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Número 80

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  • Nueva poca N. Abril-Junio 1993

    80

    REVISTA DIESTUDIOSPOLTICOSANTONIO MORALESMOYAGUILLERMOMRQUEZ CRUZ

    NGELCUENCAAGUSTN SNCHEZDE VEGAFELIPE AGEROPIWONKAy MARIANO TORCALLORENTE

    Los conflictos ideolgicos en el siglo xvmespaolLa transicin local en Galicia: Continui-dad de las lites polticas del franquismo yrenovacin de los gobiernos localesValor y LeyPrimeras reflexiones sobre la Ley del Con-sejo Econmico y Sociallites, factores estructurales y democrati-zacin

    CENTRO DE ESTUDIOS CONSTITUCIONALES

  • CONSEJO ASESOR

    Presidente: CARLOS OLLERO GMEZ

    Luis Aguiai de Luquc, EHseo Aja Fernandez, Carlos Alba Torcedor. Enrique AlvarezConde. Osear Alzaga Villaamil, Miguel A Aparicio Prez, Manuel Aragn Reyes,Andrs de Blas Guerrero, Carlos de Cabo Martn, Jos Luis Cascajo Castro, JosCazorla Prez, Josep M. Colomer, Pedro Cruz Villaln, Luis Diez del Corral, EduardoEspfn Templado, Jorge de Esteban Alonso, Rodrigo Fernndez Carvajal, Juan FerrandoBada, Manuel Fraga Iribarne, Jess Fueyo Alvarez, Ramn Garca Cotarelo, ngelGarrorena Morales, Jos Antonio Gonzlez Casanova, Jos Juan Gonzlez Encinar,Miguel Herrero y Rodrguez de Min, Gurutz Juregui Bereciartu, Javier JimnezCampo, Manuel Jimnez de Parga, Ignacio Mara de Lojendio, Luis Lpez Guerra,Antonio Lpez Pina, Pablo Lucas Verd, Jos Mara Maravall Herrero, Miguel Mar-tnez Cuadrado, Isidre Molas Batllori, Jos Ramn Montero Gibert, Ral MorodoLeoncio, Francisco Murillo Ferrol, Dalmacio Negro Pavn, Alfonso Padilla Serra,Manuel Pastor Martnez. Javier Prez Rovo Nicols Prez-Serrano Juregui. Jos A.Portero Molina, Ramn Punset Blanco, Manuel Ramrez Jimnez, Francisco RubioLlrenle, Joaqun Ruiz-Gimnez, Julin Santamara Ossorio, Jordi Sol Tura, JoaqunToms Villarroya, Antonio Torres del Moral, Gumersindo Trujillo Fernndez, Josep

    Valles Casadevall, Santiago Vrela Daz, Caries Viver Pi-Sunyer

    Director: PEDRO DE VEGA GARCA

    Secretario: JUAN JOS SOI.O/.ABAI. ECHAVARRIA

    El Centro de Estudios Constitucionales no se identificacon los juicios de los autores de esta Revista

  • REVISTADE

    ESTUDK )LITICO;

    Abril-Junio 1993

    CENTRO DE ESTUDIOS CONSTITUCIONALESPLAZA DE LA MARINA ESPAOLA, 9

    28071 MADRID

  • La correspondencia con la REVISTA DE ESTUDIOS POLTICOSdebe dirigirse a la Secretara de la misma:

    FUENCARRAL, 45 - 28004 MADRID - TELFONO 531 95 53

    NORMAS PARA EL ENVI DE ORIGINALES

    1. El original de los trabajos se enviar a Revista de Estudios Polticos, Fuenca-rral, 45-6.a planta. 28004 Madrid

    2. Los trabajos deben ir mecanografiados a doble espacio y no exceder de treinta ycinco pginas. Si es posible, en su caso, acompaados de la versin en diskette.

    3. Cada texto debe ir precedido de una pgina que contenga: Ttulo del trabajo Nombre del autor o autores Direccin completa y telfono del autor Nmero del NIF

    Suscripciones:

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    O Fuencarral, 4528004 MADRID - Telfono 531 64 30

    PRECIOS 1993

    NUMERO SUELTOEspaa

    1.400ptas.

    Extranjero

    22$

    SUSCRIPCIN ANUALEspaa

    4.800 ptas.

    Extranjero

    61 $

    Diseo: JESS PREZ MERCHN

    ISSN: 0048-7694 Depsito legal: M. 2.4261958 IPO: 005-93-003-5

    ARTES GRFICAS BENZAL, S. A - Virtudes, 7 - 28010 MADRID

  • COLABORAN EN ESTE NUMERO

    MIGUEL J. AGUDO ZAMORA

    Licenciado en Derecho por la Universidad de Crdoba. Colaborador del rea de conocimiento deDerecho Constitucional del Departamento de Instituciones Jurdicas, Pblicas y Privadas de la Facultadde Derecho de la Universidad de Crdoba. Se encuentra trabajando sobre la Eficacia interna delConvenio Europeo de Derechos Humanos, tema del que en breve leer la tesina.

    FELIPE AGERO PIWONKAProfesor de Ciencia Poltica en Ohio State University. Doctoren Ciencia Poltica por Duke Univcrsityy Licenciado en Sociologa por la Universidad Catlica de Chile. Ha sido Faculty Fellow del HelenKellogg Institute for International Studies en la Univcrsity of Notre Dame e investigador visitante enla Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, FLACSO-Chile. Felhw del Inslitute for AdvancedStudy, Princeton, durante el ao acadmico 1993-1994. Autor de Sohliers, Civilians and Oemocracy:Post-Franco Sp

  • Elecciones en Amrica Latina (ed. AIETI, Madrid, 1992) y coautor de Partidos polticos y procesoselectorales en Uruguay (1971-1990) (cd. CEDEAL, Madrid, 1993). Especialista en poltica latino-americana, ha sido Visiting Research en el Centro Latinoamericano de Economa Humana (Montevi-deo), en el Instituto de Ciencia Poltica (Santiago de Chile) y en el Center for Ibcrian and LatinAmerican Sludies, Univcrsity of California (San Diego).

    NGEL CUENCA MOLINADoctor en Filosofa. Profesor Asociado de Filosofa del Derecho, Moral y Poltica de la Universidadde Murcia. Ha publicado el libro Dialctica, mito y lenguaje (PPU, Barcelona, 1990) y el artculoRasgos antropolgico-cticos en el pensamiento de Paul Ricoeur en Anales ile Filosofa de la Univer-sidad de Murcia

    FERNANDO FILGUEIRA

    Socilogo Investigador de PEITHO (Sociedad de Anlisis Poltico) y del Instituto de Ciencia Polticade la Universidad de la Repblica, Montevideo. Autor de diversos artculos de temtica sindical enAmrica Latina, es coautor de Gobierno y poltica en Montevideo (ed. PEITHO, Montevideo, 1991).En la actualidad Ph. D. (c) en el Departamento de Sociologa, Northwestern University, Chicago.

    GUILLERMO MRQUEZ CRUZDoctor en Ciencia Poltica. Profesor Titular de Ciencia Poltica y de la Administracin en la Facultadde Ciencias Polticas y Sociales de la Universidad de Santiago de Compostela. Tambin ha sidoprofesor en la Facultad de Ciencias Polticas y Sociologa de la Universidad de Granada. Diplomadoen Derecho Constitucional y Ciencia Poltica por el Centro de Estudios Constitucionales (1979-1981).Autordclaobra Movilidad poltica y lealtad partidista en Andaluca, 1973-1991 (CIS, Madrid, 1992).

    ANTONIO MORALES MOYACatedrtico de Historia Contempornea de la Universidad de Salamanca. Autor, entre otras obras, dePoder poltico, economa e ideologa en el siglo XVIII espaol: la posicin de la nobleza (Madrid,1983); La poltica social de la Ilustracin, en el lomo XXXI de la Historia de Espaa, fundada pordon Ramn Menndcz Pidal y dirigida por don Jos Mara Jover (Madrid, 1987); Reflexiones sobreel Estado espaol, siglo XVIII; Ayer y hoy de la revolucin francesa (1991); Historia y postmodernidad(Madrid, 1992), y Biografa y narracin (Salamanca, 1993).

    JOAN OLIVER ARAJOCatedrtico de Universidad de Derecho Constitucional. Secretario General de la Universidad de lasIslas Baleares desde 1987. Ha obtenido los Premios Extraordinarios de Licenciatura y de Doctorado,el Premio La Ley 1981 y el Premio Nicols Prez Serrano 1985. En 1983 fue becado por laFaculte Internationale de Droit Compar (Estrasburgo) y en 1988 ampli estudios en la Ctedra deDerecho Constitucional de la Universit dcgli Studi di Siena. Ha publicado: La II Replbica enBaleares: elecciones y partidos polticos (1983); El recurso de amparo (1986); Estudios sobre elEstatuto de Autonoma para las Islas Baleares (1988); L'autonoma universitaria de la Universitatde les liles Balears (1990); El sistema poltico de la Constitucin espaola de 1931 (1991), y Laobjecin de conciencia al servicio militar (1993). Tambin ha publicado numerosos artculos de suespecialidad en diversas revistas cientficas y ha impartido cursos y seminarios en varias Universidadeslatinoamericanas.

    JESS M." OSES GORRIZProfesor titular de Historia de las Ideas Polticas de la Universidad Pblica de Navarra. Autor dellibro La sociologa en Ortega y Gasset (Ed, Anthropos, Barcelona 1989) Ha publicado diversosartculos sobre Ortega, Burke, De Maistre y el pensamiento reaccionario francs.

    OCTAVIO SALAZAR BENITEZ

    Licenciado en Derecho. Colaborador del rea de Derecho Constitucional del Departamento de Insti-tuciones Jurdicas Pblicas y Privadas de la Facultad de Derecho de Crdoba Beca de Introduccina la Investigacin de la Junta de Andaluca (de marzo de 1991 a marzo de 1993). Primer premio deHumanidades de la Universidad de Crdoba en el Concurso de Ensayos Expo-Univcrsitas 92, organi-zado por la Oficina del Comisario de la Exposicin Universal de Sevilla, con El futuro empiezamaana, publicado posteriormente en el libro La juventud universitaria ante el futuro, editado por

  • la misma Expo. Primer premio de ensayo en el concurso Los jvenes ante el encuentro de Europa,organizado por Radio Nacional de Espaa en 1989. Ha finalizado su tesina sobre El derecha a latutela judicial efectiva y est trabajando sobre su tesis doctoral.

    AGUSTN S. DE VEGACatedrtico de Derecho Constitucional (E.U.) en la Universidad de Salamanca. Premio Extraordinariode Licenciatura y de Doctorado. Ha sido becario de Investigacin en la Corte Constitucional italiana.Colaborador habitual de esta revista y de otras de su especialidad. Es autor de varias publicacionessobre temas como el Tribunal Constitucional y su jurisprudencia, el decrcto-ley o el Derecho departidos.

    MARIANO TORCAL LORENTELicenciado en Ciencias Polticas y en Sociologa por la Universidad Complutense de Madrid. Hacursado el Master en Relaciones Internacionales del Instituto Universitario Jos Ortega y Gasset y elMastcr en Ciencia Poltica por Ohio State Univcrsity. Asimismo es candidato a doctor en CienciaPoltica por la Universidad Complutense de Madrid y por la de Ohio State Univcrsity. TravellingScholar en el Intcr-University Consortium for Political and Social Research (Universidad de Michigan)y en el Instilulc for Social Research (Universidad de Michigan) durante los semestres de verano 1992y 1993, respectivamente. En la actualidad es becario Fulbrighl, beca que disfruta desde 1990. Hapublicado diversos trabajos sobre cultura poltica, el cambio cultural en Espaa, sobre las orientacionespolticas en las Comunidades Autnomas y sobre el sistema electoral en Espaa. Es tambin coautor,con Javier Snchez Camn, de Uiilidndes de SPSSIPC. publicado recientemente en Alianza Univer-sidad.

    COLN TURPINFellow del Clare Collcgc de Cambridge y Reader de Derecho Pblico en la Universidad de Cambridge.Estudi en la Universidad de Cape Town (Surfrica) y posteriormente en Cambridge, en donde haenseado Derecho desde 1961. Su principal objeto de estudio es el Derecho Constitucional del ReinoUnido y ha publicado diversos libros sobre ese tema, como ritish Government and the Constitutiony Government Procurement and Contrais.

