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Número 103 de junio de 2012
Notas del mes
Urge recambio
Por Juan-Ramón Capella
En la universidad hay cosas que pasan antes. Apuntes para
debates necesarios sobre democracia, contestación y
movimiento universitario
Por Jordi Mir Garcia
Observatorio de Salud: 4
Por Lucía Artazcoz
Cuaderno de depresión: 10
Por Albert Recio Andreu
Han roto la baraja
Por Joaquim Sempere
La ciudadanía indignada es el comienzo de la solución
Por Antonio Antón
Mayo, el mes del 15M
Por José Manuel Barreal San Martín
Comentarios prepolíticos: 9
Por Joan Busca
"Apocalypse Now" y Esperanza Aguirre
Por Agustín Moreno
Yo estudié en la pública
Por Vidal Aragonés
Ensayo
Cómo llevar a cabo una revolución ecosocialista
Ian Angus
Desafíos y logros de la horizontalidad en las experiencias de
cooperativas agroecológicas andaluzas
Pablo Saravia
La Biblioteca de Babel
La justicia de la República
José Luis Galbe Loshuertos
Mongolia
La mejor manera de robar un banco es dirigirlo
1
En la pantalla
Yo estudié en la pública
Campaña en defensa de la Educación Pública
Figli di Annibale / Sole
Almamegretta
El extremista discreto
Quizá haya que dar las gracias...
El Lobo Feroz
Sarna sin gusto sí pica: diez aforismos en tiempos de
depresión
Fuertebrazo
Carta de un investigador a Rodrigo Rato
Alberto Sicilia
...Y la lírica
Alegato contra la codicia
Rafael Argullol
De otras fuentes
La extrema derecha europea: una trayectoria ascendente
Xavier Casals
El actual despotismo democrático y sus alternativas
José Manuel Naredo
Un mundo de petróleo difícil
Michael T. Klare
40 años de "Los límites del crecimiento"
Antonio Turiel
Despatologizar, despenalizar, desaprender: luchas LGTB y
emancipación social
Antoni Jesús Aguiló y Ana Cristina Santos
29/2005-IP: el informe secreto de la sanidad catalana
Revista cafeambllet
Documentos
La política religiosa de la República (1931)
Manuel Azaña
2
Foro de webs
Dones juristes
Green Left Weekly
Associazione “Marx XXI”
3
Urge recambio
Juan-Ramón Capella
Creo que una amplísima mayoría de la sociedad española ni desea el
mantenimiento del actual gobierno ni tampoco que el PP vuelva a obtener la
mayoría en las siguientes elecciones legislativas.
Los motivos son claros: el PP se ha prestado incluso con entusiasmo al juego
de mutilar los derechos de los pobres en favor de los ricos, de llenar de cargas
a los trabajadores y descargar los hombros del empresariado. No es necesario
repetir aquí la ristra de medidas antisociales del gobierno del PP, ni de los
gobiernos derechistas de las comunidades autónomas. Si acaso, señalar que
el PP y Convergència Democràtica de Catalunya añaden a su ataque a las
clases trabajadoras y a las clases medias el lodazal de la corrupción, el
señalamiento para cargos que dependen de algún modo de las instituciones
públicas a amigos y parientes, además de beneficiarse desde siempre de la
colusión entre negocio y política. La corrupción, la soft y la heavy, ha tomado
carta de naturaleza en la vida política española, se ha asentado en ella y no
parece dispuesta a abandonarla.
(Por otra parte no se puede dejar de estimar que buena parte de esa gente
son malvados en el sentido moral; digan si no para qué sirve abandonar sin
sanidad a una parte de los extranjeros, meter a los niños en aulas para 40
personas, cambiar las normas del alquiler en beneficio de los propietarios,
recortar sueldos públicos, cerrar quirófanos, si luego el dinero así ahorrado se
pone a disposición de los bancos.)
El PP debe perder las próximas elecciones. Pero hoy por hoy no es fácil que las
pierda. Porque no hay recambio. Porque falta un equipo cohesionado de
personas que pueda devolver la cordura a la vida política y social española.
El Psoe actual no es un recambio viable.
El Psoe fue en un pasado muy lejano un partido socialdemócrata que
históricamente podía incluir la palabra 'obrero' entre sus siglas sin excesivo
escándalo. Pero eso se acabó con Felipe González. Este dirigente, su equipo y
los que le siguieron abandonaron la orientación socialdemócrata y adoptaron
como básica la política económica neoliberal. El Psoe se convirtió así en un
catch-all-party, en un partido atrapalotodo que podía obtener votos de la
derecha, del centro y de la izquierda. Lo ha tenido fácil en una sociedad como
la española, donde los cuarenta años de franquismo deseducaron
políticamente a toda la sociedad volviéndola además miedosa —temerosa de
4
que retornaran los malos tiempos—. Las gentes del Psoe de Felipe González
se enriquecieron con la política, algunos destacados cargos públicos
socialistas fueron incluso a la cárcel por ello; el gobierno pudo obtener del
ingreso en la Unión Europea fondos públicos con los que amordazar la
protesta contra su traicionero comportamiento respecto del ingreso en la
Otan, con los que aislar al poderoso movimiento de los objetores de
conciencia. Aquel Psoe también emprendió acciones de terrorismo de Estado
que niega todavía hoy (los negará siempre: todos los criminales lo hacen). Y,
finalmente, los malos tiempos han vuelto sin necesidad de ninguna ensalada
de tiros.
El Psoe dirigido por Almunia o Borrell tal vez hubiera podido cambiar esa
orientación, pero lo cierto es que quien tuvo de veras vara alta en el Psoe ha
sido Zapatero. Y Zapatero profundizó la orientación neoliberal de su política
económica, más y más, hasta el punto de no poder dar crédito a sus ojos
cuando el crack neoliberal se produjo. El talante reformista de Zapatero sólo
se mostró en políticas plenamente compatibles con el sistema económico:
legislación sobre el aborto, sobre matrimonio entre personas del mismo sexo,
ley de dependencia.
El Psoe no tiene personal capaz de hilvanar intelectualmente un programa
socialdemócrata, ni posee el coraje político necesario para un viraje así. Es
posible incluso —tan maleducado y descompuesto está ese partido— que
intentar un verdadero viraje lo rompiera. Basta pensar que del Psoe viene
Rosa Díez: hay demasiados cuadros en el Psoe que lo darían todo por
recuperar un milímetro cúbico de poder.
E Izquierda Unida, que sí es realmente un partido socialdemócrata, aunque
confusamente y con fuertes ramalazos populistas y oportunistas —basta
pensar en el apoyo de IU al PP en Extremadura o en la prisa con que Valderas
ha pasado a ser vicepresidente de la Junta de Andalucía—, todavía no
constituye hoy una alternativa creíble. Demasiadas medias tintas, demasiada
táctica y ninguna estrategia. Digámoslo claro: el pensamiento ha desertado de
Izquierda Unida. Se la ve con simpatía, pero a nadie engaña su limitación.
Con estos mimbres es inevitable que el mandato del PP se prolongue cuatro
años más, acaso con mayoría sólo relativa pero siempre con la posibilidad de
complacientes alianzas con las derechas de las comunidades autónomas. Y si
realmente pintan bastos el PP compondrá con el Psoe una Gran Coalición para
seguir adelante impasible el ademán. Éste es probablemente el peligro
principal cara al futuro: una Gran Coalición para el mantenimiento de las
políticas neoliberales en España.
¿Hay modo de evitarlo?
5
Especulativamente se puede contestar que sí, que lo hay.
Para hacer algo más que desplazar del poder a la derecha y acabar con las
nefastas políticas neoliberales, se precisa el surgimiento de un gran partido
sobre las coordenadas de la socialdemocracia y el ecologismo.
Un partido socialdemócrata para proponer e implantar políticas
neokeynesianas que de veras estimulen la producción necesaria pero que
construyan al propio tiempo protección social, en un mundo donde las
tecnologías informáticas y los intercambios de la mundialización vuelven
obsoleta permanentemente una parte de la fuerza de trabajo, que ha de ser
redirigida hacia sectores de actividad que en la vida económica actual aún
están en mantillas, o bien beneficiarse de una eficaz redistribución de la
riqueza si no se puede reabsorber el paro estructural.
Y un partido que fuera además ecologista, capaz de orientar a la sociedad
para hacer frente a los retos derivados de la escasez de energía y de agua
potable en el planeta, del cambio climático, de la necesidad de una
producción sustentable y no malgastadora. Un partido, además,
esencialmente democrático, que proscribiera la tentación vanguardista o
jacobina, capaz de conquistar hegemonía —esto es, las cabezas— de toda la
sociedad.
Pero eso es hoy por hoy solamente especulación. Los agentes más activos del
movimiento de las plazas, de los que exigen democracia real ya, han de tomar
la iniciativa. Hay que decir que algunas de sus iniciativas van en la dirección
correcta. Otras, no. No es aún el momento, cuando se es minoría, de plantear
una reforma constitucional. Por supuesto, eso llegará. Por mucho que los
gobiernos llenen las calles de policías, el aire de helicópteros y el espacio de
la comunicación de amenazas contra nosotros, algún día constituiremos la
Tercera República española. Pero ahora estamos en otra fase: en la fase
preliminar de los pasos previos.
Se podrán dar pasos en la dirección de la formación de un gran partido
socialdemócrata y ecologista si en cada provincia de este país se constituye
una Junta democrática, una asamblea o consejo, la entidad que sea, a
condición de que en ella pueda tener cabida toda la izquierda realmente
socialista, demócrata de veras y no de boquilla, ecologista y pacifista, sin
exclusión alguna. Y a esas asambleas, juntas, lo que sea, se puede llegar
creando entidades similares en cada agrupación vecinal importante, que
actúen visiblemente, que puedan ser un referente para entidades menores,
sean pueblos o barrios u organizaciones sociales de trabajadores, vecinos;
para la enorme red de actividades decentes que se da y sigue dándose entre
nosotros.
6
Hoy necesitamos más que nunca un referente político-cultural capaz de poner
fin al neoliberalismo.
No es fácil sin embargo que surja este referente. La derecha ha tenido éxito:
ha realizado efectivamente el propósito de la Trilateral, hace casi cuarenta
años, de despolitizar a las poblaciones. La mayor parte de la gente de las
plazas ve la política como la derecha quiere que la vea: como politiquería,
como acción por arriba. Casi nadie tiene idea de otra política, de la política de
los de abajo, de la política por abajo. De otra manera de hacer. Al distanciarse
de la política los nuevos movimientos le hacen el juego a la derecha social.
Alguien tenía que decírselo. Arremangarse para intervenir en política es una
necesidad. Ciertamente, menos confortante que evitar desahucios o
simplemente permanecer unidos. Hay que asumir los riesgos. De buenas
intenciones está empedrado el camino del infierno.
29/5/2012
7
En la universidad hay cosas que pasan antes. Apuntes para debates
necesarios sobre democracia, contestación y movimiento
universitario
Jordi Mir Garcia
El movimiento universitario siempre está
Al analizar el período de movilización social que estamos viviendo y que tuvo
su punto de inflexión en el 15 de mayo de 2011 y las acampadas posteriores,
nos encontramos con una cierta paradoja: esta movilización tiene un
elemento clave en la participación de la juventud y de los estudiantes activos,
pero podríamos decir que el movimiento universitario, como tal, no apareció
claramente en escena hasta la huelga de universidades del 17 noviembre de
2011. Después vendrían otras, como la del 29 de febrero de 2012, con una de
las mayores manifestaciones que se recuerdan, y las del 3, 10 y, sobre todo,
del 22 de mayo, cuando, por primera vez en la historia de la España
democrática, todos los sectores de la enseñanza pública (desde los 0-3 años
hasta la universidad) se sumaron a la huelga convocada por los sindicatos.
Sin embargo, una lectura que sólo se fijara en las convocatorias dedicadas a
la universidad, no estaría viendo lo más importante. El movimiento
universitario estuvo presente desde el inicio de las movilizaciones que han
dado vida a este período de movilización que identificamos con la fecha del
15M y todo lo que allí empezó a suceder. Algunas de sus organizaciones ya
habían promovido iniciativas movilizadoras como la plataforma “Juventud sin
Futuro” en abril de 2011. Después vendrían la manifestación del 15M y las
acampadas, cuya organización, duración e impacto difícilmente podríamos
entender sin la participación de personas que están ahora en la universidad o
que continúan organizadas en espacios en relacionados con ella. Sus
reivindicaciones y dinámicas de actuación, desarrolladas a lo largo de los
últimos años, estuvieron y están muy presentes en estas movilizaciones que,
según los datos del CIS [1], son tan bien valoradas por la sociedad española.
No es casualidad que las tres primeras personas detenidas con motivo de la
huelga general del 29 de marzo de 2012 —y pasadas a prisión preventiva
durante más de un mes— fueran estudiantes universitarios, ya que aquella
huelga fue mucho más que una huelga de trabajadores y las autoridades se
concentraron en la represión de los colectivos más activos en la contestación,
aunque para ello, como dijo el ministro del Interior, hubo “que forzar el
ordenamiento jurídico para que ingrese en prisión alguna persona” [2].
Los estudiantes críticos llevan años trabajando y reclamando cambios en un
modelo en el que hay muchas cosas que no les gustan y otras que quieren
8
defender. Reclaman más y mejor democracia dentro y fuera de la universidad
y son defensores de un modelo público de educación superior que ven
amenazado por un triple camino de privatización. El primero tiene que ver con
el gobierno de la institución. Se está produciendo una incorporación de
actores privados en órganos directivos que asumen nuevas competencias y
más relevancia como el Consejo Social, donde hay representantes de
diferentes sectores de la sociedad con un peso importante del sector
empresarial. A este proceso de incorporación hay que sumar lo que está
ocurriendo con otros órganos de gobierno más plurales, y donde los
estudiantes tienen mayor presencia, como el claustro, que ven reducida su
importancia. El segundo es la financiación externa de másters, investigación y
docencia por parte de las empresas. Ya en los años de bonanza económica
preocupaba la relación entre universidad y empresas por la excesiva
influencia que éstas podían tener al configurar los objetivos de la
investigación y por su tendencia a financiar sólo aquellos proyectos que les
resultasen útiles económicamente. En un momento como el actual, en el que
los recursos disminuyen, preocupa todavía más cómo vamos a asegurar la
investigación y la docencia en aquellos sectores que consideramos
fundamentales más allá de los intereses legítimos del sector privado. Y el
tercer camino de esta privatización es la creciente participación de los
estudiantes y sus familias en el coste de sus estudios, una forma de copago
que supone una transferencia de recursos de las familias a la universidad. La
situación actual vuelve a poner en primer plano estas reivindicaciones que
cobran mayor actualidad con la anunciada subida de matrículas o con las
limitaciones para el servicio que pueden suponer los recortes en el personal
docente e investigador y en el de administración y servicios.
¿Permisividad o desconsideración?
Hay quien repite una y otra vez que, cuando se produce algún alboroto en las
manifestaciones, la causa de ello ha de buscarse en dos motivos
fundamentales: en el hecho de que Barcelona se haya convertido en la capital
antisistema del mundo y en la permisividad con la que han sido tratados los
supuestos alborotadores en los últimos años. Barcelona es una ciudad punto
de encuentro para muchas iniciativas y son muchos los extranjeros que en los
últimos años han decidido pasar por aquí e incluso instalarse. Para amantes
de teorías que vinculan a estos colectivos con supuestos grupos
“anarcoitalianos” [3], recomendaría un paseo por el Eixample y Gràcia,
barrios donde se pueden encontrar cantidad de negocios abiertos en los
últimos años por personas de origen italiano y que no son difíciles de detectar:
poco que ver, pues, con tapaderas de centros de apoyo a grupos antisistema.
En la universidad se puede detectar también el aumento en la última década
de investigadores y profesorado de origen italiano; un apunte personal: en el
grupo de investigación al que pertenezco hay tres personas italianas, de lejos
9
la nacionalidad no española dominante. A lo mejor hay que pensar en otros
elementos para explicar esta presencia: por ejemplo, en la situación de la
universidad en Italia, en la dificultad para hacer carrera académica, conseguir
becas y desarrollar investigación en determinadas áreas. Y aparte de trabajar,
muchas de estas personas se integran en el tejido asociativo y en los espacios
de activismo cultural-político que ofrece esta ciudad.
En cuanto a la supuesta permisividad, no dejamos de oír frases del tipo:
“Hemos dejado que esto ocurriera” o “las autoridades no han sido lo
suficientemente duras para evitarlo...”. Muchas de las personas (en su
mayoría, desde la clase política y los grandes medios de comunicación) que
hablan de esta permisividad suelen aprovechar cada ocasión para pasar
cuentas con el antiguo gobierno Tripartito en Cataluña, y especialmente con
una de sus partes, Iniciativa per Catalunya Verds-Esquerra Unida i Alternativa,
sobre su gestión al frente de la Conselleria de Interior. Pero convendría
recordar que, durante los años del Tripartito, los Mossos d'Esquadra realizaron
algunas de las intervenciones más contundentes de su historia. Por ejemplo,
hay una fecha, el 18 de marzo de 2009, que está marcada a porra para una
generación del movimiento universitario y más allá de él: aquel día, los que
allí estábamos vivimos algo que no hubiéramos podido imaginar en una
sociedad que se quiere democrática, y son muchos los testimonios que han
dado cuenta de aquella tarde-noche. No fue un hecho aislado: se enmarcó en
la respuesta de las fuerzas policiales, del gobierno y de la dirección de las
universidades para hacer frente a una movilización que cuestionaba tanto la
evolución de la universidad española como la creación del Espacio Europeo de
Educación Superior. A mi entender no se puede hablar de permisividad. Si se
quiere hacer un análisis serio de cómo han sido tratados determinados
sectores críticos de los estudiantes universitarios, tal vez llegaremos a otro
tipo de conclusión que se acercaría a la idea de desconsideración: la
desconsideración de la dureza con la que fueron tratados los estudiantes
críticos tanto en la calle como en los espacios académicos de gobierno. Sin
duda, el curso 2008-2009 resultó doloroso y es posible que todas las personas
que lo vivieron, desde un lado u otro, guarden un amargo recuerdo de él.
Hasta me atrevo a pensar que, en aquellos meses, se rompieron muchas
cosas, entre las cuales la confianza en el diálogo como herramienta para
solucionar problemas y encarar el futuro. De modo que lo que ocurre hoy sería
más el fruto de lo que pasó entonces que el resultado de la tan citada
permisividad que se menciona un día sí y otro también. ¿Qué enseñaron las
autoridades en todo aquél proceso? ¿Qué aprendieron los universitarios? [4]
El cuestionamiento de los modelos establecidos y las instituciones
Seguramente este es el momento de nuestra historia reciente en el que más
jóvenes cuestionan el modelo de sociedad que hemos creado, desconfían de
10
las instituciones y de las autoridades académicas. No es sólo un problema de
la universidad. Pero es en la universidad, como también en otros sectores de
enseñanza, donde se debe actuar si queremos abordar esta situación. Y no
hacerlo con presión, con autoridad, con exclusión, eso ya se ha hecho, y por
ese camino hemos llegado hasta aquí. ¿Hasta ahora se han tomado en
consideración las reclamaciones planteadas por los estudiantes? No pregunto
si se han aceptado, sólo si se han considerado, si se han discutido, si han
merecido un trabajo conjunto. Formulo esta pregunta puesto que el problema,
entiendo, no está en rechazar lo que se propone, sino en hacer oídos sordos y
evitar siquiera discutir abiertamente con ellos sobre sus propuestas. Entre
nuestros jóvenes aumenta el sentimiento de incapacidad e imposibilidad para
encontrar los caminos que puedan ser útiles para transformar aquello que no
les gusta de su sociedad y de su universidad. Si, además de ser minoría, en
los espacios de gobierno se les impide hacer llegar sus propuestas y
debatirlas, los estudiantes tienen muy poco que hacer en las instituciones. En
las académicas y en todas las demás. Es por eso por lo que los universitarios
se ven abocados al camino de movilización. Sin embargo, si ni siquiera así
pueden conseguir una cierta incidencia en el debate académico-político, ¿qué
queda por hacer?
Debates necesarios: legalidad, legitimidad y violencia
En los últimos meses se ha hecho habitual hablar de movilizaciones, represión
y violencia. Y no es difícil encontrar estudiantes que no llevarían a cabo
actuaciones de violencia contra objetos, pero que las pueden entender. ¿Por
qué? Porque nuestra sociedad sigue sin afrontar un debate en profundidad
sobre la violencia, o, mejor dicho, sobre los diferentes tipos de violencia que
existen y la distinta manera de enjuiciarlos. Para entendernos, no sólo la
violencia física de los que queman contenedores de basura o de las
actuaciones desproporcionadas de la policía, sino la violencia que deja sin
casa, la que quita el trabajo, la que cierra o reduce los servicios médicos, la
que aumenta los precios en la universidad, la que reduce la asistencia a las
personas que lo necesitan, la que establece condiciones de trabajo que
consideramos injustas o que comete fraude fiscal. Las divergencias en la
consideración pública de estas diferentes realidades de nuestra sociedad
resultan inasumibles para muchas personas y son motivo de gran debate en el
movimiento universitario. Hay demasiada distancia entre lo que muchas
personas consideran injusto y no legítimo y lo que se acepta como legal y no
se cuestiona en el debate mediático y político. Resulta imprescindible reducir
esa distancia, de otro modo el abismo será irrecuperable.
Hoy, en el interior del movimiento estudiantil, podemos ver como en algunos
momentos, y en algunos sectores, cierta ansia, voluntad de inmediatez,
incluso desesperación fundamentada en diversas causas, lleva a actitudes que
11
muchos —desde posiciones de noviolencia constructiva— no compartimos.
Pero hasta ahora todo se ha podido abordar desde la palabra y con voluntad
de proximidad. En nuestra sociedad empiezan a producirse algunos
movimientos en relación con el necesario debate sobre la violencia,
determinados en buena medida por la movilización social y por las fracturas
en hegemonías existentes. Pero son cambios todavía lentos e insuficientes,
por lo que es menester debatir más a fondo sobre la cuestión e implicar a
todos los ámbitos e instituciones de la sociedad, incluida, cómo no, la
universidad. Un argumento más para revitalizarla como espacio de
participación política.
La demanda de una verdadera democracia
En la universidad hay muchas cosas que acostumbran a pasar antes que en
otros ámbitos de la sociedad, también en lo que se refiere a la actitud política
de los jóvenes. La universidad es seguramente el espacio ideal, como también
lo podrían ser otros, los barrios por ejemplo, para la incorporación de los
jóvenes a la política. La universidad tiene reconocida la participación del
estudiantado en sus órganos de gobierno, desde las facultades a las que
pertenecen como estudiantes de determinadas carreras hasta el consejo de
gobierno, el consejo social y el claustro. Esta arquitectura institucional podría
permitir una presencia relevante del estudiantado en el gobierno de la
universidad, además de contribuir a una democracia representativa y
participativa de gran calidad en la que los jóvenes se formaran y capacitaran
para también participar en la política de nuestra sociedad. Sin embargo, y
lamentablemente, eso ocurre en muy pocos casos, de manera que convendría
que nos preguntáramos sobre la representatividad de los estudiantes en estos
espacios, es decir, sobre cuánta presencia tienen en términos numéricos y si
realmente ejercen la representación de los representados. En cuanto al
número, suele ser reducido y, desde luego, muy inferior al que reclamó el
movimiento universitario antifranquista para dar vida a una universidad
democrática vertebrada en torno a unos órganos de gobierno con
representaciones equilibradas para el conjunto de la comunidad. Hoy en día
está muy extendida la idea de que los estudiantes no tienen porqué decidir
sobre cuestiones de la universidad que, aunque les afecten, son
responsabilidad de la dirección. Con ello se deja claro, por un lado, que ellos
no pueden ser gobierno, y, por el otro, que su posición no es relevante. Y para
fundamentar esta idea se insiste en remarcar su temporalidad en la
institución, a diferencia de los personales docente y administrativo.
Se puede y se debe discutir sobre el modelo de gobierno de las universidades,
sobre la eficiencia de los órganos dirigentes y la necesidad —o no— de incluir
en ellos a otros sectores de la sociedad. Pero me parece difícil de argumentar
que los estudiantes no deban y puedan participar del gobierno de una
12
institución de la que son parte fundamental y para lo que están capacitados.
Lo planteo desde una posición de principios y, a la vez, práctica. Si esto nos lo
creemos, deberían cambiar muchas cosas en nuestra universidad. Una parte
mayoritaria de los estudiantes ha renunciado por acción u omisión a
preocuparse y participar del gobierno de la universidad, porque no le
encuentra el sentido, no obtiene resultados o porque piensa que no es su
papel. La parte minoritaria que sí lo hace, también está ahí por diferentes
motivos. Pero incluso los más desinteresados, los más puros en sus motivos,
ven claramente como estos espacios acaban resultando excluyentes en
demasiadas ocasiones. Puede que esta sea una percepción minoritaria, pero,
aunque así sea, resulta profundamente hiriente para aquellas personas que
aceptan una democracia efectivamente representativa y trabajan para poder
hacerla más participativa, de mayor calidad y más cercana al conjunto de las
personas implicadas.
Democracia como equilibrio inestable en el que todas las partes son
necesarias
La democracia es un proceso profundamente inestable porque son muchos los
equilibrios que deben hacerse para mantenerla y para que pueda avanzar.
Cuando las partes no están comprometidas con ella o tienen percepciones
diferentes de lo que debe ser, se pone en riesgo. Y esto es lo que pasa
también en nuestras universidades al plantearse la participación estudiantil: lo
que para unos es exceso de participación, para otros es insuficiencia; lo que
para unos es exceso de democracia, para otros es insuficiencia de la misma.
Una vez roto el equilibrio inestable, el riesgo de malas prácticas se multiplica
para ambas partes, por lo que la democracia pasa a ser una competición por
el poder y el triunfo: si unos no respetan las buenas prácticas, ¿por qué tienen
que hacerlo los otros? Si unos desautorizan a los otros, ¿por qué los otros no
pueden hacer lo mismo? No es extraño escuchar en los órganos de gobierno
de la universidad cuestionamientos cruzados dedicados a la legitimidad de un
rector o decano y de los estudiantes presentes, aunque unos y otros hayan
llegado por procesos electorales a su condición de representantes. En lugar de
actuar de manera inclusiva, abiertos al conjunto de la comunidad, son
demasiado habituales comportamientos de unos y otros que suponen un
cerrarse en sí mismos; incluso excluir o enfrentarse a los propios compañeros
de comunidad por no compartir totalmente sus posiciones. Las identidades se
construyen a la defensiva y cuesta ponerlas a trabajar conjuntamente.
Precisamente, cuando una de las características de este periodo de
movilización está siendo, en muchas ocasiones, que las identidades de
proyecto se impongan a las de resistencia. Que las personas y colectivos con
ganas de movilizarse y actuar hayan primado lo que une más que lo que
separa, aunque lo que une pueda incluso suponer cierta renuncia. El
movimiento universitario ha vivido también efectos positivos del 15M, como
13
puede ser la aproximación de nuevas personas y la existencia de menos
prejuicios, pero seguramente las condiciones de su actividad cotidiana en
espacios con roles tan marcados como las universidades y el peso de las
trayectorias parece que no acaba de favorecer algunos de estos cambios.
Todas las partes en confrontación dentro de la universidad, y pienso
fundamentalmente en esta división tradicional entre rectorados y direcciones
de facultades, y estudiantes movilizados, deberían valorar si lo que exigen a la
otra es cumplido por la suya y asumir que si verdaderamente nos queremos
como sociedad democrática, que respeta la pluralidad y que fomenta la
participación, los malas prácticas aquí citadas deberían ser desterradas. La
universidad tiene que depurarse de estos comportamientos y todos sus
integrantes deberían ser conscientes de los equilibrios inestables que nos
sustentan como comunidad. La búsqueda de esos equilibrios en muchos casos
nos debería llevar a movimientos de cesión para no forzar la situación y así
evitar el desequilibrio, la fractura, la distancia. Estoy pensando en una
universidad como espacio de formación de toda la comunidad, donde todos
aprendemos de todos. Una universidad que incorpore esos criterios a la hora
de valorar —sin paternalismos— los comportamientos de los estudiantes, ya
que a veces se espera de ellos actuaciones que no tienen ni el personal
docente e investigador ni el de administración y servicios. Del mismo modo,
convendría que los estudiantes movilizados y sectores críticos aceptaran los
esfuerzos que pueden ser necesarios dentro de determinados espacios para
llegar a comportamientos más participativos o democráticos. Tienen mucho
que aprender sobre eso, también, personas con altos cargos académicos que
no los han practicado. Mi experiencia me dice que, si se desarrollan
honestamente, los procesos democráticos participativos pueden requerir más
tiempo que otros mecanismos, pero resultan mucho más fructíferos y
enriquecedores para todas las partes.
A manera de epílogo: preguntas para el examen final de este curso
2011-2012
El curso 2011-2012 ha estado marcado en la universidad española por
diferentes políticas relativas a la reducción de plantillas del profesorado y el
personal de administración y servicios no estable y por los probables anuncios
de aumento de precios y tasas. Ahora, en su recta final, la convulsión es
máxima con la aprobación por el Ejecutivo del Decreto-ley 14/2012 [5] de 20
de abril ratificado por el parlamento español el pasado día 17 mayo. Desde
muchos sectores de la universidad es visto como un ataque y son diferentes
los motivos de queja. Las rectoras y rectores de las universidades españolas,
que ya habían manifestado conjuntamente su rechazo al procedimiento [6],
han llegado a plantar al ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio
Wert, en el Consejo de Universidades al entender que se estaba evitando el
14
debate sobre el decreto [7]. En esta recta final del curso, el movimiento
universitario está impulsando movilizaciones en muchas universidades con
especial atención al aumento de precios que podría llegar al 66%. Desde
órganos de gobierno de diferentes universidades han surgido
posicionamientos contrarios a las medidas recogidas en el Decreto-ley [8] e
incluso propuestas para la desobediencia y para evitar los perjuicios que
pueden suponer [9]. Como en ningún otro momento de los últimos años, la
comunidad universitaria está expresando su malestar por las políticas que ya
se están aplicando o por las que vendrán.
Vivimos tiempos de incertidumbre, inseguridad y temor por la situación que
ya tenemos en nuestra sociedad y, aún más, por la que puede llegar a
producirse. Las movilizaciones que estamos viendo en las universidades de
todo el Estado tienen que ver con la respuesta a una pérdida de derechos y a
la defensa de un modelo de universidad y sociedad. Estudiantes muy diversos
en su sensibilidad política y en maneras de hacer coinciden en su
disconformidad con la subida prevista de los precios de grados y másters, que
ya sabemos que no podrá ir acompañada de un mayor número de becas para
conseguir efectos redistributivos. Hay gobiernos de universidades [10] y
gobiernos autonómicos [11] que han declarado no estar de acuerdo con esta
subida e, incluso, estar dispuestos a no aplicarla de manera efectiva.
Tenemos estudiantes que creen en su universidad y que sólo aspiran a
mejorarla, muchos ya no para ellos directamente sino para las generaciones
venideras. Es gente comprometida con su comunidad, universitaria y
ciudadana. ¿Cómo comunidad sabremos gestionar este malestar? ¿Los
rectorados que se quejan por no haber sido tenidos en cuenta al prepararse
las medidas ahora anunciadas sabrán ver que algo parecido les pasa a sus
estudiantes cuando, por ejemplo, se decide eliminar la convocatoria de
septiembre de la evaluación? ¿Sabremos ver que de la crítica compartida a la
subida de precios podría salir una respuesta común, una manera de hacer
conjunta? ¿Llegaremos a asumir que aquello que afecta a una comunidad
debería ser tratado comunitariamente y que no es conveniente para nadie
que sean los menos favorecidos (personal no estable docente, investigador y
de administración y servicios, o estudiantes) los que asuman los costes? La
evaluación de estas y otras cuestiones a final de curso. Continuamos.
Notas
[1] http://www.cis.es/cis/opencm/ES/1_encuestas/estudios/ver.jsp?estudio=12604
15
[2]
http://www.europapress.es/nacional/noticia-interior-admite-hubo-forzar-ordenamiento-juridico-
encarcelar-quienes-causaron-destrozos-barcelona-20120425195233.html
[3] Sobre la supuesta “matriz anarcoitaliana” de los disturbios acaecidos en Barcelona el
pasado 29 de marzo, remito al lector al artículo de Carlo Pisacane, “Enric Juliana, los
anarcoitalianos y el catalán ‘assenyat’”, en mientrastanto.e, n.º 102, mayo de 2012,
consultable en:
http://mientrastanto.org/boletin-102/notas/enric-juliana-los-anarcoitalianos-y-el-catalan-assen
yat
[4] Sobre el balance de la contestación de ese curso se puede consultar un artículo escrito
para el Boletín ECOS, n.º 7, mayo-julio de 2009, con el título “Notas para el balance de un
curso de contestación en las universidades públicas españolas”, consultable en:
http://www.fuhem.es/media/ecosocial/File/Dossieres/DOSSIER%20movimientos%20sociales_ju
n09.pdf
[5] http://www.boe.es/boe/dias/2012/04/21/pdfs/BOE-A-2012-5337.pdf
[6] http://www.upf.edu/enoticies/es/1112/0504.html
[7]
http://www.crue.org/opencms/opencms/handle404?exporturi=/export/sites/Crue/doc_portada/
Mayo_2012/Comunicado_CRUE_Consejo_Universidades.pdf&%5d
[8] Es el caso, entre otras, de la Universidad Complutense de Madrid, cuyo Consejo de
Gobierno ha hecho público el siguiente comunicado: http://firgoa.usc.es/drupal/node/50819
[9] En el Consejo de Departamento de Filosofía de la Universidad Autónoma de Madrid se
aprobó la siguiente resolución sobre el RDL 14/ 2012 el 7 de mayo de 2012:
http://tomalafacultad.files.wordpress.com/2012/05/resolucion-consejo-depto-7-mayo-2012-sob
re-rdl-20-de-abril.pdf
[10] Puede resultar ilustrativo el Comunicado del Equipo de Gobierno de la Universidad de
Malaga cuya rectora, Adelaida de la Calle, es la presidenta de la Conferencia de Rectores de
la Universidades de España (CRUE):
http://www.uma.es/contenido.php?clase=p&tipo=n&idm=29&id=2942
16
[11] El Gobierno de Euskadi se ha pronuciado en este sentido, como se puede ver en:
http://www.deia.com/2012/04/19/sociedad/euskadi/-el-gobierno-vasco-dice-que-no-aplicara-la-
subida-de-las-tasas-universitarias-
[Jordi Mir enseña en la Facultad de Humanidades de la Universidad
Pompeu Fabra de Barcelona y es miembro del Centro de Estudios
sobre Movimientos Sociales de la misma universidad]
30/5/2012
17
Observatorio de Salud: 4
El papel del ámbito doméstico y familiar en las desigualdades en
salud de la población trabajadora
Lucía Artazcoz
La salud laboral se ha centrado tradicionalmente en la exposición a riesgos de
seguridad, higiene y riesgos ergonómicos y psicosociales, pero ha olvidado la
influencia del trabajo doméstico y familiar sobre la salud. Igual que el trabajo
remunerado, el no remunerado implica la exposición a riesgos de seguridad,
de higiene, ergonómicos y psicosociales, pero los accidentes y las
enfermedades relacionados con el trabajo doméstico y familiar no se recogen
ni se previenen de manera sistemática. Desde la perspectiva de las mujeres
esto es muy importante, ya que son mucho más frecuentes en el sexo
femenino. El ámbito doméstico puede ser una fuente de exposición a
sustancias químicas peligrosas: por ejemplo, es conocida la relación entre el
trabajo de limpieza y el asma [1]. El trabajo doméstico implica también la
exposición a riesgos ergonómicos y psicosociales tales como los relacionados
con el cuidado de las personas con discapacidad que, además de un esfuerzo
físico y mental, a menudo supone una excesiva exigencia emocional.
Además de ser una fuente potencial de exposición a diferentes riesgos, el
trabajo es también uno de los ejes principales de la vida y de la identidad de
las personas; sin embargo, mientras que el trabajo remunerado es una fuente
de estatus, poder y oportunidades, el trabajo doméstico y familiar está
socialmente infravalorado. En este sentido se ha recalcado que, a la hora de
considerar los determinantes sociales de la salud de las mujeres, sería un
error olvidar las influencias que emanan de la sociedad más allá del puesto de
trabajo, como el patrón de poder y la subordinación en el hogar, ya que las
mujeres no tienen todavía el poder de obligar a los hombres a compartir el
trabajo doméstico y de cuidado (y no importa cuán alta sea la cualificación del
trabajo de la mujer). Tampoco se puede ignorar la manera en que la salud de
las mujeres continúa afectada por normas, creencias y modelos tradicionales
[2]. Asimismo, en los últimos tiempos se ha puesto de relieve la importancia
de considerar el tradicional rol de proveedor de recursos económicos en casa
de los hombres con el fin de comprender la influencia de las condiciones de
empleo tales como el trabajo temporal, los largos horarios de trabajo o el
desempleo en su salud [3].
La división sexual del trabajo está presente en todas las sociedades, de modo
que a los hombres y a las mujeres se les asignan diferentes funciones y
responsabilidades. Aunque la definición exacta de esta división varía entre las
sociedades, hay un alto grado de coherencia en el hecho de que las mujeres
18
tienden a tener asignadas la responsabilidad del trabajo del hogar al tiempo
que los hombres tienen un papel primordial en el trabajo remunerado y como
sostén de la familia. En la rígida división sexual de la vida social, los hombres
tienen más poder y reconocimiento social, mientras que las mujeres son
relegadas a la invisibilidad y la falta de valor social. Desde un punto de vista
social, ambos proyectos han sido considerados legítimos al ser asumidos
como algo inevitable y apropiado, por lo que, durante siglos, la transición a la
vida adulta ha sido para los hombres el trabajo remunerado y productivo y,
para las mujeres, el matrimonio y la maternidad o el llamado trabajo
reproductivo. Pero el primer tipo de proyecto comporta independencia
económica y el pleno reconocimiento ciudadano, mientras que el segundo
implica la dependencia y una ciudadanía delegada. El objetivo de este artículo
es describir las diferencias de género en el impacto del trabajo doméstico y
familiar y en la salud. La división sexual del trabajo que asigna a las mujeres
el trabajo doméstico y familiar a las mujeres y a los hombres el papel de
sostén de la familia, es el punto de partida.
La división de género
La investigación de los determinantes sociales de la salud de las mujeres ha
estado dominada por un marco de roles que pone el énfasis en las mujeres
como amas de casa y madres y que considera el empleo femenino como una
función adicional. La mayoría de los estudios que adoptan este marco apoyan
la hipótesis de potenciación de rol según la cual las mujeres con más roles
(ama de casa y trabajadora) tienen un mejor estado de salud. Por ejemplo, es
ampliamente reconocido que el trabajo remunerado tiene un efecto
beneficioso sobre la salud de las mujeres ya que la mayoría de los estudios
observan que las empleadas tienen una mejor salud que aquellas que no lo
están [4]. El ambiente de trabajo puede ofrecer oportunidades para
desarrollar la autoestima y la confianza en la toma de decisiones, una red
social propia para personas que de otra manera estarían aisladas y
experiencias que mejoran la satisfacción con la vida [5]. Además, los ingresos
proporcionan a las mujeres independencia económica e incrementan su poder
en la unidad familiar.
En cambio, otros estudios apoyan la hipótesis de la sobrecarga de trabajo o de
conflicto entre diferentes roles, en el sentido de que cuando la carga de
trabajo total sea alta, es probable que la combinación de diferentes roles dañe
la salud de las mujeres. Una hipótesis que tiene en cuenta la influencia de la
clase social; por ejemplo, en un estudio realizado en Cataluña con una
muestra de trabajadores casados o que vivían en pareja, las exigencias
familiares medidas a través del tamaño de la unidad familiar estaban
relacionadas con una mala salud autopercibida, limitación crónica de la
actividad, sufrimiento de trastornos crónicos, menos actividad física en el
19
tiempo libre y falta de sueño entre las trabajadoras de clases menos
favorecidas pero no entre las de clases privilegiadas ni entre los hombres [6].
Estos resultados se explican por la escasa participación de los hombres en el
trabajo doméstico y por la posibilidad de que las trabajadoras de las clases
más privilegiadas contraten a otras personas —casi siempre mujeres— con el
fin de reducir el trabajo doméstico y, por lo tanto, prevenir los efectos
negativos de la alta carga de trabajo en su salud. En consonancia con ello,
otro estudio halló que mientras entre los hombres la asociación entre la clase
social y la mala salud se explicaba por las condiciones de trabajo físicas y
psicosociales y por la inseguridad laboral, entre las mujeres, la asociación
entre la posición socioeconómica y la salud se explicaba por las condiciones
materiales del hogar y el tamaño de la unidad familiar [7].
Con el fin de compaginar trabajo y familia muchas mujeres trabajan a tiempo
parcial, pero esta opción también puede tener efectos negativos en su salud y
bienestar. Obviamente, este tipo de jornada no sirve de mucho para reducir
las desigualdades de género en términos de división sexual del trabajo. Por
otra parte, en Europa, los trabajos a tiempo parcial están confinados en una
gama más reducida de ocupaciones que los trabajos a tiempo completo y, por
lo general, tienen sueldos más bajos, son de menor cualificación (como las
ventas, la restauración y limpieza), más monótonos y con menores
oportunidades de promoción profesional [8]. La mayoría de los estudios
realizados en los Estados Unidos han demostrado que los trabajadores a
tiempo parcial normalmente ganan menos por hora que los trabajadores a
tiempo completo, incluso después de tener en cuenta la educación, la
experiencia y otros factores relevantes [9]. Un estudio llevado a cabo entre
las enfermeras del Servicio Nacional de Salud del Reino Unido detectó que
cuando se impulsaron políticas de conciliación en los hospitales fueron
principalmente las mujeres las que se beneficiaron de ellas. Por el contrario,
fueron pocos los enfermeros que eligieron trabajar a tiempo parcial o de
forma flexible [10]. El estudio también ponía de manifiesto que el trabajo a
tiempo parcial y las interrupciones en la carrera —por lo general a causa de
los compromisos familiares— daban lugar a que las enfermeras estuvieran
detrás de sus colegas masculinos en términos de desarrollo profesional y de
perspectivas de promoción, mientras los responsables de recursos humanos
priorizaban la selección de hombres sobre las mujeres (en particular las que
trabajan a tiempo parcial). Las autoras concluían que las políticas amigables
de la familia debían dirigirse a ambos sexos y que las actitudes subyacentes
sobre el papel de los hombres en el cuidado de los hijos y la división sexual
del trabajo debían cambiar para que los dos sexos pudiesen competir en
igualdad de condiciones en el lugar de trabajo. Hasta que esto sucediera
—señalaban— los hombres seguirán avanzando en el desarrollo de sus
carreras de enfermería con mayor rapidez que las mujeres.
20
Roles domésticos y condiciones de empleo
Muchos estudios sobre la influencia de las exigencias familiares en la salud de
las mujeres no han considerado en su análisis la posible interacción con la
situación laboral, es decir, y por poner un ejemplo, no es lo mismo tener un
número de hijos/as para un ama de casa a tiempo completo que para una
mujer empleada. Por otra parte, el efecto de las exigencias familiares en la
salud puede ser diferente no sólo en función de la situación laboral, sino
también de la posición socioeconómica. Así, se ha documentado que entre las
mujeres casadas o que viven en pareja, el tamaño del hogar se asocia con mal
estado de salud en las menos cualificadas, pero no entre las amas de casa (no
importa su clase social) ni entre las mujeres cualificadas.
Aunque la investigación sobre el efecto de los roles familiares en la salud de
los hombres es escasa, los roles de los hombres en el hogar también influyen
en su salud y esta influencia debe ser entendida a través de la interacción
entre su papel tradicional de varón proveedor y su situación laboral. El
impacto del desempleo sobre la salud mental es un buen y muy conocido
ejemplo de dicha interacción [11]. Esta asociación puede estar mediada por el
contexto social donde viven los individuos, que en gran parte está
determinada por los roles familiares y de clase social. Por otra parte, el papel
de estos factores puede ser diferente según el género, ya que tienen
significados diferentes para hombres y mujeres. Un estudio sobre el impacto
de perder el empleo en el estado de salud mental llevado a cabo en la
población española confirmó este complejo entramado de interacciones [12].
El mayor impacto del desempleo sobre la salud mental de los hombres se
explicaba por el papel de sustentador económico principal del hogar y por la
clase social (muy superior en los trabajadores menos cualificados), mientras
que para las mujeres, el hecho de estar casada, y sobre todo de tener hijos/as,
actuaba como un amortiguador. Es interesante señalar que entre los
trabajadores y trabajadoras solteros el impacto del desempleo sobre la salud
mental fue similar. A partir de estos resultados, se puede inferir que el estar
casado o vivir en pareja puede ser una fuente de graves dificultades
económicas para los hombres desempleados de clases sociales más
desfavorecidas que por lo general asumen el papel de sostén de la familia y
son a menudo los únicos proveedores de recursos económicos en casa.
Además, debido a su baja participación en el trabajo doméstico y familiar, en
los hombres las responsabilidades familiares no pueden sustituir con éxito un
trabajo remunerado como una fuente alternativa del sentido de la vida. Por el
contrario, la mayoría de las mujeres españolas que tienen hijos y se
convierten en desempleadas suelen vivir con un hombre que es el sostén
principal de la familia y sus roles familiares podrían reemplazar los beneficios
que antes les proporcionaba el trabajo. Por tanto, es el papel tradicional de los
hombres como sustentadores económicos principales del hogar y no el menor
21
compromiso de las mujeres con el trabajo remunerado el motivo del mayor
impacto del paro sobre la salud mental de los hombres.
Comprender la influencia de los contratos temporales en la salud psicológica y
social también requiere la consideración de las diferencias de género en los
roles familiares. Un estudio realizado en España documentaba que el efecto
de la contratación temporal sobre la salud mental fue mayor entre los grupos
menos privilegiados y con más dificultades de empleabilidad (mujeres y
varones trabajadores manuales), y que el impacto sobre dos indicadores de
transición a la vida adulta, el vivir con una pareja o tener hijos (dos
indicadores de la salud social), fue más pronunciado entre los hombres, sin
importar su clase social [13]. En la mayoría de los países, que los hombres
tengan un trabajo es un factor importante para decidir casarse o convivir con
una pareja y/o tener hijos/as. Y en los países con un modelo de sostén
masculino de la familia, el trabajo fijo y a tiempo completo para los hombres
se considera necesario a fin de consolidar la base financiera considerada
como necesaria para estas transiciones a la vida adulta.
El tiempo de trabajo y su relación con el estado de salud también está
mediada por los roles familiares. De acuerdo con una división de género
según la cual las mujeres son responsables del trabajo doméstico y familiar y
los hombres asumen el papel de sostén de la familia, vivir con hijos/as se
relaciona con el trabajo a tiempo parcial entre las mujeres, mientras que entre
los hombres se relaciona con un aumento en las horas de trabajo para
aumentar los ingresos familiares.
Se ha mencionado que el trabajo a tiempo parcial, que es mucho más
frecuente entre las mujeres, se asocia con peores condiciones de trabajo y de
empleo. Por otro lado, el número de estudios sobre la relación entre los largos
horarios de trabajo y diferentes dimensiones de la salud sigue siendo bajo y
los resultados son a menudo contradictorios. Sin embargo, de nuevo, parece
evidente que esta relación debe entenderse a partir de la interacción con los
papeles familiares. Estudios recientes que examinan la relación entre los
largos horarios de trabajo (trabajo de 40 a 60 horas a la semana) y una
variedad de indicadores de salud entre los trabajadores españoles
encontraron una asociación consistente con seis indicadores: mal estado de
salud mental, hipertensión, insatisfacción laboral, tabaquismo, sedentarismo
en el tiempo libre y dormir seis horas o menos al día, sólo entre las mujeres
separadas y en los hombres casados o separados [14]. Los autores explicaron
sus hallazgos a través de una posible asociación entre largos horarios de
trabajo y dificultades económicas de la familia entre los sustentadores
económicos principales del hogar. El carácter obligatorio de los largos horarios
de trabajo debido a las dificultades económicas de la familia entre las
22
personas que tienen el rol de proveedor principal del hogar podría explicar la
relación. La presión para trabajar más horas con el fin de aumentar los
ingresos y/o la aceptación de malas condiciones de trabajo, siendo una de
ellas los largos horarios de trabajo, debido al temor de perder el empleo en
una situación de vulnerabilidad económica, pueden ser algunas de las razones
que explican este patrón consistente de asociación de largas horas de trabajo
con diferentes indicadores de salud en algunos grupos definidos por su estado
civil o de convivencia.
