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30 DE NOVIEMBRE. PRIMER DIA DE LA NOVENA DE LA INMACULADA 43. Estrella de la mañana. - María, anunciada y prefigurada en el Antiguo Testamento. - Nuestra Señora, luz que ilumina y orienta. - “Estrella del mar” I. Apareció un lucero en medio de la oscuridad y anunció al mundo en tinieblas que la Luz estaba para llegar. El nacimiento de la Virgen fue la primera señal de que la Redención estaba ya próxima. “La aparición de Nuestra Señora en el mundo es como la llegada de la aurora que precede a la luz de la salvación, Cristo Jesús; como el abrirse sobre la tierra, toda cubierta del fango del pecado, de la más bella flor que jamás haya brotado en el jardín de la Humanidad: el nacimiento de la criatura más pura, más inocente, más perfecta, más digna de la definición que el mismo Dios, al crearlo, había dado al hombre: imagen de Dios, semejanza de Dios. María nos restituye la figura de la humanidad perfecta” (1). Jamás los ángeles habían contemplado una criatura más bella, nunca la humanidad tendrá nada parecido. La Virgen Santa María había sido anunciada a lo largo del Antiguo Testamento. En los mismos comienzos de la revelación ya se habla de Ella. En el anuncio de la Redención, después de la caída de nuestros primeros padres (2), Dios habla a la serpiente, y le dice: Establezco enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y

Novena a La Inmaculada

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Bella devoción a la siempre Virgen Santa María, La Inmaculada Concepción.

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Page 1: Novena a La Inmaculada

30 DE NOVIEMBRE. PRIMER DIA DE LA NOVENA DE LA INMACULADA

43. Estrella de la mañana.

- María, anunciada y prefigurada en el Antiguo Testamento.- Nuestra Señora, luz que ilumina y orienta.- “Estrella del mar”I. Apareció un lucero en medio de la oscuridad y anunció al mundo en tinieblas que la Luz estaba para llegar.

El nacimiento de la Virgen fue la primera señal de que la Redención estaba ya próxima. “La aparición de

Nuestra Señora en el mundo es como la llegada de la aurora que precede a la luz de la salvación, Cristo

Jesús; como el abrirse sobre la tierra, toda cubierta del fango del pecado, de la más bella flor que jamás haya

brotado en el jardín de la Humanidad: el nacimiento de la criatura más pura, más inocente, más perfecta, más

digna de la definición que el mismo Dios, al crearlo, había dado al hombre: imagen de Dios, semejanza de

Dios. María nos restituye la figura de la humanidad perfecta” (1). Jamás los ángeles habían contemplado una

criatura más bella, nunca la humanidad tendrá nada parecido.

La Virgen Santa María había sido anunciada a lo largo del Antiguo Testamento. En los mismos comienzos de

la revelación ya se habla de Ella. En el anuncio de la Redención, después de la caída de nuestros primeros

padres (2), Dios habla a la serpiente, y le dice: Establezco enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y su

linaje: él te aplastará la cabeza y tú le acecharás el calcañar. La mujer es en primer lugar Eva, que había sido

tentada y había caído; y, en un nivel más profundo, la mujer es María, la nueva Eva, de quien nacerá Cristo,

absoluto vencedor del demonio, simbolizado en la serpiente. Frente a su poder, el demonio no podrá hacer

nada eficaz. En Ella se dará la mayor enemistad que se pueda concebir en la tierra entre la gracia y el

pecado. El Profeta Isaías anuncia a María como la Madre virginal del Mesías (3). San Mateo señalará

expresamente el cumplimiento de esta profecía (4).

La Iglesia aplica también a María el elogio que el pueblo de Israel dirigió a Judit, su salvadora: Tú, orgullo de

Jerusalén; tú, gloria de Israel; tú, honra de nuestra nación; por tu mano has hecho todo esto; tú has realizado

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esta hazaña en favor de Israel. Que se complazca Dios en ella. Bendita seas tú del Señor omnipotente por

siempre jamás (5). Palabras que se cumplen en María de modo perfecto. ¿No colaboró María a librarnos de

un enemigo mayor que Holofernes, a quien Judit cortó la cabeza? ¿No cooperó a librarnos de la cautividad

definitiva? (6).

La Iglesia refiere también a María otros textos que tratan en primer lugar de la Sabiduría divina; sugieren, sin

embargo, que en el plan divino de la salvación, formado desde la eternidad, está contenida la imagen de

Nuestra Señora. Antes que los abismos fui engendrada yo, antes que fuesen las fuentes de las aguas (7). Y

como si la Escritura se adelantara recordando el amor purísimo que había de reinar en su Corazón dulcísimo,

leemos: Yo soy la Madre del amor hermoso, del temor, de la ciencia y de la santa esperanza. Venid a mí

cuantos me deseáis, y saciaos de mis frutos. Porque recordarme es más dulce que la miel… el que me

escucha jamás será confundido, y los que me sirven no pecarán (8). Y, atisbando su Concepción Inmaculada,

anuncia el Cantar de los cantares: Eres toda hermosa, amiga mía, no hay tacha en ti (9). Y el Eclesiástico

anuncia de una manera profética: En mí se encuentra toda gracia de doctrina y de verdad, toda esperanza de

vida y de virtud (10). “¡Con cuánta sabiduría la Iglesia ha puesto esas palabras en boca de nuestra Madre,

para que los cristianos no las olvidemos! Ella es la seguridad, el Amor que nunca abandona, el refugio

constantemente abierto, la mano que acaricia y consuela siempre” (11). Busquemos nosotros su ayuda y su

consuelo en estos días, mientras nos preparamos a celebrar la gran solemnidad de su Concepción

Inmaculada.

II. Del mismo modo que María está en el amanecer de la Redención y en los mismos comienzos de la

revelación, también se encuentra en el origen de nuestra conversión a Cristo, en la santidad personal y en la

propia salvación. Por Ella nos llegó Cristo, y por Ella nos han llegado y seguirán derramándose todas las

gracias que nos sean necesarias. La Virgen Santísima nos ha facilitado el camino para recomenzar tantas

veces y nos ha librado de incontables peligros, que solos no hubiéramos podido superar. Ella nos ofrece todas

las cosas que conservaba en su corazón (12), que miran directamente a Jesús, “a cuyo encuentro nos lleva

de la mano” (13). En María encontró la humanidad la primera señal de esperanza, y en Ella la sigue hallando

cada hombre y cada mujer, pues es luz que ilumina y orienta.

Se dice que los navegantes acudían al lucero más luminoso del firmamento cuando andaban desorientados

en medio del océano o cuando deseaban comprobar o rectificar el rumbo. A María acudimos nosotros cuando

nos sentimos perdidos, cuando queremos rectificar la dirección de la vida para dirigirla derechamente al

Señor: es “la estrella en el mar de nuestra vida” (14). La Liturgia la llama “esperanza segura de salvación”,

que brilla “en medio de las dificultades de la vida” (15), de esas tormentas que llegan sin saber cómo, o en las

que nos metemos los hombres por no estar cerca de Dios. Y es San Bernardo el que nos aconseja: “No

apartes los ojos del resplandor de esta Estrella si no quieres ser destruido por las borrascas” (16).

De María se origina una luz especial que alumbra el camino que debemos seguir en las diferentes tareas y

asuntos de la vida. De modo especial esclarece el espléndido camino de la vocación a la que cada uno ha

sido llamado. Cuando se acude a Ella, con rectitud de intención, se acierta siempre en el cumplimiento de la

voluntad de Dios. Esta claridad especial que encontramos en María proviene de la plenitud de gracia que llenó

su alma desde el primer instante de su Concepción Inmaculada y de su misión de corredentora. Santo Tomás

afirma que esta gracia se derrama sobre todos los hombres. “Ya es grande para un santo afirma tener tanta

gracia que baste para la salvación de muchos, y lo más grande sería tenerla suficiente para salvar a todos los

hombres del mundo; esto último ocurre en Cristo, y en la Santísima Virgen” (17), por la íntima unión

corredentora con su Hijo. Los teólogos distinguen la plenitud absoluta de gracia, que es propia de Cristo; la

plenitud de suficiencia, común a todos los ángeles; y la plenitud de superabundancia, que es privilegio de

María y que se derrama con largueza sobre sus hijos. “De tal manera es llena de gracia que sobrepasa en su

plenitud a los ángeles; por eso, con razón, se la llama María, que quiere decir iluminada (…) y significa

además iluminadora de otros, por referencia al mundo entero” (18), afirma Santo Tomás de Aquino.

Hoy, en este primer día de la Novena a la Inmaculada, hacemos el propósito de pedirle ayuda siempre que en

nuestra alma nos encontremos a oscuras, cuando debamos rectificar el rumbo de la vida o tomar una

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determinación importante. Y, como siempre estamos recomenzando, recurriremos a Ella para que nos señale

la senda que hemos de seguir, la que nos afirma en la propia vocación, y le pediremos ayuda para recorrerla

con garbo humano y con sentido sobrenatural.

III. La Virgen fue bendita entre todas las mujeres porque estuvo a cubierto del pecado y de las huellas que el

mal deja en el alma: “sólo Ella conjuró la maldición, trajo la bendición y abrió la puerta del paraíso. Por este

motivo le va el nombre de María, que significa Estrella del mar; como la estrella del mar orienta a puerto a los

navegantes, María dirige a los cristianos a la gloria” (19). Así la honra también la Liturgia de la Iglesia: Ave,

maris stella!… ¡Salve, estrella del mar!, Madre de Dios excelsa… (20).

En este primer día de la Novena con que queremos honrar a Nuestra Madre del Cielo, hacemos el propósito

firme, ¡tan grato a Ella!, de recurrir a su intercesión en cualquier necesidad en que nos encontremos,

siguiendo el consejo de un Padre de la Iglesia: “Si se levantan los vientos de las tentaciones, si tropiezas con

los escollos de la tentación, mira a la estrella, llama a María. Si te agitan las olas de la soberbia, de la

ambición o de la envidia, mira a la estrella, llama a María. Si la ira, la avaricia o la impureza impelen

violentamente la nave de tu alma, mira a María. Si turbado con la memoria de tus pecados, confuso ante la

fealdad de tu conciencia, temeroso ante la idea del juicio, comienzas a hundirte en la sima sin fondo de la

tristeza o en el abismo de la desesperación, piensa en María. En los peligros, en las angustias, en las dudas,

piensa en María, invoca a María. No se aparte María de tu boca, no se aparte de tu corazón; y para conseguir

su ayuda intercesora no te apartes tú de los ejemplos de su virtud. No te descaminarás si la sigues, no

desesperarás si la ruegas, no te perderás si en Ella piensas. Si Ella te tiene de su mano, no caerás; si te

protege, nada tendrás que temer; no te fatigarás si es tu guía; llegarás felizmente al puerto si Ella te ampara”

(21). Bajo su amparo ponemos todos los días de nuestra vida. Ella nos guiará a través de un camino seguro.

Cor Mariae dulcissimum iter para tutum.

(1) PABLO VI, Homilía 8IX1964. (2) Gen 3, 15. (3) Is 7, 14. (4) Mt 1, 2223. (5) Jdt 15, 910. (6) Cfr. C. POZO,

María en la Escritura y la fe de la Iglesia, pp. 32 ss. (7) Prov 8, 24. (8) Eclo 24, 2430. (9) Cant 4, 7. (10) Eclo

24, 25.- (11) J. ESCRIVA DE BALAGUER, Amigos de Dios, 279. (12) Lc 2, 51. (13) Cfr. JUAN PABLO II,

Homilía 20X1979. (14) IDEM, Homilía 4VI1979. (15) Cfr. LITURGIA DE LAS HORAS, Himno de laudes del 15

de agosto. (16) SAN BERNARDO, Homilías sobre la Virgen Madre, 2. (17) SANTO TOMAS, Sobre el

Avemaría, en Escritos de catequesis, p. 182. (18) Ibidem. (19) Ibidem, p. 185. (20) Himno Ave, maris stella.-

(21) SAN BERNARDO, loc. cit.

* El pueblo cristiano, por inspiración del Espíritu Santo, ha sabido llegar a Dios a través de su Madre. Con una

experiencia constante de sus gracias y favores la ha llamado “omnipotencia suplicante”, y ha sabido encontrar

en Ella el atajo “senda por donde se abrevia el camino” para llegar a Dios. El amor ha “inventado” numerosas

formas de tratarla y honrarla. Hoy comenzamos esta Novena, en la que procuramos ofrecer algo personal

cada día a Nuestra Señora, para preparar la Solemnidad de su Concepción Inmaculada.

 

Homilía: Domingo 1º de Adviento; ciclo A

Homilía I: con textos de homilías pronunciadas por S.S. Juan Pablo II

Homilía II: a cargo de D. Justo Luis Rodríguez Sánchez de Alva

Homilía III: basada en el Catecismo de la Iglesia Católica

(Is 2,1-5) “Venid y subamos al monte del Señor”

(Rom 13,11-14) “Vistámonos de las armas de la luz”

(Mt 24,37-44)  “Velad porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor”

Homilía I: con textos de homilías pronunciadas por S.S. Juan Pablo II

Homilía en la parroquia de S. Felipe de Neri (27-XI-1983)

— Abrir las puertas al Redentor

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— Salir al encuentro del Señor

— Transformación del hombre

— Abrir las puertas al Redentor

“Damos cuenta del momento en que vivís; ya es hora de espabilarse” (Rom 13,11).

Con estas palabras se dirige a cada uno de vosotros la liturgia de hoy invitándoos a acoger el llamamiento

que nos viene del comienzo del Adviento.

“Espabilarse” quiere decir abrir el corazón a la realidad divina que se insertó en el tiempo humano. Por ello se

dice: “La salvación está más cerca”.

 

El Adviento es como una primera dimensión de este vincularse la realidad divina al tiempo humano. Esta

vinculación se refleja en el año litúrgico, ya que el primer domingo de Adviento es al mismo tiempo comienzo

del año litúrgico.

 

El carácter específico de “adviento”, la Iglesia debe vivirlos con los mismos sentimientos con los que la Virgen

María esperaba el nacimiento del Señor en la humildad de nuestra naturaleza humana. Como María ha

precedido a la Iglesia en la fe y en el amor en el alba de la era de la redención, así la precede hoy mientras

este Jubileo se prepara hacia el nuevo milenio de la redención” (Aperite portas Redemptori, 9).

“Dándonos cuenta del momento”: ¿Qué quiere decir? “Vayamos con gozo al encuentro del Señor”.

 

— Salir al encuentro del Señor

 

El Adviento es prospectiva gozosa de “ir a la casa del Señor”(cfr. Sal 121,1), de llegar al término de esta gran

“peregrinación” en que debe consistir la vida terrena. El hombre está llamado a vivir “en la casa del Señor”. Allí

está su “casa” verdadera. La peregrinación del Año Santo es figura de nuestro camino hacia la casa del Padre

y el Adviento nos estimula a apresurar el paso con esperanza.

 

El Adviento es la espera del día en que “el Señor será juez de las gentes y árbitro de muchos pueblos” (Is

2,4). Esta plenitud de verdad será el principio y fundamento de la paz definitiva y universal que es el objeto de

la esperanza de todos los hombres de buena voluntad.

 

El Adviento es una reafirmación del camino eterno del hombre hacia Dios; cada año marca un nuevo

comienzo de este camino: ¡La vida del hombre no es un camino impracticable, sino vía que lleva al encuentro

con el Señor!

 

Además en esta invocación del primer domingo de Adviento hay como un preanuncio de los senderos que

llevarán la noche de Belén a los pastores y a los Reyes Magos de Oriente hacia Jesús recién nacido.

 

— Transformación del hombre

 

“Dándonos cuenta del momento”: ¿Qué quiere decir vestíos del Señor Jesucristo” (Rom 13,14):

 

-el camino del hombre introduce en el interior del hombre que de diversos modos experimenta el gravamen

del pecado, como lo atestigua la segunda lectura;

 

-el encuentro a que aludimos no se realiza sólo “fuera”, sino también “dentro” y consiste en una

transformación tal del interior del hombre que lo aproxima a la santidad de Aquel con quien nos encontramos,

y en esto consiste el “vestirse del Señor Jesucristo”;

 

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-el significado “histórico” del Adviento está impregnado de sentido “espiritual”. En efecto, el Adviento no quiere

ser sólo rememoración del período histórico que precedió al nacimiento del Salvador si bien entendido de esta

manera, tiene también de por sí un significado espiritual muy elevado. Sin embargo, por encima de esto y con

más profundidad, el Adviento quiere recordarnos que toda la historia del hombre y de cada uno de nosotros se

ha de considerar como un gran “adviento”, una espera de la venida del Señor un momento tras otro, para que

nos encuentre prontos y en vela, y lo podamos recibir dignamente.

“Dándonos cuenta del momento” significa: “Velad porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor” (Mt 24,42).

 

-La vinculación de Dios, de la realidad divina, con el tiempo humano reafirma por una parte lo limitado de este

tiempo que tiene un término, y por otra abre este mismo tiempo a la eternidad de Dios y a las “realidades

últimas” vinculadas a ésta.

 

-El Adviento tiene un significado “escatológico”, puesto que atrae nuestro pensamiento y propósitos hacia las

realidades futuras. Nos recuerda la meta última de nuestro camino y nos estimula a ocuparnos de las

realidades terrenas sin dejarnos anegar en ellas, sino enderezándolas hacia las celestiales. Nos exhorta a

prepararnos bien a estas últimas, de modo que la llegada del Señor no nos encuentre desprevenidos y mal

dispuestos.

 

-“Velad”: El espíritu del hombre “despierto” a la realidad divina y atraído por lo mismo hacia su destino eterno

en Dios, debe animar toda la temporalidad con una nueva conciencia.

 

El mundo tiene necesidad absoluta de Jesús crucificado y resucitado. La potencia de su gracia puede y debe

permear y animar evangélicamente a todos los ambientes seculares de la familia, el trabajo, la sociedad y la

cultura, sobre todo a través del carisma de los laicos cristianos.

 

Deseo de corazón que esta visita sirva para abrirnos aún más los ojos del alma a la realidad divina y, por así

decir, despertarnos de nuevo a ésta.

 

Y nos ayude también a transformarnos interiormente y a que nuestra humanidad se revista del Señor

Jesucristo con creciente madurez.

 

Con nueva alegría vayamos al encuentro del Señor que va a venir, como todos los años, en la solemnidad de

Navidad, hacia el Señor con quien nos vamos a encontrar también al final de nuestra vida terrena. En efecto,

el Adviento nos recuerda cada año que la vida humana no es un sendero impracticable hacia Dios,

sino un verdadero camino hecho propio por el Verbo Divino.

 

DP-331 1983

 

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Homilía II: a cargo de D. Justo Luis Rodríguez Sánchez de Alva

Comienza el Adviento en el que la Iglesia nos invita a considerar el misterio de Cristo que ilumina ese otro

misterio que s también el hombre. Nos preparamos para la Navidad que llega y la Navidad eterna: el

encuentro con Dios al término de esta vida. Para ello tendremos a excelentes maestros: Isaías, Juan Bautista,

José y María, la Madre del Señor.

Toda nuestra vida es un adviento, una espera gozosa y esforzada hacia una vida sin fin. Nuestro corazón no

está hecho para la destrucción sino para la existencia, para lo verdadero, lo bello, lo amable, lo justo… Pero si

Cristo no hubiera venido al mundo  no habría esperanza de que esto pudiera ser una realidad, ya que la

experiencia diaria convence al hombre -a veces de forma macabra- que el mal, la mentira, la violencia, la

Page 6: Novena a La Inmaculada

enfermedad y la muerte adquieren un protagonismo abusivo. Por eso no hay mentira mayor que buscar un

paraíso en la tierra. No hay engaño mayor que el de quien trabaja por una justicia, una paz, un orden que no

esté basado en Cristo.

Con todo, no podemos olvidar que hay en nosotros una tendencia a absolutizar las cosas de esta vida

olvidando nuestro destino eterno. “Vigilad”, nos dice Jesús, porque el peligro de deslizarse hacia la

sensualidad, no valorando sino lo que se puede tocar, lo que hace más placentera la vida, así como el

narcisismo que nos repliega sobre nosotros mismos desplazando de nuestro horizonte vital a Dios, es algo

constante.

¡En cuántas ocasiones, absorbidos por los problemas diarios vivimos instalados en un profundo sopor que

olvida el sentido trascendente de la vida! Se vive como drogado y se muere convenientemente sedado en un

hospital para no enterarse tampoco de la importancia de ese trance. Un cristiano no debe conducirse por

miedo a su Padre Dios, pero sí de un modo responsable, de forma que los cantos de sirena que a lo largo de

la travesía de la vida intentan seducirlo, no le desvíen del trayecto que le conduce al puerto de la salvación.

Preguntémonos: ¿Qué orientación estoy dando a mi vida? ¿Busco en medio de mis ocupaciones habituales al

Dios de todas las cosas, o son esas cosas las que me alejan de Dios? Es en medio del trabajo, de la vida

familiar y social, de la colaboración por una sociedad más humana y solidaria, donde cada uno decide su

felicidad para siempre. Estas cosas desempeñadas como Dios quiere, son las que nos preparan para la

segunda venida del Dios de todas las cosas.

Adviento, tiempo de preparación para recibir al Señor que llega en Navidad, y para imprimir a nuestra vida un

valor de eternidad, porque la segunda venida de Cristo sorprenderá a los hombres en lo que estén haciendo,

bueno o malo.

 

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Homilía III: basada en el Catecismo de la Iglesia Católica

Esperar al que viene a hacer nuevas todas las cosas es empezar a sentirse renovado

I. LA PALABRA DE DIOS

 

Is 2,1-15: El Señor reúne a todos los pueblos en la paz eterna del Reino de Dios

Sal 121,1-2.3-4a(4b-5.6-7).8-9: Vamos a la casa del Señor

Rm 13,11-14: Nuestra salvación está cerca

Mt 24,37-44: Estad en vela para estar preparados

 

II. APUNTE BIBLICO-LITÚRGICO

 

Isaías contempla desde Sión la ciudad santa abriendo una nueva esperanza por la próxima intervención

salvadora de Yavé.

Dios ser el centro de atención de todos los pueblos, centro de instrucción sobre la Ley.

Yavé inaugura una nueva etapa de salvación.

Lo viejo está pasado; lo nuevo se nos echa encima. La vigilancia cristiana – actitud tan destacada en la

lectura evangélica– no es mirar en todas direcciones adivinando dónde pueda estar el enemigo, sino

mantenerse alerta para descubrir los signos del Reino de Dios en el mundo.

 

III. SITUACION HUMANA

 

Lo cristiano no es esperar a que nos den hecha la historia. Cuando el creyente se compromete con ella está

haciendo presente la salvación de Dios, no la que él fabrique. Lo alienante es quedarse quieto; lo evangélico

es trabajar por el Reino de Dios. Cuando alguien sabe que el Reino de Dios viene de Él no está afirmando lo

Page 7: Novena a La Inmaculada

obvio: est dando muestras de no inventarse el Reino de Dios. No nos faltan ocasiones para tomar el pulso a la

realidad circundante. Pero el reto cristiano es que ahí precisamente se hace la salvación por Dios y su Reino.

 

IV. LA FE DE LA IGLESIA

 

La fe

– La esperanza de los cielos nuevos y de la tierra nueva: Al fin de los tiempos el Reino de Dios llegar a su

plenitud. Despues del juicio final, los justos reinarán para siempre con Cristo, glorificados en cuerpo y alma, y

el mismo universo ser renovado (1042). En este «universo nuevo» (Ap 21,5), la Jerusalén celestial, Dios

tendra su morada entre los hombres. «Y enjugará toda lágrima de su ojos, y no habrá ya muerte ni habrá

llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado» (Ap 21,4) (1044; cf 1045).

– El juicio suceder cuando vuelva Cristo glorioso. Sólo el Padre conoce el día y la hora en que tendra lugar,

sólo Él decidirá su advenimiento. Entonces, Él pronunciará por medio de su Hijo Jesucristo, su palabra

definitiva sobre toda la historia (1040; cf 1038. 1039. 1040).

 

La respuesta

– La vigilancia ante el Reino de Dios: Mirado positivamente, el combate contra el yo posesivo y dominador

consiste en la vigilancia. Cuando Jesús insiste en la vigilancia, es siempre en relación a Él, a su Venida, al

último día y al «hoy». El esposo viene en mitad de la noche; la luz que no debe apagarse es la de la fe: «Dice

de ti mi corazón: busca su rostro» (Sal 27,8) (2730; cf 1001).

 

El testimonio cristiano

 

– La espera de una tierra nueva no debe amortiguar sino más bien avivar la preocupación de perfeccionar

esta tierra, donde crece el cuerpo de la nueva familia humana, el cual puede de alguna manera anticipar un

vislumbre del siglo nuevo. Por ello, aunque hay que distinguir cuidadosamente progreso temporal y

crecimiento del Reino de Cristo, sin embargo, el primero en cuanto puede contribuir a ordenar mejor la

sociedad humana, interesa en gran medida al Reino de Dios (GS 39) (1049).

 

Vivir el Adviento es vivir de y para la esperanza. De ella en cuanto apoyo; para ella en cuanto preparación de

los caminos del Señor.

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Primer domingo de Adviento: Ciclo “A”

1º de diciembre 2013

Page 8: Novena a La Inmaculada

Cristo glorioso [Vic, Cataluña, siglo 12]

Introducción

0.1.-Con este primer domingo de Adviento comienza un nuevo año litúrgico: el pueblo de Dios vuelve a

ponerse en camino para vivir el misterio de Cristo en la historia. Cristo es el mismo ayer, hoy y siempre (cf. Hb

13,8); en cambio, la historia cambia y necesita ser evangelizada constantemente; necesita renovarse desde

dentro, y la única verdadera novedad es Cristo: él es su realización plena, el futuro luminoso del hombre y del

mundo. Jesús, resucitado de entre los muertos, es el Señor al que Dios someterá todos sus enemigos,

incluida la misma muerte (cf. 1Co 15,25-28).

Por tanto, el Adviento es el tiempo propicio para reavivar en nuestro corazón la espera de Aquel que es, que

era y que va a venir (Ap 1,8). El Hijo de Dios ya vino en Belén hace veinte siglos, viene en cada momento al

alma y a la comunidad dispuesta a recibirlo, y de nuevo vendrá al final de los tiempos para “juzgar a vivos y

muertos”. Por eso, el creyente está siempre vigilante, animado por la íntima esperanza de encontrar al Señor,

como dice el Salmo: Mi alma espera en el Señor, espera en su palabra; mi alma aguarda al Señor, más que el

centinela a la aurora (Sal 130,5-6). (…)

0.2.-La palabra “esperanza” está íntimamente relacionada con la palabra “fe”. Es un don que cambia la vida

de quien lo recibe, como lo muestra la experiencia de tantos santos y santas.

¿En qué consiste esta esperanza, tan grande y tan [con]fiable que nos hace decir que en ella encontramos la

“salvación”? Esencialmente, consiste en el conocimiento de Dios, en el descubrimiento de su corazón de

Padre bueno y misericordioso. Jesús, con su muerte en la cruz y su resurrección, nos reveló su rostro, el

rostro de un Dios con un amor tan grande que comunica una esperanza inquebrantable, que ni siquiera la

muerte puede destruir, porque la vida de quien se pone en manos de este Padre se abre a la perspectiva de

la bienaventuranza eterna.

0.3.-El desarrollo de la ciencia moderna ha marginado cada vez más la fe y la esperanza [encerrándolas] en la

esfera privada y personal, hasta el punto de que hoy se percibe de modo evidente, y a veces dramático, que

el hombre y el mundo necesitan a Dios —¡al verdadero Dios!—; de lo contrario, no tienen esperanza.

No cabe duda de que la ciencia contribuye en gran medida al bien de la humanidad, pero no es capaz de

redimirla. El hombre es redimido por el amor, que hace buena y hermosa la vida personal y social. Por eso la

gran esperanza, la esperanza plena y definitiva, es garantizada por Dios que es amor, por Dios que en Jesús

nos visitó y nos dio la vida, y en él volverá al final de los tiempos.

En Cristo esperamos; es a él a quien aguardamos. Con María, su Madre, la Iglesia va al encuentro del

Esposo: lo hace con las obra de caridad, porque la esperanza, como la fe, se manifiesta en el amor .

La Parusía: Tres momentos o acepciones.

04.-El término griego parousia significa «venida», «presencia». En su sentido profano designaba la entrada

solemne y triunfal de un soberano helénico en una ciudad conquistada sobre la que en adelante iba a ejercer

su poder. Las primeras generaciones cristianas adoptan el término para designar el acontecimiento glorioso

de la venida del Señor al fin de los tiempos (cf. Mt 24,3.27.37.39; 1 Ts 2,19; 3,13; 4,15; 5,23; 1 Co 1,8; 15,23;

2 P 3,4.12).

Page 9: Novena a La Inmaculada

A partir del siglo segundo, con san Justino sobre todo, se empieza a hablar de “las dos Parusías”. De Cristo:

la primera, humilde y sufriente, ha sido su venida en la carne; la segunda, aun por llegar, será en cambio

majestuosa y gloriosa. En adelante ese esquema se repetirá en el pensamiento patrístico (Ireneo, Tertuliano,

Cipriano, Orígenes, Cirilo de Jerusalén).

En fin incluso san Bernardo en sus Sermones para el Adviento llegará a hablar de un [triple adviento]

adventus triplex del Señor: entre la primera venida y el retorno final de Cristo hay, en efecto, un

acontecimiento intermedio, perceptible únicamente con los ojos de la fe: el Señor nunca deja de venir a

nosotros en su Palabra y a través de los sacramentos. Por su Espíritu viene a establecer su morada en

nuestro corazón (cf Jn 14,23). En este sentido la Parusía del Señor es permanente; el Señor es “El que viene”

(Ap 1,4. 8; 4,8) .

0.5.-En las primeras comunidades cristianas, esta espera de la Parusía del Señor se vivía de un modo

apasionado y quizás exagerado; en la actualidad por el contrario, parece como si la espera estuviera algo

embotada: ¿se espera algo todavía?… Sin embargo, el credo niceno-constantinopolitano nos invita a

mantenernos orientados hacia Aquel “que volverá glorioso a juzgar a los vivos y a los muertos”; “Espero

(expecto) la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro”. La liturgia eucarística está toda ella

atravesada por ese deseo del advenimiento del Señor: “Esperamos tu retorno glorioso”.

En otras palabras, la historia tiene un sentido, está orientada hacia un fin. El “tiempo de la iglesia”, -este

período de la historia de la salvación que corre desde la Resurrección del Señor hasta su Parusía gloriosa -,

se parece a un gran “ADVIENTO”. Pero no está cerrado sobre sí mismo; sino que sigue abierto a un porvenir

que viene a nosotros y hacia el cual nos dirigimos irreversiblemente. Como en los [iconos, ábsides y]

mosaicos bizantinos [e igualmente en los occidentales hasta alrededor del siglo 12, como lo muestra el Cristo

de Vic que encabeza este subsidio], ese futuro que viene tiene rostro personal: el rostro luminoso y radiante

de Cristo Resucitado en el que se nos ofrece la comunión dichosa con el Padre y con los demás .

Comentario Bíblico

Primera Lectura. Isaías 2,1-5

1.1.- Vengan, subamos a la montaña del Señor,… Caminemos a la luz del Señor. Estas palabras ‘nos dan la

nota y el tono justo y adecuado’ para que nos demos cuenta que estamos en Adviento, y de que el año

litúrgico que hoy iniciamos consiste o equivale a una peregrinación comunitaria hacia el ‘lugar’ de la Presencia

de Dios, discernida a la luz del Espíritu.

Los peregrinos acuden de todas partes: todas las naciones afluirán para recibir las instrucciones del Señor. Y

¿cuáles serán sus enseñanzas? Pues enseñarnos a forjar arados con nuestras espadas para conducir

nuestros pasos por senderos de paz…

1.2.- Tenemos que empezar poniéndonos en camino, en actitud de ‘éxodo’, con disposiciones como las que el

salmo responsorial proclama: Va(ya)mos con alegría a la casa del Señor. Cada uno de nosotros debe volver a

escuchar ‘Hoy’ la alegre noticia: ¡vamos a la casa del Señor! (Sal 122,1).Este ponernos en movimiento

presupone que en precedencia ya ha venido hacia nosotros el Señor: de Sión saldrá la ley y de Jerusalén la

palabra del Señor (v 3). Esta peregrinación de la Palabra por entre los pueblos (El sembrador salió a sembrar.

