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Notas sobre sistemas constructivos mesoamericanos-1992 · 2019-11-07 · Pero al margen de la hipótesis extraterrestre como explicación de los conocimientos tecnológicos de las

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Tecnología constructiva mesoamericana;1992 Villalobos & Pelegrí

ACERCAMIENTO A LA TECNOLOGIA CONSTRUCTIVA MESOAMERICANA

Alejandro Villalobos

(con la colaboración especial de: Ramón Pelegrí)

Al contemplar, no sin admiración, las espléndidas realizaciones de la arquitectura mesoamericana -que no dudamos en calificar de obras maestras- se acostumbra a soslayar ciertos aspectos que, sin embargo, son fundamentales, no sólo para su justa valoración, sino incluso para su misma compresión. Nos referimos a la tecnología constructiva. En el texto que sigue, queremos plantear -a modo de acercamiento- el tema de los conocimientos tecnológicos aplicados a la construcción, propios de la civilización que floreció en Mesoamérica. Las diferentes técnicas constructivas, propias de las culturas autóctonas que participaron de la co-tradición cultural mesoamericana, se encuentran todavía en proceso de estudio y análisis antropológicos, sin haberse alcanzado aún resultados precisos que las definan en profundidad. Así, el examen de la tecnología constructiva que se desarrolló en el seno de la civilización mesoamericana, así como de sus respectivas culturas regionales, si bien participa de un análisis cultural de tipo general, no se ha planteado en forma de síntesis histórico-cronológica, salvo honrosas excepciones (Cf. de Gortari 1980; Sánchez Flores 1980; Sigiura 1982). En general, existen algunas ideas sobre la problemática constructiva que debieron afrontar estos pueblos hasta alcanzar el estudio cultural de civilización urbana pre-industrial (Cf. Gussinyer 1986), y se poseen algunos conocimientos sobre el desarrollo y la aplicación de sus técnicas constructivas más usuales, tales como las que les permitieron alcanzar su avanzado grado de desarrollo arquitectónico.

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INTRODUCCIÓN La arquitectura, a pesar de estar catalogada como una de las bellas artes, la verdad es que goza de una casi nula consideración como tal entre el gran público. Quizás sorprenda esta afirmación, máxime en el contexto de un trabajo de arquitectura. Ahora bien, si leemos un diario mínimamente importante que contenga crítica de arte, encontraremos comentarios de escultura, de pintura, de música, de literatura (ensayo, novela, poesía,...), de cine e, inclusive, de cerámica y de tapiz; sin embargo, difícilmente los encontraremos de la arquitectura que se está produciendo. Y, no obstante, ello no significa que no se construyan casas y edificios, ¿verdad?. Esto hace que exista una falta de sensibilidad arquitectónica entre el gran público, la cual -como es lógico suponerlo- no es imputablemente simplemente a los diarios, sino que es el producto de una gran cantidad de factores, y que van desde el hecho de que las casas y edificios se encuentran al aire libre -en lugar de hallarse en el interior de un recinto especial (biblioteca, museo, sala de conciertos,...)-, hasta la falta de conocimientos para poder interpretar el lenguaje de toda obra arquitectónica. Pero si nos fijamos bien, veremos que la arquitectura no sólo puede resultar un arte, sino que a menudo es el único testimonio cultural tangible que queda de una sociedad ya desaparecida. Por lo tanto, necesitamos enfocar la cuestión de otra manera; necesitamos otra actitud al contemplar las construcciones. O sea, necesitamos hacerlo como si fueran algo más que simples -o complejas- madrigueras, ya que el hecho, por demás lamentable, de que nuestra sociedad urbana haya sido capaz de convertir sus viviendas en antros, ello no justifica una actitud de menosprecio hacia cualquier construcción, y en especial hacia aquellas consideradas como muestras y ejemplos de la arquitectura vernácula (Cf. López Morales y Elizondo 1983; Rudofzky 1973 y 1984). Pensemos que, a menudo, la historia de la arquitectura ha sido escrita desde la óptica de la civilización occidental, por lo que la que se ha enseñado en aquellas universidades adolece de varios defectos, ya que es selectiva, acientífica, elitista y clasista. Es selectiva, ya que sólo estudia una pequeña muestra de la arquitectura de la Humanidad: aquella que espacial, temporal y culturalmente se encuentra más cercana al meollo de la cultura occidental. Es acientífica, pues con la excusa de la falta de “monumentos” arquitectónicos bandea los orígenes de la arquitectura. Y es elitista y clasista, pues se convierte en un “quién es quién” de los arquitectos más

