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SEIJI HONDA SOBRE LA GALATEA COMO ÉGLOGA Cervantes se refirió en el prólogo de su obra pastoril La Galatea a su ocupación de escribir églogas. Tomando sus palabras al pie de la letra podríamos interpretar que La Galatea fue escrita como égloga o églogas. Me parece que esta declaración está muy clara y no deja ninguna duda. Entonces, ¿La Galatea fue creada no como una novela sino como poesía? Si lo fue, ¿en qué sentido? Y ¿qué relación tiene con la prosa en ella? Éste es el problema que planteo en mi ponencia. Primero tenemos que saber el estricto sentido que dio el autor a la denominación de églogas. No es que él lo definiera concretamente en ninguna parte, pero nos dejó en muchas algunas claves para el acerca- miento. Cervantes en El Quijote (I , 6) llama «libros de poesía» a las nove- las pastoriles tales como la Diana de Jorge de Montemayor y las demás que la siguen, incluida su Galatea. Y también las tiene prescritas como «libros de entendimiento» sin perjuicio de tercero. Viendo estas dos opiniones parece estar claro que él consideró un libro de poesía a las primicias de su ingenio. Según Fernando de Herrera, las églogas que significan originalmente versos escogidos y bien compuestos son el más antiguo género de poesía y tienen mayormente como materia los amores de pastores 1 . Es muy natural pensar que Cervantes tuviera una idea de las églogas tal como la definió Herrera, a quien llamó «divino» 2 con mucho respeto como poeta y el mayor crítico literario contemporáneo. Cervantes se refirió también a las églogas en otras partes del Qui- jote; concretamente La Arcadia de Sannazaro, la Égloga segunda de Garcilaso y la poesía lírica dialogada de Camoens (II, 58; 74). De lo cual se deduce que Cervantes intentó señalar una forma de poesía lírica al mencionar las églogas. Así que no me parece correcto interpretar la declaración del autor en el prólogo como la interpretó Avalle-Arce, Fernando de Herrera: Obras de Garci Lasso de la Vega con anotaciones de Fer- nando de Herrera (1580); Garcilaso de la Vega y sus comentaristas: edición por Antonio Ga- llego Morell, segunda edición, Madrid, 1972, p. 472 (H-422). 2 «En punto estoy donde, por más que diga / en alabanza del divino Herrera», La Galatea, edición por J.B. Avalle-Arce, Espasa-Calpe, 1987, p. 438. ACTAS II - ASOC. CERVANTISTAS. Seiji HONDA. Sobre «La Galatea» como égloga

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SEIJI HONDA

SOBRE LA GALATEA COMO ÉGLOGA

Cervantes se refirió en el prólogo de su obra pastoril La Galatea a su ocupación de escribir églogas. Tomando sus palabras al pie de la letra podríamos interpretar que La Galatea fue escrita como égloga o églogas. Me parece que esta declaración está muy clara y no deja ninguna duda. Entonces, ¿La Galatea fue creada no como una novela sino como poesía? Si lo fue, ¿en qué sentido? Y ¿qué relación tiene con la prosa en ella? Éste es el problema que planteo en mi ponencia. Primero tenemos que saber el estricto sentido que dio el autor a la denominación de églogas. No es que él lo definiera concretamente en ninguna parte, pero nos dejó en muchas algunas claves para el acerca­miento.

Cervantes en El Quijote (I , 6) llama «libros de poesía» a las nove­las pastoriles tales como la Diana de Jorge de Montemayor y las demás que la siguen, incluida su Galatea. Y también las tiene prescritas como «libros de entendimiento» sin perjuicio de tercero. Viendo estas dos opiniones parece estar claro que él consideró un libro de poesía a las primicias de su ingenio. Según Fernando de Herrera, las églogas que significan originalmente versos escogidos y bien compuestos son el más antiguo género de poesía y tienen mayormente como materia los amores de pastores 1. Es muy natural pensar que Cervantes tuviera una idea de las églogas tal como la definió Herrera, a quien llamó «d iv ino» 2 con mucho respeto como poeta y el mayor crítico literario contemporáneo.

Cervantes se refirió también a las églogas en otras partes del Qui­jote; concretamente La Arcadia de Sannazaro, la Égloga segunda de Garcilaso y la poesía lírica dialogada de Camoens (II, 58; 74). De lo cual se deduce que Cervantes intentó señalar una forma de poesía lírica al mencionar las églogas. Así que no me parece correcto interpretar la declaración del autor en el prólogo como la interpretó Avalle-Arce,

Fernando de Herrera: Obras de Garci Lasso de la Vega con anotaciones de Fer­nando de Herrera (1580); Garcilaso de la Vega y sus comentaristas: edición por Antonio Ga­llego Morell, segunda edición, Madrid, 1972, p. 472 (H-422).

2 «En punto estoy donde, por más que diga / en alabanza del divino Herrera» , La Galatea, edición por J.B. Avalle-Arce, Espasa-Calpe, 1987, p. 438.

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quien dice: «égloga: esta designación se explica en términos de la mate­ria bucólica de la obra, ya que no en los de su forma» 3 . Porque el autor tenía la idea de la égloga no sólo en cuanto a su materia, sino también en cuanto a la forma. Aquí se hace preciso volver otra vez, a la definición de Herrera, según la cual en ellas sólo se deben tratar los amores puros y limpios de los pastores y los amores no deben ser manchados ni por los celos ni por el adulterio. Tampoco está permi­tido que los rivales cometan asesinato ni violencias sangrientas. Se supone que representan las costumbres de la Edad de Oro. Las pala­bras son simples y rústicas pero no sin gracia. Se tiempla la rusticidad con la pureza de las voces propias del estilo.

