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VERDADES AMARGASaC (S íliito t.

^ ¿ c a ^

^¿O^lCO' e Ácj¿09'cc0 'j

DON MARIANO TORRENTE, ipír i i 9 iiifo r h d ^it)tt0 cníico

D. F E R M I N C A B A L L E R O .

M A D R ID .

Im prenla de D. E. A . , bajada de Sta. Cruz.

1828.

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Se vende en ¡as librerías de

Cifuentes, calle de Preciados.

MADRID , { R a n z , calle de la Cruz.

Sánchez c a lle d e la Coucepcion.

VALLADOLID, e n la d e Roá-iguez.

C Á D I Z , en la de Iloria l.

E n las mismas librerías se hallará el

D IQ U E C R ÍT IC O > y los nueve números de la

C O R R E C C IO N F R A T E R N A a l Presbítero,

don Sebastian Minano,

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T en go vo s de r e p lic a r T de co n tra lla rv o s ten g o ,Que no h an p a v o r lo s v a l i e n t e s ^N i lo s non cu lpad os m iedo.

RO M .i^X ERO D EL CID,

A U', piíblico sufrido y resignado, que pres­tas atención á cuanto resuena en fus oidos ; que ora escuchas las voces de la rabanera , ora ios despropósitos del ciego; que así oyes los ladri­dos dei gozque como el rebuzno del pollino; á t í , que siempre estás espucsto á las pesadeces del necio , á las declamaciones atrevidas del ignorante, á las sandeces de los inajadcros, y á las vaciedades de los estúpidos: á t í , discí­pulo perdurable , á quien dan sus obras todos los autores, y por cuya instrucción se desvelan cuantos escriben , sin anhelar por otra recom­pensa que una buena cogida: á l í , en fin , que lees cuanto las prensas sudan , sin mas sudo­res que los del cuitado prensista que las cru— §e; á l í me dirijo por segunda v e z , para que con tu malicia y tu risa me ayudes á conte­ner el espantoso Torrente, que salvando los Diques sin rom perlos, y ostentando seguir su curso tortuoso, esparce la confusion y el des­orden por la faz de la tierra. Ayúdam e en es­ta singular aventura, en que animado por San-

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son C arrasco, prelendo ganar fa m a st^re ca­balleros aragoneses, que es ganarla sobre todos los del mundo ( i ) . Pero serio, y al caso, que este es estilo chocarrero.

L a le de erralas , con algunas notas rela­tivas al Dique critico, con que don M ariano Torrente ha acabado de componer su primer lomo de Geografía u n iversal, tiene por objeto desvanecer el sobrecogimiento que haya podido causar el Dique por lo pomposo de las espre— siones , y la novedad del anuncio. No puedo yo deci«’ otro tanto de las notas del señor Geó­grafo , porque su pompa, y novedad se reducen á frías é insignificantes esplicaclones, á anfi­bologías mal estudiadas , á ironías sin gracia, á necedades sin cuento, y á periodos largos y pesados sin pausas, sin enlace y sin reposos, capaces de fatigar eí pulmón , aunque fuera mas duro que la cabeza de un aragonés. E n fuanlo al sohrecogimienlo que don M ariano re­cela baya causado al público mi papel, le acon­sejo que se tranquilice. E l público ve' y debe ver con mas indiferencia las contiendas litera- l ia s , y no se sobrecoge por los errores de unos, ni por las advertencias de otros. S i don M a­riano se ha sobrecogido, y juzga del corazon ageno por lo que el suyo siente , eso es otra cosa, (jada uno tiene su alma en su alm ario.

(r) C e r v a n t e s , p a r t . I I , c a p . 4 de su la g e o io s o H ida lg o .

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• De las veinte y dos enmiendas que se íia - cen Á la primera p arte , las ocho se le han adverlitío por el Caballero de*! Dique, que tie­ne !a salisíaccion de haber coniribuido á me— jorat' lo que al público íe cuesta tan caro. Que no se iiubierau corregido eslas fallas no exis­tiendo un D ique, es claro; porque no son er­ratas de las manos del cajista, sino errores dcl entendimiento del autor. £ s muy fácil que se escape una lelra <> nüixiero por otro, que se an­teponga ó ¡)05p0nga ; pero el que tenga idea del mecaniMiio de ía imprenta y del cuidada con que se leen las pruebas , conocerá que na es posible que se pase enrarecida por conden- sada, Espolia por Su iza , Corana por Santiago,. ciudad por v illa , y derecha por izquierda. ¡ Y que se atreva el Geógrafo universal á revelar­se contra quien le corrige sus erratas sin fé! Pero se propuso contestar al Dique. ¿Com o ha­cerlo? Fái'ilniente, D ar por erratas de iiiipren-- ta ocho errores , desentenderse de mas de vein- te ( i ) , confesar dos, y disculparse de los res-

( l\ Mo respo nd e á lo s rep aro s d e l Dique sobre l a figura de ia t i e r r a , sobre la ta b la de lo s c l i m a s , so­bre los m e r id ia n o s p a r a l e l o s , ro tu ra d e l p a n ta n o de L o r c a , « l im ero de o b i s p o s , lo u g e v id a d de los e s p a - iioie?, c las i f ica c ión de p ro d u c c io n e s , divis ión de pi 'o - vincias y sus a u t o r id a d e s , om isio i i de Á v i t a , cen so del señor M i/ ian o , p a t r i a de C aÜ sto I I I , « i ¿ o t r o s muchos errores de st3 o b ra y m a p a s . Si es c ierto que el que c a l l a o to rg a , ¿cu á u to s d e s a c ie r to s con fiesa so­bre lo s dos que d e t e r m in a ?

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lantcs. Para dar tales respuestas, es necesario no tener sangre en el ojo. Luego aunque yo hubiera tenido la paciencia (qu e bíen se nece­s ita ) de esperar el cuaderno segundo , no me habría ahorrado de poner el D ique, porque aún hay aluviones y avenidas que contener, sin las que diré mas adelante.

Las advertencias de mi pape! que no son erralas, dice don M ariano qne versan sobre hechos censurados con impropiedad y precipi­tación, como el suponer que erige en inde­pendientes los antiguos reinos de Polonia, Es* cocia, &c. Me confirmo en lo dicho, y daré Ja razón. E n Ja tabla ó resumen general de los eslados de E u ro p a , se ponen á la par de España y Francia la Irlan d a, la N oruega, la Laponia , &c. Tienen ademas su artículo y ta­blas separadas como los imperios y reinos. ¿Qwé es esto sino tratarlos como si fueran indepen­díenles? ¿por qué habla de ponerse mas que un articulo de cada estado soberano? Y si se liabla separa«lamente de los antiguos reinos de la ( jra n B relaíía , ¿por qué no se hace lo pro­pio de los de León , N a v a rra , A rag ó n , Cas­tilla y otros de nuestra península? Mas disi- miilable sería si la escepcion se hiciese ron el pais propio ; pero nunca habría razón para colocarlos entre los estados de que se compone la Europa en el siglo X IX . Que ha on>ilido algunos estados de Alemania é Italia , será de- HKislrable mientras no añada los ducados y re­públicas que le tengo dicho. Y que «o es exac-

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to el cuadro de estension y poblacion, lo per­suaden cálculos y estadísticas m uy exactas y mas recientes que las que ha cousultado don M ariano; pues su mamotreto hace algunos años que anda rodando como arquilla de turronero, buscando coyuntura en que salir á luz; porque

M as queremos ser públicos sapos?.Que ocultos mochuelos.

