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MUJERES INDÍGENAS LÍDERES Y ESCUELA Gabriela Bernal Carrera Fundación Kawsay 1. Introducción El presente artículo pretende mostrar algunas de las características de la relación entre mujeres indíge- nas serranas y escuela 1 entre 1970 y 1990, aproximada- mente. Tras la desintegración de la hacienda como meca- nismo de administración de la población indígena, la es- cuela se convierte para la población indígena en un meca- nismo para ir articulando un proyecto capaz dar forma a sus intereses políticos. Con la reforma agraria, la población indígena se convierte en propietaria de la tierra; a partir de este hecho se puede vislumbrar el establecimiento de las bases para una diferenciación socioeconómica en la población indí- gena. El ingreso a la escuela se convierte en un mecanismo de acceso a la sociedad nacional a partir del aprendizaje del castellano. El sistema educativo formal se mostrará como un espacio hostil y, en muchos casos, brutal. Sin embargo, la escuela permitirá que, al salir del espacio comunitario, se inicie la autopercepción de la diferencia. En el caso de las mujeres indígenas, el duro cambio supuso una doble discriminación: por indígena y por mujer. Pero el acceso a la escuela también les abrió la puerta a mundos como el 115

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MUJERES INDÍGENASLÍDERES Y ESCUELAGabriela Bernal CarreraFundación Kawsay

1. Introducción

El presente artículo pretende mostrar algunasde las características de la relación entre mujeres indíge-nas serranas y escuela1 entre 1970 y 1990, aproximada-mente. Tras la desintegración de la hacienda como meca-nismo de administración de la población indígena, la es-cuela se convierte para la población indígena en un meca-nismo para ir articulando un proyecto capaz dar forma asus intereses políticos.

Con la reforma agraria, la población indígena seconvierte en propietaria de la tierra; a partir de este hechose puede vislumbrar el establecimiento de las bases parauna diferenciación socioeconómica en la población indí-gena. El ingreso a la escuela se convierte en un mecanismode acceso a la sociedad nacional a partir del aprendizajedel castellano.

El sistema educativo formal se mostrará comoun espacio hostil y, en muchos casos, brutal. Sin embargo,la escuela permitirá que, al salir del espacio comunitario,se inicie la autopercepción de la diferencia. En el caso delas mujeres indígenas, el duro cambio supuso una doblediscriminación: por indígena y por mujer. Pero el acceso ala escuela también les abrió la puerta a mundos como el

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mestizo, y en algunos casos, a los turistas (y también a losantropólogos) que les permitió tener una visión más am-plia del mundo, pero en condiciones diferentes. Eran yamujeres “ilustradas”.

En medio de este nuevo tipo de relaciones, lasmujeres indígenas de este período, conscientes de su in-dianidad como mujeres, elaboran un discurso en el que, sinrenunciar a su pertenencia a sus pueblos, se ubican comomujeres. En este caso, se va armando un discurso destina-do a legitimarlas como indígenas, pero, contrariamente alo que varios análisis feministas proponen, sobre todo, co-mo mujeres. Mujeres que no están dispuestas a renunciara su indianidad. La identificación básica es, entonces, mu-jer indígena, como una unidad, no como elementos con-tradictorios entre sí.

Este discurso es actualmente muy criticado y, enmuchos casos, se lo presenta como el talón de Aquiles delas luchas del movimiento indígena.

2. Contexto general

Este período lo hemos ubicado desde mediadosde los años sesenta hasta los primeros años de la décadade los noventa. La propuesta de ubicar estos años comoreferente analítico parte de la constatación de que las mu-jeres indígenas que aparecen directamente como protago-nistas en la escena nacional de los años 90, viven procesosparticulares durante este período.

Con la Revolución Cubana, y la continua ten-sión de las protestas indígenas y campesinas, el Estadoecuatoriano, bajo la influencia directa de los Estados Uni-dos (a través de la Agencia Internacional para el Desarro-llo -AID- Phillips, 1985: 12), decide emprender una polí-tica de reforma agraria. Con ella se intenta, por una par-te, disminuir los riesgos de un estallido social bajo la in-

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fluencia de la Revolución Cubana y, por otra, insertar a laagricultura serrana dentro de los mecanismos capitalistasde producción, indispensables para el nuevo postuladodel desarrollo.2

Para 1964, el Estado ecuatoriano aprueba la Pri-mera Ley de Reforma Agraria. En 1970 se da la expropia-ción de las haciendas en la zona costa. En 1973 se expide laSegunda Ley de Reforma Agraria, y en 1977 se promulga laLey de colonización de tierras en la Amazonía.3 Este esque-ma de promulgación de leyes es coherente con los objetivospretendidos. Así, la primera ley de reforma agraria estuvodestinada a eliminar el sistema de huasipungo en la hacien-da, mientras que, con la segunda, se intentaba implantar lascondiciones más adecuadas para el desarrollo de la agricul-tura capitalista. “Por ejemplo, no se colocaron topes sobreel tamaño de las propiedades (se consideraba más impor-tante que la unidad agrícola fuera ‘eficiente’; Cosse, 1984),y el crédito agrícola se expandió en gran medida debido ala nueva riqueza petrolera del país” (Phillips, 1985:15).

Una de las características de la relación entre elEstado republicano y la población indígena hasta este pe-ríodo, aproximadamente, había sido la administración ét-nica. Ésta consistía fundamentalmente en la delegacióndel Estado hacia otros sectores (vinculados fundamental-mente a la Iglesia o instituciones de socorro) de todos lostemas referentes a la población indígena. De hecho, el Es-tado no asumió su papel de organizador de la vida públi-ca, ni de ejecutor de un proyecto unitario de nación en losámbitos rurales. Este hecho fue configurando un Estadodébil en tanto que las clases terratenientes y los agro-ex-portadores de la costa administraban el ámbito rural,dentro del marco de las relaciones que la hacienda esta-blecía, es decir dentro del ámbito de lo doméstico y no co-mo una cuestión pública.

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Sin embargo, uno de los planteamientos para ac-ceder a créditos para el desarrollo, auspiciado por la AID,era la intervención y control estatal de la producción agrí-cola, “siendo ésta la condición para el otorgamiento de lospréstamos norteamericanos” (Phillips, 1985: 12). Con esteobjetivo, se promueve una “reforma agraria pacífica”.

La reforma agraria llevada adelante por el gobier-no guardó, entre otras, dos características importantes paranuestro trabajo. Por una parte “algunos terratenientes, anti-cipándose a la Ley de Reforma Agraria, ‘voluntariamente’entregaron tierras (de mala calidad) a ‘sus’ huasipunguerospara evitar la expropiación de tierras más fértiles” (Phillips,1985: 12). Por otra, el Estado, en plena etapa de fortaleci-miento, no quiso arriesgarse a una confrontación directacon los terratenientes. En aras de evitar el conflicto, se con-centró “en la expropiación de tierras de propiedad pública yla colonización de nuevas áreas más que la expropiación detierras de propiedad privada” (Phillips, 1985: 14).

Es decir, la tierra entregada a la población indí-gena fue de mala calidad y no afectó directamente a losgrandes núcleos terratenientes, sino más bien a las hacien-das propiedad del Estado (que la Revolución Liberal de1895 había expropiado a la Iglesia). Pero la Reforma Agra-ria tuvo lugar y con ella la disolución de la familia huasi-punguera ampliada sobre la que se había articulado laeconomía indígena.

Con la Reforma Agraria, la economía indígenatuvo que reorganizarse partiendo del hecho de que su tie-rra era de mala calidad, no abastecía la auto-subsistencia yademás con la desaparición de las formas de relación ante-riores, recursos como agua y tierra de pastoreo (que conti-nuaron en propiedad de la hacienda4), ya no estaban al al-cance de los nuevos propietarios.5 Frente a la nueva situa-ción,“los campesinos se organizaron en formas asociativasde producción (cooperativas, asociaciones o comunas) o

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permanecieron como unidades individualizadas para en-frentar la producción de los nuevos recursos” (Rosero,1984: 37).

