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Navarros Vascos en Cadiz

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un interesante resumen de las condiciones de los comerciantes navarros en cadiz.

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  • 15Prlogo

    Prlogo

    Este trabajo no es casual, sino que se inscribe en una serie de preocupaciones historiogrficas que lo inspiran y acaban dndole sentido. Vaya por delante que me parece una aportacin fundamental al conocimiento del comercio espaol del siglo XVIII: no al comercio entendido como el trfico de mercancas, sino al comercio como actividad humana; es decir, quines son las personas que se de-dican al comercio, dnde lo hacen y por qu, cmo viven y se organizan; cul es, en definitiva, su entorno mental y su horizonte vital, y, por lo tanto, qu sig-nifican en la sociedad en la que viven.

    Todo esto nos lleva a considerar el contexto real en el que los comer-ciantes se movan. Se trata de evitar, como seala R. Torres1, hacer un anlisis del capitalismo mercantil con un sentido finalista de la historia, es decir, demos-trar que en Espaa haba o no haba tal capitalismo, considerado decisivo en los siglos inmediatamente venideros, para afirmar el progreso, o negarlo. No; por el contrario, se trata ms bien de entender el capitalismo mercantil y a los co-merciantes que lo realizaban en su contexto histrico preciso y particular, tal y como en su momento desempeaban su actividad, para de ah sacar las conclu-siones pertinentes en orden a una ulterior explicacin histrica.

    Desde esa preocupacin historiogrfica globalizadora, que es cono-cer la realidad del capitalismo mercantil, se puede descender a otras preocupa-ciones ms reducidas y cercanas que permiten aproximarnos a un proyecto de estudio asequible. En primer lugar podemos pensar en Cdiz, el emporio mer-cantil de la poca. Una de sus caractersticas, siempre se ha dicho, es la presen-cia de numerosos comerciantes extranjeros en la plaza. En esa lnea tradicional, Zylberberg ha insistido recientemente, a ttulo algo ms general, pero que tiene a Cdiz como parangn, en la importancia de los extranjeros, y muy especial-mente de los franceses, en la Espaa del siglo XVIII. Ha llegado a escribir que,

    1 R. Torres, editor, Capitalismo mercantil en la Espaa del siglo XVIII, Pamplona, EUNSA, 2000, p. 11.

  • 16 Una comunidad de comerciantes: navarros y vascos en Cdiz

    desde el punto de vista comercial y financiero, el siglo XVIII espaol es el siglo de los franceses2. Creo que Zylberberg toma el todo por la parte y al final ese dulce dominio produce una dulce exageracin, lo que no niega la abundante presencia de franceses en Espaa.

    El trabajo que prologo, sin embargo, se fija en la presencia espaola y tiende a destacar quines y cuntos espaoles de un determinado origen haba en Cdiz en una etapa de ese siglo y qu papel desempeaban. Su sola presen-cia puede ser un dato para matizar la afirmacin de Zylberberg. No hace mucho, la Matrcula de comerciantes publicada por Ruiz Rivera daba noticia puntual de todos los espaoles enrolados en el comercio gaditano con Amrica3; no obs-tante, segua siendo preciso bajar a conocer con detalle los distintos grupos y personas. Pero los comerciantes espaoles en Cdiz tenan orgenes diversos. Desde la Universidad de Navarra nos ha preocupado siempre concretar y mati-zar el contenido de aquella hora navarra de la que hablara hace tiempo Caro Baroja4. As pues, Navarra forma como un tercer escaln en esa cadena de pre-ocupaciones: comercio universal, Cdiz, Navarra. Qu es exactamente la hora navarra, quines la forman y por qu? Las casas, fciles de contar en cada valle, daban un contingente de hombres para los que la marcha a Madrid, Se-villa, Cdiz o Amrica constitua una gran va de fortuna, dice Caro Baroja. y aade: todos con amor al pas, pero metidos en empresas fuera del pas5. Si no es una definicin, es, al menos, una descripcin de esa hora navarra en la que muchos navarros encontraron la fortuna fuera de su pas (en el sentido que se daba al trmino en la poca), en otros territorios de la Monarqua.

    En otro trabajo he tratado de resaltar que el motivo fundamental de la salida de navarros, como de cualquier otra persona de cierta cualidad social en cualquier otro lugar, no son las estrecheces del pas de origen, sino los atractivos del destino6. Por mal que alguien viva en su casa no sale por salir. Sale cuando la atraccin del nuevo destino es suficientemente poderosa y prometedora, cuando espera, en palabras ya citadas de Caro Baroja, una gran va de fortuna. y los que salen no son los ms pobres, normalmente, sino aquellos que tienen medios suficientes para poder aprovecharse de los reclamos que ya existen en el lugar de destino: familiares, sobre todo, paisanos o amigos en ocasiones, ya bien esta-blecidos, que suponen la garanta de una ayuda para el viajero en su nueva vida. Profundizar en estos detalles supondra una va de revisin del trabajo de Caro Baroja en el cual, sin ignorar los factores de atraccin, se resaltan ms los de ex-pulsin, o as se ha venido interpretando posteriormente.

    2 M. Zylberberg, Une si douce domination. Les milieux daffaires franaiset lEspagne vers 1780-1808Ministre des Finances, Paris, 1993, p. 49.

    3 J. Ruiz Rivera, El Consulado de Cdiz. Matrcula dde comerciantes, 1730-1823, Diputacin Provincial, Cdiz, 1988.

    4 J. Caro Baroja, La Hora Navarra del XVIII (personas, familias, negocios e ideas), Institucin Prncipe de Viana, Pam-plona, 1969.

    5 Ibdem, p. 35, 38.

    6 A. Gonzlez Enciso, La Monarqua como destino: Administracin, Ejrcito, Iglesia, en AA. VV., Juan de Goyeneche y el triunfo de los navarros en la Monarqua Hispnica del siglo XVIII, Fundacin Caja Navarra, Pamplona, 2005, p. 219.

  • 17Prlogo

    Llegamos al punto en que el crculo se cierra. Si interesa el comercio, si interesa Cdiz, si interesa conocer el papel de los espaoles en Cdiz, por qu no estudiar los navarros en Cdiz? Se trataba a priori, de un colectivo per-fectamente desconocido como tal, si bien se saba que algunos navarros haban estado en Cdiz y se conoca a algunos personajes ilustres, como los Uztriz, por ejemplo. Pero poco ms. Por otro lado, el problema enlazaba perfectamente con las preocupaciones del Grupo de Historia Financiera organizado en la Uni-versidad de Navarra y dedicado por entonces a estudiar comerciantes y finan-cieros de distinta naturaleza, navarros o no. Este trabajo, por lo tanto, se inserta en toda una lnea de investigacin que ha estudiado a comerciantes navarros7, a comerciantes vascos8, a financieros navarros en Navarra9, a financieros nava-rros en Madrid10, a hacendistas11, y a otro tipo de comerciantes y financieros, tanto desde una perspectiva general12, como ligados al comercio de algn pro-ducto concreto, como la lana13, o el tabaco14, o metidos en negocios con el es-tado para la movilizacin de recursos para la guerra15; muchas veces, como se ve, estos estudios han salido gracias a la colaboracin de numerosos investi-gadores de otras universidades que eventualmente se han asociado a nuestras preocupaciones16. El resultado es que, sin despreciar la presencia y competencia de los extranjeros, poco a poco vamos conociendo el desarrollo de numerosas casas mercantiles espaolas, autnticas sagas familiares, muchos de sus compo-nentes darn el salto tambin al mundo de las finanzas y de los grandes asien-tos con el estado17. Los espaoles tambin cuentan, podramos decir, y es pre-ciso estudiarlos. He aqu una muestra fundamental.

    7 A. Azcona Guerra, Comercio y comerciantes en la Navarra del siglo XVIII, Prncipe de Viana, Pamplona, 1996.

    8 E. Alcorta Ortz de Zrate, La burguesa mercantil en el Bilbao del siglo XVIII. Los Gmez de la Torre y Mazarredo, Txertoa, Bilbao, 2003.

    9 M C. Hernndez Escayola, De tributo para la Iglesia a negocio para mercaderes: el arrendamiento de las rentas epis-copales en la dicesis de Pamplona (siglo XVIII), EUNSA, Pamplona, 2000; idem, Negocio y servicio.

    10 S. Aquerreta Gonzlez, Negocio y finanzas en el siglo XVIII: La familia Goyeneche, EUNSA, Pamplona, 2001; idem, editor, Francisco Mendinueta: Finanzas y mecenazgo en la Espaa del siglo XVIII, EUNSA, Pamplona, 2002.

    11 S. Solbes Ferri, Rentas reales de Navarra: proyectos reformistas y evolucin econmica (1701-1765), Institucin Prncipe de Viana, Pamplona, 1999.

    12 Ver, por ejemplo, el citado libro de R. Torres sobre Capitalismo mercantil en la Espaa del siglo XVIII (nota 1).

    13 A. Gonzlez Enciso, editor, El negocio de la lana en Espaa (1650-1830), EUNSA, Pamplona, 2001.

    14 A. Gonzlez Enciso y R. Torres Snchez, editores, Tabaco y economa en el siglo XVIII, EUNSA, Pamplona, 1999; S. de Luxn, S. Solbes y J.J. Laforet, editores, El mercado del tabaco en Espaa durante el siglo XVIII, Fundacin Altadis, Las Palmas de Gran Canaria, 2000. R. Escobedo Romero, El monopolio de tabacos en Espaa en la primera mitad del siglo XVIII, Tesis doctoral, indita, Universidad de Navarra (en prensa).

    15 H.V. Bowen y A. Gonzlez Enciso, editores, Mobilising Resources for War. Britain and Spain at Work During the Early Modern Period, EUNSA, Pamplona, 2006.

    16 Dejo aqu al margen otros muchos trabajos publicados en artculos de revistas especializadas, o en libros de conjunto que no tienen que ver directamente con nuestro grupo de investigacin. Considero necesario hacer este recuento para in-sertar el trabajo que prologo en su ambiente investigador, en el que nace y se realiza, pero, por supuesto, ello no quita nin-gn mrito a todos los autores que han contribuido a los abundantes trabajos existentes sobre la materia, que tambin han sido apoyo intelectual de la autora del libro y que en buena medida aparecen relacionados en la seccin de bibliografa.

    17 A. Gonzlez Enciso, Felipe V: La renovacin de Espaa. Sociedad y economa en el reinado del primer Borbn, EUNSA, Pamplona, 2003, p. 87-88.

  • 18 Una comunidad de comerciantes: navarros y vascos en Cdiz

    Pero la autora no slo ha vivido en un ambiente investigador, donde ha podido aprender y al que ha contribuido con su presencia laboriosa y con la aportacin de sus conocimientos. Tambin ha ido publicando aspectos parciales que, adems de servir de adelanto de lo que iba a ser su Tesis Doctoral y final-mente, este libro, han supuesto un ejercicio necesario de aprendizaje de la escri-tura cientfica. Como se suele decir, la autora no llega aqu de nuevas, sino que tiene tras de s una amplia labor de participacin en seminarios, en congresos y tambin de publicaciones: al menos las exigibles para su condicin.

    As, por ejemplo, Victoria E. Martnez del Cerro nos haba explicado ya cmo los comerciantes navarros en Cdiz trabajaban en una red clientelar18; cmo, gracias a esas relaciones clientelares, haban podido emigrar a Cdiz 19 y establecerse all20, cmo se haban integrado y cules haban sido algunos de los procesos de esa fusin con la nueva sociedad21, a la vez que nos haba descrito algn negocio particular del mayor inters, como la participacin en la trata de negros22. Un bagaje, como digo, de gran inters que preludiaba la importancia del libro que ahora se presenta.