Mt 13,4) produce ese movimiento de respuesta,- ¡‘responsorial’, diríamos!-, por el cual los pueblos, a su turno,

se ponen en marcha hacia Jerusalén; eso se logra poniéndose a la escucha de la palabra y aceptando la

toráh (ley). Todo ello generará otro itinerario, el de la recta praxis, ese concreto vivir de acuerdo a la voluntad

de Dios: vengan, subamos a la montaña del Señor, a la casa del Dios de Jacob. Él nos instruirá en sus

caminos y caminaremos por sus sendas (v 2). Se trata de ver lo bueno y realizarlo. El signo concreto de

querer llegar a la meta en este caminar estriba en el abandono de la violencia y de cualquier voluntad de

sujeción, manipulación o abuso de los demás en provecho del interés propio: ya no levantará la espada una

nación contra otra, y ya no se adiestrarán para la guerra, para dedicarse a edificar, aumentar y acrecentar la

vida, multiplicando así la bendición de Dios sobre la tierra (v 4. G et Spes 78; Aparecida 32; 48; 65;…): paz a

los que estaban lejos, paz a los que estaban cerca (Ef 2,17)

Salmo responsorial: Salmo 121[122],1-2. 4-

Page 10: Novena a La Inmaculada

2.1.-[Observemos que el Salmo responsorial de este domingo es el mismo que el del domingo pasado,- ¡el de

Cristo Rey! -, subrayando de este modo la dimensión escatológica de la primera parte del Adviento, eco y

prolongación de lo vivido en la culminación del Año litúrgico], [Salmo que] es uno de los más hermosos y

apasionados cánticos de las subidas. Se trata del salmo 121, una celebración viva y comunitaria [de]

Jerusalén, la ciudad santa hacia la que suben los peregrinos.

En efecto, al inicio, se funden dos momentos vividos por el fiel: el del día en que aceptó la invitación a ir a la

casa del Señor (v. 1) y el de la gozosa llegada a los umbrales de Jerusalén (cf. v. 2). Sus pies ya pisan, por

fin, la tierra santa y amada. Precisamente entonces sus labios se abren para elevar un canto de fiesta en

honor de Sión, considerada en su profundo significado espiritual.

2.2.-Jerusalén, ciudad bien compacta (v. 3), símbolo de seguridad y estabilidad, es el corazón de la unidad de

las doce tribus de Israel, que convergen hacia ella como centro de su fe y de su culto. En efecto, a ella suben

a celebrar el nombre del Señor (v. 4) en el lugar que la ley de Israel (Dt 12, 13-14; 16, 16) estableció como

único santuario legítimo y perfecto.

En Jerusalén hay otra realidad importante, que es también signo de la presencia de Dios en Israel: son los

tribunales de justicia en el palacio de David (Sal 121, 5); es decir, en ella gobierna la dinastía davídica,

expresión de la acción divina en la historia, que desembocaría en el Mesías (cf. 2 S 7, 8-16).

2.3.-Se habla de los tribunales de justicia en el palacio de David (v. 5) porque el rey era también el juez

supremo. Así, Jerusalén, capital política, era también la sede judicial más alta, donde se resolvían en última

instancia las controversias: de ese modo, al salir de Sión, los peregrinos judíos volvían a sus aldeas más

justos y pacificados.

El Salmo ha trazado, así, un retrato ideal de la ciudad santa en su función religiosa y social, mostrando que la

religión bíblica no es abstracta ni intimista, sino que es fermento de justicia y solidaridad. Tras la comunión

con Dios viene necesariamente la comunión de los hermanos entre sí.

2.4.-Llegamos ahora a la invocación final (cf. vv. 6-9). Toda ella está marcada por la palabra hebrea shalom,

paz, tradicionalmente considerada como parte del nombre mismo de la ciudad santa: Jerushalajim,

interpretada como “ciudad de la paz”.

Como es sabido, shalom alude a la paz mesiánica, que entraña alegría, prosperidad, bien, abundancia. Más

aún, en la despedida que el peregrino dirige al templo, a la casa del Señor, nuestro Dios, además de la paz se

añade el “bien”: te deseo todo bien (v. 9). Así, anticipadamente, se tiene el saludo franciscano: “¡Paz y bien!”.

Todos tenemos algo de espíritu franciscano. Es un deseo de bendición sobre los fieles que aman la ciudad

santa, sobre su realidad física de muros y palacios, en los que late la vida de un pueblo, y sobre todos los

hermanos y los amigos. De este modo, Jerusalén se transformará en un hogar de armonía y paz.

2.5.-Concluyamos nuestra meditación sobre el salmo 121 con la reflexión de uno de los Santos Padres, para

los cuales la Jerusalén antigua era signo de otra Jerusalén, también fundada como ciudad bien compacta.

Esta ciudad ―recuerda San Gregorio Magno en sus Homilías sobre Ezequiel―

“ya tiene aquí un gran edificio en las costumbres de los santos. En un edificio una piedra soporta la otra,

porque se pone una piedra sobre otra, y la que soporta a otra es a su vez soportada por otra. Del mismo

modo, exactamente así, en la santa Iglesia cada uno soporta al otro y es soportado por el otro. Los más

cercanos se sostienen mutuamente, para que por ellos se eleve el edificio de la caridad. Por eso San Pablo

recomienda: Ayúdense mutuamente a llevar sus cargas y así cumplirán la ley de Cristo (Ga 6, 2). Subrayando

la fuerza de esta ley, dice: La caridad es la ley en su plenitud (Rm 13, 10). En efecto, si yo no me esfuerzo por

aceptarlos a ustedes tal como son, y ustedes no se esfuerzan por aceptarme tal como soy, no puede

construirse el edificio de la caridad entre nosotros, que también estamos unidos por amor recíproco y

paciente. Y, para completar la imagen, no conviene olvidar que hay un cimiento que soporta todo el peso del

edificio, y es nuestro Redentor; él solo nos soporta a todos tal como somos. De él dice el Apóstol: nadie puede

poner otro cimiento que el ya puesto, Jesucristo (1 Co 3, 11). El cimiento soporta las piedras, y las piedras no

lo soportan a él; es decir, nuestro Redentor soporta el peso de todas nuestras culpas, pero en él no hubo

ninguna culpa que sea necesario soportar”

Page 11: Novena a La Inmaculada

Así, el gran Papa San Gregorio nos explica lo que significa el Salmo en concreto para la práctica de nuestra

vida. Nos dice que debemos ser en la Iglesia de hoy una verdadera Jerusalén, es decir, un lugar de paz,

“soportándonos los unos a los otros” tal como somos; “soportándonos mutuamente” con la gozosa certeza de

que el Señor nos “soporta” a todos. Así crece la Iglesia como una verdadera Jerusalén, un lugar de paz. Pero

también queremos orar por la ciudad de Jerusalén, para que sea cada vez más un lugar de encuentro entre

las religiones y los pueblos; para que sea realmente un lugar de paz .

Segunda Lectura: Romanos 13,11-14ª

3.1.- Ustedes saben en qué tiempo vivimos: Pablo exhorta a la comunidad cristiana de Roma a darse cuenta

de que está viviendo ya en los tiempos definitivos, en los tiempos finales. El cristiano se sitúa siempre en este

tiempo decisivo [¡el Adviento es el encargado de que no lo olvidemos!] y, por tanto, vive en la tensión de la

exigencia de ser un testimonio coherente de la fe. Este tiempo ha empezado con la muerte y la resurrección

de Cristo; en Él Dios ha pronunciado la palabra definitiva sobre el hombre y su historia.

3.2.- Ya es hora de que se despierten: Pablo recurre a las imágenes de la apocalíptica para describir este

tiempo definitivo: es el inicio del día, que reclama al hombre la decisión dificultosa de dejar el sueño y

emprender la lucha diaria. Día y noche, oscuridad y luz, son imágenes de la opción clave entre el bien y el mal

que el hombre ha de realizar. La referencia a la oscuridad queda completada con la descripción de algunos

vicios.

3.3.- Revístanse del Señor Jesucristo: El hombre a quien el día sorprende durmiendo aún y sin vestir no se

encuentra preparado para la lucha. El cristiano por el bautismo se ha revestido de Cristo y no tiene que

abandonar ese vestido si quiere estar a punto para el tiempo decisivo , del cual cada Adviento es como un

pequeño-gran sacramento.

Evangelio: san Mateo 24,37-44 [más breve: 24,37-44]

4.1.- Premisa: Reflexionar sobre Mt 24,29-44 (ó 37-44) equivale a querer transportar el entero océano con un

colador para ponerlo ante los propios ojos y los de los demás. Sin embargo vale la pena intentarlo destacando

ciertas ideas-fuerza [por ejemplo: la presencia-venida de Cristo; la Palabra que jamás callará; permanecer

vigilantes y atentos; no sabiendo ni el día ni la hora y sin embargo velando con perseverancia; aguardar el fin

del mundo pero en su dimensión de juicio salvífico] o algunas de las imágenes [un sol oscurecido y privado de

luz; al Hijo del hombre sobre las nubes del cielo; la higuera]. La liturgia nos permite así celebrar al ‘Ya-Venido

que Viene y aun debe Venir’ cuya Presencia-Ausencia debemos discernir permanentemente.

4.2.- En el centro del evangelio de hoy se encuentra la llegada del Señor. Mateo usa el término parusía

[traducido como ‘cuando-venga’ en los vv. 37 y 39]. Jesús, entonces, vendrá, se hará presente entre nosotros.

Lo que hará entre nosotros se dice con toda claridad: efectuará un juicio, un discernimiento en profundidad,

por el cual dos personas que se encuentran en la misma situación exterior tendrán suertes distintas (es este el

sentido de la expresión de dos que estén,…, uno llevado,…, otro dejado).

4.3.- Jesús nos invita a tener presente todo esto, a no olvidarlo. ‘Velar’, ‘vigilar’ [¡lamentablemente el

leccionario traduce ‘estén preparados’ lo que es una lástima ya que no celebramos la ‘preparación pascual’,

sino que debemos permanecer vigilantes, tal como nos lo muestra la ‘vigilia pascual’ que es la ‘madre de

todas las vigilias’ y de todas las ‘esperas’!], significa justamente no dormirse, no distraerse, prestar atención.

El Señor sabe que nos embotamos y nos olvidamos con gran facilidad y por eso nos trae el ejemplo de la

humanidad en tiempos de Noé: cada uno se ocupaba de su propia vida, atrapado por las pequeñas grandes

alegrías de la existencia, sin comprender nada de lo que sucedía a su alrededor. Entonces el Señor llega a la

hora menos pensada. Y eso no porque espere el momento propicio para sorprendernos, como un adversario

atento y vigilante para atacarnos en el momento en el que estemos más vulnerables e indefensos. ¡Él no es

nuestro enemigo, como lamentablemente tantas veces pensamos! Sino simplemente porque cuando no se

vigila cada momento es ‘el-momento-menos-pensado’. De ahí surge la necesidad de estar preparados (la

traducción ‘prevenidos’ no es del todo feliz, ya que puede suscitar sentimientos negativos aunque

etimológicamente equivalga a ‘pre-venir’ = preparados para la venida). ¿Qué cosa significa estar preparados?

Hacer lo que Noé: darse apuro para tener todo a punto, listo, de manera de superar el cataclismo que se nos

Page 12: Novena a La Inmaculada

viene encima. Otro ejemplo de falta de vigilancia son las cinco jóvenes necias de la parábola, que mientras

fueron a comprar el aceite llegó el Esposo y sólo las que, a pesar de haberse dormido estaban preparadas,

pudieron entrar al banquete de bodas (Mt 25,10). No velar y vigilar significa encontrarse descartado del

Encuentro gozoso con el Señor (Ver Ct 5,2), al verse excluido del banquete de bodas del Cordero (Ap 19,9).

Los Padres de la Iglesia nos iluminan

Anunciamos la venida de Cristo, pero no solamente la primera, sino también la segunda, más gloriosa que la

primera. La primera lleva el signo de la paciencia, en cambio la segunda lleva la corona del reino divino. Como

en la mayoría de los casos, en Nuestro Señor Jesucristo todas las cosas son dobles: hay un doble nacimiento,

el primero es el de Dios, antes de todos los siglos, y el otro el de la Virgen, en la plenitud de los tiempos. Hay

dos descensos: uno oscuro y callado, como sobre lana; el otro manifiesto, que es el que va a venir. En la

primera manifestación, fue envuelto en pañales en el pesebre; en la segunda llevará la luz como un manto. En

la primera, soportó la cruz, sufriendo el desprecio y la ignominia; en la segunda vendrá glorificado llevando

como séquito el ejército de los ángeles.

Por eso no nos detenemos en la primera venida, sino que esperamos la segunda. Y si en la primera hemos

dicho: “Bendito el que viene en nombre del Señor” (Mt 21,9), también en la segunda diremos lo mismo, para

que saliendo al encuentro del Señor con todos los ángeles, lo adoremos aclamando: “Bendito el que viene en

nombre del Señor” .

2 DE DICIEMBRE. TERCER DIA DE LA NOVENA DE LA INMACULADA

45. Esclava del Señor.

- La vocación de María.- Dios nos llama.- Medios para conocer la voluntad del Señor.I. Se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava (1).

Page 13: Novena a La Inmaculada

Cuando llegó la plenitud de los tiempos fue enviado el Angel Gabriel de parte de Dios a una ciudad de Galilea

llamada Nazareth (2). Se dirige a quien más amaba en la tierra y lo hace a través de un mensajero

excepcional, pues muy especial es el mensaje que comunica: No temas, María, porque has hallado gracia

delante de Dios… (3), le dice el Arcángel San Gabriel.

La Virgen, como fruto de su meditación, conocía bien la Escritura y los pasajes que hacían referencia al

Mesías, y le eran familiares las diversas formas empleadas para designarle. Además, a este conocimiento se

unía su extraordinaria sensibilidad interior para todo lo que hacía referencia al Señor. En un momento, por una

particular gracia, le fue revelado a Nuestra Señora que iba a ser Madre del Mesías, del Redentor del que

habían hablado los Profetas. Ella iba a ser aquella Virgen anunciada por Isaías (4), que concebiría y daría a

luz al Enmanuel, al Dios con nosotros.

La respuesta de la Virgen es una reafirmación de la entrega a la voluntad divina: He aquí la esclava del Señor,

hágase en mí según tu palabra (5). “Puede decirse que este consentimiento suyo para la maternidad es sobre

todo fruto de la donación total a Dios en la virginidad (…). Y toda su participación materna en la vida de

Jesucristo, su Hijo, la vivió hasta el final de acuerdo con su vocación a la virginidad” (6), que por moción del

Espíritu Santo había consagrado al Señor.

Desde el momento en que Nuestra Señora dio su consentimiento, el Verbo de Dios, la Segunda Persona de la

Trinidad Beatísima, tomó carne en sus entrañas purísimas. Y esto es lo más admirable y asombroso que ha

ocurrido desde la Creación del mundo. Y sucede en un pequeño pueblo desconocido, en la intimidad de

María. La Virgen comprendió su vocación, los planes de Dios sobre Ella. Ahora sabía el motivo de tantas

gracias del Señor, por qué había sido siempre tan sensible a las inspiraciones del Espíritu Santo, la razón de

sus cualidades. “Todos los menudos sucesos que constituyen la urdimbre de la existencia, a la vez que la

existencia misma en su totalidad, cobraron un relieve desusado, y al conjuro de las palabras del Angel todo

tuvo una explicación absoluta, más que metafísica, sobrenatural.

“Fue como si, de pronto, se hubiese colocado en el centro del universo, más allá del tiempo y del espacio” (7).

Y Ella, una adolescente, no titubea ante la grandeza inconmensurable de ser la Madre de Dios, porque es

humilde y confía en su Dios, al que se ha dado sin reservas. La Virgen Santa María es “Maestra de entrega

sin límites (…). Pídele a esta Madre buena que en tu alma cobre fuerza fuerza de amor y de liberación su

respuesta de generosidad ejemplar: “ecce ancilla Domini!” he aquí la esclava del Señor” (8). Señor, cuenta

conmigo para lo que quieras. No quiero poner límite alguno a tu gracia, a lo que me vas pidiendo cada día,

cada año. Nunca dejas de pedir, nunca dejas de dar.

II. “Este hecho fundamental de ser la Madre del Hijo de Dios supone, desde el principio, una apertura total a la

persona de Cristo, a toda su obra y misión” (9). En este cuarto día de la Novena a la Inmaculada, la Virgen

nos enseña a estar siempre abiertos a Dios en una entrega plena a la llamada que cada uno recibe del Señor.

Ésta es la grandeza de una vida: poder decir al término de la misma: Señor, he procurado cumplir siempre tu

voluntad, no he tenido otro fin aquí en la tierra.

La vocación a la que hemos sido llamados es el mayor don recibido de Dios, para lo que nos ha creado, lo

que nos hace felices, para lo que ha dispuesto desde la eternidad las gracias necesarias. A todos nos llama

Dios, y algo importante a sus ojos quiere de nosotros, desde el momento en que creó, directamente, un alma

inmortal irrepetible y la infundió en el cuerpo que recibimos también de Él, a través de nuestros padres. En

conocer la voluntad de Dios y llevarla a cabo consiste la grandeza del hombre, que se hace entonces

colaborador de Dios en la obra de la Creación y de la Redención. Encontrar la propia vocación es encontrar el

tesoro, la perla preciosa (10). Gastar todas nuestras energías en ella es encontrar el sentido de la vida, la

plenitud del ser. A unos pocos llama Dios a la vida religiosa o al sacerdocio; “a la gran mayoría, los quiere en

medio del mundo, en las ocupaciones terrenas. Por lo tanto, deben estos cristianos llevar a Cristo a todos los

ámbitos donde se desarrollan las tareas humanas: a la fábrica, al laboratorio, al trabajo de la tierra, al taller del

artesano, a las calles de las grandes ciudades y a los senderos de montaña”, y allí deben “actuar de modo

que, a través de las acciones del discípulo, pueda descubrirse el rostro del Maestro” (11).

Page 14: Novena a La Inmaculada

Contemplando la vocación de Santa María comprendemos mejor que los llamamientos que hace el Señor son

siempre una iniciativa divina, una gracia que parte del Señor: No me habéis elegido vosotros a Mí, sino que

Yo os elegí a vosotros (12). No pocas veces se cumplen al pie de la letra las palabras de la Escritura: Mis

caminos no son vuestros caminos… (13). Lo que habíamos forjado en nuestra imaginación, con tanta ilusión

quizá, poco tiene que ver a veces con los proyectos del Señor, que son siempre más grandes, más altos y

más bellos.

La vocación no es tampoco la culminación de una vida de piedad intensa, aunque normalmente sea necesario

un clima de oración y de amor para entender lo que Dios nos dice calladamente, sin mucho ruido. No siempre

coincide con nuestras inclinaciones y gustos, de ordinario demasiado humanos y a ras de tierra. No pertenece

la vocación al orden del sentimiento, sino al orden del ser; es algo objetivo que Dios nos tiene preparado

desde siempre. En cada hombre, en cada mujer, se cumplen las palabras que San Pablo dirige a los

cristianos de Éfeso (14), y que en tantas ocasiones hemos meditado: Elegit nos in ipso ante mundi

constitutionem…, nos eligió el Señor, ya antes de la constitución del mundo, para que fuéramos santos en su

presencia.

Dios busca para sus obras, de ordinario, a personas corrientes, sencillas, a las que comunica las gracias

necesarias. Enseña Santo Tomás de Aquino, aplicándolo a la Virgen, pero válido para todos, que “a quienes

Dios elige para una misión los dispone y prepara de suerte que sean idóneos para desempeñar la misión para

la que fueron elegidos” (15). Por eso, si alguna vez se hace cuesta arriba nuestro cometido, siempre

podremos decir: porque tengo vocación para esta misión, tengo las gracias necesarias y saldré adelante. Dios

me ayudará si yo pongo lo que esté de mi parte.

El Señor puede preparar una vocación desde lejos, quizá desde la misma niñez, pero también se puede

presentar de un modo súbito e inesperado, como le ocurrió a San Pablo en el camino de Damasco (16). Dios

se suele valer de otras personas para preparar una llamada definitiva o para darla a conocer. Con frecuencia

son los mismos padres los que, sin apenas darse cuenta, cumpliendo su misión de educadores en la fe,

disponen el terreno en el que germinará la semilla de la vocación, que sólo Dios pone en el corazón. ¡Qué

grandeza ser así instrumentos de Dios! ¿Qué no hará el Señor por ellos? Otras veces se vale de un amigo, de

una moción interior que penetra como espada de dos filos, y, frecuentemente, de ambas cosas a la vez. Si

existe un verdadero deseo de conocer la voluntad de Dios, si se ponen los medios sobrenaturales y el alma se

abre en la dirección espiritual, Dios da entonces muchas más garantías para acertar en la propia llamada que

en cualquier otro asunto. “¿Quieres vivir la audacia santa, para conseguir que Dios actúe a través de ti?

Recurre a María, y Ella te acompañará por el camino de la humildad, de modo que, ante los imposibles para la

mente humana, sepas responder con un “fiat!” ¡hágase!, que una la tierra al Cielo” (17). Audacia que será

necesaria en el momento en que el alma responde a Dios y sigue la vocación, y luego muchas veces a lo

largo de la vida, porque Dios nos llama cada día, cada hora. Y en alguna ocasión nos encontraremos con

“imposibles”, que dejarán de serlo si somos humildes y contamos con la gracia, como hizo Nuestra Madre

Santa María.

III. La Virgen nos enseña que para acertar en el cumplimiento de la voluntad divina (¡qué tristeza si nos

hubiéramos empeñado por unos caminos u otros en hacer nuestro propio capricho!) es necesaria una

disponibilidad completa. Sólo podemos cooperar con Dios cuando nos entregamos completamente a Él,

dejándole actuar sobre nuestra vida con entera libertad. “Dios no puede comunicar su voluntad si,

primeramente, no hay en el alma de la criatura esta presentación íntima, esta consagración profunda. Dios

respeta siempre la libertad humana, no actúa directamente ni se impone sino en la medida en que nosotros le

dejamos actuar” (18).

También nos indica la vida de la Virgen que para oír al Señor en cada circunstancia debemos cuidar con

esmero el trato con Él: ponderar, como Ella, las cosas en nuestro corazón, darles peso y contenido bajo la

mirada de Jesús: aprender a relacionar, subir el punto de mira de nuestros ideales. Junto a la oración, la

dirección espiritual puede ser una gran ayuda para entender lo que Dios quiere y va queriendo de nosotros. Y,

Page 15: Novena a La Inmaculada

siempre, el desprendimiento de gustos personales para adherirnos con firmeza a aquello que Dios nos pide,

aunque alguna vez pueda parecernos difícil y arduo.

La respuesta de la Virgen es como un programa de lo que será después toda su vida: Ecce ancilla Domini…

Ella no tendrá otro fin que cumplir la voluntad de Dios. Nosotros podemos darle hoy a la Virgen un sí para que

lo presente a su Hijo, sin reservas y sin condiciones, aunque alguna vez nos pueda costar.

(1) MISAS DE LA VIRGEN MARIA. Santa María esclava del Señor. Antífona de entrada. Lc 1, 47-48.- (2) Lc 1,

26. (3) Lc 1, 3033. (4) Is 7, 14. (5) Lc 1, 38. (6) JUAN PABLO II, Enc. Redemptoris Mater, 25-III-1987, 39. (7)

F. SUAREZ, La Virgen Nuestra Señora, p. 19. (8) J. ESCRIVA DE BALAGUER, Surco, n. 33. (9) JUAN

PABLO II, loc. cit. (10) Cfr. Mt 13, 4446. (11) J. ESCRIVA DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 105.- (12) Jn

15, 16. (13) Is 55, 8. (14) Ef 1, 4. (15) SANTO TOMAS, Suma Teológica, 3, q. 27, a. 4 c. (16) Cfr. Hech 9, 3.

(17) J. ESCRIVA DE BALAGUER, Surco, n. 124. (18) M. D. PHILIPPE, Misterio de María, pp. 8687.

 

Martes de la semana 1 de Adviento

Isaías anuncia que vendrá Jesús a traernos la paz: “Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis…

“En aquel tiempo, lleno de la alegría del Espíritu Santo, exclamó Jesús: – «Te doy gracias, Padre,

Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las

has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. Todo me lo ha entregado mi

Padre, y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien

el Hijo se lo quiere revelar.» Y volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: -«¡Dichosos los ojos que

ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que veis

vosotros, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron»” (Lucas 10,21-24).

1. -“Jesús manifestó un extraordinario gozo al impulso del Espíritu Santo y dijo:… Esto sucedió en

presencia de sus discípulos que regresaban de una misión apostólica y querían hablarle sobre el

trabajo que habían hecho”. Trato de imaginarte, Jesús, “en un gozo exultante“, dichoso, radiante. Todo ello

aparece en tu rostro, en tus gestos, en el tono de tu voz. Proviene del interior, es profundo… procede del

Espíritu Santo que habita en ti. Ese Espíritu que nos ha sido dado también a nosotros, que tú nos ha dado.

Jesús, me gusta verte exultar dando gracias al Padre por los sencillos y los humildes que confían plenamente

en Dios. Ayúdame a ser de los tuyos, y no de los sabios y prudentes que no aceptan tu palabra porque se

consideran autosuficientes. Esta predilección del Padre por los pobres y los pequeños es una constante en el

Antiguo y en el Nuevo Testamento. Que no sea yo de los que creen saberlo todo, tenerlo todo y disponer de

todo. En ti, Señor, se cumplieron nuestras esperanzas. No me gusta alguna película que han hecho sobre ti,

donde se te ve demasiado serio. Me gusta verte con buen humor como este Evangelio, lleno de esta alegría y

de esta sabiduría del Espíritu. El canto del Magníficat, muestra esta predilección divina por tu madre María, a

quien ha mirado Dios con predilección porque es humilde y la sierva del Señor, del mismo modo que llenará

de sus bienes a los pobres, y a los ricos los despedirá vacíos.

La alegría profunda de la Navidad la vivirán los humildes, los que saben apreciar el amor que Dios nos tiene,

manifestado en los pequeños, los que salen en el Portal de Belén: pastores, una familia pobre, el buey y la

mula que ha pintado la tradición… En este Adviento quisiera vivir esta alegría, Señor, aunque ya sé que al

mismo tiempo que la traes con tu venida, se puede decir que «todavía no» está del todo. Por eso, en cada

Eucaristía te tenemos, y también lanzamos una mirada hacia el futuro: «mientras esperamos la gloriosa

venida de nuestro Salvador Jesucristo». El «ven, Señor Jesús» lo cantamos muchas veces después del relato

de la institución eucarística. Como dijo Pablo, «cada vez que comáis y bebáis, proclamáis la muerte del Señor

hasta que venga». La esperanza nos hace mirar lejos. No sólo a la Navidad cercana, sino a la venida gloriosa

y definitiva del Señor, cuando su Reino haya madurado en todo su programa (J. Aldazábal).

Page 16: Novena a La Inmaculada

-“Yo te alabo Padre, Señor del cielo y de la tierra”. En la traducción no se ven otros matices, pues dices

también: “yo te bendigo, Padre”… Ha sutilizado una formula de “bendición” familiar a los judíos. A lo largo de

la jornada se invitaba a los judíos piadosos a dar gracias a Dios por todo diciéndole: “Bendito eres Tú por…

Bendito Tú eres por…” Tú rezabas a menudo esta plegaria. Hablas a su Padre. Le das gracias. Es el

sentimiento dominante de tu alma. Danos, Señor, el sentido de la acción de gracias, de la alegría de decir

“gracias Señor por… y gracias de nuevo por…” “Yo te bendigo, Señor”. He visto gente muy buena, que ante lo

bueno decía “gracias a Dios”, y ante lo que claramente se ve como malo, también rezan: “bendito sea Dios”.

-“Lo que has encubierto a los sabios y prudentes, lo has revelado a los pequeñuelos ”. Dios trabaja en el

corazón de cada hombre, incluso en el de los paganos. He de aprender a contemplar este trabajo de Dios: a

descubrir lo que está haciendo, actualmente, en los que me rodean, y en mí… para corresponder, para

facilitarle, para cooperar. Cada vez que una persona se supera, hace el bien, sigue la llamada de su

conciencia… debemos pensar que Dios está allí. Ayudar a esta persona a dar “este paso” adelante es trabajar

con Dios, acompañarle.

-“Los sabios, los prudentes… los pequeñuelos”… Ahí hay una clara oposición. Jesús, te pones de parte de

los pequeños, de los pobres, de los ignorantes… frente al desprecio de los doctores de la ley. Conocer a Dios

no es primordialmente una operación intelectual, reservada a una elite: los “pequeños” pueden descubrir

cosas sobre Dios que los sabios no alcanzan a comprender.

-“Nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiere revelarlo ”. Es la vida de relación divina,

de amor y de conocimiento recíproco.

-“Todo me ha sido confiado por mi Padre…” Esto evoca la transparencia de dos personas que no se

ocultan nada la una a la otra: es el “modelo” de todas nuestras relaciones humanas, y de nuestras relaciones

con Dios. ¿Qué llamada hay aquí, para mí, para mis equipos de trabajo o de apostolado? (Noel Quesson).

A veces parece que ser cristiano sea apartarse del mundo, y “en la conciencia común, los monasterios

aparecían como lugares para huir del mundo («contemptus mundi») y eludir así la responsabilidad con

respecto al mundo buscando la salvación privada” (Benedicto XVI). Pero no son eso, pues la solución no

puede ser despreciar ese mundo, el jardín que Dios nos ha regalado, es de mala educación rechazar un

regalo de amor. Y mucho menos podemos dejar de prestar atención a nuestros hermanos los hombres, a la

Iglesia, que es Cuerpo de Cristo. Por eso sigue diciendo el Papa: “Bernardo de Claraval, que con su Orden

reformada llevó una multitud de jóvenes a los monasterios, tenía una visión muy diferente sobre esto. Para él,

los monjes tienen una tarea con respecto a toda la Iglesia y, por consiguiente, también respecto al mundo”.

Jesús nos muestra la alegría que surge de la vida: “se regocijó Jesús en el Espíritu Santo y dijo: ‘yo te

alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra”, y después de este éxtasis ante la creación nos indica el modo

de vivir esa alegría: “porque escondiste estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a los

pequeñitos”: nos muestra una sabiduría que va más allá de la materia, y en Cristo entendemos toda la

creación: “bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis”…

Tenemos, ante tantos que “quisieron ver lo que vosotros veis, y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo

oyeron”, una responsabilidad para con la Iglesia, con la humanidad, con toda la creación; como explica el

Pseudo-Rufino: «El género humano subsiste gracias a unos pocos; si ellos desaparecieran, el mundo

perecería». Y sigue el Papa: “Los contemplativos –contemplantes– han de convertirse en trabajadores

agrícolas –laborantes–”, en este campo que es el mundo y que espera brazos para la siembra y para el

crecimiento de la cosecha y su recolección. La nobleza del trabajo no reside en restablecer el Paraíso aquí en

la tierra, “pero sostiene que, como lugar de labranza práctica y espiritual, debe preparar el nuevo Paraíso. Una

parcela de bosque silvestre se hace fértil precisamente cuando se talan los árboles de la soberbia, se extirpa

lo que crece en el alma de modo silvestre y así se prepara el terreno en el que puede crecer pan para el

cuerpo y para el alma”. Es el apostolado, ayudar a muchos a que vean, y ese es el gran bien que podemos

hacer a las almas en nuestro tiempo: “¿Acaso no hemos tenido la oportunidad de comprobar de nuevo,

precisamente en el momento de la historia actual, que allí donde las almas se hacen salvajes no se puede

Page 17: Novena a La Inmaculada

lograr ninguna estructuración positiva del mundo?”. Así, los cristianos son “luz del mundo”, para que muchos

vean.

