Nunez Por Descartes

Embed Size (px)

Citation preview

  • (T 6r
  • Entre el dogma milenario oscurantista de la Iglesia y las ciencias y la historia natural (todo ese abanico de saberes espejo de la naturaleza, despticos en su aproblematicidad), brillaba el punto de una contradiccin y un malentendido. Ese malentendido es alimentado y hasta creado por el propio Descartes, y profundizado ms tarde por Kant hasta el extremo de que quizs ya no sea del todo posible, sin l, sin Kant, encontramos nuevamente con Descartes, y tal vez por eso sea necesario postular un Descartes sin Kant, o incluso un Descartes contra Kant. Pensemos en el gesto desafiante. del Discurso del Mtodo contra las grandes formas de.l poder dogmtico- al hacerse en nombre de la razn natural pui^a79 pudo hacer pensar que todo Descartes se agotaba en su inscripcin en ese gran acto soberano del Renacimiento de liberarse del fundamentalismo de la Iglesia y de exorcizarlo con el poder de la razn natural de la ciencia. As es como de ordinario la crtica no es muy capaz de ver en Descartes otra cosa que la forma sujeto-sustancia de la autoevidencia de la verdad, o la forma conciencia de la ciencia: Descartes no habra hecho sino centrar en un Sujeto transparente a s mismo a la gran episteme territorial del siglo 16. Aunque en sentido contrario, estas observaciones van en la misma direccin que las crticas de Kant (Kant, 1996): el paralogismo cartesiano y' la sustancialidad del sujeto (yo soy una cosa que piensa) son un ndice de eso que, en tanto problema contra el cual se lanza la filosofa kantiana, ya se anunciaba como el gran obstculo fundacional de la episteme moderna de la ciencia: la psicologa. El psicologismo sustancialista (en sus versiones idealista o materialista, poco importa): sa es, para Kant, la gran insuficiencia de Descanes la pobreza de poner como el rayo primordial y legitimante delnnaclmientcum.mi^Q--incapaz de mostrar otra cosa que no fueran su crisis de legitimidad, sus neurosis, sus trampas argumentativas, sus astucias, su intimidad. Una insuficiencia que Kant ha superado en la lgica trascendental. Y al poner insuficiencia en itlica quiero decir algo muy preciso: Kant considera que el sujeto cartesiano fracasa en su intento de emplazarse como centro y fundamento-dd., conocimiento. Kant no considera siquiera la posibilidad de leer al sujeto-sustancia de Descartes como otra cosa que como un fracaso Y si en su insuficiencia misma, por ejemplo, estuviera inscripta una alternativa o un gesto radicalmente crtico al conocimiento natural una insuficiencia que sera, as, el motor de cierta dinmica social nueva, distinta a la militar-territorial digamos: dinmica civil o poltical O, para decirlo

    79 Si yo escribo en francs, que es la lengua de mi pas, y no en latn, que la de mis preceptores, se debe a que espero que los que hagan uso de su razn natural p itra ju zgarn m ejor mis opin iones que aquellos que slo creen en libros antiguos . (D escartes, 1986: 121. Destacado mo).

    236

    ms espectacularmente: no ser que una verdadera re-invencin moderna de ese invento de la antigedad clsica llamado poltica y especficamente (rasgo distintivo de la reinvencin cartesiana) una invencin de la politica en tanto alternativa o crtica a la ontologia militar necesita o reclama esa incesante insuficiencia llamada sujeto o mejor, subjetividadi.

    Esa brecha o esa puntada de la historia moderna en el sujeto cartesiano, deca, alimentada por las corrientes subterrneas del humanismo secular, con Giordano Bruno o Erasmo, no debera confundirse con una mera indocilidad intelectual frente al dogmatismo fundamentalista de la Iglesia. Se trata de un pliegue mucho ms complejo. Es posible decir que en el siglo 16 hay, por jo _rnenos. dos enormes poderes._de.spticos contra los cuales cualquier enunciacin poltica debera lanzarse (poderes que, a su vez, comienzan a estar, en cierto modo, enfrentados'): el poder dogmtico-dictatorial de la Iglesia o las monarquas absolutistas, v el poder territorial de la mirada ^problemtica del militar y el conquistador del que proviene la honda ontologia no humanista o no poltica de las disciplinas naturales, las ciencias v las tcnicas jiay que considerar especialmente la tendencia de este ltimo poder a hacer mquina con las sociedades reformistas y su antiguo concepto de Markpenossenschaf- ten, comunidades econmicas horizontales, sin Papa y sin Estado/embriones del capitalismo moderno y contemporneo). Y as como el poder dogmtico fundamentalista ha sido mayormente la preocupacin de! Discurso del Mtodo o de las Reglas para a direccin del Espritu, el poder territorial militar es el objetivo del combate de las Meditaciones Metafsicas (que en mi opinin son primer gran acto claro de enunciacin poltica del Occidente moderno).

    2 .En las Meditaciones Metafsicas Descartes resulta muchas veces menos

    interesante por la bsqueda de un punto de Ajiqumedes v por la necesidad de una certeza firme, que desconcertante por lo paradoial del procedimiento mismo de esa bsqueda: la conocidsima duda. Y menos desconcertante resulta a veces la duda misma que impactante la forma en la que esa duda termina por derramarse 80 sobre la gran escena del siglo 16: la certeza ontolgica de la mirada militar. Aquella escena firme y segura, reticulable y medible, con su verdad natural y su razn natural pura, con sus objetos cuantificables y separados del ojo territorializante y aproblemtico dej militar punto grp

    80 Q u otro verbo usar luego de esa desm esura, esa especie de exhibicionism o de la duda, de esa estribillada y no pocas veces extenuante retrica de la vacilacin que se despliega en las M editaciones?

    237

  • que todo lo ve a condicin de no ser visto y de no verse a s mismo . se 'oscurece de pronto por el aire confuso de la vacilacin de un y o que dice estar en la bsqueda de su propia firmeza. Si el siglo 16 conquista y ordena porque no duda, en el 17 las Meditaciones prefiguran a la propia duda como el centro estratgico de una forma nueva de regular a las personas: con el centramiento en el cogito, en la subjetividad autorreflexiva, crtica y deliberante,.Descartes a.P.a el advenimiento de la cultura del gobierno y la educacin. Esa cultura_ educativo-poltica con toda su arquitectura logocntrica (\a civilizacin) sp. iha a instalar en una vasta zona del Occidente moderno mucho ms tarde.

    Pero al mismo tiempo en que el cogito como razn autorreflexiva se dibuja contra esa gran fuerza (o ms grficamente, contra ese personaje) jgue irrumpe en la primera escena europea moderna, a saber, la ontologa militar imperial (el militar, el hombre de armas, el vigilante, an el cientfico, el ingeniero y el mdico), tambin se recorta del cuerpo popular del miserable, del ignorante, del grafo o del alucinado. El mismo acto que lo afirma inmediatamente en la discreta comodidad de su mundo ilustrado ( ...estoy aqu, junto al fuego, con una bala puesta y este papel en mis manos)81, lo separa y lo discrimina, aunque apenas, de su infierno posible ( ...esos insensatos, cuyo cerebro est tan turbio y ofuscado por los negros vapores de la bilis, que aseguran constantemente ser reyes siendo muy pobres, ir vestidos de oro y prpura estando desnudos...")*2. Pero el militar v el insensato esos dos persona.xonlra los cuales se expone el r.opito v que la civilizacin poltica ha anudado tradicionalmente en la figura del loco (el loco desmesurado v el loco alucinado, el psicoptico o rgido y el esquizofrnico o laxo, el que desafa las leyes_vjel que las ignora, el supery y el ello), iban a tener un estatuto y una importancia completamente desparejos para la futu ra tradicin cartesia- na: mientras el primero es la evisteme cuyo asentamiento, cuya ontologa la razn autorreflexiva problematiza, el segundo es su invento aprs coup, aquel con quien la razn autorreflexiva siempre tendr una relacin de dominancia porque,.est estructurado por ella y solamente es pensable por ella v en ella. Independientemente de sus fantasmas de clase, quiero decir, de todo ese juego imaginario dentro de circunstancias histrico-sociales que hara del . tema cartesiano de la razn autorreflexiva y del yo-conciencia, propiamente una ideologa, o por lo menos la voz de Un privilegiado ( ...junto al fuego, con una bata puesta..., ...he aguardado hasta alcanzar una edad madura . y .habindome procurado reposo seguro en una apacible soledad, me

    81 Las citas son de D escartes, 1987: 16, M editacin P rim era . Tam bin consulto D escartes, 1986 y 1984, y H usserl, 1996.

    82 D escartes, dem.

    238

    aplicar seriamente a destruir en general todas mis antiguas opiniones.)83, el cogito parece abrirse como posibilidad solamente gracias a ciertas caractersticas tcnicas de un lenguaje (del uso de un lenguaje) que no est a! alcance, ciertamente, del insensato, pero tampoco del militar.

