190

Nueva Burguesia - Mariano Azuela

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Escritor mexicano Mariano Azuela (Los de abajo) escribe una novela historica de una epoca de antes.

Citation preview

  • Finiquitados en 1929 los ltimos movimientosarmados en Mxico, se inicia la etapa que algunoshistoriadores llaman de estabilizacin de laRevolucin, que acaba por cristalizar en gobierno.En esta poca confusa que amerita un estudio afondo un segundo intento de burguesa sealaRaymundo Ramos apuntaba en el panoramanacional. Despus de la burguesa positivista delporfirismo apenas si vasto cacicazgo agrarionaca la nueva burguesa revolucionaria, de la queAzuela tuvo el primer atisbo premonitorio y genial.Los Demetrio Macas se haban extinguido en loscampos de batalla luchando contra los molinos deviento, y los Quijotes apcrifos circulaban en lassecretaras de Estado medrando a la sombra de laburocracia.Don Mariano Azuela (1873-1952), con la mismaausteridad y valenta con que antao flagelara a lospoderosos latifundistas del porfirismo, a loscaciques polticos y a sus compinches ysostenedores, los curas taimados y socarrones que,como sus aliados, explotaban la ignorancia y elfanatismo del pueblo, vapule despus elmimetismo revolucionario de los caudillos venalesque traicionaron los ideales de la Revolucin. Aveces arremete tambin contra el pueblo mismoque, lejos de reivindicar su dignidad y sus derechos,slo supo enlodarse en una orga de sangre ydestruccin. La larga cita es de Manuel PedroGonzlez, uno de los mayores admiradores delescritor jalisciense.E n Nueva burguesa (1941), Azuela mantieneimpertrrito su papel de novelista satrico, de ferozcrtico de costumbres. Con la misma irreductibleindependencia de antao arremete ahora contra laineptitud y la corrupcin hechas gobierno.

  • Mariano Azuela

    Nueva burguesa

    ePub r1.0IbnKhaldun 17.02.15

  • Ttulo original: Nueva burguesaMariano Azuela, 1941

    Editor digital: IbnKhaldunePub base r1.2

  • Si ton nant te suffit,tu nes qunmensonge pour toimme; et tout le resteavec toi. Tu nas rienparce que tu nas t.

    ANDR SUARS

  • Vamos a la manifestacin

    El agente de publicaciones, desnudas las corvas,en bata mugrienta y hmeda todava, se estabaafeitando frente a un espejito oval colgado de unbarrote de su ventana, cuando entr Emmita aconvidarlo a la manifestacin.

    Yo no voy a eso le respondi con aspereza, el general Almazn es el candidato de losreaccionarios.

    El agente era comunista, pero Emmitasospech que otra era la razn por la que seexcusaba. Sin perder, pues, el tiempo, envuelta anen su abrigo de estambre color de perico,despeinada y en chanclos, fue a buscar al garroterodel 35.

    Zeta Lpez, me llevas a la manifestacin?S, Emmita, cmo no? Francamente,

    Almazn no me importa poco ni mucho, peropertenezco a la seccin diecisis y soy disciplinado.Adems, dicen que va a haber borlote, y eso escosa que me entusiasma.

    Emmita no se inmut. Zeta Lpez queraamedrentarla. Pero era ms manso que uncorderito.

    Est bien. Djame ir a tomar mi caf, aponerme mis medias de seda y mis choclos nuevosy en seguida vengo por ti.

    Se llamaba Juan Z. Lpez, era garrotero de lasLneas Nacionales, ganaba ochenta y hasta cienpesos semanales, aparte de lo que le dejaba derentas una casa de productos en la coloniaPeralvillo. Tena fama de ser muy avaro y as seexplicaba que ocupara una de las ms modestasviviendas del ltimo pasillo, en el fondo de lacasona, casi enfrente de las Escamillas del 40.

  • Aseguraba que los problemas internacionalestenan para l ms inters que los del pas; era delos admiradores ms fervientes del seorBenavides, linotipista de los Talleres Grficos de laNacin, con veinte pesos diarios y un conceptoexacto y racional del universo.

    Pedroza, fogonero de su misma tripulacin,aseguraba que a Zeta Lpez le importaban un pitolos asuntos internacionales y los del pas, que notena ms amor en la vida que el de los vilescentavos y que no quera arriesgar su esperadoascenso a fogonero, comprometindose en unpartido poltico execrado por la Confederacin deTrabajadores de Mxico (CTM) a la que pertenecay que era el facttum en los sindicatos.

    Tambin el seor Campillo, maquinista de lalnea Mxico-Uruapan, inquilino del uno, eldepartamento de ms lujo en la vecindad, dijo queconcurrira a la manifestacin, sin explicar msporque de suyo era retrado y de pocos amigos.

    La seorita Angelita, del 22, sali de lasprimeras, conduciendo de un brazo a su to, un viejoex militar villista con una pierna baldada.

    Era ello un caso de enajenacin mentalcolectiva. Regularmente los domingos, a esa hora,los inquilinos salan regocijados y con muchaalharaca a sus excursiones campestres, llevandosendos sacos de papel o de ixtle repletos decomestibles; pero ese domingo 27 de agosto del 39nadie hablaba sino de la gran manifestacin que elpueblo metropolitano preparaba al generalAlmazn, candidato de los oposicionistas algobierno de Lzaro Crdenas, y nadie queraprivarse de un espectculo que tena ya su grano desal y del que se esperaba algo. Por ejemplo, losdiputados y senadores, alarmados por lapopularidad del candidato enemigo, en mtines,banquetes, francachelas y en las mismas cmaras,haban amenazado al pueblo con una carnicera.Uno dijo que l, personalmente, disolvera apedradas la manifestacin; otro excit a suscolegas a concurrir al acto con sus armas bien

  • engrasadas, debidamente respaldados por suspistoleros (doscientos por cabeza), adems de losmillares de obreros militarizados de la CTM.

    El agente de publicaciones elogi la conductade los padres de la patria, pero Pedroza respondimuy indignado:

    Si esos borrachnes estn en su perfectoderecho para destaparle el trasero al gobierno y suscobas de democracia, no lo estn para poner enridculo al pas.

    No obstante su oposicin ideolgica, eranamigos. Discutan siempre y acababan siemprebrazo con brazo en la cervecera, en el cabaret o enla cantina.

    Como Emmita lo sospech, el agente sconcurri a la manifestacin, pero no con ella, sinocon otras muchachas con quienes estabacomprometido. Lo vio salir con Pedroza, los dos devestidos nuevos muy bien planchados, choclosbrillantes y el pauelo asomando bajo la solapa.

    Vers qu morenazas!Salieron cuando las Escamillas suban en un

    vetusto Cadillac, hablando a gritos y atrayendo laatencin con sus maneras escandalosas.

    Era una familia de obreras de La Perla, fbricade galletas y pastas de sopa. Habitaban el 40, elfondo del ltimo patio, a inmediaciones de losexcusados.

    Esta vecindad era una de las ms grandes dela calzada de Nonoalco, en la cercana deBuenavista, estacin de los FerrocarrilesNacionales de Mxico. Ocupada por obreros,choferes, ferrocarrileros, mecnicos, constaba dedoce buenos departamentos sobre el patio central ycuarenta vivienditas en los cuatro largos y angostospasillos que lo cruzaban:

    Ya vers cmo no vamos a poder llegar ni alos andenes. Mira noms qu gento! dijoEmmita, colgada del brazo de Zeta Lpez.

    Entraron por la gran puerta de Nonoalco, enparejo de la calle del Olivo. La maana era clara yluminosa, pero el humo desparramado en los patios

  • por las altas chimeneas enfiladas de la CasaRedonda, la multitud de locomotoras encendidas yel polvo levantado por coches, camiones y motos enla calzada, enturbiaban el alegre hormigueo de lagente, rumbo a Buenavista.

    Las mujeres, vestidas de colores claros ybrillantes, atravesaban entre un vaivn de vehculos,giles y tranquilas como si caminaran por unbosque.

    El garrotero Zeta Lpez, sin responder, seguaandando, abrindose paso a empellones. Pasaroncerca de unas barracas de tablones hmedos,podridos y mal ajustados, de techos de lminasenmohecidas y agujereadas. Rieleros astrosos,peones de albail y trabajadores de salario mnimo,de pie, almorzaban escamocha. Una vieja alta yreseca como grulla se las serva de una enormecazuela de barro.

    Que no nos vea dijo Emmita,escondindose tras del garrotero.

    Pero ya el cabo de cuadrilla los habareconocido:

    Camarada, esprenme, que yo voy tambin.Devolvi un plato de peltre desportillado, luego

    de limpiarlo con un pedazo de tortilla que se llev ala boca, y vino a alcanzarlos; Zeta Lpez le tendi lamano y Emmita, haciendo de tripas corazn, losalud con una amable sonrisa.

    Se nos hizo tarde, camarada.Yo no pertenezco a la seccin diecisis

    dijo mirando a Emmita con embeleso, pero esosdesgraciados de la CTM me robaron una semanade sueldo porque no estuve presente en lamanifestacin de Papada. Y no hay derecho,palabra!

    Llamaba Papada al candidato del gobiernoque tena un cuello desdoblado en tres soberbiosrepliegues. Con ese sobrenombre era designadopor el pueblo.

    Y vengo a ver si me topo con algn maje desos y nos damos un quemn

    Separ discretamente su overol a la cintura

  • para mostrar una delgada y filosa hoja de acero quellevaba a guisa de cinturn

    Que me registre la polica, a ver qu meencuentra.

    Y replic en su garganta una carcajada de bajoprofundo.

    Agrrese bien, mi vida, para defenderla delos estrujones.

    Tom a Emmita por un brazo y la meti entre ly Zeta Lpez.

    Aunque el seor Roque ola mucho a sobacos,su ropa y sus alientos de viudo resucitado le dabancierto aspecto atrayente para las urgidas de marido.

    Cuadraban, con su overol azul nuevecito, lacorbata color de canario, sus gruesos zapatonesamarillos y un pequeo sombrero punteado muyriel.

    Cuando Pedroza y el agente de publicacionesllamaron a la casa de las Amzquitas, Rosita bajcorriendo y con muchos aspavientos por hacersems interesante les ense unas hojas impresas.

    Nos estamos muriendo de susto! Leannoms La verdad, no nos animamos

    Pedroza rompi a rer:Son cosas de los diputados.Se acerc a doa Concha, la mam, y le dijo

    en voz baja:Los polticos son como las pirujas: se enojan

    porque no los ocupan.La vieja torci la boca. Muchas veces haba

    dicho a sus hijas que los ferrocarrileros eran gentesque, aunque saban gastar bien el dinero, no tenaneducacin.

    Se trataba de unos volantes en que seaconsejaba al pueblo se abstuviera de concurrir a lamanifestacin del general Almazn porqueseguramente correra la sangre.

    Con todo, los dejaron con doa Concha yentraron a ponerse su ropa de calle.

    Las Amzquitas no queran acordarse ms desu tierra, un pueblecillo de Jalisco, muy cerca deGuadalajara, desde donde dieron un salto mortal del

  • lavadero y de la mesa de la plancha hasta loselegantes escritorios de acero de la Secretara deHacienda. Con la subida de Crdenas a laPresidencia de la Repblica, subi naturalmente elmosquero que lo rodeaba. Entre los ms gordos ibael subdelegado de Hacienda del pueblo de lasAmzquitas, muchachas famosas por bonitas,alegres y despreocupadas. Parece que elempleado haba tenido sus dares y tomares conCuca la mayor. Ello fue que con su ascenso se lasllev a la capital con doce y ocho pesos de sueldorespectivamente. Con tanto dinero las guapas explanchadoras perdieron el sentido del equilibrio.

