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Alfa Omega Nº 483/26-I-2006 SEMANARIO CATÓLICO DE INFORMACIÓN EDIC. NACIONAL Carta encíclica Deus caritas est, de Benedicto XVI Carta encíclica Deus caritas est, de Benedicto XVI El servicio del amor El servicio del amor

Nº 483/26-I-2006 SEMANARIO CATÓLICO DE … · Benedicto XVI sobre Mozart, en el 250 aniversario de su nacimiento: Mi Mozart «D ios es amor, y quien perma-nece en el amor permanece

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Alfa OmegaNº 483/26-I-2006 SEMANARIO CATÓLICO DE INFORMACIÓN EDIC. NACIONAL

Carta encíclicaDeus caritas est,de Benedicto XVI

Carta encíclicaDeus caritas est,de Benedicto XVI

El servicio del amorEl servicio del amor

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Etapa II - Número 483Edición Nacional

Edita:

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...y además

12 La foto

13 Criterios

Aquí y ahora

14 Triduo de santa Ángela:

Un profundo amor a la Iglesia.

15 Gaudí, un artista

de espíritu franciscano

Iglesia en Madrid

14 Getafe, una diócesis joven.

15 La voz del cardenal arzobispo

16-17 La vida

18 Testimonio

19 El Día del Señor

20-21 Raíces

Sor Isabel Guerra,

religiosa cisterciense y pintora:

Tu rostro buscaré

Desde la fe

36 Para leer.

37 Libros.

38 Televisión

SUMARIOΩΩAA

El amor, corazón de la feOfrecemos, en este número especial de Alfa y Omega, el texto íntegro de la encíclica de Benedicto XVI, Deus caritas est:

Primera parte: La unidad del amor en la Creación y en la historia de la Salvación.

Segunda parte: Cáritas, el ejercicio del amor por parte de laIglesia como «comunidad de amor»

3-10/24-353-10/24-35

22-23

4040

Benedicto XVI presenta su primera encíclicaen la audiencia al Consejo

Pontificio Cor Unum:

El Papa recupera el sentido de la palabra «amor»

22-23

Texto del PapaBenedicto XVI sobre Mozart,

en el 250aniversario de su

nacimiento:

Mi Mozart

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«Dios es amor, y quien perma-nece en el amor permanece enDios y Dios en él» (1 Jn 4,

16). Estas palabras de la Primera Carta deJuan expresan con claridad meridiana elcorazón de la fe cristiana: la imagen cris-tiana de Dios y también la consiguienteimagen del hombre y de su camino. Ade-más, en este mismo versículo, Juan nos ofre-ce, por así decir, una formulación sintéticade la existencia cristiana: «Nosotros hemosconocido el amor que Dios nos tiene y he-mos creído en él».

Hemos creído en el amor de Dios: asípuede expresar el cristiano la opción fun-damental de su vida. No se comienza a sercristiano por una decisión ética o una granidea, sino por el encuentro con un aconte-cimiento, con una Persona, que da un nuevohorizonte a la vida y, con ello, una orienta-ción decisiva. En su evangelio, Juan habíaexpresado este acontecimiento con las si-guientes palabras: «Tanto amó Dios al mun-do, que entregó a su Hijo único, para quetodos los que creen en Él tengan vida eterna»(cf. 3, 16). La fe cristiana, poniendo el amoren el centro, ha asumido lo que era el nú-cleo de la fe de Israel, dándole al mismotiempo una nueva profundidad y amplitud.En efecto, el israelita creyente reza cada díacon las palabras del Libro del Deuterono-mio que, como bien sabe, compendian elnúcleo de su existencia: «Escucha, Israel:El Señor nuestro Dios es solamente uno.Amarás al Señor con todo el corazón, contoda el alma, con todas las fuerzas» (6, 4-5).Jesús, haciendo de ambos un único precep-to, ha unido este mandamiento del amor aDios con el del amor al prójimo, contenidoen el Libro del Levítico: «Amarás a tu pró-jimo como a ti mismo» (19, 18; cf. Mc 12,29-31). Y, puesto que es Dios quien nos haamado primero (cf. 1 Jn 4, 10), ahora el amorya no es sólo un mandamiento, sino la res-puesta al don del amor, con el cual viene anuestro encuentro.

En un mundo en el cual a veces se rela-ciona el nombre de Dios con la venganzao incluso con la obligación del odio y laviolencia, éste es un mensaje de gran ac-tualidad y con un significado muy concreto.Por eso, en mi primera encíclica deseo ha-blar del amor, del cual Dios nos colma, yque nosotros debemos comunicar a los de-más. Quedan así delineadas las dos gran-des partes de esta Carta, íntimamente rela-cionadas entre sí. La primera tendrá un ca-rácter más especulativo, puesto que en ellaquisiera precisar –al comienzo de mi pon-tificado– algunos puntos esenciales sobreel amor que Dios, de manera misteriosa ygratuita, ofrece al hombre y, a la vez, la re-lación intrínseca de dicho amor con la rea-lidad del amor humano. La segunda parte

tendrá una índole más concreta, pues trata-rá de cómo cumplir de manera eclesial elmandamiento del amor al prójimo. El ar-gumento es sumamente amplio; sin embar-go, el propósito de la encíclica no es ofrecer

un tratado exhaustivo. Mi deseo es insistirsobre algunos elementos fundamentales,para suscitar en el mundo un renovado di-namismo de compromiso en la respuestahumana al amor divino.

CARTA ENCÍCLICA DIOS ES AMOR 26-I-2006 ΩΩ3 AA

Carta encíclica Deus caritas est, del Sumo Pontífice Benedicto XVI a los obispos, a los presbíteros y diáconos, a las personas consagradas y a todos los fieles laicos

sobre el amor cristiano

El amor, corazón de la feIntroducción

Sagrado Corazón de Jesús,

de Longaretti

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Un problema de lenguaje

2. El amor de Dios por nosotros es unacuestión fundamental para la vida, y planteapreguntas decisivas sobre quién es Dios yquiénes somos nosotros. A este respecto,nos encontramos de entrada ante un proble-ma de lenguaje. El término amor se ha con-

vertido hoy en una delas palabras más utili-zadas y también de lasque más se abusa, a lacual damos acepcio-nes totalmente dife-rentes. Aunque el te-ma de esta encíclica seconcentra en la cues-tión de la comprensióny la praxis del amor enla Sagrada Escritura y

en la tradición de la Iglesia, no podemos ha-cer caso omiso del significado que tiene es-te vocablo en las diversas culturas y en ellenguaje actual.

En primer lugar, recordemos el vastocampo semántico de la palabra amor: se ha-

bla de amor a la patria, de amor por la pro-fesión o el trabajo, de amor entre amigos,entre padres e hijos, entre hermanos y fa-miliares, del amor al prójimo y del amor aDios. Sin embargo, en toda esta multiplici-dad de significados destaca, como arquetipopor excelencia, el amor entre el hombre yla mujer, en el cual intervienen inseparable-mente el cuerpo y el alma, y en el que se leabre al ser humano una promesa de felici-dad que parece irresistible, en comparacióndel cual palidecen, a primera vista, todos losdemás tipos de amor. Se plantea, entonces, lapregunta: todas estas formas de amor, ¿seunifican al final, de algún modo, a pesar dela diversidad de sus manifestaciones, siendoen último término uno solo, o se trata másbien de una misma palabra que utilizamospara indicar realidades totalmente diferentes?

Eros y agapé, diferencia y unidad

3. Los antiguos griegos dieron el nom-bre de eros al amor entre hombre y mujer,que no nace del pensamiento o la voluntad,

sino que en cierto sentido se impone al serhumano. Digamos de antemano que el An-tiguo Testamento griego usa sólo dos vecesla palabra eros, mientras que el Nuevo Tes-tamento nunca la emplea: de los tres térmi-nos griegos relativos al amor –eros, philia(amor de amistad) y agapé–, los escritos neotestamentarios prefieren este último, queen el lenguaje griego estaba dejado de lado.El amor de amistad (philia), a su vez, esaceptado y profundizado en el evangelio deJuan para expresar la relación entre Jesús ysus discípulos. Este relegar la palabra eros,junto con la nueva concepción del amor quese expresa con la palabra agapé, denota sinduda algo esencial en la novedad del cris-tianismo, precisamente en su modo de en-tender el amor. En la crítica al cristianismoque se ha desarrollado con creciente radi-calismo a partir de la Ilustración, esta no-vedad ha sido valorada de modo absoluta-mente negativo. El cristianismo, según Frie-drich Nietzsche, habría dado de beber al erosun veneno, el cual, aunque no le llevó a lamuerte, le hizo degenerar en vicio1. El filó-sofo alemán expresó de este modo una apre-ciación muy difundida: la Iglesia, con suspreceptos y prohibiciones, ¿no convierteacaso en amargo lo más hermoso de la vida?¿No pone quizás carteles de prohibición pre-cisamente allí donde la alegría, predispues-ta en nosotros por el Creador, nos ofrece unafelicidad que nos hace pregustar algo de lodivino?

4. Pero, ¿es realmente así? El cristianis-mo, ¿ha destruido verdaderamente el eros?Recordemos el mundo precristiano. Los grie-gos –sin duda análogamente a otras cultu-ras– consideraban el eros, ante todo, comoun arrebato, una locura divina que prevale-ce sobre la razón, que arranca al hombre dela limitación de su existencia y, en este que-dar estremecido por una potencia divina, lehace experimentar la dicha más alta. De es-te modo, todas las demás potencias entrecielo y tierra parecen de segunda importan-cia: «Omnia vincit amor», dice Virgilio enlas Bucólicas –el amor todo lo vence–, yañade: «et nos cedamus amori», rindámo-nos también nosotros al amor2. En el campode las religiones, esta actitud se ha plasma-do en los cultos de la fertilidad, entre losque se encuentra la prostitución sagrada quese daba en muchos templos. El eros se cele-braba, pues, como fuerza divina, como co-munión con la divinidad.

A esta forma de religión que, como unafuerte tentación, contrasta con la fe en elúnico Dios, el Antiguo Testamento se opusocon máxima firmeza, combatiéndola comoperversión de la religiosidad. No obstante, enmodo alguno rechazó con ello el eros comotal, sino que declaró guerra a su desviacióndestructora, puesto que la falsa divinizacióndel eros que se produce en esos casos lo pri-va de su dignidad divina y lo deshumaniza.En efecto, las prostitutas que en el templo

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Primera parte

La unidad del amor en la Creación y en la historia de la Salvación

«El término amorse ha convertido hoy en una de las palabrasde las que más se abusa»

La fe bíblica asume y dignifica el amor humano. Adán y Eva en el Paraíso.Mosaico de la basílica de San Marcos, Venecia

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debían proporcionar el arrobamiento de lodivino, no son tratadas como seres huma-nos y personas, sino que sirven sólo comoinstrumentos para suscitar la locura divina:en realidad, no son diosas, sino personas hu-manas de las que se abusa. Por eso, el erosebrio e indisciplinado no es elevación, éx-tasis hacia lo divino, sino caída, degrada-ción del hombre. Resulta así evidente queel eros necesita disciplina y purificación pa-ra dar al hombre, no el placer de un instan-te, sino un modo de hacerle pregustar encierta manera lo más alto de su existencia,esa felicidad a la que tiende todo nuestro ser.

5. En estas rápidas consideraciones so-bre el concepto de eros en la Historia y en laactualidad sobresalen claramente dos as-pectos. Ante todo, que entre el amor y lo di-vino existe una cierta relación: el amor pro-mete infinidad, eternidad, una realidad másgrande y completamente distinta de nuestraexistencia cotidiana. Pero, al mismo tiem-po, se constata que el camino para lograr es-ta meta no consiste simplemente en dejar-se dominar por el instinto. Hace falta unapurificación y maduración, que incluyentambién la renuncia. Esto no es rechazar eleros ni envenenarlo, sino sanearlo para quealcance su verdadera grandeza.

Esto depende, ante todo, de la constitu-ción del ser humano, que está compuesto decuerpo y alma. El hombre es realmente élmismo cuando cuerpo y alma forman unaunidad íntima; el desafío del eros puede con-siderarse superado cuando se logra esta uni-ficación. Si el hombre pretendiera ser sólo

espíritu y quisiera rechazar la carne comosi fuera una herencia meramente animal, es-píritu y cuerpo perderían su dignidad. Si,por el contrario, repudia el espíritu y portanto considera la materia, el cuerpo, comouna realidad exclusiva, malogra igualmentesu grandeza. El epicúreo Gassendi, bromean-do, se dirigió a Descartes con el saludo:«¡Oh, Alma!». Y Descartes replicó: «¡Oh,Carne!»3 Pero ni la carne ni el espíritu aman:es el hombre, la persona, la que ama comocriatura unitaria, de la cual forman parte elcuerpo y el alma. Sólo cuando ambos se fun-den verdaderamente en una unidad, el hom-bre es plenamente él mismo. Únicamentede este modo el amor –el eros– puede ma-durar hasta su verdadera grandeza.

Hoy se reprocha a veces al cristianismodel pasado haber sido adversario de la cor-poreidad y, de hecho, siempre se han dadotendencias de este tipo. Pero el modo deexaltar el cuerpo que hoy constatamos re-sulta engañoso. El eros, degradado a purosexo, se convierte en mercancía, en simpleobjeto que se puede comprar y vender; másaún, el hombre mismo se transforma en mer-cancía. En realidad, éste no es propiamenteel gran sí del hombre a su cuerpo. Por elcontrario, de este modo considera el cuer-po y la sexualidad solamente como la partematerial de su ser, para emplearla y explo-tarla de modo calculador. Una parte, ade-más, que no aprecia como ámbito de su li-bertad, sino como algo que, a su manera, in-tenta convertir en agradable e inocuo a lavez. En realidad, nos encontramos ante una

degradación del cuerpo humano, que ya noestá integrado en el conjunto de la libertad denuestra existencia, ni es expresión viva de latotalidad de nuestro ser, sino que es relega-do a lo puramente biológico. La aparenteexaltación del cuerpo puede convertirse muypronto en odio a lacorporeidad. La fecristiana, por el con-trario, ha considera-do siempre al hom-bre como uno encuerpo y alma, en elcual espíritu y mate-ria se compenetranrecíprocamente, ad-quiriendo ambos,precisamente así,una nueva nobleza.Ciertamente, el erosquiere remontarnosen éxtasis hacia lodivino, llevarnosmás allá de nosotrosmismos, pero preci-samente por eso ne-cesita seguir un ca-mino de ascesis, re-nuncia, purificación y recuperación.

6. ¿Cómo hemos de describir concre-tamente este camino de elevación y purifi-cación? ¿Cómo se debe vivir el amor paraque se realice plenamente su promesa hu-mana y divina? Una primera indicación im-portante podemos encontrarla en uno de loslibros del Antiguo Testamento bien conoci-

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«El amor promete infinidad,eternidad, una realidadmás grande y completamente distintade nuestra existenciacotidiana. Pero, al mismotiempo, se constata queel camino para lograresta meta no consistesimplemente en dejarsedominar por el instinto»

Benedicto XVI, que firmóla encíclica el día

de Navidad, ante el Belén

gigante de la Plaza de San Pedro

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do por los místicos, el Cantar de los Canta-res. Según la interpretación hoy predomi-nante, las poesías contenidas en este libroson originariamente cantos de amor, escritosquizás para una fiesta nupcial israelita, enla que se debía exaltar el amor conyugal. Eneste contexto, es muy instructivo que a lolargo del libro se encuentren dos términosdiferentes para indicar el amor. Primero, lapalabra dodim, un plural que expresa el amortodavía inseguro, en un estadio de búsquedaindeterminada. Esta palabra es reemplazada

después por el térmi-no ahabá, que la tra-ducción griega del An-tiguo Testamento de-nomina, con un voca-blo de fonética similar,agapé, el cual, comohemos visto, se con-virtió en la expresión

característica para la concepción bíblica delamor. En oposición al amor indeterminado yaún en búsqueda, este vocablo expresa laexperiencia del amor que ahora ha llegado aser verdaderamente descubrimiento del otro,superando el carácter egoísta que predomi-naba claramente en la fase anterior. Ahora elamor es ocuparse del otro y preocuparse porel otro. Ya no se busca a sí mismo, sumirseen la embriaguez de la felicidad, sino queansía más bien el bien del amado: se con-vierte en renuncia, está dispuesto al sacrifi-cio, más aún, lo busca.

El desarrollo del amor hacia sus más al-tas cotas y su más íntima pureza conlleva elque ahora aspire a lo definitivo, y esto enun doble sentido: en cuanto implica exclu-sividad –sólo esta persona–, y en el sentidodel para siempre. El amor engloba la exis-tencia entera y en todas sus dimensiones,incluido también el tiempo. No podría serde otra manera, puesto que su promesa apun-ta a lo definitivo: el amor tiende a la eterni-dad. Ciertamente, el amor es éxtasis, perono en el sentido de arrebato momentáneo,sino como camino permanente, como un sa-lir del yo cerrado en sí mismo hacia su libe-ración en la entrega de sí y, precisamente deeste modo, hacia el reencuentro consigo mis-mo, más aún, hacia el descubrimiento deDios: «El que pretenda guardarse su vida,la perderá; y el que la pierda, la recobrará»(Lc 17, 33), dice Jesús en una sentencia su-ya que, con algunas variantes, se repite en losevangelios (cf. Mt 10, 39; 16, 25; Mc 8, 35;Lc 9, 24; Jn 12, 25). Con estas palabras, Je-sús describe su propio itinerario, que a travésde la cruz lo lleva a la resurrección: el ca-mino del grano de trigo que cae en tierra ymuere, dando así fruto abundante. Descri-be también, partiendo de su sacrificio per-sonal y del amor que en éste llega a su ple-nitud, la esencia del amor y de la existenciahumana en general.

7. Nuestras reflexiones sobre la esenciadel amor, inicialmente bastante filosóficas,nos han llevado por su propio dinamismo

hasta la fe bíblica. Al comienzo se ha plan-teado la cuestión de si, bajo los significa-dos de la palabra amor, diferentes e inclusoopuestos, subyace alguna unidad profunda o,por el contrario, han de permanecer separa-dos, uno paralelo al otro. Pero, sobre todo, hasurgido la cuestión de si el mensaje sobreel amor que nos han transmitido la Biblia yla tradición de la Iglesia tiene algo que vercon la común experiencia humana del amor,o más bien se opone a ella. A este propósito,nos hemos encontrado con las dos palabrasfundamentales: eros como término para elamor mundano y agapé como denomina-ción del amor fundado en la fe y plasmadopor ella. Con frecuencia, ambas se contra-ponen, una como amor ascendente, y comoamor descendente la otra. Hay otras clasi-ficaciones afines, como, por ejemplo, la dis-tinción entre amor posesivo y amor oblativo(amor concupiscentiae – amor benevolen-tiae), al que a veces se añade también elamor que tiende al propio provecho.

A menudo, en el debate filosófico y teo-lógico, estas distinciones se han radicaliza-do hasta el punto de contraponerse entre sí:lo típicamente cristiano sería el amor des-cendente, oblativo, el agapé precisamente; lacultura no cristiana, por el contrario, sobretodo la griega, se caracterizaría por el amorascendente, vehemente y posesivo, es de-cir, el eros. Si se llevara al extremo este an-tagonismo, la esencia del cristianismo que-daría desvinculada de las relaciones vitalesfundamentales de la existencia humana yconstituiría un mundo del todo singular, quetal vez podría considerarse admirable, peronetamente apartado del conjunto de la vidahumana. En realidad, eros y agapé –amorascendente y amor descendente– nunca lle-gan a separarse completamente. Cuanto másencuentran ambos, aunque en diversa me-dida, la justa unidad en la única realidad delamor, tanto mejor se realiza la verdaderaesencia del amor en general. Si bien el erosinicialmente es, sobre todo, vehemente, as-cendente –fascinación por la gran promesade felicidad–, al aproximarse la persona alotro se planteará cada vez menos cuestio-nes sobre sí misma, para buscar cada vezmás la felicidad del otro, se preocupará de él,se entregará y deseará ser para el otro. Así,el momento del agapé se inserta en el erosinicial; de otro modo, se desvirtúa y pierdetambién su propia naturaleza. Por otro la-do, el hombre tampoco puede vivir exclu-sivamente del amor oblativo, descendente.No puede dar únicamente y siempre, tam-bién debe recibir. Quien quiere dar amor,debe a su vez recibirlo como don. Es cierto–como nos dice el Señor– que el hombrepuede convertirse en fuente de la que ma-nan ríos de agua viva (cf. Jn 7, 37-38). Noobstante, para llegar a ser una fuente así, élmismo ha de beber siempre de nuevo de laprimera y originaria fuente que es Jesucris-to, de cuyo corazón traspasado brota el amorde Dios (cf. Jn 19, 34).

En la narración de la escalera de Jacob,los Padres han visto simbolizada, de variasmaneras, esta relación inseparable entre as-censo y descenso, entre el eros que busca aDios y el agapé que transmite el don reci-bido. En este texto bíblico se relata cómo elpatriarca Jacob, en sueños, vio una escaleraapoyada en la piedra que le servía de cabe-zal, que llegaba hasta el cielo y por la cualsubían y bajaban los ángeles de Dios (cf.

CARTA ENCÍCLICA DIOS ES AMORΩΩ6

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«El amor tiende a la eternidad»

Jesucristo, el amor de Dios encarnado y crucificado por amor.Calvario de la Seo.Zaragoza

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Gn 28, 12; Jn 1, 51). Impresiona particular-mente la interpretación que da el Papa Gre-gorio Magno de esta visión en su Regla pas-toral. El pastor bueno –dice– debe estar an-clado en la contemplación. En efecto, sólo deeste modo le será posible captar las necesi-dades de los demás en lo más profundo de suser, para hacerlas suyas: «Per pietatis vis-cera in se infirmitatem caeterorum transfe-rant»4. En este contexto, san Gregorio men-ciona a san Pablo, que fue arrebatado hastael tercer cielo, hasta los más grandes mis-terios de Dios y, precisamente por eso, aldescender, es capaz de hacerse todo paratodos (cf. 2 Co 12, 2-4; 1 Co 9, 22). Tam-bién pone el ejemplo de Moisés, que entra ysale del tabernáculo, en diálogo con Dios,para poder de este modo, partiendo de Él,estar a disposición de su pueblo. «Dentro[del tabernáculo] se extasía en la contem-plación, fuera [del tabernáculo] se ve apre-miado por los asuntos de los afligidos: Intuscontemplationem rapitur, foris infirmantiumnegotiis urgetur»5.

8. Hemos encontrado, pues, una primerarespuesta, todavía más bien genérica, a lasdos preguntas formuladas antes: en el fondo,el amor es una única realidad, si bien condiversas dimensiones; según los casos, unau otra puede destacar más. Pero cuando lasdos dimensiones se separan completamenteuna de otra, se produce una caricatura o, entodo caso, una forma mermada del amor.También hemos visto sintéticamente que lafe bíblica no construye un mundo paralelo ocontrapuesto al fenómeno humano origina-rio del amor, sino que asume a todo el hom-bre, interviniendo en su búsqueda de amorpara purificarla, abriéndole al mismo tiem-po nuevas dimensiones. Esta novedad de lafe bíblica se manifiesta, sobre todo, en dospuntos que merecen ser subrayados: la ima-gen de Dios y la imagen del hombre.

La novedad de la fe bíblica

9. Ante todo, está la nueva imagen deDios. En las culturas que circundan el mun-do de la Biblia, la imagen de dios y de losdioses, al fin y al cabo, queda poco clara y escontradictoria en sí misma. En el camino dela fe bíblica, por el contrario, resulta cadavez más claro y unívoco lo que se resumeen las palabras de la oración fundamentalde Israel, la Shema: «Escucha, Israel: El Se-ñor, nuestro Dios, es solamente uno» (Dt 6,4). Existe un solo Dios, que es el Creadordel cielo y de la tierra y, por tanto, tambiénes el Dios de todos los hombres. En estapuntualización hay dos elementos singulares:que realmente todos los otros dioses no sonDios y que toda la realidad en la que vivimosse remite a Dios, es creación suya. Cierta-mente, la idea de una creación existe tambiénen otros lugares, pero sólo aquí queda ab-solutamente claro que no se trata de un dioscualquiera, sino que el único Dios verdade-ro, Él mismo, es el autor de toda la realidad;ésta proviene del poder de su Palabra crea-dora. Lo cual significa que estima a estacriatura, precisamente porque ha sido Élquien la ha querido, quien la ha hecho. Yasí se pone de manifiesto el segundo ele-mento importante: este Dios ama al hom-bre. La potencia divina a la cual Aristóte-les, en la cumbre de la filosofía griega, tra-tó de llegar a través de la reflexión, es cier-tamente objeto de deseo y amor por partede todo ser –como realidad amada, esta di-vinidad mueve el mundo6–, pero ella mis-ma no necesita nada y no ama, sólo es ama-da. El Dios único en el que cree Israel, sinembargo, ama personalmente. Su amor, ade-más, es un amor de predilección: entre todoslos pueblos, Él escoge a Israel y lo ama, aun-que con el objeto de salvar precisamente deeste modo a toda la Humanidad. Él ama, y

este amor suyo puede ser calificado sin du-da como eros que, no obstante, es tambiéntotalmente agapé7.