Estas definiciones presuponen que las églogas son una poesía mítica, utópica e irreal. No limitándonos a las églogas, en términos generales, a través de la poesía expresamos no la realidad sino la meta-realidad, es decir, lo que puede ser o debe ser y no lo que es como cuenta la historia. Esto lo corroboran las palabras de Sansón Carrasco ante Don Quijote, a quien dice que «el poeta puede contar o cantar las cosas, no como fueron, sino como debían ser; y el historiador las ha de escribir, no como debían ser, sino como fueron, sin añadir ni quitar a la verdad cosa alguna». (II, 3) De manera que en las églogas de materia amatoria, los amores, según el poeta sevillano, deben ser necesariamente limpios y simples como se requiere en su género. Para hacer este tipo de poesía se precisan otros requisitos tanto en el estilo y la lengua como en la materia. Cervantes nos da a entender esto en el prólogo de La Calatea muy preocupado por la mezcolanza del estilo, o sea por la presencia de la filosofía en las palabras de los pastores. Resumiendo lo dicho arriba, para Cervantes las églogas eran nada menos que una poesía lírica idealizada. Y las églogas significaban con­cretamente para él las de! poeta castellano más ilustre: Garcilaso de la Vega. Porque Cervantes respetaba mucho a este poeta paisano y estaba más unido psicológicamente a él que a poetas extranjeros como Sannazaro y Camoens. Garcilaso fue objeto de su mayor respeto como soldado-poeta que terminó su vida tan heroica y románticamente. Cer­vantes en sus obras presenta muchas huellas de esta reverencia hacia este principe de la poesía en castellano. Por lo cual podemos decir con mucha probabilidad que Cervantes tomó como modelo para su pri­mera creación literaria las églogas de Garcilaso. Esto le sería el camino más corto para llegar a la fama en este mundo.

Por ejemplo, en El Quijote se encuentran unos versos muy famosos suyos y aparece una alusión a la Égloga segunda. En La Galatea tam­bién hay muchas partes que se asocian con el mundo garcilasiano. Pri­mero, el escenario de La Galatea son las riberas del río Tajo, igual que en las tres églogas de Garcilaso. En la canción de Lenio de su sexto

1 La Galatea, op. cit., p. 57, n. 3.

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libro, se usaba como estribillo el verso más famoso de la Égloga pri­mera de Garcilaso: «¡Oh, más dura que mármol a mis quejas!». Esto demuestra de sobra nuestra hipótesis de que al hablar de églogas Cer­vantes se imaginaba concretamente las de Garcilaso. A continuación revisaremos el concepto que tenía Cervantes de las églogas, o de lo pastoril, limitándonos a los episodios pastoriles del Quijote.

(1) Égloga como fruto de entendimiento

Don Quijote recordó con añoranza la Edad de Oro contemplando las bellotas y con ello imaginó la armonía utópica perdida (I, 11). Por lo que confesó posteriormente él mismo, se entiende que pensaba que era su misión caballeresca resucitar aquella época regida por Saturno (I, 20). Los episodios pastoriles que sabemos que hay en El Quijote son la historia de Grisóstomo y Marcela (I, 12-14), la de la pastora Torralba y Lope Ruiz (I, 20), la de Leandra y Vicente (I, 51-52), la de los de la Arcadia fingida (II, 58), la del intento de hacerse pastor del protagoni­sta (II, 67-68), y la de la ilusión de la vida pastoril al borde de su propia muerte (II, 73).

Estos episodios demuestran que la vida pastoril tal como la que imaginó Don Quijote no existía realmente ni siquiera a nivel ficticio y que sólo la gente quería realizar o pensaba poder realizar alguna idea inherente al mito de la Edad de Oro. Marcela, que quiere guardar su castidad, rechaza las demandas pertinaces de los pretendientes y empieza a rondar los montes disfrazada de pastora prefiriendo la sole­dad del bosque. Esto es una especie de evasión. Se dan otros casos de evasión: Eugenio y Anselmo que persiguen a la misma Leandra se desesperan al hallarla en un convento y se internan en el valle con el fin de lastimarse cantando hasta la saciedad. Del mismo modo, el disfraz pastoril de los de la Arcadia fingida fue una distracción o pasa­tiempo de unos ricos y nobles cortesanos. Por otra parte, la voluntad de Don Quijote de hacerse pastor tenía el sentido de «forzosa retirada» en busca de la serenidad espiritual, pues el héroe deseaba sumergirse en el amor de su Dulcinea después de ser derrotado su ideal caballe­resco.

Vemos así que todos los episodios bucólicos del Quijote presentan un ideal sin fundamento en la vida diaria. La vida pastoril o bucólica significaba un medio por el que se revivificaba la vida cotidiana mediante su escape temporal. Esta suposición se corresponde comple­tamente con la crítica de Berganza en el «Coloquio de los perros». Este perro hablante reveló a la picaresca la realidad áspera de la vida de los pastores y criticó severamente la falsedad del mundo de las églo­gas. De ahí que se pueda afirmar que Cervantes consideraba a la égloga el fruto de entendimiento en el nivel ideal y ficticio, o una fic­ción poética.

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Como la égloga comparte la idea neoplatónica del amor con la caballería, Don Quijote se pone de parte de la pastora Marcela en su defensa contra los que intentan perseguirla y se le ocurre vagar un año por montes solitarios cambiando su nombre por el de «Quijotiz», después de haber sentido la decepción de su ideal caballeresco. Esto induce a pensar que el ideal pastoril para Don Quijote es del mismo carácter que el caballeresco en su locura. Lo cual no es verdad, ya que son muy distintos ambos ideales. Porque el ideal caballeresco está en la «acción», mientras el pastoril está en el «entendimiento». La acción, cuando choca con la realidad, puede demolerse ante su sólido muro como se ve en muchos fracasos de Don Quijote. En cambio, el entendi­miento no se demuele ante la realidad, sino que la critica y se hace cada vez más agudo y sólido al afrontar las dificultades. Es decir que se convierte en medio de la crítica de la realidad. Aunque es cierto que Cervantes escribió El Quijote para criticar los libros de caballería, no podemos decir del mismo modo que escribiera La Galatea para cri­ticar los libros pastoriles de su época. La causa está en que, a diferen­cia de los libros de caballería, que tenían por objeto expresar la acción, los pastoriles expresaban el entendimiento.

