177

No cruces la línea

  • Upload
    others

  • View
    2

  • Download
    0

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: No cruces la línea
Page 2: No cruces la línea

NO CRUCES LA LÍNEA

Page 3: No cruces la línea

L. A. BELLO

Page 4: No cruces la línea

Copyright © 2020 por L. A. BELLO

Todos los derechos reservados.

Ninguna parte de este libro puede ser reproducida de ninguna forma o por ningún medio electrónico o mecánico,incluyendo sistemas de almacenamiento y recuperación de información, sin el permiso por escrito del autor,excepto por el uso de citas breves en una revisión de un libro.

Page 5: No cruces la línea

Se lo dedico sobre todo a mis hijos y a mi marido por apoyarme y aguantar que pasara tantashoras escribiendo.

Se lo dedico también a mis lectoras 0: Pili y Fátima que son las primeras en leer algo escritopor mí y me ayudaron a mejorarlo.

Se lo dedico a Vane y Victor por dejar que los fotografíe para el book tráiler. Se lo dedico a mis amigas las Chiquipandy y mis amigos de siempre que cuando se enteraron

que había escrito un libro no dudaron que querer leerlo y alegrarse por mí. Por último a todas las personas que pierdan su tiempo y su dinero en leer mi libro. Espero que

os guste. Gracias.

Page 6: No cruces la línea

“A veces la incompatibilidad es solo un muro que hay que derribar”.L . A. Bello

Page 7: No cruces la línea

ÍNDICE

Capítulo 1Capítulo 2Capítulo 3Capítulo 4Capítulo 5Capítulo 6Capítulo 7Capítulo 8Capítulo 9Capítulo 10Capítulo 11Capítulo 12Capítulo 13Capítulo 14Capítulo 15Capítulo 16Capítulo 17Capítulo 18Capítulo 19Capítulo 20Capítulo 21Capítulo 22Capítulo 23Capítulo 24Capítulo 25Capítulo 26Capítulo 27Capítulo 28Capítulo 29Capítulo 30Capítulo 31Capítulo 32Capítulo 33Capítulo 34Capítulo 35

AGRADECIMIENTOSAcerca de la AutoraAyuda Compartiendo este Libro

Page 8: No cruces la línea

C A P Í T U L O U N O

Me puse la ropa deportiva y salí a correr. Necesitaba sentir el aire en la cara, respirar oxígenolimpio y descargar adrenalina. Era la mejor manera de sentirme libre como los pájaros.

Mientras lo hacía pensaba en el anuncio de la página web donde buscaban a una interina paratrabajar en una zona media alta de aquí de Huelva.

Decía que pagaban bien y ahora mismo necesitaba dinero para comprarme un coche nuevo ypoder hacer el viaje de mis sueños, rodear España por la costa y visitar todos los rinconesposibles del territorio, esos de los que no te cuentan en las oficinas de turismo, pero tienen elverdadero encanto de la gente y la zona.

—Acuérdate, Sam, buscaban personas de unos 50 años, ir será perder el tiempo. —Recordé aregañadientes.

Pasé corriendo por la calle y cuando llegué a la altura de la puerta me paré. La fachada erabonita pero no podía ver el interior.

¿Por qué querrían personas de esa edad? ¿Quizás por la experiencia?El chalet no parecía excesivamente grande, tendría unos ciento cincuenta metros o doscientos

aproximadamente de casa y un trozo de jardín quizás.Podría llamar y hacer como que no me he dado cuenta de la edad. Tampoco perdía nada

intentándolo.En ese momento me vino a la mente la cara de mi padre con los ojos en blanco diciéndome

que cómo iba a ir a una entrevista sudada y en ropa de deporte, pero… yo no era mi padre y vivíaun poco sobre la marcha. Nunca comprendió mi parte impulsiva y descarada, quizás porque él eratotalmente diferente.

Llamé al timbre y escuché unos pasos acercándose. Intenté secarme el sudor con la camiseta ycontrolar la respiración agitada.

—Ehh... ¿Sí? —Un hombre rubio de pelo ondulado y ligeramente alborotado, con unos ojosazules que parecían brillar bajo el sol y un cuerpo alto y musculoso, abrió la puerta, extrañado.

Iba bien vestido. Llevaba un polo verde botella, de Lacoste y un pantalón corto de color beigeque desentonaban con las zapatillas desabrochadas que tenía puestas, parecía habérselas colocadoen ese mismo momento.

Mientras pensaba qué decirle sentí como dos mujeres llegaban tras de mí y nos saludaron.—Hola, ¿qué tal? —Ellas sí que tenían esa edad.—Hola —respondí con el ceño fruncido.Volví a mirar a ese hombre y me presenté.—Hola, soy Samantha y vengo por el trabajo, te mandé un email con mis datos. —Puse la

mejor de mis sonrisas y mostré mi seguridad arrebatadora, pero al ver que me miraba de arriba a

Page 9: No cruces la línea

abajo me sentí un poco avergonzada.—¿Qué edad tienes? —preguntó extrañado.—Veinticinco. ¿Hay algún problema? —Se me daba genial mentir, solo tenía que poner mi

carita de buena y listo.—Sí, que te faltan veinticinco años. —Ni siquiera titubeó.—A…, no sabía que… —Mierda, me había pillado.—¿Vienes de correr? —Solo había que mirarlo para ver lo confundido que estaba al verme

allí con esas pintas. Reconozco que tuve un poco de cara, pero simplemente soy así.—Sí. —Vale, no iba a conseguir el trabajo, sería mejor que me fuera antes de hacer más el

ridículo.—Lo siento, no eres lo que busco. —Me miró de arriba a abajo y le respondí de la misma

manera, mirándolo yo a él, lo más descarada que pude. Luego sonrió maliciosamente y entrecerrélos ojos enfadada.

—Que tengas suerte con… Mary Poppins. —Miré a las dos señoras estiradas que estabanesperando y me fui.

Que no era lo que buscaba, será… Cada vez estaba más enfadada.Seguí corriendo hasta volver a casa, cada vez conseguía hacer más kilómetros seguidos.—Hola, ¡ya estoy aquí! ¿Papá? —Me extrañó que no contestara.—Sam, tu padre ha salido a comprar, tiene que estar por venir. He hecho tarta de zanahorias

que sé que te encanta. —La dulce voz de Ángela, la mujer de mi padre llegó a mis oídos.—Perfecto, dile que fui a la entrevista y no era lo que buscaban, me ducho y me voy, ¿vale?—Perfecto, cariño, no te preocupes, ya encontrarás otra cosa. —Ángela siempre tan cariñosa.En fin...la vida seguía y tenía que ponerme a buscar otro trabajo, quizás Carlos y Adan

pudiesen ayúdame.Me costó arrancar el coche, estaba fatal, le daba un año más con mucha suerte, pero la verdad

es que terminaba llevándome donde quería como en este caso a casa de mis amigos.¡¡Carlos!! —grité mientras subía la escalera. ¡¡Adan!! Abridme. —Toqué varias veces

seguidas el timbre para ponerlos nerviosos.—Y con ella llegó la locura —dijo Carlos.Agarré sus mejillas y las pellizqué.—Qué aburrida sería la vida sin mí Carlos. Mira Adan, tirado en el sofá como si estuviera

muerto. —Corrí hacia él y me tiré encima—. Adan… despierta.Abrió los ojos y los volvió a cerrar.—Mmmm. —Era tan delgado que me clavaba los huesos.—¿Cómo que mmm? Adan, despierta. Tengo un problema.Mientras se despertaba acompañé a la cocina a Carlos. Empezó a preparar algo de comer,

pero me ponía nerviosa su perfeccionismo extremo, no tenía paciencia.Le conté lo que me había pasado en la entrevista, con pelos y señales, intentando recordar

cada palabra y cada gesto.—Y le dije… que le vaya bien con Mary Poppins, y me fui.Adan apareció por detrás con los ojos abiertos como platos y acercándose con la mano en el

pecho.—Perdona... ¿qué le dijiste qué? —Empezó a entrarme la risita tonta.—Que le fuera bien con Mary Poppins, por las mujeres que había allí, me recordó a la

película y se lo solté. —Intentamos aguantar la risa, pero explotamos los tres.—Chica, estás como una cabra, tú por todo lo alto, muy bien. —Adan era muy femenino

Page 10: No cruces la línea

hablando, cualquiera podía imaginarse que era gay, todo lo contrario a Carlos que era mucho másmasculino—. ¿Cómo era? Mayor, joven, feo, alto…

—Tendría…, no sé… treinta y pico, creo. La verdad es que estaba cañón. —Alcé la miradarecordando su impresionante físico.

—¿Ese es tu problema? —preguntó Carlos—. ¿Que no te ha dado el trabajo y está bueno?—No, mi problema es que necesito un trabajo para cambiar de coche. Tenéis que ayudarme

para encontrar uno. ¿Sabéis de alguno? —Les puse mi carita de pena con morritos incluidos.—A ver qué podemos hacer. Podemos preguntarle a Hugo, el otro día nos dijo que los fines de

semana estaba a tope, pero no sé si habrá encontrado a alguien ya. Lo llamaré y veré que puedohacer.

—Gracias, Carlos, eres el mejor. —Le guiñé el ojo.No era lo que buscaba, porque trabajando solo los fines de semana tardaría muchísimo en

ahorrar para un coche, pero… algo era. Esperaba tener suerte.

Al día siguiente me llamó Hugo, el empresario amigo de Carlos para ofrecerme un trabajo queconstaba en servir copas en un PUB. No era el trabajo de mis sueños, pero peor era nada.

Quedamos esa misma noche para empezar a trabajar, el único requisito era vestir un pocoexuberante así que me enfundé unos pantalones de cuero, una camiseta transparente de encajenegro, y unas botas de tacón. Apliqué la base de maquillaje y marqué mis pómulos con un colorrosado que hacía juego con la barra de labios. En los párpados decidí arriesgar y mezclé el negrocon un tono cereza que me daba luminosidad en la mirada. Finalmente apliqué la máscara depestañas para dar volumen y espesor. Ya estaba lista para empezar.

Page 11: No cruces la línea

C A P Í T U L O D O S

No podía quitarme de la cabeza a esa chica morena de ojos negros y descarada. ¿Qué clase depersona intenta conseguir un trabajo de esa manera? Sudada y casi sin respiración.

—Perdona... ¿Me está escuchando? —Sí, sí. Veinte años de experiencia me ha dicho ¿no? Ehh….—Ana, Ana Sánchez. —Parecía molesta.—Perfecto, Ana, es suficiente información, entre hoy y mañana tendrá la contestación. Muchas

gracias. —No podía concentrarme en ese momento.Mientras la acompañaba a la puerta me la imaginé saliendo volando con un paraguas, no pude

contener la sonrisa.—¿Le parezco graciosa? —protestó.—¿Qué? No, no. Perdone no es un buen momento hoy, solo es eso.—Tengo muchas cosas que hacer para estar perdiendo el tiempo, no me ha parecido seria esta

entrevista, lo sentía ausente como si no le interesara lo más mínimo lo que le estaba contando.— Claro que me interesa, siento mucho molestarla...Ehh. —No podía creer que se me hubiese

olvidado el nombre otra vez.—Ana —gruñó.—Eso… Ana Sánchez. Gracias y… lo siento.Cerré la puerta y fui directamente al ordenador que estaba en mi despacho.—Samantha… Samantha. Aquí está. —Abrí el archivo y ahí estaba su currículo.Samantha Arias Rojas. Veinticinco años. Experiencia laboral... camarera, dependienta en

tienda de ropa, dependienta en zapatería… pero… ni siquiera tiene experiencia en trabajosparecidos al de asistenta doméstica.

Me tenía totalmente perplejo. Si lo que quería era llamar la atención, lo había conseguido.Quizás fuera más lista de lo que pensaba o simplemente era demasiado atrevida.

Lo que había conseguido era que no prestara atención en las demás y que no se me fuera suimagen de la cabeza.

Quizás no fuera tan mala idea tener a alguien más joven trabajando. Podría darle unaoportunidad, no tenía nada que perder y me llamaba poderosamente la atención su forma de actuar.Sentía una enorme curiosidad hacia ella.

Me levanté temprano como de costumbre. La cabeza me iba a explotar y sentía náuseas.—¡Joder! —El día anterior se me olvidó tomarme la pastilla por eso me sentía así.

Page 12: No cruces la línea

Me preparé un café y me fui directamente al despacho que estaba justo al otro lado de la casa.Había mucho papeleo atrasado de la clínica y mis hermanas estarían a punto de llamar parapedírmelos.

—¡¡Ringgg!! —Tenía que ser alguna de ellas.—¿Sí? —Todavía mi voz sonaba adormilada.—¿Cómo estás cariño? —Menos mal que era Elena.—Bien, Ele. Prácticamente tengo todo listo, dame solo unos minutos y te lo mando. —Tenía

que correr si quería que eso de “minutos” fuera verdad.—Enzo, déjate de minutos. Deberías de tenerlo preparado ya, desde que no tienes a nadie que

te ayude en casa, te estás atrasando. —La voz de Pilar sonaba de fondo.—Pilar, tranquila, no es tan urgente. —Elena siempre me defendía de todo, era como una

madre.Desde la muerte de mis padres cuando yo tenía solo cinco años y ella dieciocho, se había

encargado de mí, evidentemente habíamos formado un vínculo especial. Pilar era diferente, ella era más pequeña cuando pasó todo, tenía quince años y siempre me

exigió demasiado hasta el punto de asfixiarme en alguna ocasión. Quería que sacara las mejoresnotas, que fuera el mejor en atletismo, que tocara el violín perfectamente... cosa que odié siempre.Sé que quiere lo mejor para mí, pero hay veces que no hemos llegado a entendernos bien.

—Por cierto… ¿encontraste alguien para trabajar en casa? —Se volvió a escuchar de fondo.—Dile que… casi. Estoy en ello. Solo tengo que hacer una llamada y listo. —Si les hubiera

dicho que no, estaba seguro de que me traerían una ellas mismas.—Perfecto, llámanos en cuanto lo tengas. —Sí. —Colgué.Seguían tratándome como a un niño pequeño, era algo imposible de evitar, aunque les sacara

dos cuartas de altura.Me llevé toda la mañana rodeado de papeles, facturas, albaranes… Necesitaba un respiro,

pero antes tenía que mandarle los papeles que necesitaban.Me desnudé, me puse el bañador y atravesé el gimnasio hasta llegar a la cristalera que daba a

la piscina en la zona trasera de la casa. Nada mejor que un refrescón para despejar el cuerpo y lamente.

Tenía un desorden considerado en la casa y eso me estresaba mucho porque no estabaacostumbrado. No era un exagerado del orden, pero me gustaba tener cada cosa en su sitio.

Amalia iba a ser abuela y quería disfrutar de su nieto así que me avisó nueve meses antes demarcharse, pero hasta que dejó de venir no me puse a buscar a nadie.

Dejar que entre alguien en tu casa, que abra tus cajones, vea tus defectos y manías… no esalgo que me entusiasme hacer, pero... había llegado el punto en el que por mucho que lo intentarase me estaba acumulando el trabajo.

Era viernes, podía llamar a esa chica y hacerle la prueba o quizás fuera mejor esperar allunes… ¡Qué demonios! La llamaría mañana.

Page 13: No cruces la línea

C A P Í T U L O T R E S

—Ring... ring.¿Quién demonios sería a estas horas de la mañana? Había llegado de esa mierda de trabajo a

las seis y media y eran solo las nueve. Nadie llama a estas horas un sábado. Pasé de cogerlo y esperé a que dejara de sonar.—Ring… ring.—Mierda… mierda… —Golpeé la almohada con la mano—.¿De quién es este número? —No

tenía grabado el teléfono en la memoria.Cuando iba por el quinto tono decidí cogerlo.—¿Sí? —Mi voz sonaba ronca de tanto gritar la noche anterior.—Ehh, Samantha Arias Rojas. —De un bote me senté.¿Quién demonios me llamaría por mi nombre y apellidos un sábado por la mañana?—Sí…, ¿pasa algo? —pregunté asustada.—No… no, no te asustes, tranquila. Ehh...me llamo Enzo.—¿Enzo? No sé. —Estaba totalmente perdida.—Estuviste en mi casa, ayer.Intenté recordar todo lo que había hecho el día anterior y me acordé del rubio de ojos azules.—Ahh… sí… el fuerte. —Escuché una risita al otro lado del teléfono.—¿El fuerte? —preguntó riéndose, sorprendido—. Bueno… sí, el fuerte. ¿Querrías hacer la

prueba?—¿En serio? No me lo digas…, se fueron todas volando —dije aguantando la risa.—Ehh… sí, con sus paraguas. —Empezamos a reírnos los dos.—Si mal no recuerdo no era lo que buscabas. —Tenía que hacerme la dura—. Además ya

estoy trabajando, empecé ayer.Se quedó callado y pensé que había colgado, un sentimiento de arrepentimiento me invadió.—Hola, ¿sigues ahí? —Sería estúpida.—Si no te interesa, pues... no te preocupes, seguiré buscando, gracias. —Su voz se volvió fría.—Espera, espera. No he dicho que no, quizás me interese, no sé. —Me vine un poco abajo

porque no quería perder esa oportunidad.—Ah, bien… no sé, si quieres, vienes y te explico un poco, después decides si te conviene o

no, pero me urge encontrar a alguien, así que no podré esperar mucho.—Puedo ir hoy. ¿Te viene bien? —Muy mal tendría que ser ese trabajo para no dejarlo por el

PUB, pero no quería que lo supiera para jugar mis cartas.—Perfecto, vente cuando quieras. Estaré aquí.—Bien, pues nos vemos después.

Page 14: No cruces la línea

La despedida fue muy seca, pero estaba deseando ir a escuchar las condiciones.No era el trabajo de mis sueños, pero menos lo era el PUB. Solo pensar en todos esos

hombres acercándose a mí me revolvía el estómago. Si algo tenía claro era que no volvería atrabajar en ese lugar.

Mandé un mensaje de texto a Hugo y le expliqué que había encontrado un trabajo mejor, queme perdonara, pero no volvería. Al segundo me llamó, solo me pedía que por favor fuera esanoche a trabajar y no lo dejara tirado, era demasiado precipitado para él, buscar a alguien quepudiera trabajar esa noche. Después tendría toda la semana para encontrar a alguien.

Comprendí perfectamente lo que me quería decir y acepté a regañadientes.

Page 15: No cruces la línea

C A P Í T U L O C U AT R O

Sonó el timbre de la puerta. Intenté buscar unos zapatos sin conseguirlo, tenía la manía de ir todoel tiempo descalzo por la casa, así que decidí abrir así.

Miré por el video del telefonillo y no daba crédito, era esa chica descarada la que llamaba deesa manera y para mi asombro vestía con ropa deportiva otra vez. Tuve que pararme a reír antesde abrir. No había visto a nadie tan provocadora en mucho tiempo.

Se abrió la puerta de fuera y pasó al jardín delantero. Yo esperaba dentro de la casa intentandoponerme serio antes de abrir la puerta de la casa.

Por la mirilla la observaba mirar a su alrededor un poco nerviosa, me costaba reconocerlo,pero me gustaba como le quedaba esa ropa colorida, le hacía resaltar las curvas de su cuerpo.

Abrí la puerta y con semblante serio le saludé.—Hola... ¿Tama…? —Sabía perfectamente su nombre y apellidos, pero si ella venía

provocando, presentándose otra vez vestida con ropa de deporte, me encontraría.—Sam. Samantha. —Sus ojos se entrecerraron un poco desconfiando.—¿Quieres tomar algo Pam? —Me miró levantando una ceja y tuve que volverme para que no

me viera sonreír.—Sam, es Sam. —Parecía molesta—. Y…, no, no quiero nada, gracias.—Pam, siéntate y te explicaré un poco de qué trata el trabajo. —Intentaba estar lo más serio

posible.—He dicho Sam —respondió con las dos cejas levantadas.Se me escapó una sonrisa de culpabilidad y se dio cuenta. —Me miró asombrado.—¿Vas a seguir llamándome así a propósito? —Estaba más relajada y aunque intentaba

aguantarse se le escapó una sonrisa.—Y tú. ¿Vas a venir a trabajar todos los días así vestida? —Volví a ponerme serio.Se quedó un poco descuadrada y se levantó.—No sé por qué me has llamado, pero si no piensas darme el trabajo, me lo dices, que tengo

muchas cosas que hacer. —Parecía molesta.Me vine abajo enseguida, no pensé que le molestaría tanto, quizás me había pasado un poco.—Ehh… disculpa, solo bromeaba. —Me sentí realmente mal.Metí las manos en los bolsillos, avergonzado y nos quedamos mirándonos hasta que ella

empezó a reírse.—Tienes que saber con quien bromeas ¿eh…? —Parecía estar pensando en mi nombre.—Enzo. Creo que te lo dije por teléfono. —Acerqué la mano para estrechársela.—¿Amigos? —Intentaría apaciguar la situación.Acercó su mano hacia mí y me la estrechó. Una sensación extraña me atravesó el estómago. Su

Page 16: No cruces la línea

personalidad fuerte la contrarrestaba con la suavidad de su piel. Bajé la mirada y la tenía degallina, al darse cuenta alejó la mano rápidamente.

—Amigos, ¿eh? —Tensó y bromeó.Sonreí asumiendo que me lo merecía.Empecé a mostrarle la casa por la cocina. Era bastante grande, pero en definitiva como todas

las demás, la única diferencia era una enorme isleta dividida en una zona especial para cocinar yotra preparada para comer con unas bonitas sillas plateadas.

Le enseñé el dormitorio que utilizaría ella. Todo era blanco, muebles, cortina, colcha… podríadarle el toque que ella quisiera el tiempo que estuviera allí.

Abrió un armario y sacó el uniforme de Amalia, con cara sorprendida.—¿Tendría que ponérmelo? —No, es de mi antigua trabajadora, prefería trabajar con uniforme porque le parecía más

cómodo. Tú podrías hacerlo como te sintieras mejor. Con esa ropa si quieres. —Señalé sucolorida vestimenta.

Bajó la mirada y salió de la habitación, pensativa.Pasamos por el pasillo y no le comenté nada de la habitación que estaba cerrada con llave,

pero me di cuenta de que se quedó mirándola.—Este es mi lugar favorito de la casa. —Dejé que pasara primero y observé su cara de

asombro.—Guau, es un gimnasio completo, no le falta ningún detalle. ¿Esa pantalla para qué es? —

preguntó con un brillo especial en los ojos.—Para conectar con un entrenador personal que contrato a veces. —No podía dejar de mirar

esa cara de sorpresa—. ¿Te gusta?—Es impresionante, me encanta el deporte. —Giró la cabeza hacia mí y me sonrió.—Podrás usarlo cuando no estés trabajando, el tiempo que quieras. —Sus ojos se abrieron

como platos.—¿En serio? —La sonrisa atravesó su bello rostro.Llegamos a la cristalera del fondo y le mostré la piscina. —También podrás usarla cuando quieras. —Respiraba agitadamente mientras observaba el

exterior.La agarré del brazo y tiré de ella para que me siguiera. Me sorprendió mucho lo callada que se

mostraba.Le mostré mi dormitorio y noté un pequeño frunce de ceño.—Qué oscuro. —Esos ojos negros me miraron con ternura—. Deberías darle un toque de

color o te deprimirás.Me intrigaba su silencio, solo me seguía y observaba todo, minuciosamente.—Aquí es donde estoy más tiempo. Es mi despacho, trabajo en casa así que si llegaras a tener

problemas estaría para ayudarte.Asintió mientras seguía mirándolo todo llena de curiosidad.Se sentó en el sofá mientras preparaba un par de cafés en la cocina.Me senté a su lado y le expliqué en qué consistía el trabajo. Había impreso en una hoja lo más

importante para que pudiera llevárselo y pensárselo detenidamente.

OBLIGACIONES.-Limpieza de la casa.

Page 17: No cruces la línea

-Comidas.-El horario de trabajo será de su elección, pero tendrá que tener en cuenta los horarios del

desayuno,almuerzo...-Tendrá que dormir todos los días en la casa.-El sábado podrá irse a las nueve hasta el domingo a la misma hora.-Cobrará 1000 euros/mes.-1 mes de vacaciones.-Contrato de 40 horas.

—Creo que lo más importante está ahí. Si tienes alguna duda, te la puedo aclarar ahora —Seguíapensativa.

—No tengo ninguna. —De pronto su cara volvió a ser la que era, sonriente.—Espero que no te moleste, pero… me fijé en que has trabajado de muchas cosas. ¿Cuál es tu

oficio, realmente? —Sus ojos se volvieron más negros aún. —No tengo oficio exacto, porque dejé de estudiar cuando mi madre murió. —Hizo una mueca

de dolor.—Lo siento. Mis padres también se murieron cuando yo era pequeño. —Durante unos

segundos nos quedamos pensativos.—No te preocupes, está superado. Pero me hizo vivir la vida un poco alocada, he viajado

mucho y he ido trabajando en lo que me apetecía. Una de las cosas por las que quiero trabajaraquí, es para conseguir dinero y comprarme un coche nuevo para dar la vuelta a España.

Sentí una punzada en el corazón al escuchar esas palabras. Era totalmente opuesta a mí y podíaterminar dándome algún problema, pero eso no hacía que dejara de llamarme la atención.

—Bueno, pues… me voy, que tengo que trabajar esta noche. Cuando sepas algo me avisas.—Claro, claro. —Podría haber quedado hablando con ella, horas.Nos levantamos y nos dirigimos hacia la puerta de la casa hasta que paró en seco.—Bueno… ¿Puedo hacerle una pregunta?... Lenzo. —Sonrió—. ¿Qué hay detrás de la puerta

que tiene la cerradura? —soltó de sopetón.—Enzo, es Enzo. —Sonreí mientras pensaba en qué responderle, entonces se me ocurrió una

idea.Me fui acercando poco a poco, cada vez más serio, inconscientemente fue dando marcha atrás

hasta chocar contra la pared, pero eso no hizo que dejara de dirigirme hacia ella mirándolafijamente a los ojos.

Su cara de confusión me encantaba y no paraba de mirar de un lado a otro, inquieta, mientrasla expresión de su cara era cada vez más nerviosa. Empezaba a asustarse y por dentro estabadeseando reírme.

Puse una mano sobre la pared a la altura de su cabeza mientras no apartaba la vista de sus ojososcuros brillantes.

—¿Has visto Cincuenta Sombras de Grey? —susurré acercándome poco a poco a su cara,intentando intimidarla.

Ella asintió con la cabeza mientras su respiración se iba acelerando por el nerviosismo.Puse la otra mano en el otro lado y volví a mirarla fijamente. Después de unos segundos

viéndola sufrir un poco, terminé.—Pues no tiene nada que ver, tranquila. —Me separé y sonreí.—No ha tenido gracia. —Suspiró fuertemente y puso la mano en el pecho intentando

Page 18: No cruces la línea

tranquilizarse.—Ten cuidado con quien bromeas. —Volvió la cara intentando parecer enfadada, pero por el

espejo pude ver como sonreía.—Bueno, adiós.—Adiós.Tenía una sensación agridulce, una parte de mí quería saber todo de ella y por otra sentía que

no debía contratarla. Era demasiado joven y diferente a mí. Su forma de vida no solo no tenía nadaque ver con la mía si no que era totalmente incompatible.

Me llamaba demasiado la atención para arriesgarme, pero no podía evitar querer estar conella.

Empecé a darle demasiadas vueltas a la cabeza así que decidí correr un poco en la cinta paraver si me aclaraba las ideas y me encontraba mejor. Pero después de una hora corriendo y ver queno se me pasaba decidí llamar a Patricia.

Una hora después llamaron a la puerta, era ella.—Hola, guapo, te echaba de menos. ¿Y tú, me echabas de menos a mí? —Saltó sobre mí

rodeándome con sus largas piernas y empezó a mordisquearme el cuello. Sabía que no me gustabaque me dieran besos en la boca.

—¿Quieres que te lleve al séptimo cielo? Pues decide dónde lo hacemos hoy. Nos desnudamos mutuamente antes de que me sentara en el sofá. Se le daba genial jugar con su

boca sobre mi cuerpo y galopar sobre mí con fuerza y furia. Estaba llegando al máximo placercuando unas imágenes empezaron a pasar por mi mente exhausta.

—¡¡Sam!! —Fue en lo último en lo que pensé cuando llegué al éxtasis.—¿Qué? ¿Has dicho Sam? —dijo Patricia con la voz entrecortada.Me levanté aturdido y me dirigí a la ducha, tenía que pensar.—¡¡Enzo!! —gritó Patricia mientras observaba como me iba.

Page 19: No cruces la línea

C A P Í T U L O C I N C O

Salí de la casa lo más estirada que pude sin mirar atrás y antes de arrancar el coche empecé areírme. ¿Cómo podía haberme hecho eso?

Todavía podía sentir el corazón bombeando fuertemente por la impresión de ver acercar sucuerpo de esa manera y quedarse a escasos centímetros de mí. Si hubiera sido verdad, pienso quelo hubiera besado y él se habría dado cuenta porque no me había quitado.

Me gustaba ese humor, había química entre nosotros, eso significaba que sería fácil trabajarcon él. Quizás demasiado fácil.

No tenía que pensar en nada, tiré directamente el papel a la papelera al llegar a casa, solodebía esperar a que él pensara lo mismo que yo.

Ese día decidí ponerme un sexy traje de tubo negro con unos tacones, esperaba tener suerte yque Enzo me llamara para trabajar porque definitivamente no me gustaba ese trabajo.

Sobre la una de la mañana el PUB estaba lleno, tanto las mesas como la pista de baile.—Hola, princesa. —Una voz familiar me susurró en el oído mientras cogía una botella de la

estantería.—Hola, Leo. ¿Qué haces en la barra? Sal de aquí antes de que me metas en un lío. —En el

fondo me había encantado, sentir el susurro de sus palabras tan cerca y el calor de sus manossobre mis caderas. Llevaba enamorada de él unos dos años, pero no era algo recíproco.

Leo era el típico rubio de ojos azules, guapo, siempre arreglado y con olor a perfume. Sumayor virtud era que no jugaba con las mujeres, las respetaba mucho, sobre todo a mí, que a pesarde saber que me gustaba siempre intentaba que me sintiera bien y si salía con alguna chica hacíatodo lo posible para que no lo supiera.

—Estás preciosa hoy y… yo también conozco a Hugo. Podrías haberme pedido ayuda a mítambién. ¿No crees? —Sabía que estaba loca por él y a veces tiraba demasiado de la cuerda.

—Sí, lo sé, pero ya no hace falta, estoy a punto de conseguir un trabajo que me interesabastante porque pagan muy bien, solo espero la llamada.

—Y... ¿se puede saber de qué es el trabajo? —En el fondo no quería decírselo, sentía que eraun escalón muy bajo, pero… lo solté.

—Asistenta interina en casa de un hombre. Ganaré lo suficiente para poder ahorrar ycomprarme un coche para hacer mi viaje. —Sus ojos se abrieron como platos.

—Samantha… te he dicho muchas veces que tienes que intentar sacar provecho de tu vida deotra manera. Puedes estudiar, todavía eres joven y tienes a tu padre que te apoya. ¿No crees que eshora de que sientes un poco la cabeza? —Sabía que quería lo mejor para mí y se preocupabarealmente, pero era mi vida y haría lo que quisiera con ella, como había hecho hasta ahora.

—Leo por favor, sabes como soy. —Lo besé justo en el momento en el que se movió y mis

Page 20: No cruces la línea

labios terminaron en la comisura de su boca.—Perdón. —Me separé rápidamente.—No seas tonta, no pasa nada. —Me plantó un pico que me hicieron temblar las piernas.Me dirigí hacia los demás. Jimena y Rejina gritaron cuando me vieron y Alan no paraba de

cuchichear a qué había venido ese pico con Leo. Carlos se acercó a mí y me preguntó el motivo por el que dejaba el trabajo y le conté todo lo

referido a Enzo. No le terminaba de convencer el cambio, pensaba que yo era un culo inquieto queno estaba más de tres meses seguidos en ningún trabajo y en ningún sitio y que no creía que esetipo de trabajo, donde tenía que estar tantas horas seguidas, fuera una buena opción.

Realmente lo veía preocupado e intenté quitarle importancia diciéndole que todavía no mehabía llamado que quizás ni lo hiciera.

Después de llevar una hora más o menos en el local, consiguieron sentarse en una mesa. Mepidieron una cachimba para que pudiese salir un poco de la barra y desconectara de los típicosborrachos que me comían con la mirada.

Justo antes de volver, Hugo me dijo que habían vomitado en el cuarto de baño de hombres yque, ya que estaba fuera, me acercara a limpiarlo.

Volví a por la fregona y me dirigí al lugar. Acababa de terminar de recoger cuando sentí unasmanos en la cintura. El corazón se me aceleró.

¿Leo? Pensé mientras sentía su aliento en mi cuello.Las piernas empezaban a flaquearme, ese beso quizás había significado algo para él.Sus manos fueron bajando lentamente sobre mis caderas hasta llegar al bajo de mi vestido. Mi

pecho subía y bajaba acelerado.Agarró el vestido y empezó a subírmelo mientras me besaba el cuello.—¿Qué haces, Leo? ¿Estás loco? —Miré hacia atrás, dispuesta a pararle los pies, ni era el

momento ni el lugar.—¿Leo? No guapa no soy ese Leo, pero no me puedes decir que no te estaba gustando. —Era

uno de los hombres que había estado intentando ligar conmigo en la barra.De un empujón me lo quité de encima, pero él se volvió hacia mí con más fuerza.—¡¡Suéltame!! —Un sentimiento de angustia atravesaba mi estómago. Nadie me escuchaba con el ruido de la música y él consiguió arrastrarme hacia el cuarto de la

limpieza. —¡Suéltala, hijo de puta! —Un chico de mi edad lo agarró por los pelos, lo tiró al suelo y le

propinó un puñetazo.Caí hacia atrás bruscamente golpeándome la espalda contra la pared mientras observaba

asustada como ese hombre intentaba agredir al chico sin conseguirlo.—¡Basta! —grité, aterrorizada.Intenté levantarme y separarlos, pero gritó que me apartara y así lo hice, no quería causarle

más problemas.Pensé en salir y pedir ayuda, me sentía impotente, pero se peleaban justo en el paso hacia la

salida. Finalmente me quedé agazapada en un rincón a esperar ansiosa a que terminara todo.Estaba avergonzada y empecé a llorar.El chico se acercó a mí y me preguntó cómo estaba. Agradecí enormemente su protección en

ese momento y su forma preocupada de mirarme.—Gracias…, gracias. —Su mirada de compasión me relajó.Ese hombre se había esfumado y el chico quiso ir a buscarlo, pero le dije que por favor lo

dejara. Necesitaba olvidar todo e irme a casa de inmediato, no podía estar ni un minuto más en

Page 21: No cruces la línea

aquel sitio.—Soy Dany. ¿Quieres que busque a alguien? —Me ayudó a levantarme y me dio papel para

que me secara las lágrimas—. ¿Seguro estás bien?—Gracias, Dany, estoy bien. ¿Puedes acompañarme con mis amigos por favor? —supliqué

con la mirada.—Por supuesto. —Me agarró por la cintura y el brazo y me acompañó a la sala.Mis amigos, al verme la cara con el rímel corrido y demacrada, corrieron hacia mí.Dany les contó todo lo que había pasado. —Bueno, si no me necesitas me voy, espero verte otro día en otras circunstancias. ¿Cómo te

llamabas? —Su mirada de compasión me reconfortaba, le estaría eternamente agradecida.—Me llamo Samantha, Sam. Gracias por todo. —Me apretó el brazo, sonrió y se marchó.Todo lo que envolvía ese lugar me parecía horroroso, el olor el humo, la sensación…, tenía

que salir de allí.—Me quiero ir a casa —sollocé.—Pues claro preciosa. —Me abrazó Alan, fuertemente.—Yo la acercaré —dijo Leo mientras me agarraba. Estaba enfurecido.—Le contaré a Hugo lo ocurrido, vete tranquila —comentó Carlos mientras me besaba en la

frente.Las chicas estaban en shock por lo ocurrido, no tenían palabras.—¿Quieres que te acompañemos nosotras también, Sam? —preguntaron al unísono.—No, dejadla tranquila. Hablaré un poco con ella —les respondió.Nos montamos en el coche y durante todo el trayecto fui con la mirada perdida, no solo había

dejado que ese hombre me tocara, sino que había pensado que el chico que me gustaba se fijaba enmí sin ser así.

Al llegar a casa, Leo aparcó el coche en la puerta y se quitó el cinturón.—¿Cómo te encuentras? —Pellizcó mi mejilla y sonrió—. ¿Qué pasó exactamente? Cuando

sepa quién es ese hijo de puta lo mataré —su voz sonó enfurecida.—Estoy mejor ahora que he salido de allí —Suspiré.Agarró mi mano y la acarició dulcemente.—Dejé que me tocara Leo —le dije mientras veía como sus ojos se abrían como platos. —¿Cómo? —Estaba sorprendido por mi confesión.—Que dejé que me tocara porque pensaba que eras tú. —No podía mirarlo a los ojos y

empecé a jugar con el bolso.—Sam…, yo… lo siento mucho, pero sabes que… —No quería comprometerlo porque era mi

amigo y sabía que no quería hacerme daño.—No te preocupes Leo, lo sé. —Lo miré a los ojos y me bajé del coche. —Gracias por

traerme. —Asomé la cabeza por la ventanilla y salí corriendo hacia la casa.Conocía esa sensación, mi cuerpo me pedía cambiar de aires y salir de allí. La única

esperanza que tenía en ese momento, era conseguir el trabajo con el fuerte.

Durante la semana fui olvidando lo ocurrido en el PUB, aunque mis amigos no paraban derecordármelo llamando cada dos por tres para ver cómo me encontraba.

Pasaron los días y Enzo no me llamaba. Quizás había encontrado a otra persona más apta parael trabajo, por ejemplo, una de cincuenta que no se pareciera a Mary Poppins.

Page 22: No cruces la línea

Esperé, esperé y esperé.El jueves por la noche pensé que quizás no había aprovechado la segunda oportunidad que me

dio, quizás él pensaba que fuera vestida con otra vestimenta o me comportara diferente así que seme ocurrió algo.

El domingo, en cuanto me levanté pensé en ponerme algo totalmente diferente y acercarme a sucasa. Algo serio, pero lo más serio que tenía era el traje negro de tubo, quizás fuera demasiadoarreglado, pero… lo intentaría, lo importante era causar una sensación totalmente diferente.

Con el traje, las sandalias, levemente maquillada y con mi pelo suelto me monté en el coche yme dispuse a acercarme a su casa.

Page 23: No cruces la línea

C A P Í T U L O S E I S

Esa semana había sido terrible. Pensaba que estaba mejor, pero esa crisis me había puesto lospies en el suelo, había vuelto a dejar todo un poco abandonado y ahora tendría que volver arecuperar todo el trabajo atrasado.

Vestido solo con mi pantalón corto y viejo de chándal, me puse a recoger un poco la casaahora que estaba mejor.

Sonó el timbre de la puerta y me sobresalté, no esperaba a nadie y corrí al telefonillo, no meapetecía visitas, todavía.

—¡Mierda! —Al correr me clavé un trozo de cristal de un vaso que se rompió hacía un par dedías. No se me daba bien barrer, era un hecho y el no utilizar zapatillas de casa casi nunca, noayudaba.

Una chica muy arreglada se encontraba en la puerta. ¿Quién demonios sería? Decidí preguntarantes de abrir.

—¿Sí? —pregunté intrigado.—Hola, Enzo. ¿Cómo estás? —esa voz me era familiar pero no conseguía saber de quién era.—¿Te conozco? —pregunté lleno de curiosidad.—Ehh… sí, soy Samantha. —En ese momento titubeó un poco.—¿Samantha, la chica de la ropa deportiva de colores? —No podía creerlo, esa chica no

paraba de sorprenderme.—Ehh… sí, la misma…, bueno, no la misma, si me deja entrar se lo explicaré. —Parecía

insegura, cosa que me extrañó.—Un momento. —De pronto volvió a sacarme una sonrisa.Abrí desde dentro y esperé que llamara a la puerta de la casa para abrirle.Intenté ponerme serio antes de que la cruzara, solo ella podía hacer estas locuras sin parecer

una loca. Estaba expectante por saber el motivo por el que había venido así vestida.—Hola, Enzo. —Hola, Sam. Dime, ¿qué es lo que quieres? —pregunté pausadamente.—He pensado en la forma en la que vine a hacer las entrevistas, me he dado cuenta de que

posiblemente no me tomaras en serio y que por eso no me has llamado. Quiero pedirte perdónporque creo que a lo mejor sentiste que te falté el respeto esos días. No sé si tienes a alguien ya.—Miró a su alrededor y al ver todo desordenado volvió a mirarme—. Quizás no la tengastodavía, por lo que veo. Bueno, solo me gustaría que me dieras una oportunidad, por favor. Teprometo que esta vez no te defraudaré.

Sentí un pellizco extraño en el estómago al escuchar que pensaba que me había defraudado,pero no podía expresar en ese momento nada, solo podía ver lo nerviosa que se estaba poniendo

Page 24: No cruces la línea

al no escuchar nada de mí.—¿Y bien? —Cada vez parecía más incómoda—. ¿Me vas a decir algo? —Estaba preciosa

con ese vestido y me tenía hipnotizado con su belleza.—Sam —dije con voz seca.—¿Sí? —preguntó expectante.—Me has decepcionado de verdad.Sus ojos se cerraron fuertemente y en su rostro asomó un gesto de dolor.—Lo siento, ha sido mala idea presentarme así. —Bajó rápidamente los escalones que daban

de la casa al césped y corrí tras ella.—¿Dónde vas? —pregunté extrañado, siempre había bromeado.Se volvió al escuchar mis palabras y vi como sus ojos estaban rojos y brillantes.—Lo siento, he tenido una semana de mierda, el sábado intentaron pasarse conmigo, el chico

que me gusta pasa de mí, durante días he esperado tu llamada y he venido a pedirte perdón, aunqueno me dieras el trabajo podrías haberme perdonado o tratado de otra manera.

Me sentí fatal, solo bromeaba con ella, no quería hacerle daño ni mucho menos.—Creo que no me has entendido, Sam. Deja que termine de hablar. —La miraba y solo

pensaba en abrazarla y protegerla—. Solo quería decirte que me habías decepcionado por venirvestida así, hoy.

Sus ojos me miraron y una sonrisa, como un rayo de sol para mis ojos, apareció.—Siento mucho lo que te ha pasado y si te reconforta, yo también he tenido una semana de

mierda. No quería hacerte sentir mal, ni mucho menos. No te había llamado estos días por eso. Alargué la mano y tras pensárselo dos veces me la estrechó.—Qué vergüenza, haga lo que haga termino liándola. —Bajó la cabeza, avergonzada, algo

raro en ella ya que tenía bastante carácter.Corrí hacia dentro, cogí unas servilletas de la cocina y bajé tan rápido como pude. Sus ojos se

pararon en mis pectorales cuando me acerqué a ella para dárselas y un escalofrío me recorrió elcuerpo.

—Sécate las lágrimas.—Gracias. —Mientras se limpiaba observaba horrorizada la servilleta negra del rímel, no

quise decírselo para no avergonzarla, pero me parecía preciosa así.—Cuando te he dicho que me has decepcionado con la ropa, no quería decir que esta te queda

mal. Estás impresionante con ella, pero… reconozco que tenías algo especial con la otra.Sus mejillas se ruborizaron y eso me sorprendió, tenía que estar realmente mal porque parecía

otra persona, insegura y tímida.—¿Tienes ahí tus cosas? —pregunté sonriéndole.—¿Cómo? ¿Mis cosas? —Frunció el ceño.—Sí, claro, si vas a vivir aquí tendrás que traer tus cosas ¿no? Ya has visto la casa. Voy a

tener que ayudarte para poner orden aquí. —Intenté ponerme serio, pero al ver su caraalegrándose por segundos, me hizo sonreír.

—Gracias, gracias. —Saltó sobre mí y me abrazó. Bajé la mirada, sorprendido y al ver mis ojos clavándose en ella me soltó avergonzada.—Lo siento, lo siento, intentaré no ser tan impulsiva, pero… necesitaba algo bueno, por fin,

muchas gracias.Después de marcharse, empecé a recoger todo mientras esperaba su llegada, no quería que su

primer día tuviera tanto trabajo por mi dejadez de esa semana. Además, estaba curiosamente muyanimado. Parecía que las nubes negras estaban desapareciendo.

Page 25: No cruces la línea

Llegó con el vestido puesto, pero en zapatillas, según ella no quería perder el tiempo encambiarse, ya lo haría allí.

Los primeros días trabajaba en silencio, como había mucha limpieza atrasada decidí quepediríamos comida para llevar hasta que quedara todo listo, no quería que se agobiara y tampocosuponía un problema para mí, pero comíamos cada uno a una hora diferente, ella estaba liada conla limpieza y yo con los papeles atrasados en el despacho de la clínica.

Cada vez que me cruzaba con ella, la miraba disimuladamente. Esa chica tenía algo especial,tenía vida, tenía alegría, algo que le faltaba a la mía últimamente.

—¡Buenos días, jefe! —Su ánimo se contagiaba. Había preparado el desayuno perfectamente,como los días anteriores.

—No me llames jefe, por favor —le reprendí—. ¿Cómo llevas la limpieza?—La llevo genial, casi he terminado, hoy podré hacer la comida yo —dijo entusiasmada—.

¿Quieres algo especial?—Unas lentejas. ¿Te parece bien? —No pude descifrar los gestos de su rostro.—Claro. Perfecto.—Me gustan los colores de tu ropa, Sam. —Intenté buscarla.—Son colores de unicornios —contestó—. Me gustan mucho los unicornios.—¿Por qué te gustan tanto los colores? ¿Siempre has sido así?—No sé, nunca lo he pensado. Creo que sí, o no…, no sé.—Su cara de duda me parecía

adorable.—¿Has desayunado ya, Sam? —Estaba deseando que dijera que no.—Sí —asintió.—De acuerdo, puedes seguir entonces con la limpieza, que yo quito la mesa, no te preocupes.—Gracias. —Se fue, pero a mitad de camino se volvió—. Gracias por el trabajo, Enzo.

Necesitaba un respiro en mi vida.Le sonreí y seguí desayunando.Antes de comer me di un baño en la piscina para relajarme un poco y poder hacer algunos

largos. Llevaba prácticamente 4 días metido en la oficina y no había hecho otra cosa.Salí y me encontré a Sam allí, esperándome con una toalla.—¿No te has metido todavía, Sam? —Si lo hubiese hecho la habría escuchado.Negó con la cabeza y cuando estaba cerca de ella me dio la toalla. Nuestros dedos se rozaron

y sentí un cosquilleo.Eso no era bueno, era muy joven y cada vez la veía más guapa y atractiva con esa ropa y esa

sonrisa permanente en la cara.—Ya tengo la comida preparada, Enzo. —Parecía ilusionada.—Perfecto, pues me cambio y voy. —Me dirigí hacia mi cuarto mientras observaba el

movimiento de caderas de Sam. Tenía que intentar dejar de pensar en ella.La mesa estaba preparada perfectamente, con mi botella de agua fresca, mi pan y las lentejas,

tenían una pinta muy buena.Di una cucharada al plato y las probé. —¡Dios! No puede ser... Sam. ¿Puedes venir?Llegó en un santiamén, con cara de expectación y como no, sonriendo.—¿Has comido ya? —le pregunté.

Page 26: No cruces la línea

—No —respondió.—Pues come conmigo, es una tontería que lo hagamos cada uno a una hora si solo estamos los

dos. —Parecía sorprendida.Se sirvió un plato y se sentó frente a mí. Parecía avergonzada. Mientras cogía una cucharada

del plato no dejé de mirarla y ella empezaba a sentirse observada. Se la metió en la boca he hizoun gesto de sorpresa.

—¡Esto es una piedra! —Me miró apurada.—Sam, ¿cuántas veces has hecho lentejas? Sé sincera —supliqué aguantando la risa.—¿Contando esta? —asentí—. Creo que… Ninguna.Negué con la cabeza y empecé a reírme.—En cuanto he pensado en tu currículum, me he dado cuenta de que serías capaz de intentar

trabajar aquí sin experiencia.—Te juro que lo haré mejor, ya sé que tiene que estar más tiempo —rechinó los dientes

avergonzada—. En un momento las pongo en la olla más tiempo y se pondrán blandas.Mientras me hablaba de la comida, cogí el móvil para llamar a una pizzería.—De pollo, pimiento y doble de queso. —Tapé el auricular—. ¿Te gustan así o quieres otra

cosa?Se tapó la cara apurada y me hizo una señal con el pulgar hacia arriba.En cuanto colgué pude ver como estaba aguantando la risa.—Te juro que me lo tomo en serio, pero…, no entiendo qué ha pasado.—No te preocupes, solo es comida, hay cosas más importantes por las que preocuparse.

Pero…, la próxima vez te las hago comer —reímos los dos.Mientras esperábamos que las pizzas llegaran decidí preguntarle un par de cosas, pero ella se

me adelantó.—He estado pensando en la pregunta que me hiciste. —Parecía tranquila mientras me hablaba.—¿Qué pregunta? —No sabía a qué se refería.—¿Que por qué me gustan los colores? Nunca me había puesto a pensarlo y creo que lo sé.Solo fue un comentario, pero veo que a ella le hizo pensar.—Creo que visto así... desde la muerte de mi madre. Ayer estuve viendo fotos y me di cuenta

de que a partir de ahí mi gusto por la ropa cambió. Nunca había imaginado que tuviera un motivoespecial.

—Y… ¿por qué crees que puede ser? —Me encantaba escuchar su voz tranquila y ver surostro pensativo.

—No sé. ¿Tú que crees? ¿Alguna teoría? —bromeó.—Quizás los colores te animaron en ese momento tan triste. Podría ser tu manera de escapar

de la tristeza, que solemos ver negra y deprimente.—¿Cómo tu cuarto? —Me guiñó el ojo para que viera que era una broma.—Al final harás que lo termine cambiando. —Sonreí.Mientras comíamos estuvimos hablando de muchas cosas. Me contó que tenía quince años

cuando murió su madre, que su padre había sido un padre ejemplar todo este tiempo y que nohabía conseguido durante esos últimos diez años estar mucho tiempo en un sitio, que cuando se leunían varios problemas por insignificantes que fueran, en su mente se pulsaba un botón que lehacía huir y que nunca lo había podido cambiar en todo ese tiempo.

—Ese es el motivo por el que querías entrar aquí a trabajar, supongo. —Se sintió un pocoavergonzada y asintió—. Entonces... no cuento contigo para trabajar durante un largo periodo. —Sentí como ese pensamiento me oscurecía la mirada.

Page 27: No cruces la línea

—Espero que sí. Necesito el coche. —Sus ojos querían creer lo que decía, pero ni ella mismalo sabía—. ¿Me vas a echar por eso? —Una sonrisa picarona, pero a la vez dudosa surcó surostro.

—No, no te preocupes. Si te echo será porque me vuelvas a hacer esas lentejas. —Empezamosa reírnos los dos.

Sin darme cuenta me quedé embelesado viendo su alegría desbordada mientras reía y al verque se dio cuenta me levanté de repente, avergonzado.

—Bueno, ha sido divertido, Sam. Te ayudaré a quitar la mesa. —No. —Intentó coger los vasos antes que yo y nuestros cuerpos se acercaron demasiado,

tanto que al rozar nuestros brazos una mini descarga eléctrica se propagó entre nosotros, haciendoque soltáramos los dos a la vez los vasos. Se separó rápidamente y se quedó mirando.

—Si me vas a electrocutar, dejaré que me ayudes. —Volvió esa sonrisa picarona a su cara.

Al irme a la cama solo podía pensar en ella. Esa charla distendida entre los dos, abriéndose ella amí y contándome sus problemas y sus curiosidades. Cada vez me sentía más unido y más lejos deella a la vez. Mientras nuestro acercamiento iba cada vez a más, todo lo que me contaba y suforma de ser hacía que supiera que debía alejarme de ella porque éramos almas incompatiblestotalmente. Pero... ¿cómo? Sabía que me costaría porque cada minuto que pasaba cerca de ella seadentraba más y más en mí.

Sobre las tres de la mañana me desperté y no pude dormir más. La cabeza no paraba de darmevueltas y más vueltas. No recordaba lo que era sentir todo aquello de nuevo y estaba asustado.

Después de mucho pensar, cogí un folio y escribí una carta, era la única forma que se meocurrió para poder estar cerca de ella y lejos a la vez, es decir, levantar una muralla entrenosotros, pero con una puerta. Sabía que podía perderla dando este paso, pero…, tenía quearriesgarme.

La guardé en un sobre y la metí bajo la almohada. Una de las normas era que de mi cuarto meencargaba yo, no quería que viera determinadas cosas personales. El día que viera oportuno se ladaría y…, cruzaría los dedos.

Page 28: No cruces la línea

C A P Í T U L O S I E T E

Me levanté ilusionada por desayunar con él. Aunque me costaba reconocerlo, tenía un gusanillo enel estómago cuando estaba cerca de mí y eso me gustaba. Me encantaba la forma que teníamos depicarnos mutuamente, era divertido, trabajar allí me resultaba ameno y despertaba en mi interioralgo que no era capaz de ponerle nombre todavía.

Llegué a la cocina y me sorprendió verlo allí.—He preparado yo el desayuno, hoy tengo mucho trabajo y me he levantado antes. Aquí te he

dejado el tuyo.Sentí un pellizco en el estómago, de decepción. Creo que se me notó en la cara porque me

preguntó si me ocurría algo, evidentemente le dije que no, que solo estaba dormida.—Hoy saldré a comer más tarde, no tienes que esperarme. —Me regaló una perfecta sonrisa y

se marchó con el café.A la una de la tarde tenía todo recogido y preparé una comida fácil que miré por Internet. No

tenía nada que hacer y no me atreví a ir al gimnasio ni a la piscina, no tenía tanta confianza aún.Paseé por el salón y me acerqué a la única fotografía que había en toda la casa. Eran dos

señoras y él. Serían familiares, seguramente.Observé su figura, ya que en persona no me atrevía a ser tan descarada…, por ahora. Era

espectacular, seguro que tenía a todas las chicas a sus pies. Sus ojos eran de un azul precioso y tenían un brillo especial, sus dientes blancos y relucientes,

su expresión con esas arruguitas…, pero sobre todo me encantaba ver su sonrisa. ¿Dios mío?Pero... ¿Que estaba diciendo? Una cosa era verlo guapo y parecerme divertido y otra queempezara a gustarme mi jefe. Qué locura.

Quizás pudiera llevarle algún picoteo para que aguantara hasta la hora de comer. Hacía tantoque había desayunado, que estaría muerto de hambre y así podría hablar un poco con él.

Abrí el frigorífico y no se me ocurrió nada, así que me acerqué a la tienda de un salto.Llegué y preparé todo en una bandeja y me dirigí a su despacho. Solo esperaba que no le

sentara mal.Llamé mientras agarraba la bandeja con una mano, las piernas me temblaban y me sentía un

poco insegura, aunque por supuesto lo disimularía.—¡Entra! —dijo en voz alta.Abrí la puerta y me impactó ver su cara de sorpresa.—Hola, he pensado que… tendrás hambre así que… te he traído un picoteo. —Sonreí y me

acerqué a él.Retiró la silla de la mesa y se quitó las gafas mientras miraba asombrado la bandeja.—Chorizo… queso… picos y cerveza. —Levantó la mirada hacia mí y volvió esa sonrisa

Page 29: No cruces la línea

picarona. —Picoteo de albañil, muy bien. Me gusta.Miré el plato y caí en la cuenta de que tenía razón. Me entró la risa.—¿Qué te solía traer… la mujer que trabajaba antes? —pregunté.—Nada. Me gusta este detalle. —Nuestras miradas se encontraron y dejé de sonreír,

avergonzada—. Pero… no bebo alcohol.—¿No bebes entre semana?—No, no bebo nunca —contestó serio.—¿Ni cuando sales? —Me di cuenta de que se sintió incómodo y cambié de tema—. Seguro

que es por el deporte. —Le guiñé.—¿Quieres quedarte mientras descanso? —preguntó tranquilo.—No quiero molestarte —dije apurada.—No me molestas. —Podía perderme en esa mirada.—Tómate tú la cerveza. —La cogió y me la dio.La agarré y me senté en la gran mesa del despacho, frente a él.—¿Qué edad tienes, Enzo? —Pareció incomodarle la pregunta—. Yo, veinticinco.—Lo sé, Sam. —Por un momento el corazón se me paró—. Lo ponía en el e-mail que me

mandaste y, creo recordar que también me lo dijiste. —Me decepcionó esa respuesta—. ¿Quéedad crees que tengo?

—No sé…, treinta y… dos. —Prefería no llegar, que pasarme, aunque estaba deseando que medijera que sí.

—Ehh… no, pero me halaga que pienses eso. —Sonrió un poco.Yo iba dando pequeños sorbos a la cerveza porque realmente no me apetecía, pero quería

quedarme allí.—Bueno… da igual… es una tontería de pregunta. —No quise comprometerlo más.—¿Te da miedo saber mi edad? —¿Qué? No… ¿por qué me iba a dar miedo? —Quizás se me había notado en la cara.—¿Quién es ese chico que te dio calabazas? —Cambió de tema.—Leo. —Bajé la mirada—. Un amigo, para colmo de males.—Tiene que estar mal de la cabeza para no querer nada contigo. —Cerró sutilmente los ojos

mientras me decía eso y yo me quedé paralizada.—Sí…, claro. —Quité importancia al comentario—. ¿Y tú? ¿Tienes pareja?—No, ni la tendré. —Sentí una pequeña punzada en el corazón.Acercó la silla a la mesa y se puso las gafas.—Eres de ese tipo de chico duro que no se enamora bla, bla. —Intenté buscarlo un poco para

cortar la tensión.—No, no soy de esos chicos. Pero… no solo existe ese motivo. —Entrelazó sus manos encima

de la mesa—. Quizás nadie se merezca estar conmigo o… yo no me merezca enamorarme. —Sonrió y me hizo dudar de si lo que decía era verdad o se estaba quedando conmigo.

¿Quería decir eso que sí se enamoraba? La curiosidad me estaba matando y cada vez sentíamás atracción por ese hombre.

—No bebes cerveza…, no te enamoras…, con esas gafitas de intelectual… —Bromeé.Sonrió mientras se mordía el labio inferior dando la impresión de estar enfadado.—Deja de buscarme y bébetela ya, que me está apeteciendo.—Pues toma un poco. Cógela. —Acerqué el vaso a su cara tentándolo.—Vale —respondió.Se levantó a pesar de estar cerca del vaso y se puso frente a mí. Empecé a sentir como el

Page 30: No cruces la línea

corazón se me aceleraba poco a poco. No dejaba de mirarme a los ojos fijamente y aparté losmíos nerviosa, pero en ese momento agarró mi mentón, lo elevó y me besó.

Cerré los ojos dejándome llevar a otro universo, sólo podría sentir la suavidad de sus labios yla humedad de su boca jugando con la mía. La dulzura con la que lo hizo me sumió en un sueño delque no quería despertar.