    Salan ya muy peripuestas cuando se presentChabeln de veinticinco alfileres. No hubonecesidad de presentaciones porque en seguidareconoci a las visitas como vecinos de la mismacasa. Chabeln era motorista de los trenes urbanosy todo lo que ganaba lo gastaba en vestirse.Coqueteaba con todas las muchachas, pero sinllegar nunca a nada prctico ni definitivo, pues comolo aseguraba Emmita, con conocimiento de causa,era muy frgido. Sin embargo, su cara de nioDios, sus ojos de Dolorosa y sobre todo sus trajesbien cortados le daban partido entre las chicas.

    Salieron. Cuca propuso que llegaran de paso acomprar unos caramelos para remojarse la boca ala hora de los cocolazos.

    Alta, esbelta, de pelo crespo y muy negro, conun remolino hacia la sien derecha y un ricillorebelde, tena el gesto de la que est acostumbradaa mandar. Su peinado cado hacia el indomablemechn le daba un atractivo irresistible para susamigos y era a la vez una llamada de atencin paralos extraos.

    Rosita era el reverso de su hermana. Pequea,menudita, de nariz levemente arriscada, ojos vivos yjuguetones, especie de avispa sin aguijn, porqueno lograba imponer terror a nadie.

    Pedroza tom el brazo de Cuca y Chabeln elde Rosita. El agente estaba habituado ya a su papelde San Camilo, encaminador de almas, y camin

  • impasible tras de ellos.Pasaron por la plaza de la Revolucin, desierta

    an. Fotgrafos del gobierno sacaban vistas parademostrar grficamente al pas y al extranjero elfracaso de los oposicionistas; pero los peridicos,con perfidia de perfectos comerciantes, publicaranal da siguiente en su gran plana central y cara acara las fotografas oficiales tomadas a las nuevede la maana con una docena de gendarmes ydocena y media de vagos y la tomada por losalmazanistas a las dos de la tarde con no menos dedoscientas mil almas.

    Al pasar frente a una cenadura cerrada,Chabeln los detuvo:

    Vamos llegando a tomar algo. Vine sindesayunarme.

    Tena el secreto para violar los reglamentos depolica y no encontr dificultad para que seentreabriera una puerta por donde los cinco sedeslizaron sin ser advertidos por nadie.

    A medida que avanzaban Emmita y suscompaeros encontraban mayor resistencia en lamuchedumbre que conflua hacia los patios de laestacin. Ros humanos se vaciaban en Buenavista,afluentes de las colonias vecinas. En la entrada alos andenes, bajo el gran cobertizo de hierro, losHeleros formaban, codo a codo, doble cordn parainterceptar el paso a los que no pertenecan a sugremio.

    Seccin diecisis dijo Zeta Lpez confanfarronera.

    Adelante, camaradas.El cerco se rompi un instante para cerrarse de

    nuevo ante la avalancha que se precipit sobre elboquete abierto.

    Por lo dems, los esfuerzos encaminados aformar una valla cerrada al candidato, en previsinde los atentados del gobierno, resultaron intiles,porque la multitud se hizo incontenible; los quevenan por Nonoalco en sentido inverso de los quellegaban por el frente de Buenavista provocaron unareventazn y todos quedaron revueltos. Hasta la

  • brillante escolta de charros, que a buena hora sehaba apostado de uno y otro lado de la calle,luciendo sus magnficos caballos y sus lujososarreos, qued dispersa y sin posibilidades dereorganizarse.

    Y a todo esto, digo yo, qu diablos venimosa hacer con tanto calor y entre tanta bola de gente?

    Emmita explic don Roque, el cabo decuadrilla, venimos a exigir que salga del gobiernotanto ladrn.

    Qu tanto le ha robado, don Roque?El pan a cinco, la leche a cuarenta, los

    blanquillos a diez, se te hace poco?Yo no s que alguno de nosotros se est

    muriendo de hambre.T no comprendes nada, Emmita. Dice bien

    don Roque: es necesario que bajen los artculos deprimera necesidad. Como dice el seor Benavides:el obrero siempre debe estar en pie de lucha paraun mejor stock de vida.

    Y qu es eso de estoque, Zeta Lpez?El garrotero se ri compasivamente.Que en vez de beber tepache tomes tu vaso

    de cerveza Monterrey, tipo lager; que en vez de ir aperfumarte con la peste del Majestic compres tuboleto de a dos pesos al cine Alameda.

    Precisamente en el momento en que sinti quela mano de Zeta Lpez abandonaba suavemente subrazo y se le escapaba.

    Se le escap.Zeta Lpez!Su grito siguiendo a Zeta Lpez se perdi en el

    tumultuoso oleaje humano.Entonces don Roque, sin darle tiempo al

    tiempo, afianzndola mejor y previo un brutalsuspiro, dijo:

    Emmita, tengo seis meses de viudoHizo la sorda. Al cabo de cuadrilla se le fugaron

    las frases ya prevenidas. Pero, de todos modos,resuelto a no dejar las cosas pendientes, prosiguicon su mano libre su declaracin de amor, conmucha elocuencia.

  • Emmita, agradecida, no le correspondi: Esecanalla de Zeta Lpez que haba tenido el descarode recomendrselo! Hazle buen pasaje, Emmita.Saca sus cuarenta y cinco pesos semanales, apartede buscas; es hombre que sabe gastar el dinero sinhacer pucheros y, fjate!, es el suegro del fogoneroPedroza Y t eres un mula, Zeta Lpez!Palabra que no me hace falta abuelito.

    De la cenadura las Amzquitas salieron algoachispadas. Rosita dijo que sera ms chic ir aXochimilco o al Desierto de los Leones en vez demeterse entre tanto pelado.

    Porque ahora enorme muchedumbre sedesparramaba por la explanada de la Revolucin yros de gente confluan por las calles y avenidas.Ondeaban las banderas tricolores, los gallardetes,cabeceaban los estandartes de las agrupacionesobreras, estudiantiles y de otros gremios; engrandes cartelones aparecan nombre y retratos delcandidato, bambolendose sobre la apretadamultitud de cabezas de hombres, mujeres y nios. Aveces el vocero tombase en estrepitoso huracnde hurras y vtores.

    Adis, camarada BenavidesQu hace all arriba?Calculo el nmero exacto de los

    concurrentes.Las muchachas se rieron, diciendo que

    deberan llevrselo al manicomio. Trepado en unacolumna de tezontle, cerca del Monumento de laRevolucin, papel y lpiz en las manos, estabahaciendo sus clculos.

    Es hombre muy inteligente dijo Pedroza,pero tiene la cada de la borrachera y la agarra porsemanas y hasta meses.

    El agente de publicaciones sigui haciendoelogios como compaero y miembro del partidocomunista

    Por la polvorienta calle del Encino venan lasEscamillas del 40 en su vetusto Cadillac, conducidopor Evangelina, la mayor de las muchachas.Asomaban sus cabezas por todos lados como los

  • pollos bajo las alas de la gallina. Cinco Escamillas,sin contar a doa Trtola, su madre, que ocupabaasiento por tres, ni a las dos amigas venidas exprofeso a la fiesta desde Azcapotzalco.

    Al pasar el esperpento con muchos rechinidoscerca de las bodegas de Buenavista, dio de prontouna cabeceada y, sin que nadie se lo mandara, separ bruscamente.

    Tiene esa maldita maa dijo doa Trtola,majestuosamente arrellanada en un cojn de huleagujereado que dejaba escapar puntas de paja ybolas de borra. Apense del auto y empjenlo,pues slo as podremos ponerlo otra vez enmovimiento.

    No les molest que algunos transentes sedetuvieran, divertidos, a verlas sudando y pujandoen la trasera del coche. Slo delante de susconocidos se ponan nerviosas y les hacan malasseas o los alejaban a insolencias. Por eso elmaquinista Campillo, que vena por la plataforma delas bodegas con algunos compaeros, pas delargo como si jams se hubiesen visto.

    El auto comenz a caminar. El problema ahorano consista en que siguiera corriendo, sino en subirtodas, antes de que se parara otra vez.

    Doa Trtola lo solucion con un pensamientooportuno:

    Arrimen el coche a la sombra y djenme allcon su hermano. Al cabo la estacin ya est muycerca y pueden llegar a pie.

    Hasta ese momento todo marchaba bien, lostemores de una lucha sangrienta ibandesapareciendo. La enorme cantidad desimpatizadores del candidato oposicionista la hacaolvidar. Sin embargo, comenzaron a circularextraos rumores. Alguien dijo que en los balconesinmediatos a la calle de Buenavista, por dondehabra de pasar Almazn con su comitiva, habapolticos armados con ametralladoras. Corritambin la versin de que en Tlalnepantla haba sidodetenida una mujer que llevaba escondido unafilado pual en un buqu de flores, destinado al

  • candidato.Pero no hubo una sola persona que diera

    media vuelta a su casa o se alejara de la multitud.

  • Atentado?

    El agente de publicaciones sinti agotada supaciencia de perrillo faldero cuando de repente sele perdieron sus compaeras y se dijo: Qu andohaciendo yo en esta fiesta de los reaccionarios?.Qu van a pensar de m los camaradas delpartido? Cerr los brazos, separ las piernas ycomo cua, como tanck, se clav en el colmenar.

    Vadeaba ya felizmente las orillas cuandoalguien lo reconoci:

    Miren ese maje es comunista!Y no tuvo tiempo de mirar al que lo deca

    porque un brutal puetazo le apag los ojos,hacindole ver culebritas.

    Su consuelo fue cerciorarse de que lasAmzquitas no se encontraban cerca, pues se habaconquistado con ellas la reputacin de muypantera.

    Sala, pues, rugiendo y meditando una cruelvenganza contra estos bandidos burgueses, cuandoel cielo le depar la mayor. Una nueva voz lo volvi ala vida:

    Quin te puso ese chipote en la cara,paisano?

    Y una carcajada ms cruel que un latigazo.Se dispona a aderezar una explicacin

    honrosa, pero su paisano lo tom fuertemente porun brazo y lo oblig a entrar de nuevo a la bola.

    Qu vamos a hacer all, mi coronel?Sgueme.El coronel Pia Vega, amigo y paisano, es un

    viejo lobo de la poltica, de muchas influencias y conquien hay que estar bien, sobre todo ahora queanda de capa cada (su fidelidad al ex presidenteCalles lo ech fuera del pesebre oficial), que es

  • cuando a uno suelen hacerle caso.Tenemos que llegar hasta la plataforma y

    saludarle de mano al general Almazn.Urgentsimo comprendes?

    Por un acto primo, el agente se dio el reculn ydijo:

    Pero es que yo no vengo armado ni con unalfiler

    Qu idiota eres, paisano! Pero no lohurtas. Con razn te pusieron la marca en la cara.

    El coronel estall en una nueva carcajada queencendi en el agente el deseo de su venganza.

    Vamos adonde sea, paisano.Y la multitud se los trag.

    El Monumento de la Revolucin se levanta sobrecuatro colosales patas de cemento y hierro; cuatroarcos escuetos sostienen su gigantesco casco deacero. En la base de la cpula, en cada uno de susngulos, sobresalen en altorrelieve bloques deconcreto, cuerpos masudos, cabezas aplastadas,caras cuadrangulares y manos como saposmonstruosos acariciando barrigas repletas areventar. Molesta un poco su simbolismo cruel; perosu bestialidad es casi sublime. Hay que convenir enque la interpretacin ha sido un acierto y, desdemuchos puntos de vista, genial.

    Mrenme dnde estoy!Haciendo clculos, camarada Benavides?Muy sencillo, compaero Campillo. Cuntos

    hombres caben en un metro cuadrado? Cuntosmetros cuadrados ocupan los manifestantes?Clculo exacto, rigurosamente cientfico.

    Qu buena la trae el linotipista! dijo elmaquinista y sigui adelante, sin hacer ms caso del.

    Tres poderosos aeroplanos rugieron casi al rasde la multitud.