    El trabajo se basa en la descripcin y estudio de las actividades de un grupo social, grupo bien definido por una parte, pero al mismo tiempo abierto a cualquier influencia que pueda ser beneficiosa para los intereses particulares de cualquiera. El grupo es la base de partida; luego, los individuos trabajan por libre y segn conveniencia. El libro tiene tres partes bien diferenciadas, que ahora no voy a resumir, pero s recordar, porque son el esqueleto del trabajo mismo. En primer lugar, el proceso de establecimiento en Cdiz, un proceso largo que em-pieza en el pas de origen, pasa por las causas de la emigracin y se termina con la integracin de esas personas en la nueva sociedad. Se trata de un aspecto fundamental, que da razn de la presencia de los emigrados en Cdiz y que la autora resuelve con destreza. Ahora ya sabemos que hay navarros y vasco en Cdiz; pero sabemos tambin quines son, por qu estn all, qu hacen exac-tamente, cmo se integran en su nueva vida.

    La segunda parte se dedica al mundo de los negocios y de la menta-lidad social de los comerciantes ya establecidos. No se trata tanto de un estudio

    18 Trabajar en red? La colonia de navarros y vascos en la economa gaditana de la segunda mitad del siglo XVIII, en R. Torres, editor, El capitalismo mercantil..., p. 71-107.

    19 Movimientos migratorios internos: Hombres de negocios navarros y vascos en el Cdiz del siglo XVIII, en O. l-varez Gila y A. Angulo Morales, eds., Las migraciones vascas en perspectiva histrica (siglos XVI-XX), Universidad del Pas Vasco, Bilbao, 2002, p. 73-93.

    20 Cdiz, ciudad cosmopolita: la presencia de comerciantes navarros y vascos en la misma (siglo XVIII), en J. Fernn-dez Garca, M. A. Bel y J.M. Delgado, editores, El cambio dinstico y sus repercusiones en la Espaa del siglo XVIII, Universidad de Jan, Jan, 2001, p. 355-379.

    21 La integracin de los hombres de negocios navarros y vascos en la sociedad gaditana. La familia Uztriz (siglo XVIII), en V Congreso de Historia de Navarra. Grupos sociales en Navarra,. Relaciones y derechos a lo largo de la His-toria, Prncipe de Viana, Pamplona, 2002, p. 269-282.

    22 Francisco Mendinueta y la trata de negros en Amrica, en S. Aquerreta, editor, Francisco de Mendinueta: Finan-zas y mecenazgo..., p. 135-171.

  • 1Prlogo

    econmico entre otras cosas porque las fuentes no daban para ms, tambin porque todo trabajo tiene sus lmites, pero s de una aproximacin al tipo de ne-gocios en el que vascos y navarros se metieron. Son, como se ve, negocios va-riados, pero destacara que el negocio en s no es lo ms importante. No interesa tanto en qu invertir, sino qu es lo ms rentable en un momento dado, o en qu sector hay ms posibilidades, sobre todo teniendo en cuenta las relaciones clien-telares que facilitan la entrada y el triunfo en ese sector. Hay, pues, flexibilidad sobre la base de algo que no es lo estrictamente mercantil y financiero, las relacio-nes personales. Tambin aparece aqu lo que puede ser el objetivo ltimo de estas personas en aquellas sociedades, conseguir la representatividad social y el enno-blecimiento. El negocio era un medio de ascenso social. Conseguido tal ascenso, el negocio contina, pero el ascenso es ms importante que el negocio: entre otras cosas porque el mismo ascenso facilita nuevas relaciones y por lo tanto, contri-buye a aumentar las posibilidades de negocios. Aqu no hay distincin entre no-bleza y burguesa.

    En tercer lugar, la autora estudia dos trayectorias ejemplares, la de los Uztriz y la de Iribarren Polo. La primera era ya conocida, gracias a los trabajos de Ruiz Rivera, pero la autora aporta muchos ms datos que completan lo ante-rior y nos dan una imagen an ms abigarrada de esta saga familiar tan impor-tante en la economa de la Espaa del siglo XVIII. La de Iribarren resulta de total novedad y un ejemplo tambin significativo de un comerciante de la poca.

    Pero adems de la descripcin y explicacin de estos procesos, hay otros aspectos que sobrevuelan continuamente el trabajo. Uno de ellos, ineludi-ble entonces y hoy, es el de la relacin entre navarros y vascos. Los navarros que llegaron a Cdiz se unieron a los vascos que ya estaban establecidos de antao, como miembros de mayor tradicin de la Corona de Castilla. La lengua y la cer-cana les llev a unirse a su cofrada, donde encontraron el primer y principal am-paro para poder comenzar. La sintona entre ambos es evidente y declarada. Sin embargo tal sintona no es exclusiva. Los navarros tienen relaciones familiares y clientelares con los vascos, pero las tienen preferentemente con los mismos na-varros y no excluyen las externas a este grupo. El grupo navarro, por lo tanto, es muy compacto, pero no es un grupo cerrado. En cualquier caso, estas relaciones estn pensadas y vividas siempre desde una perspectiva personal, familiar y de negocio, jams hay ni atisbo de una intencionalidad o de una razn poltica.

    El segundo aspecto que quera sealar es la importancia de las redes clientelares. El trabajo est escrito sobre la base de la existencia de tales redes de confianza, de ese capital relacional que resulta bsico en la vida mercantil, y no slo en ella, pero especialmente en este campo en el que la confianza jugaba un papel esencial ante la incertidumbre o la falta de informacin en otros mercados lejanos. La red es la base. Pero esa red puede basarse en relaciones familiares, que seguramente sern las ms fuertes, y donde la confianza pasa de padres a hijos, pero tambin a sobrinos y a yernos. La solidaridad familiar, en principio, es total. Pero la red se basa tambin en otros aspectos que crean clientela: el pai-sanaje y aqu no hay diferencia entre vascos y navarros, y la simple amistad.

  • 20 Una comunidad de comerciantes: navarros y vascos en Cdiz

    Por encima de otros vnculos, la amistad encontrada en el mismo negocio o en la relacin personal, se convierte en un vnculo fortsimo de sustentacin de la red clientelar, necesaria en tantos casos, para la formacin de los jvenes en am-bientes de negocio diferentes al de procedencia. Esa formacin en casa de otro ser, a la larga, una nueva fuente de relacin clientelar va amistad.

    Finalmente, podramos decir que con este trabajo aumenta enorme-mente nuestro conocimiento de la burguesa mercantil espaola. El grupo de burgueses gaditanos se enriquece con el conocimiento de estos navarros es a los navarros a los que se dedica ms atencin hasta ahora prcticamente des-conocidos. Son burgueses por su actividad el comercio, los negocios, y lo son por su mentalidad, a juzgar por sus inversiones, por sus relaciones clientelares y por sus movimientos en la sociedad gaditana. Son burgueses tpicos, protago-nistas de un no menos tpico y segn vemos cada vez ms extenso en nuestros conocimientos, capitalismo mercantil y de negocios en la Espaa de la Ilustra-cin. La historia de este grupo de navarros y de vascos en Cdiz es pues, la his-toria variopinta de un grupo complejo que buscando el aumento de sus nego-cios en las posibilidades que ofreca Cdiz, consiguieron, gracias a las redes de confianza, elevarse a algunos de los puestos ms representativos de la sociedad que les recibi. Sin duda es la historia de un xito porque apuntaron bien hacia el objetivo y trabajaron como haba que hacerlo. Tambin la autora lo ha hecho as y por ello puede ofrecernos ahora este magnfico fruto que sin duda enrique-cer la historiografa espaola.

    Agustn gonzlez enciso Universidad de Navarra

  • 25Introduccin

    introduccin

    En 1969 Caro Baroja se refiri a La Hora navarra del siglo XVIII, en la que mu-chos navarros que salieron de sus fronteras jugaron un papel destacado en la monarqua, especialmente quienes se acercaron a las finanzas del rey. Don Julio los inclua en el ncleo de uno de los fenmenos ms caractersticos del siglo: la renovacin econmica y social que protagonizaron comerciantes y financie-ros. El Grupo de Historia Financiera que dirige el profesor Gonzlez Enciso se ha preocupado particularmente de este problema y en esta lnea, hay que insertar el libro que es fruto de la investigacin que he llevado a cabo durante el doc-torado. Al plantear este estudio, nos cuestionamos algunos interrogantes: ha-ban contribuido los comerciantes espaoles a transformar la sociedad y la eco-noma? era un asunto reservado slo a los extranjeros?, por extensin, hubo gran burguesa mercantil en Espaa al igual que en otros lugares ms conocidos y estudiados?, y si fue as, qu papel jug en la renovacin social?

    La presencia de estos navarros que buscaban triunfar en otros luga-res, la importancia de Cdiz en el siglo XVIII que es innecesario resaltar y mi propia vinculacin personal con dicha ciudad eran elementos ms que suficien-tes para centrar el tema de estudio: quines eran los comerciantes navarros de Cdiz? por qu se establecieron en esta ciudad? qu papel jugaron?. ya en 1962 Sancho de Sopranis haba ofrecido la primera pista. Deca, la colonia de comerciantes navarros y vascos [] invade la esfera de los oficios pblicos [de Cdiz], pone pie en el cabildo catedralicio, tan celosamente reservado a la pe-quea nobleza indgena, obtiene regiduras, interviene con actividad y eficacia en la administracin local raro ser el asunto de importancia de uno y otro ca-bildo en que no tenga intervencin algn oriundo de las cuatro provincias y ocupa varios de los escaos de los seores del regimiento, superando a los lusi-tanos y no quedando debajo de los genoveses, sus antagonistas en todo1.

    1 Sancho de Sopranis (1962, 643-877).

  • 26 Una comunidad de comerciantes: navarros y vascos en Cdiz

    Segn estas palabras, pareca claro que los navarros jugaron un papel significativo en la ciudad, adems de dedicarse a su comercio. Quedaba por co-nocer cmo lo hacan, quines y cuntos se comportaban de este modo. En una palabra, faltaba por estudiar su comportamiento como grupo y su importancia individual y colectiva, ya que no se tena noticias sobre esto. Si en un primer mo-mento, nuestro objetivo fue valorar la importancia de los comerciantes nava-rros, pronto vimos que no era posible separarlos de los vascos, con quienes en-tablaron, sin distincin, todo tipo de relaciones. En la documentacin era muy habitual encontrar manifestaciones de solidaridad entre los navarros y los vas-cos de Cdiz. Se observ, por ejemplo, que a la hora de otorgar testamento, los testadores preferan que sus albaceas fueran navarros o vascos. Hay que tener en cuenta que los hombres de comercio que procedan de estas regiones tenan una cultura muy similar, lo que sin duda les serva de nexo de unin cuando emigraban a plazas lejanas. De hecho, al igual que los vascos, muchos navarros tambin tenan el euskera como lengua materna. Ello era debido a que la mayo-ra de los navarros de Cdiz procedan de los valles de la zona norte de la regin. As mismo, la Cofrada del Cristo de la Humildad y Paciencia era una prueba ms de la hermandad que exista entre ambos colectivos2. Tambin, era significativa la visin que la comunidad mercantil gaditana tena de ellos. Es preciso sea-lar que en 1729 se reformaron las ordenanzas del Consulado, debido a distintas quejas que realizaron algunos comerciantes en contra del peso que los vascon-gados tenan en la institucin. Con esta medida se prohibi las votaciones por paisanaje, ya que, en la prctica, cuando se sumaban los votos de los vizcanos, alaveses, guipuzcoanos y navarros, este colectivo obtena la mayora en las elec-ciones, controlando de esta forma la incorporacin de nuevos miembros3.