En relación con este punto Manuel Duran dice: «al destruir o debi­litar el mito de la caballería andante y el del amor platónico Cervantes destruía o debilitaba también los mitos pastoriles, igualmente litera­r ios» 4 . Pero en lo que a nuestro tema respecta, no es muy acertada esta afirmación. Al contrario, los mitos pastoriles separados de la rea­lidad se ven más fortalecidos que debilitados con la destrucción de los mitos caballerescos. Posiblemente se deba esta confusión a la asocia­ción de ideas en el ataque oficial del autor a los libros de caballería y pastoriles. Creo que el ataque o crítica de los dos mitos tiene un nivel distinto y no se debe confundir. Ciertamente es algo parecida la crítica de los libros de caballería a la literaria que aparece en el sexto capí­tulo del Quijote sobre el uso del agua mágica de Felicia en La Diana como remedio del mal de amor, porque ambos son entravagantes. Pero el hecho de resucitar a un muerto con la intervención de los poderes sobrenaturales de «Urganda la desconocida» es de carácter antinatural y su irrealidad está en otro nivel que en el caso del agua mágica de Felicia, con la que se curó el dolor de amor. Lo que nunca podía admi­tir Cervantes era lo antinatural, aunque reconocía la existencia de posibles fenónenos sobrenaturales en este mundo. Por eso rechazó tan acerbamente las mentiras de tal género de libros. En mi opinión la crí­tica del agua mágica de Felicia no fue dirigida al efecto físico del agua sino al método novelístico de la armonía predestinada o entendimiento frivolo y superficial de la mentalidad humana. El dolor de amor era un problema filosófico-existencial y no debía resolverse con tal simpli­cidad como en esa novela. Puede que Cervantes creyera en la interven-

4 Duran, Manuel: La ambigüedad en el Quijote, Xalapa, México, 1960, p. 134.

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ción de lo mágico-espiritual en el enamoramiento, pues vemos que en los episodios de enredo amoroso de su obra siempre el tema se centra en el amor que no se rige por la voluntad sino por un destino incógnito o por la naturaleza, mayordoma de Dios. El amor es una especie de locura divina, según Platón y no era desacertado pensar que fuera algo mágico-espiritual lo que pudiera curarla. Cervantes no tenía ningún propósito de atacar los libros pastoriles ni mucho menos hacerlos ser detestados por el público como en el caso de los libros de caballería. Su único interés fue cómo escribir la mejor égloga u obra bucólica.

Entonces, ¿cómo debía ser la égloga para Cervantes? ¿Era escri­birla con la intención anti-pastoril que dice Avalle-Arce 5? A este crí­tico le parece ser La Calatea anti-pastoril por romper todos los cáno­nes del mundo bucólico. Conforme a la definición por Herrera, los episodios de La Calatea podrían interpretarse como anti-pastoriles. Pero cuando se aplica la definición rigurosamente resultan también anti-pastoriles las églogas de Garcilaso y de Encina. Por ejemplo, en la «Égloga de tres pastores» ( 1509 ) de Encina, el pastor Fileno, que está perdidamente enamorado de Zefira, se mata al desesperarse por su dureza hundiéndose un cuchillo en el corazón. Este incidente manifie­stamente se sale de los cánones del mundo pastoril, puesto que el suici­dio era considerado un pecado mortal y era detestado más que nin­guna otra cosa por el cristianismo.

También en el caso de la Égloga segunda de Garcilaso, el amor del pastor Albanio hacia Camila no es nada limpio ni honesto y en la histo­ria aparecen en el climax escenas violentas y consecuencias de actos fracasados del protagonista, lo que demuestra que se comporta como arrastrado por el deseo en su estado natural 6. Está claro que no se trata de acciones o hechos de la Edad de Oro, sino de los de una per­sona normal de su época. Por esta razón Herrera considera a la Égloga primera la mejor de todas las de Garcilaso. Según el criterio de Avalle-Arce, Cervantes no tenía conciencia de haber causado ninguna revolu­ción en el concepto de la novela en el momento de la publicación de La Galatea ni del primer Quijote. Él dice que en el año 1613, en que se publicaron sus Novelas ejemplares, el autor por primera vez puso de manifiesto esta conciencia diciendo que él fue el primero en haber novelado en lengua castellana. Este juicio lo basa en que Cervantes, que no había leído entonces la Philosophía antigua poética de López Pinciano, compuso La Galatea no como poesía sino como una novela inmadura, profundizándose su concepto aristotélico de la novela con el transcurso del tiempo, pasando por La Galatea y el primer Quijote hasta llegar a las Novelas ejemplares. De acuerdo con esta teoría El

La Galatea, op. cit., intro. p. 14. 6 El amor de Albanio será el «amor brutal» según la categoría establecida por M.

Ficino o Pico della Mirándola. Este amor se corresponde en Gli Asolani de Pietro Bembo con el amor prescrito por Perotino, quien lo identifica con el deseo.

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Persiles resultaría ser el fruto más perfecto de su creación literaria. Pero es bien sabido que esta obra postuma rebosa de los elementos fic­ticios e imaginarios, lo cual contradice el mimético concepto de la Poé­tica de Aristóteles. Además, se haría más difícil interpretar el deseo del autor de publicar la segunda parte de La Calatea, deseo que mantuvo hasta el último momento en su lecho de muerte. Creo más oportuno decir que Cervantes señalaba por un lado hacia el camino del realismo aristotélico como novelista y por otro, hacia el camino del idealismo platónico como poeta. Lo que más importaba a Cervantes era, como señala E.C. Riley, crear maravillas no en las cosas anti-naturales ni sobrenaturales, sino en las cotidianas y normales 7. Para este objetivo era necesario, como dice el mismo autor 8, describir las mentiras con la mejor verosimilitud y pormenores posibles. De esta manera se puede realizar una verdadera armonía entre entendimiento y mentira.

