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Las prácticas de la enseñanza 1) Prácticas sociales 2) Prácticas educativas 3) Prácticas docentes 4) Prácticas de la enseñanza A menudo se define a las prácticas de la enseñanza como práctica social, pero no se aclara ni su especificidad ni su sentido. Hablamos de prácticas sociales porque se alude a prácticas colectivas, a sujetos que comparten tiempo y espacio en un entorno social y cultural, que son concientes de intencionalidades que los unen. Son recíprocamente concientes de estar compartiendo intencionalidades. Esto implica que hay opciones por determinadas consecuciones, por distintas direcciones. Hay representaciones sociales que dan cuenta de las prácticas y de los lugares que se ocupan; es decir existe un imaginario colectivo sobre las mismas. La enseñanza es una práctica social históricamente determinada; quienes participan de la educación están impactados por esa representación. Esto configura, por ejemplo ¿qué significa ser alumno? ¿Qué es lo que se puede o no hacer? Y, otorga a la vez la conciencia de quien se es y de lo lugares sociales que se ocupan. Además, como práctica social se concreta en función de ciertos agrupamientos y necesita del reconocimiento recíproco: un docente es colocado como tal autorizado por la institución (lo sitúa en lugar instituido, normado, reglado). El quehacer docente, el rol, se construye a partir del reconocimiento de todos los otros (aún más allá de la autoridad). Lo mismo ocurre con el alumno, tiene una entidad formal, se constituye como tal cuando el docente lo reconoce, cuando lo incluye con su mirada, cuando lo considera un interlocutor válido. En determinadas clases el alumno no puede reconocerse como tal porque el contexto no lo considera así. (Ver Perrenoud, “El oficio del alumno” sobre las prácticas de supervivencia en el aula). Las prácticas educativas trabajan con el conocimiento y con lo que en cultura es valorado para ser reproducido (legitimado como valioso). Las prácticas de la enseñanza muchas veces se contraponen a lo que valora la sociedad (herramientas metodológicas, contenidos, valores que conviven con otros circuitos paralelos yuxtapuestos). En la práctica de la enseñanza la política curricular define los contenidos, aquellos que han sido seleccionados como valiosos para ser transmitidos culturalmente. Lo curricular adquiere un papel central, por el orden de lo dicho y por lo no dicho. Las prácticas de la enseñanza están delimitadas en el aula (también laboratorio, campus de educación física) y cosificadas en el PEI. Al aula entran las prácticas sociales, las prácticas educativas y las prácticas docentes (en estas últimas hay que analizar el grado de implicancia del docente en el PEI). No es del todo acertado hablar de las otras prácticas educativas como no formales, ya que los medios masivos de comunicación, por ejemplo, están altamente formalizados. Entre el aula y la institución se da una relación dialéctica: la institución entra al aula si el docente participa en el PEI y el aula vuelve a la institución si comparten colegiadamente las experiencias docentes.

Notas distintivas de las prácticas de la enseñanza

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Page 1: Notas distintivas de las prácticas de la enseñanza

Las prácticas de la enseñanza

1) Prácticas sociales

2) Prácticas educativas

3) Prácticas docentes

4) Prácticas de la enseñanza

A menudo se define a las prácticas de la enseñanza como práctica social, pero no se

aclara ni su especificidad ni su sentido.

Hablamos de prácticas sociales porque se alude a prácticas colectivas, a sujetos que

comparten tiempo y espacio en un entorno social y cultural, que son concientes de

intencionalidades que los unen. Son recíprocamente concientes de estar compartiendo

intencionalidades. Esto implica que hay opciones por determinadas consecuciones, por

distintas direcciones. Hay representaciones sociales que dan cuenta de las prácticas y de

los lugares que se ocupan; es decir existe un imaginario colectivo sobre las mismas.

La enseñanza es una práctica social históricamente determinada; quienes participan

de la educación están impactados por esa representación. Esto configura, por ejemplo

¿qué significa ser alumno? ¿Qué es lo que se puede o no hacer? Y, otorga a la vez la

conciencia de quien se es y de lo lugares sociales que se ocupan.

