Nueva Historia Argentina

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NUEVA HISTORIA ARGENTINA - TOMO IIIIntroduccin:El proceso abierto por la crisis de la monarqua espaola y las guerras de independencia en el Ro de la Plata revela que la Nacin Argentina es el producto de una historia conflictiva de construccin no slo de las formas de organizacin poltica sino tambin de la propia identidad nacional. Desde esta perspectiva, y a partir de los recientes aportes historiogrficos, este libro intenta alcanzar una mejor comprensin de las estructuras socioeconmicas y de las particulares formas de Estado, sociedad, vida poltica y cultura existentes en la primera mitad del siglo XIX. El lector encontrar as la formulacin de nuevas preguntas a temas clsicos pero tambin una renovacin de los temas de estudio con materiales poco explorados hasta el presente.La Revolucin de Independencia en el Ro de la Plata sigui a la crisis imperial que condujo, al igual que en las dems regiones de Hispanoamrica, al quebrantamiento de la unidad"del orden colonial. Por ello, una vez iniciada, la Revolucin se vio en la necesidad de fundar una nueva legitimidad. En el desarrollo del proceso revolucionario y de las guerras de Independencia se plante as desde el comienzo el doble problema de definir las bases sociales y polticas del nuevo poder. En este sentido, varios de los ms destacados hombres pblicos del perodo vieron en la Independencia no un simple cambio de gobierno sino la posibilidad de realizar el pensamiento filosfico en la construccin de un nuevo orden republicano. Pero en su teln de fondo es posible reconocer en la cuestin de la soberana las razones que condujeron al enfrentamiento entre la tendencia centralista de Buenos Aires y las tendencias al autogobierno de los pueblos, as como al fracaso de los primeros ensayos deorganizacin constitucional. En efecto, las tendencias autonmicas de los pueblos, que surgieron durante la primera dcada revolucionaria, cristalizaron luego de la cada del poder central en 1820 en la conformacin de Estados provinciales. Esta realidad se manifest en la coexistencia durante la primera mitad del siglo XIX de dos tendencias: una, a confluir - en el marco de una confederacin- en lo que ser el futuro Estado Nacional Argentino; la otra, en la afirmacin de soberanas independientesen el espacio de cada provincia. En otras palabras, las provincias adoptaron ciertas formas "representativas republicanas", se otorgaron constituciones y firmaron pactos interprovinciales como solucin provisional para legitimar un orden social y poltico luego de las luchas por la Independencia. Una nueva y compleja relacin se estableci as entre legalidad y legitimidad en el espacio rioplatense, a la cual no escaparon los mismos regmenes de caudillos.Dentro de estas experiencias republicanas, la denominada "feliz experiencia" de Buenos Aires ocup un lugar central debido al desarrollo de un importante plan de reformas, tendientes a modernizar la estructura poltico-administrativa heredada de la colonia. En el marco de estas reformas, se destac la implantacin de un nuevo rgimen representativo basado en un sufragio amplio y directo (ley electoral de 1821) que llev a una transformacin sustancial del espacio poltico urbano porteo. Asimismo, en este contexto se elabor un proyecto urbano, el de los rivadavianos, nico por su concepcin y vinculacin con los nuevos ideales polticos.Fracasado el proyecto de organizacin unitario de 1827, las provincias alcanzaron una formalizacin "provisoria" de sus relaciones mediante la firma del llamado Pacto Federal de 1831, que cre una unin confederal vigente hasta la proclamacin de la Constitucin Federal de 1853. De modo que la historia polticadel perodo se desarroll dentro de una permanente ambivalencia de sus protagonistas entre la defensa de la independencia de la soberana provincial y la frecuente alusin a una posible organizacin nacional futura.Pero el ascenso poltico de Rosas al poder marc el inicio de la construccin de la hegemona de Buenos Aires sobre la Confederacin Argentina. Por otra parte, una explicacin de la continuidad principal del rgimen se encuentra en la existencia misma del estado autnomo de Buenos Aires y en su manejo exclusivo de los ingresos del puerto y de la aduana. Asimismo, la consolidacin del rgimen de Rosas se vincul con la generacin de una serie de mecanismos legales, represivos, polticos y simblicos que conformaron un gobierno "republicano" de excepcin. Estos no son, sin embargo, los nicos rasgos del sistema rosista. Lo que otorg especificidad y dinmica a la poltica del perodo fue tambin la participacin de la poblacin de menores recursos en las elecciones, las festividades patriticas y las milicias. Con las preguntas qu era y cmo era vivida "la poltica" por los sectores populares se descubren, a travs de las formas de vestir, de hablar y de comportarse, as como de las expresiones de adhesin y de resistencia al rgimen, lasnovedosas formas que adopt la construccin de las "identidades federales". Al mismo tiempo, es la "Nueva Generacin" de 1837 la que crea el primer movimiento intelectual romntico que propone un proyecto de transformacin cultural integrador, vinculado a la necesidad de construir una identidad nacional. En la definicin de las distintas etapas por las que atraves la generacin, dos son las experiencias que marcaron la emergencia de este sentimiento. La primera se relacion con la experiencia educativa del perodo rivadaviano; la segunda, ms decisiva, fue la experiencia del exilio chileno (dcada del '40) que termin por cristalizar una identidad argentina, por oposicin a la chilena, reemplazando as a las identidades provinciales an presentes entre sus miembros. La Revolucin y la Guerra de Independencia produjeron a su vez drsticos cambios en la vida econmica del ex Virreinato, como la ruptura del espacio interior de las diversas regiones y la destruccin de bienes y medios de produccin. Sin embargo, los elementos de ruptura con el orden colonial se combinaron con los de continuidad en el desarrollo de la produccin agraria para los distintos espacios soberanos y regionales. Una percepcin diferente a la legada por la historiografa, para evaluar los efectos del comercio atlntico en las regiones litorales y en las del interior a fines del perodo colonial, emerge as del estudio de las nuevas oportunidades creadas por las demandas del mercado mundial. Si el importante incremento de la produccin ganadera fue una realidad, el desarrollo de los mercados locales produjo a su vez un estmulo importante de la produccin triguera. Al mismo tiempo, el crecimiento de las grandes estancias no implic la desaparicin de la pequea produccin agrcola. Los cambios y continuidades marcaron asimismo la orientacin de las economas de los estados provinciales y de los circuitos mercantiles luego de la desaparicin del Directorio en 1820.Pues, mientras la regin litoralea-bonaerense se vuelca con xito hacia el Atlntico, las economas del Noroeste y de Cuyo reformulan sus vnculos con los mercados bolivianos y chilenos. Por otra parte, de la "feliz experiencia" al gobierno de Rosas, Buenos Aires asisti a un indito crecimiento econmico que se manifest en el desarrollo de la produccin pecuaria, el comercio y las finanzas pblicas. En este sentido, el proceso de expansin estatal portea, adems de vincularse con la anexin de territorios para la produccin pecuaria de exportacin, se relacion con la novedosa formacin de "pueblos" en el rea rural.Esta historia de la primera mitad del siglo XIX quiere as proporcionar al lector un conocimiento global del perodo a partir de distintos rdenes de fenmenos integrados. Pero asimismo desea ofrecer nuevas miradas para alcanzar, ms all del atractivo e influjo personal de los caudillos en el perodo, una mejor comprensin de procesos que bajo la denominacin de "anarqua" o "barbarie" fueron olvidados o permanecieron deformados en la memoria histrica de los argentinos.NOEM GOLDMAN