Los modelos de Chantreau , L e -S ag e y Gi-. raldes que le propuso el D ique, no pueden, aplicarse á la marca de la obra , sin dar prue­ba de ignorancia ó de mala fé. Recaen los modelos sobre lo sustancial-^ porque en los au­tores c iJa d o s se encuentra buena clasificación de m aterias, orden en los asuntos, y un mé­todo,. claro y regu lar, de que carece la G e a - grafiá del señor Torrente. E n esta van á U. par dos ó mas reinos de columna en colunj- na y de página en página, ocupando espacios iguales en puntos de interés muy diverso; por cuya razón ha sido indispensable que unas co-. lumnas vayan de carácter lectura, oirás á t e«-. iredos, otras de breviario , otras de glosilla^ unas metidas y o tr a s espaciadas. A l articulo de las Islas de Francia sigue el de la Historia d& Portugal i luego la Historia de Francia , des­pués las Ciudades de Portugal, y se interpolan por este orden desordenado otros muchos rei­nos. Para esfos casos son los buenos modelos. Pero ya que el señor Geógrafo ha d.ado tor—

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MÜlazo á mis espresiones sobre los autores ci­tados ? probaré que no conoce dos obras de las tres que le he inclicaclo. L a de Chanlrcau di­cho se eslá que la desconoce , cuando no la ITienciona, á pesar de que es en folio. Las de Giraides dice que son Ires veces mayores que la suya; prueba de que no las ha visto, pues tanto el Compendio de G eografía, como el Tra­tado completo de Cosmografía de J . P. C . Ca­sado (iiraldes están en cuarto m arquitia, que no es mayor que el fo lio , ni una ni tres ve­ce s , sino algo menor.

Mis definiciones de nombres hidrográficos las califica de inexactas-, y en prueba de ello insisle en que la bahía is la playa del mar dentro de un puerto-, llegando su terquedad hasta el punto de querer concordar esta defi­nición con la del Diccionario de la lengua, que dice la entrada del mar en la costa , y no en el puerto. Confirma su falla de inteligen­c ia , añadiendo que lodo punto que sirve para guarecer los buques , se llama comunmente puerto ; siendo así que los marinos dislingueii el puerto, la bahía, la cala , el fondeadero, el su rgid ero , la ra d a , la dársena, & c .; sitios todos á propósito para guarecer los buques. Pero el señor Torrente se escusa de estas fal­tas , porque escribe para geógrafos formados, y no para principiante.s; razón que sin duda ha estudiado con su compadre. Los que saben geografía para nada necesilan las triviales é inexactas nociones de esfera, que se dan ca

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las ocLo prim eras páginas; mas los que las lean para aprender debían encontrarlas claras y exactas. O no decir las cosas, ó decirlas bien. E l suscriplor tiene un derecho á que se le den las obras con la posible perfección, ya que no sea con la que se anuncian. A de­mas, que si solo escribe para ínlcligenles, ¿có­mo sienta en las notas al Bique , col. , hn. 4 .1, que publica la obra con e l solo objeto de instruir al pueblo español? Instruir ai pueblo es instruir á los ignorantes por aquello de po­pulo barbaro. j Ah, señor Catedrático! pocas lu­ces propagará vmd. como no ponga fábrica de velas; que mejor empleado fuera el capital en este brillante com ercio, que en em borronar papel, en manchar las prensas, y corromper las letras y á los lectores. Mas ya que se po­ne á instruir, propóngase siquiera dos objetos. Bien se puede instruir al pueblo, y calentar el puchero. No se opone lo cortés á lo aplica­do. No es nuevo entre los autores escribir tant pour l'argent , comme pour la gloire ( i ) . Mas nuestro don M ariano no es hombre de estos tratos, ni por pienso. S i no fuera por instruir

( i ) Don G erón im o C a r d a n o , c u y a s obras e ran co m o V. g r . , c o n fes ab a in g e u u a m e n te que no escr ib ía m euos por gan ar d i n e r o , q u e por a d q u ir i r g lo r ia . A cu sa do de om isiones d e c ia » que lo q u e le e ra conocido no ju z g a ­ba necesario p u b l ic a r lo . Y de lo s e r ro re s se d i s c u l p a ­ba con su getiiu v iv o y t ra v ie s o que le h a c i a p a s a r in ­sensib lem ente de un l ib ro á otro . j C u á a t o s C aráan ot h a y eu e l m und o !

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a l pueblo, no escribirla su geografía aunque le hicieran Cónsul de Ragusa , y supiera ga­nar el oro y el moro. E l no escribir de aslro- nomía no es porque deje de saberlo h acer, si­no porque es lo primero que se aprende en las escuelas. Y a se conoce que su astronomía la aprendió en el Catón. Crisliano, ó en el Espe­jo de cristal fino. ¡Astronom ía en las cscueiasl Como tenemos lanías de esta ciencia..... A se­mejantes despropósitos se irrita la fibra , y cuesta no poco trabajo contenerse en las re­glas de la urbanidad para tratar á los hombres.

La división de los mares la quiere sacar adelante, agarrándose á los puntos cardinales, como si estos no fueran relativos. Que lea don M ariano el mapa--mundi que le han litogra­fiado en Francia , y verá como conviene en es­te punto conm igo, y no con el que debiera ser su autor. Pero si el que ignora los princi­pios de la geometría no puede proyectar ma­p as, puede pagar á quien los h a g a , y poner su nombre al pie. Carlos III no logró menos gloria en costear la grande obra de la Adua­n a , que Sabatini en dirigirla; y los (ienera!es ganan las batallas en que pelean sus soldados.

Esplica ia espresion cas/illo intomable ma- nifestaiído que en sentido figurado equivale á decir que no se puede louiar sino por hambre U otras estratagemas de guerra. No es el ham­bre mala estratagema. Supongamos á la pobre Lérida con un fuerte asedio; que los sitiado­res impideu á viva fuerza la introducción de

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víveres, y que apurada la guarnición y famé­lica se rinde al enemigo. E n su sentido fig u ^ rado, diria nuestro R etórico , que habia sido tomada por la estratagema del hambre. ¡Qué Lien parla el paisano de los Argensoias !

Cuando dice el meridiano de Lóndres, quie­re que se sobreentienda el de Greenw ich, por­que está á las puertas de aquella capital. ¿ S i creerá el Viagero universal que juega con bo­bos? Greenwich está 6 millas (dos leguas) de Lóndres, y difieren en longitud S 'a S '' , que no es un grano de anís para que se confundan ambos meridianos. Se parece en lo escrupu­loso á don Isidoro de A n iillon , que no con­tenió con referirse al meridiano de M adrid, distingue el que pasa por la plaza mayor del que cruza por el seminario de nobles, aunque no difieren mas que en 26".

Para echarse fuera del reparillo de la olla española., inventa que ser de uso general quie­re decir que no hay rincón donde no se coma alguna vez. ¡B e lla compostura! Entonces serán de uso general las ostras, el Je rez seco, el queso de Flandes, & c . , porque no hay provin­cia ni pueblo donde no se gasten alguna vez. Si no hubiera producido la Coronilla tantos hombres grandes, iba á jurar con las viejas..,. De Aragon ni viento ni varón.