    En sus enormes vientres plateados se lea enletras rojas: Almazn; descendi una fina lluvia deconfeti, serpentinas, volantes con retratos y vtores al

  • candidato.Desde su parapeto de piedra el linotipista

    segua escrutando la explanada y las avenidasinundadas de gente. Miraba la estatua de Carlos IV,el fondo verdinegro de la Alameda y el hormigueohumano velado por una cortina de polvo.

    Remova los labios, haca visajes, pero ni losmismos electricistas que cerca de l voltijeaban enel aire, acabando de instalar los altavoces, le hacancaso.

    Hubo un momento en que la polica fueimpotente para contener la avalancha.Arremolinados en torno de la plataforma delMonumento, invadieron de pronto las escaleras, lospretiles y hasta el mismo sitio resguardado para elcandidato y los oradores.

    Las Amzquitas venan arrepentidas y delhumor ms negro del mundo.

    Quin es esa cursi? dijo Rosita aChabeln que al pasar frente al German AmericanHotel salud a una joven agitando al aire susombrero.

    Es nuestra vecina, la seorita Angelita, del22, que lo trae de cabeza hace tiempo respondiPedroza.

    No se fe de l, Cuca. Todo lo que le vacontando son papas. Est enamorado de Emmita,una sierpe de la vecindad

    Pedroza se molest.Mientras Petrita me viva, ser incapaz de

    hacerle una perrada!Las nias lo miraron como a fenmeno de feria

    y prorrumpieron en descorts carcajada.Pedroza era un sentimental y el recuerdo de su

    esposa en el hospital de Colonia, recin operadade un cncer de la matriz, mientras l se paseabaalegremente, puso una lgrima en sus ojos. Hastaquiso contar la historia; pero Cuca le hizocomprender el ridculo que estaba haciendo. Lacosa no pas de all porque entonces seencontraron con el seor Campillo y suscompaeros, a quienes presentaron con las

  • muchachas.El seor Campillo, maquinista de

    pasajerosO lo que es lo mismo pens Rosita ms

    de mil pesos mensuales. Y con cinismo admirabletroc el brazo de Chabeln por el del maquinista,diciendo, adems, que el motorista era un fif debarrio.

    Contra lo temido y esperado, la manifestacinse verificaba sin choques, muertos ni heridos.

    Esto sucede siempre que el gobierno nomete su cuchara en los actos espontneos delpueblo coment uno de los compaeros del seorCampillo.

    Y se acordaron de que desde la revolucin deMadero hasta la ltima del general Escobarinvariablemente se haba observado en ciudades,pueblos y rancheras que, en cuanto se quedabansin polica, soldados o autoridades, la delincuencia,como por encanto, bajaba a cero.

    Es la demostracin evidente de que losmexicanos s estamos aptos para tener gobiernoshonestos y civilizados.

    Y si no los tenemos es por nuestra propiaculpa, por nuestro egosmo, por nuestra apata y porla falta de valor para arrojar a tanto idiota y canallaque se han apoderado de nuestro pas.

    En unas cuantas palabras compendiaron lo queen no menos de tres horas de literatura electoralrepetiran los oradores de la oposicin.

    Eran viejos ferrocarrileros de la Seccin 16,almazanistas de conviccin y secretos enemigosdel liderismo que los explotaba.

    Pero hay gentes que todo lo entienden al revs.Unos choferes mugrosos, de frente peluda yestrecha, los estaban oyendo y los miraban conmanifiesta prevencin. Se secretearon tomando unaactitud francamente provocativa. Por evitar un lancedisparatado y ridculo, el maquinista Campillopretext tener que estar presente en sitiodeterminado con sus compaeros y se despidieronde las muchachas. Rosita hizo que el maquinista le

  • prometiera ir a verla a su casa y tom de nuevo elbrazo de Chabeln con frescura.

    Apenas se fueron a tiempo: los choferesborrachos ya se estaban aporreando, no habiendoencontrado oportunidad de reir con otros.

    Cruzaron de nuevo el cielo los aeroplanosaturdiendo a la multitud quemada por el sol; perocon ellos lleg una rfaga de frescura y alegra.

    Almazn!Ya lleg!Ya est aqu!Se oy el pito enronquecido de una

    locomotora, luego otro y otro; los de todas lasmquinas que estaban encendidas en los patios deBuenavista.

    El nombre del candidato corra de boca enboca haciendo brillar la alegra en todos los rostros.El rumor creci como el de un mar embravecido.Sexos, edades, fisonomas, clases, todo se fundien una masa movediza e informe, algo como unamonstruosa gusanera.

    Anda, vamos pronto, que se nos pasa.A fuerza de codos se abra paso entre

    insolencias e injurias.Tenemos que estar en primera fila.El agente estaba terriblemente nervioso,

    porque el coronel Pia Vega no lo soltaba uninstante.

    Est bien, yo no soy cobarde; peropertenezco a un partido de accin social de ladisciplina ms estricta. Yo no puedo obedecer msrdenes que las que mi partido me dicte. Y si elcoronel quiere algo con los reaccionarios que l selas arregle como pueda.

    Llegaban ya a la ltima fila en momento en quese acercaba el candidato entre una enloquecidamultitud. El agente sinti que le temblaban laspiernas e hizo un esfuerzo inaudito paradesprenderse de su paisano.

    Qu maje eres, de veras! Qudate. Cuestelo que cueste, yo le dar la mano a Almazn, harque se fije en m, que me reconozca Almazn es

  • el que maana tiene que partir el bacalao, idiotaEl agente, libre ya, respir. Momentos despus

    vio a su paisano de faz radiante entre los queacompaaban al general.

    Emmita, chorreando sudor y colorete desledo,se encontr de pronto abandonada, en medio deloleaje incontenible. Lanz un grito:

    Mi choclo! Desgraciados!, quin mequit un choclo?

    A su chillido estridente siguieron muchas malaspalabras. La hilaridad de algunos guasones lallamaron a la realidad. Busc en vano a seorRoque. Pero pudo ver muy bien a Zeta Lpez entrela bola bien prendido del brazo de LibertadEscamilla. El muy mula! Ya me la pagars,desgraciado!

    Tambin a las Amzquitas se les perdieron susacompaantes. Andaban pidiendo, por el amor deDios, que las sacaran de aquel infierno de piesgroseros y manos adelantadas.

    El que llevaba el estandarte del Centro deIntelectuales y Profesionistas perdi pisada y habrasido despachurrado sin misericordia si no lohubieran levantado al punto dos robustos mozos. Alreconocerlo prorrumpieron en grandes risotadas: elportaestandarte de los intelectuales era canasterode La Favorita, pan caliente a todas horas.

    Como payaso, las medias como tablero deajedrez, cojeando por la falta de un choclo y bienmagullada por los pisotones, Emmita logr salir, porfin, en la resaca.

    Se encontr con las Escamillas, que al verla sedesternillaron de risa. Salan tambin mostrando suscaras prietas chorreadas y sus vestidos hechosgarras. Cuando se cansaron de rer, doa Trtola lallam, invitndola a llevarla en su coche.

    El estruendoso Cadillac, sin paradasimpertinentes, en una sola carrera las dej hasta lapuerta de la vecindad. Emmita, agradecida,prometi visitarlas.

    Andaba ya en el patio el seor Benavidesrepartiendo abrazos e invitaciones a tomar la copa

  • en su casa. Sin sombrero, sin chaleco ni corbata,abierto el cuello de la camisa, iba y vena,extraamente regocijado.

    De la que te perdiste, buen anciano! Seiscupos de la plaza del Toreo (ni uno ms ni unomenos). Conste que soy imparcial. Mis clculos sonajenos a la poltica electoral. Seis cupos del Toreopara ms fcil comprensin, amable anciano. Peromis clculos son ms precisos: tcnicarigurosamente cientfica, exactitud matemtica,buen anciano.

    El viejecito, que como de costumbre llegaba aesa hora de la calle con un saco de pita dejandoasomar el cuello de una botella de leche y elextremo de un dorado bolillo de pan, sonri conbenevolencia e intent proseguir su camino.

    Atencin! se le interpuso el ebrio.Fjese: ni cuando entr Madero en triunfo a lacapital! Doscientas cincuenta mil almas. A ustedcomo persona mayor le habra encantado esteespectculo. Fraternalmente lo invito, venerableanciano, a tomarnos un buen vaso de vino generosoa la casa de usted.

    El viejo se excus con palabras que se leenredaban entre los bigotes grises.

    Tito, encrgate de este buen anciano dijoel linotipista, distrado ya por el vistoso y ruidosogrupo de las Escamillas y sus amigas, a quienes seadelant a saludar.

    El llamado Tito era un fif almidonado yantiptico que lo segua siempre en susborracheras. Amigo ntimo del seor Benavides y dela seora Joel, su esposa, frecuentaba la casacomo de la familia. Su palabra, su gesto y susmaneras afectadas hacan el ms rudo contrastecon la naturalidad bonachona del linotipista.Trabajaba en los Talleres Grficos de la Nacin,como corrector de pruebas.

    El viejecillo sigui hacia el fondo del patio,torciendo por el ltimo pasillo. En la vecindad se leconoca como el viejito de arriba. Ocupaba unpequeo cuarto en la azotehuela, cerca de los

  • lavaderos. No relacionaba con nadie, aunque eraamable con todo el mundo, Lolita, la de las jaletinas,deca que escriba libros; Emmita aseguraba queplaticaba con los espritus de las nubes y de lasflores (muchas veces lo haba sorprendidoremoviendo los labios y sonriendo con lascampnulas azules de la enredadera de la viviendade la seorita Angelita), pero los ms decan queestaba lucas.

    Djenos en paz, seor Benavides, que ahoraest aqu nuestro hermano Cuauhtmoc y es muydelicado exclam Evangelina con aspavientos,dejando al linotipista ebrio en la puerta de su casa.

    Emmita, en cambio, le rog que fuera a hacerleuna visita: los domingos haba siempre algo quebeber.

    Gracias a la prohibicin de la venta de bebidasalcohlicas en das feriados, Emmita y su ta Teclapodan vivir con relativos decoro y honestidad. Unade las dos piezas de su vivienda se converta enfign desde el medioda de los domingos y confrecuencia se llenaba de clientes. Tortas y tostadascompuestas, barbacoa, picles y cebollitas envinagre, pulque, cerveza y aguardientes, se lesserva a los parroquianos sin peligro alguno, porqueal vigilante del gobierno se le tena igualado con sumordida de cinco pesos a la semana.

    Pedroza llenaba de pulque las jarras de vidrioverde, mientras Emmita las reparta.

    Si Almazn no triunfa, mano, es porquesomos un pueblo muy cobarde y desgraciado dijoPedroza pattico y a medios chiles.

    La esperanza muere al ltimoT no me respondas, Zeta Lpez. A ti no te

    preocupa la redencin de las masas ni el bien delconglomerado.

    Es un mula agreg Emmita, muy resentida, lo nico que l cuida son los centavos.

    En efecto, Zeta Lpez, conforme a sucostumbre, en cuanto los vio distrados un momento,se escurri.

    Nadie tena tanta fama de avaro y ruin como el

  • garrotero. Prefera los sitios de recreo alejados desu barrio para gastarse su dinero en l solo.

    Tiene miedo de meterse en la poltica prosigui el fogonero Pedroza por no perder laocasin de ascender. Yo hice mi examen defogonero y sub, pero nunca tuve que lambisconearlea esos lderes desgraciados.

    Estaba presente el maquinista Campillo,llevado a la fuerza por sus compaeros. Como decostumbre, se mantena discreto, observando ycallando.

    La divisin es mala: debemos tener laconciencia de clase habl otro, porque slo deesta manera podremos aumentar nuestro stock devida.

    Lleg el agente de publicaciones con mediacara cubierta por un pauelo rojo:

    Con el calor me doli tanto una muela quetuve que rogarle a un dentista amigo que me lasacara.

    A nadie le interesaron el sucedido ni suexplicacin, y el agente se qued tranquilo y lacharla se generaliz, en un ambiente pesado devapores alcohlicos, humo de cigarros, respiraciny fetidez humanas.

