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NUEVA GALICIA, N UEVA FRANCIA HACIA 1600: ALGUNAS CLAVES PARA OBSERVAR NUEVOS ESPACIOS RELACIONES 100, OTOÑO 2004, VOL. XXV Thomas Calvo* UNIVERSIDAD DE PARÍS X

NUEVA GALICIA, NUEVA FRANCIA HACIA 1600: ALGUNAS … · sí, en el momento mismo que Fernando Braudel llama a una historia plenamente comparativa, advierte que es necesario buscar

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NUEVA GALICIA, N UEVA FRANCIA HACIA 1600: ALGUNAS CLAVES

PARA OBSERVAR NUEVOS ESPACIOS

R E L A C I O N E S 1 0 0 , O T O Ñ O 2 0 0 4 , V O L . X X V

T h o m a s C a l v o *U N I V E R S I D A D D E P A R Í S X

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Entre el “país de Canadá”, que conoció desde 1603 el explorador ygeógrafo Samuel Champlain, y la Nueva Galicia que describió por losmismos años el obispo Mota y Escobar, todo parece ser “incompara-ble”. Por eso no son estos universos, en sí, los que interesan aquí, sinola representación que dejan estos testigos, ellos mismos muy distin-tos, pero, al fin, con ojos occidentales, y con metas de apropiación.Para Champlain, Canadá es un universo visto desde el exterior, perosin mediación, donde el elemento acuático es dominante, desarrolla-do en forma lineal –”el río de Canadá”–, el Saint Laurent. Para Motay Escobar, la Nueva Galicia no es únicamente un espacio terrestre,mediatizado por México, sino también un territorio que se debe des-cribir, ya conquistado, desde su centro, por “cordilleras”. Al fin, esta-mos en presencia de dos geografías: una, herencia de la Antigüedad,por itinerarios –o listas de topónimos–, la otra, más moderna, dondeel espacio cobra todas sus dimensiones, accede al mapa. Por fin, enesos espacios, los procesos de aculturación, con percepciones –y reali-dades– tan diversas, fueron muy distintos, hasta inversos, sobre todoen términos de “mestizaje material”.

(Canadá, Nueva Galicia, geografía histórica, cartografía, espacio, te-rritorio, mestizaje, comparatismo).

¿No predecía Emilio Durkheim “que llegaría un día donde lamente histórica y la mente sociológica no diferirían sino por al-gunos matices”? No hemos llegado ahí, pero para intentar estetipo de encuentro, existe un solo recurso: una historia compara-tiva, una historia en búsqueda de similitudes –condición enrealidad de cualquier ciencia social–.

Fernand Braudel1

* [email protected] L’identité de la France, Espace et histoire, París, ed. Arthaud, 1986, t. I, 15

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sí, en el momento mismo que Fernando Braudel llamaa una historia plenamente comparativa, advierte quees necesario buscar similitudes. Resultaría poco razona-ble comparar lo incomparable... Pero es cierto tambiénque resultaría improductivo querer aplastar las dife-

rencias bajo el peso de las similitudes. Aquí nuestro propósito se en-cuentra en el filo de la navaja: ¿qué pueden tener en común, en la pers-pectiva de una comparación razonada, Nueva Galicia, territorio yadefinido, limitado, estabilizado –en lo esencial– hacia 1600 y lo que noes aún ni siquiera Nueva Francia –aun si el término aparece sobre cier-tos mapas desde 1524-1529– lo que entonces sigue siendo todavía unespacio que explorar? Seguramente muy pocas cosas fuera del hecho depertenecer a nuevos mundos, uno por cierto atlántico y el otro pacífico.

Así, para ser coherente, nuestro proyecto no se establece en el nivelde una comparación entre estos dos espacios mismos, sino en un segun-do nivel: pondremos en paralelo las dos miradas que observan estosmundos incomparables, las de un obispo hispano y de un marinerofrancés. Hacia 1603-1606, el obispo Alonso de la Mota y Escobar, elsoldado y marinero Samuel de Champlain recorrieron el uno NuevaGalicia y el otro el espacio canadiense y nos entregaron descripcionesmuy inteligentes. Ofrecen otras similitudes de las cuales su origeneuropeo2 no era la menor y por lo tanto una exigencia común: observarmejor y describir para dominar mejor estos nuevos espacios. ¿Cómo seexpresa esta sed de comprensión dominante? ¿Por cuales vías se des-pierta la actividad del clérigo, del navegador? Dicho de otra manera: elproyecto que nos ocupa gira alrededor de dos maneras de aproximarseal espacio, de situarse en él, de sumergirse en él, de intentar apropiárse-lo intelectualmente, y no alrededor de dos espacios o territorios, que es-tán cubiertos de nieve o quemados por el sol.

Resultaría por supuesto ilusorio descuidar las diferencias notablesentre estos dos hombres y sus observaciones ya que se aplican a objetosdisparejos a lo sumo cuyos efectos no se deben de subestimar tampoco.Admitamos objetivos similares –una mejor apropiación– lo cual no quie-

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2 Si Mota y Escobar es nativo de México, desde luego que es completamente de cul-tura hispana.

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FIGURA 1. Los itinerarios en Nueva Galicia, hacia 1600 (según Mota y Escobar),en Thomas Calvo, Por los caminos de Nueva Galicia, Guadalajara, Universidad deGuadalajara, CEMCA, 1997.

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re decir que el pastor haciendo el recuento de sus ovejas y el exploradorrecorriendo nuevas tierras, descubriendo –incluso imaginando– nuevoshorizontes, no sintieron las mismas urgencias.

De ahí relieves, paisajes coloridos, orientados incluso medidos quehacen resaltar similitudes y diferencias. Es la doble recreación –nueva-gallega, canadiense– nacida de estas dos miradas y es sólo un intento deconformar para actuar de manera más eficiente, mejor coordinada. ¿De-bemos quedarnos a este nivel finalmente bastante esperado, e inclusomuy consciente por parte de nuestros dos actores? Intentaremos pe-netrar más adentro buscando lo que hay detrás de las palabras o sus au-sencias o las torpezas –reales o supuestas– en su manipulación. Tene-mos la debilidad de pensar que estas “dificultades” –vistas desdenuestra distancia– son reveladoras de circunstancias culturales, aunideológicas: el espacio, a través de su percepción, hace resaltar “la ma-quinaria mental” para hablar como Lucien Febvre.

En esta perspectiva donde el espacio no es directamente captado porsí mismo sino como instrumento de lectura, nos inspiramos de dos pro-cesos cercanos aunque viniendo de horizontes muy distintos. En elInventaire du monde. Geographie et politique aux origines de l’Empire romain,3

Claude Nicolet intenta trazar de nuevo la historia de la geografía roma-na para captar los vínculos que existen entonces entre espacio e imperio:

Lo que me interesaba [...] no es tanto la realidad espacial y territorial del Im-perio romano en el momento de su fundación como la conciencia que losactores de esa época (los romanos y sus adversarios, los gobernantes y sussujetos) podían tener de ella. En una encuesta de este tipo, la palabra geo-grafía no debe ser entendida como una realidad sino como la representaciónde esta realidad.4

Al querer resaltar la admiración que el Nuevo Mundo provocó entrelos europeos en el siglo XVI, Stephen Greenblatt utiliza las mismas pala-bras: “No intenté distinguir entre las representaciones verdaderas o fal-sas sino examinar atentamente la naturaleza de las practicas representa-

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3 París, Hachette, 1996 [1988].4 p. 8.

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cionales que los europeos llevaron a América”. El autor le agregaba unacuestión esencial para nosotros, frente al obispo y el marinero confron-tados con sus espacios: “¿Es legitimo hablar de ‘la practica europea dela representación’?”5 Ya llegamos por fin a nuestra cuestión. Para contes-tarle tendremos que regresar primero a cada uno de los dos proyectos.

1603-1606: DOS OBRAS CONTEMPORÁNEAS: ¿MIRADAS DISTINTAS?

La casi simultaneidad de la obra Des sauvages ou voyage [...] fait en laFrance nouvelle, de Samuel de Champlain6 (1603) y de la Descripción geo-grafica de los Reinos de Nueva Galicia, Nueva Vizcaya y Nuevo León de Alon-so de la Mota y Escobar7 –probablemente redactada hacia 1605-1606–,no es solamente anecdótica ya que estas dos obras se inscriben en un es-fuerzo de conocimiento y por lo tanto de dominio de espacios muy di-similares por cierto.

