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Nvo Procdmto Penal i(German Hermosilla)

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COLECCIÓN GUÍAS DE CLASES Nº 14

NUEVO PROCEDIMIENTO PENAL

MENSAJE DEL PROYECTO. NUEVOS TRIBUNALES, MINISTERIO PÚBLICO Y

DEFENSORÍA PENAL PÚBLICA

4ª edición actualizada

Tomo I

Profesor GERMÁN HERMOSILLA ARRIAGADA

S A N T I A G O UNIVERSIDAD CENTRAL DE CHILE Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales

2008

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Edita: Universidad Central de Chile Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales Comisión de Publicaciones: Nelly Cornejo Meneses Marjorie Traer Ordenes Gonzalo Ruz Lártiga. Director CIJUCEN Lord Cochrane 417 Santiago-Chile 582 6374 Registro de propiedad intelectual N° 122.690 © Germán Hermosilla Arriagada Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo del autor. Cuarta edición, 2008 Serie Colección Guías de Clases Nº 14 Impresión: Impreso en Grafica Kolbe, Mapocho 4338, Quinta Normal-Santiago Fono-Fax 773 3158, Email: [email protected]

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PRÓLOGO

La enseñanza del Derecho, cristalizada en su tradición medieval por las universidades de la Europa occidental, reconoció desde antiguo la necesidad de divulgar el conocimiento. Y a la palabra magistral se unió, con la divulgación de la imprenta, la palabra escrita, que desde antaño se encargó de demostrar su eficiencia como poderosa herramienta cultural. No es casual entonces que desde entonces universidad y texto impreso se encuentren estrecha-mente hermanados. La docencia convoca la palabra escrita, y nuestra casa de estudios no está exenta de ello.

Las guías de clases se han consolidado como una línea de publicaciones característica de nuestra Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales. En ella se concretan los más caros anhelos de una universidad: la rigurosidad del trabajo docente, la claridad de la exposición, el esmero en la redacción, la prolijidad en su diagramación y difusión final. En ellas nues-tros lectores no encontrarán un simple resumen de materias –lo que, de más está advertir, no exime a los alumnos de la asistencia a clases– y mucho menos un esquema superficial del curso respectivo. Al contrario: si bien estas páginas están destinadas fundamentalmente a los estudiantes, ellas deben servir de un apoyo a la docencia, ahorrando un importante tiempo y esfuerzo que se perdería SIN un sostén material para la cátedra. En tal sentido, el proceso de semestralización de la carrera de Derecho ha demostrado la utilidad de contar con mate-rial de este tipo, que no sólo facilita la enseñanza, sino que permiten su divulgación incluso entre alumnos de otras universidades, que han sacado provecho de nuestros textos, y les han servido como valioso material complementario.

Por eso insistimos que esta iniciativa requiere de la permanente colaboración de los se-ñores académicos, para que cada una de las ediciones se perfeccione con las nuevas modifi-caciones legislativas, así como las nuevas tendencias de la doctrina y de los tribunales. Asi-mismo, en estas ediciones nuestros profesores encontrarán una instancia de divulgación, pues muchas veces la palabra hablada se pierde en el aula, y al no plasmarse en el papel, se priva de la importante posibilidad de discutir y rebatir, labor que es de la esencia de la uni-versidad, y puntal para el progreso académico. Y más aún: muchas de estas publicaciones servirán como un primer paso para obras de mayor envergadura, pues permiten, bajo la ventaja de la reedición constante, la posibilidad de volcar en ellas la reflexión fruto del estu-dio y del debate.

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La suscrita, a nombre de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, se enorgullece entonces de la consolidación de nuestra colección de guías de clases, junto a las demás lí-neas de publicaciones de la Facultad. Esperamos que, tal como lo ha sido hasta ahora, estas guías que entregamos ahora a la comunidad académica plasmen lo que es la esencia de la universidad y del estudio sistemático del Derecho: la profundización de los alcances de las normas positivas, el conocimiento de su aplicación práctica, y la reflexión de sus contenidos valóricos, que en conjunto implican el cumplimiento de los anhelos humanistas que siempre han caracterizado a nuestra profesión, tanto en la docencia como en el foro.

ANGELA CATTAN ATALA Decana (I)

Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales Universidad Central de Chile

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PRESENTACIÓN

El presente trabajo, realizado bajo la modalidad de “GUÍAS DE CLASES”, ha sido dividido en cinco pequeños tomos por razones de carácter técnico relativas a su impresión.

En él se pretende dar a conocer todo el nuevo procedimiento penal instaurado en nuestro país, a partir del 12 de Octubre del año 2000 a la fecha.

Para estos efectos, se ha seguido en general, el orden que el propio Código Procesal Penal ha dado a las diversas instituciones y materias de que trata, considerándose además, las diversas leyes especiales que lo complementan.

Este trabajo nació como una necesidad de proporcionar material de estudio y reflexión para nuestros alumnos del Curso de Derecho Profundizado, impartido en la Escuela de Derecho de la UNIVERSIDAD CENTRAL DE CHILE, así como para satisfacer nuestra inquietud en orden a conocer, de manera integral y con mayor detenimiento, el nuevo sistema de enjuiciamiento criminal.

No hemos tenido el propósito de elaborar una obra erudita; se trata únicamente de apuntes de clases, bajo la modalidad antedicha, los que, dado su carácter sistémico, podrán prestar servicios a quienes no sean conocedores o especialistas en el tema, a partir de los cuales, les será más fácil, adentrarse en su conocimiento.

El Código Procesal Penal tuvo un origen directo, según se expresa en el propio Mensaje, en un Foro de dilatado desarrollo, convocado por el Ministerio de Justicia y dos Institutos Privados, la “Corporación de Promoción Universitaria” y la “Fundación Paz Ciudadana”, el que a su vez, tuvo como antecedente un “Taller sobre Oralidad” realizado por el primero de los Institutos nombrados en 1993.

Este “Foro sobre Reformas Procesales Penales”, se desarrolló durante 1994 y fue el antecedente directo de la concreción del Proyecto de Ley respectivo remitido al Congreso Nacional el 5 de Junio de 1995 y que, posteriormente, se convirtió en la ley Nº 19.696, publicada el 12 de Octubre de 2000 en el Diario Oficial.

Se trata de una REFORMA sin precedentes en nuestro sistema procedimental penal y lo que resulta más sorprendente, es que su concepción y desarrollo no reconocen origen en la cultura jurídica chilena sino que en sistemas extranjeros, inspirados en modelos acusatorios.

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Dicha reforma no fue, pues, el fruto madurado y reflexivo de una evolución. Por el contrario, significó el rompimiento abrupto con toda la tradición jurídico judicial de nuestro país en esta materia.

Debido a lo anterior, es fácil imaginar que la aplicación práctica del nuevo Código en los tribunales de justicia se hallará sujeta, en el futuro, a numerosos y variados problemas de interpretación y con toda seguridad requerirá de sucesivas modificaciones legales para llenar sus vacíos, salvar sus contradicciones y producir una mayor concordancia y armonía con el resto del ordenamiento jurídico del país.

Por otra parte, quien pretenda adentrarse y profundizar en el conocimiento del nuevo sistema deberá tener presente que el nuevo Código Procesal Penal, con las leyes que lo complementan, es mucho más que un conjunto sistemático y ordenado de reglas de procedimiento o de tramitación de juicios. De diversas maneras, sus normas condicionan el tratamiento y la sanción penal que deben imponerse a quienes resulten responsables de la comisión de un crimen, simple delito o falta penal. En las diversas soluciones adoptadas por este cuerpo legal subyacen ideas de rehabilitación y reinserción social de quienes aparezcan como responsables de la comisión de un hecho delictivo, todo ello dentro de las normas de un debido proceso y con respeto por los derechos fundamentales de la persona.

Hemos tratado de ser lo más objetivos con el tratamiento de las diversas materias que hemos abordado, pero no hemos podido menos que señalar los numerosos vacíos, omisiones y contradicciones que hemos advertido en el articulado del nuevo Código a través de su estudio; en todo caso, subsanables. De la misma manera, hemos puesto en evidencia las bondades potenciales que, en nuestro concepto, ofrece la nueva legislación procedimental para la administración de justicia en diversas materias.

Hemos atribuido particular importancia a los análisis y conclusiones obtenidos en el seno de las Comisiones respectivas de la Cámara de Diputados y del Senado, lo que nos ha permitido dar a conocer el sentido y alcances de algunas de las normas aprobadas, elementos, sin duda, valiosos a la hora de su interpretación.

Asimismo, cuando nos ha parecido necesario, a propósito de determinados temas, hemos efectuado una síntesis comparativa entre la antigua y la nueva legislación, poniendo de relieve sus semejanzas y diferencias más notables.

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La aplicación práctica que se dé en el futuro a las disposiciones del nuevo Có-digo y sus leyes complementarias por parte de los sujetos procesales y la forma satis-factoria y expedita con que los intervinientes puedan hacer valer debidamente sus derechos a través de ellas, le darán a este nuevo procedimiento su verdadero valor como INSTRUMENTO idóneo o inidóneo para investigar, tramitar y resolver una acción penal.

Pero además, y como quiera que este nuevo sistema de enjuiciamiento conduce y condiciona el ejercicio de la jurisdicción por parte de los tribunales, en una forma que resulta menos libre que la anterior, el análisis y comentario de las resoluciones y sentencias que se dicten en el futuro por los jueces de garantía y los pertenecientes a los tribunales de juicio oral en lo penal permitirán evaluar, en ese entonces, si el nuevo sistema es un medio eficaz o no para REALIZAR LA JUSTICIA, hasta donde dicha evaluación es posible en una materia tan delicada y opinable como ésta.

Sólo en ese momento será posible emitir un juicio de valor fundamentado acerca de la factibilidad de lograr, por su intermedio, el propósito inicial y esencial que animó a sus autores en orden a producir un mejoramiento sustancial del sistema de enjuiciamiento criminal en nuestro país.

De esta manera, las bondades de este nuevo Código para perfeccionar la admi-nistración de justicia, en los aspectos señalados, sólo podrán aquilatarse con el trans-curso del tiempo.

Abrigamos fundadas esperanzas de que tal mejoramiento se logre efectivamente en lo venidero, lo que desde ya, no se divisa como un logro pacífico, exento de contratiempos y retrocesos; por el contrario, todo hace suponer que deberán salvarse muchas vallas y dificultades antes de que se consiga el objetivo perseguido.

Lo que en todo caso, es evidente, AHORA, como lo ponen de manifiesto diversas encuestas de opinión pública realizadas, es que el actual sistema de procedimiento penal de nuestro país, es notoriamente deficiente en demasiados aspectos, a tal punto, que su reforma o profundas modificaciones no admite ya dilación alguna.

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EL SIGUIENTE ES EL CONTENIDO DE LOS CINCO TOMOS REFERIDOS:

En el PRIMER TOMO, se resumen las críticas efectuadas al sistema de enjuiciamiento criminal, tanto en su aspecto legal como judicial, la mayoría de las cuales apuntan al modelo de tipo INQUISITIVO que inspira nuestro Código de Procedimiento Penal.

Luego de una breve referencia a los orígenes del nuevo Código, se analiza en detalle, el MENSAJE con que fue remitido al Congreso el proyecto de ley respectivo, dando a conocer sus principios inspiradores, así como las razones y motivos que movieron al Supremo Gobierno a impulsar esta reforma.

En el mismo tomo se da a conocer la organización, competencia y funcionamiento de los JUZGADOS DE GARANTÍA y de los TRIBUNALES DE JUICIO ORAL EN LO PENAL, creados e implementados por la ley Nº 19.665, publicada el 9 de Marzo de 2000 y destinados a reemplazar, gradualmente, a los juzgados de letras del crimen o con competencia criminal.

Finalmente, se trata de la organización, atribuciones y obligaciones del MINISTERIO PÚBLICO, organismo autónomo creado mediante una reforma consti-tucional por la ley Nº 19.519, publicada el 16 de Septiembre de 1997 y complemen-tada mediante la ley Orgánica Constitucional Nº 19.640, publicada el 15 de Octubre de 1999 y de la DEFENSORÍA PENAL PÚBLICA, creada por la ley Nº 19.718 y publicada el 10 de Marzo de 2001.

El SEGUNDO TOMO comienza con los PRINCIPIOS y GARANTÍAS PROCESALES que darán vida y orientación a los derechos de los INTERVINIENTES en el nuevo procedimiento.

Demás está decir que el conocimiento y comprensión profundas de estos principios y garantías procesales, permitirán al intérprete fijar el sentido y alcances verdaderos de las normas positivas que desee aplicar.

Luego se trata de las Reglas Básicas del sistema procedimental penal, para continuar con un breve estudio acerca de las Acciones y de los Sujetos e Intervinientes procesales.

Se concluye este tomo con un estudio detallado de la etapa de INVESTIGACIÓN CRIMINAL que debe realizar el Ministerio Público con el

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concurso de la Policía acerca de las denuncias y querellas presentadas y a la labor de CONTROL que deben efectuar los JUECES DE GARANTÍA.

El TOMO TERCERO se refiere a la FORMALIZACIÓN de la investigación y a las llamadas SALIDAS ALTERNATIVAS del sistema, ocasión en que se tratan con cierto detalle los Acuerdos Reparatorios y la Suspensión Condicional del Procedimiento.

A continuación, y debido a su grave trascendencia, se estudian también con de-tenimiento, las MEDIDAS CAUTELARES PERSONALES, su procedencia, control y recursos.

Finalmente, este tomo trata del CIERRE DE LA INVESTIGACIÓN, reconociéndole la debida importancia que tiene a la AUDIENCIA DE PREPARACIÓN DEL JUICIO ORAL, con todos sus contenidos probables y entre ellos, se estudia el PROCEDIMIENTO ABREVIADO.

El CUARTO TOMO trata del JUICIO ORAL, la SENTENCIA DEFINITIVA, el PROCEDIMIENTO SIMPLIFICADO y los DELITOS DE ACCIÓN PRIVADA.

Al estudiar el Juicio Oral, se hace una reseña de los derechos de los Intervinientes y la forma como deben hacerse valer en la audiencia, así como la participación que les cabe a los jueces que componen el tribunal oral. Se analiza, con cierto detalle, la prueba que puede producirse en la audiencia y la dinámica general que puede adquirir la contradictoriedad de los derechos ejercidos.

El QUINTO TOMO, último de este trabajo, trata del DESAFUERO, la QUERELLA DE CAPÍTULOS, la EXTRADICIÓN, la APLICACIÓN DE MEDIDAS DE SEGURIDAD, los RECURSOS PROCESALES y la EJECUCIÓN DE LA SENTENCIA.

Particular importancia se asigna en este tomo al estudio de cada uno de los recursos procesales, haciendo hincapié en las semejanzas y diferencias que presentan con los recursos existentes bajo la vigencia del Código de Procedimiento Penal.

GERMÁN HERMOSILLA ARRIAGADA

Mayo de 2002

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DOS PALABRAS A PROPÓSITO DE LA CUARTA EDICIÓN

Nos hemos visto precisados a poner al día este trabajo debido a las modificaciones que ha sufrido el Código Procesal Penal desde su entrada en vigencia, 12 de Octubre de 2000, a la fecha.

Tal como lo afirmamos en la “Presentación” de este trabajo, ha sido necesario adecuar paulatinamente sus normas a la realidad jurídico judicial chilena.

Pero debemos reconocer que también se ha actuado merced a los requerimientos de la opinión pública en orden a acentuar el rigor de las normas procedimentales en perjuicio de los imputados, de quienes se ha estimado que gozaban de demasiadas prerrogativas y beneficios en la nueva legislación.

Lamentablemente, ello se ha hecho sin esperar un período mayor de aplicación de las normas del nuevo Código, el que tal vez habría sido necesario para decantar las críticas vertidas a propósito de situaciones puntuales.

Por otra parte, algunas de las modificaciones efectuadas salvan omisiones y contradicciones manifiestas que presentaba el texto del nuevo Código, algunas de las cuales fueron objeto de nuestra consideración en la Presentación de este trabajo.

Estamos consientes de que la modificación de las normas del nuevo Código Procesal Penal y sus leyes complementarias no ha terminado. Precisamente, en la actualidad se estudia en el Congreso Nacional un proyecto de ley enviado por el Supremo Gobierno que modifica varias disposiciones del primero de estos cuerpos legales, particularmente en cuanto al régimen de las medidas cautelares personales. Pero como también estamos consientes de que no podíamos posponer por más tiempo la actualización de este trabajo, decidimos acometer esta tarea.

Finalmente, debemos agregar que hicimos propicia la oportunidad para suprimir o cambiar la redacción de algunos párrafos y para agregar otros que nos parecieron necesarios.

GERMÁN HERMOSILLA ARRIAGADA

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SUMARIO PRÓLOGO 3 PRESENTACIÓN 5 DOS PALABRAS A PROPÓSITO DE LA CUARTA EDICIÓN 11 1.– CRÍTICAS FORMULADAS AL SISTEMA PROCESAL PENAL ANTERIOR 19

GENERALIDADES 19 A.– MODELO INQUISITIVO, ROLES DEL JUEZ 22 B.– FALTA DE PREOCUPACIÓN POR LOS DERECHOS HUMANOS 25 C.– PRINCIPIO DE INOCENCIA INCUMPLIDO 29 D.– PROLONGACIÓN INDEBIDA DE LA PRISIÓN PREVENTIVA 31 E.– LENTITUD Y DURACIÓN EXCESIVA DEL JUICIO 33 F.– APLICACIÓN ESTRICTA DEL PRINCIPIO DE LEGALIDAD 34 G.– MANTENCIÓN INDEBIDA DEL SECRETO DEL SUMARIO 35 H.– DELEGACIÓN DE FUNCIONES 36 I.– DIFICULTAD EN EL ACCESO A LA PERSONA DEL JUEZ 37 J.– FALTA DE CONTROL DE LA INVESTIGACIÓN POLICIAL 37 K.– FALTA DE PREOCUPACIÓN POR LAS VÍCTIMAS 38

2.– REFERENCIAS AL ORIGEN HISTÓRICO DEL NUEVO SISTEMA 39

A.– PRIMEROS ESTUDIOS 39 B.– CONCRECIÓN DEL PROYECTO 42 C.– FUENTES LEGALES DEL NUEVO CÓDIGO 44

3.– ANÁLISIS DEL MENSAJE DEL NUEVO CÓDIGO 45

A.– GENERALIDADES. IMPORTANCIA DE SU ESTUDIO 45 B.– DEFICIENCIAS DEL SISTEMA ANTERIOR QUE SE ESTIMÓ QUE DEBÍAN

SER SOLUCIONADAS SEGÚN EL MENSAJE 46

1) Necesidad de Modernizar la Administración de Justicia 46 2) Necesidad de Proyectar la Reforma a todo el Sistema Penal 46 3) Necesidad de instaurar un Debido Proceso en Materia Penal 47 4) Necesidad de contar con un Sistema de respeto integral a los Derechos

Humanos 47

5) Necesidad de aplicar Criterios de Eficiencia en Gestión y Diseño 48 6) Necesidad de sustituir la Selectividad Discriminatoria actual por una Selecti-

vidad hacia la Criminalidad más Lesiva 49

7) Necesidad de imponer Controles a la Privación Recurrente de la Libertad Per-sonal 50

8) Necesidad de Disminuir la Inseguridad Ciudadana 50

C.– PRINCIPIOS Y GARANTÍAS QUE INFORMAN EL NUEVO PROCEDIMIENTO SEGÚN EL MENSAJE 51

1) Derecho de toda persona a un Juicio Previo, Oral y Público 51 2) Instauración y Reforzamiento de las Garantías de Carácter Procesal 51 3) Aplicación del modelo Acusatorio y Separación de Roles 52

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4) Derecho del Imputado a ser considerado Inocente 535) Protección adecuada a los Derechos de la Víctima 536) Instauración del Principio de Selectividad 537) Excepcionalidad y Legalidad de las Normas sobre Medidas Cautelares Perso-

nales. 54

D.– PRINCIPALES MATERIAS CONTENIDAS EN EL PROYECTO 54

1) Etapa de Instrucción 542) Salidas Alternativas del Sistema y Procedimientos Abreviados 563) Etapa Intermedia 574) Juicio Oral 585) Recursos 596) Procedimientos Especiales y Ejecución 60

4.– ESTRUCTURA DEL CÓDIGO PROCESAL PENAL 61

A.– BREVE RESEÑA 61B.– ENTRADA EN VIGENCIA DEL NUEVO CÓDIGO 62

1) Gradualidad de dicha Vigencia 622) Vigencia de las Modificaciones introducidas al Código Orgánico de Tribuna-

les en materia de Competencia Penal 64

5.– ORGANIZACIÓN, COMPETENCIA Y FUNCIONAMIENTO DE LOS

JUZGADOS DE GARANTÍA Y DE LOS TRIBUNALES DE JUICIO ORAL EN LO PENAL

66

A.– GENERALIDADES ACERCA DE LA REFORMA ORGANIZACIONAL 66 B.– NORMAS ORGÁNICAS Y DE FUNCIONAMIENTO DE LOS NUEVOS

TRIBUNALES PENALES 68

1) Generalidades 682) Los Nuevos Tribunales integran el Poder Judicial como Tribunales Ordinarios

de Justicia 69

3) Territorio Jurisdiccional de los nuevos Juzgados y Tribunales 71

C.– JUZGADOS DE GARANTÍA 711) Generalidades 712) Número de Juzgados de Garantía 723) Competencia de los Juzgados de Garantía en razón del Territorio 734) Competencia específica de los Jueces de Garantía 745) Las Audiencias Orales de los Jueces de Garantía 756) Algunas consideraciones sobre esta Competencia 80

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D.– TRIBUNALES DE JUICIO ORAL EN LO PENAL 81

1) Generalidades 81 2) Competencia específica de los Tribunales de Juicio Oral en lo Penal 83 3) Número de Tribunales de Juicio Oral en lo Penal 83 4) Breve referencia comparativa entre la Competencia de los Juzgados de Ga-

rantía y los Tribunales de Juicio Oral en Penal 84

E.– REGLAS SOBRE INHABILITACIÓN 84

1) Generalidades 84 2) Inhabilitación de un juez de Garantía 86 3) Inhabilitación de un juez de tribunal Oral en lo Penal 86

F.– PRINCIPALES REGLAS SOBRE SUBROGACIÓN EN LOS NUEVOS TRIBUNALES 87

G.– REGLAS SOBRE SUPRESIÓN GRADUAL DE LOS ACTUALES JUZGADOS

DEL CRIMEN

88

H.– REGLAS ESPECIALES Y TRANSITORIAS SOBRE DESIGNACIÓN DE JUECES EN LOS JUZGADOS DE GARANTÍA Y EN LOS TRIBUNALES DE JUICIO ORAL EN LO PENAL

89

I.– ORGANIZACIÓN ADMINISTRATIVA 91 1) Objetivos de la nueva Organización Administrativa 91

a) Liberación de las Tareas de Gestión y Administración a los Jueces 91 b) Optimización de los Recursos Humanos y Materiales a través de creación

de Secretarías Comunes 92

c) Conocimientos especializados de los Nuevos Administradores 93 d) Descentralización Administrativa 94

2) Nuevos Organismos para la Administración de estos Tribunales 94 2.a) Comité de Jueces 94 2.b) Juez Presidente del Comité de Jueces 96 2.c) Administrador de los nuevos Tribunales 97 2.d) Unidades Administrativas 98 2.e) Funciones de Ministros de Fe asignadas a los Jefes de la unidad de

Administración de Causas 100

J.– NUEVA COMPETENCIA DE LAS CORTES DE APELACIONES Y DE LA

CORTE SUPREMA EN MATERIA CRIMINAL 101

1) Cortes de Apelaciones 101 2) La Corte Suprema 102

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6.– MINISTERIO PÚBLICO, ORGANIZACIÓN, ATRIBUCIONES Y

FUNCIONAMIENTO 104

A.– CONCEPTO. CARACTERES 104

1) Concepto. Origen Constitucional 1042) Caracteres 106

a) Autónomo 106b) Jerarquizado 107

B.– FUNCIONES ESENCIALES 108 C.– PRINCIPIOS QUE GOBIERNAN LA ACTIVIDAD DEL MINISTERIO

PÚBLICO 109

1) Principio de Legalidad 1092) Principio de Oportunidad 1113) Principio de Objetividad 1124) Principio de Publicidad 113

D.– INVESTIGACIÓN CRIMINAL 114

1) La Separación de Funciones 1142) Dirección material de la Investigación Criminal 1153) Ejercicio de la Acción Penal Pública 117

E.– PROTECCIÓN DE VÍCTIMAS Y TESTIGOS 118 F.– ORGANIZACIÓN DEL MINISTERIO PÚBLICO 118

1) Generalidades 1182) Organigrama 1193) Fiscal Nacional 1194) Fiscalía Nacional 1215) Consejo General 1226) Fiscal Regional 1227) Fiscalías Regionales 1258) Fiscales Adjuntos 1259) Fiscalías Locales 126

G.– RESPONSABILIDAD DE LOS FISCALES 127 H.– INHABILITACIÓN DE LOS FISCALES 128 I.– INCAPACIDADES, INCOMPATIBILIDADES Y PROHIBICIONES 129 J.– EVALUACIONES 130

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K.– NORMAS TRANSITORIAS RELATIVAS A LA VIGENCIA DEL

MINISTERIO PÚBLICO 130

1) El Cuádruple Sistema Transitorio 130 2) Fechas Comunes de Aplicación Gradual 134

L.– SITUACIÓN DEL ANTIGUO MINISTERIO PÚBLICO 134

1) Subsistencia y Modificación del antiguo Ministerio Público 134 2) Supresión de Atribuciones 135 3) Promotores Fiscales 137

7.– LA DEFENSORÍA PENAL PÚBLICA, ORGANIZACIÓN ATRIBUCIONES Y

FUNCIONAMIENTO 139

A.– DERECHO DE DEFENSA DEL IMPUTADO 139

1) Generalidades 139 2) Sistema anterior a la vigencia del Nuevo Código Procesal Penal 141

B.– LA DEFENSA PENAL PÚBLICA 142

1) Concepto 142 2) Objetivos y Requisitos de procedencia de esta Asistencia 143 3) Concepción del Nuevo Sistema 144 4) Caracteres de este Sistema 145

a) Es un Derecho para los Beneficiarios y una Obligación para el Estado 145 b) Tiene un carácter Subsidiario 145 c) Es gratuita 146 d) Es mixta 146

C.– ORGANIZACIÓN DE LA DEFENSORÍA PENAL PÚBLICA 147

1) Organigrama 147 2) Defensor Nacional 147 3) Defensoría Nacional 149 4) Consejo de Licitaciones de la Defensa Penal Pública 150 5) Defensor Regional 151 6) Defensorías Regionales 153 7) Defensor Local 154 8) Defensorías Locales 154 9) Incompatibilidades 155

D.– LICITACIÓN 155

1) Beneficiarios y Prestadores de la Defensa Penal Pública 155 a) Beneficiarios. Cobro Excepcional de la Defensa 155 b) Prestadores 156

2) Convocatoria y Bases 157 3) Quienes pueden participar en la Licitación 157 4) Adjudicación 158 5) Recursos 159

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6) Licitación Desierta. Convenios Directos 1597) Contratos 1598) Nómina de Abogados 160

F.– CONTROL Y SANCIONES DE LOS DEFENSORES LOCALES Y DE LOS

ABOGADOS 161

1) Inspecciones 1612) Auditorías externas 1613) Informes semestrales y Final 1624) Reclamaciones 1625) Responsabilidad de los prestadores de la Defensa Penal Pública 163

G.– VIGENCIA DE LA DEFENSORÍA PENAL PÚBLICA 163

ANEXO 1 167 ANEXO 2 171 ANEXO 3 177

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19

1.–CRÍTICAS FORMULADAS AL SISTEMA PROCESAL PENAL ANTERIOR

GENERALIDADES

Es posible afirmar que el nuevo CÓDIGO PROCESAL PENAL debe su existencia, en gran medida, a las graves deficiencias del sistema de justicia criminal anterior, lo que motivó numerosas y justificadas críticas formuladas desde diversos sectores de la vida nacional.

Se llegó a sostener que dicho sistema se encontraba francamente colapsado, toda vez que no era capaz de ofrecer una solución adecuada, eficiente y oportuna a los complejos problemas que planteaba una investigación criminal moderna, en términos de dar una respuesta satisfactoria a la sociedad amenazada por conductas criminales de diverso tipo y de ofrecer, al mismo tiempo a las partes, instancias y mecanismos que se insertaran dentro de las normas de un justo y debido proceso.

En Octubre de 1993, se realizó en Chile un seminario internacional, que tuvo por objeto discutir el proyecto de ley que pretendía reinstalar el ministerio público en primera instancia, eliminado a raíz de la supresión de los promotores fiscales por el D.F.L. Nº 426, de 3 de Marzo de 1927. Como expresaron los autores Mauricio Duce y Cristián Riego, en la obra, “El Nuevo Proceso Penal”, Cuad. de Trabajo Nº2, Universidad D.Portales, año 2000, este seminario tuvo un fuerte impacto público ya que se concluyó por parte de los distintos expositores y asistentes “que sólo una reforma radical al sistema podía superar los problemas que lo aquejaban”, agregando que un ministro de la Corte Suprema de Justicia, había finalizado sus comentarios calificando al procedimiento vigente como “un sistema en colapso total”.

Por estas razones es preciso que nos refiramos, al menos brevemente, a la grave situación de la justicia criminal en nuestro país antes de la reforma procesal penal, para tratar de entender, además, cómo pudo ser posible que, en tan poco tiempo, se sustituyera todo un sistema procedimental basado en el Código de Procedimiento Penal, vigente desde el 1º de Marzo de 1907, por uno completamente nuevo en sus objetivos, forma y contenido, inspirado en otro modelo, distinto esta vez, de tipo ACUSATORIO.

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A nuestro juicio, las CRÍTICAS al sistema anterior se dividieron en TRES grandes vertientes: la primera, consistente en la multiplicidad de roles que debía asumir el Juez del Crimen, debido a su papel de “Juez Inquisidor”, y que, en definitiva, lo convertían en juez y parte de su propia acusación; la segunda, relativa a la falta de interés que creyeron advertir los críticos en los operadores del sistema, por los derechos fundamentales de la persona, lo que habría conducido a su permanente trasgresión; y la tercera, referida a la ineficiente gestión de la administración de justicia criminal lo que habría traído como consecuencia, la desmesurada extensión de los procesos, la delegación indebida de las funciones propias del juez y la prolongación de las prisiones preventivas de los inculpados.

Analizaremos a continuación, las principales CRÍTICAS vertidas en contra del sistema judicial y procedimental penal de nuestro país ANTES de que se instaurara el nuevo sistema, haciendo presente que por provenir desde diversos sectores de la vida nacional y haberse expresado en innumerables foros, seminarios, entrevistas de prensa, así como en la antesala de los propios tribunales, no es posible atribuirlas a personas determinadas. Lamentablemente pertenecían al común de los chilenos como lo evidenciaron diversas encuestas.

Entre las encuestas de opinión pública relativas a la justicia y a los tribunales, efectuadas genéricamente, entre 1990 y 1995, merecen citarse las siguientes:

- CEP (Centro de Estudios Públicos)–ADIMARK, publicada en el diario “El Mercurio”, el 25 de Enero de 1992. Señaló que el 82,3% de los encuestados opinó que los tribunales chilenos eran demasiado blandos con los delincuentes y el 93, 2%, que “eran lentos y tramitadores”;

- C.P.U. (Corporación de Promoción Universitaria), Jorge Correa y Luis Barros, publicada en el diario “La Nación”, el 20 de Agosto de 1993, realizada en Octubre y Noviembre de 1992, en la que se pidió opinión a los encuestados acerca de la justicia. Indicó como resultado que el 6, 8% la encontraba positiva y el 82, 5%, negativa;

- DESUC (Dirección de Estudios Sociológicos de la Universidad Católica) y C.P.U., sondeo realizado en Octubre y Noviembre de 1992, indicó como resultado: 6, 8% la encontró positiva y 82, 8%, negativa. Entre los que la evaluaron como negativa: 12,7% la encontraron lenta; 16%, tramitadora; 18, 9%, discriminatoria, y 21, 5%, ineficiente.

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Con respecto a esta encuesta, Juan Enrique Vargas y Jorge Correa Sutil, en su obra “Diagnóstico del Sistema Judicial Chileno”, Edit.por C.P.U.y Centro de Desarrollo Jurídico Judicial, Santiago, 1995, expresan que del estudio de esta encuesta aparece que quienes opinaron que la justicia era ineficiente, lo hicieron porque estimaban que la justicia chilena no resolvía los problemas, no aclaraba los delitos, no garantizaba la seguridad de la gente ni controlaba el problema de la delincuencia. Con respecto a la lentitud de la justicia, dichos autores opinaron que esta categoría apuntaba a considerar los procedimientos de la justicia como excesivamente burocráticos y extendidos en el tiempo.

En cuanto al desempeño del Poder Judicial y a su grado de confianza, merecen citarse las siguientes encuestas: CERC, (Centro de Estudios de la Realidad Contemporánea), publicada el 24 de Marzo de 1992 en el diario “El Mercurio”, Indicó que los jueces merecían el 44,2% de aprobación y un 38,1% de desaprobación; GEMINIS, publicada en el Diario “La Tercera”, el 13 de Diciembre de 1992, dejó constancia que el 51,6% opinó que era mala, el 7,5% que era buena y el 40%, sólo regular; Méndez, Lagos y Garretón, publicada en el diario “El Mercurio”, el 5 de Enero de 1995, señaló que el 24,9% de los encuestados opinaba que la justicia lo hacía bien, 28,5% que lo hacía mal y 40, 5% no sabe que hace; ADIMARK, publicada en el diario “La Tercera”, el 1 de Abril de 1995, la ubicó al final de una lista de autoridades e instituciones, con un 21% de aprobación; DESUC-COPESA, realizada en Marzo-Abril de 1995, la ubicó en el octavo lugar con un 20, 7% de aprobación; ADIMARK, publicada en el diario “El Mercurio”, el 7 de Octubre de 1995, midiendo la confianza entre diversas instituciones, situó al Poder Judicial en el 8º lugar, con un 24%; CEP, publicada en el diario “El Mercurio”, el 14 de Diciembre de 1995, colocó al Poder Judicial en sexto lugar de evaluación con un 35% de aprobación; y ADIMARK, encargada por “Fundación Paz Ciudadana”, en Marzo de 1996, indicó que a esa fecha correspondía a los Juzgados del crimen, el último lugar entre las autoridades e instituciones en la tarea de combatir la delincuencia, con un 36% de aprobación.

En relación con los mismos tribunales del crimen, Adimark indicó que en Marzo de 1993, el 55,4% de los chilenos estaban “muy de acuerdo” en que los tribunales eran demasiado lentos o tramitadores y que en Marzo de 1996, dicho porcentaje se había elevado al 71,0%. Asimismo, que en Marzo de 1993, el 38,8% de los chilenos estaba “de acuerdo” con esta proposición y que en Marzo de 1996 dicho porcentaje era del 24,2%.

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Es interesante señalar que en una encuesta realizada por PAZ CIUDADANA Y ADIMARK, según conferencia de prensa de la primera del 15 de Diciembre de 2000, se indicó que en un sondeo realizado en Octubre de 2000, el 52% de los chilenos no había oído hablar de la reforma al sistema procedimental y que el 48% sí había oído de ella. De estos últimos: el 71% estimaba que esta reforma tendría un efecto positivo en la justicia chilena, un 7% negativo, un 17% que no tendría ningún efecto y un 5% que no sabía que efecto tendría.

A lo anterior, solamente a modo de referencia, hemos creído conveniente traer a colación un trabajo realizado por Abogados, en Julio de 1986, denominado: “Los Acuerdos del Séptimo Congreso Nacional de Abogados sobre Vigencia y Protección de los Derechos Humanos”, que contenía una grave crítica al sistema judicial de esa época, especialmente con respecto a la falta de protección de los derechos humanos y que proponía, entre otras soluciones, “derogar todas aquellas normas que restan eficacia e independencia a la administración de justicia y en especial, las que violentan los derechos humanos” y la implantación progresiva del juicio oral, “por constituir una forma de estructura del proceso que garantiza la publicidad y demás principios de una adecuada administración de justicia en un régimen democrático”.

Finalmente, cabe señalar que el Mensaje del Proyecto del Código Procesal Penal, que se agrega como Anexo a este trabajo, recoge, asimismo, varias de las críticas señaladas a las que nos referiremos oportunamente.

A.–MODELO INQUISITIVO: ROLES DEL JUEZ

Un examen más profundo de la actitud de desconfianza y desaprobación de la ciudadanía hacia el sistema de justicia criminal anterior, permite apreciar que esta actitud derivaba, en gran medida, de la circunstancia de que éste se inspiraba en el modelo “Inquisitivo”, tomado de la legislación española, modelo que, por cierto, también fue severamente cuestionado.