  • NDICE DEL NUMERO 80

    Pginas

    ESTUDIOS

    ANTONIO MORALES MOYA: LOS conflictos ideolgicos en el siglo XVIII espaol . 1GUILLERMO MRQUEZ CRUZ: La transicin local en Galicia: Continuidad de las

    lites polticas del franquismo y renovacin de los gobiernos locales 39NGEL CUENCA: Valor y Ley 121AGUSTN S. Di- VEC A: Primeras reflexiones sobre el Consejo Econmico y Social . 157

    NOTAS

    COLN TURPIN: Tendencias recientes en el Derecho Constitucional britnico ... 185XAVIER BALI.ART: Evaluacin de polticas (Marco conceptual y organizacin ins-

    titucional) 199JESS M .a OSES GORRIZ: Joseph de Maistre: un adversario del Estado moderno.. 225JUAN BOSCO DIAZ-URMKNF.TA MUOZ: Isaiah Berln y la pluralidad defines .. 247JORGE BENEDICTO: Espectadores o actores potenciales? El debate sobre los sis-

    temas de creencias polticas de los ciudadanos 271ISMAEL CRESPO MARTNEZ y FERNANDO FILGUEIRA: La intervencin de las fuerzas

    armadas en la poltica latinoamericana 297

    CRNICAS Y DOCUMENTACIN

    OCTAVIO SALAZAR BENTEZ y MIGUEL J. AGUDO ZAMORA: El sistema poltico deAndaluca 313

    NOTA BIBLIOGRFICA: ESTADO DE LA CUESTIN

    FELIPE AGERO PIWONKA y MARIANO TORCAL LORENTE: lites, factores estructu-rales y democratizacin (Una discusin de aportes recientes en la literatura) . 329

  • Pginas

    RECENSIONES

    M.' L. SANCHEZ-MEJIA: Benjamn Conslanl y la construccin del liberalismo pos-revolucionario, por Javier Fernndez Sebastin 351

    JORGE DE ESTEBAN: El estado de la Constitucin (Diez aos de gobierno delPSOE), por Jos Antonio Alonso de Antonio 363

    Luis PRIETO: Sobre principios y normas. Problemas del razonamiento jurdico,por Santiago Sastre Ariza 383

    NOTICIA DE LIBROS

    RAFAEL DIAZ-SALAZAR: El proyecto de Gramsci, por Carlos Vaquero 391DlETRICH RuESCHEMEYER, EvELYNE HUBER STEI'HENS y JOHN D. STEPHENS: Ca-

    pitalist Development and Democracy, por Ivn Llamazares Valduvieco .... 393J.-B. DUKOSELLE: Itnraires. Idees. Hommes et nations d'Occident (XIX'-XX'si-

    cles), por Jos M. Cuenca Toribio 394J. M. DE AREILZA: A lo largo del siglo, 1909-1991, por Jos Cuenca Toribio . 397F. SILVA MUOZ: Memorias polticas, por Jos M. Cuenca Toribio 399P. Salinas y J. Guillen: Correspondencia (1923-1951) (Edicin, introduccin y

    notas de A. Soria Olmedo), por Jos Cuenca Toribio 402

  • ESTUDIOS

    LOS CONFLICTOS IDEOLGICOSEN EL SIGLO XVIII ESPAOL

    Por ANTONIO MORALES MOYA

    La crisis poltica, econmica y moral, en que se debaten el Estado y lasociedad espaoles al finalizar la centuria, rota la concordia, no carente derudas tensiones, entre los ilustrados que ocupan los puestos polticos, desdelos que proyectan su ideologa a la sociedad, y los grupos privilegiadosopuestos a las luces, que se fundaba en el respeto a la monarqua absolutay a la religin catlica, sin olvidar la comn prosperidad econmica (1), semanifiesta con especial dureza en el terreno ideolgico, surgiendo la discordia,la disociacin, que permiten hablar, como dice Maras, ahora y no antes, delas dos Espaas (2). Este conflicto se desarrolla a lo largo de un procesoque tiene distintas fases.

    (1) Subraya Herr que la continuidad de la unin espiritual fundamental espaola no eraun mero azar. El desarrollo econmico que experimentaba la nacin, sobre todo a partir de 1766,tendi a reducir la tensin entre la nueva clase media y la oligarqua rural. Francia, por elcontrario, pas a partir de 1770, de un perodo de prosperidad progresiva a otro de prosperidaddecadente. Las dos dcadas que siguieron vieron aumentar la enemistad entre la nobleza y laburguesa, mientras que en Espaa ambos grupos sociales se beneficiaban de la situacin. Aqulas miradas crticas de cada grupo se dirigan, no tanto a las pretensiones del otro, como a lapoltica econmica del rey que, segn crean ellos, poda influir mucho sobre su situacin.R. HERR: Espaa y la revolucin del siglo XVIII, Madrid, 1964, pg. 193. Sobre la Ilustracinespaola, cfr. R. P. SEBOLD: Descubrimiento y fronteras del neoclasicismo espaol, Madrid,1985; R. MATE y F. NIEWOHNER (coord): La Ilustracin en Espaa y Alemania, Barcelona,1989; J. A. MARAVAI.L. Estudios de la historia del pensamiento espaol, prlogo de C. IGLESIAS,Madrid, 1991; P. AI.VARKZ DE MIRANDA: Palabras e ideas. El lxico de la Ilustracin tempranaen Espaa, Madrid, 1992.

    (2) J. MARIAS: Ortega. I. Circunstancia y vocacin, Madrid, 1960, pg. 41; y o Espaaposible en tiempos de Carlos III. 1 * ed., Madrid, 1963; 2.a ed., Barcelona, 1988.

    Rerisia tle Estmlim Poli/iros (Nueva poca)Nm. 80. Abril-Junio 199.1

  • A . LAS IDEOLOGAS CONTRARIAS A LA ILUSTRACIN

    Durante el siglo xvm coexisten diversos sistemas de representacionesideolgicas opuestos a la ideologa ilustrada, determinados, esencialmente,aunque a partir de fondos tradicionales o recibidos del exterior del pas, porlos relaciones de poder, y que tratan de justificar la existencia y aspiracionesde determinados grupos sociales y de orientar, por vas distintas de la impul-sada por el despotismo ilustrado, a la sociedad espaola.

    En efecto, pese a sus limitaciones, a las barreras que no osaba trasponer,el pensamiento ilustrado someta al juicio de la razn los valores e ideastradicionales, con grave riesgo para el orden establecido: Avanzado en supropsito de incrementar los recursos y la eficiencia del Estado, el programade los funcionarios de Carlos III encerraba en su arsenal armas capaces dedestruir el conjunto de valores en que se apoyaba la sociedad esttica delAntiguo Rgimen (3).

    As, la antigua y alta nobleza, monopolizadora del poder y la riqueza delpas, que resulta desplazada por los Borbones de los puestos de gobierno,agrupada en el que Egido ha denominado Partido espaol, realizar unapersistente oposicin a un poder reformista, tratando de ganar la opininpblica a su favor, a fin de recuperar el poder poltico perdido. Con estafinalidad, utiliza sistemticamente una literatura panfletaria y satrica, gene-ralmente annima, aunque algunos nombres conocidos: Marqus de Valdeflo-res, Conde Dolegari, Alvaro de Anaya, Freir de Silva..., muestran el carcternobiliario o eclesistico de sus autores, a travs de cuyo examen se desprendela existencia de una ideologa anti-ilustrada, escasamente compleja su fun-cin principal es ganar al pueblo en su lucha contra los ilustrados a laque cabe tipificar por las siguientes notas: concepcin de la Grandeza deEspaa como la clase fundamental del Estado, creadora de su pasada gloriay olvidada y menospreciada en el presente vase, por ejemplo, la exaltacindel Duque de Montemar frente a un hidalgelo, como Campillo (4),crtica generalizada de la covachuela, es decir, de la Administracin Cen-tral, nutrida, generalmente, por hidalgos de condicin modesta, y a sus miem-bros ms destacados, los secretarios: Grimaldo, Orendain, Campillo, Pati-no..., xenofobia fcil, es decir, nacionalismo estrecho, misonesmo, esperan-za mesinica en un nuevo monarca redentor, capaz de restablecer el antiguoorden, etc.

    (3) R. CARR: Espaa 1808-1939, Barcelona, 1969, pg. 82; sobre las limitaciones de laIlustracin espaola, cfr. E. SUBIRATS, La Ilustracin insuficiente, Madrid, 1982; A. ELORZA,Luz de tinieblas, El Pas, 17 de octubre de 1988.

    (4) Cfr. T. EGIDO: Opinin pblica y oposicin al poder en la Espaa del siglo XVIII(1713-1759), Valladolid, 1971, pgs. 187 y sigs.

  • I.OS CONFLICTOS IDEOLGICOS EN EL SIGLO XVIII ESPAOL

    Mucha mayor influencia tendr la contraideologa ilustrada elaborada porla Iglesia.

    La Iglesia espaola del siglo xvm contaba, en sentido amplio, con unmuy elevado nmero de miembros: alrededor de 140.000 en los censos deCampoflorido (1747) y en el Catastro de Ensenada (1752), algo ms de176.000 en el censo de Aranda (1768), y de 190.000 en el de Floridablanca(1787), aunque parece haber crecido en proporcin menor que el total de lapoblacin espaola (5).

    Posea, junto con su propio sistema fiscal los diezmos, grandes pro-piedades territoriales vinculadas las manos muertas: un 14,8 por 100de la extensin total de la Corona de Castilla, y un 24,3 por 100 de suproducto, lo que supona una mejor calidad del dominio eclesistico, abundan-te en tierras cultivables, un enorme patrimonio inmobiliario y un inmensocapital invertido en censos (6), aventurando Domnguez Ortiz que no haymotivos para creer que fuera distinta la situacin de la Corona de Aragn (7).En total, segn este autor, alrededor de un sptimo de la riqueza espaola,incrementada en este siglo por la subida de los precios agrarios y de la rentade la tierra, perteneca a la Iglesia y un sexto de la misma a sus prelados, 54en total, 35 en Castilla y 19 en Aragn (8), contrastando la opulencia dealgunos de stos y la de las rdenes monsticas, con la escasez de dotacionese, incluso, la insuficiencia numrica del clero parroquial. Esta propiedad,frecuentemente seorial, es decir, acompaada de derechos jurisdicciona-les (9), especialmente en Galicia, la regin clsica del seoro de aba-dengo (10), resultaba dura para los cultivadores (11), y aunque los monaste-

    (5) Cfr. A. DOMNGUEZ ORTIZ: Aspectos sociales de la vida eclesistica en los siglos xvny xvm, en Historia de la Iglesia en Espaa, t. IV: La Iglesia en la Espaa de los siglos XVIIy XVIII, dirigida por A. Mestre Sanchs, B.A.E., Madrid, 1979, pgs. 54-56

    (6) Cfr. A. DOMNGUEZ ORTIZ: Sociedad y Estado en el siglo XVIII espaol, Barcelona,1976, pgs. 362-372. Por ejemplo, el arzobispo y el cabildo de Segovia eran los mximosperceptores de excedente agrario de toda la provincia V. NGEL GARCIA SANZ: Desarrollo ycrisis del Antiguo Rgimen en Castilla la Vieja. Economa y sociedad en tierras de Segovia,1500-1814, Madrid, 1977, pgs. 344-354.

    (7) Cfr. A. DOMNGUEZ ORTIZ: Las rentas episcopales de la Corona de Aragn, enJ. NADAL y G. TORTELLA (eds.): Agricultura, comercio colonial y crecimiento eco: mico en laEspaa contempornea, Barcelona, 1974, pgs. 13-43.

    (8) Ibid., pg. 13.(9) Cfr. M. PRIETO BANCES: Apuntes para el estudio del seoro de Santa Mara de Belmon-

    te, Oviedo, 1928.(10) Cfr. ANTOLIN LPEZ PELEZ: El seoro temporal de los obispos de Lugo, La Corua,

    1897.(11) Cfr. A. DOMNGUEZ ORTIZ: La villa y el monasterio de Sahagn en el siglo xvm,

    en Hechos y figuras del siglo XVIII espaol, Madrid, 1980, pgs 63-88.

  • ANTONIO MORALES MOYA

    rios y conventos espaoles apenas reciban ya donaciones en el siglo xvm (12),seguan aumentando su patrimonio inmobiliario porque muchos de ellostenan un excedente de rentas y aquella era la inversin ms favorable yusual (13).