(2) La poesía y la novela en 'La Calatea'

Viendo en el prólogo de La Galatea la frase «para más que para mi gusto sólo le compuso mi entendimiento», corroboramos de nuevo las palabras del autor de que fue escrita la obra como libro de entendi­miento así como se prescribió en el primer Quijote de la edición prin­cipe y otras ediciones antiguas. También recordamos el comienzo del mismo prólogo en el que se nos dice que el autor se ocupa de escribir églogas, por lo que entendemos que no la escribió como una obra de entretenimiento, que es novela, sino como una obra de creación pura poética.

El comentarista Clemencín y el crítico Rodríguez Marín corrigie-ron la palabra 'entendimiento' por 'entretenimiento' en el capítulo sexto del primer Quijote por razón de lo dicho en el prólogo del Persi­les y unas frases aparecidas en El Quijote9. E.C. Riley también sostiene la opinión de los mencionados basándose en lo que dijo Ber-ganza en el «Coloquio de los perros» («todos aquellos libros son cosas soñadas y bien escritas para entretenimiento de los oc ios» ) 1 0 . El crí­tico inglés cita las palabras de excusa del autor («haber mezclado razo­nes de philosofía entre algunas amorosas de pastores») y halla en ello lo que distingue la obra pastoril cervantina de los libros de caballería con el único fin del entretenimiento.

7 Riley, E.C: Teoría de la novela en Cervantes, Taurus, 1981 (tercera edición), p. 285. 8 En El Persiles, 10, 10. ' «me [Dorotea] acogía al entretenimiento de leer algún libro devoto» (I, 28); «Hojeo

[Diego de Miranda] más los que son profanos que los devotos, como sean de honesto entre­tenimiento» (II, 16) (Don Quijote de la Mancha, edición IV centenario, comentada por Cle­mencín, Editorial Alfredo Ortells, 1986, pp. 1076-77; Don Quijote de la Mancha, nueva edi­ción crítica por Francisco Rodríguez Marín, Tomo 1, 1947, p. 207, n. 9).

1 0 Riley, op. cit., p. 143.

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Sin embargo, a pesar de ellos, no hay ninguna prueba de que Cer­vantes hubiera escrito La Galatea sólo para ofrecer al lector un entre­tenimiento en la lectura. Si la hubiera escrito con este fin no habría insertado tantos poemas entre la narrativa; ni la habría mezclado con los larguísimos argumentos filosóficos de Lenio y Tirsi en el cuarto libro; ni se habría atrevido a extender tanto el Canto de Calíope, que fue el elogio de los poetas contemporáneos, pero que es totalmente disonante del resto de la historia. El autor preveía bien en el prólogo que estos elementos desvirtuarían el entretenimiento en la lectura de la historia y se adelantó a advertirlo al lector crítico prometiendo escribir en el futuro más gustosas y artificiosas obras.

Aparte de esto, Cervantes se refiere a las églogas de Virgilio para su comparación en cuanto a la disonancia del estilo y se defiende de antemano de la posible crítica por haber mezclado tales elementos en su novela. El comparar de esta forma su obra con la de Virgilio demue­stra en sí que Cervantes la tomaba por égloga y tenemos que aceptarla como tal prescrita por el mismo autor. En mi opinión, Cervantes, quien consideraba a la poesía una forma de expresión del entendi­miento, en su primera obra intentó crear una composición que tuviera más entendimiento que entretenimiento. En el primer Quijote se dice de Anselmo, competidor de Eugenio, que entre los que persiguen a Leandra es el que «más juicio tiene (...) y al son de un rabel, que admi­rablemente toca, con versos donde muestra su buen entendimiento, cantando se queja». (I, 51) En esto también vemos claro que la poesía fue para Cervantes el medio de la expresión del entendimiento.

Las tres églogas de Garcilaso y la Arcadia de Sannazaro eran obras de puro entendimiento dirigidas a una minoría intelectual. Carecían totalmente de entretenimiento del tipo de los libros de caballería. Con­forme dice Don Quijote al joven poeta Lorenzo, la poesía es «como una doncella tierna y de poca edad, y en todo extremo hermosa, a quien tienen cuidado de enriquecer, pulir y adornar otras muchas doncellas, que son todas las otras ciencias, y ella se ha de servir de todas, y todas se han de autorizar con ella; pero esta tal doncella no quiere ser mano­seada, ni traída por las calles, ni publicada por las esquinas de las pla­zas ni por los rincones de los palacios» y «ni se ha de dejar tratar de los truhanes, ni del ignorante vulgo, incapaz de conocer ni estimar los tesoros que en ella se encierran». (II, 16)

Cervantes estimaba las églogas de Garcilaso como tal tesoro y no aptas para la lectura del vulgo que buscaba entretenimiento. La égloga como poesía pura no necesitaba popularización ni vulgarización seme­jante; más bien convenía que no tuviera tales cualidades. A pesar de su inclinación a la poesía, el autor no tenía plena confianza en poder escribir églogas de poesía pura como las de Garcilaso y quiso añadir el elemento de entretenimiento a la parte de entendimiento que es la égloga puramente poética. Con esta combinación «hanse de casar las fábulas mentirosas con el entendimiento de los que las leyeren» (I, 47)

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corno dice el Canónigo en el primer Quijote. Según él, «con apacibili-dad de estilo y con ingeniosa invención, que tire lo más que fuere posi­ble a la verdad» se puede conseguir «el fin mejor que se pretende en los escritos, que es enseñar y deleitar juntamente». De ahí que afirme­mos que La Calatea fue compuesta a fin de ofrecer el entendimiento en las partes poética y filosófica y el entretenimiento o la ingeniosa invención en la parte narrativa de la historia. Pensando de esta manera se podría interpretar mejor la autocrítica de La Calatea en el primer Quijote. (I, 6)

