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Número #01 Humanidades, Ciencia y Sanidad NÚMERO UNO (2ª PARTE) FEBRERO 2015 temas del mes JULIO CARO BAROJA COLABORACIONES CIENTÍFICAS ÓPTICA HISTORIA: LA EXPEDICIÓN BALMIS Centenario de la Primera Guerra Mundial y Generación del 14 Especial mes Panacea Humanidades, Ciencia y Sanidad revistapanacea.com revista panacea Intervienen: Pedro Caballero Infante, Miguel Yllá-Catalá Fernando del Arco, José Siles Artés, Amadeo Aláez Daniel Pacheco, Ernesto Marco, José Félix Olalla Carmen Doadrio Abad, Ernesto García Camarero Alejandro R. Díez Torre

Número Febrero. Panacea. Revista de Humanidades, Ciencia y Sanidad

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Número#01

Humanidades , Ciencia y Sanidad

Número UNo (2ª PArTe)

febrerO 2015

temas del mes juliO CarO barOja COlabOraCiONeS CieNtífiCaS ÓptiCa HiStOria: la eXpeDiCiÓN balMiS

Centenario de la primera Guerra Mundial y Generación del 14

Especial mes

PanaceaHumanidades, Ciencia y Sanidad revistapanacea.com

revistapanacea

Intervienen:Pedro Caballero Infante, miguel Yllá-CataláFernando del Arco, José Siles Artés, Amadeo AláezDaniel Pacheco, ernesto marco, José Félix olallaCarmen Doadrio Abad, Ernesto García CamareroAlejandro r. Díez Torre

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3REVISTA PANACEA. FEBRERO 2015

PUBLICACIÓN PANACEA. Revista de Humanidades, Ciencia y Sanidad

COLABORADORES Pedro Caballero-InfanteMIguel Ylla-CatalàFernando del ArcoJosé Siles ArtésAmadeo AláezDaniel PachecoErnesto MarcoJosé Félix OlallaCarmen Doadrio AbadErnesto García CamareroAlejandro R. Díez Torre

EMPRESAS PATROCINADORASGRUPO COFARESFUNDACIÓN RAMÓN ARECESLABORATORIOS CINFA

INSTITUCIONES Y ENTIDADES COLABORADORASREAL ACADEMIA NACIONALDE FARMACIACONFEDERACIÓN NACIONAL DE FACULTADES DE FARMACIAFUND. CULTURA DE PAZFEFEADEFARMAAESEGCOIFFAFUNDACIÓN TEJERINAFUNDACIÓN BAMBERGASESORIA F. JOSÉ FLORESMÁS QUE VINOSASEFARMA

SUSCRIPCIONES:[email protected]

DIRECCIÓN WEB Web: www.revistapanacea.com

EDITA: ADAPAF, S.L.iMPRIME: IMPRENTA TARAVILLA, S.L.

D.L.: M-9786-2015

Sumario

EditorialNacer, vivir, sobrevivir Pedro Caballero-Infante 4

Humanidades

Botica Monástica Miguel Ylla-Català 5

SemblanzasFernando del Arco 10

El poeta Ortega y Gasset José Siles Artés 14

Julio Caro BarojaAmadeo Aláez 16

In memoriamJulio Caro Baroja en el Ateneo Daniel Pacheco 18

Galería de Retratos Ateneo Gregorio Marañón 23

Ateneístas Ilustres José Rodríguez CarracidoDaniel Pacheco 24

Ciencia Óptica Ernesto Marco 30

Temas del mesCentenarios: Generación del 14 y Primera Guerra MundialVídeo del Ateneo de Madrid con intervención de Jesús Posada, José Luis Abellán, Pedro López, Eduardo L.Huertas 42

Leonardo Torres QuevedoErnesto García Camarero 43

Libro del mesRaíces de dolor, de Carlos Lens,José Félix Olalla 36

ColaboracionesCientíficasLa psiquiatrización Camen Doadrio Abad 38

HistoriaLa Expedición BalmisAlejandro R. Díez Torre 48

NoticiasNoticias de la Tertulia de Rebotica La Especialidad en Farmacia Industrial y GalénicaEl Correo Farmacéutico 35

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REVISTA PANACEA. FEBRERO 2015

Nacer, vivir, sobrevivir

Pedro Caballero-Infante Perales

Editorial

Veo como cambian de pañal a un recién nacido y no me produce ternura, si acaso la que emana del mimo con que lo hace su madre.

Me provoca sentimientos contradicto-rios. Por un lado ilusión, emoción capaz de mo-ver el mundo, por otra indefensión y desampa-ro y desde este vocablo elucubro hacia lo que la ilusión motiva.

Ilusión es esperar con júbilo un nuevo día, sentir con ansiosa felicidad la búsqueda de un futuro que se nos antoja halagüeño. En defini-tiva amar.

Pienso que esta tierna criatura desvali-da es feliz en su inconsciencia. Quedará limpio y, sorberá su alimento durmiendo en la doble luna del pecho, la madre nana de cebolla y él satisfecho. Aún mullido en el, todavía, vientre acogedor de la madre, ésta rematará la nana del pastor alicantino, mientras lo acuna su-surrándole: “no te derrumbes, mi niño, que no sepas que pasa ni lo que ocurre”.

Y siguiendo al fabulista, dentro de unos meses andará a cuatro patas para, más ade-lante, con esa inseguridad segura que da la espera de unos brazos paternos abiertos, in-tentar caminar enhiesto como un bicheante bípedo inestable.

Y este crecer que va asegurando su esta-bilidad física le hace andar por la vida sin “avi-zar”, al carecer de ese ojo acechante que prevé el peligro, nada que amenace su integridad fí-sica.

Siempre tendrá el amparo de unos bra-zos y unas manos protectoras que paliarán cualquier contratiempo físico que ose hollar su integridad.

Insultante ya de mozo, con la juventud que luce, caminará seguro sobre una tierra que no se le tornará dura sino capaz de soportar sus zancadas fuertes y firmes.

Esta feliz fase de su iniciada vivencia ig-norará, sin querer, que el nacer es un perma-nente morir y que más pronto que tarde, él mi-rará al viejo, sin plantearse que, con el tiempo se verá como ese trípode senil con el que se cruza apoyado en su bastón, figura, nueva-mente frágil de nuestro inevitable futuro.

“Ilusión es esperar con júbilo un nuevo día...”

Nace “Panacea”, delicada y tambalean-te, le cantamos su nana y en este caso al que escribe, amén de ternura literaria, le produce ilusión porque se trata de una publicación fo-mentada y parida por un congénere, farmacéu-tico él, que no sé hasta que punto, yo sí lo creo, es el nexo de unión literario de una profesión, la farmacéutica, no bien tratada socialmente como merece su condición humanística.

Demos, pues, los boticarios a la luz un remedio literario más allá del que procuramos diariamente a nuestros pacientes tan nece-sitados de una luz y unas palabras que curen sus males de espíritu potenciadores de los meramente físicos.

Compañeros de mayor y mejor cualidad humanística que este pobre escribidor harán que la criatura sea, al contrario que el ser hu-mano, inmortal.

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La botica del Monasterio de Santa María la Real de Nájera

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La botica del Monasterio de Santa María la Real de Nájera

Botica MonásticaUna joya en Santa María La Real de Nájera

Miquel Ylla-Català Genís

Una de las boticas monásticas mejor conser-vadas que podemos admirar en todo el te-rritorio español es la que fue botica del mo-nasterio benedictino de santa María la Real de Nájera en la Rioja, enclave importante del

camino de Santiago. No podemos contemplarla en su ubica-ción original, pero su instalación actual nos permite apreciar todos los valores de una farmacia original del siglo XVIII que a pesar de los cambios de los tiempos y de las distintas ubi-caciones conserva todo el frescor y la belleza de un modelo de servicio sanitario que ya es historia.

Esta Botica construida allá por el año 1781 permane-ció en el monasterio hasta la exclaustración de los monjes el año 1835, total unos 54 años. Trasladada por el monje boticario a un edificio cercano de la calle san Marcial, conti-

nuó dando servicio a la ciudad hasta el año 1921 en el que los familiares herederos del monje que la había salvado del pillaje la vendieron al farmacéutico Joaquín Cusi, total 86 años, 32 años más del tiempo que había permanecido en el cenobio. Desde el año 1924 se instaló en los Laboratorios del Norte de España en el pueblo de El Masnou, cerca de Barcelona donde lleva casi cien años y es donde hoy pode-mos contemplarla.

Su parte noble los nueve cuerpos de la anaquelería, el cordialero y la cajonería que le acompañan son sin duda una maravilla y por su belleza podemos decir que son un icono dentro de las boticas monásticas que conocemos.

También puede convertirse en una imagen irrepetible de la ciudad de Nájera, si en un futuro no lejano la cuidad dispusiera de una réplica de esta parte singular.

Humanidades

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Este es el deseo de muchos amantes de la cuidad, de las entidades culturales y tam-bién de su actual propietario la Real Academia de Farmacia de

Cataluña. El consistorio actual ha presu-puestado en dos ejercicios anuales una can-tidad que permitiría realizar este proyecto.

Resumen histórico y descripción.No todos los monasterios tuvieron po-

sibilidades de instalar una botica, su elevado coste y su mantenimiento, sobre todo en lu-gares donde no se podía contar con clientes aparte de la vecindad. Sin embargo casi todos los monasterios grandes la tenían, los demás no dejaban de tener sus servicios sanitarios ya sea para el propio servicio o como ayuda espo-rádica al necesitado o al transeúnte.

A partir del siglo XVI las boticas se ins-talan dentro del recinto monacal y son regidas generalmente por monjes boticarios. Dentro de la orden benedictina los primeros monaste-rios que poseyeron farmacia propia dentro de sus muros fueron ya en el siglo XVI San Juan de Burgos, con hospital anexo, San Benito de Valladolid y Santa María de Montserrat, mo-nasterios que debían atender comunidades numerosas e innumerables huéspedes y pe-regrinos.

En los siglos XVII y XVIII se instalan la mayoría de las farmacias monásticas muchas de ellas en el Camino de Santiago. San Mi-llán de la Cogolla, San Benito de Sahagún, San Julián de Samos, San Martín en Santiago. En el siglo XVIII Santo Domingo de Silos, San Pedro de Cardeña, San Salvador de Oña, Santa María de Nájera entre otras.

La botica de Santa Maria la Real de Nájera estaba situada en la plata baja de la casa del Abad, delante del monasterio, ubicación que nos plantea una pregunta ¿era un espa-cio de clausura? Los expertos, entre ellos el Dr. Ernesto Zaragoza Pascual, de la Academia de la Historia y estudioso de estos temas, se incli-na en sentido afirmativo. Lo confirma la reja de la puerta con espacio para la entrega al público de las medicinas.

Los distintos elementos de la botica del monasterio de Santa María estarían en los tres espacios que se encuentran en la parte delan-tera del edificio con una disposición distinta a la actual. Seguramente podían contemplarse a través de las ventanas, que encontramos a

derecha e izquierda de la citada puerta y de las ventanas laterales. Era sin duda su mejor propaganda. En uno de los lados podía estar lo que hoy conocemos como el hemiciclo con seis cuerpos entre ellos el cordialero con la imagen de San Benito en su parte alta y en el resto de anaquelerías de los cuerpos restantes los botes de farmacia: albarelos, orzas, pildoreros de diferente forma y tamaño, y el resto de los elementos: cajones y armarios con decoración variada en los otros dos espacios. Avala esta tesis la existencia de escudos alusivos al mo-nasterio y a Santo Domingo de Silos en el techo de la salas.

No sabemos exactamente los libros de que disponía su biblioteca incluso podemos pensar que en sus instalaciones solo estaban los libros de tipo práctico y siempre se podía acudir a la biblioteca general del monasterio. Si que sabemos los libros que se trasladaron a la nueva instalación de la calle San Marcial y que luego adquirió el Sr. Joaquín Cusí. Eran los siguientes:

Pharmacopoea Dogmaticorum restituta de Josep Quercetano en latín, editada en París por Apud Claudium Morellum, el año 1607. Li-bro de 480 páginas de 24 x 16,5 x 3,5 cm

Pharmacopée Universelle de Nicolás Le-mery, en francés, editada en París por Laurent D’Houry en el año 1734. Con el subtítulo: Con-tiene todas las composiciones de farmacia en uso en medicina, tanto en Francia como en toda Europa. Libro de 1091 páginas de 35 x19 x 9,5 cm

Codex Medicamentarum. Pharmacopoea Parisiensis, de Joane Baptista Boyer, en latín, editada en Paris por Petrum-Guillermum Ca-velier en al año 1758. Comprado en Madrid por fray Miguel de Eguia, segundo boticario de la nueva botica (1785 y siguientes). Tiene una nota que dice “Me costo en Madrid 65 reales de vellón. Libro de 320 páginas de 26 x 20 x 5 cm

Pharmacapoia Matritensis regii, ac su-premi hispanium protomedicatus Autoritate, jussu atque auspiciis elaborata.. en latín, edi-tada en Madrid por Antonio Pérez de Soto en el año 1762, segunda edición, libro de 516 pági-nas de 27 x 21 x 6 cm

Explicación de la naturaleza, principios, virtudes, usos y dosis de las preparaciones y composiciones de la Farmacopea de España. De José María de la Paz Rodríguez, en castella-no, editado en Madrid por Josef de Collado en el año 1807. Libro de 323 páginas de 21 x

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nasterios que debían atender comunidades numerosas e innumerables huéspedes y pe-regrinos.

En los siglos XVII y XVIII se instalan la mayoría de las farmacias monásticas mu-chas de ellas en el Camino de Santiago. San Millán de la Cogolla, San Benito de Sahagún, San Julián de Samos, San Martín en Santiago. En el siglo XVIII Santo Domingo de Silos, San Pedro de Cardeña, San Salvador de Oña, Santa María de Nájera entre otras.

La botica de Santa Maria la Real de Ná-jera estaba situada en la plata baja de la casa del Abad, delante del monasterio, ubicación que nos plantea una pregunta ¿era un espacio de clausura? Los expertos, entre ellos el Dr. Er-nesto Zaragoza Pascual, de la Academia de la Historia y estudioso de estos temas, se inclina en sentido afirmativo. Lo confirma la reja de la puerta con espacio para la entrega al público de las medicinas.

Los distintos elementos de la botica del monasterio de Santa María estarían en los tres espacios que se encuentran en la parte delan-tera del edificio con una disposición distinta a la actual. Seguramente podían contemplarse a través de las ventanas, que encontramos a derecha e izquierda de la citada puerta y de las ventanas laterales. Era sin duda su mejor propaganda. En uno de los lados podía estar lo que hoy conocemos como el hemiciclo con seis cuerpos entre ellos el cordialero con la imagen de San Benito en su parte alta y en el resto de anaquelerías de los cuerpos restantes los botes de farmacia: albarelos, orzas, pildoreros de diferente forma y tamaño, y el resto de los elementos: cajones y armarios con decoración variada en los otros dos espacios. Avala esta tesis la existencia de escudos alusivos al mo-nasterio y a Santo Domingo de Silos en el techo de la salas.

No sabemos exactamente los libros de que disponía su biblioteca incluso podemos pensar que en sus instalaciones solo estaban los libros de tipo práctico y siempre se podía acudir a la biblioteca general del monasterio. Si que sabemos los libros que se trasladaron a la nueva instalación de la calle San Marcial y que luego adquirió el Sr. Joaquín Cusí. Eran los siguientes:

Pharmacopoea Dogmaticorum restituta de Josep Quercetano en latín, editada en París por Apud Claudium Morellum, el año 1607. Libro de 480 pági-nas de 24 x 16,5 x 3,5 cm

Pharmacopée Universelle de Nicolás Lemery, en francés, editada en París por Laurent D’Houry en el año 1734. Con el subtítulo: Contiene todas las composiciones de farmacia en uso en medicina, tan-to en Francia como en toda Europa. Libro de 1091 páginas de 35 x19 x 9,5 cm

Codex Medicamentarum. Pharmacopoea Pa-risiensis, de Joane Baptista Boyer, en latín, edita-da en Paris por Petrum-Guillermum Cavelier en al año 1758. Comprado en Madrid por fray Miguel de Eguia, segundo boticario de la nueva botica (1785 y siguientes). Tiene una nota que dice “Me costo en Madrid 65 reales de vellón. Libro de 320 páginas de 26 x 20 x 5 cm

Pharmacapoia Matritensis regii, ac supremi hispanium protomedicatus Autoritate, jussu atque auspiciis elaborata.. en latín, editada en Madrid por Antonio Pérez de Soto en el año 1762, segunda edi-ción, libro de 516 páginas de 27 x 21 x 6 cm

Explicación de la naturaleza, principios, virtu-des, usos y dosis de las preparaciones y composicio-nes de la Farmacopea de España. De José María de la Paz Rodríguez, en castellano, editado en Madrid por Josef de Collado en el año 1807. Libro de 323 pá-ginas de 21 x 14 x 2,5 cm

Pharmacopea Hispana. En latín, editado en Madrid por M. Repullés en el año 1817, edición cuar-ta. Libro de 358 Páginas de 22 x 15 x 4 cm.

Farmacopea Española. En castellano, editada en Madrid por la Imprenta Nacional en el año 1865, quinta edición. Libro de 628 páginas de 24 x 15,5 x 4 cm

Este último libro tiene interés ya que fue ad-quirido después del traslado de la Botica a la calle San Marcial y es prueba de la voluntad de actuali-zación tanto legislativa como técnica de Fray Benito Gil.

Cantoral de canto gregoriano, desde la domi-nica VII hasta la XXIII después de Pentecostés, en la-tín. Obra de escritorio monacal manuscrita por Fray Francisco de Toledo de la orden de predicadores. Año 1623. Libro de 264 páginas de 60 x 45 cm.Libro que merece un comentario aparte ya que el monje boticario fra Benito Gil trasladaría a la calle San Marcial junto con la botica. Es la prueba fehaciente de que las oraciones eran necesarias para obtener el éxito y la calidad re-querida de las medicinas que preparaba.

No parece haber noticias antes de finales del siglo XVII de la existencia de una farmacia en el Monasterio de Santa María la Real. La posible presencia de una botica o servicios sa-nitarios más o menos rudimentarios en otros lugares, como el Hospital de Peregrinos, cerca-

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no al Monasterio, o la existencia de farmacia en la misma ciudad, retardaría esta construc-ción. Si se puede afirmar que los servicios far-macéuticos adquirieron en el monasterio una singular importancia y una primera farmacia, «la antigua», debía de estar situada muy cerca del emplazamiento final, en la calle que actual-mente se conoce como de las Viudas. Hoy sa-bemos que el primer boticario del que tenemos noticia fue Benito Díaz, que tomó el hábito en Nájera el 8 de abril de 1710 y murió el 24 de julio de 1750. Le sucedió Martín Eguia, quien, entre los años 1781 y 1785, renovó la farmacia en la parte inferior de la casa del abad, fren-te al Monasterio, con la instalación del mobi-liario que hoy conocemos. Las obras, cuando era abad Pedro Gala, costaron 20.050 reales pagados con los beneficios de la misma botica, prueba del prestigio y servicios que la instala-ción estaba dando. Otro boticario fue José Mª Fernández, quien tomó el habito en el año 1829. En 1835 cuidaba de la farmacia Benito Gil, y ante los problemas de abandono del con-vento, la trasladó a la calle de San Marcial en una casa cercana propiedad del Monasterio. La continuó un sobrino suyo, farmacéutico seglar, llamado Lino Gil. A su muerte la heredó su hija Benita, casada con Vicente Mínguez, boticario, que la vendió a Joaquim Cusí en el año 1921.

El traslado al El Masnou, lugar de su emplazamiento se hizo por ferrocarril siendo necesarios varios vagones. La Botica no se reinstaló hasta después de 1924 año que el Laboratorio se había trasladado desde la ciu-dad de Figueras a su actual emplazamiento. La empresa tenía sus servicios propios de car-pintería que jugaron un papel importante en la instalación.

En el año 1952 al cumplirse 50 años de la fundación de la Moderna Farmacia Cusí en la ciudad de Figueras, por lo tanto cincuentenario de la empresa, la botica estaba ya instalada de forma muy parecida a la actual, sin embargo consta que en el año 1975, se cumplían seten-ta y cinco años, se efectuó una restauración a fondo de todas sus partes en especial de los armarios y la cajonería.

La farmacia, tal como podemos verla ac-tualmente es de estilo barroco, construida en la segunda mitad del siglo XVIII y reinstalada en el Museo Cusí de Farmacia, ocupa una plan-ta de forma rectangular con un hemiciclo en uno de sus extremos. Este espacio semicircu-lar está formado por nueve cuerpos, cada uno

de ellos cerrado por un arco de medio punto, separado por columnas sencillas y rematadas por un friso que a manera de cornisa da unidad a las diferentes partes y se apoya sobre unas volutas barrocas situadas entre los arcos. El conjunto es de una tonalidad cremosa sur-cada por hilos dorados. También es dorado el espacio correspondiente a las conchas donde encontramos una ornamentación vegetal cla-ramente barroca. El interior de los arcos está ocupado por estanterías con botes de boticario y orzas de cerámica blanca con el escudo de la abadía. En la actualidad encontramos 53 alba-relos pequeños denominados pildoreros, 135 albarelos tamaño grande, 83 orzas pequeñas y 54 orzas grandes, en total 329 piezas que dan al conjunto un aspecto único. La cerámica es seguramente de procedencia local, se señalan posibles talleres de Haro o de Navarrete. Imi-ta el tipo de decoración que tenían otros mo-nasterios cuya cerámica estaba fabricada en Talavera de la Reina o Puente del Arzobispo. Las pequeñas variaciones en forma y tamaño en cada tipo de botes, señala que a lo largo de los años que funcionó la botica se efectuaron distintas reposiciones seguramente debidas a la roturas que por lógica se producían. El arco central, es ligeramente más bajo que los demás, y deja en su parte superior un espa-cio donde encontramos una hornacina con la imagen de San Benito del siglo XVI, patrón del cenobio, y en su estantería se encuentra el cor-dialero, con frascos de vidrio con tapón esme-rilado, en total 102, para diferentes líquidos, tinturas y jarabes. Su estado de conservación es deficiente y afecta los tapones, el cuello e incluso parte del frasco y en especial el escu-do de la abadía que se deduce estaba gravado al fuego en cada frasco. Debajo de la zona co-rrespondiente a los estantes cada cuerpo tiene tres pequeños cajones en hilera y el espacio que queda hasta el suelo está ocupado por ar-marios decorados con diferentes animales.

El resto de las paredes de la espaciosa sala es de tonalidad verdosa, también con de-talles dorados y rematado, en su parte alta, por arcos apaisados. Al extremo del rectángulo, en el centro, encontramos cuarenta y ocho cajo-nes para hierbas medicinales con su nombre decorado con dos guirnaldas florales y a cada lado unas puertas con vidriera que en teoría nos llevarían a la rebotica. Las paredes late-rales del resto de la sala están ocupadas por armarios con las puertas decoradas con pintu-

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ras de animales, de inspiración entre exótica y hogareña, dentro de unos parajes campestres.

En uno de los espacios laterales, no sa-bemos si coincidían con aberturas en la ubi-cación original, encontramos dos conjuntos de estanterías con vasos cilíndricos, altos, de color verde, con borde circular más pronuncia-do, sin ningún tipo de cierre, que seguramente se cubrían con pergamino o papel parafinado, para contener extractos fluidos, de los que algunos todavía conservan restos y nombres de su contenido. Su número es de 107 uno de ellos más alto que el resto y algunos conservan restos del escudo del monasterio.

La Botica hoy. Actuaciones de la Reial Acadèmia de Farmàcia de Catalunya.

