Narraciones ocultistas y cuentos macabros

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Contos de grande valor teosóficas mensagens esotéricas que se relacionam com a firme intenção de educar o leitor sobre a importância dos princípios que enunciou em seu trabalho teórico. Algumas histórias alertar contra o ceticismo que existe em muitos intelectuais e cientistas para ESP e outros fenômenos narrativas hipocrisia ataque paranormales.Otras religiosa do clero católico, referindo-se a crueldade da Inquisição e retaliação contra os praticantes de bruxaria , outros falam mais com Commendation várias ordens esotéricas ou veracidade do magnetismo, hoje mais conhecida como hipnose. Mesmo H. P. Blavatsky não tem qualquer objecção para adicionar experiências relatadas por outros ocultistas e expectativas investigadores.Un tampa de livro de leitores avançados e especialistas, bem como aqueles que apenas abordar o seu trabalho, a figura imponente do ocultismo nos últimos dois séculos.

Citation preview

NARRACIONES OCULTISTAS Y CUENTOS MACABROS

La cueva de los ecos Un Matusaln rtico El campo luminoso Una vida encantada La hazaa de un Gossain hind Demonologa y magia eclesistica Asesinato a distancia La mano misteriosa El alma de un violn Los espritus vampiros La resurreccin de los muertos La imaginacin, la magia y el ocultismo

2

ELA CUEVA DE LOS ECOS UNA HISTORIA EXTRAA, PERO VERDADERA1n una de la provincias ms distante s del Imperio ruso y en una peque a ciudad fronteriza a la Siberia, ocurri hace ms de treinta aos una tragedia misteriosa. A cosa de seis verstas de la ciudad de P, clebre por la hermosur a salvaje de sus campias y por la riqueza de sus habitantes , en general propietario s de minas y de fundiciones de hierro, exista una mansin aristocrtica . La familia que la habitab a se compona del dueo, solter n viejo y rico, y de su hermano, viudo con dos hijos y tres hijas. Se saba que el propietario , seo r Izvertzoff, haba adoptad o a los hijos de su hermano, y habiend o tomad o un cario especial por el mayor de sus sobrinos, llamado Nicols, le instituy nico heredero de sus numerosos Estados. Pas el tiempo. El to envejeca y el sobrino se acercaba a su mayor edad. Los das y los aos haba n pasado en una serenida d montona , cuando en el hasta entonce s claro horizont e de la familia se form una nube. En un da desgraciad o se le ocurri a una de las sobrinas aprende r a tocar la ctara . Como el instrument o es de origen puramente teutn , y como no poda encontrars e maestr o alguno en los alrededores , el complaciente to envi a buscar uno y otro a San Petersburgo . Despus de una investigacin minuciosa, slo pudo darse con un profeso r que no tuviera inconveniente en aventurars e a ir tan cerca de la Siberia. Era un artista alemn, anciano, que compartiend o su cario igualment e entre su instrument o y su hija, rubia y bonita, no quera separarse de ninguno de los dos. Y as sucedi que en una hermosa maana lleg el profeso r a la mansin, con su caja de msic a debajo del brazo y su linda Minchen apoyndose en el otro. Desde aquel da la peque a nube empez a crecer rpidamente , pues cada vibracin del melodios o instrument o encontrab a un eco en el corazn del viejo soltern . La msica despierta el amor, se dice, y la obra comenzada por la ctara fue completada por los hermoso s ojos azules de Minchen. Al cabo de seis meses, la sobrina se haba hecho una hbil tocadora de ctara y el to estaba locamente enamorado. Una maana reuni a su familia adoptiva, abraz a todos muy cariosamente, prometi recordarlo s en su testament o y, por ltimo, se desahog declarand o su resolucin inquebrantabl e de casarse con la Minchen de ojos azules. Despus se les ech al cuello y llor en silencios o arrobamiento . La familia, comprendiend o que. la1

Esta histori a est sacada del relat o de un testig o presencial , un seor ruso muy piados o y dign o de crdito . Adems, los hechos estn copiado s de los registro s de la Polica de P El testig o en cuesti n los atribuye, por supuesto, parte a la intervencin divina y parte al diablo. H. P. B.

3

H. P. BLAVATSKY

Narraciones Ocultistas y Cuentos Macabros

herencia se le escapaba, llor tambin, aunque por causa muy distinta. Despus de haber llorad o se consolaro n y trataro n de alegrarse, pues el anciano caballero era amado sincerament e de todos . Sin embargo, no todos se alegraron. Nicols, que tambin se haba sentido herido en el corazn por la linda alemana, y que de un golpe se vea privado de ella y del dinero de su to, ni se consol ni se alegr, sino que desapareci durante todo un da. Mientra s tanto el seor Izvertzof f haba ordenad o que preparase n su coche de viaje para el da siguiente, y se susurr que iba a la capital del distrito, a alguna distancia de su casa, con la intencin de variar su testamento . Aunque era muy rico, no tena ningn administrado r de sus Estados y l mism o llevaba sus libros de contabilidad . Aquella misma tarde, despus de cenar, se le oy en su habitaci n reprendiend o agriament e a un criado que haca ms de treinta aos estaba a su servicio. Este hombre, llamado Ivn, era natural del Asia del Norte, de Kanischatka; haba sido educado por la familia en la religin cristiana, y se le crea muy adicto a su amo. Unos cuantos das despus, cuando la primera de las trgicas circunstancia s que voy a relatar haba trado a aquel sitio a toda la fuerza de la Polica, se record que Ivn estaba borracho aquella noche; que su amo, que tena horror a este vicio, le hab a apalead o paternalmente y le haba echado fuera de la habitacin, y aun se le vio dando traspis fuera de la puerta y se le oyeron proferir amenazas. En el vasto dominio del seor Izvertzof f haba una extraa caverna que excitaba la curiosidad de todo el que la visitaba. Existe hoy todava, y es muy conocida de todos los habitantes de P Un bosque de pinos comienza a corta distancia de la puerta del jardn y sube en escarpada s laderas a lo largo de cerros rocosos, a los que cie con el ancho cinturn de su vegetaci n impenetrable . La galera que conduce al interior de la caverna, conocida por la Cueva de los Ecos, est situada a media milla de la mansin, desde la cual aparece corno una peque a excavacin de la ladera, oculta por la maleza, aunqu e no tan completament e que impida ver cualquier persona que entre en ella desde la terraza de la casa. Al penetra r en la gruta, el explorado r ve en el fondo de la misma una estrech a abertura , pasada la cual se encuentr a una elevadsima caverna, dbilmente iluminada por hendiduras en el abovedado techo a cincuenta pies de altura. La caverna es inmensa, y podra contene r holgadament e de dos a tres mil personas. En el tiempo del seor Izvertzof f una parte de ella estaba embaldosada , y en el verano se usab a a menudo como saln de baile en las jiras campestres . Es de forma oval irregular, y se va estrechand o gradualment e hasta convertirs e en un ancho corredo r que se extiende varias millas, ensanchndose a trechos y formando otras estancias tan grandes y elevadas como la primera, pero con la diferencia de que no pueden cruzarse sino en botes, por estar siempre llenas de agua. Estos receptculo s naturale s tienen la reputacin de ser insondables. En la orilla del primero d estos canales existe una peque a plataform a con algunos asiento s rsticos , cubierto s de musgo, convenientement e colocados, y en este sitio es donde se oye en toda su intensidad el fenmeno de los ecos que dan nombre a la gruta. Una palabra susurrada, y hasta un suspiro, es recogido por infinidad de voces burlonas, y 4

H. P. BLAVATSKY

Narraciones Ocultistas y Cuentos Macabros

en lugar de disminuir de volumen, como hacen los ecos honrados, el sonido se hace ms y ms intenso a cada sucesiva repeticin, hasta que al fin estalla como la repercusin de un tiro de pistola y retrocede en forma de gemido lastimero a lo largo del corredor. En el da en cuestin, el seor Izvertzoff haba indicado su intencin de dar un baile en esta cueva al celebrar su boda, que haba fijado para una fecha cercana. Al da siguiente por la maana, mientra s haca sus preparativo s para el viaje,. su familia le vio entrar en la gruta acompaad o solament e por su criad o siberiano. Media hora despus Ivn volvi a la mansin por una tabaquer a que su amo haba dejad o olvidada, y regres con ella a la gruta. Una hora ms tarde la casa entera se puso en conmocin por sus grandes gritos. Plido y chorreando agua, Ivn se precipit dentro como un loco, y declar que el seo r Izvertzof f haba desaparecido , pues que no se le encontrab a en ninguna parte de la caverna. Creyend o que se habla cado en el lago, se haba sumergido en el primer receptculo en su busca, con peligro inminente de su propia vida. El da pas sin que diesen resultad o las pesquisas en busca del anciano. La Polica invadi la casa, y el ms desesperad o pareca ser Nicols, el sobrino, que a su llegada se haba encontrado con la triste noticia. Una negra sospecha recay sobre Ivn el siberiano. Haba sido castigado por su amo la noche anterio r y se le haba odo jurar que tomara venganza. Le haba acompaado solo a la cueva, y cuand o registraro n su habitaci n se encontr debajo de la cama una caja llena de riqusimas joyas de familia. En vano fue que el siervo pusiese a Dios por testig o de que la caja le haba sido confiada por su amo precisament e antes de que se dirigieran a la cueva; que la intencin de su amo era hacer remonta r las joyas que destinaba a la novia como regalo, y que l, Ivn, dara gustoso su propia vida para devolvrsela a su amo, si supiese que ste estaba muerto. No se le hizo ningn caso, sin embargo, y fue arrestad o y metido en la crcel bajo acusacin de asesinato . All se le encerr, pues segn la legislaci n rusa, no poda, al menos por aquellos tiempos, ser condenado criminal alguno a muerte , por demostrad o que estuvies e su delito, siempre que no se hubiese confesado culpable. Despu s de una semana de intiles investigaciones , la familia se visti de riguroso luto, y como el testament o primitivo no haba sido modificado, toda la propieda d pas a manos del sobrino. El viejo profeso r y su hija soportaro n este repentin o revs de la fortuna con flema verdaderamente germnica, y se prepararon a partir. El anciano cogi su ctara debajo del brazo y se dispuso a marchar con su Minchen , cuando el sobrino le detuvo, ofrecindose , en lugar de su difunto to, como esposo de la linda damisela. Encontraro n muy agradabl e el cambio, y, sin causar gran ruido, fueron casados los dos jvenes. Transcurrieron diez aos, y nos encontramos nuevamente a la feliz familia al principio de 1859. La linda Minchen se haba puesto gruesa y se haba hecho vulgar. Desde el da de la desaparici n del anciano, Nicols se haba vuelto spero y retrad o en sus costumbres , admirndos e muchos de tal cambio, pues nunca se le vea sonrer. Pareca 5