Además, como práctica social se concreta en función de ciertos agrupamientos y

necesita del reconocimiento recíproco: un docente es colocado como tal autorizado por

la institución (lo sitúa en lugar instituido, normado, reglado). El quehacer docente, el

rol, se construye a partir del reconocimiento de todos los otros (aún más allá de la

autoridad). Lo mismo ocurre con el alumno, tiene una entidad formal, se constituye

como tal cuando el docente lo reconoce, cuando lo incluye con su mirada, cuando lo

considera un interlocutor válido. En determinadas clases el alumno no puede

reconocerse como tal porque el contexto no lo considera así. (Ver Perrenoud, “El oficio

del alumno” sobre las prácticas de supervivencia en el aula).

Las prácticas educativas trabajan con el conocimiento y con lo que en cultura es

valorado para ser reproducido (legitimado como valioso).

Las prácticas de la enseñanza muchas veces se contraponen a lo que valora la

sociedad (herramientas metodológicas, contenidos, valores que conviven con otros

circuitos paralelos yuxtapuestos).

En la práctica de la enseñanza la política curricular define los contenidos, aquellos

que han sido seleccionados como valiosos para ser transmitidos culturalmente. Lo

curricular adquiere un papel central, por el orden de lo dicho y por lo no dicho.

Las prácticas de la enseñanza están delimitadas en el aula (también laboratorio,

campus de educación física) y cosificadas en el PEI. Al aula entran las prácticas

sociales, las prácticas educativas y las prácticas docentes (en estas últimas hay que

analizar el grado de implicancia del docente en el PEI).

No es del todo acertado hablar de las otras prácticas educativas como no formales,

ya que los medios masivos de comunicación, por ejemplo, están altamente

formalizados.

Entre el aula y la institución se da una relación dialéctica: la institución entra al aula

si el docente participa en el PEI y el aula vuelve a la institución si comparten

colegiadamente las experiencias docentes.

Page 2: Notas distintivas de las prácticas de la enseñanza

Notas distintivas de las prácticas de la enseñanza

La enseñanza constituye una actividad intencional, es decir que tiene propósitos

y eso le imprime una dirección a la práctica.

Se deshace la relación con el aprendizaje. Fentesmacher fue el que planteó que

no hay relación causal entre la enseñanza y el aprendizaje, idea a la que nos condujo el

paradigma proceso-producto. La relación sí es ontológica (la razón de la enseñanza es

que el otro aprenda). El aprendizaje es el plus que no se da por transmisión. La

enseñanza genera una situación de asimetría inicial. La distancia es máxima en el punto

de partida para ir luego acortándose cada vez más.

La enseñanza imprime explícita o implícitamente algún tipo de racionalidad (que

opera como soportes de distintos órdenes):

Racionalidad teórica,

Racionalidad técnica,

Racionalidad práctica,

Racionalidad instrumental.

La enseñanza expresa entrecruzamientos de cuestiones de distinto orden:

Epistemológicas,

Psicológicas;

Psico-sociales (grupos)

Antropológicas,

Sociológicas (capital cultural, lingûísticas)

Axiológicas e ideológicas

Éticas (se elige optando por valores)

Estéticas

La enseñanza se sostiene sobre procesos múltiples; hay multiplicidad de

interacciones:

Por eso es preciso ampliar la tríada docente-alumno-conocimiento; porque en el

aula hay muchos más elementos que interactúan. Por ejemplo, en el pensamiento del

docente, en su imaginario, hay otros alumnos que desde su perspectiva eran mejores

alumnos y a menudo actúan como un parámetro de comparación en relación a los

alumnos presentes. Pero los alumnos también tienen muchas representaciones de

distintos docentes, docentes idealizados que también actúan confrontando con el

docente que enseña posteriormente. Los contenidos también son comparados, siempre

impactan en relación a otras posibles selecciones porque sobre ellos también hay

diferentes enfoques, incluso contrapuestos.