Este hecho ha sido visto como el origen de unacierta diferenciación social al interior de la hasta entoncesmás o menos homogénea población indígena. Esto, porsupuesto, generó que también hayan surgido nuevas posi-bilidades de organización familiar destinadas básicamen-te a la supervivencia fuera del modelo anterior. En razónde estos cambios, cierta parte de los nuevos poseedores dela tierra presentan “alternativas de acumular capital, deinsertarse en una nueva lógica económica y mejorar susniveles de consumo”. Pero, del otro lado, se encontraron“situaciones en las cuales los campesinos van pauperizán-dose y, generalmente, deben enfrentar su reproducción através del trabajo asalariado” (Rosero, 1984: 38).

Dentro de las personas que podrían ser ubica-das en el primer grupo, aquéllas que buscaron alternati-vas para acumular capital, están los y las productoras deartesanías.6 Este grupo logró desarrollar un cierto niveleconómico que permitió acceder a una educación demás calidad a aquélla que se ofrecía en el ámbito rural.Por otro lado, la escuela en el ámbito urbano garantiza-ba un aprendizaje del castellano con mejores resultadosque lo que se hacía en las comunidades. “En aquella épo-ca, en la escuela de la comunidad enseñaban seis maes-tros mestizos. La mayoría de ellos vivía fuera de Ilumán,así que normalmente sólo se podía encontrar a dos otres. Como el maestro de Carmen era un borracho, mu-chas veces simplemente no había clases”. (Carmen Yam-berla, en: Sniadecka-Kotarska, 1998: 130)

Al interior de este grupo podemos contextuali-zar a las mujeres que posteriormente, cuando el movi-miento indígena irrumpe en la escena nacional, asumenpuestos de dirección nacional.

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3. Indianidad y mujeres: la escuela, elpunto de encuentro

Tomaremos los datos recogidos por Sniadecka-Kotarska (1998) para plantear algunas hipótesis sobre lasmujeres líderes indígenas del período analizado. Poste-riormente vamos a analizar el discurso elaborado por unade las dirigentes indígenas a raíz del Levantamiento de1990 para situar algunas de las características del lideraz-go femenino de esta época, sus aliados, los alcances de sudiscurso al interior del movimiento indígena, así como lasreacciones que éste suscitó y suscita entre los círculos fe-ministas mestizos.

El acceso a la educación fue, para una gran par-te de indígenas, la clave para enfrentar con éxito los cam-bios que tenían lugar en ese momento. Pero, para la épo-ca, la única experiencia educativa realizada por y para in-dígenas era aquella constituida por Dolores Cacuango ysu alcance era muy local. Por ello, gran parte de las expe-riencias de indígenas de otras zonas del país tuvo lugar enescuelas mestizas.

Entonces ya formó la Escuelita pero, para los blancos, nopara los indígenas por el asunto, de que se han de com-prender la ley de trabajos, o ley de tierras y se abisparanlos indios. Luego después de unos pocos años entraron ala escuela unos dos o tres niños indígenas, entraron es-condidos; ocultos, estos dos o tres hombres salió de la es-cuela, comenzaron a luchar por la vida humana, lucha-ron y lucharon hasta perder su vida y los señores arren-dadores les perseguía mucho o les mandaba sacando delhuasipungo les destruía las chozas. Luego después yaconsiguieron la Escuela para todos los indígenas y blan-cos. Así formaron más niños de la Escuela entre indíge-nas y blancos mezclado. Luego estudiaron ya algunos in-dígenas y siguieron luchando más personales indígenas y

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comenzaron a unirse todos unidos indígenas del Ecua-dor para sujetar o definir su ley. (Ernesto Valladares en,Yánez, 1988: 259) [sic]

Podríamos decir, tomando palabras relativas almovimiento indígena, que hubo un lento proceso de tomade la escuela mestiza. De ir infiltrándose en un sistemaeducativo que no había sido ni pensado ni propuesto pa-ra la población indígena, sino únicamente en función desu integración a la “nación”. Sin embargo, este hecho esparticularmente interesante, porque la población indíge-na desarrolla estrategias familiares de ingreso al negadomundo de la escritura sin renunciar a su ser indígena.

En aquella época surgió el problema del futuro de su hi-jo mayor –Mario, el más querido y mayor de los herma-nos. Empezó la escuela a la edad de cinco años, termi-nando todos los años con las mejores notas de la clase.Un cura relacionado con la familia sugirió a Luz que sino quería comprometer el futuro de su hijo y darle opor-tunidad de salir adelante tendría que mandarle a la me-jor escuela de la provincia donde nadie pudiera saberque era indio. Fue entonces cuando por primera vez pen-só en la verdadera posición de su familia en la ciudad.Sus hijos varias veces se quejaban de ser tratados peorque los demás alumnos, pero nunca dio mucha impor-tancia a aquellas frases porque durante las reuniones depadres de familia la trataban como a todas las otras ma-dres, igual ocurría en la iglesia. Desde el principio, cuan-do empezó a acudir a la iglesia en la ciudad, iba siemprea la misma misa y a la misma hora.

Después de varias discusiones en familia decidieron queMario iba a cortarse la trenza y vestirse al estilo mestizo.Mario aceptó la decisión de los padres e ingresó en el Co-legio Salesiano de Ibarra. Un año después ganó el primerpremio con las mejores notas de toda la provincia. La im-portante suma de dinero, la dejó en su totalidad a la dis-

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posición de los padres. Luz se sintió muy orgullosa yaque fue la prueba de que Mario actuaba como un verda-dero indio que a diferencia de sus amigos mestizos, res-petaba a sus padres. (Luz María Maldonado [1939] en,Sniadecka-Kotarska, 1998: 79-80) [Énfasis agregado].

Es importante señalar que el ingreso a la escue-la no es decisión individual, sino que el ingreso al sistemaeducativo formal es parte de una estrategia familiar paraacceder a ciertos beneficios que no pueden ser ampliadosa toda la familia. El hecho de que en el presente caso hayasido un varón el escogido, tendría que ser analizado tam-bién en función del por qué y para qué es necesario queun miembro de la familia ingrese a la escuela.

3.1 El castellano: herramienta clave de ingreso almundo no indígena

Es necesario plantear aquí una digresión sobreel uso del castellano que es válida para analizar la situa-ción de las mujeres indígenas en general.7 Uno de los pro-blemas fundamentales para la EIB tiene que ver con el he-cho de que las familias quieren que sus hijos aprendan elcastellano aun a riesgo de dejar de hablar la lengua mater-na. En la medida en que el castellano se aprende, es másfácil relacionarse con el entorno blanco-mestizo (corres-pondiente a la sociedad nacional). Por otra parte, en lamedida en que se adquiera y se maneje el castellano en laciudad, cuando los(as) jóvenes migran, el rechazo es me-nos directo.8

Harvey (1991), analizando los discursos en cas-tellano usados en la comunidad de Ocongate (Perú), se-ñala la existencia de un registro particular del castellano,que es usado exclusivamente por los hombres, y básica-mente para hacer discursos en reuniones públicas forma-les. “las reuniones formales en las cuales se usa este regis-

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tro se refieren a las relaciones entre la comunidad y unambiente social más amplio, particularmente el Estado yla Iglesia” (Harvey, 1991: 231). Pero, por otro lado, el cas-tellano tiene una valoración singular en el momento enque se llevan a cabo trámites, querellas o simplemente enel uso escolar. La misma autora señala que de acuerdo aqué tipo de relaciones de poder se quiera establecer entrelas partes, se elegirá el código en el que se habla, o se res-ponda. Todo un juego de intereses presente. “Por lo tanto,al hablar castellano desde una posición de poder se invo-ca este estereotipo como orador, al obligar a otros que ha-blen en quechua les pone en el rol estereotipado del quehabla quechua” (Harvey, 1987: 119).

Siguiendo el esquema planteado por Harvey,pensemos que el Estado con todas sus instituciones, laIglesia, y otro tipo de organismos (tales como las ONG),son ajenos al entorno cultural comunitario. Y, en ese sen-tido, ocupan también un status de poder diferente peroclaramente identificado. Este tipo de poder (por lo gene-ral ligado al acceso a determinados recursos) supone elejercicio directo de un tipo de castellano específico. En elcaso de Ocongate, Harvey señala que: “En algunos niveles,la gente establece una correlación directa entre el poderlegítimo y ciertos estilos del castellano hablado y/o escri-to (poder obtenido por mayor inteligencia y conocimien-to ejemplificado por el lenguaje)” (Harvey, 1987: 119). Es-te hecho establece las pautas generales para que se desa-rrolle un tipo de estrategia específica para acceder a leyes,recursos, por parte de las comunidades.

