamente y sin negar eso, Jesús guarda una cierta distancia, como si algo en El se nos escapase: son muchas las ocasiones en que Jesús reacciona de modo misterioso, casi incomprensible, co­mo insinuando que en El se oculta algo inasequible para los ojos humanos.

Unas veces produce admiración, otras consternación, otras miedo (Me 5, 14-15. 32-33). A medida que su actividad pública avanza, estos rasgos se acentúan más. Y alcanzarán su expresión más extrema en los últimos días de su vida, que Jesús vivió en Jerusalén, como tendremos ocasión de ver.

5. Sin embargo, Jesús nunca se pronuncia abierta­mente sobre sí mismo. Cuando se refiere a El lo hace con frecuencia utilizando un término extraño: el «Hijo del Hombre». ¿Qué significa esta expresión? Aunque originariamente equivale a «hombre» sin más, en el

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libro de Daniel del Antiguo Testamento (Dn 7, 13) se usa en una visión referida al triunfo de Dios al final de los tiempos para designar a un personaje misterioso que aparece allí en escena: tal personaje se piensa que representa a la humanidad toda, en cuanto que participa en la victoria de Dios.

En todo caso el sentido de ese personaje es oscuro. Y hay que dejarlo así, en su oscuridad. Porque proba­blemente por esta razón (su carácter misterioso) lo es­cogió Jesús: con él quería sugerir una vez más el mis­terio que se encerraba en su propia persona. El hecho cierto es la insistencia con que Jesús lo usa. Como con­traste, a nadie se le ocurre llamar a Jesús en todos los evangelios con tal nombre.

Jesús se llama a sí mismo el «Hijo del Hombre» en aquellos momentos en que parece querer dar más so­lemnidad a sus palabras. Por ejemplo, cuando alude a su poder de perdonar los pecados, poder que los que le ro­deaban reconocen ser exclusivo de Dios: por eso lo lla­man blasfemo. Leer Me 2, 1-12.

También lo usa para referirse a su muerte y a su triunfo final: reléanse los anuncios que El mismo hace de su pasión (Me 8, 31; 9, 31; 10, 33).

6. Al final de este recorrido sigue en pie la pre­gunta: ¿quién es Jesús? Y podemos añadir: ¿es Dios?

Desgraciadamente esta es una cuestión que despierta poca curiosidad entre muchos que se interesan por el hombre Jesús. Son bastantes lo que valoran la figura hu­mana de Jesús, pero no pasan de ahí: les basta con el mensaje y el ejemplo de un hombre que dejó una huella imborrable en la historia de la humanidad.

Quizá a muchos de sus contemporáneos les pasó algo parecido. Y acaso también a nosotros. ¿No hemos teni-

TEMA 12: JESÚS MUESTRA UNAS PRETENSIONES... 87

do la impresión de que este tema planteaba una cues­tión menos vital, o incluso hasta superflua?

Pero no olvidemos que nos hemos propuesto acer­carnos a la persona de Jesús a través de los evangelios dejándole la iniciativa sobre nosotros: sin imponerle los criterios de nuestro interés o reducirla a nuestra utili­dad. Por eso ante estos rasgos casi imperceptibles de su persona, que nos sugieren un «algo» que rebasa lo hu­mano, tenemos que seguir preguntando: ¿quién eres tú?

La respuesta última sólo podremos tenerla cuando lleguemos a los acontecimientos finales de su vida. Y en cualquier caso será una respuesta basada en la fe.

PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIALOGO

1.°) ¿Qué aspectos de Jesús resultan más atra­yientes a los ojos del hombre de hoy? ¿Por qué?

2°) ¿Crees que interesa hoy preguntarse si Je­sús es Dios? ¿Te interesa a ti esta pregunta? ¿Por qué?

3.°) ¿Piensas que a Jesús se le puede entender como un hombre más? ¿Por qué?

4.°) ¿Cuáles son los aspectos de este tema que te han parecido más enriquecedores? ¿Por qué?

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Tema 13: Jesús toma cada vez más la iniciativa en el conflicto

que amenaza su vida

L. No es la primera vez que aludimos al conflicto de Jesús con los dirigentes políticos y religiosos de su tiempo. Si es cierto que este conflicto viene de antiguo, hay que reconocer cómo va a recrudecerse en los últi­mos días de su vida. Jerusalén, como ya decíamos en el tema anterior, es presentada por los evangelistas como todo un símbolo de este conflicto.

La última parte de los evangelios sinópticos (Mt, Me, Le) está toda ella centrada precisamente en Jerusalén. Si el camino de Jesús hacia esta ciudad se nos había presentado como una etapa dedicada a la instrucción y preparación de los discípulos (tema del seguimiento), al llegar por fin a la ciudad va a cambiar el decorado. Desde este momento Jesús se constituye, de una forma nueva, en protagonista del relato: es su persona lo que está en cuestión ante todo. Y no sólo porque el conflic­to se agudiza, sino sobre todo porque Jesús asume la iniciativa con un vigor renovado y a veces hasta con ras­gos desafiantes y provocativos.

Vamos a leer los episodios más sobresalientes de esta etapa con los ojos puestos en la actividad de Jesús. Des­cubriremos a un Jesús más seguro que nunca de sí

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mismo, consciente de la misión que el Padre le ha con­fiado y de las consecuencias posibles de ésta. Por eso es explicable que la crisis se agrave y la oposición entre los dirigentes crezca.

2. Todo comienza, según los relatos evangélicos, con una escena cuyo ambiente ya teníamos algo olvida­do. Ese pueblo, que parecía irse alejando de Jesús entre la incomprensión y la indiferencia, vuelve a congregar­se en torno a él acompañándole en una especie de ma­nifestación triunfal. Nos referimos a la entrada de Jesús en Jerusalén (Me 11, 1-11).

Pero lo más curioso de esta escena es que, como decíamos hace un instante, es Jesús el que toma la ini­ciativa. Manda buscar un borrico (Me 11,2) para en­trar en la ciudad montado en él, entre las aclamaciones de la gente. La respuesta no se hace esperar: el pueblo se aglomera jubiloso, incitado probablemente por los mismos discípulos que parecen intuir cómo se van a rea­lizar por fin sus sueños. En realidad ellos nunca han comprendido la postura de Jesús, ni la interpretación que ha venido haciendo de su misión.

Sin embargo, en medio de esta explosión espontá­nea de alegría no deja de sorprender la figura de Jesús a lomos de un borrico. El contraste con el poder polí­tico y religioso de Jerusalén, donde residen todos los di­rigentes, salta a la vista de cualquiera. Es todo un sím­bolo —sin duda pretendido por Jesús— del carácter de su mesianismo. Jesús ha ido a fijarse en una de las pocas imágenes del mesías anunciado en el Antiguo Tes­tamento en que resalta la sencillez y la humildad (el que aparece en Zac 9,9).

En medio de los gritos que le aclaman como «el que viene en el nombre del Señor» (Me 11, 10) destaca la impotencia humana del personaje. El borrico es un sig-

TEMA 13: JESÚS TOMA CADA VEZ MAS LA INICIATIVA... 91

no de que Jesús no quiere presentarse revestido de nin­gún poder humano, ni ser comparado o entrar en com­petencia con otros poderes de este mundo.

3. Más llamativa es la escena de la expulsión de ¡os mercaderes del templo (Me 11, 15-19).

El templo de Jerusalén era el lugar por excelencia en que Dios se hacía presente a su pueblo: por eso era también el centro del culto judío. Para comprender esto no podemos comparar el templo con nuestras iglesias (a las que también llamamos templos). El templo de Jerusa­lén era mucho más: la presencia de Dios allí era distin­ta de cualquier otra, como más importante o más densa. Por eso decimos que era el centro del culto judío.

Allí subían periódicamente los judíos para orar y para ofrecer al Señor lo que era costumbre de aquel tiempo (casi siempre animales). Venían judíos, no sólo de Palestina, sino también del extranjero (de fuera de Palestina), movidos siempre por su espíritu religioso.