Cuando en el año 1997 la Academia de Farmacia de Cataluña recibió de los herederos de la familia Cusí el legado del Museo Cusí con todas sus colecciones tuvo que aceptar la do-nación con dos condiciones: a) No podía sacar ninguna de sus piezas, salvo para exposiciones extemporáneas, del pueblo de El Masnou b) caso de incumplir esta cláusula el legado re-tornaría a los herederos que lo habían cedido.

Todo el contenido museístico estaba re-partido en tres espacios; 1 –Dos vitrinas llenas de materiales y armarios.2 – La biblioteca y 3 – La botica del Monasterio de Santa María la Real de Nájera con todo en material propio y con muchos elementos museísticos de otras procedencias.

Gracias a una remodelación de los labo-ratorios Alcon que mejorando sus instalacio-nes construyó un Auditorio de Formación para

necesidades internas y también para la for-mación de oftalmólogos en técnicas actuales se amplió el espacio museístico, en diferentes etapas, con 17 vitrinas que se destinaron a la exhibición de las colecciones.

El espacio que contenía la Botica del mo-nasterio se liberó de elementos extraños que se redujeron al mínimo: Santa Magdalena, vi-trina con los libros venidos de Nájera y algunos morteros grandes, incorporándose en el resto de los espacios todo el material original ade-más de algunos signos ilustrativos de la histo-ria y la leyenda de la fundación del monasterio como la jarra de azucenas y la campana.

Con la ayuda de Alcon y aportaciones de la Academia se está realizando una campaña de restauraciones que incluye los botes de ce-rámica y las pinturas de los armarios.

La restauración de la cerámica se ha de-sarrollado en un programa de cinco años de du-ración durante el cual se han restaurado todos los botes de la Botica que tenían algún desper-fecto, en total 164. Está en marcha la restaura-ción de las pinturas de los armarios que después de una etapa de señalización de los desperfec-tos se ha acometido en diferentes fases y en la actualidad ha finalizado la restauración de las puertas dobles faltando todavía las puertas de los armarios pequeños y la restauración de las pinturas de los cajones de las plantas.Se trata de una botica museo con plena vi-gencia del testimonio de lo que en su día fue en el monasterio de Santa María la Real de Nájera y ubicada en el Museo Cusí de Farma-cia que recibe más de mil doscientas visitas anuales.

Cajones para plantas medicinales

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REVISTA PANACEA. FEBRERO 2015

SemblanzasF. A. del Arco *

Humanidades

El presente espacio, nace con el nombre de SEMBLANZAS, pues desde estas líneas voy a tener el honor de hacer llegar a los lectores de la revista digital

PANACEA esta sección dedicada a exponer las biografías condensadas de personajes (más o menos conocidos), que han sido los pilares de una época; en este caso, el siglo XIX, tantas veces llamado el siglo de los descubrimientos científicos y los inventos, representando un verdadero alborear para la mayor parte de las ramas de las ciencias y en resumen, de casi todo el saber humano; lo es esencialmente en lo que se refiere al arte de curar las enferme-dades, rodeado hasta entonces de un halo casi místico.

La terapéutica, había pasado desde las prácticas de brujos y hechiceros a las manos de sangradores y purgadores que encontra-mos todavía hasta finales del siglo XVIII.

En pocos años, y gracias al gigantesco desarrollo paralelo de la química, la fisiología y la bacteriología, el arte de curar se encuentra convertido en auténtica ciencia.

La química analítica va consiguiendo ais-lar en estado de pureza los principios activos de las drogas; en 1806 se aisló la morfina, en 1818 la estricnina, la quinina en el 20 y la atro-pina en 1833.

La química sintética, logra imponerse cuando el profesor Wöhler, discípulo del genial Berzelius, consigue en Göttingen [Alemania- Baja Sajonia] (olim, Gotinga) la síntesis de la urea, en el año 1820.

El espectro de la fuerza vital como ele-mento indispensable para la obtención de cuerpos orgánicos en el laboratorio, desapa-rece y renace con toda su pujanza la química

del carbono. No mucho después (1831), Liebig y Sobereing al descubrir el cloroformo, prepara-ban el avance de la terapéutica quirúrgica.

Claudio Bernard, Magendis, Brown Squard y sus discípulos, fueron estudiando desde los recién creados laboratorios de fisio-logía el apasionante misterio del funcionalis-mo de los seres vivos.

Pasteur, a mediados de siglo XIX comien-za a publicar sus estudios sobre las bacterias, colocando así los cimientos de la doctrina etio-lógica de las enfermedades infecciosas.

El eminente investigador Rudolf Buchhe-im, discípulo de Magendis; ya puede con todo honor, inaugurar su profesorado de terapéuti-ca en la ciudad universitaria estoniana de Tartu [Dorpat en alemán]; en aquellos momentos se preparó la fundación en Estrasburgo [Fran-cia] del primer Instituto de Farmacología (año 1887).

No es de extrañar que los hombres de es-tas generaciones sumergidos en el torbellino de los apasionantes descubrimientos, vivieran tan transcendentales momentos con plena conciencia histórica, y que su inquietud espi-ritual tratara por todos los medios de mante-nerse al corriente de los progresivos avances y aún contribuir a ellos en la medida de sus fuer-zas intelectuales y físicas..

Tal era el ambiente, cuando dos de estos hombres, el farmacéutico: Ernst Christian Frie-derich Schering (31-V-1824), y el químico Frie-derich Bayer (6-V-1825), pasaron a convertirse en los pilares de la ciencia química industrial, una de cuyas ramas más señeras fue la far-macología.

En esta exposición, se va utilizar el orden cronológico del nacimiento de nuestros perso-najes y por ello será citado en primer lugar:

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Nació el 31 de mayo del año 1824 y falle-ció el 27 de diciembre 1889. Entre otros estu-dios, se graduó de farmacéutico y a los 34 años (a. 1851) abrió una farmacia en Chauseestras-se (al norte de Berlín), que entre él y su esposa, le dieron por nombre: Grüne Apothek [La Botica Verde], se cree, que por ser el verde el color de la esperanza.

Dado su temperamento, no podía este hombre conformarse con ser el propietario de una sencilla botica para vender fórmulas magistrales.; lo pensó bien y decidió aprove-char la parte libre del terreno donde estaba el despacho farmacéutico y montó un pequeño laboratorio, que en poco tiempo, resultaría in-suficiente.

No solamente percibió con toda claridad la importancia científica de la química, sino que también se dio cuenta del papel reservado a los productos químicos, que se expandían, en el vertiginoso desarrollo de los procesos de in-dustrialización de su época.

En Europa, como en España, por aquel entonces, no solamente se atendían en las farmacias recetas de los galenos, sino que a

modo de pequeña fábrica química se resol-vían magistrales fórmulas creadas por el pro-pio farmacéutico para los enfermos y a veces, para surtir de las materias que necesitaban los perfumistas, curtidores, tejedores, pirotécni-cos, etc., en general, todo lo que constituía la química ligera, pues la pesada, como el ácido sulfúrico, la sosa, y el resto de otros productos químicos, quedaban para las grandes fábricas.

E. Schering, con certera visión, centró en su pequeño laboratorio la producción de sus-tancias químicas, pero no en gran cantidad, sino con el máximo grado de pureza en su ela-boración.

Por entonces nacía en Francia y comenza-ba a extenderse por toda Europa: la fotografía.

Pronto se dio cuenta nuestro personaje, de que el éxito de estos nuevos artistas depen-día fundamentalmente de la pureza de los pro-ductos que emplearan y dedicó personalmen-te muchas horas de ensayos hasta conseguir sustancias que respondiesen perfectamente a lo que de ellas se esperaba.

La calidad de sus productos era muy su-perior al término medio y por ello, en muy poco

Ernest Christian Friederich Schering

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tiempo empezó a recibir pedidos del extranje-ro y, en especial de Francia.

En la exposición de París de 1855, con-siguió entusiasmar a los expertos y darse a conocer mundialmente por primera vez; tenía 31 años.

En aquel evento, le fue concedida una medalla de plata que reconocía oficialmente la calidad de su trabajo.

Aquel mismo año, Schering transformó su laboratorio farmacéutico convirtiéndolo en una auténtica fábrica de productos químicos, la “Botica Verde” se había quedado pequeña; al primer año de su existencia, las cifras de ven-ta de su nueva fábrica, pudieron calcularse en unos 12.000 talers, taleros o thalers (antigua moneda alemana de plata).

En 1858, ya se había comprado unos te-rrenos en Wedding, un barrio alejado, situado al norte de Berlín, pues tenía la intención de montar en aquella zona una fábrica de material fotográfico, pero sus deseos no se realizaron.

Las crecientes necesidades para la pro-ducción de otras sustancias, impusieron a E. Schering la edificación de nuevas instalacio-nes sobre aquellos (entonces) apartados so-lares.

En 1864, se le concedió la autorización para la construcción de sus ansiados laborato-rios y dos años después ya estaban en pleno rendimiento tanto la zona fabril como la cen-tral de la organización, incluidos los departa-mentos comerciales.

Llegamos al comienzo de una nueva fase en la vida de Ernst Schering, de sus laborato-rios y la organización, en general; la fábrica de Muellerstrasse o Müllerstrasse, asentada so-bre los ya mencionados terrenos, se convirtió en el epicentro de los ideales de E. Schering.

La lista de los productos autorizados para su fabricación y la capacidad de produc-ción de cada uno de ellos, era relativamente elevada; lentamente, toda la producción se iba desplazando hacia las nuevas edificaciones que se estaban construyendo como respuesta constante a la demanda creciente.

El material utilizado, era el usual en aquella época, y sólo se preparaban productos ya conocidos y cuyos procesos de elaboración estaban ya descritos en todos sus detalles.

Desde el punto de vista deontológico, dos preocupaciones fundamentales marcaron su línea de conducta empresarial: La más escru-pulosa meticulosidad en los procedimientos de

Humanidades

elaboración y la relación más estrecha con los fundamentos científicos de la industria.

Ya en 1864, funcionó con esta segunda finalidad fundando un laboratorio técnico para el estudio de la calidad. ¡No olvidemos el DAS IST NORM alemán!

El enorme incremento y rápido desarro-llo del negocio, unido al esfuerzo que resulta-ba para todo el personal de la fábrica e inclu-so para sus familias, lo representó el haberse encargado del suministro general de medica-mentos con destino a los ejércitos germano-prusianos, durante la guerra franco-alemana (o franco-prusiana) de 1870; exigieron dema-siado esfuerzo a Ernest Schering, y por ello su salud comenzó a resentirse.

Por otra parte, las enormes perspectivas que se vislumbraban no podían ya ser atendi-das ni por un solo hombre ni por un solo ca-pital.

En 1871, con un capital fundacional de 500.000 talers, nace una Sociedad por Accio-nes, bajo la denominación Chemische Fabrik auf Actien (vormals E. Schering).

La circular con la que se comunicó a ami-gos y clientes la fundación de la Sociedad, es-taba fechada el 23 de octubre de 1871, día que se consideró posteriormente como el de la fundación de la Empresa.

Ernest Schering, supo elegir a sus cola-boradores con el mismo acierto con el que lle-vó anteriormente la dirección de su floreciente industria.

La Sociedad, superó la grave situación fi-nanciera por la que atravesaba el país en los años de su fundación y siguientes, y lo hizo tan bien, que en 1880, se puso en funcionamiento una nueva fábrica que iba a ser el primer esta-blecimiento subsidiario de la Empresa.

Situada ésta, en Charlottenburgo, an-tiguo barrio situado al oeste de Berlín dentro del distrito Charlotenburg-Wilmersdorf, y pla-nificada en sus principios para la fabricación de alcohol, éter y derivados (alcohol absoluto, acetato de etilo, colodión y tanino), fue pronto encargándose de la mayor parte de la produc-ción química de la Empresa, mientras, los pro-ductos farmacéuticos seguían produciéndose en la Müllerstrasse.

En esta etapa del desarrollo, ya se ha-bía despegado la Empresa de muchos moldes, reglas y normas, comenzando a implantar y emplear procedimientos técnicos totalmente nuevos.

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Editorial

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Tales eran, por ejemplo, los procesos para la obtención por vía electrolítica del bromofor-mo y el iodoformo para usos medicinales. El hidrato de cloral, como sustancia hipnótica, fue introducido en el comercio, ya por Schering A.G.

Cuando Ernst Schering murió en 1889, todo estaba ya preparado para que la Empresa siguiera una rápida expansión y, sus más di-rectos colaboradores recogieron y transmitie-ron la enseñanza fundamental del fundador que siguió siendo el lema de la Casa: Meticulo-sidad, seriedad e información científica.

En los años siguientes, el desarrollo de la empresa continuó de acuerdo con las mis-mas pautas y pronto surgieron las primeras “especialidades farmacéuticas Schering” como consecuencia de la puesta en marcha de un la-boratorio científico o mucho después (a. 1904), siguió a la creación de este laboratorio, otro de fisiología, que al final se unió con el primero formando ambos el Laboratorio Central.

Se crearon y desarrollaron los departa-mentos de bacteriología (a.1893) y fotografía (a. 1895), ambos en Charlotenburg.

La Empresa salía ya de sus cauces na-cionales, y el creciente aumento de las expor-taciones hizo pensar en el montaje directo de nuevas fábricas fuera del país.

La primera fábrica se montó en Moscú (a principios del s. XX) y a ella siguió otra en Wy-driza (Rusia), y otra más en Londres.

De estos años, data también el comien-zo de los primeros trabajos de galvanotecnia que tanta importancia adquirieron después en la Firma.

La primera guerra mundial y la inflación subsiguiente determinaron una crisis econó-mica que no tardó en ser superada.

Se erigieron nuevas plantas, se hicieron constantes ampliaciones; en España, el año 1924 crearon una delegación comercial que bajo el nombre de “Productos Químicos Sche-ring S.A.” distribuían las importaciones proce-dentes de Alemania, más tarde, se convertiría en una planta para el envasado de las materia primas elaboradas en Berlin y su consiguiente distribución y venta en España.

En 1927, la Empresa se fusionó con la Firma C.A.F. Kahlbaum y en 1931, la Obers-chlesische Koks-Werke se incorpora también a la Empresa, formando un poderoso consorcio con 30 filiales en todo el mundo, muchas de ellas con producción propia, como ocurrió en España, al comprar terrenos en Madrid para

edificar una fábrica que se ubicó en la calle Méndez Álvaro y hoy desaparecida.

Sus representaciones se extendían a todos los paises y la exportación alcanzada en el decenio anterior a la Segunda Guerra Mun-dial constituyó el 60% de la producción global.

Como consecuencia de dicha guerra , en 1942, los Estados Unidos toman el control de todos los negocios alemanes; el Gobierno es-pañol hizo lo mismo y puso bajo la tutela de algunos Bancos el control y administración de los referidos negocios; en estas circunstancias se cambió el nombre de la empresa por el de “Schering España”.

En la posguerra, se devolvieron los bie-nes incautados y la Firma Schering se recuperó rápidamente, especialmente los estamentos fabriles de Berlín que fueron objeto de la rapi-ña masiva de alguno de los contendientes que no dejaron piedra sobre piedra, es más, ni los clavos y tornillos se libraron del expolio; menos mal que el espíritu de Ernest Schering toda-vía perduraba y todos a una y cada uno en su puesto, levantaron un nuevo edificio continua-dor de los ideales del fundador Ernest Sche-ring.

A pesar de su rápida recuperación, las competencias del ramo pusieron su interés mercantil en el emporio Schering y el resultado fue, el triunfo del grupo Bayer, que consiguió la fusión de ambas entidades en diciembre del 2006.

Como colofón, creo que el espíritu de Ernest Christian Friederich Schering se ha reinstalado en la berlinesa ERNST SCHERING FOUNDATION, que él mismo creó.

*Fernando del Arco, es Ingeniero Técnico Químico (olim) Perito Industrial Químico; Tra-bajó en “Schering España” (olim) “Productos Químicos Schering S.A.” desde 1945 hasta su jubilación. Las fuentes de este trabajo, proce-den de informaciones directas dadas por em-pleados alemanes y españoles trabajadores en la Central de Berlín, en aquellos tiempos; otras fuentes: The Experience of Schering A.G. por Christopher Kobrac.

Es Socio Medalla de Honor del Ateneo de Madrid donde ha sido Presidente en Fun-ciones, Académico Correspondiente de la Real Academia de la Historia, Caballero de la Orden de Alfonso X el Sabio, y un largo etc.

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José Siles Artés

Humanidades

El poeta Ortega y Gasset

Mirando por el retrovisor de la historia, los escritores de la Generación del 14 se nos aparecen, por lo menos al que esto escribe, como una

constelación de especial brillantez de estilo.Pueden encontrarse otros rasgos más o

menos comunes, pero el del arte de la escritu-ra, la sutileza, la precisión y el dominio de los registros semánticos, sobresalen a primera vista.

Son en general escritores artífices y, lla-mativamente, uno de los más destacados, que hasta podría ser considerado como el más sig-nificativo, fue José Ortega y Gasset, no en puri-dad un literato, sino un filósofo.

Para gozar del estilo literario de Ortega y Gasset, para leer amorosamente los regalos metafóricos que sucesivamente nos va dejan-do, estimo especialmente apropiado su famo-so ensayo, “Notas del vago estío”, sobre todo los apartados iniciales.

Explícitamente, los capítulos IV a IX in-clusive, abordan sus “Ideas de los castillos”, mientras que los capítulos I, II y III constituyen una introducción de corte literario, antes de meternos en harina.

El arranque del capítulo I, titulado “En el viaje”, nos marca ya un tono de sobresaliente riqueza metafórica:

La gran delicia, rodar por los caminos de Cas-tilla! Como la tierra está desnuda, se ve a los caminos en cueros ceñirse a las ondulaciones del planeta”. Se lanzan de cabeza, audazmente, por el barranco abajo, y luego, de un gran brin-co elástico, ganan el frontero alcor y se adivi-na que siguen su ruta cantando alegremente no se sabe qué juventud inalterable adscrita a ellos. Hay momentos en que, sobre los anchos paisajes, amarillos y rojos, parecen la larga fir-ma del pintor

Tras imágenes tan bellas, ni se nos ocu-rre renunciar al viaje que implícitamente se nos propone.

Mágicamente, la palabra de nuestro guía va engalanando un paisaje naturalmente yer-mo e inhóspito. Y los caminos cobran vida y conciencia en las encrucijadas, donde se sien-ten perplejos: “¿Qué camino tomará el cami-no?”

De pronto, una avería. El escritor la llama una panne, palabra en otro tiempo muy usa-da. ¿Qué fue de ella? Las pannes las sufrían las personas de elevado nivel social, las pocas que tenían “automóvil”, y casi seguro que chauffer también. Aunque aquí se le alude con el tér-mino de “mécanico”, quien se pone a trabajar, “súcubo” bajo el coche.

¡Súcubo! Magnífico cultismo que nos deja anonadados. Y además, no en verdad bajo el coche, sino “bajo la panza del coche”, gráfica metáfora.

Durante la obligada interrupción nos en-teramos de que van unos niños en la excur-sión, los cuales desparecen. ¿Dónde se habrán metido?

Alarma de don José, de esta tan aérea manera expresada: “... lo torvo del escenario actúa con breves escalofríos en la médula”,

Ya estamos en marcha otra vez, la deso-lación del paisaje queda también atrás y una más acogedora región, Tierra de Campos, se abre al paso de los viajeros, sin que a nuestro guía se le olvide ejercer su excepcional talento metafórico: “Por todas partes, oro cereal que el viento hace ondear marinamente. Náufragos en él, los segadores, bajo el sol tórrido, bracean para ganar la ribera azul del horizonte”.

En el capítulo II, “Soportales y lluvias”, la descripción de una tormenta de verano, es fru-to sin duda de una pluma en estado de gracia:

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En el capítulo III, “Gestos de castillos”, Or-tega reitera su metáfora de la mies castellana como una ondulación marina, logrando ahora una visión más cuajada en referencia a la ca-tedral de Segovia:

Un enorme transatlántico místico, que anula con su corpulencia el resto del caserío. Tiene a estas horas color de aceituna y por una ilusión óptica parece avanzar hendiendo las mieses con su ábside. Entre sus arbotantes se ven, re-cortes de azul como las jarcias y arbotantes de un navío.

Y un poco más adelante nos sale al paso este fantástico símil de los castillos:

“¡Enormes ademanes, gestos gigantes sumer-gidos en el trasmundo de la memoria! Casi siempre rotos, puestos sobre una línea altane-ra, los castillos tienen un aspecto molar, y dan a los paisajes desnudos, con sierra al fondo, un aire de quijadas calcinadas, donde sólo queda una muela”.

Previamente nuestro cicerone nos ha he-cho una confesión: “A decir verdad, la ruta que esta vez he elegido es poco fértil en castillos. Pero no importa; cuando alguno aparece actúa como un conjunto sobre la reminiscencia, y la memoria se puebla de torres y muros almena-dos”.

Comprendido, Ortega nos está guiando no sólo por un itinerario “presente”, sino tam-bién por itinerarios pasados, que le han dejado vivos y sustanciosos recuerdos. Qué cabal y a la vez poético es el “vago estío” del título del ensayo.

Los castillos le han inspirado al autor imágenes y sensaciones mayormente, pero desde el capítulo IV al IX le van a suministrar una apretada sucesión de ideas: “Liberalismo y democracia”, “Espíritu guerrero”, “La muerte como creación”, “Honor y contrato” y “Los cria-dos·; hasta que el pensador desciende de las nubes del pensamiento declarando:

“... es preciso seguir el viaje. Pongamos en marcha el motor”. Y a partir de ahora em-pezamos a rodar por la España húmeda, sal-picada de casonas con “colosales blasones”. A continuación nuestro egregio cicerone nos va a instruir y deleitar sobre la naturaleza y el sen-tido del arte y, concretamente, sobre las pintu-ras rupestres de Altamira. Y la gira concluirá en un destino tan mundano como el Grand Hotel de la playa de Biarritz, en cuyos bajos se halla el “Bar Basque”, buen paradero gastronómico al parecer, con una concurrencia cosmopolita que hace las delicias del torrencial numen del viajero.

Sobre el horizonte asoma su hombro ne-gro una nube redonda, torva, maléfica, mágica, y con ella un extraño dramatismo en el paisaje. De repente entra por el umbral una tolvanera que enciende la tiniebla con innumerables lu-cecitas áureas: las menudas pajas que revue-lan y ciegan. Poco después otra ráfaga y otra. Caen unas gotas gruesas que estallan sobre el polvo del camino. Los transeúntes avivan el paso, Las gotas menudean, y un trueno re-tumba. La nube cubre el horizonte. Llega a la carrera, en un galope triunfal, como si dentro de ella un dios bárbaro viajase. Llueve. Las go-tas pasan corriendo. El chubasco arrecia. Otro trueno parece machacar las vegas. Un rayo da su latigazo a los caballos aéreos de la nube. La tolvanera no deja ver nada, y súbitamente entra una bocanada de hombres y mujeres que buscan recaudo en el zaguán. Risas, gritos, orgía espontánea de rurales.

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Retrato de Julio Caro Baroja. Obra perteneciente al Ateneo de Madrid

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Cien años ya del nacimiento de uno de nuestros sabios más au-ténticos. Bautizado bajo los fres-cos de Goya, en la Florida, “la pri-mavera verbena que Dios envía”.

Allí empezó a entusiasmarse con el ser y estar de la gente menuda, de la que tanto escribió.

Nada menos que mil y pico trabajos detalla Antonio Carreira en un esforzado resu-men de sus labores; libros y artículos que estu-dian desde el País Vasco (a los 15 años publicó “Las casas de Lesaka”) hasta el Sahara.

Viajes y docencias en Oxford, École Pra-tique des Hautes Etudes, Coimbra, Wiscon-sin…. Colega de G.M. Forster, Pitt Rivers, D. Greenwood….Medallas de Madrid y Navarra; Honorary Fellow del Royal Anthropological Institute de Londres. Ninguna universidad es-pañola aprovechó su sapiencia, ni la Complu-tense donde se doctoró con premio extraor-dinario en aquellos terribles años cuarenta y donde profesó una breve temporada. (Media España estaba de luto, Pemán dixit). Solo Me-néndez Pidal, también él expulsado, le pidió colaboración y surgió un volumen sobre la cul-tura prerromana, dentro de su monumental Historia.