H. P. BLAVATSKY

Narraciones Ocultistas y Cuentos Macabros

que el nico objeto de su vida era el encontra r al asesino de su to o, ms bien, hacer que Ivn confesase su crimen. Pero este hombre persista an en que era inocente. Slo un hijo haba tenido la joven pareja, y por cierto que era un nio extrao. Pequeo, delicad o y siempre enfermo, pareca que su frgil vida penda de un hilo. Cuando sus facciones estaban en reposo era tal su parecido con el to, que los individuos de la familia a menudo se alejaban de l con terror. Tena la cara plida y arrugada de un viejo de sesent a aos sobre los hombros de un nio de nueve. Nunca se le vio rer ni jugar. Encaramado en su silla alta, permanec a sentad o gravemente, cruzando los brazos de una manera que era peculiar al difunto seor Izvertzoff, y as se pasaba horas y horas inmvil y adormecido . A sus nodrizas se les vea a menudo santiguarse furtivament e al acercarse a l por la noche, y ninguna de ellas hubiera consentido en dormir a solas con l en su cuarto. La conducta del padre para con su hijo era an ms extraa. Pareca quererlo apasionadament e y al mismo tiempo odiarlo en extremo. Muy rara vez le besaba o acariciaba, sino que, con semblant e lvido y ojos espantados, pasaba largas horas mirndole, mientras que el nio estaba tranquilamente sentad o en su rincn, con sus maneras de viejo propias de un duende. El nio no haba salido nunca de la hacienda, y pocos de la familia conocan su existencia. A mediado s de julio, un viajero hngaro, de elevada estatura , precedid o de una gran reputaci n de excentricidad , fortuna y poderes misteriosos , lleg a la ciudad de P desde el Norte, donde hab a residido muchos aos. Se estableci en la peque a ciudad en compaa de un shamano, o mago de la Siberia del Sur, con quien se deca que verificaba experimento s de magnetismo . Daba comidas y reuniones , e invariablemente exhiba a su shamano, de quien estaba muy orgulloso, para divertir a sus huspedes. Un da los notable s de P invadieron repentinament e los dominios de Nicols Izvertzoff solicitand o les prestas e su cueva para pasar una velada. Nicols consinti con gran repugnancia, y slo despus de una vacilacin an mayor se dej persuadir para unirse a la partida. La primera caverna y la plataform a al lado del insondabl e lago estaban refulgente s de luz. Centenare s de velas y de antorcha s de vacilantes llamas, metidas en las hendiduras de las rocas, iluminaban aquel sitio, y ahuyentaban las sombras de ngulos y rincones en donde haban estado agazapadas , sin ser molestadas , durant e muchos aos. Las estalactita s de las paredes chispeaba n brillantemente , y los dormido s ecos fueron repentinamente despertados por alegre confusin de risas y conversaciones. El shamano, a quien su amigo y patrn no haba perdido de vista un momento , estaba sentado en un rincn, y, como de costumbre , hipnotizado , encaramad o en una roca saliente a la mitad del camin o entre la entrad a y el agua. Con su rostro de amarillo limn, lleno de arrugas, su nariz chata y barba rala, pareca ms bien un horrible dolo de piedra que un ser humano. Muchos de la partida se apretaban a su alrededor recibiendo atinada s contestacione s a las pregunta s que le dirigan, pues el hngar o someta gustoso su sujeto magnetizado a los interrogatorios.

6

H. P. BLAVATSKY

Narraciones Ocultistas y Cuentos Macabros

De pronto una seora hizo la observaci n de que en aquella misma cueva haba desaparecid o el seor Izvertzof f haca diez aos. El extranjer o pareci interesars e en el caso, mostrand o deseos de sabe r lo acaecido. En su consecuencia , buscaron a Nicols entre la multitud y le condujeron delante del grupo de curiosos. Era el husped, y le fue imposible el negarse a hacer la deseada narracin. Repiti, pues, el triste relato con voz temblorosa , plido semblant e y vindosel e brillar las lgrimas en sus ojos febriles . Los asistente s se afectaro n mucho, murmurand o grandes elogios sobre la conducta del amant e sobrino, que tan bien honraba la memoria de su to y bienhechor . Cuando, de repente , la voz de Nicol s se ahog en su garganta, sus ojos pareciero n salir de sus rbitas y, con un gemido ronco, retrocedi tambalendose. Todos los ojos siguieron con curiosidad su aterrad a vista, que se fij y permaneci clavada sobre una diminuta cara de bruja que se asomaba por detrs del hngaro. De dnde vienes? Quin te trajo aqu, nio? balbuce Nicols, plido como la muerte. Yo estaba acostado , pap; este hombre vino por mi y me trajo aqu en sus brazos contest con sencillez el muchacho, sealand o al shamano, a lado de quien se hallaba en la roca, y el cual segua con los ojos cerrados, movindose de un lado a otro como un pndulo viviente. Esto es muy extrao observ uno de los huspede s , pues este hombre no se ha movido de su sitio. Gran Dios! Qu parecido tan extraordinario! murmur un antiguo vecino de la ciudad, amigo de la persona desaparecida. Mientes, nio!exclam con fiereza el padre Vete a la cama, ste no es sitio para ti. Vamos, vamos dijo el hngaro, interponindos e con una expresin extraa en su cara, y rodeand o con sus brazos la delicada figura del nio; el peque o ha visto el doble de mi shamano que a menudo vaga a gran distancia de su cuerpo, y ha tomad o al fantasma por el hombre mismo. Dejadlo permanecer un rato con nosotros. A estas extraas palabras los asistente s se miraron con muda sorpresa, mientra s que algunos hiciero n piadosament e el signo de la cruz, presumiendo , indudablemente , que se trataba del diablo y de sus obras. Y por otro lado sigui diciendo el hngaro con un acento de firmeza peculiar, dirigindos e a la generalida d de los concurrente s ms bien que a algunos en particular por qu no habramo s de tratar, con ayuda de mis shamano de descubrir el misterio que encierra est a tragedia ? Est todava en la crcel la persona de quien se sospecha. Cmo no ha confesad o su delito todava? Esto es segurament e muy extrao; pero vamos a sabe r la verdad dentro de algunos minutos. Que todo el mundo guarde silencio! Se aproxim entonce s al tehuktchen , e inmediatament e dio principio a sus manipulaciones, sin siquiera pedir permiso al dueo del lugar. Este ltimo permaneca en su sitio como petrificad o de horror y sin poder articular una palabra. La idea 7

H. P. BLAVATSKY

Narraciones Ocultistas y Cuentos Macabros

encontr una aprobaci n general, a excepcin de l, y especialment e aprob el pensamiento el inspector de Polica, coronel S. Seoras y caballeros dijo el magnetizado r con voz suave: permitidm e que en esta ocasin proced a de una manera distinta de lo que generalment e acostumbr o a hacerlo. Voy a emplear el mtodo de la magia nativa. Es ms apropiado a este agreste lugar y de mucho ms efecto, corno ustede s vern , que nuestro mtod o europe o de magnetizacin. Sin esperar contestacin, sac de un saco que siempre llevaba consigo, primeramente, un peque o tambor, y despus dos redomas pequeas , una llena de un lquido y la otra vaca. Con el contenid o de la primera roci al shamano, quien empez a temblar y a balancearse ms violentamente que nunca. El aire se llen de un perfume de especias, y la misma atmsfer a pareci hacerse ms clara. Luego, con horror de los presentes , se acerc al tibetano , y sacando de un bolsillo un pual en miniatura , le hundi la acerada hoja en el antebraz o y sac sangre, que recogi en la redoma vaca. Cuando estuvo medio llena oprimi el orificio de la herida con el dedo pulgar, y detuvo la salida de la sangre con la misma facilidad que si hubiera puesto el tapn a una botella, despus de lo cual roci la sangre sobre la cabeza del nio. Luego se colg el tambor al cuello y, con dos palillos de marfil cubierto s de signos y letra s mgicas, empez a tocar una especie de diana para atraer los espritus, segn l deca. Los circunstantes , medio sorprendidos , medio aterrorizado s por este extraordinario procedimiento, se apiaban ansiosament e a su alrededor , y durant e algunos momentos rein un silencio de muert e en tod a la inmensa caverna. Nicols, con semblant e lvido como el de un cadver, permanec a sin articula r palabra. El magnetizado r se haba colocado entre el shamano y la plataforma , cuando principi a tocar lentament e el tambor. Las primeras notas eran como sordas, y vibraban tan suavemente en el aire, que no despertaro n eco alguno; pero el shamano apresur su movimient o de vaivn y el nio se mostr intranquilo . Entonces el que tocaba el tambor principi un canto lento, bajo, solemne e impresionante. A medida que aquellas palabras desconocida s salan de sus labios, las llamas de las velas y de las antorcha s ondulaba n y fluctuaban , hasta que principiaran a bailar al comps del canto. Un viento fro vino silbando de los obscuros corredores , ms all del agua, dejando en pos de s un eco quejumbroso . Luego una especie de neblina que pareca brotar del suelo y paredes rocosas se condens en torn o del shamano y del muchacho. Alrededor de este ltimo el aura era platead a y transparente , pero la nube que envolva al primero era roja y siniestra. Aproximndos e ms a la plataforma , el mago dio un redoble ms fuerte en el tambor; redoble que esta vez fue recogido por el eco con un efect o terrorfico . Retumbab a cerca y lejos con estruend o incesante; un clamor ms y ms ruidoso suceda a otro, hasta que el estrpit o formidabl e pareci el coro de mil voces de demonio s que se levantaba n de las insondable s profundidade s del lago. El agua misma, cuya superficie, iluminada por las muchas luces, haba estado hasta entonce s tan llana como un cristal, se puso repentinament e agitada, como si una poderosa rfaga de viento hubiese recorrido su inmvil superficie. 8

H. P. BLAVATSKY

Narraciones Ocultistas y Cuentos Macabros

Otro canto, otro redoble del tambor, y la monta a entera se estremeci hasta sus cimientos, con estruendo s parecidos a los de formidable s caonazo s disparado s en los inacabables y obscuro s corredores . El cuerpo del shamano se levant dos yardas en el aire y, moviendo la cabeza de un lado a otro y balancendose , apareci sentad o y suspendid o como una aparicin. Pero la transformaci n que se oper entonce s en el muchacho hel de terror a cuantos presenciaba n la escena. La nub e platead a que rodeaba al nio pareci que le levantab a tambin en el aire; mas, al contrari o del shamano, sus pies no abandonaro n el suelo. El muchacho principi a crecer como si la obra de los aos se verificase milagrosament e en algunos segundos. Se torn alto y grande, y sus seniles facciones se hicieron ms y ms viejas, a la par que su cuerpo. Unos cuantos segundos ms, y la forma juvenil desapareci completamente , absorbid a en su totalida d por otra individualida d diferent e y con horro r de los circunstantes , que conocan su apariencia, esta individualida d era la del viejo Sr. Izvertzoff, quie n tena en la sien una gran herida abierta, de la que caan gruesas gotas de sangre. El fantasm a se movi hacia Nicols, hasta que se puso directament e enfrent e de l, mientras que ste, con el pelo erizado y con los ojos de un loco, miraba a su propio hijo transformad o inesperadament e en su to mismo. El silencio sepulcral fue interrumpido por el hngaro, quien, dirigindose al niofantasma, le pregunt con voz solemne: En nombre del gran Maestro , de Aquel que todo lo puede, contstano s la verdad y nada ms que la verdad. Espritu intranquilo , te perdist e por accidente , o fuiste cobardemente asesinado? Los labios del espectr o se movieron, pero fue el eco el que contest en su lugar, diciendo con lgubres resonancias: Asesinado! Asesinado! Asesinado!... Dnde? Cmo? Por quin? pregunt el conjurador. La aparicin seal con el dedo a Nicols, y sin apartar la vista ni bajar el brazo se retir, andand o lentament e de espaldas y hacia el lago. A cada paso que daba el fantasma, Izvertzof f el joven, como obligado por una fascinacin irresistible, avanzaba un paso hacia l, hasta que el espectr o lleg al lago, vindosel e en seguida deslizarse sobre su superficie. Era una escena de fantasmagora verdaderamente horrible! Cuando lleg a dos pasos del borde del abismo de agua, una violenta convulsin agit el cuerpo del culpable. Arrojndos e de rodillas se agarr desesperadament e a uno de los asiento s rsticos y, dilatndos e sus ojos de una manera salvaje, dio un grande y penetrant e grito de agona. El fantasm a entonce s permaneci inmvil sobre el agua y, dobland o lentament e su dedo extendido , le orden acercarse. Agazapado, presa de un terror abyecto, el miserable gritaba hasta que la caverna reson una y otra vez: No fui yo, no; yo no os asesin! Entonces se oy una cada; era el muchacho que apareci sobre las obscuras aguas luchando por su vida en medio del lago, vindose a la inmvil y terrible aparicin inclinada sobre l. 9