    La influencia de la Iglesia era muy grande, a partir de la acendradareligiosidad de los monarcas: era difcil imaginar escribe Baudrillarthasta qu punto la piedad de Felipe V era exigente y meticulosa (14), loque explica la fuerza poltica que llegaron a alcanzar o ms bien quecontinuaron teniendo los confesores reales: D'Aubenton, de Felipe V, R-vago (15), de Fernando VI (16)..., frecuentemente jesutas hasta el reinadode Carlos III (17), sometido a la influencia de un Osma o de un Eleta (18),insuficientemente estudiados. De ellos seala Mestre: Por supuesto, el cono-cimiento de su formacin intelectual esclarecera muchas veces las decisionesgubernamentales. Porque, adems de la poltica eclesistica que en gran partecontrolaba, el influjo del padre confesor en la vida intelectual tena enormetranscendencia: elega los bibliotecarios reales con las consiguientes posibili-dades que tales cargos entraaban, ejerca una poderosa influencia en elTribunal de la Inquisicin, ya eligiendo al inquisidor general, ya por mediode las presiones que el confesionario regio le permita. No hace falta recordarla importancia que la actitud inquisitorial poda tener en la mayor o menorapertura intelectual. Y, hasta en el plano personal, los premios de que elconfesor dispona, podan enaltecer a un intelectual o dejarlo sin recursos.Y, sobre todo, el control de la conciencia del monarca que, en ltima instancia,fue el arma decisiva. As, un hecho de tanta trascendencia como la reforma

    (12) Vase sobre pocas anteriores, A. FERRER DEL R(O: Historia del reinado de Carlos IIIen Espaa, Madrid, 1856, I, pg. 83.

    (13) Cfr. A. DOMNGUEZ ORTIZ: Campomanes y los "monjes granjeros": un aspecto de lapoltica eclesistica de la Ilustracin, en Cuadernos de Investigacin Histrica, 1, pg. 100.

    (14) A. BAUDRILLART: Philippe V et la Cour de France, t. II, pgs. 564 y sigs.(15) Cfr. E. DE LEGUINA: El Padre Rvago, confesor de Fernando VI. Estudio biogrfico,

    Madrid, 1876, y Correspondencia reservada e indita del P. Francisco de Rvago, confesor deFernando VI. Publicada con una introduccin por Ciraco Prez Bustamante y un estudio preli-minar de Carlos Pereyra, Madrid (s. a.).

    (16) Tanucci escriba al Prncipe de Yaci: El jesuta el director de mi conciencia poreducacin y por costumbre: para un particular no puede servir de mucho dao: para un monarcajams aconsejara confesor jesuta por infinitas razones, cit. por ANTONIO FERRER DEL Rio,op. cit., I, pg. 222, nota 1.

    (17) Cfr. C. PEREYRA: Estudio preliminar a Correspondencia reservada... del P. Francis-co de Rvago..., pgs. 26 y sigs., y G. COXE: Espaa bajo el reinado de la Casa de Borbn,desde 1700, en que subi al trono Felipe V, hasta la muerte de Carlos III, acaecida en 1789,Madrid, 1847, II, pg. 208 y III, pgs. 32-33.

    (18) Cfr. G. COXE: op. cit., IV, pgs. 206 y 449.

    10

  • LOS CONFLICTOS IDEOLGICOS EN EL SIGLO XVIII ESPAOL

    de los Colegios Mayores slo fue posible cuando el confesor de Carlos IIIdio el visto bueno y, con ello, el apoyo del monarca (19).

    Aquella influencia se extenda a todo el campo social: a las clases altas,mediante una educacin controlada, en buena medida, por los jesutas (20),y al pueblo, analfabeto en su mayor parte, a travs, sobre todo, del queentonces era el ms eficaz medio de comunicacin de masas, la predica-cin (21), ya que, como dice Anes: Toda funcin vital de subsistenciaco-mida, y bautizo, matrimonio y muerte estaba presidido por el rito religioso,por el signo de la cruz que trazaba o por la misma cruz empuada por elclrigo que oficiaba. Las fiestas populares, el arte y la cultura popular mismatenan, tambin, para manifestarse, que acudir a la motivacin religiosa (22).Adems, la Iglesia era un gran patrono, tanto en el mbito agrario comoutilizando fuerza de trabajo para sus construcciones y ejerca, sobre todo enpocas de crisis, una decisiva labor de beneficencia, consagrada oficialmente,pese al criterio de los reformadores, Ward, Campomanes, Melndez..., quie-nes entendan que esta funcin deba ser desempeada por el Estado: elConsejo de Castilla poda, incluso, amonestar a los prelados que no cumplie-sen la obligacin de dar limosna. La Iglesia constitua, pues, el centro de lavida social espaola.

    Por otra parte, el clero, poseedor de privilegios estamentales (23) mantenauna organizacin slida, un autntico poder intermedio, en expresin deMontesquieu, capaz de limitar el poder estatal, o, por lo menos, de actuarcomo eficaz grupo de presin, favorecido por la voluntad de dominio, acom-paada de dotes para ejercerlo, de parte de sus miembros (24). Hay quesealar, finalmente, la persistencia del Tribunal de la Inquisicin, que conser-va su estructura tradicional.

    Aunque la Iglesia como tal organizacin no tuvo una actuacin poltica

    (19) A. MESTRE: Despotismo e Ilustracin en Espaa, Barcelona, 1976, pgs. 107-108.(20) Cfr. VICENTE ORTI y BRULL: Doa Mara Manuela Pignatelli de Aragn y Conzaga.

    Duquesa de Villahermosa, tomo I. Los Duques de Villahermosa, Madrid, 1986, pgs. 66y sigs. y 177 y sigs.

    (21) Cfr. F. AGUILAR PIAL: Andaluca en el siglo xvm. Luces y sombras, enJ. A. LACOMBA y otros: Aproximacin a la historia de Andaluca, Barcelona, 1979, pgs. 190y sigs.

    (22) G. ANES: El Antiguo Rgimen. Los Borbones, Madrid, 1975, pgs. 82-84, yG. DESDEVISES DU DZF.RT: La Socit espagnole au XVIII sicle, Revue Hispanique, LXIV(1925), pg. 344.

    (23) Cfr. Nov. Recop. Lib. I, tt. IX.(24) Cfr. Autobiografa de Blanco White, edicin, traduccin, prlogo y notas de A. GARCIA,

    Sevilla, 1975, pgs. 53 y sigs., y 103 y sigs.

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  • ANTONIO MORALES MOYA

    definida durante la Guerra de Sucesin (25), fue natural objeto de los ataquesdel renovado absolutismo dieciochesco, dispuesto a no aceptar ninguna limi-tacin a su poder. De aqu la poltica regalista, propia de todos los Estadosde la poca.

    Asimismo, el pensamiento ilustrado, aceptando tanto la verdad dogm-tica la religin catlica es signo formal de pertenencia a la sociedad espa-ola como el hecho social que la religin catlica implica, incluso el influjoideolgico y el papel relevante del clero, criticar sus bases materiales: elcarcter improductivo de la propiedad eclesistica, cuya ampliacin se tratarde evitar (26), sus abusos como propietaria (27), la ociosidad de los regulares,las supersticiones o el Tribunal de la Inquisicin. Jovellanos resume de estaforma dicho pensamiento: As se fueron enriqueciendo ms y ms los monas-terios libres, al mismo tiempo que la corrupcin y la ignorancia del clerosecular inclinaba hacia ellos la confianza y la devocin de los pueblos... Noquiera Dios que la sociedad consagre su pluma al desprecio de unos institutos,cuya santidad respeta y cuyos servicios hechos a la Iglesia en las mayoresaflicciones sabe y reconoce. Pero forzada a descubrir los males que afligena nuestra agricultura: cmo puede callar unas verdades, que tantos varonessabios y piadosos han pronunciado?, cmo puede desconocer, que nuestroclero regular no es ya ignorante ni corrompido como en la media edad?, quesu ilustracin, su celo, su caridad son muy recomendables?, y que nada lepuede ser ms injurioso que la idea de que necesite tantos, ni tan diferentesauxiliares para desempear sus funciones? Sea pues de la autoridad eclesisticaregular quanto convenga a la existencia, nmero y forma, y funciones deestos cuerpos religiosos, mientras nosotros respetndolos en calidad de tales,nos reducimos a proponer a V. A., el influxo, que como propietarios tienenen la suerte de la agricultura (28), achacndoles, en definitiva, la ruina delpas: Qu es lo que ha quedado de aquella antigua gloria (de Espaa), sinolos esqueletos de sus ciudades, antes populosas y llenas de fbricas y talleres,

    (25) Cfr. A. DOMNGUEZ ORTIZ: Sociedad y Enlacio..., pg. 17. Entre los prelados austracis-tas destaca Antonio Folch de Cardona, arzobispo de Valencia, que morira exiliado en VienaV. H. KAMKN: La Guerra de Sucesin en Expaa 1700-1715, Barcelona, 1974, pgs. 357-358.Su importante biblioteca se incorporar a la Biblioteca Real. V. JUSTO GARCIA MORAI.KS: LaBiblioteca Real (1782-1836), Madrid, 1971, pgs. 11-12.

    (26) Cfr. A DOM(NOUI:ZOKTIZ: Campomanes y los monjes granjeros..., pgs. 100 y sigs.(27) Cfr. A. DOMINCUKZ ORTIZ: La villa y el monasterio de Sahagn en el siglo xvm,

    en Hechos y figuras..., pgs. 63-88.(28) G. M. de JOVELLANOS: Informe de la Sociedad Econmica de esta Corle al Real y

    Supremo Consejo de Castilla en el expediente de Ley Agraria extendido por un individuo denmero. Madrid, 1795, pgs. 60-61.

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    de almacenes y tiendas, y hoy slo pobladas de iglesias, conventos y hospitalesque sobrevienen a la miseria que han causado? (29).

    Es cierto que hubo un importante sector ilustrado en el clero espaol:en esta poca se realizan notables reformas Martn Hernndez habla deesplndida renovacin en el rgimen de los seminarios (30), preocupadopor una religiosidad intensa e interiorizada, como continuamente predicarMayans (31). Tuvo figuras de relieve, dentro de un episcopado en generalsumamente digno, como Tavira (32): Es nuestro Bossuet dir de l Jove-llanos al proponerle como obispo de Salamanca y debe ser el reformadorde nuestra Sorbona, y Climent (33), acusados de jansenistas (34), inculpacinque, segn Andrs Ignacio Orbe, inquisidor de Valladolid, discpulo de Ma-yans, se aplicaba en primer lugar a los que defendiendo los derechos episco-pales, se declaraban conciliaristas, negaban la infalibilidad del Papa, limitabanel centralismo disciplinar de Roma o reducan la potestad eclesistica al campoespiritual. Por otra parte, se calificaban tambin de jansenistas a los queestudiaban la disciplina antigua, defendan una moral rigorista o se oponana los jesutas (35), Lorenzana o Abad y Sierra. Hay que incluir asimismoa un nmero importante de miembros del bajo clero, sobre todo seculares:En la correspondencia de los prrocos con Don Toms Lpez, tambin setransparenta en muchos casos una inquietud por mejorar las estructuras ecle-sisticas y an las de toda la sociedad espaola; en sus cartas se proponenmejoras, se denuncian abusos... (36), que participan, frecuente y activamen-te, en las Sociedades Econmicas de Amigos del Pas (37).

    Mas, en general, hostilizada por el reformismo ilustrado, la Iglesia(29) Ibid., pg. 56 Es evidente que desde estas posiciones crticas resulta lgica la desamor-

    tizacin de 1798(30) F. MARTN HERNNDEZ: La formacin del clero en los siglos xvn y xvm, en Historia

    de la Iglesia en Espaa, IV, pgs. 523-582.(31) Cfr. A. MF.STRE: Religin y cultura en el siglo xvm espaol, en Historia ele la Iglesia

    en Espaa, IV, pg. 605. Tradicin y renovacin se conjugan en personalidades como Jovellanosy Mayans, editor de los clsicos, estudiado por A. Mestre.

    (32) Cfr. JEL SAGNIEUX: Un Prlat eclair: Don Antonio Tavira y Al mazan (1737-1807),Toulouse, 1970.

    (33) Cfr. E. APPOI.LIS: Les jansenistes Espagnols, Bordeaux, 1966,. especialmente cap-tulo III, V, y MARA GIOVANNA TOMSICH: El jansenismo en Espaa. Estudio sobre las ideasreligiosas en la segunda mitad del siglo XVIII, Madrid, 1972.