Mauricio Duce y Cristián Riego en la Obra “El Nuevo Proceso Penal”, ya citada, opinan que la Reforma Procesal Penal puede ser explicada “como una reacción frente a la crisis del sistema inquisitivo vigente en nuestro país durante toda nuestra vida republicana”. Más adelante agregan que, desde mediados de la década del 80, la mayoría de los países latinoamericanos realizaron importantes esfuerzos por modernizar sus sistemas de administración de justicia y que dentro de

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los elementos que hicieron posible estas reformas pueden señalarse, “La importancia de un diagnóstico compartido: la ineficiencia del sistema inquisitivo para proteger mínimamente los derechos individuales y perseguir eficazmente los delitos y la comprensión de que ello se debe a las deficiencias estructurales del diseño del sistema más que a carencias específicas del mismo”.

En nuestro concepto, la sola enumeración de las diversas funciones que se asignaron al juez en dicho modelo y la forma como debía cumplirlas según la ley orgánica y procesal, ponía de manifiesto lo justificado de gran parte de esas objeciones.

En efecto, cabe señalar que en virtud de dicho modelo, el juez debía asumir los siguientes roles dentro de un proceso criminal:

a) Debía dirigir exclusivamente la INVESTIGACIÓN del hecho supuesta-mente punible que había sido denunciado, junto con averiguar la partici-pación culpable que pudo haberle cabido al imputado;

b) Debía reunir y agregar al proceso las PRUEBAS o evidencias que, auxi-liado por la policía, hubiera podido obtener en la indagación, tarea en la que al inculpado no le cabía intervención ni contradicción;

c) Debía someter a PROCESO a la persona denunciada o querellada y luego, debía ACUSARLA, en nombre de la sociedad, si en su concepto se encon-traba acreditado el cuerpo del delito y si existían, a lo menos, presuncio-nes fundadas con respecto a su participación culpable; y

d) Finalmente, debía dictar SENTENCIA DEFINITIVA en la que tenía que pronunciarse acerca de su propia acusación, para acogerla o rechazarla.

e) En el primer caso, debía CONDENAR al acusado, si había adquirido ese convencimiento a través de las pruebas reunidas, legalmente ponderadas; en el segundo, debía ABSOLVERLO.

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Para estos efectos, la investigación referida, al menos en su primera fase –sumario– requería ser secreta y con un actor único: EL JUEZ.

Es necesario enfatizar que la investigación en un modelo inquisitivo sólo le compete al juez; únicamente él puede dirigirla, determinando cuáles son las diligen-cias de indagación que deben efectuarse y cuya realización encomienda generalmente a la policía. Por otra parte, para que algunas de estas indagaciones puedan tener ma-yor éxito, particularmente las iniciales, debe disponerse su práctica en forma privada, lo que admite la ley.

El secreto impuesto al sumario en el sistema anterior, lamentablemente, vedó el conocimiento de la mayoría de las causas criminales durante casi todo su transcurso.

Sobre estos respectos, se señala en el Mensaje con que fue enviado el Proyecto de Código Procesal al Congreso que, “el mayor defecto del sistema penal en Chile es que carece de un genuino juicio contradictorio que satisfaga las exigencias del debido proceso”. Se agrega que “el proceso penal en Chile posee una estructura inquisitiva, absolutista y secreta”.

Se agregó la consideración de que no obstaba a la conclusión anterior, la circuns-tancia de que en el procedimiento penal chileno se hubiera contemplado una etapa de carácter pública y contradictoria, denominada PLENARIO, puesto que, en la realidad, ella revistió escasa importancia desde el punto de vista de la prueba. Lo anterior -se dijo- era fácilmente comprobable con el simple examen de los procesos criminales sus-tanciados en los antiguos juzgados del crimen de nuestro país, de los que aparece que las sentencias pronunciadas en ellos, terminaban fundándose, normalmente, en las prue-bas producidas durante la etapa de sumario, en la que no había existido controversia ni discusión en cuanto a su legalidad, procedencia ni valor probatorio.

EN SUMA: de acuerdo con el modelo inquisitivo que había adoptado nues-tro país y dentro de un procedimiento normalmente secreto, el juez era: 1) in-vestigador; 2) acopiador de pruebas o evidencias; 3) acusador fiscal en nombre de la sociedad; y 4) sentenciador con respecto a su propia acusación.

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B.–FALTA DE PREOCUPACIÓN POR LOS DERECHOS HUMANOS

La preocupación por los Derechos Humanos y por los mecanismos procesales que hacen posible su ejercicio dentro de un juicio criminal, ha ido creciendo con el tiempo, en la misma medida en que se han ido acrecentando las críticas al modelo inquisitivo, por estimarse que éste no es apto para garantizarlos.

Esta fue, precisamente, una de las observaciones más reiteradamente formula-das al sistema procedimental penal anterior, al que se culpó por no considerar debi-damente los derechos y garantías de orden PROCESAL en la sustanciación de los juicios criminales, especialmente con respecto al imputado.

Cabe señalar que los Derechos Humanos han constituido un factor que ha esta-do siempre presente en las peticiones de reforma de los sistemas de enjuiciamiento criminal en diversos países latinoamericanos. No debemos olvidar que en los regíme-nes autoritarios y dictatoriales ha existido un escaso respeto por ellos, por lo que no es extraño que el abandono del modelo inquisitivo en estos países haya coincidido, en alguna medida, con la instauración de sistemas democráticos de gobierno.

El establecimiento de los Derechos Humanos o Derechos Fundamentales de la persona, así como las Garantías de orden Procesal, que hacen posible su ejercicio, se contienen normalmente en las CONSTITUCIONES, pero también en los Tratados o Convenciones de carácter internacional. Estos últimos pasan a tener vigencia obliga-toria en los países signatarios que los han ratificado legalmente, como ocurre en nues-tro país con respecto a diversos Pactos de este carácter. Cobran especial relevancia en esta materia, el “Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos” de 1966, ratificado por Chile el 10 de Febrero de 1972 y publicado en el Diario Oficial el 29 de Abril de 1989, y la “Convención Americana de Derechos Humanos” de 1969, lla-mada también “Pacto de San José de Costa Rica”, ratificada por Chile el 21 de Agos-to de 1990 y publicada en el Diario Oficial el 5 de Enero de 1991.

Los principales Derechos Humanos reconocidos por la Constitución Política y que dicen relación directa con la investigación, procedimiento y sanción de los crí-menes, simples delitos y faltas penales, están consagrados en su Art.19, Nºs. 3 y 7.

A continuación nos limitaremos a efectuar su enumeración, en atención a que nos referiremos a ellos en el curso de este trabajo.

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1) Contenidos en el Nº 3 del Art.19 de la Constitución Política:

a) “La igual protección de la ley en el ejercicio de los derechos”;

b) “Toda persona tiene derecho a defensa jurídica en la forma que la ley señale y ninguna autoridad o individuo podrá impedir, restringir o perturbar la de-bida intervención del letrado, si hubiere sido requerido”. Se agrega que “La ley arbitrará los medios para otorgar asesoramiento y defensa jurídica a quienes no puedan procurárselas por sí mismos”. ;

c) “Nadie puede ser juzgado por comisiones especiales, sino por el tribunal que le señale la ley y que se halle establecido con anterioridad por ésta”.;

d) “Toda sentencia de un órgano que ejerza jurisdicción debe fundarse en un proceso previo legalmente tramitado. Corresponderá al legislador establecer siempre las garantías de un procedimiento y una investigación racionales y justos”. Es lo que se denomina precisamente un racional y justo procedi-miento;

e) “La ley no podrá presumir de derecho la responsabilidad penal”. Como pue-de observarse, esta garantía no consagra propiamente el principio de ino-cencia y tampoco impide al legislador establecer presunciones de responsa-bilidad criminal simplemente legales; lo que prohíbe es estatuir presunciones de derecho;

f) “Ningún delito se castigará con otra pena que la que señale una ley promul-gada con anterioridad a su perpetración, a menos que una nueva ley favo-rezca al afectado”. ; y

g) “Ninguna ley podrá establecer penas, sin que la conducta que sanciona esté expresamente descrita en ella”.

2) Contemplados en el Nº 7 del Art.19 de la Constitución Política:

a) “El derecho a la libertad personal y a la seguridad individual”;

b) “Toda persona tiene derecho de residir y permanecer en cualquier lugar de la República, trasladarse de uno a otro y entrar y salir de su territorio, a con-dición de que se guarden las normas establecidas en la ley y salvo siempre el perjuicio de terceros”;

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c) “Nadie puede ser privado de su libertad personal ni ésta restringida sino en los casos y en la forma determinados por la Constitución y las leyes”;

d) “Nadie puede ser arrestado o detenido sino por orden de funcionario públi-co expresamente facultado por la ley y después de que dicha orden le sea in-timada en forma legal. Sin embargo, podrá ser detenido el que fuere sor-prendido en delito flagrante, con el sólo objeto de ser puesto a disposición del juez competente dentro de las veinticuatro horas siguientes”.;

e) “Nadie puede ser arrestado o detenido, sujeto a prisión preventiva o preso, sino en su casa o en lugares públicos destinados a este objeto”;

f) “La libertad provisional procederá a menos que la detención o la prisión preventiva sea considerada por el juez como necesaria para las investigaciones del sumario o para la seguridad del ofendido o de la sociedad. La ley establecerá los requisitos y modalidades para obtenerla”.;

g) “En las causas criminales no se podrá obligar al inculpado a que declare bajo juramento sobre hecho propio; tampoco podrán ser obligados a declarar en contra de éste sus ascendientes, descendientes, cónyuge y demás personas que, según los casos y circunstancias, señale la ley”; y

h) “No se podrá imponer pena de confiscación de bienes, sin perjuicio del comiso en los casos establecidos por las leyes; pero dicha pena será procedente respecto de las asociaciones ilícitas”.

Los Tratados Internacionales mencionados, por su parte, junto con referirse a los derechos y garantías de orden procesal contemplados en la Constitución Política, establecen además, los siguientes derechos:

3) “Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos”, de 1966:

a) “Todas las personas son iguales ante los tribunales y cortes de justicia”, Art.14.1;

b) “Toda persona acusada de un delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad conforme a la ley”, Art.14.2;

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c) “Durante el proceso, toda persona acusada de un delito tendrá derecho, en plena igualdad, entre otras, a las siguientes garantías mínimas, Art.14.3:

– A disponer del tiempo y de los medios adecuados para la preparación de su defensa y a comunicarse con un defensor de su elección;

– A ser juzgada sin dilaciones indebidas; – A hallarse presente en el proceso y a defenderse personalmente o ser

asistida por un defensor de su elección; – A interrogar o hacer interrogar a los testigos de cargo; – A no ser obligada a declarar contra sí misma ni a confesarse culpable”;

d) “Toda persona declarada culpable de un delito tendrá derecho a que el fallo condenatorio y la pena que se le haya impuesto, sean sometidos a un tribunal superior, conforme a lo prescrito por la ley”, Art.14.5; y

e) “Nadie podrá ser juzgado ni sancionado por un delito por el cual haya sido ya condenado o absuelto por una sentencia firme de acuerdo con la ley y el procedimiento penal de cada país”, Art.14.9.

4) “Convención Americana sobre Derechos Humanos”, de 1948.

Junto con establecer los mismos derechos y garantías que el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de 1966, consagra los que se indican:

a) “Toda persona detenida o retenida debe ser informada de las razones de su detención y notificada, sin demora, del cargo o cargos formulados contra ella”, Art.7.1;

b) “Toda persona detenida o retenida debe ser llevada, sin demora, ante un juez u otro funcionario autorizado por la ley para ejercer funciones judiciales y tendrá derecho a ser juzgada dentro de un plazo razonable o a ser puesta en libertad, sin perjuicio de que continúe el proceso. Su libertad podrá estar condicionada a garantías que aseguren su comparecencia en el juicio”, Art.7.5;

c) “Toda persona privada de libertad tiene derecho a recurrir ante un juez o tribunal competente, a fin de que éste decida, sin demora, sobre la legalidad de su arresto o detención y ordene su libertad si el arresto o detención fueran ilegales”, Art.7.6;

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d) “Nadie podrá ser detenido por deudas. Este principio no limita los mandatos de autoridad judicial competente dictados por incumplimiento de deberes alimentarios”, Art.7.7;

e) “Derecho irrenunciable de ser asistido por un defensor proporcionado por el Estado, remunerado o no según la legislación interna”, Art.8.2, e) ; y

f) “El proceso penal debe ser público, salvo en lo que sea necesario para preservar los intereses de la justicia”, Art.8.5.

Cabe observar que la mayoría de estos principios y garantías de orden procesal, inspiran el nuevo CÓDIGO PROCESAL PENAL, entre los que merecen destacarse, el relativo al racional y justo procedimiento. Al efecto dispone en su Art.1º que “Toda persona tiene derecho a un juicio previo, oral y público, desarrollado en conformidad con las normas de este cuerpo legal”. Asimismo, el que establece la presunción de inocencia del imputado, ya que estatuye en su Art.4 que “Ninguna persona será considerada culpable ni tratada como tal en tanto no fuere condenada por una sentencia firme”.

C.– PRINCIPIO DE INOCENCIA INCUMPLIDO

Dentro de la falta de preocupación por los Derechos Humanos, que los críticos del sistema atribuyeron a sus operadores, particularmente a los jueces, se cita la circunstancia, como dijimos, que éstos no habrían dado debida aplicación al PRINCIPIO DE INOCENCIA del inculpado, el que, si bien, no se encuentra establecido específicamente en la Constitución Política de la República, tenía consagración legal en el Art.42 del Código de Procedimiento Penal y en los dos Tratados Internacionales mencionados en el párrafo anterior, según acabamos de ver.

El citado Art.42 prevenía que “A nadie se considerará culpable de delito ni se le aplicará pena alguna sino en virtud de sentencia dictada por el tribunal establecido por la ley, fundada en un proceso previo, legalmente tramitado; pero el imputado deberá someterse a las restricciones que con arreglo a la ley se impongan a su libertad o a sus bienes durante el proceso”.

Bastante más explícita resultaba la consagración de este principio en los Tratados referidos, cuya enumeración de derechos y garantías, ya reprodujimos. Así,

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el primero de ellos expresa, “Toda persona acusada de un delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad conforme a la ley” y el segundo, denominado “Pacto de San José de Costa Rica”, establece, “Toda persona inculpada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se establezca legalmente su culpabilidad”.

Se agregó, por los críticos del sistema anterior, que esta situación de desconocimiento permanente del principio de inocencia que amparaba al inculpado trajo como consecuencia, privarlo del goce de determinados derechos durante la investigación y sustanciación del juicio, particularmente, el relativo a su libertad personal.

Esta actitud, se concluyó, permitió tratarlo como culpable de la comisión del delito atribuido, desde que era sometido a proceso, sin esperar la decisión judicial que, como sabemos, sólo puede expresarse en la sentencia definitiva y que únicamente debería producir sus efectos desde que se encuentre ejecutoriada.

En todo caso, conviene puntualizar que no obstante que los sistemas procesales basados en el modelo acusatorio reconocen explícitamente el principio de inocencia, contemplan también ciertas privaciones o restricciones a la libertad personal de los imputados durante la investigación o instrucción de un juicio criminal.

En nuestro país, la letra b) del Nº7 del Art.19 de la Constitución Política, dispone que nadie puede ser privado de su libertad personal ni ésta restringida “sino en los casos y en la forma determinados por la Constitución y las leyes”.

El propio Art.42 del Código de Procedimiento Penal, que consagraba el principio de inocencia, permitía asimismo, imponer restricciones legales con respecto a la libertad personal del inculpado.

Las limitaciones constitucionales y legales referidas no importan, por cierto, desconocer dicho principio en esencia, sino que sujetarlo a PRIVACIONES O RESTRICCIONES PROCESALES DE ORDEN TEMPORAL.

Entre estas restricciones debemos mencionar la norma del Art.274 de dicho Código que permitía someter a proceso al imputado precisamente por existir PRESUNCIONES FUNDADAS en orden a que había tenido PARTICIPACIÓN en el delito como autor, cómplice o encubridor y que producía, entre otros, el efecto de convertir su DETENCIÓN en PRISIÓN PREVENTIVA por el solo ministerio de la ley. Así pues, el sometimiento a proceso de un inculpado, junto con erosionar el

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principio de inocencia que lo amparaba, podía aparejar, como consecuencia, la privación de su libertad personal.

Además, sobre este particular, cabe citar las disposiciones que integraban el sistema de prisión preventiva, entre ellas, las que permitían fundar constitucionalmente la mantención de la privación de libertad del inculpado, contenidas en la letra e) del Nº 7, del Art.19 de la Constitución Política de la República y que repetía y explicitaba el Art.363 del Código de Procedimiento Penal.

Cabe señalar que los críticos del antiguo sistema, sin desconocer la posibilidad de imponer limitaciones constitucionales y legales a la libertad personal del inculpado, objetaban más bien el uso excesivo que, en concepto de ellos, se habría dado a estas restricciones por parte de los tribunales, puesto que no se habría respetado debidamente su carácter TRANSITORIO Y EXCEPCIONAL. Se agregaba que los jueces recurrían con demasiada frecuencia a largas prisiones preventivas durante la tramitación de un juicio, especialmente en su etapa de sumario, lo que implicaba en el fondo, desconocer el citado principio.

Juan Enrique Vargas y Jorge Correa Sutil en su obra, “Diagnóstico del Sistema Judicial Chileno”, ya citada, expresan que “la existencia misma del principio de presunción de inocencia, que no tiene consagración explícita en nuestra legislación, se ve entredicha en Chile por el número de presos sin condena. Las cifras de Gendarmería de Chile, de Mayo del año 1993, indican que de la población recluida, un 10,94% estaban sólo detenidos, un 48,92% estaban procesados y un 40,93 condenados”.

D.–PROLONGACIÓN INDEBIDA DE LA PRISIÓN PREVENTIVA

La desmesurada PROLONGACIÓN del juicio criminal, comprensiva de sus etapas de sumario y de plenario, a lo que hay que agregar, en ocasiones, algunas medidas para mejor resolver, posibilitaban a los jueces, en forma justificada o no, para mantener la prisión preventiva de los procesados durante largo tiempo, entendiéndola ligada, en cierto modo, a la duración del juicio.

A este respecto, se denunció la falta de aplicación de la norma general del Art.356 del cuerpo de leyes referido, que proclamaba que “La libertad provisional es un derecho de todo detenido o preso” y la trasgresión virtual del principio de inocencia al que nos referimos recién.

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Esta fue una las situaciones más censuradas por abogados y profesores de Derecho Penal, ya que implica una privación de libertad SIN CONDENA y, en ocasiones, el cumplimiento anticipado de ellas, total o parcialmente.

Se trata de un tema altamente discutible y sobre el cual podemos afirmar que la opinión pública siempre se ha encontrado muy sensibilizada merced a los medios de comunicación que constantemente publican y difunden comentarios e informaciones, de tipo sensacionalista, a propósito de delitos y crímenes cometidos con violencia o gravemente dañosos, y en los que las víctimas aparecen pidiendo la imposición de elevadas penas para sus presuntos autores.

Muchas veces, incluso, se atribuyó responsabilidad a los jueces por la circunstancia de haber puesto en libertad a personas inculpadas de haber cometido un crimen o simple delito, debido a que luego cometían otro hecho punible mientras gozaban de su libertad provisional.

Sobre este particular, debe observarse que la ley no señaló reglas o pautas para determinar el tiempo que debía durar una prisión preventiva. En realidad, ello no habría sido posible atendido el carácter de los motivos que, constitucional y legalmente, permitían decretarla y mantenerla en cada caso.

El criterio y la prudencia del juez de la causa para ponderar dichos motivos y todas las circunstancias concurrentes, así como la situación personal del procesado o acusado, resultarán siempre fundamentales. Igualmente, la labor de los abogados defensores.

En todo caso, es posible afirmar que en el sistema judicial anterior y sin perjuicio de que pueda ser censurable la larga mantención de la prisión preventiva, esta mantención siempre se relacionó con la gravedad del delito cometido y con la conducta anterior del hechor. Así, si se trataba de un inculpado que con anterioridad al hecho ilícito investigado, había cometido crímenes y simples delitos de manera habitual y el ilícito que se investigaba, era de naturaleza grave, lo más probable era que el juez respectivo lo mantuviera en prisión preventiva durante un tiempo prolongado, por estimar que su libertad constituía un peligro para la sociedad.

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E.–LENTITUD Y DURACIÓN EXCESIVA DEL JUICIO

Se criticó, asimismo, la LENTITUD con que se decretaban y cumplían las diligencias de investigación en un proceso criminal, lo que devenía en una prolongación excesiva de la etapa sumarial. Por otra parte, durante el plenario, no se advertía una tramitación ágil y expedita que, respetando los derechos de las partes, lo condujera prontamente a la dictación de la sentencia definitiva.

En estas condiciones, se agregaba, el juicio criminal literalmente se arrastraba, con frecuencia, DURANTE AÑOS, poniendo una distancia temporal muy grande entre la comisión material del hecho ilícito y la sentencia que debía pronunciarse sobre la responsabilidad de los inculpados que habían participado en él, todo lo que resultaba tremendamente injusto para los imputados, víctimas y querellantes, especialmente para los primeros, puesto que los dejaba amarrados y vinculados a un proceso que parecía no terminar nunca.

Debe observarse que, una vez más, las críticas formuladas resultaron plenamente justificadas, ya que para nadie era un misterio que la tramitación de los juicios criminales en nuestro país era excesivamente prolongada y la lentitud con que se disponían y cumplían las diligencias de investigación, rebasaba todo límite.

En el Informe Final, sobre “Racionalización del proceso judicial, estudio jurídico estadístico para la proposición de reformas procedimentales”, realizado en virtud de un Convenio entre la Universidad Católica de Valparaíso y el Ministerio de Justicia, de 1987, citado por M.Josefina Haeussler en la obra “Proyecto de Capacitación, Formación, Perfeccionamiento y Política Judicial” de C.P.U., 1991, tomo 2; se deja constancia que la duración del proceso penal en las Regiones I a IV tuvo un mínimo de 76 y un máximo de 3.241 días; en la Región V, un mínimo de 71 y un máximo de 2.197 días; en la Región VIII, un mínimo de 74 y un máximo de 1.380 días; en las Regiones VI, VII, IX, X, XI y XII, un mínimo de 63 y un máximo de 2.359 días, y en la Región Metropolitana, un mínimo de 71 y un máximo de 2.775 días.

Cabe observar a este respecto que en el mínimo referido se comprendieron las causas penales terminadas por sobreseimiento temporal que, dentro de las causales de término de un proceso criminal, eran claramente superiores al cincuenta por ciento de ellas.

Sobre esta materia, sin embargo, es preciso tener presente que la carga de trabajo que pesaba sobre los antiguos jueces del crimen, era de tal magnitud, que

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materialmente les impedía abocarse EN PERSONA a la tramitación de todas las causas que se ventilaban en su Juzgado. Este fenómeno, por cierto, no era nuevo en la judicatura y pese a las numerosas protestas que hicieron sentir los propios jueces durante años, no recibió una solución ADECUADA de parte de ningún Gobierno. No, por lo menos hasta ahora, en que los poderes Ejecutivo y Legislativo emprendieron la tarea de modernizar la justicia criminal en Chile llevando a cabo la más importante y trascendental reforma en esta materia..

En el trabajo mencionado, M.Josefina Haeussler, señala que en un tribunal del crimen, con un número superior a 1.600 causas en tramitación “se pierde el control de la gestión del juzgado”, concluyendo que conforme a esta regla resultaban congestionados 202 tribunales de primera instancia, “cerca de dos tercios del total del país”.

F.–APLICACIÓN ESTRICTA DEL PRINCIPIO DE LEGALIDAD.

Se indicó también, como una de las fallas del sistema anterior, que debido al cumplimiento estricto del principio de LEGALIDAD que inspiraba nuestro Código de Procedimiento Penal, resultaba obligatorio investigar todas las denuncias que se efectuaran a la Policía o al Tribunal, por más que se supiera de antemano, debido a la insuficiencia de los antecedentes proporcionados, particularmente con respecto a la persona del hechor, que muchas de ellas no tendrían éxito.

En virtud de dicho principio, como sabemos, el Tribunal se encontraba obligado a dar curso, ingresar y ordenar la instrucción del sumario correspondiente y a disponer, en su caso, una orden a la Policía para que investigara el hecho denunciado, aún en los eventos referidos, dando con ello inicio oficial a un juicio criminal.

Como resulta obvio, el destino de la mayoría de estas causas era el SOBRESEIMIENTO temporal que, en la práctica, implicaba el fracaso de una investigación policial, pero que, sin embargo, se atribuía ligeramente a la administración de justicia y en particular, a los jueces del crimen.

En un estudio estadístico que se inserta en la obra “Diagnóstico del Sistema Judicial Chileno”, de Juan E.Vargas y Jorge Correa S., ya citada, se señala que durante el año 1990, el siguiente fue el porcentaje de las causas criminales terminadas por sobreseimiento temporal en los juzgados de Santiago con respecto a los delitos que se indican: Hurto, 77,89%; robo con violencia, 63,79%; robo con

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fuerza, 78,23%; violación, 76,18%; tráfico de drogas, 79,22%; Homicidio, 32,31% y lesiones, 65,97%.

Con respecto a esta materia, es preciso reconocer que no siempre se dotó a la Policía de los recursos humanos y materiales suficientes para acometer esta magna tarea y que, por otra parte, las propias víctimas no prestaron, en ocasiones, la colaboración debida para la realización de las pesquisas decretadas judicialmente, ya que muchas veces ni siquiera concurrían a las citaciones judiciales.

Cabe observar que nuestro Código de Procedimiento Penal, acorde al principio señalado, no contenía un sistema selectivo de causas, como ocurría en otros países, por lo que resultaba obligatorio, como expresamos, abrir una investigación criminal en cada caso denunciado.

El nuevo Código, en cambio, incluye mecanismos denominados salidas tempranas, que permiten al investigador no comenzar o no llevar adelante la investigación, paralizarla o terminarla mediante el archivo provisional; la facultad que se reconoce al fiscal para no iniciar la investigación y el ejercicio del principio de oportunidad por el mismo ministerio.

Asimismo, la nueva legislación contempla las llamadas salidas alternativas en cuya virtud se permite al fiscal, al imputado y a la víctima proponer acuerdos al juez de garantía para poner término anticipado a la investigación y al procedimiento; se trata de la suspensión condicional del procedimiento y de los acuerdos reparatorios.

G.– MANTENCIÓN INDEBIDA DEL SECRETO DEL SUMARIO

Una de las críticas más recurrentes era la relativa al secreto del SUMARIO, ya que con frecuencia, éste se prolongaba excesivamente, lo que se agravaba por la circunstancia de que se mantenía SECRETO durante casi todo su transcurso.

Este secreto impedía que el imputado, la víctima, el querellante y los terceros pudieran ejercer debidamente sus derechos, lo que era particularmente delicado porque ni siquiera sabían exactamente cuál era el curso que estaba siguiendo la investigación y de qué manera ésta afectaba sus derechos. Lo anterior, además de ser INJUSTO en esencia, conspiraba gratuitamente en contra de la TRASPARENCIA del sistema.

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Por otra parte, el hecho de que el sumario fuera secreto, importaba dejar entregada esta reserva en manos de los empleados de Secretaría, ya que eran los que materialmente custodiaban los procesos y a quienes se sindicaba de que no respetaban debidamente este secreto.

Sobre este punto, es necesario reconocer que algunos jueces, por un mal entendido concepto del secreto de la investigación o simplemente, por inercia, mantenían la reserva frente al inculpado o querellado mucho más allá de lo que era estrictamente necesario para el éxito de las diligencias decretadas, especialmente las iniciales, propósito que en definitiva, era la única razón que podía justificar temporalmente dicho secreto.

H.– DELEGACIÓN DE FUNCIONES

Se señaló también que existía una indebida DELEGACIÓN de funciones de parte de los jueces en empleados de su Secretaría, denominados comúnmente “Actuarios”, lo que conspiraba igualmente en contra de la TRANSPARENCIA del sistema, toda vez que no obstante que ellos debían actuar conforme a las instrucciones de los jueces –que fiscalizaron su labor– en la práctica, se indicó, esta fiscalización no se ejercía debidamente, lo que se prestaba para abusos.

Esta delegación, preciso es decirlo, constituía una realidad indesmentible en la mayoría de los juzgados del crimen, forzada igualmente por la gran cantidad de trabajo que debían realizar los jueces. Con ello se violentaba el principio de la INMEDIATEZ que el propio Código de Procedimiento Penal contemplaba en numerosas disposiciones y en cuya virtud debía ser el Juez, el que personalmente realizara todas las gestiones y actividades de orden jurisdiccional, lo que, si se hubiera cumplido cabalmente y atendida la magnitud de las tareas delegadas, paradojalmente podría haber producido una virtual paralización de actividades en algunos tribunales.

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I.– DIFICULTAD EN EL ACCESO A LA PERSONA DEL JUEZ

Las circunstancias expresadas en los dos párrafos anteriores: secreto del sumario y delegación de funciones, se veían agravadas por el hecho de que los imputados y demás intervinientes en un juicio criminal no disponían de un acceso fácil y expedito a la persona del juez.

Ya sea debido al exceso de trabajo o por la especial naturaleza de algunas funciones que no se podían interrumpir, como las declaraciones de los detenidos, por ejemplo, o por otras causas, el juez no disponía de tiempo o no del suficiente, para atender directamente a las personas que le solicitaban audiencia. Por tal motivo, dichas personas, incluso los abogados, eran atendidos en la práctica por el “actuario” que tramitaba la causa, constituyéndose, en el hecho, en un verdadero intermediario entre aquellos y el juez.

El sistema anterior no previó una solución para remediar este tipo de situaciones, no obstante que era altamente conveniente, como en todo sistema de enjuiciamiento criminal, que se proporcionaran oportunidades a los diversos intervinientes o terceros para que pudieran plantear directamente al juez, sin intermediarios de ninguna especie, sus problemas, dudas y peticiones.

J.– FALTA DE CONTROL DE LA INVESTIGACIÓN POLICIAL

Se sostenía, además, que gran parte de la labor de investigación realizada por la policía –Carabineros de Chile y Policía de Investigaciones– se ejercía generalmente sin control ni fiscalización adecuados por parte de los jueces.

Debido a la concentración de funciones que debía asumir el juez del crimen y por la falta de tiempo, éste se limitaba, en la práctica, a expedir una orden escrita de investigar, redactada en formularios, entregando genéricamente a los organismos po-liciales, la indagación del hecho ilícito denunciado. Como consecuencia de lo ante-rior, los agentes policiales generaban “Su propia guía investigativa, carente la mayor parte de las veces, de orientaciones por parte del responsable de la investigación”. Rafael Blanco, “Los desafíos en las relaciones Policía Ministerio Público”, Ministerio de Justicia, Universidad Central de Chile, 1999, p. 110.

La circunstancia anterior, se afirmó, permitió que algunos agentes policiales, llevados de un celo indebido, no hubieran respetado, en ocasiones, todos los derechos

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y garantías que se reconocían a los inculpados y a los terceros por la Constitución Política de la República y por los Tratados Internacionales ratificados por Chile y ya vigentes en esa época.

En nuestra opinión, esta crítica no siempre resultaba justa, pues aparte de que las denuncias efectuadas responsablemente eran escasas, cuando los afectados por sí o por interpósita persona, reclamaban formalmente en contra de estas presuntas trasgresiones o abusos, los jueces del crimen las investigaban y las Cortes de Apelaciones hacían lo propio conociendo del recurso de Amparo, con lo que se podía poner remedio a los abusos que pudieran haberse cometido o adoptar las medidas que aparecieran conducentes o apropiadas.

K.– FALTA DE PREOCUPACIÓN POR LAS VÍCTIMAS

Finalmente, se criticó al sistema anterior la poca preocupación que evidenció la legislación anterior por la suerte de las VÍCTIMAS de los delitos, muchas de las cuales, como es un hecho público y notorio, debían hacer, además, largas antesalas en los Juzgados del Crimen para ser atendidas.

Sobre este respecto, cabe consignar que el Código de Procedimiento Penal no encomendó a ninguna autoridad determinada la vigilancia y cumplimiento de los derechos que la ley reconocía a las víctimas u ofendidos, de tal manera que los que no se encontraban en situación de procurarse una defensa letrada que les permitiera querellarse, quedaban entregadas al servicio, siempre precario, de los Consultorios de asistencia gratuita, públicos o privados.

Esta situación pretende ser remediada por el nuevo Código Procesal Penal, que establece un verdadero catálogo de derechos de la víctima y encomienda al ministerio público la obligación de velar por su protección en todas las etapas del procedimiento penal y al tribunal, la de garantizar la vigencia de esos derechos, lo que, como veremos más adelante, todavía es insuficiente.

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2.–REFERENCIAS AL ORIGEN HISTÓRICO DEL NUEVO SISTEMA

A.– PRIMEROS ESTUDIOS

A raíz de todas estas Críticas, en medios Académicos e Institutos Privados, diversos jueces, docentes y abogados, comenzaron a estudiar y a reflexionar acerca de la conveniencia de introducir en Chile un nuevo sistema de enjuiciamiento criminal, en base a dos criterios fundamentales:

a) El respeto a los DERECHOS FUNDAMENTALES de toda persona, plasmando en el procedimiento los principios que configuran un DEBIDO PROCESO; y

b) La utilización del método de la ORALIDAD, en lugar de la escrituración, por estimarse que de esta manera se permitiría la inmediación del juez y se obtendría una mayor transparencia del sistema.

En un comienzo, se pensó únicamente en varias reformas puntuales para “mo-dernizar” el sistema anterior tendientes a lograr los objetivos señalados.

Posteriormente –y ya, algunos profesores así lo pensaban– se llegó a la conclu-sión de que era necesario SUSTITUIR el sistema actual por otro distinto con el fin de dar satisfacción adecuada a los objetivos dichos y a otros que se fueron visualizando con el tiempo.

Como ya expresamos, una de las conclusiones obtenidas en un seminario internacional realizado en Octubre de 1993, relativo a la conveniencia de reinstalar los fiscales en primera instancia, fue que sólo una reforma radical del sistema podía superar los problemas que aquejaban la justicia criminal.

Es importante destacar que el MENSAJE con que fue remitido el antiguo Código de Procedimiento Penal al Congreso, suscrito por el entonces Presidente de la República, don Jorge Montt, el 31 de Diciembre de 1894, que también firma su Ministro, O.Rengifo, dejó constancia que al momento de ser elaborado dicho Código, se tuvieron en vista tres sistemas distintos de enjuiciamiento criminal: el primero, consistente en un juicio por jurados, que se estimó el más perfecto; el segundo, “llamado juicio oral”, del que se señala que ha sido aceptado por varios países,

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“como un medio de transición del ANTIGUO SISTEMA INQUISITIVO con jueces de derecho, al juzgamiento por jurados”; y el tercero, que es el de la “prueba escrita”, en uso en aquellos países “que por razón de sus costumbres, de la poca densidad de su población o de la escasez de sus recursos, no han podido adoptar alguno de los primeros”.

A continuación, el referido Mensaje explica las razones de orden material por las cuales no fue posible adoptar los dos primeros sistemas y casi pide disculpas por el hecho de no haber podido separar siquiera “las funciones de juez instructor de las de juez sentenciador”.

Como puede advertirse, ya en esa época, y de ello hace cien años, se pensaba en la adopción de un modelo distinto al inquisitivo, pero se estimaba que el país no contaba con los recursos humanos ni materiales para emprender una tarea semejante.

A propósito de lo expresado, cabe señalar que durante el Gobierno de don Eduardo Frei Montalva, el Ministro de la Corte de Apelaciones de Santiago, don Rubén Galecio, elaboró un Proyecto de Código de Procedimiento Penal que contempló la instauración de jueces instructores y jueces falladores y que consultó además, la existencia de fiscales en primera instancia encargados de formular la acusación. Este Proyecto, que contó con la adhesión de profesores y estudiosos del tema, fue remitido al Congreso Nacional, donde alcanzó a ser tratado en la Cámara de Diputados.

Constituyó una iniciativa digna de ser destacada, ya que extrajo de las funciones de los jueces del crimen una tarea que era propia del Ministerio Público, al encomendarle a este organismo la acusación, con lo que dio satisfacción a una de las críticas más justificadas relativa al hecho de que el mismo juez que dictaba una acusación fiscal debía pronunciarse luego sobre ella en su sentencia, sea para acogerla o desecharla. Por otra parte al separar también, la sustanciación del proceso de la dictación de la sentencia definitiva, trató de evitar el posible pre juzgamiento que podía imputarse a los jueces del crimen que asumían ambos roles.

Como se ha dicho, este proyecto lamentablemente no prosperó, por lo que el modelo INQUISITIVO siguió aplicándose en nuestro sistema procedimental penal, en plenitud, en una época en que se hallaba ya en franca extinción en países de legislación más avanzada. Como este modelo impregnaba todo el sistema existente, lo orientaba y uniformaba, en la práctica implicó una valla casi insalvable al deseo de algunos de mantener su vigencia, aunque se lo sometiera a profundas modificaciones.