Por eso a la entrada del templo y en su gran patio interior (el atrio), se concentraban los vendedores de animales para las ofrendas, así como las mesas de los que cambiaban monedas. En resumen, el culto se con­vierte en ocasión para el negocio de muchos, que se apro­vechan de la piedad del pueblo.

Jesús reacciona violentamente ante este panorama. También aquí puede calificarse su actitud de provoca­tiva. Parece casi imposible que no se atrevieran a ha­cerle frente y lograran reducirle. Pero su indignación es tan incontenible que termina por imponerse a todos. Es un gesto profético, cuyo alcance no se nos puede pasar por alto: está poniendo en cuestión nada menos que toda la organización del templo de Jerusalén sobre la que se apoya el culto a Dios.

Por eso los que más airadamente reaccionan son los

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sacerdotes y los escribas. Sin embargo, no se atreven a exteriorizar su enojo. Pero tampoco se quedan quietos: el evangelista acaba el relato diciendo que desde ese mo­mento «buscaban la manera de acabar con El» (Me 11, 18).

4. Los evangelios narran a continuación diversas discusiones de Jesús. Su lectura seguida produce la im­presión que sus autores pretenden: el conflicto en torno a la persona de Jesús se va generalizando (Me 11, 27-12, 40). Cada discusión es protagonizada por un grupo: sumos sacerdotes, letrados y senadores (Me 11, 27); fariseos y partidarios de Herodes (Me 12, 13); sadu-ceos (Me 12, 18); un letrado o escriba (Me 11, 28).

Parece que todos se han puesto de acuerdo en una táctica común de acosar a Jesús. Pretenden sorprender­lo en alguna respuesta que sea incompatible con la re­ligión judía. El evangelista se esfuerza por mostrar que Jesús siempre sale airoso. Más aún, que no siempre se limita a responder defendiéndose, sino que a veces es El el que toma la iniciativa.

Este es el caso de la parábola de la viña y los labra­dores (Me 12, 1-12), que es una alusión clarísima a su próxima muerte y que produjo enorme rabia en sus oyentes, al comprender que se estaba refiriendo a ellos. Efectivamente, «estaban deseando echarle mano, porque se dieron cuenta de que la parábola iba por ellos; pero tuvieron miedo a la gente y, dejándolo allí, se marcha­ron» (Me 12, 12).

Esta actitud combativa, y hasta agresiva, de Jesús la volvemos a encontrar en su ataque a los letrados, a los que acusa de hipócritas, porque se aprovechan de la gente sencilla, con el pretexto de su rezos, y al mismo tiempo les gusta llamar la atención de todos (Me 12, 38-40). El evangelista Mateo ha ampliado considerable-

TEMA 13: JESÚS TOMA CADA VEZ MAS LA INICIATIVA... 93

mente estas críticas de Jesús a los escribas y fariseos, poniendo en evidencia sus vicios con enorme crudeza (Mt 23, 1-36).

5. Todo esto contrasta con una brevísima escena que pone fin a este conjunto de discusiones: la limos­na de la viuda (Me 12, 41-44). Conviene leer este pasa­je en conexión con los anteriores. Tras tanta discusión, tanta dureza de posturas, Jesús se fija en esta sencilla mujer que deja en el templo una limosna insignificante, una ridiculez si se compara con los donativos de otros, que hacen alarde de generosidad.

Esta mujer rompe la uniformidad de los personajes que hemos visto desfilar por el escenario del templo. Ella vive al margen de aquel mundo lleno de intereses y se acerca, en su sencilla ingenuidad, a ofrecer a Dios «todo lo que tenía para vivir» (Me 12, 44). A Jesús no puede pasarle desapercibida.

6. Hubiéramos podido entrar más en los detalles de las discusiones de Jesús. Pero quizá nos habríamos desviado, entonces, de nuestro objetivo. Podemos aho­ra releer de forma seguida estos dos capítulos de Mar­cos, fijándonos en esa figura de Jesús que se agiganta a medida que nos vamos acercando al final.

Al mismo tiempo, conviene proyectar esas escenas sobre nuestro mundo, sobre nuestra vida personal in­cluso. El templo, el mundo religioso oficial de los judíos, los intereses que se entremezclan, el miedo a quedar en evidencia ante los demás por la intervención de Jesús..., todo eso (el mundo en que se movió Jesús y que terminó por eliminarlo) tiene su traducción hoy. A veces olvi­damos, o pretendemos disimular, esta conflictividad po­tencial del mensaje de Jesús. Leyendo y releyendo estas páginas finales de su actividad, tal olvido se hace casi ; «^posible.

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PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIALOGO

1.") ¿Qué aspectos nuevos aparecen en la persona de Jesús a través de esta parte del evangelio?

2.a) ¿Qué situaciones de nuestro mundo te re­cuerdan esos hechos evangélicos que hemos leído?

3.°) ¿Qué actitudes nuestras son puestas en cues­tión tras la lectura de estos pasajes del evan­gelio?

4") ¿Podríamos resumir cómo cambia la actitud de Jesús frente a los distintos tipos de perso­nas que se le acercan?

Tema 14: Cuando se acerca el final, Jesús se reúne con los suyos

en una cena de despedida

1. Los últimos momentos de Jesús se enmarcan entre la iniciativa tomada por los dirigentes de acabar con El y su propia decisión de ofrecer la vida como sa­crificio en respuesta a la voluntad del Padre. Es impor­tante no olvidar ninguno de estos dos aspectos.

Ambos elementos quedan bien destacados por la coincidencia de estos últimos días con una de las fiestas más importantes de los judíos: la fiesta de la Pascua. En ella se celebraba la liberación del pueblo judío de las manos de los egipcios gracias a la intervención milagro­sa de Dios. Era una fiesta nacional en el pleno sentido de la palabra: si aquella liberación no hubiera tenido lugar, el pueblo judío nunca hubiera llegado probable­mente a ser un pueblo autónomo e independiente.

Uno de los momentos más solemnes de esta fiesta era la Cena Pascual, en la que la familia se reunía para co­mer un cordero que previamente había sido sacrificado a Dios en el templo. Con este motivo acudían a Jeru-salén multitud de judíos venidos en peregrinación de todas partes. (La tradición de esta comida, que varió en

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sus formas a lo largo del tiempo, se recoge, por ejemplo, en Ex 12, 1-14).

2. Pues bien, Jesús utiliza el sacrificio del cordero pascual, que tradicionalmente mataban los judíos, como símbolo de su muerte como en seguida veremos. Pero además la coincidencia de fechas explica la enorme afluencia de judíos a Jerusalén: por eso los dirigentes judíos prefieren dejar que pasen estos días para resolver de una vez el problema de Jesús.

3. Esta es la primera indicación que ofrece el tex­to que ahora vamos a leer: Me 14, 1-11. Se incluyen aquí tres breves relatos que preparan la pasión de Je­sús. La decisión de los sacerdotes y escribas de dar muer­te a Jesús, que parece inoportuno llevar a cabo durante las fiestas (Me 14, 1-2), contrasta con el ofrecimiento de Judas, que hace cambiar de opinión a aquéllos (Me 14, 10-11). Es sintomática esta observación del evange­lista: como queriendo decir que en el fondo una fuerza superior a la de aquellos que creen detentar todo el poder va conduciendo los acontecimientos hasta hacer coincidir la muerte de Jesús con la fiesta de la libera­ción del pueblo.

Pero, ¿por qué esta decisión tan desconcertante en uno de los discípulos de Jesús? ¿Puede ser consecuencia de su incapacidad para comprender a Jesús, de una cierta decepción también ante su persona? Esto es un misterio que apenas nos es posible desvelar. Nos sitúa una vez más ante la complejidad del corazón y de los sentimien­tos humanos, que se resisten a cualquier lógica.

En todo caso, la escena que se intercala entre las dos citadas (Me 14, 3-9) arroja cierta luz, si pensamos —co­mo lo afirma el cuarto evangelio (Jn 12, 4)— que Judas era uno de los que criticaban a la mujer del perfume.

TEMA 14: CUANDO SE ACERCA EL FINAL, JESÚS SE REÚNE... 97

Jesús aprovecha la ocasión para anunciar, más o menos veladamente, su muerte.