    (34) Cfr. V. CONIJCKO MARTINI-Z: DOS eclesisticos catalanes acusados de jansenistas:Joseph Climent y Flix Amat, en Anales Valentinos, 4 (1978), pgs. 149-175.

    (35) Cfr. A. MI-STRK: op. cit., pg. 646.(36) Cfr. A. DOMNGUEZ ORTIZ: Aspectos sociales de la vida eclesistica en los siglos xvn

    y xvm, en Historia de la Iglesia espaola, IV, pg. 65.(37) En el clero fue en donde las Sociedades Econmicas hallaron ms individuos capaces

    de dirigir sus trabajos benficos por medio de dones que tan poco cuestan a la caridad cristiana.

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    vendr a ser un aliado natural de la nobleza, a la vez que obstaculiza ladifusin de las Luces, que vena siendo estimulada, aunque no sin limita-ciones y altibajos, desde el Estado, como muestra la Real Cdula de 1762:Siendo las Letras uno de los mejores adornos de un Estado, todos los gobier-nos han procurado favorecer y premiar a los que las profesan, facilitando almismo tiempo el que su luz se difunda y comunique por los medios posiblesa toda suerte de personas, para cuyo fin es lo ms conducente la impresiny publicacin de los libros, pues sin stos seran intiles todos los estudiosy fatigas de los que las componen (38). La Iglesia actu mediante un SantoOficio que, pese a su sumisin al poder real, patente con Carlos III (39),conseguida en un proceso lento y no sin algunas capitulaciones de los monar-cas, contina ejerciendo la censura de publicaciones, subsidiaria, s, respectoa la del Consejo de Castilla (40), pero que, como dice Elorza, segua con-tando a la hora de disuadir del tratamiento de determinados temas o de cortarde plano una carrera literaria (41). Consigue as algunos procesos y condenasespecialmente significativos, como los de Juan Muoz Peralta y Diego MateoZapata, figuras principales de la Sociedad Mdica Sevillana, institucin degran importancia en la introduccin de la ciencia moderna en Espaa (42),

    Su beneficiencia e instruccin, presentaban de este modo excelentes recursos para la organizacinde estos institutos. Ellos eran los que desempeaban los cargos ms importantes, como los dedirector o censor, que eran el alma de las sociedades (G. COXE, op. cit., IV, pg. 462).

    (38) Cfr. M. SERRANO y SANZ: El Consejo de Castilla y la censura de libros en el sigloxvn, cit. por Palacio Atard, quien comenta: Cuan lejanos los tiempos histricos de aquellacdula de Felipe IV que aconsejaba se limitase la publicacin de libros nuevos porque habamuchos escritos; V. PALACIO ATARD: El despotismo ilustrado espaol, en Arbor, 22 (julio-agosto, 1947), recogido en Historia de Espaa. Estudios publicados en la revista Arbor, Madrid,1953, pg. 366.

    (39) Cfr. G. COXE: op. cit., III, pg. 5, y IV, pg. 307, y J. A. LLRENTE: Historia crticade la inquisicin en Espaa, Madrid, 1822, IV, pg. 79. Vase el problema planteado conocasin de la publicacin por el inquisidor general Quintano y Bonifaz del Catecismo deMesenguy, motivo del Decreto de 1762, claramente hostil a Roma y a la Inquisicin, y que daralugar a la oposicin del obispo de Cuenca y a su consiguiente amonestacin por un Consejo deCastilla, del que eran fiscales Moino y Campomanes. G. COXE, op. cit., IV, pgs. 204-210.

    (40) Sobre las restricciones impuestas por Aranda a la censura inquisitorial, cfr. R. OLAE-CHEA y JOS A. FERRER BENIMELI: El Conde de Aranda, Zaragoza, 1978, I, pgs. 106 y sigs.;vase tambin, C. CORONA BARATECH: Revolucin y reaccin en el reinado de Carlos IV, Madrid,1957.

    (41) A. ELORZA: Las ideas polticas. Ilustracin y anti-ilustracin, en La ilustracin.Claroscuro de un siglo maldito, Historia 16, extra VIII (diciembre, 1978), pg. 72.

    (42) Cfr. A. DOMNGUEZ ORTIZ: El doctor Juan Muoz Peralta y El proceso inquisitorialdel Doctor Diego Mateo Zapata, trabajos publicados en Miscelnea de Estudios rabes yHebraicos, Granada, VIII, nm. 8 (1959), y XI, nm. 2 (1962), respectivamente, y recogidosen Hechos y figuras..., pgs. 159-191.

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    Macanaz (43), Narros (44), Caudo, editor de El Censor (45). Especial-mente el de Olavide habr de conmocionar a todo el pas, por su carctersombramente dramtico y por el relieve empezando por el del propiocondenado de las personalidades que en su curso salieron a relucir: Aranda,Almodvar, O'Reilly, Ricardos, el Conde de Montalvo, Jaime Mesones deLima, Floridablanca incluso (46).

    La Inquisicin no podr detener la penetracin en Espaa del racionalismofrancs: Marn se quejaba, en 1777, de que los libros prohibidos correnclandestinamente... se buscan a todo precio, se leen con ansia y con anhelo,y sin la menor licencia gustan hasta las damiselas y jvenes su doctrina conaquella hambre que excita con un apetito desarreglado la misma novedad yprohibicin (47), pero crear en el pas una sensacin de prisin intelec-tual, de agobio y abatimiento. Como escribe Maras: Lo caracterstico delos aparatos represivos es que, cuando estn slidamente instalados, apenastienen que ejercerse. Su mera presencia y su disponibilidad aseguran su efi-cacia. Al cabo de algn tiempo, nada tienen que prohibir ni que castigar,porque nada o muy poco se intenta. Su lenidad no consiste en otra cosa queen la conviccin de que ni siquiera es necesaria la violencia. Pero, adems,todo el mundo sabe que est ah, dispuesta y preparada a ejercerse tan prontocomo haga falta (48). Y un Jovellanos sabe bien que mientras persista la

    (43) Cfr. CARMEN MARTIN GAITE: El proceso de Macanaz. Historia de un empapelamiento,Madrid, 1970, y G. COXE, op. cit., III, pgs. 274 y sigs.

    (44) Cfr. MARCELINO MENNDEZ Y PEI.AYO: Historia de los Heterodoxos..., II, pgs. 583-588; J. DE URQUIJO: Menndez Pelayo y los caballeritos de Azoitia. Un problema histrico, SanSebastin, 1925.

    (45) Se le hicieron cargos como el de haber procurado disminuir, o ms bien destruircompletamente la confianza que tena el vulgo en las indulgencias y dems gracias concedidasal escapulario de la Virgen del Carmen y dems actos de devocin meramente exteriores, haberridiculizado los sonoros ttulos que solan dar los frailes a los santos de su Orden: guila delos doctores a San Agustn, melifluo a San Bernardo, etc. J. A. LLRENTE, op. cit., V,pgs. 431-433, y A. GIL NOVALES: Para los amigos de Cauelo, en Cuadernos Hispanoame-ricanos, 229 (enero 1969), pgs. 1-12, interesante trabajo sobre los ltimos das del gran perio-dista.

    (46) Cfr. M. DEFOURNEAIIX: Olavide ou VAfrancesado, 1725-1803, Pars, 1959, pgs.62-80, 291-305, 312-320; A. FERRER DEL Rio, op. cit., III, pgs. 46 y sigs.; J. A. LLRENTE,op. cit., V, pg. 319; F. AGUILAR PIAL: La Sevilla de Olavide. 1767-1778, Sevilla, 1966; UiUniversidad de Sevilla en el siglo XVIII. Estudio sobre la primera reforma universitaria moderna,Sevilla, 1969, y Sevilla y el teatro en el siglo XVIII, Oviedo, 1974.

    (47) Cit. porL. SNCHEZ AGESTA: El pensamiento poltico del despotismo ilustrado, Madrid,1953, pg. 95.

    (48) JULIN MARIAS: Jovellanos: concordia y discordia de Espaa, en Los espaoles,Madrid, 1963, pg. 39. Esta es, asimismo, la opinin de Richard Herr: Manifiestamente, si la

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    Inquisicin y con ella el sistema represivo organizado, frente al cual prctica-mente no haba resistencia, nada slido y duradero se poda hacer en Espa-a (49), lo que le har exclamar: Dicen que Tavira ser inquisidor generaly que ser abolida la Inquisicin. Oh!, cunto ganarn con ello las letras!,cunto las costumbres! Cuanto menos fueren los hipcritas mejor sera. Eldepsito de la fe estara mejor en manos de los Obispos de donde fue arran-cado, y este padrn, que slo sufren tres pueblos catlicos, sera para siemprearrancado (50).

    En su enfrentamiento con los proyectos modernizadores de los ilustra-dos , la Iglesia ir elaborando una ideologa contraria a las luces, fundamen-tada, en parte, en su depsito doctrinal, pero que se explica, sobre todo, apartir de la situacin concreta del estamento eclesistico que, con todo supoder, se vea sujeta a un progresivo deterioro, dada la tendencia seculariza-dora y su subordinacin al Estado, y desde la que se trata de rectificar lamarcha que sigue el pas. Esta contraideologa ilustrada puede analizarsea travs de los sermonarios y, en general, de la publicstica religiosa de lapoca.

    El estudio de los sermonarios, a su lado hay que incluir los panegricosy las oraciones fnebres, ofrece un gran inters, an teniendo en cuenta quelos textos no nos transmiten la eficacia y la fuerza persuasiva que supierondar a su palabra los grandes predicadores, a su cabeza Fr. Diego de Cdiz,de quien nos dice Ort y Brull: El que estas lneas escribe recuerda haberescuchado de nio a algunos ancianos la relacin de sermones odos por ellosal padre Cdiz en los primeros das de este siglo, singularmente los predicadosal aire libre en las plazas de los pueblos o en el recinto de las eras en pocade misin. Nunca, decanle, haban visto los nacidos cosa semejante; nuncala palabra humana, inspirada por el Dios verdadero, haba rayado ms alto:unas veces muchedumbres inmensas sentan las notables delicias de los justos,

    Inquisicin no actuaba en ms casos, no era por debilidad o porque existiese una nueva toleranciapara las aberraciones religiosas, sino, principalmente, porque el escepticismo religioso no habaimpregnado an visiblemente la sociedad espaola. Incluso Olavide afirm no haber perdido lafe. La poderosa adhesin de los espaoles ilustrados a su religin, facilitaba la tarea de laInquisicin, quien al mismo tiempo mantena fuera de su alcance el fruto prohibido. Su ascendientecontinu siendo la disuasin ms poderosa contra la lectura de obras avanzadas de la Ilustracinfrancesa y evit, especialmente, que quienes les conocan las divulgasen. Los que haban perdidola fe lo guardaban en secreto o abjuraban sus creencias ante el temido tribunal. El futuro apstataBlanco White dijo insistentemente que las quemas no se acabaron porque el Santo Oficio se hizoms indulgente, sino porque los herejes carecan del vigor necesario para mantener sus ideashasta el fin (R. HERR, op. cit., pg. 175).

    (49) J. MARIAS: op. cit., pg. 41.(50) Cit. por MARIAS: op. cit., pg. 41.

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    narradas por su labio, como si las estuvieran gozando; otras, estas mismasmuchedumbres se estremecan de terror ante los castigos del infierno por ldescritos en visiones apocalpticas; los hombres ms duros lloraban comomujeres y de un pueblo dominado por todas las concupiscencias, lleno detodos los vicios y esclavo de todas las servidumbres del pecado, haca en unmomento un pueblo de justos redimidos por el arrepentimiento, las lgrimasy el perdn (51). Dicho estudio ha sido realizado, tomando como modelola excepcional obra de Groethuysen (52), por Martnez Albiach, quien, ana-lizando, entre otras, las piezas oratorias publicadas de los Cdiz, Belluga,Arma, Calatayud, Gallo, Bocanegra, Climent, Santander, Lorenzana...,pone de relieve sus contenidos: exaltacin del monarca, piedra angular de lareligin, espritu de cruzada, ataque a la relajacin de costumbres, modas,bailes, teatro (53), lujos, saraos, es decir, a lo que se designaba como espritude libertinaje, venido del exterior, sobre todo de Francia, rechazo radical delenciclopedismo y de toda la doctrina extranjera, defensa del orden social exis-tente: en el gran teatro del mundo rico y pobre, en recproca dependencia,desempean su papel, ejercitando ambos sus respectivas virtudes, etc. (54).