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Las fundadas críticas que se expresaban en medios académicos, dentro y fuera del país, vertidas en diversos seminarios y jornadas de estudio, apuntaban precisamente a que ya no era posible la mantención del modelo inquisitivo, que muchos consideraban un “resabio” de épocas pasadas.

Por otra parte, a los jueces y profesores extranjeros, invitados a dichos seminarios, les resultaba difícil admitir que los jueces chilenos con jurisdicción en lo criminal, no actuaran prejuzgados al dictar sentencia luego de haber efectuado ellos mismos la investigación del caso y de haber acusado a quien juzgaban.

La explicación acerca de la calidad humana y profesional de dichos jueces que les permitía absolver a una persona, no obstante que ellos mismos la habían acusado, fundados en el Art.456 bis del Código de Procedimiento Penal, no les satisfacía enteramente.

Sin embargo, es necesario señalar que la aplicación del sistema procedimental anterior, demostró que así se procedía. Con frecuencia, un juez del crimen, luego de haber acusado a un procesado como autor, cómplice o encubridor de un delito deter-minado, posteriormente lo absolvía en la sentencia definitiva por no haber adquirido la convicción, por los medios de prueba legales, sobre su responsabilidad penal aún cuando en su concepto, se hallara establecida legalmente la existencia de un hecho punible.

Además, debe destacarse COMO UNA GARANTÍA del sistema anterior, que la gran mayoría de las sentencias definitivas criminales eran objeto de una REVISIÓN muy amplia, por el tribunal de alzada, tanto en los hechos como en el derecho, cuando le correspondía conocer del recurso de APELACIÓN deducido y, en subsidio, cuando conocía del trámite de la CONSULTA en caso que la sentencia no fuera apelada.

No obstante todo lo que hemos expresado anteriormente, compartimos plenamente la crítica de que no era posible que un juez pudiera acusar a una persona como autor, cómplice o encubridor de un delito determinado y luego ese mismo juez debiera emitir pronunciamiento acerca de su propia acusación. No resultaba conveniente, por decir lo menos, que se hiciera descansar una decisión judicial tan trascendental, como era la de dictar sentencia definitiva, en la voluntad, capacidad y valores de una persona para sobreponerse al posible pre juzgamiento que pudiera haber adquirido durante la investigación de un proceso criminal.

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B.– CONCRECIÓN DEL PROYECTO

Como hemos dicho, en varios Institutos Privados y en algunas Universidades, se iniciaron y continuaron estos estudios y análisis, al que asistieron, en oportunidades, profesores y jueces extranjeros, especialmente invitados.

Uno de estos Institutos, la “Corporación de Promoción Universitaria”, merced al financiamiento de un organismo extranjero, creó primeramente un “Taller sobre la Oralidad de los Procesos Penales” con participación de integrantes de esa Corporación, de Ministros de Cortes de Apelaciones, Profesores y Abogados, el que derivó posteriormente en un “Foro Sobre Reformas Procesales Penales”, programando reuniones entre el 16 de Agosto de 1993 y el 16 de Agosto de 1994.

A comienzos de 1994, en virtud de un Convenio, se integró a este Foro un nuevo Instituto privado, “Fundación Paz Ciudadana” y otros ministros, docentes y abogados, con lo que se le dio una mayor representatividad. Se fijaron con mayor precisión las finalidades del Foro y se creó una Comisión Técnica, dirigida por Cristián Riego, profesor de la Universidad Diego Portales, encargada de redactar los acuerdos y preparar los materiales para las reuniones.

Durante el curso de 1994, el Ministerio de Justicia, que por su parte, había ordenado realizar estudios sobre este mismo tema, patrocinó el Foro aludido, a raíz de lo cual sus integrantes, que sesionaban en las dependencias de C.P.U., se trasladaron a trabajar al citado Ministerio.

Entre los diversos temas que se trataron en el Taller y luego en el Foro, pueden señalarse, por su importancia, los siguientes: el juicio oral, principios generales, su confrontación con el sistema escrito; juicio oral, actores y aspectos orgánicos; juicio oral, régimen de la prueba; sistemas de instrucción criminal; investigación, actividad policial, rol del ministerio público y de los órganos jurisdiccionales; selectividad en el proceso penal, principio de oportunidad, rol del ministerio público; aspectos orgánicos del ministerio público; perspectiva general de los aspectos estructurales de una reforma; proceso penal y derechos humanos; derecho de defensa, principios generales, aspectos de la amplitud de la defensa; derecho de defensa, implementación de sistemas que garanticen la defensa técnica; facultades policiales frente al imputado, control jurisdiccional sobre la actividad policial; regulación de medidas coercitivas, detención, arraigo, incomunicación; régimen de la prisión preventiva; las víctimas y el proceso penal; y perspectiva general de los derechos de los actores en el proceso penal.

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Asimismo, durante los análisis efectuados en este Foro se examinaron, entre otros temas: la posibilidad de mantener o no el auto de procesamiento y el de instaurar en nuestro país un juicio oral con jueces mixtos, esto es, con un juez letrado y dos jueces escabinos, o el sistema de jurados. Se desechó la mantención del auto de procesamiento, por contravenir frontalmente el principio de inocencia, uniformándose el parecer de los integrantes del foro en el sentido de que era preferible un tribunal compuesto por tres jueces letrados que presenciaran y oyeran todas las alegaciones y pruebas producidas ante ellos a los que correspondería dictar la sentencia, en lugar de un jurado.

Se ha efectuado una breve reseña de este Foro porque fue en él donde se diseñaron los lineamientos básicos del nuevo procedimiento como se deja de manifiesto, por lo demás, en el propio MENSAJE presidencial con que fue enviado el Proyecto de Código Procesal Penal, a la Cámara de Diputados, al dejar constancia que “A partir de los CONSENSOS y LINEAMIENTOS entregados por el Foro se ha procedido a la redacción del anteproyecto por parte de una Comisión Técnica, dirigida por el Sr. Cristián Riego”, ya mencionado.

Finalmente, el 5 de Junio de 1995, fue remitido por el Gobierno a la Cámara de Diputados, el Proyecto, ya muy elaborado y acotado, iniciándose una larga tramitación legislativa que finalizó con la promulgación y luego con la publicación en el Diario Oficial el día 12 de Octubre del año 2000, de la ley Nº 19.696, constitutiva del nuevo CÓDIGO PROCESAL PENAL.

Es ésta una apretada síntesis de algunos de los aspectos históricos del Proyecto referido, la que no contempla el valioso aporte que organismos y personas naturales le hicieron durante su discusión en las Comisiones respectivas del Congreso Nacional, ya que ello excedería los objetivos de este trabajo.

Como observación final, tal vez deba destacarse el hecho de que el nuevo sistema de procedimiento penal, nucleado por el CÓDIGO PROCESAL PENAL, claramente se inspiró en sistemas de enjuiciamiento criminal extranjeros, lo que en sí no es censurable si es posible lograr una adaptación racional y cuidadosa de aquellos a nuestra realidad y si no se violenta nuestra cultura jurídica.

Constituyendo además el fruto de la participación de un grupo selecto de académicos, jueces, abogados y especialistas y del trabajo casi silencioso realizado en Universidades e Institutos privados, hubiera sido de desear una mayor divulgación del mismo a fin de que hubiera sido conocido y aceptado por el grueso de la ciudadanía antes de su aplicación gradual y programada en el país.

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C.– FUENTES LEGALES DEL NUEVO CÓDIGO

En el mismo Mensaje se deja constancia que “los documentos que otorgan los parámetros básicos usados para el diseño del proyecto” han sido la CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE LA REPÚBLICA y los Instrumentos Internacionales de Derechos Humanos que son obligatorios en el país: especialmente, la “Convención Americana de Derechos Humanos”, llamada también “Pacto de San José de Costa Rica” y el “Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos”, ya mencionados.

También se señala en el Mensaje, como fuente principal del proyecto, la legislación procesal vigente, en especial, el CÓDIGO DE PROCEDIMIENTO PENAL, del cual se mantuvieron todas aquellas normas que no resultaron contradictorias con el nuevo sistema; además el CÓDIGO ORGÁNICO DE TRIBUNALES y el CÓDIGO DE PROCEDIMIENTO CIVIL, con el objeto de mantener relación y coherencia con estos cuerpos legales.

Entre las fuentes legislativas extranjeras, se menciona el “Código Procesal Penal Italiano” de 1988; la “Ordenanza Procesal Penal Alemana” de 1877, la “Ley de Enjuiciamiento Criminal Española” de 1882; el “Código Procesal Penal de la Nación Argentina” de 1992; el “Código Procesal Penal de la Provincia de Córdova” de 1992; y el “Código Procesal Penal Peruano” de 1991.

Finalmente, se indica también como fuente importante, el “Código Procesal Penal Modelo para Iberoamérica”, desarrollado por el Instituto Iberoamericano de Derecho Procesal, que se tuvo permanentemente a la vista, tanto por el Foro de Discusión como por la Comisión Técnica.

Precisamente, el Código Procesal Penal chileno tiene una estructura semejante a los primeros cuatro libros de dicho Código, los que incluso, tienen una denominación similar en ambos Códigos por referirse a la misma clase de materias.

El tratamiento dado a los diversos temas es también similar, si bien, una lectura atenta permite apreciar profundas diferencias entre ambos. Ver “Derecho Procesal Penal Argentino”, Tomo 1, (vol.a), Apéndice. Julio Maier, Edit. Hammurabi S.R.L., Buenos Aires, 1989.

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3.–ANÁLISIS DEL MENSAJE DEL NUEVO CÓDIGO

A.– GENERALIDADES. IMPORTANCIA DE SU ESTUDIO

El MENSAJE con que se acompañó el Proyecto de Código Procesal Penal a la Cámara de Diputados –que fue la Cámara de origen– fue suscrito por el entonces Presidente de la República, don Eduardo Frei Ruiz–Tagle y, entre otros Ministros, por doña María Soledad Alvear Valenzuela, Ministro de Justicia.

Su estudio reviste suma importancia para entender las razones o motivos que determinaron su instauración en nuestro país, cambiando fundamentalmente el sistema que se aplicaba hasta entonces. Además, permite tener una visión global del contenido del nuevo Código y, en particular: de sus instituciones; sujetos procesales e intervinientes, con sus atribuciones y deberes; forma y etapas en que debe desarrollarse la investigación y el procedimiento; salidas alternativas del sistema; objetivo, contenido y celebración del juicio oral; procedimientos abreviados; y recursos procesales.

Si bien durante la tramitación, el Proyecto sufrió diversas modificaciones e incluso hasta se sustituyó el nombre de algunos de los sujetos procesales e instituciones, su consulta sigue siendo valiosa para INTERPRETAR su articulado.

El Mensaje, junto con consignar las razones que justificaron el Proyecto, dejó constancia de los principios que lo inspiraron y de la forma en que fue elaborado.

Contiene además una crítica, en ocasiones severa, al sistema de procedimiento anterior.

Como observación de carácter general, podríamos anotar que el Mensaje carece de una estructura sistémica que separe debidamente todos los temas de que trata en forma de permitir su fácil comprensión.

Es menester una lectura atenta y detenida para visualizar los motivos que llevaron al Poder Ejecutivo a proponer la sustitución de todo el procedimiento penal en lugar de introducirle modificaciones y la razones por las que espera producir un mejoramiento sustancial de la administración de justicia en el país.

Para tratar de ser justos, debemos señalar que las críticas formuladas en contra del sistema procedimental anterior no consideraron objetivamente la situación y las circunstancias adversas en que se desarrolló la actividad jurisdiccional y

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administrativa de los tribunales por falta de medios y recursos. Se evidencia el propósito de poner de manifiesto las fallas del sistema anterior, que en realidad eran graves, como una manera de justificar la instauración del sistema propuesto, lo que en verdad, resultaba innecesario, dado que las bondades del nuevo procedimiento son de variada naturaleza.

B.–DEFICIENCIAS DEL SISTEMA ANTERIOR QUE SE ESTIMÓ QUE DEBEN SER SOLUCIONADAS SEGÚN EL MENSAJE

1) Necesidad de Modernizar la Administración de Justicia.

El Mensaje señala en primer término, que es necesario MODERNIZAR la administración de justicia, lo que constituiría un imperativo “ineludible para el desarrollo y consolidación de nuestro sistema constitucional y democrático”.

Se define la modernización del sector justicia como “una política que tiende a adecuar el conjunto de las Instituciones que participan de la administración de justicia a los procesos de desarrollo político y económico que ha experimentado Chile en las dos últimas décadas”. Se agrega que mientras el sistema de administración de Justicia ha permanecido inmutable desde mediados del siglo XIX, la sociedad chilena ha sufrido profundas transformaciones, indicándose como las más relevantes en materia económica “la privatización de la actividad productiva”, modelo en que el Estado ha adquirido sólo un rol regulador, y la sustitución de una economía proteccionista por una “economía de mercado”. En lo político, se expresa el cambio más importante experimentado por nuestro país ha sido “la consolidación del modelo democrático”.

Se concluye que estos fenómenos plantean exigencias crecientes al sistema de administración de justicia que hacen necesaria su modernización para afrontar en el futuro un número mayor y variado de litigios que exigen rapidez y eficiencia y demandan una justicia accesible, imparcial, igualitaria y que maximice las garantías de las personas.

2) Necesidad de Proyectar la Reforma a todo el Sistema Penal.

Se justifica la necesidad de reformular el enjuiciamiento criminal anterior con el objeto de poder emprender otras modificaciones QUE TIENDAN A UNA REFORMA INTEGRAL del sistema penal, comprensiva de la adopción de nuevos

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criterios sobre criminalización primaria, introduciendo principios como los de lesividad y última ratio; control de la ejecución de las penas para evitar castigos excesivos y favorecer la reinserción social; y la necesidad de establecer nuevas relaciones entre el Estado y la Policía para favorecer la oportunidad y la selectividad en el uso de la fuerza.

Se expresa que el Proyecto de Código constituye “el núcleo básico de un nuevo modelo procesal penal que, a su vez, aspira a producir una importante transformación en el conjunto del sistema de justicia criminal”. Se agrega que “se busca cambiar fundamentalmente el modo en que los tribunales desarrollan el procedimiento penal, proyectando este cambio hacia el trabajo de los organismos policiales, hacia el funcionamiento del sistema penitenciario y, en general, respecto del conjunto de las actividades estatales que constituyen la respuesta represiva a la criminalidad”.

Concluye el Mensaje, en esta parte, sosteniendo que la proyección de la reforma hacia el conjunto del sistema penal debe producirse a través del Ministerio Público y los Jueces de Control de la Instrucción, actualmente, Jueces de Garantía.

3) Necesidad de instaurar un Debido Proceso en Materia Penal.

Se sostiene además, que desde el punto de vista político y constitucional, “el MAYOR DEFECTO del sistema penal en Chile era que carecía de un genuino juicio contradictorio que satisfaciera las exigencias de un DEBIDO PROCESO”. Se señala que “el proceso penal en Chile posee una estructura INQUISITIVA, ABSOLUTISTA y SECRETA, que despersonaliza al inculpado y que no se corresponde con la noción de ciudadanía, propia de un Estado Democrático”.

4) Necesidad de contar con un Sistema de Respeto integral a los Derechos Humanos.

Asimismo, se postula que la reforma resulta exigida por “la idea y el principio de los DERECHOS HUMANOS que fundan el sistema político” y que constituye “uno de los compromisos más delicados del Estado ante la comunidad internacional”.

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Se agrega que los sistemas de enjuiciamiento criminal son los más elocuentes indicadores del grado de respeto por el derecho de las personas. En las sociedades como la nuestra, se añade, en que las violaciones masivas a los derechos humanos suelen hallarse clausuradas, “ES EL SISTEMA PROCESAL PENAL el sector del Estado en el cual las formas más abusivas, hacia las que tiende el poder, suelen manifestarse”. Las víctimas de esas infracciones cotidianas a los derechos de las personas provienen comúnmente de los sectores que los procesos de modernización excluyen, haciéndolos extremadamente vulnerables.

5)Necesidad de Aplicar Criterios de Eficiencia en Gestión y Diseño.

Se sostiene que la modernización del Estado requiere someter la actividad de sus diversos órganos a “CRITERIOS DE EFICIENCIA EN LA GESTIÓN Y EN EL DISEÑO”.

Se añade que ello no se estaría logrando en la práctica, puesto que las estadísticas acusan que el número de detenciones practicadas por los organismos policiales era superior al número de causas ingresadas ante el órgano jurisdiccional, resultando así, “que existen formas de control social penal al margen de la supervigilancia de los jueces” y los estudios empíricos dejan constancia además, que existen personas que son sometidas al rigor del sistema penal en su conjunto, sin que nunca, se les formule cargo alguno. Así, se señala que entre 1987 y 1991, el promedio de causas ingresadas a los tribunales del crimen en relación con las detenciones efectuadas fue de 60.6 por ciento, de manera que alrededor del 40 por ciento del total de quienes fueron detenidos en Chile en ese período fueron personas privadas de libertad, aunque fuera por un breve lapso, las que pese a ello, no ingresaron al sistema judicial.

Con respecto a esta estadística conviene puntualizar, sin embargo, que no siempre la comisión de uno o más hechos ilícitos tiene un autor singular, ya que es frecuente que ellos sean perpetrados por dos o más personas, lo que, pese a ello, da origen a un solo proceso y, por tanto, a un solo ingreso jurisdiccional.

Sobre esta misma materia, el Mensaje deja constancia que “fuentes primarias y secundarias disponibles” ponen en evidencia que la mayor parte de quienes se hallan recluidos en las prisiones del país son personas que se encuentran DETENIDAS o PROCESADAS y sólo la menor parte CONDENADAS. Se indica que a lo largo de la década del ochenta y en los primeros años de la década del noventa, la población

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condenada nunca superó el cuarenta y nueve por ciento del total de la población privada de libertad.

Como puede advertirse fácilmente, la proporción de este dato estadístico y la velada crítica que subyace, dicen relación con la prolongación de la prisión preventiva y con la trasgresión consiguiente del principio de inocencia, materia a la que ya nos hemos referido anteriormente.

El Mensaje concluye manifestando que se trata “de un sistema que posee formas deficitarias de división del trabajo, obsoleto y deficiente en su gestión”. Agrega que el sistema anterior no sólo confería pocas garantías “sino que además, se trata de un procedimiento carente de eficiencia y, lo que es peor, displicente con las víctimas y los usuarios que a él acceden”.

6) Necesidad de sustituir la selectividad discriminatoria por una selectividad hacia la criminalidad más lesiva.

El Mensaje expone, asimismo, que no obstante que todo sistema penal es inevitablemente selectivo, por lo que existe una zona de criminalidad QUE QUEDA FUERA DEL SISTEMA, esta selectividad no debiera ser discriminatoria para cierto grupo de justiciables, como acontecía en nuestro país. En efecto, se agrega, “Las fuentes primarias muestran que buena parte de la represión penal se traduce en la persecución de la criminalidad de bagatela cuando es cometida por esos sectores”.

Lo anterior se señala, es un fenómeno no sólo grave “por lo inicuo” de la discriminación que supone, sino que además, importa un uso bastante ineficiente del gasto público. Por este motivo, se arguye, resulta necesario crear un MINISTERIO PÚBLICO que en base a criterios político criminales y sometido a estrictos controles de responsabilidad, conduzca la selectividad del sistema penal hacia la criminalidad más lesiva.

Como puede observarse, esta crítica apunta más bien a la política criminal desarrollada en el país antes que al procedimiento penal mismo.

Se trata de un tema, de suyo delicado y complejo, que en nuestra opinión, requiere de un amplio debate nacional y de diversas encuestas para auscultar el sentir mayoritario de la ciudadanía en torno a los criterios generales que deberían presidir la fijación de las políticas criminales y su implementación por parte del Ministerio Público, en forma periódica.

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7) Necesidad de Imponer Controles a la Privación Recurrente de la Libertad Personal.

Por otra parte, se afirma, el sistema procesal penal chileno recurría CASI EXCLUSIVAMENTE A LA PRIVACIÓN DE LIBERTAD DE LOS INCULPADOS, lo que implicaba segregarlos de sus grupos de pertenencia, lo cual, tratándose de jóvenes, “ se traduce en un ingreso a formas permanentes de marginalidad que luego inducen a esos mismos sujetos a nuevas y más graves formas de criminalidad”. En otros términos, se concluye, el diseño del proceso penal anterior producía marginalidad y, por esa vía, acentuaba las posibilidades de conducta desviada.

Debido a lo anterior, el Proyecto contempla una serie de controles de diverso tipo, que tienden a evitar las prisiones preventivas de larga duración y, asimismo, permite u obliga a la sustitución de la prisión preventiva por otras formas cautelares personales menos rigurosas en determinados casos.

8) Necesidad de disminuir la Inseguridad Ciudadana.

El Mensaje sostiene que en Chile, por motivos diversos, existe una gran INSEGURIDAD CIUDADANA, provocada especialmente por un fuerte temor a la criminalidad. Se agrega que una de las causas de ese temor radica en la indefensión que provoca el deficiente diseño del proceso penal.

Se expresa que la extrema dilación y estructura de los procedimientos, distanciaban a la infracción del castigo, privando a este último de sus funciones simbólicas protectoras.

Se concluye que este temor deberá disminuir con la creación y actividad del Ministerio Público, puesto que éste actuará precisamente en nombre de las víctimas y ofendidos, a los que brindará protección y contribuirá a abreviar la distancia temporal entre la infracción y el castigo.

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C.–PRINCIPIOS Y GARANTÍAS QUE INFORMAN EL NUEVO PROCEDIMIENTO SEGÚN EL MENSAJE

De la lectura atenta del Mensaje se desprende que los Principios y las Garantías a los Derechos Fundamentales de la persona que informan el Proyecto presentado, y que dicho documento postula, son los siguientes:

1) Derecho de toda persona a un Juicio Previo, Oral y Público.

Se afirma en el Mensaje que “el eje del sistema propuesto está constituido por la garantía del juicio previo, es decir, el derecho de todo ciudadano a quien se le imputa un delito, a exigir la realización de un JUICIO PÚBLICO ante un tribunal imparcial que resuelva por medio de una sentencia si concurren o no los presupuestos de aplicación de una pena o medida de seguridad”.

Como elemento integrante de este juicio se encuentra el método de la ORALIDAD, consistente en un modo sencillo y directo de comunicación y que permite asegurar que el conjunto de actos que constituyen el juicio se realicen de manera PÚBLICA y CONCENTRADA, con la presencia permanente de todos los intervinientes y sin admitir la posibilidad de mediación o delegación.

Según el Mensaje se pretende “cambiar fundamentalmente el modo en que los jueces conocen los casos para su resolución, pasando del sistema de la lectura de expedientes, a uno en que la percepción tanto de las pruebas como del debate de las partes se realice de forma directa, en el juicio”.

2) Instauración y Reforzamiento de las Garantías de CARÁCTER PROCESAL

Otra de las garantías del sistema propuesto “consiste en la aplicación directa de las normas constitucionales e internacionales de derechos humanos relevantes en cuanto a la noción de que el procedimiento penal se organiza a partir del desarrollo de los principios generales del ordenamiento jurídico que regula la relación entre el Estado y los ciudadanos”. En este sentido, se agrega en el Mensaje, “se trata de resaltar la importancia de estos principios por sobre los mecanismos procesales específicos consagrados en la ley”.

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Se añade que los jueces deberán trabajar “integrando las normas procedimentales con las de carácter constitucional e internacional, interpretando y aplicando las primeras de modo que den cumplimiento a las exigencias contenidas en las dos últimas”.

El Mensaje sostiene, además, que se reforzará, a través del juez de control de la instrucción, la LEGALIDAD DEL PROCEDIMIENTO, en términos de proporcionar a todos los intervinientes el ejercicio oportuno de sus derechos y, al mismo tiempo, el respeto, al imputado y a terceros, de los DERECHOS Y GARANTÍAS reconocidos por la Constitución y por los Tratados Internacionales, ratificados por Chile y actualmente vigentes, lo que constituye una garantía del sistema.

3) Aplicación del Modelo Acusatorio y Separación de Roles.

Se expresa que el Proyecto se inspira en las normas del MODELO ACUSATORIO en lugar del Modelo Inquisitivo, vigente a la fecha de su elaboración.

Con este objeto se separaron las funciones que antes cumplía íntegramente el juez del crimen:

a) Se asigna la investigación del hecho ilícito denunciado, la identificación y comprobación de la participación del inculpado y el sostenimiento de la acción penal al MINISTERIO PÚBLICO, creado por la Constitución como un organismo autónomo. De esta manera, se afirma, es posible obtener una mejor gestión y eficiencia en la investigación criminal y en la recolección de pruebas o evidencias a través de un organismo independiente de toda otra autoridad, que haga realidad políticas criminales selectivas, de carácter público y sujetas a controles.

b) Se mantiene y refuerza en el Poder Judicial, a través del JUEZ DE CONTROL, la obligación de resguardar la legalidad del procedimiento y la cautela de los derechos y garantías que corresponden al imputado y demás intervinientes y que pudieran verse perturbados o amenazados por la actividad del fiscal o de la policía.

c) Se encomienda a los TRIBUNALES DE JUICIO ORAL, constituidos por tres jueces letrados, la función de dictar sentencia absolutoria o condenatoria cuando el fiscal haya formulado acusación. Para ello deberá

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oír a todos los intervinientes y presenciar las pruebas que aquellos produzcan mediante un juicio público, oral y concentrado.

4) Derecho del Imputado a ser considerado Inocente.

Se proclama el Derecho del Imputado a ser considerado INOCENTE mientras no se haya dictado en su contra una sentencia condenatoria que se halle ejecutoriada, lo que trae aparejada la necesidad de rediseñar el sistema de medidas cautelares personales, toda vez que, en esencia, ellas son incompatibles con el principio de inocencia.

Lo dice el Art.4 del Código mencionado, en forma perentoria, “Ninguna persona será considerada culpable ni tratada como tal en tanto no fuere condenada por una sentencia firme”.

5) Protección Adecuada a los Derechos de la Víctima.

Se establece un sistema adecuado de protección de los intereses de la VÍCTIMA U OFENDIDO con el delito por parte del ministerio público, reconociéndose que en el sistema anterior fue el sujeto procesal más olvidado. Por tal motivo, se impone a los fiscales la obligación de velar por sus intereses y a los jueces de garantía la de cautelar sus derechos.

Además, se otorga a la víctima “el carácter de sujeto procesal aún en el caso de que no intervenga como querellante, reconociéndosele un conjunto de derechos que buscan romper su actual situación de marginación. Entre otros, se encuentran el derecho a ser informada de los resultados del procedimiento, a solicitar medidas de protección ante eventuales futuros atentados y a recurrir contra el sobreseimiento definitivo o la sentencia absolutoria”.

6)Instauración del Principio de Selectividad.

El Mensaje señala que se instaura en el Proyecto el principio de SELECTIVIDAD de los casos que deben ser investigados, abandonando el principio de legalidad estricta, vigente anteriormente, lo que permitirá, según dicho Mensaje, una mejor utilización de los recursos humanos y materiales.

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Esta selectividad se la encomienda al ministerio público, órgano que, “en base a criterios político criminales explícitos y sometido a estrictos controles de responsabilidad” deberá conducirla “hacia la criminalidad más lesiva”.

7) Excepcionalidad y Legalidad de las Normas sobre Medidas Cautelares Personales.

En esta parte, el Mensaje se explaya, dada la importancia que reviste esta garantía constitucional para los imputados, estableciendo CONTROLES ESPECÍFICOS para su resguardo. Estos controles se refieren a los casos en que no procede disponer la prisión preventiva de un imputado; a las limitaciones para decretarla cuando procede; a su duración; a la forma en que deben ordenarse, sustituirse o ponérseles término, contemplándose con este propósito la celebración de AUDIENCIAS ORALES con participación del imputado y su defensor, y a los recursos que competen al imputado en caso que el juez de garantía no acceda a la libertad pedida, o a la sustitución de la prisión preventiva por otra medida cautelar, personal o real.

D.–PRINCIPALES MATERIAS CONTENIDAS EN EL PROYECTO

El Proyecto distingue tres etapas en el procedimiento penal: Instrucción, Etapa Intermedia y Juicio Oral y Público. Junto a ellas contempla las Salidas Alternativas del Sistema, los Procedimientos Abreviados y los Recursos.

1) Etapa de Instrucción

El sistema propuesto concibe la INSTRUCCIÓN “como una etapa de preparación del juicio oral, en que una de las partes, el fiscal, con el auxilio de la policía y otros organismos especializados, debe investigar el hecho denunciado y recolectar los medios de prueba que, en el momento oportuno, utilizará para respaldar su acusación frente al tribunal que deba dictar el fallo”.

Se abandona, en consecuencia, el modo de instrucción formal “en que el juez incorpora al expediente actuaciones de prueba que podrán servir directamente como fundamento a la sentencia”.

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Se señala que la investigación que lleve a cabo el ministerio público, permitirá un manejo eficiente de la persecución penal con una organización flexible, la constitución de equipos especializados de acción y la movilidad territorial de los fiscales. Para ello, el ministerio público contará con el auxilio de la Policía y de otros organismos especializados.

En esta etapa se considera también la intervención del JUEZ DE CONTROL DE LA INSTRUCCIÓN –actualmente, JUEZ DE GARANTÍA– a quien se encomienda la función constitucional y jurisdiccional de cautelar y proteger las garantías individuales del imputado y demás intervinientes, resolviendo todos los CONFLICTOS que puedan suscitarse entre la actividad de investigación del Fiscal y la Policía, por una parte, y los derechos de aquellos, por la otra.

Asimismo, se expresa que le corresponderá “la resolución de otros conflictos que puedan producirse durante la instrucción, como los relativos a la intervención de querellantes u otros interesados y los que digan relación con las formas anticipadas de terminación del procedimiento”.

Durante esta etapa se faculta al ministerio público para ARCHIVAR PROVISIONALMENTE aquellas denuncias que no parezcan susceptibles de una investigación exitosa respecto de delitos de poca gravedad.

Igualmente, se permite a los fiscales “NO INICIAR O ABANDONAR LA PERSECUCIÓN PENAL en casos de mínima gravedad, cuando resulte posible por no estar comprometido el interés público”.

Si bien, la investigación que realice el fiscal puede llevarse a cabo privadamente, ella debe judicializarse en algún momento determinado. El Proyecto contempla al efecto la FORMULACIÓN DE CARGOS –actualmente FORMALIZACIÓN DE LA INVESTIGACIÓN– que obliga al fiscal a dar conoci-miento al imputado, frente al juez, de la existencia y contenido de la investigación penal que realiza en su contra.

El Proyecto propone SUSTITUIR el sometimiento a proceso del inculpado por esta nueva institución, dejando constancia que ella facilitará la defensa del imputado en cuanto le dará conocimiento de los cargos que se le formulan y además, tendrá el efecto de limitar el ámbito de la persecución penal y la de focalizar la eventual acusación a dichos cargos, puesto que deberá existir una congruencia entre todos ellos. Se agrega que de esta manera se evita “el pre juzgamiento que implica una resolución judicial basada en presunciones fundadas de participación e impedirá los efectos de interdicción del imputado que hoy surgen del sometimiento a proceso,

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como son el arraigo de pleno derecho, su conexión directa con la prisión preventiva y la libertad provisional, las anotaciones en el prontuario y demás efectos restrictivos de derecho”.

2) Salidas alternativas del Sistema y Procedimientos Abreviados

Para evitar la excesiva carga de trabajo que significa investigar y resolver todas las denuncias que se presentan a diario en los tribunales, se proponen Salidas Alternativas al Sistema y Procedimientos Abreviados.

Así, se establece la SUSPENSIÓN CONDICIONAL DEL PROCEDIMIENTO, que consiste fundamentalmente en una anticipación del tipo de solución que la sentencia definitiva puede otorgar al caso propuesto cuando probablemente resulten aplicables algunas de las medidas alternativas de la ley Nº 18.216. En este caso, el Juez, previo acuerdo del fiscal y del imputado, podrá suspender el procedimiento iniciado, sujetando a este último a ciertas formas de control de baja intensidad, por un período no superior a tres años.

Mediante los ACUERDOS REPARATORIOS, se busca reconocer el interés preponderante de la víctima en aquellos delitos que afectan bienes que el sistema jurídico reconoce como disponibles. Si respetando estos derechos, el fiscal y la víctima han llegado a un acuerdo satisfactorio, se indica, éste deberá ser aprobado por el juez de control, pero verificando previamente que quienes han concurrido a él lo hayan hecho libre e informadamente.

Entre las posibilidades de simplificación de los procedimientos, la principal de ellas consiste en el PROCEDIMIENTO ABREVIADO.

En este caso el imputado renuncia a su derecho al juicio oral, manifestando su acuerdo con los hechos contenidos en la acusación fiscal.

Por medio de este procedimiento, se señala, “se busca dar una salida expedita a aquellos casos en que no existe una controversia sobre los resultados de la investigación realizada por el fiscal”.

Sin embargo, el juez puede rechazar el acuerdo logrado y dar paso al juicio oral si así lo estimare procedente.

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Dentro del procedimiento abreviado, se faculta al juez para que en la sentencia que dicte absuelva al acusado, a pesar de su reconocimiento de los hechos, cuando éstos no sean constitutivos de delito.

3) Etapa Intermedia

Con la acusación que formule el fiscal se da paso a una AUDIENCIA que debe celebrarse ante el juez de control, llamada intermedia, actualmente, audiencia de preparación del juicio oral, que tiene por objeto preparar dicho juicio.

Las consecuencias más importantes de la formulación de cargos que hace el fiscal son: “dar pie a la formalización de la defensa frente a la acusación, permitir el control judicial de la misma, y en su caso, preparar la realización del juicio fijando su contenido y los medios de prueba que serán admitidos al mismo”.

Se ha buscado garantizar el ejercicio de la defensa frente a la acusación, otorgando la posibilidad de que ésta se presente anticipadamente por escrito o en forma oral, en la propia audiencia.

En cuanto al control judicial de la acusación, ésta se refiere a la facultad del juez para ordenar la corrección de vicios formales y a la posibilidad de rechazarla, decretando el sobreseimiento definitivo, cuando se aleguen causales que la contemplen y siempre que su comprobación no requiera la realización de actividades probatorias.

El juez de control deberá proceder a la preparación del juicio oral, fijando el tribunal competente que deberá conocer de él, su objeto, las personas que deban intervenir y la determinación de las pruebas que deban producirse sobre la base de los ofrecimientos formulados por las partes, todo ello por medio de una importantísima resolución que se ha denominado AUTO DE APERTURA DEL JUICIO ORAL.

En cuanto a la admisibilidad de las pruebas, el Proyecto ha optado por entregar al juez facultades limitadas de control en sentido negativo, es decir, sólo puede rechazar pruebas por causales específicas.

En esta etapa se contempla la posibilidad de que el juez pueda poner término anticipado al procedimiento, mediante el SOBRESEIMIENTO DEFINITIVO O TEMPORAL, a petición del fiscal, institución que se mantiene por causales similares a las existentes en el procedimiento penal anterior, y con sus mismos

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efectos. El Proyecto propone restringir no obstante la utilización del sobreseimiento temporal, por asumir que significa una salida bastante insatisfactoria del sistema.

4) Juicio Oral

El eje del sistema propuesto, según el Mensaje, está constituido por la garantía del JUICIO PREVIO, es decir, la realización de un juicio PÚBLICO ante un tribunal imparcial. Elemento integrante de esta garantía es el método ORAL, que impide las mediaciones y delegaciones. Se agrega que el enjuiciamiento público de los delitos permite socializar en forma más directa el mensaje en orden a que existe una respuesta estatal rigurosa a los actos que la sociedad considera inaceptables.

El juicio oral debe celebrarse en forma pública, ante un tribunal colegiado de tres miembros, frente al cual deberán formularse los cargos, plantearse la defensa y producirse las pruebas en una o varias audiencias orales, que deberán desarrollarse en forma continuada y con presencia permanente del tribunal, del fiscal, del imputado y de su defensor.

El Proyecto regula detalladamente el orden y la forma en que debe producirse la prueba, poniendo énfasis en la percepción directa de la misma; sólo por excepción admite la lectura de actas en la que conste su producción con anterioridad.

Se propone “la adopción del sistema de LIBERTAD PROBATORIA en cuanto a la introducción de los medios al juicio, haciéndose expresa mención a la posibilidad de que se utilicen como medios de prueba todos aquellos mecanismos modernos por medio de los cuales resulta posible hacer constar hechos de manera confiable”. Se abandona así, el sistema de prueba legal.

En cuanto a su apreciación, se adopta el SISTEMA DE LIBRE VALORACIÓN DE LA PRUEBA, “único compatible con el reconocimiento de la autonomía de cada juez para adquirir la convicción sobre los hechos del caso”, pero se exige al juez que explique las razones para aceptar o desechar las pruebas producidas.