    Una vez ms entonces: quin es Descartes? y la pregunta se quiere lejos del alcance de cuestiones biogrficas o de cualquier caracterologa literaria. He aguardado hasta una edad lo bastante madura como para no esperar que haya otra, tras ella, ms apta para la ejecucin de mi propsito : entonces, Ahora que mi espritu est libre de toda ocupacin (...) , y habindome procurado reposo seguro en una apacible soledad, concluye: me aplicar con seriedad v libertad a destruir en general todas m.is antiguas opiniones 84. Sorprende un poco ese encuentro arcaico con algo que hoy se nos..aparec.e..c.asi como coextensivo a nuestra forma de pensar o. mejor, como su condicin dp pn

  • tirarse a meditar (eso es trivial), que alguien capaz de escribir yo me retiro a meditar , lo que conduce a alguien capaz de escribir (para expresarlo en aprs-coup) Yo medito en tanto escribo que me retiro a meditar. Alguien, tal vez, que ya no es capaz de ligar la escritura a otra cosa que a esa incesante crisis metarrelexiva, y, por as decirlo, deconstructiva (marca indeleble de la fa lla Iogocntrica de la cultura poltica moderna)]. Descartes parece ser el emergente de una clase urbana que siente la necesidad de expandirse a travs de formas universales como ei i flgos y la razn, i.e. de educar a las otras clases. Pero hace falta algo ms que la necesidad o que la voluntad de educar hay que estar en condiciones tcnicas de hacerlo.

    Examinemos un poco el gran fantasma de esta ..clase naciente del siglo 17 europeo.: lo sobrio, lo ntimo. Nueva forma de la utopia, lo ntimo parece menos un retiro que un movimiento estratgico de resguardarse (de inventarse como un resguardo, mejor) de por lo menos tres grandes zonas locas del siglo. 17: el campo de batalla y el furor de la conquista; el derroche teatral de la riqueza barroca y la erudicin cortesana, y, en fin, la insensatez grotesca del cuerpo popular. En otras palabras, lo ntimo parece situarse lejos del loco psicoptico, del loco alucinado y del esquizo. La sobriedad contra el poder, contra el derroche v contra la locura propiamente dicha. Esa sobriedad es un lugar. Un lugar imposible, pero un lugar al fin. Es ese lugar donde Descartes (el personaje social Descartes, la clase Descartes) puede aparer.er discretamente en su juego de.c.onslr.uctivo. al fin serioy_al.finJi.bze, porque est junto al fuego del hogar, vestido con (su) bata, con este papel en (susl m anos", separado, ya siempre separado, por los muros de la Ciudad Letrada, por las paredes de su casa o por los lmites de su yo. de los que tienen el cerebro nublado por los negros vapores de la bilis, de los que se dicen emperadores siendo miserables, o los que creen vestir oro y prpura estando desnudos (Descartes, 1984). Ese lugar, en ltima instancia, metaforizado en el propio domos, en el confort del hogar y el calor del fuego, y sobre todo en el papel y la escritura, es el propio Yo pero tambin es una soberana pblica, el gobierno, el naciente centro letrado de la ciudad. Lo ntimo como espejo de lo pblico: cada Yo una instancia de gobierno, cada uno !u propia utopa poltica. Por otro lado, en tanto solamente alguien desnudo o en harapos parece desear oro y purpura, y solamente alguien miserable parece auerer. pmperador. sabemos que el poder v la riqueza tienen un lazo de complicidad muy hondo v muv sordo con la miseria y la . locura distintos gestos en la misma cara de la locura, de cierta locura. El Yo autorreflexivo de Descartes nuiere venir a nuebrar ese continuo, J s . .u n jj rm a _ v ^ jm j^ E a J lIu e estoy

    (op. cit.). En las Meditaciones se anuda indisolublemente!Mg|i^Baarici.-Un fantasma ideolgico profundamente aquerenciado en los'privEcgi!ps:;de una ^ clase (el confort, la distancia, la soledad, la paz: toda la spjD |^ffi|a=de lo ntimo)85, con la tecnologa lgico-discursiva que lo exponeglpliarHi:y lo estructura: la digesis, el drama y la relexividad y el Yo como.-cliiiudo pila forma gramatical de esa nelarreflexividad: /.cmo pensar el uno ^ih la citra. la una sin el otro? El fantasma, el imaginario, es, a un tiempo, objeto de un discurso y condicin de posibilidad de una tecnologa discursiva. Guando la Ciudad Letrada salga a educar a la locura (analfabetos, pobres, miserables, promiscuos) y ya est comenzando a salir en tiempos de Descartes^- la educar seguramente en su fantasma letrado, pero sobre todo (y eso es lo que interesa) la educar necesariamente en la tecnologa de la negacin {Ver- neinung) de su fantasma: de problematizarlo y reflexivizarlo, de separarse de l (y descubrimos, con cierto desconcierto, que educar es, precisamente, eso: esa arquitectura tcnica). La educar en el arte de erguirse como un yo cogitante (su imaginario ya est estructurado quiz por esa problematici- dad). Si yo explico mi imaginario es -p o c ^ g Jm a rionalizo o lo prohljimafizo _ ~PorJ cual la explicacin o la transmisi0n_de.ini imaginario presupone la transmisin de la tecnologa de la racionalizacin la trasmisin de cierta trascendencia con relacin a mis creencias, mis opiniones, mi voz, mis herramientas comunicativas, mis estrategias vitales, en fin Es el gran punto de la educacin: cuando enseo siempre enseo menos contenidos que tecnologas

    85 Imposible no realizar en este punto algunas anotaciones. El siglo 16 lia sido un siglo exuberante y eufrico: conform e se saquea la riqueza y se m ata y se confina a los nativos en A m rica, se fabrica gente cada vez ms exquisita en Europa. U na exquisitez que seguram ente no excluye a la discreta y austera autorTeflexin cartesiana: el yo poltico europeo m adurando en ciertas condiciones objetivas, capaz de verse a s m ism o y problem atizarse quizs porque se vea en contra de esta otra cosa que quedaba irrem ediablem ente del lado malo de la m odernidad, y cuyo gran em blem a quizs era el nativo am ericano. E incluso podram os p reguntam os hasta qu punto el yo cartesiano no es posible porque hubo de este lado nativos m uertos o confinados. Una pregunta mal form ulada en tanto seguram ente podem os confiar en aquel viejo planteo de A ristteles de que si a A rtem idoro (digam os) le gusta el helado de frutilla y cruzando la calle hasta la heladera para com prarse uno, lo atropella un m nibus y m uere, solam ente es parcialm ente verdadero decir que A nem idoro m uri porque le gustaba el helado de frutilla. Que efectivam ente existan condiciones m ateriales en la sociedad europea de m ediados del siglo 17 com o para que D escartes pueda decir, ensim ism ado y autorreflexivo. Yo, y que estas condiciones incluyan, e incluyan privilegiadam ente, el saqueo y la explotacin de otros pueblos y de otras clases, no anula autom ticam ente la ex istencia conceptual del Yo cartesiano, su especificidad poltica y su im portancia. Por lo pronto, que la trascendentalidad aulorreflexiva se plantee, com o yo supongo, contra la ontologla territorial de la Europa im perial, habla ya de ciarlas contradicciones y tensiones polticas internas" que la hacen irreductible a la mecnica base-superestructura o clase-ideologa.

    241

  • organizativas, conceptos, teoras, ligaduras conceptuales, criterios de relevancia, formas de archivar. O sea, el /ogos, la propia racionalidad. Ah reside la enorme potencia de eso que algunos llaman lopocentrismo. La necesidad de ensear mi imaginario (una voz, un mundo de la vida) es lo ciue lo promueve a la estatura de un simblico (un saber, una razn, una universalidad]. Tengo una teora sobre m y por lo tanto tengo, proyectivamente, una teora sobre el otro y eso habla probablemente de cierta voluntad, cierto proyecto o cierto deseo expansionista o hegemnico. El mundo de la vida del miserable no tiene fiiego_jii..JiQgar.Ji3aa^-jU-a.p>acihle.soledari. ni papel o escritura, pprn Ia educacin (que siempre es cntrica, que siempre es letrada) lo pone en la maquinaria de sus metforas, en la.metaforicidad misma como maquinaria empujndolo a desearlos estructuralmente-. es el tema de la carencia como principio subjetivante. La universalidad del derecho.

    Quiero decir que se equivocaba Foucault (1984): Descartes no inicia, v tampoco perpeta o contina, baio la forma de un yo-conciencia o un yo-razn. la faena m ecnica, reyectiva, disciplinante u ortopdica del poder sobre lo loco, lo pobre y toda forma de subprivilegio y de miseria social, legitimando, permitiendo o haciendo pensahle el golpp. de fuerza de la cultu ra clsica de encerrar y confinar al loco. All donde el poder clsico es incapaz de tener con la locura una relacin que no sea territorial, violenta e.xclnvente. policaca o mdica, D escarteS-parece querer emplazar con ella una relacin pacifica y estruciuxan.te: una r&kici-n. educativa, una embrionaria instancia poltica En suma, podra decirse, un poco jugando, un poco metafricamente, Descartes v i ene a inventar un concepto nuevo de \nrum n dp in.cpntntp?- a partir de l comenzaremos a hablar menos de nna locura curable que, de nna Inr.nra interpretableeducahle. La crisis de confinamiento de la cultura clsica se hace, en cierto modo, a pesar de Descartes, contra Descartes.