Para el niño pequeño, sus padres lo son todo: todo lo saben, todo lo pueden, todo lo arreglan. Si hay algún

problema, no hay más que decírselo a papá o a mamá. Si se desea alguna cosa, hay que pedírsela a papá o

a mamá. Y cómo piden los niños: una y otra vez, sin cansarse, sin analizar las dificultades que supone

conseguir lo que quieren. Veo que tienen dos características muy propias de la infancia: fe inconmovible en

sus padres, y perseverancia en la petición. Hacerse niños: renunciar a la soberbia, a la autosuficiencia,

reconocer que nosotros solos nada podemos, porque necesitamos de la gracia, del poder de nuestro Padre

Dios para aprender a caminar y para perseverar en el camino. Ser pequeños exige abandonarse como se

abandonan los niños, creer como creen los niños, pedir como piden los niños.

Jesús, me pides que me haga pequeño en mi vida espiritual. Y ser pequeños exige abandonarse como se

abandonan los niños, creer como creen los niños, pedir como piden los niños. Ayúdame a tener esa fe rendida

en Ti: que te pida todo lo que me preocupa, todo lo que me gustaría que ocurriera, pero sabiendo que Tú

sabes más. Si no me concedes algo es porque no me conviene, aunque a mí me parezca algo necesario. Tú

eres mi Padre, me quieres y me cuidas. En Ti me abandono, en Ti pongo mi esperanza (San Josemaría

Escrivá de Balaguer; Pablo Cardona).

2. Isaias, el profeta de la esperanza, anuncia que, a pesar de que el pueblo de Israel parece un tronco seco y

sin futuro (en tiempos del rey Acaz), Dios le va a infundir vida y de él va a brotar un retoño que traerá a todos

la salvación. Jesé era el padre del rey David. Por tanto el «tronco de Jesé» hace referencia a la familia y

descendencia de David, que será la que va a alegrarse de este nuevo brote, empezando por las esperanzas

puestas en el rey Ezequías. La «raíz de Jesé» se erguirá como enseña y bandera para todos los pueblos.

Esta página del profeta fue siempre interpretada, por los mismos judíos -y mucho más por nosotros, que la

escuchamos dos mil años después de la venida de Cristo Jesús- como un anuncio de los planes salvadores

de Dios para los tiempos mesiánicos. El cuadro no puede ser más optimista. El Espíritu de Dios reposará

sobre el Mesías y 1e llenará de sus dones. Por eso será siempre justo su juicio, y trabajará en favor de la

justicia, y doblegará a los violentos. En su tiempo reinará la paz. Las comparaciones, tomadas del mundo de

los animales, son poéticas y expresivas. Los que parecen más irreconciliables, estarán en paz: el lobo y el

cordero. Son motivos muy válidos para mirar al futuro con ánimos y con esperanza.

En un mundo convulsionado como el nuestro, la gran esperanza está en la salvación y la paz que Jesús viene

a traernos, garantizada por la justicia con los pobres y por la experiencia de Dios.

3. El Salmo 71 expresa hoy en la liturgia que el Rey que esperamos hará justicia a los pobres y librará al que

no tiene protector: «Que en sus días florezca la justicia y la paz abunde eternamente. Regirá a su pueblo

con justicia y a los humildes con rectitud. En sus días florecerá la justicia y la paz, dominará de mar a

mar; del gran río al confín de la tierra… Librará al pobre que clamaba, al afligido que no tenía

protector, se apiadará del pobre y del indigente y salvará la vida de los pobres». En esta línea hoy

pedimos: «Perdona los pecados de tu pueblo y danos la salvación».

Llucià Pou Sabaté

3 DE DICIEMBRE. CUARTO DIA DE LA NOVENA DE LA INMACULADA

Page 18: Novena a La Inmaculada

47. Causa de nuestra alegría.

- La alegría verdadera llega al mundo con María.- Ella nos enseña a ser motivo de alegría para los demás.- Echar fuera toda tristeza.I. Oh Dios, que, por la encarnación de tu Hijo, has llenado el mundo de alegría, concédenos, a los que

veneramos a su Madre, causa de nuestra alegría, permanecer siempre en el camino de tus mandamientos,

para que nuestros corazones estén firmes en la verdadera alegría (1).

En Dios está la alegría verdadera, y lo que nos llega de Él viene siempre con este gozo. Cuando Dios hizo el

mundo de la nada, todo fue una fiesta, y de modo particular cuando creó el hombre a imagen y semejanza

suya. Hay un gozo contenido en la expresión con que concluye el relato de la creación: Y vio Dios que era

muy bueno cuanto había hecho (2). Nuestros primeros padres gozaban de cuanto existía y exultaban en

amor, alabanza y gratitud a Dios. No conocían la tristeza.

Pero llegó el primer pecado, y con él algo perturbador cayó sobre el corazón humano. La pesadumbre vino a

sustituir en el hombre a la clara y luminosa alegría, y la tristeza se infiltró en lo más íntimo de las cosas. Con la

Concepción Inmaculada de María vino al mundo, silenciosamente, el primer destello de alegría auténtica. Su

nacimiento fue de inmenso gozo para la Trinidad Beatísima, que miraba complacida al mundo porque en él

estaba María. Y con el fiat de Nuestra Señora, por el que dio su asentimiento a los planes divinos de la

redención, llenó su corazón más plenamente de la alegría de Dios, y ese gozo, que tiene su origen en la

Santísima Trinidad, se ha desbordado a la humanidad entera. Cuando Dios “quiere trabajar un alma, elevarla

a lo más alto de su amor, la instala primeramente en su alegría” (3). Esto lo hizo con la Virgen Santísima; y la

plenitud de este gozo es doble: en primer lugar porque está llena de gracia, llena de Dios, como ninguna otra

criatura lo ha estado ni lo llegará a estar; en segundo lugar, porque desde el momento de su asentimiento a la

embajada del Angel, el Hijo de Dios ha tomado carne en sus purísimas entrañas: con Él llegó toda la alegría

verdadera a los hombres. El anuncio de su nacimiento en Belén se llevará a cabo con estas significativas

palabras: No temáis, pues vengo a anunciaros una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: hoy os ha

Page 19: Novena a La Inmaculada

nacido en la ciudad de David el Salvador, que es el Cristo, el Señor (4). Cristo es el gran contento, que barre

las tristezas del corazón; Nuestra Señora fue la Causa de nuestra alegría verdadera, porque con su

asentimiento nos dio a Cristo, y actualmente, cada día, nos lleva a Él y nos lo vuelve a entregar. El camino de

la vida interior conduce a Jesús a través de María. La alegría no podemos olvidarlo jamás es estar con Jesús,

aunque nos rodeen por todas partes dolores y contradicciones; la única tristeza sería no tenerle. “Esta

experiencia viva de Cristo y de nuestra unidad es el lugar de la esperanza y es, por tanto, fuente de gusto por

la vida; y de este modo, hace posible la alegría; una alegría que no se ve obligada a olvidar o a censurar nada

para tener consistencia” (5).

II. La Virgen lleva la alegría allí donde va. Y en cuanto oyó Isabel el saludo de María, el niño saltó de gozo en

su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo (6). Es la proximidad de María, que lleva en su seno al Hijo de

Dios, la causa de tanto alborozo en aquella casa, que hasta el Bautista aún no nacido muestra su alegría en el

vientre de su madre. “Estando presente el Señor no puede contenerse escribe San Juan Crisóstomo ni

soporta esperar los plazos de la naturaleza, sino que trata de romper la cárcel del seno materno y se cuida de

dar testimonio de que el Salvador está a punto de llegar” (7).

La Virgen nos enseña a ser causa de alegría para los demás en el seno de la familia, en el trabajo, en las

relaciones con aquellos a quienes tratamos, aunque sea por poco tiempo, con motivo de una entrevista, de un

viaje, de esos pequeños favores que hacen más llevadero el tráfico difícil de la gran ciudad o la espera de un

medio de transporte público que tarda en llegar. Debe sucedernos como a esas fuentes que existen en

muchos pueblos, donde acuden por agua las mujeres del lugar. Unas llevan cántaros grandes, y la fuente los

llena; otros son más pequeños, y también se vuelven repletos hasta arriba; otros van sucios, y la fuente los

limpia… Siempre se cumple que todo cántaro que va a la fuente vuelve lleno. Y así ha de ocurrir con nuestra

vida: cualquier persona que se nos acerque se ha de ir con más paz, con alegría. Todo aquel que nos visite

porque estemos enfermos, o por razón de amistad, de vecindad, de trabajo…, se ha de volver algo más

alegre. A la fuente, normalmente, le llega el agua de otro lugar. El origen de nuestra alegría está en Dios, y la

Virgen nos lleva a Él. Cuando una fuente no da agua se llena de muchas suciedades; como el alma que ha

dejado de ser manantial de paz para los demás, porque posiblemente no están claras sus relaciones con el

Señor. “¿No hay alegría? Piensa: hay un obstáculo entre Dios y yo. Casi siempre acertarás” (8). Y una vez

descubierto, Nuestra Señora nos ayudará a quitarlo.

La alegría enseña Santo Tomás de Aquino nace del amor (9). Y tanta fuerza tiene el amor “que olvidamos

nuestro contento por contentar a quien amamos. Y verdaderamente es así, que, aunque sean grandísimos

trabajos, entendiendo contentamos a Dios, se nos hacen dulces” (10). El trato con Jesús nos hace pasar por

encima de las diferencias o pequeñas antipatías que podrían surgir en algún momento, para llegar al fondo

del alma de quienes tratamos, frecuentemente sedientos de una sonrisa, de una palabra amable, de una

contestación cordial.

En este cuarto día de la Novena a la Inmaculada podemos examinar cómo es nuestra alegría, si es camino

para que otros encuentren a Dios, si somos luz y no cruz para con quienes tenemos habitualmente una

relación más intensa. Hoy podemos ofrecer a Nuestra Señora el propósito firme y sincero de ser motivo de

alegría para otros, de “hacer amable y fácil el camino a los demás, que bastantes amarguras trae consigo la

vida” (11). Es un modo cordial de imitar a la Virgen, que nos sonreirá desde el Cielo y nos alentará a seguir

por ese camino, en el que enseguida encontraremos a su Hijo. Y esto en los días en los que alegrar a los

demás nos resulta fácil, y también en aquellos en los que, por cansancio o porque llevemos alguna

sobrecarga, nos cueste un poco más. En esas ocasiones nos ayudará especialmente nuestra Madre del Cielo.

III. Quienes estuvieron cerca de Nuestra Señora participaron del inmenso gozo y de la paz inefable que

llenaba su alma, pues en todo se reflejaba “la riqueza y hermosura con que Dios la ha engrandecido.

Principalmente por estar salvada y preservada en Cristo y reinar en Ella la vida y el amor divino. A ello aluden

otras advocaciones de nuestra letanía: Madre amable, Madre admirable, Virgen prudentísima, poderosa, fiel…

Siempre una nueva alegría brota de Ella, cuando está ante nosotros y la miramos con respeto y amor. Y si

entonces alguna migaja de esa hermosura viene y se adentra en nuestra alma y la hace también hermosa,

Page 20: Novena a La Inmaculada

¡qué grande es nuestra alegría!” (12). ¡Qué fácil nos resulta imaginar cómo todos los que tuvieron la dicha de

conocerla desearían estar cerca de Ella! Los vecinos se acercarían con frecuencia a su casa, y los amigos, y

los parientes… Ninguno oyó de sus labios quejas o acentos pesimistas o quejumbrosos, sino deseos de

servir, de darse a los demás.

Cuando el alma está alegre con penas y lágrimas, a veces se vierte hacia fuera y es estímulo para los demás;

la tristeza, por el contrario, oscurece el ambiente y hace daño. Como la polilla al vestido y la carcoma a la

madera, así la tristeza daña al corazón del hombre (13); y daña también a la amistad, a la vida de familia…, a

todo. Predispone al mal; por eso se ha de luchar enseguida contra ese estado de ánimo si alguna vez pesa en

el corazón: Anímate, pues, y alegra tu corazón, y echa lejos de ti la congoja; porque a muchos mató la

tristeza. Y no hay utilidad en ella (14). El olvido de sí mismo, no andar excesivamente preocupado en los

propios asuntos, que pocas veces son demasiado importantes, confiar más en Dios, es condición necesaria

para estar alegres y servir a quienes nos rodean. Quien anda preocupado de sí mismo difícilmente encontrará

la alegría, que es apertura a Dios y a los demás. Por el contrario, nuestro gozo será en muchas ocasiones

camino para que otros encuentren al Señor.

La oración abre el alma al Señor, y de ella puede arrancar la aceptación de una contrariedad, causa, quizá, de

ese estado triste, o dejar eso que nos preocupa en las manos de Dios, o nos puede llevar a ser más

generosos, a hacer una buena Confesión, si la tibieza o el pecado han sido la causa del alejamiento del Señor

y de la tristeza y el malhumor.

Terminamos nuestra oración dirigiéndonos a la Virgen: “Causa nostrae laetitiae!, ¡Causa de nuestra alegría,

ruega por nosotros! Enséñanos a saber recoger, en la fe, la paradoja de la alegría cristiana, que nace y

florece del dolor, de la renuncia, de la unión con tu Hijo crucificado: haz que nuestra alegría sea siempre

auténtica y plena, para poderla comunicar a todos” (15).

Ofrezcamos a nuestra Madre del Cielo en este día de la Novena el propósito firme de rechazar siempre la

tristeza y de ser causa de paz y de alegría para los demás.

(1) MISAS DE LA VIRGEN MARIA, II. Misa de Santa María, Causa de nuestra alegría. Oración colecta. (2)

Gen 1, 31.- (3) M. D. PHILIPPE, Misterio de María, p. 134. (4) Lc 2, 1011. (5) L. GIUSSANI, La utopía y la

presencia, en Revista 30 DIAS, VIII-IX/1990, p. 9. (6) Lc 1, 41. (7) SAN JUAN CRISOSTOMO, Sermón

recogido por Metafrasto. (8) J. ESCRIVA DE BALAGUER, Camino, n. 662. (9) SANTO TOMAS, Suma

Teológica, 22, q. 28, a. 4. (10) SANTA TERESA, Libro de las Fundaciones, 5, 10. (11) J. ESCRIVA DE

BALAGUER, Surco, n. 63. (12) F. M. MOSCHNER, Rosa mística, Rialp, Madrid 1957, p. 180. (13) Prov 25, 20.

(14) Ecl 30, 2425. (15) JUAN PABLO II, Homilía 31V1979.

 

 

Miércoles de la semana 1 de Adviento

Jesús sigue curando a muchos, y multiplica los panes… lo que le ofrecemos, nos lo multiplica con su

generosidad

«Después que Jesús partió de allí, vino junto al mar de Galilea, subió a la montaña y se sentó. Acudió

a él una gran multitud llevando consigo cojos, ciegos, lisiados, mudos y otros muchos enfermos, y los

pusieron a sus pies y los curó; de tal modo que se maravillaba la multitud viendo hablar a los mudos y

quedar sanos los lisiados, andar a los cojos y ver a los ciegos, por lo que glorificaban al Dios de Israel.

Jesús llamó a sus discípulos y dijo: Siento profunda compasión por la muchedumbre, porque hace ya

tres días que permanecen junto a mi y no tienen qué comer; no quiero despedirlos en ayunas no sea

que desfallezcan en el camino. Pero le decían los discípulos: ¿De dónde vamos a sacar; estando en el

desierto, tantos panes para alimentar a tan gran multitud? Jesús les preguntó: ¿Cuántos panes

tenéis? Ellos le respondieron: Siete y unos pocos pececillos. Entonces ordenó a la multitud que se

Page 21: Novena a La Inmaculada

acomodase en el suelo. Tomó los siete panes y los peces y, después de dar gracias, los partió y los

fue dando a los discípulos, y los discípulos a la multitud. Y comieron todos y quedaron satisfechos. De

los trozos sobrantes recogieron siete espuertas llenas” (Mateo 15,29-37).

1. –“Muchas gentes fueron a Jesús llevando consigo cojos, ciegos, baldados, mudos y otros muchos

enfermos”. He ahí la pobre humanidad que corre tras de Ti, Señor. Jesús, tu atención va en primer lugar

hacia éstos: los que sufren, por los pobres, por los enfermos. En este tiempo de Adviento, propio para

reflexionar sobre la espera de Dios que se encuentra en el corazón de los hombres, es muy provechoso

contemplar esta escena: “Jesús rodeado… Jesús acaparado… Jesús buscado”… por los baldados, los

achacosos.

-“Y los pusieron a sus pies y El los curó”. Es el signo de la venida del Mesías: el mal retrocede, la

desgracia es vencida. ¿Es éste también el signo que yo mismo doy siempre que puedo? ¿Procuro también

que el mal retroceda? Y mi simpatía, ¿va siempre hacia los desheredados? Mi plegaria y mi acción ¿caminan

en este sentido?

-“Entonces la multitud estaba asombrada… y glorificaron a Dios”. La venida del Señor es una fiesta para

los que sufren. Cuando Dios pasa deja una estela de alegría. ¿Me sucede lo mismo cuando trato de revelar a

Dios? Sé muy bien, Señor, que las miserias materiales no suelen ser aliviadas hoy; quedan muchos baldados,

ciegos, achacosos…

Es una de las graves cuestiones de nuestra fe. Quiero creer, sin embargo, que Tu proyecto es suprimir todo

mal. Quiero participar en él… con la esperanza de que por fin el mal desaparecerá. Y aun cuando

desgraciadamente, las miserias físicas no puedan ser siempre suprimidas, creo que es posible a veces

transfigurarlas un poco.

Señor, da ese valor y esa transfiguración a todos los angustiados. Jesús, te veo hacer milagros. Nos traes el

Reino de Dios, con tus curaciones (físicas y espirituales, van unidas muchas veces) y quieres traernos el reino

de los cielos, anticipo del cielo. Además de las profecías, hiciste numerosos milagros:

a. Milagros sobre los espíritus: tanto los ángeles como los demonios se sometían públicamente a Cristo, como

algunos endemoniados

b. Milagros cósmicos, sobre la naturaleza: conversión del agua en vino, pescas milagrosas, apaciguamiento

de la tempestad, multiplicación de los panes, caminar sobre las aguas, pez con moneda en el interior, la

higuera maldita que inmediatamente se seca… tiene pleno poder sobre toda la creación. También veremos la

estrella que guía a los Magos hasta Belén, las tinieblas que rodearon el Calvario durante la crucifixión, el

terremoto que acompaña la Resurrección de Cristo.

c. Milagros sobre personas. Muchos son de orden moral, como perdonar los pecados, y otros son físicos,

como resurrecciones, curaciones y milagros “de majestad” (se someten a su autoridad los mercaderes del

templo, o cuando quieren despeñarlo en Nazaret, o la transfiguración o la caída de los enemigos en

Getsemaní).

Sólo Dios puede hacer milagros, y tú, Jesús, los hacías con tu propio poder, salía de ti un poder que sanaba a

todos (Lc 6,19). Con esto se muestra, dice San Cirilo, que “no obrara con poder prestado”. El dedo de Dios

está aquí (Ex 8,14).

Señor, te vuelcas con nosotros: “Siento profunda compasión por la muchedumbre”. Contemplo este

sentimiento tan humano en tu corazón de hombre y en tu corazón de Dios. Hoy todavía Jesús nos repite que

se apiada y sufre con los que sufren.

-”No tienen qué comer, y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino…

¿Cuántos panes tenéis?…” El Señor nos invita a prestar atención al grave problema del hambre. Los que

hoy tienen hambre. Todas las hambres: el hambre material, el hambre espiritual. Por eso quieres, sobre lo

que tenemos, hacer tu obra. Y les preguntas a todos aquellos, ambientos: “¿Cuántos panes tenéis?”

-“Siete panes y algunos pececillos…” Es de este “poco” que va a salir todo. Siete panes no es mucho para

una muchedumbre. Es en el reparto fraterno que se encuentra la solución del hambre y en el amor siempre

atento a los demás. Jesús multiplica. Pero ello ha tenido un primer punto de partida humano, modesto y

Page 22: Novena a La Inmaculada

pequeño. A pesar de ver cuán insuficientes son mis pobres esfuerzos, ¿no debo, sin embargo, hacer ese

esfuerzo? Señor, he aquí mis siete panes, ¡multiplícalos! (Noel Quesson).

Jesús, si con mis siete panes -mis pocas virtudes, mi torpe inteligencia, mi débil voluntad- Tú quieres ayudar a

los demás, tómalos. Es lo que tengo: tuyos son.

“¿Qué es lo que queréis o buscáis cuando venís a la Iglesia? Ciertamente, la misericordia. Practicad, pues, la

misericordia terrena y recibiréis la misericordia celestial. El pobre te pide a ti, y tú le pides a Dios; aquel un

bocado, tú la vida eterna. Da al indigente y merecerás recibir de Cristo, ya que Él ha dicho: «Dad y se os

dará». No comprendo cómo te atreves a esperar recibir si tú te niegas a dar. Por esto, cuando vengáis a la

iglesia, dad a los pobres la limosna que podáis, según vuestras posibilidades” (San Cesareo de Arles).

La vida es como un eco, se me vuelve (aumentado) aquello que doy… Puedo ir a visitar a un pariente

enfermo, o a alguna persona que está sola. Ayúdame Jesús a tener un corazón grande como el tuyo, capaz

de compadecerme de las necesidades materiales o morales de los demás.

2. Isaías nos dice que el Señor, Dios del universo, preparará, sobre su montaña, un banquete de manjares

muy condimentados y de vinos embriagadores, un banquete de platos suculentos y de vinos depurados… En

aquellos pueblos orientales el banquete forma parte del ritual de entronización de los reyes. La fastuosidad de

ellos eran el signo del poder de un rey, y el modo de celebrar una victoria. También nosotros festejamos

nuestras alegrías en familia con una comida más exquisita. Para anunciar los tiempos mesiánicos, Dios

anuncia que será el anfitrión de su propia mesa. Jesús hizo de la comida el signo de su gracia.

¿Me doy cuenta de que en la eucaristía Dios me recibe en su propia mesa? ¿Es una comida gozosa, una

fiesta? ¿Tengo algo a conmemorar o a celebrar cuando voy a misa? ¿Valoro la acción de gracias?

-“Para todos los pueblos… sobre toda la faz de la tierra…” Ese universalismo, es sorprendente para

aquella época. Un Mesías no reservado exclusivamente al pueblo de Israel, que salva a toda la humanidad.

-“Apartará de los rostros el velo que cubría todos los pueblos y el sudario que envolvía las naciones”.

Destruirá la muerte para siempre. Dios celebra una victoria al invitarnos a ese festín de victoria sobre la

«muerte». La muerte, la gran obsesión de la humanidad, el gran fracaso, el gran absurdo, es el enemigo,

símbolo de la fragilidad y del sufrimiento. Es también la gran objeción que hacen los hombres a Dios: si Dios

existe, ¿por qué hay ese mal? Debemos escuchar la pregunta y también la respuesta de Dios. Hay que darle

tiempo, saber esperar su respuesta: «El Señor quitará el sudario que envolvía los pueblos». ¡Tal es su

promesa, su palabra de honor! «El Señor destruirá la muerte para siempre.» Tal es la buena nueva de

Jesucristo. Comenzada en Jesucristo y celebrada en cada misa. Cada eucaristía, ¿es para mí una comida de

victoria sobre la muerte? Proclamamos tu muerte, Señor, celebramos tu resurrección.

-“El Señor enjugará las lágrimas de todos los rostros”. ¡Lo ha prometido! Dios… enjugará… las lágrimas…

de los rostros de todos los hombres! ¡Señor, cuán reconfortante será ese día! Lo espero en la Fe y, en la

espera de ese día procuraré consolar algunas lágrimas del rostro de mis hermanos.

-“Se dirá aquel día: ¡Ahí tenéis a nuestro Dios, en El esperábamos y nos ha salvado… exultemos,

alegrémonos, porque nos ha salvado!” La muerte no es el final del hombre, no es su fin. El fin es la

exultación, la alegría, la salvación. Esto es lo que Dios quiere, lo que Dios nos ha preparado (Noel Quesson).

3. El salmo prolonga la perspectiva con la imagen del Pastor divino que nos hace participar de su mesa: nos

lleva a pastos verdes, repara nuestras fuerzas, nos conduce a beber en fuentes tranquilas, nos ofrece su

protección contra los peligros del camino. “Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de

mi vida». Nos ha ungido con su Espíritu Santo y por la Eucaristía nos da su comida de Vida para ir con él a su

Casa por años sin término.

Llucià Pou Sabaté

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4 DE DICIEMBRE. QUINTO DIA DE LA NOVENA DE LA INMACULADA

48. Rosa mística.

- Siempre con Jesús. Vida de oración- Aprender a rezar.- Las oraciones vocales. El Santo Rosario.I. María, por su parte, guardaba estas cosas y las meditaba en su corazón (1). Su Madre conservaba

cuidadosamente todas las cosas en su corazón (2). Por dos veces el Evangelista hace referencia a esta

actitud de María ante los acontecimientos que se van sucediendo: en la Nochebuena de Belén, y en Nazareth

a la vuelta de Jerusalén, después de encontrar a Jesús en el Templo. La insistencia del Evangelista parece

ser el eco de la repetida reflexión de María, quien debió contarlo a los Apóstoles después de la Ascensión de

Jesús al Cielo.

La Virgen conserva y medita. Sabe de recogimiento interior, y valora, guarda en su intimidad y hace tema de

su oración los sucesos grandes y pequeños de su vida. Esta plegaria continua de María es como el aroma de

la rosa “que constantemente se eleva hacia Dios. Esta elevación suya no cesa jamás, tiene una frescura igual

a la primera; es siempre jubilosamente nueva y virginal. Si la brisa de nuestras plegarias o los vientos

tormentosos de este mundo pasan junto a Ella y la rozan, el perfume de la oración se levanta entonces más

fuerte y perceptible; se convierte en intercesora incluyendo nuestra oración en la suya para presentarla al

Padre en Cristo Jesús, su Hijo” (3).

Cuando estaba aquí en la tierra todo lo hacía en referencia a su Hijo: cada vez que hablaba a Jesús oraba,

pues eso es la oración: hablar con Dios; y cuando le miraba, y siempre que le sonreía o pensaba en Él.

En Caná de Galilea, en las bodas de aquellos parientes o amigos, nos enseña con qué delicadeza e

insistencia se debe pedir. “Era su Madre, le había acunado en sus brazos, y, con todo, se abstiene de

indicarle lo que puede hacer. Expone la necesidad y deja todo lo demás a su arbitrio, segura de que la

solución que dé al problema, cualquiera que sea, y en cualquier sentido, es la mejor, la más indicada, la que

lo resuelve de manera más conveniente. Deja al Señor el campo totalmente libre para que haga sin

Page 24: Novena a La Inmaculada

compromisos ni violencias su voluntad, pero es porque Ella estaba segura de que su voluntad era lo más

perfecto que podía hacerse y lo que de verdad resolvía el asunto. No le ata las manos forzándole a adoptar un

camino, a hacer algo determinado: confía en su sabiduría, en su superior conocimiento, en su visión más

amplia y profunda de las cosas que abarca aspectos y circunstancias que Ella podía, quizá, desconocer. Ni

siquiera se planteó Nuestra Señora la cuestión de que a lo mejor Él no consideraba conveniente intervenir:

expone lo que ocurre y lo deja en sus manos. Y es que la fe deja a Dios comprometido con más fuerza que

los argumentos más sagaces y contundentes” (4).

Al pie de la Cruz nos anima a estar siempre junto a Cristo, en oración silenciosa, en los momentos más duros

de la vida. La última noticia que de Ella nos dan los Evangelios nos refiere que se encuentra con los

Apóstoles, orando juntamente con ellos (5), en espera de la llegada del Espíritu Santo. El mismo Señor debió

de aprender de su Madre muchas oraciones que se habían transmitido en el pueblo de Israel de generación

en generación, de modo parecido a las que nosotros aprendimos de nuestras madres.

“El Santo Evangelio, brevemente, nos facilita el camino para entender el ejemplo de Nuestra Madre: María

conservaba todas estas cosas dentro de sí, ponderándolas en su corazón (Lc 2, 19). Procuremos nosotros

imitarla, tratando con el Señor, en un diálogo enamorado, de todo lo que nos pasa, hasta de los

acontecimientos más menudos. No olvidemos que hemos de pesarlos, valorarlos, verlos con ojos de fe, para

descubrir la Voluntad de Dios” (6). A eso ha de llevarnos nuestra meditación diaria: a identificarnos

plenamente con Jesús; a darle un contenido divino a los pequeños acontecimientos diarios.

II. El aroma de nuestra oración ha de subir constantemente a nuestro Padre Dios. Es más, le pedimos a

Nuestra Señora que ya está en el Cielo en cuerpo y alma que diga a Jesús constantemente cosas buenas de

nosotros: Recordare, Virgo Mater…, in conspectu Domini, ut loquaris pro nobis bona… Acuérdate, Madre de

Dios, cuando estés en la presencia del Señor, de hablarle cosas buenas de nosotros (7). Y Ella, desde el

Cielo, nos alienta siempre a no dejar jamás la oración, el trato con Dios, pues es nuestra fortaleza diaria.

Debemos aprender a tratar cada vez mejor al Señor en la oración mental esos ratos que dedicamos a hablarle

calladamente de nuestros asuntos, a darle gracias, a pedirle ayuda, a decirle que le amamos… y mediante la

oración vocal, empleando muchas veces las que han servido a tantas generaciones para elevar su corazón y

sus peticiones al Señor y a su Madre Santísima, y quizá con esas otras que aprendimos de labios de nuestra

madre.

La oración nos hace fuertes contra las tentaciones. A veces, podremos oír también nosotros las mismas

palabras que Jesús dirigió a sus discípulos en Getsemaní: ¿Por qué dormís? Levantaos y orad para no caer

en tentación (8). Hemos de rezar siempre, pero hay momentos en los que debemos intensificar esa oración,

cuidarla mejor, esmerarnos en prestar más atención…, porque quizá son mayores las dificultades familiares o

en el trabajo, o son más fuertes las tentaciones. Ella nos mantiene vigilantes ante el enemigo que acecha, nos

ayuda a trabajar mejor, a cumplir las obligaciones y deberes con la familia y con la sociedad, a tratar mejor a

los demás.

La Virgen Santa María nos enseña hoy a ponderar en nuestro corazón, a darle sentido en la presencia de

Dios a todo aquello que constituye nuestra vida: lo que nos parece una gran desgracia, las pequeñas penas

normales de toda vida, las alegrías, el nacimiento de un hijo o de un hermano, la muerte de un ser querido, las

incidencias del trabajo o de la vida familiar, la amistad… También, como María, nos acostumbramos a buscar

al Señor en la intimidad de nuestra alma en gracia. “Gózate con Él en tu recogimiento interior. Alégrate con Él,

ya que le tienes tan cerca.

“Deséale ahí; adórale ahí; no vayas a buscarle fuera de ti porque te distraerás y cansarás y no le hallarás; no

le podrás gozar con más certeza, ni con más rapidez ni más cerca que dentro de ti” (9).

Ninguna persona de este mundo ha sabido tratar a Jesús como su Madre; y, después de Ella, San José,

quien pasó largas horas mirándole, contemplándole, hablando con Él de las pequeñas incidencias de un día

cualquiera, con sencillez y veneración. Si acudimos a ellos con fe al comenzar nuestro diálogo habitual con el

Señor, experimentaremos enseguida su eficaz ayuda.

Page 25: Novena a La Inmaculada

III. En la oración mental tratamos al Señor de modo personal, entendemos lo que quiere de nosotros, vemos

con más profundidad el contenido de la Sagrada Escritura, pues “crece la comprensión de las palabras y de

las cosas transmitidas cuando los fieles las contemplan y estudian repasándolas en su corazón” (10).

Junto a ese “ponderar las cosas en el corazón”, la oración vocal es muy grata al Señor, como lo fue sin duda

la de la Virgen, pues Ella recitaría sin duda salmos y otras fórmulas contenidas en el Antiguo Testamento,

propias del pueblo hebreo (11). Cuando comenzamos el trabajo, al terminarlo, al caminar por la calle, al subir

o bajar las escaleras…, se enciende el alma con las oraciones vocales y se convierte nuestra vida, poco a

poco, en una continuada oración: el Padrenuestro, el Avemaría, jaculatorias que nos han enseñado o que

hemos aprendido al leer y meditar el Santo Evangelio, expresiones con que muchos personajes pedían al

Señor la curación, el perdón o su misericordia, y otras que inventó nuestro amor. Algunas las aprendimos de

niños: “son frases ardientes y sencillas, enderezadas a Dios y a su Madre, que es Madre nuestra. Todavía

recordaba el Venerable Siervo de Dios Josemaría Escrivá de Balaguer, por las mañanas y por las tardes, no

un día, habitualmente, renuevo aquel ofrecimiento que me enseñaron mis padres: ¡oh Señora mía, oh Madre

mía!, yo me ofrezco enteramente a Vos. Y, en prueba de mi filial afecto, os consagro en este día mis ojos, mis

oídos, mi lengua, mi corazón… ¿No es esto de alguna manera un principio de contemplación, demostración

evidente de confiado abandono?” (12).