Sin dejar de ser o sentirse indígenas, las familiasindígenas establecen una estrategia de ingreso a este tipode recursos, privilegiando a ciertos miembros. Es decir, seles permite e incentiva para el acceso a la educación, porejemplo. Que los miembros de la familia escogidos seanvarones, no resulta sorprendente si una mujer, indepen-

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dientemente de su filiación étnica, es por lo general des-preciada en cualquier instancia gubernamental. No se di-ga de una mujer que, además, es india y por lo tanto ho-mologada con pobre.9 Si las comunidades necesitan acce-der a cierto tipo de recursos importantes para su supervi-vencia, la manera en la que accedan a éstos será cuidado-samente seleccionada.

No pretendemos demostrar que en las comuni-dades no existe ningún tipo de discriminación de género.Tan sólo que más allá de este tipo de eventos, que parece-rían confirmar la idea de que las comunidades son “ma-chistas”, hay que mirar todos los elementos en juego.Puesto que de esta manera podemos llegar a interpretar laelaboración de estrategias de acceso al mundo blanco-mestizo. Lo que debe quedar claro es que hay, por parte dealgunas comunidades indígenas, un uso específico de losespacios ofrecidos por la sociedad nacional, pero ello nosignifica que se esté renunciando a su indignidad.10

De todos modos, la escuela a la que ingresan lasmujeres de este período es, por regla general, la escuelamestiza con toda la carga de discriminación y rechazo queella implica. En busca de ejemplificar algunos de los pun-tos que hemos planteado, veamos lo que es la vida de al-gunas de las mujeres de esta época.

[Al ingresar al segundo grado]La maestra la insultabacomo nadie hasta entonces, le decía que era «burra, su-cia, idiota, que nunca hubiera debido ir a la escuela...»,que «su sitio era la pocilga entre los puercos... “pero us-tedes a lo mejor ni siquiera tienen puercos...» [...] Su pa-dre tardó mucho en regresar a casa. Al volver dijo que ha-bía suplicado en vano a la directora de una escuela públi-ca para que la aceptara en el segundo nivel. Le explicabaque en la escuela comunitaria todos hablan el quichua yque así su hija nunca aprendería el castellano. A pesar detodos sus argumentos, la directora no quiso admitir a

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Carmen pretextando que en Ilumán ya había una escue-la y la de Otavalo tenía que acoger solamente a los niñosde la ciudad. En contrapartida, el padre de Carmen ase-guró a la directora que seguiría viniendo tantas veces a suescuela, hasta que ella aceptase a su hija dándole la opor-tunidad de hablar el castellano todos los días. [...]

Sus relaciones con los demás niños eran difíciles. No só-lo porque no llegaba a comunicarse con ellos, sino tam-bién porque venían de un mundo totalmente diferente,un mundo que ella no conocía. Los niños se vestían deuna manera distinta, se comportaban, jugaban y comíande otra forma; sabían contar hasta mil, conocían cifrasromanas que para ella eran dibujitos; tenían sus cuader-nos, manuales y otras muchas cosas que Carmen no co-nocía como una regla, una goma o un chicle. Durante losrecreos se mantenía a distancia, observando a los otrosalumnos. Los niños inconscientemente trataban de ha-cerla su sirvienta. Hoy Carmen no les guarda ningúnrencor por eso. Era la única india pobre en la escuela ylos niños sólo conocían a los indios que servían en suscasas. Entre los alumnos de más edad había otras dos in-dias, pero de familias ricas y vivían en la ciudad. El esta-tus de aquellas dos niñas era muy diferente. Teniendo di-nero solían comprar dulces o galletas para los niños quejugaban con ellas, pero a ella no le hacían caso. Los niñosse dirigían a Carmen únicamente cuando se les caía algopor el suelo y ella tenía que recogerlo, o para que llevarauna cosa a la papelera, cerrara o abriera la puerta, etc.Siempre entraba y salía de la clase la última. No la deja-ban entrar de otra manera. Los niños se apresuraban to-dos para entrar y a Carmen alguien la empujaba fuera detodos. No se imagina cómo hubiera reaccionado a las ór-denes que le daban sus compañeros de clase si la maestrano le hubiera prohibido hacer las cosas que le pedían. Pe-ro cuando la maestra no lo veía, los niños se burlaban deella e intentaban fastidiarla. Sin embargo, Carmen diceque no les hacía mucho caso, le compensaba todo la con-

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ciencia de que la maestra se encontraba en algún lugarcerca y así se sentía protegida. Además era feliz por haberpodido conocer el castellano, que podía estudiar. Duran-te todo un año no había llorado ni una sola vez. Recupe-ró su retraso escolar con tanta rapidez que el segundocurso acabó en catorceava posición en la clase de cuaren-ta y cinco alumnos. (Carmen Yamberla, en: Sniadecka-Kotarska, 1998: 130-133).

Para todas las mujeres cuyas biografías desarro-lla Sniadecka-Kotarska, el encuentro, brutal la mayor par-te de veces con el mundo mestizo en la escuela, fue deter-minante en la toma de conciencia de su indianidad.

Laura piensa que tuvo una infancia feliz. Su familia pró-xima y lejana, sus abuelos, mantenía siempre buenas re-laciones. Los vecinos les amaban mucho. Laura siempretenía muchos primos y amigas. Los demás la tratabancon amabilidad y simpatía. [...]

Los primeros días fueron para Laura un verdadero trau-ma y su primer curso lo recuerda como el peor año de suvida. Sus padres la prepararon muy bien para la escuela.Le compraron un vestido nuevo, libros, cuadernos y lá-pices mejores que los que tenían los niños mestizos. Re-cuerda su llegada a la escuela como si hubiera entrado enun mundo distinto y poco hospitalario que no entendía.Desde el primer momento, todos la rehuían como si es-tuviera enferma, se burlaban de ella sin razón y la seña-laban con el dedo [...] Laura recuerda que el primer añoiba a las clases llorando todo el camino de miedo ante loque la esperaba en la escuela y regresaba en lágrimaspensando en las penas y las humillaciones que le habíanhecho sufrir durante el día. Todos los días, hiciera frío olloviera, tenía que andar unos cuarenta minutos para ir yotros tantos para volver de la escuela. Hoy día, la idea deque durante aquel año derramó tantas lágrimas comonunca en su vida hace reír a Laura. [...]

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Se acostumbró al asombro que provocaba su traje tradi-cional; la aprobación de sus amigas le ayudaba a sobrelle-varlo. Fue entonces que comprendió la decisión de sus pa-dres -dominaba perfectamente el castellano y el futurodependía del conocimiento del español y de las relacionescon el mundo de los blancos y mestizos. No dejaba de sen-tirse extranjera, pero como saragureña inició sus propias,y al principio bastante limitadas, relaciones con el mundocerrado para sus amigos de Saraguro. (Laura Quishpe, en:Sniadecka-Kotarska, 1998: 41-44)

El rechazo a la indianidad que se expresaba es-pecíficamente en el vestido, podía convertir a éste en unpunto fundamental de estructuración de su identidad. Enla medida en que el vestido las identificaba, y por tanto lassegregaba, estas mujeres tuvieron la oportunidad de en-tender el por qué la escuela: el manejo del castellano erauna forma importante de acceder a la sociedad nacional.

Muy interesantes eran las primeras conclusiones de Zu-lay al comparar su vida en Quito y la que había conoci-do en su pueblo natal: «La vida en Quito me hizo com-prender lo que era Quinchuquí. Aquello era mi pueblo,en la capital era una extranjera. Allí era libre, tenía tiem-po para todo, en Quito vivía encerrada y aislada en unambiente poco hospitalario porque a pesar del tiempoque pasaba, la gente seguía fría y hostil conmigo. Siem-pre escuchaba... “tienes que esto, tienes que otro”...Cuando preguntaba por algo, había una sola respuesta:“No me hagas perder el tiempo, de todas formas nocomprenderás nada, te falta civilización...”» Aquellas fra-ses le hacían entonces mucho daño a Zulay. Hoy explica:«... Por qué siempre nos reprochaban la falta de civiliza-ción, si nuestra cultura era más antigua y más desarro-llada que la de los mestizos... Vivíamos aquí antes quellegaron los Incas...» (Zulay Saravino Quinchuquí, en:Sniadecka-Kotarska, 1998:109)

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Por otro lado, el alejamiento de sus comunida-des, representaba para estas mujeres una forma importan-te de valorar el mundo doméstico. La comunidad se con-vertía entonces en un punto cuyos ejes eran la armonía, laaceptación, el amor. Elementos que estaban lejos de en-contrarse en el agresivo mundo mestizo.