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estrechamente ligados con el poder dominante (económico, militar, político, religioso, etc...); o sea, que se convierte en una antología de edificios de, por y para los privilegiados, en un repertorio con una ignorancia sistemática y pertinaz sobre las casas del pueblo y las de las otras culturas no occidentales. Y sorprende constatar cómo, mientras poseemos abundante documentación sobre las pinturas más antiguas -las rupestres de hace muchos miles de años-, no ocurre lo mismo con los orígenes de la arquitectura. Pensamos que, en buena parte, ello obedece al hecho de que hoy por hoy la arquitectura autóctona mesoamericana se encuentra relegada, básicamente, al interés de algunos antropólogos y otros estudiosos de cosas “exóticas”. Pero no falta tampoco quien, teniendo un título de arquitecto, osa afirmar que las realizaciones de la civilización mesoamericana no tienen la categoría de arquitectura, pues carecen de espacio interior. Tanta estrechez de espacio...mental, ha hecho que la arquitectura autóctona mesoamericana sea considerada como algo al margen y que no tiene nada que ver con la arquitectura mexicana. Sin embargo, nosotros pensamos que no podemos ignorar las múltiples lecciones que se derivan de esta arquitectura, pues tenemos mucho que aprender de sus constructores, arquitectos y urbanistas, de su racionalidad y buen sentido, de su pericia y maestría, y, sobre todo, de su talento para ubicar sus construcciones en el entorno, pues ellos, en lugar de pretender conquistar la naturaleza como lo hace muestra sociedad industrial depredatoria, aceptaron el reto del clima, de los materiales, de la topografía. Esta ausencia de interés, más o menos generalizada, por el estudio científico de la arquitectura autóctona mesoamericana se hace mucho más patente cuando nos enfrentamos con el tema de la tecnología constructiva. Así pues, para algunos estudiosos de la arquitectura autóctona mesoamericana resulta más sugerente su aproximación al tema a partir de una visión estético-formalista. Pero todo ello -el desprecio de algunos, la ignorancia de otros y los enfoques diferentes de los demás -ha redundado en beneficio de aquellos especuladores que, desconociendo ciertos aspectos de la tecnología constructiva, le aplican la hipótesis “extraterrestre”, considerándola como “la menos insatisfactoria de las hipótesis”, y subyugando así a un auditorio urbano -carente, por tanto, del estricto sentido del esfuerzo requerido para conseguir el sustento-, que se encuentra ávido de cosas sobrenaturales y extraordinarias, debido a la profunda crisis de valores por la que

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atraviesa su propia civilización. Como muy acertadamente escribe Manuel Bendala al respecto: “El hombre moderno se cree distinto y muy superior al del pasado, como si viera en sí mismo aquella especie de superhombre ideada por Nietzsche. Esta exaltación propia se hace a costa de mirar por encima del hombro a nuestros antepasados, a quienes se los imagina distintos y primitivos. Por ello, cualquier cosa extraordinaria legada por culturas pretéritas -edificios complejos y grandiosos, máquinas sofisticadas, estatuas colosales...- se atribuyen a seres distintos a esa humanidad supuestamente corta de luces, infravalorada (...) (Bendala 1980:63).” Y ello resulta tan evidente, como que en Palenque -lugar donde supuestamente se encuentra la tumba de un extraterrestre- se llevan contabilizadas y registradas más de mil construcciones, por lo que resulta obvio pensar que cada vez que debían colocar una piedra no iban a andar con ayuda de ultrasonidos los diversos bloques pétreos. Pero al margen de la hipótesis extraterrestre como explicación de los conocimientos tecnológicos de las culturas autóctonas mesoamericanas, existen otras distorsiones. Así, por ejemplo, a la hora de enfocar el tema, existe una marcada tendencia eurocentrista. Como acertadamente señala Alberto Ruz: “(...) los antiguos mayas, en cuanto a tecnología, y aplicando la clasificación utilizada para las culturas del Viejo Mundo, no pasaron de la etapa neolítica, si consideramos que el trabajo del metal corresponde al período posclásico, es decir, posterior a lo que fue el desarrollo auténticamente maya del período clásico. Sobre la base tecnológica, la cultura maya, dentro de los esquemas clásicos de Morgan y de Childe, quedaría incluida dentro del marco de la etapa de barbarie. Para ser considerada verdadera civilización le falta el uso del hierro y del bronce, de la rueda y del arado, de un alfabeto fonético para su escritura y la existencia de verdaderas ciudades. Pero anticipamos aquí que el criterio taxonómico resulta demasiado estrecho y rígido para ser debidamente aplicado a todas las culturas universales y que, en relación con las de Mesoamérica, y más específicamente la maya, es obvio que no es válido” (Ruz 1981:67).

