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A18 l El Comercio domingo 26 de abril del 2015 Josef Mengele Oficial de las SS en Auschwitz Murió en Brasil Argentina, Paraguay, Brasil. Adolf Eichmann Teniente coronel de las SS Argentina. Allí fue secuestrado por agentes del Mossad. Enjuiciado y ejecutado en Israel Eduardo Roschmann Capitán de la Schutzstaffel y comandan- te del gueto de Riga Argentina y Paraguay. Murió en Paraguay Walter Rauff Coronel SS Ecuador, Argentina, Chile. Murió en Chile Aribert Heim Médico del campo de concentración de Mauthausen-Gusen Uruguay, Chile, Argentina, Paraguay. Murió presuntamente en Egipto Erich Priebke Oficial SS Argentina. En 1995 fue extraditado a Italia. Murió en Italia Franz Stangl Oficial SS En 1967 fue extraditado a Alemania. Murió en una cárcel de Alemania Gustav Wagner Suboficial SS en el campo de concentración de Sobibor Brasil. Murió en Brasil Klaus Barbie Oficial SS y de la Gestapo Fue deportado a Francia en 1983. Murió preso en Francia 6 7 2 8 1 1 6 7 9 8 2 3 4 5 5 3 9 4 Alemania Italia Suiza Brasil Perú Países donde se refugiaron Brasil. Argentina, el Perú y Bolivia. MIRAFLORES, CIRCA 1935. Inocente alumnado de la Deutsche Schule, colegio alemán, bajo bicolor nacional y esvástica del partido que gobernaba Alemania. Tras la guerra, algunos nazis llegaron al Perú. “Aquí se entra por la puerta y se sale por la chimenea”, decía Jo- sef Mengele cuando se sentía en confianza con otros jerarcas na- zis del infernal campo de con- centración de Auschwitz. Ofi- cial alemán de la Schutzstaffel y médico, es todavía uno de los símbolos de la barbarie de la II Guerra Mundial y el Holocaus- to judío. Su apodo, ‘El Ángel de la Muerte’, se lo ganó cuando se supo de los experimentos que realizaba con humanos –vivos, de preferencia– para hallar pa- trones genéticos, por ejemplo, en gemelos y personas con en- fermedades hereditarias. Hace 70 años exactos, lue- go del anuncio de la supues- ta muerte de Adolfo Hitler y el consecutivo fin de la guerra, Mengele se escabulló en varios puntos de Alemania. Tiempo después, en junio de 1949, des- cendió de un barco que lo había trasladado de Italia a Argen- tina con el nombre de Helmut Gregor y un pasaporte que lo identificaba falsamente como miembro de la Cruz Roja. Vivió cómodo en ese país durante casi diez años. A comienzos de 1960 RICARDO LEÓN @erreleon escapó y terminó en Brasil, don- de falleció en 1979 ahogado en el mar y con otro nombre: Wol- fgang Gerhard. El médico ‘gore’ que diseñaba bocetos del hom- bre perfecto murió hipertenso y con una vulgar infección al oído en una playa del Tercer Mundo. Porque Sudamérica fue, para él y otros cientos de mandos nazis, el refugio ideal. Parafraseando al sádico Mengele, aquí ellos entraban de una manera im- postada, pero salían por causas naturales. O capturados por sus cazadores. NIDO DE RATAS En el libro “América nazi”, del argentino Jorge Camarasa y el chileno Carlos Basso, se ex- plica por qué Sudamérica fue “una fantasía recurrente en el imaginario político y militar del nazismo”. Los nazis prime- ro llegaban en calidad de pró- fugos, pero en poco tiempo se introducían en los círculos em- presariales y políticos. Abrían compañías, asesoraban auto- ridades, hacían vida social. Se sabían protegidos. “Hombres que habían sido comandantes de campos de exterminio, ideó- logos, administradores de la muerte, técnicos, burócratas, oficiales y científicos, iban a encontrar en el continente una Mundo Hace 70 años, entre abril y mayo de 1945, la II Guerra Mundial llegaba a su fin y provocaba la estampida de miles de nazis en Alemania. Muchos acabaron en Sudamérica –el Perú incluido–, un destino que les daba la suficiente tranquilidad como para escapar de la justicia. Sin embargo, no todos se libraron de ella. La Ruta de las Ratas Cuando los temibles nazis fugaron a Latinoamérica Sudamérica, el escondite perfecto