Durante todo el verano de 1603, Champlain recorre gran parte delrío Saint-Laurent, hasta que encuentra rápidos importantes, al partici-par en la expedición de Gravé du Pont. Es su primer viaje de explo-ración en Canadá, el cual se debe de asociar a los principios todavía ti-tubeantes de la colonización: en 1600, un grupo intentó invernar enTadoussac, primer establecimiento francés de la región, en condicionesmuy difíciles. En la misma fecha, el obispo Mota y Escobar visita siste-máticamente su gigantesca diócesis de Guadalajara, abierta hacia el in-finito en dirección del norte.8

Champlain está de regreso a Francia desde septiembre de 1603. An-tes del fin del año, se publica su breve relación. Es necesario subrayar estacircunstancia que hace resaltar la calidad de la imprenta francesa capaz

5 Ces merveilleuses possessions. Découvertes et appropriation du Nouveau Monde au XVIe

siècle, Paris, Les Belles Lettres, 1996 [1991], 24-25.6 Utilizamos la edición cómoda de Alain Beaulieu y Real Ouellet en Québec, edicio-

nes Typo, 1993, 278, Completamos nuestras lecturas de Champlain con las Oeuvres deChamplain, 5 tomos, Quebec, 1870.

7 Ed. Joaquín Ramírez Cabañas, México, ed. Pedro Robredo, 1940, 238 p. 8 Como lo escribe el mismo: “no tiene termino” en el septentrión, 189.

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de reaccionar con tanta velocidad pero más que todo, el interés del pú-blico francés respecto a estos espacios lejanos. Todo el celo promocionalde los jesuitas será necesario para que la edición española se interese alseptentrión de Nueva España9 –con excepción de la hazaña, por ciertoexcepcional, de Alvar Núñez Cabeza de Vaca y sus compañeros–.

La propaganda es la finalidad reconocida de Champlain: se trata depromover la colonización de la región, de subrayar sus atractivos. Todossus comentaristas retoman los párrafos donde se exalta la riqueza delsuelo.10 Pero la intención es también política: insistiendo sobre el carác-ter templado de este universo, lo coloca implícitamente bajo el dominiofrancés.11 En 1535, Jacques Cartier había sido todavía más claro: Canadáesta formado “des terres occidentales estantes sous le climat et parallè-les des terres et royaume dudit seigneur” François I.12 Sin embargo, eltexto de Champlain que llegó después de múltiples fracasos ligados a larudeza de la naturaleza –pero también a la falta de experiencia de losexploradores y de los primeros colonos–,13 no puede eliminar por com-pleto los aspectos negativos. Las orillas del río hasta Tadoussac le pare-cen estériles, poco accesibles, poco cómodas14 y se ve obligado a evocarlos grandes fríos, causa de todas las miserias, aun de los peores viciosincluyendo la antropofagia.15 Pero finalmente eso le permitía valorar me-jor la región río arriba, más clemente, en el corazón de sus proyectos fu-turos (ahí fundará Quebec en 1608). Además, su estancia en el verano de1603 le permite esquivar la evocación de la mortaja blanca del invierno.16

Consciente por cierto de esta debilidad del universo canadiense, intenta

9 En 1645 se publica en Madrid la crónica de Andrés Pérez de Ribas, Historia de lostriumphos de nuestra santa fe entre gentes las mas barbaras y fieras del nuevo Orbe [...].

10 “Toute cette terre est noire [...]: elle est fort tendre et, si elle était bien cultivée, elleserait de bon rapport”!, Des Sauvages, 130, véase también 143-144.

11 “Si elles étaient cultivées, elles seraient bonnes comme les nôtres”, 126.12 J. Cartier, Voyages de découverte au Canada entre les années 1534 et 1542, Quebec,

1843, 24.13 Demasiado ávidos como Cartier cuando regresa precipitadamente a Francia cre-

yendo traer de regreso fabulosas riquezas que resultaran ser solo pirita de hierro y cuar-zo, demasiado brutales con los indígenas....

14 p. 91.15 p. 105.16 Entre los 16 hombres que invernan en Tadoussac en 1600-1601, sólo sobreviven 5.

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contrarrestarla: las tierras más meridionales –“le pays et côte de la Flo-ride”, sin que sea necesario aquí precisar demasiado– “peut avoir uneautre température de temps, plus fertile en quantité de fruits et autreschoses que celui que j’ai vu: mais il ne peut y avoir de terres plus uniesni meilleures que celles que nous avons vues”.17 Al final, esta publica-ción buscaba quizás un éxito de librería pero sobretodo debía facilitarlos proyectos ambiciosos del que, en 1603, no es todavía jefe de expedi-ción sino un simple observador y que se apresuró a mostrar al rey su“petit discours” apenas llegó.18

Las perspectivas y primeramente políticas del texto de Mota y Esco-bar son muy diferentes. Es un encargo que emana del presidente delConsejo de las Indias el cual mandó en 1604 un largo cuestionario –¡355rúbricas!– a las diversas autoridades establecidas en las Indias.19 El obis-po fue uno de los pocos en contestarlo. Tuvo la inteligencia de recompo-ner totalmente la trama que le habían impuesto con el fin de volver sulectura más digestiva;20 es consciente de la importancia del trabajo reali-zado el cual dedica al comanditario: “nace muy clara la gran necesidadque los reyes humanos tienen de ser informados de las cualidades desus distantes reinos y vasallos y hacerlas presentes en el mejor modoposible para gobernarlos con igual”.21 Pero esta información destinada alos arcanos de la administración central y entonces sensible, permane-cerá inédita hasta el siglo XX. Sin embargo no hay que equivocarse: estaobra esconde también su intento –logrado– de promoción. Es probableque la recepción de la Descripción por el Consejo de las Indias, las cuali-dades de inteligencia y de conocimiento profundo que encerraba, favo-recieron mucho la promoción del obispo en la sede de Puebla, en 1606.Así, mientras un autor le apostaba al entusiasmo, el otro descontaba elefecto producido por su rigor.

17 p. 166.18 Véase Oeuvres de Champlain, t. V, 70.19 Este cuestionario esta reproducido en Francisco de Solano (ed.), Cuestionarios para

la formación de las relaciones geográficas de Indias, siglos XVI/XIX, Madrid, CSIC, 1988, 97-111.20 “Y así me pareció tomar por géneros todas las preguntas que simbolizan, y satisfa-

cerlas y pasar de este genero a otro [...] Haré todo lo posible para que haya estancias ydescansos para el lector”, 37.

21 p. 24.

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Los títulos nos esclarecen entonces. Por un lado una operación edi-torial: hay que atraer y vender –de ahí los “salvajes” en primera fila–, elconjunto correspondiendo a un espacio mal definido y entonces malnombrado: ¿Hay que llamarla Francia nueva (como en el título), Cana-dá (como en la parte central del texto) o Nueva-Francia –el nombre quese impondrá luego?–. Por otro lado, se trata de una descripción admi-nistrativa –geográfica–, o tal como el autor la califica, un “compendio delos reinos de la [Nueva] Galicia, [Nueva] Vizcaya y [Nuevo] León”:22 es-tamos en presencia de territorios ya delimitados con precisión, los cualesse pueden entonces despedazar “por lo más menudo” dice don Alonso.

Pero entonces hay que prepararse a enfrentar algunas paradojas: asíencontraremos más fantasía con el marinero-geógrafo, más pondera-ción con el obispo. Mota y Escobar no se hubiera permitido resbalonescomo los que sus compatriotas reprocharon a Champlain respecto a los“sauvages armouchiquois et de leur monstrueuse forme” o peor aún,“d’un monstre épouvantable que les Sauvages appellent Gougou”.23 Es-tas debilidades tienen su explicación: la falta de experiencia del francés–su gran obra, especialmente cartográfica está por venir–, la espera delpúblico pero también la coyuntura. En efecto, en este espacio virgen, to-davía poco explorado que es Canadá, todo era posible como un sigloantes en el Caribe cuando Colón buscaba los monstruos de Jean deMandeville en lo que creía eran las Indias.

Nada de eso está en la obra de Mota y Escobar: nativo de Nueva Es-paña, había recorrido demasiado tiempo los caminos polvorosos quedescribía para permitirse tales libertades. ¡Escribía a la persona de Euro-pa que disponía de la información más amplia sobre el Nuevo Mundo!Al contrario, al hombre de Iglesia le podremos reprochar una cierta ri-gidez, una frialdad intelectualizada: demasiados conocimientos ate-núan la proximidad y numerosas descripciones del Canadá de Cham-plain son más calidas que las de Nueva Galicia por su obispo. Por partede don Alonso, el autocontrol es más aparente tomando en cuenta sucultura pero también la personalidad de su correspondiente: así se abs-tiene de decir el número de gamitos capturados cada año por los indios

22 p. 25.23 p. 175 y 183.

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de Tecpatitlan, “porque leyéndose en Castilla no califiquen mi dicho pormentira de las Indias”.24 Se descubre raras veces salvo por reflejo nacio-nal-católico, cuando evoca el papel de la Providencia: “Fue gran provi-dencia de Dios que habiendo criado tanta suma de metales en estascomarcas, criase éstas y otras salinas [de Peñol Blanco] para que se sa-case la plata de los metales que sin sal no se pudiera sacar”.25 Sin dudaencontraremos en él también una tendencia a sobreestimar los efectosde la evangelización y de la pax hispanica, entre los grupos nómadas quese integran progresivamente al salir de la Guerra chichimeca:26 la revuel-ta de los tepehuanes de 1617 lo desmentirá cruelmente.