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1.MATERIALES DE CONSTRUCCION Si bien ya en el propio título de nuestro trabajo señalábamos su carácter de acercamiento al tema, quizás sea precisamente en este apartado y en el próximo (Cf. 2) donde ello resulta más evidente. Pretender abordar el tema de los materiales de construcción en toda su magnitud, y aún su simple enumeración, nos llevaría una considerable extensión, lo cual está lejos de nuestras intenciones. Es por ello que queremos, tan sólo, apuntar algunas ideas que nos han de servir en el acercamiento a la tecnología constructiva que nos hemos propuesto (Cf. Cuadro I:D). A grandes rasgos, podemos señalar que hemos dividido los materiales según su origen, considerando pues tres tipos: los inorgánicos, los orgánicos y los manufacturados (por ser éstos mixtos). A los primeros los hemos agrupado según su textura, ya que, a menudo, un determinado tipo de material no se usa sólo para una cosa, sino que se utilización puede ser múltiple. A los segundos los hemos agrupado en función de su uso, ya que no de su origen, pues carecemos del dato de aquellos materiales que son de origen animal, a pesar de la que la evidencia etnográfica nos aporta el dato sobre su existencia y utilización. “La mezcla de barro utilizada en la construcción se logra a partir de dos compuestos: tierra y agua, que son complementarios. Ambos elementos deben estar proporcionados para lograr su combinación. El agua aumenta o disminuye la resistencia. Pero tierra y agua no bastan. La mezcla para la construcción debe pegar fácilmente, ser cohesiva y propia para la compactación. Este es el secreto del constructor, pues para lograrlo es necesario agregar otras sustancias o materiales orgánicos que vaya, igualmente, en proporciones adecuadas (Murillo 1985:80).” Y añade: “Entre los agregados orgánicos más comunes están: estiércol, paja de trigo, rastrojo, zcate, juncia, crines de caballo, babas de nopal” (Ibidem). Lo primero que queremos señalar, pues, es la utilización, precisamente, de los recursos disponibles en el entorno geográfico. Utilización que se concretó en la elección de los materiales más adecuados a los fines perseguidos, así como en el empleo a fondo de sus posibilidades tecno-constructivas (Cf. Margáin 1966:181-2, nota 17).

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2.UTILES DE TRABAJO Para la obtención de los materiales de construcción inventaron toda una serie de útiles (Cf. Cuadro I:A), que hemos agrupado en función de cómo trabajan o para qué se usan. Ello ya nos da una primera idea de cómo, con el dominio de un tecnología que ha sido calificada de neolítica -tomando como referencia el momento de su máximo esplendor-, fue posible conseguir resultados tan espectaculares. “Para hacer la mezcla (se refiere al adobe) se utilizan varias herramientas. La primera de ellas, las más inmediata y muchas veces la más útil, es la mano. Con la mano se palpa la tierra, se desmorona, se mezcla. (...)La mano como herramienta siempre es importante al inicio del proceso de preparación, ya que sólo a través de ella se distingue sensiblemente la calidad del material” (Murillo 1985:81). A pesar, pues, de disponer de útiles tan “primitivos”, pudieron obtener los materiales que necesitaban para sus construcciones, como esperamos poder demostrar en el siguiente apartado (Cf. 3)