Los profetas Oseas y Ezequiel, sobre to-do, han descrito esta pasión de Dios por supueblo con imágenes eróticas audaces. Larelación de Dios con Israel es ilustrada conla metáfora del noviazgo y del matrimonio;por consiguiente, la idolatría es adulterio yprostitución. Con eso se alude concreta-mente –como hemos visto– a los ritos de lafertilidad con su abuso del eros, pero al mis-mo tiempo se describe la relación de fideli-dad entre Israel y su Dios. La historia deamor de Dios con Is-rael consiste, en elfondo, en que Él le dala Torah, es decir, abrelos ojos de Israel so-bre la verdadera natu-raleza del hombre y leindica el camino delverdadero humanis-mo. Esta historia con-siste en que el hom-bre, viviendo en fide-lidad al único Dios, se experimenta a sí mis-mo como quien es amado por Dios, ydescubre la alegría en la verdad y en la jus-ticia; la alegría en Dios que se convierte ensu felicidad esencial: «¿No te tengo a ti enel cielo?; y contigo, ¿qué me importa la tie-rra?... Para mí lo bueno es estar junto aDios» (Sal 73 [72], 25. 28).

10. El eros de Dios para con el hombre,como hemos dicho, es a la vez agapé. No só-lo porque se da del todo gratuitamente, sinningún mérito anterior, sino también porque esamor que perdona. Oseas, de modo particular,nos muestra la dimensión del agapé en el amorde Dios por el hombre, que va mucho másallá de la gratuidad. Israel ha cometido adul-terio, ha roto la Alianza; Dios debería juzgar-

CARTA ENCÍCLICA DIOS ES AMOR 26-I-2006 ΩΩ7 AA

«Quien quiere dar amordebe, a su vez, recibirlo como don»

Última Cena. El amor de Dios, perpetuado

en la Eucaristía

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lo y repudiarlo. Pero precisamente en esto serevela que Dios es Dios y no hombre: «¿Có-mo voy a dejarte, Efraím, cómo entregarte,Israel?... Se me revuelve el corazón, se me

conmueven las en-trañas. No cederé alardor de mi cólera,no volveré a destruira Efraím; que yo soyDios y no hombre,santo en medio de ti»(Os 11, 8-9). El amorapasionado de Diospor su pueblo, por elhombre, es a la vezun amor que perdo-na. Un amor tangrande que pone aDios contra sí mis-mo, su amor contrasu justicia. El cristia-

no ve perfilarse ya en esto, veladamente, elmisterio de la Cruz: Dios ama tanto al hombreque, haciéndose hombre Él mismo, lo acom-paña incluso en la muerte y, de este modo, re-concilia la justicia y el amor.

El aspecto filosófico e histórico-religio-so que se ha de subrayar en esta visión dela Biblia es que, por un lado, nos encontra-mos ante una imagen estrictamente metafí-sica de Dios: Dios es en absoluto la fuenteoriginaria de cada ser; pero este principiocreativo de todas las cosas –el Logos, la ra-zón primordial– es, al mismo tiempo, unamante con toda la pasión de un verdaderoamor. Así, el eros es sumamente ennobleci-do, pero también tan purificado que se fun-de con el agapé. Por eso podemos com-prender que la recepción del Cantar de losCantares en el canon de la Sagrada Escri-tura se haya justificado muy pronto, porqueel sentido de sus cantos de amor describen enel fondo la relación de Dios con el hombre ydel hombre con Dios. De este modo, tanto enla literatura cristiana como en la judía, elCantar de los Cantares se ha convertido enuna fuente de conocimiento y de experienciamística, en la cual se expresa la esencia de lafe bíblica: se da ciertamente una unificacióndel hombre con Dios –sueño originario delhombre–, pero esta unificación no es un fun-dirse juntos, un hundirse en el océano anó-

nimo del Divino; es una unidadque crea amor, en la que ambos

–Dios y el hombre– siguen siendoellos mismos y, sin embargo, se con-

vierten en una sola cosa: «El que seune al Señor, es un espíritu con Él»,dice san Pablo (1 Co 6, 17).11. La primera novedad de la fe bí-

blica, como hemos visto, consiste enla imagen de Dios; la segunda, rela-

cionada esencialmente con ella, la en-contramos en la imagen del hombre. Lanarración bíblica de la creación habla dela soledad del primer hombre, Adán, alcual Dios quiere darle una ayuda. Ningu-

na de las otras criaturas puede ser esa ayu-da que el hombre necesita, por más que élhaya dado nombre a todas las bestias sal-vajes y a todos los pájaros, incorporándolosasí a su entorno vital. Entonces Dios, deuna costilla del hombre, forma a la mujer.Ahora Adán encuentra la ayuda que preci-sa: «¡Ésta sí que es hueso de mis huesos ycarne de mi carne!» (Gn 2, 23). En el tras-fondo de esta narración, se pueden consi-derar concepciones como la que aparece

también, por ejemplo, en el mito relata-do por Platón, según el cual el hombre

era originariamente esférico, por-que era completo en sí mismo y

autosuficiente. Pero, en cas-tigo por su soberbia, fue

dividido en dos porZeus, de manera que

ahora anhela siem-pre su otra mitady está en caminohacia ella pararecobrar su in-tegridad8. Enla narración

bíblica no se ha-bla de castigo;

pero sí aparece laidea de que el hom-

bre es de algún modoincompleto, constituti-

vamente en camino paraencontrar en el otro la parte

complementaria para su inte-gridad, es decir, la idea de quesólo en la comunión con el

otro sexo puede considerarse completo. Así,pues, el pasaje bíblico concluye con unaprofecía sobre Adán: «Por eso abandonaráel hombre a su padre y a su madre, se uni-rá a su mujer y serán los dos una sola car-ne» (Gn 2, 24).

En esta profecía hay dos aspectos im-portantes: el eros está como enraizado en lanaturaleza misma del hombre; Adán se po-ne a buscar y «abandona a su padre y a sumadre», para unirse a su mujer; sólo ambosconjuntamente representan a la humanidadcompleta, se convierten en una sola carne.No menor importancia reviste el segundoaspecto: en una perspectiva fundada en lacreación, el eros orienta al hombre hacia elmatrimonio, un vínculo marcado por su ca-rácter único y definitivo; así, y sólo así, se re-aliza su destino íntimo. A la imagen del Diosmonoteísta corresponde el matrimonio mo-nógamo. El matrimonio basado en un amorexclusivo y definitivo se convierte en el ico-no de la relación de Dios con su pueblo y, vi-ceversa, el modo de amar de Dios se con-vierte en la medida del amor humano. Estaestrecha relación entre eros y matrimonioque presenta la Biblia no tiene prácticamenteparalelo alguno en la literatura fuera de ella.

Jesucristo, el amor de Dios encarnado

12. Aunque hasta ahora hemos habladoprincipalmente del Antiguo Testamento, yase ha dejado entrever la íntima compenetra-ción de los dos Testamentos como única Es-critura de la fe cristiana. La verdadera ori-ginalidad del Nuevo Testamento no consis-te en nuevas ideas, sino en la figura mismade Cristo, que da carne y sangre a los con-ceptos: un realismo inaudito. Tampoco enel Antiguo Testamento la novedad bíblicaconsiste simplemente en nociones abstractas,sino en la actuación imprevisible y, en cier-to sentido inaudita, de Dios. Este actuar deDios adquiere ahora su forma dramática,puesto que, en Jesucristo, el propio Dios vatras la oveja perdida, la Humanidad dolien-te y extraviada. Cuando Jesús habla en susparábolas del pastor que va tras la oveja des-carriada, de la mujer que busca el dracma,del padre que sale al encuentro del hijo pró-digo y lo abraza, no se trata sólo de meraspalabras, sino que es la explicación de supropio ser y actuar. En su muerte en la cruzse realiza ese ponerse Dios contra sí mis-mo, al entregarse para dar nueva vida alhombre y salvarlo: esto es amor en su formamás radical. Poner la mirada en el costadotraspasado de Cristo, del que habla Juan (cf.19, 37), ayuda a comprender lo que ha sidoel punto de partida de esta Carta encíclica:«Dios es amor» (1 Jn 4, 8). Es allí, en lacruz, donde puede contemplarse esta ver-dad. Y a partir de allí se debe definir ahoraqué es el amor. Y, desde esa mirada, el cris-tiano encuentra la orientación de su vivir yde su amar.

13. Jesús ha perpetuado este acto de en-trega mediante la institución de la Eucaris-tía durante la Última Cena. Ya en aquellahora, Él anticipa su muerte y resurrección,dándose a sí mismo a sus discípulos en elpan y en el vino, su Cuerpo y su Sangre co-mo nuevo maná (cf. Jn 6, 31-33). Si el mun-do antiguo había soñado que, en el fondo,el verdadero alimento del hombre –aquellopor lo que el hombre vive– era el Logos, la

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«La verdadera originalidaddel Nuevo Testamento no consiste en nuevasideas, sino en la figuramisma de Cristo, que da carne y sangre a los conceptos: un realismo inaudito»

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sabiduría eterna, ahora este Logos se ha he-cho para nosotros verdadera comida, comoamor. La Eucaristía nos adentra en el actooblativo de Jesús. No recibimos solamentede modo pasivo el Logos encarnado, sinoque nos implicamos en la dinámica de suentrega. La imagen de las nupcias entre Diose Israel se hace realidad de un modo antes in-concebible: lo que antes era estar frente aDios, se transforma ahora en unión por laparticipación en la entrega de Jesús, en suCuerpo y su Sangre. La mística del Sacra-mento, que se basa en el abajamiento deDios hacia nosotros, tiene otra dimensiónde gran alcance y que lleva mucho más altode lo que cualquier elevación mística delhombre podría alcanzar.

14. Pero ahora se ha de prestar atencióna otro aspecto: la mística del Sacramentotiene un carácter social, porque en la co-munión sacramental yo quedo unido al Se-ñor como todos los demás que comulgan:«El pan es uno, y así nosotros, aunque so-mos muchos, formamos un solo cuerpo,porque comemos todos del mismo pan», di-ce san Pablo (1 Co 10, 17). La unión conCristo es, al mismo tiempo, unión con todoslos demás a los que Él se entrega. No pue-do tener a Cristo sólo para mí; únicamentepuedo pertenecerle en unión con todos losque son suyos o lo serán. La comunión mehace salir de mí mismo para ir hacia Él, y,por tanto, también hacia la unidad con todoslos cristianos. Nos hacemos un cuerpo, au-nados en una única existencia. Ahora, elamor a Dios y al prójimo están realmenteunidos: el Dios encarnado nos atrae a to-dos hacia sí. Se entiende, pues, que el aga-pé se haya convertido también en un nom-bre de la Eucaristía: en ella el agapé de Diosnos llega corporalmente para seguir ac-tuando en nosotros y por nosotros. Sólo apartir de este fundamento cristológico-sa-cramental se puede entender correctamen-te la enseñanza de Jesús sobre el amor. Elpaso desde la Ley y los Profetas al doblemandamiento del amor de Dios y del próji-mo, el hacer derivar de este precepto toda laexistencia de fe, no es simplemente moral,que podría darse autónomamente, parale-lamente a la fe en Cristo y a su actualizaciónen el Sacramento: fe, culto y ethos se com-penetran recíprocamente como una sola re-alidad, que se configura en el encuentro conel agapé de Dios. Así, la contraposiciónusual entre culto y ética simplemente desa-parece. En el culto mismo, en la comunióneucarística, está incluido a la vez el ser ama-dos y el amar a los otros. Una Eucaristíaque no comporte un ejercicio práctico delamor es fragmentaria en sí misma. Vice-versa –como hemos de considerar más de-talladamente aún–, el mandamiento delamor es posible sólo porque no es una me-ra exigencia: el amor puede ser mandadoporque antes es dado.

15. Las grandes parábolas de Jesús han deentenderse también a partir de este princi-pio. El rico epulón (cf. Lc 16, 19-31) supli-ca desde el lugar de los condenados que seadvierta a sus hermanos de lo que sucede aquien ha ignorado frívolamente al pobre ne-cesitado. Jesús, por decirlo así, acoge estegrito de ayuda y se hace eco de él para po-nernos en guardia, para hacernos volver alrecto camino. La parábola del Buen Sama-ritano (cf. Lc 10, 25-37) nos lleva, sobre to-do, a dos aclaraciones importantes. Mien-

tras el concepto de prójimo hasta entonces serefería esencialmente a los conciudadanosy a los extranjeros que se establecían en latierra de Israel, y por tanto a la comunidadcompacta de un país o de un pueblo, ahoraeste límite desaparece. Mi prójimo es cual-quiera que tenga necesidad de mí y que yopueda ayudar. Se universaliza el conceptode prójimo, pero permaneciendo concreto.Aunque se extienda a todos los hombres, elamor al prójimo no se reduce a una actitudgenérica y abstracta, poco exigente en símisma, sino que requiere mi compromisopráctico aquí y ahora. La Iglesia tiene siem-pre el deber de interpretar cada vez esta re-lación entre lejanía y proximidad, con vistasa la vida práctica de sus miembros. En fin, seha de recordar de modo particular la granparábola del Juicio final (cf. Mt 25, 31-46),en el cual el amor se convierte en el criteriopara la decisión definitiva sobre la valoraciónpositiva o negativa de una vida humana. Je-sús se identifica con los pobres: los ham-brientos y sedientos, los forasteros, los des-nudos, enfermos o encarcelados. «Cada vezque lo hicisteis con uno de estos mis humil-des hermanos, conmigo lo hicisteis» (Mt 25,40). Amor a Dios y amor al prójimo se fun-den entre sí: en el más humilde encontra-mos a Jesús mismo, y en Jesús encontramosa Dios.

Amor a Dios y amor al prójimo

16. Después de haber reflexionado sobrela esencia del amor y su significado en la febíblica, queda aún una doble cuestión sobrecómo podemos vivirlo: ¿es realmente posi-ble amar a Dios aunque no se le vea? Y, porotro lado: ¿se puede mandar el amor? En

estas preguntas se manifiestan dos objecio-nes contra el doble mandamiento del amor.Nadie ha visto a Dios jamás, ¿cómo podre-mos amarlo? Y además, el amor no se pue-de mandar; a fin de cuentas es un senti-miento que puede tenerse o no, pero que nopuede ser creado por la voluntad. La Escri-tura parece respaldar la primera objecióncuando afirma: «Si alguno dice:Amo a Dios, y aborrece a su her-mano, es un mentiroso; pues quienno ama a su hermano, a quien ve,no puede amar a Dios, a quien nove» (1 Jn 4, 20). Pero este texto enmodo alguno excluye el amor aDios, como si fuera un imposible;por el contrario, en todo el contex-to de la Primera Carta de Juan ape-nas citada, el amor a Dios es exi-gido explícitamente. Lo que se su-braya es la inseparable relación en-tre amor a Dios y amor al prójimo.Ambos están tan estrechamente en-trelazados, que la afirmación deamar a Dios es en realidad unamentira si el hombre se cierra alprójimo o incluso lo odia. El ver-sículo de Juan se ha de interpretar más bienen el sentido de que el amor del prójimo esun camino para encontrar también a Dios,y que cerrar los ojos ante el prójimo nos con-vierte también en ciegos ante Dios.

17. En efecto, nadie ha visto a Dios talcomo es en sí mismo. Y, sin embargo, Diosno es del todo invisible para nosotros, noha quedado fuera de nuestro alcance. Diosnos ha amado primero, dice la citada Cartade Juan (cf. 4, 10), y este amor de Dios haaparecido entre nosotros, se ha hecho visi-ble, pues «Dios envió al mundo a su Hijoúnico para que vivamos por medio de Él» (1

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«Una Eucaristíaque nocomporte un ejerciciopráctico del amor esfragmentariaen sí misma»

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Jn 4, 9). Dios se ha hecho visible: en Jesúspodemos ver al Padre (cf. Jn 14, 9). De he-cho, Dios es visible de muchas maneras. Enla historia de amor que nos narra la Biblia,Él sale a nuestro encuentro, trata de atraer-nos, llegando hasta la Última Cena, hastael Corazón traspasado en la cruz, hasta lasapariciones del Resucitado, y las grandes

obras mediante lasque Él, por la acciónde los Apóstoles, haguiado el caminar dela Iglesia naciente. ElSeñor tampoco ha es-tado ausente en la his-toria sucesiva de laIglesia: siempre vienea nuestro encuentro através de los hombresen los que Él se refle-ja; mediante su Pala-bra, en los Sacramen-tos, especialmente laEucaristía. En la litur-gia de la Iglesia, en suoración, en la comu-nidad viva de los cre-

yentes, experimentamos el amor de Dios,percibimos su presencia y, de este modo,aprendemos también a reconocerla en nues-tra vida cotidiana. Él nos ha amado prime-ro, y sigue amándonos primero; por eso,nosotros podemos corresponder tambiéncon el amor. Dios no nos impone un senti-

miento que no podamos suscitar en noso-tros mismos. Él nos ama y nos hace ver yexperimentar su amor, y de este antes deDios puede nacer también en nosotros elamor como respuesta.

En el desarrollo de este encuentro semuestra también claramente que el amor noes solamente un sentimiento. Los senti-mientos van y vienen. Pueden ser una ma-ravillosa chispa inicial, pero no son la tota-lidad del amor. Al principio hemos habladodel proceso de purificación y maduraciónmediante el cual el eros llega a ser total-mente él mismo y se convierte en amor en elpleno sentido de la palabra. Es propio de lamadurez del amor que abarque todas las po-tencialidades del hombre e incluya, por asídecir, al hombre en su integridad. El en-cuentro con las manifestaciones visibles delamor de Dios puede suscitar en nosotros elsentimiento de alegría, que nace de la ex-periencia de ser amados. Pero dicho en-cuentro implica también nuestra voluntad ynuestro entendimiento. El reconocimientodel Dios viviente es una vía hacia el amor, yel sí de nuestra voluntad a la suya abarcaentendimiento, voluntad y sentimiento enel acto único del amor. No obstante, éste esun proceso que siempre está en camino: elamor nunca se da por concluido y comple-tado; se transforma en el curso de la vida,madura y, precisamente por ello, permanecefiel a sí mismo. Idem velle, idem nolle9, que-rer lo mismo y rechazar lo mismo, es lo que

los antiguos han reconocido como el autén-tico contenido del amor: hacerse uno seme-jante al otro, que lleva a un pensar y desearcomún. La historia de amor entre Dios y elhombre consiste precisamente en que estacomunión de voluntad crece en la comunióndel pensamiento y del sentimiento, de modoque nuestro querer y la voluntad de Dioscoinciden cada vez más: la voluntad de Diosya no es para mí algo extraño que los man-damientos me imponen desde fuera, sinoque es mi propia voluntad, habiendo expe-rimentado que Dios está más dentro de míque lo más íntimo mío10. Crece entonces elabandono en Dios, y Dios es nuestra alegría(cf. Sal 73 [72], 23-28).

18. De este modo, se ve que es posible elamor al prójimo en el sentido enunciadopor la Biblia, por Jesús. Consiste justamenteen que, en Dios y con Dios, amo tambiéna la persona que no me agrada o ni siquieraconozco. Esto sólo puede llevarse a cabo apartir del encuentro íntimo con Dios, un en-cuentro que se ha convertido en comuniónde voluntad, llegando a implicar el senti-miento. Entonces aprendo a mirar a estaotra persona no ya sólo con mis ojos y sen-timientos, sino desde la perspectiva de Je-sucristo. Su amigo es mi amigo. Más alláde la apariencia exterior del otro descubro suanhelo interior de un gesto de amor, de aten-ción, que no le hago llegar solamente a tra-vés de las organizaciones encargadas deello, y aceptándolo tal vez por exigenciaspolíticas. Al verlo con los ojos de Cristo,puedo dar al otro mucho más que cosas ex-ternas necesarias: puedo ofrecerle la mira-da de amor que él necesita. En esto se ma-nifiesta la imprescindible interacción entreamor a Dios y amor al prójimo, de la quehabla con tanta insistencia la Primera car-ta de Juan. Si en mi vida falta completa-mente el contacto con Dios, podré ver siem-pre en el prójimo solamente al otro, sin con-seguir reconocer en él la imagen divina. Porel contrario, si en mi vida omito del todo laatención al otro, queriendo ser sólo piado-so y cumplir con mis deberes religiosos, semarchita también la relación con Dios. Se-rá únicamente una relación correcta, perosin amor. Sólo mi disponibilidad para ayu-dar al prójimo, para manifestarle amor, mehace sensible también ante Dios. Sólo elservicio al prójimo abre mis ojos a lo queDios hace por mí y a lo mucho que me ama.Los santos –pensemos, por ejemplo, en laBeata Teresa de Calcuta– han adquirido sucapacidad de amar al prójimo de manerasiempre renovada gracias a su encuentrocon el Señor eucarístico, y, viceversa, esteencuentro ha adquirido realismo y profun-didad precisamente en su servicio a los de-más. Amor a Dios y amor al prójimo soninseparables, son un único mandamiento.Pero ambos viven del amor que viene deDios, que nos ha amado primero. Así, pues,no se trata ya de un mandamiento externoque nos impone lo imposible, sino de unaexperiencia de amor nacida desde dentro,un amor que por su propia naturaleza ha deser ulteriormente comunicado a otros. Elamor crece a través del amor. El amor esdivino porque proviene de Dios y a Diosnos une y, mediante este proceso unifica-dor, nos transforma en un Nosotros, que su-pera nuestras divisiones y nos convierte enuna sola cosa, hasta que, al final, Dios seatodo para todos (cf. 1 Co 15, 28).

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«El amor no es solamenteun sentimiento. Los sentimientos van y vienen. Pueden seruna maravillosa chispainicial, pero no son la totalidad del amor»

Amor a Dios y amor al prójimo son inseparables

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LA FOTOΩΩ12

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Millones de personas han salido a la calle, elpasado fin de semana, para manifestar su apo-yo a las medidas en defensa de la vida de to-

do ser humano, desde el primer momento de su con-cepción hasta su muerte natural, y para protestar con-tra los inicuos ordenamientos jurídicos que hacen legallo que nunca puede ser lícito moralmente. 85.000 se-res humanos que tenían derecho a nacer fueron ani-quilados en España el año pasado; más del doble enItalia, y casi el triple en Francia. Las fotos muestran dis-tintos aspectos de las manifestaciones registradas enParís, en Los Ángeles y en Madrid ante la Embajadafrancesa, en solidaridad con la gran manifestación de lacapital francesa. La de Madrid estuvo organizada por elForo Español de la Familia, cuyo representante, donBenigno Blanco, aparece en una de las fotos.

Nuevo Presidentede Portugal

El que fue Primer Ministro de Portugal, Anibal Ca-vaco Silva, ha ganado las elecciones presidencia-

les en Portugal con mayoría absoluta del 50,6% de losvotos. Se convierte así en el primer Jefe de Estado,de ideología política conservadora, en la historia dela democracia portuguesa. El socialista Manuel Alegreconsiguió el 20,7% de los votos, y el ex Presidente so-cialista Mario Soares apenas sobrepasó el 14%. Ca-vaco Silva sucede en la presidencia al socialista Jor-ge Sampaio, que ha agotado los dos mandatos presi-denciales consecutivos que permite la ley del paísvecino.

A favor de la vida

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«Hemos creído en el amorde Dios: así puede ex-presar el cristiano la op-

ción fundamental de su vida. No secomienza a ser cristiano por una de-cisión ética o una gran idea, sino por elencuentro con un acontecimiento, conuna Persona que da un nuevo hori-zonte a la vida, y con ello, una orien-tación decisiva»: son líneas de la pri-mera Carta encíclica de BenedictoXVI, titulada Dios es amor. Está di-rigida a los obispos, presbíteros y diá-conos, a las personas consagradas y atodos los fieles laicos, y desde el prin-cipio deja claro el Papa que es una en-cíclica sobre el amor cristiano. Pocaslíneas más adelante explica que el tér-mino amor se ha convertido hoy enuna de las palabras más utilizadas ytambién de las que más se abusa.