El Bendita sea tu pureza, el Acordaos…, encierran para muchos cristianos el recuerdo y el candor de la

primera vez que los rezaron. No dejemos que se pierdan esas bellísimas oraciones; cumplamos el deber de

enseñarlas a otros. De modo muy particular podemos cuidar el Santo Rosario en estos días de la Novena, la

oración tantas veces recomendada en la Iglesia,

Se encontraba el Papa Pío IX en su lecho de muerte, y uno de los prelados que le asistían le preguntó qué

era lo que en aquella hora suprema pensaba, y el Papa contestó: “Mira: estoy contemplando dulcemente los

quince misterios que adornan las paredes de esta sala, que son otros tantos cuadros de consuelo. ¡Si vieses

cómo me animan! Contemplando los misterios de gozo, no me acuerdo de mis dolores; pensando en los de la

cruz, me siento confortado en gran manera, pues veo que no voy solo en el camino del dolor, sino que delante

de mí va Jesús; y cuando considero los de gloria, siento gran alegría, y me parece que todas mis penas se

convierten en resplandores de gloria. ¡Cómo me consuela el rosario en este lecho de muerte!”. Y dirigiéndose

después a los que le rodeaban, dijo: “Es el rosario un evangelio compendiado y dará a los que lo rezan los

ríos de paz de que nos habla la Escritura; es la devoción más hermosa, más rica en gracias y gratísima al

corazón de María. Sea éste, hijos míos decía a quienes le rodeaban, mi testamento para que os acordéis de

mí en la tierra” (13).

Hagamos en este día el propósito de cuidar mejor nuestro rato de meditación diaria y las oraciones vocales,

especialmente el Santo Rosario, con el que alcanzaremos tantas gracias para nosotros y para aquellos que

queremos acercar al Señor.

(1)    Lc 2, 19. (2) Lc 2, 51. (3) F. M. MOSCHNER, Rosa mística, p. 201. (4) F. SUAREZ, La Virgen Nuestra

Señora, pp. 266267. (5) Hech 1, 14. (6) J. ESCRIVA DE BALAGUER, Amigos de Dios, 285. (7) Cfr. Graduale

Romanum, 1979, p. 422.- (8) Lc 22, 46. (9) SAN JUAN DE LA CRUZ, Cántico espiritual, 1, 8. (10) CONC.

VAT. II, Const. Dei Verbum, 8. (11) Cfr. F. M. WILLAM, Vida de María, p. 160. (12) J. ESCRIVA DE

BALAGUER, Amigos de Dios, 296. (13) Cfr. H. MARIN, Doctrina Pontificia. IV: Documentos marianos, BAC,

Madrid 1954, n. 2322.

Jueves de la semana 1 de Adviento

Jesús es nuestra roca, donde estamos seguros, y sobre él hemos de edificar nuestra vida entera.

“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos; sino el que hace la voluntad

de mi Padre que está en los Cielos.

Page 26: Novena a La Inmaculada

Por tanto, todo el que oye estas palabras mías y las pone en práctica, es como un hombre prudente

que edificó su casa sobre roca: Cayó la lluvia, llegaron las riadas, soplaron los vientos e irrumpieron

contra aquella casa, pero no se cayó porque estaba cimentada sobre roca.

Pero todo el que oye estas palabras mías y no las pone en práctica es como un hombre necio que

edificó su casa sobre arena: Cayó la lluvia, llegaron las riadas, soplaron los vientos e irrumpieron

contra aquella casa, y cayó y fue tremenda su ruina” (Mt 7,21.24-27).

1. –“No todo aquel que dice ¡Señor, Señor! entrará en el reino de los cielos. Sino el que hace la

voluntad de mi Padre celestial”. Señor, que hoy me repita estas palabras. Sé que tengo necesidad de orar y

me lo dices, pero también siento que no basta rezar… hay que vivir ese amor con obras. Quiero descubrir y

vivir la “voluntad del Padre”… “hacer esta voluntad”. ¿Qué esperas de mí, Señor, en el día de hoy?

La voluntad de Dios es la brújula que nos indica el camino que nos lleva a Él, y es al mismo tiempo, el

sendero de nuestra propia felicidad. El  cumplimiento amoroso de la voluntad de Dios es a la vez, la cima de

toda santidad. El Señor nos la muestra a través de los Mandamientos, de las indicaciones de la Iglesia, y de

las obligaciones que conlleva nuestra vocación y estado. La voluntad de Dios se nos manifiesta también a

través de aquellas personas a quienes debemos obediencia, y a través de los consejos recibidos en  la

dirección espiritual: “Dios no necesita de nuestros trabajos, sino de nuestra obediencia” (San Juan

Crisóstomo).

La voluntad de Dios también se manifiesta en aceptar aquellas contrariedades que Él permite (no las quiere,

pero no hace un milagro para evitarlas y por eso decimos que es su “voluntad permisiva”): la enfermedad, la

muerte de un ser querido, el dolor de los que más queremos. “Dios sabe más”… sabrá como sacar un bien de

ahí… El Señor nos consolará de todos nuestros pesares y quedarán santificados. Todo contribuye al bien de

los que aman a Dios (Rom 8,28).

Decía santa Teresa de Jesús que Dios “da conforme al amor que nos tiene: a los que ama más, da de estos

dones más; a los que menos, menos, y conforme al ánimo que ve en cada uno y el amor que tiene a Su

Majestad. A quien le amare mucho, verá que puede padecer mucho por El; al que amare poco, poco. Tengo

yo para mí, que la medida del poder llevar gran cruz o pequeña, es la del amor. Así que, hermanas, si le

tenéis, procurad no sean palabras de cumplimiento las que decís a tan gran Señor, sino esforzaos a pasar lo

que Su Majestad quisiere… Porque sin dar nuestra voluntad del todo al Señor para que haga en todo lo que

nos toca conforme a ella, nunca deja beber de ella”, de la fuente del agua viva.

-“Cualquiera que escucha estas mis instrucciones, y las practica…” -Escuchar… -Poner en práctica…

Señor, ayúdame a fin de que te escuche verdaderamente. Concédeme que esté atento a tu voz. Señor,

ayúdame; que mi obrar sea verdadero, que mis actos sean conformes a lo que Tú quieres.

-“Será semejante a un hombre cuerdo que fundó su casa sobre piedra”. Mis días podrían estar más

llenos si tuviera más presencia tuya, Señor, si edifico cuanto hago sobre tu Palabra, sobre tu querer, sobre ti,

Señor, la roca firme. Nuestra vida sólo puede ser edificada sobre Cristo mismo, nuestra única esperanza y

fundamento.

-“Pero, cualquiera que oye estas mis instrucciones y no las pone en práctica…” Oímos: “soy creyente…

pero no soy practicante…” Es verdad que hay muchas maneras de “practicar”: la caridad, la justicia, la

plegaria, la bondad… practicar la fe… Fe y vida. Hay que aplicar la caridad, si decimos amar. Lo contrario ¡es

ser como una “casa edificada sobre la arena“! (Noel Quesson), y por tanto se expone a un derrumbamiento

lastimoso, el que se contenta con oír la Palabra o con clamar en sus oraciones ¡Señor, Señor!

Confiar en mis fuerzas es como si una amistad se basa en el interés, o un matrimonio se apoya sólo en un

amor romántico, o una espiritualidad se deja dirigir por la moda o el gusto personal, o una vocación sacerdotal

o religiosa no se fundamenta en valores de fe profunda. Eso sería construir sobre arena. La casa puede que

parezca de momento hermosa y bien construida, pero es puro cartón, que al menor viento se hunde. Isaías y

Jesús nos dicen que no busquemos seguridades humanas, ni mesianismos fugaces que fallan, ni horóscopos

o religiones orientales o sectas que se cruzan en su camino.

Page 27: Novena a La Inmaculada

Tenemos un modelo admirable, sobre todo estos días de Adviento, en María, la Madre de Jesús. Ella fue una

mujer de fe, totalmente disponible ante Dios, que edificó su vida sobre la roca de la Palabra. Su lema puede

ser nuestro: «hágase en mí según tu Palabra». Es nuestra maestra en la obediencia a la Palabra (J.

Aldazábal).

2. -“Aquel día se entonará este cantar en el país de Judá: «¡Ciudad fuerte tenemos!»”. Tener una ciudad

fuerte, asentada sobre roca, inexpugnable para el enemigo, era una de las condiciones más importantes en la

antigüedad para sentirse seguros. El pueblo puede confiar en el Señor, nuestro Dios: Él es nuestra muralla y

torreón, la roca y la fortaleza de nuestra ciudad. Y a la vez, con él podemos conquistar las ciudades

enemigas, por inexpugnables que crean ser -¿Babel, Nínive?-, porque la fuerza de Dios no tiene límites.

Anuncia «la comunidad espiritual», la Iglesia, Ciudad fuerte. Con ello responde a la necesidad profunda de

seguridad que habita en todos los hombres. ¿Es la Iglesia mi seguridad? ¿De qué modo me apoyo en ella? o

bien… ¿me apoyo en mis propias fuerzas, en mis propios juicios? ¿En qué tengo puesta mi confianza? ¿En el

dinero, en el poder, en la seguridad…? No lo permitas, Señor: sé tú mi Ciudad, mi roca y mi salvación.

“Abrid las puertas para que entre un pueblo justo“. Tengo que abrir cada vez más de par en par las

puertas de mi corazón, para vivir la justicia y fidelidad.

“El que escuche estas palabras mías”: eres la roca verdadera, Señor. La piedra que Jesús dirá en el

evangelio. Babilonia y Jerusalén son símbolo de la lucha entre el mal y el bien (Ap 18,21).

-“Para protegernos, el Señor le ha puesto murallas y antemuro…” Aquellos días iban cayendo en manos

de los enemigos tal o cual ciudad, en el reino del Norte, distante unos cincuenta kilómetros. Es la fragilidad

patente… Y te pido, Señor, que seas mi muralla, la muralla de los míos y de todos los hombres. ¡Protégenos

del mal!

-“¡Abrid las puertas! Y entrará la nación justa, la que guarda fidelidad”. Abrir la mentalidad, pues son la

“justicia” y la «fidelidad» lo que cuenta ahí, y no el hecho de pertenecer a una raza o a un país. La puerta está

abierta a todos los pueblos, a todos los hombres justos y fieles. En el evangelio resuena esta apertura. ¿Y yo?

Tú construyes “la paz” sólidamente, Señor. Construir la paz, con Dios… es un gran reto para el mundo de hoy,

dividido por guerras y egoísmos. Te pedimos, Señor, más solidaridad entre las naciones, y para eso, entre

cada uno de nosotros. Construir la paz con los que viven conmigo.

-“Poned vuestra confianza en el Señor, porque en El tenemos una Roca para siempre”. Jerusalén, por

ejemplo, era considerada inexpugnable porque estaba admirablemente situada sobre un espolón rocoso,

lugar muy estratégico para la defensa. Los profetas desarrollan el tema: Dios-roca. Pues la verdadera

seguridad no procede de sus medios humanos de defensa, sino del apoyo divino: ¡Dios es la roca verdadera!

Imagen de la solidez de la piedra, que Jesús repetirá en el evangelio. “Edificar su casa sobre roca”… “Tú eres

Pedro, tú eres Roca, y sobre esta piedra, sobre esta Roca, edificaré mi Iglesia” (Noel Quesson).

-“El derroca a los que viven en las alturas y humilla la ciudadela inaccesible”. “¡Tenemos una ciudad

fortificada! ¿Quién podrá derrocarnos?… ¡Somos dueños de la mitad del mundo! ¿Quién podrá igualarnos?”

Letanía del orgullo humano, y una pequeña crisis hace tambalear todo… nuestras ciudades están cimentadas

sobre arena. ¿Acaso no se escribe la historia sobre la base de las civilizaciones destruidas? Una visión de fe

nos señala que “no tenemos aquí ciudad permanente… Nuestra morada está destinada a permanecer

eternamente“…

3. Sólo acertaremos en la vida si ponemos de veras nuestra confianza en él: «mejor es refugiarse en el

Señor que fiarse de los hombres» (salmo). Un pueblo que confía en el Señor, que sigue sus mandatos y

observa la lealtad, es feliz, «su ánimo está firme y mantiene la paz, porque confía en ti». Él nos llevará a la

Jerusalén celestial, la ciudad de la fiesta perpetua: «Tú, Señor, estás cerca y todos tus mandatos son

estables. Hace tiempo comprendí tus preceptos, porque Tú existes desde siempre».

En la oración colecta , pedimos al Señor que despierte nuestros corazones y que los mueva a preparar los

caminos de su Hijo; que su amor y su perdón apresuren la salvación que retardan nuestros pecados.

Ansiamos la venida del Señor, pero nos vemos faltos de fuerza y de mérito. Solo en el Señor tenemos puesta

Page 28: Novena a La Inmaculada

nuestra confianza. Y en la oración de Comunión: Para ello llevemos ya desde ahora una vida sobria, honrada

y religiosa, aguardando la dicha que esperamos: la aparición gloriosa del gran Dios (Tit 2,12-13).

Llucià Pou Sabaté

 

Pensar a Wojtyla para entender a Bergoglio

18 noviembre 2013.

«Si bien es cierto que Wojtyla, Ratzinger y Bergoglio son personas diversas, también es cierto que Francisco

no presenta en modo alguno una ruptura sino al contrario, una muy creativa continuidad y puesta en práctica

de la enseñanza de Wojtyla y del propio Ratzinger»

Mucho se ha especulado en la prensa, sobre todo entre los “vaticanistas” sobre la discontinuidad, incluso la

divergencia entre el pensamiento y las posiciones conservadoras o liberales de Juan Pablo II y Francisco. Por

ello, Aleteia ha querido entrevistar al filósofo mexicano Rodrigo Guerra López, uno de los más connotados

especialistas en el pensamiento de Karol Wojtyla.

Recientemente usted ha impartido las ‘Karol Wojtyla Memorial Lectures’ en la Universidad Católica de Lublin

en la que Juan Pablo II dio clases durante varios decenios ¿cuál es el sentido de estas “conferencias”? ¿Cuál

es en el fondo la actualidad de Karol Wojtyla como pensador?

Muy amablemente el padre Alfred Wierzbicki, director del Instituto Juan Pablo II de la Universidad Católica de

Lublin, y uno de los filósofos más importantes de Polonia, me extendió la invitación para ofrecer un conjunto

de lecciones sobre el método filosófico de Karol Wojtyla.

Creo que precisamente este tema nos ayuda a valorar la actualidad del pensamiento de Karol Wojtyla-Juan

Pablo II. El método que lentamente fue precisando el beato Juan Pablo II a lo largo de los años, y

principalmente a través de sus obras filosóficas, es una invitación para hacer uso de la razón en orden a

explorar la experiencia hasta su fondo más radical y definitivo. Es ir del fenómeno al fundamento.

De este modo, Wojtyla no crea un sistema acabado de pensamiento sino más bien abre un camino educativo

para aprender a pensar, para interrogar la realidad y obtener respuestas fundamentales sobre el hombre y

sobre el mundo. Así las cosas, cuando uno se familiariza con el método fenomenológico de Wojtyla uno evita

una mera repetición mecánica de ciertas verdades e ingresa a un itinerario sin término de búsqueda

apasionada de la verdad.

Repetir verdades sin comprender de dónde surgen, ¿implica algún peligro al momento de interpretar

adecuadamente a Juan Pablo II?

Así es. Estoy convencido que existe en algunos ambientes una interpretación ideológica de la filosofía de

Karol Wojtyla y después del propio magisterio de Juan Pablo II. Es necesario usar siempre la razón para

asentir. Aún el acto de fe es un asentimiento racional ante un don que se me ofrece y que me desborda.

Cuando el ser humano asiente a una verdad minimizando el uso de su razón, cuando sólo repite de manera

formalista, pierde una gran riqueza de contenido y en ocasiones no logra compartirlo a sus semejantes que

necesitan comprender las razones que amparan la afirmación de una determinada verdad. Por ejemplo, en el

terreno de la moral cristiana esto es fundamental.

¿Cuáles son los riesgos que usted ve en esto?

Los riesgos de una asimilación parcial y hasta tendenciosa son visibles en algunas controversias que se están

suscitando en varios sectores conservadores que no logran entender las palabras y los gestos del Papa

Francisco y los contraponen con sus antecesores inmediatos. Si bien es cierto que Wojtyla, Ratzinger y

Bergoglio son personas diversas, también es cierto que Francisco no presenta en modo alguno una ruptura

sino al contrario, una muy creativa continuidad y puesta en práctica de la enseñanza de Wojtyla y del propio

Ratzinger.

Page 29: Novena a La Inmaculada

¿Podría dar algunos ejemplos de eso que usted llama “continuidad creativa” entre Juan Pablo II, Benedicto

XVI y Francisco

Los tres papas son hombres que han amado profundamente el Concilio Vaticano II. Wojtyla escribió un bello

libro sobre la importancia de la renovación que el Concilio aporta (La renovación en sus fuentes) y otro sobre

la antropología filosófica subyacente principalmente en Gaudium et spes y en Dignitatis humanae. Este último

libro es la obra tal vez más importante de Wojtyla como filósofo. Se intitula Persona y acción. Su intuición

central consiste en mostrar cómo la acción revela a la persona, cómo la persona se trasciende cuando

obedece en conciencia a la verdad y cómo el ser y hacer junto-con-otros colabora a crear una vida más

humana y solidaria.

Benedicto XVI y Francisco han asimilado de manera muy existencial justamente este enfoque. En su

autobiografía, Ratzinger se reconoce “personalista”, es decir, parte de este amplio movimiento que recupera la

trascendencia de la persona en la acción y singularmente en la acción-junto-con-otros. Así mismo, Francisco

es un pastor reflexivo que privilegia la comprensión de las personas en relación, de las personas-en-

comunidad.

Desde un ángulo más teológico, ¿se pueden encontrar otros elementos de continuidad?

Me atrevo simplemente a señalar dos: por una parte, la primacía de la gracia y la misericordia de Dios frente a

los moralismos neopelagianos contemporáneos. Los tres papas han sido sumamente agudos al denunciar la

reducción del cristianismo a un mero conjunto de “valores”, a un ideal de decencia, a un esfuerzo ascético

para lograr coherencia.

Por otra parte, concebir la Iglesia como Pueblo de Dios que camina en la historia, es decir, como experiencia

comunional que manifiesta empíricamente el Misterio que la funda, es característico de la eclesiología

conciliar y de los tres papas.

Este último tema también es muy típico de la Iglesia latinoamericana, ¿no le parece?

En efecto, en la Quinta Conferencia General del Consejo del Episcopado Latinoamericano celebrada en

Aparecida, se afirma con gran contundencia la necesidad de superar el intimismo y la privatización de la

experiencia de la fe, es decir, superar la idea de vivir la fe al margen de una compañía.

En algunos grupos se ha diluido a tal grado la experiencia de comunión, de ser y hacer-junto-con-otros, que

se concibe la “communio” como una mera sintonía intelectual o como un mero “sentirse Iglesia” sin necesidad

de la pertenencia empírica a la carne concreta de una comunidad concreta.

En todo grupo que pretenda reconocerse como Iglesia debemos reaprender a orar juntos, a acercarnos a los

sacramentos juntos, a escuchar la Palabra en comunidad, a discernir los signos de los tiempos en común y

así a emprender esfuerzos creativos para la transformación del mundo según Cristo sobre todo respondiendo

al dolor de los más pobres y vulnerables.

¿Esta es la apuesta y la propuesta de Aparecida: las comunidades de discipulado misionero?

Un parágrafo que de inmediato recuerdo a este respecto es aquel que dice, más o menos así: que la fe nos

libera del aislamiento del yo, porque nos lleva a la comunión. Esto significa que una dimensión constitutiva del

acontecimiento cristiano es la pertenencia a una comunidad concreta en la que podamos vivir una experiencia

permanente de discipulado y de comunión con los sucesores de los apóstoles y con el Papa. Juan Pablo II,

Benedicto XVI y Francisco son exponentes eminentes de esta manera encarnacionista de entender el ser y el

hacer de la Iglesia.

Regresando a Karol Wojtyla: ¿cuál es la herencia intelectual que nos deja? ¿Wojtyla era un conservador y

Francisco es un liberal?

Las categorías conservador-liberal, derecha-izquierda, no logran atrapar el perfil de los papas. Recuerdo

cuando algunos analistas franceses y norteamericanos, antes de la publicación de Centesimus annus,

acusaban a Juan Pablo II de ser “social-demócrata”, de no comprender la democracia liberal y la economía de

mercado.

Así mismo, hoy existen personas y grupos que consideran que Bergoglio es un conservador de fondo por su

oposición al aborto y a la vida homosexual activa. Finalmente, no ha faltado el antiguo neoliberal devoto de

Page 30: Novena a La Inmaculada

Wojtyla que al leer la encíclica de Benedicto XVI Caritas in veritate señala con gran prejuicio que este

documento es una recaída hacia la izquierda. En mi opinión, la verdadera herencia de Karol Wojtyla-Juan

Pablo II trasciende por mucho el rígido esquema de las categorías nacidas en la modernidad ilustrada. Esta

herencia es de orden principalmente cristiano y posee importantes proyecciones culturales. Se puede resumir

en un concepto elemental: nueva evangelización.

¿Cómo resuena hoy, en los ambientes súper tecnificados eso de la nueva evangelización?

No quiero asumir un tono pío, sino más bien señalar que los tres pontífices saben muy bien que el evangelio

anuncia la verdad sobre Dios y sobre el hombre revelada en Cristo. El evangelio no es objeto de ninguna

reinvención. Lo nuevo de la “nueva evangelización” consiste en introducir una sensibilidad renovada al cambio

de época, es decir, a la crisis del paradigma moderno-ilustrado y a las búsquedas (postmodernas) para salir

de ella. Usando el lenguaje de Wojtyla: es la “controversia sobre lo humano” que se reformula en formas un

tanto inéditas a principios del siglo veintiuno.

¿Por eso es tan importante estar atentos a los nuevos lenguajes juveniles?

Y no solamente a ellos. También a los signos y símbolos de la nueva cultura adveniente, al uso de las nuevas

tecnologías de comunicación e interacción social y a los nuevos patrones conductuales e identitarios. Quien

no hace el esfuerzo de entender el cambio de época está condenado a repetir fórmulas del pasado que hoy

por hoy resultan poco inteligibles y convocantes existencialmente.

¿Es necesario volver a leer a Wojtyla de un modo más especulativo para apreciar la continuidad y también la

novedad de Benedicto XVI y de Francisco?

Quien considera que la continuidad es repetir estáticamente una fórmula no comprende la dinámica de la fe,

que es la dinámica de un Dios encarnado que continúa presente en medio de la historia. La lógica de la

Encarnación es la lógica de la nueva evangelización y la que permite una hermenéutica de la continuidad de

los concilios y de los pontífices.

¿Qué decirle a quien se siente “desconcertado” ante Francisco?

Creo que puede encontrar una pista iluminadora pensando a Wojtyla. Sí, hay que pensar a Wojtyla para

entender a Bergoglio. Y lo mismo digo de Ratzinger. Pero “pensar” significa ir hasta el fondo y no quedarse en

las ramas. “Pensar” significa ante todo movilizar la razón a través de un afecto renovado por la verdad y por el

bien. “Pensar” en este contexto también significa entender con la razón que un Amor nos sostiene y nos

precede al momento de regalarnos un don tan inmerecido como el de la extraordinaria persona del Papa

Francisco.

Page 31: Novena a La Inmaculada

5 DE DICIEMBRE. SEXTO DIA DE LA NOVENA DE LA INMACULADA

49. Madre amable.

Page 32: Novena a La Inmaculada

- Jesús nos dio a su Madre como Madre nuestra.

- Madre amable, acogedora, de mirar misericordioso.

- Aprender a tratar y amar más y mejor a Nuestra Señora.

I. La Virgen se convirtió en Madre de todos los hombres en el momento en que consintió libremente en ser

Madre de Jesús, el primogénito entre muchos hermanos. Esta maternidad de María sobre nosotros es

superior a la maternidad natural humana (1), pues al dar a luz corporalmente a Cristo Cabeza del Cuerpo

Místico, que es la Iglesia, engendró espiritualmente a todos sus miembros, a todos nosotros, y Cristo es la

fuente de toda vida espiritual: “habiendo llevado en su seno al Viviente afirma el Concilio Vaticano II, María es

Madre de todos los hombres, en especial de los fieles” (2).

Cuando su Hijo, Jesús, fue clavado en la Cruz, estaban junto a Él María, su Madre, San Juan, el discípulo

amado, y algunas santas mujeres. El Señor dirigió entonces a su Madre esas palabras que tanta

trascendencia han tenido y tendrán en la vida personal de cada hombre, de cada uno de nosotros: Mujer dice

a la Virgen, he ahí a tu hijo; luego dice al discípulo: ahí tienes a tu Madre (3).

Impresiona ver a Cristo olvidado de sí: de sus sufrimientos, de su soledad. Conmueve el inmenso amor a su

Madre: no quiere que se quede sola; ve el dolor de María y lo asume dentro de su Corazón para ofrecerlo

también al Padre por la redención de los hombres. Conmueve el gesto de Jesús para con todos los hombres,

buenos y malos, incluso encallecidos por el pecado, representados en Juan. Nos da a su Madre como Madre

nuestra. Jesús nos mira a cada uno, y nos dice: Ahí tienes a tu Madre, trátala bien, acude a Ella, aprovecha

este don inefable.

En aquellos momentos, cuando Jesús consumaba su obra redentora, María se unió íntimamente a su

sacrificio por una cooperación más directa y más profunda en nuestra salvación. La maternidad espiritual de la

Virgen Santísima fue confirmada por Cristo mismo desde la Cruz (4).

Ahí tienes a tu Hijo. “Ésta fue la segunda Natividad. María había dado a luz en la gruta de Belén a su Hijo

primogénito sin dolor alguno; ahora da a luz a su segundo hijo, Juan, entre los dolores de la Cruz. En este

momento padece María los dolores del parto, no sólo por Juan, su segundo hijo, sino por los millones de otros

hijos suyos que la llamarán Madre a lo largo de los tiempos. Ahora comprendemos por qué el Evangelista

llamó a Cristo su hijo primogénito, no porque tuviera más hijos de su carne, sino porque había de engendrar

muchos otros con la sangre de su corazón” (5); con un dolor redentor, lleno de frutos, pues estaba unido al

sacrificio de su Hijo. Comprendemos bien que la maternidad de María sobre nosotros, siendo de un orden

distinto, es superior a la maternidad de las madres en la tierra, pues Ella nos engendra a una vida

sobrenatural y eterna.

Ahí tienes a tu hijo. Estas palabras produjeron un aumento de caridad, de amor materno por nosotros, en el

alma de la Virgen; en el corazón de Juan, un amor filial profundo y lleno de respeto por la Madre de Dios. Éste

es el fundamento de una honda devoción a la Virgen.

Podríamos preguntarnos en este día de la Novena el lugar que ocupa la Virgen en nuestra vida. ¿La hemos

sabido acoger como Juan? ¿La dejamos con frecuencia sola? ¿La llamamos muchas veces Madre, Madre

mía…? ¿La tratamos bien?

II. Maternidad quiere decir solicitud y desvelo por el hijo. Y esto se da en la Virgen por todos los hombres.

Intercede por cada uno y obtiene las gracias específicas y oportunas que necesitamos. Jesús dice de sí

mismo que es el Buen Pastor que llama a sus ovejas, a cada una por su nombre, nominatim (6); algo parecido

Page 33: Novena a La Inmaculada

sucede con la Virgen, Madre espiritual de todo hombre en particular. Lo mismo que los hijos son diferentes y

únicos para su madre, así somos todos para Santa María. Ella nos conoce bien, nos distingue en la lejanía de

cualquier otro, nos llama por nuestro nombre con un acento inconfundible. Su maternidad alcanza a la

persona entera, al cuerpo y al alma. Pero su acción maternal, sobre el cuerpo también, está orientada “a

restaurar la vida sobrenatural en las almas” (7), a la santidad, a una identificación más perfecta con su Hijo.

En esta tarea maternal, la Virgen es la colaboradora por excelencia del Espíritu Santo, Aquel que da la vida

sobrenatural y la mantiene.

Esta maternidad de María no es la misma para todos los hombres. María es Madre de un modo excelente de

los bienaventurados del Cielo, que ya no pueden perder la vida de la gracia. Es Madre de modo perfecto de

los cristianos en gracia, porque éstos tienen la vida sobrenatural completa. Es Madre de quienes están

alejados de Dios por el pecado mortal, con los que ejerce su misericordia continuamente para atraerlos a la

amistad con su Hijo; por eso, la Virgen es nuestra mayor ayuda en todo apostolado. Nuestra Señora es

también Madre de aquellos que incluso no están bautizados, ya que están destinados a la salvación, pues

Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (8).

La Virgen, Madre por excelencia, tiene siempre para nosotros una sonrisa en los labios, un gesto acogedor,

una mirada que invita a la confianza; siempre está dispuesta a entender lo que ocurre en nuestro corazón; en

Ella debemos descargar las penas, aquello que más nos pesa. Ella se hace querer por todos, es amable por

excelencia: “se hizo toda para todos; a los sabios y a los ignorantes, con una copiosísima caridad, se hizo

deudora. A todos abre el seno de la misericordia, para que todos reciban de su plenitud: redención el cautivo,

curación el enfermo, consuelo el afligido, perdón el pecador” (9).

Especialmente en las dificultades, o cuando no tenemos los medios que necesitamos, en las tentaciones, en

posibles momentos de desvarío, debemos acudir confiadamente a Ella: Madre, Madre mía… Monstra te esse

matrem! Muestra que eres Madre!, le hemos dicho tantas veces.

Quizá en alguna ocasión nos encontremos enfermos del alma, y entonces acudiremos a Ella Salus

infirmorum, salud de los enfermos con la seguridad de no ser rechazados. Ninguna experiencia, por dura y

negativa que pueda ser o parecer, nos debe desalentar. Siempre encontraremos en Ella a la Madre amable,

acogedora, de mirar misericordioso, que nos recibe con ternura y facilita incluso hace más corto el camino que

perdimos. Y si arrecian las dificultades, en el alma o en la vida corriente, la llamaremos con más fuerza, y se

dará prisa para protegernos. “¡Madre! Llámala fuerte, fuerte. Te escucha, te ve en peligro quizá, y te brinda, tu

Madre Santa María, con la gracia de su Hijo, el consuelo de su regazo, la ternura de sus caricias; y te

encontrarás reconfortado para la nueva lucha” (10).

III. Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa (11). ¡Cómo envidiamos a Juan! ¡Cómo se llenó

de luz aquel nuevo hogar de Santa María! “Los autores espirituales han visto en esas palabras, que relata el

Santo Evangelio, una invitación dirigida a todos los cristianos para que pongamos también a María en

nuestras vidas. En cierto sentido, resulta casi superflua esa aclaración. María quiere ciertamente que la

invoquemos, que nos acerquemos a Ella con confianza, que apelemos a su maternidad, pídiéndole que se

manifieste como nuestra Madre (Monstra te esse Matrem. Himno litúrgico Ave maris stella)” (12).

Quizá podría ser éste el propósito para hoy, un día más de la Novena a Nuestra Madre: contemplar a María

en casa de Juan, ver la extrema delicadeza que tendría con la Madre de Jesús, las confidencias llenas de

intimidad… Y meterla nosotros en la propia vida: mirarla como la miraba el discípulo amado, acudir a Ella en

todo con confianza filial, quererla al menos como la quiso Juan. ¡Qué fácil es querer a Santa María! Nunca,

después de Jesús, ha existido ni existirá criatura alguna más amable. Se ha dicho de María que es como una

sonrisa del Altísimo. Nada defectuoso o imperfecto o inacabado encontramos en su ser. No es alguien lejano

Page 34: Novena a La Inmaculada

e inaccesible: está muy cerca de nuestra vida de todos los días, sabe de nuestros ajetreos, de lo que nos

preocupa, de lo que necesitamos… No temamos excedernos en nuestro amor a María, pues nunca la

amaremos como la Santísima Trinidad, que la amó hasta hacerla Madre de Cristo. No temamos excedernos,

porque sabemos que Ella es “un regalo del Corazón de Jesús moribundo” (13).

