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LO QUE NO SE LLEVA EL CÁNCER escritos inspirados en la experiencia del cáncer L O QUE NO SE LLEVA EL C ÁNCER

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Lo que no se LLeva eL CánCer

escritos inspirados en la experiencia del cáncer

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Lo que no se lleva el Cáncer

© Servicio de Salud Biobío

Primera edición, noviembre 2017

Edición general y dirección de arte: Cristián Fuica Carrasco.

Diseño y diagramación: Mauricio Alvarado Rebolledo.

Ilustración de la portada: Detalle de obra de Patricio Inostroza Bello.

Todos los derechos reservados.

Queda prohibida la reproducción total o parcial

de la obra mediante cualquier sistema de

recuperación de información, sea mecánico,

electrónico, magnético, reprográfico o cualquier otro,

sin la autorización escrita del autor.

Camino del Ciego Proyectos

Condell 542 Los Ángeles de Chile.

www.caminodelciego.cl

Impreso en Dimacofi, Santiago de Chile.

Estimadas amigas y amigos

Por segundo año consecutivo levantamos este pequeño trabajo litera-rio, donde reunimos los textos que escriben nuestros usuarios y fun-cionarios que han querido sumarse para compartir estas historias, en las que se combinan el dolor, la tristeza, pero también se evidencian con gran fuerza la esperanza y el amor a la vida.

Quisiera contarles, que el cáncer ya es la primera causa de muerte en nuestra provincia, lo que nos hace reorientar nuestras acciones para atender este problema de salud, que no sólo impacta a las personas afectadas directamente, sino que causa un profundo daño a sus seres queridos y familia. Podemos contar con orgullo que en el Hospital de Los Ángeles se están aplicando prácticamente todos los tratamientos de quimioterapia, lo que nos alegra, porque así las personas no debe-rán viajar ni separase de sus seres queridos para recibir sus tratamien-tos. Esperamos seguir aumentando nuestra cobertura y prestaciones para lograr acoger a todos quienes necesiten nuestra asistencia ante el surgimiento de un cáncer.

Sin embargo, la experiencia nos dice que para abordar este problema de salud, que como red asistencial debemos sostenernos en dos pila-res: la calidad técnica de nuestras prestaciones, y también la calidez con que las entregamos; porque tenemos claro que en el cáncer los factores emocionales son fundamentales para un mejor pronóstico.

Quisiera despedirme agradeciendo a todos quienes han participado de este proyecto, y en especial recordar a la enfermera Marly Jara (Q.E.P.D.), nuestra primera encargada del cáncer en la provincia, quien orientó muchas de las iniciativas que vemos hoy y cuyo desa-rrollo e implementación es el mejor homenaje que podemos hacer a su memoria.

Marta Caro Andía Directora Servicio de Salud Biobío.

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a mi hermana edith

Mauricio Altamirano Vera.

Ya hace dos décadas que no estás con nosotros, pero tu re-cuerdo eterno aun esta en mí. Nos dejaste en otoño, cuando de un día para otro caíste en cama y no te levantaste más. No sabía si llorar o consolarte más, cuando evitabas hablar de tu avanzado cáncer y te conformabas con nuestra compa-ñía en esas tardes en que estabas sola y el mundo continuaba con su cotidiano andar. Ahí estábamos junto a tu cama con la pena reprimida y el amor desbordado, solo esperando el final que se sentía en el corazón. No quería llorar para que no sufrieras más, solo deseaba que fuera un sueño y no la realidad fatal. Quería arrancar, quería correr, escapar, pero volvía porque el amor es más fuerte. Yo era el cobarde, pero tú fuiste más valiente que nosotros. Nunca una queja, menos un llanto porque tenías fe y esa era tu coraza para vencer la realidad.

Se fue nuestra cenicienta, dejándonos su amor, lo que irra-diaba hasta el final.

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Futuro

Fabián Esteban Peña Campos.

“Estoy cansado”, dijo él, mirando la pared del frente.

-Se nota que lo estás, hace tiempo no te veía así, le dije, con voz comprensiva. A veces no es necesario decir las cosas, solo las sentimos y el resto puede saber cómo estamos.

Sí, sobre todo en estos días, cuando el hablar sin herir se hace difícil, sea cual sea tu estado, dijo, asintiendo con la cabeza.

Podemos sentir cosas que otros sienten, siendo empáticos, a veces simpáticos y, bueno, escuchando… Pero se nos hace imposible saber en qué piensa el otro, a pesar de los inten-tos, de las horas juntos y todo lo vivido, se nos hace impo-sible. Le dije unos minutos después, apenas se dio vuelta en su lugar: Dime, amigo, ¿qué piensas?

-Además del dolor ya guardado y aceptado, que hace difícil pensar; a pesar de las interminables noches dándole vueltas a los eventos venideros… a pesar de todo, pienso en el fu-turo, me dijo, sonriendo con tristeza.

-Eso es bueno, amigo, el futuro es lo único que nos queda… pero, ¿qué piensas del futuro?

-Veo a mis vecinos y a mí, jugando en el pasaje de tierra, con

esos autitos todos rayados y pelados; jugando a que somos pilotos en caminos embarrados para no salir de las pistas. A ratos nos aburrimos y jugamos a la pelota sobre las calles que hemos dibujado.

Veo también a mi madre, retándome porque embarré la ropa que me había puesto recién… por segunda vez antes de salir a ver a los tíos. Veo a la chica de la otra cuadra espe-rándome del otro lado de la reja a que pase por fuera de su casa, si la vieras, amigo, se ve hermosa.

También te veo a ti, llegando en tu bicicleta amarilla, jajaja, con un envase de yogurt en la rueda trasera, la más hermosa de las Harley que pueda ver alguna vez. Siempre sonriendo, siempre alegre, pase lo que pase, siempre conmigo. Y a la Jimena, que siempre sale cuando pasas en tu moto. No sé si le gustarás más tú o la moto.

Veo un perrito, pequeño, pero con un corazón más grande que una casa. No importa lo mal que a veces le hable, él siempre mueve su cola al verme llegar, como diciendo: “No te preocupes, cuidé bien de tus cosas y la gente cuando no estabas”.

-Amigo, esos son recuerdos de nuestra infancia… La Ji-mena… era bien bonita, aunque un poco más alta que yo cuando se ponía esas botas gigantes… pero insisto, estás confundiendo el pasado con lo que viene, le dije sonriendo.

“Eso es lo que me queda de futuro amigo, los hermosos recuerdos que he ganado”.

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mariposa traiCionera

Con un aLa también se puede voLar

Solange Zapata Fuenzalida.

Mención de Honor.

Todo comenzó un jueves por la tarde de un mes de junio, un médico con acento extranjero, cabello liso y ojos verdes, me recibía para un control de rutina, tomó con su mano de-recha el transductor de un equipo de ecografía y aplicó un poco de gel en mi cuello, fue ahí cuando lo vi por primera vez, una mancha gris sobresalía por su color opaco y man-chas blancas al resto negro de la pantalla. Luego de unos segundos eternos de silencio, escucho: “existe un nódulo con hipoecogenicidad que presenta calcificaciones y bordes irregulares en el lado derecho de tu tiroides”. Y continuó “no quiero asustarte, pero debes verlo pronto”, el informe estará en un par de minutos, concluyó.