Después de la última audiencia, el tribunal deberá dictar SENTENCIA ESCRITA, sin perjuicio de lo cual deberá emitir pronunciamiento verbal inmediato sobre la absolución o condena del imputado, al final de la misma audiencia.

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5) Recursos

El Proyecto propone limitar el uso de los Recursos Procesales, ya que afirma que en lugar de un sistema de controles verticales como el que se utiliza en el actual sistema, “existirá un conjunto mucho más complejo de órganos y de relaciones entre ellos en el nivel de la instancia general”.

El Proyecto propone eliminar la CONSULTA y limitar el recurso de APELACIÓN en el sentido de que sólo procederá en contra de determinadas resoluciones del juez de control, hoy de garantía, y en caso alguno en contra de las resoluciones, incluyendo la sentencia definitiva, que dicte el tribunal penal oral.

Se expresa que el recurso fundamental es el de CASACIÓN, hoy recurso de NULIDAD, del que conocerá la Corte Suprema, pero también su conocimiento se entrega a las Cortes de Apelaciones en los casos en que la sentencia definitiva sea dictada por un tribunal unipersonal, situación esta última que fue modificada sustancialmente en el Congreso Nacional.

Mediante este único recurso, se señala, es posible impugnar las decisiones del tribunal penal oral, pero sólo podrá fundarse en que la sentencia o el procedimiento en que se base adolezcan de vicios originados en la violación de disposiciones legales o constitucionales.

Se buscó asimismo, limitar la excesiva formalidad del recurso de casación y se mantuvieron algunas facultades del tribunal para casar de oficio la sentencia.

Cabe observar que el recurso de Casación y un Recurso Extraordinario creado por la Cámara de Diputados, fueron reemplazados en la Comisión de Constitución, Legislación, Justicia y Reglamento del Senado, por el RECURSO DE NULIDAD que, aunque similar, presenta diferencias esenciales con aquél.

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6) Procedimientos Especiales y Ejecución.

El Mensaje deja constancia que el Libro IV del Proyecto trata de los procedimientos especiales y de la ejecución de las sentencias penales. Entre los primeros se encuentra el PROCEDIMIENTO ABREVIADO, ya referido. Respecto de los demás, el nuevo Código conserva, en general, los que se contenían en el Código de Procedimiento Penal, adaptándolos a los principios y mecanismos propios del nuevo sistema.

Entre las innovaciones introducidas, se encuentra la incorporación de algunas garantías básicas en el procedimiento aplicable a los inimputables por enajenación mental.

En cuanto a la ejecución de las sentencias, la innovación más importante que contiene el Proyecto, es la que se refiere al establecimiento del CONTROL JUDICIAL DE PENAS Y MEDIDAS. Se otorga competencia al tribunal que dictó la sentencia para ejercer este control y para conocer de todas las solicitudes o reclamaciones que los afectados formulen fundándose en normas penales y penitenciarias. Hoy día este control ha sido entregado a los jueces de garantía.

La ley Nº 19.708, modificó el Art.14 del Código Orgánico de Tribunales, agregándole un nuevo párrafo, signado, letra “f)”, mediante el cual dispone que le corresponderá a los jueces de garantía “Hacer ejecutar las condenas criminales y las medidas de seguridad y resolver las solicitudes y reclamos relativos a dicha ejecución, de conformidad a la ley procesal penal”.

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4.– ESTRUCTURA DEL CÓDIGO PROCESAL PENAL

A.–BREVE RESEÑA

El Proyecto de Código Procesal Penal remitido por el Poder Ejecutivo al Congreso Nacional, el 5 de Junio de 1995, cuyo Mensaje hemos analizado anteriormente, sufrió, como es de suponer, diversas modificaciones en su larga tramitación que abarcó un período de cinco años, lapso durante el cual se oyó a diversas personas e instituciones.

Finalmente, como ya expresamos, se publicó en el Diario Oficial la Ley Nº 19.696, el 12 de Octubre del año 2000, que contiene el Código Procesal Penal actual, disponiéndose su vigencia en forma gradual en las diversas Regiones del país.

Dicho Código consta de 485 artículos y uno transitorio.

Se divide en Cuatro Libros, éstos a su vez, en Títulos y estos últimos en Párrafos. Tiene la particularidad de que cada artículo tiene una denominación que indica su contenido, lo que facilita su estudio y consulta.

Recordemos que el Código de Procedimiento Penal, después de la modificación de la ley Nº 18.857, de 6 de Diciembre de 1989, tenía igualmente cuatro Libros, pero dicho cuerpo legal contaba con 696 artículos.

Con el objeto de dar una visión de conjunto con respecto a las diversas materias que contiene el actual Código Procesal Penal, indicaremos, al menos, las denominaciones de sus Cuatro Libros y de los Títulos que cada uno de ellos contiene.

El Libro Primero, denominado DISPOSICIONES GENERALES: consta de siete Títulos, cuyas denominaciones son las siguientes:

Título I: Principios Básicos; Título II: Actividad Procesal; Título III: Acción Penal; Título IV: Sujetos Procesales; Título V: Medidas Cautelares Personales; Título VI: Medidas Cautelares Reales; y Título VII: Nulidades Procesales.

El Libro Segundo, sin duda el libro central del nuevo Código, se llama PROCEDIMIENTO ORDINARIO y consta solamente de tres títulos:

Título I: Etapa de Investigación; Título II: Preparación del Juicio Oral; y Título III: Juicio Oral.

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Como puede observarse, comprende las tres etapas del procedimiento ordinario por crimen o simple delito de acción pública.

El Libro Tercero, denominado RECURSOS consta de cuatro Títulos:

Título I: Disposiciones Generales; Título II: Recurso de Reposición; Título III: Recurso de Apelación; y Título IV: Recurso de Nulidad.

El Libro Cuarto, denominado PROCEDIMIENTOS ESPECIALES Y EJECUCIÓN, consta de nueve títulos:

Título I: Procedimiento Simplificado; Título II: Procedimiento por Delito de Acción Privada; Título III: Procedimiento Abreviado; Título IV: Procedimiento Relativo a Personas que gozan de Fuero Constitucional; Título V: Querella de Capítulos; Título VI: Extradición; Título VII: Procedimiento para la Aplicación Exclusiva de Medidas de Seguridad; Título VIII: Ejecución de las Sentencias Condenatorias y Medidas de Seguridad; y Título Final: Entrada en Vigencia de este Código.

B.–ENTRADA EN VIGENCIA DEL NUEVO CÓDIGO

1) Gradualidad de dicha vigencia

El Art.483 del Código Procesal Penal, establece una regla de carácter general al expresar textualmente: “Las disposiciones de este Código SÓLO SE APLICARÁN A LOS HECHOS ACAECIDOS CON POSTERIORIDAD A SU ENTRADA EN VIGENCIA”.

OBSERVACIÓN: En lo sucesivo, cada vez que nos refiramos a una o más disposiciones del CÓDIGO PROCESAL PENAL, nos limitaremos a indicar su número, para evitar repeticiones innecesarias, salvo que por el contexto de la cita ello pudiera inducir a confusiones, caso en los cuales añadiremos la mención de dicho Código.

La vigencia del nuevo Código, conforme a lo dispuesto en el Art.484, se fijó en relación con lo dispuesto en el Art.4º transitorio de la ley Nº 19.640, Orgánica Constitucional del Ministerio Público, publicada en el Diario Oficial, el 15 de Septiembre de 1999.

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Como de acuerdo con esta última ley, se fijó un verdadero calendario de vigencia, gradual para las distintas regiones del país, el Código Procesal Penal, se aplicó igualmente, con la misma gradualidad en las distintas Regiones.

De esta manera, con respecto a los hechos acaecidos en el territorio nacional, dicho Código comenzó a regir:

1. El 16 de Diciembre de 2000, en las Regiones Cuarta y Novena;

2. El 16 de Octubre de 2001, en las Regiones Segunda, Tercera y Séptima;

3. El 16 de Diciembre de 2002, en las Regiones Primera, Undécima y Duodécima;

4. El 16 de Diciembre de 2003, en las Regiones Quinta, Sexta, Octava y Décima.

En cuanto a la Región Metropolitana, primitivamente su vigencia se había esta-blecido, conforme al procedimiento dicho, para el día 16 de Octubre de 2002, pero posteriormente, ella fue prorrogada hasta el 16 de Diciembre de 2004 en virtud de la ley Nº 19.762, de 13 de Octubre de 2001, y posteriormente, su vigencia se postergó para el 16 de Junio de 2005, en virtud de la ley Nº 19.915 de 20 de Diciembre de 2003.

De acuerdo con lo dispuesto por el Art. 483 del Código Procesal Penal, dicho Código deberá aplicarse únicamente a los HECHOS ACAECIDOS DESPUÉS de las respectivas fechas de vigencia indicadas para las diversas Regiones; los hechos ilícitos ocurridos con ANTERIORIDAD continuarán investigándose de acuer-do con las normas del Código de Procedimiento Penal hasta su conclusión.

Ahora, si en una determinada Región se presenta una denuncia o querella DESPUÉS de la fecha de entrada en vigencia del nuevo sistema de enjuiciamiento penal, pero respecto de HECHOS ACAECIDOS CON ANTERIORIDAD A ESA FECHA, ella debe ser tramitada conforme al antiguo procedimiento por el juzgado del crimen o con competencia criminal que subsista, ya que la fecha de presentación de la denuncia o querella son irrelevantes a este respecto; lo que importa es la fecha de ocurrencia de los hechos ilícitos.

En cuanto a los hechos acaecidos en el extranjero y que fueren de la compe-tencia de los tribunales nacionales, este Código se aplicará a partir de su entrada en vigencia en la Región Metropolitana.

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La razón de esta norma especial radica en que el Art.167 del Código Orgánico de Tribunales dispone que de los delitos a que se refiere el Art.6 del mismo Código, que son los crímenes y simples delitos cometidos fuera del territorio de la República, conocerán los tribunales de Santiago.

El citado artículo transitorio agrega que, en igual fecha, se aplicará dicho Códi-go a las solicitudes de extradición pasiva, y a la detención previa a las mismas, que recibiere la Corte Suprema. En consecuencia, los ministros de esa Corte a quienes, en virtud del Art.52 Nº3 del Código Orgánico de Tribunales, correspondiere conocer de las extradiciones pasivas solicitadas con anterioridad a dicha vigencia, continuarán aplicando el procedimiento establecido en el Código de Procedimiento Penal.

Finalmente, cabe tener presente, sobre esta materia, lo que dispone el único ar-tículo transitorio del Código Procesal Penal que se refiere al caso en que deba impo-nerse más de una PENA a una misma persona por tribunales que han tramitado distin-tas causas por diferentes procedimientos.

Establece que si una persona hubiere cometido diversos hechos, debido a los cuales fuere juzgada por un juzgado de letras del crimen o con competencia en lo criminal, con sujeción al Código de Procedimiento Penal, y también lo fuere por un juzgado de garantía o un tribunal oral en lo penal conforme al nuevo Código, en el pronunciamiento de las sentencias condenatorias que se dictaren con posterioridad a la primera, se estará a lo previsto en el Art.164 del Código Orgánico de Tribunales. Lo anterior significa que los tribunales que dictaren los fallos posteriores no podrán considerar circunstancias modificatorias que de haberse acumulado los procesos no se habrían podido tomar en cuenta. Deberán, asimismo, regular la pena de modo que el conjunto de ellas no pueda exceder de la que hubiere correspondido de haberse juzgado conjuntamente los diversos delitos.

2) Vigencia de las Modificaciones introducidas al Código Orgánico de Tribunales en materia de competencia Penal.

El artículo séptimo transitorio de la ley 19.665, prescribe que las disposiciones de esta ley que incorporan, modifican o suprimen normas del CÓDIGO ORGÁNICO DE TRIBUNALES u otros cuerpos legales relativos a la COMPETENCIA EN MATERIA PENAL, entrarán en vigencia en la fecha que señala para la respectiva Región el Art.4 transitorio de la Ley Orgánica Constitucional del Ministerio Público, Nº 19.640, en relación con los hechos acaecidos a partir de dicho momento.

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Agrega dicho precepto que, en consecuencia, las normas del Código Orgánico de Tribunales u otros cuerpos legales relativos a la competencia en materia penal continuarán aplicándose, después de esa fecha, respecto de las causas cuyo conocimiento corresponda a los juzgados del crimen y a los juzgados de letras con competencia en lo criminal, por referirse a hechos acaecidos con anterioridad.

En cuanto a las CONTIENDAS DE COMPETENCIA que se suscitaren entre un juez del crimen o de letras con competencia criminal, por una parte, y un juez de garantía o un tribunal de juicio oral en lo penal, por la otra, serán resueltas por la Corte de Apelaciones que tuviere competencia sobre el respectivo territorio jurisdiccional de acuerdo con lo dispuesto en el Art.8 transitorio de la ley Nº 19.665.

Corresponderá, asimismo, a la Corte de Apelaciones que tenga competencia con respecto al territorio de un tribunal en lo penal, dirimir las cuestiones que se planteen entre éste y el ministerio público con respecto a cuál de ellos es el que debe investigar un determinado hecho tomando en cuenta la vigencia del nuevo sistema procedimental penal.

Si no pudieren aplicarse las reglas precedentes, resolverá la Corte Suprema.

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5.– ORGANIZACIÓN, COMPETENCIA Y FUNCIONAMIENTO DE LOS JUZGADOS DE GARANTÍA Y DE LOS TRIBUNALES DE JUICIO ORAL EN LO PENAL

A.–GENERALIDADES ACERCA DE LA REFORMA ORGANIZACIONAL

Estimamos que la Administración de Justicia debe ser estudiada en dos planos, igualmente importantes, y estrechamente vinculados. El primero, relativo a lo JURISDICCIONAL, esto es, a la manera en que se conocen y fallan los procesos; y el segundo, relativo al SERVICIO, que mediante esa actividad jurisdiccional, se presta a la comunidad al conocer y resolver los conflictos suscitados.

No nos cabe duda que, mirada como servicio, la Administración de Justicia, debe ser OPORTUNA, EFICIENTE Y ACCESIBLE A TODAS LAS PERSONAS y que la obtención de estos resultados debe ser una preocupación PERMANENTE no sólo del legislador sino que también de los propios jueces.

Para facilitar el logro de los objetivos que miran al servicio y supuesto el hecho de que muchas de las críticas formuladas al respecto, ya analizadas, tienen indudable asidero y fundamento, se estimó por el Supremo Gobierno que era indispensable re-formular, legalmente, no sólo la parte procedimental a través de un nuevo Código de Procedimiento, sino que también la relativa a la ESTRUCTURA Y FUNCIONAMIENTO de los Tribunales.

Asimismo, se resolvió que era necesario crear e implementar un nuevo sistema ADMINISTRATIVO Y TÉCNICO que sirviera de adecuado soporte al funcionamiento de dicho servicio.

JUNTO CON LO ANTERIOR, SE ESTIMÓ QUE ERA IMPRESCINDIBLE CREAR UN NÚMERO SUFICIENTE DE TRIBUNALES QUE FUERA ADECUADO A LA CANTIDAD DE REQUERIMIENTOS JUDICIALES.

Sobre el particular, cabe expresar que en nuestro país se llevaron a cabo diversos estudios acerca de la idea de implantar nuevos criterios de gestión y administración en los tribunales para hacerlos más eficientes y funcionales a los NUEVOS REQUERIMIENTOS JUDICIALES, tanto en Institutos Privados como en Universidades, los que en definitiva, se centralizaron en el Ministerio de Justicia. Tomando en consideración estos estudios, y los elaborados por su propio

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Departamento técnico, dicho Ministerio envió al Congreso un proyecto de ley que contenía trascendentales modificaciones al Código Orgánico de Tribunales, el que, aprobado por ambas ramas legislativas, se convirtió en la ley Nº 19.665, publicada el 9 de Marzo de 2000. Posteriormente, se hizo necesaria la elaboración de otra ley, la Nº 19.708, el 5 de Enero del año 2001, adecuatoria de la anterior.

En lo esencial, la nueva legislación SUSTITUYÓ los Juzgados con COMPETENCIA CRIMINAL por nuevos Tribunales: los JUZGADOS DE GARANTÍA y los TRIBUNALES DE JUICIO ORAL EN LO PENAL, si bien, la suma de la competencia que la ley entregó a estas dos clases de tribunales no equivale a toda la competencia que recaía sobre el juez del crimen o con competencia criminal, en razón de que la investigación criminal, el acopio de pruebas y la deducción de la acción penal pública, que asimismo, correspondían a dichos jueces del crimen, fueron entregadas, según se ha dicho, a otro organismo distinto de los tribunales, el MINISTERIO PÚBLICO.

Cuando se presentó al Congreso el Proyecto de la que sería la Ley Nº 19.665, se expresó en la Comisión de Constitución, Legislación, Justicia y Reglamento del Senado, según Boletín Nº 2263–07, que ésta constituía la segunda iniciativa despachada al Congreso Nacional, luego de la Ley Orgánica Constitucional del Ministerio Público. Se expresó que el principal propósito de esta iniciativa era crear “los nuevos tribunales especializados en lo criminal: los juzgados de garantía, a los que corresponderá, en lo sustancial, asegurar los derechos de los intervinientes en el proceso penal, y los tribunales orales en lo penal, que tendrán a su cargo conocer y juzgar las causas por crimen y simple delito”. Atendido lo anterior, el mismo Proyecto se encargó de la supresión de los actuales juzgados del crimen con la gradualidad que indicó.

Se añadió que, a diferencia de la organización actual de los tribunales, “cada juzgado de garantía tendrá un número variable de jueces, de uno a diecisiete, con competencia sobre el mismo territorio, de acuerdo al volumen estimado de causas que se deberá atender, y que actuarán unipersonalmente. Los tribunales orales en lo penal, a su vez, funcionarán en una o más salas integradas por tres jueces, de forma que cada tribunal oral en lo penal podrá tener desde tres hasta veintisiete jueces”.

Se agregó que “El número múltiple de jueces por juzgado o tribunal, en su caso, obedece, entre otros motivos, a la nueva organización administrativa que se implantará con fines de racionalización y mejor uso de los recursos disponibles, y que constituye también uno de los aspectos centrales de la reforma”.

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Para destacar la importancia y magnitud de dicha reforma, se dijo, “basta señalar que hay 75 JUZGADOS DEL CRIMEN EN EL PAÍS, los cuales se suprimen, junto con algunos juzgados de letras. En total, DESAPARECEN 86 TRIBUNALES, que involucran igual número de jueces, otro tanto de secretarios y 1.016 empleados de secretaría”.

A cambio, se añadió, “se crean 151 JUZGADOS DE GARANTÍA, con 413 JUECES y 43 TRIBUNALES ORALES EN LO PENAL, que permiten el funcionamiento de 131 salas con un total de 396 JUECES. Adicionalmente, se establece que tendrán competencia de juzgados de garantía 58 TRIBUNALES DE LETRAS, de los cuales se crean 7 mediante esta iniciativa. Estos tribunales, en su conjunto, requerirán el concurso de 2.649 funcionarios de apoyo a la labor jurisdiccional, incluyendo a los administradores de tribunales”.

En verdad, la sola mención de estos datos estadísticos es suficiente para aquilatar la importancia y trascendencia de esta reforma judicial. Se trata de un esfuerzo enorme realizado para mejorar la administración de justicia en nuestro país, cuyos resultados deberán advertirse en el corto y mediano plazo.

B.– NORMAS SOBRE ORGANIZACIÓN Y COMPETENCIA DE LOS NUEVOS TRIBUNALES PENALES

1) Generalidades

Como se expresó, considerando la separación de roles inserta en la reforma procesal penal de nuestro país, se asignó a dos tipos de tribunales distintos PARTE DE LAS FUNCIONES que anteriormente desempeñaba el juez del crimen o con competencia criminal: los JUZGADOS DE GARANTÍA y los TRIBUNALES DE JUICIO ORAL EN LO PENAL.

El legislador los concibió con la MISMA JERARQUÍA, PERO CON DISTINTAS FUNCIONES, las que, como veremos, se diferencian notablemente de las que les competen a los demás juzgados de letras.

La unidad territorial asignada a cada juzgado de garantía y la entregada a la competencia de cada tribunal de juicio oral en lo penal, comprensivas de una comuna o agrupación de comunas, es la MISMA para todos los jueces y salas que respectivamente pertenecen a dichos juzgados y tribunales, si bien, la unidad

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territorial de los tribunales de juicio oral en lo penal puede comprender la de uno o más juzgados de garantía.

Las causas y asuntos que ingresan a la secretaría administrativa de un juzgado de garantía, se distribuyen entre los jueces que lo componen mediante un sistema objetivo propuesto por el presidente del Comité de Jueces y aprobado por dicho Comité, como luego veremos.

Igualmente, las causas y asuntos que ingresan a la secretaría administrativa de un tribunal de juicio oral en lo penal, se asignan a una de las salas de que se compone dicho tribunal en virtud de un sistema de distribución aprobado también por su propio comité de jueces.

Atendida la naturaleza de sus funciones, se concibió al JUEZ de garantía como un tribunal UNIPERSONAL, no obstante que varios de ellos puedan tener competencia, como se ha dicho, sobre un mismo territorio jurisdiccional y compartir una misma secretaría.

En cambio, los JUECES que se desempeñan en un tribunal de juicio oral en lo penal, requieren, por la naturaleza de sus funciones, trabajar en forma COLEGIADA, por lo que se idearon SALAS dentro de estos tribunales, integradas cada una por TRES JUECES, similares a las de una Corte de Apelaciones.

Se dispuso, asimismo, que estos nuevos tribunales debían comenzar a REEMPLAZAR GRADUALMENTE, POR REGIONES, A LOS ACTUALES JUZGADOS CON COMPETENCIA CRIMINAL, al mismo tiempo que correspondiera aplicar en ellas el nuevo sistema procesal penal.

2) Los Nuevos Tribunales Integran el Poder Judicial como Tribunales Ordinarios de Justicia.

El actual Art.5 del Código Orgánico de Tribunales, luego de la modificación introducida por la ley 19.665, ya citada, incluye a los juzgados de garantía y a los tribunales de juicio oral en lo penal entre los que forman parte del Poder Judicial, en carácter de tribunales ordinarios de justicia.

La inclusión señalada tiene vital importancia puesto que hace aplicables a dichos tribunales y a sus jueces, en subsidio de normas especiales, todas las contenidas en el Código mencionado relativas a los tribunales ordinarios de justicia.

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Entre estas normas se encuentran las relativas a la clasificación de los jueces atendiendo al lugar en que funcionan los juzgados o tribunales en que prestan sus servicios. Ello determina la categoría que el Art.267 del Código Orgánico de Tribunales asigna a dichos jueces en el Escalafón Primario del Poder Judicial. De esta manera, habrá jueces de garantía de comunas o agrupación de comunas, de capital de provincia y de asiento de Corte de Apelaciones. Lo dicho rige igualmente para los jueces que se desempeñan en los nuevos tribunales de juicio oral en lo penal.

Cabe señalar que la ley Nº 19.665, de 9 de Marzo de 2000, sustituyó para estos efectos el Art.267 del Código Orgánico de Tribunales que contiene el Escalafón mencionado, con el objeto de incluir a los nuevos jueces en sus respectivas categorías.

Asimismo, merecen citarse, por su importancia, todas las reglas generales relativas a la competencia, radicación, grado y extensión; al sistema de nombramiento y requisitos necesarios para ser designado juez; a sus atribuciones y deberes; y las que miran a su responsabilidad civil, criminal y disciplinaria.

Jerárquicamente, los nuevos tribunales, de acuerdo con el carácter de tribunales ordinarios de justicia del Poder Judicial, dependen de la Corte de Apelaciones respectiva y se encuentran bajo la superintendencia directiva, correccional y económica de la Corte Suprema.

No obstante que las funciones de estos nuevos tribunales, son diferentes entre sí, en definitiva resultan COMPLEMENTARIAS, puesto que el juicio oral de que debe conocer el tribunal de juicio oral debe ser preparado por el juez de garantía, al que compete, asimismo, según se ha dicho, velar por la protección de los derechos y garantías de todos los intervinientes durante la etapa de investigación realizada por el ministerio público, especialmente, los que corresponden al imputado y, asimismo, resolver todos los conflictos que puedan originarse durante ella. Según veremos, en la audiencia final que debe realizarse ante dicho juez, denominada precisamente, preparación del juicio oral, deben debatirse diversas materias relativas a la acusación fiscal, adhesión o acusación particular y los medios de prueba ofrecidos por los intervinientes. Dicha audiencia termina con una resolución del juez de garantía denominada “apertura del juicio oral” que es la que, en definitiva, debe ser remitida al tribunal de juicio oral en lo penal.

Los jueces que integran el tribunal de juicio oral en lo penal, que oirán a las partes, fundamentalmente, al fiscal y al defensor, y que presenciarán y oirán las declaraciones de testigos y peritos y demás pruebas que se produzcan durante la audiencia, han sido ajenos, por completo, a esta preparación, de manera que no

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albergarán ningún prejuzgamiento sobre estos respectos. Pero, sin el trabajo de PREPARACIÓN llevado a cabo ante el juez de garantía, ello no habría sido posible.

Así pues, las funciones de ambas clases de tribunales son complementarias por cuya razón no resulta posible concebir la existencia de un tribunal de juicio oral en lo penal sin la existencia de un juzgado de garantía o de instrucción de la investigación.

3) Territorio Jurisdiccional de los nuevos Juzgados y Tribunales.

La unidad territorial de estos juzgados, compuesta por una comuna o agrupación de comunas, es la fijada específicamente para cada uno de ellos por los Arts.16 y 21 del Código Orgánico de Tribunales, en virtud de las modificaciones de las leyes Nº 19.665 de 9 de Marzo de 2000 y 19.762 de 10 de Octubre de 2001.

Así, el juzgado de garantía de La Serena, que cuenta con tres jueces, tiene jurisdicción sobre las comunas de La Serena y La Higuera y el primer juzgado de garantía de Santiago, que tiene seis jueces, tiene competencia sobre la comuna de Pudahuel.

El tribunal de juicio oral en lo penal de La Serena, que cuenta con tres salas y nueve jueces, tiene competencia sobre las comunas de La Higuera, Vicuña, La Serena, Coquimbo, Andacollo y Paihuano y el primer tribunal de juicio oral en lo penal de Santiago, que tiene dieciocho jueces y seis salas, ejerce jurisdicción sobre las comunas de Lo Prado, Cerro Navia y Pudahuel.

C.–JUZGADOS DE GARANTÍA

1) Generalidades.

Como hemos expresado, en los juzgados de garantía creados por ley, pueden ejercer sus funciones uno o más jueces, todos ellos como tribunales unipersonales, separados e independientes.

La ley ha fijado determinadamente el número de jueces que deben desempeñar-se en cada uno de estos juzgados atendiendo a la población e importancia del lugar en que han sido creados y al número de requerimientos judiciales probables. Así, existen juzgados de garantía con un solo juez, como Vicuña, Casablanca y San Carlos y juz-

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gados de garantía con diecisiete jueces como los numerados Cuarto y Noveno de la Región Metropolitana.

Materialmente, dentro del edificio del juzgado de garantía, cada uno de estos jueces tiene su propio estudio, con sistemas adecuados de comunicación.

Para la celebración de las AUDIENCIAS ORALES que deben dirigir, y me-diante las cuales realizan la mayor parte de su trabajo, en las que participan el fiscal, el imputado, el defensor, la víctima y el querellante, el juzgado de garantía dispone de salas amplias que cuentan con las instalaciones necesarias, así como la capacidad adecuada para albergar a las personas que deseen asistir, toda vez que estas audien-cias son PÚBLICAS.

De la organización y citación de los intervinientes a dichas audiencias se ocupa la secretaría administrativa.

Es importante resaltar que cada juez de garantía, al igual que cada juez de letras, constituye UN TRIBUNAL UNIPERSONAL, con todas las facultades inherentes a su función jurisdiccional, las que debe desempeñar, con respecto a las causas que le fueren asignadas, desde que se requiera su intervención en la etapa de investigación hasta la dictación del auto de apertura del juicio oral.

La obligación de asistencia a su despacho se extiende a 44 horas semanales en virtud de lo prescrito por el Art.312 bis del Código Orgánico de Tribunales.

Para el desempeño de su labor jurisdiccional, los jueces de garantía cuentan con el apoyo de los servicios administrativos de la secretaría común, como ya lo hemos señalado.

2) Número de Juzgados de Garantía.

El Art.16 del Código Orgánico de Tribunales, luego de las sucesivas modifica-ciones de las leyes Nº 19.665 de 9 de Marzo de 2000 y Nº 19.762 de 13 de Octubre de 2001, creó, en las comunas que indica y con el número de jueces que respectiva-mente señala: 2 juzgados en la Primera Región; 3 en la Segunda; 3 en la Tercera; 5 en la Cuarta; 12 en la Quinta; 6 en la Sexta; 8 en la Séptima; 12 en la Octava; 8 en la Novena; 9 en la Décima; 1 en la Undécima, y 1 en la Duodécima.

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En la Región Metropolitana, sin considerar los juzgados de Colina, Puente Alto, San Bernardo, Melipilla y Talagante, creó 15 juzgados de esta clase, numerados del primero al decimoquinto.

Total: 90 juzgados de garantía en todo el país.

En todo caso, debe señalarse que el número de juzgados y tribunales, así como el número de jueces, es una materia que está sujeta a revisión permanente de acuerdo con las necesidades que se vayan produciendo en el futuro.

A lo anterior debe agregarse que el Art.3 de la ley Nº 19.665, como se ha dicho, entregó funciones de jueces de garantía a los jueces letrados que se desempeñan en los 58 Juzgados, con jurisdicción común, que indicó. Para ello se tomó en cuenta que por el número de causas criminales que se tramitan en estos tribunales y por la lejanía o dificultades de acceso, no se justificaba la creación en dichos lugares de juzgados de garantía y tampoco la de agregar estos territorios jurisdiccionales a los creados en la ley.

3) Competencia de los Juzgados de Garantía en razón del Territorio.

Con respecto a cuál de los juzgados de garantía le corresponde conocer de un determinado asunto, el Art.157 del Código Orgánico de Tribunales, después de la reforma introducida por la ley Nº 19.708 de 5 de Enero de 2001, establece que el juzgado de garantía del lugar de comisión del hecho investigado CONOCERÁ de las gestiones que motivare el procedimiento previo al juicio oral, agregando que el delito se entenderá cometido en el lugar donde se hubiere dado comienzo a su ejecución.

Por su parte, el Art.70 del Código Procesal Penal, prescribe que el juez de garantía competente para conocer de las gestiones que motivare el respectivo procedimiento, se pronunciará sobre las autorizaciones judiciales previas que solicitare el ministerio público cuando ellas importaren la privación, perturbación o restricción del ejercicio de derechos asegurados por la Constitución.

El inciso cuarto del citado Art.157 dispone que, sin perjuicio de lo anterior, cuando las gestiones debieren efectuarse fuera del territorio jurisdiccional del juzgado de garantía y se tratare de diligencias urgentes, la autorización judicial previa podrá ser concedida por el juez de garantía del lugar donde deban realizarse.

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Como ya lo hemos expresado, la distribución de las causas entre los distintos jueces de garantía que componen un juzgado de garantía, se efectúa en virtud de un mecanismo objetivo de asignación. Este mecanismo reemplaza al sistema de turnos semanales establecido por el Art.175 del Código Orgánico de Tribunales para los jueces con jurisdicción criminal, el que fue expresamente excluido por el inciso final del mencionado precepto, en virtud de la reforma introducida por la ley 19.665 de 9 de Marzo de 2000.

Sin embargo, el sistema de turnos SEMANALES ha sido instaurado en los juzgados de garantía, para los efectos de dar cumplimiento a la exigencia del inciso segundo del Art.312 bis del Código Orgánico de Tribunales que precisamente establece un sistema de TURNO que permita la disponibilidad de un juez en la jurisdicción fuera del horario normal de atención de los tribunales, turno que, obviamente, incluye domingos y festivos.

En virtud del principio de RADICACIÓN contenido en el Art.8 del Código Or-gánico de Tribunales, aplicable en la especie a falta de norma especial, las causas, una vez distribuidas, quedan sujetas al conocimiento de dichos jueces hasta la resolu-ción de apertura del juicio oral que pronuncien o hasta su término por cualquier cau-sa, ya sea por sentencia definitiva dictada en los procedimientos abreviado o simplifi-cado, en virtud de algunas de las salidas alternativas del sistema o por algún mecanismo de término anticipado.

4) Competencia específica de los jueces de garantía:

Conforme a los Arts.14 y 113 del Código Orgánico de Tribunales y 400 del Código Procesal Penal, corresponderá a los jueces de garantía:

a) Asegurar los derechos del Imputado y demás Intervinientes en el proceso pe-nal;

b) Dirigir personalmente las audiencias que procedan de acuerdo con la ley, en-tre las que caber citar, por su importancia, la de control de legalidad de la de-tención, la de formalización del procedimiento, las relativas a la libertad per-sonal del imputado; y la de preparación del juicio oral;

c) Dictar sentencia, cuando corresponda, en el procedimiento ABREVIADO que contempla la ley procesal penal;

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d) Conocer y fallar las FALTAS PENALES y los SIMPLES DELITOS a que se refiere el Art.388 del Código Procesal Penal de conformidad con el procedi-miento SIMPLIFICADO;

e) Conocer y fallar, conforme al mismo procedimiento simplificado, las faltas e infracciones contempladas en la LEY DE ALCOHOLES, cualquiera sea la pena que ella les asigne;

f) Conocer y fallar los delitos de ACCIÓN PRIVADA, de acuerdo con el proce-dimiento simplificado. Esta competencia les fue asignada por el Art.400 del Código Procesal Penal;

g) Hacer EJECUTAR LAS CONDENAS CRIMINALES y las medidas de segu-ridad, y resolver las solicitudes y reclamos relativos a dicha ejecución, de con-formidad con la ley. Esta competencia les fue entregada por la ley Nº 19.708 de 5 de Enero de 2001, la que reemplazó para estos efectos el Art.113 del Có-digo Orgánico de Tribunales; y

h) Conocer y resolver todas las cuestiones y asuntos que este Código y la ley procesal penal les encomienda.

5) Las Audiencias Orales de los Jueces de Garantía.

El Código Procesal Penal no proporciona un concepto de las AUDIENCIAS ORALES, ni siquiera les dedica un capítulo separado, no obstante que en varias dis-posiciones se refiere a ellas y que, sin duda, es a través de estas audiencias donde se realiza LA MAYOR PARTE DEL TRABAJO de los jueces de garantía.

Podríamos precisar que “Son ACTUACIONES DEL PROCEDIMIENTO, rea-lizadas ORALMENTE ante el Juzgado de Garantía, en los casos que señala la Ley, dirigidas por uno de los jueces de dicho tribunal, en las que los INTERVINIENTES hacen valer sus respectivos derechos y formulan sus peticiones concretas en relación con la materia precisa que es el objeto de cada audiencia, a fin de que aquél las RESUELVA, de inmediato, también en forma verbal”.

Son verdaderos comparendos concentrados, pero realizados íntegramente en forma oral, en los que se permite la contradictoriedad de los hechos propuestos y de las peticiones que se formulan, bajo la dirección atenta y PERSONAL del juez, sin intermediarios de ninguna especie.

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Entre sus características más salientes podemos señalar:

a) Son Orales. Como ya expresamos, todas las alegaciones y peticiones deben hacerse en forma verbal y el juez las resuelve de la misma manera, permi-tiendo así la aplicación del principio de inmediación. No se admiten minutas ni escritos.

b) Son Públicas. Rige en esta materia el principio de la publicidad de manera que cualquier persona puede asistir a ellas a condición de que guarde silen-cio y la compostura debida.

c) Son breves y concentradas. Las alegaciones no pueden convertirse en dis-cursos; sólo se permite el dialogo adversarial, real y productivo entre los in-tervinientes, para cuyo efecto el juez puede fijar límites igualitarios a aque-llos en el uso de la palabra, impidiendo además que se desvíen hacia aspectos innecesarios o impertinentes.

d) El Juez goza de Facultades Disciplinarias. De acuerdo con lo dispuesto en el Art. 71, en la dirección y disciplina de las audiencias, el juez de garan-tía goza de las atribuciones que los Arts. 292, 293 y 294 confieren al presi-dente de la sala y al tribunal de juicio oral en lo penal. En el uso de estas fa-cultades, el juez puede limitar el acceso del público a un número determinado de personas o hacer salir de la sala de audiencias a aquellas personas que no guarden compostura debida. Además de estas facultades, los jueces de garantía se hallan autorizados para aplicar alguna de las medi-das disciplinarias contempladas en los Arts. 530 y 532 del Código Orgánico de Tribunales.