Buscando un nuevo enfoque
La prevención de los posibles efectos perjudiciales del trabajo sobre la salud
requiere ampliar las actuales políticas de salud laboral centradas en el trabajo
remunerado y en la consideración del trabajo como una fuente potencial de
exposición a la seguridad, higiene, ergonomía y riesgos psicosociales. El
impacto del trabajo sobre la salud también incluye los riesgos del entorno
doméstico, así como los derivados de la división sexual del trabajo y del hecho
de que el trabajo es, además, una fuente de estatus, poder y oportunidades y,
como tal, un factor determinante de las desigualdades sociales en salud. En
cuanto a la esfera doméstica, la división sexual del trabajo dicta para las
mujeres una responsabilidad principal en las tareas domésticas y de crianza y
para los hombres el papel de sostén de la familia. Ambos roles pueden tener
efectos perjudiciales sobre la salud, donde la clase social es un factor clave, y
generar desigualdades de género en la salud.
Para este nuevo enfoque son necesarios cambios en los sistemas de
información de salud laboral, en las políticas de salud laboral y en los
programas de formación e investigación. En relación con los sistemas de
información de salud laboral, las encuestas de condiciones de trabajo
nacionales y europeas deben incluir más preguntas sobre las características
de la familia, no sólo con el fin de examinar la influencia de la compaginación
de vida laboral y familiar en la salud, sino también para comprender el
impacto de las condiciones de empleo en el estado de salud a través de la
interacción con los roles familiares en ambos sexos.
Parece claro que, en este marco más amplio, las políticas tradicionales de
salud laboral centradas en la prevención de riesgos laborales y basadas en los
servicios de prevención de riesgos laborales de las empresas y los
departamentos de seguridad de los ministerios de Trabajo son insuficientes.
La salud laboral debe ser puesta en la agenda de los gobiernos, sobre todo en
lo que se refiere a las políticas de equidad y al mercado laboral; y las políticas
económicas deberían tener en cuenta el impacto de las decisiones políticas en
estas áreas sobre la salud de los trabajadores y trabajadoras.
23
La formación e investigación en materia de salud laboral deben ser
coherentes con este marco más amplio que integra el trabajo remunerado y el
no pagado; deben considerar la influencia del trabajo más allá de la
exposición a los riesgos de trabajo y poner la división sexual del trabajo y las
desigualdades en la salud relacionadas con el trabajo en el centro de este
nuevo enfoque.
Notas
[1] Medina-Ramón M., Zock J. P., Kogevinas J. P. et al., "Asthma symptoms in women
employed in domestic cleaning: a community based study", en Thorax (2003), 58: 950-954.
[2] Bartley M., "Measuring women’s social position: the importance of theory", en Journal of
Epidemiology and Community Health (1999), 53: 601-602.
[3] Artazcoz L., Borrell C., Cortès I., Escribà-Agüir V., Cascant L., "Occupational epidemiology
and work-related inequalities in health: a gender perspective for two complementary
approaches to work and health research", en Journal of Epidemiology and Community Health
(2007), 61 Suppl 2: ii39-45.
[4] Nathanson C. A., "Illness and the feminine role: a theoretical review", en Social Science &
Medicine (1975), 9: 57-62.
Artazcoz L., Borrell C., Benach J., Cortès I., Rohlfs I., "Women, family demands and health: the
importance of employment status and socio-economic position", en Social Science & Medicine
(2004), 59: 263-274.
[5] Sorensen G., Verbrugge L. M., "Women, work, and health", en Annual Review of Public
Health (1987), 8: 25-51.
[6] Artazcoz L., Borrell C., Benach J. «Gender inequalities in health among workers: the
relation with family demands», en Journal Epidemiology and Community Health (2001), 55:
639-647.
[7] Borrell C., Muntaner C., Benach J., Artazcoz L., "Social class and self-perceived health
status among men and women: what is the role of work organization, household material
standards and household labour", en Social Science & Medicine (2004), 58: 1.869-1.887.
24
[8] Fagan C., Burchell B., Gender, jobs and working conditions in the European Union,
Luxembourg: Office for Official Publications of the European Communities, 2002.
[9] Kalleberg A. L., "Non-standard employment relations: part-time, temporary and contract
work", en Annual Review of Sociology (2000), 26: 341-365.
[10] Whittock M., Edwards C., McLaren S., Robinson O., "‘The tender trap’: gender, part-time
nursing and the effects of ‘family-friendly’ policies on career advancement", en Sociology of
Health & Illness (2002), 24: 305-326.
[11] Janlert U., "Unemployment as a disease and diseases of the un-employed", en
Scandinavian Journal of Work, Environment & Health (1997), 23 (suppl. 3): 79-83.
[12] Artazcoz L., Benach J., Borrell C., Cortès I., "Unemployment and mental health:
Understanding the interactions among gender, family roles, and social class", en American
Journal of Public Health (2004), 94: 82-88.
[13] Artazcoz L., Benach J., Borrell C. et al., "Social inequalities in the impact of flexible
employment on different domains of psychosocial health", en Journal of Epidemiology and
Community Health (2005), 59: 761-767.
[14] Artazcoz L., Cortès I., Borrell C., Escribà-Agüir V., Cascant L., "Gender perspective in the
analysis of the relationship between long workhours, health and health-related behaviour", en
Scandinavian Journal of Work, Environment & Health (2007), 33: 344-350; y también: Artazcoz
L., Cortès I., Escribà-Agüir V., Cascant L, Villegas R., "Understanding the relationship of long
working hours with health status and health-related behaviours", en Journal of Epidemiology
and Community Health (2009), 63: 521-527.
[Lucía Artazcoz es directora del Institut de Serveis a la Comunitat de
la Agència de Salut Pública de Barcelona y profesora de la
Universidad Johns Hopkins de Baltimore (Estados Unidos)]
30/5/2012
25
Cuaderno de depresión: 10
Albert Recio Andreu
Bankia: un fracaso sistémico
I
La crisis de Bankia, como a su escala lo fue la de Lehman Brothers, representa
un importante salto cuantitativo en nuestra particular crisis local. El plan de
salvación diseñado por el Gobierno aumenta en un 17,5% la ayuda pública al
sector financiero (avales, compra de activos y ayudas directas) y supone más
de la mitad de todas las ayudas directas realizadas hasta ahora al sector
bancario. Representa nada menos que la quiebra encubierta de la tercera
entidad financiera del país. Y, al poner al descubierto el entramado contable
con el que se había sostenido la ficción de la solidez de la banca española,
obliga a ponerse en alerta sobre el conjunto del sistema. Al fin y al cabo, las
auditoras que habían certificado su salud y la inspección del Banco de España
y de la Comisión Nacional del Mercado de Valores que las había dado por
buenas, son las mismas entidades que han supervisado todo el sistema. No
hay ninguna seguridad en cuanto a que también hayan fallado en otros casos.
Más que un fracaso local, el crac de Bankia constituye un fracaso sistémico
del modelo de regulación financiera.
II
El caso de Bankia es ejemplar no sólo por su magnitud, sino también por el
proceso al que se ha llegado. El conglomerado Bankia-Banco de Finanzas y
Ahorro se constituyó como parte del saneamiento del sistema financiero
español (y también, en parte, con la voluntad de crear un gran grupo
financiero directamente controlado por el Partido Popular). Se sabía desde el
principio que las cajas más importantes que se plantearon la fusión
(Cajamadrid y Bancaja, y su filial Banco de Valencia) estaban entre las más
endeudadas del país. Cosa por otra parte esperable al tratarse de dos de las
entidades que más habían financiado la burbuja inmobiliaria (aunque no
estaban solas; otras entidades igualmente en apuros como Catalunya Caixa,
la CAM o las cajas gallegas habían seguido una trayectoria parecida).
Cualquier regulador sensato habría reforzado los controles y realizado una
evaluación de máximo rigor antes de favorecer una fusión que convertía al
nuevo grupo en una bomba de relojería potencial para el conjunto de la
economía, y antes de autorizarle su salida a bolsa. No parece que nada de ello
se hiciera en su momento, y ahora se descubre de repente que el agujero es
26
cinco veces superior al inicial (y algunos analistas piensan que se puede
duplicar); una buena muestra de la capacidad creativa de la contabilidad en
tiempos neoliberales para enmarañar la evaluación de riesgos y situaciones
empresariales. El proceso de fusión y la posterior salida a bolsa eran dos
buenos momentos para chequear en serio su salud. O hubo una dejación de
control, o simplemente se prefirió crear una entidad suficientemente grande
para no dejarla caer.
III
La historia reciente de Bankia (y de sus cajas creadoras) deja ya muchas
victimas. En primer lugar, todos aquellos que han resultado afectados por una
burbuja inmobiliaria en la que los bancos jugaron un papel central. No sólo
como financiadores de dicha burbuja sino como creadores de la misma, al dar
por buenas unas tasaciones totalmente disparatadas sobre las que se
montaba todo el sistema de crédito (en el caso de Cajamadrid contaba
directamente con su propia tasadora, Tasamadrid, vendida a principios de
este año). Unas víctimas que, cuando no han podido pagar, han padecido el
doble sufrimiento del desahucio y la retasación a la baja de la vivienda,
dejándoles una deuda impagable. En segundo lugar, todos aquellos pequeños
ahorradores que fueron finalmente estafados con la colocación de títulos
preferentes y acciones, y que ahora ven sus inversiones convertidas en papel
mojado. Y, en tercer lugar, el conjunto de la población, que ahora deberá
soportar el impacto de la nacionalización de la deuda, nada menos que un 2%
del PIB (que puede ser un 4% si al final se materializan las peores
expectativas), algo que por sí solo añade casi un 33% al plan de ajuste de
cuatro años anunciado por el Gobierno, y que se puede complicar aún más en
temas como la prima de riesgo, las nuevas exigencias de los socios
comunitarios, etc. En toda esta historia hay víctimas individuales y colectivas.
IV
Bankia y todos los que han favorecido el proyecto son responsables de un
daño privado y de un daño colectivo. Deberían ser objeto de un
procesamiento judicial y una condena, aunque no parece que las leyes
actuales vayan a facilitarlo. Ya se sabe que los grandes delitos económicos
están mal definidos jurídicamente, son difíciles de probar y tienden a
enmarañarse en el complejo sistema procesal. De lo que no se les debe eximir
es de su responsabilidad política. Tanto a los gestores de las cajas y los
bancos quebrados como a los responsables de las instituciones reguladoras.
¿Cómo puede explicarse que el gobernador del Banco de España, siempre tan
preocupado por denunciar los privilegios de los trabajadores corrientes, no
hiciera nada para cortar de raíz los elevados emolumentos, los contratos
blindados y las generosas dotaciones a planes de pensiones que se
27
autoconcedieron Rodrigo Rato y sus muchachos? No hace más de un mes que
el propio Banco de España autorizó, con algún recorte, un nuevo plan de
“bonus” para setenta altos directivos. ¿Es que en ese momento aún estaba en
la inopia?
Las víctimas, privadas y públicas, tenemos todo el derecho a abrir todos los
procesos judiciales posibles contra estos responsables. Y a encararnos con los
que tratan de encubrirlos. La nómina de responsables es larga. En primer
lugar, los consejeros y directivos de las cajas y del nuevo grupo Bankia, y
también muchas personas ligadas a los partidos, mayoritariamente del PP,
dado el poder que el mismo tenía en varias de las regiones de las cajas de
origen (Madrid, País Valencià, Castilla-León, la Rioja, Canarias), pero no
exclusivamente, como alguna lista incompleta de consejeros que circula por la
red parece indicar. En Bankia también tenía representación el PSOE, de la
mano de Virgilio Zapatero, e Izquierda Unida, con la presencia de Antonio
Moral Santín, catedrático de Economía, y con una larga trayectoria como
representante “de izquierdas” en Cajamadrid (y durante un tiempo también
en Telemadrid). Son evidentes las relaciones de la gente del PP, y hasta del
PSOE, con los poderes financieros (varios de ellos incluyen en su currículum
haber trabajado en “prestigiosos” grupos financieros como Goldman Sachs,
Merrill Lynch, etc., incluida la presidencia de Rato en el FMI). Pero desde la
izquierda tenemos también el deber de exigir responsabilidades de alguien
que sólo podía justificar que estaba allí para evitar los desmanes de las
finanzas. Y por esto considero que Moral Santín y el sector de Izquierda Unida
que lo avaló deben asumir sus responsabilidades. En segundo lugar, las
empresas auditoras que dieron por buenas cuentas falseadas, una situación
que se repite en cada gran crisis empresarial, al menos desde la quiebra de
Enron. Y en tercer lugar, pero de forma relevante, los responsables del Banco
de España, de la CNMV y de los gobiernos que han permitido una actuación
dolosa o insensata que al final ha generado un enorme coste social.
Todos ellos deberían pagar judicial, económica y políticamente, aunque
seguramente va a ser difícil llevarlo a cabo.
V
Juzgar a los responsables es justo pero no impide el mal. Es hora de plantear
propuestas en dos sentidos: minimizar daños y exigir reformas. A la hora de
evaluar los daños hay que ser realistas —algunos son ya inevitables—, así que
de lo que se trata es de minimizar sus efectos y hacer que sean justos. En
este sentido, considero que no deben tener el mismo nivel de protección los
impositores de ahorros que los accionistas del banco. Vale la pena subrayarlo
porque ya ha ocurrido en el Banco de Valencia: hay que impedir que con la
coartada de preservar a los accionistas se tolere una nueva variante de
28
contabilidad creativa que reproduzca la situación. De la misma forma que el
saneamiento de las inversiones inmobiliarias debe permitir la creación de un
verdadero parque público de vivienda que permita empezar a resolver otro de
los grandes estropicios de la gestión neoliberal.
En el campo de las reformas, es evidente que hay que plantearse una
regulación a fondo del sistema financiero. Una posibilidad es la de construir
una banca pública a partir de los restos del naufragio (Bankia, Catalunya
Caixa, etc.), pero en esto no podemos ser cautos. Este país tiene una
larguísima tradición de endilgar “muertos” económicos al sector público que
tienden a “resucitar” y ser privatizados una vez saneados. Lo público puede
ser una condición necesaria pero no suficiente (de hecho, las cajas fallidas
eran de titularidad pública); tan importante como establecer la propiedad es
fijar los criterios y pautas de actuación de una entidad financiera pública. Y
seguramente ello requiere también un cambio profundo en toda la regulación
del sistema financiero, en el papel de la regulación público-privada que ha
constituido una parte sustancial de todo el desastre.
La economía de la autorregulación financiera y las instituciones dirigidas por
expertos nos han llevado hasta aquí, y para darles el patadón hacen falta
ideas y fuerza. Una campaña para exigir responsabilidades debe servir para
desarrollar ambas cosas, incluso para tipificar comportamientos delictivos
mucho más peligrosos para la colectividad que los pequeños hurtos, que tanta
alarma social generan.
No te preocupes del corralito, preocúpate de tus derechos
I
Anda el personal preocupado por la amenaza del “corralito”. Hace al menos
un año que circula por doquier la amenaza inminente de un cierre de cajas. El
escándalo de las preferentes y el batacazo de Bankia no han hecho sino
reforzar la propagación del rumor. Muchas personas cercanas, la mayoría
gente de izquierdas, activa, me han expresado abiertamente sus temores.
Que un ministro del actual Gobierno haya negado tal posibilidad no ha hecho
sino hinchar las velas del rumor, puesto que entre las características básicas
de este Gobierno está el llevar a la práctica aquello que dice que nunca hará.
Pero en este caso estimo que las posibilidades del corralito son, a corto plazo,
bajas.
Los cierres de oficinas bancarias tienen lugar para evitar que una salida
masiva de dinero provoque la quiebra bancaria. Para evitar que estos pánicos
colectivos conduzcan a la aplicación reiterada de esta medida se crearon los
bancos centrales, que actúan como financiadores en última instancia de los
29
bancos y que habitualmente les conceden una liquidez casi ilimitada para
evitar problemas de caja a corto plazo. Cuando el problema se ha concentrado
en el banco, la respuesta es conocida: se ha cerrado por un corto periodo, se
ha intervenido el banco, se han garantizado los depósitos de la mayoría de la
gente y, al poco tiempo (uno o dos días), el banco ha vuelto a operar. Ésta es
la pauta que ha tenido lugar en nuestro país desde la crisis de los años
ochenta, desde el caso Banesto hasta las crisis bancarias actuales (Cajasur,
Banco de Valencia, CAM…). Un cierre generalizado de oficinas bancarias sólo
ocurre en caso de un colapso general. Un colapso que está asociado a la
inminencia de un cambio económico radical.
En la mayoría de los casos, este colapso está asociado a la salida de los
ahorros hacia otros mercados financieros más seguros. Éste fue el caso de
Argentina bajo el régimen de la paridad peso-dólar. Cuando mucha gente se
convenció de que esta paridad no era sostenible, de que el peso acabaría por
devaluarse frente al dólar, la respuesta fue una salida masiva de pesos para
convertirlos automáticamente en dólares y colocarlos fuera del país. Como el
proceso afectaba a todos los bancos, no hubo otra posibilidad de frenar la
sangría que cortar el flujo. En España esta situación podría darse en el
supuesto de una salida inminente del euro (en parte es lo que ocurre en
Grecia), y la evidente devaluación de la nueva moneda seguramente
generaría una salida masiva de ahorros que provocaría el colapso del sistema.
Quizá si Grecia sale del euro se produciría un fenómeno parecido que podría
asolar gran parte del sistema financiero europeo. Por esto me parece que, en
las altas esferas europeas, nadie está demasiado convencido de que lo mejor
sea expulsar a Grecia del euro. Más bien tengo la sensación de que se está
jugando una partida de póquer con Grecia para que acepte un ajuste más o
menos duro. Una partida en la que la mejor baza griega es posiblemente la
del probable efecto devastador que tendría para el resto su salida (es la baza
que parece haber entendido Syriza cuando, en lugar de la salida —que sin
duda tendría un elevado coste para la población griega—, propone la
renegociación de los acuerdos y el cambio de las políticas).
Bueno, existe otra posibilidad de que finalmente el sistema se derrumbe:
simplemente, que el rumor del corralito alcance tanta fuerza que provoque
una salida tan masiva de depósitos que las inyecciones de liquidez del Banco
Central Europeo resulten insuficientes. En favor de esta estampida han
colaborado los propios bancos y cajas con el tema de las preferentes o el
fiasco de las salidas a bolsa. Pero vale la pena señalar que dicha estampida
puede acabar en un desastre colectivo. Los comportamientos individuales
dominados por el cálculo egoísta o por el miedo suelen provocar más efectos
negativos indeseados o impredecibles que otra cosa (el viejo tema de la
“falacia de la composición”), y corremos el riesgo de que, una vez más, los
rumores y los miedos adelanten la generación de un desastre incierto.
30
II
Este miedo respecto del futuro de nuestros ahorros es comprensible. Una
buena parte de las decisiones de ahorro tienen que ver con motivos de
seguridad (de hecho, hay alguna evidencia empírica de que la avaricia y el
egoísmo predominan en personas con poca seguridad personal). Y se entiende
por tanto que, si peligran, se diluya nuestra esfera de seguridad. Pero para la
mayoría de las personas los ahorros significan una red de seguridad muy
liviana. Basta con hacer el cálculo de en cuántos meses agotaríamos nuestros
ahorros si sólo contáramos con ellos como ingresos. O, en el caso de personas
de edad avanzada, cuánto tiempo pueden comprar servicios de cuidados con
sus ahorros.
Sin negar su carácter de seguro, resulta evidente que nuestro verdadero
colchón vital no son los ahorros, sino las fuentes de renta permanente
(salarios y pensiones) y las provisiones públicas que nos permiten acceder a
servicios básicos (sanidad, educación, dependencia, cultura, etc.). Son estas
fuentes de seguridad básica las que están mas cuestionadas por las reformas
y las políticas actuales. Las que deberían concitar nuestra atención, puesto
que si estos derechos sociales acaban por caer, nuestros ahorros van a
resultar, en la mayoría de los casos, totalmente insuficientes para
garantizarnos condiciones de vida realmente dignas. Evitar la demolición de
derechos sociales, la reducción sustancial de los salarios y las pensiones,
constituye el elemento básico de defensa de nuestra seguridad económica.
Defenderlos, potenciar reformas que los refuercen es la mejor vía para evitar,
también, el colapso financiero. La prueba es que la aplicación de políticas de
austeridad, teóricamente diseñadas para restablecer la confianza y la
fiabilidad del sistema financiero, simplemente ha contribuido a agravar una
situación económica dramática.
Cuando hay un grave peligro se aconseja mantener la cabeza fría. El corralito
acabará siendo inevitable si actuamos en manada en respuesta al miedo y a
los rumores. Lo que necesitamos es un cambio de rumbo económico, de
políticas. Y ello sólo será posible si exigimos una verdadera seguridad
económica, basada en buenas instituciones que garanticen derechos y rentas,
que posibiliten una economía sostenible a largo plazo, en el plano económico,
ambiental y social. Mientras nos obsesione el corralito no vamos a ser capaces
de pensar y actuar a favor de otro tipo de salidas. Nuestro miedo es el mejor
aliado del desastre y de sus beneficiarios.
30/5/2012
31
Han roto la baraja
Joaquim Sempere
La oligarquía del dinero ha roto la baraja. En la periferia de Europa está
teniendo lugar una ruptura del pacto social que había hecho posibles unos
decenios de prosperidad y de derechos sociales.
Esa ruptura está siendo unilateral. Si algo ha caracterizado este largo periodo
ha sido la docilidad y el sometimiento político de la clase obrera y las clases
populares en general. No sólo las resistencias laborales, sindicales y políticas
han sido moderadas, sino que, además, se ha producido un ascenso de la
cultura individualista posesiva propia del capitalismo. En todo caso, lo que ha
envalentonado a los líderes de la derecha ha sido no sólo la resignación del
grueso de la clase obrera, sino también constatar que los proyectos
alternativos de sociedad son débiles, que las clases populares han asumido
ampliamente los valores de la competición de todos contra todos y del culto al
dinero y al lujo.
Hoy la población española, como la de otros países-víctima, está aún en
estado de shock. No tiene voluntad ni fuerza para contraatacar. Pero está en
condiciones óptimas para comprender qué está pasando y quiénes son los
culpables. La izquierda debe aprovechar esta circunstancia para tratar de
construir esa voluntad y esa fuerza, y preparar una contraofensiva de cara al
futuro para recuperar —tan pronto como sea posible— los derechos laborales
y sociales, los niveles de protección y de prestaciones educativas y sanitarias
alcanzados anteriormente. Nadie puede saber hoy si la mayoría estará
dispuesta mañana a pelear por sus derechos, pero hay oportunidades que no
pueden dejarse escapar, y la de hoy es una de ellas.
Los bancos están extorsionando las arcas públicas y ahondando la catástrofe
social. Se cierran empresas, crece el paro, se multiplican los desahucios, se
reducen las prestaciones educativas y sanitarias. Crece hasta extremos
inauditos la inseguridad y la precariedad. Hay que detener esta sangría: la
población necesita garantías de seguridad. Para ello hay que reorganizar el
sistema de crédito sobre bases enteramente nuevas: una banca pública sin
afán de lucro (como fueron en otros momentos las cajas de ahorro), y
limitaciones que impidan la especulación y la manipulación de los depósitos
para fines ajenos a los de un sistema de crédito normal.
No se puede soportar el espectáculo denigrante de magnates de las finanzas
con ingresos multimillonarios mientras la inseguridad económica y la pobreza
se extienden por doquier. Hay que tipificar con más rigor los delitos
32
económicos para impedir la malversación tanto de dineros públicos como
privados. Deben construirse mecanismos independientes y profesionalizados
de control y auditoría. Los culpables de los desastres económico, presentes y
futuros, deben dar con sus huesos en la cárcel.
Hay que evitar que la cólera ascendente en España y en otros países europeos
se desinfle y cunda un sentimiento de impotencia. La ciudadanía, para poder
traducir en acción positiva su malestar, debe recibir mensajes claros y veraces
sobre lo que ocurre y cómo salir del atasco. Hacen falta unas líneas maestras
que permitan responder a las inquietudes de la gente con objetivos nítidos y
factibles: 1) que se recuperen los derechos suprimidos; 2) que paguen los
culpables; 3) que se transforme el sistema bancario para que no puedan
repetirse catástrofes sociales como la que estamos viviendo; 4) que los
representantes del pueblo se doten de la capacidad para regular y controlar el
poder del gran capital, es decir, que la democracia prevalezca sobre la
dictadura del dinero; 5) que la UE sea una Europa de los pueblos capaz de
asegurar unas salvaguardas mínimas frente al saqueo impune de la riqueza
de todos por parte de una ínfima minoría oligárquica. Para triunfar se requiere
una estrategia supranacional.
Todo esto requiere una revolución en la forma de hacer política. La izquierda
transformadora debe dotarse de un perfil propio, diferenciándose de manera
visible de una casta política adicta a la corrupción y al servilismo hacia los
superricos. Se necesitan también controles más estrictos de la actividad
política. Habría que reducir drásticamente los gastos inútiles de tanto aparato
partidista y de unas campañas electorales de carácter más circense que
político: los partidos deberían funcionar por ley con unos presupuestos de la
máxima austeridad para no depender de la banca ni del gran capital, y con
limitaciones explícitas en su financiamiento. Además, hay que hacer desde la
izquierda una política europea, desarrollando los poderes del parlamento
europeo, reforzando la unidad política y reformando los estatutos del Banco
Central Europeo.
Si de algo positivo habrá servido la actual crisis es que nos obliga a
plantearnos seriamente la posibilidad de vernos forzados a renunciar a
algunas comodidades a que nos ha acostumbrado el consumismo. En un
futuro no lejano deberemos afrontar probablemente, con la crisis energética
que se nos viene inexorablemente encima, situaciones de escasez sin
precedentes. La experiencia del actual desastre ha de servirnos para anticipar
las previsibles situaciones difíciles del futuro sin dejarnos tomar el pelo. Ha de
enseñarnos a gobernar la austeridad futura con nuestros criterios y nuestras
prioridades, y a no dejarnos imponer los criterios y las prioridades antisociales
de la oligarquía del dinero. Esto significa introducir en la sociedad los cambios
estructurales necesarios para sustraer el poder de manos del gran capital,
33
recomponer un sector público de la economía mediante las expropiaciones
necesarias, y en particular una banca pública, establecer las
reglamentaciones necesarias y priorizar las necesidades básicas de todo el
mundo, establecer reglas estrictas para que no se juegue con el dinero y con
los ahorros de la gente, implantar un sistema tributario realmente progresivo
que reequilibre las rentas, asegurar el pleno empleo, etc. En estos momentos
es prioritario salir de la recesión y crear puestos de trabajo.
Sería un error pensar que se puede seguir haciendo política como hasta
ahora. Ellos han roto la baraja y las cosas ya no son como antes. Al término de
la segunda guerra mundial, el gran capital había hecho concesiones en
materia de derechos laborales y sociales, presión fiscal y protección social,
pero sólo a cambio de no soltar el control de los mecanismos fundamentales
del poder. La actual ruptura del pacto social muestra que el poder básico
continuaba en sus manos, y que no nos libraremos de la amenaza de
catástrofe permanente si no nos planteamos acabar con ese poder. Ellos han
liquidado unos logros de bienestar y confort vital que son técnica y
económicamente viables si se administran bien las cosas y no se deja barra
libre a la locura especulativa, a los lujos públicos y privados, a las autopistas
que van vacías y a los aeropuertos sin aviones. Están liquidando la
democracia reforzando la panoplia represiva contra los movimientos de
protesta y controlando más estrechamente la televisión pública, después de
un largo proceso de liquidación de los medios más independientes mediante
la concentración mediática en manos de unos pocos grupos de poder
reaccionarios. Hemos sido espectadores impotentes de todos estos y otros
muchos estragos y muchos de nosotros no queremos seguir pagando los
platos rotos. La acción política debe cambiar radicalmente de tono y de
rumbo. Los políticos deben ser emplazados a decir —y a demostrarlo con
hechos— si están con el pueblo o con la oligarquía del dinero. Esta debería ser
la principal línea divisoria de la política en los tiempos que vienen.
La izquierda transformadora debe tomar la iniciativa y plantearse sus futuras
alianzas en base a un programa radical que gire en torno a esta línea
divisoria. Participando en todos los foros de diálogo y de acción, debe
favorecer la implicación política permanente de los miles y miles de personas
que han despertado y seguirán despertando a la sensibilización política
gracias al movimiento del 15-M y a las nutridas movilizaciones de las últimas
semanas contra los recortes. El objetivo ha de ser convertir la cólera en
voluntad serena pero firme de transformación social y política hasta lograr
estructuras político-sociales democráticas y antioligárquicas.
29/5/2012
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La ciudadanía indignada es el comienzo de la solución
Antonio Antón
La participación popular en las manifestaciones convocadas por el movimiento
15-M el pasado 12 de mayo, junto con las movilizaciones y procesos
deliberativos anteriores y posteriores, han demostrado la persistencia de una
amplia ciudadanía activa. Han participado varias decenas de miles en Madrid
y en Barcelona, así como en el conjunto de más de cincuenta ciudades de
todo el Estado. Una presencia menor y simbólica ha sido la de otras capitales
europeas. Los motivos de hace un año para expresar indignación siguen
vigentes y se han reforzado: oposición a las consecuencias injustas de la crisis
económica y los recortes sociales; crítica a los mercados financieros y los
gestores institucionales dominantes como responsables de una política
regresiva; exigencias de cambios socioeconómicos y mayor y mejor
democracia, con estímulo de la participación cívica y democrática.
Esa amplia indignación ciudadana se ha expresado en el ámbito público y se
ha convertido en una masiva participación cívica y pacífica frente a una
gestión política antisocial. Una idea de fondo que subyace en esa movilización
progresista es que primero están la sociedad, las personas, y, sometidas a esa
voluntad ciudadana, después deberían estar las instituciones políticas y
económicas, particularmente los mercados financieros. Es una posición
nítidamente democrática, de reafirmación de la soberanía popular para desde
ella definir las políticas y los proyectos de la sociedad, frente al imperio del
beneficio privado que dictan las leyes económicas liberales y las élites
poderosas.
Una forma de expresar el alcance de ese protagonismo de la ciudadanía es el
lema (traducido) de la manifestación de Barcelona: “El pueblo somos la
solución”. Su contenido, recogido en el título de este artículo, sirve para
comentar el doble significado de estas resistencias ciudadanas. Por un lado,
en el plano social, como conformación de una amplia conciencia social crítica,
una participación masiva, democrática y cívica; es la palanca para generar
una dinámica de cambio sociopolítico y relaciones sociales, frente a la
resignación y el fatalismo. Su orientación es frenar la involución social y
condicionar una gestión más equitativa de la crisis económica. Así, por otro
lado, en el plano programático, esa movilización popular se guía y
complementa con propuestas concretas y alternativas más generales de
transformación progresista, económica, política y social. Estas respuestas
ciudadanas constituyen un paso clave para la conformación de una alternativa
distinta en la actual encrucijada.
35
El movimiento 15-M sigue contando con una gran legitimidad social
Veamos, en primer lugar, el alcance de estas movilizaciones y su legitimidad.
El movimiento 15-M ha sido cauce de expresión de la indignación ciudadana.
Ha combinado grandes manifestaciones de protesta y exigencia de cambios
(15-M, 19-J, 15-O y, ahora, 12-M) con actividades locales y reivindicativas
descentralizadas y procesos deliberativos asamblearios y en las redes
sociales. Se pueden distinguir tres niveles de intensidad en esa vinculación:
un primer nivel de unos pocos miles de activistas más comprometidos y
persistentes; un segundo nivel de una ciudadanía activa, personas
participantes, sobre todo, en las masivas formas colectivas de expresión
popular, que se puede cifrar en varios centenares de miles; un tercer nivel,
ciudadanía indignada o descontenta, en torno a dos tercios de la población,
que simpatiza de alguna manera con los objetivos y las acciones de ese
movimiento.
El movimiento 15-M, en sentido estricto o de articulación permanente, lo
conforman los grupos de activistas. Desde algunos de sus sectores más
activos a veces se identifica sólo con ese nivel, o se asimila al resto con el
mismo. En sentido contrario, en algunos ámbitos mediáticos suelen referirse
sólo a esta parte más organizada para intentar estigmatizarlo como
minoritario o radical. Pero, el movimiento 15-M, en un sentido amplio, también
lo conforma esa ciudadanía activa que ha participado en sus grandes
manifestaciones y apoya expresamente sus iniciativas y objetivos generales.
Durante los últimos meses, desde octubre pasado hasta esta mitad de mayo,
los grupos de activistas han realizado un arduo y prolongado trabajo de
inserción, vinculación y revitalización del tejido asociativo en barrios y pueblos
y promovido numerosas actividades locales. Ante la ausencia, en estos meses,
de una gran movilización general y expresiva y los límites en la capacidad
reivindicativa, ha aparecido la incógnita de la posible desaparición de este
movimiento social, o bien, su reducción a la parte más activista, aventurando
la desactivación de esa ciudadanía activa y su aislamiento de la comprensión
y la simpatía de esa amplia base popular indignada. El resultado de estas
movilizaciones de mayo ha sido positivo, y ha demostrado, a pesar de las
dificultades, la continuidad del movimiento y la vinculación de los tres niveles
de la ciudadanía.
La participación masiva y la simpatía explícita de la mayoría de la sociedad
han confirmado la legitimidad de este movimiento social, así como su
importancia para expresar unas aspiraciones populares y juveniles de cambio
socioeconómico y político y condicionar la dinámica sociopolítica, desde el
fortalecimiento de la participación democrática y pacífica de una ciudadanía
activa. Ante la persistencia de los problemas que lo originaron siguen vigentes
sus objetivos generales y su tipo de expresión colectiva. Y así lo percibe la
36
mayoría social.
Efectivamente, según la encuesta de opinión de Metroscopia (El País,
13-5-2012), realizada unos días antes, más de dos tercios de la población
(68%) asegura que tienen razón en las cosas que dicen y por las que
protestan, y más de la mitad considera que es un movimiento que lo que
pretende es regenerar la actual democracia (55%) y dice tener simpatía por el
movimiento (51%). Estos porcentajes han descendido ligeramente desde hace
un año (entre el 13% y el 16%), probablemente entre las personas
identificadas como de centro-derecha. Así, son mucho más amplios sus
apoyos entre los electorados de las izquierdas y menores entre los de las
derechas —incluso a un tercio (33%) le inspira rechazo—. Además, este
movimiento es valorado como pacífico por la mayoría (55%) y como radical y
antisistema por una minoría (29%).
No obstante, a pesar de las dificultades para articular las resistencias
ciudadanas y los intentos institucionales y mediáticos de deslegitimación y
minusvaloración de esa acción colectiva, junto con distintos procesos
sociopolíticos y electorales, lo relevante es que todavía la mayoría de la
sociedad comparte objetivos y apoya la existencia y actividad de este
movimiento social. Dicho de otra manera, persiste y se reafirma una
ciudadanía indignada que simpatiza con la función de la protesta colectiva de
esa ciudadanía activa: frenar la dinámica de injusticia y recortes sociales y
superar el déficit democrático de las élites políticas.
Esa amplia legitimidad popular del movimiento 15-M, contrasta con la poca
confianza ciudadana en los máximos líderes políticos y las políticas
gubernamentales y la exigencia de responsabilidades a los mercados
financieros. En la misma encuesta citada, el 61% de la población desaprueba
la gestión de Rajoy como presidente del Gobierno (32% la aprueba), y en el
caso de la gestión de Rubalcaba como líder de la oposición, el 64% la
desaprueba (28% la aprueba). Pero todavía aumentan más los índices de
desconfianza hacia ambos líderes: a tres cuartas partes de la sociedad les
inspiran poca o ninguna confianza (73%, Rajoy; 79%, Rubalcaba), y en torno a
una cuarta parte, mucha o bastante (26% Rajoy; 20% Rubalcaba); lo cual
indica también las dificultades de renovación y legitimación del partido
socialista y su labor de oposición. A la pregunta si el Gobierno está sabiendo
hacer frente de forma adecuada a la situación económica, la repuesta NO es
del 60% (SÍ, el 33%), el mismo porcentaje que critica los recortes. Y como
dato complementario, para la población los dos máximos responsables de la
actual crisis económica española son los Bancos y Cajas (9,2 puntos en una
escala de 0 a 10) y el Gobierno (8,2 puntos) —por no haber reaccionado a
tiempo y no haber sabido adoptar las medidas necesarias—.
37
No cabe duda de que los parlamentos y gobiernos (central y autonómicos)
tienen una gran representatividad y legitimidad derivada de sus amplios
apoyos electorales, y que el PP aún no contando con el apoyo mayoritario en
las urnas tiene mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados y un amplio
margen de maniobra político y legal. Pero esa delegación representativa no es
absoluta ni incondicional, y sigue erosionándose su legitimidad social. Así, es
evidente que la mayoría de la sociedad, y especialmente la izquierda social,
por un lado, sigue estando en desacuerdo con los recortes sociales, con poca
credibilidad para la élite política y financiera, y por otro lado, simpatiza con
una movilización popular que los cuestiona activamente y reclama otro tipo de
gestión más progresista y democrática.
Persisten motivos y condiciones para la continuidad de una
ciudadanía activa
En España han cambiado algunos aspectos del contexto, principalmente, tres.
1) La principal gestión política e institucional es ahora de la derecha del PP (y
CiU), que aun con una renovada legitimidad electoral, ha imprimido un plan
de fuertes recortes antisociales (educación, sanidad…) y reformas regresivas
(laboral…). 2) Se agravan las consecuencias sociales de la crisis económica
(paro masivo, pobreza y brechas sociales, desahucios…), sin perspectivas de
creación de empleo. 3) El panorama sociopolítico ha cambiado esta primavera
respecto de la del año pasado: por un lado, ya han pasado las dos campañas
electorales del año anterior, y por otro lado, al mismo tiempo, se ha producido
una gran movilización social promovida por el movimiento sindical (huelga
general del 29 de marzo, precedida por las grandes manifestaciones del 19-F).
En definitiva, persistían los motivos de fondo para manifestar la indignación
ciudadana (las consecuencias de la crisis, y la gestión regresiva
gubernamental), pero cambiaba el papel de algunos agentes relevantes: la
responsabilidad principal de las medidas de austeridad ya no es del PSOE, y
los grandes sindicatos también se han enfrentado a los recortes sociales.
Junto con esos tres factores hay que añadir un cuarto: la prueba de la propia
capacidad de los grupos de activistas. Mayoritariamente jóvenes, existe una
gran heterogeneidad de sus experiencias anteriores, vínculos asociativos,
inclinaciones sociopolíticas y talantes integradores. La función unitaria y de
liderazgo, para encauzar un movimiento social amplio, es difícil. Existen
debilidades y limitaciones para encarar la complejidad y la dimensión de estos
problemas y oportunidades. Los riesgos de su fragmentación o su
desorientación eran evidentes. Tenían un gran reto: seguir conectando con las
ideas fuerza presentes en esa ciudadanía activa, mantener la simpatía de la
mayoría de la sociedad, y acertar con una propuesta de expresión masiva que
diese nuevamente visibilidad e influencia pública a ese movimiento. Han
38
debido sostener una actividad prolongada y poco visible, de arraigo social,
deliberación de propuestas e iniciativas y articulación organizativa, que
permitiesen dar sentido a ese esfuerzo continuado. Y, al mismo tiempo,
debían encauzar un tipo de expresión ciudadana masiva y pacífica que
formaba parte de su identidad de origen y prestigio social, en este nuevo
contexto social y temporal.
Todo ello ha estado condicionando la conciencia social de la ciudadanía y,
particularmente, su actitud de simpatía hacia este movimiento y esta gran
movilización del 12 de mayo. El movimiento ha salido airoso de ésta, aunque
el proceso y su continuidad siguen siendo complejos y difíciles.
Por tanto, esta respuesta popular masiva de hace unos meses no era sólo
emocional o superficial, destinada a su evaporación inmediata (Bauman). Ha
estado y está enraizada en una profunda y persistente conciencia ciudadana
indignada y de denuncia de la injusticia social. Es, sobre todo, una respuesta
colectiva, con gran fundamentación ética igualitaria y solidaria, e incrustada
en la realidad de las graves condiciones de vida y las aspiraciones de mejora
de millones de personas. Además, aumenta la gravedad de la situación
socioeconómica y los motivos de descontento persisten. Y todos los intentos
de las instituciones políticas y económicas para relegitimar la misma política
de austeridad, con distintos discursos y retóricas, pero desconsiderando una
gestión más equitativa y democrática, no han conseguido la confianza
ciudadana. Las élites poderosas tienen un importante problema de
credibilidad social, que no es pasajero ni pueden infravalorar.
De forma soterrada y a veces expresa, permanecen la exigencia popular de
rectificación de esa política y la pugna democrática por la legitimidad de los
distintos gestores y representantes públicos. Por un lado, se encuentran
agentes institucionales y económicos que representan una orientación
regresiva (Gobierno, mercados financieros…). Por otro, existen varios agentes
sociopolíticos (el movimiento 15-M con sus masivas protestas, o el
movimiento sindical con las huelgas generales y las movilizaciones contra los
recortes…) que, junto con otros grupos sociales y políticos, representan una
amplia opinión popular de rechazo a esas medidas y expresan una dinámica
de cambio progresista. El poder político, aun amparado en el sistema
representativo electoral, tiene un doble componente: democrático, influido por
la voluntad popular; oligárquico o elitista, condicionado por los grupos
poderosos que defienden sus privilegios. Así, importantes sectores de la
sociedad siguen viendo conveniente la existencia de esta acción colectiva
progresista como factor positivo en este contexto de relaciones de poder
desventajosas. Particularmente, en el plano social y democrático, en cuanto
es un factor fundamental cuyo desarrollo puede consolidar las resistencias
ciudadanas, propugnar un auténtico cambio de las políticas de ajuste y
39
austeridad y abrir un horizonte de una salida económica e institucional más
equilibrada, justa y democrática.
La alternativa principal está en el refuerzo de las resistencias
ciudadanas
Esta ciudadanía activa o estos movimientos populares no sólo denuncian las
injusticias sociales y los déficit democráticos, tal como dicen algunos
pensadores (Morin); también enuncian. Tienen propuestas concretas y
objetivos generales que cuestionan la dinámica liberal-conservadora
dominante y apuntan a un modelo más democrático y más justo. En el primer
caso, por ejemplo, han reunido y deliberado sobre varios miles de demandas y
reivindicaciones, agrupadas en varios bloques: económico-social (frente a los
recortes laborales, educativos y de sanidad, en defensa del empleo decente,
la protección social o los derechos sociolaborales, o bien sobre la vivienda, la
dación de pago en las hipotecas, así como la regulación del sistema financiero
y sus gestores…); político (reforma de la ley electoral, democratización del
sistema político…), y de participación ciudadana (refuerzo del tejido
asociativo, procesos deliberativos y decisorios amplios y democráticos, talante
antiburocrático, autonomía de los poderes institucionales…). Entre los
objetivos generales siguen vigentes las dos ideas-fuerza originarias: mejor
democracia, y una gestión socioeconómica más justa.
Los grandes poderes económicos y políticos sólo conciben una opción: la
política liberal-conservadora de ajuste y austeridad. Para ellos no hay
alternativas, la solución es el sometimiento popular. Es verdad que en el
ámbito institucional europeo y español, la orientación dominante es antisocial,
con estancamiento económico, paro masivo y reestructuración regresiva del
Estado de bienestar. Ello perjudica, especialmente, a la mayoría social de los
países débiles del sur de Europa, entre ellos España. La alternativa
programática es otra política social y económica, basada en la creación de
empleo y las garantías de los derechos sociolaborales y democráticos. La
dificultad principal no es de programa, sino de suficientes energías
ciudadanas para impulsarlo. Se necesitan afinar propuestas y elaborar nuevas
teorías sociales, pero el factor fundamental es la amplitud y activación del
apoyo social a una orientación de cambio progresista. Es el camino iniciado
hace dos años, con diversos altibajos, y que ha recorrido ahora, en mayo, el
movimiento 15-M, y que ayer, en marzo, impulsó el movimiento sindical.
Con la demanda de una amplia izquierda social y política en Francia y la
positiva victoria del socialista Hollande, se ha puesto encima de la mesa de las
instituciones europeas otra política, la de crecimiento económico. No
obstante, las derechas hegemónicas y la socialdemocracia europea,
particularmente la alemana, no cuestionan los ejes de la política aprobada por
40
el Consejo Europeo de austeridad fiscal y ajuste económico, y sólo apuestan
por complementarla, con otras medidas estimuladoras de la demanda y la
inversión. Pero, sin una impugnación global de esa política regresiva y su
reorientación hacia la prioridad del crecimiento de empleo decente, con una
solidaridad europea y una reafirmación de su modelo social, las consecuencias
son la prolongación de la crisis, las fuertes desigualdades sociales y el
sufrimiento para amplios sectores populares. Los efectos más perniciosos no
sólo llegan a Grecia (o Portugal) sino también a España, Italia e incluso
Francia. La solución se encuentra en cada país y en el ámbito europeo, pero
sobre todo atañe al campo social, a la consistencia de fuerzas sociales y
democráticas suficientes para forzar otra estrategia de gestión y salida de la
crisis, que condicione y refuerce a las izquierdas y apueste por una opción
progresista.
En definitiva, la solución principal se encuentra en el pueblo, en la soberanía
popular y la regulación pública frente a los mercados financieros, en la actitud
ciudadana de participación cívica frente a la injusticia social y por una
democracia social más avanzada.
[Antonio Antón es profesor honorario de Sociología de la Universidad
Autónoma de Madrid]
17/5/2012
41
Mayo, el mes del 15M
José Manuel Barreal San Martín
En mayo hizo un año que el llamado movimiento de los “indignados”, más
conocido como 15M, surgió por acción de las redes sociales y de
convocatorias espontáneas en diferentes plazas públicas de innumerables
ciudades y pueblos de España. El despliegue de personas que lo caracterizó
hizo que su eco alcanzara a los medios de comunicación, aunque unos con
más ganas que otros. Lo más sorprendente de la situación fue cómo algunas
organizaciones de izquierdas los despreciaron en su inicio y luego intentaron
monopolizar el movimiento. Ahora, se expresan afinidades con el 15M y
existen acercamientos en diversos puntos. Desde los sindicatos llamados
“mayoritarios” se mantiene una prudente distancia, cuando no rechazo.
Uno, en su humilde conocimiento del devenir social, sabe que todo poder
político aspira a perpetuarse, de tal manera que los posibles cambios que lo
puedan mover son extraños al mismo, siendo inmediatamente frenados con
innumerables triquiñuelas. Y si en algo ceden, es para que al final se haga
buena la máxima lampedusiana. La historia de las sociedades nos cuenta que
ante cualquier tentativa por transformar la sociedad, aunque sea
mínimamente, los detentadores del poder han reaccionado con violencia. Una
violencia que a través del tiempo se ha ido perfeccionando para que parezca
que no es tal.
El poder, actualmente, no puede justificarse por regla general con la fuerza
bruta, que sin embargo emplea frecuentemente con generosidad. Son otros
procedimientos más sofisticados los que para conseguir el objetivo de
perpetuación pone en práctica. Esto es lo que ha ocurrido con el 15M. El poder
político y algunos medios de comunicación han puesto en funcionamiento un
instrumento más suave, más llevadero que la mera y grosera violencia:
ignorar al 15M y todo lo que se mueve a su alrededor.
Las reuniones que se mantuvieron en asambleas multitudinarias fructificaron
en una serie de propuestas y reclamaciones que se publicitaron en las plazas
públicas, siendo Internet y las redes sociales el hábitat natural del 15M.
Aquellas propuestas, que no están ni mucho menos periclitadas, fueron y son
de gran variedad: eliminar el Senado, suprimir las pensiones vitalicias que los
políticos obtienen tras ocho años ocupando el cargo, un sistema electoral más
abierto, eliminar las injerencias del gobierno en la justicia, mayor
transparencia en la gestión pública; pasando por el mantenimiento y la mejora
del Estado del bienestar, medios de comunicación verdaderamente abiertos
que reflejen todos los puntos de vista, conocer el montante de dinero que los
42
poderes públicos han entregado a los bancos; sin olvidar la denuncia del
insultante aumento del paro y la lucha contra los desahucios.