Esperé que llegara el sobre a mis manos, lo abrí rápidamen-te y escribí en un buscador de internet de qué se trataba, lo primero que aparecía era la palabra “CANCER” y otras páginas que hacían alusión a lo mismo, fue ese el primer acercamiento a esta silenciosa enfermedad en carne propia.

Me senté por un rato, mis manos temblaban, este hallazgo me movía el piso como un sismo de gran intensidad, ¿cómo podía tener cáncer si no había síntomas? No encontraba res-puestas.

Con mirada fija y perdida a la vez trataba de sonreír mos-trándome valiente y capaz, mientras por dentro la incer-tidumbre me carcomía los huesos y me sentía incapaz, in-cluso de pensar qué hacer, por dónde partir y dónde iba a terminar.

Al llegar a casa me esperaban mis hijas, unas gemelas de 2 años recién cumplidos, con sus risos chascones al viento, ojos almendrados y sonrisa alentadora, me salían a encon-trar... ¡Mamá!, exclamaron y saltaron a mis brazos… eso sin duda fue un impulso a no flaquear, debía ser fuerte, con 29 años tenía una vida por delante y motivos para dar la buena batalla.

Al visitar al especialista de cabeza y cuello, me confirma que el tumor encontrado era altamente sospechoso y que debía-mos sacarlo a la brevedad por lo que comencé a realizar los trámites para la intervención.

Me debía deshacer lo antes posible de esta glándula con forma de mariposa ingenua, que sin conocerla, ya estaba siendo protagonista de mala manera en mi vida y que increí-blemente era la encargada de gran parte de las funciones diarias.

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No me di cuenta cuando ya estaba en el quirófano, la ciru-gía era inminente, solo sabía que la biopsia intra operatoria sería determinante para mi futuro, si dejaban o no parte de la tiroides era importante para mi futura recuperación y si dependería de por vida de una pastilla que lograra compen-sar su vuelo.

Afuera me esperaba mi gente, mi pareja y mis niñas, mis amigas y familia, debía salir renovada, limpia de cáncer y dejando este capítulo cerrado en mi vida.

Al despertar de la operación un gran parche blanco cubría mi cuello, el cirujano me informaba que con solo la mitad de la tiroides había logrado sacar el cáncer en su totalidad. Eso me alegró, pese a que no lograba mover bien mi cuello, me costaba tragar y el dolor era importante, tomé el telé-fono y llamé a casa.

Los días pasaron, me comencé a sentir mejor, volví al tra-bajo y comencé a retomar mi vida, logré compensar. Con un ala sí se puede volar, no importa cuántas veces haya que intentarlo, siempre vale la pena, hoy cuido y controlo mi ala solitaria.

Llevo conmigo la marca de que gané una guerra, una cica-triz a nivel del cuello me hace recordar lo vivido, ese cáncer que en un minuto me paralizó y que hoy me da motivos para moverme e ir ganando tiempo a la vida.

diaLogando Conmigo

Cecilia Bascur Burgos.

Obra Premiada Categoría Público

Recuerdo esos años en que lo veía disfrutar de la vida, no había nadie como él, era inteligente, a pesar de su edad po-día resolver cálculos matemáticos solo con su mente, era inteligente y creativo, a sus cincuenta y tantos era más fuer-te que la mayoría y siempre sonreía, tenía una especie de brillo que nos iluminaba a todos y un corazón tan noble que se sentía triste cada vez que le tocaba matar un cordero o cuando tenía que vender algún ternero, su felicidad era el campo y la familia. Para que nunca nos faltara nada, mi papá trabajaba en el campo y a la vez para empresas forestales, plantando pinos y rozando en cerros y riscos, donde las per-sonas apenas se podían mantener en pie. Salía al amanecer, lloviera, nevara o fuera festivo, junto a su perro y amigo fiel, Tarzán; y volvía al atardecer, se trabajaba por temporadas así que este sistema le permitía laborar en meses lluviosos y descansar en verano, aunque también en esa época tomaba trabajos de poda en los mismos cerros y riscos.

La luz de su sonrisa comenzó a desvanecerse un día de pri-mavera del año 2008, yo tenía 14 años, entonces, mi papá llegó ebrio a la casa, él no bebía desde hace mucho, había

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dejado el alcohol para convertirse en un buen padre y es-poso y yo lo sabía, por eso no entendía qué podía perturbar tanto a una persona como para llegar ebrio y mostrarse así frente a sus hijos, ya que si algo le importaba mucho era la imagen que teníamos de él. Mi papá había comenzado a hacer preparativos para operarse de una hernia que tenía desde hace 30 años, lo había intentado antes pero su miedo a los hospitales y al hecho de enfrentarse a un quirófano y dejar su vida en manos de médicos lo asustaba, aunque de-trás de sus excusas siempre pude ver que la razón real era que tenía miedo a que algo le pasara y tener que dejar una familia con tres hijos y una esposa, sin un jefe de hogar.

Recuerdo el día en que mi papá volvió de su cirugía, era octubre, lo vi apenas llegó al jardín de la casa, me llenó de alegría verlo tan bien, se veía tan feliz, pero había algo en la actitud de mi tía y de mi mamá que me preocupaba.

Un día noté que mi papá ya no recorría grandes distancias, ya no salía a ver a los animales, ni iba al pueblo, porque se sentía muy cansado, así que pasaba los días en la casa, senta-do, viendo el horizonte, mientras se comía su típico tazón de agua con harina tostada, hasta que de un día para otro salió al jardín y las fuerzas no le alcanzaron para volver a la casa, estuvo a punto de desmayarse en la entrada, desde ese día ya no volví a verlo sonreír, ni caminar más de unos metros.

Nadie fue capaz de decirme lo que estaba pasando y no los

culpo, porque ¿de qué manera se le dice a una niña de 15 años que su padre tiene cáncer?, ¿quién es la persona más adecuada para hacerlo?... era comprensible. Aunque yo lo supe con solo mirar el miedo en los ojos de mi papá, fue mi profesora jefe la encargada de decírmelo, sin que ella su-piera que alguien me hubiese contado, ella solo me aviso de que mi año escolar sería cerrado antes para que disfrutara de los meses que le quedaban de vida a mi papá.