Nazis en Latinoamerica

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Page 1: Nazis en Latinoamerica

A18 l —El Comercio —domingo 26 de abril del 2015

Josef MengeleOficial de las SS en Auschwitz

Murió en BrasilArgentina, Paraguay, Brasil.

Adolf EichmannTeniente coronel de las SS Argentina. Allí fue secuestrado por agentes del Mossad.Enjuiciado y ejecutado en Israel

Eduardo RoschmannCapitán de la Schutzstaffel y comandan-te del gueto de Riga

Argentina y Paraguay.Murió en Paraguay

Walter RauffCoronel SS

Ecuador, Argentina, Chile.Murió en Chile

Aribert HeimMédico del campo de concentración de Mauthausen-Gusen

Uruguay, Chile, Argentina, Paraguay.

Murió presuntamente en Egipto

Erich PriebkeOficial SS

Argentina. En 1995 fue extraditado a Italia.Murió en Italia

Franz StanglOficial SS

En 1967 fue extraditado a Alemania. Murió en una cárcel de Alemania

Gustav WagnerSuboficial SS en el campo de concentración de Sobibor

Brasil. Murió en Brasil

Klaus BarbieOficial SS y de la Gestapo

Fue deportado a Francia en 1983. Murió preso en Francia

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Alemania

Italia

Suiza

BrasilPerú

Países dondese refugiaron

Brasil.

Argentina, el Perú y Bolivia.

Miraflores, circa 1935. Inocente alumnado de la Deutsche Schule, colegio alemán, bajo bicolor nacional y esvástica del partido que gobernaba Alemania. Tras la guerra, algunos nazis llegaron al Perú.

“Aquí se entra por la puerta y se sale por la chimenea”, decía Jo-sef Mengele cuando se sentía en confianza con otros jerarcas na-zis del infernal campo de con-centración de Auschwitz. Ofi-cial alemán de la Schutzstaffel y médico, es todavía uno de los símbolos de la barbarie de la II Guerra Mundial y el Holocaus-to judío. Su apodo, ‘El Ángel de la Muerte’, se lo ganó cuando se supo de los experimentos que realizaba con humanos –vivos, de preferencia– para hallar pa-trones genéticos, por ejemplo, en gemelos y personas con en-fermedades hereditarias.

Hace 70 años exactos, lue-go del anuncio de la supues-ta muerte de Adolfo Hitler y el consecutivo fin de la guerra, Mengele se escabulló en varios puntos de Alemania. Tiempo después, en junio de 1949, des-cendió de un barco que lo había trasladado de Italia a Argen-tina con el nombre de Helmut Gregor y un pasaporte que lo identificaba falsamente como miembro de la Cruz Roja. Vivió cómodo en ese país durante casi diez años. A comienzos de 1960

ricardo león @erreleon

escapó y terminó en Brasil, don-de falleció en 1979 ahogado en el mar y con otro nombre: Wol-fgang Gerhard. El médico ‘gore’ que diseñaba bocetos del hom-bre perfecto murió hipertenso y con una vulgar infección al oído en una playa del Tercer Mundo. Porque Sudamérica fue, para él y otros cientos de mandos nazis, el refugio ideal. Parafraseando al sádico Mengele, aquí ellos entraban de una manera im-postada, pero salían por causas naturales. O capturados por sus cazadores.