¿Todo separa entonces estas dos miradas? Por supuesto que no yprimero el hecho que podamos situarlos sobre un cursor “occidental”que se desplazaría desde la “fantasía-libertad” hasta el “rigor-verdad”donde se encuentran a veces en frentes opuestos pero siempre acercán-dose con horizontes inalcanzables. Veremos así al laico empeñarse enevangelizar, aunque sea un poco, a los “salvajes” canadienses27 y Cham-plain agrega esta frase que podríamos encontrar en una crónica españo-la del siglo XVI: “et je crois que promptement ils seraient réduits bonschrétiens si l’on habitait leurs terres, ce qu’ils désireraient la plupart”28.Respecto al obispo, indicará con minucia las posibilidades portuarias ylos movimientos de barcos sobre la costa de “la Mar del Sur”.29 Al fin,provienen de un mismo mundo, de cada lado del Atlántico y podemosaun agregar que se cruzaron: el “Mexicano” conoce Europa –por lo me-nos España– y el francés viajó en la América española, hacia 1598-160030

24 p. 118.25 p. 158. Es un reflejo generalizado: más tarde, José Arlegui ampliará aún este papel

de la Providencia en la colonización del norte mexicano, Crónica de la provincia de N.S.P.S.Francisco de Zacatecas, México, 1851 [1737], p. 120-121.

26 “el día de hoy no están bien doctrinados; pero los indios que en los tiempos pre-sentes viven entre españoles y en sus cercanías se tratan muy diferentemente, imitándo-los en cuanto es posible en el trato y vestido de sus personas”, p. 32.

27 Véanse pp. 106-107.28 p. 110.29 Véanse pp. 64, 68, 82, 89, 92, 106.30 En 1632, Champlain escribe: “sur ces entrefaits, je me trouvai en cour, venu fraiche-

ment des Indes occidentales, ou j’avais été près de deux ans et demi”, Œuvres, t. V, p. 67.

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y de ninguna manera se podría despreciar “su” cronología: son contem-poráneos sobre un espacio-tiempo que va desde el entusiasmo maravi-llado de un Jacques Cartier, hacia 1535, hasta la hipérbole de un fray An-tonio Tello, hacia 1650. Justo en medio, tenemos en la obra de nuestrosautores una retención, casi un ascetismo literario: las enumeracionesinterminables (al estilo de Cartier) así como las metáforas repetitivas (alestilo de Tello) son escasas. La objetividad es, a pesar de todo, la palabramaestra entre estos contemporáneos de Galileo (para ser más preciso) odel Greco (para evocar la emoción contenida).

¿UNOS ESPACIOS DISTINTOS?

¿Pero estas dos personalidades –cercanas y lejanas a la vez, tomadas enuna misma actitud escrutadora– observan un mismo “nuevo mundo”,que se trate de Francia Nueva o Nueva Galicia o dos espacios distintos?Seamos más precisos. Uno observa este Canadá, universo de “salvajes”,un conglomerado de grupos en vía de individualización por el observa-dor occidental: de ahí el balanceo entre el cómodo “salvaje de Canadá”y la enumeración de los diversos grupos. Su agresividad recíproca lossepara –iroquois contra etchemins, algonquins y montagnais– su modode vida –canoas, chozas, fiestas– los confunde.31 Y eso, como ya se hadicho, en un espacio que se pierde en lo desconocido: al interrogar a lossalvajes, Champlain proyecta, de coyuntura a coyuntura, su mente has-ta el lejano (e hipotético) Pacífico: “ce qui me fait croire que c’est la merdu Sud”.32 Pero si su imaginación vuela, su razón vigila: “toutefois il n’yfaut ajouter de foi, que ce ne soit avec raisons apparentes”.

El esfuerzo de imaginación en Mota y Escobar es menos tenso: al ob-servar la diócesis de Guadalajara, tiene formalmente ante él una entidadtransferida de España históricamente con cerca de un siglo de existen-

Y en el poema que le dedica el señor de la Franchise, explican: “Il a vu le Pérou, Mexique[...]”, Des Sauvages, p. 84. Sobre este viaje véase L. A. Vigneras, “El viaje de Samuel Cham-plain a las Indias Occidentales”, Anuario de estudios americanos, vol. X, 1953, 457-500.

31 Sobre este balanceo, véanse pp. 97-99.32 p. 151.

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cia y realidades equivalentes, sobretodo con ciudades auténticas segúnel ideal del Renacimiento, “las calles son anchas y derechas, todas a unnivel”.33 En 1603, la única presencia “occidental” a la cual se pueda refe-rir Champlain es “l’habitation de Tadoussac”, fortín de madera sin co-modidad.34

Por supuesto los indios de Canadá se encuentran en condicionesaún mucho más primitivas, en lo mejor de los casos “cabanés”35 –“ran-cheados” hubiera dicho Mota y Escobar–. La reacción de los indígenasal relato que les hizo su compatriota regresado de Francia es elocuente:“il fut entendu avec un silence si grand qu’il ne peut se dire de plus”.36

En contraparte, los de Nueva Galicia siguen el ejemplo de los coloniza-dores –según el obispo–: “todos los pueblos de los indios de estos reinostienen poblaciones fundadas con orden de calles iguales en anchu-ras”.37 Otros testimonios confirman esta buena ordenanza pero se sientetodo el peso que le presta Mota y Escobar al retomar los términos, o casi,utilizados para describir las ciudades españolas. Su mirada sintetiza,sistematiza, endurece la realidad: más que Champlain que se encuentraante una página casi blanca, el español tiene un proyecto completo encurso de realización que describir, aun defender. Este proyecto es cuan-to más tiránico que Dios tiene en él su parte: “querrá Dios Nuestro Se-ñor [que] las cosas se vayan aquí disponiendo de suerte que se envíe luzde su nombre y fe”.38

Tenemos aquí las diferencias más aparentes, existen otras que resal-tan a la lectura de las dos obras. Champlain descubre el universo quedescribe después de un viaje directo desde Francia: sus primeras des-

33 p. 44.34 Champlain hizo un grabado de aquél en 1613 que fue reproducido en Des sauvages,

p. 102.35 Descripción de las cabañas, p. 99. Un siglo antes, cuando Cartier recorre la región,

las condiciones de vida eran distintas, grupos sedentarios ocupaban el valle del Saint-Laurent y el explorador puede entonces describir “la ville de Hochelaga” (futuro Mont-real), Voyages de découverte…, p. 43.

36 p. 96.37 p. 33.38 p. 210.

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cripciones mezclan hielos y nieblas, a pesar de que estemos ya enmayo.39 Remonta el río en barco o lancha: su universo es siempre acuáti-co aun marino. El Saint-Laurent es una extensión del océano, con susmareas, sus islas de varias leguas de ancho, sus ensenadas y sus puer-tos. Su vocabulario provoca a veces la confusión, al emplear sin distin-ción “la rivière de Canada” o “la mer”. Pasa lo mismo con su iconogra-fía aun más tardía: en su mapa del sitio fluvial de Quebec de 1613,dibuja un monstruo marino en medio del río,40 costumbre de cartógrafosin duda pero la mano obedeció también a la mirada y a la percepciónque la acompaña ante la masa de agua impresionante y realidades in-cuestionables: ¿después de todo, no había visto Cartier en el siglo XVI“jusques audit. Canada [es decir a la altura de Montreal] force baleines,marsoins, chevaux de mer”41 y esta sensación de un medio ambientemarítimo-fluvial lleva a Champlain a interpretar a sus informantes indí-genas en este sentido, a concebir el interior del continente como un uni-verso acuático que podría llevarlo de lago a río hasta el Pacífico.42 Estadominante del agua en el marco canadiense será llamado a evolucionarpero seguirá siendo siempre activa como lo subraya el historiador Lio-nel Groulx: “un duelo casi fatal tenía que dominar nuestra primera his-toria: el duelo de la tierra y del agua, de la tierra que nutre y arraiga; delagua que embruja y que dispersa”.43 Reunamos la percepción de Cham-plain: en Canadá, en 1603, nos encontramos en presencia de un espacioen continua gestación, directamente conectado –todavía mal– con Fran-cia, percibido desde el exterior y a través de una perspectiva esencial-mente marítima y fluvial.

39 Cuando se encuentra todavía a 100, aún 120 leguas de Canadá, “nous eûmes con-naissance d’un banc de glace, qui durait plus de huit lieues de long” en la entrada delSaint-Laurent. Cerca de la costa, “nous ne la pûmes reconnaître pour l’épaisseur de labrume dont cesdites côtes sont sujettes”, p. 90-91.