Otras advertencias de mi Dique crítico son para el seuor Torrente nimias é inoportunas^ cnmo dispular si el lago de Costanza está en Alemania ó en Suiza. Las palabras del G e ó -

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grafo universal en el articulo de lagos son es­tas : el de Costanza en Alem ania, y el de Gine­bra entre Francia y Suiza. Pues si en este últi­mo se espresa que se halla entre dos eslados, ¿ por qué se omite igual circunstancia en el an­terior ? ¿ sería exacto decir que los Pirineos es- tan en Francia ? S i el señor Geógrafo sabe que lame dos territorios, diga que está entre ellos, que les sirve de límite. De lo contrario debe creerse que el lago se halla dentro de Alem a­nia , como el Peipus en Kusia. Que la ciudad que da nombre al lago sea de Alem ania nada significa ; porque G inebra está en S u iz a , y sin embargo su lago no le ha puesto en la Con­federación Helvética, sino entre Francia y Suiza.

Respecto á los estados de la Confederación Germ ánica presume haber cogido al Dique en un grave pecado ; y como es el único de que puede acusarle en su juicio, no perdona medio para tratarle con acrimonia y desatención. D i­ce que el endeble Dique ( no es tan endeble, que baste un Torrente para derribarlo) ha come­tido la ignorancia de poner 3g estados con­federados, siendo solo 3¿ . S i el señor don M a­riano sabe contar { <¡ue es lo primero qve se aprende en las escuelas), aquí tiene la lista de los estados que forman la Confederación A le­m ana, y de los votos que cada miembro tiene eu la Asamblea general.

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E ít a d o í . V o to :. M îe m b ro î.

1 . A u s t r i a , p o r d i f e -r e u te s es tad os . . .

2 . P r u s i a , p o r id. . . .3. H o ls te in -Laueuburg .4. Gr . D uc. de Luxetib.5. H an o ver ..........................6. H e s s e -C a s s e l ...............7. B a v ie r a ............................8. Sa joDia............................9. W u rtenb erg ..................

10 . B a d e n ..............................n . H e s s e -D a r m s t a d t . , 1 2 . H o ls te in -O lde n b u rg , Í 3- S a j o o i a - W e i m a r . . .1 4 . M e c k l e n b u r g - S c h ­

w e r i n ...........................1 5 . I d , - S t r e J i t z ..................16. B r u n s w i c k ...................17 - S a jo H ia -G o th a . . . .1 8 . S a jo u ia - M e iu in g e n .19 . Id .- H i ld b u rg i ia u s e D .20. S a jo n ia -C o b u rg , , . .2 1 . N a s s a u .............................22 . A n l ia l t - D e s s a u . . . .23 . I d . - B e r n b u r g ...............24- Id -K cE th en ....................25* S c i i w a r z b u r g - S o Q -

d e r s h a u s e a ................26. I d . - R u d o i s t a d t , . . .27. H o h e o zo lL -H ech in g .28. Id . - S ig m a r in g e n , . .29. L ip p e - D e tm o ld . . . .30. Id . - S c h a u e n b u r g , . . 3 1- R e u s s ( r a m a prim og.) 32. Id . (segu n do gen ita ) , 33* L ic h t e n s t e in ................34- W a l d e c k ........................35- H es se -H o i ib u rg . . .36* F r a n c fo r t ......................37* L ü b e c k .............................38 . B re m e n ...........................39* Hatiburg.........................

E m p e r a d o r de A ustr ia . R e y de P ru s ia .R e y de D in a m a rc a .R e y de los P a ises-B ajos. R e y de l a G r . B re ta ñ a . E l E l e c t o r .

Sus R e y e s .

Sus G r a n d e s D uques.

Sus D uques.

Sus p r ín c ip e s .

£ 1 L a n d g r a v e .

C iu d a d e s libres .

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HE a , don M ariano , ¿ sot) 34 o 3g ? ¿ pa­

dezco yo equivocación , ó vmd. sostiene un error con oíros mayores? Lástim a es que no haya muchas confederaciones que em brollar.

E i uso de la Y griega lo censuró el Dique como una novedad que no ha adoptado ia Academia de la lengua, ni el uso constante de Jos literatos, prescindiendo de las razones en pro y e n contra. Mas ya que nuestro G ram áti­co se vanagloria de que la usa cuando debe, será bueno advertirle que los mayores enemi­gos de la Y griega no convienen en que deje de usarse como partícula conjuntiva. De los po­cos literatos que se han decidido por esta no­vedad ortográfica , adoptándola en algunas de sus o b ras, han dado los mas prueba de arre­pentimiento , abandonándola en las que han publicado despues. Como quiera que sea , este es un asunto que no debe tomarse tan á dientes.

Escusándose el autor novei de los españo­lismos de nombres de pueblos estrangeros , d i­ce que no hay quien los escriba en el idioma del país. No es cierto. Véanse los mejores ma­pas de Hérisson, Arrowsm ith , <Scc., y se ha­llarán los nombres escritos como por los natu­rales. Véase el Dictionnaire géographique uni­versel que publica en París una sociedad de geógrafos, y se hallará puesto en práctica este mismo principio. Los nombres de los mares, de las parles y grandes divisiones del mundo acomódense en buen hora á la lengua del que escribe, porque no pertenecen á ninguna en

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paríirular ; pero los nombres de pueblos son propios del idioma de sus habilanles, y no es li­dio á ningiin eslrangero el ailerarlos. Ademas, que usando semejantes transformaciones , poca utilidad podría sacarse délas geografías eslran- gcras. ¿Cómo conocerá un suizo que Basilea es Jÿa.s/e ? ¿quién creerá que es una misma poblaclon Dos-puentes, Deux-ponis y Swcy— bruck? ¿por qué á la ciudad que los naturales llaman Jen i-Sh er la han de llam ar los france­ses í>arisse y nosotros Larissa ? ¿ por qué he­mos de decir Georgia á la Grusia de los ru ­sos , y al Gurgislan de los persas ? Fuera de que el señor Torrente no es constante en es­pañolizar los nombres; pues diciendo M arna por M arne, no dice Landas por L an des, Ha— vra por líaore, Mompeller por Montpellier, &.C, Escribe en portugués T ras-os-m onies , y por Entre—Oüuro~é-Minho <\\ct Entre el Duero y el Miño. Persuádase el señor Escritor de que la nomenclatura geográfica debe ser universal- mente la m ism a, siguiéndose en los tratados y mapas la ortografía de los naturales. Esto ahor­ra trabajo, y facilita el uso de las obras , por cuyas razones está así recibido entre los geó­grafos modernos de mejor nota.