Guerra mundial: asiduo del Instituto Bri-tánico, cuando el inolvidable Walter Starkie; primeros años, unos poquitos socios; después de la batalla de Stalingrado, centenares.

Por el Ateneo y su biblioteca pasó, dice él, como un pequeño Asmodeo, en compañía del admirable Ricardo Baroja, ya tuerto y entris-tecido. Añade que era el único sitio donde los jovenzuelos podían escuchar y a veces platicar, con figuras venerables de la cultura.

Se da esto aún? Y si no ¿es que ya no que-dan figuras venerables? En el formidable tomo “Los Baroja” dedica un capítulo muy sentido al Ateneo.

Habló en nuestra tribuna con frecuencia, solo cuando encontraba oyentes interesados. A la tertulia de los martes vino muchas veces hasta que un frustrado cordobés….”En el Ate-

neo siempre ha habido una considerable sarta de orates….ya no puedo aguantarlos”.

En sus grandes temas y “meditaciones a contrapelo” siempre se interesó por los no in-sertados: judíos, moriscos, brujas, gente anó-nima, lejana no en el espacio sino en el tiempo, no en la memoria sino en el olvido.

¿Y la gracia y el fervor de “El Carnaval” o “La Estación del amor”. En consonancia con los libros y ensayos se divertía haciendo unos dibujos fantásticos, irónicos, sobre viviendas, paisajes, atuendos, aperos, el rostro humano…Todos ellos arbitrarios, naif, de enorme valor etnológico.

Tras una vida luchando contra la diabe-tes, este español cultísimo, libérrimo, solo se arrepentía de una cosa: no haber visitado con más frecuencia Italia, ese admirable país.

Varios socios pasamos muchas tardes con él en su casa, frente a las frondas del Reti-ro,. Otros le visitábamos en Itzea.

Murió en Itzea, “la casa”, comprada por D. Pío ya en 1912, tras un anuncio: “casa para convento o cuartel”. Tres plantas repletas de libros, cuadros, estampas, barcos de vela y de innumerables objetos entrañables, ahora al cuidado de D. Pío Caro y sus dos hijos.

Dudó si ser inhumado en Madrid o en Vera; aquí, en el cementerio civil, cerca de su querido Pío, y allí, al lado de D. Ricardo y sus abuelos. Al final se decidió por su querida tierra navarra.

En los abominables años cincuenta, sin despensa ni escuela, D. Julio Caro Baroja y Ju-lián Pitt Rivers, tercer vástago de una dinastía de antropólogos ingleses, investigaban zonas de Andalucía. Un Jueves Santo, contemplan una procesión en Puente Genil. Un “romano” que les oye hablar “raro” se flauta, les inte-rrumpe y les dice: “Churchill era un cabrón y Hitler era un caballero”. Broche: “Amor al país en que hemos na-cido o vivido. Amor a los montes, prados, bosques, amor a su idioma y costumbres, SIN EXCLUSIVISMOS”.

Julio Caro BarojaAmadeo Aláez

Retrato de Julio Caro Baroja. Obra perteneciente al Ateneo de Madrid

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también al profesor Pedro Carrero Heras, catedrático de la Universidad de Alcalá y uno de los mas importantes estudiosos de la literatura española contemporánea. Pedro Carrero además de catedrático hay que decir que ha escrito todos los libros que ustedes quieran, ha colaborado con Américo Castro en algunas de las obras de este ilustre historiador español como «Españoles al margen», ha sido redactor del «Diccionario Histórico de la Lengua Española» y colaborador del «Vocabulario Científico-Técnico» de la Real Academia de Ciencias Exactas Físicas y Naturales.

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Pío Baroja, amén de ocupar uno de los pri-meros puestos entre los grandes nove-listas que haya dado la literatura espa-ñola, reúne una serie de circunstancias que le acercan al mundo de la Ciencia, y

de una manera especial al de las Ciencias de la Sa-lud.

Y es que, aunque sólo llegara a ejercer duran-te dos años, Baroja fue médico, y estuvo a punto de encaminarse hacia el mundo de la Farmacia. La im-pregnación científica se manifestará en su produc-ción literaria, y los cuadros y personajes médicos y farmacéuticos abundarán a lo largo de su obra.

Presentó como es habitual la Tertulia Juan Ma-nuel Reol:

“Celebramos hoy otra Tertulia de Rebotica en homenaje a un escritor español: ‘ Pío Baroja. Hablar de tertulias de rebotica y hacerlo a la vez de Pío Ba-roja es estar en una sintonía evidente. Pío Baroja fue médico, tuvo una profesión muy cercana a la nuestra y mostró una tendencia muy clara hacia lo que es la profesión de boticario. Comentaba con don Julio antes de empezar, que en un momento deter-minado estuvo muy tentado de estudiar Farmacia en la medida en que hacia esta profesión le enca-minaba un profesor de la Facultad muy experto en análisis de aguas. Además recordaba también que Pío Baroja en algún momento, incluso en alguna de sus novelas, se transmutó en un personaje con per-files autobiográficos, en un personaje farmacéutico que vive una determinada experiencia en París. Lo recoge Urreiztieta en su libro «Tertulias de Reboti-ca».

Hoy en homenaje a Pío Baroja hacemos esta tertulia donde traemos a Julio Caro Baroja, un es-pañol singular. Académico de no sé cuantas aca-

demias, historiador, investigador, escritor, vasco universal. Yo algunas veces digo que seguramen-te por esa confianza con el planeta, usted don Julio se pone el mundo por montera, y va por ahí diciendo lo que cree que hay que decir con una gran sencillez. Es historiador de la ficción y de la realidad. Uno de sus últimos libros en el que des-hace muchos mitos y leyendas está en ese borde de temas relacionados con la brujería, ha estado siempre en ese filo de la navaja entre lo que es historia y lo que es leyenda para dejar siempre las cosas claras. Le decía también que, habida cuen-ta de que ha desmitificado a Bernardo del Carpió, eso no se lo voy a perdonar porque recuerdo que de pequeño hacía unas comedias, y no sé porque razón en una de ellas, que representamos ante nuestras familias o en el colegio, no recuerdo, yo era Bernardo del Carpió. No hace falta que señale al auditorio que a mi en las comedias me gusta ser Bernardo de Carpió y en las tertulias me gusta ser el moderador, lo que ocurre es que una vez que don Julio ha dicho que Bernardo del Carpió era una leyenda, pues yo creo que va ser realidad eso de que muchas veces contesto cuando me preguntan.

Hoy entre nosotros están dos habitua-les: Margarita Arroyo y Raúl Guerra, -premio al mérito literario latinoamericano obtenido muy recientemente-, y además, Javier Viar, perso-na tal vez menos conocida en este Ateneo pero que sin duda nos acompañará más veces, que ha sido en su momento presidente del Colegio de Farmacéuticos de Vizcaya, a quien siempre le ha gustado todo aquello que se relaciona con el Arte, y que recientemente ha obtenido el premio Pío Baroja del Gobierno de Euskadi, y tenemos

Daniel Pacheco

In Memoriam

Julio Caro Barojaen el Ateneo de MadridExtracto de la Tertulia de Rebotica“Pío Baroja y los farmacéuticos”

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también al profesor Pedro Carrero Heras, catedrático de la Universidad de Alcalá y uno de los mas importantes estudiosos de la literatura española contemporánea. Pedro Carrero además de catedrático hay que decir que ha escrito todos los libros que ustedes quieran, ha colaborado con Américo Castro en algunas de las obras de este ilustre historiador español como «Españoles al margen», ha sido redactor del «Diccionario Histórico de la Lengua Española» y colaborador del «Vocabulario Científico-Técnico» de la Real Academia de Ciencias Exactas Físicas y Naturales.

Tertulia de Rebotica. Participantes:: Pedro Carrero, catedrático de Literatura de la Universidad de Alcalá de Henares Julio Caro Baroja,

escritor y sobrino del Homenajeado; Javier Viar, farmacéutico y escritor; Margarita Arroyo, directora de Pliegos de Rebotica; Miguel Tormo, farmacéutico; Raúl Guerra Garrido, escritor y farmacéutico.

Moderador: Juan Manuel Reol

Y por último Miguel Tormo, farmacéutico, que un buen día estaba en la última fila, y yo le hice una invitación y dijo -Yo de esto no sé nada, yo de lo que sé es de Pío Ba-roja-, y le hemos tomado la palabra, y por consiguiente Miguel Tormo hoy también está aquí. Nos ha dicho que venía un poco erosionado seguramente porque venía de hacer una dieta rica en colesterol, tengo entendido. Don Julio, usted pone el prin-cipio, cuando usted quiera”.

El sobrino del novelista homenajea-do, Julio Caro Baroja, antropólogo y toda una personalidad en el mundo de la cultu-

ra, se puso a disposición de los asistentes para aclarar las dudas que pudieran surgir a cerca de su tío:

“En mi vida me encuentro que tengo que hablar de gentes allegadas a mí y a mi experiencia familiar, pero esto a veces re-sulta reiterativo y otras no sabe uno a qué atenerse. Hay un momento en que dudo si lo que estoy diciendo es algo que está en la realidad absoluta o en el ámbito del mito de lo que ha ocurrido en la vida pro-pia, y es natural que así pase cuando hay muchos años de experiencia por medio y encuentro una indeterminación entre lo

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que he pensado o lo que he imaginado, o lo que he creído que es verdad por una experiencia objetiva y lo que es producto de una imagina-ción que con la edad va siendo mayor”.

Margarita Arroyo, farmacéutica y asidua participante en estas Tertulias, planteó el tema de la mujer en la obra de Baroja, y la presunta misoginia del genial novelista:

“De Pío Baroja siempre se ha dicho que era misógino, fama no sé si bien ganada o in-justa. Al leer su obra me he encontrado con que quizá lo fuera menos. A lo largo de su obra tiene unos mil y pico personajes femeninos diferentes, y en muchos a la mujer se le trata mal, incluso tiene algunas frases muy peyo-rativas sobre ella, que no tiene personalidad, ni cultura, ni amor propio. Hace retratos muy duros, toma como figuras femeninas la alca-hueta, la prostituta, la falsa, la egoísta pero de repente aparecen unos personajes tiernos, trabajadores, encantadores, unas mujeres dul-ces, aunque no abundan en la bibliografía de Baroja. No abundan las mujeres que a él le gustaban, retrata las que no le gustan. Las tra-ta muy mal, pero a esa mujer especial que a él le gusta, arquetipo, y que a lo mejor no encon-tró pero que siente dentro, la retrata muy bien y con unos toques tiernos. Es la mujer inteli-gente, paciente, no es necesario que sea guapa ni que tenga buen tipo. Nos encontramos con un personaje tan encantador, tierno y trágico a la vez como es Lulú en El árbol de la Ciencia, que es fea y la trata mal la vida. No encuentra cariño ni siquiera en su madre, su familia es un tanto oscura, lucha contra la sociedad, y sin embargo, encuentra el amor. Es como si fuera un romántico frustrado, como si nunca hubie-ra encontrado ese ideal que busca y por tanto a veces se deprime, se enfada y agrede a esa mujer que no es como él quiere.

Para desmitificar ese misoginismo de Baroja voy a leer un retrato de una chica tierna que se llama Maribelcha, que significa María la negra, y dice -Te llaman Maribelcha, María la negra, porque naciste el día de los reyes no por nada más. Te llaman Maribelcha y eres blanca como los corderillos cuando salen del lavadero, y rubia como las mieses doradas del estío, me pareces tan hermosa. Dicen que tu cara está morena por el sol, que tu pecho no tiene re-lieve, quizá sea cierto pero en cambio tus ojos tienen la serenidad de las auroras tranquilas del otoño y tus labios el color de las amapolas entre los amarillos trigales-”

Pedro Carrero centró su intervención en las relaciones de Baroja con la Ciencia y la Universidad, y destacó en él su intensa fe en el quehacer científico:

“La impresión de Baroja cuando llega a la Universidad es decepcionante. Lo explica tan-to en sus memorias como en sus obras, con ese estilo tajante según el cual a veces bas-tan dos ó tres trazos para reflejar una realidad bastante sórdida. Es muy conocida su relación con algunos profesores. El preparatorio servía tanto en Medicina como para Farmacia. Luego un amigo de él, Carlos Venero, hizo que Baro-ja se decidiera por la carrera de Medicina, pero aprobó todas las asignaturas en ese prepara-torio menos la Química, y nos cuenta que fue a ver a un pariente suyo que le recomendó. Fue así sin demasiada voluntad, y nos muestra su sorpresa cuando gracias a esa recomendación aprobó la Química”.

Y dentro de la relación con el mundo uni-versitario, el profesor Carrero recordó el conoci-do enfrentamiento de Baroja con el catedrático Letamendi cuando, al ser interpelado por éste acerca de su opinión sobre el concepto y finali-dad de la Medicina, respondió don Pío con una concepción alejada de lo que eran los postula-dos letamendianos, lo que le costó tener que aprobar la asignatura más tarde en Valencia.

De su admiración por la Ciencia, el con-tertulio citó las palabras de Baroja en una con-ferencia pronunciada en la Casa del Pueblo de Barcelona, en 1910 -La Ciencia en política es re-volución. Yo no llamo revolución a herir o matar yo llamo revolución a transformar y para eso hay que declarar la guerra a todo lo existente, aunque no tenga autoridad para ello permitid que os diga: trabajad por la expansión del espí-ritu revolucionario, que es el espíritu científico, difundidlo, ensanchadlo, propagadlo-.

Novelista y farmacéutico, Raúl Guerra describió el don narrativo de Baroja como pieza clave para valorar y comprender su obra:

“Retomando a don Pedro, la relación de Baroja con la Ciencia sí que la hace recaer, en la misma novela, en uno o dos personajes far-macéuticos y les hace portadores de que la Ciencia es la evolución, y como unos don hi-lariones ilustrados dice: que la Ciencia avanza una barbaridad y que es el progreso. A mí me recuerda a un personaje de Madamme Bovary, quizá el personaje farmacéutico de la literatura universal más famoso, pero sin esa fogosidad flauvertiana.

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De la relación con los farmacéuticos no hay mucho que decir, pero como farmacéutico que escribe sí puedo hablar de mi relación con Baroja. Y me gusta decir que mi relación con Baroja fue una amistad íntima, tremenda, fue uno de mis principales amigos de mi infancia y al que nunca llegué a conocer personalmen-te. Los verdaderos amigos de los lectores son aquellos escritores que amamos con los que llegamos a tener una gran compenetración. Por una casualidad después de la guerra en la biblioteca de mi padre se habían salvado sólo dos autores, que eran Rómulo Gallegos, y Pío Baroja. Con Rómulo nunca llegué a identifi-carme, a pesar de que me maravillaba, y sin embargo Baroja me agarró profundamente, y después leyendo las «Memorias de un hom-bre de acción» supe que yo escribiría más tarde. Como novelista he tenido preocupacio-nes de todo tipo, qué es el estilo, cómo pue-den engranarse los personajes dentro de una trama, y creo que la estructura es lo principal. Sin embargo, después de tantos años me si-gue gustando Baroja con la misma intensidad, cuando es más desestructurado que un traje de Adolfo Domínguez, cuando los caracteres de Baroja se suceden rápidos y en una mis-ma página te deslumbra con dos ó tres cosas diferentes.

Creo que dada la crítica literaria actual y el criterio que se sigue, probablemente Baroja no hubiese publicado hoy nada, y sin embargo ahí está, con grandes detractores y grandes defensores. ¿Dónde está ese mérito?. Para mí, en cuanto a la novela, es en el don narrativo, una fuerza, una expresividad narrativa que o se tiene o no se tiene, y que no sólo ha acompa-ñado a su novela sino incluso a su persona. Me hizo mucha gracia en su centenario cuando se puso una placa en la casa donde había nacido en San Sebastián, y que al final la placa tuvo que ponerse en la casa de al lado porque el vecino que habitaba ahora el piso no lo permi-tió. Me parece además estupendo que pasen ese tipo de cosas hasta con una placa, porque quiere decir que estás vivo y que esa fuerza si-gue funcionando”

Miguel Tormo, por su parte, manifes-tó: “Yo que soy simplemente boticario, quiero manifestar mi agradecimiento por haber sido llamado a este cenáculo de forma inmerecida, y mi admiración por estar entre personas tan destacadas”.

Aludió en su intervención al libro El árbol de la Ciencia, elogiando la postura de Baroja acerca del progreso y del estudio.

A continuación el último premio Baroja del Gobierno vasco, Javier Viar, tomó la palabra y dijo:”Se ha hablado de la relación de Baroja con la Farmacia, pero hay otros novelistas de la época o anteriores como Galdós que se pre-ocupan de la Farmacia. Y la Farmacia aparece en toda esa novelística, sobre todo en la realis-ta, porque era una época en la que estaba muy implicada en todo el tejido popular que reco-gen estas novelas. En cualquier caso, no sé si hay algún estudio sistemático de las relaciones entre la Farmacia, el medicamento o las dro-gas con la literatura española, pero sería muy interesante desarrollar ese tema. Alguna vez he encontrado cosas muy curiosas al respec-to y puede ser un estudio muy interesante y rico, desde Calderón, desde la Celestina hasta nuestros días. En Galdós, desde luego aparece por todas partes e incluso con implicaciones arguméntales muy fuertes. Hay novelas en las que los medicamentos, la Farmacia y las rece-tas forman parte de la trama de una manera muy dramática.

Quería recoger otro misterio que tiene Baroja del que has hablado tú, Raúl, y que pa-rece ser que es el que a los escritores nos inte-resa, porque coincidimos en esa interrogación. Baroja es uno de los escritores de los que quizá se digan más cosas, y es más, cosas que teóri-camente son contrarias a lo que debe ser una novela o a lo que debe ser un novelista. Fue un novelista muy opinador, pero no sólo en los artículos de prensa, es un opinador sistemáti-co en casi todas las novelas. Opina de todo, de las mujeres, la política, los movimientos socia-les, la prensa, el clero, etcétera. De una manera muy pormenorizada a través de los diálogos de los propios personajes, incluso en escenas de amor o en las de noviazgo, se están contando los unos a los otros la opinión expresa sobre el mundo que les rodea, lo cual en principio pare-ce que sería un defecto novelístico importante. Utiliza a unos personajes que expresan lo que él quiere decir.

Con todos estos elementos qué es lo que ocurre en la novela de Baroja que tiene tanto atractivo, qué pasa para que Baroja sea un au-tor tan enraizado en el destino del ser humano y que produce una vibración tan fuerte, como muy pocos, en el lector. Si toda esa construc-

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ción es endeble, con personajes a los que se les acusa muchas veces de ser de cartón-piedra, con toda esa trama de opiniones que pueden entorpecer lo estrictamente novelístico, qué misterio hay en Baroja para que tenga esa fuerza, ese aroma de un autor.

Lo importante en un autor, y sobre todo en un autor de creación, es ese aroma profun-do que queda en los entresijos de las palabras, y que es el mensaje profundo de la manera de existir que tiene esa inteligencia, y eso Baroja lo derrocha a raudales. Puede haber otros au-tores, incluso entre sus contemporáneos, que puedan ser estilísticamente más brillantes o con una tramazón ideológica más rocosa como Unamuno. Pero ninguno de ellos tiene el aro-ma profundo que emana de Baroja”

Acerca de estas opiniones vertidas por Javier Viar acerca de Baroja, Raúl Guerra Garri-do quiso contestar señalando:

“El don narrativo que está en Baroja sin embargo en Valle es muy obvio, y Unamuno no lo tenía en absoluto. El dolor puede ser la esencia de la Medicina pero como el amor es la esencia de la Poesía y de la Literatura. Cuando le preguntaron a Baroja cuál era el secreto de la novela, él dijo detalles, detalles, detalles”.

Juan Manuel Reol interrogó al sobrino del escritor sobre la opinión que tenía acerca de la tan comentada misoginia de Baroja, a lo que éste respondió:

”Creo que esto es un tópico y puede ba-sarse en las circunstancias de que mi tío per-maneció soltero toda su vida. En su vida hubo unas experiencias femeninas largas y curio-sas que no están del todo bien aclaradas. Mi tío de joven allá por el año mil ochocientos noventa y tantos, era un hombre áspero e hiriente y en cambio de viejo era la persona más suave y más ardiente que he conocido, así que cuando se habla de un autor que ha vivido muchos años y que ha escrito en mu-chas facetas de la vida hay que determinar si lo que escribió fue lo que escribió lo hizo a los 30 años o a los 70. Creo que esto no se hace demasiado en la crítica literaria, la idea del hombre y la circunstancia en que está escrita una cosa y en el momento también histórico en que se escribe. Es decir, que la visión que pudo tener mi tío de España en el noventa y tantos o cuando empezó a escribir de médico de pueblo, a la visión que tiene al filo de los setenta es muy distinta y creo que esto es un

defecto que en la crítica literaria no se pone de relieve”.

Enfermedades que podía tener el país, me refiero a las enfermedades morales y a las físicas, y en ese sentido es una crónica muy exacta. Otros autores de la generación del 98 reflejan con otra estética, Valle refleja con la estética de la corte de los milagros de la época de Isabel II pero con una estética que no tiene que ser menos expresiva”.

Acerca del estilo barojiano, el mismo contertulio señaló:

“El estilo de Baroja como todos sabemos es sorprendente porque es aparentemen-te desaliñado, en largos párrafos o capítulos. Luego tiene sus momentos de exaltación lírica más o menos contenida y sin embargo su efec-to es tan expresivo que el estilo no nos puede parecer como algo negativo ni comparable con otros miembros de la generación del 98, o a lo que vendría después, con el 14 y las primeras vanguardias. Es como un albacea muy fiel de la realidad de su momento a partir de un estilo certero de verdadero cronista”.

En un animado coloquio, surgieron diver-sas preguntas. Así la referente a la visión baro-jiana de su época, si fué un reflejo auténtico de ella o bien resulta distorsionada. Pedro Carrero respondió:

“Yo creo que es un fiel reflejo, además lo dijo Ortega en un estudio muy conocido sobre Baroja cuando señala que dentro de cincuenta años para tener una visión objetiva de cómo es la sociedad española de esa época tendremos las novelas del escritor. Si pensamos en el pe-ríodo que va desde el desastre y la guerra civil española, la visión que nos ofrecen de la reali-dad las novelas de Baroja creo que se aproxima mucho a todas las en-

Otro de los contertulios fue Juan de la Serna, veterano farmacéutico, que también se unió al diálogo abierto con el público:

“Yo fui gran lector de Baroja en mi ju-ventud, y aún le recuerdo en mi época de es-tudiante paseando por la calle Alcalá con su boinilla y su bufanda. Quisiera contar una anécdota que he leído en Ortega y Gasset hace muchos años, pero que le retrata. Cuenta que en una reunión, al final se les hizo firmar a los presentes en un libro. Después de haberlo hecho varios, firmó Baroja, y lo que puso fue: -Pío Baroja hombre humilde y errante-”.

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Editorial

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Marañón y Posadillo, Gregorio. Médico y es-critor nacido en Madrid el 19 de mayo de 1887 y fallecido en la misma ciudad el 27 de marzo de 1960. Alcanzó renombre uni-versal y fue una de las más brillantes figu-

ras de la intelectualidad española del siglo XX. Desde 1908 fue médico del Hospital General de Madrid y luego inició una serie de viajes al extranjero, donde siguió con sus estudios e inves-tigaciones. Con su tesis doctoral sobre la glándula tiroides demostró su competencia para la endocrinología, materia en la que fue una autoridad mundial.