En los casos que indica la ley, las audiencias orales son decretadas por el juez de garantía, DE OFICIO o a PETICIÓN DE PARTE. Las peticiones que se hagan por los intervinientes, principalmente por el fiscal, pueden serlo por escrito pero también se admite que puedan pedirlas por teléfono en casos urgentes, como ocurre con la audiencia del control de la detención, atendido el plazo de 24 horas que estatuye la ley para poner al detenido a disposición material del juez competente.

A ellas pueden concurrir todos los INTERVINIENTES, los que deben ser CITADOS al efecto. Convocados a una audiencia de este carácter, personal de la Se-cretaría del Juzgado se encarga de efectuar las citaciones respectivas.

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El objeto de estas audiencias es variado, dependiendo de la naturaleza de las cuestiones que pueden ventilarse en cada una de ellas, de acuerdo con la ley. Entre las audiencias más importantes podemos señalar: la de control de la detención; la de for-malización de la investigación; la de petición, revocación o sustitución de medidas cautelares personales; las relativas a la suspensión condicional del procedimiento y los acuerdos reparatorios; las relativas al cierre de la investigación; las de sobresei-miento definitivo y temporal; y la de preparación del juicio oral.

Es necesario tener presente además, que una audiencia solicitada para un objeto preciso, por ejemplo, ejercer el control de la legalidad de la detención, habitualmente puede derivar en una formalización de la investigación y aún en la petición de medidas cautelares personales, lo que como se sabe, de solicitarse en forma separada, harían ne-cesaria la realización de otras audiencias.

En todo caso, es necesario tener presente que el fiscal, para poder solicitar al-guna medida cautelar personal en contra del imputado, debe formalizar antes la inves-tigación, lo que implica darle a conocer la investigación criminal que lleva a cabo en su contra. La medida cautelar debe ser resuelta por el juez al final de la audiencia.

La participación del fiscal y del defensor en estas audiencias, atendidas sus ca-racterísticas de ser orales, breves y concentradas, exigen, por cierto, una preparación cuidadosa de parte de aquellos, así como una cuidadosa atención del juez de garantía acerca de los antecedentes que puedan proporcionársele por el fiscal.

Finalmente, es importante señalar que en estas audiencias no se rinde prueba ni pueden acompañarse antecedentes escritos para que sean examinados por los intervi-nientes y por el juez. Sin embargo, habitualmente el fiscal se valdrá de partes policia-les, certificados y otros documentos emitidos, por ejemplo, por el Servicio de Regis-tro Civil o el Servicio Médico Legal, de los cuales hará “una relación” en la audiencia para justificar sus peticiones.

El MÉRITO PROBATORIO de estos antecedentes radica más que nada en la aceptación, expresa, tácita o presunta de los demás intervinientes, lo que dejarán de manifiesto a través de sus alegaciones.

Por cierto, no se trata de una cuestión pacífica.

Existe aquí un delicado equilibrio que puede romperse, dado que el Código Procesal Penal no reglamentó, en este caso, como lo hizo en el juicio oral, la forma de INTRODUCIR estos antecedentes probatorios o evidencias en la audiencia y el VALOR que ellos tienen, no obstante que dichos antecedentes resultan indispensa-

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bles como soporte de las peticiones que puedan formularse en dichas audiencias y, desde luego, como FUNDAMENTO de las RESOLUCIONES que deban adoptarse.

Entre las AUDIENCIAS ORALES podemos citar las siguientes:

– Art.10, inciso final, que se refiere a la audiencia para resguardar las garantías del imputado que no se encuentra en condiciones de ejercer los derechos conferidos por la Constitución, los Tratados Internacionales y las Leyes;

– Art.93, letra d), relativa al derecho del imputado para pedir directamente al juez de garantía, una audiencia, con el fin de prestar declaración sobre los hechos materia de la investigación;

– Art.98, que establece que la declaración judicial del imputado se recibirá en audiencia a la que podrán concurrir los demás intervinientes en el proceso;

– Art.132, que estatuye lo que se ha denominado comúnmente “audiencia de control de la detención”, que es la primera audiencia judicial del detenido, oportunidad en que es obligatoria la presencia del fiscal, ya que su ausencia dará lugar a la liberación del detenido;

– Art.142, que establece que la petición de libertad del imputado sometido a prisión preventiva o la sustitución de esta cautelar por otra menos rigurosa, puede solicitarse en cualquier etapa de la investigación, después de la formalización de la investigación, evento en que el juez deberá citar a una audiencia para resolver;

– Art.145, que dispone que cuando hubieren transcurrido seis meses desde que se hubiere ordenado la prisión preventiva o desde el último debate oral en que ella se hubiere decidido, el tribunal debe citar de oficio a una audiencia con el fin de considerar su cesación o prolongación;

– Art.152, que ordena la convocatoria de los intervinientes a una audiencia cuando la duración de la prisión preventiva hubiere alcanzado la mitad de la pena privativa de libertad que se pudiere esperar en el evento de una sentencia condenatoria;

– Art.191, que contempla la anticipación de prueba con respecto a los testigos que se encuentran en la imposibilidad física de concurrir al juicio oral a

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testificar, audiencia a la que deben concurrir todas las personas que tuvieren derecho a intervenir en el juicio oral;

– Art.232, que estatuye la llamada “audiencia de formalización” que puede solicitar el fiscal para judicializar la investigación con respecto a uno o más imputados a quienes atribuye participación en uno o más hechos punibles;

– Art.237, que establece la celebración de una audiencia para tratar de la suspensión condicional del procedimiento a petición del fiscal, con el acuerdo del imputado;

– Art.238, inciso final, que se refiere a la modificación de una o más de las condiciones impuestas por el juez de garantía al imputado al concederle el beneficio de la suspensión condicional del procedimiento;

– Arts. 241 y 245 que prescriben que el juez de garantía deberá convocar a una audiencia para aprobar los acuerdos reparatorios a que hubieren llegado el imputado y la víctima y que establece que cuando los acuerdos reparatorios y la suspensión condicional del procedimiento no sean tratados en la audiencia de formalización, el juez de garantía citará a los intervinientes a una audiencia ante la solicitud que se presente;

– Art.247, inciso tercero, que determina que el juez debe citar a los intervinientes a una audiencia, cuando el imputado o el querellante, pidan al juez que se aperciba al fiscal para declare cerrada la investigación por haber transcurrido el plazo que tenía para hacerlo;

– Art.247, inciso quinto, que establece la celebración de una audiencia cuando el fiscal no dedujere acusación dentro del plazo de diez días contados desde el cierre de la investigación para los efectos de dictar sobreseimiento definitivo en la causa;

– Art.249, que dispone la celebración de una audiencia cuando el fiscal decidiere pedir el sobreseimiento definitivo o temporal en la causa o comunicar su decisión de no perseverar en el procedimiento;

– Art.260, que instituye la más importante de las audiencias que se celebran ante el juez de garantía, esto es, la llamada “audiencia de preparación del juicio oral”, que es precisamente la antesala de dicho juicio y en la que dicho juez debe cumplir importantes atribuciones que fijarán la competencia del tribunal penal de juicio oral.

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6) Algunas consideraciones sobre esta Competencia.

Si se examinan los diversos numerales del párrafo signado 4), puede advertirse que la ley entregó a los jueces de garantía un gran número de funciones de variada naturaleza, a lo que deben añadirse todavía otras atribuciones específicas contenidas en diversos preceptos del Código Procesal Penal.

Así, debe dejarse constancia que, conforme a diversas disposiciones de dicho Código, a los jueces de garantía les corresponde cautelar todos los derechos y garan-tías fundamentales conferidos a los intervinientes por la Constitución Política de la República, por los Tratados Internacionales y por las Leyes y, además, les compete velar por la legalidad del procedimiento a fin de que se cumplan las reglas de un de-bido proceso.

Por otra parte, cabe agregar que en virtud de la modificación introducida al Art.113 del Código Orgánico de Tribunales por la ley 19.708, como dijimos, la ejecución de las sentencias penales y las medidas de seguridad previstas en la ley procesal penal “será de la competencia del juzgado de garantía que hubiere intervenido en el respectivo procedimiento penal”, lo que constituye una excepción a las reglas generales en conformidad con las cuales el cumplimiento de una sentencia le compete al tribunal que la pronunció. Como la ley no ha prescrito a cuál de los jueces de garantía que forman parte de ese juzgado le corresponde dicho cumplimiento, y como en este caso resulta dudosa la aplicación de la regla de radicación del Art.8 del Código Orgánico de Tribunales, nos inclinamos a pensar que la asignación de este asunto deberá someterse al sistema general de distribución vigente en el juzgado de que se trate.

En cuanto a la competencia que se entrega al juez de garantía para conocer y fallar las FALTAS PENALES, es necesario precisar que esta norma se refiere únicamente a esta clase de faltas, debiendo entenderse por tales las comprendidas en el Código Penal y las que leyes especiales entreguen al conocimiento de la justicia criminal, como ocurre con las faltas a que se refieren las leyes sobre Alcoholes, Bebidas Alcohólicas y Vinagres y sobre Tráfico Ilícito de Sustancias Estupefacientes y Sicotrópicas. Volveremos sobre esta materia cuando tratemos del procedimiento simplificado.

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D.- TRIBUNALES DE JUICIO ORAL EN LO PENAL.

1) Generalidades.

Como ya hemos dicho, estos tribunales son COLEGIADOS. Se dividen en una o más salas, cada una compuesta por TRES JUECES LETRADOS, uno de los cuales es su presidente con las atribuciones indicadas en el Art.92 del Código Orgánico de Tribunales que, a su vez, se remite a los Nºs.1, 4, 5, 6, 7 y 8 del Art.90 del mismo Código, las que estudiaremos oportunamente. El número de jueces y, por tanto, de salas que componen esta clase de tribunales es variable, dependiendo, al igual que en los juzgados de garantía, de la población y del número de requerimientos judiciales probables que se formulen en el territorio respectivamente asignado. Así, hay tribuna-les de juicio oral en lo penal con tres jueces y una sala, como San Felipe, Los Andes y Angol, y otros con veintisiete jueces y nueve salas, como los tribunales Sexto y Séptimo de la Región Metropolitana.

La instalación de las salas mencionadas, se lleva a cabo mediante un sorteo anual entre todos los jueces que componen el tribunal, realizado en el mes de Enero de cada año. Cabe señalar, sin embargo, que por una omisión del legislador, no se reglamentó el procedimiento para elegir al juez presidente de sala, ni se expresó que lo sería el juez letrado más antiguo de la categoría respectiva. En ausencia de una norma semejante, estimamos que los jueces que forman parte de cada sala podrían decidir ellos mismos quién será el presidente, el que, por supuesto, no podría durar más de un año en su cargo, ya que al cabo de este período, como vimos, deberá renovarse la composición de las salas. Creemos, asimismo, que nada impediría que los tres jueces adoptaran el acuerdo de rotar el cargo de presidente entre ellos por el período de tiempo que señalaran, no superior a un año.

Como dijimos, cada una de las salas de un tribunal de juicio oral en lo penal tiene la misma competencia, esto es, conoce de cualquier clase de asuntos que se promuevan en su unidad territorial y que la ley entregue al conocimiento de dicho tribunal. La asignación de los asuntos que les corresponde se efectúa en virtud de un sistema de distribución.

Como constituyen un tribunal colegiado, para resolver un asunto, los jueces que componen cada sala deberán deliberar previamente, confrontando para ello sus per-sonales puntos de vista y sus apreciaciones. Este acuerdo puede ser obtenido por la unanimidad de sus miembros o por mayoría absoluta, esto es, por la voluntad concor-dante de dos de ellos. El juez que no esté de acuerdo con la mayoría fundará su voto disidente; asimismo, el que, concordando con el voto de mayoría, no acepte uno o

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más fundamentos de la resolución adoptada, puede prevenir, justificando igualmente su posición.

El Art.19 del Código Orgánico de Tribunales dispone al efecto que las decisiones de los tribunales de juicio oral en lo penal se regirán, en lo que no resulte contrario a las normas especiales dadas para ellos, por los Arts.72, 81, 83, 84 y 89 del mencionado Código.

El precepto referido agrega que sólo podrán concurrir a las decisiones del tribunal los jueces que hubieren asistido a la totalidad de la audiencia del juicio oral.

Cuando hubiere dispersión de votos en relación con la sentencia o la determinación de la pena, si aquella fuere condenatoria, el juez que sostuviere la opinión más desfavorable al condenado deberá optar por alguna de las otras.

Si se produjere desacuerdo acerca de cuál es la opinión que más favorece al imputado, prevalecerá la que cuente con el voto del juez presidente de la sala.

Cabe agregar que los jueces letrados que se desempeñan en cada una de las salas en que se divide el tribunal, disponen al igual que los jueces de garantía, de lugares de estudio individuales, donde desempeñan su trabajo personal, dotadas de medios de comunicación adecuados. Para el apoyo de su trabajo administrativo cuentan, asimismo, con la asistencia de la secretaría común.

Para la celebración de las audiencias en que se desarrolla el juicio oral, el tribunal tiene salas dotadas de los elementos necesarios y de las instalaciones funcionales para recibir a los jueces, intervinientes y público en general.

El actual Art. 21 A, del Código Orgánico de Tribunales, contiene una interesan-te y novedosa regla que permite el funcionamiento de los tribunales de juicio oral en lo penal en lugares distintos de aquellos en que se encuentran radicados, al disponer que para facilitar la aplicación oportuna de la justicia penal, de conformidad a crite-rios de distancia, acceso físico y dificultades de traslado de quienes intervienen en el proceso, estos tribunales se constituirán y funcionarán en localidades situadas fuera de su lugar de asiento.

Dicha norma agrega que corresponderá a la respectiva Corte de Apelaciones determinar anualmente la periodicidad y forma en que los tribunales de juicio oral en lo penal darán cumplimiento a lo dispuesto en este artículo. Sin perjuicio de ello, la Corte podrá disponer, en cualquier momento, la constitución y funcionamiento de un

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tribunal de juicio oral en lo penal en una localidad fuera de su asiento, cuando la mejor atención de uno o más casos así lo aconseje.

La Corte adoptará esta medida previo informe de la Corporación Administrativa del Poder Judicial y de los jueces presidentes de los comités de jueces de los tribunales de juicio oral en lo penal correspondientes.

2) Competencia específica de los Tribunales de Juicio Oral en lo Penal.

De acuerdo con lo dispuesto en el actual Art.18 del Código Orgánico de Tribunales, corresponderá a los tribunales de juicio oral en lo penal:

a) Conocer y juzgar las causas por crimen o simple delito, salvo aquellas relati-vas a simples delitos cuyo conocimiento y fallo corresponda a un juez de ga-rantía. Estas últimas son las causas por simple delito que pueden someterse al procedimiento abreviado o simplificado;

b) Resolver, en su caso, sobre la libertad o prisión preventiva de los ACUSADOS puestos a su disposición, materia sobre la cual el Código Proce-sal Penal contiene diversas normas que analizaremos oportunamente;

c) Resolver todos los incidentes que se promuevan durante el juicio oral; y

d) Conocer y resolver los demás asuntos que la ley procesal penal les encomiende.

3) Número de Tribunales de Juicio Oral en lo Penal.

Con respecto al número de tribunales de juicio oral en lo penal, el Art.21 del Código Orgánico de Tribunales, después de las modificaciones introducidas por las leyes Nºs.19.665 y 19.762, ya citadas, creó los siguientes en las Regiones que se indi-can: 2 en la Primera Región; 2 en la Segunda; 1 en la Tercera; 2 en la Cuarta; 6 en la Quinta; 3 en la Sexta; 4 en la Séptima; 4 en la Octava; 3 en la Novena; 4 en la Déci-ma; 1 en la Undécima, y 1 en la Duodécima.

En la Región Metropolitana creó 7 tribunales de esta clase, con asiento en la Comuna de Santiago, numerados del primero al séptimo, sin considerar los tribunales de juicio oral en lo penal de Colina, Puente Alto, San Bernardo, Melipilla y Talagan-te. Al igual que en el caso anterior, cada uno de estos tribunales cuenta con tres, seis,

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o más jueces, siempre un número múltiplo de tres, ya que cada sala debe contar con tres jueces letrados. Así, por ejemplo, el “Séptimo Tribunal de Juicio Oral en lo Penal de Santiago” cuenta con 27 jueces y tiene competencia sobre las comunas de Macul, Peñalolén y La Florida.

Como ya dijimos, el número de Tribunales y de jueces está sujeto a una revi-sión permanente de acuerdo con las necesidades del servicio.

Total: 44 tribunales de juicio oral en lo penal en todo el país.

4) Breve referencia comparativa entre la Competencia de los Juzgados de Ga-rantía y los Tribunales de juicio Oral en lo Penal.

Como observación final, tal vez deba anotarse el hecho de que la repartición de funciones y deberes entre los jueces de garantía y los que componen los tribunales de juicio oral en lo penal, no ha resultado del todo equitativa si se mantiene o aumenta le-vemente la tendencia actual en el sentido de que sólo el dos o tres por ciento de las cau-sas iniciadas y terminadas bajo el nuevo sistema, lo haya sido mediante un juicio oral.

La simple comparación objetiva entre las funciones específicas de los jueces de garantía y los que componen los tribunales de juicio oral en lo penal, abona nuestra observación y nos ahorra mayores comentarios.

E.– REGLAS SOBRE INHABILITACIÓN

1) Generalidades

De acuerdo con lo dispuesto en el Art.194 del Código Orgánico de Tribunales, los jueces pueden perder su competencia o habilidad legal para conocer de un determinado asunto, por IMPLICANCIA o RECUSACIÓN declaradas, en virtud de causas legales.

El Art.113 del Código de Procedimiento Civil, aplicable en la especie por mandato del Art.52 del Código Procesal Penal, prescribe que sólo podrá inhabilitarse a los jueces y a los auxiliares de la administración de justicia para que intervengan en un negocio determinado, en los casos y por las causas de implicancia y recusación que señala el Código Orgánico de Tribunales en sus Arts.195 y 196, respectivamente.

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Cabe señalar que la ley Nº 19.108 de 5 de Enero de 2001 , agregó otras tres causales de implicancia al Art.195 del Código Orgánico de Tribunales, aplicables a los jueces con competencia criminal;

a) Haber intervenido con anterioridad en el procedimiento como fiscal o defensor;

b) Haber formulado acusación como fiscal, o haber asumido la defensa, en otro procedimiento seguido contra el mismo imputado; y

c) Haber actuado el miembro del tribunal de juicio oral en lo penal como juez de garantía en el mismo procedimiento.

El Art.114 del Código de Procedimiento Civil, agrega que la declaración de implicancia o de recusación, cuando haya de fundarse en causa legal, deberá pedirse antes de toda gestión que ataña al fondo del negocio, o antes de que comience a actuar la persona contra quien se dirige, siempre que la causa alegada exista ya y sea conocida de la parte. Si la causa es posterior o no ha llegado a conocimiento de la parte, deberá proponerla tan pronto como tenga noticia de ella. A continuación, los Arts.115 a 128 de dicho cuerpo de leyes, reglamentan la forma como deben proponerse, tramitarse y fallarse.

El fundamento de estas inhabilidades, como se sabe, se encuentra en la falta de imparcialidad que los hechos que las constituyen pueden producir en los jueces a quienes afectan, siendo las causales de implicancia de carácter más grave a este respecto que las de recusación, a tal punto que si un juez, con manifiesta implicancia que le sea conocida y sin haberla hecho saber previamente a las partes, falla una causa civil o penal, comete el delito previsto en el Art. 224 del Código Penal, situación que no se da en el caso de recusación.

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2) Inhabilitación de un Juez de Garantía

De acuerdo con lo dispuesto en el Art. 202 del Código Orgánico de Tribunales, las causales de implicancia deben hacerse valer ante el propio juez de garantía, en su carácter de juez unipersonal, de las que debe conocer y resolver él mismo; en cambio, de las causales de recusación de dicho juez, conoce la Corte de Apelaciones en virtud de lo prescrito en el inciso primero del Art.204 del Código Orgánico de Tribunales.

El Art.75 del Código Procesal Penal, dispone que planteada la inhabilitación de un juez de garantía por uno de los intervinientes y fundada en alguna de las causales legales, quien debiere subrogarlo conforme a la ley, continuará conociendo de todos los trámites anteriores a la audiencia de preparación del juicio oral, la que no se realizará hasta que se resolviere la inhabilitación.

3) Inhabilitación de un Juez de Tribunal de Juicio Oral en lo Penal

En virtud de lo dispuesto en el Art. 203 del Código Orgánico de Tribunales, y atendido el carácter colegiado de esta clase de tribunales, de la implicancia de uno de sus jueces conocerá el tribunal mismo con exclusión del miembro o miembros de cuya inhabilitación se trata.

En cambio, la ley no cuidó de determinar específicamente cuál era el tribunal competente para conocer y fallar las causales de recusación que se propusieran en contra de un juez de tribunal de juicio oral en lo penal.

De acuerdo con el texto y espíritu del Art.76 del Código Procesal Penal, pareciera desprenderse que es del caso aplicar a las recusaciones la misma regla que para el caso de las implicancias.

El Art.76 del Código Procesal Penal, dispone que las solicitudes de inhabilitación de los jueces de tribunal de juicio oral en lo penal deberán plantearse, a más tardar, dentro de los tres días siguientes a la notificación de la resolución que fijare fecha para el juicio oral, y se resolverán con anterioridad al inicio de la respectiva audiencia.

Dicha norma agrega que cuando los hechos que constituyeren la causal de implicancia o recusación llegaren a conocimiento de la parte con posterioridad al vencimiento del plazo señalado, y antes del inicio del juicio oral, el incidente respectivo, deberá ser promovido al comenzar la audiencia del juicio oral.

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Con posterioridad al inicio de la audiencia del juicio oral, no podrán deducirse incidentes relativos a la inhabilitación de los jueces que integraren el tribunal. Con todo, si cualquiera de los jueces advirtiere un hecho nuevo constitutivo de causal de inhabilidad, el tribunal podrá declararla de oficio.

El tribunal continuará funcionando con exclusión del o de los miembros inhabilitados, si éstos pudieren ser reemplazados de inmediato en caso que hubieren sido convocados un mayor número de jueces en conformidad con lo dispuesto en el Art. 281, o si continuará integrado por, a lo menos, dos jueces que hubieren concurrido a toda la audiencia. En este último caso, deberán alcanzar la unanimidad para pronunciar la sentencia definitiva. Si no se cumpliere algunas de estas condiciones, se anulará todo lo obrado en el juicio oral.

F.–PRINCIPALES REGLAS SOBRE SUBROGACIÓN EN LOS NUEVOS TRIBUNALES

Los actuales Arts. 206 a 210 B del Código Orgánico de Tribunales, fijan las re-glas para la SUBROGACIÓN de los jueces de garantía y de los jueces de un tribunal de juicio oral en lo penal en caso que falten los titulares o no puedan intervenir en determinadas causas.

El Art.1º de la ley Nº 19.708, creó el cargo de jueces alternos en los tribunales de juicio oral en lo penal para facilitar, asimismo, la subrogación.

Conforme a dichos preceptos, en los casos en que falte un JUEZ DE GARANTÍA o no pueda intervenir en determinadas causas, será subrogado por otro juez del mismo juzgado.

Si el juzgado de garantía contare con un solo juez, éste será subrogado por el juez del juzgado con competencia común de la misma comuna o agrupación de comunas y, a falta de éste, por el secretario letrado de este último.

Cuando no pueda tener lugar lo expresado, la subrogación se hará por un juez del juzgado de garantía de la comuna más cercana perteneciente a la jurisdicción de la misma Corte de Apelaciones y a falta de éste, subrogará el juez letrado con compe-tencia común de la comuna más cercana y, en su defecto, el secretario letrado del mismo juzgado.

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Con respecto a los jueces de los TRIBUNALES DE JUICIO ORAL EN LO PENAL, el Art.210 del Código Orgánico de Tribunales, dispone que en todos los ca-sos en que una de las SALAS de dichos tribunales no pudiere constituirse conforme a la ley por falta de jueces que la integren, subrogará un juez perteneciente al mismo tribunal y, a falta de éste, un juez de otro tribunal de juicio oral en lo penal de la ju-risdicción de la misma Corte.

A falta de juez de un tribunal de juicio oral en lo penal, lo subrogará un juez de juzgado de garantía de la misma comuna o agrupación de comunas, que no hubiere intervenido en la fase de investigación.

Si no pudieren aplicarse las reglas anteriores, actuará como subrogante un juez perteneciente a algún tribunal de juicio oral en lo penal que dependa de la Corte de Apelaciones más cercana.

Finalmente, es necesario tener presente que de acuerdo con lo dispuesto en el Art. 209 del Código Orgánico de Tribunales, los jueces de un juzgado de garantía sólo podrán subrogar a otros jueces de garantía y, por excepción, a un juez de tribunal de juicio oral en lo penal en los casos señalados en el Art.210 de dicho Código.

Por su parte, el Art. 210 A estatuye que los jueces de tribunales de juicio oral en lo penal sólo subrogarán a otros jueces de esta clase de tribunales, regla que no admite excepciones.

G.–REGLAS SOBRE SUPRESIÓN GRADUAL DE LOS ANTIGUOS JUZGADOS DEL CRIMEN

El Art.10 de la ley 19.665, suprimió los juzgados del crimen de Valparaíso, Viña del Mar, Rancagua, Chillán, Concepción, Talcahuano, Temuco, Valdivia, Puerto Montt, Santiago, San Miguel y Puente Alto.

Suprimió, además, diversos juzgados de letras que tenían competencia en materia criminal.

Esta supresión, conforme al Art.5 transitorio de la misma ley, se llevó a cabo EN FORMA GRADUAL, de acuerdo con la fecha de entrada en vigencia del Código Procesal Penal.

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Lo que fue instantáneo, junto con la vigencia del nuevo sistema, fue el funcionamiento de los nuevos juzgados de garantía y tribunales de juicio oral en lo penal, con prescindencia del transcurso del período necesario para que operara la supresión de los juzgados de letras con competencia criminal.

El mencionado precepto dispone que corresponderá a las respectivas Cortes de Apelaciones determinar la oportunidad en que regirá dicha supresión. Del mismo modo, agrega la norma, las Cortes de Apelaciones referidas fijarán el período por el cual se mantendrán en sus cargos los jueces, secretarios y el personal de empleados de estos juzgados.

Se añade que las Cortes de Apelaciones tendrán en consideración la carga de trabajo de los juzgados que se suprimen y las necesidades de funcionamiento que los juzgados de garantía y los tribunales de juicio oral en lo penal, en su caso, presenten.

Las causas que SUBSISTAN, una vez suprimido el juzgado llamado a conocer de ellas, serán DISTRIBUIDAS por las Cortes de Apelaciones entre los juzgados del crimen de la misma jurisdicción que continúen en funciones, entendiéndose para todos los efectos constitucionales y legales que el juzgado al que sean asignadas, es el continuador legal del suprimido. Con este objeto, se agrega, las Cortes de Apelaciones fijarán las competencias territoriales de los juzgados del crimen que continúen en funciones.

A continuación, la norma transitoria mencionada, fija criterios orientadores a las Cortes de Apelaciones para llevar a cabo la supresión de juzgados del crimen dispuesta por el Art.10 de la ley 19.665, sirviéndose para ello del número par o impar de dichos juzgados y fijando un plazo total de dos años para el término del proceso. Con todo, autoriza a la Corte para dejar funcionando uno de los juzgados del crimen hasta el término de las causas que subsistieren.

H.–REGLAS ESPECIALES Y TRANSITORIAS SOBRE DESIGNACIÓN DE JUECES EN LOS JUZGADOS DE GARANTÍA Y EN LOS TRIBUNALES DE JUICIO ORAL EN LO PENAL

El artículo primero transitorio de la citada Ley Nº 19.665, reglamentó la provisión de los cargos de jueces de garantía y de los tribunales de juicio oral en lo penal que se crearon en las Regiones donde debía aplicarse el nuevo sistema procedimental. Al efecto, dispuso que la designación de los jueces que habrían de

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servir en estos nuevos tribunales se regiría por las reglas comunes, en lo que no resultaran modificadas por las normas del mismo artículo.

En todo caso, conviene puntualizar que de ninguna manera, ni los jueces ni los secretarios de los juzgados del crimen o con competencia criminal QUE SE SUPRIMIERON, quedaron sin un cargo en el Escalafón Primario del Poder Judicial.

Conforme a algunas de estas reglas:

a) Los jueces del crimen y los jueces de letras con competencia criminal cuyos tribunales fueron suprimidos por esta ley, pudieron OPTAR a los cargos de juez de tribunal de juicio oral en lo penal o juez de juzgado de garantía, dentro de su mismo territorio jurisdiccional. Este derecho debió ser ejercido, en su caso, con una anticipación de a lo menos trescientos días respecto de la fecha en que debió entrar en vigencia en dicho territorio el Código Procesal Penal. Si nada expresaron dentro de dicho plazo, pasaron a ocupar, por el solo ministerio de la ley, el cargo de juez de juzgado de garantía, dentro de su mismo territorio jurisdiccional.

b) La Corte de Apelaciones respectiva debió determinar el juzgado y la oportu-nidad en que cada juez entró a desempeñar su nueva función de acuerdo con las necesidades del sistema.

c) Para proveer los cargos que quedaron sin ocupar en los tribunales de juicio oral en lo penal, una vez aplicadas las normas precedentes, correspondió a la Corte de Apelaciones respectiva llamar a Concurso y elaborar ternas.

d) Una vez provistos los cargos de jueces del tribunal de juicio oral en lo penal, se procedió a llenar los cargos de jueces en los juzgados de garantía conforme al mismo procedimiento.

e) Se facultó a la Corte Suprema para disponer la ampliación de los plazos referidos cuando, atendido el número de cargos vacantes por proveer, ello resultara nece-sario para dar cumplimiento al plazo de instalación de los nuevos tribunales.

f) El Presidente de la República procedió a la designación de los nuevos jueces dentro del término de cinco días contados desde la recepción de las ternas res-pectivas.

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g) Para poder postular a los cargos de jueces referidos, los postulantes, además de cumplir con los requisitos comunes, debieron aprobar un curso habilitante im-partido por la Academia Judicial, para lo cual se encomendó a dicha Academia la realización de los cursos respectivos o la convalidación de los equivalentes.

h) Los SECRETARIOS, cuyos cargos fueron suprimidos por la presente ley, go-zaron de un derecho preferente para ser incluidos en las ternas que se confeccionaron tanto para los juzgados de garantía como para los tribunales de juicio oral en lo penal de la misma jurisdicción. Si por cualquier circuns-tancia no fueron nombrados, fueron destinados por la Corte de Apelaciones respectiva a un cargo de igual jerarquía, sin necesidad de nuevo nombramien-to. Si no hubieran existido cargos vacantes en la misma jurisdicción, el presi-dente de la Corte de Apelaciones debió comunicar este hecho al presidente de la Corte Suprema para que destinara al secretario al cargo vacante más próxi-mo a su jurisdicción de origen.

i) En cuanto a los empleados de secretaría de los juzgados del crimen y de le-tras que se suprimieron, el Art.2 de la citada ley 19.665 se encargó de regla-mentar su situación, para asegurarles, asimismo, su incorporación a los nuevos tribunales creados.

I.– ORGANIZACIÓN ADMINISTRATIVA

1) Objetivos de la Nueva Organización Administrativa

a) Liberaración de las Tareas de Gestión y Administración a los Jueces.

Se decidió que las tareas de gestión y las relativas a la administración de los tri-bunales debían entregarse a profesionales expertos, con dos finalidades precisas: pri-mero, obtener un mejor rendimiento de los recursos humanos y materiales y segundo, liberarle tiempo al juez para el ejercicio de sus labores propiamente jurisdiccionales.

En todo caso, existió la preocupación, desde un comienzo, de no producir pro-blemas por falta de coordinación entre las líneas administrativa y jurisdiccional, am-bas independientes, estableciendo las necesarias vinculaciones a través de los Admi-nistradores de Tribunales, por una parte y del Juez Presidente del Comité de Jueces, y de dicho Comité, por la otra.

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b) Optimización de los recursos humanos y materiales a través de la creación de Secretarías Comunes.

Se trata de una modalidad de trabajo inédita en la primera instancia de nuestro sistema judicial, toda vez que mediante ella desaparecen las secretarías individuales pertenecientes a cada uno de los juzgados existentes para ser reemplazadas por secre-tarías comunes a grupos de tribunales. De esta manera, la prestación de los servicios a cada juez o tribunal no se efectuará en lo sucesivo por empleados integrantes de una unidad administrativa singular, subordinada al juez y al secretario, como ocurre en la actualidad, sino que por una unidad mayor, de carácter común a varios jueces o tribu-nales, pero que dependerá de un jefe administrativo.

Lo anterior, permite un uso más racional y óptimo de los empleados de secreta-ría y de los recursos asignados al Poder Judicial, siempre escasos, al evitar la duplici-dad de funciones o labores. Asimismo, permite la especialización y reasignación de los primeros dentro de la secretaría común, conforme a criterios de eficiencia admi-nistrativa.

Atendiendo a los mismos principios, se resolvió crear juzgados grandes en lugar de pequeños, ya que al instalarlos con secretarías comunes, se producía una importante economía de personas y recursos materiales, aún cuando dichos juzgados debieran comprender un territorio jurisdiccional mayor.

La idea de contar con secretarías comunes para varios juzgados, había sido pro-puesta hacía algún tiempo por jueces y estudiosos del tema a raíz de la visita que va-rios de ellos realizaron a países donde se aplicaba este sistema, Estados Unidos y Costa Rica, por ejemplo.

Cabe señalar que algunos jueces del crimen de San Miguel, en esta misma línea, pero en forma mucho más modesta, por cierto, habían solicitado, tiempo atrás, que se estudiase la posibilidad de dotar, al menos, a grupos de tribunales cercanos, de bodega de especies y oficina de contabilidad COMUNES, lo que nunca prosperó.

Bajo este esquema de trabajo, las personas que se desempeñen en esta secretaría común no serán ya empleados del Primer, Segundo o Tercer Juzgado del Crimen de una determinada ciudad, por ejemplo, sino que serán profesionales y empleados pertenecientes al juzgado de garantía o al tribunal de juicio oral en lo penal de dicha ciudad o lugar, y prestarán sus servicios bajo la dependencia de Jefes de Unidad y del Administrador respectivo.

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No obstante todo lo dicho y con el objeto de evitar la delegación de funciones por parte de los jueces, hasta donde fuera posible, se buscó reducir la proporción del número de empleados por juez, privilegiando la función personal de este último, teniendo presente que, en alguna medida, aún con secretarías independientes del área jurisdiccional, algunos empleados deberían asistir administrativamente al juez en forma personal.

Como ya se habrá advertido, bajo esta modalidad de trabajo no se justifica la existencia de Secretarios en cada uno de los nuevos juzgados o tribunales en cuanto encargados de dirigir las labores exclusivamente administrativas. Por otra parte, los secretarios son profesionales cuya función propia no puede consistir en realizar y dirigir tareas de este tipo; desde el punto de vista de sus conocimientos y preparación, sin duda, el sistema desaprovechaba su concurso.

Por este motivo y porque sus otras labores como ministros de fe y las relativas a las de subrogación de los jueces titulares encontraron adecuada solución, esta clase de cargos fue suprimida en los nuevos tribunales.

c) Conocimientos especializados de los nuevos Administradores.

Al profesionalizarse la labor administrativa de estos tribunales, atendido lo anteriormente expresado, se optó por requerir estudios especializados a quienes fueran designados administradores de los mismos. Al efecto, la ley exigió un título obtenido por alguna Universidad o por algún Instituto Profesional, en carreras de Gestión o Administración.

Para incentivar el ingreso de esta clase de profesionales a los nuevos tribunales, se les asignó una remuneración acorde con sus funciones y se les confirió la calidad de funcionarios auxiliares de la administración de justicia, incorporándolos a la Tercera Serie del Escalafón Secundario del Poder Judicial, contenido en el Art.269 del Código Orgánico de Tribunales.

Cabe señalar que el nuevo sistema administrativo contempla también la incorporación de expertos en computación, indispensables para apoyar la labor administrativa, llevar la contabilidad, efectuar la distribución de causas y formar la agenda del movimiento de los juzgados de garantía y tribunales de juicio oral en lo penal.

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d) Descentralización Administrativa.

La Administración de Justicia en Chile siempre se ha hallado sujeta a una acentuada jerarquización no sólo en el plano jurisdiccional sino que también en lo puramente administrativo.

En el nuevo sistema son los propios tribunales, con el apoyo de sus unidades administrativas, los que en alguna medida, definen sus políticas de gestión y de ejecución, adquiriendo los materiales e insumos necesarios y eligiendo y contratando al personal de apoyo.

Lo anterior no significa que los tribunales puedan decidir políticas generales contrarias a las adoptadas por la Corporación Administrativa del Poder Judicial, las que deben respetar. Se trata, en realidad, de dos niveles distintos, que deben complementarse.

2) Nuevos Organismos para la Administración de estos Tribunales.