En definitiva la enseñanza pone siempre en juego un complejo proceso de

mediaciones y condicionamientos, que provocan tensiones, desplazamientos o

corrimientos. Hay desplazamientos que se originan en lo macro, es decir en los

contextos sociales más amplios en los que estas prácticas se desarrollan. Pero también

se originan corrimientos de la tarea con el conocimiento en el tipo de organización en la

que se inscriben las prácticas: la escuela como institución de la sociedad. Y, por último

hay razones que provienen de lo micro-social, específicamente hablando de los procesos

interactivos que se dan en el aula. En este último plano la tarea docente recupera su

responsabilidad central, ya que parte de la práctica pedagógica se relaciona con la

Page 3: Notas distintivas de las prácticas de la enseñanza

posibilidad de reestructurar los desplazamientos y reorientar la tarea de construcción de

conocimiento.

En el aula hay dos elementos inexorables que analizar.

La estructura de la tarea académica, que incluye contenidos, consignas,

materiales, etc. Y que demanda de parte del docente la capacidad de vigilancia

epistemológica sobre el plano de lo teórico.

Por otro lado, la estructura de las interacciones, en el plano de las relaciones sociales y que nos lleva a advertir las diferentes formas de grupalidad que

pueden conformarse.

Las prácticas de la enseñanza expresan, en tanto prácticas sociales, conflictos y

contradicciones. Cuando estos últimos no se dan en la práctica son un claro indicador de

que algo no anda bien, pues los conflictos y contradicciones son característicos de todo

proceso de constitución identitaria (individual o grupal).

En “Imágenes e imaginación. Iniciación a la docencia” Gloria Edelstein y Adela

Coria, basándose en investigaciones sobre las prácticas docentes, proporcionan ciertas

recurrencias que las caracterizan.

“Como ocurre con otras prácticas sociales, la práctica docente no es ajena a los

signos que la definen como altamente compleja. Complejidad que deviene, en este caso,

del hecho de que se desarrolla en escenarios singulares, bordeados y surcados por el

contexto. La multiplicidad de dimensiones que operan en ella y la simultaneidad desde

la que éstas se expresan tendrían por efecto que sus resultados sean en gran medida

imprevisibles.”

Por eso en el análisis de las prácticas de la enseñanza “…se pasa de la

homogeneidad a la diversidad, de las certezas a la incertidumbres, de los conjuntos de

perfiles claros a los borrosos.”

“Las múltiples determinantes que complejizan la práctica docente operan en

muchos casos como interferencias, provocando un corrimiento de aquello que es su

tarea central: el trabajo en torno al conocimiento.”

“Desde un análisis macro, se hace referencia al tipo de organización en que esta

práctica se inscribe: está surcada por una red burocrática (normativas, prescripciones):

parte de una organización jerárquica (en muchos aspectos todavía ejecutora de

decisiones tomadas por otros). Está marcada por una formación inconclusa (ya sea en lo

pedagógico o en lo relativo a las áreas específicas de conocimiento para las que se

especializa) enfrentada a la desjerarquización laboral y a una significación social

conflictiva (valorización-desvalorización) (Achilli, 1988).”

“Desde un análisis más micro, en lo relativo al trabajo en el aula, resultan

significativas las notas señaladas por Gimeno Sacristán como pluridimensionalidad,

simultaneidad, inmediatez y una fuerte dosis de implicación personal.”

Con la sola mención de estas características podría arriesgarse que estas

prácticas están sometidas a “tensiones y contradicciones”. Estas, serían en gran parte el

producto de “pautas internalizadas que hacen que se generen representaciones ilusorias

que oscurecen el reconocimiento de este quehacer”.

Estas representaciones ilusorias, tal como las ha presentado Philip Jackson en

“La vida en las aulas” de 1975, se constituyen en ciertas características y actitudes que

son típicas en la concepción que los docentes tienen sobre su profesión: a) la

inmediatez; b) la informalidad; c) la autonomía; d) la individualidad.

Page 4: Notas distintivas de las prácticas de la enseñanza

Estas ilusiones sobre lo que el hacer del docente implica, suele ir acompañada de

una representación todavía más poderosa: que el que enseña puede quedar en un punto

neutro o al margen de las múltiples redes que el poder se pone en juego. Cuando en

realidad se construyen permanentemente en su hacer puntos de micropoder, en el que se

necesitan mutuos reconocimientos.