    Desde el punto de vista de la bibliografa, la importancia mercantil de Cdiz y de la Carrera de Indias gaditana, est suficientemente resaltada. Su fun-cin estructural queda clara en la obra de Antonio Garca-Baquero4. Por otro lado, el papel que jugaron los comerciantes ha sido estudiado en los trabajos de Manuel Bustos Rodrguez5, en la obra de Julin Ruiz Rivera6 o en la de Paloma Fernndez Prez7. Con respecto al grupo de hombres de comercio navarros y

    2 La Cofrada del Cristo de la Humildad y Paciencia se encontraba en la iglesia de San Agustn. Consultar punto 3.1.3. En Mxico ocurra lo mismo, La Cofrada de nuestra Seora de Aranzazu integraba a los originarios del [] seoro de Vizcaya, provincias de lava y Guipzcoa y Reino de Navarra. Zaballa Beascoechea (1996, 470).

    3 Que la conservacin de las comunidades ha consistido siempre en la unin y conformidad y ninguna lo necesita tanto como la presente por las facultades y negocios que en consecuencia de stas ha de tratar y manejar, y como es propensin natural apropiarse de lo til y provechoso a los patricios y paisanos, debe ser condicin expresa no puedan tener hermandad ni correspondencia dos provincias unidas, porque los originarios de cada una deban tener un voto li-bre para aplicarle al que mejor lo mereciere, bien entendido que no han de correr debajo de una cuerda el Seoro de Vizcaya, Guipzcoa y Navarra, como se ha hecho hasta aqu con ttulo de vascongados, sino separadamente cada una de stas, como les suceder a Andaluca, las dos Castillas, Galicia, Montaa, etc. Porque esto de cargarse a una provin-cia y quedarse las dems sin beneficio viniendo pretendiente a incluirse en la matrcula de cualquiera de ellas, teniendo las cualidades que deben concurrir, no sera obrar con justicia distributiva. Ruiz Rivera (1985, 20).

    4 Garca Baquero (1972) (1976) (1992) (1999).

    5 Bustos Rodrguez (1983) (1985) (1990) (1991) (1995) (2005).

    6 Ruiz Rivera (1988) (1991) (1993). Ruiz Rivera y Garca Bernal (1992).

    7 Fernndez Prez (1997).

  • 27Introduccin

    vascos, adems de Sancho de Sopranis8, Garmendia Arruebarrena estudi la Co-frada del Cristo de la Humildad y Paciencia9. Por su parte, Ruiz Rivera, tambin public algunos artculos sobre los negocios de la familia Uztriz, a la que se le ha dedicado uno de los captulos de este libro10. Otros autores han realizado al-gunas contribuciones aisladas al tema, como Ravina Martn y Milln Chivite11.

    Estas aportaciones bibliogrficas se han centrado en el estudio, tanto de aspectos econmicos como sociales. Sin duda, dos facetas fundamentales y complementarias que hay que tratar cuando se habla de una comunidad de co-merciantes. Era necesario, por tanto, que mi trabajo tambin incidiera en el peso que estos comerciantes tenan en estos dos mbitos. No obstante, en relacin a algunas cuestiones ha sido complicado desarrollarlas en profundidad debido a la carencia de fuentes. En general, la documentacin de los protocolos notaria-les de Cdiz es parca en datos relativos a los negocios particulares de los comer-ciantes. Ana Crespo recuerda que, en sus testamentos, los hombres de negocios hacan hincapi en la necesidad de ocultar todo tipo de documentacin relativa a sus actividades econmicas. Una voluntad que los albaceas debieron seguir ya que en los registros de protocolos de Cdiz apenas se localizan inventarios de bienes. De hecho, slo existen los inventarios del 4% de los navarros y vas-cos de la colonia. Adems, Manuel Bustos ha demostrado que en las averigua-ciones para la implantacin de la nica Contribucin, los comerciantes gadita-nos presionaron al gobierno para no declarar sus ingresos reales. Lgicamente, la carencia de este tipo de datos ha condicionado los resultados de la investiga-cin, por ejemplo, a la hora de afrontar el estudio de los niveles de las fortunas y los patrimonios.

    Por otro lado, teniendo en cuenta la escasa informacin que se tena hasta el momento sobre el grupo vascongado de Cdiz, era preciso profundi-zar en estos aspectos de inters. As pues, el objetivo ha sido conocer las ca-ractersticas de esta comunidad de comerciantes, ver el grupo en s mismo: por qu se establece, cmo se constituye, qu hace, cmo se relaciona (hacia den-tro y hacia fuera), y a partir de ah, qu funcin desempe en la transforma-cin econmica y social de la poca.

    Esta investigacin se sustenta en una documentacin muy variada, tanto desde un punto de vista cuantitativo como cualitativo: en ningn caso se ha contado con un fondo documental homogneo, sino que la informa-cin proviene de archivos dispersos, nacionales y locales. El volumen de docu-mentos que se fueron encontrando no siempre guard relacin con la relevan-cia del tema que se quera estudiar. Las mayores aportaciones documentales se

    8 Sancho de Sopranis (1962).

    9 Garmendia Arruebarrena (1978) (1979a) (1979b) (1986) (1989) (1990b).

    10 Ruiz Rivera (1976) (1979) (1983) (1984b) (1986).

    11 Ravina Martn (1983b); Milln Chivite (1988).

  • 28 Una comunidad de comerciantes: navarros y vascos en Cdiz

    han localizado en cuatro archivos. La bsqueda comenz en el Archivo Hist-rico Provincial de Cdiz, ya que en un principio me interesaba seguir el rastro de las actividades econmicas de estos comerciantes. Consult en primer lugar los protocolos notariales. En ellos se recogen datos sobre cuestiones muy dispares, entre las que destaca la documentacin sobre los riesgos martimos. Ms ade-lante estos fondos tambin me ayudaron a determinar el origen geogrfico de los hombres de comercio y a emprender la reconstruccin de sus familias.

    De cara a conocer la participacin de los comerciantes navarros y vas-cos en el comercio americano, me acerqu al Archivo General de Indias. La sec-cin de Contratacin, en la que se recogen los registros de salida de barcos con mercancas hacia Amrica, me permiti, adems de saber quienes eran los hombres de negocios ms destacados, cules eran las mercancas que exporta-ban desde Cdiz. As mismo, me interes por el papel de los navarros y vascos en el Consulado, por lo que acud a la seccin del mismo nombre dentro del Archivo General de Indias. Estos legajos me permitieron ms adelante reconstruir su c-pula directiva y conocer el papel real que tuvo la colonia en dicho organismo.

    Una vez recogida toda esta documentacin y ante la inexistencia en el Archivo sevillano de pleitos relativos a los comerciantes y sus actividades mer-cantiles, me dirig al Archivo Histrico Nacional, ya que en la seccin de Conse-jos Suprimidos se localizaban un buen nmero de pleitos concernientes al Con-sejo de Indias. Gracias a esta informacin he podido conocer los entresijos de los negocios particulares de algunos comerciantes, como los de varios miem-bros de la familia Uztriz. Tambin result de gran inters la seccin de rdenes militares de este archivo que, por un lado, facilitaba datos biogrficos de diver-sas familias y, por otro, era un testimonio del ascenso social de algunos miem-bros de la colonia. Al margen de todo esto, a raz de la lectura del estudio de Jos Garmendia sobre el comerciante alavs Toms Ruiz Apodaca, me plantee la posibilidad de abordar otras cuestiones relacionadas con los aspectos socia-les del grupo. Este historiador haba manejado documentacin de carcter epis-tolar contenida en la seccin Consulados del Archivo General del Indias. As, en otra de mis estancias en dicho archivo, estudi las actividades econmicas de este comerciante. Esto me hizo valorar la riqueza de las fuentes epistolares y me llev a localizar otras cartas pertenecientes a casas comerciales de otros miem-bros de la colonia, como Juan Vicente Marticorena o Antonio Arrechea. Ello me permiti afrontar el tema del comercio desde una perspectiva diferente, a tra-vs de las redes de contactos mercantiles y de su funcionamiento.

    Por entonces, en el Archivo Histrico Provincial de Cdiz se estaba llevando a cabo la catalogacin del Archivo de Villarreal de Purullena. Su direc-tor, Manuel Ravina, me indic que en sus fondos se inclua la correspondencia personal y comercial del navarro Miguel Iribarren. Su consulta me ha permitido ofrecer un panorama bastante completo de sus negocios, lo cual ha resultado de gran inters teniendo en cuenta que se trataba de una de las figuras ms re-presentativas del colectivo. De cara a completar algunos aspectos de la presen-cia de los navarros y vascos en la plaza gaditana se ha consultado el Archivo

  • 2Introduccin

    Histrico Municipal de Cdiz. Con la informacin recogida en las secciones de Padrones y Censos y Cartografa he podido conocer la ubicacin de los comer-ciantes en la ciudad, adems de recopilar datos de carcter fiscal procedente de los catastros municipales. Por otro lado, los expedientes de hidalgua conserva-dos en este archivo han permitido completar la informacin sobre el ascenso so-cial de algunos miembros de la colonia.

    Adems, para completar muchos de los temas tratados en la tesis doctoral, se ha consultado documentacin procedente de otros archivos: Ar-chivo Diocesano de Cdiz, Archivo Histrico Municipal de Jerez de la Frontera, Archivo Provincial de Vizcaya, Archivo del Banco de Espaa y Archivo General de Simancas. Respecto a este ltimo, a travs de un artculo de Ruiz Rivera tuve noticia de la existencia de documentos relativos a la quiebra de Juan Bautista Uztriz que se encuentra en la seccin de Secretara y Superintendencia de Ha-cienda de dicho archivo. Una documentacin que sin duda ha facilitado la ela-boracin del captulo dedicado a esta familia de comerciantes. Tambin acud al Archivo General de Navarra, con la idea de conseguir informacin sobre los co-merciantes referente al periodo anterior a su partida a tierras andaluzas. Sin em-bargo, a pesar de la riqueza de la seccin de Pleitos de este archivo, slo encon-tr al respecto duplicados de algunos documentos notariales que ya conoca.

    La investigacin se ha articulado en torno al papel que desempea-ron las relaciones (bien familiares, de amistad o de paisanaje) para la colonia, tanto en el mbito personal y social, como en el profesional. Algunas aporta-ciones historiogrficas recientes han insistido en la importancia de las redes de contacto para entender cmo se articulaban los negocios en el siglo XVIII. En esta lnea existen estudios muy novedosos en el rea de la Historia de Amrica12. Dado que hasta el momento, en el marco de la Carrera de Indias no se contaba con una aportacin que enfocara el tema desde este punto de vista, nos propu-simos estudiar bajo este prisma al colectivo de comerciantes navarros y vascos.