En cada uno de los juzgados de garantía y tribunales de juicio oral en lo penal, se instauraron nuevos organismos para desarrollar una política de gestión y administración y para obtener una coordinación entre las líneas administrativa y jurisdiccional. Ellos son el COMITÉ DE JUECES, el JUEZ PRESIDENTE DEL COMITÉ DE JUECES, el ADMINISTRADOR DE TRIBUNALES y las UNIDADES DE ADMINISTRACIÓN.

2.a) Comité de Jueces.

El actual Art.22 del Código Orgánico de Tribunales, luego de la modificación introducida por la ley Nº 19.665, dispone que en todos los juzgados de garantía en los que sirvan tres o más jueces y en cada tribunal de juicio oral en lo penal, habrá un Comité de Jueces, integrado en la siguiente forma:

– En aquellos juzgados o tribunales compuestos por tres, cuatro o cinco jueces, el comité de jueces se formará con todos ellos.

– En aquellos juzgados o tribunales conformados por más de cinco jueces, el Comité lo compondrán los cinco jueces que sean elegidos por la mayoría del tribunal, cada dos años.

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Los acuerdos del Comité de Jueces se adoptarán por mayoría de votos; en caso de empate decidirá el voto del juez presidente.

El Art.23 dispone que al Comité de Jueces le corresponderá:

a) Aprobar anualmente el sistema de distribución de causas;

b) Designar al administrador del tribunal de una terna que deberá proponerles el juez presidente del comité;

c) Calificar anualmente a dicho administrador;

d) Resolver acerca de su remoción;

e) Designar al personal del tribunal o juzgado, a propuesta en terna del adminis-trador;

f) Conocer de la apelación que se interpusiere en contra de la resolución del ad-ministrador que remueva al subadministrador, a los jefes de unidades o a los empleados del juzgado o tribunal;

g) Decidir el Proyecto de Plan Presupuestario anual que le presente el juez presi-dente de dicho comité; y

h) Conocer de las demás materias que señale la ley.

En los juzgados de garantía en que se desempeñen uno o dos jueces, las atribu-ciones indicadas en las letras b), c), d) y f) corresponderán al presidente de la Corte de Apelaciones respectiva. A su vez, las atribuciones previstas en los literales a), e) g) y h) quedarán radicadas en el juez que cumpla la función de juez presidente.

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2.b) Juez Presidente del Comité de Jueces.

El actual Art.24 del Código Orgánico de Tribunales, prescribe que el JUEZ PRESIDENTE será elegido de entre los miembros del comité de jueces, durará dos años en su cargo y podrá ser reelegido hasta por un nuevo período.

El Art.24 prescribe que al juez presidente le corresponderá velar por el adecua-do funcionamiento del juzgado de garantía o tribunal de juicio oral en lo penal, res-pectivamente.

En el cumplimiento de esta función tendrá los siguientes deberes y atribuciones:

a) Presidir el comité de jueces;

b) Relacionarse con la Corporación Administrativa del Poder Judicial en todas las materias relativas a la competencia de ésta;

c) Proponer al comité de jueces el procedimiento objetivo y general para la dis-tribución de causas en los juzgados y tribunales;

d) Elaborar anualmente una cuenta de la gestión jurisdiccional del juzgado;

e) Aprobar los criterios de gestión administrativa que le proponga el administra-dor del tribunal y supervisar su ejecución:

f) Aprobar la distribución del personal que le presente el administrador;

g) Calificar al personal, teniendo a la vista la evaluación que le presente el admi-nistrador;

h) Presentar al comité de jueces una terna para la designación de administrador del tribunal;

i) Evaluar anualmente la gestión de dicho administrador; y

j) Proponer al comité de jueces la remoción del administrador.

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El desempeño de la función de juez presidente del comité de jueces del juzgado o tribunal, podrá significar una reducción proporcional de su trabajo jurisdiccional, según lo determine el comité.

Tratándose de juzgados de garantía en que se desempeñe un solo juez, éste ten-drá las atribuciones del juez presidente, con excepción de las contempladas en las letras a) y c). Las atribuciones de los literales h) y j) las ejercerá el juez ante el presi-dente de la Corte de Apelaciones respectiva.

En aquellos juzgados de garantía conformados por dos jueces, las atribuciones de juez presidente, con las mismas excepciones ya señaladas, se radicarán anualmente en uno de ellos, comenzando por el más antiguo.

2.c) Administrador de los nuevos Tribunales.

Se trata de una nueva clase de funcionarios sobre los cuales descansa la gestión y administración de los nuevos tribunales con competencia criminal, por lo que pasan a desempeñar algunas de las funciones que anteriormente asumía el Secretario de los Juzgados del Crimen en esta materia.

Como hemos expresado, requieren de título profesional en las áreas de adminis-tración y gestión, obtenido en alguna Universidad o Instituto Profesional después de ocho semestres de estudios, a lo menos.

De acuerdo con lo dispuesto por el actual Art.389 A del Código Orgánico de Tribunales, los administradores de tribunales con competencia criminal, son FUNCIONARIOS AUXILIARES DE LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA, en-cargados de organizar y controlar la gestión administrativa de los tribunales de juicio oral en lo penal y de los juzgados de garantía. En tal calidad, como hemos dicho, se encuentran incorporados en el Escalafón Secundario del Poder Judicial.

Son designados por el comité de jueces, previo concurso público de anteceden-tes a que debe llamar el juez presidente, el cual deberá elaborar una terna al efecto. Su remoción puede ser solicitada por el juez presidente y será resuelta por el comité de jueces, con apelación ante el presidente de la Corte de Apelaciones respectiva.

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Conforme al Art.389 B del mismo Código, corresponderá a los Administra-dores:

a) Dirigir las labores administrativas propias del funcionamiento del tribunal o juzgado, bajo la supervisión del juez presidente del comité de jueces;

b) Proponer al comité de jueces la designación del subadministrador, de los jefes de unidades y de los empleados del tribunal;

c) Evaluar al personal a su cargo;

d) Entregar las causas a los jueces o a las salas del respectivo tribunal, conforme al procedimiento aprobado;

e) Remover al subadministrador, a los jefes de unidad y a los empleados de con-formidad con lo dispuesto en el Art.389 F;

f) Llevar la contabilidad y administrar la cuenta corriente del tribunal de acuer-do con las instrucciones del juez presidente;

g) Dar cuenta al juez presidente acerca de la gestión administrativa del tribunal o juzgado;

h) Elaborar el presupuesto anual, que deberá ser presentado al juez presidente a más tardar en el mes de Mayo del año anterior al ejercicio correspondiente; y

i) Adquirir y abastecer de materiales de trabajo al tribunal, en conformidad con el plan presupuestario aprobado para el año respectivo.

Para el cumplimiento de sus funciones, el administrador del tribunal se atendrá a las políticas generales de selección de personal, de evaluación, de administración de recursos materiales y de personal, de diseño y análisis de la información estadística y demás que dicte el Consejo de la Corporación Administrativa del Poder Judicial.

2.d) Unidades Administrativas.

Como se ha expresado, cada uno de estos tribunales, en lo Administrativo y Técnico, se encuentra a cargo de un Administrador de Tribunales.

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Desaparece el cargo de Secretario de Juzgado y sus funciones, en lo administra-tivo, pasan a ser ejercidas principalmente por el Jefe de la Unidad que tenga a su car-go la administración de causas.

Los jefes de Unidad, igualmente son funcionarios auxiliares de la administra-ción de justicia y se encuentran incorporados en la Tercera Serie del Escalafón Se-cundario del Poder Judicial de acuerdo con lo dispuesto por el Art.269 del Código Orgánico de Tribunales.

En conformidad con lo dispuesto en el actual Art.25 del Código Orgánico de Tribunales, los juzgados de garantía contarán con las siguientes UNIDADES ADMINISTRATIVAS, cada una a cargo de un Jefe de Unidad:

a) UNIDAD DE SALA, encargada de la organización y asistencia para la reali-zación de las audiencias;

b) UNIDAD DE ATENCIÓN AL PÚBLICO, encargada de otorgar una adecua-da atención, orientación e información al público que concurra al juzgado o tribunal, especialmente a la víctima, defensor y al imputado. Además debe re-cibir la información que éstos entreguen y debe manejar la correspondencia;

c) UNIDAD DE SERVICIOS, encargada de las labores de soporte técnico de la red computacional del juzgado o tribunal, de la contabilidad, del apoyo a la actividad administrativa; y de la coordinación y abastecimiento de todas las necesidades físicas y materiales para la realización de las audiencias; y

d) UNIDAD DE ADMINISTRACIÓN DE CAUSAS, encargada de desarrollar toda la labor relativa al manejo de causas y registros del proceso penal, in-cluidas las relacionadas con la asignación de fechas y Salas para la celebra-ción de las audiencias. Además le corresponderá: la confección del Archivo judicial básico; ocuparse del Ingreso y número de rol de las causas nuevas; de la primera audiencia judicial de los detenidos; de la actualización diaria de la base de datos que debe contener las causas del juzgado o tribunal; y de las Es-tadísticas Básicas.

Los tribunales de juicio oral en lo penal contarán con estas mismas Unidades pero además tendrán una quinta, denominada UNIDAD DE APOYO A TESTIGOS Y PERITOS, destinada a prestar una adecuada y rápida atención, información y orientación a testigos y peritos citados a declarar en el transcurso del juicio oral.

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El Art.26 del Código Orgánico de Tribunales, prescribe que corresponderá a la Corporación Administrativa del Poder Judicial determinar, en la ocasión a que se refiere el inciso segundo del Art.498 del mismo Código, las unidades administrativas con que cada juzgado o tribunal contarán para el cumplimiento de las funciones señaladas.

2.e)Funciones de Ministros de Fe asignadas a los Jefes de la Unidad de Administración de causas.

El Art. 214 del Código Orgánico de Tribunales, dispone que corresponderá al Jefe de la Unidad Administrativa que tenga a su cargo, la función de administración de causas, dejar constancia de la subrogación que haya tenido lugar en los juzgados de garantía y en los tribunales de juicio oral en lo penal, e informar mensualmente de ella a la Corte de Apelaciones.

Por su parte, el Art.389 G del Código Orgánico de Tribunales, modificado por el Nº 27 del Art.1º de la ley Nº 19.708, establece que al Jefe de la Unidad que tenga a su cargo la ADMINISTRACIÓN DE CAUSAS en los juzgados de garantía y en los tribunales de juicio oral en lo penal, le corresponderán las siguientes funciones de Ministros de Fe que, por su naturaleza, son propias de un Secretario de Juzgado de Letras:

– La CERTIFICACIÓN de las actuaciones procesales realizadas ante el juzgado de garantía o ante el tribunal de juicio oral en lo penal y de sus resoluciones, cuando corresponda;

– La AUTORIZACIÓN DEL MANDATO JUDICIAL. Cabe señalar que al efecto la ley Nº 19.665 modificó los Arts.2 y 4 de la ley Nº 18.120 que establece normas sobre comparecencia en juicio;

– La formación del ESTADO DIARIO.

La mencionada disposición prescribe que el Jefe de la Unidad referida realizará estas funciones de acuerdo con las Instrucciones y Procedimientos que establezca la Corte Suprema.

Para cumplir con esta norma, la Corte Suprema de Justicia adoptó un ACUERDO el 7 de Diciembre del año 2000, constitutivo de diversas

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INSTRUCCIONES, el que comunicó a todos los Tribunales por Oficio Nº003004 de fecha 13 del mismo mes y año, que se incluye, como ANEXO, a este Trabajo.

Entre estas instrucciones, pueden mencionarse genéricamente, las siguientes:

“Corresponde a los jefes de la unidad de administración de causas, en los juzgados de garantía y en los tribunales orales en lo penal, certificar las actuaciones procesales realizadas en ellos, dejar las constancias legales, autorizar las resoluciones y registros que les competan, otorgar las copias pertinentes, extender certificaciones y otros testimonios escritos, autorizar los estados diarios y realizar las demás funciones de fe pública procesal que establece la ley”.

A continuación, el oficio referido deja constancia pormenorizada de la forma y contenido de cada una de estas instrucciones.

J.–NUEVA COMPETENCIA DE LAS CORTES DE APELACIONES Y DE LA CORTE SUPREMA EN MATERIA CRIMINAL

Antes de cerrar este capítulo, deberemos referirnos brevemente a la nueva competencia de los tribunales colegiados superiores, EN MATERIA PENAL, después de las modificaciones introducidas a los Arts.63, 96 y 98 del Código Orgánico de Tribunales por las leyes Nºs.19.665, 19.678 y 19.708, con motivo de la implantación del nuevo sistema de enjuiciamiento criminal.

1) Cortes de Apelaciones.

Las Cortes de Apelaciones conocerán:

a) En única instancia:

– De los recursos de nulidad que se interpusieren en contra de las sentencias dictadas por un tribunal con competencia en lo criminal en los casos en que la ley le encomiende su conocimiento, Art.63 Nº1, letra b), 376 y 399 del Código Orgánico de Tribunales.

– De la extradición activa, Art. 63 Nº 1, letra d) del citado Código; y

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– De las solicitudes que se formulen, de conformidad a la ley procesal, para declarar si concurren las circunstancias que habilitan a la autoridad requerida para negarse a proporcionar determinada información, siempre que la razón invocada no fuere que la publicidad pudiere afectar la seguridad nacional. Art.63 Nº 1, letra e) del mismo Código.

b) En primera Instancia.

– De los desafueros de las personas a quienes le fueren aplicables los incisos primero, segundo, tercero y cuarto del Art.58 de la Constitución Política, Art.63 Nº 2, letra a) del Código Orgánico de Tribunales;

– De los recursos de amparo, Art.63 Nº2, letra b) del mismo Código; y

– De la querella de capítulos, Art.63 Nº 2, letra d) de igual Código.

c) En segunda instancia.

– De las apelaciones deducidas en contra de resoluciones dictadas por un juez de garantía, Art.63, Nº 3, letra b) del Código Orgánico de Tribunales.

2) La Corte Suprema.

La Corte Suprema conocerá:

– De los recursos de nulidad interpuestos en contra de las sentencias definitivas dictadas por los tribunales con competencia en lo criminal, cuando corresponda de acuerdo a la ley procesal penal, Art. 98 Nº3 del Código Orgánico de Tribunales y 376 del Código Procesal Penal;

– De las apelaciones deducidas en contra de las sentencias dictadas por las Cortes de Apelaciones en los recursos de amparo, Art.98 Nº4 del Código Orgánico de Tribunales;

– De la revisión de las sentencias condenatorias firmes, Art.98 Nº5 del mismo Código;

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– De la apelación de las resoluciones que recaigan sobre las querellas de capítulos, Art.98 Nº 6 de igual Código;

– De las solicitudes que se formulen, de conformidad a la ley procesal, para declarar si concurren las circunstancias que habilitan a la autoridad requerida para negarse a proporcionar determinada información o para oponerse a la entrada y registro de lugares religiosos, edificios en que funcione una autoridad pública o recintos militares o policiales, Art.98 Nº9 de igual Código; y

– De los recursos de apelación y de nulidad interpuestos en causas de extradición pasiva, Art.450 del Código Procesal Penal. De la extradición pasiva debe conocer en primera instancia, un ministro de la Corte Suprema.

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6.– EL MINISTERIO PÚBLICO, ORGANIZACIÓN ATRIBUCIONES Y FUNCIONAMIENTO

A.– CONCEPTO. CARACTERES.

1) Concepto. Origen constitucional.

Para llevar a cabo la Reforma Procesal Penal y hacer efectiva la separación de roles ideada, se hizo necesario modificar primeramente la Constitución Política de la República con el objeto de establecer un nuevo Órgano del Estado: el MINISTERIO PÚBLICO, concebido como un organismo autónomo, jerarquizado e independiente de toda otra autoridad, para encomendarle, en forma exclusiva, funciones que anteriormente cumplían los tribunales, concretamente los actos de investigación criminal; y para otorgarle la facultad de impartir instrucciones a las Fuerzas de Orden y Seguridad para el cumplimiento de su cometido, con carácter de obligatorias.

Asimismo, la Constitución puso de su cargo, la función de ejercer y sostener la acusación en contra de los imputados, en los casos en que ello fuera procedente.

Esta reforma constitucional se introdujo mediante la ley Nº 19.519, publicada en el Diario Oficial el 16 de Septiembre de 1997.

Para ser consecuentes con esta nueva concepción, en la Comisión de Constitución, Legislación, Justicia y Reglamento del Senado se propuso incluir las normas constitucionales relativas a este Ministerio en un Capítulo distinto del que trata del Poder Judicial y no en un párrafo de un Capítulo que los englobara a ambos, como había propuesto el Ejecutivo. Se trata del actual Capítulo VI A, compuesto por ocho artículos, denominado, precisamente, “MINISTERIO PÚBLICO”.

El Ministerio Público, así concebido, responde al esquema del modelo acusatorio más ortodoxo. Traduce una SEPARACIÓN de las funciones de investigación criminal y de control de la legalidad de la misma; la primera se encomienda a este nuevo organismo y la segunda al juez de garantía.

En otros países, en que también se aplica el modelo acusatorio, por ejemplo, Costa Rica, se estableció el denominado, JUEZ DE INSTRUCCIÓN, que es un tribunal integrante del Poder Judicial, encargado de la investigación de los ilícitos penales, lo que realiza de oficio o en virtud de denuncia o requerimiento. Junto a él

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existe el ministerio público, que puede participar en todos los actos de instrucción y a quien corresponde, durante esta etapa, el requerimiento o ejercicio de la acusación fiscal y su sostenimiento. Así, el Art.186 del Código de Procedimiento Penal de Costa Rica, disponía: “El juez de instrucción deberá proceder directa e inmediatamente a investigar los hechos que aparezcan cometidos en su jurisdicción”. “Código de Procedimientos Penales”, Colección Leyes, Edit.Porvenir S.A., San José de Costa Rica, 1992.

El Art.80 A de la Constitución define el Ministerio Público como un organismo autónomo, jerarquizado, encargado de dirigir en “forma exclusiva” la investigación de los hechos constitutivos de delito, los que determinen la participación punible y los que acrediten la inocencia del imputado y, en su caso, el ejercicio de la acción penal pública en la forma prevista por la ley. De igual manera, le asigna la tarea de adoptar medidas para proteger a las víctimas y a los testigos.

Aunque era obvio, pero seguramente para reafirmar conceptos constitucionales, el mismo artículo estableció, en forma perentoria, que el Ministerio Público no podía ejercer, en caso alguno, funciones de carácter jurisdiccional, con lo que, de paso, dio por entendido que las funciones entregadas al ministerio público, no tenían este carácter.

Las funciones jurisdiccionales son propias de los tribunales de justicia.

Mauricio Duce, en la Obra “El Nuevo Proceso Penal”, Cuad. de Trabajo Nº 2 Edit. por la Universidad Diego Portales en Marzo de 2000, refiriéndose a la impor-tancia del Ministerio Público, expresa que no es posible reducirla al cumplimiento de sus funciones procesales. Agrega que desde un punto de vista más general “las fun-ciones que debiera cumplir el Ministerio Público en Chile para consolidar el sistema propuesto por la reforma, son básicamente tres. En primer lugar, debe colaborar en forma decisiva en la abolición del sistema inquisitivo vigente. En segundo lugar, debe constituirse en el motor que impulse el trabajo del nuevo sistema. Finalmente, debe asumir un liderazgo en el proceso de cambio cultural que importa la reforma”. Sobre este punto manifiesta que “la reforma procesal penal es más un cambio cultural que un cambio de normas legales”, añadiendo que “el Ministerio Público se encuentra en una posición privilegiada para asumir un liderazgo en la conducción de este cambio cultural ya que no arrastra una historia ni una cultura organizacional impregnada de la forma inquisitiva de ejercer el poder penal”.

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No compartimos estas personales opiniones, fundamentalmente porque las funciones y deberes del Ministerio Público están indicadas en la Constitución Política y en su ley orgánica y las que se proponen son extrañas a ellas.

2) Caracteres

a) Autónomo

Como lo deja claramente de manifiesto la Constitución Política, en su Art.80 A, se trata de un organismo AUTÓNOMO, lo que reitera el Art.1º de la ley Nº 19.640, orgánica constitucional del Ministerio Público.

Lo anterior significa que no depende del Poder Ejecutivo, Legislativo ni Judicial, directa ni indirectamente. Como se sabe, el anterior Ministerio Público, que actualmente subsiste como Fiscalía Judicial, si bien gozaba de cierta autonomía para el desempeño de sus funciones, constituía un organismo auxiliar de la administración de justicia y dependía del Poder Judicial.

Por otra parte, esta autonomía conlleva implícitamente, un sistema adecuado de controles de parte de otros organismos, de los jueces de garantía y de los usuarios y afectados por el sistema. No es posible concebir un organismo dotado de autonomía para realizar una labor tan delicada y trascendente como la que se ha encomendado al ministerio público, sin que, al mismo tiempo, se haya ideado un mecanismo de controles para impedir su ineficiencia o arbitrariedad.

Constituyen un ejemplo de este control, el contenido en el Art.80 G de la Constitución Política y en el Art. 53 de la ley Nº 19.640, que instaura el juicio político para el fiscal nacional y para los fiscales regionales por incapacidad, mal comportamiento o negligencia manifiesta en el ejercicio de sus funciones, juicio que puede iniciarse a requerimiento del Presidente de la República, de la Cámara de Diputados o de diez de sus miembros y que debe fallar la Corte Suprema en sesión especialmente convocada al efecto, pudiendo disponer la remoción de estos funcionarios por los cuatro séptimos de sus miembros en ejercicio.

En el Código Procesal Penal existen, además, numerosas disposiciones que permiten al juez de garantía ejercer un control con respecto a la actividad investigatoria del fiscal. Entre ellas pueden citarse: el Art.9, cuyo antecedente se encuentra en el Art.80 A de la Constitución Política, que obliga al fiscal a solicitar autorización previa del juez de garantía competente para realizar aquellas diligencias

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de investigación que priven al imputado o a terceros del ejercicio de los derechos que les asegura la Constitución o que los restrinjan o perturben, denominadas, “medidas intrusivas”, y los Arts.168, 169 y 170 del mismo Código que facultan al juez de garantía, a petición de la víctima o de otro interviniente, para ejercer un control con respecto a tres de los mecanismos de término anticipado que puede utilizar el fiscal.

b) Jerarquizado

El Art.80 A de la Constitución Política, lo define como un organismo JERARQUIZADO, lo que igualmente repite el Art.1 de la ley Nº 19.640, ya citada.

El Ministerio Público puede ser representado como una pirámide, al igual que el Poder Judicial. En la cúspide se encuentra el fiscal nacional, más abajo, se ubican los fiscales regionales y en la base, se hallan los fiscales adjuntos.

Cada estamento debe obediencia a las instrucciones del estamento superior. De esta manera, el fiscal nacional tiene la suma de las facultades de orden directivo, económico y disciplinario.

El Art.17, letra a), de la ley 19.640, prescribe que el fiscal nacional “dictará las instrucciones generales que estime necesarias para el adecuado cumplimiento de las tareas de dirección de la investigación de los hechos punibles, ejercicio de la acción penal y protección de las víctimas y testigos” y la letra d) del mismo artículo, previene que compete al fiscal nacional, “Dictar los reglamentos que correspondan en virtud de la superintendencia directiva, correccional y económica que le confiere la Constitución Política”.

La jerarquización tiene por objeto privilegiar la unidad de acción de los fiscales. Es por ello que el inciso segundo del Art.6 de la ley Nº 19.640, dispone que “Los fiscales deberán cumplir sus cometidos coordinadamente y propender a la unidad de acción, evitando la duplicación o interferencia de funciones”.

Por otra parte, esta característica del servicio permite la acción uniforme de sus distintos fiscales a través de todo el país, lo que por cierto, aumenta su eficacia y le confiere un grado de certeza a su acción.

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B.–FUNCIONES ESENCIALES

Puede afirmarse que el Ministerio Público y los Jueces de Garantía constituyen LOS DOS GRANDES PILARES en que se sustenta todo el nuevo sistema procesal penal, lo que amerita un estudio detenido de ambos Sujetos Procesales.

En un Capítulo anterior nos hemos abocado, con cierto detalle, a los jueces de garantía, ahora nos corresponde tratar de las tareas de los fiscales.

De acuerdo con el concepto proporcionado por el Art.80 A de la Constitución Política de la República, TRES SON LAS GRANDES funciones que debe desempeñar este organismo:

1) DIRIGIR la investigación de los hechos constitutivos de delito de acción penal pública, los que determinen la participación punible del imputado en los mismos hechos y los que acrediten su inocencia.

Oportunamente nos referiremos a la INVESTIGACIÓN de los hechos constitutivos de delitos de acción PENAL PRIVADA en los que dicho ministerio no tiene ingerencia alguna.

2) EJERCER y sostener la acción penal pública.

La función investigadora antedicha, como es obvio, no se basta a sí misma, es decir, no tiene sentido si no se orienta hacia una finalidad concreta, consistente en el ejercicio, cuando corresponda, de la acción penal pública mediante la acusación correspondiente, la que los fiscales deben mantener y justificar durante el juicio oral, mediante alegaciones y probanzas. De esta manera y, en nombre del Estado, les corresponde pedir que se haga efectiva una sanción penal para quien ha cometido un hecho punible. Es la expresión de su actividad persecutoria.

3) Dar PROTECCIÓN a las víctimas y testigos, mediante la adopción de medidas conducentes a tal finalidad, mandato que, al igual que las funciones anteriores, tiene rango constitucional.

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Cabe señalar que de acuerdo con lo dispuesto en el Art.2 de la ley Nº 19.640, el ministerio público realiza sus actuaciones en el nuevo sistema de enjuiciamiento criminal por intermedio de cualquiera de sus fiscales, debiendo entenderse que la actuación de uno de ellos representa a toda la institución.

La misma disposición agrega que los fiscales, en los casos que tengan a su cargo, dirigirán la investigación y ejercerán la acción penal pública con el grado de independencia, autonomía y responsabilidad que establece su ley orgánica.

Por otra parte, no existe radicación de casos por no haber sido establecida por la ley y la distribución de asuntos entre ellos se efectúa en virtud de un sistema administrativo interno contemplado en el Art.40 de la ley referida.

Tampoco existe limitación territorial para el ejercicio de sus funciones, como ocurre con los tribunales de justicia, ya que el Art. 40 de la ley Nº 19.640 dispone que los fiscales adjuntos, sin perjuicio de la pertenencia a una fiscalía local, podrán realizar actuaciones y diligencias en todo el territorio nacional, de conformidad a las normas generales que establezca el fiscal nacional.

C.–PRINCIPIOS QUE GOBIERNAN LA ACTIVIDAD DEL MINISTERIO PÚBLICO

1) Principio de Legalidad.

El principio de legalidad consiste en que el Ministerio Público, como órgano persecutorio del Estado, debe investigar TODOS los hechos ilícitos cometidos en el territorio nacional y, en caso de resultar comprobada su existencia y la participación atribuida a una persona determinada, debe acusarla ante los tribunales de justicia y sostener la acusación a fin de que sea sancionada en conformidad a la ley.

Por otra parte, la investigación iniciada no puede ser abandonada, salvo los casos que determinadamente permita la ley.

El Art.166 previene que “Cuando el Ministerio Público tomare conocimiento de la existencia de un hecho que revistiere caracteres de delito, con el auxilio de la policía, promoverá la persecución penal, sin que pueda suspender, interrumpir o hacer cesar su curso, salvo en los casos previstos en la ley”.

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El principio de la legalidad admite excepciones. Así, el ministerio público no puede iniciar una investigación criminal en los delitos a que se refiere el Art.54 del Código Procesal Penal, a menos que el ofendido hubiere denunciado previamente el hecho. Una vez denunciado, el fiscal respectivo podrá comenzar la indagación como si se tratare de un delito de acción penal pública.

En los delitos de acción penal privada, el Art.55 de dicho Código prescribe que no podrán ser EJERCIDAS por otra persona que la víctima las acciones que nacen de estos delitos.

Por otra parte, como veremos, los Arts.167, 168 y 170, que reglamentan tres de las denominadas “salidas tempranas del sistema”, o mecanismos de término anticipado, permiten que el fiscal, en ciertas situaciones, que describen, pueda no iniciar o abandonar una investigación iniciada, fijando los controles adecuados al ejercicio de esta facultad. En un sentido similar, el Art.248 permite al fiscal, incluso cuando ya ha realizado una investigación completa, comunicar su decisión de “no perseverar en el procedimiento, por no haberse reunido durante la investigación, los antecedentes suficientes para fundar una acusación”.

El principio de legalidad ha sido cuestionado porque se trataría de una pretensión irreal suponer que el Estado, ya sea por intermedio del juez de instrucción o del ministerio público, sea capaz de perseguir todos los hechos ilícitos que se cometen en el país y aplicar a los responsables la sanción que prevé la ley. Forzosamente, se sostiene, existen hechos punibles que escapan a la acción persecutoria del Estado.

Ante la disyuntiva de otorgar al órgano persecutorio la facultad de aplicar discrecionalmente el principio de oportunidad, que es la antítesis del de legalidad, se estima que este principio, que en ocasiones resulta necesario, debe sujetarse a pautas o parámetros indicados expresamente en la ley.

Se trata de una materia delicada en extremo que, como tantas otras, se refiere más al Derecho Penal o sustantivo que al Derecho Procesal o puramente adjetivo y que sirve para comprobar cuán estrechamente vinculadas o entrelazadas se encuentran ambas ramas del Derecho.

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2) Principio de Oportunidad.

Como dijimos, la obligación del ministerio público de investigar la comisión de los hechos punibles y la de ejercer y sustentar la acción penal, cuando proceda, conlleva la de no abandonar la investigación ni la persecución penal una vez que han sido iniciadas.

Sin embargo, habrá situaciones en que dicho principio no podrá ser cumplido cabalmente por la imposibilidad material que existe en llevar adelante una investigación. Por ejemplo, existirán casos en que no es posible, por la forma en que se realizó el hecho punible, identificar y ubicar a la persona responsable de su comisión. El Art.167 del Código Procesal Penal, autoriza al ministerio público, en estos casos, para ARCHIVAR PROVISIONALMENTE la investigación, siempre que no se hubiere producido la intervención del juez de garantía.

Debe recordarse que en situaciones parecidas a la anterior, el Código de Procedimiento Penal autorizaba al juez del crimen para sobreseer temporalmente la causa, Art. 409 Nºs.1 y 2 de dicho cuerpo legal.

Además, existirán situaciones en que los hechos relatados en la denuncia no son verdaderamente constitutivos de delito o de los datos suministrados aparece que se encuentra extinguida la responsabilidad criminal de los presuntos autores. En estos eventos, el Art.168 previene que el ministerio público puede abstenerse de toda investigación en tanto no se haya producido la intervención del juez de garantía.

Estos eventos, igualmente se hallaban contemplados en el Código de Procedimiento Penal, el que autorizaba, asimismo, al juez del crimen para no dar curso a la denuncia o querella presentada, Arts.91, 102 y 107 de dicho Código.

Por otra parte, y ello resulta más discutible, habrá situaciones en que el poder punitivo del Estado aparece innecesario por tratarse de hechos de menor entidad en los que se estima, además, que el interés público no se encuentra gravemente comprometido.

En estos casos, el Art.170 faculta al ministerio público para no iniciar la investigación criminal o abandonar la ya iniciada.

Es la manifestación visible del principio de OPORTUNIDAD.

En virtud de este principio de oportunidad, y en los casos que la ley señala, se faculta a los fiscales para seleccionar los hechos que serán investigados, lo que se

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dice, les permitirá racionalizar su tarea en orden a perseguir los delitos más gravemente dañosos o de mayor peligrosidad, aumentando con ello su eficiencia conforme a la política criminal que les haya fijado la fiscalía nacional.

Es importante reiterar, que la facultad de que gozan los fiscales para no iniciar una investigación criminal o para abandonarla, en los casos que indica la ley, se encuentra sujeta a ciertos controles de los intervinientes y del juez de garantía, como prescriben los Arts.167, 169 y 170 del Código Procesal Penal, ya citados, los que estudiaremos oportunamente.

3) Principio de Objetividad.

Conviene puntualizar que en conformidad con lo estatuido por el Art.3 de la ley 19.640, en el ejercicio de su función investigadora, los fiscales del Ministerio Público adecuarán sus actos a un CRITERIO OBJETIVO y deberán velar por la correcta aplicación de la ley.

El principio de objetividad, como sabemos, obliga a investigar con igual celo no sólo los hechos y circunstancias que funden o agraven la responsabilidad del imputado, SINO TAMBIÉN LOS QUE LE EXIMAN DE ELLA, LA EXTINGAN O LA ATENÚEN.

Este principio se halla establecido en el Art.80 A de la Constitución cuando expresa que los fiscales, junto con dirigir en forma exclusiva la investigación criminal de los hechos constitutivos de delito y la participación punible, deberán investigar, al mismo tiempo, los hechos “que acrediten la inocencia del imputado”.

Ciertamente, la tarea impuesta a los fiscales de investigar la responsabilidad penal del imputado, en ocasiones resulta compleja y difícil, ya que éste debe considerarse inocente hasta que no sea condenado en virtud de sentencia judicial, definitiva y ejecutoriada. Por otra parte, tiene derecho a guardar silencio y sus derechos son asumidos desde la primera actuación judicial o policial por la Defensoría Penal Pública o por un defensor particular.

Pero esto no le bastó al legislador, puesto que impuso además a los fiscales el deber de investigar, con igual celo, todo aquello que favorezca al imputado, exima, extinga o atenúe su responsabilidad.

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En verdad, sus funciones suenan paradójicas si junto con lo anterior debe tenerse presente que la propia Constitución les asignó el deber de adoptar medidas para proteger a los ofendidos y el Art.6 del Código Procesal Penal, les impuso la obligación de velar por la víctima del delito en todas las etapas del procedimiento penal.

En esto consiste precisamente el principio de OBJETIVIDAD. Las actuaciones de los fiscales deberán ceñirse estrictamente a la ley y si bien, DEBEN perseguir la responsabilidad de aquellos que aparezcan como responsables de la comisión de un delito, ENCARNANDO LA FACULTAD PERSECUTORIA DEL ESTADO, deben hacerlo únicamente con las armas que la ley les proporciona pero, además, investigando todo aquello que favorezca al perseguido.

La ley les exige actuar en esta materia, en forma similar a la que debieron observar los jueces del crimen o jueces letrados con competencia criminal, en conformidad con lo establecido por el Art. 109 del Código de Procedimiento Penal.

La evaluación de esta compleja TAREA, por cierto, queda entregada al transcurso del tiempo.

4) Principio de Publicidad.

El inciso cuarto del Art.8 de la ley 19.640, dispone que “Son públicos los actos ADMINISTRATIVOS del Ministerio Público y los documentos que les sirvan de sustento o complemento directo y esencial”. Con todo, agrega dicha norma, se podrá denegar la entrega de documentos o antecedentes requeridos en virtud de las siguien-tes causales:

a) Cuando la reserva o secreto se hallen establecidos en disposiciones legales o reglamentarias;

b) Cuando la publicidad impida o entorpezca el debido cumplimiento de las funciones del organismo;

c) Cuando exista oposición deducida por terceros a quienes se refiera o afecte la información contenida en los documentos requeridos;

d) Cuando la divulgación o entrega de los documentos o antecedentes pedidos afecte sensiblemente los derechos o intereses de terceras per-

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sonas, según calificación fundada efectuada por el respectivo fiscal regional o, en su caso, por el fiscal nacional.

Finalmente, se indica que el costo del material empleado para entregar la in-formación, será siempre de cargo del requirente, salvo excepciones legales.

El inciso final de la disposición mencionada, añade que la publicidad, divulgación e información relacionada con la INVESTIGACIÓN, el ejercicio de la acción penal pública y la protección de víctimas y testigos, se regirán por la ley procesal penal.

A este respecto, el Art.182 del Código Procesal Penal dispone que las actuacio-nes realizadas por el ministerio público y por la policía, “serán secretas para los terce-ros ajenos al procedimiento”, pero que el “imputado y demás intervinientes en el pro-cedimiento podrán examinar los registros y los documentos de la investigación fiscal y policial”. Esta regla, de carácter general, por cierto, admite excepciones que se en-cuentran indicadas en la misma disposición.

El objeto del principio de publicidad es otorgar trasparencia a la actividad de los fiscales, necesario para ejercitar una valoración crítica acerca de su conducta y comportamiento y de la forma como cumplen sus delicadas funciones.

D.–INVESTIGACIÓN CRIMINAL

1) La Separación de Funciones.

Un sistema procesal penal inspirado en el modelo ACUSATORIO requiere, forzosamente, de un Ministerio Público, vigoroso, independiente, ágil, flexible y dotado de diversos medios humanos y materiales para poder desempeñarse con eficacia en todas las tareas que le competen.