Se apartó y abrí los ojos. Saboreó sus labios con la lengua y sonrió.—No recordaba el sabor de la cerveza tan bueno. —Se comportaba como si no hubiera

pasado nada e intenté reaccionar rápidamente, aunque todavía no había salido del shock.—Venga gafitas, te dejo trabajar, a ver si vas a terminar enamorado de mí. —No podía quedar

como una tonta, tenía que quedar por encima de él.No volví a mirarlo a la cara, pero podía sentir como se estaba riendo y cuando abrí la puerta

escuché de fondo.—Treinta y seis. —Sonreí sin que me viera—. Por cierto, puedes llevarte la bandeja, por

favor. Cerré los ojos y pasé la lengua por mis dientes superiores. Me di la vuelta y la recogí.—¿Desea algo más, el señor? —bromeé.—¿Seguro que quieres hacerme esa pregunta? —Puse los ojos en blanco.—No, mejor no. —Oh… qué lástima —respondió mientras se sumergía pícaro en sus papeles.

Todavía no sé cómo llegué a mi dormitorio porque me temblaba todo el cuerpo. Necesitabaesconderme de alguna manera así que me acosté boca abajo y me puse la almohada sobre lacabeza.

Estaba acostumbrada a ser demasiado descarada y la gente se asustaba de mí, pero aquí eradiferente, aunque lo intentara, ganaba él.

Solo pensando en el beso me sentía feliz, estaba ilusionada, no pensaba que un trabajolimpiando me llenaría tanto, y solo habían pasado unos días.

Me di cuenta de que estaba deseando volver a verlo, esperaría para comer con él, pero sobrelas cuatro y media no pude aguantar más y almorcé.

No salió de la habitación durante todo el día. A las seis me acerqué y desde fuera le preguntési le preparaba la comida, pero solo escuché una negación por respuesta.

Empecé a sentirme mal. ¿Se había arrepentido del beso? Me gustó, pero sé que lo había hechocomo una broma. Quizás se arrepintiera de decirme la edad, pero… ya no lo veía tan mayor comoantes.

—¡Dios! —Lo único que me faltaba era olvidar a Leo y pillarme por mi jefe, no sabía quesería peor.

Terminé acostándome sin llegar a verlo. No paraba de darle vueltas a la cabeza con lasensación de haber hecho algo mal, pero... ¿qué? Y… ¿por qué diría eso de que no se enamorabapero que sí era de enamorarse? No entendía nada.

Cuando llevaba una media hora en la cama, escuché un ruido en la cocina. Estabapreparándose algo de comer. Parecía haber esperado a que me acostara para salir. ¿Y si no queríacruzarse conmigo?

Durante un momento dudé, pero luego pensé que, si no estaba enfadada yo con el beso, por quélo iba a estar él y salí de la habitación sigilosamente.

Page 31: No cruces la línea

Lo vi sentado en la mesa, de espaldas a mí, solo con un pantalón de pijama que le caíaperfectamente por la cintura mientras se le marcaban todos los músculos de la espalda al moversemientras comía y bebía un vaso de agua de un trago.

Me acerqué por atrás, despacio, sin hacer ruido y llegué hasta donde estaba. No podía permitirque estuviera incómodo conmigo, tenía que arreglarlo.

Page 32: No cruces la línea

C A P Í T U L O O C H O

No debí besarla, ni siquiera bromeando como lo hice. Todavía no sé cómo fui capaz de hacerlo,jugué con fuego y me quemé, y bien que me quemé porque no pude volver a concentrarme en eltrabajo en todo el día.

No había salido hasta que no escuché como se acostaba y aun así esperé un rato paraasegurarme de que estuviera dormida.

La cena estaba realmente buena, seguro que se había esforzado.Me quedé por un momento pensativo y dejé caer los codos en la mesa mientras me tapaba el

rostro con las manos.¿Cómo la miraría a la cara mañana? Bromeando, no había otra forma.Sentí un tirón de pelo que me hizo dejar los pensamientos y volverme sobresaltado.—¿Y las gafas de empollón? —preguntó mientras me miraba intentando parecer enfadada.—¿Y la cerveza? —¡Dios! ¿Por qué había dicho eso?—En la nevera. —Fue rápida y me hizo sonreír.Parecía que todo iba bien, no parecía molesta por el beso y eso, no sabía hasta qué punto era

bueno.—¿Te he despertado? —Hice una señal para que se sentara en la silla que estaba junto a mí.—No. Estaba mensajeándome con mis amigos cuando te he escuchado. ¿No crees que trabajas

demasiado?—Bueno... solo es hoy. —Me costaba mentir—. ¿Sam?—Me das miedo cuando me preguntas así. —Entrecerró los ojos.—La comida estaba muy buena —dije sinceramente.—Vaya, gracias. Me alegro de que te haya gustado. —Parecía contenta con lo que le había

dicho.Definitivamente, me gustaba esa chica. La manera que tenía de preocuparse por mí sin que se

notara mucho, me hacía sentir bien.Me quedé por un momento mirando al horizonte pensando en lo difícil que sería vivir con ella

y reprimir la atracción que sentía sobre todo después de probar sus labios carnosos. Prontoexplotaría.

—Ahh… —Sentí un leve dolor en la frente. Me había tirado un trozo de pan.—Despierta, que te duermes. —Su mirada juguetona me animó.Cogí otro trozo de pan y se lo tiré también, abrió la boca sorprendida y cogió la barra entera.

Me levanté e intenté alcanzarla para quitársela, pero dio la vuelta a la isla, sonriendo.Corrí hacia la izquierda y cuando no se dio cuenta cambié de sentido atrapándola por los

brazos.

Page 33: No cruces la línea

No paraba de reírse mientras forcejeaba conmigo. Su alegría, definitivamente era contagiosa.—¿No crees que eres demasiado mayor para este juego? —Me paralizó ese comentario y la

solté.Quizás debería haber disimulado más, pero me sentí ridículo en ese momento.—Bueno… ya es tarde, me voy a la cama —dije mientras recogía el pan del suelo. —Adiós.—Sabes que estaba de broma. ¿No? Hey…, Enzo. —Corrió hacia mí y se paró delante.—No pasa nada, estoy bromeando —le dije mientras sus ojos me miraron incrédulos.—Vale, entonces no hace falta que te diga que con lo guapo que eres, a nadie le importaría tu

edad. ¿No? —Tiró de mi camiseta para que la mirara.—Entonces te pareceré muy feo por lo que veo. —Cerró los ojos levemente confundida—. Me

preguntaste la edad esta mañana.—Ahh... ya…, sí…, pero, eso es solo porque soy muy curiosa. —Me guiñó el ojo y se fue. —

Buenas noches, Enzo.—Buenas noches, Sam.Qué demonios tenía esa chica que me estaba volviendo loco con sus bromas descaradas y su

alegría arrolladora.Al día siguiente todo seguía normal. Durante el almuerzo estuvimos hablando de una forma

más tranquila, sin bromas picantes. Daba igual lo que contara, podía estar escuchándola horas yhoras.

Le ayudé a recoger la mesa a pesar de su negativa, cuanto más tiempo estaba junto a ella,mejor me sentía, necesitaba la dosis diaria de su compañía y eso no era bueno.

Esa tarde trabajé un poco, así que entré en el gimnasio más tarde que de costumbre. Hice unpoco de cinta para entrar en calor y cogí las pesas para hacer un poco de brazos. Era un día demayo bastante caluroso así que me quité la camiseta y me quedé solo con el pantalón.

—Perdón. —Escuché mientras bajaba con las pesas.Miré hacia la puerta y no estaba Samantha, pero juraría haberla escuchado. Me dirigí hacia la

entrada y me la encontré marchándose.—¿Querías algo Sam? —Estaba fantástica con unos pantalones cortos negros, una camiseta

rosa chicle con los huecos grandes y un short debajo a conjunto.—No, nada. Volveré después, no te preocupes. —Volvió a girarse.—¿Pensabas hacer deporte? —pregunté con curiosidad puesto que todavía no había usado el

gimnasio y sin embargo sabía que le gustaba correr.—Bueno, sí, pero adelantaré otra cosa mientras.—¿Mientras qué? ¿Necesitas exclusividad o crees que no estarás a mi altura aquí? —Sus ojos

me miraron con una maldad exquisita.—No me tientes, pero no quiero molestarte.—Entra, será más divertido que hacerlo solo. —La agarré por el tirante de la camiseta y la

arrastré al interior.Empezó a mirar a todas las máquinas sin saber muy bien por dónde empezar, así que la ayudé

un poco.—¿Has hecho pesas alguna vez? —pregunté.—No, creo que es aburrido. Insistí en que me acompañara y le planté una en cada mano. Puse un poco de música tábata y

le dije que hiciera lo mismo que yo.Cuando llevábamos un rato empezó a quejarse diciendo que le temblaban las manos y que lo

dejaba, la piqué para que siguiera, pero se negó.

Page 34: No cruces la línea

—¿Pensaba que eras más fuerte? Pero veo que no es así. —Por alguna razón me gustabaenfadarla.

—Soy fuerte, no te equivoques, pero… es aburrido. Hagamos un reto corriendo en la cinta y telo demostraré. Estoy segura de que no me ganaras —sonrió maliciosamente.

—Ten cuidado con lo que dices. Para tu información estuve muchos años en atletismo.Frunció el ceño, dudosa, pero siguió con el reto.Se subió y empezó a correr. Estaba demasiado guapa para poder concentrarme en otra cosa

que no fuera ella, con su pelo recogido y esos mechones cayéndole por encima del rostrosonrojado del esfuerzo.

—Bueno. ¿Has pensado ya en el reto? —Me acerqué a la cinta mientras ella ponía carapensativa.

—No sé, di tú —su respiración entrecortada por el esfuerzo me hizo acercarme más a ella.—¿Solo estás en el cuatro? Eso es muy lento. —Pulsé el botón, subí al seis y anulé la pantalla

para que no pudiera cambiarlo.—¿Qué haces? —Empezó a forcejear conmigo e intentar quitarme las manos de la pantalla.—Tengo una idea. —Me subí tras ella en la cinta dejándola atrapada y me puse a correr

detrás. —El reto será a ver quien aguanta más en la cinta sin caerse.Dio un grito, asustada y echó una mirada rápida hacia atrás casi perdiendo el equilibrio, pero

rápidamente la agarré para que no se cayera.—Esta vez te perdono, pero la próxima te dejaré caer —dije muy serio para asustarla, aunque

evidentemente era mentira.—¡¿Qué dices, loco?! Deja que me baje que nos vamos a matar. —Empezó a reírse—. Enzo,

quítate. ¿Cómo demonios se para esto?—De eso nada, es más, voy a ponerlo un poco más rápido. —Intenté estirar el brazo hasta la

pantalla, pero ella me lo agarró, aunque finalmente conseguí subirlo un número más.—¡¡Enzo!! ¡¡Ya!! ¡¡Para o volveré a hacer lentejas!! —Cada vez estaba más cansada por gritar

mientras corría, se notaba en su voz desgarrada y exhausta.—¿Estás seguras de lo que estás diciendo? ¿Puedo hacerte cosquillas también? —amenacé

mientras disfrutaba al máximo de la situación.—¡¡Noooo, noooo!! —empezó a reírse—. De acuerdo no las haré, pero por favor, para. —Intenta convencerme. —Toqué sus costillas con varios toques rápidos.—Enzo, no… —Se contorsionó. —Vale… vale… eres… el mejor jefe del mundo…—Te he dicho que no me llames jefe. Voy a tener que darle a otro más.—¡¡Nooo!! Espera, me he equivocado, quería decir… —paró de hablar para coger aire—.

Quería decir que me gusta tu casa y eres muy fuerte. ¡Para, por favor! —No podía dejar de reír.—Me gusta, sigue.—¡¡Enzooo!! —gritó frustrada mientras seguía intentando apagar la cinta. —Vale… que me río

contigo, pero solo algunas veces.—Saaam —pronuncié su nombre para que siguiera.—Vale, vale… —Cada vez estaba más cansada. No paraba de resoplar—. Que… besas muy

bien.Pulsé el botón de stop que se encontraba en el lateral del brazo derecho, la giré y la cogí en

brazos sentándola en la pantalla mirando hacia mí. Nos quedamos en silencio mirándonos,recobrando el oxígeno de nuestros pulmones, que hacían que subiera y bajaran nuestros pechos deforma exagerada e intentando que las pulsaciones bajaran el ritmo frenético en el que seencontraban. Solo se escuchaba el sonido de nuestra respiración acelerada, aunque yo escuchaba

Page 35: No cruces la línea

también una voz en mi interior que me decía que la besara. Me fui acercando y ella, no se movía,tampoco me quitaba la mirada ni se avergonzaba, quizás quisiera que la besara también. Suslabios estaban entreabiertos mientras respiraba, hacía que perdiera totalmente la fuerza devoluntad y me fuera acercando cada vez más. Bésala… bésala… bésala… Podía sentir el calorque desprendía su cuerpo y mis manos que agarraban todavía su cintura se tensaron como si noquisieran dejarla escapar, pero… ¡¡Mierda no!!

—¿Cómo sabes que beso bien Sam? Solo probé la cerveza de tus labios, que yo recuerde. —Creí ver un atisbo de decepción en su rostro.

Me agaché y la tiré sobre mi hombro.—¿Qué demonios haces, Enzo? ¡¡Suéltame!! —Le di un cachete en el culo y salí del gimnasio

por la puerta trasera, la que daba a la piscina. —No se te ocurrirá, ¿verdad? ¡¡Enzo!!—Uno, dos y tres. —Salté con ella.—¡¡Noooo!! —Emergió intentando parecer enfadada—. ¡¡Estás completamente loco!! —gritó.Me sumergí y la agarré por las piernas mientras escuchaba sus gritos eufóricos que eran más

nerviosos que causados por el miedo.—¡Ahhh! —gritó.Levanté la cabeza y vi su cara de dolor.—¿Qué te pasa, Sam? ¿Te he hecho daño? —Empecé a preocuparme, quizás fui demasiado

bruto.Nadaba con dificultad y tenía el ceño fruncido.—Me ha dado un tirón en la pierna, necesito sentarme por favor. —Nadé hacia ella tan rápido

como pude.La rodeé por la cintura y la acerqué al borde de la piscina. Puse una mano a cada lado y la

subí con fuerza para que se quedara sentada de manera que las piernas le caían dentro del agua.—¿Estás mejor? —dije preocupado.—Bueno, has sido muy bruto y me has hecho daño. —seguía quejándose de dolor.—Joder, Samantha, lo siento. Solo estaba jugando un poco. Perdón. —Me sentía fatal y quería

echar el tiempo atrás para no estropear ese momento tan bonito que habíamos tenido, peroentonces pensé… ¿Te he hecho daño o te ha dado un tirón, Sam?

Su cara lo decía todo, aunque intentaba disimular, una sonrisilla malévola y culpable asomabapor su rostro.

—Ehh… ups —Intentó levantarse rápidamente, pero la agarré por una pierna y la tiré dentrode la piscina.

Casi sin pensar en lo que hacía la sumergí, la atrapé contra la pared y la besé.Subimos a respirar. Me sentí un poco avergonzado, solo dejé fuera del agua los ojos y la nariz.—Eso tampoco ha sido un beso, supongo —comentó, con las cejas levantadas.—Claro que no.…, era el boca a boca porque pensé que te ahogabas. —Me encantaba

enfurecerla.Puso los ojos en blanco y sonrió.—Espera aquí. —Salí de la piscina y fui a por dos toallas al cuarto exterior, cuando llegué ya

estaba fuera.La rodeé con una toalla y me sequé la cara y el pecho con otra. Ninguno de los dos decíamos nada, por más que lo intentaba no se me ocurría qué decir.Eran tarde y ella no paraba de temblar.—Estás muerta de frío. ¿Por qué no entras? —Solo pensaba en abrazarla y hacer que su

cuerpo entrara en calor.

Page 36: No cruces la línea

—No quiero mojar toda la casa, cada uno irá a una esquina y pondremos todo chorreando. —Casi no podía hablar porque le tintineaban los dientes.

—¿Es eso? Espera. —Me acerqué a ella y volví a cogerla sobre el hombro, pero esta vez nose resistió.

Pasamos al cuarto exterior donde había una ducha y la metí conmigo, frente a mí con una leveseparación de un par de centímetros entre nosotros. Ella no miraba hacia arriba, pero yo no podíadejar de observarla. Con el agua cayéndole por el cuerpo y los ojos cerrados. Podía sentir elcalor de su respiración en mi pecho produciendo en mí un incontrolable deseo de cogerla enbrazos y comerla a besos, pero… no podía, por lo menos no de esta manera. Me quité el pantalóny me quedé en bóxer y ella se quitó la camiseta quedándose con el top y los pantalones cortos. Leeché un poco de gel en las manos para que se quitara el cloro y nos quedamos unos segundosdisfrutando del momento, por lo menos eso quería creer.

—Esto es vida —dijo por fin, con normalidad.—¿A una ducha calentita lo llamas tú, vida? —pregunté sorprendido.—Después del frío que he pasado, sí. —No me miraba a la cara, pero parecía cómoda.—Quizás no sea el lugar, pero… —Sentí como se tensaba—. ¿He hecho algo que te haya

molestado hoy? —Mi corazón se aceleró.Cerró el agua y levantó la mirada.—No. ¿Por qué? —Su mirada era tranquila y natural.—Me lo he pasado muy bien, Sam. —Me salió eso, pero podría haberle dicho que me había

vuelto totalmente loco ese día.—Yo también —sonrió y salió de la ducha.¿Por qué me sentía tan a gusto con esa chica? Parecía conocerla de toda la vida y eso me

asustaba demasiado. Todo se estaba volviendo muy claro y muy confuso a la vez y había queponerle fin en ese mismo momento.

Aquella noche me quedé acostado en la cama, pensando en lo que podía ganar y perder. Era muyarriesgado, pero no podía seguir así, perdería la cabeza y no podía arriesgarme a sentir algo másfuerte por ella y que luego se marchara.

Con los puños cerrados fuertemente y el cuerpo tenso, llamé a su puerta. Había llegado la horade darle la carta.

Page 37: No cruces la línea

C A P Í T U L O N U E V E

Llegué a mi habitación, físicamente relajada, pero en mi interior había un volcán en erupción. Llené la bañera y me sumergí intentando recordar con todo detalle el beso, ese beso húmedo y

juguetón que habían despertado en mí sensaciones que no lograba recordar.¿Qué diablos me estaba pasando con ese hombre? Nunca me había atraído nadie tan mayor,

pero… físicamente estaba mejor que cualquiera de mi edad. Creo que es imposible no fijarse ensu físico, pero su forma de ser era lo que me había sorprendido desde el primer momento. Locierto era que nunca había disfrutado tanto haciendo deporte, como ese día. Se me escapó unasonrisa al pensarlo.

Me entró un escalofrío al recordar cómo sentía su respiración en mi espalda, su vozbromeando, jugando conmigo y divirtiéndonos como dos niños. Sus brazos fuertes agarrándomepor la cintura y sentándome en la cinta, su cuerpo acercándose peligrosamente a mí, tanto que sihubiera tardado un solo segundo más me hubiera lanzado sin control. ¿Qué me estaba pasando?Sentía como mi pecho se hinchaba solo al recordar lo sucedido. Si seguía así terminaríaperdiendo el control.

Me acababa de poner el pijama cuando llamaron a la puerta.—¿Samantha, puedo pasar? —su voz sonaba congestionada.—Si…, adelante. —Mi corazón se aceleró.Me impactó verlo así, parecía muy nervioso y su rostro era serio, incluso preocupado.—¿Pasa algo? —Empecé a inquietarme.Se acercó en silencio y dejó un sobre en mis manos.—Sam —dijo, y después se quedó callado.Cada vez me sentía más nerviosa. ¿Pensaba echarme y aquello era el dinero? No entendía

nada.—Enzo, me es… —Hizo un gesto con la mano para que lo dejara hablar.—Sam, quiero que leas lo que pone en la carta, cuando me vaya. —Lo miré con angustia—.

Necesito que abras tu mente y pienses bien la respuesta, pero por favor, no te asustes,prométemelo.

Puse mi mano en el pecho porque sentía una fuerte presión. Me asustaba verlo así tan serio ynervioso.

—Prométemelo, por favor —Asentí con la cabeza.—Te lo prometo, pero… me estás asustando. —Sentí que empezaba a temblar.

Page 38: No cruces la línea

—No te asustes, me gustaría decírtelo, pero creo que es mejor que lo leas tranquilamente. —Su ansiedad no desaparecía.

Se quedó mirándome como si se estuviera despidiendo de mí. —Enzo, ¿vas a echarme? —Entrecerró los ojos, confuso.—Claro que no, no lo haría nunca. —Eso me tranquilizó.Se dio la vuelta y se marchó, pero cuando llegó a la puerta se volvió y me miró con el ceño

fruncido.—Por favor, piénsalo. Me encantaría que dijeras que sí, pero entenderé y respetaré tu

decisión, en caso contrario. —Había bajado la mirada mientras me lo decía, parecíaavergonzado.

—Necesito leerla ya, Enzo. —Mis ojos expresaban la preocupación que sentía y se fue.Sentía los latidos del corazón retumbando en la cabeza, mientras intentaba respirar con

tranquilidad. Rompí el sobre y un olor a Enzo me envolvió, haciéndome sentir una sensación extraña en la

boca del estómago.Leí la carta y me tuve que acostar, casi no podía parpadear de lo impactada que me quedé.

Todas las cosas bonitas que había vivido en estos días habían terminado así, en una propuesta deestar con él por… por dinero.

Después de asumir el primer impacto, volví a leerla.

No sé cómo empezar. Me está costando mucho hacer esto, pero creo que es necesario. No quieroarrepentirme ni jugar contigo, ni mucho menos que te sientas engañada o utilizada.

Lo primero que te pido es que abras tu mente y no pongas nombre a lo que voy a pedir.No sé si lo comprenderás, pero es la única forma que sé, que puedo y que me merezco. Sientomucha atracción por ti y como te habrás dado cuenta, me está costando controlar mis impulsos,por eso… quiero pedirte que tengamos una "relación" en todos los sentidos, es decir, con sexo.Yo, a cambio te compensaré económicamente. Solo hasta que consigas el dinero que necesitas.

Enzo empezaba a sentirse atraído por mí y me ofrecía dinero por tener algo conmigo. Me costabareaccionar porque me sentía mal, me sentía decepcionada con él, creía que era especial y resultaque era un… Y que pensaba que yo era una…

En ese momento debería haberme ido de allí y no haber vuelto, pero estaba en un profundoestado de shock y me daba auténtico pavor salir y encontrarlo allí, no estaba preparada para eso.No quería volver a verlo, esperaría a que estuviera dormido para irme.

Estuve despierta toda la noche, pensando en lo decepcionada y dolida que me había hechosentir. ¿Por qué? Nos llevábamos tan bien y estaba tan a gusto, que me dolía mucho más lasituación.

A las seis de la mañana no aguantaba más y necesitaba salir como fuera de la casa,posiblemente se había encendido el interruptor que me decía que huyera, así que recogí mis cosasy le escribí una nota que le pasé por debajo de la puerta de su dormitorio.

Búscate a otra. Ni necesito tu dinero, ni soy "eso".

Page 39: No cruces la línea

Llegué a la puerta y recogí la maleta, pero mientras abría lo escuché detrás de mí.—Lo sé. —No quise volverme ni mirar sus ojos—. Sé que no eres “eso”, ni te estoy pidiendo

que lo seas.Me enfadé y me volví. —¡¡¿¿Cómo que no me estás pidiendo que lo sea??!! ¡¡Quieres que sea

tu puta!! —grité mientras él cerraba los ojos fuertemente, bajo el efecto del dolor que leproducían mis palabras.

—No, por favor, deja que te explique. —Miraba sus ojos y solo veía dolor—. Me gustas y mesiento demasiado atraído por ti. No soy capaz de contenerme cuando estoy a tu lado y…

Sus palabras me llegaron al corazón, pero intenté borrarlas.—¿Y qué? ¡¡¿¿No puedes pedirlo como todas las personas??!! ¡¡¿¿Acaso me he apartado

cuando me has besado??!! —necesitaba gritar y partir algo por la impotencia.—Eso no puede ser, no debería haberte besado. —No intentaba acercarse, lo veía indefenso

por alguna extraña razón.—¿Por qué, Enzo? ¡Explícamelo! —No entendía nada y necesitaba comprender.—No puede ser de otra manera, es lo único que te puedo decir. —Sus hombros estaban

caídos.Me dejé caer frustrada en la puerta, con ganas de llorar de la impotencia que sentía en ese

momento.—¿Tienes algo más que decirme? ¿Piensas explicarte mejor? —Míralo como un cambio, tú podrás comprarte el coche con más facilidad y yo…—¿Y tú qué? —negué con la cabeza mientras lo escuchaba.—Yo te tendré a ti. —Nos miramos durante unos segundos a los ojos y solo había dolor en

nuestras miradas.—Adiós, Enzo. —Cerró fuertemente los ojos al escucharlo.—Voy a esperar hasta el viernes a las ocho, tómate esta semana y piénsalo, por favor. —Su

voz estaba quebrada. —Abre tu mente y no le pongas nombre a esto. Sé que no es normal, pero…—¿Pero, qué? —dije deseando escuchar una respuesta que me convenciera.— Pero… tiene que ser así. Lo siento. —Cerró los ojos—. Es imposible que sea de otra

forma.Apreté fuertemente los dientes y me fui dando un portazo. Nunca más volvería a aquel lugar.Metí todo en el coche y arranqué, pero sentía una presión interior que necesitaba sacar así que

lo aparqué y decidí salir corriendo hasta casa.No había prácticamente nadie en las calles y cuando llevaba diez minutos corriendo, sentí

como las lágrimas necesitaban salir de manera abrupta y aunque intentara frenarlo me fueimposible. Cuanto más lloraba, más rápido corría. Todo el enfado, la impotencia, la rabiaacumulada en mi interior salió sin control como un volcán en erupción.

Paré cerca de un parque y me dejé bajo un árbol. ¿Qué diablos se creía que era yo? ¿Por quétendría que haber ido a esa maldita entrevista? ¿Por qué lo habría conocido? Cuando por fin soltétodo lo que llevaba dentro y me calmé, pude continuar hasta casa.

Ángela y mi padre seguían dormidos cuando llegué, eso me tranquilizó porque tenía una carahinchada y horrible de tanto llorar. Necesitaba pensar con claridad.

Llené la bañera y me metí, las lágrimas volvieron a salir descontroladas. Intenté pensar conclaridad. Acababa de conocerlo, ¿qué más daba lo que me había pedido? No lo iba a aceptar bajoningún concepto y punto. No me hacía falta, el coche era algo secundario y ya encontraría otrotrabajo, pero entonces… ¿por qué me afectaba tanto esta situación?

Page 40: No cruces la línea

Durante un par de días, por alguna extraña razón no le conté a nadie que había dejado el trabajo.El coche seguía con todas mis cosas aparcado en los alrededores de la casa de Enzo, pero

algo me frenaba para ir a recogerlo.Le había dicho a todo el mundo que Enzo había tenido que salir de viaje, mientras pensaba en

qué y cómo lo contaría.El martes por la tarde me acerqué a casa de Carlos y Adan, llamé a la puerta y cuando

abrieron...—¡Qué mala cara tienes! ¿Qué te pasa? ¿Cuándo viene tu jefe? —Alan no paraba de hacerme

preguntas y yo, lo único que necesitaba era desconectar.—Estoy un poco de bajón, pero eso es todo.—Sabía que ese trabajo no te iría bien, tanto tiempo encerrada —dijo Carlos.—No, es perfecto. —¿Por qué demonios estaba defendiendo el trabajo? Lo había dejado.—Tu jefe es un capullo, ¿a que sí? —Pensé mucho en qué responder, pero me salió sin

pensarlo.—No. —Mi cabeza estallaría en cualquier momento—. No he venido a hablar del trabajo, por

favor.En ese momento sonó mi teléfono, me había llegado un mensaje y decidí mirarlo. —Dios mío. —El móvil se me cayó de las manos y sentí una punzada en el corazón. Era Enzo.

Page 41: No cruces la línea

C A P Í T U L O D I E Z

Sabía que no debía ponerme en contacto con ella y dejar que pensara tranquilamente, pero nopodía aguantar más aquella situación. Necesitaba saber cómo se encontraba, la había vistomarchándose de allí mal, y no podía dejar de pensar que todo era por mi culpa, como todo, así quele mandé un mensaje.

Esos días me había sentido vacío, solo, después de haber sabido lo que era tenerla cerca, nopodía rendirme tan fácilmente y dejar que se fuera así. Se estaba volviendo una pequeña obsesiónque no podía quitarme de la cabeza.

Ese mismo día vinieron mis hermanas. De vez en cuando se pasaban para ver cómo meencontraba y así poder charlar un poco de la clínica y… de mí.

Como yo trabajaba desde casa y llevaba todos los papeles de la clínica, de vez en cuando setenían que acercar a resolver algún asunto, tanto ellas como algún trabajador.

—Enzo, nos dijiste que tenías a alguien contratada ya. ¿Dónde está? —dijo Pilar mirando a sualrededor.

—Eh… le he dado el día libre porque tenía que arreglar unos papeles. —Probablemente micara decía otra cosa.

Se quedaron mirándome esperando que dijera algo más porque no les había convencido, perofueron prudentes y no siguieron preguntando.

Mientras hablaban no podía dejar de pensar en el mensaje que le había mandado, lo mirabauna y otra vez para ver si lo había leído.

—Enzo. ¿Nos estás escuchando? —preguntaron, preocupadas.—Perdón, no tengo un buen día —Suspiré y me eché el pelo hacia atrás—. Necesito hacer un

poco de ejercicio, os agradezco la visita, pero tengo que despejarme un poco.—Tranquilo, nos iremos —dijo Elena.—Llámanos cuando estés mejor. —Pilar me agarró de la mano para que viera que podía

contar con ella para lo que necesitara. A pesar de tener una relación tensa sabía que estaría ahípara cualquier cosa.

—Gracias.Las acompañé a la puerta y me acosté en el sofá a mirar de nuevo el mensaje.

WHATSAAPENZO: Hola, se nota que no estás aquí. Todo es diferente sin ti. Nada es tan divertido y las

lentejas blandas están sobrevaloradas.

Page 42: No cruces la línea

Leí el mensaje unas veinte veces, quería que fuera perfecto y que viera que me acordaba de ella,no solo sexualmente si no que seguía igual que antes, con nuestras bromas.

Me cambié de ropa y me fui al gimnasio, pero cuando entré todo me recordaba a ella, subí a lacinta y las imágenes de aquel día aparecieron en mi mente sin control y lo dejé.

—¡¡Maldita sea!! —Me puse los guantes y empecé a dar puñetazos al saco de boxeo cada vezcon más fuerza y desesperación.

—¡¿Por qué tengo que ser así?! —grité mientras seguía golpeando el saco.Golpeé y golpeé hasta que mi cuerpo se quedó sin aliento y estuve a punto de desfallecer. Me

dejé caer sobre él mientras las gotas de sudor descendían con violencia hasta el suelo.Una sensación de impotencia me recorría el cuerpo sin que pudiera hacer nada más que

esperar que me contestara.Me di una ducha durante un buen rato, dejando que el agua cayera por mi cara y se deslizara

por mi cuerpo todavía tenso.

Abrí los ojos rápidamente al escuchar la llegada de un mensaje al móvil.Completamente mojado, corrí al dormitorio y con el corazón palpitando a mil cogí el teléfono.

WHATSAAPSAMANTHA: Hola, Enzo.Me agarré a un clavo ardiendo y quise ver algo positivo en ese hola. El simple hecho de que

me contestara me servía para tener esperanzas.ENZO: Hola, SamSAMANTHA: ¿Qué quieres, Enzo?SAMANTHA: Tenía que arriesgarme y poner algo que la acercara a mí.ENZO: Que estés aquí.ENZO: Pasaron los minutos y no contestaba. Tenía que intentarlo otra vez.ENZO: Sam, deja que hablemos, dime cuánto quieres y te lo daré. ENZO: Seguía sin contestar y mi esperanza se fue desvaneciendo.ENZO: Seguiré esperando hasta el viernes a las ocho. Inténtalo por favor.

Después de esa conversación me quedé peor de lo que estaba. Sentí que la había perdido, que lopoco que podría tener de ella se había esfumado.

Me odiaba a mí mismo por lo que hice, por lo que era, por lo que me merecía…Después de perder toda esperanza llamé a Patricia, siempre estaba ahí para mí, era a lo que

podía aspirar.Llegó alegre como siempre, pero al verme la cara se calló. Me miró y supo que no estaba

bien, pero ella siempre sabía qué hacer.—Tranquilo, estoy aquí. Desahógate conmigo.Se desnudó y me desnudó, sin que yo pudiera cambiar mi semblante serio y frustrado.Me empujó hacia la pared y se agachó buscando con su boca la forma de animarme, pero algo

había cambiado, la levanté y la agarré por los muslos, la senté en una mesilla y de forma ruda ybrusca intenté soltar todo lo que llevaba dentro, la frustración, la rabia y la decepción.

Page 43: No cruces la línea

Intenté trabajar y seguir con mi vida lo que quedaba de esa semana, tenía que pasar página, perocuando llegó el viernes, una pequeña parte de mí pensó que quizás pudiera aparecer.

Recogí todo, necesitaba tener la mente ocupada, limpié, preparé la comida, terminé unospapeles que no necesitaba hasta el lunes, pero lo importante era mantenerme ocupado todo eltiempo posible.

Pasaban las horas y no aparecía, así que me fui a hacer un poco de bicicleta. Mi concentraciónestaba al mínimo, no podía quitármela de la cabeza ni un solo momento.

Las cinco, las seis, las siete…Salí por la puerta del gimnasio que daba a la piscina y me senté en los escalones del porche.

Puse la alarma del móvil a las ocho y lo dejé junto a mí en el suelo. Casi había perdido la esperanza por volver a verla, pero esperaría hasta las ocho y si no

apareciera, me olvidaría de ella para siempre y seguiría con mi vida como hasta ahora.Termine con los brazos en las piernas flexionadas y las manos tapándome la cara. Entrelacé

los dedos por mis cabellos y apreté fuertemente, sabía que no quedaba mucho tiempo y no llegaba.—Tin… tin… tin…Como si una fuerza sobrehumana se apoderara de mí, cogí el teléfono y lo lancé. Ya estaba

todo hecho, no había venido, se había acabado y lo había echado todo a perder.Me di la vuelta frustrado totalmente, abrí la puerta del gimnasio para entrar y seguir dándole

puñetazos al saco y evadirme de la desgracia que me perseguía desde hacía tiempo.

Page 44: No cruces la línea

C A P Í T U L O O N C E

Cuando estuve frente a su puerta respiré profundamente. Tenía la llave de su casa porqueinconscientemente me la había llevado y no tenía suficientes fuerzas para devolvérsela.

Todavía no sé cómo pude cambiar de opinión, era una auténtica locura, pero solo lo sabría él yyo, nunca se lo contaría ni a mi familia ni a mis amigos, nunca, y ganaríamos los dos, yo tendríadinero para mi coche en menos tiempo y él… en fin.

Seguía decepcionada con él porque no lograba comprender el porqué de hacerlo así, pero medejó claro que no podía ser de otra manera.

Estaba asustada y enfadada al mismo tiempo, no porque me fuera a hacer nada malo si no porla situación tan atípica. Quizás al ser tan tensa, no conseguiríamos volver a tener la confianza deantes, bueno, solo podía averiguarlo de una manera.

Abrí con mi llave porque técnicamente todavía trabajaba allí, por lo menos hasta las ocho yeran menos diez. Quizás había tensado demasiado la cuerda llegando tan tarde, pero en mi interiorquería hacerlo sufrir.

Entré en la casa silenciosamente y dejé la maleta en la puerta. Desde la entrada no lograbalocalizarlo, todo estaba en silencio y no había luces encendidas.

Llamé a su despacho y luego a su habitación, pero no contestó. En el gimnasio tampoco seencontraba, quizás pensara que ya no volvería y se había ido a buscar a otra o, no sé…

Desde la cristalera del gimnasio me pareció ver la silueta de Enzo en el suelo. Crucétranquilamente entre las pesas, había estado haciendo bici porque estaba mojado el suelo, se habíadado una paliza por lo visto, no hacía mucho tiempo de eso.

Estuve a punto de abrir la puerta para salir, pero me quedé unos segundos observándolo.Parecía frustrado sentado de esa forma con las manos tirando de su pelo, sentí una punzada en elestómago.

De pronto di un bote al escuchar su teléfono pitar.—¡Dios! —Había lanzado el teléfono con fuerza. Mi corazón se aceleró.¿Qué demonios había pasado? Miré la hora y eran las ocho en punto. ¿Lo habría hecho porque pensaba que yo no vendría?Se levantó de repente y se dio la vuelta. Tenía barba de una semana, no se había afeitado, pero

le quedaba perfecta y evidentemente iba sin camiseta ni zapatillas. Rápidamente me eché hacia unlado. Desde fuera no se veía el interior porque todavía era de día así que no se percató de mipresencia hasta que no abrió la puerta y entró.

—Sam… —susurró. Estaba totalmente sorprendido. —Hola, Enzo. —Me costaba mirarlo a la cara, desde que me había dicho aquello me sentía

insegura—. He entrado con mi llave, quizás debería haber llamado, lo siento. —Estaba

Page 45: No cruces la línea

avergonzada.—¿Qué? No, no. Has hecho bien —se quedó callado—. Pensé que no vendrías. —Sus ojos

azules me miraban expectantes—. ¿Vienes para quedarte?—Pues sí, puede.Una pequeña sonrisa apareció en su cara.—Estás preciosa, Samantha. —Su mirada se iluminó.Por alguna razón quería ir perfecta, nunca me había llevado tanto tiempo pensando en qué ropa

ponerme, como ese día. No entendía muy bien por qué, pero quería que me viera guapa.Me puse un mono entallado que tenía y me realzaba la figura.—Tú también, Enzo, me gusta cómo te queda la barba. —Se la empezó a tocar.Nuestros cuerpos estaban en tensión, no era la relación amigable y pícara que teníamos antes,

estábamos cohibidos y nerviosos.Quería decir algo y dejar atrás esa tensión, pero los pensamientos se me agolpaban en la mente

y no podía pensar con claridad.Cerró los ojos y apretó los puños con fuerza, a continuación, me miró fijamente y, poco a poco

se fue acercando a mí. Paró cuando su cuerpo y el mío estaban a escasos centímetros el uno del otro, con las miradas

unidas casi sin parpadear, y con nuestros pechos subiendo y bajando violentamente. Una de susmanos acarició la mía y un escalofrío recorrió mi columna vertebral haciendo que cerrara losojos, mientras su otra mano la metía bajo mi pelo suavemente por unos segundos, hasta queejerciendo una pequeña presión me acercó hasta él y nos besamos.

Ese beso no tuvo nada que ver con los anteriores, sentí su suave aliento, su cálido sabor y susuave movimiento circular que me hizo sumergirme en su boca y sentirla mía.

Esto no tenía nada que ver con lo que yo tenía pensado sobre “pagar por sexo”, se parecía mása un beso con sentimiento, que por mi parte podía ser que hubiera.

Cuando terminó de saborearme, posó sus manos en mis mejillas y no dejó de mirarme ni unsolo segundo mientras sus ojos brillaban tan intensamente como las estrellas.

— Estaba deseando hacerlo, Sam —susurró junto a mis labios—. ¿Estás más tranquila? Asentí tímidamente sin saber qué decir, no me gustaba comportarme así, pero necesitaba mi

tiempo.—¿Ahora nos vamos a acostar? —pregunté ingenuamente.—No, Sam, primero tendremos que hablar un poco y asegurarnos de que los dos entendemos

lo que vamos a hacer. ¿De acuerdo? —Sus manos seguían sin soltarme intentando que me sintierasegura.

—Bien. —Fruncí el ceño y se separó.Me agarró de la mano y me llevó hasta el salón, allí me sentó en el sofá y se acomodó a mi

lado.Dios, estaba tan guapo que no podía concentrarme.—Sam. Lo primero es... ¿Has pensado en… cuánto? No me gustaba esta parte, pero sabía que teníamos que hablarla.—Doscientos. —Lo miré expectante. Ya que lo haría, por lo menos me aseguraría de que

pudiera conseguir el dinero pronto.—Bien, doscientos entonces cada vez que lo hagamos. Lo que quieras. —Entrelazó sus dedos

y jugueteó con su anillo. —¿No te parece mucho? Será difícil pagar esa cantidad. —Quizás así me contara algo más de

él.

Page 46: No cruces la línea

—Sam, no soy millonario, pero… tengo el dinero de tu coche. Tengo dinero de un seguro asíque puedes estar tranquila si eso te preocupa.

—No, no me preocupa, es solo que… no sé. —En el fondo sentía que podía hacerlo gratisperfectamente sin necesidad de cobrar dinero y me sentía mal.

—Sam, tú te vas a gastar ese dinero en lo que necesitas, pues para mí es igual de importantegastarlo en ti, porque es lo que necesito. —No me voy a arrepentir y lo sé.

—De acuerdo —asentí.—Lo segundo sería la “fidelidad” si se puede llamar así. Quiero decir que no…—¿Que en este tiempo no podré estar con nadie? —pregunté.—Ehh… sí, esto es muy importante para mí. Yo tampoco lo haré. No sé si eso te importará o

no, pero no lo haré.—Bien, perfecto. —Me quedé pensativa. ¿Has hecho esto alguna vez más? Quiero decir, ¿con

otra chica?—No, nunca, ya sabes que mis antiguas trabajadoras eran otro tipo de perfil, no tenía tanta

complicidad como contigo. —Parecía incómodo comentado los puntos.—¿Porque querías que tuvieran esa edad? —Me intrigaba esa pregunta.—Para que no se metieran en mi vida y que no pasara esto, por ejemplo.—Quieres decir que esto es… malo. —No, no exactamente. Es complicado —dejé de preguntarle porque lo vi incómodo.—Está bien.—Otro punto sería que tenemos que querer los dos, tiene que ser algo mutuo, si no te apetece,

no lo hacemos, ¿de acuerdo? No me gustaría pensar que lo haces por complacerme —estaconversación era muy rara—. Y el último y más importante para mí es… —Suspiró con fuerza—.No debes tener sentimientos más allá de la amistad. No puedes cruzar esa línea y esto esimportante. Esto es un trabajo y tienes que verlo así. Aunque me comporte de forma cariñosacontigo tienes que recordar lo que es.

Me encogí de brazos y asentí levemente.—Quieres decir que esto será como una relación, con fidelidad, cariño y complicidad a la

hora de hacerlo.—Sí, exacto, parecerá una relación entre dos personas que deciden lo que quieren, pero no lo

será y esto tiene que quedar claro desde el primer momento.—Sí, sí, no cruzar la línea, me queda claro. Enzo, ¿por qué? Eres guapo, trabajas y tienes casa

y lo mejor que tienes es tu forma de ser, puedes conseguir a cualquier chica que desees, estoysegura. ¿Por qué? —Sentía impotencia.

—No sé si podré conseguir a cualquier chica, pero no me interesa. Quiero que seas tú y ya tehe dicho que tiene que ser así y no preguntes más. Hay cosas que no me apetece explicar, tendrásque aceptar eso si quieres quedarte.

Asentí resignada.—De acuerdo, no más preguntas. Enzo, una cosa. Necesitas… ya sabes. —Estaba

avergonzada.—¿Qué necesito, Sam? —No entendía lo que quería decir y a mí no me salían las palabras.—Pues eso…, probarme. —Sus ojos se abrieron como platos. —¿Cómo? —sonrió.—No te rías. —Le di un golpe en el brazo—. ¿Y si...?—Suéltalo ya, Sam, me tienes intrigado. —Se empezaba a relajar y volvía a salir el Enzo

divertido.

Page 47: No cruces la línea

—Vale, vale, ya lo digo, pero no me estreses. —Respire hondo—. Y si no te gusta como lohago o…, no es suficiente para ese dinero.

Dejó de sonreír y me miró de una forma tierna.—Sam, eso no va a pasar, sé que me gustará —dijo intentando tranquilizarme.—Eso no lo puedes saber, yo no soy una… —Me tapó la boca enfadado.—Una nada, será perfecto, confía en mí, estoy totalmente seguro.Su seguridad me hacía sentirme insegura, tenía la sensación de no dar la talla y me daba miedo

decepcionarlo. Le había pedido demasiado dinero y ni siquiera sabía cómo sería.—No quiero que vuelvas a ponerle nombre a esto, sobre todo porque no es eso que piensas

que es.—¿Ah, no? ¿No estoy vendiendo mi cuerpo por dinero? —dije enfurecida.—No te enfades, Sam, por favor y no, yo te ayudo con tu coche y tú me ayudas con tu

presencia.¿Cómo podía decir que lo ayudaba con mi presencia? Seguro que, si le decía que no, buscaría

a otra.—Deja de pensar en lo que estás pensando. —¿Cómo demonios lo sabía?—. Si no quisieras

seguir con esto, me gustaría que siguieras trabajando aquí, conmigo, como antes.Le miré por un momento a los labios y recordé el beso del gimnasio, tuve que volver a

concentrarme de nuevo.—De acuerdo, Intercambio Amistoso de Necesidades I.A.N. —sonreí, pero en ese momento

su cara cambió.Se puso blanco y se levantó, parecía incómodo con lo que había dicho, pero ¿qué?

¿Intercambio Amistoso de Necesidades? ¿I.A.N? Lo dejé pasar y no le pregunté por qué nopareció gustarle.

—Sam, una cosa. ¿Usas algún anticonceptivo?—Sí, uso la píldora. —No era porque me acostara con cualquiera, simplemente mi regla era

irregular y era una forma de regularla.—Perfecto. —Asintió con la cabeza y se fue.Mientras Enzo se dirigió a la ducha yo decidí volver a guardar mis cosas en la habitación, abrí

la puerta y por un momento pensé que me había equivocado.—Pero... ¿qué demonios es esto? —Estaba totalmente cambiada.Esa habitación era totalmente blanca y ahora había colores por todos los lados.

Evidentemente, los muebles eran los mismos, de color blanco, pero el edredón, las cortinas, unagran alfombra, todo era en tonos de unicornio, rosa, verde, celeste, lila y amarillo.

Sorprendida, me tapé la boca con las manos. Era precioso, y lo había hecho por mí, no habíaduda, sabía que me gustaban esos colores.

Me acerqué para ver los detalles, colgado en la pared había una silueta de unicornio, era unalámpara y la cama estaba llena de cojines esponjosos y peludos. No daba crédito a lo que teníadelante de mí.

¿Qué habría pasado si hubiera dicho que no? No hubiera pasado nada, pero… se habríagastado ese dinero para nada.

Me senté en la cama y me tumbé, recordé lo mal que lo pasé la última noche que pasé allí. Una parte de mí se sentía todavía más frustrada con todo eso porque me costaba aún más

comprenderlo. Era perfecto y tenía la impresión de que el coche me podía costar demasiado caroy no me refería al dinero.

Page 48: No cruces la línea

Cuando terminé de guardarlo todo, escuché el timbre de la puerta.—¡Voy yo! —grité.Pregunté quién era y una voz femenina me contestó.—Hola. ¿Está Enzo? —Me quedé pensativa antes de contestar.—Sí. Se está duchando. —¿Qué quería?—Había quedado con él. ¿Puedes abrirme? —preguntó.Abrí y esperé su llegada, expectante.Nos presentamos formalmente cuando nos vimos, ella se llamaba Lola. Evidentemente le dije

que era la interina y ella, muy educada, asintió.Era alta y morena, parecía seria y vestía muy bien, llevaba un traje azul con unos zapatos de

tacón a conjunto y un gran maletín.Sentía una enorme curiosidad por saber quién era esa mujer. Me sentí pequeñita a su lado, no

de forma literal sino emocional, me sentía inferior.—¿Quiere algo de beber? —No, muchas gracias.—Hola, Lola. —Esta vez venía con camiseta y zapatos—. Casi me olvidaba de que habíamos

quedado hoy. —Se acercó y la beso—. Pasa a mi despacho, por favor. Sam, si llama alguien dileque no me puedo poner. Cuando viene Lola no me gusta que me molesten.

—Está bien, no te preocupes. —Sonreí al ver que me miraba de forma cómplice.Mientras estaban reunidos di una vuelta por la casa, estaba limpia, no sabía si la había

limpiado él o había llamado a alguien, pero viendo lo que había hecho con mi habitación medecantaba más porque lo había limpiado él.

Como la comida estaba hecha, decidí hacer un gazpacho fresco para tomar después y asíocupar mi tiempo.

Una hora después, salían sonrientes del despacho de Enzo. Parecía haber complicidad entreellos, confianza,diría yo.

—Encantada de conocerte Samantha, me ha hablado Enzo muy bien de ti, espero que nosvolvamos a ver de vez en cuando por aquí. —Se acercó y me dio dos besos.

—Yo también lo espero, encantada. —Sonreí y miré a Enzo, parecía mucho más seguro de símismo, era otra persona desde que había hablado con ella.

Enzo la acompañó hasta la puerta de la calle mientras yo los observaba por la ventana.Hablaron y miraron hacia arriba, tuve la impresión de que hablaban de mí, a continuación, se

abrazaron y ella se fue.Lo esperé apoyada en la puerta, mientras subía seguro y alegre, el camino hacia la casa.—¿Quién era? —quizás no debería haber preguntado eso.Se quedó pensativo unos segundos.—Lo siento… no quería… —Me avergoncé.—No, no pasa nada. Te dije que tenía dinero de un seguro.—Sí. —asentí.—Es porque tuve un accidente, ella es mi médico y viene a esta hora a veces, porque tiene que

pasar primero consulta.Pensé que no debía preguntar más, estaba metiéndome donde no me llamaban y me había

contado algo que quizás no le gustaba recordar.Se quedó mirando y al ver que no seguía preguntando sonrió y me invitó a entrar en la casa.

Page 49: No cruces la línea

—Enzo, la habitación… —no sabía qué decir.—¿Te gusta? —preguntó expectante.—Es perfecta. ¿Quien la ha decorado? No creo que fueras tú —dije pensativa.—Es fácil cuando todo es blanco, solo tienes que poner en Amazon “decoración unicornio”

y… tachan. —No podía dejar de mirarlo con cara de sorpresa—. ¿Qué? Me estás avergonzando—dijo sonriendo—. Solo es decoración, no me mires como si fuera…

—Perfecto —solté para que no siguiera hablando.—Loco —dijo sonriendo.

Page 50: No cruces la línea

C A P Í T U L O D O C E

No podía dejar de pensar en lo que sentí cuando vi a Samantha en el gimnasio. Mi corazón secongeló por unos segundos y dejé de respirar. Su cara, su pelo suelto, su cuerpo…, en definitiva,ella estaba allí, había vuelto.

Cuando me quedó claro de que había venido para quedarse, no pude contenerme, sentía queestaba nerviosa y debía tranquilizarla, que viera que no sería como ella creía.

Cerré mis puños y conté hasta tres, me acerqué, pero cuando estaba junto a ella paré paradisfrutar del momento, para mirar su belleza y transmitirle tranquilidad, todo iría al ritmo quequisiera.

Temblaba ligeramente y acaricié su mano, al ver que me la aceptaba agarré su cuello consuavidad y la acerqué a mí con dulzura, como ella se merecía y la besé.

Mientras nos besábamos no podía dejar de mirarla, con esos ojos cerrados, relajándose ydejándose llevar. Todo lo negativo de esa semana había valido la pena solo por esos segundosjunto a ella.

El fin de semana dejé que se relajara y se acomodara tranquilamente. No quería que se sintieraviolenta ni obligarla a nada, que volviera la Sam de antes, divertida y bromista y volveríamos ahablar desde la confianza.

El lunes volvía a tener trabajo atrasado, últimamente no paraba de acumularse y mis hermanas,aunque tenían mucha paciencia, empezaban a agobiarme porque no entendían el motivo de miatraso.

A las dos y media todavía no había salido y me quedaban cosas por hacer, sentí no podercomer con Samantha ese día.

—Enzo, ¿puedo pasar? —la voz de Sam conseguía que desconectara rápidamente de lo queestaba haciendo.

—Entra. ¿Vienes a traerme picoteo de albañil? —bromeé.—Solo si tú quieres —Sonrió—. ¿Eso significa que no saldrás a comer hoy? —Frunció el

ceño.—Tengo mucho trabajo, la semana pasada…, bueno, nada. —Recapacité, no quería que se

sintiera culpable.—Por mi culpa supongo. Te dejé solo con tu trabajo, la casa y la comida. —Se quedó seria.—No, Sam, no es por tu culpa. —La sentía diferente, apagada—. Sam, ¿quieres que coma

contigo? —Si ella me lo pedía, saldría.

Page 51: No cruces la línea

—Sí —dijo sin mover ni un solo músculo de la cara.Cerré el portátil y separé la silla de la mesa para levantarme. Vi cómo me miraba los pies

descalzos y se reía, así que cogí mi sudadera fina que estaba apoyada en el respaldo de la silla yse la tiré.

—Eso es agresión. —me dijo—. Y tiene usted que tener un poco de respeto a la otra personade la casa y ponerse zapatos.

—Ah, sí, pues perdón por la agresión y no conseguirá que me ponga zapatos, señorita. ¿Puedeusted darme si no le importa, el arma blanca con la que le he agredido? —Me apoyé en la puerta aescasos centímetros de ella.

—Me temo que no, tendrá usted que cogerla. —Salió corriendo hacia el jardín por la puertadel gimnasio.

—¿Estás segura, Sam? Sabes qué ganaré yo y te estás acercando demasiado a la piscina, conlo que eso conlleva.

Escuchaba su risa escondida detrás del muro, llegué sigilosamente y la atrapé. Estuvimosforcejeando por conseguir la sudadera hasta que logré tirarla al césped y atarle las dos manos conella, de manera que estaba sentado encima suya agarrándole los brazos sobre su pecho.

—Te gustaban las cosquillas, ¿no, Sam? —Verla sonreír y disfrutar de esa manera me hacíafeliz, por fin habían pasado esos días raros en los que no terminábamos de ser los que éramosantes de que pasara todo.

—No te atreverás —amenazó.—¿Eso crees? —No paraba de reírse y ni siquiera la había tocado—. ¿Por aquí era? —Con un

solo dedo le tocaba por la parte de la cintura.—¡¡No, no!! Por favor, no, para. —Ya sabes qué tienes que hacer —Me acerqué más a ella para escuchar bien cómo me hacía

la pelota.—¡Bésame! —soltó.—¿Cómo? —Me cogió de imprevisto, pero reaccioné en un segundo.Posé mis labios sobre los suyos. ¡Joder! Sabía tan bien. No veía el final de ese beso y la cosa

subía poco a poco de nivel. La posición de nuestros cuerpos uno sobre el otro y la pasión quedesprendíamos hacía que me costara frenar esa situación, pero… no era el momento.

Me separé y la ayudé a levantarse.—Comamos —dije mientras tiraba de ella por la sudadera que todavía tenía anudada a sus

manos.La comida fue demasiado tranquila, Sam casi no pronunció palabra y desde el beso parecía

ausente.—Sam, ¿vas a decirme qué te pasa o quieres que yo lo adivine? —Solté los cubiertos y la

miré.—No me pasa nada, no sé por qué lo dices. —Siguió comiendo como si nada.—Sam, si quieres que esto funcione tienes que ser sincera conmigo y decirme lo que piensas,

yo haré lo mismo en lo que pueda. —Levantó la mirada y dejó de comer.—¿Sigue habiendo algo? —preguntó—. Quiero decir... ¿No te has arrepentido? —Estaba

confusa.Me sorprendió tanto la pregunta que no supe qué decir en un primer momento.—¿Por qué dices eso? —Encogí los hombros mientras preguntaba.—No se… el fin de semana casi no me has hablado, llevo tres días y no me has pedido nada y

ahora el beso…, has parado. ¿Y crees que es difícil pensar que te has arrepentido? —su voz era

Page 52: No cruces la línea

casi inapreciable. Me levanté y me acerqué a ella, agarré sus manos y la miré fijamente.—Te he dicho que esto no es lo que pensabas Sam. Yo no voy a pagar por sexo. Necesito que

estés preparada y que sea algo mutuo, entre los dos, que no te sientas obligada a hacer nada y paraeso necesito que vuelva la complicidad que teníamos.

Su mirada empezaba a suavizarse.—Deseo más de lo que crees estar contigo y me ha costado mucho, pararme hoy, pero creo que

tiene que ser poco a poco, no quiero que te vuelvas a ir porque nos hemos precipitado. Heintentado darte primero tu espacio, para que cuando realmente te apetezca, me busques, pero noporque creas que debes hacerlo. ¿Entiendes? —Solté su mano y acaricié su mejilla.

—Sí, perfecto —asintió—. Pero, ¿y si necesito un mes para estar preparada?—Pues esperamos un mes, no pasa nada Sam, te lo prometo, confía en mí. —Uní mis manos en

su espalda y la besé. Fue un beso corto pero intenso, para demostrarle confianza—. No hemoshablado de los besos, pero… si te molestan, pararé.

—No me molestan, puedes besarme, pero parecerá más una relación de pareja que unalaboral. —Me gustaba también ver la faceta tierna de Sam.

—Eso es lo que intento. —Esta vez fue ella la que me besó. —¿Por qué? —Tenía que dejar de hacerse esa pregunta o no funcionaría.—Sam, necesito que confíes en mí, nunca voy a mentirte, pero habrá cosas que no te cuente,

acuérdate de lo que te dije, esto tiene que ser así.—Lo siento, tienes razón, pero es…, no sé, me cuesta comprenderte, no volveré a hacerlo —

Una leve sonrisa hizo que le diera un casto beso.—Sam.—Dime, Enzo. —Parecerá una relación, pero no lo será, tienes que recordarlo. —Cerró ligeramente los ojos

—. No podemos sentir nada el uno por el otro, me refiero a nada sentimental. —Evidentementepara mí era tarde pero no quería que a ella le pasara lo mismo.

No dijo nada, pero se separó y empezó a recoger la mesa, parecía frustrada.—Bueno, vuelvo a trabajar —dije, esperando que dijera algo. —Sabes que hay una línea muy fina jugando a esto, ¿verdad? —Sam volvió ligeramente la

cara sin llegar a mirarme.—Tendremos que correr ese riesgo.—Bien, de acuerdo. —Siguió fregando.—Bien.

Poco a poco nuestra complicidad iba en aumento, empezamos a hacer ejercicios todas las tardesjuntos, como hasta hora, bromeando, pero sin contacto físico, quería que fuera ella la que diera elpaso y que no se sintiera obligada a nada.

Las noches se hacían duras pensando que la tenía tan cerca, en mi propia casa, pero tan lejosporque no estaba entre mis brazos, que era el lugar donde me gustaría tenerla.

El jueves por la noche, después de la cena le pregunté si quería ver una película conmigo,después me arrepentí, si le hubiese dicho una serie tendría la excusa perfecta para verla todas lasnoches y pasar un rato junto a ella, aunque fuera solo viendo la televisión.

Le gustó la idea y me quedé sentado en el sofá esperando que llegara para elegirla juntos. Esta

Page 53: No cruces la línea

vez me puse el pijama entero, no quería violentarla. Al ver que tardaba me acerqué a suhabitación, quizás se hubiese arrepentido.

—Sam. ¿Puedo entrar? —No quise hacerlo sin que me hubiese contestado.—Sí, un momento, estoy hablando con mi padre por teléfono. Volví a sentarme cuando ella apareció con un camisón ancho de tirantes, blanco.—Guau, Sam. Estás preciosas con ese camisón. —Acto seguido me arrepentí de decirle eso

—. Bueno no… o sea, sí… Quiero decir que estas muy guapa de blanco. —Intenté arreglarlo, perolo empeoré.