    Ahora no podrn negarme dijoenvalentonado el agente de publicaciones quegracias a Crdenas la manifestacin de losreaccionarios se verific sin derramamiento desangre. Una palabra suya bast para detener a lasjauras.

    T dices las jauras, hermano?Pedroza bail de risa y le hicieron coro a sus

    carcajadas los de su mismo partido.Qu chiste! observ Emmita muy seria, en

    la puerta de la cocina con el choclo viudo en lamano, con un garrote y un taco de frijoles yohabra hecho lo mismo y como todos hablaban sinhacerle caso, agreg: Mientras ustedesaveriguan, voy con Bartolo a ver si con l aparecemi otro zapato.

    Y sali mirando la desolacin de sus medias

  • como telares y sus viejos choclos de taconesretorcidos y cuero muy arrugado.

  • An hay sol en las bardas

    Bartolo viva a la otra puerta de la vecindad, en laaccesoria A.

    Emmita lo salud:Bartolo, no fue a la manifestacin?Sin levantar su frente arrugada y costrosa,

    Bartolo rompi en alegre carcajada. Tan estlidapregunta no ameritaba otra respuesta. Quin lohaba visto jams en otro campo que en el de susillita baja, frente a la chaparra mesa de trabajo, agolpes y golpes con el martillo?

    Pues se la perdi de veras, porque estuvorequetelindo.

    Qu pitos fuiste a tocar all, criatura?Bartolo, no se da cuenta? Necesitamos

    mejor stock de vida. Las cebollas y los jitomates porlas nubes y la leche ya no ms la prueban esosladrones del gobierno. Abajo los ladrones!

    Bartolo solt una nueva carcajada: suspequeos ojos se le perdan en las cuencas oscurasbordeadas de gruesas cerdas y en su bocaasomaban media docena de clavijas amarillentas ytrastabillantes.

    Acab de rer y dijo:Boba, con un gobierno honrado tendras que

    trabajar en vez de estar envenenando a tusprjimos.

    Ah, qu Bartolo tan ocurrente! Si viera a loque vengo? Fjese: perd un choclo nuevo en lamanifestacin y vengo a trarselo a ver si decasualidad le cae a usted el otro.

    No fue Bartolo el que ahora se ri sinoDesideria, su mujer, que, haciendo una Smajestuosa con su vientre de nueve meses, andabapreparando la comida en un anafre de barro, a la

  • puerta de la accesoria.Bartolo cogi el chanclo por la agujeta y lo

    arroj al montn de cueros arrugados y resecos quetena a sus pies: borcegues sin tapas, chanclas arisa y risa, hormas sucias de betn, pedazos devaqueta, tintas, cepillos y dems tiles del oficio.

    S, chula, vyase sin cuidado.Le limpi los mocos a uno de los tres

    chamacos semidesnudos que, a su lado, sacabanla cabeza de un cajn, como otros tantos cepillosmechudos e hirsutos.

    Un metro escaso de terreno, comprendida lapuerta, serva de taller, muestrario y recibidor. Enuna silla de palo el cliente se sacaba el zapato areparar y se envolva el pie desnudo en una esquinade la cortina de manta, mientras Bartolo haca elremiendo.

    Encorvado sobre una mesa llena de cajitas dehojalata con puntillas, alfilerillos, ojillos, entrechanclas, hormas y cepillos, Bartolo dejaba discurriralegremente su vida en chacoteo con sus clientes ysus pequeos vstagos que merodeaban en torno,metindosele entre las piernas o trepndosele a lacabeza.

    Emmita, de regreso, vio bajar de un auto a laseorita Angelita del 22 con el viejo mutilado, muyencendido de la cara y arrastrando pesadamente supierna impedida.

    Tambin esa cursi del 22 fue a lamanifestacin.

    En el barullo de risas y voces de los borrachosnadie le hizo caso. Slo el maquinista, que buscabala manera de escapar, le dijo llevndola a la puerta:

    Es una de las vecinas ms decentes de lacasa.

    No metera yo mi mano en la lumbre por ella.Siendo tan agraciada y tan joven, sus medias

    de algodn y sus choclos de a ocho pesosacreditan mejor que otras razones su honradez.

    Nunca le saluda a uno: se cree la divinagarza.

    Si no tiene amistad con usted, no es falta que

  • no la salude.Ser, pues, lo que usted quiera; pero a m

    me cae muy gorda.Entonces el maquinista quiso escapar sin ser

    advertido de sus camaradas, pero un grito delfogonero Pedroza lo detuvo:

    Verdad, Campillo, que todo lo que Mxicotiene que agradecerle al presidente Crdenas esque hoy la vida cueste cinco veces ms de lo quecostaba cuando pesc la silla?

    Y tambin que hoy ganemos cinco vecesms de sueldo que el que tenamos antes de quefuera presidente argy el testarudo e irreductibleagente de publicaciones.

    Y cuntos miles se mueren de hambre porla falta de trabajo? dijo el seor Roque, cabo decuadrillas, buscando camorra.

    De eso el gobierno no tiene la culpa, sinoestos ricos desgraciados que han escondido eldinero.

    Ya no hay ms ricos que los del gobierno.Ahora era una voz cascada que vena del otro

    cuarto. Emmita se puso en la puerta entre las dospiezas y de espaldas a sus marchantes, dijo:

    Usted se calla, don Pepe, porque aqu nadiele ha dado vela

    Pedroza, que estaba tirado en la cama deEmmita, removiendo los dedos de sus piesdesnudos y abotagados, al or nombrar a don Pepe,estall en una carcajada:

    No saben la broma que el domingo le di adon Pepito?

    Don Pepe era asistido de doa Tecla. Vejeteenteco, huesudo y sucio; pagaba setenta y cincocentavos diarios por cama y comida y se le habaadmitido con la condicin de que no se presentaraen la tertulia de los domingos porque tena la feacostumbre de no baarse nunca y de dormir con lanica ropa que llevaba. Emmita juraba que ola msmal que el mismo cabo de cuadrillas.

    Recin llegado a la casa, cont que trabajabacomo perito valuador en una casa de antigedades

  • y durante algn tiempo pudo estafar a losdesprevenidos y nuevos burgueses de la vecindadcon baratijas que les ofreca como objetos deinestimable valor a precios de verdadera ganga.Anillos, arracadas, pendientes que con un da deentierro en la maceta de geranios de Emmitaquedaban convertidos en antigedades autnticas.Pero un da Pedroza lo sorprendi en el portal deMercaderes comprando sus joyas de a cinco y de adiez centavos en los puestecillos de los barateros.Se recat en una columna, lo sigui sigilosamentehasta verlo entrar en un edificio inmediato almercado de La Merced. Al otro da, llam a muchosde sus camaradas y les dijo:

    Vengan. Voy a darle una broma a donPepito.

    Fueron al telfono y tom la bocina:Bueno, con quin? Personalmente?

    Bien: es usted, amigo don Pepe Soy un amigosuyo. Oiga, necesito un abono a su establecimientopor todo el da. Cunto me cuesta? No, seor,no estoy equivocado. No se enoje y permtame quele explique. Anoche cen barbacoa con salsaborracha y amanec con muchos retortijonesAcabo de purgarme y necesito de sus servicios.

    Pedroza remat con una carcajada en lasorejas del seor Pepito y bruscamente colg labocina.

    El pretendido anticuario, que era, en efecto, elencargado de dar papel y contrasea en uno de losexcusados del mercado de La Merced, lo estabaoyendo todo desde su cama; pero guard el msdiscreto silencio en previsin de venganza mscruel.

    El seor Campillo, obligado a tomar ms de lacuenta, reanudando el obligado comentario poltico,la solt:

    Mientras el capital no tenga garantas dijo iremos de mal en peor.

    El agente dio un salto como si le hubierapicado un alacrn. Blasfemia!

    Usted dice eso, camarada Campillo?

  • Usted, maquinista de las Lneas Nacionales conms de mil pesos mensuales? No hay derecho!Palabra que no hay derecho!

    Chueco o derecho, Campillo ha dicho la puraverdad y al diablo con tu dictadura del proletariado,que ya me huele a acedo.

    Es una traicin a las clases trabajadoras!Han perdido ustedes la conciencia de clase

    Cllate, mano, fjate en que no ests en laasamblea Deja tus discos rayados ya para otrosbagres

    Y como el seor Roque, bamboleante ya deborracho, se levantara en actitud francamenteprovocativa, Emmita, experta en rias, distrajo alcabo de cuadrillas, mientras haca seas al agentepara que escapara.

    Tras el agente sali Campillo, sin que en elvocero de la borrachera nadie lo hubiera advertido.

    El maquinista se meti en su casa; pero elagente, muy envalentonado, se present a poco conel coronel Pia Vega y fueron acogidos conaplausos y exclamaciones. El coronel era famosoen el gremio de ferrocarrileros y pulqueros porquegastaba bien su dinero.

    Por principio de cuentas mand traer cuatrobotellas de coac.

    El agente, no encontrando auxiliar paraarremeter de nuevo con su ideologa clasista, puessu correligionario Benavides se haba negado aescucharlo, entretenido en una grfica de lamanifestacin de Almazn, la tom con elmaquinista Campillo en otra forma:

    Es un mal camarada. No hay tripulacin entodas las lneas que gane menos que la suya.

    El fogonero Pedroza tuvo que confesar que eracierto.

    Campillo era el empleado ms cumplido de losFerrocarriles Nacionales, sus trenes caminaban conuna regularidad irritante, jams se presentaba laocasin de cobrar tiempo doble por las horasextras. Por su torpeza, pues, no slo l dejaba deganar ms dinero, sino que se lo quitaba a sus

  • compaeros.Un p ms. Habra que suprimirlo

    coment framente el coronel Pia Vega. Estoest muy aburrido, muchachos; vamos a buscar unmariachi.

    Nuevos aplausos y nuevos gritos. Se echaron ala calle en busca de coches.

    Pia Vega arrancaba de la ms pura ceparevolucionaria. Cuando el general Diguez entr enGuadalajara llamando la atencin con sus uniformesllenos de tiras de balleta roja y brillantesentorchados, Pia Vega se lo capt con suszalameras de gata, haciendo que se lo llevara alcuartel como su bolero oficial. Muchacho deambiciones, no se content con pasarse la vidaengrasando botas. Obtuvo del general Diguez unacomisin para sorprender un conventculo demonjas, cuya ubicacin slo l conoca. Pia Vegala desempe con tal brillo que se conquist alpunto su ascenso. No slo puso en la calle a unadocena de cacatas tosigosas y reumticas, sinoque como buen revolucionario se apoder delverdadero cuerpo del delito: copones, clices,custodias, patenas y dems baratijas de oro y deplata pasaron a su casa. En ese tiempo no huboacaudalado tapato que no tuviera que agradecerlesus servicios. Diguez los mandaba aprehender ydespus de tres o cuatro semanas en lapenitenciara, Pia Vega se presentaba a ofrecerlessu libertad por unos cuantos miles de pesos.Naturalmente, ese dinero era sagrado: slo servapara el triunfo de nuestra causa. Pero la ambicinrompe el saco. Diguez se enter de que el exbolero era ya un nuevo rico y con eso cay de sugracia, le confisc cuantas ganancias haba hecho.Pia Vega emigr a la capital y muchos meses vivicomo jicarero de una pulquera de Nonoalco.

    All lo conoci un general a quien cont sudesgracia.

    No te preocupes, muchacho le dijo;Diguez se ha portado mal contigo, pero yo tepresentar con el general Obregn, que sabr

  • reconocer tus mritos. De hombres como tprecisamente necesitamos para hacer una patrianueva.

    Y Obregn le dijo:Desde hoy formas parte de la gran familia

    revolucionaria: tienes ideas, sabes expresarlas.Vente conmigo y llegars. Diguez, como todos loshumanos, tiene sus errores.