La instauración del Ministerio Público, en la forma en que fue concebido constitucionalmente, es el medio decisivo, como expresa el profesor de Derecho Penal, Claus Roxin, “para la abolición del proceso inquisitivo antiguo, que había reunido en una sola mano, a saber, la del juez, la actividad de perseguir y la de juzgar”. (“El Ministerio Público en el Proceso Penal”, Julio Maier y otros autores, Edit.Ad-Hoc, Junio de 1993, Buenos Aires. ) Lo expresado por el mencionado profesor es válido también para nosotros.

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En efecto, una de las finalidades primordiales de la reforma procesal penal, como hemos expresado, fue la de separar los roles que anteriormente desempeñaba únicamente el juez del crimen, entregando al nuevo organismo creado la función exclusiva de investigar los crímenes, simples delitos y faltas penales, actividad que por cierto, no tiene un carácter propiamente jurisdiccional como muchos suponían.

Es importante destacar que, conforme a lo preceptuado por el citado Art.80 A de la Constitución, esta función de DIRIGIR la investigación criminal en los delitos de acción pública, fue asignada en forma EXCLUSIVA al ministerio público. Lo anterior significa que ningún otro ente del Estado, incluyendo al Poder Judicial, puede asumirla y tampoco ninguna ley, en el futuro, podrá encomendar tal función a otro organismo ya que sería inconstitucional.

En la Comisión respectiva del Senado se sostuvo que la exclusividad de la investigación guarda relación con la necesidad de aumentar la eficacia en la indagación de los delitos, entregando tal actividad a un órgano independiente, técnico y especializado, que maximice y racionalice el uso de los recursos disponibles para combatir la criminalidad, cuestión que sólo se logra haciéndolo el único competente para efectuarla.

En todo caso, se dejó constancia expresa en las Actas de dicha Comisión que “lo anterior no significa que el Ministerio Público pueda, él, única y exclusivamente determinar qué se investiga y qué no”, debido a que en el Código Procesal Penal existe la posibilidad de que el juez, a petición del querellante, ordene investigar al fiscal, en forma excepcional, ciertos hechos si el Ministerio Público no lo hace, conforme lo dispone el Art.257 del Código Procesal Penal. Asimismo, cabe reiterar a este respecto lo dispuesto en los Arts.168, 169 y 170 de dicho cuerpo legal que establecen ciertos controles sobre la decisión del fiscal en orden a no iniciar o proseguir la investigación de un hecho supuestamente ilícito.

2) Dirección material de la investigación criminal.

Para investigar y dirigir la indagación criminal, el ministerio público cuenta con dos organismos auxiliares, la Policía de Investigaciones y Carabineros de Chile, a quienes puede impartir instrucciones particulares y generales con este objeto, con carácter de obligatorias. Es lo que dice el inciso tercero del citado Art.80 A de la Constitución y repite el Art.4 de la ley 19.640, al prescribir que el Ministerio Público

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“podrá impartir órdenes directas a las Fuerzas de Orden y Seguridad durante la investigación”.

El Art.79 del Código Procesal Penal establece claramente el carácter de organismos auxiliares del fiscal asignados a las instituciones señaladas y el Art.80 del mismo Código, prescribe, por su parte, que los funcionarios policiales indicados ejecutarán sus tareas “bajo la dirección y responsabilidad de los fiscales y de acuerdo con las instrucciones que éstos les impartieren”, añadiendo que los agentes policiales deberán cumplir de inmediato las órdenes que les dieren los fiscales, “cuya procedencia, conveniencia y oportunidad no podrán calificar sin perjuicio de requerir la exhibición de la autorización judicial previa, cuando correspondiere”.

La vinculación del ministerio público con la policía en la labor investigadora, requiere indudablemente de una permanente comunicación y coordinación entre ambas instituciones en términos de permitir una respuesta ágil, flexible y sobre todo, oportuna, frente a los hechos denunciados.

No obstante, como las actuaciones encomendadas a la policía o las que ésta realice por su cuenta, en los casos en que la ley la autoriza, pudieran privar al imputado o a terceros del ejercicio de los derechos asegurados por la Constitución, o restringirlos o perturbarlos, la ley procesal exigió, en estos casos, aprobación judicial previa, la que debe ser pedida por el fiscal.

Esta autorización le corresponde a los jueces de garantía, encargados de velar por el libre ejercicio de las garantías constitucionales.

No existe en Chile una Policía Judicial como en otros países, Costa Rica, por ejemplo, destinada a auxiliar al fiscal en la investigación criminal de los delitos. La Policía de Investigaciones y Carabineros de Chile, son Instituciones independientes del Ministerio Público con atribuciones y deberes propios contemplados en la ley, si bien, se hallan constitucionalmente obligadas, además, a cumplir las órdenes de los fiscales en la indagación de los delitos. Por este motivo, el Art. 80 del Código Proce-sal Penal, dispone que aún cuando los agentes policiales deben cumplir irrestricta-mente las instrucciones de los fiscales, ello es “sin perjuicio de su dependencia de las autoridades de la institución a la que pertenecieren”.

Por otra parte, como veremos en su oportunidad, la Policía de Investigaciones y Carabineros de Chile se encuentran autorizados legalmente para realizar algunas actuaciones en materia criminal sin orden previa de los fiscales, como prestar auxilio a la víctima, practicar la detención en casos de flagrancia, resguardar el sitio

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del suceso, recoger, identificar y guardar bajo sello los objetos, documentos o instrumentos de cualquier clase que parecieren haber servido a la comisión del hecho investigado, identificar a los testigos, consignar las declaraciones que éstos prestaren voluntariamente y recibir las denuncias del público. Asimismo, sin previa orden de los fiscales, pueden ejercer un control de identidad de las personas, en casos fundados, en la forma que señala la ley.

En todo caso, cuando realicen estas actuaciones deberán observar las instrucciones de carácter general impartidas por la fiscalía nacional.

3) Ejercicio de la Acción Penal Pública.

Completando la separación de roles antedicha, la Constitución encomendó igualmente al Ministerio Público el ejercicio y sustentación de la acción penal pública que en forma impropia la ley había asignado a los jueces del crimen debido a dudosas razones de orden económico, produciendo con ello una confusión de roles en su actividad jurisdiccional y obligándolos a pronunciarse en la sentencia definitiva que dictaban acerca de la aceptación o rechazo de su propia acusación.

De esta manera, el nuevo juez de garantía vio acentuada su función netamente jurisdiccional, a lo que se agregó la de ser un organismo de control de las reglas de un debido proceso y la de ser el defensor de las garantías procesales contempladas en la Constitución y en los tratados internacionales.

Los fiscales ejercen la acción penal pública mediante la acusación deducida en su escrito de acusación, para lo cual disponen del plazo de diez días corridos, conta-dos desde el cierre de la investigación.

Se trata de una función preferente pero no excluyente como la de investigar, puesto que los querellantes pueden, igualmente, ejercer dicha acción penal mediante la adhesión a la acusación fiscal o en virtud de una acusación particular. El Art.80 A de la Constitución, prescribe que “El ofendido por el delito y las demás personas que determine la ley podrán ejercer IGUALMENTE la acción penal”.

Lo anterior implica que en este caso no existe un monopolio del Ministerio Pú-blico. Ello es lógico si se piensa que el fiscal y la víctima, convertida en querellante, pueden discrepar, entre otros puntos, con respecto a la calificación jurídica de los hechos y al carácter de la participación del imputado y, por ende, a la cuantía de la pena que deba aplicársele.

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Por otra parte, el ejercicio de la acción penal privada le corresponde únicamente al ofendido con el delito en virtud de la respectiva querella.

E.–PROTECCIÓN DE VÍCTIMAS Y TESTIGOS

El Art. 80 A de la Constitución Política agrega que al Ministerio Público le co-rresponderá, además, adoptar las medidas necesarias para PROTEGER a las víctimas y a los testigos.

Cabe observar que la norma en estudio confiere, por primera vez, un verdadero MANDATO a una autoridad determinada para que vele y adopte las medidas tendientes a proteger a víctimas y testigos, lo que anteriormente la ley no radicaba en ninguna autoridad u organismo.

A la norma constitucional anterior debe agregarse la del Art.6 del Código Pro-cesal Penal, ya citada, que asigna a los fiscales el deber de proteger a la víctima en todas las etapas del procedimiento y la del Art.78 del mismo Código, relativa al deber de los fiscales de informar a la víctima acerca de la marcha del procedimiento y de consultarla antes de tomar determinadas decisiones.

F.–ORGANIZACIÓN DEL MINISTERIO PÚBLICO

1) Generalidades.

El Art.80 B de la Constitución dispone que una ley orgánica constitucional de-terminará la organización y atribuciones del Ministerio Público y señalará las calida-des y requisitos que deberán tener y cumplir los postulantes para ser designados fisca-les. Agrega que las personas que sean nombradas en estos cargos no podrán tener impedimento alguno que las inhabilite para desempeñarse como juez.

La citada norma añade que la ley orgánica que se dicte establecerá el grado de independencia, autonomía y responsabilidad que tendrán los fiscales en la dirección de la investigación y en el ejercicio de la acción penal pública en los casos que tengan a su cargo.

Esta ley, como se dijo, lleva el Nº 19.640 y fue publicada en el Diario Oficial el 15 de Octubre de 1999.

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2) Organigrama.

El Art.12 de dicha normativa dispone que el MINISTERIO PÚBLICO se compone de una FISCALÍA NACIONAL y de FISCALÍAS REGIONALES y que estas últimas realizarán su trabajo a través de FISCALÍAS LOCALES.

Existirá además, un CONSEJO GENERAL, que actuará como órgano asesor y de colaboración con el Fiscal Nacional.

3) Fiscal Nacional.

El Art.80 I de la Constitución Política establece que el fiscal nacional tendrá la superintendencia directiva, correccional y económica del Ministerio Público en conformidad a la ley orgánica constitucional respectiva, esto es, a la ley 19.640.

El fiscal nacional es el jefe superior del Ministerio Público y el responsable de su funcionamiento.

El Art.80 C de dicha Constitución prescribe que para la designación del fiscal nacional, la Corte Suprema confeccionará una quina y de ella, el Presidente de la República propondrá a uno de sus integrantes al Senado, el cual podrá aprobar o no a la persona propuesta en una sesión especialmente convocada al efecto. Para la aprobación se requiere el voto conforme de los dos tercios de los senadores en ejercicio. El Art.80 E de la misma Constitución agrega una prohibición al estatuir que no podrán integrar las quinas los miembros activos o pensionados del Poder Judicial.

Para ser designado Fiscal Nacional se requiere:

a) Tener a lo menos diez años de título de abogado;

b) Haber cumplido cuarenta años de edad; y

c) Poseer las demás calidades necesarias para ser ciudadano con derecho a sufragio.

El fiscal nacional durará diez años en el ejercicio de sus funciones y no podrá ser designado para el período siguiente.

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El Art.15 de la ley mencionada contiene el detalle acerca del llamado a concur-so para proveer el cargo de fiscal nacional, la forma como se confecciona la quina respectiva, la manera en que el Presidente de la República propone a uno de los inte-grantes de ella al Senado y como éste debe aprobar o rechazar la proposición.

El fiscal ejercerá sus atribuciones personalmente o a través de los distintos ór-ganos de la institución. Será subrogado por el fiscal regional que él determine, pu-diendo establecer el orden de subrogación que estime conveniente.

Entre las atribuciones más importantes del fiscal nacional, a las que se re-fiere el Art.17 de la ley, se encuentran:

a) Fijar, oyendo previamente al Consejo General, los criterios de actuación del Ministerio Público para el cumplimiento de los objetivos establecidos en la Constitución y las leyes, dictando al efecto instrucciones de carácter GENERAL;

b) Fijar, oyendo igualmente al Consejo General, los criterios que se aplicarán en materia de recursos humanos, de remuneraciones, de inversiones, de gas-tos de los fondos respectivos, de planificación del desarrollo y de adminis-tración y finanzas;

c) Crear, previo informe del Consejo General, Unidades especializadas para colaborar con los fiscales a cargo de la investigación de determinados deli-tos. El Art.22 prescribe que deberá crearse, al menos, una unidad especiali-zada para asesorar en la dirección de la investigación de los delitos tipifica-dos en la ley 19.366, hoy, Nº 20.000, sobre tráfico ilícito de drogas y estupefacientes;

d) Dictar los Reglamentos que correspondan en virtud de la superintendencia directiva, correccional y económica que le confiere la Constitución Política;

e) Nombrar y solicitar la remoción de los fiscales regionales de acuerdo con la Constitución y la ley 19.640; y

f) Solicitar, en comisión de servicio, a funcionarios de cualquier órgano de la administración del Estado, para que participen en las actividades propias del Ministerio Público.

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El Art.18 de la ley orgánica establece una regla de fuero facultativo, al confe-rir al fiscal nacional la facultad para asumir, de oficio, y de manera excepcional, la dirección de la investigación, el ejercicio de la acción penal pública y la protección de las víctimas y testigos respecto de determinados hechos que se estimaren constitu-tivos de delito, cuando la investidura de las personas involucradas como imputa-dos o víctimas lo hiciere necesario para garantizar que dichas tareas se cumpli-rán con absoluta independencia y autonomía. Por razones similares, y atendido lo dispuesto en el Art.19, puede disponer que un determinado fiscal regional asuma per-sonalmente estas funciones.

El fiscal nacional deberá rendir cuenta de las actividades del Ministerio Público en el mes de Abril de cada año, en audiencia pública, en la que se referirá al resultado obtenido el año anterior, incluyendo estadísticas y pudiendo sugerir modificaciones legales tendientes a mejorar el servicio.

4) Fiscalía Nacional.

La Fiscalía Nacional tendrá su sede en la ciudad de Santiago.

El Art.20 determina que la Fiscalía Nacional contará con las siguientes unidades administrativas:

a) División de Estudios, Evaluación, Control y Desarrollo de Gestión;

b) División de Contraloría Interna;

c) División de Recursos Humanos;

d) División de Administración y Finanzas;

e) División de Informática; y

f) División de Atención a Víctimas y Testigos.

Estas unidades administrativas estarán a cargo de un Director Ejecutivo Na-cional, quien las organizará y supervisará.

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El Director Ejecutivo Nacional y los jefes de unidades administrativas serán funcionarios de la exclusiva confianza del fiscal nacional.

5) Consejo General.

El Consejo General estará integrado por el fiscal nacional, que lo dirigirá, y por los fiscales regionales.

Corresponderá al Consejo General, entre otras, las siguientes funciones:

a) Dar a conocer su opinión respecto de los criterios de actuación del Ministe-rio Público cuando el fiscal nacional lo requiera;

b) Asesorar al fiscal nacional en las otras materias que éste le solicite.

El Consejo General sesionará ordinariamente al menos cuatro veces al año y, extraordinariamente, cuando lo convoque el fiscal nacional.

6) Fiscal Regional.

El Art.27 prescribe que a los fiscales regionales corresponde el ejercicio de las funciones y atribuciones del Ministerio Público en la respectiva región, por sí o por medio de los fiscales adjuntos que se encuentren bajo su dependencia.

Los Arts. 80 D de la Constitución Política y 28 de la ley 19.640, disponen que existirá un fiscal regional en cada una de las regiones del país, a menos que la pobla-ción o la extensión geográfica de la misma hagan necesario nombrar más de uno.

En la región metropolitana existirán cuatro.

Los fiscales regionales serán nombrados por el fiscal nacional, a propuesta en terna de la Corte de Apelaciones de la respectiva región. Si en ella existiere más de una Corte de Apelaciones, la terna será formada por un pleno conjunto de todas ellas, especialmen-te convocado por el Presidente de la de más antigua creación y en su sede.

El Art.29 detalla la forma como debe llamarse a concurso, como se postula y como se forman las ternas.

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Para ser nombrado fiscal regional se requiere:

a) Ser ciudadano con derecho a sufragio;

b) Tener a lo menos cinco años de título de abogado;

c) Haber cumplido treinta años de edad; y,

d) No encontrarse sujeto a alguna de las incapacidades e inhabilidades previs-tas en esta ley.

El Art.80 E de la Constitución determina que no podrán integrar las ternas los miembros activos o pensionados del Poder Judicial. En la Comisión de Constitución, Legislación, Justicia y Reglamento del Senado se dejó constancia que se entiende por miembros pasivos del Poder Judicial a todos aquellos que han servido cargos en él y han jubilado o están pensionados, según el sistema previsional que los rija. Aún cuando no se precisó el motivo de esta inhabilidad constitucional, se dijo en la Comi-sión referida que ella tendía a consolidar la autonomía del Ministerio Público frente al Poder Judicial.

Los fiscales regionales durarán diez años en el ejercicio de sus funciones y no po-drán ser designados como tales para el período siguiente, pero sí podrán postular al cargo de fiscal nacional. En todo caso, cesarán en sus funciones al cumplir 75 años de edad.

A los fiscales regionales le corresponden, entre otras, las siguientes funcio-nes:

a) Dictar, conforme a las instrucciones generales del fiscal nacional, las nor-mas e instrucciones necesarias para la organización y funcionamiento de la Fiscalía Regional y para el adecuado desempeño de los fiscales adjuntos en los asuntos en que debieren intervenir;

b) Conocer y resolver, en los casos previstos por la ley procesal penal, las re-clamaciones que cualquier interviniente en un procedimiento formulare res-pecto de la actuación de un fiscal adjunto que se desempeñe en la fiscalía regional a su cargo;

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c) Supervisar y controlar el funcionamiento administrativo de la fiscalía regio-nal y de las fiscalías locales que de ella dependan;

d) Velar por el eficaz desempeño del personal a su cargo y por la adecuada administración del presupuesto;

e) Proponer al fiscal nacional la ubicación de las fiscalías locales y la distribu-ción de los fiscales adjuntos y funcionarios ;y

f) Disponer las medidas que faciliten y aseguren el acceso expedito a la fisca-lía regional y a las fiscalías locales, así como la debida atención de las víc-timas y demás intervinientes.

El Art.35 estatuye el llamado DERECHO DE REPRESENTACIÓN para el fis-cal regional al disponer que en el cumplimiento de las instrucciones impartidas por el fiscal nacional, relativas al ejercicio de sus facultades para dirigir la investigación o el ejercicio de la acción penal, puede objetar dichas instrucciones por razones fundadas, cumpliendo las que no pudieren ser dilatadas, pero poniendo los hechos en conoci-miento del fiscal nacional. Si éste las acogiere, modificará la instrucción; si las dese-chare, el fiscal nacional asumirá la plena responsabilidad.

Finalmente, el Art.36 estatuye que el fiscal regional también deberá rendir cuenta de las actividades desarrolladas por el Ministerio Público en la región, durante el mes de Enero de cada año, en audiencia pública, en la que se referirá al resultado obtenido en la gestión anterior, incluyendo las estadísticas correspondientes.

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7) Fiscalías Regionales.

Las fiscalías regionales tendrán su sede en la capital regional respectiva. En la región metropolitana, la sede y la distribución territorial serán determinadas por el fiscal nacional.

Cada fiscalía regional contará con las siguientes unidades administrativas:

a) Unidad de Evaluación, Control y Desarrollo de la Gestión;

b) Unidad de Recursos Humanos;

c) Unidad de Administración y Finanzas;

d) Unidad de Informática; y

e) Unidad de Atención a las Víctimas y Testigos.

Un Director Ejecutivo Regional organizará y supervisará las unidades adminis-trativas, sobre la base de las instrucciones generales impartidas por el fiscal nacional.

8) Fiscales Adjuntos.

El Art.44 establece que dentro de cada fiscalía local, los fiscales adjuntos ejer-cerán DIRECTAMENTE las funciones del Ministerio Público en los casos que se les asignen. Con dicho fin dirigirán la investigación de los hechos constitutivos de delito y, cuando proceda, ejercerán las demás atribuciones que la ley les entre-gue. Estarán obligados a respetar las instrucciones generales impartidas por el fiscal nacional y las particulares que les dirija el fiscal regional respectivo en relación a un caso determinado que les fuere entregado, a menos que estimen que tales instruccio-nes particulares sean manifiestamente arbitrarias o que atentan contra la ley o la ética profesional, casos en los cuales PUEDEN REPRESENTAR estas instrucciones al fiscal regional al igual que éstos pueden hacerlo, como hemos visto, con respecto al fiscal nacional.

Los fiscales adjuntos de todo el país, serán designados por el fiscal nacional, a propuesta en terna del fiscal regional respectivo, la que deberá confeccionarse previo concurso público conforme a las reglas y bases que al efecto dicte el fiscal nacional.

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Para ser designado fiscal adjunto se requiere:

a) Ser ciudadano con derecho a sufragio;

b) Tener título de abogado;

c) Reunir los requisitos de experiencia y formación especializada para el car-go; y

d) No encontrarse sujeto a alguna de las incapacidades e incompatibilidades previstas en la ley.

Cesarán en sus cargos al cumplir 75 años de edad, pero podrán ser separados del servicio por evaluación deficiente en el desempeño funcionario de conformidad con el Reglamento que se dicte.

Es importante señalar que sin perjuicio de su pertenencia a una fiscalía local, los fiscales adjuntos, en el ejercicio de las tareas que les asigna la ley, podrán reali-zar actuaciones y diligencias en todo el territorio nacional siguiendo las instruc-ciones generales impartidas por el fiscal nacional.

Esta facultad resulta sumamente importante para agilizar el cumplimiento de las diligencias de investigación, toda vez que los fiscales no requerirán de exhortos ni permisos para actuar fuera del territorio que les ha sido asignado.

9) Fiscalías Locales.

En conformidad con lo dispuesto en el Art.38, las fiscalías locales serán las unidades operativas de las fiscalías regionales para el cumplimiento de las tareas de investigación, ejercicio de la acción penal pública y protección de las víctimas y testigos. Estarán conformadas por uno o más fiscales adjuntos.

Cada fiscalía local estará a cargo de un fiscal adjunto que, con la denominación de fiscal jefe, será designado por el fiscal regional.

Las fiscalías locales contarán, además de los fiscales adjuntos, con los profe-sionales y personal de apoyo, así como con los medios materiales que respectivamen-te determine el fiscal nacional a propuesta del fiscal regional.

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El Art.39 dispone que la ubicación de las fiscalías locales en el territorio de ca-da fiscalía regional, será determinada por el fiscal nacional a propuesta del fiscal re-gional. En la distribución geográfica y organización de las fiscalías locales, se atende-rá especialmente a criterios de carga de trabajo, extensión territorial, facilidad de comunicaciones y eficiencia en el uso de recursos.

El Art.40 prescribe que cuando la fiscalía local cuente con más de un fiscal adjunto, la distribución de los asuntos entre ellos será realizada por el fiscal jefe de acuerdo a las instrucciones de orden general impartidas por el fiscal nacional.

G.– RESPONSABILIDAD DE LOS FISCALES

El Art.45 determina que los fiscales tendrán responsabilidad civil, disciplinaria y penal por los actos realizados en el ejercicio de sus funciones.

El Art.46 se ocupa de señalar las personas, dentro del servicio, a quienes corresponde dirigir las investigaciones cuando se presenta una denuncia en contra de un fiscal por su presunta responsabilidad en un hecho punible.

Dicha norma concluye estableciendo que tratándose de delitos cometidos por un fiscal en el desempeño de sus funciones, el fiscal a cargo de la investigación deducirá, si procediere, la respectiva querella de capítulos, conforme a las normas de la legislación procesal penal.

En cuanto a la RESPONSABILIDAD DISCIPLINARIA por actos cometidos en el desempeño de sus funciones, ella puede hacerse efectiva por el superior respectivo. De acuerdo con lo dispuesto en el Art.49, las infracciones de los deberes y prohibiciones en que incurran los fiscales serán sancionados disciplinariamente de oficio o a requerimiento del afectado, con alguna de las siguientes medidas:

a) Amonestación privada;

b) Censura por escrito;

c) Multa equivalente hasta media remuneración mensual, por el lapso de un mes;

d) Suspensión de funciones hasta por dos meses, con goce de media remunera-ción; y

e) Remoción.

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Los Arts.50 y 51 reglamentan la aplicación de estas medidas disciplinarias to-mando en cuenta la gravedad de la falta, la eventual reiteración y las circunstancias atenuantes y agravantes del caso, así como el procedimiento que debe adoptarse para estos efectos.

Los Arts.80 G de la Constitución y 53 de la ley 19.640, como ya expresamos, establecen que el fiscal nacional y los fiscales regionales sólo podrán ser REMOVIDOS por la Corte Suprema, a requerimiento del Presidente de la Repú-blica, de la Cámara de Diputados o de diez de sus miembros por incapacidad, mal comportamiento o negligencia manifiesta en el ejercicio de sus funciones. La Cor-te Suprema conocerá del asunto en pleno, especialmente convocado al efecto, y para acordar la remoción deberá reunir el voto conforme de los cuatro séptimos de sus miembros en ejercicio.

H.– INHABILITACIÓN DE LOS FISCALES

El Art.54 sienta el principio general en esta materia al disponer que no podrá dirigir la investigación ni ejercer la acción penal pública respecto de determinados hechos punibles, el fiscal del Ministerio Público respecto del cual se configure algu-na de las causales de inhabilitación establecidas en esta ley.

El Art.55 señala dichas causales, las que son similares a las de inhabilitación de los jueces, si bien son más amplias y, entre ellas:

a) Ser el fiscal parte o tener interés en el caso de cuya investigación se trate;

b) Ser el fiscal cónyuge o pariente por consaguinidad o afinidad, en los grados que se indican, con alguna de las partes, de sus representantes o de sus abo-gados;

c) Ser el fiscal, cónyuge o pariente por consaguinidad o afinidad, en el grado que se indica, del juez de garantía o de alguno de los miembros del tribunal de juicio oral en lo penal ante el cual deba desempeñar sus funciones;

d) Tener pendiente alguna de las partes pleito civil o criminal con el fiscal, con su cónyuge o con alguno de sus parientes en el grado que se indica;

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e) Tener el fiscal con alguna de las partes amistad que se manifieste por actos de estrecha familiaridad, o tenerla alguno de sus parientes en el grado que se indica;

f) Tener el fiscal enemistad con alguna de las partes, odio o resentimiento que haga presumir que no se halla revestido de la debida objetividad;

g) Tener alguna de las partes relación laboral con el fiscal;

h) Ser el fiscal deudor o acreedor de alguna de las partes o de su abogado, o serlo su cónyuge o alguno de sus parientes.

Los Arts.56 a 59 se ocupan de detallar la forma como deben hacerse valer estas inhabilidades y como deben ser resueltas por el superior jerárquico inmediato.

I.– INCAPACIDADES, INCOMPATIBILIDADES Y PROHIBICIONES

El Art.60 determina que no podrán ser fiscales quienes tengan alguna incapa-cidad o incompatibilidad que los inhabilite para desempeñarse como jueces.

El Art.62 señala que las funciones de los fiscales del Ministerio Público, son de dedicación exclusiva, e incompatibles con toda otra función o empleo remunerado con fondos públicos o privados

Excepcionalmente podrán desempeñar cargos docentes hasta un máximo de seis horas semanales, caso en el cual deberán extender su jornada hasta compensar las horas dedicadas a la docencia.

Los fiscales que se desempeñen en el Ministerio Público, además, no podrán ejercer la profesión de abogado, salvo que se trate de situaciones que los compro-metan personalmente, a su cónyuge o parientes más cercanos.

Tampoco pueden intervenir, en razón de sus funciones, en asuntos en que ten-gan interés personal o en que los tengan su cónyuge o parientes más cercanos, y no pueden comparecer ante los tribunales, sin previa comunicación a su superior jerár-quico, como parte principal, testigo o perito respecto de hechos de que hubieren to-mado conocimiento en el ejercicio de sus funciones; ni declarar en procedimientos en que tenga interés el Estado o sus organismos.

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El Art.63 establece una prohibición de carácter general, al disponer que los fiscales no pueden realizar actuaciones que priven al imputado o a terceros del ejercicio de los derechos que la Constitución asegura, o los restrinjan o pertur-ben, sin autorización judicial previa. Asimismo, les está prohibido someter a trami-tación innecesaria o dilatar los asuntos confiados a su conocimiento o resolución, o exigir documentos o requisitos no establecidos en las disposiciones vigentes.

También les está prohibido ocupar tiempo de su jornada de trabajo o utilizar personal, medios materiales o información del Ministerio Público para fines ajenos a los institucionales.

Finalmente, el Art.64 les impone el deber de abstenerse de emitir opiniones acerca de los casos que tuvieren a su cargo.

J.– EVALUACIONES

Los fiscales y funcionarios del Ministerio Público serán evaluados de acuerdo a las normas de un REGLAMENTO que dictará el fiscal nacional, el que establecerá un mecanismo público y objetivo de evaluación y reclamación.

Los criterios de evaluación deberán considerar, a lo menos, el cumplimiento de las metas establecidas y la calidad del trabajo realizado.

Anualmente, los fiscales regionales serán evaluados por el fiscal nacional, los fiscales adjuntos por el fiscal regional respectivo y los funcionarios por el superior jerárquico correspondiente.

K– NORMAS TRANSITORIAS RELATIVAS A LA VIGENCIA DEL MINISTERIO PÚBLICO

1) El Cuádruple Sistema Transitorio.

La disposición trigésimo sexta transitoria de la Constitución Política de la República, dispone que las normas del CAPÍTULO VI A, “Ministerio Público”, re-girán al momento de entrar en vigencia la ley orgánica constitucional del Minis-terio Público. Agrega que esta ley podrá establecer fechas diferentes para la entrada

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en vigor de sus disposiciones, como también determinar su aplicación gradual en las diversas materias y regiones del país.

Dicha norma transitoria agrega que el capítulo VI A, referido, la ley orgánica constitucional del Ministerio Público y las leyes que, complementando dichas nor-mas, modifiquen el Código Orgánico de Tribunales y el Código de Procedimiento Penal, se aplicarán EXCLUSIVAMENTE a los hechos acaecidos CON POSTERIORIDAD a la entrada en vigencia de sus disposiciones.

Como se expresó en la Comisión de Constitución, Legislación, Justicia y Re-glamento del Senado, la entrada en vigencia de la reforma constitucional que creó el Ministerio Público, introducida, como hemos dicho, por la ley Nº 19.519 de 16 de Septiembre de 1997, quedó SUPEDITADA a la vigencia de la ley orgánica consti-tucional del Ministerio Público que debía dictarse con posterioridad a la reforma constitucional. Esta ley lleva el Nº 19.640, fue publicada en el Diario Oficial el 15 de Octubre de 1999 y es la que fijó en su artículo CUARTO TRANSITORIO un verda-dero calendario de aplicación progresiva de sus disposiciones para las diversas regio-nes del país, para lo cual el legislador se hallaba facultado, como hemos dicho, por la disposición transitoria de la Constitución, ya mencionada.

Pero además, debe señalarse que el CÓDIGO PROCESAL PENAL, como hemos visto, luego de prevenir que sus disposiciones se aplicarían SÓLO a los hechos acaecidos con posterioridad a su entrada en vigencia, SUPEDITÓ igualmen-te la aplicación de sus normas con respecto a los hechos ocurridos en el territorio nacional, a la vigencia de la citada ley Nº19.640, al disponer en el inciso primero del Art.484 que “Este Código comenzará a regir, para las distintas Regiones del país, al término de los plazos que establece el artículo cuarto transitorio de la ley Nº 19.640, Orgánica Constitucional del Ministerio Público”.

Por otra parte, como lo estatuye la disposición trigésimo sexta transitoria de la Constitución, tanto las normas que integran el Capítulo VI A de la Constitución, “Mi-nisterio Público”, como la ley Nº 19.640, orgánica constitucional del Ministerio Pú-blico y las leyes que, complementando dichas normas, modifiquen el Código Orgáni-co de Tribunales y el Código de Procedimiento Penal, deberán aplicarse exclusivamente a los hechos acaecidos con posterioridad a la entrada en vigencia de tales disposiciones.

En otras palabras, se establece, en forma perentoria, que tales disposiciones no podrán tener efecto retroactivo en términos de permitir su aplicación a hechos ocurri-dos con anterioridad a su vigencia.

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A todo lo anterior debe agregarse todavía que en virtud del artículo 3º transito-rio de la ley Nº 19.718 de 10 de Marzo de 2001, modificado por la ley Nº 19.762 de 13 de Octubre de 2001, se SUBORDINÓ, asimismo, a la vigencia de la ley 19.640, la instalación de las defensorías regionales y locales de la DEFENSORÍA PENAL PÚBLICA, creada por la ley Nº 19.718, al disponer que “Dentro de los pla-zos y en las regiones indicadas en el artículo 4º transitorio de la ley 19.640, Orgánica Constitucional del Ministerio Público, se conformarán gradualmente las defensorías regionales y locales, de acuerdo con los recursos que se aprueben en las respectivas leyes de presupuestos del Sector Público”.

EN SUMA:

a) Los cuerpos legales que se indican, debieron comenzar a regir en las diver-sas Regiones del país, en forma simultánea y con la gradualidad que se-ñala la ley Nº 19.640:

a.1) El Capítulo VI A, “Ministerio Público” de la Constitución Política de la República;

a.2) La ley Nº 19.640, Orgánica Constitucional del Ministerio Público; y

a.3) El Código Procesal Penal.

Con la misma simultaneidad y gradualidad debieron conformarse las Defen-sorías Regionales y Locales de la Defensoría Nacional Penal Pública.

b) Los cuerpos legales indicados en la letra a), así como las normas que, com-plementando las disposiciones de los dos primeros, modifiquen el Código Or-gánico de Tribunales y el Código de Procedimiento Penal, se aplicarán ex-clusivamente a los hechos acaecidos con posterioridad a la entrada en vigencia de tales disposiciones.

Como puede observarse, durante un tiempo –la duración del calendario de vi-gencia fijado por el Art.4º transitorio de la ley Nº 19.640– se aplicaron en el país dos sistemas legislativos diferentes, pero como se expresa en la “Constitución Polí-tica de la República de Chile”, Edición de Leyes Anotadas y Concordadas del Diario

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Oficial, de Junio de 2000, ello debió ocurrir respecto de “distintos hechos y cau-sas”.

Como se agrega en dicha publicación, tampoco fue posible “reemplazar un pro-cedimiento ya iniciado por otro”, o consagrar el derecho a los inculpados y procesa-dos para “escoger el sistema de su preferencia”.

Es interesante reproducir las constancias que a este propósito dejó, en forma expresa, la Comisión de Constitución, Legislación, Justicia y Reglamento del Senado y que se contienen en la obra recién citada:

a) Que las leyes que regulan los procedimientos ante los Tribunales necesarios para la administración de justicia rigen desde su publicación y no pueden ser aplicables a hechos ocurridos con anterioridad a tal publicación, a menos que ellas mismas fijen otro efecto en el tiempo, lo cual no vulnera la garantía de igualdad ante la ley;

b) Que no es la voluntad del constituyente alterar en la presente reforma consti-tucional, el principio general que queda enunciado en la letra a) precedente;

c) Que la mención que se hace en esta disposición trigésimo sexta transitoria del Código Orgánico de Tribunales y del Código de Procedimiento Penal, no sig-nifica que se estime necesario dar rango constitucional a la regulación de los efectos de las leyes procesales en el tiempo, sino que tienen como único y ex-clusivo propósito, despejar dudas acerca del sentido y alcance que se desea dar a los rasgos de simultaneidad y gradualidad de la instauración del nuevo sistema de proceso penal;

d) Que las enmiendas que, como consecuencia de esta reforma constitucional, deban introducirse en el Código Orgánico de Tribunales y en el Código de Procedimiento Penal, también podrán aplicarse gradualmente en las diversas regiones del país;

e) Que la aplicación de leyes diversas a conflictos similares, hecha por un mismo tribunal, sí atentaría contra la garantía constitucional de igualdad ante la ley.

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2) Fechas Comunes de Aplicación Gradual

El Art.4 transitorio de la ley 19.640, ya mencionado, que contiene el calendario de aplicación gradual de sus disposiciones, por regiones, en su texto actual, luego de la sustitución efectuada por la ley Nº 19.762 de 13 de Octubre de 2001, señala: “Las normas que autorizan al Ministerio Público para ejercer la acción penal pública, diri-gir la investigación y proteger a las víctimas y los testigos, entrarán en vigencia con la gradualidad que se indica a continuación:

IV y IX Regiones................... 16 de Diciembre de 2000.

II, III y VII Regiones............ 16 de Octubre de 2001.

I, XI y XII Regiones.............. 16 de Diciembre de 2002.

V, VI, VIII y X Regiones...... 16 de Diciembre de 2003.

Región Metropolitana.......... 16 de Diciembre de 2005.

Como se recordará, el primitivo Art.4º, transitorio de la ley Nº 19.640, disponía que ésta regiría en la Región Metropolitana 36 meses después de su publicación en el Diario Oficial. Como dicha publicación se efectuó el 15 de Octubre de 1999, debería tener vigencia a partir del 16 de Octubre de 2002, pero posteriormente, su vigencia fue prorrogada, según se ha dicho.