3. LA ARQUEOLOGÍA COMO CIENCIA EXPERIMENTAL “La información arqueológica acumulada acerca de las primeras sociedades humanas, nos da un indicio en cuanto a la experiencia intelectual en esas edades remotas. Aunque la prueba nunca es directa, los artefactos nos permiten especulas sobre las directrices de aquella conducta (Kubler 1984:295). Desde hace algunos años se ha empezado a desarrollar lo que se ha dado en llamar la arqueología “experimental” (Cf. Anónimo 1980 y 1984). El Dr. Felipe Bate nos aclara su significado. “Se construyen réplicas de las herramientas de piedra utilizadas por el hombre primitivo de América (...) A través de la experimentación se ha podido llegar a conclusiones que la teoría no era capaz de demostrar (...) pretendemos reconstruir los procesos humanos (...) reconstruir los procesos de producción (...) (Anónimo 1984:37). A propósito de la lítica, el Dr. Bate dice: “ Es la tecnología más sencilla del planeta y aunque el material lítico no es indicador muy importante del grado de desarrollo de las sociedades cazadoras (...) sí permite hacer un gran número de deducciones e inferencias acerca de la gente que las empleó”

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(Ibidem.). Pero quizás el antecedente de la arqueología experimental deba buscarse en la utilización que unos antropólogos estadounidenses hicieron de Ishi, el hombre yahi que apareció en el año 1911 en California. “Ishi fue algo más que una pieza viviente de museo. Fue una fuente de información única acerca de un modo de vida desaparecido. (...)Ishi no solamente fabricaba utensilios para su uso personal, sino también puntas de flecha y diversos instrumentos (...) Una y otra vez se demostró el modo de fabricar utensilios de piedra, separando delicadas lascas de obsidiana de los núcleos de materia prima y dándoles la forma de finas puntas de flecha” (Fagan 1984:342-3). La arqueología experimental, pues, goza hoy de un merecido prestigio científico (Cf. Anónimo 1980; Poplin y Mohen 1980), ya que mediante la experimentación, por ejemplo, fue posible descubrir que “(...) si el asta es remojada por un tiempo, se vuelve tan dúctil que su procedimiento se acorta notablemente” (Anónimo 1984:38). Pero quizás donde la arqueología experimental ha ofrecido sus resultados más interesantes ha sido en el campo de los experimentos relacionados con el manejo de los megalitos. Sin embargo, es frecuente hallar en libros que tienen muy buen mercado de ventas, consideraciones como las siguientes: Tampoco nadie ha podido explicar jamás de un modo satisfactorio cómo pudieron ser construidos los dólmenes, no los pequeños, sino los grandes, cuya realización deja a uno pensativo. Conviene dar algunas cifras, pues son más elocuentes que todas las explicaciones He aquí las dimensiones y pesos aproximados de mesas de algunos dólmenes: Bagneux (Main-et-Loire), 7.50x7x0.50; 52 toneladas; Mane-Ritual, Locmariaquer (Morbihan), 11.50x4.50x.05; 60 toneladas; Antequera (España), la gran mesa: 8x6.50x1; más de 100 toneladas; Bournand (Vienne) pesaría 110 toneladas y, en fin, en Gast, en Calvados, de la que no se está seguro que sea dolménica, mide 10.60x3.50x4, o sea, 148 m

3, y pesaría como mpinimo 300 toneladas.