40 Reproducida en Des Sauvages, p. 128.41 J. Cartier, Voyages de découvertes au Canada entre les années 1534 et 1542, Quebec,

1843, 55.42 Véase en particular p. 148 y siguientes.43 Citado por Gilles Havard, Empire et métissages. Indiens et Français dans le Pays d’en

Haut, 1660-1715, Quebec, Septentrion, 2003, 53.

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Prácticamente podemos invertir todos estos criterios en el caso deNueva Galicia, en la misma fecha. Si no tomamos en cuenta los límitesseptentrionales del obispado – que por cierto escapan al marco adminis-trativo del nuevo reino, en el sentido estricto–, la “construcción” del te-rritorio se encuentra ya muy avanzada, su humanización generalizadaa tal punto que la palabra “despoblado” pierde su sentido inicial: entreAguascalientes y Teocaltiche, “estas diez leguas despobladas que hay[…], están llenas de estancias de ganados mayores y labranzas de trigoy maíz, todo de españoles”.44

La conexión directa con España, como ya lo evocamos incidental-mente a propósito de la imprenta es casi nula para Nueva Galicia eneste momento. Todo se encuentra mediatizado por México incluso paraGuadalajara y Zacatecas: los comerciantes “hacen sus empleos en la ciu-dad de México por sus factores y ninguno de éstos trata en Castilla”45 yes cierto, aun para el comercio regional: “los recueros que aquí entran[en Guadalajara] son casi todos vecinos de México”.46

Aquí, la descripción “al contrario” es interna y aun podemos agre-gar centrada: todo se organiza a partir de un punto de gravedad que elautor subraya: “parecióme conveniente y aún necesario comenzar ladescripción por la ciudad de Guadalajara, como cabeza y centro que esde todo el [reino], y así como del centro salen las líneas del círculo a sucircunferencia, así saldrán de esta ciudad todas las líneas y caminos queguían a toda la circunferencia del reino”.47 Nada comparable aquí con laorganización que da Champlain al espacio filiforme canadiense quedescribe al remontar el río hasta el salto de Lachine y luego de regresohasta su embocadura. El itinerario de Mota y Escobar es circular, reco-rriendo Sinaloa, Nueva Galicia, Nueva Vizcaya, termina su periplo enTopia “que por estas jornadas hemos venido haciendo círculo […] y lecerramos en este punto”.48

44 p. 124-125.45 Eso para Guadalajara, p. 46. Para Zacatecas, véase p. 146.46 p. 49.47 p. 43.48 p. 204.

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En otros términos, al espacio “natural” y acuático de Canadá, sedebe de oponer el otro, más político y luego más terrestre de Nueva Ga-licia. Por supuesto existe aquí la costa del mar del Sur (el Pacífico), perocaliente, despoblada, aislada de modo que los galeones de Manila,como lo recuerda Mota y Escobar, se limitan en rozar y hasta evitan fre-cuentemente. Los ríos no están transitados a lo largo de su recorridosino que están solamente cruzados. Sólo cuentan aquí los caminos te-rrestres: “siéndome fuerza seguí esta descripción por los caminos másnotorios” que sean de herradura (la mayoría de las veces) o de carreta.49

Es un universo continental pero que es necesario a veces abordar comosi se tratará de un océano, cuando se trata de cruzar ciertos despoblados–los hay también reales en los márgenes del círculo–: como si se estuvie-ra embarcando con agua y alimentos.50

El agua es un elemento de vida indispensable y Mota y Escobar si-gue siendo muy sensible a su presencia, a su cualidad. La más mínimalaguna es inventariada con su extensión, su fauna, aun si es de estación.51

El paisaje que describe es a veces idílico, entre praderas, ríos, canales deirrigación y lagunas, como es el caso sobre el camino Zacatecas-Duran-go, “que por serlo tanto le pusieron por nombre Valparaíso”.52

Sin embargo, aun los puntos de convergencia deben de ser analiza-dos de manera distinta. El tema de China está presente en los dos auto-res, más o menos insinuado, pero en el caso de Nueva Galicia, todo estáya resuelto: fue el punto de salida del tornaviaje, gracias al puerto de Na-vidad, pero después las perspectivas se eclipsaron en provecho de Aca-pulco.53 Para Champlain, todo está en devenir y de la misma maneraque para sus precursores (Cabot, Verrazano, Cartier) está obsesionado

49 p. 37.50 “Hay veinticuatro leguas de despoblado, donde no hay gente ni estancias sino

todo tierra caliente, eriaza y llena de arcabucos, que no hay alivio para los caminantesque los aguajes y charcos que a trechos hay, donde se hacen los parajes y jornadas, y asíse lleva de acarreto todo lo que se ha de comer y beber”, p. 91.

51 Así cerca de Saltillo, “hay en este paraje muchas fuentes y manantiales de lindasaguas de que se hacen ciénegas”, p. 165.

52 p. 173-174.53 “Por ser menos [la distancia] que hay de México a Acapulco”, p. 64.

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por el descubrimiento del paso de Anian –o cualquier otro camino– quepermitiría pasar al mar del Sur: la poesía que principia el libro nos lorecuerda:

[Champlain] nos promete otra vez de pasar más adelante,Reducir a los gentiles y encontrar el Levante,Por el Norte o el Sur, para ir a China.54

En otros términos, una realidad por un lado,55 un sueño por el otro.La reflexión de Champlain se mezcla aquí con una “materialidad irreal”que es finalmente el fondo de su gestión: ¿cómo hacer traducir a indíge-nas que no tienen por supuesto ninguna concepción “oceánica” y me-nos aun “extremo-oriental” la realidad del Pacífico? La amargura delagua, su salinidad es el único indicio que podemos poner por delante,de manera accesoria la inmensidad, todo siendo revisado de maneraaleatoria por los intérpretes y su subjetividad: “Cent lieues plus avant,l’eau est encore plus mauvaise; arrivant à la fin du dit lac, l’eau est dutout salée […] Une mer si grande qu’ils n’ont point vu la fin, ni ouï direqu’aucun l’ait vue […] Les seconds qui furent interrogés dirent n’avoirpoint bu de l’eau salé”.56 Por cierto cuando Champlain olvida su obse-sión, sus intuiciones son justas: así cuando los salvajes le avisan de quehay al norte un mar salado, concluye “c’est quelque gouffre qui dégorgepar la partie nord dans les terres”57 teniendo la presciencia, antes de laexpedición de Hudson (1610) de la bahía del mismo nombre.

Llegaremos a la misma conclusión, tratándose de las minas: casi noes necesario evocar el tema para Nueva Galicia, basta aquí recordar elnombre de Zacatecas. Respecto a Canadá, desde Cartier –y sus chas-

54 p. 84.55 Es cierto que existían mentes menos razonables que la de Mota y Escobar que las

perspectivas abiertas exaltaban, así el conquistador Juan Fernández de Hijar, en la cartaque escribe al príncipe don Juan de Austria, desde las costas del Nayarit actual, propo-niéndole de tomar de revés al emperador de China con la ayuda de los cristianos asiáti-cos. Hay que reconocer que estamos en 1574. Véase Jesús Amaya, Los conquistadores Fer-nández de Hijar y bracamonte, Guadalajara, Editorial del Gobierno del Estado, 1952, 47-51.

56 p. 158-159.57 p. 119.

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cos–, la búsqueda sigue, siempre decepcionante al punto de imprimir eldicho “falso como los diamantes de Canadá”. A pesar de mostrarse pru-dente, Champlain no deja de interrogar a sus informantes: “je leur de-mandai s’ils n’avaient point connaissance de quelques mines”. Aquellosle indican entonces, más al norte, unos yacimientos de cobre ya explota-dos por algunos indios.58 Vuelve a descubrir los gestos de cualquier ex-plorador occidental –Colón, todos los demás…– : enseña muestras demetal precioso a sus informantes en la espera de una respuesta positivaque llega a veces. Más allá de la bahía de los Chaleurs, “ils trouventdans la terre, environ un pied et demi, une manière de métal quiressemble à de l’argent que je leur avais montré”.59

Sin embargo existe un tema que podría ser más común, el de la caza.Aparece con regularidad en los dos escritos, entre las principales pro-ducciones de los espacios en cuestión. En estos universos, la naturalezavirgen sigue siendo fundamental pero aquí termina la similitud. Para elfrancés son las pieles de los animales y su comercio lo que es importan-te, aun si en esta fecha sigue siendo discreto sobre este aspecto, describesin embargo la instalación de todo un circuito de intercambios: en elnorte, sobre el río Saguenay, a diez días de canoa, los Montagnais van atrocar “des peaux de castor et de martre avec d’autres marchandises quedonnent les vaisseaux français auxdits Montagnais”.60 En este momento(1603), la colonización agrícola, el paso hacia China lo preocupan más.La cuestión evolucionará.61 Así, paradójicamente, es el obispo que semuestra más atento a estas potencialidades pero también con otras pers-pectivas: para este aristócrata, –que se dirije, no lo olvidemos, a un no-ble de título– la caza sigue siendo una actividad compleja: contribuye a

58 p. 159.59 p. 166.60 p. 118. Regresará más adelante sobre estos intercambios: indios de Gaspé van a

Tadoussac “troquer des flèches et chair d’orignal, qu’ils ont pour des castors et martres”,p. 163.