"Un mundo rural en transicin" JORGE GELMANEn la poca colonial, la propia unidad poltica del Imperio espaol, as como el peso de algunos mercados internos, le dieron ciertos elementos de coherencia al enorme y desigual espacio del mundo rural. La ruptura del vnculo colonial, las guerras y la disgregacin en mltiples soberanas no hicieron ms que acentuar esas diversidades por un perodo relativamente prolongado. En efecto, entre algunas regiones del norte, con estrechos valles sobrepoblados, aptos para una produccin de*'subsistencia u orientada a los mercados andinos en crisis, y las subpobladas regiones del litoral, con extensas planicies frtiles casi vacas y cada vez ms orientadas a los mercados externos, las diferencias fueron mucho mayores que las semejanzas.Y, sin embargo, la historia de unas sera incomprensible sin la de las otras, aunque ms no sea por un fenmeno que hoy se reconoce como de muy larga duracin: un fuerte y persistente proceso de migraciones interregionales que, desde la poca colonial, fue derivando excedentes de poblacin desde ese interior sobrepoblado y con una distribucin muy desigual de la escasa tierra, hacia un litoral que clamaba a gritos por trabajadores estacionales y permanentes, pero tambin prometa la posibilidad de convertir a algunos de esos migrantes en productores independientes y quizs hasta en propietarios de una parcela. Es necesario plantear, entonces, los grandes rasgos de la transicin en el mundo rural, destacando los elementos de ruptura que se produjeron con el proceso independentista y las consecuencias sobre l de la vinculacin cada vez ms franca con el mercado mundial; pero tambin los elementos de continuidad de las prcticas coloniales, que fueron ms persistentes de lo que las ideologas liberales posrosistas creyeron o quisieron hacer creer a sus congneres. Muchos rasgos de las prcticas sociales y culturales del mundo rural que se suponen originados por la afluencia masiva de inmigrantes europeos en la segunda mitad del siglo XIX, en realidad hunden sus races en este perodo y a veces en lo ms profundo del mundo rural colonial. Este cuadro tiene serios desbalances regionales, que son el reflejo de los avances tambin muy desiguales de la historiografa, que ha trabajado intensamente sobre Buenos Aires y el rea del litoral, pero mucho menos, y en algunos casos nada, sobre otras regiones del pas.

EL MUNDO RURAL DE FINES DE LA COLONIAA finales del perodo colonial se mantenan, a grandes rasgos, las caractersticas que haba tenido este spacio territorial durante la mayor parte de la dominacin espaola: una distribucin de la poblacin desigual, con un fuerte peso del centro y el noroeste vinculados a las economas mineras del Alto Per, zonas en las que la presencia de la poblacin indgena todava era notable; y un litoral escasamente poblado que haba comenzado a beneficiarse del franco proceso de crecimiento de Buenos Aires, la capital virreinal, as como de las regiones de ms reciente colonizacin, como la Banda Oriental. En este litoral, gracias a su creciente actividad comercial, un cierto despunte de las exportaciones pecuarias, pero sobre todo gracias al sostenido aumento demogrfico y el consecuente robustecimiento de los mercados locales, se estimulaba una produccin agraria que se volcaba sobre ellos.La economa del Virreinato giraba todava alrededor de los centros mineros andinos, que se articulaban con el Atlntico a travs de Buenos Aires y otros puertos, pero generando a la vez un espacio eonmico interregional, en el cual las distintas regiones tendan a especializarse en diversos bienes agrarios o artesanales, que colocaban en aquellos centros y en otros de menor cuanta. Desde la yerba mate que se produca en el Paraguay, las muas que se criaban en Crdoba u otras regiones del litoral y del camino del Per, hasta los vinos y aguardientes de Cuyo o los textiles de San Luis o Santiago, circulaban tratando de llegar sobre todo a los ricos mercados mineros o a la capital virreinal; a su vez la plata de los centros mineros se dispersaba por todo el territorio mientras una parte importante flua hacia Buenos Aires para concentrarse en las manos de sus comerciantes, que la enviaban hacia Europa, a cambio de los "efectos de Castilla", que luego introducan a lo largo y ancho del territorio.1 Las regiones producen para exportar a sus vecinas, al Alto Per, a Chile o incluso a Europa, como es el caso de los cueros o la lana de vicua. Adems, cada una de ellas tiende tambin a satisfacer la produccin de bienes de subsistencia indispensables para su poblacin que los costos del transporte no permiten traer desde zonas alejadas. Cada regin tratar de producir sus hortalizas, su trigo o maz, y su carne para abastecer a su mercado local; ms an, cada productor trata de producir todo lo que necesita para consumir, sin recurrir al mercado. En las haciendas coloniales de todo el interior del Virreinato, ya sea Crdoba, Catamarca o Salta, adems de ocupar una parte de las tierras y el trabajo para criar muas o vacas y producir el aguardiente para los distintos mercados, se destinaba tambin una parte variable de los medios de produccin a la obtencin de alimentos, tejidos, vasijas y muebles para garantizar la subsistencia de todos sus pobladores. Este rasgo caracteriza no slo al gran productor: la familia campesina parece haber obrado de la misma manera, limitando al mximo su recurso al mercado para subsistir. Los mercados son, entonces, muy limitados, ya que casi todos consumen. Fuera de los centros mineros o de Buenos Aires, los pocos mercados que hay estn constituidos por muy pequeos centros urbanos. La excepcin a este cuadro es quizs el litoral, donde las estancias que crecen todava moderadamente, y aun los campesinos, parecen haber estado ms francamente vinculados a los mercados, no slo vendiendo sus excedentes sino recurriendo a ellos para adquirir diversos bienes que los transportes fluviales y martimos o incluso carreteros, permitan conseguir a precios ms razonables. El tpico telar domstico de las familias campesinas de Santiago o San Luis se encuentra ms raramente entre las del litoral, y las estancias recurren al mercado para comprar casi todo, excepto la carne y alguno que otro subproducto de sus actividades.Aun la plata, que en el interior slo circula en los niveles ms altos de la sociedad, mientras se recurre al pago en especie de los salarios o al trueque para las transacciones menudas, en el litoral se difunde de arriba hacia abajo, ya que una parte importante de los salarios rurales se pagaba en moneda. La suerte que conocen las distintas regiones agrarias a fines del perodo colonial es muy diversa, ya que se ven afectadas de muchas maneras por una serie de acontecimientos importantes, como la creacin del Virreinato del Ro de la Plata en 1776; el libre comercio que instauran los Borbones dos aos despus, que favorece la llegada de textiles europeos de consumo ms masivo y sobre todo de los productos agrarios del mediterrneo espaol; los levantamientos del mundo andino de inicios de los aos 80; las guerras intraeuropeas que afectan toda la circulacin del Atlntico; las invasiones inglesas y la crisis final