4. Conviene advertir, aunque sólo sea de pasada, que las palabras de Jesús «a los pobres los tenéis siem­pre con vosotros» (Me 14, 7) se han utilizado con fre­cuencia para justificar una sociedad llena de desigualda­des, presentando a los pobres como una buena ocasión para que los ricos ejerciten su caridad y su generosidad. Sin embargo, esto es violentar las palabras de Jesús, al sacarlas del contexto en que fueron dichas, manipular­las para mantener una situación que sólo beneficia a unos pocos. No es eso lo que Jesús pretende decir: se refiere sólo a un hecho corriente (que los pobres exis­ten), al que contrapone un acontecimiento que sólo ten­drá lugar una vez en la historia (su propia muerte).

5. Con esta preparación, que podríamos llamar psi­cológica, el evangelista nos conduce al momento cru­cial: la Cena de Jesús con sus discípulos (Me 14, 12-31). Comencemos leyendo reposadamente el texto.

Prescindiendo de los preparativos (Me 14, 12-16), tres momentos pueden distinguirse: el anuncio de la traición de Judas (Me 14, 18-21); la institución de la Eucaristía (Me 14, 22-26), y el anuncio de la negación de Pedro (Me 14, 27-31), que este segundo evangelista sitúa cuando ya han salido del lugar donde se celebró la cena.

6. El ambiente podríamos reconstruirlo nosotros. La presencia de un Judas que tiene ya una importante decisión tomada es todo un símbolo de lo que pasa fuera de aquella sala, en Jerusalén. La conciencia de Jesús de que el fin es inminente provoca en él una lucha interior y un desasosiego particular. Los demás discípulos asis-

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ten entre inquietos y desconcertados: el anuncio de una traición les deja perplejos, pero más les sorprende la se­guridad con que Jesús predice que todos le van a aban­donar.

Con todo, la preocupación principal de Jesús en es­tos momentos es dejar bien claro el sentido de su muer­te. Esto es lo que quiere explicar con la institución eu-carística. Su muerte es un sacrificio, pero un sacrificio liberador: su sangre «se derrama por todos» (Me 14, 24). El acto de comer ese pan, que es su cuerpo entre­gado, y beber ese vino, que es su sangre derramada, sig­nifica incorporarse al sacrificio suyo.

No es éste el momento para entrar en una explica­ción más detallada de la Eucaristía y de toda la riqueza que encierra. Sólo pretendemos aquí situarla en conexión con la vida de Jesús, presentarla en el marco en que El la instituyó. Este marco es el de una comida (la mayor expresión de la amistad y de la comunidad), y de una comida que es muy peculiar (porque el cordero pascual es una alusión al carácter sacrificial de su muerte).

No es una comida que se celebró sólo una vez, sino que habrá de repetirse entre los seguidores de Jesús. Aunque este evangelista no lo indica expresamente (Lu­cas, sí: Le 22, 19; también Pablo: 1 Cor 11, 23-25), los cristianos respondieron desde el comienzo al encargo de Jesús de repetir eso mismo en memoria de El. La Eucaristía es un memorial de Jesús: no el recuerdo de un personaje que vivió en el pasado (pero ya está muer­to), sino la presencia viva y vivificadora de Jesús resuci­tado en medio de la comunidad de los que creen en El. Sólo tras la resurrección de Jesús la celebración eucarís-tica alcanzará pleno sentido.

No es raro que a propósito de la Eucaristía se acu­mulen las preguntas y las dudas, incluso entre los cre­yentes. En buena parte la causa de tantas dificultades

TEMA 14: CUANDO SE ACERCA EL FINAL, JESÚS SE REÚNE... " 99

puede estar en la forma de nuestras celebraciones. Ahora no es el momento de detenernos en esta problemática. Nos basta con insistir en el sentido original de la Eu­caristía tal como Jesús mismo la concibió, así como en la necesidad de la fe para comprender todo esto. En el fondo estamos ante una promesa de Jesús: la de hacerse presente entre los suyos de un modo misterioso (que supera nuestra inteligencia) en el ambiente de herman­dad que requiere una comida y a través de los compo­nentes más elementales de ésta, el pan y el vino.

7. El contraste salta a la vista. Jesús se entrega voluntariamente (también dramáticamente) y al mismo tiempo es entregado por la traición de uno y la cobardía de los demás. En este escenario, donde la cena se cele­bra, las intrigas de los dirigentes judíos quedan en un segundo plano ante el drama que Jesús vive entre los suyos, uno de los cuales disimula su traición mientras todos los demás hacen alarde de su fidelidad.

Ante todo esto, nadie pondrá en duda el carácter trágico que adquiere la vida de Jesús en estos últimos momentos. Humanamente hablando no cabe calificar es­ta situación más que como fracaso. Sin embargo, cuanto más evidente el fracaso, más seguro parece Jesús en su camino y más consciente del alcance de lo que se ave­cina .

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100 HACIA LA FE EN JESÚS

PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIALOGO 1.°) Destaca los aspectos que más te han impre­

sionado en los textos evangélicos analizados. 2.°) ¿Cuáles serían los sentimientos de Jesús en

la noche de la última cena? ¿Y los de sus dis­cípulos? ¿Y los de Judas?

3.°) Describe lo que tú crees que significa hoy en la Iglesia y entre los cristianos la Eucaristía.

4-°) ¿Qué fue la Eucaristía en la mente de Jesús al instituirla?

5°) ¿Cómo crees podríamos enriquecer nuestras celebraciones eucarísticas a la vista de lo que se ha dicho en este tema?

Tema 15: Jesús es apresado, juzgado y condenado a muerte

1. Al terminar el tema anterior dejamos a Jesús camino de Getsemaní después de concluida la Cena. A partir de aquí los acontecimientos se suceden precipita­damente hasta la muerte misma de Jesús. Tan rápido ocurre todo que algunos consideran casi imposible que pudieran pasar tantas cosas como nos cuentan los evan­gelistas, en tan pocas horas.

Nosotros vamos a dejarnos llevar por el relato del segundo evangelio. Son textos que probablemente nos resultarán familiares. Sin embargo, en su lectura con­viene captar los detalles más significativos, aquellos que ha querido destacar el evangelista para hacernos com­prender el alcance de la muerte de Jesús. Las observa­ciones que siguen servirán como una ayuda para leer reposadamente el relato de la pasión desde Getsemaní hasta que Pilato entrega a la muerte a Jesús: Me 14, 32-15, 15.

2. La escena de la oración en el huerto de los oli­vos (Me 14, 32-42) es reveladora de la situación anímica de Jesús. Mal acompañado por tres discípulos que no

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102 HACIA LA FE EN JESÚS

pueden resistir el sueño, Jesús experimenta «horror y angustia» ante lo que se acerca.

Jesús va buscando la soledad de ese huerto en la noche para orar y entrar en contacto con su Padre. Y en la oración Jesús manifiesta cuáles son los dos sentimien­tos más importantes que le invaden. Por una parte, el deseo de que Dios le libre de aquella hora («aparta de mí este cáliz», Me 14, 36) ante la que siente verdadero miedo; por otro lado, el deseo de que por encima de todo se realice la voluntad de Dios («no se haga mi voluntad, sino la tuya», Me 14, 36).

Salta a la vista el dramatismo de la situación en la que Jesús se debate. Humanamente no puede entender el sentido de todo aquello, ni el valor de su vida que ya está casi irremisiblemente condenada al fracaso. No so­lemos valorar lo suficiente este aspecto de la vida de Jesús, y sin embargo es fundamental para captar la pro­fundidad humana de su sacrificio: su vida ofrecida a Dios no es sólo la vida en términos biológicos o físicos, sino sobre todo el conjunto de ilusiones, actividades, pro­yectos y realizaciones a los que había consagrado la par­te importante de su existencia. Todo esto no fue una especie de comedia, o un compás de espera hasta que llegara el momento culminante de la muerte: como si todo lo anterior fuera sólo un tiempo para presentar un ejemplo de vida a los hombres, pero sabiendo que, a fin de cuentas, su muerte era lo único importante.