    Si Obregn no hubiese tropezado con la ptreacabeza de don Venustiano Carranza, Pia Vegahabra ocupado un escao en el CongresoConstituyente. Pero luego que Obregn mand aCarranza a frer hongos a Tlaxcalaltongo, Pia Vegaascendi a diputado y con el presidente Calles fuesenador; pero con la cada de ste volvi, por unainexplicable falla de ojo poltico, a quedar fuera depresupuesto. Repudiado por los militares porque ensu hoja de servicios no se encontr mrito quejustificara su grado de coronel, repudiadogallardamente por los polticos que habantraicionado a su jefe Calles, Pia Vega presuma suhonorabilidad ahora con pulqueros, choferes yferrocarrileros que saban explotar su vanidad.

    Con muchas canas, conservaba todavafrescos los carrillos y llenos sus msculos. Seaferraba al sombrero tejano, al fuete y a los zapatosamarillos, como si el abandonar tal indumentaria,recuerdo de su ms gloriosa etapa, fuera tantocomo renunciar a su pasada grandeza.

    Reinaba ahora la quietud en la gran vecindadde Nonoalco. El ex militar villista, conducido por susobrina Angelita, se haba dejado caer, agotado, ensu cama. Cuando, despus de muchos minutos, serepuso y pudo respirar mejor, dijo:

    Desde la entrada del presidente mrtir nuncase haba visto un espectculo tan bello en Mxico.

    Ex soldado de Villa, de la famosa Divisin delNorte, en los combates de Celaya haba quedadomutilado y tuvo que venir a Mxico al arrimo de suhermana Elisa. Ocupaban la vivienda 22 l, suhermana y Angelita su sobrina. Esta cosa ropa paraLas Fbricas Universales, el viejo haca menudos

  • trabajos de talla en madera para una casaespecialista en cromos y espejos de las calles deGuatemala; doa Elisa les haca la casa.

    Pertenecan a una familia decente del interiorque se qued pobre, despus de haber vendido suspequeas propiedades para venirse a radicar en lacapital.

    Aquel sbado, Angelita le haba dicho porbroma al viejo:

    To, llveme a la manifestacin de Almazn:dicen que va a estar muy bonita. En todo Mxiconadie habla de otra cosa.

    El anciano se incorpor a medias en suderrengado silln de cuero, y tambalendose sobresu pierna buena, las manos en alto y temblando declera, grit:

    Nunca le tender mi mano a quien le hayaservido al chacal.

    Con ese nombre designaba siempre al generalVictoriano Huerta, autor intelectual del asesinato delpresidente Madero.

    Mis manos no se mancharn con la deninguno de los cmplices de ese cobarde asesino.

    Aborreca a todos los gobernantes de Mxico,con excepcin del presidente Francisco I. Madero, acuya causa se haba afiliado desde los primerosdas del movimiento revolucionario. Su devocin porl era tanta que as como los buenos catlicostienen la imagen de la Virgen o de los santos en lacabecera de su cama, l tena un gran retratolitografiado de su hroe favorito.

    Por lo dems, su desinters de revolucionariohonesto lo pudo demostrar el da en que un grupode ancianos fue a invitarlo a formar parte de unaagrupacin de Veteranos de la Revolucin.

    Si el objeto de ustedes es limosnearle algobierno, les digo desde luego que no acepto suinvitacin. Los insignificantes servicios que pudehacerle a mi patria no fueron para cobrrselos nientonces ni ahora. Pobre vivo y muy contento memorir de serlo.

    Los comisionados salieron con la cola entre las

  • piernas.Por tanto, Angelita se sorprendi

    extraordinariamente cuando ese sbado, al volverde Las Fbricas Universales con el dinero de suscosturas, el to la llam y le dijo:

    Prevente; maana a buena hora nos vamos ala calle.

    Prevengo algo de comer?Tonta, nos vamos a la manifestacin. Tengo

    comprados ya dos boletos de un balcn del GermanAmerican Hotel.

    Y como Angelita se mantuviera muda yperpleja, le explic:

    Maldito lo que a m me importa el talAlmazn. Pero quiero ver cmo se conduce elpueblo ahora que tanto lo han amenazado losesbirros del presidente Crdenas; quiero ver siahora, que lo estn matando de hambre, seresuelve a dejar de ser chinchorro como se resolviun da contra Porfirio Daz.

    Y el espectculo haba excedido a todas susprevisiones. Cenizas mal apagadas se encendieronen su reseco corazn de viejo impotente, refrescadopor una rfaga de juventud. Haba entrado en sucuarto, ardiendo de sus mejillas y con sus ojosresplandecientes de regocijo.

    Y cuando, tendido en su cama, pudo dilatarampliamente sus pulmones, dijo:

    An hay sol en las bardas!Y dos lagrimotas rodaron por sus mejillas

    cobrizas y resquebrajadas.

  • Emmita est enamorada

    Al decir de Lolita, la que vende jaletinas en lavecindad, Emmita es una bola suelta. Sin embargo,nadie puede poner en duda que haba nacido parauna vida honesta. De nobles ambiciones, quisoprimero ser artista de cine, pero las tres veces queactu en la hora del aficionado de una radiodifusoramuy escuchada, tres estrepitosos toques decampana la indujeron a abandonar ese camino ydejar en paz la Bohme de Puccini. Sus piernascurvas y fusiformes le cerraron las puertas de laAcademia de Baile del Palacio de las Bellas Artes.Recorri los estudios de nuestros ms famosospintores, ofrecindose como modelo. Un guasn lacontrat para el grupo de las Eumnides de una telasuperrealista. Emmita no logr identificarse nisospech siquiera que haba sido feamentedescuartizada, pero estuvo conforme. Al pedir lapaga pudo enterarse de que todo haba sidosimplemente una tomada de pelo.

    Ni el seor Benavides, linotipista de losTalleres Grficos de la Nacin, que se ufanaba tantode poseer un concepto exacto y racional deluniverso y que tena la mana de hacer clculosmatemticos, habra podido resolver el problema dela edad de Emmita. Ella y su ta Tecla asegurabanque andaba cumpliendo los quince; pero Lolita,haciendo cuentas con los dedos, juraba que tenasus veinticinco bien cumplidos. Pero con quince oveinticinco a Emmita le gustaba de vicio el baile yno haba sbado que faltara al cabaret.

    Estaba, pues, sentada en una silla chaparrita,entre perros flacos y hambrientos, muchachosencuerados y ventrudos, bajo las banderolas decalzones y camisas lavados, flccidas medias de

  • seda goteando hilillos de agua turbia en lostendederos, mientras dos escuintles hacan suaprendizaje de peinadoras en su crespa cabellera,dura y resignada adems.

    Vio llegar al garrotero Juan Z. Lpez y alinstante se puso en guardia. Pero Zeta Lpez sedetuvo a platicar con el abonero que vena de puertaen puerta cobrando cuentas.

    Con lo que hemos aventajado en civilizacin,esta nueva guerra entre las potencias no va a dejarrastros de Europa.

    Alemania debe desaparecer del haz de latierra respondi el israelita, tragndose laspalabras con furia y hacindose ms ininteligible.

    Con su natural falta de educacin Zeta Lpezse puso de manera de verle la cara de perfil y contrala luz como para cerciorarse de algo que no estabaen discusin. Pero eso mismo le ahorr larespuesta.

    El abonero se ech su tercio de ropa alhombro, y sin dejar de la mano su cuaderno deapuntes y su lpiz se encamin hacia el fondo delanchuroso patio central.

    La vetusta casona era restos de una granresidencia, brbaramente reparada por lassucesivas hordas revolucionarias. Convertida al finen vecindad, conservaba todava a la entrada, sobreel muro cuarteado y cacarizo del departamento uno,una bugambilia que como manto de flores moradascubra los desperfectos. En el fondo, ms all de latorre de acero que sostena los tinacos del agua, selevantaba un arco de cantera con un corazn enllamas esculpido en el cerramiento. En el murosucio y encalichado haba un altar de laGuadalupana en azulejos de Puebla. A sus pies unapequea pila de agua bendita y ms abajo elzapatero remendn durante las horas del da, y porla noche una linternita de petrleo mantenida vivapor la piedad de algunas septuagenarias queignoraban el mundo de hoy.

    Cuando el abonero dobl hacia el ltimopasillo, al pasar cerca del remendn, le dijo como

  • de costumbre, mirando los azulejos y la imagen dela Virgen:

    La religin es el opio del pueblo.Y el zapatero, sin levantar los ojos de su

    remiendo, murmur como de costumbre:Judo mula, hijo de la chTampoco el israelita se alter y sigui hasta

    detenerse en el 40, habitado por las Escamillas.Los exteriores de las viviendas eran fielesimgenes de sus moradores. As como en el 40 nohaba ms que una jaula de hojalata y alambre conla puerta abierta y el perico haciendo circo yllenando el piso de migajas de pan; as, porejemplo, en el 22, de la seorita Angelita, florecaeternamente una enredadera y a las veces unahiedra de grandes campnulas azules que le dabaun aspecto rstico, provinciano y acogedor.

    Era verdad lo que aseguraba Emmita: Elviejito de arriba a menudo se detena a ver y aaspirar las frescas y aromosas flores, no obstantesu aborrecimiento reprimido al ex militar villista quediverta sus insomnios cazando con un riflecito desaln los gatos merodeadores por pretiles ytejados, con tan buena puntera que era raro el queno quedaba tieso con un invisible proyectil biencolocado en la frente. Por ejemplo la Consentida delseor Pepito, que dio lugar a un gran escndalo,descubriendo los malos instintos del viejo baldado.La seorita Julia tuvo que pagar la curacin de lapatita rota, despus de una penosa llamada a laDelegacin de Polica.

    Pero el viejito de arriba no slo era el amigode las flores. Invariablemente, al bajar de la escaleracon su saco de ixtle a comprar su leche y su pan,dejaba un pedazo de bizcocho duro al perico de lasEscamillas, y el animalito, agradecido, lecontestaba con una insolencia que se oa en loscuatro patios, reproduciendo con admirablefidelidad la voz y el tono de Evangelina, la mayor delas Escamillas.

    Zeta Lpez salud:Emmita, buenas

  • BuenasPeinndote para la noche?Me llevas al Follies Bergere?Mejor al cabaret, que est ms cerca.Palabra?Palabra.A poco sali de su cuarto en camiseta,

    desnudos los brazos y empapada la cabeza, avaciar una cubeta llena de agua jabonosa en elresumidero del patio.

    Emmita entr a cambiarse de ropa. Se puso suvestido de fulgurante color rosa, muy escotado;zapatillas blancas de tacones plateados y muchocolorete en los labios. Pero cuando fue por ZetaLpez, ste, conforme a su maldita costumbre, se lehaba escapado.

    Llorando de clera y resentimiento, volvi a sucasa.

    Don Pepe, llveme al cabaret de Losngeles, por favor. Aqu no ms, a unas cuantascuadras.

    A don Pepe s le gustaba Emmita. Se levant,pues, de su cama y como no tena ms ropa que laque llevaba encima, le ofreci en seguida su brazo.

    Media hora caminaron al trote y en silencio,porque cada vez que don Pepe despegaba loslabios, Emmita lo contena:

    Por favor, no me platique, don Pepe.A la puerta del cabaret le dio las gracias:Ahora puede volverse, quiero entrar sola.Al primero que se encontr fue a Zeta Lpez

    con su cara prieta y tableada, impasible como elque nada debe.

    Qu palabra de hombre tienes!Perdname, Emmita, de a tiro se me

    olvidAnimal de sangre fra, supo contentarla con un

    cario.Dame, pues, una cerveza.No traigo ni un centavo. Entrando aqu me

    robaron la cartera.Emmita pidi dos, una para cada uno, y ella las

  • pag.Haciendo milagros para no estrujar su vistosa

    falda, en un salto se puso sobre la mesa,procurando ensear bien las piernas.