Ya antes de ser promulgada la en-cíclica, algunos se han preocupado poradelantar que no se trata de una encí-clica programática; pero, desde el pri-mer momento de su pontificado, Be-nedicto XVI se preocupó de señalarnítidamente que su programa sólo es ysólo puede ser uno: Jesucristo. Eco,sin duda, de las palabras, rotundas ylucidísimas, de su predecesor en laCarta apostólica Al llegar el nuevo mi-lenio: «No, no será una fórmula lo quenos salve, pero sí una Persona y la cer-teza que ella nos infunde: ¡Yo estoycon vosotros!» ¿Cabe más y mejorPrograma que el Amor, que Dios mis-mo, que Cristo mismo?

Le importa mucho al Papa dejarsentado que, ante todo y sobre todo,Dios es amor, y quien permanece en elamor, permanece en Dios y Dios enél. Y por eso no es posible que difieranen su raíz, y menos que se contradi-gan, el amor humano y el amor divino.En un mundo como el actual, dondese quiere arrancar de su raíz divina larealidad del matrimonio y de la fami-lia, y donde a veces se relaciona elnombre de Dios con la venganza, oincluso con la obligación del odio yde la violencia, la presente encíclicacobra una actualidad inusitada, y conun significado muy concreto. Nada,pues, de elucubraciones teóricas ni demisticismos abstractos; todo lo con-trario; es una encíclica sumamentepráctica. Desde las afirmaciones ini-ciales de que el eros, degradado a pu-ro sexo, se convierte en mercancía, ensimple objeto que se puede comprary vender, hasta las conclusiones fina-les de que el amor es un servicio, deque la actividad caritativa cristiana nose puede confundir con mera asisten-cia social y ha de ser independientede partidos e ideologías: expresión ge-nuina de la Presencia viva del mismoCristo.

Subraya con firmeza el Santo Padreque es muy importante que la activi-dad caritativa de la Iglesia no se dilu-

ya en una organización asistencial ge-nérica; que los seres humanos nece-sitan siempre algo más que una aten-ción, sólo técnicamente correcta. Ne-cesitan humanidad, necesitan atencióncordial. Dice el Papa, a todo aquel quequiera escucharle con buena volun-tad, que la actividad caritativa cristia-na no es un medio para transformar elmundo de manera ideológica, y no es-tá al servicio de estrategias munda-nas; a un mundo mejor se contribuyesolamente haciendo el bien, aquí yahora, en primera persona, con pasióny donde sea posible, independiente-mente de estrategias y programas departido. ¿Habrá alguien que, despuésde leer esto, pueda decir que ésta no esuna encíclica social, además de pro-fundamente teológica?

¿Y qué significa social, en cristia-no? Si no es posible separar el amordel hombre y la mujer del amor deDios, tampoco es posible separar eldar de comer del anuncio explícito deJesucristo. Con demasiada frecuenciaaparece, en no pocos miembros de laIglesia, el terrible dualismo: dar decomer, o anunciar a Jesucristo, de-cantándose por primero, dar de co-mer, y después ya vendrá la fe. ¡Dios,convertido en añadidura! ¿Cabe mayor

barbaridad, no ya contra la verdad deDios, ¡sino contra la verdad del hom-bre!? Benedicto XVI, en esta breve ygrandísima encíclica, rompe todo es-te demoledor dualismo, demoledor dela fe, del Pan de vida eterna, ¡y no me-nos demoledor del pan material!

El Papa no se queda en postuladosy reflexiones. Señala caminos, pistasconcretas de actuación: «Ni caer enuna soberbia que desprecia al hombrey que, en realidad, nada construye, niceder a la resignación que impediríadejarse guiar por el amor y así guiar alhombre». El amor, es decir, la cari-dad, hoy, aquí y ahora, está unido in-disolublemente a la fe y a la esperan-za. La esperanza se relaciona con lapaciencia, que no desfallece, ni si-quiera ante el fracaso aparente, y conla humildad, que reconoce el misteriode Dios y se fía de él, incluso en la os-curidad. «Por eso –concluye el Papa–,ha llegado el momento de reafirmarla importancia de la oración, ante elactivismo y el secularismo de muchoscristianos comprometidos en el servi-cio caritativo». ¿Un ejemplo concreto?Los santos y María, madre de Dios ymadre nuestra, a la que el Papa definecomo «una mujer de esperanza, y unamujer que ama».

CRITERIOS 26-I-2006 ΩΩ13 AA

Unidadde España

Anadie, a estas alturas, se nosoculta la gravedad de estos

momentos. Son muchas cosas lasque están en juego. Está en juegola unidad de España y sus raícesculturales e históricas (...); está enjuego la herencia de valoreshumanos y cristianos querepresentan el patrimonio másprecioso del pueblo español, laherencia de la fe, suscitada por lapredicación de los discípulos deJesucristo. Está en juego laherencia de la unidad, que semide por largos siglos de historiacomún, incluso más allá de suespecífica configuración política,consolidada, sobre todo en elfinal del siglo XV y el XVI, y queha estado y sigue arraigada en laconciencia de los españoles, quese han sentido y sientenmiembros de una única nación,en la diversidad de los pueblosque la integran.

Nada de lo que sucede enEspaña, en la sociedad, le esajeno a la Iglesia. Nada humanonos es extraño. Nada de lo queafecta al hombre, a la sociedad, anuestra Historia y a nuestro paísle es ajeno a los cristianos. ElPapa Juan Pablo II, en unaocasión delicada para Italia,decía: «Los laicos cristianos,precisamente en este momentohistórico decisivo, no puedenevadirse de susresponsabilidades. Antes bien,deben manifestar con valor suconfianza en Dios, Señor de laHistoria, y su amor a Italia –aEspaña, añado– a través de unapresencia unida y coherente y unservicio honrado y desinteresadoen el campo social y político,siempre abiertos a una sinceracolaboración con todas lasfuerzas sanas de la nación».

El amor al bien de la propianación, los comportamientos desolidaridad renovada dentro delpropio país y con la Humanidadentera, la verdad en la paz, elprincipio de subsidiariedad, lasuperación del nihilismo y delfundamentalismo, así como de ladictadura del relativismo, elcamino y los comportamientosen la verdad, la justicia, lalibertad y el amor, la apertura yno la cerrazón al reconocimientode Dios que es Amor que salva,son bases necesarias para laconsolidación de la verdad de laconvivencia entre nosotros ycamino de futuro en estosmomentos.

+ Antonio Cañizaresarzobispo de Toledoy Primado de España

Una encíclica para hoy

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AQUI Y AHORAΩΩ14

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Formo parte de un grupo heterogéneo de personas a quienes elamor a santa Ángela de la Cruz llevó de Morón de la Frontera aMadrid, con motivo de su canonización en el año 2003. Perso-

nalmente, pienso que fue importante aquel encuentro con Juan PabloII en Cuatro Vientos y, al día siguiente, en la canonización de loscinco santos en la plaza de Colón, en aquellos memorables 3 y 4 demayo de 2003. Supuso para todos un impacto difícil de definir.

Poco a poco, vamos observando que, cuando nos reunimos, yadesde hace bastante tiempo, en la capilla de nuestro colegio de lasHermanas de la Cruz, en Morón de la Frontera, con motivos de ani-versarios importantes de su Fundadora, y celebramos la Eucaristía,vemos que va evolucionando de una simple devoción a la santa, a unfuerte impulso eclesial de profundo amor a la Iglesia, así como de va-lentía, generosidad y entusiasmo por vivir el catolicismo sin com-plejos ni desidia. Vemos con alegría que esto parece contagioso, y quela devoción a santa Ángela crece y madura.

Hemos celebrado el Triduo de Sor Ángela de la Cruz, como cadaaño, en el aniversario de su beatificación. La capilla, con capacidadpara trescientas personas, estaba completamente llena, llegando in-cluso a alquilar 125 sillas que rebosaban por las distintas puertas deacceso a esta capilla. El silencio y el respeto eran tangibles, a pesarde ser un público de lo más diverso: niños pequeños, adolescentes,jóvenes, adultos y ancianos.

¿Los temas tratados durante el triduo? Ya no son, como en añosanteriores, exclusivos de la biografía y espiritualidad de santa Ánge-la, sino de ideas sacadas de los mensajes de los últimos Papas, rela-cionados naturalmente con ella y con la realidad en la que vivimosactualmente.

En Alfa y Omega encontramos puntos de referencia que nos acla-ran y animan, lo cual hace que, a pesar de ser pocos, nos sintamos mu-chos, sabiendo que todos compartimos inquietudes y esperanzas;gente que tiene la cabeza sobre los hombros y que viven coherente-mente su fe, aunque los vientos les sean contrarios. En este sentido,Alfa y Omega está suponiendo para los católicos un don inestimableque realmente necesitábamos todos. Y, sobre todo, elegimos cuida-

dosamente los temas bíblicos, adecuados para el momento que es-tábamos viviendo. Así pues, este año hemos repartido las ideas de laforma siguiente:

Día primero: Los niños y adolescentes. El lema: Dejad que losniños se acerquen a Mí. Moniciones, lecturas, ofrendas y preces re-alizadas por ellos.

Día segundo: Las familias. El lema: La familia sí nos importa. ¡Ymucho! (frase de la manifestación del 18 de junio pasado a favor deella). Participaron grupos familiares.

Día tercero: Los jóvenes. El lema: Hemos venido a adorarlo,que hace alusión al Encuentro de los mismos en Colonia con el Pa-pa. Participamos un grupo numeroso de jóvenes que tuvimos la suer-te de estar libres de trabajo y estudios, por ser sábado.

El silencio del auditorio, los cantos, las lecturas bien proclama-das… Todo nos parecía adecuado para finalizar este Año de la Eu-caristía. Según nos indicaba Juan Pablo II en la Carta apostólica so-bre la misma, estamos firmemente convencidos de que «la Eucaris-tía es fuente y cumbre de la vida y de la misión de la Iglesia». Por ello,de acuerdo con él y con el Sínodo de los Obispos celebrado recien-temente en Roma, hemos intentado celebrarla con los mismos sen-timientos suyos, expresados en la citada Carta Quédate con nosotros,Señor: «La Eucaristía es el centro vital alrededor del cual deseo quelos jóvenes se reúnan para alimenar su fe y su entusiasmo».

Una frase de nuestras moniciones en el Triduo fue la que proclamóBenedicto XVI en Colonia: «Los jóvenes no buscan una Iglesia infantil,sino joven, y eso es para los mayores una provocación saludable, por-que nos piden que seamos coherentes, unidos e intrépidos».

Ojalá que un grupo de paisanos pudiésemos asistir el próximoverano al Congreso sobre la Familia que se va a celebrar en Valen-cia, con la presencia de Benedicto XVI.

En resumen, hemos comprobado con muchísima alegría y entu-siasmo, en estos tres días en la capilla de las Hermanas de la Cruz deMorón, que el amor a santa Ángela sigue avivando nuestra fe.

María Morilla Duarte

Vivencias en el Triduo de santa Ángela

Un profundo amor a la Iglesia

Tapiz de los santos canonizadosdurante la visitade Juan Pablo IIa España,el 4 de mayo de 2003(santa Ángela de la Cruz, la primera a la izquierda)

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AQUI Y AHORA 26-I-2006 ΩΩ15 AA

La introducción de la causa de beatifica-ción de Antoni Gaudí, así como su con-tinuo testimonio de verdadero cristia-

nismo, nos ha llevado a recordar a este granhombre y original arquitecto. Recientemen-te se cumplió el 150 aniversario de su naci-miento. En 1969, su obra se inscribió en lalista del Patrimonio Mundial de la UNES-CO. El cardenal Ricard María Carles ha sido

designado postulador de la re-cién introducida causa de bea-tificación.

A los 31 años, Antonio Gaudíse convirtió en ayudante del ar-quitecto diocesano Francisco dePaula Villar, al que se le habíaencargado edificar un gran tem-plo, en un momento en que lasociedad catalana atravesabauna profunda crisis, tras el pa-so de la civilización campesinaa la urbana. Hijo de un artesa-no y sin antepasados dedicadosa la arquitectura, Gaudí se pro-curó un mecenas, Fontsaré,quien le ayudó a obtener un tra-bajo que le permitiese estudiar. Desde el punto de vista arqui-

tectónico, crea un método original, en el quese entrelazaban pilastras y bóvedas. Parale-lamente, se inspiró en las formas naturales yen la belleza de las mismas: árboles, plan-tas, cuerpos humanos y colinas. Geometríadiversa en el manejo de la escuadra y el com-pás. Consciente de que originalidad es to-

do aquello que vuelve los ojos al origen, veen todo momento la naturaleza como la obramás perfecta de Dios; por ello, impregna suarquitectura de espiritualidad: «Yo no soyun creador –solía decir–, sino un copista delas formas creadas por el Gran Arquitectodel Mundo».

Gaudí confesaba ser católico por educa-ción y por convicción. «La fe en Dios meayuda, me consuela y me da fuerzas en las si-tuaciones delicadas», afirmó en una ocasión.Apasionado por la perfección, vivió heroi-camente las virtudes cristianas, intentandodar gloria a Dios mediante su obra. Cada día,después de Misa, buscaba con serenidad elbreve contacto con la naturaleza, verdaderacausa de su inspiración.

Luz hacia la Luz

Trabajador infatigable, convencido delespíritu franciscano, buscaba en la natura-leza el Espíritu de Dios. Si nos detenemos acontemplar los materiales usados por Gaudí,notamos la pobreza y sencillez de los mis-mos. La luz de las zonas internas de cadauna de sus obras constituye una llamada di-rigida hacia la verdadera Luz.

Su arquitectura, única en el mundo, quedareflejada en el Palacio Güell, Casa Milá, Bal-cones de la Pedrera, Escuelas de la SagradaFamilia y la finca Güell en la Avenida de Pe-dralbes, donde jugó con cristales y azulejos,combinados con inteligencia. En la Casa Vi-cens y en el Capricho de Comillas no apare-

cen, extrañamente, los motivos religiosos. Porel contrario, la devoción mariana de Gaudíqueda plasmada en el edificio de las misio-nes africanas de Tánger, y el Rosario en laMontaña de Montserrat. La huella de Gaudípermanece en el monasterio benedictino deVillaricos, en Cuevas de Vera (Almería), y elcolegio de Jesús María, en San Andrés delPalomar. En el Parque Güell, la persona quehizo el encargo quiso tener una nueva versiónde la magnífica ciudad helénica de Delfos.

En sus catorce últimos años de vida, sededicó a la Sagrada Familia, y rechazó cual-quier otro proyecto. De los tres frontalesrealizó uno, dedicado a la Natividiad. El se-gundo, dedicado a la Pasión de Cristo, se realizó sobre diseños de Gaudí tras su muer-te. El tercero, la Gloria, está aún por reali-zar. El 7 de junio de 1926 fue atropelladopor un tranvía en la Gran Vía barcelonesa, yfue enterrado en la cripta de la Sagrada Fa-milia. Su obra nos enorgullece, a pesar deque quedó interrumpida tras su muerte. Alos que le reprochaban su lentitud en finali-zar esta gran obra, contestaba: «Mi clientees Dios y Él no tiene prisa».

León Tolstoi creía que «la condición esen-cial de la felicidad del ser humano era el tra-bajo». Gaudí fue siempre feliz con su obra, yes que lo que mueve al mundo no son lospotentes brazos de los héroes, sino la suma delos pequeños trabajos. La humildad no tienefin, es como el mar.

Soledad Porras Castro

El genial arquitecto catalán, camino de los altares

Gaudí: un artista deespíritu franciscano

Escribe sobre el arquitecto católico Antonio Gaudí la profesora Porras Castro, de la Universidad de Valladolid

Los académicos del siglo XVIIIgustaban de llamar a laarquitectura la primera de lasBellas Artes, por entender queen ella concurrían los delQuadrivium, la aritmética, y lageometría. Para crear una obraarquitectónica se necesita lainspiración, el soplo casi divinoque permite al artista hacer unaobra en la que destaque laconstrucción de espacios parael desarrollo de las actividadeshumanas

Consciente de queoriginalidades lo que vuelve al origen, Gaudíve la naturalezacomo la obramás perfecta de Dios, e impregna su arquitectura de espiritualidad

Vista del templo de la Sagrada Familia, de Barcelona. Arriba, a la izquierda: Antonio Gaudí participando en una procesión

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IGLESIA EN MADRIDΩΩ14

12-I-2006AA

describe cuál es el papel que debe jugar lapastoral juvenil, cómo está estructurada ycuáles son las diferentes líneas operativasde que consta. «Hay un capítulo –explicadon Gonzalo Pérez-Boccherini– donde tra-tamos de evitar dos tentaciones que hemosvisto que se dan mucho en pastoral juvenil.Por un lado, hemos observado que, muchasveces, con la intención, equivocada, de que-rer acercarse más a los jóvenes, se diluye elmensaje del Evangelio, con la consiguientefrustración de los jóvenes. Al mismo tiempo,hemos comprobado que otras veces se in-

tenta evitar que los jóvenes semezclen con otras realidades,por miedo a que puedan perderla fe, y esto es también negativo,puesto que Cristo vino a anun-ciar la Buena Nueva al mundoentero, y los jóvenes tienen quesantificarse en su vida habi-tual». Este proyecto, como informandesde el mismo Obispado, «noelude ningún problema: criti-ca la pastoral conservadora yprogresista, las desviacionesdel postconcilio, el problemade la identidad de muchoscristianos, y expone los cri-terios y principios de la pas-toral juvenil que sí estánfuncionando. También aludea la cuestión de los homo-

sexuales, las manifestaciones, la educaciónsexual, el asociacionismo, la política y la vi-da pública, el patriotismo, la inmigración,el feminismo, la problemática laboral, el ca-mino hacia el laicismo, la vocación al ma-trimonio, etc…»

De momento, la acogida de este Proyec-to ha sido muy positiva. Según el propio de-legado de Juventud, «vamos a promover es-ta iniciativa tanto a nivel diocesano, como alresto de los delegados de Juventud de lasdiócesis de España, puesto que puede serpunto de referencia para otras diócesis». Poreso, quien esté interesado en adquirir la pu-blicación que contiene el Proyecto, puedehacerlo en el mismo Obispado de Getafe(calle Almendro, 4, Tel. 91 696 17 65), o enla librería Cecadi, de Madrid (calle San Bue-naventura, 4 Tel. 91 364 10 67).

A. Llamas Palacios

Hace tan sólo 15 años, desde que secreó la diócesis de Getafe, desmem-brada de la archidiócesis de Madrid.

Hoy en día se trata de la diócesis con ma-yor densidad de gente joven de España, yquizá de toda Europa, con 651.740 miem-bros menores de 30 años. Mientras el cleroenvejece de forma general, en Getafe au-menta el número de sacerdotes jóvenes, ymientras los seminarios se cierran en otrasdiócesis, en Getafe crece de forma impara-ble. Por eso, no es de extrañar que la Pasto-ral de Juventud de esta diócesis sea una delas más prolíficas y activas que existen, co-mo lo demuestra la cantidad de jóvenes quemovilizó en Santiago, en 2004, y en Coloniaen 2005. En ambos casos, fue la diócesis es-pañola que más jóvenes desplazó.

A lo largo de su aún corta historia, la Pas-toral juvenil se ha ido dotando de una graninfraestructura para llevar a cabo en las me-jores condiciones el objetivo de la evange-lización de los jóvenes, y por eso hoy cuen-ta con Casas de espiritualidad, de retiros, deconvivencias, de atención a menores, jorna-das, escuelas de tiempo libre, campamen-tos…, y un sinfín de actividades variadas yque llevan a cabo un gran número de movi-mientos y asociaciones que tienen presen-cia en la diócesis.

Tantas son las actividades que se reali-zan hoy en la diócesis de Getafe, que el mis-

mo Obispado planeó, como ya había pro-puesto la Conferencia Episcopal, un pro-yecto de evangelización de la juventud pro-pio. «El objetivo de este proyecto –explica eldelegado de Pastoral de Juventud, don Gon-zalo Pérez-Boccherini– es unificar, coordi-nar y dirigir todas las iniciativas que se ve-nían haciendo desde los comienzos de ladiócesis, para reconocer los frutos de todasestas experiencias, y también para mirar ha-cia el futuro y poder continuar».

Por eso, el Obispado acaba de publicarel libro Jóvenes en la Iglesia, cristianos enGetafe. Proyecto de evangelización de losjóvenes de la diócesis de Getafe, donde se re-coge con detalle la realidad social y eclesialde los jóvenes de la diócesis, y además se

Proyecto de evangelización de los jóvenes de Getafe

Getafe, una diócesis jovenLa delegación de Pastoral de Juventud de la diócesis de Getafe despunta en nuestros días por ser la más joven de España, y quizá de toda Europa. La prueba está en la inmensa cantidad de jóvenes que es capaz de movilizar enJornadas como la de Santiago en 2004, o la de Colonia este mismo verano. El abundante número de jóvenes que participa de sus actividades también ha permitido una gran diversificación de iniciativas, y por todo ello ha puesto en marcha el proyecto de evangelización Jóvenes en la Iglesia, cristianos en Getafe

Gran oración por España

Movidos por las invitaciones del cardenal arzobispo de Madrid, distintos movimientos y asociacioneseclesiales, entre las que se encuentran la Congregación Mariana de la Asunción, los Grupos de

Oración del Corazón de Jesús, los Discípulos de los Sagrados Corazones y el Movimiento de las Familiasde Nazaret, se han unido para realizar, mensualmente, una Vigilia de oración por España, con el objetivode pedirle a Dios por los graves males que sufre España en cuanto a la situación moral, espiritual,familiar, social y política. Estas vigilias tendrán lugar los terceros viernes de cada mes, comenzando estepróximo 20 de enero, en la parroquia de Nuestra Señora del Buen Suceso (calle Princesa, 43), a las 21horas. Esta semana concurren, además, otros motivos para intensificar nuestra oración, ya que nosencontramos en el Octavario de oración por la unidad de los cristianos.

Un momento de la Jornada Mundial

de la Juventud enColonia.

A la derecha, portada del libro del Proyecto

de Evangelización de los jóvenes en Getafe

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IGLESIA EN MADRID 26-I-2006 ΩΩ15 AA

El domingo de la Infancia misionera es una hermosa ocasión pa-ra comunicarme con vosotros, en este año 2006 recién estre-nado. Me gustaría –y a vosotros seguro que también– que

pudiéramos estar juntos, vernos y contarnos muchas, muchas co-sas, como, por ejemplo, todo lo que habéis hecho en estos díaspasados de la Navidad, y todo lo que nos han traído los ReyesMagos. No podemos hacerlo con nuestra presencia corporal, pe-ro sí que podemos comunicarnos a través de nuestro corazón, y esoes lo que deseo hacer con esta carta que os envío con todo mi ca-riño. Podéis tener la seguridad de que esta carta sale de mi corazóny va directamente al corazón de cada uno de vosotros.

Como os habréis fijado, este año, el lema de la Jornada misio-nera de los niños, al calor de lo que acabamos de celebrar y de vi-vir en la Navidad, nos habla, precisamente, de ese corazón quelate y late dentro de vosotros, lleno de la emoción y de la alegríainmensa que nos produce la presencia de Jesús, que ha venido a es-tar con nosotros, según su promesa, todos los días, hasta el findel mundo. Sentir a Jesús tan cerca de nosotros, sentir su amorinfinito y sentir su mismo deseo de llevar ese amor a todos los ni-ños del mundo y a todas las personas, es justamente sentir la mi-sión en tu corazón. Y, si la sientes en tu corazón, no podrás por me-nos que vivirla en todos los momentos y en todos los lugares: encasa, en el colegio, en la parroquia, en la calle, en todas partes,

con tus amigos y con tus amigas. Porque la misión se resume en lapersona misma de Jesús, que nos ha hecho verdaderos hijos deDios y herederos del cielo, que nos ha hecho sus amigos para es-tar con Él y para extender esta maravillosa amistad a todos loshombres. Y, si esto es la misión, ¡los niños sois, sin duda, los me-jores misioneros!