Ahora bien, todas esta piedras fueron extraídas del lugar donde se encontraba,

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transportadas -y a veces, a enormes distancias- y erigidas sobre montantes puestos en el lugar y, a menudo, muy altos, ya que algunos dólmenes están a 3.50 y a4 metros del nivel del suelo (Charpentier 1976:210-2). A lo que Louis Charpentier añade todavía: Y el problema es realmente éste: si las piedras eran demasiado pesadas para hombre comunes, las tendrían que desplazar y erigir individuos para los cuales el peso no era un obstáculo insuperable. Y ello, mediante el empleo de máquinas de las que no tenemos idea, o bien por efecto de una maestría desconocida sobre las fuerzas de gravitación. Ninguno de los medios imaginarios para las mesas más pesadas: ni los trineos sobre un campo de arcilla húmeda, ni el acarreo sobre troncos se árboles. Sólo una Ciencia extraña para nosotros pudo realizar esos transportes y construcciones (Op. cit.: 213). Estos últimos párrafos realmente no tienen desperdicio. Evidentemente, resulta más fácil, y más poético, hablar de una “Ciencia extraña” y de una “maestría desconocida” -contraponiéndolas a los conocimientos y las destrezas de los “hombre comunes”-, que reconocer el ingenio y la habilidad de los “primitivos subdesarrollados”. Sin embargo, la realidad es otra. En el mes de julio de 1979 unas 500 personas participaron en un experimento, cuya finalidad no era otra que la de “tenter de refaire les différentes opérations des tumus de Bougnon”, como no aclara Jean-Pierre Mohen (1980:61). Mediante este experimento quedó demostrado cómo era posible -a partir del empleo de útiles y materiales prehistóricos (Cf. Eluere 1980)- extraer de su manto rocoso un bloque de 32 toneladas, transportarlo mediante tracción humana y erigirlo (Ibidem.). Vista, pues, la posibilidad técnica de su ejecución mediante el empleo del ingenio y de los recursos humanos, cobra mayor valor si cabe lo establecido por el ingeniero J. Ogden Outhwater, quien plantea para tres centros mesoamericanos los siguientes cálculos teóricos. A partir de considerar que el trabajo de un hombre durante hora equivalente a 750

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cm3 de piedra removida, y considerando que una jornada de trabajo equivale a 10

horas a razón de 300 días laborables al año, el autor llega a los siguientes resultados: Malinalco = 50 hombres trabajando durante 8 a 10 años; Xochicalco = 200 hombres trabajando durante 5 años. Y para Mitla, el tercer centro estudiado, ofrece cálculos semejantes. concluyendo: “Los tres diferentes tipos de ruinas, cada uno compuesto de materiales distintos, muestran la versatilidad y la imaginación de los constructores. Más que esto, evidencian que poseían una cierta tradición técnica en cuanto al trabajo de la piedra, que podía aplicarse en cualquier localidad. Los cálculos del tiempo requerido para construir una pirámide, debieron haberse hecho al principio del diseño, y quizás, si los cálculos no eran correctos, se tendrían que acpetar modificaciones al diseño provisional. Esta hazaña de la ingeniería alcanzó posiblemente su mayor desarrollo en Xochicalco, en donde la complejidad del diseño permitió pocas alteraciones y en donde un método muy lento de tallado habría hecho difícil la predicción del período de construcción. Seguramente el caso fue distinto y la amplitud del dominio de la técnica de estos constructores puede, quizás, revelarse aún más por medio de un estudio detallado de sus sistemas de ingeniería y de construcción (ogden 1984:500).

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4. SISTEMAS CONSTRUCTIVOS “Durante los trabajos de exploración, nos dimos cuenta de un hecho arquitectónico extraordinario: el grueso de hormigón y cal que cubre los taludes, fue hecho por secciones y con moldes, es decir, con la misma técnica que se usa hoy en día al trabajar el concreto” (Acosta 1960:12). Este dato -referido al Edificio 1, lado poniente, de la Plaza de la Luna, de la zona arqueológica de Teotihuacan- ya nos habría de vastar para comprender el verdadero significado de la tecnología constructiva mesoamericana. Sin embargo, podemos añadir -como ya hemos señalado al hablar de los materiales de construcción (Cf. 1)- que su aplicación requiere de mucho ingenio y destreza. “La revolución urbana fue el resultado de la acumulación laboriosa de un conjunto importante de conocimientos científicos -topográficos, geológicos, astronómicos, químicos, zoológicos y botánicos-, de las experiencias obtenidas en la agricultura y las artesanías, y de la destreza práctica adquirida en esos trabajos” (De Gortari 1980:29). Y, al igual que ya hemos indicado al hablar de los materiales constructivos (Cf. 1), describir los sistemas de construcción en un área tan extensa cultural y temporalmente, como lo es la mesoamericana, nos llevaría una extensión muy superior a la pretendida. Baste pues conocer que los sistemas constructivos era, en ciertos casos, sofisticados, y que ello no es el producto de “una idea luminosa”, sino que requiere de un proceso evolutivo largo y muy complejo.

