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¡Méteme en cintura a esos mantuanos! A Simón Bolívar le fue cobrado en su momento la osadía de rebelarse contra los designios del rey y e~igir independencia para su pueblo. Las causas de infidencia dejan un registro histórico de los esfuerzos de los fiscales y jueces peninsulares por tratar de reprimir el deseo de libertad que incendiaba al nuevo mundo
Texto: Rafael Navarro Cabezas I Foto: Cortesía <Hchivo audiovisual Bibliolec<l Nacional
La conspiración de Manuel Gual y José
María España (1799) abrió una brecha
moral en la sociedad colonial de la Capitanía
General de Venezuela. En los círculos sociales,
especialmente entre los mantuanos, la influencia
de las ideas de cambio fluyeron paralelamente a
los procesos que de forma vertiginosa se sucedie
ron en el viejo continente. El ejemplo de la Revo
lución francesa señaló el camino a seguir entre
una élite esclarecida.
Por otra parte, el poder absolutista español no
estuvo dispuesto a realizar ningún tipo de conce
siones ante los profanadores del placentero status
quo arraigado en la sociedad colonial. Antes, por
el contrario, en Venezuela, se infringieron severos
escarmientos a todos aquellos que habían osado
con pervertir el régimen imperial español estable
cido hasta entonces.
La rebelión de los negros en Coro (1795) se
había saldado con cifras en rojo; 20 de ellos fueron
ejecutados, 22 negros y 7 indios fueron confina
dos a prisión, con penas que osci laban entre 6 y
10 años. Las mujeres tampoco se salvaron de la
sevicia de los verdugos, 3 de ellas fueron conde
nadas a 200 azotes.
No obstante, la reQelión de Gual y España
poseía nuevos elementos que la corona no podía
tolerar. Ya no se trataba de una rebel ión de negros
y mestizos, en la aislada y distante provincia de
Coro. La insubordinación se ubicó a pocos kiló
metros de la capital, y estaba liderada por José
María España, a la sazón teniente de justicia de
Macuto, funcionario designado por la Corona
Española.
En su afán por atajar los movimientos sedicio
sos de marras, y de evitar futuros incidentes de
igualo peor catadura, los órganos jurisdiccionales
trabajaron para crear un mecanismo jurídico en el
cual se pudiera enmarcar el hecho criminal en el
Derecho. Fue así que se crearon, desarrollaron y
perfeccionaron las causas de infidencia.
Cortando de raíz toda disidencia La firme disposición de emprender el camino
de la independencia de una élite política, tenía
que ser severamente reprimida. Luego de la caída
de la Primera República, y poco después de la
capitulación de Miranda, comienzan de forma
vertiginosa a incoarse procesos contra todo aquel
que hubiese apoyado en forma activa o circuns
tancial a la causa patriota.
Por regla general las causas de infidencia eran
un legajo que argumentaba la razón por la cual el
reo de justicia debía ser sancionado. En ocasio-
Historia '21
nes se recurría a[ tribunal de alzada, que no era
otro que e[ rey de España, para que sentenciara [a
causa. Todo aquel a quien se [e pudiese compro
bar su filiación con e[ bando patriota podría ser
encarcelado, embargado sus bienes y, en e[ peor
de [os casos, ejecutado.
La iglesia no quedó exenta de [a vindicta real.
E[ prebístero José Ignacio Briceño fue condenado
a prisión en Truji[[o. A Sebastián Antúnez, por
e[ delito de haber sido "voca[ insurrecciona[",
se [e impuso [a pena del destierro perpetuo, [a
imposibilidad de ejercer cargo público alguno,
e[ pago de 1 .500 pesos además de sufragar [as
costas procesales.
En otros casos, [a justicia española no fue tan
benevolente. A[ capitán Francisco Nucete Muñoz
ya MartínVa[e se [es impuso [a pena capital. AJosé
Manrique se [e condenó a[ patíbulo y se ordenó
exhibir su cabeza en plaza pública. En cuanto
a Juan Antonio Paredes, gobernador. de Mérida
para e[ tiempo de [a rebelión, vocal de [a junta , de gobierno y militar, su causa subió para pedir
e[ perdón real; en su luga r, se
ordenó que su persona fuese
pasada por [as armas.