H. P. BLAVATSKY

Narraciones Ocultistas y Cuentos Macabros

Pap, pap, slvame que me ahogo!exclam una dbil voz lastimer a en medio del ruido de los burlones ecos. Mi hijo!grit Nicols con el acento de un loco y ponindose en pie de un salto . Mi hijo! Salvadlo! Oh! Salvadlo! S, confieso. Yo soy el asesino! Yo fui quien le mat! Otra cada en el agua, y el fantasm a desapareci . Dando un grito de horror los circunstante s se precipitaro n hacia la plataforma ; pero sus pies se clavaron repentinament e en el suelo al ver, en medio de los remolinos, una masa blanquecin a e informe enlazand o al asesino y al nio en un estrech o abrazo y hundindose lentamente en el insondable lago. A la maana siguiente, cuando, despus de una noche de insomnio, algunos de la partida visitaro n la residencia del hngaro, la encontraro n cerrada y desierta . l y el shamano haban desaparecido. Muchos son los habitantes de P que recuerdan el caso todava. El Inspecto r de Polica, Coronel S., muri algunos aos despus en la completa segurida d de que el noble viajero era el diablo. La consternaci n general creci de punto al ver convertid a en llamas la mansin Izvertzof f aquella misma noche. El Arzobispo ejecut la ceremonia del exorcismo; pero aquel lugar se considera maldito hasta el presente. En cuanto al Gobierno, investig los hechos y orden el silencio.

10

EUN MATUSALNRTICO HISTORIETADE NAVIDADl antiguo castillo de un rico propietari o de Finlandia se vea muy favorecido de gentes en aquell a fra noche de Navidad, gentes reunidas al amor del fuego del clsico hogar, todo recuerdo s de la santa tradicin hospitalari a de sus nobles antepasados , por la que se conservaba n an vivas las prcticas y supersticione s de la Edad Media, en parte rusas, llevadas de las orillas del Neva por los ltimos dueos. No faltaban, no, en aquella noche augusta consagrad a por los siglos, ni el rbol de Noel, de o Navidad, ni los dems preparativo s de fiesta que son de rigor all como en toda la tierra. El castillo estaba lleno de tesoro s arcaicos: los ceudos retrato s de los antecesore s en viejos y carcomidos marcos; toda clase de armas de caballeros en las panoplias, y de antiguos vestuario s seoriles en los armarios. Extenso, misterioso , el tal castillo, como todos los edificios de su clase, no faltaban en l tampoc o antiguos torreones desportillado s y desiertos ; baluarte s almenados ; gticos ventanales; sus stanos mohosos, obscuros e interminables , no visitados desde hac a quiz docenas de generaciones , y enlazado s con cuevas y escapes subterrneos , donde ms de un preso haba quiz padecido las tortura s de alguna vieja venganza, para retorna r su espectro, despus de muert o aqul de angustia, a pedir justicia contra los vivos. Era, en fin, el tal castillopalacio , un rest o imponent e de un pasado feudal no menos imponent e que l mismo y el ms apto, por tanto, para la reproducci n de toda clase de horrores romnticos . Tranquilcese, sin embargo, el lector, que semejant e marco de antiguos horrores no va a jugar papel alguno, como poda esperarse , en est a mi verdica narracin. El hroe principal de ella es, por el contrario, un hombre vulgarsimo a quien llamaremos Erkler, o mejor el Dr. Erkler, profesor de medicina, alemn por lnea paterna y completamente ruso por su educacin, como por su madre 2. El Dr. Erkler era un consumad o viajero, por haber acompaad o en todas sus empresas a uno de los ms famosos exploradore s en sus viajes alrededo r del mundo. Uno y otro, el doctor y el explorador , haba n tenido ocasiones varias de ver cara a cara la muert e y desafiarla intrpidos , ora bajo las nieves polares , ora bajo los trridos calores del trpico.2

Estas mismas condicione s de ascendenci a prusian a y rusa nobiliaria s reuna, como es sabido, H. P. B., cosa que nos hace sospecha r si, bajo el velo de esta ficcin, no se oculta alguno de tanto s sucedido s de la autora.

11

H. P. BLAVATSKY

Narraciones Ocultistas y Cuentos Macabros

Entre el cmulo de sus tan numeroso s como emocionante s recuerdos , el doctor pareca mostra r una no disimulada preferenci a entusiast a hacia sus inviernos pasados en Groenlandi a y Nueva Zembla , ms que hacia aquellos otros, por ejemplo, de la Australia, donde, entre otras peripecias graves, estuviero n a punto de morir de sed l y los suyos durante una travesa de catorce horas sin sombra ni agua. S sola decir el doctor en medio de sus pintoresca s y vivas narraciones. Lo he experimentad o todo... Todo, excepto eso que, en su ignorancia, llaman lo sobrenatural las gentes supersticiosas! Sin embargo aadi, con trmula y baja voz , hay en mi ya larga vida un suceso sumament e extraordinario . He tropezad o una vez con un extrao hombre, rodead o de circunstancia s completament e inexplicables, capaces de confundir al ms escptico Todos los circunstante s sintieron, al or aquello, el aletaz o de la curiosidad, una curiosida d terrorfica , bien adecuada al moment o aquel en que el viento silbaba con estrpit o y caa la nieve en abundancia, haciendo ms inestimabl e el beneficio de las comodidade s de cuantos le escuchaban al doctor en torno del hogar. El sabio continu de esta manera: En el ao de mil ochociento s setent a y ocho nos fue forzoso invernar en la costa noroest e de Spizberg, en nuestra exploracin del fugaz verano anterio r hacia el polo. Como de costumbre , el propsit o de abrirnos un camino hacia el polo rtico, fracas por causa de los iceberg, y tras vano s esfuerzo s tuvimos que rendirno s a la dura fatalidad . De all a pocos das, la terrible noche pola r tendi sobre nosotro s su manto cruel, y nuestra s naves quedaro n aprisionada s por los hielos en el golf o del Mussel3, donde habamos de pasar ociosos y separado s de todo trato humano durant e ocho largos meses del invierno polar. Sent que mi fuerte voluntad me flaqueab a ante tan negra perspectiva , y ms an en cierta espantos a noche de tempesta d en que los , torbellino s de ventisca destruyeron nuestro s depsito s de provisiones, entre ellas catorce ciervos, con cuya carne contbamos como arma contra la vida rtica que exige, segn nadie ignora, un aumento considerabl e en la cantidad y la calidad de los alimentos . Nos resignamos , no obstante, lo mejor que pudimos por nuestra prdida cruel y hasta llegamos a acostumbrarno s al ms nutritivo alimento del pas, consistente en la carne de foca y en su grasa. Para prevenirnos contra los rigores de la invernada, los hombres de nuestra tripulacin haban construid o con los restos salvados del anterio r desastre , una casita bastante aceptabl e y dividida en dos departamentos , uno para m y los otros tres jefes, y el segundo para ellos. Agotando, adems , todas nuestra s previsiones meteorolgica s y magnticas , aadimos al edificio un tercer cuerpo o establ o protecto r para los escasos ciervos que se haban salvado de la catstrofe.

3

Curiosa coincidenci a onomstic a con el clebr e puert o asturian o del mismo nombre : una prueb a ms del carcter protosemita de todo el Occidente europeo en sus pocas prehistricas.

12

H. P. BLAVATSKY

Narraciones Ocultistas y Cuentos Macabros

Se iniciaron al punto la inacababl e serie de montono s das y noches, que eran una eterna noche sin aurora ni crepsculo. Como, adems, nos habamos trazad o el plan de que dos de nuestro s barco s regresase n en Septiembr e antes de que los cortase n la retirad a los hielos, y este plan se habl a frustrad o por haberse anticipad o la estacin, la tripulaci n era triple o cudruple de la calculada para la invernada y para los elementos con que contbamo s para afrontarla , as que no slo tenamo s que economiza r las provisiones, sino tambin el combustibl e y la luz. Las lmparas se encendan slo para objetos de urgencia o cientficos. Tenamos que contentarnos , pues, con slo la luz que quisiese darnos la Providencia en aquell a noch e sin da: es a saber, la luz de la luna y la de las auroras boreales, pero, cmo describir la gloria de aquellos incomparable s fenmeno s celestes ? Cmo pondera r las cambiante s luces y colores de sus irradiacione s tan fantstica s corno gigantescas de varieda d infinita ? En cuanto a las noches de luna de Noviembre, eran sencillamente maravillosas, con los siempre cambiantes espectculos de sus rayos entre hielos y nieve. El encanto de tales momentos no se apartar jams de mi imaginacin. Una de estas ltimas noches, o por mejor decir, un da de estos, acaso, pues que desde fines de Noviembr e hasta mediado s de Febrero no tuvimos crepsculo alguno que nos permitiese establecer diferencia entre la noche y el da, acertamos a columbrar entre las irisaciones de la luna una com o mancha obscura que se mova hacia nosotros, remedand o ms que a un rebao, que por fuerz a tena que ser blanco en aquellas latitudes , a un grupo compact o de hombres trotand o hacia el lugar donde nos hallbamos , sobre la planicie nevada. Qu seres humanos podan, sin embargo , ser aqullos? S, era ya indudable: aunque nos resistisemo s a dar crdito a nuestro s ojos, un pelot n como de cincuenta hombres, se aproximaba rpidament e a nuestra vivienda. Eran cincuenta cazadores de focas guiados por Matilin, el ms famoso veterano de tales empresas peligrosas, y que, como nosotros , haba n sido cortado s por los hielos en su retirada. Los hicimos entrar, atendindolo s y obsequindolo s lo mejor que pudimos. Despus interrogamos a Matilin: Cmo supisteis que estbamos aqu? Nos lo dijo y nos ense el camino hasta vuestro albergue el viejo Johan contestaro n varios, sealand o a uno de sus compaeros : un anciano venerabl e con el cabello ms blanco que la misma nieve. Verdaderament e que es asombros o el que un anciano como ste se dedique an a cazar focas en compaa de hombres jvenes como vosotros, en lugar de aguardar en el rincn de su hogar, al amor de la lumbre, la llegada del ltimo de sus das. Adems, cmo acert a saber nuestra presencia en la solitaria regin del oso blanco? dijimos a una.