Por otra parte, parece ser que todas las mujerescontaron con el apoyo familiar para sus estudios, hasta undeterminado nivel, la secundaria o la primaria, depen-diendo de los recursos de la familia. El estudio secundarioo universitario, en el caso de quienes lograron acceder aellos, se dio no sin dificultades familiares. Ya sea que se re-quería mano de obra, o que no se podía apoyar más que aun(una) miembro de la familia, la conclusión era la impo-sibilidad de continuar con los estudios, o la búsqueda, do-lorosa muchas veces, de alternativas que permitieran elingreso.

A los 17 años acabó el bachillerato. El padre se opuso asus proyectos de quedarse en Quito. Le dijo de volver acasa para que sus hermanos pudieran continuar estu-diando. Una de las hermanas de Rosa abandonó los estu-dios en el segundo año del colegio de Saraguro y se casó.En casa faltaban manos para el trabajo, así que regresó aLagunas. (Rosa Clementina Vacasela, en: Sniadecka-Ko-tarska, 1998: 56).

Como se ve, en el caso de Rosa Clementina Va-casela, el nivel de acceso a la educación formal estaba li-mitado por las posibilidades de que otros(as) miembrosde la familia también pudieran acceder a los beneficios dela escuela.

Carmen decidió entonces que tenía que volver con los es-tudios. En 1984, tras un año de trabajo en la dirección,pidió el consentimiento a su padre, explicándole quedespués de terminar un colegio podría controlar la direc-

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ción formada en su mayoría por los mestizos. Inespera-damente, su padre no quiso dar su acuerdo, se lo negófirmemente e incluso se disputaron por primera vez ensu vida. Hasta entonces había sido su más fiel y más ínti-mo amigo. Le dijo que había recibido la mejor educaciónque se podía imaginar y que no necesitaba nada más. Eramujer y tenía que pensar en el hogar, en lavar la ropa,preparar la comida y en labrar su tierra y la de su fami-lia. Le dijo que tenía que trabajar e ir pagando el crédito.La parcela que antes había sido fuente del orgullo de to-da la familia, de repente pudo impedirle sus proyectos devolver a estudiar. Durante un largo tiempo se quedó sinhablarle a su padre y eso fue lo más duro para Carmen.Cuando un año después llegaron a pagar el segundo pla-zo de la deuda, volvió a pedir el consentimiento de su pa-dre para la continuación de sus estudios, esa vez en loscursos de la tarde. Prometía trabajar de día y estudiar denoche. El fundamental argumento de su padre la insultó,le dijo que indudablemente iba a dar un escándalo en lacomunidad porque «...las mujeres que regresan por lanoche de la ciudad, tarde o temprano acaban embaraza-das y vuelven con un hijo, pero nunca con un marido...».Carmen se sintió muy sola y decepcionada. Dejó com-pletamente de hablar con su padre. Aquel con quiensiempre pudo contar, se volvió su enemigo. A consecuen-cia del conflicto entre ellos, los vecinos se alejaron deCarmen, solidarizándose con la decisión de su padre. Enaquella época, sólo dos personas estaban de su parte, lasecundaban: su tío Manuel y su antigua compañera Ma-ría. Manuel fue el único de Ilumán que terminó lingüís-tica en la Universidad Católica; María que hace años sehabía ido a vivir a la capital, trabajaba entonces comofuncionaria en el Ministerio de Educación. Ambos com-prendían la importancia de las ambiciones de Carmen.María le aconsejaba marcharse sin el consentimiento desus padres y prometía ayudarle, pero a Carmen no le gus-taba que María fuera como una mestiza y que raramen-te viniera a ver a su familia. Muchos jóvenes de la comu-

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nidad se comportaban así, pero Carmen sabía que esosignificaría romper con su familia y con la comunidad.Cuando por tercera vez pidió el acuerdo a su padre,(1985), éste se lo dio, pero bajo la condición de que se-guiría trabajando como siempre y que él no le daría nin-gún dinero. La matrícula y gastos del material escolar selo pagó el tío Manuel. Con la venta de sus propios pro-ductos, Carmen ganó el dinero para pagarse los viajes deidas y vueltas. (Carmen Yamberla, en: Sniadecka-Kotars-ka, 1998:137-138)

El dolor que supone la frustración de expectati-vas generadas por un acceso limitado a la educación for-mal, genera en muchos casos rompimientos. El caso demujeres como Carmen Yamberla, supone que la continua-ción de la escuela, más allá de lo específicamente utilita-rio, se convierta en un desafío para los esquemas comuni-tarios en los que mujeres y varones sólo llegan a ser total-mente personas, en el momento de casarse. El hecho decontinuar con la escuela suponía la disminución de lasposibilidades de acceder a tener una pareja estable que ledé el carácter de persona acabada.11 Pero evidentemente,si un varón hubiera sido el protagonista de esta escena, lareacción paterna probablemente hubiera sido distinta ylos márgenes de negociación más flexibles.

Como hemos visto en los testimonios preceden-tes, la escuela se convierte en un punto de encuentro ydescubrimiento que se traduce en la mayor parte de loscasos en una militancia dentro de las florecientes organi-zaciones indígenas. Un detalle importante es que, duran-te este período, organizaciones que habían nacido con unclaro enfoque de clase, empiezan a privilegiar el aspectoétnico de la discriminación (aunque sin olvidarse de ladiscriminación de clase).12

Para la aparición pública del movimiento indí-gena como una organización fuerte (mayo-junio de

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1990), la CONAIE, formada en 1986, ya llevaba un largotrecho recorrido y las mujeres habían sido partícipes delos avatares organizativos dentro de ella. Pero las mujeresque en ella participan son, en la mayor parte, mujeres quehabían accedido a niveles educativos secundarios y uni-versitarios; éste es un punto importante.

Estas mujeres “ilustradas”, discriminadas no só-lo como mujeres sino en tanto indígenas, elaboran duran-te este período un discurso que las ubicará como mujeresdentro de las luchas indígenas, sin dejar por ello de ubicaral movimiento indígena frente a la sociedad nacionalblanco mestiza. Veamos a continuación cuáles son susplanteamientos.

4. Tierra, maternidad y el pasado: bases dela feminidad indígena

El discurso de Luz María de la Torre Amaguaña

El discurso elaborado por las mujeres de esteperíodo corresponde a las mujeres que con un nivel edu-cativo alto participan dentro del movimiento indígena.13

Su adscripción al movimiento indígena tiene lugar a par-tir de la conciencia adquirida fuera de la comunidad, y enel choque dado dentro del sistema educativo mestizo. Es-to significa que, para su militancia étnica no mediaronagencias de desarrollo, sino en gran medida el Estado.14 Laidea de la defensa de la indianidad se da en un contextoagresivo, no sólo como racismo explícito sino como vio-lencia política de un Estado que no acababa de implemen-tar la reforma agraria.15 Es decir que las condiciones de to-ma de conciencia y demanda de derechos tenía lugarcuando “los indios no se habían puesto de moda”.

Para ese momento, las agresiones y el racismourbano (no hay que olvidar que estas mujeres están fuera

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de lo rural, el espacio dentro del que había sido confina-do simbólicamente, el pueblo indígena) era agresivo yviolento.

Vivía en la Villa Flora, cuando trabajaba para la CO-NAIE, siempre en educación, y salía a comprar en unatienda del barrio, cercana a la casa; fui abordada por unaseñora, muy, muy sospechosamente amable, que me in-quirió por mi nombre y por mi procedencia, mi vestidome delataba como otavaleña, cuando entró en confianzame propuso que venga a trabajar en su casa y que me pa-garía más que en la casa anterior. Le conté de mi trabajoy el sueldo que ella tenía que pagarme, porque yo nodesprecio ningún trabajo si me permite dar vida a mishijos.