Las escuelas suelen sostenerse en el marco de la espontaneidad y la rutina,

quedando ausente la problematicidad de las prácticas; esto produce diversas formas de

desconocimiento y la supervivencia de la función docente termina por asociarse a la

sanción y al control.

De esta forma, el resultado son múltiples interferencias que terminan por

descentrar el trabajo docente en torno al conocimiento.

Superar estas interferencias demanda devolver su dimensión problemática a las

prácticas y exige procesos reflexivos permanentes confrontados desde diferentes

perspectivas de análisis.

La revalorización de la docencia se produce reconociéndole su pauta intelectual

y revalorizando a los sujetos que la sostienen: docentes y alumnos. También es preciso

ampliar la idea de práctica de la enseñanza a práctica docente, lo que incluye pensar la

tarea desde las determinantes institucionales y contextuales en sus interacciones entre

pares, con los directivos, la comunidad.

Volviendo a las representaciones ilusorias que son recurrentes en el discurso de

los docentes hay un trabajo colectivo en el Departamento de Investigaciones Educativas

de la UNAM en México (DIE-CINVESTA V), que retoma el clásico trabajo de Jackson

ya mencionado, esclareciendo sus categorías con un análisis cimentado en entrevistas y

observaciones.

a) La inmediatez es una característica que los docentes le atribuyen a lo que

acontece en una clase y en eso que sucede el docente reconoce cómo marcha la tarea.

En ese reconocimiento, el docente no tiene tanto en cuenta cómo se reorganizan las

estructuras cognitivas de los alumnos o cómo estos reconceptualizan un aspecto de la

realidad, sino la confirmación del rol que desempeña. En una clase hay acontecimientos

transitorios, rápidos, que llaman la atención por su repetición. Los signos visibles son

inmediatos, cuando el docente barre las caras y los cuerpos de sus alumnos en actitud

panóptica, busca corroborar su éxito pedagógico, pero además disciplinarlos: ellos

actuarían acorde a las expectativas de su profesor. “El maestro trata con el mundo de

las apariencias, de las representaciones inmediatas que los alumnos producen para él”

(Remedi, E,1988,pag19). Su preocupación no es la eficacia de su tarea, sino la

confirmación del papel que desempeña. “Juego de miradas, juego de identidades.

Donde no se mira propiamente a un sujeto, se mira a lo que él representa”. (Remedi y

otros,1988, p.11)

Tal como plantea la investigación del DIE; estos gestos, códigos y señales son

insignificantes en forma aislada, pero relevantes por su repetición, por su recurrencia.

Entonces, el carácter pasajero, que parecen tener debe ser cuestionado, ya que son

condensaciones, producto de largas prácticas educativas que los ha ido naturalizando y

tienen un fuerte poder de significación situadas en el aula, en la institución y en la

sociedad.

b) Autonomía: una imagen fuerte es la de “cerrar la puerta del aula”, como si

esa acción concreta permitiera una absoluta descontextualización. En la ilusión sobre la

búsqueda de la autonomía en el quehacer docente suele dejarse traslucir “una negación

del orden simbólico que está presente en el acto educativo, lo que hacen es jugar a

cambiar la constitución imaginaria que los sujetos hacen de su inserción en tal orden,

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creyendo que la conciencia que los sujetos tienen de lo que pasa es lo que determina su

inserción en la realidad. Por esto es que se hace débil el problema de la autonomía

porque está sostenida en una idea de sujetos independientes del orden social.” (Ib, p.

35) El rol del docente no se construye en cada relación maestro-alumno sino que está

instituido desde formas históricamente simbolizadas y sancionadas.