En 1915 apareció su primer estudio sobre la vida sexual, titulado La doctrina de las secreciones internas. Su significación biológica y sus apli-caciones a la clínica, resultado de un curso en el Ateneo de Madrid de gran importancia para

su formación intelectual. Marañón presidió el Ateneo entre 1925 y 1930 al frente de una junta directiva electa y legítima, si bien, y como es conocido, la dictadura de Primo de Rivera encarceló a sus miembros y designó una junta no recono-cida por los socios y que ha pasado a la historia como la «junta facciosa».

Gregorio Marañón

Galería de Retratos

Retrato de Gregorio Marañón Obra perteneciente al Ateneo de Madrid

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Rodríguez Carracidoy la ciencia farmacéutica en el Ateneo

Escenario vital: ambiente académico y social

En tiempos de Carlos III se había iniciado un pro-ceso de estatalización y secularización de las enseñanzas universitarias que al inicio del siglo XIX no habían llegado a consolidarse. Durante la segunda mitad del siglo XIX, en Europa se

produce un desarrollo extraordinario de las ciencias físico- naturales al cual se incorpora España a pesar del retraso secular en estas materias. Existían obstáculos muy pode-rosos que había que renovar. La Universidad, como demos-traron las Cuestiones Universitarias de 1867 y 1875, había caído en una profunda decadencia y seguía en manos de ór-denes religiosas, especialmente jesuitas, dominicos y fran-ciscanos, propagandistas, respectivamente de las doctrinas suarista, tomista y escotista como señala Abellán al hablar de las dos Españas y los orígenes del pensamiento reac-cionario, donde queda reflejado la pugna entre europeidad y casticismo.

Esta situación se prolongó casi inalterada hasta que en 1857 la ley Moyano crea la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales.

Se producen intentos de modernización y renovación a cargo de Moret, Revilla, Salmerón, Azcárate, Labra, Giner de los Ríos etc. de la ciencia española en el contenido de las enseñanzas, a pesar de las corrientes conservadoras de un gran sector de la sociedad, capitaneados por integristas ca-tólicos ultramontanos como Menéndez Pelayo, Pidal y Mon, Orti y Lara o el cardenal Ceferino González.

Como hitos más sobresalientes a destacar en la moder-nización de la ciencia española en el siglo XIX cabe destacar:

• la creación de la Facultad de Ciencias, por la ley Moyano en 1857.• la reorganización posterior en tres ramas (Exactas, Física y Química, e Historia Natural) por el decreto del Ministro de Educación Chao, en 1873.• la separación de la Facultad de Filosofía de la Facultad de Letras.• la introducción por primera vez de asignaturas como estudios teóricos prácticos de la investigación en la física, estudios teóricos prácticos de la investigación en la quí-

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Daniel Pacheco

Ateneístas Ilustres

Rodríguez Carracido con su nieta en su gabinete de trabajo (La Esfera)

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mica, estudios teóricos prácticos de la investigación en la química-fisiológica.• las asignaturas biología y filosofía de la historia, filosofía de la naturaleza.• recepción del darvinismo, spenceris-mo y evolucionismo a raíz de la revolu-ción de 1868.• la creación del Ministerio de Instruc-ción Pública en 1900 con lo que se for-talecían y consolidaban las ciencias ex-perimentales y exactas como ciencias en sí mismas con campo propio para la investigación.

La llegada de la Restauración mo-nárquica en 1875 es la hora de la recep-ción social en España del positivismo como dice Aranguren y como nos cuenta Tubino en la revista España al hablar de «La crisis del pensamiento nacional y el positivismo en el Ateneo». Igualmente Gumersindo de Azcárate plantea en 1876 estos debates en el Ateneo y la Sección de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales presidida por José Echegaray plantea es-tas cuestiones desde la línea del evolu-cionismo.

En ese medio social el Ateneo adquie-re un protagonismo inusitado corvin-tiéndose en el eje de la revolución inte-lectual española del momento y donde Carracido participa muy activamente en dichas polémicas y en los debates a que dieron lugar.

José Rodríguez Carracido, el más in-signe representante de la farmacia es-pañola, nace el 21 ele mayo de 1856 en Santiago de Compostela en el seno de una familia humilde —su padre, Fran-cisco Rodríguez Martínez era barbero, su madre, Augustina Carracido Castro, se dedicaba a las tareas domésticas—. Según cuenta don Obdulio Fernández en su libro Carracido, recuerdos de su vida, fue su madre quien alentó la vocación estudiantil y como toda santiaguesa as-piraba a que su hijo fuera catedrático o canónigo. Caracido manifestó de niño algunas deficiencias psicomotoras y un ostensible tartamudeo que fue corregi-do por el método de las piedrecitas en la boca, como se cuenta que sucedió con Demóstenes. Quién iba a pensar que aquel niño tartamudo sería ameno pro-fesor, orador incansable y asiduo con-

tertulio. Feliz y pronto resultado tuvo aquel procedimiento; pues cuando ape-nas contaba diecisiete años escribió y leyó en público el discurso titulado «La alegación del estudiante», como motivo de la inauguración de la Academia Esco-lar de Farmacia en su ciudad natal.

Cursó brillantemente la carrera de Farmacia en la capital gallega, donde fue discípulo predilecto y distinguido del krausista Augusto González Linares y conoció a Antonio Casares, Fausto Ga-ragarza y a Laureano Calderón.

Llegado a Madrid en 1874, cursó el doctorado en 1875 leyendo una te-sis sobre las «Teorías de la fermenta-ción» en 1875 y opositó al Cuerpo de Sanidad Militar entrando en la carre-ra militar donde trabajó destinado a Tafalla para ejercer en hospitales de Navarra y donde entabló amistad con el guerillero «El cojo de Ciruqui». Como farmacéutico militar permaneció hasta 1880.

Al año siguiente, 1881, opositó y ob-tuvo la cátedra de Química Orgánica Aplicada de la Facultad de Farmacia de la Universidad Central. Después intentó salir al extranjero para ampliar estudios pero el Ministerio de Fomento se lo de-negó.

En 1899 volvió a opositar a cátedra ocupada anteriormente por Laurea-no Calderón y Arana y desde ese año, fue catedrático del doctorado en Quí-mica Biológica e Historia Crítica de la Farmacia. «Importantísima materia cada día más necesaria a los farmacéu-ticos y químicos» opinaba al respecto el mismo Carracido.

A Carracido se le considera el intro-ductor en España de la bioquímica y el primer profesor universitario que efec-tuó una tarea estimable en Historia de la Farmacia, con la publicación de sus Estudios histórico-críticos de la ciencia española (Madrid, 1897).

Fue también decano de la Facultad de Farmacia de 1908 a 1917. Durante este periodo reformó los estudios de Farmacia; creó una cátedra de Análisis de Medicamentos Orgánicos (gana por oposición por don Obdulio Fernández); amplió el edificio situado en la calle de Rodríguez Carracido con su nieta en su gabinete de trabajo (La Esfera)

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la Farmacia para instalar un Instituto Toxico-lógico; y construyó dependencias anejas a las antiguas instalaciones para facilitar las ense-ñanzas prácticas.

Rector de la Universidad Central, de 1916 a 1922 siendo reelegido y mantenido en el car-go por petición del claustro hasta 1927, un año después de jubilarse.

Miembro de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (1898), donde in-gresó hablando sobre el concepto del elemento químico desde un planteamiento mecanicis-ta. Su discurso de ingreso fue contestado por Echegaray. Carracido fue partidario de las po-lémicas teorías de Arrehnius.

Miembro de la Real Academia de Medicina (1921) donde ingresó con un discurso sobre el reactivo químico. Miembro de la Real Academia Española (908), donde pronunció la conferencia «El valor de la literatura cientí-fica». Y miembro del Real Colegio de Farma-céuticos, convertido más tarde (1930) en Real Academia de Farmacia.

También fue vocal de la Junta para la Ampliación de Estudios, donde era presidente Cajal y junto a quien se le puede considerar el científico más re¬presentativo de la genera-ción del 98. Senador vitalicio y asiduo tertulia-no de este Ateneo de Madrid.

En el Ateneo fue vicepresidente 1.°, es-tado propuesto para presidente pero renunció a tal distinción. Discípulo de Laureano Calde-rón, ingresó en el Ateneo en 1876 con el nú-mero 3.699 y pronunció en esta institución du-rante cuatro décadas más de un centenar de lecciones entre conferencias y las clases de la Escuela de Estudios Superiores, además de participar activamente en los debates orga-nizados por la Sección de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales sobre temas como el posi-tivismo y el estado de las ciencias naturales en las dos últimas décadas del siglo XIX.

Fue presidente de esta Sección en ocho cursos durante los quince primeros años de este siglo y llegó a participar en otras Secciones como la de Literatura y Bellas Artes. En la Escuela de Estudios Superiores que funcionó en el Ateneo de 1896 a 1907 dictó 86 lecciones en cuatro cursos sobre problemas bioquímicos (1897-1898 impartió 22 lecciones a 77 alumnos; 1898-1899 impartió 21 leccio-nes a 60 alumnos; 1899-1900, 22 lecciones a 47 alumnos; 1901-1902, 21 lecciones a 24 alumnos). Para darnos una idea acerca de la

labor de Carracido en el Ateneo, y en relación a las clases que dio en esta Escuela de Estudios Superiores, su ilustre rector, el físico-matemáti-co y premio Nobel de Literatura José Echegaray —que fue presidente del Ateneo en 1899—, co-mentaba lo siguiente: «Las clases de Carracido son seguidas con gran atención de nuestro pú-blico y pronunciadas de forma bella y atractiva. Venir aquí es como asistir a la representación de un drama. Tal es el colorido, la animación, la vida que a sus explicaciones imparte el Señor Carracido, a pesar de lo ingrato y poco poético de la materia».

De sus múltiples conferencias en las memorias de secretaría del Ateneo de Madrid aparecen recogidas desde la pronunciada en 1880 sobre «Mecánica química», hasta la refe-rida al «Estado actual de los problemas y mé-todos de la química biológica» dictada en 1916. Entre ambas, otras tales como «Exposición de los métodos experimentales» dentro de un curso de Ciencias Naturales, «La alquimia y los alquimistas», «El estado actual de la zoología», «Don Agustín José Mestre y los españoles», «Enseñanza de las ciencias naturales en Es-paña», «Reorganización de las universidades», «La evolución química del Cosmos», «Los me-talúrgicos españoles en América» conferencia incluida en las actividades del IV Centenario del Encuentro del Nuevo Mundo, «Curso sobre la opinión pública y el Parlamento», «La Universi-dad de Santiago», «Reflexiones teóricas acerca de los bólidos», «El arte compostelano» dentro de la Sociedad Especial de Excursionistas del Ateneo, «El trabajo humano y la alimentación» correspondientes a las conferencias imparti-das a los obreros los domingos y días festivos por la Extensión Universitaria del Ateneo de Madrid en 1904, tras la aprobación de la ley de descanso dominical, «Las ciencias en España al iniciarse la edad contemporánea», confe-rencia que formaba parte de un curso de his-toria política contemporánea que se organizó en el Ateneo en 1907. También en la Sección de Ciencias Históricas del Ateneo, Carracido dio conferencias como la pronunciada en 1911 so-bre «El obispo de Orense».

Estudios de ampliación de FarmaciaLas actividades farmacéuticas alcanzan

en el Ateneo su punto culminante durante los cursos de 1908-09 y 1909-10 cuando, merced a la influencia de Carracido, se desarrollan Es-tudios de Ampliación de Farmacia impartidos

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por profesores de la Facultad de Farmacia de Madrid. En estos Estudios pronunciaron con-ferencias las siguientes personalidades:

José Rodríguez Carracido, que participó en los Estudios de Ampliación de Farmacia con dos conferencias, la primera del curso de 1908-1909, «La obra científica de Berthelot» (7-III-1909), y «La síntesis de la albúmina» (20-IV-1910).

Baldomero Bonet y Bonet (1857-1925), catedrático de Química Orgánica, que impartió las conferencias «Influencia de la química en el progreso social» (28-111-1909), y «La síntesis química» (17-IV-1910).

Joaquín Olmedilla y Puig (1842-1914), catedrático Supernumerario de Farmacia Prác-tica y Legislación Farmacéutica, que dio dos conferencias: «Importancia de la bibliografía en la farmacia» (25-IV-1909), e «Intervención de la química en algunas causas célebres» (10-IV-1910). Olmedilla pronunció en el Ateneo otras tres conferencias sobre «El verdadero valor de los descubrimientos científicos», «Las relacio-nes de la ciencia y la poesía» y «Recuerdos del acto de coronación del poeta Quintana». Blas Lázaro e Ibiza (1858-1921), catedrático de Bo-tánica que participó en las conferencias de los Estudios de Ampliación de Farmacia con la ti-tulada «Conquista del suelo por los vegetales» (3-IV-1910). Lázaro e Ibiza en el Ateneo impar-tió también un curso de «Flora criptogámica» durante 1901-02 y pronunció una conferencia dentro de la Extensión Universitaria titulada «La práctica de injertos».

José Casares Gil (1866-1961), catedrá-tico de Análisis Químico que intervino en los Estudios de Ampliación de Farmacia con dos conferencias, la cuarta del curso de 1908-09 «Representación de los resultados del análisis de aguas minerales» (18-IV-1909) y la prime-ra del curso de 1909-10, «Fábrica de Zeiss en Gena» (13-111-1910). José Casares impartió otras conferencias en el Ateneo: «El Yellostone National Park de EE UU», «El estudio del ele-mento 606» y «Fenómenos catalíticos».

Opiniones sobre Carracido de algunos de sus discípulos

Así recordaba Joaquín Mas Guindal, alumno de Carracido, a su maestro:

Diez y siete años ha tenido a su car-go el doctor Carracido la cátedra de Química Orgánica de nuestra primera Facultad de Farmacia; al frente de ella ha sido maestro

de tal pléyade de alumnos, que son numero-sísimos los discípulos (entre los cuales me encuentro) que escucharon aquellas sabias enseñanzas, tan hábilmente expuestas en su cátedra. El dominio absoluto que el in-signe maestro tenía de su asignatura, la fa-cilidad con que en la explicación pasaba del estudio de un grupo de compuestos a otros, su extraordinaria habilidad para la deduc-ción de fórmulas o el establecimiento de sí-miles que tanto ilustran en la compresión de los problemas más complejos, etcétera, ha-cía tan agradable aquella cátedra de Química Orgánica, que todos los alumnos, hoy ya far-macéuticos, han de recordar con gusto sus sa-bias enseñanzas.

Y su discípulo predilecto, Obdulio Fer-nández, en una nota necrológica decía de su maestro:

Sería empresa demasiado larga la de ex-poner los trabajos del gran maestro, que com-prendían la interpretación de un asunto con el criterio científico dominante en el momento; por eso introdujo en España teorías científicas y fue el portavoz de lo más importante pro-ducido en el extranjero. La coagulación de la sangre, los gases nobles, la luz ultraviolada, la supuesta incompatibilidad de los calomelanos, el manganeso en los abonos, los dépsidos y tantos y tan varios escritos son reveladores de la enorme cultura y de las excepcionales apti-tudes del profesor de Química Biológica.

A destacar en relación a Carracido que el Ateneo de Madrid con motivo de su centenario celebrado en 1935 organizó un ciclo de confe-rencias sobre ateneístas ilustres donde don Obdulio Fernández pronunció la conferencia relativa a su maestro José Rodríguez Carracido. Este ciclo de conferencias fue impulsado por el también farmacéutico José Giral, vicepresiden-te primero del Ateneo en aquella fecha.

Sección y Cátedra de Farmacia del AteneoEn 1987 un pequeño grupo de jóvenes

farmacéuticos guiados por este espíritu ate-neísta e impregnados de la labor que Carraci-do había desempeñado en el Ateneo, funda en el Ateneo una activa y entusiasta Sección de Farmacia que a lo largo de sus, hasta ahora, veintiocho cursos de existencia ha organizado más de medio millar de actividades culturales entre congresos, cursos, jornadas, seminarios, tertulias, mesas redondas, conferencias y ex-cursiones —botánicas, micológica, y enológi-

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cas—. Ha editado ocho publicaciones (Antología de Federico Muelas, León Felipe visto por cien autores, La ciencia española en Ultramar y De la Ciencia Ilustrada a la ciencia románica, Raúl Guerra Garrido en el Ateneo de Madrid y sobre esta Institución: Galería de Retratos, Ateneístas I y Ateneístas II, donde se recogen más de 150 ponencias sobre otros tantos ateneístas), y ha recuperado junto a otras Secciones del Ateneo y de su Junta de Gobierno la prestigiosa revista cultural El Ateneo.Sobre la Cátedra Carracido, inaugurada el 30 de mayo de 1988 con la pre-sencia del presidente del Ateneo de Madrid don José Prat y don Antonio Doadrio, primer direc-tor de la Cátedra Carracido del Ateneo de Ma-drid, don Ángel Santos Ruiz, director de la Real Academia de Farmacia pronunció la conferencia «Carracido y la bioquímica española». La Cáte-dra Carracido en sus cuatro primeros cursos fue dirigida por el profesor Antonio Doadrio López, profesor emérito de la UCM, quien junto a otros expertos profesionales de la sanidad ambien-tal, como el doctor Juan de la Serna, impartie-ron un extraordinario curso y mesas redondas de contenido medio-ambiental. Desde 1992 el director de la Cátedra es el profesor F. Javier Puerto Sarmiento, catedrático de Historia de la Facultad de Farmacia de la UCM, quien ha orga-nizado diversos seminarios sobre la historia de la ciencia, —tendencias novísimas en la historia de la ciencia, magia y esoterismo, etc—, y junto a otros destacados especialistas en el campo de la historia pertenecientes al CSIC y del propio Ateneo, tres jornadas sobre “Expediciones cien-tíficas de España a América y Filipinas” con la presencia de una treintena de destacados po-nentes nacionales e internacionales, cuyas ac-tas han dado lugar a tres extraordinarios libros.

Fiel al espíritu de la personalidad que le da nombre a la Cátedra, decía el profesor Puerto en el número 1 de la revista El Ateneo (1993):

Debemos ocuparnos de temas culturales, sin veleidades gremialistas o cerradamente profesiona-les. Rodríguez Carracido fue un hombre de la cultura y en ella introdujo, en lugar destacado, a la ciencia...Para añadir más adelante:

La cultura ha de ser siempre instrumento de integración y nunca arma de exclusión en absurdas querellas provincianas. Y ha de ser también un ins-trumento para la racionalización y la tolerancia; un elemento para la libertad individual y colectiva; para la solidaridad y la igualdad entre los seres humanos y los pueblos.

Desde la tradición científica y humanista contribuiremos al desarrollo del deseado mesti-zaje cultural.

La Sección de Farmacia y la Cátedra Carracido son en definitiva un testimonio del nexo de unión que puede establecerse entre cultura y farmacia, y pretenden ser ejemplo, de una manera abierta, de hacer las cosas contra-ria a una concepción endogámica e inmovilista de entender la profesión, y siempre desde la necesidad de subrayar la dimensión intelectual de la farmacia como profesión y de los farma-céuticos como ciudadanos.

Carracido siempre estuvo interesado en la consecución del progreso a través del fo-mento de la ciencia. Puede decirse de él que fue un ilustrado tardío en el sentido que la ilus-tración dio al desarrollo social, intervino asi-duamente en los foros que tuvieron influencia para conformar la España de la Restauración.

Fue ante todo profesor, y un tenaz pro-motor y propagandista del fomento científico.

Partidario de las teorías evolucionistas e interesado por resaltar los valores patrios de la ciencia española no dudó en afrontar polé-micas y situaciones comprometidas para su propia carrera académica.

Científicamente se declaró evolucionista e interesado por resaltar los valores patrios de la ciencia española. No dudó en afrontar polémi-cas y situaciones comprometidas para su propia carrera académica. Suyas son estas palabras:

Soy evolucionista convencido, y como conse-cuencia lógica de mi criterio no procedo como los que hablan de la evolución con el énfasis de únicos po-seedores de su concepto trascendental, y niegan el encadenamiento de los términos en la serie histórica de las ideas científicas, desconociendo lo transitorio de las fases en la continuidad del proceso. Ansio con impaciencia ver a España en el concierto de las na-ciones directoras de la civilización impulsada por el espíritu del progreso, pero sin desdeñar los precio-sos antecedentes intelectuales de su personalidad nacional, porque nada viable brotará de lo presente que no tenga raíces en el pasado.

A resaltar, por último que Carracido es-tuvo próximo al krausismo y a la Institución Libre de Enseñanza; se ocupó junto a Cajal de convencer a las instituciones oficiales acerca de la necesidad de la investigación y sobre la capacidad de los españoles para efectuarla y él mismo, aunque no fue investigador, realizó una importantísima labor divulgadora de la ciencia en la prensa diaria.

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Ese milagro llamado visión

Ernesto Marco

30 Ciencia - Más Visión

Participar en una revista profesio-nal, siempre es un honor y un reto, pero participar en el número uno, supone un desafío mayor si cabe. Desde este foro intentaré dar una

visión -como no podía ser menos- de los as-pectos más importantes de cómo es el ojo, los defectos visuales más conocidos y los que no lo son tanto, y otros aspectos que influyen en la visión, la farmacología de los medicamentos que algo tienen que ver con el sistema visual.

Igualmente, participarán especialistas de otros ámbitos de la visión: oftalmólogos, espe-cialistas en baja visión o terapia visual, etc.

Espero que con el tiempo, el lector pue-da tener una idea más completa de ese órgano que nos permite recibir el 80% de la informa-ción, y el sentido que consume más que todos los demás juntos

Cuando leemos este artículo o vemos una película en el cine, no reparamos en la complejidad que supone todo el proceso visual que ponemos en marcha. Y de su perfección. Una maquinaria tan compleja donde cualquier pequeño fallo o disfunción puede impedirnos o dificultarnos mucho esa tarea. Tengamos en cuenta la importancia que cobra, ya que como hemos dicho antes, el 80% de la información que recibimos nos llega a través de la vista.

En este artículo analizaremos principal-mente el proceso visual, el ojo y sus partes. Cada uno de los “componentes” del sistema vi-sual tiene una función específica que, en caso de no funcionar correctamente puede interferir notablemente en el resultado final de la asi-milación de la información que recibimos. Y si hemos titulado a este artículo como algo mila-groso, creo que no estamos muy alejados de la realidad: su complejidad, perfección y sincroni-

zación pueden parecer obra de la evolución del ser humano.

EL OJOEs el principal órgano del sistema visual.

A través de él pasa la luz y las imágenes que el cerebro procesa e interpreta.

ANATOMÍA DEL OJO

1.- CAPA EXTERNA O FIBROSA: ESCLERA (o ESCLERÓTICA) CÓRNEA

2.- CAPA MEDIA O VASCULAR:COROIDESCUERPO CILIARIRIS

3.- CAPA INTERNA O NERVIOSA: RETINA4.- MEDIOS TRANSPARENTES:

CRISTALINOHUMOR ACUOSOCUERPO VITRÉO

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Editorial

31REVISTA PANACEA. FEBRERO 2015

ESCLERA O ESCLERÓTICAPresenta una estructura fibroelástica y

una coloración blanquecina por su parte externa.Las fibras que forman el tejido conjuntivo

de la esclera se encuentran dispuestas en dis-tintas direcciones, lo que hace que el tejido sea muy resistente y opaco.

CORNEALa córnea representa la sexta parte del

total de la capa externa del globo ocular.Es una estructura avascular, transparen-

te y viscoelástica que admite deformaciones, siendo bastante resistente a ellas.

Está ricamente inervada, existiendo un gran número de terminaciones nerviosas en ella. Muy sensible al dolor.

La cornea tiene dos caras, una anterior (convexa) y otra posterior (cóncava) que no son exactamente paralelas, siéndolo solamente en una zona central de 4 mm de diámetro. En ella la forma es esférica, mientras que en su peri-feria se hace más plana.

La transparencia de la córnea es una de sus propiedades más importantes. Los facto-res que permiten esta transparencia son:1.- ausencia de vasos sanguíneos y linfáticos2.- carencia de mielina en los nervios3.- mantenimiento del estado de hidratación corneal.