de la monarqua espaola. La historiografa sostuvo que el crecimiento del comercio atlntico con las leyes borbnicas de fines del siglo XVIII habra tenido efectos positivos para las regiones litorales, que reciban bienes manufacturados, vinos y aceites de mejor calidad y preciosms bajos que los de las regiones interiores; asimismo su economa pecuaria creca al volcar cantidades crecientes de cueros y otros derivados vacunos en el mercado mundial, sin mayoresinversiones. El faenamiento del ganado vacuno que se reproduca sin la intervencin humana en las generosas pasturas pampeanas, slo requera la contratacin eventual de un puado de gauchos. Aumentaban considerablemente as los saldos exportables. Por el contrario, las economas del interior, productoras de bienes que competan mal con las importaciones, habran sufrido una aguda crisis, de la cual ya no se recuperaran en largo tiempo. La percepcin de estos fenmenos es hoy ms matizada. Las regiones que parecen haber padecido la competencia extranjera fueron las productoras de textiles de algodn, pero este proceso se haba iniciado antes del libre comercio, sobre todo por la crisis de las misiones jesuticas, su principal productor regional, cuando los religiosos fueron expulsados por los Borbones en 1767. Las otrora sobrepobladas misiones guaranticas comenzaron a despoblarse aceleradamente cuando cambiaron las reglas del juego, y muchos de sus habitantes se desplazaron hacia otras regiones del litoral. Igualmente habran sufrido las "pequeas rplicas de las economas mediterrneas" las provincias de Cuyo, productoras de caldos, que hacia fines del perodo colonial tenan cada vez ms como mercados principales los del litoral, que son inundados por los vinos y aceites espaoles. Con todo, la suerte de Mendoza y de San Juan fue diversa. En primer lugar, los frecuentes cortes del trfico transatlntico permitieron repetidas recuperaciones del mercado litoraleo por los productores cuyanos y, en segundo lugar, el aguardiente parece resistir mejor que el vino los embates de la concurrencia europea. De esta manera, los productores mendocinos, especializados en vino, irn*perdiendo terreno en los mercados regionales, mientras que los sanjuaninos, ms orientados al aguardiente, conservaron importantes cuotas del mercado. Con todo, a futuro, la situacin ser cambiante: mientras los signos del mercado, y tambin las posibilidades ecolgicas, estimulan a los productores mendocinos hacia la ganadera u otros rubros que conoceran una fuerte expansin en las dcadas siguientes, los sanjuaninos continuarn atados a la economa del aguardiente, que a mediano plazo los condenara a la pobreza.Distinta es la situacin de las regiones productoras de textiles de lana, desde Santiago del Estero hasta Crdoba, Catamarca, San Luis o de los mismos indios pampas, cuyos tejidos se colocaban en los mercados coloniales y continuaron hacindose presentes en todos los mercados regionales, ncluyendo los litoraleos, donde gozaban, por su calidad y bajos precios, de las preferencias de una buena parte de los compradores. La clave de esta persistencia, adems de las preferencias del mercado, parece haber estado en las zonas productoras, que podan mantener la produccin, a pesar de las bajas en los precios que la concurrencia provocaba. Esto era as porque los productores - o ms precisamente,las productoras- eran mujeres campesinas que realizaban todo el proceso en el marco de sus economas familiares, pudiendo resistir los embates de la competencia, a costa de unos ingresos familiares en baja. Para dar slo un ejemplo, a inicios del siglo XIX, ms de la mitad de las mujeres rurales cordobesas eran censadas como "tejedoras". Sus familias tenan a veces las pequeas majadas de ovejas que criaban y esquilaban. Lavaban la lana, la hilaban y tejan sin recurrir al mercado, salvo quiza para obtener algn producto tintreo. Gracias a estas misrrimas condiciones de produccin evitaban ser barridas por las fbricas inglesas de lanares. Estas condiciones parecen perdurar por lo menos hasta la dcada de 1840, cuando la demanda internacional valoriza la lana en bruto, rovocando el comienzo del fin de esta produccin domstica mercantil. Muchas familias pasaron a ser vendedoras de lana en bruto a los intermediarios, que luego la concentraban en los puertos para exportarla, o tambin se convirtieron en peones o aparceros de una estancia lanera. Por otra parte, los masivos levantamientos indgenas de la dcada de 1780 en los Andes meridionales daran signos a las economas agrarias del interior y litoral rioplatense, que en algunos casos habran de ser premonitorios. Uno de los rubros ms activos de las economas rurales desde el litoral hasta el Alto Per,durante toda la poca colonial, fue el "ramo de muas". La cra y venta de muas generaba una actividad enorme a lo largo y ancho del Virreinato del Ro de la Plata, en la que participaban desde los grandes, medianos y pequeos criadores de Santa Be o del norte de Buenos Aires, la infinidad de pequeos criadores campesinos cordobeses, los productores de todo tipo de Tucumn, Salta o Jujuy, los propietarios de tierras de invernada para muas en las regiones ms cercanas a los mercados consumidores (y aqu se destacan Salta y Jujuy), hasta la infinidad de arrieros que conducan las majadas de muas a lo largo de todo el territorio. Todos sufrieron un fortsimo sacudn, cuando el mercado hacia el cual se dirigan casi todas las mulas de la regin se cerr por los levantamientos. La sangrienta derrota de los levantamientos andinos y la recuperacin de la actividad minera permitieron un cierto resurgimiento del "ramo de muas" hacia fines del perodo colonial, pero la nueva crisis no se hara esperar mucho. La independencia y la ruptura del espacio interno que le siguieron significaran casi la muerte de esta actividad. Algunos grandes productores del litoral trataran de reorientar sus actividades hacia otras ms rentables, pero como seal hace tiempo Carlos Sempat Assadourian para el caso de Crdoba, la crisis del mular va a significar en muchos lados una verdadera "crisis social de masas", al afectar a centenares o tal vez millares de pequeos productores que vivan de criar unas cuantas mulas al ao para subsistir. Estas situaciones de crisis, coyunturales a veces, permanentes otras, encontraron la salida por una va ms dramtica, la migracin. A lo largo del siglo XVIII, y en cantidades que parecen crecientes, centenares de familias y muchas veces varones jvenes solos emigran de manera temporaria o definitiva hacia otras regiones que parecen desconocer las crisis de subsistencia recurrentes de sus lugares de origen, que necesitan de trabajadores y, sobre todo, disponen de grandes extensiones de tierras frtiles que la nueva coyuntura regional e internacional empieza a poner en condiciones de ser explotadas: el litoral. En efecto, la contracara de la situacin del interior del territorio virreinal la presenta el litoral. La regin que durante siglos haba sido slo el margen del imperio, con apenas algn puerto importante para que se escape por la va del contrabando una parte de los metales preciosos de las colonias de Sudamrica, parece empezar a encontrar otro destino en esta coyuntura. Aqu s los beneficios de la nueva situacin parecen incuestionables y ms homogneos. La capitalidad de Buenos Aires refuerza su rol articulador de todo el espacio y su propia magnitud demogrfica la convierte en uno de los mercados ms preciados para todas las regiones virreinales. Su campaa no conoce grandes cambios y sigue limitada por ese estrecho corredor que marca todava el Salado