Poco a poco mi papá comenzó a comer menos, le consegui-mos una silla de ruedas para sacarlo a pasear, pero entonces ya no quería usarla, le molestaba ser una carga, que la gente lo mirara con lástima, de pronto le empezó a faltar el aire, así que yo pasaba las tardes a su lado, conversando con él, tratando de animarlo y abanicándolo para disminuir su sen-sación de ahogo. Sorprendentemente mi papá planeó todo para que pudiéramos seguir estudiando y nos dijo qué hacer cuando falleciera, luego de eso él solo quería descansar, nos enfrascábamos en conversaciones teológicas y algo filosófi-cas a su manera, sobre la muerte, él quería que lo ayudara a morir… yo sabía que no podía, pero esa fue la primera vez que me cuestioné el “porqué”, y lo sigo haciendo des-de entonces. Me hubiera gustado ayudarlo, alguien como él merecía poder tomar esa decisión sobre sí mismo, pero en este país eso no está permitido, lo que me deja con la pregunta: ¿por qué una persona no puede decidir sobre si misma cuando se trata de una enfermedad terminal?

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Cuando su brillo terminó de apagarse y sus ojos se queda-ron mirando el cielo, lloré toda la noche. Una parte de mí era egoísta, quería que hubiera vivido mucho más (cora-zón), la otra estaba aliviada de que al fin hubiera terminado su dolor (la razón), incluso ahora estas dos facciones de mí suelen entrar en conflicto en los malos momentos, cuando me hace falta, pero siempre termino con la misma conclu-sión, él ya no está sufriendo, pudo planificar todo y prepa-rarse a sí mismo y esa es una oportunidad que muy pocos tienen. Semanas después falleció Tarzán, algunos dirían que lo mató el dolor de perder a su amo, yo prefiero creer que lo extrañaba tanto que decidió seguirlo a donde quiera que fuese.

La Fuerza deL amor

Natalia Varas Pinto.

Dayan estaba tan contenta con la llegada de su pequeña hija que no lograba dormir bien, porque no quería perderse ningún episodio de los primeros meses, le costaba alimen-tarla y eso la deprimía mucho, pero no quería que su fami-lia supiera de los extraños episodios de este último mes. Una mañana asistió a realizar unos trámites al centro de la ciudad, para su sorpresa no divisó un poste en la calle y chocó de frente con él, se avergonzó por lo sucedido y lo atribuyó al trasnoche, pero Dayan quedó con una tremenda inquietud en su cabeza: ¿cómo no pudo ver aquel poste tan grande? Esa mañana era diferente, asistirían a control con la pequeña Annie, debía llevar su bolso bien preparado, la cita era con médico y sus ansias por saber cómo estaba la salud de su hija le jugaban una mala pasada, una hora an-tes de la citación llegó, le dolía un poco la cabeza, pero como era el control de su pequeña no podía dejar que ese dolor le ganara. Salió muy contenta porque Annie estaba creciendo muy rápido, su peso era ideal y ella aclaró todas sus dudas, pensaba en el control cuando sin darse cuenta su mano golpeó en un estante de metal, se inflamó y ella no lograba entender como tampoco pudo ver aquel objeto tan grande, ¿qué hubiese pasado si en vez de golpear su mano

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hubiese golpeado la cabeza de su pequeña contra aquel ob-jeto? ¿Qué estaba sucediendo?, se preguntaba si a todas las mujeres les pasaba lo mismo cuando tenían hijos.

Dayan llegó a casa de sus padres, muy temprano esa maña-na del 12 de septiembre, ella estaba tan cansada y se sentía tan extraña estos últimos días que necesitaba apoyo de su madre y de sus hermanas, quería dormir y sentía que ser madre era una tarea muy dura, solo un par de horas era necesario para dormir antes de que su esposo pasara por ella. Cuando despertó él ya había llegado, solo faltaba arre-glar a Annie para irse a casa, con lo que había dormido era suficiente, porque ahora se sentía más animada. Estaba tan contenta cambiando el pañal de su hija y de pronto sus ojos comenzaron a oscurecerse, se aterró tanto que gritó lo más fuerte que pudo, no veía a su pequeña y sin embargo sabía que estaba ahí porque la escuchaba llorar, al oír su grito desesperado, todos acudieron a ayudarle y la sentaron para que se relajara y explicara el motivo de su miedo, con lágri-mas recorriendo sus mejillas comenzó a relatar la oscuridad en la que se encontraba, mientras pensaba, ¿porque a mí?, pasaron unos minutos y sus ojos dejaban entrever unos des-tellos de luz, lo que aumentó sus ansias. Su esposo acudió con ella lo más pronto que pudo al hospital en compañía de su cuñada, cuando llegaron, Dayan ya podía ver entre sombras. Esperaron unos minutos para que la atendieran, pero era tanta la angustia de todos que la llevaron a otro centro asistencial para tomar exámenes lo más pronto po-

sible, esperaron por la atención unos minutos más, para ese entonces la joven madre ya veía un poco mejor, por lo que sus ansias se estaban calmando. Tomaron muchos exámenes y ella creía que ya no era tan necesario, puesto que ahora lograba ver a su alrededor, en ese momento la recostaron en una camilla para tomar el último de los exámenes, un TAC, ¿qué era eso?, ¿por qué escuchar esa palabra le erizaba la piel?, el médico le explicó un poco del proceso, le pidió que no se moviera y que tratara de relajarse. Comenzó a sonar como una centrifuga, cerró los ojos y pensaba en terminar luego para irse a casa, el profesional llamó a su esposo a la sala, murmuraban entre ellos, Dayan los observaba desde lejos sin poder escuchar, solo miraba la cara de su esposo, cuando salió de esa sala tan fría sintió como todos la mira-ban con cara de pena, preguntó a su esposo qué pasaba, qué fue lo que habló con el médico; este sin poder responder las preguntas de su esposa, susurro al oído: “te amo, nada malo te va a pasar”. En un intento por entender tanto movimien-to y la cara de su hermana que le parecía extraña, su esposo no lograba ingresar a la sala, porque llamó a todos lados, necesitaba que alguien lo orientara para salvar la vida de su esposa. Dayan ya se había dado cuenta de que algo no estaba bien, en ese momento ingresó el médico a su sala, le expli-có que debía inyectar un medicamento y que ella no podría volver a dar pecho a su hija, su mundo se desmoronó, una lágrima recorría su mejilla y sentía el pecho oprimido, que-ría gritar pero no lograba decir palabra alguna, ahora ella quería saber qué pasaba, salió de su boca un suspiro y luego

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un leve “¿qué pasa?”, el médico comenzó a explicar que el último de los exámenes no estaba bueno, que en su cabeza había un tumor y que debían estudiarlo, por ello tenía que ser derivada al Hospital de Los Ángeles, que la ambulancia venía en camino y que ya estaba coordinado con el neuró-logo del hospital… las últimas palabras hacían eco en su cabeza, cerró los ojos y solo lloró, quería a su hija, necesi-taba un abrazo fuerte, un pellizco quizás para despertar de esa pesadilla… pero nada de eso pasó, llegó gente extraña a buscarla, la subieron a una ambulancia mientras ella pen-saba “¿cómo mi vida cambió tanto en un solo día?”, en esa infernal noche no logró conciliar el sueño, se preguntó mu-chas veces como era posible todo aquello.