    Por su parte, Mara Victoria Lpez-Cordn destaca la importancia quereviste la predicacin como medio de transmisin cultural y de conformacinideolgica en una sociedad donde la audiencia de la palabra superaba concreces el limitado mbito de circulacin de la letra impresa y sto no slopor los elevados ndices de analfabetismo, sino por el importante nmero dehoras que cualquier persona o cualquier comunidad dedicaba a escuchar anual-mente (55). Examinando la obra del padre Cdiz, pone de relieve sus con-tenidos antirreformistas: defensa de las inmunidades fiscales del estamento

    (51) V. ORTI Y BRULL: op. cil., I, pgs. 237-238.(52) B. GROETHUYSEN: La conciencia burguesa, traduccin y prlogo de Vicente Gaos,

    Mxico, 1943.(53) Cfr. sobre este punto, RAFAEL MARIA DE HORNEDO: Teatro e Iglesia en los siglos xvn

    y XVIII, en Historia de la Iglesia en Espaa, IV, pgs. 311-360; EMILIO COTARELO Y MOR:Bibliografa de las controversias sobre la licitud del teatro en Espaa, Madrid, 1904; A. FERRERDEL Rio: op. cit., IV, pgs. 347 y sigs., y A. DOMNGUEZ ORTIZ: Aspectos de la vida eclesistica...,pgs. 65 y sigs.

    (54) Cfr. A. MARTINKZ ALBIACH: Etica socio-religiosa de la Espaa del sigloXVIll, Madrid,1970. Aspecto importante constituye la corrupcin de la oratoria sagradael gerundianismofustigado por el padre Isla, cuya Historia de Fray Gerundio de Campazas, sera, por cierto,condenada por la Inquisicin; v. J MARAS: Isla y Moratn, en Los espaoles, pgs. 73-77.

    (55) MARIA VICTORIA LPEZ-CORDN: Predicacin e induccin poltica en el siglo XVIII:Fray Diego de Cdiz, en Hispania, 138 (1978), pg. 115, v., tambin, F. AGUILAR PIAL:Gua cuaresmal para la villa y corte en 1769, en Anales del Instituto de Estudios Madrileos,X (1974), pgs. 295-307. Para el siglo xvn, JULIO CARO BAROJA: Sobre el siglo xvn, enEspaa, siglo XVII. Esplendor y decadencia, pg. 105.

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    eclesistico, condena de la excesiva movilidad social, resistencia al avancecientfico: denunciar como herticas las enseanzas del profesor de EconomaPoltica de la Sociedad Econmica de Zaragoza Lorenzo Normante y Carca-villa (56) y, al final del perodo, cruzada antifrancesa; as como su valorrepresentativo de amplios sectores sociales, no reducido, por consiguiente,al clero y su posterior utilizacin muchas de las obras del padre Cdiz sereeditan entre 1814 y 1828 como fuente del pensamiento antiliberal, consu justificacin de la desobediencia civil y la contestacin al poder.

    La publicstica de la poca, en cuanto opuesta a las Luces ha sidoestudiado por Francisco Puy, durante el perodo comprendido entre 1700 y1760, y por Javier Herrero, cuyo trabajo se centra en la segunda mitad delsiglo.

    Para Puy, persiste en el siglo xvm aunque el hecho se omite, general-mente la filosofa tradicional espaola, la escolstica. Tomistas, suaristas,escotistas y lulianos: los Aguilar, Vias, Garca Vera, Montalbn, Henao,Piquer..., conectados entre s, mantuvieron la filosofa perenne, frente acartesianos y maignanistas: Zapata, Mayans, Peaflorida, Feijo, Altuna,Bern..., enfrentados en dos grandes polmicas correspondientes a los dosprimeros cuartos de siglo: la suscitada en torno a las doctrinas de Maignan yla que se mantendr en torno a Feijo. A la vez, pensadores polticos comoJuan Cabrera: Crisis poltica (1719) y Alejandro Aguado: Poltica espaolapara el ms proporcionado remedio de la monarqua (1746-1750), afirmarnrotundamente el ser espaol, centrado en la catolicidad, rechazando la ani-quilacin de Espaa en los pilagos europeos, donde se engendraba unarevolucin que significaba el alejamiento del hombre de Dios. La lucha frentea la europeizacin de Espaa est comenzada y con ella dice Puy lafaceta contrarrevolucionaria de nuestro pensamiento poltico tradicional, mo-vimiento que, por tradicional, /es/ anterior a la forma moderna de la revolucin(la que se extiende desde la Ilustracin hasta nuestros das). Se conseguaas mantener encendida la antorcha de la tradicin, de la Espaa autntica,en un rescoldo, del que luego se levant la impresionante hoguera del antien-ciclopedismo espaol, el movimiento poltico carlista y toda su ideologa,as como impedir no slo en cuanto a las ideas polticas, sino, en general,en cuanto a las costumbres, artes, letras y todas las manifestaciones de lavida nacional, la prdida y arrumbamiento de nuestras peculiaridades nacio-

    (56) Cfr. G. GARCIA PREZ: La economa y los reaccionarios al surgir la Espaa contem-pornea. Denuncia a la Inquisicin de la primera Ctedra espaola de economa, Madrid,1974, y J. F FORMES CASALS: La Ctedra de Economa Civil y Comercio de Zaragoza en elperodo de la Ilustracin, en Informacin Comercial Espaola, nm. 512 (abril, 1976),pgs. 108-1 18.

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    nales. La tradicin evit en una medida muy superior a lo que comnmentese cree, que Espaa se convirtiera en un desdichado y empalidecido reflejode Francia y el resto de Europa, siendo por ello, en el fondo, escasa lainfluencia francesa (57).

    En esta misma lnea hay que situar a la corriente antirregalista que, enoposicin a la poltica borbnica recorre toda la centuria, desde la Guerra deSucesin (58), fijndose la ideologa ultramontana en los Memoriales (1709),de Monroy y Belluga (59) e integrando, ms adelante, el acervo ideolgicode la oposicin Partido Espaol hostil al gobierno ilustrado (60).

    Mas fue a partir de 1769 cuando la ideologa anti-ilustrada se hace msprecisa, ms directamente poltica, con la traduccin de los fundamentalestextos apologticos del Antiguo Rgimen, y con la publicacin de una seriede libros originales en la misma lnea. Entre los primeros cabe destacar: Elorculo de los nuevos filsofos (1769-1770), Los errores de Voltaire (1788)y el Diccionario Antifilosfico del abate Claudio Antonio de Nonnotte, tradu-cidos por el mercedario Pedro Rodrguez Mozo; De los fundamentos de lareligin y de las fuentes de impiedad {Mil), de Fray Antonio de Valsecchi;El desmo refutado por s mismo {Mil), de M. de Bergier; y entre lassegundas: La falsa filosofa o el desmo, materialismo y dems nuevas sectasconvencidas de crimen contra los soberanos (1775-1776), de fray Fernandode Zevallos, obra cuya publicacin conseguirn suspender oficialmente losilustrados, que controlan la censura civil, en el tomo cuarto, pero quecontinuar subrepticiamente su difusin; y El FiIoteo{M16), del padre Rodr-guez, especialmente.

    Entienden estos autores que existe una conspiracin de los filsofos, dela Ilustracin, encabezada por Voltaire y Rousseau, contra el orden estable-cido, es decir, contra la Monarqua, y su base espiritual, la religin catlica,que trata de destruir la moral mediante la predicacin de la tolerancia, instau-rando en su lugar el reinado del mal y de las pasiones bestiales: A tal findespiertan la ambicin del vulgo con quimricas promesas de igualdad y con

    (57) FRANCISCO PUY: El pensamiento tradicional en la Espaa del siglo XVIII (1700-1760),Madrid, 1966, pgs. 124-132; v., tambin, M. MINDN: La filosofa espaola en la segundamitad del siglo XVIII, en Revista de Filosofa (1953), pgs. 427 y sigs.

    (58) Cfr. MARIA TF.RESA PREZ PICAZO: La publicstica espaola en la Guerra de Sucesin,Madrid, 1966, I, pgs. 329-350.

    (59) TEFANES EGIDO: Regalismo y relaciones Iglesia-Estado (siglo xvm), en Historiade la Iglesia en Espaa, IV, pgs. 228 y sigs Sobre Belluga, v. J. BAGUENA: El CardenalBelluga y su obra, Murcia, 1935; I. MARTIN: Figura y pensamiento del Cardenal Belluga atravs de su memorial antirregalista a Felipe V, Murcia, 1960, y R. SIERRA RUIZ: El pensamientosocial-poltico del Cardenal Belluga, Madrid, 1963.

    (60) Cfr. T. EGIDO: Opinin pblica y oposicin..., pg. 323.

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    calumnias a la autoridad civil y eclesistica, llamando a los reyes tiranos eintentando quebrantar la autoridad eclesistica, con impas llamadas a latolerancia. Es evidente, por el contrario, que el fanatismo y la ms implacableintolerancia son los medios de que debemos valemos para libramos del malabominable de la razn y la filosofa (61).

    Para Javier Herrero, este pensamiento reaccionario, resulta ajeno, frentea lo que reiteradamente se ha venido sosteniendo, a la tradicin espaola,siendo, por el contrario, deudor hasta el servilismo de los clsicos europeosde la apologtica del Antiguo Rgimen. Los autores considerados por Menn-dez y Pelayo y sus discpulos contemporneos como los grandes defensoresde la tradicin espaola seala no tienen el menor contacto con la Espaade los siglos xvi y xvn. Son tan europeos como los ilustrados, o quizsms, pues en la Ilustracin hay, a travs de Grocio y Pufendorff, ecos denuestros grandes juristas, pero nada hay de espaol en los discpulos del padreBarruel. Zeballos, el padre Alvarado, Rafael de Vlez, forman parte de unacorriente de pensamiento que ha surgido en Europa como oposicin a lasluces y que cuenta en la poca en que estos escriben sus obras ms impor-tantes escasamente medio siglo. Nada hay, pues, de tradicional ni de espaolen los grandes maestros de la tradicin espaola (62).

    El pueblo, la mentalidad popular, se manifest opuesta a la Ilustracin.Los ilustrados, como seala Maras: tenan razn, eran plausibles, bienin-tencionados, incluso eficaces los Amigos del Pas, los Caballeritos deAzcoitia, Olavide y sus colonizaciones de Sierra Morena, los tcnicos einvestigadores, Jovellanos con su Instituto de Gijn pero no tenan arranquepara convertir todo eso en una empresa nacional. Al lado del mundo populartoros, teatro, tonadilleras, sanetes, costumbres populares de fiestas y trajes,bailes, modos de hablar, les faltaba sabor y fuerza de incitacin (63). Estaoposicin se explica no slo por el dirigismo estatal de la Ilustracin, por suorientacin a la racionalizacin, a la imposicin de una disciplina laboral ysocial en una palabra, que pugnaba con la cultura popular, lo que puedeconsiderarse quizs desde la perspectiva de un enfrentamiento clasista por elque el pueblo rechaza instintivamente su instrumentalizacin al servicio, sino de una clase burguesa apenas existente, s de los proyectos econmico-so-ciales del Estado, sino, sobre todo creo por cuanto la Iglesia realiz unadecisiva labor de induccin poltica, de adoctrinamiento anti-ilustrado de gran

    (61) CLAUDIO ANTONIO DE NONNOTTE: Diccionario Antifilosfico, cit. por JAVIER HERRERO:Los orgenes del pensamiento reaccionario espaol, Madrid, 1973, pg. 45

    (62) J. HERRERO: op. cit., pg. 24.(63) JULIN MARIAS: Ortega..., I, pg. 36; vase, tambin, MARTIN HUME: Historia de la

    Espaa contempornea..., pg. 22.