UVEA: CAPA INTERMEDIA DEL GLOBO OCULAR QUE CONTIENE: COROIDES, CUERPO CILIAR Y CRISTALINO.

FUNCIÓN: Proteger al globo ocular, así como mantener su forma y tamaño.

COROIDESForma parte de la capa vascular del globo

ocular. Junto con el Cuerpo Ciliar y el Cristalino forma la ÚVEA. Su espesor es variable, siendo más gruesa en la parte posterior que en la an-terior.

En los albinos, debido a la falta de células pigmentarias, la capa vascular se hace anor-malmente visible, ocurriendo lo mismo en los ancianos ya que con la edad se van atrofiando las células pigmentarias.

CUERPO CILIAREs un anillo, que al igual que el resto de

la capa media, se encuentra muy pigmentado y vascularizado.

FUNCIONES:Participar en el proceso de acomodación junto con el cristalino.Intervenir en el drenaje y producción del hu-mor acuoso.Formar mucopolisacáridos cuyo destino es el humor vítreo.

En el cuerpo ciliar se encuentra la ZONU-LA DE ZINN. Esta es el aparato suspensor del cristalino: los ligamentos zonulares, que se en-cuentran en forma de fascículos, se abren en las proximidades del cristalino para insertarse en su ecuador.

El cristalino, como luego veremos, es una lente elástica que puede acomodarse para la visión de objetos próximos y lejanos. Ello es posible gracias a la elasticidad de la coroides, el músculo ciliar y el ligamento de la zónula de zinn: la contracción del músculo ciliar provoca

FUNCIONES:Transmitir la luz al interior del globo ocularSer la primera superficie refractiva del diop-trio ocular, aportando 42 Dioptrías (Dp.) aproximadamente.

FUNCIONES:Actúa de pantalla frente a la luz por medio de las células pigmentarias. A partir de ella se van a nutrir las capas más externas de la retina. Debido a la riqueza de vasos actúa de membrana nutricional del ojo.

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32 REVISTA PANACEA. FEBRERO 201532

la relajación de los ligamentos de la zónula de zinn lo que hace que el cristalino se abombe. permite controlar la cantidad de luz que entra en el ojo: con luz intensa, la pupila se contrae y con luz escasa se dilata. También existe una modificación del diámetro pupilar durante el proceso de acomodación.

El espesor del iris va de 0.1 mm a nivel de la raíz del iris(donde se une al cuerpo ciliar) a 0.6 mm a nivel del collarete y se va adelgazan-do nuevamente hacia la pupila.

El diámetro del iris es de aproximada-mente 12 mm y su perímetro de 37-38 mm.

Variaciones del color del iris: la cara ante-rior del iris presenta variaciones en su colora-ción debido al carácter determinado genética-mente por una serie alelítica. Esta coloración depende de la mayor o menor cantidad de me-lanocitos (células pigmentarias) que existen en el iris; a menor cantidad de células, el color del iris será más claro y a mayor cantidad será más oscuro.

En las personas de raza blanca, el iris al nacer presenta color claro debido a la escasez de melanocitos en el estroma iridiano, alcan-zándose la mayor coloración a los 15 años. A partir de esa edad, algunos melanocitos co-mienzan a degradarse, por lo que en la vejez los iris adquieren un aspecto más lechoso.

En la raza negra, el iris al nacer tiene una mayor cantidad de melanocitos, lo que hace que estos tengan un definitivo color oscuro.

En albinos, al carecer de células pigmen-tarias, el iris no presenta coloración haciéndo-se la vascularización claramente visible, de ahí sus “ojos rojos” (se transparenta la retina)

En algunas ocasiones puede existir un acúmulo de células pigmentarias en el estro-ma iridiano formándose las manchas o pecas de iris.

RETINAEs la capa más interna del globo ocular.

En ella se distinguen 2 partes:

EPITELIO PIGMENTARIO, que se encuen-tra unido a la coroides.

PARS NERVIOSA, que se encuentra fijada a nivel de la ora serrata y de la papila óptica, por lo que cuando se produce un desprendimiento de retina solo se separa la parte nerviosa. Esta parte nerviosa es transparente y únicamente se visualiza en ella los vasos sanguíneos que la recorren.

Anatómicamente distinguimos, una Retina Central y una Periférica. En la Retina Central encontramos el fascículo óptico situa-do nasalmente a 1 mm del polo posterior del globo ocular. A 3 mm hacia el lado temporal encontramos la Mácula Lútea, que recibe este nombre por poseer un pigmento de color ama-rillo llamado xantofila. En la Mácula encontra-mos una zona de mayor depresión en el centro llamada Fóvea, lugar donde desaparecen todas las capas de la pars nerviosa, existiendo única-mente conos. La fóvea constituye el punto de mayor agudeza visual.

El espesor de la retina va disminuyendo de atrás hacia delante: de 0.5 mm de espesor en el polo posterior a 0.1 mm en la parte anterior.

CRISTALINOLente biconvexa, transparente y elástica

que constituye junto con la córnea, el humor

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Editorial

33REVISTA PANACEA. FEBRERO 2015

acuoso y el humor vítreo el sistema dióptrico del ojo. El cristalino presenta 19 Dp., mientras que la córnea presenta unas 42 Dp. Bioquímicamente está constituido por agua (65%), la cual disminuye con la edad. También posee proteínas estructurales, proteínas de tipo albuminoides, glucoproteinas y un 1% de residuos sólidos. Se encuentra en la parte anterior del globo ocular limitado:• Anteriormente por el iris y la cámara poste-rior.• Posteriormente por el humor vítreo: la cara posterior del cristalino se encuentra en con-tacto con el cuerpo vítreo descansando sobre él en una concavidad llamada fosa patelaris. La cápsula del cristalino se une a este nivel con la membrana hialoidea del vítreo constituyendo el ligamento hialoideo-capsular.

Las principales propiedades del cristalino son: TRANSPARENCIA y ELASTICIDAD

Estas propiedades se van perdiendo a lo largo de la vida, en parte debido a una dis-minución del metabolismo y por tanto del equilibrio hídrico del cristalino. También como consecuencia de la incidencia de la radiación UV sobre los pigmentos cromóferos pierde la transparencia. Es por ello que en las zonas ecuatoriales del planeta, la incidencia de cata-ratas es muy elevada,ya que la radiación incide con mayor intensidad que en otras latitudes; de ahí la necesidad de usar siempre gafas de sol para protegernos de esta radiación.

El cristalino pasa de tener una forma elíptica, en los primeros años de vida, a una forma más esférica, debido principalmente a la formación de nuevas fibras lo que llevará a un cambio de parámetros: El diámetro del cristalino va aumentando con la edad por acu-mulación de fibras. Por lo que su peso también aumentará, pasará de 65 mg (en bebes) a 250 mg (a los 90 años).

En el cristalino diferenciamos dos partes:Núcleo: Constituye la parte central y pre-

senta mayor dureza. Contiene: Núcleo em-brionario (formado durante las primeras eta-pas del desarrollo).Núcleo fetal(formado por la aposición de fibras en la segunda parte del desarrollo embrionario) y Núcleo adulto (cons-tituido durante el desarrollo postnatal).

Córtex: Se encuentra rodeando al núcleo. Presenta una consistencia más blanda. Sus fibras disponen los núcleos a la misma altura formándose el arco nuclear del cristalino.

Histología de cristalino:1. Membrana basal bastante hipertro-

fiada, siendo la más gruesa del globo ocular, con un espesor de 23um. Es transparente y elástica.

2. Epitelio anterior: está constituido por células epiteliales que se sitúan únicamente en la cara anterior del cristalino.

3. Fibras del cristalino: Comienzan su de-sarrollo en el periodo fetal y se continúan for-mando durante toda la vida del cristalino; de-bido a ello se hace cada vez más esférico. En la formación de nuevas fibras, las de más recien-te formación se disponen constituyendo las fi-las meridionales. Se disponen alineadamente, de tal forma que la pérdida de esta ordenación puede provocar la formación de cataratas.

EL CRISTALINO EN EL MECANISMO DE ACOMODACION-CONVERGENCIA

Cuando nos acercamos un objeto necesitamos realizar varias funciones oculares para verlo:* Por un lado, se producirá una miosis o contracción pupilar, que se debe al músculo esfínter del iris. * Por otro lado se producirá una convergencia de los ejes ópticos sobre el objeto, que se reali-zará gracias a los músculos extrínsecos del ojo.*Por último, debe producirse la acomodación del cristalino, es decir, un aumento de la curva-tura del cristalino, esta acomodación se pro-duce gracias a la contracción del músculo ciliar

FUNCIONES:Nutrición y Oxigenación del cristalino, ya que permite el paso del oxígeno y nutrientes ha-cia las células epiteliales.Defensiva, ya que es impermeable a las bac-terias y virus.Acomodación, ya que a ella es donde se unen las fibras de la Zónula De Zinn.

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HUMOR ACUOSOSe sitúa en la cámara anterior del globo ocular. Es producido por los Procesos Ciliares pasando a la cámara posterior, de donde fluirá hacia la cámara anterior a través de la pupila. Su elimi-nación se lleva a cabo a través del limbo escle-rocorneal.Su composición es similar a la del plasma san-guíneo: Albúminas, globulinas, destacando una mayor concentración de ácido ascórbico.

Presión Intraocular (PIO)Es la presión del contenido del globo ocu-

lar. Está condicionada por la presión que ejer-ce el contenido del globo ocular, la elasticidad de la pared del globo ocular y la presión de los músculos extraoculares.

La presión intraocular normal en el adul-to oscila entre 10 – 21 mm Hg.

Es la presión tisular más alta del orga-nismo. Esta presión puede sufrir variaciones dando lugar a:• Hipertensión: Pudiéndose originar un GLAU-COMA, que está caracterizado por una hiper-tensión sostenida, que con el tiempo da lugar a alteraciones del campo visual y de la Papila Óptica.• Hipotensión: Pudiéndose originar una UVEI-TIS o un DESPRENDIMIENTO DE RETINA.

En un individuo normal la PIO permane-cerá estable. Esto es debido a que la tasa de producción del humor acuoso es igual a la de eliminación.

La PIO es una constante fisiológica, como la temperatura, la frecuencia cardiaca…, sien-do fundamental mantener su estabilidad para permitir una perfecta visión. Gracias a ello:• Tenemos una transparencia adecuada de la córnea

• Se mantiene la distancia entre las distintas estructuras ocularesInfluencias sobre la PIO:

1._ Genética: Existe una influencia here-ditaria. En familias con glaucoma suele darse una PIO alta entre alguno de sus miembros.

2._ Edad: Se ha observado que a mayor edad mayor PIO, pero no se descartan otros factores como la obesidad y la presión arterial alta.

3._ Sexo: Entre los 20 y los 40 años de edad el sexo no influye. Pero se ha observado que en las mujeres a partir de la menopausia la PIO sube.

4._ Refracción: En miopías elevadas se da una mayor PIO, debido a la mayor longitud axial del globo ocular.

5._ Raza: La raza negra suele tener una mayor PIO que la blanca.

CUERPO VITREO (Humor Vitreo)Estructura transparente que ocupa 2/3

partes del globo ocular. Su peso es de 4-5 gr.Se encuentra por debajo de la retina y del

cuerpo ciliar y por detrás del cristalino.Tiene forma circular, excepto en una cavi-

dad que presenta en su parte anterior llamada Fosa Patelaris.

Histológicamente hablando es un tejido conjuntivo que contiene unas fibras similares al colágeno llamadas vitreinas. El 99% de su matriz es agua.

FUNCIONES:• Soportar a las estructuras oculares• Intervenir en el mantenimiento de la PIO

FUNCIONES:• Nutrir a las estructuras avasculares cir-cundantes (córnea y cristalino)• Mantener la PIO (PRESIÓN INTRAOCULAR)

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35REVISTA PANACEA. FEBRERO 2015

Salón Ciudad de Úbeda C/ del Prado, 21

Martes, 27 de enero de 2015. 19.00 horas

ATENEO DE MADRID SECCIÓN DE FARMACIA

TERTULIA DE REBOTICA

FUTURO DE LA ESPECIALIDAD DE FARMACIA INDUSTRIALY GALÉNICA

ABRE EL ACTO DANIEL PACHECO

PRESENTA Y MODERA JOSE CARLOS MONTILLA

INTERVIENEN ALBERTO DEL RÍOGUILLERMO TORRADO

VICENTE HERNÁNDEZANA LÓPEZ

Salón Ciudad de Úbeda C/ del Prado, 21

Martes, 27 de enero de 2015. 19.00 horas

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INTERVIENEN ALBERTO DEL RÍOGUILLERMO TORRADO

VICENTE HERNÁNDEZANA LÓPEZ

Salón Ciudad de Úbeda C/ del Prado, 21

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TERTULIA DE REBOTICA

FUTURO DE LA ESPECIALIDAD DE FARMACIA INDUSTRIALY GALÉNICA

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PRESENTA Y MODERA JOSE CARLOS MONTILLA

INTERVIENEN ALBERTO DEL RÍOGUILLERMO TORRADO

VICENTE HERNÁNDEZANA LÓPEZ

Noticias

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36 CONTEMPORARY MAGAZINE MONTH 20XX

En todo caso, lo reconozco, el libro nos enfrenta con las raíces del dolor, que son pre-cisamente las raíces del mal.

Fiel a sí mismo, Carlos se esfuerza por evitar la arbitrariedad y por ofrecer una vez más los hechos apoyados en referencias con-cretas, de manera que casi la parte de ficción del primer plano queda oculta.

Su oficio de narrador se ha ido puliendo sin abandonar la sobriedad habitual. Diríamos que escribe con mucha paciencia, la relativa paciencia de la ansiedad, para buscar continu-amente en las fuentes y tratar de atenerse a ellas. Pero todo escritor también es un fabu-lador y cree que la realidad es inferior a su pro-pia imagen. A Carlos la historia le parece tan fascinante que casi le cuesta completarla con la invención.

Al abordar el segundo plano, el de la pare-ja de hermanos que afrontan la aventura de buscar la responsabilidad de su pariente, el au-tor puede imaginar más e introducir elementos nuevos en el relato. Elementos que pertene-cen, me parece a mí a dos escuelas principales: la costumbrista y la novela de intriga.

Para reforzar la sensación de realismo, nos encontraremos de nuevo con personajes reales según su circunstancia del correspondi-ente plano temporal. Veremos la actuación de un jovencísimo farmacólogo de hospital, nues-tro compañero Alfonso Moreno que interviene en una urgencia médica. Se rendirá también homenaje a Ángel Sanz Briz, el llamado ángel de Budapest, cuyos oficios salvaron a miles de judíos y que hoy está reconocido como justo entre las naciones. He aquí el bien, muchas veces peor documentado que el lacerante mal que no podemos comprender.

El aprendizaje más difícil que nos cor-responde hacer como seres humanos es no

Acaba de ver la luz la quinta novela de Carlos Lens, titulada Raíces de dolor y aprovecho esta ventana que me ofrece Panacea para compartir algu-

nas reflexiones sobre ella.La primera es sobre la sorprendente

capacidad creativa de los últimos años de un autor que precisamente está inmerso en una gran exigencia profesional. Lens ha dicho ya en público que la tensión del trabajo no perjudica su actividad literaria sino que la estimula.

La segunda es sobre el asunto escogido en esta ocasión, la tragedia del holocausto, “la zona de interés”, según la expresión que los nazis utilizaban para referirse a Auschwitz y su entorno. “Es un tema tan doloroso que me costará animarme a leerlo”, me dijo algún ami-go.Yo creo que este es un prejuicio lógico y que tienen razón quienes lo formulan pero ya ver-emos cómo la estructura escogida, amortigua esta situación.

No se edulcoran los hechos, desde luego, pero conociendo su dolor –ese dolor que otor-ga nombre a la novela- el autor nos propone hasta tres planos temporales distintos; uno sobre los acontecimientos que se enfocan, en el tiempo de la segunda guerra mundial. El segundo en la década de los setenta cuando los protagonistas indagan sobre el compor-tamiento de un familiar alemán que pertene-ció a las “SS” y el tercero, como ocurre en toda escritura naturalmente, el plano de nosotros los lectores, tan pronto como empecemos a leer. Este plano ahora se corresponde con 2014 pero para el lector que acuda a la cita, también para las próximas generaciones, será distinto y es que no solo la escritura responde a un hecho temporal, sino que también lo hace la lectura.

Raíces de dolor,de Carlos Lens

Libros del mes36 REVISTA PANACEA. FEBRERO 201536

José Félix Olalla

Page 37: Número Febrero. Panacea. Revista de Humanidades, Ciencia y Sanidad

37CONTEMPORARY MAGAZINE MONTH 20XX

Editorial

37REVISTA PANACEA. FEBRERO 2015

perder la responsabilidad ni acallar los impera-tivos éticos que resuenan en nuestro interior. En esta historia como en tantas otras, hubo gentes que superaron el miedo y supieron re-sistirse y hacer lo que estuvo en su mano para proteger a los perseguidos.

En nuestra sociedad, el problema del mal se presenta a menudo como difícil de aislar netamente y por ello difícil de combatir pero me parece que si hay algo que está bien apega-do en el fondo de cada una de nuestras con-ciencias es el concepto del bien, con premisas tan claras y sencillas como la de no hacer a los demás lo que no queramos que nos hagan a nosotros o la de que todos los hombres somos dignos de la misma consideración y respeto. Suspiremos por mantener estas fuerzas inte-riores que nos capacitan, al volver a casa, para vencer toda fatiga.

Por eso Goethe pensaba que el concepto “hombre” no admitía plural, pues la humani-dad si no se concreta, carece de sentido. La novela consiste en escribir por lo tanto sobre personas que gozan y sufren, que buscan y preguntan y a los que les ocurren cosas mu-chas veces infortunadas. Los lectores esta-mos invitados a identificarnos con algunos de estos personajes, no solo para vivir así mejor el libro y disfrutarlo sino también para mejo-rar con él.

Recuerdo ahora una frase clarificadora que Chesterton pone en boca de un personaje hacia el final de su novela El hombre que fue jueves: El mal es tan malo que junto a él, el bien parece un accidente, pero el bien es tan bueno que junto a él, incluso el mal puede ex-plicarse

Page 38: Número Febrero. Panacea. Revista de Humanidades, Ciencia y Sanidad

38 REVISTA PANACEA. FEBRERO 2015

Desde su nacimiento a finales del siglo XVIII, la psiquiatría nun-ca había logrado tanto éxito y protagonismo social como en la actualidad. En los últimos dece-

nios ha alcanzado una expansión sin preceden-tes: los servicios de salud mental en los países occidentales han crecido ostensiblemente, los tratamientos psicofarmacológicos y psicotera-péuticos se ha popularizado, la psiquiatría (y la psicología) tienen cada vez una presencia más relevante en ámbitos jurídicos, laborales, aca-démicos y sociales. A través de los medios de comunicación los profesionales en salud men-tal, promocionan con éxito la importancia de estas disciplinas, no ya en el tratamiento de los trastornos mentales (que cada vez son mayo-res en número y más prevalentes), sino en el afrontamiento de la vida cotidiana de cualquier persona.

En la sociedad actual se tiende a transferir el autocuidado y gran parte del poder de los ciu-dadanos a las instituciones y expertos en salud mental esperando que sean éstos últimos los que se hagan cargo. Las expectativas respecto a nuestras vidas y el dolor, han cambiado. Ya no se considera el sufrimiento y la muerte como algo inherente al ser humano, sino como pro-blemas sanitarios que pueden resolverse. Como dice Ivan Illich en su Némesis Medica, “nuestra concepción de una vida plena, es una vida sin sufrimiento, no una vida en la que seamos ca-paces de manejarlo”.

La dependencia y confianza en la tecnolo-gía han alcanzado unos niveles extraordinarios debido a que se han exagerado sus efectos po-sitivos. Las terapias de aconsejamiento, cogni-tivo-conductuales y de todo tipo, se presentan como remedios casi mágicos que pueden eli-minar el malestar del individuo producido por el enfrentamiento consciente con su propia vida.

Existen tendencias a favor y en contra del tratamiento del malestar que conllevan unas implicaciones bioéticas. Por eso existen diversos autores que prefieren no abordar el tratamien-to, o al menos ser cautos, ya que para ellos la ia-

trogenia de la actividad asistencial no compensa el tratamiento de estos cuadros de malestar.

Indicar un tratamiento (psicofarmacoló-gico o psicoterapéutico) para el tratamiento del malestar, supone sancionarlo como un trastor-no mental. Esta inclinación hacia el tratamiento del malestar, deriva de la tendencia actual hacia la medicalización y, más concretamente, hacia la psiquiatrización de situaciones de la vida co-tidiana.

El inmenso poder de la medicina para cambiar y modificar el cuerpo humano, ha hecho atractiva la idea de medicalizar todos los aspec-tos de la vida que se puedan percibir como pro-blemas médicos, aunque no lo sean.

Las causas que han llevado a creer que es posible extender el campo médico para tratar casi todos los problemas que acontecen en el normal desarrollo de una vida, son muy varia-das. En este artículo, queremos centrarnos en las consecuencias, los problemas éticos, que se derivan de estos fenómenos de medicalización y psiquiatrización, y que nos preocupan, porque creemos que llevan a una deshumanización de la persona que sólo puede dañarla.

Confiar en que todo malestar puede ser tratado médicamente, disminuye poco a poco la capacidad de adaptación del hombre a situacio-nes estresantes de su vida. Si en cuanto apare-ce un sufrimiento o malestar, la persona corre a ponerse en manos del médico y la medicina, deja de desarrollar sus propios mecanismos de de-fensa. Por lo que, ante cualquier otra situación similar, o incluso de menor alcance, acudirá al médico, aumentando así su dependencia en el sistema sanitario.

Se produciría, asimilando el ejemplo a los efectos de algunos psicofármacos, una especie de tolerancia por la asistencia sanitaria. Cada vez se acudiría más al médico por problemas de menor importancia. Si al principio acudimos al médico por el sufrimiento de una ruptura sentimental, ahora acudiremos por la discusión que tuvimos con nuestro compañero de trabajo y mañana, por qué no, porque el vecino cerró la puerta del ascensor.

38

La psiquiatrizaciónel tratamiento del malestar y sus posibles consecuencias

Carmen Doadrio Abad

Colaboraciones Científicas

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Editorial

39REVISTA PANACEA. FEBRERO 2015

La persona que deja su sufrimiento en manos de la medicina (recuerdo que hablamos siempre de un sufrimiento autolimitado, legí-timo, proporcionado y por tanto no patológico), deja de desarrollar sus propios mecanismos adaptativos de defensa que le iban a ser nece-sarios durante el transcurso normal de su vida.

Otra forma de deshumanizar que tiene la medicalización y psiquiatrización, es en cuanto que considera el malestar y el sufrimiento hu-mano que se deriva de este, en una dimensión únicamente biológica o psicológica y por tanto susceptible de tratamiento farmacológico o psi-coterapéutico. La psiquiatría biomédica busca su fundamentación en la investigación neuro-científica donde el objeto de estudio es el cere-bro, y desarrolla su actividad clínica en el indi-viduo independientemente de su contexto que, necesariamente, queda relegado a un segundo plano. Esta forma de concebir todos los proble-mas mentales como enfermedades causadas sólo por anomalías en el cerebro no es la verdad ni siempre es la perspectiva más útil en la activi-dad clínica, pero sin lugar a dudas es la postura hegemónica actual.