PO,dría pensarse que dada
[a urgencia de castigos y esca r
mientos ejemplares, [os proce
sos se instauraban dejando de
lado todo principio de equidad
y probidad. No obsta nte, en
ciertos casos, [a justicia loca l
demostró cierta autonomía e
integridad. Un ejemplo fue e[
sobresei miento de [as ca usas
contra Vicente A[marza y Juan
José Camejo. Se [l egó a deter-
22 I Historia
minar que [as acusaciones contra Camejo eran
parte de [a ~a[a fe y e[ deseo de ajuste de cuentas
de alguno de sus vecinos.
Durante e[ proceso acusatorio, algunos indi
ciados optaron por arrepentimiento, otros rene
garon de todo pasado patriota mientras que
algunos argumentaban su conducta amparán
dose en [a vieja táctica de afirmar que actua
ban bajo [a pres ión de "órdenes superiores". Sin
embargo, ya para e[ momento de imponer [as
sanciones muchos patriotas ya se encontraban
en e[ exterior, pasando por e[ difíci [ trance de un
exilio indefinido y forzado.
Embargo sobre los bienes de Simón Bolívar
E[ Libertador y su tío Fe[iciano Pa[acios tam
bién serían responsables ante [a justicia peninsu
lar por sus actos de desacato y rebe[ ión. Luego
de reunir una nutrida representación de testigos,
se afirmó [a implicación de Bo[ívar y de Pa[acios
en [os sucesos del 19 de abril y [os que poste-
riormente llevaron a la causa patriota a rebelarse
contra el poder constituido.
EllO de julio de 1812, a pocos días de firmada
la capitulación que puso fin a la Primera Repú
blica, el fiscal Jase Costa y Gali ordenó el embargo
de los bienes del futuro Libertador de Venezuela.
El legajo fue emitido por los jueces del tribunal
de secuestro, José Antonio Díaz y Juan Bautista
Echeandía, con la anuencia del gobernador de
facto de la Capitanía de Venezuela, Domingo
Monteverde.
El tenor de las acusaciones vertidas hacia Bol í
var y su tío lo situaron temprano entre los líde
res principales de la gesta emancipadora. Dicho
documento llegó hasta nuestros días por el Archivo
Histórico del Ministerio Público, recopilados en la
colección Documentos para la Historia del Minis
terio Público de Venezuela (1230-1830):
( ... ) han sido los que coadyuvaron a la revo
lución que se hizo en dicha ciudad (Caracas),
contra nuestro legítimo soberano el señor don
Fernando VII, siendo los más enemigos a su
gobierno y a todas las personas que recono
cían con amor a su Rey, practicando personal
mente cuanto ha podido ejerciendo empleos y
honores de dicho gobierno y enemigos decla
rados de las tropas de su Majestad Catól ica; y
que abiertamente han declarado su decidida
pasión al sistema de Caracas, y su indepen
dencia, por lo que han sido reputados por los
más patriotas exaltados.
Aunque Bolívar en los días siguientes abando
naría el suelo venezolano para embarcarse rumbo
a Cartagena, la mayoría de sus posesiones fueron
embargadas y confiscadas, quedando su hermana,
la realista María Antonia, en posesión de gran
parte de los bienes heredados de la familia.
La otra justicia En su libro Temas de Historia de Venezuela,
Mario Briceño Perozo, señala que aún cuando
la justicia española era implacable contra todo
lo que implicase independencia y autonomía,
en otras latitudes del continente se persiguió y
juzgó con mayor severidad e inquina a los líde
res revolucionarios.
En Venezuela existieron absoluciones y proce
sos que fueron desestimados cuando la carga de
las pruebas resistía todo juicio crítico y moral de
los acusadores, aún cuando el deseo de preservar
el status qua mancillado se situaba en el primer
lugar de las prioridades reales.
La partida de forajidos que en nombre del rey
de España azotaron las distintas provincias que
integraban el territorio nacional, tenían para sus
víctimas sus propios procedimientos y castigos.
Para todos aquellos que no pudieron escapar al
naufragio de la Primera República, caer bajo la
ley del lanzazo o del cuchillo de Boves, Mora
les, Antoñanzas, Rasete y tantos otros, fue el
peor de los suplicios.
Fueron miles los patriotas que siquiera
pudieron contar con el beneficio de la instruc
ción de un auto o una causa de infidencia, o
por lo menos tener conciencia de las acusa
ciones que sobre ellos recayeron. A tal efecto,
Briceño Perozo deja la siguiente reflexión para
la posteridad:
En otros casos ni siquiera se formó expediente,
tan sólo se dejó como registro trágico el cuerpo
colgado en la picota, osci lante como un pén
dulo, o el cadáver agujereado en la frente o
el pecho, tendido sobre la tierra húmeda de
sangre generosa.
H,storla/23