—Tranquilo, Enzo, sueles verme de colores, te he entendido —sonrió.—¿Quieres palomitas, Sam? —No esperé a que me respondiera y me levanté.Las hice, las eché en un bol y les puse sal.—¡Sam, ve buscando en Netflix alguna que te guste! —grité desde la cocina.—Está bien —respondió.Llegué y me senté junto a ella en el sofá grande. Estaba peleándose con el mando de la

televisión, intentando buscar algo que poner.—Me rindo, elige tú. Me gusta todo y no me puedo decidir. —Me miró con esos ojos oscuros

en los que te podías perder.Suspiré y le quité el mando con cara de enfado.—No se te puede dejar nada encargado, Sam —lo dije en broma para hacerla rabiar.—Pero bueno… —Su cara de asombro me hizo reír. —No estamos empezando bien, señor.—Sam, Sam, que nos conocemos, tranquilicémonos o terminaremos liándola —bromeé.—A qué te refieres. ¿A esto? —Tiró un puñado de palomitas dentro de mi camiseta.Nos quedamos mirándonos hasta que intentó escapar, pero la pude agarrar por la parte trasera

del camisón haciendo que se cayera de culo.Se quedó sentada con la cabeza oculta entre los brazos sin decir nada.—Vamos Sam, no te has dado fuerte. No intentes engañarme.Seguía sin moverse.—Sam, no cuela, levántate. —La miré desde otra perspectiva.Empecé a escuchar un leve sollozo, temía que me engañara, pero podía ser verdad y yo estaba

pasando de ella.—Sam, Sam, ¿te encuentras bien? —Me senté junto a ella en el suelo y le retiré el pelo para

intentar verle la cara. Vamos Sam, háblame, por favor. —Eres muy bruto, solo he hecho una broma y tú me has tirado al suelo. —Me quedé

paralizado al escucharla sollozar.—Sam, yo… lo siento. —Le pasé el brazo por la espalda, me sentía fatal—. Júrame que no me

estás mintiendo, Sam.—¡¿Acaso crees que mentiría en esto?! —gritó.Tenía mis dudas, pero tenía que creerla.—Sam ¿dónde te duele? Quizás pueda ayudarte a levántate. Sam, Sam —suspiré fuertemente

—. Sam, fui médico, dime dónde te duele, por favor, estás empezando a preocuparme.—¿Fuiste médico? —Levantó la cabeza, sorprendida.—¡Vamos, Sam! Me has mentido. —Me enfadó y me levanté frustrado.Al verme la cara se asustó y me siguió.—Lo siento, Enzo, solo era una broma, como la del otro día, ¿qué tiene de diferente? ¿Por qué

te pones así? Me estás haciendo sentir mal, Enzo.—Joder, me has hecho decir que fui médico —dije enfurecido.

Page 54: No cruces la línea

—¿Y qué pasa? Deberías de estar orgulloso. Si hubieses sido un asesino psicópata o unviolador, lo entendería, pero médico. —Quería enfadarme, pero la vi de pie abrazándose elcuerpo con las manos y encogiendo los hombros y me sentí mal, ella no tenía la culpa.

—No pasa nada, Sam, simplemente no quiero recordar esa parte de mi vida. Lo siento, tú notienes la culpa.

—Si no tuvieras tantos secretos, todo sería más fácil. —Se acercó a mí tímidamente—. Novoy a preguntarte nada con respecto a eso. Perdóname. —Podía ver el arrepentimiento en sus ojos.

—Perdóname tú a mí. —Me acerqué y la abracé.No quería que se terminara ese abrazo, me sentía bien junto a ella, me sentía fuerte.—Sam.—Dime. —Levantó la mirada.—¿Puedo besarte? —Cerró los ojos y levantó tímidamente la comisura de sus labios.—No me lo tienes que preguntar, Enzo. —Se puso de puntillas y nos besamos.—Bueno, dejemos las bromas para otro día —dijo mientras se sentaba en el sofá. —¿Y si

vemos una serie? Mira esta, “You”. Creo que va de un psicópata que acosa a mujeres o algo así.—Me miró con los ojos entrecerrados.

—Noooo, eso no soy yo, por si me estás mirando así por eso. —Sonrió—. Es totalmenteincompatible conmigo.

—Me alegro. Entonces veremos ”Vecino”. En la vida hay muchos problemas y qué mejor queun poco de humor para combatirlo. —Sabía que lo decía por mí, en el fondo era una forma decuidarme.

—Enzo, mi padre celebra este sábado su aniversario y… —se quedó callada, pensativa.—¿Quieres que te lo dé libre? No hay problema, cógelo. —Era algo comprensible.—Nooo. ¿Estás loco? ¿Cómo voy a coger más días después de que faltara la semana pasada?

—Su cara de sorpresa me hizo reír.—Entonces, ¿qué?—Me ha dicho que le gustaría que fueses. Ya sabes cómo son los padres.—Sam, ¿le has dicho algo a tu padre de lo nuestro? —Me sentí aterrado.—Claro que no. Nunca lo comprendería. Pero vivo con un hombre que no conoce y los padres

son así. No te hará ningún cuestionario ni nada… creo. Solo quiere saber quién eres.—Sam, no sé qué decirte. —No digas nada, decídelo de aquí al sábado. No te preocupes. —Cogió mi mano para

tranquilizarme porque se dio cuenta de que me puse tenso.—Es una tontería. Puedo llamarlo si quieres. —Intenté convencerla, pero vi su cara de súplica

—. ¿Te gustaría que fuese, Sam? —No debí preguntar porque no tenía pensado ir, pero necesitabasaberlo.

—Claro que sí. Me haría mucha ilusión. No habrá mucha gente, solo sus amigos íntimos y losmíos —dijo acelerada.

—¿Irá Leo? —¿Por qué demonios había preguntado eso?—Sí, claro. ¿Por qué lo preguntas? —Sus ojos me miraron expectantes.—Solo curiosidad, quiero ver el chico que no sabe valorar lo que tiene delante. —Me acerqué

y la besé.—Si no fuera un trabajo pensaría que estás celoso. —Puso los ojos en blanco.—No. Ahora eres mía. —Sus ojos brillaron por un segundo y seguimos viendo la serie

abrazados en el sofá.Sería tan fácil acostumbrarse a eso que me aterraba sólo el pensar en el día que se terminara,

Page 55: No cruces la línea

pero ese era el momento de disfrutarlo.

Al día siguiente, Sam se fue. La vi ilusionada con la idea de que apareciera por allí y sentí unasensación amarga al despedirme porque eso no ocurriría.

No me había vuelto a preguntar si me acercaría, pero solo había que verla, lo sonriente queestaba cada vez que hablaba del aniversario.

A las diez de la noche me sentía como una mierda y pensé en llamarla porque si no lo hacía nopodría concentrarme en todo el fin de semana.

Un tono… dos tonos… tres tonos… cuatro…—¿Sí? —Se escuchaba música de fondo.—Hola, Sam. ¿Te lo estás pasando bien? —Me sentía mal.—Hola, Enzo. Estaría mejor si estuvieras aquí, pero sé que no vas a venir. —¿Por qué lo dices? —Me sorprendió su comentario.—Porque no somos pareja, ¿lo recuerdas? Eres mi jefe y no te tienes que sentir obligado a

esto. Soy mayorcita y mi padre lo tiene que entender.No pude seguir hablando, me dolía darle la razón en eso. Daría lo que fuera porque estuviera a

mi lado en ese momento para abrazarla y agradecerle su comprensión.—Sam…, eres perfecta —necesitaba decírselo.—¿Por qué me dices eso? —En ese momento me arrepentí, pero ya estaba dicho.—No sé, no me hagas caso. ¿Puedes decirle a tu padre que se ponga?—¿Lo dices en serio? —parecía sorprendida.—Quiero darle las gracias por invitarme y disculparme por no poder asistir. —Dentro de lo

malo quería hacerlo lo mejor posible. Todo por Sam.—Dios, gracias, Enzo, pero no tienes por qué hacerlo, de verdad… —Parecía emocionada. —Lo sé, pero me apetece. Quiero que tu padre sepa que estás en buenas manos —Sonreí.Estuve hablando un rato con el padre de Sam, un hombre encantador, me hizo un pequeño

cuestionario, pero me pareció normal, incluso divertido. Era un buen hombre y era evidente quetenía devoción por Samantha.

Antes de colgar se volvió a poner Sam al teléfono.—Gracias. Prefería que vinieras, pero, te agradezco mucho lo que has hecho —su voz era

dulce y no veía el momento de tenerla entre mis brazos.El domingo se me hizo largo, pero por fin llegó la hora de que volviera. Habían pasado veinte

minutos y todavía no había llegado.¿Le habría pasado algo? ¿Se habría enfadado porque no fui y ayer solo disimulaba frente a la

familia? No podía ser eso porque creo que sentía lo que decía.A las nueve y media llegó sonriente.—Hola, ayúdame, que vengo cargada. —La mujer de su padre le había dado tuppers con

comida que había sobrado—. Hoy no hay que cocinar. —Me guiñó un ojo.Mientras comíamos no paró de hablar, me contó todo lo ocurrido en la fiesta, lo bien que se lo

había pasado y lo mucho que había bailado. Yo solo me resignaba a estar callado y escuchar yaque el sentimiento de culpabilidad me invadía y antes de que terminara de hablar lo solté.

—Lo siento, Sam —tenía que decírselo.—¿Qué sientes? ¿No ir? Me hizo mucha ilusión que llamaras. —Se levantó y se sentó en mi

rodillas, me encantaba esa parte cariñosa que tenía—. Si te soy sincera al principio de la fiesta

Page 56: No cruces la línea

estaba totalmente desilusionada, por alguna extraña razón quería verte allí, incluso hubo unmomento en el que me enfadé un poco. ¿Qué extraño, verdad? Con lo pesado que eres —bromeó—. Pero cuando vi tu número llamando me dio un subidón. Sentí que te estabas acordando de mí.

—Claro que me estaba acordando de ti. Y le agradecí mucho el detalle a tu padre y a su mujerpor invitarme, es lo mínimo que podía hacer, aunque realmente lo hice por ti, sé que querías quefuera. —Se acurrucó entre mis brazos y le besé la frente.

Nos miramos y nos besamos. Cualquier tiempo que estuviera con ella me parecía poco.—Bueno, acostémonos, que mañana toca madrugar —dijo mientras se bajaba de mi regazo—.

Buenas noches, Enzo.—Buenas noches, Sam.Llegué a mi cuarto y me acosté, me costó un poco coger el sueño, pero después de dar varias

vueltas en la cama me quedé dormido.A media noche sentí unos besos en el cuello y un susurro en el oído.—¿Qué tengo que hacer? —Los besos seguían su camino hacia mi boca—. ¿Que hago, Enzo?

—Estaba soñando con Sam.Abrí los ojos y no, no estaba soñando, era Sam, preciosa, con el camisón blanco y sobre mí,

preguntándome.—Sam —pronuncié su nombre.—Enzo. —Se sentó sobre mí—. ¿Qué tengo que hacer? No sé qué quieres que te haga o… no

sé. —Parecía insegura, algo inusual en ella.—Sam, no tienes que hacer nada, preciosa. —La tumbé y me quedé mirándola unos segundos.—No sabía que ponerme ni si te apetecería hacerlo…, tampoco sé si tengo que hacer algo

especial… no sé, Enzo. —Parecía preocupada.—Estás preciosa así, Sam, solo te necesito a ti, me da igual lo que lleves o lo que hagas. —

Acaricié su mejilla con suavidad—. Y por supuesto que tengo ganas, puedes despertarme cuandoquieras de esta manera.

Sentí que se tranquilizaba y empecé a desnudarla despacio, era perfecta.Todo fue mejor de lo que había imaginado, quería cuidarla, mimarla, que se sintiera especial,

lo que era, una mujer hermosa y maravillosa que me estaba volviendo loco con su cuerpo y sudulzura.

Sus besos me llevaban a otra dimensión, sus caricias me erizaban el vello de la piel y surespiración acelerada me oprimía el pecho de tal manera que moriría en ese momento si tuvieraque soltarla. Verla disfrutar de esa manera me volvía completamente loco.

Cuando terminamos la abracé, la acurruqué entre mis brazos para que sintiera mi apoyo. Bajoningún concepto quería que se sintiera utilizada ni nada por el estilo, sabía que no sería fácil paraella.

Nos quedamos allí acostados, en silencio y pensativos, no dejé ni un segundo de acariciar subrazo con dulzura y besar su hombro con delicadeza, que no pensara en nada que fuera sucio enese momento.

Page 57: No cruces la línea

C A P Í T U L O T R E C E

Me acurruqué con la almohada y apagué la luz. Cerré los ojos y recordé los besos de Enzo, lo queme hacían sentir y me estremecí.

¿Cuándo estaría preparada? ¿Sería verdad que me esperaría, aunque tardara?Qué demonios, estaba preparada desde hacía días a estar con él, a lo que no estaba preparada

era a asumir que lo haría por dinero.En algunos casos, como el de hoy cuando llegué, le hubiera dado cualquier cosa que me

pidiera, pero… no comprendo por qué tiene que ser de esta manera. La forma de tratarme tampoco ayuda, quiere que parezca una relación, pero… por qué no la

busca como todo el mundo.Solo tenía preguntas y más preguntas, pero no quería volver a insistir en el mismo tema, ya me

dejó claro que tenía que ser así si aceptaba. Solo esperaba no pasar la línea tan fina que habíaentre relación y trabajo.

Definitivamente no podía dormir, me tomaría un vaso de leche y lo intentaría más tarde.Estando en la cocina recordé la llamada a mi padre, realmente no tenía que hacerlo, pero lo

había hecho, yo me había empeñado en que debería haber ido, pero tenía que meterme en lacabeza de que no era mi amigo, era mi jefe.

Había llegado el momento, él había hecho eso por mí y yo haría esto por él…, bueno y pormí.

Me armé de valor y me dirigí a su habitación, estaba cerrada y llamé, pero no escuchaba nada.—Enzo. ¿Enzo, estás despierto? —Abrí con cuidado y me asomé. Estaba dormido.El corazón me bombeaba fuertemente y mis piernas parecían un flan. ¿Y si no quería? Me

moriría de vergüenza. ¿Y si se enfadaba por entrar? ¿Y si quería que viniera con una picardía?Cada vez me sentía más insegura, pero quería hacerlo.

Subí por los pies de la cama sobre su cuerpo, solo tenía unos bóxers puestos. Poco a poco fuicaminando sin tocarlo con los pies y las manos a cada lado de su cuerpo y cuando llegué a laaltura de su cara paré. Estaba tan guapo dormido… Su barba desarreglada le daba un toquedescuidado pero atractivo al mismo tiempo y su fuerte pecho me hacía sentir segura.

Durante un rato me quedé allí, como una loca observándolo. ¿Qué pasaría si despertara y meviera de esa manera?

—Vamos Samantha —dije en voz baja.“Has sido atrevida toda la vida, sabes que él quiere, tú quieres, acércate ya.”Fui bajando poco a poco y le besé el cuello, se le puso la piel de gallina al momento. Seguí

dándole besos castos y sensuales para ver si se despertaba, pero solo se estremecía. —¿Qué tengo que hacer, Enzo? —Fui poco a poco besándolo hasta llegar a la boca—. ¿Qué

Page 58: No cruces la línea

hago, Enzo? —Por fin abrió los ojos.Primero parecía extrañado, casi no podía respirar pensando en que me echara y que no fuera

el momento, fueron unos segundos angustiosos.—Sam. —Me encantaba escuchar mi nombre en su boca.Me senté frustrada, mi seguridad desaparecía y no sabía por qué, yo no era así.—¿Qué tengo que hacer? —pregunté avergonzada.Dios, esto era una mierda, seguro que no se lo había imaginado así, seguro que quería un

striptease y una picardía puesto.—No sabía qué ponerme, ni sé qué quieres que haga. —Mi preocupación era cada vez más

grande.—Estás preciosa así Sam, solo te necesito a ti, me da igual lo que lleves y lo que hagas. —

Esas palabras lograron que mi inseguridad y mi nerviosismo desaparecieran.Me tumbó en la cama y me hizo sentir maravillosa, sus besos suaves, húmedos y sus caricias

intensas solo intentaban que mi cuerpo llegara al máximo nivel, pensando más en mí que en él, yosimplemente estaba allí, dejando que hiciera conmigo lo que quisiera, era suya en ese momento yno quería que fuera de otro modo.

Tenía razón, no era lo que yo había imaginado, esto no era el sexo por dinero que yo tenía enla cabeza.

En mi mente era un sexo sucio, haciendo lo que la otra persona te pedía sin rechistar y viendocomo babea sobre ti. Me había sentido la mujer más deseada y respetada del planeta, incluso másque en las ocasiones en las que había mantenido relaciones.

Al terminar me abrazó por detrás mientras yo me zambullía en mis pensamientos. Seguíasiendo igual de especial, a pesar de haber terminado todo, me besaba el hombro haciendo que seme estremeciera todo el cuerpo y me acariciaba con dulzura provocándome seguridad.

Empecé a encontrarme tan bien con él que me asusté. ¿Qué demonios hacía ahora? Yahabíamos terminado…, iba a ser muy fácil acostumbrarse a esto y eso no me terminaba de gustar,esto era una mentira.

Sentí un nudo en la garganta y una picazón en los ojos que no podía soportar. Me negaba allorar allí en ese momento y menos por ese motivo.

“Es un trabajo, solo trabajo, no hay sentimientos”. Me repetía una y otra vez.—Necesito irme —solté antes de ponerme a llorar o que no me salieran las palabras.Me soltó y sin pronunciar palabra dejó que me fuera. Hasta en eso era perfecto, si hubiera sido

al contrario no hubiera parado de hacerle preguntas.Nada más entrar en mi habitación y ver toda la decoración, exploté, me senté en el suelo con la

espalda apoyada en la cama y tapé mi cara con las manos para que no se escucharan mis llantos.Tenía el corazón encogido y la sensación de ahogarme. Había pasado de estar asustada por tenersexo por dinero a estar asustada por sentir lo que había sentido. No sabía decir con palabras loque me había provocado, pero me había gustado demasiado y no me refería al sexo, era algo másíntimo.

Escuché llamar a la puerta, pero no contesté, esperé a que se fuera, pero no lo hizo.—Sam, voy a entrar, contestes o no —su voz estaba apagada—. Sam, Sam… —Giró el pomo

y pasó.Sus ojos se cerraron con fuerza cuando me vieron en el suelo llorando.—Tranquila, no volverá a pasar. —Estaba frustrado—. Esto no es lo que quería Sam, no me

compensa si te veo sufrir. En el trato entrábamos los dos. ¿Recuerdas? —Se acercó un poco, peroal ver que yo bajaba la cabeza paró. Lo único que me hacía falta era un abrazo suyo para liarme

Page 59: No cruces la línea

aún más.Después de unos segundos esperando alguna palabra mía, sin conseguirlo, se volvió hacia la

puerta. —Sam. —Volví la cara para mirarlo ahora que la distancia entre los dos era considerable—.

No te vayas, por favor. —Me partió el corazón. —Has traído alegría a esta casa.No tuve consuelo en toda la noche, tenía que salir de allí, aquello era una auténtica locura,

terminaría pillada por él y después, ¿qué? Él no era Leo, a él lo tocaría, lo besaría, lo abrazaría...era una locura. ¿Cómo no pude darme cuenta antes?

Terminé quedándome dormida con la única idea en la cabeza de huir, huir y huir.

A la mañana siguiente me desperté un poco más tranquila, era temprano así que me quedé tumbadaen la cama pensando en la noche anterior.

Sentía una extraña sensación en la boca del estómago que me hacía retorcerme cada vez quepensaba en Enzo.

Escuché ruido en la cocina y me levanté. Tenía los ojos totalmente hinchados de tanto llorar yme dolía la cabeza.

Allí estaba él, con un pantalón largo de chándal gris claro y una camiseta azul marino concuello de pico y algo extraño en él, llevaba los zapatos de deporte puestos. ¿Por qué tenía que sertan guapo?

Me fui acercando despacio, mientras lo observaba preparando la mesa, una mesa llena decosas deliciosas, zumo, café, pan tostado, magdalenas…

Giró la cabeza y me vio, pero no dijo nada, solo se sentó con los ojos entrecerrados.—Buenos días, Sam. He preparado el desayuno, no sé si… querrás sentarte. —No me miraba

a los ojos, parecía avergonzado.Totalmente en silencio me senté frente a él y me serví zumo.—¿Cómo estás? —preguntó sin levantar la mirada de la mesa.—Bien —contesté demasiado bajo.—No, no lo estás, tienes la cara hinchada de llorar. —Apretó los cubiertos con fuerza. —¿Cómo lo sabes si no me miras a la cara? —Estaba rota al ver lo mal que lo estaba

pasando.Nos volvimos a quedar en silencio.¿Por qué estaba así? Comportándose de esa manera me mandaba señales dudosas.—Supongo que… te vas —dijo casi en un susurro.—¿Quieres que me vaya? —pregunté casi sin voz.Levantó la mirada confusa.—Sabes que no. Pero... ¡joder! —Se tapó la cara con las manos—. Puedo ver tu cara así por

mi culpa. Sam, intenté que fuera perfecto y que no pensaras que soy un viejo verde o algo así,pero...

Estaba dándole un trago al zumo cuando lo escuché y me atragante.—¿Un qué? ¿Viejo verde? —Eso era lo último que pensaba.Me quedé pensando en sus palabras un momento y me reí.Me miró confundido.—¿De… de que te ríes? —Su rostro seguía sin mostrar nada que no fuera dolor.En ese momento tuve un impulso y me levanté dirigiéndome hacia él. Echó la silla hacia atrás

Page 60: No cruces la línea

y me metí entre sus piernas. Puse las manos en su pecho y sentí su alteración. —Siento haberte hecho sentir eso, Enzo…, fue perfecto, me sentí especial si era lo que querías

que sintiera y… nunca pensaré que eres un viejo verde. Eres un bombón. —Entrelacé mis manoscon las suyas y dejó caer su frente sobre mi frente.

—¿Quiere decir eso que no te vas? —Jugueteaba inseguro con mis dedos.No, claro que no, pero… quizás lo mejor será que no me hagas sentir tan especial.Me miró a los ojos y me los acarició con el pulgar provocando que los cerrara por el contacto

de sus caricias.—Eso será muy difícil, Sam. —Mi corazón estuvo a punto de explotar—. Me haces estar…

vivo.No podía decirme esas cosas y quedarse tan normal, él pensaba que estaba mal por cobrar por

sexo, pero no lo era y esto no lo facilitaría.—Esto es un trabajo ¿no? —Me separé un poco.—Sí. —respondió extrañado.—Tú no quieres que esto parezca un trabajo…, yo no quiero que parezca una… relación, o

por lo menos no tan intensa. Tiene que ser algo más intermedio.Sus ojos parecían desilusionados.—No me mires así. No puede ser tan perfecto o podría confundirme y eso será peor que

haberme sentido una pu…—Ya Sam, lo entiendo. —Me cortó—. Lo intentaremos. —Me miró con esos ojos cristalinos y

me besó.Esos besos que parecían tan sinceros y verdaderos, que me hacían perder la cabeza por

segundos, sentía una enorme sensación de pérdida de control y hacía que me costara muchopararlo. La cosa subía de tono y le ayudé a quitarse la camiseta, pero entonces pensé.

—Dios, lo siento, ayer te costó 200 euros y hoy otra vez… yo… yo. —Había olvidado por unmomento que eso le costaba dinero a Enzo.

—Sam, Sam, te he dicho que tengo el dinero de tu coche al completo, que pase cuando tengaque pasar por favor, no pensemos en eso.

Me cogió con sus fuertes brazos por la parte trasera de los muslos mientras lo rodeaba con mispiernas por las caderas y me llevó a su habitación.

Fue incluso mejor que la noche anterior, no había intentado ni lo más mínimo, hacer lo que lepedí porque volvió a hacerme sentir la mujer más maravillosa, preciosa y perfecta del mundo, consus atenciones.

Esa tarde mientras Enzo hacía deporte, yo salí a hacer algunas compras y preparé unas galletasde una receta que había visto por Internet. Estaba tan ensimismada decorándolas que no escuché aEnzo llegar. Me agarró por detrás y di un bote.

—Hey. Me has asustado. —Le di un golpe en el brazo—. Has estado poco tiempo haciendodeporte, ¿me echabas de menos? —bromeé.

—Pues claro —sonrió. —¿Vemos esta noche la serie? —pregunté.—Sí, claro. —Parecía tenso.—Voy a ducharme, princesa. —Me besó en la frente.Me volví para verlo y noté como cojeaba ligeramente de la pierna izquierda.Rápidamente lo llamé para preguntarle, pero me dijo que no era nada, que se habría lastimado

haciendo ejercicio.La tarde se fue poniendo cada vez más oscura hasta que terminó lloviendo. Siempre me había

Page 61: No cruces la línea

relajado la lluvia, ver por la ventana como el agua chocaba con los cristales me recordabamomentos de mi niñez como cuando mi madre se acurrucaba en mi cama por si la lluvia venía contruenos. Los truenos me aterrorizaban y no había conseguido a mi edad superarlos, empezaba asentir una presión en el pecho que me paralizaba.

¿Cómo algo que me gustaba tanto como la lluvia podía traer algo tan espantoso como lostruenos? Pero era así, un amor-odio.

Sobre las nueve estábamos cenando y preparando la serie para verla juntos.—Sigues cojeando —dije.—¿Qué? Ah sí, pronto se me calmará, no te preocupes —comentó quitándole importancia.Mientras veíamos la serie observé como ponía cara de dolor de vez en cuando, pero por

alguna razón lo intentaba disimular. Eso me tenía mosqueada, pero quizás fuera algo relacionadocon ese pasado suyo del que no quería hablar, aun así, intenté averiguarlo.

Estábamos uno a cada lado del sofá con las piernas hacia el otro y de vez en cuando me lasacariciaba con su mano así que no me costaría acercarme. Me incorporé y me senté sobre élagarrándole las manos.

Su mirada juguetona me hizo seguir. —Sam, no juegues con fuego que te puedes quemar.—Habrá que verlo —le respondí justo antes de empezar a hacerle cosquillas.—Ahhh. —Su cara se llenó de dolor.Puso sus manos sobre la cadera izquierda y bajé un poco su pantalón, asustada.—¡Enzo! —grité sorprendida tapándome la boca con las manos. En su cadera había una cicatriz que iba desde cerca de la ingle hasta la cacha del culo. —¿Por qué has hecho eso? —me gritó.—Yo… yo. —Me quedé sin palabras no esperaba que me hablara así, lo único que quería era

saber si estaba bien. —Lo… lo siento.Me apartó, se levantó y se fue, me quedé fatal, con la sensación de ser la peor persona del

mundo.Corrí hacia mi dormitorio y me puse un pantalón, una camiseta de deporte, una sudadera y las

zapatillas, necesitaba correr y despejar mi mente, no tenía claro si había sido culpa mía o no, perolo único que intenté era saber qué le había pasado, no me merecía esa contestación.

Me dirigí veloz hacia la puerta y justo cuando iba a salir sentí que me agarraba del brazo.—¿A dónde crees que vas? —gritó sorprendido.—A correr, necesito despejarme.—¿Tanto te ha impactado ver mi cicatriz? —dijo, confundido.—¿Qué? ¿Pero de qué hablas? Solo me sorprendí al verla porque pensé que te había pasado

algo malo para tenerla. Lo que me ha molestado es tu forma de hablarme, Enzo —grité impotente.—Lo siento, ha sido un acto reflejo, vamos dentro.—¡No! Me voy a correr. —Lo separé.—Claro que no vas a salir a correr —dijo intentando no parecer alterado.—Sí que lo haré. —¿Pero que se creía?—Sam, me da igual que salgas a correr, pero es de noche, está lloviendo y estás enfadada, no

voy a dejar que salgas y punto, te puede pasar algo. —Me miró intentando demostrar su lógica,pero yo tenía la mía y era que saldría para eliminar la frustración que sentía.

Acepté y le dije que me volvería a poner el pijama y en el momento en el que se despistó corríhacia fuera.

—¡¡Samm!! —Escuché sus gritos de fondo, pero los ignoré.

Page 62: No cruces la línea

Abrí la puerta que daba a la calle y salí. No llovía demasiado y sí que era de noche, peroestaban todas las farolas encendidas.

Miré hacia atrás, pero vi que no me seguía, no me alejaría mucho solo daría unas vueltas a lamanzana y volvería renovada, era una zona muy tranquila donde solo había chalets. Me costabamucho asumir la frustración y me di cuenta de que correr me renovaba, por eso empecé y megustaba tanto, me hacía resetearme y volver con más fuerza.

Las gotas de lluvia me caían sobre la cara y despejaban mi mente, el oxígeno de la noche, elolor a humedad y a plantas mojadas me relajaban y por fin empecé a sentirme mejor.

El teléfono no había parado de vibrar durante todo el camino, pero no quería desconcentrarmecon él.

Cuando estaba solo a veinte metros de su casa se iluminó todo y paré en seco. Al cabo de tressegundos se escuchó un enorme trueno que me hizo tirarme de rodillas asustada y acurrucarmejunto a un coche.

—Dios, no. —Tenía que llegar lo antes posible a su casa.De pronto empezó a diluviar, estaba empapada y sin pensarlo corrí lo más rápido que pude,

pero cuando estaba en la acera opuesta a la casa de Enzo volvió a iluminarse el cielo. Meacurruqué entre dos coches y me tapé los oídos con las manos.

—No, no, no —pronuncié una y otra vez.Llegó el trueno de una forma feroz, y empecé a llorar. No sabía qué hacer, no era capaz de

moverme de allí porque el cielo se volvió a iluminar en el momento en el que me iba a levantar.Esperé a que volviera a sonar cuando sentí la vibración de mi teléfono y lo cogí como pude.—¡¡¿Dónde coño estás Sam?!! ¡¡Joder!! —gritaba enfadado.—Enzo —sollocé.—¿Qué te pasa? ¿Estás llorando? —Parecía nervioso—. ¡¡Joder Sam!! ¡¡¿Por qué te has ido?!!

—no paraba de gritar frustrado.—Enzo... ven por favor —intenté decir llorando. —¡¡Mierda, joder!! ¡¡No!! ¡¡¿Dónde estás?!! —Escuche como no paraba de suspirar.—En… en la puer... puerta. —Colgué.Quise levantarme, pero me costaba y tardé un tiempo en hacer que reaccionaran mis piernas,

pero cuando lo intenté una luz apareció en el cielo, al segundo escuché como se abría la puerta dela casa, me vio al momento.

—¡¡Sam!! ¿¿Qué haces ahí?? ¡¡Ven joder!! —Estaba empapado, pero no podía hablar hasta queno escuchara el sonido.

Me tapé los oídos, me encogí todo lo que pude y llegó, un ruido ensordecedor que me nublabala mente y me oprimía el pecho paralizándome completamente y dejándome a merced del destino.

Levanté la mirada cuando pasó el estruendo y casi suplicante levanté el brazo hacia Enzo. Élseguía allí, en la puerta, dando vueltas de un lado a otro gritando que viniera hasta que volvió ailuminarse el cielo, en ese momento me hice una bola, pero sentí un tirón del brazo que me llevóhasta el techo de la entrada y al escuchar el sonido me abrazó.

—Tranquila, solo son truenos. —Sentía su calor, aunque nuestros cuerpos estuvierancompletamente empapados, me sentía protegida entre sus brazos y escuchar el sonido de sucorazón bombeando me relajaba.

Corrimos hacia la casa y nada más entrar me soltó y corrió hacia el baño. Empecé aescucharlo vomitar y me asusté. Corrí hacia él y me quedé allí sin saber qué hacer.

—Enzo ¿estás bien?, ¿te traigo agua? —Se sentó en el borde del baño pensativo, en su mundo.—Gracias —dije muy bien sin saber si era el momento o no.

Page 63: No cruces la línea

—¿Por qué lo has hecho Sam? —Me miró frustrado.No pude contestar y volví a llorar, esta vez de arrepentimiento.—Necesito dormir. —Se levantó, se lavó los dientes, cogió una toalla y se dirigió a su cuarto.Me fui frustrada, no sabía muy bien que había pasado, todo había sido muy raro esa noche y no

sabía el motivo por el que había vomitado. “Esto era más difícil de lo que pensaba.”Recogí toda el agua que había en el suelo y al limpiar su cuarto de baño me fijé que había

papeles manchados en la papelera, eso significaba que había vomitado más veces antes,seguramente mientras estuve corriendo. Me acerqué a su dormitorio y llamé para ver si estababien pero no contestaba, entré y me lo encontré con un pijama, el pelo mojado completamente ydormido. Me hubiera gustado acostarme con él y abrazarlo, estaba confusa porque había vistopánico en su mirada y no sabía muy bien por qué.

¿Sería por mí? O quizás… estaba enfermo y simplemente yo le di una preocupación más.Esa noche intenté no pensar y esperar al día siguiente.

Page 64: No cruces la línea

C A P Í T U L O C AT O R C E

Esa mañana me levanté tarde. Aunque hubiese caído una bomba no habría sido capaz dedespertarme así que, con un simple tono de despertador, menos.

Me dolía la cabeza, posiblemente del chaparrón que me había caído esa noche.No quería volver a pensar en eso, quería olvidarlo y pasar página, había pasado tal ansiedad

que tendría que llamar a Lola para conversar un poco en los próximos días. Era algo nuevo paramí y quería comentárselo.

Eran las doce y media cuando salí del dormitorio y me encontré con Samantha. Sus ojosreflejaban un sentimiento de culpabilidad que realmente no debía sentir.

Me acerqué a ella y mientras le cogía la mano le sonreí para que viera que todo estaba bien.—Y…, ¿bien? —Parecía extrañada.—¿Bien qué? —pregunté.—¿Me vas a echar la bronca de una vez? Mira, creo que no fue ninguna locura cuando lo hice,

el problema fueron los truenos que me dan…—Pánico —contesté.—Sí. Me encanta la lluvia, pero… los truenos no. —Se acercó un poco a mí permitiendo que

sintiera su aroma.—Prefiero no hablar del tema, Sam. —Agarré su otra mano y me puse frente a ella—. ¿Puedo

preguntar por qué me miras con esa cara? —Me sentía extrañado.Sam empezó a sentirse incómoda, pude notarlo porque no paraba de cambiar el peso de un pie

a otro continuamente.—Suéltalo ya, sé que quieres decirme algo. —Empecé a ponerme nervioso pensando en no

poder responder algunas de sus preguntas.Me soltó y posó sus manos en la frente, parecía totalmente confusa.—Enzo. No sé por dónde empezar, pero… —negó con la cabeza.—Habla —dije resignado.—Ayer… después de… bueno ya sabes, vomitaste. —Sam intentaba descifrar con la mirada

cualquier gesto que yo hiciera.—Sí. ¿Y qué? Me sentaría algo mal.—¡Enzo! ¿Quieres que me crea eso? —preguntó frustrada.—Joder, Sam…, sí. —Empecé a peinarme con las manos el pelo hacia atrás mientras

disimulaba mi nerviosismo.—Mientes, Enzo. Ayer vomitaste más veces y te quedaste dormido profundamente, hasta el

punto de levantarte a las doce. Nunca te has levantado tarde desde que estoy aquí. —Apretó lospuños.

Page 65: No cruces la línea

—No escuché la alarma, eso es todo. —Necesitaba que terminara esta conversación ya.—No, no es todo. Yo escuché la alarma, la apagué y te llamé y casi no podías contestarme.

¿Qué te pasa, Enzo? Cuéntamelo. —Su cara de preocupación me partía el alma, pero tenía queacabar ese interrogatorio ya.

—Sam, no tenías que entrar en mi dormitorio. —Sus ojos se abrieron como platos y mearrepentí al momento de decirle eso.

—¿Qué? Quieres decir que para practicar sexo sí, pero para preocuparme por ti no. —Ladecepción envolvió su cara y oscureció más aún sus bellos ojos negros.

—No… no he querido decir eso —intenté recular al momento.—Enzo, no voy a rebuscar en tus cajones ni nada de eso si es lo que piensas, solo me asusté y

me sentí mal por preocuparte y si piensas que voy a reaccionar de otra manera, estás equivocadoporque lo haré otra vez si vuelve a pasar. Si no quieres contármelo me parece bien, pero… todofue raro anoche.

Me acerqué tímidamente para abrazarla sin saber si se dejaría porque la necesitaba, todo loque había dicho en el fondo me encantaba. Me encantaba que se preocupara por mí porque yotambién me preocupaba por ella, quizás demasiado y anoche se notó.

A medida que me iba acercando ella subía la mirada, pero no se quitaba. Acerqué mi cabeza ala suya y la apoyé en su frente mientras la agarraba por la espalda y la envolvía entre mis brazos.

—Gracias por preocuparte por mí, Sam, pero no quiero que te sientas mal por mi culpa. —Besé sus mejillas hasta llegar a sus labios carnosos.

—No volveré a salir a correr lloviendo de noche, lo siento. Hay veces que cuando me frustronecesito salir, coger oxígeno puro, no volverá a pasar. —Se acurrucó entre mis brazos—. ¿A ti note pasa?

—No, no me pasa. Yo si me frustro me meto en mi dormitorio y duermo. —Me miró fijamentea los ojos, sentí que se tranquilizaba—. Puedes entrar cuando quieras en mi dormitorio.

Me abrazó con fuerza y se hundió en mi cuello provocándome un escalofrío que me recorriótoda la espalda.

Ya no era hora de trabajar y estar abrazado a ella era algo demasiado tentador así que decidíque nos tomáramos el día libre, pediríamos comida y no haríamos nada que tuviera que ver conlas obligaciones diarias.

Después de almorzar nos sentamos a ver nuestra serie, pero sentí la necesidad de hablar conella.

Quería preguntarle por el viaje, por los lugares que visitaría, por los hoteles en los quedormiría, sentí la necesidad de saber.

Ella me dijo que esperara un momento y a los cinco minutos llegó con un mapa de España enblanco y algunas zonas marcadas. En ese momento solo tenía una línea que llegaba desde Huelvahasta Almería y de Almería hasta Castellón. Según ella, visitaría pueblos y zonas que no solofueran las típicas donde iba la gente cuando hacía turismo, ella quería ver todo, lo que no se solíaver también.

—Porque la gente no vaya a verlo no significa que no sea maravilloso. —Sus ojos tenían unbrillo especial.

—¿Desde cuándo quieres hacer este viaje? —Me gustaba escuchar sus historias y su forma dever las cosas.

—No sé… bastante, pero quería hacerlo bien y no tener que volverme porque no tuvieradinero o se me estropeara el coche. —Sus ojos me atravesaron la mirada.

—Eso no pasará, ya verás —le dije, sonriendo.

Page 66: No cruces la línea

Fui jugueteando con la mano hasta que llegué a la suya sutilmente, pero ella prefirió saltarsobre mí mientras se reía a carcajadas.

—Todavía no te has afeitado la barba. ¿Por qué te la dejaste? —Jugueteó con ella haciéndomecosquillas con sus dedos.

—No tenía ganas de nada, ni de afeitarme. —Cerré los ojos y me acomodé aún más en el sofácon ella encima.

—¿Y eso? —Me besó suavemente los labios—. ¿Tan mayor estás? —Levantó maliciosamentela comisura de sus labios.

—No, bueno, sí. —Abrí un ojo para mirarla y lo volví a cerrar—. Porque te fuiste y pensé queno volverías. —Paró de inmediato y abrí los ojos.

Su rostro era serio y se incorporó sin dejar de mirarme.—Eso es mentira... ¿No? —Sus manos agarraban fuertemente mi camiseta.Sabía que debía mentirle y decirle que era broma, que solo me la había dejado larga por gusto,

pero de mi boca salió la verdad.—No. —Sus ojos me miraban con ternura en vez de sorpresa.—No me volveré a ir Enzo. —Sentí como el corazón me estallaba. Con la mirada intenté decirle que era la mujer más hermosa que había visto y que solo era

feliz cuando estaba junto a ella y quise creer que me decía lo mismo, aunque nunca dejaría que melo dijera de verdad, no sería justo para ella.

Tiré de su camisa y la acerqué a mí para besarla. Cada día me costaba más separarme de suslabios, de la suavidad de su cuerpo y del susurro de sus palabras unidas a esa sonrisa que daba luza la casa.

Teníamos tanta ansia por unir nuestros cuerpos que no llegamos al dormitorio, el sofá fuetestigo de nuestras caricias y nuestros besos mezclados con la necesidad de aprovechar el tiempoque nos quedaba por estar juntos porque… aquello tenía fecha de caducidad.

Nos quedamos acurrucados en el sofá, desnudos, sintiendo la calidez de nuestra piel sinhablar, solo pensando, envueltos en un aura un poco nostálgica. Quizás estuviera pensando lomismo que yo o quizás no.

—Sam. —Tenía la necesidad de que lo supiera y de saber lo que pensaba—. ¿Sabes que siseguimos haciéndolo todos los días… estarás muy poco tiempo aquí? Quiero decir queconseguirás el dinero muy pronto para tu viaje. —Esperé a que contestara, pero no lo hizo—.Sam, Sam —no quise insistir más.

Seguía abrazada a mí, sobre mi pecho y no podía verle la cara así que no sabía exactamentequé pasaba por su cabeza, solo sé que me abrazó más fuerte y siguió en silencio.

Al día siguiente me vestí con unos vaqueros, un polo y mis Converse, sabía perfectamente queSamantha me diría algo sobre eso.

Lola me había llamado para decirme que se pasaría por mi casa a lo largo de la mañana y nome gustaba que me viera demasiado informal.

—Hola, preciosa. —Estaba preparando el desayuno en la cocina.—Hola. ¿Hoy tendrás trabajo acumulado supongo? Te veré poco. —Puso morritos.—Intentaré hacerlo rápido para poder hacer ejercicio por la tarde. —Empecé a ayudarla a

preparar las tostadas.—Qué guapo estás vestido así y no estás descalzo, qué raro —dijo sorprendida.

Page 67: No cruces la línea

—Si…, bueno.Intentó que me sentara, no era la primera vez que sentía que no le gustaba que la ayudara con

las tareas, supongo que una parte de ella no entendía el porqué, pero era simple, para mí, no erami interina, para mí y mi espejismo, era mi compañera.

Mientras desayunábamos no podía dejar de mirarla y ella se daba cuenta.—¡¡¿¿Qué??!! —gritó.—Nada, ¿por? —Miré maliciosamente, estaba preciosa recién levantada con una camiseta

grande y los pelos alborotados. —Deja de hacer eso. —Golpeó mi pierna—. Estoy horrorosa, ¿no? —Intentó peinarse un poco

con las manos.—Sí, horrorosa, creo que comeré en otro sitio para no verte —bromeé.Cogió un trozo de pan y me lo tiró.—Sam, no empecemos así, que nos conocemos. —Intenté aguantar la sonrisa.—No te tiraré nada más porque estás muy guapo vestido y supongo que esperas a alguien. —Sí, viene Lola.—Pues entonces te mancharé para que no te vea tan guapo. —Volvió a tirarme un trozo de pan

y me levanté tan rápido que no le dio tiempo a escapar.La atrapé entre mis brazos por detrás y le soplé en el cuello porque sabía que le hacía

cosquillas.—¡Para, para! —Luchaba por escapar.—Explícame primero eso de que no quieres que me vea tan guapo. Ha sonado a celos. —

Mordí su oreja.De pronto se puso seria y dejó de jugar, empecé a sentirla incómoda con mi comentario.—¿Celosa de qué? De que mi jefe vea a su médica. —La solté y se levantó.—Era broma, Sam. —Empecé a ayudarla a recoger. —Lo sé. —Intentó sonreír sin conseguirlo—. Y deja que recoja yo. —Me sentí incómodo sin

saber que decir y me fui.Sobre las doce sonó el timbre de la puerta. Corrí a abrir por si Samantha seguía molesta

conmigo todavía. No había conseguido descifrar lo que pasó en el desayuno.Cuando llegué, Sam ya estaba vestida con unos vaqueros y una camiseta, abriéndole la puerta.—Hola, ehh… —Lola no recordaba cómo se llamaba.—Samantha —respondió ella.—Sí, Samantha, perdona soy un poco desastre para los nombres. —Era muy educada, siempre.—Hola. ¿Cómo estás? —la saludé.—Hola, Enzo, deseando hablar contigo.Sam parecía nerviosa, no paraba de jugar con sus manos y estaba allí petrificada y seria.—Está mal —soltó Sam de repente.—¿Cómo? —preguntó Lola, extrañada.—Que está mal, usted es su médica ¿no? Le duele la cadera mucho y cojea y el otro día estuvo

vomitando, varias veces. —Me miraba de reojo.La cara de Lola era un poema, no entendía nada de lo que pasaba y no comprendía el motivo

por el que esa chica le contaba eso.—Ehh… Enzo. ¿Puedes explicármelo mejor? Creo que me estoy perdiendo algo. —Su mirada

era de estupefacción.Cerré los ojos y suspiré. Sam había estado preocupada por mí todos estos días y no me había

contado nada.

Page 68: No cruces la línea

Al ver que no contestaba, Sam se me adelantó de nuevo.—No sé durante cuánto tiempo estuvo vomitando, pero sé que no fue solo cuando me recogió

de la calle, porque vi cuando se durmió que fueron más veces. —Su mirada me pedía perdón agritos.

—¿Cuándo te recogió de dónde? —preguntó sorprendida.—De la calle, el día de los truenos. Me asusté y él fue a recogerme y cuando llegamos corrió

al cuarto de baño.Lola volvió directamente la cara hacia mí con los ojos como platos.—Enzo, tenemos que hablar, ya. —Volvió la cara hacia ella—. Sam, muchas gracias por

contármelo, no te preocupes que miraré todo lo que me has dicho —Sonrió para tranquilizarla yeso me gustó.

Sam se volvió y se fue dejándonos en la puerta a los dos mirándonos, yo sin saber qué decir yella esperando que le contara todo.

Nos dirigimos hacia mi despacho, ella se sentó en la silla y yo en el sofá. No podía quitarmede la cabeza a Sam soltando todo eso, solo pensaba en salir y abrazarla para tranquilizarla.

—Primero... ¿Por qué le has dicho que soy tu médica? —preguntó.—Porque lo eres —contesté levantando la mirada.Negó con la cabeza y se pasó los labios por la parte superior de los dientes.—Y segundo... ¿Cómo lo has logrado? —Se levantó y se puso de cuclillas junto a mí.Cerré los ojos y tapé mi cara con las manos, todavía me costaba recordar esa situación.

Cuando Lola se fue corrí a buscar a Samantha, tenía que explicarme por qué no me lo habíacontado a mí, no quería que se preocupara de esa manera.

Estaba sacando la ropa de la secadora cuando la encontré. Le di la vuelta, la senté sobre ella yme separé.

—¿Por qué has hecho eso Sam? —dije mirándola atentamente a los ojos.—Lo siento —contestó ella.—¿Estabas preocupada por mí y pensabas que no le contaba mis cosas al médico? —Me dejé

caer en la pared y crucé los brazos.No hablaba, solo movía ligeramente los dedos de las manos para jugar con sus pulseras de

hilo.—Lo siento.—Eso lo has dicho ya Samantha —al pronunciar su nombre entero me miró y pude ver como

sus ojos se volvían brillosos y acumulaban en su interior lágrimas.Intentó hablar, pero no pudo, se tocó la garganta e hizo un gesto de dolor.—Sam, no llores —fueron las palabras mágicas para que una lágrima se escapara.—Te dije que la línea era muy fina —logró decir.En ese momento no supe reaccionar. Querría decir que no sabía cuándo era trabajadora y

cuando compañera, o que sentía algo por mí y por eso se preocupaba tanto.—Por favor, no te enfades, no volveré a meterme en tus cosas. —Su mirada me destrozaba.—Sam. —Me acerqué a ella y me metí entre sus piernas—. No estoy enfadado, pero… tienes

que dejar de ser perfecta —Miró sorprendida y sonrió—. Cuéntame las cosas cuando tengas unaduda y yo contaré lo que pueda, pero… me cuido, si eso te preocupa.

Asintió con la cabeza y me abrazó. Allí nos quedamos un rato disfrutando del calor de

Page 69: No cruces la línea

nuestros cuerpos.

Estuvimos toda la tarde juntos, jugueteando en el gimnasio, picándonos con los ejercicios ydivirtiéndonos y por la noche vimos una película abrazados en el sofá.

Al terminar la película me fijé en que estaba dormida, pensé en quedarme allí con ella toda lanoche, pero no quería dar ese paso por miedo al no retorno.

La llamé y abrió esos preciosos ojos con cara de sorpresa por haberse dormido allí.—Ya es tarde, acostémonos. —Se giró y me abrazó.—Cinco minutos. —Acaricié su pelo hacia atrás mientras la observaba dormir. ¿Qué

demonios estaba haciendo con esta chica? ¿Qué estaba haciendo ella conmigo?—Sam, venga, vamos a acostarnos. —Se estiró y se levantó.—Buenas noches, Enzo. —Se dirigió hacia su cuarto mientras yo la observaba.Cerré todas las ventanas, porque empezó a llover con más fuerza. Los días así no me gustaban,

me hacían sentir nostálgico, no sé qué veía de bonito Sam en la lluvia.Un estruendo me despertó, di un bote de la cama, había caído un rayo cerca porque se había

escuchado muy fuerte.Fui a encender la luz, pero no funcionaba, estaba seguro de que el rayo había caído en alguna

red eléctrica y había provocado alguna avería.—Sam. —Tenía que estar aterrorizada, asustada y a oscuras.Me levanté y me dirigí hacia su cuarto, pero cuando cruzaba la entrada vi una sombra que

corría en mi dirección, provocando un choque brusco.—¡Ahh! —gritó.—Sam, tranquila, estoy aquí. —Me abrazó fuertemente—. ¿Dónde ibas corriendo? —reí.—A buscarte. —Escuché levemente—. ¿Y tú? —preguntó sin soltarme.—A buscarte a ti. —En ese momento se iluminó toda la casa y la acurruqué cuanto pude. Podía notar el corazón de Sam palpitando sobre mi pecho y cuando tiró de mi camiseta

fuertemente.—Venga, vamos. —La cogí como a una niña y la llevé a su habitación.—No, por favor, quédate conmigo en el sofá —suplicó.—Aquí dormiremos más cómodos, princesa. —La tumbé en su cama y me acosté junto a ella

envolviéndola con mis brazos y mis piernas.—¿Venías a quedarte conmigo, Enzo? —preguntó sin mover ni un solo músculo de su cuerpo.—Pues claro, sé que te dan miedo los truenos. —En ese momento se volvió y me miró a los

ojos como si hubiera dicho algo especial.Se quedó pensativa unos segundos.—Enzo... ¿Quieres hacerlo?—¿Por qué me preguntas eso? ¿Quieres hacerlo tú? —Acaricié su pelo suavemente.—No, estoy aterrorizada. —Levantó la mirada hacia mí.—Sam, ¿entonces por qué me lo preguntas? —Me tenía confundido.—Porque si tú quieres lo haré.—Sam. —Me incorporé para mirarle a la cara—. ¿Crees que he venido aquí para acostarme

contigo? —No quería ni imaginar por un momento que pensara eso.—No, pero lo haría por ti. —Besé sus labios.—No tienes que hacer nada por mí, solo quiero que te sientas protegida esta noche así que

Page 70: No cruces la línea

duerme, princesa, y no pienses en eso. —Me agarró por las mejillas y me besó.

Me desperté boca abajo, sintiendo un peso sobre mí y unos besos que me recorrían la parte bajadel cuello. Un mordisco en el lóbulo de la oreja hizo que diera un respingo y sonriera. Lascaricias sobre mi espalda me erizaban el vello mientras sentía el peso de Sam completamentesobre mí.

Con un movimiento brusco la tiré hacia un lado y me tumbé sobre ella.—Que sea la última vez que me despiertas así —La besé.—Oye... ¿Se puede saber por qué? —dijo intentando hacerse la sorprendida.—Porque querré dormir todos los días contigo. —Empecé a tocarle las costillas para hacerla

reír.—De eso nada, no me has dejado sitio en la cama toda la noche, ha sido un horror.—Eso es mentira, Sam, no mientas —Reía sin parar.Nos tranquilizamos y nos miramos fijamente. Me incorporé y la besé. No hacían falta las

palabras cuando nuestros cuerpos hablaban. Le subí la camiseta y la tiré, acto seguido metí lasmanos por detrás de su espalda y desabroché el sujetador. Era hermosa, casi dolía ver lo preciosaque era. Mientras la besaba bajaba su pijama y ella el mío, por fin nuestros cuerpos no tenían nadaque los separase, ningún impedimento para disfrutar el uno del otro. La delicadeza de su cuerpo seunía a mis fuertes músculos y formaban una mezcla perfecta. Ver su rostro disfrutar me hacía sentirvivo, pleno, como si fuera lo único que me importara en ese mundo, que ella estuviera bien. Sufuerte respiración sobre mis labios hizo que terminara en una explosión casi mágica desensaciones olvidadas que pensaba que no volvería a vivir.

Page 71: No cruces la línea

C A P Í T U L O Q U I N C E

Llegó el sábado y sentí un nudo en el estómago, no quería irme, me apetecía quedarme allí.No tenía ningún plan para esa noche ni para el día siguiente y podría quedarme con Enzo.Después de hacer todo lo referente a la casa y preparar la comida me metí en la piscina.—¡¡Enzo!! —grité—. ¡¡Enzo!! —Apareció como siempre, con un chándal, sin camiseta y

descalzo.—Báñate conmigo. —Su cara de pillo me hizo estremecer.—No me apetece, pero... ¿cómo me puedes convencer? —Sonrió.—Te espero sin bañador —bromeé.—Eso está hecho. —Se desnudó por completo y se tiró a la piscina.¿Pero qué hacía? Estaba loco. Al verlo bucear hacia mí, intenté nadar tan rápido como pude hasta el bordillo, pero cuando

tenía medio cuerpo fuera del agua tiró de mí y me hundió.—Hey..., tienes el biquini —dijo mientras tiraba de los tirantes.—Por favor no me hagas reír que no doy pie y me ahogo. Yo me lo quito, yo me lo quito.Me llevó a la parte de la piscina que daba pie y me soltó.Se fue a bucear y cuando volvió ya me había desecho de él. Se quedó mirándome, sin tocarme

mientras yo, avergonzada, me tapaba.—¿Qué haces? Te he visto desnuda.—Sí, pero no te quedas mirando como un gilipollas. —Le tiré agua a la cara.—Sam, te vas a arrepentir de echarme agua. —Empezó a nadar poco a poco hacia mí.—Espera… espera… —Solo pensar en lo que me haría cuando llegara, me erizaba el vello.Me arrinconó en la esquina de la piscina y se hundió en mi boca. Nuestros cuerpos

resbaladizos no podían estar quietos.Escuchamos a lo lejos el timbre de la puerta.—¡Joder! ¿Quién será? —No podía disimular el fastidio.—Tendré que abrir, preciosa. —Me besó y salió.Cogí una toalla y me fui corriendo a mi cuarto para vestirme, pero cuando salí no había nadie

en la casa.—¿Quién era, Enzo? —pregunté extrañada.—Creo que mis hermanas porque no esperaba a nadie más. Miraré el móvil por si me han

llamado. —Fue a buscarlo mientras yo me sentaba en el sofá pensando en que esa noche tenía queirme a casa de mi padre.

Escuché como sus pies descalzos se dirigían nuevamente hacia mí. —Qué pena, con lo buena que estaba el agua hoy —bromeó mientras me tiraba un cojín—. Era

Page 72: No cruces la línea

mi hermana, ya se pasará otro día.—Enzo, ¿sales este fin de semana?—¿Qué? Eh… sí, no… no sé. ¿Por qué? —Parecía nervioso.—Estaba pensando en… quedarme aquí. —Me miró extrañado.—¿Pasa algo, Sam? ¿Tienes algún problema con tu padre? —Se sentó junto a mí con esa cara

de comprensión que me encantaba.—No…, es solo que.., bueno no sé. Es una tontería quizás. —Me sentí avergonzada porque

seguía mirándome con cara de curiosidad.—¿Quieres que salga para quedarte aquí? ¿Es eso? —No pude contener la risa.—No, tonto, quiero quedarme contigo. Solo si te apetece y no tienes planes. No quiero que sea

un compromiso. —Sentía como los latidos iban en aumento.—Creo que es mala idea, Sam. —Fue como si el corazón se me parara y una sensación de

decepción me invadió.—Vale, vale, sí, es verdad, es una tontería. —Intenté disimular mi decepción. —Necesitarás tu

espacio, es obvio.—Es que si te quedas tendremos que seguir donde lo dejamos en la piscina, porque esa imagen

no se me borra de la mente. —Me relajé al segundo y respiré.—Tonto. —Le volví a tirar un cojín, pero lo paró con facilidad.—Sam. Te puedes quedar cuando quieras, mientras vivas aquí, esta es tu casa también y…, a

mí me encanta que estés. —Se acercó y besó mi mano.—¿Seguro que no tienes planes? —Hundí mis cejas, inseguras.—Este plan siempre será mejor. —El pecho se me infló y podía explotar de felicidad en ese

mismo instante.—Tengo una idea, Enzo, acompáñame. Lo llevé a mi habitación y le dije que se acostara en la cama.—Tienes que tener la mente abierta —Sonrió al escuchar la frase.Cogí un pañuelo del cajón y le até las manos al cabecero de hierro forjado blanco. Le bajé los

pantalones y los tiré. Al ver que miré se cicatriz se sintió incómodo, pero sonreí y la acaricié paraque se relajara. Me encantaba ver la cara de curiosidad que tenía.

Bajé de la cama y poco a poco me desnudé frente a él. Sus ojos ardientes reflejaban pasión. —Ahora empieza el juego. —Lo miré de forma maliciosa, subí a la cama sobre su cuerpo y lo

besé de forma efusiva, acto seguido me senté junto a él.—Escucha las normas atentamente. —Fui separándome de la cama lentamente.—Sam, este juego está empezando a no gustarme. ¿Dónde vas? —dijo al verme reír.—Llegaré a la piscina, me bañaré y si en cinco minutos no has llegado pensaré que no quieres

bañarte conmigo y saldré. —Conté pausadamente mientras abría los ojos como platos.—¡¡Saaam!! —gritó mientras salí corriendo hacia la piscina.Me bañé tranquilamente y nadé de un lado a otro, había hecho el nudo a conciencia para que

no se pudiera escapar. Salí de la piscina para tirarme de un extremo y bucear hasta el otro, el agua estaba genial. —Uno, dos y tr… —Escuché un ruido detrás de mí, me volví y sentí como se abalanzaba

sobre mí y agarrándome fuertemente me tiraba a la piscina.¿Cómo diablos se había soltado? Empezó a forcejear conmigo intentando montarme en sus hombros, pero yo me negaba y estoy

segura de que se llevaría alguna patada, pero finalmente lo consiguió.—¿Te parece bonito lo que has hecho? —su voz sonaba divertida.

Page 73: No cruces la línea

—Lo siento. —Estaba nerviosa y con los nervios se me daba por reír—. Si hubiera sabido quete ibas a soltar nunca lo hubiera hecho.

—No puedes atar a tu jefe a su cama.— Ah... ¿no? —empecé a reír.—No, lo dice el ar… tículo 23 de la constitución.—Perdona, pero… no sé leer. —Perfecto…, entonces ¿por qué te estás acostando conmigo? Te lo escribí en una carta. —Me

bajó y volvió a arrinconarme en la esquina de la piscina.—Porque me gustas. —Me salió del alma, no sabía cómo reaccionaría ni si se lo tomaría a

broma, pero se lo dije así.—Y tú a mí también. —Nos quedamos mirándonos unos segundos y unimos nuestros cuerpos

deseosos el uno de otro, con la respiración agitada y las gotas de agua surcando nuestro cuerpo,una lucha interna entre lo que deseaba y lo que no debía pasar. Traspasar esa fina línea.