Llevar la misión en el corazón es lo primero de todo. Y el primerpensamiento nos lleva al Padre-Dios, ¡a su corazón infinito! Él se nosha querido comunicar mediante su Palabra, que es su Hijo Unigénito,Jesús, nacido de la Virgen María, con un corazón humano, comoel tuyo y como el mío. Pero ya antes de hacerse carne y habitarentre nosotros, la Palabra de Dios, como bien sabéis, se conteníaen el libro más importante del mundo, que es la Biblia. De ella, vo-sotros mismos escucháis, y también proclamáis, pasajes o lecturasque nos enseñan la verdad y nos ayudan a vivir. Pues bien, en laBiblia, Dios se atribuye a sí mismo un corazón. Hablando de lospastores que habían de guiar a su pueblo, nos dice así, a través delprofeta Jeremías: «Os daré pastores según mi corazón». Y su cora-zón está lleno de amor por cada uno de nosotros, por ti personal-mente, como Él mismo desvela en el libro de los Proverbios: «Hi-jo mío, dame tu corazón».

Quizás te preguntes: «¿Y qué falta le hará a Dios mi corazón,que no puede compararse para nada con el Suyo?» Pues ahí está,precisamente, la gran maravilla del amor de Dios. En esta Navidad,nos lo ha dicho muy bellamente el Papa Benedicto XVI: «Tenemosun Dios tan grande, que puede hacerse pequeño; y tan poderoso,que puede hacerse inerme y venir a nuestro encuentro como niñoindefenso». Sí, Dios quiere tu corazón, para eso se ha hecho pe-queño, para que seas su amigo, y, dándole tu corazón, te lo de-vuelva transformado y semejante al Suyo. Por todas partes haytanta violencia que, muchas veces, sentiréis la tentación de res-ponder también con violencia, de endurecer vuestro corazón. Puesbien, por medio del profeta Ezequiel, Dios mismo os dice: «Osdaré un corazón nuevo, infundiré en vosotros un espíritu nuevo;arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un cora-zón de carne».

El secreto de la misión

Con este corazón nuevo que os da Jesús, ¿cómo no vais a sen-tir, desde lo más hondo, la misión, es decir, el deseo de amarle a Ély de amar a todos como Él y con Él? Porque éste es el secreto de lamisión. Sólo con un corazón así, transformado por Jesús, se puedeser misionero. Porque tenían este corazón, lo fueron los Patronos delas Misiones: san Francisco Javier, de quien celebramos este año elquinto centenario de su nacimiento, y santa Teresa del Niño Jesús.Y, porque tienen este corazón, lo son hoy día tantos millares demisioneros y misioneras que predican la Palabra de Dios y partenel Pan de la Eucaristía, que es el mismo Jesús, a tantos hermanosnuestros de países lejanos, para que también ellos conozcan elamor infinito de Dios, y le den también ellos su corazón, para quelo transforme igualmente, y se conviertan a su vez en nuevos mi-sioneros, que llevando consigo a Jesús abran camino al milagrode una vida nueva a su alrededor, y la transformación del mundo porel amor siga creciendo.

Queridos niños y niñas, no dudéis en darle por entero vuestro co-razón al Señor, para que lo transforme, y así seáis verdaderos mi-sioneros ya, ahora mismo, en vuestra casa, en el colegio, con vues-tros amigos y en todas partes. También extendiendo el amor devuestro corazón nuevo a todos los niños del mundo, y, especial-mente, a los más necesitados, a tantos niños que sufren terrible-mente a causa del hambre, de la guerra, de todo tipo de crueldades.Cuando seáis mayores, algunos de vosotros iréis seguramente co-mo misioneros a esos lugares lejanos para llevar a esos niños elamor de Jesús, y ayudarles para que la vida cambie y se haga her-mosa a su alrededor, pero ya, ahora, todos podéis ser misioneros re-zando mucho por ellos, llevándolos muy dentro de vuestro corazón.De este modo, seréis también muy buenos misioneros aquí, convuestros familiares y amigos, y con tantos otros niños que, quizás,aunque están muy cerca de vosotros, todavía no conocen a Jesús.

En esta Jornada de la Infancia Misionera, os invito a abrir vues-tro corazón para abrazar a todos los niños del mundo, muy unidosa Jesús y amparados con el amor inmenso de nuestra Madre, laVirgen de la Almudena. A Ella os encomiendo muy especialmen-te, a vosotros y a vuestras familias.

Con un beso para todos, recibid mi bendición.

+ Antonio Mª Rouco Varela

Con motivo de la Jornada de la Infancia

Misionera, celebrada el pasado

domingo, nuestrocardenal arzobispo

ha escrito un carta a todos

los niños de Madrid, con

el título del lema de la Jornada:

Siente la misiónen tu corazón.

Dice en ella:

La voz del cardenal arzobispo

Los mejoresmisioneros,

los niños

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LA VIDAΩΩ16

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Monseñor Palmero toma posesión de la diócesis de Orihuela-Alicante

Monseñor Rafael Palmero, hasta ahora obispode Palencia, ha tomado posesión de la

diócesis de Orihuela-Alicante. El acto, en el queestuvo acompañado por más de cuarentaobispos, estuvo caracterizado por las tradicionescon las que se acostumbra a recibir, desde hacesiglos, a los nuevos prelados de la diócesis; entreellas, cruzar la puerta de Crevillente a lomos deuna mula blanca (en la foto). Monseñor Palmeroafirmó: «Sé muy bien que en la vida humana, ytambién en la vida cristiana, uno solo puedehacer muy poco, pero en comunión, es decir,conjuntados y hermanados, podemos lograrmucho fruto, con la ayuda de Dios».

Año Mariano en las Cuatro Villas

Este año se cumple el 50 aniversario de la coronación de laSantísima Virgen de la Fuensanta, Patrona de Cuatro Villas, en la

diócesis de Jaén. Tanto la cofradía de Villanueva del Arzobispo,donde está su santuario, como las de la extensa comarca, con unos30.000 habitantes, están procurando imprimir a este cincuentenarioun sello de sólida revitalización del espíritu religioso.

65 años de Ecclesia

La revista semanal Ecclesia ha cumplido sus primeros 65 años dehistoria y de servicio, en fidelidad a su identidad y su misión.

Como recuerda en el editorial de su último número, «son 3.292semanas sirviendo, en formato periodístico, la actualidad, elpensamiento y la documentación de nuestra Iglesia, y sigueapostando por la comunión eclesial, por la corresponsabilidad, porel diálogo, por la libertad de expresión en el respeto y en la verdad.Apuesta por el futuro, desde la fidelidad a sus raíces». Desde Alfa yOmega felicitamos a su director, don Jesús de las Heras, y a todo suequipo, y les deseamos todo lo mejor.

Para el Encuentro con el Papa en Valencia

Una cruz luminosa de 32 metros presidirá, en la valenciana Ciudad de las Artes, el escenarioen el que el Papa Benedicto XVI clausurará el V Encuentro Mundial de la Familia, que tendrá

lugar en Valencia el próximo mes de julio. El escenario en el que irá situado el altar tiene 2.500metros cuadrados, y está ubicado sobre el puente de Montiolivete, entre la plaza de Europa y laavenida del Saler. Los alrededores serán acondicionados para acoger a más de un millón deperegrinos. El autor del proyecto, cuya maqueta se ve en la foto, es el grupo de arquitectos quepreside el arquitecto valenciano Juan Pablo Mass, de 46 años. El escenario ha sido configuradocomo una serie de planos escalonados, enlazados por unas suaves rampas ascendentes, que

culminarán en una superficie plana de500 metros cuadrados, elevada 2,6metros sobre el puente de Montiolivete,en la que se alzará el altar, protegidopor una cubierta a 9 metros de altura.Una torre de planta cuadrada, con unacruz en la parte superior, servirá dereferente visual a los peregrinos. Todoel conjunto esta dominado por un estilosobrio y sencillo. Se generarán cortinasde aire fresco, que contrarresten elcalor de la iluminación y de unaprobable temperatura elevada en julio.Representantes de las confesionesluterana, anglicana, y ortodoxa enValencia han anunciado su intenciónde participar en este Encuentro de laFamilia.

NombresEl Papa Benedicto XVI ha confirmado, por un cua-

trienio más, como Rector Magnífico de la Pontifi-cia Universidad Lateranense al obispo auxiliar deRoma monseñor Salvatore Fisichella. Asimismo, hanombrado Presidente del Pontificio Instituto JuanPablo II para el Estudio sobre el matrimonio y la fa-milia a monseñor Livio Melina. El Santo Padre,asimismo, ha nombrado miembro de la AcademiaPontificia de las Ciencias Sociales al profesor chi-no Hsin-Chi Kuan, Presidente del Departamentodel gobierno de Administración Pública en la Uni-versidad china de Hong Kong. También el Papa,durante su anunciada visita a Polonia, se deten-drá a rezar en el lugar donde estuvo el campo deexterminio de Auschwitz.

El cardenal Darío Castrillón, Prefecto de la Congre-gación para el Clero, ha señalado que la asociaciónAyuda a la Iglesia Necesitada es una de las aso-ciaciones benéficas católicas más importantes delmundo, y su trabajo es realmente loable por suimaginación, amor y compromiso con la vida, lapaz y el diálogo ecuménico.

Monseñor Antonio Cañizares, arzobispo de Toledo yprimado de España presidirá este sábado 28 deenero, fiesta de Santo Tomás de Aquino, en el Se-minario de Toledo, el acto académico en homenajeal padre jesuita Cándido Pozo, que cumple 80años. Tras la celebración de la Santa Misa, el obis-po de Ratisbona, monseñor Gerhard L. Müller,miembro de la Comisión Teológica Internacional,pronunciará una conferencia sobre El teólogo y lavida de la Iglesia. El profesor Ayán, de la Facultadde Teología San Dámaso, de Madrid, hará unasemblanza teológica del padre Pozo, quien cerra-rá el acto con unas palabras.

El redactor jefe de Alfa y Omega, don José FranciscoSerrano, pronunciará esta tarde, a las 20 horas,en el Salón de Actos del Aula sociocultural de Cai-xa Galicia, en Santiago de Compostela (calle Ca-rreira do Conde, 18), una conferencia sobre Losmedios de comunicación en España, organizadapor la Asociación Católica de Prpgandistas.

La Asociación de Maestros La enseñanza católica, deMadrid, celebra el próximo 30 de enero el Día delDocente. Tras la celebración de la Santa Misa, serendirá homenaje a don Marcelino del Real, maestro ejemplar, y don Ángel Gutiérrez pronun-ciará una conferencia sobre la educación en sudimensión familiar y social.

En el libro El mito del Papa de Hitler, recientemente pu-blicado en Estados Unidos, el rabino y profesorde Ciencias Históricas y Políticas David Dalín pi-de que se otorgue al Papa Pío XII el título de má-ximo reconocimiento y gratitud Justo entre las na-ciones, por todo lo que hizo en defensa de los ju-díos durante la segunda guerra mundial.

El Rabino Jefe de Roma, Ricardo Disegni, ha invita-do al Papa Benedicto XVI, que acaba de recibirleen audiencia privada, a visitar la sinagoga de Ro-ma, como lo hizo el Papa Juan Pablo II.

Trinitarios y mercedarios han puesto en marcha –in-forma IVICON– un proyecto de actuación con-junta en ayuda de los niños esclavos en Sudán.Construirán una granja-escuela con capacidad pa-ra 100 niños liberados de la esclavitud, o recogidosde la calle para formarlos profesionalmente.

Monseñor Crepaldi, Secretario del Consejo Pontificiopara la Justicia y la Paz, ha pedido, desde el Ob-servatorio Internacional Cardenal Van Thuan, quepreside, que se deje más espacio a la doctrina so-cial de la Iglesia, en las Semanas Sociales que or-ganizan católicos en diferentes países del mundo.

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LA VIDA 26-I-2006 ΩΩ17 AA

Libros

Sólo un genio de la Literatura es capaz deescribir, como lo hace Chesterton en este

libro, un maravilloso artículo sobre nada enabsoluto, y, encima, titularlo De mudanzas.Como escribe el autor de la selección de

Correr tras el propio sombreroy otros ensayos, y del prólogo,Alberto Manguel, «al leer aChesterton, nos embarga unapeculiar sensación defelicidad. Su prosa es todo locontrario de la académica: esalegre». Y también eschisporroteante. E inteligente,lo mismo cuando escribe sobre

Shakespeare, Dickens, Carroll, Kipling,Wilde, o Shaw, que cuando lo hace sobreSherlock Holmes o sobre el Giotto y sanFrancisco. La supuesta sobriedad británicano iba con él. Era un hombre en estado deasombro permanente. Cualquiera que fueseel asunto de su interés, y por muy serio quefuese, Chesterton rehusaba ponersesolemne, en especial cuando se ponía serio.En estas 628 páginas, que acaba de editarAcantilado, queda patente que, en losescritos de Chesterton, la emoción y larazón –esos gemelos siameses separadosartificialmente– vuelven a ser uno; que elalma tiene matices más desconcertantes eindescriptibles que los colores de un bosqueen otoño; y que lo que daba coherencia a suecléctica curiosidad era la esperanza y elgran optimismo de la Iglesia católica.

Chesterton, al escribir estos ensayos,empezó diciendo: «En realidad, uno noescribe un ensayo, lo que hace es ensayarun ensayo». En cada una de sus páginas hayuna chispa de luz; por ejemplo, cuandoescribe que, «en ningún sitio se apreciamejor la luz, que en la penumbra»; o que,«si el incidente del rico de los evangelios lohubiese relatado el periódico local, sólodiría que el Maestro le habría llamadocamello y le habría invitado a saltar a travésde una aguja. No sabríamos nada del ojo dela aguja ni de la clave de la historia». Nodigamos nada cuando escribe que «losmilitares ganan el poder civil en la mismaproporción en la que la población civilpierde las virtudes militares...»

José Antonio Abad ha dirigido este libro,Diccionario de la Eucaristía. Para creer,

celebrar, predicar y vivir este Misterio, quees una iniciativa conjunta dela Facultad Teológica delNorte de España y de laeditorial Monte Carmelo ,de Burgos, que lo hapublicado en susDiccionarios «Norte».Creados para orientar.Desde la palabra ácimo, queabre el Diccionario, hasta lapalabra Zuinglio, que lo

cierra, diversos autores van repasando todoaquello que, de algún modo, tiene que vercon la Eucaristía para ayudar a creer,celebrar, predicar y vivir este Misterio,fundamento y clave de nuestra fe.

M.A.V.

El chiste de la semanaLama Noriega, en El Rotativo

WWWW WWWW WWWWEl Grupo Juan Pablo II es un grupo de sacerdotes y laicos que tiene el objetivo de desenmascarar

la manipulación del lobby gay y ofrecer un camino de terapia a todas las personas que quie-ran sanar las heridas que dieron lugar a la tendencia homosexual, para así poder salir de ella. És-ta es su página web:

http://www.esposibleelcambio.com

La dirección de la semana

Para pedir la intercesión de Juan Pablo II

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TESTIMONIOΩΩ18

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¿Cuáles fueron sus primeras im-presiones del país?

Rusia es un país precioso, conuna cultura profunda y una naturaleza quete llena el alma, pero cuando don José Fran-cisco, de la diócesis de Astorga, y yo nos vi-nimos en noviembre de 2002, acababan deser expulsados varios sacerdotes y un obis-po, y el ambiente estaba muy tenso. Ade-más, ese invierno fue el más crudo en 50años y las autoridades rusas invitaron a aban-donar el país al párroco al que debíamosayudar durante ese primer año. Gracias aDios, luego pudo regresar, pero fue un co-mienzo bastante duro.

¿Cuál es hoy la situación de Rusia?La situación actual de Rusia es la de un pa-

ís que busca su identidad y no le resulta fácil en-contrarla. Por eso, a pesar de la evidente mejoraeconómica, hay mucha gente que lo pasa mal.El comunismo ha dejado una herencia gris, unpaís sin alegría, unos modos metálicos y anó-nimos, típicamente soviéticos, antítesis de la ex-huberancia vital rusa, que todavía hoy perdu-ran y hacen que la existencia de la gente sea engeneral enormemente difícil. Luego, cada zo-na tiene sus características más peculiares; porejemplo, en Moscú hay más dinero, pero tam-bién la herencia soviética es más pesada; SanPetersburgo es la capital cultural, más abiertaa Europa; las zonas rurales son más pobres,pero son encantadoras...

¿Cómo viven los católicos allí el ser unaminoría?

Los católicos rusos viven el hecho de seruna minoría de modos diferentes. Hay quepartir de la base de que no es tan fácil olvi-dar tantas décadas de persecución, y toda-vía el miedo tiende a reaparecer incluso in-conscientemente. Por eso algunos prefierencerrarse en grupos nacionales, donde se en-cuentran más cobijados y a su gusto. Otros,por el contrario, procuran reconstruir (laIglesia católica en Rusia antes de la Revo-lución estaba mucho más extendida que ennuestros días) una iglesia que sea al mismo

tiempo muy católica y muy rusa. ¿En qué estado se encuentra la familia

en Rusia?La familia en Rusia está destrozada, y se

puede decir que, por eso, el país es poco fe-liz. Resulta difícil encontrar familias nor-males, de uno con una para siempre y consus hijos. Ahora en España están haciendoexperimentos con la familia que pueden pa-recer inofensivos y liberales. Pero cuandouno se encuentra con el resultado de 70 añosde ateísmo, y palpa cómo la disgregaciónfamiliar produce una vida realmente amarga,llena de alcoholismo, de problemas psico-lógicos de todo tipo y de continua tensión, sele quitan las ganas de jugar con algo tan va-lioso y tan importante para el ser humano,como es su familia, el lugar donde la perso-nalidad se desarrolla con equilibrio, porqueel individuo se siente amado.

¿Durante todos estos años, cómo ha si-do la transmisión de la fe entre los católi-cos rusos?

Por lo que se refiere a los años del co-munismo, se puede contestar lo siguiente:sin sacerdotes, sin libros, sin libertad, ex-terminados, perseguidos, han hecho lo quehan podido. Por ejemplo, en Syktybkar (Ko-mi) una abuela bautizaba y casaba a la gen-te en una habitación de su casa convertidaen capilla, y también acudía a los entierros.Los domingos ponía en su casa un casettegrabado con el texto de la misa, y todos lo es-cuchaban. Ahora, sin embargo, a pesar deque vamos nosotros, continúa haciendo lomismo. El heroísmo y la falta de formaciónse dan la mano de maneras que resultan, al fi-nal, enternecedoras.

¿Existe persecución a los católicos?¿Tienen miedo los fieles de confesar su fecatólica?

Actualmente, no se puede hablar de per-secución. Cada vez se va alcanzando unamayor normalidad, aunque esto dependetambién de las zonas. Por ejemplo, en SanPetersburgo, zona donde siempre ha habi-

do mayor presencia católica (alrededor deun 6 o 7% antes de la revolución del 17), yanos han devuelto casi todos los templos y elambiente es menos tenso, y a veces inclusofavorable. Actualmente, hay 7 parroquiascatólicas. En Moscú, sin embargo, continú-an las prohibiciones para abrir templos, ysólo existen dos iglesias. También se celebraen las capillas de algunas embajadas o con-sulados, y ahora se ha abierto un tercer tem-plo acondicionando una discoteca. Pero nohay manera de conseguir permisos normalesde construcción. Hasta hace un par de años,de vez en cuando, aparecía la policía pi-diendo documentación durante sesiones decatequesis o reuniones de este estilo. Todoesto hace que bastante gente tenga miedo deconfesar su fe. Por ejemplo, cuando regis-tramos la parroquia de Komi, necesitába-mos varias firmas de parroquianos. Una delas mujeres que firmó no durmió en toda lanoche por temor a lo que la pudiese ocurrir.

A. Llamas Palacios

El padre Alejandro Burgos vive y desarrolla su laborpastoral en Rusia, desde el año 2002

Persecucióndifícil de olvidar

En 1996, la Santa Sede pidió sacerdotes para ir a Kazajstán, y don Ale-jandro Burgos, sacerdote de la diócesis de Valladolid, se ofreció. Aquelproyecto no salió adelante, pero, como todo lo que resulta ser provi-dencial, otra ocasión se presentó de nuevo más adelante, y don Ale-jandro, que llevaba hecho un largo proceso de discernimiento, acabó via-jando a Rusia para desarrollar allí su labor sacerdotal. Hoy está inte-grado en aquella sociedad y es un buen conocedor de los problemas ylas dificultades que afectan a la minoría de cristianos católicos que,muy poco a poco, ven disminuir la represión a la que ha estado some-tidos durante tantos y tantos años. Pueden encontrar más información so-bre su labor en la página web www.san-nicolas.org

El icono de la Virgen de Fátima, un proyectoen el que el sacerdote

Alejandro Burgos ha trabajado durante 4 años, y que quiere ser un servicio para

la unidad de la Iglesia.A la izquierda aparecen

escritas las palabras En Ti, la unidad

El sacerdote Alejandro Burgos, con una de sus parroquianas

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EL DÍA DEL SEÑOR 26-I-2006 ΩΩ19 AA

La Tradición y la Escritura están estrechamente unidas y compenetradas; manan de la misma fuente, se unen en un mismo caudal, corren hacia el mismofin. La Sagrada Escritura es la palabra de Dios, en cuanto escrita por inspiración del Espíritu Santo. La Tradición recibe la palabra de Dios, encomendada

por Cristo y el Espíritu Santo a los Apóstoles, y la transmite íntegra a los sucesores; para que ellos, iluminados por el Espíritu de la verdad, la conserven, laexpongan y la difundan fielmente en su predicación. Por eso, la Iglesia no saca exclusivamente de la Escritura la certeza de todo lo revelado. Y así se han derecibir y respetar ambas con el mismo espíritu de devoción.

La Tradición y la Escritura constituyen el depósito sagrado de la palabra de Dios, confiado a la Iglesia. El oficio de interpretar auténticamente la palabra deDios, oral o escrita, ha sido encomendado sólo al magisterio vivo de la Iglesia, que lo ejercita en nombre de Jesucristo. Pero el Magisterio no está por encimade la palabra de Dios, sino a su servicio, para enseñar puramente lo transmitido, pues por mandato divino, y con la asistencia del Espíritu Santo, lo escuchadevotamente, lo custodia celosamente, lo explica fielmente; y de este único depósito de la fe saca todo lo que propone como revelado por Dios para sercreído. Así pues, la Tradición, la Escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el plan prudente de Dios, están unidos y ligados, de modo que ninguno puedesubsistir sin los otros; los tres, cada uno según su carácter, y bajo la acción del único Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvación de las almas.

Constitución Dei Verbum, 9-10

Esto ha dicho el Concilio

Al compás del evangelio de SanMarcos, Jesús se nos muestra,en la lectura dominical, como

un Maestro incomparable, con poderdivino para librar a endemoniados, einvestido de una autoridad fascinan-te, con notoria diferencia sobre los es-cribas en boga. Hasta el punto de quesu fama se extendió enseguida por to-das partes, alcanzando la comarcaentera de Galilea.

Jesús les habló cara a cara a susoyentes de entonces, pero sus pala-bras iban derechas también al cora-zón de sus seguidores de todos lostiempos –nosotros, por ejemplo–. Ob-servemos cómo san Marcos subraya,por dos veces, el asombro de los oyen-tes de Jesús ante estas tres cosas: ladoctrina que predicaba, su poder con-tra el demonio y la inefable autoridadde su manera de actuar.

Sin alardes de supermán, el Hijodel Hombre –así quiso llamarse el quelo era de Dios– debía poseer una sin-gular fuerza de atracción en su sem-blante, una firmeza serena en su re-ciedumbre varonil, y una transparen-te credibilidad en su mirada, espejodel hondo gozo de su espíritu. Todoesto fluiría, quiero imaginármelo, conuna gracia inconfundible en su con-versación personal y en sus alocucio-nes públicas. Ahí radican, y en su es-tirpe divina –cómo no–, las claves úl-timas de su autoridad soberana.

Eso explica también expansionescomo éstas: ¿Quién es Éste que hastalos espíritus lo obedecen?; ¡Nuncahabló nadie como Él!; ¡Te seguiré adonde quiera que vayas!; ¿A dóndevamos a ir, si Tú tienes palabras devida eterna? Algo parecido debieronexperimentar intelectuales como Ni-codemo, militares como el Centurión,hombres de negocios como Zaqueo,mujeres de vida borrascosa como laSamaritana y la Magdalena, delin-

cuentes convictos como el buen la-drón.

La antorcha pasó, siglo tras siglo,por manos tan relevantes como las dePablo de Tarso, Agustín de Hipona,Benito de Nursia, Francisco y Clarade Asís, Tomás de Aquino, Ignacio yJavier, Teresa de Jesús y Juan de laCruz, Vicente de Paúl, Juan Bosco,Carlos de Foucault, Maximiliano Kol-be, Teresa de Calcuta y Roger de Tai-zé. (Muestrario injusto con otros mu-chos, ínfima proporción de una legiónde mártires, vírgenes y confesores, to-dos ellos seducidos por Cristo, quenadie podría contar).