al sursudoeste, pero las regiones de ms reciente colonizacin, y donde se ha logrado contener los impulsos blicos de los indios de guerra, conocen una expansin impensada: Entre Ros comienza a poblarse de gente, estancias y animales y quiz sobre todo la campaa de la Banda Oriental conoce una expansin sin precedentes: se ocupan las tierras del centro y norte de manera irrefrenable, y se faenan animales que encuentran el camino del mercado internacional en forma de cueros, sebo y algunos otros subproductos. Pero esta expansin hubiera sido imposible sin el aporte de las constantes migraciones del norte. No slo porque se convierten en los peones de las estancias que estn creciendo, sino porque tambin se constituyen en los campesinos que, en pequeas parcelas, propietarios o no, producen una parte importante de los derivados ganaderos que se exportan o se consumen en los mercados regionales, as como de casi todos los productos agrcolas requeridos cada vez ms en la regin. En efecto, las condiciones de la expansin agraria del litoral de los ltimos aos coloniales fueron bastante diferentes de lo que se crea hace unos pocos aos. Junto a la cra del vacuno para exportar cueros, se increment la cra para abasto de carne a los cada vez ms importantes mercados locales. Pero adems se desarroll la cra del mular, del lanar y de una pujante agricultura destinada a esos mercados locales, en la que se destacaba el trigo. Hoy se sabe que la produccin de este cereal era casi tan importante como la ganadera del vacuno a finales de la Colonia y que la pequea produccin familiar era la forma predominanteen cualquiera de los rubros agrarios. En esto hay, por supuesto, grandes diferencias regionales: en la campaa portea el trigo era decisivo y la pequea produccin tena un predominio indisputado por las escasas y modestas estancias que estaban creciendo. Estas ltimas, as como centenares de pequeos y medianos pastores, producan en el norte sobre todo muas que se enviaban al Alto Per, y en el sur carne vacuna para abastecer la demanda de la ciudad de Buenos Aires. En otras zonas como la Banda Oriental, por ejemplo, la gran estancia productora de cueros tena una presencia destacada. Pero aun en estas regiones, la presencia masiva de pequeos productores era un dato insoslayable. Tambin haba diferencias segn el producto: mientras que el ganado vacuno tena mayores ndices de concentracin en algunas grandes explotaciones, por el contrario la norma en la agricultura de trigo era la pequea empresa familiar. Por supuesto, haba tambin centenares de pequeos pastores, y algunos grandes productores de trigo, concentrados sobre todo en las tierras mejores y ms cercanas a los grandes mercados consumidores de Buenos Aires o Montevideo.En todo caso, el crecimiento de las grandes estancias no cuestiona el desarrollo de la pequea y mediana produccin que tambin conoce un crecimiento sin precedentes en este perodo. La clave de este fenmeno se encuentra en la disponibilidad de tierras frtiles en abundancia, en donde Buenos Aires, por ahora, lleva las de perder frente a las otras regiones litorales, en la creciente apertura de los mercados externos para los derivados pecuarios y en el aporte de importantes saldos migratorios del interior que permite valorizar estas tierras. A su vez este crecimiento demogrfico significaba un incremento de los mercados locales de magnitud, que crea una salida a la produccin agraria en el propio lugar. La masiva presencia campesina no parece haber sido un obstculo para el crecimiento de las estancias, ya que en el excedente laboral de aqullos, encontraban stas un recurso de mano de obra ms o menos temporal para sus necesidades estacionales.Por otro lado, la estancia cubra sus necesidades ms permanentes de mano de obra con una importacin creciente de esclavos africanos y con algunos migrantes solos que no tenan ms remedio, al menos por un tiempo, que conchabarse por un salario. Los estudios de estancias tardocoloniales muestran casi sistemticamente la presencia de un puado de esclavos, algunos de los cuales cumplan el rol de capataces y hasta de administradores, un grupo de peones ms o menos permanentes, en general migrantes del interior, y luego la presencia de trabajadores eventuales que acudan a la estancia en los momentos de mayor demanda laboral, como la yerra o la capa de toros.La familia campesina, por su lado, no vea necesariamente al estanciero como un enemigo y competidor, sino como un recurso para complementar sus ingresos a travs de un salario, cuando el tiempo muerto de las labores parcelarias lo permita o cuando los avatares de la coyuntura climtica o del ciclo de vida familiar obligaban a algunos de sus miembros a buscar trabajo afuera. As es frecuente que el titular de una explotacin familiar salga a buscar empleo en las estancias, una vez terminados la cosecha y el trillado del escaso trigo que haba sembrado en su parcela. Igualmente el joven hijo de un campesino, cuando ya no poda ser alimentado por los recursos propios de la familia, probaba su suerte en las estancias de la regin. Sin embargo, esta articulacin posible no significaba armona. En distintos momentos, en diversos lugares, estallaba el conflicto por alguna tierra, por un intento de aumentar los arrendamientos o por una diversa interpretacin de las costumbres rurales. Este tipo de conflicto parece haber sido ms frecuente en regiones de raigambre campesina, donde las estancias crecieron fuertemente a fines del siglo XVIII, como en el sudoeste de la Banda Oriental, la regin de Colonia Soriano. Estas tensiones y esta experiencia de confrontacin debern ser tomadas en cuenta por Artigas, cuando encabece la rebelin oriental.No obstante estas transformaciones, la economa regional del litoral no cambi radicalmente con relacin al perodo previo. A pesar de la ocupacin del espacio oriental y del litoral de los ros, la economa de Buenos Aires, que concentraba los beneficios mximos del sistema, segua siendo muy igual a s misma. Las exportaciones del puerto, si bien recibieron el aporte de las pecuarias, continuaron estando constituidas fundamentalmente por metales preciosos producidos en los Andes, y recogidos por los comerciantes a lo largo y ancho de todo el Virreinato. A cambio de ello reintroducan bienes europeos, que a su vez distribuan por todo ese mismo espacio, nuevamente en la busca del metlico. El inters de las elites virreinales por la campaa circundante era todava muy limitado. Parecan querer sobre todo la paz, para garantizar el abasto de los habitantes urbanos, cada vez ms numerosos, as como de los recurrentes navios que por all pasaban. No se preocuparon mayormente por consolidar la propiedad privada de la tierra de los alrededores y la expresin de esta situacin es el poco inters en expandir la frontera en la propia provincia de Buenos Aires, que durante tres siglos tuvo casi el mismo y estrechsimo lmite. Las elites de Buenos Aires estaban formadas sobre todo por comerciantes, podan tener algunas chacras en los alrededores de la ciudad y si raramente invertan algo en la campaa preferan quizs a la Banda Oriental o al litoral hacia el norte. Pero incluso as, esas extensas propiedades representaban muy poco en el conjunto de los negocios de esas familias y muchas veces dejaban los terrenos casi abandonados, ocupados por decenas de arrendatarios, simples agregados o "pobladores" de favor, que trabajaban para s, a veces pagando un mnimo arriendo al propietario y muchas veces reafirmando con su sola presencia los derechos de propiedad del titular de esos "desiertos".