    La estructura del libro est organizada en tres partes. En la primera se perfilan las caractersticas de la colonia, en relacin con su emigracin a Cdiz y su posterior establecimiento e insercin en la ciudad. En la segunda, se muestra la mentalidad social y la diversificacin de los negocios. La tercera parte comple-menta las dos anteriores, ofreciendo una visin vertical del tema, ya que en ella se estudia en detalle las trayectorias de dos importantes familias de hombres de negocios: la de los Uztriz y la de los Iribarren.

    En la primera parte, y teniendo en cuenta la sucesin lgica de los acontecimientos, mi inters por el tema comienza cuando los protagonistas de-cidieron emigrar a Cdiz y establecerse all. Se ha podido comprobar que a lo

    12 Entre otros; Casaus Arzu (1996, 285-317); Garca Giraldez (1996, 317-349); Bertrand (1998, 103-133) (1999b, 35-51); Santos Prez (2000); Lhman Villena y Vila Vilar (2003).

  • 30 Una comunidad de comerciantes: navarros y vascos en Cdiz

    largo de la segunda mitad del siglo XVIII la llegada de estos jvenes a la ciu-dad, al igual que la de otros muchos forneos, estuvo determinada por los cam-bios que se produjeron en la legislacin que regulaba el comercio de Espaa con sus colonias americanas. Esto determina tambin el marco cronolgico de la in-vestigacin, que parte del momento en que esa emigracin empieza a ser re-levante. Este comportamiento migratorio se debe entender dentro de un fen-meno ms amplio. En el siglo XVIII muchos navarros y vascos salieron de sus fronteras para hacer carrera en la Administracin, la Iglesia, el Ejrcito o los ne-gocios. Algunos se establecieron en Madrid, por las oportunidades que surgan en torno a la Corte, otros emigraron a plazas americanas y muchos se asenta-ron en Cdiz. La salida de estos jvenes responda, ms que a grandes necesi-dades econmicas, a un deseo de prosperar. No hay que interpretarlo como un simple fenmeno migratorio, relacionado con la pobreza y el desarraigo, sino que este comportamiento formaba parte de una estrategia familiar que trataba de situar en mejor posicin a sus miembros. De ah la partida hacia otras plazas de importancia econmica.

    Se ha constatado que muchas de estas salidas estuvieron relaciona-das con la presencia de familiares y paisanos en la plaza de llegada, incluso en algunas ocasiones estos conocidos les indujeron a emigrar. Las corresponden-cias testifican que los inmigrantes mantenan un contacto fluido con sus luga-res de origen. Era muy habitual que por medio de estas cartas los comerciantes alentaran a desplazarse a otros jvenes conocidos. En las misivas se narraban travesas, negocios, se hablaba de cargamentos de plata, en definitiva, de un futuro alentador. Se podr ver que incluso muchas veces a los propios hombres de comercio les interesaba la llegada de estos jvenes porque significaban una mano de obra confiable para sus compaas.

    Los conocidos o contactos que residan en Cdiz podan ser parien-tes, paisanos o amigos. En muchos casos ellos ayudaron en sus comienzos a los recin inmigrados, no slo incorporndolos en sus compaas mercantiles, sino tambin recomendndolos a otros comerciantes. A esto habra que aadir el papel que jugaron las estrategias matrimoniales, as como el ingreso en corpo-raciones, como la Cofrada del Cristo de la Humildad y Paciencia, que herma-naba a todos los navarros y vascos de la ciudad. En el siglo XVIII formaron parte de esta cofrada los hombres de comercio ms representativos del colectivo. Es un corolario lgico el hecho de que los miembros de la colonia tenan en comn muchos rasgos culturales, como, por ejemplo, la lengua vasca. As mismo, se ha observado un comportamiento endogmico en el colectivo vascongado. Aun-que esto no impidi una apertura selectiva del grupo a determinados secto-res de la elite de los negocios o incluso de la nobleza.

    En la segunda parte del libro se estudian la mentalidad social y las principales actividades econmicas. Fruto de ellas son la participacin en rganos de gobierno y el ascenso social. El status, es decir; las manifestaciones externas de posicin dentro de la sociedad, tambin refleja comportamientos solidarios entre los familiares y los paisanos. Por ejemplo, en la fundacin de capellanas

  • 31Introduccin

    que los comerciantes hicieron en sus pueblos de origen y estuvieron llamados a su disfrute, tanto parientes de diversos grados de relacin como coterrneos.

    Para aquellos comerciantes que haban triunfado en los negocios la participacin en rganos de gobierno, como era el ayuntamiento de la ciu-dad, les dio la oportunidad de disfrutar, adems, del reconocimiento social. As mismo, el comit directivo del Consulado reflejaba el poder que el colectivo vas-congado disfruto en las ltimas dcadas del siglo XVIII. Estos comerciantes, al igual que otros hombres de comercio de la plaza, tras el xito en los negocios trataron de alcanzar los escalafones ms altos de la sociedad, la nobleza. Aun-que solo unos pocos obtuvieron ttulos nobiliarios, otros se contentaron con for-mar parte de rdenes militares o con el reconocimiento de hidalgua.

    Sus actividades econmicas fueron muy variadas, lo que demuestra tambin, en este caso concreto de los navarros y vascos, que los comerciantes di-versificaban sus negocios y cumplan diferentes funciones econmicas. Tambin las relaciones (de parentela y de paisanaje) tuvieron su papel en el marco profe-sional. A veces, los vnculos que se forjaron en el mbito privado posteriormente fueron tiles para los negocios. En el siglo XVIII las redes de contactos fueron imprescindibles para el comercio que se desarroll a travs de Espaa entre Eu-ropa y Amrica. Los navarros y vascos se valieron de parientes y de coterrneos para tener un sistema de apoderados asentados en las mayores plazas comercia-les. La correspondencia de Juan Vicente Marticorena me ha permitido estudiar la red de factores que tuvo el navarro durante toda su carrera comercial. Martico-rena tuvo contactos el plazas centroamericanas (como Veracruz, Nueva Guate-mala o La Habana) y en otras de Amrica del Sur (como Lima o Buenos Aires).

    En definitiva, a lo largo del libro se ha tratado de definir, de caracte-rizar un colectivo de comerciantes del que antes slo conocamos su existen-cia. Pensamos que queda demostrado que el colectivo exista como tal y que las personas que los componan se comportaban con referencia a l. La base del mismo era el origen geogrfico; pero a medida que pasaba el tiempo las rela-ciones siguieron fortalecindose en torno a la parentela y el paisanaje de modo fundamental, aunque no exclusivo.

    Tambin quedan documentados los mecanismos de las relaciones so-ciales, profesionales e institucionales de los componentes del grupo. A nuestro entender, se ha puesto de manifiesto la importancia de los comerciantes nava-rros y vascos como uno de los grupos espaoles ms relevantes de los estable-cidos en Cdiz, incluso, en algunos casos, ms que los extranjeros.

    As mismo, se puede ver cmo la importancia econmica les llev al ascenso social y al poder institucional, para acabar perfectamente integrados en el lugar de destino. Finalmente se ha establecido la trayectoria personal y fami-liar de algunos hombres de negocios que ejemplifican magnficamente el papel jugado por todos estos comerciantes.

  • 32 Una comunidad de comerciantes: navarros y vascos en Cdiz

    No quisiera finalizar estas lneas sin antes manifestar mi agradeci-miento a todas las personas e instituciones que me han ayudado a lo largo de estos aos en la investigacin y en la publicacin de esta tesis doctoral.

    En primer lugar, al Departamento de Educacin y Cultura del Go-bierno de Navarra, a la Fundacin Caja Madrid, gracias a su financiacin ha sido posible llevar a cabo esta investigacin. Al Consejo Econmico y Social de An-daluca y de manera especial a su presidente, D. Joaqun Jess Galn Prez, por el apoyo incondicional que siempre ha mostrado hacia el valor de este libro y que me ha brindado la oportunidad de publicar los resultados de mi investiga-cin. Igualmente, al Ateneo Gaditano, a su presidente y en particular a Crist-bal Garca Supervielle, quien me ha abierto las puertas de este ilustre crculo.

    Quiero dar las gracias por la ayuda que me ha prestado el personal de los archivos y bibliotecas, de manera especial, a Manuel Ravina Martn, por sus interesantes indicaciones relativas a la investigacin. A la Universidad de Nava-rra, al personal de la biblioteca, a los miembros del Departamento de Historia. A Rafael Torres y al Grupo de Investigacin de Historia Financiera (GRHIFI). De manera muy especial, a mi director de tesis, Agustn Gonzlez Enciso, por sus valiosas indicaciones y por haberme brindado de forma generosa su apoyo y su aliento durante estos aos. Tambin a todos mis compaeros y amigos de la ter-cera planta, por su ayuda y su constante aliento.

    Por ltimo quiero dedicar mi mayor agradecimiento a mis padres y hermanos, y de manera especial a mi marido Antoine, quien ha sido un gran apoyo para m en los momentos de desnimo.

    VictoriA eugeniA MArtnez del cerro gonzlez

  • caPtUlo i:

    cdiz en la segUnda mitad del siglo Xviii

  • 3Captulo I. Cdiz en la segunda mitad del siglo XVIII

    cdiz en la segunda mitad del siglo Xviii

    A lo largo de estas pginas habr oportunidad de explicar los criterios que se han utilizado para identificar a los integrantes de la colonia de comerciantes, as como el marco metodolgico en el que se integra la investigacin. As mismo, se ha realizado un estado de la cuestin sobre las aportaciones que algunos his-toriadores han realizado sobre los hombres de comercio navarros y vascos de Cdiz. Por ltimo, de cara a encuadrar la investigacin en su marco geogrfico, se ofrece un panorama general del Cdiz del siglo XVIII.

    1. Qu entendemos por grupo

    Al ser nuestro objetivo el estudio de un grupo de hombres de negocios, es con-veniente saber, aunque sea brevemente, qu se entiende por grupo en socio-loga. Este concepto ha sido definido en muchas ocasiones. Para comenzar, se encuentra la definicin ofrecida por George Homans: [] entendemos por un grupo, cierta cantidad de personas que se comunica a menudo entre s, du-rante cierto tiempo, y que son lo suficientemente pocas [sic] para que cada una de ellas pueda comunicarse con todas las dems, no en forma indirecta, a tra-vs de otras personas, sino cara a cara [...]. Para nosotros, una reunin acci-dental de conocidos casuales no es un grupo1. En esta lnea hay otras defini-ciones que tambin sealan la importancia de que exista un trato directo entre los integrantes que constituyen el grupo. El socilogo Sprott deca que [] un grupo, en el sentido psicosociolgico, es una pluralidad de personas que inte-raccionan una con otra, en un contexto dado, ms de lo que interaccionan con cualquier otra persona2.

    1 Homans (1963, 29).

    2 Sprott (1964, 7).

  • 40 Una comunidad de comerciantes: navarros y vascos en Cdiz

    Este tipo de definiciones hace referencia a grupos con un nmero li-mitado de miembros. Los socilogos los llaman grupos primarios; que estn in-tegrados por un nmero de personas que se relacionan entre s cara a cara. Por tanto, los grupos secundarios son aquellos en los que sus miembros estn rela-cionados indirectamente3. En el grupo primario es frecuente que existan unas normas de conducta que regulan la interaccin entre los individuos que lo com-ponen, ya que si cada persona acta aleatoriamente con respecto a las otras, lo ms probable es que el grupo se deshaga. La pertenencia de un individuo a un grupo determinado no excluye que pueda formar parte de otros. Estas de-finiciones inciden en la importancia del trato personal para la existencia de un grupo. Las relaciones interpersonales pueden ser de naturaleza muy diversa, de ah que puedan darse muchos tipos de grupos segn sea la afinidad entre sus miembros. Pueden formarse por criterios como la edad, el sexo, la profesin, la procedencia geogrfica, etc.

