¿Nueva integración para un viejo modelo de desarrollo? Integración JFRA-1.pdf · instancias de los procesos de integración regional de MERCOSUR, UNASUR, ALBA y en el Proyecto

la economía,la ecología y elpensamiento entiempodecrisis

11José Félix Rivas Alvarado

¿Nueva integración para un viejo

modelo de desarrollo?

JOSÉ FÉLIX RIVAS| Economista venezolano egresado de la Uni-versidad Central de Venezuela (UCV). Magíster Scientiarum en Pla-nificación del Desarrollo Económico en el Centro de Estudios del Desarrollo (CENDES) de la UCV. Diploma de Estudios Avanzados de Integración Regional y Negociaciones Internacionales. Actual-mente se desempeña como Director del Banco Central de Venezue-la y participa, como parte de la representación venezolana, ante las instancias de los procesos de integración regional de MERCOSUR, UNASUR, ALBA y en el Proyecto SUCRE. Profesor de Teoría del Desarrollo y del Subdesarrollo en la Escuela de Economía de la UCV

RESUMEN| El autor señala que aún avanzando en la Nueva Ar-quitectura Financiera regional quedaría pendiente definir que tipo de industrialización se desea, para quién y cómo producir bienes agricolas o manufacturados, qué tipo de ciudades y para qué y para quién se delinerá la integración física.Advierte que siempre que la integración se sesga hacia unos de los componentes o se convierte en un fin en sí mismo, deviene en una entelequia al ser-vicio de un tipo particular de “desarrollo”, al desarrollo capitalista, y especialmente una de sus formas específicas: del capitalismo dependiente y subdesarrollado. Es indudable que los momentos actuales en América Latina y el Caribe, representan una oportuni-dad para integrar…o para desintegrar.


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En los últimos años la región ha sido un campo fértil para el surgimiento y relanzamiento de propuestas de integración latinoamericana y caribeña. Ante los esquemas nacidos en la segunda mitad del siglo XX, surgieron propuestas que se proclamaron como alternativas, tal como la Unión de Naciones Suramericana (UNASUR), la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) y la reciente Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) (1). Es evidente que la actual crisis de la economía capitalista mundial, ha generado condiciones objetivas y oportunidades para la idea de una integración regional que responda a los intereses soberanos de la región, se legitime y se haga pertinente.

Estas situaciones, favorables a la visión de una integración desde nosotros y para nosotros, gestada a partir de una gran crisis capitalista no resulta algo nuevo para latinoamérica. De hecho, los esfuerzos de generar estrategias regionales con una clara orientación al logro de mayores grados de autonomía, fueron en su mayor parte posibles por las situaciones históricas generadas tanto por la Gran Depresión de los años 30 como las dos guerras mundiales en el pasado siglo.

En aquellos momentos, tales condiciones objetivas llevaron a concentrar la mirada y los esfuerzos en la producción nacional, en el fortalecimiento de los mercados internos y en la integración regional ante la posibilidad de agotamiento de la demanda dentro de las fronteras nacionales. Fue la época de la industrialización basada en la sustitución de importaciones (ISI), que primero fue una reacción defensiva y luego se convirtió en voluntad expresada en las estrategias de política económica. A partir de aquí, las palabras industrialización y desarrollo se encarnaron en discursos con ambición nacional y regional.

El sesgo financiero de la integración financieraActualmente, una dimensión donde el discurso renovador de la

integración se expresa con mayor fuerza, es la financiera, espacio donde

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han surgido propuestas pragmáticas frente a la crisis de la arquitectura financiera global. Es decir, gran parte del discurso de la integración latinoamericana actualmente gira en torno a una esfera que se presenta como predominante, sin embargo, no hay que perder la perspectiva que lo financiero es sólo una parte de la integración regional y, aún más, es sólo una de las manifestaciones de la crisis del sistema capitalista mundial. Este sesgo hacia la discusión del componente financiero no debe obstaculizar la visión integral de la integración.

En este sentido, hay que alertar que el sesgo financiero nace desde el mismo momento en que se elabora un análisis de la crisis. Si predomina una visión reduccionista al considerar que el origen de la crisis “tiene su epicentro” en la esfera financiera (2) , los tratamientos estarán saturados de terapias financieras. No se debe perder la visión de totalidad en cuanto al carácter de la crisis: no es sólo la “arquitectura” financiera la que esta en crisis sino la genoestructura (3) del modelo de producción y el estilo de vida del capitalismo el que está mostrando de forma inequívoca las grandes contradiciones entre la reproducción del Capital y la destrucción de la vida planetaria, entre el Estado Nacional y el poder del Capital expresado en las corporaciones trasnacionales, y entre el Capital y el Trabajo. Es una crisis estructural del Capital, por tanto es una crisis sistémica, integral y mundial.