5.RECURSOS HUMANOS No obstante lo visto en el apartado anterior, ello no quita que se emplease una abundante mano de obra (Cf. 3). Así, pues, considerando que, como en el caso de la pirámide de Quetzalcóatl de Xochicalco, su factura difiere de la del resto de estructuras presentes en dicho centro, queremos abordar ahora el tema del tributo constructivo, o tributo pagado en forma material de construcción y de mano de obra. “Uso aquí el concepto de trabajo tributario como complementario del de tributo en especie. En este sentido, un concepto y otro se consideran dos modalidades de la extracción estatal del excedente social de los productores, tanto campesinos como artesanos, de la Mesoamérica anterior a la invasión

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colonial” (Rojas Rabiela 1984:51). Muchos son los testimonios que existen -en especial entre los cronistas- y a ellos nos remitimos. Dichos testimonios demuestran, sin lugar a dudas, el peso tan considerable que tuvo el tributo constructivo en tiempos de la colonia, y que, salvadas las naturales distancias, puede servirnos para explicar el funcionamiento de los sistemas constructivos en las culturas autóctonas de Mesoamérica. Las altas culturas que surgieron, se desarrollaron y florecieron en la superárea de co-tradición mesoamericana, han sido definidas por Pedro Armillas como “enormes superestructuras sobre fundamentos tecnológico-económicos insuficientes” (Armillas 1984:45), a pesar de lo cual no duda en afirmar que “hubo de existir un bien organizado control de la fuerza de trabajo” (Op. cit..49), concluyendo: “Pero el tamaño de cada una de esas unidades políticas no puede haber sido demasiado pequeño, a juzgar por la cantidad de fuerza de trabajo de que disponían para emplear en actividades no productivas. Sirva de ejemplo la construcción, de una sola vez y en un tiempo no muy largo, de la Pirámide del Sol, en Teotihuacán, un caso quizás extremo pero de ningún modo único en cuanto a esfuerzo requerido” (Ibidem.). O, dicho con palabras de quizás el mejor traue califica de grandes e ingeniosos constructores- no hayan inventado y empleado el verdadero arco. Ahora bien, y sin ideas preconcebidas, Roys cree -y nosotros con él- que es necesario analizar la mentalidad y las tendencias de quienes consiguieron unos resultados tan espectaculares, como los que nos ofrecen los edificios mayas, a fin de podr comprender las razones que debieron existir para emplear este tipo de cubiertas. Pero analizar cuáles pudieron ser estas razones profundas sería objeto de otro tipo de trabajo. Baste decir que, en la construcción de su bóveda, los mayas utilizaron una larga experiencia y un cúmulo considerable de conocimientos, los cuales constituyen una prueba irrefutable de su elevado nivel intelectual y de la madurez de su cultura. “(...) los diferentes edificios construidos por los mayas, nos dan testimonio de sus conocimientos geométricos y arquitectónicos, ya que sin estos conocimientos, no hubiese sido posible levantar tan excelentes construcciones” (Flores García 1976:112). Es indudable que conocieron el principio mecánico de la estabilidad y de la

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propiedades del material empleado, y es evidente su habilidad técnica para controlar tales recursos y sacarles el mayor provecho constructivo. Según Roys, los arquitectos mayas pensaron en términos de masa monolítica y, de ahí, que pusieran menos interés en el acondicionamiento singular de la piedra, que era colocada en el conjunto sin demasiadas variaciones. El techo abovedado le parece a Roys la mayor proeza de la ingeniería, ya que no sólo sus edificios fueron monolíticos, sino que incluso cada una de las mitades de su bóveda era un elemento monolítico descansado sobre la otra mitad, lo que, sin lugar a dudas, implica que los mayas eran conscientes del principio de la estabilidad. De ahí, que el concreto fuese un factor determinante en el desarrollo de esta cultura arquitectónica, si bien es verdad que conjugaba varios elementos, entre los cuales cabe destacar la piedra, la madera y el propio concreto. La piedra era esencial, y como medio de expresión artística cobró vida en las manos de los artífices mayas y avanzó de la mano de su progreso estético. Pero, al mismo tiempo, también desempeñó la doble función de sostener en parte al edificio y, a su vez, de ornamentarlo, como sucede con los pórticos de columnas de Labná, o con las jambas de piedra labrada de Copán, o con los dinteles finamente trabajados de Piedras Negras, así como en otros elementos estructurales importantes. Lawrence Roys concluye, a modo de resumen, que entre los conocimientos de ingeniería de los mayas cabe señalar los siguientes: a. concibieron y aplicaron las posibilidades arquitectónicas y estructurales de la construcción monolítica; b. procuraron la estabilidad aplicada a las partes componentes de una estructura monolítica, en particular de la llamada bóveda maya; y, c. apreciaron con agudeza la importancia de un cemento fuerte y seguro para ligar los sillares y formar con ellos una unidad cohesiva, o bien un sólido concreto para las diversas partes de la construcción monolítica deseada. 8.3.DISCUSIÓN Lo mostrado hasta ahora pudiera parecer que resuelve casi todas las interrogantes. Sin embargo, existen todavía cuestiones que requieren de un mayor estudio y una más