Jesús presenta en Cafarnaún la ex-pulsión de demonios como un signode la era mesiánica, que abarca la di-recta posesión diabólica, pero que, en

un panorama más vasto, se extiendea la oscura presencia del mal y del Ma-ligno en el corazón del hombre y enel seno de la sociedad: guerras espan-tosas, terrorismo planetario, explota-ción de niños y mujeres, inmensa geografía del hambre, podredumbremoral tan extendida.

Si no están en eso los demonios,¿en dónde van a estar? Con razón pre-conizaba el padre Rahner una actuali-zación teológica y pastoral del exor-cismo en la Iglesia. A todo eso se so-brepone el poder misericordioso deCristo, que lleva las de ganar, en bue-na parte a través de nosotros.

+ Antonio Montero arzobispo emérito

de Mérida-Badajoz

IV Domingo del Tiempo ordinario

El asombro ante JesúsEvangelio

Llegó Jesús a Cafarnaún y,cuando el sábado si-

guiente fue a la sinagoga a en-señar, se quedaron asombra-dos de su enseñanza, porqueno enseñaba como los letra-dos, sino con autoridad.

Estaba precisamente en lasinagoga un hombre que te-nía un espíritu inmundo, y sepuso a gritar:

«¿Qué quieres de noso-tros, Jesús Nazareno? ¿Hasvenido a acabar con nosotros?Sé quién eres: el Santo deDios».

Jesús lo increpó: «Cállate y sal de él».El espíritu inmundo se re-

torció y, dando un grito muyfuerte, salió. Todos se pre-guntaron estupefactos:

«¿Qué es esto? Este ense-ñar con autoridad es nuevo.Hasta a los espíritus inmun-do les manda y le obedecen».

Su fama se extendió en se-guida por todas partes, alcan-zando la comarca entera deGalilea.

Marcos 1, 21-28

Detalle de Predicación de Jesús, de Consadori. Museo Vaticano

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RAÍCESΩΩ20

26-I-2006 AA

ntrego aquí nada más allá que hojas sueltasde mis ratos de oración. Este libro recogemis pinturas y mis pensamientos, refleja-dos en forma de oración serena. La con-junción de ambos pretenden acercarnos a laBelleza y a la Luz. La oración es el agra-decimiento a ese amor que Él nos da»: sonpalabras del prólogo de El libro de la pazinterior, de sor Isabel Guerra, madrileñade origen y religiosa del monasterio cis-terciense de Santa Lucía, en Zaragoza.Desde muy joven se sintió atraída por lapintura; visitaba con frecuencia el Museodel Prado y comenzó a pintar de forma au-todidacta. Al mismo tiempo, y con la mis-ma intensidad, se veía impulsada hacia unavocación a la vida consagrada. Así, a los 23años, ingresó en el monasterio. Ella mismaafirma: «Yo era una pintora profesionalcuando entré en el convento. Lo hice pen-sando que debía abandonar la pintura, pe-ro me dijeron que no, que mi trabajo aquídentro sería pintar, que eso es positivo pa-

Isabel Guerra, monja cisterciense: la pintora de la luz

Tu rostrobuscaré

No es frecuente que una monja de clausura alcance una notoriedad pública tan acusada como la de sor Isabel Guerra, religiosa cisterciense del monasterio de Santa Lucía, en Zaragoza, y pintora de renombre. La luminosidad de sus cuadrosha hecho que se la conozca como la pintora de la luz; recientemente, ha publicadoEl libro de la paz interior (ed. Styria), una colección de reflexiones y meditaciones,entre cuyas páginas ha incluido numerosas reproducciones de sus pinturas, algunas de las cuales ilustran estas páginas

«E

Absorta en el misterio de la luz Tu palabra que ilumina

Sor Isabel Guerra

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RAÍCES 26-I-2006 ΩΩ21 AA

ra el hombre de hoy. Se trata de una vidacompatible; san Benito ya escribió sobre lafunción de los artistas de los monasterios.Nuestra vida aquí es una liturgia, de la ma-ñana a la noche. Traemos un mensaje nue-vo: la paz y serenidad de la vida monásti-ca, en búsqueda del infinito, en fraterni-dad».

Los cuadros de sor Isabel Guerra se ca-racterizan por un sereno juego de claroscu-ros, una luminosidad atrapada en los plie-gues de un vestido, en los cristales de unaventana, en las hojas de una planta o en losobjetos más sencillos de la vida cotidiana.Su finalidad, según sor Isabel, es «ofrecer unmenaje nuevo al hombre de hoy, tan tortu-rado por tantas cosas, angustiado con tantasprisas, deseando lo que no tiene y despre-ciando lo que ya posee. La luz que hay enmis cuadros es una posibilidad de expre-sión para el hombre de hoy, que vive en me-dio de tanta oscuridad». Sus pinturas no

suelen abordar una temática específicamentereligiosa, pero –según su autora– «son, dealguna manera, religiosos. En ellos está pre-sente la Belleza, que es Dios, bondad yamor. Él es la Belleza. Él está ya salvando elmundo. En este caos hay una mano salva-dora que es la suya».

El estilo de sor Isabel Guerra, pegado ala realidad pero, al mismo tiempo, desve-lando la luz y la belleza que hay en ella,descubre una mirada que no está encerra-da en sí misma, ni tampoco en la mera ex-presión técnica de la obra artística. Sus cua-dros reflejan la paz, el sosiego, la vida. Si to-do hombre es, por el mero hecho de serlo,religioso –en el sentido de estar empeñadoen la búsqueda de una realidad mayor a laque ligarse–, entonces todo artista tambiénlo es. La obra de sor Isabel Guerra es buenamuestra de ello.

Juan Luis Vázquez

Tú llenas mi vacíoTu providencia me envuelve

Sea la gratitud tu ofrenda

Me sondeas y me conoces

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MUNDOΩΩ22

26-I-2006AA

No es común que un Papa presenteuna encíclica. Benedicto XVI loquiso hacer, este lunes, en el Con-

greso sobre la Caridad que organizó en elVaticano el Consejo Pontificio Cor Unum.Su objetivo: «La palabra amor hoy está tandeslucida, tan ajada y se abusa tanto de ella,que casi da miedo pronunciarla con los pro-pios labios». Y, sin embargo, «no podemossimplemente abandonarla, tenemos que re-tomarla, purificarla y volverle a dar su es-plendor originario para que pueda ilumi-nar nuestra vida». Publicamos el texto ín-tegro de la presentación que hizo el Papa:

«La excursión cósmica, en la que Dan-te en su Divina Comedia quiere involucraral lector, termina ante la Luz perenne que esel mismo Dios, ante esa Luz que, al mis-mo tiempo, es el amor que mueve el sol ylas estrellas. Luz y amor son una sola cosa.Son la potencia primordial creadora quemueve el universo. Si estas palabras delpoeta dejan traslucir el pensamiento de Aris-tóteles, que veía en el eros la potencia quemueve el mundo, la mirada de Dante, sinembargo, percibe algo totalmente nuevo einimaginable para el filósofo griego. LaLuz eterna no sólo se presenta con los trescírculos de los que habla con esos densosversos que conocemos: ¡Oh, luz eterna, quesola en ti existes, sola te entiendes, y porti entendida y entendiente, te amas y re-creas! En realidad, la percepción de un ros-tro humano –el rostro de Jesucristo– queDante ve en el círculo central de la luz esmás conmovedora aún que esta revelaciónde Dios como círculo trinitario de conoci-

miento y de amor. Dios, Luz infinita, cuyomisterio inconmensurable había sido in-tuido por el filósofo griego, este Dios tieneun rostro humano y –podemos añadir– uncorazón humano. En esta visión de Dante semuestra, por una parte, la continuidad entrela fe cristiana en Dios y la búsqueda pro-movida por la razón y por el mundo de lasreligiones; al mismo tiempo, sin embargo,en ella se aprecia también la novedad quesupera toda búsqueda humana, la novedadque sólo el mismo Dios podía revelarnos: lanovedad de un amor que ha llevado a Diosa asumir un rostro humano, es más, a asu-mir la carne y la sangre, todo el ser huma-no. El eros de Dios no es sólo una fuerzacósmica primordial, es amor que ha creadoal hombre y que se inclina ante él, como seinclinó el Buen Samaritano ante el hombreherido, víctima de los ladrones, que yacía ala orilla de la carretera que descendía deJerusalén a Jericó.

Amor: palabra deslucida

La palabra amor hoy está tan desluci-da, tan ajada y se abusa tanto de ella, que ca-si da miedo pronunciarla con los propioslabios. Y, sin embargo, es una palabra pri-mordial, expresión de la realidad primor-dial; no podemos simplemente abandonar-la, tenemos que retomarla, purificarla y vol-verle a dar su esplendor originario, paraque pueda iluminar nuestra vida y llevarlapor la senda recta. Esta conciencia me hallevado a escoger el amor como tema demi primera encíclica. Quería tratar de ex-

presar a nuestro tiempo y a nuestra exis-tencia algo de lo que Dante recapituló au-dazmente en su visión. Habla de su vistaque se enriquecía al mirarla, cambiándoleinteriormente. Se trata precisamente de es-to: de que la fe se convierta en una visión-comprensión que nos transforma. Queríasubrayar la centralidad de la fe en Dios, enese Dios que ha asumido un rostro humanoy un corazón humano. La fe no es una teo-ría que uno puede asumir o arrinconar. Esalgo muy concreto: es el criterio que deci-de nuestro estilo de vida. En una época enla que la hostilidad y la avidez se han con-vertido en superpotencias, en una época enla que asistimos al abuso de la religión has-ta llegar a la apoteosis del odio, la raciona-lidad neutra por sí sola no es capaz de pro-tegernos. Tenemos necesidad del Dios vivoque nos ha amado hasta la muerte.

De este modo, en esta encíclica, los te-mas Dios, Cristo y Amor se funden, comoguía central de la fe cristiana. Quería mos-trar la humanidad de la fe, de la que formaparte el eros, el sí del hombre a su corpo-reidad creada por Dios, un sí que en el ma-trimonio indisoluble entre el hombre y lamujer encuentra su arraigo en la creación. Yen él, el eros se transforma en ágape, elamor por el otro que ya no se busca a símismo sino que se convierte en preocupa-ción por el otro, disponibilidad a sacrifi-carse por él y apertura al don de una nuevavida humana. El ágape cristiano, el amorpor el prójimo en el seguimiento de Cristono es algo ajeno, puesto a un lado o que in-cluso va contra el eros; por el contrario,

El propio Benedicto XVI presenta Deus caritas est

El Papa recupera el sentido de la palabra amor

Benedicto XVI ha sorprendido una vez más al presentar él mismo su primera encíclica y aportar las razones del tema elegido, elamor. Para Benedicto XVI, en esta encíclica, Dios, Cristo y el amor «se funden como guía central de la fe cristiana»

Un momento de la audiencia del Papa Benedicto XVIa los miembros del Consejo Pontificio Cor Unum, en la que comentó su primera encíclica

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MUNDO 26-I-2006 ΩΩ23 AA

Habla el Papa

La unidadde los cristianos

«Si dos de vosotros se ponen deacuerdo en la tierra para pedir

algo, sea lo que fuere, lo conseguiránde mi Padre que está en los cielos.Porque donde están dos o tresreunidos en mi nombre, allí estoy yoen medio de ellos».

¡Cuánta confianza y cuántaesperanza infunden estas palabras delSeñor Jesús! En particular, invitan alos cristianos a pedir juntos a Dios esaplena unidad entre ellos, por la que elmismo Cristo, con sentida insistencia,rezó al Padre en la Última Cena. Seentiende, entonces, el motivo por elque es tan importante que nosotros,cristianos, invoquemos el don de launidad con perseverante constancia.Si lo hacemos con fe, podemos estarseguros de que nuestra petición seráescuchada. No sabemos ni cómo nicuándo, pues no nos corresponde anosotros conocerlo, pero no tenemosque dudar de que un día seremos unasola cosa, como Jesús y el Padre estánunidos en el Espíritu Santo.

La oración por la unidadconstituye el alma del movimientoecuménico que, gracias a Dios,avanza en todo el mundo.Ciertamente no faltan dificultades ypruebas, pero éstas también tienen suutilidad espiritual, pues nos empujana tener paciencia y perseverancia y acrecer en la caridad fraterna. Dios esamor, y sólo si nos convertimos a Él yaceptamos su Palabra nos uniremostodos en el único Cuerpo místico deCristo.

(22-I-2006)

con el sacrificio que Cristo hizo de sí mismo por el hom-bre ofreció una nueva dimensión que, en la historia de laentrega caritativa de los cristianos a los pobres y a los quesufren, se ha ido desarrollando cada vez más.

Una primera lectura de la encíclica podría suscitarquizá la impresión de que está quebrada en dos partes,que no tienen mucha relación entre sí: una primera par-te, teórica, que habla de la esencia del amor, y una se-gunda parte que trata de la caridad eclesial, de las orga-nizaciones caritativas. Sin embargo, lo que a mí me in-teresaba era precisamente la unidad de los dos temas,que sólo pueden comprenderse adecuadamente si se vencomo una sola cosa. Ante todo, era necesario afrontarla esencia del amor como se nos presenta a la luz deltestimonio bíblico. Partiendo de la imagen cristiana deDios, era necesario mostrar que el hombre está creado pa-ra amar y que este amor, que en un primer momento semanifiesta sobre todo como eros entre el hombre y lamujer, tiene que transformarse interiormente después enágape, en don de sí al otro para responder precisamentea la auténtica naturaleza del eros. Con este fundamento,había que aclarar después que la esencia del amor deDios y del prójimo descrito en la Biblia es el centro de laexistencia cristiana, es el fruto de la fe.

La caridad en la Iglesia

Era necesario subrayar, en una segunda parte, que elacto, totalmente personal, del ágape no puede quedarseen algo meramente individual, sino que por el contrariotiene que convertirse también en un acto esencial de la

Iglesia como comunidad: es decir, se necesita tambiénuna forma institucional que se expresa en la acción co-munitaria de la Iglesia.

La organización eclesial de la caridad no es una for-ma de asistencia social que se sobrepone por casualidada la realidad de la Iglesia, una iniciativa que tambiénotros podrían tomar. Por el contrario, forma parte de la na-turaleza de la Iglesia. Así como al Logos divino le co-rresponde el anuncio humano, la palabra de la fe, asítambién al Ágape, que es Dios, le tiene que corresponderel ágape de la Iglesia, su actividad caritativa. Esta acti-vidad, además de su primer significado sumamente con-creto de ayuda al prójimo, comunica también a los demásel amor de Dios, que nosotros mismos hemos recibido.En cierto sentido, tiene que hacer visible al Dios vivo.Dios y Cristo en la organización caritativa no tienen queser palabras raras; en realidad, indican el manantial ori-ginario de la caridad eclesial. La fuerza de la Caritasdepende de la fuerza de la fe de todos sus miembros y co-laboradores.

El espectáculo del hombre que sufre toca nuestro co-razón. Pero el compromiso caritativo tiene un sentidoque va mucho más allá de la mera filantropía. Dios mis-mo nos empuja en nuestro interior a aliviar la miseria. Deeste modo, en definitiva, le llevamos a Él mismo al mun-do que sufre. Cuanto más le llevemos consciente y cla-ramente como don, más eficazmente cambiará nuestroamor el mundo y despertará la esperanza, una esperanzaque va más allá de la muerte».

Jesús Colina. Roma

Dios es amor inaugura las encíclicas del pontificado

Desde este miércoles, fiesta de la Conversión de San Pablo, ya se puede leer la esperada encíclica deBenedicto XVI Deus caritas est (Dios es amor), en la que se rescata el concepto de amor en sus dife-

rentes dimensiones, superando la visión obsesiva del eros que caracteriza a las sociedades consumistas.Esta atracción, que, como explica el mismo Papa, procede del mismo manantial de la bondad del Crea-dor, y por tanto no es algo negativo, que hay que reprimir, ofrece la posibilidad para madurar en el amorhasta renunciar a sí mismo en favor del amado. De este modo, el eros se transforma en ágape, ese amorpor el que uno ya no se busca a sí mismo, su goce, sino que busca sobre todo el bien del otro, convirtién-dose en un camino de purificación y de profundización. Y dado que esta dimensión de entrega es esencialal amor, el Papa considera que tiene que ser también esencial incluso estructuralmente en la vida organi-zativa de la Iglesia católica, que tiene por misión ser caricia de Dios para todos los que sufren. Esto es loque diferencia a las organizaciones cristianas de ayuda, como es la Cáritas del resto de las organizacionesfilantrópicas: su acción se convierte en expresión necesaria del amor con el que Dios ama a cada persona.

Por tradición, la primera encíclica de un pontificado es programática. Deus caritas est también lo es.No significa que se trata de un texto de gobierno, sino del estilo de un pontificado. Y el anuncio Dios esamor ha sido en estos primeros meses y será el eje central del pontificado.

J. C. Roma

Monseñor Paul Cordes, Presidente del Consejo Pontificio Cor Unum, visitando a los damnificados del huracán Katrina

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CARTA ENCÍCLICA DIOS ES AMORΩΩ24

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La caridad de la Iglesia como manifestación del amor trinitario

19. «Ves la Trinidad si ves el amor», es-cribió san Agustín11. En las reflexiones pre-

cedentes hemos podi-do fijar nuestra mira-da sobre el Traspasa-do (cf. Jn 19, 37; Za12, 10), reconociendoel designio del Padreque, movido por elamor (cf. Jn 3, 16), haenviado el Hijo unigé-nito al mundo para re-dimir al hombre. Almorir en la cruz –co-mo narra el evangelis-ta–, Jesús «entregó elespíritu» (cf. Jn 19,30), preludio del dondel Espíritu Santo queotorgaría después desu resurrección (cf. Jn20, 22). Se cumpliría

así la promesa de los torrentes de agua vivaque, por la efusión del Espíritu, manarían

de las entrañas de los creyentes (cf. Jn 7,38-39). En efecto, el Espíritu es esa potenciainterior que armoniza su corazón con el co-razón de Cristo y los mueve a amar a loshermanos como Él los ha amado, cuando seha puesto a lavar los pies de sus discípulos(cf. Jn 13, 1-13) y, sobre todo, cuando haentregado su vida por todos (cf. Jn 13, 1;15, 13).

El Espíritu es también la fuerza que trans-forma el corazón de la comunidad eclesial,para que sea en el mundo testigo del amordel Padre, que quiere hacer de la Humani-dad, en su Hijo, una sola familia. Toda laactividad de la Iglesia es una expresión de unamor que busca el bien integral del ser hu-mano: busca su evangelización mediante laPalabra y los Sacramentos, empresa tantasveces heroica en su realización histórica; ybusca su promoción en los diversos ámbi-tos de la actividad humana. Por tanto, elamor es el servicio que presta la Iglesia pa-ra atender constantemente los sufrimientosy las necesidades, incluso materiales, de loshombres. Es este aspecto, este servicio dela caridad, al que deseo referirme en estaparte de la encíclica.

La caridad como tarea de la Iglesia

20. El amor al prójimo enraizado en elamor a Dios es, ante todo, una tarea para ca-da fiel, pero lo es también para toda la co-munidad eclesial, y esto en todas sus di-mensiones: desde la comunidad local a laIglesia particular, hasta abarcar a la Iglesiauniversal en su totalidad. También la Iglesiaen cuanto comunidad ha de poner en prácti-ca el amor. En consecuencia, el amor necesitatambién una organización, como presupues-to para un servicio comunitario ordenado.La Iglesia ha sido consciente de que esta ta-rea ha tenido una importancia constitutivapara ella desde sus comienzos: «Los cre-yentes vivían todos unidos y lo tenían todo encomún; vendían sus posesiones y bienes ylo repartían entre todos, según la necesidad decada uno» (Hch 2, 44-45). Lucas nos relataesto relacionándolo con una especie de de-finición de la Iglesia, entre cuyos elementosconstitutivos enumera la adhesión a la ense-ñanza de los Apóstoles, a la comunión (koi-nonia), a la fracción del pan y a la oración(cf. Hch 2, 42). La comunión (koinonia),

Cáritas, el ejercicio del amor por parte de la Iglesia como comunidad de amor

Segunda parte

«También la Iglesia encuanto comunidad hade poner en práctica elamor. En consecuencia,el amor necesitatambién unaorganización, comopresupuesto para unservicio comunitarioordenado»

Catacumbas de Comodila. Las primeras comunidades cristianaslo tenían todo en común

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mencionada inicialmente sin especificar, seconcreta después en los versículos antes ci-tados: consiste precisamente en que los cre-yentes tienen todo en común, y en que, entreellos, ya no hay diferencia entre ricos y po-bres (cf. también Hch 4, 32-37). A decir ver-dad, a medida que la Iglesia se extendía, re-sultaba imposible mantener esta forma radi-cal de comunión material. Pero el núcleocentral ha permanecido: en la comunidad delos creyentes no debe haber una forma depobreza en la que se niegue a alguien los bie-nes necesarios para una vida decorosa.

21. Un paso decisivo en la difícil bús-queda de soluciones para realizar este prin-cipio eclesial fundamental se puede ver en laelección de los siete varones, que fue el prin-cipio del ministerio diaconal (cf. Hch 6, 5-6).En efecto, en la Iglesia de los primeros mo-mentos, se había producido una disparidaden el suministro cotidiano a las viudas entrela parte de lengua hebrea y la de lengua grie-ga. Los Apóstoles, a los que estaba enco-mendado sobre todo la oración (Eucaristíay Liturgia) y el servicio de la Palabra, sesintieron excesivamente cargados con el ser-

vicio de la mesa; decidieron, pues, reservarpara sí su oficio principal y crear para elotro, también necesario en la Iglesia, un gru-po de siete personas. Pero este grupo tam-poco debía limitarse a un servicio mera-mente técnico de distribución: debían serhombres llenos de Espíritu y de sabiduría(cf. Hch 6, 1-6). Lo cual significa que el ser-vicio social que desempeñaban era absolu-tamente concreto, pero sin duda también es-piritual al mismo tiempo; por tanto, era unverdadero oficio espiritual el suyo, que rea-lizaba un cometido esencial de la Iglesia,

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No debe haber una forma de pobreza

en la que se niegue a alguien lo necesario

para una vida digna

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precisamente el del amor bien ordenado alprójimo. Con la formación de este grupo delos Siete, la diaconía –el servicio del amor alprójimo ejercido comunitariamente y de mo-do orgánico– quedaba ya instaurada en laestructura fundamental de la Iglesia misma.

22. Con el paso de los años y la difusiónprogresiva de la Iglesia, el ejercicio de lacaridad se confirmó como uno de sus ám-bitos esenciales, junto con la administraciónde los Sacramentos y el anuncio de la Pala-bra: practicar el amor hacia las viudas y loshuérfanos, los presos, los enfermos y los ne-cesitados de todo tipo, pertenece a su esen-cia tanto como el servicio de los Sacramen-tos y el anuncio del Evangelio. La Iglesiano puede descuidar el servicio de la cari-

dad, como no puede omitir los Sacramen-tos y la Palabra. Para demostrarlo, bastenalgunas referencias. El mártir Justino († ca.155), en el contexto de la celebración do-minical de los cristianos, describe también suactividad caritativa, unida con la Eucaristíamisma. Los que poseen, según sus posibi-lidades y cada uno cuanto quiere, entregansus ofrendas al obispo; éste, con lo recibido,sustenta a los huérfanos, a las viudas y a losque se encuentran en necesidad por enfer-medad u otros motivos, así como tambiéna los presos y forasteros12. El gran escritorcristiano Tertuliano († después de 220) cuen-ta cómo la solicitud de los cristianos por losnecesitados de cualquier tipo suscitaba elasombro de los paganos13. Y cuando Igna-

cio de Antioquía († ca. 117) llamaba a laIglesia de Roma como la que «preside en lacaridad (agapé)»14, se puede pensar que conesta definición quería expresar de algún mo-do también la actividad caritativa concreta.