Su esposo durante la tarde y la noche se comunicó con su familia en Santiago, ellos le sugirieron asistir a la Clínica de Neurología que se encontraba en la capital, el problema ahora era sacar a Dayan del hospital, le explicaron que el tumor era de complejidad, que si él la retiraba tenía que firmar un documento. En ese momento no pensó en que podría pasarle a su esposa durante el viaje, solo quería que aquel tumor saliera de su cabeza. Llegó a casa con su esposa a buscar una maleta y a despedirse ambos de su pequeña hija para emprender rumbo, Dayan se tomó el cabello y pidió estar a solas unos minutos con su hija, necesitaba be-sarla, abrazarla y sentir ese olor que la hacía olvidar el mal sueño en el que se encontraba. Se subieron a la camioneta y la joven miro su casa, su familia y a su hija por última vez,

con los ojos llenos de lágrimas y el corazón oprimido pensó “adiós hija, espero volver a verte”.

Ya en Santiago el 13 de septiembre de 2015 acudieron a la clínica donde quedó internada de inmediato con el diagnós-tico que llevaba, ese mismo día la operarían al atardecer, realizarían estudios previos y luego otros a aquel tumor en su cabeza, una vez que lo sacaran. Con nervios, pero pensan-do siempre en volver a ver a su pequeña, Dayan se sometió a la operación y esta resultó exitosa, solo quedaba esperar el resultado de la biopsia, ¡la pesadilla había pasado!, pero fue como un mal juego del destino, en un control al mes siguiente de la operación, Dayan debía tomarse un nuevo TAC y revisar el resultado, para su sorpresa y el asombro de los médicos estaba ahí de nuevo ese maldito tumor, ¿Cómo podía suceder algo semejante? Otra vez su mundo se de-rrumbaba, en menos de un mes se repetía la historia, ya sin fuerzas ni ganas de continuar, Dayan se estaba rindiendo, no quería más estudios ni saber de médicos y sus juntas para explicarle si ella no quería entender aquello que sucedía. Una mañana del 12 de noviembre de 2015, nuevamente in-gresó a pabellón, esta vez resignada a no mirar atrás, mien-tras fue intervenida sus signos vitales se debilitaron y ella solo recuerda haber soñado con su infancia y luego haber visto como caminaba de la mano junto a su pequeña, los médicos explicaron que fue de mucho riesgo, que tuvieron que transfundirla porque perdió mucha sangre. Ya en sala de recuperación dio gracias a Dios por permitirle volver a

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abrir los ojos, solo quedaba esperar el bendito resultado de la biopsia, los días eran cada vez más largos y pesados, lejos de casa pasó su cumpleaños, el de su madre y navidad, pidió viajar a ver a los suyos para año nuevo y si algo le sucedía ella prometió irse de inmediato a Santiago. Pasó ese año con tristeza y alegría a la vez, sus palabras de año nuevo fueron emotivas: “Cómo puedo decir que este es el peor año de mi vida si nació mi hija, a pesar de todas las pruebas estoy con vida”. Ya en enero del año 2016 acudió a un control de ruti-na en el que sabría el resultado del último de los exámenes, el médico le explicó que el resultado no era el esperado y que debía ser derivada a oncólogo, porque sus tumores eran malignos, se preguntaba por qué Dios la probaba de esa manera. El oncólogo le explicó que debía someterse a radioterapia y, dependiendo de la evolución, ver si era ne-cesario quimioterapia, nuevamente las cartas no estaban a su favor y eso era como una bofetada en la cara… pero esta vez su hija estaba a su lado y se permitiría derrotar ese cán-cer en su cabeza, se mantuvo en radiación un mes, viendo como su cabello se caía cada día, pero eso no importaba si era para ver crecer a Annie. En febrero de 2016 terminó la radiación y ahora la oncóloga tenía que revisar los estudios, una semana más tarde y con la ayuda de Dios los resultados de estos eran favorables para Dayan, podía respirar y hacer su vida un poco más tranquila junto a su pequeña familia. Es impresionante descubrir como el amor de esta joven madre le permitió salir adelante y hoy disfrutar de su pequeña hija de dos años.

mi historia

sandra saenz uribe

Comienzo a escribir esta historia en los brazos de mi sol mientras duerme, la persona que se ha convertido en com-pañero y cómplice perfecto, con quien reafirmo el sentido del amor a diario. A quien agradezco, porque desde el co-mienzo de esta aventura algo extraña, ha hecho que todo sea menos terrible. Hoy creo que tener el corazón contento es una medicina muy efectiva, alguien que pueda ir tomado de tu mano sin importar qué tan soleado o gris esté el día, esa persona por la cual haces promesas sin tener la certeza de cumplir, porque no sabes que tan fuerte puedes ser hasta que la vida te muestra cuando serlo.

Hice promesas, afirmando que quería ser valiente y estar bien sin tener idea cómo; tenía la claridad que no me sentía sola y que debía estar bien, porque no soportaría que mi sol, mi amor me vea triste y con miedo. Esa fue la peor par-te de este viaje que comenzó hace unos meses en este 2017.

Nunca me ha gustado hacer planes, y en lo cotidiano, era más bien de esas personas que se creen irremplazables en el trabajo, en cinco años jamás cursé una licencia médica y ahora solo puedo agradecer este aprendizaje. Afortunada-mente creo que Dios y la vida misma se encargan de mos-

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trarte el camino, por mucho tiempo mi andar fue centrado en las prisas, trabajo, dejándome olvidar por mí en algunos aspectos y bueno… como dicen a veces la vida te da un re-mesón fuerte, justamente para enseñarte.

Me pido perdón, me exijo disfrutar cada momento con otro sabor y me siento afortunada de contar con una madre que me entrega paz y dulzura en cada gesto. Y sin duda al motor de mi corazón desde un tiempo… ya pronto a cumplir un año desde que comenzamos a vivir este amor tan inmen-samente bonito, el año más lindo de mis 34 años, donde creo sentirme enamorada como nunca antes, acompañada y amada.

Nunca voy a olvidar el día que entré por primera vez a un pabellón para mi cirugía, el 25 de agosto, ese día afloraron tantos pensamientos, luego salir y ver a mi amor fue la ale-gría más linda, fue magia, fue sentir que la vida sigue y sigue con valentía, con ganas de saborear todo sin prisa y pensan-do que yo soy la protagonista de esta linda historia que hoy me ha hecho más fuerte y más consciente de lo que implica vivir, agradecer, soñar y sobre todo amar.

Si me preguntan cuál es el consejo; simplemente agradez-can por cada día y amen de corazón, olviden las prisas, ren-cores y todo lo que nos hace ruido. La vida es esto, un viaje, donde no importa lo que llevamos en la maleta sino lo que hacemos con todo el equipaje.