61 Véase Bruce G. Tigger, Les indiens, la fourrure et les Blancs. Français et Amérindiens enAmérique du Nord, Quebec, Boréal, 1992, 542 p.; Bernard Allaire, Pelleteries, manchons etchapeaux de castor. Les fourrures nord-américaines à Paris, 1500-1632, París, Septentrion-Pres-ses de Paris-Sorbonne.

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las distracciones de su casta. Según la tradición medieval, debe de pro-veer una parte de la alimentación y sobretodo es un criterio de fertilidadde la tierra. Describiendo el valle de Jerez: “tiene lindos cotos de mu-chos conejos, venados y corzos y así la califico por una de las mejores ymás sanas viviendas que hay en toda la Nueva Galicia”.62

Ya llegamos al corazón de esta complejidad: espacios fundamental-mente diferentes, miradas con educaciones y intereses distintos y sinembargo estamos obligados a rendir cuenta de convergencias lógicas,teniendo por lo menos algunos puntos de roce. En la perspectiva de lasevitaciones, pero también de los encuentros, ¿qué debemos de poneradelante, la tiranía de los medios, de los orígenes y de las finalidades, laflexibilidad de la inteligencia?

EL CONOCIMIENTO GEOGRÁFICO, ENTRE EL ADMINISTRADOR Y EL MARINERO

Todo es aparentemente más sencillo para la mirada de Champlain a par-tir del momento que acepta la lógica interna de su espacio, amplia y ge-nerosa cintura de agua que lo lleva hasta los primeros saltos y que le essuficiente seguir, de remolinos a bancos de arena. Las lógicas de su posi-ción se imponen también a él: debe de descubrir –es decir describir– yatraer –seducir entonces–, todo eso formando parte de su meta política,implícita en su dedicatoria al almirante de Francia que se encuentra enlas mejores condiciones para ayudarlo: “rendre fidèle témoignage de lavérité […], lequel [discours] je vous supplie d’avoir pour agréable”.63

Pero sus obligaciones internas no son por eso menos reales: si pone pordelante que “il [a] expressément été sur les lieux”,64 es sin duda para re-forzar su autoridad pero también para alzar su testimonio a la altura delde Cartier cuya sombra lo molesta y que intenta ignorar o descalifi-car.65La insistencia sobre el testimonio ocular –“a vista de ojo” dicen los

62 p. 137.63 p. 83.64 Idem.65 Sólo cita una vez y por decir, de manera equivoca, que no remontó más allá de la

isla de Orleáns, p. 130.

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textos hispánicos– busca también reforzar la credibilidad sobre temasdiscutibles como cuando se trata de comparar los méritos de las tierrasmeridionales –Florida y otras– con “celles que nous avons vues”.66

Si su mirada no es entonces tan nueva como quisiera, es también aveces dependiente: se proyecta fuera del espacio físicamente recorrido(río arriba del Saguenay, del Saint Laurent) y se vuelve estrechamentetributaria, como lo recuerda aquí hasta la saciedad, “du rapport desSauvages”.67 Es para él, en cierta medida, una garantía de autenticidadde la cual sus lectores le estarán agradecidos: por la fuerza de las cosas,esta mirada más externa que la que Mota y Escobar lanza sobre su uni-verso, es más “mestizada”. A final de cuentas, todavía no ha habidoalguna apropiación occidental, sigue siendo “le pays des Sauvages”. Su-brayemos sin embargo que este “mestizaje” –o esta autenticidad– no esarmonioso en Champlain: la información indígena es considerada du-dosa y hay que corroborarla con varias fuentes –“il n’y faut tant ajouterde foi”– y es a la mente crítica occidental que conviene aportar co-rrecciones –“que ce ne soit avec raisons apparentes [certaines]”.68 Sinembargo, ironía de la suerte, cuando Champlain utiliza un informanteoccidental –el Señor Prévert de Saint-Malo que regresó de una explora-ción en Acadie–, se encuentra con cuentos chinos: en todo caso ponenen escena los monstruosos Armouchiquois o el no menos horrible Gou-gou.69 Es finalmente una clara jerarquía la que encontramos en la infor-mación recogida: “voilà au certain tout ce que j’ai vu ci-dessus et ouïdire aux sauvages sur ce que nous les avons interrogés”.70

66 Véase más arriba.67 Véase pp. 81, 155.68 p. 151. Agrega respecto al misterioso Gougou, “si je mettais tout ce qu’ils en disent,

on le tiendrait pour fable”, pero la masa de información convergente le sugiere un fon-do de verdad: “ce qui me fait croire ce qu’ils disent”, p. 184.

69 p. 177 y 184. Hay que subrayar que tuvo una decepción aun más fuerte en 1612-1613 con un cierto Nicolas de Vignau que pretendía, provocando un escándalo entre los“salvajes” mucho más fiables, haber descubierto el paso del noroeste. Champlain men-cionó la anécdota en el relato de su cuarto viaje, Oeuvres de Champlain, t. III, p. 292 y si-guientes.

70 p. 151.

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Desde la conquista, con la acumulación de información de parte dela administración española,71 gracias a su visita pastoral72, Mota y Esco-bar dispone de una información menos aleatoria y sobretodo menos de-pendiente de las fuentes indígenas. Sin embargo, aquellas son deposita-rias del pasado, razón por la cual es necesario a veces referirse a ellas.Como para Champlain, el testimonio directo del autor debe de contro-larlas: así en Tlala, “nos cuentan que por tradición muy antigua de suspadres y abuelos, saben como en los tiempos pasados vinieron a estevalle por la parte del occidente una gran tropa de gigantes […] lo quehemos visto por vista de ojos son algunos huesos de sus sepulcros de in-creíble grandeza”.73 Por cierto esta información tiene sus límites: “y asíno se sabe quién haya sido el primer fundador de estos pueblos, porqueentre ellos no hay tal memoria ni tradición verdadera, sino es alguna tandisparada que trae consigo la imposibilidad muy notoria”.74 Se muestratambién crítico con la memoria histórica de los “antiguos” habitantesespañoles de Guadalajara, agregando su comentario a una fábula que lecuentan: “valga este dicho lo que valiere”.75 A pesar de todo esta profun-didad histórica existe y descansa sobre un punto de referencia todavíaausente en el Canadá de Champlain: la Conquista. Mota y Escobar pue-de hacer referencia “a los indios naturales en tiempo de su gentilidad,según noticia” pero en los márgenes geográficos, la línea de división seesfuma, particularmente ante el Nayar: los indígenas de Izcuintla, “losmás de ellos siendo cristianos comían carne humana en ocasión de unaguerilla”.76 En resumen, Mota y Escobar se siente más cómodo en el es-pacio que en el tiempo, al igual sin duda que Champlain: “pues no ha-

71 Así, al final de su obra, es capaz de dar la lista de los pueblos de Nueva Galicia yde sus tributarios proviniendo de la administración fiscal de Guadalajara, p. 211 y si-guientes. Escribe por otra parte: “yo me informé lo que de esta real caja [de Zacatecas] sehabía enviado”, p. 153.

72 Afirma describir tierras y hombres “inclusos en los límites de este obispado que in-dignamente he poseído […], los he visitado todos, a lo menos lo más poblado de ellos”,p. 25. Por otra parte se define como “testigo de vista”, p. 39.

73 p. 71-72.74 p. 34.75 p. 45.76 p. 78 y p. 82-83.

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cemos oficio de historiadores” mencionará para acortar sus exposicio-nes sobre la conquista y la población de Nueva Viscaya.77

Intentemos unir –quizá por última vez– a nuestros dos autores pre-cisamente alrededor de esta inmensidad espacial que los separa. Elrasgo común es sencillo: su desconocimiento de América del Norte –es-pacio intermedio– es total, se abriga atrás de un nombre común que tie-ne una resonancia profunda en las culturas francesas y españolas deentonces, Florida.78

¿Qué representa Florida para el obispo? Es la inmensidad del Nortedonde los pájaros van a migrar79 y ¿para el marinero? Es la posibilidadde remontar los ríos del sur hacia el interior.80 Observemos aquí diferen-cias notables: Mota y Escobar, hombre de tierra adentro, mira los pájarosmigrar –leyó también a Cabeza de Vaca–: Champlain desembarca en elpensamiento desde el mar pero después de haber escuchado a los indios.