El Cura refiriéndose a su propio creador Cervantes, dice al Bar­bero: «es más versado en desdichas que en versos. Su libro tiene algo de buena invención; propone algo, y no concluye nada; es menester esperar la segunda parte que promete; quizá con la emienda alcanzará del todo la misericordia que ahora se le niega»; Esta primera frase, «es más versado en desdichas que en versos» tiene un matiz de excusa por no haber sido aceptada esta obra como poesía ni el autor como poeta. No deberíamos interpretarlo simplemente como «juguete de mal gusto» como dijo Clemencín". El autor califica positivamente su propia obra porque, como dice él mismo en el prólogo de La Calatea, «aprovecha con el fruto de su ingenio y estudio a los que esperan y desean ayudas y ejemplos semejantes para pasar adelante en sus ejer­cicios.» Al decir que su libro tiene algo de buena invención, puede que Cervantes se refiera a su contento por haber logrado comunicar al lec­tor tanto el entretenimiento como la lección a través de su exposición de las facetas del amor humano. Cuando dice que propone algo y no concluye nada, quiere decir que el episodio principal de Galatea y Eli-cio está sin resolver, al igual que tantos otros como dice el mismo autor al final de su obra. (De los cuales el de Silerio y Timbrio es la excepción). Al decir que «con la emienda alcanzará del todo la miseri­cordia que ahora se le niega» se arrepiente de haber hecho difícil la lectura incluyendo muchas partes de entendimiento tales como poe­mas, largos argumentos filosóficos y el inmenso elogio de los poetas contemporáneos. Al autor le parecería mejor poner más entreteni­miento en cuanto novela en su segunda parte porque entendería que la mejor manera de ganar fama mundial estaba en ofrecer más entrete­nimiento, como en el caso de los libros de caballería. Es decir, que Cervantes ahora se ha convencido, después de 20 años de la publica­ción de La Galatea, de que su primera obra como poesía no tuvo éxito en el mundo. Confiesa posteriormente en su Viaje del Parnaso (1614) que su genio era el de novelista y en esto tuvo gran éxito. Dice así ala­bándose a sí mismo: « Y sé que aquel instinto sobrehumano / que de raro inventor tu pecho encierra / no te le ha dado el padre Apolo en vano». (I, 217-219); « Yo corté con mi ingenio aquel vestido / con que al mundo la hermosa Galatea / salió para librarse del olvido». (IV,

" El Quijote, op. cit., p. 1083.

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13-15); « Yo soy aquel que en la invención excede / a muchos, y al que falta en esta parte, / es fuerza que su fama falta quede». (IV, 28-30)

(3) Contiendas e incidentes en 'La Galatea'

Al principio he dicho que La Galatea fue ideada con más énfasis en el entendimiento que en el entretenimiento. Esto es porque el género literario de la égloga fue un fruto del entendimiento, en otras palabras, un fruto de la imaginación idealista. Los «pastores» en esta literatura no poseen existencia real, sino la existencia idealizada y poe­tizada que sólo existe in mente. Los pastores en estado natural han sido imaginados como seres perfectos que vivían en la Edad de Oro antes de la Caída. Se creía que los de la Arcadia vivían en una armonía perfecta sin pleitos y con puros amores honestos. Aparte de ese mito pastoril, se creía que la naturaleza producía la sabiduría, y así dice el Cura en el primer Quijote (I, 50) que «los montes crían letrados y las cabanas de los pastores encierran filósofos». Aunque no existía el pastor de tal mito sí existia la idea de la Arcadia como medio de escape de la realidad. Y se estimaba humanamente discreta la decisión de hacerse pastor, como Lauso, quien después de realizar estudios y lle­var la vida cortesana y militar, por fin eligió la vida pastoril por su voluntad. Damón habla de él ante el cortesano Darinto del siguiente modo: «(...) el qual, después de haver gastado algunos años en cortesa­nos ejercicios, y algunos otros en los trabajosos del duro Marte, al fin se ha reduzido a la pobreza de nuestra rústica vida, y antes que a ella viniesse, mostró dessearlo mucho, como parece por una canción que compuso y embió al famoso Larsileo, (...)» 1 2.

A continuación se presenta el poema de Lauso en que canta y elo­gia la vida de los pastores, la cual se aventaja a la cortesana para alcanzar la serenidad del alma. En mi opinión en este poema se refleja claro el pensamiento de Cervantes. Por supuesto que esta idea de «ala­banza de aldea y menosprecio de corte» no es propia de Cervantes y tenía una faceta de crítica social que estaba muy de moda en aquel entonces, como se ve en la obra de Antonio de Guevara. Pero como señala Américo Castro, lo pastoril en Cervantes llega más allá de la crítica social y constituye lo esencial de su filosofía. Castro dice: «quie­nes introducen los temas de la Edad de Oro, de la vida rústica — y de la pastoril — en la literatura, lo hacen con el espíritu cargado de místico naturalismo» 1 3 .

Y en su opinión lo pastoril era un elemento esencial dentro de su

12 La Galatea, op. cit., p. 287. 1 3 Castro, Américo: El pensamiento de Cervantes, Noguer, 1973 (nueva edición

ampliada y con notas del autor y de Julio Rodríguez-Puértolas) p. 178.

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mundo poético e ideológica y estéticamente resulta un tema esencial en Cervantes 1 4. De ahí que podamos afirmar que, por lo menos en el poema de Lauso el autor encontró donde expresar su propia filosofía. Castro dice que en la vida retirada de Lauso se percibe una melancó­lica nota de renunciación y ascetismo 1 5. Tal vez eso se deba a que en él se halla la sombra del autor mismo.

Cervantes intentó describir en La Calatea la realidad humana a través de los pastores que no estaban retirados de la vida cotidiana, como hemos visto en El Quijote. En el cerrado mundo pastoril se per­mite que actúen los hombres tal como son y se revela la personalidad de cada uno según su circunstancia. Porque en ese mundo se supone que no existen facetas negativas como la falacia y la hipocresía que son corrientes en la corte, y parece que la humanidad creada por Dios o la naturaleza se pone de relieve en ellos de la forma más genuina movidos por el poder universal que lo armoniza todo: el amor.