LA REVOLUCIN: CAMBIOS Y CONTINUIDADES ENEL MUNDO RURALLa Revolucin y las guerras que le sucedieron traeran aparejados cambios ms drsticos que los que se haban producido a fin del perodo colonial, en las diversas regiones agrarias del ex Virreinato del Ro de la Plata.Los dos ms notables fueron, en primer lugar, la ruptura del enorme espacio de intercambios que haba orientado las economas agrarias de las diversas regiones, y en segundo lugar, la destruccin de bienes y medios de produccin que ocasionaron las guerras.Si la magnitud de ambos fenmenos es difcil de medir con certeza, las seales de su existencia son incuestionables. En primer lugar, la separacin bajo dominio realista o criollo disidente del Alto Per, de Chile, del Paraguay y de la Banda Oriental. Cuando algunos de estos mercados vuelvan a reabrirse para el comercio de las provincias, stas agudizarn sus enfrentamientos provocando cortes drsticos en las posibilidades mercantiles. Pero la guerra no slo signific la ruptura de los circuitos mercantiles y crisis para los sectores agrarios orientados a ellos, sino tambin destruccin directa. Adems de la muerte de centenares de seres humanos, muchos ms fueron movilizados por los ejrcitos, debiendo abandonar a sus familias y actividades productivas. Las pirmides de poblacin que se pudieron reconstruir para distintas regiones en las dcadas d e l ' 10 y del '20 muestran importantes huecos en el sector de los varones en edad activa y, aunque una parte de este fenmeno se puede deber a un ocultamiento premeditado para evitar las levas, no cabe duda de que otra parte es el reflejo de las muertes y, sobre todo, de los desplazamientos de poblacin masculina con los ejrcitos. A su vez estos ejrcitos arrasaban todo lo que encontraban a su paso. Los datos sobre la liquidacin del stock ganadero, en las regiones que sufrieron el mayor peso de las guerras, son abrumadores: el noroeste, con los avances y retrocesos de los llamados ejrcitos realistas y patriotas; Santa Fe, que vio diezmado su stock ganadero vacuno en los conflictos civiles, despus de haber conocido la crisis del mular por la cada de los mercados andinos; la Banda Oriental, con las guerras entre artiguistas y porteos y las ocupaciones portuguesas, y as se puede seguir enumerando. Pero la crisis revolucionaria tambin creara nuevas oportunidades, o al menos facilitara el aprovechamiento de algunas que ya se hacan notar de manera tenue a fines del perodo colonial.En particular, los cambios que se venan operando en las economas europeas, con su demanda creciente de bienes de origen pecuario, y su contracara, la avalancha de bienes manufacturados de consumo masivo que volcaban sobre los distintos mercados del mundo.Claro que no todas las regiones del ex Virreinato pudieron aprovechar estas oportunidades de la misma manera. Si en principio todas las grandes planicies del litoral y algunas del centro del territorio reunan condiciones favorables para el desarrollo pecuario, las circunstancias histricas y los avatares de las guerras les impusieron situaciones muy desiguales. La Banda Oriental, que haba sido la zona quiz ms dinmica a fines de la colonia, no slo no pudo aprovechar la nueva situacin internacional, sino que ver anulada su capacidad de recuperacin por varias dcadas. Otro tanto sucede con Santa Fe e inicialmente con Entre Ros, aunque esta ltima logra hacia fines de los affs '20 condiciones favorables que le permitiran un crecimiento sin precedentes desde la dcada siguiente.Todo esto no hace sino mejorar las posibilidades de la regin que hasta ese entonces haba sido relativamente marginal desde el punto de vista de la produccin ganadera: la provincia de Buenos Aires. Relativamente ordenada desde inicios de los aos '20, comenzara un proceso de expansin que la llevara a ocupar el primer lugar en el crecimiento agrario, y que se manifestara tempranamente en el proceso de extensin de su frontera. En pocos aos multiplic varias veces el territorio bajo su control, desplazando a los grupos indgenas que durante casi tres siglos haban frenado el avance espaol.El resto de los territorios que quedan bajo influencia de Buenos Aires, en los aos que siguen a la revolucin, sufren una suerte desigual. Las provincias del noroeste padecen la guerra de manera aguda y tambin la ruptura de los vnculos con los mercados altoperuanos. Si bien hoy se sabe que esta ruptura no fue todo lo drstica que se supona, y desde los aos '20 tendi a normalizarse -sobre todo enviando hacia el norte ganado en pie-, la fuerza de los mercados andinos ya no ser la misma que en la poca colonial y, por otra parte, el noroeste pierde definitivamente su carcter de intermediario entre esas regiones andinas y el litoral, ahora volcado masivamente hacia el Atlntico. Los pocos estudios regionales existentes permiten ver la crisis de la produccin agraria mercantil y la transformacin de los grandes hacendados de origen colonial en rentistas, que captan pequeos campesinos arrendatarios para que trabajen sus tierras, a cambio de un canon.As, en la puna jujea, la gran propiedad sigue siendo la regla, pero los mayores propietarios, como Fernando Campero, tienen pobladas sus tierras con campesinos, a quienes solicitan un par de semanas de trabajo al ao en la explotacin principal de la hacienda, pero sobre todo el pago de una renta en dinero.Los campesinos arrendatarios, por su parte, organizan complejos sistemas de produccin e intercambios, que les permitan obtener los recursos indispensables para su subsistencia y tambin la moneda boliviana, con la cual pagarn la renta, y que se convertir en el principal circulante en todo el norte del territorio.Las comunidades indgenas, que apenas haban resistido durante todo el perodo colonial en algunas de sus regiones, conocern un proceso de disgregacin, que parece tener su punto final con los nuevos gravmenes que les aplican y con las leyes enfituticas que afectan sus tierras en los aos '40.Las pocas regiones que escapan a esta situacin son aquellas que pudieron desarrollar actividades orientadas a los mercados litoraleos/ultramarinos, o que lograron dirigir su produccin a los mercados transandinos que se venan recuperando desde fines de la dcada del '10. As, en el este de Salta contina una expansin hacia el Chaco, que ya era notable a fines de la Colonia, donde un nuevo sector de estancieros ganaderos va a conocer una cierta prosperidad. Lo mismo sucede en algunas regiones del Tucumn, en las que desde los pequeos a los grandes productores tienden a reorientar su produccin hacia esos mercados en expansin. Sucede lo mismo con los Llanos riojanos, donde se cran animales demandados en los mercados chilenos e inventan otros procedentes de las provincias norteas que siguen el mismo camino.La regin de Cuyo conoce nuevamente una situacin diversa.Si los primeros aos de las guerras le hacen perder el mercado transandino, por el contrario recupera temporalmente el del litoral para los productos de sus viedos. A fines de la dcada de 1810, la situacin se invierte: desde 1817 se reabren los caminos de la cordillera y los nuevos ciclos mineros chilenos significarn un fuerte estmulo para las economas agrarias cuyanas y de buena parte del centro y norte argentino, pero el litoral vuelve a ser inundado por los productos del viedo europeo. Esto afecta de manera distinta a Mendoza y a San Juan. Esta ltima no logr reorientar su economa hacia el mundo transandino y