23. En este contexto, puede ser útil unareferencia a las primitivas estructuras jurí-dicas del servicio de la caridad en la Igle-sia. Hacia la mitad del siglo IV, se va for-mando en Egipto la llamada diaconía; es laestructura que, en cada monasterio, tenía laresponsabilidad sobre el conjunto de las ac-tividades asistenciales, el servicio de la ca-ridad precisamente. A partir de esto, se de-sarrolla en Egipto hasta el siglo VI una cor-poración con plena capacidad jurídica, a laque las autoridades civiles confían inclusouna cantidad de grano para su distribuciónpública. No sólo cada monasterio, sino tam-bién cada diócesis llegó a tener su diaconía,una institución que se desarrolla sucesiva-mente, tanto en Oriente como en Occidente.El Papa Gregorio Magno († 604) habla de ladiaconía de Nápoles; por lo que se refierea Roma, las diaconías están documentadasa partir del siglo VII y VIII; pero, natural-mente, ya antes, desde los comienzos, la ac-tividad asistencial a los pobres y necesita-dos, según los principios de la vida cristianaexpuestos en los Hechos de los Apóstoles,era parte esencial en la Iglesia de Roma. Es-ta función se manifiesta vigorosamente en lafigura del diácono Lorenzo († 258). La des-cripción dramática de su martirio fue cono-cida ya por san Ambrosio († 397) y, en loesencial, nos muestra seguramente la au-téntica figura de este santo. A él, como res-ponsable de la asistencia a los pobres de Ro-ma, tras ser apresados sus compañeros y elPapa, se le concedió un cierto tiempo pararecoger los tesoros de la Iglesia y entregar-los a las autoridades. Lorenzo distribuyó eldinero disponible a los pobres, y luego pre-sentó a éstos a las autoridades como el ver-dadero tesoro de la Iglesia15. Cualquiera quesea la fiabilidad histórica de tales detalles,Lorenzo ha quedado en la memoria de laIglesia como un gran exponente de la caridadeclesial.

24. Una alusión a la figura del emperadorJuliano el Apóstata († 363) puede ilustraruna vez más lo esencial que era para la Igle-sia de los primeros siglos la caridad ejerciday organizada. A los seis años, Juliano asistióal asesinato de su padre, de su hermano yde otros parientes a manos de los guardiasdel palacio imperial; él imputó esta brutali-dad –con razón o sin ella– al emperadorConstancio, que se tenía por un gran cris-tiano. Por eso, para él la fe cristiana quedódesacreditada definitivamente. Una vez em-perador, decidió restaurar el paganismo, laantigua religión romana, pero también re-formarlo, de manera que fuera realmente lafuerza impulsora del imperio. En esta pers-pectiva, se inspiró ampliamente en el cris-tianismo. Estableció una jerarquía de me-tropolitas y sacerdotes. Los sacerdotes de-bían promover el amor a Dios y al prójimo.Escribía en una de sus cartas16 que el únicoaspecto que le impresionaba del cristianismoera la actividad caritativa de la Iglesia. Asípues, un punto determinante para su nuevopaganismo fue dotar a la nueva religión deun sistema paralelo al de la caridad de laIglesia. Los Galileos –así los llamaba– ha-bían logrado con ello su popularidad. Se lesdebía emular y superar. De este modo, el

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emperador confirmaba, pues, cómo la cari-dad era una característica determinante dela comunidad cristiana, de la Iglesia.

25. Llegados a este punto, tomamos denuestras reflexiones dos datos esenciales:

a) La naturaleza íntima de la Iglesia seexpresa en una triple tarea: anuncio de laPalabra de Dios (kerygma-martyria), cele-bración de los Sacramentos (leiturgia) y ser-vicio de la caridad (diakonia). Son tareasque se implican mutuamente y no puedensepararse una de otra. Para la Iglesia, la ca-ridad no es una especie de actividad de asis-tencia social que también se podría dejar aotros, sino que pertenece a su naturaleza y esmanifestación irrenunciable de su propiaesencia17.

b) La Iglesia es la familia de Dios en elmundo. En esta familia no debe haber na-die que sufra por falta de lo necesario. Pero,al mismo tiempo, la caritas-agapé superalos confines de la Iglesia; la parábola delBuen Samaritano sigue siendo el criterio decomportamiento, y muestra la universali-dad del amor que se dirige hacia el necesi-tado encontrado casualmente (cf. Lc 10, 31),quienquiera que sea. No obstante, quedandoa salvo la universalidad del amor, también seda la exigencia específicamente eclesial deque, precisamente en la Iglesia misma co-mo familia, ninguno de sus miembros sufrapor encontrarse en necesidad. En este senti-do, siguen teniendo valor las palabras de laCarta a los Gálatas: «Mientras tengamosoportunidad, hagamos el bien a todos, peroespecialmente a nuestros hermanos en la fe»(6, 10).

Justicia y caridad

26. Desde el siglo XIX se ha planteadouna objeción contra la actividad caritativade la Iglesia, desarrollada después con in-sistencia, sobre todo por el pensamiento mar-xista. Los pobres –se dice– no necesitanobras de caridad, sino de justicia. Las obrasde caridad –la limosna– serían en realidad unmodo para que los ricos eludan la instaura-ción de la justicia y acallen su conciencia,conservando su propia posición social y des-pojando a los pobres de sus derechos. Envez de contribuir con obras aisladas de ca-ridad a mantener las condiciones existen-tes, haría falta crear un orden justo, en elque todos reciban su parte de los bienes delmundo y, por lo tanto, no necesiten ya lasobras de caridad. Se debe reconocer que, enesta argumentación, hay algo de verdad, pe-ro también bastantes errores. Es cierto queuna norma fundamental del Estado debe serperseguir la justicia y que el objetivo de unorden social justo es garantizar a cada uno,respetando el principio de subsidiaridad, suparte de los bienes comunes. Eso es lo que hasubrayado también la doctrina cristiana so-bre el Estado y la doctrina social de la Igle-sia. La cuestión del orden justo de la colec-tividad, desde un punto de vista histórico,ha entrado en una nueva fase con la forma-ción de la sociedad industrial en el sigloXIX. El surgir de la industria moderna hadesbaratado las viejas estructuras socialesy, con la masa de los asalariados, ha provo-cado un cambio radical en la configuraciónde la sociedad, en la cual la relación entreel capital y el trabajo se ha convertido en lacuestión decisiva, una cuestión que, en estostérminos, era desconocida hasta entonces.

Desde ese momento, los medios de produc-ción y el capital eran el nuevo poder que,estando en manos de pocos, comportaba pa-ra las masas obreras una privación de dere-chos contra la cual había que rebelarse.

27. Se debe admitir que los representan-tes de la Iglesia percibieron sólo lentamen-te que el problema de la estructura justa de lasociedad se planteaba de un modo nuevo.No faltaron pioneros: uno de ellos, por ejem-plo, fue el obispo Ketteler de Maguncia (†1877). Para hacer frente a las necesidadesconcretas, surgieron también círculos, aso-ciaciones, uniones, federaciones y, sobre to-do, nuevas Congregaciones religiosas, queen el siglo XIX se dedicaron a combatir lapobreza, las enfermedades y las situacionesde carencia en el campo educativo. En 1891,se interesó también el magisterio pontificiocon la encíclica Rerum novarum, de LeónXIII. Siguió con la encíclica de Pío XI Qua-dragesimo anno, en 1931. En 1961, el Bea-to Papa Juan XXIII publicó la encíclica Ma-ter et Magistra, mientras que Pablo VI, en laencíclica Populorum progressio (1967) y enla Carta apostólica Octogesima adveniens(1971), afrontó con insistencia la proble-mática social que, entre tanto, se había agu-dizado sobre todo en Latinoamérica. Mi granpredecesor, Juan Pablo II, nos ha dejado unatrilogía de encíclicas sociales: Laborem exer-cens (1981), Sollicitudo rei socialis (1987) yCentesimus annus (1991). Así pues, cote-jando situaciones y problemas nuevos cadavez, se ha ido desarrollando una doctrinasocial católica, que en 2004 ha sido presen-tada de modo orgánico en el Compendio de

la doctrina social de la Iglesia, redactadopor el Consejo Pontificio de Justicia y Paz.El marxismo había presentado la revoluciónmundial y su preparación como la panaceapara los problemas sociales: mediante la re-volución y la consiguiente colectivizaciónde los medios de producción –se afirmaba endicha doctrina–, todo iría repentinamentede modo diferente y mejor. Este sueño se hadesvanecido. En la di-fícil situación en laque nos encontramoshoy, a causa tambiénde la globalización dela economía, la doctri-na social de la Iglesiase ha convertido enuna indicación funda-mental, que proponeorientaciones válidasmucho más allá de susconfines: estas orien-taciones –ante el avan-ce del progreso– sehan de afrontar en diá-logo con todos los quese preocupan seria-mente por el hombrey su mundo.

28. Para definir con más precisión la re-lación entre el compromiso necesario por lajusticia y el servicio de la caridad, hay quetener en cuenta dos situaciones de hecho:

a) El orden justo de la sociedad y del Es-tado es una tarea principal de la política. UnEstado que no se rigiera según la justicia sereduciría a una gran banda de ladrones, dijo

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«Para la Iglesia, la caridadno es una especie deactividad de asistenciasocial que también sepodría dejar a otros,sino que pertenece a su naturaleza y es manifestaciónirrenunciable de su propia esencia»

Estructuras de injusticia

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una vez Agustín: «Remota itaque iustitiaquid sunt regna nisi magna latrocinia?18»Es propio de la estructura fundamental delcristianismo la distinción entre lo que es delCésar y lo que es de Dios (cf. Mt 22, 21),esto es, entre Estado e Iglesia o, como diceel Concilio Vaticano II, el reconocimientode la autonomía de las realidades tempora-les19. El Estado no puede imponer la reli-

gión, pero tiene quegarantizar su libertady la paz entre los se-guidores de las diver-sas religiones; la Igle-sia, como expresiónsocial de la fe cristia-na, por su parte, tienesu independencia y vi-ve su forma comuni-taria basada en la fe,que el Estado deberespetar. Son dos es-feras distintas, perosiempre en relaciónrecíproca.

La justicia es el ob-jeto y, por tanto, tam-bién la medida intrín-seca de toda política.La política es más queuna simple técnica pa-

ra determinar los ordenamientos públicos:su origen y su meta están precisamente en lajusticia, y ésta es de naturaleza ética. Así,pues, el Estado se encuentra inevitablementede hecho ante la cuestión de cómo realizar lajusticia aquí y ahora. Pero esta pregunta pre-supone otra más radical: ¿qué es la justicia?Éste es un problema que concierne a la razónpráctica; pero, para llevar a cabo rectamen-te su función, la razón ha de purificarse cons-

tantemente, porque su ceguera ética, que de-riva de la preponderancia del interés y delpoder que la deslumbran, es un peligro quenunca se puede descartar totalmente.

En este punto, política y fe se encuen-tran. Sin duda, la naturaleza específica dela fe es la relación con el Dios vivo, un en-cuentro que nos abre nuevos horizontes mu-cho más allá del ámbito propio de la razón.Pero, al mismo tiempo, es una fuerza puri-ficadora para la razón misma. Al partir dela perspectiva de Dios, la libera de su ce-guera y la ayuda así a ser mejor ella misma.La fe permite a la razón desempeñar del me-jor modo su cometido y ver más claramen-te lo que le es propio. En este punto se sitúala doctrina social católica: no pretende otor-gar a la Iglesia un poder sobre el Estado.Tampoco quiere imponer a los que no com-parten la fe sus propias perspectivas y modosde comportamiento. Desea simplementecontribuir a la purificación de la razón yaportar su propia ayuda para que lo que esjusto, aquí y ahora, pueda ser reconocido ydespués puesto también en práctica.

La doctrina social de la Iglesia argumentadesde la razón y el derecho natural, es decir,a partir de lo que es conforme a la naturale-za de todo ser humano. Y sabe que no es ta-rea de la Iglesia el que ella misma haga va-ler políticamente esta doctrina: quiere servira la formación de las conciencias en la po-lítica y contribuir a que crezca la percep-ción de las verdaderas exigencias de la jus-ticia y, al mismo tiempo, la disponibilidadpara actuar conforme a ella, aun cuando es-to estuviera en contraste con situaciones deintereses personales. Esto significa que laconstrucción de un orden social y estataljusto, mediante el cual se da a cada uno loque le corresponde, es una tarea fundamen-

tal que debe afrontar de nuevo cada gene-ración. Tratándose de un quehacer político,esto no puede ser un cometido inmediato dela Iglesia. Pero, como al mismo tiempo esuna tarea humana primaria, la Iglesia tiene eldeber de ofrecer, mediante la purificaciónde la razón y la formación ética, su contri-bución específica, para que las exigenciasde la justicia sean comprensibles y política-mente realizables.

La Iglesia no puede ni debe emprenderpor cuenta propia la empresa política de realizar la sociedad más justa posible. Nopuede ni debe sustituir al Estado. Pero tam-poco puede ni debe quedarse al margen en lalucha por la justicia. Debe insertarse en ellaa través de la argumentación racional y de-be despertar las fuerzas espirituales, sin lascuales la justicia, que siempre exige tam-bién renuncias, no puede afirmarse ni pros-perar. La sociedad justa no puede ser obra dela Iglesia, sino de la política. No obstante, leinteresa sobremanera trabajar por la justi-cia esforzándose por abrir la inteligencia y lavoluntad a las exigencias del bien.

b) El amor –caritas– siempre será nece-sario, incluso en la sociedad más justa. Nohay orden estatal, por justo que sea, que ha-ga superfluo el servicio del amor. Quien in-tenta desentenderse del amor se dispone adesentenderse del hombre en cuanto hombre.Siempre habrá sufrimiento que necesite con-suelo y ayuda. Siempre habrá soledad.Siempre se darán también situaciones de ne-cesidad material en las que es indispensa-ble una ayuda que muestre un amor concre-to al prójimo20. El Estado que quiere prove-er a todo, que absorbe todo en sí mismo, seconvierte en definitiva en una instancia bu-rocrática que no puede asegurar lo más esen-cial que el hombre afligido –cualquier serhumano– necesita: una entrañable atenciónpersonal. Lo que hace falta no es un Esta-do que regule y domine todo, sino que ge-nerosamente reconozca y apoye, de acuerdocon el principio de subsidiaridad, las inicia-tivas que surgen de las diversas fuerzas so-ciales y que unen la espontaneidad con lacercanía a los hombres necesitados de au-xilio. La Iglesia es una de estas fuerzas vivas:en ella late el dinamismo del amor suscitadopor el Espíritu de Cristo. Este amor no brin-da a los hombres sólo ayuda material, sinotambién sosiego y cuidado del alma, unaayuda con frecuencia más necesaria que elsustento material. La afirmación según lacual las estructuras justas harían superfluaslas obras de caridad, esconde una concep-ción materialista del hombre: el prejuiciode que el hombre vive sólo de pan (Mt 4, 4;cf. Dt 8, 3), una concepción que humilla alhombre e ignora precisamente lo que es másespecíficamente humano.

29. De este modo podemos ahora deter-minar con mayor precisión la relación queexiste en la vida de la Iglesia entre el em-peño por el orden justo del Estado y la so-ciedad, por un lado, y, por otro, la actividadcaritativa organizada. Ya se ha dicho que elestablecimiento de estructuras justas no es uncometido inmediato de la Iglesia, sino quepertenece a la esfera de la política, es decir,de la razón autoresponsable. En esto, la tareade la Iglesia es mediata, ya que le corres-ponde contribuir a la purificación de la razóny reavivar las fuerzas morales, sin lo cualno se instauran estructuras justas, ni éstaspueden ser operativas a largo plazo.

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«La Iglesia no puede ni debe emprender por cuenta propia la empresa política de realizar la sociedadmás justa posible. No puede ni debesustituir al Estado. Pero tampoco puede ni debe quedarse al margen en la luchapor la justicia»

La sociedad industrialdesbarató las viejasestructuras sociales

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El deber inmediato de actuar en favor deun orden justo en la sociedad es más bienpropio de los fieles laicos. Como ciudadanosdel Estado, están llamados a participar enprimera persona en la vida pública. Por tan-to, no pueden eximirse de la «multiforme yvariada acción económica, social, legislati-va, administrativa y cultural, destinada apromover orgánica e institucionalmente elbien común»21. La misión de los fieles es,por tanto, configurar rectamente la vida so-cial, respetando su legítima autonomía y cooperando con los otros ciudadanos segúnlas respectivas competencias y bajo su pro-pia responsabilidad22. Aunque las manifes-taciones de la caridad eclesial nunca pue-den confundirse con la actividad del Esta-do, sigue siendo verdad que la caridad debeanimar toda la existencia de los fieles lai-cos y, por tanto, su actividad política, vividacomo caridad social23.

Las organizaciones caritativas de la Igle-sia, sin embargo, son un opus proprium su-yo, un cometido que le es congenial, en elque ella no coopera colateralmente, sino queactúa como sujeto directamente responsa-ble, haciendo algo que corresponde a su na-turaleza. La Iglesia nunca puede sentirsedispensada del ejercicio de la caridad comoactividad organizada de los creyentes y, porotro lado, nunca habrá situaciones en las queno haga falta la caridad de cada cristiano in-dividualmente, porque el hombre, más alláde la justicia, tiene y tendrá siempre necesi-dad de amor.

Las múltiples estructuras de servicio caritativo en el contexto social actual

30. Antes de intentar definir el perfil es-pecífico de la actividad eclesial al serviciodel hombre, quisiera considerar ahora la si-tuación general del compromiso por la jus-ticia y el amor en el mundo actual.

a) Los medios de comunicación de masashan como empequeñecido hoy nuestro pla-neta, acercando rápidamente a hombres yculturas muy diferentes. Si bien este estarjuntos suscita a veces incomprensiones ytensiones, el hecho de que ahora se conozcande manera mucho más inmediata las nece-sidades de los hombres es también una lla-mada sobre todo a compartir situaciones ydificultades. Vemos cada día lo mucho quese sufre en el mundo a causa de tantas for-mas de miseria material o espiritual, no obs-tante los grandes progresos en el campo dela ciencia y de la técnica. Así pues, el mo-mento actual requiere una nueva disponibi-lidad para socorrer al prójimo necesitado.El Concilio Vaticano II lo ha subrayado conpalabras muy claras: «Al ser más rápidoslos medios de comunicación, se ha acortadoen cierto modo la distancia entre los hombresy todos los habitantes del mundo [...]. Laacción caritativa puede y debe abarcar hoy atodos los hombres y todas sus necesida-des»24.

Por otra parte –y éste es un aspecto pro-vocativo y a la vez estimulante del procesode globalización–, ahora se puede contarcon innumerables medios para prestar ayu-da humanitaria a los hermanos y hermanasnecesitados, como son los modernos siste-mas para la distribución de comida y ropa,así como también para ofrecer alojamientoy acogida. La solicitud por el prójimo, pues,

superando los confines de las comunidadesnacionales, tiende a extender su horizonteal mundo entero. El Concilio Vaticano II hahecho notar oportunamente que, «entre lossignos de nuestro tiempo, es digno de men-ción especial el creciente e inexcusable sen-tido de solidaridad entre todos los pueblos»25.Los organismos del Estado y las asociacio-nes humanitarias favorecen iniciativas orien-tadas a este fin, generalmente mediante sub-sidios o desgravaciones fiscales en un caso,o poniendo a disposición considerables re-cursos, en otro. De este modo, la solidari-dad expresada por la sociedad civil supera demanera notable a la realizada por las perso-nas individualmente.

b) En esta situación han surgido nume-rosas formas nuevas de colaboración entreentidades estatales y eclesiales, que se handemostrado fructíferas. Las entidades ecle-siales, con la transparencia en su gestión y lafidelidad al deber de testimoniar el amor,podrán animar cristianamente también a lasinstituciones civiles, favoreciendo una co-ordinación mutua que, seguramente, ayu-dará a la eficacia del servicio caritativo26.También se han formado en este contextomúltiples organizaciones con objetivos ca-ritativos o filantrópicos, que se esfuerzanpor lograr soluciones satisfactorias desde elpunto de vista humanitario a los problemassociales y políticos existentes. Un fenóme-no importante de nuestro tiempo es el naci-miento y difusión de muchas formas de vo-luntariado que se hacen cargo de múltiplesservicios27. A este propósito, quisiera diri-gir una palabra especial de aprecio y gratituda todos los que participan de diversos modosen estas actividades. Esta labor tan difundi-da es una escuela de vida para los jóvenes,que educa a la solidaridad y a estar disponi-

bles para dar no sólo algo, sino a sí mismos.De este modo, frente a la anti-cultura de lamuerte, que se manifiesta, por ejemplo, en ladroga, se contrapone el amor, que no se bus-ca a sí mismo, sino que, precisamente en ladisponibilidad a perderse a sí mismo (cf. Lc17, 33 y par.) en favor del otro, se manifies-ta como cultura de lavida.

También en la Igle-sia católica y en otrasIglesias y Comunida-des eclesiales han apa-recido nuevas formasde actividad caritati-va, y otras antiguashan resurgido con re-novado impulso. Sonformas en las que, fre-cuentemente, se lograestablecer un acertadonexo entre evangeli-zación y obras de ca-ridad. Deseo corrobo-rar aquí expresamen-te lo que mi gran pre-decesor Juan Pablo IIdijo en su encíclicaSollicitudo rei socia-lis28, cuando declaró la disponibilidad de laIglesia católica a colaborar con las organi-zaciones caritativas de estas Iglesias y Co-munidades, puesto que todos nos movemospor la misma motivación fundamental y te-nemos los ojos puestos en el mismo objeti-vo: un verdadero humanismo, que reconoceen el hombre la imagen de Dios y quiereayudarlo a realizar una vida conforme a es-ta dignidad. La encíclica Ut unum sint des-tacó después, una vez más, que para un me-jor desarrollo del mundo es necesaria la voz

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«El deber inmediato de actuar en favor de un orden justo en la sociedad es más bien propio de los fieles laicos.Como ciudadanos del Estado, estánllamados a participar en primera persona en la vida pública»

Los medios de comunicación

han empequeñecido el planeta

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común de los cristianos, su compromiso «pa-ra que triunfe el respeto de los derechos yde las necesidades de todos, especialmentede los pobres, los marginados y los inde-fensos»29.Quisiera expresar mi alegría porel hecho de que este deseo haya encontra-do amplio eco en numerosas iniciativas entodo el mundo.

El perfil específico de la actividadcaritativa de la Iglesia

31. En el fondo, el aumento de organi-zaciones diversificadas que trabajan en favordel hombre en sus diversas necesidades, se

explica por el hechode que el imperativodel amor al prójimo hasido grabado por elCreador en la natura-leza misma del hom-bre. Pero es tambiénun efecto de la pre-sencia del cristianis-mo en el mundo, quereaviva continuamen-te y hace eficaz esteimperativo, a menudotan empañado a lo lar-go de la Historia. Lamencionada reformadel paganismo inten-tada por el emperadorJuliano el Apóstata, essólo un testimonio ini-cial de dicha eficacia.