    * * *

    Quiero hacer un parntesis. La interioridad o la intimidad como utopa son asuntos vieios. Pero su ligadura con la constitucin de la subjetividad autorrefiexiva v el tema del autoconocimiento (punto medular de la poltica en la modernidad) es algo por lo que tendremos que esperar un poco ms.

    242

    Los antiguos griegos no insisten gran cosa en el famoso asunto del sujeto.S6A pesar de eso existe una artillera de prescripciones v_m&las-q-iie se observarn en el recorte de un si mismo durante los perodos helenstico v grecorromano. as como en el antiguo mundo cristiano. Estas tecnologas van a fascinar a Foucault (1991): algo entre una tcnica, una ritualstica y prcticas disciplinarias entre mdicas, gimnsticas, msticas o erticas, para la presentacin en pblico o para la autoconstruccin (para la decantacin de algo que se parece ms al se lf digamos, que a la subjetividad).

    La interioridad como metfora y como cuestin tecnolgica o filosfica aparece con claridad recin en San Agustn. Es fama que Agustn, que era un licencioso, un depravado, en cierto momento se repliega a la filosofa y se

    .retira a Cristo. El tema de la interioridad se liga as, en primer lugar, al retiro, a una invaginacin, a una fuga, a una firme disciplina para ir cortando sus contactos con el mundo exterior. Al mismo tiempo la interioridad tambin se. vincula a un abandono de la doctrina neoplatnica riel almar.&cihi.da_.por Agustn a travs de Plotino. Paxa Plotino. el alma es nna.divinidad. un ngel, un ser superior que viene a este mundo a encerrarse en el cuerpo (no es el cuerpo para el alma una prisin y una tumba? no es el mundo una cueva y un antro?, pregunta Plotino en la Enada Cuarta87). Pero para Agustn el concepto de alma haba iniciado el camino inverso. Cuenta la leyenda que^l

    _pjopio A gustn fue el inventor de la lectura interior, es decir, sin murmullo: apagar la voz hasta la fonommica, apagar el movimiento mmico hasta la memoria del movimiento. Oratio devota. Por primera vez se tena una representacin del espacio o de la actividad interior del pensamiento. La errad icacin dp.l m u rm u llo era vital para que se disparara una idea de interioridad. (Qu forma exacerbada, que hiperestesia arrasaba a Agustn a construir su interior conforme se retiraba del mundo?) Alejndose del concepto neopltnico, Agustn ya no considerar al alma como lo divino- superior que baja, se encama, se corrompe y_cag. en materia. El alma no viene de afuera. Muy jior el contrario, el alma ser un espacio interior, un retiro,

    86 Aunque hay sin dudas autores y pasajes que afirm an al Yo, a cierto yo, a cierta forma gram atical de prim era persona que indica o m uestra al hablante o al titular del discurso, como el centro gravitacional de cualquier lucidez del logos, de cualquier operacin logocntrica. As, las estructuras inclusivas o plegadas, en Scrates o Platn, del tipo s lo s que no s nada, o t no ignoras que ignoras, parecen destinadas a desplazar la discusin desde el tam ao del archivo (la cantidad de cosas que s) o incluso de los criterios de organizacin del archivo (disposiio: la m aestra con la que organizo lo que s), a la conciencia del archivo y de sus criterios de organizacin (s que s y s cm o s). La conciencia de lo que s y de cmo lo s es m ucho m s im portante que lo que s: se es el gran capital del nuevo m undo poltico qu

    est acaeciendo.87 Plotino, en Fernndez (1996)

    243

  • ciertojQCiLqii..se va.encflnJxando a medida erLqiia^fi_apaga-o_se..Yela un mundo disperso, barullento v confuso. Esa alma entonces supone un trabajo, una accin: cogitare, colligitur, cogitur. juntar, recoger, reunir lo disperso en un lugar, lo ntimo, lo interno. Juntar o reunir las cosas de una dispersin originaria, en el mundo o en la memoria: trabajo propiamente intelectual, nmico. narrativo, organizativo, dador de sentido-relativo a la dispositio. In interiore homine habitat veritas. Conviene no olvidar, por otra parte, que

    Agustn, un Padre de la Iglesia, fue el primero en ligar a la Iglesia con los , asuntos polticos, con asuntos de Estado.

    Se suelen poner los famosos argumentos agustinianos de De Civitate Dei o De Trinitate como_aiitfic.dente del cpguo cartesiano (Agustn, en Fernndez, 1.96). Si fallor sum (si me equivoco soy), o incluso, si duda vive, si duda piensa son casi idnticos a los famosos enunciados cartesianos. Pero esa casi identidad es pensable solamente a partir de una separacin y una clausura. Menos la duda que la equivocacin parece ser la garanta del cogito agustiniano, forjado tranquilamente en la utopa de la renuncia, del retiro y de la escritura, contra cierto dogmatismo doctrinario o cierto carcter extra- mundano, divino o superior, del alma. Con el cogito agustiniano, en l: eran inminentes las posibilidades de una enunciacin poltica? No lo creo (hablo de la inminencia de la posibilidad, no de la posibilidad misma). Sin embargo^gi cogito cartesiano s es la primera enunciacin poltica del Occidente moderno: en Descartes la duda parece poner al cogito s iem pre en situacin de lanzarse o estar lanzado contra toda c e r te z a , contra la arrogancia v la hvbris del ojo v su ontologa territorial, contra el modelo militar del conocimiento, contra la locura, la insensatez. Un cogito ansioso, nervioso, ya atravesado por todas las tensiones de la historia del Occidente moderno, tan lejos de la tranquila utopa intimista de Agustn. Un cogito v una intimidad que parece nacer de una necesidad paradoja! de lanzarse fuera, de salir a educar. Si la interioridad agustiniana todava es pensable como retiro o refugio, la subjetividad lcida o neurtica de Descartes ya es plenamente, poltica, un principio estructurante universal, organizacin de las-perso n as en la r.inriarl- Ingos. ratio. Trece siglos separan aquel discretsimo himno a la introversin, aquel melanclico canto de lo ntimo de Agustn, del drama y la condena de la subjetividad lcida de Descartes, herramienta o arma contra el dspota, contra el puritanismo a-hu- manista de la razn natural, contra la actual te rrito ria lizac in global del agora y la oikonomia. Quienes asocian la subjetividad cartesiana con solipsismo, se comprender, no pueden andar ms lejos.

    3 .Siguiendo con esta lnea / qu tipo de relacin es_postulable entre

    la razn v la locura, desde que las Meditaciones de Descartes han servido . como punto de partida para el provecto foucaultiano de una Historia de la

    loe u ra lPara responder a esa pregunta necesito realizar algunas definiciones

    un poco groseras. Quiero distinguir dos grandes formaciones en la historia moderna de las prcticas sociales de interaccin del poder (por as decirlo) con las personas. Ambas sedimentan en una ontologa, una produccin de saber: por un lado, las prcticas mecnico-observacionales o territoriales (militares, policacas, mdicas, cientfico-positivas, adiestramiento, ortopedia, etc.) y por otro, las prcticas interpretativas o polticas (gobierno, educacin j rritica, anlisis, etc.)88. La mecnica clsica del poder opera por disciplinamiento, normalizacin, vigilancia, etc. todos lp_s_Dmcedimientos o.ue Foucault ha_ examinado va suficientemente y de los que se ocupa ordinariamente la ge

    n e a lo g a. La poltica y la civilizacin, en cambio, proceden por educacin, m>/evac/~~interpretacin (dispensacin de sentido). La gran mquina del poder militar-policaco es bsicamente reyectiva: trata con objetivos, enemigos, conspiradores, esclavos. Se desplaza, vence, ocupa, se defiende, ordena a la gente como fuerza de trabajo. No le interesa en absoluto si lo que haba antes de su llegada estaba lejos de Dios, si era orgistico, promiscuo, inmoral o amoral. Solamente que debe ser ordenado y vigilado: evitar levan

    t a mientos. lograr el pago de diezmos, asegurar rendimiento en el trabajo con . bajos insumos y cnstnq npprativnc Para el poder civilizatorio, en cambio, en tanto procede en forma interpretativo-proyectiva, es vital postular una especie de estado de pre-religiosidad, de estado de amoralidad perverso-polimorfa en el que estaban sumidas las almas antes de su llegada y del que hay que sacarlas (exactamente la misma tecnologa que usa el psicoanlisis). El poder

    ^ clsico ordena, el poltico-civilizatorio organiza. El primero es normativo, el segundo es dominante.fiLa diferencia es abismal. La paideia o las tecnologas hermenuticas no deben asimilarse a la disciplina o al eontxnl 89

    88 La prim era instala en la cultura occidental desde el siglo 16 el cuerpo-objeto o cuerpo-signo, construido por la m ecnica clsica de un poder m ilitar territorial: arquitectura anatm ica, estructura orgnica, m edicina, biologa, h isto ria natural, productividad y reproductiv idad del cuerpo del esclavo o del asalariado. La segunda, la que m e interesa particu larm ente en este trabajo, inventa el cuerpo d ionisiaco o el cuerpo excesivo com o aprs coup de un poder civ tlizatorio o poltico que conviene no confundir con el prim ero ya que procede en forma com pletam ente heterognea e irreductible a aqul.