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    intensidad. Basta constatar el promedio de duracin de los sermones, quepodan llegar a las tres y cuatro horas; su frecuencia cclica anual, SemanaSanta, misiones, ejercicios, fiestas patronales, o diaria, ya que lo normalentonces era que las funciones religiosas se celebraran tres veces al da, paracomprender que no es exagerado insistir sobre ello (64). La nobleza, por suparte, explotar eficazmente los resortes xenfobos y misonestas naturales,atacando el afrancesamiento de los gobiernos ilustrados, el aislamiento enque tienen al monarca para que no oiga las quejas populares, atizando eldescontento del pueblo ante las reformas econmicas y sociales, especialmenteante los impuestos, etc., mediante una copiosa literatura satrica que entraala finalidad de tomar odiosos, no slo estas decisiones inevitables a veces,sino a sus protagonistas: desde los primeros gobiernos, para pasar a Alberoni,Ripperd, Patino, Campillo, Ensenada y culminar con el caso ejemplar deEsquiladle... producto tpico de la madurez de la opinin, que ha sabidohallar el momento propicio en que se conjuntan todos estos factores paraexcitar el podero de la masa popular; la conjuncin lleva a los motines quepueden desencadenar el cambio, ms que del rumbo de las cosas, de losgobernantes (65).

    Reiterar, finalmente, que el pensamiento crtico hacia la Monarquaabsoluta desde planteamientos constitucionalistas, destacado por Maravall,quien lo ejemplifica en figuras como Cauelo, Amor de Soria, Ibez de laRentera, Foronda, etc. (66), no tendr, por el momento, gran trascendencia.

    Para concluir, debe subrayarse que en este momento histrico, las tensio-nes existentes en la sociedad espaola, los enfrentamientos ideolgicos seproducan dentro de una fundamental concordia, en la que se aceptan lascreencias bsicas y las discrepancias se producen respecto a puntos concretos,sin cuestionarse los fundamentos de la sociedad existente (67), pues, comoseala Herr, lo que la mayora de los reaccionarios teman o pretendantemer era un estado de espritu que no exista en el pas. Sobre las cuestionesfundamentales de gobierno y religin no exista escisin de profundidad apre-ciable en Espaa antes de la Revolucin francesa (68). Maras habla, incluso,de una cierta admiracin mutua entre los grupos hostiles: populistas e ilus-trados, que le permite concluir: Si no hubiese habido ms que esto, el

    (64) MARIA VICTORIA LPEZ-CORDN CORTEZO: op. cit., pg. 115.(65) T. EGIDO: Opinin pblica..., pgs. 323-324.(66) JOS A. MARAVALL: Las tendencias de reforma poltica en el siglo xvm espaol, en

    Revista de Occidente, 52 (julio, 1967); vase tambin, A. ELORZA: La ideologa liberal de laIlustracin espaola, Madrid, 1970.

    (67) Cfr. J. MARIAS: op. cit., pg. 34.(68) R. HERR: op. cit., pg. 181.

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    espritu ilustrado hubiese tropezado con resistencias, se habra impregnadode popularismo, con lo cual hubiese ganado en autenticidad y sabor, la trans-formacin de Espaa hubiese sido acaso lenta, no hubiesen faltado los retro-cesos, pero nada ms. El proceso que se inicia desde finales del reinado deFelipe V y se hace dominante bajo Fernando VI y Carlos III hubiese seguidosu camino, sin quebranto mayor de la concordia, sin disociacin de la vidaespaola (69).

    B . LA POLMICA EN TORNO A MASSON DE MORVILLIERS

    La primera manifestacin pblica del conflicto ideolgico entre las corrien-tes de pensamiento ilustrado y conservador surge con ocasin de la aparicinen la Enciclopedie Mthodique (1783), editada por Charles Joseph Pankovcke,de un artculo sobre Espaa escrito por Nicols Masson de Morvilliers (70),quien, siguiendo el camino trazado por Voltaire en su L'essaie sur les moeursy por Montesquieu en El espritu de las leyes y, sobre todo, en la CartaLXXVIII de las Cartas Persas (71), que habran de desencadenar la rplicade Cadalso en Los eruditos a la violeta y las Cartas Marruecas (72), lanzarasu insolente pregunta de ah, sin duda, la conmocin que habra de produ-cir: Que doit-on a l'Espagne? Et depuis deux sicles, depuis quatre, depuisdix, qu'a-t-elle fait pour l'Europe?

    En defensa de la aportacin hispana a la cultura europea surgieron lasvoces del botnico Cavanilles y del abate Denina. Mas fue la publicacin porJuan Pablo Forner de su Oracin apologtica por Espaa y su mrito literario(1786), apologa encargada por Floridablanca, donde se aprovechaba la oca-sin no slo para atacar a los philosophes, sino para rechazar todo lo queel ltimo siglo y medio de cultura europea tena de renovador (73), contestada

    (69) J. MARIAS: op. cii., pg. 38.(70) Cfr. J. A. BERTRAND: M. Masson, en Bulletin Hispanique, t. XXIV (1922),

    pgs. 120 y sigs.(71) Vase la edicin por Guy Mcrcadier de la Defensa de la nacin espaola contra la

    cuna persiana LXXVIII de Montesquieu de Diego de Torres Villarroel, Toulouse, 1970.(72) Cfr. NIGF.I. GLLNINNING: Vida y obra de Cadalso, Madrid, 1962; AI.BF.RT DIRO/.IKR:

    Cadalso et les Cartas marruecas: le sens d'un renoncement, Pars, 1976, y el prlogo, ediciny notas de Lucien Dupuis y Nigel Glendinning de las Cartas marruecas, Londres, 1966.

    (73) Espaa ha sido docta en todas las edades y habr dejado de serlo en alguna porquecon los nombres de sus naturales no puede aumentarse el catlogo de los clebres soadores?No hemos tenido un Cartesio, no un Newton: dmoslo de barato, dir el brioso extremeo,agregando: No crea precipitadamente ninguno de mis espaoles que en su Pennsula, aunqueno tan rica en depsito de experimentos, se sabe menos Fsica que en Francia o Inglaterra. No

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    por la brutal parodia de Cafiuelo Oracin apologtica por el frica y su mritoliterario, publicada en El Censor, Discursos CXIII y CXXV (1787) (74), laque dio lugar a una polmica extraordinariamente viva. Apoyarn especial-mente a este peridico El Corresponsal del Censor y El Apologista Univer-sal (75), contndose entre 1787 y 1791, ao en que el gobierno, asustadopor la Revolucin francesa, prohibe la publicacin de todas las revistas peri-dicas, ms de cien artculos, folletos o libros sobre el tema (76), aunque elmomento culminante se alcanz en el primer ao citado, cuando era casiimposible leer un peridico sin tropezarse con alguna referencia ora a Masson,ora a los apologistas (77).

    La controversia, sin embargo, fue mucho ms all del tema planteado porMasson, convirtindose en instrumento del enfrentamiento entre los defenso-res de la ilustracin, que con un nuevo concepto del patriotismo se oponana Forner (78), no porque aceptaran en modo alguno los planteamientos deloscuro y osado escritor francs, sino por cuanto aqul negaba, de hecho, todovalor al esfuerzo cultural realizado en poca de Carlos III, y los que, si-guiendo una actitud enraizada en la Contrarreforma, entendan que Espaa,

    se deja deslumhrar con los speros clculos e intrincadas demostraciones geomtricas con que,astuto el entendimiento, disimula el engao con los disfraces de la verdad. El uso de las matem-ticas es la alquimia en la Fsica, que da apariencias de oro a lo que no lo es. JUAN PABLOFORNER: Oracin apologtica por Espaa y su mrito literario, ed. y prlogo de Alonso ZamoraVicente, Badajoz, 1945, pgs. 24 y 27. Sobre la compleja personalidad de Forner, autnticoilustrado en otros textos, como en el Discurso sobre el modo de escribir y mejorar la historiade Espaa; vase J. A. MARAVALL: El sentimiento de nacin en el siglo xvm: la obra de Forner,en Revista La Torre, XV (julio-septiembre, 1967), Universidad de Puerto Rico, y F. LPEZ:Juan Pablo Forner et la irise de la conscience espagnole du XVIII' sicle, Bordeaux, 1974, eIntroduccin a Juan Pablo Forner: La crisis universitaria. La Historia de Espaa (dos discur-sos), Barcelona, 1973, pgs. 9-52.

    (74) El Censor (1781-1787). Antologa. Introduccin de Jos F. Montesinos Edicin,prlogo y notas de Elsa Garca Pandavenes, Barcelona, 1972.

    (75) El primero editado por Santos Manuel Rubn de Celis y Noriega, y el segundo por elP. Centeno, gran escritor, denunciado al Santo Oficio y muerto demente, al igual que Caudo.

    (76) Cfr. Emilio Cotarelo y Mori: triarte y su tiempo, Madrid, 1897, especialmente elcaptulo XIV. V., por ejemplo, SANIOS OREZ GONZLEZ: Tabla o breve relacin apologticadel mrito de los espaoles en las Ciencias, las Artes y lodos los dems objetos dignos de unanacin sabia y culta, Madrid, 1786.

    (77) R. HERR: Espaa y la revolucin..., pg. 188.(78) Alabar lo bueno que ha habido o que se establece en la nacin, y predicar lo que nos

    falta escribe Toms de Iriarte, es el carcter de un patriota celoso. El que blasona de lo quela nacin nunca ha tenido, ni en el da puede decir que tiene, es el mal patriota; el que engaaa sus conciudadanos y nos hace a todos ridculos en el concepto de los extranjeros... El buenpatricio ser, no el que declame, sino el que obre; el que escriba alguno de los infinitos librosque nos faltan. Cit. por E. Cotarelo y Mori: op. cit., pg. 323.

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    defensora del catolicismo, se enfrentaba a un universo hostil, y vean en lagrandeza material, intelectual y religiosa del pasado hispano una realizacinmucho ms valiosa que los esfuerzos de los philosophes franceses (79).

    Por otra parte, subyaciendo al conflicto ideolgico estaba, sin duda, elpoltico y el econmico, planteado entre unos funcionarios reales, y unosintelectuales, generalmente hidalgos y vinculados al Poder, que entendanque las Luces traan el progreso econmico al pas, base del poder delEstado y de una sociedad renovada, apoyados, quiz, por sectores de la dbilburguesa y los sectores sociales privilegiados, si bien slo el clero participdirectamente en la discusin.

    Pedro Sainz Rodrguez ve en esta polmica la ruptura de la unidadespiritual del pas, sosteniendo opinin que no compartimos que suinters consiste en que ya intervienen de modo decisivo en ella espaolesen contra de la cultura nacional (80). Ms acertada parece la opinin deMaras, para quien La publicacin de la Oracin apologtica en 1786, dosaos antes de la muerte de Carlos III, tres aos antes del comienzo de laRevolucin francesa y del triunfo del reaccionarismo en Espaa, preludiaba yala ofensiva contra la modernsima ilustracin espaola, cuyo perfil nunca haestado suficientemente claro y que a algunos conviene convertir en otro (81).Y es que, ciertamente, la polmica promovida por el artculo de Masson,pese a su importante significacin en orden al desarrollo del conflicto ideol-gico en Espaa, dej al margen de sus contenidos la religin y la forma degobierno del pas, y estuvo limitada a sectores sociales reducidos, comohemos visto: El pleito lo litigaban, entiende Herr, los dos grupos favorecidospor la mejora econmica ante un tribunal formado por el sector de la sociedadque lea, es decir, miembros de ambos grupos que an no estaban comprome-tidos emocionalmente en la contienda. Finalmente, los alegatos iban dirigidoscontra la Corona y sus ministros, cuya autoridad para decidir la poltica quehaba de seguirse ninguno de los dos bandos recusaba abiertamente (82).

    En fin, la polmica tambin sirvi para definir un nuevo rasgo de la

    (79) R. HERR: op. cit., pg. 189.(80) PUDRO SAINZ RODRGUEZ: Evolucin de las ideas sobre la decadencia espaola, Madrid,

    1962, pg. 11.(81) JULIN MARIAS: La Espaa posible..., pg. 73.(82) R. HERR: op. cit., pg. 191. Para Domnguez Ortiz: La confrontacin ideolgica se

    libr entre efectivos reducidos de la mesocracia espaola, con alta proporcin de eclesisticos yfuncionarios, algunos miembros de profesiones liberales e hidalgos rentistas, y muy pocos repre-sentantes de la burguesa de negocios, lo que ratifica las nociones ya adquiridas acerca de laburguesa espaola y la diferencia que la separaba de los otros pases occidentales(A. DOMNGUEZ ORTIZ: Sociedad y Estado..., pg. 490).