¿Qué es lo nuevo de la nueva integración?Indudablemente, las propuestas como el Banco del Sur y la

Nueva Arquitectura Financiera, tienen la virtud de ser propuestas que trascienden la retórica que subyace a la voluntad integracionista, para convertirse en un desafío pragmático para cada uno de los gobiernos involucrados. Especialmente, porque algunos de estos gobiernos aspiran constituirse como estrategia antihegemònica en cuanto a integración regional se refiere. Pero ahí está el detalle, cuando se trata de inscribir a la integración financiera en una estrategia que enfrente al tipo de integración predominante, nos vemos obligados a responder la pregunta de ¿qué es “lo alternativo” de la integración financiera? Esta interrogante requiere responder cuál es el sentido de la integración financiera. Tener



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claro el para qué y el para quién de la integración financiera nos puede dar respuesta del cómo se construye y del cómo se hace viable este componente de la integración.

Para la integración financiera, así como para la integración en general, es importante plantear que no basta con la pertinencia y con la vigencia de la integración, sino que es fundamental despejar cuál es el objetivo último que orienta la ruta de la integración.

La integración: según el cristal con que se mire la crisis capitalistaPor tanto, así como la actual crisis capitalista ha sido definitoria

para catalizar los recientes procesos de integración, su diagnóstico es revelador de la dirección que tomarán las propuestas de solución. La crisis es un fenómeno propio de la dinámica histórica del capitalismo, pero no necesariamente los discursos y propuestas que se presentan como “alternativas” utilizan un punto de vista crítico a este sistema. Los poderes fácticos que están involucrados en la génesis y desarrollo de la crisis, continuan teniendo una gran influencia en los discursos, incluso -en algunos casos- se colocan un camuflaje que colorea algunas proclamas que se presentan como antineoliberales. Esto es de esperarse, porque a ellos les preocupa principalmente la sobrevivencia del capitalismo como sistema social. Pueden llegar hasta la denuncia de los excesos o la exhuberancia del fundamentalismo monetarista neoliberal, pero siempre tratando de que la piel cambie y que el cuerpo de la serpiente sobreviva.

Igual que en la medicina, el diagnóstico de la enfermedad es fundamental para la estrategia de curación. En las ciencias sociales, y especialmente en el análisis de económico, el diagnóstico encubre visiones basadas en intereses de poder, que se presentan muchas veces como ciencia. En este sentido, importa resaltar que los medios de comunicación trasnacionales y los voceros académicos del discurso dominante, dos componentes fundamentales de los mencionados poderes fácticos, han tratado de presentar esta crisis como “financiera”,



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como una crisis de “falta de regulación”, o en el caso extremo eliminando el término “crisis” y sustituyéndolo por eufemismos como “entorno internacional con alta incertidumbre” terminando por imponer una visión que tiende a fragmentar el problema y que termina por ocultar las causas esencialmente capitalistas de la crisis. Algo parecido ocurre con las interpretaciones que limítan el análisis en denunciar el “predominio de lo financiero sobre el sector real”, sin seguir escarbando hacia la raíz principalmente productiva de la forma de reproducción del Capital. Igualmente, se nota una visión fragmentada cuando se llega a afirmar que “esta crisis es un problema originado en los países desarrollados, y las economías latinoamericanas o en desarrollo están exentas (4) de culpa” porque, además “fueron junto con las grandes economías emergentes las únicas que recuperaron su crecimiento rápidamente”.

Es un diagnóstico o un punto de vista conveniente al status quo que favorece las respuestas parciales y sesgadas, y que por tanto se distancia de un análisis estructural y sistémico de la crisis capitalista; actúa como ideología legitimadora que hace ver que el desarrollo capitalista tuvo un accidente inesperado o una deformación patológica, además de retomar aquellas visiones dualistas que conciben la historia de la economías subdesarrolladas como independientes de la historia de las economías desarrolladas. (5) De tal manera que, si la crisis es financiera, entonces bastaría con suministrar grandes cantidades de asistencia financiera que, paradójicamente, estarán administradas por los grupos financieros dominantes. Esta ha sido la respuesta frente a la “crisis financiera” desde Estados Unidos y desde Europa.

Pero, como lo han destacado los análisis elaborados, desde la visión del pensamiento económico radical, esta es una crisis capitalista estructural e integral. La región de América Latina y el Caribe es afectada por crisis dependiendo de su conexión con la economía-mundo. Estas conexiones se pueden agrupar en cinco correas de trasmisión: a) los flujos comerciales; b) las inversiones de las empresas trasnacionales; b) los flujos financieros (créditos, el dispositivo de la deuda externa, mercados financieros internacionales y regionales); c) nuestra condición de ser georrefencialmente territorios del Capital, es decir somos fuentes



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proveedoras, por ejemplo de energía, recursos naturales (como el agua) y fuerza de trabajo barata; d) las instituciones y los modelos políticos implantados y legitimados en la región (por ejemplo los Bancos Centrales, las universidades, las agencias de rating, la tutela ejercida por las instituciones financieras internacionales, entre otras) especialmente a partir de los experimentos neoliberales y de la imposición de las “good practices” recomendadas por el Consenso de Washington; y, finalmente, e) una conexión ideológica que sigue ejerciendo una influencia poderosa: la hegemonía del pensamiento único en la teoría económica y en la política económica (especialmente el dogma del pensamiento neoclásico)

Estas conexiones se han reforzado en la medida que se ha fortalecido ese tejido que conocemos como sistema capitalista sobre la geografía mundial. Las conexiones exclusivamente económicas ensamblaron una arquitectura financiera, comercial y productiva. La globalización capitalista ha tejido una trama con eficientes interconexiones entre centros, periferias y semiperiferias. Cuando ocurre una crisis que se expresa con fuerza notoria en el centro del sistema capitalista mundial, Estados Unidos en este caso, cada vez más es mayor el número de países que se contagian significativamente.