La semiLLa

HeLena proboste

Ya han pasado 13 años, pero es como si fuera ayer cuando la conocí, tenía una tez blanca, ojos grandes, expresivos y un pelo negro como el carbón, la recuerdo caminando con sus hijos a la iglesia, siempre alegre y pendiente de sus niños, todos ellos bendecidos con el don de la música, logrando tocar instrumentos musicales fácilmente, como si fueran juguetes y usted, siempre dama, alegre y orgullosa de los logros de sus pequeños, una madre muy presente, siempre la observaba desde la última fila de la iglesia, me encantaba ver esa dulzura de mamá, era digna de admirar, ya que era dulce con sus seis niños.

Pasaron varias semanas y usted no se veía en la iglesia, sus hijos se veían tristes pero aun así, seguían tocando los ins-trumentos musicales majestuosamente, hasta que caminan-do a mi colegio la vi, sí, la vi con sus hijas pero ya no estaba esa sonrisa en su rostro, se veía con más años, más cansada, había cambiado sus botas con tacos, por zapatillas blancas, había cambiado su cabello negro por un pañuelo en su ca-beza, ahora necesitaba la ayuda de sus hijos para movilizar-se y no entendía lo que pasaba, me pregunté de inmediato ¿estará enfermita?, ¿qué le ha pasado a la querida y dulce

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señora?, en ese momento no quise molestar a sus hijas, se veían tan cansadas como usted.

En la escuela pude ver a las hijas de la Sra. dulce, y les pre-gunté ¿cómo está su madre?, y ellas me respondieron, mal mi querida amiga, ella no puede ir a la iglesia porque está cansada por los tratamientos. Y seguía sin comprender, has-ta que una de ellas me dice: amiga, mi mamá tiene cáncer de mama, y está recibiendo tratamiento hace unas sema-nas en Concepción, presentó unas pequeñas pelotitas en su seno y mi madre, al ver doctor, la enviaron a Concepción para iniciar el tratamiento, pero eso la debilita día tras día.

No supe qué decir al recibir esa noticia, a mis 14 años no comprendía que era el cáncer, me preguntaba cuántos tipos de cáncer existían, porque había afectado a aquella mujer tan dulce, me imaginaba, lo mal que lo estaban pasando y que la palabra cáncer era una sentencia de muerte.

Pasaron unos meses y aquella señora, nunca más volvió a su puesto, pero aquella banca aun guardaba su espacio, hasta que un día ninguno de sus hijos estuvo presente en la igle-sia. Al poco tiempo entregaron un comunicado, diciendo que aquella mujer, había fallecido, mi corazón se apretó, junto con mi garganta, cayeron lágrimas por mis mejillas de forma automática, me preguntaba: cómo, cómo podía ser, que eso le ocurriera a ella, si era una buena persona, una buena esposa, una buena madre, amorosa con sus seis hijos por igual, una mujer de fe, porque Dios le había fallado, si

ella le era fiel en la iglesia, porque no se había recuperado, si ella luchó cada día por vivir un minuto más para estar con sus hijos, su familia, no encontraba respuestas, simplemente lo encontré tan injusto.

Después de estar con esa pena varios días, comprendí que ella sí luchó, lo intentó y que fue muy valiente, pero a ve-ces nuestra vida es limitada, es pasajera, es frágil y hay que vivirla de la mejor manera, ella no pasó desapercibida, sin querer, quedó algo de ella en mí, una semilla, sí, una semi-lla, plantada en un lugar especial, mi corazón.

Espero que mi vida en esta tierra, no pase en vano, sino ser como la Sra.dulce, que luchó por estar junto a su familia, solamente para entregar amor a sus seres queridos, quien no bajó los brazos por tener cáncer, sino que peleó por cada suspiro de vida y su ejemplo fue una semilla en los corazo-nes de muchos.

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ojos vidriosos

Victoria Fernanda Mellado Cares

Ojos vidriosos por el determinante resultado

falsa ilusión de vivir un camino asfaltado

tu vida tuvo un contratiempo,

un bache se presentó.

Pero viste a tu alrededor una luz con un gran fulgor

un destello que poco a poco se presenta

un rayo que brilla en tus noches oscuras

la esencia que poco a poco recuperas.

Porque en tus grises momentos

alguien te brindó tan solo una palabra,

una dulce y tierna mirada.

Retomaste tus fuerzas,

seguiste, no te detuviste,

viste mil y un baches pero los cruzaste,

anhelabas terminar este duro caminar.

Pero te diste cuenta que no lo tenías que rechazar

se te hizo más amena y dulce tu vida,

luchaste, perseveraste y venciste.

Estás aquí en este largo y ancho vivir,

algunos perecieron,

pero tú no, estás despierto en este mar singular

con nuevos sueños y anhelos

con una nueva esencia

con un alma que vibra

al compás de los rayos del sol,

dichoso, fuerte, radiante

tu ser deslumbra más que un diamante

es como un abrazo de verano.

Estás de vuelta en el largo y adverso caminar

eres dueño de tu vida y ahora no puedes parar.

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se nos ha venido enCima

aLejandra eLiasH Muñoz.

obra preMiada Categoría FunCionarios

¿Por qué?

Primera pregunta… luego vendrán otras y otras…

Las respuestas… dependen, dependen de lo que sé, de lo que me preguntan, de lo que se está viviendo, del pasado y del futuro…, pero finalmente pocas son las respuestas que merman el dolor, la desesperanza…

Sin embargo, estas dos historias, vividas demasiado cerca, con esa mezcla de responsabilidad porque soy enfermera, por la posición que ocupo y del profundo sentimiento de amor por esas dos maravillosas personas de mi vida, me ins-taron a compartir esos momentos durísimos, ya pasados, ya suavizados.

Mi padre, hombre fuerte y cercano, mi muralla para conte-nerme, para sostenerme siempre, su mano siempre ahí, es lo que más recuerdo. De pronto, algo no anda bien, cum-ple sus 80 años, la familia lo celebra en grande, a los pocos días, la noticia… debe operarse, no puede esperar más y consecuentemente el diagnóstico: cáncer de recto, después, todo lo que se viene encima, tal cual, se viene encima y

significa que tienes que tener todo para protegerte, que no te aplaste y te impida moverte. Él tenía esa protección que le permitió sobrellevar cada paso, la operación, que tuvo complicaciones pero salió, de asumir la colostomía, de dar-se los espacios para seguir activo, trabajar desde su teléfono, seguir dando ideas y conducir soluciones, a pesar del dolor y de sus limitaciones físicas. Sus hijas teníamos esperanzas que saldría de todo eso y desde la posición de cada una de nosotras estuvimos ahí, especialmente su nieta mayor que se hizo cargo de él, día a día, tal vez los momentos más du-ros de todo esto. Su resistencia duró un año y medio.

Mi suegra, que distante suena esta palabra, más bien la mamá de mi esposo y la abuela de mis hijos, y mi apoyo, casi una cómplice, a veces sin palabras, un gesto, una idea común sin haberse puesto de acuerdo. Una mujer fuerte, habiendo recibido embates que podrían haber doblado a cualquiera, siempre con un gesto amable, siempre dando esperanzas y soluciones. Y lentamente aparecen molestias y signos de que algo no anda bien. Diagnóstico: cáncer de es-tómago, empieza la espiral de ir y venir:Santiago, Concep-ción, y con resultados negativos. Todo ese tiempo no bajó la guardia, no cambió sus frases esperanzadoras, dando ánimo a todos, muchos, que estábamos a su alrededor. Finalizó su camino en menos de un año.