Las opiniones que ha apuntado el Dique so­bre el conocimiento que se tuvo de la A m éri­ca antes de los vlages de C o lon , no son vagas é indeterminadas, como cree el señor Cosmó­grafo, De ellas se han ocupado el crítico M as- deu eu su Historia Felipe Casel en su Diser—

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ladon filológica sobre las casuales navegaciones de los Frisones á la América en el siglo XT, y nuestro célebre N avarrele en los Viages d& Colon, que eslá publicando con tanta gloria su­ya y de la literatura. Cuantos han escrito de las cosas de América con el conocimiento de los idiomas del país y de las tradiciones de ios na­turales , nos presentan testimonios de la com u- nicarion de aquel continente con las otras par­tes del mundo. F r . Bartolomé de las Casas, que es de los prim eros, y el que con mas tino ha tocado estos puntos, asegura que los indios de Cuba recordaban la llegada á sus costas de otros hombres barbudos antes que los españo­les. Todos los misioneros de América concuer- dan en los vestigios de cristianismo que aun encontraron én trelos indígenas, como puede verse en R em esal, Calancha , B otu rin i, T o r- quem ada, Acosta y otros. A un han avanzado mas en las investigaciones don Carlos (TÓngo- ra de Sigüenza en su Libra astronómica. Car—li y don Servando M ier. Pretenden haber ras­treado la predicación del evangelio por santo T om as , las relaciones que en el siglo X tenia Acaptilco con la China, y la historia de las re­voluciones que precedieron al moderno descu- brimiiínío ; y en no pocos hechos se refieren á documentos de nuestro archivo indiano de Se­villa, Añádase á estos el testimonio del planis­ferio de Venecia y de otros mapas antiguos, en que al O. de las islas Azores se marcan otras con el nombre de AntiUa j hecho que no debia

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ignorar Cristóbal Colon cuando dio el nom ­bre de Antillas á las primeras islas que descu­brió. De la parle N . E . de la America leñe­mos datos mas seguros y minuriosos. Ademas de los viages que el fundador de la universi­dad de Oxford (A lfre d o ) escribió en anglo­sajón, Blaeu en su Nuevo atlante cita una bu­la del papa Gregorio I V , dirigida al obispo Ansgario sobre ía propagación ^ e la fé en la Islanda y Groenlandia, G u n le r , secretario del rey de Dinamarca , asegura haber visto en el archivo de Bremen otra bula pontificia, ha­ciendo al arzobispo de aquella ciudad uietro- politano del Norte , y señaladamente de Islán- da y Groenlandia. Y Joñ as en el Ensayo is - lándicu trae el catálogo de los obispos de Groen­landia hasta Enrique por los años de i 38g. De todo esto se deduce que la América del N . fue conocida y estuvo en comunicación religiosa y civil con gran parte de la Europa hasta me­diado el siglo X I V , en cuya época las turbu­lencias de los europeos y ia peste de los islan­deses inlerrumpieron casi del todo las relacio­nes, y por poco no estinguleron ia poblacion de aquellas tierras polares. A sí es que á fines de dicho siglo X I V ya se cuenla conjo una haza- «a nueva el viage del veneciano Nicolás Zrno ' por aquellos mares. Mas estas noticias son exó— ■ticas para don M arian o , y necesariamente le han de parecer indeterminadas y vagas. Quod non intoiUgo, nego., como decia el estudiante.

Acusa al discípulo de Tolomeo de groseras 3

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e(]uivocaciones, á saber : en fijar los confines del canal de san Jorge. Y o he dicho y repito que eslá entre Inglaterra é Irlanda, y el señor Geó­grafo lo pone entre Escocia c Inglaterra. ¿Quién se equwQca groseramente ? No hay mas que abrir ojos y mirar.

E l Dique no supone que el aulor de gran marca haya hecho tributarios de G ranada á los reinos de Jaén y Córdoba. Lo afirma y prue­ba sin mas documento que las páginas i 33 y i 34. E n ellas , bajo el capítulo Andalucía^ so- lo se nombran siete poblaciones, todas del rei­no de Sevilla ; y en el capítulo de Granada se ponen Córdoba, M ontilla, J a é n , Baeza, Úbe- d a , A n d u jar, L in ares, Bailen y la Carolina. ¿Qué es esto sino estender el reino de G rana­da , y comprender en él como tributarios los de Córdoba y Ja én ? ¿ se convencerá el autor de este desacierto de que lo es y m uy gar­rafal ?

L a disertación sobre economía política le ha gustado á don M ariano en la teórica-, pero siente que no sea aplicable á nuestro pais. N i lo será mientras haya predicadores como su Gracia. Buen modo de preparar la opinion en favor de estos sanos principios, declamar con­tra ellos. Video meliora proboque, deteriora quor.

Pero como la impugnación del Dique se­ría desagradable al público, y poco decorosa al señor Torrente , se abstiene de ella. B ien he­cho. Huir de la dificultad. Decir que el Dique

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es endeble^ insustancial■, Heno de groseras equi­vocaciones; pero probarlo, nunca. Disputar en regla , nada : porliar, eso s i; que porfiar no es menester saber , y los que no lo entien­den suelen dar mas crédito al que mas porfia. Ninguno debe negar su patria , y hablábase de Aragón.

E l ansia de decir mucho en poco terreno ( todo es tierra en este mundo ) le ha hecho renunciar á la inserción de opiniones encon­tradas, y le ha obligado en su vez á segu irán plan invariable, tomando por guia principios sentados, y en su falta el criterio prudencial. K l que vea la obra de don M ariano llena de opi­niones erróneas, vulgares y oslravagantes, no dudará que sus principios y su criterio son bien estragados. E n cuanto á desentenderse de las opiniones de los clásicos , oiga lo que dice don Ju an A n d rés; No se deben abrazar cie- »gamente las hipótesis , ni deben sostenerse «con tenacidad; pero tampoco se deben des- »echar con desprecio, sino examinarlas con aten- »cion , con indiferencia y sin parcialidad.... des- »preciarlas, según al presente se hace..,, no »puede dejar de retardar el progreso de las »ciencias

Para dar una prueba de que no es faná­tico, confiesa dos errores (n o ha sido inútil el

(i) D iser tac ió n sobre la s c a u s a s de los pocos pro­gresos que h a c e n l a s c i e n c i a s , ¿ c .

*

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Dique para los suscriptores y para el público) el de la mala colocacion de Pomponio Mela y el de la gloria arrebatada al iniiiorlal E lca- no. Mas á pesar de que los confiesa, no omite sincerarse del primero por equivocación, y del segundo con las dudas que ofrecían á su áni­mo las porfiadas impugnaciones de los estrange­ros. ¡O la ! ¿Con que dudaba de esta gloria de España, que lodos Jos estrangeros juiciosos la conceden? Pues si dudaba de la verd ad , ¿por qué le inclinó su crí/eJr/o prudencial en favor de Drake ? ¿ por qué no vió antes de meterse á escritor lo que despues de reconvenido se ha acercado á examinar ( i ) ? N o puede menos de chocar la man/a de nuestros geógrafos moder­nos en publicar obras recien concebidas y lle­nas de absurdos, con la misma arrogancia que si fueran las mas completas. Y si alguno les advierte sus faltas ¡cómo se ponen! Aguárdese, dicen , la conclusión de la obra , y entonces se enmendarán los yerros. P u e s , señores escrito*

( i ) A l o ír á don M ar ian o que se h a ap ro xim a d o d to m ar con ocim ien 'o , p a re ce que l a n a v e g a c ió n de M a­g a l l a n e s con tinua da por E l c a u o solo c o n s ta en algún docum en to raro escondido en e l seno de un archivo p r iv a d o . Im p re s o s es tán los v iag es de estos i lustres n a v e g a n t e s : e s t rac tad o s en l a obra de m a t e m á t ic a s de V a l l e j o , y e n e l a r t i c u lo G u e ta r ia de a lg u n o s dicc io­n ar ios , e s p e c ia lm e n te en e l de la s P ro v in c ia s Vascon­g ada s de la A c a d e m ia . F r im u s e ircu tn d ed isti me es la voz perenne de g lo r ia que e l m u n d o d ir ig e á la me­m oria de £ l c a i ) o , d esde que C a r lo s V l e con ced ió este l e m a sobre e i globo de sus a rm a s .