    No llegaba todava el mariachi; en la radiolabalaba atrozmente un cancionero, y al ritmo de unadanza bailaban ya unas cuantas parejas. Seencendieron los foquillos elctricos de colores, elsaln se ilumin con sus muros desconchados, susadornos de papel de china, sus guirnaldasdesteidas y mosqueadas, y estampas depropaganda: marcas de vinos, cervezas, cigarros,dulces y afeites.

    Mira quin viene all!Por favor, Zeta Lpez, que no me vea.En el seor Roque estaba su sino.

    Zarandendose muy ufano, el cabo de cuadrillas seacerc enseando sus dientes blancos y parejos enun rostro prieto y reseco.

    EmmitaVena de rigurosa etiqueta; overol azul de

    prusia, recin estrenado; camisa negra de cuellolevantado sobre la nuca, zapatos color caf claromuy relumbrosos y un sombrero de copa picuda yalas muy cortas. El demonio de Zeta Lpez se meescapa otra vez.

    Don Roque, buenas.Me alegro de veras de verla, Emmita.De bebrsela con los ojos.Yo tambin, don Roque.Y mientras ella pona su rostro como Dolorosa

    de brocha gorda, el dolo azteca haca brillar susdientes y sus conjuntivas amarillosas, casiaceitunadas.

    La invito a bailar la pieza.S, Emmita, baila con l. No puedes hacerle

    el desaire a nuestro buen amigo don Roque.El demonio de Zeta Lpez con su natural

    perfidia la ech en los brazos de su camarada.En ese instante llegaron los del mariachi, se

    apag la radiola y el saln se llen de ruidososaplausos, levantndose la muchedumbre al grito de:

  • El barrilitoYa se me fue este canijoEmmita no opuso ms resistencia y se dej

    llevar por el seor Roque entre las parejas debailadores que llenaban la sala.

    Emmita, tengo seis meses de viudo.Qu me cuenta, don Roque?Y la hembra me hace faltaEl matrimonio es cosa seriaYo no la quiero asustar con eso.Entonces hable mejor de otra cosa.Don Roque. Como si lo hubieran arrancado de

    uno de los altos relieves del Monumento de laRevolucin. Inspiraba terror y risa. Sus mejillasarcillosas, sus labios ms que gruesos, sin pelo debarba, sus lneas de ptrea inmovilidad. Unsacrificador azteca? Nada de eso: un simple pariaque de tanto verlo no da risa ni miedo. Porque lacostumbre todo lo aplana.

    Aunque el saln estaba lleno, seguan entrandohombres y mujeres. Las Escamillas comochachalacas en un maizal. Dos fifes, haciendopiruetas de circo, las acompaaban. Sentansereinas y arrogantemente barran, con las largascolas de sus faldas de charmeuse brillantes, elconfeti regado en el aserrn del piso.

    Un gordifln de cara afeitada, cabeza muynegra y rizada, abultados carrillos y posaderas msabultadas todava, levant las mesas que anquedaban en la sala y se las llev a la cantinacontigua.

    Emmita vio de lejos a Zeta Lpez del brazo deEvangelina Escamilla. Se mordi los labios hastahacerse sangre. Insensiblemente se fue llevando adon Roque hasta ponerse lado a lado de la pareja, ycuando estuvo cerca, dijo:

    Qu mula eres, Zeta Lpez!Evangelina prorrumpi en una carcajada, y

    entonces las lmparas incandescentes comenzarontambin a bailar en los ojos cerrados de Emmita.

    Don Roque, llveme a la cantina.Qu toma, mi alma?

  • Un amargo para la bilis.La cantina estaba llena de choferes, rieleros,

    soldados, mecnicos y hasta fifes de chaquetacorta con pretensiones de smoking, pantalonesfaldas y la cabeza luciente a fuerza de brillantina.

    El color amarillo oro del traje de GraciaEscamilla contrastaba con el rojo infernal de suhermana Libertad. Escotada hasta la cintura,mostraban espaldas y pechos prietos, atrozmenteempolvados. Charlaban arrebatndose la palabra,sin permitir que nadie les metiera baza.

    Los fifes vaselinados, de largas patillasnegras, les ofrecieron cocteles. Zeta Lpez vino ydej a Evangelina con sus hermanas y ms seanim el grupo. Sali a relucir con nfasis yarrogancia nuestro hermano Cuauhtmoc,presidente de la cooperativa de turismo Mxico-Laredo, nuestro Buick flamante, yo misma lo llevabacuando fuimos a San Antonio, Texas. Qupanorama! Tamazunchale y dormimos en TresValles un calor horroroso!. sta bati el rcordde velocidad y economa de gasolina y aceite,llevando el volante cuando fuimos a Acapulco.Nuestras llantas y carrocera como si acabaran desalir del almacn

    Los fifes de pomada se picaron las costillas,cambiando sonrisas indiscretas.

    Entonces lleg nuestro hermanoCuauhtmoc repartiendo miradas protectoras ypuados de mano. Ni siquiera repar en los queacompaaban a sus hermanas.

    Aqu una de Hennesy grit, despus dedar una ruidosa palmada.

    Pag con un billete de cincuenta pesos y lasEscamillas se esponjaron a no caber en susasientos. Los fifes, comprendiendo que ahoraestaban de sobra, se escurrieron contra la pared ypasaron al saln de baile, donde pudieron rer ya asus anchas.

    Porque no eran sino unos pobres diablos dechafiretes de la lnea San Bartolo-Los Remedios,que manejaban unas carcachas cuyos motores eran

  • lo nico que serva. Pero conocan a nuestrohermano Cuauhtmoc, presidente de la cooperativade turismo Mxico-Laredo, porque llevaba aencerrar su Buick bajo el mismo viejo techo delminas donde ellos guardaban sus autos.

    Pasada la medianoche entraron el coronel PiaVega, su paisano el agente de publicaciones yalgunos pulqueros escandalosos. Andabanbuscando un mariachi para llevarles gallo a lasAmzquitas de las calles de Mina. Evangelina selevant a encontrar al coronel, y despus de unabrazo fogoso, lo invit a que bailara una pieza conella.

    Emmita se consol tanto de ver solo a ZetaLpez en un extremo de la cantina que se puso acharlar y a rer muy animadamente con don Roque.Hasta le pregunt cunto sacaba de salario a lasemana.

    El barrilito! grit Pia Vega. Que vivael general Almazn!

    El barrilito, en aquellos das himno de lospolticos oposicionistas, fue acogido con unatempestad de vtores y aplausos.

    Por las dudas, el agente de publicaciones,desconfiando de un ambiente tan caldeado, optpor esconderse en los excusados y no volvi asacar la cabeza hasta que el coronel y su cortejo,del que ahora formaba parte el seor Cuauhtmoc,sali con el escndalo acostumbrado. Pero antes, elcoronel, rodeado de sus admiradores del pulque,del volante y del riel, se puso a hacer reparto de lospuestos ms jugosos del Departamento Central,semillero de mordelones, pues que tena comocierto que Almazn le dara la jefatura deldepartamento que l quisiera.

    Somos ntimos, viejo, nos hablamos de tdesde la escuela.

    Por lo dems, acababa de afianzar su prestigiopoltico en la inauguracin de su primera pulquera,a la vista de todos sus parroquianos. Oyendo surelacin se le caa la baba al camaradaCuauhtmoc.

  • Vino, pues, el inspector y me dijo: haymuchas infracciones y si levanto el acta no seescapa de una multa de quinientos pesos.

    Achquemela, compadre, no sea malo.Lo llam aparte y le dijo:Vmonos arreglando entre usted y yo no

    ms. Cunto?Cincuenta pesos mensuales y no lo molesta

    nadie.Las ventas estn muy malas, djemela por

    diez.No estoy loco.Que sean quince, pues.Tengo que levantar el acta.Bueno, compadre, no te voy a dar cincuenta,

    sino cincuenta mil almcigos deZumb una de esas malas palabras que ponen

    emocin en los pechos mejor dotados.Y el mordeln, ms avisado de lo que pareca,

    sali de estampa entre las risotadas de la clientela.Porque algo ha de aprender uno en los puestosadministrativos; por ejemplo, cmo se arreglanestas operaciones comerciales directamente conlos jefes en una bella noche de parranda.

    El baile estaba en su apogeo cuando el coronelcon su acompaamiento lo abandon. Gritaban lasmuchachas como si les hicieran cosquillas,rebuznaban los saxfonos, los msicos hacanridculas piruetas mezclndose con la concurrencia.Rostros prietos y hmedos se juntaban con otrosempastelados de colorete; haba ojos agrandadosde aves nocturnas, otros quemndose, todo en unambiente de lujuria al rojo blanco. No era extraoque algunas parejas grave y calladamente seausentaran del saln.

    Tambin el seor Roque tuvo que despedirseexcusndose por su trabajo muy temprano al otroda.

    Emmita se reconcili con Zeta Lpez y le hizouna declaracin:

    Si vieras cmo me gustas, Zeta Lpez!Yo nunca he perdido a una mujer, Emmita.

  • Por eso mismo porque quiero que meeduques a tu modo

    Pide, pues, dos cervezas

    Amaneca: los filamentos incandescentes ponanreflejos rojizos en las mejillas plidas y marchitas,en las hondas ojeras, en los vestidos ajados de laspocas parejas que an seguan bailando al ritmobrbaro de una orquestola. Del piso mojado selevantaba un olor acre, nauseoso, insoportable.

    Frente a un mostrador de mrmol el cantinerodorma, las manos cruzadas sobre el pecho,beatficamente.

    Emmita y Zeta Lpez, sentados frente a unosvasos vacos con espuma de cerveza en los bordes,despertaron bruscamente, cuando una mano losremovi con aspereza.

    Es hora de cerrar.No haba ms parroquianos. Entreabrieron los

    ojos sin comprender.Que se vayan, vamos a cerrar les grit el

    afeminado de cabeza rizada y abultadasposaderas.

    En la calle acabaron de despertar y Emmitasinti un relmpago de clera.

    De veras que eres muy mula, Zeta Lpez!Me lo has repetido toda la noche, Emmita.El trnsito de trenes y camiones se haba

    suspendido. Caminaron largo trecho, sin hablar,muy abatidos. Se oy el lejano silbato de un velador.Encontraron un auto apretado de trasnochadoresque los saludaron con leperadas.

    Ya en la puerta de la vecindad, Zeta Lpez,arrepentido de su conducta poco caballerosa,excedindose a s mismo, dijo:

    Te gustara ir el domingo a Cuernavaca,Emmita? O dentro de quince das a Quertaro?

    Emmita reflexion. Luego respondi muy seria:A m me gustan mucho los viajes: el domingo

    iremos a Cuernavaca y dentro de quince das aQuertaro.

  • Nuestro hermano Cuauhtmoc

    Las Escamillas servan como criadas en un pueblodel Estado de Mxico, antes de venirse a Mxico.Mantenan a sus viejos padres y a dos hermanos. Elviejo era alcohlico y padeca de reumatismo. Porlas maanas, arrastrando sus piernas, seencaminaba a la acera del frente de su casa conuna sillita de tules en las manos a tomar el sol.Fumaba, grua y dorma, hasta que una agriainsolencia de doa Panta, su mujer, lo llamaba acomer. Entraba arrastrando la silla, coma conapetito devorador y en seguida vena a sentarse a laotra acera siguindole siempre la cara al sol.

    A las invectivas de doa Panta, que juraba confeas palabras que el reumatismo no era ms queflojera y pretexto para no trabajar y que otros msviejos y enfermos que l todava sostenan suscasas, sola contestarle con un sordo rumor devoces, que era igual a no haber dicho nada. Apenasdesapareca el ltimo filetillo de sol de los pretiles,entraba y calladamente se meta en su cama.

    Benito, el hermano mayor, era un holgazn quese pasaba la vida de vagabundo y era ms lo quesacaba de la casa que lo que traa. El ms chicosufra las consecuencias de un ataque de parlisisinfantil, siendo slo una carga para la familia. Portanto, cuando las muchachas decidieron venirse aMxico, con la perspectiva de mejorar sus sueldos,nadie les puso objeciones y hasta las siguieron conregocijo.