Más allá, todo los separa –o casi–. Sus lecturas, en particular, aun sino se extienden sobre el tema. Las del obispo, además de las escasas his-torias de la conquista que dice haber consultado, son exclusivamenteclásicas: Cicerón, Plinio (el viejo) y sobretodo el geógrafo PomponioMela, autor en el primer siglo de una descripción general de las regio-nes del mundo –De chorographia–.81 Como lo confiesa, Mota y Escobartomó de los romanos un estilo pero más bien, regresaremos sobre estepunto, un método de análisis espacial. Soldado, hombre del mar, cadavez más cartógrafo, Champlain es un práctico y sus lecturas debían deocupar sólo una parte limitada de su tiempo y por esa razón evoca unasola obra82 –aparte de sus lecturas intermitentes de Cartier– muy orien-tada. En 1613, decidiendo presentar lo que considera –con razón– comola coronación científica de su obra de exploración, sus dos mapas geo-

77 p. 185.78 Es suficiente aquí recordar los enfrentamientos de los años 1560 que dejaron re-

cuerdos agudos sobre todo del lado francés.79 “Esta gran suma de aves viene y se cría en la Florida […] que es el norte”, p. 54.80 “Il y a des rivières sur la côte de la Floride que l’on n’a pas encore découvertes, les-

quelles vont dans les terres, où le pays est très bon et fertile”, p. 165.81 p. 25 y 29.82 Por el periodo 1603-1613 que nos interesa aquí.

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gráficos de Nueva Francia, cita a Guillaume el Nautonier, Mécométrie del’aimant, c’est à dire la manière de mesurer les longitudes sur le moyende l’aimant.83 Este calvinista, geógrafo oficial de Enrique IV, inventó unmétodo empírico basado en la desviación de la aguja en relación con elpolo geográfico que tenía que seducir al hombre de arte que era Cham-plain.84

¿Debemos entonces sorprendernos de que sus vocabularios técnicossean tan distantes? Es necesario tomar en cuenta aquí un elemento su-plementario: escriben en lenguas distintas. Aun si términos equiva-lentes existen, su uso puede variar del francés al español. Concretamen-te planteamos el doble cuarteto designando a los puntos cardinales, unode origen latino (oriente, septentrión…), el otro inglés (este, norte…).85

No son entonces sólo dos formaciones intelectuales, sino también dosprácticas lingüísticas que debemos de comparar. El caso Champlain esel más fácil de resolver: ignora casi por completo la terminología arcai-zante latina. Sabemos que es solamente en julio de 1609 que utiliza ensus escritos la cuaderna “solar” oriente-occidente. Vale la pena relatarlas circunstancias: está participando en una expedición de guerra de losmontagnais y se encuentra en una “inmersión terrenal” total.86 Al con-trario, Mota y Escobar es muy apegado a la cuaderna oriente-occidenteaun si utiliza comúnmente norte y sur.

Tenemos aquí sin duda las elecciones “nacionales” ligadas a las di-versas influencias culturales y lingüísticas de los dos países pero es ne-cesario ver ahí también reflejos individuales: el hombre de tierra aden-tro se guía según el recorrido del sol (de oriente a occidente), el marinerosegún la aguja que indica el eje norte-sur. Agreguemos que si el marine-ro está acostumbrado a hacer malabarismos con la rosa de los vientos,87

83 T. III, p. 270 y siguientes.84 La posición oficial del autor interesa también a Champlain. Quizás tenga simpatía

por el reformado: no se sabe nada de los orígenes religiosos de Champlain (católico en laedad adulta), su nombre de pila –Samuel– indica sin embargo una presunción protes-tante…

85 Debemos esta sugestión a Jean Pierre Berthe.86 “Continuant notre route dans ce lac du côté de l’occident, considérant le pays, je

vis du côté de l’orient de fort hautes montagnes”, t. III, p. 191.87 La dirección del río de Saguenay es “norte-noroeste”, p. 92.

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el obispo resiente una cierta torpeza al indicar las direcciones interme-dias, aun sencillas: el noroeste se vuelve para él “entre poniente y nor-te”.88 A veces, se muestra todavía más impreciso: “torciendo al norte” o“más arrumbado al norte que el otro primero”.89 Sin lugar a duda, el clé-rigo no usa la brújula y en eso no es forzosamente representativo de to-dos los neogallegos: en 1584, el redactor de la Relación de Compostela ma-neja muy bien el “noroeste”, al lado por cierto del “salimiento del sol”o del “mediodía”.90

Como lo recuerda este mismo redactor, la determinación de las coor-denadas geográficas es asunto de “hombres de la mar”.91 Mota y Esco-bar se encuentra en desventaja y lo confiesa él mismo: su descripción“irá imperfecta en algunos géneros, como es en la graduación de los lu-gares, porque ésta no se ha hecho hasta hoy”; dará latitudes “pero nocon aquella puntualidad y ajustamiento como si con instrumentos se hi-ciera”.92 En realidad, después de haber dejado en blanco “la altura de…grados” para Culiacán –un efecto, entre otros, del aislamiento de la ciu-dad–, ofrece las de Guadalajara y Zacatecas de modo muy aproximati-vo.93 Es obvio que no existe todavía en Guadalajara ejemplar del Atlasde Ortelius de 1579 (o unos de sus plagios flamencos): las indicacioneshubieran sido mucho más exactas.

En el transcurso de su viaje de 1603 a través del “pays des Sauva-ges”, Champlain da sólo una indicación de latitud.94 Sin duda, no quieresobrecargar su discurso de detalles demasiado técnicos. Quizás tambiénesté ocupado en otras tareas que la de hacer levantamientos bastante

88 p. 161, 182, 194.89 p. 178, 185.90 Relaciones geográficas del siglo XVI: Nueva Galicia, René Acuña ed., México, 1988,

p. 90-91.91 Op. cit., p. 89-90. Da a Compostela 19 grados y medio de latitud, es decir con un

error de más de un grado y medio.92 p. 29.93 “En más de 19 grados” para Guadalajara, “en más de 23 grados” para Zacatecas,

p. 50 y 147.94 Se trata, es cierto, de la del Salto de Lachine, punto último de su periplo, a “45

degrés et quelques minutes”, p. 148, bastante cercano de los 45°30’ efectivos.

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fastidiosos.95 Durante sus otros viajes, multiplicará sus referencias porsu desgracia póstuma: sus comentaristas no dejarán escapar la oportu-nidad de subrayar sus errores muy relativos en comparación a los deMota y Escobar.96 Además hay que tomar en cuenta la niebla frecuenteque volvía difíciles las observaciones.

En todo caso existe una medida a la cual, como la mayoría de suscontemporáneos, no se arriesgaron ni el redactor de 1584 –Lázaro Blan-co– ni Mota y Escobar, que es la determinación de la longitud. Se cono-cen las grandes dificultades que presenta antes del siglo XVIII. Marinero,diseñador de mapas a pequeña escala, Champlain no podía descartarla,siguiendo el método de Guillaume le Nautonier. Cualquiera que sea elvalor de aquél, sus resultados son matizados: en 1613, en el curso de sucuarto viaje afirma encontrarse a 296 grados de longitud este del meri-diano de París97 cuando se encuentra a alrededor de 300 grados: el errores entonces de 4 grados.

¿Es necesario ser cartógrafo, marinero (y francés) para lograr talescálculos? Hacia la misma fecha (1620), un neogallego lo intentó. Estabamuy bien preparado, teniendo en su biblioteca los grandes clásicos dela cosmografía del siglo XVI:98 Arregui encontró una distancia de 107 gra-dos de diferencia entre Madrid y Compostela. Su error era de 6 gradospor exceso: sus resultados, en un espacio más dilatado eran casi de lamisma orden que los de Champlain.99

95 En el transcurso de la travesía, puede utilizar los datos del piloto, será entoncesmás prolífico, véase p. 90.

96 Distraído quizás por otras preocupaciones, se equivoca a veces por cerca de ungrado, como en 1613 pero es frecuentemente muy preciso, así sitúa el Salto de la Chau-dière en 45° 38’ en lugar de 45° 12’, t. III, p. 301-303.

97 La costumbre es aquí contar del oeste hacia el este, sobre 360 grados, véase Oeuvres,t. III, p. 293-316.

98 La lista de las obras de la biblioteca de Domingo Lázaro de Arregui en Th. Calvo,Los albores de un nuevo mundo: siglos XVI y XVII, Guadalajara, 1990, p. 173, sobretodo “Cos-mografía de Pedro Apiano Alexandrino, en latín, en Anberes, año de 1540”; “Rudimentosde cosmographia y geographia en latín, recopilado por Guillaume Cavellati, impresor enParís, año de 1551”; “Arte de navegar de Rodrigo Çamorano en Sevilla, año de 1588”.