América Latina y las economías de UNASUR, no sólo están afectadas por los contagios emanados por la crisis a través de los mercados financieros. Más bien éstos forman parte de una dinámica donde los flujos comerciales y las decisiones de inversión de las corporaciones trasnacionales tienen una gran potencialidad de generar desbalances por el lado de la cuenta corriente.

De acuerdo a la CEPAL (2011) las economías de UNASUR, luego de recibir fuertes impactos que deterioraron sus términos de intercambio en 2008 y 2009, con especial énfasis en los países mineros y los países exportadores de hidrocarburos, los valores de sus exportaciones mejoraron en 2010, sin embargo, “la cuenta corriente arrojó un déficit por segundo año consecutivo, debido al aumento de las importaciones y de las remesas de utilidades” (6).



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Resumiendo, para definir la integración y sus dimensiones, es importante la caracterización de la crisis y comprender las conexiones o enganches de nuestros países con la economía mundial. En este sentido, el enfoque que mantiene la tesis dicotómica del desacople, y que se expresa en la frase “crisis originada en los centros” (que se ha convertido en lugar común en los discursos) resulta limitada y limitante. La crisis no se origina en el norte, más bien estalla en el norte y nuestra región está conectada en la red y somos parte de la trama. Igualmente, repetimos que la crisis no es sólo financiera, por tanto, la respuesta no debe ser sólo financiera. Aquí es necesaria una advertencia: en el pasado,



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la integración regional incubó en su morfología un sesgo comercial, en los actuales momentos, si el diagnóstico de la crisis se sesga hacia lo financiero, se corre el riesgo de descuidar la atención sobre el sentido integral de la integración.

La historia de la integración es la historia de las propuestas de desarrollo La integración latinoamericana y caribeña nació de una propuesta

más amplia, de una propuesta de desarrollo estructuralista. Su historia es inseparable de la historia del pensamiento sobre el desarrollo económico y social que se gestó en la región. Cuando, en 1948, Raúl Prebisch a través de la naciente CEPAL (o la CEPAL a través de Prebisch) levantó su voz para criticar las visiones predominantes de desarrollo, hizo una propuesta global donde la integración regional era una columna fundamental. El planteo expuesto en el manifiesto de la naciente CEPAL era un discurso sólido que enlazaba cuatro partes inseparables:

a) la estrategia de industrialización para enfrentar el rezago estructural y la tendencia al deterioro en los términos de intercambio; b) la modernización de la agricultura; c) una dimensión sociopolìtica, que desde el principio estuvo presente en el análisis prebishiano, fue la mejora en las instituciones sociales (incluyendo la organización de los trabajadores y la sociedad civil, como medio de presión para mejorar sus condiciones de ingreso y de empleo por una lado y como estrategia de consolidación de los mercados internos); y, finalmente, d) la integración latinoamericana.

La industrialización y la modernización de la agricultura, predominaron en el discurso desarrollista como lineas estratégicas. La dimensión sociopolítica fue dejada de lado por la CEPAL en gran parte por su naturaleza controversial, y tendió a concentrarse en los condicionantes económicos. Finalmente, bajo este discurso desarrollista, la integración regional logró plasmarse, con gran rezago, a principio de los años 60, pero rápidamente fue reducida a su visión “mercadista” o



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comercial.

En los albores de los noventa, el Pacto Andino, una de las concreciones más cercanas a la visión cepalista, hizo algo más que un cambio de piel cuando se rebautizó como Comunidad Andina de Naciones para acomodarse a las visiones de libre comercio que se hicieron perdominantes en el discurso del desarrollo y de la integración. La institucionalidad de la integración se puso al servicio de la desintegración regional, y se dispuso a preparar el camino para servirle la mesa a los tratados de libre comercio con Estados Unidos, con Europa y con el Pacífico. El Mercosur, aún naciendo (principalmente de las dos grandes economías de suramérica) como una respuesta defensiva y acomodaticia frente a la globalización, nació sin conflictos de identidad: desde sus inicios se concentró en el business del mercado.

Es así como la propuesta de integración, tanto desde la perspectiva del desarrollismo estructuralista o del regionalismo abierto adoptado por el neoestructuralismo de la CEPAL como del neoliberalismo promovido por las Instituciones Financieras Internaciomales (IFI), responden a propuestas de “desarrollo”. En ambas experiencias históricas, la “integración” ha estado al servicio de propuestas que plantean formas de inserción más o menos subordinadas a la división internacional del trabajo asignándole a la región un rol específico en la acumulación a escala mundial.