En este sentido, la fuerza del cristianismose extiende mucho más allá de las fronterasde la fe cristiana. Por tanto, es muy impor-tante que la actividad caritativa de la Iglesiamantenga todo su esplendor y no se diluyaen una organización asistencial genérica,

convirtiéndose simplemente en una de susvariantes. Pero, ¿cuáles son los elementosque constituyen la esencia de la caridad cris-tiana y eclesial?

a) Según el modelo expuesto en la pa-rábola del Buen Samaritano, la caridad cris-tiana es, ante todo y simplemente, la res-puesta a una necesidad inmediata en unadeterminada situación: los hambrientos hande ser saciados, los desnudos vestidos, losenfermos atendidos para que se recuperen,los prisioneros visitados, etc. Las organi-zaciones caritativas de la Iglesia, comen-zando por Cáritas (diocesana, nacional, in-ternacional), han de hacer lo posible paraponer a disposición los medios necesarios y,sobre todo, los hombres y mujeres que de-sempeñan estos cometidos. Por lo que serefiere al servicio que se ofrece a los quesufren, es preciso que sean competentesprofesionalmente: quienes prestan ayudahan de ser formados de manera que sepanhacer lo más apropiado y de la manera másadecuada, asumiendo el compromiso de quese continúen después las atenciones nece-sarias. Un primer requisito fundamental esla competencia profesional, pero por sí so-la no basta. En efecto, se trata de seres hu-manos, y los seres humanos necesitan siem-pre algo más que una atención sólo técni-camente correcta. Necesitan humanidad.Necesitan atención cordial. Cuantos traba-jan en las instituciones caritativas de la Igle-sia deben distinguirse por no limitarse a re-alizar con destreza lo más conveniente encada momento, sino por su dedicación alotro con una atención que sale del corazón,para que el otro experimente su riqueza dehumanidad. Por eso, dichos agentes, ade-más de la preparación profesional, necesitantambién y sobre todo una formación del co-razón: se les ha de guiar hacia ese encuen-

tro con Dios en Cristo, que suscite en ellosel amor y abra su espíritu al otro, de modoque, para ellos, el amor al prójimo ya nosea un mandamiento por así decir impuestodesde fuera, sino una consecuencia que sedesprende de su fe, la cual actúa por la ca-ridad (cf. Ga 5, 6).

b) La actividad caritativa cristiana ha deser independiente de partidos e ideologías.No es un medio para transformar el mundode manera ideológica y no está al serviciode estrategias mundanas, sino que es la ac-tualización aquí y ahora del amor que elhombre siempre necesita. Los tiempos mo-dernos, sobre todo desde el siglo XIX, es-tán dominados por una filosofía del progre-so con diversas variantes, cuya forma másradical es el marxismo. Una parte de la es-trategia marxista es la teoría del empobre-cimiento: quien en una situación de poderinjusto ayuda al hombre con iniciativas decaridad –afirma– se pone de hecho al ser-vicio de ese sistema injusto, haciéndolo apa-recer soportable, al menos hasta cierto pun-to. Se frena así el potencial revolucionario y,por tanto, se paraliza la insurrección hacia unmundo mejor. De aquí el rechazo y el ataquea la caridad como un sistema conservadordel statu quo. En realidad, ésta es una filo-sofía inhumana. El hombre que vive en elpresente es sacrificado al Moloc del futuro,un futuro cuya efectiva realización resultapor lo menos dudosa. La verdad es que no sepuede promover la humanización del mun-do renunciando, por el momento, a com-portarse de manera humana. A un mundomejor se contribuye solamente haciendo elbien ahora y en primera persona, con pasióny donde sea posible, independientemente deestrategias y programas de partido. El pro-grama del cristiano –el programa del BuenSamaritano, el programa de Jesús– es un co-razón que ve. Este corazón ve dónde se ne-cesita amor y actúa en consecuencia. Ob-viamente, cuando la actividad caritativa esasumida por la Iglesia como iniciativa co-munitaria, a la espontaneidad del individuodebe añadirse también la programación, laprevisión, la colaboración con otras institu-ciones similares.

c) Además, la caridad no ha de ser unmedio en función de lo que hoy se conside-ra proselitismo. El amor es gratuito; no sepractica para obtener otros objetivos30. Peroesto no significa que la acción caritativa de-ba, por decirlo así, dejar de lado a Dios y aCristo. Siempre está en juego todo el hom-bre. Con frecuencia, la raíz más profundadel sufrimiento es precisamente la ausenciade Dios. Quien ejerce la caridad en nombrede la Iglesia nunca tratará de imponer a losdemás la fe de la Iglesia. Es consciente deque el amor, en su pureza y gratuidad, es elmejor testimonio del Dios en el que cree-mos y que nos impulsa a amar. El cristianosabe cuándo es tiempo de hablar de Dios ycuándo es oportuno callar sobre Él, dejandoque hable sólo el amor. Sabe que Dios esamor (1 Jn 4, 8) y que se hace presente jus-to en los momentos en que no se hace másque amar. Y sabe –volviendo a las preguntasde antes– que el desprecio del amor es vili-pendio de Dios y del hombre, es el intento deprescindir de Dios. En consecuencia, la me-jor defensa de Dios y del hombre consisteprecisamente en el amor. Las organizacionescaritativas de la Iglesia tienen el cometido dereforzar esta conciencia en sus propios

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«Es muy importante que la actividad caritativade la Iglesia mantengatodo su esplendor y no se diluya en una organizaciónasistencial genérica,convirtiéndosesimplemente en una de sus variantes»

El Buen Samaritano, de Giacomo Bassano.«... Se apeó y le curó las heridas»

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miembros, de modo que a través de su ac-tuación –así como por su hablar, su silen-cio, su ejemplo– sean testigos creíbles deCristo.

Los responsables de la acción caritativa de la Iglesia

32. Finalmente, debemos dirigir nuestraatención a los responsables de la acción ca-ritativa de la Iglesia ya mencionados. En lasreflexiones precedentes se ha visto claro queel verdadero sujeto de las diversas organi-zaciones católicas que desempeñan un ser-vicio de caridad es la Iglesia misma, y eso atodos los niveles, empezando por las parro-quias, a través de las Iglesias particulares,hasta llegar a la Iglesia universal. Por estofue muy oportuno que mi venerado prede-cesor Pablo VI instituyera el Consejo Pon-tificio Cor unum como organismo de la San-ta Sede responsable para la orientación ycoordinación entre las organizaciones y lasactividades caritativas promovidas por laIglesia católica. Además, es propio de la es-tructura episcopal de la Iglesia que los obis-pos, como sucesores de los Apóstoles, ten-gan en las Iglesias particulares la primeraresponsabilidad de cumplir, también hoy, elprograma expuesto en los Hechos de losApóstoles (cf. 2, 42-44): la Iglesia, como fa-milia de Dios, debe ser, hoy como ayer, unlugar de ayuda recíproca y, al mismo tiempo,de disponibilidad para servir también a cuan-tos fuera de ella necesitan ayuda. Duranteel rito de la ordenación episcopal, el acto deconsagración propiamente dicho está pre-cedido por algunas preguntas al candidato,en las que se expresan los elementos esen-ciales de su oficio y se le recuerdan los de-beres de su futuro ministerio. En este con-texto, el ordenando promete expresamenteque será, en nombre del Señor, acogedor ymisericordioso para con los más pobres ynecesitados de consuelo y ayuda31. El Có-digo de Derecho Canónico, en los cánonesrelativos al ministerio episcopal, no hablaexpresamente de la caridad como un ámbi-to específico de la actividad episcopal, si-no sólo, de modo general, del deber del obis-po de coordinar las diversas obras de apos-tolado respetando su propia índole32. Re-cientemente, no obstante, el Directorio parael ministerio pastoral de los obispos ha pro-fundizado más concretamente el deber dela caridad como cometido intrínseco de to-da la Iglesia y del obispo en su diócesis33, yha subrayado que el ejercicio de la caridad esuna actividad de la Iglesia como tal y queforma parte esencial de su misión originaria,al igual que el servicio de la Palabra y losSacramentos34.

33. Por lo que se refiere a los colabora-dores que desempeñan en la práctica el ser-vicio de la caridad en la Iglesia, ya se ha di-cho lo esencial: no han de inspirarse en losesquemas que pretenden mejorar el mundosiguiendo una ideología, sino dejarse guiarpor la fe que actúa por el amor (cf. Ga 5, 6).Han de ser, pues, personas movidas ante to-do por el amor de Cristo, personas cuyo co-razón ha sido conquistado por Cristo con suamor, despertando en ellos el amor al próji-mo. El criterio inspirador de su actuacióndebería ser lo que se dice en la Segunda Car-ta a los Corintios: «Nos apremia el amor deCristo» (5, 14). La conciencia de que, en Él,Dios mismo se ha entregado por nosotros

hasta la muerte, tiene que llevarnos a vivir noya para nosotros mismos, sino para Él y, conÉl, para los demás. Quien ama a Cristo amaa la Iglesia y quiere que ésta sea cada vezmás expresión e instrumento del amor queproviene de Él. El colaborador de toda or-ganización caritativa católica quiere trabajarcon la Iglesia y, por tanto, con el obispo, conel fin de que el amor de Dios se difunda enel mundo. Por su participación en el serviciode amor de la Iglesia, desea ser testigo deDios y de Cristo y, precisamente por eso,hacer el bien a los hombres gratuitamente.

34. La apertura interior a la dimensióncatólica de la Iglesia ha de predisponer alcolaborador a sintonizar con las otras orga-

nizaciones en el servicio a las diversas for-mas de necesidad; pero esto debe hacerserespetando la fisonomía específica del ser-vicio que Cristo pidió a sus discípulos. En suHimno a la caridad (cf. 1 Co 13), san Pa-blo nos enseña que ésta es siempre algo másque una simple actividad: «Podría repartiren limosnas todo lo que tengo y aun dejarmequemar vivo; si no tengo amor, de nada mesirve» (v. 3). Este himno debe ser la CartaMagna de todo el servicio eclesial; en él seresumen todas las reflexiones que he ex-puesto sobre el amor a lo largo de esta Car-ta encíclica. La actuación práctica resultainsuficiente si en ella no se puede percibir elamor por el hombre, un amor que se ali-menta en el encuentro con Cristo. La ínti-ma participación personal en las necesidadesy sufrimientos del otro se convierte así en

un darme a mí mismo: para que el don nohumille al otro, no solamente debo darle al-go mío, sino a mí mismo; he de ser parte deldon como persona.

35. Éste es un modo de servir que hacehumilde al que sirve. No adopta una posi-ción de superioridad ante el otro, por mise-rable que sea momentáneamente su situa-ción. Cristo ocupó el último puesto en elmundo –la cruz–, y precisamente con estahumildad radical nos ha redimido y nos ayu-da constantemente. Quien es capaz de ayu-dar reconoce que, precisamente de este mo-do, también él es ayudado; el poder ayudarno es mérito suyo ni motivo de orgullo. Es-to es gracia. Cuanto más se esfuerza uno por

los demás, mejor comprenderá y hará suya lapalabra de Cristo: «Somos unos pobres sier-vos» (Lc 17,10). En efecto, reconoce queno actúa fundándose en una superioridad omayor capacidad personal, sino porque elSeñor le concede este don. A veces, el excesode necesidades y lo limitado de sus propiasactuaciones le harán sentir la tentación deldesaliento. Pero, precisamente entonces, lealiviará saber que, en definitiva, él no esmás que un instrumento en manos del Se-ñor; se liberará así de la presunción de te-ner que mejorar el mundo –algo siempre ne-cesario– en primera persona y por sí solo.Hará con humildad lo que le es posible y,con humildad, confiará el resto al Señor.Quien gobierna el mundo es Dios, no noso-tros. Nosotros le ofrecemos nuestro servi-cio sólo en lo que podemos y hasta que Él

CARTA ENCÍCLICA DIOS ES AMOR 26-I-2006 ΩΩ31 AA

«Es un modo de servir quehace humildeal que sirve. No adopta unaposición desuperioridadante el otro,por miserableque sea en ese momentosu situación»

La humilde grandeza de servir

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nos dé fuerzas. Sin embargo, hacer todo loque está en nuestras manos con las capaci-dades que tenemos, es la tarea que mantienesiempre activo al siervo bueno de Jesucris-

to: «Nos apremia elamor de Cristo» (2 Co5, 14).

36. La experienciade la inmensa necesi-dad puede, por un la-do, inclinarnos haciala ideología que pre-tende realizar ahora loque, según parece, noconsigue el gobiernode Dios sobre el mun-do: la solución uni-versal de todos losproblemas. Por otro,puede convertirse enuna tentación a la iner-cia ante la impresiónde que, en cualquiercaso, no se puede ha-cer nada. En esta si-tuación, el contacto vi-vo con Cristo es laayuda decisiva paracontinuar en el cami-

no recto: ni caer en una soberbia que des-precia al hombre y en realidad nada cons-truye, sino que más bien destruye, ni ceder a

la resignación, la cual impediría dejarse guiarpor el amor y así servir al hombre. La ora-ción se convierte en estos momentos en unaexigencia muy concreta, como medio pararecibir constantemente fuerzas de Cristo.Quien reza no desperdicia su tiempo, aunquetodo haga pensar en una situación de emer-gencia y parezca impulsar sólo a la acción.La piedad no escatima la lucha contra la po-breza o la miseria del prójimo. La Beata Te-resa de Calcuta es un ejemplo evidente deque el tiempo dedicado a Dios en la oraciónno sólo deja de ser un obstáculo para la efi-cacia y la dedicación al amor al prójimo, si-no que es en realidad una fuente inagotablepara ello. En su carta para la Cuaresma de1996, la Beata escribía a sus colaboradoreslaicos: «Nosotros necesitamos esta unióníntima con Dios en nuestra vida cotidiana. Y¿cómo podemos conseguirla? A través de laoración».

37. Ha llegado el momento de reafirmarla importancia de la oración ante el activis-mo y el secularismo de muchos cristianoscomprometidos en el servicio caritativo. Ob-viamente, el cristiano que reza no pretendecambiar los planes de Dios o corregir lo queDios ha previsto. Busca más bien el en-cuentro con el Padre de Jesucristo, pidiendoque esté presente, con el consuelo de su Es-píritu, en él y en su trabajo. La familiaridadcon el Dios personal y el abandono a su vo-

luntad impiden la degradación del hombre,lo salvan de la esclavitud de doctrinas faná-ticas y terroristas. Una actitud auténtica-mente religiosa evita que el hombre se erijaen juez de Dios, acusándolo de permitir lamiseria sin sentir compasión por sus criatu-ras. Pero quien pretende luchar contra Diosapoyándose en el interés del hombre, ¿conquién podrá contar cuando la acción huma-na se declare impotente?

38. Es cierto que Job puede quejarse an-te Dios por el sufrimiento incomprensibley aparentemente injustificable que hay enel mundo. Por eso, en su dolor, dice: «¡Quiénme diera saber encontrarle, poder llegar asu morada!... Sabría las palabras de su ré-plica, comprendería lo que me dijera. ¿Pre-cisaría gran fuerza para disputar conmigo?...Por eso estoy, ante él, horrorizado, y cuantomás lo pienso, más me espanta. Dios me haenervado el corazón, el Omnipotente me haaterrorizado» (Job 23, 3.5-6.15-16). A me-nudo no se nos da a conocer el motivo por elque Dios frena su brazo en vez de intervenir.Por otra parte, Él tampoco nos impide gritarcomo Jesús en la cruz: «Dios mío, Dios mío,¿por qué me has abandonado?» (Mt 27, 46).Deberíamos permanecer con esta preguntaante su rostro, en diálogo orante: «¿Hastacuándo, Señor, vas a estar sin hacer justi-cia, Tú que eres santo y veraz?» (cf. Ap 6,10). San Agustín da a este sufrimiento nues-tro la respuesta de la fe: «Si comprehendis,non est Deus», si lo comprendes, entoncesno es Dios35. Nuestra protesta no quiere de-safiar a Dios, ni insinuar en Él algún error,debilidad o indiferencia. Para el creyente noes posible pensar que Él sea impotente, obien que «tal vez esté dormido» (1 Re 18,27). Es cierto, más bien, que incluso nuestrogrito es, como en la boca de Jesús en la cruz,el modo extremo y más profundo de afir-mar nuestra fe en su poder soberano. Enefecto, los cristianos siguen creyendo, a pe-sar de todas las incomprensiones y confu-siones del mundo que les rodea, en la «bon-dad de Dios y su amor al hombre» (Tt 3, 4).Aunque estén inmersos como los demáshombres en las dramáticas y complejas vi-cisitudes de la Historia, permanecen firmesen la certeza de que Dios es Padre y nosama, aunque su silencio siga siendo incom-prensible para nosotros.

39. Fe, esperanza y caridad están unidas.La esperanza se relaciona prácticamente conla virtud de la paciencia, que no desfallece nisiquiera ante el fracaso aparente, y con lahumildad, que reconoce el misterio de Diosy se fía de Él incluso en la oscuridad. La fenos muestra a Dios que nos ha dado a su Hi-jo y así suscita en nosotros la firme certezade que realmente es verdad que Dios esamor. De este modo, transforma nuestra im-paciencia y nuestras dudas en la esperanzasegura de que el mundo está en manos deDios y que, no obstante las oscuridades, al fi-nal vencerá Él, como luminosamente mues-tra el Apocalipsis mediante sus imágenessobrecogedoras. La fe, que hace tomar con-ciencia del amor de Dios revelado en el co-razón traspasado de Jesús en la cruz, susci-ta a su vez el amor. El amor es una luz –en elfondo la única– que ilumina constantemen-te a un mundo oscuro y nos da la fuerza pa-ra vivir y actuar. El amor es posible, y no-sotros podemos ponerlo en práctica porquehemos sido creados a imagen de Dios. Vivirel amor y, así, llevar la luz de Dios al mun-

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«Fe, esperanza y caridadestán unidas. La esperanza se relaciona con la virtud de la paciencia, que no desfallece ni siquiera ante el fracaso aparente, y con la humildad, quereconoce el misterio de Dios y se fía de Él incluso en la oscuridad»

La experiencia de la inmensa necesidad

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40. Contemplemos finalmente a los san-tos, a quienes han ejercido de modo ejemplarla caridad. Pienso particularmente en Martínde Tours († 397), que primero fue soldado ydespués monje y obispo: casi como un ico-no, muestra el valor insustituible del testi-monio individual de la caridad. A las puertasde Amiens compartió su manto con un po-bre; durante la noche, Jesús mismo se le apa-reció en sueños revestido de aquel manto,confirmando la perenne validez de las pa-labras del Evangelio: «Estuve desnudo y mevestisteis... Cada vez que lo hicisteis conuno de estos mis humildes hermanos, con-migo lo hicisteis» (Mt 25, 36. 40)36. Pero¡cuántos testimonios más de caridad pue-den citarse en la historia de la Iglesia! Par-ticularmente todo el movimiento monásti-co, desde sus comienzos con san AntonioAbad († 356), muestra un servicio ingente decaridad hacia el prójimo. Al confrontarsecara a cara con ese Dios que es Amor, elmonje percibe la exigencia apremiante detransformar toda su vida en un servicio alprójimo, además de servir a Dios. Así se ex-plican las grandes estructuras de acogida,hospitalidad y asistencia surgidas junto alos monasterios. Se explican también las in-numerables iniciativas de promoción hu-mana y de formación cristiana destinadasespecialmente a los más pobres de las que sehan hecho cargo las Órdenes monásticas ymendicantes primero, y después los diversosInstitutos religiosos masculinos y femeni-nos a lo largo de toda la historia de la Iglesia.Figuras de santos como Francisco de Asís,Ignacio de Loyola, Juan de Dios, Camilo deLelis, Vicente de Paúl, Luisa de Marillac,José B. Cottolengo, Juan Bosco, Luis Orio-ne, Teresa de Calcuta –por citar sólo algunosnombres– siguen siendo modelos insignesde caridad social para todos los hombres debuena voluntad. Los santos son los verda-deros portadores de luz en la Historia, por-que son hombres y mujeres de fe, esperanzay amor.

41. Entre los santos, sobresale María,Madre del Señor y espejo de toda santidad.El evangelio de Lucas la muestra atareada enun servicio de caridad a su prima Isabel, conla cual permaneció «unos tres meses» (1,56) para atenderla durante el embarazo.«Magnificat anima mea Dominum», dicecon ocasión de esta visita –Proclama mi al-ma la grandeza del Señor– (Lc 1, 46), y conello expresa todo el programa de su vida:no ponerse a sí misma en el centro, sino de-jar espacio a Dios, a quien encuentra tanto enla oración como en el servicio al prójimo;sólo entonces el mundo se hace bueno. Ma-ría es grande precisamente porque quiereenaltecer a Dios en lugar de a sí misma. Ellaes humilde: no quiere ser sino la sierva delSeñor (cf. Lc 1, 38. 48). Sabe que contribu-ye a la salvación del mundo, no con una obrasuya, sino sólo poniéndose plenamente adisposición de la iniciativa de Dios. Es unamujer de esperanza: sólo porque cree en laspromesas de Dios y espera la salvación de Is-rael, el ángel puede presentarse a ella y lla-marla al servicio total de estas promesas. Esuna mujer de fe: «¡Dichosa tú, que hascreído!», le dice Isabel (Lc 1, 45). El Mag-níficat –un retrato de su alma, por decirlo

así– está completamente tejido por los hi-los tomados de la Sagrada Escritura, de laPalabra de Dios. Así se pone de relieve quela Palabra de Dios es verdaderamente supropia casa, de la cual sale y entra con todanaturalidad. Habla y piensa con la Palabra deDios; la Palabra de Dios se convierte en pa-labra suya, y su palabra nace de la Palabra deDios. Así se pone de manifiesto, además,que sus pensamientos están en sintonía conel pensamiento de Dios, que su querer es unquerer con Dios. Al estar íntimamente pe-netrada por la Palabra de Dios, puede con-vertirse en madre de la Palabra encarnada.María es, en fin, una mujer que ama. ¿Cómopodría ser de otro modo? Como creyente,que en la fe piensa con el pensamiento deDios y quiere con la voluntad de Dios, nopuede ser más que una mujer que ama. Lointuimos en sus gestos silenciosos que nosnarran los relatos evangélicos de la Infan-cia. Lo vemos en la delicadeza con la queen Caná se percata de la necesidad en la quese encuentran los esposos, y lo hace pre-sente a Jesús. Lo vemos en la humildad conque acepta ser como olvidada en el períodode la vida pública de Jesús, sabiendo que elHijo tiene que fundar ahora una nueva fa-milia y que la hora de la Madre llegará so-lamente en el momento de la cruz, que serála verdadera hora de Jesús (cf. Jn 2, 4; 13, 1).Entonces, cuando los discípulos hayan hui-do, ella permanecerá al pie de la cruz (cf.Jn 19, 25-27); más tarde, en el momento dePentecostés, serán ellos los que se agrupenen torno a ella en espera del Espíritu Santo(cf. Hch 1, 14).

42. La vida de los santos no comprendesólo su biografía terrena, sino también suvida y actuación en Dios después de la muer-

te. En los santos es evidente que, quien vahacia Dios, no se aleja de los hombres, sinoque se hace realmente cercano a ellos. Ennadie lo vemos mejor que en María. La pa-labra del Crucificado al discípulo –a Juany, por medio de él, atodos los discípulos deJesús: «Ahí tienes a tumadre» (Jn 19, 27)– sehace de nuevo verda-dera en cada genera-ción. María se ha con-vertido efectivamenteen Madre de todos loscreyentes. A su bon-dad materna, así comoa su pureza y bellezavirginal, se dirigen loshombres de todos lostiempos y de todas laspartes del mundo ensus necesidades y es-peranzas, en susalegrías y contratiem-pos, en su soledad yen su convivencia. Ysiempre experimentanel don de su bondad;experimentan el amorinagotable que derra-ma desde lo más profundo de su corazón.Los testimonios de gratitud, que le mani-fiestan en todos los continentes y en todas lasculturas, son el reconocimiento de aquelamor puro que no se busca a sí mismo, sinoque, sencillamente, quiere el bien. La devo-ción de los fieles muestra, al mismo tiem-po, la intuición infalible de cómo es posi-ble este amor: se alcanza merced a la uniónmás íntima con Dios, en virtud de la cual se

CARTA ENCÍCLICA DIOS ES AMOR 26-I-2006 ΩΩ33 AA

Conclusión

Los santos han ejercido de manera ejemplar la caridad. Entre ellos,sobresale María, Madre del Señor y espejo de toda santidad

Bodas de Caná: «Hacedlo que Él os diga»

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está embargado totalmente de Él, una con-dición que permite, a quien ha bebido en elmanantial del amor de Dios, convertirse así mismo en un manantial del que manarántorrentes de agua viva (Jn 7, 38). María, laVirgen, la Madre, nos enseña qué es el amory dónde tiene su origen, su fuerza siemprenueva. A ella confiamos la Iglesia, su mi-sión al servicio del amor:

Santa María, Madre de Dios,tú has dado al mundo la verdadera luz,Jesús, tu Hijo, el Hijo de Dios.Te has entregado por completoa la llamada de Diosy te has convertido así en fuentede la bondad que mana de Él.Muéstranos a Jesús. Guíanos hacia Él.Enséñanos a conocerlo y amarlo,para que también nosotrospodamos llegar a ser capacesde un verdadero amory ser fuentes de agua vivaen medio de un mundo sediento.

Dado en Roma, junto a San Pedro, 25de diciembre, solemnidad de la Natividaddel Señor, del año 2005, primero de mi pon-tificado.

1. Cf. Jenseits von Gut und Böse, IV, 168.2. X, 69.3. Cf. R. Descartes, Œuvres (ed. V. Cousin), vol. 12, París, 1824, pp.95ss.4. II, 5: SCh 381, 196.5. Ibíd., 198.6. Cf. Metafísica, XII, 7.7. Cf. Pseudo Dionisio Areopagita, Los nombres de Dios, IV, 12-14: PG3, 709-713, donde llama a Dios eros y agapé al mismo tiempo.8. Cf. El Banquete, XIV-XV, 189c-192d.9. Salustio, De coniuratione Catilinae, XX, 4.10. Cf. San Agustín, Confesiones, III, 6, 11: CCL 27, 32.11. De Trinitate, VIII, 8, 12: CCL 50, 287.12. Cf. I Apologia, 67: PG 6, 429.13. Cf. Apologeticum 39, 7: PL 1, 468.14. Ep. ad Rom., Inscr.: PG 5, 801.15. Cf. San Ambrosio, De officiis ministrorum, II, 28, 140: PL 16, 141.16. Cf. Ep. 83: J. Bidez, L'Empereur Julien. Œuvres complètes, París1960, I, 2a, p. 145.17. Cf. Congregación para los Obispos, Directorio para el ministerio pas-toral de los obispos «Apostolorum Successores» (22 febrero 2004), 194.18. De Civitate Dei, IV, 4: CCL 47, 102.