    Si se traslada a nuestro campo, el historiador debe tener presente, por un lado, la existencia de grupos en la historia y, por otro, que puede haber gru-pos que han sido delimitados a posteriori por el historiador con el objetivo de facilitar su investigacin. Este segundo tipo puede tener el peligro de condicio-nar el conocimiento de la realidad. Esto se daba con mucha frecuencia en publi-caciones clsicas sobre las clases sociales. Muchas veces la historia se ha escrito bajo categoras estancas que se han considerado como realidades absolutas y no relativas. Como si los grupos sociales predefinidos fuesen grupos reales de funcionamiento y de accin colectiva No cabe duda de que la condicin social y la diferencia de intereses son factores esenciales del juego social. Sin embargo, no suponen automticamente ni una unidad de accin, ni una vida comn, ni un funcionamiento colectivo para lo que definimos como grupo social4. En esta lnea se encuentran definiciones clsicas sobre los grupos que inciden en la existencia de una conciencia de grupo. Smith habla de grupo social como [] una unidad que consiste en un nmero plural de organismos (agentes) que tie-nen una percepcin colectiva de su unidad y que tienen el poder de actuar, de un modo unitario, hacia el ambiente5.

    Aquellos grupos delimitados por el historiador se definen general-mente cuando hay indicios de su existencia. Se establece un criterio diferencia-dor que relaciona a todos los integrantes. A partir de una investigacin porme-norizada sobre los individuos que lo integran, el investigador evala si es posible hablar de grupo. En caso afirmativo trata de establecer una serie de caracters-ticas comunes, que pueden ser, entre otras, el grado de cohesin, si existe con-ciencia de grupo y la presencia de intereses comunes. En la actualidad se estn realizando muchos trabajos en esta lnea, algunos muy interesantes relativos a

    3 Sprott (1964, 7-21).

    4 Imzcoz Benza (1996, 16-17).

    5 Smith (1945, 224-9).

  • 41Captulo I. Cdiz en la segunda mitad del siglo XVIII

    los hombres de negocios. En este contexto se inserta nuestro libro. Se trata de grupos en los que se integran personas procedentes del mismo lugar de origen, se instalan permanentemente en otra plaza y ejercen la misma profesin.

    As mismo, interesa elegir el mtodo ms apropiado para estudiar estos grupos. La prosopografa o biografa colectiva, permite acceder tanto a los individuos, con sus acciones y destinos particulares, como al grupo en su conjunto, con sus interacciones y funcionamientos especficos6. Este mtodo se est utilizando desde los aos ochenta en estudios sociales, aunque se ha em-pleado fundamentalmente para el conocimiento de las elites. Despus de que Lawrence Stone escribiera su conocido The Revival of Narrative: Reflections on a New Old History en 19797, se comenz a hablar de las limitaciones de la historia cientfica y de la vuelta al relato, en gran parte por la influencia de la sociologa8. Se trata de la vuelta a la individualizacin, a la historia de personas. El objetivo de este mtodo es conocer a travs del individuo algo que le tras-ciende, que va mucho ms all de la historia particular y de sus personajes9. La importancia del estudio del individuo se traduce en el renacimiento de la bio-grafa en sentido clsico o de la biografa social, es decir, de la prosopografa, que rene y confronta biografas individuales, interesndose por el estudio de grupos unidos por una misma vocacin o una misma praxis y que se abre a los destinos personales. El acercamiento prosopogrfico intenta, [...] ms frecuen-temente que la acentuacin del factor personal en la misma, acceder al cono-cimiento de la realidad social de una poca, trascendiendo, por tanto, lo indivi-dual, al concebirse aquel como elemento de una demostracin ms amplia10.

    Este mtodo va a ser muy til para escribir la historia social que in-teresa en la actualidad. Una historia que descarta estudios estructurados ni-camente por clases o estratos sociales y que anima a hablar en trminos de comunidades, cuerpos sociales, redes sociales o redes de vnculos per-sonales11. Segn Jean-Pierre Dedieu, en los ltimos diez aos ha tenido lugar

    6 Son mltiples las definiciones de la prosopografa, entre otras Un lment clef, commun presque toutes les dfini-tions, est lanalyse de lindividu en fonction de la totalit, dont il fait partie. Bulst (1996, 473).

    7 En esta fecha se comenz a reflexionar sobre las posibilidades de la prosopografa aunque la primera vez que se habl de este mtodo fue en 1959-60 en Jauhresberichte fr deutsche Geschichte (Vol. 11/12). Stone (1979, 3-24).

    8 La reaccin actual impondr el relato, en el que hechos y fenmenos histricos de diversa naturaleza se integran sin jerarquizacin previa en una sntesis coherente, frente al mtodo analtico, siquiera aquel difiera, en forma importante, del tradicional, abandonando la historia sus pretensiones cientficas Morales Moya (1987, 12).

    9 Las afirmaciones de Neale (1951, 193-203) son precedentes de estas ideas: Siendo los seres humanos la substan-cia de la historia, no se podr conocer algo de la naturaleza y del funcionamiento de un grupo humano sino cuando se sepa algo concerniente a los individuos que lo componen. En palabras de Herbert Lthy (1961), [] la historia eco-nmica y social lo mismo que la poltica no es annima; ms all de los acontecimientos, de los nmeros y de las cur-vas, estn los hombres que actan y soportan, y sin los que no habra movimientos en la historia. Lthy afirmaba que la primera exigencia del historiador deba ser la de un bigrafo y genealogista.

    10 Morales Moya (1987, 43-44). La definicin clsica de Lawrence Stone (1971, 46) sobre la prosopografa: Proso-pography is the investigation of the common background characteristics of a group of actors in history by means of a collective study of their lives.

    11 Segn Jos Mara Imzcoz Benza (1996, 13-22), se rechazan estas categoras porque muchas veces son engaosas, sobre todo por lo que ocultan inconscientemente cuando se trata de analizar los actores sociales y la accin social. A este

  • 42 Una comunidad de comerciantes: navarros y vascos en Cdiz

    una revolucin silenciosa en la historiografa internacional De una historia so-cial hecha, por as decirlo, al por mayor, en la que los protagonistas eran gru-pos sociales amplios e instituciones predefinidos en cuanto a sus fronteras y a sus atributos, se pas a una historia en la que los protagonistas son grupos e instituciones reducidos en su tamao, fluidos en su contenido, cuyos lmites y caractersticas se definen en el curso de la investigacin en funcin de la pro-blemtica tratada y de las observaciones empricas conseguidas12. La prosopo-grafa es idnea para hacer un anlisis relacional, que debe ser complementario a la clasificacin y no excluyente ni sustitutivo13. Los estudios ms recientes han puesto de manifiesto que no exista una oposicin o diferencia tan fuerte, como se vena diciendo, entre los grupos sociales clsicos. La historiografa de los aos ochenta y noventa ofrece investigaciones que descubren una complejidad social que rompe con las categoras anteriores. Las publicaciones han ido aban-donando las visiones demasiado estrechas de los grupos sociales de base eco-nmica, cuestionando categoras con las que se vena trabajando hasta el mo-mento. Segn Imzcoz Benza la microhistoria, la prosopografa o la biografa han ayudado a transferir el protagonismo histrico de las clases, los grupos sociales, a los actores efectivos de los procesos histricos, a los individuos y a sus motivaciones14. Michel Bertrand sostiene que la prosopografa es un medio que permite construir colecciones de personajes a partir de sus datos biogrfi-cos. Basndose en estos datos acumulados, la prosopografa se propone en un segundo trmino medir y comparar los caracteres exteriores que han permitido identificar a cada elemento del grupo estudiado. Gracias a ello, la prosopogra-fa permite dibujar lo que viene a ser el perfil y el comportamiento tipo o medio compartido por todos aquellos que configuran al grupo socioprofesional obser-vado. La utilizacin de la prosopografa supone, por lo tanto, la existencia y la identificacin de un grupo social a priori que pueda corresponder a sus exigen-cias metodolgicas15.

    Junto a las clases o sustituyndolas como puntos de referencia fun-damentales, aparecen estudios en torno a un tipo especfico de grupos, las eli-tes16. Actualmente muchas aportaciones prosopogrficas centran su objetivo en estudiar distintas elites concernientes a la Administracin, al Ejrcito, a la poltica,

    respecto, Jos Mara Imzcoz Benza (2000, 19) comentaba que en los ltimos aos se est llevando a cabo una renova-cin de las investigaciones en Historia social, poltica y cultural sobre la sociedad del Antiguo Rgimen. Se busca supe-rar los determinismos imperantes hasta los aos setenta, ahora el enfoque se dirige hacia el estudio de los hombres y las mujeres como agentes de los procesos de cambio, con una fuerza que ha hecho hablar de el retorno del sujeto.

    12 Dedieu (2000, 9). El mismo autor ha realizado una aproximacin terica a la red social. Dedieu y Moutoukias (1998, 7-66).

    13 Una reflexin sobre las ventajas del mtodo, Piqueras (1995, 53-62).

    14 Imzcoz Benza (1996, 16).

    15 Bertrand (1999b, 36-37).

    16 Este cambio de objeto de estudio se aprecia fundamentalmente en investigaciones relativas a la Edad Moderna y Contempornea, Morales Moya (1995, 73-74). Segn Jean-Pierre Dedieu (1995, 13-32) La nocin de elite es esen-cialmente relativa. Designa a los que, dentro de un colectivo cualquiera, descuelgan como expresin ms certera del factor que sirvi para definir el mismo.

  • 43Captulo I. Cdiz en la segunda mitad del siglo XVIII

    a la cultura, as como a la economa y a la sociedad. Nuestro libro se integra en los estudios sobre elites econmicas y sociales. No obstante, en algunos momen-tos, el empleo de la proposografa se ha enriquecido con la Historia comparada relativa a grupos de comerciantes establecidos en la pennsula ibrica y en algu-nas plazas americanas. As mismo, nos ha parecido oportuno completar el estu-dio con la narracin de la historia de familias de comerciantes que se han tomado como ejemplo de xito social y xito en los negocios, incluso algunos de ellos tu-vieron un papel influyente, tanto en la colonia navarra y vasca, como en el m-bito del poder poltico local. Estos ejemplos se han tomado no con el objeto de estudiar a la familia en s misma, sino que se revela como un sujeto central de la vida econmica, social y poltica, y por lo tanto, especialmente aglutinante a la hora de plantear una historia ms global17.

    2. Un grupo por definir

    Una vez que se opt por estudiar a los navarros y a los vascos como miembros de una misma colonia, el siguiente paso deba ser la elaboracin de la nmina de comerciantes18. Para ello, en primer lugar, hubo que definir el criterio de selec-cin; no se ha pretendido elaborar un elenco exhaustivo de todos los navarros y vascos que estuvieron en Cdiz en un momento dado a lo largo del siglo XVIII. Desde el principio el objetivo ha sido el estudio del grupo de hombres de ne-gocios vascongados establecidos de manera estable en la ciudad andaluza, por lo que no interesaba recoger los nombres de aquellos que estuvieron en la ciu-dad de paso o por un perodo de tiempo pequeo. Ha sido necesario el cruce de varias fuentes para la elaboracin de la nmina de comerciantes, adems se ha contado con la informacin que ofrece la matrcula del Consulado de comer-ciantes19. Se trata de una documentacin muy valiosa porque abarca un amplio perodo cronolgico y no encuentra parangn en otros registros de la poca. Sin embargo, para aprovechar esta informacin hay que tener en cuenta que esta fuente no indica la ciudad donde estaba asentado el comerciante, por tanto, poda ser de cualquiera de las que formaban parte de la Carrera de Indias: Sevilla, Cdiz, Sanlcar de Barrameda, Jerez de la Frontera o el Puerto de Santa Mara.