NIDO DE RATASEn el libro “América nazi”, del argentino Jorge Camarasa y el chileno Carlos Basso, se ex-plica por qué Sudamérica fue “una fantasía recurrente en el imaginario político y militar del nazismo”. Los nazis prime-ro llegaban en calidad de pró-fugos, pero en poco tiempo se introducían en los círculos em-presariales y políticos. Abrían compañías, asesoraban auto-ridades, hacían vida social. Se sabían protegidos. “Hombres que habían sido comandantes de campos de exterminio, ideó-logos, administradores de la muerte, técnicos, burócratas, oficiales y científicos, iban a encontrar en el continente una

Mundo

Hace 70 años, entre abril y mayo de 1945, la II Guerra Mundial llegaba a su fin y provocaba la estampida de miles de nazis en Alemania. Muchos acabaron en Sudamérica –el Perú incluido–, un destino que les daba la suficiente tranquilidad como para escapar de la justicia. Sin embargo, no todos se libraron de ella.

La Ruta de las RatasCuando los temibles nazis fugaron a Latinoamérica

Sudamérica, el escondite perfecto

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El Comercio — domingo 26 de abril del 2015 — l A19

VIVIR HUYENDO. Barbie en la plaza San Martín. Vivió en Lima en los primeros años 70. Luego se marchó a Bolivia.

“Vino sin avisar, nos sorprendió. Estuvo aquí para, básicamente, decir que él no era Klaus Barbie y que estaban acusándolo de crímenes que no había cometido”, recuerda Carbajal.

Poco antes de la hora de almuerzo del martes 25 de enero de 1972, en la sala de redacción de El Comercio, el periodista Eduardo Carbajal comenzaba a organizar el cuadro de comisiones de un día sin noticias importantes, cuando recibió el aviso: lo buscaba un señor llamado Klaus Altmann, un alemán que quería hablar urgentemente con un reportero.

“Vino sin avisar, nos sorpren-dió. Estuvo media hora en la sede del Diario para, básicamente, decir que él no era Klaus Barbie y que es-

Un criminal de guerra visitó El Comercio: la noticia que dio la vuelta al mundo

ArChiVo hiStóriCo EL CoMErCio

tENEbROsO. Su continua aparición en medios puso en alerta a los cazadores de nazis, que exigieron que fuera deportado.

clacayo), en 1974 volvió a re-tomar sus contactos bolivianos durante la dictadura de Hugo Banzer. Pero en 1983, luego de una prolongada y a veces pos-tergada pelea legal binacional, el gobierno de Hernán Siles lo deportó a Francia. Fue conde-nado a cadena perpetua y mu-rió de cáncer en Lyon en 1991.

Pero algo más ocurrió en 1972, después de que fuera des-cubierto en Lima y luego de que huyera a Bolivia. En mayo de ese año, el periodista argentino Alfredo Zerra (autor de “Nazis en las sombras”) lo entrevistó en una cárcel de La Paz y le pre-guntó por qué había elegido ese país. Barbie respondió: “Soy un viejo nacionalsocialista. En 1951, cuando llegué a Bolivia, presencié un espectáculo muy reconfortante: un desfile de la Falange Socialista Boliviana. Marchaban con sus uniformes fascistas y cantaban. Verlos me hizo mucho bien…”.

¿América fue eso mismo que sintió Barbie, un destino ro-mántico para los huidizos na-zis? ¿Fue una guarida perfecta por su lejanía y por su perfecta condición de patio trasero del mundo? ¿Hubo alguna otra ra-zón por la cual tantos nazis se escondieron en sus madrigue-ras latinoamericanas cuando acabó la guerra, hace 70 años?

Cinco años después de en-trevistar a Barbie, Alfredo Zerra conversó con Simon Wiesenthal, el famoso judío cazador de nazis que en su currículo como víctima de guerra incluye haber sobrevi-vido a cinco campos de concen-tración. Zerra le preguntó por qué había tantos criminales de guerra en América Latina y no, por ejem-plo, en otros lugares remotos co-mo Etiopía y el Medio Oriente. Wiesenthal explicó una razón que, de tan simple, nunca fue to-mada en cuenta: “Jamás encon-trará un jerarca nazi en un país de mal clima”, dijo. La impunidad es un plato que se come tibio.

flejar. “Yo nada tengo que ver con Klaus Barbie”, decía a todo aquel que quería escucharlo.