19. Cf. Consitución Gaudium et spes, 36.20. Cf. Congregación para los Obispos, ibíd. 197.21. Juan Pablo II, Exhortación apostólica Christifideles laici (30 diciem-bre 1988), 42.22. Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Nota doctrinal sobrealgunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católi-cos en la vida pública (24 noviembre 2003), 1.23. Catecismo de la Iglesia católica, 1939.24. Decreto Apostolicam actuositatem, 8.25. Ibíd., 14.26. Cf. Congregación para los Obispos, ibíd. 195.27. Cf. Christifideles laici, 41.28. Cf. 32.29. Cf. 43.30. Cf. Congregación para los Obispos, ibíd. 196.31. Cf. Pontificale Romanum, De ordinatione episcopi, 43.32. Cf. can. 394; Código de los Cánones de las Iglesias Orientales, can.203.33. Cf. nn. 193-198.34. Cf. ibíd., 194.35. Sermo 52, 16: PL 38, 360.36. Cf. Sulpicio Severo, Vita Sancti Martini, 3, 1-3: SCh 133, 256-258.

CARTA ENCÍCLICA DIOS ES AMORΩΩ34

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Notas

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Índice

Introducción 3

Primera parte: La unidad del amor en la Creación y en la historia de la Salvación

Un problema de lenguaje 4«Eros» y «agapé», diferencia y unidad 4La novedad de la fe bíblica 7Jesucristo, el amor de Dios encarnado 8Amor a Dios y amor al prójimo 9

Segunda parte: «Cáritas», el ejercicio del amor por parte de la Iglesia como «comunidad de amor»

La caridad de la Iglesia como manifestación del amor trinitario 24La caridad como tarea de la Iglesia 24Justicia y caridad 27Las múltiples estructuras de servicio caritativo en el contexto social actual 29El perfil específico de la actividad caritativa de la Iglesia 30Los responsables de la acción caritativa de la Iglesia 31

Conclusión 33

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DESDE LA FEΩΩ36

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El profesor Alfonso Pé-rez de Laborda suele

tratar en sus escritos larelación entre la razón,la ciencia y la fe. Es elasunto nuclear de La ra-zón y las razones. De laracionalidad científicaa la racionalidad cre-yente, libro del que Edi-ciones Encuentro acabade lanzar su segundaedición.

Razón y fe

Al hilo de la reediciónde Crónicas de Nar-

nia y del estreno de la pe-lícula basada en la obrade C.S. Lewis, Luis Da-niel González acaba depublicar Una magia pro-funda (ed. Palabra), unaguía sobre los mensajesde la serie escrita por elgenial escritor inglés, ydel que incluye abun-dante información.

Crónicas de Narnia

El dominico José Fer-nández Moratiel re-

curre, en La sementeradel silencio (Desclée DeBrower), a escenas bí-blicas y evangélicas pa-ra ilustrar la imoprtan-cia del silencio comorequisito indispensablepara el encuentro con-sigo mismo y con Dios.Desde ahí, analiza la vi-da misma y la sociedad.

Silencio

El padre jesuita JeanLaplace es uno de los

más reconocidos exper-tos en los Ejercicios es-pirituales, de san Igna-cio de Loyola. En Dis-cernimiento para tiem-pos de crisis (EdicionesEncuentro), se vale dela primera Carta de SanJuan para abordar dosaspectos: el disceri-miento y la oración.

Espiritualidad

El hombre, durante si-glos, ha venerado a

numerosos dioses. Hoydebe hacer frente a nue-vas seducciones: el con-sumismo, el individua-lismo, el éxito... Laevangelización en estecampo es el tema quetrata el cardenal Lusti-ger en Cómo abre Diosla puerta de la fe (ed.San Pablo).

La puerta de la fe

El amigo del Señor, deEmilio Saura Gómez,

es una aproximación ala espiritualidad de sanLázaro. Incluye nume-rosas referencias a lastradiciones sobre su fi-gura, además de textosescritos por los SantosPadres y unas notas pa-ra la reflexión teológica(edición personal: Tel.968 63 01 22).

San Lázaro

Con su contundenciahabitual, el filósofo

Gustavo Bueno, en Espa-ña no es un mito (ed. Te-mas de hoy), hace unadefensa razonada de laesencia y la existencia deEspaña, de su origen y desu identidad como na-ción. Interesante y va-liente contribución paraunos tiempos cargadosde dudas y escepticismo.

España

Ediciones Encuentropublica Conversa-

ción de Filareto y Aristo,de G.W. Leibniz, así co-mo una carta del filóso-fo a Nicolás Rémond.En ambos textos abordael diálogo de Leibnizcon la filosofía de Ma-lebranche, así como lanaturaleza del alma, ola cuestión de si en todovemos a Dios.

Leibniz

El hombre es imagende Dios; Cristo reve-

la el hombre al hombre;la vida cristiana es latransformación querealiza el Espíritu San-to; la Iglesia refleja lacomunión de Personasque es la Trinidad: tal esla síntesis antropológi-ca que hace Juan LuisLorda en Antropologíabíblica (ed. Palabra).

Antropología bíblica

Ignacio Sánchez Cá-mara prologa Medita-

ción de Europa, fruto deuna conferencia pro-nunciada por José Orte-ga y Gasset en Berlín,en 1949. Editado por laFundación Iberdrola, setrata de un texto de granactualidad, que abordacuestiones como los na-cionalismos o la cons-trucción europea.

Ortega y Gasset

La Fundación Santan-der Central Hispano

edita, bajo el título Cas-ticismo, Nacionalismoy Vanguardia, una co-lección de textos de Er-nesto Giménez Caba-llero, con un interesan-te, pero polémico y afi-lado, prólogo, esbozode biografía de este es-critor español cuya vi-da corrió con el siglo

Giménez Caballero

En El banquero de lospobres (ed. Paidós),

Muhammad Yunus na-rra su lucha por sacaradelante el Banco Gra-meen, que, con el obje-tivo de erradicar la po-breza, ha proporciona-do más de 2.500 millo-nes de dólares, enmicrocréditos, a más dedos millones de familiasdel Bangladesh rural.

El banquero de los pobres

Para leer

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DESDE LA FE 26-I-2006 ΩΩ37 AA

Punto de vista

Nacionalidades y Constitución

¿Cuando se dice nacionalidad, sequiere decir lo mismo que cuando

se dice nación? Quizás sí en cienciaspolíticas, donde se puede discutir todo,pero ciertamente no desde el campo jurí-dico-constitucional. Nación se refiere aun grupo con unos determinados lazoscomunes, que les hace aparecer comouna unidad sociológica diferente y que,cuando alcanza una unidad política, seconvierte en Estado. Para resolver estaambigüedad, debemos seguir el caminode la legalidad.

En los artículos 1 y 2 de la Constitucióndisponemos de elementos sólidos paradespejar cualquier posible duda. Dichosartículos, de forma contundente, atribuyenla soberanía nacional a un solo titular, elpueblo español considerado como untodo, del que emanan todos los poderesdel Estado. A continuación, se reconoce ygarantiza la autonomía de lasnacionalidades y regiones que integran lanación única. Aunque el términonacionalidad pudiera dar pie adivagaciones, éstas carecen deimportancia a la hora de saber lo querealmente se ha querido decir, ya que estose deduce con claridad al decirse de formarotunda que «España forma una naciónúnica, indisoluble e indivisible», y se erigeal Rey, como símbolo de esa unidad, Jefesupremo de las Fuerzas Armadas, quetienen, como una de sus misiones,garantizar la soberanía, la independencia yla integridad territorial de España.

El término nacionalidad, al que muchosredactores del texto constitucionalplantearon objeciones, se aceptófinalmente como fruto del consenso. LaConstitución fue respaldadamayoritariamente, también en el PaísVasco y Cataluña. Se aprobaron losprimeros Estatutos, que han regidoeficazmente estos años. Por eso, salvo quereconozcamos que lo que prima es lalucha por el poder de una minoría, no seentiende qué mal se deriva para los vascosy catalanes por sentirse, al tiempo quevascos o catalanes, también españoles.

Con el Estado de las Autonomías se haprocurado hacer una división territorial delpoder, utilizando una fórmula intermediaentre el federalismo y la meradescentralización administrativa, pero sinque, en modo alguno, se nos permita situara las nacionalidades en el mismo planoque a la nación española, única. Lomáximo que puede decir cualquierEstatuto, si realmente se ciñe a laConstitución, es que se constituye en unade las nacionalidades históricas queintegran la nación única española.

Estamos ante un techo que ningunaComunidad puede rebasar sin chocarfrontalmente con el texto constitucional.

Maximiliano Domínguez Romero

L I B R O S

Dado que este libro nos habla de altas filosofías –del concep-to de Revelación, del otro y del Otro, de la Offenbarung, deHegel, de Schelling, de Barth, de Jaspers, de Bultmann, de

Rahner, de Mounier, de Dostoievski y de De Lubac, de Heideggery de Levinas, de Nietzsche y de Bonhoeffer–, aparquemos mo-mentáneamente el pensamiento y fijémonos en la vida. Si usted seencuentra con un vecino, al que no conoce especialmente porque esnuevo, en el ascensor de su casa, lo lógico es que en el trayecto quetardan en llegar al piso correspondiente mantengan una agradableconversación. Sin embargo, no sé si le ocurrirá que cada vez es másdifícil entablar un simple diálogo en el rellano de la escalera sobrelos temas más corrientes del día a día. Incluso, hay quienes habitanlos nuevos edificios intentando pasar tan inadvertidos, con lo que seconvierten en los protagonsitas de los comentarios más jugosos dela comunidad. Algunos atribuyen este fenómeno al individualismogalopante que nos ocupa. Pero también puede usted pensar que delo que se trata es del problema, aún no resuelto, de la modernidad noasumida, que se ha agudizado gravemente en la postmodernidad.

La razón en la Edad Moderna era totalizadora. La Ilustración sepreguntaba por el yo –del egocentrismo del humanismo al egolatrismo social–; la postmodernidadse pregunta por el otro. Tenemos dos asignaturas pendientes: la identidad y la conciencia o, para sermás exactos, la conciencia y la identidad. Si no tenemos clara nuestra identidad, ¿cómo vamos a en-frentarnos al problema de la alteridad, del otro? «Si el protagonista de la modernidad es el yo, en elmundo de la identidad –tanto en su aspecto subjetivo como en su aspecto absoluto– la cuestiónplanteada por la naciente y agitada posmodernidad es el otro. Frente a la noche del yo, que puede in-terpretarse como un naufragio y abandono o, en todo caso, como un problema sin resolver, la cues-tión que se plantea es: ¿dónde y de qué manera se situa el otro?» Al vecino, al compañero de traba-jo, al inmigrante, a Dios, a Jesucristo... No digamos nada si del Otro, con mayúsculas, hablamos, sinos referimos a la cuestión de la Revelación. Hoy se revelan todos, pero sobre todo los Estados. Pa-ra más inri, el Estado ha nacido en la época moderna, y en el desarrollo de su constitución, con nopoca pretensión de sustituir a la Iglesia, de ocupar los espacios y los tiempos que, hasta ese mo-mento, la Iglesia llenaba en la vida de las personas. Ocurre que, mientras que la Iglesia se legitimaa partir de la Revelación, Jesucristo hecho hombre, su Palabra, su Testimonio, el Estado, en la teo-ría, se tiene que legitimar mediante un pensamiento y una acción que se configura a través de los si-glos. De ahí que al Estado le ha sido muy fácil encontrarse con las ideologías –con algunas másque con otras– para justificar sus pretensiones de totalidad en la acción de la vida de las personas. Yno digamos nada si nos enfrentamos, como ocurre en el presente, a la discusión del papel del Esta-do en un mundo globalizado en el que se afirma, entre otras razones, que algunas transnacionales es-tán sustituyendo muchas de las clásicas funciones de los Estados nacionales, en una permanenteperegrinación hacia un Estado transnacional o global. Por otra parte, no debemos olvidar, desde elpensamiento de Max Weber, que vivimos en la época de desencantamiento del mundo, de la Historia.Para sorprenderse con el mundo, hay que encontrase conel otro y con los otros.

José Francisco Serrano

Carlos Díaz siempre merece un espacio en esta página de letra sobre letra. Es tantasu producción que no pocas veces perdemos el hilo de las novedades. La editorial

San Pablo publica ahora un libro, claro, didáctico, en el que el filósofo propone uncamino de educación en la virtud, en la conformación del criterio, en la configuracióndel ser personal. Dice el subtítulo: Para ser personas de carácter, cuando de lo que setrata es de ser personas, frente a todo lo que despersonaliza en nuestra sociedad, en nues-tra historia. Un magnífico texto para padres y educadores

J.F.S.

Contra la despersonalización, la virtudTítulo: El camino de la virtud. Para ser personas con carácterAutor: Carlos DíazEditorial: San Pablo

¿Quién es mi vecino?Título: A la escucha del otro. Filosofía y revelaciónAutor: Bruno ForteEditorial: Sígueme

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Televisión

JFKEl pasado martes, se nos sirvió en Telemadrid un

reportaje de la BBC sobre el magnicidio de Ken-nedy. La clave de la teoría que se nos desplegó,durante dos horas de emisión, fue que Lee H. Os-wald era un tipo peligroso, un cabeza hueca, mez-cla de mediocre y desecho de la Humanidad, elpupas al que el mundo le viene grande, un tipocon ganas de dar la campanada y que terminó portener sus siete minutos de gloria, como decía el nomenos desconcertante Andy Warhol (aunque Os-wald tuvo más de siete minutos de gloria, pero nomuchos más).

La crítica a JFK, el film de Oliver Stone en el quese resumen en el fiscal Garrison todas las sospe-chas que se tienen sobre la credibilidad de la Co-misión Warren, fue inapelable. Sin embargo, nome creí nada de lo que vi. Lo digo porque las cosasde la BBC suelen ser siempre muy pulcras y muy po-

líticamente correctas, pero el caso de JFK tiene aris-tas y flecos del tamaño de un alazán. Sólo unascuantas preguntas: ¿por qué se supo en Nueva Or-leans que iba a haber un atentado 48 horas antes dela muerte de Kennedy y no se tomaron las medidasoportunas de protección?; ¿por qué se supo, gra-cias a la prueba de la parafina, que Lee H. Oswaldno tocó un arma las 24 horas antes del asesinato?;¿por qué fue arrojado el cadáver de Kennedy alAtlántico y se petrificó su cerebro, y con ello seevitaron las pruebas del número de balas y el lugarde entrada de las mismas? Tampoco me fío dema-siado de Oliver Stone, su homenaje a Castro enComandante quita credibilidad a un personaje har-to dudoso.

Sin embargo, es verdad que eran muchos losque querían librarse de Kennedy. Supo granjearselas críticas de la comunidad protestante, que

veía en el clan familiar católico una amenaza paralas raíces WASP del país (blancos, anglosajones yprotestantes), también se llevó un lote de críticasde los políticos de Washington y de la CIA por susmedidas, ya que no facilitó cobertura aérea a lastropas norteamericanas en Bahía de Cochinos ydecidió abandonar las posiciones en el sudesteasiático. Con lo cual, la industria armamentística seechó a temblar. Hay muchos elementos que ha-cen presuponer que no podemos ser tan ingenuoscomo la BBC nos califica, ni ser el hazmerreír dedon Alfonso, el personaje del Così fan tutte, de Mo-zart, que se burla de los protagonistas, porque no seenteran de lo que pasa a su alrededor, y dice parasí: «Cara semplicità, quanto mi piaci!» («¡Queridasimplicidad, cuánto me gustas!»)

Javier Alonso Sandoica

Gentes

José Manuel Otero Novas,ex ministro

Tenemos una ley electoralviciada porque otorga unasobrerepresentación a lospartidos periféricos y esohace que los grandes

partidos se apoyen en ellos. El resultadoes, a mi juicio, antidemocrático, porquedebería prevalecer la voluntad de lamayoría, y no de la minoría.

Mercedes Salisachs,escritora

La muerte y yo somos muyamigas. Estoy preparadapara recibirla. Al fin y alcabo, nacemos paraganarla. El cuerpo actual es

sólo una coraza que nos impide conocerla Verdad Eterna. Pero puede intuirse, y loque yo intuyo es maravilloso. Por eso soyamiga de la muerte.

Pilar Domínguez,miss Sevilla

Me gusta dar testimonio ensitios donde es más difícil.Hablar de Dios en un sitiodonde nadie cree, sino másbien todo lo contrario,

donde todo el mundo hace lo que le da lagana con todo el mundo, provoca que temiren como un bicho raro. Pero me sientomuy contenta y muy orgullosa.

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PROGRAMACIÓN TMT y POPULAR TV (del 26 de enero al 1 de febrero de 2006)(Mad: sólo en Madrid; Información: Tel. 902 22 27 28)

A DIARIO:

07.55 (de lunes a viernes); 07.00 (Sáb.y Dom.).- Palabra de vida08.00 (salvo S. y D.); 11.00 (V.); 11.25(L.).- Pop. Tv Noticias La Mañana12.00: Ángelus (Dom. desde Vaticano)y Santa Misa14.00; 20.00; 00.00 (salvo S. y D.00.30: Mi.).- Pop. Tv Noticias 1 -2 -315.00.- Concursar con Popular01.05 (L., Ma., J. y V.); 01.10 (Dom.);01.35 (Mi.); 01.45 (Sáb.).- Palabra devida

JUEVES 26 de enero

07.00.- Vida misionera - 07.25.- Cha-pulín colorado - 09.10.- Cine La extra-ña mujer - 12.30.- Alto, claro y fuerte14.30.- Octava Dies - 16.05.- Cine Lamuchacha de la Plaza de San Pedro18.00.- Hasta 10 - 18.50.- Pongamosque hablo de Madrid (Mad) - 19.20.- ElChapulín - 20.40.- Noticias (Mad)21.10.- Argumentos - 22.05.- Acompá-ñame - 22.30.- Valorar el Cine -23.00.-Buenas noches, Cuca -00.30.- Noticias(Mad) - 01.10.- El ojo del huracán

VIERNES 27 de enero

07.00.- Teletienda - 07.25.- Chapulíncolorado - 09.10.- Más Cine Cara deángel - 13.00.- Buenas noches, Cuca14.30.- Escuela de María - 16.05.- MásCine por favor La espada de Venus18.00.- Hasta 10 - 18.50.- Pongamosque hablo de Madrid (Mad) - 19.20.- ElChapulín - 20.40.- Noticias (Mad)21.10.- Crónicas de un pueblo -22.05.-Pantalla grande -23.00.- Arriba y abajo00.30.- Noticias (Mad) - 01.10.- La pelidel viernes Regresaron tres

SÁBADO 28 de enero

07.05.- Hasta 10 - 09.40.- ¡Cuídate!10.30.- Cloverdale’s corner11.30.- Pueblo en camino13.00.- Frente a frente - 14.15.- Tele-tienda - 14.30.- Corto, pero intenso16.05.- Encendiendo la peña - 17.30.-Dibujos animados - 18.00.- El Chapu-lín colorado - 18.50.- Arriba y abajo20.35.- Pantalla grande21.25.- Crónicas de un pueblo22.20.- Ala... Dina - 23.00.- Sketch &Co. - 01.30.- Cine de culto De repente

DOMINGO 29 de enero

07.05.- Hasta 10 - 08.50.- Encendien-do la peña - 10.30.- Cloverdale’s cor-ner - 11.30.- Mundo solidario - 13.00.-Argumentos - 14.15.- Teletienda14.30.- Valorar el cine - 16.00.- Sketch& Co. - 17.00.- Acompáñame17.35.- Dibujos - 18.30.- Club Popular19.25.- Mi vida por ti20.30.- Buenas noches, Cuca21.30.- El Chapulín colorado21.55.- Corto, pero intenso22.30.- Esta noche Mariasela23.25.- Tirachinas radio

LUNES 30 de enero

06.00.- Tirachinas radio - 09.10.- MásCine por favor Pasión salvaje - 11.00.-Pongamos que hablo de Madrid (Mad)13.00.- Esta noche Mariasela - 14.30.-Pueblo en camino - 16.05.- Más CineEl extraño amor de Martha Ivers18.00.- Hasta 10 - 18.50.- Pongamosque hablo de Madrid (Mad) - 19.20.- ElChapulín - 20.40.- Noticias (Mad)21.10.- La película del lunes23.00.- Todo deporte00.30.- Noticias (Mad)01.10.- El Club Popular

MARTES 31 de enero

07.00.- Teletienda - 09.10.- Más CineAve del Paraíso - 11.00.- Pongamosque hablo de Madrid (Mad) - 13.00.-Todo deporte -14.30.- Mundo solidario16.05.- Más Cine por favor Los peli-gros de la Gloria - 18.00.- Hasta 1018.50.- Pongamos (Mad) - 19.20.- ElChapulín - 20.40.- Noticias (Mad)21.10.- El ojo del huracán - 22.05.-Frente a frente - 23.00.- Con la vida enlos talones - 00.30.- Noticias (Mad)01.10.- Cloverdale’s corner02.00.- ¡Cuídate!

MIÉRCOLES 1 de febrero

07.00.- Teletienda - 07.25.- El Chapu-lín colorado - 09.10.- Teletienda10.00.- Vida misionera - 10.25.- Au-diencia del Papa - 13.00.- Con la vidaen los talones - 14.30.- Mi vida por ti16.05.- Más Cine por favor - 18.00.-Hasta 10 - 18.50.- Pongamos (Mad)19.20.- El Chapulín colorado20.40.- Noticias (Mad)21.10.- La película en español23.00.- Alto, claro y fuerte01.00.- Noticias (Mad)01.40.- Cloverdale’s corner

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C

Alfa y Omega agradece la especial colaboración de:

uando en nuestra parroquia de Traunstein,en los días de fiesta, tocaban una misa deMozart, a mí, que era un niño pequeño quevenía del campo, me parecía como si estu-vieran abiertos los cielos. Delante, en el pres-

biterio, se formaban columnas de incienso,en las que se quebraba la luz del sol; en el al-tar tenía lugar la celebración sagrada, de laque sabíamos que abría para nosotros el cie-lo. Y desde el coro resonaba una música que

sólo podía venir del cielo, una música en laque se nos revelaba el júbilo de los ángelespor la belleza de Dios. Algo de esta bellezaestaba entonces entre nosotros.

Tengo que decir que algo así me sucedetodavía, cuando oigo a Mozart. En Beetho-ven oigo y siento el empeño del genio pordar lo máximo, y de hecho su música tieneuna grandeza que me llega a lo más íntimo.Pero el esfuerzo apasionado de este hombreresulta perceptible, y a veces, en un paso uotro, en su música parece notarse tambiénun poco esta fatiga. Mozart es pura inspira-ción –o, al menos, así lo siento yo–. Cadatono es correcto y no podría ser de otra ma-nera. El mensaje está sencillamente presen-te. Y no hay en ello nada banal, nada sólolúdico. El ser no está empequeñecido ni ar-monizado falsamente. No deja fuera nadade su grandeza y de su peso, sino que todo seconvierte en una totalidad, en la que senti-mos la redención también de lo oscuro denuestra vida y percibimos lo bello de la ver-dad, de lo que tantas veces querríamos dudar.

La alegría que Mozart nos regala, y queyo siento de nuevo en cada encuentro conél, no se basa en dejar fuera una parte de larealidad, sino que es expresión de una per-cepción más elevada del todo, que yo sólopuedo caracterizar como una inspiración, dela que parecen fluir sus composiciones comosi fueran evidentes. De modo que, oyendo lamúsica de Mozart, queda en mí últimamen-te un agradecimiento, porque él nos ha re-galado todo esto, y un agradecimiento, por-que esto le haya sido regalado a él.

Benedicto XVI

Mi Mozart

En este año 2006, Año de Mozart, el festival de Salzburgo edita un libro que reúne las contribuciones de sesenta artistas. Sobresale

entre ellas la del Papa Benedicto XVI, que escribió también un texto,titulado Mein Mozart (Mi Mozart). La Presidenta del festival,

Helga Rabl-Stadler, ha ofrecido la singular contribución del SantoPadre al diario de Viena Kronen Zeitung. El periódico agradeció

tan gran regalo, y lo hizo público el día de Reyes, para compartirlocon sus lectores. Alfa y Omega lo recoge del Kronen Zeitung,

para compartirlo con los nuestrosWolfgang Amadeus Mozart

El hoy Benedicto XVI, intérprete de Mozart al piano, cuando aún era cardenal