A lo largo de estos temas hemos visto que no fue así. Porque Jesús vivió la experiencia humana, profun­damente dolorosa, de un fracaso radical que se fue ges­tando día a día; fracasó con el pueblo; fracasó con su familia; fracasó con las autoridades; fracasó hasta con sus discípulos: unos porque no lo entendieron, otros porque no lo aceptaron.

TEMA 15: JESÚS ES APRESADO, JUZGADO Y CONDENADO... 103

3. En las escenas que siguen se van dando los pa­sos necesarios para llegar a la condena. El evangelista subraya una y otra vez el protagonismo que desempeñan los dirigentes judíos: sumos sacerdotes, senadores y es­cribas. Ellos son los que llevan la iniciativa en todo, buscando siempre la forma de eliminar a Jesús.

Comienzan reuniéndose en el Consejo, para encon­trar un motivo para acusar a Jesús. Por fin, después de muchos intentos en vano, consiguen declararlo blas­femo. Pero para esto tienen que basarse en la propia declaración de Jesús, cuando reconoce sin rodeos que El es efectivamente el Mesías (Me 14, 62-64). Luego, al amanecer, tienen que «preparar su plan» para lle­varlo a Pilato, la autoridad romana, que es el único que puede pronunciar una sentencia de muerte (Me 15, 1).

Ante Pilato, los _ dirigentes acusan a Jesús, no de blasfemo (acusación que apenas inquietaría al procura­dor romano), sino de que se hace pasar por rey de los judíos (Me 15, 2). No puede olvidarse que Pilato es el encargado de velar por la sumisión de los judíos a Roma y que éstos eran aficionados a organizar movimientos de insubordinación y rebeldía. Pilato tenía que estar muy atento a esos brotes y cortarlos cuanto antes. Ya habla­mos en otra ocasión (Tema 9) de los zelotas, un grupo de activistas políticos de tendencia revolucionaria, que solía encontrar bastante eco en el pueblo.

Sin embargo, Pilato no parece dar mucha importan­cia a Jesús. El evangelista subraya cómo son los dirigen­tes judíos los que intervienen otra vez, ahora movilizan­do al pueblo para que pidan la condenación de Jesús. Parece que estos hombres, con los que Jesús había teni­do continuos enfrentamientos, ven llegado el momento de dar rienda suelta a todo su odio contenido con el único objetivo de conseguir cuanto antes la muerte de

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104 HACIA LA FE EN JESÚS

este personaje, que cada vez les está siendo más mo­lesto.

4. En efecto, Jesús no había perdido ocasión de echarles en cara su hipocresía, su falsedad, la opresión espiritual a que tenían sometido al pueblo sencillo. Aho­ra se han vuelto las tornas y nos encontramos con un Jesús impotente ante ellos.

Más aún, parece como si Jesús hiciera gala de su impotencia ante ellos con el silencio. Si en las frecuentes polémicas con ellos Jesús siempre acabó callándolos, ahora es Jesús el que opta por el silencio como única actitud. También el evangelista se complace en destacar cómo Jesús calla, consciente ya de que el curso de los acontecimientos es imparable.

Sólo en dos ocasiones rompe Jesús ese silencio. Y precisamente para decir lo que nunca hasta ahora había dicho. Al Sumo Sacerdote le confiesa solemnemente que El es el Mesías (Me 14, 61-62); a Pilato, que es rey de los judíos (Me 15, 2). Pero es que ahora ya no caben las malas interpretaciones, ni los equívocos por parte de nadie. Sus declaraciones se prestan más bien a la burla: la situación en que se encuentra no tiene nada que ver con lo que la gente hubiera esperado de un Mesías envia­do por Dios o de un rey.

Sin embargo, este doble testimonio de Jesús sobre sí mismo es de enorme importancia. A través de él queda claro que Jesús va a la muerte con plena conciencia de lo que está en juego. Su impotencia no le hace dudar de su misión, ni siquiera acobardarse ante ella. Ya está con­vencido de que ésa es la voluntad del Padre.

5. Los textos que hemos leído desembocan en la sentencia de Pilato que manda a Jesús a la cruz. Una sentencia pronunciada a regañadientes y como forzado

TEMA 15: JESÚS ES APRESADO, JUZGADO Y CONDENADO... 105

por la presión popular, para «dar satisfacción a la gen­te» (Me 15, 15). La última pregunta de Pilato («Pero, ¿qué ha hecho de malo?», Me 15, 14) muestra a las claras el interés „del evangelista por mostrar la injusticia de la condena. Un proceso lleno de arbitrariedades ha enviado a la cruz a un hombre a quien no se le ha po­dido probar delito alguno.

PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIALOGO

1.°) ¿Qué momento de la vida de Jesús, de los analizados en este tema, te ha causado mayor impresión? ¿Por qué?

2.a) ¿Cómo calificarías el estado interior de Je­sús cuando está orando en Getsemaní? ¿Has vivido situaciones humanas parecidas?

3.°) ¿Cómo explicas la dureza con que actúan con­tra Jesús los dirigentes judíos?

4.°) ¿Cuál sería la conclusión más importante que sacarías de todo esto para tu vida? ¿Y para la vida de los cristianos y de la Iglesia?

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Tema 16: Jesús muere en la cruz

1." La cruz es un objeto que tiene para nosotros 'amplias resonancias religiosas. Nos evoca inmediata­mente a Jesús que murió en ella. La cruz es para nos­otros, hoy, símbolo de salvación.

No era así en tiempos de Jesús. La cruz era entonces símbolo del castigo más cruel y humillante que podía aplicarse a un ser humano. Tanto que sólo se aplicaba, por lo general, a las personas de inferior categoría, como eran los esclavos y los que no gozaban de la ciudadanía romana. Sólo en casos muy graves de homicidio, robo, traición o sublevación se condenaba a un hombre a morir en la cruz.

Estas breves observaciones nos bastarán para hacer­nos una idea de lo que debió suponer para Jesús la cru­cifixión. Ha sido condenado a muerte, pero, además, a morir de la forma más degradante y despreciada en aquel tiempo.

2. Comenzamos leyendo el texto evangélico: Me 15, 21-41. En esta ocasión se impone hacerlo con más atención que nunca para no perder detalle. El evange-

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108 HACIA LA FE EN JESÚS

lista es enormemente esquemático y sobrio: no se recrea en amplias descripciones, aunque la escena se prestaría a ello. Sin embargo, quizá lo que más impresiona es pre­cisamente esa simplicidad del relato.

El evangelista destaca en primer lugar una serie de detalles, a primera vista sin interés, pero que evocan algunas profecías del Antiguo Testamento sobre el Me­sías: el reparto de las vestiduras (Me 15, 24); el «me­near la cabeza» de los que pasaban insultándole (Me 15-, 29); la esponja empapada que le alargan para que beba (Me 15, 36). Tan escandalosa era esta muerte que no puede extrañarnos este recurso repetido al Antiguo Testamento: se trata de hacer caer en la cuenta al lector de que estas cosas estaban previstas. Y es que a nosotros apenas nos sorprende la muerte de Jesús en la cruz, pero para sus contemporáneos fue sin duda un obstáculo de mucho peso a la hora de aceptarle como Mesías. Ten­dríamos que buscar una situación humana que fuera para nosotros hoy equivalente a lo que era la crucifi­xión en aquel tiempo.

3. Otro dato a destacar: las burlas de los allí pre­sentes. El evangelista pone de manifiesto la especial crueldad de las bromas de los sumos sacerdotes y los escribas. En realidad, se trata de una nueva expresión de una de las tentaciones de Jesús: ya vimos en el Te­ma 9 cómo se proponía a Jesús un mesianismo espectacu­lar que consistía en arrojarse desde lo alto del templo. Aquí, entre bromas y burlas provocativas, se le está in­sinuando lo mismo.