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res á la viólela, limen vmds. y corrijan sus manuscritos, para que cuando salgan á luz no tingan lanto que corregir y lim ar, ui haya necesidad de suplemcnlos y fé de erralas. M as aquí fic a ó punto. Los especuladores literarios han sutilizado mucho. Lo mas fácil es escribir de cualquier modo: enganchados los suscriplo- res se confiesa que hay defeclos ; pero que se corregirán en un suplemenlo ó apéndice : y el que tomó la obra ¿cómo ha de dejar su com— plemenlo? A sí se hacen de un camino dos man­dados, se trabaja poco? y se forma pacota. S in embargo,

Autores hay con fortuna B e los que conozco y o ,Y los hay también que no.

Me llama don M ariano indiscreto, porque exijo de él que Irale con perfección materias tan vastas y complicadas ; y en esio tiene so­bradísima razón; porque es indiscreción , y grande, exigir que quien no entiende una ma­teria la trale como corresponde. Que los auto­res estrangeros hayan cometido errores , no dis­culpa los del Torrente español, porque el mal de muchos no es consuelo de sabios. Y nótese que se compara con los geógrafos forasteros* pero con los de casa, nada. JLülre los españoles es único don M ariano.

iste e$t Marianus, qui pingitur solas hispanus.

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No confie, sin em bargo, en que el discí­pulo de Claudio Tolomeo juzgue mas favora­blemente de sus trabajos ínterin los desempeñe tan mal. Sería preciso renunciar á toda idea no­ble y elevada para elogiar una obra tan falta de orden y de exactitud. Y si ha empezado con tan mala base , ¿ qué se podrá edificar que no sea ruinoso i Siempre será sicut erat in prin­cipio.

U na de las capciosas imputaciones que re­saltan en Jas notas mariánicas es la ignoble ven­ganza á que atribuye mi crítica. Venganza no puede darse sin ofensa. ¿ Y en qué presume don Mariano que me ha ofendido para que yo tenga deseo de venganza ? Como suscriptor po- dia creerme agraviado ; pero n o , que me sus­cribí con conocimiento de causa. E l señor T o r­rente ( á quien no habia visto mas que una so­la vez , y esta por casualidad ) tuvo la modes­tia de presentarme parte de su original. M i respuesta fue hablarle con toda la franqueza y buena fé que pudiera esperar de su m ayor ami­go. L e indique algunos de los muchos defectos que encontraba en su obra, y le hice ver que no se hallaba en estado de salir á luz sin esci- tar el celo de personas inteligentes á combatir semejantes errores ; asegurándole que no podía comprometerme á no escribir sobre ellos, por­que no se creyese que en mis impugnaciones al Diccionario del señor Miñano mediaban per­sonalidades que por fortuna no conozco. L e hi­ce también presente que dando su Geografía

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al piíbllco en el estado que yo la v e ía , era de tenier que perdiese su d inero , y sobre todo la opinion que pudiera gozar; y que aun tenia tiempo de corregir sus trabajos, único medio de no esponerse á la crítica y al descrédito. ¿ Y á quien da tan prudentes consejos se le atri­buye venganza ? Supongamos que mi diclámen lo miró don M ariano con el poco aprecio que se merece; ¿ pero acaso se ha olvidado el señor Autor de los juicios de personas y cuerpos res­petables? ¿se olvida de que no pudo obtener la aprobación de su obra de dos corporaciones li­terarias donde la presentó? ¿ se olvida del buen rato que pasaron sus individuos oyendo el aná­lisis gracioso que hizo de ella uno de los ma­yores literatos que ha perdido la España ? ¿ se ha olvidado ya de las frias contestaciones, de las desaprobaciones tácitas y disimuladas que le han dado personas bien inteligentes? Solo sé que !a haya elogiado un señor Doctor, y si va­le la verdad, debió hacerlo así por no tirar piedras á su tejado. Luego ¿ á qué suponer ven­ganza donde no hay otra cosa que manía de ser autor, falta de docilidad, é indulgencia de la censura?

También se atreve á dar m i contrincante sus puntadillas de gracioso» y con una sal jándalo-aragonesa dice que no se debe arru i­nar con tanta ligereza la fama literaria de un escritor, aunque solo sea de folletos de 34 pá— ginas en octai>o. N o pudiéndose arruinar lo que no existe, don M ariano y yo estamos seguros

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de perder la fam a, como el viagero no la ha­ya dejado en Civitavecchia. En cuauto á los fo­líelos de 34 páginas, sepa don In fo lio que no se mide el mérito de las obras por el lamaíío. M as quisiera yo ser autor del Arte poética de Horacio ó de la Aminta del Tasso, que de las obras de Barbosa ó de B.aimundo Lulio.

Sep a , si no lo sabe, don M ariano Que el papel, m arca, prensa, forma y caja, •En obras literarias todo es p a ja :A l mérito se atiende, que es el grano.

F alla el Nollsta que el Dique no es á pro­pósito para in stru ir, ni para dar á los estran- geros una idea ventajosa de nuestra literatura. S i por literatura española se entiende iá Geo­grafía universal de don M ariano, claro es que no la elogia el D ique; pero en la crítica de tal producción verán los nacionales y estran­geros que si en 18 28 se trata mal la geogra­fía , no es porque se ignore esta ciencia entre los españoles , sino por la presunción y arro­gancia de los que se empeñan eu manosearla. Entre los errores del Seudo geógrafo se haa obscurecido glorias españolas, que ha vindica­do el folkto de 34 páginas, y mas adelante se pondrán en claro otras que el mismo señor arrebata á >u patria.

Concluye el Piscator de Barbastro con el envanecimiento de que en mes y njedio que se ha estado analizando la prim era parte de su

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Geograf/a no se han encontrado mas que vialidades y pequeneces. N o hay que envane­cerse, seo guapo. Hasta el fin no se cania la gloria. E l tiempo que medió desde la publica­ción de su obra á ia del Dique no lo ocupé es- elusivamente en analizar aquella, porque los que andamos en pretensiones tenemos otras co­sas que nos roban el tiem po; y ya sabe su Se- iioría lo que es ser pretendienle. S i al señor don Mariano se le hacen pocos y peciueSos Jos errores que le lengo manifestados, ahora que ya está puesta la f é de erratas., añadiré algu­nas docenas sobre la misma primera parte (pro­testo no meler ia hoz en la segunda por esta vez ) para que vea cuán infundado es su en­vanecimiento.

TABLAS CRONOLOGICAS.

E l año ^7 antes de Jesucristo pone la pí^rdida de la famosa biblioteca de A lejandría, atribuyéndola á un incendio casual. E s nece­sario estar muy destituido de noticias históricas para incurrir en errores tan de bullo. La per­dida de esta ce'lebre coleccion de escritos (au n ­que no tan copiosa como algunos exageran ) sucedió siete siglos después, y no por fuego casual, sino por el que le puso A m ru , gene­ral del Califa Ornar. Luego que tomó el pri­mero á Alejandría , consultó al Califa qué ha- ria de aquellos lib ros; y O m a r, fanático dis­cípulo de M aliom a, le contestó: “ S i esos l i-

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»l)ros concuerdan con el Koran son inütiíes, »y si conlienen doctrinas contrarias á este ]i- ubro divino, deben tenerse por perniciosos y »destruirse.’-’ Amru , en virtud de esta res­puesta, empleó los libros en calentar los ba­ños de Alejandría. L a lileratara llorará per­petuamente la irreparable pérdida de esle pre­cioso tesoro, y los lectores de la Geografía uni­versal admirarán la frescura con que su autor confunde la época y circunstancias de tan sin­gular acontecimiento.