Se sonrojó, se disculpó y se alejó rápidamente. El trabajoque me proponía era el de servidumbre, «puertas aden-tro». Sólo por ser india, se reciben estas propuestas. Has-ta hay osados que en el bus, cuando estoy sentada con mihija en brazos, me piden que me levante para dar elasiento a una matrona cristiana, que no puede respetar auna mujer indígena, peor aún la vida infantil que lleva ensus brazos, pero el que sugiere que me levante no es ca-paz de hacerlo. En la plaza, para extenderme en los ejem-plos, haciendo compras con mi hija de cuatro años, tam-bién vestida de otavaleña, se acerca igualmente una ma-trona cristiana, bien vestida, y me propone que le prestea mi hija para que juegue con su hijito, y que era precisala edad, el porte y la viveza de mi hija para que su hijojuegue con ella, «que me ha de pagar no más muy bien»,por la chiquita; y, a pesar de mi negativa, ella cortésmen-te insistía en lo bueno de su oferta. (Luz María de la To-rre, 1993: 78)

La reacción a este tipo de situaciones es la elabo-ración de un discurso en el que pueda ubicarse como mu-jer sin renunciar a su indianidad. Es decir, reivindicar una

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feminidad indígena que rompa con el estereotipo de ser-vidumbre, atraso, ignorancia, y demás características atri-buidas a la población indígena.

[...] La moral runa era diferente de la europea. Estos sa-tanizan a la mujer y a su cuerpo, haciéndola responsa-ble del pecado en el hombre y su alejamiento de su Diosmoralista. Acá las mujeres no son juzgadas por su com-portamiento; sino más bien si tienen o no hijos. Hay el«sirvinacui», matrimonio de prueba, hacer vida maritalun tiempo para ver si la pareja puede llevar vida en con-junto, puede o no haber hijos, en caso de haberlo, el ni-ño queda con la madre y no sufre ninguna acusaciónmoral. La mujer puede tener otro matrimonio, la mujerque tiene un hijo es honrada y no acusada. El padre deeste hijo es el Arco Iris el «cuichi» y no se altera moral-mente. Desde el Caribe, debido al clima caluroso, las jó-venes andan casi desnudas, sin alteración de la genteque las observa. El sexo es parte del cuerpo, no es partede la moral.

[...] Las parejas sagradas son las que forman reinos e im-perios. La mujer al lado del hombre, los dos con respon-sabilidad de generar y con responsabilidad de mantener,cuidar y proyectar la vida, cada uno íntimamente unidoen el trabajo de la vida y no separados en lucha de con-trarios, aniquilándose en rivalidades estériles que acabancon la vida. La forma más preciada de esta conjunciónson los hijos, razón de la duración de la humanidad en eltiempo y la agricultura, sostén de todos los seres huma-nos (Luz María de la Torre, 1993: 73-74).

Las mujeres de este periodo establecen un ejefundamental de referencia: lo étnico, la identidad indíge-na. Y en tanto tales, indígenas, buscan ubicar un discursode lo femenino. No se produce una identificación de gé-nero al margen de lo étnico. El objetivo se convierte en elfortalecimiento de un pueblo, discriminado como pueblo,

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y en razón de lo cual son doblemente discriminadas. LuzMaría de la Torre, por ejemplo, retoma a la conocida his-toriadora peruana María Rostorowsky para afirmar suidentidad de “runa” en un pasado glorioso.

Debido a mi identidad de “runa”, o ser humano de estastierras y considerando que los llamados mestizos y blan-cos ignoran nuestra historia y tradiciones, creo que esimportante hacer una pequeñísima revisión de la visiónpre-colombina, haciendo énfasis en nuestras creenciassobre el universo andino; refiriéndonos especialmente alo femenino.

Llamo “universo andino femenino”, porque en Américaprecolombina tenía mucho valor la feminidad, «en losmitos... referentes a los orígenes incaicos, no hemos ha-llado un mundo masculino cerrado e inaccesible a lo fe-menino». Vemos que lo femenino no está simbolizado yapartado del mundo y símbolos que caracterizan a lomasculino en occidente. Pues, todos los elementos natu-rales pueden ser masculinos o femeninos; montes, ríos ylugares sagrados, plantas, rocas, etc. son femeninas unasy masculinos otros.

Bien conocido es en Imbabura la leyenda de «Mama»COTACACHI y «Taita» IMBABURA y la serie de montesmenores, al lado de la Cotacachi que son sus hijos. El im-ponente Chimborazo es consorte de mama Cotopaxi ytiene amores con la mama Tungurahua. Las piedras fe-meninas sustentan los pisos y dan calor; y las masculinassustentan las paredes y sirven para cortar. Las plantas fe-meninas generalmente son frías o producen frío o frescoy las plantas masculinas calor. Hay ríos masculinos bulli-ciosos y ríos femeninos calmados.

La madre tierra representa una idea y una realidad tanfuerte en nuestra cultura, y la tierra del terruño y pro-

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ductora de alimentos la «Allpamama» están tan presen-tes en cada instante de la vida cotidiana de nuestros pue-blos que existe la costumbre de regresar a nuestra madretierra, parte del alimento que nos estamos sirviendo (LuzMaría de la Torre, 1993:71-72).

Otro de los puntos básicos alrededor de los cua-les se teje el discurso femenino del presente período estáligado a la tierra. El elemento tierra está ligado a la madre,pero también a uno de los temas de mayor trascendenciapolítica para los pueblos indígenas: el territorio. Este temaresulta particularmente importante y no ha sido conside-rado en trabajos anteriores, puesto que no se ha incorpo-rado una visión antropológica del espacio dentro del uni-verso cultural andino.

En estudios como el de León y Deere (2001), eltema del acceso a la tierra es tratado en tanto que éstaconstituye el mecanismo para obtener el sustento econó-mico de la población. No hay en este tipo de análisis laperspectiva de la tierra en función de elemento funda-mental para la reproducción cultural, y mucho menos seintegra dentro de lo analizado, una perspectiva de lo quela tierra, en tanto espacio, implica dentro de la culturaandina.

El territorio está ligado fundamentalmente conla identidad y con la relación que se establece con losotros. En ese sentido,

la naturaleza al ser habitada ya no es la simple geografíaindependiente de la conciencia del hombre, sino, llega atener un espíritu atribuido por el indígena. El espíritu dellugar identifica mucho al hombre con su hábitat, de ahíque la identidad local sea más fuerte que la identidad re-gional y nacional (más lejana y más abstracta para el in-dígena) (Cutipa Lima, 1993: 53).

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Esta relación profunda entre territorio, identi-dad y cultura hace que la demanda de la tierra no sea unademanda exclusivamente ligada a factores productivos(aunque no deje de tener su importancia). La demanda detierra tiene la intención implícita de que la legitimidad dela tenencia de la tierra se extienda al respecto por la repro-ducción cultural de los pueblos indígenas. Es decir, es le-gítima la pertenencia de la tierra como legítima es la rela-ción que se establece con ella. En ese mismo sentido, el te-ma de la reproducción cultural es uno de los debates másimportantes a la luz de conceptos como el de diferencia.16

En tanto el acceso a la tierra se da como un me-canismo de inserción en un esquema de economía demercado, una de las demandas iniciales del movimientoindígena sigue sin respuesta. La idea fundamental es que,si bien existe un acceso a la tierra, de por sí este hecho nogarantiza la reproducción cultural. Es decir, se sigue reco-nociendo la diversidad (un empresario no deja de ser talpor vestir poncho y sombrero), pero se condena a la dife-rencia, a la desaparición (la posibilidad de establecer rela-ciones de producción distintas).

Esta percepción era claramente planteada en losinicios del movimiento indígena puesto que, si bien se vela tierra como un elemento fundamental para la supervi-vencia económica, se transforma en territorio en la medi-da en que garantiza su reproducción cultural:

La reivindicación del derecho de la tierra y la territoria-lidad es histórica, no es nada nueva. En realidad ésta esnuestra principal demanda. La existencia de más de uncentenar de conflictos de tierras a nivel de la Sierra fuelo que prendió el levantamiento.

La CONAIE, como legítima representante del pueblo in-dio de este país, le planteó al gobierno que garantizara elderecho a la defensa y recuperación de tierras, territorios

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y recursos naturales, que es la base para nuestro desarro-llo social y cultural. [...] Nosotros reafirmamos que la tie-rra es la condición indispensable para la vida, para laexistencia del pueblo y para su desarrollo. Sin este ele-mento básico es imposible tener las condiciones paraeducar al niño, tener salud y reproducir nuestra cultura.(Macas, 1992: 24) [Énfasis agregado].