Ante esa panoplia de propuestas y otras, ¿alguien las ha escuchado en el
Parlamento? Propuestas que no encontrarán respuesta. Y no la habrá porque
abordar estas y otras cuestiones significaría afrontar cambios reales y
profundos en esta insolente y obscena sociedad capitalista.
El problema, a mi juicio, es grave, no porque algo haya cambiado — todo
sigue igual que antes— sino porque desde la política institucional no se darán
respuestas, ni se tienen noticias de que la darán. Ellos, que se dicen y les
decimos “nuestros representantes”, no han dedicado ni un segundo a estas
peticiones. Eso sí, buenas palabras al 15M les sobraron para pasar
posteriormente a la más absoluta ignorancia del tema. Y si lo hacen pondrán
el énfasis en que no está España en estos momentos de “terrible crisis” para
ocuparse de ello. Habrá otros momentos.
El 15M se queda arrinconado en su área. Se enfrenta a un mundo hostil que
los ignora. Juegan en minoría. El equipo contrario, sus oponentes, tiene una
apabullante troupe de medios y personas, además de dinero, que se
encargará si no de vencer, ya que no les interesará, sí de narcotizar a la
población respecto a las justas propuestas del movimiento de mayo.
Propuestas que se pueden resumir en tres ejes clave: democracia real,
transparencia y justicia. Democracia real, porque la actual es una democracia
en crisis, obsoleta, mediada por las finanzas, carnavalesca, siendo el voto
cada cuatro años el único rasgo democrático que tiene. El resto es pura
anestesia social.
Todo ello es posible porque existe la colaboración de una parte de la
población, que desde el sofá contempla la vida pasar y solo “su casa, su misa
y su María Luisa” es lo que le interesa; en fin, esa persona que vota cada
cuatro años al candidato o candidata de los otros para echar al que gobierna.
Están, por supuesto, en su derecho.
Para finalizar, dicen desde el movimiento 15M, y yo lo comparto, algo que está
en la conciencia de todos o al menos de mucha gente: esta democracia no es
real y la representación política no es seguir al pie de la letra los dictados de
los centros de poder económicos ni recortar partidas sociales imprescindibles
en presupuestos pactados al margen de la ciudadanía.
No sé si habrá pasado el tiempo para el 15M. Eso se verá en un futuro. De
momento, y poco a poco, personas afines y militando en él han logrado evitar
numerosos desahucios de familias que no podían pagar la hipoteca de sus
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pisos. Y eso, amigos, no es poco.
14/5/2012
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Comentarios prepolíticos: 9
Joan Busca
Clase obrera, jóvenes y formas de acción política
Es ésta una nota totalmente especulativa —uno no está para dar lecciones a
nadie—. Es una reflexión para abrir el debate. Provocada por un cúmulo de
experiencias diversas (locales, la participación en las marchas del 15-M, en los
debates públicos celebrados en mi distrito, en las fiestas de mi barrio, con un
pregonero joven, representativo de lo que piensa y dice mucha gente) y por
otras lejanas, poco informadas: la lectura de las elecciones en diversos países.
A excepción de Grecia, en una situación especial y con una tradición política
particular (por ejemplo, la existencia de dos partidos comunistas originados en
la guerra civil de 1944-1949), los resultados son bastante deprimentes para la
izquierda alternativa. Y, en cambio, se producen resultados relativamente
espectaculares para formaciones nuevas como el Partido Pirata en Alemania o
los círculos promovidos por Beppe Grillo en Italia. Hay que preguntarse por
qué en una crisis tan profunda, injusta y desnortada como la actual la
izquierda alternativa no logra alcanzar, cuando menos, un nivel de apoyo
social estable y consolidado. Una posible respuesta es que nadie cree en una
alternativa al capitalismo ni nadie propone un programa creíble y realista de
transformación. Algo de esto hay en el ambiente, pero no lo explica todo.
Lo que uno oye en los foros juveniles es un sentimiento anticapitalista difuso.
En el caso de gente joven con estudios, incluso relativamente informado. Es
evidente que todo el mundo tiene claro que el capital financiero es el principal
responsable de nuestros males, que las políticas neoliberales son criminales y
que nos están tratando como súbditos. Pero también resulta evidente que en
todos los casos los políticos, en bloque, forman parte del mismo grupo de
indeseables que nos han llevado a esta situación. Y este rechazo a los
políticos se transforma en aversión a las formas tradicionales de hacer
política, demasiado contenidas y encorsetadas, demasiado corrompidas. Es
fácil en este contexto confundir a toda organización tradicional con el modelo
que se rechaza en conjunto.
En grandes sectores de las clases trabajadoras hay una sensación de
desamparo respecto a las instituciones. De que existe una izquierda que se ha
limitado a gestionar su parcela mientras ha experimentado una enorme
pérdida de masa social. Una sensación que es mayor entre los jóvenes cuya
experiencia laboral es la del empleo precario, a quienes no les sirve la épica
de la conquista de unos derechos que ellos dan por hechos, que confrontan
45
sus capacidades intelectuales y sus posibilidades de acción con el estrecho
marco que dejan las dinámicas institucionalizadas. Cada uno piensa en su
experiencia concreta; la mía es la de una zona obrera con tradición de
izquierda, una zona donde estos sectores juveniles han podido desarrollar un
cierto espacio de autonomía social sobre todo en actividades culturales.
Donde la extensión de la educación ha posibilitado que parte de este
activismo cultural lo lleve a cabo gente bastante más culta e informada que la
que protagonizó las luchas de la transición. Un mundo donde aún ha sido
posible conservar puntos de encuentro entre esta gente joven y los restos de
la izquierda tradicional. Pero donde cunden la desconfianza y el rechazo a lo
institucional.
Los modelos más etéreos, flexibles, que en cierta medida presentan las
formaciones “alternativas” tipo 15-M, generan menos recelos, parecen más
atractivas que las tradicionales. Aunque a menudo uno constata que entre las
propuestas de ICV-IU y las demandas de estos movimientos existen muchos
más puntos en común que diferencias, lo que marca el punto de inflexión son
los modos de organizar, de promover la organización, de presentar los
liderazgos, de construir el discurso. El modelo clásico de representación
política resulta poco atractivo en la medida en que concede escaso
protagonismo a los representados. Seguramente esta quiebra se produce por
acumulación de factores y no sólo por el que he destacado. La participación
educada en las instituciones, la contención del discurso, generan alteridad en
personas que están lejos de los espacios del poder. La extrema derecha ha
explotado esta percepción de la lejanía en clave reaccionaria, realizando un
discurso hasta cierto punto antiinstitucional, inmoderado, que consigue calar
en las franjas más volubles de las clases trabajadoras.
Sabemos que sólo con movilizaciones puntuales y críticas puntuales no
cambiaremos el modelo social. Que el trabajo persistente dentro y fuera de
las instituciones, la elaboración programática, la organización social, son tan
fundamentales como las manifestaciones, las protestas, las huelgas y
cualqiuier forma de organización social. Y precisamente por ello es necesario
repensar las formas de hacer política, de construir alternativas sociales, es
necesario entender que hay que elaborar nuevos modelos de organización.
Más participativos, con liderazgos más abiertos, con formas de comunicación
más directas. Y también que hay que elaborar un discurso más abierto y de
confrontación con la minoría social que está condenando al resto a una
inseguridad permanente. Quizás me equivoque, pero esto es lo que me
sugieren las voces jóvenes que encuentro en mi entorno.
29/5/2012
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"Apocalypse Now" y Esperanza Aguirre
Agustín Moreno
No sé en el resto del Estado, pero en Madrid, llevamos un mes de mayo en el
que los cielos del centro de la ciudad están surcados, día y noche, por
helicópteros de la policía. Algo que inevitablemente nos recuerda la famosa
película de Francis Ford Coppola y que produce la sensación de que la ciudad
está bajo el estado de sitio. Unas veces porque hay huelga general, otras
porque se manifiesta en sesión continua el movimiento del 15-M, también por
las movilizaciones en defensa de los servicios públicos, por la marea verde,
azul o negra, por las múltiples celebraciones deportivas, etc. No exagero: día
sí y día no, a todas horas, incluyendo las madrugadas. El Ministerio del Interior
debería de informar de las horas de vuelo y del coste que supone para el
erario público. Y ser consciente de las molestias del ruido para una parte
importante de la población: ya sé de vecinos que duermen mal y de alguno
que está empezando a obsesionarse.
Esta situación refleja varias cosas. Por una parte, la voluntad de intimidación
que tienen las autoridades actuales respecto a la ciudadanía. Por otra, la
intensa movilización social existente en la calle. El uso de los helicópteros no
es para perseguir a una banda de delincuentes en fuga, sino que se realiza
para controlar todos los pasos de los pacíficos manifestantes y recordarles
que en el altísimo está el poder. Esta actitud se manifiesta en otros hechos y
comportamientos como, por ejemplo, cuando se llevan detenidos a jóvenes
que quieren pasar la noche tranquilamente sentados en la puerta del Sol;
cuando se impide el derecho constitucional a la libre circulación de
ciudadanos por llevar una camiseta verde con el revolucionario lema Escuela
Pública de tod@s y para tod@s; cuando se bloquean los semáforos por la
policía para que no pasen los profesores como en la última huelga de la
enseñanza (22 de mayo, a las 13 horas, en la calle de Alcalá, frente al
ministerio de Educación); cuando la policía actúa contundentemente contra
los medios de comunicación que cubren las noticias; cuando siguen los
agentes sin llevar a la vista su número de identificación y encima amenazan a
quienes se lo solicitan.
También cuando se piden los carnets a los manifestantes para intimidarles y
multarles, dificultando su derecho de manifestación, que está por encima del
derecho a la circulación, algo sobre lo que existe doctrina del Tribunal
Constitucional (Sentencia 31/2007, de 12 de febrero y sentencia 110/2006, de
3 de abril), ya que el único límite al artículo 21.2 de la Constitución española,
es cuando como consecuencia del mismo puedan ponerse en peligro personas
o bienes. Por no hablar de la toma de Barcelona y la suspensión del Tratado
47
de Schengen con motivo de la reunión del Banco Mundial en mayo de este
año. Estas prácticas hacen que muchos ciudadanos vean a la policía
actuando, en ocasiones, más como fuerzas del desorden, que como un cuerpo
democrático encargado de proteger los derechos y libertades
constitucionales.
La movilización social sostenida que se vive es la respuesta a la política de
austeridad que aplica Rajoy y que está laminando el Estado de Bienestar y
empobrece a la población sin ningún resultado positivo. La prima de riesgo
roza cada día los 500 puntos, todos los organismos internacionales
pronostican al menos dos años más de recesión, el desempleo es
estratosférico, hay despido libre, caen en picado las rentas salariales y se
deterioran de los servicios públicos fundamentales. Y lo más grave de todo, se
está sacrificando a una generación de jóvenes.
La percepción de los ciudadanos es de profunda injusticia social y de agravio
comparativo. La crisis la sufren los de siempre, la iglesia vive en un limbo
fiscal sin pagar ningún impuesto y lo que se les quitan con una mano a los
ciudadanos, se lo dan, con la otra, a la banca. El caso de Bankia es
paradigmático de cómo actúa el capitalismo neoliberal: socializan las
pérdidas, para privatizar los beneficios de nuevo, en cuanto esté saneada la
entidad. Y no estamos hablando de unos pocos miles de millones de euros,
sino de cifras del orden de los 24.000 millones, que el nuevo presidente de la
entidad considera que no habría que devolver nada porque sería capital. Lo
dice el banquero que cobró 68,7 millones de euros de pensión de jubilación.
Por ello, ante este estado de cosas tan escandaloso, la falta de expectativas
positivas y la indignación creciente, es normal que la movilización vaya a más
y se mantenga. Y lo que no puede hacer el gobierno actual es atropellar los
derechos democráticos. Tampoco caer en la trampa de algunas voces del
Partido Popular que demandan más autoritarismo y más dureza. La polémica
suscitada por la presidenta de la comunidad de Madrid, en torno a la
celebración del final de la Copa del Rey, no es una anécdota.
Más allá del patológico afán de protagonismo de la señora Aguirre, está claro
que no improvisó (parece que indicó a alguna persona de la prensa que la
preguntaran sobre el partido) y sus declaraciones eran muy sentidas, incluido
ese final de frase, tras pedir que se suspendiera el partido y se celebrara a
puerta cerrada si había abucheos, y ya verá usted como no se vuelve a
producir, o sea para que así escarmienten de una vez.
¿Qué buscaba? Para algunos desviar la atención sobre sus trampas en
relación al déficit real que tiene la comunidad de Madrid. Para otros, lanzar un
guiño a la derecha extrema de su partido e incluso a la ultraderecha que se
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manifestaba por las mismas ideas que defiende Aguirre sobre el himno y la
bandera. Por cierto, cuándo la oiremos hablar del Código Penal en relación con
las esvásticas que se exhiben en determinados campos de fútbol.
La propuesta de Aguirre era absurda por inviable. Ella, como aficionada
taurina debe de saber que el hecho de que las corridas las presida un
comisario de policía no se debe a que entienda de toros y sepa qué pañuelo
tiene que sacar en función de la faena. Lo hace como representante de la
autoridad gubernativa para evitar los problemas de orden público que pueden
generarse en un espectáculo de masas si, por ejemplo, el torero sale
corriendo o se suspende la corrida. ¿Llegó a creerse de verdad que era posible
desalojar, sin que se produjeran gravísimos incidentes, a 55.000 personas que
vienen desde 500 kilómetros a ver a su equipo? Como hubiera sido una
decisión delirante, lo verosímil es pensar que Aguirre tiene otras intenciones.
Aguirre sigue trabajando en previsión de un escenario político parecido al
existente al final de la pasada legislatura. Esto es, un país seguramente
intervenido, un presidente de gobierno achicharrado por la situación
económica, por las políticas de recortes aplicadas, los incumplimientos
electorales y el nepotismo. Y ante ello, la necesidad de buscar otra
candidatura a la presidencia del gobierno, como pasó con Rubalcaba frente a
Zapatero.
Esta es su hipótesis de trabajo, otra cosa es que le salga. Pero no es ningún
escenario de política-ficción: la crisis se ha llevado por delante a 17 gobiernos
europeos y el desgaste del actual gobierno de España está siendo muy
acelerado en pocos meses. En el supuesto de que Rajoy se queme nos
podríamos encontrar con la candidatura de la señora Aguirre, convertida en
una especie de Thatcher arrabalera. Eso sí, menos valiente, porque perdió la
ocasión de ir al campo de futbol a convencer a las decenas de miles de
ciudadanos del Estado español sobre sus ideas para cohesionar el país. La
unanimidad en el cariño demostrado a Aguirre por los 55.000 aficionados del
Athletic y del Barcelona (auténtico récord de los Guinness) es el fruto de la
provocación. Afortunadamente, al final hubo lo que tenía que haber: deporte y
espectáculo y se demostró el grave error que supone mezclarlo con la política.
En fin, que aterricen los helicópteros y que doña Esperanza se piense más lo
que dice. A ver si así podemos descansar un poco.
28/5/2012
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Yo estudié en la pública
De calidad, científica, laica y gratuita
Vidal Aragonés
Yo estudié en un colegio público, realicé el bachillerato en un instituto público
y cursé la licenciatura de Derecho en una universidad pública. Seguramente,
la percepción de cada estudiante de la pública será diferente, pero puedo, eso
sí, trasladar mi experiencia.
Como la práctica totalidad de familias obreras, no se optaba por la educación
pública únicamente como una apuesta de modelo o ideológica, sino como una
necesidad social. Se pretendía escapar así de ese ilícito conocido por todo el
mundo, pero sobre el cual no se actúa, respecto al cobro que realiza la
educación privada concertada, a la par que seguir en un criterio de
proximidad física.
La enseñanza primaria la desarrollé durante los años ochenta y principios de
los noventa en el Colegio Público Ignasi Iglésias del barrio de El Pedró de
Cornellà de Llobregat. Nunca fuimos plenamente conscientes de lo que
significaba una escuela en un barrio obrero en esa década. Ahora, más de
veinte años después, desde la perspectiva adulta, puedo describir la realidad
del mismo.
En primer lugar, la composición social del centro suponía una plasmación de
la mayoría de la sociedad: hijos e hijas de familias obreras que sufrían por
igual los efectos del desempleo o del desarrollo de una incipiente aristocracia
obrera, desde la segunda residencia hasta la lumpenización. Más allá de la
realidad social y económica, compartíamos aula con algunos niños y niñas de
etnia gitana, con los primeros recién llegados de origen no estatal, con
compañeros o compañeras que contaban con algún tipo de disminución física
o psíquica. Ello nos separa de esa visión sectaria y elitista de buena parte de
la educación privada, donde se segrega al diferente —en el mejor de los
supuestos— y se discrimina al débil en otros. Evidentemente, en la pública no
dividimos según nivel de conocimientos, inteligencia, clase, raza, origen o
género. ¿Cómo pueden ser capaces de separar a los niños de las niñas, a
quienes presentan dificultades físicas o psíquicas de los que no las sufren? En
la pública, nos relacionábamos de una manera natural, con criterios de
igualdad, niños y niñas diferentes. Segregar es maleducar, es incorporar
desde la infancia un proyecto adoctrinador en que se pone una diana al o la
diferente.
Sin duda que aquel modelo público tenía dos grandes orígenes o causas: por
50
un lado, el requerimiento del movimiento obrero y sindical por la construcción
de educación pública, de calidad, científica y laica. Ésta, junto con la sanidad y
el sistema de Seguridad Social, han sido la gran expresión de salario indirecto.
Por otro lado, los —y sobre todo las— profesionales que se incorporaron desde
finales de los años setenta a los centros públicos con una concepción
científica y humanística de la educación. Los déficits materiales cotidianos de
la pública eran suplidos con creces con las alternativas de una generación de
mujeres que desarrollaban su gran nivel profesional y esencia de género.
Pero, además, nuestro aprendizaje no sólo fue de conocimientos teóricos sino
también de la propia realidad: la mayoría de las maestras y AMPAS nos
recordaban cotidianamente que la situación de nuestros centros era
consecuencia de nuestra capacidad para movilizarnos y construir una
educación pública de calidad, a la vez que realizaban de la autogestión un
procedimiento para la compra de libros, las actividades extraescolares, las
fiestas de final de curso, etc., etc. Seguramente es el mejor ejemplo para el
constructivismo a medio camino entre Piaget y Vigotsky. Cada proceso de
movilización de la comunidad educativa nos mostraba tanto el origen de
nuestra educación como la forma de defenderla.
La participación democrática era una expresión de normalidad, los Consejos
Escolares. Con doce años participé en la gestión del centro conjuntamente con
mis maestras y los trabajadores y trabajadoras no docentes. También conocí
al representante de la Administración como un tapón para el desarrollo.
Asimismo, observaba como desde las AMPAS hasta la totalidad de los y las
que trabajaban en el centro elegían a sus representantes. Es difícil entender
cómo se puede hablar de democracia y libertad y que la misma quede fuera
de los lugares donde se forma a las futuras generaciones.
Por supuesto, en el terreno de lo formativo la pública mostraba un alto nivel y
la remoción parcial de la clásica división social. De un grupo de unos veintidós
estudiantes, que fue el promedio de mi primaria, más del 50% finalizamos
estudios universitarios. Aprendíamos y aprehendíamos a través del esfuerzo,
el trabajo, el respecto, la solidaridad y el proceder colectivo. Aunque pueda
parecer un objetivo de mínimos, con el paso del tiempo he entendido una
frase que me parecía un desprecio con doce años: “Sólo quiero que os sentéis
bien en la silla y que escribáis sin faltas de ortografía”; ahora le debo
agradecer a esa maestra la disciplina para respetar nuestra salud y el escribir
de una manera correcta.
La educación secundaria la cursé en el Institut d’Educació Secundària Jacint
Verdaguer del barrio de Sant Ildefons de Cornellà de Llobregat, mi barrio. Lo
que hasta los años ochenta era la estructura de una de aquellas clásicas
Escuelas Nacionales nacidas a la par que el barraquismo vertical de los barrios
obreros de la periferia, fue transformándose en un centro de bachillerato. No
51
existían suficientes centros de BUP en zonas de clase trabajadora porque a los
hijos e hijas de familias obreras nos preparan para un sino de explotación y
precariedad.
Allí, los jóvenes conocían el amor, el sexo, las profundas frustraciones de la
adolescencia. Nunca se nos educó en la homofobia, en un único modelo de
familia o en la castidad, si bien se nos insistía en las necesarias altas cotas de
responsabilidad sexual.
Si algo recuerdo de la enseñanza secundaria fueron las profundas discusiones.
A la tediosa Física y química le acompañaba el Latín o el Dibujo técnico, pero
nunca olvidaré esas clases de Historia en que debatíamos sobre la Revolución
soviética, la Revolución francesa o las colectivizaciones como respuesta al
fascismo, y en ellas nunca oí hablar de la “época de Franco”, que siempre se
nos identificó como “dictadura franquista”. Nuestra historia no era 1789, 1917
o 1936, sino los procesos y la clara identificación de la lucha de clases como
motor de la misma. Difícilmente explicable la dialéctica como método de
estudio de la Literatura o de la Filosofía. Si los gobiernos reaccionarios de
turno no nos arreglaban los vestuarios, realizábamos una Educación Física
donde no se podía sudar (¡¡¡malabares!!!, y no hablo metafóricamente).
Lo anterior determinó el espacio más libre de mi vida: no podía trabajar, en la
práctica no estaba sometido a ninguna autoridad política o administrativa,
pero disfrutaba de las grandes pasiones humanas. Para los que vivíamos en
los guetos lingüísticos de la Catalunya de la inmigración, ello también nos
permitía profundizar en el conocimiento teórico de la lengua del país que
había acogido a nuestras familias, así como al conocimiento de la cultura de la
nación en la que vivíamos. Fuimos de una manera natural la generación de la
inmersión lingüística, algo que se entendía con orgullo y no con separación
por cuestiones de origen. Desde el punto de vista de los conocimientos, tan
sólo debo aportar un dato: todo mi grupo de letras puras que realizamos la
prueba de selectividad la aprobamos, y nuestras notas medias eran superiores
a la media de Catalunya. En la pública nada se consigue a base de pagar, sino
de esforzarse y estudiar.
Por último, pero no por ello menos importante, si en la primaria conocí la
participación en la gestión, en la secundaria descubrí la organización y la
movilización como herramientas esenciales para defenderla. Nos afiliábamos
a sindicatos de estudiantes, organizábamos asambleas —algunas de ellas en
horas lectivas— e informábamos sobre las convocatorias de jornadas de lucha
y huelga, pero también sobre táctica y estrategia. La represión nunca nos
llegó de nuestros profesores y profesoras; ellos cumplían su papel pero
sonreían con orgullo ante la dignidad, la disposición a la lucha de una
generación que nos encontrábamos en medio de la gran travesía del desierto
52
de las organizaciones de la izquierda. Ello no nos hace olvidar a aquellos
esquiroles que siempre tuvimos en la educación pública —la primera
barricada fue para ellos—. Conocimos que la policía no sólo servía para la
educación vial, sino que tenía una intrínseca naturaleza represiva.
El salto a la universidad, en mi caso la Facultat de Dret de la Universitat de
Barcelona, se transformó en la gran desilusión acerca del sistema educativo
público. El primer año, ante el gran dictado en que se convertían la mayoría
de las clases, decidí no aparecer mucho, opté por dedicar la mayoría de mi
tiempo a la defensa de la educación pública de calidad. Así, la primera de las
cuatro becas compensatorias —combinación entre situación económica
familiar de bajos ingresos y altos resultados académicos— que recibí del
Ministerio de Educación la reinvertí en la defensa de esa educación. Invitaría
al director del diario La Reacción (La Razón, se denomina oficialmente), que
tacha de malos estudiantes a los activistas en defensa de la educación
pública, a que pongamos encima de la mesa nuestros excelentes y matrículas
de honor en las licenciaturas cursadas. La derecha criminaliza que jóvenes de
familias obreras estén estudiando hasta los 28 años porque desconoce que los
mismos se convierten en héroes cotidianos compaginando estudio y trabajo;
siempre lo tuvimos que hacer, y más ahora. En realidad, el fondo de la
cuestión es que no entienden que el Estado deba formar a quienes deben ser
objeto de otras actividades en la sociedad.
Con el transcurso de los años pude conocer como los herederos de la
dictadura franquista y los neoliberales se aprovechaban del sistema, el mismo
que querían hundir. Eso sí, la universidad pública me permitió coincidir con
una pluralidad a la que no estaba acostumbrado, compartir aulas con los hijos
de la pequeña burguesía, incluso con los de la burguesía que no apostaban
por la educación privada. Ninguno de ellos tenía un nivel formativo superior al
mío, lo cual podría quebrar esa visión absurda de “privada = alto nivel,
pública = bajo nivel”. Esto cobra la máxima importancia porque encuentra
esencia de la posibilidad de que entre un sector de hijos e hijas de familias
obreras ha aportado la educación pública de formarse con igual nivel que
aquellos que por su realidad económica o visión social accedían a la privada.
Sería injusto si no realizase una valoración positiva de la universidad pública
en mi paso como estudiante. De la memorística, el trabajo constante y
persistente como elementos importantes en la formación (si bien el primero
siempre lo he detestado, cuando menos nos separa de las licenciaturas a
golpe de talonario). No me cansaré de repetir que en la pública es trabajo y
esfuerzo. Sin duda que el mejor recuerdo y lo que más valoro de la
universidad son los docentes de gran nivel técnico e intelectual que nunca se
entregaron a los intereses de los grupos de poder y empresas: el profesor que
en un departamento de Derecho del Trabajo copado por conservadores no
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renunciaba a explicar el carácter tuitivo de la materia; el grupo de profesores
de Derecho Penal y Penitenciario que nos recordaban los elementos
antidemocráticos del sistema y el incumplimiento de la legalidad en las
cárceles, y sobre todo la práctica totalidad de los profesores del Área de
Filosofía del Derecho, que con sus clases y seminarios no sólo elevaban el
nivel intelectual de la universidad, sino también el nivel moral: era posible y
necesario construir desde el rigor técnico un mundo mejor y diferenciado de la
sociedad que nos tocaba vivir.
Fue la Educación Pública la que me permitió escapar del destino de
explotación, precariedad y desempleo que el sistema deparaba a los jóvenes
de mi barrio. El sino también me ha permitido devolver parcialmente lo que
recibí de la pública: por un lado, optando por trabajar por y para los que en su
reivindicación dieron origen a la misma, la clase trabajadora y el movimiento
sindical, y por otro, la posibilidad de impartir clases como profesor asociado
de Derecho del Trabajo de la Universitat Autònoma de Barcelona. Intento ser
lo más riguroso posible con el contenido de los programas de las asignaturas y
facilitar el aprendizaje. Nunca adoctrino —ello no forma parte de los valores
de la pública—, pero sí que les recuerdo a los alumnos y las alumnas con los
que comparto clases que ellos no pagan por un título —para eso ya están
algunas universidades privadas—, sino que se matriculan para exigir
formación y recibir conocimientos. También este ejercicio como docente me
ha permitido observar como un catedrático reconstruye la totalidad de la
materia que debe impartir en todo un semestre en 48 horas para adaptar el
contenido a los cambios normativos, como una profesora asociada que no
sabe si el próximo curso le renovarán el contrato pone todos sus
conocimientos humanísticos y pedagógicos para, una vez finalizado su tiempo
de tutorías, dedicar atención a una alumna. De esta labor y comportamiento
nunca hablan los medios de comunicación cuando aluden a la pública.
Las propuestas del Gobierno de Rajoy y de Rigau en Catalunya, o el
seguidismo que practican algunos rectorados, significan hundir el sistema que
tanto había costado construir, imperfecto pero que podía seguir mejorando.
Los conocimientos que adquirí en la educación pública me permiten analizar
diferentes cuestiones: los actuales gobiernos perciben la misma no como una
inversión (en formación, en cultura, en felicidad, etc.), sino como un gasto
para el Estado. Según su análisis, “¿para que formar a jóvenes en un sistema
público de calidad cuando hay un 50% de desempleo juvenil? Que se forme
con calidad quien se lo pueda pagar”. Su objetivo es convertir la educación
primaria y secundaria en un servicio mediocre, destinado a atender a los hijos
y las hijas de los sectores más explotados, más precarios, más oprimidos. La
universidad deberá aumentar el precio de las matrículas y convertir el sistema
de becas no en un método redistributivo de rentas, sino en un cazador de
grandes cerebros. Así, la misma también se degradará a la vez que tan sólo
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será asequible para rentas medias o altas, expulsando por razones
económicas a gran parte de la sociedad.
El reventar el sistema público no sólo tiene un objetivo clasista y
economicista, sino un objetivo ideológico: socavar un marco de formación
científica y rigurosa que puede responder como espacio de pensamiento
crítico, prácticas democráticas y calidad docente. A la vez, la pública ha sido
en las últimas tres décadas un espacio de integración social y cultural, capaz
de luchar contra la segregación.
Es una utopía reaccionaria el plantear que la propia existencia de un sistema
público de calidad es la garantía de una sociedad igualitaria. Bajo el
capitalismo la igualdad no puede existir, pero sin una formal igualdad de
oportunidades no sólo no se construye un mundo desigual, sino que se
desarrolla una realidad discriminatoria. Si algunos de los que crecimos y
vivimos en barrios obreros hemos escapado de una realidad en la que la
explotación y el desempleo eran nuestro sino, los nuevos hijos e hijas de los
que ahora ocupan esos barrios, en buena parte inmigrantes
extracomunitarios, no sólo recibirán un trato desigual sino que directamente
serán discriminados.
Nunca planteo el hecho de escapar de la explotación y el desempleo como un
éxito, sino que éste se encuentra en poder desarrollarse económicamente
bajo parámetros de ética, dignidad y orgullo, algo, por cierto, que se da más
entre la clase trabajadora que entre los y las profesionales. Pero si hasta
ahora era posible vivir más que dignamente en la condición de asalariado,
tras la reforma laboral cada vez será más complejo. De la misma manera, los
cambios de los servicios sanitarios y de las pensiones persiguen construir
sistemas públicos degradados para quienes no puedan complementar los
mismos con sistemas privados.
Como ex alumno y docente de la pública, no hay nada más pedagógico que
luchar por ella. La primaria me enseñó a escribir pero también a adoptar una
postura firme, la secundaria a luchar, discutir y comprender nuestra historia y
el país donde vivíamos, y la universidad la memoria y el rigor profesional. En
la pública identificamos lo diferente para integrarlo, pero nunca el método
científico nos lleva a concluir que las construcciones históricas son fruto de la
fatalidad, sino que más bien se nos indica nuestra capacidad para luchar
como obligada responsabilidad moral.
[Vidal Aragonés es abogado laboralista del Col·lectiu Ronda y
profesor asociado de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social de
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la Universitat Autònoma de Barcelona]
31/5/2012
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Ensayo
Ian Angus
Cómo llevar a cabo una revolución ecosocialista
Encuentros como este desempeñan un papel vital en la construcción de un
movimiento capaz de detener el tren rumbo al infierno del capitalismo, antes
de que conduzca a toda la humanidad al precipicio. Construir dicho
movimiento es la tarea más importante a la que podemos dedicarnos hoy en
día. Por ello, es un gran honor para mí haber sido invitado para participar en
vuestros debates.
* * *
Hace ciento cincuenta años, Karl Marx predijo que, a menos que el capitalismo
fuese eliminado, las grandes fuerzas productivas que este había
desencadenado acabarían por convertirse en fuerzas destructivas. Y eso es
exactamente lo que ha ocurrido. Cada día existen más evidencias de que el
capitalismo, que en su día fue la base de una oleada sin precedentes de
creatividad y liberación, se ha transformado en una fuerza de decadencia,
destrucción y muerte que amenaza directamente la existencia de la raza
humana, por no mencionar la de millones de especies animales y vegetales
con las que compartimos el planeta.
Mucha gente ha planteado ajustes tecnológicos o reformas políticas para
abordar los diversos aspectos de la crisis ambiental global, y muchas de
dichas medidas merecen sin duda una seria consideración. Algunas de ellas
pueden ofrecernos algo más de tiempo; algunas pueden retrasar el día del
juicio ecológico final. Contrariamente a lo que algunos de nuestros críticos
sostienen, ningún socialista serio se opone a las reformas o a las medidas
parciales: apoyamos activamente todo tipo de medida que reduzca, limite o
retrase los efectos devastadores del capitalismo. Y trabajaremos con toda
persona, socialista o no, que desee seriamente luchar en favor de tales
medidas. Es más: ¡tratad de detenernos si podéis! Pero como socialistas,
sabemos que no puede haber solución duradera a la crisis ambiental múltiple
del mundo mientras el capitalismo siga siendo el sistema económico y social
dominante en este planeta. No afirmamos estar en posesión de todas las
respuestas, pero sí contamos, por contra, con una gran respuesta: la única vía
para un cambio permanente y de largo alcance en la forma en que la
humanidad se relaciona con el resto de la naturaleza es una revolución
ecosocialista.
Si no llevamos a cabo esa transformación, tal vez podamos retrasar el
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desastre, pero no por ello el desastre dejará de ser inevitable. Tal y como
siempre ha anunciado la cabecera de Climate and Capitalism: “Ecosocialismo
o barbarie: no hay una tercera vía”. Pero ¿a qué nos referimos cuando
hablamos de ecosocialismo? Y ¿qué queremos decir con revolución
ecosocialista?
¿Qué es el ecosocialismo?
No hay ningún copyright sobre la palabra ecosocialismo, y aquellos que se
consideran ecosocialistas no están de acuerdo en todo. Así, pues, lo que voy a
decir refleja mi propio punto de vista.
El ecosocialismo empieza con una crítica de sus dos progenitores, la ecología
y el marxismo. La ecología, en el mejor de los casos, nos proporciona
herramientas poderosas para entender cómo funciona la naturaleza: no como
actividades o acontecimientos aislados, sino como ecosistemas integrados e
interrelacionados. La ecología puede ofrecer, y ofrece, elementos de
conocimiento esenciales sobre las formas en que la actividad humana está
socavando los sistemas que hacen posible toda forma de vida. Pero mientras
la ecología ha sabido describir correctamente el daño causado por los
humanos, su falta de análisis social ha conllevado que pocos ecologistas
hayan concebido un programa creíble para detener esa destrucción.
A diferencia de lo que ocurre con otros animales, la relación entre los seres
humanos y nuestro entorno no puede ser explicada sólo mediante números o
a través de nuestra biología. Sin embargo, ahí es donde la ecología se
detiene. De hecho, cuando los ecologistas encaran las cuestiones sociales,
casi siempre obtienen las respuestas equivocadas, porque asumen que los
problemas en la relación entre la humanidad y la naturaleza vienen causados
por ciertos números o por la naturaleza humana, o que son simplemente el
resultado de la ignorancia y de algunos malentendidos. Si todos conociéramos
la verdad, el mundo cambiaría. Lo que debemos hacer son pequeños ajustes
sobre las tasas y los mercados, o quizás difundir más ampliamente el control
de natalidad, y todo irá bien.
La falta de una crítica coherente del capitalismo ha hecho que la mayoría de
los partidos verdes del mundo sean inefectivos, o, peor aún, ha permitido que
se convirtieran en socios menores de gobiernos neoliberales, ofreciendo un
camuflaje verde a políticas reaccionarias. De la misma forma, la mayoría de
las principales ONG verdes hace tiempo que abandonaron la tarea de
construir verdaderamente un movimiento ecologista y prefirieron buscar
donaciones provenientes de los contaminadores corporativos. Al no entender
el capitalismo, creen que pueden resolver los problemas siendo amables con
los capitalistas.
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En contraste, la mayor fuerza del marxismo es su crítica integral del
capitalismo: un análisis que explica por qué este específico orden social ha
sido a la vez tan exitoso y tan destructivo. El marxismo también ha mostrado
que otro tipo de sociedad es a la vez posible y necesario: una sociedad en la
que la destructiva producción capitalista sea reemplazada por la producción
cooperativa, y en la que la propiedad capitalista sea sustituida por bienes
públicos globales.
Lo que a día de hoy llamamos ecología fue fundamental para el pensamiento
de Marx y, tal y como ha mostrado John Bellamy Foster, en el siglo XX los
científicos marxistas realizaron contribuciones de gran alcance al pensamiento
ecológico. Pero en general, los movimientos marxistas del siglo XX ignoraron
completamente las cuestiones medioambientales o pospusieron
despreocupadamente toda consideración sobre el tema hasta el triunfo de la
revolución, momento en el que el socialismo resolvería el asunto por arte de
magia. Más aún: algunas de las peores pesadillas ecológicas del siglo XX
ocurrieron en países que se llamaban a sí mismos socialistas: basta con
mencionar el horror nuclear de Chernobyl, o el envenenamiento y drenaje del
mar de Aral, para dejar claro que simplemente con eliminar el capitalismo no
vamos a salvar el mundo.
Existe una respuesta fácil a eso: se podría decir que esos países no eran
socialistas. Eran capitalistas de Estado, u otra cosa, de modo que la crítica a
sus crímenes ambientales resulta irrelevante. Pero los críticos verdes dirán, y
con razón, que eso es una excusa. La gente, en la URSS y en el resto de
países del bloque soviético, creyó que estaba construyendo el socialismo. Y
para la mayoría de las personas del resto del mundo ése era el aspecto que
tenía el socialismo. Así pues, independientemente de si consideramos a esas
sociedades socialistas o les ponemos otra etiqueta, necesitamos responder la
cuestión subyacente: ¿qué nos hace pensar que las próximas tentativas de
construir sociedades socialistas lo harán mejor de lo que lo hicieron en el
pasado? Nuestra respuesta consta de dos partes.
La primera es que eliminar el lucro y la acumulación como fuerzas motrices de
la economía eliminaría la tendencia innata del capitalismo a contaminar y
destruir. Si bien es cierto que las políticas erróneas y la ignorancia han
causado algunos problemas ecológicos muy serios, la crisis global a la que nos
enfrentamos hoy no es el resultado de políticas erróneas y de la ignorancia: es
el resultado inevitable de la forma en que funciona el capitalismo. Bajo el
capitalismo, un mundo ecológicamente equilibrado es imposible. El socialismo
no hace que la consecución de ese mundo sea inevitable, pero sí la hace
posible.
La segunda parte de la respuesta es que la historia no está hecha de fuerzas
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impersonales. La transición al socialismo será la obra de personas reales, y las
personas pueden aprender de la experiencia. Esto queda demostrado en la
práctica por Cuba, que en los la construcción de una economía
ecológicamente responsable y que ha sido, de forma reiterada, uno de los
pocos países que ha cumplido los criterios de WWF para una sociedad
globalmente sostenible.
La lección que debemos aprender de ese logro, así como de los errores
medioambientales del socialismo en el siglo XX, es que la ecología debe
desempeñar un papel central en la teoría socialista, en el programa socialista
y en la actividad del movimiento socialista. El ecosocialismo trabaja para unir
lo mejor de lo rojo y de lo verde y, al mismo tiempo, trata de superar las
debilidades de ambos. Intenta combinar el análisis marxista de la sociedad
humana con el análisis de la ecología sobre nuestra relación con el resto de la
naturaleza y se propone construir una sociedad que tendrá dos características
fundamentales e indivisibles:
• Será socialista, comprometida con la democracia, con el igualitarismo
radical y con la justicia social. Estará basada en la propiedad colectiva de los
medios de producción, y trabajará activamente para eliminarla explotación, el
lucro y la acumulación como fuerzas motrices de nuestra economía.
• Y estará basada en los mejores principios ecológicos, otorgando la más alta
prioridad a detener las prácticas dañinas para el medio ambiente, a restaurar
los ecosistemas ya dañados y a reconstruir la agricultura y la industria sobre
sólidos principios ecológicos.
Una frase de John Bellamy Foster, en The Ecological Rift, explica de forma
precisa y concisa la razón de ser del ecosocialismo: “No puede haber una
auténtica revolución ecológica que no sea socialista; no hay auténtica
revolución socialista que no sea ecológica”.
¿Qué es una revolución ecosocialista?
Cuando decimos revolución, estamos hablando de un cambio profundo en la
manera en que los humanos se relacionan con la tierra, en la forma en que
producimos y reproducimos, en prácticamente todo lo que los humanos
hacemos y en cómo lo hacemos. Lo que pretendemos no es sólo una
reorganización del capitalismo, ni solamente cambios en la propiedad, sino lo
que Fred Magdoff, en un artículo publicado en un número reciente del Monthly
Review, llama “una civilización verdaderamente ecológica, en armonía con los
sistemas naturales”. Magdoff enumera ocho características que dicha
civilización debería reunir. Debería:
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1. dejar de crecer una vez que las necesidades humanas básicas estén
satisfechas;
2. no empujar a la gente a consumir más y más;
3. proteger los sistemas de apoyo a la vida natural y respetar los límites de los
recursos naturales, teniendo en cuenta las necesidades de las generaciones
futuras;
4. tomar decisiones basadas en necesidades sociales/ecológicas a largo plazo,
sin ignorar las necesidades a corto plazo de las personas;
5. operar en la medida de lo posible con fuentes actuales (incluido el pasado
reciente) de energía, en lugar de con combustibles fósiles;
6. potenciar las características humanas y una cultura de la cooperación y la
reciprocidad, compartiendo y responsabilizándose con los vecinos y la
comunidad;
7. hacer posible el pleno desarrollo del potencial humano;
8. promover una toma de decisiones políticas y económicas auténticamente
democrática para abordar las necesidades locales, regionales e
interregionales.
Como dice Fred Magdoff, una sociedad con esas características sería
“esencialmente lo contrario al capitalismo en todos los aspectos”.
Ni fácil ni rápido
Lograr ese cambio resulta absolutamente esencial. Pero no deberíamos
engañarnos creyendo que ocurrirá fácil o rápidamente. He observado que la
mayoría de ecologistas y socialistas subestiman seriamente la magnitud de la
tarea que nos proponemos acometer, lo grande que tendrá que ser el cambio,
lo difícil que será y cuánto tiempo será necesario para llevarla a cabo.
Hace cuarenta años, en 1971, Barry Commoner, uno de los primeros
socialistas modernos que escribió sobre la crisis medioambiental, estimó que
para invertir la destrucción ambiental que en aquel entonces podía observar
en los Estados Unidos y para reconstruir la industria y la agricultura sobre una
base ecológicamente responsable, “la mayor parte de los recursos de la
nación destinados a inversión de capital deberían ser empleados en la tarea
de la reconstrucción ecológica durante, al menos, una generación”. La
velocidad y la magnitud de la destrucción ambiental se han acelerado
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rápidamente a lo largo de las cuatro décadas transcurridas desde que
Commoner escribiera esas palabras. El tiempo requerido y el coste de la
reparación y la reconstrucción se han visto sustancialmente incrementados.
Las Naciones Unidas, por ejemplo, han estimado recientemente que costará
treinta años limpiar el daño devastador causado por Shell Oil en el hogar de
los ogoni en el delta del Níger. Y eso para un área de sólo 386 millas
cuadradas, es decir, aproximadamente una novena parte del tamaño de
Sidney. El delta del Níger es un ejemplo particularmente horrible del papel
ecocida del capitalismo, por supuesto, pero hay otros muchos ejemplos en el
mundo, suficientes como para acabar con cualquier esperanza de un giro fácil.
Eso significa que el título de mi charla es un poco engañoso. No puedo deciros
cómo llevar a cabo una revolución ecosocialista, porque los cambios
necesarios llevarán décadas, en circunstancias que no podemos predecir. No
sólo eso, sino que sin duda la transformación requerirá nuevos conocimientos
y nueva ciencia. Parafraseando a Marx, no hay libro de recetas para los chefs
de la revolución ecológica.
Llegando al punto de arranque
Sin embargo, podemos y debemos debatir cómo llegar al punto de arranque
de la revolución. Uno de los pioneros del socialismo revolucionario y del
ecologismo fue el gran poeta y artista británico William Morris. En 1893,
describió ese punto de partida de la siguiente manera: “La primera victoria
real de la Revolución Social será el establecimiento no de un sistema
completo de comunismo en un solo día, lo cual es absurdo, sino de una
administración revolucionaria cuyo objetivo definido y consciente será el de
preparar, por todas las vías posibles, a la vida humana para dicho sistema…”.
Sería posible combinar la afirmación de William Morris con la terminología de
Fred Magdoff para resumir el objetivo principal del movimiento ecosocialista
en la actualidad: “Una administración revolucionaria cuyo objetivo definido y
consciente será el de preparar, por todas las vías posibles, a la vida humana
para una civilización ecológica”.
En nuestro nuevo libro, Too Many People?, Simon Butler y yo expresamos esa
idea de la siguiente manera: “En cada país, necesitamos gobiernos que
rompan con el orden existente, que sean responsables sólo ante la gente
trabajadora, los agricultores, los pobres, las comunidades indígenas y los
inmigrantes; en pocas palabras: ante las víctimas del capitalismo ecocida, no
ante sus beneficiarios y representantes.” Y sugerimos algunas de las primeras
medidas que dichos gobiernos podrían tomar, a saber:
• retirar rápidamente los combustibles fósiles y los biocombustibles,
reemplazándolos por fuentes de energía limpia;
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• apoyar activamente a los agricultores en su conversión a la agricultura
ecológica; defenderla producción y distribución local de alimentos;
• introducir redes públicas de transporte gratuitas y eficientes;
• reestructurarlos sistemas existentes de extracción, producción y
distribución para eliminar residuos, la obsolescencia programada, la
contaminación y la publicidad manipuladora, y proporcionar formación
completa para el reciclaje profesional a los trabajadores y comunidades
afectados;
• modernizar los edificios y hogares existentes con vistas a la eficiencia
energética;
• poner fin a todas las operaciones militares; transformar las fuerzas armadas
en equipos voluntarios encargados de la restauración de ecosistemas y de
asistir a las víctimas de desastres medioambientales.
Nuestras propuestas no pretenden ser únicas, y estoy seguro de que a
muchos de los asistentes se les ocurren muchos otros cambios esenciales.
Para encontrar otras ideas interesantes sobre lo que ese tipo de gobiernos
debería hacer, os animo también a echar una ojeada a la “agenda a corto
plazo para activistas medioambientales” incluida en el capítulo final de What
Every Environmentalist Needs to Know About Capitalism, de John Bellamy
Foster y Fred Magdoff, así como al programa recogido en la Carta del Clima de
la Alianza Socialista en Australia.
Me gustaría hacer hincapié en el hecho de que no deberíamos esperar a un
gobierno ecosocialista para llevar a cabo dichos cambios. Todo lo contrario:
deberíamos estar luchando por la consecución de cada una de esas medidas
hoy, como elementos centrales de nuestra lucha por un mundo mejor. Esos
son primeros pasos que pueden darse: sólo el comienzo. Construir una
civilización completamente ecológica exigirá mucho más. Cuanto más
tardemos en construir un movimiento que pueda iniciar el proceso, más difícil
será la revolución ecosocialista.
Participación de la mayoría
He puesto de relieve la complejidad y la dimensión de la tarea a la que nos
enfrentamos no para desanimaros, sino para subrayar otro punto esencial: los
cambios sociales radicales no ocurren sólo porque son “lo correcto”. Las
buenas ideas no son suficientes. La autoridad moral no es suficiente. Una
revolución ecosocialista no puede ser hecha por una minoría ni impuesta por
políticos y burócratas, al margen de cuán buenas sean sus intenciones. La
63
revolución requiere la participación activa de la gran mayoría de la gente.
Según las famosas palabras de Marx: “La emancipación de la clase
trabajadora debe ser obra de los propios trabajadores”. Ello no es así porque
la democracia sea moralmente superior, sino porque los cambios necesarios
no pueden ser llevados a cabo, y no serán duraderos, si no son apoyados,
creados y puestos en práctica activamente por el mayor número posible de
personas. Sólo el apoyo y el compromiso de la mayoría pueden acabar
venciendo a los oponentes del cambio.
La única forma de vencer a las fuerzas actualmente dominantes, las fuerzas
de la destrucción global, es organizar una fuerza contraria que pueda
detenerlas y desalojarlas del poder. Esa es otra verdad fundamental sobre las
revoluciones: no existe nada parecido a una revolución donde todos ganan y
nadie pierde. En una revolución real, la gente que tenía poder y privilegios en
la vieja sociedad pierde su poder y sus privilegios en la nueva. Algunas de
esas personas pueden llegar a sumarse a la ola revolucionaria, y si es así les
daremos la bienvenida a nuestra causa. Pero la mayor parte de ellos
probablemente no apoyarán a la mayoría.