conocera una prolongada decadencia, mientras que Mendoza comenzara a transformar vertiginosamente su economa hacia la agricultura y sobre todo hacia la ganadera que Chile reclamaba en forma creciente. En 1860 slo el 14% de las exportaciones mendocinas sern viateras. San Luis resiste mal que bien, produciendo algo de ganado para los mercados cercanos, y sobre todo sus mujeres campesinas siguen aferradas a los tejidos de lana, mientras que muchos de sus varones y a veces familias completas se vern compelidos a la emigracin.En Santiago del Estero la situacin es compleja: por un lado se contina practicando la agricultura de aluvin en las zonas inundables de los ros Dulce y Salado. Pero a la sucesin caprichosa de sequas e inundaciones se suma una reduccin del rea anegable ms frtil, por un desvo del cauce del ro Dulce hacia los aos '20. La ganadera, por su parte, parece conocer una cierta expansin desde los aos '30 -sobre todo la cra de vacunos y mulares- cuando el peso de las guerras y los avances de los indgenas chaqueos se hacen menos frecuentes. De conjunto se nota un proceso de privatizacin y concentracin de las mejores tierras de cultivo y ganadera que parece acentuar las dificultades de subsistencia de una porcin importante de la poblacin. Aunque una buena parte de los campesinos sigue teniendo acceso a recursos del bosque, como la algarroba, a pequeos hatos de ganado que cran en tierras ajenas, y contina la produccin textil domstica, las condiciones de vida se tornan ms duras y favorecen el proceso de emigracin temporal o definitiva. En Crdoba las condiciones son ms matizadas: la crisis del mular y la continuidad del mundo de las tejedoras hasta los aos 30 y 40 se acompaan ahora con una reorientacin decidida de su economa rural hacia el Atlntico: sobre todo el sur de la provincia se convierte en un fuerte productor de ganado vacuno que enva hacia Buenos Aires y el exterior, y tambin en los aos 30 comienza a expandir su produccin ovejera, estimulada por el alza de los precios de la lana.En teora, deba ser muy distinta la situacin en el litoral, la regin que reuna las mejores aptitudes para aprovechar las demandas del mercado mundial. Como ya se vio, algunas de las regiones del litoral, que haban sido las ms dinmicas a fines de la Colonia, van a quedar al margen del crecimiento de la primer mitad del XIX, o incluso van a retroceder severamente, como Santa Fe y la Banda Oriental del Uruguay. Esta ltima conocer una experiencia original desde el punto de vista agrario en el Ro de la Plata, tanto por la agitacin que precede al movimiento revolucionario, como por el peso que los problemas rurales tendrn en el programa de los lderes revolucionarios, en especial de Artigas.Durante su gobierno se dicta el famoso "Reglamento Provisorio" de 1815, por el cual se ordena una serie de medidas de distribucin de la tierra, aprovechando en particular aquellas que los emigrados, realistas primero y porteos despus, dejaron vacantes en su huida. Aunque el carcter de reforma agraria de su Reglamento es discutido por la historiografa, el discurso y las medidas adoptadas por el jefe de los orientales despertaron la adhesin de las masas campesinas y slo as se pueden entender fenmenos como el "xodo" masivo que acompaa a Artigas frente al avance enemigo en 1811. Sea como fuere, el limitado tiempo de su permanencia en el poder, la invasin portuguesa y las consecuentes guerras no slo volveran las cosas a su lugar desde el punto de vista social sino que adems diezmaron celeradamente los stocks ganaderos orientales, hasta niveles que haran imposible una recuperacin por largo tiempo.En el otro extremo de la experiencia litoralea, se encuentran sobre todo Buenos Aires, Entre Ros y, con caractersticas peculiares, Corrientes. Esta ltima conoce una de las transiciones ms exitosas, pero a la vez ms conservadoras de la regin. En la Colonia tarda tuvo una economa diversificada, artesanal, campesina y a la vez con algunas actividades productivas en gran escala como los astilleros, que aprovechando las maderas regionales surtan de navios a todo el trfico del litoral. Dominada por una pequea elite urbana de carcter comercial, que controlaba sus actividades productivas mediante mecanismos comerciales, el crdito y la poltica, contena una numerosa poblacin campesina, concentrada en la regin noroeste, que produca diversos bienes para el utoconsumo.Tambin se cosechaban cantidades importantes de yerba mate y tabaco, que en parte se elaboraban para colocar en los mercados coloniales. Una modesta actividad ganadera provea de cueros al comercio transatlntico y de materia prima a los curtidores locales, que enviaban cantidades apreciables de suelas a otras regiones.Luego de la revolucin, y pasado el agitado perodo de control artiguista, una transicin relativamente ordenada permiti la continuidad de las elites coloniales en el poder. La poltica proteccionista de sus gobiernos y un cierto equilibrio fiscal hicieron que escapara a los pesares sufridos por la mayor parte del territorio y le permitieron un crecimiento considerable.La poblacin crecera de 30.000 habitantes en 1814 a 84.500 en 1854, siendo ms dinmica la rural. Aunque la regin norte sigui siendo la ms poblada, la de mayor crecimiento relativo fue el sur, la zona de expansin ganadera. Las exportaciones de Corrientes reflejan claramente estos cambios: si hasta fines de los 20 tienen un perfil diversificado manufacturero/agropecuario (suelas, tabaco, cigarros y yerba), luego se acentuar el perfil ganadero. El stock ganadero aumenta ignificativamente si se da crdito a las cifras disponibles para 1829 y 1837: los vacunos pasan de 224.000 a 467.000, los equinos de 74.000 a 81.000 y los ovinos de 60.000 a 108.000 entre ambas fechas.De cualquier manera el mundo agrario correntino continuar signado por la heterogeneidad. En las zonas noroccidentales, de vieja colonizacin, predomina la produccin mixta de pequeos productores de autosubsistencia y para mercados locales, con algunas haciendas complejas, y hacia el sur se extiende la zona de crecimiento reciente de estancias ganaderas. Sin embargo en esta ltima regin, as como en el resto del territorio, jttnto a algunas estancias moderadamente grandes lo que prima es la mediana y pequea produccin familiar: casi no aparecen "peones" en los padrones y muchos de los trabajadores de las estancias ms grandes parecen haber sido "pobladores" que con sus familias producan para s y ofrecan trabajo eventual al propietario de la tierra. Para 1832, por ejemplo, slo el 8 por ciento de las explotaciones agrarias censadas tienen ms de 1.000 vacunos, de las cuales las tres mayores tienen 7.000, 7.200 y 6.700. El promedio de vacunos por explotacin en toda la provincia es de 413 cabezas, aunque con diferencias regionales destacadas: en Ensenadas, cerca de la capital, el promedio apenas llega a las 90 cabezas por propietario, mientras que en las zonas ms australes, como Curuz Cuati, llega a 608.De todo el litoral el crecimiento ms vertiginoso es sin duda el de la campaa de Buenos Aires, seguido ms tardamente por Entre Ros.La historiografa consideraba que este crecimiento habra estado signado por la monoproduccin ganadera an ms que en la poca colonial. Vacuna primero e incorporando en los aos 40-50 masivamente el lanar, la expansin acelerada de la gran estancia se vio amparada por el Estado, que se encontraba en manos de los estancieros, directa o