Mi hijo menor, que tenía en ese momento seis años, me dijo, “¿mami, por qué el cáncer es tan malo y mata a los abuelos?, no supe que responder…

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Quedan espacios vacíos, es posible explicar cómo se pro-duce, porque a ellos, se puede desmenuzar las causas, los factores de riesgo, la fisiopatología, los procedimientos y tratamientos… los vacíos son la explicación de los senti-mientos…, cuando te toca de cerca, ¿cómo racionalizas?, ¿cuándo el corazón y la guata se te aprietan?

Con cada uno de los que estuvieron efectivamente (no to-dos y no siempre) en la atención de mi papá y de la mamá lo primero que uno resalta es la humanidad, el sentir que se ponen en tu lugar, que no te cuestionan, escuchan, te pro-ponen soluciones, te tienden una mano. Todo eso te amino-ra el dolor, a veces pierdes el piso, sobre todo cuando tienes que estar más firme, porque eres tú la que sabes, eres tú la que tiene redes, que puedes apurar las cosas, que puedes solucionarlo todo…

Pero quisiera también referirme desde mi lugar de profe-sional de la salud, a lo que viví desde el sistema, donde hay espacios y capacidades. En todo el camino recorrido “des-de el otro lado” y mirado críticamente en lugares distintos, existe y se aplica lo que debiera, a veces, un poco desde el deber ser, casi inflexibles, otras con una mirada más amplia buscando alternativas, haciéndote partícipe, relación muy importante en estas situaciones en que hay que tener per-manente diálogo para poder comprender qué está pasando y transmitir a todos especialmente al entorno la tranquili-dad que se está haciendo lo que hay que hacer.

Nuestros profesionales están atentos, es posible entregar en cada etapa atención oportuna, de calidad, es necesario visualizar donde podemos mejorar, sin duda nos queda ca-mino que recorrer, que estamos obligados a prepararnos en esta realidad que “se nos ha venido encima”.

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testimonio

soLange CorraLes viLLena.

Estimados amigos, se sorprenderán con mi historia, ahí les va, que la disfruten.

Me vine a Santiago el año 2010, después del terremoto, en busca de nuevas oportunidades de trabajo y para darle un giro a mi vida. Quería una nueva vida, con más emociones, hacer nuevas amistades y poder preparar el camino para mis hijos. Lo que nunca pensé es que llegando acá toda mi vida cambiaría por completo. Acostumbrarse a andar co-rriendo, siempre apurado, las distancias largas, el estrés, la contaminación, el ajetreo, el ruido. Dejar la belleza del sur, el aire puro, la tranquilidad impagable, la gente amable no tiene precio. Pero había que emprender el vuelo, después del terremoto, Los Ángeles quedó muerto, todo se puso lento y no había trabajo. Comencé a postular a distintos car-gos y nada, solo me llamaban de Santiago y dije: “será mi destino, tendré que irme a la capital”.

Cuando llegué me sentia como la Carmela del sur, venía llena de cosas, solo me faltaban las gallinas. Como pude, traté de orientarme en esta inmensa ciudad, no les puedo negar que al principio tenía miedo de perderme pero luego me acostumbré. Llegué a una parte muy central, cerca de la

Plaza de Armas. Al día siguiente comencé a buscar trabajo, postulaba por internet y salía por las tardes a presentarme. Me puse la meta de encontrar antes del mes un buen tra-bajo y lo conseguí, a las dos semanas ya estaba trabajando. Empecé como ejecutiva comercial en una tienda, el horario era cansador, trabajaba los fines de semana igual y eso me agotó tanto que empecé a engordar, a sentir mi cuerpo hin-chado y eso me pareció extraño, ya que toda mi vida había tenido buen peso y subir ligeramente a 80 kilos era para preocuparse. Por lo cual fui al médico y me mandó a ha-cerme un montón de exámenes de rutina para ir descartan-do, dentro de ellos estaba una mamografía, donde apareció un tumor de 1,5 mm encapsulado y con espículas (birads 2), no tenía síntomas, no me dolía, ni nada. También apare-cieron problemas a la tiroides, la cual me había hecho en-gordar enormemente, ahí estaba la explicación. La noticia fue desgarradora, poder asimilar y dimensionar esa palabra cáncer = muerte, fue terrible tener que familiarizarme con ella, integrar esa palabra a mi vida, poder reinventarme y saber cómo enfrentar la enfermedad, era una carga emo-cional inmensa, pensé solo en mis hijos, qué harían ellos si su mamá les faltaba, no tenían a nadie que se hiciera cargo de ellos.

La vida a veces es dura y nos golpea muy fuerte, pero los golpes nos hacen más fuertes cada día y siempre hay que sacar una enseñanza de todo lo que nos sucede a diario. En-tonces dije, con la ayuda de Dios saldré adelante y podré

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combatir esta enfermedad. Me aferré a la vida, a mis hijos y a Dios. Pase todo el proceso, me operé y luego quimiotera-pia y radioterapia. Ya han pasado 5 años y estoy con quimio oral (tamoxifeno) por 10 años y haciéndome mis chequeos cada seis meses con la oncóloga y exámenes 1 vez al año. Luego de la quimioterapia me vino una artrosis a la cadera y a las manos, la droga iba directo a los huesos. Ahora hace un tiempo me diagnosticaron fibromialgia, esa enfermedad me tiene súper complicada, más que el cáncer, ya que es muy dolorosa y cuesta controlarla. Las pastillas que me die-ron me provocan ver alucinaciones, entonces las suspendí y estoy sin nada, tratando de controlarla mentalmente. Es increíble lo poderosa que es la mente. La capacidad que te-nemos es enorme para poder controlar y lograr muchas co-sas en la vida, yo diría que las limitaciones se las coloca uno, que con esfuerzo y las ganas que pongamos podemos llegar a hacer infinitas cosas, solo depende de nosotros, mente po-sitiva, fe en Dios y dar lo mejor de uno. Yo, la verdad cuando pase todo este proceso que fue bastante largo, desterré el cáncer de mi cuerpo y de mi vida para siempre y sé que jamás volverá, trato de disfrutar el día a día con mis hijos, y espero morir de viejita y conocer a mis nietos, viajar por el mundo y ser feliz. Uno a veces le da importancia a otras cosas, como el tener un buen trabajo o ganar buenas lucas, pero jamás valora la salud hasta que la pierde y esa ha sido mi enseñanza, valorar la vida, la salud, ser más humano, empático, nadie es más que nadie, ante Dios todos somos

iguales y él nos ama con nuestros defectos y virtudes. Solo le pido a Dios una larga vida, llena de satisfacciones y ver felices a mis hijos y disfrutar a mis nietos.

