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Murillo en la Catedral de Sevilla – La mirada de la Santidad
Murillo en la Catedral de Sevilla – La mirada de la Santidad
Archivo Catedral de Sevilla. Fondo Capitular. Sección Secretaría. Serie Expedientes de Limpieza de Sangre. Caja-7604 Nº 32. Letra G. 1685. Expediente de limpieza de sangre de Don Gaspar Esteban Murillo (1661 – 1709).
Papel. 44 hojas cosidas formando cuadernillo. 32 x 21,5 cm. Los más de 900 expedientes de limpieza de sangre conservados en el Archivo Capitular de
Sevilla, cuyas fechas extremas abarcan desde mediados del siglo XVI a mediados del siglo
XIX, conforman una de las series documentales más consultadas de este Fondo, hecho que no
resulta extraño dada la riqueza informativa que aportan a cualquier estudio histórico-biográfico.
Se trata de la documentación que debía presentar todo aquel que deseaba acceder al disfrute
de una prebenda capitular con el objeto de confirmar la ausencia de ascendientes
musulmanes, judíos y penitenciados por la Inquisición. No sólo aportan datos de carácter
personal del aspirante, sino también datos muy útiles para el estudio del entorno social de los
mismos, que eran investigados sobre sus orígenes religiosos y sociales. El pretendiente
presentaba su genealogía jurada y un documento notarial por el que se comprometía a aceptar
las contestaciones de los testigos, como si la misma persona los presentara, y a someterse al
tribunal designado por el Cabildo en caso de desacuerdo. Una persona del tribunal actuaba
como juez en compañía de un notario apostólico. Toda la documentación aportada conformaría
el expediente de limpieza.
Aunque la exigencia de acreditar limpieza de sangre comenzó en Castilla en las últimas
décadas del siglo XV en estamentos civiles o militares, no será hasta el siglo XVI cuando
conozcamos la introducción paulatina de estas prácticas en los diversos cabildos eclesiásticos.
En el caso del Cabildo Hispalense, será en 1516 cuando la Bula de León X determinará la
exigencia de presentación de los expedientes de limpieza de sangre, posteriormente ratificada
por las de Clemente VII y Paulo III, ésta última muy conocida por reglar sobre los escándalos
de los falsos conversos. De todas ellas encontramos traslados en el Archivo de la Catedral de
Sevilla. La obligación de presentar dichos expedientes se mantuvo desde mediados del siglo
XVI hasta mediados del siglo XIX, pues tras el Concordato de 1851 se establece otro tipo de
organización interna de los beneficios.
El expediente que aquí mostramos es el formado a Don Gaspar Esteban Murillo, fechado en
1685. Don Francisco José Ponce de León, Arcediano de Niebla, es su informante, la persona
que deberá investigar e instruir el expediente. Presenta en su primera página el árbol
genealógico del pretendiente como era preceptivo, y a continuación, la información “de genere”
de Don Gaspar, con 12 testigos declarantes en la ciudad de Sevilla, y otros 12 en la villa de
Pilas “por la parte que el pretendiente tiene en ella”. Los 24 testigos presentados, habrán de ser
examinados y contestar a 10 preguntas que recogen datos personales del aspirante y sus
antepasados, remontándose hasta tres generaciones. El informante debía confirmar la
información ofrecida y desplazarse a los lugares de origen del aspirante –en el caso de Don
Gaspar a Sevilla y Pilas, pues de allí procedía su rama materna- recogiendo los testimonios y
comprobando la autenticidad de los datos.
Los testigos de Don Gaspar son, todos ellos, amigos de la familia, que pueden ratificar la
calidad y pureza de su sangre en materia de fe –se prefiere en la mayoría de las ocasiones que
sean testigos vinculados con la Iglesia, siendo en ocasiones incluso prebendados catedralicios
o en su defecto, nobles. En el caso de Don Gaspar, la mayoría de sus testigos en Sevilla son
eclesiásticos y amigos con notable peso en la ciudad y clara posición social (Don Gaspar
Hurtado de Mendoza, Don Antonio de Cisneros o Don Francisco Bazán de Otero, entre otros).
En la villa de Pilas los declarantes son amigos más cercanos a la familia, cristianos viejos todos
Murillo en la Catedral de Sevilla – La mirada de la Santidad
ellos, aunque personas más sencillas, de tal modo que, exceptuando al cura beneficiado de la
villa, Don Francisco de Silva Gobea -quien también certifica las partidas bautismales de la rama
materna hasta tres generaciones- no pueden firmar sus declaraciones por no saber hacerlo.
La trayectoria vital de Don Gaspar Esteban de Murillo, aparecerá intrínsecamente unida a la
figura de su padre durante toda su vida. Quedó huérfano de madre con sólo dos años de edad
(su madre muere al dar a luz a la última de sus hijas) y fue, de todos los hijos del célebre pintor,
el que más tiempo vivió con él. Bautizado en el mes de diciembre de 1661 en la Parroquia de
Santa Cruz de Sevilla, el penúltimo de los hijos de Murillo estuvo profundamente marcado por
la profunda religiosidad de su padre. Desde muy joven se dedicó a la carrera eclesiástica, y
siendo Capellán de la Capilla de la Inmaculada Concepción de la Catedral, obtiene con sólo 24
años de edad la canongía nº 35, tomando posesión de la misma en octubre de 1685. La
protección que le brindó el influyente canónigo Don Justino de Neve (1625-1685), mentor y
amigo de Murillo, favorecieron sin duda su ingreso. Su padre no pudo disfrutar de este logro,
pues había muerto tres años antes, pidiendo en su testamento que se le enterrase en la
parroquia de Santa Cruz y que se celebrasen unas misas por su alma, nombrando como
albaceas a su hijo Gaspar Esteban, a Don Justino de Neve, su mentor y amigo y a Don Pedro
Núñez de Villavicencio.
Don Gaspar Esteban Murillo, heredero inmediato del ilustre pintor, fue asimismo, gracias a la
buena posición que adquirió -y siendo como era un apasionado de las bellas artes,
especialmente de la pintura, y más particularmente aún de la de su padre- una de las personas
que más obras pudo reunir del genial pintor. Tras el fallecimiento de Don Justino de Neve en
1685, Gaspar adquirió en almoneda algunas de las 18 pinturas de su padre que éste poseía en
su colección, “quedando así interconectadas las vidas de ambos amigos en el corazón mismo
de la Catedral, no sólo a través de su legado artístico sino también en la memoria de sus
sucesores” según palabras de Peter Cherry (2012).
Encontró la muerte Don Gaspar Esteban de Murillo Cabrera el 1 de mayo de 1709 a la edad de
48 años, tras el contagio de unas calenturas por el mucho contacto que con los pobres tenía
“dejo a la fabrica el oratorio que tenía contadas alajas qué dentro del había, que eran muchas y
de valor” como confirmamos en documentos del Archivo Capitular. Su cuerpo se encuentra
sepultado en la nave de San Pablo de la Catedral de Sevilla.
N.P.T.
Bibliografía:
Chaves Rey (1904) ; Angulo (1981) ; Rubio Merino (1986) ; Valdivieso (1991) ; Salazar Mir
(1995) ; Finaldi (2012) ; Cherry (2012) ; página web del Museo del Prado