¿Qué tenemos después de 50 años de “integración”?

Un balance del devenir histórico de la integración en los últimos 50 años, permite resaltar una trayectoria donde se consolidaron instituciones y emergieron experiencias que intentaron adaptarse a la nueva etapa de la expansión mundial del capital, especialmente en la década de los años 90: con la propuesta del regionalismo abierto, el surguimiento del esquema MERCOSUR y la transformación del Pacto Andino en Comunidad Andina. Durante esta trayectoria histórica de la integración regional, estuvo dominanda por la visión de las ventajas



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comparativas, visión que era funcional al modelo de industrialización y especialización productiva implantado por la lógica de acumulación de capital de la economía mundo y el rol de la región en la división internacional del trabajo.

Luego de medio siglo de experiencias de integración tenemos una realidad donde resaltan algunos rasgos característicos:

i. Estructuras económicas poco integradas. Esto plantea la interrogante si es una integración que desintegró o una integración dependiente al proceso consolidación del sistema capitalista mundial que generó, por la necesidad de la acumulación, economías desintegradas regionalmente.

Si medimos esta desintegración regional con indicadores comerciales, tenemos que las exportaciones intrarregionales de los países que hoy conforman la UNASUR representan para 2009 el 20%, en comparación



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con lo registrado en 1960 que era del 8%. En casi 50 años, sólo han avanzado 12 puntos porcentuales. Comparando con la integración europea que en sus inicios, sobre la base de las estadísticas disponibles, este proceso ya arrancaba con un 34,5 % de su comercio en exportaciones intrarregión.

ii. Esta desintegración está acompañada de una baja diversificación productiva. Nuevamente, considerando sólo el aspecto comercial, como imagen de lo productivo, observamos en el gráfico siguiente cómo las exportaciones se concentran en actividades que tienen menor valor agregado, en comparación con aquellas actividades que conforman las importaciones.

Las exportaciones de productos primarios al mundo representan casi un 50%. Esta proporción se incrementa cuando los destinos son los principales demandantes como Estados Unidos (66,0%), la Unión Europea (54,9%), China (59,4%) y resto de Asia (62,5%). La relocalización



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industrial experimentada a mediados de los años 70, logró una reducción importante del peso de las exportaciones de productos con bajo valor agregado, sin embargo pareciera que esta reducción se estancó durante las décadas siguientes cuando se experimentaron con las políticas económicas de ajuste estructural y apertura comercial.

En 1970, las exportaciones primarias tenían un peso cercano al 89% sobre el total de exportaciones, mientras que a partir la década de los 1990 esta incidencia se estabiliza por encima del 60%. En el 2010, las exportaciones basadas en manufacturas representan la otra mitad de la torta (50,4%), pero como se puede notar el peso de las manufacturas con alta tecnología, que se exportan al resto del mundo, no supera el 4,0%, además que las que están basadas en recursos naturales representan un 26,6%. Esto significa que en un cuarto de siglo, no se logró una reducción general y significativa del peso de las exportaciones primarias, tomando en cuenta que esta disminución está concentrada en pocas economías de la región como Brasil y Argentina.

Importa resaltar la estructura de las exportaciones dentro de la Unasur y el resto de América Latina y el Caribe, donde presenta un patrón peculiar que le da un peso de 75,2% a las manufacturas en el comercio intrarregional en Unasur, aunque basada en bienes manufactureros de tecnología media y en productos basados en recursos naturales.

iii. Una región exportadora neta de capitales. Uno de los argumentos más utilizados en los últimos años, es aquél que sostiene que, como resultado de las políticas macroeconómicas de la década, la región pudo consolidar una posición externa favorable, expresada en una importante acumulación de reservas internacionales. Indudablemente, que en este resultado fue decisiva las bonanzas de precios y demanda de los commodities. Es decir, ha sido una época de términos de intercambio comercial favorables. Los países exportadores de productos primarios vieron como su posición de divisas se incrementó exponencialmente. A esto contribuyó una política deliberada de acumulación de reservas internacionales, que los principales bancos centrales llevaron de forma estricta.



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Hay que destacar dos aspectos de este desempeño macroeconómico, que caracteriza el desmpeño de las economías de la región desde finales del siglo pasado hasta la fecha. Primero, en este escenario de acumulación de reservas -dado unos términos de intercambio favorables de los commodities y una política de atesoramiento- la región desmontó el mito de la “insuficiencia de ahorro”. Las reservas internacionales acumuladas, representan un monto equivalente a las necesidades de financiamiento de la cartera de proyectos de la IIRSA. Es decir, la región acumuló reservas internacionales que en su conjunto están actualmente alrededor de los 600 mil millones de dólares. Sin embargo, al mismo tiempo se fortaleció el mecanismo de trasvase de esos ahorros al resto del mundo de esos ahorros. Es una regíón donde la fuga de capitales es endémica, a través de la balanza comercial y a través de la cuenta financiera de la balanza de pagos; el endeudamiento externo continúa siendo un mecanismo de sujeción y condicionamiento de nuestra soberanía en política económica.