13

H. P. BLAVATSKY

Narraciones Ocultistas y Cuentos Macabros

Tanto el buen Matilin, como los dems de su grupo sonrieron compasivos ante nuestra ignorancia. Segn ellos nos aseguraron, el viejo Johan lo sabia todo, aadiendo: Bien novicios debis de ser en estas tierras polares cuando ignoris la existencia de este prodigioso Johan y ahora tanto os asombris de su presencia dijo otro. Vengo cazando focas en estos mares desde hace cuarent a y cinco aos, da tras da aadi el primero y siempre le he conocido igual al buen Johan, a quien todos veneramo s con su cabeller a blanca y su aspecto majestuoso . Es ms: recuerdo perfectament e que cuando yo era nio y acostumbrab a a salir a la mar con mi padre, ste y mi abuelo me contaban lo mismo, punto por punto, respecto de Johan, aadiendo que igual contaro n a mi abuelo, su padre y el padre de su padre s Todos le haban conocido igualment e anciano e imponent e de grandeza con sus ojos de fuego y su cabellera toda nieve! Segn tal cuenta, el buen viejo tiene ya ms de dosciento s aos! opuse festivo e incrdulo. Para sacarme de mi escepticismo , varios marinero s rodearo n al patriarca de la barba y cabellera blanca importunndole: Abuelo querido, tendris la bondad de decirnos vuestra verdadera edad? Realmente, hijos mos, yo mismo no lo s replic con la ms serfica de las sonrisas. Nunca cont mis aos y vivo as el tiempo que Dios me ha decretad o en su sabidura inescrutabl e Pero, cmo supisteis que invernbamos aqu? le interrogu a mi vez. l me gui repuso simplemente . Slo saba lo que sab a No me atrev a indagar ms, termin el doctor coronand o su narracin con estas palabras, dichas en voz muy baja y como hablando ya consigo mismo: Inexplicable! Absolutamente inexplicable!...

14

PE L CAMPO LUMINOSOrocedente s de Grecia habamos llegado a Constantinopl a un alegre y escogido grupo de turistas. Doce o ms horas al da habamos dedicado a subir y bajar por las escarpada s alturas de Pera, visitando lugares, encaramndono s en lo alto de los minarete s y abrindono s camino entre jauras hambrientas : los perros vagabundos, tradicionale s dueos de las calles de Estambul. Se dice que la vida bohemia es contagiosa , y que ningun a civilizacin ha alcanzado a destruir el encanto de la libertad omnmod a una vez que se han gustado sus dulzuras. El gitano no puede vivir sin su tienda porttil, que es su carro, ya veces el viaje a pie es para l una segunda naturaleza, una fascinacin irresistibl e de su nmada y precaria existencia. Mi principa l cuidado, por tanto, desde que entr en Constantinopla, fue el de evitar que mi perdiguero Ralph cayes e tambin vctima de tamao contagio viniendo en ganas de unirse alegrement e a los beduinos de su canina raza que infestaban las calles de la ciudad. Aquel hermoso camarada de mi perro era mi ms fiel y constant e amigo, y temeroso de perderle, le vigilaba en sus menores impulsos; pero el pobre animal se port durante los tres primeros das como un cuadrped o medianament e educado. A las imprudentes acometidas de sus congneres mahometanos, su nica respuesta era la de meter el rabo entre piernas, bajar humildement e las orejas y busca r acobardad o la protecci n de cualquiera de nosotros . Vindole, pues, tan refractari o a las mala s compaa s empec a confiarme en su discrecin y disminuyend o mi vigilancia, pero de all a poco tuve que lamentar el haber puesto una excesiva confianza en mala parte. En un moment o de descuido, unas sirenas de cuatro patas le sedujeron traidoras, y lo nico que de l vi fue la punta de su gallardo rabo desapareciendo en sucia y tortuosa callejuela. Intiles resultaro n despus las pesquisas practicada s para dar con el parader o final de mi mud o compaero . Ofrec veinte, treinta , cuarent a francos a quien le hallase y me te trajese. En un moment o se puso en su busca una legin de maltese s ms vagabundos que los mismos perros, y que asaltaro n nuestr o hotel trayend o sendos perros sarnosos en sus brazos, perros que pretenda n hacer pasar por mi fiel amigo. Mientra s ms me resista yo a semejant e matute , ms porfiaban ellos, y uno de aquello s miserables, cayendo de rodillas y sacando del pecho una antigua y corroda medalla de la Virgen, lleg hasta a jurarme que la misma Reina del Cielo se le haba aparecid o para indicarle cul era el verdader o animal. Un moment o hasta me tem que la sbita desaparici n de Ralph determinas e un curioso motn , como acaso habra ocurrido si nuestro patrn no hiciese venir a una pareja de kavasses o policas que se encargaron de aventar corteses a aquella turba de bpedos y de cuadrpedos.

15

H. P. BLAVATSKY

Narraciones Ocultistas y Cuentos Macabros

Sospech entonce s que ya no volvera a ver ms a mi perrito, y aun acab por perder toda esperanza , cuando el conserje del hotel un honorabl e ex salteado r de caminos, hombre que no habra pasad o menos de media docena de aos como penado en las galeras me asegur solemnement e que toda s mis pesquisas seran intiles, pues mi perdiguer o habra sido muert o y devorado por sus congneres , dado que los perros turcos vagabundos encuentran muy de su gusto las carnes de sus sabrosos hermanos los perritos de Inglaterra. La anterio r escena haba ocurrido en plena calle, a la puerta del hotel, y ya iba a retorna r a mis habitaciones , cuando una anciana griega, que me haba estado oyendo desde el umbral de una casa cerrada, dijo a mi acompaant e Miss H que, si queramos, poda interrogarse sobre el caso a los derviches. Y qu pueden saber esas gentes acerca del parader o de mi can? Les respond con irona. Los hombres santos lo saben todo, para ellos no hay secretos objet misteriosament e la anciana. La semana pasada me robaron un abrigo nuevo que mi hijo me trajo de Brusa y, como veis, lo recobr y lo tengo puesto. Pero, entonces , los santos hombres os le han transformad o tambin de nuevo en viejo aadi uno de los de la partida sealand o a un gran jirn preso con alfileres que mostraba el abrigo en la espalda. Esta es, precisamente , la parte ms grave de mi historia contest la vieja con aplomo; porque, habis de saber que ellos me mostraron en el espejo mgico el barrio, la casa y hasta la habitaci n dond e el judo que me le robase estaba en aquel instante hacindol e pedazos. Mi hijo y yo volamos al punto al barrio de Kalindijkulosek donde atrapamo s al ladrn en plena faena, al mismo ladrn que habamos visto en el espejo y que, convicto y confeso, pronto fue metido en la crcel. Aunque ninguno de los de la partida sabamos qu podra ser aquello del espejo mgico de los derviches, resolvimos ir a ver a uno de stos al otro da. En efecto, apenas los muecines, con monton o vocear, haban cantado desde los altos minarete s la hora del medioda, descendimo s desde la colin a de Pera hasta el puerto de Glata, abrindonos paso a codazos por entre los abigarrados concurrentes al mercado. Aquella Babel de cien lenguas; aquella ensordecedor a algaraba nos levantab a dolor de cabeza. Por otra parte, all no hay medio de orientarse ni de buscar las calles por sus nombres ni las casas por su nmero, y hay que confiar en Alab y en su profeta , cuando no en las vagas indicaciones de la proximidad del punto que se busca a tal edificio o mezquita. A costa, pues, de mil rodeos y pesquisas, acabamos por encontra r el barrio donde se vendan cosas inglesas, detrs del cual se encontrab a el sitio al que nos dirigamos. Aunque el gua de nuestro hotel no saba tampoco el retiro de los santos hombres, un chicuelo griego, en toda la sencillez del desnud o ms nativo, consinti, mediant e una moneducha de cobre, en llevarnos a la presencia de uno de aquellos adivinos.

16

H. P. BLAVATSKY

Narraciones Ocultistas y Cuentos Macabros

Penetramo s en un sombro saln, que ms bien pareca establo abandonado . El piso, largo y estrecho, estaba cubierto de arena, y slo reciba luz por pequeas ventanas all arriba. Los derviches , terminado s sus ritos matinales , descansaban , sin duda, unos tendidos cuan largos eran, otros recostados, y en pie, con extraviada mirada meditando, nos dijeron, acerca de la Deidad invisible. Todo s ellos parecan de inerte mrmol, sin responde r a nuestra s preguntas . Nuestra perplejida d acab pronto, sin embargo, cuando uno de ellos, seco y alto, con una puntiagud a gorra que le haca parece r mucho ms alto an, surgi no s de dnde, dicindono s que l era el superior de aquella comunidad de santos, aadiend o que no nos haban respondid o porque cuando, mediant e la oracin, se pone n en comunicacin con Alah, no se les puede interrumpir por motivo alguno. Nuestro intrprete explic al viejo que nuestra visita slo a l se diriga, puesto que l era el depositari o de la varilla adivinatoria . Al punto nos extendi la mano en demanda de la previa limosna . Luego que se hubo guardad o sta, se neg a practicar ceremonia alguna para la averiguacin del parader o del perro ms que ante dos miembros solamente de nuestra comitiva, que fueron Miss H y mi persona. Ambos penetramo s seguidament e tras el derviche a lo largo de un corredor semisubterrneo ; subimos por una escalera portti l a una pieza artesonada , y de ella hasta un miserabl e desvn, lleno de polvo y de telaraas . All vimos en un rincn un bulto, que yo cre era un mont n corno de trapos viejos y que se movi ponindos e en pie. Era la criatura ms deform e y astros a que en mi vida he visto. Una mujernia; una enana hidrocfal a e imponente , con unos hombros de granadero , y por piernas dos patita s de araa, piernas arqueada s que apenas si podan soporta r la desproporci n de la fesima mole de su cuerpo. Su cara, burlona y agresiva como la de un stiro, mostraba una media luna roja pintada sobre su frente; su cabeza se esconda bajo un mugriento turbante ; sus piernas ostentaba n grandes bombacho s turcos; una sucia muselina envolva su cuerpo, alcanzando apenas a cubrir las deformidades de sus carnes, llenas de tatuajes, signos y letras rabes. La espantos a criatura se desplom ms que se sent en medio de la pieza, levantando una molesta nube de polvo; era la famosa Tatmos, el orculo de Damasco, al decir de las gentes! Al punto el derviche traz con tiza en torno de la muchacha un crculo de unos tres pies de radio; sac, no s de dnde, doce lamparita s de cobre, que llen del contenido negruzco de una botella que ocultaba en su pecho y las coloc sin simetra en torno de la vctima; de un entrepa o de la desvencijad a puerta arranc una astilla y, cogindola entre el pulgar y el ndice, empez a soplarla a intervalo s regulares, masculland o al par oraciones, frmulas como de encantamiento , hasta que de pronto , y sin causa ostensible , brot una chispa de la astilla que comenz a arder corno una seca pajuela. Con aquel fuego, tan extraament e obtenido , comenz a encende r las doce lmparas del crculo.