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La pradera

¿Cómo se vestiría?, ¿qué ropa se pone uno para ir a ver a un enfermo? –pensó, sabiendo que en el fondo procrastina-ba mentalmente con temas banales en vez de pensar en lo que haría- hacía calor, pero ir con polera y short no parecía adecuado, ir formal le parecía ridículo, además no quería generar la apariencia de ir a un funeral, ¡conchetumadre! ya estaba pensando en eso otra vez.

Al fin, mecánicamente se puso jeans, poleras y zapatillas, la ropa que usaba cuando estaba con ella. Ojalá no hubiese contestado la llamada, lo hizo por curiosidad, la Rita, siem-pre le había parecido muy clever, 20 años mayor que la her-mana, fue su cómplice muchas veces, le tenía gran afecto, a pesar de ello había perdido el contacto con ella, al igual que con el resto de la familia.

- Hola ¿con Ricardo?

- Hola Rita, sí con él, ¿cómo estás?

Lo que se suponía sería una grata conversación se convirtió en un mazazo inesperado, Carla tenía cáncer, sí, de mamas, cuando es joven el pronóstico es peor, si estaba en trata-miento, ella me pidió que te llamara… quiere verte.

La había amado con locura, la conoció a los 17 al entrar a la U, era un año mayor que él, tenía pololo, pero había fanta-

seado con ella desde el principio, no era hippie, ni sport; se vestía con una rara mezcla de desapego y formalidad, lo que la hacía más elegante que todas, la quiso desde que la vio. Durante dos años fueron compañeros de promoción, luego amigos, ahí era él quien pololeaba, pero un día se atrevió, recordó su mirada, esos ojos de color indefinido parecieron mirarlo desde una pradera infinita.

Fueron 7 años maravillosos, pensó que sería su esposa, la madre de sus hijos, era parte de la familia. Un día, una pelea cualquiera, estaba cansado, pensó que desaparecer 15 días sería bueno, cuando volvió ella no quiso seguir. Fue un mes terrible, luego la vio con nuevo pololo, creyó que el mundo se acababa. Cerró la puerta por fuera, nunca más habló con Carla.

Ahora caminaba hacia el hospital, no llevaba nada en las ma-nos, una buena excusa para dilatar la llegada. Llamó a su jefa (su mamá había sobrevivido a un cáncer de mamas) le explicó que iba a ver a una paciente y le preguntó qué le podía llevar -¿está en tratamiento?-, sí, llévale un pañuelo oncológico entonces. Luego las orientaciones donde com-prarle uno, perdió una hora en eso.

La puerta del hospital era con sensor, nada parecía detener su camino, ni siquiera pudo fingir perderse las indicaciones eran claras. Sabía que ella se había casado, hijos no tenía, ¿estaría el marido?, ojalá estuviera Rita, ojalá no estuviera su mamá. El aire se volvió sólido en su pecho, sintió como

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su boca se abría, buscando con desesperación el oxígeno, le hubiese gustado poder llorar, pero a duras penas respiraba. Llegó al lugar, no eran camas, habían sillones, odiaba los hospitales, odiaba haber contestado el teléfono, ¿y si no lo hubiera hecho?, se habría muerto sin que él supiera, eso habría sido peor.

En el pasillo habían como 15 sillones, el marfil de las cabe-zas rapadas le quitó el poco aire que le quedaba, ¿Así estaba ella ahora?, de pronto el regalo que llevaba resbaló de sus manos por el sudor acumulado, sintió una risa que lo volvió hacia esa pradera, era ella, se reía de él, claro, su corazón latió con fuerza, alzó la mirada con todo el valor que tenía a mano… era ella, estaba sola, el cáncer no se había llevado nada de lo que importaba, las lágrimas resbalaron por sus ojos, le tomó la mano, ella se la apretó con la pocas fuerzas que le quedaba, seguía riendo, como si su mano fuera una especie de fuente de felicidad. Ella hizo un gran esfuerzo por tratar de hablar, no la dejó, acercó sus labios a los de ella, el tiempo se detuvo, juntos de la mano caminaron por la pradera… como la primera vez.

sanatorio

(extraCto) rodrigo vivanCo

Algo se estrelló y se rompió sobre el piso de baldosas, in-terrumpiendo de súbito el silencio de la sala, alargué mi mano hasta el velador, buscando el celular para ver la hora, el reloj de pulsera me lo habían sacado para meter las agu-jas que me clavaban el alma, eran las cuatro de la mañana. Una enfermera entró, pude ver sus formas, sentí su olor mezclado con los de las medicinas, con el olor de la muer-te que rondaba los rincones. Pude distinguir su pelo largo como una cascada; traté de decir algo, pero la mascarilla de oxígeno y algunas sondas que me salían por la nariz me lo impidieron, de pronto se encendió una luz, las camas en fila se alargaban ante mis ojos, levanté la cabeza... un médico joven ingresaba presuroso, mientras la enfermera preparaba una jeringa con algo viscoso. Los enfermos comenzaron a despertar, no alcancé a darme cuenta y la sala era una olla de lamentos, de quejidos, de tos, de llantos. Luego hubo mucha luz, vi un vaso de vidrio quebrado en el suelo y mi-llones de pedazos desparramados, vi a la enfermera junto a otras enfermeras y a un médico joven, tratando reanimar a don José. Lo único que sabía de él era que vivía en Canteras y que era agricultor, sufría un cáncer terminal al pulmón, era un hombre joven, sus hijos habían estado acompañán-

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dolo en la tarde; yo había hablado con él antes de dormir, me contó que cuando se fuera del hospital se compraría un caballo, que se iría por todo un fin de semana a la montaña, que le faltaba aire, que quería aprender a vivir, que había desperdiciado mucho tiempo... y ahora, cuando la mañana llegaba, la muerte venía silenciosa, sentí que todo terminaba para él, que sus sueños se abortaban, me dio pena, me dio rabia, una gruesa lágrima rodó por mi mejilla, pude sentir lo salado en mi boca, me di vuelta y traté de dormir, no pude. Más tarde vi a su hijo menor pateando las paredes del pasillo, gritando como un loco, cerré los ojos y esperé mi turno.