Como se puede observar en los dos gráficos que se muestran a continuación, durante la primera década del siglo XXI, las economías que hoy integran a UNASUR no lograron revertir la fuga de capitales, y a pesar del incremento de las reservas internacionales, la inversión extranjera directa no logró compensar las transferencias netas de capitales. Nuestras economías ahorran cuantiosas reservas internacionales y éstas son reenviadas al exterior, contribuyendo con el proceso de acumulación de capitales de otras regiones, especialmente las industrializadas.

Finalmente, lo paradójico y lo trágico, es que este flujo de excedentes, recorre una ruta por todo el aparato circulatorio de la arquitectura financiera dominante, para terminar regresando a nuestros circuítos económicos en forma de deuda externa. Los “mercados” financieros se encargan de realizar este cambalache, utilizando gran parte de los recursos ahorrados por los países del Sur, para “prestárselos” a tasas de interés muy superiores a los que ofrecen por la colocación de las reservas en sus bancos. De esta forma, la arquitectura financiera se encarga eficientemente de mantener el dispositivo de la deuda externa que se convierte en un cepo de la esclavitud financiera (7).



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iv. Se consolidó una tendencia hacia la reprimarización de las estructuras económicas acompañada de un proceso de mantenimiento de las “asimetrías” entre las diversas economías. Como corolario, podemos concluir que la herencia de las últimas dos décadas por parte de la “integración desintegradora” ha sido, en primer lugar, la consolidación de un aparato productivo orientado a un desarrollo exógeno sobre la base de exportación de productos primarios y explotación de los recursos naturales que continúa produciendo altos niveles de pobreza y desigual distribución de la riqueza. Esto permite comprender que a pesar que la región experimentó un ciclo de auge de los comodities que la ha favorecido macroeconómicamente (incluyendo en ese período la crisis mundial actual), se ha entronizado un modelo productivo que favorece microeconómicamente a los grandes capitales al mismo tiempo que mantiene y ensancha las brechas de desigualdad.

En el ámbito agrícola, las fronteras agrícolas se han puesto al servicio de la produccción de rubros orientados a la exportación, y específicamente del monocultivo orientado a la exportación. En el ámbito minero y energético se consolida la conexión dependiente, validada por el patrón de consumo humano y productivo de los países capitalistas desarrollados. Los aparatos productivos de la región se orientan en mayor medida a alimentar al gran “autómata global” que controla el mercado mundial, proveyendo alimentos, insumos básicos y energía para la acumulación de capital basada en la extracción de plusvalía relativa y la expansión de los mercados (8) . Es un desarrollo capitalista dependiente cuya prioridad es satisfacer las necesidades del mercado mundial por encima de la satisfacción de las necesidades de la mayoría de los habitantes de nuestra región.

Adicional a esto, los esquemas de integración experimentados en la región han sido ineficientes para reducir lo que se denomina en el vocabulario de la integración regional las “asimetrías” entre los países que participan en el proceso. En la década de los años 60, los países más ricos de los que hoy es UNASUR, eran 8,2 veces más ricos que los países pobres. Esta relación apenas se modificó en casi 50 años, cuando observamos que entre 2000 y 2009, esta relación apenas se redujo a 7,6



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veces. Para tener una referencia de esta medida de asimetrías en otros procesos de integración, acudimos a la experiencia europea donde resalta un incremento de la asimetría pero sobre la base de una escala significativamente menor al de UNASUR. Entre 1970 y 1979, el país más rico de lo que hoy es la Unión Europea lo era 1,3 veces más que los pobres, mientras que en el período que transcurre entre 2000 y 2009, este indicador remonta a 2,6.

¿Para qué se quiere pensar en una nueva arquitectura económica y financiera?

Desde su nacimiento, la integración regional fue sesgándose hacia su componente comercial. En su primera etapa, las estructuras productivas de la región reciben la influencia de una industrialización


Fuente: Banco Mundial, World Economic Indicators, marzo 2011. V. López


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sustitutiva de importaciones dirigida por las empresas transnacionales, la cual terminó orientada por la propuesta de desarrollo basada en la promoción de una modernidad apoyada por la inversión extranjera directa, la trasnacionalización de las economías, y el control de la extracción de los recursos naturales por las empresas trasnacionales. En algunas experiencias nacionales el modelo desarrollista logra imponerse con relativo éxito.

Esa integración estuvo bajo el paraguas de un modelo de desarrollo industrial transnacionalizante que, a partir del reacomodo que experimenta el sistema capitalista mundial a partir de la década del 70, giró hacia políticas ortodoxas que se impusieron a finales de los años 80, momento en el cual se actualizan las propuestas de desarrollo alimentadas por el retorno de la teoría económica neoclásica, especialmente basada en la teoría del crecimiento endógeno y los 10 mandamientos del Consenso de Washington y los 10 mandamientos adicionales del Postconsenso.