Solamente dentro de este contexto es posibleentender los planteamientos de las mujeres indígenas enrelación con la tierra.17 Los análisis hechos hasta este mo-mento se limitan a mirar la auto-identificación de las mu-jeres con la tierra como una constatación más de que, se-gún la lectura feminista occidental, las mujeres se percibi-rían como más cercanas a la naturaleza. Pero, parece evi-dente que existen más elementos en juego. La persistenciade una Diferencia, que busca iniciar su propio deseo histó-rico, de establecer su propio discurso institucional, en pala-bras de Bhabha (s/d). La perspectiva indígena femeninano se puede limitar a un discurso de género, con los ele-mentos del análisis occidental, en la medida en que su de-seo histórico como mujeres, depende de las posibilidadesdel deseo histórico del pueblo al cual pertenecen.

Cada provincia en su necesidad de identidad, busca afa-nosamente, ya sea en la historia pre-colombina o en supasado reciente (pero siempre en el pasado), diferenciaspara jerarquizarlas y adquirir una propia identidad quela diferencie de otras y adquiera seguridad de su natu-raleza. El individuo andino actual tiene que enriquecer-se de su pasado, de la tierra que le sostiene para su pro-pia seguridad interna, su identificación plena tal comola tenemos los indígenas, nosotros «estamos aquí», «so-mos de aquí», nos movemos, pero regresamos y mori-mos aquí, no necesitamos imitar a nadie, tenemos lonuestro, crecemos en lo nuestro. Tal es la seguridad denuestro pueblo y de todos los que adquieran esa identi-

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dad, la de nuestra Pachamama andina, de nuestra Pa-chamama América, de nuestra Allpamama Ecuador, denuestro suelo, nuestro sol, el Inti. Todos somos hijos deesa tierra y lentamente ella nos educa en el comporta-miento y en nuestra íntima conducta, y lentamente lamadre va formando los hijos y cada vez más los queaquí habitamos aprendemos a defenderla. Por ello, no-sotros no desaparecemos, porque no desaparecerá nues-tra madre la gran Pachamama que nos rodea, mantieney forma: la música, la poesía del viento, la de las monta-ñas, de nuestras yungas selvas, de nuestros valles, denuestro cielo y nubes, de nuestras lluvias y de nuestrasplantas, formadoras de nuestro cuerpo, de nuestros am-plios pulmones; de nuestras fuertes piernas y de nuestroresistente corazón; todos ellos propiedades de los andi-nos, ecuatoriales y americanos. (Luz María de la Torre,1993:74-75) [Énfasis agregado].

El tema del pasado parece ser fundamental a lahora de estructurar el discurso femenino indígena. El pa-sado es fuente importante para la constitución del nuevosujeto indígena, en tanto allí se encuentran las raíces delpueblo indígena. Es cierto que este tipo de búsqueda esuna constante que se puede observar en otras experien-cias. Pero no hay que descuidar la idea de una inserción delas experiencias históricas dentro de un esquema simbóli-co que les otorgue significación. Para el caso de los pue-blos indígenas ecuatorianos, hay que pensar en la concep-ción del tiempo implícita y que no siempre llega a ser per-cibida conscientemente.18 Este tipo de concepción deltiempo, que se encuentra fuertemente vinculada a unosesquemas míticos, supone la existencia de un pasado quepuede volverse futuro. A partir de esta idea, se generanotro tipo de reflexiones dentro de los movimientos indí-genas contemporáneos que buscan analizar desde su pro-pia matriz cultural los fenómenos vividos.

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Es el caso de Nayrapacha.19 Esta idea ha sido de-sarrollada por Mamani Condori (1996; -1987, citado enRivera Cusicanqui, 1991), y luego retomada por diversosintelectuales andinos: Silvia Rivera Cusicanqui (1991) yArmando Muyolema (2000), entre otros.

En esta concepción andina ligada al ordena-miento del tiempo, la idea del pasado ubicado no detrás,sino delante del presente. Si se pudiera representar en unalínea horizontal, el pasado se ubicaría hacia la derecha, yel futuro hacia la izquierda. Nayra, que significa ojo, ytambién pasado, es un concepto de tiempo con el cual seexpresa la idea de que tanto en el tiempo como en el espa-cio, el futuro se halla a nuestras espaldas, mientras el pa-sado se encuentra frente a nuestros ojos.

Pacha y nayra, reúnen entre sí, las nociones depasado, presente y futuro como una continuidad entre eltiempo y el espacio. Juntas significan “tiempos antiguos.Pero no son antiguos en tanto pasado muerto, carente defunciones de renovación. Implican que este mundo pue-de ser reversible, que el pasado también puede ser futuro”(Mamani Condori, 1987, citado en Rivera Cusicanqui,1991:1). Y ésta es precisamente la idea que habría motiva-do al movimiento indígena en tanto existía la percepciónconsciente para estos momentos, de que el Pachacuti esposible y que de hecho está en marcha.

Nayrapacha es un concepto que permite explo-raciones distintas en la realidad de los pueblos indígenas.Es fruto del esfuerzo consciente por reapropiarse de lamemoria, por ser ahora y después. Ese después que es fu-turo. Así nayrapacha es un pasado como porvenir, una re-novación del tiempo-espacio. Es “un pasado que en su de-venir futuro es capaz de revertir la situación vivida trans-formándola. «Nayrapacha» articula conceptualmente me-moria y utopía, entendida ésta última como algo por-ve-nir.” (Muyolema, 2001: 23).

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Nayrapacha es un ejercicio directo de la diferen-cia. Con este concepto, el pasado se reactualiza como po-sibilidad posible. Mito e historia ya no son fragmentosdesligados y opuestos. Con él, la continuidad se recuperay es posible pensar en el futuro sin tener que abandonarlo que se es, puesto que un pasado condenado a desapare-cer, vuelve a considerarse como futuro. Esto, en la medidaen que lo indígena se había visto como un lastre para elfuturo. El futuro existía, sólo si dejaba de ser indígena. Pe-ro si se ve el pasado como un devenir, es posible cambiaresta situación y, más aún, pensarse (como indígenas) másallá de las propias fronteras.

Por otro lado, el tema de la maternidad presen-te en el discurso elaborado por el movimiento indígenareúne una serie de elementos particulares, también vistosdentro del discurso feminista como un retraso de las mu-jeres líderes de este período puesto que, según sus propiasexpectativas, la maternidad es uno de los puntos básicossobre los cuales se ha asentado la dominación femenina.

Sin embargo, la maternidad no debe ser vistacomo un ejercicio meramente privado. La maternidad de-viene un elemento de construcción de lo que las mismasfeministas postulan como lo “público” en la medida enque garantiza la reproducción cultural y física de una for-ma de ver la vida.

La maternidad, vista como un elemento de re-producción cultural, resulta evidente en las diversas cons-tataciones hechas dentro de las etnografías andinas. Lamadre, quien no migra, por lo general con menor mane-jo del castellano, es la encargada de transmitir la culturaindígena, es decir de reproducirla, de mantenerla a largoplazo. Este hecho ha sido visto muchas veces como unmecanismo mediante el cual las mujeres permanecen “fi-jas”. Es decir, dentro de la “tradición”, sometidas a “losusos y costumbres” (Rosero, 1984; León y Deere, 2001).

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Pero este tipo de enfoque descuida un elemento funda-mental para el análisis antropológico: la tradición NO esun elemento estático.

Warnier (2001:7) retoma a Pouillon para plan-tear que la noción de cultura “se caracteriza por su modode transmisión que designamos como tradición. La tradi-ción se define como ‘aquello que del pasado persiste en elpresente o que es transmitido, sobrevive activamente y esaceptada por aquellos que la reciben y que, en el curso delas generaciones, la transmiten’”. Tras hacer un análisisacerca de diversas características de la cultura tales comolocalización geográfica, identificación, lengua, elementosde orientación proporcionados por la cultura, concluyeque: “No creamos por lo tanto que la cultura-tradiciónsea la reproducción idéntica de un conjunto de hábitos es-táticos. Los idiomas y las culturas cambian, pues están in-mersas en las turbulencias de la historia. A fin de asegurarsu función de orientación, las culturas deben incorporarel cambio” (Warnier, 2001:14).