    89 A cerca del poder m ilitar-territorial y el po ltico-civ iliza torio , ver N ez, 20U5.

    245

  • Quiera plantearlo de otro modo v remito por un secundo a la pareja * cuerpo-alma o cuerpo-sentido. ^ 51 sentido, la idea de sentido sera ms bien parte de la economa del poder civilizatorio-poltico. v tendra que, ver menos con la disciplina o la normalizacin que con la hermenutica subietivante A diferencia de la doxa deconstructivo-genealogista. aqu me interesa menoT la supremaca del sentido sobre el cuerpo como parte de la historia infame del poder disciplinante o normativo, que la oposicin misma cup.rpn/cmtirin en tanto tecnologa^mejjie permite, desde el sentido, pensar al cuerpo como prehistoria del sentido, v decantar nn Yo-sentido (subjetividad, concienciad como gobierno del cuerpo.fLa dialctica cuerpo/sentido contiene as una especie de apora que va a ser la gran trampa del logocentrismo, el anticuerpo que lo hace indeconstructible, ese principio que hace que el logos slo pueda exponerse o funcionar o desplegarse en la historia a condicin de autodecons- tmirse incesantemente. A saber: el sentido, uno de los polos de la pareja de opuestos cuerpo/sentido es al mismo tiempo el principio estructurante. Esto es: cuerpo/sentido es una dialctica autoinclusiva. Las dialcticas autoinclusivas son la forma misma en la que procede la civilizacin o el logos.

    Llamo dominancia o Ley al tipo de relacin que se establece entre los trminos en una dialctica autoinclusiva. En razn/sinrazn o centro/peri- k r ia s u LOnsciente/inconsciente el sepundoJm ino e.s_pjis.n.iJj3hle o pensahlp solamente por y desd-ia_eslructura del primero. Decimos que razn es dominante con relacin a sinrazn o que centro es dominante con relacin a periferia . Tambin decimos que el segundo es una invencin aprs coup del primero-siempre est ya hecho de la estructura del primero. El gobierno, la educacin o la interpretacin suponen una relacin de dominancia o de Ley entre las partes.

    Aj^poderjtejritorial opera en cambio en dialcticas excluventes simples : adentro/afuera, ojo/objeto, salud/enfermedad. Los trminos de esta dialctica

    , mantienen una relacin territorial que puede resumirse en una doble caracterstica: por un lado ambos trminos son estricta y radicalmente exteriores uno respecto al otro, y por otro, uno de los trminos (para el caso, el primero de ellos) siempre vuelca sobre el otro un poder mecnico ortopdico que lo objetiva, lo asla, lo senara n o_vig_ila, lo mide, lo describe, etc.). Llamo norma al tipo de relacn_qne_SJia.blgaenJn>o veo es falso].Es evidente que en esta estructura enunciativa hay dos yo. Es que el

    gran tema cartesiano en las Meditaciones, y el asunto no debera resultamos en absoluto sorprendente, es el tema psicoanaltico del sujeto dividido. O el del sujeto del enunciado y el sujeto de la enunciacin. Uno, el yo del enunciado todo lo que yo veo es fa lso, es el yo pequeo, finito, contingente, siempre desbordado y ocenico, sumergido en la existencia inmediata de

    90 Ei sujeto dividido (as com o cualquier otra m etfora m s o m enos relevante en el pensam iento) es m enos un tema que una herram ienta. N o proviene de la genialidad o del capricho de la inventio ni se vincula en forma liberal con el m undo, la realidad o la vida. El gran juego de tpicas y m etforas, los d iscursos explicativos, los relatos de conocim iento, las teoras, las hiptesis, las interpretaciones, etc., no rem iten a una cosm ovisin, a una "visin del m undo" en tanto conceptualizacin de las cosas que el ojo ve (an bajo la forma de una visin deform ada, ilusoria o arbitraria), sino ms bien a las cosas que una cultura hace, a sus propias acciones y prcticas regulatorias, polticas, m ilitares, etc., que seguram ente crean cam pos de cosas a ver o dom inios de obje to segn deca Foucault en la A rqueologa del saber (1997). Las ficciones cognitivas tendran que ver ms con tecnologas, o m s d irectam ente, con herram ientas, que con sustancias o significados. M e gustara plantear as una zona de verdad o linea de no contingencia, que es ese lugar donde un relato o una ficcin de conocim iento se articula necesariam ente con su chasis prctico-social. El chasis es histrico, arbitrario , contingente, y por tanto la ficcin que se le articula tam bin lo es; pero la articulacin m ism a entre ambos no es contingente o arb itraria en absoluto. As, las lneas de no contingencia com ienzan a funcionar com o sedim entos o capas en la historia o p u n tadas anudadas. U na escalera, digam os, es contingente en el sentido en que la puedo colocar en cualquier parte; pero el segundo escaln

    Nes necesario con relacin al prim ero.

    247

  • las cosas, en las presiones y en la emergencia de la vida de todos los das, ese yo que ve pero que no sabe que ve y que por tanto podra estar viendo siempre cosas falsas. El otro, el yo del funtor Yo supongo que es el Gran Yo. separado discriminaria^Edlexivo. trascendental, es el Yo que duda, supone, cree, piensa (verbos que presuponen hasta cierto punto la estructura misma_dd_aiilQcaaemi-entoI El fa lso (del enunciado supongo que todo lo que veo es falso") es un obvio atributo del ver del segundo yo y no del suponer del primero pero ha sido colocado all por el primero, por el Gran Yo que s>pone y no por el yo que ve. Todas las vacilaciones, las dudas, las suposiciones y los condicionales, toda esa debilidad si la comparamos con la certeza viril de aquel que ve y conquista, sonTndices de la soberana paradoja! del Gran Yo, planeando dominar, o mejor, gobernar al yo pequeo y a su certidumbre ciega.

    El sujeto de la enunciacin, el Gran Yo. que podra definirse como un estado de lucidez o de critica con respecto al enunciado mismo, tambin podra asociarse con la creacin de un vo pequeo y tambin con un miedo, o mejor quizs, con una fobia. El tema cartesiano es as el de la creacin de un Gran Yo-conciencia que decanta por un miedo al yo pequeo que l mismo ha creado: quiero decir: la misma operacin crea a los dos yo: al Gran Yo y al yo pequeo como su aprs coup. A las subjetividades occidentales modernas nos atraviesa siempre un miedo a la emergencia, a la circunstancialidad, a las pequeas locuras del v.o pequeo o de todos los voes pequeos: el inconsciente, la borrachera insensata del pobre, del confundido, del errante o del clochard , o la exquisita ebriedad alucinatoria del barroco cortesano, pero tambin el que jams vacila, la certeza del conquistador y del hombre arm ado el psicpata. Descartes se liga as a la creacin de una extraa figura que va a ser vital : para el ejercicio de la poltica moderna: una figura doble, un yo bicfalo, un yo gemelar bizarro: dos hermanos unidos y separados por la reflexin y el miedo (los temas del sueo y la locura en Descartes).

    Una vez ms: ;tqu relacin hay, ahora, entre Gran Yo v yo pequeo? La misma que entre sentido v cuerpo, o entre razn y locura, o entre sentido e insensatez. El logocentrismo opera a travs de estructuras dialcticas auto- inclusivas de dominancia y no de una territorial normativa: tecnologa de la que Descartes es el gran anunciador v que va a ser vital en la arquitectura de la poltica moderna. La gran trampa del logocentrismo consiste en que uno de los trminos de la dialctica es al mismo tiempo e! principio estructurante, de tal modo que no puedo decir sinrazn sin decir razn, o en que el sentido es necesario para decir sinsentido. El funtor (Yo supongo que, Yo creo que,Yo estoy persuadido de que) no es obviamente un mero ms con relacin a la proposicin (todo lo que yo veo es falso , cuerpo o figura son quimeras de

    m i espritu), no viene simplemente a anexarse, a agregrsele. Parece ms bien incluirlo o contenerlo: el Gran Yo ..dej a enunciacin engloba (quiere englobar, cree englobar o finge englobar)_al_yo pequeo del enunciado. En otras palabras, el Gran Yo parece ser la forma misma de la tridimensionali- dad del lenguaje consciente, de un efecto de tdimensionalidad, del aseenso del espritu a un nivel superior. Todo esto se vincula con una estrategiadeT lenguaje, un artificio. Pero este artificio es impensable si mi lenguaje no ha alcanzado cierto estatuto tcnico: la estructura inclusiva de la enunciacin con respecto al enunciado, la figura meta y autorreflexiva de un lenguaje lcido que adopta la modalidad de un Yo lcido, un yo conciencia. Las actitudes preposicionales autoinclusivas son la forma misma del lenguaje racional, la forma misma de la lucidez y la autorrefiexin. El Gran Yo mantiene con e[yo pequeo^una_relacjn de gobierno.