Durante el reinado absoluto del modelo de desarrollo neoliberal, la integración se orientó a desintegrar regionalmente nuestras economías, y las preparó para que la apertura convirtiera nuestros Estados Nacionales en recipientes de los mercados, en proveedores de mano de obra barata y recursos naturales, y –en última instancia- en mercados que tuvieran el patrón de consumo necesario para garantizar la expansión del mercado mundial (9).

Es por ello, que cobra sentido y pertinencia los esfuerzos que en los últimos 11 años se han desplegado para desengancharse de la integración dependiente y lograr una conexión entre las naciones que permitan un desarrollo más autónomo e independiente de la región.

Adicionalmente, a las propuestas que nacieron en el siglo pasado y han sobrevivido hasta ahora (ALADI, Comunidad Andina y MERCOSUR), se han desplegado algunas iniciativas en la presente década, donde resaltan UNASUR y ALBA. UNASUR tiene una virtud en principio semántica, se habla de “unidad” para resignificar la integración. Luego, se presenta como una estratégia eminentemente política, pero



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con una intregralidad en sus componentes, no sólo es comercio, sino además es lo social, la defensa nacional, la infrestructura, lo productivo y lo financiero. Nace entonces bajo el manto de una visión que favorece una propuesta integral y soberana. Logra aglutinar la complejidad de las visiones heterogéneas. El ALBA, se presenta como un esquema donde hay una mayor homogeneidad de principios, y especialmente una visión critica al esquema de integración neoliberal y a la inserción capitalista dependiente. Esto se expresa en los principios del ALBA: respeto a la soberanía, intercambio compensado, complementariedad y solidaridad (cooperación).

Tanto UNASUR como el ALBA tienen en común una resistencia a la la propuesta estadounidense de integración-absorción (10) en el Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA) y de sus retoños, los Tratados de Libre Comercio con América del Norte (TLCAN). Sin embargo, esta resistencia no es uniforme y tiende a ser complaciente, debido a que el paradigma ALCA y de los TLC propenden a fagocitar los esquemas de integración existentes (CAN y MERCOSUR) para mutarlos a su imagen y semejanza.

Tal como lo advierte Regueiro Bello (2008), la idea de que el ALCA fue sepultada puede llevar a una lectura equivocada de la estrategia de los Estados Unidos, aún más cuando la misma ALCA, en sus documentos oficiales, está abierta a la posiblidad de coexistir “...con acuerdos bilaterales y subregionales y no afecta los derechos y obligaciones que una o más partes puedan tener en el marco de estos acuerdos, en la medida que tales derechos y obligaciones implique un mayor grado de integración que el previsto bajo las normas de este Acuerdo”

Una “nueva integración” necesita superar la visión predominante

de la integración económica regional, tanto la tradicional de raíz europea como la moderna de cuño estadounidense, de ahí que el significado de la palabra unión recoge con mayor consistencia una concepción integral y no excluyente de la integración.

Desde la República Bolivariana de Venezuela y del ALBA se han



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dado respuestas concretas a la crisis capitalista y específicamente a la dictadura de arquitectura financiera dominante. Y estas propuestas se pusieron sobre la mesa de discusión y ante los movimientos sociales, mucho antes de que explotara la burbuja financiera en la superficie de la crisis. En este sentido, Venezuela ha planteado instrumentos de integración financiera como el Banco del Sur, el Banco del ALBA y el SUCRE, sin embargo no hay que perder de vista que estos son medios que estan orientados por un propósito que esta plasmado en una propuesta de desarrollo.

Desde este punto de vista, la discusión de fondo sobre la integración financiera conduce a un cuestionamiento radical del estilo del desarrollo que están financiando las actuales instituciones financieras regionales como la Corporación Andina de Fomento (CAF) o las instituciones financieras multilaterales con importante presencia regional como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) o el mismo Banco Mundial (BM). Por contraste, así como debemos investigar y analizar la orientación de los proyectos que están financiando estos organismos y la cartera



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de proyectos de la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana (IIRSA), cabe preguntarse ¿qué proyectos serán los financiados por las propuestas involucradas dentro del enfoque de la Nueva Arquitectura Financiera, tal como el Sucre, el Banco del Sur o el Fondo de Reservas Latinoamericano?

La arquitectura financiera con rostro nuevo, se debatirá entre las interrogantes claves que marcarán su diferencia o su similutud con la integración regional heredada, inspirada tanto en el modelo europeo como en el paradigma de desarrollo promovido por las Instituciones Financieras Internacionales, y especialmente por el esquema de integración-absorción propuesto por Estados Unidos. Es decir, los recursos financieros que se capitalizaran y que conformaran las carteras de proyectos ¿continuarán validando la tendencia actual de reprimarización de las economías?

El aprovechamiento del los términos de intercambio favorables y la correspondiente acumulación de reservas internacionales, han permitido la entronización del estilo de desarrollo que, por un lado, acentúa el patrón exportador de minerales, hidrocarburos y productos agropecuarios y, por otro, convierte nuestras geografías en espacios donde se consolida la reproducción del patrón de consumo que garantiza realizar las mercancías que arroja la industria capitalista mundial. Este estilo de desarrollo se le ha llamado en el Cono Sur el “Modelo Soja-Shopping”, para significar la disociación entre los circuitos de producción y circulación presentes en la acumulación de capital en nuestras economías dependientes.