Los maestros no serían autónomos ni en la relación con sus superiores y planes

de estudio, ni en relación a las miradas de control, ni en relación a la imagen ideal que

se espera de él, además es transmisor de un saber que otros elaboran y definen. Sin

embargo podemos pensar en ciertas posiciones de resistencia, ejemplos a concretar en

ciertas cuestiones, poniendo a la autonomía de los sujetos en una situación relativa. Tal

como se plantea en la investigación del DIE: “el maestro no sería otro al cual quieren

dominar o controlar las autoridades, sino él pudiendo re-conocerse como parte de un

orden institucional podría tomar decisiones, en su capacidad de comprender y

transformar su vida y su quehacer”(Ib, p.36)

c) Informalidad: esta categoría apunta al relajamiento relativo de la autoridad o

de los modelos que se caracterizan como tradicionales en la enseñanza. En la cultura

escolar muchas cuestiones están altamente formalizadas: desde la posición del docente

al frente, los bancos en fila, la autoridad pedagógica (en el sentido de Bourdieu) del

docente. Entonces la informalidad podría pensarse como la manera de encubrir la

autoridad y gestar un consenso, ocultando las formalidades. ¿Cómo definir el “trato”

con los alumnos entre esa autoridad pedagógica que permita la transmisión y la

informalidad para bloquear un distanciamiento que inhabilite la enseñanza y el

aprendizaje?

La fuerza de los estereotipos en las escuelas muchas veces desvirtúa

negativamente los procesos de enseñar y aprender, “se hace como que...”. Un claro

ejemplo es el trabajo en grupo como ficción de participación cuando hay en él un

“reparto” de las tareas o bien cuando se trabaja con textos y consignas que no invitan a

pensar. ¿Dónde está la informalidad, si el formato del estereotipo no deja surgir lo

nuevo de la construcción colectiva?.

Es interesante, una vez que se puede “ver”, operar sobre esas cuestiones

ilusorias, en relación al trabajo en grupo. El apoyo docente demasiado directivo puede

perpetuar la dependencia. Tampoco debe ser demasiado informal, pues no proveería

suficiente estructura. Lo apropiado sería buscar un término medio: usar estrategias que

alienten la comprensión, pero absteniéndose de tomar las riendas, en definitiva, se trata

de darles a conocer las reglas del juego. Wasserman (1999, p.106) propone algunas

pautas que pueden ayudar: escuchen cuidadosamente las ideas de los demás,

esfuércense por comprender lo que se está diciendo, respeten las ideas de todos los

miembros, no interrumpan, sean tolerantes cuando alguien expresa ideas que no

coinciden con las de ustedes, nadie debe guardar silencio todo el tiempo, todos deben

exponer sus ideas, hagan preguntas cuando no entiendan algo, pidan ejemplos, nunca

menosprecien a un miembro por lo que ha dicho, mantengan la discusión centrada en el

tema, durante las discusiones manténganse alertas con el fin de evitar generalizaciones

excesivas, juicios de valor que se toman por hechos, las afirmaciones simplistas y las

conclusiones que no se basan en datos.

d) La individualidad: esta categoría se relaciona directamente con cuestiones de

construcción identitaria y contradice la ilusión de trabajar con la diversidad. Si bien

Jackson la describe como la atención del maestro sobre cada alumno, la investigación

del DIE y la clase del seminario problematizan esta afirmación ya que el docente mira

al alumno desde el filtro del perfil de alumno deseado (el perfil del alumno ideal). En

las escuelas se reconoce como función borrar las diferencias en aras de la igualdad. A

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los alumnos también les pasa algo similar, tienen interiorizadas las características del

maestro “ideal”. Pero en la práctica ni las instituciones, ni los alumnos, ni los docentes

son modélicos, ideales sino plausibles de ser analizados en su problematicidad y

complejidad.

La sensación que produce poner en tensión esas ilusiones de inmediatez,

autonomía, informalidad e individualidad desde situaciones de las prácticas cotidianas

resulta una provocación a desarmar y armar, a hacer caer ilusiones para volver a crearlas

desde otro lugar, a desarticular para desarrollar un plano propositivo que impacte en esta

práctica de enseñar y de aprender.

En la misma línea de reflexión desde investigaciones educativas, hay otro

trabajo del DIE de 1989, De la ilusión al desencanto en el aula universitaria.