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    Ilustracin espaola. Nuestros ilustrados, pese a la dimensin europealo que en el siglo xvm quiere decir, en buena medida, carcter francsde su cultura, reaccionarn contra el ataque defendiendo a la Patria agraviada.Como dice Herr, surgir entonces un nacionalismo ilustrado o humanitario,que preparar la disolucin de la idea de una humanidad indivisible preconi-zada por la "Ilustracin"... En definitiva, la pregunta de Masson no slodilucid la diferencia entre el campo progresivo y el conservador dentro delpas, sino que adems, puso una cua entre los campos progresivos de Espaay Francia (83).

    C . EL CONFLICTO IDEOLGICO ABIERTO

    La crisis de finales de siglo xvm supone, hay que reiterarlo, la, en frasede Herr, prdida de fe en el despotismo ilustrado. Desprestigio de la Mo-narqua, despotismo ministerial, crisis econmica, impacto de la Revolucinfrancesa..., todo se conjuga para producir, entre nosotros, de una parte elenfrentamiento abierto contra todo lo que la Ilustracin supona y, de otra,la aparicin de una ideologa radical, que desborda el marco de la Monarquaabsoluta, a partir del impacto de los acontecimientos de Francia y de la propiafrustracin de sectores ilustrados, ante el fin de la poltica de reforma. Auncuando permanezcan en el poder ministros del equipo ilustrado de Carlos III,stos, Floridablanca, incluso Aranda, que le sustituye en 1792, abandonarntoda iniciativa reformista, cegando los canales de la Ilustracin. El ministroMoino, que ayudado de muchos trabaj en favor de ellas (las Luces) enlos das serenos se lamenta Godoy, las trat como enemigo cuando llega juzgarlas peligrosas y culpables. La carrera de las reformas, emprendidamedio siglo haca con prspera fortuna, hizo larga parada, y an retrocedimuchos pasos. Se cohibi la imprenta con rigor extremado, el Gobiernoadopt un silencio temeroso, y este mismo silencio fue impuesto a todo elreino. Todos los diarios, an aquellos que se ocupaban solamente en asuntosde letras o de artes, desde el ao 1791 fueron suprimidos en la Corte y entodas las provincias. La Gaceta hablaba menos de los asuntos de la Franciaque podra haberse hablado de la China. Ni par en esto slo porque acrecidoslos temores del Gobierno, todos los directores de las Sociedades Patriticasrecibieron rdenes secretas de aflojar las tareas y de evitar las discusiones enasuntos de economa poltica; las universidades y colegios, de ceir la ense-anza a los renglones ms precisos; los jefes de provincia, de disolver toda

    (83) R. HERR: op. cit., pg. 190.

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    academia voluntaria, y de celar estrechamente las antiguas que existiesen bajoel amparo de las leyes. Tal pareci Espaa entonces por dos aos largos,como un claustro de rgida observancia. Todo, hasta el celo mismo y el amorde la Patria era temido por la Corte (84).

    Pese a los intentos ilustrados indudables, en ocasiones osados, y nopocas veces coronados por el xito de Godoy (85), los excesos de laRevolucin francesa, servirn de justificacin a la ideologa conservadora,mediante lo que Maras denomina radicalizacin inducida: A causa de lasviolencias revolucionarias en Francia, la ilustracin espaola, que las repudiaenrgicamente, adquiere sin embargo una carga elctrica que le era totalmenteajena, que nunca quiso tener y se le combate como si Jovellanos fuese Robes-pierre y el dulce Melndez estuviera ejecutando las noyades de Nantes.Puesto que en Francia se cometen atrocidades y crmenes, todo est permitidocontra los que quieren que en Espaa se lea a Descartes y a Newton y hayaUniversidades decorosas; contra los que frecuentan los sacramentos, peropiensan que la Inquisicin es una vergenza religiosa y nacional; contra losque creen que el hombre tiene derecho a vivir humanamente y a disponer desu destino (86). Tal fenmeno se manifiesta inconfundiblemente hay atis-bos en los ltimos aos de Carlos III a partir de 1789, ayudada, como sedijo, por las nuevas circunstancias econmicas: las guerras con Francia (1793-1795) e Inglaterra (1796-1801 y 1804-1808), interrumpirn el comercio conAmrica y el gobierno intentar sufragarla incrementando la carga impositiva,que pretende hacer recaer sobre la riqueza de la aristocracia terrateniente yde la Iglesia, iniciando respecto de sta la desamortizacin de sus bienes.

    Las consecuencias sern devastadoras para el pensamiento ilustrado,que quedar proscrito: la razn y la tolerancia sern negadas como conducentesa la subversin, la anarqua y la impiedad. Como establece Javier Herrero:Absolutismo religioso y poltico... e intolerancia sern los principios que

    (84) PRINCIPE DE LA PAZ: Memorias, B.A.E., Madrid, 1965, pgs. 195-196.(85) CARLOS SECO SERRANO: La poca de Godoy, en La Ilustracin Claroscuro...,

    pgs. 97 y sigs. Valiente fue la actitud del favorito ante la Inquisicin, arrebatndole la causa,avocndola el Consejo de Castilla, de Ramn de Salas, y haciendo publicar una Real Orden, porla que se prohiba al Santo Oficio proceder en prisiones contra nadie, de ningn estado, alto obajo, sin consultar al Rey previamente y obtener su permiso soberano, disposicin que Secoconsidera como el mximo triunfo obtenido por el espritu ilustrado a todo lo largo del Siglode las Luces, en su versin espaola, saludado con entusiasmo por Melndez. C. SECO SERRANO,op. cit., pgs. 95-96; vase, tambin, G. DKSDKVIESES DV DEZKRT: La Socit..., pgs. 395 ysigs.; L. FERNNOUZ DE MORATIN, Epistolario, Madrid, 1973.

    (86) J. MARIAS: Espaa y Europa en Moratn, pg. 88; Ortega..., pgs. 41-42, y La Espaaposible..., pgs. 147 y sigs.

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    triunfen en la cultura y poltica espaolas a partir de 1789 y que culminarnen Fernando VII (87).

    La nobleza, ferozmente hostil al despotismo ministerial de Godoy, alque se opuso con mucha mayor fuerza que al de Floridablanca, oposicinque lleg a alcanzar al propio Carlos IV que lo mantena en el poder, ya queno slo persista su marginacin del poder poltico, tal como vena ocurriendoa lo largo de todo el siglo, sino por cuanto las necesidades de la Haciendahaban obligado al Gobierno a emprender una poltica fiscal que alcanzabaa la riqueza nobiliaria, produce en este momento el texto que supone laexpresin ms rigurosa de la ideologa nobiliaria, enlazando el inters de lanobleza con el de la comunidad. Es el Discurso sobre la autoridad de losRicos Hombres sobre el Rey (1794), del conde de Teba, en el que se ponede relieve cmo el poder de la antigua nobleza, capaz de servir de contrapesoal del monarca, era eficaz garanta de libertad y de justicia, evitando laopresin del pueblo. Fue a partir de los Reyes Catlicos cuando se inici elproceso, que llevara a los nobles a verse apartados del Gobierno por unaMonarqua recientemente absoluta, culminando con Felipe V el autor delDiscurso no se atrevi a llegar ms lejos, quien los llam a la Corte, losatrajo con honores y distinciones aparentes y en fin, los dividi excitando suambicin con los empleos de Palacio, apartndose as su atencin de losnegocios importantes a la gobernacin del pas, para aplicarse a ridiculaspequeneces... a viles bajezas, cuyo objeto o fin es... despreciable. As, hechaya costumbre en ellos el no tener empleo ni parte en el Gobierno creyeron,casi con razn, intil el instruirse, se imposibilitaron de este modo de obtener-los y se form un crculo, el ms perjudicial a ellos y a la Nacin (88).

    Contina, sin embargo, correspondindole a la Iglesia el papel principalen la elaboracin y difusin del pensamiento reaccionario: las dos ltimasdcadas del siglo coinciden con una intensificacin de la actividad misionaldel Padre Cdiz, a quien el estallido de la Revolucin francesa proporcion...una ocasin nica para redoblar sus esfuerzos contra la impiedad, y quesimboliza quizs mejor que nadie el espritu tradicional (89), mientras que el

    (87) J. HERRERO: op. cit., pg. 117.(88) El texto ha sido publicado por Paula de Demerson: El escrito del Conde Teba: el

    "Discurso sobre la autoridad de los Ricos Hombres", en Hispania, 117 (1971), apndice 1,pgs. 148-152.

    (89) Hombre de cultura exclusivamente eclesistica que nunca quiso aprender francs enodio a los malos libros que escritos en esa lengua nos llegaban. A. DOMNGUEZ ORTIZ: DonLeandro Fernndez de Moratn y la sociedad espaola de su tiempo, en Revista de la Universidadde Madrid, volumen IX, nm. 35, recogido en Hechos y figuras..., pg. 227.

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    brazo del Santo Oficio alcanza a hombres como Samaniego (90) o Ramn deSalas (91).

    Esta ideologa, definible, ante todo, por su carcter contrailustrado, sin-gularmente eficaz para evitar la difusin de las ideas reformistas, sigue siendo,para Javier Herrero, totalmente ajena a la tradicin espaola. Su inspiracinse encuentra en autores como Luigi Mozzi: Proyectos de los incrdulos (1791);Abate Bonola: La liga de la teologa moderna con la filosofa (1798), editadapor el marqus del Mrito y, probablemente, el ms influyente, el AbateAugustin Barruel, cuyas Memorias, aunque traducidas en 1812, eran amplia-mente conocidas de tiempo atrs entre nosotros. Estos autores, ms queemplear argumentos intelectuales frente al racionalismo de una Ilustracinque haba captado a la intelligentzia de la poca, se basarn, sobre todo,en la creacin y difusin de mitos que apelan a las pasiones de las clasesreaccionarias frustradas por el desafo a su autoridad por los nuevos princi-pios. El mito fundamental sigue siendo, desarrollado y matizado, el yaindicado de la conspiracin universal de las fuerzas del Mal contra el Bien,es decir, contra la civilizacin cristiana, mediante una revolucin europeaque comenz en Francia en 1789, y que tiene una triple inspiracin: la de losFilsofos, que utilizan la Razn para destruir la Fe y entregarse as a su ocultofin, el libertinaje; la de los jansenistas, que tratarn de llevar la satnicaidea de la libertad al seno de la propia Iglesia, y la masnica, que trata deponer en prctica los perversos principios de razn, libertad y derechoshumanos, y que, atentando al orden natural establecido por Dios, ha comen-zado a realizar en sus logias una sociedad sin distinciones de clases. Aunqueel valor intelectual de estos autores es escaso, aunque fueron totalmenteeclipsados por los pensadores que han creado la civilizacin moderna, sealaHerrero, sus argumentos apoyaron la reaccin del Antiguo Rgimen y justi-ficaron la gran represin que sigue a la cada de Napolen.

    El conflicto entre Ilustracin y reaccin en Espaa no es, para el autorltimamente citado, sino un episodio de ese movimiento que abarca la tota-lidad del continente y que se extiende incluso a Amrica (92).

    El pensamiento reaccionario espaol de este momento, inspirado por laIglesia, adquiere, desde sus primeros textos, manifiesta dureza, pese a que,

    (90) Cfr. EMILIO PALACIOS FERNNDEZ: Vida y obra de Samaniego, Vitoria, 1975,pgs. 112 y sigs., y 388 y sigs.

    (91) Cfr. DIF.O MATEO DEL PERAL: Sobre Ramn de Salas y la incorporacin de la "Eco-noma civil" a la enseanza universitaria, en Investigaciones econmicas, 6 (mayo-agosto,1978), pgs. 187 y sigs., y ANTONIO EI.ORZA (recogidos y presentados por): Pan y Toros yotros papeles de fines del siglo xvm, Madrid, 1971, pg. 9.

    (92) J. HERRERO: op. cit., pgs. 22-24.

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    como ya seal Coxe, doctrinalmente era Espaa quiz la nacin que ofrecatal vez ms recursos para luchar con ella (la Revolucin francesa) sin desven-taja, por cuanto El amor de las reformas, el deseo de mejoras sociales, quehemos tenido ocasin de mostrar como patrimonio de los espaoles ilustradosen el siglo xvm, siempre haba ido acompaado del respeto a la religin yal trono, como instituciones sagradas y tutelares ntimamente enlazadas conla felicidad y conservacin de la sociedad, mantenindose las creenciaspolticas y religiosas en toda su pureza (93). As, en La intolerancia civil,texto en el que, para Maras, se transparenta la pluma eclesistica, de seme-janza singular con la delacin que llevara a Jovellanos a la prisin de Mallor-ca (94), publicado en el Espritu de los mejores diarios los das 6, 13 y20 de abril de 1789, pese al reconocimiento implcito del moderadsimocarcter de la Ilustracin espaola, cuando se trata de combatir males quetodava se reconoce no han llegado a producirse, hay una afirmacintajante de la intolerancia [como] ley fundamental de la Naturaleza (95).