    Lo pongo en otra escala. Para la Ciudad Letrada, para el centro letradode la ciudad, para las estructuras polticas logocntricas (todas esas grandes formaciones histricas glosables con el nombre de Gran Yo), todo otro, todo

    ble, interprelahle^-esteucturahle por el lenguaje (que es siempre lenguaje del _centj:o). El yo pequeo, el insensato, el loco o el perverso es un aprs coup o

    una hiptesis retrospectiva del Gran Yo, del centro, de la razn o del sentido.El centro traduce, interpreta y representa a la periferia. Pero la cosa no termina ah, en la representacin. Pues el centro estructura a la periferia, incluso. y sobre todo, cuando la periferia rechaza o se resiste a la inteq^retacin del centro y cae en la tentacin de interpretarse a si misma. 1.a autonoma auto- interpretativa del yo pequeo (deviniendo Gran Yo e inventando su propio yo pequeo) es el gran glorioso triunfo del logocentrismo. Algunos lo llaman transferencia. De tcnicas de Vertrelen a tcnicas de Ubertragung.

    ^La subjetividad comienza a aparecer as bajo la forma gloriosa del tema cristiano de la hipstasis de la Trinidad. Subjetividad es la dialctica inclusiva entre el Gran Yo y el yo pequeo, el Espritu entre el Padre y elHijo. Esa dialctica hace que el Gran Yo se invente como estructura reflexiva en el preciso momento en que inventa al yo pequeo como algo a estructurar (imposible no ligar, histricamente, el Gran Yo, la conciencia auto~rffTexiva y la universalidad a ciertas estrategias coloniajes o_a_cierto empuje, necesidad o deseo colonial o expansivo y no estoy haciendo ms que esq_:_siiTiplemente sealo m&Wz.ama).Subjetividad &s, en suma, la coextensividad entre el Gran Yo, la estructura reflexiva y el yo pequeo. La estructura de la subjetividad, ese yabicfalo autorreflexivo, la relacin que se.postula entre el Gran Yoy el ~ yo pequeo, o entre la razn y la locura (o cierta locura). glosa o metaforiza menos a la pareja territorial amo-esclavo, o a la cognitiva_ ojo-objeto, que a

  • Ja estructura didctica docente-discente. a la poltica pobemadnr-pobernado . p a la administrativa centro-periferia*

    4 .

    Es evidente que del enunciado (como gesto o performativo) a la ennn- ciacin (como conciencia o lucidez del enunciado) debe ocurrir la escritura- entendida como cierto sistema provisto de estabilidad y rer.nrrr.nnia Pero eso no es suficiente. Podemos tener escritura sin que exista la autnrreflexln que nos permita .pasar del vo pequeo del enunciado, al sujeto de la enunciacin o Gran Yo. Hay escrituras sin subjetividad, sin sujeto cogitante o sin sancin crtica o reflexiva de ningn tipo.91 Y se es, quizs, uno de los grandes objetivos de las Meditaciones de Descartes: plantearse contra esas escrituras.Hay escrituras sin conciencia,, y tal vez, en cierto sentido, escrituras no polticas o no logocntricas. Una de ellas es lafescr'i'tra militai^territonal, brutalmentehegmnica desde el siglo 16Ha podemos resumir como la certi- \ dumbre aproblemtica de una escritura puritana que funciona como espejo de j la Naturaleza, reflejando una verdad que parece emanar de las mismas cosas, J solamente para redirigirla, sin modificacin alguna, al entendimiento. Entre las cosas, el ojo que ve las cosas y la mano que escribe, anota o registra lo que el oio ve. no existe el menor oscurecimiento, la menor vacilacin o duda, la menor problematicidad. Ningn yo, ninguna historia, ningn espesor social o poltico a considerar, ninguna interpretacin. Es el territorio de lo que el propio Descartes en el Discurso llam la razn natural pura.

    Pero tambin podramos pensar que el vo antorrefiexivo de Descartes (su neurosis, su duda, la sospecha del carcter ilusorio de todo) se.vincula problemticamente con algo que no haba aparecido hasta ahora: la teatralidad del poder absolutista v la crtica barroca a ese poder la paradjica fragilidad de un poder tanto ms vulnerable cuanto ms operstico y grandilocuente. tanto ms dbil v mentiroso cuanto ms agigantado y enftico. Efectos: se es el punto, o la infinidad de puntos del barroco. Lo propio del barroco es el theatrum mundi, pero sobre todo la escena de lo real, lo rea! como escena. Para que se rompa el simulacro y el carcter escnico de lo que vemos se haga ostensible, es necesario que algo salte de la escena, que algo

    91 De la m ism a forma podem os observar que hay yoes sin subjetividad. Pienso en el s e l f tan asociado a la presentacin , al tem a de la presentacin ante los dem s, y en todos los juegos h istricos de teatralizacin o de hipertrofia de un y o perfo rm er que se em ociona, siente o sufre. En o tras palabras: con el m ero y o no alcanza: el yo dram tico o an el yo lrico, son quiz cond icin necesaria, pero no suficiente, de subjetividad.

    250

    irrumpa e impacte. Algo que rompa ese plano, que lo rasgue y lo atraviese inaugurando as un meta real o un transreal. Anamorfosis y trompe l 'oeil. Es claro que en el barroco hay cierta voluntad de molestar la aprotiematicidad de la mirada frontal del militar, del navegante, del conquistador (cmo no pensar, aunque se transgreda un poco la cronologa, en los embajadores de Holbein?). Hay una voluntad de poner en duda la certeza como relacin lineal entre los objetos, la mirada y el entendimiento. De cuestionar al ojo como el mismo padre de la historia natural y de la ontologa territorial de la ciencia sa que todava hoy (y quizs sobre todo hoy) nos piensa y nos determi- na. El plano, lo frontal, lo cenital, lo normal, es tan ilusorio como cualquier forma de oblicuidad. Habra as, por lo menos, un tercer punto presupuesto en el truco o en el efecto barroco del descentramiento de la mirada (infinitos terceros puntos a decir verdad). Ahora: /.no es ese tercer punto el punto de Arquimedes que busca Descartes v que postula como punto impropio elevado al rango de lo Universal o de lo Trascendental? El Tercero, el Gran Yo. lo Universal-dominante cumple un trabajo doble: por un lado se separa de la gran mirada normal-territorial del militar v or otro rene (cogitare) la multiplicidad, la dispersin v la microterTitorialidad de todos los terceros puntos barrocos, al situar en ninguna parte ese tercer punto que el barroco ubica en todas. De hecho, todo el arsenal barroco de disfraces, simulacros, performances y exageraciones, nos pone en las antpodas del racionalismo crtico: en las performances barrocas la vida es sueo o el mundo es un teatro, no quiere decir en absoluto que en algn momento o en algn lugar hay algo como un despertar, una vigilia, una lucidez, un velo que se descorre quebrando la apariencia y lo ilusorio para dar lugar a la realidad ms luminosa y a la verdad ms humilde y redonda. Quiere decir, sencillamente, que pasamos de un sueo a otro, de una escenografa a otra, y que un punto de mirada es tan legtimo como cualquier otro. Pero esto se me antoja como la muerte de la dinmica social o poltica. Pues aunque no creamos ingenuamente en la verdad o en la sustancia del mito racionalista crtico de un despertar-a-la- realidad, no podemos negar su operatividad, su ontologa prctica, su forma de crear dinmicas polticas y estructuras de inclusin.

    Una cosa es clara: Descartes no se liga al siglo 16 para dar con su sujeto una forma de continuidad al pensamiento moderno de Occidente desde el Renacimiento. Descartes no escribe la metafsica de un supuesto sujeto transparente de conocimiento o de ciencia, como de ordinario se observa, pero tampoco se limita a quebrar en juegos barrocos la certeza de la mirada frontal. Su sujeto autorreflexivo, piedra de toque del racionalismo crtico moderno,

    .solamente puede pensarse a condicin de desbarroquizar (unlversalizar) el poder poltico, pero tambin de barroquizar la ontologa territorial de la razn

  • natural pura . Descartes anticipa en cierto modo las nuevas tecnologas polticas logocntricas que habran de desplegarse en ciertas zonas del mapa del Occidente moderno. Y sobre todo crea o gestiona un nuevo tipo de teoricidad: tener teora o estar en posesin de teora se relaciona, antes que nada, con un punto m>ty preciso en el que el lenguaje parece levantarse por encima de

    . s mismo (a travs de la forma del Gran Yo): del enunciado a la enunciacin como un estado de lucidez, de antorreflexividad o crtica que aparece provi- legiadamente baio la forma de una soberaa-a-daLVo. del titular del enunciado (en tanto la enunciacin es, ya lo mencionamos, conciencia del enunciado).92 Las nuevas tecnologas logocntricas se separan_imiifidiaamgntgjleJ_a locura de la certeza o de la certidumbre, del poder territorial apolneo e impersonal de los militares: la mecnica del poder clsico va lo .suficientemente estudiada porFoucault, creadora de cuerpos individuados v masivos, cuerpos derechos