    Como el objetivo era la obtencin del listado de los hombres de nego-cios asentados en Cdiz, en primer lugar, se cruzaron la matrcula del Consulado y la relacin de los navarros y vascos que otorgaron un documento testamentario

    17 Imzcoz Benza (2000, 23).

    18 En la Introduccin se explican las razones que llevaron a considerar a los navarros y a los vascos como miembros de una misma colonia de comerciantes.

    19 La documentacin generada por la matrcula del Consulado no forma un cuerpo homogneo ni compacto, al con-trario, se trata de diversas listas conservadas en el Archivo General de Indias dispersas en las secciones de Consulado, Juzgado de Arribadas, Contratacin e Indiferente General. Se trata de unos listados muy diferentes entre s que a veces no ofrecen los mismos datos. Las relaciones ms completas suelen informar del nombre y los apellidos del matriculado, el lugar de nacimiento y el ao de matrcula. Julin Ruiz Rivera ha trabajado con estas listas y las ha publicado en Con-sulado de Cdiz. Matrcula de comerciantes 1730-1823.

  • 44 Una comunidad de comerciantes: navarros y vascos en Cdiz

    en Cdiz20. De esta forma, se tena garantas de que al menos permanecieron una temporada en la ciudad. Esto ha sido posible gracias al ndice de disposiciones tes-tamentarias de los vascos que se localiza en el Archivo Histrico Provincial de Cdiz. La base de esta nmina ha sido la relacin resultante de este cruce de fuentes. De este modo, se aseguraba que los integrantes de este listado eran comerciantes na-varros y vascos al por mayor que haban vivido permanentemente en Cdiz, puesto que incluso haban otorgado un testamento en la ciudad. En segundo lugar, otras fuentes han ayudado a solventar algunas carencias; por ejemplo, un informe elabo-rado en Cdiz para el Banco Nacional de San Carlos en 1789, ofreca datos acerca de las compaas ms importantes de la ciudad, clasificadas por categoras21. Aun-que sin duda, estas tres fuentes han sido claves para la elaboracin del listado, otra documentacin de naturaleza diversa ha servido para aadir nuevos individuos a la nmina. A veces se han sumado familiares (sobre todo hermanos) de hombres de negocios que ya aparecan en el listado cuando ha habido la certeza de que forma-ban compaas comerciales familiares. En momentos puntuales tambin se han in-cluido otros individuos a partir de referencias bibliogrficas.

    3. estado de la cuestin

    Todava se desconocen muchas cuestiones relativas a los grupos de hombres de negocios de origen peninsular establecidos en Cdiz. Como excepcin exis-ten algunas aportaciones de Julin Ruiz Rivera sobre las colonias de comercian-tes catalana y burgalesa y algunas alusiones en obras ms generales22. Cuando se centra la atencin en los hombres de negocios navarros y vascos, se puede apreciar que el desconocimiento es similar. Con idea de repasar las distintas aportaciones que la historiografa ha realizado sobre los vascongados de Cdiz, se han elaborado las siguientes lneas.

    La primera referencia sobre la presencia de los hombres de negocios navarros y vascos en Cdiz, en el siglo XVIII, es de Hiplito Sancho de Sopra-nis, quien realiz un estudio sobre las colonias peninsulares y extranjeras esta-blecidas en la ciudad. En los aos sesenta el historiador public varios artculos en los que estudiaba las naciones extranjeras asentadas en Cdiz en los siglos XVII y XVIII, entre las que estaba incluida la nacin vizcana23. Bajo el trmino vizcano se incluan, adems de los procedentes de esta zona, los originarios de

    20 Este documento testamentario poda ser un poder para testar, un testamento, un testamento recproco o un inven-tario de bienes.

    21 Se trata de un expediente annimo, elaborado por unos individuos que residan en Cdiz, escrito a raz de una or-den del Banco Nacional de San Carlos para que les informaran sobre los hombres de negocios y las casas comercia-les ms importantes de varias plazas de la Pennsula, entre ellas Cdiz. En el texto se establecan tres categoras segn la riqueza de las firmas. Archivo Histrico del Banco de Espaa (a partir de ahora, AHBE), Seccin Secretara, caja (de ahora en adelante, c.) 1111.

    22 Ruiz Rivera (1984a) (1990) (1993). Sobre el papel de los catalanes en la Carrera de Indias, Oliva Melgar (1976, 113-131).

    23 Sancho de Sopranis (1962, 700-733).

  • 45Captulo I. Cdiz en la segunda mitad del siglo XVIII

    Guipzcoa, lava y Navarra. En estas publicaciones, el historiador pretenda na-rrar las biografas de algunos personajes que haban destacado en el conjunto de la sociedad gaditana del momento. La mayora de ellos eran marinos y ape-nas prest atencin a los hombres de negocios. De todos es conocido que Cdiz y el Atlntico de Antonio Garca-Baquero ha sido una de las obras clave en el conocimiento del trfico mercantil de la Carrera de Indias24. Aunque esta publi-cacin describe de forma minuciosa la organizacin del comercio de Cdiz con Amrica, as mismo su autor realiza una interesante aproximacin a los hombres de negocios. Garca-Baquero indaga sobre la procedencia geogrfica de los ma-triculados en el Consulado de comercio. Sus datos sealan, por primera vez, el peso, desde un punto de vista cuantitativo, de los vascos y navarros en Cdiz.

    Manuel Ravina Martn, director del Archivo Histrico Provincial de Cdiz, escribi las primeras lneas dedicadas monograficamente a los vascos de Cdiz25. En este texto el historiador pone de manifiesto la importancia cualita-tiva del grupo de hombres de negocios de origen vasco; ello es interesante te-niendo en cuenta que las referencias anteriores haban hecho alusin unica-mente al nmero elevado de integrantes del colectivo, debido a que hasta el momento, apenas se haba valorado el papel de los hombres de negocios na-cionales en el comercio de la Carrera de Indias. En esta publicacin Ravina Mar-tn intua el inters que poda tener el estudio del grupo de comerciantes vas-congado. Deca que [...] por su antigedad en Cdiz, nmero e importancia social, sobrepasan a cualquier otra colonia nacional26. Tambin presentaba la documentacin notarial como una fuente muy apropiada para estudiar, tanto el comercio como a sus protagonistas, ya que, hasta el momento estos datos ape-nas se haban consultado. Cinco aos ms tarde, Julin Ruiz Rivera public la relacin de matriculados en el Consulado de comerciantes entre 1730 y 182327. Esta obra es muy til para el investigador porque ofrece informacin sobre los comerciantes oficiales de la Carrera de Indias, aunque para su utilizacin hay que tener en cuenta que estaban incluidos en la nmina, sin distincin, los hom-bres de comercio asentados en Sevilla, Cdiz, Jerez, Sanlcar de Barrameda y El Puerto de Santa Mara. El autor, adems de presentar estos datos, ha utilizado la informacin para obtener unas primeras conclusiones sobre la procedencia geo-grfica de los matriculados. Sus resultados, entre otras cosas, ponan de mani-fiesto la importancia cuantitativa de los vascos y navarros en la Carrera de In-dias, ya que era el grupo ms numeroso detrs de los andaluces.

    Si en 1983 Manuel Ravina Martn fue el primero en hacer referencia al grupo de hombres de negocios vascos, seis aos ms tarde, Jos Luis Milln Chi-vite por primera vez prest atencin a la colonia navarra. Present al Congreso

    24 Garca-Baquero (1976).

    25 Ravina Martn (1983, 593-607).

    26 Ravina Martn (1983, 593-607).

    27 Ruiz Rivera (1988). Anteriormente se ha podido comentar las carctersticas de esta fuente.

  • 46 Una comunidad de comerciantes: navarros y vascos en Cdiz

    de Historia de Navarra una comunicacin sobre los hombres de negocios nava-rros de Cdiz entre 1740-182028. El grueso del texto ofreca un listado de nom-bres de comerciantes navarros, pero no distingua entre los que comerciaban desde Cdiz o desde alguna de las otras ciudades que tenan derecho a partici-par en la Carrera de Indias29. Un poco ms tarde, en la misma lnea, se publica-ron otras investigaciones similares. En 1993, Ruiz Rivera present una comuni-cacin al Congreso de Historia de Navarra sobre los navarros en el Consulado de Cdiz30. As mismo, Antonio Garca-Baquero aport algunos datos sobre los comerciantes al por mayor de Cdiz. Ofreca una relacin de los hombres de co-mercio matriculados en el Consulado, entre los que se encontraban los vascos y navarros31. Adems, hay una serie de estudios generales que ofrecen informa-cin sobre la poblacin de Cdiz a lo largo del setecientos. En la mayora de los casos son aportaciones que tratan de caracterizar la estructura social de Cdiz, prestando atencin, entre otras cosas, al origen geogrfico de sus integrantes, adems de dar una visin socio-profesional de la poblacin. En esta lnea se en-cuentran algunas investigaciones del profesor Manuel Bustos Rodrguez32.

    Adems de estas publicaciones, hay que tener en cuenta que cual-quier aportacin que se ha realizado sobre el tema o relativa al comercio de Cdiz con Amrica, en un momento dado, puede hacer referencia a los hom-bres de negocios navarros o vascos. As la tesis de Mara Jess Arazola Cor-vera sobre el comercio de Cdiz con el Ro de la Plata hablaba de la importan-cia cuantitativa y cualitativa de los navarros y vascos en este comercio33. Jos Garmendia Arruebarrena ha escrito diversas publicaciones sobre los vascos de Cdiz34. Sus aportaciones han sido fundamentalmente biogrficas, de persona-jes de los mbitos de la poltica y del Ejrcito35. Tambin se ha interesado por el estudio de la Cofrada del Cristo de la Humildad y Paciencia. Se trataba de una hermandad fundada en el siglo XVII por un grupo de guipuzcoanos que durante el seiscientos y la centuria siguiente se convirti en el lugar de encuentro de los navarros y vascos de Cdiz36.

    En 1990, Jos Garmendia Arruebarrena public un estudio mono-grfico sobre Toms Ruiz de Apodaca, un comerciante alavs que se estableci

    28 Milln Chivite (1988, 397-409).

    29 Eran Sevilla, Cdiz, Jerez de la Frontera, Sanlcar de Barrameda y El Puerto de Santa Mara.

    30 Ruiz Rivera (1993, 49-75).

    31 Garca-Baquero (1991, 66-100).

    32 Bustos Rodrguez (1990, 54) (1995).

    33 Arazola (1998).

    34 Garmendia Arruebarrena (1986) (1990b).

    35 Garmendia Arruebarrena (1986) (1989).

    36 Garmendia Arruebarrena (1978) (1979).

  • 47Captulo I. Cdiz en la segunda mitad del siglo XVIII

    en la ciudad de Cdiz a comienzos del setecientos37. El autor centr su atencin en reconstruir la biografa del personaje y dej en un segundo plano el estudio de sus negocios. Debemos resaltar de forma especial las aportaciones de Julin Ruiz Rivera, unas publicaciones de sumo inters que han ofrecido las primeras pautas sobre los negocios de los Uztriz38. Por ltimo, recordamos nuestras pu-blicaciones relativas a los hombres de negocios navarros y vascos de Cdiz en la segunda mitad del siglo XVIII39.