Pero en la cruz, como en toda la pasión, la actitud dominante de Jesús sigue siendo el silencio. Marcos, en contraste con los otros evangelistas, nos ofrece una fi­gura de Jesús que resulta casi hermética. Si prescindi­mos de los datos que nos aportan los otros evangelistas

TEMA 16: JESÚS MUERE EN LA CRUZ 109

(y que seguramente tenemos en la cabeza: perdón a los que le crucifican; perdón a un ladrón; sed; palabras a su madre y a Juan) y seguimos puntualmente este relato de Marcos como quien lee por primera vez la muerte de Jesús, nos quedaremos impresionados por la crudeza y hasta la frialdad del texto.

Y una de las cosas que más llaman la atención es el silencio de Jesús, un silencio que sólo se va a romper ya con un grito dirigido al Padre: « ¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?» (Me 15, 34).

Esta frase es el comienzo de un salmo (el Salmo 22). Podemos leerlo completo. Se trata de una oración diri­gida a Dios por un hombre perseguido y deshecho. Na­turalmente viene muy bien en este momento para ex­presar la situación de Jesús.

A través de ese grito de Jesús vemos expresado su verdadero estado de ánimo: se siente abandonado de Dios. Este tuvo que ser el desgarrón más profundo que Jesús sufriera en estos momentos. Jesús vivió en la cruz la más honda situación de fracaso y abandono que puede imaginarse. Hasta del mismo Dios, de quien siem­pre se fió, se sentía ahora abandonado. Jesús está su­mido en las tinieblas más absolutas, donde ya todo ha perdido su sentido y no hay vuelta atrás posible. La muerte fue vivida por Jesús trágicamente. Marcos no duda en señalarlo.

4. Los presentes reaccionan con nuevas burlas. Pero Jesús ya está en las últimas, agonizando. Inme­diatamente, dando de nuevo un grito, va a expirar. Je­sús ha muerto.

Se impone detenerse ante esta escena de Jesús que cuelga ya muerto en la cruz. Podemos echar desde aquí una mirada retrospectiva a su vida. Lo que ahora ve­mos no es más que el desenlace de toda ella. Un desen-

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110 HACIA LA FE EN JESÚS

lace en el que convergen el odio de unos, el miedo de los suyos, la indifreencia de muchos, la actitud decidida de Jesús y, como envolviéndolo todo, el misterio de Dios, que es desde donde únicamente se puede aceptar todo esto, aunque por ahora no lleguemos a compren­derlo.

5. Sin embargo, el relato no ha terminado. El co­lofón que le pone Marcos es sorprendente. En medio de la indiferencia de todos los presentes un soldado roma­no, el que está allí frente a la cruz cuidando del orden, confiesa: «Verdaderamente este hombre era hijo de Dios» (Me 15, 39). Podría pensarse que lo que ha mo­tivado esta confesión son los fenómenos naturales que acompañaron estos últimos momentos de Jesús, en con­creto las tinieblas que invadieron aquella región (Me 15, 33). Pero no, ha sido algo mucho más desconcertante: el «ver que había expirado dando aquel grito» (Me 15,39).

No deja de ser llamativo esto: precisamente el más ajeno a lo que allí está ocurriendo, pagano por más se­ñas, va a ser el único capaz de creer. Porque las palabras del soldado son una auténtica confesión de fe que, más allá de las conclusiones que la razón humana puede sacar de la muerte trágica de Jesús, descubre en aquel cadáver al enviado de Dios.

Frente a la incredulidad de los judíos, sobre todo de los dirigentes, cuya beligerancia Marcos no ha cesado de poner de relieve, el pagano da el salto de la fe. La muerte de Jesús ha dado su primer fruto haciendo llegar la salvación de Dios más allá de las fronteras religiosas del judaismo. Justamente los que más preparados esta­ban en principio para recibir al enviado de Dios, son los que, llegado el momento decisivo, se quedan atrás. La seguridad que tenían de que lo suyo era lo verdadero (su

TEMA 16: JESÚS MUERE EN LA CRUZ 111

Ley, su templo, su culto, su religión) les impedirá com­prender que la iniciativa de Dios no se adapta a las ex­pectativas de los hombres. Los caminos de Dios no son los caminos de los hombres.

Cabría terminar recordando aquellas palabras pro-féticas de Jesús que nos ha transmitido el evangelista Juan: «Si el grano de trigo cae en tierra y no muere, queda infecundo; pero si muere, da fruto abundante» (Jn 12, 24). Ahora empezamos a comprender el sentido de esta afirmación.

PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIALOGO

1-°) ¿Qué es 1° <jue m^s te llama la atención del relato de la crucifixión en Marcos?

2") ¿Qué piensas del abandono que Jesús sintió en la cruz? ¿Conoces tú situaciones humanas semejantes?

3.°) ¿A qué se debe, en tu opinión, la diferente reacción de los judíos y del soldado romano ante la cruz?

4.°) ¿Qué sentimientos y reacciones suscita en ti la muerte de Jesús?

5.°) ¿Cómo crees que se entiende hoy la muerte de Jesús entre los cristianos? ¿Qué sentido se le da?

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k

Tema 17: Jesús resucitado, sale al encuentro de (os suyos

1. Siempre nos resultará difícil reconstruir la ex­periencia de decepción y fracaso de los discípulos tras la muerte de Jesús. Pero es necesario que nos esforce­mos en ello. ¡Cuántas ilusiones y proyectos se vendrían abajo en el corazón de aquellos hombres cuando se en­teraron (ni siquiera fueron capaces la mayoría de verlo con sus ojos) de que su maestro había muerto! Casi po­demos decir que se sentirían arrepentidos de su propia ingenuidad: ¿cómo se les había ocurrido dejarlo todo por aquel hombre, que no les daba más garantía que sus palabras y un cierto atractivo personal?

Por otra parte, ante la muerte de Jesús sentían mie­do. La experiencia de Pedro, señalado con el dedo como «uno de los de Jesús» la noche del juicio, era como un anuncio de lo que les podía pasar a todos. Y ojalá a nadie se le ocurriera tomar represalias de ningún tipo contra ellos.

En realidad no les quedaba más opción que olvidar­se de esos meses que estuvieron con Jesús, desechar todo eso como un sueño que se desvanece ante la evi-

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114 HACIA LA FE EN JESÚS

dencia de la realidad, volver sencillamente a lo que había sido siempre su vida.

2. Sin embargo, de pronto se va a producir un giro sorprendente en la situación. Todo comienza cuando unas mujeres vuelven del sepulcro diciendo que un ángel les ha anunciado allí que Jesús está vivo. El relato nos lo transmite el evangelista en Me 16, 1-8: leámoslo, fijándonos una vez más en la sobriedad del mismo; y también en la reacción de desconcierto y miedo de las mujeres.

A partir de aquí los acontecimientos se precipitan. Es difícil hacer concordar los diferentes relatos evangélicos en todos sus detalles. Pero lo esencial está muy claro: Jesús está vivo.

La primera reacción ante la noticia es de sorpresa; en seguida, de incredulidad. Pero al final todos los dis­cípulos acabarán creyendo tras vivir la experiencia ines­perada e incuestionable de Jesús resucitado.

3. ¿De qué experiencia se trata? ¿En qué consis­te? La experiencia de Jesús resucitado es, a la vez, evi­dente y difícil de vivir. Esta aparente contradicción es un dato claro de los evangelios, que nosotros tenemos que esforzarnos por comprender.

¿Qué ha ocurrido con Jesús? Jesús no ha vuelto a la vida. La resurrección de Jesús no tiene nada que ver con algunos de sus milagros devolviendo la vida a los muertos (Lázaro o el hijo de la viuda de Naím, por ejemplo). Lo de Jesús no es una vuelta atrás, sino un paso adelante.

Jesús resucitado se esfuerza por hacerles ver que es el mismo: que hay continuidad entre el Jesús terreno y el resucitado. Esta preocupación de Jesús es señal de que esa identificación no era fácil de hacer. El relato de Le

TEMA 17. JESÚS RESUCITADO. SALE AL ENCUENTRO... 115

24, 36-49 puede leerse en este momento para compren­der lo que estamos diciendo: lo confunden con un fan­tasma, y por eso Jesús insiste en que es El; sólo cuando parecen ya convencidos, Jesús pasa a explicarles lo que ha ocurrido, cómo todo estaba previsto y él mismo se lo había anunciado en más de una ocasión...