Hoy en día, como en todas las sociedades humanas desde hace miles de años,
existen poderosos grupos sociales que se benefician de la situación existente
y que se resistirán al cambio sin importar cuán obvia resulte la necesidad de
cambio. Basta con echar un vistazo al actual Congreso de los Estados Unidos o
al Parlamento australiano para ver a gente poderosa que se resistirá al
cambio incluso aunque ello signifique destruir el mundo. Los negacionistas del
cambio climático no son excéntricos aislados. Son políticos bien financiados,
respaldados por algunas de las corporaciones más poderosas del mundo y
preparados para arruinar el mundo con tal de proteger su poder.
Ya sabéis que, cada vez que hablamos de revolución, los poderes establecidos
nos acusan de estar tramando actos violentos. En realidad, la mayoría de los
ecosocialistas que conozco son no-violentos en sus vidas personales. Admito
que a muchos canadienses nos gusta el hockey, y estoy seguro de que hay
unos cuantos fanáticos del fútbol hoy aquí, pero eso no se traslada a nuestras
perspectivas políticas. No queremos violencia, y estaremos encantados si la
transición al ecosocialismo es enteramente pacífica. Desgraciadamente, y a
diferencia de lo que ocurre en el deporte profesional, lo que ocurre en una
revolución no depende completamente de nosotros. Como hemos podido
observar en muchos países, la elección democrática de gobiernos populares
por amplias mayorías nunca ha impedido que los defensores del viejo orden
traten de recuperar el poder por medios violentos. Y como la gente de
Venezuela y de Bolivia ha demostrado, la mejor forma de minimizar y
contrarrestar la violencia de los reaccionarios es movilizar al mayor número
posible de personas para defender el proceso revolucionario.
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Una historia de dos ciudades
¿Qué fuerzas determinarán el resultado de la crisis medioambiental global en
el siglo XXI? Hace dos años tuvimos un notable adelanto de las alineaciones
de clase existentes. En diciembre de 2009, los países ricos del mundo
enviaron delegaciones a Copenhague con instrucciones no de salvar el medio
ambiente, sino de bloquear cualquier acción que pudiera debilitar sus
economías capitalistas o dañar sus competitivas posiciones en los mercados
mundiales. Y lo consiguieron. El acuerdo impuesto por la puerta de atrás fue,
como escribió Fidel Castro, “simplemente una broma”. El acuerdo de
seguimiento que negociaron en Cancún no fue mejor. Las cumbres de
Copenhague y Cancún dejaron claro que nuestros dirigentes no quieren
resolver la crisis ecológica y climática. Y punto. Sitúan sus estrechos intereses
económicos y electorales por delante de la supervivencia de la humanidad. Y
no cambiarán de postura voluntariamente.
Cinco meses después de la cumbre de Copenhague, una reunión muy
diferente tuvo lugar en Cochabamba, Bolivia. Por invitación del presidente
boliviano Evo Morales, unos 35.000 activistas, muchos de ellos indígenas,
llegaron desde más de 130 países para hacer lo que Obama y sus aliados se
negaron a hacer en Copenhague: desarrollar un programa de acción para
salvar el medio ambiente. Redactaron el borrador de un Acuerdo de los
Pueblos que atribuye la responsabilidad de la crisis climática al sistema
capitalista y a los países ricos que “tienen una huella de carbono cinco veces
mayor de lo que el planeta puede soportar”. La Conferencia Mundial de los
Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra adoptó
18 declaraciones centrales, que abordan cuestiones como los refugiados
climáticos, los derechos de los pueblos indígenas o la transferencia de
tecnologías, entre otros muchos. Resulta imposible imaginar que un programa
semejante pudiera emanar de una de las reuniones que celebran los países
ricos o de cualquiera de las conferencias de las Naciones Unidas.
Esas dos reuniones, la de Copenhague y la de Cochabamba, simbolizan la
gran línea divisoria en la lucha por el futuro de la tierra y de la humanidad. Por
un lado, un encuentro dominado por los ricos y poderosos, decididos a salvar
su riqueza y sus privilegios, incluso si el mundo se consume. Por otro, pueblos
indígenas, pequeños agricultores y campesinos, activistas progresistas y
trabajadores de todo tipo, decididos a salvar el mundo frente a los ricos y los
poderosos.
La conferencia de Cochabamba fue un gran paso adelante hacia un
movimiento global que sea efectivamente capaz de cambiar el mundo.
Mostró, de forma preliminar, la alianza de fuerzas que debe forjarse en cada
país, así como a nivel internacional, para poner fin al sistema capitalista
65
medioambientalmente destructivo. Necesitamos a estudiantes y a académicos
y a feministas y a científicos; pero no seremos capaces de cambiar el mundo a
menos que logremos una participación activa de la gente trabajadora, de los
agricultores, de las comunidades indígenas y de todas las personas oprimidas.
Estas son las fuerzas con las que la izquierda verde debe aliarse. Estas son las
fuerzas a las que debemos ganar para la causa de la revolución ecosocialista.
¿Qué hacer ahora?
Llegados a este punto, deberíais estar preguntándoos: “¿Cómo podemos
hacerlo? ¿Cómo logramos el apoyo de las masas para el programa y los
objetivos que sabemos que son esenciales?”. Esa es exactamente la pregunta
adecuada que hay que hacerse. Porque si no podemos traducir nuestras ideas
y nuestro programa en acciones, entonces nuestras ideas serán irrelevantes,
y nosotros también. Citando otro comentario famoso de Marx, nuestra tarea
no es sólo explicar el mundo, sino cambiarlo. Como marxistas, usamos
nuestro análisis del mundo como base para determinar qué hacer. Primero
preguntamos: “¿qué está ocurriendo?”; y a continuación: “¿qué debemos
hacer?”.
Cuando formulamos esas preguntas hoy en día, todos somos muy conscientes
de que, a pesar de que la necesidad de la revolución es algo que se nos
presenta de una forma muy clara, somos una minoría, no sólo en el marco de
la sociedad en general, sino incluso dentro de la izquierda y del movimiento
ecologista. Como escribió el estudioso marxista Fredric Jameson, vivimos en
un tiempo en el que, para la mayoría de personas, “es más fácil imaginar el
fin del mundo que imaginar el fin del capitalismo”. La mayoría de los activistas
verdes no ven el capitalismo como su principal problema; o, si lo hacen, no
creen que una revolución ecosocialista sea posible o deseable. Así pues, la
tarea principal a la que nos enfrentamos no es proclamar la revolución desde
cada esquina de las calles, sino más bien encontrar formas de trabajar con el
número más amplio y variado posible de personas en el actual estado de la
cuestión. La marxista latinoamericana Marta Harnecker ha expresado esta
idea de la siguiente manera: “Ser radical no consiste en promover los
eslóganes más radicales, o en llevar a cabo las acciones más radicales… Ser
radical consiste más bien en crear espacios en los que amplios sectores
puedan unirse y luchar. Porque nosotros, como seres humanos, crecemos y
nos transformamos en la lucha. Entender que somos muchos y que estamos
luchando por los mismos objetivos es lo que nos hace más fuertes y nos
radicaliza”.
A través de las luchas por el cambio podemos sumar a nuestra causa a
personas a las que, a día de hoy, les resulta más fácil imaginar el fin del
mundo que el fin del capitalismo. No podemos generar de forma artificial un
66
apoyo mayoritario, pero, afortunadamente, podemos contar con el capitalismo
y el imperialismo para que nos ayuden. Hace ya tiempo, Marx y Engels
afirmaron que lo que la burguesía produce es, antes que nada, sus propios
sepultureros. En 2011, vimos cómo los futuros sepultureros del capitalismo
entraron en conflicto directo con gobiernos autoritarios, con el imperialismo y
con los programas capitalistas de austeridad en países tan diversos como
Chile, España, Grecia, Túnez, Egipto, Gran Bretaña o incluso los Estados
Unidos. No podemos predecir en qué lugar van a producirse las luchas de
masas, o qué formas van a adoptar. Es algo que no está bajo nuestro control.
Los mejores eslóganes del mundo no son suficientes. Pero el capitalismo sí
hará que sucedan. La verdadera pregunta sobre la próxima radicalización es:
¿se apagará y se extinguirá, o será capaz de avanzar y, en última instancia,
de desafiar al propio capitalismo?
El movimiento que necesitamos
No existen garantías absolutas. El marxismo no es determinista. La revolución
ecosocialista no es inevitable. Sólo ocurrirá si la gente decide de manera
consciente que es necesaria y emprende el camino apropiado para llevarla a
cabo. En 1848, Marx y Engels plantearon una alternativa: la lucha de clases
conduciría o a una “reconstitución revolucionaria de la sociedad en su
conjunto”… o a la “ruina común de las clases en liza”. En este siglo de crisis
medioambiental, la ruina compartida por todos, la destrucción de la
civilización, es una posibilidad muy real.
Un factor —en mi opinión, el factor concreto más importante— que
determinaría ese resultado sería el papel que van a desempeñar las personas
que se encuentran en esta sala y otras personas como vosotros en todo el
mundo. Revueltas espontáneas como las que hemos visto en Europa y en el
norte de África a lo largo de 2011 son inevitables, pero no son, por sí mismas,
suficientes para dar vida a “una administración revolucionaria cuyo objetivo
definido y consciente será el de preparar, por todas las vías posibles, a la vida
humana para una civilización ecológica”. Eso no se logrará a menos que
consigamos crear, previamente, un movimiento organizado con una visión
clara y un programa ecosocialista que sea capaz de tender puentes entre la
rabia de millones de personas y el comienzo de la revolución ecosocialista.
Encuentros como este pueden ser parte del proceso de construcción de ese
movimiento.
No cuento con una hoja de ruta sobre cómo construir el movimiento que
necesitamos. En realidad, una de las lecciones que podemos aprender de los
errores del socialismo del siglo XX es que los planes de talla única, dictados
de forma centralizada, para la construcción de movimientos siempre fracasan.
Más que una hoja de ruta, permitidme que sugiera cuatro características que
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los movimientos comprometidos con el ecosocialismo deben compartir para
tener probabilidades de éxito.
1. Los ecosocialistas desarrollarán y aplicarán el análisis y el programa del
ecosocialismo. Esto puede parecer obvio, pero es muy importante. A lo largo
del último siglo, muchos marxistas trataron de congelar el marxismo. Tras la
muerte de Marx, o de Engels, o de Lenin, o de Trotsky, o de Mao —cada grupo
tuvo su propio punto final—, su marxismo dejó de desarrollarse. A partir de
ese momento, sin importar cuál fuera la situación, todo lo que tenían que
hacer era consultar los textos sagrados. Todas las respuestas estaban allí.
Algunas organizaciones de la izquierda siguen haciendo eso hoy en día. Ese
abordaje es completamente ajeno al marxismo, que nos proporciona un
método, pero no todas las respuestas. Ni siquiera nos ofrece todas las
preguntas. A lo largo de sus vidas, Marx y Engels estudiaron los
descubrimientos científicos, tecnológicos y de todo tipo y aprendieron de las
luchas de su tiempo. Utilizaron ese nuevo conocimiento para expandir,
profundizar o cambiar sus conclusiones políticas. El ecosocialismo debe seguir
su ejemplo. No hay, y no habrá, un programa ecosocialista perfecto e
inmutable, ni tampoco un documento al que podemos señalar y del que
podamos decir: “Ahí está, no hacen falta más cambios, ya sabemos qué hacer
en todas las circunstancias posibles”.
Una tarea clave para los ecosocialistas en cualquier lugar del mundo es tomar
los puntos de partida que el ecosocialismo ofrece hoy en día y empezar a
construir a partir de ellos, usando tanto el método del marxismo como los
mejores trabajos científicos de nuestro tiempo y las lecciones aprendidas en
las luchas por el cambio. A partir de ahí, debemos aplicar nuestra nueva
comprensión a un amplio abanico de lugares y circunstancias. Esta tarea es
difícil porque nos exige pensar, comprender nuestras situaciones y dar una
respuesta apropiada y creativa, y no limitarnos a repetir una y otra vez los
mismos eslóganes caducos. Sólo de esa manera el ecosocialismo será capaz
de contribuir de forma efectiva a salvar el planeta
2. Los ecosocialistas serán pluralistas y abiertos. Otra lección que podemos
aprender del siglo XX es que los grupúsculos socialistas monolíticos no se
convierten en movimientos de masas. Se estancan y decaen, se pelean y se
desintegran, pero no cambian el mundo. Así que quiero dejar claro que no os
estoy empujando a salir corriendo de esta sala y crear otra nueva secta. El
ecosocialismo no es una organización separada, sino un movimiento para
conseguir sumar a los individuos y grupos rojos y verdes existentes a la
perspectiva ecosocialista. Nuestros programas ecosocialistas definen quiénes
somos, son el pegamento que nos mantiene unidos. Pero en el seno de ese
amplio marco debemos entender que ninguno de nosotros tiene el monopolio
de la verdad y que ninguno cuenta con la llave mágica que abrirá la puerta del
68
reino ecosocialista. Sin duda tendremos desacuerdos sobre muchas
cuestiones y nuestros debates serán vigorosos. Pero si estáis de acuerdo en
que no puede haber una auténtica revolución ecológica que no sea socialista
ni una auténtica revolución socialista que no sea ecológica, entonces lo que
nos une es más importante que nuestras diferencias. Necesitamos construir
un movimiento ecosocialista democrático entre todos.
3. Los ecosocialistas serán internacionalistas y antiimperialistas. En el seno
del extenso movimiento ecologista, los ecosocialistas deben ser la voz más
fuerte en favor de una justicia climática global. Todos los ecologistas serios
deben ser internacionalistas, aunque sólo sea porque los ecosistemas no
respetan las fronteras nacionales. Es más: no existen soluciones nacionales
para el cambio climático. La lucha debe hacerse país a país, pero únicamente
el cambio internacional podrá salir vencedor. La comunicación internacional y
la solidaridad son absolutamente esenciales. Pero para aquellos de nosotros
que vivimos en los países ricos, en los países imperialistas, nuestro
internacionalismo tiene que ir mucho más allá.
Se ha dicho muchas veces que las personas del Sur global y las comunidades
indígenas de todos los rincones del mundo son las víctimas primarias del
cambio climático y de otras formas de destrucción medioambiental. Lo que no
se dice tan a menudo, pero resulta incluso más importante, es que los
principales criminales medioambientales son “nuestros” capitalistas en el
Norte. Ello conlleva una especial responsabilidad de los ecosocialistas de los
países ricos de combatir las políticas de nuestros gobiernos y de las empresas
radicadas en nuestros países. Hoy en día, los combates más importantes por
la justicia ecológica están teniendo lugar en el llamado Tercer Mundo. Lo
mínimo que nosotros, en los países imperialistas, podemos hacer es dar
publicidad a esos movimientos y mostrar el rol que desempeñan en ellos
nuestros capitalistas locales. Y además:
• Debemos mostrar nuestra solidaridad de la manera más concreta que
podamos.
• Debemos dar especial énfasis y apoyo a las demandas planteadas por el
Acuerdo de los Pueblos de Cochabamba.
• Debemos exigir a nuestros gobiernos apoyo financiero para la adaptación al
cambio climático, incluyendo el desarrollo de una agricultura ecológicamente
responsable.
• Debemos exigir transferencias directas de tecnologías relacionadas con las
energías renovables y con otros sectores relevantes, de manera que los
países más pobres puedan alcanzar el desarrollo económico sin contribuir al
69
calentamiento global. (Quiero subrayar que, a menos que logremos eso, y
hasta que ocurra, nadie en el Norte tiene derecho a criticar las opciones
energéticas y de desarrollo adoptadas por los gobiernos y los movimientos
progresistas del Tercer Mundo).
• Debemos oponernos a las llamadas soluciones de mercado y a la
mercantilización de la naturaleza. Eso incluye el rechazo al comercio de
derechos de emisión en todas sus formas.
• Debemos dar la bienvenida en nuestros países a los refugiados climáticos,
ofreciéndoles oportunidades de vida decente y plenos derechos humanos.
4. Los ecosocialistas construirán movimientos por un mundo mejor y
participarán activamente en ellos. Finalmente, y por encima de todo, los
ecosocialistas serán activistas. Debemos frenar el impulso ecocida del
capitalismo todo lo posible y revertirlo cuando se pueda, de modo que
obtengamos todas las victorias posibles frente a las fuerzas de la destrucción.
Como ya he dicho, nuestros dirigentes no cambiarán voluntariamente, pero la
oposición de las masas puede obligarles a actuar, incluso en contra de su
voluntad.
Muchas son las cuestiones medioambientales a las que se enfrenta hoy el
mundo, y estoy seguro de que los ecosocialistas estarán activos en una
amplia variedad de campañas. Pero el alcance y la potencial destructividad de
la emergencia climática hacen de ésta la cuestión más importante, y debemos
concederle la máxima prioridad. Nuestro objetivo debe ser el de unir a todos
—socialistas, liberales, verdes, sindicalistas, feministas, activistas
indígenas...—, a todos los que estén dispuestos a exigir a los gobiernos que
actúen de forma decidida para reducir las emisiones de gases de efecto
invernadero. Y, al mismo tiempo, necesitamos unir a las fuerzas que
entienden la necesidad de ir más allá de las batallas defensivas, y sentar las
bases de un movimiento que pueda, de hecho, iniciar la revolución
ecosocialista. Afortunadamente, esas dos tareas no están en conflicto. Luchar
para obtener triunfos inmediatos frente a la destrucción capitalista y luchar
por el futuro ecosocialista no son actividades separadas, sino aspectos de un
único proceso integral. A través de combates unitarios para obtener triunfos
inmediatos y reformas medioambientales, los trabajadores y los agricultores y
los pueblos indígenas pueden crear las organizaciones y el conocimiento
colectivo que necesitan para defenderse y promover sus intereses.
Las victorias obtenidas por ellos en combates parciales contribuirán a
construir la confianza necesaria para plantearse objetivos más amplios. Y
únicamente a través de la construcción de esas luchas y de la participación en
ellas el movimiento ecosocialista podrá crecer, ser escuchado por un número
70
cada vez mayor de personas, y lograr finalmente que una revolución
ecosocialista sea posible.
El reto al que nos enfrentamos
El Acuerdo de los Pueblos adoptado en Cochabamba expresa de forma
elocuente el reto que tenemos ante nosotros:
1. “La humanidad se enfrenta a un gran dilema: continuar por la vía del
capitalismo, de la depredación y de la muerte, o elegir el camino de la
armonía con la naturaleza y del respeto por la vida”;
2. “Resulta imperativo que forjemos un nuevo sistema que restaure la
armonía con la naturaleza y entre los seres humanos”;
3. “Y para que exista un equilibrio con la naturaleza, es necesario que
haya equidad entre los seres humanos”.
Ahí, en tres frases, se encuentra la razón para construir un movimiento que
aspire a salvar al mundo, la razón para una revolución ecosocialista. Como ya
he dicho, no será fácil, pero no se me ocurre una causa más importante y que
merezca más la pena. Si trabajamos juntos, podemos acabar con el
capitalismo, antes de que el capitalismo acabe con nosotros.
[Ian Angus es el responsable de la revista estadounidense Climate
and Capitalism. El presente texto reproduce su discurso de apertura
para la conferencia “Cambio climático, cambio social”, celebrada en
Melbourne, Australia, el 2 de octubre de 2011. La traducción del
inglés para mientras tanto es de Sergio Colina Martín]
20/5/2012
Pablo Saravia
Desafíos y logros de la horizontalidad en las experiencias de
cooperativas agroecológicas andaluzas
Los resultados que se presentan en el siguiente artículo son parte de una
investigación cualitativa que analiza dos experiencias de cooperativas
agroecológicas andaluzas (Hortigas en Granada y La Acequia en Córdoba)
desde la perspectiva de los movimientos sociales. En este caso la información
se extrae de entrevistas individuales en profundidad que se realizaron a
personas pertenecientes a estos colectivos. Se utilizó como criterio de
71
segmentación de la matriz muestral, el tiempo de permanencia en la
cooperativa, dando como resultado dos grupos: los llamados militantes
antiguos/as (más de dos años de pertenencia al colectivo) y los militantes
nuevos/as (menos de dos años). Además de estos grupos también fueron
entrevistados/as ex militantes. En total se realizaron 48 entrevistas (25 en
Hortigas y 23 en La Acequia) entre el 26 de noviembre de 2009 y el 16 de
noviembre de 2010.
* * *
1. Introducción: notas sobre la horizontalidad y sus implicaciones
políticas
Las prácticas políticas aplicadas en las sociedades occidentales modernas han
ido profundizando cada vez más formas verticales y jerárquicas de toma de
decisiones. Tanto el autoritarismo como las democracias representativas,
basadas en la lógica electoral, han compartido ese camino dejando de lado el
poder creativo de la sociedad civil. Esto se traduce en el plano de las grandes
decisiones políticas, como en las formas cotidianas de gestionar las relaciones
de poder y los mecanismos de toma de decisiones.
El juego democrático se reduce al espacio electoral y a la deliberación
institucional sobre temáticas escogidas por los tecnócratas de turno. Éstos, al
amparo de los partidos políticos, tienen como tareas fundamentales reclutar y
formar nuevas élites, crear políticas públicas y organizar elecciones cada
cierto tiempo [1]. Mientras tanto la mayor parte de las personas desempeña
un rol pasivo e inactivo [2]. Además, esta política institucional o convencional
se desarrolla en completo acuerdo y comunión con los grandes intereses
económicos locales e internacionales. Por lo tanto, asistimos a formas
democráticas de relación política marcada por la tecnocracia, el aislamiento
forzado de la sociedad civil y un estrecho vínculo entre las fuerzas económicas
y la gestión de la política pública mediada por un Estado cada vez más
debilitado.
En este contexto de socialización política la horizontalidad propone romper
con estas dinámicas y convertirse en una alternativa que construye formas y
procesos dotados con otros valores y prioridades. Se convierte en un espacio
donde se busca combinar vínculos entre los diferentes saberes y prácticas [3]
que las personas tienen o adquieren en sus diferentes recorridos políticos.
Funciona como un principio que guía el accionar político, siendo una especie
de utopía que se debe alcanzar. Pero al mismo tiempo tiene una dimensión
más concreta que se crea constantemente en la práctica política del día a día
de los colectivos. Es utopía y herramienta política a la vez [4]. Es por ello que
la horizontalidad se nos presenta como una herramienta moldeable capaz de
72
traducir relaciones políticas de confianza múltiples y que tienen un carácter
inminentemente fragmentario.
La horizontalidad es un proyecto de ruptura con las antiguas y convencionales
formas de hacer política determinadas por la industrialización del siglo XIX y
XX y el peso de los estados, las élites y sus operadores. Por el contrario, se
constituye en una metodología más cercana a la fisonomía múltiple de las
expresiones de protestas más contemporáneas, como pueden ser el 15M
español, la llamada primavera árabe o las protestas vinculadas al movimiento
Occupy Wall Street, que desarrollan estrategias políticas desde la
horizontalidad y no desde la intermediación [5]. Al mismo tiempo, es un
llamado a que los actores sean los responsables de la acción desde una
posición más central. Por lo tanto, la horizontalidad requiere una creatividad
activa en constante cambio y reflexión crítica sobre el entorno.
Por otra parte, la horizontalidad se construye como una expresión política en
medio de un contexto donde se intenta consolidar referentes que den
satisfacción a necesidades, materiales y afectivas, desde abajo y basados en
la cooperación social [6]. Su materialización es fruto de una lectura crítica de
los modelos de democracia representativa, vigentes hoy en día, como
también una oportunidad de creación colectiva de nuevas fórmulas de hacer
política. Éstas suponen la reconfiguración de diferentes y más cercanas
formas de decisión y construcción de relaciones políticas que intenten integrar
ámbitos olvidados por las formas convencionales, como por ejemplo lo
afectivo y emocional. El sujeto en movimiento, puesto en la escena de la
horizontalidad, se enfrenta a estos desafíos.
Complementariamente, este proyecto crítico debe hacer frente a las
preconcepciones que están adosadas a la horizontalidad y que surgen de una
visión idealista del concepto. Una es que la horizontalidad está en directa
contradicción con la delimitación de normas y/o formas de funcionamiento
establecidas. La otra es que la delegación o especialización de ciertas
funciones o tareas atenta contra la horizontalidad y su definición ideológica
[7]. En este trabajo veremos como estas concepciones idealizadas
permanecen en la práctica política, pero también identificamos cuales son las
interrogantes que implican su superación y, más aún, las nuevas
concepciones que se tienen de la misma.
Con el objetivo de situar lo más posible el tema de la horizontalidad
proponemos una serie de elementos que pueden servir como definición y
marco de interpretación del fenómeno. En primer lugar, creemos que los
procesos horizontales buscan construir mecanismos que fortalezca la libre
expresión de los actores políticos. Construyen espacios abiertos donde poder
comunicarse basados en un constante esfuerzo por delimitar los diferentes
73
tipos de liderazgos y sus influencias. Se trata de construir relaciones más
equilibradas entre quienes manejan altos y bajos rangos [8] de poder. Esto es
especialmente importante ya que no todas las personas llegan en igualdad de
condiciones a la participación política ni tampoco están en las mismas
condiciones de manejo de información. En este sentido las formas
horizontales no escapan a las relaciones discursivas que generan relaciones
de poder, sino que más bien es el terreno donde este dispositivo se articula.
Es por ello que las formas asamblearias de organización desnudan estos
desequilibrios y obligan a plantearse preguntas y desafíos para minimizarlos.
Es decir, plantean el desafío de develar las formas de funcionamiento del
poder, o sea, cómo el actor en movimiento se sitúa dentro de la compleja
malla de poder, lo ejerce y conserva y cuáles son las repercusiones de dicha
dinámica [9].
En segundo lugar, la horizontalidad supone la creación de modelos de decisión
y de relaciones no jerárquicas y antiautoritarias entre las personas. Por lo
tanto, es una ruptura con las formas verticales de organización política [10] y
la sostenida tendencia a vaciar la capacidad de la sociedad de influir en las
decisiones de los gobiernos [11]. Es por ello que es fundamental reproducir y
vigilar aspectos como la escucha activa y la consideración más igualitaria de
todas las opiniones. Se trata de democratizar el acceso a la información sobre
todo en la perspectiva de reproducir procesos de toma de decisiones sin
imposiciones ni coacciones [12]. Dichos procesos deben estar atentos, entre
otros factores, a tendencias que conspiran contra su correcto desarrollo, como
por ejemplo el efecto negativo del crecimiento del colectivo que en ocasiones
hace que los procesos de toma de decisiones sean más lentos y complejos
[13].
En tercer lugar, el modelo político de horizontalidad promueve la
transparencia de los procesos. No hay un espacio detrás, oculto, que maneje
las relaciones políticas. No se visualiza una intencionalidad política de
conducción y gestión de los intereses. Todo parece bastante más traslúcido y
evidente a los ojos de un observador desinformado. Esto supone que no existe
una lógica de competitividad donde el resultado de los vínculos políticos sea la
búsqueda de relaciones de vencedores y vencidos.
Íntimamente relacionado con esto, la horizontalidad no pretende responder a
una lógica de elitismo político. Esto no libra a los colectivos de los liderazgos y
de personas que en determinados momentos tengan mayores
responsabilidades o manejen más cuotas de información. No es, por lo tanto,
un modelo político puro y donde la igualdad de todas las personas esté
expresa en absolutamente todos los momentos políticos de un colectivo.
En quinto lugar, en la construcción de modelos horizontales las relaciones son
74
cambiantes y en permanente movimiento. Los actores la resignifican a
medida que los procesos y objetivos de los colectivos van trascurriendo. Esto
sucede en espacios abiertos donde se llevan a cabo acuerdos que están en
permanente proceso de reflexión y redefinición. Es por ello que potencia un
tipo de participación donde el sujeto político elige su posición entre varias
opciones haciéndose cargo además de las responsabilidades que ello supone
[14].
Además de ser un modelo más flexible que los verticales y jerárquicos, la
horizontalidad propone formas donde la autonomía de las personas esté por
delante. En él se desarrolla una vocación descentralizadora [15] respecto de
sus liderazgos como también de su aplicación política concreta. Bajo la
construcción de la horizontalidad existe un esfuerzo por tejer, de manera
colectiva, relaciones de poder.
Por último, la aplicación de mecanismos horizontales supone una
independencia respecto de los centros o núcleos intelectuales [16]. Así como
no hay una jerarquización de los liderazgos tampoco lo hay en término de las
ideas. Se busca construir procesos colectivos de creación intelectual que
surjan desde las prácticas cotidianas y no desde grupos específicos destinados
a “pensar” lo político en nombre de quienes lo están vivenciando. Es decir,
hay un esfuerzo por crear sus propias representaciones a partir de los propios
actores, siendo esta una función poco definida y muchas veces rotatoria.
Complementariamente a este marco conceptual, un esquema que puede ser
interesante para completar el puzzle analítico de la horizontalidad es el que
identifica a lo menos dos grandes caminos. Uno que se pregunta sobre el
dónde (delimitación espacial) hay que medir la horizontalidad y otro hasta
donde (delimitación conceptual) debe llegar la horizontalidad.
Tanto la delimitación espacial como la conceptual, asumen límites fronterizos
muy amplios. La horizontalidad se puede buscar desde los procesos de toma
de decisiones generales o estratégicos de un colectivo hasta aplicarlos solo en
una partícula del desarrollo del mismo. Es decir, se articulan mecanismos
horizontales cada vez que se pone en juego o se debaten las bases
ideológicas u organizacionales del colectivo o también cuando se trata de
decisiones logísticas y carentes de sentido estratégico.
Para entender mejor en la práctica política estas delimitaciones es necesario
profundizar en ciertos marcos [17] de acuerdo compartido por todas las
personas que participan de un proyecto horizontal. Estos permiten garantizar
cierto grado de eficacia en la toma de decisiones, aspecto fundamental para
evitar el agotamiento y posterior debilitamiento de los colectivos. También
buscan fomentar la participación en igualdad de condiciones más que
75
establecer controles manipuladores sobre las temáticas o formas de tomar
una decisión.
Estos marcos deben incluir, al menos [18], una división de las
responsabilidades razonables y que tiendan hacia potenciar la cooperación.
Por una parte, esto supone que no todas las personas pueden ser
responsables de todas las tareas, de ahí la importancia de la delegación de la
toma de decisiones basada en la confianza. Pero por otra parte, también
implica consolidar mecanismos de reparto igualitario en todo tipo de
funciones.
El siguiente apartado del artículo presenta los resultados del análisis de las
entrevistas en profundidad divididos según las temáticas más relevantes
presentes en los discursos de los actores políticos.
2. La horizontalidad construida desde los colectivos [19]
En primer lugar, este apartado trabaja sobre la definición de horizontalidad
que surge desde las propias posturas y posiciones de los y las
entrevistados/as. Luego se identifican las llamadas impurezas del modelo,
para terminar con lo que hemos denominado las visiones positivas sobre la
horizontalidad, donde se exponen aquellos aspectos que son realzados como
potencialidades o fortalezas del modelo.
2.1. El difícil camino de la definición de la horizontalidad
Analizar la horizontalidad supone, en primer lugar, una puesta en común
sobre las concepciones que los actores tienen de ella. En este ejercicio se abre
un inmenso abanico de posibilidades que van desde la idealización máxima
del concepto (horizontalidad total), hasta asumirla como una herramienta de
trabajo adecuada a la acción política (horizontalidad realista). Además,
advierte sobre la condición cambiante del concepto y la necesidad de superar
las preconcepciones establecidas.
La horizontalidad total es vista como una meta ideal que hay que buscar y
construir en la práctica política. Se trata de una concepción absoluta que no
admite matices ni imperfecciones. Es, por lo tanto, una fuente de crítica y
descontento permanente, ya que los deseos de alcanzarla se enfrentan a las
impurezas de las formas de habitar los colectivos en estudio. Esta percepción
está presente tanto en aquellas personas que llevan tiempo perteneciendo a
los proyectos como en los que recién ingresan a ellos.
“que su base, que su reto, que su idea, que su origen y su ilusión es esa
horizontalidad y que está ahí de manera palpable aunque luego no se
76
realice…” (ELA 8 – Mujer; militante antigua).
“… para mí horizontal sería que todas y cada una de las personas asumieran
su compromiso y su responsabilidad personal y a lo mejor no todas lo hacen
en el grado que a mí me parecería lo suficientemente horizontal” (ELA 11 –
Mujer; militante nueva).
Se trata de la construcción de la horizontalidad total y homogénea donde
todas las personas reproducen un mismo patrón de participación. Dicha
idealización del concepto supone tanto un deseo de futuro, una utopía que
hay que perseguir, como una exigencia de una forma de participación total.
En la línea de lo que hemos llamado una horizontalidad realista, los discursos
se expresan como algo parcializado desde el punto de vista de la participación
política en la toma de decisiones y en los debates del colectivo:
“que para mí la horizontalidad no es que estemos todas en el mismo debate
en todo, para mi es formar parte de un grupo (…) con responsabilidad,
informándose” (EH 2 – Mujer; ex militante).
Con ello se cuestiona la condición totalizadora del concepto de horizontalidad.
Al mismo tiempo que su aplicación se sitúa dentro de márgenes cercanos a la
práctica política. Es una forma de ESTAR! [20] que antepone el
funcionamiento y la práctica política antes que la pureza en la aplicación de
una herramienta.
En esta misma línea la horizontalidad se observa como una oportunidad. Esta
se traduce en la experiencia de participación política que depende del rol que
asume un sujeto en el colectivo. Por una parte, existe el convencimiento que
la organización y la cultura de participación interna permiten estar presente
en todos los espacios que existen en el colectivo. Pero por otra parte, la
participación, tanto cuantitativa como cualitativamente hablando, depende de
cómo los actores políticos vivan dicha experiencia. Esta línea de los discursos
abre dos vertientes para ver la horizontalidad:
Como una oportunidad para actuar (potencia tu participación): que
esté o no esté depende de cómo los actores se vivan el proyecto. Este
es el RETO. Es una postura activa.
Como exigencia al modelo (condiciona tu participación): si no está
no participo porque no es horizontal. Esta es una LIMITACIÓN. Es una
postura pasiva.
Es decir, la horizontalidad leída como una oportunidad supone una
potencialidad de participación, el siguiente paso depende de las
77
subjetividades y de lo que ellas pongan en juego. Esta potencialidad para que
se convierta en práctica política concreta requiere romper la barrera de la
inmovilidad y asumir una participación activa.
Hasta aquí hemos visto como la horizontalidad, desde el plano de las
definiciones, es vivida y entendida de diferentes formas. Esto advierte sobre
las diversas perspectivas que abre el tema como también al hecho de que es
una realidad cambiante y que sirve para detectar la lectura política que los
actores hacen de ella.
Esto último introduce la idea de que la construcción de la horizontalidad en el
marco de un colectivo de estas características supone remover muchas
estructuras de pensamiento que están instaladas en el accionar político. Por lo
tanto, es un proceso de deconstrucción política permanente.
“… la horizontalidad es un cliché, es un atributo como asambleario, o como
(…) democrático que se puede uno poner rápidamente esa camiseta pero que
no es tan fácil, o sea no es que somos horizontales y ya está, para ser
horizontales hay que remover mucha historia, hay que removerse mucho
uno…” (EH 14 – Hombre; militante antiguo).
Es por ello que se habla de un proceso en construcción. Como algo hacia
donde hay que dirigirse, pero que en ningún caso supone un camino cerrado y
terminado. En este sentido se trata de una práctica política sumida en
procesos imperfectos e impuros, donde se convive con relaciones de poder
legitimadas por la tenencia de información o por los liderazgos naturales del
grupo.
“... todavía estamos trabajando para ser todavía más horizontales de lo que
somos, no todo lo que hay en La Acequia es horizontal (…) que el camino que
queremos seguir es el de la horizontalidad plena, no lo hemos conseguido
pero estamos en ello.” (ELA 17 – Hombre; militante antiguo).
“… creo que intentamos construirla día a día. Pero sí noto que hay personas
que tienen, o que tenemos, más poder que otras. Y no sé muy bien cómo
resolverlo. Yo creo que tiene que ver con la información por ejemplo…” (ELA
20 – Mujer; militante antigua).
Los procesos de deconstrucción y rearticulación se desarrollan según ritmos
que están en consonancia con la complejidad de este objetivo. No tan solo se
trata de construir una nueva práctica política sino que también se persigue
modificar las existentes y reconvertirlas en nuevas formas de acción. Es, por
lo tanto, un esfuerzo de creación al mismo tiempo que de reconversión.
78
2.2. Las impurezas del modelo
Al definir las implicancias de la horizontalidad y su puesta en práctica en los
discursos se identifican una serie de impurezas que dan pie a mostrar su
imperfección. Estas son propias de los colectivos en general y de cualquier
experiencia de grupo en particular. En el siguiente apartado se identifican
algunas de ellas.
a) La horizontalidad versus los liderazgos
Equilibrar el peso de los liderazgos en las cooperativas es uno de los desafíos
de la construcción política de la toma de decisiones horizontales. La existencia
de estos liderazgos, naturales en cualquier experiencia grupal, eventualmente
resta horizontalidad en el desarrollo de la experiencia en general, y en los
procesos de toma de decisiones en particular.
Esta vinculación entre los liderazgos y la horizontalidad es una relación de tipo
cualitativa y de interdependencia mutua. En la medida en que el manejo del
rango es mayor en términos cualitativos también crecen los grados de
horizontalidad y, por el contrario, cuando el manejo del rango es más
deficitario decae la confianza en la horizontalidad.
Por lo tanto, el manejo correcto del rango influye en la profundidad de la
horizontalidad y viceversa. El centro de la cuestión no es la existencia o no de
dichos liderazgos sino su gestión. La clave radica en como éste es utilizado
por los actores políticos y como el propio colectivo vive esas dinámicas.
“... yo me lo he encontrado en mi GAC [21], que en una estructura
teóricamente muy horizontal, que tienes gente con un rango muy fuerte (…) o
sea, que en la cooperativa la opinión de cierta gente no es igual que la de otra
gente” (EH 5 – Hombre; militante antiguo).
Hay la percepción de que al interior de las cooperativas existe una cultura o
un marco político que favorece el manejo correcto del rango. Lo contrario es
sancionado socio-políticamente dentro del propio colectivo. Este es un
mecanismo de autorregulación que está más o menos activo dependiendo de
los procesos políticos en los que estén insertos los proyectos.
“… la gente que tiene mucho peso dentro de la cooperativa como que guía el
curso de la cooperativa, no la manipula o la instrumentaliza, no creo que
estamos en ese punto para nada, pero también sería una tontería negar que
esas cosas están porque esas cosas son inherente a cualquier colectivo, es
lógico y normal” (EH 5 – Hombre; militante antiguo).
79
Aunque existe el reconocimiento de los liderazgos dentro del colectivo y su
peso en los diferentes procesos, estos no suponen una forma autoritaria de
relación con los proyectos, como hemos anticipado. Los liderazgos interfieren
en la construcción de la horizontalidad, en la medida en que estos son
utilizados para beneficio propio o de un grupo de personas. Esta dinámica
parece no existir dentro de los colectivos en estudios, lo que pone en
evidencia una nueva forma de relación política. Además, en el juego de la
horizontalidad versus el liderazgo, existe una relación que tiene que ver con el
rol del resto de los actores políticos. Los fuertes liderazgos se ven potenciados
por la falta de implicación de las personas en la cotidianidad de las
cooperativas. Ambos no son factores que ponen en riesgo la continuidad del
proyecto. Se trata más bien de una característica del funcionamiento que de
una condición para su permanencia en el tiempo.
“Pero horizontal sí lo veo, porque no creo que haya nadie que imponga su
opinión o que de alguna manera cree un conflicto con el resto de la gente por
su opinión (…) Yo creo que siempre se ha generado debate y siempre se
intenta llegar a un consenso.” (EH 15 – Mujer; militante antigua).
“De liderazgo fuerte, de asumir mucho, de no soltar... Y la parte de los demás
de no asumir, de no implicarse, no se genera ahí un soltar por parte de la
hortelana y tampoco de los demás de asumir” (ELA 4 – Mujer; ex militante).
Por otra parte, esta relación entre la horizontalidad y los liderazgos ejerciendo
poder, se hace más visible en la medida en que el colectivo perdura en el
tiempo. Se constituyen grupos de influencia enredados por visiones
compartidas sobre cómo interpretar el recorrido del proyecto.
Progresivamente estos grupos tienden a confluir o no en dichas
interpretaciones dando paso a conflictos entre ellos que pueden interferir en
la progresiva construcción de marcos de horizontalidad en la toma de
decisiones.
“se acaban creando grupos de poder y en la cooperativa en el tercer, cuarto
año que estuve tuvimos un problema gordo con ese tipo de cosas, se vieron
los grupos de poder y al final la gente que está más implicada tiene más
información, tiene más poder…” (EH 18 – Hombre; ex militante).
Otro de los factores que condiciona el logro de la horizontalidad es el recorrido
de las personas en los colectivos. La veteranía conlleva liderazgos y genera
estados de opinión que influyen en el entorno de las personas y en su
dinámica de participación. El peso de este factor crece si consideramos los
altos niveles de rotación interna que existen dentro de los grupos, por lo que
la veteranía se constituye rápidamente en una fuente de poder.
80
“… que si yo llevo 4 años en la cooperativa y tu llevas dos meses, va a tener,
queramos o no, más peso el de la persona que lleva 4 años” (EH 19 – Mujer;
ex militante).
“si yo estoy recién llegada y me estoy enterando de cómo van las cosas no
me siento con la seguridad para tomar una decisión, entonces eso también
hace que sea menos horizontal…” (ELA 12 – Mujer; militante nueva).
Desde otra perspectiva el impacto de los liderazgos se dan en el seno mismo
de la reproducción de un mecanismo horizontal, como es el caso de las
asambleas. Éstas por definición son un espacio horizontal donde no existen
jerarquías ni atribuciones dadas por el rango. Sin embargo, en su práctica
política se dejan ver las impurezas de su aplicación y la precariedad de su
estado. Se consolida la idea de que es una construcción que requiere no tan
solo una estructura adecuada sino que también sujetos políticos activos y que
despliegan sus capacidades de decisión y opinión.
“… a veces nuestras asambleas horizontales al final las decisiones las saca
adelante un grupo (…) hay cinco personas que son las que más participan de
la asamblea, que más toman la iniciativa y que a la vez otras personas se
inhiben (…) entonces incluso en colectivo horizontales y con formación
asamblearia eso ocurre, o sea que la horizontalidad es un límite, es algo
asintótico, a lo que se tiende…” (ELA 15 – Hombre; militante nuevo).
Es decir, las distintas formas de liderazgos entran en conflicto con la
aplicación de la horizontalidad. Ambos son procesos que se afectan e
interfieren unos a otros. En el caso de estos colectivos los liderazgos y el
manejo del rango no es una atribución política de poder que se maneje para el
beneficio propio o de un grupo. Este factor favorece un tipo de liderazgo que
está legitimado por el colectivo y que se asume como natural dentro de
cualquier experiencia grupal. En este sentido su efecto en la construcción de
la horizontalidad es más relativo y queda supeditado a la coyuntura política.
b) Horizontalidad en la trama organizacional
La horizontalidad es interrogada desde la estructura organizacional de los
colectivos. A partir de sus características se interpretan y evalúan los logros y
las deficiencias de la puesta en práctica de este modelo. Uno de los
obstáculos identificados a la hora de desarrollar prácticas más horizontales es
la diferencia organizacional que existe entre los GAC y el grupo que coordina
el trabajo en el campo [22].
“… yo al principio quería pensar que si y quería pensar que lo lograríamos así,
pero luego creo que la parte producción es independiente al resto, requiere
81
tanto tiempo y es una implicación tan fuerte que tiene otra forma” (ELA 19 –
Hombre; militante antiguo).
Las diferencias que se identifican entre los consumidores y los productores
tienen una serie de implicaciones en el modelo en general y no solo en el
tema de la horizontalidad. La aplicación de una horizontalidad ideal es una
quimera que traspasa los marcos organizacionales. Los modelos políticos de
cooperativas en estudio tienen implícita una diferencia de responsabilidades
entre unos y otros que está en directa relación con la naturaleza del trabajo
que desarrollan. A pesar de que es asumido por las personas, no deja de ser
una de las fuentes más claras que contribuyen a la falta de horizontalidad.
La relación desigual entre los consumidores y las personas que coordinan el
trabajo en el campo, es una visión que se mantiene en el tiempo. Este
desequilibrio se ha ido reproduciendo y se trasmite a pesar de la movilidad de
los actores y de los sucesivos cambios en los colectivos. La posición de los/as
hortelanos/as y del grupo Almócita dentro de la organización del colectivo
está consolidada y muchas veces es presentada como una característica
inamovible del mismo.
“Y ellos pueden buscar la horizontalidad, y seguramente lo van a intentar
conseguir, pero la gente ya tiene muy metida que los que están trabajando
ahí son ellos y que tiene más poder, aunque no lo quieran, hay que asumirlo
de alguna forma” (EH 13 – Hombre; militante antiguo).
Desde una perspectiva totalmente opuesta, también está presente un
discurso minoritario que habla de una horizontalidad entre las diferentes
partes del colectivo, incluido las personas que están en el campo. En esta
visión tanto los grupos de consumo como los de trabajo en el campo son los
responsables de llevar para delante el colectivo. Contrariamente a lo que
hemos dicho hasta aquí esta relación se identifica como una fuente de
horizontalidad.
“¡Me parece bien! Me parece horizontal y eso me gusta… ni siquiera Las
hortelanas llevan la batuta. Las hortelanas son unas más y piden ayuda
cuando la necesitan. (…) soy consciente de que al final la responsabilidad está
en el grupo entero” (ELA 13 – Mujer; militante nueva).
Esto abre un amplio abanico en las formas de entender la relación entre los
grupos de trabajo y los de consumo. Este escenario, aunque dominado por la
sensación de que las responsabilidades en la producción contemplan también
mayores cuotas de poder y por lo tanto, menos horizontalidad, se neutraliza
cuando se ponen en juego los modelos de participación de los actores. En
términos generales estas líneas del discurso dependen de la posición que los
82
actores tomen respecto de la producción agrícola. En este sentido se pueden
identificar dos posibles posicionamientos:
1. El actor está alejado de la producción y no siente la huerta como
propia (modelo puro de consumo): desde este posicionamiento se
tiende a ver a las personas que coordinan el trabajo en el campo con
más poder que el resto del colectivo y por fuera de la estructura
horizontal.
2. El actor siente el proyecto agrícola como propio (modelo más
unitario de producción y consumo): aquí los coordinadores del
trabajo en el campo son uno más dentro de la estructura del proyecto,
aunque con diferentes responsabilidades, con lo cual no es una fuente
de falta de horizontalidad.
Es decir, según estas diferenciaciones la percepción de falta o no de
horizontalidad depende del posicionamiento del actor en el proyecto. O sea,
donde se sitúa y como es su forma de ESTAR! en el colectivo.
Por otra parte, existe un aparente desequilibrio organizacional entre los
cooperativistas y las comisiones de trabajo. Esto se entiende en el marco de
un modelo organizacional que favorece, por una razón ejecutiva, el trabajo en
cuestiones específicas desde grupos más pequeños. Estos surgen a partir de
una necesidad que detecta la propia cooperativa y, aunque funcionan de
manera autónoma, los resultados de su trabajo deben ser validados por todo
el grupo. Es por ello que está presente en los discursos la idea de que el
efecto de los grupos o comisiones en una supuesta falta de horizontalidad, es
una condición de la estructura del colectivo que simplemente hay que asumir.
No es algo que afecte negativamente al desarrollo del proyecto, sino que más
bien funciona como una característica.
“… hay cierta soberanía dentro de las comisiones para manejar ciertos temas
(…), entonces en ese sentido no es horizontal porque no todos participamos
en igualdad de todo, pero a la vez eso a mí no me parece negativo en
absoluto me parece algo a asumir simplemente, (…) precisamente esa no
totalidad de la horizontalidad permite esta permeabilidad de que cada
persona participe en la medida en que quiera y desee…” (EH 20 – Mujer;
militante nueva).
Esta supuesta falta de horizontalidad en la estructura organizativa del
proyecto, que se traduce en que no todos los ámbitos del colectivo son
decididos por todas las personas, no juega en contra de los procesos políticos
de toma de decisiones. Nuevamente está presente también la influencia de
los modelos de ESTAR!, ya que dependiendo de cuál sea el grado y forma de
implicación, esta relación de no horizontalidad afecta más o menos a los
83
actores. Por lo tanto, uno de los factores que influye de manera más
determinante es el nivel de implicación de las personas.