Pero sí era el ‘Carnicero de Lyon’, el mismo que se ensañó con Jean Moulin hasta matarlo de dolor, el mismo que capturó y mandó a exterminar a 44 niños judíos en Francia, el mismo al que se le atribuyeron más de 4 mil asesinatos y 14 mil casos de arresto y tortura. El mismo que, en determinado momento de la posguerra, trabajó para la CIA como espía. El mismo que

Mundo tierra prometida donde poder empezar de nuevo al amparo del olvido y de la complicidad”, señala el libro. En la historia universal de la infamia, Suda-mérica ejerció el dudoso méri-to de ser la casa de retiro de los peores criminales.

Se calcula que cinco mil nazis escaparon de Alemania cuando terminó la guerra. De ellos, y aunque obviamente no hay ci-fras oficiales, el Centro Simon Wiesenthal calcula que entre 150 y 300 oficiales de rangos al-to y medio vinieron a esta parte del mundo, y la Comisión para el Esclarecimiento de las Activi-dades del Nazismo en Argentina (Ceana) fijó la cuenta en 180. To-dos hicieron el mismo recorrido, la Ruta de las Ratas [ver mapa], que comenzaba en la propia Ale-mania, desde donde huían hacia Italia y lograban acceder a sus contactos para, entre otros des-tinos, viajar a América Latina.

El infame obispo austríaco Alois Hudal, establecido en Ro-ma, ayudó a organizar la fuga de nazis de la talla y calaña de Adolf Eichmann, Gustav Wag-ner, Alois Brunner, Erich Prie-bke, Eduard Roschmann, Franz Stangl, Walter Rauff y Klaus Barbie, entre muchos otros. Él fue una de las piezas claves. La otra, según Camarasa y otro in-vestigador argentino, Uki Goñi (escribió “El Vaticano y los na-zis”), fue Juan Domingo Perón. Incluso en el libro “Bariloche nazi”, de Abel Basti –argenti-no, también–, se recoge una fra-se del ex presidente de ese país que resume esta oscura alian-za: “Mucho antes de que ter-minara la guerra, nosotros nos habíamos preparado ya para la posguerra. Alemania estaba de-rrotada, lo sabíamos […] Apro-vechar la maquinaria no se po-día porque estaba destruida. Lo único que se podía aprovechar eran los hombres […] Cuando terminó la guerra, esos alema-nes útiles nos ayudaron a levan-tar nuestras fábricas y a mejorar las que ya teníamos. Y de paso, se ayudaron ellos mismos”.

La posguerra dejó millones de muertos, también abundan-tes mitos. ¿Murió Adolfo Hitler en Berlín, como dice la historia oficial? ¿Se escondió con Eva Braun en Bariloche, como dice Abel Basti? Lo que sí es cierto es que en algunas de las lujosas ca-sas de este pueblo de montaña se celebra clandestinamente, cada 20 de abril, el cumpleaños de Hitler como debe ser, con el brazo derecho erguido y la me-moria torcida.

CARNICERO SUELTO EN LIMAEl 20 de enero de 1972, un té-lex llegó desde París a la oficina en Lima de la agencia France-Presse. “MR ALBERT BRUN: KLAUS BARBIE EL CARNI-CERO DE LYON ESTARÍA EN LIMA. ENCUÉNTRELO E IN-FORME. GRACIAS. JEFE DE REDACCIÓN”. La orden llegó sin comas, sin mayores expli-caciones y sin una dirección. Un par de llamadas después, el periodista tenía un primer des-tino como seña: Santa Clara, un apacible y soleado barrio en los bordes de Lima. También des-cubrió que Barbie utilizaba el apellido Altmann (así se apelli-daba un rabino de su ciudad na-tal; la contradicción es cruel).