    _ y sanos, cuerpos disciplinados, visibles v contabilizables.Pero tampoco tienen que ver con esa otra locura que podramos caracterizar como reactiva con relacin a la mecnica clsica del poder: hablo de la locura alucingena o anamrfica, de la ebriedad barroca de los exquisitos, o de la borrachera grotesca

    92 La dom inancia de ciertas prcticas sociales se liga d irectam ente a la idea de estar en posesin de teora . P or ejem plo, el tipo o la prctica de sexualidad base del capitalism o ligado al Estado (digam os: pareja heterosexual m ongam a con hijos) no se im pone necesariam ente como norma sobre el cuerpo social. M s bien dira que se vuelve dom inante p o r estar en posesin de teora, porque puede pensarse a s m ism a con un lenguaje lcido y convertirse as en poltica, com o un G ran Yo que se desprende, com o gobernante, de su yo pequeo. La sexualidad dom inante es la de aquellos que estn en'condiciones tcnicas de tener una teora interpretativa de su sexualidad (por lo pron to llam arla sexualidad, separarla del sexo, subordinarla a l eventualm ente, etc.), y hacer de ella un Gran Sujeto, un universa l, una Ley (que no hay que confundir con una norma). Esto est ciertam ente ligado a priv ileg ios sociales, pero no se deja absorber m ecnicam ente por la arquitectura del privilegio o por la estructura del poder. La leoricidad, el Gran Sujeto A utorrefiex ivo , el a lm a o la universalidad, son privilegios de clase en el sentido ingenuo de ideologa o fan tasm as de clase, pero antes son procedim ientos tecnolgicos. A qu aparece nuevam ente lo que en una anterior nota al pie llam bam os linea de no contingencia. Quiero decir: hay c ierta situacin m aterial de poder o privilegio que funciona com o condiciones de posib ilidad para el desarrollo de ciertas tecnologas (el acceso a la escritura, la distensin, mi separacin con respecto a las circunstancias o al am biente, la circunspeccin , etc. el tema de la bata, el fuego y el papel en D escartes), pero una vez que estas tecnologas se establecen com o una estructura terica de dom inio, com o el logos m ism o, no puedo renunciar a ella al arqueologizar el saber o deconstruir el logocentrism o. El saber est ligado al poder, cmo negarlo, pero an tes que nada es una tecnologa, quiero decir una estructura o una tram a tecnolgica de la que est hecha no solam ente la genealoga o la deconstruccin sino m i propia voluntad o m i prop io deseo genealgicos o deconstructivos. O curre algo com o una puntada anudada: puedo deste jer o deconstruir la tram a conceptual de la h istoria hasta que doy con este nudo resisten te y descubro, con cierta perplejidad, que por un lado aquello que deconstruyo, por otro aquello que cose , "tram a o te je lo que deconstruyo, y finalm ente mi propio em puje deconstructivo no so lam ente se anudan en el m ism o lugar sino que estn hechos del mism o nudo .

    252

    de las clases populares todos sus juegos exponenciales de continuidad: los contraambientes, la performance de cuerpos camavalizados o satricos, los trucos y las instalaciones para forzar efectos oblicuos o torcidos de la mirada.La naciente tecnologa logocntrica tena que ver con las dialcticas inclusivas. la critica, la autorreflexin, la subjetividad, lo universal y el sentido. Era el propio logocentrismo. desplegando toda su potencia poltica para crear un cuerpo no gobernado sino gobernable, un cuerpo como aprs coup del sentido v del loeos. un cuerpo a organizar, no como continuidad sino como alternativa a la creacin de cuerpos ordenados, disciplinados y humillados, desterrados o confinados. Un cuerpo fantasmtico.

    5 .Existe, en fin, un punto en las Meditaciones de Descartes sin el cual no

    se puede redondear la ecuacin de la subjetividad poltica moderna, y tiene que ver precisamente con el punto de ligadura entre la poltica moderna, laidea de Dios o Libro Sagrado y la idea de Profeta.

    En Poder, poltica, autonoma Cornelius Castoriadis (1997) hace dos observaciones que me parece importante tener en cuenta. Uno. El pomos, e l poder, entendido en forma muy laxa como cualquier accin coactiva o coer-

    .citiva de una persona, grupo o institucin sobre otra u otros, siempre est en lo social aunque no exista en formas explcitas como aparatos o instituciones.

    _Es decir que cualquier sociedad o grupo tendera a una dinmica espontneamente ligada al poder. Esto va contra ciertos anlisis, anarquistas o marxistas, que homologan el poder a sus grandes inscripciones histrico-institucionales como el Estado. Hasta aqu la observacin, aunque incuestionable, no resulta ni muy novedosa ni muy sutil. Pero C astoriadis agrega que las decisiones de gobierno y la justicia (telos y dikk) funcionan socialmente en forma muy diferente al poder. Para que en una sociedad exista alpo como telos y algo como dikk stn debgfl estar_j^^preseniadns en instituciones explcitas. No es verdad entonces que la gente, los grupos, las sociedades, tiendan espontneamente a la poltica (en tanto que gobierno y justicia): la poltica solamente puede ser explcitamente institucional fv esta es, para l, la gran enseanza de los griegos). Jjstajsegimdaj2Me_dji>herYacin_emisjnteresante2j ^ ^ que la anterior, en tanto marca una fractura con los anlisis posestructuralistas como la genealoga de Foucault, por ejemplo. No hay un continuo desde el poder hasta la organizacin en estructuras de racionalidad o representacin como~kl lenguaje v la lev, estructuras profundamente vinculadas a la prctica educativa. Hay un corte. Y ese corte es una tecnologa nueva: la poltica.

    253

  • La segunda observacin de Castoriadis es ms problemtica y la quiero discutir o comentar con el ejemplo cartesiano. La observacin en cuestin es la siguiente: los griegos pudieron crear la politica porane no tenan Libro Sagrado ni profetas. Es decir que la autora o la escritura sagrada, as como el enunciado profetico que se adjudica el .henefirin interpretar correctamente

    ^ ese texto sapraxlo- ao. tendran lugar en una sociedad poltica que se apoya _en el anlisis^en.-la justificacin y en la crtica como sancin racional del ,_emmciad-Q. Entiendo que el alcance de una observacin como los griegos

    inventaron la poltica porque no tenan Libro Sagrado, etc. es ambiguo en varios aspectos, pero lo es dolorosamente en uno. No creo que haya problema alguno en aceptar la singularidad histrica de la creacin de la poltica por parte de los griegos ligada a la ausencia de autores sagrados o profetas en todo cas.0 nos metera en una discusin histrico-e.mprica o incluso filolgica completamente ..fuera de asunto. Pero si la observacin tiene cierta pretensin de generalidad y equivale a decir algo as como solamente es posible la poltica en ausencia de Libro Sagrado y Profetas, entonces merece un comentario y una discusin ms serios.

    En Descartes, en mi opinin, la enunciacin nolitica es posible porque existen Libros SapraHoq v existen profetas Y no me refiero nicamente a un tipo de enunciado lcido y autorreflexivo (enunciacin poltica) que debe leerse como una.fnrma reactiva v rehelde contra un fondo indiferenciado de dogmatismo y autoritarismo interpretativo aunque algo (o mucho) de eso haya. Me refiero a una existencia ms sutilmente expuesta como un jicto de enunciacin que debe.eyjentualmentem e a ru nventar a su Dios, a su Texto Sagrado y a sus profetas para garantizar paradjicamente la circulacin crtica del lenguaje, el movimiento lcido v autorreflexivo del pensamiento. F.n cierto modo la enunciacin poltica no es posible si no existen Textos Sagrados, por lo que es necesario o inevitable crearlos simultneamente. En definitiva, tal vez pueda decirse que cierto enunciado poltico (el nuestro, tal vez: el occidental moderno y republicano) no es posible a no ser como una secularizacin del enunciado religioso dogmtico. Y esto tal vez se debe a que en su huella de origen la escritura poltica moderna incorpora un miedo ms grande a la escritura natural-militar que a la escritura sagrada o dogmtica (y que no, vacila en hacer alianzas con esta ltima an las alianzas de la herencia, la proximidad, la familiaridad para combatir el siniestro despotismo puritano de la primera). Veamos.

    _La Meditacin Tercera (De Dios, que existe. Descartes, 1984). sabido es, se ocupa del tema de Dios como la garanta ltima de la verdad. Dios no es solamente quien convierte en lenguaje al sonido inarticulado de la manada.sino sobre todo quien convierte en saber o en razn a las opiniones alocadas

    254

    v a las voces de la multitud. Dios siempre va a estar colocado por encima de cualquier relaB-fiujetaiQ.tro. No solamente va a funcionar como mediador, como un buen padre o iuez prctico que regula, norma v resuelve los conflictos entre los nios o los mortales: va a organizar, a proporcionar el tejido mismo de la verdad, su estructura es.denir va a constituirse menos en el criterio o principio que permite saber quin dice la verdad, que en el suelo que permite que algo como decir-la-verdad sea pensable. Es la Lev.