Otro de los factores organizacionales que puede influir negativamente en el
logro de horizontalidad, son las formas de representatividad que existen en
algunos de los eslabones de la organización. El hecho de tener espacios de
representatividad puede jugar en contra de conseguir más grados de
horizontalidad. En este sentido la horizontalidad se configura en oposición
respecto de la representatividad.
“… hasta qué punto estoy representando al GAC o estoy tomando yo
decisiones por el GAC, hay veces en que no está tan claro y dices, bueno si
me pasa a mi es probable que le pase a más gente y ahí falla la cadena, esa
cadena de participación horizontal creo que falla” (EH 22 – Hombre; militante
nuevo).
Desde una perspectiva opuesta a la analizada hasta ahora, la trama
organizacional juega a favor de la construcción de la horizontalidad. Ésta
permite desarrollar la autonomía de los grupos de consumo, se ve potenciada
por el consenso y la flexibilidad de la asamblea.
“… el grupo se autogestiona y el grupo decide cosas, lleva sus decisiones a la
asamblea y en esa asamblea se hace por consenso, o sea que para mí es
ideal, el grupo es flexible y la asamblea también” (ELA 2 – Mujer; ex
militante).
Por último, uno de los temas que está presente en los discursos es la relación
que existe entre el tamaño de los colectivos y los grados de horizontalidad
que se pueden conseguir. Se observa una relación directa entre estos dos
aspectos, en la medida que los colectivos se incrementan en número se
pierde horizontalidad por los efectos prácticos que supone el crecimiento en
los procesos políticos de los proyectos.
“… una horizontalidad real no es posible si un grupo no es muy pequeño, ni
siquiera creo que en un grupo reducido de verdad sea posible, pero sí creo
que entraría dentro de un margen bastante creíble de horizontalidad, pero de
momento que el proyecto empieza a ser grande no creo que eso sea factible”
(EH 6 – Mujer; ex militante).
Relacionado con el tema del tamaño del colectivo, y su impacto en la
consecución de la horizontalidad, también está presente en los discursos la
idea de que el conocimiento entre las personas del colectivo favorece la
horizontalidad. En esta perspectiva es fundamental afianzar la idea de grupo
más allá de la propia práctica política, y más acá de las relaciones
84
interpersonales que se construyan entre las personas. Este proceso se
dificulta en buena medida por los constantes flujos de personas [23], lo que
hace más inestable la construcción de relaciones a largo plazo.
c) La horizontalidad y los modelos de participación o de ESTAR!
Otra línea de interpretación presente en los discursos hace mención a que la
responsabilidad de la construcción de la horizontalidad no descansa en el
modelo organizacional sino en los grados de participación y asunción de
responsabilidades de las personas. Es lo que hemos definido como las formas
de ESTAR! en los proyectos. En esta perspectiva el sujeto cobra un valor como
una entidad política dotada de responsabilidades que condicionan los logros
del colectivo en general y, en particular, los niveles de horizontalidad que se
consiguen.
El ESTAR! activamente en un ámbito del colectivo, como por ejemplo el
trabajo en la huerta o en una comisión o grupo, hace que las relaciones al
interior del colectivo sean más horizontales por definición. En este sentido la
horizontalidad es vista como una expresión política parcial. En determinados
aspectos si existe mientras que en otros no, debido fundamentalmente a los
grados de implicación de las personas.
“… horizontal nunca me ha parecido desde el principio, en el tema de que no
hay igual implicación, en cierto aspecto en la toma de decisiones si hay una
cierta horizontalidad pero no hay una implicación horizontal, para mí una
implicación horizontal sería que todos nos involucráramos en el trabajo de la
huerta de igual manera, hay una división muy, muy fuerte…” (EH1 - Mujer;
militante nueva).
La horizontalidad requiere de personas horizontales y de formas de
implicación que también lo sean. No es suficiente con una estructura
organizacional que la garantice. Esto pone en evidencia las limitaciones de las
estructuras y los marcos organizacionales. ¡No todo es organizarse!
En tanto, el alto nivel de implicación de un grupo de personas dentro del
colectivo, puede ser la puerta de entrada para el futuro agotamiento de esos
liderazgos. Así la alta participación juega en contra del propio proyecto que
asume esta fuga como parte de sus procesos políticos naturales de desarrollo.
“… las personas que están más a la luz (…) se acaban cansando o acaban
desmotivándose del proceso porque si tu entras aquí con una motivación del
colectivo y poco a poco con los años el colectivo no funciona equitativamente
(…) siempre va ha haber algo rengueando, entonces el problema es el
quemarse” (ELA 7 – Hombre; militante antiguo).
85
En este sentido aparece en los discursos un doble juego contradictorio. Por un
lado existe la reclamación concreta y sentida hacia la implicación y sus
efectos en la construcción de la horizontalidad. Por otro, se advierte que la
sobre exposición y participación altamente activa puede derivar en desgastes
y en la sensación de acumulación de poder e información y, por lo tanto, en
una falta de horizontalidad.
Otra de las formas de ESTAR! que condicionan la horizontalidad y los logros de
la misma es la relacionada con la falta de experiencia en la participación de
organizaciones asamblearias. Relacionado con esto también se reconoce que
los actores no siempre son conscientes de su papel político. De que son
promotores y sujetos de cambio y de que su participación incide en el
resultado del colectivo.
“… que ese no estar, (…) son por muchas cosas, una es por la falta de
experiencia en la asambleas, la otra es por la falta de conciencia política que
puede existir y de cómo la gente no es consciente de que el (…) colectivo
funciona porque él está y participa de una determinada manera…” (EH 16 –
Hombre; militante antiguo).
Hasta aquí hemos analizado lo que hemos definido como las impurezas que
conllevan un modelo político horizontal. Se trata de una aplicación irregular,
cargada de subjetividad y donde tanto las vivencias de las personas como las
formas de habitar los colectivos influyen en la percepción de la horizontalidad
y sus logros. Además, ésta sufre procesos de cambio a lo largo del tiempo. No
es resultado de una representación lineal y estática del colectivo, sino que por
el contrario se expresa como una discontinuidad [24] dentro de un recorrido
político específico.
2.3. El reconocimiento a una forma de habitar lo político (la visión positiva)
En este último apartado de los resultados exploramos los contenidos de la
visión positiva que se construye en torno a la horizontalidad. Esta manera más
optimista de experimentarla convive con la retórica del fracaso y del proceso
en permanente construcción. Funcionan como fuentes de riqueza donde los
discursos terminan de posicionarse y confluir en visiones más esperanzadoras.
En los discursos analizados existe un significativo acuerdo en valorar la
horizontalidad como un factor positivo dentro del colectivo. Las fronteras de
dicha evaluación están muy distanciadas. En un extremo podemos situar la
visión que ve la horizontalidad como una herramienta que permite una
integración al proyecto (plano emocional/afectivo): es una fuente de
satisfacción que hace que todo el mundo se sienta cómodo. En otro extremo
los discursos la traducen como un dispositivo de participación (plano
86
político/organizacional). La horizontalidad se entiende como una práctica
política concreta que define el carácter del colectivo y su fisonomía
organizacional. En este sentido funciona como un sello de identidad que la
separa de experiencias convencionales que reproducen formas de
organización y de toma de decisiones más jerarquizadas.
La horizontalidad también es la expresión de una sensación de equilibrio
dentro del grupo. Funciona como garantía de que todas las personas puedan
participar, opinar y proponer en igualdad de condiciones. Dicha participación
no solo se concibe como algo pasivo, sino que también se entiende como un
ESTAR! activo y con capacidad de proponer cosas.
“… creo que hay muchas oportunidades de si no estáis de acuerdo con algo
expresarlo o que si quieres hacer una propuesta la puedes llevar a cabo, o por
lo menos eso, proponerlo. Me parece horizontal pues le veo el mismo peso a
todos los componentes…” (EH 10 – Mujer; militante antigua).
“… las propuestas (…) que cada uno pueda tener no son rechazadas, no son
ninguneadas sino que son tenidas en cuenta en el que todos los miembros
tienen capacidad de decisión en el sentido de que todo el mundo aporta su
idea (…) todo el mundo puede expresar su opinión y en ese sentido, yo creo
que es horizontal” (ELA 1 – Hombre; ex militante).
Ante todo la horizontalidad se define por su oposición a la jerarquización
organizacional. Se trata del principio de igualdad de oportunidades donde
todas las personas tienen un espacio igualitario de participación. Además, la
horizontalidad permite consolidar relaciones de confianza que fortalecen su
propia aplicación como también las prácticas políticas concretas y las
dinámicas de toma de decisiones.
Estas relaciones de confianza son entendidas como un sustento político del
proyecto y no tan solo como una cuestión relacional. Están en la base del
modelo organizacional y de cómo se van creando diversas formas de habitar y
hacer política. Una de sus aplicaciones es que ayudan a neutralizar las
potenciales diferencias entre grupos, por ejemplo, entre los de consumo y los
grupos de trabajo en el campo. Relacionado con esto, dichas relaciones de
confianza permiten legitimar las diferencias de unos y otros en algunos
ámbitos de decisión. Es por ello que dependiendo del tipo de decisiones unos
grupos/personas van a tener un rol más activo que otros.
“… entendíamos que nos tenían que dar un margen de confianza en ciertos
ámbitos, es decir, si yo te digo que me hace falta esta máquina y que la que
necesitamos tiene esta potencia y no sé qué, no me cuestiones como hago mi
trabajo en lo técnico digamos…” (EH 12 – Hombre; ex militante).
87
En este sentido el ámbito productivo parece gozar de un margen mayor de
movilidad, donde las decisiones no responden a lógicas urbanas de
participación, ni tampoco a los ritmos de la ciudad. Hay detrás otro actor que
determina mucho más estos desarrollos, como es el caso del manejo agrícola
y el manejo técnico de la producción. Ahora bien, esta relación entre lo
productivo y el manejo de la horizontalidad tiene sus limitaciones y está en
permanente búsqueda de equilibrio. No es algo dado, ni tampoco está
garantizado solo por el hecho de tener una estructura horizontal.
El incorrecto manejo de estos equilibrios puede suponer una ruptura de la
horizontalidad en el ámbito técnico productivo. Esto a su vez puede influir en
una progresiva separación entre la producción y el consumo y, con ello, un
distanciamiento del modelo de corresponsabilidad. Como posible
consecuencia de esta fragmentación es visualizar a determinados grupos,
como el que coordina el trabajo en el campo, como personas al servicio del
colectivo —como sus trabajadores— y no como un componente más del
mismo.
Asumir las responsabilidades colectivamente en todos los ámbitos de acción,
parece crucial a la hora de construir escenarios políticos más horizontales. En
la medida en que los actores se sientan responsables tanto de la producción
agrícola como de la política, los grados de horizontalidad crecen y se
profundizan. En esta visión se relativiza el valor del liderazgo y se pone en el
primer plano la corresponsabilidad. Ésta se observa como un camino
necesario para conseguir mayores niveles de horizontalidad.
La horizontalidad se pone en tela de juicio, por lo tanto, en todos los espacios
de desarrollo del colectivo. El ámbito productivo agrícola no se escapa a ello.
Por eso es que se busca equilibrar los pesos específicos entre los
consumidores y los coordinadores de la producción. Como hemos dicho, la
horizontalidad está en directa relación con la corresponsabilidad productiva.
En la medida en que la corresponsabilidad es más débil también es menor la
horizontalidad.
“… no hay horizontalidad cuando de las cebollas que tú te llevas tu no
conoces nada o casi nada o tú solo has quitado una hierba dentro de todo el
proceso necesario que se ha tenido que realizar para que tu encuentres una
cebolla en tu cesta” (ELA 8 – Mujer; militante antigua).
Por último, otra línea discursiva logra identificar aspectos concretos del
funcionamiento del colectivo donde la horizontalidad se expresa. Estos son las
asambleas generales, las asambleas de grupos y los turnos de trabajo. En
estas instancias las diferencias tienden a desaparecer o, por lo menos, el
impacto de los liderazgos y recorridos está más aminorado. Se trata de
88
espacios organizacionales equilibrados donde las personas desarrollan sus
habilidades políticas de conducción y creación colectiva.
3. Conclusiones
En términos generales no se aprecian grandes diferencias en los discursos
entre las distintas posiciones de los actores (ex militantes, militantes antiguos
y nuevos). En el análisis de los diferentes grupos no se aprecian tendencias
discursivas a valorar o criticar un aspecto más que otro. Los énfasis están
dotados de una fuerte carga de subjetividad dada por su experiencia más que
por discursos homogéneos derivados de su recorrido o relación actual
respecto de los colectivos. A pesar de ello la horizontalidad, vista desde una
concepción teñida por las imperfecciones, es una línea discursiva presente
sobre todo en quienes ven el colectivo desde la lejanía. Quienes ya no
participan de los proyectos (los llamados ex militantes) observan con mayor
claridad las imperfecciones y las sitúan en una posición más central dentro de
sus discursos. Esta posición más crítica puede estar influida por experiencias
poco satisfactorias en este ámbito que incluso pueden haber funcionado como
una motivación para su propia desvinculación de los colectivos.
En los procesos de construcción de modelos horizontales vemos como está
presente tanto la concepción utópica del concepto como aquella que la
vincula a un uso práctico, entendiéndola como una herramienta a la cual hay
que adecuarse. Ambas perspectivas conviven en una tensa calma que remite
a estados de conflicto interno o a momentos de desmotivación, en algunas
personas, con el proyecto.
La visión idealista que existe sobre la horizontalidad plantea retos al concepto
pero sobre todo a la práctica política. Se convierte en una fuente indirecta de
agotamiento y descontento. Anima la sensación de que es un objetivo que no
se ha conseguido o que está muy lejos de alcanzar. Genera un estado de
insatisfacción que puede conducir a la salida del colectivo por parte de
algunas personas. En tanto, para quienes deciden permanecer es una fuente
de auto exigencia permanente que justifica la búsqueda de formas
homogéneas y totales de participación e implicación. Esto último puede ser
traducido como un reto de futuro o como una lectura auto flagelante del
devenir político del grupo.
En cambio la perspectiva más realista sobre la horizontalidad abre espacios
de desarrollo que asume sus imperfecciones pero que tiende hacia un
equilibrio en las formas políticas de actuar. El hecho que se asuma como una
oportunidad da cuenta de ello. Aquí se reivindica una posición activa de los
sujetos en movimiento, constructores de un momento histórico donde pueden
definir sus propios marcos de acción.
89
La construcción de la horizontalidad supone, en el marco de un proyecto
colectivo, deconstruir las antiguas formas de decisión política al mismo tiempo
que se construyen otras dotadas de nuevos referentes e ideales. Es por ello
que la horizontalidad está en permanente proceso de reflexión y creación
subversiva y requiere de espacios abiertos de deliberación política.
Estos procesos de cambio reflexivo siguen una lógica temática marcada por
los desafíos del colectivo. Son el reflejo de las impurezas de la propia
naturaleza del concepto pero también hablan de los recorridos que los
proyectos van asumiendo a lo largo de su vida. Es decir, funcionan como
registros historiográficos de sus propias discontinuidades. Se van
desarrollando en torno a él espacios donde poder experimentar o intercambiar
nuevos saberes y prácticas.
Una de estas impurezas se refiere a la difícil relación que existe entre la
construcción de la horizontalidad y los liderazgos. Entre ellos existe una
vinculación de interdependencia mutua donde los flujos de la influencia van
en ambas direcciones. En la medida en que se logren mayores niveles de
horizontalidad el manejo del liderazgo será mejor y viceversa; o sea, en el
contexto de un manejo más deficitario de los liderazgos la horizontalidad sale
resentida.
La diferencia en la constitución de liderazgos entre los modelos políticos
convencionales y el horizontal, radica en el tipo de relación que existe entre
los sujetos y la de ellos con la estructura organizacional del colectivo. Esta
relación debe estar favorecida por un marco colectivo que equilibre los
impactos de los liderazgos al mismo tiempo que constituya bases normativas
legitimadas por las personas. Si alguno de estos dispositivos no funciona se
abre una brecha para la entrada de un conflicto (abierto o encubierto) y/o una
desvinculación progresiva de la participación que puede ser parcial (“cumplo
con lo mínimo”) o total (“me voy del proyecto”).
Tanto la novedad como la potencia política de las formas de liderazgos que se
desarrollan en experiencias de este tipo tienen que ver con la promoción de
valores relacionales, donde la competitividad por un espacio de poder no
parece estar presente. En general, el ejercicio del liderazgo no busca
acumular poder ni mayores cuotas de representatividad, sino simplemente
puede ser el resultado de la alta motivación política por participar. Cuando
estos espacios de participación no son tomados por otros grupos, es decir,
cuando no hay un relevo en los liderazgos, se pueden provocar procesos de
acumulación de poder dados por la continuidad de la trayectoria. Sin
embargo, esto es regulado por el alto nivel de rotación interna de personas y,
por otra parte, por las propias características de los mecanismos de decisión
que tienen los colectivos. En suma, se trata de tipos de liderazgos que no
90
buscan reproducir relaciones estáticas marcadas por la jerarquía y el
autoritarismo, sino que más bien son el resultado político de las diferentes
formas de habitar el proyecto.
Los desequilibrios en la estructura organizacional de los colectivos son vistos
como un factor que desencadena momentos o sucesos que están en contra de
la horizontalidad. El principal punto de desajuste se encuentra en la relación
que existe entre los consumidores (asentados en la ciudad) y los
coordinadores del trabajo en el campo (asentada su actividad
fundamentalmente en lo rural). Como ya hemos dicho, esto es difícil de
gestionar puesto que la naturaleza de la organización de estos colectivos,
tiende a dejar a los consumidores alejados de la producción y de los procesos
de toma de decisiones que se dan en ese ámbito. Es por lo tanto, el resultado
del reparto de las funciones dentro de los colectivos y la asunción de distintas
responsabilidades que ello supone. Ahora bien, este desajuste se vuelve más
crítico en la medida en que los consumidores se alejan de la producción y/o
cuando se hacen más visibles las deficientes gestiones del rango por parte de
las personas que coordinan el trabajo en el campo.
Otro tema que está relacionado con la formación de estructuras y lógicas de
participación horizontales es el potencial impacto del crecimiento cuantitativo
del colectivo. En la medida en que los proyectos crecen se pierde familiaridad
y los lazos de confianza se pueden resentir o estrechar en torno a grupos
específicos. Esta no es solo una disyuntiva de orden organizacional sino que
también es política. Los colectivos tienen que debatir entre el potencial
impacto que puede tener la ampliación de su base social y los efectos internos
que pueden surgir al transitar desde un proyecto de amigos hacia un proyecto
sociopolítico. Esto hace necesario trabajar, tanto individual como
colectivamente, la confianza en la gestión de las responsabilidades de los
distintos componentes del colectivo.
La horizontalidad es vista como un elemento que integra y aglutina en torno a
la experiencia de habitar el colectivo al mismo tiempo que es una
característica propia de él y que fija los límites de su fisonomía organizacional
y política. Funciona, por lo tanto, como un elemento de identidad del
proyecto.
De igual forma, la horizontalidad permite garantizar a las personas una
experiencia política más igualitaria que las que se pueden encontrar en
movimientos convencionales. Los actores están en una misma posición a la
hora de proponer y decidir y tienen como soporte de este proceso las
relaciones de confianza que se van desarrollando entre los sujetos en
movimiento. No es, por lo tanto, una garantía dada solamente por la
estructura o la formalidad de un acuerdo, sino que se reproduce gracias a los
91
lazos subjetivos que se crean entre las personas.
Bibliografía citada
Adamovsky, Ezequiel (2011), “Problemas de la política autónoma. Pensando el
pasaje de lo social a lo político, en Calle, Ángel (ed.), Democracia radical.
Entre vínculos y utopías, Barcelona, Icaria editorial.
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Melucci, Alberto (2001), “¿Qué hay de nuevo en los ‘nuevos movimientos
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Sitrin, Marina. (2010), “Horizontalidad, autogestión y protagonismo en
Argentina”, Revista Historia Actual Online, n.º 21, pp. 133-142.
Subirats, Joan (2011), Otra sociedad, ¿otra política? De “no nos representan” a
la democracia de lo común, Barcelona, Icaria.
Taibo, Carlos (2007), Movimientos antiglobalización. ¿Qué son?, ¿qué
quieren?, ¿qué hacen?, Madrid, Los Libros de la Catarata.
Notas
92
[1] Ibarra, Pedro, Martí, Salvador, Gomà, Ricard (coord.). (2002). Creadores de democracia
radical: movimientos sociales y redes de políticas públicas. Barcelona. Icaria. p. 27.
[2] Crouch, Colin. (2004). Posdemocracia. Madrid. Taurus. p. 11.
[3] Calle, Ángel. (2005). Nuevos movimientos globales: hacia la radicalidad democrática.
Madrid. Editorial Popular. p. 13.
[4] Sitrin, Marina. (2010). “Horizontalidad, autogestión y protagonismo en Argentina”. Revista
Historia Actual Online. N.º 21 (invierno de 2010). pp. 133-142. p.135.
[5] Subirats, Joan. (2011). Otra sociedad, ¿otra política? De “no nos representan” a la
democracia de lo común. Barcelona. Icaria. p. 90-91.
[6] Calle, Ángel. (2011). “Aproximaciones a la democracia radical”. En: CALLE, Ángel. (Editor)
(2011). Democracia radical. Entre vínculos y utopías. Barcelona. Icaria editorial. p., 23.
[7] Adamovsky, Ezequiel. “Problemas de la política autónoma. Pensando el pasaje de lo social
a lo político. En: CALLE, Ángel. (Editor) (2011). Democracia radical. Entre vínculos y utopías.
Barcelona. Icaria editorial. p., 112.
[8] Entendemos por rango el poder que tienen cada una de las personas en una situación y
contexto determinado. Está en constante cambio y no siempre las personas son conscientes
de que lo poseen. Uno de los artífices de este concepto es Arnold Mindell (2004) en su libro
“Sentados en el fuego. Cómo transformar grandes grupos mediante el conflicto y la
diversidad”. Barcelona. Icaria.
[9] Foucault, Michel. (2010). Obras esenciales. Barcelona. Ediciones Paidós. p. 905.
[10] Sitrin, op. cit., p. 134.
[11] Subirats, op. cit., p. 21.
[12] Lorenzo, Ana Rosa y Martínez, Miguel. (2005). Asambleas y reuniones. Metodologías de
autoorganización. Madrid. Traficantes de Sueños. p. 24.
[13] Cruz, Alberto y Badal y Marc (Coord). (2006). Los pies en la tierra. Reflexiones y
experiencias hacia un movimientos agroecológico. Barcelona. Virus Editorial. p. 106.
[14] Melucci, Alberto. ¿Qué hay de nuevo en los “nuevos movimientos sociales”?. En: Laraña,
Enrique y Gusfield, Joseph. (2001). Los nuevos movimientos sociales. De la ideología a la
identidad. Madrid. Centro de Investigaciones Sociológicas. p. 143.
[15] Taibo, Carlos. (2007). Movimientos antiglobalización. ¿Qué son?, ¿qué quieren?, ¿qué
hacen?. Madrid. Los Libros de la Catarata. p. 88.
[16] Taibo, op. cit., p. 89.
93
[17] Preferimos hablar de marco más que de institucionalidad por las connotaciones que
supone el uso de este último concepto.
[18] Adamovsky, op., cit., pp. 113-115. Utilizamos como guía la propuesta que aparece en
este apartado del libro pero se introducen modificaciones.
[19] Se trata de cooperativas agroecológicas unitarias donde las personas asumen la
responsabilidad de ir a trabajar al campo cada cierto periodo de tiempo. Se organizan en
grupos asentados en la ciudad para efectos de las decisiones y el reparto de verdura que se
hace habitualmente una vez por semana. Cuentan con un grupo de personas dedicadas a
coordinar el trabajo productivo agrícola. Son de tipo asambleario y toman sus decisiones por
medio del consenso. Para una visión más completa sobre estas experiencias se puede revisar
Saravia Ramos, Pablo (2011): “Las cooperativas agroecológicas como una alternativa a la
producción, distribución y consumo de alimentos”, Revista Papeles, 115: 149-158.
[20] Nos referimos, de una manera sintética, a las múltiples formas, dinámicas y fisonomías
que tiene la participación de las personas dentro de los colectivos.
[21] Los Grupos Autogestionados de Consumo (GAC), son las unidades básicas de la
organización de las cooperativas. Está conformado por unidades de consumo que pueden
corresponder a una o más personas. Cada grupo se organización de manera autónoma del
resto, tienen un carácter asambleario y es el referente inmediato de las personas en la
cooperativa.
[22] Grupo de personas responsables de todos los ámbitos relacionados con la producción
agrícola. Reciben diferentes denominaciones según la cooperativa, en el caso de La Acequia
son llamados Hortelanos/as y en Hortigas Grupo Almócita (grupo autogestionado del campo)
antes también llamado GT (grupo de trabajo).
[23] Esto es especialmente relevante en el caso de la cooperativa asentada en Granada.
[24] Este concepto no solo sirve para explicar el fenómeno de la horizontalidad, sino que está
presente en el desarrollo global de las experiencias colectivas de este tipo.
6/2012
94
La Biblioteca de Babel
José Luis Galbe Loshuertos
La justicia de la República
Memorias de un fiscal del Tribunal Supremo en 1936
Marcial Pons, Madrid, 2011, 328 pags.
Este libro de un antiguo fiscal del Tribunal Supremo de la
República en 1936 no debería interesar únicamente a las personas que tratan
con las leyes, con el derecho. Por dos razones. En primer lugar, estas
memorias son un interesante testimonio acerca del funcionamiento de las
instituciones republicanas y de la vida social en los años de la guerra civil.
Reflejan los esfuerzos del personal más cualificado de la República por
garantizar el funcionamiento de la legalidad en las difíciles circunstancias
creadas por el levantamiento militar, la guerra civil y la existencia de
incontrolados. Estas memorias desmienten rotundamente la insidia franquista,
repetida mil veces durante los largos años de la dictadura, del
desmoronamiento de la legalidad en la República. Los testimonios son
abrumadores a pesar de las circunstancias de una guerra que, paso a paso, se
va perdiendo.
En segundo lugar estas memorias son también expresivas del ideario
verdaderamente ilustrado y pro-popular del grupo de profesionales burgueses
republicanos que hubieron de hacerse cargo del funcionamiento de las
instituciones del Estado. La historia ha destacado sobre todo a los
intelectuales y artistas del exilio. Pero personas como José Luis Galbe son más
bien profesionales, gente por decirlo así más corriente, y en sus vidas se
reflejan los ideales por los cuales la Segunda República española es todavía
para muchos una referencia de lo que fue y pudo ser hasta que todo se lo
llevó el demonio.
La edición cuenta con un excelente estudio preliminar de Alberto Sabio
Alcutén que no tiene desperdicio, y que se recomienda vivamente al lector. El
libro aparece en coedición con la Institución Fernando el Católico.
95
J.-R. C.
22/5/2012
Mongolia
Madrid, 2012/5/22
Mongolia es una nueva revista de humor. Mensual. Con un formato parecido al
que tuvo en su día El Hermano Lobo, de inolvidable memoria. Aunque se
autodenomina "Revista satírica sin mensaje alguno", se trata manifiestamente
de una publicación de clara mala intención política, como debe ser. Para más
detalles, véase www.revistamongolia.com.
J.-R. C.
6/2012
La mejor manera de robar un banco es dirigirlo
Este texto no es una reseña en el sentido habitual del término. Su objetivo no
es analizar el contenido de un libro concreto. Lo que pretende es presentar a
un autor y su obra. El autor es William K. Black. Black es un criminólogo
norteamericano especializado en delitos de cuello blanco. Es profesor en la
universidad de Missouri-Kansas City. Pero no es sólo un teórico. Es sobre todo
una persona que ha luchado contra el fraude empresarial y la corrupción
desde sus diversos puestos en organismos reguladores y participando en
numerosos procesos judiciales. Escribe jugosas columnas en The Huffington
Post. Una síntesis de su biografía profesional puede encontrarse en la página
web de ese periódico: http://www.huffingtonpost.com/william-k-black.
96
El título de este texto se basa en el de un libro de William
Black del año 2005: The Best Way to Rob a Bank Is to Own One ("La mejor
manera de robar un banco es ser su dueño"). Black lo eligió porque se trata de
una frase literal pronunciada por un regulador bancario norteamericano. Creo,
sin embargo, que mi título capta mejor el sentido de los planteamientos de
Black. Da a entender que la estrategia del dirigente de un banco puede
consistir en transferir los activos del mismo a su propio patrimonio. Y que él es
quien está en mejores condiciones para hacer eso, es decir, robarlo. Una vista
parcial del libro citado puede conseguirse a través de Google Books. Otros
trabajos de Black pueden encontrarse también en Internet. Los diversos
informes y declaraciones realizados tras la crisis de 2008 tienen especial
actualidad.
El concepto central de la teoría de Black es el de “Control Fraud”. Es una
noción que utiliza en todos sus análisis. El término “Control Fraud” se podría
traducir literalmente por “fraude de control”. Esa expresión se refiere tanto al
delito como a la persona que lo realiza. Es un fraude que anula la eficacia de
los mecanismos de control tanto internos como externos a la empresa. Es
también un fraude que se realiza desde un puesto directivo. Es, por tanto, un
fraude del control y un fraude desde el control. La posición privilegiada para
llevar a cabo este tipo de delitos es la que en Estados Unidos se denomina
CEO (Chief Executive Officer), que se podría corresponder en España con la de
consejero delegado o la de director general, según los casos.
El objetivo del "fraude del control" es el saqueo de la empresa. Se trata de
trasferir los activos de la empresa a los bolsillos de quien realiza el fraude. El
fraude lleva necesariamente a la quiebra de la empresa. Pues su mecanismo
genera y profundiza la insolvencia de la misma. La idea de que la quiebra de
la empresa sea el objetivo perseguido o, al menos, una consecuencia
inevitable de la estrategia desarrollada me parece extraordinariamente
interesante. Yo creía que la crisis de 2008 se había producido porque los
directivos tenían incentivos para asumir riesgos excesivos para obtener
grandes beneficios personales a corto plazo. El planteamiento de Black pone
de manifiesto que, además de eso, los consejeros delegados podían también
estar estafando a su propia empresa. De hecho, según Black el “fraude del
control” ha estado presente en todas las crisis financieras habidas en Estados
97
Unidos desde los años ochenta hasta la debacle de 2008. Es un factor central
para explicar la crisis de los bancos comerciales en la era Reagan, el
fenómeno de las hipotecas basura y la burbuja inmobiliaria o la diseminación
de los bonos tóxicos.
Para llevar a cabo un fraude de control se necesita contar con una serie de
elementos: en primer lugar, una contabilidad “creativa”; en segundo lugar, la
connivencia de diversos organismos de control externo; en tercer lugar un
esquema de Ponzi, y en cuarto lugar un ambiente desregulado. Analicémoslos
por separado.
a) El arma principal que utiliza el fraude de control es la contabilidad
“creativa”. El objetivo de la misma es ofrecer una imagen muy rentable de
una empresa que, en realidad, es insolvente. La contabilidad creativa puede
hacer maravillas, como presentar los préstamos incobrables como activos
enormemente valiosos. Lo veremos más adelante en un ejemplo práctico.
También puede hacer que la adquisición de una empresa insolvente aumente
los activos de la empresa compradora (cuando, en realidad, incrementa su
pasivo). Puede incluso presentar como pérdidas a efectos fiscales lo que
aparecen como ganancias a efectos de la marcha de la empresa. Es una
capacidad realmente milagrosa. Black utiliza una metáfora que visualiza el
poder mágico de la contabilidad de forma muy plástica: las operaciones que
se realizan para generar estos efectos tienen muchas veces la forma de “te
compro tu vaca muerta si tú me compras la mía”. La contabilidad consigue
que las vacas muertas resuciten. Lo que era un cadáver en manos del
vendedor se convierte en una vaca vivita y coleando en manos de quien la
compra por la magia de la contabilidad. Los mecanismos por medio de los
cuales se pueden realizar estos milagros son bastante complejos. Pero Black
los explica con la mayor claridad con que es posible hacerlo, dada la dificultad
del tema para los legos.
b) El fraude de control necesita la connivencia de diversos órganos de
control externo. Las auditoras son los más importantes. Los tasadores de
inmuebles o las agencias de rating pueden ser fundamentales en otros casos.
Black pone de manifiesto la connivencia generalizada de las empresas de
auditoría en los casos de fraude de control. Eso no significa necesariamente
complicidad consciente en el delito. La actitud complaciente ante sus clientes
es la razón más frecuente de la connivencia. Eso es así especialmente con los
buenos clientes. Una actitud demasiado exigente puede tener como
consecuencia que los pierdan. Las auditoras pueden, además, ampararse en
las decisiones de otros órganos de control. Ése es el caso de las valoraciones
infladas de inmuebles avaladas por tasadores. Las auditoras pueden remitirse
a esas evaluaciones para eludir la responsabilidad. Es muy frecuente que unos
órganos de control se remitan a otros volatilizándose así la responsabilidad de
98
cada uno de ellos.
c) El fraude de control conlleva generalmente alguna forma deesquema de
Ponzi. Ponzi atraía inversores prometiéndoles grandes beneficios y pagaba
los intereses de los inversores más antiguos con las aportaciones de los
nuevos incautos. Es lo que hacía también Bernard Madoff. Las famosas
pirámides, que han servido para estafar a tanta gente, serían asimismo un
ejemplo de esquema de Ponzi.
d) La desregulación genera un ambiente que propicia este tipo de fraude,
fomentando un entorno “criminógeno”. Eso ha quedado especialmente claro
en el caso de la desregulación financiera. Además, la disminución de los
medios a disposición de las agencias reguladoras potencia los efectos de la
desregulación. El presupuesto, la tecnología, los sueldos pagados a los
funcionarios de las agencias, etc. han disminuido radicalmente desde la era
Reagan. Las normas sobrevivientes a la desregulación ni siquiera pueden ser
aplicadas adecuadamente. Los medios para comprobar su cumplimiento son
insuficientes. La inaplicación de las escasas normas se acentúa aún más en
situaciones de crisis. La tolerancia se utiliza como un presunto medio para
propiciar la recuperación económica. Pero eso no hace sino aumentar aún
más el carácter criminógeno del ambiente. Se da así un nuevo impulso al
fraude.
Uno de los casos de fraude del control que analiza Black tiene que ver con la
concesión de créditos a promotores inmobiliarios. Un banco comercial autoriza
la concesión de un crédito a un promotor de edificios de oficinas. El director
general da el visto bueno a la operación. Los “futuros” edificios de oficinas son
un activo difícil de valorar. Se trata, por tanto, de algo cuyo valor es fácil de
inflar, especialmente en el contexto de una burbuja inmobiliaria. El banco
puede encontrar un tasador que acepte la valoración inflada. Es cuestión de ir
probando hasta encontrar uno que esté de acuerdo. Los tasadores saben que
si no concuerdan con las expectativas del banco pueden perder un cliente
para siempre.
El esquema de Ponzi viene favorecido por la desregulación. Los bancos
diseñan unos préstamos que sólo se pagan al vencimiento y que no requieren
ningún desembolso inicial. Cuando llega el plazo, el crédito se refinancia y se
sigue así mientras el cuerpo (es decir, la apariencia de solvencia) aguante. Los
gastos y comisiones de apertura los financia el propio crédito.
Esos créditos tienen unos intereses y comisiones más altos que la media del
mercado. Eso se traduce en un alza de los beneficios contables. Los
prestatarios aceptan esas condiciones porque no tienen intención de devolver
el importe del crédito. Se produce entonces la paradoja de que cuanto peor
99
sea el crédito, mayores beneficios contables se reflejan para la empresa. El
crédito es un activo de gran valor por las garantías que lo respaldan y por los
altos intereses que el prestatario debe pagar. La multiplicación de esos
créditos justifica el aumento de sueldos, los “bonuses”, las “stock options”,
provoca subidas de las acciones y un aumento de los dividendos… Todos esos
mecanismos permiten al director general embolsarse grandes cantidades de
dinero. En realidad se está produciendo un gran drenaje de recursos de la
empresa a los bolsillos del director. Son los capitales concedidos en préstamo
y las refinanciaciones de los mismos los que permiten que la ficción se
mantenga.
Los fraudes de control no tienen un carácter anecdótico. Según Black
constituyen una verdadera epidemia: esos fraudes producen más perjuicios
que todos los demás delitos contra la propiedad juntos. Los fraudes de control
han sido una constante en el sector de la banca comercial norteamericana.
Ése es el ámbito analizado con más detalle por Black. Pero la epidemia de
fraudes de control no se restringe al ámbito de los bancos comerciales o
“Savings & Loans.” No se limita tampoco al ámbito financiero. Y la epidemia
afecta a muchos países, no sólo a Estados Unidos. No estamos ante un
problema de moralidad individual sino ante un problema sistémico.
Los mecanismos de mercado incentivan la propagación del fraude. El mercado
es presentado por los neoliberales como un mecanismo que asegura la
eficiencia. El mercado realiza, según esto, una especie de selección
darwiniana. Quienes ofrecen los mejores productos o la mejor relación
calidad-precio son los que sobreviven. Los no aptos son expulsados del
mercado.
Akerlof, que recibió el Premio Nobel de Economía en 2001, demostró ya en
1970 la falsedad de este presupuesto. En determinadas circunstancias, el
mercado podía hacer todo lo contrario. Podía expulsar a los vendedores más
honestos y permitir sobrevivir sólo a los más deshonestos. Akerlof defendió
esta tesis analizando el caso del mercado de coches usados. Los vendedores
que ofrecían productos de mejor calidad eran expulsados del mercado y sólo
sobrevivían los que eran capaces de endosar a los clientes auténticas
“cafeteras” (lo hizo en un artículo titulado “El mercado de los limones”,
nombre que se da en Estados Unidos a los coches que hemos llamado aquí
“cafeteras”). Las circunstancias que dan lugar a esa “selección adversa” por
parte del mercado se producen en muchos otros sectores. El mercado
financiero es especialmente propicio para generar ese tipo de dinámicas
perversas.
Los mecanismos de mercado pueden propiciar, pues, la extensión del fraude.
No actuar fraudulentamente puede significar no ser competitivo. Esto se
100
contrapone radicalmente a la visión habitual del neoliberalismo.
Generalmente los mecanismos de mercado son presentados como frenos
eficientes frente al fraude. Por ejemplo, las empresas de auditoría tienen un
interés en su reputación. Ese interés impide su connivencia con cualquier tipo
de fraude. Amparar un fraude sería una actitud irracional… en teoría. La
práctica ha puesto de manifiesto la falsedad de esta presunción. El fraude de
control también se considera irracional desde la perspectiva del
neoliberalismo. Ningún empresario racional buscaría la quiebra de su propia
empresa. La epidemia del fraude de control pone de manifiesto también la
falsedad de esa presunción.
Hubo un emperador chino que prohibió las jirafas. Según él, eran animales
“imposibles”. La epidemia de fraudes de control es también imposible para los
neoliberales. Por eso dicen que no existe. Desde sus presupuestos son
incapaces de percibirla. Esa no es sólo una postura teórica. La presunción de
esas imposibilidades informa también la actuación de las agencias
reguladoras. La (no) actuación de Greenspan para detener a tiempo la crisis
financiera es un caso conocido: los directivos de los bancos no pueden llevar a
éstos a la quiebra para conseguir beneficios a corto plazo; eso es irracional;
no puede ocurrir; por tanto, no es necesario adoptar medidas para prevenirlo.
La desregulación no es una “variable independiente” para los defraudadores.
Estos pueden influir en la creación de un entorno desregulado. Pueden
movilizar los recursos de su empresa para ello. Pueden utilizar a la prensa.
Pueden realizar presiones por medio de lobbies. La importancia de las
contribuciones económicas de las instituciones financieras para las campañas
políticas es una palanca enormemente efectiva. En su libro, Black relata los
recursos movilizados contra la re-regulación por las entidades financieras
durante la época en que él trabajó para la Administración. Algunas no se
detenían ante nada. Montaron campañas de prensa calumniosas contra los
gestores con inclinaciones re-reguladoras. Esto lo vivió Black muy de cerca. Él
mismo fue objeto de amenazas de diverso tipo: desde ser procesado hasta
amenazas de “muerte” profesional.
Los recursos que pueden movilizar las instituciones financieras contra la
regulación son, pues, impresionantes. Eso ha quedado puesto de manifiesto
también tras la crisis de 2008. Ninguno de los proyectos reguladores ha
podido ser llevado a la práctica. Ni en Estados Unidos, ni en Gran Bretaña. Ni
en la Unión Europea, ni en el Comité de Basilea. El ambiente desregulado (y,
por tanto, criminógeno) sigue siendo la tónica dominante en el sector
financiero.
La obra de Black es enormemente importante no sólo para los reguladores
financieros sino también para el público en general. El problema a combatir no
101
es sólo la asunción excesiva de riesgos. El problema es también un fraude a
gran escala. Es necesario adoptar medidas para atajarlo y poder exigir las
correspondientes responsabilidades penales. Si no, incluso las ayudas
estatales a los bancos seguirán el mismo camino hacia los pozos sin fondo de
los bolsillos de sus directivos…, si es que eso no está pasando ya.
José A. Estévez Araújo
29/5/2012
102
En la pantalla
Campaña en defensa de la Educación Pública
Yo estudié en la pública
16/5/2012
Almamegretta
Figli di Annibale / Sole
Almamegretta es un grupo de música de Nápoles que nació a principios de la
década de los noventa y que sacudió la escena musical italiana con un estilo
“dub” parecido al que, a la sazón, venían desarrollando en Inglaterra grupos
como Massive Attack o Portishead. Las canciones de sus primeros discos, casi
todas cantadas en dialecto napolitano, versaban sobre la dura realidad del sur
de Italia, los problemas del paro y de la Mafia, la injusticia social y la
necesidad de un profundo cambio político que partiera de las clases
subalternas. Reproducimos aquí la traducción al castellano de la letra de dos
de sus más bellas canciones cantadas en italiano: “Figli di Annibale” y “Sole”.
Sus mensajes de fraternidad y emancipación social nos parecen más actuales
que nunca.
* * *
Figli di Annibale (Hijos de Aníbal)
África, África, Áfricaaaa…
Aníbal, gran general negro,
tú cruzaste los Alpes con una legión de elefantes y saliste indemne.
En aquellos tiempos, los europeos no los sabían cruzar ni a pie.
En cambio tú, Aníbal, gran general negro, los cruzaste con un mar de
elefantes.
¿Sabéis lo grandes y lentos que son los elefantes?
Y sin embargo Aníbal los hizo cruzar los Alpes con noventa mil hombres
africanos.
103
Aníbal derrotó a los romanos y se quedó en Italia como dominador durante
quince o veinte años.
Por eso muchos italianos tienen la piel oscura.
Por eso muchos italianos tienen el pelo oscuro.
Por eso muchos italianos tienen los ojos oscuros.
Por eso muchos italianos tienen la piel oscura.
Algo de la sangre de Aníbal se nos ha quedado en las venas.
Nadie puede decirme que estoy mintiendo. Si conoces tu historia sabes de
dónde viene el color de la sangre que te corre por las venas.
Durante la Segunda Guerra Mundial, un puñado de afroamericanos llenó a
Europa de niños negros. Imaginaos lo que pudo hacer, durante veinte años de
dominio militar, toda una armada de africanos en la Italia del sur.
Es por eso por lo que… nosotros somos hijos de Aníbal.
Hijos de Aníbal: pelo negro.
Hijos de Aníbal: la piel oscura.
Hijos de Aníbal con los ojos negros.
Hijos de Aníbal: gente del sur.
Hijos de Aníbal: sangre mediterránea.
Hijos de Aníbal: sangre de África.
África, África, Áfricaaaa…
* * *
Sole (Sol)
La noche sucede al día y el día sucede a la noche, pero por debajo de estas
nubes nunca cambia nada,
104
y el libro de los recuerdos fluye al revés, pero el sabor de mi comida siempre
es el mismo.
Yo querría atravesar el cielo y el mar para buscar algo de luz y la verdad, pero
lo que me detiene es el miedo a saber que mi gente vive en la oscuridad.
Quisiera preguntar a quien gobierna por la paz y la guerra, en la Tierra y entre
la humanidad.
¿Cuántos años tendrán que pasar antes de que el hombre pueda descansar?
Hay demasiada sangre que corre todavía por las calles,
y demasiados hombres que siguen encadenados y condenados al ritmo del
trabajo y del sudor.
Sol, ¿cuándo saldrás sobre mí y sobre todos nosotros?
Quiero sol sobre mí y sobre aquellos que nunca lo han visto…
El sol es la luz que te calienta y que te quema,
es la voz de aquellos que nunca han hablado,
es un soldado que abandona las armas y pide paz,
es como prisionero que quiere libertad,
es una revolución de justicia y amor,
es como la lluvia en la sequía,
es el grito de quien nunca ha tenido voz
y no quiere quedarse en la oscuridad.
Quisiera preguntar a quien gobierna por la paz y la guerra, en la Tierra y entre
la humanidad.
¿Cuántos años tendrán que pasar antes de que el hombre pueda descansar?
Hay demasiada sangre que corre todavía por las calles,
105
y demasiados hombres que siguen encadenados y condenados al ritmo del
trabajo y del sudor.
Sol, ¿cuándo saldrás sobre mí y sobre todos nosotros?
Quiero sol sobre mí y sobre aquellos que nunca lo han visto…
23/5/2012
106
El extremista discreto
El Lobo Feroz
Quizá haya que dar las gracias...
A Carlos Dívar, gracias a quien nos hemos enterado de que existen las
semanas caribeñas para altos cargos y que esos lujos entran dentro de lo
normal.
Gracias a Torres Dulce, el fiscal general, que nos ha enseñado cómo hacer: se
abre una investigación, se dice que no hay materia, se cierra la investigación,
y cura sana culito de rana.
Al ministro Wert, quien con su simpatía ha conseguido poner de acuerdo a
todos los rectores de las universidades en que no valía la pena hablar con él.
Hay que dar las gracias a los consejeros del Psoe y del PP en los consejos de
administración de las cajas de ahorros: no vieron, no oyeron, no tocaron.
Seguramente se llama a eso triple ciego.
Hay que dar las gracias a la prensa y a su sensibilidad ecologista: gracias a
ella la gran masa del elefante ha tapado el asunto de quién paga los viajes
privados del rey y para qué.
Puesto que los departamentos universitarios no pueden renovar el
profesorado en pocos años se habrá acabado, a dios gracias, la universidad.
Gracias: todos a la FP.
Demos gracias al gobierno de Rajoy y a Rajoy mismo por su golpe de estado
económico y laboral: gracias a él, se ha deslegitimado incluso un poco más
para las mayorías el sistema político amañado en la transición, que ya iba
siendo hora. Ahora todo el mundo sabe que los derechos y libertades son
hasta cierto punto.
Demos gracias a Zapatero y a Rubalcaba, porque entrambos muestran la
inanidad del Psoe y de sus políticas neoliberales. Gracias a ellos se hará la luz
en otra parte. Pero también gracias a ellos vamos camino de la gran coalición,
y la izquierda en la luna de Valencia.
Demos gracias a la política económica de la Unión Europea: como no tiene
pies ni cabeza, la crisis durará aquí más que en ningún lado y nos curtiremos
en la adversidad.
107
Demos gracias a esos políticos racistas y xenófobos de la derecha española y
de la derecha nacionalista catalana: gracias a ellos estaremos en guardia.
Postscriptum: Por la boca muere el pez. Suele decirse que la cara es el espejo
del alma. En el caso de Carlos Dívar, sin embargo, el espejo es la boca.
26/5/2012
Fuertebrazo
Sarna sin gusto sí pica: diez aforismos en tiempos de depresión
De esta dura crisis he aprendido sólo tres cosas: que no teníamos ni idea de
economía; que la economía no era tan difícil como decían, y que los
economistas no sabían de economía todo lo que decían saber.
* * *
El “juancarlista” es un monárquico que aún no ha salido del armario.
* * *
El Borbón no mata elefantes por casualidad, sino porque quiere exterminar a
una de las pocas especies que tiene buena memoria y que podría recordarle
que fue nombrado príncipe sucesor por un dictador.