Nuevamente se muestra la riqueza de la información que aporta el aula, pero esta vez

problematizando “cómo el poder y el saber unidos y sujetados por un sentido evaluativo

se traducen en diversas modalidades de interacción pedagógica, cómo detrás de estos

hay motivos ocultos, generalmente no presentes en la conciencia de los sujetos de la

práctica, que coadyuvan a la permanencia de la relación y que más allá de lo

previamente determinado, la concretizan, la cuestionan, la modifican” (p. 238)

Surgen varias preguntas en este abrir el juego; saber y poder son atributos de la

función docente, pero a su vez se traduce en una sobredeterminación de la evaluación en

la cultura de las instituciones. ¿Puede un poder dominante con base en el control y la

sanción ser también un poder productivo?, ¿cómo intervenir para que el “oficio” del

alumno (en el sentido de Perrenoud) no desplace la producción colectiva de

conocimiento frente a actividades tan formales y ritualizadas?

Algunas pistas pueden hallarse analizando diversas manifestaciones del vínculo

saber-poder en las aulas, entre ellas:

a) espacio: el poder se ejercita desde el uso del espacio en las aulas, el docente

ocupa un lugar de privilegio que lo hace blanco de todas las miradas, el espacio se

configura para controlar y vigilar. El docente mira y el alumno también. Se sabe lo

difícil que puede ser sostener una clase desde miradas desaprobatorias, cómo lograr un

encuentro con el otro en un escenario formalizado y prefigurado.

b) tiempo: es un elemento de lucha en la relación pedagógica, hay un juego de

poder, de micropoderes que juegan en el aula. ¿Quién decide el inicio de la clase? El

docente no puede comenzar si el grupo no le otorga la voz, ¿quién decide el fin de la

clase? Los alumnos pueden permanecer inmóviles hasta el final o bien preparar antes

los útiles cerrando la actividad. Habría que pensar cómo juegan en estas situaciones la

construcción compartida de conocimiento.

c) la relación pedagógica: El docente busca confirmar su poder como conductor

de la clase, como poseedor del saber, pero la relación docente alumno descansa en un

mutuo reconocimiento: un docente que ratifica en la clase su saber-poder y un alumno

fascinado por su maestro, es una idealización de la relación pedagógica, que se aleja de

la imagen real para modelizarse. Así ni alumnos, ni docentes se constituyen como

sujetos por su individualidad sino por identificaciones ideales.

d) instrumentalidad simuladora del lenguaje: los alumnos deben aprender el

lenguaje sofisticado del docente para acceder al conocimiento, cuando el lenguaje es

muy sofisticado deja al alumno fuera de ese territorio marcando la distancia entre quien

lo posee y quien no. Puede ser un docente que en su narcisismo no contemple su

auditorio, puede ser un docente que con un tono monocorde arrulle a sus alumnos,

puede ser un docente que guarde un tono bajo: estas actitudes crean distancia, hacen que

los alumnos simulen haberse apropiado de tal lenguaje.

Page 7: Notas distintivas de las prácticas de la enseñanza

e) el contenido como vehículo de simulación y disimulo: cuando no hay

suficiente fundamentación o dominio sobre este, el docente lo fragmenta y asigna partes

a los alumnos para que expongan, no hay trabajo sobre los contenidos sino voces que

llenan el tiempo asignado. Tanto los contenidos enciclopédicos como los mecanizados,

simulados, formalizados o ficcionales dejan a los alumnos en una situación de

exterioridad sin permitir procesos de pensamiento, pero como la relación pedagógica se

sostiene en una relación desigual, docentes y alumnos simulan y la escritura constituye

una forma de garantizar la presencia y permanencia del contenido, aunque no en el

pensamiento.

f) el sentido impuesto a la relación pedagógica por el acto evaluativo: la

evaluación es el organizador que permite en el aula el sostenimiento de la relación

pedagógica, la valoración del profesor se dirige al alumno y el alumno también enjuicia

al profesor. La evaluación funciona como ritual por medio del cual se asignan lugares a

los sujetos. Los rituales sistematizados llevan al alumno a la típica pregunta acerca de si

entra o no en la prueba, y en los rituales menos sistematizados donde algunas cuestiones

son negociables, poniéndose a prueba la autoridad docente.