El episodio del asesinato en el primer libro de La Calatea es la mejor muestra del poder del Amor, que excede con mucho a la razón. Se desarrollan los actos sangrientos de dos rivales ante los ojos de los dos amigos Elicio y Erastro, quienes deseaban vivir en el amor honesto y limpio de Galatea. La causa de la tragedia estaba en que Lisandro, que esperaba honestamente casarse con Leonida, se vengó del traidor Carino. En este episodio Lisandro cuenta su historia a Elicio y le explica la razón por la que lo mató. Aquí tenemos que prestar atención al papel que desempeña la poesía. Pues Elicio y Erastro alternaban un canto sobre el dolor del amor de Galatea cuando lo interrumpió el violento suceso. Elicio se quejaba de ella por no quererlo a sabien­das de sus sentimientos y Erastro expresaba su voluntad de seguirla queriendo a toda costa. Elicio cantaba así:

Erastro, el corazón que en alta parte es puesto por el hado, suerte o signo, quererle derribar por fuerza o arte o diligencia humana, es desatino; deves de su ventura contentarte, que aunque mueras sin ella, yo imagino que no ay vida en el mundo más dichosa como el morir por causa tan honrosa.

Estos versos hablan sobre el morir por causa honrosa, o sea, que la desventura en los amores limpios puede ser un honor. También se rechaza recurrir a la fuerza para ganar el corazón de la amada. Siem­pre fue así la postura de Elicio para con su Galatea, a quien amaba verdaderamente hasta el momento en que se enteró por su padre de su casamiento con un pastor extranjero en el quinto libro de la novela. Al principio se decía de Elicio «con quien naturaleza se mostró tan

1 4 Ibid., p. 181. 1 5 Ibid., p. 178.

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liberal, quanto la fortuna y el amor escasos» y ante Galatea él mismo dijo que a pesar del amor que le alentaba para mayor empresa había desconfiado de su ventura. Estas palabras demuestran más que nada su humilde honradez y nos da la impresión de ser un carácter predesti­nadamente desventurado. Lo que ocurrió ante sus ojos tenía el sentido de simbolizar el fin miserable del que se portó de modo contrario. Aun­que Lisandro logró justificar su asesinato incurrió en la muerte de dos personas matando a Crisalvo y Carino, enfurecido por la muerte de su amada Leonida, lo cual le llevó a acortar su propia vida. Este san­griento episodio nos enseña que un amante tan honesto como él tuvo que sufrir unas consecuencias desgraciadas por su desventura. La causa remota de esta tragedia ha sido el conflicto antiguo entre las dos familias nobles, el cual una vez implicado en la escena pastoril se convierte en un acontecimiento de nivel distinto sin intervención de la justicia ni castigo legal. Del rencor que sentía Carino hacia ellos se vengó aprovechándose del enamoramiento de cada uno. La complicada maña que usó Carino para que Crisalvo matara a su propia hermana es un momento de entretenimiento o suspense, similar al de las nove­las policíacas. Aunque Lisandro es considerado pastor, el resto de los personajes que lo rodean pertenece al mundo ordinario, muy ajeno al pastoril. Por lo tanto el incidente que ellos causan no se armoniza totalmente con el mundo de los pastores reales (por lo menos en el ámbito de la ficción) que compiten en los cantos. El término cervantino de «invención» se muestra en este punto, al hacer irrumpir en el espa­cio de las églogas los elementos del mundo exterior y de dar estímulos y golpes al sereno mundo utópico con la armonía perfecta. Muchas veces, como en el caso de Elicio y Erastro, los pastores reales se que­dan observando furtivamente las conductas de quienes pertenecen al mundo exterior.

En el caso del ermitaño Silerio, contado en el segundo libro, tam­bién son los pastores quienes lo escuchan a escondidas. Son Tirsi, Damón, Erastro y Elicio los que oían sin ser notados el canto de su triste vida. Antes de hacerlo, Damón y Tirsi habían competido en sus cantos: aquél se quejó del desamor y desdén de su amada y éste cantó sobre la alegría que sentía pese a la ausencia de su amada. Luego los cuatro pastores se alternaron en el canto de sonetos con motivos distintos. El tema del soneto de Erastro fue su placer en apreciar la belleza de Galatea; el de Elicio fue el dolor de amor desesperado a Galatea; el de Damón fue la pena del desdén por parte de la amada; el de Tirsi fue el contento de contemplar la belleza de Galatea. En cual­quier poema que sea, bien de los de la contienda, bien los sonetos, comúnmente se trata del problema de cómo resolver el dolor de amor. Ante este problema se coloca la historia de los caballeros cortesanos Timbrio y Silerio, quienes no eran pastores igual que el caso anterior, aquí también irrumpe un episodio del ajeno mundo exterior en el ámbito pastoril. La desventura de estos dos caballeros fue ocasionada

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por haberse acumulado la mala suerte y no por la mala intención de una persona como Carino. La consecuencia de los acontecimientos sugiere la solución al problema antes planteado en los poemas: Silerio se vio en el dilema de elegir entre la amistad de Timbrio o el amor de Nísida y por fin se cedió a ésta a su amigo y determinó llevar el resto de su vida en una ermita. Silerio no quiso traicionar la amistad de Timbrio por el amor de Nísida, a quien amaba su amigo tanto como él. No le quedaba más remedio que abandonar ese amor para ser fiel a su amigo. Silerio dijo: «cansado ya y desengañado de las cosas deste falso mundo en que vivimos, he acordado de volver el pensamiento a mejor norte y gastar lo poco que de vivir me queda en servicio del que estima los deseos y las obras en el punto que merecen». 1 6 Logró así superar el dolor de amor mediante el uso de la razón o la contem­plación. La decisión de Silerio resultó justa y le llevó a unirse con su hermana Blanca en el quinto libro.

En la dolorosa competencia del tercer libro entre los cuatro pasto­res, el triste Orompo, el celoso Orfinio, el ausente Crisio y el desamado Marsilo, cada uno trató de encarecer la causa de su tormento. Compi­tieron cantando una égloga para decidir de quién era el dolor de amor más grande. El juez Damón coronó a Orfinio diciendo que a los celos de Orfinio no se podían igualar en los disgustos y sinsabores la pérdida de Orompo, la ausencia de Crisio ni la desconfianza de Marsilo.