Al cabo de unas horas llegaron a desinfectar la cama donde don José había pasado sus últimos días, vi a Andrea, su mu-jer, retirando algunas de las pertenencias de don José y me explicó lo del cáncer... ellos, su familia, lo sabían hacía sólo unos días, lo cierto es que mi compañero de cuarto tenía la esperanza de que lo que le aquejaba fuera una enfermedad pasajera. Se sentaba por las tardes en el borde de la cama y me contaba algunas sabrosas anécdotas de cuando era niño, como aquella vez cuando junto a sus hermanos, decidieron robar castañas desde el mismo castaño que había plantado don Bernardo O’Higgins y los había sorprendido un celador y los había hecho pasar la noche en una fría bodega, mien-tras sus padres los buscaban por todo el villorrio. Siempre pensé que la enfermedad de don José no era algo tan sim-ple... y es que, por las noches, mientras yo luchaba con mis

dolores, los que me mantenían en el hospital, escuchaba los quejidos de aquel hombre cadavérico, que se esforzaba por respirar y en cada intento, salpicaba de sangre su cama y se desesperaba. “La muerte ya viene, mi amigo”, me decía, lo único que lamento es dejar a mis hijos más chicos, ellos me necesitan todavía, mi hija mayor se va a casar y su marido sabrá mantenerla y cuidarla, pero los coltros son chicos y ellos pagarán por esta enfermedad que me ha agarrado tan de sorpresa y no me quiere soltar. Y es que, en ese momen-to, se culpaba y buscaba explicaciones, el cigarro, los fríos en el cuerpo que debió soportar para ganarse la vida en el campo, la espera en las salas de la posta cuando por las no-ches le venían los dolores a la espalda y el cuerpo entero. No sé si pude dimensionar su enfermedad, yo luchaba con la mía y eso hacía, de alguna forma, que el sufrimiento de aquel hombre sólo rozara mi mundo, sin embargo, tenía-mos en común el dolor de estar enfermos, moribundos.

El día de su partida, la sala se llenó de un incómodo silen-cio, el silencio propio quizás, que deja el halo de la muerte cuando decide venir y arrancar de cuajo la existencia, sin importar la edad, la condición social o lo bueno o malo que has sido durante tu vida. Una tarde, mientras me prepara-ban para un electro cardiograma, le pregunté a la enferme-ra por don José, si se sabía desde cuándo le aquejaba el cán-cer, me comentó que había llegado solo unas semanas antes de que yo ingresara al hospital, que tenía recién 50 años, que le habían dicho que era una bronco neumonía, ya que

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su esposa no quería que le dijeran la verdad. A veces pienso que fue injusto que le ocultaran lo que tenía y otras… creo que él de alguna forma él ya lo sabía.

No sé muy bien si fue amistad lo que surgió entre aquel hombre y yo, pero sí sé que un lazo se creó entre los dos, lo suficientemente fuerte como para ser el único en aquella sala, la noche de su muerte, que lo conocía, el único que sabía entre todos los que allí estábamos que don José había montado su caballo y se adentraba hacia las montañas eter-nas, para no regresar, que ya no tenía dolores ni sufrimien-to, que el cáncer había hecho un buen trabajo…

En el día eres mamá,hija y esposa,también dueña de casasiempre haces muchas cosas.

Y cuando una enfermedadte busca de repentesacas fuerza y corazóny te haces la valiente

Te admiro mujer,porque estás llena de viday con tu linda sonrisas-iempre buscas la salida

Claudia Mava

e s C r i t o pa r a L a s m u j e r e s q u e s a L e n a d e L a n t e C o n t r a v i e n t o y m a r e a …

Te Admiro

A ti valiente mujerque día a día nos sorprendes,sabes luchar con el almay también con la mente.

Sí, a ti mujer,te admiro y te valoro,porque con tu valentíaeres un gran tesoro.

¿Porqué a ti mujer?te preguntarás seguramente,la respuesta es muy sencillalo diré abiertamente.

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a m a r L y …

“Brindo por las veces que perdimos las mismas batallas”.

Jorge Drexler.

Hace dos días que llevo esperando que aparezcas como una tromba por la oficina, interrumpas cualquier cosa que esté haciendo, te sientes impertinentemente arriba de mi es-critorio, con tu dichoso cuaderno y me empieces a decir qué nueva idea se te metió en la cabeza para lograr que los atendidos en la salud pública se sientan mejor. Obviamente, detalles como que no hay plata, ni tiempo; o que a los di-rectivos no les parezca, no van a tener importancia, porque ya lo tienes decidido y sabes que te voy a aganchar por las buenas o por las malas.

Estoy esperando ver como mueves cielo, mar y tierra y nos metamos en un nuevo lío para hacer las cosas que verda-deramente importan para quienes amamos la salud pública y resulten cosas tan imposibles como hacer este libro de historias de cáncer. Estoy esperando tus metidas de patas, como cuando nos conocimos y despotricabas contra los hu-manistas, siendo que el único humanista que había en kiló-metros a la redonda era yo.

También espero que le hagamos guardia a algún directivo para obtener recursos y luego de que los consigamos nos demos ese choque de manos símbolo de nuestras peque-

ñas victorias. Espero tus What’s app recordándome las cosas que tenía que hacer o sencillamente dándome órdenes.

Espero que termine este absurdo y terrible sueño, para que estemos nuevamente en camino para trabajar por tus ama-dos pacientes de cáncer o que te la juegues por ayudar a algún usuario o compañero de trabajo en problemas...

Aunque a esta altura sospecho que voy a seguir esperando y eso es lo más triste de todo. Tu alegría, tu sonrisa, tus tallas, ya no estarán y el mundo perderá algo de su magia. Me enseñaste que además de la razón se necesitan otras cosas para hacerlo bien, eso que algunos llaman cariño y que hace que las voluntades contrapuestas se muevan tras un objetivo común.

Nuestra amistad no fue profunda ni íntima; tenía que ver con ese compañero que encuentras en el camino y con el que eres capaz de hacer lo que te parece imposible, con ese compañero de mil batallas... decidiste emprender el viaje y me quedé sin mi yunta.

Te voy a extrañar mucho, pero seguiremos dando tus pe-leas, no te preocupes, habrá Semana del Cáncer y una se-gunda edición del Libro, del que tan orgullosa te sentías; ya no será tan divertido de hacer, pero le vamos a poner el mismo cariño...

Hasta siempre, que tengas un lindo viaje.

Javier Mora Beltrán.

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Saludo, Marta Caro Andía Directora Servicio de Salud Biobío. 3A mi hermana Edith 5Futuro 6 Mariposa TraicioneraCon un ala también se puede volar 8Dialogando conmigo 11La fuerza del amor 15Mi historia 21La semilla 23Ojos vidriosos 26Se nos ha venido encima 28Testimonio 32

Obras invitadasLa pradera 36Sanatorio 39Escrito para las mujeres que salen adelantecontra viento y marea… 43A Marly… 44

Í N D I C E

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CAMINO DEL CIEGO EDICIONES

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r

Por segundo año consecutivo, hemos decidido abrir a nuestros

usuarios, usuarias y, en esta ocasión a nuestros funcionarios, la po-

sibilidad de plasmar sus historias con el cáncer en textos de carácter

breve, ya sean en formato de prosa o poesía, buscando más que todo

recoger desde la espontaneidad de la emoción un mensaje que pue-

de ser triste y doloroso, pero también lleno de esperanza, en el cual

la fuerza de la vida se cuela para imponerse ante la adversidad.

Con el respaldo de la Directora de Servicio de Salud Biobío Dra.

Marta Caro, y la gestión de la Sra. Marisol Durán, Andrea Ortiz y el

Sr. Patricio Barría. También agradecemos a la Universidad del De-

sarrollo, que a través del sistema de retribuciones financió este libro.