17

H. P. BLAVATSKY

Narraciones Ocultistas y Cuentos Macabros

Tatmos la adivina, que hasta entonce s haba yacido inerte, se quit rpidament e los bombacho s y los arroj al rincn, dejndono s al descubiert o con sus monstruoso s pies, la belleza adicional de un sext o dedo. El derviche, por su parte, entr en el crculo, y, cogindol a por los tobillos, la alz cual un saco de patatas , ponindol a bonitamente cabeza abajo, balancendola en esta posicin como un pndulo, y acabando por hacerla girar en el aire del ms extrao modo. Mi compaera , Miss H, aterrad a ante el estupend o caso que tenla a la vista, huy a refugiars e en el ngulo ms apartado , mientra s que la enana, bajo el impulso del derviche, acab por adquirir un movimient o rotatorio , como el de una peonza, durante dos minutos, hasta que fue disminuyendo y ces por completo. La infeliz enana, as mesmerizada , pareca sumida en un estado como de catalepsia, con su barb a sobre el pecho, y espantos a sobre toda ponderacin . El derviche luego cerr cuidadosament e la nica ventana del recinto y habramo s quedad o a obscuras a no ser por un agujero de la misma, por donde penetraba un rayo de sol, que venia a caer exactament e sobre la muchacha. Nos impuso silencio con ademn solemne, cruz los brazos sobre el pecho, y, fijando su mirada en el punto brillante que caa sobre la cabeza de Tatmos, qued tan inmvil como ella, mientra s yo me deshaca en cbalas pretendiend o averiguar qu relacin podran tener tamaa s extravagancia s con la averiguacin del paradero de mi Ralph. El disco brillante que demarcaba el rayo de sol se fue convirtiendo, no s cmo, en una estrell a brillante . Por inexplicable fenmen o de ptica, la estancia que antes haba estado pobremente iluminada por aquel rayito de luz, se fue obscureciendo ms y ms a medida que aumentab a en brillante z la estrella, hasta que nos vimos envuelto s en una obscurida d verdaderament e cimeriana, mientra s que la estrella titilaba y giraba lentament e al principio; luego, con vertiginos a rapidez, creciend o hasta envolver a la enana como en un ocano luminoso. Finalmente, la estrella decreci en su giro, al par que se iba apagand o con los suaves destello s de la luna en el agua, iluminando sin penumbras el crculo y dejando el resto en absoluta obscuridad. Llegado as el supremo momento , el derviche, sin pronunciar palabra, alarg la mano, con la que me cogi la ma, sealndome el crculo luminoso. Por todo su mbito vimos como formarse y condensars e flculos blanquecino s de platead o brillo lunar, los cuales constituyeron bien pronto informes figuras cambiantes, al modo de reflexiones astrales en un espejo. Pronto, con asombro por mi parte, y con la consternaci n de mi amiga, se nos present, en el panorama as formado, el puente principal, que une a la antigua con la nueva ciudad, atravesand o el Cuerno de Oro desde Glata a Estambul. Vimos deslizarse por el Bsforo los alegres caiques; el hormiguear de la ciudad; las quintas; los palacios y dem s edificios encarnados , reflejndos e fantstico s en las aguas iluminadas por el sol del medioda y desfiland o mgicamente , hasta el punto de que no podamos discernir si era todo aquello lo que se mova o nos movamos simplemente nosotros. Lo ms extrao del caso era que, no obstant e toda aquell a agitad a vida que se mostrab a a nuestra vista, no se escuchaba el menor ruido, sino que se desarrollab a en el silencio angustioso de un ensueo singular Las calles iban sucedindose unas a otras en raudo 18

H. P. BLAVATSKY

Narraciones Ocultistas y Cuentos Macabros

desfilar nuestro o suyo. Ora pasaba una tienda de estrech a callejuela; ora un caf turco lleno de fumadore s de opio en el moment o en que uno de stos verta inadvertid o el caf y el narghil sobre su vecino, recibiendo de l una sarta de injurias. De visin en visin llegamos as ante un gran edificio, en el que reconoc el palacio del Ministerio de Hacienda, y all, oh, dolor! en los fosos traseros del mismo, moribundo y lleno de fango su sedoso pelo, yaca mi pobre perro Ralph, rodead o de otros perro s de psima catadura, que se entretenan en cazar moscas a la sombra Saba ya, pues, cuanto deseaba, aunque no haba dicho ni una palabra acerca del perro al derviche . impacient e por comproba r lo de mi perro trat de salir, pero, desaparecida ya la escena, Miss H se coloc a su vez al lado del derviche, murmurand o en su odo no s qu palabras con ese tono ardient e y apasionad o con que suelen las jvenes enamoradas hablar del adorado l. Pensar en l dijo. No bien formulad o casi mentalment e el deseo que tales palabras entraaban , cuando se nos present una gran planicie de arena, en cuyo fondo se vea el azulado mar bajo los rayos del sol y un gran vapo r surcando las aguas a lo largo de la costa, seguido de blanca estela. La cubierta hormigueab a de pasajeros, y entre ellos resaltaba , apoyado contra la barandilla de popa, un apuesto joven Era l! Miss H suspir, se sonri y sonroj alternativament e con la natural emocin. Despu s concentr de nuevo su pensamiento , y he aqu ya que al par el barco se aleja y desaparece . El espej o mgico queda unos momento s sin panorama . Mas bien pronto otras manchas luminosas aparecen en su faz, que compone n al fin el mbito de una biblioteca con alfombra y cortinones verdes. Ante un montn de libros y sentado en una frailera, est escribiend o un anciano a la luz de la lmpara. Su cabello es gris y est peinado hacia atrs; su cara toda afeitada y respirando benevolencia El derviche hizo entonce s un peque o movimient o con la mano, imponindonos silencio. La luz del mgico campo palideci y de nuevo que damos sin ver imagen ninguna. De all a poco torn a mostrrseno s Constantinopla , y con ella nuestra habitaci n del hotel con sus libros y peridico s sobr e la mesa; el sombrer o de viaje de mi amiga colgado en la percha, y sobre su cama el vestido que se haba quitado aquella maana para venir. Los detalles ms reales completaba n el cuadro, y par a mayor maravilla vimos sobre la mesa dos cartas sin abrir, recin tradas por el correo y cuya letra de los sobres al punto fue reconocid a por mi amiga. Eran ambas de un pariente suyo muy querido, por cuyo silencio se senta inquieta haca das. Nuevo cambio de la mgica escena, y henos ya como en el cuarto ocupado por el hermano de Miss H , quien yaca echado hacia atrs en un silln, mientra s que un criado le pona paos en la cabeza, de la que con horror vimos que sala sangre. No acertbamo s a explicarnos aquello , habindol e dejado haca una hora y en perfecta salud. Miss H lanz un grito, y cogindom e presuros a por la mano se lanz hacia la puerta. Llegamos presuroso s a casa, pudiend o comprobar , en efecto, que el joven hermano de Miss H acababa de caerse por la escalera, producindos e una herid a de 19

H. P. BLAVATSKY

Narraciones Ocultistas y Cuentos Macabros

escasa importancia ; que sobre la mesa de nuestro gabinet e esperaban , recin tradas, dos carta s dirigidas a Miss H por un parient e desde Atenas. No me falt ms para comproba r en un tod o nuestra s visiones de el campo luminoso del espejo mgico del derviche, sino tomar un carruaje , dirigirnos hacia el Ministeri o de Hacienda, en cuyo foso, tal y como tuviese la desdicha de verle en aquel espejo, estropeado, famlico, pero an con vida, yaca mi hermoso perdiguero, rodeado de otros perros de mal aspecto que cazaban moscas

20

LUNA VIDA ENCANTADA (TALCOMO LA REFIRIUNA PLUMA)INTRODUCCIN as tortuosa s calles de A, peque a ciudad rhenana, se vean sepultada s bajo un denssimo manto de niebla en una fra noche del otoo de 1884. Los moradores se haban ya retirad o horas haca, buscando en el sueo el descanso para sus laboriosa s tareas del da. Todo era reposo, silencio, soledad y tristez a en aquellos mbitos vacos Tambin yo me hallaba en mi lecho; pero, ay!, de bien diferente manera por el dolor y la enfermedad que en l me retenan desde haca varios das. El silencio en torno mo en aquella noche de misterio era tal que, segn la paradjica frase de Longfelow, hasta se oa el silencio mismo. Perciba claramente hasta el latido de mi propia sangre al circular violenta por mis miembros doloridos , y mi sobreexcitad a imaginaci n me llevaba como a escuchar el susurro de una voz humana musitand o no s qu misteriosa s cosas en mi odo. No pareca sino que era un eco transmitido desde largas distancias en una de esas garganta s de monta a tan solitarias como maravillosament e resonantes , que pueden transmitir una palabra a media milla cual por un tubo acstico. Era, s, la voz tan familiar para m desde hace tanto s aos: la voz de uno de esos grandes seres a quienes no se les puede conocer sin sentirse en el acto presa de la ms viva veneracin, y a quien, en los trances ms crueles del paroxismo de mis dolores mentale s y fsicos siempre he debido la luz de un rayo de consuelo y de esperanza Olvida tus propios dolores me deca aquella suavsima e inefable voz apartando tu imaginacin de ellos Piensa en das felices y pretritos; en las lecciones que tantas veces has recibido acerca de los grandes misterios de la Naturaleza, verdades que los hombres, ciegos a toda luz espiritual, tanto se obstinan en no querer ver. Quiero hoy aadirt e a tales enseanza s otra relativa a una vida extraa de ese ser que tienes ah delante , precisament e tras las vidrieras de esa casa triston a de enfrente. Y diciendo esto, la voz pareca querer revelarme algo muy raro: el misterio de un alma tras las parede s de la casa frontera . Los densos jirones de niebla que laman la fachada como fantasmas , fuero n desapareciendo , y una claridad brillante y suave cual la de la luna, pareca tender, por decirlo as, un puent e encantad o entre mis ojos y la casa aquella, cuyas paredes acabaron como por hacers e transparente s a mi mirada, dejndom e ver con toda limpidez el interior de una habitaci n pequea , como de un 21

H. P. BLAVATSKY

Narraciones Ocultistas y Cuentos Macabros

chalet suizo, con negruzcas paredes llenas de estantes con libros, manuscritos y arcaicos decorados . De pechos sobre una obscura mesa de nogal se vea un viejo mal encarado, un espectr o casi, segn lo amarillo y extenuad o que se hallaba, con sus ojillos penetrante s y sus manos de marfil, escribiend o a la luz de la fnebre lmpara, que apenas si serva para hacer ms densas las tristeza s y obscuridade s de aquel pobre recinto. Un instant e despus, al ir a hacer un movimient o involuntari o como para ver mejor aquel cuadro , dira que todo l por entero, es decir, habitacin, libros, espectro , etc., atravesand o el puent e de argentin a luz astral que cruzaba la calle, se haba trasladado frente a frente de m hacia los pies de mi cama. Presta atento odo al rumor de esa pluma al rasgar el papel. continu dicindome la voz misteriosa , tan distant e y, sin embargo, tan cercana. As alcanzars a saber por la pluma misma la ms espeluznant e y real de las historias de dolor que imaginarte puedes, olvidndot e de tus propio s sufrimiento s y acortand o las terrible s horas de esta noche de insomnio. Ensaya, pues! aadi , repitiend o la tan conocida frmula de cabalistas y rosacruces. Ensay, al punto, como se me ordenaba , concentrand o toda m atencin en la imponent e figur a del anciano, quien pareca no darse ni cuenta de mi presencia. Al principio, el rasgueo de la pluma de ave de ste, me resultab a casi imperceptible , pero poco a poco fue hacindos e ms claro y comprensibl e para m, cual si aquel personaje de misterio estuvies e relatand o en alta voz aquell o mismo que escriba. Pero no; los labios de aquel espectr o viviente no se desplegaba n ni un instant e para pronunciar la palabra ms nfima. La voz, por otra parte, era vaga, vaca, cual acentos de seres del otro mundo, y a cada letra y palabra un fulgor lvido y fosfrico pareca brotar bajo los puntos de la pluma, a la manera de un fuego fatuo, no obstant e hallarse, quiz, el ser que delant e tena, a mucho s miles de millas de Alemania, cosa nada infrecuent e en el encantad o misterio de la noche, cuando, en alas de nuestra mgica imaginacin aprendemos bajo los destellas de sidrea sombra el sublime lenguaje del otro mundo, que lord Byron dira. Los clichs astrales de mis ojos y odos interno s se impresionaron de un modo indeleble con las frases aquellas, as que hoy no tengo sino copiarlas para transmitirla s como las recib, con riesgo de que las tornis por una novela forjada de propsito , acerc a de un personaj e fantstico , cuyo verdader o nombre averiguar no pude. Ora la aceptis como realidad, ora la consideri s como cuento, espero, sin embargo, que ha de resultaros del ms vivo inters. Empiezo.