99 Domingo Lázaro de Arregui, Descripción de Nueva Galicia, Guadalajara, 1980, 80.

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Mota y Escobar tiene una percepción corporal de su geografía, “tor-ciendo al norte”, “llevando el rostro entre oriente y norte”.100 Aun si per-cibe la necesidad de hacerlo, se le dificulta elevarse a una visión en des-plome, cosmográfica. Cada vez que lo intenta, comete errores: tratandode evaluar la distancia “por vía recta” entre Topia y Guadalajara, es víc-tima de los sufrimientos aguantados y de los desvíos obligados y dupli-ca el espacio que recorrer –180 leguas según él, menos de cien en reali-dad–.101 Su torpeza ante los puntos cardenales, el embrollo de un “Mardel Sur” (océano Pacífico), situado en realidad al oeste,102 su predilecciónde hombre de tierra por el eje solar este-oeste, terminan por enredarlo.Aun cuando intenta razonar “geográficamente”, su discurso es erróneo:“en esta mar del Sur comúnmente le hace respaldo la tierra de NuevaEspaña para que no soplen en ella los nortes”.103 Pero sobretodo, parecehaber invertido las grandes orientaciones de Nueva Vizcaya, aquí unavez más víctima de la confusión.104 Su visión de la Nueva Galicia no esmás confiable, estirándose demasiado en latitud.105

Sin embargo, Mota y Escobar recorrió toda esta geografía y es capazaún de proporcionar una descripción ordenada de ella aunque aquellano se organice en la lógica del espacio en dos dimensiones sino en la dela línea, es decir, la sucesión de puntos. De esa manera, retoma la viejatécnica que ya dio prueba de su eficiencia en la administración romana,la del itinerario siguiendo una lista preestablecida y que el Estado espa-ñol mantendrá hasta el siglo XIX, con la cordillera. Aquí, no se necesitancoordenadas ni mapa, para el obispo, la palabra-clave es “adelante”:

100 p. 70, 178, 194.101 p. 115.102 Geógrafos más aguerridos caerán también en esta contradicción como lo demues-

tra el mapa de Nueva Galicia atribuido a López de Velasco, del fin del siglo XVI dondepodemos ver la costa orientarse de este a oeste para que el océano aparezca efectiva-mente al sur. Reproducida en Cartografía histórica de la Nueva Galicia, Guadalajara, 1984, 27.

103 p. 65.104 “Tiene este reino de longitud, corriendo de norte a sur, más de doscientas leguas,

y corriendo de oriente a poniente no tiene termino, porque por este rumbo se va a darpor tierra firme al Nuevo México, que dista de este reino cuatrocientas leguas”, p. 189.

105 “Tiene este reino de jurisdicción sobre doscientas leguas caminando de norte a sur,y caminando de oriente a poniente, tendrá más de sesenta o setenta”, p. 51.

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“cuatro leguas adelante esta el pueblo de Jocotepec […] Cinco leguasadelante esta el pueblo de Teocuitlatán […]”.106 En ciertos aspectos, esteacercamiento es todavía más sistemático que el de sus modelos roma-nos que ya podían disponer de mapas orientados al norte.107

Será entonces inútil pedir a Mota y Escobar el menor testimonio car-tográfico pero se puede sin embargo interrogar al “taller” neogallego desu época: cinco mapas, entre 1550 y 1621 llegaron hasta nosotros. Elde 1550 abarcando toda Nueva Galicia está orientado implícitamente aleste siguiendo probablemente la lógica del “Mar del Sur” que ocupade esta manera la parte inferior–, es decir, el oeste.108 ¿Comete el autor elmismo error que Mota y Escobar? ¿Se trata de un reflejo de hombre detierra siguiendo el eje solar? Este reflejo es todavía más marcado en elmapa de Ameca de 1579 que acompaña su relación geográfica, explícita-mente dirigida hacia el oriente y sin ninguna otra razón aparente.109 Másenigmática la orientación de la pintura que acompaña la descripción deCompostela, de 1584 que representa la costa entre Banderas y Xalisco,de tal manera que el mar (y la costa), principal “accidente” geográfico dela región, se encuentra a la derecha es decir en el lugar privilegiado. Unavez más un reflejo tradicional parece haber guiado aquí la disposicióndel conjunto.110

Con los dos mapas de Lázaro de Arregui, hacia 1620, la modernidadirrumpe. Con su orientación al norte, con los paralelos (y el trópico deCáncer) reportados, asistimos al dominio de los aportes de la cosmogra-fía del siglo XVI. Por supuesto, las longitudes están todavía mal domi-nadas: Zacatecas, Aguascalientes están demasiado al oeste.111

¿Es posible trasladar estos universos culturales a Canadá? Es fácilreconocer que Champlain, como Arregui está del lado de la moderni-dad geográfica, pero ¿quién representará la tradición de la tierra allado del obispo? Sin querer introducir una provocación le asociaremos

106 p. 60.107 Claude Nicolet, op. cit., p. 106 y siguientes.108 Reproducida en Relaciones geográficas de Nueva Galicia, p. 150.109 Véase Relaciones geográficas...,p. 30.110 Véase Relaciones geográficas…, p. 94.111 Véase Descripción de la Nueva Galicia, p. 128 y 144.

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los indios… Su testimonio, retomado por Champlain, se inscribe en elmolde del itinerario, los saltos, los lagos, las rupturas de carga, rempla-zando aquí las series de pueblos.112 Para armonizar este acercamientocon el suyo, Champlain se ve obligado a efectuar una reconversión me-trológica.113

El otro aspecto del universo de la tierra, la corporalidad agregada ala perspectiva solar ya que está manchada de subjetividad, es más difí-cil de dominar por parte del geógrafo: ¿Cómo interpretar la información“le soleil se couche à main droite dudit lac”114 proporcionada por un in-dio? Champlain sólo se puede salvar trayendo a sus informantes haciaél, hacia su objetividad visual occidental,115 es decir al mapa. A menudodescribe en el curso de su viaje de exploración de 1605, a lo largo de lascostas de Massachussets, una escena en vivo: después de haber reunidoa algunos indígenas, dibuja el trazo de la costa, pide a sus interlocutorescompletar, lo que hacen, agregando datos etnopolíticos.116 Es aquí uninstante breve que exige sin embargo varios comentarios. Se inscribe enuna larga práctica que en América empieza con Cortés pidiendo a Moc-tezuma mandar levantar mapas de su imperio, hasta los inuits hicieronmapas de sus costas en los siglos XIX-XX.117 Por otra parte, el ejercicio exi-

112 Así su recorrido remontando el Saguenay: “ils passent huit autres sauts et puisvont une journée sans en trouver aucun, puis passent dix autres sauts et viennent dansun lac, où ils sont deux jours à repasser”, p. 118.

113 “A chaque jour, ils peuvent faire à leur aise quelque douze à quinze lieues “, idem. 114 O aun: “ils disent qu’en été le soleil se couche au nord dudit lac, qu’en hiver il se

couche au milieu “, Des Sauvages, p. 150-159.115 Sobre este tema véase Alfred W. Crosby, La mesure de la réalité. La quantification dans

la société occidentale (1250-1600), Paris, 2003, 265 p., y David Buisseret, La revolución carto-gráfica en Europa, 1400-1800: la representación de los nuevos mundos en la Europa del Renaci-miento, Barcelona, 2004, 255 p.

116 “Je leur fis entendre le mieux qu’il me fut possible, qu’ils me montrassent com-ment allait la côte. Après leur avoir dépeint avec un charbon la baie et le cap aux îles, oùnous étions, ils me figurèrent avec le même crayon, une autre baie, qu’ils représentaientfort grande, où ils mirent six cailloux d’égale distance, me donnant par là à entendre quechacune des marques était autant de chefs et peuplades : puis figurèrent dedans laditebaie une rivière que nous avions passée “, Œuvres, t. III, p. 57-58.

117 Robert A. Rundstrom, “Expectations and Motives in the Exchange of Maps andGeographical Information Among Inuit and Quallunaat in the Nineteenth and Twentieth

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gido por Champlain no parece haber desconcertado a los indios: la re-presentación del espacio, aun entre los nómadas, aun bajo forma efíme-ra era una práctica habitual.118 Además, a una representación sencilla delespacio, vacío, que les propone el francés, le agregaron la simbolizaciónde los jefes y de los grupos. Como para Mota y Escobar, el espacio lesinteresaba menos que la humanidad que cargaba.119 En fin, agregaron unrío al dibujo de Champlain: es decir un escape hacia el interior. Frenteal marinero que los visitaba, reafirmaban su anclaje en las tierras.

Sin embargo, sería una injusticia decir que Champlain es sólo ungeógrafo preocupado de espacio. Su cartografía canadiense que empie-za en 1603,120 que se encuentra en el centro de sus preocupaciones hacia1605-1606,121 lo confirma ampliamente. Son mapas náuticos122 con todaslas precisiones científicas posibles (incluidas las profundidades de aguaen los de gran escala) pero donde las tierras adentro, sus paisajes –coneventuales deforestaciones–, su fauna, su organización política estántambién presentes. La iconografía muy cuidada está llena de informa-ciones botánicas pero también de carácter etnológico: aparecen en ellaparejas de indios, sus casas, sus canoas. Es la síntesis de una informa-ción rica pero también el fruto de intercambios culturales con los indí-genas, de una empatía real con el medio. ¿Quizás este último punto esel menos presente en la obra del obispo demasiado instalado en su posi-ción de dominación?