Este modelo de desarrollo no sólo aumenta la vulnerabilidad macroeconómica de nuestras economías, sino que moldea nuestras estructuras productivas de acuerdo a las estrategias de acumulación comandadas por las corporaciones trasnacionales. En este sentido, la integración regional y, particularmente la integración financiera, tiene sentido en la medida que se reflexione sobre el patrón productivo, con especial énfasis tanto en el modelo de industrialización y como en la producción agrícola. Si se trata de resignificar la industrialización ¿Para



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qué y para quién la reindustrialización?. Si se trata de fortalecer la producción agrícola, ¿seguiremos reforzando un patrón exportador que no satisface el hambre de nuestros pueblos mientras depreda nuestra naturaleza?

Igual ocurre con la integración física. Es la infraestructura determinante para construir un modelo productivo. Luego que se construye una autopista, una represa hidroeléctrica, un tendido eléctrico, un sistema de riego, un subterráneo, una hidrovía, un puerto, una red telemática y cualquier infraestructura de apoyo a la producción o a la habitabilidad, es muy difícil desmontarla para reorientar su sentido. Este es un núcleo fundamental en el proceso de integración y que avanza al paso de las cabillas y el cemento que van vaciando las corporaciones involucradas en los proyectos de infraestructura. Esta red puede ordenar el territorio para facilitar la extracción de recursos naturales y para facilitar la producción, el intercambio y el consumo de un modelo dependiente, exógeno y destructor de la naturaleza. Los megaproyectos de infraestructura que se vienen financiando o que están esperando por su activación a través de las carteras de proyectos de los organismos financieros dominantes, estan orientados a construir las venas abiertas del Siglo XXI en América Latina, garantizando hegemonías continentales y regionales. ¿Cuál es modelo de desarrollo, los intereses y el poder político que se fortifica con la ejecución de los megaproyectos contemplados en los ejes de la IIRSA?

Si los poderes fácticos actuales, permiten colocar los andamios de la llamada Nueva Arquitectura Financiera, aún quedaría pendiente responder las siguientes interrogantes: ¿Cuál industrialización? ¿Qué, para quién y cómo producir bienes agricolas o manufacturados? ¿Qué tipo de ciudades? ¿Para qué y para quién la integración física?

No basta con la pertinencia, con la vigencia de la integración financiera. Es importante el sentido de la integración. Siempre que la integración se sesga hacia unos de los componentes (ayer una integración comercial hoy una integración financiera) o se convierte en un fin en sí mismo, deviene en una entelequia al servicio de un tipo particular



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de “desarrollo”, al desarrollo capitalista, y especialmente una de sus formas específicas: del capitalismo dependiente y subdesarrollado. Es indudable que los momentos actuales en América Latina y el Caribe, representan una oportunidad para integrar…o para desintegrar.

Hace 43 años, Ernesto Ché Guevara, en el Consejo Económico y Social de la OEA reunido en Punta del Este, con una visión premonitoria dio una pauta para evaluar el tipo de integración que queremos, cuando señaló:

“Nosotros denunciamos los peligros de la integración económica de la América Latina, porque conocemos los ejemplos de Europa y, además, América Latina ha conocido en su propia sangre lo que costó para ella la integración económica de Europa. Denunciamos el peligro de que los monopolios internacionales manejaran totalmente los procesos del comercio dentro de las asociaciones de libre comercio.” R

Versión basada en la exposición presentada en el seminario internacional “La crisis y los nuevos escenarios globales. UNASUR: de la integración política a la integración económica y financiera desafíos y perspectivas”. Buenos Aires, 7 y 8 de Abril de 2011. El autor expresa su reconocimiento al apoyo cuantitativo y las opiniones de Vladimir López. Asimismo, agradece el apoyo de su equipo de trabajo conformado por los economistas Eduardo Álvarez, María Aranguren y Alejandro del Búfalo. Las ideas presentadas son de la absoluta responsabilidad del autor y no reflejan la opinión del Directorio del Banco Central de Venezuela.



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Notas

1 El CELAC es un organismo intergubernamental de ámbito regional, creado el 23 de Febrero de 2010 cuando sesionó la Cumbre de la Unidad de América Latina en México. En el ACELAC no participa ni Estados Unidos ni Canadá, en este sentido marca una diferencia importante en relación a lo que ha sido la historia de la OEA.

2 Igual ocurre con aquellos análisis que concentran su diagnóstico de la economía capita-lista (y de sus crisis) en la esfera de la circulación o en sus consecuencias ambientales. Ac-tualmente hay una profusión de análisis con una valiosa carga crítica, pero que al adolecer de una visión de totalidad, y de crítica radical al capitalismo, terminan popularizando diag-nósticos con incapié en lo financiero, lo ambiental o lo comercial. Es por ello que terminan inculpando de la crisis a los “malos” del mundo financiero y a su “exuberancia irracional” motivada por la “ambición desmedida” de obtención creciente de ganancias; o terminan co-locando como causa principal, como en el caso ambiental, a los gobiernos y corporaciones que “imponen sus intereses ante los intereses de la humanidad”.