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amplia profundización; nos referimos, por ejemplo, al tema de la nivelación, ya que la nivelación de terrenos es, probablemente, la práctica más extendida y que más intensamente se aplica en toda Mesoamérica, y que suele llevarse a cabo en relación con su configuración. Al respecto, entendemos por nivelación el conjunto de trabajos que se hacen para dejar totalmente plano y horizontal un terreno, emparejando su superficie o alisándola. Así, pues, la nivelación de terrenos propiamente dicha consiste en la modificación del relieve de la superficie, hasta conseguir un plano o una superficie previamente planeada, con el fin de que dicha superficie sea lo más apropiada para las edificaciones que se pretenden construir. De ahí, que normalmente la nivelación de terrenos requiera del movimiento de gran cantidad de tierra. El emparejamiento aproximado consiste en la eliminación de montículos, lomas o fajas elevadas de tierra y en el relleno de las cavidades o depresiones en aquel terreno en donde se llevará a cabo un trabajo de nivelación propiamente dicho. Visto lo cual, la cuestión que se plantea es conocer cómo se podía resolver técnicamente dicho problema, ya que la abundante presencia de basamentos planos horizontales implica, indefectiblemente, la existencia de algún instrumento de cálculo y de control, a pesar de que no ha sido hallado ningún vestigio del mismo. Ante ello, proponemos dos posibles soluciones. La primera sería el llamado “nivel de albañil” y la segunda, el “nivel de plato”. Sobre los niveles de albañil, Jean Linger escribe: “Denominamos así los útiles que permiten verificar las horizontalidad o la verticalidad de los planos, obien trazar una alineación siguiendo una pendiente constante. El nivel de albañil propiamente dicho se basa en el principio de la plomada. Puede estar formado por un marco triangular o rectangular. El primero permite únicamente verificar la horizontalidad. El segundo puede verificar además la verticalidad de un plano” (Linger 1973). El mayor inconveniente que plantea la aceptación de dichos instrumentos no reside en el hecho del desconocimiento del principio de la plomada -pues su existencia está

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plenamente demostrada (Cf. Castillo y Flores García 1984)-, sino en que hasta el momento no existe -que sepamos- ningún vestigio arqueológico de la existencia de dichos instrumentos. Cabe señalar, también, que el hecho de que hayan sido construidos con madera, cordel y una pequeña masa de barro puede haber contribuido en gran manera a su deterioro y desaparición, en especial en lo que respecta a los materiales perecederos. Sobre los niveles de plato -sistema definido por el profesor Víctor Rivera, arquitecto constructor-, su principio es tan sencillo, que no implica ningún instrumento especial: simplemente un plato lleno de agua hasta el borde. Este sistema presenta la ventaja de que no requiere de ningún tipo de instrumento especial -que, como ya hemos señalado, no ha sido encontrado-, pero, sin embargo, presenta el inconveniente, a nuestro modo de ver, de que requiere de una gran cantidad de agua, pues es posible suponer que cada vez que el plato fuese desplazado de su punto de apoyo para realizar una nueva medición, o solamente una comprobación, se iba a vertir parte de su contenido; y, teniendo en cuenta que el líquido elemento podía llegar a ser un bien muy preciado, este sistema resultaría poco práctico. (Digamos, entre paréntesis, que lo que a nosotros nos parece “práctico” no tiene porque necesariamente serlo, ya que éste es un concepto ligado a nuestros patrones culturales que, evidentemente, no son los de los mayas clásicos).