    Textos representativos de esta ideologa reaccionaria (96), son los deAntonio Xavier Prez y Lpez: Principios del orden esencial de la Naturaleza(Madrid, 1785); Juan Pablo Forner: Discursos filosficos sobre el hombre(Madrid, 1787), y Discursos sobre el espritu patritico (Sevilla, 1794);Antonio Vila y Camps: El vasallo instruido en las principales obligacionesque debe a su legtimo monarca (Madrid, 1792); Joaqun Lorenzo Villanueva:Catecismo del Estado segn los principios de la religin (Madrid, 1793);Pablo de Olavide: El Evangelio en triunfo (Valencia, 1797); Fray Diego deCdiz: El soldado catlico en la guerra de religin (Ecija, 1794); LorenzoHervs y Panduro: Causas de la Revolucin de Francia en el ao 1789 ymedios de que se han valido para efectuarla los enemigos de la religin ydel Estado (Madrid, 1794); y algo despus, Simn Lpez: Despertador cris-tiano-poltico (Valencia, 1809); P. Vlez: Preservativo contra la irreligin,o los planes de la filosofa contra la religin y el Estado, realizados por laFrancia para subyugar la Europa, seguidos por Napolen en la conquistade Espaa, y dados a la luz por algunos de nuestros sabios en perjuicio denuestra patria (Cdiz, 1812); F. Al varado: Cartas Crticas del Filsofo Rancio(Palma de Mallorca, 1813-1814) (97); Raimundo Strauch, traductor de Ba-rruel, inspirador del Diario poltico de Mallorca (1808), autodenominado

    (93) GUILLERMO COXE: op. cii., IV, pg. 555.(94) J. MARIAS: op. cit., pg. 153.(95) En ibicl., pgs. 157-158.(96) Vase la defensa que de sus principales representantes hace MENNDEZ Y PELAYO:

    Historia de los Heterodoxos espaoles, Madrid, 1967, VI, pgs. 341 y sigs.(97) Cfr. FRAY ABEL LOBATO: Vida y obra del filsofo Rancio, en Archivo Hispalense,

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    el Mastn Serfico (98); Fernando Zeballos: Observaciones sobre reformaeclesistica (Corua, 1812), etc. En ellos se percibe una violencia creciente:Ay de aquellos grita el padre Cdiz en El soldado catlico en guerra dereligin que perdonan la vida a los enemigos de Dios, en guerra mandadapor Su Majestad! El herir entonces, el dar muerte, el pasar las gentes acuchillo, sin que quede uno solo vivo, y el no usar con ellos de conmiseracinalguna, es ob-a de Dios que se vale entonces del Soldado como de un ministrode su Divina Justicia. Enemigos de Dios, que tambin existan en Espaa:Por qu no he de decir tambin clama el padre Vlez que algunos denuestros espaoles convivieron con los filsofos de la Europa en reformar laIglesia, conspirando contra el altar, cuando la rebelin contra el trono, no essino una ilacin del abandono de la moral cristiana, del desprecio de suspreceptos, y el resultado inmediato de haber querido sacudir el yugo de lareligin, o atentado contra su general disciplina? (99), y que conspiraban,al mismo tiempo, contra la Monarqua, fingindose decididos realistas, paraarmarse contra la Iglesia. La autoridad real se ponderaba por algunos, slocon el fin de disminuir la del Papa y la de los obispos. Exaltaban el poderde los reyes, para acercarse al trono, y mirarlo ms fcilmente a la par quedestruan a la Iglesia (100). Son stos, realmente, los enemigos ms temibles,con quienes habr que pelear con mayor fuerza que contra los de afuera,porque perjudican la religin y hacen peligrar la patria (101). DestacaElorza, por otra parte, un rasgo importante en el pensamiento reaccionarioposterior a 1789: su clara conciencia de los perjuicios que la expansin revo-lucionaria puede irrogar a la posicin econmica de la Iglesia (102).

    A finales de la centuria, la mentalidad popular se concreta en un fenmeno,de amplia difusin urbana, como fue el majismo, forma de plebeyismo

    21 (1954), y MARIA CRISTINA DIZ-I.OIS: Fray Francisco Alvarado y sus Cartas crticas, enEstudios sobre las Cortes de Cdiz, Pamplona, 1974.

    (98) Cfr. MKUII. DK IOS SANTOS OI.IVKR: Mallorca durante la primera revolucin, Palmade Mallorca, Palma, 1901, pgs. 508-512; v., tambin, RICARDO BHLTRN RZPIDE: Isidoro deAntilln. Gegrafo, historiador y poltico. Discursos ledos ante la Real Academia de la Historiaen la recepcin pblica de... , Madrid, 1903, pg. 55.

    (99) Fr. RAFAEL DE VLEZ: Apologa del altar y del trono..., Madrid, 1818, pg. 38.(100) Ibid., pg. 43.(101) FRAY RAFAEL DE VLEZ: Preservativo contra la irreligin. Reimpreso, Madrid, 1812,

    pg. 224. Es cierto que un Hervs se manifestar mucho ms comedidamente, distinguiendoentre tolerar el error y tolerar a los que han errado. LORENZO HERVS Y PANDURO: Historias delhombre, en NGEL GONZLEZ PALENCIA: DOS Cartas inditas de Hervs y Panduro, en Revistade Filologa Espaola (1944), XXVII, pgs. 455-463.

    (102) Vase, por ejemplo, la obra indita del P. TRACGIA: Examen filosfico de los disturbiosde Francia; A. El ORZA: Las ideas polticas..., pg. 84

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  • LOS CONFLICTOS IDEOLGICOS EN EL SIGLO XVIII ESPAOL

    que, como dice el Duque de Almodvar: Se ha subido a mayores, en tantogrado, que las personas poco instruidas califican el magismo de carcterespaol (103).

    Definido el majo por el Diccionario de la Academia como el hombreque afecta guapeza y valenta en las acciones y palabras, portador de unosrasgos caballerescos degradados, su influjo en las clases altas, especialmenteen una nobleza que haba perdido, en gran medida, sus valores tradicionales,fue notorio. Constituye parte principal, pues, del estilo de vida nobiliariode este momento histrico.

    Interesa, sin embargo, resaltar aqu la aparente ausencia en la Espaa delsiglo XVIII, al menos en las ciudades, de una autntica cultura popular yrebelde, a semejanza, por ejemplo, de la que existe en Inglaterra, es decir,de una cultura tradicional que no est sujeta en sus operaciones cotidianasal dominio ideolgico de los poderosos (104), y cuyas formas tradicionalesconservadoras, encubren una autntica lucha de clases que se manifiesta dela manera que le es posible: La cultura conservadora de la plebe diceThompson se resiste muchas veces, en nombre de la costumbre, a aquellasinnovaciones y racionalizaciones econmicas (como el cerramiento, la disci-plina o de trabajo, las relaciones libres en el mercado de cereales) que gober-nantes o patronos deseaban imponerle (105).

    La falta de una cultura popular de este carcter se debi posiblemente (106),de una parte, a la influencia de la Iglesia en Inglaterra, la debilidad de laautoridad espiritual de la Iglesia hizo posible el resurgir de una cultura plebeyaextraordinariamente vigorosa, fuera del alcance de controles externos (107)que molde, escribe Aguilar Pial, la mente y la conducta de los espaolescon el agobiante machaqueo de ideas intransigentes repetidas sin cesar, atravs del pulpito (108), hasta configurar una sociedad sacralizada, es decir,

    (103) FRANCISCO MARIA DE SILVA (seudnimo del Duque de Almodvar): Dcada epistolarsobre el estado de las letras en Francia, Pars, 1780. La edicin que utilizo, Madrid, 1781. Lacita, epstola novena, pg. 265.

    (104) E. P. THOMPSON: La sociedad inglesa del siglo xvm: lucha de clases sin clases?,en Tradicin, revuelta y consciencia de clase. Estudios sobre la crisis de la sociedadpreindustrial,Barcelona, 1979, pg. 45.

    (105) Ibid.(106) La deficiente explotacin racional del trabajo por el carcter sumamente incipiente

    del capitalismo, puede ser una razn para explicar la ausencia de una cultura popular rebelde.Vase, E. P. THOMPSON: Tiempo, disciplina de trabajo y capitalismo industrial, en Tradicin,revuelta..., pgs. 239-293.

    (107) Ibid., pg. 31.(108) Del nmero de sermones, baste recordar el testimonio de Blanco White, quien

    asegura que haba orador sagrado en Sevilla que suba al pulpito todos los das y hasta tres vecesdianas en Cuaresma. F. AGUILAR PIAL: Andaluca en el siglo XVIII, pg. 191.

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  • ANTONIO MORALES MOYA

    resignada con las miserias e injusticias de este mundo, en aras de unapromesa de salvacin eterna (109). Y, de otra, a la de la nobleza, pues,como hemos dicho, el majismo resulta una degeneracin de valores aristocr-ticos. Se ha destacado la plebeyizacin aristocrtica en este perodo, mas,creo, no se ha reparado en qu medida las actitudes de la nobleza contribuana mantener el majismo. De este modo, el majismo, aristocrtico y popu-lar, en interrelacin muy estrecha, se traducir, en ltimo trmino en unaactitud anti-ilustrada, de rechazo de todos aquellos valores que los ilustra-dos, obsesionados por un problema de Espaa (110), que enfocaban nolimitndose a enunciar ideas generales o a lamentarse de la decadencia, sinode forma positiva y concreta, trataban de imponer a la sociedad espaola:laboriosidad, honestidad, pureza de costumbres, patriotismo crtico... (111).

    Lejos, pues, de existir ese enfrentamiento clasista, que, apoyndose enel teatro de la poca, especialmente en la Raquel de Garca de la Huerta,ve Andioc entre nobleza y pueblo (112), hubo una estrecha colaboracin enorden a impedir el progreso del pas, en orden a sumir a ste en un estrecholocalismo, cerrado al exterior, tanto en las modas cuya servil copia llevaba,es cierto, a extremos ridculos como en las ideas. As, para el Duque deAlmodvar, lo subraya Maras, el majismo se presentar como una formaextrema de localismo pinsese en lo que ser despus lo castizo. Frentea la universalidad de la cultura, frente a esa unidad general de creenciaque Almodvar prev, frente a la comunidad de todos los pases a un nivelnunca antes alcanzado, aparee el fantasma de ese localismo, de ese particula-rismo angosto, como un rebrote de aislamiento, como una amenaza de nuevoy ms bajo enquistamiento de la sociedad espaola en s misma. El majismose presenta inequvocamente a sus ojos como ltima forma de tibetaniza-cin: frente a la Espaa europea, unida al mundo por el pensamiento, otravez una Espaa sola (113).

    Las medidas adoptadas por Floridablanca desde septiembre de 1789, afin de evitar el contacto con Francia (114), no pudieron impedir la difusinen Espaa de las noticias de lo que en el pas vecino ocurra, as como delas publicaciones revolucionarias, a partir del proselitismo furioso de los

    (109) Ibid., pg. 192.(110) G. MARAN: Las deas biolgicas del P. Feijo,/Madrid, 1935, pgs. 40 y sigs.(111) JOS L. LPEZ ARANGUREN: Moral y sociedad, Madrid, 1965, pgs. 23-24.(112) Cfr. RENE ANDIOC: Teatro y Sociedad en el Madrid del siglo XVIII, especialmente,

    pgs. 285 y sigs.(113) J. MARIAS: La Espaa posible..., pg. 139.(114) Cfr. RICHARD HERR: Espaay la revolucin..., pgs. 197 y sigs., y CARLOS CORONA:

    Revolucin y reaccin en el reinado de Carlos IV, Madrid, 1957, pgs. 23 y sigs.

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  • LOS CONFLICTOS IDEOLGICOS EN EL SIGLO XVIII ESPAOL

    gobiernos revolucionarios, con los que colaboraron espaoles como Marche-na, Hevia, Santibez, Santiago Miguel Rubn de Celis o Andrs MaraGuzmn (115). Esta propaganda influy en sectores de las clas