Centuries”, in Laurier Turgean, Denys Delâge, Réal Ouellet (bajo la dirección), Transfertsculturels et métissages Amérique/Europe, XVI°-XX° siècle, París, 1996, 377-395.

118 G. Malcolm Lewis, “Communiquer l’espace: malentendus dans la transmissiond’information cartographique en Amérique du Nord”, in Laurier Turgeon, Denys Delâ-ge, Réal Ouellet, Transferts culturels…, p. 357-375.

119 “Más este defecto [de la falta de coordenadas geográficas] no será de considera-ción para el príncipe que gobierna, pues lo que más pretende no es tanto saber alturas,cuanto saber el número de sus pueblos y vasallos”, Mota y Escobar, p. 29.

120 Dice haber regresado “avec la carte exacte de tout ce que j’avais vu et reconnu”,desafortunadamente, está perdido, Des Sauvages, p. 198.

121 Al punto de prolongar una estancia difícil, “pour moyennant l’aide de Dieu, par-faire la carte des côtes et pays que j’avais commencé », t. III, p. 90.

122 “J’ai faictte cette carte pour plus de fasilité a la plupart qui naviges en les dicttescostes », escribe en el cartucho del de 1612, acompañando Les voyages du Sieur de Cham-plain, París, 1613.

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¿“INTERCAMBIOS DESIGUALES…”?

Estas actitudes diferentes en los dos hombres se deben sin duda en granparte a su personalidad pero eso representa poco interés para nosotros.Recordemos más bien que se encuentran metidos en gestiones diferen-tes: las gestiones más rutinarias del obispo implican una distancia, casiuna frialdad que se siente a lo largo de sus escritos. Poca admiración,menos entusiasmo, esencialmente análisis, tal es lo que aparece bajo lapluma de Mota y Escobar frente a este universo americano que final-mente es el suyo desde su nacimiento y que tiene por misión guiar. En-tre 1603 y 1613, por lo menos, Champlain explora y se apropia –prime-ro intelectualmente– de un universo totalmente nuevo: lo describe –consu pluma–; lo marca –por la toponimia–;123 lo aprende –por el contactocon el mundo indígena–; lo restituye –por el mapa–; lo conquista –al filode la espada, por los juegos de alianza. Un gesto puede simbolizar estevínculo fuerte que Champlain construye con el país: en 1609, despuésde una batalla que lleva casi sólo con sus aliados indios en contra de losiroqueses, para perpetuar su hazaña, bautiza con su nombre –apropia-ción suprema– el lago Champlain.124

Estepas semidesérticas o bosques impenetrables, calores insoporta-bles o fríos destructores, nuestros dos observadores están en presenciade humanidades obligadas a vivir en simbiosis precaria con el medio.Su primera reacción es similar: “como brutos traían siempre prona ybaja la vista a la tierra, buscando solamente las cosas de ella”.125 Pero siel obispo casi no va más allá, Champlain llega casi a disculpar el cani-balismo por los efectos extremos del invierno canadiense.126

De ahí, dos actitudes diametralmente opuestas frente a los procesosde mestizajes materiales. Mota y Escobar constata que los indios inte-

123 En 1603, tratándose de nombrar, Champlain es todavía tímido: es sólo un observa-dor en la expedición. Más adelante se revelará mucho más emprendedor en la materia.

124 Oeuvres de Champlain, ,t. III, p. 196.125 Mota y Escobar, p. 32; Des Sauvages: “ils vivent la plupart comme bêtes brutes”,

p. 110.126 “Tous ces peuples pâtissent tant quelquefois qu’ils sont presque contraints de se

manger les uns les autres pour les grandes froidures et neiges”, Des Sauvages, p. 105.

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gran los elementos de la civilización occidental, sobretodo en términosde transportes.127 El obispo puede estar satisfecho de eso pero no tieneporque admirarse. El universo canadiense es sin duda más fastidiosoaun en términos de medio –semiacuático– de clima invernal. Sobreviviry adaptarse a él representa una hazaña para un europeo mientras quelos indios están perfectamente aclimatados. Más aún han perfeccionadotécnicas, instrumentos que Champlain observa con admiración y queadoptará así como otros exploradores: maneras de cazar, construcciónde tiendas de corteza, perros como animales de carga, mocasines, ra-quetas, medicamentos en contra del escorbuto… La lista es larga, perole falta la pieza maestra, la canoa.

Con esta embarcación –y sus congéneres, del kayak inuit a la pira-gua caribeña–, estamos en el corazón de los intercambios americanos:no hay que olvidar que la palabra canoa es el aporte amerindio más anti-guo a la lingüística occidental.128 En el marco canadiense, Champlain,que la utilizará sistemáticamente en el curso de sus expediciones, reco-nocerá su superioridad sobre la lancha occidental, más complicada ensu fabricación, más pesada, menos manejable y menos rápida: descen-diendo el río de los iroqueses (desde el río Richelieu) hacia el Saint-Lau-rent, su tropa recorría 20 a 30 leguas diariamente.129

Es notable que de un extremo al otro de América, el medio acuático–por ser el más contrario a este animal terrestre que es el hombre– hayasuscitado la más grande ingeniosidad, lleve a lanzar pasarelas entre losuniversos, hasta en la Tierra de Fuego donde hacia 1700, un marinerofrancés describe verdaderas balsas inflables, mezclando palabras de

127 Los indios, dice, imitan a los españoles “en el andar a caballo y en tener recuas dealgunas mulas”, p. 32, véase también p. 105.

128 Thierry Davo, “Copa America 1492, canoa contra almadía” en Jean Pierre Sánchez(ed.), Le sillage de Colomb. L’Europe du Ponant et la découverte du Nouveau Monde (1450-1650), Rennes, 1995, 465-470.

129 Oeuvres, t. III, p. 199. Numerosos pasajes de Des Sauvages tratan de las canoas, espe-cialmente p. 99. Otros viajeros las describen también con detalle, como el ReverendoLouis Hennepin, Nouvelle découverte d’un très grand pays, situé dans l’Amérique, entre leNouveau Mexique et la Mer Glaciale, Utrecht, 1697, 19-22. El mismo autor describe sus ex-pediciones “à l’indienne” con raquetas y perros en invierno, canoas en verano, 17-19.

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origen ibérico –balse– y asiático (malayo) –pagaye–,130 con una tecnologíaindia. Es decir la complejidad de estos traslados en un contexto plena-mente imperial…

Nueva Galicia no podría quedar atrás: nuestro obispo es un obser-vador fino de las permanencias indias –balsas de calabazas y otras– quesus contemporáneos siguen utilizando, por cierto puntualmente, al pasode los ríos con toda garantía de seguridad.131 Aun si nos parece agrada-ble imaginar al prelado montado sobre uno de estos artefactos era sóloun instante fugitivo. Nada comparable con este “caballo acuático” querepresenta la canoa canadiense y que los europeos llegaron a adoptar.

Es sin duda aquí, más allá de los hombres, de las culturas, la diferen-cia esencial que encierran estos textos. Sabíamos que los intercambiosculturales y aun materiales serían desiguales pero podíamos pensartambién que lo serían siempre de la misma manera. Para nada: la tradi-ción de Mota y Escobar se niega finalmente en doblegarse, atrae a ellael universo conquistado que la rodea. La modernidad de Champlaintoma prestada la eficacia ahí donde existe, acepta volverse salvaje.

Traducción de Catherine Bony

FECHA DE ACEPTACIÓN DEL ARTÍCULO: 11 DE AGOSTO DE 2004FECHA DE RECEPCIÓN DE LA VERSIÓN FINAL: 16 DE AGOSTO DE 2004

130 “Ils ont des machines qu’ils appellent balses faites de peaux de lions et de loupsmarins, construites en la façon que représente le dessin suivant, cousues avec tant d’in-dustrie qu’elles ne font point d’eau et retiennent à un boyau par un des bouts par où ilssoufflent pour les enfler comme une vessie de cochon et se mettent deux ou trois hom-mes dessus avec des pagayes, on appelle ainsi de petits avirons pour nager, et se promè-nent le long des côtes pour pêcher”, citado por Marie Fouchard, Le commerce interlopefrançais en mer du Sud. Enjeux économiques et maritimes. 1698-1724, Tesis Sorbonne I, 2004,455. Este procedimiento está descrito hacia la misma fecha por Amédée Frézier que citatambién el término balsa, esta vez para la región de Valparaíso (Chile). Agrega un graba-do muy detallado: Voyage de la mer du Sud aux côtes du Chili et du Pérou, París, 1995 [1716],136-137.

131 El Río Grande se atraviesa “en unas partes con maromas, en otras en canoas cha-lupillas, en otras en balsas fundadas sobre tecomates, que son unas grandes calabazas;guianlas dos indios o más que van nadando asidos de la misma balsa; es pasaje muy se-guro”, p. 57-58.