Después de darnos una ducha calentita en el cuarto de fuera, con caricias y besos, me envolvió enuna toalla y me echó sobre su hombro. A lo lejos pude escuchar el sonido de mi teléfono sonando.

Me soltó, corrí hacia él y descolgué, era mi padre preguntándome la hora en la que llegaría,estaba deseando verme así que no sabía cómo contárselo.

—Peque, quiero estar aquí cuando llegues para que me cuentes como te sigue yendo en eltrabajo.

Papá, este fin de semana me quedaré aquí. Si quieres me paso ahora y te veo. —Con eso levaldría.

—No cariño, sabiendo que estás bien me vale, pero... ¿a qué se debe eso? ¿Vas a trabajar? —preguntó confuso.

—No, pero estoy bien aquí y tengo lo que necesito, gimnasio, piscina, un dormitorio másgrande que el mío… ya sabes, estoy bien.

—¿Enzo estará allí? —Ehh… sí, supongo. —Mi padre no podía enterarse de lo nuestro o se moriría.—Perfecto, pues pásate cuando puedas, peque. Te quiero. Se va a poner Ángela, cariño. —Mi

padre se había quedado tranquilo.—Ángela, hola ¿Cómo estás?—Muy bien. —Me dio la impresión de que estaba rara—. Sam, ten cuidado.—¿Por qué me dices eso? —Me confundió su respuesta.—Sam, la edad no importa, pero… no conozco a ese hombre y me preocupo por ti, solo es

eso.—¿A qué te refieres?—Sam, te gusta ese hombre, a tu padre le puedes engañar porque los hombres no se enteran de

nada, pero yo creo que te gusta y… quiero que tengas cuidado.—No te preocupes Ángela, todo está bien. —Me dejó totalmente pensativa.¿Tan claro estaba que me gustaba Enzo que se había dado cuenta Ángela, con la que había

pasado solo un día la semana anterior?Al ir hacia mi dormitorio pasé por la puerta cerrada con llave y me quedé mirándola. Que

tuviera cuidado. Era una persona normal, pero… tenía sus secretos, como esa puerta. ¿Qué habíadetrás? ¿Por qué no quería contarme cosas de una parte de su vida? Me metí de tal manera en mis

Page 74: No cruces la línea

pensamientos, que no sentí a Enzo llegar.—¿Qué piensas? —dijo mientras se dejaba caer sobre una pared del pasillo con la mirada

hacia el suelo.—Nada, te dije que no te preguntaría más sobre algunas cosas. —En mi interior había una voz

gritando que lo hiciera, pero la callé.—Si alguna te preocupa demasiado, puedo ver lo que hago. —Lo miré sorprendida.Sopesé la situación y finalmente me decidí a preguntar.—¿Qué hay ahí Enzo? —Señale hacia la puerta.Se quedó pensativo durante un rato con la mirada perdida. Puso sus manos entre su espalda y

la pared y miró hacia la puerta.—Recuerdos, recuerdos bonitos —Sabía que le estaba costando contarme eso, lo veía en su

mirada de dolor.—¿Por qué está cerrado si son recuerdos bonitos? —susurré.Agachó la cabeza y sé que intentó contármelo, pero no fue capaz así que me acerqué a

abrazarlo. No me tenía que dar explicaciones, evidentemente que era algo demasiado dolorosopara él y no tenía que contármelo si no estaba preparado. Creo que había hecho un esfuerzo enintentarlo.

Sus manos rodeándome con fuerza me hacían pensar que me necesitaba, que era su tabla desalvación en ese momento.

—Gracias por comprenderme, Sam. —Hundió su cabeza en mi cuello—. Te prometo que no esnada de lo que te tengas que asustar.

Ese día me alegré más que nunca de quedarme con él. Si había removido algo en su interior,estaría ahí para animarlo.

Mientras fue a cambiarse de ropa me tumbé en la cama, me habían bombardeado con mensajes yllamadas y no me había dado cuenta.

Llamé a Leo porque era del que más llamadas perdidas tenía. —Hola, Leo.—Por fin damos contigo —dijo desesperado.—¿Qué pasa? —No entendía el porqué de tanta llamada.—Nos ha dicho tu padre que te quedas allí, así que en media hora te recogemos.—¿Qué? No… no. No voy a salir Leo —dije intentando parecer decidida.—Da igual lo que digas, vamos a ir sí o sí. Tu padre nos dio la dirección así que si no quieres

salir en pijama, vístete.¡Joder! Leo intentando convencerme para salir, pero... ¿y Enzo? No quería dejarlo solo.—De acuerdo, aquí estaré.Salí corriendo y llamé a Enzo, que estaba tomándose un tazón de cereales con leche.—Enzo, mis amigos vienen a recogerme para salir, no admiten un no por respuesta. —Frunció

el ceño al escucharlo.—Bien, puedes hacer lo que quieras Sam. —Parecía darle igual.—Ven con nosotros. —Su mirada cambió, se oscureció.—Sam… yo… —Por favor —supliqué—. Después volveremos juntos.Separó el tazón casi entero y se masajeó la frente, incómodo.

Page 75: No cruces la línea

—Sam… de verdad que yo…—No quería ponerle en ese compromiso más tiempo. —Son tusamigos.

—Vale, vale. No te preocupes, no pasa nada. Asintió con la cabeza sin mirarme a la cara.—Enzo... ¿Quieres que venga después a dormir aquí? —Intenté descifrar su mirada.—Claro, princesa, siempre. —Tiró de mí y me besó—. Lo siento. —Una parte de mí quiso

creer que no se sentiría a gusto con personas a las que todavía no conocía.Enzo me acompañó mientras me arreglaba. Me vio maquillarme, tirado en mi cama y me ayudó

a pasarme las planchas del pelo mientras yo respondía a todos los mensajes que me habíanmandado los demás.

Mientras buscaba la ropa que me iba a poner, miré por el espejo a Enzo. Estaba cabizbajo,quizás prefería que me quedara, pero… me matarían mis amigos.

Entré en el baño y salí con mi vestido rojo ceñido y mis zapatos de tiras negros, condiamantitos brillantes que me hacían, unas piernas espectaculares.

—¿Voy bien? —Pasé andando sexy por su lado.—¿Va Leo? —dijo como quien no quiere la cosa.—Enzo, te he hecho una pregunta —repliqué.—Lo sé, pero ya sabes la respuesta. Vas a ser la más guapa, seguro. —Me agarró y me senté

sobre él con las piernas una a cada lado.—Me estás subiendo el vestido, me lo vas a estropear —bromeé.—Mejor, así te lo quitas —Sonrió—. ¿Va o no? —volvió a preguntar.—¿Leo? Claro que va, siempre salimos juntos. Ahora te lo presentaré.—No voy a dejarlo entrar. —Me miró pícaro.Me cogió en peso y me tumbó en la cama mientras subía aún más mi vestido hasta dejarlo en la

cintura. Empezó a darme besos por el cuello y a intentar bajarme la ropa interior.—Enzo, estoy maquillada y arreglada, no seas tonto. —Intenté agarrarle las manos, pero me

las sujetó y me las subió sobre la cabeza con una mano mientras con la otra me bajaba el escotedel vestido.

—Enzo, déjalo. —Parecía otro, no se comportaba igual y a pesar de querer seguir no estabadispuesta a volverme a arreglar—. ¡¡Enzo, para!! —grité.

Paró de inmediato y se tumbó junto a mí, se tapó la cara con las manos y me pidió perdón.—Enzo, ¿estás celoso? —pregunté sorprendida.En ese momento sonó el timbre y se levantó a abrir sin decir ni una sola palabra.Fue descalzo, pero por lo menos se puso una camiseta.Me di un retoque, me eché perfume y salí, no quería tardar mucho para que no se sintiera

incómodo.Cuando llegué al salón ya se habían presentado. Carlos vino hacia mí a saludarme y nos dimos

un abrazo. Jimena, Regina y Adam estaban alrededor de Enzo babeando sobre él así que me tuveque acercar yo a saludarlos.

—¿Y Leo? —Me extrañó que no estuviera.—Ha ido a aparcar, míralo, ahí está —dijo Adan.Miré la cara de Enzo, estaba observándolo fijamente, sin parpadear y cuando vio que se

acercaba a mí para saludarme, se levantó dejando con la palabra en la boca a las chicas.Leo se dirigió hacia mí y me dio un pico en la boca, pude ver como Enzo cerró levemente los

ojos y apretó los puños.—Sam, estás preciosa, te he echado menos. Esta noche no te dejaré ni un minuto. —Me cogió

Page 76: No cruces la línea

de la mano y me dio una vuelta.Enzo metió la mano entre nosotros intentando disimular, sin conseguirlo.—Hola… no recuerdo tu nombre —dijo irónicamente.—No te lo he dicho. —Leo se había dado cuenta al momento de que no era del gusto de Enzo

—. Leonardo.—Encantado, Leonardo. —Se dieron un apretón de manos un poco tenso.—Bueno, nos vamos. —Me sentía incómoda con aquella situación. Nadie se había dado cuenta de nada porque estábamos en la entrada.Todos fueron saliendo y yo esperé ser la última para despedirme. Me hubiera gustado hablar

un poco con él para tranquilizarlo, pero no sabía por qué se había comportado así.—¿Siempre te da besos en la boca? —susurró en voz baja, enfadado.—No, no sé por qué lo ha hecho. —No quería irme así.—Sam, recuerda el trato. —Me quedé pensativa—. Solo yo. —Se me vino el mundo a los

pies.—Eso es lo que te pasa, qué tienes miedo de que te pisen tu terreno, por eso te has comportado

así con Leo. —Me sentía frustrada.—¡Joder, Sam! No te vayas enfadada, por favor.—Sam, venga —me llamaban las chicas.—Siento lo de antes, Sam. ¿Puedo besarte? —suplicó.—Claro que puedes.Estábamos tan ensimismados en nuestra conversación que no nos dimos cuenta de que Adan

subió a buscarme y no pudimos darnos el beso. Levanté la comisura de los labios y le guiñé elojo.

En un coche iba Carlos, Adan y las chicas y en el otro Leo solo, así que me tomó de la cinturay me llevó hasta el suyo. No quise mirar hacia atrás, pero Leo sí que lo hizo sonriendo.

Cuando estábamos dentro me preguntó por Enzo, evidentemente había notado la tensión con ély quería saber por qué.

—¿Qué coño le pasaba a ese tío, Sam? No le he caído bien. —No sé, ha sido raro. —Disimulé.—¿Está enamorado de ti o algo? —preguntó intrigado.—Nooo, claro que no. —Leo agarró mi mano y me sentí mal.Llegamos a la discoteca y nada más llegar decidí beberme un Puerto de Indias, necesitaba

entrar en calor y olvidar un poco el mal rollo.Las chicas no hacían más que preguntarme cosas sobre Enzo. ¿Tiene novia? ¿Haces deporte

con él? ¿Cómo está en bañador? Ellas no le habían dado importancia a la edad.—¿Podemos dejar de hablar de ese tío? —dijo Leo.—Yo me lo quedaba —bromeó Adan.Estuvimos bebiendo y bailando toda la noche. Leo estaba pendiente de mí todo el tiempo, no

dejaba que mi copa se vaciase, me acompañaba a todos los sitios, incluso al baño por si alguiense me acercaba y estaba más cariñoso de lo normal. No dejaba de decirme que me estaba echandode menos y que no le gustaba Enzo, quizás estuviera celoso también.

A la hora de irnos Leo quería llevarme, pero Carlos y Adan pensaron que lo mejor era que élacercara a las chicas que vivían cerca suya y ellos me acercaran a mí.

En el coche me hicieron un interrogatorio sobre Leo. ¿Qué me había dicho? ¿Por qué estabatan pendiente de mí? No sabía qué contestar, pero al ver que no estaba tan contenta como debería,se extrañaron. Yo solo quería volver a casa de Enzo.

Page 77: No cruces la línea

—Te pasa algo, Sam —dijeron extrañados.Siempre había confiado en ellos y algo en mi interior me decía que necesitaba contarle a

alguien lo que estaba haciendo, porque necesitaba quitarme ese peso de encima y escuchar laversión de otro, las copas ayudaron.

Me armé de valor y lo solté. Conté desde el momento de la carta hasta esa noche con Leo. No abrieron la boca ni un solo momento en todo el tiempo que estuve hablando y cuando

terminé, tampoco.—¿Vais a decir algo? —Estaban confusos y supongo que era algo difícil de digerir.—Lo llames como lo llames, eso es lo que es, Sam —No me gustó esa respuesta de Carlos.—Pero es diferente, me trata como a una pareja. Es especial conmigo —respondí frustrada.—Sam, esto es temporal, cuando consigas lo que quieres él no estará ahí y tú te habrás colado

por él. Ahora entiendo tu forma de actuar con Leo —dijo Carlos.—Ay, virgen santísima, Sam —Adan no paraba de suspirar.—Sam, no te vamos a llevar allí —soltó.—¡¿Qué?! Claro que sí —exigí.—Necesitamos hablar esto más detenidamente, tú tampoco estás segura si no, no nos lo

hubieses contado. ¿No crees? Estás jugando con fuego —dijo Carlos.—No, lo importante es no cruzar la raya.—¿Y cómo sabes que no la habéis cruzado ya? —Eso me heló el corazón, Carlos tenía razón.Cogí mi teléfono y llamé a Enzo.—Dime, Sam. ¿Estás bien? —preguntó alterado.—Sí. —Empecé a llorar disimuladamente—. Necesito que me recojas, Enzo, mis amigos han

bebido y no pueden llevarme. ¿Puedes venir a por mí? —Se hizo un silencio aterrador.—Sam… —Se calló—. Coge un taxi. La mirada de Adan y Carlos no me dejaba concentrarme.—¿No puedes venir a por mí? Sé que es tarde, pero… quiero estar allí, por favor —supliqué.—Sam… coge un taxi, por favor, yo también quiero que estés aquí, pero…—Pero ¿qué? No me digas que has bebido, porque no me lo voy a creer —dije enfadada.—Vamos, Sam, coge un taxi. Te espero aquí.—Vale, te dejo —Colgué. Apagué el móvil directamente.—¿Has visto cómo para él solo eres su pu…? Si sintiera algo especial por ti cogería su puto

coche y vendría por tal de dormir contigo, pero no, no se molesta y quiere que cojas un taxi —dijoCarlos.

—Abre los ojos, cuerpo, que no te engañe con su dinero. Además, Leo está últimamente muypesado contigo, es evidente que se está dando cuenta de que le faltas.

—Llevadme a vuestra casa. No voy a ir. —Me acurruqué en la parte de atrás del coche yderramé dos lágrimas.

Adan se pasó a la parte trasera cuando me escuchó sollozar y me consoló.

El domingo fui a casa de mi padre, no había nadie, sería lo mejor, así no tendría que darexplicaciones.

Subí a mi dormitorio y encendí el teléfono. Tenía quince llamadas perdidas de Enzo y muchosmensajes.

Page 78: No cruces la línea

WHATSAPPENZO: Sam.ENZO: Sam, coge el teléfono.ENZO: Sam, lo siento, por favor, ven.ENZO: Yo pago el taxi pero ven, por favor.ENZO: Sam, intentaré explicártelo, por favor.ENZO: Te echo de menos.Empecé a llorar cuando los leí, no parecían unos mensajes de alguien que pasaba de mí. Di un bote al sonar el teléfono en mi mano, era él.—Diga.—¡Joder, Sam! —Parecía frustrado—. ¿Cómo estás?—Bien.—¿Cuándo vuelves? —preguntó.—No sé, esta noche creo —contesté casi sin voz.—Bien. —Parecía decepcionado—. Te espero, Sam, te echo de… —me despedí rápidamente

cortándole y le colgué.Quizás Carlos y Adan tenían razón y había cruzado esa línea que Enzo me había dicho que no

hiciera.Esa noche no me encontré con fuerzas de volver y sobre las diez me volvió a llamar.—¿Sí?—Hola Sam. ¿Sigues enfadada? —su voz era un susurró—. Lo siento, soy un gilipollas.—No estoy enfadada.—¿Por qué no estás aquí, entonces? —preguntó.—Llegaré mañana temprano para el desayuno. ¿Puedo?—Sí, claro que puedes. Lo que quieras. Te espero, princesa —su voz sonaba desesperada.Colgué sin despedirme cuando escuché esa palabra, me gustaba que me llamara así.Tuve que inventarme una historia para mi padre y Ángela, para que no se extrañaran de verme

allí.Esa noche no dormí bien y pude pensar todo lo que quise y más, y por la mañana había llegado

a una conclusión y se la diría a Enzo cuando llegara.

Page 79: No cruces la línea

C A P Í T U L O D I E C I S É I S

Tengo frío y no paro de temblar. Llevo vomitando desde que me llamó para que la recogiera yprácticamente mi cuerpo no tiene fuerzas, me siento débil pero no quería tomarme ningunapastilla que me hiciera estar dormido cuando llegara Sam.

No puedo seguir en la cama así que me levanto a esperarla. Paso por el espejo que está enla entrada y contemplo una imagen desgarradora, una piel pálida y demacrada, rebosante deculpabilidad y decepción conmigo mismo. Siento impotencia y un desgarro interior que me hacepensar por unos segundos en volverme y tomarme la pastilla para olvidar.

Son casi las nueve y ya tengo el desayuno preparado por si llega con hambre, aunque yo seaincapaz de meterme nada en el estómago. No quiero que se dé cuenta, pero creo que seráimposible.

La imagen de Leo dándole un pico a Sam me reconcome por dentro y no puedo quitármelade la cabeza. A pesar de todo, ella quiso volver aquí, volver conmigo y yo…, yo… ¡Joder! Soyun gilipollas. Quizás ella… No, no puedo pensar eso.

Cuando el reloj marcó las nueve y no había llegado empecé a ponerme nervioso. Intentaba pensaren que se habría entretenido, pero una voz en mi cabeza me gritaba que no volvería, y no volveríaporque era un gilipollas.

Escuché un ruido, era la puerta de la entrada, estaba tan ensimismado en mis preocupacionesque no me había percatado de su llegada.

Me dirigí hacia ella, estaba preciosa, con un pantalón vaquero corto, una camiseta informal yuna bolsa, supongo que traería la ropa que se llevó puesta el sábado, ese vestidito rojoespectacular solo para disfrutarlo conmigo.

No se había percatado de mi presencia aún y suspiró fuertemente mientras soltaba la bolsa enel suelo. Parecía enfadada y aunque era lógico, me hizo sentir peor de lo que ya estaba.

—Lo siento —dije con un tono de voz casi imperceptible provocando que mirara hacia mí,sorprendida.

Di unos pasos más para acercarme mientras ella seguía inmóvil, esperándome. El corazón melatía tan fuerte que escuchaba cada uno de mis latidos en la cabeza y la cara de decepción deSamantha no ayudaba a cambiar eso.

Cuando estaba a dos pasos de su cuerpo y se reflejó en mí la luz del sol que entraba por la

Page 80: No cruces la línea

puerta, ella cambió, se tapó la boca con las manos, sobrecogida y sus ojos se abrieron comoplatos.

—¡Dios mío, Enzo! ¿Qué… qué te pasa? ¿Es… estás… pálido? —Se acercó y empezó atocarme la frente.

El roce de su piel me venció, cerré los ojos y me dejé llevar por su caricia.—¡Enzo, habla! ¿Qué te pasa? —Estaba nerviosa y su voz sonaba inquieta, eso me aliviaba el

corazón porque sentía que seguía preocupándose por mí.—Estoy bien, Sam. —Agarré la mano que tenía en la cara y la sujeté para que no la quitara.—¿Has estado vomitando, verdad? —No quise mentirle, pero tampoco quería que se

preocupara más—. Tengo que llamar a Lola, ahora. Dame tu teléfono, Enzo. —Como si le hubieradado un subidón de adrenalina empezó a tocarme los bolsillos—. ¡Enzo! Mírame. —Abrí los ojose intenté sonreír, pero no sirvió de nada—. Dame el teléfono, ahora.

—Te he dicho que estoy bien. —Intenté calmarla, pero vi como su mirada empezaba a brillardemasiado, intentaba no llorar desesperadamente—. Sam, escúchame. —Agarré sus mejillas consuavidad—. No es nada, se me pasará, solo me ha sentado algo mal.

No pudo contenerse y empezó a llorar, se inclinó sobre mí y la abracé tan fuerte como pude,necesitaba sentirla, respirar su perfume, sentir su piel junto a la mía. ¿Qué demonios estabahaciendo? ¿Qué haría cuando se marchará? Con solo pensarlo, algo moría en mí.

Sus brazos me rodeaban y sus puños se cerraban con fuerza agarrando mi camiseta.—Sam, tranquila. —Intenté mirarla a la cara pero ella se aferraba a mi pecho.—No, tranquila no. Soy una estúpida. Ahora sé que no me recogiste porque estabas mal y no

querías preocuparme diciéndome que no te encontrabas bien. —Le costaba hablar, tenía elcorazón encogido.

—Sam, yo… —Eso me hacía sentir como un miserable. El malo era yo y no ella pero ¿quédemonios podía decirle?— No, Sam, no digas eso.

—Enzo, ¿por qué no quieres que cruce la línea? —Se separó un poco de mí y me miró con unacara de ternura que no conseguí comprender.

—Sam, no quiero hablar de eso. —Había dado una vuelta que no quería que pasase.—Enzo, ¿estás enfermo? ¿Es por eso? —La sangre se me heló y mi piel se tornó aún más

pálida—. ¿Te estás muriendo?—No, joder, no. —La abracé para calmar el llanto desconsolado que le entró.—Sam, no me estoy muriendo si eso te calma, pero por favor no me sigas preguntando. —

Quería contarle todo, pero… no valdría para nada, solo empeoraría la situación.—Sam… —Agarré sus manos con fuerza y acerqué mi cara a la suya—. ¿Has cruzado la

línea? —Empecé a preocuparme por ella.Cerró los ojos con fuerza sin poder controlar la pena que sentía. Los abrió y me miró.—¿Quieres que la cruce? No, no podía preguntarme eso. Claro que quería que la cruzara, yo

también quería cruzarla pero… ¡Joder!—No, Sam, ya lo sabes. —Tragué la frustración y el odio a mí mismo por ser así. Me separé

a pesar de sentir un dolor muy fuerte en el corazón al hacerlo.Se secó las lágrimas y se separó más. Cogió la bolsa que traía y suspiró.—Pues no te comportes como un novio celoso con mis amigos. —Una puñalada directa al

corazón.—Lo siento fui un estúpido. —Era evidente que le mandaba señales contradictorias pero no se

podía enamorar de mí. Cuando nos dijimos que nos gustábamos pensé que bromeaba, siemprejugábamos, aunque yo lo dijera en serio.

Page 81: No cruces la línea

—Voy a soltar esto —dijo refiriéndose a la bolsa. —Bien, estaré en la cocina desayunando, lo he preparado si te apetece. —No contestó y se

fue.Diez minutos después,llegó a la cocina, seguía con cara de preocupación, pero parecía más

calmada. Cogió la silla y la acercó a la mía.—¿Has comido algo? —preguntó con dulzura.—Sí, café, zumo y tostada. —Estaba preocupada, se veía en su mirada.Se quedó pensativa con la mirada perdida en cualquier lugar.—Me estoy volviendo loca, Enzo. —La cogí sin pensarlo y la acurruqué entre mis brazos. Qué estaba haciendo con ella, la iba a

destrozar, sentía algo por mí, cada vez estaba más seguro.—Sam, no pienses, por favor.—Enzo, no quiero que te pase nada malo.—Estoy bien, princesa, solo me sentó algo mal, tranquila, ya me encuentro mucho mejor, te lo

prometo. —Solo deseaba que estuviera relajada y que dejara de preocuparse por este gilipollasque solo la hacía sufrir sin querer—. ¿Puedo besarte?

—¿Por qué me preguntas eso? Siempre puedes hacerlo, Enzo.Lo que estaba deseando hacer desde el sábado, que no le pude dar uno de despedida, lo hice

en ese momento. Nuestros labios se unieron, no podían estar separados si nuestros cuerpos estaban cerca uno

del otro. Toda la frustración, el miedo, la impotencia y la incertidumbre pasada, desaparecían alsegundo que probaba su dulce boca, su cálida y húmeda lengua jugueteando con la mía. Ese besopedía desesperadamente que estuviese bien y el mío que no me dejase… por ahora y que meperdonase, aunque ella no supiese el porqué. Por mi cabeza pasaban tantas cosas bonitas quepodía decirle pero que no haría, que por un segundo me separé intentando pensar con claridad.

—¿Qué te ocurre? —Sus oscuros ojos tenían un brillo especial.—Nada, tranquila —sonreí porque finalmente la tenía entre mis brazos.—Creo que ya es hora de que te quites esa barba. Venga vamos. —Tiró de mí hacia el cuarto

de baño.—¿No te gusta? —Si lo hubiese sabido antes, me la habría quitado.—Me encanta, pero… he recordado que te la dejaste porque estabas de bajón y no tenías

ganas de nada. Eso tiene que cambiar, fuera barba. ¿Entendido? —Ese tono mandón me gustabatanto como ella.

—Usted manda. —Le di la vuelta y me la tiré al hombro, me encantaba llevarla así. Metió una silla donde me hizo sentarme y llenó el lavabo de agua, me envolvió la cara de

espuma y me dijo que esperase.—Oh, no encuentro mi móvil.—¿Qué quieres?—Hacerte una foto. ¿Puedo coger el tuyo y enviármela a mí?—Claro, toma. —Desbloqueé el teléfono frente a ella y se lo di.—Vas a tener que cambiar la contraseña porque la he visto. ¿Un palo? ¿No crees que es muy

fácil?—Pues tal vez, pero no tengo nada que ocultar —Sonreí—. Puedes hacerla ya, por favor —

dije poniendo los ojos en blanco.—Ya sé, es una I mayúscula. —Cerré fugazmente los ojos como acto reflejo.—Sí…, sí, es una I. ¿De la novia a la que le estas poniendo los cuernos conmigo? —bromeó.

Page 82: No cruces la línea

—Sam, sabes que no tengo novia y mucho menos le sería infiel. —Levantó las cejas intentandoparecer dudosa.

—De tu ex-novia, de tu ex-novio. —Le agarré de las manos y me puse serio.—Nada de eso Sam, es… solo… un… palo. Echa ya la foto o me arrepentiré. —Intenté

cambiar de tema.Le intenté manchar la nariz de espuma, pero me esquivó. El trato era ese, ella tenía que salir

manchada también si quería la foto.Le puse un pegote en la nariz y ella me puso otro a mí, luego se posicionó junto a mí y sonrió

con la mano preparada para darle al botón.—Para, para. Si quieres que salga en la foto, tiene que ser dándome un beso.—Vale, en la frente.—De eso nada, en los labios.—¿Qué? Me mancharé la cara —replicó.—Pues no hay trato.Me miró con esa cara divertida que tanto me gustaba y se sentó sobre mí pasándome las

piernas una a cada lado. Se mordió el labio inferior y me hizo enloquecer.—No vuelvas a hacer eso o no habrá foto y no me afeitaré —su sonrisa me volvía loco, me

encantaba verla así, feliz, no triste por mi culpa.Preparó el móvil y me agarró por la parte trasera del cuello, me miró fijamente y me besó.

Aunque intentara ponerse seria no lo lograba y me contagiaba su alegría. Miramos la foto a la vez, yo salía con el ceño fruncido y sonriendo y ella con los ojos

cerrados fuertemente y sonriendo también. Para mí era perfecta la foto.—Ohhhh, salgo horrorosa…—No es verdad, sales perfecta. —La verdad es que me encanta, qué pena que no pueda ponerla de fondo de pantalla ni subirla

a ningún sitio. ¿No te gusta?—Me encanta. —Le quité el teléfono y no dejé que mirara lo que estaba haciendo.—¿Qué estás haciendo? Enzo, déjame mirar. —Intentaba quitármelo y estuvimos a punto de

caernos de la silla.—Si me afeitas bien, te lo enseño. —Puso los ojos en blanco y cogió la cuchilla.Con cuidado y sin bajarse de mi regazo, empezó a rasurarme la barba y a enjuagar la cuchilla

en el lavabo. Era delicada, aunque alguna vez intentaba hacerme cosquillas si me veía demasiadorelajado.

—Listo, mírate. —¿Sabes cortar el pelo? En tu currículum decía que habías trabajado de todo un poco —

bromeé.—Pues no, pero lo puedo intentar.—Nooo, no, no —dije asustado.—Sí, lo voy a hacer, lo he visto muchas veces y con el pelo ondulado no se van a ver los

trasquilones. —Por alguna extraña razón me dejé.Estaba muy concentrada, no hablaba y de vez en cuando me miraba al espejo.—¿Cómo vas, Sam?— Perfecto, mírate. —Aunque veía algunos trasquilones estaba bastante bien y me encantaba

ver la cara de ilusión de su rostro.—Vale, serás también mi peluquera —dió un grito de alegría.—Me merezco que me enseñes lo que has hecho en el móvil.

Page 83: No cruces la línea

Lo cogí y se lo di.—¿Qué quieres que haga? ¿Lo enciendo? —preguntó extrañada.—Sam, sabes la contraseña, no creo que te cueste quitarla —dije con ironía.Marcó la I, nerviosa y se le iluminaron los ojos.—Oohh... —Se quedó pensativa—. No hagas esto. —No dejaba de mirar la imagen de fondo

de pantalla con nuestra foto.—Tu querías ponerlo en el tuyo. ¿Por qué no?—Porque aparece la línea, Enzo. —Intentó levantarse sin mirarme pero la agarre.—Quitémonos los pelos. —La cogí en peso y la metí en la bañera, con ropa, acto seguido

entré con ella. Abrí el grifo y el agua caliente cayó sobre nosotros. La abracé para que se mojara mientras

ella posaba su cabeza sobre mi pecho y cerraba los ojos, así nos quedamos un buen rato, unidos yen silencio.

Durante el tiempo que estuvo en el baño, no habló. No paraba de abrazarme y acariciarme,pensativa, como si una parte de ella no estuviera allí.

—Sam.—Dime. —¿Quieres dormir conmigo hoy?—¿Cómo dormir? ¿En tu cama? —Asentí.Se quedó callada unos segundos pensando y negó con la cabeza. No quise volver a preguntarle

para que no se sintiera comprometida. Me acerqué y la besé para ver si estaba bien y me siguió elbeso, sonriente.

Después de cenar nos despedimos con un abrazo y un beso y nos fuimos cada uno hacía suhabitación, caí rendido al momento.

Dormía profundamente cuando sonó el teléfono, me asusté y lo cogí rápidamente.

WHATSAPPSAMANTHA: Creo que he escuchado un trueno.Miré extrañado por la ventana y vi un precioso cielo estrellado. Bonita manera para decirme

que se había arrepentido y quería que durmiéramos juntos.ENZO: El cielo está despejado, no te preocupes, lo habrás soñado.La haría sufrir un poquito.SAMANTHA: He leído que esta noche los habrá.ENZO: No te preocupes, he mirado el tiempo y hará una noche perfecta, nada de nubes, ni

lluvia, ni truenos. SAMANTHA: ¿Quieres que te lo diga?ENZO: Inténtalo.Podía imaginar a Sam con los ojos en blanco, maldiciéndome.SAMANTHA: Quiero que vengas a dormir conmigo.ENZO: ¿Por qué?SAMANTHA: Olvídalo.

Page 84: No cruces la línea

¿Se habría enfadado de verdad? Estaba deseando ver esa cara entre mis brazos.Sin hacer ruido me acerqué a su habitación. Abrí un poco la puerta y sin esperarlo me llevé un

cojinazo. —Sam. —Salté sobre ella en la cama.—Eso por gilipollas —dijo intentando zafarse de mí mientras forcejeábamos para que me

dejara abrazarla.Busqué su boca y la besé hasta que se relajó y se dejó querer. Finalmente nos acurrucamos y

dormimos unidos toda la noche.Por alguna razón, la noche que había dormido con ella descansé por completo sin despertarme

y me levanté con ilusión por un nuevo día. Abrí los ojos y me vino una imagen preciosa, la carita de Sam con los pelos alborotados y

dormida profundamente. Tiré de ella y la acurruqué entre mis brazos, me daba igual despertarla,solo quería aprovechar ese momento al máximo.

—¿Qué pasa? —dijo medio dormida.—Nada, duerme. —Besé su frente mientras acariciaba el pequeño espacio de piel que

asomaba bajo su camiseta por la espalda.El teléfono empezó a sonar y me sacó del micro mundo perfecto en el que me encontraba.

WHATSAPPPILAR: Abre la puerta

Joder, mis hermanas. ¿Qué hora era? Últimamente estaban molestas porque me encontraba un pocoperdido en el trabajo, antes sabían que era porque no tenía asistenta, pero ahora no sabía quéexcusa poner.

—Preciosa, levanta, han venido mis hermanas y querrán conocerte.Se despertó de un bote.—¿Cómo? —Se levantó rápidamente y empezó a buscar como loca algo de ropa.Me dirigí a la puerta, en pijama, y les abrí.—Hola, cariño. —Elena se quedó mirándome fijamente—. Estás más delgado, Enzo. ¿Cocina

bien esa señora?—Ehh… sí, perfectamente. —La besé, pero ella prefirió darme un achuchón.—Come, por favor —dijo mientras me señalaba con el dedo.—Hola, Pilar. —Nos dimos dos besos y se quedó mirándome el pelo.—¿Has cambiado de peluquero? —Pilar era muy observadora, demasiado, diría yo.Avergonzado me lo toqué y sonreí, luego asentí con la cabeza y me volví para dejar de seguir

hablando de eso.—¿Dónde está la señora para conocerla? Tiene la casa bastante bien, me alegro. —Nos

sentamos en el sofá mientras veía como Pilar miraba todo con detenimiento.—Bueno. —Elena me cogió de las manos para que la atendiera—. Nos tienes un poco

preocupadas. Siempre has sido correcto en tu trabajo y llevas unas semanas un poco perdido. Noes que no trabajes, es solo que estás un poco desordenado. Un día te lo tomas libre, otra semanacasi no trabajas… etc. Sé que luego consigues ponerte al día, pero… queremos saber si te ocurre

Page 85: No cruces la línea

algo que no sepamos. —Elena parecía bastante preocupada.—Lo siento, tenéis razón, he estado un poco despistado, pero estoy perfectamente. —Intenté

tranquilizarlas.—Llegamos a pensar que no tenías a nadie contratada por tu problema, pero veo que no es así.

¿Estás seguro de que no te ocurre nada? Sabes que puedes contar con nosotras. —Nada másterminar la frase, la cara de Pilar cambió, dirigió la mirada hacia la entrada, totalmentedesconcertada y supe que había visto a Sam.

Me volví y…—¡Sam! —grité sorprendido, aunque luego intenté disimular. Iba vestida con el uniforme de

Amalia.—Hola... ¿Tú eres la nueva… interina? —preguntó Elena, dudosa.—Sí, encantada, soy Samantha. —Se comportaba de forma encantadora, pero estaba aterrada,

lo veía en su mirada oscurecida.—Ehh… Sam, estas son mis hermanas, Elena y Pilar. Estaré con ellas en mi despacho. —Me

levanté para que me siguieran, me costaba verla vestida así.Me miró a los ojos, confundida, había visto mi mirada distante y estaba temerosa.—Encantada, Samantha. Tienes un nombre precioso y… eres muy guapa —dijo Elena—. Pero

nos quedaremos aquí, no venimos a nada que tenga que ver con la clínica, Enzo —dijodirigiéndose a mí.

—¿Qué edad tienes? —preguntó Pilar, extrañada.—Veinticinco. —Sam no paraba de juguetear con las manos.—Ahh… bien. —¿De… desean algo? ¿Un café, agua? —Estaba nerviosa, quería quitarle ese vestido y

relajarla entre mis brazos.—Sí, un capuchino, por favor. —En sus ojos pude ver el pánico, seguro que no sabía hacerlo y

estaba seguro de que Pilar lo había hecho a propósito.Estaba furioso por dentro, viendo como Sam se dirigía a la cocina, llena de inseguridad.—Ahora vengo, tengo que… ahora vengo. —Quería llegar a ella y decirle que no pasaba nada.En la cocina se encontraba Sam aterrada. —¿Cómo coño se hace un capuchino? Google. —Corría de un lugar a otro buscando su

teléfono—. No le he caído bien, no le he caído bien, me miraba mal.—No, te miraba extrañada, piensa que esperaban ver a una mujer mayor, como siempre. —

Intenté que se relajara—. Te ayudo.—¡Enzo! —La voz de Pilar sonaba a lo lejos.—Tranquilízate, no tienes que caerles bien. A mí eso me da igual.—No te da igual, me has mirado con mala cara cuando llegué. —¡Enzo! ¿Vas a venir? —volvió a llamar.—No ha sido por eso, ya hablaremos.Cuando llegué, encontré a Pilar con mi móvil en la mano. Solo pude pensar, en que hubiera

visto la foto de Sam y mía dándonos un beso, en el fondo de pantalla. No era nada malo pero quése supone que les debía contar… Pilar, Elena, pago a esta chica para “acostarme” con ella, yhago esta tontería, aunque esté totalmente enamorado, porque soy gilipollas. ¿Y cuando estotermine, qué? ¿un interrogatorio sobre el porqué, etc…?

—Toma, pásame el teléfono de Juan —suspiré interiormente.Mientras se lo pasaba llegó Sam, con las manos temblorosas provocando que la cucharilla no

dejara de moverse continuamente con la taza.

Page 86: No cruces la línea

—Tome señora.—No me llames señora. —Fue muy seca. Pilar era seria y exigente, pero no era mala persona,

simplemente no entendía la forma de comportarse.—Perdón. —Tráeme algo de picar, lo que sea —dijo sin mirarla.Sentía a Sam hacerse cada vez más pequeña y no podía soportarlo, me entraban ganas de

decirles que se fueran.Sam se volvió rápidamente y se fue.—¿Quieres dejar a Sam, tranquila? ¿Qué te pasa? —le dije enfadado.—Enzo tiene razón, estás haciendo pasar a la chica un mal rato.—Solo quiero probarla. —Se le escapó una sonrisita malévola.—Pues ya la he probado yo y me gusta. —Volvieron las dos la cara hacia mí, sorprendidas—.

Quiero decir que me gusta como cocina, como limpia y esas cosas.—Sí… esas cosas. Bueno nos vamos.—¿Qué? Te está preparando algo, ¿se lo has pedido para nada? —Estaba indignado.En ese momento llegó Sam con su queso cortado y su chorizo con picos.—Lo siento, nos tenemos que ir, Sam, otra vez será —contestó Elena intentando calmar el

ambiente.Pilar todavía tenía algo más que decir. Me recordó que el sábado siguiente era mi cumpleaños

y quería celebrarlo con la familia cercana y algunos amigos, yo había pensado en celebrarlo solosyo y Sam y no decírselo hasta ese día, pero la bocazas de mi hermana lo soltó mientras Sam sedirigía a la cocina con la comida de vuelta.

Las acompañé a la calle y cuando se fueron corrí a buscarla.Tenía las palmas unidas en la boca como si estuviera rezando y los ojos caídos.—Lo siento, lo siento —repetía.Me acerqué a ella y le quité ese vestido horroroso de su precioso cuerpo. Nunca más dejaría

que se lo pusiera, no tenía que demostrar nada a nadie, eran cosas entre nosotros dos y punto. Locogí y lo tiré a la basura para asegurarme de ello y volví a donde estaba ella.

—No vuelvas a ponerte eso, no es tu uniforme. —La agarré de la cintura y dejé caer mi frentesobre la suya.

—Lo sé… mi uniforme es este —Contestó mirando su ropa interior.—Sam, ¿qué dices?—No me quieres ver de asistenta, prefieres verme de puta.—Sam, ¿quieres decir que yo te hago sentir así? —Se tapó la cara y negó.—Lo siento, pero me siento fatal y estoy diciendo tonterías.La abracé y le dije que no se preocupara, lo había hecho genial, era mi hermana la que se

había comportado como una estúpida y todavía no sabía el motivo, pero no dejaría que volviera ahacerlo nunca más. Cuando volvieran le diría a Sam que se tomara el tiempo libre y punto.

—No volverá a pasar, te lo prometo. —Me encargaría de ello.

Page 87: No cruces la línea

C A P Í T U L O D I E C I S I E T E

Salí de la casa, tranquila, era consciente de que Enzo tenía que estar enfadado conmigo, pero erala única manera que tenía de averiguar si había algo más.

Elena disimulaba, pero nada más cerrar la puerta se volvió hacia mí como un toro.—¿Se puede saber qué demonios te ha pasado ahí dentro? Te has comportado como una

auténtica… —No era propio de ella decir palabrotas. —Esa chica lo ha pasado fatal por tu culpa,estaba descompuesta y tú no la dejabas. —Estaba muy enfadada.

Empecé a reírme a carcajadas, no cabía duda de que mi papel de mala lo bordaba porque todoel mundo se lo había creído.

Reconozco que soy un poco seca y muchas veces me paso de perfeccionista, pero no era malapersona y nunca le haría algo así a nadie, si no hubiera una causa mayor y buena, por supuesto.

—La chica es una muñequita, Elena —dije ante los ojos estupefactos de mi hermana.—Entonces... ¿se puede saber por qué te has portado así?Era obvio que Enzo llevaba un tiempo raro, y en cuanto vi a la chica me lo imaginé. Siempre

había tenido trabajadoras mayores y de buenas a primera se busca a una joven, guapa,aparentemente simpática, aunque por mi forma de comportarme no lo pudimos averiguar mejor y apesar de mi comportamiento seguía intentando complacerme. ¿Por qué aguantaría eso? Para míestaba claro, sabía que éramos sus hermanas y quería causarnos buena impresión. Sin contar conese horrible uniforme, que no pensaba ni que fuera de ella, estaba segura de que si entraban sinavisar se la encontrarían vestida diferente.

—¿Viste cómo me miraba Enzo, cada vez que le decía algo a esa chica? Estaba negro pordentro.

—¿Tú crees que hay algo entre ellos? —dijo pensativa e ilusionada.—Pues sí, sobre todo porque al coger su móvil y desbloquearlo, vi una foto de ellos

besándose.Elena no salía de su asombro.—¿Sabes desbloquear su teléfono? —preguntó indignada.—Te juro que no lo hice con maldad, pero lo había visto muchas veces ponerla. Es la inicial.—¿Cuál, la E?—No, tonta, la I. —Se quedaron pensativas.—Dios mío, qué alegría Pilar. ¿Seguro que eran ellos? ¿Por qué crees que no nos lo habrá

contado?—Míralo tú misma, mandé la foto a mi teléfono. No le dije nada a él porque no sabía el

motivo por el que no nos lo contaba. Por eso pensé en celebrar su cumpleaños con una fiestecilla,para que nos la presente. Llamaré a un servicio de catering para que la chica no trabaje y esté con

Page 88: No cruces la línea

nosotros. ¿Qué te parece? Quizás así se atreva a contarnos algo. Te prometo que ese día seré lamujer más encantadora del mundo, con ella, y por supuesto le pediré mil veces perdón.

—Dios mío, cómo eres, Pilar. Me quedo más tranquila, sé que no le ocurre nada malo sinotodo lo contrario. Ha merecido la pena este mal trago que nos has hecho pasar.

Quizás era la diferencia de edad, que había entre ellos el motivo por el que no nos lo contaba,aunque a mí personalmente me parecía una bobada. El amor definitivamente no tiene edad, y Enzotampoco era millonario como para pensar que estaba con él por dinero. Eso sin contar que, no esporque sea mi hermano, pero siempre ha sido guapo, sobre todo desde que hace deporte que tienea todas las chicas de la clínica deseando tener que venir aquí a su oficina para poder verlo.

Me da tanta pena mi hermano, ha tenido tan mala suerte y se ha cerrado en banda al hecho deenamorarse. Que el simple hecho de pensar en que pudiera ser real lo de esta chica me hace sentiruna alegría absoluta.

Necesita un apoyo para salir del agujero en el que está, porque, aunque él crea que esimposible, yo estoy segura de que podrá. Tiene derecho a ser feliz, solo debe encontrar a laadecuada, no todo el mundo comprendería su problema y lo aceptaría.

¿Sabría ella su problema? Lo dudaba, pero…, ojalá.

Page 89: No cruces la línea

C A P Í T U L O D I E C I O C H O

Me sentía fatal, había pagado con Enzo la frustración del encuentro con su hermana y no se lomerecía. No debería haberle dicho nada referido a que era su pu…, él no me trata como si lo fueray no tenía nada más que pensar.

No volvería a enfadarme nunca más, sabía cuál era mi papel allí y disfrutaría al máximo eltiempo que me quedaba para estar con él, viviría el presente y lo que viniera después ya se vería.

No podía creer que su cumpleaños fuera un día antes que el mío, cuando lo escuché me quedéatónita. Evidentemente no podía enfadarme porque no me lo contara, puesto que yo tampoco lehabía contado el mío, demasiado dinero se gastaba en mí para que quisiese hacerme un regalo, nopodía consentirlo.

Llamé a la pastelería y encargué una tarta que estuviera decorada la mitad de unicornio y laotra mitad negra y separando un lado del otro una línea roja. También quería que pusieran nuestrosnombres y la edad que cumplíamos cada uno en nuestra mitad. Podía imaginármela en mi cabeza ysolo deseaba que se pareciese.

Busqué por Amazon algo que regalarle, que fuera original y no lo pude ver más claro. Ropa dedeporte a conjunto para los dos, me encantaba la idea, podría buscar las zapatillas a conjunto,incluso.

Unas Nike blancas con el logo negro, las había de hombre y de mujer, eran perfectas, ahorasolo tenía que buscar la ropa. Un top para mí de camuflaje y transpirable para él, y los pantalonescortos negros con una franja lateral a conjunto con la camiseta. Creo que era ideal, nos gustaría alos dos.

Estaba tan ilusionada que en cuanto vi a Enzo me lo notó. No volvió a sacar el tema delcumpleaños y yo prefería que fuera así para que no me terminara sacando lo que había hecho, mecostaba mucho guardar una sorpresa sobre todo porque estaba deseando decirsela. Todo llegaríael domingo, me había costado, pero lo había conseguido.

Esa semana fue maravillosa con Enzo, hacíamos deporte, nos reíamos, veíamos películasmientras comíamos porquerías…

No habíamos vuelto a dormir separados desde el día en que le mandé el mensaje diciéndoleque había escuchado un trueno, simplemente surgió así, al día siguiente, después de cenar mepreguntó si nos acostábamos y en cuanto asentí me cogió en peso y me llevó como dice que tantole gusta llevarme, en su hombro hasta su cama. Una vez allí atrapada con sus brazos, era imposiblesepararme de él.

Las noches eran perfectas, dormir abrazada a Enzo, sentir su calor corporal y su protección mehacían creer que era la mujer más afortunada del mundo y, por momentos pensaba que eso noacabaría nunca.

Page 90: No cruces la línea

Todos los días terminábamos haciéndolo, era inevitable, nuestros cuerpos se atraían y nopodíamos luchar por contenerlo. Sinceramente no pensaba en que eso le costaba dinero y quecuanto más pasara, menos tiempo estaría con él porque en aquel momento en mi mente eso noexistía, en mi mente era mi compañero. Solo veía mi sueldo porque le dije que hasta que noconsiguiera todo lo que me faltaba no me lo diera, me fiaba totalmente de él, pero no llevaba lacuenta y pensaba que él tampoco lo haría, y lo prefería así, porque estaba llegando el punto en elque no estaba segura de querer conseguir ese dinero.

El viernes alguien llamó a la puerta mientras Enzo se duchaba. La imagen de una chica muysensual apareció en la pantalla del telefonillo. Pregunté qué quería antes de abrir, aunque penséque quizás sería alguna trabajadora de la clínica.

La chica preguntó por Enzo, estaba preocupada porque hacía bastante tiempo que no hablabacon él y quería saber si le había ocurrido algo.

Rápidamente bajé, no sabía quién era, pero podría tranquilizarla.—Hola, soy Sam y tú eresss...—Patricia, puedes llamarme Patri. —Parecía incómoda con mi presencia—. ¿Y Enzo? ¿Puedo

hablar con él?—Está en la ducha, pasa y lo esperas.—Perdona que te pregunte pero... ¿Quién eres? ¿Trabajas aquí o eres de alguna agencia? —

preguntó. —Bueno, trabajo aquí pero no de agencia.—Entonces tu eres el problema por el que no me llama. ¿No? —Su mirada me desconcertaba,

parecía querer decirme algo o sacarme alguna información.—Si es por el trabajo sí, ahora trabajo yo aquí. —Supuse que había venido alguna vez a

trabajar por horas o algo así.Vi como una lágrima caía de su precioso rostro. —Cuídalo, por favor. Aunque no deje que lo ayuden demasiado, pero necesita que alguien esté

ahí, aunque sea una vez a la semana. Se calló la boca y miró al fondo.—Yo soy la prosti… odio esa palabra, a la que llamaba antes que a ti. —Al ver mi cara de

asombro se calló—. ¿En qué trabajas aquí? ¿Eres prostituta, no?No supe qué contestar porque sí, lo era, era su “prostituta”, aunque Enzo dijera que no y no era

la primera, sentí como la sangre desaparecía de mi cuerpo y me mareé.—Venía todas las semanas y ha dejado de llamarme, pero ya veo cual es el motivo. Ten

cuidado porque es fácil enamorarte de él —sonrió tímidamente.—¿Cuánto tiempo llevabas viniendo? —pregunté mientras pensaba que no me podía

sorprender más.—Bueno, es que hemos venido tres, una se enamoró y él no quiso seguir viéndola y Joana y yo

seguimos turnándonos hasta que cogimos una confianza especial que hizo que me llamara siemprea mí, porque yo en cierto modo me parezco a él en muchos aspectos y se ha sentido bien conmigo,como para contarme sus problemas.

—¿Crees que siente algo por ti? —Mi corazón se paró hasta que me contestara.—No, estoy segura. Solo ha buscado de nosotras sexo, venimos, nos acostamos y nos vamos,

eso no es amor. Creo que esa mujer estaba enamorada de Enzo, solo una enamorada hablaría así de alguien

que solo te quiere para acostarse contigo.Bueno, te dejo, dale besos de mi parte, me alegro de que esté bien, ya me pasaré en otro

Page 91: No cruces la línea

momento.La cabeza me daba vueltas, se acostaba con prostitutas. ¿Por qué un hombre guapo, fuerte,

simpático, no intentaba hacerlo sin pagar? Una parte de mí estaba tranquila, no me identificabacon ella porque yo vivía con él. No solo practicaba sexo sino que hacíamos vida, prácticamentede pareja. Quizás debería preocuparme más, pero al final solo veía un hombre con un problemainterior que no era capaz de contar. Definitivamente no le diría nada, con su vida había podidohacer lo que quisiera.

Ese fin de semana volví a casa de mi padre porque al siguiente no lo haría, era nuestrocumpleaños y por nada del mundo lo dejaría solo, aunque me tuviera que callar delante de suhermana, porque después sería mío.

El domingo se me hizo interminable, estaba deseando volver con Enzo, todo mi cuerpo pedía agritos que volviera con él, era mi droga.

Carlos y Adan me habían llamado toda la semana y me habían mandado millones de mensajes,pero no se los había cogido. No quería que me dijeran nada malo de Enzo, sabía que por muchoque les explicara no terminarían comprendiendo el filing que había entre los dos, así que decidíque necesitaban una explicación en persona.

Subí y grité antes de llegar a la puerta.—¡Abridmeee! —Estaba un poco nerviosa por su reacción. Escuchaba jaleo dentro. Adan abrió la puerta y se quedó frente a mí sin reaccionar, con semblante serio. —Perdón, puedo explicarlo.Se dirigió hacia mí y me abrazó.—Pasa, anda, nos tienes abandonados. —Lo abracé y seguí el murmullo.En el salón estaban todos, Jimena, Regina, Carlos y Leo. Todos se alegraron de verme y me

saludaron con alegría, pero en la mirada de Carlos veía preocupación.Leo se puso rápidamente junto a mí. Seguía sintiéndome atraída por su físico, pero no podía

compararse con lo que sentía por Enzo. Se quedó mirándome a los ojos sin parpadear y me hizosentir incómoda.

—¿Que? —sonreí.—Uhh. Aquí saltan chispas —dijeron las chicas.Empecé a ponerme nerviosa, sería muy injusta la vida si Leo sintiera justo en este momento

algo por mí.Carlos nos dijo que pasáramos a la cocina para picotear algo que había preparado con Adan,

pero en el momento en el que fui a levantarme, Leo me agarró por la cintura. Vi como todos sereían y salían corriendo cerrando la puerta tras ellos.

—¿Qué pasa? —¿Sería ese el motivo por el que me llamaban tanto?—Sam. —No, no, no. No podía pasarme esto a mí. Esto sería tan injusto. —Leo, espera. —Intenté levantarme.—Sam, pareces incómoda conmigo, soy yo, Leo, tu amigo. —Tenía razón, ¿por qué me

comportaba así? Nunca se había pasado conmigo ni se había portado mal y me estabacomportando distante con él, sin necesidad.

—Lo siento, Leo, tienes razón. Cuéntame. —Dejé que agarrara mi mano, pero sentía que nodebía hacerlo. Tenía que tranquilizarme.

—Sam, me he dado cuenta de que te echo de menos —dijo mientras acariciaba mi mejilla.

Page 92: No cruces la línea

—Enzo… digo…—¿Enzo? —preguntó sorprendido.—Lo siento, es… la costumbre, estoy todo el tiempo con él. —Dios, me sentía fatal.Sentía que le estaba siendo infiel a Enzo, no quería que Leo se sintiera mal pero no podía

escuchar lo que me quería decir porque empezaba a imaginármelo.En ese momento sonó mi teléfono.—¿Sí?—Hola, princesa. ¿Qué haces? —Enzo. Empecé a sentirme agobiada, ese “Hola, princesa” me

había provocado millones de mariposas en el estómago.—¡¿La alarma?! Lo siento. Ahora mismo voy —grité para hacer creer a Leo que me tenía que

ir.—Leo, tengo que marcharme, mi jefe no está y se le olvidó poner la alarma, con los robos que

hay ahora en esa zona. Si puedo, vengo después y me sigues contando. —Cogí mi bolso e intentésalir, pero me agarró del brazo y me intentó besar aunque en el último momento ladeé la cabeza ysolo me besó en la comisura.

—Sam.—Tengo… tengo que irme, Leo.Salí corriendo y me despedí de todos, les dije que Leo les contaría y corrí escaleras abajo. Una vez montada en el coche me acordé que dejé a Enzo en el teléfono, lo miré para volver a

marcar cuando escuché su voz.—¡¡Saam!! ¡¡Saam!! —gritaba.—Dime, Enzo.—¿Qué coño ha pasado? ¿Por qué has hecho eso? ¿Te ha hecho algo ese desgraciado? Te ha

vuelto a besar, ¿no? Dime que no, Sam.—Tranquilo, no me ha besado, pero… creo que se iba a declarar y…—¿Y qué? —preguntó nervioso.—El trato, ahora soy… solo tuya.—El trato… —se calló por un momento—. Sí…, el trato. —Lo escuché resoplar. —¿Qué querías? ¿Para qué me has llamado?—Para ver cuando llegabas. —Empezaba a calmarse.Pensar en que me echaba de menos me hacía sentir necesitada y era una sensación de euforia

constante con él.—Nunca me había fijado de lo grande que son las camas.—¿Las camas?—Sí, he dormido en la de unicornio, la mía es demasiado oscura y si no estás tú, no me gusta.—¿En serio, has dormido en mi cama? —Sonreí.—¿Te molesta que lo haga?—Claro que no, es tuya.—No, es tuya —dijo con firmeza.—Bueno… nuestra.—Eso me gusta más. —Pude imaginarme su cara alegre—. Vuelve ya, Sam.—No me dejas tranquila ni mi día libre, eso es acoso laboral —bromeé.—Otro día lo coges libre, pero hoy te necesito.Esas palabras me llegaron al corazón, ojalá me necesitara no solo hoy, sino toda la vida.

Page 93: No cruces la línea

Toda la semana estuve esperando que me dijera algo del cumpleaños, pero ni siquiera locomentaba, aunque estábamos tan bien que ni siquiera le daba importancia.

Cada vez que pasaba junto a mí me hacía una caricia, o me daba un beso en el cuello o mehacía cosquillas y yo le tiraba alguna cosa, o lo empujaba a la piscina o le quitaba las gafasmientras trabajaba. Básicamente lo que hacen dos enamorados cuando están juntos, disfrutar de laotra persona con cualquier gesto por muy insignificante que sea.

El viernes lo noté distante, diferente, y eso me hizo sentir mal, no podía imaginar lo que lepasaba, si no se encontraba bien o había hecho algo mal. Esa semana tuve mucho trabajo, porquesabía que celebraría el cumpleaños allí, y quería que estuviera la casa perfecta y que su hermanano pudiera decir nada malo de mí y hacer sentir mal a Enzo, pero cuanto más limpiaba más raro sevolvía.

El viernes por la tarde decidí comentarle algo sobre el cumpleaños.—¿Por qué no me contaste nada de tu cumpleaños, Enzo? —Quise abrazarlo pero lo vi

incómodo y me frené.—Porque soy un viejo a tu lado. —Cerró los ojos con fuerza y se echó el pelo hacia atrás.—Qué tonto eres. —No pude contenerme y lo hice, me agarré a él y me rodeó con sus brazos

hundiendo su cabeza en mi cuello.—De eso te quería hablar. Este sábado lo celebro aquí, no tienes que trabajar, viene un

servicio de catering.Algo no me cuadraba, ¿por qué me lo decía tan serio?—Puedes coger el fin de semana libre —le costaba hablar.—Vale… lo haré. —Lo sentía muy lejos en esta conversación y eso no me gustaba.—Puedes… puedes irte hoy si quieres y volver el domingo… cuando quieras. —No fue capaz

de mirarme mientras me decía aquello.No me invitaba a su cumpleaños, no me invitaba. Yo que solo quería pasar el mío con él y él

no me invitaba al suyo.—Bien —le dije justo antes de irme. No intentó frenarme, sabía que estaba mal lo que hacía, pero si no lo evitaba era porque le

daba totalmente igual.No pensaba llorar, a pesar de tener un nudo en la garganta y una presión en los ojos, pero no

iba a llorar, por lo menos, no delante de él.¿Se avergonzaba de mí, frente a su familia? ¿Realmente fingía que sentía algo por mí, pero

todo era mentira? Mi cabeza no paraba de dar vueltas, me sentía dentro de una nube negra que nome dejaba ver con claridad.

Cuando preparé la maleta me di cuenta de que me asfixiaba y necesitaba respirar, tenía queirme de allí, irme, irme.

Solté las cosas junto a la cama y salí de la habitación. No pensaba despedirme de él primeroporque no podía y segundo porque no se lo merecía, llegué corriendo a la puerta y salí. A llegar ala calle escuché cómo me llamaba, pero no pensaba quedarme a que me contara que yo solo era suputa sirvienta.

Di la vuelta a la esquina y corrí todo lo que pude dejando caer las lágrimas en el camino yparando de vez en cuando para recobrar el oxígeno que el llanto no me dejaba coger.

Siempre supe que no era buena idea, pero… no que dolería tanto.No podía llegar a mi casa así, corriendo y con los ojos hinchados de tanto llorar, así que me

dirigí a casa de Carlos y Adan. Recé por que estuvieran solos, lo último que deseaba era tener queexplicarles a todos lo que me ocurría.