22

H. P. BLAVATSKY

Narraciones Ocultistas y Cuentos Macabros

I E L DESCONOCIDO Nac en una aldeta suiza; un grupo de mseras cabaas enclavado entre dos glaciares imponentes , bajo una cumbre de nieves perpetuas , y a ella, viejo de cuerpo y enfermo de espritu, me he retirad o desd e hace treint a aos, para esperar tranquilo, con mi muerte , el da de mi liberacin Pero an vivo, acaso slo para dar testimoni o de hechos pasmoso s sepultado s en el fondo de mi corazn: todo un mundo de horrores que mejor quisiera callar que revelar! Soy un perfect o ablico, porque, debido a mi prematur a instruccin, adquir falsas ideas, a las que hechos posteriore s se han encargad o de dar el ments ms rotundo. Muchos, al or el relato de mis cuitas, las considerar n como absolutamente providenciales , y yo mismo, que no creo en Providencia alguna, tampoc o puedo atribuirlo s a la mera casualidad, sino al eterno juego de causas y efectos que constituye n la vida del mundo. Aunque enferm o y decrpito , mi mente ha conservado toda la frescura de los primeros das, y recuerdo hasta los detalles ms nimios de aquell a terrible causa de todos mis males ulteriores . Ello me demuestra , bien a pesar mo, la existencia de una entidad excelsa, causa de todos mis males, entidad real, que yo deseara fuese tan slo mer a creacin de mi loca fantasa Oh, ser maldito, tan terrible como bondadoso ! Oh, santo y respetad o seor, todo perdn: t, modelo de todas las virtudes, fuiste, no obstante , quien amarg para siempre toda mi existencia, arrojndom e violentament e fuera de la gida montona , pero segura y tranquila, de lo que llamamos vida vulgar; t, el poderos o que, tan a pesar mo, me evidenciast e la realidad de una vida futura y de mundos por encima del que vemos, aadiend o as horrores tras horrores a mi msero vivir! Para mostrar bien mi estado actual, tengo que interrumpi r y detene r la vorgine de estos recuerdos , hablando de mi persona. Cunto no dara, sin embargo, por borrar de mi conciencia ese odioso y maldito Yo, causa de todos nuestros males terrenos! Nac en Suiza, de padres franceses, para quienes toda la sabidura del mundo se encerrab a en esa trinidad literaria del barn de Hoibach, Rousseau y Voltaire. Educado en las aulas alemanas, fui ateo de cabeza a pies, y empedernid o materialist a para quien no poda existir nada fuera del mundo visible que nos rodea, y menos un ser que pudiese estar encima de este mundo y como fuera de l. En cuant o al alma, aada, an en el supuesto de que exista, tiene que ser material. Para el mismo Orgenes, el epteto de incorporeus dado a Dios, slo significa una causa ms sutil, pero siempre fsica, de la que ninguna idea clara podemo s formar en definitiva. Cmo, pues, va ella a producir efectos tangibles ? As, no hay por qu aadir que mir siempre al naciente espiritualism o con desdn y asco, y casi con ira tambin las insinuacione s religiosas de ciertos sacerdotes, sentimientos que, a pesar de todas mis tristes experiencias, conservo an.

23

H. P. BLAVATSKY

Narraciones Ocultistas y Cuentos Macabros

Pascal, en la parte octava de sus Pensamientos, se muestra indeciso acerca de la misma existencia de Dios. Examinando, en efecto, por doquier a si semejant e Ser Supremo ha dejado por el mundo algun a huella de si mismo, no veo doquier a sino obscuridad, inquietu d y duda complet a Pero si bien en semejant e Dios extracsmic o jams he credo, ya no puedo rerme, no, de las potencialidade s maravillosas de ciertos hombres de Oriente , que les convierte n virtualment e en unos dioses. Creo firmement e en sus fenmenos, porque los he visto. Es ms, los detesto y maldigo cualquiera que sea quien los produzca, y mi vida entera, despedazad a y estril, es una protest a contra tal negacin. Por consecuenci a de unos pleitos desgraciados , al morir mis padres perd casi toda mi fortuna, por lo cual resolv, ms por los que amaba que por m mismo, labrarme una fortuna nueva, y aceptando la propuesta: de unos ricos comerciantes hamburgueses, me embarqu para el Japn, en calidad de representant e de la Casa aquella. Mi hermana, a quien idolatraba, haba casado con uno de modesta condicin. El xito ms franco secund a mis empresas. Merced a la confianza en m depositada por amigos ricos del pas, pude negociar fcilment e en comarcas poco o nada abiertas entonces a los extranjeros . Aunqu e indiferent e por igual a todas las religiones, me interes de un modo especial el buddhism o por su elevada filosofa, y en mis ratos de solaz visit los ms curiosos templo s japoneses , entre ellos parte de los treint a y seis monasterio s buddhista s de Kioto: DayBootzoo , con su gigantesc a campana; Enarinolassero, Tzeonene, HigadziHongVonsi , KieMisoo y muchos otros. Nunca, sin embargo, cur de mi escepticismo , y me burlaba de los bonzos y ascetas del Japn, no menos que antes lo hiciera de los sacerdote s cristianos y de los espiritistas , sin admitir la posibilidad ms nimia de que pudiese n aqullos poseer poderes extraos in estudiado s por nuestra ciencia positiva. Ridculos en el ms alt o grado, adems, me resultaba n los supersticioso s buddhistas , buscando el hacerse tan indiferente s par a el dolor como para el placer, por el dominio de las pasiones. Un da fatal y memorable , entabl amistad con un anciano bonzo denominado Tamoor a Hideyeri. Con l visit el dorado KwonOn, y de su gran saber aprend no poco. No obstant e la devocin y afecto que por l senta, no perdonab a nunca la ocasin propicia de burlarme de sus sentimiento s religiosos; pero era de tan dulce condicin como ilustrada, y a fuerza de buen buddhista , jams se me mostr ofendido lo ms mnimo por mis sarcasmos, limitndos e a responde r imperturbable : Esperad, y veris algn da. Su privilegiada mentalida d no poda creer que fuese sincero mi escptico atesmo, tan por encima de la creencia ridcula en un mundo invisible rechazad o por la Ciencia y lleno de deidade s y de espritus malos y buenos. El apacible sacerdot e me deca nicamente : El hombre es un ser espiritua l que es recompensad o y castigado, alternativamente , por sus mritos y por sus culpas, teniend o por ello que volver, reencarnado , mltiples veces a la Tierra. Contra aquella s clebres frases de Jeremy Collier de que somos meras mquinas ambulantes , simples cabezas parlante s y sin alma ni ms leyes que las de la materia, arga que si nuestras acciones estuviesen de anteman o previstas y decretadas , sin que tuvisemo s ms libertad en ellas que la que 24

H. P. BLAVATSKY

Narraciones Ocultistas y Cuentos Macabros

tiene n de deteners e las aguas de un ro, la sabia doctrina del Karma, o de que cada cual recoge aquell o que sembr, sera absurda. As, pues, toda la metafsica de mi amigo se basaba en esta imaginaria ley, junta con la de la metempscosi s y otros delirios de este jaez. Despu s de esta vida material no podemo s dijo absurdament e mi amigo cierto da vivir en el completo uso de nuestra conciencia sin habernos construido, por decirlo as, un vehculo, una slida base de espiritualidad. Quien durante esta vida fsica, consciente y responsable , no ha aprendid o a vivir en espritu, no puede aspirar luego a una plena conciencia espiritual, cuando, privado de su cuerpo, tenga que vivir como mero espritu. Pues, qu entiende usted por vida como espritu? le pregunt. La vida es un plano purament e espiritual, el Jushitz Devaloka, o paraso buddhista, por cuanto el hombre, mediante su cerebro animal y todas las facultades que desarrolla aqu en la Tierra, se labr a ese elevadsim o estado celeste entre dos sucesivas existencias, transportand o a ese plano de superior felicidad cuanto aqu abajo labr, mediante. el estudio y la contemplacin. Qu le sucede al hombre que rehsa la contemplacin , es decir, que se niega a fijar su vista en la punta de su nariz, despus de la muerte de su cuerpo? le pregunt burln. Que ser tratado al tenor de aquel estado mental que en su conciencia prevaleci. En el caso mejor , tendr un renacimient o inmediato , y en el peor un Avitchi o infierno mental. No es preciso, sin embargo, hacerse un complet o asceta: basta con esforzarse en aproximars e al Espritu viviendo una vida espiritual; abriendo, aunque slo sea por un momento, la puerta de nuestro Templo Interior. Sois siempre potico, aun en vuestras paradojas!, amigo mo le respond Queris explicarme un poco semejante misterio? No es ningn misterio, replic pero gustoso os responder. Suponed que el plano espiritual de que os hablo sea cual un templo en el que jams pisasteis y cuya existencia, por tanto, creis tener fundamento para negar, pero que alguien, compasivo, os toma por la mano, y conducindoo s hacia la entrada , os hace mirar dentro un instante tan slo. Por este mero hecho habris establecido un lazo imperecedero con el templo. No podris, desde aquel da, negar su existencia, ni el hecho de habe r entrado en l, y segn haya sido vuestro trabajo en l breve o largo, as viviris en l despus de la muerte. Pues qu tiene que ver mi conciencia postmortem con semejante templo, aun en el falso caso de que la otra vida exista? Mucho! Despus de la muerte termin diciendo el sabio anciano no puede haber conciencia alguna fuera del Templo del Espritu. Lo ejecutado en sus mbitos es lo nico que a vuestra muert e sobrevivir, porque todo lo dems, como vano e ilusorio, est llamado a disolverse en el Ocano de Maya o de la ilusin.

25

H. P. BLAVATSKY

Narraciones Ocultistas y Cuentos Macabros

Como me chocaba, a fuerza de simple curioso, la peregrina y absurda idea de vivir fuera de mi cuerpo, disfrac mi escepticismo, y fingiendo interesarme por todo aquello, obligu a mi amigo a que continuase , engaad o por complet o respect o de mis intenciones. Tamoora Hideyeri serva en TriOnene, templo buddhista famoso no slo en el Japn, sino en tod a China y en el Tibet; no hay en Kioto otro tan venerado, y sus monjes, secuaces de Dzenodoo , son tenidos por los mejores y los ms sabios, entre aquellas fraternidade s meritsimas , relacionada s a su vez con los ascetas o eremita s llamados Jamabooshi, discpulos de Laotse. As se explican los alto s vuelos metafsico s que, con nimo de curarme mi ceguera mental, diese siempre mi amigo a nuestr a conversacin, llevndome hacia sus enmaraadas doctrinas con sus peroratas, disparatadas a mi juicio, y sus ideas de espiritualidad , cuya prctica parece una verdader a gimnasia del plano espiritual. Tamoora haba dedicado ms de las dos terceras partes de su vida a la yoga o contemplaci n prctica, que le haba dado las pruebas de que,. una vez despojado s los hombres de su cuerpo materia l con la muerte , vivan con plena conciencia en el mundo espiritual recogiendo el fruto centuplicado de sus acciones nobles y altos sentimientos, salario proporcionado, deca el asceta, al trabajo que se esforzaba aqu abajo en realizar. Pero, y si uno no hace ms que asomarse al templo de la espiritualida d y retroceder, qu le acontecer despus? objet con mi eterno escepticismo. Pues que en la otra vida no tendrai s nada bueno que recordar, salvo aquel feliz instante , porqu e en dicha vida espiritua l slo se registran y viven las impresiones espirituales respondi el monje. Entonces, antes de reencarnar aqu abajo, qu me sucedera? aad burlonamente. Entonces dijo, lento y solemne el sacerdote , con un aplomo severo que daba fro durante un perodo, que parecera una eternidad a vuestra angustia, no harais sino repetir una y mil veces la accin de abrir y cerrar el templo con esa desesperante repeticin de los temas de la calentura. Semejant e tarea que el buen hombre me asignaba postmortem , me hizo soltar una carcajada . Aquello era el colmo del absurdo! Pero mi amigo se limit a suspirar, compasivo, aadiendo, as que yo le ped perdones por mi sinceridad: No. Dicho estado espiritua l despus de la muert e no consiste en una repeticin mmica y automtic a de lo realizado en la vida, sino el llenar y completa r los vacos de ella. Yo me he limitado a ponero s un ejemplo, incomprensibl e para vos, por lo que veo, de los misterios relativos a la Visin del Alma. Siendo entonce s nuestro estado de conciencia el goce final de cuantos actos espirituale s hemo s ejecutad o en vida, cuando uno de stos ha resultad o fallido, no podemo s esperar otra cosa que la repetici n del acto mismo. Y saludndom e cortsmente , como buen japons, el noble sacerdot e se despidi de m. 26