* * *
Hay quien se ha escandalizado por la reciente publicación de “aforismos
involuntarios” entresacados de la obra filosófica de Fernando Savater. No es
para tanto. Sería más escandaloso intentar entresacar de ella algo de
filosofía…
* * *
Aunque sea indirectamente, la mejor descripción de lo que ha sido el
periodismo español en los últimos treinta años nos la han dado los mismos
diarios con su receta para evitar la bancarrota: “Practicar un periodismo
riguroso y de calidad”.
* * *
La única diferencia entre un ladrón y un banquero es que el primero tiene al
108
menos la amabilidad de trabajar a domicilio.
* * *
Eduard Punset en El País (20/5/2012): “Un optimista es un ser que intenta
mirar, al margen de las ideologías y de sus propias convicciones, lo que está
ocurriendo en la realidad”. Fuertebrazo en mientras tanto: un pesimista es un
ser que sabe que hay miles de personas que se crean su ideología y
convicciones sobre la realidad leyendo bobadas como ésta.
* * *
De joven era un idealista romántico y, como tal, un ferviente militante de la
socialdemocracia. Pero ahora me he desencantado: tengo cincuenta años, soy
padre de familia y creo que lo único que podemos hacer es sentar la cabeza,
ser realistas y adaptarnos a las circunstancias. Por eso me he hecho
comunista.
* * *
El debate político empieza cuando calla el tertuliano televisivo.
* * *
La vida política de la España democrática tendió a desarrollarse de la
siguiente manera: el pepero se radicalizaba, el sociata se “renovaba” y el rojo
se desmovilizaba. Y así nos ha ido. Nuestro país saldrá de la crisis el día en
que el sociata se radicalice, el pepero se desmovilice y el rojo sepa renovar su
entusiasmo militante.
* * *
23/5/2012
Alberto Sicilia
Carta de un investigador a Rodrigo Rato
(con oferta de trabajo incluida)
Querido Rodrigo,
Eres mi ídolo. No sé cómo lo has hecho, pero el gobierno está considerando
inyectar 7.000 millones en el banco que presidías. No es la primera vez que lo
109
consigues: en 2010, el Estado os prestó 4.500 millones y después os avaló por
27.500 millones
(http://blogs.cincodias.com/lealtad/2012/05/el-agujero-negro-de-bankia.html)
más.
Como investigador, te admiro muchísimo: me encantaría tener tu talento para
convencer a los gobiernos de que suelten el parné. Sólo esos 7.000 millones
es más dinero que toda la financiación para I+D en los Presupuestos
Generales del Estado (6.400 millones).
El desastre de Bankia me ha proporcionado una amarga satisfacción, pues
confirma una de mis hipótesis científicas
(
http://principiamarsupia.wordpress.com/2012/05/07/razones-de-un-investigad
or-para-participar-en-toma-la-calle-12m-15m/): la estructura política de
nuestro país está podrida hasta las entrañas. En los consejos de
administración de Bankia y sus corporaciones estabais todos: Mercedes de la
Merced y Manuel Lamela (PP), Arturo Fernández (vicepresidente de la CEOE),
María Enedina Álvarez (ex-diputada del PSOE), José Antonio Morán Santín (IU),
José Ricardo Martínez (secretario general de UGT Madrid), etc.
(
http://profesorgeohistoria.wordpress.com/2012/05/01/medio-pp-trabaja-en-ba
nkiahasta-el-primo-de-la-la-dama-de-hojalata/).
¡Viva la meritocracia, coño!
No me puedo explicar el fracaso de Bankia: estaba en manos del más selecto
grupo de mentes privilegiadas. No se habían visto tantos premios Nobel juntos
desde la Conferencia Solvay de 1927
(
http://www.dailymail.co.uk/sciencetech/article-2002163/1927-Solvay-Conferen
ce-Electrons-Photons-Is-greatest-meeting-minds-ever.html).
Por bromitas como la de tu banco, este año no vamos a pagar los premios a
los ganadores de la Olimpiada de Física
(http://elpais.com/elpais/2012/05/01/opinion/1335891274_743463.html).
Empollones, frikis, cuatro-ojos, pajilleros compulsivos: ¡os lo tenéis bien
merecido! ¿Qué hacéis estudiando física con diecisiete años? ¡Dedicarse al
fútbol!
En el fondo, mi sarcasmo nace de la envidia. Tú ganaste el año pasado 2,3
millones de euros. Mi salario es 110 veces menor. Pero debo reconocer que la
diferencia está justificada: yo sólo estudio las ecuaciones que describen los
agujeros negros, mientras tú creas agujeros negros que ya quisiera la galaxia
110
de Andrómeda.
Rodrigo, te escribo porque quiero hacerte una oferta. Ahora que tienes más
tiempo libre, me gustaría que te unieses al grupo de científicos que luchamos
para que la ciencia española no desaparezca
(http://amazings.es/2012/04/25/sinciencia-no-hay-futuro/). Tu talento nos
vendría fenomenal. Con uno de tus golpes maestros, nos compramos el CERN,
el telescopio Hubble y la NASA entera. Lo digo en serio: el presupuesto de la
NASA (http://en.wikipedia.org/wiki/Budget_of_NASA) para 2012 es de 18.000
millones de dólares. ¡Está a tu alcance!
Por cierto, Rodri, nos vemos este sábado en Sol
(
http://principiamarsupia.wordpress.com/2012/05/07/razones-de-un-investigad
or-para-participar-en-toma-la-calle-12m-15m/). Hazme una perdida cuando
llegues, ¿vale?
Un abrazo, crack.
Dr. Alberto Sicilia.
P. D.: Mi oferta a Rato va en serio. ¡Hagamos un poquito de ruido, a ver si nos
responde!
16/5/2012
111
...Y la lírica
Rafael Argullol
Alegato contra la codicia
Tras subir lentamente las escaleras,
arrastrado por la apretada multitud de pasajeros,
sale por la boca del metro de Syntagma,
justo delante del Parlamento, en el momento mismo
en que el reloj señala las nueve en punto.
A esta hora la muchedumbre llena la plaza,
y Dimitris Christulas, desconcertado
por el movimiento que observa a su alrededor,
busca refugio detrás de un árbol.
Enseguida saca el revólver
del bolsillo derecho de su americana
para dirigirlo a su sien.
Cuando su dedo índice roza el gatillo
se da cuenta de que su escondite no es perfecto.
Le observan, en efecto, una mujer empeñada
en arreglar una rueda del cochecito de su hijo;
y un vendedor ambulante de Senegal
que acaba de extender en la acera
una manta para los falsos bolsos de marcas caras;
112
y un muchacho montado en una bicicleta,
quien es el más cercano a Christulas
y el único que escucha sus palabras:
"no quiero dejar deudas a mi hija".
De inmediato se produce el silencio,
el silencio sobre Syntagma, sobre Atenas, sobre el mundo.
Al día siguiente, escandalizados, los noticieros
informan de la muerte de Dimitris Christulas.
Dan detalles: se había trasladado en el metro
desde su barrio de Ambelokipi hasta Syntagma.
Era un farmacéutico jubilado de 77 años,
y la tarde anterior le había pagado al casero
el importe del último alquiler de su piso.
En el bolsillo izquierdo de su americana
tenía, redactada cuidadosamente, una nota
con los motivos de su acción: era —según afirmaba—
demasiado viejo para empuñar un kalashnikov y rebelarse,
como aconsejaba que hicieran los jóvenes,
y se negaba a buscar en la basura,
en contenedores y papeleras,
el alimento al que creía tener derecho
después de decenas de años de trabajo.
113
Los noticieros se extienden en estadísticas
sobre la difícil vida de los ancianos
y el terrible azote que cae sobre Grecia,
con la propagación de la epidemia de suicidios;
entretanto, muchos atenienses rodean el árbol
de la plaza Syntagma con flores y cirios.
Pero volvamos al silencio que se apodera del escenario
mientras Christulas percibe en la yema de su dedo
el extraño frío del gatillo. Ese silencio tenso,
abrumador, cargado de presagios,
más estruendoso que cualquier ruido.
Nadie puede escapar a ese silencio
porque está alojado en la boca del estómago,
en el hígado, en el pulmón, en la víscera más íntima.
Yo, os aseguro, no consigo arrancarlo de mí mismo
cuando veo a los Christulas
que no han tenido el arrojo de Christulas,
hurgar en los contenedores y papeleras de mi barrio,
la cara azorada, los ojos evasivos,
en ceremonias repetidas bajo el estigma de la deshonra.
Los nuevos mendigos, a diferencia de los antiguos,
—curtidos en la tarea, supervivientes de hierro—
114
se sumergen torpemente en la basura,
vacilantes, inexpertos, al borde del pánico,
como si estuvieran inmersos en una pesadilla
de la que ya no lograrán despertar.
Los hay a cientos por el centro de la ciudad,
con sus mejillas afeitadas, sus corbatas
y sus dignos trajes raídos, al principio.
Luego, a medida en que pasan los días,
desaparecen las corbatas, brotan las barbas
y los pantalones, ya sin raya, se exhiben sucios y arrugados.
El nuevo mendigo ya compite con el viejo mendigo
en el áspero dominio de la calle:
"un euro para comer, amigo";
"un euro para comer, hermano".
Algunos nada dicen mientras representan
en la obra el papel que nunca imaginaron.
Un anciano, en mi calle,
—un anciano de no menos de 90 años—,
vestido con un elegante abrigo negro,
con gesto digno deja el sombrero también negro
a sus pies, para las monedas,
y empieza a tocar con un oboe una pieza de Mozart.
115
Siempre es la misma,
una única pieza en su repertorio,
y la toca rematadamente mal;
y cuando alguien acerca la mano a su sombrero
para soltar una moneda, se sonroja
antes de saludar militarmente.
Otro, cerca de él, canta
—con mayor habilidad—
unas cuantas arias de ópera;
otro, ya enajenado,
hace ademán de bailar entre los turistas;
otro, quieto, muy quieto,
sentado en una sillita plegable
—de esas de pescador de caña—
mira con ojos despavoridos a la gente que pasa.
Y es difícil no sentir el silencio aniquilante
que rodea a la hermandad del asfalto,
el mismo silencio, el mismo
que se agolpa en la plaza Syntagma
cuando Dimitris Christulas
acerca la pistola a su cabeza.
Ese es asimismo el silencio
116
en el que se enroscan
las extrañas palabras del hombre
que tengo delante —un viejo, como todos,
aunque todos son viejos, ese tipo de hombres.
Busca también él algo en la papelera
y luego, de repente, señala con el dedo
a un edificio que está a su frente:
la sede de la Bolsa, neoclásica,
anodina, cerrada a cal y canto,
pues hoy es domingo, y las finanzas
también descansan en el Día del Señor.
Es un hombre encorvado, de aspecto tímido,
que me recuerda a mi padre
—a como era mi padre en sus últimos años,
bastante más bajo que en mi infancia.
Compro el periódico en el quiosco
situado frente a la Bolsa,
sin perder de vista el dedo que señala.
Hasta que veo que el dedo se hace puño
y el hombre amenaza al invisible adversario
que acecha detrás mío. Exclama:
"¡Los codiciosos!, ¡los codiciosos!".
117
Lo dice con vehemencia pero sin gritar,
en voz muy baja, casi un murmullo,
como hacía también, airado, mi padre, en raras ocasiones.
"¡Los codiciosos!, ¡los codiciosos!".
Pasa junto a mi y se acerca
a la puerta acristalada de la Bolsa.
Algunos transeúntes se quedan observándolo
mientras sigue levantando el puño contra el edificio
y su imagen se agiganta en la distorsión del cristal.
Súbitamente el planeta deja de girar.
El sol del mediodía
clava en tierra los pasos y los gestos
—la ciudad, los paseantes, el puño amenazador—,
y otra vez estalla el silencio
que envuelve el último ademán de Christulas
allá en Syntagma, en el corazón de Atenas.
"¡Los codiciosos!, ¡los codiciosos!".
Detrás de la gran fachada de cristal
—como si fuera la gigantesca bola de un mago—
puedo contemplarlos claramente,
juntos, en el nervioso tropel de la compraventa,
y uno a uno, el depredador dispuesto
118
al asalto final sobre la presa.
"¡Los codiciosos!, ¡los codiciosos!".
En el espejo deformante
todos somos codiciosos o cómplices de la codicia,
pues, por cobardía o miedo,
renunciamos al deber de explicar que el hombre
era el único animal que se había preguntado
por lo que había tras la línea del horizonte,
y nos rendimos a lo más cruel y sangriento,
el único animal que atesora con avaricia
mucho más de lo que pueda necesitar en una vida,
y a costa de destruir la vida de los otros.
Todos somos codiciosos o cómplices de la codicia,
porque hemos permitido que un ser implacable,
nacido en la cloaca de la peor pasión,
se apoderara de la entera condición humana
y dictara sus brutales leyes al universo.
De modo que el codicioso,
bárbaro adorador del ídolo de oro,
avanza a cara descubierta, libre de toda atadura,
saqueador de la belleza, dueño del mundo.
Somos, pues, culpables.
119
Nuestro delito ha sido dejar
que el depredador que hay en nosotros
expulsara a todo lo noble y digno
que estábamos obligados a preservar
para seguir siendo considerados seres humanos.
Hemos dejado que se nos robaran
hasta las palabras, y ahora nuestro lenguaje
ya es el lenguaje del mercado, del beneficio,
del tráfico de almas,
sin ningún lugar para la compasión.
Nos hemos ofrecido en sacrificio
para ser carne de una rapiña sin límites
y nuestros restos yacen, esparcidos,
alrededor del altar.
Y falta ya muy poco
para que también la libertad
nos sea arrebatada
por el amor a la codicia,
que parece ya el único amor permitido.
O eso es lo que cree
ese hombre que amenaza sin ira a un edificio
—ese hombre que me recuerda a mi padre anciano—
120
mientras entona una acusación a los espectros:
"¡los codiciosos!, ¡los codiciosos!".
Y eso mismo es lo que cree
Dimitris Christulas, la mano apretada en la culata,
al observar la plaza Syntagma, centro de Atenas,
situada tan sólo a unos quilómetros
del corazón antiguo, la Acrópolis,
donde hace exactamente 2.454 años
se representó por primera vez Antígona,
y el hombre cantó a lo más elevado de sí mismo:
"Muchas cosas hay portentosas,
pero ninguna tan portentosa como el hombre"
proclama, en el teatro, el coro de ancianos.
Dimitris Christulas dispara.
Al caer se lleva consigo un retazo
del azulísimo cielo de Grecia.
6/4/2012
121
De otras fuentes
Xavier Casals
La extrema derecha europea: una trayectoria ascendente
Intentar efectuar un balance sobre la evolución de la ultraderecha en Europa a
lo largo de un año es complejo, en la medida que el objeto de estudio es una
realidad continental harto diversa y el período de análisis se ciñe a un límite
azaroso. Sin embargo, consideramos importante resaltar cinco fenómenos
acaecidos a lo largo del 2011 que sugieren que este espectro político ha
superado una etapa de “normalización”. Así, éste se expande por el conjunto
del espectro de la derecha y muestra los riesgos que su ultranacionalismo
crítico con poderes supraestatales entraña para la estabilidad de la Unión
Europea (UE).
El primero de los fenómenos aludidos ha sido el espectacular ascenso
electoral de Perussuomalaiset (PeruS, Finlandeses Auténticos o Finlandeses de
a pie, según la traducción), que en abril puso en la cuerda floja el rescate
económico de Portugal por parte de la UE. Ese mismo mes surgió otro
problema no menor para la UE en Hungría, con la sinuosa deriva nacionalista
y populista del ejecutivo inicialmente liberal presidido por Víktor Orban y su
formación, Fidesz (acrónimo de Fiatal Demokraták Szövetsége-Magyar Polgári
Szövetség [Fidesz-MPs, Alianza de Jóvenes Demócratas-Unión Cívica
Húngara]) [1]. El Parlamento magiar, en el que Orban cuenta con una mayoría
abrumadora, aprobó una Carta Magna —que ha entrado en vigor en enero del
2012— que ha levantado una polémica por su carácter retrógrado, a la par
que su política ha adquirido un giro irredentista y restrictivo en términos de
libertades y ha cobrado autonomía de la europea en el plano económico. Todo
ello ha derivado en un conflicto entre el gobierno de Hungría y la UE.
El segundo fenómeno ha sido la exitosa sucesión en el liderazgo del Front
National (FN, Frente Nacional) francés, pues su patriarca y fundador
Jean-Marie Le Pen ha sido substituido por su hija Marine sin crisis internas,
renovando la imagen del partido y confiriéndole un atractivo que lo ha hecho
despuntar en las encuestas.
El tercero ha sido la participación en el gobierno heleno de coalición de la
formación Laikós Orthódoxos Synagermos (LAOS, Alerta Popular Ortodoxa),
hecho indicativo de que —pese al abrupto fin del gobierno de coalición italiano
del que formaba parte la Lega Nord (LN, Liga Norte)— la ultraderecha
continúa siendo un actor político gubernamental en Europa.
El cuarto lo ha manifestado la lenta eclosión en España de opciones de
122
extrema derecha en los comicios locales, notablemente en Cataluña, con la
Plataforma per Catalunya (PxC, Plataforma por Cataluña), y —en menor
grado— en la Comunidad Valenciana, con España 2000 (Esp2000).
El quinto y último lo han constituido sendas masacres: un crimen múltiple
perpetrado en Oslo y Utoya (Noruega) en julio y el asesinato de dos
senegaleses en Florencia (Italia) por ultraderechistas perturbados. Tales
matanzas indicarían eventualmente que el eco social creciente del ideario de
extrema derecha podría suscitar en su lunatic fringe atentados
indiscriminados.
Desde nuestra óptica, estos fenómenos —que analizamos a continuación—
mostraron una evolución de este espectro político al alza en Europa, en la
medida que plasman su consolidación y capacidad de crecimiento en
contextos dispares, así como su capacidad de desestabilizar la agenda política
y económica de la UE. Todo ello ratifica el reciente diagnóstico del politólogo
Piero Ignazi sobre este sector político: “Hoy, al fin del primer decenio del
nuevo siglo, la extrema derecha conoce una nueva progresión debida a su
reciente aggiornamento”. Aludía a su proceso de renovación, especialmente al
hecho de que la islamofobia le ha permitido reinventarse al combinar la
defensa de las raíces cristianas de Occidente con la de los derechos de las
mujeres o de los homosexuales supuestamente amenazados por el Islam. Ello
le ha permitido instrumentalizar “temas propios de la tradición liberal y del
liberalismo cultural” (P. Ignazi, 2011: 59 y 70).
1. Europa en cuestión: Finlandia y Hungría
El ascenso electoral de Finlandeses Auténticos bajo el liderazgo de Timo Soini
en abril del 2011 conmocionó Europa. Con el 19% de los votos y 39 escaños
en el Parlamento, el partido devino tercera formación del país, casi empatada
tanto con los socialdemócratas (19,1% de los sufragios) como con la coalición
conservadora ganadora (20,4%). La oposición de PeruS a que el país
participara en el rescate económico de Portugal le facilitó sus buenos
resultados (en los comicios legislativos del 2007 obtuvo tan solo un 4% de los
votos, aunque en los europeos del 2009 ya superó el 9%).
"Las políticas de rescate han fracasado. La Unión Europea está en estado de
coma y ya es tiempo de que en Bruselas comiencen a pensar cómo hacer
mejor las cosas", manifestó Soini. Desde tal perspectiva, se proclamó
contrario al rescate luso en estos términos: "¿Por qué nuestro dinero tiene que
ir a destinos inciertos? No podemos renunciar a nuestro dinero. Si la vaca es
finlandesa tenemos que ordeñarla en Finlandia y no enviar su leche al
extranjero" [2]. No obstante, su oposición no impidió que el parlamento finés
aprobase en mayo la participación en el préstamo a Portugal, aunque con
123
condiciones.
El mismo mes de abril, la aprobación por las Cortes húngaras de una nueva
Constitución constituyó otro serio aldabonazo de la fragilidad de la UE. En los
comicios celebrados un año antes, en el 2010, Víktor Orban y el Fidesz-MPs
alcanzaron una sólida mayoría absoluta (un 52,7% de los votos que se tradujo
en dos tercios de los miembros del parlamento), a la par que emergió un
grupo de presión a su derecha: el extremista Jobbik (en realidad Jobbik
Magyarországért Mozgalom, Movimiento para una Hungría Mejor) devino
tercera fuerza del país con el 16,7% de los votos.
Respaldado con el magno apoyo del Fidesz-MPs, Orban acuñó la citada Carta
Magna, que plasma un ideario nacionalista y retrógrado (apela a la bendición
divina) y otorga amplios poderes al Ejecutivo. Así, por ejemplo, se requiere
dos tercios del Parlamento para cambiar o anular leyes orgánicas y el Tribunal
Constitucional no puede incidir en temas presupuestarios hasta que la deuda
pública sea menor al 50% del PIB (ahora es de un 80%).
Igualmente, Orban ha apostado por el diseño ultranacionalista de la llamada
“Gran Hungría” al considerar ciudadanos del país a los miembros de las
minorías magiares de sus pretendidas fronteras. Ello refleja su progresiva
asimilación a la ultraderecha de la Europa del este y central, en la medida que
manifiesta un afán de revisar las fronteras, una cuestión ajena a la agenda
política de la extrema derecha del oeste (M. Minkenberg, 2011: 37-38).
Al concluir este texto, la política de Orban choca con las directrices
comunitarias debido a la pérdida de independencia del Banco central magiar,
del poder judicial (al adelantar la edad de jubilación de los magistrados de 70
a los 62 años) y de la agencia que controla la protección de datos [3]. Ante
esta situación, si la UE no alcanza un acuerdo con el mandatario húngaro se
hallará en la disyuntiva de denunciar a Budapest ante el Tribunal Europeo de
Justicia o penalizar al Ejecutivo amparándose en el artículo 2 del Tratado de la
UE (que declara que ésta “se fundamenta en los valores de respeto de la
dignidad humana, libertad, democracia, igualdad, Estado de Derecho y
respeto de los derechos humanos”) y el 7 (que afirma que ante “un riesgo
claro de violación grave” de esos valores se pueden imponer sanciones y
suspender derechos).
2. Francia: Le Pen sucede a Le Pen
El ascenso en el firmamento político francés de Marine Le Pen (nacida en
1968) ha constituido otra de las novedades del 2011. Su acceso a la jefatura
del Front National en enero de ese año demostró que las formaciones de
ultraderecha no solo pueden sobrevivir a la desaparición de la escena de sus
124
líderes-fundadores, sino que pueden renovarse y hasta ser incluso más
atractivas para el electorado. El lepenismo lo ha constatado.
Recordemos que la dilatada trayectoria de este partido —fue constituido en
octubre de 1972— ha sido inseparable de la de su líder inicial, Jean-Marie Le
Pen (nacido en 1928), un routier de la ultraderecha (C. Bresson y C. Lionet,
1994) que le ha conferido un perfil de partido “antisistema”, que la política de
coaliciones (los llamados “cordones sanitarios” o “frentes republicanos”) por
la que ha optado el resto de formaciones para aislarla, ha acentuado. En
1999, esta situación originó una crisis interna de la formación, cuando Bruno
Mégret intentó darle un giro y orientarla a acuerdos con la derecha
mayoritaria (A. Laurent y P. Perrineau, 1999). Se generó entonces el
Mouvement National Républicain (MNR, Movimiento Nacional Republicano),
liderado por el primero, de nulo impacto electoral.
La campaña para la sucesión de Jean-Marie Le Pen se inició oficialmente en
septiembre del 2010 y en ella pugnaron su hija Marine —vicepresidenta del
partido desde su congreso de noviembre del 2007— con el eurodiputado y
también vicepresidente Bruno Gollnisch (nacido en 1950) y se saldó en enero
de 2011 con la victoria de la primera. Lejos de ser la mera escenificación de
una sucesión “clánica”, se produjo en el partido un amplio debate interno (J.-Y.
Camus, 2011: 98-99). En él, la hija de Le Pen y Gollnisch encarnaban
realidades distintas, generacionales e ideológicas: el segundo encarnó al
núcleo más “duro” del partido frente a la flexibilidad de la primera, que se
alzó con la presidencia del FN con un 67,3% de votos de los delegados al
congreso.
Si bien el patriarca continúa siendo presidente de honor y eurodiputado, su
hija es el nuevo rostro frentista, fogueada desde que en el 2002 fuera
nombrada su portavoz. Debe subrayarse que el inicio de su mandato ha
coincidido con un reposicionamiento favorable del FN, pues sus resultados en
las elecciones regionales de marzo del 2010 anunciaron el abandono de su
marginalidad: obtuvo 2.223.800 votos en la primera vuelta, doblando sus
pobres resultados de los comicios europeos de junio del 2009 (1.091.691
votos). Esta tendencia ha sido valorada como “el retorno del Frente Nacional”
(P. Perrineau, 2011). Los buenos resultados en las elecciones cantonales de
marzo del 2011 han parecido confirmar la tendencia: logró el 15% de los
sufragios y disputó la segunda vuelta en 394 cantones, aunque sólo obtuvo
dos consejeros regionales.
Superado este test con éxito, la nueva líder puede tener un apoyo
imprevisible en las urnas en las elecciones presidenciales de abril del 2012:
según un sondeo de Le Monde (12.01.2012), su intención de voto se sitúa en
el 21,5% frente al 23,5% del presidente Nicolás Sarkozy y el 27% del socialista
125
François Hollande, mientras un 31% de los franceses estaría de acuerdo con
sus ideas. Ello empieza a proyectar la sombra en la política francesa de los
comicios del 2002, cuando Jean-Marie Le Pen pasó a la segunda vuelta de las
presidenciales.
En cualquier caso, el ascenso de Marine Le Pen en los sondeos se halla
asociado a que ésta ha introducido cambios en el discurso del partido:
“Intenta introducir un discurso exento de referencias sulfúreas a la Segunda
Guerra Mundial y a sus dramas, jugando con las referencias al discurso
republicano (laicismo, patriotismo) y reforzando el componente cultural y no
étnico del discurso identitario (denuncia de la islamización, del bilingüismo)”
(P. Perrineau, 2011:8).
3. Partidos de gobierno y de protesta con leves desgastes
La consolidación de la nueva extrema derecha se ha advertido asimismo en la
versatilidad de sus formaciones, en la medida que éstas logran simultanear su
carácter de partidos de gobierno con el de partidos de protesta. Ello ya no
permite afirmar que su acceso al gobierno las penaliza duramente.
En general tal tesis fue valida hasta inicios de la década pasada, pues la
corroboraron las escisiones de la LN en 1994 y del Freiheitliche Partei
Österreichs (FPÖ, Partido de la Libertad de Austria) en el 2005, tras participar
en los ejecutivos de sus países, así como el rápido declive de la Pim Fortuyn
Lijst (LPF, Lista Pim Fortuyn) al formar parte del gobierno holandés en el 2002.
Sin embargo, esta dinámica ha cambiado y la LN, en el segundo mandato de
Silvio Berlusconi, ha actuado como partido de gobierno apoyando a este
mandatario y de oposición al criticar a los otros socios en el Ejecutivo, la
Alleanza Nazionale (AN, Alianza Nacional) y la Unione dei Democratici Cristiani
e di Centri (UDC, Unión de los Demócratas Cristianos y de Centro) (D.
Albertazzi y D. McDonnell, 2008: 25-43). Elllo ha permitido a la LN mantenerse
con éxito en el Ejecutivo y solo ha sido desalojada del mismo al dimitir
Berlusconi en noviembre del 2011.
Igualmente, la Union Démocratique du Centre/ Schweizerische Volkspartei
(UDC/SVP, Unión Democrática de Centro/ Partido Popular de Suiza) ha
escenificado su carácter de partido de protesta promoviendo plebiscitos
contra la política del gobierno federal de la que es también corresponsable (D.
Skenderovic, 2007: 462). De este modo, su penalización electoral ha resultado
limitada: en los comicios celebrados en octubre sufrió un retroceso del 3,6%
de los votos por primera vez en 20 años. Éste obedeció al ascenso de su
escisión Bürgerlich-Demokratische Partei Schweiz (PBD, Partido Burgués
Democrático de Suiza) y a un voto de castigo a los partidos tradicionales [4].
Sin embargo, la UDC/SVP sigue siendo la principal formación del país con un
126
25,3% de sufragios.
Este escaso desgaste electoral de la ultraderecha también se apreció en el
Dansk Folkeparti (DF, Partido Popular de Dinamarca), que en las elecciones
legislativas celebradas en septiembre pasó del 13,9 % al 12,3% de los votos,
de modo que la masacre de Utoya cometida en julio en la cercana Noruega
tuvo un limitado impacto electoral en la aceptación de su discurso.
Finalmente, la participación de LAOS —el partido liderado por el periodista y
exdiputado de Nueva Democracia, Georgios Karatzaferis— en el gobierno
heleno de coalición constituido en noviembre del 2011, junto a socialistas y al
centroderecha, ha testimoniado igualmente la flexibilidad de estas
formaciones para constituir coaliciones de gobierno pese a su fuerte
atrincheramiento como oposición.
De esta forma, LAOS —que obtuvo en el 5,6% de los sufragios en las
elecciones legislativas de 2009 y 15 escaños— ahora gestiona la cartera de
Infraestructuras, Transporte y Redes. Karatzaferis ha modulado un discurso
que “intenta combinar el radicalismo ideológico con la moderación política”.
Ataca de ese modo a la conservadora Nueva Democracia (ND) y se arroga la
representación “del partido de la derecha” (se considera la “verdadera
derecha”), mientras dirige duras andanadas a los bancos, al “laxismo del
capital”, a Turquía y al bipartidismo “corrupto” de ND y el Movimiento
Socialista Panhelénico (PASOK). Pero su táctica política se caracteriza por la
flexibilidad a la que hemos aludido: en las elecciones locales y regionales del
2010 el partido sostuvo a candidatos de Nueva Democracia, e incluso
socialistas, basándose en el único criterio de su “integridad moral y política”.
El resultado es que lejos de ser una formación antisistémica, LAOS conforma
“una extrema derecha inteligente, realista y política” y que practica “el
entrismo en el campo de la derecha” (A. Pantazopoulos, 2011: 26-27). Dado
su pragmatismo, pues, puede tener un largo recorrido como partido de
protesta y de gobierno.
4. España: ¿una ultraderecha similar a la alemana?
En España los comicios legislativos celebrados en noviembre del 2011
mostraron la debilidad de su fragmentada ultraderecha, cuyos epicentros son
Cataluña y la Comunidad Valenciana. De este modo, la Plataforma per
Catalunya (PxC, Plataforma por Cataluña), liderada por Josep Anglada, en los
comicios autonómicos de noviembre del 2010 experimentó un ciclo
ascendente al obtener 75.134 sufragios (un 2,4% del total) que continuó en
las elecciones locales de mayo del 2011. Entonces pasó de los 12.447 votos
(0,4%) y 17 ediles obtenidos en el 2003 a 65.905 votos (2,3%) y 67 ediles,
expandiéndose por el conjunto del territorio catalán, penetrando en el
127
cinturón metropolitano barcelonés y obteniendo representación en
L'Hospitalet de Llobregat (segunda ciudad de Cataluña). Aunque sus
resultados fueron menores en estas elecciones locales que en las
autonómicas, debe tenerse en cuenta que la PxC solo concurrió a 104
municipios de los 947 existentes. Por tanto, parece plausible concluir que de
haber concurrido en todos habría obtenido resultados superiores.
De hecho, la PxC “no sólo tuvo una mayor capacidad organizativa para
presentar candidaturas sino que incrementó su efectividad a la hora de
conseguir resultados. Así, si en 2007 obtuvo representación en el 23% de los
municipios en que presentó una candidatura, en el 2011 esta cifra se
incrementó hasta el 40%. Igualmente, pasó de obtener más de un 5% de los
votos en el 28% de los municipios con candidatura a hacerlo en el 52%.
Asimismo, en el 70% de los municipios en que presentó candidatura mejoró el
porcentaje de voto conseguido en las elecciones autonómicas celebradas seis
meses antes” (A. Hernández Carr, 2011: 26). Debe señalarse, además, que en
los comicios autonómicos y locales el Partido Popular (PP) endureció su
discurso sobre la inmigración, notablemente en Badalona (tercera ciudad
catalana), donde logró hacerse con la alcaldía (X. Rius Sant, 2011: 113-117,
203-215).
Sin embargo, el ciclo electoral alcista inaugurado por los comicios
autonómicos del 2010, que se mantuvo en los locales del 2011, declinó en los
legislativos del mismo año, pues obtuvo entonces 59.297 votos (1,7%). Ello es
muy visible en la ciudad de Vic (Barcelona), su principal bastión y donde
Anglada es edil: si en los comicios locales de mayo alcanzó el 19,9% de los
votos, en los legislativos de noviembre su apoyo cayó al 2,6%. Esta mengua
de votos plantea una cuestión de difícil respuesta: ¿La PxC ha iniciado un
declive o se enfrenta a dificultades para fidelizar a su electorado en unas
elecciones generales?
Paralelamente, en la Comunidad Valenciana parece haber tenido lugar un
fenómeno similar, pero de entidad menor protagonizado por España 2000
(Esp2000), que lidera José Luis Roberto. Si esta formación obtuvo 3.792 votos
en los comicios locales del 2007 (0,2%) y 2 ediles en esta Comunidad, en los
del 2011 cosechó 8.066 votos (0,3%) y 4 ediles, así como otro en Alcalá de
Henares (Madrid). Al igual que la PxC, pareció conocer un ciclo electoral
alcista: obtuvo 12.191 votos (0,5%) en los comicios autonómicos valencianos
celebrados la misma jornada que los locales y en los legislativos de noviembre
cosechó 9.256 votos (0,3%). Sin embargo, como en esta ocasión no concurrió
en la provincia de Alicante, parece probable que de haberlo hecho hubiera
alcanzado resultados similares a los anteriores.
En cualquier caso, al final del ciclo electoral 2010-2011 la situación de la
128
ultraderecha española parece similar a la de la alemana, en la medida que
conforma un espectro político fragmentado territorialmente, periférico,
ausente del Parlamento estatal y con alianzas complejas entre sus partidos (X.
Casals 2011: 87-90).
5. Utoya y Florencia, la lunatic fringe criminal
En el marco descrito de expansión de la ultraderecha y de “normalización” de
su discurso —en la medida que sus partidos se consolidan e
institucionalizan—, en el año 2011 se han producido dos atentados terroristas
cometidos por extremistas perturbados de su lunatic fringe. Uno tuvo lugar el
22 de julio en Noruega y conformó una tragedia de grandes dimensiones,
cuando Anders Behring Breivik hizo estallar un explosivo en el centro de Oslo
y protagonizó un tiroteo contra jóvenes socialdemócratas concentrados en la
isla de Utoya, dejando un saldo de 96 víctimas mortales. El segundo fue obra
de Gianluca Casseri, que abatió a tiros a dos senegaleses en un mercado de
Florencia (Italia) el 13 de diciembre y a continuación se suicidó.
Ambos eran militantes de extrema derecha. Behring, tras haber sido miembro
desde el 1999 hasta el 2004 del Fremmskrittspartiet (FrP, Partido del
Progreso), radicalizó su ideario. Lo plasmó en internet, especialmente en el
texto de 1.500 páginas 2083: una declaración de independencia de Europa. En
él describe a su sociedad como infiltrada por marxistas y amenazada por el
islam, afirmando que en el 2002 se unió a un colectivo de supuestos
neotemplarios para combatir la "élite cultural marxista". Su historia ofreció
notables concomitancias con la del estadounidense Tymothy McVeigh, que
causó 185 muertes al atentar contra un edificio del Gobierno Federal en
Oklahoma en 1995. Este actuó igualmente bajo una visión complotista
plasmada en la novela Los diarios de Turner (1978), del exneonazi William L.
Pierce, que describía la lucha armada de un ente, "la Organización", para
impedir la decadencia del país. McVeigh —como Behring— empleó fertilizante
para su explosivo. Por su parte, Casseri frecuentaba la entidad ultraderechista
Casa Pound y se ha señalado que —al igual que Breivik— tejió fantasías
conspirativas, si bien mediante sendas novelas: Los protocolos de los sabios
de Alejandría. Umberto Eco en el mundo ficticio de los Sabios de Sión (2011) y
La llave del caos (2010) [5].
¿Se trata de casos aislados y ajenos a la dinámica política de la ultraderecha
parlamentaria? Obviamente, la acción de unos aparentes dementes como
Breivik y Casseri no puede atribuirse a partidos legales ni puede defenderse
tal supuesto. Lo que sí parecen traslucir sus actuaciones es que esta lunatic
fringe refleja en cierto modo las derivas centrales de sus respectivas
sociedades, como recalcó en 1991 la historiadora francesa Anne-Marie
Duranton-Crabol: “En democracia, la presencia de grupos extremistas forma
129
parte del orden de las cosas: [...] hacer una lectura «diabolizadora» de la
ultraderecha [...] impide analizar su éxito eventual o prever su fracaso. Solo
un buen conocimiento permitirá apreciar informaciones como el resultado
electoral, la agresión racista, el atentado terrorista o la manifestación violenta
en un estadio: situado en su contexto, el acontecimiento será mejor
comprendido, en la medida que —a pesar de sus obsesiones y su existencia
en un ámbito cerrado— la extrema derecha refleja a su manera el estado del
mundo en el que se mueve”.
De hecho, así lo indicarían otros crímenes de signo ultraderechista
precedentes. Nos referimos a los que realizó el perturbado sueco Wolfgang
Alexander Zaugg, quien entre agosto de 1991 y junio de 1992, se lanzó a
“cazar inmigrantes” y fue conocido como “el asesino del láser”, al utilizar un
puntero láser para señalar a sus víctimas al dispararles (G. Tamas, 2010).
Asimismo, en Alemania trascendió información en noviembre del 2011 sobre
la existencia de una red criminal neonazi, la Nationalsozialistischer
Untergrund (NSU, Clandestinidad Nacionalsocialista), que conmocionó al país
y generó una amplia polémica en torno a la eficacia de los cuerpos de
seguridad: se ha atribuido al colectivo “el asesinato de ocho pequeños
empresarios turcos, uno griego y una policía alemana entre los años 2000 y
2007, dos atentados explosivos de carácter xenófobo que dejaron 23 heridos
en Colonia en 2001 y 2004, y una serie de asaltos a bancos con miras a
financiar sus operaciones” [6].
Una progresión ascendente
La extrema derecha, en definitiva, a lo largo del 2011 ha manifestado una
progresión en términos generales. Por una parte, ha demostrado su poder
para debilitar las políticas de la UE, bien sea desde el gobierno (Hungría), bien
sea desde la oposición (Finlandia). Por otra parte, sus partidos tienden a
irrumpir en el conjunto de los países europeos (aunque con procesos muy
diversos, como refleja el caso español), muestran escasos retrocesos
electorales y una elevada capacidad de institucionalización. De este modo, en
Francia —segunda potencia de la UE—, el FN parece estar en disposición de
cosechar estimables resultados en las elecciones presidenciales. A la vez, la
incorporación de LAOS al Ejecutivo heleno muestra la maleabilidad de estos
partidos para actuar tanto desde la oposición como en el gobierno,
adquiriendo una flexibilidad creciente. Finalmente, la masacre cometida en
Utoya cierra un ciclo en relación al discurso islamófobo que empezó a
expandirse desde los atentados de Nueva York del 11 de septiembre del 2001
(11-S) (P. Zúquete, 2008), en la medida que una década después se ha
constatado que el terrorismo fanático puede ser bidireccional (o
multidireccional) y que eventualmente el fanatismo ultraderechista y el
fundamentalismo musulmán pueden retroalimentarse.
130
En última instancia, la expansión de la ultraderecha es inseparable del
carácter populista que adopta la oposición a la globalización, su enemigo
principal (C. Mudde, 2007: 185-197). De ello ha dado buena cuenta la
interactuación de la crisis económica con la política institucional que
experimentan numerosos países europeos, siendo Hungría el ejemplo más
vistoso, en la medida que ha supuesto la deriva de su derecha liberal hacia
otra de signo populista y rasgos autoritarios.
Referencias bibliográficas
Albertazzi, D. y D. McDonnell (enero-abril de 2008), “La botte piena e il militante ubriaco. La
Lega Nord al governo”, Trasgressioni, 46, pp. 25-43.
Bresson, G., Lionet, C. (1994), Le Pen. Biographie, Éditions du Seuil, París.
Camus, J.-Y. (otoño de 2011), “El Front National: entre la normalització democràtica i la força
antisistema”, L'Espill, 38, pp. 82-91.
Casals, X. (otoño de 2011), “La nova dreta populista i l''enigma espanyol'”, L'Espill, 38, pp.
82-91.
Duranton-Crabol, A.-M. (1991), L'Europe de l'extrême droite. De 1945 à nos jours, Éditions
Complexe, Bruselas.
Hernández-Carr, A. (2011), “El largo ciclo electoral de Plataforma per Catalunya: del ámbito
local a la implantación nacional (2003-2011)”, Working Paper, nº 300, ICPS, Barcelona.
Ignazi, P. (abril de 2011), “Les partis d'extrême droite en l'Europe de l'Ouest”, a VV.AA., Les
extrêmes droites en Europe: Le retour? Actes du colloque du 5 novembre 2010, Les Cahiers
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131
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Notas
[1] Véase el completo análisis de V. Orbán y su formación en la biografía on-line del CIDOB
(Barcelona, actualizada hasta junio del 2010) en:
http://www.cidob.org/es/documentacio/biografias_lideres_politicos/europa/hungria/viktor_orba
n (consultada el 20.01.2011).
[2] “La ultraderecha finlandesa exige revisar los planes de rescate de la UE”, El País,
19.04.2011.
[3] “Budapest desafía a Bruselas aunque acepta algunos cambios en sus leyes”, El País,
16.01.2012; “La Constitución húngara, contra el Tratado de la UE”, El Periódico, 7.01.2012.
[4] “Golpe para los grandes partidos”, http://www.swissinfo.ch (24.10.2011). Consultado en:
http://www.swissinfo.ch/spa/Especiales/Elecciones_legislativas_2011/Elecciones/Golpe_para_lo
s_grandes_partidos.html?cid=31422274 (23.01.2012).
[5] “Huellas del terrorismo neonazi en Florencia llevan a Roma y Alemania”, Deutsche Welle
(14.12.2011). Consultado en: http://www.dw-world.de/dw/article/0,,15602027,00.html
[6] “Macabros hallazgos sobre los neonazis de Zwickau”, Deutsche Welle, 15.01.2012.
Consultado en: http://www.dw-world.de/dw/article/0,,15668229,00.html (22/01/2012).
132
[Xavier Casals es historiador y autor de numerosos estudios sobre los
movimientos de extrema derecha en España y Europa. El presente
texto ha sido publicado originalmente en S. Aguilar (ed.), Anuari del
Conflicte Social 2011 (abril de 2012), pp. 389-401, ISSN: 2014-6760]
21/5/2012
José Manuel Naredo
El actual despotismo democrático y sus alternativas
La prolongada y profunda crisis económica que estamos viviendo ha tenido la
virtud de iluminar la contradicción de fondo que se observa entre capitalismo
y democracia. Las situaciones extremas motivadas por la crisis han
evidenciado esta contradicción, que antes permanecía soterrada, al inclinarla
normalmente con maneras bastante despóticas en favor del capitalismo y en
contra de la democracia.
* * *
Hasta hace poco se suponía que el progreso económico mejoraría la situación
de la mayoría de la población, evitando la precariedad y la pobreza y paliando
las servidumbres del trabajo. Este progreso se veía espoleado por
reivindicaciones sociales tradicionalmente orientadas, entre otras cosas, a
subir los salarios y a reducir la jornada laboral y la edad de jubilación. Sin
embargo, en los últimos tiempos ese progreso ha mudado en regresión al
atentar sistemáticamente los gobiernos contra esas reivindicaciones mediante
recortes de ingresos y derechos, no solo actuales, sino también futuros, de la
mayoría de la población. Atendiendo a las presiones de la patronal, y con el
pretexto de una crisis que oficialmente se presentaba como coyuntural, se
han precipitado reformas de fondo en el mercado de trabajo y las pensiones
que echan por tierra logros penosamente adquiridos por el movimiento
obrero. Y estos cambios a peor se han forzado desde el poder, lo mismo en los
países europeos con mayores derechos, salarios y pensiones, como Francia u
otros países centroeuropeos, que en los más precarios, como España, Grecia o
Rumania, entonando en tan diferentes casos la misma cantinela económica de
la competitividad.
133
Estas agresiones a los derechos e ingresos actuales y futuros de la mayoría de
la población, no sólo han acarreado la impopularidad y la pérdida de votos de
los gobiernos que las fuerzan, sino también el descrédito de la legitimidad
democrática que teóricamente las avalaba. Porque, si efectivamente existiera
un gobierno del pueblo, no tendría sentido que se empeñara en recortar sus
actuales y futuros ingresos y derechos. Pero el elitismo gubernamental corre
parejo con la falta de participación ciudadana en la toma de decisiones
importantes. Es más, los gobiernos acostumbran a hurtar el debate para
imponer con urgencia decisiones sobre el marco regulatorio de las pensiones
y del trabajo que deterioran las condiciones de vida de la mayoría de la
población y que atentan contra la solidaridad y la cohesión social. Y los
gobernantes justifican su poder para tomar estas decisiones porque dicen que
han sido elegidos, olvidando por qué y para qué fueron elegidos y que si
violan sus promesas electorales están deslegitimando su mandato. Hemos
asistido, así, a la eclosión de un despotismo democrático apoyado cada vez
más en un poder sin autoridad y en una legitimidad desprovista de confianza.
Este poder sin principios ha venido olvidando que la ética más elemental de la
democracia exige cumplir las promesas electorales y contar con la ciudadanía
en las decisiones de gobierno ajenas a esas promesas.
Y, a la vez que se han sucedido las agresiones a los derechos e ingresos de la
mayoría de la población, un rosario de políticos imputados en casos de
corrupción ha venido pasando por los tribunales y aflorando en los media. Lo
cual induce a preguntarse por el caldo de cultivo sui generis que los hizo
proliferar, traspasando los teóricos filtros democráticos.
Existen dos posibles interpretaciones del tema. Una más restringida, que
identifica la corrupción con delitos tipificados en el Código Penal, consistentes
en utilizar las Administraciones Públicas para obtener lucros privados. Este
enfoque considera el comportamiento corrupto como patologías individuales
condenables que cabe denunciar y perseguir con más o menos ahínco, pero
hace abstracción del contexto que las genera y que aparece como algo
normal, que no llama la atención ni suscita la crítica. Hay que adoptar, así,
otro enfoque más amplio para investigar ese contexto propicio a la corrupción
que ofrecen las actuales democracias.
El foro sobre «Corrupción y democracia», promovido por el diario Público a
finales de 2009 reflejó ambos enfoques. El enfoque más restringido, corrió a
cargo de dos ponentes invitados militantes de los dos principales partidos que
gobiernan el país: el PP y el PSOE que, tras reconocer la corrupción como
patología que aflora en los tribunales, apuntaron la necesidad de reforzar
controles e instrumentos que ayuden a paliarla. Sus razonables propuestas
tuvieron la virtud de mostrar los límites hasta los que puede llegar este
enfoque, al reconocer que los procesos de corrupción que estos controles
134
detectan son más bien la excepción que la regla. Sin embargo, el introductor
del Foro, José Vidal-Beneyto, adoptó un enfoque más amplio, apuntando que
el problema no es el que enfrenta corrupción a democracia, sino el de la
corrupción de la propia democracia y señalando como causa radical de este
fenómeno la incompatibilidad de fondo que se observa entre capitalismo y
democracia [1]. Precisemos por este camino la forma que adopta esa
contradicción tan bien ejemplificada en nuestro país, junto a la dimensión que
alcanzan en él las prácticas corruptas.