indirectamente. Fue necesario recurrir a contingentes cada vez mayores de trabajadores que a pesar de las continuas migraciones seguan siendo escasos. Esta escasez se vea agravada por el fin progresivo de la esclavitud africana y por la constante demanda de hombres por parte de los ejrcitos. Sin embargo, el Estado, bajo influencia de los grandes estancieros, habra tratado de solucionar esta contradiccin a travs, sobre todo, de una poltica de control legal y represivo de los sectores ms pobres de la poblacin rural. As, el creciente despliegue del aparato estatal en la campaa, con los jueces de paz, sus alcaldes y tenientes alcaldes, y todo el instrumental de las leyes de "vagancia", que les permita convertir a los ms demunidos en reclutas o trabajadores forzados, aparecen como signos evidentes de esta complicidad.El inters creciente de las elites locales por el hinterland rural, la valorizacin del ganado, se refleja de manera contundente en una expansin del territorio sin precedentes: la campaa militar de Martn Rodrguez en los inicios de los aos '20, seguida a principios de los '30 por la que dirigi Juan Manuel de Rosas, multiplic varias veces el territorio a disposicin de Buenos Aires hacia el oeste y el sur, hasta llegar a un total de casi 180.000 kilmetros cuadrados. En Entre Ros se produjo un proceso similar en los aos '30 y '40, c i una expansin en la frontera hacia el nornordeste, convirtiendo toda la franja del ro Uruguay en una de las ms ricas regiones agrarias del territorio.Se habra forjado as un "consenso agroexportador" en la regin litoralea, que colocaba a los grandes hacendados en el centro de la escena, prometiendo una prosperidad sin igual en la regin y asegurando trabajo a cantidades crecientes de pobladores, acceso a bienes de consumo importados de calidad y baratos, etc. La apertura a los mercados externos, que inclua tambin la importacin de harina que permita abaratar el consumo y, por ende, los costos de la mano de obra local, no habra encontrado la resistencia que tuvo en otras latitudes del territorio, donde se intentaron adoptar algunas medidas de corte proteccionista.Todo esto habra dado entonces un golpe de muerte a la articulacin entre la pequea produccin agrcola y la estancia ganadera de fines de la poca colonial, y habra favorecido la expansin acelerada de la gran estancia monoproductora, que pasaba a concentrar en sus manos no slo la casi totalidad de la produccin rural, sino tambin a la mayora de la poblacin rural que se reuna en su interior como mano de obra dependiente. Y no cabe duda de que el crecimiento de la gran propiedad ganadera fue una realidad. La magnitud de algunas de las nuevas grandes estancias era incomparablemente ms grande que las mayores de la poca colonial. A los estmulos del mercado, se sumaron las manipulaciones de las leyes de enfiteusis dictadas en los aos '20 y luego los premios y las ventas masivas de tierras del Estado de la poca de Rosas. Slo con la enfiteusis se dieron en usufructo unas 2.500 leguas cuadradas (cada una de 2.700 ha) entre 1823 y 1840. Y si bien exista un lmite -bastante amplio, a decir verdad- al tamao de la tierra que se poda recibir, algunos personajes lograron superarlo ampliamente por medio de transacciones privadas. Entre 1836 y 1840, a su vez, se vendieron cerca de 1.300 leguas cuadradas y cantidades menores fueron otorgadas por Rosas como premio a la fidelidad o donaciones a serviciosespeciales. De esta manera se constituyeron algunos grandes emporios terratenientes y ganaderos. Para dar slo algunos ejemplos, Rosas, en los aos '40, posea un complejo de varias estancias, en las cuales criaba ms de 100.000 vacunos que a su vez faenaba en un saladero-matadero de su propiedad. Sus primos, los Anchorena, disponan de ingentes cantidades de tierra y animales en diversos partidos de la campaa. Y, sin embargo, hoy se percibe que esto era slo una parte de la realidad del crecimiento agrario de la primera mitad del siglo. En primer lugar, la tendencia monoproductora no parece haber sido tal. Por un lado, el crecimiento de los mercados locales por el aumento demogrfico produjo un estmulo a la roduccin agrcola que, aun a pesar de importaciones espordicas de harina, provoc un incremento del hinterland productor. Si a fines de la Colonia el eje triguero se concentraba sobre todo en las cercanas al norte y al oeste de la ciudad de Buenos Aires, ahora el crculo se ha cerrado incluyendo tambin el sur prximo -sobre todo Quilmes-, antes dedicado a la ganadera. Pero adems se desarrollaron zonas agrcolas ms alejadas, que conocern un boom triguero muy importante, como el partido de Lobos en las primeras dcadas del siglo XIX y, hacia mediados de siglo, Chivilcoy. Igualmente, el crecimiento demogrfico de la campaa y el surgimiento de poblados rurales estimularon la formacin de crculos hortcolas y agrcolas a su alrededor. El crecimiento espectacular de pueblos como San Nicols o Chascoms es apenas una muestra de un fenmeno ms generalizado. En segundo lugar, en cuanto a la ganadera, si bien es cierto que el vacuno -con el estmulo suplementario del saladero- conoci un crecimiento sorprendente, tambin hubo un crecimiento del lanar ms temprano que lo pensado. Esto no es una novedad, ya que la cra de ovejas viene del perodo colonial. Sin embargo, la cra es ahora especializada y se hacen intentos tempranos de mejora de los rebaos, al calor de la demanda de lana del mercado exterior. En los aos '30 hubo en este sentido algunas diferencias regionales mportantes en la campaa portea: mientras los partidos de ms vieja colonizacin y cercanos a la ciudad, como Cauelas, San Vicente, Monte, etc., conocieron una fuerte especializacin en el lanar, y una cra de muy pocos vacunos, estos ltimos se explotaban principalmente en los partidos ms nuevos de la frontera, donde las ovejas slo aparecen de manera marginal.Al mismo tiempo, el crecimiento espectacular de algunas muy grandes estancias ganaderas no implic la desaparicin de la pequea produccin agrcola ni mucho menos de la pequea produccin ganadera. Millares de pequeos pastores y agricultores siguieron poblando la campaa. Algunos eran propietarios o arrendatarios de tierras ajenas, como era muy frecuente en los partidos de ms vieja colonizacin y cercanos a los grandes mercados, y muchos otros ocupaban tierras del Estado o de particulares en zonas de frontera, sin siquiera pagar un arriendo. Se conocen ejemplos variados de formas de ocupacin de la tierra en las regiones nuevas. Por un lado, algunas familias se instalaban en tierras que el Estado les ceda, con la promesa de convertirlos en propietarios en la frontera; otros lo hacan informalmente, pero esa ocupacin les generaba derechos que las costumbres rurales reconocan como vlidos y las autoridades no siempre podan desconocer; y finalmente otros se instalaban en tierras de propiedad privada como "pobladores". Estos tenan el consentimiento de los propietarios para establecerse con sus familias en los mrgenes de sus tierras, y realizar all algunas actividades productivas por cuenta propia. A cambio de ello, el poblador en general no parece haber tenido que pagar una renta, sino ms bien brindar alguna colaboracin eventual en las faenas de la estancia principal, pero sobre todo bastaba con que, instalndose en los mrgenes de la estancia, hiciera de barrera, para que los animales del propietario no salieran de su propiedad o animales ajenos no invadieran