E l invento de la pólvora y caííones lo atri­buye á Scbwartz en i 34o , siguiendo en esto una opinion muy vulgar y destituida de fun­damento. Prcscindiencio de si los indios y chi­nos usaban la pólvora en los siglos remotos, está demostrado por testimonios iirecusables de autores españoles que los árabes conocían su uso en el si^lo X I y siguientes, oslo es , mu­cho antes de! supuesto invento del aloman B er- toldo Scbwartz. En la crónica de don Alon­so V I , hablando de una batalla naval que dio el rey de Túnez al de S e v illa , dice: ''L o s »navios dcl rey de Túnez traian ciertos tiros »de hierro ó bombardas con que tiraban mu- »chos truenos de fuego.’ Kn una invasión que los moros de Granada hicieron en Alicante, año de x33 i , usaron también de la artillería, como consta de la carta que el ayuntamiento de esta ciudad escribió al rey don Alonso de Aragón en que dice moltes pilotes desfer per gitarles llunys ab foch,’ ’ E n el

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siguiente de i 33a , teniendo sitiada á A lgeci- ras el rey don Alonso X j , dii-paraban caño­nazos desde la plaza , como dice la crónica: '*y Jos moros de la ciudad lanzaban muchos »truenos conti-a la hueste, on que lanzaban »pellas de fierro grandes, tamañas como m an-»zanas..... tan lejos de la ciudad , que pasaban»allende de la hueste algunas de ollas, é al— »gunas de ellas ferian en la hueste/’ Estos tes­timonios que ofrece la literatura española, des­truyen las pretensiones de los alemanes en fa­vor del religioso de Colonia , y lo que aun es mas, las de lus ingleses en favor de Ruggero Bacon , que escribió de la pólvora antes de la época de Schwarfz. De suerte que la opinion que adopta don M ariano tiene dos sentencias contrarias , aunque se le presente á su G iacia con todos los caractères de verdad.

En i 3q i supone que se inventaron los nai­pes en F rau ria para diversion de Carlos V I , lo que no es exacto ; pues su antecesor CárlosV ya los prohibió en iSG g , aunque despues se volvieron á usar en la corte de Cárlos \ I bajo el pretesto de entretenerle en los interva­los de la demencia que padecía. E n España se prohibieron en 13 8 7 , mas es dudoso el lugar de sn invención. TJnoí? sostienen que los ideó en Francia Jacn iin Grigoneur. Otros con mas probabilidad opinan que fueron inventados en 1-spaña por Nicolas Pepin d otro hacia i 33o.Y no se crea que los españoles debemos de abandonar esta causa > porque el invento de

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]j>s naipes parezca despreciable, que aulor fran­cés hay que ha llegado á decir que un comen­tario sobre el juego de los naipes podria hacer­se tan interesante como algunos de ios autores griegos y latinos.

L a conquista de G ranada la fija el año de 14 9 1 y no habiendo historia ni libro que hable de este acontecimiento » en donde deje de cons­tar que los Reyes Católicos conquistaron á G ra­nada el 2 de enero de 14 9 2 . Pero lo que prue­ba el buen criterio prudencial del Cronologista es la adhesión á la manía vulgar de llamar ju­díos á todos ios que no son cristianos; pues di­ce que en dicho año fue la espulúon de 800.000 judíos y como si los moriscos tuvieran rabo. ¿Es esto tomar por guia principios sentados, ó lle­var la opinion de la multitud y smore le TorrenÜ

E l año de i¿f94 la época en que se em­pezó á conocer en Europa el álgebra , y á fé que la retrasa infinito. E n este año no solo se conocia el á lgebra, sino que se imprimieron los Elementos de EucUdes y la Suma aritméti­ca y geométrica de Lucas de Burgo. Mucho an­tes habia difundido esta ciencia Leonardo F i- bonnaci, llamado comunmente de P isa , des­pués de sus viages por Arabia, T res siglos an­tes hizo don Alonso el Sabio las famosas tallas alfonsinas en cuya obra publicada en 125a trabajaron sugelos versados en el álgebra y otros ramos de las raatemálicas. Pero digá­moslo de una vez: Diofanto indicó ya el me'- lodo para resolver las ecuaciones de i .® y 2.°

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»9grado; y en la Biblioteca de Leyde existe un manuscrito árabe titulado: Algebra de las ecua­ciones cúbicas , ó resolución de los problemas sólidos. Pero las tablas astronómicas de don Alonso, monumento de honor para la España, bastaban para que el señor Torrente no inci­diese en anacronismos tan terribles.

La sublevación de las colonias an<ílo-ame- ricanas la señala en i j y S , atribuyéndola al impuesto sobre el té. E n este particular tendrá entendido ló siguiente: i . ° Que en 17 6 5 ya se sublevaron las colonias con ocasion del papel sellado que se les mandó u sar, el cual fue que­mado, en Boston. 2 .® Que el derecho sobre el té, papel y vidrióse impuso en 1774- 3.® Que en este mismo ano por setiembre se instaló ya en Filadelíia un congreso general. Que las verdaderas causas sobre la emancipación de las colonias inglesas de la América del N . no se han de buscar en el té precisamente, sino en mil combinaciones políticas y morales. Compo­niéndose aquellos establecimientos de hombres de tantas naciones y cultos; existiendo entre ellos genios como W ashington , Franklin , Lée, & c., y deseando la Europa debilitar la preponde­rancia de la G ran B re ta ñ a , ¿ hubieran dejado de sublevarse las colonias aunque no existiera el té?

Supone nuestro Geógrafo que estas mismas colonias fueron reconocidas como libres por la Gran Bretaña en 17 8 2 ; pero hasta el ano si­guiente no se ajustó la paz de Versalles entre

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las potencias beligerantes, y el tratado de re­conocimiento de los Estados-Unicios con feclia de 3 de setiembre de 17 8 3 . Estas inexacti­tudes son menos disiinulables en un diplomá­tico que ostenta saber lo que les conviene á lodas las naciones, y lo que deben temer ó exi­gir las unas de las otras.

También atrasa un año la muerte de la rei­na doña M ana Isabel de Braganza ; veinte años el famoso sitio de Beauvais ; y ...., pero no nos detengamos mas en las tablas cronológicas, y Tamos á otra

TABLA DE LOS GRADOS DE LOKGITüD.

E l que desee penetrarse de la exactitud de esta lab ia , que la coteje con las famosas de don José Mendoza y Bios. Leguas mas ó me­nos allá se van. Y o no me detengo en esto, y paso al egemplo que pone don M ariano para inteligencia de la tabla. Nadie que conozca los elementos de la geometría esperará el espec- lárulo que le ofrece en este lugar el Geógrafo universal ; tal es el egemplo. 'JVatándose de sa­bor el valor en millas de los grados de longi­tud á cada latitud, nos pone por v. gr. la dis­tancia de Madrid á Londres. ¡Q ué delirio! ¡ i g ­norar que para este caso dcbian fom irse dos puntos de un mismo parab-lo ! ¡Ign orar que por este egemplo se miden arcos de uierifliano, y no de círculos paralelos al ecuador! ¡Ignorar que de este modo se da menos valor á los gva-

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dos del meridiano según se aproximan al polo siendo cabalmente lo contrario! ¡Ign orar que según su cálculo sale por distancia de M adrid á Londres en línea recta unas 4-58 millas, ha­biendo mas de 66o ! ¡Ig n o ra r , en fin , que no se miden de Igual modo los grados de longi­tud que los de latitud ; que los primeros dis­minuyen , y los segundos aumentan su valor cuanto mas se aproximan al polo! ¡D esgracia­da España si el que así discurre es digno de ser tu maestro I

E U R O P A .