Desde este enfoque más amplio, los casos de corrupción que se detectan
vienen a ser la punta del iceberg de males mucho más extendidos, en nuestro
caso heredados de la simbiosis entre capitalismo y medio siglo de despotismo
franquista… y de una transición política que excluyó a los críticos del sistema,
para reacomodar, bajo nueva cobertura democrática, las élites del poder que
siguen tomando las grandes decisiones y favoreciendo los grandes negocios
de espaldas a la mayoría. Las mismas Administraciones Públicas siguen
estando parasitadas por los intereses empresariales o partidistas que mandan
en cada sector… o en cada municipio, haciendo que trabajen a favor de estos
de forma normal y que la corrupción prospere las más de las veces con
cobertura legal. En el urbanismo se entronizó al “agente urbanizador” para
que, en connivencia con los políticos locales, utilice a sus anchas la trampa de
las reclasificaciones y recalificaciones de suelo. Así, operaciones y
megaproyectos urbanos que durante el franquismo eran calificados de
escándalos, se multiplicaron después, durante la democracia, revestidos de
impunidad legal y de buen hacer político y empresarial [2]. Iluminar este
oscuro caldo de cultivo tan propicio a la corrupción es el primer paso para
erradicarla. Lo cual exigiría avanzar hacia una democracia más participativa,
que sustituya el actual consenso reservado y elitista, por otro más amplio en
el que una ciudadanía activa e informada participe normalmente en las
decisiones de gobierno. Para ello habría que establecer un marco institucional
y una ética política que propicien esa participación informada a los distintos
niveles de gobierno, desde lo local y sectorial hasta las escalas más
agregadas. En este sentido apuntan las «buenas prácticas políticas»
contenidas en la «Propuesta de axiomas de participación» que a continuación
se presenta, elaborada al calor de las movilizaciones del 15-M, en la
primavera-verano de 2011, que aportaron una corriente de aire fresco al
entonces claustrofóbico ambiente electoral exigiendo «democracia real ya».
Contexto que indujo a reflexionar sobre esa democracia real o verdadera
enarbolada en las protestas, frente a la falsa o degradada existente.
La democracia, al albergar dos términos contradictorios, pueblo y poder,
arrastra una indefinición tan amplia que le permite oscilar entre el despotismo
y la acracia según el poder se divorcie o se fusione más o menos con el
pueblo [3]. Ahora que casi todos los regímenes políticos se dicen
135
democráticos, es el grado de participación efectiva del pueblo en la toma de
decisiones públicas el que marca el lugar que ocupan en el amplio abanico de
posibilidades antes mencionado. Y esta participación no cae del cielo, sino que
depende de la existencia de unas instituciones y de una ciudadanía activa e
implicada que la propicien. Ambas han fallado en nuestro país, lastrado por
una transición política que, como ya hemos indicado, supo reacomodar “sin
traumas”, bajo la nueva cobertura democrática, las élites del poder que
siguen haciendo los grandes negocios y tomando las grandes decisiones de
espaldas a la mayoría. Como también supo afianzar con éxito la
reinstauración monárquica impuesta por Franco, desplazando los conciliábulos
del poder desde El Pardo a La Zarzuela. Las nuevas protestas que vienen
denunciando este statu quo que daba por buena la política oficial, abren
horizontes de reflexión y de cambio ignorados por el bipartidismo reinante.
Las protestas critican la deriva despótica de la actual democracia, gobernada
por una “clase política” que es, a la vez, instrumento y parte de la oligarquía
imperante. Denuncian ese núcleo económico duro de empresarios
buscadores de concesiones, contratas, privatizaciones… o “pelotazos”
diversos y de políticos conseguidores, que facilitan el continuo asalto de lo
público. Ambos, ensimismados en sus peleas de poder, muestran
encefalograma plano en ideas y propuestas solidarias e ilusionantes para la
mayoría. «Mucho chorizo y poco pan», sintetizaba una de las pancartas del
15-M. Las mencionadas movilizaciones de protesta rompieron la mansa apatía
que venía otorgando impunidad a nuestros insignes “chorizos” e invitan a
pensar y posibilitar los cambios en el sistema que serían necesarios para
erradicar tan lamentable y despótica situación.
La reacción de los gobiernos frente a la nueva oleada de protestas ha sido
también clarificadora. ¿Es propio de una democracia prohibir que la
ciudadanía se reúna libremente en el ágora? No parece. Este gesto despótico
es más propio de la tiranía. Sin embargo, esto es lo que acabaron haciendo
como un solo hombre en Madrid los gobiernos central, autonómico y
municipal, cuando impidieron el libre acceso de los ciudadanos a la plaza
principal de la villa, la Puerta del Sol, acordonando los accesos, clausurando
las correspondientes estaciones de metro y ferrocarril suburbano y apaleando
con saña a quienes protestaban pacíficamente contra semejante atropello.
Tan grave provocación represiva suscitó la protesta, la represión
desproporcionada de ésta y las nuevas y más masivas movilizaciones de
personas indignadas. Esta espiral se cortó porque no podía seguir
permanentemente cerrada la Puerta del Sol, dando una imagen propia de un
estado de sitio. Así, tras cuatro días de protestas, la masiva manifestación
convocada por el 15-M ocupó de nuevo la plaza y volvieron a celebrarse en
ella las asambleas.
136
Estos eventos provocaron reacciones y declaraciones que evidencian la
naturaleza autoritaria de una nomenklatura próxima al poder cuyos hijos, a
diferencia de muchos indignados, no solo nacen con el pan, sino con el piso
debajo del brazo. Que el propio presidente del Congreso, José Bono,
defendiera tan lamentables actuaciones diciendo que «la democracia se
resuelve en las urnas, no en tiendas de campaña», mostró una demagogia
impropia de un presidente de esa instancia teóricamente representativa de la
democracia. Pues la democracia debe resolverse potenciando todas las
instancias de participación ciudadana, desde las asambleas en plazas y
barrios, hasta el propio congreso, como sugiere la Axiomática (elaborada en
junio de 2011, por José Manuel Naredo y Tomás R. Villasante, a raíz de las
movilizaciones del 15-M) que a continuación se presenta. Y una verdadera
democracia debería incentivarlas, no reprimirlas, y saludar positivamente la
labor realizada por 15-M en favor de una ciudadanía más activa y
participativa.
¡No más atropellos!
Propuesta de axiomas de participación a respetar por gobiernos
democráticos [4]
Cuando se le pregunta al 15-M que cuáles son sus propuestas,
creemos que su principal y primera propuesta debería de ser exigir
buenas prácticas políticas a todos los gobiernos, para evitar que se
sigan produciendo los habituales atropellos a la ciudadanía que se
ejemplifican más abajo. La siguiente propuesta de axiomas de
participación, en los que debería apoyarse la democracia real que
defendemos, las enuncia.
Nuestra idea es circular y enviar esta propuesta para que, tras ser
discutida, corregida y enriquecida en las asambleas, pueda ser
asumida por el movimiento. Se podría así contar con la propuesta
positiva, realista y contundente, de exigir unas buenas prácticas
políticas que permitan sacar los colores a quienes las sigan ignorando.
Estas prácticas tienen además la virtud de situarse por encima de
partidos y siglas políticas y de suscitar la aceptación de cualquier
persona que no se vea condicionada por intereses mezquinos e
inconfesables. Contribuirían, además, a reforzar y unir el movimiento
con acuerdos que se sitúen por encima de las posibles divergencias
que puedan surgir en el tratamiento de las distintas áreas temáticas.
AXIOMA 1.º: Un Gobierno democrático no puede tomar decisiones que
137
afecten a la mayoría de la población sin consultar previamente a dicha
población mediante referendo inequívocamente planteado y
debidamente informado. El cumplimento de este axioma exigiría
facilitar la convocatoria de referendo, a escala nacional, autonómica,
local, e incluso de barrio o distrito, cuando la importancia del tema lo
requiera o la población lo solicite, como es habitual en otros países con
más tradición democrática.
Ejemplos de actualidad:
– A escala nacional: No cabe decidir intervenciones militares sin
consultar a la población mediante referendo. Como tampoco cabe
aumentar la edad de jubilación, o los años de cotización, sin haber
consultado previamente con la población las posibles opciones para
financiar la Seguridad Social.
– A escala autonómica: No cabe privatizar el Canal de Isabel II sin
discutir las razones, ni consultar mediante referendo una decisión de
este porte.
– A escala municipal: No cabe hacer megaproyectos que alteren
significativamente la estética de la ciudad y el bolsillo de sus
habitantes, sin haber consultado previamente con ellos sus prioridades
y sus preferencias.
– A escala de barrio: No cabe convertir un parque público en un golf
privado o “remodelar” una plaza sin que los vecinos directamente
afectados participen tomando y orientando la decisión.
AXIOMA 2.º: Un Gobierno democrático no puede tomar decisiones que
afecten a la mayoría de la población hurtando el preceptivo debate en
los propios órganos deliberativos del Estado (parlamentos estatales,
autonómicos, plenos municipales…) a base de negociar y pactar con
los partidos políticos, a espaldas de cámaras o plenos, decisiones que
luego se someten a simple aprobación por la mayoría previamente
pactada. Estos pactos extraparlamentarios han pervertido el
funcionamiento democrático de nuestras instituciones, al convertir
muchos de los posibles debates en plenos y en parlamentos en meros
simulacros sin valor práctico alguno, porque el resultado venía
consensuado de antemano. Por eso, para desactivar estas prácticas de
consenso oscuro y elitista, cabe pasar a los Axiomas 3.º y 4.º que
resultan prioritarios.
Ejemplos de actualidad:
138
– A escala nacional: No cabe acordar en sigilo, como lamentablemente
se hizo, entre el PSOE y el PP la ley que abrió la puerta a la
privatización de las cajas de ahorros hurtando, tanto el preceptivo
debate parlamentario, como la consulta previa mediante referendo
que debería haber requerido una decisión tan importante.
– A escala autonómica y local: Un ejemplo paradigmático de
despotismo local y regional fue la ingeniería del consenso elitista tan
hábilmente manejada por Florentino Pérez, para sacar adelante,
ahogando la discusión en cámaras y plenos, con el acuerdo previo de
todos los grupos políticos, incluida IU, el doble pelotazo de
recalificación de terrenos y megaproyectos de la antigua y la nueva
ciudad deportiva del Real Madrid.
AXIOMA 3.º: Para hacer viables los axiomas 1 y 2, un Gobierno
democrático no puede precipitar decisiones que afectan a la mayoría
de la población sin haber estudiado previamente todas las posibles
opciones, informado con transparencia y facilitado que la ciudadanía
debidamente informada participe en las diversas instancias (mediante
referendo, en parlamentos, en plenos municipales, etc.) en la decisión
del plan de acción que estime más pertinente. Pues además de los
partidos y de los jueces, la democracia debe incorporar comisiones o
grupos orientados a promover trabajos de planificación participativa,
que ayuden a elaborar y priorizar propuestas a los distintos ámbitos de
participación, incluyendo las asambleas al nivel más descentralizado,
en barrios o pueblos (la experiencia de los presupuestos participativos
indica cómo se pueden regular y hacer viables estas prácticas).
Ejemplos de actualidad:
– A escala nacional: Un Gobierno no debe acordar ayudas a la banca en
compra de activos (por el 5% del PIB) y en avales (por el 10% del PIB),
sin haber estudiado previamente los problemas que tiene la banca y
sus posibles tratamientos, ni trazado planes a discutir y consensuar
con transparencia en todas las instancias de participación (incluido el
referendo, cuando la decisión afecte a la mayoría de la población o
condicione el futuro del país, la región o el municipio, o el de sectores
económicos o sociales importantes). Un Gobierno no debe endeudar al
país (ampliando el déficit presupuestario y emitiendo deuda pública),
ni gastar sus dineros alegremente (como ocurrió al principio de la
segunda legislatura de Zapatero) sin debatir tan graves decisiones (en
parlamentos o plenos municipales), ni someterlas a referendo.
– A escala autonómica y municipal: No cabe anteponer megaproyectos
139
llave en mano de olimpiadas, o de “operaciones” inmobiliarias o de
infraestructuras o de demolición-construcción de barrios enteros
(recordemos El Cabanyal), sin haber planteado, ni discutido planes de
futuro más amplios, con diversos escenarios, que permitan la
participación ciudadana en la toma de decisiones a todos los niveles
implicados.
AXIOMA 4.º: Un Gobierno democrático tiene que incentivar y acoger
con el máximo interés y apoyo institucional las leyes o propuestas
surgidas por iniciativa popular. Hay que advertir que los referendos
fruto de Iniciativas Legislativas Populares o de amplios movimientos
sociales, de abajo a arriba, plantean las preguntas que se han debatido
entre la gente. Mientras que los referendos que se plantean desde
gobiernos suelen albergar preguntas con truco para conseguir que
salga lo que se quiere desde el poder (para eso recurren a estudios
previos de opinión). De ahí que corresponde a los movimientos
sociales de base denunciar esos trucos para corregirlos o
desactivarlos. Con esta distinción este axioma debería ser prioritario,
porque la axiomática de la participación propuesta debería partir de la
voluntad e iniciativa de la gente como base de la democracia, pero
conviene aclarar que el orden en el que se presentan los axiomas no
presupone ninguna jerarquía de importancia ya que, en el fondo, están
relacionados (podríamos presentar los tres últimos como teoremas
cuyo enunciado se asocia al cumplimiento de los axiomas 1 y 2, pero
preferimos seguirlos llamando axiomas).
Ejemplos de actualidad:
En estos meses se ha presentado una Iniciativa Legislativa Popular
para frenar la oleada de desahucios que esta provocando la banca y el
desempleo, haciendo la propuesta de que sea suficiente la “dación” de
la vivienda y no tener que seguir pagando al banco toda la cantidad
adeudada, cuando el banco ya se queda con la casa. Pero a pesar de
mostrarse de acuerdo altos dignatarios del PP-PSOE, esta propuesta no
se someterá a referendo sino que tras breve debate seguramente se le
dará carpetazo por el bipartidismo obediente a los bancos.
AXIOMA 5.º: Un Gobierno democrático no solo tiene que incentivar el
buen funcionamiento de los instrumentos de participación y
deliberación actualmente existentes (Axioma 2.º), sino que además
tiene que apoyar con medios la extensión de estos instrumentos por
todo el cuerpo social, a fin de cubrir el actual déficit de participación e
implicación de la ciudadanía en la decisión, el control y la gestión de lo
público.
140
Ejemplos de actualidad:
El movimiento del 15-M es una buena prueba de lo que puede ser la
iniciativa desde la base, que ha escapado a la posibilidad de ser
manejado o de servir a siglas o a dirigentes. Y, al proyectarse en las
asambleas de barrios y pueblos, debería ser saludado como una
auténtica profundización democrática, como por otra parte parece
dicen las encuestas, aunque no lo sea por el bipartidismo reinante,
temeroso de perder el monopolio del poder que acostumbra a ejercer
en connivencia con las élites empresariales.
Aunque el orden de presentación de los axiomas va desde el poder a la base,
las iniciativas más creíbles e interesantes van desde la base hasta el poder. Lo
hemos comentado en relación con la convocatoria de posibles referendos.
Para el movimiento surgido en el 15-M deberíamos proponer ya que se lance
la reclamación de algún referendo concreto, como acaba de pasar en Italia o
en Islandia. Por ejemplo, sobre el tema de los desahucios y la “dación en
pago”, sobre lo que hay mucho consenso, sobre el pacto del euro… o, en el
caso de la Comunidad de Madrid, sobre el empeño del Gobierno de privatizar
el Canal de Isabel II.
Corolario
Si, como ha venido siendo habitual, el Gobierno decide y actúa sin tener en
cuenta a la ciudadanía, evita el debate en los propios órganos deliberativos
del Estado a través de oscuras componendas extraparlamentarias u otros
ardides y no incentiva, sino que castiga, las iniciativas ciudadanas de
participación, control y legislación, ese Gobierno no debe llamarse
democrático, sino despótico o autocrático, por mucho que fuera votado en su
día por una minoría suficiente del censo electoral.
Ejemplo a pequeña escala:
En un pueblo de la sierra de Madrid el PP sacó 295 votos (obteniendo la
mayoría absoluta); el PSOE 188; Zaide 83; IU 44 (la oposición suma 315), y los
nulos 40, en blanco 21, y abstenciones 287 (suman 348). Es decir, que con
menos de un tercio de los votos posibles la Ley Electoral le confiere a un
partido el Gobierno, y este se puede permitir no consultar a la población (que
mayoritariamente no le apoya) en los siguientes cuatro años.
A la luz de lo anterior, cabe concluir que los votos no facultan a los
gobernantes a comportarse de modo despótico, a ignorar e incluso castigar a
la ciudadanía, hurtándole derechos y dineros con medidas, megaproyectos y
141
prácticas corruptas que no habían sido ni siquiera explicitados en las
campañas, como lamentablemente ha venido ocurriendo, haciendo alarde de
malas prácticas políticas que el presente texto trata de denunciar y corregir.
Notas
[1] Este enfoque se vio poco después plasmado en el libro póstumo de J. Vidal-Beneyto, La
corrupción de la democracia, Los Libros de la Catarata, Madrid, 2010.
[2] Sobre la refundación oligárquica del poder operada en España a raíz de la llamada
"Transición democrática" véase J. M. Naredo, Por una oposición que se oponga, Anagrama,
Barcelona, 2001, así como F. Aguilera y J. M. Naredo (eds.), Economía, poder y
megaproyectos, Fundación César Manrique, «Economía & Naturaleza», Lanzarote, 2009 y J. M.
Naredo y J. A. Montiel, El modelo inmobiliario español y su culminación en el caso valenciano,
Icaria, Barcelona, 2011.
[3] Pues, como nos recordaba hace tiempo Agustín García Calvo, "en la sola palabra
democracia (que une ‘pueblo’, demo, como genitivo sujeto de kratos, ‘el poder’, pretendiendo
que signifique, no ‘fuerza ejercida sobre el pueblo’, sino ‘fuerza ejercida por el pueblo’,
evidentemente sobre nadie) se contiene el germen de todas las falacias, aquellas en cuya
virtud el pueblo elige a sus representantes y por lo tanto gobierna, sea dictatorial o
democráticamente; lo cual, por definición, quiere decir que ya no hay pueblo (esto es,
súbditos, contribuyentes, reclutas…, objeto en suma del poder) sino solo gobernantes". O que
también, si de verdad el poder fuera del pueblo "estaríamos en la acracia, no en la
democracia" (A. García Calvo, Apotegmas sobre marxismo, con motivo de la conmemoración
del nacimiento de C. Marx, Ruedo Ibérico, París, 1970, p. 31).
[4] La versión inicial de este texto figura en: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=130924
[Fuente: Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, n.º 117, 2012, pp.
131-139]
30/5/2012
Michael T. Klare
142
Un mundo de petróleo difícil
Los precios del petróleo son hoy más altos de lo que lo han sido nunca
excepto durante unos cuantos momentos frenéticos antes de la crisis
económica global de 2008. Muchos factores inmediatos están contribuyendo a
esta subida, entre los que se incluyen las amenazas de Irán de bloquear el
transporte de petróleo en el golfo Pérsico, los miedos a una nueva guerra en
Oriente Medio, y los conflictos en una Nigeria rica en energía. Algunas de
estas presiones podrían ceder en los próximos meses, dándonos así un respiro
temporal en el surtidor. Pero la causa principal de unos precios más altos —un
cambio fundamental en la estructura de la industria petrolera— no se puede
volver atrás, y por tanto los precios van a seguir altos durante un largo
tiempo. En términos de energía, estamos entrando en un mundo cuya
naturaleza amenazante debe todavía ser plenamente entendida. El cambio
fundamental se ha producido por la desaparición del petróleo relativamente
accesible y barato —el “petróleo fácil”, en la jerga de los analistas de la
industria—. En otras palabras, el tipo de petróleo que permitió una expansión
asombrosa de la riqueza mundial en los últimos 65 años y la creación de
comunidades suburbanas sin fin pensadas para el coche. Este petróleo casi se
ha acabado. El mundo todavía tiene grandes reservas de petróleo, pero son
las difíciles de conseguir, difíciles de refinar, la variedad de “petróleo difícil”.
De ahora en adelante, cada barril que consumamos costará más extraerlo,
costará más refinarlo —y por tanto será más caro en el surtidor—.
Aquellos que proclaman que el mundo sigue estando “inundado” de petróleo
técnicamente tienen razón: el planeta todavía alberga vastas reservas de
petróleo. Pero los propagandistas de la industria del petróleo normalmente se
equivocan al no tener en cuenta que no todos los depósitos de petróleo son
iguales: algunos se encuentran cerca de la superficie o cerca de la costa, y se
encuentran en rocas blandas, porosas. Otros se encuentran en aguas
profundas, lejos de la costa, o atrapados en formaciones de rocas poco
productivas. Los primeros son relativamente fáciles de explotar y producen un
combustible líquido que se puede refinar fácilmente para convertirlo en
líquidos utilizables. Los últimos solo se pueden explotar mediante técnicas
costosas y medioambientalmente peligrosas, y a menudo dan como resultado
un producto que se debe procesar mucho incluso antes de que pueda
empezar el refinado. La simple verdad de este asunto es esta: la mayor parte
de las reservas mundiales fáciles ya se han agotado —excepto aquellas en
países destrozados por la guerra como Irak—. Prácticamente todo el petróleo
que queda se encuentra en reservas más difíciles de alcanzar, más duras.
Entre estas se encuentra el petróleo de las aguas profundas y alejadas de la
costa, el petróleo del Ártico, y el petróleo de pizarra, junto a las “arenas
asfálticas” canadienses —que no están compuestas de petróleo en absoluto,
sino de barro, arena y un bitumen parecido al alquitrán—. Las así llamadas
143
reservas no convencionales de este tipo se pueden explotar, pero a menudo
con un precio asombroso, no solo en dólares sino también en daños al medio
ambiente.
En el negocio del petróleo, esta realidad fue reconocida por primera vez por el
presidente y consejero delegado de Chevron, David O’Reilly, en una carta de
2005 publicada en muchos periódicos estadounidenses. “Una cosa está clara”,
escribió, “la era del petróleo fácil se ha terminado”. No solo estaba
disminuyendo la producción de muchos campos petrolíferos existentes,
destacaba, sino que los “nuevos descubrimientos de energía se producen
principalmente en lugares en los que los recursos es difícil extraerlos, física,
económica, e incluso políticamente”.
Más pruebas de este cambio las proporcionó la Agencia Internacional de la
Energía (AIE) en un informe de 2010 sobre las perspectivas del petróleo
mundial. Para preparar este informe la agencia examinó la producción
histórica de los mayores campos productores del mundo —el “petróleo fácil”
del que depende el mundo para una abrumadora mayor parte de su
energía—. Los resultados fueron sorprendentes: se esperaba que estos
campos perdiesen tres cuartas partes de su capacidad productiva en los
próximos 25 años, eliminando 52 millones de barriles por día de la oferta
mundial de petróleo, o alrededor del 75% de la producción actual mundial de
crudo. Las implicaciones eran asombrosas: o se encuentra nuevo petróleo
para reemplazar a estos 52 millones de barriles o la Era del Petróleo llegará
pronto a su fin y la economía mundial colapsaría.
Naturalmente, como la AIE dejó claro ya en 2010, habrá nuevo petróleo, pero
solo de la variedad difícil que nos hará pagar un precio bien alto a todos
nosotros —y al planeta también—. Para comprender las implicaciones de
nuestra creciente dependencia del petróleo difícil, vale la pena dar un rápido
vistazo a alguno de los lugares de la Tierra más espeluznantes y que más
fácilmente se pueden dañar. Así que abróchense sus cinturones: nos vamos a
dirigir en primer lugar al mar —muy, muy lejano— para examinar el
“prometedor” nuevo mundo del petróleo del siglo XXI.
Petróleo de aguas profundas
Las compañías petrolíferas han estado perforando en áreas marinas desde
hace tiempo, especialmente en el golfo de México y el mar Caspio. Hasta hace
poco, sin embargo, tales esfuerzos se realizaban invariablemente en aguas
poco profundas —unas cuantas decenas de metros, como mucho—
permitiendo a las compañías petrolíferas utilizar perforadoras convencionales
montadas en embarcaderos ampliados. La perforación en aguas profundas, en
profundidades que superan los 300 metros, es algo completamente diferente.
144
Requiere plataformas de perforación especializadas, sofisticadas e
inmensamente costosas que pueden ascender a miles de millones de dólares.
La Deepwater Horizon, destruida en el golfo de México en abril de 2010 como
resultado de una explosión catastrófica, es un ejemplo bastante típico de este
fenómeno. El barco fue construido en 2001 por unos 500 millones de dólares,
y tenía unos costes de alrededor de un millón de dólares al día para personal
y mantenimiento. En parte como resultado de estos altos costes, BP tenía
prisa por acabar el trabajo en su malhadado pozo de Macondo y mover el
Deepwater Horizon a otra zona de perforación. Tales consideraciones
financieras, creen muchos analistas, explican las prisas con las que la
tripulación de barco selló el pozo —llevando a una fuga de gases explosivos
en el pozo y la explosión resultante—. BP tendrá que pagar ahora más de 30
millones de dólares para cubrir todas las denuncias por el daño producido por
su masivo derrame de petróleo. Tras el desastre, la administración de Obama
impuso una prohibición temporal a la perforación en aguas profundas. Apenas
dos años más tarde, la perforación en las aguas profundas del Golfo ha vuelto
a los niveles anteriores al desastre. El presidente Obama también ha firmado
un acuerdo con México permitiendo la perforación en la parte más profunda
del Golfo, a lo largo de la frontera marítima entre los EE.UU. y México.
Mientras tanto, la perforación en aguas profundas se está acelerando en otras
partes. Brasil, por ejemplo, se está moviendo para explotar sus campos
“presalinos” (así llamados porque yacen bajo una capa de sales movedizas)
en las aguas del Océano Atlántico lejos de la costa de Rio de Janeiro. De forma
similar se están desarrollando nuevos campos lejos de la costa en las aguas
profundas de Ghana, Sierra Leona y Liberia. Para 2020, dice el analista de
energía John Westwood, tales campos de aguas profundas proporcionarán el
10% del suministro mundial de petróleo, desde solo un 1% en 1995. Pero esta
producción añadida no será barata: la mayor parte de estos nuevos campos
costarán decenas o centenares de miles de millones de dólares en desarrollo,
y sólo serán rentables mientras el petróleo se siga vendiendo a 90 dólares o
más el barril.
Los campos a cierta distancia de la costa de Brasil, considerados por algunos
expertos los descubrimientos más prometedores de petróleo de este siglo,
serán especialmente caros, porque yacen bajo 2,4 km. de agua y 4 km. de
arena, rocas y sal. Será necesario el equipamiento más avanzado del mundo
—alguno todavía en desarrollo—. Petrobras, la empresa energética estatal, ya
ha comprometido 53 millones de dólares en el proyecto para 2011-2015, y la
mayor parte de los analistas creen que esto será solo un modesto anticipo de
un asombroso precio final.
Petróleo ártico
145
Se espera que el Ártico proporcione una parte importante de la futura oferta
mundial de petróleo. Hasta hace poco, la producción en el lejano norte ha sido
muy limitada. Excepto en el área de la bahía de Prudhoe de Alaska y algunos
campos de Siberia, las principales compañías en gran parte han rehuido la
región. Pero ahora, viendo pocas opciones alternativas, están preparando
grandes incursiones en un Ártico que se está fundiendo. Desde cualquier
perspectiva, el Ártico es el último lugar en el que querrías perforar en busca
de petróleo. Las tormentas son frecuentes y las temperaturas en invierno
caen muy por debajo del punto de congelación. El equipo más habitual no
funcionará bajo estas condiciones. Son necesarios recambios especializados (y
caros). El personal no puede vivir en la región durante mucho tiempo. Los
suministros más básicos —alimentos, combustible, materiales de
construcción— deben ser traídos desde miles de kilómetros con un coste
fenomenal.
Pero el Ártico tiene sus atractivos: miles de millones de barriles de petróleo
por explotar, para ser exactos. Según el Servicio Geológico de los EE.UU.
(USGS), el área al norte del Círculo Polar Ártico, con solo un 6% de la
superficie del planeta, contiene una estimación de un 13% del petróleo que
queda (y aún una parte mayor de gas natural no desarrollado); números que
ninguna otra región puede igualar. Con pocos otros lugares a los que ir, las
principales compañías de energía se preparan para lanzarse a explotar las
riquezas del Ártico. Este verano, Royal Dutch Shell se espera que empiece las
pruebas de perforación en zonas de los Mares de Beaufort y Chukchi
adyacentes al norte de Alaska. (La administración de Obama todavía debe
conceder los permisos finales de operación para estas actividades, pero se
espera la aprobación). Al mismo tiempo, Statoil y otras firmas están
planeando extender la perforación en el mar de Barents, en el norte de
Noruega. Como con todos estos escenarios de energía extremos, el aumento
de la producción en el Ártico disparará significativamente los costes de
funcionamiento de las compañías. Shell, por ejemplo, ya se ha gastado 4.000
millones de dólares solo en preparativos para pruebas de perforación lejos de
la costa de Alaska, sin haber producido un solo barril de petróleo. El desarrollo
a plena capacidad en esta región ecológicamente frágil, al que se oponen
fieramente los ecologistas y los pueblos locales nativos, multiplicará esta cifra
por mucho.
Arenas asfálticas y petróleo pesado
Otra parte significativa de la oferta futura de petróleo mundial se espera que
proceda de las arenas asfálticas canadienses (también llamadas “arenas
bituminosas”) y el petróleo extrapesado de Venezuela. Ninguno de los dos es
lo que normalmente se entiende por petróleo. Al no ser líquidos en su estado
natural no se pueden extraer con los materiales tradicionales de perforación,
146
pero existen en gran abundancia. Según la USGS, las arenas asfálticas de
Canadá contienen el equivalente a 1,7 billones de barriles de petróleo
convencional (líquido), mientras los depósitos de petróleo pesado de
Venezuela se dice que albergan otro billón de barriles equivalentes de
petróleo —aunque no todo este material se considera “recuperable” con la
tecnología existente—.
Quienes proclaman que la Era del Petróleo está lejos de acabarse a menudo
señalan estas reservas como prueba de que el mundo todavía puede extraer
inmensos suministros de combustibles fósiles sin explotar. Y es ciertamente
concebible que, con la aplicación de tecnologías avanzadas y una total
indiferencia por las consecuencias medioambientales, estos recursos de hecho
finalmente serán cosechados. Pero esto no es petróleo fácil.
Hasta ahora, las arenas asfálticas de Canadá se han obtenido mediante un
proceso parecido a la minería a cielo abierto, utilizando palas monstruosas
para sacar una mezcla de arena y bitumen de la tierra. Pero la mayor parte de
este bitumen cercano a la superficie en la provincia rica en arenas asfálticas
de Alberta ya se ha agotado, lo que significa que toda futura extracción
exigirá un proceso mucho más complejo y costoso. Se tiene que inyectar
vapor en concentraciones más profundas para fundir el bitumen y permitir su
recuperación mediante enormes bombas. Esto requiere una inversión colosal
en infraestructura y energía, así como la construcción de instalaciones para el
tratamiento de todos los desechos tóxicos resultantes. Según el Instituto
Canadiense de Investigación sobre la Energía, el pleno desarrollo de las
arenas asfálticas de Alberta exigirá una inversión mínima de 218.000 millones
en los próximos 25 años, sin incluir el coste de construcción de oleoductos a
los EE.UU. (como el propuesto Keystone XL) para su procesamiento en las
refinerías estadounidenses.
El desarrollo del petróleo pesado de Venezuela exige una inversión de una
escala comparable. El anillo del Orinoco, una concentración especialmente
densa de petróleo pesado colindante con el río Orinoco, se cree que contiene
unas reservas recuperables de 513.000 millones de barriles de petróleo
—quizá la mayor fuente de petróleo no explotado del planeta—. Pero convertir
esta forma de bitumen similar a la melaza en un líquido utilizable supera de
lejos la capacidad técnica o los recursos financieros de la compañía estatal de
petróleo, Petróleos de Venezuela S.A. En consecuencia, está buscando ahora
socios extranjeros que deseen invertir los 10.000-20.000 millones requeridos
solo para construir las instalaciones necesarias.
Los costes ocultos
Las reservas de petróleo difícil como estas proporcionarán la mayor parte del
147
nuevo petróleo mundial en los próximos años. Una cosa está clara: aunque
puedan reemplazar el petróleo barato en nuestras vidas, el coste de todo lo
relacionado con el petróleo —ya sea la gasolina en el surtidor, los productos
producidos con petróleo, los fertilizantes, en prácticamente todos los aspectos
de nuestra vida— va a crecer. Acostúmbrense a ello. Si las cosas van como
está previsto actualmente, vamos a estar empeñados con las grandes
compañías de petróleo en las próximas décadas.
Y estos son solo los costes más obvios en una situación en la que abundan los
costes ocultos, especialmente en el medio ambiente. Como sucedió
con Deepwater Horizon, la extracción de petróleo en áreas de aguas
profundas lejos de la costa y otras localizaciones geográficas extremas
aseguran mayores riesgos medioambientales. Después de todo, se vertieron
aproximadamente 19 millones de litros de petróleo en el golfo de México,
gracias a la negligencia de BP, causando un daño importante a la fauna
marina y a los hábitats costeros.
Tenga en cuenta que, por catastrófico que fuese, sucedió en el golfo de
México, donde se pueden movilizar vastas fuerzas de limpieza y la capacidad
de recuperación natural del ecosistema era relativamente robusta. El Ártico y
Groenlandia son una historia completamente diferente, dada su distancia de
las capacidades de recuperación establecidas y la extrema vulnerabilidad de
sus ecosistemas. Los esfuerzos para restaurar tales áreas en caso de
derrames masivos de petróleo costarían muchas veces los 30.000-40.000
millones de dólares que se espera que pague BP por el daño del Deepwater
Horizon y serían mucho menos efectivos. Además de todo esto, muchos de los
campos de petróleo difícil más prometedores se encuentran en Rusia, la
cuenca del mar Caspio y zonas propensas al conflicto de África. Para operar
en estas áreas, las compañías petrolíferas se enfrentarán no solo a los
previsibles altos costes de extracción, sino también a costes adicionales
relacionados con los sistemas locales de soborno y extorsión, sabotaje por
parte de grupos guerrilleros y las consecuencias de conflictos civiles.
Y no olvidemos el coste final: si todos estos barriles de petróleo o de
sustancias parecidas al petróleo se producen realmente en los lugares menos
atrayentes de este planeta, durante las próximas décadas continuaremos
quemando de forma masiva combustibles fósiles, creando aún más gases de
efecto invernadero como si no hubiese un mañana. Y esta es la triste verdad:
si seguimos la senda del petróleo difícil en lugar de invertir masivamente en
energías alternativas, podemos clausurar cualquier esperanza de evitar las
consecuencias más catastróficas de un planeta más caliente y más turbulento.
Así que sí, hay petróleo por ahí. Pero no, no será más barato, no importa
cuánto haya. Y sí, las compañías petrolíferas pueden conseguirlo, pero siendo
148
realistas, ¿quién lo querría?
[Este artículo, publicado originalmente en TomDispatch.com, ha sido
traducido del inglés por Carlos Valmaseda para la revista Espai Marx
(www.espai-marx.net). Michael T. Klare es profesor de estudios sobre
paz y seguridad mundial en el Hampshire College y autor del libro
recién publicado The Race for What’s Left: The Global Scramble for
the World’s Last Resources (Metropolitan Books)]
18/5/2012
Antonio Turiel
40 años de "Los límites del crecimiento"
Escenario estándar (BAU) en el informe Límites del crecimiento, encargado por el Club de Roma en
1972.
Queridos lectores,
De un tiempo a esta parte se encuentran cada vez más artículos en los
periódicos en los cuales se niega la posibilidad de que haya límites al
crecimiento con cierta vehemencia y con buena carga de sofismas, cuando no
directamente de falacias. La lista de tales artículos es larguísima y sin duda el
149
lector tendrá sus propias preferencias y fobias; yo escojo aquí, a modo de
ejemplo simple y arquetipo, un artículo bastante flojo publicado hace unos
días en el diario español ABC: “Quién fue a hablar”. El articulista utiliza una
crítica genérica y mal fundamentada al ya viejo informe Los límites del
crecimiento como excusa para después cargar contra toda la ralea de progres
y neokeynesianos, dando por sentada con una frase la "indiscutible" conexión
entre aquellos malditos neomalthusianos de hace 40 años y los que, siempre
dentro del BAU, proponen una versión sólo un poco más relajada.
Si hay algo que destaca de esos artículos no es la repetición de los mismos
manidos y falaces argumentos (que ahora comentaré brevemente) sino la
cadencia cada vez más frecuente de estos artículos, desde el “Habrá
petróleo” de Daniel Yergin (personaje del que ya hablamos aquí) hasta el
“Malthus sigue vivo con los alarmistas del Peak Oil”, pasando por otras
contribuciones patrias como “¿Decrecimiento o abundancia?”, por citar sólo
tres de las decenas de artículos del mismo tenor en medios de diversa
difusión y penetración social. En este blog no he dedicado ningún post al
informe Los límites del crecimiento, que este año cumple 40 años (y sobre el
que íbamos a hablar en Madrid dentro de un mes en un encuentro que ya no
se celebrará por falta de fondos), y creo que el momento es llegado de
explicar un poco qué fue y por qué se le criticó, y por qué la mayoría de lo que
se dice actualmente sobre él no son más que tonterías infundadas. No haré un
análisis en detalle, sólo un repaso muy rápido de las cuestiones
fundamentales.
En 1972 un grupo de científicos del Massachusetts Institute of Technology
realizó por encargo del Club de Roma un estudio usando la entonces
novedosa teoría de la dinámica de sistemas. El objetivo del estudio era
responder a una pregunta: ¿puede el crecimiento económico y material
continuar indefinidamente en un planeta finito? Para poder responder esa
pregunta, los científicos hicieron un análisis usando una serie de descriptores
generales o variables agregadas (por ejemplo, no hay en el modelo "petróleo",
"hierro" o "uranio" sino "materias primas") y propusieron una serie de
relaciones dinámicas más o menos razonables entre estas variables, las
cuales incluyen la población, la producción de alimentos, la contaminación o la
producción industrial, todas ellas a escala global. Los autores asignaron unos
valores iniciales a estas variables y a sus interacciones que eran más o menos
razonables a partir de los datos históricos, y con ellos crearon un escenario
estándar cuya evolución calcularon con sus ordenadores. El diseño del
escenario tenía por supuesto en cuenta que la producción de materias primas
sigue una curva de evolución à la Hubbert, lo cual, en particular, implica que
se asume que se descubrirán nuevos recursos con el tiempo (lo cual ya
desmonta parte de las tonterías que se suelen decir sobre el informe). Con
ese escenario la población del planeta comienza a colapsar a partir de 2018 y
150
lo hace de manera suave y progresiva, lo cual desmonta también otro buen
cúmulo de tonterías sobre los plazos que se suelen decir (la mayoría de la
gente que opina sobre el informe no lo ha leído, por supuesto, y se basan en
algunas cifras de cocientes Q/P de aquella época —se explica el concepto en
un post anterior— que aparecen en una tabla, y de ahí empiezan a decir que
Los límites del crecimiento vaticinaba que el petróleo se agotaría en 1990,
como si los autores no supiesen que tanto Q como P varían con el tiempo; de
hecho, los autores dicen explícitamente que Q y P varían en el tiempo, y
justamente dos de los parámetros del modelo son las URR y la tasa marginal
de declive). Dado que los resultados de la simulación de evolución de su
escenario estándar no era demasiado halagüeña (son las gráficas que abren
este post) y aceptando las incertidumbres en la determinación de sus
parámetros, los autores hicieron una serie de pruebas jugando con los valores
de entrada, y en particular crearon un segundo escenario, el de eficiencia,
duplicando los recursos y la eficiencia en su uso. En ese caso el colapso
comenzaría hacia 2070, lo cual a escala histórica no supone una gran
diferencia: el crecimiento no es sostenible. Plantearon aún un tercer
escenario, el de estabilización del consumo, en el que los recursos usados
finalmente —se asumen renovables— no son agotables, y así se evitaba el
colapso durante el siglo XXI, aunque quedaba claro que se tendrían que tomar
medidas importantes de adaptación.
El informe, en resumen, sólo recogía una serie de observaciones académicas
ejecutadas con rigor sobre una cuestión que debería ser obvia: que el
crecimiento no puede seguir para siempre (algo que con argumentos simples
ya hemos comentado en este blog). A pesar del rigor del estudio, la manera
precisa con la que se establecieron las hipótesis y la honestidad con la que se
establecieron las salvedades y cautelas, prácticamente desde el principio el
informe fue duramente criticado y acusado de pretender cosas muy diferentes
de las que pretendía. En poco tiempo se acuñó una etiqueta, una palabra para
descalificar rápidamente las conclusiones obvias: neomalthusianismo. En
suma: que los que denunciaban que el crecimiento no podía continuar
eternamente pasaban a ser sospechosos de desear un colapso de la población
o incluso una especie de extermino a gran escala.
Desde la perspectiva de un científico no deja de ser curioso la cantidad de
veces que se aventan campañas de desprestigio contra teorías con mayor o
menor fundamento científico (como la del cambio climático), y se introduce la
insidia de que tienen un gran sesgo ideológico y un plan oculto, el cual
mediáticamente se denuncia con gran aspaviento. No deja de ser curioso,
porque lo que se tendría que hacer es discutir los hechos de manera científica
y fundada, en revistas especializadas en las que los miembros de la
comunidad pueden intervenir y discutir los detalles. Y lo que resulta ridículo es
presuponer un sesgo ideológico a la ciencia aplicada mientras se camufla el
151
obvio sesgo ideológico del discurso BAU. Por tanto, y de acuerdo con la
filosofía de este blog, considero importante acabar este post haciendo una
pequeña discusión sobre los aspectos no rigurosos, no científicos, del discurso
BAU (de los aspectos ideológicos sin duda ya se encargarán otros).
Porque si algo caracteriza al discurso económico que se cacarea desde los
grandes foros políticos y mediáticos es su falta de rigor técnico. Una cosa que
a mí siempre me sorprende es cuántas veces uno comprueba que los
economistas que nos insisten en verdades absolutas como el equilibrio entre
oferta y demanda o las ventajas del libre mercado para regular todos los
aspectos de la vida no tienen idea de las hipótesis que fundamentan la actual
teoría económica, y no se plantean comprobar en cada caso concreto si las
hipótesis se están verificando o no, cuando en realidad muchas veces la
respuesta es que no. Esta falta de rigor se vuelve grotesca cuando uno ve el
énfasis que se pone en el proceso deductivo, que se explica y sobreexplica,
sin haber comprobado si las premisas eran válidas. Tal tendencia a considerar
sólo las partes del proceso lógico-deductivo acaba pareciéndome como los
trucos del prestidigitador, que busca distraer a la audiencia para que no se
vea el truco. Algunos autores, un poco más rigurosos, hablan a veces de
“fallos del mercado” (hay una magnífica y recomendable serie sobre algunos
de esos fallos del mercado, "Citizen K", en Acorazado Aurora), pero su
discurso asume que el efecto de tal fallo es una desviación progresiva,
continua, respecto a la situación ideal. Lo cual no se sigue lógicamente,
porque en muchos casos la premisa que falla es de tipo cualitativo, no
cuantitativo, con lo que no tiene sentido asumir tal cosa sin haber siquiera
intentado cuantificar el efecto del fallo. Pero, de nuevo, la prestidigitación
retórica y la sobrecarga de conceptos no explicados sirve para disimular estas
carencias.
Desde el punto de vista de la Física Estadística el mejor sistema, el más
robusto, es el autoorganizado, lo cual en principio indicaría que el libre
mercado es la mejor forma de organización económica (económica, no de
otros ámbitos, pero ésa es otra discusión). Sin embargo, hace tiempo que
sospecho que el libre mercado es una idealización posiblemente inalcanzable.
Así que repetir tantas y tantas veces lo bueno que es el libre mercado, sin
querer ver que lo que tenemos no lo es (puesto que está muy controlado por
oligopolios), y hacer tanto discurso teórico sobre sus bondades, es claramente
absurdo si el libre mercado ni existe ni existirá, lo cual debería ser la principal
discusión. Porque, como decía un profesor mío de Análisis Funcional, "el
conjunto vacío verifica todas las posibilidades", y añadía, para hacerlo
entender mejor: "Todos los cangrejos de la Luna son azules". También el libre
mercado es el mejor de los sistemas económicos.
P.D.: Hay un librito que se titula Una comparación de “Los límites del
152
crecimiento” con treinta años de realidad que, si entienden el inglés, les
recomiendo. Resulta que de momento estamos siguiendo con bastante
precisión el escenario estándar o BAU. El peor, vaya.
Addenda: Merece la pena echar un vistazo a la comparación que han hecho
en la Agencia de Evaluación Medioambiental de Holanda entre los valores
realmente medidos de las variables agregadas durante los últimos 40 años y
las evoluciones del escenario estándar y estabilizado. Ustedes dirán...
Esta gráfica ha sido republicada por Scientifc American, de donde yo la he tomado:
http://www.scientificamerican.com/article.cfm?id=apocalypse-soon-has-civilization-passed-the-environm
ental-point-of-no-return
[Antonio Turiel es científico titular del CSIC y autor del blog The Oil
Crash, del que procede este texto. Colaboró en el último número
monográfico de mientras tanto (n.º 117, dedicado a "Los límites del
crecimiento. Crisis energética y cambio climático") con el artículo "El
declive energético", que ahora ponemos a disposición de los lectores
y lectoras de mientrastanto.e]
153
25/5/2012
Antoni Jesús Aguiló y Ana Cristina Santos
Despatologizar, despenalizar, desaprender: luchas LGTB y
emancipación social
Hace veintidós años, el 17 de mayo de 1990, la Organización Mundial de la
Salud (OMS), siguiendo los pasos dados en la década de los setenta por la
psiquiatría norteamericana, suprimía la homosexualidad del CIE 10, la
Clasificación Internacional de Enfermedades. La eliminación de la supuesta
condición patológica de gays y lesbianas fue un acontecimiento crucial en el
largo camino hacia la emancipación del colectivo homosexual, poniendo al
descubierto la homofobia (re)producida y legitimada por el discurso médico
oficial y contribuyendo enormemente a la aceptación social de la
homosexualidad.
Por “homofobia” (y, más en general, por LGTBfobia) entendemos un fenómeno
social y cultural que consiste en un conjunto persistente de actitudes y
sentimientos de repulsión, rechazo, miedo psicológico y social, hostilidad,
vergüenza, intolerancia, odio y desprecio, entre otras actitudes negativas, de
gays, lesbianas, bisexuales y transexuales por el mero hecho de serlo. La
LGTBfobia, al igual que el racismo, el machismo o el clasismo social, entre
otras formas de discriminación, se expresa (a veces de manera sutil e
indirecta, otras de manera brutal y sangrienta) a través de discursos,
prácticas y relaciones sociales de opresión y dominación de unos grupos sobre
otros. Estas relaciones, que pueden ir desde la violencia física hasta la
violencia simbólica (humillación verbal, discriminación legal o ausencia de
reconocimiento social, entre otras formas), limitan la capacidad de las
personas afectadas para desarrollar y expresar en contextos públicos
determinados sentimientos, experiencias y pensamientos, competencia
necesaria para un autodesarrollo psicosocial satisfactorio. Su objetivo último
es, por tanto, inferiorizar, invisibilizar y destrozar psicológica (e incluso
físicamente) a quienes las sufren.
Lamentablemente, la despatologización de la homosexualidad no significó el
fin de la homofobia, y mucho menos el de la LGTBfobia alentada durante
siglos, de manera especial a partir de la modernidad occidental, por un
numeroso contingente de agentes e instituciones, incluyendo la academia, el
derecho, la medicina, la enseñanza, los medios de comunicación y la religión.
Guiados por una ideología [1] patriarcal y homofóbica, construyeron lenguajes
repletos de imágenes estereotipadas y discursos punitivos que degradaban a
las personas LGTB a una condición subhumanidad y las relegaban a un estado
de marginalidad, anormalidad, enfermedad e inmoralidad que ha servido (y
sirve) para justificar alrededor del mundo su persecución, humillación,
154
asesinato, tortura, maltrato, detención arbitraria, negación de oportunidades y
violación de derechos. Esta ideología patriarcal y homofóbica (re)productora
de subhumanidad se sustenta en un patrón de pensamiento colonial,
machista, racista y heterocéntrico que, como señala el sociólogo Aníbal
Quijano [2], establece “una concepción de humanidad según la cual la
población del mundo se diferenciaba en inferiores y superiores, irracionales y
racionales, primitivos y civilizados, tradicionales y modernos”. Se trata de una
razón que comprende la diferencia como peligro y la valora como desigualdad
e inferioridad; una razón “perezosa, que se considera única, exclusiva, y que
no se ejercita lo suficiente como para poder mirar la riqueza inagotable del
mundo” [3]. En otras palabras, las diferencias (epistémicas, étnicas, de
género, sexuales, económicas, etc.) son naturalizadas y utilizadas para
justificar un trato diferente (léase jerárquico), es decir, para atribuir a los
“diferentes” (las personas LGTB, en este caso) una serie de esencias, roles y
atributos inferiorizantes en función de su condición afectiva y sexual. Las
personas no heterosexuales son, en este sentido, vistas y declaradas “lo otro”
de la humanidad, legitimando y naturalizando, en consecuencia, un
entramado de opresión, subordinación y deshumanización del colectivo.