    El argumento cartesiano es, en rigor, sencillo: la incomoletud v la imperfeccin del vo (caractersticas inherentes a esa relacin Gran Yo-yo pequeo que llamamos subjetividad) reclama o acepta la postulacin de una sustancia perfecta, infinita, eterna, inmutable. Desde esa imperfeccin originaria siempre es posible inferir (afirma la retrica cartesiana) un principio que est ms all, detrs o por encima de las conexiones horizontales y de las relaciones contingentes entre las personas o entre las personas y las cosas, y que asegura su legitimidad, su razonabilidad, su cordura, su sensatez. Dios. Ahora bien. ; Es Dios la autoridad que est al final de todo proceso de representacin. el vrtice autoritario de la pirmide de la razonabilidad? Bastar sospechar o negar esta presencia ltima para considerar que todo el edificio del Infos o de la ratio no es sino una extensa cadena de ilusiones, efectos y engaos? Interesar ingenuamente Dios como el Gran y Primer Soberano, como la presencia o la plenitud que permite y legitima todo desplazamiento o delegacin de la soberana o ser una coartada (una coartada necesaria) para plantear la tecnologa misma de la soberana, su movimiento continuo de delegarse, de estirarse, de diferirse, de inventar sucedneos y algo como dioses pequeos (gobernante, maestro, padre)?

    A partir de la finitud del yo. razona Descartes, es posible inferir una sustancia infinita". Antesala o anticipo de las prcticas interpretativas, gubernativas y educativas que se habran de instalar (que ya se estaban instalando) en la polis europea moderna, parecera que el discurso de Descartes, de esa clase letrada llamada a ser dominante, en realidad.debe postular esa sustancia infinita, es necesario que la postule. Descartes la muestra como una sustancia primera, extema, absoluta y superior, pero quizs no es, en realidad, sino la lgica universal de su propio lenguaje, su arquitectura, su Ley, su principio organizativo interno (nacidos de una estrategia, en suma, de una cierta necesidad expansiva: educarj.^Dios no es la figura ltima de la representacin: es la representacin misma, la naciente, forma de la racionalidad poltica: es el nombre que le damos a esa tecnologa que posibilita todos los juegos simblicos de la Ciudad Letrada: los relevos, la metaforicidad. las sustituciones, el sentida Dios es otro nombre para el logocentrismo (que no es ciertamente una enfermedad de la cultura occidental, sino su propia condicin de posibilidad).

    255

  • No es lo que est al principio o al final, comandando, observando vigilando permitindolo prohibiendo la ejecucin de los actos sociales o histricos es aquello que los atraviesa v los estructura. La razn, el loaos, el saber o el sentido, tienen menos que ver con la autoridad primera (o ltima) que legitima toda la cadena o el proceso, que con la posibilidad misma de pensar una cadena o un proceso de legitimidad Hp p
  • Lac?.n resucitaba a un Freud que pudiera lanzarse contra la insistencia de estas ^escuelas en lo menos freudiano de Freud.

    Ahora bien. Es necesario ser muy preciso en la frase lo menos freudiano de Freud'. No me refiero a aquella parte de la obra de Freud que menos se parece a Freud, la menos significativa, aquella de la que el mismo Freud podra haberse arrepentido aunque no lo haya hecho (ya que en estas definiciones intervendra en forma envolvente y copiosa el solapado autoritarismo del Hijo-Lacan que, basndose en la herencia y en lo legtimo de la heredad, operara en el privilegio de distinguir entre el mal padre que se equivoca o se arrepiente y el Buen Padre siempre titular de un discurso justo). Me refiero a ese enunciado freudiano que menos parece necesitar a Freud para ser dicho y sostenido: las etapas de la maduracin sexual parecan estar ah desde siempre, acuadas por la misma Naturaleza, brillando en el fondo de los cuerpos, sin Freud, sin necesidad de otro Freud que aquel cuya escritura las registrara, las nombrara y las reflejara como un espejo (y que apuntara luego ese reflejo hacia otros entendimientos). No haca falta otro Freud que ese hbil manejador del espejo de la escritura. Las etapas de la maduracin sexual estn cerca de esa radical ausencia de autora o subjetividad de la episleme de la ciencia y de la historia natural, donde solamente opera la lgica territorial entre un ojo y un objeto, un conocimiento puro, o mejor,puritano, que nace de las mismas cosas, como un rayo de luz, y se imprime en el entendimiento, luego de haber pasado por la escritura espejo vehculo claro, transparente, aproblemtico.

    As, el retorno a Freud de Lacan tiene que ver con la recuperacin del Autor, o mejor, con la necesidad que algunas culturas polticas tienen del A u to r que para el caso es Freud, pero que es tambin Dios en Descartes, y es tambin perfectamente rastreable en las distintas formas de autoresdioses colectivos, impersonales o institucionales como la literatura, la filosofa, las distintas zonas discursivas de prestigio o las disciplinas institucionalizadas, etc. En otras palabras, como veamos al principio, la necesidad de inventar un Autor Sagrado, un Texto y un Profeta. Es una postura aparentemente sumisa pero inevitable o necesaria como problematizacin de la escritura como acto enunciativo. Detrs de ese enunciado, responsable de ese discurso, titular de esa obra, est Freud. Quizs enorme, poderoso, sabio, justo e inteligente a una- escala aparentemente no humana, pero est Freud, es visible Freud: y tarde o temprano ese dspota podr ser revisado, cuestionado y criticado pensado como su propia escritura o como parte de los juegos de su propia escritura, o del choque entre su escritura y la ma. Porque es bastante evidente que postular al Gran Autor Freud supone el acto paradojal de reafirmar al pequeo autor

    -258-

    Lacan, y eventualmente hacerlo crecer hasta alcanzar la estatura del Padre, de ser l mismo Padre, reproduciendo no la lgica territorial de la autoridad sino la estructura logocntrica de la autorizacin. En cambio, el otro Freud, el de las etapas de la maduracin sexual, no est ah. En su lugar aparece una forma puritana, blanca, indialctica, de la Verdad-reflejo, sin Dios. Y sa es la peor de las dictaduras: contra ella se fabrica el enunciado crtico de la poltica (y no tanto el enunciado polmico de la democracia).

    ContTa esta escritura-espeio v esta verdad-reflejo hace falta entonces postular una subjetividad poltica, que es lcida y autorreflexiva or estar siempre detenida ante un horror sagrado, quebrada ante el problema de la legitimidad del enunciado v por eso en situacin de enunciacin. Es lo que diferencia a la modernidad poltica de la poltica en la antigedad clsica: la inevitabilidad de reafirmar paradjicamente la soberana solamente a travs de la postulacin de libros sagrados, autores y profetas. Las modalidades modernas de un logos lcido y autorreflexivo van a adoptar por fuerza la forma de un sujeto, de una subjetividad: hay una forma-subjetividad, una tecnologa-subjetividad. Lo trascendental precisamente es ese desgarramiento entre un Yo Universal (pblico, superior) y un yo contingente y finito, y la conciencia de ese desgarramiento. A partir del doble yo se va a ir profundizando la enunciacin poltica en el Occidente moderno. La subjetividad moderna ser as una tensin siempre ansiosa y angustiante entre la ecolesia y el agora o el oikos. Ecclesia es, en ateniense, y por as decirlo, lo pblico. Un poder sagrado, ya que no religioso necesariamente, que siempre es. inevitablemente, el lugar del Espritu Santo en tanto el Espritu Santo es la tecnologa de toda delegaca, de toda representacin, de toda metfora. Ecclesia es un poder explcitamente representado en instituciones que se opone a (y eventualmente se proyecta sobre) apora. es decir, lo privado-colectivo (la plaza, la feria, el mercado v la negociacin), pero-iiCL.&n-t,a.n.tJL.la..antoridad s.e_opone al debate, a la polmica o a la confrontacin de ideas, sino en tanto el principio de autorizacin-legitimacin-metfora se opone al hormigueo ,metonrnic) de la comunicacin horizontal no instanciada. Va contra los mitos protestantes de una democracia comunicativa radical, horizontal y entre iguales. Ecclesia entonces es un poder que debera eventualmente y llegado el caso, regular el libre intercambio entre las personas. Ecclesia se opone tambin al oikos y

  • a la oikonomia. es decir, a In privadn-dn.mstif.a y a la.s-nnrma.s-q.ne. repulan lo privado-domstico.95

    Es propio de la modernidad republicana entonces plantear la separacin entre la poltica v la ecnnoma^y la separacin entre nn Gran Yo v un vo

    en la educacin y la interpretacin (hermenuticas didcticas subjetivantes), las formas en las que, a diferencia de los griegos, podemos pensar la poltica: no a partir de un enunciado que se agota en la razn polmica, en los juegos del debate, la discusin y la sancin, sino en un enunciado de razn crtica, cuyo carcter crtico se postula en un esquema inclusivo, en un desequilibrio, una asimetra, una especie de injusticia estructurante que lo liga a aquello que va interpretar o, eventualmente, a criticar. Adems de brbaros como los que necesita el griego, nuestra cultura poltica necesita entonces Libros Sagrados y Profetas. Lacan es el profeta del Texto Sagrado del Padre Freud, y esa puesta de una escena religiosa en un escenario cvico, esa secularizacin del enunciado teolgico, curiosamente, es lo que asegura la dinmica crtica del enunciado poltico.