    4. cdiz y su comercio

    La ciudad de Cdiz a lo largo de sus tres mil aos de historia ha vivido situa-ciones muy distintas, sin embargo, todas ellas han tenido como denominador comn la importancia de su trfico comercial. Adems, durante siglos su ubica-cin geogrfica le ha facilitado el contacto con diversos pueblos y, por tanto, un continuo enriquecimiento cultural.

    En los umbrales de la Edad Moderna, a mediados del siglo XV, se es-tableci en la ciudad una comunidad de genoveses que tom a Cdiz como el centro de operaciones de sus negocios comerciales con Flandes e Inglate-rra. Desde all exportaron productos locales como sal, atn, vinos, trigo, lana y cuero. As mismo, importaron paos y tejidos. Adems de estos negocios de exportacin e importacin, hay constancia de que llevaron a cabo actividades bancarias y financieras relacionadas con el comercio internacional40. En 1493, Cdiz consigui el monopolio del comercio con el norte de frica. Desde enton-ces, el puerto gaditano realiz frecuentes negocios con el continente vecino e import algunos productos como la cera y las pieles para la elaboracin de velas y productos de piel.

    Tras el descubrimiento de Amrica, Cdiz ocup un discreto segundo lugar detrs de la vecina Sevilla que, desde el comienzo, fue elegida como puerto oficial en el comercio con los territorios americanos. La ubicacin de la capital hispalense fue uno de los motivos que le llev a conseguir dicho privile-gio. La ciudad estaba situada a muchos kilmetros de la costa; adems, estaba protegida por una muralla, lo que garantizaba su defensa ante posibles ataques por el mar.

    A pesar de que Sevilla era el puerto oficial del comercio con Am-rica, a lo largo de la Edad Moderna, la ciudad de Cdiz fue adquiriendo prota-gonismo en la Carrera de Indias. Aunque en un principio la ubicacin de Sevilla

    37 Garmendia Arruebarrena (1990a).

    38 Ruiz Rivera (1976, 184 y ss.) (1979, 209-250) (1983, 12-17) (1984b, 147-179) (1986, 55-75).

    39 Martnez del Cerro (1999) (2000) (2001) (2002a) (2002b) (2002c).

    40 Lomas Salmonte y Snchez Saus (1991, 263-287).

  • 48 Una comunidad de comerciantes: navarros y vascos en Cdiz

    fue apropiada desde el punto de vista defensivo, despus se pudo ver que tena inconvenientes desde el punto de vista comercial. El Guadalquivir era el nico acceso fluvial que tena la ciudad, no obstante, desde el siglo XVII en ocasiones era difcil su navegacin debido a la existencia de una barra de arena a la altura de Sanlcar de Barrameda. Por ello, en el siglo XVII muchos navos se cargaban en la baha de Cdiz. Con la Real Cdula del 23 de septiembre de 1679 se realz el primer reconocimiento oficial de la necesidad de incluir al puerto gaditano en la Carrera de Indias, por la cual, se hizo saber que a partir de entonces las flotas se cargaran y descargaran en la baha de Cdiz. Este acontecimiento convirti de facto a la ciudad gaditana en la cabecera de la Carrera de Indias, aunque Se-villa sigui conservando los organismos administrativos. Sin embargo, esta so-lucin fue temporal, ya que en 1717 se trasladaron a Cdiz los organos rectores de la actividad mercantil41.

    Con la llegada al trono de la monarqua borbnica a comienzos del siglo XVIII y, a lo largo del mismo, se llevaron a cabo una serie de reformas en materia econmica, entre las cuales destacaron las medidas concernientes a las relaciones comerciales de Espaa con sus dominios americanos. Como teln de fondo hubo una poltica mercantilista y un intento de regular las relaciones mer-cantiles con Amrica. Los Borbones no rompieron con la poltica monopoliza-dora heredada de los Austrias. A este respecto, el nico cambio que hubo fue el paso del monopolio mercantil de Sevilla a Cdiz42. La historiografa ha ofre-cido distintos puntos de vista sobre la causa o causas del traslado definitivo de la Casa de la Contratacin a la ciudad de Cdiz en 1717. Se ha apuntado la po-sible influencia de los hombres de negocios gaditanos en la capital hispalense, as como la postura por parte de la monarqua de recompensar a los comercian-tes gaditanos por diversos donativos concedidos a la Corona; igualmente, la im-portancia de los hombres de negocios extranjeros afincados en Cdiz y su inte-rs por el traslado de la Casa de la Contratacin a Cdiz, sin olvidar que tambin tuvo su peso la limitacin fsica que ofreca al comercio la barra de Sanlcar43.

    Por tanto, desde 1717, Cdiz se convirti en el centro oficial del co-mercio de Espaa con sus posesiones americanas. Este hecho tuvo unas reper-cusiones muy significativas para la ciudad, ya que experiment una importante transformacin a lo largo del setecientos. Su poblacin sufri un crecimiento es-pectacular debido a que el monopolio comercial actu de elemento de atrac-cin de inmigrantes que buscaban nuevas oportunidades. A mediados del siglo XVII la poblacin no llegaba a 22.000 habitantes. El Vecindario de Campo Flo-rido-Uztriz de 1712/1717/1724 ofrece una estimacin de 35.000 personas. Por medio del Catastro de Ensenada de 1753 se calcula entre 50.000 y 55.000 individuos. El Censo del conde de Aranda de 1768 asciende la cifra a 64.839

    41 Antonia Heredia Herrera (1989) ha estudiado los hombres de comercio establecidos en Sevilla a lo largo del siglo XVIII.

    42 Garca-Baquero (1976, 87-132).

    43 Respectivamente: Garca-Baquero (1976, 106-7) (1991, 40); Collado Villalta (1981, 51-73) (1983, 603-615); Na-varro Garca (1976, 42-43).

  • 4Captulo I. Cdiz en la segunda mitad del siglo XVIII

    habitantes. El Censo de Floridablanca de 1787 recoge los datos del padrn de 1786 y se calcula una poblacin de 71.499 habitantes. Si se toman como cier-tos estos datos, en Espaa la poblacin de Cdiz tan slo era superada por la de Madrid, Barcelona y Sevilla, e igualada por la valenciana. A mediados de los noventa, Cdiz alcanz su cota ms alta de crecimiento, que se calcula en unos 75.000 habitantes. Parece ser que esta tendencia se interrumpi entre finales del siglo XVIII y comienzos del XIX. El padrn general de 1801 estima la cifra en 54.899 habitantes, 16.600 menos que en 178744. Unas cifras que los historia-dores explican con la guerra contra Inglaterra de 1796, la firma del tratado de San Ildefonso que Espaa efectu con la Repblica Francesa y la devastadora fiebre amarilla que se inici en 180045. Durante el siglo XVIII tambin hubo un importante desarrollo urbanstico, de manera que a finales del setecientos prc-ticamente no haba en la ciudad ningn terreno sin urbanizar46. A finales de la centuria surgieron nuevos barrios como el de la Via o el de San Carlos47.

    Las operaciones mercantiles que se realizaron en Cdiz a lo largo del siglo XVII fueron progresivamente en aumento; prueba de ello es el volumen de escrituras notariales otorgadas en las notaras de la ciudad48. La economa ga-ditana, al contrario de la del resto del pas que era agraria, se sostena en el co-mercio. Esta particularidad la asemejaba a otras plazas europeas como Lisboa, Burdeos o Bristol49. En cuanto a los intercambios mercantiles entre Cdiz y Am-rica, las cifras del comercio lcito revelan que hubo una tendencia de crecimiento continuado hasta la dcada de los noventa. Dicho aumento fue lento entre la primera dcada del siglo XVIII y finales de los cuarenta (1747); desde entonces en adelante, fue ms rpido. Aunque los decretos de Libre Comercio de 1765 y 1778 rompieron el monopolio que disfrutaba Cdiz, no afectaron al volumen de su trfico comercial. De hecho, entre 1778 y 1788, las exportaciones de Cdiz aumentaron un 400%, lo que signific un 72% de todas las exportaciones le-gales efectuadas desde la Pennsula a sus colonias americanas. El nmero de

    44 Manuel Bustos Rodrguez (1990, 32) ofrece unas cifras diferentes de la poblacin de Cdiz. Segn sus datos, () la poblacin, que en 1700 estaba situada en torno a los 41.000 habitantes, sobrepasa los 50.000 en los aos centrales de la centuria. En 1786, cuando se realiza el Censo de Floridablanca, la ciudad ha alcanzado los 71.500 (unos 74.500 si le aadimos los militares y personal de los buques) [] En noviembre de 1800, la poblacin, diezmada por la epidemia de fiebre amarilla, descendi hasta los 50.112 habitantes; hacia marzo del ao siguiente haba logrado recuperarse le-vemente, debido entre otras causas al retorno de los que haban emigrado en los meses anteriores, pudiendo alcanzar por entonces cerca de 58.000 habitantes [].

    45 Prlogo de Juan Torrejn Chaves en la publicacin de la tesis doctoral de Lario de Oate (2000, 3). A este respecto, Julio Prez Serrano (1992, 63) entiende que Cdiz bas su desarrollo a lo largo de los siglos XVII y XVIII en el aporte masivo de recursos humanos procedentes no slo de su entorno inmediato, sino de los ms variados lugares de Europa y del mundo. De ah que el cambio de tendencia en la coyuntura econmica perceptible a finales del XVIII, vinculado a la crisis del comercio americano, conllev la fuerte cada en principio y el posterior estancamiento del nmero de habi-tantes: el sentido y, sobre todo, las dimensiones del flujo migratorio haban sufrido una importante mutacin.

    46 Sobre el desarrollo urbanstico de Cdiz en el siglo XVIII, Ruiz Nieto-Guerrero (1985, 131-141); Jimnez Mata y Ruiz Nieto-Guerrero (1985-1986, 145-62).

    47 Ruiz Nieto-Guerrero (1994).

    48 Bustos Rodrguez (1990, 54).

    49 Fernndez Prez (1997, 29).

  • 50 Una comunidad de comerciantes: navarros y vascos en Cdiz

    barcos pas de 793 en 1681-1709 a 2.365 en 1748-177850. Los conflictos bli-cos de finales del siglo XVIII y las derrotas que los britnicos causaron a la Real Armada en San Vicente (1797), Finisterre (1805) y Trafalgar (1805), llevaron a una disminucin del poder naval espaol. Adems, la posterior guerra con los franceses por las invasiones napolenicas y la independencia de Hispanoam-rica, afectaron el papel de Cdiz en el panorama internacional, llevndole a una grave crisis, con la paulatina prdida del imperio colonial.