Page 94: No cruces la línea

Cuando me abrieron la puerta se horrorizaron, me acompañaron al sofá para que me sentara yme prepararon una tila. Quise tranquilizarlos, pero no me salían las palabras, sentía un nudo tangrande en la garganta y una sensación tan intensa de opresión en el pecho, que pensé que no podíahaber nada peor en el mundo que ese dolor interior.

—¿Es por tu jefe verdad? —Asentí—. Sam, escúchame, estás jugando con fuego y cuando sejuega con fuego pasa esto, te quemas. Lo que está haciendo contigo no es algo normal, nadie haceeso con alguien por el que siente algo, bueno, a no ser que tenga muchos demonios internos.

—¿A qué te refieres con eso? —Carlos se masajeaba la frente.—Da igual. ¿Qué te ha pasado exactamente? —Hablar con él me tranquilizaba.Adan me trajo una tila calentita y me acurruco en sus brazos.—Gorda, no queremos volver a verte así, nunca. Deja ese trabajo de una vez, no te merece la

pena por muy bien que te pague.—Sí que merece la pena, Adan. Soy feliz con él, me trata como una princesa, me da cariño, se

preocupa por mí, me divierte.—Hablas como una enamorada. ¿Lo sabes? —dijo Carlos—. Pero hay un pero, si no, no

estarías así. ¿Me equivoco?Tenía que contarles lo ocurrido en ese momento para que pudieran comprender lo que me

pasaba y me aconsejaran de forma adecuada, aunque simplemente necesitaba un sitio para llorar.Les conté que no me había invitado al cumpleaños y ellos sorprendentemente lo vieron normal.—Sam, nos contaste que él te dejó claro que solo era una relación laboral —dijo Carlos para

mi sorpresa.—¿Estáis de su lado, o qué? —respondí enfadada.—Sam, amor... —Respiró hondo antes de seguir—: Creo que la que está equivocada eres tú.

No es tu pareja, lo que haga con su vida social no tiene que estar vinculado contigo. —No solíaescuchar a Adan hablar de esa manera y me dolía mucho más.

—Pero… se comporta como si lo fuera, no solo es sexo, es complicidad es… —Mi discursoempezó a perder fuelle.

—¿Cuánto dinero llevas Sam? No te voy a preguntar con la frecuencia con la que lo hacéis,pero con lo que te paga supongo que no mucho, porque si no, tendrías el dinero pronto —preguntóCarlos.

—No sé lo que llevo, le dije que me lo diera todo junto, hubiese sido muy desagradable quedespués de hacerlo me lo diera.

—Ves, otra vez lo haces. No quieres ver la realidad tal como es. Si has aceptado, hasaceptado y cobras —dijo indignado—. ¿Él lleva la cuenta?

—No… no lo sé. —Vi como sus ojos se abrían como platos.—Amor. ¿Y si no la llevara? —la forma de preguntar de Adan me hacía sentir mejor, más

relajada.—No sé, no lo he pensado porque… me daba igual.—Sam. ¿Podrías recordar cuantas veces? Haces cuentas y te vas de allí.—No sé, es imposible… todos los días, prácticamente.No daban crédito a lo que escuchaban, quizás ellos no se fiaban de él y podrían tener razón,

pero en ese aspecto yo si lo hacía y la verdad es que en lo último que pensé era en el dinero.Al final recapacite, tenían razón, él siempre me lo dejaba claro, pero con la forma de

comportarse me demostraba otra cosa. ¿Por qué se ponía celoso con Leo? Entonces recordé queera por posesión, el trato incluía que no estuviera con nadie. Y él no querer que me pusiera eluniforme tampoco significaba nada, era evidente de que me prefería desnuda y haciendo deporte.

Page 95: No cruces la línea

Estaba solo, simplemente era más divertido y si después terminábamos en la cama mejor, supongo.El mundo se me vino encima, pero no podía dejar de estar enfadada con él, por haberme

metido en esto, y conmigo misma por entrar. Lo supe desde el primer momento, esto no terminaríabien y no me equivocaba, no he podido separar el trabajo del amor y él me lo advirtió muchasveces.

Dormí en su casa y pasé todo el sábado con ellos, intentando animarme hasta la noche que fuicon mi padre, cogí ropa, la más sexy que encontré, un vestido que nunca llegué a estrenar porqueme parecía demasiado atrevido, era de color beige, por encima de las rodilla y entallado, en loslaterales, dos enormes aberturas que llegaban prácticamente a una cuarta de la cintura, el escotede pico bajaba entre los pechos en el que evidentemente no podría usar sujetador, y terminaba enla mitad del estómago, y unos tacones dorados de tira fina a conjunto con los pendientes. No sé enqué momento pensé que ese vestido era para mí, pero por alguna extraña razón me lo compré.

Salí dispuesta a emborracharme, no pensaba derramar una sola gota más de lágrimas por esehombre. Si tenía que ser así, si eso era solo sexo, pues eso sería.

Justo cuando me estaba montando en el coche, llegó Leo, guapo como siempre, comprensivocomo siempre y sin tener en cuenta mi comportamiento del último día.

Los ojos se le salieron de las órbitas al verme, no pudo disimular su atracción y me miró dearriba a abajo.

—Guau, Sam, no tengo palabras. Hoy terminaré pegándome con alguien por ti, porque loshombres solo van a tener ojos para ese cuerpo.

Sonreía al escucharlo, necesitaba que alguien me subiera el ánimo y qué mejor que Leo paraeso.

Al sentarme en el coche el vestido subió, quedando las aberturas laterales aún más altas yaunque intentara bajarlas no pude.

—Sam, como no te tapes un poco, tendremos un accidente porque así no se puede conducir, nopuedo dejar de mirar esas piernas y ese escote —bromeó—. ¿Estás bien?

—Estoy perfectamente Leo, hoy pienso estar con vosotros y disfrutar al máximo.Miró rápidamente hacia mí y me puso la mano en la rodilla mientras sonreía, parecía

realmente contento, ese día sus ojos azules brillaban de manera especial.Al bajarnos del coche escuché a alguien llamarme, miré hacia atrás y vi a un chico cuya cara

me sonaba. Me acerqué para verlo bien, pero a pesar de sonarme muchísimo no terminaba desaber quién era.

—No te acuerdas de mí, ¿verdad? —Lo siento, me suenas muchísimo, pero… ahora no caigo. ¡¡Madre mía!! Dany. Cómo me he

podido olvidar de ti, claro que me acuerdo, eres el chico que me salvó de ese…—Bueno, salvó… —Puso cara de no creer que era para tanto.—Sí, ese tío iba dispuesto a todo.—La verdad es que sí, la pena fue no volverlo a encontrar.Leo llegó y se presentó, aunque él estuvo ese día también, es más, se acordaba de él.—¿Vas a entrar? Me encantaría invitarte a algo para agradecértelo.—No, muchas gracias, tengo planes hoy, pero otro día quizás —contestó agradecido. —

Cuídala, no la dejes sola que va muy guapa —le dijo a Leo pensando seguramente que era mipareja.

—No lo dudes, muchas gracias.Me había alegrado verlo, no sé qué hubiese hecho ese hombre conmigo si no fuera por él.Entramos en la discoteca y ya habían llegado los demás, todos me miraron impactados, no solo

Page 96: No cruces la línea

porque entré de la mano de Leo, aunque simplemente fuera por no perdernos entre la gente, si nopor el vestido.

Leo me pidió una copa que me bebí casi de un trago, cogí a las chicas y las arrastré hasta lapista, hacía mucho que no bailaba y me apetecía muchísimo. Con Enzo no salía a ningún sitio, soloen su casa, otra cosa que empezaba a estar clara, no había ningún motivo por el que necesitessacar a tu puta a pasear.

Tenía que pedirme otra copa para dejar de pensar todo el tiempo en él, así que me acerqué a labarra. Un hombre empezó a hablar conmigo, quería invitarme, pero le dije que no y un segundomás tarde apareció Leo, estaba pendiente de mí en todo momento, no me quitaba ojo de encima.

Las chicas sacaron el móvil para fotografiarnos, una todos juntos, una solo las chicasbailando, otra brindando…

—Échame una sola con Samantha —dijo Leo a Regina.Me cogió por la cintura y miró a la cámara, pero yo había pensado otra cosa, me pegué frente

a él y rodeé su cuello con mis manos, al ver mi reacción agarró mi muslo y lo subió a la altura desus caderas mientras con la otra mano agarraba peligrosamente mi trasero. Nuestras caras sepegaron tanto que me asusté, pero esperé a que nos fotografiara.

—Joder, Sam, no sigas haciendo esto o no responderé. —Pensé un poco con claridad y meseparé.

Le dije que me mandara la foto y me sorprendí, era tan íntima que asustaba, parecíamos dospersonas a punto de comerse la una a la otra y por una de las partes puede que fuera así.

Abrí el WhatsApp y la puse de perfil, quería que Enzo viera esa foto y creyera que me dabaigual lo que había hecho, una parte de mí quería que sufriera igual que yo.

Bajé el volumen de móvil y apagué el vibrador, esa noche era mía y la disfrutaría.Estuvimos bailando y bebiendo toda la noche, estaba muy mareada y solo veía a Leo quitarme

tíos de mi lado todo el tiempo, hasta que se quedó inmóvil junto a mí como si fuera miguardaespaldas. En cierto punto no me dejaron beber más, me sentía bastante mareada, pero esono quitaba que quisiera seguir haciéndolo.

—Sam, te llevo a casa, ya —dijo Leo.—¿Qué? No, no me pienso ir.—Estás mareada, Sam, te estás pasando —replicó Carlos.Las chicas tiraron de mí hasta la calle y cuando salí una suave brisa me acarició la cara, pero

el cuerpo se me cortó y empecé a sentir un sudor frío que me hizo sentir mal al segundo, empecé averlo todo negro de repente y a no escuchar nada.

—¡¡Sam!! ¡¡Sam!! —los gritos de los chicos cada vez sonaban más lejanos y no era capaz dereaccionar.

Cuando me desperté estaba en una camilla, me sentía fatal y mi padre estaba junto a mí, concara de preocupación.

—¿Papá? —Intenté levantarme pero tuve la impresión de que mi cabeza explotaría.—¿Estas bien, peque? —Cogió mi mano y la acarició. Aquí están todos tus amigos desde que

te pasó han estado esperando ver que te recuperas, nos hemos asustado mucho.Empecé a llorar, me sentía fatal, la forma en la que les había estropeado la noche con mi

negligencia.—Les diré que entren porque estarán deseando verte y así podrán irse a descansar. —Me besó

en la frente y salió, pero antes de llegar a la puerta se quedó pensativo y se volvió, estabadecaído. —Peque, ahora no es el momento pero tenemos que hablar de tu trabajo y de ese hombre.

¿Por qué? ¿Por qué había que hablar de eso? ¿Qué sabía mi padre? No podía quedarme así,

Page 97: No cruces la línea

necesitaba saber por qué me había dicho eso. —¡¡Papa!! —grité. ¿Por qué lo dices?—. Su mirada era de derrota.—Tu móvil no paraba de iluminarse peque y… lo cogí para ver quién era pero habían

colgado, entonces me di cuenta de que tenías muchos mensajes de tu jefe y… lo siento, los miré.Enzo me había mandado muchos mensajes, seguro que había visto la foto y estaba enfadado

porque piensa que soy suya.—¿Por qué pedía con tanta insistentemente que le contestaras? ¿Ha pasado algo? ¿Tiene que

ver con la foto que tienes con Leo? —Eran demasiadas preguntas y no podía, ni quería contestar—. Sam. ¿Tienes problemas con ese hombre?

—Papa, no te preocupes, de verdad, me trata muy bien, quiero que estés tranquilo, ya te loexplicaré. —Intenté tranquilizarlo para no preocupado más, pero sé que fue en vano.

Bajó la cabeza y salió a llamar a los demás.—Por cierto, le mandé un mensaje diciéndole que estabas en el hospital, pero… no ha venido.Me quedé sin respiración. Estoy en el hospital y no es capaz de venir. ¿Qué clase de hombre

es? No lo reconozco, no es el Enzo con el que vivo, que está pendiente de mí en todo momento.¿Qué demonios ocurre? Podía entender lo que me dijo Carlos y Adan de que era una trabajadora yno tenía obligación de invitarme, pero en el hospital…, aquello no tenía perdón para mí, no leimportaba nada absolutamente. Seguramente estaría por ahí disfrutando con los amigos y yo no erasuficientemente importante como para venir a verme al hospital el día de su cumpleaños.

Entraron todos juntos, incluida Ángela y me abrazaron. Les pedí una y mil veces perdón y apesar de estropearles el sábado me perdonaron y se alegraron de que estuviera bien, se habíanpreocupado mucho por mí y les agradecía enormemente que hubieran estado ahí.

Les dije que se fueran, estaban demacrados de no haber dormido y necesitaban descansar, eranlas doce de la mañana y seguían ahí esperándome.

Salieron todos, pero Leo se quedó rezagado detrás.—¡Vamos, Leo! —gritaron los demás.—Un momento, ahora bajo —dijo mientras se acercaba a mi lado.Ángela al ver lo que sucedía decidió irse a buscar a papá que había bajado a tomar un café.—Necesito sentarme un poco, Leo. —El me cogió de la mano y me incorporó. Me senté frente

a él en el lateral de la cama con las piernas colgando, el vestido se me subió y él me ayudó abajármelo.

—En cuanto te vi con el vestido sabía que me darías problemas —bromeó—. ¿Estás mejor?—preguntó mientras me ponía el pelo detrás de la oreja.

—Me duele la cabeza, pero sí, estoy mejor. —Lo miré y quise ver al Leo de antes, al que mevolvía loca con sus ojos azules, pero no lo veía, o por lo menos eso creía. Pensaba en Enzo, en losojos azules de Enzo.

—Me asusté mucho, Sam.—Lo siento. Sé que tuviste que estar toda la noche pendiente de mí —intenté sonreír.—Eso fue un placer y lo sabes. Desde que trabajas allí me he dado cuenta de una cosa, Sam.

Te echo de menos, antes sabía que estabas ahí pero ahora que no estás, siento que me falta algo yeres tú. Tus locuras, no como la de hoy, claro. —Empezamos a reírnos.

¿Qué pasaría si besaba a Leo? No me refiero a un pico, a un beso, un beso de verdad como elque había soñado durante tanto tiempo en darle. ¿Volvería a sentir lo que sentía antes? ¿Podríaolvidar a Enzo? Todo sería tan fácil con Leo, amigos en común, es uno de mis mejores amigos y…es “normal”.

—Leo…, ¿quieres besarme? —Abrió los ojos de par en par extrañado.

Page 98: No cruces la línea

—Pensé que no querrías porque el otro día huiste.—Hoy lo necesito —dije intentando aguantar las lágrimas.Tragó saliva y se acercó a mí delicadamente y agarrándome por el cuello me besó.Sus pupilas ocupaban la mayor parte del iris, aún así el azul de sus ojos brillaba intensamente.

Las manos le temblaban y dejó caer su frente sobre la mía.—Sam, vente a mi casa.

Page 99: No cruces la línea

C A P Í T U L O D I E C I N U E V E

No pude mirarla a la cara mientras le decía que podía irse el viernes y volver el domingo. Habíasido una de las cosas más difíciles que hice, pero era para protegerla, entre otras cosas. ¿Quédirían al ver que he invitado a la persona que se encarga de mi casa? Ya les pareció rara que fuerajoven, así que hubiese sido muy descarado que viniera, cuando nunca lo habían hecho las demás.

¿Qué haré cuando mis amigos intenten ligar con ella y yo no pueda hacer nada, solo mirar?Sam es hermosa y estoy seguro de que alguno lo intentaría, mi sobrino el primero, que tiene sumisma edad.

Cualquiera podría contarle mis problemas puesto que todos los que vienen son personas queme conocen bien y saben por lo que he pasado y estoy pasando, no podía, no quería que losupiera, me daba miedo.

Y por último, Pilar. El otro día estuvo tirante con ella y no quiero que lo vuelva a pasar malpor mi culpa, demasiado está aguantando con mis secretos.

Cuando la vi dirigiéndose a su dormitorio y preparar las cosas para irse, empecé a dudar, sihiciera lo que hiciera sufriría, prefería que sufriera junto a mí. De esa manera estaría paraprotegerla, pero no me dio tiempo.

Mi teléfono empezó a sonar en el dormitorio y corrí a cogerlo, pero justo en ese momentoescuché unos pasos rápidos que se dirigían hacia la puerta. Corrí para alcanzarla, pero cuandollegué ella iba por la calle y aunque grité su nombre, se fue.

Fui a su cuarto y me di cuenta de que había dejado hasta las llaves del coche, eso significabaque volvía corriendo, cosa que hacía cuando no era capaz de afrontar algo o necesitabadesconectar. Estaba huyendo de mi casa, huyendo de mí.

Acababa de irse y ya la echaba profundamente de menos, era mi oxígeno, el motor de mi vida.La casa estaba vacía sin ella y pensar que hasta el domingo no la vería me mataba por dentro.

Intenté tranquilizarme y pensar que era mejor así, estaría con su familia y con sus amigos y…, después le explicaría todo.

Mi hermana me llamó para decirme que vendrían los del catering el sábado sobre las seis parapreparar la fiesta.

Cuando llegaron los dejé entrar, lo celebraríamos en la piscina, mientras me metí en midespacho. Lo último que me apetecía era esa fiesta, solo podía pensar en qué estaría haciendoSam y como se encontraría.

Miré mil veces el móvil, pero no tenía ningún mensaje, ni llamada de ella, eso me puso muynervioso porque quería decir que estaba más dolida de lo que imaginaba.

Me arreglé con un pantalón vaquero y un polo e intenté poner mi mejor sonrisa, mis hermanashacían aquello por mí y no se merecían verme triste.

Page 100: No cruces la línea

Fueron llegando todos, unas veinte personas aproximadamente, nunca dejé que invitaran a más,eso ya era demasiado. Básicamente lo hacía por ellas porque sé que necesitaban verme bien.

Llegaron mis hermanas con mis cuñados y mis sobrinos, Carlota la hija de Pilar que teníaveinte años y Dany, el hijo de Elena que era prácticamente mi hermano, nos habíamos criadojuntos. Hacía bastante que no venía por mi casa porque había hecho un curso y lo echaba demenos. Antes era él el que me acompañaba haciendo deporte, era diferente a como lo hago conSam, pero sigo echando de menos su compañía.

Llegaron unas nueve personas que trabajan con nosotros en la clínica, de los que estábamosmuy unidos, y mis tres amigos, Martín, Alex y Sergio. Siempre venían solos a mi cumpleaños, notraían a sus mujeres ni a sus hijos porque decían que era un día de chicos, pero yo sabía querealmente lo hacían porque pensaban que me sentiría mal, eran los mejores.

Mi hermana le dijo al camarero que nos trajera cerveza y me preguntó qué era lo que queríabeber y le dije que otra. Solo sería una, no pasaría nada.

Al darle el primer trago, fue inevitable recordarme la última vez que noté ese sabor y era enlos labios de Sam, se me formó un nudo en el estómago.

—Todavía no conozco a la chica que trabaja aquí —dijo Dany.—¿Qué? Ah…, sí. —Me sentía mal pensando en Sam.Cogió mi móvil y sin que me diera tiempo a reaccionar lo encendió. —Joder, yo conozco a esta chica. Es Sam. —Sentí una leve punzada de celos al escuchar eso.

¿Habría estado Sam con mi sobrino? Solo de pensarlo me sudaban las manos.—¿De qué la conoces? —dije mientras le quitaba el móvil.—Una noche en la discoteca, fui al baño y me encontré a un hombre intentando pasarse con

ella, se lo quité de encima por supuesto, con varios puñetazos, estaba fatal pero no quiso que lobuscara, si no, te aseguro que lo habría matado. Joder, me dio mucha pena. ¿Espera, no está aquí?—preguntó sorprendido.

—No, no está. ¿Por qué lo dices? —Intentaba contestar con claridad después de imaginarme aun tío tocándola sin permiso.

—La he visto con un chico dirigiéndose a la discoteca, me preguntó si iba a entrar parainvitarme por lo que hice la otra vez, pero le dije que tenía un compromiso. Pensé que ese chicoera su novio, pero… ese beso de la foto lo deja claro.

—¿Era un chico rubio con ojos azules? —Estaba seguro de que era Leo.—Sí, Leo creo que me dijo que se llamaba.Desconecté por un momento y solo pude pensar en Leo intentando animar a Sam de la putada

que le acababa de hacer.—Enzo —dijo Pilar—. ¿Dónde está esa chica? —Pilar no empieces por favor, el otro día te pasaste. —No pude evitar ponerme serio.—Lo sé, lo siento, pero lo hice queriendo. ¿Dónde está?, para pedirle perdón. —¿Cómo? —pregunté sorprendido—. Ella no está, le di el fin de semana libre.Mis hermanas me miraron sorprendidas.—Enzo, ¿por qué no la has invitado? —dijo, enfadada.—Nunca he invitado a ninguna. ¿Por qué os sorprendéis?Elena y Pilar me hicieron una señal para que acercara y me dirigí hacia ellas.—Enzo, ¿qué demonios ha pasado? Creí que tenías algo con esa chica, por eso me comporté

así con ella, para ver tu reacción —contestó Pilar, ofuscada.—¿Qué? ¿Por qué? —Estaba tan sorprendido que no sabía muy bien que preguntar —¿Por qué

habéis pensado eso? —No daba crédito.

Page 101: No cruces la línea

—La foto, Enzo, la hemos visto y la forma de mirarla y de protegerla. Esa mirada en la fotoera cómplice, o por lo menos eso nos parecía —contestó Elena.

—Bueno…, sí, puede que tengáis razón. —Por qué no decir la verdad. —Hay algo pero…nada serio, es solo temporal.

—¿Solo temporal? Eso no lo decidís ustedes, eso surge, es algo natural. ¿No le ha importadoque no la invitaras?

En ese momento se me vino el mundo encima, y Sam, todos la esperaban con ilusión y yo lahabía apartado de mi vida.

—Simplemente le dije que no viniera y se marchó, creo que está enfadada. —Me senté y metapé la cara con mis manos.

—Tranquilo, cariño, si te quiere volverá, y yo pienso que es así. Llámala y dile que todos laesperamos. Será estupendo, Enzo —dijo Elena, ilusionada—. Ya es hora de que seas feliz yaunque pienses que nadie te entenderá, no es así, el amor lo entiende todo Enzo, te mereces que tedes a ti mismo una oportunidad.

—¡Vamos, llámala! —Pilar no veía el momento y eso me alegró—. Es una muñeca, Enzo, esuna monada de chica y aguantó todas mis impertinencias solo por ti. —Tenía razón, tenía quellamarla.

Me separé un poco y la llamé una y otra vez, le mandé un montón de mensajes diciéndole queviniera, pero no tuve contestación.

Mis hermanas intentaron convencerme de que no me preocupara, que quizás necesitara sutiempo y mis sobrinos intentaron animarme junto a mis amigos, que no sabían nada de Samantha.

Intenté disimular por ellos, pero en mi mente solo estaba Sam. Sentía una presión en elestómago, como una angustia que no podía explicar, un sentimiento negativo que quizás fuera laculpabilidad, pero que me hacía pensar que la perdería. Cada vez veía más claro el dolor que lehabía causado, y cada vez veía más claro también la tontería que había hecho.

En los últimos cumpleaños había podido superar esto, pero aquel año sería diferente, soloquería que por favor volviera, volviera conmigo.

Terminó la fiesta y me quedé solo, en mi casa silenciosa y vacía como mi alma. No paraba depreguntarme un y otra vez el porqué. Debí invitarla, ¿desde cuándo me importaba lo que dirían losdemás? Yo la hubiera protegido de lo que fuera y de quien fuera y habría estado ahora aquíconmigo. Lo único que hacía era ponerme muros y muros. Así nunca conseguiré ser feliz.

Volví a coger el teléfono para mandarle otro mensaje diciéndole que estaba arrepentido,cuando lo vi.

Un puñal me atravesó el corazón y lo cortó en mil pedazos. Tuve que sentarme porque laspiernas empezaban a fallarme. ¿Qué he hecho? Una foto de ella abrazada a Leo con la piernarodeándolo y la cara tan cerca que dolía verlo. ¿Qué he hecho? La he dejado a los pies de Leo.

Me metí en el gimnasio y empecé a correr en la cinta, no estaba dispuesto a tomarme nada ycubrir este dolor, quería sentirlo todo para no volver a hacerlo, pero necesitaba desahogarme dealguna manera.

Llevaba dos horas corriendo, estaba exhausto, la ropa del cumpleaños completamente sudaday en la cabeza la imagen una y otra vez de Sam abrazada a…, no podía pronunciar ni pensar sunombre.

Escuché el sonido de mi móvil y corrí a cogerlo. Necesitaba que fuera Samantha, aunque solo

Page 102: No cruces la línea

quisiera gritarme, pero necesitaba escuchar su voz.Tenía un mensaje de Sam, el corazón me dio un brinco y me llené de esperanza.

WHATSAPPSAMANTHA: Mi hija no se puede poner. Estamos esperando que se despierte, está en el

hospital Juan Ramón Jiménez.

El teléfono resbaló de mi mano cayendo estrepitosamente contra el suelo y la pantalla se partió enunos cuantos pedazos, que milagrosamente quedaron sujetos al marco, sin soltarse.

Sam… Sam…. —repetía mentalmente una y otra vez en mi cabeza. ¿Qué demonios le hapasado? Mi mente empezó a trabajar a toda velocidad mientras mi cuerpo no reaccionaba.

Recordaba esa sensación, la recordaba, joder, tenía que ir al hospital, tenía que ir, pero… micuerpo se había quedado sin fuerzas. Como pude, llegué hasta el cajón donde guardaba las llavesde coche, las agarré fuertemente y me dejé caer en la mesilla para coger fuerzas. Mierda, estabacompletamente sudado, pero sería imposible llegar hasta el armario y cambiarme. Me oprimía elpecho y mientras andaba hasta el garaje me lo apretaba con fuerzas con la esperanza de calmar esasensación.

—¿Qué coño le ha pasado, joder? No podía llamarla, no tenía su número, el móvil estaba rotoy… no podía pensar con claridad, todo era una puta nube oscura. Abrí el garaje y entré en elcoche como pude. El sudor frío me recorría el cuerpo y me provocaba escalofríos. El sonido delencendido del motor me aclaró la mente por unos segundos, lo justo para darle al botón y que seabriera la puerta del garaje.

—Puedo hacerlo… puedo hacerlo —repetía una y otra vez.Metí la marcha atrás y saqué medio coche al exterior. Empezaron a temblarme las piernas y

los brazos y la vista se me nublaba cada vez más. Intentaba pensar en Sam, en qué le pasaba, en noperderla y por un momento creí que podría, pero entonces me paralicé, sentí un fuerte dolor en elestómago y las náuseas llegaron a mí. Con todas mis fuerzas empecé a dar golpes en elsalpicadero sin conseguir nada, la impotencia y la furia se apoderaron de mí y me bajé del cochedejándolo tal como estaba, mitad dentro, mitad fuera y vomité allí mismo.

Empecé a verlo todo muy claro, la había perdido, la había perdido y todo era por mi culpa,por mi maldita culpa, no podría recuperarla jamás y la comprendía. Conmigo sería infeliz, esoestaba claro, pero la necesitaba, con todas mis fuerzas.

Después de varias horas aguantando la amargura y la desesperación, conseguí encender elteléfono, llamé a Lola y se lo conté, le conté todo lo que había hecho, todo lo que sentía y lo que lepedía a Sam. Estaba desesperado, fuera de mí y no encontraba consuelo en ningún sitio, tenía lasensación de morirme lentamente. Le pedí el favor de que se acercara al hospital a ver como seencontraba y ella aceptó sin dudarlo ni un instante, aunque quería pasar a verme antes. Me neguéen rotundo, solo quería sufrir porque pensaba que me lo merecía, me merecía lo peor de estemundo por ser así, por apartar a Sam de mi lado de esa manera y no ir a verla al hospital. Medaba asco a mí mismo.

—Enzo, no iré a verte, pero… cuando le dices a ella que no traspase la línea, ¿a qué terefieres exactamente? —preguntó relajada a pesar del estado en el que yo me encontraba.

—En que no se enamore de mí —contesté mientras se me caía una lágrima.—¿En qué parte de la línea estás tú, Enzo? ¿Lo has pensado alguna vez?

Page 103: No cruces la línea

Sus palabras se me clavaron en el alma y lo vi claro.

Sobre las doce y media del mediodía hablé con Lola. Había ido al hospital y ya Sam se habíamarchado a casa, eso significaba que estaba bien, o por lo menos mejor porque allí no le dijeronel motivo por el que había sido ingresada. Me quedé más tranquilo pensando que estaba mejor,pero tendría que esperar a esa noche para ver si volvería.

Acababa de salir de vomitar cuando sonó el telefonillo. —Sam. —Intenté recomponerme para que no notara que había estado tan mal, sabía que se

preocupaba por mí cuando me pasaba y no era el momento.Pulsé el botón creyendo que aparecería mi preciosa Samantha por la cámara, pero no, no era

Sam, era una chica con una caja en la mano.Estuve a punto de pasar, pero algo me hizo bajar a recoger lo que era.—Enzo y Samantha Arias... —Sonreí tristemente al escuchar nuestros nombres juntos.—Sí —contesté.—Esto es para vosotros. Firme aquí y que aproveche.—Gracias. —Entré en casa y me senté en la mesa de la cocina, evidentemente era algo de

comer por lo que había dicho la chica, pero ¿qué?Cogí la tarjeta de unicornio que había pegada en una esquina y la abrí.

¿Pensabas que no me enteraría?Te sorprenderás con lo que hay dentro, igual que me sorprendí yoal enterarme.

Gracias, Enzo por hacer que me sienta tan bien en un lugar, por hacerque por primera vez sienta que nonecesito huir y por hacerme sentiruna princesa en un cuento de hadas.Gracias por dejar que te acompañe en tu camino.

Supongo que estoy viendo tu cara porque no desearía nada más en este mundo que pasar este día contigo.Espero que el deseo de este año no sea que desaparezca de tu vida.

Page 104: No cruces la línea

Felicidades.Dame un beso, que me lo merezco.

—Claro que no, princesa, quiero que estés siempre conmigo, pero… nunca podrá ser.Tuve que leer varias veces la dedicatoria porque me reconfortaba el corazón pensar que en

algún momento pensó aquello tan bonito que estaba escribiendo, pero volví a la realidad y abrí lacaja.

Una preciosa tarta que me terminó de romper lo que me quedaba de corazón.Quería pasar su cumpleaños conmigo mientras yo la echaba, había pensado todo esto con

ilusión, el regalo más maravilloso que me había hecho nunca, no tuve que pensar mucho paradarme cuenta de que una parte era ella y la otra yo, era también su cumpleaños. Pero después dequedarme mirándola y aguantarme para no tirarla observé lo que dividía un lado del otro. Lamaldita línea, no quería volver a ver esa línea nunca más, pasara lo que pasara. Con mis manos laquité, y con un cuchillo extendí los colores para que por lo menos ahí estuviéramos unidos.

Maldita sea... ¿Qué había hecho?

Page 105: No cruces la línea

C A P Í T U L O V E I N T E

—¿Estás segura de que te encuentras bien para trabajar?—Sí, Leo, confía en mí, lo necesito. Sentía un enorme vacío en mi interior, pero le prometí que no volvería a irme y cumpliría con

eso. Nada volvería a ser lo mismo, pero intentaría aguantar y hacer como si no pasara nada.Tenía que meterme en la cabeza que solo era mi jefe y que no tenía por qué invitarme a su

cumpleaños y tampoco tenía por qué venir a verme al hospital, aunque yo lo habría hecho sindudar, tenía que abrir los ojos de una vez.

Me bajé del coche y me despedí de Leo, respiré hondo y abrí la puerta. Mientras cruzaba eljardín que daba a la casa, notaba como se formaba un nudo en mi garganta, tenía que intentar comofuera no verlo hoy, o lo menos posible hasta que me calmara.

Entré sin hacer ruido y me dirigí a la habitación, la maleta estaba donde la dejé, en el suelo.Me agaché a cogerla.

—Sam —la voz de Enzo me hizo temblar.No fui capaz de mirarlo, pero simplemente al sentir que estaba ahí mi cuerpo falló y caí de

rodillas al suelo.—Lo siento —Su voz era débil, destruida.Lo miré y fue mi perdición. Tenía la espalda apoyada en el marco de la puerta y estaba

cabizbajo con la mirada parda y sin luz, muy diferente a como la suelo ver. ¿Por qué demoniostenía que sentir algo tan fuerte por él? Me odiaba a mí misma por eso.

En mi interior se mezclaban varios sentimientos como el enfado y la culpabilidad. Odiaba queme hubiera hecho eso, pero me odiaba por hacerle eso yo a él. No volvería a besar esos labios, novolvería a sentir sus fuertes brazos rodeándome ni ver esa mirada cómplice que me desmoronaba.Tenía que decirle cuanto antes lo que pasaba, para terminar con este sufrimiento.

—Estoy enamorada de ti —lo solté sabiendo lo que eso conllevaba, todas las veces que mehabía dicho que no pasara la línea.

Cogió aire y su pecho dejó de moverse como si por un momento dejara de respirar, no movíani un solo músculo del cuerpo.

—Enamorada, Enzo… ¡Enamorada! —grité—. ¿Sabes qué significa eso? Que me rompiste enmil pedazos el corazón y hay zonas que no se pueden reconstruir.

Seguía sin reaccionar, la culpabilidad no lo dejaba ni siquiera mirarme a la cara. Nosquedamos en silencio, solo se escuchaban mis sollozos descontrolados.

—Y… he roto el trato. —Esta vez sí que miró hacia mí con los ojos totalmente desencajados.—¿Qué trato, Sam? —preguntó asustado. Era obvio que se estaba imaginando lo que había

pasado porque por primera vez reaccionó.

Page 106: No cruces la línea

—Me he besado con Leo. —Sus ojos se oscurecieron y cerró los puños con fuerza.—¿Te… te ha besado? —su tono de voz era casi imperceptible, como si le doliera preguntar.—No, lo besé yo. —Me vine abajo completamente cuando lo vi cerrar los ojos como si al

hacerlo no viera la realidad de lo que estaba pasando, y dejó caer la frente sobre el marco de lapuerta. Lo acababa de destruir por completo, quería que me gritara, que se enfadara, que pegara unpuñetazo, cualquier cosa para no verlo tan afectado.

—Vamos, dime algo. ¡Enfádate! ¡Échame! —grité.Simplemente se incorporó y se fue mientras yo me quedaba tirada en el suelo sin ninguna

explicación de lo sucedido y sintiéndome una mierda.Lloré desconsoladamente durante mucho tiempo hasta que por fin me pude calmar un poco.¿Ahora qué? ¿Me iba sin despedirme? ¿Esperaba una explicación? Solo deseaba meterme en

la cama a llorar y envolverme en la desesperación en la que me encontraba.Cuando por fin me tranquilicé me enjuagué la cara, la tenía totalmente hinchada de tanto llorar,

era un monstruo con los ojos totalmente enrojecidos.¿Por qué había tenido que pasar todo esto? ¿Por qué tenía que ser su cumpleaños y estropear

todo lo que teníamos? El sentimiento de impotencia me invadía.Tenía que hablar con él, y tenía que ser ahora así que me fui a buscarlo. Al pasar por la cocina

se me fueron los ojos hacia una caja que estaba en la mesa.—¡No, la tarta! —¿Cómo pude ser tan despistada y no llamar para que la cancelaran? ¿Qué

habrá pensado al verla, al leer mi tarjeta…?Me acerqué a ella con curiosidad, tenía una idea en la cabeza, pero no la había visto y no

sabía si habrían conseguido lo que yo quería.—¡Oh, Dios! —Era perfecta. Una lágrima surcó mi mejilla cayendo sobre la mesa. —¿Qué

demonios? Una tira roja de fonda estaba apegotonada en la mesa y al volverme a fijar en la tartacontemplé como entre las dos partes alguien la había toqueteado. Había quitado la línea que pedípara separarla en dos. ¿Qué significaba eso? Me estaba volviendo loca. ¿Por qué había quitado lalínea si siempre me decía que no la cruzara? Tenía que hablar con él ahora.

Muy despacio fui recorriendo las habitaciones hasta llegar a su dormitorio. Llamé variasveces, pero no contestaba y decidí entrar. La oscuridad lo envolvía todo, encendí la luz y vi queestaba acostado sobre la cama. ¿Cómo podía dormir en esas circunstancias? Me enfadé tanto quedecidí despertarlo, necesitaba que me dijera algo, que me explicara lo de la tarta, por qué no vinoal hospital, aunque me doliera, que se enfadara conmigo por romper el trato, pero no que durmieramientras yo sufría allí, sola.

—¡Enzo! ¡Enzo! —Empecé a zarandearlo sin resultado—. ¿Cómo podía dormir tanprofundamente si yo ni siquiera podía respirar con aquella situación?

Volví a intentarlo, pero lo único que conseguía era mover levemente su cuerpo.Al estar boca abajo no podía verle la cara así que esforzándome al máximo le di la vuelta.—¡Enzo! —Eso no era normal, parecía un muñeco y ni siquiera se inmutaba. ¿Qué estaba

pasando? ¿Qué pasaba?Mi mente empezó a trabajar a mil y le di tortazos en la cara para intentar que reaccionara, pero

nada, estaba inerte.Empecé a verlo todo nublado, la boca se me secó al segundo y un mareo me hizo agarrarme al

cabecero de la cama. Esto no podía estar pasando, no podía.Estaba en una nube donde solo podía escuchar mi respiración y el sonido de mis latidos en el

cerebro. Espabila, Sam, espabila, me repetí.Como pude, cogí su móvil que ahora tenía la pantalla rota, y después de varios intentos,

Page 107: No cruces la línea

conseguí desbloquearlo. No era capaz de pensar con claridad, pero tuve la suerte de ver que laúltima llamada perdida era de Lola.

—Lola. —Era perfecto, su médica sabría qué hacer, solo tenía que darle a re-llamar.Después de varias llamadas que se me hicieron interminables, lo cogió.—Dime, En…—¡¡Lola!! —Como una explosión en mi interior salieron las palabras—. Lola, es Enzo, es

Enzo, no pue… no puede...—Tranquila, Sam, relájate, me estás asustando. ¿Qué ha pasado? —Su tranquilidad forzada me

relajó lo suficiente para contarle lo sucedido.—No se despierta Lola, Enzo no se despierta —grite mientras lloraba sin consuelo.—Tranquila, Sam, mira si respira.—¿Qué? —Me entraron náuseas y el teléfono se me cayó al suelo, pero siguió funcionando. —

No, no, no puedo, no puedo. —Sam, tienes que hacerlo. —Escuché mientras cogía el teléfono, de nuevo.Le puse la mano en el cuello y en la muñeca, pero no fui capaz de sentirlo, estaba tan nerviosa

que no podía concentrarme. Acerqué mi rostro aterrorizado a su nariz y sus labios ligeramenteabiertos rozaron los míos, provocando que sintiese como una leve brisa entraba y salía de suboca.

—Dios mío, sí, respira, respira. —Eso hizo que me calmara ligeramente. —Sam, escúchame. Mira por ahí y dime si ves alguna pastilla.Abrí todos los cajones y en uno de ellos encontré un arsenal de ellas.—Hay muchas, Lola, muchas. ¿Esto qué es? —pregunté asustada, estaba enfermo, era

evidente. ¿Se va a morir, Lola? —Estaba destrozada.—Tranquila, seguramente no, pero necesito que me ayudes. Tiene que haber una que se

llame…—Espera, aquí en la cama, hay. Lorazepam, Trankimazin y Orfidal. ¡¿Dios, esto que es?!—Tienes que decirme cuántas hay de cada tableta Sam, cuenta bien por favor.Tuve que contar varias veces cada una, porque era incapaz de concentrarme, pero lo conseguí.

Después de contarlas y decirle estuvo unos segundos que me parecieron interminables, ensilencio.

—Tranquila, Sam, dormirá bastante pero no hay peligro. Sí que se ha tomado algo más de loque debía, pero no hay nada de qué preocuparse. Es imposible que lo consigas despertar. Sientoque te veas en esta situación.

Sentí por primera vez como el oxígeno llegaba a mis pulmones, el pánico que había sentido mehabía dejado sin fuerzas y solo tenía ganas de llorar.

—Necesito cinco minutos, Lola.—De acuerdo, pero llámame, por favor, cuando estés más tranquila, que quiero hacerte

algunas preguntas y contarte lo que le pasa a Enzo.¿Que? ¿Me iba a contar lo que le pasaba de verdad? Lo miré y lo besé, posiblemente fuera la

última vez que lo hiciera, pero necesitaba tenerlo entre mis brazos por lo menos por última vez ysentir que estaba bien, que no estaba en peligro.

—Sam. ¿Me has escuchado? —Escuché de fondo.Cogí el móvil y le contesté.—Sí, dime —respondí mientras caían mis lágrimas sobre Enzo.—¿Qué ha pasado? Quiero decir…, sé que ha pasado algo, porque me llamó para que fuera al

hospital a verte, pero cuando llegué ya no estabas.

Page 108: No cruces la línea

—¿Por qué no fue él? —grité.—Sam, escucha. Él no puede, ahora te lo explicaré, pero es así. —No entendía nada.—¿Qué pasó cuando llegaste, os enfadasteis? Puedes contármelo, lo sé todo.—¿Todo? —dije sorprendida.—Todo, Sam, soy su psiquiatra. Si tienes dudas sobre algo te diré que creo que Enzo es

maravilloso, que todo lo que ha hecho y como lo ha hecho ha sido porque no puede de otramanera. Sé que es difícil de comprender, pero es así.

Pensé un momento y empecé a contarle.—Cuando llegué encontré su coche en la calle. Había vomitado fuera y pensé que la noche

anterior había bebido demasiado.—Él no bebe, Sam. No puede con la medicación.—Lo sé, pero…—Tranquila —su voz me relajaba—. Si supieras lo que le supone coger el coche te

sorprenderías.Agarré la mano de Enzo fuertemente y lo miré pensando en cuál sería ese motivo y si quería

realmente saberlo sin que me lo dijera él.—No puedes imaginar lo contenta que estoy de que aparecieras en su camino.—Pues la he cagado, he besado a otro chico porque estaba dolida con lo que había hecho.—Oh...—Dime algo, por favor —supliqué.—Eso es lo que le ha provocado la crisis. Creo que debes saber lo que le sucede para que

comprendas su mente.Me temblaba todo el cuerpo, sentía que estaba invadiendo su intimidad sin permiso.—No sé si quiero saberlo.—Sam… —Calló por un momento—. Hace dos años le sucedió algo dramático, aunque no soy

quien para contarlo, lo haré. Aquello le provocó una fuerte depresión que le desencadenó unaagorafobia complicada, con un sentimiento de culpabilidad extremo. Pánico incontrolado a salir ala calle, que él cree que se merece. Enzo no ha vuelto a salir, porque no puede.

Eso quería decir que no pudo venir a la fiesta de mi padre ni recogerme ese sábado de casa deCarlos y Adan y que no pudo venir al hospital, aunque quisiera. ¿Y yo que había hecho?Enfadarme.

—Sam, di algo. No te asustes, por favor.—Soy un monstruo.—Claro que no eres un monstruo. La forma de comportarte es lógica, cuando no sabes que hay

un motivo detrás. No te culpabilices de nada, pero no le des la espalda ahora que lo sabes.—Lola, estoy enamorada de él. Nunca le daría la espalda y menos ahora, es él el que me

aparta y eso no tiene nada que ver con la agorafobia.—Sí, tiene que ver, en su mente sí que tiene que ver. Pagar por estar contigo en concreto, es

solo una pared que quiere poner entre vosotros. Casi todo lo está haciendo por ti, pero es todomuy complicado de comprender hasta que no se abra totalmente.

—Gracias, Lola. No te imaginas lo que has hecho por mí, hoy.—No es nada, ahora tranquilízate, si necesitas algo más, no dudes en llamarme. Adiós.—Gracias y adiós.Me quedé mirando su bello rostro dormido y pensando en todo lo que había tenido que sufrir

por mi culpa, ahora estaba todo un poco más claro, aunque algunas cosas seguían sin cuadrarme,sabía que había querido ir a verme siempre, no había pasado de mí. Si pudiera volvería atrás para

Page 109: No cruces la línea

hacerle caso, cuando me decía que lo comprendiera y yo no lo hice.¿Qué pasaría cuando se despertase? Lo que me había contado Lola de la agorafobia no

cambiaba lo que había hecho con Leo, eso me entristeció enormemente.Bajé a meter el coche en el garaje, era evidente que intentó salir y no pudo, no le pondría en la

tesitura de intentar meterlo.Me acosté junto a él, pasé su brazo por debajo de mi cuello y me acurruque. Quería disfrutar

de su compañía, aunque fuera de aquel modo el tiempo que me quedaba, sintiendo su respiracióntranquila y pausada, seguramente muy diferente a la que habría tenido ese fin de semana.

Pasé mis dedos por sus labios sedosos, por su mejilla sonrosada, por su pelo ondulado. —Lo siento, Enzo. Siento no haberte entendido todo este tiempo…, siento haberte hecho sufrir

al comprometerte en venir a verme…, siento no haberte hecho caso cuando me lo pedías.Entonces recordé. El día que llovió, salió a por mí a la calle y luego estuvo vomitando y el

coche, estaba fuera, tuvo que ser muy frustrante para él no poder conseguirlo. Me sentía tan malque por mucho que lo abrazaba no calmaba el dolor que sentía en mi interior.

Agorafobia, es lo último en lo que pensé antes de caer rendida después de horas llorando,abrazada a él.

Me desperté sudada, no sabía la hora que era, pero no me levantaría hasta que no sedespertara.

Se movió y se puso de lado, pero seguía dormido. Nuestras caras estaban tan cerca que podíasentir el sabor de su boca. Agarré su mano y entrelacé los dedos con los míos. Ya terminaba esto,ya terminaba mi micro mundo.

Una hora después aproximadamente abrió los ojos. No parecía sorprendido cuando me vioacostada junto a él, a tan solos unos centímetros y acariciando su mano, más bien parecía intentarcomprender el porqué. Mi corazón se aceleró y las lágrimas volvieron a salir de mis ojos. No eracapaz de adivinar su expresión y eso me hizo sentir insegura, el silencio me estaba matando pocoa poco.

Después de un rato esperando alguna reacción por su parte, la cual no llegaba, me levanté, mesenté en el borde de la cama y esperé unos segundos por si se decidía a hablarme, pero al ver queno había respuesta me fui.

¿Ahora qué?Preparé todo y me metí en la ducha, me ayudaría a despejarme un poco y a intentar dejar de

llorar.Apoyé mi frente sobre las manos que tenía en la pared, derrotada, abatida, sumida en la pena y

la tristeza, pensando en la reacción de Enzo al verme o, mejor dicho, en la no reacción.Sentí como tras de mí se abría despacio la cortina de la ducha. Respiré hondo mientras

intentaba pensar con claridad. Estaba aquí, buscándome. La inseguridad me hizo quedarmeparalizada, hasta que sentí su presencia cada vez más cerca de mi cuerpo. Me agarró por la cinturay empezó a besarme el cuello, el contacto de mi piel con su piel hizo que inconscientemente mecontorsionase y dejara caer la cabeza sobre su fuerte pecho. Cada vez sus besos eran más intensosy desesperados, sus manos empezaron a recorrer todos los lugares de mi cuerpo provocando quemi mente desconectara por un momento. Quería dejarme llevar, olvidar todo, disfrutar delmomento y de su cuerpo.

—¿Por qué, Sam? —su voz era desesperada, sonaba a dolor.—Enzo, yo… —Dejé caer las manos nuevamente sobre la pared al sentir que unía su cuerpo al

mío y no fui capaz de seguir hablando, perdí la capacidad de pensar.Agarró mi pelo húmedo y tiró de él hacia atrás provocando que soltara un gemido. La

Page 110: No cruces la línea

brusquedad de sus movimientos me hizo creer que seguía enfadado conmigo, estabadesahogándose, estaba intentando sacar toda la frustración que llevaba dentro, la ansiedad, elmiedo, la impotencia... Si era así me daba igual, solo quería estar con él, que viera que seguía ahíy que estaría.

—Sam… ¿Por qué estabas… acostada conmigo? —Cada vez sus movimientos se volvían másintensos y rudos.

—Porque estoy... enamorada... de ti —grité provocando que su respiración se volviera másacelerada. Igual que tú de mí. —Al escucharlo aumentó la velocidad y la fuerza. Podía escucharsu mente luchando contra su corazón en cada embestida, hasta que soltó un gemido que se unió almío, un momento de placer que no se parecía a nada de lo que había sentido antes, una unión nosolo física, iba más allá. Fue bajando la velocidad hasta quedar completamente quieto, abrazado amí. Había sido fantástico y no había rebatido lo que había dicho, ¿qué querría decir eso? Mehorrorizaba mirar hacia atrás y no ver lo que quería.

Cerró el grifo y me giró para quedar completamente frente a él. Sus ojos caídos me hacíanpensar que seguía sufriendo, luchando contra sus demonios.

—No debería haber sido así, mereces que te trate como a una princesa, lo siento, no sé qué meha pasado. —Me tenía agarrada con suavidad y no me soltaba.

—Contigo siempre es perfecto. —Me acerqué con miedo y lo besé. Ese beso, que durante todala noche pensaba que no volvería a probar.

Me cogió con sus fuertes brazos y me sacó de allí. No dije nada, solo me dejé llevar, era suyay podía hacer conmigo lo que quisiera mientras estuviera con él.

Dejamos un surco de agua por el pasillo y se tumbó en la cama sobre mí. Nuestros cuerposresbaladizos hacían presagiar lo que volvería a pasar.

—Sam, te necesito. —Con la dulzura con la que siempre me había tratado, me besó.—Estoy aquí, Enzo, tranquilo. —Acaricié su mejilla mientras él la apoyaba contra mi mano.Después de mirarnos durante un rato volvió a poseerme de una manera dulce y pausada,

disfrutando y controlando todos los movimientos de su cuerpo sobre el mío, intentando únicamentehacerme disfrutar como si fuera su único objetivo en la vida, hacerme feliz.

Page 111: No cruces la línea

C A P Í T U L O V E I N T I U N O

Cuando la vi junto a mí en la cama, volví del infierno. ¿Qué demonios hacía aquí? No entendíanada y no sabía cómo comportarme. Me había dicho que estaba enamorada de mí y… ¿ahora qué?Había besado a Leo, pero a pesar de haberla decepcionado estaba aquí conmigo, asustada,insegura y preciosa. ¿Me elegía a mí?

Su mirada expectante me atravesaba el alma, pero no podía reaccionar. Sus ojos se fueronoscureciendo y brillaban como estrellas en el firmamento, para terminar derramando lágrimas dedolor e incomprensión, por mi culpa, seguramente.

No pudo soportar esa tensión y se levantó. Tuve oportunidad de agarrarla, pero algo mefrenaba, muchos sentimientos encontrados, malos y buenos, se mezclaban en mi interior formandoun nudo en el estómago que me hizo retorcerme.

Al verla salir de la habitación sentí un vacío interno que solo ella era capaz de rellenar con supresencia. Tenía que hablar con ella, aclarar todo, explicarle muchas cosas, aunque fuera a mimanera, pero no podíamos dejarlo así.

Al levantarme me mareé, la noche anterior me pasé con las pastillas porque sentí un dolordemasiado fuerte al escuchar que había besado a Leo, no podía dejar de pensar que fue por miculpa, yo hice que quisiera besarlo, la entendía y eso me mataba por dentro.

Caminé hacia su dormitorio y escuché el sonido del agua cayendo en la ducha. Algo me hizoentrar, quedarme ahí detrás de la cortina y desnudarme.

Retiré la cortina y me la encontré ahí, preciosamente desnuda, apoyada en la pared como si nofuera capaz de soportar lo que estaba pasando. Debía hablar, pero mi mente desconectó y solopensé en tenerla, en poseerla, en hacerla mía. La agarré por la cintura y empecé a devorar sucuello sin compasión, con ansia, dispuesto a que fuera nuevamente mía. Todo me parecía poco, supiel suave, su respiración acelerada… Solo pude preguntarle una cosa.

—¿Por qué, Sam? —¿Por qué besó a Leo? Necesitaba escuchar sus palabras para que metranquilizara.

—Enzo…, yo… —La furia me invadió y me apoderé de su cuerpo con tanta fuerza que tuvoque apoyar las manos contra la pared.

Tiré de su pelo para acercarla a mi cuerpo, quería tenerla en mí hasta el último centímetro, novolverla a perder, olvidar los labios de Sam en la boca de Leo, su cuerpo en una camilla dehospital, saliendo de mi casa dolida por apartarla de mi vida. Todo eso necesitaba echarlo fuera,poseyéndola y sintiendo que nadie podía estar tan cerca como yo. ¿Por qué no me dice que pare?¿Por qué estoy comportándome tan agresivo? Siento que ella es el mejor método para relajar micuerpo y mi alma con el sonido de su respiración.

—Sam… ¿Por qué estabas... acostada conmigo? —¿Qué le diría si hubiese intentado

Page 112: No cruces la línea

despertarme sin conseguirlo? Eso me hizo sentirme impotente y volverme más brusco en mismovimientos.

—Porque estoy… enamorada… de ti — gritó y mi corazón se aceleró—. Igual que... tú de mí. Joder, joder, ¿por qué había dicho eso?, ¿por qué? Aceleré con fuerza para intentar olvidar lo

que había comentado, no podía escuchar eso porque no podía ser, joder, no podía ser. Pagué consu cuerpo toda la frustración y toda la ansiedad acumulada hasta que nuestros cuerpos descansaroncon un suspiro ahogado al unísono.

¿Qué he hecho? Es una princesa y no la he tratado como tal. Me disculpé por no habercontrolado mi furia interna, pero ella solo me dijo que conmigo siempre era perfecto. ¿Podía tenermás suerte de tenerla a mi lado?

La giré y la llevé en brazos hasta la cama, sin secarnos, no quería perder ni un segundo sinvolver a tocar su aterciopelada piel y allí la volví a tomar, entre besos y caricias como ella semerecía, disfrutando cada segundo de la unión de nuestros cuerpos resentidos por el sufrimientopasado.

Nos quedamos abrazados en la cama durante un buen rato, mirándonos.—¿Quieres que hablemos? le pregunté.—No. Para mí todo está claro. ¿Quieres hablar tú de algo?—No. —Tenía razón, quizás en otro momento.—Hay una tarta esperándonos en la cocina. Estoy deseando probarla.—Tienes razón. —Todavía mi pelo goteaba y pude ver el estropicio que habíamos hecho en la

cama de Sam, estaba totalmente mojada y eso era estupendo porque así dormiría conmigo.Cogió el albornoz y se lió una toalla en el pelo mientras yo esperaba observándola. —¿No pensarás ir así de mojado? —Se acercó y me frotó fuertemente el pelo hasta dejarlo lo

bastante seco para que dejara de gotear.Me puse los pantalones y ella un vestido suelto color crema, estaba perfecta con cualquier

cosa que se pusiera.—¿Estás lista? —Me miró confundida.—Sí, ¿por qué? —Me acerqué a ella y me la eché sobre el hombre—. Ahora perfecto.Ya no se resistía, sabía que tenía que ser así. La senté sobre la mesa de la cocina y cogí dos

platos y cubiertos.—Has estropeado mi tarta. ¿Por qué? —preguntó.—Porque ya no hay más líneas, no más que cruzar.—¿Y eso a que se debe? —dijo tranquilamente mientras me agarraba la pierna.—Hablando con Lo… —Mierda, me preguntaría qué por qué hablo esto con Lola si piensa

que es mi médica, había estado a punto de cagarla—. Quiero decir que pensando el otro día, me dicuenta de que… nunca quise que cruzaras la línea porque…, desde el primer momento yo estabaen tu lado.

Puso su mano en el pecho y levantó las cejas.—¿Cómo? —preguntó sorprendida.—Siempre he estado contigo Sam, si la cruzas, te alejas. —Se levantó y me abrazó. —Demasiadas emociones por hoy, no voy a soportarlo —sonrió.—Todavía queda tu tarjeta.La cogió y la arrugó. —Fuera tarjeta. Felicidades, Enzo.—Felicidades, Sam —quería preguntarle algo que escribió, pero no estaba seguro de si era el

momento o no—. Sam, ¿por qué no huyes con lo que te hago sufrir?

Page 113: No cruces la línea

Se sentó en mi regazo y me acarició la nariz con la suya. Cortó un trozo de tarta, la echó en elplato y cogió un trozo con la cucharilla.

—Porque el tiempo que estoy contigo bien…, me hace olvidar todo y un día me dijiste queconfiara en ti y eso intento. —Besé sus preciosos labios—. Es tan fácil como difícil de explicar,simplemente no necesito huir, no lo sé.

Acercó la cuchara a mí para que probara la tarta y yo hice lo mismo.—¿Pediste un deseo Enzo? —Sí y ya se ha cumplido. —Agarré un mechón de pelo que le colgaba en la cara y se lo

coloqué detrás de la oreja—. Era… que volvieras.Acarició mis mejillas provocándome un ligero cosquilleo.—Pues entonces me toca a mí. —Se quedó pensativa con el dedo índice en sus labios y la

mirada levantada—. Ya lo sé, pero no te lo contaré hasta que no se cumpla.Asentí con la cabeza mientras miraba su bello rostro sonriente, como me gustaba verlo.—Se me había olvidado decirte una cosa.Se levantó y se colocó junto a mí pidiéndome que cerrara los ojos, no me fiaba de ella porque

su mirada era juguetona y la conocía lo bastante bien como para saber que tramaba algo.Sentí como la caja de la tarta se movía, acto seguido abrí los ojos, pude ver como intentaba

coger un trozo de tarta para tirarlo hacia mí, pero fui más rápido y se lo estampé en la cara.—Nooo. —Intentó quitarse la nata de los ojos—. Mi ojo, creo que me ha entrado nata. Me

escuece mucho —lloriqueaba.—Sam, no voy a caer otra vez en tus mentiras, asúmelo, has caído en tu propia trampa. —Se

quitó las manos de los ojos y sonrió—. Tengo una idea. No los abras que te llevo a enjuagar. —Lacogí en brazos y me dirigí a la piscina.

—No te atreverás. Enzo, Enzo, suéltame. —La dejé caer en el suelo porque empezó a darmemanotazos en el pecho.

—Tranquilízate, o será peor. —Me agaché y me la eché al hombro—. Tú te lo has buscado.No paraba de golpear mi espalda mientras gritaba que la dejara. En cuanto salí al jardín se

puso más nerviosa.—Sam, contaré hasta tres. Una, dos, y… —La solté lentamente en el bordillo dándole la

espalda al agua, seguía con los ojos cerrados por la nata.—Enzo, me estoy agobiando, no veo nada. —Tengo una idea, si me respondes bien a una pregunta no te tiraré, ¿de acuerdo? —Asintió

con la cabeza.—¿Puedo hacer que un sicario haga desaparecer a Leo? —Soltó una carcajada.—Nooo. ¿He perdido? —preguntó con una gran sonrisa en la cara.—Vale, solo quería ver si colaba —bromeé—. ¿Volverás a besar a Leo? —La sostuve de los

brazos y la incliné levemente hacia atrás.—Nunca —dijo, seria esta vez—. ¿Te ha valido esta respuesta?—Joder, sí, con las ganas que tenía de tirarte. —Incluso con la cara manchada de tarta era

maravillosa.—Lo mismo me pasa a mí. —Se echó hacia atrás mientras me agarraba de la camiseta

haciendo que cayéramos los dos a la piscina—. Tenía que ganar yo —dijo mientras me besaba.