A pesar de las conquistas notables que en los últimos años se han conseguido
en diferentes países del mundo en el campo de la legislación pública sobre
diversidad afectiva y sexual, la lucha pacífica y democrática por la igualdad
real y el reconocimiento público del colectivo LGTB no ha terminado. No
podemos olvidar, además, que los derechos se ganan, pero también se
pueden perder. Los derechos no son realidades eternas e inmutables ni
concesiones irrevocables y definitivas, sino conquistas sociojurídicas logradas
con mucho esfuerzo, productos culturales, bienes comunes resultantes de
tenaces luchas históricas y sociales. Queda un camino muy largo por recorrer
para la consecución del verdadero cambio mental y social sin el cual la
igualdad efectiva de gays, lesbianas, bisexuales y transexuales seguirá siendo
una utopía. El reconocimiento jurídico y la normalidad legal del colectivo LGTB
no han llegado de la misma manera ni al mismo ritmo que el reconocimiento y
la normalidad social. Esta falta de coincidencia señala los diferentes modos en
que las personas LGTB siguen luchando contra el prejuicio y la violencia
legitimados por la heteronormatividad. Continúa vigente un modelo de
sociedad patriarcal, androcéntrica y heterosexista en la que la
heterosexualidad es privilegiada y considerada la orientación sexual normal y
natural: todas las personas son consideradas heterosexuales hasta que se
demuestre lo contrario. El heterosexismo y la heteronormatividad están
institucionalizados en el trabajo, la educación, el lenguaje, la salud, los
servicios públicos, los medios de comunicación, la cultura y la religión, entre
otros ámbitos de la vida individual y colectiva, favoreciendo los
comportamientos y mensajes discriminatorios.
155
La persistencia de la homofobia, la bifobia y la transfobia perpetúan
situaciones de discriminación y violencia estructural que matan y perjudican a
las personas LGTB, independientemente de su posición social, país, edad,
credo o ideología. Según informa el observatorio de la ONG internacional
Transgender Europe, cada tres días es asesinada una persona transexual en el
mundo; en San Petersburgo (Rusia), desde finales de marzo está en vigor la
ley que prohíbe cualquier tipo de “propaganda homosexual” entre los
menores, siendo detenidos dos jóvenes manifestantes por mostrar carteles
con la consigna “ser gay es normal” [4]; recientemente, la ganadora del
Premio Nobel de la Paz en 2011, Ellen Johnson Sirleaf, se mostraba, con unas
declaraciones decepcionantes y ofensivas, partidaria de aplicar la pena de
cárcel, y por tanto criminalizar, los “actos homosexuales”. En España, desde
hace casi siete años, el actual partido gobernante (PP) tiene recurrida ante el
Tribunal Constitucional la ley que permite el matrimonio entre personas del
mismo sexo; y, entre tanto, algún peligroso obispo, violando impunemente los
valores constitucionales, y no pudiendo condenar a las personas LGTB al
fuego de la Inquisición, las ha condenado al fuego del infierno. En Portugal, la
Federação pela Vida ha presentado recientemente una petición que persigue
cambios regresivos en la legislación que regula el matrimonio entre personas
del mismo sexo y la ley de identidad de género, entre otras leyes. En Grecia,
grupos de simpatizantes neonazis del partido Amanecer Dorado han advertido
a las personas homosexuales que, después de los inmigrantes, ellos serán los
siguientes en la lista. Son sólo algunas amenazas preocupantes de la
actualidad que ilustran de manera evidente el carácter provisional y frágil de
conquistas sociojurídicas fundamentales.
La lucha constante que las personas y grupos LGTB han mantenido en todo el
mundo a lo largo de la historia ha permitido denunciar y visibilizar una forma
de violencia que sigue formando parte de nuestras mentalidades y
sociedades. Luchar por el reconocimiento igualitario y efectivo de la
diversidad sexual y afectiva es luchar para que la diversidad no se traduzca
en estados de subhumanidad. Es luchar contra los esquemas epistémicos y las
estructuras socioculturales que establecen grados o jerarquías de humanidad
y someten a las personas LGTB a situaciones de invisibilidad e inferioridad
permanentes, ya sea tratándolos como enfermos, pecadores o delincuentes.
Al igual que la LGTBfobia se construye social y culturalmente, también se
puede deconstruir. Consideramos, a tal efecto, que las luchas por la
emancipación LGTB presentes y futuras deben guiarse por tres principios
claves:
Despatologizar, que significa desnaturalizar la medicalización y biologización
de los roles de género y los comportamientos sexuales, así como combatir el
poder biomédico como discurso hegemónico sobre los cuerpos y las
156
sexualidades. Despatologizar significa también cuestionar los prejuicios
médicos y la legitimidad científica de los pretendidos diagnósticos
(“trastorno”), tratamientos y terapias, insertando los discursos patologizantes
en el ámbito de fenómenos sociales y colectivos más profundos, como las
relaciones hegemónicas de poder, que construyen y objetivan cánones
dominantes de salud, que establecen lo que se considera “normal” y lo que se
considera “patológico”.
Despenalizar no significa únicamente dejar de perseguir, discriminar y
castigar por ley las relaciones afectivas y sexuales entre personas del mismo
sexo, sino también reconocer constitucional y legislativamente los derechos
civiles (matrimonio, parentalidad, libertad de expresión y asociación, etc.) de
las personas LGTB, derechos que son la condición básica en la que se apoya la
ciudadanía íntima [5], sexual y reproductiva.
Desaprender significa, ante todo, desenmascarar y, en la medida de lo
posible, abandonar el vasto conjunto de técnicas, estrategias y fuentes de
opresión (esquemas, teorías, ideas, conceptos, estereotipos, percepciones,
normas de actuación, hábitos, conversaciones, interpretaciones, etc. sobre la
diversidad sexual) presentadas como “veracidades incambiables y verdades
sagradas” [6] que justifican, sostienen y reproducen el machismo, el sexismo
y el heterosexismo en los que se funda el patriarcado. Desaprender es mucho
más difícil que aprender, pues al poner en cuestión los viejos conceptos algo
se tambalea y quiebra en nosotros, permitiendo a quien desaprende sustituir
el desconocimiento, el prejuicio y el miedo por la solidaridad, lo que abre
nuevas y estimulantes posibilidades de relaciones humanas, más justas y
democráticas.
Estas tres palabras pueden, a su vez, condensarse en una sola: empoderar,
que consiste un proceso de capacitación en el que las personas y grupos LGTB
adquieren autoconfianza y autoestima y ganan la fuerza necesaria para para
transformar en diferentes contextos y situaciones su posición de
subordinación en las relaciones sociales. Tal y como lo define la antropóloga
mexicana Marcela Lagarde [7], “empoderamiento significa, en términos
políticos, modificar las pautas políticas que coartan la vida personal y
colectiva al crear condiciones para eliminar los poderes personales y sociales
que oprimen”.
Veintidós dos años, en términos históricos, son muy pocos para el cambio de
ideas y mentalidades, que es lento y no repentino. Sin embargo, el largo
camino hacia la emancipación LGTB debe continuar, impulsado por las fuerzas
imparables de la igualdad y la diversidad. Ernest Hemingway [8] escribió una
vez: “El mundo es un buen lugar, y vale la pena luchar por él”. Estamos de
acuerdo con la segunda parte, por eso no podemos dejar de celebrar y
157
reivindicar este día.
Notas
[1] En el sentido gramsciano del término, es decir, como una concepción del mundo que se
expresa en el terreno de las ideas y las prácticas y aspira, ganando la disputa por la
hegemonía social y cultural, a convertirse en sentido común.
[2] Quijano, A. (2000), “Colonialidad del poder y clasificación social”, Journal of
World-Systems Research, vol. VI, n° 2, p. 344.
[3] Santos, B. S. (2006), Renovar la teoría crítica y reinventar la emancipación social
(encuentros en Buenos Aires), CLACSO, Buenos Aires, pág. 20.
[4] Para información detallada sobre la criminalización de la diversidad sexual, véase el
informe de E. Bruce-Jones y L. Paoli Itaborahy (2011), «Homofobia de Estado. Un informe
mundial sobre las leyes que prohíben la actividad sexual con consentimiento entre personas
adultas», Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersex.
Disponible en: http://old.ilga.org/Statehomophobia/ILGA_Homofobia_de_Estado_2011.pdf
[Consulta: 11-05-2012].
[5] Término del sociólogo Ken Plummer relacionado con las decisiones que las personas
deben tomar sobre el control y uso del propio cuerpo, identidades, sentimientos, relaciones,
experiencias eróticas, etc. Véase Plummer, K. (2003), Intimate Citizenship: Private Decisions
and Public Dialogues, Seattle, University of Washington Press.
[6] Dussel, E. (2001), Hacia una filosofía política crítica, Desclée de Brouwer, Bilbao, p. 29.
[7] Lagarde, M (2000), Claves feministas para la autoestima de las mujeres, Ed. Horas y
Horas, Madrid, p. 27.
[8] Hemingway, E. (1991), Por quién doblan las campanas, Ed. Andrés Bello, Santiago de
Chile, p. 500.
[Antoni Jesús Aguiló es investigador en filosofía política del Núcleo de
Estudios sobre Democracia, Ciudadanía y Derecho (DECIDe) del Centro de
Estudos Sociais de la Universidad de Coímbra (Portugal) y miembro de Não te
Prives-Grupo de Defesa dos Direitos Sexuais ([email protected]). Ana
Cristina Santos es socióloga especializada en estudios de género y
sexualidad(es), investigadora del DECIDe del Centro de Estudos Sociais de la
Universidad de Coímbra (Portugal), Honorary Research Fellow del Birkbeck
Institute for Social Research de la Universidad de Londres y presidenta de Não
te Prives ([email protected]). Publicado en Rebelión]
158
17/5/2012
Revista cafeambllet
29/2005-IP: el informe secreto de la sanidad catalana
Hace pocas semanas llegó a la redacción de la revista Cafèambllet un
documento muy delicado: el que explica la historia del Informe 29/2005-IP de
la Sindicatura de Cuentas de Cataluña. El informe 29/2005-IP encontró graves
irregularidades en la Corporación de Salud de las comarcas del Maresme y La
Selva. Pero aquel informe nunca vio la luz. En estos dos vídeos se explica la
historia de este informe que implica a personas muy destacadas de la política
catalana.
28/5/2012
159
Documentos
Manuel Azaña
La política religiosa de la República (1931)
Uno de los pilares teóricos sobre los que más se vertebró el pensamiento
ilustrado fue el de una marcada separación entre la Iglesia y el Estado; una
separación que permitiría a los pueblos avanzar por la senda de un progreso
maduro y razonado en tanto que fruto de un proceso de autodeterminación
colectiva libre de tutelas metafísicas como la que ejerció, durante siglos, la
Iglesia católica en la vida moral e intelectual española. De esto fue siempre
consciente el político republicano Manuel Azaña (1880-1940), cuyo
pensamiento y acción marcaron los años de la II República. El documento que
presentamos aquí es precisamente su mayor aportación para solucionar el
problema de la distorsionada relación entre la Iglesia y el Estado en España:
se trata del discurso que pronunció en las Cortes el 13 de octubre de 1931
sobre la redacción del artículo 26 de la futura Constitución que habría de
delimitar el margen de acción del que dispondría la Iglesia en la vida de la
nueva República. En él, el político de Alcalá de Henares pronunció aquello tan
célebre de “España ha dejado de ser católica”, una frase que indicaba la
imperiosa necesidad de que se sustituyera el catolicismo como base espiritual
de la vida del país por un republicanismo respetuoso de las creencias
religiosas de cada ciudadano pero firme a la hora de reivindicar la laicidad de
las instituciones públicas. En definitiva, la necesidad de que la República se
pertrechase de una auténtica “política religiosa”. Y en el presente discurso,
Azaña presentó su propuesta al respecto.
Siempre es bueno volver a los clásicos políticos de nuestra historia, porque
siempre, como clásicos, nos aportan ideas o sugerencias para el presente. Y
Azaña es uno de ellos: es un clásico que aún nos enseña, con su magnífica
160
oratoria y eficacia argumentativa, el valor de la rigurosidad intelectual para
abarcar un problema como el de la laicidad republicana, siempre amenazada
por el oscurantismo clerical.
* * *
Señores diputados: Se me permitirá que diga unas cuantas palabras acerca de
esta cuestión que hoy nos apasiona, con el propósito, dentro de la brevedad
de que yo sea capaz, de buscar para las conclusiones del debate lo más eficaz
y lo más útil. De todas maneras, creo que yo no habría podido excusarme de
tomar parte en esta discusión, aunque no hubiese sido más que para
desvanecer un equívoco lamentable que se desenvuelve en torno de la
enmienda formulada por el Sr. Ramos, y que algunos grupos políticos de las
Cortes acogieran. Esta enmienda, merced a la perdigonada que le disparó el
señor ministro de Justicia en su discurso de la otra tarde, lleva, desde antes de
ser puesta a discusión, un plomo en el ala, y ahora, habiendo modificado la
Comisión su dictamen, la enmienda del Sr. Ramos ha perdido cierta
congruencia con el texto que está sometido a deliberación. No me referiré,
pues, al fondo de ella por no faltar a las reglas de la oportunidad; pero, de
todos modos, para llegar a esta indicación, a esta salvedad y a esta
eliminación del equívoco, me interesa profundamente examinar los dos textos
que se contraponen ante la deliberación de las Cortes: el de la Comisión y el
voto particular, buscando más allá del texto legislativo y de su hechura
jurídica la profundidad del problema político que dentro de ellos se encierra.
A mí me parece, señores diputados, que nunca nos entenderíamos en esta
cuestión si nos empeñásemos en tratarla rigurosamente por su hechura
jurídica, si nos empeñásemos en construir un molde legal sin conocer bien a
fondo lo que vamos a meter dentro y si perdiésemos el tiempo en discutir las
perfecciones o las imperfecciones de molde legal sin estar antes bien seguros
de que dentro de él caben todas las realidades políticas españolas que
pretendemos someter a su norma.
Realidades vitales de España
Realidades vitales de España; esto es lo que debemos llevar siempre ante los
ojos; realidades vitales, que son antes que la ciencia, que la legislación y que
el gobierno, y que la ciencia, la legislación y gobierno acometen y tratan para
fines diversos y por métodos enteramente distintos. La vida inventa y crea; la
ciencia procede por abstracciones, que tienen una aspiración, la del valor
universal; pero la legislación es, por lo menos, nacional y temporal, y el
gobierno –quiero decir el arte de gobernar– es cotidiano. Nosotros debemos
161
proceder como legisladores y como gobernantes, y hallar la norma legislativa
y el método de gobierno que nos permitan resolver las antinomias existentes
en la realidad española de hoy; después vendrá la ciencia y nos dirá cómo se
llama lo que hemos hecho.
Con la realidad española, que es materia de la legislación, ocurre algo
semejante a lo que pasa con el lenguaje; el idioma es antes que la gramática
y la filología, y los españoles nunca nos hemos quedado mudos a lo largo de
nuestra historia, esperando a que vengan a decirnos cuál sea el modo
correcto de hablar o cuál es nuestro genio idiomático. Tal sucede con la
legislación, en la cual se va plasmando, incorporando, una rica pulpa vital que
de continuo se renueva. Pero la legislación, señores diputados, no se hace
sólo a impulso de la necesidad y de la voluntad; no es tampoco una obra
espontánea; las leyes se hacen teniendo también en presencia y con respeto
de principios generales admitidos por la ciencia o consagrados por la tradición
jurídica, que en sus más altas concepciones se remonta a lo filosófico y lo
metafísico.
Ahora bien: puede suceder, de hecho sucede, ahora mismo está sucediendo, y
eso es lo que nos apasiona, que principios tenidos por invulnerables,
inspiraciones vigentes durante siglos, a lo mejor se esquilman, se marchitan,
se quedan vacíos, se angostan, hasta el punto de que la realidad viviente los
hace estallar y los destruye. Entonces hay que tener el valor de reconocerlo
así, y sin aguardar a que la ciencia o la tradición se recobren del sobresalto y
el estupor y fabriquen principios nuevos, hay que acudir urgentemente al
remedio, a la necesidad y poner a prueba nuestra capacidad de inventar, sin
preocuparnos demasiado, porque al inventar un poco, les demos una ligera
torsión a los principios admitidos como inconcusos. De no ser así, señores
diputados, sucedería que el espíritu jurídico, el respeto al derecho y otras
entidades y especies inestimables, lejos de servirnos para articular breve y
claramente la nueva ley, serían el mayor obstáculo para su reforma y
progreso, y en vez de ser garantía de estabilidad en la continuación serían el
baluarte irreductible de la obstrucción y del retroceso. Por esta causa, señores
diputados, en los pueblos donde se corta el paso a las reformas regulares de
la legislación, donde se cierra el camino a la reforma gradual de la ley, donde
se desoyen hasta las voces desinteresadas de la gente que cultiva la ciencia
social y la ciencia del Derecho, se produce fatalmente, si el pueblo no está
muerto, una revolución, que no es ilegal, sino por esencia antilegal, porque
viene cabalmente a destruir las leyes que no se ajustan al nuevo estado de la
conciencia jurídica. Esta revolución, si es somera, si no pasa de la categoría
motinesca, chocará únicamente con las leyes de policía o tal o cual ley
orgánica del Estado; pero si la elaboración ha sido profunda, tenaz, duradera y
penetrante, entonces se necesita una transformación radical del Estado, en la
misma proporción en que se haya producido el desacuerdo entre la ley y el
162
estado de la conciencia pública. Y yo estimo, señores diputados, que la
revolución española, cuyas leyes estamos haciendo, es de este último orden.
La revolución política, es decir, la expulsión de la dinastía y la restauración de
las libertades públicas, ha resuelto un problema específico de importancia
capital, ¡quién lo duda!, pero no ha hecho más que plantear y enunciar
aquellos otros problemas que han de transformar el Estado y la sociedad
españoles hasta la raíz. Estos problemas, a mi corto entender, son
principalmente tres: el problema de las autonomías locales, el problema social
en su forma más urgente y aguda, que es la reforma de la propiedad, y este
que llaman problema religioso, y que es en rigor la implantación del laicismo
del Estado con todas sus inevitables y rigurosas consecuencias. Ninguno de
estos problemas los ha inventado la República. La República ha rasgado los
telones de la antigua España oficial monárquica, que fingía una vida
inexistente y ocultaba la verdadera; detrás de aquellos telones se ha fraguado
la transformación de la sociedad española, que hoy, gracias a las libertades
republicanas, se manifiesta, para sorpresa de algunos y disgustos de no
pocos, en la contextura de estas Cortes, en el mandato que creen traer y en
los temas que a todos nos apasionan.
España ha dejado de ser católica
Cada una de estas cuestiones, señores diputados, tiene una premisa
inexcusable, imborrable en la conciencia pública, y al venir aquí, al tomar
hechura y contextura parlamentaria, es cuando surge el problema político. Yo
no me refiero a las dos primeras, me refiero a esto que llaman problema
religioso. La premisa de este problema, hoy político, la formulo yo de esta
manera: España ha dejado de ser católica; el problema político consiguiente
es organizar el Estado en forma tal que quede adecuado a esta fase nueva e
histórica el pueblo español.
Yo no puedo admitir, señores diputados, que a esto se le llame problema
religioso. El auténtico problema religioso no puede exceder de los límites de la
conciencia personal, porque es en la conciencia personal donde se formula y
se responde la pregunta sobre el misterio de nuestro destino. Este es un
problema político, de constitución del Estado, y es ahora precisamente cuando
este problema pierde hasta las semejas de religión, de religiosidad, porque
nuestro Estado, a diferencia del Estado antiguo, que tomaba sobre sí la
curatela de las conciencias y daba medios de impulsar a las almas, incluso
contra su voluntad, por el camino de su salvación, excluye toda preocupación
ultraterrena y todo cuidado de la fidelidad, y quita a la Iglesia aquel famoso
brazo secular que tantos y tan grandes servicios le prestó. Se trata
simplemente de organizar el Estado español con sujeción a las premisas que
acabo de establecer.
163
Para afirmar que España ha dejado de ser católica tenemos las mismas
razones, quiero decir de la misma índole, que para afirmar que España era
católica en los siglos XVI y XVII. Sería una disputa vana ponernos a examinar
ahora qué debe España al catolicismo, que suele ser el tema favorito de los
historiadores apologistas: yo creo más bien que es el catolicismo quien debe a
España, porque una religión no vive en los textos escritos de los Concilios o en
los infolios de sus teólogos, sino en el espíritu y en las obras de los pueblos
que la abrazan, y el genio español se derramó por los ámbitos morales del
catolicismo, como su genio político se derramó por el mundo en las empresas
que todos conocemos.
España, creadora de un catolicismo español
España, en el momento del auge de su genio, cuando España era un pueblo
creador e inventor, creó un catolicismo a su imagen y semejanza, en el cual,
sobre todo, resplandecen los rasgos de su carácter, bien distinto, por cierto,
del catolicismo de otros países, del de otras grandes potencias católicas; bien
distinto, por ejemplo, del catolicismo francés; y entonces hubo un catolicismo
español, por las mismas razones de índole psicológica que crearon una novela
y una pintura y un teatro y una moral españoles, en los cuales también se
palpa la impregnación de la fe religiosa. Y de tal manera es esto cierto, que
ahí está todavía casualmente la Compañía de Jesús, creación española, obra
de un gran ejemplar de la raza, y que demuestra hasta qué punto el genio del
pueblo español ha influido en la orientación del gobierno histórico y político de
la Iglesia de Roma. Pero ahora, señores diputados, la situación es
exactamente la inversa. Durante muchos siglos, la actividad especulativa del
pensamiento europeo se hizo dentro del Cristianismo, el cual tomó para sí el
pensamiento del mundo antiguo y lo adaptó con más o menos fidelidad y
congruencia a la fe cristiana; pero también desde hace siglos el pensamiento
y la actividad especulativa de Europa han dejado, por lo menos, de ser
católicos; todo el movimiento superior de la civilización se hace en contra
suya y, en España, a pesar de nuestra menguada actividad mental, desde el
siglo pasado el catolicismo ha dejado de ser la expresión y el guía del
pensamiento español. Que haya en España millones de creyentes, yo no os lo
discuto; pero lo que da el ser religioso de un país, de un pueblo y de una
sociedad no es la suma numérica de creencias o de creyentes, sino el
esfuerzo creador de su mente, el rumbo que sigue su cultura.
Por consiguiente, tengo los mismos motivos para decir que España ha dejado
de ser católica que para decir lo contrario de la España antigua. España era
católica en el siglo XVI, a pesar de que aquí había muchos y muy importantes
disidentes, algunos de los cuales son gloria y esplendor de la literatura
castellana, y España ha dejado de ser católica, a pesar de que existan ahora
muchos millones de españoles católicos, creyentes. ¿Y podía el Estado
164
español, podía algún Estado del mundo estar en su organización y en el
pensamiento desunido, divorciado, de espaldas, enemigo del sentido general
de la civilización, de la situación de su pueblo en el momento actual? No,
señores diputados. En este orden de ideas, el Estado se conquista por las
alturas, sobre todo si admitimos, como indicaba hace pocos días mi eminente
amigo el Sr. Zulueta en su interesante discurso, si admitimos –digo– que lo
característico del Estado es la cultura. Los cristianos se apoderaron del Estado
imperial romano cuando, desfallecido el espíritu original del mundo antiguo, el
Estado romano no tenía otro alimento espiritual que el de la fe cristiana y las
disputas de sus filósofos y de sus teólogos. Y eso se hizo sin esperar a que los
millones de paganos, que tardaron siglos en convertirse, abrazaran la nueva
fe. Cristiano era el Imperio romano, y el modesto labrador hispanorromano de
mi tierra todavía sacrificaba a los dioses latinos en los mismos lugares en que
ahora se alzan las ermitas de las Vírgenes y de los Cristos. Esto quiere decir
que los sedimentos se sobreponen por el aluvión de la Historia, y que un
sedimento tarda en desaparecer y soterrarse cuando ya en las alturas se ha
evaporado el espíritu religioso que lo lanzó.
La transformación del Estado español
Estas son, señores diputados, las razones que tenemos, por lo menos,
modestamente, las que tengo yo, para exigir como un derecho y para
colaborar a la exigencia histórica de transformar el Estado español, de
acuerdo con esta modalidad mueva del espíritu nacional. Y esto lo haremos
con franqueza, con lealtad, sin declaración de guerra; antes al contrario, como
una oferta, como una proposición de reajuste de la paz. De lo que yo me
guardaré muy bien es de considerar si esto le conviene más a la Iglesia que el
régimen anterior. ¿Le conviene? ¿No le conviene? Yo lo ignoro; además, no me
interesa; a mí lo que me interesa es el Estado soberano y legislador. También
me guardaré de dar consejos a nadie sobre su conducta futura, y, sobre todo,
personalmente, me guardaré del ridículo de decir que esta actitud nuestra
está más conforme con el verdadero espíritu del Evangelio. El uso más
desatinado que se puede hacer del Evangelio es aducirlo como texto de
argumentos políticos, y la deformación más monstruosa de la figura de Jesús
es presentarlo como un propagandista demócrata o como lector de Michelet o
de Castelar, o quién sabe si como un precursor de la ley Agraria. No. La
experiencia cristiana, señores diputados, es una cosa terrible, y sólo se puede
tratar en serio; el que no la conozca que deje el Evangelio en su alacena y que
no lo lea; pero Renán lo ha dicho: «Los que salen del santuario son más
certeros en sus golpes que los que nunca han entrado en él.»
Y yo pregunto, señores diputados, sobre todo a los grupos republicano y
socialista, más en comunión de ideas con nosotros: esto que yo digo, estas
palabras mías, ¿os suenan a falso? Esta posición mía, la de mi partido, ¿es
165
peligrosa para la República? ¿Creéis vosotros que una política inspirada en lo
que acabo de decir, en este concepto del Estado español y de la Historia
española, conduciría a la República a alguna angostura donde pudiese ser
degollada impunemente por sus enemigos? No lo creéis. Pues yo, con esa
garantía, paso ahora a confrontar los textos en discusión.
La enmienda del señor Ramos
Nosotros dijimos: separación de Iglesia y del Estado. Es una verdad inconcusa;
la inmensa mayoría de las Cortes no la ponen siquiera en discusión. Ahora
bien, ¿qué separación? ¿Es que nosotros vamos a dar un tajo en las relaciones
del Estado con la Iglesia, vamos a quedarnos del lado de acá del tajo y vamos
a ignorar lo que pasa en el lado de allá? ¿Es que nosotros vamos a desconocer
que en España existe la Iglesia católica con sus fieles, con sus jerarcas y con
la potestad suprema en el Extranjero? En España hay una Iglesia protestante,
o varias, no sé, con sus obispos y sus fieles, y el Estado ignora absolutamente
la Iglesia protestante española. ¿Vosotros concebís que para el Estado la
situación de la Iglesia católica pueda ser mañana la que es hoy la de la Iglesia
protestante? A remediar este vacío vino, con toda su buena voluntad y toda la
agudeza de su saber, la enmienda del Sr. Ramos, que momentáneamente fue
aceptada por unos cuantos grupos del Parlamento. El propósito de esta
enmienda era justamente, como acaba de indicar el señor presidente de la
Comisión, sujetar la Iglesia al Estado. Pero esta enmienda ha, por lo visto,
perecido. Mi eminente amigo Sr. De los Ríos no debe ignorar que en una
Cámara como ésta, tan numerosa, en una cuestión tan de estricto derecho
como es esta materia de la Corporación de Derecho público, la mayoría de las
opiniones –y no hay ofensa, porque me incluyo entre ellas–, la mayoría de las
opiniones tiene que decidirse por el argumento de autoridad, y habiéndose
pronunciado en contra una tan grande como la del ministro de Justicia, esta
pobre idea de la Corporación de Derecho público ha caído en el ostracismo. Yo
lamento que la Cámara, tan numerosa oyendo al señor ministro, no oyese la
contestación, bien aguda, del Sr. Ramos: pero esto ya es inevitable.
Objeciones al discurso de D. Fernando de los Ríos
¿Qué nos queda, pues? En el discurso del señor ministro de Justicia, al llegar a
esta cuestión, yo eché de menos algo que me sustituyese a esa garantía
jurídica de la situación de la Iglesia en España. Yo no sé si lo recuerdo bien;
pero en esta parte del discurso del señor De los Ríos notaba yo una vaguedad,
una indecisión, casi un vacío sobre el porvenir; y esa vaguedad, ese vacío, esa
indecisión me llenaba a mí de temor y de recelo, porque ese vacío lo veo
llenarse inmediatamente con el Concordato. No es que su señoría quiera el
Concordato, no lo queremos ninguno; pero ese vacío, ese tajo dado a una
situación, cuando más allá no queda nada, pone a un Gobierno republicano, a
166
éste, a cualquiera, al que nos suceda, en la necesidad absoluta de tratar con
la Iglesia de Roma, y ¿en qué condiciones? En condiciones de inferioridad: la
inferioridad que produce la necesidad política y pública. Y contra esto,
señores, nosotros no podemos menos de oponernos, y buscamos una solución
que, sobre el principio de la separación, deje al Estado republicano, al Estado
laico, al Estado legislador, unilateral, los medios de no desconocer ni la acción,
ni los propósitos, ni el gobierno, ni la política de la Iglesia de Roma; eso para
mí es fundamental.
Presupuestos y bienes
Otros aspectos de la cuestión son menos importantes. El presupuesto del
clero se suprime, evidente; y las modalidades de la supresión, francamente os
digo que no me interesan, ni al propio señor ministro de Justicia le puede
parecer mejor ni peor una fórmula u otra. Creo habérselo oído, creo que lo ha
dicho públicamente: que sea sucesivamente, que sea en cuatro años
amortizando el 25 por 100 del presupuesto en cada uno, esto no tiene ningún
valor sustancial; no vale la pena de insistir.
La cuestión de los bienes es más importante: yo en esto tengo una opinión,
que me voy a permitir no adjetivar, porque quizá el adjetivo fuese poco
parlamentario, adjetivo que recaería sobre mí propio. Se discute aquí el valor
de orden moral y jurídico que pueden representar las sumas que el Estado
abona a la Iglesia, trayendo la cuestión de la época desamortizadora: si los
bienes valen más o menos (un señor diputado recordaba que la Universidad
de Alcalá se vendió en 14.000 pesetas, y no fueron 14.000 pesetas, que
fueron 90.000 reales, y no valía más); si las sumas recibidas a lo largo del
siglo equivalente o no al montante total de los valores desamortizados y se
hacen cuentas como si se liquidara una Sociedad en suspensión de pagos o en
quiebra. Yo no estoy conforme con eso, lo dijese o no Mendizábal y sus
colaboradores. Lo que la desamortización representa es una revolución social,
y la burguesía ascendente al Poder con el régimen parlamentario, dueña del
instrumento legislativo, creó una clase social adicta al régimen, que fue ella
misma y sus adláteres, pero como eso no es un contrato jurídico ni un
despojo, nada de eso, sino toda la obra inmensa, fuera de las normas legales,
incapaz de compensación, de una revolución de orden social, la burguesía
parlamentaria, harto débil, creó entonces los instrumentos y los apoyos
necesarios para al Estado liberal naciente, una cosa que tienen que hacer
todos los Estados cuando se reforman con esa profundidad, no hay que
olvidarlo.
Ahora se nos dice: Es que la Iglesia tiene derecho a reivindicar esos bienes. Yo
creo que no, pero la verdad es, señores diputados, que la Iglesia los ha
reivindicado ya. Durante treinta y tantos años en España no hubo Órdenes
167
religiosas, cosa importante, porque, a mi entender, aquellos años de
inexistencia de enseñanza congregacionista prepararon la posibilidad de la
revolución del 8 y de la del 73. Pero han vuelto los frailes, han vuelto las
Órdenes religiosas, se han encontrado con sus antiguos bienes en manos de
otros poseedores, y la táctica ha sido bien clara: en vez de precipitarse sobre
los bienes se han precipitado sobre las conciencias de los dueños y
haciéndose dueños de las conciencias tienen los bienes y a sus poseedores.
Este es el secreto, aun dicho en esta forma pintoresca, de la evolución de la
clase media española en el siglo pasado; que habiendo comenzado una
revolución liberal y parlamentaria, con sus pujos de radicalismo y de
anticlericalismo, la misma clase social, quizá los nietos de aquellos
colaboradores de Mendizábal y de los desamortizadores del año 36, esos
mismos, después de esa operación que acabo de describir, son los que han
traído a España la tiranía, la dictadura y el despotismo, y en toda esta
evolución está comprendida la historia política de nuestro país en el siglo
pasado.
El problema de las órdenes religiosas
En realidad, la cuestión apasionante, por el dramatismo interior que encierra,
es la de las Órdenes religiosas: dramatismo natural porque se habla de la
Iglesia, se habla del presupuesto del clero, se habla de Roma; son entidades
muy lejanas que no toman para nosotros forma ni visibilidad humana; pero los
frailes, las Órdenes religiosas, sí.
En este asunto, señores diputados, hay un drama muy grande, apasionante,
insoluble. Nosotros tenemos, de una parte, la obligación de respetar la
libertad de conciencia, naturalmente, sin exceptuar la libertad de la
conciencia cristiana; pero tenemos también, de otra parte, el deber de poner
a salvo la República y el Estado. Estos dos principios chocan, y de ahí el
drama que, como todos los verdaderos y grandes dramas, no tiene solución.
¿Qué haremos, pues? ¿Vamos a seguir (claro que no, es un supuesto
absurdo), vamos a seguir el sistema antiguo, que consistía en suprimir uno de
los términos del problema, el de la seguridad e independencia del Estado, y
dejar la calle abierta a la muchedumbre de Órdenes religiosas para que
invadan la sociedad española? No. Pero yo pregunto: ¿es legítimo, es
inteligente, es útil suprimir, por el contrario, por una reacción explicable y
natural, el otro término del problema y borrar todas las obligaciones que
tenemos con esta libertad de conciencia? Respondo resueltamente que no. Lo
que hay que hacer –y es una cosa difícil, pero las cosas difíciles son las que
nos deben estimular–; lo que hay que hacer es tomar un término superior a
los dos principios en contienda, que para nosotros, laicos, servidores del
Estado y políticos gobernantes del Estado republicano, no puede ser más que
168
el principio de la salud del Estado.
La salud del Estado, a mi modo de ver, es una cosa hipotética, un supuesto,
como el de la salud personal: la salud del Estado, como la de las personas,
consiste en disponer de la robustez suficiente para poder conllevar los
achaques, las miserias inherentes de nuestra naturaleza. En tal Estado existen
corrupciones, desmanes, desvíos de la buena administración y de la buena
justicia; torpezas de gobierno que, por ser el Estado poderoso, denso y
arraigado, no se notan, y que trasladadas a otro Estado más nuevo, más débil,
menos arraigado, acabarían con él instantáneamente. Por consiguiente, se
trata de adaptar el régimen de salud del Estado a lo que es el Estado español
actualmente.
Criterio para resolver esta cuestión. A mi modesto juicio es el siguiente: tratar
desigualmente a los desiguales; frente a las Órdenes religiosas no podemos
oponer un principio eterno de justicia, sino un principio de utilidad social y de
defensa de la República. Esto no tiene un rigor matemático ni puede tenerlo;
pero todas las cuestiones de gobierno, afortunadamente, no están encajadas
en este rigor, sino que depende de la presteza del entendimiento y de la
ligereza de la mano para administrar la realidad actual. Tratar desigualmente
a los desiguales, porque no teniendo nosotros un principio eterno de justicia
irrevocable que oponer a las Órdenes religiosas, tenemos que detenernos en
la campaña de reforma de la organización religiosa española allí donde
nuestra intervención quirúrgica fuese dañosa o peligrosa. Pensad, señores
diputados, que vamos a realizar una operación quirúrgica sobre un enfermo
que no está anestesiado y que en los debates propios de su dolor puede
complicar la operación y hacerla mortal, no sé para quien, pero mortal para
alguien.
Y como no tenemos frente a las Órdenes religiosas ese principio eterno de
justicia, detrás del cual debiéramos ir como hipnotizados, sin rectificar nunca
nuestra línea de conducta, y como todo queda encomendado a la prudencia, a
la habilidad del gobernante, yo digo: las Órdenes religiosas tenemos que
proscribirlas en razón de su temerosidad para la República. ¿El rigor de la ley
debe ser proporcionado a la temerosidad (digámoslo así, yo no sé siquiera si
éste es un vocablo castellano) de cada una de estas Órdenes, una por una?
No; no es menester. Por eso me parece bien la redacción de este dictamen;
aquí se empieza por hablar de una Orden que no se nombra. «Disolución de
aquellas Órdenes en las que, además de los tres votos canónicos, se preste
otro especial de obediencia a autoridad distinta de la legítima del Estado.»
Estos son los jesuitas.
Disolución de las órdenes
169
Pero yo añado a esto una observación, que, lo confieso, no se me ha ocurrido
a mí; me la acaba de sugerir un eminente compañero. Aquí se dice: «Las
Órdenes religiosas se sujetarán a una ley especial ajustada a las siguientes
bases.» Es decir, que la disolución definitiva, irrevocable, contenida en este
primer párrafo, queda pendiente de lo que haga una ley especial mañana: y a
mí esto no me parece bien; creo que esta disolución debe quedar decretada
en la Constitución, no sólo porque es leal, franco y noble decirlo, puesto que
pensamos hacerlo, sino porque, si no lo hacemos, es posible que no lo
podamos hacer mañana; porque si nosotros dejamos en la Constitución el
encargo al legislador de mañana, que incluso podréis ser vosotros mismos, de
hacer una ley con arreglo a estas normas, fijaos bien lo que significa dejar
pendiente esta espada sobre una institución tan poderosa, que trabajará todo
lo posible para que estas Cortes no puedan legislar más. Por consiguiente, yo
estimo que en la redacción actual del dictamen debiera introducirse una
modificación, según la cual este primer párrafo no fuese suspensivo,
pensando en una ley futura, sino desde ahora terminante y ejecutivo.
Respecto a las otras Órdenes, yo encuentro en esta redacción del dictamen
una amplitud que, pensándolo bien, no puede ser mayor; porque dice:
«Disolución de las que en su actividad constituyan un peligro para la
seguridad del Estado.» ¿Y quiénes son éstas? Todas o ninguna; según quieran
las Cortes. De manera que este párrafo deja a la soberanía de las Cortes la
existencia o la destrucción de todas las Órdenes religiosas que ellas estimen
peligrosas para el Estado.
Ahora bien; en razón de ese principio de prudencia gubernamental, de estilo
de gobernar, yo me digo: ¿es que para mí son lo mismo las monjas que están
en Cebreros, o las bernardas de Talavera, o las clarisas de Sevilla,
entretenidas en bordar acericos y en hacer dulces para los amigos, que los
jesuitas? ¿Es que yo voy a caer en el ridículo de enviar los agentes de la
República a que clausuren los conventos de estas pobres mujeres, para que
en torno de ellas se forme una leyenda de falso martirio, y que la República
gaste su prestigio en una empresa repugnante, que estaría mejor empleado
en una operación de mayor fuste? Yo no puedo aconsejar eso a nadie.
Donde un Gobierno con autoridad y una Cámara con autoridad me diga que
una Orden religiosa es peligrosa para la República, yo lo acepto y lo firmo sin
vacilar; pero guardémonos de extremar la situación aparentando una
persecución que no está en nuestro ánimo ni en nuestras leyes para acreditar
una leyenda que no puede por menos de perjudicarnos.
Dos salvedades
Tengo que hacer aquí dos salvedades muy importantes: una suspensiva y otra
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irrevocable y terminante. Sé que voy a disgustar a los liberales. La primera se
refiere a la acción benéfica de las Órdenes religiosas. El señor ministro de
Justicia –y él me perdonará si tantas veces insisto en aludirle; pero la
importancia de su discurso es tal, que no hay más remedio que referirse a él–,
el señor ministro de Justicia trazó aquí en el aire una figura aérea de la
hermana de la Caridad, a la que él prestó, indudablemente, las fuentes de su
propio corazón. Yo no quiero hacer aquí el antropófago y, por lo tanto, me
abstengo de refutar a fondo esta opinión del Sr. De los Ríos; pero apele su
señoría a los que tienen experiencia de estas cosas, a los médicos que dirigen
hospitales, a las gentes que visitan las Casas de Beneficencia, y aun a los
propios pobres enfermos y asilados en estos hospitales y establecimientos, y
sabrá que debajo de la aspiración caritativa, que doctrinalmente es
irreprochable y admirable, hay, sobre todo, un vehículo de proselitismo que
nosotros no podemos tolerar. Pues qué, ¿no sabemos todos que al pobre
enfermo hospitalizado se le hace objeto de trato preferente según cumple o
no los preceptos de la religión católica? ¿Y esto quién lo hace, sino esta figura
ideal, propia para una tarjeta postal, pero que en la realidad se da pocas
veces?
La otra salvedad terminante, que va a disgustar a los liberales, es ésta: en
ningún momento, bajo ninguna condición, en ningún tiempo, ni mi partido ni
yo en su nombre, suscribiremos una cláusula legislativa en virtud de la cual
siga entregado a las Órdenes religiosas el servicio de la enseñanza. Eso,
jamás. Yo lo siento mucho; pero ésta es la verdadera defensa de la República.
La agitación más o menos clandestina de la Compañía de Jesús o de ésta o de
la de más allá, podrá ser cierta, podrá ser grave, podrá ser en ocasiones
risible, pero esta acción continua de las Órdenes religiosas sobre las
conciencias juveniles es cabalmente el secreto de la situación política por la
que España transcurre y que está en nuestra obligación de republicanos, y no
de republicanos, de españoles, impedir a todo trance. A mí que no me vengan
a decir que esto es contrario a la libertad, porque esto es una cuestión de
salud pública. ¿Permitiríais vosotros, los que, a nombre de liberales, os
oponéis a esta doctrina, permitiríais vosotros que un catedrático en la
Universidad explicase la Astronomía de Aristóteles y que dijese que el cielo se
compone de varias esferas a las cuales están atornilladas las estrellas?
¿Permitiríais que se propagase en la cátedra de la Universidad española la
Medicina del siglo XVI? No lo permitiríais; a pesar del derecho de enseñanza
del catedrático y de su libertad de conciencia, no se permitiría. Pues yo digo
que, en el orden de las ciencias morales y políticas, la obligación de las
Órdenes religiosas católicas, en virtud de su dogma, es enseñar todo lo que es
contrario a los principios en que se funda el Estado moderno. Quien no tenga
la experiencia de estas cosas no puede hablar, y yo, que he comprobado en
tantos y tantos compañeros de mi juventud que se encontraban en la robustez
de su vida ante la tragedia de que se le derrumbaban los principios básicos de
171
su cultura intelectual y moral, os he de decir que ése es un drama que yo con
mi voto no consentiré que se reproduzca jamás.
Si resulta, señores diputados, que de esta redacción del dictamen las Cortes
pueden acordar la disolución de todas las Órdenes religiosas que estime
perjudiciales para el Estado, es sobre la conciencia y la responsabilidad de las
propias Cortes sobre quien recae la mayor o menor extensión de esto que
llamamos el peligro monástico. Sois vosotros los jueces, no el Gobierno, ni
éste ni otro. Y yo estimo que si unas instituciones, si queda alguna, si las
Cortes acuerdan que quede alguna, a quienes se les prohíbe adquirir y
conservar bienes inmuebles, si no es aquel en que habitan, a quienes se les
prohíbe ejercer la industria y el comercio, a quienes se les ha de prohibir la
enseñanza, a quienes se les ha de limitar la acción benéfica, hasta que
puedan ser sustituidas por otros organismos de Estado, y a quienes se les
obliga a dar anualmente cuenta al Estado de la inversión de sus bienes, si son
todavía peligrosos para la República, será preciso reconocer que ni la
República ni nosotros valemos gran cosa.
Planteamiento del problema político
Y ahora, señores diputados, llegamos a la última parte de la cuestión. Ya he
expuesto la posición histórica y política tal como yo la veo; he penetrado en el
problema político tal como yo me lo describo y llegamos a la situación
parlamentaria. Si yo perteneciese a un partido que tuviera en esta Cámara la
mitad más uno de los diputados, la mitad más uno de los votos, en ningún
momento, ni ahora ni desde que se discute la Constitución, habría vacilado en
echar sobre la votación el peso de mi partido para sacar una Constitución
hecha a su imagen y semejanza, porque a esto me autorizaría el sufragio y el
rigor del sistema de mayorías. Pero con una condición: que al día siguiente de
aprobarse la Constitución, con los votos de este partido hipotético, este
mismo partido ocuparía el Poder. Este partido ocuparía el Poder para tomar
sobre sí la responsabilidad y la gloria de aplicar, desde el Gobierno, lo que
había tenido el lucimiento de votar en las Cortes.
Por desgracia, no existe este partido hipotético con que yo sueño, ni ningún
otro que esté en condiciones de ejercer aquí la ley rigurosa de las mayorías.
Por tanto, señores diputados, debiendo ser la Constitución, no obra de mi
capricho personal, ni del de sus señorías, ni de un grupo, tampoco de una
transacción en que no se abandonen los principios de cada cual, sino de un
texto legislativo que permita gobernar a todos los partidos que sostienen la
República..., yo sostengo, señores diputados, que el peso de cada cual en el
voto de la Constitución debe ser correlativo a la responsabilidad en el
Gobierno de mañana. Yo planteo la cuestión con toda claridad: aquí está el
voto particular que sostienen nuestros amigos los socialistas; y yo digo
172
francamente: si el partido socialista va a asumir mañana el Poder y me dice
que necesita ese texto para gobernar, yo se lo voto Porque, señores
diputados, no es mi partido el que haya de negar ni ahora ni nunca al partido
socialista las condiciones que crea necesarias para gobernar la República.
Pero si esto no es así (yo no entiendo de estas cosas; estoy discutiendo en
hipótesis), veamos la manera de que el texto constitucional, sin impediros a
vosotros gobernar, no se lo impida a los demás que tienen derecho a gobernar
la República española, puesto que la han traído, la gobiernan, la administran y
la defienden.
Este es mi punto de vista, señores diputados; mejor dicho, este es el punto de
vista de Acción Republicana, que no tiene por qué disimular ni su laicismo ni
su radicalismo constructor ni el concepto moderno que tiene de la vida
española, en la cual de nada reniega, pero que está resuelta a contribuir a su
renovación desde la raíz hasta la fronda, y que además supone para todos los
republicanos de izquierda una base de inteligencia y colaboración, no para
hoy, porque hoy se acaba pronto, sino para mañana, para el mañana de la
República, que todos queremos que sea tranquilo, fecundo y glorioso para los
que la administren y defiendan.
27/5/2012
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Foro de webs
Dones juristes
www.donesjuristes.cat
La asociación Dones Juristes (Mujeres Juristas) se constituyó en Barcelona en
1989 y forma parte de la Fédération International des Femmes de Carrières
Juridiques. Tiene como objetivos: seguir la legislación y jurisprudencia que
afecte a las mujeres; trabajar para conseguir una igualdad de derechos y
obligaciones entre las mujeres y los hombres en todos los campos de la
sociedad; promover la colaboración entre todas las mujeres juristas para
conseguir una sociedad más fraternal y solidaria, y prestar asistencia y
servicios jurídicos a las mujeres.
27/5/2012
Green Left Weekly
www.greenleft.org.au/
Green Left Weekly es una interesante revista ecosocialista australiana
fundada en 1990. Su objetivo es impulsar la acción de los movimientos
sociales y anticapitalistas de Australia y potenciar el debate sobre temas
relacionados con la ecología, el sindicalismo, el feminismo, los derechos
civiles, el imperialismo y los abusos del sistema capitalista.
24/5/2012
Associazione “Marx XXI”
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www.marx21.it/
La Asociación “Marx XXI” es un espacio político-cultural que se propone
aglutinar a las fuerzas intelectuales de la izquierda marxista italiana con el
objetivo de retomar aquel fuerte contacto con el mundo de la cultura que
caracterizó a la trayectoria de la izquierda italiana del siglo XX. Para ello, la
asociación está estructurada por temas de trabajo y reflexión, y publica la
revista Marx Ventuno.
22/5/2012
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