    Se instalaron en una sucia vecindad deAtlampa, entre gente de hampa, a corta distanciade La Perla, fbrica de galletas y pastas y sopas,donde encontraron trabajo.

    Creyendo que Mxico era Atlampa, aceptaron

  • en seguida y de buen grado costumbres y manerasmuy inferiores a las que haban trado del pueblo;doa Panta les aconsejaba muy satisfecha: A latierra que fueres, hacer lo que vieres. Los hombresse dieron al pulque y las muchachas al cabaret, que,a las veces, dejaba mejores rendimientos y msprontos que la harinera. El viejo se sinti aliviado desu reumatismo y pudo concurrir a la pulquera comoen sus mejores tiempos. Con mnima resistencia,pronto comenz a ponerse como batracio, se lellen la barriga y revent en el hospital. Las niasatraparon muchas roas y tuvieron que acudir a losdispensarios a darse una blanqueada. En cuantoBenito husme la catstrofe, hacindola de valiente,dijo:

    Mxico me cae muy gordo; me voy al Norte,donde de veras se gana dinero.

    Naturalmente, nadie lo detuvo.Pertenecan a una familia de cocheros, famosa

    por mal hablada y pendenciera. Por el honor delnombre, las muchachas lucharon por asentar sufama en el barrio. Pero no ya en Atlampa, dondehaban recogido tan rpida y brutal experiencia, sinoen una gran vecindad de la calzada de Nonoalco,por Santa Mara de la Ribera, no muy lejos de LaPerla. Su radio hasta la madrugada, susborracheras dominicales, sus amistades conchafiretes, amigos de el Impedido, pronto les dieronel prestigio que ambicionaban. Eso y su vivienda,que estaba en el fondo del ltimo pasillo, ainmediaciones de los excusados. La muerte del jefede la casa y la ausencia de Benito hacan recaer losderechos de sucesin en el Impedido. Tendradiecisis aos, pero aparentaba doce o trece.Flaco, sarmentoso, arrastraba una pierna y llevabaun brazo encogido, pegado a las costillas. Comotodos los lisiados, era un abismo de odios gratuitosy resentimientos; su boca daba envidia a lasverduleras. No se embriagaba porque sufraataques epilpticos que lo mantenan semanasenteras en estado de embrutecimiento. Cuando seoa el pito de la harina anunciando la salida de un

  • turno de trabajadores y la entrada de otro, coga lajarra de peltre del lavamanos y se encaminaba a LaReina Xchitl. Cuando llegaban las muchachas desu trabajo ya l estaba de vuelta con la jarra depulque desparramndose por sus bordes.

    Con todo y su impotencia, era la fierecilla mstemible de la casa. Si algn desprevenido,ignorante de sus maas, se aventuraba abromearlo, maosamente espiaba un momento dedescuido y con la rapidez de una serpiente daba unsalto sobre su adversario y lo prenda con losdientes, con las uas, desgarrndole ropa y pellejo,en medio de la hilaridad de su madre y de sushermanas, que se ufanaban como de un legtimotriunfo de la familia.

    Pero no eran el pulque ni la radio las pasionesdominantes de las chicas, sino el automvil.Mermndole un tostn diario al jornal, se comprarona plazos un Cadillac de desecho, que, aparte de lamana de pararse a destiempo, tena el defecto desus malolientes resoplidos y un tronero de hierros ypalos que lo pona a uno con el alma en un hilo.

    Sin embargo, Evangelina lo manejaba consoltura y elegancia y los domingos salan las treshermanas muy orondas sin saludar a sus amistadesde la vecindad.

    El da menos pensado lleg Benito de Torren,dndose mucha importancia:

    Gan buen dinero y soy dueo de una lneade coches de turismo.

    Y desde luego las cosas cambiaronradicalmente en el 40 de las Escamillas. Loscontertulios habituales fueron recibidos con laspuertas en la cara. Evangelina estuvo a punto deestrangular al perico que, conforme a su costumbre,recibi a nuestro hermano Cuauhtmoc con unasonora insolencia. Pero Cuauhtmoc lo encontrgracioso y le perdon la vida.

    Nuestro hermano Cuauhtmoc acaba dellegar de Torren y es muy delicado. Viene por susnegocios, es dueo de muchos coches y presidentede la cooperativa de turismos Mxico-Laredo. As

  • es que nos dispensa mucho, Chabeln, perohganos el favor de no seguirnos visitando.

    Nuestro hermano Cuauhtmoc, doa Lolita,ha comprado ya un lote en la colonia delHipdromo. Va a construir una residencia y prontodejaremos esta mugre de casa.

    En los libros del registro civil del pueblo estabaasentado con el nombre de Benito, pero cuando sushermanas lo vieron tan bien vestido y lo oyeronexpresarse como hablan los patrones, opinaron quesu nombre de pila no era adecuado para hacerfortuna en la capital. Con razones irrecusables ledemostraron que el nombre tiene una influenciadecisiva en la vida y que, por tanto, debera llamarseCuauhtmoc, as como ellas ya no se llamaban lomismo: Panta era ahora Trtola; Torcuata,Evangelina; Rosala, Libertad, y Nicasia, Gracia. Elcarretero, evolucionado a chofer, admir losprogresos espirituales de sus hermanas y,encontrando sabio y pertinente su consejo, desdeluego lo acept.

    Su vida en el Norte le haba dado una visinmuy amplia de los hombres. Tena tres das ya enChihuahua a dieta de agua y tuvo al fin queresolverse a darse de alta en el cuartel. Hbil deboca y maneras, consigui que el coronel se lollevara como su chofer.

    Pasaron algunos meses, estall la revolucinescobarista, hubo movilizacin de tropas, y lasvsperas de salir de Chihuahua con su regimiento,encargado de llevar un traje y un abrigo de sucoronel a la planchadura, en vez de tomar otrocamino sigui por el de la estacin del ferrocarril, setrep en un tren de carga y como mosca lleg aTorren.

    Bien vestido, busc desde luego trabajo conalgn rico industrial; pero tropez con el sindicato,que sin ms le cerr las puertas. Tuvo que empearel traje y el sobretodo para comer unas semanas; sele agotaron los recursos y lav platos en los

  • restaurantes.Torren es un centro comercial de primer

    orden; se va a Torren por negocio, se vive enTorren por negocio y all nadie piensa ms que enhacerse rico. Pero Benito se daba de santos conencontrar qu comer.

    Con muchos trabajos y maas logr al fincolarse en el sindicato de choferes, previa sufiliacin en el partido comunista. Comenzcubriendo vacantes temporales en camiones decarga, luego manej un coche de ruleteo hasta quela casualidad lo puso frente de un viejo rico espaolque se lo llev a su casa. Benito se expresaba consoltura y saba cuadrarse con gallarda militar pararecibir rdenes de sus patrones.

    El espaol, rico algodonero de la Laguna, sellamaba don Alfonso. Estaba casado con la seoraPiedad, una mujer alta, morena, de ojos oscuros,nariz recta, un poco pronunciada, y labios muyencendidos. No poda tener ms de la mitad de losaos de su marido y en su pecho respiraba eltrpico. Pero a Benito no le simpatiz porque eramuy altiva y hasta insolente con los criados.

    Por educacin, medio y herencia, Benitodetestaba (en secreto) a sus patrones y los adulabaservilmente a ojos vistas. Mordido por la miseria,azuzado por el resentimiento, se afili al partidocomunista y se entusiasm por l cuando vislumbrque no careca de facultades de lder y de quepodra ocupar un sitio privilegiado en una sociedadsin clases. Un tal Miguelito, sujeto tmido y ridculo,que slo saba festejar a todo el mundo y obedecera cuantos lo mandaban, chofer de ruleteo y poquitacosa para todo, fue el que lo present con los jefesdel partido. Una vez dentro de l, no se volvi aocupar de su infeliz protector, lo miraba condesprecio y acab por negarle el saludo, comoperfecto desconocido.

    En la suntuosa residencia de don Alfonso,Benito lim sus maneras y lenguaje, imitando cuantole pareca necesario para adquirir el porte dehombre educado.

  • Una tarde de calor sofocante, la seora Piedadle orden la llevara a Lerdo, oasis de frescura enaquella enorme boca de horno. Don Alfonso sequedaba en su despacho. Estuvo amable y hastacomunicativa. En el corazn de Benito prendi unaesperanza.

    Se repiti el paseo en otra ocasin por lacarretera de Torren a Monterrey. El auto sufri unaavera y Benito tuvo que bajarse a repararla. Estabainclinado, las mangas de la camisa arriba de loscodos, mostrando sus brazos morenos y duroscomo el acero, en armona con sus flancos deptrea firmeza y sus pies clavados en la tierra.

    La seora Piedad se conmovi:Benito, usted ha de pertenecer a alguna

    familia decente venida a menos, verdad?Medio incorporado, sin mostrar sorpresa

    alguna, Benito ahog un hondo suspiro:Aunque me est feo el decirlo, seora: yo

    nac en paales muy finos.Se adivina sin que usted lo diga.Se acab de incorporar, sac un gran pauelo

    para enjugar su frente ardorosa y, limpindose elaceite que manchaba sus manos, agreg conimperturbabilidad simptica:

    La revolucin no slo me quit a mis padres,sino hasta la fina educacin que debieron darme.

    A la seora Piedad se le arrasaron los ojos.Pero Benito tena la lengua suelta y doa

    Piedad, alarmada, le record su verdaderacondicin, ordenndole con su habitual altivez queregresaran a Torren.

    Esa noche, luego que Benito encerr el auto,sali frotndose las manos con alegra y entr en unrestaurante caro. A cuenta adelantada, porqueeste negocio est hecho.

    Macho intuitivo. Tres veces volvieron a Lerdosin la monserga de don Alfonso. Pero Benitoobserv una conducta irreprochable. Hay que dejara que de maduras se caigan las uvas. Y se cayeron.

    Qu ambiciones tienes, Benito?Salir de esta condicin de gato y volver a ser

  • lo que fui.Ahora le toc a Benito enternecerse hasta el

    llanto:Hay un Buick casi nuevo, de ocasin, que

    podra yo manejar como dueo.Pide la factura y llvasela a mi primo Luis.Pero a los pocos meses de manejar su Buick,

    Benito se tir de los cabellos. Soy un perfectoimbcil: me he contentado con esta mugre de cocheviejo.

    Y un da se meti en la casa de su antiguopatrn don Alfonso, a la hora en que se encontrabaen su oficina. Logr colarse hasta la recmara de lapatrona y con mucho desparpajo le cont que lehaba ido mal en el negocio. La seora Piedad lorecibi con un modo nada acogedor. Benito acudientonces a las frases tiernas y conmovedoras, seacord de su triste niez y de sus aos de infortunio,pero tampoco esto le dio resultado. Ya la seoraPiedad no le pregunt qu le haca falta, sino quinlo haba facultado para meterse en su casa.

    Benito rechin los dientes y dijo tremando declera:

    Necesito un Lincoln nuevo.Y como la seora Piedad nada le contestara,

    agreg con rabia muy mal contenida:Usted sabe bien que puedo armarle un

    escndalo a la hora que yo quiera.Qu malo!No tuvo la perspicacia ni la inteligencia para

    adivinar la sangrienta irona de aquellas palabras.No es necesario que me d el dinero,

    squele la firma a don Alfonso y con eso tengo.Hay algo ms sencillo, Benito habl al fin la

    seora Piedad con una quietud que a otrocualquiera habra puesto en guardia. Vaya a lo demi primo Luis y l lo arreglar todo.

    Sac una tarjeta de un cajoncillo de su tocadory se la dio:

    Con eso le basta.La seora Piedad era ms lista de lo que el

    chofer se haba imaginado.