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9. CONCLUSIÓN A lo largo de las líneas precedentes hemos intentado un acercamiento a la problemática planteada por la tecnología constructiva mesoamericana en épocas anteriores a la conquista española. A partir de una serie de consideraciones sobre sus materiales y sistemas de construcción, hemos analizado su tecnología, partiendo de la consideración de los datos que nos aporta la arqueología como ciencia experimental. También hemos visto la importancia de la fuerza de trabajo, a fin de comprender los mecanismos ligados con los procesos sociales de producción. Y, por último, hemos mencionado algunos de los sistemas relacionados con la obtención y la elaboración de sus materiales, así como la resolución de algunos de sus principales problemas constructivos, referido todo ello a los mayas clásicos. El acercamiento que nos hemos propuesto, y que lógicamente se encuentra sujeto a corroboración y revisión en todos y cada uno de sus aspectos, plantea el problema en los siguientes temas: 1° Que para analizar los rasgos fundamentales del desarrollo tecnológico de las altas culturas mesoamericanas hay que partir de un punto de vista distinto al empleado para contemplar el problema en el marco del Viejo Mundo, ya que parece cobrar cada vez mayor fuerza la tesis de una vía autónoma de desarrollo, cuyas características la convierten en original. 2° Que la ausencia en el área mesoamericana de ciertos elementos tecnológicos -considerados como básicos para el desarrollo de la civilización en el Viejo Mundo (hierro, rueda, etc...) y que una visión marcadamente eurocentrista ha hecho considerar como universales- no impidió, no obstante, que en Mesoamérica se alcanzase un elevado nivel de civilización, en algunos aspectos superior al del Viejo Mundo en su momento. 3° Que los indígenas mesoamericanos poseían recursos tecnológicos propios para construir los ejemplos que nos han llegado tanto de su arquitectura monumental como de su urbanismo. En resumen, pues, las civilizaciones autóctonas que surgieron, se desarrollaron y

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Tecnología constructiva mesoamericana;1992 Villalobos & Pelegrí

florecieron en Mesoamérica siguieron una vía de desarrollo autóctona y original, afrontando con los recursos derivados de la utilización de una tecnología propia los retos constructivos planteados por su actividad arquitectónica. GLOSARIO Proponemos el empleo de la expresión culturas autóctonas haciéndonos eco de las palabras de Laurette Séjeorné, cuando escribe: “ A la llegada de los europeos, México-Tenochtitlan era la capital de la meseta mexicana así como de los territorios que se extendían hasta América Central. La destrucción física de la última capital náhuatl significó el fin de un mundo cultural milenario que, a partir de entonces, va a ser escamoteado bajo el anonimato de “pre-hispánico” como si debiera su identidad a sus destructores” (Séjourné 1983:11). El término Mesoamérica fue propuesto por primera vez en 1943 por el etnólogo Paul Kirchhoff, a pesar de lo cual aún hoy continua confundiéndose con el de “Middle América” o América Media, de la clara vocación geográfica. El propósito del profesor Kirchhoff al acuñar el nuevo término era, precisamente, abarca con él los rasgos comunes de toda una serie de culturas complejas -las llamadas altas culturas- que florecieron en un determinado espacio geográfico-temporal. Así pues, Mesoamérica se distingue como concepto que reúne diversos elementos culturales que compartían algunos pueblos y culturas que habitaban en una determinada zona geográfica de América, permitiendo distinguirlos como un área de co-tradción cultural, entendiendo al conjunto de sus pueblos y culturas como integrantes de una gran civilización. Este concepto, a pesar de estar sujetos a revisión (Cf. Litvak 1975), pensamos que resulta “manejable” emplearlo, ya que con todo y sus limitaciones “(...) en primer lugar su característica temporal, al limitar la superárea al momento del contacto; en segundo lugar su temática, tanto por basarla en datos que no vienen de una disciplina para la que es más importante la definición, como al incluir en ella elementos que no son producto primario de obtención de un observador que, a fortiori, es subjetivo” (Litvak 1975:172), consideramos que nos sirve para abordar el tema que ahora nos ocupa. Empleamos el término civilización mesoamericana tal como es usado por el profesor Jordi Gussinyer (Cf. 1986) en su tesis doctoral, actualmente en fase de presentación, sobre los patrones de asentamiento en las tierras bajas mayas durante el clásico.

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