    El comercio con Amrica estaba organizado mediante el sistema de flotas y galeones. Tena sus bases en ordenanzas del siglo XVI. Su origen estaba en la necesidad de proteger a los navos espaoles del ataque de barcos corsa-rios. En teora, cada ao deban salir dos flotas desde Cdiz, una para Nueva Es-paa y otra rumbo a Tierra Firme. La primera estaba integrada por los navos cuyo destino era Veracruz, Honduras y las Antillas. La segunda la formaban los barcos que iban al istmo de Panam, Cartagena, Santa Marta y otros puertos de la costa septentrional de Amrica del Sur. Para volver a la Pennsula se re-unan en Cuba ambas flotas y hacan juntos el viaje de regreso. No obstante, en la prctica, estas flotas no salieron todos los aos; de hecho, entre 1680 y 1716, las flotas de Nueva Espaa zarparon, cada dos aos, aproximadamente y los ga-leones cada cinco rumbo a Tierra Firme. En 1739, la Corona decidi suprimir el sistema de flotas y galeones por el de registros sueltos, para ofrecer mayor segu-ridad a los barcos debido a la guerra que sostena Espaa contra Inglaterra. Esta solucin temporal vino a demostrar, por una parte, los inconvenientes del sis-tema de flotas y galeones y, por otra, las ventajas de los navos sueltos. De este modo, durante este perodo, los mercados americanos se abastecieron mejor y llegaron a aumentar el volumen total de las transacciones mercantiles, al tiempo que disminuy el riesgo de los navieros. A pesar de todo, como se trataba de una medida temporal, en 1754 se volvi a establecer el sistema de flotas para Nueva Espaa, quedando los registros sueltos para las rutas a Tierra Firme. De esta forma, el sistema de flotas fue relegndose a un segundo plano, correspon-dindole el 1332% del tonelaje total de la mercanca enviada a Amrica51.

    A travs del Decreto del 16 de octubre de 1765, el monopolio mer-cantil que disfrutaba Cdiz se ampli a nueve puertos de la Pennsula. Se au-toriz el comercio directo con las islas de Cuba, Santo Domingo, Puerto Rico, Margarita y Trinidad, a los puertos de Cdiz, Santander, Gijn, La Corua, Se-villa, Mlaga, Cartagena, Alicante y Barcelona. Entre 1765 y 1778 esta me-dida se ampli a los puertos americanos de Luisiana (1768), Campeche (1770), yucatn y Santa Marta; y a los espaoles de Los Alfaques y Almera52. El pro-ceso de apertura del monopolio culmin en 1778, con la promulgacin del De-creto del 12 de octubre por el que se hizo extensiva la libertad de comercio a

    50 Bustos Rodrguez (1990, 75).

    51 Garca-Baquero (1972, 51-52).

    52 Ravina Martn (1997, 278).

  • 51Captulo I. Cdiz en la segunda mitad del siglo XVIII

    la totalidad de los dominios ultramarinos, con la excepcin de Nueva Espaa y Venezuela, a los que se les concedi en 178953. A partir de entonces, el comer-cio adquiri mayor fluidez porque se liber de muchas cargas fiscales y trabas legales, aumentando tanto el nmero de expediciones como el volumen de las mercancas. La excelente situacin del puerto gaditano, as como la experien-cia y preparacin de sus comerciantes, fue de gran ayuda para enfrentarse a la competencia de otros puertos peninsulares. Entre 1778 y 1796 Cdiz conoci la etapa de mayor esplendor de su comercio.

    En Cdiz se realizaba un comercio de importacin, exportacin y re-exportacin. Hay que tener presente la importacin y exportacin de produc-tos entre el puerto de Cdiz y las colonias americanas. Sin embargo, mucha de la mercanca procedente del Nuevo Mundo se reexportaba a Europa, as como productos europeos que, a travs de Cdiz, llegaban a los mercados america-nos. De Amrica se importaban fundamentalmente metales preciosos y algunos productos de la tierra (como la grana, el ail y los palos de Campeche); tambin, importantes cantidades de tabaco, cacao, azcar, plantas medicinales, cobre y estao. En cuanto a las exportaciones espaolas, destacaban los productos agr-colas bsicamente andaluces (aunque tambin catalanes), sobre todo el vino, el vinagre, el aguardiente, adems de aceite, pimienta, canela, aceitunas, pasas, almendras o harina54. No obstante, las manufacturas tuvieron el peso ms signi-ficativo en la exportacin, tales como los productos textiles, el hierro y el papel de origen vasco y cataln, aunque mucha de esta mercanca proceda de Fran-cia, Inglaterra, Holanda, Flandes, los Estados alemanes e italianos y Dinamarca.

    A lo largo del siglo hubo muchas crticas a la presencia de manufactu-ras extranjeras en el puerto gaditano que tena como destino el mercado ame-ricano. Para evitarlo, en distintas ocasiones la Corona promulg algunas leyes; a pesar de ello, la realidad fue que siguieron presentes en el mercado porque eran de mayor calidad que las nacionales y tenan un precio menor55. A decir verdad, se trataba de un comercio entre Amrica y Europa, en el que Cdiz ju-gaba un papel intermedio por ser el enclave geogrfico por donde deban pasar forzosamente las mercancas. El monopolio comercial fue una medida mercan-tilista ms, y no dudamos que tuvo como efecto secundario el fomento del con-trabando. As, las medias de seda francesa terminaban en los mercados ame-ricanos, porque previamente haban recibido la estampilla de los fabricantes

    53 En cuanto a los puertos espaoles, se hace extensible el permiso a Santa Cruz de Tenerife y Palma de Mallorca. Al-gunas plazas portuarias espaolas de importancia quedaron fuera del sistema. San Sebastin recibi la habilitacin en 1788, aunque ya haba tenido un rgimen especial con la Compaa de Caracas. Bilbao nunca la consigui. A Vigo, que haba tenido permiso para comerciar con las islas de Barlovento en 1773, se le ampli el permiso a todos los puertos americanos en 1783. Entre 1791 y 1794, Valencia recibi la habilitacin; primero, con productos espaoles y despus, con extranjeros. Enciso Recio; Gonzlez Enciso; Egido; Barrio; Torres (1991, 266-271).

    54 Martnez-Shaw (1973, 201-211).

    55 En 1775 se prohibi la importacin a Espaa de artculos de ferrera extranjera, para favorecer el desarrollo de la in-dustria vasca. En 1778, se prohibi la entrada de artculos de tela de pequeo tamao como guantes, gorros y medias, con intencin de fomentar la industria nacional de los productos que empleaba la mujer. Tambin se prohibi en 1788, la importacin de tejidos de lino, lana y algodn. Sobre los productos de importacin y exportacin, consultar el mapa 4 que presenta Herr (1964, 107-121).

  • 52 Una comunidad de comerciantes: navarros y vascos en Cdiz

    espaoles. No obstante, respecto al siglo XVII, la participacin espaola en las exportaciones a Indias aument a lo largo de la centuria, sobre todo en produc-tos agrcolas y en menor medida, en manufacturas que se limitaron prctica-mente a hierro, cera, papel y textiles (algodn y lana).

    4.1. grupos forneos asentados en cdiz

    La economa gaditana del siglo XVIII dependi en gran medida del comercio. Incluso su desarrollo demogrfico estuvo sujeto a los cambios en materia co-mercial. Qu duda cabe que el monopolio del que disfrut Cdiz en la mayor parte del siglo XVIII fue la causa primordial del crecimiento de su poblacin, de-bido a la inmigracin nacional y extranjera. As mismo, el Decreto de Libre Co-mercio de 1778 tuvo repercusiones en la poblacin gaditana, ya que disminuy considerablemente el nmero de inmigrantes.

    Lleg a la ciudad un importante nmero de inmigrantes proceden-tes de territorios peninsulares, americanos y del resto de Europa56. Los foraste-ros podan establecerse en la ciudad de manera temporal o definitiva. Muchas veces los inmigrantes extranjeros residan unos aos en la plaza para culminar la etapa de aprendizaje en alguna casa de negocios; despus de algunos aos vol-van a sus lugares de origen. En otras ocasiones, se trasladaban temporalmente para llevar a cabo un determinado negocio; una vez finalizado, regresaban a sus compaas originarias. Otras veces, sin embargo, los inmigrantes se inte-graron en la actividad comercial y terminaron establecindose de forma perma-nente en la ciudad. En el siglo XVIII, la plaza gaditana ofreca oportunidades en el mbito del comercio americano, as como tambin a una serie de individuos que ejercan actividades vinculadas a lo mercantil, como los seguros martimos o la financiacin. Adems, atraa a personas que se dedicaban a otras activida-des complementarias y necesarias, teniendo en cuenta que se trataba de una ciudad muy activa, en la que se demandaba el abastecimiento, la venta de ali-mentos, las bebidas, las manufacturas para el consumo y servicios destinados a una clase media, definida por sus recursos econmicos, como libreras, teatros, modistos o peluqueros.

    Algunos estudios sobre Cdiz en el siglo XVIII sealan que la comuni-dad mercantil gaditana corresponda al 7% de la poblacin de la ciudad en 1713, al 12% en 1773 y al 5% en el ao 178657. Hay que tener en cuenta que un poco ms de la mitad de estos hombres de negocios eran espaoles. En cuanto al peso

    56 Respecto a la presencia en Cdiz de un nutrido grupo de gentes y de culturas, son interesantes las palabras del conde de Maule que fue un espectador de primera fila: La concurrencia en este puerto [de Cdiz] de millares de buques anualmente, as nacionales como extranjeros, le ha adquirido el renombre de Emporio. El mismo Maule introduce una nota al pie sobre esta afirmacin: Los semblantes de los gaditanos se diferencian mucho unos de otros, lo que pro-viene sin duda de la mezcla de todas las naciones. En la China, al contrario, como no tienen trato extranjero se observa en toda la Nacin cierto aire de familia. Ravina Martn (1997, 257).

    57 Bustos Rodrguez (1990, 54-5). Existen bastantes aportaciones sobre los catalanes. Entre otras, Martnez-Shaw (1978b, 347-356).

  • 53Captulo I. Cdiz en la segunda mitad del siglo XVIII

    de los extranjeros en la plaza, hay referencias de que su proporcin fue variando a lo largo del siglo. Los datos sealan que en 1713 el 75% de los comerciantes eran extranjeros; sin embargo, esta proporcin se haba reducido considerable-mente en 1773 hasta llegar al 44% de la comunidad mercantil58.

    4.1.1. Nacionales y extranjeros

    En cuanto a la presencia en Cdiz de comerciantes originarios de la Pennsula, hay que sealar que el grupo ms numeroso era el vasco, seguido con diferen-cia de los cntabros, los navarros y los castellanos. A continuacin se encontra-ban los que haban nacido en el resto de las regiones del pas59. Existen referen-cias de que desde el siglo XVI la colonia vasca era el contingente ms numeroso (no andaluz)60. Paralelamente, en Sevilla hay constancia de su presencia desde la Baja Edad Media. A finales del siglo XV y principios del XVI haba en la ciudad una colonia relativamente importante de marineros vascos vinculados a la ac-tividad comercial del puerto hispalense. Hay referencias de que sus integrantes disfrutaron de exenciones y privilegios, concedidos por Fernando IV y Alfonso IX a las localidades de Bermeo, Bilbao, San Sebastin y Guetaria61. Tras el des-cubrimiento de Amrica, los vascos se incorporaron a la empresa americana. Pa-rece ser que a finales del siglo XVI, el 50% de los marineros que formaron parte de la Carrera de Indias eran vascos62.

    La presencia de comerciantes extranjeros en Cdiz se remonta a mediados del siglo XV, momento en que comenz el desarrollo comercial de la ciudad. Los extranjeros se interesaron por los intercambios comerciales que se podan llevar a cabo desde la plaza con las costas africanas y con Canarias. Los primeros en establecerse en la ciudad fueron los genoveses; quienes estu-vieron afincados en Sevilla aproximadamente desde mediados del si