  • Qu es, pues, lo que t quieres?Desde luego el t le hizo cosquillas, pero ms

    lo irrit el gesto con que el primo Luis lo reciba.Me trata como a cualquier chantajista? Vamos aver.

    Un Lincoln nuevo que me prometi lapatrona.

    En pago de qu servicios?Y el muy idiota se ri como quien ha hecho una

    plausible diablura.Muy bien. Te doy seis horas de plazo para

    que te largues de Torren o para denunciarte comodesertor del ejrcito o para meterte una bala en lacabeza por chantajista y ratero. Elige.

    Y as fue como Benito, hoy nuestro hermanoCuauhtmoc, reapareci en Mxico con un Buickde medio uso y muchas historias en la cabeza.

  • Buzn de nuestros lectores

    Regularmente los domingos salen las Escamillasarmando gran algaraba y diciendo una que otraleperada o insolencia que festejan a carcajadas.Sus tacones resuenan en el cemento como el pasode una caballera herrada. El dulce sosiego en queentra el vecindario es seal inequvoca de que sehan ido.

    Pero aquel domingo permanecan quietas ydesazonadas en su casa. El fogonero Pedroza, queestaba franco, vindolas tan contristadas en lapuerta del 40, les pregunt por qu estaban tantranquilas siendo da de fiesta.

    Porque no nos acabaron nuestros trajes y nopodemos ir a la manifestacin.

    Pero si para eso el vestido sale sobrando,nias.

    Libertad se enoj:Estamos cansadas de baarnos

    dondequiera y de que nos miren todos los fisgonesdel mundo. No es por eso, vaya!

    Pero, aunque Libertad lo negara, la verdaderacausa de su disgusto era que perdan una de lasgrandes ocasiones de la vida. Haba un desfilecvico-atltico de los que el gobierno organizaperidicamente para demostrarse su popularidad,obligando a sus empleados y a los obrerossindicalizados a exhibirse medio desnudos por lasavenidas principales de la capital. Qu muchachay aun vieja moderna es capaz de resistir a tantentadora oportunidad?

    Libertad tena la frente estrecha y vellosa deborriquito de un mes en armona con una larga jeta,piernas cascorvas y mala suerte en amores. Poreso, cuando regresaron desoladas a su cuarto, para

  • entretener el tiempo, se puso a escribir un remitidopara el Buzn de Nuestros Lectores.

    Subi en un autobs de La Rosa y se ape enel Correo a depositar su misiva, escrita congraciosos garabatos en una hoja de papel azul denovios.

    A la sazn, una semana ms tarde, Miguelitoestaba dndose grasa en una banca de laAlameda, cuando un chamaco le ofreci una revistapor un quinto. Y Miguelito ley distradamente:

    mi estatura es de un metro cuarenta y ochocentmetros, peso cincuenta kilos, soy gordita, nofea y dicen que muy agraciada y simptica. Megustan la bicicleta, la natacin; soy apasionada porel cine y me agrada moderadamente el baile.Solicito correspondencia con joven de veinte aveinticinco aos, de cuerpo regular, de buencarcter con algo de dinero y muchos deseos deprosperar. Objeto matrimonio. Dirigir fotografas ycorrespondencia a la calzada de Nonoalco.

    Miguelito acab la lectura vivamenteinteresado, sinti el aleteo de su corazn y, conansia de que el bolero terminara, murmur casi envoz alta:

    Me sigue la buena suerte: esto esprecisamente lo que ahora necesito.

    Se guard cuidadosamente el recorte en unavieja y sudosa cartera y tom por las calles deTacuba, detenindose frente a un gran letrero denen: Fotografa Lumire.

    Pero no, primero a la peluquera a que nos dejebuenos mozos.

    Despus en tres zancadas alcanz el tercerpiso. Pidi una docena tamao postal y unaamplificacin en colores. sta es para la sala.

    Dinero y tiempo perdidos, por lo dems.Porque al otro da, ansioso de explorar el terreno desus futuras actividades, fue a buscar el nmero de lacasa en la calzada de Nonoalco. Vag de un rumboa otro, desentonando con su traje nuevecito decasimir ingls, no slo con los overoles y manta delos obreros y proletarios del rumbo, sino hasta con

  • uno que otro fif mostrenco.Atardeca y comenzaban a levantarse los

    puestos. Se le abri el apetito y apresurado seacerc a uno de fruta y verduras. Vio en cazuelitasde barro tunas rojas, frescas y previamenteasperjadas del agua de una cubeta. Deliciosas aesta hora! Se limpi los labios con su pauelo,saboreando la ltima, y pag.

    Sigui por la misma acera. El rizo de oro learroj una bocanada de kananga; El fiel amigo elolor agrio del maz cocido de muchos das.Protegida por Salubridad, la limpieza brilla en todaspartes: las molineras llevan tnicas de manta y unagorra blanca a la cabeza dejando escapar chorrosde cabellos sucios con presuncin de mucho bicho;los uniformes, pringados de masa en las caras ybrazos prietos costrudos, dan nuseas. Las manosse hunden en la pasta compacta del maz cocido ymolido, y la sacan a puados a la bscula que hacerebrillar su brazo niquelado.

    Bobeando a las puertas del molino de nixtamal,Miguelito vio de pronto pasar una gente conocida.Me parece que es el camarada Benito. Le hablo?No le hablo?

    En un s o en un no est cifrado nuestro destino.S, le hablo.

    Benito, camarada Benito.El seor Cuauhtmoc volvi su rostro con agrio

    gesto. Pero haya sido por una inspiracin del cieloo simplemente por electo del flux de casimir fino, elsombrero y los choclos americanos, la corbata deseda, bruscamente se humaniz:

    Quin?S, camarada, soy yoMiguelito?El mismo Miguelito el de Torren,

    camarada Benito.Hijo de mi alma, ven a mis brazos! Pero

    ac, muy en lo reservado, te advierto que no debesseguir llamndome Benito. En Mxico me conocencon mi verdadero nombre (T comprendes,compromisos de la vida.) Me llamo Cuauhtmoc y

  • as has de seguir hablndome. Pero a todo esto,explcate, Miguelito.

    Si le parece entraremos a tomarnos unpulquito.

    Ahora cuntame de tu vida, queridoMiguelito. Tanto que me acuerdo de ti!

    Entraron en La Reina Xchitl.De La Reina Xchitl salieron fraternalmente

    abrazados.Quiero presentarte con mi familia. Es

    necesario que nos tratemos como hermanos. Micasa es la tuya.

    Desmedrado, descolorido, paoso, con ojos deborrega moribunda y tan tmido, que hasta para darlos buenos das a las muchachas se puso como ungranate.

    Eso y el traje que le vena como de prestadofue suficiente motivo para que Evangelina, dejandocaer la jeta, refunfuara en vez de responder a lapresentacin.

    Miguelito viene a Mxico a buscar un buennegocio explic el seor Cuauhtmoc, poniendolos puntos sobre las es. No tiene relaciones y lehace falta gente de confianza que lo oriente. Paracundo, pues, son los amigos?

    Evangelina lo oa, sin comprender.Hermano Cuauhtmoc, dispnsame; pero no

    hay quin pueda ir ahora a la calle. Libertad esttodava en el saln de belleza y Gracia no vuelve conel mandado.

    Miguelito acaba de sacarse el gordo de laNacional, fjate! Somos viejos camaradas y tengo laobligacin de ayudarle. Mxico est plagado detiburones, y si lo dejamos solo, se lo tragan.

    Est bien. Entonces ir yo misma a La Florde Mxico por manteca, jamn, huevos y algo msde recaudo. Mientras, t compras la cerveza ycnicamente regocijada sali corriendo a la calle.

    Ahora s tendremos bicicletas. Nos llega comollovido del cielo.

    Por esos das las Escamillas andaban locas;desde que vieron a Diana Durbin en Loca por la

  • msica, pedaleando con otras chicas del cine.Ellas, como todo Mxico cursi, no pensaban sino enpasear en bicicleta por el bosque de Chapultepec.Una agencia las anunciaba por radio encondiciones verdaderamente ventajosas: Con untostn diario se lleva en el acto su bicicleta. Untostn como quiera se le merma al diario conamarrarse un poco la tripa. Pero el tostn delCadillac y la fianza?

    Evangelina esper el momento oportuno a lahora de la cena. Despus de algunas libacionesque establecieron la confianza, dijo:

    Tenemos unas bicicletas en trato y slo nosfalta una firma. Es muy molesto abonar un tostndiario y ms cmodo pagarlo todo por quincenas.

    Miguelito comprendi la intencin y, regocijadode poder corresponder a las finezas de la familia,sin desembolsar un centavo, respondi quecontaran con sus bicicletas.

    Naturalmente, a las Escamillas se les olvidcumplir con la clusula del contrato relativa a losabonos mensuales, y Miguelito nunca se atrevi arecordrsela. Tambin a Miguelito se le olvidara elrecorte de Buzn de Nuestros Lectoresdesbaratado en dobleces en la bolsa de pecho desu saco, porque Evangelina, desde los primerosdas, se enamor de l.

    Por consiguiente, a cada domingo lasEscamillas salan de la vecindad muy orgullosas ensus flamantes bicicletas, hacindose lasdesconocidas. Miguelito las segua a distancia enun fordcito de a uno cincuenta la hora. A eso sereduca su papel, amn de pagar los refrescos y unkilo de barbacoa con salsa borracha y tortillas,porque en esos das ni lumbre se encenda en lacasa y doa Trtola los pasaba siempre de visita enlas ajenas.

    Como brota la hierba en los empedrados delas calles, as brot Miguelito en su pueblo. La gentepoco a poco se dio cuenta de su existencia: tena larara virtud de hacerse inadvertido en todas partes.Era un pequeo desarrapado, sin sombrero ni

  • zapatos, plido y enclenque, pero siempre con unabuena sonrisa en los labios. Haca cuanto lemandaban por lo que sea su voluntad. Se metaen los festines ayudando con las cajas dechampaa, al teatro con la caja del violn y a lostoros con el zarzo de las banderillas o con latambora de la banda. No haba fiesta, pues, sinMiguelito. Un piadoso vecino, compadecido de l, lepuso unos pantalones viejos y unos zapatos dondehabra nadado y se lo llev a su casa con un pesosemanal para tus chuchulucos.

    Tena la cara tableada, el perfil acentuado enrectas y ngulos agudos, los ojos tan pequeos quese le perdan totalmente cuando su boca se abra enuna contorsin extraa y no podra asegurarse sirea o lloraba.

    Supo conquistarse a la cocinera de tal suerteque antes de un mes haba subido tres kilos depeso; oblig con buenas maneras al chofer a que leenseara su oficio, y cuando el pobre viejo cay encama de pulmona para no levantarse ms, losucedi en el puesto, con regocijo de su patrn, quese ahorr el pago de un sueldo. Pero unmalintencionado le dijo:

    No te dejes, Miguelito, te estn robando: enTorren un chofer se gana sus ocho o diez pesosdiarios con la mano en la cintura.

    Miguelito, con el apodo del Chumino, hizo un locon su ropa y su cobija y sin decir adis se fue a laestacin a comprar un boleto de segunda a Torren.

    Primero lav autos en un garage, luego se afilial partido comunista, que le ofreci el oro y el moro;entr en el sindicato de choferes, y a poco comenza manejar coches. Ya tena hechos algunos ahorroscuando un gendarme ebrio se le atraves en sucamino y le cort la carrera. Mientras se hicieron lasinvestigaciones y pudo demostrarse que no habatenido culpa en el accidente estuvo en la prisin,acab con sus centavos y perdi el puesto.

    Libre al fin, se puso a meditar en su tristesuerte en una esquina de la plaza principal, cuandose solt un ventarrn que oscureci el cielo y la

  • tierra. Del tablero de un expendio de cigarros yrefrescos se desprendi una hoja que el viento lellev a las manos. Era una lista de la LoteraNacional. Se acord de que llevaba u