Esta forma de considerar que todo sufri-miento humano es tratable implica reducir al hombre a su cuerpo-mente, reducirlo únicamen-te a materia olvidando su esencia y su contexto, que es lo que le hace ser, precisamente, humano y abordar el tratamiento con una mejor perspec-tiva. El modelo biomédico, propone una asisten-cia centrada en los síntomas y la enfermedad, como el resto de las especialidades médicas. El primer objetivo es poder realizar un diagnóstico, de acuerdo a una colección de síntomas y signos, y proponer un tratamiento biológico para incidir en la alteración cerebral. El contexto social, cul-tural, los mecanismos psicológicos del individuo, su estilo de relación interpersonal, la dinámi-ca familiar, sus expectativas, valores...tienen una importancia menor. Pero ¿es esta la mejor manera de entender los problemas de salud mental? ¿Se pueden comprender los problemas que tienen que ver con las emociones, los pen-samientos, las conductas y las relaciones inter-personales con las mismas herramientas que se utilizan para investigar los problemas que apa-recen por ejemplo en los pulmones o el hígado?

Otra cuestión que nos preocupa, es que creemos que favorecer la medicalización y, en concreto, la psiquiatrización, podría llevarnos en un futuro no muy lejano a pensar que el mejora-miento de las capacidades psíquicas y físicas del hombre se tratara como algo normal. Si la me-dicina nos proporciona medios técnicos para no

sufrir. ¿Por qué no íbamos a usar éstos también, por ejemplo, para ser mejores?

Esto es algo que ya se está dando. Existen mejoradores cognitivos que actualmente se es-tán usando para el tratamiento del TDAH (este es su uso terapéutico), pero, desde hace ya un tiempo, el uso de estos medicamentos se está desviando hacia otro uso no médico, sobre todo entre estudiantes, para mejorar su rendimiento intelectual, su concentración y las calificaciones.

En el año 2008, la Encuesta Nacional sobre Uso de Drogas y Salud realizada en los Estados Unidos encontró una prevalencia del 8,5% de uso no médico de estimulantes cognitivos en nor-teamericanos mayores de 12 años y una preva-lencia del 12,3% en norteamericanos entre 21 y 25 años.

Pero, lo realmente problemático, es que cada vez se oyen más padres dispuestos a dar estos psicofármacos a sus hijos, amparándose en su aparente “seguridad” (se usan en niños para el tratamiento del TDAH, asegurando que carecen casi de efectos adversos), para superar la competitividad cada vez mayor en el ámbito académico. Si puedo hacer que mi hijo saque me-jores notas, vaya a una mejor Universidad y ten-ga una mejor preparación académica ¿Por qué no iba a hacerlo si lo que quiero es lo mejor para él?

Además, creemos que el mejoramiento es una pendiente resbaladiza que podría llevar, casi sin darse uno cuenta, a aceptar lo que conside-ramos como una “deshumanización total”: la doctrina del transhumanismo. Antes de seguir con otras consideraciones éticas de la medicali-zación, y dado el interés que suscita, queremos exponer brevemente en qué consiste esta doc-trina del transhumanismo, que ha sido consi-derada por Francis Fukuyama95, como “la idea más peligrosa del mundo”.

El transhumanismo se ha definido como un paradigma cultural, intelectual y científico que afirma el deber moral de mejorar las capaci-dades físicas y cognitivas de la especie humana y aplicar nuevas tecnologías con la finalidad de eliminar aspectos indeseables e innecesarios de la condición humana, como el sufrimiento, la enfermedad, el envejecimiento, e incluso, el ser mortales.

Nick Bostrom, uno de los máximos expo-nentes de esta teoría y Presidente de la WTA (World Transhumanist Association), afirma que este nuevo movimiento cultural, intelectual y científico es un paradigma sobre el futuro del hombre que reúne a científicos de distintas áreas (Inteligencia Artificial, Neurología, Na-notecnología e investigadores en tecnología

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40 REVISTA PANACEA. FEBRERO 2015

punta), a filósofos y hombres de cultura con un mismo objetivo: alterar, mejorar la naturaleza humana y alargar su existencia.

Bostrom va más allá de la idea de mejora-miento, al diferenciar entre un ser “transhuma-no” y otro “posthumano”. El primero, sería un ser humano en transformación, con algunas de sus capacidades físicas y psíquicas mejoradas y por tanto superiores a las de un ser humano “normal”, pero todavía no “posthumano”.

En cambio, un “posthumano” sería un ser (no se especifica si natural o artificial) con las si-guientes características: una esperanza de vida superior a los 500 años, capacidades intelec-tuales dos veces superiores a lo máximo que el hombre actual pudiera tener, y dominio y control de los impulsos de los sentidos, sin padecimien-to psicológico.

Se trataría, por tanto, de alguien con unas capacidades que sobrepasarían de modo excepcional las posibilidades del hombre ac-tual. Esta superioridad sería tal que eliminaría cualquier ambigüedad entre el ser humano y el posthumano: el posthumano sería completa-mente distinto.

Este último sería un ser “más perfec-to” que el ser humano y el transhumano. Un posthumano, según afirma Bostrom, podría gozar de una prolongación de la vida sin 48 de-teriorarse, tendría mayores capacidades inte-lectuales (sería más inteligente que los demás), tendría un cuerpo conforme a sus deseos, po-dría engendrar copias de sí mismo y dispondría de control absoluto sobre sus emociones.96

Y una vez llegados a este punto, debería-mos pararnos y reflexionar, ¿Qué bienes esta-mos intentando alcanzar? ¿En qué consiste hoy la felicidad? ¿Feliz es el que no sufre? ¿O lo es el que tiene una salud y unas capacidades incluso mejoradas? ¿Se debería de poner un freno a la creciente medicalización-psiquiatrización? Y si es así, ¿Cómo podríamos ponerlo?

Creemos que la causa del aumento de esta psiquiatrización tiene sobre todo un pro-blema antropológico de base. La medicina está actuando de una forma paternalista con los pacientes, queriendo evitarles todo malestar psicológico ante problemas vitales y deseando que no sufran ningún grado de estrés, angustia o tristeza. Y una forma de poner freno a este creciente psiquiatrización, podría ser la vuelta a una concepción antropológica del hombre, en la que, como ser carente, se encuentra dotado de recursos para superarse a sí mismo.

El hombre como ser, tanto en sentido bio-lógico como ontológico. Existe una deficiencia

biológica del hombre en contraste con los ani-males, que nunca son desvalidos por naturaleza. Morfológicamente el hombre, a diferencia de los mamíferos superiores, se caracteriza ante todo por sus defectos o carencias: no posee la protec-ción natural del pelo ni órganos específicos para la defensa o la huida, ni la agudeza sensorial. Nace inmaduro, necesita de una gran cantidad de cuidados y durante un tiempo mucho más prolongado que cualquier otro animal durante su infancia. El hombre está naturalmente infra-dotado, no es apto para la naturaleza libre y por eso se ha visto obligado, para compensar sus carencias, a construir una naturaleza artificial a su medida.

El hombre se encuentra desadaptado por naturaleza por su inespecialización orgánica, su cuerpo implica una negación biológica de la animalidad, puesto que el animal se encuentra adaptado al entorno natural y por ello no tiene que modificarlo substancialmente.

El hombre es un ser limitado de condi-ción finita y que tiende al infinito, es conscien-te de sus límites, lo que le hace eternamente insatisfecho de sí mismo y le empuja a que su acción constituya un permanente y renovado intento por superarlos.

La expresión física o biológica de este mo-dus deficiens humano son tres dimensiones de experiencia metafísica:

• la vulnerabilidad, propiedad de ser afec-tado o de padecer.

• la caducidad, el devenir otro desde sí mismo y no por acción exterior.

• la mortalidad, la condición de saberse mortal confrontado a la esperanza/desespe-ranza y al misterio.

En la experiencia objetiva, vivida y simbó-lica, estos problemas que acontecen de forma natural en el hombre y que son propios de su vida, se concretan en el sufrir, envejecer y morir. Y como connaturales a la vida humana, creemos que no deberían ser medicalizados.

La medicalización, en cuanto supone el fin de todo sufrimiento, el alargamiento de la vida y la lucha contra la muerte, supone una distorsión en las contradicciones naturales de la existencia humana, que le resta digni-dad. Estas contradicciones de la existencia son, por una parte, que la naturaleza finita del hombre le hace ser carente, a la vez que le dota de recursos para superarse a sí mismo, y por otra parte, que la existencia humana, en cuanto es finita pero no finiquitada, hace que la muerte prive, y otorgue a la vez, sentido a la existencia.

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Centenarios: Generación del 14 y Primera Guerra Mundial

Vídeo del acto de inauguración del Ciclo celebrado en el Salón de Actos del Ateneo de Madrid, celebrado el 20 de octubre de 2014. Con intervención de Jesús Posada, José Luis Abellán, Pedro López, Eduardo L. Huertas. Presentado por César Navarro de Francisco

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Ver vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=8rVUQW5cvww

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Leonardo Torres Quevedo, el Ateneo y los cambios de 1914

Ernesto García Camarero

Estamos celebrando un ciclo sobre La Generación del 14 en el Ateneo de Madrid. relacionado con el Cen-tenario de la 1.ª Guerra mundial. Voy a tomar como protagonista de mi

intervención a Leonardo Torres Quevedo, ilustre ateneísta que fue coetáneo de la guerra.

1.- La guerra del 14Siempre es extraño que una guerra se

conmemore.Las guerras hay que repudiarlas. Todas

las guerras y sobre todo las guerras imperia-listas.

Por eso la Gran Guerra que fue una guerra imperialista por excelencia debe ser repudiada.

Una guerra que enfrentó a más de una decena de países y causó inmenso sufrimiento durante mas de cuatro años a los pueblos de estos países, la miseria en el frente de más de sesenta millones de soldados, la muerte de ocho millones de personas y más de seis millo-nes de discapacitados.

Los historiadores dicen que la Guerra del 14 marcó un antes y un después en la historia de la humanidad. ¡Como si las guerras marca-ran los cambios! ¡Como si fueran necesarias las guerras para acabar con lo inútil y perverso del pasado cuando en realidad lo que hacen es reforzarlo!

La guerra del 14 fue esencialmente una guerra imperialista. Comenzó la contienda, por el enfrentamiento entre la coalición de los imperios alemán y austro-hungaro que junto a Italia, formaron la Triple Alianza, contra los imperios británico y ruso, que junto a Francia, formaron la Triple Entente. A lo largo de la gue-rra otros países intervinieron: junto a la Triple Alianza el Imperio Otomano y Bulgaria, y junto a los aliados se unió Italia (que cambió de ban-

do), Serbia, Montenegro, y más tarde Rumanía y Grecia, así como Japón. Estados Unidos entró en 1918.

En Octubre de 1918 Alemania aceptó ne-gociaciones de paz. En 1919 se firmó el Tratado de Versalles. Como consecuencia de la guerra cuatro imperios se derrumbaron: el Imperio Ruso se convirtió en la Union de Repúblicas Socialistas; el Imperio otomano se convirtió en Turquía; el Imperio austro-húngaro dio paso a los países independientes de Austria, Hungría, Checoslovaquia y Yugoslavia; del Imperio ale-mán se pasó a la República de Weimar. Es-tados Unidos, fue el mayor beneficiado de la guerra. Con este tratado también fue creada la Sociedad de Naciones. Este tratado produ-jo gran amargura entre los alemanes y fue la semilla que veinte años después ocasionó la II Guerra Mundial.

Firma del Tratado en la Sala de los Espejos del Palacio de Versalles el 28 de junio de 1919Orpen, William (Sir) (RA) (1878 - 1931),

Centenarios

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La I Guerra Mundial trajo ruina, enferme-dades y dolor a todos los países participantes.

Una consecuencia económica importante fue que el enriquecimiento de los mercaderes de armas y el empobrecimiento de los peque-ños ahorradores, pensionistas y asalariados, a los que afectó muy directamente la inflación, condujo a una enorme desigualdad económi-ca que llevaría a la creación de los nuevos im-perios financieros con las consecuencias que ahora conocemos.

2.- La ciencia para la paz y para la guerra.A veces se alega que las guerras ayudan

al crecimiento del conocimiento científico y tecnológico, y le otorgan un carácter positivo. Es evidente que en la guerra del 14 se pro-dujeron grandes adelantos tecnológicos con fines bélicos (telegrafía sin hilos, fusiles de repetición, ametralladoras, gases venenosos, tanques, dirigibles, aviones de guerra, subma-rinos de guerra y poderosa artillería de largo alcance...) lo que trajo como consecuencia más muertes y más destrucción que en la guerras clásicas, no solo en los frentes sino también, y esto fue una novedad, entre la población civil no beligerante que se transformarían en nue-vas víctimas visibles y objetivos militares de la nueva forma de hacer la guerra.

Pero preferimos creer que la ciencia y la técnica se desarrollan mejor en entornos de paz y de libertad para alcanzar un conoci-miento mas avanzado del mundo y mejorar las condiciones de vida de las personas y no para facilitar la forma de matar y de destruir.

Demos una rápida ojeada a los profundos cambios de paradigma que se produjeron en la ciencia a lo largo del siglo XIX.

A principios del siglo XIX la ciencia supo-nía que el universo y la naturaleza eran inmu-tables desde la creación, y que su conocimiento era posible y se estaba llevando a efecto. Los éxitos de la mecánica de Newton, comple-tados por el sistema del mundo de Laplace daban una explicación de los fenómenos del Cosmos. En la Tierra, la física se ajustaba a la mecánica racional de Lagrange. La química de Lavoisier explicaba los fenómenos de la ma-teria, y la zoología sistemática y la botánica de Linneo daban cuenta sincrónica de la vida creada sobre nuestro planeta. El sistema del mundo estaba acabado, era sólido, su descrip-ción descansaba sobre seguros principios ma-temáticos. Se había sustituido la estabilidad

teológica de la Edad Media por la estabilidad “científica” creada en la Ilustración.

Sin embargo el siglo que así comenzaba, había de terminar con toda la estabilidad teóri-ca que tanto tranquilizaba a los ideólogos de la época a quienes hubiese gustado que la cien-cia y la sociedad estuviesen acabadas, como lo estaba el mundo después del séptimo día de la creación. Pero el mundo no era así, era algo que estaba en plena formación, tanto el Universo, como la naturaleza de la tierra, como el hom-bre, como la sociedad. La química pasó de dar cuenta de la composición de la materia inerte a la química orgánica y la bioquímica que hacen que la química salga de la materia para entrar en la vida. En la física se producen aun mayo-res cambios: el descubrimiento de los campos electromagnéticos, el estudio profundo de la estructura de la materia, de los fenómenos ra-diactivos. De la mecánica clásica se pasó a la mecánica cuántica, y a la relativista, trastocan-do las tradicionales ideas de espacio y tiempo que requieren de una geometría especial.

Pues por si eran pocos los radicales cam-bios en las concepciones de la química y de la física, la matemática, que parecía una ciencia inapelable, sufre también, como cualquier otra, transformaciones esenciales.

Aunque sin abandonar la geometría in-discutible y evidente de Euclides, aparecen geometrías no euclídeas en las que por un punto exterior a una recta se pueden trazar más de una paralela, u otras geometrías en las que no se conservan las magnitudes por traslación o en las que los puntos del infinito tienen características análogas a las de los de-más puntos, o las geometrías n-dimensiona-les, o las geometrías diferenciales en las que el espacio es curvo.

No sólo la geometría, el número fue tam-bién revisado: construyendo nuevos entes ma-temáticos y nuevas operaciones entre ellos similares a las que se realizaban con los nú-meros. Aparecen las estructuras algebraicas y un sinnúmero de álgebras diferentes y todas validas. Pero sobre todo se revisarían los fun-damentos mismos de la matemática y de la lógica.

Pero no era sólo el mundo físico y formal el que se estaba revisando, también la vida en la Naturaleza, es decir las plantas, los animales y el mismo hombre, se empezaban a estudiar de otra forma. Por una parte la biología mole-cular, la microbiología, la genética, abrían nue-

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vos caminos para el conocimiento de la vida y para sus aplicaciones inmediatas en medicina. Uno de los mas fértiles caminos para las nue-vas concepciones fueron los que se abrieron con el estudio de las especies. En este senti-do Darwin (1809-1882) es el nombre señero, que publicó en sus dos obras fundamentales: una Origen de las Especies, otra El origen del hombre. En ellas enuncia los principios de la evolución, que inciden en el desarrollo de los estudios paleontológicos y antropológicos y de otras muchas áreas, así como en sociología.

Vemos, pues, como a lo largo del siglo XIX, en el que después de las guerras napoleónicas se vive en Europa una relativa paz, buscando la verdad se trastocan casi todas las ideas científicas anteriores. Se revolucionan las con-cepciones cosmológicas, biológicas y físicas de la naturaleza, pero no sólo eso, el incremento del conocimiento del mundo y el perfecciona-miento de las técnicas, de los procedimientos e instrumentos, redunda en el desarrollo tec-nológico y en las nuevas formas de organizar el trabajo y con ello se produce un incremento en la producción de alimentos y en la sanidad que conduce a una explosión demográfica fac-tores todos ellos que tienden a modificar las estructuras sociales. Es decir a fines del siglo XIX ya estaba concebido y había comenzado a gestarse lo que a finales del XX se percibía con nitidez.

Los temores a estos cambios inducidos por la ciencia y los nuevos ajustes sociales que ellos reclamaban fueron, tal vez, la causa prin-cipal de la guerra del 14 y las posteriores que desde entonces vienen entristeciendo la Tierra.

3.- Torres Quevedo entre la paz y la guerra.En este panorama de grandes cambios

científicos y tecnológicos es en el que vamos

a situar al personaje que tomaremos de pro-tagonista en estas palabras: Leonardo Torres Quevedo como ejemplo de español innovador en una época que se movía entre la paz y la guerra.

Torres Quevedo, ingeniero de caminos, ejerció su profesión durante unos años en compañías de construcción de los ferrocarriles, actividad que pronto abandona para dedicarse a viajar por Europa para conocer los avances científicos y técnicos en la incipiente área de la electricidad.

A su regreso trabaja por su cuenta en las primeras (1887) pruebas de su transbordador o teleférico, que intenta instalar sin éxito en Sui-za (1890) pero que lo logrará en el Monte Ulía de San Sebastián en 1907, y más tarde sobre las cataratas del Niágara entre 1914 y 1916.

Simultáneamente se interesa por el dise-ño y construcción de maquinas algebraicas que recoge en varias memorias presentadas en la Real Academia de Ciencias de Madrid, y en un congreso en Burdeos. En 1900, presenta sus inventos en la Academia de Ciencias de París, elogiosamente acogidos por una Comisión, en que figuraba Henri Poincaré y Paul Appel.

En 1889 se instala en Madrid, participan-do en la vida social, literaria y científica, cola-borando de forma muy activa en el Ateneo de Madrid.

Torres Quevedo en el Ateneo de Madrid.El Ateneo en el que participó Torres

Quevedo, fue el centro cultural madrileño mas importante desde su fundación y siempre se subtituló “científico” junto a literario y artís-tico. Desde finales del siglo XIX y comienzos del XX y fue unos de los foros renovadores de la Ciencia española. La Ciencia para el Ateneo siempre significó conocimiento de la verdad y avance hacia el progreso.

Leonardo Torres Quevedo, fue contador de la Junta de Gobierno del Ateneo que presi-día Núñez de Arce y fue presidente de la Sec-ción de Ciencias de 1904 a 1905, Durante esta presidencia se estudió el proyecto de ferroca-rril con destino a America que pasaba por Ma-rruecos y llegaba hasta Dakar.

Pero su mejor colaboración con el Ateneo la hizo a través de otras organizaciones como Escuela de Estudios Superiores, (que funcionó entre 1896 y 1906), y la Junta para la Amplia-ción de Estudios (fundada en 1907 y que en 1939 se convirtió en el CSIC).

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La Escuela de Estudios Superiores fue creada y alojada en el Ateneo con una voca-ción de universidad libre. En ella se reunieron un grupo de profesores que habían sufrido persecución años antes, o que consideraban que era necesario un espacio donde ejercer la docencia superior con libertad. El principal im-pulsor de la Escuela fue, sin duda, Segismundo Moret, presidente del Ateneo en el momento de su fundación y durante todo el periodo de su funcionamiento, (salvo el año que ejerció la presidencia José Echegaray). Se proyectaron inicialmente veintiocho cátedras, que fueron ocupadas por prestigiosas personalidades de la ciencia y de la cultura elegidas sin prejuicio de escuela, residencia o nacionalidad, aunque la mayor parte de ellos fueron activos ateneís-tas. A sus cursos asistieron numerosos alum-nos. El claustro de la Escuela estaba formado por la Junta de Gobierno del Ateneo, por los ex-presidentes del Ateneo, por los presidentes de las secciones y por seis socios elegidos en junta general, entre los socios elegidos se en-contraba Torres Quevedo. La vida de la Escuela continuó hasta 1907 año en el que se funda la Junta para la Ampliación de Estudios, de la que fue su más claro antecedente.

La Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, ha sido sin duda la institución española más importante para el adelanto de la ciencia en España. En su crea-ción han tenido mucho que ver la Institución Libre de Enseñanza y el Ateneo de Madrid. La influencia de este último ha pasado general-mente desapercibida, pese a su gran impor-tancia.

La Junta se creó el día 15 de febrero de 1907, con Santiago Ramón y Cajal como pre-sidente y como secretario José Castillejo, y entre sus vocales figuraba Leonardo Torres Quevedo.

No vamos a indicar aquí la importancia de la Junta, bien conocida por otra parte, solo se-ñalar la influencia que tuvo en ella la actividad de Torres Quevedo, realizada principalmente a través de la Asociación de Laboratorios de la que fue su gran impulsor. El laboratorio más importante fue el de Mecánica Aplicada, que dirigía él mismo, que había sido creado en 1904, dentro del Centro de Ensayos de Aero-náutica, y que en 1911 fueron aumentadas su funciones. En 1926 paso a llamarse Laborato-rio de Mecánica Industrial y Automática y en el se fabricaba material científico de precisión.

Otro laboratorio con el que también estuvo re-lacionado Torres Quevedo fue el Laboratorio Aerodinámico de Cuatro Vientos, fundado y dirigido por Emilio Herrera (1879–1967) cons-tructor y piloto de globos aerostáticos, diseña-dor del primer traje espacial (que usó en sus ascensiones a la estratosfera) y precursor de aviación en España. Torres Quevedo colaboró en varios proyectos con Emilio Herrera, quien fue presidente de la República en el exilio

Torres Quevedo, protagonista del gran paso a la automática y a la cibernética.

La principal aportación de Torres Que-vedo a la ciencia y la tecnología corresponde a sus inventos relativos al calculo automático y a la automática. En su aritmómetro electrome-cánico utiliza la técnica de los relés, dispositivo electromagnético que permite abrir y cerrar circuitos. Esta idea, que usa elementos bies-tables, abrió el fecundo principio binario que ahora se usa en la construcción de los actua-les ordenadores. Este fue un gran salto en el avance tecnológico.

Otra de las ideas geniales de Torres Que-vedo fue la utilización de la telegrafiá sin hilos para enviar a distancia señales codificada que hicieran cambiar la conducta de algún disposi-tivo lejano. Esta fue la esencia de su telekino, primer mando a distancia ideado y construido en el mundo. En 1903, presentó el invento en la Academia de Ciencias de París y posterior-mente patentó en España, Francia, Gran Bre-taña y Estados Unidos. El telekino fue probado por primera vez en 1903 en el Frontón Beti Jai de Madrid1 , ante alumnos de la escuela de in-geniería, sobre un triciclo que desde las gradas se hacia evolucionar sobre la cancha de juego. Después (1904, 1905) hizo varias pruebas apli-cándolo al control remoto de pequeños botes y el 6 de septiembre de 1906 realizó una gran demostración en el puerto de Bilbao, ante una multitud de gente (incluyendo el rey Alfonso XIII) donde maniobró a distancia un bote con motor haciéndolo evolucionar en distintas di-recciones, arrancar y detenerse, así como izar y arriar una bandera.