    Post-ScriptumSeguramente los herederos de Descartes en la vida cultural europea

    del siglo siguiente deberan buscarse menos en las formas institucionales de la filosofa (Kant, digamos) que en figuras pblicas de la Ilustracin, juristas, escritores, periodistas o polticos como Rousseau o Voltaire. No podemos pensar este espritu del que Descartes resulta una especie de heraldo o emergente temprano, este centro letrado de la ciudad que viene a reinventar la poltica con su gran utopa humanista-iluminista de legislacin y de crtica, de justicia y gobierno, de educacin, escritura y periodismo, de artes y letras, agotndolo como mero correlato funcional de las burguesas comerciales o industriales, como forma cultural-espiritual de una hegemona material-econmica, como la racionalizacin o la cobertura superestructura! o ideolgica necesaria de la .

    95 Es bastante ev idente que ios antiguos griegos no realizaban esta distincin porque consideraran que la poltica deba separarse de la econom a, sino porque haba una tecnologa social que no so lam ente perm ita estas separaciones sino que las em pujaba, una tecnologa que estaba obligando al viejo m undo griego a adoptarlas: la escritura. La escritura separa y hasta se dira que obliga a separar el lenguaje, el pensam iento, la accin, la realidad, la digesis, la mimesis, en fin. La escritura se liga a la creacin de un dios, un universo ntim o, y a la posibilidad de p royectar esa intimidad (ya clara, distinta, estructurada por cierta lgica) en lo pblico. Y poco im porta si lo p b lico es an terior o posterior a lo ntimo: am bos se crean por el violento corte que la escritura opera sobre lo privado .

    260

    explotacin capitalista. Aunque profundamente ligada a la reproduccin de las relaciones de produccin capitalistas, seguramente se puede y (llegado el caso) se debe pensar a la poltica (y especficamente a la subjetividad cartesiana como centro de la trama poltico-social) contra la economa capitalista y su motor inherente de explotacin e injusticia: puede pensarse como ese momento en el que ciertas instancias sagradas o superiores surgen como una tecnologa (tecnologa que incluye los conceptos mismos de lo sagrado o de lo superior) que regula los intercambios espontneos entre las personas.

    Histricamente, la subjetividad poltica moderna prefigurada en las Meditaciones de Descartes aparece componiendo la figura delicadsima en un equilibrio estratgico-conceptual entre el terrible poder territorial del militar y el conquistador, el poder dogmtico-fndamentalista de la Iglesia, la escena barroca decadente de! poder cortesano y el cuerpo grotesco del pueblo (cmo distinguir a estos dos ltimos con cierta propiedad?). Grficamente, se levantaba gloriosamente como una dimensin superior a la mirada normal definida por un plano y un punto-ojo (que proyecta una normal sobre el plano), y la multiplicidad, la profusin infinita de puntos. As como el lenguaje (Yo) se levantaba como un plano superior (universal) entre la multiplicidad esquizofrnica de las voces (ello) y el despotismo mecnico de !a Palabra (supery). Hoy vivimos en un mundo que casi se ha vaciado de lenguaje.

    Cmo empujara la pareja razn-locura, o cuerpo-sentido ms all de sus propios lmites? Hemos peleado de! lado de la locura y del cuerpo y contra el sentido o la razn/de Estado) precisamente durante el auge del capitalismo ligado al Estado, con sus estructuras censoras, represivas, burocrticas. Pero hoy, en el reino global del cuerpo libre del capitalismo de mercado a qu se opone el cuerpo? Aada. Es un cueipo verdaderamente horizontal, orgistico, ilimitado. La utopa deleuzeguattariana de un Cuerpo sin Organos (Deleuze y Guattari, 1985 y 2000) nicamente surcado por intensidades puras, por flujos y hormigueos incesantes de placer, dolor, lujos, miseria, muerte parece mentira se iba a lograr en la lgica capitalista ms brbara y elemental. Cmo adivinar, desde el ars ertica con el que Foucault planteaba su vaga utopa altemaliva a la sciencia sexualis del siglo 19, la explosin fra y trivial de ars obscena del siglo 2!? Entre el cuerpo territorial-mi 1 itar y el cueipo barroco-grotesco se ha cerrado un lazo, una temible alianza, una complicidad radical (la famosa democracia radical?). Construirme a m mismo como cuerpo de placer o de goce (a travs de performances de identidad, de sexualidad, de gnero), y disciplinar, militarizar, policializar mi cuerpo:cul eS la diferencia?

    Entre el supery y el ello se ha firmado la ms violenta v mortal alianzadel capitalismo meditico de consumo ambos estn matando al Yo.

    261

  • Referencias bibliogrficas' A g u s t n , L a c iu d a d d e D io s , y T r a t a d o s o b r e l a S a n t s im a T r i n id a d , e n F e r n n d e z , C.

    (1996): Los filso fos medievales. Seleccin de textos. Madrid: Biblioteca Autores Cristianos.

    B u t l e r , J. (2002): Cuerpos que importan B s . A s , P a id s .

    -------------------------(2001): El gnero en disputa. Mxico: Paids.

    C a s t o r ia d is , C . (1997): Poder, poltica, autonom a, en El mundo fragmentado. B s . As: Altamira.

    D e le u z e , G . y G u a t t a r i , F. (2000): M il Mesetas. Madrid: Pre-Textos

    -------------------------(1985): El Anti-Edipo. Buenos Aires: Paids.

    D e r r i d a , J. (1998) M a r c e n e s d f . l a f i l o s o f a . M a d r id : Ctedra.

    (1989): Cogito e historia de la locura", en La escritura y la diferencia. Barcelona: Anthropos.

    D escartes, R. (1987): M editaciones metafsicas. Madrid: Edit. Gredos. Serie: C lsicos N o. 3.

    ---------------(1986): Discurso del Mtodo y M editaciones Metafsicas (Ed. de Manuel Garca Morente). M adrid: Espasa Calpe (Coleccin Austral)

    - (1984): M editaciones Metafsicas, Las pasiones del Alma. Buenos Ai-res: Hispamrica.

    F o u C a u l t , M. (1997): La arqueologa del saber. 18 edicin. Mxico: Siglo XXI.

    -------------------------(1991): Tecnologas del Yo. Barcelona: Paids.

    ----------- ------------- (1984): Historia de la locura en la poca clsica. Mxico: FCE.

    H u s s e r l , E. (1996): M editaciones Cartesianas. Prol. Jos Gaos. Mxico: Fondo de Cultura Econmica.

    K a n t , M. ( 1 9 9 6 ) : Critica de la Razn Pura, Traduccin de Garca M orente, Manuel y Fernndez Nez, M anuel. M xico: Porra.

    L a c a n , J. (1971): Escritos. Mxico: Siglo XXI.

    Nez, S. (2005): Lo sublime & lo obsceno. Buenos Aires: Libros del Zorzal

    P lo t i n o , E n e a d a c u a r t a , e n F e r n n d e z C. (1996): Los filsofos antiguos , ap. 1029, p. 556. Seleccin de textos. M adrid: BAC.

    R a m a , A. (1985): La Ciudad Letrada. M ontevideo: FIAR, Arca.

    S e d o w ic k , E. K. (1998): Epistemologa deI armario. Barcelona: La Tempestad.

    E l c u e r p o d e l a s e g u r i d a d

    Gregorio Kaminsk)'

    Objeto ^Resulta un tanto extrao hacer precisiones en tomo a este Objeto

    escurridizo y sospechoso, que se desplaza a cada momento y que se resiste a ser objetivado, menos an analizado y estudiado. Un merodeo alrededor de ese Objet slo ofrece agujeros negros y blancos mviles, que descolocan una formacin lgica de fuerzas verticalizantes, cuyos vectores mviles se inmovilizan.

    Y ms extraa an es la incomodidad en que el Objeto coloca el observador conocido como sujeto cognoscente. Un Objeto de estatutos reglamentarios envejecidos y tambin desconocidos. Un rigor custodiado por saberes de antigualla. Una opacidad que interpela metodologas en Estado de obsolescencia y que desmiente operativos y procedimientos rancios.

    Se trata de tareas preventivas que requieren bsquedas de paradero e identidad, tcnicas de recuperacin y resucitacin.

    Objeto que da testimonio de enmudecimiento, que solamente se alcanza cuando se lo tiene en la mira.

    Objeto de proximidad que impide tomar distancias para no estar a tiro. Objeto que acalora la frialdad cognoscitiva requerida, caliente que no se deja enfriar.

    Objeto que pierde una imprescindible circunspeccin cuando adquiere el bermelln de las noticias tamao catstrofe.

    No sugerimos enfocar el Objeto-in-seguridad. Importa ms el foco Objeto-en-seguridad. Que no se trata ni de mano blanda ni mano dura, ni de confrontacin, siempre es preferible un enfoque de mancomuniones ciudadanas. De una mano sospechosa que adems sospecha de otra, de un apriete de mano que insiste como el Objeto-en-seguridad a la mano-de-contramano.

    263