El Señor desea que aprendamos a quererla siempre más; que tengamos con Ella los detalles de delicadeza y

de amor que Él hubiera tenido en nuestro caso: jaculatorias, mirar con frecuencia sus imágenes ¡se puede

decir tanto en una mirada, que nos lleva de la tierra al Cielo!, desagraviarla por el olvido en que la tienen

algunos de sus hijos, acudir a Ella en la menor necesidad, rezarle con amor el Angelus, el Santo Rosario…

“Entre todos los homenajes que podemos tributar a María afirma San Alfonso Mª de Ligorio, no hay ninguno

tan grato al Corazón de nuestra Madre como el implorar con frecuencia su maternal protección, rogándole que

nos asista en todas nuestras necesidades particulares, como al dar o recibir un consejo, en los peligros, en las

tribulaciones, en las tentaciones… Esta buena Madre nos librará ciertamente de los peligros, con sólo rezar la

antífona Sub tuum praesidium (“Bajo tu protección nos acogemos, Santa Madre de Dios…”), o el Avemaría, o

con sólo invocar su santo nombre, que tiene un poder especial contra los demonios” (14). Ella, como todas las

madres, experimenta un especial gozo en atender a sus hijos necesitados.

Sabemos que “después de la peregrinación de este destierro, nos esperan sus ojos misericordiosos y sus

brazos, donde nos encontraremos, en lazo indisoluble, con el Fruto de su vientre, Jesús, que ganó la gloria

para sí, para su Madre y para todos los hermanos que nos acogemos a su misericordia” (15).

Sancta Maria, Mater amabilis, ora pro eis…, ora pro me. Enséñame a quererte cada día un poco más.

(1) Cfr. R. GARRIGOULAGRANGE, La Madre del Salvador, p. 219. (2) CONC. VAT. II, Const. Lumen

gentium, 53. (3) Jn 19, 27. (4) JUAN PABLO II, Enc. Redemptoris missio, 7-XII-1990, n. 23.- (5) F. J. SHEEN,

Desde la Cruz, Subirana, Barcelona 1965, p. 18. (6) Cfr. Jn 10, 3. (7) Cfr. CONC. VAT. II, Const. Lumen

gentium, 61. (8) Cfr. J. IBAÑEZ-F. MENDOZA, La Madre del Redentor, pp. 237238. (9) SAN BERNARDO,

Homilía en la octava de la Asunción, 2. (10) J. ESCRIVA DE BALAGUER, Camino, n. 516. (11) Jn 19, 27. (12)

J. ESCRIVA DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 140. (13) Cfr. PIO XII, Enc. Haurietis aquas, 15V1956, 21.

(14) SAN ALFONSO Mª DE LIGORIO, Las glorias de María, III, 9. (15) L. Mª HERRAN, Nuestra Madre del

Cielo, Palabra, 2ª ed., Madrid 1988, p. 102.6 DE DICIEMBRE

 

Viernes de la semana 1 de Adviento

Jesús abre nuestros ojos con la fe, como curó los ciegos dándoles la luz

“Cuando Jesús se iba de allí, al pasar le siguieron dos ciegos gritando: «¡Ten piedad de nosotros, Hijo

de David!». Y al llegar a casa, se le acercaron los ciegos, y Jesús les dice: «¿Creéis que puedo hacer

eso?». Dícenle: «Sí, Señor». Entonces les tocó los ojos diciendo: «Hágase en vosotros según vuestra

fe». Y se abrieron sus ojos. Jesús les ordenó severamente: «¡Mirad que nadie lo sepa!». Pero ellos, en

cuanto salieron, divulgaron su fama por toda aquella comarca” (Mt 9,27-31).

1. El Mesías ya ha venido y “abrió los ojos de los ciegos y los oídos de los sordos“. La era mesiánica ha

comenzado y ha llegado el tiempo anunciado por los profetas. Pero aún somos muchos los que no creemos

de verdad en “aquel día que se nos ha prometido”. Creemos que es mayor el pecado del mundo que la fuerza

salvadora de Jesús. Creemos que el “misterio de iniquidad” es más poderoso que el misterio de la gracia.

Page 35: Novena a La Inmaculada

Creemos que el egoísmo es de nuestro corazón es un muro tan impenetrable que no lo puede traspasar el

Señor resucitado.

-“Jesús iba de camino… Dos ciegos le salieron al encuentro gritando”… Me paro un instante a imaginar

esta escena concreta como si yo asistiera también. Adviento… Esperamos, como hombres, mujeres, jóvenes,

niños… a mi alrededor esperan algo de mí. Su grito es quizá interno. El “grito” es un signo. Signo de una

necesidad muy fuerte, de un sufrimiento muy intenso, signo de una sensibilidad afectada a lo vivo. Una

necesidad fuertemente sentida, ni que sea solo de tipo humano, (sufrimiento físico o moral, ansia de pan o de

amistad, aspiración a una vida mejor), puede ser el punto de partida, el inicio, de una búsqueda de Dios.

Jesús, gracias por curar nuestros males. Te pido que nos cures de la ceguera del egoísmo, ante tanto

sufrimiento, sobre todo ceguera ante el sentido del sufrimiento. Benedicto XVI dice que “podemos tratar de

limitar el sufrimiento, luchar contra él, pero no podemos suprimirlo. Precisamente cuando los hombres,

intentando evitar toda dolencia, tratan de alejarse de todo lo que podría significar aflicción, cuando quieren

ahorrarse la fatiga y el dolor de la verdad, del amor y del bien, caen en una vida vacía en la que quizás ya no

existe el dolor, pero en la que la oscura sensación de la falta de sentido y de la soledad es mucho mayor aún.

Lo que cura al hombre no es esquivar el sufrimiento y huir ante el dolor, sino la capacidad de aceptar la

tribulación, madurar en ella y encontrar en ella un sentido mediante la unión con Cristo, que ha sufrido con

amor infinito”. Hemos de procurar aliviar el sufrimiento, pero el objetivo va más allá, sobre todo cuando no

puede quitarse el dolor y hay que transformarlo.

-“¡Hijo de David, ten compasión de nosotros!” Su plegaria es muy simple: es su grito, grito que brota de su

sufrimiento. Mi plegaria, también debería ser a veces simplemente esto: la expresión sincera de que algo no

marcha bien en mí, alrededor de mí… mi sufrimiento… los sufrimientos de los que yo soy el testigo… “ Ten

compasión de nosotros, Señor. Kyrie eleison.” En cada misa, se nos sugiere a menudo este tipo de

plegaria. Sabemos darle un contenido concreto: plegaria de intercesión. Al decir “Hijo de David”, los dos

ciegos reconocen a Jesús un título mesiánico. Tú eres aquel que ha de venir, aquel que ha sido prometido por

los profetas.

Te pido, Señor, que nos libres también de la ceguera interior, como decía de sí mismo San Agustín: “ciego y

hundido, no podía concebir la luz de la honestidad y la belleza que no se ven con el ojo carnal sino solamente

con la mirada interior”, pues sin la apertura a Dios la ceguera es una enfermedad incurable: “¿qué soy yo sin ti

para mi mismo sino un guía ciego que me lleva al precipicio?”, la búsqueda del “ciego y turbulento amor a los

espectáculos” es una forma de suplir esa carencia vital.

Estamos viendo estos días cómo el Señor, en cumplimiento de las profecías de Isaías cura a los enfermos y

les da la libertad: “a los ciegos la recuperación de la vista; para poner en libertad a los oprimidos ”. Los

dos ciegos que siguen a Jesús les piden curación, misericordia, y el Señor les pregunta si tienen fe en que Él

puede curarlos. En muchos otros lugares del Evangelio se recoge esta llamada a la fe, para poder obrar los

milagros (F. Fernández Carvajal).

-“Jesús les dijo: “Creéis que puedo hacer eso que me pedís?”  -”Sí, Señor“. Jesús interroga. Quiere

asegurarse de la autenticidad de su fe. Desea purificar esta Fe. La necesidad humana que está en el origen

de su plegaria podría no ser sino el deseo de un milagro… para sí mismos, para ellos dos. Y esto tiene ya su

importancia, lo hemos visto. Y Dios lo escucha. Es un punto de partida, ambiguo, pero tan natural… Jesús,

con su pregunta, trata de hacerles progresar hacia una fe más pura: ellos pensaban en “sí mismos”… Jesús

les orienta hacia su propia persona, hacia El. “¿Creéis que yo puedo hacer esto?” Jesús les pregunta si

tienen Fe. Don de Dios; el milagro que se dispone a hacer no es una cosa automática ni mágica. Los

sacramentos no son actos mágicos: los sacramentos requieren Fe. Lo que me llama la atención Señor, es el

Page 36: Novena a La Inmaculada

respeto que tienes a la libertad del hombre: Suscitas en ellos la espera, el deseo, la fe… No quieres forzar…

hace falta una cierta correspondencia, en el hombre, para que Tú le colmes.

Jesús parece haber querido poner a prueba su plegaria: de momento no les contesta. A menudo, Señor, nos

da la impresión de que Tú no nos oyes. Imagino la escena que se prolonga: los dos ciegos que se apegan a

El, que continúan siguiendo a Jesús por la calle, que continúan gritando, rogando… hasta la casa, y entran

con El.

La clave para aumentar la fe, en el sufrimiento, es la que nos indica san Agustín sobre oración y esperanza. El

corazón del hombre desea Dios, pero es demasiado pequeño para la gran realidad que se le entrega. Tiene

que ser ensanchado: «Dios, retardando [su don], ensancha el deseo; con el deseo, ensancha el alma y,

ensanchándola, la hace capaz [de su don]». Dios quiere darnos todo, pero el “recipiente” no está preparado

todavía: «Imagínate que Dios quiere llenarte de miel [símbolo de la ternura y la bondad de Dios]; si estás lleno

de vinagre, ¿dónde pondrás la miel?» El vaso, es decir el corazón, tiene que ser antes ensanchado y luego

purificado: liberado del vinagre y de su sabor. Eso requiere esfuerzo, es doloroso, pero sólo así se logra la

capacitación para lo que estamos destinados.” Así logramos esta fe, necesaria para obtener lo que deseamos,

aun de un modo mejor que el que deseamos, y es el que Dios quiere; pero el camino es ensanchar nuestro

corazón, para poder albergar ese don, esa luz para poder ver.

-“Entonces les tocó los ojos diciendo: Según vuestra fe, así os sea hecho”. Sí, Tú no has obligado. Has

esperado y has suscitado su Fe. “Así se haga, según vuestra Fe.” Señor, aumenta en nosotros la Fe.

-“Se les abrieron los ojos, mas Jesús les conminó diciendo: Mirad que nadie lo sepa”. Ellos, sin

embargo, al salir de allí, lo publicaron por toda la comarca. Ese secreto que Jesús les pide pone de manifiesto

que no desea levantar un entusiasmo superficial. No es lo sensacional ni lo prodigioso lo que cuenta (Noel

Quesson).

Es la verdad de la gran afirmación: «yo soy la luz del mundo: el que me sigue no andará en tinieblas».

Dios nos quiere liberar de las injusticias que existen ahora, como en tiempos del profeta. De las opresiones.

De los miedos. Cuántas personas están ahora mismo clamando desde su interior, esperando un Salvador que

no saben bien quién es: y lo hacen desde la pobreza y el hambre, la soledad y la enfermedad, la injusticia y la

guerra. Los dos ciegos tienen muchos imitadores, aunque no todos sepan que su deseo de curación coincide

con la voluntad de Dios que les quiere salvar. Tanta gente sencilla que han sido engañados porque no

conocían sus derechos, pisoteados… les han engañado para firmar documentos y luego los bancos se les

han llevado todo… se han casado con personas que luego han mostrado su violencia y las han sometido…

Pero nos podemos hacer a nosotros mismos la pregunta: ¿en verdad queremos ser salvados?, ¿nos damos

cuenta de que necesitamos ser salvados?, ¿seguimos a ese Jesús como los ciegos suplicándole que nos

ayude?, ¿de qué ceguera nos tiene que salvar? Hay cegueras causadas por el odio, por el interés materialista

de la vida, por la distracción, por la pasión, el egoísmo, el orgullo o la cortedad de miras. ¿No necesitamos de

veras que Cristo toque nuestros ojos y nos ayude a ver y a distinguir lo que son valores y lo que son

contravalores en nuestro mundo de hoy?, ¿o preferimos seguir ciegos, permanecer en la oscuridad o en la

penumbra, y caminar por la vida desorientados, sin profundizar en su sentido, manipulados por la última

ideología de moda?

El Adviento nos invita a abrir los ojos, a esperar, a permanecer en búsqueda continua, a decir desde lo hondo

de nuestro ser «ven, Señor Jesús», a dejarnos salvar y a salir al encuentro del verdadero Salvador, que es

Cristo Jesús. Sea cual sea nuestra situación personal y comunitaria, Dios nos alarga su mano y nos invita a la

Page 37: Novena a La Inmaculada

esperanza, porque nos asegura que él está con nosotros. Vigilancia y espera, exclamando «Marana tha»,

«Ven, Señor Jesús» (J. Aldazábal).

Los milagros son un medio para mostrar tu divinidad, Señor: Nadie tiene poder sobre la naturaleza sino Aquel

que la hizo. Nadie puede obrar un milagro sino Dios. Si surgen milagros tenemos una prueba de que Dios

está presente (card. Newman). Nos dices: según vuestra fe así os suceda. Ten piedad de nosotros, Hijo de

David. La fe es capaz de arrancarte cualquier favor. Yo también necesito que me ayudes. Ten piedad de mí,

Jesús, que tantas veces no estoy a la altura de lo que me pides. Mi egoísmo, mis caprichos, mis gustos, mis

planes, me ciegan y no acabo de ver tu voluntad. Ten piedad y ábreme los ojos del espíritu para que te vea,

para que te desee, para que quiera hacer lo que me pides.

2. “Mirad este país que Yahvé dio a vuestros padres…” La injusticia y la opresión reinan en todas partes; la

administración está corrompida, y los pobres no disponen de recurso alguno contra la arbitrariedad. Hay

“tiranos” llenos de iniquidad, pero el Señor intervendrá, y los sordos oirán; entonces los pobres exultarán en el

Señor.

-“El ojo del profeta vislumbre como cercana la salvación total”. Será un vuelco total que sufrirá la creación

entera y nuestro propio corazón cuando triunfe el Mesías, cuando llegue su Reino y todo sea transformado y

el mundo redimido, no podrá existir el mal en ningún sentido. Tanto el mal cósmico como el humano habrán

desaparecido. Todos escucharán y todos verán porque todos vivirán pendientes de la palabra de Yavhé, de

su voluntad salvífica.

-“Dentro de poco tiempo, muy poco, y el Líbano se convertirá en vergel”. Será la gran renovación de los

corazones humanos. Promesa de felicidad total. Sentido de la creación que participa a los decaimientos y a

los enderezamientos del hombre.

-“Aquel día, los sordos oirán las palabras del libro y saliendo de la oscuridad y las tinieblas los ojos de

los ciegos verán”. Lo vemos realidad en ti, Jesús, en el Evangelio de hoy.

-“Los humildes volverán a alegrarse en el Señor y los pobres se regocijarán en Dios, el santo de

Israel”. Señor, ayuda a todos los que sufren esperando “aquel día” que nos has prometido. ¡Que venga aquel

día! Mensaje de esperanza para los humildes y los pobres. Estas son, por adelantado, las palabras mismas

del Magnificat. Como madre lo enseñó a Jesús. Un pueblo entero, alimentándose de esa Palabra, esperaba la

era mesiánica. María debió «exultar» cuando vio a su hijo «abrir los ojos de los ciegos y los oídos de los

sordos». El Mesías ha venido. La era mesiánica ha comenzado y ¡ha llegado el tiempo anunciado por los

profetas! Y, no obstante, son todavía muchos los pobres que sufren y gimen, y ¡que están muy lejos de

exultar! Los pobres y oprimidos están contentos porque quedarán defendidos y en paz (Noel Quesson).

-“Porque habrá llegado el fin de los tiranos… Los que se burlan de Dios, desaparecerán… Y serán

exterminados todos los que desean el mal”… Me interrogo sobre mi plegaria al servicio de los demás. No

cerremos nuestros ojos ante las inmoralidades, ante los engaños, ante las injusticias, ante la corrupción que

reina en muchos ambientes. Hemos de implicarnos en este mundo nuestro, para quitar aquella carga de

maldad que oprime a tantos.

3. “El Señor es mí luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me

hará temblar?” San Pablo insiste: si Dios está con nosotros, ¿quién estará en contra nuestra? Confiemos en

el Señor. “Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de mi vida;

gozar de la dulzura del Señor, contemplando su templo”.

Page 38: Novena a La Inmaculada

Dejemos que Él guíe nuestros pasos por el camino del bien, hasta que algún día podamos contemplar el

Rostro del Señor y disfrutemos de Él eternamente: “Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la

vida. Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor”.

Llucià Pou Sabaté

6 DE DICIEMBRE. SEPTIMO DIA DE LA NOVENA

51. Refugio de los pecadores.

- La Virgen y el sacramento de la Penitencia.

- Su actitud misericordioso para con los pecadores.

- Nuestro refugio.

1. Salve, llena de gracia, eres llamada cIementísima para los pecadores, porque contemplas misericordiosa

nuestra miseria (1).

Desde muy antiguo fue costumbre en algunos lugares representar a Nuestra Señora con un gran manto

debajo del cual se encuentran, con rostros de paz, todo género de gentes: papas y reyes, comerciantes y

campesinos, hombres y mujeres… A algunos, que no se cobijaron bien bajo este manto protector, se les ve

heridos por alguna flecha: el perezoso es representado sentado y con la flecha en una pierna anquilosado, el

goloso con el plato en la mano y la flecha en el vientre… (2). Refúgium pecatorum: desde siempre los

cristianos la han visto como amparo y refugio de los pecadores, donde acudimos a protegernos, como por

instinto, en momentos de mayor tentación o dificultades más grandes, o cuando quizá no hemos sido fieles al

Señor. Ella es el atajo que nos facilita la vuelta rápida a Jesús.

En los primeros siglos de nuestra fe, los Santos Padres, al tratar del misterio de la Encarnación del Verbo,

afirmaron con frecuencia que el seno virginal de María fue el lugar donde se realizó la paz entre Dios y los

hombres. Ella, por su especialísima unión con Cristo, ejerce una maternidad sobre los hombres que consiste

en “contribuir a restaurar la vida sobrenatural en las almas” (3); por esta maternidad, forma parte muy especial

del plan querido por Dios para librar al mundo de sus pecados. Para eso, “se consagró totalmente como

esclava del Señor a la Persona y a la obra de su Hijo, sirviendo bajo Él y con Él al misterio de la redención”

(4), estuvo asociada a la expiación de Cristo por todos los pecados del mundo, padeció con Él Y fue

corredentora en todos los momentos de la vida de Jesús, y de modo muy particular en el Calvario, donde

Ofreció a su Hijo al Padre y Ella se ofreció juntamente con Él: “Verdaderamente María se ha convertido en la

Page 39: Novena a La Inmaculada

aliada de Dios en virtud de su maternidad divina- en la obra de la reconciliación” (5). Por esto, suelen

comentar muchos teólogos que la Virgen está de algún modo presente en la Confesión sacramental, donde se

nos conceden particularmente las gracias de la redención. “SI alguien separa del sacramento de la penitencia

la coexpiación de María, introduce entre Ella y Cristo una división que ni existió nunca ni puede ser admitida

(… ), puesto que es Cristo mismo quien asume en su expiación toda la cooperación expiatoria de su

Madre”(6).

Muy cerca de la Confesión se encuentra siempre María: está presente en el camino que lleva a este

sacramento, disponiendo el alma para que, con humildad, sinceridad y arrepentimiento, se llegue a este

sacramento de la misericordia divina. Ella ejerce una labor maternal importantísima, facilitando el camino de la

sinceridad y moviendo suavemente a esa fuente de la gracia. En el apostolado de la Confesión, Ella es la

primera aliada. Si alguna vez avergúenzan particularmente las faltas cometidas, es el Refugio primero al que

hay que acudir. Y Ella, poco a poco, con su gracia maternal, hace fácil lo que al principio quizá resultaba

difícil. Si un hijo se ha alejado de la casa paterna, ¿qué madre no estaría dispuesta a facilitarle el regreso? “La

Madre de Dios, que buscó afanosamente a su Hijo, perdido sin culpa de Ella, que experimentó la mayor

alegría al encontrarle, nos ayudará a desandar lo andado, a rectificar lo que sea preciso cuando por nuestras

ligerezas o pecados no acertemos a distinguir a Cristo. Alcanzaremos así la alegría de abrazarnos de nuevo a

Él, para decirle que no lo perderemos más” (7).

Santa María, Refugio de los pecadores, nuestro refugio, danos el instinto certero de acudir a Ti cuando nos

hayamos alejado, aunque sea poco, del amor de tu Hijo. Danos el don de la contrición.

II. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores,..

Siempre es posible el perdón. El Señor desea nuestra salvación y la limpieza de nuestra alma más que

nosotros mismos. Dios es todopoderoso, es nuestro Padre y es Amor. Y Jesús dice a todos, y a nosotros

también: no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores (8). Él nos llama y en esta Novena con más

fuerza– para que, con la ayuda de su Madre, nos despeguemos del egoísmo, de pequeños rencores quizá,

faltas de amor, juicios precipitados sobre los demás, faltas de desprendimiento… Debemos acercarnos a la

gran fiesta de Nuestra Señora con un corazón más límpio. En la intimidad del corazón, debemos sentir esa

llamada a una mayor pureza interior. Una tradición muy antigua narra la aparición del Señor a San Jerónimo.

Jesús le dijo: Jerónimo, -qué me vas a dar?; a lo que el Santo respondió: Te daré mis escritos. Y Cristo replicó

que no era suficiente. ¿-Qué te entregaré entonces? ¿-mi vida de mortificación – v de penitencia? La

respuesta fue: Tampoco me basta. ¿- Qué me queda por dar?, preguntó Jerónimo. Y Cristo le contestó:

Puedes darme tus pecados, Jerónimo (9). A veces puede costar reconocer ante Dios los pecados, las

flaquezas y los errores: darlos sin envoltura alguna, como son, sin justificación, con sinceridad de corazón,

llamando a cada cosa por su nombre. Dios los toma porque es lo que nos separa de Él y de los demás, lo que

nos hace sufrir, lo que impide una verdadera vida de oración. Dios los desea para destruirlos, para

perdonarlos, y darnos a cambio una fuente de Vida.

Enseña San Alfonso Ma de Ligorio que el principal oficio que el Señior encomendó a María es ejercitar la

misericordia, y que todas sus prerrogativas las pone María al servicio de la misma (10).

Resulta sorprendente, gozosamente sorprendente, la insistencia de Jesús en su llamada constante a los

pecadores, pues el Hijo del hombre ha venido a salvar lo que estaba perdido (11). A través del ejercicio de

esta actitud misericordiosa para con todos, le conocieron muchos de quienes vivieron cerca de El: los fariseos

y los escribas murmuraban -y decían: éste recibe a los pecadores y come con ellos (12). Y, ante el asombro

de todos, libra a la mujer adúltera de la humillación a que está siendo sometida, y luego la despedirá,

perdonada, con estas sencillas palabras: Vete y no peques más (13). Siempre es así Jesús. Nunca entre en

Page 40: Novena a La Inmaculada

nuestra mente -recomendaba el Cardenal Newman- la idea de que Dios es un amo duro, severo (14). Esta

imagen es la que se puede formar quien se comportaría de esa manera -con enfado, con dureza, con

frialdad-, quien se sintiera ofendido por otro. Pero Dios no es así, nos quiere más, nos busca más cuanto peor

es nuestra situación.

La misión de María no es ablandar la justicia divina. Dios es siempre bueno y misericordioso. La misión de

Nuestra Señora es la de disponer nuestro corazón para que podamos recibir las innumerables gracias que el

Señor nos tiene preparadas. <¿-No será María un suave y poderoso estímulo para superar las dificultades

inherentes a la Confesión sacramental? Más aún, ¿-no invita Ella a la aceptación de esas dificultades para

transformarlas en medio de expiación de las culpas propias y ajenas?” (15). Acudamos siempre a Ella

mientras nos preparamos y disponemos a recibir este sacramento.

Santa María, “Esperanza nuestra, míranos con compasión, enséñanos a ir continuamente a Jesús y, si

caemos, ayúdanos a levantarnos, a volver a Él, mediante la confesión de nuestras culpas y pecados en el

Sacramento de la Penitencia, que trae sosiego al alma” (16).

III. Sancta María, refugium nostrum et virtus… Refugio y fortaleza nuestra.

La palabra refugio viene del latín fugere, huir de algo o de alguien… Cuando se acude a un refugio se huye

del frío, de la oscuridad de la noche, de una tormenta; y se busca seguridad, abrigo y resguardo. Cuando

acudimos a Nuestra Señora, encontramos la única protección verdadera contra las tentaciones, el desánimo,

la soledad… Muchas veces sólo el hecho de comenzar a rezarle es suficiente para que la tentación

desaparezca, para recuperar la paz y el optimismo. Si en algún momento encontramos más dificultades y las

tentaciones aprietan, hemos de acudir con prontitud a guarecernos bajo el manto de Nuestra Señora. “Todos

los pecados de tu vida parece como si se pusieran de pie. -No desconfíes. -Por el contrario, llama a tu Madre

Santa María, con fe y abandono de niño. Ella traerá el sosiego a tu alma” (17).

En Ella siempre encontraremos cobijo y protección. Ella “consuela nuestro temor, mueve nuestra fe, fortalece

nuestra esperanza, disipa nuestros temores y anima nuestra pusilanimidad” (18). Sus hijos, percibiendo su

amor de madre, se refugian en Ella implorando perdón, y “al contemplar su espiritual belleza se esfuerzan por

librarse de la fealdad del pecado, y al meditar sus palabras y ejemplos se sienten llamados a cumplir los

mandatos de su Hijo” (19).

Madre mía, Refugio de los pecadores, enséñanos a reconocer nuestros pecados y a arrepentirnos de ellos.

Sal a nuestro encuentro cuando nos resulte difícil el camino de vuelta hasta tu Hijo, cuando nos sintamos

perdidos.

(1) MISAS DE LA VIRGEN MARIA,. n. 14. Antifóna de la Misa Madre de la reconciliación.– (2) Cfr. M. TRENS,

María. Iconografía de la Virgen en el arte españoll, pp. 274 ss. – (3) CON. VAT. II, Const. Lumen gentium, 61.

– (4) Ibídem, 56. (5) JUAN PABL0 II, Exhort. Apost. Reconciliatio et Paenitentia, 2-XII-1984, n. 35.- (6) A.

BANDERA, La Virgen María y los sacramentos, Rialp, Madrid 1978, p. 173. – (7) J. ESCRIVA DE

BALAGUER, Amigos de Dios, 278. – (8) Mt 9, 13. – (9) Cfr. F. J. SHEEN, Desde la Cruz, p. 16. – (10) SAN

ALFONSO Mª DE LIGORIO, Las glorias de María, VI, 3. 5. – (11) Mt 18, 1. – (12) Mt 11, 19. – (13) CAD. J. H.

NEWMAN, Sermón para el Domingo IV después de Epifania. – (15) A. BANDERA, o. c., pp. 179-180. (16)

JUAN PABLO II, Oración a la Virgen de Guadalupe, enero 1979. (17) J. ESCRIVA DE BALAGUER, Camino,

n. 498. – (18) SAN BERNARDO,

Homilía en la Natividad de la B. Virgen María, 7. (19) Cfr. MISAS DE LA VIRGEN MARIA, o. C., n. 14. Prefacio

de la Mísa Madre de la rreconciliación.

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Despertar en Adviento, y quitarse los miedos

iglesiaynuevaevangelizacion.blogspot.com

Lo grande no es que uno pueda tener muchas vidas, sino que hasta el hecho más pequeño se pueda

transformar por el amor, de una vez por todas, en eterno: en algo que no pasa, que entra en el “hoy” de Dios

Los cristianos comienzan el año antes que los demás, como si quisieran adelantarse para anunciar algo

grande; aunque en realidad es Dios, el creador del tiempo, quien señala sus etapas.

Litúrgicamente, el año cristiano se inicia en el Adviento. Empezamos a prepararnos siempre de nuevo, como

si fuera la primera vez y al mismo tiempo la última vez que viene el Hijo de Dios al mundo. Y no es “como si

fuera”, sino que así “es”. Porque Dios sigue llegando como el amor-nuevo por vez primera. Llega en el “hoy”

de su eternidad, que se entrecruza con nuestro “hoy”, cada vez que recomenzamos a estar más cerca de él.

Esto sucede en una conversión, en una confesión, en un “quitarse los miedos, dejarlos afuera”, como dice la

canción. Esto acontece sobre todo en la Eucaristía. Dios sigue llegando como el amor-juez al final de la vida

de cada persona; y también, para todos los pueblos, al final de la historia.

Dios sigue llegando, para matar la muerte

Dios sigue llegando tras una larga espera de siglos, tras los oscuros signos presentes en las otras religiones,

sobre todo tras la preparación más inmediata de la Alianza con Israel. En su libro El Misterio del Adviento,

Daniélou afirma: «El cristianismo es la eterna juventud del mundo». Benedicto XVI señala al principio de su

pontificado que la Iglesia tiene y transmite la juventud de Cristo, que es «eternamente joven». En efecto, el

acontecimiento de Cristo vence a la muerte desde dentro de ella misma, metiéndose en la muerte para

matarla definitivamente y abrirnos —ya ahora— a la Vida que no muere.

Con Cristo llega la “plenitud de los tiempos”. Con Cristo —escribe Juan Pablo II en su carta sobre la llegada

del Tercer milenio— «la eternidad ha entrado en el tiempo». Es verdad. El que está con Cristo ya no puede

envejecer. Su cuerpo se desgastará naturalmente, pero su espíritu es eternamente joven, con la juventud de

Dios. Y esto, hasta el punto de que esa Juventud lo resucitará de entre los muertos para esa Vida que nunca

morirá.

Exprimir el “hoy” para hacerlo eterno

Hoy se cree más fácilmente en la reencarnación que en la resurrección. Según Juan Pablo II, esto manifiesta

que «el hombre no quiere resignarse a una muerte irrevocable. Está convencido de su propia naturaleza

esencialmente espiritual e inmortal». Y sin embargo, lo grande no es que uno pueda tener muchas vidas (al fin

y al cabo esto le quita responsabilidad y por tanto lo empequeñece); sino que hasta el hecho más pequeño se

pueda transformar por el amor, de una vez por todas, en eterno: en algo que no pasa, que entra en el “hoy” de

Dios. Por eso decía Gustave Thibon: «Todo lo que no es eternidad recuperada, es tiempo perdido».

La historia entera es —por utilizar la metáfora de Daniélou— el tiempo que tenemos para madurar un racimo

que es precisamente la ciudad de Dios. Esto lo aplica Daniélou a las religiones paganas e incluso a la religión

judía —están llamadas a abrirse al “vino nuevo” del cristianismo—, y también a las personas. Es necesario

que cada uno se abra al “vino nuevo de la gracia” que hace “estallar continuamente los odres viejos”, porque

Page 42: Novena a La Inmaculada

nos lleva a “salir de nosotros mismos —nosotros nos situamos continuamente en una especie de conformismo

— y avanzar hacia una nueva etapa”.

Vivir hacia uno mismo, o vivir hacia el Amor

Por eso hay que despertar. Renunciar al repliegue sobre uno mismo, sobre el propio envejecimiento. Sólo hay

dos caminos: o la vida hacia uno mismo, que conduce hacia el morir; o el camino hacia la vida de Dios que

lleva al crecimiento, a la “plenitud del tiempo”.

Es esa vida de Dios que grita ahora como una madre, como una enamorada, al alma que se resiste a

despertar. Está llegando el día para ti, oh alma llamada por Dios, está llegando el día para ti, oh mundo en

sombras. Está llegando el día para ti, oh conjunto de los cristianos que debéis dar ante el mundo el testimonio

de vuestra unidad. Está llegando, oh cristiano, el tiempo de tu coherencia. Está llegando, oh tú, quien quiera

que seas, la ocasión para pedir perdón y recomenzar.