4. Sin embargo, una cosa debe quedar muy clara para no tergiversar o mal interpretar nuestra fe en lo que constituye precisamente el núcleo de la misma. La ex­periencia de Jesús resucitado es una experiencia de fe.

Es curioso que los evangelios no nos ofrezcan ningún relato del hecho mismo de la resurrección: cómo fue aquello, o qué ocurrió en concreto con el cuerpo de Je­sús en la tumba. ¡Cuántos creyentes y no creyentes han deseado alguna vez saber más sobre cómo ocurrió todo aquello! Tan es así que pronto aparecieron relatos de la resurrección en los llamados «Evangelios apócrifos», otros escritos sobre Jesús que la Iglesia nunca ha reco­nocido como auténticos, ni como instrumentos apropia­dos para comprender el Evangelio.

¿Por qué este silencio de los evangelios sobre la re­surrección misma? No sólo por razones de sobriedad, ese rasgo que tan destacable es en casi todas las pá­ginas de los evangelios. El silencio es aquí una buena prueba de que los acontecimientos referidos no perte­necen al ámbito de lo tangible, de lo que se puede ver y palpar, sino al mundo de la fe. Sin la fe no es posible el acceso a la resurrección de Jesús: no la suple ni la ciencia, ni la reflexión humana, ni la imaginación, ni si­quiera la buena voluntad o la sencillez de espíritu. La experiencia de la resurrección es una experiencia de fe.

5. Esta experiencia de Jesús resucitado es, ade­más, el dato fundamental de la fe cristiana. El apóstol

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116 HACIA LA FE EN JESÚS

Pablo lo dice de forma terminante: «Si Cristo no ha resucitado, entonces nuestra predicación no tiene conte­nido, ni vuestra fe tampoco» (1 Cor 15, 14). ¿Hasta qué punto estamos convencidos de esto y lo vivimos? Esta es una pregunta que tendría que ser decisiva para los cristianos.

En el Tema 1 comenzábamos reflexionando sobre la persona de Jesús como el distintivo de la fe cristiana. Ahora, cuando estamos llegando al final, comprendemos mejor el por qué de aquella afirmación. Y probable­mente caemos en la cuenta también de cuan lejos está la Iglesia, como comunidad universal de creyentes, de vivir las cosas así: la persona de Jesús, su resurrección, son elementos que pasan casi desapercibidos ante otras mu­chas cosas, que son las que de hecho resultan importan­tes. Entre éstas tendríamos que enumerar quizá algunas obligaciones, algunas creencias, muchas estructuras ecle­siásticas, y muchas veces, hasta los sacramentos que ce­lebramos los cristianos.

No queremos quitar valor a todo eso. Pero sí dejar muy claro que su sentido no se capta verdaderamente si no partimos de lo que es fundamental: de los cimientos de nuestra fe, que están constituidos precisamente por la resurrección de Jesús. En concreto, ¡qué peligro co­rren los sacramentos de convertirse en puro acto de so­ciedad o en ritualismo vacío si no se celebran desde la fe en Jesús resucitado que se hace presente y actúa con ocasión de ellos en el seno de su Iglesia!

6. Se trata, pues, de poner cada cosa en su sitio: quizá habría que decir de poner un poco de orden en nuestra fe. El punto de partida, como en los primeros seguidores de Jesús, no puede ser otro que la experien­cia de Jesús resucitado, presente y cercano. Jesús no es un recuerdo del pasado o un personaje famoso que per-

TEMA 17: JESÚS RESUCITADO, SALE AL ENCUENTRO... 117

dura en la conciencia colectiva de un pueblo: Jesús es una experiencia de vida de cada día. Así fue para los discípulos, y así tiene que ser para nosotros.

Esta experiencia consistió para los discípulos en una transformación radical: aquellos hombres timoratos y acobardados que se dispersaron ante la muerte de Je­sús los reencontramos ahora pletóricos de fuerza y de valor. Son otros. En el tema siguiente veremos cómo se va a orientar su actividad. Por ahora bástenos constatar que sólo desde esta vida nueva es posible entrar en sin­tonía con la resurrección de Jesús.

Esta es la lección de los discípulos, y por aquí tiene que ir nuestra fe. La resurrección de Jesús no es algo que se cree fríamente. Es un acontecimiento que se nos mete dentro y nos inunda, que conmociona todo nues­tro ser.

PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIALOGO

1.°) ¿Piensas que la resurrección de Jesús ocupa en la fe de los cristianos de hoy el lugar que le correspondería? ¿Por qué? ¿Y en tu pro­pia fe?

2°) ¿Cuáles son los datos sobre la resurrección de Jesús que más te han llamado la aten­ción?

3-°) ¿Qué crees tú que aporta la resurrección de Jesús al hecho de su muerte?

4.°) ¿Qué tendríamos que hacer para recuperar el puesto central que corresponde a Jesús resu­citado en nuestra vida? ¿Qué prácticas, acti­vidades o costumbres eclesiales tendrían que cambiar?

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I

Tema 18: Los discípulos se convierten en testigos de Jesús

resucitado

1. Lo dicho en el tema anterior no es suficiente para captar en toda su profundidad la resurrección de Jesús y sus consecuencias para la vida cristiana. Estamos ante algo tan complejo y rico, y a la vez tan original y sin precedentes, que todo lo que insistamos en este pun­to será poco.

Existen muchas formas incompletas e imperfectas de entender la resurrección de Jesús y lo que de ella se sigue para la vida cristiana. Sería conveniente comenzar recordando alguna de ellas.

2. No es raro reducir la resurrección de Jesús a un motivo de esperanza para la otra vida. Algo que tanto preocupa a los hombres como es la muerte, encuentra así una respuesta satisfactoria y consoladora. Si Jesús resucitó, también nosotros resucitaremos.

Eso es verdad. Pero no es toda la verdad. Así dicho, sin más, puede conducir al creyente a prescindir de este mundo, para refugiarse en la esperanza del más allá. Cuando Marx criticaba a la religión y la llamaba «opio del pueblo», se refería a esto: cómo la religión es para

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120 HACIA LA FE EN JESÚS

mucha gente una especie de adormidera, de la que unos pocos se aprovechan en beneficio propio, mientras el resto vive engañado y falsamente ilusionado con algo que sólo sirve para desviar la atención de los problemas de este mundo.

Pero esta actitud ante la vida no puede ser la con­secuencia práctica de la fe en la resurrección de Jesús. Es ineludible el comprender esto así. Para ello daremos un pequeño rodeo.

3. Los primeros cristianos, en vez de decir que Jesús había resucitado, gustaban utilizar otra fórmula: «Dios ha resucitado a Jesús». Parece una cuestión sin importancia. Sin embargo, no es así.

Cuando hacemos a Dios autor de la resurrección de Jesús estamos subrayando que Dios ha intervenido di­rectamente. ¿Y qué significa eso? Sencillamente que Dios no es indiferente a la causa de Jesús, que toma par­tido y se pronuncia de forma inequívoca. Si Jesús mu­rió como consecuencia de su forma de entender la vida en defensa de un mensaje concreto y determinado, la intervención de Dios al resucitarlo significa que El no puede permitir que la muerte sea la palabra última y definitiva sobre todo lo que Jesús representó en vida.

Cuando oíamos el « ¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?» de Jesús en la cruz, estábamos tocando los niveles más profundos de su tragedia huma­na. Ahora comprendemos que aquella pasividad de Dios sólo ha servido para que el conflicto de Jesús con sus contemporáneos llegase a su expresión más absoluta e irreversible, y así luego la intervención de Dios fuera más decisiva e inequívoca.

Dios no ha permitido que lo que es la última y de­finitiva palabra en todos los asuntos humanos, la muer­te, lo sea también en el caso de Jesús. Por eso su re-

*

TEMA 18: LOS DISCÍPULOS SE CONVIERTEN EN TESTIGOS... 121

surrección no es una vuelta a esta vida, como un volver a empezar de nuevo: ya no tiene sentido volver a em­pezar porque Dios se ha pronunciado de forma definitiva sobre la vida humana.