Comprende don M ariano la Europa entre 35° 72° de latitud N . , siendo así que el cabo Teodia en Candía eslá á 34° 5a ' , y el Je la - nla en la N ueva-Zem bla á 76° 5B ' ; de que resulta una diferencia de 5° 6 ' entre la figura­da y verdadera latitud. Lo mismo sucede en la longitud que fija entre 8 ° y 8 2 ° E . de la isla del H ierro; pues como el cabo Staalbiarg de I s - landa está á a i ® 3' O . de M adrid , y la em­bocadura del K a ra hacia el 68’’ E , del mis­mo m eridiano, hay una diminución nada me­nos que de i 5® 3 en longitud. Estando tan al­teradas estas medidas astronómicas , figúrese el lector cómo se hallarán reducidas á leguas. B ien nos dijo don M ariano , que su astronomía era de primeras letras.

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3a

E S P A Ñ A.

Otra de las equivocaciones nolaWes del Geó­grafo aragonés consiste en suponer que la ma­rina española se destruyó principalmente en la guerra coníra Napoleon. Lejos de ser a si, las principales pérdidas de nuestra marina ocur­rieron antes de esta g u erra , y en la alianza con Napoleon contra la Inglaterra. Por el tra­tado de san Ildefonso en -1800 se dieron á la Francia 6 navios; 4 se perdieron en el com­bate de san Vicente ; 3 se incendiaron en la toma de la isla Trinidad ; en el estrecho de G ibraltar se volaron 2 ; otros 2 perdimos en Finisterre; 4 fragatas fueron apresadas en i 8o4; y el combate de T rafaígar en i 8o 5 nos costó1 2 navios. A sí es que á principios de i8 o 8 ya no contaba nuestra marina mas buques arma­dos que i6 navios, 5 fragatas y otros meno­res. En esto habian parado Jos 7 3 navios, 45 fragatas, y muchos buques menores que exis­tían en 17 8 8 á Ja muerte de Carlos III. No h a y , pues, razón para atribuir á, la guerra de ia independencia la principal perdida de nues­tra marina.

S i hubiera de meter la tienta en el artícu­lo de literatura española, serían necesarios, no folletos en octavo, sino tumazos de marca ele­fantina. Responda el señor Torrente á estas sencillas preguntas : ¿ por qué entre los trágicos no ocupa lugar Moratin el padre, como autor de la Lucrecia y de ¿a HormesincJa ¡ el Marqués

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de Palacios, por Ana Balena y el don Gnr- cfa de CasUiia ; Cadalso, por su don Sancho García, Cienfucgos, por la Z ora ida , el Iduine- neo, & r .? ¿qué razón hay para onillir á T lm o- ncda, Cota y Rojas enire los auíores de come­dias» aunque estos dosülliiuos no hubieran Íxe-- cho mas que la tragicomedia de la Celestina'? ¿en qué se funda la omision de A paricio , L o ­pez, M adrazo, & c , , entre los pintores? ¿por qué entre los grabadores se ha negado lugar á G il, Scpulveda, Albuerne, los Vázquez, &c. ? ¿quién no echará de menos entre los arquitectos á don Juan de V illan u eva, don Silvestre Perez y don Ventura Rodríguez? ¿y quién tendrá ojos serenos para ver que en ningún ramo del saber se ha­ce mención del P. M . F lorez? Añada el Geó­grafo trans-ibero estos y otros españoles ilustres para que los estrangeros formen mejor idoa de nuestra literatura. Auada también los profeso­res de ciencias naturales, para que todas las na­ciones sepan que en botánica y agricultura hon­ran á España Cavanilles, O rtega, Rojas Cíe— niente, A rias , Lagasca , &c. ; en medicina V a ­lles, Martin M artínez, P iq u ér, O rfila , & e ,, en matemáticas, Esquivcl, Lucuce, V ails, G a r­cía, Vallejo, Zorraquin, Lista, &c. ; y en geo­grafía, Perez de M esa, G utierrez, M inaya, Barreiros, T orran o, C orella, G ira v a , Segura, Duran, Sesse, Enciso, Quirós, Zamorano, Uce— 1), Torre, Mendoza , Mendez , Estrada , M e-

drano , M urillo , F lo re z , E sp in al, Casaus, í'Opez, A gu irre , G a rc ía , A ntillon , Laborde,

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Cisneros, Verdejo, & c . , & c ., sin otros muchos que ha podido consultar en las compilaciones de ios espaííoles célebres.

E n el artículo de universidades dice , que en Á vila hay una escelenle escuela militar fun­dada por 0 -R cÍlli. Lo que hay en aquella ciu­dad son las clases 3.^ y 4-* de la academia de Ingenieros establecida en esta corle; clases que se hallan alli accidenlahnente porque los alum­nos de ellas son subtenientes del cuerpo de Za­padores, acantonado en Á vila.

¿Quién creeria á no verlo , que ignora don M ariano cuál es la capital de Menorca ? Pone por tal á Ciutadella ; y aunque es cierto que lo fue hasta 17 0 8 , conquistada la isla en este año por los ingleses, trasladaron la capital á Mahon por las ventajas de su posicion y puerto, que es de los mejores del Mediterráneo. E n los años que poseyó la Inglaterra esta isla se me­joraron las fortificaciones y se acrecentó el ve­cindario de la nueva capital; y reconquistada en 17 5 6 coniinuó y contiuüa aün esta ciudad con la prerrogativa de capital de M enorca, co­mo lo dicen todas las geografías modernas, in* clusa la del señor M iñ an o, que es cuaoto hay que decir.

L a poblacion de los cuatro presidios de Afri­ca la valúa nuestro Geógrafo en mas de 5.000 alm as; y á fé que no se engaña; porque 11.000 son mas de cinco mil. Solo Ceuta tiene unos 9.000 habitantes; ron que no es estraño que agregando los de M elilla , Velez y Alhucemas,

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sean mas de 5.ooo. ¿Qué tal nos describirá el interior del Africa quien no sabe ni aun apro— ximadainente la poblacion de nuestros estable­cimientos en su costa seplenlrional ?