En esta línea, Gertrude von Le Fort, en sus Himnos a la Iglesia (ed. Encuentro, Madrid 1995, p. 56), se

imagina que ésta le dice al alma: «Quiero encender luces, oh alma; quiero encender alegría en todos los

confines de tu humanidad»; y zarandea al alma humana —a la de cada uno de nosotros que debe despertar

en el Adviento y abrirse a Dios siempre de nuevo— evocando a María: «¡Yo te saludo, oh tú que llevas al

Señor en tu vientre!».

Ramiro Pellitero. Universidad de Navarra

7 DICIEMBRE. OCTAVO DÍA DE LA NOVENA

52. Puerta del cielo.

Page 43: Novena a La Inmaculada

- A travé de maria encontramos siempre a Jesús.

- La intercesión de Nuestra señora.

- La devoción a la Virgen, señal de predestinación.

I. Ave, maris stella // Dei Mater alma, // atque semper Virgo. // felix caeli porta. Dios te salve, estrella del mar, //

Madre santa de Dios, // y siempre Virgen, // dichosa puerta del cielo (1).

Ianua caeli, Puerta del cielo, así la hemos invocado tantas veces en las letanías del Santo Rosario. Ella es la

entrada y el acceso a Dios, es la Puerta oriental del templo (2) de la que habla el profeta, porque por allí nos

llegó Jesús, el Sol de justicia. Y es a la vez, “la puerta dorada del cielo por la que confiamos entrar algún día

en el descanso de la eterna bienaventuranza” (3). A través de María encontramos siempre a Jesús.

Los hombres han recorrido a veces mil caminos extraviados, buscando a Dios con nostalgia; han intentado

llegar a Él a fuerza de brazos, de complicadas especulaciones, y han olvidado esta entrada sencilla que es

María, “que nos conduce al interior de¡ Cielo de la convivencia con Dios” (4).

Se cuenta de fray León, un lego que acompañaba siempre a San Francisco de Asís, que después de morir el

santo depositaba todos los días sobre su tumba hierbas y flores y meditaba sobre las verdades eternas. Un

día se quedó dormido y tuvo una visión del día del Juicio. Vio que se abría una ventana en el Cielo y aparecía

Jesús, el amable Juez, acompañado de San Francisco. Descolgaron una escala roja, que tenía los peldaños

muy espaciados, de tal manera que era imposible subir por ella. Todos lo intentaron y poquísimos

consiguieron subir. Al cabo de un tiempo, y como llegara de la tierra un gran clamor, se abrió otra ventana, en

la que apareció de nuevo San Francisco, y la Virgen al lado de Jesús. Tiraron otra escala, pero ésta era

blanca y con los peldaños mucho más juntos. Y todos, con inmensa alegría, iban subiendo. Cuando alguno de

ellos se sentía especialmente débil, Santa María le animaba llamándole por su nombre y enviando a alguno

de los ángeles que la servían para que le echase una mano. Y así subieron uno tras otro (5). No deja de ser

una leyenda piadosa, que nos enseña una verdad esencial y consoladora, conocida desde siempre por el

pueblo cristiano: con la Virgen es más fácil la santidad y la salvación. Sin la Virgen no sólo se hace todo más

difícil, sino que quizá se vuelve imposible, pues Dios mismo ha querido que fuera “la díspensadora de todos

los tesoros que Jesús nos conqu’stó con su Sangre Y su Muerte” (6).

La Virgen no sólo es la Puerta del Cielo -la~ nua (,aeli- , sino una avuda poderosísima para que lleguemos a

él. Pues, “asunta a los cielos, no ha dejado esta misión salvadera, sino que con su múltiple intercesión

continúa obteniéndonos los dones de la salvación eterna. Con su amor materno se cuida de los hermanos de

su Hijo, que todavía peregrinan y se hallan en peligros y ansiedad hasta que sean conducidos a la Patria

bienaventurada. Por este motivo, la Santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada.

Auxilladora, Socorro, Mediadora”(7).

Por voluntad divina, la Santísima Virgen es la Mediadora ante el Mediador, como enseña San Bernardo (8), y

subordinada a Él. Todas las gracias nos vienen de manos de María, de tal manera, afirman muchos

teólogos, , que Cristo no nos otorga nada sino a través de Nuestra Señora. Y Ella está siempre bien dispuesta

a concedernos lo que le pidamos y nos ayude en nuestra salvación. No nos quedemos cortos durante esta

Novena en la petición, Con motivo de la gran fiesta que estamos preparando, Ella otorga sus dones con

largueza.

II. San Alfonso Mª de Ligorio afirma que María es Puerta del Cielo porque, de la misma forma que toda gracia

e indulto que otorga el Rey pasa por la puerta de su palacio, de igual modo ninguna gracia desciende del

Cielo a la tierra sin pasar por las manos de María (9).

Page 44: Novena a La Inmaculada

Desde su vida terrena, aparece Nuestra Señora como la dispensadora de las gracias. Por Ella, Jesús santifica

al Precursor, cuando visita a su pariente Isabel. En Caná, a instancias de María realizó Jesús su primer

milagro, convirtiendo el agua en vino; allí también, por este milagro, sus discípulos creyeron en Él (10). La

Iglesia comienza su camino, a través de la historia de los hombres y de los pueblos, el día de Pentecostés, y

“se sabe que al comienzo de este camino está presente María, que vemos en medio de los Apóstoles en el

cenáculo “implorando con sus ruegos el don del Espíritu Santo”" (11).

Por la intercesión ante su Hijo, María nos alcanza y distribuye todas las gracias, con ruegos que no pueden

quedar defraudados. Esta intercesión es aún mayor después de su Asunción al Cielo y de haber sido elevada

en dignidad por encima de los ángeles y de los arcángeles. Ella nos distribuye el agua de la fuente, no toda de

una vez -afirma San Bernardo-, sino que hace caer la gracia gota a gota sobre nuestros corazones resecos, a

unos más, a otros menos. De la fuente que brota del corazón del Padre, nos distribuye enseguida a nosotros

todo cuanto somos capaces de recibir (12). Ella conoce perfectamente nuestras necesidades y nos distribuye

las gracias que necesitamos. Sólo nuestra mala voluntad puede impedir que esas gracias lleguen al alma.

Por el conocimiento que tiene de las necesidades espirituales y materiales de cada uno de sus hijos, Nuestra

Señora, llevada por su inmensa caridad, intercede constantemente por nosotros. Mucho más cuando se lo

pedimos con insistencia, como hacemos estos días. Otras veces dejaremos en sus manos la solución de los

problemas que nos agobian, con el claro convencimiento de que Ella sabe mejor que nosotros lo que nos

conviene: <imadre mía…. ya ves que necesito esto y aquello…, que este amigo, este hermano, este hijo…

están lejos de la Casa paterna … “. En Ella se dan con toda plenitud las palabras de Jesús en el Evangelio:

quien busca, encuentra; quien pide, recibe; al que llama, se le abrirá (13). ¿Cómo nos va a dejar en la puerta

cuando le pedimos que nos abra? ¿Cómo no nos va a socorrer si nos ve tan necesitados?

III. Ianua caeli, ora por eis…. ora pro me.

El título de Puerta del Cielo le conviene a la Virgen por su íntima unión con su Hijo y por cierta participación en

la plenitud de poder y de misericordia que deriva de Cristo, Nuestro Señor. Él es, por derecho propio y

principal, el camino y la entrada a la gloria, ya que con su Pasión y M uerte nos abrió las puertas del Cielo,

antes cerradas. A María la llamamos Puerta del Cielo porque, con su Intercesión omnipotente, nos procura los

auxilios necesarios para llegar al Cielo y entrar hasta el mismo trono de Dios (14), donde nos espera nuestro

Padre.

Además, ya que por esa puerta celestial nos llegó Jesús, vayamos a Ella para encontrarle, pues “María es

siempre el camino que conduce a Cristo. Cada enctientro con Ella se resuelve necesariamente en un

encuentro con Cristo mismo. Qué otra cosa significa el continuo recurso a María, sino un buscar entre sus

brazos, en Ella y por Ella v con Ella, a Cristo, nuestro Salvador’?” (15). Siempre, como los Magos en Belén,

encontramos a Jesús con María, su Madre (16). Por eso se ha dicho en tantas ocasiones que la devoción a la

Virgen es señal de predestinación (17). Ella cuida de que sus hijos acierten con la senda que lleva a la Casa

del Padre. Y si alguna vez nos desviamos, utilizará sus recursos poderosos para que retornemos al buen

camino, Y nos dará su mano -como las madres buenas– para que no nos desviemos de nuevo. Y si hemos

caído, nos levantará, y nos arreglará una vez más para que estemos presentables ante su Hijo.

La intercesión de la Virgen es mayor que la de todos los santos juntos, pues los demás santos nada obtienen

sin Ella. La mediación de los santos depende de la de María, que es universal y siempre subordinada a la de

su Hijo. Además, las gracias que nos obtiene la Virgen ya las ha merecido por su honda identificación con la

Pasión y Muerte de Cristo. Con su ayuda entraremos en la Casa del Padre.

Page 45: Novena a La Inmaculada

Con esos pequeños actos de amor que le estamos ofreciendo estos días, no podemos ni siquiera imaginar la

lluvia de gracias que está derramando sobre cada uno de nosotros y sobre las personas que le

encomendamos, y sobre toda la Iglesia. “Las madres no contabilizan los detalles de cariño que sus hijos les

demuestran; no pesan ni miden con criterios mezquinos. Una pequeña muestra de amor la saborean como

miel, y se vuelcan concediendo mucho más de lo que reciben. Si así reaccionan las madres buenas de la

tierra, Imaginaos lo que podremos esperar de Nuestra Madre Santa María” (18). No nos separemos de su

lado; no dejemos un solo día de acudir a su protección maternal.

 

8 DE DICIEMBRE (Solemnidad)

53. Inmaculada Concepción de Santa María Virgen.

- La Virgen en el misterio de Cristo.

Page 46: Novena a La Inmaculada

- Su plenitud de gracia recibida en el instante de su Concepción Inmaculada.

- Para imitar a la Virgen es necesario tratarla. Devociones.

I. Desbordo de gozo con el Señor y me alegro con mi Dios; porque me ha vestido un traje de gala y me ha

envuelto en un manto de triunfo, como novia que se adorna con sus joyas 1. Son palabras que la Liturgia

pone en labios de Nuestra Señora en esta Solemnidad, y expresan el cumplimiento de la antigua profecía de

Isaías.

Todo cuanto de hermoso y bello se puede decir de una criatura, se lo cantamos hoy a nuestra Madre del

Cielo. “Exulte hoy toda la creación y se estremezca de gozo la naturaleza. Alégrese el cielo en las alturas y las

nubes esparzan la justicia. Destilen los montes dulzura de miel y júbilo las colinas, porque el Señor ha tenido

misericordia de su pueblo y nos ha suscitado un poderoso salvador en la casa de David su siervo, es decir, en

esta inmaculadísima y purísima Virgen, por quien llega la salud y la esperanza a los pueblOS” 2, canta un

antiguo Padre de la Iglesia.

La Trinidad Santa, queriendo salvar a la humanidad, determinó la elección de María para Madre de] Hijo de

Dios hecho Hombre. Más aún: quiso Dios que María fuera unida con un solo vínculo indisoluble, no sólo al

nacimiento humano y terrenal de¡ Verbo, sino también a toda la obra de la Redención que Él llevaría a cabo.

En el plan salvífico de Dios, María está siempre unida a Jesús, perfecto Dios y hombre erfecto, Mediador

único y Redentor del género humano. “Fue predestinada desde toda la eternidad como Madre de Dios

juntamente con la Encarnación del Verbo, por disposición de la Divina Providencia”3.

Por esta elección admirable y del todo singular, María, desde el primer instante de su ser natural, quedó

asociada a su Hijo en la Redención de la humanidad. Ella es la mujer de la que nos habla el Génesis en la

Primera lectura de la Misa4. Después de cometido el pecado de origen, dijo Dios a la serpiente: Pongo

enemistad entre ti y la mujer, entre tu des(@endencia y la suya. María es la nueva Eva, de la que nacerá un

nuevo linaje, que es la Iglesia. En razón de esta elección, la Virgen Santísima recibió una plenitud de gracia

mayor que la concedida a todos los ángeles y santos juntos, como correspondía a la Madre del Salvador.

María está en un lugar singular y único entre Dios y los hombres. Ella es la que en la Iglesia ocupa después

de Cristo el lugar más alto y el más cercano a nosotros 5; es el ejemplar acabado de la Iglesia 6, modelo de

todas las virtudes 7, a la que hemos de mirar para tratar de ser mejores. Es tan gran ‘ de su poder salvador y

santificador que, por gracia de Cristo, cuanto más se difunde su devoción, más atrae a los creyentes hacia su

Hijo y hacia el Padre 8.

En Ella, purísima, resplandeciente, fijamos nuestros ojos, “como en la Estrella que nos guía por el cielo oscuro

de las expectativas e incertidumbres humanas, particularmente en este día, cuando sobre el fondo de la

liturgia del Adviento brilla esta solemnidad anual de tu Inmaculada Concepción y te contemplamos en la

eterna economía divina como la Puerta abierta, a través de la cual debe venir el Redentor del mundo” 9.

II. Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tú entre todas las mujeres 10.

Por una gracia del todo singular, y en atención a los méritos de Cristo, Santa María fue preservada inmune de

toda mancha de pecado original, desde el primer instante de su concepción. Dios “la amó con un amor tan por

encima del amor a toda criatura, que vino a complacerse en Ella con síngularísima benevolencia. Por esto, tan

maravillosamente la colmó de la abundancia de todos sus dones celestiales, sacados del tesoro de su

divínidad, muy por encima de todos los ángeles y santos, que Ella, absolutamente libre siempre de toda

mancha de pecado, y toda hermosa y perfecta, rnanifestó tal plenitud de inocencia y santidad, que no se

concibe en modo alguno mayor después de Dios ni nadie puede imaginar fuera de Dios” 1 1.

Page 47: Novena a La Inmaculada

Esta preservación del pecado en Nuestra Seiíora es, en primer lugar, plenitud de gracia del todo singular y

cualificada; la gracia, en María -enseñan los teólogos-, se adelantó a la naturaleza. En Ella todo volvía a tener

su sentido primitivo y la perfecta armonía querida por Dios. El don por el que careció de toda mancha le fue

concedido a modo de preservación de algo que no se contrae. Fue exenta de todo pecado actual, no tuvo

ninguna imperfección -ni moral, ni natural-, no tuvo inclinación alguna desordenada, ni pudo padecer

verdaderas tentaciones internas; no tenía pasiones descontroladas; no sufrió los efectos de la concupiscencia.

Jamás estuvo sujeta al diablo en cosa alguna.

La Redención alcanzó también a María y actuó en Ella, pues recibió todas las gracias en previsión de los

méritos de Cristo. Dios preparó a la que iba a ser la Madre de su Hijo con todo su Amor infinito. “¿Cómo nos

habríamos comportado, si hubiésemos podido escoger la madre nuestra? Pienso que hubiésemos elegido a la

que tenemos, llenándola de todas las gracias. Eso hizo Cristo: siendo Omnipotente, Sapientísimo y el mismo

Amor (Deus caritas est, Dios es amor, 1 Jn 4, 8), su poder realizó todo su querer” 12.

Desde esta fiesta grande divisamos ya la proximidad de la Navidad. La Iglesia ha querido que ambas fiestas

estén cercanas. “Del mismo modo que el primer brote verde señala la llegada de la primavera en un mundo

helado y que parece muerto, así en un mundo manchado por el pecado y de gran desesperanza esa

Concepción sin mancha anuncia la restauración de la inocencia del hombre. Así como el brote nos da una

promesa cierta de la flor que de él saldrá, la Inmaculada Concepción nos da la promesa infalible del

nacimiento virginal (… ). Aún era invierno en todo el mundo que la rodeaba, excepto en el hogar tranquilo

donde Santa Ana dio a luz a una niña. La primavera había comenzado allí” 13. La nueva V-Ida se inició en

Nuestra Madre en el mismo instante en que fue concebida sin mancha alguna y llena de gracia.

III. Tota pulchra es, Maria, eres toda hermosa, María, y no hay mancha alguna de pecado en Ti.

La Virgen Inmaculada será siempre el ideal que debemos imitar. Ella es modelo de santidad en la vida

ordinaria, en lo corriente, sin llamar la atención, sabiendo pasar oculta. Para imitarla es necesario tratarla.

Durante estos días de la Novena hemos procurado, con Ella, dar un paso hacia adelante. Ya no la podemos

dejar; sobre todo, porque Nuestra Madre no nos deja.

Aquella profecía que un día hiciera la Virgen, Me llamarán bienaventurada todas las generaciones… 14, la

estamos cumpliendo ahora nosotros y se ha cumplido al pie de la letra a través de los siglos-. poetas,

intelectuales, artesanos, reyes y guerreros, hombres y mujeres de edad madura y niños que apenas han

aprendido a hablar; en el campo, en la ciudad, en la cima de un monte, en las fábricas y en los caminos, en

situaciones de dolor y de alegría, en momentos trascendentales (¡cuántos millones de cristianos han muerto

con el dulce nombre de María en sus labios o en su pensamiento!), se ha invocado y se llama a Nuestra

Señora todos los días. En tantas y tan diversas ocasiones, millares de voces, en lenguas diversísimas, han

cantado alabanzas a la Madre de Dios o le han pedido calladamente que mire con misericordia a esos hijos

suyos necesitados. Es un clamor inmenso el que sale de esta humanidad dolida hacia la Madre de Dios. Un

clamor que atrae la misericordia del Seiíor. Nuestra oración en estos días de preparación para la gran

Solemnidad de hoy se ha unido a tantas voces que alaban y piden a Nuestra Señora.

Sin duda ha sido el Espíritu Santo quien ha enseñado, en todas las épocas, que es más fácil llegar al Corazón

del Señor a través de María. Por eso, hemos de hacer el propósito de tratar siempre confiadamente a la

Virgen, de caminar por ese atajo -la senda por donde se abrevia el caminopara llegar antes a Cristo:

“conservad celosamente ese tierno y confiado amor a la Virgen -nos alienta el Romano Pontífice-. No lo dejéis

nunca enfriar (… ). Sed fieles a los ejercicios de piedad mariana tradicionales en la Iglesia: la oraci6n del

Angetus, el mes de María y, de modo muy especial, el Rosario” 15.

Page 48: Novena a La Inmaculada

María, llena de gracia y de esplendor, la que es bendita entre todas las mujeres, es también nuestra Madre.

Una manifestación de amor a Nuestra Señora es llevar una imagen suya en la cartera o en el bolso; es

multiplicar discretamente sus retratos a nuestro alrededor, en nuestras habitaciones, en el coche, en el

despacho o en el lugar de trabajo. Nos parecerá natural invocarla, aunque sea sin palabras.

Si cumplimos nuestro propósito de acudir con más frecuencia a Ella, desde el día de hoy, comprobaremos en

nuestras vidas que “Nuestra Señora es descanso para los que trabajan, consuelo de los que lloran, medicina

para los enfermos, puerto para los que maltrata la tempestad, perdón para los pecadores, dulce alivio de los

tristes, socorro de los que rezan” 16.

1 Antífona de entrada. Is 61, lo. – 2 SAN ANDRÉS [)E CRETA, Homilía 1 en la Naiividad de la Santísima

Madre de Dios. - 3 CO\C VA l ll, Const. Lumeti genyiuy>i, 61. 1 Gen 3, 9-15; 20. - 5 Cfr. Co,.,c Y Ni 11, Const.

Lumen gentium, 54. 6 Ibídm, 63. 1 Ibidem, 65. 8 Ibidem, 65. ' JUA, PABLO lí, Alocución 8-XII-1982. 10

Evangelio de la Misa. L( 1, 28. - 11 Pío IX, Bula Inefjáhilis Deus, 8-XII-1854. - 12 J. ESCRIVµ DE BA1-ACiU[R,

Es Cristo que pasa, 171. 13 R. A. KNox, Tiempos y fiestas £Iel año litúrgico, p. 298. -- 14 Cfr. Lc 2, 48. - 15

JUAN PABLO 11, HOMilía 12-X-1980. '6 SAN JUAN DA.MASCENO, Homilía en la Dormi(ión de la B. Virgen

María.

* Esta fiesta fue instituida por Pío IX con motivo de la proclamación de¡ dogma, el 8 de diciembre de 1854. La

definición dogmática precisó el sentido de la verdad de fe y afirmó de modo solemne la fe constante de la

Iglesia. Esta festividad se celebraba en Oriente desde el siglo viii y un siglo después en muchos lugares de

Occidente.

 

LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA

Árbol genealógico de Jesús

“Del árbol nació la rama, de la rama nació la flor,

de la flor nació María, de María el Redentor”

[Villancico popular]

Page 49: Novena a La Inmaculada

Introducción

Los textos propuestos son, para esta ocasión, una invitación a la meditación, a un gustar y comprender,

saboreando en el silencio y gustando en la oración…

En primer lugar traemos lo substancial de la homilía de Benedicto XVI con ocasión de los cuarenta años del

Vaticano II, pronunciada un 8 de diciembre.

Maurice Zundel es uno de esos teólogos que rezan y reflexionan adorando y de rodillas. Se trata de un texto

que forma parte de un retiro espiritual y que toma como punto de partida una intuición poética del Dante.

Por último-, ¡pero no en último lugar!-, San Bernardo nos deleita con la frescura y la dulzura de su palabra,

invitándonos a correr, junto con Adán y Eva, hacia María.

1.1.-“… Debemos preguntarnos: ¿Qué significa “María, la Inmaculada”? ¿Este título tiene algo que decirnos?

La liturgia de hoy nos aclara el contenido de esta palabra con dos grandes imágenes. Ante todo, el relato

maravilloso del anuncio a María, la Virgen de Nazaret, de la venida del Mesías.

El saludo del ángel está entretejido con hilos del Antiguo Testamento, especialmente del profeta Sofonías.

Nos hace comprender que María, la humilde mujer de provincia, que proviene de una estirpe sacerdotal y

lleva en sí el gran patrimonio sacerdotal de Israel, es el “resto santo” de Israel, al que hacían referencia los

profetas en todos los períodos turbulentos y tenebrosos. En ella está presente la verdadera Sión, la pura, la

morada viva de Dios. En ella habita el Señor, en ella encuentra el lugar de su descanso. Ella es la casa viva

de Dios, que no habita en edificios de piedra, sino en el corazón del hombre vivo.

Ella es el retoño que, en la oscura noche invernal de la historia, florece del tronco abatido de David. En ella se

cumplen las palabras del salmo: “La tierra ha dado su fruto” (Sal 67, 7). Ella es el vástago, del que deriva el

árbol de la redención y de los redimidos. Dios no ha fracasado, como podía parecer al inicio de la historia con

Adán y Eva, o durante el período del exilio babilónico, y como parecía nuevamente en el tiempo de María,

cuando Israel se había convertido en un pueblo sin importancia en una región ocupada, con muy pocos signos

reconocibles de su santidad. Dios no ha fracasado. En la humildad de la casa de Nazaret vive el Israel santo,

el resto puro. Dios salvó y salva a su pueblo. Del tronco abatido resplandece nuevamente su historia,

convirtiéndose en una nueva fuerza viva que orienta e impregna el mundo. María es el Israel santo; ella dice

“sí” al Señor, se pone plenamente a su disposición, y así se convierte en el templo vivo de Dios.

1.2.-La segunda imagen es mucho más difícil y oscura. Esta metáfora, tomada del libro del Génesis, nos habla

de una gran distancia histórica, que sólo con esfuerzo se puede aclarar; sólo a lo largo de la historia ha sido

posible desarrollar una comprensión más profunda de lo que allí se refiere. Se predice que, durante toda la

historia, continuará la lucha entre el hombre y la serpiente, es decir, entre el hombre y las fuerzas del mal y de

la muerte. Pero también se anuncia que “el linaje” de la mujer un día vencerá y aplastará la cabeza de la

serpiente, la muerte; se anuncia que el linaje de la mujer —y en él la mujer y la madre misma— vencerá, y así,

mediante el hombre, Dios vencerá. Si junto con la Iglesia creyente y orante nos ponemos a la escucha ante

este texto, entonces podemos comenzar a comprender qué es el pecado original, el pecado hereditario, y

también cuál es la defensa contra este pecado hereditario, qué es la redención.

¿Cuál es el cuadro que se nos presenta en esta página? El hombre no se fía de Dios. Tentado por las

palabras de la serpiente, abriga la sospecha de que Dios, en definitiva, le quita algo de su vida, que Dios es

un competidor que limita nuestra libertad, y que sólo seremos plenamente seres humanos cuando lo dejemos

de lado; es decir, que sólo de este modo podemos realizar plenamente nuestra libertad.

Page 50: Novena a La Inmaculada

El hombre vive con la sospecha de que el amor de Dios crea una dependencia y que necesita

desembarazarse de esta dependencia para ser plenamente él mismo. El hombre no quiere recibir de Dios su

existencia y la plenitud de su vida. Él quiere tomar por sí mismo del árbol del conocimiento el poder de

plasmar el mundo, de hacerse dios, elevándose a su nivel, y de vencer con sus fuerzas a la muerte y las

tinieblas. No quiere contar con el amor que no le parece fiable; cuenta únicamente con el conocimiento,

puesto que le confiere el poder. Más que el amor, busca el poder, con el que quiere dirigir de modo autónomo

su vida. Al hacer esto, se fía de la mentira más que de la verdad, y así se hunde con su vida en el vacío, en la

muerte.

Amor no es dependencia, sino don que nos hace vivir. La libertad de un ser humano es la libertad de un ser

limitado y, por tanto, es limitada ella misma. Sólo podemos poseerla como libertad compartida, en la comunión

de las libertades: la libertad sólo puede desarrollarse si vivimos, como debemos, unos con otros y unos para

otros. Vivimos como debemos, si vivimos según la verdad de nuestro ser, es decir, según la voluntad de Dios.

Porque la voluntad de Dios no es para el hombre una ley impuesta desde fuera, que lo obliga, sino la medida

intrínseca de su naturaleza, una medida que está inscrita en él y lo hace imagen de Dios, y así criatura libre.

Si vivimos contra el amor y contra la verdad —contra Dios—, entonces nos destruimos recíprocamente y

destruimos el mundo. Así no encontramos la vida, sino que obramos en interés de la muerte. Todo esto está

relatado, con imágenes inmortales, en la historia de la caída original y de la expulsión del hombre del Paraíso

terrestre.

Queridos hermanos y hermanas, si reflexionamos sinceramente sobre nosotros mismos y sobre nuestra

historia, debemos decir que con este relato no sólo se describe la historia del inicio, sino también la historia de

todos los tiempos, y que todos llevamos dentro de nosotros una gota del veneno de ese modo de pensar

reflejado en las imágenes del libro del Génesis. Esta gota de veneno la llamamos pecado original.

1.3.-Precisamente en la fiesta de la Inmaculada Concepción brota en nosotros la sospecha de que una

persona que no peca para nada, en el fondo es aburrida; que le falta algo en su vida: la dimensión dramática

de ser autónomos; que la libertad de decir no, el bajar a las tinieblas del pecado y querer actuar por sí mismos

forma parte del verdadero hecho de ser hombres; que sólo entonces se puede disfrutar a fondo de toda la

amplitud y la profundidad del hecho de ser hombres, de ser verdaderamente nosotros mismos; que debemos

poner a prueba esta libertad, incluso contra Dios, para llegar a ser realmente nosotros mismos. En una

palabra, pensamos que en el fondo el mal es bueno, que lo necesitamos, al menos un poco, para

experimentar la plenitud del ser.

Pensamos que Mefistófeles —el tentador— tiene razón cuando dice que es la fuerza “que siempre quiere el

mal y siempre obra el bien” (Johann Wolfgang von Goethe, Fausto I, 3). Pensamos que pactar un poco con el

mal, reservarse un poco de libertad contra Dios, en el fondo está bien, e incluso que es necesario.

Pero al mirar el mundo que nos rodea, podemos ver que no es así, es decir, que el mal envenena siempre, no

eleva al hombre, sino que lo envilece y lo humilla; no lo hace más grande, más puro y más rico, sino que lo

daña y lo empequeñece. En el día de la Inmaculada debemos aprender más bien esto: el hombre que se

abandona totalmente en las manos de Dios no se convierte en un títere de Dios, en una persona aburrida y

conformista; no pierde su libertad. Sólo el hombre que se pone totalmente en manos de Dios encuentra la

verdadera libertad, la amplitud grande y creativa de la libertad del bien. El hombre que se dirige hacia Dios no

se hace más pequeño, sino más grande, porque gracias a Dios y junto con él se hace grande, se hace divino,

llega a ser verdaderamente él mismo. El hombre que se pone en manos de Dios no se aleja de los demás,

retirándose a su salvación privada; al contrario, sólo entonces su corazón se despierta verdaderamente y él se

transforma en una persona sensible y, por tanto, benévola y abierta.

Page 51: Novena a La Inmaculada

1.4.-Cuanto más cerca está el hombre de Dios, tanto más cerca está de los hombres. Lo vemos en María. El

hecho de que está totalmente en Dios es la razón por la que está también tan cerca de los hombres. Por eso

puede ser la Madre de todo consuelo y de toda ayuda, una Madre a la que todos, en cualquier necesidad,

pueden osar dirigirse en su debilidad y en su pecado, porque ella lo comprende todo y es para todos la fuerza

abierta de la bondad creativa.

En ella Dios graba su propia imagen, la imagen de Aquel que sigue la oveja perdida hasta las montañas y

hasta los espinos y abrojos de los pecados de este mundo, dejándose herir por la corona de espinas de estos

pecados, para tomar la oveja sobre sus hombros y llevarla a casa.

Como Madre que se compadece, María es la figura anticipada y el retrato permanente del Hijo. Y así vemos

que también la imagen de la Dolorosa, de la Madre que comparte el sufrimiento y el amor, es una verdadera

imagen de la Inmaculada. Su corazón, mediante el ser y el sentir con Dios, se ensanchó. En ella, la bondad

de Dios se acercó y se acerca mucho a nosotros. Así, María está ante nosotros como signo de consuelo, de

aliento y de esperanza. Se dirige a nosotros, diciendo: “Ten la valentía de osar con Dios. Prueba. No tengas

miedo de él. Ten la valentía de arriesgar con la fe. Ten la valentía de arriesgar con la bondad. Ten la valentía

de arriesgar con el corazón puro. Comprométete con Dios; y entonces verás que precisamente así tu vida se

ensancha y se ilumina, y no resulta aburrida, sino llena de infinitas sorpresas, porque la bondad infinita de

Dios no se agota jamás”. En este día de fiesta queremos dar gracias al Señor por el gran signo de su bondad

que nos dio en María, su Madre y Madre de la Iglesia. Queremos implorarle que ponga a María en nuestro

camino como luz que nos ayude a convertirnos también nosotros en luz y a llevar esta luz en las noches de la

historia. Amén” .

2.1.-“El último canto de la Divina Comedia se abre con las siguientes palabras: Virgen madre, hija de tu Hijo;

humilde y excelsa más que toda criatura, término fijo del consejo eterno, tú eres aquella que ennoblece la

naturaleza humana a tal punto que tu Creador no desdeñó convertirse en criatura tuya .

¡Admirable! María es la hija de su Hijo. Ella fue engendrada a la gracia precisamente [gracias] a la repercusión

anticipada de la gracia de Cristo en ella. Ella es antes que nada hija de su Hijo. Es justamente eso lo que se

subrayará en todas las definiciones dogmáticas referentes a la santísima Virgen. Esto lo ignora la mayor parte

de los cristianos: el rigurosísimo cristocentrismo de todo culto mariano en la Iglesia. El centro de todo culto

mariano es Cristo .