Este juicio de Dios no se refiere exclusivamente a la vida de Jesús, sino también a la de cualquier ser hu­mano. Quien sigue las huellas de Jesús puede estar se­guro de que Dios está con él, como estuvo con Jesús, y eso aunque a veces las circunstancias induzcan a pensar lo contrario. Por eso la resurrección de Jesús no es un asunto que afecta sólo al «más allá» de la muerte. La resurrección de Jesús orienta y da sentido a toda la vida del hombre sobre la tierra.

4. Ahora podemos leer el final del primer evange­lio: Mt 28, 16-20. «Se me ha dado plena autoridad en el cielo y en la tierra», dice Jesús a los suyos (Mt 28, 19). Es una clara alusión a todo lo que acabamos de decir. La autoridad de Jesús procede de la intervención de Dios que le ha resucitado, confirmando así la causa por la que Jesús había entregado su vida.

Pero las palabras de Jesús no se detienen ahí. Sigue inmediatamente la misión que encomienda a sus discí­pulos. Si éstos han vivido todas esas experiencias tan sorprendentes, no es para su propio y exclusivo prove­cho, sino para transmitirlas haciendo nuevos seguidores de Jesús. Los discípulos se convierten así en los conti­nuadores de su obra, pero ahora ya con la seguridad que les da la experiencia de la intervención de Dios en favor de Jesús y la presencia de éste en medio de ellos. Es significativo que las palabras de Jesús, con las que Jesús cierra su evangelio, aludan precisamente a esta pre­sencia: «Mirad que yo estoy con vosotros cada día, hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20).

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122 HACIA LA FE EN JESÚS

5. Desde este momento los discípulos emprendie­ron la tarea de predicar la Buena Noticia, el Evangelio. El libro de los Hechos de los Apóstoles es un claro tes­timonio de esta tarea. En los numerosos discursos que ellos pronunciaron se mantiene siempre el mismo esque­ma de fondo, que interesa recoger aquí como una con­firmación de lo que ellos consideraban absolutamente esencial, aquello que nunca podía faltar en el creyente.

En todos los discursos los discípulos se presentan como testigos de que Jesús está vivo porque Dios lo ha resucitado. Suelen comenzar recordando la figura de Je­sús y las circunstancias que rodearon su muerte, hechos todos más o menos conocidos de los oyentes. Inmediata­mente sigue la afirmación central: «Pues bien, Dios re­sucitó a este Jesús, y todos nosotros somos testigos» (Hch 2, 32). Como consecuencia se pide a los oyentes la fe y la conversión.

6. Este núcleo inicial de la fe es el que se recoge también en los credos más primitivos, que eran fórmulas muy breves para expresar el contenido esencial de la fe.

Uno de los credos más conocidos es el que recuerda el apóstol Pablo al escribir a los cristianos de Corinto. Las palabras con que lo introduce («Lo que os transmití fue ante todo lo que yo había recibido...», 1 Cor 15, 3) reflejan bien la preocupación por mantenerse fiel a la tradición de los primeros oyentes, transmitiendo lo es­trictamente recibido. El contenido de la fórmula, con su estilo conciso y rítmico que se adapta bien a la fun­ción que le toca desempeñar en la Iglesia, es el si­guiente:

«que el Mesías murió por nuestros pecados, como lo anunciaban las Escrituras,

que fue sepultado,

TEMA 18: LOS DISCÍPULOS SE CONVIERTEN EN TESTIGOS... 123

y que resucitó al tercer día, como lo anunciaban las Escrituras;

que se apareció a Pedro y más tarde a los Doce». (1 Cor 15, 3-5)

7. Este es el mensaje originario que ellos transmi­tían. Después este mensaje, quizá a demanda de los cris­tianos que no habían conocido ya a Jesús, se amplió en colecciones de relatos que completaban su figura. En este proceso hay que insertar la formación de los cuatro evangelios que han llegado a nosotros.

Los evangelios son unos documentos preciosos para acercamos a la fe de los primeros cristianos y, a través de ella, a Jesús mismo. Este acercamiento es lo que he­mos pretendido con estos temas.

Ahora se comprende bien lo que ha ido flotando siempre en las páginas de este temario: que los evange­lios no son una crónica fría de la vida de Jesús, sino una presentación de su persona y su mensaje desde la fe en su resurrección. Los autores de los mismos selec­cionaron a veces los episodios de acuerdo con las necesi­dades y los problemas de la comunidad concreta para la que cada evangelio se redactó, y cuya vida se quería iluminar desde la persona de Jesús. Si esto se entiende bien, habremos dado un paso importante para compren­der toda la riqueza y virtualidad de los evangelios.

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124 HACIA LA FE EN JESÚS

PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIALOGO

1.°) ¿Cuál es el significado que tiene de hecho, para los cristianos, la resurrección de Jesús? ¿Y para ti?

2.u) ¿Qué valor tiene para ti la vida de Jesús, y todo lo que El representó, a la luz de su re­surrección?

3.°) ¿Cómo crees que podemos ser hoy también testigos de la resurrección de Jesús?

4.°) ¿Conoce hoy la gente los evangelios? ¿Los conoces tú? ¿Cuándo y cuánto ¡os lees? ¿Có­mo los interpretas?

Tema 19: La comunidad cristiana crece en torno a la persona y al

mensaje de Jesús

1. No queremos acabar este temario sobre Jesús sin dedicar unas últimas reflexiones al eco que despertó su persona en los años que siguieron a su vida. Todo el libro de los Hechos de los Apóstoles, las cartas que Pablo iba escribiendo a las comunidades que nacían, los evangelios sin duda, todo el Nuevo Testamento en una palabra, es un magnífico testimonio de ello. Nada po­dría suplir la lectura reposada y meditada de sus páginas, algo que cada día se revela más necesario entre los cris­tianos.

Pretendemos además extraer, con este último tema, algunas conclusiones para la vida de las comunidades cristianas y de la Iglesia toda en el mundo de hoy.

2. Porque éste es el primer dato que queremos re­tener: los que van incorporándose al seguimiento de Je­sús se agrupan en una comunidad. La fe en Jesús no aparece como un asunto personal solamente, sino como una experiencia que se comparte en el seno de una co­munidad.

Si subrayamos aquí este hecho es porque durante

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126 HACIA LA FE EN JESÚS

demasiado tiempo ha permanecido en el olvido. Aun hoy es para muchos cristianos prácticamente irrelevante. Es cierto que las dimensiones actuales de la Iglesia y su complejidad dificultan grandemente el que hoy pueda reproducirse sin más el modelo de la Iglesia primitiva.

Reconociendo todas esas dificultades es, con todo, urgente recuperar el sentido de la comunidad en la Iglesia. Y no por un mimetismo de lo antiguo, sino por­que en ellos se juega algo esencial a nuestra fe: el hecho de que la comunidad se constituye en signo, ante el mundo, del designio que Dios tiene sobre la huma­nidad entera.

3. Hay tres momentos en los Hechos de los Após­toles en que se sintetiza la vida de esa comunidad pri­mera. Son Hch 2, 42-47; 4, 32-37; 5, 12-16. Detengá­monos un momento al menos en el primero de ellos.

Cuatro son las actividades que caracterizan a la co­munidad de los cristianos y a las que éstos se consagran con constancia: escuchar la enseñanza de los apóstoles; vivir la comunidad de vida; celebrar la Eucaristía (que eso significa «partir el pan»); y orar (Hch 2, 42). El orar se refiere probablemente a las oraciones propias de los judíos, a las que los primeros cristianos parece se mantenían fieles. La Eucaristía es, en cambio, el acto más peculiar de los cristianos: y precisamente la activi­dad culminante de la comunidad, el momento donde la presencia de Jesús resucitado entre los suyos adquiere una densidad mayor. Pero la Eucaristía presupone la co­munidad de vida, el compartir los bienes, como se dice a continuación («lo tenían todo en común», Hch 2, 44). Por último, la comunidad necesita profundizar en su propia fe, tanto más cuanto mayor va siendo la oposición que encuentra entre los judíos: una vez dado el paso de la fe, es necesario familiarizarse con Jesús y su mensaje,

TEMA 19: LA COMUNIDAD CRISTIANA EN TORNO A LA... 127

comprender todo esto a la luz del Antiguo Testamento y de las esperanzas que durante siglos habían sostenido-ai pueblo judío.