En la medida en que “toda cultura es transmiti-da por las tradiciones reformuladas en función del contextohistórico” (Warnier, 2001:15), resulta interesante observarcómo el ejercicio de la maternidad dentro de las comuni-dades indígenas ha conducido a una recreación constantede lo que significa ser indígena de acuerdo con el cam-biante entorno socio-político y económico. Pero este tipode línea de investigación queda pendiente en la medida enque los recursos están orientados a realizar diagnósticospara la intervención de planes de desarrollo dentro de lascomunidades. Como señala Luz María de la Torre, las mu-jeres, al igual que los pueblos indígenas (que desde diver-sas ópticas han sido ubicados como parte de una tradi-ción que los inmoviliza), son parte y están dispuestos a in-novaciones en la medida en que sean ellas(os) quienesprocesen las novedades. “Cualquier cambio debe ser con-

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siderado por toda la comunidad para ser aceptado y lue-go se lo hace con gusto. Todos han comprendido su utili-dad y se apegan a la nueva solución planteada” (Luz Ma-ría de la Torre, 1993: 79).

Pero siguiendo esta pista, tenemos el ejemplo decómo la maternidad se encarna en un proyecto políticomás amplio y que intenta recoger una zaga histórica diná-mica, donde las mujeres, en tanto encargadas de los pro-cesos de socialización, representan la vigencia de un mo-do de ser y vivir.

Todos esperamos pacientemente que la madre América,esta Pachamama, transforme a sus hijos y cada vez másy más indígenas de aquí tomen conciencia y nos rebele-mos contra lo ajeno, tierras de frío, tierras de hielo, deinviernos rígidos, tierras estériles de abonos y máquinas,de cosas guardadas y artificiosas que no calientan y ha-cen sudar mucho como las camisas de plástico y todassus telas de plástico que irritan a los niños y hacen hon-gos, y otras enfermedades que nosotras las madres ve-mos todos los días. Pachamama América pide a sus hijosque se rebelen y se hagan sus hijos y no hijos del extran-jero que se va. Madre/hijo la dualidad, toma nuevamen-te valor que tuvo en la América pre-colombina, este con-tinente que vuelve a crecer, que vuelve a tomar vida pro-pia, que le volvemos a regenerar, que la madre despuésde un ciclo, vuelve a gestar otro pueblo semejante al an-terior, es la misma madre y ella es la que da la cultura,ella pone la semilla en la mente fértil del niño, como tie-rra preparada, pone la semilla de la vida y costumbresandinas. Por ella las mujeres, las preservadoras de nues-tras tradiciones son las que han sido semilla del descon-tento, ella ya no puede tener hijos y llevarlos felizmentea su maduración; sin embargo, les ha mantenido y lesmantendrá en su cultura en la única cultura posible. Entodos los lugares del mundo, la cultura que da la tierraque les rodea, las diferencias regionales de cada pueblo,

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da lugar a la característica original de su cultura. Por elloestudiar a América y su historia, sus mitos, sus pensa-mientos, sus sociedades, es estudiarnos a nosotros mis-mos en nuestro desarrollo. Todos en América tenemoseste gusano de pertenecer a algo y ese algo, el por ahoramisterioso «mundo andino», que ahora comienza a cre-cer en nuestra conciencia y en la conciencia de los quenacen aquí, indígenas todos, ya que somos originariosde esta tierra, runas la mayoría; y cada vez son menos losque niegan el valor de nuestra tierra, Pachamama Amé-rica, todo el continente norte, centro y sur, triunfará,porque es el triunfo de la maternidad, de la madre, de la«mama», frente a la psiquis de su hijo, es la siembra «ensu chacra», la mente de los niños de los Andes que haráel triunfo de nuestros pueblos. El tiempo está con noso-tros. Mientras existan mujeres la resistencia tendrá unfuturo de triunfo en cualquier tiempo. (Luz María de laTorre, 1993:75-76) [Énfasis agregado]

En la medida en que la madre establece las pau-tas culturales de la reproducción social, existe la posibili-dad de permanecer como pueblos. En este sentido, la ma-ternidad juega un papel fundamental de reproducción entanto continuidad, cuando la experiencia sitúa a los pue-blos indígenas forzados a la asimilación o la desaparición.

5. Algunas conclusiones

El sistema educativo formal mestizo se convier-te en el punto de partida para la estructuración de la iden-tidad femenina indígena en un medio agreste y violento.El ingreso a la escuela mestiza tiene lugar dentro de unacada vez mayor diferenciación económica indígena que vaa ser la base de la formación de una incipiente burguesíaindígena.

Pero para aquellas mujeres cuyas familias teníanaun más dinero que sus vecinos indígenas, el nuevo esta-

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tus de clase no implica una reconvención del racismo y eldesprecio que su filiación étnica suponía ancestralmente.La experiencia de la escuela y el rechazo a la cultura indí-gena (expresada en su idioma, en su vestido) son parale-las a la formación cada vez más estructurada de un movi-miento indígena que, sin olvidar la discriminación de cla-se, va tomando conciencia de la discriminación étnica a lacual están sujetos.20

En ese sentido, y siendo mujeres ilustradas, laslíderes de este período desarrollan y establecen un discur-so particular. Libros de historia andina y el acceso a cier-tas carreras como la antropología les van dando los ele-mentos analíticos, que desde una perspectiva distinta, sus-tentan históricamente la aspiración de su reconocimientocomo mujeres dentro de pueblos distintos.

La feminidad indígena encuentra dentro del nue-vo discurso tres ejes fundamentales: la tierra, la maternidady el pasado. Con ellos se intenta legitimar no sólo la existen-cia y continuidad de los pueblos indígenas sino también es-tablecer la importancia de las mujeres dentro de la perma-nencia y reproducción cultural de los pueblos indígenas.

Las demandas indígenas a lo largo de su rela-ción, tanto con el estado colonial como el republicano,han estado abocadas a la tierra y a la cultura. En ese sen-tido, la permanencia y continuidad de los pueblos indíge-nas no supone exclusivamente el acceso a la tierra, sino lagarantía de que en ella se podrán establecer relaciones(sociales, productivas, religiosas, entre otras) distintas alas que las propuestas homogenizadoras del Estado-na-ción pretenden imponer a las comunidades. Por ello, eldiscurso femenino indígena de este período enlaza tierra,maternidad y pasado, trilogía que podría ser traducida co-mo garantía de supervivencia económica (no fragmenta-ria, como en el discurso de la modernidad occidental),cultural y de continuidad histórica.

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Se conjugan en este planteamiento, el reconoci-miento de la diversidad, pero como paso previo al ejerci-cio de la diferencia. Pero la búsqueda por parte del Estado-nación de la desaparición de la diferencia de los indígenas,encarnada en este momento en la aceptación legal de la di-versidad, se traduce en una búsqueda constante de incidirdirectamente en comunidades y pueblos indígenas. Tras ladesaparición de la administración étnica (Guerrero,1993), el Estado ha orquestado una serie de experienciasdestinadas a la intervención directa dentro de las comuni-dades indígenas, mayormente llevadas a cabo por ONG ypor escasas instituciones estatales, que han intervenido demanera que los últimos 15 años no pueden entenderse sinanalizar primero su accionar en el ámbito rural.

En la actual coyuntura política nacional, el mo-vimiento indígena ha perdido presencia en las discusionesnacionales. No es ya más el centro de los debates académi-cos y políticos y, sin embargo, el país no sería el que es hoysin el aporte que éste dio a la sociedad ecuatoriana. Enparte, la intervención en el ámbito rural, sobre todo porparte de ONG fue desdibujando el sentido de la educa-ción para las mujeres serranas. Muchas líderes se forma-ron al calor de la “moda” de lo indígena. Sin embargo, es-ta formación fragmentaria, aislada en temas y contenidos,en método y fines, fue incapaz de generar propuestas,pensamientos que refrescaran o dieran continuidad nove-dosa al discurso que sobre la feminidad y la etnicidad sur-gió del período aquí analizado.