Pero ya estamos en la historia de España, arJiVulo de don Pedro el Cruel. Los errores que hasta aqui hemos manifestado no tienen la trascendencia del que vamos á combatir para defender Jas regalías de la Corona de España, la disciplina de su antigua ig lesia, y el honor (le la nación entera. Eslas son las espresiones que en mi concepto vulneran las indicadas re­galías y derechos. '*N o debemos pasar por alto »que al regreso de Pedro á su reino.... fué cuan- »do el papa U rbano V le concedió.... que el «nombranjientode obispos.... ydignidades ecle- »siásticas fueran de presentación de los reyes "de Castilla. ” Desde los primeros siglos de la iglesia, la española, reunida en concilios m etro- polilano.s y nacionales, egerció tan de lleno el go— Ijierno de Jas diócesis y con tai independencia, (]'ie creaba obispados, los dividía^ unía y des— Hipmbralja según le parecía mas conveniente. Muerto un prelado daba parte el cabildo al l\ey pidiéndole licencia para proceder á la elec­ción canónica de sucesor, y despues de egecu— tatla daba cuenta al Soberano para su real apro- Itacion ( i ) . Esta fue Ja práctica de nuestras

(l) No es e s ta opinion de uu doctor p a r t i c u l a r ; 'e s el contesto de la v o lu n ta d soberana m a n if e s ta d a eu l a

1 , £Ít. 1 6 , lib , 1 de l a N o v . R e c o p . , que dice a s í í

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iglesias hasta rl año de 6 8 i , en el que el con­cilio X l l toledano concedió al R e y la nomina­ción de todos los obispos de la monarquía, au­torizando al arzobispo de Toledo para que los confirmase. Desde esta época nuestros reyes gozaron la regalía de presentar los obispados Optima ju re , por derecho regio y por concesion de la Iglesia; hasta que en el siglo X II empezaron las reservas, las disputas entre Jas cortes roma­na y española que no acabaron de fijarse hasla que se celebró el famoso concordato de i i de enero de 17 5 3 . Y siendo esto a s i, ¿cómo se aíreve don M ariano á sentar proposiciones que ofenden direclamcnte el derecho de patronato de nuestros reyes, Ja inmunidad de .nuesiras iglesias y el decoro de la España? Esla doclri- na ultramontana es muy reparable en quien ha residido en los estados pontificios por encargo de su gobierno.

«Costum bre a m i g u a es en E s p a ü a que los R e y e s de »»Castilla cousle ii tan la s e lecc io n es que se h a n de hacer jiile los obispos y p e r la d o s , porque io s R e y e s soo pa- :>tronos de la s i g l e s i a s : y c os tum b re a n t ig u a fue siem- :»pre y es g u a r d a d a en E s p a ñ a , que c u a n d o algún per- ü lad o ó obispo f in a r e , que los can ón igos é otros cua- u lesqu ier á quieii de d e rech o y costum b re pertenece la ^e le cc ió n deben Inego h a c e r saber a l R e y por meusa- sjgero c ie r to l a m u e r te d e l t a i p e r la d o ó obispo que fi- v n ó ; é a n te s de e s to no puedan n i deben e le g ir e l tal a p e r l a d o ó o b is p o : é otrosi desque e l t a l perlado ó í)0bit.po fu e re e le g id o como debe y c o n f i r m a d o , fue y e s Mcostnmbre a n t i g u a q u e a n te s que h a y a de aprehender uposes iou de l a i g le s i a deben v e n i r p o r s u s p erson as á » h a c e r r e v e r e a c i a l a R e y , &ic. »

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En la topografía , deja á Ciudad-Rodrigo sin mas honores que los de plaza de armas, de­biendo decir que es plaza fuerte fronteriza de Portugal; porque no es lo mismo plaza de ar­mas, que plaza fuerte.

pone en Segovia el Colegio militar de A r— tillerj'a , olvidándose de que fue eslinguido en 27 de scticmLre de 18 2 3 . E l establecido por real orden de 2g de febrero de 18 2 4 ? no es de A r— iiUeria sino General militar^ esto es, para todas las armas del egórcilo.

PORTUGAL,

E l aspecto de este pais dice que es el reira* to de la fertilidad. j S i habrá visto don M aria­no el original de este retrato? Buenas cosechas lograrán los portugueses como no vean la fe r - liÜtlad sino retratada.

Entre las ciudades de Portugal pone la-pla­za de Olivenza en la provincia de Aientejo; y en esto nmestra también debilitar los derechos de España sobre esta poblacion. Espresa que desde 18 0 1 pertenece á la Kspafía por cesión de ■OS portugueses; siendo por conquista de núes— ras armas. De cualquiera manera es una ar— Jitrariedad agregarla á una provincia de Por—

perteneciendo en todo á nuestra E strc- raaiiura.

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FRA NCIA .

S i el autor del Dique hubiera hecho la des­cripción de la isla de Córcega, no habria omi­tido que el papa Bonií'acio \ ' l l í Ja dió al rey don Jaim e de Aragón en 1297» porque es nmy celoso de todo lo que favorece las verdaderas glorias de su patria, aunque no aspira á defen­der quimeras ni opiniones infundadas, por niaa que lisonjeen el amor nacional.

Tampoco hubiera Iiablado del código man- limo de Oleron {Juicios de Oleran es su lílulo sin manifestar que fue tomado de nuesfras Cos­tumbres mariiimas de Barcelona, que fue el pri­m er código consuetudinario de comercio de « ue hay m em oria, digno de que se adoptase por todas las naciones marítimas en el siglo X y siguientes. Esta célebre compilación, que se ha reproducido con los nombres de Leyes barcelo­nesas , y Consulado del m ar , ha servido de tipo para los Juicios de Oleron, para las Ordenanzas de Wisbuy, y para otros muchos códigos y or­denanzas de comercio que se han formado des­pues; y tal vez es e^ta una de las principales glorias de la nación española. ¿ Pues por qué don iVIariano menciona el código de Oleron, y no hace el justo elogio del de Barcelona en el artículo de esta ciudad!*

A l rio de Francia que el señor Geógrafo llama Charenlo íe hace nacer en H avre de (;rra- c ia , á unas 80 leguas de su verdadero origen,

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Este sehaliacercade C%evor\rv^c(Hau1e-Vienne) y hasta Havre de G race ( Seine infeneure) no median menos de seis deparíamenlos. líem mas, Havre de Grace es un puerto; y para que des­de él fuese el Charente hasta Soubise , ¿qué al­tura no debía tener la cosía en H a v re , ó qué desnivel no era necesario en el Océano ?

En el articulo Religión dice que la F ran ­cia se divide en diez arzobispados; y en segui­da enumera las ciudades metropolitanas. Entre ellas falta Alby que tiene su Arzobispo de car­ne y hueso; falta R eim s, metrópoli donde acos­tumbran consagrarse los reyes; y falta Ai’ fg - non silla en algún tiempo de los papas y hoy de un arzobispo. L a segunda ciudad metropo- lilana que menciona es Malinas. ¡Qué tal! ¿N o sabe don M ariano que esta ciudad pertenece al reino de los Paises-bajos? Pero yo rae equivo­caré; que cuando su merced ha desmembrado á Malinas de su verdadero reino para agregar­la á F ran c ia , y cuando ha omitido las otras tres metrópolis, lo habrá visto justificado con todos los caracteres de verdad.

Hasta aqui mis reparos sobre la prim era parte de la Geografía universal. Estos y los del Dique (con otros que omito) se han encontra­do en dos ligeros repasos » pescándolos con caña y no con red ; mas puede lener entendido el señor T orrente, que si tratase de provocar al discípulo de Tolomeo, y de seguir incomodando al público con semejantes dislates y vaciedades, le hará ver otros muchísimos y trascendentale*

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errores, que necesariamente ha de cometer quien ignora Jas materias de que escribe. Amargas Je serán estas verdades-, pero aun las hay desmi­das y del harqucro en nuestra lengua, para los que á fuer de porfiados quieren sostener sus ig­norancias.

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