2.2.-No cabe la menor duda que la economía de la redención, el plan divino para la humanidad, quedaría

trunco si no hubiera, junto al segundo Adán, la segunda Eva. Estamos, entonces, ante una pareja, ante una

pareja única, una pareja que no se sitúa en la sucesión de las generaciones carnales, sino ante una pareja

que debe guiar a toda la especie, dándole sentido a la historia toda; esta pareja no puede estar ligada por un

vínculo carnal. Sólo puede estar ligada por un vínculo de gracia, sólo por un vínculo que se sitúa en las raíces

de la persona. Por eso esta pareja no es esponsalicia, sino una pareja constituida por la filiación y por la

maternidad. Es importante subrayarlo, la filiación está primero del lado de María, puesto que el primado en

esta pareja pertenece eternamente a Jesús. Es por eso que María será primero la hija de su Hijo en el orden

de la gracia, para después convertirse en su madre según la carne. Ella entra de manera eminente en el

orden de la Redención, ella es la “primera de las rescatadas” y es justamente en ese plano en el que se

realiza la magnífica intuición de Dante: “Ella es la hija de su Hijo”

2.3.-Es en extremo emocionante descubrir que la Bula de Pío XII: Ineffabilis Deus subraya que [María] fue

rescatada de manera eminente. La [Bula] define la Inmaculada Concepción presentándonos a María como la

primera de las rescatadas, [la primera de las redimidas].

Page 52: Novena a La Inmaculada

Esta pareja única está constituida por esa misteriosa reciprocidad: María es la hija de Jesús en el orden de la

gracia, [cosa] que va en ella hasta las raíces de la persona, llegando al primer instante de su existencia para

ordenarla hacia Jesús, transformándola en ‘cuna viviente’ de Jesús, del que se convertirá en madre por la

sobreabundancia de su contemplación, en esa maternidad de toda la persona, lo que hace de ella no sólo la

madre de Cristo, sino de todo el género humano en el orden de la Redención.

María, que desciende normalmente, y por generación carnal, del primer Adán, debería haber sido alcanzada

por el pecado original, es decir, nacer privada de los dones sobrenaturales y preternaturales que eran la

prerrogativa del primer Adán. Pero esta obligación de estar sujeta al pecado original fue anticipada

preventivamente por la elección de Dios que hizo refluir sobre ella la gracia de Cristo, una gracia que previno

en ella dicho pecado original, que debería haber contraído en razón de su descendencia a partir del primer

Adán. De modo que María ha sido más rescatada que todos los demás, puesto que ella recibió en

sobreabundancia la gracia divina, que no sólo borró en ella el pecado original sino que lo previno” .

Los Padres de la Iglesia nos iluminan

Aquella que debía concebir y dar a luz al Santo de los santos recibió para ser santa de cuerpo, el don de la

virginidad, y para ser santa de espíritu, el don de la humildad. Adornada con las joyas de sus virtudes, el

cuerpo y el alma resplandecientes por un doble resplandor, la Virgen [llena de] realeza, notada en los cielos

por su gracia y su bondad, atrajo hacia ella las miradas de los habitantes del cielo, a tal punto que despertó el

deseo en el alma del Rey y éste le envió al mensajero celestial.

Es lo que nos dice el Evangelista cuando relata que un Ángel fue enviado por Dios a una virgen. Por Dios a

una virgen; por el Altísimo a la pequeñísima, por el Señor a la esclava, por el Creador a la criatura. ¡Qué

condescendencia de Dios! ¡Qué excelencia de la Virgen! ¡Acudan madres, acudan hijas, acudan todas las

que, después de Eva y a causa de Eva, han sido dadas a luz con dolor y con dolor han dado a luz! ¡Vengan,

acérquense al lecho nupcial de la Virgen, entren, si les es posible, en la casta habitación de su hermana!

Miren que Dios envía alguien a la Virgen, el Ángel le habla a la Virgen. Acerquen el oído a la pared, escuchen

bien lo que le anuncia; es posible que oigan cosas que les serán de gran consuelo.

¡Alégrate, padre Adán, y aun más tú, madre Eva, regocíjate y salta de gozo! Ustedes han sido los padres de

toda la humanidad y al mismo tiempo, sus homicidas; y lo que es más triste todavía, ¡homicidas antes aun de

haber sido padres! Los dos siéntanse consolados por su hija, por semejante hija. Tú, sobre todo, de la que

partió el mal, haciendo que el oprobio recayera sobre todas las mujeres. Está cercanísimo el momento en el

que ese oprobio será eliminado y entonces el varón ya no podrá alegar nada en contra de la mujer, él que

esforzándose tontamente en disculparse, no dudó en acusarla cruelmente: la mujer que me diste me alargó el

fruto del árbol, y yo lo comí.

Corre Eva, hacia María, corre madre hacia tu hija. ¡Que la hija responda por la madre y sea ella la que borre la

vergüenza de la madre! Que ella repare ante el Padre la torpeza de la madre, pues si el varón cayó por la

mujer, no podrá levantarse si no es por una mujer.

¿Qué es lo que decías Adán? La mujer que me diste me alargó el fruto del árbol, y yo lo comí. Esas son

palabras necias que agravan aun más tu culpa, en lugar de borrarla. Y sin embargo la Sabiduría ha triunfado

sobre tu malicia, puesto que Dios encontró en el tesoro de su inagotable bondad una forma de otorgarte aquel

mismo perdón que ya había intentado brindarte cuando te hacía aquella pregunta. Por eso es Él quien te

devuelve una mujer a cambio de otra mujer, una sabia a cambio de una necia, una humilde en lugar de otra

vanidosa: ésta te hará gustar el fruto del árbol de la vida en lugar de ofrecerte el fruto del árbol de la muerte;

es la que en lugar del fruto amargo y envenenado ha engendrado la dulzura del fruto eterno .

Page 53: Novena a La Inmaculada

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Homilía: Domingo 2º de Adviento; ciclo A

Homilía I: con textos de homilías pronunciadas por S.S. Juan Pablo II

Homilía II: a cargo de D. Justo Luis Rodríguez Sánchez de Alva

Homilía III: basada en el Catecismo de la Iglesia Católica

(Is 11,1-10) “Y reposará sobre él el espíritu del Señor”

(Rom 15,4-9) “Te confesaré, Señor, entre las gentes, y cantaré tu nombre”

(Mt 3,1-12) “Haced penitencia, porque se acerca el Reino de los cielos”

Homilia I: con textos de homilías pronunciadas por S.S. Juan Pablo II

Homilía en la parroquia de Sta. Francisca Javiera Cabrini (4-XII-1983)

— La figura de San Juan Bautista

— Sensibles al Espíritu Santo

— La divinidad del Mesías

— La figura de San Juan Bautista

Este II domingo de Adviento gira en totalmente en torno a la venida de Cristo y a la preparación necesaria

para este maravilloso acontecimiento.

En este centro de la liturgia está la persona de Juan Bautista. El Evangelista Mateo lo describe como hombre

de oración intensa, de penitencia austera, de fe profunda: efectivamente, es el último de los Profetas del

Antiguo Testamento, que da paso al Nuevo, señalando en Jesús al Mesías esperado por el pueblo judío. En

las riberas del río Jordán, Juan Bautista confiere el bautismo de penitencia: “Y acudía a él toda la gente de

Jerusalén, de Judea y del valle del Jordán; confesaban los pecados y él los bautizaba” (Mt 3,5-6). Este

bautismo no es simple rito de adhesión, sino que indica y exige el arrepentimiento de los propios pecados y el

sincero sentido de espera del Mesías.

Y Juan enseña. Predica la conversión: “Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos”.

Juan enseña. Y, conforme al anuncio de Isaías, “allana los senderos” para el Señor (cfr. Mt 3,1-3).

Estas palabras resuenan hoy para nosotros.

¿Quién es el Señor que debe venir? Por sus mismas palabras podemos calificar la persona, la misión y la

autoridad del Mesías.

Juan Bautista enmarca ante todo claramente “su persona”. “Él -dice del Bautista- puede más que yo, y no

merezco ni llevarle las sandalias” (Mt 3,11). Con estas expresiones, típicamente orientales, reconoce la

distancia infinita que hay entre él y Aquel que debe venir, y subraya también su misión de preparar

inmediatamente el gran acontecimiento.

— Sensibles al Espíritu Santo

Page 54: Novena a La Inmaculada

Luego, señala la misión del Mesías: “Os bautizará con el Espíritu Santo y fuego” (Ib.3,12). Es la primera vez,

después del anuncio del ángel a María, que aparece la impresionante palabra “Espíritu Santo”, que luego

formará parte de la fundamental enseñanza trinitaria de Jesús. Juan Bautista, divinamente iluminado, anuncia

que Jesús, el Mesías, continuará confiriendo el bautismo, pero este rito dará la “gracia” de Dios, el Espíritu

Santo, entendido místicamente como un “fuego” místico, que borra (quema) el pecado e inserta en la misma

vida divina (enciende de amor).

— La divinidad del Mesías

Finalmente, el Bautista esclarece la autoridad del Mesías: “Tiene el bieldo en la mano: aventará su parva,

reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga” (Ib. 3,12). Según la palabra

de la enseñanza de Juan, el que vendrá es el “juez de las conciencias”; en otras palabras, es el que determina

lo que está bien y lo que está mal (el grano y la paja), la verdad y el error; es el que determina cuales son los

árboles que dan frutos buenos y cuales los que, en cambio, dan frutos malos y deben ser talados y

quemados. Con estas afirmaciones Juan Bautista anuncia la “divinidad” del Mesías, porque sólo Dios puede

ser el árbitro supremo del bien, señalar con absoluta certeza el camino positivo de la conducta moral, juzgar

las conciencias, premiar o condenar.

De ahí la necesidad de preparar la venida del Mesías. La Navidad es ciertamente un día de gran alegría y de

sereno júbilo, incluso externo; pero, ante todo, es un acontecimiento sobrenatural y determinante, para el que

se necesita seria preparación moral: “Preparad el camino del Señor; allanad su senderos”. En las palabras de

Juan está toda la heredad profunda de la Antigua Alianza.

Pero al mismo tiempo, se abre con ellas la Nueva Alianza: en aquel que debe venir “toda carne verá la

salvación de Dios” (Lc 3,6).

Aquel que viene -Cristo-, es enviado a fin de acogeros para gloria de Dios” (Rom 15,7).

Viene a demostrar la “fidelidad de Dios; cumpliendo las promesas hechas a los Patriarcas…” (Rom 15,8).

Viene para revelar que el Señor “el Dios de toda paciencia y consuelo” (Rom 15,5).

Viene a fin de “acogeros para gloria de Dios” (Rom 15,7).

Y el que viene, pues, debe hacer que vosotros “os acojáis mutuamente” (Rom 15,7). En efecto, Él señala la

verdadera y auténtica conducta moral, que consiste en dar gloria a Dios Padre, a su ejemplo y con sus

mismos sentimientos, y en amar al prójimo. San Pablo, al escribir a los Romanos, tenía en la mente tanto a los

convertidos del judaísmo como a los del paganismo; pero hablaba para todos del compromiso de la “acogida”:

el Verbo de Dios, que viene, debe hacer que tengáis “los unos con los otros los mismos sentimientos a

ejemplo de Cristo Jesús” (cf. Rom 15,5); “para que unánimes, a una voz, alabéis al Dios y Padre” (Ib. 15,6).

Así, pues, el “preparar los senderos”, que predica Juan Bautista, se convierte, a la luz de la enseñanza de San

Pablo en la Carta a los Romanos, en acoger todo el programa mesiánico del Evangelio: el programa de la

adoración a Dios -¡la gloria!- mediante el amor al hombre, el amor recíproco.

En este espíritu la Iglesia anuncia el Adviento como la dimensión continua de la existencia del hombre hacia

Dios: hacia ese Dios, “que es, que era, que viene” (Ap 1,4).

Esta dimensión esencial de la existencia cristiana del hombre corresponde a la “preparación” enseñada por la

liturgia de hoy. El hombre debe remontarse siempre al corazón, a la conciencia, para estar en la perspectiva

de la “Venida”.

Page 55: Novena a La Inmaculada

Para realizar esta exigencia, el cristiano debe ser también sensible a la acción del Espíritu Santo; Él que

viene, viene en el Espíritu Santo, como anunció Isaías: “Sobre Él se posará el espíritu del Señor: espíritu de

ciencia y discernimiento, espíritu de consejo y valor, espíritu de piedad y temor de Dios” (Is 11,2). Con el

Mesías y con la presencia del Espíritu Santo entra en la historia del hombre la justicia y la paz, como dones

del reino de Dios: así se abre la perspectiva de la reconciliación “cósmica” en toda la creación -en el hombre y

en el mundo- que se había perdido a causa del pecado.

“Ven, Señor, rey de justicia y de paz”: hemos pedido juntos en el Salmo responsorial.

Doy gracias a Jesucristo, el Verbo Eterno, porque me ha permitido anunciar el mensaje litúrgico del II domingo

de Adviento en vuestra parroquia: “Preparad el camino del Señor”. Este mensaje es actual siempre y para

todos. Efectivamente, todos vivimos en la dimensión del adviento de Dios. Nuestra vida es una continua

“preparación”.

DP-337 1983

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Homilía II: a cargo de D. Justo Luis Rodríguez Sánchez de Alva

La venida del Hijo de Dios a la tierra es un acontecimiento de tal magnitud que Dios quiso prepararla con

siglos de anticipación. El Bautista, el último de los profetas, que ya desde el seno de su madre lo reconoció

con alegría, anuncia la inminente llegada del Señor con enérgico acento; reclamando un cambio de conducta

que se traduzca en obras buenas, dignas de Dios.

Frente al tono exigente del Precursor, algunos fariseos que pensaban que eran hijos de Abrahán,

tranquilizando así sus conciencias, les recordó que Dios puede sacar de las piedras gente grata a Dios.

También hoy nos encontramos con personas que creen ver una contradicción entre las enseñanzas de Jesús

y el “rigorismo” de la doctrina actual de la Iglesia.

Nada ultrajaba tanto la misericordia y el amor del Hijo de Dios -dicen- como las cargas pesadas que ponían y

ponen hoy sobre los hombros de los demás los representantes de la Iglesia, mientras ellos no ponen ni un

dedo por aliviarlas. Nuestro Dios es amor, misericordia y compasión, no un capataz duro y sin entrañas. No,

dice la Iglesia a la contracepción, incluso a las parejas pobres que se esfuerzan por dar a sus hijos una vida

decente y por expresar su amor conyugal; no al matrimonio de los divorciados, incluso para las mujeres

abandonadas por sus maridos; no a la fecundación in vitro, incluso dentro del matrimonio cuando por una

enfermedad de la mujer no puede concebir… En dos palabras: el sencillo y humano mensaje de Jesús ha sido

suplantado por la “inhumana” doctrina de la Iglesia.

Nos engañaríamos si creyéramos que Jesús se movía en un plano distinto al que la Iglesia nos propone.

Bastaría recordar su trayectoria llena de renuncias que concluyen con la entrega de su vida en una muerte

atroz y humillante en la Cruz para comprender la afirmación del Bautista:”Yo no soy digno ni de llevar sus

sandalias”. No le llego ni al tobillo, diría hoy.

Está en un error quien piensa que el cristianismo le protege del sacrificio que la vida cristiana exige. No

busquemos nunca a Cristo sin la Cruz, si no queremos tropezarnos con esas cruces sin Cristo que no libran

de la fatiga humana y que carecen de valor redentor. Quien escucha y hace caso a la Iglesia, está en la

verdad. “El que a vosotros oye a Mí me oye”, dirá Jesús refiriéndose el magisterio de Pedro y los Obispos en

comunión con él.

Page 56: Novena a La Inmaculada

No hay amor allí donde no hay sacrificio por la causa de Jesucristo. Para llevar a cabo esta tarea que excede

nuestras fuerzas, el Bautista entonces y la Iglesia hoy, nos recuerdan que el Bautismo en Espíritu Santo y

fuego nos convertirá en trigo para su granero, esto es, gente grata a Dios que un día se sentará en su mesa

en el reino de los cielos.

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Homilía III: basada en el Catecismo de la Iglesia Católica

El que viene a cambiar todo, nos llama a convertirnos a El

I. LA PALABRA DE DIOS

Is 11,1-10: Con equidad dar sentencia al pobre

Sal 71,2.7-8.12-13.17: Que en sus días florezca la justicia y la paz abunde eternamente

Rm 15,4-9: Cristo salvó a todos los hombres

Mt 3,1-12: Haced penitencia, porque se acerca el Reino de Dios

II. APUNTE BIBLICO-LITÚRGICO

La situación del pueblo de Israel no condiciona para nada los proyectos de salvación de Dios. Por encima de

todo brotar un renuevo del tronco de Jesé, un vástago florecerá de su raíz.

Las imágenes pastoriles son la prueba de que hasta del realismo más contundente Dios hace nacer la utopía.

¿Y que son todas esas promesas comparadas con la fidelidad de Dios en Cristo que se hizo servidor de los

judíos precisamente para probarla?

Dos reproches de Juan a los fariseos: que son inaccesibles al juicio de Dios y que viven de la seguridad que

les proporciona el ser hijos de Abraham. El juicio va a llegar ya, y lo que desde ahora cuenta es la actitud de

conversión ante el Reino que nos está dando alcance.

III. SITUACIÓN HUMANA

La decepción ante lo que tenía que cambiar y sigue igual es propia de quienes hacen poco por la novedad. La

novedad en sí misma no es nada. La novedad es siempre obra de hombres nuevos. El Hombre-Nuevo por

excelencia, Jesucristo, es el primer renovador.

Los que sueñen con un mundo renovado con la sola fuerza de la propia inmanencia del hombre, tienen aquí

una gran oportunidad de reconocer su error.

IV. LA FE DE LA IGLESIA

La fe

– Dios entrega a cada cristiano las funciones que es capaz de ejercer: Dios no ha querido retener para Él solo

el ejercicio de todos los poderes. Entrega a cada criatura las funciones que es capaz de ejercer, según las

capacidades de su naturaleza. Este modo de gobierno debe ser imitado en la vida social (1884; cf 1885.

1888).

– El sacramento de la Penitencia como anticipo del Juicio Final: 1470.

– Preparativos de la venida de Cristo al mundo: Al celebrar anualmente la liturgia de Adviento, la Iglesia

actualiza esta espera del Mesías: participando en la larga preparación de la primera venida del Salvador, los

Page 57: Novena a La Inmaculada

fieles renuevan el ardiente deseo de su segunda venida. Celebrando la natividad y el martirio del Precursor, la

Iglesia se une al deseo de éste: «Es preciso que Él crezca y que yo disminuya» (Jn 3,30) (524; cf 522. 523).

La respuesta

– El Reino de Dios est cerca; convertíos: Jesús llama a la conversión. Esta llamada es una parte esencial del

anuncio del Reino: «El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios est cerca; convertíos y creed en la Buena

Nueva» (Mc 1,15) (1427; cf 1428).

El testimonio cristiano

– La Iglesia … sólo llegará a su perfección en la gloria del cielo … cuando llegue el tiempo de la restauración

universal y cuando, con la humanidad, también el universo entero, que está íntimamente unido al hombre y

que alcanza su meta a través del hombre, quede perfectamente renovado en Cristo (LG 48) (1042).

– No hay cosa a Dios más contraria que el corazón que bien se parece porque no tiene vaso en que Dios

eche las riquezas de su misericordia, y Quédase en su propia bajeza y sequedad por no quererse abajar, para

que corran en él las aguas de la gracia de Dios (San Juan de Ávila, Epist. 85).

La conversión cristiana tiene como punto de partida al Señor que viene y como punto de llegada al Señor que

resucitará.

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La Inmaculada Concepción de Santa María Virgen

Homilía I: con textos de homilías pronunciadas por S.S. Juan Pablo II

Homilía II: a cargo de D. Justo Luis Rodríguez Sánchez de Alva

Homilía III: basada en el Catecismo de la Iglesia Católica

(Gen 3,9-15.20) “¿Y quién te ha dicho que estabas desnudo?

(Ef 1,3-6.11-12) “Bendito sea Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo”

(Lc 1,26-38) “Dios te salve, llena de gracia”

Homilía I: con textos de homilías pronunciadas por S.S. Juan Pablo II

Homilía en la Basílica Santa María la Mayor (8-XII-1980)

— La primera esperanza

— La Inmaculada es la gran fiesta del Adviento

— Gracias por su Inmaculada Concepción

— La primera esperanza

El Concilio Vaticano II enseña en la Constitución “Lumen gentium”: “Único es nuestro Mediador según la

palabra del Apóstol: ‘Porque uno es Dios y uno el Mediador de Dios y de los hombres, un hombre, Cristo

Jesús, que se entregó a Sí mismo como precio de rescate por todos’ (1 Tim, 2,5-6)  Pero la misión maternal

de María hacia los hombres, de ninguna manera obscurece ni disminuye esta única mediación de Cristo, sino

más bien muestra su eficacia. Porque todo el influjo salvífico de la Bienaventurada Virgen en favor de los

hombres no es exigido por ninguna ley, sino que nace del Divino beneplácito y de la superabundancia de los

méritos de Cristo, se apoya en su mediación, de ella depende totalmente y de la misma saca toda su virtud; y

lejos de impedirla, fomenta la unión inmediata de los creyentes con Cristo” (60).

Page 58: Novena a La Inmaculada

Lo demuestra de modo particular esta solemnidad de la Inmaculada Concepción.

Este es el día en que confesamos que María -elegida de modo particular y eternamente por Dios en su

amoroso designio de salvación- ha experimentado también de modo especial la salvación: fue redimida de

modo excepcional por obra de Aquél, a quien Ella, como Virgen Madre, debía transmitir la vida humana.

De ello habla también las lecturas de la liturgia de hoy. San Pablo en la Carta a los Efesios escribe: “Bendito

sea Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido, en la persona de Cristo, con toda clase

de bienes espirituales y celestiales. Él nos eligió en la Persona de Cristo -antes de crear el mundo- para que

fuésemos santos e irreprochables en Él por el amor” (Ef 1,3-4).

Estas palabras se refieren de modo particular y excepcional a María. Efectivamente, Ella, más que todos los

hombres -y más que los ángeles- “fue elegida en Cristo antes de la creación del mundo”, porque de modo

único e irrepetible fue elegida para Cristo, fue destinada a Él para ser Madre.

Luego, el Apóstol, desarrollando la misma idea de su Carta a los Efesios, escribe: “…Nos ha destinado (Dios)

en la Persona de Cristo -por pura iniciativa suya- a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan

generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya” (Ef 1,5).

Y también estas palabras -en cuanto se refieren a todos los cristianos- se refieren a María de modo

excepcional. Ella -precisamente Ella como Madre- ha adquirido en el grado más alto la “adopción divina”:

elegida para ser hija adoptiva en el eterno Hijo de Dios, precisamente porque Él debía llegar a ser, en la

economía divina de la salvación, su verdadero Hijo, nacido de Ella, y por esto Hijo del Hombre: Ella como

frecuentemente cantamos- ¡Hija amada de Dios Padre!

Y finalmente escribe el Apóstol: “Con Cristo hemos heredado también nosotros. A esto estábamos destinados

por decisión del que hace todo según su voluntad. Y así nosotros, los que ya esperábamos en Cristo,

seremos alabanza de su gloria” (Ef 1,11-12).

Nadie de modo más pleno, más absoluto y más radical “ha esperado” en Cristo como su propia Madre, María.

Y tampoco nadie como Ella “ha sido hecha heredera en Él”, ¡en Cristo!

Nadie en la historia del mundo ha sido más cristo-céntrico y más cristo-foro que Ella. Y nadie ha sido más

semejante a Él, no sólo con la semejanza natural de la Madre con el Hijo, sino con la semejanza del Espíritu y

de la santidad.

Y porque nadie tanto como Ella existía “conforme al designio de la voluntad de Dios”, nadie en este mundo

existía tanto como Ella “para alabanza de su gloria”, porque nadie existía en Cristo y por Cristo tanto como

Aquella, gracias a la cual Cristo nació en la tierra.

— La Inmaculada es la gran fiesta del Adviento

He aquí la alabanza de la Inmaculada, que la liturgia de hoy proclama con las palabras de la Carta a los

Efesios. Y toda esta riqueza de la teología de Pablo se puede encontrar encerrada también en estas dos

palabras de Lucas “Llena de gracia” (“Kecharitoméne”).

La Inmaculada Concepción es un particular misterio de la fe, y es también una solemnidad particular. Es la

fiesta de Adviento por excelencia. Esta fiesta -y también este misterio- nos hace pensar en el “comienzo” del

hombre sobre la tierra, en la inocencia primigenia y luego, en la gracia perdida y en el pecado original.

Page 59: Novena a La Inmaculada

Por esto leemos hoy primeramente el pasaje el pasaje del libro del Génesis, que da la imagen de este

“comienzo”.

Y cuando, precisamente en este texto, leemos de la mujer, cuya estirpe “aplastará la cabeza de la serpiente”

(Gen 3,15), vemos en esta mujer, juntamente con la Tradición, a María, presentada precisamente inmaculada

por obra del Hijo de Dios, al cual debía dar la naturaleza humana. Y no nos maravillamos de que al comienzo

de la historia del hombre, entendida como historia de la salvación, esté inscrita también María, si -como

hemos leído en San Pablo- antes de la creación del mundo todo cristiano fue elegido ya en Cristo y por Cristo:

¡Esto vale mucho más para Ella!

La Inmaculada es, pues, obra particular, excepcional y única de Dios: “Llena de gracia…”.

— Gracias por su Inmaculada Concepción

Cuando en el tiempo establecido por la Santísima Trinidad, fue a Ella, el Ángel y le dijo: “No temas…

Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del

Altísimo” (Lc 1,30-32), solamente Aquella que era “llena de gracia” podía responder tal como entonces

respondió María: “Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38).

Y María respondió así precisamente.

Hoy, en esta fiesta de Adviento, alabamos por ello al Señor.

Y le damos gracias por esto.

¡Damos gracias porque María es “llena de gracia”!

Damos gracias por su Inmaculada Concepción.

DP-324 1980

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Homilía II: a cargo de D. Justo Luis Rodríguez Sánchez de Alva

No sin intención coloca la Iglesia a María en este tiempo de Adviento. Ella, nacida sin pecado, es la digna

morada de Jesús, la puerta por la que el Hijo de Dios se introduce en la Historia. El inefable amor y la limpieza

de alma con que esperó a su Hijo, es un modelo de cómo debemos prepararnos para el encuentro del Señor

que viene (Marialis C. 3-4).

El pecado no sólo corrompe al hombre y lo aleja de Dios, sino que lo convierte en alguien socialmente

peligroso, como recuerda el Vaticano II: “las mutilaciones, las torturas morales o físicas, las detenciones

arbitrarias, las deportaciones, la esclavitud, la prostitución, la trata de blancas y de jóvenes; o las condiciones

laborales degradantes…, estas prácticas y otras parecidas son en sí mismas infamantes, degradan la

civilización humana” (GS 27). Sin embargo Dios no abandona al hombre y una Mujer nacerá sin esta mancha

y mantendrá una enemistad perpetua con el autor del mal a quien, finalmente, le aplastarán la cabeza. Es lo

que celebra hoy la Iglesia.

Purísima debía ser la que diera a luz al Salvador que quita los pecados del mundo (Prefacio). La Tradición

exegética ha entendido que las palabras del ángel: “Salve, llena de gracia”, hablan de su concepción

inmaculada, la nueva Eva, por la que recuperamos la vida que nos trae Jesucristo.

Page 60: Novena a La Inmaculada

María está en el inicio y en el corazón del acontecimiento salvífico. Su “sí” a Dios pone en marcha la gran obra

de la Redención operada por Cristo. Quien enfrente esta obediencia de María a los designios de Dios y que

anuncia la aurora de una nueva era, con la desobediencia de Eva en el Edén, podrá advertir la diferencia que

media entre la entrega fiel a los planes de Dios y el enfermizo deseo de “ir a la nuestra”. María nos enseña

que decir “sí” a Dios es alinearse con los grandes proyectos que Él tiene sobre la humanidad. “De que tú y yo

nos portemos como Dios quiere -no lo olvides- dependen muchas cosas grandes” (Camino, 755)

María es la nueva Eva, recuerdo de lo que era la mujer “al principio” y promesa de lo que será: hija de la

Resurrección. En María se ha realizado plenamente el proyecto de Dios sobre la humanidad. Ella fue

concebida sin mancha para que Jesucristo tuviera una digna morada. ¡Purifiquémonos con una buena

Confesión ahora que se acerca la Navidad¡ ¡Solicitemos su ayuda para cumplir el querer de Dios! ¡Ella puede

hacer por nosotros más que nadie!

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Homilía III: basada en el Catecismo de la Iglesia Católica

«Alégrate, llena de gracia»

I. LA PALABRA DE DIOS

Gn 3, 9-15.20: «Establezco hostilidades entre tí y la mujer, entre tu estirpe y la suya».

Sal 97, 1.2-4: «Cantad al Señor un cántico nuevo».

Ef 1, 3-6.11-12: «Dios nos elegió en la persona de Cristo».

Lc 1, 26-38: «Alégrate, María, llena de gracia, el Señor está contigo».

II. LA FE DE LA IGLESIA

«De la descendencia de Eva, Dios elegió a la Virgen María para ser la Madre de su Hijo. Ella, “llena de

gracia”, es “el fruto excelente de la Redención”; desde el primer instante de su concepción, fue totalmente

preservada de la mancha del pecado original y permaneció pura de todo pecado personal a lo largo de toda

su vida» (508).

«Esta resplandeciente santidad del todo singular de la que Ella fue “enriquecida desde el primer instante de su

concepción”, le viene toda entera de Cristo. Ella es “redimida de la manera más sublime en atención a los

méritos de su Hijo”. El Padre la ha “bendecido con toda clase de bendiciones espirituales en el cielo, en

Cristo” (492).

III. TESTIMONIO CRISTIANO

«Cuando leemos que el Mensajero dice a María “llena de gracia”, el contexto evangélico en el que confluyen

revelaciones y promesas antiguas, nos da a entender que se trata de una benedición singular entre todas las

bendiciones espirituales en Cristo. En el misterio de Cristo María está presente ya “antes de la creación del

mundo” como aquella que el Padre “ha elegido” como Madre de su Hijo en la Encarnación y junto con el

Padre la ha elegido el Hijo confiándola eternamente al Espíritu de Santidad». (Juan Pablo II, Redemptoris

Mater, n.8).

IV. SUGERENCIAS PARA EL ESTUDIO DE LA HOMILÍA

A. Apunte bíblico-litúrgico

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El texto del Génesis es el primer anuncio de la salvación. El pecado originó la división y la lucha entre la

serpiente y la mujer, entre la descendencia de una y la descendencia de otra. El triunfo será de la mujer y de

su descendencia. Se anuncia así la redención y liberación del pecado por la victoria de Jesucristo «nacido de

mujer». La tradición eclesial ha visto, además, el anuncio de la victoria de una Mujer. Aquella de la que nació

el Salvador: La Virgen María, Inmaculada en su Concepción.

«La llena de gracia» (Evangelio). En el ser de María no ha existido jamás ni vacío ni sombra alguna, desde

que «es» Inmaculada.

La Virgen Inmaculada es el espejo que hemos de mirar en el empeño por realizar el designio de Dios sobre

nosotros (Segunda lectura).

B. Contenidos del Catecismo de la Iglesia Católica

La fe:

La Inmaculada Concepción: 490-493; 508.

María, icono escatológico de la Iglesia: 972.

La respuesta:

María tipo de la Iglesia Santa: 829.

Alégrate llena de gracia: 721-726.

C. Otras sugerencias

El Adviento es el tiempo de la Virgen María. En Ella se realizan las tres venidas de Jesucristo (ver Domingo I

de Adviento).

Cielos, tierra, cosmos y toda criatura que Dios ha sometido al hombre para su realización, se alegran porque

la concepción inmaculada de María es el anuncio de que la salvación ha llegado a la tierra y ha comenzado

en ella la «nueva creación» «el cielo nuevo y la tierra nueva».

Dios la amó y la hizo inmaculada: «Con amor eterno te amé: por eso te he mantenido mi favor» (Jr 31, 3-4).

En María no hay mancha alguna de pecado, es toda hermosa. Todo su ser es puro, bello y santo. Dios

muestra en Ella su esplendor. «La llena de gracia».

Solemnidad de la Inmaculda ConcepciónEn el camino del Adviento, hoy nos acompaña la presencia amorosa de María, la Madre del Salvador. El

misterio que la fe de la Iglesia nos invita a meditar en la Solemidad de hoy es el de la “Inmaculada

Concepción” de María. Esto quiere decir que la concepción de María, de Ana y Joaquín, sus padres, sucedió

sin ninguna señal del pecado original, es decir, que en María no hubo huella de la culpa de los progenitores.