H. P. BLAVATSKY

Narraciones Ocultistas y Cuentos Macabros

Ah, si me hubiera sido entonce s posible el saber lo que despus aprend por dolorosa experiencia... , cun poco me hubiera burlado de aquella enseanz a sapientsima!... Mas no, yo no poda creer a ojos cerrados en tamaos absurdos, y muy especialmente en que ciertos hombres elevados pudiese n adquirir poderes como sobrenaturales. Experimentab a una repulsin instintiva haci a aquello s eremita s o yamabooshi, protectore s de todas las sectas buddhista s del Japn, porqu e sus pretensiones milagreras me parecan el colmo de la necedad. Quine s podrn ser estos presuntos magos, de ojos bajos y manos cruzadas, esos santos mendigos, moradores extraos de montaa s apartada s y escabrosas, inaccesibles hasta el punto de que a los simples curiosos acerca de su naturalez a les era imposible de todo punto llegar hasta ellas? No podan ellos ser sino unos adivino s sin vergenza, unos gitanos vendedore s de hechizos, talismanes y brujeras. Como se ve, mis insultos y mis odios alcanzaban por igual a maestro s y a discpulos, porqu e convien e no olvidar que los yamabooshi, aunque no aceptan a los profanos cerca de ellos, a algunos , tras duras pruebas, los reciben como discpulos, quienes dan perfecto testimonio acerca de la sabidura y de la pureza de su vida. Mis desprecio s no se detuviero n ni en los mismos sintos, es decir, en aquellos otros religiosos del SinSyu, o Sintosmo, cuya divisa es la de fe en los dioses y en el camino de los dioses, porqu e practica n un culto absurdo a los llamados espritus de la Naturaleza . As me capt no poco s enemigos, porque los Sinlokanusi, o maestros espirituales de este culto, pertenecen a la aristocracia japonesa, con el propio Mikado a su cabeza, y los secuaces del mismo constituye n el element o ms sabio de todo el Japn. No olvidemos que los kanusi, o maestro s del Sintosmo, no procede n de ordenaci n regular alguna conocida, ni forman casta aparte. Como jams alardean de poseer poderes ni privilegios que les eleven sobre los dems, y visten como los seglares pasando como meros estudiante s de las ocultas ciencias del espritu, ms de una vez tuve contacto con ellos sin sospechar siquiera su elevada categora.

II E L VISITANTEMISTERIOSO Con el transcurs o de los aos, en lugar de mejorar, se agrav mi lamentable escepticismo . Mi hermana, que era toda mi familia en el mundo, se haba casado, viva en Nurember g y sus hijos me eran queridos como si hijos mos fuesen. Oh, y cmo amaba a aquella hermana mrtir que antao se sacrific a s misma y al hombre que se prest a ayudar a mi padre en su vejez y darme a m la educacin debid a! Los que sostienen que ningn ateo puede ser ni sbdito leal, ni fiel pariente , ni amig o carioso, profiere n la mayor de las calumnias. Es falso, s, que el materialist a se endurezc a de corazn con los aos, incapaz de amar, como dicen amar los creyentes. Puede que ello 27

H. P. BLAVATSKY

Narraciones Ocultistas y Cuentos Macabros

sea verdad en algn caso, y que el positivist a propend a a la vulgaridad y al egosmo, pero el hombr e bondados o que se hace lo que suele llamarse ateo, no por motivos egostas, sino por amor a la verdad, no hace sino fortalece r sus afectos hacia los hombres todos. Cuntas aspiracione s hacia lo desconocid o dejan de sentir; cuntas esperanza s se rechazan respect o de un cielo con su Dios correspondiente , se concentran , centuplicada s sin duda, en los seres amados y aun se extiende n a la humanidad entera Un amor as fue el que me impuls a sacrificar mi dicha para asegurar la de aquella santa herman a que haba sido una madre para m. Casi nio, part para Hamburgo, donde luch con el ardor de quien trata de ayudar a sus seres queridos. Mi primer placer efectivo fue el de ver casada a mi hermana con el hombre a quien por m haba sacrificado, y ayudarles. Tan desinteresad o era mi cario hacia ellos y luego hacia sus hijos, que jams quise constituirm e por mi parte un hogar nuevo, pues el hogar de mi hermana, compuest o pronto de once personas, era mi iglesia nica y el objeto de mis idolatras. Por dos veces, en nueve aos, cruc el mar con el solo fin de estrechar contra mi corazn a seres tan caros a mi amor, tornand o en seguida al extrem o Orient e a seguir trabajando para ellos. Desde el Japn mantuve siempre correspondenci a con mi familia, hasta que un da la correspondenci a qued cortada por sta, sin que pudiese Yo adivinar la causa. Durante todo un ao estuve sin notici a alguna, esperand o en vano da tras da y temindome alguna desgracia. Cuantos esfuerzos hice por saber de ella fueron intiles. Mi buen amigo me dijo un da mi nico confidente Tamoora por qu no buscis el remedio a vuestras ansiedades consultando a un santo yamabooshi? No hay por qu decir con qu desprecio rechac la propuesta . Pero a medida que los correos de Europ a se sucedan en vano, mi ansiedad se iba trocand o en desesperacin irresistible, que degener en una especie de locura. Era ya intil toda lucha, y yo, pesimista a estilo Holbach, creyente en el aforism o de que la necesidad era el acicate para la dicha filosfica y el factor que ms vigoriza a la human a flaqueza, me senta vencido Olvidando, pues, mi fatalismo frente a los ciegos decreto s del destino , no poda resignarme. Mi conducta, mi temperamento eran ya muy otros que los de antao, y, cual joven histrico, mil veces tratab a mi mirada de sondear a travs de los mares la verdader a causa de aque l enigma que me pona ya al borde de la locura. S; un despreciabl e y supersticios o anhelo, me mova, bien a pesar mo, a desear conocer lo pasado y lo futur o Cierto da, al. declinar el sol, mi amigo, el bonzo venerable, se present en mi barraca. Como haca das que no nos veamos, vena a informarse sobre mi salud. Por qu os molesti s en ello? le dije sarcstico, aunque arrepintindom e al punto de mi imprudenci a Tenais ms sino consultar a un yamabooshi, que a distancia pueden verlo. y saberlo todo?

28

H. P. BLAVATSKY

Narraciones Ocultistas y Cuentos Macabros

Ante tamao ex abrupto , pareci un tanto ofendid o el bonzo; pero, al contempla r mi abatido aspecto , replic bondados o que debera yo seguir su consejo de siempre, consultando acerca de mis torturas mentales a un miembro de aquella santa Orden. Desafo a cuantos se jactan de poseer poderes mgicos le repliqu, presa de retador desprecio a que me adivinen en quin estaba yo pensand o ahora y qu es lo que esta persona realiza en estos momentos. A lo cual el imperturbable bonzo respondi: Nada ms fcil: dos puertas por cima de mi casa se halla un santo yamabooshi visitando a un sinto que yace enfermo. Con slo que pronunciis una palabra afirmativa, os puedo conducir a su presencia augusta Y la palabra fue pronunciada , con lo cual qued ya dictada mi sentenci a cruel para mientras viva. Cmo describir, en efecto, la escena que vino despus ? Baste decir que no haban transcurrid o apena s quince minutos desde que acept la propuest a del bonzo, cuando me vi frente por frente de un ancian o alto, noble y extraordinariamente majestuoso , para ser de esa raza japonesa tan delgada , macilenta y minscula. All donde pens hallar una obsequiosida d servil, tropec con ese tranquil o y digno continent e caracterstic o del hombre que conoce su superiorida d moral y mira con benevolenci a la equivocacin de aquellos que no alcanzan a reconocerl a debidamente. A las pregunta s irreverente s y burlonas que, necio, le hice, guard silencio, mirndome de hito en hito cual mirarla un mdico a un enfermo en su delirio, y yo, desde el instante mismo en que l fij su escrutador a mirada en mis ojos, sent, o vi ms bien, un como delgado, y argentino hilo de luz, que, brotando de sus intensos ojos, penetraba buido en lo ms recndit o de mi ser, sacando de mi corazn y de mi cerebro, bien a pesa r mo, el secreto de mis ms ntimos sentimientos y pensamientos. No caba duda, aquel hombre imponent e se adueab a de todo mi ser, hasta el punto de serme aquello angustiosamente intolerable. Esforzndom e cuanto pude en romper la fascinacin aquella, le incit a que me dijese qu era lo que haba podido leer en mi pensamiento. Una ansiedad extremad a por saber qu puede haberle ocurrido a su lejana hermana, a su esposo y a sus hijos fue la respuest a exacta que me di con toda tranquilidad aquel hombreprodigio, aadiendo detalles completos acerca de la morada de aqullos. Escptico incurable, dirig una mirada acusadora al bonzo, sospechand o de su indiscrecin ; mas al punto me avergonc de mi sospecha sabiend o por un lado que los japonese s son esencialment e veraces y caballeros, y por otro, que Tamoora no poda saber nada acerca de la disposicin interior de la casa de mi hermana, cuya descripcin exacta, sin embargo, acababa de darme el yamabooshi. El extranjero respondi ste, al interrogarle de nuevo acerca del actual estado de mi inolvidable hermana no se fa de palabras de nadie, ni de nada que l no pueda percibir por s mismo. La impresi n que en l pudiese n causar las palabras del yamabooshi acerca de aqulla, apenas durara breve s horas, dejndol e luego tanto o ms 29

H. P. BLAVATSKY

Narraciones Ocultistas y Cuentos Macabros

desgraciado que antes, por lo cual slo cabe un remedio, y es el de que el extranjero vea y conozca la verdad por s mismo. Est, pues, dispuest o a dejarse poner en el estado requerido a todo ymabooshi, estado para l desconocido? Al or aquello, mi primera impresin fue, como siempre, la de la son risa escptica. Aunque sin fe jams en ellos, yo haba odo en Europa hablar de pretendidos clarividentes , de sonmbulo s magnetizado s y otras cosas anlogas, por lo que, desconfiado, prest, no obstante, mi silencioso consentimiento.