Otras de sus maquinas que asombraron al mundo fue su ajedrecista automático. El ajedrecista de Torres Quevedo se limitaba a jugar finales de torre y rey blancos, que jugaba

1 Todavía se conserva en la calle Marques de Riscal, y se esta luchando por su rehabilitación.

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la maquina, contra el rey negro, que jugaba un hombre. La maquina siempre ganaba. Hizo dos versiones de su ajedrecista. Una en 1912 como modelo experimental, que presentó en Paris en 1914 con gran éxito. Y otra en 1920 construida bajo su dirección por su hijo Gonzalo. El mundo contempló con asombro el primer autómata que jugaba al ajedrez de forma real contra un competidor humano.

Pero Torres Quevedo no se limitó a la construcción de prototipos, también publicó las justificaciones teóricas de esos modelos. Mu-chas de estas ideas se anticipan a los actuales conceptos de cibernética. Por ejemplo en su memoria “Ensayos sobre la Automatica. Su de-finición. Extension teórica de sus aplicaciones”, publicada en 1914 en la Revista de la Real Aca-demia Ciencias de Madrid, expone gran parte de los actuales conceptos de automática.

Torres y Quevedo entró en la Real Acade-mia de Ciencias en 1901, fue Inspector general honorario del Cuerpo de Ingenieros de Cami-nos, Canales y Puertos, académico de la Real Academia Española, miembro asociado de la Academia de Ciencias de París y Corresponsal de la Sociedad Científica Argentina. Miembro honorario del Comité Internacional de Pesas y Medidas, premiado por la Academia de Ciencia de Madrid con la Medalla Echegaray y por la de Ciencias de París con el premio Parville, en la especialidad de Mecánica; Doctor honoris cau-sa por las Universidades de París y Coimbra.

Torres Quevedo interviene en la guerra.Pero Torres Quevedo también intervino

con sus inventos en el escenario bélico de la Guerra del 14. Lo hizo principalmente con su dirigible. Es cierto que cuando presentó su proyecto de un nuevo tipo de dirigible en las Academias de Ciencias de Madrid y de París en 1902, no se preveía que una década más tarde estallara la Gran Guerra europea. Pero sin em-bargo, ya en 1905, Torres Quevedo, con ayuda de Alfredo Kindelán, dirigía la construcción del primer dirigible español, el España, en el Servi-cio de Aerostación Militar del Ejército, situado en Guadalajara. Finalizaron con éxito las pri-meras pruebas de este dirigible que soluciona-ba algunos problema relativos a la suspensiónde la barquilla, y de dotarles de un armazón in-terior flexible que diera rigidez al dirigible por efecto de la presión interior, mejorando así las aeronaves de estructura interna rígida, como el inventado por el conde alemán Von Zeppelin.

Como consecuencia de estos buenos resultados, la empresa francesa Astra se interesó por el in-vento y le compró la patente. En 1911, se inicia la fabricación de estos dirigibles conocidos como Astra-Torres. Algunos ejemplares fueron adqui-ridos por los ejércitos francés e inglés a partir de 1913, y utilizados durante la I Guerra Mundial, en muy diversas tareas, fundamentalmente de pro-tección e inspección naval, para contrarrestar el dominio de los zepelines alemanes.

Mas tarde, en 1918, Torres Quevedo di-señó, en colaboración con Emilio Herrera, un dirigible transatlántico, patentado con el nom-bre de Hispania, con objeto de realizar desde España la primera travesía aérea del Atlántico. Pero los avances de la aviación, truncaron se-guir adelante con este proyecto.

4.- Las guerras continúanLa ligera esperanza de paz universal

que se prometía en la creación de la Sociedad de Naciones pronto se perdió. Las revanchas e injusticias con el que se intentaba resolver las tensiones de la posguerra impidieron la reordenación mundial en un marco de paz. Al contrario, pronto se reinició la organización de los ejércitos con armas cada vez mas sofisti-cadas. La ciencia y la tecnología, que habían demostrado su capacidad destructiva en la Primera Guerra Mundial, empezaban a uti-lizarse de forma sistemática para preparar las armas que se utilizarían en la Segunda Guerra Mundial. El uso de la aviación como arma de destrucción masiva probada con éxito por los aliados al desbastar la mayoría de la ciudades de la Alemania nazi, terminó con el exponente máximo de destrucción que fue las descar-gas en Hiroshima y Nagasaki de las bombas atómicas Litle Boy y Fat Man.

A partir de ahí, las Naciones Unidas tam-poco pudieron impedir la carrera armamentís-tica justificada por la guerra fría y convivió con las numerosas guerras calientes que desde entonces se han estado produciendo.

¡Cuando se dejará de utilizar el cono-cimiento con fines de guerras y de muerte y se use para construir la paz y mejorar la vida de los hombres

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En un tema tan de actualidad por desgracia, como el de la propa-gación de epidemias, así como su necesaria contención o sus es-tragos en el sistema sanitario, un

proyecto español como la Expedición Balmis para la vacuna preventiva contra la viruela a comienzos del s. XIX, además de demostrar la sensibilidad y la madurez científico-sanitaria, de hace más de dos siglos en España y en el Imperio hispánico (aunque en el umbral de su disolución, abarcado territorios de: España, puntos de África, extensas tierras de América y archipiélagos del Pacífico), fue una empresa —y un esfuerzo— global con gran adelanto a su tiempo, quedando injustamente relegada. Aunque aquella expedición de inmunización de la viruela no haya tenido, desde el inicio de la Edad Contemporánea, la divulgación y pro-yección de la importancia de otros eventos, nuevamente las contribuciones españolas a los problemas mundiales han quedado so-terradas largo tiempo, pese a un número de lecciones como ésta, imprescindibles de re-crear desde el pasado. La Expedición científica conocida como la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna de la Viruela, o Expedición Balmis (por el Dr. Francisco Xavier de Balmis, quien fue encargado de la dirección del proyecto), durante diez años —entre 1803 y 1813— desarrolló un proyecto medico-sanitario de inmunización a escala intercontinental, an-ticipándose a otros proyectos globales en el mundo contemporáneo. Y constituye un fenó-meno, aunque conocido y estudiado a grandes rasgos, no suficientemente investigado desde múltiples archivos locales, provinciales y na-

cionales de las antiguas posesiones del Impe-rio español en diversos continentes; además de ser una epopeya médico sanitaria no su-ficientemente divulgada en nuestras socieda-des “globalizadas”.

Un proyecto arriesgado, articulado por una administración eficaz

Este proyecto hispánico fue de hecho el primer esfuerzo científico e institucional, que se conozca con estas dimensiones —frente a una propagación del vacilo de la viruela— en la inter-vención frente a una epidemia letal y aterradora: en cuanto a su incidencia de mortalidad y en los supervivientes, el deterioro biológico (lesiones, ceguera, desfiguraciones) y el impacto adverso en demografías expansivas, como entonces era la europea y en otro nivel la hispanoamericana. El proyecto expedicionario supuso una generali-zación de la vacuna y su uso sistemático, como un primer intento de carácter masivo, para la

Con la enseñanza de la ciencia.La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna de la Viruela (1803-1813). Un proyecto médico-sanitario español en el umbral demográfico contemporáneo.

Alejandro R. Díez TorreGrupo de Investigación de la Frontera Global. Univ. de Alcalá

Grabado de evolución de viruela, según Jacques-LouisMoreau de la Sarthe, Traité Historique et Pratique de la Vac-cine, (Paris,1801); trad. de Balmis como Tratado histórico y

práctico de la vacuna (1803).

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49REVISTA PANACEA. FEBRERO 2015

contención de una epidemia y la introducción de inmunizaciones programadas en las poblacio-nes. Toda una epopeya científica ésta y un ante-cedente médico-sanitario, que dice mucho de la preparación hispana, con organización y control meticuloso, para solucionar cuestiones todavía actuales e importantes, como: la contención ma-siva de la propagación incontrolada de contagios y otras cuestiones, como la profesionalización de la salud pública, las transferencias de tecno-logía, la protección de asuntos de investigación, o la evaluación de la eficacia de vacunación, el registro meticuloso de datos, de la seguridad sa-nitaria y sus costes.

Hay que decir ante todo, que aquel proyec-to podría haber naufragado o encallado, de no tener —como dispuso el Imperio hispánico— un bagaje previo de más de 50 años, de experien-cias y de organización de equipos de expertos científicos y gestores coloniales, fomentadas a través de expediciones científicas transatlán-ticas, que permitieron al Estado borbónico dis-poner con anterioridad y en los primeros años de aquel siglo XIX, de suficientes iniciativas, cuadros y previsiones materiales, técnicas, y de pericia geográfica, social e institucional.1 Por lo que cuando se preparó la Expedición que debía llevar —por mares y tierras— reserva continua de linfa de vacuna, para la inoculación masiva en poblaciones de tres continentes, el proyecto es-taba maduro para que fuese sistemático, garan-tizado y eficaz. Y fue un plan en el que se pusie-

1 Cfr. Alejandro R. Díez Torre, Tomás Mallo, Daniel Pa-checo Fernández, and Ángeles Alonso Flecha, coords., La ciencia española en ultramar. Actas de las I Jornadas sobre España y las expediciones científicas en América y Filipinas, Madrid-Aranjuez, Ateneo de Madrid-Doce Calles, 1991; Alejandro R. Díez Torre, Tomás Mallo, y Daniel Pacheco Fernández, coords., De la ciencia Ilustrada a la ciencia Ro-mántica. Actas de las II Jornadas sobre España y las expedi-ciones científicas en América y Filipinas Madrid-Aranjuez, Ateneo de Madrid-Doce Calles, 1995.

ron a trabajar, desde al menos tres años antes, las Secretarías de Estado, el Consejo de Indias, la Armada y las distintas administraciones virrei-nales y coloniales; y que supuso en movimiento transatlántico y transpacífico, siguiendo órdenes precisas, tanto en la metrópoli como en las colo-nias hispanas (además del traspaso ocasional a otros ámbitos, como el británico en el continente asiático, donde llegaron equipos médico-sanita-rios españoles).

Hay que constatar que hubo tentativas pre-vias de “variolización” por inoculaciones —aun-que nunca fuesen populares realmente— con un método poco garantizado de contagio inducido, en España y los territorios americanos de la Coro-na española, desde 1722 (aunque tal método de intervención de la epidemia, no fuese practicado realmente hasta el último tercio del s. XVIII).2 En América, a medida que se producían brotes epi-démicos periódicos, también hubo variolizaciones esporádicas: entre 1756–57 y de nuevo, 1782 y 1796 (Bogotá);1765 (Santiago de Chile); 1766 (Caracas); 1777 y 1797 (Lima); 1779 y 1797 (México); 1780 y1794 (Guatemala); 1792 (Puer-to Rico); 1797 (Paraguay); aunque con fracasos notables en todas aquellas tentativas.3 Hasta que llegó la invención del método de inoculación del médico británico Jenner, mediante introducción en las personas de variedad benigna de linfa de viruela que inmunizaba frente al vacilo. Una ver-sión abreviada de su método y encuesta de 1798,

2 Cfr. en Arnold C. Klebs, “The Historic Evolution of Vario-lation,” Bulletin of Johns Hopkins Hospital,1913, 24 : 69–833 Cfr. en Francisco Guerra, Epidemiología americana y fi-lipina, 1492–1898, Madrid: Ministerio de Sanidad y Consu-mo, 1999: 379, 389, 393, 396, 408, 414, 419, 424 y 429; así como vid. Marcelo Frías Núñez, Enfermedad y sociedad en la crisis colonial del Antiguo Régimen. Nueva Granada en el tránsito del siglo XVIII al XIX: las epidemias de viruelas, Madrid, CSIC, 1992: pp. 66–68 (especialmente, Bogotá); También vid. Juan B. Lastres, La salud pública y la preven-ción de la viruela en el Perú, Lima, Ministerio de Hacienda y Comercio, 1957: pp. 39–45 (especialmente, Chile y Perú).

Inoculación de vacuna de viruela, según Origen y descubri-miento de la Vaccine, de Chaussier (Madrid, 1801).

Salida de Expedición de la Vacuna del Puerto de La Coruña (nov. 1803).

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apareció divulgada en el ámbito español por el Semanario de Agricultura y Artes en 1799; y mien-tras se practicaban vacunaciones siguiendo esta metodología4, desde 1800 (en Madrid, Cataluña, Navarra y el P. Vasco), fueron publicados desde 1801 docenas de informes, tratados y boletines, en los que se traducían informaciones sobre esta vacuna de la viruela; siendo intensamente segui-das también por sueltos y editoriales de prensa de periódicos, que entonces tenían alguna circu-lación (en España y América, donde se sabe que también atrajo la atención y fueron leídos con atención). De forma que ya en marzo de 1803 —y frente a dificultades de traslado de la vacu-na a América- el mismo rey, en cuya familia ha-bía habido contagios, encareció a su Consejo de Indias la valoración de un sistema de transporte efectivo y asequible de linfa de vacuna, de Espa-ña a América y el Pacífico. Como consecuencia, tuvieron lugar los preparativos y la organización de una Expedición de la vacuna de la viruela, que debía partir de la Coruña hacia el Caribe, así como arbitrar un sistema planificado de vacunaciones desde el equipamiento metropolitano.

4 Vid. Luis S. Granjel, Historia de la medicina española, Bar-celona, Sayma, 1962: 115.

Una afortunada selección técnica del equi-po médico-sanitario, así como una opción prácti-ca de creación de reservas de linfa —a través de grupos de niños, con traspaso de vacilos atenua-dos de viruela, mediante la trasmisión brazo a brazo; así como la previsión de periodos de incu-bación en los pequeños, de defensas y reservas de vacuna— resultaron una solución asequible, para el traslado y la renovación de reservas de vacuna en largos viajes y en distancias continen-tales. Como afortunado fue el especial tino de las autoridades metropolitanas, para seleccionar el jefe de la expedición científica —el médico ciru-jano Francisco Xavier de Balmis y Berenguer— y sus auxiliares: el cirujano José Salvany Lleopart; el médico-cirujano M. Julián Grajales Gil de la Serna y el cirujano Rafael Lozano Pérez. El resto del equipo expedicionario de siete sanitarios de apoyo —de médicos, enfermeros, practicantes y rectora de huérfanos, para el cuidado del grupo de niños de reserva de vacuna— desarrolló ta-reas de entrenamiento de sanitarios y médicos locales, así como llevó el control de vacunas e inoculaciones en poblaciones y áreas extensas y remotas de Ultramar. Todo el plantel sanitario de la Expedición de la Vacuna, no solo estuvie-ron expuestos a riesgos y accidentes u otras incidencias sanitarias en remotas latitudes, sino que a menudo se encontraron inmersos en los conflictos y luchas por la independencia de los pueblos, así como algunos de ellos perecieron o se quedaron para siempre en los territorios colo-niales o independientes. Pero el despliegue mé-dico-sanitario que llevó a cabo la Expedición de la Vacuna marcó un hito en las campañas anti-epidémicas a partir de entonces, precisamente por el adelanto de sus previsiones organizativas, de medios, de personal, por la concientización, divulgación e implicación masiva de poblaciones hasta los confines hispánicos y más allá, hacia otras culturas.

La maquinaria del Estado imperial en Es-paña fue reclamada para diseñar toda una orga-nización preventiva y expedicionaria de vacunas. Comenzando por las altas Secretarias de Esta-do borbónicas, cinco áreas departamentales del gobierno metropolitano —Estado, Finanzas, Armada, Guerra, Gracia y Justicia (hoy diríamos Beneficencia y Justicia, que incluía asuntos sa-nitarios)— se pusieron a trabajar en: la prepa-ración material de la Expedición, sustentada ini-cialmente en navíos de la Armada; en prevenir la vigilancia o inspección, desde varias ramas de gobierno; pagar gastos de expedición y sala-

Imagen del médico Edward Jenner (1749-1823), descubri-dor de la vacuna de la viruela y un autógrafo del mismo.

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rios —simultáneos, en España y Ultramar— en cualquier lugar donde los agentes desarrollaban misiones; en la apertura de líneas de crédito hacia donde se hiciera necesario; solicitar pro-posiciones y ofertas desde diversos ámbitos, e incluso prever evaluaciones por expertos del de-sarrollo expedicionario, con capacidad de modifi-car los planes para proyectos. Todo ello, doscien-tos años antes de la globalización actual, y con vigilancias y controles: técnicos —por ejemplo, sobre la Junta de Cirujanos de Cámara del Rey— o administrativos y de gestión —como desde el Consejo de Indias— que podían pedir o emi-tir informes, desde las autoridades coloniales al centro metropolitano.5 Mientras que, una vez aprobado el proyecto expedicionario —y asumi-do su coste— con Francisco Xavier de Balmis como director, en junio de aquel año, éste pro-puso una ruta expedicionaria de la vacuna hacia el Caribe y México, seguido de un curso marítimo hasta Lima —y una bifurcación con expediciones terrestres— hacia Quito, Chile y Buenos Aires; para continuar después el curso expedicionario hacia Filipinas. Un plan sistemático el de Balmis que detallaba la logística y los servicios médicos y de enfermeros del equipo; y estaba dirigido a cubrir tres objetivos: vacunación general y libre

5 Vid. José Antonio Escudero, Los cambios ministeriales a finales del antiguo régimen, Sevilla, Universidad de Sevilla-Tusquets, 1975: 9, 35–37. Francisco Javier Puerto Sarmiento, Ciencia de cámara. Casimiro Gómez Ortega (1741–1818), el científico cortesano, Madrid: CSIC, 1992.

de costes para las poblaciones; entrenamiento de médicos o sanitarios locales y administración correcta de la vacuna; junto con la organización central y regional de Juntas de Vacunación en los distintos territorios, que preservasen y distribu-yesen la vacuna, además de llevar bien ordena-dos registros de inmunizaciones en poblaciones, para posterior investigación.6 Por su parte, las autoridades en las colonias españolas en Amé-rica y Asia recibieron órdenes de proporcionar apoyo logístico a la Expedición e informar a las poblaciones sobre los beneficios de la vacuna e impulsar vacunaciones. Resultó increíble que el gobierno español entonces, con problemas polí-ticos y económicos que soportaba en 1803, tan-to como por la lentitud de comunicaciones como por los conflictos en mar y tierra, pudiese distri-buir con tal éxito la vacuna a través del mundo.

Un curso expedicionario de vacunas e inmunizaciones, a escala global entre continentes

Disponiendo de un Imperio planetario como era el caso de España, el proyecto científi-co fue nada menos que el de anticiparse y poner a salvo la salud entre continentes, de amplios sectores de la población de fines del s. XVIII y comienzos del s. XIX, amenazados por la propa-gación acelerada del vacilo de la viruela. Promo-viendo inmunizaciones a base de vacunaciones, pero también fomentando la institucionalización de medidas sociales, institucionales y médico-sanitarias, a medida que iban avanzando los equipos científicos en los distintos escenarios americanos y asiáticos. Y todo ello, como resul-tado del esfuerzo de una expedición financiada por el Estado y sostenida por la Armada real, así como las autoridades coloniales: que fueron progresivamente implicadas, desde la llegada de los barcos con las dotaciones médico-sanitarias, previendo “reservorios” de vacilos en grupos de niños inoculados, y las instrucciones institucio-nales —protocolos— de vacunación y actuación convenientes.

Desde el 30 de noviembre de 1803 —fe-cha en que Balmis y sus equipos zarparon de la Coruña en la corbeta María Pita- en ruta hacia América y después de las primeras escalas, des-de Canarias a Puerto Rico, llegaron a Venezuela.

6 Cfr.en Michael M. Smith: “The ‘Real Expedición Maríti-ma de la Vacuna’ in New Spain and Guatemala,” Trans. Am. Philos. Soc., 1974, 64 : 1–74, esp. pp. 13–16 (n. 15).

Cartilla de vacunar, de Joseph Morales (Puebla, México, 1805).

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Cuando se producía una entusiasta colaboración de autoridades civiles y eclesiásticas, así como la receptividad de poblaciones iba siendo ganada, se producían vacunaciones en masa; como en marzo de 1804 y la Expedición Balmis en Vene-zuela: con 12.000 vacunaciones en menos de un mes, fue acompañada de un entrenamiento por-menorizado de médicos, así como distribuciones de vacuna a ciudades y regiones alejadas, junto a la creación de la primera Junta Central de Va-cuna, que sirvió de modelo a otras en la América española.7 La Expedición con sus linfas de vacu-na en reservas y traspaso entre grupos de niños portadores, llegó a México con el propio Balmis a la cabeza de un grupo; e incorporó la vacuna en el virreinato de la Nueva España (México), con Antonio Gutiérrez, sus sobrinos Antonio y Fran-cisco Pastor Balmis (los Pastores: practicante y enfermero, respectivamente), Pedro Ortega, Ángel Crespo (enfermeros: muerto el primero en Manila, en 1806; el segundo en México, hacia 1850), la rectora Isabel Zendala y los niños em-barcados en España (junto a sustitutos recientes desde Venezuela). Este grupo de niños huér-fanos que habían sido portadores de la vacuna –llevados desde Galicia- fueron reemplazados por otro grupo autóctono y asentados aquellos en el Real Hospicio de Pobres de México capital (y la mayoría de ellos adoptados por maestros y

7 Vid. Ricardo Archila, “La Expedición Balmis en Vene-zuela [Parte I],” in IV Congreso Panamericano de Historia de la Medicina, Guatemala, Ministerio de Educación, 1970: 171–203 (esp. 173). También, José Esparza y Germán Yépez Colmenares: “Viruela en la Venezuela colonial: epidemias, variolización y vacunación,” en Susana Ramírez, Luis Va-lenciano, Rafael Nájera, y Luis Enjuanes: La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna: doscientos años de lucha contra la viruela, Madrid, CSIC, 2004: 41–60; 89–119.

comerciantes allí). Entre junio de 1804 y febrero de 1805, Balmis y ayudantes entrenaron a mé-dicos de México capital y vacunaron a poblacio-nes propensas de pequeñas ciudades y muchas de las mayores de Nueva España: desde Mérida y Veracruz en el Este a Guadalajara en el oeste o Durango en el norte. Extendiéndose la campaña hacia misiones secundarias en Tabasco, Oaxaca, Chiapas o Guatemala, y misiones locales que al-canzaron pronto los confines del norte y noreste, en Sonora, Chihuahua y Texas. La red de juntas de vacuna y centros clínicos de vacuna exten-dieron las inmunizaciones al menos a 100.000 vacunados en México, y la mayoría de niños (del grupo de edad más susceptible a la viruela).8 Pero necesitaron tal dedicación de expediciona-rios, que el médico-cirujano Antonio Gutiérrez y el enfermero Ángel Crespo, o la rectora de niños de vacuna Isabel Zendala, se quedaron en Mé-xico de modo definitivo. Siendo los retornos a España infrecuentes: por muerte de expedicio-narios en aquellas tierras o circunstancias de supervivencia; salvo los casos de Balmis y sus sobrinos, vueltos a España desde Filipinas y Ma-cao en China en 1810 o más tarde, otro médico-cirujano asistente de Balmis, Julián Grajales, que volvería a España desde Sudamérica en 1824.

La sub-expedición dirigida por Balmis, una vez considerados alcanzados los primeros objetivos en México, decidió trasladarse por el Pacífico hacia Extremo Oriente, con su operativo de 26 niños mexicanos —aunque con compen-saciones monetarias a sus padres y la promesa de su retorno— como reservorios de vacuna, en febrero de 1805. Con una travesía desde Aca-pulco (costa occidental de México) hasta el ar-chipiélago de Filipinas, la sub-expedición tuvo un curso casi dramático, de malas condiciones de navegación —hacinamiento, raciones míse-ras, etc.— que solo salvaron la generosidad de miembros del pasaje y el rápido curso del viaje. Con su llegada a Manila en abril de 1805, se mo-vilizó un inmediato plan de vacunaciones desde el primer día de la llegada expedicionaria, bajo el comisionado Antonio Gutiérrez para dirigir los trabajos en el Archipiélago. Mientras Balmis abandonó pronto Manila por motivos de salud, componentes del equipo expedicionario se inter-naron a través de las islas, además de las más importantes, Cebú, Mindanao y las Visayas (allí

8 Cfr. en M. M. Smith, “The ‘Real Expedición’”: 22–23; 49. y Patricia Aceves Pastrana y Alba Morales Cosme: “Conflic-tos y negociaciones en las expediciones de Balmis,” Estudios Históricos Novohispanos 1997, 17 : 171–200.