Una vendedora ambulante de frutas le dio a Brun indica-ciones más precisas que su je-fe parisino: Barbie se alojaba en la casa de otro alemán nazi, Frederich Schwend, quien por cuestiones prácticas usaba en el Perú su nombre en español, Fe-derico, y que se hizo famoso en el alto mando nazi porque puso en práctica la guerra sin balas que Alemania emprendió con-tra Inglaterra a través de la falsi-ficación de millones de billetes de libras esterlinas que iban a ser introducidos en el mercado británico para causar el colap-so de su economía. El golpe bajo no llegó a concretarse del todo, pero Schwend se ganó el respe-to del mismísimo Hitler. No se sabe qué pasó después, hasta el

día en que Brun tocó el timbre de su casa en Santa Clara y pre-guntó en francés por “monsieur Altmann”. Lo recibió el falsifica-dor. Durante un buen rato ha-blaron del clima, de la política, del trabajo de Schwend como criador de pollos y de los famo-sos huevos con doble yema que producía (un guiño a Menge-le, según otro de los mitos de la posguerra).

Un par de whiskies después, el reportero le dijo a lo que había ido: buscaba a Klaus Altmann porque tenía información de que en realidad era Klaus Bar-bie, un criminal de guerra nazi. Los franceses tenían anotado en la cabeza este nombre co-mo una herida todavía abier-ta: Barbie en persona participó en las brutales torturas a Jean Moulin, héroe de la resistencia de Francia durante la ocupa-ción alemana. Como líder de la Gestapo, Barbie tenía que mos-trar todo su poder. Arrancando las uñas de las manos a Moulin con agujas calientes y golpeán-dolo hasta desfigurar su rostro, por ejemplo. Moulin murió en un tren que lo llevaba –hecho una bola de sangre– de París a Berlín. Francia ganó un mártir y

VIsItA sORPREsA. Barbie llegó a El Comercio para intentar limpiar su imagen. Aquí aparece con el periodista Eduardo Carbajal, quien conversó con él.

taban acusándolo de crímenes que nunca había cometido”, recuerda Carbajal.

Por supuesto, este Diario y otros de la capital desplegaron un seguimiento continuo a este raro personaje. Hay una foto suya des-cendiendo las escaleras princi-pales de El Comercio seguido por Carbajal (ver arriba), otra cami-nando por las calles y otra en la que se lustra tranquilamente los zapatos mientras lee un diario en la plaza San Martín. Esa imagen de serenidad era la que buscaba re-

huyó de una madriguera a otra en Sudamérica porque Beate y Serge Klarsfeld, otros célebres perseguidores de nazis, ya lo habían puesto en la mira. El mismo que, durante su estancia en Bolivia y con nacionalidad otorgada, ayudó a las dictaduras de extrema derecha a aplastar a insurgentes de izquierda. Altmann no fue el único, pero sí el más visible de los criminales de guerra que llevó al Perú a convertirse en uno de los destinos de la infame Ruta de las Ratas.

Primero llegaban en calidad de prófugos, pero en poco tiempo se introducían en círculos empresariales y políticos. Se sabían protegidos.

Klaus Barbie un apodo: el ‘Car-nicero de Lyon’.

–¿Nazi? ¡Boberías! Mañana nos reunimos aquí a las 6 con Klaus, respondió Schwend al reportero.

EL FACTOR CLIMALo que sigue es una historia ya conocida: Klaus Altmann negó ser Klaus Barbie, inició una gira de control de daños por varios medios de prensa limeños, in-

cluido El Comercio, donde fue entrevistado por el periodista Eduardo Carbajal (ver recua-dro), y finalmente huyó a Bo-livia, donde había vivido años antes al amparo de políticos y militares de ese país. Como en el Perú las alarmas habían si-do encendidas (se lo relacionó, incluso, con el crimen del mag-nate pesquero Luis Banchero, que murió asesinado el primer día de 1972 en su casa de Cha-

‘CARNICERO DE LYON’. Klaus Barbie, entre otros crímenes, tor-turó al héroe de la resistencia Francesa, Jean Moulin, quien luego murió.