3 Utilizo este concepto acuñado por Carlos Matus (1980) para significar los aspectos “determinantes del carácter de la formación social que permiten diferenciar un modo de producción de otro”.

4 Utilizando la palabra exenta en su aplicación a “la construcción que está aislada o separada de un muro u otra construcción” (Diccionario Manual de la Lengua Española Vox. 2007. Edit. Larousse ). El subtitulo del Panorama de la Inserción Internacional de América Latina y el Caribe 2009-2010, elaborado por la CEPAL (2010), expresa esta dicotomía: “Crisis originada en el centro y recuperación impulsada por las economías emergentes”.

5 Tal como lo precisó, en su momento, André Gunder Frank (2005): ambas historias son partes inseparables de una historia común, la del sistema capitalista mundial. De esta forma, no se puede aceptar como serio un discurso que sostenga que la crisis es un pro-blema que se gestó en los países capitalistas desarrollados, a pesar de que esta afirmación resulta atractiva para una audiencia incauta. Esta visión justificó en gran parte la pasividad y falta de audacia de la región frente al carácter y profundidad de la crisis, por parte de la mayoría de las instituciones del Estado que en cada país tienen como responsabilidad comandar la política monetaria, financiera y fiscal. Actualmente, en esta nueva temporada de la crisis capitalista, muchos de ellos están alarmados por la posible guerra de divisas y por los efectos “sifón” que pueden causar los flujos de capitales financieros especulativos.

6 El informe también señala que el déficit en cuenta corriente fue de una magnitud que



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fue “fácilmente financiado por el ingreso de capitales externos a la región, lo que permitió a la mayoría de los países incrementar sus reservas internacionales a niveles superiores a los de 2008”

7 Tal como lo ha expuesto la profesora Judith Valencia en sus trabajos, el “dispositivo de la deuda externa” junto con la imposición del modelo de funcionamiento de los Bancos Centrales (que lo hacían dependientes de las instrucciones impartidas por las Instituciones Financieras Internacionales ), dejó a los gobiernos sin fondos para gobernar y sometió la poca autonomía que tenían para hacer políticas económicas nacionales.

8 Resalta que los procesos de acumulación de capital están basados en modelos prima-rio exportadores tanto de productos mineros y energéticos tradicionales como el cobre y el petróleo, como de nuevos productos agroexportadores como la soya, el girasol, la cánola y el sorgo. En estos últimos casos, tales rubros comparten los siguientes atributos: son productos transgénicos, están orientado más a la exportación, desplazan productos que podían satisfacer prioritariamente el consumo interno y su escala productiva forma parte más a las planeación estratégica de las empresas trasnacionales que a una planificación del desarrollo nacional. En este sentido, acudimos a lo que se han llamado economía bajo el modelo “soya-shopping”, expresión gráfica de la alta desarticulación entre los circuitos de la producción y de circulación interna de bienes. Tal como lo señalaron los trabajos tanto de Ruy Mauro Marini y de Max Flores Díaz, son procesos de acumulación donde los circuitos están rotos hacia los internos y abiertos hacia lo externo.

9 No es extraño que los representantes de la visión de mercado expresen su rechazo de forma irónica cuando se mencionan las palabras soberanía, independencia, autodetermi-nación, nación y pueblo. Por lo contrario, es totalmente coherente este punto de vista que considera que la globalización convirtió tales nociones en arcaísmos, y por tanto según esta perspectiva en la Aldea Global nos corresponde colaborar con el desarrollo del mundo libre, no somos ciudadanos en tanto somos consumidores, y la única soberanía que vale es la “soberanía del consumidor”; debemos abandonar la ilusión de crear sistemas nacionales de innovación porque la corporaciones trasnacionales nos traen el progreso técnológico suficiente para ser consumidores democráticamente felices.

10 La autora citada evalúa los esquemas de integración presentes en el continente, en contraste con la propuesta ALCA identificada con un proceso de integración-absorción en la medida que la misma es funcional por un lado con los cambios en el patrón de acumulación del capital impulsado por la economía estadounidense, y por el otro lado con la reestructu-ración de la hegemonía de los Estados Unidos después del derrumbe del bloque socialista.



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Referencias

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Nosotros denunciamos los peligros de la integración económica de la América Latina, porque conocemos los ejemplos de Europa y, además, América Latina ha conocido en su propia sangre lo que costó para ella la integración económica de Europa. Denunciamos el peligro de que los monopolios internacionales manejaran totalmente los procesos del comercio dentro de las asociaciones de libre comercio.

Comandante Ernesto Guevara

Punta del Este, Uruguay, 8 de agosto de 1961.Consejo Interamericano Económico y Social de la OEA

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¿Nueva integración para un viejo modelo de desarrollo? Integración JFRA-1.pdf · instancias de los procesos de integración regional de MERCOSUR, UNASUR, ALBA y en el Proyecto