Al día siguiente llamaron a la puerta, miré por la cámara del telefonillo y vi a un repartidor con un

Page 114: No cruces la línea

paquete entre sus manos.—¿Quién es? —preguntó Sam.Le hice una señal para que esperara y baje rápidamente para ver lo que era. No tenía remitente

y eso me extrañó.Ese día estaba vestido con un polo y unos pantalones, llevaba incluso los zapatos puestos

porque esperaba a un trabajador de la clínica para resolver algunos problemas y me sentíaincómodo.

Me puse las gafas y abrí el paquete con rapidez. Estaba bastante bien envuelto, pero seguía sinsaber de quién diablos era.

Junto a mí en el sofá estaba Sam, expectante, deseando que abriera el paquete, tanto como yo.—¿Ha llamado alguien en estos días para decirte que mandaba algo? —pregunté extrañado.—No, nadie, que yo recuerde.—Pero... ¿Qué coño…? Joder, Sam. —Bajé el paquete al suelo y tiré de ella hasta ponerla

sobre mis rodillas—. ¿Es tuyo, verdad? ¿Por qué haces esas cosas?—¿No te gustan? —Claro que me gustan. —Dos conjuntos para hacer deporte uno junto al otro, no podía ser de

otra persona—. Pero me hacen parecer la peor persona del mundo. La verdad es que quería dartela sorpresa yo, pero veo que te has adelantado.

—¿Qué sorpresa? —preguntó expectante.—Ya la verás. —La abracé tan fuerte como pude hasta que la hice gritar.—Me encanta que te guste. Estaba deseando que lo vieras.La obligué a desnudarse para que se probara el conjunto. Camuflaje, me gustaba, estaba

preciosa con ese toque verde junto a su rostro anaranjado. Habría mirado mi talla sin que me dieracuenta porque todo me quedaba perfecto.

—Necesito una foto de este momento. —Cogió el móvil y me dijo que mirara pero no pudeapartar los ojos de su rostro lleno de felicidad.

—Pero… me estás mirando, tonto —dijo cuando vio la foto.Salió perfecta, cualquiera que la viera solo podía ver a un gilipollas enamorado hasta la

médula de esa joven a la que no se merecía, y a una chica que a pesar de lo que le había hecho,era feliz a su lado. No podía pedir más en aquel momento.

Ese mismo día llamé, muy enfadado, para ver por qué no había llegado lo que había encargado yme dijeron que no me preocupara que harían todo lo posible para que llegara aquel mismo día.

Un par de horas más tarde volvió a sonar el timbre, salí corriendo y lo recogí, luego busqué aSam por la casa hasta que la encontré leyendo en su cama. Salté junto a ella y se lo dí.

—Este es mi regalo. —Cogí su mano y se lo puse en ella.Parecía sorprendida al ver la caja. Mientras la abría me miraba expectante por ver mi

reacción. Había dos cadenas y me miró asustada.—¿Por qué me miras con esa cara? Quería que tuvieras algo que te recordara a mí cuando

estuviéramos separados. —Las cogió y los leyó en voz alta. —Eso me encanta, pero… no me gusta que te gastes más dinero en mí, son de oro.—No tengo otra cosa en que hacerlo, solo disfruto gastándolo…—En mí —comentó antes de que terminara la frase.—No, contigo. —Le di la vuelta para ponérselo—. El colgante del sol eres tú y el de la luna

Page 115: No cruces la línea

es el mío. Somos el día y la noche.—¿Eso crees? —Sus ojos oscuros me miraban con sutiliza.—Sí. Vemos la vida totalmente diferente.—Me gusta tu vida. —Frunció levemente el ceño mientras me lo decía.—A mí me gusta todo lo que tenga que ver con la tuya.Me abrazó con fuerza y metió sus manos calentitas bajo mi ropa. Cogió el colgante y me lo

colocó a mí también.—Ahora tú también te acordarás de mí cuando no esté.—A mí no me hace falta el collar para eso. —Acaricié su mejilla y nos fundimos en un

apasionado beso.—Gracias, Enzo, me encanta el regalo.

Pasaron los días y todo seguía perfecto. Comíamos, hacíamos deporte, dormíamos juntos, para míera la felicidad absoluta, pero, aunque la veía totalmente feliz no podía dejar de pensar que estabaencerrada en mi casa, en mi cárcel.

A veces la descubría mirando la puerta cerrada durante unos segundos, pero cuando notabaque me daba cuenta disimulaba y hacía como si no pasara nada. Sabía que tenía que ser algo duropara ella, pero no volvió a preguntarme desde ese día.

Mis hermanas me llamaron para ver si había conseguido arreglar lo “mío” con Sam. Sealegraron tanto cuando se enteraron que me perdonó, que terminaron viniendo a conocerla. ParaSam supuso un momento de estrés al pensar en Pilar, pero en el momento en el que se volvieron aver todo cambió. Me encantó ver la cara de felicidad de Sam al ver que la aceptaban en mifamilia, sé que lo pasó mal la vez anterior pero ahora todo era diferente, una pena que missobrinos no pudieran venir a conocerla debido a sus compromisos.

Los fines de semana la obligaba a ir a ver a sus amigos, aunque para mí fuera muy duro porqueme sentía vacío sin su presencia y el miedo a que se enamorara de Leo seguía ahí, pero tenía quesalir y hacer todo lo que no podría conmigo. Nunca volvimos a hablar de él y no me explicóexactamente cómo fue el beso, pero si yo no le contaba algunas cosas, tampoco le podía exigirotras.

Intenté rendirme a su cuerpo cada vez que veía que iba consiguiendo el dinero para el coche,pero era imposible, su sola presencia hacía que quisiera poseerla para sentirme lo más unidoposible a ella, era mi obsesión, era mi droga. No quería pensar en el futuro ni hablar con ella deeso, pero lo tenía en la mente de vez en cuando.

Una tarde Sam quiso hacer un bizcocho de limón y salió al supermercado andando, estaba cerca.Mientras preparé los utensilios para hacerlo, pasaríamos un rato agradable como todo lo quehacía con ella.

Sonó el teléfono, era Sam, seguro que se le había olvidado algo, salió muy rápido cuando se leocurrió la idea del bizcocho.

—Dime, princesa —contesté mientras comía un trozo de pan.—No comas nada, Enzo, espera a que hagamos el bizcocho.

Page 116: No cruces la línea

—Valee. —Le di el último bocado.—Ya he comprado, voy por la calle lateral de tu casa, pero acabo de acordarme de que no

miré si tenías yogur. ¿Puedes abrir la nevera y ver si hay, para no volverme?—¿No se puede hacer sin yogur? Te echo de menos —bromeé mientras miraba el frigorífico

—. Hay de fresa.—No vale, tiene que ser de limón, ahora ven… ¡¡Ahh!! —un grito ensordecedor y el sonido de

un derrape penetraron en mi cerebro.—¡¡Sam… Sam!! —grité. No se escuchaba nada en la otra línea.Un calor ardiente brotó de mi cuerpo desde dentro hacia fuera, y el corazón empezó a

palpitarme tan fuerte que se metía en la cabeza y no podía pensar con claridad. Corrí hacia lacalle con la boca seca y rezando para que pudiera verla desde la puerta, pero no fue así, seguía alotro lado de la calle.

Dios, dios, ¿qué podía hacer? Las piernas me temblaban tanto que más de una vez caí derodillas al perder fuerzas.

Esto no podía estar pasando, esto era una pesadilla.Un sudor frío me recorría la frente y empezaba de nuevo a hiperventilar. Di un paso al frente

mientras cerraba los ojos y salí a la calle. La opresión del pecho era tan intensa que no podíadejar de apretármelo con la mano fuertemente, pero no saber que le había pasado a Sam era peorque todo aquello.

Sin pensar muy bien fui caminando hacia la esquina mientras me agarraba a la valla de micasa. No había llegado hasta allí desde hacía prácticamente dos años y sentía como si meestuviera muriendo por dentro.

Tomé la esquina y vi a un hombre en una moto, gritando, mirando hacia el suelo entre doscoches, y sacando fuerzas de donde ni siquiera yo sé, corrí hacia allí.

—¿Enzo? —Sam se quedó blanca cuando me vio aparecer.—Sam. —Por fin sentí que me llegaba el oxígeno a los pulmones, estaba bien.Mientras Sam recogía las cosas del suelo ese hombre le gritaba sin parar, echándole la culpa

de lo sucedido, me acerqué a él con toda la furia del mundo y le di un puñetazo en la mejilla tanfuerte que cayó de espaldas al suelo. Toda la ansiedad que llevaba la descargué con él.

—¡¡Enzo!! —Sam estaba cada vez más nerviosa así que la agarré del brazo a la fuerza, porqueella quería seguir recogiendo la compra y me la llevé a casa. No abrió la boca en ningúnmomento, parecía comprenderme.

Las náuseas aparecieron en el mismo momento en el que crucé la puerta. Solté el brazo de Sampensando que estaba a salvo y corrí hacia el cuarto de baño.

—¡¡Sam, déjame!! —grité cuando vi que me seguía, pero ella no me hizo caso.Apoyé las manos en la tapa del váter y vomité mientras Sam me agarraba la frente y me

acercaba el papel. El roce de sus manos me reconfortaba.—Tranquilo, Enzo. —Se mojó las manos con agua y me las pasó por la frente y el cuello—.

No pasa nada, relájate. Hablándome de esa manera logró tranquilizarme, pero… necesitaba mis pastillas para

encontrarme mejor.Me dirigí al dormitorio y me senté en la cama para buscarlas, pero Sam no dejaba de

seguirme.—Necesito cinco minutos. —Negó con la cabeza—. Por favor Sam déjame un momento —

supliqué.—No te voy a dejar solo, estás nervioso y yo estoy aquí para ayudarte. —Sus palabras me

Page 117: No cruces la línea

llegaron al corazón.—Sam, tú no lo entiendes, déjame, por favor. —Se sentó junto a mí y me cogió la mano.—He dicho que no, Enzo. Yo también estoy nerviosa y te necesito cerca de mí. —A eso no le

podía decir que no—. No me dejes sola.La agarré para acostarla en la cama y la acurruqué junto a mí. Acaricié su espalda haciendo

círculos con los pulgares y le besaba la frente continuamente. No solo logró que no me medicarasi no que consiguió que la relajara yo a ella. ¿Dónde había estado mi princesa todo este tiempo?

—Sam, ¿estás mejor? Me asusté mucho cuando te escuché gritar por el teléfono.—Yo me asusté cuando te vi pegarle a ese hombre, me dio miedo de que te metieras en

problemas por mi culpa.—Sam, casi no recuerdo lo que pasó con él, está todo borroso en mi cabeza, lo único que

recuerdo es tu mirada de pánico al verme. ¿Por qué? —pregunté extrañado.—Porque te vi muy nervioso. ¿Por qué si no?—Claro… claro.Casi no podía creer lo que había conseguido, salir a la calle y no tomar ninguna pastilla en

pleno ataque de pánico, parecía increíble, Sam no era mi droga, era mi medicina.—Sam. —Sus ojos oscuros me miraban con expectación.—Dime.—Gracias. —Su sonrisa me llenó el corazón de alegría.—¿Por qué, tonto?—No sé…, pero, gracias. —Si pudiera decirle la verdad...—Vale, te lo acepto, pero con una condición.—¿Cuál? —pregunte.—Que me pidas perdón por no dejarme coger del suelo las cosas que compré. —La miré y

empecé a hacerle cosquillas por todo el cuerpo—. No volveré a intentar hacer un bizcocho nunca.—De eso nada, todo pasa por algo en la vida y no cambio el día de hoy.—Que trascendental te has puesto, pero yo tampoco lo cambio.—¿Por qué no me preguntas el motivo por el que vomito? Te habrás dado cuenta hoy que no es

un virus. —Estaba seguro de que estaría dándole vueltas a la cabeza.—Solo espero a que me lo quieras contar —respondió con timidez.Se merecía saber algo más, había estado a mi lado sin agobiarme, sin dejarme solo y sin

hacerme preguntas, tenía que contarle algo.—Sam, hay veces que… me pongo demasiado nervioso y…, eso me provoca nauseas, no lo

puedo controlar. Hoy solo ha sido una vez porque has logrado que me relaje. —Acaricié su pelo—. Pero hay veces que… son horas.

Una lágrima cayó por su rostro hasta terminar en mi pecho.—¿Por qué lloras, Sam? —Me asusté.—Gracias, Enzo, imagino que es difícil para ti, me alegro que confíes en mí.—Contigo es todo fácil, Sam.Nos quedamos abrazados un buen rato, disfrutando del momento.

Page 118: No cruces la línea

C A P Í T U L O V E I N T I D Ó S

Esa semana estaba un poco ausente, no quería darle importancia, pero tenía la sensación de quealgo le ocurría. Cuando estaba conmigo solo quería estar abrazado, pero también necesitaba sumomento de soledad. No quería preguntarle por qué, supuse que tendría que ver con algo de suenfermedad o trastorno o como se llame, pero me sentía un poco mal por él.

Después de comer me metí en la piscina, no quise molestarlo y yo también necesitaba un pocode desconexión. Había estado hablando con los chicos, no me perdonarían si no salía con ellosaquel fin de semana, después del beso de Leo todo se volvió un poco raro porque las tornascambiaron y aunque él comprendió que no sentía nada por él, la situación se volvió un poco tensay no habíamos vuelto a coincidir todos juntos desde entonces.

Mientras buceaba de un lado a otro pensaba en mi vida, el cambio que había dado en aquellosmeses, como había conseguido quedarme en un lugar sin necesidad de huir a pesar de losmomentos malos que había vivido. Era algo que nunca había conseguido, solía escapar al mínimoproblema que me surgiera, Enzo había conseguido eso, que fueran más fuerte las ganas de lucharjunto a él, que las de marcharme.

Al salir a la superficie lo encontré con las manos en los bolsillos, observándome. ¿Cómopodía ser tan guapo? Por una parte, me alegraba que no pudiera salir porque cualquiera más guapaque yo se lo podría llevar. Quizás el día que saliera se diera cuenta de las opciones que había enel exterior y se olvidara de mí. Era inevitable pensar en un futuro con él.

Se puso en cuclillas cuando me acerqué al bordillo donde se encontraba.—Hola, princesa. ¿No quieres que me bañe contigo?—Claro que quiero, solo te daba tu espacio.—Siento si estoy un poco diferente estos días, pero… ahora no quiero mi espacio, quiero el

tuyo —bromeó.—Pues ven a cogerlo. —Tiré de su pierna para que se metiera.Se sentó en el bordillo y me metí entre ellas mientras me miraba pensativo.—Sam… ¿Qué coche quieres?—¿Qué? El coche. Ahh… no sé. ¿Por qué me preguntas eso? —No me gustaba hablar sobre

ese tema porque me hacía sentir que el tiempo se acababa y después de ver lo que hacía con miayuda, como salir a la calle, inconscientemente pensé que no avanzaría sin mí.

Aun así, recordé el coche que me gustaba, un Kia Sportage, que evidentemente no compraríaporque se salía del presupuesto, pero así sería más lejano.

—Kia Sportage.—Me gusta ese coche para ti Sam, es fuerte y seguro para viajar.¿A qué venía ahora hablar del viaje? ¿Estaba pensando en que terminara aquello ya?

Page 119: No cruces la línea

—Enzo, no me gusta hablar de esto —dije con la mirada seria. Me hace sentir incómoda.—Lo siento, no quería… —dijo, confundido.—Lo sé. Báñate conmigo, por favor —supliqué.Se dejó caer en el agua y me cogió con sus fuertes brazos sin dejar de mirarme.—¿Cuánto tienes reunido?—No lo sé, lo tiene mi padre para no gastármelo y… dejemos de hablar de esto por favor. —

Me acurruqué entre sus brazos.—Sam, hay algo que tengo que decirte, pero no quiero que pienses nada malo. ¿Entendido?

Tienes que prometérmelo. —Unió su frente con la mía.Parecía asustado con lo que me quería decir y me puse nerviosa. —Dime —contesté enfadada.—Mañana… —Se quedó pensativo—. Mañana necesito estar solo. —Esperó ver mi reacción

—. Pero… no… pasa… nada. ¿Comprendes? Asentí con la cabeza, sería algo de lo que no quería hablar y le prometí no preguntarle, tenía

que confiar en él y no agobiarlo.—¿Confías en mí?—Claro, no te preocupes, me iré a ver a mis amigos. —Su cara se oscureció y rápidamente,

me di cuenta de que había pensado en Leo—. No, mejor iré a ver a mi padre. —No quería quevolviera a pensar en que Leo y yo…

—Gracias, Sam. —Me besó—. Siempre tan perfecta. Pasas la noche, pero al día siguienteestás aquí temprano, por favor, no podré aguantar mucho más tiempo.

Eso me hizo florecer mariposas en el estómago, si no podía estar más de un día sin mí, ¿cómome iba a echar cuando consiguiera el dinero?

Cuando me desperté al día siguiente, Enzo ya se había levantado, me pareció raro porquesiempre lo hacía con besos y arrumacos.

Llegué a la cocina, había preparado el desayuno, posiblemente llevaba bastante tiempodespierto.

—¿Por qué no me has llamado? —No contestó, se encogió de hombros y se acercó a mí.—Anda, desayuna que se enfría el café. —Me puso todo en la mesa y se fue.Comprendí que necesitaba estar solo así que nada más desayunar recogí todo y preparé un par

de cosas para marcharme.Busqué a Enzo para despedirme, estaba en el despacho con el ordenador y un café. Apoyada

en la puerta sin entrar me quedé observándolo, llevaba un polo blanco de Lacoste y las gafas quele daban un toque especial.

—Me voy. —Levantó la mirada y asintió intentando sonreír.Esperé unos segundos a que me pidiera un beso, no me había dado ninguno ese día y

pensándolo fríamente era el primero que no lo hacía. Al ver que no se levantaba y empezaba asentirse incómodo con la situación sonreí y le dije adiós.

¿Qué diablos le pasaría para querer estar solo? No quería comerme la cabeza y deseabaconfiar en él, así que intenté pensar en lo que haría ese día.

Salí de la casa y me dirigí al coche, mientras llegaba hasta él me crucé con una chica que meresultaba familiar.

—Ehh, hola —me saludó.—Hola. —Dios, era Patri, la prosti… bueno esa chica. ¿Iba a casa de Enzo? ¿Para qué iba a

su casa? Oh dios, ¿para qué iba a ir sí no? ¿Era ese el motivo por el que no quería que estuviese?¿Acaso se había cansado de mí y quería cambiar?

Page 120: No cruces la línea

Me monté en el coche con las manos sudando y las piernas temblorosas. La observé por elretrovisor para ver a dónde se dirigía, tenía que verlo con mis propios ojos para saber si podía ono realmente confiar en él.

La chica miró hacia mí y arranqué el coche para disimular hasta que vi como la puerta se abríay entraba en la casa.

Mi corazón se comprimió de tal modo que tardé unos minutos en respirar, mi desilusión y midecepción eran tan grandes que no me salían lágrimas, estaba en shock.

—¿Por qué? ¿Por qué? —repetía una y otra vez. ¿Acaso no era su princesa? Posiblemente ella sería su reina. Había puesto tantas esperanzas en

que se terminara conmigo que no me acordé de lo que hacía antes. ¿Qué pasaba con Enzo? ¿Porqué era así?

No sé cómo llegué a casa conduciendo porque las piernas me fallaban. Llevaba el volanteagarrado tan fuerte que podía arrancarlo de cuajo en cualquier momento, una mezcla de dolor,decepción, incomprensión y furia, quizás fuera la furia la que no me permitía llorar.

Paré el coche en la puerta de mi padre. ¿Y ahora qué? ¿Qué se supone que debo hacer? Conqué cara miraría ahora a Enzo sabiendo lo que había hecho. Una de las normas era que ni él ni yoestaríamos con otros, aunque… yo no lo había cumplido. ¡Pero había sido por su culpa! ¿Quizásno era así y esto había pasado cuando yo no estaba? Tenía tantas preguntas, cuyas respuestas,seguramente no me gustarían.

—¿Y ahora qué? —pregunté en voz alta.Bajé del coche y entré en la casa. Era consciente de que mi cara tenía que ser un poema, pero

no tenía fuerzas para disimular. ¿Cómo podía parar esto? ¿Cómo me había podido decir queconfiara en él?

Entré en el salón inconscientemente, creo que fue para que me vieran. Sus ojos se abrieroncomo platos al darse cuenta de mi presencia.

—¡Dios mío, Sam! ¿Qué te ocurre? —preguntó Ángela, realmente preocupada.—Peque, habla ya o me dará un infarto.—Me acuesto con Enzo por dinero —las palabras salieron de mi boca a borbotones, sin filtro

y sin allanar el camino. Necesitaba sacarlo y que me prohibieran volver allí.Ángela se puso las manos en la boca y mi padre en el pecho.—¿Pero… qué… demonios… estás… diciendo? —Mi padre se levantó de un salto y se

acercó a mí.—Espera, papá, escucha primero. —Intenté tranquilizarlo al verlo así.—¿Que escuche primero? ¿Tú sabes lo que me acabas de contar Samantha? —No daba

crédito.—No es lo que parece, no era sexo y dinero, era…—¡Sam, por Dios, calla! —gritó mi padre.—No, escucha. Era como una relación, parecíamos novios. —¿Por qué demonios lo estaba

defendiendo? Me estaba asustando ver a mi padre así.Mi padre se sentó y Ángela fue a intentar relajarlo sin conseguirlo. Le expliqué que era feliz, que me gustaba esa forma de vivir que él había conseguido, que no

quisiera huir. Empecé a llorar porque me di cuenta de todo lo que estaba perdiendo, no queríacambiar de vida, era feliz, lo quería.

Page 121: No cruces la línea

—Sam, entonces por qué traes esa cara. ¿Has tenido algún problema con él? —preguntóÁngela intentando mantener la calma.

¿Qué le decía ahora? Eso me pasaba por no pensar las cosas antes de contarlas y ser tanimpulsiva.

—Me he enamorado de él.Mi padre cerró los ojos y cubrió la cara con las manos.—¿Pero ¿qué estás diciendo Sam? ¿Cómo...cómo? —No conseguía sacar las palabras.Intenté convencerles de que se lo había contado porque necesitaba desahogarme, me asusté

bastante con la reacción de mi padre y en el fondo no quería que viera a Enzo de esa manera.Definitivamente estaba hecha un lío.

Después de estar bastante tiempo charlando y contestando a las preguntas que me hacían sinmeterme demasiado en detalles, logré que se relajara. Había sido un palo muy grande para él yposiblemente no lo viera nunca de una forma bonita, como lo veía yo.

—Esto tiene que acabar Samantha, eres guapa, inteligente, no necesitas eso y puedes conseguirel coche de otra manera, yo pediré un préstamo y no le deberás nada a ese… —suspirófuertemente.

—Papa, confía en mí. —Sentí una punzada en el pecho al recordar lo que me decía Enzo. —Estoy bien, solo necesitaba contároslo.

—Hijo de puta, prométeme que no volverás a hacerlo.—Papa, ya por favor, para mí es difícil esta situación.—¿Y Leo, Sam? —preguntó Ángela.—Leo... Leo ahora siente algo por mí. —Eso es estupendo, joder, Leo es perfecto peque y a ti te gusta.—Papa, me gustaba, te he dicho que estoy enamorada de Enzo. Necesito que me escuches, por

favor.Empecé a llorar de nuevo presa de la impotencia y la sensación de estar en un callejón sin

salida.—Sam, siento que te hayas enamorado de él, pero quizás él también lo esté de ti. ¿Crees que

hay alguna posibilidad? ¿Por qué te trataría así? ¿Por qué te pagaría esa cantidad? Quizás hay algodetrás como por ejemplo que crea que nunca te fijarías en él.

Me quedé pensativa con las palabras que me había dicho Ángela. Podía pensar que no mefijaría en él por tener once años más que yo, aunque no lo creía, pero pensar en que no querríaestar con una persona con esa enfermedad como la agorafobia si tenía sentido. ¿Sería ese elmotivo? ¿Quizás pensaba que no me fijaría en él por eso?

La miré y les dije que necesitaba hacer una llamada y subí corriendo las escaleras.Respire hondo y marqué su número de teléfono, mientras tanto me secaba las lágrimas de los

ojos.Un tono… dos tonos…Mi corazón latía fuertemente.Tres tonos… cuatro tonos…—Dime, Sa…—No lo hagas —lo corté.—¿Que no haga qué? —Parecía extrañado.

Page 122: No cruces la línea

—No te acuestes con ella, por favor, no lo hagas —supliqué mientras sollozaba.—No te entiendo Sam, me estás asustando. —Enzo, se lo de… —Me costaba decir su nombre—. Patri.—¿Qué? Pero… ¿cómo?..., ¿por qué? —Se puso muy nervioso.—Enzo, me da igual, pero no te acuestes hoy con ella, no volveré a cobrarte si quieres, pero…

no lo hagas.—Sam, no me voy a acostar con Patri, es más, no… joder… no lo hago desde hace mucho. —

Sus palabras me supieron a gloria.—Gracias. —¿Gracias por qué, Sam? ¿Crees que me acuesto con otras a la vez? No necesito a ninguna,

tengo todo lo que quiero, contigo.—No me digas esas cosas, Enzo. —Mi corazón no aguantaría tantas palabras bonitas.—¿Por qué sabes lo de Patri? —preguntó avergonzado.—Un día vino a casa preguntando por ti y me lo contó, pensaba que llamabas a otra agencia y

que yo era una de ellas.—Tú no eres una de ellas —dijo rápidamente—. No lo eres Sam. ¡No! ¿Me estás escuchando?—Sí, siento haber dudado otra vez de ti, Enzo, pero hay veces en las que... duele demasiado.Se quedó pensativo y escuché de fondo un suspiro.—Deberías haberme dicho lo de Patri y te lo hubiera explicado, no quiero que lo pases mal

por nada.—Lo sé, pero a veces es difícil porque te quiero Enzo, y no quiero saber nada que no quieras

explicarme, no quiero comprometerte. Quiero darte tu espacio. —Solo podía pensar en un abrazosuyo en ese momento para relajarme.

—¿Quieres saber algo? —dijo casi sin voz.—Solo si me lo quieres contar. —Lo que no imaginaba era que yo lo sabía y me daba igual, yo

podría ayudarle a superar su agorafobia.—Ven, Sam.—¿Cómo? Necesitabas estar solo —dije.—Necesito más estar contigo, me acabo de dar cuenta. —Empecé a llorar desconsoladamente,

sin control.—¿Estás seguro? —pregunté.—Nunca he estado más seguro. Te espero.Bajé rápidamente las escaleras y Ángela corrió hacia mí con la cara desencajada. Me contó

que mi padre le había hecho prometer que no me lo diría, pero estaba asustada, había ido a buscara Enzo para pedirle explicaciones, pero iba demasiado nervioso y estaba asustada de que hicieraalgo.

En ese momento se me vino de golpe lo que había hecho minutos antes, había cometido unenorme error al contarlo en casa, tenía que parar a mi padre como fuera antes de que llegara acasa de Enzo.

Page 123: No cruces la línea

C A P Í T U L O V E I N T I T R É S

El timbre empezó a sonar incesantemente. Sam tenía llave así que o se le había olvidado traerla ono era ella.

Por la cámara visualicé la imagen de un hombre que no debía de tener más de cincuenta años,que se movía con rapidez, parecía enfadado así que decidí bajar antes de abrir la puerta.

Mientras llegaba podía escuchar como seguía llamando una y otra vez.Pulsé el botón para que la puerta se abriera y unos brazos entraron sin que pudiera reaccionar

agarrándome del pecho y sacándome fuera.En cuanto puse un pie en la calle empecé a marearme, todo me daba vueltas y no podía

escuchar con claridad lo que aquel hombre me decía, sólo podía percibir como me gritaba y megritaba.

Antes de que pudiera centrarme un poco sentí un fuerte golpe en la cara, que me hizo caer alsuelo. Escupí sangre, pero eso me despejó un poco la mente.

Volvió a cogerme del pecho y a intentar levantarme.—¿Cómo has podido hacerle eso a mi hija, desgraciado? La has utilizado por dinero.Dios, no, no. Era el padre de Sam y por lo que estaba contando, sabía todo. ¿Cómo diablos era

posible? ¿Acaso se lo había contado ella?—Usted no lo comprende, señor —dije intentando tranquilizarlo, pero solo conseguí que me

diera otro puñetazo.Por un segundo me había olvidado de que estaba en la calle, pero al darme cuenta empecé a

sentirme nervioso y a escupir nuevamente sangre.—Vamos, defiéndete, cabrón.—No voy a defenderme, es el padre de Sam y no pienso tocarlo.—Pero a ella sí ¿no? Hijo de puta. —Su furia se descontroló y puso su rodilla sobre mi pecho

y empezó a darme puñetazos nuevamente.Cada vez me encontraba peor, el dolor, el aturdimiento de los golpes y el pánico de estar

expuesto al exterior hacían mella en mí e intenté levantarme para entrar en casa. Era la únicamanera que tenía de parar aquello, ya que no pensaba hacerle nada a ese hombre y no podía dejarque siguiera pegándome.

Lo empujé e intenté levantarme sin conseguirlo porque me dio una patada que me hizo caer.—No huyas, afronta tus actos —gritaba—. Mi niña, mi única hija. —La has enamorado para

acostarte con ella.—Puedo explicárselo, si se relaja y entra.—¿Qué me vas a explicar? Eso no tiene explicación lógica. Te has aprovechado de ella y

punto.

Page 124: No cruces la línea

—Le juro que no es así, pero escúcheme. —No sabía qué hacer para que me escuchara y setranquilizara.

No tenía fuerzas y empecé a sentir náuseas, no era el momento, joder, pero estaban ahí.Volvió a cogerme del pecho y…—¡¡Nooo!! Papá, ¿qué haces? ¡Suéltalo! —Era Sam corriendo hacia nosotros.—Enzo, lo siento, lo siento. —Me agarró del brazo— ¡Quítate papá! —gritó—. Confié en ti

—sollozó. Me ayudó a entrar en casa y me sentó en el jardín.—Lo siento Enzo, lo siento mucho. ¿Por qué has dejado que te pegue? —Acariciaba mi cara

dolorida haciendo que desapareciera todo dolor posible.—Tu padre tiene razón, no debería haber hecho esto, y nunca le haría daño a tu padre, Sam.—¿Estás escuchando, papá? Enzo no es malo, me trata bien y te lo dije.—Peque, ¿qué clase de persona hace eso? ¡Un degenerado! —gritó.—¡Cállate! —Un degenerado no me trataría como a una princesa.Era incapaz de articular palabra, solo escuchaba la voz de Sam intentando defender lo

indefendible mientras su padre quería hacer ver lo contrario. Me dolía tanto el sufrimiento deSam, como el sentimiento de su padre hacia mí. Quizás era hora de dar un paso adelante y afrontaralgunas cosas.

Mientras se chillaban entre los dos, saqué mi llavero y busqué la llave que quería darle. Memetí entre los dos y se la enseñé.

—Posiblemente esto no tiene justificación, pero quiero que veáis algo.—¿Qué es esto, Enzo? —preguntó, extrañada.—Es la llave del cuarto cerrado.Sus ojos se abrieron como platos mientras el padre la agarraba y tiraba de ella para que se

marchara.De un tirón se soltó. —No, Enzo.—Samantha, nos vamos —dijo su padre.—He dicho que no, papá.—Sam, quiero que lo veas. Necesito que lo veáis por favor. —Fruncí el ceño—. Luego te

explicaré lo que necesites, todo, sin secretos. —Necesitaba abrazarla, pero no era el momento, nodelante de su padre.

—Enzo, no lo haré porque te sientas obligado por culpa de mi padre.—Sam, te lo iba a enseñar de todas maneras, pero ahora quiero que lo vea él también.

Tranquila, princesa.—¿Princesa? —resopló su padre mientras lo escuchaba.—¡Papá! —volvió a gritar, indignada.—¿Estás seguro? —dijo mientras le caían dos lágrimas por las mejillas.—Totalmente, Sam. —Tuve un impulso de agarrarle la mano, pero el padre la apartó.—Venga, entremos, a ver qué justifica esto porque no creo que nada de lo que vea lo hará. —

El enfado del padre de Sam se había convertido en indignación.Sam tomó las llaves y con su padre siguiéndole, se dirigió a la habitación. Los seguí, pero

cuando llegamos me quedé en el pasillo esperando con las manos en los bolsillos como si aquelgesto pudiera protegerme.

Se quedó parada en la puerta unos segundos, con la llave girada, pero sin mover el pomo, dejócaer la frente en la puerta y empezó a sollozar.

Page 125: No cruces la línea

—No puedo Enzo, siento que estoy invadiendo tu intimidad.—Quita, peque. —Apartó a su hija y abrió la puerta de par en par.El olor de ese cuarto me hizo desmoronarme y sentarme en el suelo, era todo demasiado

intenso y doloroso para ese día y me sentía débil física y mentalmente.Todo quedó en silencio, ninguno de los dos era capaces de articular palabra. En la cara de

Sam se veía tristeza y curiosidad y la de su padre había cambiado completamente de registro, yano parecía tan enfadado, parecía confundido y arrepentido.

Sam no paraba de negar con la cabeza y no se quitaba las manos de la boca, su padre nodejaba de suspirar y masajearse la frente.

Les dejé todo el tiempo que necesitaron, no daban crédito y posiblemente se habían hecho unaidea de lo que pasaba, no era difícil conociendo mi vida, que aquello no estaba incluido.

Después de un rato salió el padre y en silencio se quedó allí, mirándome mientras Sam searrodillaba junto a mí y con su camiseta me limpiaba un poco la sangre.

—Enzo —logró decir—. Esto… esto... Necesitaban una explicación y se la dí. Esa habitación toda decorada de celeste bebé: con una cuna, un carro, un baño y un mueble

con ropa de recién nacido, era de mi hijo. Sobre la cajonera estaba enmarcada su ecografía y juntoa ella una foto de mi mujer junto a mí, vestidos con unas batas blancas, la ropa que usábamos paratrabajar antes de que pasara todo aquello, éramos médicos, los dos. Mi físico era totalmentediferente al de ahora, pesaba mucho menos, era bastante delgado, no hacía deporte porque no teníatiempo, solo trabajaba y estaba con mi familia que era lo que me hacía feliz, lo del deporte fue unaforma de escape a posteriori, simplemente.

Empezó a costarme respirar y paré. No dijeron nada simplemente esperaron a que cogierafuerzas para continuar.

En la pared estaba en letras colgadas, su nombre…, Ian.—Cuando llamaste a nuestra relación Ian, me descolocaste Sam. —Intercambio Amistoso de Necesidades. Lo siento, si hubiera sabido. —Hizo una mueca de

arrepentimiento.—No, no fue malo, fue… no sé, siempre consigues sorprenderme. —Hice un amago de

sonrisa.—¿Dónde están? —dijo casi sin voz— ¿no te deja verlo?Cerré los ojos fuertemente y recordé cada minuto y cada segundo de ese día.—Muertos. —Sam cogió mi mano y no pude evitar que me cayera una lágrima.—No tienes que contar nada más, Enzo.—Sí, Sam, necesito explicaros. —Tragué saliva y seguí. Podía recordar todas las emociones que viví como si fueran en este momento.—Ese día se murió una persona en el quirófano y cuando llegué a casa quise salir a disfrutar

con mi mujer embarazada porque la vida cambiaba en un segundo y no quería llegar y acostarmeporque estuviera cansado, quería vivir todos los momentos con ellos. Me encantaba mi vida ymiraba al futuro con auténtica ilusión, no podía pedirle más a la vida. Elsa y yo habíamostrabajado mucho, ella estaba de baja y teníamos la oportunidad de pasar más tiempo juntos,pero… —Hice una pausa—. A ella no le apetecía salir, así que intenté convencerla hasta queaceptó. Queríamos pasear por el parque Zafra o el parque Moret donde había vegetación y airelibre, pero mientras lo discutíamos una rueda explotó y no pude controlarlo, el coche chocó por sulado con un árbol y murió en el acto. —Rodeé la cara con mis brazos y Sam me acurrucó.

—Tranquilo, Enzo —su voz me llenaba el corazón de esperanza.

Page 126: No cruces la línea

—Estoy bien —respire hondo y seguí— yo quedé inconsciente por segundos y cuandodesperté y me di cuenta de… bueno de que había muerto, intenté salir y salvar a mi hijo. Ellaestaba de ocho meses y medio, si sacaba al bebé podría sobrevivir, pero… tenía la caderadestrozada por la palanca del coche y no podía moverme bien, el tiempo pasaba y no era capaz, nopodía sacar a mi bebé de allí, estaba muriendo y yo era médico, era el culpable de que pasara esoy no podía sacarlo. Cuando llegó la ambulancia ya no se escuchaba el corazón de mi hijo.

—Enzo, no fue culpa tuya, fue un accidente, tú solo querías pasar tiempo con tu mujerembarazada y eso es precioso, estoy segura de que ella no piensa eso desde donde está.

La miré agradecido por sus palabras, aunque no las compartiera.—Sam, tengo agorafobia. —Sentí una enorme vergüenza al decirlo, aunque me alivió—.

Pánico a salir a la calle, complicado por un sentimiento de culpabilidad, según Lola, que no es mimédico, es mi psiquiatra. Siento no habértelo dicho antes.

—Lo sé, Enzo. —Volvió a cogerme de la mano y no me la soltó.—¿Cómo? ¿Lo sabes? —pregunté extrañado.—Sí, y siento haberme enfadado cuando no viniste a recogerme o cuando te comprometí con

mis imprudencias a salir a la calle.—No, Sam, para mí eso ha sido un gran paso. Eres la única que me ha hecho salir de casa

desde que ocurrió esto, hace dos años. Hoy...—¿Hoy hace dos años?—Sí, por eso quería estar solo, para darles su sitio, que sepan que me acuerdo de ellos

aunque… me he dado cuenta de algo Sam…, ahora tú tienes también un sitio aquí. —Me dio unbeso y me asusté pensando en lo que pensaría su padre, que estaba allí frente a nosotros sin abrirla boca.

—Enzo… —Tapé sus labios para que no dijera nada.—Sam, no he vuelto a tener una relación normal con nadie porque creo que no me la merezco,

por eso llamaba a… Patri. Yo no puedo enamorarme y seguir mi vida normal mientras Elsa notiene oportunidad, por eso me prometí no rehacer mi vida jamás, si ella no podía, yo tampoco,solo sexo, pero…, apareciste tú con tus locuras... Me gustaste desde el primer momento…, ycambiaste todo. —Sam empezó a llorar—. La única forma que tenía de estar contigo y que no tefijaras en mí era esa, poniendo un límite entre nosotros que... realmente nunca existió. Sam erasuna chica libre, que huías de todo que habías vivido en muchos lugares y que tu ilusión eracomprarte un coche para recorrer España. Yo no tenía cabida en tu vida, pero tampoco podíasepararme de ti. El seguro me indemnizó y qué mejor manera que gastármelo en un coche para ti,para que vayas protegida en tu viaje, te lo hubiera dado desde el primer momento sin nada acambio, pero… no lo hubieses entendido, evidentemente.

—Bueno, yo ya no pinto nada aquí —dijo el padre, conmocionado—. Sam, nos vemos elsábado, cariño. —La besó en la frente.

Se agachó y suspiró profundamente.—Enzo, espero que algún día me puedas perdonar, eres lo que siempre quise para mi hija,

pero hasta ahora no he conseguido verlo. He pasado por lo mismo, pero yo me quedé conSamantha para ayudarme a salir adelante, no sé qué hubiera hecho si la hubiese perdido a ellatambién. —Acercó su mano para que se la estrechara y sin dudarlo, lo hice.

—Gracias, está todo olvidado y espero que me perdone usted también. —Asintió con lacabeza.

—Enzo, ¿eso quiere decir que sigues pensando en que me vaya? —Esperó mi respuesta sinconseguirlo—. Papá —llamó a su padre como si él pudiese hacer algo para remediarlo.

Page 127: No cruces la línea

—Sam, es la prueba más grande de amor que puede hacer alguien por ti, dejarte ir porque nopuede darte lo que necesitas a pesar de sus sentimientos. —Nos quedamos en silencio unossegundos—. Bueno, me voy. Lo siento otra vez.

—Dio un beso a Sam, se levantó y se marchó.—¿Es eso verdad, Enzo?Tiré de ella y la abracé, llevaba todo el día necesitando ese abrazo que me reconfortaba y me

hacía sentir vivo.—Te quiero, Sam. —Sus ojos se iluminaron y me besó.—Yo también te quiero, y siento mucho todo lo que ha pasado, pero te mereces ser feliz, a mí

me da igual que tengas agorafobia o lo que sea, y no necesito nada más en el mundo que estar juntoa ti, Enzo, podemos salir juntos de esto —intentaba desesperadamente convencerme, pero estabatodo hecho ya, no arruinaría la vida de otra persona.

—Tranquila, Sam, no pienses en eso ahora. —Acaricié su delicada piel mientras ella intentabadescargar su frustración, llorando.

No sé cuánto tiempo nos quedamos allí abrazados en el suelo, para mí nunca era demasiado, podíaestar toda la vida junto a ella.

—Gracia por abrirte conmigo, ha significado mucho para mí, y… por no pegarle a mi padre,aunque se lo mereciera.

—Nunca le pegaría a tu padre Sam, sé que lo quieres mucho y comprendía cómo debíasentirse.

Nos levantamos y me dirigí hacia la puerta.—Están en mi corazón, esto solo son recuerdos, no son ellos. —Se acercó y me agarró

fuertemente la mano—. Ahora estás tú aquí. —Cerré la puerta con llave y nos fuimos.

Page 128: No cruces la línea

C A P Í T U L O V E I N T I C U AT R O

Hice que se sentara en el salón y fui por agua oxigenada, algodón y hielo. Su cara empezaba ahincharse y lo único que provocaba era hacerme sentir totalmente culpable por la situación.

Ese día estaba siendo muy intenso, no podía ni llegar a imaginar el dolor tan grande que tuvoque pasar cuando sucedió el accidente y la sensación de querer sacar a su bebé para que nomuriera, porque casualmente sabía cómo hacerlo pero no podía. Toda esa frustración y esaimpotencia había terminado haciendo mella en él.

En la habitación me llamaron la atención muchas cosas como por ejemplo que estuvieraintacta, como si ese bebé fuera a nacer en cualquier momento. La ecografía enmarcada era algomuy doloroso.

Enzo era médico, ya me lo dijo una vez, pero verlo así…, al ver la foto te dabas cuenta de loque había cambiado, no era el mismo Enzo de ahora. Aquel hombre de la foto era de complexióndelgada, con el pelo más corto, unas gafas diferentes de las de pasta, que llevaba, eran de metal ylo hacían parecer intelectual, guapo, evidentemente, pero muy diferente.

El cuarto estaba limpio, tenía que hacerlo el día que yo libraba, seguramente, y olía a coloniade bebé recién pulverizada. La herida de Enzo estaba fresca todavía, pero estaba segura de quecon el tiempo lo superaría y deseaba ayudarlo con todas mis fuerzas.

—¿En qué piensas, Sam? —preguntó, avergonzado.— En todo lo que has vomitado por mi culpa, como por ejemplo el día que fui a correr, había

truenos y tuviste que salir a por mí.—Ese fue el primer día que pisé la calle desde el entierro. Todavía no sé cómo fui capaz de

hacerlo.—Gracias. —Sonrió.—El día del hospital, tuvo que ser horrible para ti después de ver la foto en el perfil, con Leo.—Si te soy sincero, es algo que todavía me cuesta perdonarme. —Suspiró—. Lo intenté,

arranqué el coche y…, no pude, Sam. —Me acerqué y lo abracé.—No te preocupes, ahora te entiendo y me arrepiento porque todas esas cosas que las podías

controlar. Ahora sé por qué me decías que confiara en ti. Volví a pensar en la foto de su mujer, era rubia natural y llevaba puesta una coleta. Usaba gafas

como las de él, era evidente que era una persona bastante sencilla porque al tener la bata abiertase podía ver la ropa que llevaba debajo, una camisa con un pantalón y… médica. Empecé asentirme muy pequeñita imaginándome junto a ella.

—Enzo. ¿Erais médicos en vuestra clínica?—Sí, ahí la conocí. ¿Por qué?—No, por nada, solo era curiosidad. ¿Cómo se te ocurrió contratar a prosti… bueno, eso?

Page 129: No cruces la línea

—Sam, ya vale, por favor.—Dímelo, lo necesito. ―Lo miré suplicante, tenía la cabeza llena de preguntas.—Solo buscaba compañía de alguien que fuera totalmente diferente a ella, es solo eso, no

quería que nadie volviera a ser especial en la vida para mí y tampoco me lo merecía.—¿La buscabas físicamente diferente, también? —¿A dónde quieres llegar, Sam? —Bueno, lo digo porque yo soy como… Patri.—Sam, Patri ha terminado siendo mi amiga, a ella le he contado muchas cosas y por eso vino

ayer, para ver cómo estaba. Lo tuyo siempre fue diferente, yo no te contraté para eso, es más, yobuscaba a una persona mayor que viniera, limpiara y me hiciera la comida y, ella su vida y yo lamía. Fuiste tú la que viniste con esas pintas a mi casa a hacer la entrevista. No te elegí a ti, meelegiste tú a mí.

—Tu mujer era muy guapa y seguro que era inteligente.—¿Y qué? ¿Qué quieres decir con eso? —preguntó, desconcertado.—Bueno, no sé.—Te crees inferior a ella, ¿no es así? Se te ve en la mirada. Sam, puede ser que lleves razón y

quizás una de las cosas que más me gustaba en las mujeres era su intelecto, pero la vida cambia yyo ya no soy ese hombre, ahora busco felicidad, pero sé que necesito un proceso y es lento y nopuedo arrastrar a nadie en mi camino. Ya destrocé una vida y no puedo hacer eso contigo.

—Eso ya lo veremos —dije intentando que se diera cuenta de que no me rendiría tan pronto.—Sam —dijo mientras tiraba de mí para sentarme en el sofá—. ¿Qué piensas ahora de mí?—Que te quiero más.—Joder, Sam, no me digas eso.—¿No te gusta escucharlo? —Puse cara de pena.—Claro que me gusta, me alegra el día y me da fuerzas para seguir, pero…—Pero nada —lo corté. —¿A ti te gusta escucharlo? —preguntó tirando de mí y subiéndome en su regazo.—Solo si lo sientes.—Pues…, te quiero Sam. Has logrado darle un cambio a mi vida a mejor, aunque haya tenido

que pasar por momentos duros, han valido para que avance.Unimos nuestros labios con ansiedad y desesperación, disfrutando de cada roce y cada caricia

que nos proporcionábamos. Necesitábamos dejar atrás todo lo vivido y centrarnos en nosotros, ennuestros cuerpos que pedían a gritos una forma de volar a otro mundo donde solo estuviéramosnosotros, sin problemas. No era sexo, eso era amor, era una forma de pedir auxilio, de pedircomprensión, de decir te quiero y te necesito… era la forma más maravillosa de amarnos.

Cuando terminamos sonó su teléfono y a pesar de no querer levantarse lo obligué para querespondiera.

Me quedé tirada en el sofá, pensando en todo lo que había sucedido ese día y recordando suscaricias.

—Sí, un momento, Lola. Sam, ¿quieres que Lola te cuente algo?—¿A qué te refieres? —pregunté confundida.—Algo sobre mí, sobre la agorafobia… no sé, cualquier duda que tengas. —Se adelantó para

acercarme el teléfono y lo cogí.Hizo una señal para que supiera que se marchaba para que pudiera hablar tranquilamente con

ella.―Tienes que comprarte otro teléfono, Enzo, pídelo en Amazon ―le dije antes de hablar con

Page 130: No cruces la línea

Lola, y él lo confirmó con un gesto de la cabeza, mientras salía por la puerta.—Hola, Samantha. Veo que por fin te lo ha contado ―dijo Lola.—Sí, pero de qué manera.—Ya me ha dicho lo de tu padre. Era una reacción totalmente normal, no te enfades con él.—No, tranquila, no debí decírselo, pero al ver a Patri sentí una presión tan fuerte que

necesitaba que alguien me prohibiera volver y, casi sin pensarlo se lo solté al pobre.Tenía tantas preguntas que hacerle y a la vez una sensación de intromisión en la vida de Enzo,

que no tenía muy claro si hacerlo o no.Al ver que no me atrevía, decidió contarme un poco por encima. Según ella Enzo tenía una

vida perfecta, tenía todo lo que necesitaba, su casa, su trabajo y su mujer embarazada, nonecesitaba más, era feliz. Al ocurrir el accidente el día en que a su mujer no le apetecía salir,provocó un sentimiento de culpabilidad que podría haberlo superado con el tiempo. Su problemafue pensar que podía salvar a su hijo sacándolo de la barriga de su madre, cosa que sin el materialnecesario era prácticamente imposible pero dado la impotencia que sentía al pensar que todo erapor su culpa se obsesionó con eso. Según él, se merecía estar encerrado sin salir, como lo estuvosu bebé, cree que se lo merece y la mente es sabia y le terminó provocando la agorafobia.

—Es todo tan triste... —dije.—Tiene cura Sam, pero… tiene que querer curarse y para eso necesita una motivación en la

vida. Hubo un momento en el que pensé que serías tú, por todo lo que habías conseguido con él,sin siquiera saberlo, pero ahora no lo tengo tan claro.

—¿No cree que sienta nada por mí, realmente? —dije decepcionada.—Está loco por ti Sam, de eso no hay duda, te repito que ha hecho cosas por ti que, aunque te

parezcan absurdas, para él han sido un auténtico esfuerzo, hasta el punto de encontrarse malfísicamente. Nunca lo vi tan mal en todo este tiempo, como el día que no pudo ir al hospital.

—¿Por qué no quiere ninguna relación normal? ¿Por qué no quiere una relación conmigo?—Sam, no sé si te importa que Enzo me contara algunas cosas de ti, solo era para ayudarlo y

entender tus actos en algunos momentos.—No me importa si ha sido para eso.—Él me contó que la muerte de tu madre te causó todo lo contrario, que huyeras cada vez que

tienes el más mínimo problema.—Sí, tienes razón, eso he hecho toda la vida, supongo que cuando murió, vi a mi padre tan mal

y todo era tan triste que la forma de evadirme era huir.—Pero en este tiempo lo has pasado muy mal en algunas ocasiones y sin embargo no has huido

y si lo has hecho, has vuelto después —dijo y esperó escuchar alguna reacción mía que nollegó―. Eso significa que te compensa más sufrir con lo que tienes, que huir y perderlo. ¿Meequivoco?

Pronuncié un sí casi inaudible, todo lo que estaba diciendo era la pura verdad, parecíaconocerme perfectamente y sin embargo nos habíamos visto días contados.

—Pues a Enzo le pasa un poco parecido, si su mujer no estuviera embarazada, estoy segura deque te hubiera pedido matrimonio —reímos las dos—. Con esto quiero decirte que sé que tequiere pero su punto infranqueable es la muerte de su hijo, eso es lo que no le deja avanzar yposiblemente te quiere tanto que no quiere que pierdas tu vida libre, por estar con un enfermocomo él. La mente trabaja así y es difícil cambiar ese chip que hay en la cabeza. Eso no quita quealgún día pase algo que le dé al interruptor, y vuelva a aparecer el Enzo que es capaz de salir yafrontar la vida desde todos los ángulos.

Me quedé pensativa un instante antes de volver a preguntar:

Page 131: No cruces la línea

—Ninguna somos como la mujer, ¿verdad? Me refiero a físicamente.—Sam, no pienses en eso.—Pero es verdad —afirme.—En un principio si, buscaba a chicas… cómo te lo digo... —Se quedó pensativa—. Que

según su criterio fueran inferiores a su mujer. Pero se equivocó porque en Patri encontró a unaamiga y tú fuiste diferente, Sam, tú apareciste, podrías ser rubia como ella o médica, lo que lellamó la atención de ti no fue que te parecieras o no a su mujer, eras solo tú, fueras como fueras.

—¿Fuera como fuera?—Sam, no tengo ninguna duda de que Enzo se enamoró de ti desde el primer día que te vio y,

aunque ha luchado para que no te enamores de él, por ejemplo cobrándote por..., bueno, eso, estoysegura de que le costará mucho, mucho, separarse de ti.

—No dejaré que se separe de mí y no le voy a coger ese dinero, por supuesto. Esto dejó de serun trabajo hace mucho tiempo.

—Lo sé, espero que encuentres la manera de ayudarlo, se merece ser feliz.—Gracias, Lola, me has ayudado muchísimo a comprenderlo. Has conseguido que lo quiera

más.Nos despedimos y quedamos en que la próxima vez que viniera nos tomaríamos un café.Llamé a Enzo cuando terminé de hablar y llegó inquieto.—¿Qué te ha parecido hablar con ella? —Bien, perfecto. Me ha aclarado muchas cosas de ti. ¿No te importa? —pregunté apurada.—No, sé que hay cosas de las que me cuesta hablar, pero… quiero que sepas todo y si te

asustas y te quieres ir, pues… lo entenderé. —Sus ojos estaban decaídos.—No, la verdad es que me ha dicho que lo mejor sería que me quede toda la vida contigo. —

Una preciosa sonrisa apareció en su cara, parecía más tranquilo.—¿No hay nada que te asuste de mí?—Sí, una cosa. —Me miró extrañado—. Que sigas pensando en que me vaya. —Me quedé

seria y vino hacia mí cogiéndome entre sus brazos.Definitivamente era el mejor lugar del mundo para estar.

Esa noche pedimos pizza, Enzo la recogió y pagó mientras yo preparaba la mesa, básicamenteagua, vasos y servilletas.

Enzo la puso en la mesa y abrí la caja. Una deliciosa pizza de pimiento, carne picada,pepperoni y doble de queso, se me hacía la boca agua.

Me levanté de la silla y lo miré fijamente mientras me dirigía hacia él. Su mirada extrañadame hizo sonreír. Hice que soltara la pizza en la mesa, que separara los brazos y me senté en suregazo.

—Estoy más cómoda aquí. —Lo miré y seguí comiendo como si nada.Escuché su sonrisa cerca de mi oído, pero siguió comiendo sin apartarme.—¿Te molesto? —Me apetecía picarle un poco.—¿Si te digo que sí te quitarás? —La verdad es que no, pero me gusta saberlo. —Intentaba aguantar la risa pero me costaba

conseguirlo.Cuando terminamos me levanté para coger el postre, pero el muy educado me dijo que no, que

iba él, así que lo esperé sentada. Llegó con fruta, helado y lo dejó todo en la mesa.

Page 132: No cruces la línea

—¿Qué quieres?—Cerezas.Asintió con la cabeza y las enjuagó, las colocó en un bol y se dirigió a la silla. Intenté

ponerme de pie para que se sentara primero pero el peso de su cuerpo me impulsó hacia atrás. Sesentó sobre mí y con una risa malévola me miró.

—Tienes razón, es mucho más cómodo sentarse en la falda. —Crees que me importa. —No lo sé pero me voy a quedar aquí. ¿Una cereza? —preguntó mientras me acercaba una a

los labios, sonriendo.Algo pasó por mi cabeza en ese momento, empecé a pensar en todos los momentos divertidos

que habíamos pasado juntos. ¿Qué pasaría si esto acabara? Me costaba imaginar mi vida sin estosplaceres que compartíamos.

Me di cuenta enseguida que mi cara dejó de sonreír al ver a Enzo levantarse rápidamente,asustado.

—¿Te encuentra bien, Sam? ¿Te he hecho daño? —Parecía preocupado.—No —contesté intentando sonreír—. Ha sido un día muy intenso…, solo recordaba.Sé que no se quedó conforme pero no sabía qué decir en ese momento.Terminamos de recoger la cocina y salimos.—Sam, ¿nos acostamos ya? Anoche no dormí mucho y estoy muy cansado.Mi mente iba a mil, solo pensaba en cómo sería la vida sin él, eso significaba que cuanto más

lo hiciéramos, menos estaría aquí. Se me ocurrió algo sobre la marcha, pero no sabía cómodecírselo sin que se lo tomara a mal.

—Enzo, quizá debería dormir hoy en mi cama —mi voz sonaba insegura.—¿Te refieres en tu cama… sola? —Su mirada parecía descuadrada.—Sí, creo que sí. —Bajé la cabeza al ver su mirada asustada—. No es por nada, Enzo, no

quiero que te preocupes —le dije y le cogí la mano—, solo quiero ver como es estar sin ti.No decía nada, estaba segura de que le cogió por sorpresa.—¿Quieres que te aclare algo más? ¿Te ha quedado alguna duda? Pregúntame lo que quieras,

Sam.—Enzo, no es nada de eso. Está todo bien, es solo que tengo miedo de que esto termine y

necesito pensar un poco, ha sido un día intenso.—No lo entiendo, Sam. Si no quieres que termine, ¿por qué quieres dormir sola? No tenemos

que hacerlo si no te apetece y lo sabes. —Estaba ofuscado y empezaba a agobiarse.—Enzo, te quiero demasiado, necesito pensar, eso es todo. —Me acerqué y lo besé. Me agarró por la cintura con fuerza y desesperación, como si pudiera perderme en ese

momento e intentara evitarlo. Sus besos eran desesperados, sus ojos estaban fuertemente cerradosy sentía los latidos de su corazón acelerado.

—Te quiero, Enzo, tranquilo.—Yo también te quiero, Sam. No te lo digo tanto, porque no quiero que sufras, pero… podría

decírtelo cada segundo.—Gracias. —Agarré sus mejillas con mis manos y lo miré a los ojos para tranquilizarlo.Nos despedimos y cada uno se dirigió hacia una esquina de la casa. Nada más entrar me metí

en la cama y pensé en todo lo ocurrido ese día, en su mujer, en Lola, en todo lo que le había hechosufrir, y él a mí, pero sobre todo en su hijo, Ian. Tuvo que ser tan doloroso para él.

Me dolió pensar que yo no era suficientemente importante para él como para que lo superarapero sí para apoyarlo, tenía que haber algo que pudiera hacer que ayudara a Enzo con todo esto y

Page 133: No cruces la línea

quisiera avanzar en la vida, pero... ¿qué?—¿Qué es más importante en la vida que un hijo? —dije en voz baja intentando escucharme a

mí misma.Tenía la respuesta delante de mí y por fin la vi, si hay algo más importante en la vida que un

hijo es… otro hijo.Lo que estaba pensando era demasiado fuerte pero quizás era la solución. Podría dejar de

tomar la píldora y quedarme embarazada, eso haría que quisiera quedarse conmigo y tuviera algopor lo que luchar.

Sentía como el corazón se me aceleraba solo de pensarlo. ¿Quería ser madre? Nunca lo habíapensado pero en este momento me hacía ilusión aunque... ¿Querría él volver a ser padre? ¿Cómose lo tomaría? Era demasiado fuerte lo que se me acababa de ocurrir y yo sola me estabaasustando, podía ser que se enterara, se enfadara y no nos quisiera a ninguno de los dos. Agarréfuertemente la cabeza con las manos y di un grito sordo con la garganta.

—Sam, ¿puedo pasar? —Di un respingo en la cama.—Pasa, Enzo —dije extrañada.Abrió la puerta y se dirigió directamente a la cama y se metió. Tiró de mí hacia él y me

acurrucó entre sus brazos haciéndome reír.—¿Qué haces? —pregunté extrañada.—No estoy de acuerdo —dijo en tono burlón—. No voy a dormir en una cama sabiendo que

estás en otra cerca de mí, no puedo, simplemente. ¿Tú por qué puedes? —Me miró con cara deenfado.