4. Pero la comunidad así caracterizada no tenía su última razón de ser dentro de sí misma. Estaba abierta a la sociedad, como signo del mensaje de Jesús en medio de los hombres.

Si en el Tema 18 hablábamos de la predicación y de las fórmulas de fe, ahora hay que añadir que el impacto principal de los cristianos era el testimonio de sus co­munidades, cuyo perfil estaba en abierto contraste con las formas de convivencia normales en la sociedad de aquel tiempo. Este signo era el que suscitaba en la gente el interrogante: ¿quiénes son?; ¿qué les mueve? El terreno estaba abonado entonces, para depositar la se­milla de la palabra y dar razón de la existencia cris­tiana.

5. En este contexto se entiende bien el sentido que tiene el amor como distintivo del cristiano. Es sobre to­do el evangelista Juan el que más ha insistido en este amor entre los cristianos como sello indudable de los seguidores de Jesús. Ahora se ve el alcance misionero de este amor, su valor significativo: algo que no se queda en sí, sino que remite por una parte a Dios («Dios es amor», 1 Jn 4, 8), y por otra al futuro de­seado para la humanidad: un mundo unido y fraternal, morada habitable para todos.

La comunidad cristiana se convierte así en una ima­gen en pequeño de lo que todos los hombres pueden esperar, en un adelanto de lo que Dios desea para la humanidad. Pero sin excluir nunca la dimensión con-flictiva, como consecuencia de la intolerancia de los que

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128 HACIA LA FE EN JESÚS

quieren hacer de este mundo y de los demás una pla­taforma para su propio provecho.

6. Con toda sencillez tenemos que reconocer que los cristianos de hoy estamos a años-luz de ese modelo. Durante siglos ser cristiano ha sido en nuestro mundo occidental la condición normal de todo ciudadano. En­tonces era lógico que la comunidad cristiana perdiera por completo su carácter de signo.

Hoy esta imagen de la Iglesia, que es coextensiva con la humanidad, está en crisis. Sería prolijo analizar las causas. Quedémonos con el hecho bruto. Y reco­nozcamos que quizá esta situación nueva permita a la Iglesia recuperar su condición de signo.

Pero para ello no basta con disminuir de tamaño, con hacer de la pertenencia a ella el fruto de una opción explícita (como cada vez va ocurriendo más), y no algo que se hereda rutinariamente. Hace falta además que la Iglesia, las comunidades cristianas, recuperen su trans­parencia. Ser transparente significa que a través de algo se vea otra cosa: en nuestro caso, a Dios por una parte, y al futuro esperado para la humanidad, por otra.

Sin embargo, la Iglesia de hoy y sus distintas comu­nidades aparecen a los ojos del mundo demasiado opa­cas. Se preocupan demasiado de sí mismas, de sus es­tructuras, de su organización, de sus derechos. Esto, que es lícito y conveniente a toda institución humana, puede ser, como de hecho muchas veces es, un obstáculo para lo que es la única razón de ser de la Iglesia.

7. Por último, la Iglesia tiene que recuperar su sentido de comunidad, en donde todos comparten y par­ticipan, actuando como protagonistas. Este es quizá el otro gran lastre de la Iglesia de hoy: el pasivismo ge­neralizado entre sus miembros. Probablemente estamos

TEMA 19: LA COMUNIDAD CRISTIANA EN TORNO A LA... 129

ante los frutos de un elevado individualismo y de una concepción del cristiano dentro de la Iglesia como mero destinatario de determinados servicios.

Todo esto es urgente como tarea de todos los cristia­nos. Y no sólo por oportunismo o para equipararnos a otras instituciones que hoy funcionan de acuerdo con un modelo participativo, sino como una consecuencia de nuestro amor a la Iglesia que queremos vuelva a ser, en un sentido más pleno, el testigo fiel de la muerte y la resurrección de Jesús en nuestro siglo.

PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIALOGO

1.°) ¿Cómo caracterizarías a la Iglesia primitiva? ¿Te parece ése un modelo trasladable a nues­tro mundo? ¿Por qué?

2.°) ¿Cuáles te parecen los rasgos más distintivos de la imagen que la Iglesia da hoy ante el mundo? ¿Crees que responden a su reali­dad?

3.°) ¿Por qué crees que se ha perdido el sentido de comunidad entre los cristianos?

4") ¿Dónde y cómo crees que se puede recuperar el carácter comunitario de la Iglesia?

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A modo de conclusión

Al concluir el estudio de estos guiones, el lector habrá descubierto sin duda perspectivas nuevas.

En primer lugar, los evangelios habrán ganado para él en riqueza y profundidad. Probablemente se quedará con ganas de seguir avanzando. ¡Ojalá sea así! Los que hemos redactado estas páginas nos veríamos más que satisfechos.

Lo importante, entonces, es cómo continuar. Para ello hay muchos libros útiles, unos más fáciles y asequi­bles, otros más complicados. Pero el mejor camino será siempre h lectura áirecta de h Biblia. Por eso es nues-tro último consejo: leer una y otra vez el evangelio de Marcos, el que más hemos manejado; también los otros ttes evangelios, de los que nos hemos ocupado menos, así como los restantes libros del Nuevo Testamento. De esa forma nos mantendremos en permanente diálogo con la Palabra de Dios que se dirige a los hombres.

La lectura de la Palabra de Dios no basta, sin embar­go. Al terminar el último tema habrá captado el lector cuál es el horizonte que se desplegaba ante su vista: la Iglesia. Vivir como miembro de esa comunidad —here-

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132 HACIA LA F-E fcN JESÚS

dera del primitivo grupo de creyentes que se agrupó en torno a los discípulos para ser signos de Dios en el mundo— es tarea prioritaria para nosotros: desde la pequeña comunidad, en el seno de la cual quizá hemos trabajado este temario, hasta la gran comunidad de la Iglesia universal, que, con sus luces y sombras, se es­fuerza día a día por ser testigo de Dios en nuestro siglo.

Colección PASTORAL

1. MANUEL PLAZA

Ejercicios ¡gnacianos y pedagogía de la fe para jóvenes 216 págs.

2. REINMAR TSCHIRCH

Dios para niños (3.a ed.) 144 págs.

3. PAUL SPORKEN

Ayudando a morir 144 págs.

4. ANTHONY DE MELLO

Sadhana Un camino de oración (23.a ed.) 160 págs.

5. STURM-M.' WITTSCHIER

Antropología y teología para una educación > cristiana responsable 152 págs.

6. JESÚS ARROYO

25 lecciones sobre convivencia matrimonial (3.a ed.) 160 págs.

7. MANUEL PLAZA / MICHEL BOISVERT

Los Ejercicios personalizados en la vida corriente (Orientaciones pedagógicas y fichas de trabajo) 228 págs.

8. EQUIPO DE CONSILIARIOS CV.X. BERCHMANS

Jesucristo (Catecumenado para universitarios - 1) (3.a ed.) 224 págs.

9. MOVIMIENTO FAMILIAR CRISTIANO

Matrimonio y Familia (6.a ed.) (Guiones para el diálogo conyugal y de grupo) 120 págs.

10. GAETANO GATTI

Ser catequista hoy (Itinerarios de fe para la formación espiritual del «ministro de la Palabra») (4.a ed.) 240 págs.

11. ALBERTO INIESTA

Teopraxis Ensayos de Teología Pastoral 1. Espíritu y misión 248 págs.

12. ALBERTO INIESTA

Teopraxis Ensayos de Teología Pastoral 2. Comunidades. Tareas urgentes 336 págs.

13. JOSÉ LUIS SABORIDO EQUIPO DE CATEQUISTAS

Niños Cateauesis de la vida 176 Dáas.