La canción recitada en el humilde teatro por cada uno de estos pastores era llamada «égloga» por el autor. Aparte del prólogo ésta es la única parte donde aparece la palabra «égloga» en todo el texto. Y de ahí que deduzcamos que Cervantes con la palabra «égloga» quería referirse en concreto a la contienda o competencia de cantos o canto amebeo. La contienda de cantos es un debate mediante la poesía a tra­vés del cual se plantea alguna cuestión pero sin solución determinista. Es Damón quien argumenta y determina cual sufre más de todos basándose en la razón y la experiencia. Sin embargo si esta 'verdad' hubiera sido presentada como pura teoría no habría tenido mucho poder de persuasión. En el cuarto libro que sigue vemos un episodio del mundo exterior desarrollarse ante las pastoras Galatea, Florisa y Teolinda. Se trata de la historia de Grisaldo y Rosaura, cuyo fin trá­gico demuestra que los celos no son señal de amor verdadero, sino muestra de «curiosidad impertinente» (p. 257). Aunque Grisaldo y Rosaura se querían, él no se proponía casarse con ella y ella sospe­chaba que eso se debía al amor que él sentía hacia otra mujer, Leoper-sia, recomendada por su padre. Entonces ella decidió fingir amor hacia otro hombre, Artandro, para dirigir su atención hacia ella. En esto consiste la curiosidad impertinente. De lo cual resultó que Gri­saldo pensó que Rosaura ya no le quería y acordó casarse con Leoper-sia como deseaba su padre. Rosaura acusó de infidelidad a Grisaldo

16 La Galatea, op. cit., p. 215.

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e intentó suicidarse ante sus ojos. Con este motivo se disolvieron malentendidos y sospechas; ella volvió a ganar su amor y confirmaron ambos la voluntad de casarse. Mientras él estaba separado de Rosaura para preparar el desposorio, ella fue secuestrada por el bando de Artandro. Los detalles del suceso se prometen contar en la segunda parte de La Galatea, pero no puede ser feliz el final de la historia por lo ocurrido en la novela del «Curioso Impertinente» del primer Quijote (I, 33-35). Según Avalle-Arce, esta novela intercalada es una variedad de la historia de Silerio y Timbrio porque entre las dos historias encuentra un tema común, que es el dilema de amor y amistad entre 'los dos amigos' 1 7 . Sin embargo, en cuanto al tema de la curiosidad impertinente, es la historia de Grisaldo y Rosaura la que tiene más en común con aquella novela intercalada. Esta historia está puesta de relieve en relación con las églogas como contienda y señala mejor la filosofía del amor que tenía el autor.

También tiene el sentido de contienda de cantos la disputa filosó­fica sobre el amor entre Lenio y Tirsi en el cuarto libro. El problema de si es bueno o malo el amor es intrínsecamente equivalente a la cue­stión anterior de cuál la pena de amor es más grande; estos dos temas constituyen la parte mayor del entendimiento en esta obra. Lenio acusa al amor porque lo identifica con el deseo; Tirsi elogia el amor porque aparte de ser distinto del deseo es en sí bueno por ser natural 1 8. Cada uno finaliza el argumento recitando un poema. Mien­tras estos discursos forman la parte teórica sobre el amor, los episo­dios siguientes de enredo amoroso entre los pastores constituyen su parte práctica. Me refiero al desamor de Gelasia para con Lenio y Galercio y la traición de Leonarda a su hermana Teolinda. Galercio, aunque es querido por Leonarda, quiere desesperadamente a otra mujer, Gelasia, quien no le responde por su dureza. Lenio también la persigue enamorado de ella a pesar de haber acusado acerbamente al amor, pero ella huye de él igual que de Galercio. Sabiendo que Galer­cio quiere a otra persona, Leonarda cambia el objeto de su amor por Artidoro, hermano gemelo de aquél, a quien amaba y buscaba Teo­linda, hermana gemela de Leonarda. Ésta roba el amante a su hermana y llega a casarse con él. Teolinda se aflige mucho quejándose de la trai­ción de su hermana Leonarda. Estas historias representan el dolor de quienes aman unilateralmente sin ser correspondidos por aquellos a los que aman. Y demuestran que las consecuencias pueden ser muy negativas, como se ve en el intento desesperado de Galercio, que trató de suicidarse, el parecido desatino de Lenio, la traición de Leonarda y la aflicción de su hermana Teolinda. Según el argumento de Lenio

1 7 Ibid., p. 31. 1 8 Tirsi comparte la idea de amor con Gismondo en Gli Asolami de Bembo. Ambos

consideran que lo natural es razonable y bueno. Véase mi artículo sobre este tema en Actas del tercer Congreso de Hispanistas de Asia, Tokio, 1993, pp. 582-588.

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estas perturbaciones son inherentes a la pasión del enamorado porque el amor no es otra cosa que el deseo. Dice así: «Por venir al fin deste deseo, es traidor el hermano al hermano, el padre al hijo y el amigo al amigo» 1 9 . Hasta este momento parece más acertado el juicio de Lenio que el de Tirsi porque corroboran los casos las facetas negativas del amor de su discurso.

En el libro sexto hay un canto amebeo en que se elogia al difunto poeta Meliso. Después de que los cuatro pastores cantan alternativa­mente las excelentes virtudes del poeta, aparece la ninfa Calíope en llamas y alaba a los poetas contemporáneos reales de España dignos de ser sepultados en aquel valle. Este episodio tenía por objeto encare­cer la poesía en general o hacer reconocer, sobre todo, el valor de la poesía en España a través del elogio de un poeta ficticio llamado Meliso. Porque la poesía en España sufría desestimación en aquel tiempo, como dijo el autor en el prólogo 2 0 . No se puede negar que este largo Canto de Calíope constituye una parte ajena al resto de la obra e interrumpe la trama novelesca. Sin embargo cuando pensamos en la obra como égloga no resulta muy heterogéneo porque sabemos que en la Égloga segunda de Garcilaso también se elogiaba extensa­mente la casa de duque de Alba. Este Canto de Calíope se podría consi­derar la parte práctica que sigue a la del entendimiento señalado por el canto amebeo y es una varíente de la estructura común de la obra.