—Yo tampoco puedo.—Perfecto, entonces. —Me hizo olvidar todos los problemas con esa actitud.Estuvimos en silencio acurrucados intentando dormir cuando se me ocurrió.—Enzo...—Dime, princesa.—Tú has pensado que lo mejor era venir sin consultármelo, eso significa que cuando no esté

de acuerdo contigo podré reaccionar igual, supongo. —Tu puedes hacer conmigo lo que quieras, soy tuyo, Sam —sus palabras me llegaron al

corazón a pesar de saber que estaba medio dormido y provocaron que una lágrima rodara hasta laalmohada.

Ya tenía su consentimiento, solo quedaba pensármelo bien.

Esa mañana me desperté al sentir unos besos suaves recorriéndome el cuello que me hicieronestremecer. Sus brazos me envolvían desde atrás atrapándome cerca de su cuerpo, entrelazandosus manos con las mías y tirando de mí, provocando que la separación entre nosotros fuerainexistente. Llegó lo que era inevitable, acostándose sobre mí y sin dejar de mirarme ni un solomomento, me hizo suya, disfrutando de cada segundo de unión entre nosotros, escuchando comonuestra respiración acelerada y entrecortada se mezclaba, provocando que mi mente desconectaradel mundo y solo pensara en nosotros.

—Abre… los ojos... Sam —dijo desesperado—. Necesito ver lo que sientes.Afirmé con la cabeza y no separé ni un segundo mi mirada de la suya mientras sus

movimientos se hacían más intensos.—Haré lo que quieras…, soy tuya Enzo…, cualquier cosa que me pidieras te lo daría hasta…

Page 134: No cruces la línea

un hijo. —¿Por qué demonios lo había dicho?La intensidad de movimientos fue aumentando bruscamente hasta que paró en seco. Nos

quedamos mirándonos fijamente mientras nuestros pechos convulsionaban con fuerza por la faltade oxígeno provocada por el esfuerzo. Su cara de sorpresa se mezclaba con la de negación y noreaccionaba, me sentí estúpida al haber dicho eso.

—Sigue, Enzo. —Sentí un enorme nudo en la garganta pero intenté disimular como pude.Acomodó su cabeza en mi cuello mientras yo la volvía hacia el otro lado, podía sentir su

fuerte respiración y una ligera humedad que me hizo pensar que lloraba mientras aumentaba lavelocidad y la fuerza, estaba sufriendo y no podía disimularlo. Entrelacé mis dedos en su pelo confuerza y nuestros cuerpos se desplomaron. No pude aguantar esa presión y me volví para que nome viera llorar mientras él se levantaba y se iba.

¿Por qué le había dicho lo del hijo? Había logrado asustarlo, no era el momento ni el día ni lahora..., estaba destrozada y cansada de sufrir. Nunca pensé que le impactaría tanto como parallorar, no decirme nada al respecto y marcharse después de hacerlo. Nunca había hecho eso antes,era una bocazas, pero estaba desesperada por tenerlo para siempre.

No me acerqué en toda la mañana a su despacho, hice mi trabajo y cuando la comida estuvopreparada le mandé un mensaje al móvil.

WHATSAPPSAMANTHA: La comida está preparada en la cocina.

Al siguiente momento escuché la puerta del despacho abriéndose y cerrándose. Era evidente quehabía leído el mensaje, así que me fui a la piscina y me senté en una hamaca a leer un poco, no mesentía fuerte para hablar con él en ese momento y no quería llorar.

—¿Qué haces? —Escuché detrás de mí, mientras daba un respingo, asustada.—Nada, leer un poco. —No quería mirarlo a la cara, estaba demasiado nerviosa todavía.—¿No comes? —preguntó calmado.—Yo… he picado y… no me apetece —Quería que dejara de preguntarme y se marchara

porque empezaba a sentirme mal y avergonzada.Se acercó y se quedó en cuclillas junto a mí, mirándome fijamente mientras yo lo esquivaba.—¿Estás enfadada porque me fui? —Agarró mi mano y empezó a acariciarla.Empecé a sentir como en mis ojos se acumulaban las lágrimas.—No, no estoy enfadada, estoy avergonzada. —Como si le hubiese dado a un interruptor las

lágrimas empezaron a salir.—No tienes que avergonzarte de nada, Sam, no has hecho ni dicho nada malo, es solo que…

mi mente colapsó en ese momento y…—No tienes que darme explicaciones, Enzo, ya te he dicho que no es por ti.—Sam. Necesito decirte algo —Respiró profundamente—. Tengo una lucha interior que no me

deja vivir porque… cada día te necesito más. —Parecía resignado.—¿Qué quieres decir con eso? —Una pequeña luz de esperanza se encendió.—Una parte de mí quiere estar cada segundo contigo, y otra quiere dejarte libre y que vivas la

vida fuera de esta cárcel. —Acercó su cara a la mía y besó las gotas que caían por mi rostro.—¿Has pensado en lo que quiero yo? —dije enfadada.—Cada segundo, Sam, pero… Quizás ahora estés bien, pero llegará el día que quieras ir a una

Page 135: No cruces la línea

boda o que te acompañe al médico o… no sé, y no podré.—¿Has pensado que poco a poco puedes superar esto? —grité—. Has conseguido salir, joder.—Sí, Sam, y luego me he encontrado fatal. ¿Crees que es fácil para mí no acompañarte? Para

mí es muy duro.—¿Y dejarme marchar no es duro? —grité.—Lo que más Sam, pero… lo hago por ti, yo ya no tengo vida. Por favor no te enfades más

conmigo y compréndeme —dijo abatido, mientras me miraba rogando con la mirada, compasión.Me acerqué y lo abracé, no valía la pena esta conversación porque tenía la sensación de que

se había rendido. —¿Me acompañas a comer?—Voy a quedarme a leer un poco. —Intenté sonreír para que se quedara tranquilo.Me besó y se fue.Necesitaba un empujón que le hiciera cambiar de idea y de eso me encargaría yo, desde ese

día no tomaría más la píldora.

Retomamos nuestra relación de antes, conseguimos empezar de cero cada vez que pasaba algo,porque era la única manera de seguir bien.

Ese fin de semana había quedado con mis amigos y, a pesar de no tener ganas decidí ir. Fuimos a la discoteca que inauguraban y estaba llena de gente. Llegamos juntos, Carlos, Alan

y yo, y allí nos esperaban las chicas y Leo. Mientras ellas me abrazaban y me ponían al día, sentía como Leo me observaba así que en

cuanto dejé de hablar con ellas me acerqué a él.—Hola.—Hola, Sam, estás guapísima como siempre —dijo tímidamente.—Tú también, gracias. Nos quedamos sin saber de qué hablar, no nos habíamos visto desde el día que le pedí el beso

en el hospital, creo que en el fondo nos habíamos estado esquivando un poco y eso era muy tristeporque habíamos sido amigos durante mucho tiempo.

—¿Quieres una copa, Sam?—Sí, te acompaño.Nos dirigimos a la barra y me agarró de la mano para que no me separase porque la pista

estaba llena de gente.Mientras Leo pedía, pensé que quizás sería bueno que habláramos un poco y dejáramos de

sentirnos así, incómodos.Se volvió y me dio la copa mientras sonreía, yo lo agarré del brazo y tiré de él para que me

acompañara fuera, me siguió sin preguntar.La parte de fuera de la discoteca estaba llena de sillas y mesas hechas de palets de obras y

buscamos una que estuviera vacía para sentarnos.—No quise jugar contigo Leo, sabes que siempre me has gustado y que no tenía ojos para otro

chico, pero necesitaba…, quería sentir algo por ti ese día pero no fue así. Solo hay amistad entrenosotros por mi parte y… no quiero perderla.

—Lo se, Sam, sé que después de eso no he querido salir cuando has estado con los chicos,pero me odiaba a mí mismo por darme cuenta tarde de lo que sentía por ti. Me sentía impotente yme di cuenta cuando nos besamos que no había nada, vi tristeza en tus ojos y estaba acostumbrado

Page 136: No cruces la línea

a sentir que te temblaba el cuerpo cuando me acercaba —Sonreí ligeramente.—Estoy enamorada de Enzo, ese es el problema.—Tu jefe, el que me odia.—No te odia, estaba celoso de ti ese día, lo siento. Te veía una amenaza porque le conté que

había tenido sentimientos por ti.—¿Estás bien con él, eres feliz? Si no es así iré y… lo mataré —bromeó.—Es una larga historia, es complicado, pero sí, estoy bien… ahora.Después de aclarar todo, nos abrazamos y al separarnos sentí una mirada penetrante a mi

lado. —¡Dany! —grité—. Esta vez no te escapas, tengo que invitarte a una copa. —Parecía molesto

—. ¿Te ocurre algo?—Bueno, os dejo que habléis tranquilos —dijo Leo antes de marcharse.—¿Estás con él? —soltó sin saludarme.—¿Cómo? —pregunté sorprendida—. Creo que te estás confundiendo Dany, no te invito

porque quiera que pase nada contigo, es para agradecer…—Ya lo sé —dijo rápidamente sin dejar que terminara la frase.—¿Entonces por qué me preguntas eso? —Me parecía todo tan raro.—Anda, siéntate y dame la mitad de lo que estás bebiendo que creo que no te han contado

nada de mí.Cuando me dijo que era el sobrino de Enzo me quedé estupefacta. Se había dado cuenta por la

foto de su móvil y me contó que todo el mundo estaba esperando verme allí el día del cumpleaños.El solía ir mucho por su casa, pero con el curso no había tenido tiempo. Empecé a llorardesconsoladamente y me abrazó asustado, no entendía lo que me pasaba.

—¿Ocurre algo? ¿Tienes algún problema con él? Sé que puede ser muy cabezón pero es buenapersona, para mí es mi hermano mayor, vivió conmigo desde pequeño. —Era evidente el amor quesentía hacia su tío.

—No sé qué hacer Dany, lo quiero pero me quiere apartar de su vida porque cree que no memerece, que yo no seré feliz con él. —Acarició mi pelo, consolándome.

—Gilipollas, odio cuando es así, joder. —Estaba realmente cabreado.—Yo entré a trabajar porque quería comprarme un coche para viajar por España, pero ahora

no quiero eso, lo quiero a él. —Me separé e intenté secarme las lágrimas con una servilleta.—Pues… que vea lo que puede pasar, hagamos algo. El lunes iré temprano y… ya se nos

ocurrirá cómo hacer para que piense que te pierde. Ahora tranquilízate, que no permitiré que tedeje marchar. —Besó mi mano y se bebió la mitad del vaso—. Ahora estamos en paz —dijo,sonriendo.

Asentí con la cabeza y volvimos a la discoteca.

Page 137: No cruces la línea

C A P Í T U L O V E I N T I C I N C O

Las horas se me hacían eternas cuando no estaba Sam conmigo. Ese fin de semana se me habíahecho muy duro porque sabía que salía con Leo, pero no quise llamarla en ningún momento parano agobiarla y que se sintiera mal.

Eran las nueve y mi corazón no dejaba de latir con fuerza esperando a Sam, deseando oler superfume y tocar su piel entre mis brazos.

Nada más abrir la puerta me dirigí hacia ella y de un salto se abalanzó sobre mí, necesitabatenerla, tocarla, sentirla, mi dosis de Sam estaba bajo cero y mi cuerpo me lo pedía a gritos. Ella asu vez se agarraba fuertemente a mi cuello mientras me rodeaba la cintura con sus piernas.

La llevé a la cama y de una forma desesperada y frenética, hicimos el amor como si noshubiésemos llevado toda la vida separados y necesitáramos del otro para sobrevivir.

Joder, odiaba perder el control de esa manera, se merecía que pusiera los cinco sentidos enhacerla disfrutar, pero la necesidad de tenerla entre mis brazos me nublaba la mente.

Llené la bañera mientras ella se quedó tumbada en la cama y cuando estuvo lista la llevé enbrazos y nos metimos en ella. Con su cuerpo sobre el mío y dedicándole todas las caricias ysusurros, volví a hacerla mía del modo en el que se merecía.

¿Qué haré cuando en vez de un día sea toda la vida sin verla?Esa noche dormimos en mi cama, tan juntos que parecíamos una sola persona. No podía parar

de mirarla mientras dormía, de besarla y de acariciar su bello rostro dormido. Era lo único queme hacía feliz en la vida, su compañía, su voz, su sonrisa, su ilusión… Esto era puro amor haciaella. Podía quedarme toda la noche despierto sintiendo que por el momento era mía, solo mía.

A la mañana siguiente no estaba en la cama. Escuchaba un murmullo de voces en la cocina ysin lavarme la cara siquiera, me dirigí hacia allí.

—Hola —saludé mientras mi sobrino venía muy efusivo a saludarme.—Ya se despertó el bello durmiente, menos mal. ¿Has estado de fiesta esta noche? —bromeó.—No digas tonterías si son solo las nueve menos cuarto. ¿Qué haces aquí tan temprano? —Lo

abracé con fuerza, últimamente no nos veíamos y lo echaba de menos, estaba deseando queterminara el maldito curso y volviera a entrenar de vez en cuando en mi casa.

—Buenos días, Enzo. —La sonrisa de Sam me iluminó el día.—Hola, ¿sabes que Dany y yo nos conocemos?—Ah... ¿sí? —Empecé a sentirme incómodo, no le había contado a Sam nada de él por alguna

extraña razón, quizás veía en él a su perfecta pareja, aventurero, guapo y sobre todo de su edad, yel hecho de que la salvara de un hombre que intentó pasarse con ella…, podía ser su héroeincluso, cosa que yo nunca conseguiría, protegerla de alguien tras aquellas paredes.

—Enzo, Sam y yo tenemos muchas cosas en común, el viaje que quiere hacer, yo lo había

Page 138: No cruces la línea

pensado también. —Volvió a sentarse junto a Sam, que estaba verdaderamente sonriente. —Nunca me lo habías contado —contesté quizás un poco seco.—¿No? No sé, qué raro, suelo contarte todo. —Rodeó a Sam con su brazo por el cuello y se

acercó a ella—. ¿No crees que sería buena idea que la acompañara para que no lo hiciera sola?Sam parecía estar de acuerdo por la forma de comportarse. ¿Cómo se iba a ir con mi sobrino,

joder? Empecé a sentir un poco de agobio por la situación y preferí irme.—Voy a darme una ducha.—¿Pero ¿dónde vas? Espera, que me voy ya.Ni siquiera me volví a despedirme, estaba celoso, jodidamente celoso y lo peor es que era de

mi sobrino. No pensaba hacerlo, pero me metí en la ducha y abrí el grifo del agua fría, sentí doloren la piel cuando empezó a caer sobre mi cuerpo, por más que pensaba, más me dolía que Sam sefuera de viaje con Dany. Posiblemente era egoísta, pero imaginarme a Sam enamorándose de él yver cómo formaban su vida delante de mis ojos me hizo enloquecer. Cerré los puños tan fuertesque me clavé las uñas en la palma de la mano y los dejé caer sobre la pared. Si seguía así meentraría un ataque de ansiedad y no quería que Sam me viera de este modo.

Escuché como se abría la puerta y me volví, pronto apareció la cabeza de Sam, muy seria,intentando entrar.

—¿Se puede? —preguntó débilmente mientras esperaba mi respuesta.Asentí con la cabeza mientras el agua fría seguía cayéndome por la cara y el cuerpo.—Sam, Dany es perfecto para acompañarte, es aventurero, divertido, te protegerá...—¡Cállate, Enzo! No voy a ir a ningún sitio con Dany, era solo una broma. —Sentí un enorme

alivio que me hizo sentarme en la bañera.—¿De verdad te da igual que me vaya con él? —Parecía dolida.—Acércate, Sam. —En cuanto estuvo a mi mano tiré de ella y la metí en el baño.—¡¡Enzooo!! Está congelada. —Empezó a tiritar con fuerza—. ¡Estás loco! —Cerró el grifo

de agua fría y abrió el de agua caliente.—No —respondí justo antes de besarla.—No, ¿qué? —preguntó extrañada.—No me da igual. Me he muerto de celos cuando os he visto. —Me miraba con compasión. —

Dany es yo perfeccionado, no sé cómo he podido pensar que me haría eso. Me siento fatal pero mitía siempre dijo que era una mala señal que fuéramos tan guapos los dos, porque cualquier chicapodría enamorarse de nosotros.

—Ha dicho que te llamaría, se ha ido un poco rallado, pero lo ha hecho por ti, para que veaslo que puedes perder.

—Sam, sé lo que puedo perder, te he dicho que lo hago por ti y no quiero hablar más del tema.—¡Déjame que elija yo mi vida, Enzo! —gritó.Cerré los ojos para intentar evadirme de la conversación.—De acuerdo, Enzo, tú ganas. —Abrí los ojos rápidamente.—¿Qué? —pregunté mientras la miraba fijamente.—Tú ganas, estoy cansada de luchar, si es lo que quieres, pues… así será. —Una sensación

oscura se apoderó de mí—. ¿Estás contento? —Asentí con la cabeza, aunque en mi interior sentíaque quería que siguiera luchando.

La tenía entre mis piernas rodeada con mis brazos cuando la desesperación se apoderó de mí yle quité la camiseta mojada, desabroché el sujetador y le bajé el pantalón. La senté sobre misrodillas y mientras el agua caía sobre nosotros, nuestros cuerpos se convertían en uno solo, alcompás del movimiento desenfrenado por la negación de mi vida.

Page 139: No cruces la línea

Las semanas siguientes conseguimos seguir con normalidad, ella no volvió a hablarme del tema yyo tampoco, simplemente disfrutábamos la vida juntos, como una pareja normal y enamorada.

Mis hermanas querían venir a comer con nosotros, pero yo no podía aceptar aquello, sabíaperfectamente que se enamorarían de Sam como yo lo había hecho. Pero cuando aquello terminaralo pasarían mal, no podía permitirlo así que aquel tiempo tuve poco contacto personal con ellas.Venían a la puerta, hablaba con ellas y se marchaban, aparte de contactar asiduamente porteléfono, ellas aceptaban porque me veían feliz. Mi prima Carlota no llegó a conocerla, porquedespués de mi cumpleaños se fue un año sabático a Inglaterra a perfeccionar el idioma y todavíano había vuelto, y Dany, después de que pasara lo que pasó me llamó para disculparse, pero ledije que el culpable fui yo y vino alguna vez más a practicar deporte con nosotros. Aunque sabíaque no debía tener celos de él, no conseguí superarlo y me costaba dejarlos solos, sentía lacomplicidad que había entre ellos.

Eran finales de octubre y anochecía pronto, por una parte, me gustaban esos meses porqueencendía la chimenea y nos apetecía más quedarnos en casa, pero por otra había una sensación denostalgia y tristeza en el ambiente.

Sam había ido a correr y el sol se estaba poniendo, como de costumbre no llevaba el teléfonoy me puse nervioso. Bajé a la puerta y abrí, intenté asomarme, pero una sensación de mareo menubló la vista.

—Tranquilo, Enzo —me dije a mí mismo.Volví a asomarme y vi a Sam cruzando la esquina, el cincuenta por ciento del miedo se

desvaneció. No me sentía mareado, incluso sentía paz al verla aparecer por la puerta.—¿Qué haces aquí? —preguntó con los ojos como platos—. He tardado mucho, lo siento. —No, no, solo estaba...—¿Intentabas salir, Enzo? —Se tapó la boca con las manos—. Eso es… eso es estupendo.—No… no. —En su rostro apareció la decepción.—Ah, bien. —La esperanza de sus ojos se había apagado.Pensé, ¿por qué no?, ¿qué me lo impedía, yo? Solo por volver a ver la cara de ilusión de Sam

lo intentaría.—No, te estaba esperando para hacerlo contigo. —Sus ojos oscuros relucieron al escucharme.Me abrazó, según ella, para darme fuerzas y me dijo que la escuchara, estaba entusiasmada y

eso me proporcionó energías.—Enzo, agárrate a mí y no me sueltes, como te sientas más cómodo. —La cogí por la espalda

y la rodeé con mis brazos, dejando caer mi barbilla en su hombro, era una forma de sentir que laprotegía yo a ella—. Me encanta cuando me agarras así. —Volvió la cara y me besó—. Hablaconmigo Enzo, no pienses en lo que sientes cuando intentas salir, piensa en que estás abrazado amí, como si estuviéramos en tu cama.

—En nuestra cama —corregí.—Sí, en nuestra cama, juntos, sin peligro, solo los dos unidos, disfrutando.Cerré los ojos y me dejé llevar a ese mundo que me estaba describiendo, y sin darme cuenta

mis pies avanzaban sin saber muy bien cómo, pero no me sentía mal, no sudaba, no temblaba, no

Page 140: No cruces la línea

sentía náuseas. No quería abrir los ojos por miedo a perder el control, aunque la forma deagarrarme a los brazos de Sam me hacía sentirme bien.

—Abre los ojos, Enzo. Enzo…, abre los ojos —Sentía su voz rompiéndose al intentar hablar—. ¿Estás asustado?

—No, estoy bien, pero me da miedo abrirlos. —Sam se giró y se puso frente a mí,abrazándome con fuerza.

—Estamos a salvo, Enzo, estamos fuera juntos, sin miedo, tranquilos, sin peligro. —Besó mislabios y sentí como sus mejillas estaban mojadas.

Poco a poco los fui abriendo, pero solo veía la cara de Sam junto a mí, todo lo que nosrodeaba estaba borroso, solo me centraba en ella.

—Respira hondo. —Por su rostro caían lágrimas que se precipitaban desde su barbilla—.Piensa en algo bonito, Enzo.

—En ti —respondí mientras la agarraba con fuerza.—No, piensa en nosotros, unidos podemos con lo que queramos, podemos superar todos los

baches que nos ponga la vida. —Asentí con la mirada, quería creerla—. Lo estamos consiguiendolos dos, porque estamos unidos. —Volvimos a besarnos cuando un coche derrapó y empezó a tocarel claxon con fuerza.

El corazón se me hizo pequeño al instante, por primera vez fui consciente de donde estaba, nosolo había salido, había cruzado la calle sin darme cuenta, con la ayuda de Sam, pero ahora mesentía mal, empezaba a sentir pánico, sudores fríos y taquicardias.

—Enzo, tranquilo. —La cara de Sam me asustó.Mis piernas no respondían y divisaba la puerta de casa como si estuviera al otro lado del

mundo, pero Sam tiró de mí y me metió rápidamente en la casa.—Lo siento, Sam, siento haberte defraudado, te juro que lo he intentado. —Quería respirar

con normalidad para que se tranquilizara.Me abrazó fuertemente y empezó a llorar desconsoladamente.—Lo siento, sé que habías puesto ilusión en esto.—Cállate, Enzo, ha sido estupendo, has conseguido ir hasta el otro lado de la calle sin ponerte

nervioso, lloro de felicidad, no tengo... —sus palabras me tranquilizaron y bajaron mi nivel deansiedad en un sesenta por ciento—. Sabía que podías, me has hecho el regalo más bonito delmundo.

—Te quiero, Sam. Gracias por aparecer en mi vida. —Saltó sobre mí y caí de espaldas en elcésped.

—Yo sí que te quiero, Enzo.

Esa noche disfrutamos de una acaramelada velada los dos juntos en el sofá. Acostada detrás demí, no paraba de masajearme la espalda con sus suaves dedos, la piel se me erizaba cada vez quese acercaba a mis costillas y no podía reprimir una sonrisa al sentirlo. Situó sus manos sobre micabeza y entrelazó sus manos en mi pelo masajeándolo despacio, pero ejerciendo presión. Siseguía así me dormiría.

—Enzo.—Dime —dije sin ganas.—Hay que comprar leña para todo el invierno, estoy deseando encender la chimenea, nunca he

tenido una y me da sensación de paz.

Page 141: No cruces la línea

Me giré y me puse boca arriba. Pude ver un atisbo de ilusión en su mirada, pero rápidamentese la quité con mi comentario.

—Sam…, nunca hablamos de esto pero... ¿eres consciente de que prácticamente tienes todo eldinero?

Hizo un movimiento brusco y se sentó. Durante unos segundos se quedó con la mirada perdidamientras yo esperaba su respuesta.

—No llevo la cuenta —soltó sin más.No daba crédito a lo que escuchaba. Si yo no lo hubiera hecho nunca sabría lo que había

ganado, básicamente porque no había sido algo esporádico que se pudiera contar con facilidad.—Es imposible que quede poco, llevo solo meses, no puede ser.—Claro que puede ser Sam, yo llevo la cuenta —dije enfadado—. No sé por qué demonios no

la llevas tú.Suspiró e intentó levantarse del sofá para irse.—¿Dónde vas? Espera. —Tiré de ella haciéndola caer hacia atrás.—¿Tan poco tiempo pensabas tenerme aquí? —preguntó perpleja.—No, mi idea era hacerlo una vez por semana en un principio, como mucho… dos. Nunca

imaginé que no podría separarme de ti. —Recordé el momento en el que aceptó.—¿Quieres saber cuánto llevas conseguido?—¡No! —gritó.—Sam, no seas tozuda, tarde o temprano lo tendrás que saber. —Dímelo cuando nos quede una vez.—¿Estás segura? ¿No crees que será precipitado? —No entendía el porqué.—No quiero llevarme una semana pensando que es la última, si me tengo que ir, así será.Me quedé mirándola. Sé que me costará mucho que Sam coja el dinero, la conozco y no me

extrañaría que en el último momento se echara atrás.Busqué en el móvil el coche que le gustaba, un Sportage y se lo enseñé.—Es precioso, Sam. —Sus ojos se cerraron un poco.—Sí, pero te prefiero a ti. —Llenó de aire sus pulmones y lo expulsó con fuerza. —Lo siento,

no quiero volver a hablar de lo mismo, pero... ¿podemos cambiar de tema? —Parecía frustrada.—Enséñame la ruta. ¿La tienes lista ya?—Enzo no, cállate ya. La noche es perfecta y la estás estropeando con la tontería del coche,

del dinero y del puñetero viaje. —Esta vez sí que dejé que se levantara y se marchara.La seguí hasta la cocina y mientras se servía un vaso de agua la abracé por detrás.—Lo siento. Lo hago por ti, quiero que te hagas la idea, Sam.Se dio la vuelta y se vino abajo.—Lo sé Enzo, pero… que pase cuando tenga que pasar, no me apetece hablar de ello porque

me hace sentir que te da igual que me vaya.—Claro que no me da igual, joder.La levanté y la senté en la encimera, estaba preciosa con ese pijama con el pantalón a cuadros,

la camiseta azul y el pelo alborotado del sofá. Me acerqué a sus labios y los rocé con los míosmientras introducía las manos bajo su camiseta sintiendo su piel cálida y sedosa. Susurré en suoído lo dulce que era su sabor, lo suave que era su piel y lo húmedos que eran sus labios. Samcerró los ojos y se dejó llevar por el momento. Agarró mi cuello y tiró de mi pelo mientrasrodeaba mi cintura con las piernas. Nos miramos fijamente y nos fundimos en un largo besoapasionado, lleno de lujuria y pasión. Me estaba volviendo loco con su forma de contonearse.Mientras ella levantaba la mirada yo mordisqueé sus labios y su cuello, hasta llegar al lóbulo de

Page 142: No cruces la línea

su oreja que acaricié con la punta de la nariz, le susurré lo mucho que me gustaba tocar su pielsuave y cálida y besar su húmeda boca. Bajó la mirada y me volvió a besar de una formaarrolladora, hasta que de una forma sutil se acercó y me susurró:

—Enzo —mi nombre en sus labios sonaba a gloria.—Dime…, Sam. —Me había puesto de cero a cien en segundos.—No me apetece. —Paró en seco.—¿Cómo? —La miré desconcertado. —Si alguna vez no me apetecía no había que hacerlo, ¿no? —Una sonrisa malévola asomó en

su rostro sonrojado.—¿Lo dices en serio? —Estaba castigándome, estaba seguro.—Sí. ¿Nos acostamos? —dijo mientras se bajaba de la encimera rozándose con mi cuerpo.No daba crédito a lo que había pasado, esta chica no dejaba de sorprenderme. Respiré hondo

y la seguí hasta la cama.—¿Necesitas una ducha fría o algo? —Sonrió.—No, no, gracias. —Era una putada, pero hasta haciendo eso me encantaba.En la cama la cosa no mejoró, decidió dormir haciendo la cucharita más unidos que nunca, de

esa manera no conseguiría relajarme en toda la noche.

Page 143: No cruces la línea

C A P Í T U L O V E I N T I S É I S

No volví a hacerle sufrir con el sexo nunca más, básicamente porque me castigaba a mí también,pero ese día se lo merecía. Todo continuó como en un cuento de hadas, mientras no se hablaba deltema todo era perfecto, prefería pensar que nunca ocurriría y listo, nunca perdería la esperanza deque cambiara de opinión.

Un domingo mientras almorzaba con mi padre en su casa, me mandó un mensaje, era extrañoporque no solía hacerlo, pensaba que necesitaba desconectar de él. Las veces que lo hizo eraporque estaba preocupado.

WHATSAPPENZO: Arréglate, tengo una sorpresa.Me resultó curioso porque yo tenía también un regalo, le había comprado un perfume, Invictus,

que me recordó a él.SAMANTHA: Perfecto.Estaba dudosa, no sabía si ponerme algo sexi o algo elegante, por un momento me sentí

insegura, no quería que pensara que solo sabía vestirme con ropa deportiva y pijamas. Quizástenía miedo a decepcionarlo.

No me convencía nada de lo que tenía y quería ir espectacular, entonces recordé que guardabaun conjunto que solo había usado una vez porque me resultaba un poco incómoda la camisa, peroera espectacular.

Me coloqué los pantalones negros, eran de talle alto y por encima de los tobillos, con dosbolsillos tipo chinos en los laterales, y una camisa de rayas anchas blancas y negras cruzadadelante, con un escote que casi rozaba la cinturilla del pantalón. Mis sandalias altas estaban en sucasa así que me puse unos tacones rojos altos con el bolso a conjunto.

Como nunca me maquillaba quise hacerlo esta vez y que me viera perfecta en esta ocasión. Meahumé los ojos de negro, me hice la raya y me unté la máscara, la barra de labios roja seríaperfecta para aquel conjunto. Solté mi pelo y lo ondulé son suaves ondas, me sentaban genial.

Bajé las escaleras y me despedí de papá y Ángela, que quedaron sorprendidos al vermevestida así para trabajar.

—Guau, estas hermosa, Sam. ¿Celebráis algo? —preguntó papá.—No sé, me ha dicho que tiene una sorpresa para mí, no sé qué será.—Pásalo bien, Sam, ya nos contarás cuál era esa sorpresa —añadió Ángela.Me monté en el coche, nerviosa, sentía un gusanillo en el estómago que me hacía sonreír todo

el tiempo. ¿Le gustaría como iba vestida? ¿Le parecería demasiado escotado? Su mujer nunca

Page 144: No cruces la línea

vestiría así, pero… también me dijo que ya no era el mismo. Suspiré. ¿Quizás debería haberelegido algo con menos escote?

Llegué y abrí la puerta, mientras me dirigía hacia la casa, ese cosquilleo en el estómago seconvirtió en un nudo enorme que me hacía suspirar continuamente.

Llamé por si no me había escuchado llegar y rompía la sorpresa que me tenía preparada.—Un momento. —Escuché al otro lado de la puerta.Taconeé un poco el suelo para aliviar mi nerviosismo y resoplé hacia arriba mientras cerraba

los ojos.—Ya voy —gritó.Nada más abrir mi pecho se expandió con fuerza. Enzo estaba... estaba perfecto, era un dios en

el paraíso, mi dios. Llevaba un pantalón negro de pinzas, perfectamente planchado, con unacamisa blanca y una corbata negra. Sus pectorales tiraban de ella marcándole los fuertes músculosque había en su interior. Llevaba el pelo engominado y peinado hacia un lateral, estabasimplemente perfecto.

No me quitaba la mirada de encima, estaba en otro mundo mientras me observaba embelesado.—Sam, estás…, joder, no tengo palabras. —Sus ojos azules se iluminaron mientras sonreía

nervioso.Parecíamos dos adolescentes avergonzados que tenían su primera cita.—Enzo, estas guapísimo. —Di un paso y me acerqué a él.Cogió mi mano y la besó.—No quiero estropearte el maquillaje, pero necesito besarte.—Puedes estropeármelo cuando quieras, de esa forma. —Guiñé un ojo al verlo sonreír.Me rodeó con sus brazos y me dio un beso casto. Negó con la cabeza y cerró los ojos como

intentando convencerse de lo que estaba viendo.—No puedo dejar de mirarte, Sam, todavía no sé por qué has aceptado todo lo que te he

propuesto y no te has marchado de mi lado.—Es muy sencillo, porque te quiero. —Su tierna mirada al escucharme me conmovió.—Acompáñame. —Agarró mi mano con fuerza y tiró de mí para que lo siguiera.—Un momento, Enzo, traigo algo, es una tontería, pero… pensé en ti cuando lo olí. —

Avergonzada, se lo di.—Sam, es perfecto, sobre todo porque eso significa que estuviste pensando en mí mientras no

estabas aquí. —Acarició mi mejilla con delicadeza.—Siempre.Nos dirigimos al salón, la temperatura aumentaba mientras nos acercábamos.—Madre mía, Enzo, que bonito.La chimenea estaba encendida y sobre el borde superior nuestra foto en un marco. La mesa del

comedor estaba decorada, la cubría un mantel negro con un camino dorado que lo cruzaba de unextremo a otro. El plato posterior era dorado completamente y el superior blanco con el borde ajuego. Las copas y el champán metido en hielo estaban preparados, y coronando la mesa, unenorme ramo de rosas negras, hasta las sillas estaban envueltas en un forro dorado rodeado por unlazo negro.

—¿Por qué? —pregunté desconcertada.—Porque te lo mereces, no puedo llevarte al cine, ni a bailar, ni a comer… pero eso no

significa que no quisiera disfrutar eso contigo. Sé que no es lo mismo, pero quería hacer algodiferente.

—Enzo, me vas a hacer llorar y llevo demasiado maquillaje hoy —respondí mientras dudaba

Page 145: No cruces la línea

si reír o llorar.—Vamos a sentarnos. —Separó mi silla para que me acomodara y me la acercó.Cuando estuvimos preparados hizo sonar una campanilla.—¿Qué haces? —sonreí.Por la puerta apareció Dany, saludó y nos sirvió el champán. Me encantaba todo lo que había

preparado por mí.Hizo sonar la campanilla nuevamente y se acercó una chica más joven que no paraba de

sonreír.—Antes de nada, soy Carlota, la sobrina de Enzo. —Me acerqué y le di dos besos. En esa

familia todos eran guapos, ella se parecía a Enzo particularmente, con el pelo rubio y los ojosclaros.

—Encantada, Carlota.—Gracias. Iremos dejando la comida aquí y nos iremos para que podáis hablar

tranquilamente.—Carlota, estás tardando, ve por la comida que sé que estás deseando hacerle una entrevista a

Sam —dijo Dany tirando de ella.—Otro día hablaremos, Sam.—Claro. —Sonreí mientras le hacía una señal con la mano para despedirme.En cuanto dejaron todo, se marcharon. La cara de Enzo era de total felicidad, parecía sentirse

pleno aquella noche y lo transmitía por todos los poros de su piel.—¿Te… te lo estás pasando bien? —su titubeo me prendó.No pude contener la emoción y dejé rodar una lágrima fugaz por mi mejilla.Se levantó rápidamente y se arrodilló junto a mí.—Esto… esto es demasiado perfecto, Enzo. —Fui consciente de que mis gestos cambiaron.—¿Qué quieres decir con eso, Sam?—Me da…, me da miedo decirlo. —La oscuridad se apoderó de mí y las lágrimas

amenazaban con salir.—Dilo, Sam, confía en mí. No sé qué está pensando, pero solo quería darte una sorpresa.—Enzo.—Dime. —Sus manos sujetaban fuertemente mis rodillas.—¿Es hoy? —Sentía un calvario en mi interior.—¿Hoy el qué? —Su confusión era evidente.—Hoy es el último día. ¿Solo queda una vez verdad? —Las lágrimas terminaron de brotar.—No, Sam, no. Te lo juro. No es la última vez. —Intentó tranquilizarme por todos los medios,

estaba angustiado al verme así.—Júramelo —supliqué.—Te lo juro, por Ian. —Lo abracé y le pedí perdón por arruinarle la cena—. Tú nunca

arruinas nada, Sam, todo lo contrario, tú pones luz a mi vida y alegría. Me siento fatal por hacertesufrir tanto, no te lo mereces.

—Soy la persona más feliz del mundo. —Intenté secarme un poco las lágrimas con laservilleta.

—Sam, si fuera el último día no habría nada que celebrar —su voz se rompió—.Te quiero.Ven, acompáñame.

Cogió un pañuelo y me vendó los ojos. Sentí como la puerta del salón que daba a la piscina seabría y salíamos fuera.

—Cuidado, Sam, no te caigas. —Agarraba mi cuerpo con delicadeza, mientras bajaba el

Page 146: No cruces la línea

escalón del porche—. Es una tontería, pero… espero que te guste.Tiró del pañuelo que fue desprendiéndose lentamente de mis ojos. Una imagen maravillosa

apareció frente a mí. La piscina llena de velas encendidas y flores flotando sobre ella. Una imagenpreciosa que me hacía sentir especial.

—¿Es una tontería? —La forma en la que se sentía inseguro cada vez que me tenía que enseñaralgo, me enamoraba.

—Enzo, gracias, esta noche es maravillosa. —Me acurruqué entre sus brazos con la esperanzade quedarme ahí para siempre.

—Tú te mereces esto y más, Sam. Nunca podré agradecerte todo lo que has hecho por mí.Se agachó y me cogió en peso como a una novia. Yo dejé caer mi cabeza sobre su pecho

disfrutando cada segundo de ese momento.—Hay algo más en el dormitorio, pero… con esa camisa que llevas no sé si es buena idea que

vayamos allí —bromeó.Lo pellizqué en la barriga mientras reía.Cuando llegamos a su puerta me dijo que cerrara los ojos. Se colocó detrás de mí y me rodeó

con los brazos. —Esto es por ti —susurró en mi oído.Sentí como abrió la puerta y abrí los ojos.—¡Enzo! —grité sorprendida—. Tu habitación ya no es negra.Todos los muebles eran blancos y tenían una ligera decoración en gris claro exceptuando la

pared del cabecero, que era un poco más oscura, era realmente preciosa. —¿Te gusta? —pregunto, dudoso.—Es precioso. ¿Por qué no me dijiste nada?—No quería que lo supieras, pero desde el primer día que la viste y me dijiste que era muy

oscura y triste, pensé que tenías razón, ya era hora de cambiarla. —Sus ojos pedían a gritos que lobesara y eso hice—. Esta no es la sorpresa, Sam. Mira en la cama.

Me tiré sobre ella y encontré una cajita envuelta en papel dorado. La abrí con cuidado yencontré una pulsera de oro que llevaba algo grabado.

—Gracias, princesa —lei—. Gracias a ti —respondí.Tiré de él para que se acostara sobre mí.—Sam, te he dicho que esa camisa… —Puso los ojos en blanco.—Quítamela. —No, la camisa se quedará, no tapa lo que necesito —sonrió.Nos desnudamos y culminamos la noche disfrutando del placer que nos proporcionaban

nuestros cuerpos al unirse, seduciéndonos, conquistándonos, enloqueciendo con el roce de nuestrapiel, en definitiva, amándonos.

A partir de ese día siempre dormíamos en su dormitorio, quería que todo lo que allí pasarafuera bonito, que no hubiera nada más triste que el pasado y que cada vez que entrara solo tuvierabuenos recuerdos.

Cada vez hacía más frío, pero en la casa de Enzo se estaba genial, sobre todo cuando encendíamosla chimenea y nos quedábamos acurrucados en la alfombra mirando como el fuego crepitaba.

Uno de aquellos días, Enzo estuvo haciendo deporte toda la tarde, de vez en cuando le llevabaagua para que se hidratara y le hacía alguna broma de las mías, pero sentía que necesitaba estar

Page 147: No cruces la línea

solo. Tenía que comprender que había momentos en los que pudiera encontrarse más bajo deánimo. Y su forma de desconectar era de esa manera, quemando calorías y poniendo al límite sucuerpo.

La última vez que entré eran las cinco y sobre las siete menos cuarto me acerqué y vi queseguía corriendo, ya era suficiente por aquel día, necesitaba tenerlo cerca un rato.

Bajé la velocidad de la cinta hasta que frenó y me coloqué frente a él.—¿Recuerdas el día que subiste conmigo? —respiraba con dificultad.—Nunca olvidaré ese día, todavía no sé cómo pude frenarme, princesa. —Me levantó y me

sentó sobre los mandos de la cinta—. Recuerdo esa cara asustada pero decidida, un poco ingenuapero juguetona y descarada, que volvió mi mundo al revés.

—¿Qué me hubieras hecho ese día si hubieras podido? —Intenté provocarlo.Su mirada se perdió en la mía e intentando recobrar el aliento me besó con una entrega

extrema, como si la vida le fuera en ello. Con esa forma apasionada y agitada me confirmó que nose encontraba bien, parecía desesperado por mi cuerpo y empezó a desnudarme con lujuria yviolencia. Me bajó de la cinta y me tumbó en el suelo, con decisión se acostó sobre míprovocando que el aire de mis pulmones saliera con un quejido. Las gotas de sudor caían sobre mímientras él me arrebataba besos de los labios con ansiedad extrema. Estaba demasiado exaltado yno lograba comprender por qué. En un momento mordió mi labio y me hizo dar un pequeño grito,eso hizo que parara en seco.

—¿Qué? —pregunté preocupada—. No es nada —dije para que se relajara.—No puede ser así, no, no —repetía una y otra vez.—¿Qué te pasa? —Su mirada devastada me asustó.—Estoy sudoroso Sam, no me gusta esto. —Me acercó la ropa y me ayudó a levantarme—.

Mira cómo te he puesto.Estaba avergonzada, pero en el fondo sentía que había algo que lo había frenado y no era el

estar sudado ni mucho menos.Me dirigí en silencio a mi habitación y me duché, me puse el pijama y fui a preparar la

comida, cuando estuvo terminada apareció Enzo. Seguía extraño, pero intentaba disimularlo conuna sonrisa.

—¿Pijama nuevo? Me encanta, pareces un peluche.—No tiene gracia, Enzo. —Lo había elegido especialmente por él porque sabía que le

gustaban los monos. La verdad que al ser de pelito con un gorro y las botas podía pasar por unoperfectamente.

—¿Puedo abrazar a ese peluche?—Solo si después no te arrepientes —no debí haber dicho eso—. Lo siento es una tontería.—Lo siento, antes tuve un…, no quería hacerlo así. Esa es la verdad, además estaba… un

poco nervioso. —Me miró con ternura—. No pienses que no quería hacerlo contigo, Sam, mecostó mucho frenarme, créeme, pero al ver que te mordí...

—No te preocupes, es solo una broma. ¿Vas a abrazarme o qué?—Siempre…, claro —su voz vaciló un momento.Me atrapó entre sus brazos y me hizo sentir la mujer más querida del mundo, tratándome con

mimo y ternura. Por un momento me hizo sentir un peluche de verdad.

Page 148: No cruces la línea

C A P Í T U L O V E I N T I S I E T E

Tenerla entre mis brazos era lo único que me hacía sentir pleno. Estaba muy arrepentido dehaberme comportado tan agresivo con su delicado cuerpo, pero ella era lo único que me hacíavolver a la paz interior con sus caricias. No sé cómo tuve tanta fuerza de voluntad como paraparar en ese momento de locura interior, pero gracias a Dios, lo conseguí. No podía ser, no así, enel suelo, de forma brusca sin disfrutar cada segundo, cada minuto de su cuerpo como ella semerecía.

La llevé sobre mis hombros hasta su cama aquella noche, la pasaríamos allí, en su mundo deunicornio de colores, donde todo es color y alegría.

—¿Qué hacemos en mi cuarto?—Hoy dormiremos aquí. ¿Te parece bien?—Mientras estemos juntos, donde sea. —Se subió el gorro y me besó.Nos metimos bajo las mantas y nos quedamos acurrucados bastante tiempo.—Enzo, ¿pasa algo? —preguntó preocupada.—No. ¿Por qué? —Mi corazón empezó a latir más fuerte.—¿Estás nervioso? Siento tu corazón en mi espalda —su voz era pausada y débil. —

¿Tampoco quieres hacerlo ahora conmigo?Posé mi cabeza entre su pelo respirando su aroma a limpio y quedé abatido, no solucionaría

nada posponiendo ese momento.—Sam. No sé si recuerdas… —No podía continuar.—¿Qué? Suéltalo ya.—Es…—La última vez, ¿no? —El silencio se apoderó de la habitación.—Por eso estaba tan nervioso hoy, Sam, no quería decírtelo en el gimnasio ni que fuera de esa

manera, y ahora… no quiero que acabe.Se volvió y nos besamos, nunca unos besos fueron tan dolorosos, tan difíciles y tan

extenuantes. El oxígeno no llegaba a mis pulmones con normalidad y el corazón se me deshacía enel pecho cada vez que abría los ojos para mirarla. Quería gritar, partir algo, correr, pero memantenía calmado para tratarla con dulzura, aunque los demonios me estuvieran destrozando pordentro, los demonios del miedo a perderla.

La puse sobre mí y me quedé observándola, ella no abría los ojos, posiblemente no quería vermi imagen por última vez así.

—Sam, mírame, por favor, Sam... —Podía notar su resignación y su calvario, mientras susojos empezaron a cerrarse fuertemente hasta que brotaron sus bellas lágrimas sobre mí y me loconfirmaron.

Page 149: No cruces la línea

Se desplomó sobre mi cuerpo, sin fuerzas. Me volví hasta tenerla entre mis brazos a mi lado,pero ella terminó volviéndose y dándome la espalda.

—No puedo, Enzo. —Lloraba desconsolada.—Shhhh, tranquila, princesa, así es perfecto. —La acurruqué para ver si eso calmaba mi

angustia y la cruz que llevaba a cuestas al verla sufrir por mí.Sam lloró casi toda la noche y yo estuve acariciándola continuamente y susurrándole al oído

que me perdonara, que la quería, que nunca me perdonaría el sufrimiento que le estaba haciendopasar, que me odiaba a mí mismo, que había sido un egoísta pero que todo lo había hecho porquela amaba. Ella no dijo ni una sola palabra en toda la noche, solo lloró y lloró.

No recuerdo la hora en la que me desperté, pero cuando lo hice Sam se había dormido por fin,eso me tranquilizó y me quedé mirando cómo su corazón seguía contrayéndose tras haber lloradode esa manera.

¿Cómo me había podido enamorar de ese modo tan intenso? Era mi oxígeno, era mi vida yestaba destrozada por mi culpa. Debí parar aquello hace mucho pero no fui capaz de separarla demí, todo lo contrario, cada vez necesitaba más y más de ella.

Quería estar ahí cuando despertara, que no se viera sola, pero ella debió pensar otra cosaporque abrió los ojos y se levantó de un salto.

Cogió las cosas del baño y se metió en la ducha sin decir nada.Después de pensarlo mucho me dirigí hacia allí, pero nada más abrir la puerta escuché su voz.—Necesito estar sola —sin sentimiento aparente, soltó esa frase. —Está bien, prepararé el desayuno —me costaba sacar las palabras.Preparé el desayuno, pero no apareció. No sabía si acercarme o ir a buscarla ya que me había

dejado claro que quería estar sola, pero… la incertidumbre me estaba matando.Después de una hora esperando me convencí de que no vendría y llamé a mi sobrino. Le había

pedido un favor hacía un tiempo y había llegado el momento. Una hora después escuché como llegaba Dany, me había mandado un mensaje y salí a

buscarlo. En cuando me lo dio se fue, quería entrar, pero le expliqué un poco por encima y se diocuenta de que no era el momento.

—Enzo, intenta darte una oportunidad, por favor, ella te quiere y tú la quieres, no tenéisnecesidad de separaros.

—No me apetece hablar, Dany, ya te llamaré. —Cerré la puerta y entré en casa.Sam no había salido todavía. En mi interior sabía perfectamente lo que estaba haciendo y eso

me estaba matando.Fui a vestirme, pero en ese momento escuché el ruido de unas ruedas sobre el suelo. Me

coloqué unos vaqueros y un jersey y salí corriendo.Su cara enrojecida por haber llorado tanto me hizo mirar hacia otro lado, fue como si me

clavaran un puñal en el corazón.—No corras, no voy a “huir”, yo ya lo superé. —Bajó la mirada arrepentida—. Lo siento, no

debería haber dicho eso.—Me lo merezco. —Iba cargada con la maleta de ruedas y dos bolsas.—No quiero irme enfadada, Enzo, no me has mentido, siempre me has dicho la verdad con tus

palabras, aunque tu cuerpo me dijera lo contrario, pero has sido sincero.—No sé qué decir.—Terminó nuestro contrato. Gracias por todo lo que me has dado en estos meses, he sido muy

feliz y no te podría decir que me arrepiento porque te mentiría. He superado mi miedo a afrontarlos problemas sin huir gracias a ti, siento que no lo hayas conseguido tú, pero quiero que sepas

Page 150: No cruces la línea

que lo intenté. —Todo su cuerpo emitía derrota y aceptación ante la circunstancia.—Sam…, yo… te qui...—Enzo, he dicho que hemos terminado el contrato, no digas nada que me pueda hacer más

daño, por favor —suplicó mientras me cortaba la frase.—Tengo que darte el dinero, suelta las bolsas, por favor.—No voy a cogerlo, pensé que te lo imaginarías. —Pues sí, por eso prefiero darte esto. —Levanté la mano con la caja y se la acerqué. Soltó las

bolsas y con cara de sorpresa me miró a los ojos por fin.—¿Qué es? —preguntó con una mezcla de inseguridad y curiosidad.—Quiero que te acuerdes de mí, creo que te lo mereces, si no quieres coger el dinero, tómalo

como un regalo. —Se acercó y al cogerla nuestras manos se rozaron provocando un escalofrío enmi interior que me hizo cerrar los ojos.

Abrió la caja con incertidumbre, sus ojos entrecerrados no podían disimular. En cuanto vi quele caían dos lágrimas por las mejillas supe que las había visto.

—¿Por qué, Enzo? ¿Por qué? —Sus ojos brillosos me hacían desear abrazarla y protegerlapero… eso se había acabado.

—Porque sabía que no cogerías el dinero y hablé con tu padre para estar seguro de comprarloo no y me lo confirmó. Hace mucho que no tenías intención de hacerlo ¿verdad? —Quiseacercarme, pero dio un paso atrás.

—No puedo, no puedo aceptarlo. —Secó sus lágrimas con las manos e intentó devolvérmelo.—Está a tu nombre, Sam, es tuyo, te lo mereces por aguantarme este tiempo. —Se echó hacia

atrás y se dejó caer en la pared—. Sam no permitiré que te vayas de aquí sin el coche y lo sabes,no lo tomes como un pago, tómalo como un regalo, como la pulsera o el anillo.

—Enzo, no es lo mismo esto es… es demasiado. ¿Por qué lo has hecho? —dijo resignada.—Para que vayas segura a tu viaje y solo te preocupes de disfrutar, de conocer esos lugares

que tanto te apetecía conocer, que disfrutes de las amistades que hagas y vueles libre sin tener quepreocuparte porque tu coche se estropee o…

—Tenga un accidente con mi viejo coche —soltó mirándome a los ojos—. Buscas que vayasegura, ¿verdad? ¿Es eso?

—Sí, es eso. No podía permitir que no cogieras el dinero y viajaras con tu coche —Negó conla cabeza y suspiró.

—Ya no te tienes que preocupar por mí. No te aseguro que esté bien porque… no estarécontigo, pero… ya no formo parte de tu vida, no te preocupes más. Voy a aceptarlo porque sé quepara ti es importante, pero para mí no.

—Sabía que no darías saltos de alegría cuando lo vieras hoy, pero espero que más adelante lodisfrutes porque es lo que ha hecho que nos conozcamos. —La veía tan indefensa que me costabano cogerla entre mis brazos y besarla, pero ¿me dejaría? No podía irse sin darle un último beso ysentir su olor y su piel por última vez.

—Gracias, gracias por todo, Enzo. —Se agachó para coger las bolsas, pero yo me adelantéprovocando que nuestras manos se volvieran a tocar y que nuestros rostros quedaran cerca, muycerca el uno del otro.

La miré intentando descifrar si me dejaría besarla o no, pero volvió rápidamente la cara haciael otro lado y separó sus manos de las mías. Nos levantamos, pero mi mente se volvió loca alpensar que no volvería a acariciarla, así que dejé caer las manos en la pared atrapándola entremis brazos. No la tocaba, pero estábamos tan cerca que podía olerla y sentir el magnetismo queme atraía sin piedad a ella. Cerró los ojos con fuerza para no verme, quería a toda costa evitarme

Page 151: No cruces la línea

y tenía razón, pero… pero…, tenía razón, me separé, estaba aumentando la tortura entre nosotros.—Lo siento, Sam. —Cerré los puños con fuerza, no debí haberlo hecho.Cogió la maleta y se dirigió a la puerta de la calle en silencio, abrió y se quedó unos segundos

mirando el precioso coche blanco, pero no podía ver ninguna emoción en su rostro. Abrió elmaletero y metió la maleta, volvió por las bolsas que yo bajé, las guardó y se metió en el coche.Abrió la ventanilla que daba a mi lado y miró hacia mí.

—Te quiero —su voz llegó a mis oídos y me hizo romperme en mil pedazos. ¿Por qué? ¿Porqué tenía que ser así?

Volvió la cara sin esperar a que le contestara y cerró la ventanilla. Se quedó con la miradaperdida unos segundos hasta que rompió a llorar y se dejó caer sobre el manillar, abatida. Era elmomento, tenía que salir, tenía que ir a por ella, no podía dejarla ir, ¿qué estaba haciendo? Nopodía perderla, joder, si no lo conseguía ahora, no lo haría nunca. Ella es la única que me hahecho volver a la vida y la estaba dejando escapar.

Con dificultad e intentando concentrarme en su imagen salí a la calle. Mi cuerpo temblabacompletamente, pero tenía que ser fuerte y rodear el coche hasta estar junto a ella. Con la mano enel pecho y respirando con dificultad caminé como pude. Sam seguía llorando dentro del coche pormi culpa, tenía que hacer algo, no podía dejarla ir, estaba consiguiendo salir de casa por ella, ellaera mi salvación, sabía que me dolería, pero no este calvario que sentía en mi interior.

Llegué a su puerta, no era consciente de mi presencia, cogí fuerzas, abrí y tiré de ella para quesaliera del coche. Su mirada de asombro y dolor me llegó al alma y la acurruqué entre mis brazoscomo si se me fuera la vida en ello. Por fin respiré, lo había conseguido, la tenía junto a mí,protegiéndola yo a ella, no ella a mí, y se estaba dejando, se había rendido por fin.

—Sam. —En ese momento pasó una moto detrás de nosotros y me hizo contraerme. —Dime —dijo con dificultad.—Yo… —El sonido de varias personas hablando se metió en mi mente.Respira, Enzo, respira. Me repetí una y otra vez.—Dime, Enzo. —Levantó la mirada y me miró expectante.—Yo… —las voces se acercaban y el ruido de un coche apareció de pronto intensificado con

el de una moto.—Enzo, Enzo. Abre los ojos, relájate, estás nervioso. —Sam se dio cuenta de que empezaba a

sentirme mal—. Respira, Enzo, estás conmigo, no pasa nada. —Acariciaba mis mejillas,desesperada para que reaccionara.

Estaba con ella, ese era el problema. Tenía que hacerlo solo, superar esto antes de abrirme aalguien, no depender de nadie y que se sintiera necesaria para mi recuperación. Ella era mimuleta, pero la lucha era mía.

—Enzo, por favor, dímelo, mírame, dime lo que me ibas a decir. —Estaba viendo como merendía y luchaba por mí, luchaba hasta el último momento, pero yo era un perdedor.

Mi mente desconectó del momento y sentí mi derrota, me separé de ella y me dirigí hacia lacasa, abatido y desconsolado.

Esperé detrás de la puerta aguantando las náuseas y las lágrimas hasta que escuché arrancar elcoche al marcharse. Mi mundo se había hundido completamente, esta era la cruz que llevaba acuestas por lo que hice, y era la que tenía que cargar.

Page 152: No cruces la línea

C A P Í T U L O V E I N T I O C H O

Había pasado una semana y diariamente, nada más levantarme, lo primero que hacía era mirar elmóvil esperando un mensaje o una llamada de Enzo, que nunca llegaba.

Las horas de las comidas se habían vuelto un auténtico infierno porque no era capaz demeterme nada en el estómago. Ángela estaba continuamente detrás de mí para que lo hiciera, nome dejaba ni a sol ni sombra, solo cuando estaba encerrada en mi cuarto, intentando morir de lapena.

Nunca había sentido tanto dolor al dejar una relación, aunque esto no era una relación, pero…en fin, nunca había sentido nada tan fuerte por alguien.

Había noches que me despertaba con un sobresalto, la sensación de que el corazón se me salíadel pecho y llorando sin consuelo, no volvía a pegar ojo cuando me ocurría y solo podía pensar enlo desdichada que era por no tenerlo junto a mí.

Mis amigos habían intentado ponerse en contacto conmigo, pero les dije que necesitaba unpoco de tiempo. Tarde o temprano tendría que contarles lo ocurrido a todos, pero no tenía fuerzasde hablar con nadie sobre Enzo sin venirme abajo.

Si me asomaba por la ventana podía ver el coche, un fabuloso Sportage blanco con el quehabía estado soñando mucho tiempo, y que ahora solo me hacía daño mirarlo.

Un día, después de que llegara mi padre de trabajar, subió a buscarme y me bajó a la fuerzahasta el salón, allí estaban todos mis amigos, Alan, Carlos, Regina, Jimena y Leo, todos muyserios sentados en el sofá. Yo tenía una pinta horrible, la cara demacrada, el cabello alborotadode estar acostada y con el pijama que estrené el último día que estuve en casa de Enzo. No habíavuelto a ponerme otro en aquellos días, me costó lavarlo porque sentía que lo había tocado él,pero Ángela me obligó.

—Hola.Se acercaron con timidez a darme un abrazo y acurrucarme, eso hizo que me rompiera y

empezara a llorar.—Peque, mira lo que tienes, aquí están tus amigos, gente que te quiere como yo y Ángela y que

está deseando ayudarte a salir de esto. Tienes que salir cariño, hacer tu vida, hacer tu viaje, te lohas ganado con creces.

Papá tenía razón, pero en aquel momento, lo único que necesitaba era llorar y hundirme en lamiseria de mi pena.

—Les he contado lo de Enzo, ni siquiera se lo habías dicho y estaban desconcertados, queríanir a pedirle explicaciones y aunque me dé pena verte así, le entiendo a él. —Cogió mi mano, peroeso no calmaba mi amargura—. Todo lo ha hecho porque te quiere demasiado.

—¡Si me quisiera demasiado no me dejaría! —grité.

Page 153: No cruces la línea

Mis amigos se asustaron al verme así.—Tranquila, Sam. —Alan se levantó y me llevó hasta el sofá, sentándome entre él y Carlos.—Sentimos mucho pensar mal de él, pero estamos de acuerdo con tu padre, lo hace porque te

quiere. ¿Qué vida tendrías con él? —preguntó Carlos.—Solo lo necesito a él, no necesito que salga conmigo, no me hace falta, puedo sola. —

Odiaba que no me comprendieran.—Eso dices ahora Sam, que lleváis poco tiempo, pero cuando estés enferma y no pueda

acompañarte al médico, ¿qué pasará? —expuso Jimena.—Tiene una clínica, vendrán a su casa —repliqué.—¿Y si te tienes que operar? —comentó Regina.—¿No os enteráis que me da igual todo, que lo cambió todo por él, que lo necesito para vivir?