Este singular privilegio coresponde al hecho de que, en su proyecto de salvación de la humanidad, Dios quiso

preparar en María “una digna morada para su Hijo unigénito”; que la humanidad asumida en el seno de María,

es semejante en todo a nosotros, con excepción del pecado.

Hoy la Iglesia mira a María como la “llena de gracia”, a Aquella que fue colmada de los dones de Dios desde

su concepción. El pueblo cristiano, dirigiendo su mirada a María, se siente raptado por su belleza y su

Page 62: Novena a La Inmaculada

santidad, porque la contempla llena de la santidad de Dios. Esta santidad, que es la misma vida de Dios, en el

principio estaba destinada como don para la entera creación, pero nuestros progenitores, Adán y Eva,

tentados por la serpiente mentirosa, Satanás, cedieron y perdieron este regalo, para ellos y para nosotros. No

obsante, nos queda una gran nostalgia de la plenitud de la vida de Dios, de su santidad, porque precisamente

para ella fuimos pensados y creados por Dios

¡No todo está perdido! María, la “llena de gracia”, Madre de Cristo, es también la causa de nuestra alegría, por

aquella “feliz culpa que nos mereció tan grande redentor”. En María se abre el camino en el cual se desvela el

rostro de Dios, se abre la visión misma del rostro de Dios. En el seno de María, en la Carne del Unigénito del

Padre se hace visible el rostro de Dios. Encontrar el rostro de Jesús, su humanidad en todo semejante a la

nuestra, salvo en la rebelión frente a Dios, que es nuestro pecado, nos abre a la alegría de la segura

esperanza de que Dios nos ama, nos llama, nos espera y desea llenarnos de su santidad para siempre.

Tres verbos podrían acompañar hoy nuestra meditación y nuestra mirada hacia Maria:

- pensar en María: su vida sencilla, como esposa de José y como Madre de Jesús. Esto nos lleva a considerar

que su existencia estuvo siempre bajo la mirada de Dios, en compañía de su familia, viviendo la vida cotidiana

ordinaria común a cualquier familia nuestra. En esta vida no estuvieron excluidas las fatigas ni los dolores, las

alegrías y las esperanzas, los sufrimientos y los sinsabores, el trabajo y las preocupaciones… La familia de

Nazaret vive y camina en la fe, bajo la mirada providente de Dios.

- Mirar a María: para descubrir su “secreto”, en cuanto su caminar en la fe estuvo sostenido por el Espíritu

Santo, que ilumina y revela los grandes dones de Dios en ella, hasta ser llamada por el Arcángel Gabriel a dar

su libre disponibilidad para llegar a ser la Madre del Verbo encarnado. Es clara la vocación de María, que

nunca está separada de la vida del Hijo, sino siempre involucrada con ella, hasta la Cruz, hasta la

resurrección, el Cenáculo y hasta la gloria eterna.

- Aprender de María a responder a Dios y sus proyectos con plena disponibilidad, a acoger en la alegría al

Emmanuel, a darse cuenta de quién necesita de ella, como la prima Isabel. Como María, nosotros somos

llamados a crecer en la fe en nuestro cotidiano camino de discipulado. Aprender de ella: mujer capaz de

escuchar la palabra de Dios y de vivirla, poniéndola en práctica en las circunstancias ordinarias de la vida.

Aprender de María, icono y Madre de la Iglesia, a dejarnos habitar y sostener por el Espíritu Santo, para vivir

de fe, para abrirnos a la esperanza, para dejarnos incendiar por la caridad y permitir a Dios que transforme

nuestra mirada a imagen de la de María, que supo leer las circunstancias ordinarias de la vida con ojos

contemplativos, que hacían vislumbrar en presente el misterio de Dios.

 

HOMILIA del Emmo. y Rvdmo. Sr. Cardenal-Arzobispo de Madrid en la Solemnidad de Ntra. Sra. de La Almudena

Plaza Mayor, 9 de noviembre de 2013; 11,00h.

Mis queridos hermanos y hermanas en el Señor:

1. Celebramos hoy de nuevo, solemnemente, en la Plaza Mayor de Madrid la Fiesta de Nuestra Señora de La

Almudena, Patrona de nuestra Ciudad y de nuestra Archidiócesis. El 1 de junio de 1977 el Papa Pablo VI

Page 63: Novena a La Inmaculada

extendía el Patronazgo de la Ciudad a toda la Archidiócesis: “Con nuestra potestad apostólica y en virtud de

estas letras, establecemos, sancionamos y declaramos a perpetuidad a la Bienaventurada Virgen María

Inmaculada bajo el título de “La Almudena” principal patrona ante Dios, de la Archidiócesis de Madrid-Alcalá”.

Ese Patronazgo sigue vivo y así lo sienten los fieles de toda la Archidiócesis madrileña −dividida en tres

Diócesis desde el año 1991− y la inmensa mayoría de los madrileños. Celebrar su Fiesta equivale a hacer

memoria agradecida y festiva de su protección maternal sobre los vecinos y habitantes de la ciudad y de la

región de Madrid a lo largo de más de un Milenio. Hoy somos muchos habitantes de este entrañable y viejo

Madrid los que la queremos y veneramos como Madre: ¡Madre única por ser Madre de Dios y Madre de los

hombres! Recordar sus favores, a la vez divinos y humanos, acogerlos y compartirlos en el presente e

implorárselos para la configuración cristiana de nuestro futuro y el de nuestros hijos es lo que caracteriza

nuestra gozosa y piadosa celebración del Sacramento de la Acción de Gracias a Dios por excelencia, la

Eucaristía, en esta mañana del día de su Fiesta del nueve de noviembre del año 2013.

2. Hacemos memoria, en primer lugar, de unos innegables e insignes favores no alcanzables por medio de los

hombres o por recomendación humana alguna y sólo comprensibles y captables en todo su valor para la vida

a la luz de la fe en su Hijo Jesucristo, el Redentor del hombre, presente substancialmente en la Mesa del

Sacrificio y del Banquete Eucarístico que estamos celebrando: Memorial de su Pasión, Muerte y Resurrección.

El más valioso es el habernos ayudado con eficacia sobrenatural a que se pueda decir del Madrid del

segundo milenio de la era cristiana que siempre ha sabido reconocer por la fe de sus hijos e hijas, firme y

muchas veces valientemente heroica, la presencia de Dios en sus vidas e historias personales: en las de su

ciudad, sus pueblos y comarcas. Más concretamente, la presencia de Jesucristo “el Dios con nosotros”. Ella,

la Virgen de La Almudena, nos ha recordado a los madrileños desde tiempo inmemorial con una invisible

aunque inmensa y conmovedora ternura que si Dios no habita en nosotros −en nuestro interior y en medio de

nuestras familias, de nuestras casas y de nuestras calles, en los lugares del trabajo y del tiempo libre− los

fracasos y las frustraciones personales y sociales estarán servidas. Ella, siempre atenta y cercana a todas

nuestras necesidades, ha mantenido viva la llamada a la conversión, insistiendo en que hagamos sitio en el

corazón al Amor redentor de Jesucristo su Hijo: ¡el único y verdadero Salvador del hombre! La Palabra de

Dios dirigida al antiguo Pueblo elegido por boca del Profeta Zacarías −“Alégrate y goza hija de Sión, que yo

vengo a habitar dentro de ti”− aplicada por la tradición doctrinal y espiritual de la Iglesia a María, la humilde

doncella de Israel elegida por Dios para ser la Madre de su Hijo y cobijarlo en su purísimo seno, ha resonado

en el corazón del Madrid medieval y moderno como una confirmación de su mediación maternal para que

Dios habitase entre los madrileños, no abandonándolos nunca. Desde hace más de mil años, la Virgen de La

Almudena, venerada y amada tiernamente como Patrona y Madre del Cielo, les ha hecho depositarios de una

consoladora certeza: ¡alégrate y goza Madrid porque he venido a estar y a quedarme contigo! ¡Sí, he venido

para que Dios habite dentro de ti! Su eco nos llega con una claridad y porfía singulares en este día de su

Fiesta del año 2013, en la conclusión del Año de la Fe convocado por el Papa Benedicto XVI coincidiendo con

el día del cincuenta aniversario del comienzo del primer período de sesiones del Concilio Vaticano II, y cuando

“la Misión-Madrid” se encuentra en los inicios de su segunda etapa. Acoger esas palabras del Profeta como

dirigidas a María y, en María, a la Iglesia, especialmente en esta mañana a la Iglesia en Madrid, con un

entendimiento abierto a la verdad y a la voluntad de Dios y con ánimo presto para responder fielmente al don

de esa gracia prometida al Madrid de todos los tiempos por María, la Virgen de La Almudena, supone el reto

espiritual y pastoral más importante para nuestro servicio y testimonio de Jesucristo, nuestro Salvador y

Redentor −nervio de toda evangelización− hoy y mañana.

3. ¡Qué importante y decisivo es para el destino general del hombre y de toda la familia humana que sepan

que Dios quiere habitar con ellos y entre ellos; que no rechacen la presencia amorosa del Padre que está en

los Cielos; que deseen y pidan que se haga su voluntad así en la tierra como en el cielo! La ciudad del

hombre, cuanto más esté dispuesta a dejarse iluminar y transformar por la Ciudad de Dios, mayores y más

Page 64: Novena a La Inmaculada

preciosos serán los bienes que cosecharán cada persona, cada familia, el conjunto de la sociedad, la

comunidad política y sus instituciones privadas y públicas. El Papa Francisco en su primera y bellísima

Encíclica “Lumen Fidei” −“La Luz de la Fe”− subraya con mucha fuerza y agudeza teológicas un aspecto de la

historia de la salvación, actual en cada época del devenir humano − actual ¡siempre!− y, ciertamente, con no

menos claridad y eficiencia evangelizadora, hoy: el de que “Dios (en esa historia) prepara una Ciudad para

ellos”: para nosotros los hombres (Cfr. Heb 11, 16). Una Ciudad que la fe descubre y permite conocer y

construir en medio del mundo y dentro del curso general de su historia: “El Dios digno de fe construye para los

hombres una ciudad fiable”, enseña el Papa. Una Ciudad en la que “no se trata sólo de una solidez interior,

una convicción firme del creyente”, sino, además, de una Ciudad en la que “la fe ilumina también las

relaciones humanas, porque nace del amor y sigue la dinámica del amor de Dios” (Lumen Fidei, 50).

4. ¡Qué urgente resulta en este Madrid “del 2013” que se vaya haciendo realidad paso a paso, al ritmo

sobrenatural de la gracia y el don del Espíritu Santo recibidos, la visión del Apocalipsis: “ellos serán su pueblo,

y Dios estará con ellos y será su Dios”; y que, de este modo, se vaya notando en el transcurrir diario de la vida

de los madrileños, que se avanza en el cumplimiento de la esperanza de que Jesucristo −el Hermano, el

Amigo, el Señor ¡el Hijo de la Virgen, la Madre de Dios!− “enjugará las lágrimas de sus ojos”; de que “ya no

habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor, porque el primer mundo ha pasado”, como se anuncia en el libro del

Apocalipsis (Ap 21,4). Por supuesto, esta esperanza será satisfecha plena e irrevocablemente cuando se

produzca la victoria de Jesucristo Resucitado sobre la muerte, “el último enemigo” del hombre, es decir,

cuando al final de los tiempos la muerte “haya sido absorbida en la victoria de Cristo” (cfr. 1 Cor 15,55). La

esperanza se consumará, indudablemente, más allá del tiempo −se trata de una esperanza escatológica,

como enseña la Teología−; ahora bien, se prepara y anticipa con la siembra del Evangelio en cada momento y

en las circunstancias concretas de la vida de las personas, de las sociedades y de sus culturas: ¡el Evangelio

de la ley y de la Gracia de Dios! Siembra que queremos y nos proponemos que sea generosa y fecunda con

“la Misión-Madrid”; y, por consiguiente, siembra misionera que será más fácil, copiosa y gozosa si hoy, desde

lo más hondo del alma, renovamos nuestra acogida al amor maternal de la Virgen María de La Almudena con

la autenticidad cristiana de intenciones y de propósitos que los jóvenes saben captar y expresar muy bien,

como lo han puesto bellamente de manifiesto, una vez más, ayer, en la Vigilia de su Catedral.

5. Un propósito de vida y compromiso cristiano se nos impone en nuestra celebración de “La Almudena del

2013” con acento nuevo en este año tan lleno de incertidumbres individuales y colectivas, aunque también de

positivos presagios para el inmediato futuro de la Iglesia y de la sociedad: ¡purifiquemos y renovemos en toda

su hondura sobrenatural y en todos sus contenidos evangélicos la devoción a la Madre del Señor y Madre

nuestra! ¿Cómo?: con la sinceridad del corazón arrepentido y la confesión de nuestros pecados en el

Sacramento de la Penitencia. Las preocupaciones y problemas de todo tipo, tan agobiantes para tantos

ciudadanos y tantas familias madrileñas, encontrarán de este modo la respuesta y la solución del amor

fraterno: el único capaz de trocar las lágrimas, el dolor y el llanto en aliento, consuelo y en la cierta esperanza

de que el Señor Resucitado ¡Jesucristo!, que conduce la historia, nos despejará el camino de la conversión

moral y espiritual que necesitan las personas y la sociedad para salir verdadera y eficazmente de la crisis.

Cuanto más vaya introduciéndose la gracia de Dios −¡“la Ciudad de Dios”!− en las conciencias de los

madrileños, más se irán transformando sus comportamientos y conductas personales y, consecuentemente,

en su raíz moral, las estructuras económicas, sociales y políticas imperantes. Volverá a ser realidad eficaz el

compromiso público de los cristianos y de todos los hombres de buena voluntad con la justicia y la solidaridad.

6. En estos momentos de crisis y de incertidumbre económica, la acción de Cáritas, diocesana y parroquial, y

de tantas obras de caridad que llevan a cabo numerosas realidades eclesiales de nuestra ciudad, son un

testimonio esperanzador de cómo la fe sabe transformarse en obras de servicio: ¡de que la esperanza

cristiana no es vana! Hay muchas manos trabajando en esas acciones de auténtica caridad cristiana. Pidamos

Page 65: Novena a La Inmaculada

hoy, todos juntos, confiando en la intercesión de nuestra Madre y Patrona, que esas manos se multipliquen y

que nos alcance de su Hijo las gracias espirituales y materiales que necesitamos. Y pidamos también que se

comprenda, se acepte y viva lo que los Obispos Españoles enseñaban recientemente: “Sin la familia, sin la

protección del matrimonio y de la natalidad, no habrá salida duradera de la crisis. Así lo pone de manifiesto el

ejemplo admirable de solidaridad de tantas familias en las que abuelos, hijos y nietos se ayudan a salir

adelante como es sólo posible hacerlo en el seno de una familia estable y sana”

¡No nos dejemos robar la esperanza! decía el Papa Francisco en el reciente encuentro con las Familias en

Roma con motivo del Año de la Fe en el último Domingo del mes de octubre. Encomendándonos a la Virgen

de La Almudena, nuestra Madre, nadie nos la podrá arrebatar. ¡Ella es verdaderamente la “Señal de

esperanza cierta y de consuelo”!

7. Junto a la Cruz de Jesús, la Santísima Virgen María queda constituida como “señal de esperanza cierta y

de consuelo”. A punto de expirar, dice San Juan en su Evangelio, “Jesús al ver a su Madre y cerca al discípulo

que tanto quería, dijo a su Madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo»” (Jn 2,26). En ese discípulo amado por Jesús

estábamos representados todos aquellos que por la fe y el bautismo nos hemos ido incorporando a la Iglesia

uniéndonos a la interminable procesión de los discípulos que desde la primera hora de Pedro y de los

Apóstoles, a través de todas las épocas y en todos los lugares, creyendo, esperando y amando, han seguido

a Jesucristo nuestro Redentor. Iniciaban y emprendían una nueva historia: ¡la historia cristiana! Lo hacían

como “hijos de María”, la Madre del Hijo de Dios, que crucificado, muerto y sepultado por nuestros pecados,

ofrecía al Padre su Cuerpo y su Sangre como sacrificio de amor infinitamente reparador y, por ello,

revelándose como el manantial de la divina misericordia para con los hombres. ¡Verdaderamente una

misericordia infinita! La maternidad de María sobre la Iglesia y sus hijos e hijas adquiere, junto a la Cruz del

Hijo, la nota específica y singular de la misericordia: ¡María es la Madre de la misericordia! Así la invocamos y

saludamos en “la Salve”, esa oración tan querida y practicada por el pueblo cristiano. Y, como Reina y Madre

de misericordia, la proclamamos y veneramos en este día en que Madrid la celebra como su Patrona bajo la

advocación de “La Almudena”. Buscar, pedir y alcanzar su misericordia significa sentir en el corazón la

necesidad del perdón para nuestras muchas miserias y pecados: nuestros olvidos de Dios, nuestros

egoísmos, las faltas graves y leves de caridad con el prójimo cometidas en la familia, en el vecindario, en la

empresa, en las relaciones sociales, económicas y políticas. Para que una petición de perdón sea auténtica,

ha de sostenerse en el arrepentimiento, en la conversión y en el cambio de vida: en una verdadera penitencia.

Pidámosle perdón y conversión para nosotros mismos, en primer lugar, y, luego, para todos los que privada y

públicamente pecan contra la justicia y la caridad. Y, en esa búsqueda de su amor de Madre misericordiosa,

incluyamos el ruego de que nos conforte y anime en tantas penalidades y disgustos como nos afligen en esta

hora crucial de nuestra historia: a nosotros, a nuestras familias, a Madrid y a España. Nos duele que sean

tantas las personas, incluso tantos los jóvenes que todavía no encuentran trabajo. Nos preocupa y duele que

se pueda dañar la unión fraterna y multisecular entre todos los españoles. Nos causan profundo dolor las

rupturas de los matrimonios y de las familias y sus consecuencias tan dramáticas para los niños deseados y

no deseados y para los ancianos. Unos y otros, “los descartados” de la sociedad actual, según el Papa

Francisco. Nos duelen las víctimas del terrorismo. Nos apena la soledad de tantos enfermos. Pero también

nos causa profunda alegría el amor siempre fiel, delicado, paciente y finamente afirmado y practicado por

tantos matrimonios y familias de todas las edades, generoso y fecundo, dando la vida a nuevos hijos. Nos

alegra mucho que sean tantos los jóvenes dispuestos a abrazar la vocación al sacerdocio y a la vida

consagrada y tantos los seglares empeñados en el valiente propósito de evangelizar las realidades y

estructuras temporales. Sin el amor y la devoción a la Virgen…: ¡alegrías inexplicables!

¡Reina y Madre de Misericordia, Vida, Dulzura y Esperanza nuestra! te prometemos recibirte en nuestra casa,

como lo hizo el apóstol Juan. Enseñaremos a nuestros hijos a rezarte diariamente. Te abriremos de par en par

Page 66: Novena a La Inmaculada

la puerta de nuestras familias y de nuestros corazones, orando juntos y recuperando el rezo diario del Santo

Rosario. ¡Consérvanos en el amor cristianamente compartido y vivido en el seno de nuestras familias!

Amén

 

Meditación: Martes de la semana 2 de Adviento

Dios nos ayuda siempre a la conversión: «No es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno solo

de estos pequeños»

“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le

descarría una de ellas, ¿no dejará en los montes las noventa y nueve, para ir en busca de la descarriada? Y si

llega a encontrarla, os digo de verdad que tiene más alegría por ella que por las noventa y nueve no

descarriadas. De la misma manera, no es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno solo de estos

pequeños»” (Mateo 18,12-14).

1. –“¿Qué pensáis de esto? Si un hombre tiene cien ovejas, y una de ellas se descarría, ¿no dejará las

noventa y nueve en el monte, e irá en busca de la descarriada?” Jesús, tú habías visto a los pastores

abandonar la guarda del conjunto del rebaño para ir por los riscos a buscar la oveja perdida. Y pensaste que

Dios es así. Por su parte no hay nunca ruptura. Cuando una sola alma se aleja de El, esto no le deja

indiferente. Procuro contemplar, en el mundo de hoy y para con los hombres y mujeres que conozco, este

anhelo del corazón de Dios. Un Dios a la búsqueda… del hombre. Un Dios que mantiene el contacto.

«Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas…» Es preciosa la imagen del buen pastor que va a por la

oveja perdida dejando las 99. «Jesús no sabe matemáticas –decía Van Thuân en el retiro que dio ante Juan

Pablo II, al hablar de los «defectos» de Jesús-. Lo demuestra la parábola del Buen Pastor. Tenía cien ovejas,

se pierde una de ellas y sin dudarlo se fue a buscarla dejando a las 99 en el redil. Para Jesús, uno vale lo

mismo que 99 o incluso más».

-“Y si por dicha la encuentra -en verdad os digo- que más se alegra por causa de ésta, que por las noventa y

nueve que no se le han perdido”. El centro de esta parábola es: ¡la alegría de Dios! Su alegría es encontrar de

nuevo, es perdonar, es salvar, es devolver la felicidad. La “misericordia” de Dios es la principal de las

maravillas de Dios al mundo. Un Dios que no condena. Un Dios que no riñe al descarriado. Un Dios que va en

su búsqueda, y que es feliz al encontrarle. Quiere a todas las otras ovejas; pero ésta le ha dado una particular

alegría; y desde ahora se sentirá más vinculado a ella: porque le ha salvado la vida. Habría muerto

desgraciada, lejos del rebaño. Y he ahí que trota alegremente entre sus compañeras.

-“Así que no es la voluntad de vuestro Padre, que está en los cielos, el que perezca uno solo de estos

pequeñuelos”. Es esta una frase absolutamente capital. Es la culminación del evangelio, o un corazón, un

centro, del evangelio. Es lo que explica el resto: la encarnación, la pasión de Jesús. ¡”Dios quiere” la salvación

de todos! ¡Dios “no quiere” que uno solo se pierda! ¡Aquí está la “voluntad de Dios! ¡Aquí está su querer! He

ahí por lo que se afana cada día: salvar… salvar… salvar…

-“Uno solo de estos “pequeños”” El más “pequeño”, el más insignificante en apariencia… ¡es importante a los

ojos de Dios! (Noel Quesson).

Page 67: Novena a La Inmaculada

Jesús con las parábolas nos prepara para la aventura de la vida, para no caer en los lazos de la visión

exclusivamente racional, “las matemáticas”; y proclama esa llamada universal para todos: la meta es ser

santos. Para ello nos llama el Señor: “Yo te he escogido! Tu eres mío!” Nos ha llamado por amor, no por

nuestros méritos, y nos busca siempre para recordarnos nuestra condición (estar en el redil: tener una vida

llena, de amor). Dios se nos da, y nos recuerda que sin donación no hay vida, ésta se quema sin sentido.

“Que tu vida no sea una vida estéril. —Sé útil. —Deja poso. —Ilumina, con la luminaria de tu fe y de tu amor.

”Borra, con tu vida de apóstol, la señal viscosa y sucia que dejaron los sembradores impuros del odio. —Y

enciende todos los caminos de la tierra con el fuego de Cristo que llevas en el corazón” (J. Escrivá). Es Dios

quien nos pone esos ideales grandes, quien con su Resurrección nos invita a ir “¡mar adentro!” Mar adentro

significa hacerlo todo por amor (estudio o trabajo, deporte o un paseo…). También significa que Dios me

espera con los brazos abiertos siempre, como vemos en la parábola del hijo pródigo o la que comentamos

hoy, de la oveja perdida. Hay una significación profunda en todo ello, y es que Dios nos trata a cada uno como

a su hijo. Lo ponía de relieve de manera muy bonita san Josemaría Escrivá: “Es preciso convencerse de que

Dios está junto a nosotros de continuo. -Vivimos como si el Señor estuviera allá lejos, donde brillan las

estrellas, y no consideramos que también está siempre a nuestro lado

”Y está como un Padre amoroso -a cada uno de nosotros nos quiere más que todas las madres del mundo

pueden querer a sus hijos-, ayudándonos, inspirándonos, bendiciendo… y perdonando.

”Cuántas veces hemos hecho desarrugar el ceño de nuestros padres diciéndoles, después de una travesura:

¡ya no lo haré más!

”-Quizá aquel mismo día volvimos a caer de nuevo… -Y nuestro padre, con fingida dureza en la voz, la cara

seria, nos reprende…, a la par que se enternece su corazón, conocedor de nuestra flaqueza, pensando: pobre

chico, ¡qué esfuerzos hace para portarse bien!

”Preciso es que nos empapemos, que nos saturemos de que Padre y muy Padre nuestro es el Señor que está

junto a nosotros y en los cielos».

La santidad consiste en amar a Dios con todas tus fuerzas, hacerlo todo por Él, y para ello apartar lo que nos

aparta de Él, quitarlo, tirarlo. Pero si sólo fuera esto, podríamos desanimarnos, perdernos. En cambio, el

Evangelio de hoy nos recuerda que todo tiene remedio, que nunca hay motivos para la desesperación, que

por más defectos no hemos de descorazonarnos, que este sentirnos amados por Dios siempre nos anima

luchar mucho más que el miedo al castigo. Recuerdo lo que le pasó en la guerra de la antigua Yugoeslavia a

un Capitán llamado O’Grady, que cayó en terreno enemigo y se escondió muy bien en la selva, estuvo una

semana hasta que lo rescataron –de modo espectacular, en helicóptero-, aprendiendo a sobrevivir en

condiciones penosas. Aludiendo a la suerte que tuvo, luego diría: “ha sido el entrenamiento y Dios”. La

certeza de que Dios nos ama es un acicate para recomenzar cada día, cada momento. Son ejemplo de no

cumplir con las normas, pero no por ello desesperar, muchos personajes de la Escritura Sagrada,

comenzando por el rey David, continuando con san Pedro, y tantos santos nos lo recuerdan con sus vidas.

Precisamente un signo grandioso que demuestra la autenticidad de la Historia Sagrada es que no se han

mitificado las cosas malas del pueblo, sino que aparecen con toda su crudeza. Todo ello nos habla de que lo

importante no es la perfección en todos los actos sino el amor que siempre resulta, al final de recomenzar. La

Magdalena llora su pecado y es santa. El pecado nos da la sensación subjetiva de que aquello ya no tiene

arreglo: dicen que es la gran tentación del demonio, que aprovecha estos momentos, y nos hace pensar que

“de perdidos al río” con una tristeza que lleva a pecar ya sin medida. Pero es una concepción individualista del

pecado, de trauma encubierto o de un resentimiento mal curado. Sería como haberse manchado, una falta de

ortografía, un jarrón precioso que se ha roto. Pero la relación personal nunca es así, si el pecado es ofensa a

Page 68: Novena a La Inmaculada

Dios, es a una Persona a la que hemos de pedir perdón cuanto antes, sin caer en razonamientos que sería

como decir “pues le he dado una bofetada a esta persona, pues ya le doy cien”.

Lo mejor para huir del pecado es pensar en cuestión de amor: “¿Qué cuál es el secreto de la perseverancia?

El amor. Enamórate, y no le dejarás” (J. Escrivá), y saber recomenzar. Para ello, hay que evitar las ocasiones,

aquellos lugares o ciertas actividades en momentos de ocio, la valentía de huir de las ocasiones, de las

tentaciones, no enfrentarse a ellas sino huir… la mejor muestra de arrepentimiento es levantarse enseguida, ir

a curarse, no morir desangrado, dejar el alma sensible sin caer en la dureza del alma.

Nunca es tan grande el hombre como cuando arrodillado pide perdón. Reconocer que somos pecadores para

poder acoger el perdón, como el publicano y no como el fariseo, es algo muy bonito, que lleva a una sana

comprensión o aceptación de uno mismo que lleva a no escandalizarse, y por eso también ser más

comprensivos con los demás. Cuentan que Aníbal en sus barcos de guerra llevaba vasos con víboras que

había mandado prender a sus soldados, que cuando llegaron a luchar contra el enemigo, las lanzaron y

picaron a muerte a los que se reían de aquella extravagancia del general, sin pensar en sus mortíferas

mordeduras. Cuando fueron cayendo por ellas, esto causó el pánico y consiguió Aníbal la victoria. Esto lleva a

pensar en una cierta “estrategia” del demonio, que es reírse del peligro y luego en cambio caer en el pánico.

No hay que caer en la soberbia, que hace despreciar el peligro y por imprudencia caer en el él, para luego

justificarnos, no reconocer nuestros fallos, y acabar con el desánimo. Por tanto, vasos sí somos, y portadores

de Dios, pero vasos deleznables. Fallamos, pues tenemos pasiones, errores, flaquezas, y el buen pastor

siempre nos va a ayudar, a decirnos aquel “¡levantaos, vamos!” que proclamó Jesús en aquella oración del

huerto. (Son muchas las ocasiones que la liturgia comenta esta imagen del buen pastor, que aquí hemos visto

en la perspectiva de ir a buscar la perdida, sobre todo cuando Jesús asume esta imagen, pues él es el buen

pastor que da la vida por las ovejas, es decir por nosotros. Habrá ocasión de volver sobre el tema).

2. –“Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios. Hablad al corazón de Jerusalén”. Palabras de Isaías

que vienen de Dios, tan humanas, todas llenas de emoción. Se está preparando la Encarnación de Dios:

«Navidad» se acerca… un Dios que viene a consolar, un Dios que «habla al corazón». Pero, ¿qué quiere

decirnos Dios? ¿Qué tiene que decirnos tan importante y tan dulce?

-“Proclamad que ya ha cumplido su servicio, que su culpa ya está perdonada, que Jerusalén, de la mano del

Señor, ha recibido doble castigo por todas sus faltas…” Sí, quiere hablarnos de la misericordia de su Corazón.

Los deportados a Babilonia han terminado ahora su duro exilio, han pagado bastante caro su redención.

Pronto serán liberados y volverán a su país. Dios está conmovido. Su corazón no quiere el castigo del

pecador, sino sólo su arrepentimiento. Es como si hubiera castigado algo forzado. Los profetas siempre

interpretaron el destierro a Babilonia como un castigo por los pecados del pueblo de Israel. Pero ahora todo

está perdonado, nos encontramos ante la experiencia muy humana de un padre o de una madre que sufre por

tener que hacer o permitir un daño a su hijo por su propio bien. Contemplo en silencio los sentimientos de

Dios… la misericordia de Dios hacia mí…

-“Una voz clama: «Preparad en el desierto el camino del Señor… Trazad en la estepa una calzada recta para

nuestro Dios. Que todo valle sea elevado y todo monte y cerro, rebajado»”. Los deportados a Babilonia habían

sido obligados a duros trabajos y aquí vemos que todo forma parte de un «camino para Dios». ¡Dios viene!

Juan Bautista repitió exactamente esta palabra. ¡Dios viene! HOY se me invita a “preparar” a «abrir» un

camino para El… en las «tierras áridas» de la estepa… con grandes esfuerzos, ¡«desplazando los montes» si

es preciso!

-“Súbete a un alto monte, portador de la buena nueva para Sión”. Clama con voz poderosa, mensajero de la

buena nueva para Jerusalén. Di a las ciudades de Judá: «Ahí está nuestro Dios…

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“¡Ahí viene el Señor!” Evangelizar, dar la buena nueva, es decir: «Ahí está vuestro Dios, el Señor viene».

Ahora bien, es preciso que ésta sea la fe del mensajero para poder proclamarla a los demás. Ejercitarme en

ver “la venida” de Dios a través de los signos imperceptibles. Dios «está viniendo». El verbo es usado en

presente: viene… y no en futuro: vendrá.

-“Como un pastor pastorea su rebaño, recoge en brazos sus corderos, los lleva junto a su pecho, y trata con

cuidado a las que amamantan sus crías”. Así hablas de mí… y de todos los hombres… Señor (Noel

Quesson).

3. No es extraño que el salmo nos haga cantar sentimientos de alegría por la cercanía mostrada en todo

tiempo por Dios a su pueblo: «cantad al Señor, bendecid su nombre, delante del Señor que ya llega, ya llega

a regir la tierra». El amor de Dios nos debe llevar a ser constructores de un mundo más justo, más fraterno y

más en paz, pues la rectitud y la justicia, con las que el Señor rige a las naciones, han de ser el esfuerzo de la

actividad evangelizadora y pastoral de todos los que nos gloriamos en formar la Iglesia de Cristo.

Llucià Pou Sabaté