Al final del libro sexto cantan décimas sucesivamente Elicio, Mar-silo, Erastro, Crisio y Damón, los cuales, a pesar de que sufren en común la pena de desamor de su amada, nunca dejan de tenerle fe. La canción de cada uno es una glosa del mismo concepto de la fe. Después de ellos canta Lauso el nuevo estado de su libertad y dice en ella que llame a su fe quien quisiere antojadiza y no firme porque por la razón ya no le ciega la pasión de Silena. A continuación cantan Gala-tea, Nísida y Belisa un poema sobre la honestidad, la libertad y la libre voluntad desde el punto de vista de la mujer. Galatea ha huido del amor por el recato y la fama; Nísida quería defenderse de la ofensa del amor, pero al fin se ha convencido de su grandeza y la imposibili­dad de rehuirlo; Belisa encarece la libre voluntad y no quiere tener falso contento a cambio de perderla.

Luego, mientras se alternan enigmas y respuestas entre los pasto­res, rompe la serena escena pastoril el intento de suicidio de Galercio en el río Tajo. Gelasia aparece sobre una roca y, al verla, Lenio empieza a perseguirla, pero en vano, y desesperado intenta ahogarse igual que Galercio. Estos sucesos dramáticos son representaciones en el nivel práctico de los temas tratados en los poemas que anteceden, los cuales son la fe en el hombre y la libertad en la mujer. En Galercio

19 La Galatea, op. cit., p. 300. 2 0 « la occupación de escrebir églogas en tiempo que, en general, la poesía anda tan

desfavorecida (...)».

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y Lenio sólo vemos la falta de fe necesaria en la que quieren y desatino sin control de la razón. En sus conductas reconocemos de nuevo la ver­dad que hay en los poemas de las mujeres. Con ellos contrasta la per­sona de Elicio, que ha guardado la fe y el amor a Galatea como verda­dero amador, sin hacer mudanzas ni desvarío. Al saber Elicio de los dos pastores que salvaron a Galercio que dentro de tres días un pastor portugués vendría a casarse con Galatea a despecho de ella, determina en caso necesario usar la fuerza para ponerla en libertad, porque ella le pidió ayuda a Elicio y él creyó en su amor. Esto demuestra el triunfo de la fe constante de Elicio y la justificación de la fuerza para defen­derse del poder que viole la ley sagrada del amor armónico aunque sea la voluntad de su propio padre. Aquí termina la historia y se com­pleta el esquema estructural de la obra.

(4) Conclusión

Como hemos visto, Cervantes ideó esta obra como égloga y puso más importancia en el entendimiento que en el entretenimiento. Eso es un resultado inevitable del hecho de ser la égloga una forma litera­ria con el único tema de una idea abstracta: el amor. La preocupación y precaución que mostró el autor sobre la poesía en el prólogo deriva­ría necesariamente de tal caracterización de su obra. Cervantes dice al final del prólogo: «muchos de los disfrazados pastores del la lo eran sólo en el abito (...)» y admitió claramente que era una especie de «román á clef». Pero en el nivel novelístico los personajes están bien divididos entre pastores y no pastores. Los pastores en sentido estricto son Galatea, Elicio, Erastro, Florisa, Teolinda, Leonarda, Artidoro, Galercio, Crisio, Marsilo, Orompo, Orfinio, Tirsi, Damón y Lenio. En cambio, no son pastores Lisandro ni Carino, quienes son hijos de influyentes políticos, ni Timbrio, Silerio, Nísida, Blanca, Grisaldo, Rosaura, Artandro, quienes son nobles damas y caballeros. Y la ninfa Calíope ni siquiera es un ser humano. Estos personajes no pastores que viven fuera del marco pastoril irrumpen de repente en el mundo utópico que vive la Edad de Oro. Así, la desnuda realidad humana se entreteje con el espacio idealizado pastoril.

Los pastores parecen no hacer otra cosa que cantar y demostrar sus dolores de amor a través de la música, y en tales canciones de con­tienda compiten entre sí por la calidad de sus amores y la verdad de sus sentimientos. Precisamente fue en este sentido que Cervantes pre­scribió la obra como «égloga». Es posible que tuviese en la cabeza las églogas de Virgilio, la Arcadia de Sannazaro o las églogas de Herrera, pero lo más seguro es que tuvieran la mayor trascendencia en su crea­ción las de Garcilaso (sobre todo la Égloga primera y la tercera). No cabe la menor duda de que Cervantes tomaba por modelo al poeta tole­dano y asimismo no ignoraba que la égloga como obra poética no podía

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atraer muchos lectores porque era demasiado intelectual al ser fruto del puro entendimiento. Por esta razón intentó fundar un nuevo con­cepto de égloga, según el cual son los pastores quienes plantean los problemas cantando églogas alternativamente en la contienda y quie­nes señalan dónde hay soluciones y respuestas no son el autor sino los demás personajes, tanto los que están fuera del marco pastoril como los mismos pastores. En el mundo de la poesía no ocurre ningún asesinato ni suicidio y la pena del pastor se expresa de una forma pura y honesta. Es fruto del entendimiento la competición o debate a través de los cantos, porque es un método dialéctico para buscar el verdadero sentido del amor. Por otra parte, se considera invención el don de com­poner episodios y crear la trama novelesca sin la cual no sería una novela. Los ejemplos más representativos de la invención cervantina son el enredo complicadísimo de amores entre dos gemelos, el dilema de amor y amistad de los dos amigos con sus aventuras propias de una novela bizantina y la tragedia del asesinato por amor. El autor describe estas historias con mayor verosimilitud y con más detalles de la realidad, con lo que consigue el feliz casamiento del entendi­miento (égloga) y la fábula (historia). En resumen, la parte poética de la égloga es donde se presenta la teoría del amor y la parte narrativa de la historia es donde se presenta su práctica.

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