—Me estaba arrastrando delante de ellos pero no me avergonzaba, sólo intentaba desahogar eldolor de mi corazón con ellos, intentando que me comprendieran.

—Sam tiene razón, cuando se quiere a alguien se antepone a todo. Es normal que estés mal ynecesites un tiempo para reponerte, no tiene nada de malo, pero… nosotros te necesitamos, eresnuestra amiga y queremos verte. No nos gusta verte sufrir.

Que fuera Leo quien dijera eso me reconfortó, pero también me hizo pensar que lo decíaporque no era correspondido por mí.

—Pasa un poco de tiempo con nosotros, con tus padres, reanuda tu viaje, que lo tienesabandonado, coge tu coche nuevo y danos una vuelta y cuando llegues a tu casa, llora, llora ydesahógate porque estás sufriendo, pero vive Sam, te lo mereces.

—Gracias, Leo. —Sabía que tenía razón y me removió algo por dentro. Llevaba tres semanasencerrada sin salir y no había cambiado nada con Enzo, no había conseguido nada haciendo eso.Quizás era el momento de intentar avanzar.

Me dirigí hacia él y lo abracé, eran las palabras que necesitaba, que alguien me comprendieray pensara que tenía razón pero que ya era hora de tirar para adelante.

—De acuerdo, lo intentaré. —Todos me miraban asombrados.Ángela empezó a llorar de la emoción, ella me veía todos los días tirada por los rincones y

era la que verdaderamente estaba sufriendo conmigo.—He dicho que lo voy a intentar…, no prometo nada, pero ahora… dejadme tranquila.Todos se levantaron y me abrazaron y evidentemente me dijeron que no, que se empezaba en

ese mismo momento y que dado que era sábado me vistiera que saldríamos un poco a bailar.—Además, hoy, Leo nos presentará a su chica y no te lo puedes perder —dijo Alan,

ilusionado. —Leo, ¿es verdad eso? —Mi sorpresa era evidente.—Sí, pero si quieres algo conmigo… lo arreglo fácil —bromeó.—Sí, tu amistad. —Le di un beso en la mejilla—. Gracias a todos, chicos, debería haberos

pedido ayuda antes, sois los mejores. Papá, tú también. —Lo abracé. Subí a mi habitación a darmeuna ducha, con mucha ilusión. Tendría que buscar ropa en la maleta porque no había tenido fuerzaspara vaciarla, o porque en mi interior esperaba que Enzo se arrepintiera y me llamara para volvery no tardar ni un segundo en ir, pero… no había sido el caso y tenía que seguir.

Al buscar la ropa vi el cuaderno donde tenía marcado en el mapa la mitad del viaje quepensaba hacer, no lo llegué a terminar porque siempre pensé que no sería capaz de dejarmeescapar. Lo arranqué y lo tiré. El momento más bonito que había vivido había sido sin planearlo,fui a la entrevista sin planearlo, le dije que sí a su proposición sin planearlo, y me dejé llevar sinplanear nada. Este viaje quedaría pospuesto temporalmente, ahora no era el momento.

Page 154: No cruces la línea

Me di un largo baño relajante para prepararme esa noche, sentía una fuerza interior especial ytenía que aprovecharla para intentar animarme.

Me lié una toalla al cuerpo y otra en el pelo y me tumbé en mi cama a pensar, solo se mevenían imágenes de Enzo, intentando decirme algo en la puerta, esforzándose por hablar. ¿Cómoestaría? Este tiempo había estado pensado en mí pero… ¿Cómo estaba él? Tenía que levantarme ysalir, dejar de torturarme de esta manera.

Busqué entre la ropa de la maleta y vi el conjunto de pantalón negro con la camisa. Ese día fueespecial, recordaba la forma de mirarme con esos ojos azules, maravillado como si hubiera vistoa una princesa…, bueno, era su princesa en ese momento.

Me senté en el suelo y dejé caer la espalda en la cama, un pensamiento más sobre Enzo ylloraría, no podía permitir eso, así que llamé a la persona que había sufrido más conmigo, paraanimarme.

Ángela corrió a mi habitación asustada cuando la llamé. Al contarle que solo quería que meayudara con la ropa se relajó, pero lo que realmente necesitaba era alguien que no me hicierapensar en Enzo nuevamente.

—He pensado en ponerme esto, ¿te gusta?Me puse un top de cuello alto, negro con encaje y una falda de tubo a conjunto con mis zapatos

de tacón negros cerrados.—Sam, estás espectacular, ve así —me dijo, emocionada.—¿Cómo me puedo peinar?—¿Y si te pones una cola alta? Te favorece muchísimo.—Claro, eso haré. —Lo haría solo por ella, por haber estado ahí todo ese tiempo, se lo

merecía.Se quedó mirándome mientras me maquillaba y me peinaba disfrutando al verme intentar

sonreír.—Bueno, ¿cómo me ves? —dije mientras daba una vuelta sobre mí misma.—Perfecta, como siempre. —Me abrazó, con lágrimas en los ojos—. Sabes que te quiero

mucho, ¿no?—Y yo. —Empecé a abanicarme con las manos porque estaba a punto de llorar. —Estoy

preparada para una nueva vida.Papá se quedó fascinado conmigo, no dejaba de echarme piropos y de sonreír. Ambos me

acompañaron hasta la puerta. No dejé que pasaran de ahí porque no sabía cómo reaccionaríacuando me montara en el coche.

Me despedí, esperé a que cerraran y me dirigí hacia él. No fue hasta que no abrí la puerta y elolor me inundó cuando me vinieron de golpe todos los momentos que viví ese día.

Empecé a respirar exageradamente para tranquilizarme y sin pensarlo dos veces arranqué y mefui a casa de los chicos.

Subí rápidamente y grité antes de llegar.—¡¡Abrid!! —sus vocecillas se escuchaban tras la puerta.—Ahh…, ya está aquí Sam, de nuevo —gritaba alegremente Alan.—Sam, ¿estás bien? —preguntó Carlos tan atento como siempre.—Bueno, he estado mejor, pero… vengo dispuesta a pasarlo en grande.—Así me gusta —dijo Alan mientras chocaba la mano con la mía.Fuimos en mi coche, sabía que si venían conmigo me distraerían y no me harían sentir tantas

emociones.Llegamos a la discoteca. Las chicas estaban allí, espectaculares también y me llenaron de

Page 155: No cruces la línea

abrazos. A los diez minutos llegó Leo con una chica guapísima, rubia con pelo corto y rizado.—Chicos, esta es Rebeca. —Parecía ilusionado.Nos presentamos uno por uno y se sentó con nosotros en el reservado, estuvimos haciéndole un

cuestionario y nos pareció una chica encantadora.Me pedí una copa, aunque no pensaba beber, me fui animando un poco más. Cuando la terminé

me separé de los chicos y me fui a la barra. Mientras pedía, una mano me sorprendió sobre elhombro.

—Carlota. —Su mirada era triste.—Hola, y… siento lo de mi tío. Es un estúpido por dejarte ir. —Me abrazó con sentimiento.No sabía qué decir y pedí dos chupitos.—¿Por nosotras? —pregunté.—Por nosotras. —Sonrió mientras chocaba conmigo el vaso.—Si te viera ahora con lo guapa que estás…—Ya, por favor —supliqué.Pidió otros dos chupitos y volvió a chocar su vaso con el mío.—Por nosotras otra vez. —Sonreímos las dos.Estuve a punto de irme cuando me acordé que había pedido una copa, me volví hacia la barra

y la cogí. Carlota se fue con sus amigas y me dijo que después volvería para bailar conmigo.Empezaba a encontrarme un poco mareada así que decidí salir a bailar, cogí a las chicas del

brazo y me las llevé a la pista. Me dejé llevar, perdí la vergüenza y decidí darlo todo en la pista.Alan se unió a nuestro baile cogiéndome por la cintura y bailando tan sexi como yo. Era hora deolvidar y vivir el momento.

La copa se me cayó y se rompió en mil pedazos así que fui a la barra para pedir otra. Mientrascaminaba hacia allí sentía como si flotara, la vista se me iba nublando poco a poco y meencontraba floja. Unos brazos me agarraron por detrás.

—Enzo. —Intenté mirar hacia él, pero no lo era, no era su perfume, ni su pelo, ni su cuerpo.¿Quién era?

Me empezaron a entrar nauseas, no sabía por qué si solo me había tomado dos chupitos y unacopa.

Cada vez me costaba más andar y ese hombre me tenía agarrada con fuerza.—Llévame con… mis… ami...—Tranquila —su voz me sonaba. Me llevaba fuera y aunque yo no quería, me dejaba llevar por él aunque ni siquiera sabía

quién era.De vez en cuando se me cerraban los ojos, pero intentaba abrirlos con mucho esfuerzo.—¿Qué le pasa? —Escuché como si viniera de muy lejos.—Ha bebido demasiado, no se las puede dejar solas. —Oí unas risas—. Me la llevo a casa

ya.Pero… a casa... ¿Quién demonios era y dónde me llevaba? Sentí como me daba la vuelta y

dejaba caer mi espalda sobre un coche mientras me atrapaba con su cuerpo y empezaba a besarmesin control.

Me quedé helada y sentí como el pánico me invadía el cuerpo. Intenté separarlo y mirarlo,pero no podía controlar mi cabeza, se me caía hacia los lados.

—Tranquila, tranquila, no pasa nada. —Sus manos rozaron la piel de mi costado e intentósubirme el top con una mano y la falda con la otra. Empecé a sollozar, cómo había llegado a estosin poder reaccionar ni defenderme, ¿qué me pasaba? Dejé de intentar abrir los ojos y decidí

Page 156: No cruces la línea

rendirme al sueño.—Sam… —una voz familiar llegó hasta mí, pero ya no era capaz de reaccionar a nada—.

¿Qué coño? —Escuché. Las manos que me agarraban me soltaron con fuerza y caí desplomada alsuelo. Desde ahí podía escuchar gritos, parecía una pelea, pero poco a poco dejé de escuchar.

—Sam… Sam… —Una mano me zarandeaba y me tocaba la cara con delicadeza pero conansiedad—. Sam, contesta por favor. —Sentí como me cogía en brazos y me montaban en el cochepero ya no recuerdo nada más.

—Oh, no. —Estaba en el hospital y la cabeza me iba a explotar. Estaba sola y me levanté. Todo empezó a darme vueltas y el estómago se me revolvió.

Aguantando las arcadas, me dirigí como pude hasta el cuarto de baño y vomité. Me encontrabafatal y sentía como las piernas todavía no tenían suficiente fuerza para sostenerme bien.

Unas manos me agarraron desde atrás por la cintura y por la frente.—Tranquila. —Esta vez logré reconocer esa voz.Terminé y me acercó un papel para limpiarme.—Te llevo en brazos, tranquila. —Me cogió en peso y me dejé caer sobre él. Estaba abatida y

empecé a temblar por los nervios, necesitaba ese contacto físico para no sentir esa soledad quetenía en el alma.

—¿Estas bien? —susurró antes de acostarme en la cama.—Sí, gracias Dany. —Retiró un mechón de pelo que se había soltado de la coleta.Empezó a negar con la cabeza y a cerrar los puños.—¡Olvida a mi tío, Sam! —gritó. —Por... ¿por qué dices eso? —Estaba confundida con su reacción.—Joder, Sam, eres… —Se quedó pensativo—. Eres demasiado guapa para ir sola por ahí.

Debería estar contigo protegiéndote si tanto te quiere ¿no? —gritó enfadado.—Siento haberte estropeado la noche, puedes irte.—No me has estropeado la noche, joder, le tenía ganas desde la otra vez. Menos mal que

estaba mi amigo, porque si no, lo mato —dijo enfurecido.—¿Qué? ¿Otra vez? —pregunté confundida.—Sam, era el gilipollas que te acosó en el baño. No quiero ni pensar en lo que hubiera pasado

si no te hubiera visto. —Golpeó con fuerza la puerta—. Lo siento, no quiero asustarte.Nunca había visto esa faceta de Dany, tan ofuscado.—Mi tío no te merece. —Dany, sabes que está enfermo. —Esa palabra me pareció demasiado grande.—Sam, yo no te dejaría sola por ahí. Joder, no se me quita esa imagen de la cabeza.—¿Lo has llamado? —pregunté insegura.—No, no vendría, ¿para qué?, ¿para que te sintieras peor? —Frunció el ceño y me miró.Se me estaba formando un nudo en la garganta que en breve me haría llorar.—Te han drogado Sam, te han echado burundanga y si no llego te habría … —Dejó caer la

cabeza en el respaldo del asiento.—Violado —dije.—Da igual ya, Sam, estas bien, que es lo importante. —Agarró mi mano y la acarició. Esa

muestra de cariño me sirvió de mucho, no me había dado cuenta de lo falta de cariño que estaba. —Gracias, Dany, eres mi Ángel de la guarda.—No me des las gracias por esto, para mí ha sido un placer partirle la cara a ese… —Hizo un

gesto de lucha recordando la pelea.—¡Mis amigos! ¿Qué hora es?

Page 157: No cruces la línea

—Tranquila, te llamaron y les dije que te había llevado a casa porque te doblaste un pie.Supongo que no te gustará que todo el mundo sepa lo que te ha pasado. No quiero decir que tetengas que avergonzar.

—¿Qué me hizo? Dímelo ya.—Nada peor que la otra vez.—Júramelo, Dany.—Bueno…, te besaba. —Hizo un parón—. Pero ya me encargué de que no vuelva a besar ni a

ti ni a nadie más en un tiempo.Pasé mis dedos por los labios y se me escapó una lágrima. Dany se levantó muy rápido y me

abrazó.—No pienses, Sam. —Su cara, cada vez estaba más cerca de la mía, levanté la mirada,

extrañada. Me miraba fijamente y en sus ojos encontré algo que me era familiar, un brillo especialal mirarme. Nos retiramos a la vez.

¿Qué había pasado? ¿Sentía algo Dany por mí? Nunca había hablado así de su tío y esto…Cuando salimos del hospital me acercó al coche y quedamos en que no lo contaríamos, por lo

menos por su parte y se lo agradecí.—Sam. —Me agarró del brazo antes de que bajara—. Olvida lo que dije de mi tío. Tienes

razón, está enfermo. Lo quiero mucho y me encantaría que superara esto, pero por favor, tencuidado o tendré que acompañarte al viaje ese que ibas a hacer. —Eso me hizo sonreír.

—Está bien, no volveré a beber nunca, nunca en la vida. Gracias por todo, Dany.—Me alegro de haber pasado por allí en ese momento.— Y yo. —Me dio dos besos, bastante lentos como si quisiera disfrutar del momento. Me

sonrió y me fui.Entré en casa, eran las nueve de la mañana y me metí en mi habitación a dormir, todavía tenía

resaca del producto ese que me echaron.A las doce me desperté y me quedé pensando en todo lo que me había pasado últimamente,

había perdido tres semanas sin hacer nada y cuando me decidí a hacerlo me pasó eso. Les había mandado mensajes a todos pidiéndoles perdón por no decirles nada, pero no quería

estropearles la fiesta y ahora me quedaba contarle algo a mi padre.—Hola, papá, Ángela...—Hola, peque.—Me voy. —¿Cómo? —preguntaron asombrados.—Que me voy, he pensado mucho esta noche y voy a hacer el viaje.—¿Estas seguras, peque? No te veo contenta. No quiero que te precipites.—Necesito hacerlo, papá. Todos queríais que lo hiciera, ¿no?—Sí, cariño, pero… siento que… —No terminaba la frase—. ¿Te lo pasaste bien ayer?—¿Por qué me preguntas eso? ¿Qué tiene eso que ver? —pregunté enfurecida.—Peque... ¿estás huyendo? —Las palabras atravesaron mi cerebro. ¿Estaba huyendo? ¿Esa era

la razón por la que quería de repente hacerlo? Pues probablemente sí, había dado pasos atrás,pero, era lo que sentía, ganas de quitarme de en medio y desaparecer de todo aquello que meestaba hundiendo. Posiblemente, lo que pasó la noche anterior fue la gota que colmó el vaso.

—No me ha ido mal huyendo, hasta ahora.—Eso no lo sabes, porque nunca has afrontado tus problemas.—Sí que lo sé, con Enzo no huí y mira, a la larga no ha valido para nada —dije sollozando.Asintieron y me apoyaron, ellos querían que lo hiciera, se habían llevado animándome todo

Page 158: No cruces la línea

ese tiempo y ahora de repente no le convencían, ¿qué les pasaba? Nadie me entendía, nadie sabíapor lo que yo estaba pasando y nunca me comprenderían. No sabía qué más hacer porque todo loveía negro. Sin Enzo junto a mí y con lo que pasó la noche anterior, mi vaso se había llenado yrebosado, no aguantaba más.

Al día siguiente, bajo el asombro de Ángela, mi padre y mis amigos que vinieron a despedirsede mí, me marché con una maleta, la tarjeta y las ganas de olvidar.

Tomaría la ruta por Sevilla, Cádiz, Málaga, Granada, y dormiría en Almería. No tenía prisa,así que, si me apetecía parar en cualquier pueblecito o ciudad antes de llegar, lo haría. Estabapreparada para empezar.

Cuando iba por la autopista Sevilla-Cádiz, empecé a encontrarme mal, sentía náuseas ycansancio, quizás debería haber esperado un par de días más en hacer el viaje después de que medrogaran, pero así era yo, impulsiva, sobre todo cuando se trataba de huir.

Cada vez me encontraba peor, hasta el punto de pensar en parar en algún lugar para descansarun poco y ver si las náuseas se me pasaban. Finalmente decidí buscar un hotel para pasar la nochey ver si se me terminaba de pasar el efecto odioso de la droga, con suerte al día siguiente mesentiría mejor para seguir.

Me desvié hacia Chiclana, había visto mientras preparaba la ruta un “hotel con encanto” queme llamó la atención, Azalea creía recordar. Me gustó la decoración cuando lo vi por Google y lazona en la que se encontraba, la Barrosa, junto a la playa, donde podría pasear si quisiera.

Al ser invierno no tuve problemas en aparcar cerca de la puerta, una zona bastante tranquila enesa época del año.

Llamé al timbre y la puerta se abrió. Crucé el jardín y a pesar de seguir sintiéndome mal, meparé para observarlo mejor, era un lugar especial, acogedor, tranquilo, se respiraba paz, mealegraba haber decidido hacer la parada justo allí.

Subí las escaleras que daban al hotel y un hombre alto me recibió muy amablemente. Cogiómis datos y me preguntó por cuánto tiempo me quedaría. Por alguna extraña razón le conté lo queme ocurría y muy amablemente, me dijo que si necesitaba cualquier cosa, estaban allí para lo quequisiera. En ese momento, una señora rubia con ojos claros salió del ascensor.

—Esta es mi mujer —dijo el caballero.—Encantada —saludó.—Igualmente —contesté intentando sonreír, pero las náuseas eran cada vez más intensas.—Jose, se encuentra mal, le he dicho que si necesita cualquier cosa, que nos avise —comentó

el caballero.—Claro, no te preocupes.Me sentía bien en ese lugar, eran verdaderamente amables, me encontraba un poco menos sola

a pesar de no estar en casa.Me acompañó a la habitación y me llevó la maleta, se lo agradecí enormemente porque apenas

tenía fuerza, esa droga me había dejado el cuerpo destrozado.Solo hacía tres horas que había salido de casa y ya estaba haciendo mi primera parada,

tardaría una eternidad en hacer el viaje.La habitación me enamoró, era muy íntima, acogedora, no era la típica de hotel, gemela a la

anterior, era única y eso me gustaba, la hacía especial. La cama estaba en el centro, rodeada deventanales por todas partes y un sofá rojo en el lateral, con una mesita delante. Me imaginé allícon Enzo, pero rápidamente borré la imagen de mi mente, no perdería ni un segundo más de mivida en hacerlo.

De pronto me vino una arcada y corrí hacia el cuarto de baño. Vomité lo poco que había

Page 159: No cruces la línea

desayunado ese día y me acosté sin fuerzas.Después de dormir un poco esperaba sentirme mejor, pero al intentar levantarme se me volvió

a remover el estómago y volví a vomitar. No podía estar pasándome esto a mí. Me acosté yencendí la televisión.

—Ring.—¡Oh, no! —Era mi padre y no me apetecía mentirle, pero tampoco preocuparlo.—¿Cómo estás, peque? —preguntó con ilusión en su voz.—Bien, papá, aunque… bueno, he parado en Chiclana en un hotelito porque creo que tengo un

virus que me está provocando náuseas. Pero no te preocupes que seguro que es de los que duranveinticuatro horas y mañana estaré perfectamente —había hablado demasiado y mi padre lonotaría.

—¿Estás bien, Samantha? —Sabía que se preocuparía.—Sí, papá, ya te lo he dicho, solo es un virus, descanso esta noche y sigo.—Está bien, si te encuentras peor me llamas, que estoy allí en un par de horas, peque.—Claro, papá, no te preocupes.Tenía ganas de llorar, me sentía sensible, vulnerable ante la vida, desprotegida ante el

mundo…, pensaba en el viaje y se me hacía un mundo. En mi interior, huir era eliminar elproblema, pero me estaba dando cuenta de que el viaje era otro problema en ese momento, porqueno estaba preparada para hacerlo, solo era mi única opción.

Empecé a encontrarme mejor y paseé por la inmensa playa desierta intentando respirar airefresco y aclarar mis ideas. Antes de volver, me senté en la arena levemente calentada por el sol eimaginé a mi lado a Enzo, con sus ojos iluminados por el reflejo de los rayos y su cabello rubioagitándose con la brisa del mar. Qué complicado era olvidar a una persona, sabiendo que estabaenamorada de ti y tú de ella. Difícil de comprender.

Regresé al hotel muy cansada pero sintiéndome mejor, y me acosté. Dormí toda la noche, peroal día siguiente al levantarme comenzaron las náuseas de nuevo.

—¡Nooo! ¿Por qué? —grité.Corrí hacia el baño y vomité, me costó bastante porque no tenía nada en el estómago, así que

cogí un paquete de galletas que tenía en la maleta y un zumo que sin ganas conseguí ingerir, aunqueno tardé mucho en volver a vomitar. Este viaje no pintaba nada bien, parecía que el destino noquería que huyera de nuevo.

Page 160: No cruces la línea

C A P Í T U L O V E I N T I N U E V E

—Enzo, llevas esquivándome dos semanas, no pienso irme sin hablar contigo, así que dale ya albotón y abre la puerta de una vez —las palabras de Lola retumbaban en mi cabeza.

Pulsé el botón y deje que entrara, no podría seguir evitándola por mucho tiempo porquecuando quería se podía poner intensa.

—Enzo, por favor, estás horrible. —Puso los ojos en blanco en cuanto me miró—. Quítate esabarba, de una vez y córtate el pelo. ¿Desde cuándo no lo haces? —Intenté ignorarla e irme, perocorrió y se puso delante de mí—. Te he hecho una pregunta, Enzo.

—No sé, no lo recuerdo. —Lo recordaba perfectamente, era Sam quien lo hacía últimamente.—Sam, Sam y Sam, ¿verdad? Tenemos una conversación pendiente, tú y yo, Enzo, estás en un

momento crítico y tienes que sacar lo que llevas dentro o darás pasos atrás.Me siguió en silencio hasta el despacho, sacó mi silla y la puso frente a ella, mientras me

hacía una señal para que me sentara.—Sácalo, Enzo. ¿Qué sientes? ¿Estás orgulloso de lo que has hecho? ¿Ha merecido la pena

todo lo que hiciste?—Sí —contesté rápidamente.—Veo que sigues luchando por lo que tuvisteis. —Se puso las gafas y empezó a mirar en su

carpeta—. Sigues tomando la misma medicación. Durante el tiempo que estuvo Sam, fuiste capazde bajar las dosis y ahora solo tomas el mínimo, a pesar de estar pasándolo mal, porque solo hayque verte. También conseguiste salir a la calle con ella y solo, antes hubiese sido inimaginable.

—¿Qué quieres decir con eso? Suéltalo. —Estaba enfadado con el mundo y no me apetecíaandarme con rodeos.

—Que ya es hora de que avances solo, sin su ayuda. Confía en ti, Enzo, date una oportunidad,empieza saliendo a la puerta, luego a la otra acera, a continuación a la calle de al lado, poco apoco.

—¡¡¿¿Crees que no lo he intentado??!! —grité.Sus ojos se abrieron como platos, suspiró, cruzó las piernas y me miró.—Dime.—Cuando todavía estaba Sam aquí, lo intenté sin que lo supiera, salía por la noche o cuando

se estaba duchando, porque quería superarlo, quería decirle que podía hacerlo para no tener quedejarla marchar, pero… no pude. —La furia me corroía por dentro.

—Enzo, es comprensible, aunque no lo creas. En ese momento tenías estrés y presión porquesabías que el tiempo se acababa y eso jugaba en tu contra.

Apoyé mis brazos sobre las piernas y hundí mi rostro demacrado entre las manos mientras laimagen de Sam, intentando que no la dejara marcharse, me venía una y otra vez a la cabeza.

Page 161: No cruces la línea

—No perdió la esperanza conmigo nunca, siempre pensó que tenía posibilidades, y eso medestroza.

—Enzo, ya es hora de que demuestres al mundo que puedes, que te lo demuestres a ti, y quiénsabe si algún día no recuperes a Sam, o te enamores de otra persona que te haga olvidar todo esto.

No podía seguir así, tenía el trabajo abandonado, mis hermanas sufriendo al verme, mi sobrinapreocupada y mi sobrino enfadado conmigo sin saber por qué. Mi vida se iba otra vez a la mierda.

Después de que se marchara Lola, me dirigí al gimnasio y empecé a correr en la cinta como unloco, necesitaba expulsar todo lo negativo, olvidar, pero la imagen de Sam estaba en cada rincónde esa casa.

—¡¡Ahh!! —grité.Bajé de la cinta sin pararla siquiera y me dirigí hacia la puerta que daba a la calle, iba

decidido, seguro, tenía que luchar por lo que quería y dejar de esconderme en esta mierda de casade una vez por todas.

Todavía con la respiración acelerada por correr abrí la puerta, el corazón latía sin control,mientras mi mente no hacía más que recordarme los momentos del accidente y mi intento fallidode sacar a mi hijo de su tumba, pero tenía que ser más fuerte que todo eso, tenía que hacerlo porellos también y salir de allí.

El sudor de la frente me caía por los ojos nublándome la vista, mientras tomaba aire confuerza para afrontar aquel reto que tanto me estaba costando.

—Puedo, puedo, puedo —repetía una y otra vez sin control.La imagen de una chica al pasar me hizo detenerme en seco. Tranquilo, Enzo. Pensé

mentalmente.Crucé la puerta decidido y salí. El viento secaba el sudor de mi cuerpo y me hizo temblar

temerariamente. Tenía que llegar al otro lado fuera como fuera, me lo debía a mí y se lo debía aSam.

El día grisáceo por las nubes no ayudaba y en cuestión de segundos se puso a llover. Sentía lapresión en el pecho y las piernas temblorosas, pero seguí caminado y caminado hasta que lleguécon esfuerzo a la otra acera.

Joder, lo había conseguido. Lo había hecho y lo había hecho solo, con esfuerzo, pero solo y nopasaba nada. Un trueno me hizo dar un salto y recordar todo lo que pasó ese día con Sam, justo enel lugar en el que me encontraba. De pronto una ráfaga de viento hizo mover la puerta de casa y elpensar que me quedaría fuera sin poder abrirla, me hizo abalanzarme hacia ella sin mirar lacarretera cuando sentí un fuerte golpe en la cadera.

Veía luces, escuchaba gritos y… no recuerdo nada más, mi mente desconectó.

Page 162: No cruces la línea

C A P Í T U L O T R E I N TA

A las 8 de la mañana llamé a mi padre, necesitaba escuchar su voz para que me tranquilizara. Leconté que había vomitado y sentí que lo estaba preocupando demasiado así que terminé porquitarle importancia.

No podía seguir así, había vomitado cuatro veces y me encontraba decaída, sin fuerzas. Nopodría continuar el camino de esa manera, lo mejor que podía hacer era acercarme al centro desalud y que me dieran algo para las náuseas.

Salí de allí a duras penas. Al preguntar en recepción el lugar al que me tenía que dirigir yverme con la cara pálida, quisieron acompañarme. Intenté negarme, pero fue imposible, teníanhijos de mi edad y no podían dejarme ir sola en aquellas circunstancias.

Nada más bajar del coche vomité y empecé a encontrarme un poco mejor, pero seguía muycansada. Tuve suerte y, al verme la cara tan pálida me hicieron entrar en urgencias.

—Hola, ¿qué le ocurre? —preguntó la médica.—Este sábado me echaron burundanga en la bebida —conté avergonzada.—Madre mía, qué espanto —respondió con cara de preocupación.—Ayer me encontraba bien cuando me desperté, pero a medida que pasaba la mañana

empezaron las náuseas y el cansancio con los vómitos.Me auscultó el pecho, luego me miró la garganta con ese palito que tanto asco me daba y que

me provocó arcadas. A continuación, me miró los oídos y me hizo seguir con la mirada la linterna.—Túmbate en la camilla.Me tumbé y estuvo toqueteando mi estómago un buen rato.Se sentó y empezó a meter los datos en el ordenador sin decir nada.—La burundanga desaparece del cuerpo en horas, no puede ser eso.—¿Puede ser agorafobia?—¿Cómo? ¿Por qué lo preguntas? ¿Te da miedo salir a la calle? —Parecía confusa al

escucharme.—No, pero… he convivido con alguien con esa enfermedad y se sentía así cuando intentaba

salir. Estoy haciendo un viaje por España y he pensado que quizás me está pasando, aunque no tanfuerte.

—No creo. Creo que lo que usted tiene es un virus, supongo que tardará unas veinticuatrohoras en desaparecer, pero puede que dure más. Paracetamol y Motilium para las náuseas serásuficiente, también te mandaré unos sobres por si no toleras nada de comida y así evitamos ladeshidratación.

—Perfecto. Salí de Huelva ayer, ¿cree que debería dejarlo para otro momento o… sigo elviaje?

Page 163: No cruces la línea

—Eso dependerá de cómo te encuentres. Espera a mañana a ver si notas alguna mejoría.—De acuerdo —asentí también con la cabeza.Me levanté, sonreí y me dirigí hacia la puerta, pero justo cuando iba a abrirla me llamó.—¿Has vomitado sin parar?—Bueno… ayer por la tarde mejoré, pero hoy me he levantado con náuseas.Se quedó pensando un momento y me pidió volver.—Voy a hacerte otra prueba, no te asustes, es solo para descartar.—¿Descartar el qué? ¿Es grave? —Me asusté al escucharla, tenía que llamar a mi padre y

decirle donde estaba.—Toma este papel y llévalo a recepción, allí te explicarán.Sentí un calor que me subía por el pecho hasta la cabeza, tenía que vomitar antes de nada

porque empezaba a sentirme otra vez mal.

Al salir del cuarto de baño pasé cerca de los dueños del hotel que seguían esperando, parecíanpreocupados y se levantaron a preguntar. Les expliqué que me querían hacer una prueba y meacompañaron a recepción, antes debía llamar a mi padre.

—¿Sí? —la voz de mi padre me relajó.—Papá, no te asustes, pero estoy en el centro médico de Chiclana.—¿Estás peor, peque? —preguntó, preocupado.—No, es solo que sigo igual que cuando me he levantado y he venido para que me dieran algo,

pero creen que me deben hacer una prueba.—¡¿Qué prueba?! —gritó.—No sé.—Peque, voy en camino así que no te muevas del hotel, ¿me entiendes?—¿Cómo?—Me dejaste preocupado esta mañana y decidí ir a verte.Empecé a llorar, no sabía muy bien por qué, era mi padre y era normal que se preocupara por

mí.—No llores, peque, todo va a salir bien, confía en mí.—Papá, quiero irme a casa, tengo miedo y… no estoy preparada para hacer el viaje. Estoy

huyendo, papa. —Las lágrimas no dejaban de salir.—No te preocupes por nada, que en un rato estoy allí para recogerte, peque. Te quiero, cariño.—Y yo a ti, papá, tú siempre estás ahí.—Y lo estaré.

Page 164: No cruces la línea

C A P Í T U L O T R E I N TA Y U N O

El timbre empezó a sonar constantemente. ¿Quién demonios era? Miré el reloj, las ocho y mediade la mañana. El instinto me hizo pensar que algo había ocurrido.

Encendí la cámara del telefonillo y… ¿cómo? Abrí rápidamente la puerta y esperé a quesubiera.

—¿Ha pasado algo? ¿Sam está bien? —¿Qué otra cosa podía traer a su padre hasta mi casa aaquella hora, con la cara desencajada?

Mis manos empezaron a sudar y la cabeza me daba vueltas mientras el padre se preparabapara hablar.

—Escúchame bien, mi hija está en Chiclana, Cádiz, se encuentra mal, está vomitando y débil,voy a ir a buscarla. —Mi corazón se paró unos segundos—. Yo era el primero que quería quehiciera el viaje, pero no está preparada ni física ni mentalmente. —Parecía nerviosos y eso no metranquilizaba.

—¿Cómo? —Logré decir mientras las imágenes de Sam estando mal se agolpaban en micabeza.

—¡¡Escúchame!! —gritó—. Ha intentado hacer el viaje, pero yo sé que lo que está haciendoes volver a huir, la conozco Enzo y pensaba que lo había superado gracias a ti, pero… ahora queno te tiene, vuelve a hacerlo.

—¿Por qué me dices eso? ¿Qué quieres? —No comprendía nada. ¿Quería hacerme sufrir?—Ven conmigo a buscarla. —Su mirada suplicante me confirmó que hablaba totalmente en

serio.—¿Co… co… cómo? Sabe que no puedo hacer eso, no puedo salir a la puta calle, ¿cómo voy

a ir a Cádiz? —Mi frustración hizo que lo mirara mal.—Porque está mala y la quieres. Porque no puedes hacer nada por tu mujer y tu hijo, pero por

ella sí. No sé cómo lo estarás pasando tú, aunque viéndote me hago una idea, pero ella... —Paró ynegó con la cabeza queriendo borrar las imágenes de su mente—. Ella está destrozada y no puedoverla más así. Soy su padre y haré lo que pueda para verla feliz, así que te pido por favor que lointentes. —Agarró mis manos implorándome con la mirada que lo acompañara.

Apreté con fuerza los puños y cerré los ojos para evadirme del momento que estaba viviendo.Que tuviera razón en todo no haría que yo consiguiera salir de mi casa y mucho menos llegar hastaCádiz. El recuerdo de la moto golpeándome en la cadera el otro día lo tenía muy reciente ytodavía andaba con dificultad, pensé que era una señal del destino para que volviera a meterme encasa.

De mi cuerpo brotaba la adrenalina a borbotones y empecé a ir de un lado a otro de la entradasin saber muy bien qué hacer, tiraba de mi pelo y parpadeaba de forma compulsiva ante la atenta

Page 165: No cruces la línea

mirada del padre de Sam.—Lo siento, yo… yo… no pue…—¡Enzo! —abroncó—. ¿Prefieres vivir así o intentar luchar por lo que quieres, aunque tuviese

consecuencias?Se me quedó mirando unos segundos y al ver que no reaccionaba se volvió y se fue.

Page 166: No cruces la línea

C A P Í T U L O T R E I N TA Y D O S

En dos horas y media llegué de Huelva a Chiclana. El G.P.S. me llevó con facilidad hasta el hoteldonde se hospedaba. Llamé al timbre y la voz de un chico sonó por el telefonillo.

—Hola, buenos días, ¿qué desea?—Vengo a ver a mi hija, lleva desde ayer aquí y se encuentra mal. Querría ver si había llegado

ya. —Me sentía nervioso y ansioso por verla.—¿La chica morena? No recuerdo el nombre.—Sam —una voz femenina sonó de fondo—. Dile que nuestros padres la acercaron al centro

de salud y todavía no han llegado. —Mis…—Ya, ya, lo he escuchado, muchas gracias, esperaré —respondí nervioso.—¿Quiere usted pasar dentro a esperarla? No le puedo dar la llave de la habitación, pero se

puede quedar en la zona comunitaria.—No, no, muchas gracias. Esperaré en el coche. —La llamaría y si le quedaba mucho, iría a

buscarla al centro de salud.Me senté justo en el momento en el que un coche aparcó detrás y vi a Sam acompañada de una

pareja que la ayudaba a salir a duras penas del coche, mientras lloraba desconsoladamente.—Sam. —Corrí hacia ella, asustado.Su pálida piel y sus ojos hinchados de tanto llorar me desgarraron por dentro y me temí lo

peor, que algo malo le pasaba a mi niña.

Page 167: No cruces la línea

C A P Í T U L O T R E I N TA Y T R E S

Lo último que recuerdo después de que me dieran la noticia fue dejar de escuchar mientras todo sevolvía negro.

Al abrir los ojos, un grupo de personas me rodeaban. Una me abanicaba con una revista, otrame levantaba las piernas, la médica me hablaba y me decía que no me moviera, que respirara contranquilidad y que me relajara, que solo me había desmayado.

Las palabras que me dijo se repetían una y otra vez en mi cabeza perturbando mi mente conimágenes que no era capaz de asimilar.

No puede ser, no puede ser… Intentaba convencerme de que eso no era real. ¿Por qué? ¿Porqué tenía que pasar esto ahora? Necesitaba un respiro en la vida, todo se me amontonaba y sentíaque me ahogaba.

—Tranquilízate, todo tiene solución. Hay que ser optimista y pensar que hay cosas peores. —La médica intentaba que me enfrentara a ello, pero en ese momento, cuando mi vida se estabadesmoronando, no hacía más que destrozarme. No tenía fuerzas para luchar.

Durante el viaje de vuelta al hotel no pude parar de llorar ni comentarles nada de lo sucedido,me sentía mal por ello, pero no era capaz de verbalizar lo que me pasaba, porque sentía que alhablarlo se volvía más real y en mi interior no quería creerlo.

Bajé del coche y la voz de mi padre hizo que terminara de venirme abajo. Había venido muyrápido a por mí y eso me reconfortaba, porque estaba destrozada con la noticia que me acababande dar y no podía imaginarme ese momento sola, en una habitación del hotel.

Sus brazos envolviéndome no lograron aliviar el dolor que sentía y la frustración por lanoticia.

—¿Qué ha pasado? ¿Qué te han dicho? —Su desesperación era evidente.—Hemos intentado preguntarle, pero no ha parado de llorar, ha sido imposible, quizás con

usted pueda abrirse. Os dejamos solos, si necesitáis algo, lo que sea, nos avisáis. —Mi padre noparaba de darles las gracias por haberme acompañado.

—Peque, por favor…, dime algo. —Quería contarle todo, pero era demasiado doloroso paramí.

—Papa, es horrible, es horrible —conseguí decir.Aunque intentara hacerse el fuerte, sentía como sus manos temblaban en mi espalda y su

corazón latía en el pecho con furia.—¿Qué te han dicho? ¿Qué tienes? Todo estará bien, peque, te lo prometo.—Nada estará bien. Es terrible. —Mi cuerpo no podía aguantar más ese sufrimiento y sentía

como intentaba desplomarse ante la furia del llanto desesperado, para que esa situación cambiase.¿Por qué? ¿por qué? Repetía una y otra vez mentalmente.

Page 168: No cruces la línea

—Peque, te lo ruego, cuéntamelo, estoy preparado. Juntos podremos con todo, no nosrendiremos —suplicaba desesperado por saber qué era lo que me ocurría.

—Papa, me lo merezco.—No te mereces nada. Eres buena persona, solo te mereces cosas buenas.—No es así, me merezco lo que me está pasando. —Lloraba mientras intentaba agarrarme con

fuerzas a mi padre.—Dímelo o me dará un infarto, por favor. —No podía dejar que sufriera más esta agonía, se

lo tenía que decir, aunque me doliera.—Estoy embarazada —solté.—¿Có… cómo? Que… estás emba… pe, pe… —no conseguía terminar ni una sola palabra—.

Sam, júrame que es eso, por favor —suplicó.—Sí, claro que es eso. ¿Qué creías que era? —Dios mío, Sam, esa es la mejor noticia que me podías dar, pensaba que tenías alguna

enfermedad. Dios mío —suspiró tan fuerte que me hizo separarme por unos segundos de él. —No lo entiendes, papá.—¿Qué tengo que entender, cariño? ¿Qué es lo más maravilloso que te puede pasar en la vida?

Supongo que… el padre es...—Claro, ¿quién va a ser si no? —respondí molesta—. Papá, engañé a Enzo. Dejé de tomarme

las pastillas sin decirle nada. Pensé que teniendo un hijo le daría fuerzas para curarse.—¿Querías quedarte embarazada para ayudarlo? —preguntó sorprendido.—Bueno… al principio sí, pero… luego simplemente me olvidé. No sé, eso fue cuando

pensaba que podríamos estar juntos, pero... ¿Cómo se lo cuento ahora, papá? —Hundí mi cara ensu pecho, con fuerza, mientras sentía como alguien tiraba de mí, me separaba de los brazos de mipadre y me abrazaba.

No… no… su fuerza al acurrucarme en su fuerte pecho, la cálida sensación de protección y…ese olor a Invictus me hizo creer que estaba en un sueño.

Tragaba con dificultad y mi pecho estaba a punto de explotar. En mi rostro, un ligerocosquilleo de una barba me hizo dudar, pero… no, era él. El pánico se apoderó de mí cuandointentó separarme para que lo mirara a la cara. Una mezcla de ilusión y miedo me invadió. ¿Y sino era él? ¿Y si me estaba volviendo loca? Al ver que me negaba me acarició el pelo de formaerrática, estaba nervioso, estaba fuera de su zona de confort y eso tenía que ser terrible para él.¿Qué hacía ahí?

Finalmente levanté la mirada y lo vi, tenía un aspecto horroroso, parecía haber sufridomientras no estaba conmigo, y la parte egoísta de mí se alegró.

Lo primero en lo que me fijé fue en sus ojos, no fui capaz de descifrar, aparte del dolor que vi,no sabía si estaba enfadado o dolido por la mentira. No creía que se hubiese afeitado en todoaquel tiempo.

—Volvamos, por favor —fue lo único que dijo mientras fruncía el ceño y me separaba de supecho.

—Dime algo, Enzo —supliqué.Cerró los ojos con fuerza y tiró de mí hacia el coche.—Sam, te lo pido por favor, necesito... irme... ahora —en sus ruegos solo veía sufrimiento.—Venga, id juntos en el coche de Sam y yo recogeré todo lo que hay aquí. ¿Alguno está bien

para conducir? —La cara de felicidad de mi padre contrastaba con las nuestras.—Yo me encuentro mejor —contesté.—Conduciré yo —dijo y me miró suplicante—. Por favor, lo necesito.

Page 169: No cruces la línea

—Claro.Nos montamos en el coche y aunque todavía sentía que me faltaba el aire, había conseguido

dejar de llorar.No me miraba, no me dirigía la palabra, era como si no estuviera en el coche. Seguramente

estaba tan enfadado que si me decía algo se arrepentiría y por eso no lo hacía.Después de quince minutos no pude aguantar más mi sentimiento de culpabilidad y me atreví a

hablarle.—Sé que no hay ninguna excusa para lo que he hecho, pero…—Ya —me cortó. —Pero, Enzo..., necesito que digas algo —sollocé mientras le suplicaba.—Samantha... —No recordaba la última vez que me llamó por mi nombre completo y me

impactó—. No puedo, no puedo. —Luchaba contra sí mismo en ese momento.Haber salido de su casa, llegar a otra provincia y escuchar que le había mentido e iba a ser

padre, tenía que ser bastante fuerte, pero necesitaba escucharlo porque esa incertidumbre meestaba matando.

Decidí aguantar y esperar a que reaccionara, no sabía si me llevaría a mi casa o a la suya, nosabía nada. Soportaría la ansiedad y la frustración que llevaba dentro, hasta ver que tenía pensadohacer.

Page 170: No cruces la línea

C A P Í T U L O T R E I N TA Y C U AT R O

No veía el momento de llegar a mi casa, la cabeza me iba a explotar, luchaba por borrar lo quehabía escuchado y visto, necesitaba un momento de relax para ordenar mis pensamientos, estabadesbordado por la situación tanto física como mental, necesitaba refugiarme y asimilar loocurrido.

Nada más llegar a casa, sin darme tiempo siquiera a aparcar bien, me bajé del coche y vomité.Necesitaba entrar, tomarme las pastillas y evadirme.

Abrí la puerta y corrí hacia mi habitación, pero tuve que parar en el cuarto de baño paravolver a vomitar.

Estaba destruido físicamente, me dolían los músculos de la tensión acumulada, y el corazón delo ocurrido.

Abrí el cajón y rebusqué hasta que di con ellas.—¡Enzo, no! Espera, por favor.La miré pero necesitaba tomármelas ya, así que la saqué y antes de que me las pudiera meter

en la boca, agarró mis manos y las tiró al suelo.—Enzo, ya estás a salvo. Por favor, habla conmigo —su voz parecía lejana, solo quería

evadirme y no podía escucharla en este momento.—Sam, déjame, necesito que me comprendas. —Me agaché a coger una pastilla, pero ella la

pisó.La cogí en peso mientras se zarandeaba intentando soltarse sin conseguirlo y la solté fuera.

Cerré la puerta y esperé por si intentaba entrar, al ver que no lo hacía, volví a coger otras pastillasy me acosté a olvidar todo.

Cuando me desperté habían pasado muchas horas, eran las diez de la mañana, quizás me habíapasado con la medicación, pero lo necesitaba.

Salí del cuarto y fui a la cocina a comer algo, aunque seguía sintiéndome muy mal, con presiónen el pecho y la mente bloqueada.

A lo lejos escuché a Sam como vomitaba. Eso no hizo más que intensificar mi ansiedad, al noser capaz de afrontar lo que me estaba pasando. Tenía ganas de explotar, de partir algo, de dar unpuñetazo, pero… yo no era así, la única manera que tenía de afrontar esto era dejando que pasarael tiempo hasta que tuviera fuerzas.

Escuché como tiró de la cadena y me volví a mi habitación, con el plátano que me estabacomiendo y el café que me iba a tomar, tenía suficiente para volver a olvidar.

—Enzo, ¿te has despertado ya?, ¿puedes hablar ahora? Por favor —su voz era débil.—Sam... —Ni siquiera me volví a mirarla, no estaba preparado todavía a afrontar el problema

—. Ahora no.

Page 171: No cruces la línea

—Ahora no, ¿entonces cuando? ¡¡¿¿Cuándo??!! —su grito me hizo apretar la mandíbula confuerza—. ¡Mírame! ¡Pregúntame por qué lo he hecho! ¡Enfádate! ¡Grítame! ―hablaba entresollozos—. Di algo, por favor. —Cerré los ojos con fuerza y sentí como corría nuevamente albaño a vomitar.

¿Qué clase de persona la dejaría sola en su estado en aquel momento?Me acerqué a ella y la agarré. No podía mirarla a la cara todavía, algo me lo impedía.—Me voy a mi casa. Me voy. ¿Qué hago aquí sola? Sé que soy culpable, pero…, yo también

me acabo de enterar de que voy a ser mamá. Aquí te quedas. —Salió rápidamente y yo la seguí.—¿Te das cuenta, ahora? Ves como no es fácil estar con una persona con mi problema. ¿Crees

que no me gustaría disfrutar de este momento? He hecho un esfuerzo inhumano en llegar hastaCádiz, pero… no es suficiente para ti. Te dije que tarde o temprano te cansarías de mi situación.Llegué destruido, pero solo pensaba en encontrarte allí y eso me dio fuerzas, pero escuchar esofue... No puedo, Sam, simplemente no puedo ahora, necesito dormir. —Seguí andando sinvolverme para no ver cómo se sentía y me fui.

Mientras cogía la pastilla escuché la puerta, se había marchado. Salí para ver si se habíallevado las cosas y me encontré su móvil y algo escrito en una servilleta.

Tienes razón, te he fallado y no he estado a la altura,debería haberte comprendido y tener paciencia.Intentaré arreglar por lo menos lo que esté en mi mano con“nuestro problema”.¿A qué demonios se refería con “nuestro problema”? ¿Qué pensaba hacer?Cogí su teléfono y pensé en llamar a su padre para ver si se dirigía allí, cuando vi que había

buscado teléfonos de ginecólogos. Miré la última llamada y vi la dirección del que había llamado.Me vestí y salí corriendo a buscar el coche. Tuve suerte que estaba aparcado casi en la puerta.

Respiré hondo un par de veces y lo arranqué.Llegue, crucé la puerta y me dirigí a la zona de ginecología, sabía perfectamente el lugar

puesto que era nuestra clínica. ¡¡Dios mío, Enzo!! —la voz de Pilar totalmente sorprendida sonó en mis tímpanos, pero

necesitaba ver a Sam con urgencia y la ignoré.Sam no estaba en la sala de espera así que estaría dentro con total seguridad, era imposible

que le hubiera dado tiempo a salir ya.Llamé a la puerta insistentemente y escuché como Pedro me decía que esperase, que estaba

ocupado.Estaba tan acelerado y mi corazón latía con tanta fuerza que no fui capaz de frenarme y abrí.La cara de Sam, sorprendida al volverse y verme allí, me hizo darme cuenta de muchas cosas.—Nuestro bebé no es un problema. El problema soy yo. —La agarré del brazo y tiré de ella

con cuidado para que saliese de ese lugar—. ¿Qué diablos llevas en la mano? —Cogí el papel ylo leí, era una receta de pastillas abortivas.

—Yo… no sé… —Al mirarla solo vi sufrimiento y desconcierto.Partí el papel en cuatro trozos y lo tiré a la basura.—No, Sam…—Enzo, Enzo. ¿Qué pasa? —Pilar había llamado a Elena y estaban allí sin salir de su

asombro al verme fuera de casa—. ¿Qué ha pasado? ¿Sam está bien? Dios mío, no me lo creo.¿Qué hacéis aquí? —No era el momento de dar explicaciones, solo quería tranquilizar a Sam, queempezaba a desmoronarse.

—Vamos a ser padres, hablaremos en otro momento. —Sus ojos se abrieron como platos

Page 172: No cruces la línea

mientras se tapaban la boca.Abracé a Sam, que se hundió entre mis brazos mientras lloraba desesperadamente por la

presión que llevaba dentro.

Nos metimos en el coche y llegamos a casa.—¿Quieres un poco de agua para la pastilla? —preguntó Sam.—No. —Había entendido lo que quise decirle, pero eso no significaba que yo tuviera razón—.

Prefiero hablar. —Sus rasgos se suavizaron un poco.Nos sentamos en los escalones del porche trasero sin tocarnos y sin mirarnos.—¿Por qué, Sam? —Esa era la pregunta más importante.—Porque te quiero. —Mi corazón explotó al escucharlo—. Sé que no es excusa, pero… pensé

que era lo que necesitabas para curarte y estaba desesperada por no perderte. —Me rompió elcorazón en mil pedazos—.Un día me dijiste que podía hacer lo que quisiera con tu vida porqueeras mío, y el día que te dije que te daría un hijo no me dijiste que no.

—Tampoco te dije que sí. —Lo sé y… lo siento, lo siento mucho. Si pudiera volver atrás… Te prometo que lo pensé y lo

hice, pero después simplemente me olvidé. Te juro que fue así.—¿Qué tipo de padre seré? ¿Qué podré ofrecerle? —Negué con la cabeza.—Serás perfecto y le darás amor, un hijo no necesita nada más.—No necesito un hijo para curarme.—Lo siento mucho. —Empezó a llorar.—Tú me estás curando Sam. Eres la única razón por la que consigo salir. No sé qué has hecho

conmigo y no sé por qué te he apartado de mi lado, quizás debería haber dejado que tú eligieras.Volvió la cara, sorprendida y esperanzada sin poder reaccionar.—¿Quieres tener una relación “normal” conmigo? —Agarré su mano con suavidad.—Enzo… —Empezó a temblar—. ¿Me estás pidiendo que seamos novios?—¿Crees en Dios?—¿Cómo? —preguntó confusa.—Yo no creo, pero si tú crees y aceptas, nos podemos casar por la iglesia. Quiero hacer las

cosas bien por primera vez. —Me arrodillé frente a ella y lo solté. —¿Quieres casarte conmigo?—¡Dios mío, Enzo! —Sus ojos brillaban de una forma única—. ¿Estás seguro?—Desde el día que te vi por primera vez con esa ropa colorida. No quiero volver a perderte.—Sí, sí, quiero. —Su rostro desbordaba felicidad.Tiré de ella para ponerla de pie y nos fundimos en un desesperado y apasionado beso, en el

que mezclamos y transmitimos todas las emociones que nos embargaban. Nunca volvería asepararme de esos labios carnosos y sedosos, que me hacían estar vivo y conseguían llenar mimundo de alegría y esperanza. ¿Cómo pude estar separado de sus besos y del contacto con su piel?No comprendía cómo pude vivir sin esto tanto tiempo.

A partir de aquel momento seríamos una familia y haría todo lo posible por superar misproblemas. Siempre juntos.

Page 173: No cruces la línea

C A P Í T U L O T R E I N TA Y C I N C O

—Mami, ¿cuándo viene papá?—Creo que acaba de llegar de trabajar, he escuchado el coche. Si vas a ir a buscarlo, ten

cuidado al bajar las escaleras.Esta niña tenía locura con su padre, no lo dejaba respirar, estaba deseando que viniera de

trabajar para jugar un poco en el jardín.Al asomarme por la ventana observé cómo corría hacia él, que la esperaba con los brazos

abiertos. Se veía tan pequeñita acurrucada en el pecho de su padre, aunque tuviera seis añitos ya. Qué rápido pasa el tiempo cuando eres feliz....

—Hola. ¿Dónde está la reina de la casa? —Sin soltar a Hada se acercó a mí, me besó yacarició mi barriga, con cariño—. ¿Cómo se ha portado el hermanito, hoy, Hada? ¿Le ha dadomuchas pataditas a mamá? —Ver cómo interactuaba con su hija me llenaba de orgullo. Teníapasión por ella.

—¿Cómo te ha ido el día? —Me senté en el sofá donde la niña había dejado todas las fotostiradas y empecé a recogerlas.

—Bien, pero deseando volver a casa con vosotras. —Se sentó junto a mí y me abrazó.—Papi, cuéntame otra vez por qué no estamos en esta casa.—Ya te lo he dicho muchas veces. Vino un hada mágica que me ayudó a salir de allí. —

Sonreía porque sabía que hablaba de ella—. Había que comprar otro castillo para mi princesita.—Mira qué guapa está mamá con el traje de novia. ¿Cuándo vamos a volver a ese hotel,

mami?—Ya solo quedan dos meses. ¿Te gusta, verdad? ¿Sabes que nos casamos allí porque fue

donde nos enteramos que estabas en la barriguita de mamá?Asintió con la cabeza mientras me abrazaba.Los recuerdos de la boda se me agolparon en la mente y creo que a Enzo le ocurrió lo mismo

porque me estaba mirando mientras cogía las fotografías. Solo nuestra familia y amigos, el hotelAzalea solo para nosotros, un lugar maravilloso.

—Mamá era la novia más guapa del mundo, fue uno de los días más felices de mi vida,quitando el día que naciste, claro. —Empezó a hacerle cosquillas mientras se lo contaba.

—¿Por qué os casasteis tan lejos?, abuelo siempre se queja.—¿Qué te dice abuelo, Hada? —pregunté con curiosidad.—Que mamá y papá estaban un poco loquitos cuando se conocieron —dijo y sonrió con esa

preciosa cara blanca y esos ojos azules como los de Enzo.—Hada, no le hagas caso al abuelo porque yo creo que él también está un poco loquito, ¿no

crees? —preguntó Enzo.

Page 174: No cruces la línea

—No, abuelo es bueno y juega conmigo a las muñecas. —Frunció el ceño como lo hacía supadre—. Me compra siempre helado de fresa.

—Haces con tu abuelo lo que quieres, por eso es bueno. —Pellizqué su nariz.—Bueno, ¿qué quieren hacer mi princesa y mi reina, hoy? ¿Damos una vuelta?—Tienes que estar cansado, Enzo, no te preocupes que yo saco a la niña al parque.—No, ya perdí durante mucho tiempo mi vida y ahora no pienso desperdiciarla más. —Bajó a

la niña al suelo y me ayudó a levantarme con mi pesada barriga—. Te quiero, Sam. Doy graciaspor haberte conocido y haber dejado que me ayudaras. Nunca imaginé que mi vida fuera a cambiarde esta manera. Te amo. —Todavía conseguía que mi cuerpo se electrizase al contacto con su piel.

—Te quiero, Enzo. Confiaba en ti y sabía que juntos podríamos superarlo. Estábamospredestinados a estar unidos. —Me acerqué como pude y lo besé.

—Qué asco... —gruñó Hada mientras nos miraba.Salimos de la mano mientras nuestra princesa montaba en bicicleta. No podía pedir más a la

vida, tenía a mi hija, el bebé que venía en camino y por supuesto a Enzo, disfrutando de lalibertad.

Page 175: No cruces la línea

A G R A D E C IMIE N TO S

En primer lugar se lo quiero agradecer a Mireia de escritores.org con la que hice un curso deescritura romántica. Sus comentarios positivos sobre mis trabajos me dieron seguridad en mímisma, me animaron a seguir escribiendo y a pensar que quizás podría llegar a publicar algún día.

En segundo lugar, quiero agradecerle a Jacqueline M.Q. por aparecer en un momento en elque necesitaba ese empujón para hacerlo, porque si no la hubiera conocido, no habría dado estepaso. Me ayudó a mejorar mi libro con algunas ideas y a todo el proceso hasta verlo publicado.Me he sentido muy arropada por ella y acompañada en todo momento.

En tercer lugar, al equipo de edición que consiguió convertirlo en realidad. Por último, a Ana Vacarasu, por la corrección.

Page 176: No cruces la línea

A C E R C A D E LA A UTO R A

L. A. Bello (Lorena Alcedo Bello) nació en Chiclana (Cádiz) en 1980 donde aún reside. Está casada desde hace 11 años y es madre de dos hijos. Peluquera de profesión, dejó de trabajar para dedicarse a ellos hasta que en 2020 decidió volver a la vida

laboral en el taller de neumáticos que tiene con su marido en San Fernando. Amante de la lectura, hace poco más de un año decidió embarcarse en el mundo de la escritura empezando

con una serie "Amor Andaluz" compuesta por 8 libros en los cuales las protagonistas son andaluzas, cada una deuna provincia. “No cruces la línea” está dedicada a Huelva y en estos momentos entra preparando su próximo libroque seguro te enamorará.

Page 177: No cruces la línea

AY UD A C O MPA RT IE N D O E S T E LIB R O

¿Qué te hizo sentir No cruces la línea? ¿Te enamoró la historia de Sam y Enzo? ¿Cuál ha sido tuparte favorita?

Sea lo que sea que te sucedió mientras leías este libro, L. A. Bello desea saberlo. ¿Y cuál esla mejor manera de agradecerle por su pasión en escribir este libro y además ayudarla a quellegue a más lectores? ¡Compartiendo tu opinión en Amazon!

1. Ve a Amazon y reseña este libro.2. Luego ve a una de las Redes Sociales de L.A. Bello y notifícale que acabas de escribir una

reseña.3. Te llevarás un enorme gracias y podrás seguir enamorándote de lo que publica.