III MAGIA PSQUICA Desde aquel instante procedi a operar el anciano yamabooshi. Alz la vista al sol y al excelso Esprit u de Tendziodaidzio que al sol preside, y hallndole propicio, sac de bajo su manto una cajita de laca con un papel de corteza de morera y una pluma de ave, con la que dibuj6 sobre el papiro unos cuantos mantrams en caracteres naiden, escritura sagrada que slo entiende n ciertos msticos iniciados . Luego extrajo tambin un espejito redondo de bruido acero, cuyo brillo era extraordinario, y colocndoselo ante los ojos, me orden que mirase en l. Yo haba odo hablar de semejante s espejos de los templo s y hasta los haba visto varias veces, siendo opinin corrient e en el pas que en ellos, y bajo la direccin de sacerdote s iniciados, puede n verse aparece r los grandes espritus reveladore s de nuestro destino, o sean los daijdzins, Por ello me supuse que el anciano iba a evocar con el espejo la aparicin de una de tales entidade s par a que contestas e a mis preguntas, pero lo que me aconteci fue harto diferente. En efecto, tan pronto como tom en mis manos el espejo abrumado por la angustia de mi absurd a posicin, not como paralizado s mis brazos y hasta mi mente, con aquel temor quiz con que tanto s otros sienten en su frente el invisible aletaz o de la intrusa. Qu era aquella sensacin tan nueva y tan contraria a mi eterno escepticismo , aquel hielo que paralizaba de horror todos mis nervios y aun la conciencia y la razn en mi propio cerebro? Cual si una serpient e venenosa me hubiese mordido el corazn, dej caer el me avergenz o de usar el adjetivo! el espejo mgico, sin atreverm e a recogerle del sof sobre el que me haba reclinado. Se entabl un moment o en mi ser una lucha terrible entre mi indomabl e orgullo, mi ingnit o escepticism o y el ansia inexplicable que me impulsaba a pesar mo a sumergir mi mirada en el fond o del espejo Venc mi debilidad un instante, y mis ojos pudieron leer en un librito abierto al azar sobre el sof esta extraa sentencia: El velo de lo futuro, le descorre a veces la mano de la misericordia. Entonces, como quien reta al Destino, recog el fatdico y brillante disco metlico, y me dispuse a mirar en l. El anciano cambi breves palabras con mi amigo el bonzo, y ste, acallando mis constantes suspicacias, me dijo: 30

H. P. BLAVATSKY

Narraciones Ocultistas y Cuentos Macabros

Este santo anciano le advierte previament e que si os decids a ver mgicamente , por fin, en el espejo , tendri s que sometero s luego a un procedimient o adecuad o de purificacin, sin lo cual aadi recalcando solemnement e las palabras lo que vais a ver lo veris una, mil, cien mil veces y siempre contra toda vuestra voluntad y deseo. Cmo? le dije con insolencia. S, una purificacin muy necesaria para vuestra futura tranquilidad ; una purificacin indispensable , si no queris sufrir constantement e la mayor de las torturas ; una purificacin, en fin, sin la cual os transformarai s para lo sucesivo en un vidente irresponsable y desgraciado , y tamaa responsabilida d gravitara sobre mi conciencia, si no os lo advirtiese as, del modo ms terminante. Tiempo habr luego de pensarlo! respond imprudentemente. Ya estis al menos, advertid o exclam el bonzo, con desconsuel o y toda la responsabilida d de lo que os ocurra caer nicament e sobre vos mismo, por vuestra terquedad absurda! No pude ya reprimir mi impaciencia, y mir el reloj con gesto que no pas inadvertido al yamabooshi: eran, precisamente, las cinco y siete minutos! Concentrad cuanto podis en vuestra mente sobre cuanto deseis ver o saber dijo el exorcista ponindom e el espejo mgico en mis manos, con ms impaciencia e incredulidad que gratitud por mi parte. Tras un ltimo momento de vacilacin, exclam, mirando ya en el espejo: Slo deseo saber el por qu mi hermana ha dejado de escribirme tan repentinamente desd e Pronunci yo, en realidad, tales palabras, o las pens tan slo? Nunca he podido saberlo slo s tengo bien present e que, mientra s abismaba mi mirada en el espejo misterioso, el yamabooshi tena extraamente fija en m su vista de acero sin que jams me haya sido dable poner en claro si aquell a escena dur tres horas, o tres meros segundos. Recuerdo, s, los detalles ms nimios de la escena , desd e que cog el espejo con mi izquierda, mientras mantena entre el pulgar y el ndice de mi derecha un papiro cuajado de rnicos caracteres . Recuerdo que, en aquel mismo punto, perd la nocin cabal de cuanto me rodeaba, y fue tan rpida la transicin desde mi estado de vigilia a aquel nuevo e indefinible estado, que, aunque haban desaparecido de in vista el bonzo, el yamaboosh i y el recinto todo, me vea clarament e desdoblado , cual si fuesen de otro y no mas mi cabeza y mi espalda, reclinadas sobre el divn y con el espejo y el papiro entre las mano s Sbito, experiment una necesidad invencible como de marchar hacia adelante, lanzado , disparad o como un proyectil, fuera de mi sitio, iba a decir, necio, fuera de mi cuerpo! Al par que mis otros sentidos se paralizaban, mis ojos, a lo que cre, adquirieron una clarividencia. tal como jams lo hubiese credoMe vi, al parecer, en la nueva casa de Nurember g habitad a por mi hermana, casa que slo conoca por dibujos, frente a panorama s familiares de la gran ciudad, y al mismo tiempo, cual luz que se apaga o 31

H. P. BLAVATSKY

Narraciones Ocultistas y Cuentos Macabros

destell o vital, que se extingue, cual algo, en fin, de lo que deben experimenta r los moribundos, mi pensamient o pareca anonadars e en la nocin de un ridculo muy ridculo, sentimient o que fue interrumpid o en seguida por la clara visin mental de m mismo, de lo que yo considerab a mi cuerpo , mi todo no puedo expresarlo de otra manera recostado en el sof, inerte, fro, los ojos vidriosos, con la palidez de la muerte toda en el semblante , mientra s que, inclinado amorosament e sobre aquel mi cadver y cortand o el aire en todas direcciones con sus huesosas y amarillenta s manos, se hallaba la gallarda silueta del yamabooshi, hacia quien, en aquel momento , senta el odio ms rabioso e insaciable As, cuando iba en pensamient o a saltar sobre el infame charlatn, mi cadver, los dos ancianos, el recinto entero, pareci vibrar y vacilar flotante , alejndos e prontament e de m en medio de un resplando r rojizo. Luego me rodearo n unas formas grotescas, vagas, repugnantes . Al hacer, en fin, un supremo esfuerz o para darme cuenta de quin era yo realment e en aquel instant e pue s que as me vea separad o brutalment e de mi cadver, un denso velo de informe obscuridad cay sobre mi ser, extinguiendo mi mente bajo negro pao funerario

IV VISIN DE HORRORES Dnde estoy? Qu me acontece? , me pregunt ansiosament e tan pronto como, al cabo de un tiempo cuya duracin me sera imposible de precisar, torn a hallarme en posesin de mis sentidos , advirtiendo , con sorpresa, que me mova rapidsimo hacia adelante , a la vez que experimentab a una rara y extraa sensacin como de nadar en el seno de un agua tranquila, sin esfuerz o ni molestia alguna y rodead o por todas partes de la obscuridad ms completa. Se dira que bogaba a lo largo de una inacabable galera submarina y llena de agua; de una tierra denssima, al par que perfectamente penetrable , o de un aire no menos sofocant e y denso que la tierra misma, aunque ninguno de aquellos elemento s me molestas e lo ms mnimo en mi desenfrenada marcha de humano proyecti l lanzado hacia lo desconocid o, mientra s que aun sonaba el eco de aquella mi ltima frase: dese o saber las razones por las que mi hermana querida guarda tan prolongad o silencio para conmigo que Pero de cuantas palabras constab a aquella frase, slo una, la de saber, perdurab a angustios a en mi odo, viniendo a m cual una criatura viviente que con ello me obsesionase. Otro movimient o ms rpido e involuntario , otra nueva zambullida en aquel tan informe como angustios o elemento , y hme aqu ya, de pie, efectivament e de pie, dentro del suelo, amacizado, por todos lados en una tierra compacta, y, que resultaba, sin embargo, de perfect a transparenci a para mis perturbadsimo s sentidos. Cun absurda, cun inexplicable situacin! Un nuevo instant e de suprem a angustia, y hme ahora horror de horrores! con un negro atad tendido bajo mis pies; una sencilla caja de pino, lecho postrer o de un desdichad o que ya no era un hombre de carne, sino un 32

H. P. BLAVATSKY

Narraciones Ocultistas y Cuentos Macabros

repugnante esqueleto, dislocado y mutilado, cual vctima de nueva Inquisicin, mientras la voz aquella , ma y no ma a la vez, repeta el eterno sonsonet e postrer o de saber las razones por las que sonando junto a m, pero como proviniendo, no obstante, de la ms apartad a lejana y despertand o en mi mente la idea de que en todas aquellas intolerable s angustias no llevaba emplead o tiemp o alguno, pues que estaba pronunciando , todava las palabras mismas con las que en Kioto, al lado del yamabooshi, empezab a a formular mi anhelo de saber lo que a mi pobre hermana aconteca a la sazn. Sbito, aquellos informes y repugnante s restos principiaron a revestirs e de carne y como a recomponerse en el ms extrao de los retornos retrospectivos, hasta reintegrar el aspecto normal de un hombre cuya fisonoma ay! me era harto conocida, pues que resultaba nada menos que el marido de mi pobre hermana, a quien tanto haba amado tambin; pero a quien, en medio de la mayor indiferencia , vea ahora destrozad o como si acabase de ser vctima de un accidente cruel. Qu te ha ocurrido , desdichado? trat de preguntarle. En el inexplicable estado en que yo me hallaba, no bien me formulab a mentalmente una pregunt a cualquiera, la contestaci n se me presentab a instantne a cual en un panoram a retrospectivo . Vi, pues, as, en el acto y detalle tras detalle, todas las circunstancias que rodearon a la muerte de mi desdichado Karl, a saber: que el principal de la fbrica, en la que, lleno de robuste z y de vida, l trabajaba , haba trado de Amrica y montado una monstruosa mquina de aserrar maderas; que ste, para apretar una tuerca o examinar el motor, haba tenido un moment o de descuido, y que haba sido cogido por el juego del volante, precipitado , hecho trizas, antes de que los compaero s pudiera n correr en su auxilio Muerto, triturado , transformad o en horrible hacinamient o de carne y de sangre, que, sin embargo, no me causaba la emocin ms nfima, cual si de fro mrmol fuese! En mi macabra, aunque indiferent e pesadilla, acompa al cortejo funerario. Nos detuvimo s en la casa de la familia y, como si se tratas e de otro que no fuera yo, presenci impasible la escena de la llegada a ella de la espantos a noticia con sus menores detalles; escuch el grito de agona de mi enloquecid a hermana; percib el sordo golpe de su cuerpo, cayendo pesadament e sobre los restos de su esposo, y hasta o pronunciar mi nombre. Pero no se crea que lo perciba como de ordinario, sino mucho ms intensamente , pues que poda seguir con la ms impasible de las curiosidades indiscretas, el sacudimiento y la perturbacin instantnea de aquel cerebro al estallar la escena; el movimient o vermiform e y agigantad o de las fibras tubulares; el cambio fulgurant e de coloracin en el encfalo y el paso de la materia nerviosa toda desde el blanco al escarlata, al rojo sombro y al azul: un como relmpag o lvido y fosfrico seguido de complet a obscurida d en los mbitos de la memoria , cual si aquella fulguracin surgida de la tapa del crneo, se ensanchas e dibujand o un contorno humano, duplicado, desprendid o del inerte cuerpo de mi hermana, que se iba extendiend o y esfumando , mientra s que yo me deca a m mismo: Esto es la locura, la incurable locura de por vida, pues que el principio inteligente , no slo no est 33

H. P. BLAVATSKY

Narraciones Ocultistas y Cuentos Macabros

extinguid o temporalmente , sino que acaba de abandona r para siempre