El papel de la escuela, en tanto sistema educati-vo formal, va más allá de las deudas pedagógicas que éstemantiene con la población indígena del país. Parte del di-namismo que durante algún tiempo mostró el movimien-to indígena, se lo debe a la educación, a las propuestas ydebates que surgieron al calor de las demandas por una“educación propia”. La necesidad de generar respuestas

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coyunturales al escenario político, se convirtió en la tum-ba de un proyecto que necesitaba una reflexión sostenidasobre las propias experiencias; el quehacer educativo coti-diano por sí mismo ha ido ofreciendo a lo largo de estosaños, las pautas y los retos para repensar qué es ser indí-gena en el siglo XXI.

Es necesario volver los ojos a las aulas donde seestán educando niñas y niños indígenas. Es imperioso quelos y las cada vez más estudiantes universitarias indígenaspuedan pensar sobre sí mismas y poner otra vez sobre lamesa la pregunta: ¿tienen cabida las y los indígenas hoy? Ysi aún hay espacio para ellas y ellos, ¿cómo?

Notas1 Al hablar de escuela, me refiero fundamentalmente a la escuela

como espacio de educación formal y no necesariamente como laescuela primaria.

2 Es necesario tener en cuenta que el desarrollo nace en el discursodel presidente Truman, en 1949. El viejo imperialismo –la explo-tación para beneficio extranjero- ya no tiene cabida en nuestros pla-nes. Lo que pensamos es un programa de desarrollo basado en losconceptos de un trato justo democrático. (Truman, 1949 En: Este-va, 19972:52)

3 Si con la Primera Reforma Agraria se afectó la propiedad serrana,en 1970 se expropia la gran hacienda costeña que había manteni-do características un tanto disímiles de su contraparte serrana.Por otro lado, al mismo tiempo se plantea la colonización de lacosta norte y de la amazonía como un mecanismo destinado aaliviar la tensión por la propiedad de la tierra (Phillips, 1985; Ro-sero, 1984).

4 De hecho, hasta hoy en día el acceso al agua de la hacienda cons-tituye uno de los problemas más complejos en el área rural.

5 Phillips afirma que el 15% de parcelas huasipungo se entregaronantes de la Reforma Agraria.

6 El caso otavaleño es probablemente el más significativo paraejemplificar esta situación.

7 Las estadísticas indican que más mujeres que hombres del cam-po hablan una lengua indígena. Los datos son como siguen:

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Estos datos corresponden a la totalidad de la población indígenadel país. (STFS; SIISE; UNIFEM, 1998).

8 En la sociedad ecuatoriana existe una fuerte dosis de racismo(Weismantel y Eisenman, 1998), pero el color de la piel, al menosentre la población indígena y no indígena (los llamados blanco-mestizos), no es un punto que juegue tanta importancia comopor ejemplo en México donde existe toda una clasificación delcolor y sus tonalidades. Como lo señala Colloredo-Mansfeld(1998:187) “In norther Ecuador, however, racial concepts are notjust about biology and blood. They are also related to the ordi-nary ‘matural’ appearances of bodies and material culture shapedby profound economic inequalities”. El racismo tiene lugar a par-tir de otro tipo de elementos más o menos evidentes como son eluso del castellano, lo que se come, o los gustos musicales.

9 No en vano dice un proverbio utilizado para indicar sobre quiénrecae la justicia: La justicia para el de poncho, en clara alusión a lavestimenta indígena y a la discriminación a la que está sujeta estapoblación, en las oficinas de la administración pública en general.

10 Pero, como afirma Fernando Garcés (diálogo personal), “paramuchas compañeras y compañeros (como para todo ser huma-no) lo primero es vivir (materialmente) y si para hacerlo hay querenunciar a la indianidad, hay que renunciar a ella. Ello no niegatodo lo que dices en párrafos anteriores, pero tal vez en lo que es-toy diciendo se encuentra la explicación de muchos de los proce-sos de mestización andina: las relaciones entre la necesidad de in-serción en los sistemas de producción capitalista y la aniquilacióno negación de la indianidad como requisito de inserción. En eseconflicto, unos lo logran (usar el espacio del otro manteniendo su“identidad” india), otros no”. Es evidente que no hay procesospuros y totales, y que siempre existen matices en todo tipo deprocesos de identificación.

11 En ciertos casos, el acceso a determinados niveles de educaciónsupone para ciertas mujeres encontrarse en situaciones comple-jas de relación con el entorno mestizo y sus comunidades. Esto enla medida en que habiendo accedido a ciertos niveles de forma-

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Mujeres Varones

Monolingües (quichua y shuar) 1% 0.3%

Bilingües(quichua y shuar) 6% 6%

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ción, poseen al interior de sus comunidades, un estatus que nofavorece sus relaciones tradicionales.

12 Este es el caso, por ejemplo, de lo sucedido con la FEI, que sien-do una organización con más tinte clasista que étnica, va per-diendo peso e influencia y dejando paso para mediados de losaños 60 a la ECUARUNARI, que será la organización que pro-pondrá lo étnico como el punto de encuentro. Sobre el tema, Al-bó, 1982.

13 El presente discurso es parte del libro “Sismo Étnico en el Ecua-dor. Varias Perspectivas” (Ver bibliografía). Tomaremos de él laspartes más importantes y significativas para nuestro trabajo.

14 No debe olvidarse que durante los años setenta, el Estado ecuato-riano, en el auge del boom petrolero, se encontraba fortalecién-dose.

15 La tierra es la demanda fundamental del movimiento indígenapara los primeros años de la década de los noventa. Era evidenteque existían expresiones de violencia rural debido a conflictos noresueltos de tierras. Sin embargo, es interesante notar, en la si-guiente cita, que los elementos culturales están siempre presentesdentro de las demandas. Tierra y cultura son, pues, dos elemen-tos fundamentales a proponer al Estado-nación. Las luchas denuestro pueblo por la tierra y más derechos han sido salvajemen-te reprimidas; miles de hermanos indígenas hemos sido víctimasdel terrorismo de Estado, amparado en la Ley de Seguridad Na-cional. Los valores culturales nuestros han sido despreciados ynos han impuesto una cultura enajenante, que suprime nuestrasexpresiones propias (Macas, 1992:19-20).

16 La noción de diferencia la estamos entendiendo desde el esquemade Bhabha. Ésta puede ser entendida desde dos puntos no desli-gados entre sí: en tanto patrón de significado y en tanto aspectopolítico. En tanto patrón de significado, la diferencia encierra unaspecto cultural, que está indefectiblemente ligado a un aspectopolítico. “La cultura-como-lucha-política” (Bhabha, s/d: 5). Es de-cir, que el reconocimiento de la diferencia supone la posibilidadde hacer de la cultura un espacio de lucha política. La diversidad,por el contrario, supone un elemento más etnográfico que abar-ca los elementos más externos de la cultura.

17 Fernando Garcés (comunicación personal) observa que el pro-blema de la tierra y el territorio como condición para la repro-ducción sociocultural, suscita nuevas preguntas en la medida enque hay un proceso de urbanización creciente de la población in-

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dígena. Éste es un problema muy complejo que Gros (2000) tam-bién se plantea. La pregunta es acertada, y se podría argumentarque en tanto exista la posibilidad de ingresar a la modernidad co-mo indígenas, se resolvería gran parte del problema. El reto espensar una modernidad alternativa, donde quepan distintos pro-yectos de estar en el mundo.

18 Sobre este tema, es interesante tener en cuenta el análisis plantea-do por Jan Szeminsky (1993) acerca de cómo, durante la GranRebelión en los Andes (1780-1781), se pusieron en juego una se-rie de elementos simbólicos y míticos como el lapso transcurridoentre la llegada de los españoles y las condiciones que desataronla Gran Rebelión y que desencadenaron los acontecimientos en laforma en que tuvieron lugar. Por otro lado, Hurtado de Mendo-za (2002) analiza, a partir de la estructura lingüística del que-chua, cómo se evidencia la concepción del tiempo y del espacioindígena. Por otro lado, también analiza la estructura sintácticadel castellano hablado en los Andes, para demostrar la persisten-cia de este tipo de concepción espacio-temporal.

19 Este término es una elaboración reciente a partir de la cosmovi-sión andina y cuyo origen lingüístico es el aymara.

20 Albó (1994) señala cómo un vedado racismo existente dentro delas organizaciones obreras en Bolivia, fue sentido por los miem-bros indígenas y que se transformó poco a poco en el “viraje ét-nico” que las organizaciones sindicales llevaron a cabo en Bolivia.

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