sus tierras. Las propias estancias de Rosas dan cuenta de esta compleja situacin. En sus vastas propiedades de Las Flores, Monte o Cauelas, adems de las grandes cantidades de vacunos, ovinos y tambin cultivos que laboraban sus peones, se encontraban decenas de pobladores, a veces pequeos agricultores, pero tambin pequeos o medianos pastores, que con sus ganados y cultivos ocupaban partes no despreciables de las tierras del gobernador.De esta y otras maneras una pujante sociedad campesina creci alrededor o incluso en el interior de mas grandes estancias ganaderas. En las zonas intermedias de cra de ovejas y en las zonas agrcolas ms cercanas a la ciudad se desarrollaron ampliamente los mecanismos de arriendo y aparcera, que prepararan el terreno para desarrollarlos en mayor escala en la poca siguiente de la inmigracin masiva europea y de desarrollo del lanar.Entre Ros se encontraba en una situacin similar a la de Buenos Aires, aunque con una dcada de retraso aproximadamente. Ah la estancia ganadera vacuna tuvo un crecimiento sin precedentes.El propio Urquiza sirve como ejemplo, con sus enormes propiedades y su saladero, que constituan probablemente la mayor concentracin humana de la provincia con unos 140 trabajadores. Pero nuevamente encontramos una pujante sociedad de pequeos y medianos productores, que le disputan a la gran estancia, no el control de la mayor parte del stock animal, sino el control sobre la poblacin. Los censos entrerrianos de la dcada de 1840 muestran a la mayor parte de la poblacin en pequeas unidades censales, que constituyen esas familias empeadas en criar unos pocos animales y tambin en cultivar la tierra. Una diferencia importante apareci aqu respecto de Buenos Aires: mientras en esta ltima la estancia monoproductora vacuna se fortaleci sobre todo en la nueva frontera, en la provincia de Urquizala expansin fronteriza sera realizada sobre todo por pequeos labradores migrantes, mientras que las grandes estancias ganaderas se expandan en las regiones de ms antigua colonizacin de Concordia y, sobre todo, de Concepcin del Uruguay. Sea lo que fuere, el crecimiento entrerriano result espectacular y permite entender muchas cosas de la rivalidad y a su vez de la fortaleza de la provincia, a la hora de organizar el enfrentamiento con el todopoderoso gobernador de Buenos Aires. Si el crecimiento demogrfico de Buenos Aires en la primera mitad del siglo XIX fue enorme -alcanz una tasa anual promedio de algo ms del 3 por ciento entre 1822 y 1869-, el de Entre Ros fue casi del 4 por ciento anual entre 1820 y 1869 (quizs el ms alto de todo el territorio), pasando su poblacin total entre las dos fechas de unos 20.000 a cerca de 134.000 habitantes.Este fabuloso crecimiento demogrfico del litoral se hizo en parte a expensas del interior, que le enviaba cantidades crecientes de migrantes, que provenan en buena medida de Santiago, San Luis, Crdoba, Misiones o incluso de la Banda Oriental (muchos de stos se haban dirigido a Entre Ros al iniciarse los conflictos y la crisis en su regin de origen) y aceptaban trabajar como asalariados en las nuevas estancias ganaderas del litoral, pero son tambin muchos de estos migrantes quienes van a poblar la frontera, accediendo a una parcela como arrendatarios, "pobladores" o simples ocupantes. Las estructuras demogrficas del litoral y tambin del interior parecen reflejar bastante fielmente estos cambios. Si se toma el caso hoy bien conocido de Santiago del Estero a inicios del siglo XIX, se encuentra all una poblacin con mayora femenina (por la emigracin de varones y la propia guerra), una parte muy importante de los hogares encabezados por mujeres y un aumento de las familias complejas, con muchos miembros parentales o no, que crecen como respuesta a una economa frgil y cada vez ms desigual. Se nota una proliferacin de dependientes en el interior de algunas familias, sobre todo de "criadas" o "agregadas", que reflejan la necesidad de proteccin de familias incompletas y sin acceso a la tierra. Estas dificultades tambin se ven en el retraso de la edad para contraer matrimonio y en los altos ndices de soltera femenina definitiva, que sin duda deben repercutir en bajas en la natalidad.En el litoral, la contracara: menores ndices de soltera femenina y edades ms tempranas para el matrimonio explican una natalidad ms pujante que, combinada con una menor mortalidad y la llegada de inmigrantes, producen un crecimiento demogrfico acelerado. Hay tambin aqu una mayora de varones sobre mujeres (los que faltan en el interior expulsor), y un predominio de familias nucleares, pequeas, que parecen ser el resultado de la posibilidad de las parejas jvenes de independizarse tempranamente de sus familias de origen, gracias a la consecucin de una parcela de tierra o incluso de algn trabajo asalariado. Por supuesto,en el propio litoral la situacin es compleja. Las zonas de ms vieja colonizacin y propiedad plenamente privada de la tierra -como es el caso bien estudiado de San Nicols de los Arroyos- conocen un proceso demogrfico distinto del de las zonas nuevas: tambin ellas se convierten en expulsoras de vma poblacin que se dirige hacia la nueva frontera en busca de mejores oportunidades.En definitiva, un proceso intenso y complejo de movimientos poblacionales va volcando los excedentes hacia las nuevas regiones del litoral, que crecen de manera pronunciada. Al final del perodo, el resultado es un nuevo equilibrio econmico pero tambin demogrfico de todo el territorio del ex Virreinato, que ha dejado de favorecer a las regiones del interior y ahora aparece claramente beneficiando a ese litoral, y que mira hacia el Atlntico en busca de mercados y mercaderas, pero que tambin observa los mercados regionales y sobre todo a los migrantes -todava del norte, ms adelante de Europa- que le permiten emprender la expansin agraria, que sin ellos hubiera sido impensable.Esos migrantes no slo posibilitaron el crecimiento econmico, la puesta en valor de ingentes cantidades de tierras nuevas, sino que adems dejaron su impronta cultural sobre todo el litoral. Desde el folclore, las formas del habla, las comidas, hasta los mecanismos de reciprocidad campesina, sintieron la influencia de los millares de viajeros del norte que llegaron al litoral en busca de una vida menos dura. Una investigacin reciente sigue las huellas de la transferencia de estos mecanismos de reciprocidad, de los cuales se encuentran testimonios ya en el siglo XVIII y se continan casi hasta el presente en diversas regiones del litoral. Los paisanos, labradores o pastores acuden a las casas de sus vecinos a ayudarlos en el momento de la siembra o la cosecha, de la yerra o la capa de toros. A cambio son agasajados por el dueo de casa y ste se compromete a devolver el favor. En muchos lugares de la pampa se llama "minga" a este intercambio, recordando el vocablo quichua para designar estas prcticas de reciprocidad, muy difundidas hasta hoy entre los campesinos del norte argentino. Los estados de las provincias litorales tambin sacaron provecho de estos migrantes. Los ejrcitos que muchas veces emplearon Buenos Aires o Entre Ros para luchar contra otras provincias estuvieron compuestos en buena medida por oriundos de esas mismas provincias que, al llegar al litoral, y sin redes familiares locales, cayeron en las manos de las partidas reclutadoras, bajo acusacin de "vagancia" o por no tener "papeleta de conchabo".