Frco. X. de Balmis y Berenguer (Alicante, 1753-Madrid, 1819).

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alcanzaron la cifra de 20.000 vacunaciones). Al tiempo que se fundaba una Junta de Vacuna en la capital, Balmis se embarcó para llegar al con-tinente asiático e iniciar una campaña de vacu-naciones en China, empezando desde la colonia portuguesa de Macao (donde ese mismo año, se había anticipado y perdido una primera reme-sa de vacuna que fue restablecida; al igual que Balmis constituyó allí una Junta de Vacunación, encargada con la de Manila de abastecer otras zonas).9 En Guanzhou (Cantón, China), incluso sin apoyo de la Compañía Real de Filipinas, Balmis encontró la colaboración de la británica Compa-ñía de la Indias Orientales: un apoyo que permi-tió hacer avanzar allí la campaña de la vacuna, en octubre de 1805; justamente cuando ambas armadas —la británica y la francoespañola— se enfrentaban en Occidente en Trafalgar. Para encaminarse Balmis en 1806 a través del Índico, y por el Atlántico de vuelta a España, hacer una pequeña escala en la isla británica de Santa He-lena —en junio de 1806—; para llegar a Lisboa en agosto de ese año y ser recibido con todos los honores por Carlos IV en la corte en septiembre.

Antes de que el equipo filipino y asiático de Balmis volvieran a España en 1806 o a México en 1807, la otra sub-expedición, bajo la dirección del subdirector José Salvany y su equipo, lleva-ron la vacuna por Sudamérica, desde Colombia, y Ecuador, a Perú y Bolivia, hasta la Patagonia chilena. Salvany se internaría en los virreinatos de Nueva Granada, Perú, y del Rio de la Plata (en el Alto Perú), acompañado por sus auxilia-res Grajales, Lozano y Bolaños, así como cuatro chicos venezolanos que servirían como primeros eslabones de una larga cadena, de grupos susti-tutorios de niños y reservas de linfa hacia Sud-américa. En una ruta expedicionaria terrestre, mucho más intrincada que la de su jefe y men-tor, Salvany condujo su equipo por ríos, traspasó difíciles cumbres en largas caminatas por terre-nos agotadores, a lomos de caballo, acémilas o a hombros de porteador y bajo duros climas recorrió territorios inmensos e inhóspitos, en plena efervescencia; hasta enfermar el propio Salvany pero —sin apenas descanso— quedar involucrado en las luchas independentistas (que comenzaron a generalizarse en los virreinatos

9 Cfr. en Isabel Morais: “Smallpox Vaccinations and the Portuguese in Macao,” Review of Culture, 2006, 18 : 113–24. Vid. también, Susana M. Ramírez Martín, La mayor hazaña médica de la colonia. La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna en la Real Audiencia de Quito, Quito, Ecuador, Edi-ciones Abya-Yala,1999), p. 287.

sudamericanos desde 1809). Las dificultades ex-pedicionarias para el equipo de Salvany llegaron al dejar Cartagena en el mar Caribe y comenzar, en mayo de 1804, a remontar el río Magdalena en Colombia: enfrentándose a un azaroso cur-so, la sub-expedición hubo de sortear rescates de pasajeros y vacunas; enfrentando además rebrotes de viruela y división —a menudo— del grupo expedicionario para llegar a ciudades, pueblos y villorrios perdidos, con frecuencia asistidos por frailes misioneros. Así alcanzaron Bogotá en diciembre de 1804 y en medio de la campaña —hasta ocho sesiones— de vacuna-ciones, establecieron una red de juntas de va-cuna, para prevenir la viruela y la fiebre amarilla en el virreinato de Nueva Granada. Cuando en mayo de 1805 el equipo de Salvany y su grupo de infantes con reserva de vacuna cruzaron los Andes hacia el sur, se encontraron nuevamente en interminables sesiones de vacunación, en-trenamientos de médicos locales y organización de juntas de vacuna; multiplicando esfuerzos del equipo de la sub-expedición, desde Neiva, Popayán (mayo de 1805), Pasto, Ibarra y Quito

Autógrafo del expedicionario Manuel J. Gajate.

Busto de Balmis en la Fac. de Medicina de Alicante.

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(julio de 1805), en la capitanía de Ecuador. Para pasar a las tierras del virreinato peruano, desde Ambato, Riobamba y Cuenca (octubre de 1805), Loja y Piura (diciembre de 1805), por Trujillo, Lambayeque, Cajamarca y Lima (mayo de 1806) en el Perú. Aunque se encontrasen en la capital del virreinato Peruano con la llegada —en una remesa de vacuna desde Buenos Aires— anti-cipada cerca de un año antes (agosto de 1805) en la forma de linfa seca de vacuna (que a finales de 1804 llegó a Bahía de Brasil, para pasar en-tre mayo y agosto de 1805 a Río, Montevideo y Buenos Aires).10 Con una gran contrariedad para Salvany —enfadado por encontrar una distribu-ción de vacuna tan aleatoria, a la que estaban extrayendo beneficios: con médicos locales que se lucraban, además de cargar sus gratifica-ciones por vacunaciones— sin embargo pudo incrementar aún su crédito, y presentar —en noviembre de 1806— su tesis doctoral, en la Universidad de San Marcos de Lima.

Una vez desarrollado su campaña en el centro del virreinato, José Salvany y su equipo prosiguieron los trabajos de la sub-expedición hacia el sur, internándose en el Alto Perú y el Altiplano boliviano. Saliendo hacia Cuzco, Ica, Nasca, y Arequipa —a donde llegó el grupo, en septiembre de 1807— se detuvieron un año después en Puno, para recuperar su salud por un ataque al corazón de Salvany, frente a las orillas del lago Titicaca (septiembre de 1808). Al tiem-po que sus auxiliares, el médico-cirujano Julián

10 Al parecer, hubo tentativas de transporte de vacuna desde Brasil a Angola en África, que no fructificaron hasta 1819, según constataron Dauril Alden y Joseph C. Miller: “Out of Africa: The Slave Trade and the Transmission of Smallpox to Brazil, 1560–1831,” Journal of Interdiscip. Hist., 1987, 18 : 195–224, (esp. pp. 211–12). Vid. igualmente, Isabel Morais, “Smallpox Vaccinations and the Portuguese in Macao,” Re-view of Culture, 2006, 18 : 113–24; y S. M. Ramírez Martín, La mayor hazaña…: 323.

Grajales y el enfermero Basilio Bolaños, lleva-ban —en diciembre de 1807— los trabajos de la expedición a Valparaiso; y extendieron en un recorrido continuo norte-sur los esfuerzos de la sub-expedición y sus trabajos por la costa pací-fica hasta Chiloé (en la Patagonia chilena, enero de 1812). Mientras el director de su grupo Sal-vany continuó a fines de 1808 por los territorios del virreinato de Buenos Aires; cuando efectuó su informe en La Paz —en marzo de 1809— daba cuenta de haber realizado en el Perú hasta 200.000 vacunaciones. Y no obstante incluir cer-tificado médico de su muy precaria salud, todavía perfiló planes para continuar la expedición. Cuyo curso sin embargo concluyó para Salvany con su muerte en Cochabamba (actual Bolivia), el 21 de julio de 1810; después de haber efectuado la aplicación de los planes expedicionarios encar-gados por su director, a lo largo de unos cuatro mil km. del continente suramericano.11 Mientras unos de sus auxiliares, el cirujano Rafael Loza-no Pérez, quedó solo en los Andes peruanos, entre 1807 y 1809 (el último dato es de Cuzco ese año). Pero todavía cuatro años después, y metidos en las vorágines independentistas de territorios centrífugos de la corona española en América, los supervivientes de la expedición Grajales y Bolaños volvían en 1812, desde el ex-tremo sur de Chile al puerto del Callao en Lima.12

Desde hacía dos años, en 1810 y también devorada España por la lucha independentis-ta frente a Napoleón, el director expedicionario Francisco Balmis —que fue nombrado inspector general, en España e Indias, de la vacunación

11 Vid. Miguel Parrilla Hermida: “Biografía del Doctor José Salvany Lleopart,” Asclepio, 1980, 32 : 303–10.12 Cfr. en Susana M. Ramírez Martín: La mayor hazaña médica de la colonia. La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna en la Real Audiencia de Quito Quito, Ecuador, Edi-ciones Abya-Yala,1999: 419.

Detalle del Registro de inmunizaciones en México, de Balmis (Puerto de Acapulco, México, 5-II-1806).

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de la viruela— fue enviado de nuevo a América. Llegando a México aquel año, Balmis se internó en el país —que había perdido la vacuna de la viruela de las campañas anteriores— a la bús-queda de una linfa indígena de vacilos de vacuna, para reintroducirla en la Nueva España. Siendo el propio Balmis quien avisó —y reclamó— contra los preparativos insurreccionales de indepen-dentistas, que el 16 de septiembre de 1810 ini-ciaban las luchas por la independencia mexicana. Y el veterano médico tuvo que regresar precipi-tadamente desde Morelia (Valladolid de Michoa-cán entonces) a México capital. Para encontrar-se de nuevo metido en plenas hostilidades en agosto de 1811: mientras Balmis esperaba en Xalapa para llegar al puerto de Veracruz, la re-gión fue invadida por independentistas; y resultó único posible interlocutor, entre defensores civi-les lealistas a la corona e insurgentes heridos y cautivos. Finalmente, en 1813 pudo retornar a España; para ser nombrado, en 1815, cirujano de cámara por Fernando VII y académico de Me-dicina, en 1816; muriendo en Madrid de sesenta y cinco años, el 12 de febrero de 1819.13 Mien-tras en el otro extremo sudamericano, el último superviviente de la Expedición de la Vacuna ini-cial, el médico-cirujano Manuel Julián Grajales, en Chile tuvo que improvisar una vida supletoria: el que fuera primer asistente de José Salvany en la Expedición de la Vacuna, fue capturado por los insurgentes chilenos en 1813, y obligado a in-corporarse como médico militar a sus unidades; permaneciendo en Chile hasta 1824; momento en el que —con su vuelta a España— conti-nuó su carrera como cirujano militar hasta 1847 (y luego hasta su muerte, en 1855). Aunque el enfermero que le acompañaba en la Expedición, estuvo datada su permanencia en Santiago de Chile, en 1814.14 Siendo muy verosímil que nin-guno de los miembros de las dos sub-expedi-ciones se volvieran a encontrar, los dos grupos expedicionarios fueron desde su separación in-dependientes, pero habitualmente procedieron casi similarmente. Con independencia de tener alguno de los expedicionarios muerto en acto de servicio (Pedro Ortega en Manila, José Salvany en Cochabamba, Bolivia), desde su separación en el Caribe americano ambos grupos podrían haberse desviado por igual del plan original de la

13 Cfr. en Susana M. Ramírez Martín, La mayor hazaña médica…: 287.14 Cfr. en Enrique Laval Manríquez, “La viruela en Chi-le”, Anales Chilenos de Historia de la Medicina, 1967–1968; 9–10: 203–76 (esp. 276).

Expedición. Principalmente, por difíciles circuns-tancias encontradas en su curso expedicionario: no tanto frente a políticos locales, sino por esta-llidos de viruela o determinantes de estructuras geográficas, rutas y paces en territorios donde se encontraron cumpliendo su misión científica.

Lo que impresiona todavía de aquella ha-zaña científico-sanitaria, no es solo el desen-volvimiento de la Expedición Balmis entre la limitación de medios, las posibilidades también limitadas —y lentas— del sistema de transpor-tes de la época, o la precariedad o voluntariedad de poblaciones tan distantes —y distintas— para el acceso y la propagación de la vacuna de la viruela. Lo que sorprende aún más, es que los diez años del proyecto expedicionario se llevasen a cabo pese a todo y su enormidad, en medio de una época turbulenta como pocas –la de las gue-rras napoleónicas y el arranque independentista en la Península y sus colonias ultramarinas; con peligros y acciones piráticas, guerras navales o persecuciones en los mares, por navíos ingleses o franceses (las otras dos grandes Marinas de la época: sitúese el lector en el ambiente enrare-cido, de encuentros, guerras navales, o refrie-gas de flotas en todos los mares en la época de Trafalgar); o bien, en medio del dislocamiento y los desafíos de las sociedades coloniales, empe-ñadas en sus procesos independentistas. Como se ha llegado a comprobar, en las actividades de prevención de la viruela en México —entre 1797 y 1840— o en S. Luis de Potosí —desde 1805 a 1821— contrariamente a lo esperado, los servi-cios de vacunación no fueron una rápida víctima de las guerras por la Independencia (la vacuna-ción fue constatada que continuó en San Luis de Potosí, aunque irregularmente, hasta 1821; con el salvamento de toda una generación de niños en Guanajuato, Mexico, triunfaron en la preser-vación de la vacuna y evitaron epidemias duran-te 25 años después de la llegada de la Expedi-ción Balmis). Pero la Expedición de Balmis de la vacuna frente a la viruela representó —y fue de hecho— la primera campaña de vacunación mundial, con todas las características de un tal proyecto moderno: fue centralmente planeada y ejecutada por personal especializado, asignado exclusivamente a ese cometido, con objetivos que incluían una amplia difusión, a corto plazo entre poblaciones y áreas geográficas, y una ins-titucionalización a largo plazo de los servicios de vacuna, en escenarios imposibles americanos, pacíficos o asiáticos.

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Una primera campaña con proyección mundial de vacuna antiepidémica. Re-sultados médico-sanitarios y de preser-vación de sociedades hispánicas

Aunque la hazaña a lo largo de mares y continentes, ejecutada por un equipo español médico-sanitario, acompañado de grupos de ni-ños portadores de vacilos de vacuna, centró la atención de cronistas y estudiosos en un núme-ro de ocasiones, sin embargo no ha alcanzado aún —de modo integral— trabajos compren-sivos y abarcadores: acerca de lo que supuso como proyecto organizado, dotado de objetivos fuertes, métodos y logros consistentes y con-trastados, de su ejecución en un sinnúmero de situaciones sociales y culturas locales o regio-nales; de sus vicisitudes y alcances históricos. Y sobre todo la Expedición Balmis no ha gene-rado suficientes estudios, como un preceden-te de las modernas campañas de vacunación masiva. Justo en los términos que caracterizó a la Expedición Balmis de la Vacuna de la Viruela —en 1969— el historiador médico venezolano Ricardo Archila, como “una de las pioneras entre las medidas sanitarias a escala internacional, que se distingue por ser la primera [centralmente] dirigida, y como campaña sistemática con consideraciones epidemiológicas”. Siendo efectivo que, a partir de 1804 —a solo seis años de la publicación del descubrimiento de Jenner en Inglaterra— y en gran parte gracias al proyecto expedicionario de Balmis, reservas de linfa de vacuna de la viruela comenzaron a extenderse por Europa y alcanza-ron América, India, China, las Indias Orientales, y Australia; a través del alcance o impacto de ini-ciativas o agentes gubernamentales, de socie-dades e iniciativas individuales. Y aunque desde 1800, Gran Bretaña estaba introduciendo en su ejército y armada —e incluso en territorios co-loniales, como la India: fue una de los primeros viajes de la vacuna, al embarcarla hacia Baghdad y Basora hasta India, donde llegó en1802— el traslado de linfa y vacunación de viruela eran muy diferentes operaciones a las campañas de inmunización de la sociedad civil (y de hecho, vacunaciones masivas de indios civiles estarían más en la naturaleza de una campaña como en la Expedición española). Una comparación extensa de la mezcla entre factores políticos y sociales, creados en ambos proyectos médico-sanitarios con las introducciones de la vacuna por británi-cos y españoles enfrentadas en sus respectivas —y casi coetáneas— experiencias, nos llevarían a muy diferentes contextos (en parte, con impli-

caciones económicas y casi-religiosas diferentes en la India: donde la viruela era un mal antiguo y persistente o en Australia británica; comparados ambos casos con la débil resistencia encontra-da en la América Hispana). Y no fue inicialmen-te concebida allí como una campaña organizada y más en un primer alivio; planteada como una entrega individual y de contactos locales, más que operando de un modo oficial.15

Aunque en otras partes —en Europa y dominios británicos fuera de ella— la vacuna contra la viruela fue introducida, incluso con li-gera antelación en algún caso a la implantación de la misma en el imperio hispánico de Ultramar, no cabe duda de que la implantación preventiva de la vacuna en otros continentes tuvo un im-pulso decisivo gracias a España y su capacidad organizativa y médica. La vacuna fue introduci-da por los británicos en sus ejércitos y armada naval en 1800 —no fue efectiva, por obligato-riedad hasta 1802 en el ejército; o hasta 1811 en su armada— mientras masas de población autóctona extra-europea en años se mantu-vieron lejanas a la vacuna de la viruela (p. ej. en la India, donde había sido introducida en 1802). Para entonces, gran parte de las sociedades au-tóctonas del imperio hispánico estaban ya ad-quiriendo inmunizaciones gracias a campañas sin pausa de la Expedición Balmis desde España. Llegando a evaluarse —solo hasta 1812— en más de medio millón de vacunaciones; pudiendo alcanzar una tercera parte más, las realizadas directamente por los equipos expedicionarios españoles entre América y Extremo Oriente.16 En cualquier caso, la protección que la Expedi-ción proporcionó a cientos de miles de vacuna-dos respecto a la infección —o la viruela más severa— para la época pude considerarse un logro espectacular (aún careciendo de cuadros

15 Vid. Peter Razzell: The Conquest of Smallpox: The Impact of Inoculation on Smallpox Mortality in Eighteenth Century Britain, Firle, Sussex: Caliban Books, 1977, pp. 133, 23. También, Catherine Mark y José G. Rigau-Pérez, su traba-jo “The World’s Firts Inmunization Campaig: the Spanish Smallpox Vaccine Expedition, 1803-1813”, en Bulletin of the History of Medicine, The Johns Hopkins Univ. Press vol. 83, 1 (2009): 85.16 Cfr. en Michael M. Smith: “‘The Real Expedición Maríti-ma de la Vacuna’ in New Spain and Guatemala,” Trans. Am. Philos. Soc., 1974, 64 : 1–74; p. 49 (y n. 15). En Nueva España (México), por ej. se calcula que unos 100.000 vacunaciones fueron efectivas en el periodo de la Expedición (un 20% de las que podrían haberse beneficiado de la vacunación). Mientras que Grajales por sí mismo –en la Subexpedición de América del Sur dirigida por Salvany- comenta haber alcanzado personalmente las 400.000 vacunaciones en un década, desde el Caribe a la Patagonia.

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estadísticos completos de vacunaciones, de po-blaciones totales o de proporciones de población susceptible; de frecuencias de vacunación por clases y razas o de frecuencias de casos de vi-ruela en los años siguientes, con los que valorar los resultados últimos de la Expedición).

Expuesto en términos modernos, los re-sultados (de decisiones u opciones elegidas, a partir de implantaciones expedicionarias) del curso emprendido por la Expedición de la Vacu-na de la Viruela, con la ejecución del proyecto de Balmis fueron: los que tuvieron que ver con la calidad de la vacuna y la seguridad sanitaria (de carácter clínico); los relacionados con los fondos previstos, centralización, especializaciones de equipos, institucionalización de sus iniciativas, que harían viables las sesiones de vacunaciones (o de articulación de administración sanitaria); los que tuvieron que ver con una cobertura ex-tensa, y vigilancia de la enfermedad, a través de territorios (con relación al orden epidemiológico); en fin, el carácter de la protección de vacunados y su consentimiento al tratamiento (que guarda-ban relación con un orden ético). 17 Algo que fue característico desde aquella Expedición, y que desde entonces se puso en práctica de forma crucial, fue la comparación en las vacunaciones —entre vacunaciones locales y las efectuadas por la campaña de la Expedición— para probar la eficacia de las inmunizaciones (con la falsación por comparación, acerca de la eficacia de la va-cuna administrada con protocolos o prototipos diferentes, en intentos distintos: determinando desde las poblaciones, paciente a paciente y se-gún resultados, qué persona resultaba inmune a la viruela y cuál presentaba reacción típica a la vacuna, que probaba la ineficacia de una inocu-lación anterior). Con la introducción de su idea comparativa de vacuna e inmunización real en pacientes concretos, Balmis desde entonces dio un paso de importancia crucial en cada campaña de vacunación. Hay que considerar que se trató de un proyecto de vacunación llevado a cabo con un nuevo método —que no requería la inmuni-zación de toda la población susceptible— por una Expedición itinerante, en fases sucesivas

17 Vid. Emili Balaguer i Periguell: “La historiografía cientí-fico-médica sobre Balmis y la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna,” en La Real Expedición Filantrópica de la Va-cuna: doscientos años de lucha contra la viruela, ed. Susana Ramírez, Luis Valenciano, Rafael Nájera, and Luis Enjuanes, Madrid: CSIC, 2004, pp. 41–60.

de cobertura (para que la vacuna se conservara eficaz, mediante la transmisión brazo a brazo).18

En el contexto histórico en que se desarro-lló la Expedición de la Vacuna de la Viruela, hubo fuerzas sociales —con nuevos actores sociales, como técnicos sanitarios, funcionarios y consu-midores— y físicas, que proporcionaron asis-tencia o resistencia para la adopción del nuevo sistema (que requería la multiplicación de técni-cos y equipos de vacuna). Pero el desarrollo de la campaña de vacunación produjo una clara trans-ferencia tecnológica —muy destacada para su director, Balmis— como en las modernas cam-pañas, con cuatro secuencias temporales: deci-sión de proceder e intervenir con un nuevo mé-todo en el curso de la epidemia (como atestiguan múltiples esfuerzos, tanto en el centro metropo-litano como en las periferias, incluso de importar la vacuna antes de la llegada de la Expedición); adquisición de destrezas y experiencias válidas (incluidos equipos adecuados, guías y apren-dizaje correctos, a través de obras científicas y divulgativas, como las traducciones de Moreau por Balmis, asegurando la estricta adopción de las prácticas de Jenner); innovación o primer uso local de protocolos de vacunación efectivos; di-fusión de la vacuna en poblaciones y territorios, replicando la innovación por encima de tiempos y geografías diversas. Estando además marca-da la campaña por una tensión severa, a medida que avanzaban los últimos años, por conflictos entre los nuevos actores sociales de la vacuna y la sociedad jerárquica colonial o en ebullición independentista (en cuyas luchas, la campaña expedicionaria de la vacuna y la misma vacuna fueron una de sus víctimas en algunos territorios coloniales). Aunque se constató que los equipos expedicionarios españoles anotaron cuidado-samente el número de vacunaciones; midiendo procesos y atajando ocasionalmente el control de brotes álgidos y repuntes de la enfermedad; con la protección consiguiente de viruela severa de cientos de miles de vacunados.

18 Vid. Susana M. Ramírez Martín: La mayor hazaña médi-ca de la colonia. La Real Expedición Filantrópica de la Vacu-na en la Real Audiencia de Quito, Quito,Ecuador: Ediciones Abya-Yala,1999; así como José Tuells y Susana M. Ramírez: Balmis et Variola. Sobre la Derrota de la Viruela, la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna y el esfuerzo de los Inoculadores que alcanzaron el final del azote, con obser-vaciones particulares al periplo vital Balmasiano, Valencia, Generalitat Valenciana, 2003. También vid. de Catherine Mark y José G. Rigau-Pérez, su trabajo “The World’s Firts Inmunization Campaig: the Spanish Smallpox Vaccine Ex-pedition, 1803-1813”, en Bulletin of the History of Medicine, The Johns Hopkins Univ. Press vol. 83, 1 (2009).63-94.

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