L– SITUACIÓN DEL ANTIGUO MINISTERIO PÚBLICO

1) Subsistencia y Modificación del antiguo Ministerio Público

Es conveniente destacar que el Ministerio Público que reglamenta el Código Or-gánico de Tribunales como un ORGANISMO AUXILIAR del Poder Judicial, continúa existiendo en esa misma calidad. En el nuevo sistema, se respetan sus funciones en la Corte Suprema de Justicia y en las Cortes de Apelaciones del país, siempre que no se refieran a materias de orden criminal. Conserva su misma estructura y personal.

Sus atribuciones en las Regiones donde se aplica el nuevo sistema procedimen-tal penal fueron sensiblemente disminuidas, como veremos, y su antigua denomina-

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ción cambiada por ley Nº 19.665 de 9 de Marzo de 2000. Actualmente se llama FISCALÍA JUDICIAL.

Este cambio de denominación resultaba obvio para evitar confusiones con el actual Ministerio Público, creado por la reforma constitucional contenida en la ley Nº 19.519. Cabe señalar que la ley Nº 19.665, introdujo una serie de modificaciones al Código Or-gánico de Tribunales para adecuar sus normas a la nueva denominación de este servicio.

El actual Art.350 de este último Código, expresa que la Fiscalía Judicial se encuentra conformada por el fiscal judicial de la Corte Suprema y por los fiscales judiciales de las Cortes de Apelaciones.

Actualmente, los fiscales judiciales tienen limitada su competencia EN MATERIA PENAL a las causas tramitadas de acuerdo con el antiguo sistema procedimental, hasta el término de éstas.

En cuanto a la competencia de que gozaban en otras materias, ésta ha sido conservada en todo el país.

2) Supresión de atribuciones.

Entre las más importantes cabe señalar:

a) La que contemplaba el Art.356 del Código Orgánico de Tribunales que establecía que el ministerio público debía actuar como PARTE PRINCIPAL en las causas penales por crimen o simple delito de acción pública.

Esta calidad y las atribuciones consiguientes que ella confería al citado ministerio, fueron derogadas por la citada ley Nº 19.665 en todos aquellos lugares en que comenzara a aplicarse el nuevo sistema de enjuiciamiento penal.

b) La que se contenía en el Nº 1º del Art.357 del mismo Código, que disponía que debía oírse al ministerio público en los juicios criminales en que se ejerci-taba la acción penal privada, exceptuados los relativos a delitos de calumnia e injuria inferidas a particulares.

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Este trámite fue suprimido en el nuevo sistema;

c) La referida en el Art.359 de igual Código, que facultaba a los tribunales para pedir el dictamen del ministerio público en todos los casos en que lo estima-ran conveniente.

De esta facultad se sustrajeron las causas criminales en el nuevo sistema;

d) La que consignaba el Nº2 del Art.353 de dicho Código, que otorgaba a los fis-cales la tarea de vigilar los establecimientos penales, correccionales o de de-tención de la República.

Esta labor le compete actualmente a los jueces de garantía en aquellas regiones en que se encuentren en funciones, si bien estimamos que los fiscales judiciales no quedan dispensados de esta vigilancia con respecto a los procesados o condenados por los jueces del crimen conforme al antiguo sistema mientras permanezcan privados de libertad en dichos establecimientos;

e) La que se otorgaba a los fiscales de las Cortes de Apelaciones en los Arts.414, 415 y 416 del Código de Procedimiento Penal, relativa a las apelaciones y consultas de los sobreseimientos temporales y definitivos en las causas criminales que versaban sobre delito que la ley castigaba con pena aflictiva, en las que debía recabarse previamente la opinión de dichos fiscales antes de resolver.

Esta función de los fiscales quedó derogada al reemplazarse íntegramente el Código de Procedimiento Penal por el nuevo Código Procesal Penal que no contempla este trámite; y

f) La que se confería a los mismos fiscales en los Arts. 513, 514 y 534 del Código de Procedimiento Penal relativa a las apelaciones y consultas de las sentencias definitivas en causa criminal, en las que debía oírse necesariamente al fiscal antes de resolver, quien podía pedir la confirmación, aprobación o revocación de la sentencia.

Al igual que en el caso anterior, esta competencia de los fiscales quedó derogada junto con el Código de Procedimiento Penal ya que el nuevo Código Procesal Penal no la considera.

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Como puede observarse, merced a las supresiones indicadas, las funciones de este servicio han quedado notablemente reducidas, toda vez que la mayor parte de la labor del ministerio público anterior consistía precisamente en emitir dictámenes en segunda instancia acerca de apelaciones y consultas de sobreseimientos temporales y definitivos y de apelaciones y consultas de sentencias definitivas dictadas EN CAUSAS CRIMINALES.

En todo caso, como se ha dicho, en todas las regiones los fiscales judiciales conservan sus demás atribuciones y, entre ellas, les corresponde informar en el trámite de la consulta de los juicios de hacienda, o sea, de aquellos en que tiene interés el Fisco, cuando la sentencia definitiva sea desfavorable al interés fiscal y no fuere apelada; y, asimismo, deben emitir informes en el trámite de la consulta cuando se tratare de sentencias que dieren lugar al divorcio perpetuo o a la nulidad de matrimonio y ella no fuere objeto de apelación.

3) Promotores Fiscales

Cuando se instauró el Ministerio Público en el país, este organismo contaba, además del fiscal de la Corte Suprema y de los fiscales de las Cortes de Apelaciones, con fiscales que se desempeñaban en primera instancia, denominados, “Promotores Fiscales”. Como se sabe, dichos promotores fueron suprimidos por el D.F.L. Nº 426, publicado el 3 de Marzo de 1927 en el Diario Oficial.

El citado D.F.L. dispuso sobre el particular que “Cuando, ejecutoriada la resolución que declara cerrado el sumario, el juez no encontrare mérito para decretar el sobreseimiento, dictará un auto motivado en el cual se dejará testimonio de los antecedentes que acrediten la existencia del delito que se investiga y de los cargos que resulten en contra del procesado o reos y se tendrá este auto como suficiente acusación, supliéndose de este modo la intervención del promotor fiscal”.

La supresión fue una muerte indolora, debido a que, tal como se anunció en el Mensaje con que fue remitido el Proyecto del Código de Procedimiento Penal al Congreso, el 31 de Diciembre de 1894, los promotores fiscales debían ejercer la acción penal pública mediante la acusación “cuando los tribunales han declarado que el juicio debe ser elevado a plenario”, lo que obviamente, importaba subordinarlos a la decisión del juez.

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En verdad, el país nunca contó con un Ministerio Público con las facultades que se le asignan en un sistema acusatorio; el existente, después de la supresión de los promotores fiscales, quedó reducido, en materia penal, mayormente a las funciones otorgadas a los fiscales de las Cortes de Apelaciones por el Código de Procedimiento Penal en las apelaciones y consultas de los sobreseimientos y sentencias definitivas de primera instancia, pero cuando ya el juicio criminal se encontraba terminado en en sus etapas de sumario y de plenario.

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7.– LA DEFENSORÍA PENAL PÚBLICA, ORGANIZACIÓN, ATRIBUCIONES Y FUNCIONAMIENTO

A.–DERECHO DE DEFENSA DEL IMPUTADO

1) Generalidades

El Nº 3º del Art.19 de la Constitución Política dispone que “Toda persona tiene derecho a DEFENSA JURÍDICA en la forma que la ley señale y ninguna autoridad o individuo podrá impedir, restringir o perturbar la debida intervención del letrado, si hubiere sido requerida”.

Como puede advertirse, se trata de una garantía establecida en términos genéricos en favor de “toda persona”. Entre ellas, el imputado.

Por su parte, el Art.8 del Código Procesal Penal prescribe que “El imputado tendrá derecho a ser defendido por un letrado desde la primera actuación del procedimiento dirigido en su contra”.

Dicha norma agrega que el imputado podrá formular los planteamientos y alegaciones que considerare oportunos y tendrá derecho a intervenir en todas las actuaciones judiciales y en las demás del procedimiento, salvas las excepciones expresamente previstas en dicho Código.

Por letrado deberemos entender a un abogado que deberá hallarse habilitado para el ejercicio de la profesión, y por primera diligencia del procedimiento, la actuación inicial dirigida en contra del imputado, sea de carácter policial o judicial o de aquellas que deban realizarse ante el fiscal. Aún cuando la ley empleó el término “procedimiento”, es obvio que se está refiriendo también a las diligencias de investigación, como lo pone de manifiesto el literal b) del Art.93, cuando previene que el imputado tendrá derecho a ser asistido por un abogado “desde los actos iniciales de la investigación”.

Este derecho de defensa se consagra también en Tratados Internacionales, suscritos y ratificados por Chile, con vigencia en el país en conformidad con lo prescrito en el Art.5 de la Constitución Política.

El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, prescribe en su Art.14, Nº 3, letras b) y d), que el imputado tiene derecho a disponer del tiempo y de los

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medios adecuados para la preparación de su defensa y a comunicarse con un defensor de su elección y además a defenderse personalmente o a ser asistido por el defensor que él elija; a ser informado, si no tuviere defensor, del derecho que le asiste a tenerlo y siempre que el interés de la justicia lo exija, “a que se le nombre un defensor de oficio, gratuitamente, si careciere de medios suficientes para pagarlo”.

Por su parte la Convención Americana sobre Derechos Humanos, o Pacto de San José de Costa Rica, dispone en su Art.8, Nº 2, letras c), d) y e), que el imputado deberá contar con el tiempo y los medios adecuados para la preparación de su defensa, podrá defenderse personalmente y tendrá derecho a ser asistido por un defensor de su elección y a comunicarse libre y privadamente con él. Asimismo, le reconoce el “derecho irrenunciable de ser asistido por un defensor proporcionado por el Estado, remunerado o no según la legislación interna” si no se defendiere por sí mismo ni nombrare defensor dentro del plazo establecido por la ley.

Los Arts.93 y 94 del Código Procesal Penal contienen un verdadero “catálogo” de derechos del imputado, sea que éste se encuentre en libertad o privado de ella. Sin embargo, como es fácil concluir, de nada valdrían todos estos derechos y garantías si éste no contara con la asistencia de un abogado durante la investigación y el procedimiento que supiera cuándo y cómo hacerlos valer.

El Art.102, reiterando y precisando conceptos, preceptúa que desde la primera actuación del procedimiento “y hasta la completa ejecución de la sentencia que se dictare”, el imputado tendrá derecho a designar libremente uno o más defensores de su confianza”. Esta norma, como puede observarse, agrega dos ideas nuevas, a lo ya dicho por el Art.8 mencionado: la duración de la defensa, que la fija hasta la completa ejecución de la sentencia que se dictare, y el factor confianza del imputado, toda vez que se reconoce a éste el derecho a elegir a su defensor incluso, como veremos, en los casos en que éste es proporcionado por el Estado.

La misma disposición agrega que si el imputado careciere de defensor, el propio fiscal pedirá que se le nombre uno, o podrá hacerlo el juez de garantía, de oficio. Lo que quiere la ley es que el imputado tenga asistencia letrada desde la primera actuación de la investigación o del procedimiento y, desde luego, que cuente con ella en la primera actuación que deba realizarse ante el juez de garantía.

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2) Sistema anterior a la vigencia del nuevo Código Procesal Penal

El sistema anterior, como se sabe, establecía la defensa letrada proporcionada por los Abogados de Turno, quienes debían atender gratuitamente a los inculpados que carecían de abogado particular para la defensa de sus derechos, entre otros juicios y asuntos, en las causas de carácter criminal, pero siempre que gozaran de PRIVILEGIO DE POBREZA.

Esta defensa se llevaba a cabo habitualmente al contestar la acusación fiscal para cuyo efecto los jueces del crimen debían designar mensualmente un abogado de turno.

El Art. 591 del Código Orgánico de Tribunales determina que el privilegio de pobreza debe ser declarado judicialmente en todos aquellos casos en que no se halle establecido por el solo ministerio de la ley. El Art.593, por su parte, previene que se estimará como presunción legal de pobreza la circunstancia de encontrarse preso el que solicita el privilegio, sea por sentencia condenatoria, sea durante la sustanciación del juicio.

Esta norma legal resulta inaplicable hoy en día con respecto a los imputados en las causas criminales, dado que se creó con este objeto la Defensoría Penal Pública, por cuyo motivo la ley Nº 19.718 modificó el Art. 595 del C.O.T. suprimiendo la institución de los abogados de turno en causas criminales.

Además de los abogados de turno en causas criminales, los inculpados podían ser defendidos por los Consultorios de las Corporaciones de Asistencia Judicial que otorgaban igualmente defensa gratuita a quienes no contaran con medios para contratar los servicios profesionales de un abogado. Como se sabe, en dichos consultorios realizan su práctica obligatoria los postulantes a abogados.

Este sistema de defensa gratuita no garantizaba, en verdad, una defensa óptima a los inculpados y acusados en los juzgados que tenían competencia criminal, debido a la dedicación preferente que los abogados de turno daban a sus clientes particulares y por la circunstancia de que los postulantes carecían de los conocimientos y de la experiencia suficiente para defender adecuadamente a dichos inculpados y acusados, a lo que debe agregarse la constante rotación de los postulantes debido a la temporalidad de sus prácticas.

Cabe señalar, finalmente, que si bien la ley suprimió los servicios gratuitos de los abogados de turno en materia criminal, dejó subsistente la asistencia de las Corporaciones de Asistencia Judicial en materia criminal. Dichas Corporaciones, incluso pueden participar en las licitaciones convocadas por la Defensoría Penal Pública, pero los

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postulantes no podrían ejercitar los derechos de los imputados en las defensas orales realizadas en los juzgados de garantía ni en la audiencia de juicio oral en los tribunales de juicio oral en lo penal, ya que éstas se encuentran reservadas a los abogados.

B.–LA DEFENSA PENAL PÚBLICA

1) Concepto

La Defensoría Penal Pública fue el último de los Organismos establecidos por la ley, de los concebidos originalmente, para la instauración del nuevo sistema procedimental penal en nuestro país. Como se dijo, la creación e implementación de este Servicio fue obra de la ley Nº 19.718, publicada en el Diario Oficial el 10 de Marzo de 2001, cuando ya había comenzado a aplicarse el nuevo sistema de enjuiciamiento criminal en las Regiones IV y IX.

El 19 de Agosto de 2002, se publicó en el Diario Oficial el D.S. Nº 495 de 20 de Mayo de 2002, del Mininisterio de Justicia, que aprobó el Reglamento sobre Licitaciones y Prestación de la Defensa Penal Pública”.

El Art.1º de dicha ley dispone “Créase un servicio público, descentralizado funcionalmente y desconcentrado territorialmente, denominado Defensoría Penal Pública”, dotado de personalidad jurídica y patrimonio propio, sometido a la supervigilancia del Presidente de la República a través del Ministerio de Justicia.

Tiene su domicilio y sede en Santiago.

Como queda manifiesto, se trata de “un Servicio” que se halla dotado de personalidad jurídica y que tiene un patrimonio propio. Además, no goza de autonomía como el Ministerio Público, sino que reconoce dependencia del Presidente de la República a través del Ministerio de Justicia.

La misma ley que le dio vida se encargó de implementarlo, señalar sus objetivos, organismos y sus atribuciones y deberes.

Su finalidad primordial es la de prestar asistencia jurídica a los imputados que carezcan de ella. Con la dictación de esta ley, el Estado dio cumplimiento al mandato constitucional contenido en el citado Nº 3º del Art.19 de la Constitución cuando previene que “La ley arbitrará los medios para otorgar asesoramiento y defensa jurídica a quienes no puedan procurárselos por sí mismos”.

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Asimismo, se dio satisfacción adecuada al compromiso adquirido por el país al suscribir y ratificar los dos tratados internacionales, referidos, en lo relativo a la obligación del Estado, de proporcionar defensa letrada a los imputados.

Por otra parte, vigente el Ministerio Público, se hacía imprescindible la instauración de la Defensoría Penal Pública para dar asistencia jurídica a los imputados que fueran objeto de la actividad persecutoria de aquél y que carecieran de abogado para la defensa de sus derechos.

La Defensoría Penal Pública claramente tiene el carácter de contraparte del citado Ministerio.

2) Objetivos y Requisitos de procedencia de esta Asistencia

Los OBJETIVOS se desprenden inequívocamente de lo ya expresado y, específicamente, de lo dispuesto en el Art.2 de la ley Nº 19.718, cuando expresa que la Defensoría Penal Pública tiene por finalidad PROPORCIONAR DEFENSA PENAL a los imputados o acusados por crimen, simple delito o falta.

Con respecto a los REQUISITOS de procedencia, se encuentran contenidos en el Art.2 de dicha ley cuando exige:

a) Que se trate de imputados o acusados por crimen, simple delito o falta;

b) Que estos ilícitos sean de la COMPETENCIA de un juzgado de garantía o de un tribunal de juicio oral en lo penal, extendiéndose la defensa a las Cortes de Apelaciones y Corte Suprema con respecto a los recursos deducidos; y

c) Que dichos imputados y acusados CAREZCAN DE ABOGADO.

Como hemos dicho, esta defensa letrada debe extenderse desde las primeras di-ligencias de investigación policial o actuaciones realizadas ante el fiscal o el juzgado de garantía, hasta la ejecución completa de la sentencia definitiva, lo que implica que la defensa debe comprender aún los recursos que deban tramitarse en las Cortes de Apelaciones o en la Corte Suprema.

Los requisitos de procedencia para que opere esta defensa jurídica del Estado, son copulativos, de manera que si falta alguno de ellos, el Estado se verá dispensado

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de esta obligación. Ello ocurre, por ejemplo con las faltas e infracciones que no sean de la competencia de los juzgados de garantía, sino de otros organismos.

Por otra parte, debe tratarse únicamente de una materia criminal, ya que la de-fensa se proporciona con respecto a los asuntos que sean de la competencia de los juzgados de garantía y de los tribunales de juicio oral, que como sabemos, se ocupan únicamente de materias de este carácter.

Finalmente, este deber de asistencia jurídica tiene claramente un carácter subsidiario; sólo opera si el imputado carece de abogado.

3) Concepción del Nuevo Sistema

Para el Poder Ejecutivo se planteó la disyuntiva de crear e implementar la De-fensoría Penal Pública como un organismo semejante al Ministerio Público, tanto en el tamaño de su infraestructura administrativa como en el número y calidad de profe-sionales, técnicos y personal administrativo o bien, instituir un organismo con una infraestructura administrativa pequeña y con un número de profesionales, técnicos y personal también menor, privilegiando, en cambio, la contratación de servicios de profesionales letrados particulares mediante mecanismos de LICITACIÓN y CONVENIOS.

El segundo mecanismo fue el elegido, ya que permite, como luego veremos, seleccionar el número de abogados que se requieran de acuerdo a las necesidades del servicio, en el lugar y período de que trate, satisfaciendo con ello la cantidad de requerimientos efectuada a la Defensoría Penal Pública que no fuere posible solucionar con los abogados funcionarios.

Este sistema permite a los abogados pertenecientes al Servicio, asumir preferentemente las primeras actuaciones y diligencias de asistencia a los imputados, lo que obviamente, tiene un carácter urgente, mientras éstos designan a uno particular o eligen a alguno de los que se han adjudicado la licitación correspondiente.

Creemos que las autoridades del Poder Ejecutivo, para optar por el sistema mencionado, tuvieron presente, entre otras razones, el hecho de que el establecimiento de un Servicio semejante al Ministerio Público, en infraestructura administrativa y en número de profesionales, resultaba demasiado oneroso para el erario nacional, tomando en cuenta, además, que la Defensoría Penal Pública, como

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hemos dicho, tiene un carácter subsidiario de la defensa que los abogados particulares puedan procurar a los imputados y acusados.

En todo caso, la idea matriz de este mecanismo de licitaciones, es la de que en el futuro los abogados particulares o personas jurídicas que cuenten con esta clase de profesionales y que se hayan adjudicado las licitaciones, asuman el mayor peso del funcionamiento de la defensa penal pública.

Ello queda en evidencia si atendemos al número de Defensorías Locales, hasta 80 en todo el país, según el Art.24 de la ley Nº 19.718 y al número del personal de la planta de todo el Servicio, incluyendo defensores, técnicos, administratativos y auxiliares, que al 7 de Diciembre de 2005, llegaban a 457 personas en todo el país.

4) Caracteres de este Sistema

a) Es un Derecho para los Beneficiarios y una Obligación para el Estado.

Como dijimos anteriormente, el inciso segundo del Nº 3º del Art.19 de la Constitución Política, proclama que “Toda persona tiene derecho a defensa jurídica en la forma que la ley señale”, lo que refuerzan y explicitan, como hemos visto, los dos tratados internacionales mencionados.

El otorgamiento de esta asistencia letrada para todos los imputados o acusados que se encuentren en la situación señalada anteriormente, resulta pues, OBLIGATORIA para el Estado y por tal razón debe costearse con fondos del erario nacional en la parte en que no pueda ser asumida por los beneficiarios.

Los imputados tienen el derecho de exigirla y el Estado, tiene la obligación correlativa de proporcionarla concurriendo los supuestos indicados en el Art.2 de la ley.

b) Tiene un Carácter Subsidiario

Como hemos dicho, la defensa penal pública opera sólo si el imputado carece de abogado particular. Tiene pues, un carácter subsidiario de la que pueda procurarse el beneficiario con sus propios medios.

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El Art.102 del Código Procesal Penal prescribe que si el imputado careciere de abogado, el juez le designará uno de la defensoría penal, de oficio o a petición del ministerio público.

En caso que el imputado se encontrare privado de libertad, cualquier persona podrá proponer para aquél un defensor determinado, o pedir que se le nombre uno, pero en este caso el juez de garantía competente hará concurrir al imputado a su presencia con el objeto de que acepte o no el defensor propuesto.

c) Es Gratuita

El Art. 36 de la ley Nº 19.718 dispone que “La defensa penal pública será siempre GRATUITA”.

De otra manera no podría entenderse que cualquier persona que no cuente con medios económicos pudiera exigir esta defensa si luego tendría que pagarla.

El legislador tuvo presente, precisamente, que la mayor parte de las personas que cometen delitos carecen de recursos para pagar la asistencia jurídica de un abo-gado. Si esta asistencia no fuera esencialmente gratuita, se habría producido una gra-ve desigualdad para el imputado frente a la Fiscalía con respecto a la defensa de sus derechos.

En todo caso, cabe señalar que la misma disposición añade que, por excepción, puede exigirse el pago total o parcial de la defensa prestada si el beneficiario dispone de recursos económicos suficientes. Para estos efectos se considerará, al menos, su nivel de ingreso, capacidad de pago y el número de personas del grupo familiar que de ellos dependan, en conformidad con lo que señale el reglamento.

d) Es Mixta

El sistema de defensoría penal pública tiene, además, un carácter mixto, en atención a que, junto con los abogados funcionarios del Servicio que deben prestar asesoría jurídica al imputado, existen abogados particulares o personas jurídicas que, habiendo obtenido la licitación correspondiente, prestan los mismos servicios POR CUENTA de la Defensoría Penal Pública.

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Como veremos luego, la Defensoría Penal Pública debe convocar a licitación a los abogados o personas jurídicas que cuenten con abogados, para prestar servicios de asistencia jurídica a los imputados que carezcan de ellos durante la investigación y el procedimiento, hasta la ejecución completa de la sentencia definitiva.

El sistema ha sido concebido para que en las primeras diligencias de investigación o del procedimiento, actúen los abogados funcionarios del servicio, atendido el carácter urgente que ellas revisten y luego, para que los abogados o personas jurídicas que se hubieren adjudicado la licitación, continúen dicha defensa hasta la ejecución completa de la sentencia que se dictare según el contrato que hubieren suscrito.

C.– ORGANIZACIÓN DE LA DEFENSORÍA PENAL PÚBLICA

1) Organigrama

Es de características similares al del Ministerio Público, si bien responde al esquema de ser un servicio de estructura menor que aquél.

La Defensoría Penal Pública se organiza en base a una DEFENSORÍA NACIONAL, DEFENSORÍAS REGIONALES y DEFENSORÍAS LOCALES.

Las últimas son las que realizan el trabajo operativo de la defensa a través de los defensores locales y de abogados y personas jurídicas contratados.

Existe además un CONSEJO DE LICITACIONES DE LA DEFENSA PENAL PÚBLICA y COMITÉS DE ADJUDICACIÓN REGIONALES.

2) Defensor Nacional

Es el jefe superior del servicio.

Además, le corresponde representar judicial y extrajudicialmente a la Defensoría Penal Pública.

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Para ser nombrado Defensor Nacional se requiere:

a) Ser ciudadano con derecho a sufragio;

b) Tener a lo menos diez años de título de abogado;

c) No encontrarse sujeto a algunas de las incapacidades e incompatibilidades pa-ra ingresar a la administración pública.

Es subrogado por el defensor regional que él determine, mediante una resolución, pudiendo establecer, entre varios, el orden de subrogación que estime conveniente.

De acuerdo con el Art.7 corresponderán al Defensor Nacional, entre otras, las siguientes funciones:

a) Dirigir, organizar y administrar la Defensoría, controlarla y velar por el cum-plimiento de sus objetivos;

b) Fijar, oyendo al Consejo, los criterios de actuación de la Defensoría para el cumplimiento de los objetivos establecidos en la ley;

c) Determinar los criterios que se aplicarán en materia de recursos humanos, de remuneraciones, de inversiones, de gastos de los fondos respectivos, de plani-ficación del desarrollo y de administración y finanzas;

d) Fijar, con carácter general, los estándares básicos que deben cumplir en el procedimiento penal quienes presten servicios de defensoría penal pública. El 17 de Abril de 2003 se publicó en el Diario Oficial la Resolución Nº 396 exenta, de 14 de Abril de 2003, del Ministerio de Justicia, que aprobó los es-tándares básicos para el ejercicio de la Defensa Penal Pública;

e) Aprobar los programas destinados a la capacitación y perfeccionamiento del personal;

f) Nombrar y remover a los defensores regionales;

g) Determinar la ubicación de las Defensorías Locales y la distribución en cada una de ellas de los defensores locales y demás funcionarios, a propuesta del defensor regional;

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h) Elaborar anualmente el presupuesto de la Defensoría, oyendo al Consejo de Licitaciones, con respecto al monto de los fondos por licitar; y

i) Elaborar una memoria que dé cuenta de su gestión, publicando, para este efec-to, informes semestrales con los datos más relevantes.

3) Defensoría Nacional.

Se encuentra a cargo del Defensor Nacional que, como se dijo, es el Jefe Supe-rior del Servicio.

El Art.8 dispone que la Defensoría Nacional cuenta con las Unidades Adminis-trativas necesarias para cumplir las siguientes funciones:

a) Recursos Humanos;

b) Informática;

c) Administración y Finanzas;

d) Estudios; y

e) Evaluación, Control y Reclamaciones.

Dentro de la función de EVALUACIÓN se comprende el estudio, diseño y eje-cución de los programas de FISCALIZACIÓN y evaluación permanente respecto de los defensores funcionarios y de las personas naturales y jurídicas que presten servi-cios de defensa penal pública por cuenta de la Defensoría Penal.

Como resulta obvio, la Defensoría Penal Pública se encuentra obligada a dis-poner de un estricto sistema de evaluación y fiscalización, con carácter permanen-te, acerca del trabajo de asesoría, defensa y ejercicio de los derechos de imputados y acusados que se realicen por cuenta de ella, dado que la mayoría de los abogados que los ejecutarán, como se pretende, serán extraños al Servicio y actuarán únicamente en calidad de contratados.

El Art.9 dotó a la Defensoría Nacional de un DIRECTOR ADMINISTRATIVO NACIONAL, al que corresponde la organización y supervisión de las unidades

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administrativas del servicio, sobre la base de las instrucciones generales, objetivos, políticas y planes de acción que fije el defensor nacional.

4) Consejo de Licitaciones de la Defensa Penal Pública

El Consejo de Licitaciones es el cuerpo técnico colegiado encargado de cumplir las funciones relacionadas con el SISTEMA DE LICITACIONES de la defensa penal pública.

En conformidad al Art.12, el referido Consejo está formado por las siguien-tes personas:

a) El Ministro de Justicia, que lo presidirá, o en su defecto, el Subsecretario de Justicia;

b) El Ministro de Hacienda o su representante;

c) El Ministro de Planificación y Cooperación o su representante;

d) Un Académico con más de cinco años de docencia universitaria en las áreas de Derecho Procesal Penal o Derecho Penal, designado por el Consejo de Rectores; y

e) Un Académico con más de cinco años de docencia universitaria en las mismas áreas, elegido por el Colegio de Abogados con mayor número de afiliados en el país.

Los dos académicos elegidos, duran cuatro años en sus cargos, pueden ser de-signados nuevamente y se renuevan por parcialidades.

El Art.13 determina que el cargo de miembro del referido Consejo es incompa-tible con el de Consejero de las Corporaciones de Asistencia Judicial.

Corresponde al Presidente del Consejo presidir las sesiones ordinarias y extra-ordinarias y dirimir los empates de votos que se produzcan.

El Consejo sesionará ordinariamente dos veces al año, sin perjuicio de las se-siones extraordinarias que convoque el Presidente, el que deberá citarlo con diez días de anticipación.

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El quórum de funcionamiento del Consejo es el de la mayoría absoluta de sus miembros en ejercicio y para adoptar sus acuerdos requiere del voto conforme de la mayoría de los presentes.

De acuerdo con el Art.11, corresponde al Consejo:

a) Proponer al defensor nacional el monto de los fondos por licitar, a nivel na-cional y regional;

b) Aprobar las bases de las licitaciones a nivel regional, a propuesta de la Defen-soría Regional respectiva;

c) Convocar a licitaciones a nivel regional;

d) Resolver las apelaciones en contra de las decisiones del Comité de Adjudica-ción Regional que recaigan en las reclamaciones presentadas por los partici-pantes en los procesos de licitación; y

e) Disponer la terminación de los contratos de prestación de servicios de defensa penal pública, celebrados en virtud del sistema de licitaciones, con personas naturales y jurídicas.

5) Defensor Regional

El Art.18 previene que la Defensoría Regional estará a cargo de un defensor re-gional que será nombrado por el defensor nacional, previo concurso público de opo-sición y antecedentes.

Durará cinco años en el cargo y podrá ser designado sucesivamente, a través de concurso público, cada vez que postule a un nuevo período.

Cesará en su cargo por las causales establecidas en el Estatuto Administrativo.

El propio defensor regional determinará, mediante una resolución, el defensor local que deberá subrogarlo, pudiendo establecer, entre varios, el orden de subroga-ción que estime conveniente.

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Para ser defensor regional se requiere:

a) Ser ciudadano con derecho a sufragio;

b) Tener, a lo menos, cinco años de título de abogado; y

c) No encontrarse sujeto a ninguna incapacidad o incompatibilidad para ingresar a la administración pública.

En virtud de lo dispuesto en el Art.20 le corresponderán, entre otras, las siguien-tes atribuciones:

a) Dictar, conforme a las instrucciones generales del defensor nacional, las nor-mas e instrucciones necesarias para la organización y funcionamiento de la Defensoría Regional y para el adecuado desempeño de los defensores locales en los casos en que debieren intervenir. En uso de esta atribución no podrá dar instrucciones ESPECÍFICAS, ni ordenar realizar u omitir actuaciones en CASOS PARTICULARES;

b) Conocer, tramitar y resolver, en su caso, las reclamaciones que se presenten por los beneficiarios de la defensa penal pública;

c) Supervisar y controlar el funcionamiento administrativo de la Defensoría Re-gional y de las Defensorías Locales que de ella dependieren;

d) Velar por el eficaz desempeño del personal a su cargo y por la adecuada ad-ministración del presupuesto;

e) Comunicar al defensor nacional las necesidades presupuestarias de la Defen-soría Regional y de las Defensorías Locales;

f) Proponer al defensor nacional la ubicación de las Defensorías Locales y la distribución en cada una de ellas de los defensores locales y demás funciona-rios;

g) Autorizar la contratación de peritos y aprobar los gastos correspondientes;

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h) Entregar al defensor nacional, una vez al año, un informe de las dificultades e inconvenientes habidos en el funcionamiento de la Defensoría Regional y sus propuestas para subsanarlas o mejorar su gestión; y

i) Proponer al Consejo de Licitación las bases de las licitaciones a nivel regio-nal.

6) Defensorías Regionales

La Defensoría Regional es la encargada de la administración de los medios y recursos necesarios para la prestación de la defensa penal pública en la región, o en la extensión geográfica que corresponda si en la región existiere más de una, a los impu-tados o acusados por crimen, simple delito o falta que sea de la competencia de un juzgado de garantía, de un tribunal de juicio oral en lo penal y de las respectivas Cor-tes, en su caso, cuando carezcan de abogado.

El Art.17 dispone que existirá una Defensoría Regional en cada una de las regiones del país, con excepción de la región metropolitana en que existirán dos.

Las Defensorías Regionales tendrán su sede en la capital regional respectiva.

En la región metropolitana de Santiago, la sede y la distribución geográfica territorial serán determinadas por el defensor nacional.

El Art. 21 establece que la Defensoría Regional tendrá las jefaturas y contará con las unidades administrativas que determine el defensor nacional para el cumplimiento de los objetivos señalados en la presente ley.

Un Director Administrativo Regional, sobre la base de las instrucciones que dicte el defensor regional, organizará y supervisará las unidades administrativas que se determinen.

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7) Defensor Local

El Art.25 prescribe que los defensores locales asumirán la DEFENSA de los imputados que carezcan de abogado EN LA PRIMERA ACTUACIÓN DEL PROCEDIMIENTO dirigido en su contra y, en todo caso, CON ANTERIORIDAD a la realización de la primera audiencia judicial a que fueren citados.

Asimismo, la asumirán, siempre que, de conformidad al Código Procesal Penal, FALTE ABOGADO DEFENSOR por cualquier causa durante el procedimiento.

Deberán mantener la defensa HASTA QUE LA ASUMA EL DEFENSOR QUE DESIGNE EL IMPUTADO O ACUSADO.

Conforme al Art.26 para ser defensor local se requiere:

a) Ser ciudadano con derecho a sufragio;

b) Tener título de abogado;

c) No encontrarse sujeto a alguna de las incapacidades o incompatibilidades para el ingreso a la administración pública.

De acuerdo con lo dispuesto en el Art.31 los defensores locales serán FUNCIONARIOS A CONTRATA. El acceso a estos empleos se hará por concurso público.

Habrá CIENTO CUARENTA Y CINCO DEFENSORES LOCALES en to-do el país, los que integrarán la planta de Profesionales del Servicio.

8) Defensorías Locales.

El Art.23 establece que las Defensorías Locales son las unidades operativas del sistema.

Están integradas por uno o más defensores locales; si existe más de uno, se nombrará un defensor local jefe.

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El Art.24 agrega que la ubicación de las Defensorías Locales en el territorio de cada Defensoría Regional, será determinada por el defensor nacional a propuesta del defensor regional respectivo.

La misma norma señala que podrá haber HASTA OCHENTA DEFENSORÍAS LOCALES EN EL PAÍS, las que serán distribuidas conforme a criterios de carga de trabajo, extensión territorial, facilidades de comunicación y eficiencia en el uso de los recursos.

9) Incompatibilidades

El personal de la Defensoría Penal Pública estará afecto a las disposiciones de la ley Nº 19.718 y además, a las normas de la ley Nº 18.834, sobre Estatuto Administrativo.

Las funciones de defensor nacional y las de defensores regionales son incompatibles con todo empleo remunerado, con excepción de actividades docentes hasta por un máximo de doce horas semanales.

Les queda expresamente prohibido el ejercicio de la profesión de abogado, salvo en casos propios o de su cónyuge.

Los defensores locales no podrán ejercer tampoco la profesión de abogado en materias penales, salvo en los casos propios o de su cónyuge.

D.– LICITACIÓN

1) Beneficiarios y Prestadores de la Defensa Penal Pública.

a) Beneficiarios. Cobro excepcional de la defensa.

El Art.35 de la ley Nº19.718 previene que son BENEFICIARIOS de la defensa penal pública todos los imputados y acusados que carezcan de abogado y que requieran de un defensor.

El Art.36 establece que la defensa penal pública es GRATUITA, pero a renglón seguido, como lo hemos señalado, prescribe que excepcionalmente la defensoría

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puede COBRAR, total o parcialmente, los servicios que preste a los beneficiarios que dispongan de recursos para financiarlos privadamente.

Dicha norma añade que siempre que correspondiere exigir pago de servicios a algún beneficiario por la prestación de la defensa penal que se le otorgue, se le deberá informar de ello al inicio a las gestiones realizadas en su favor, entregándole copia del Arancel existente y de las modalidades de pago.

Con este objeto, el Art.37 dispone que la Defensoría deberá elaborar anualmente un ARANCEL con el valor y clase de servicios que proporcione. En esa determinación deberá contemplarse el costo y las etapas del proceso en que deba asistirse al beneficiario.

Para estos efectos se tomarán en cuenta, entre otros, los costos técnicos y el promedio de los honorarios de la plaza, debiendo dichas tarifas ser competitivas con éstos.

La defensoría regional determinará el monto que deberá pagar el beneficiario por la defensa prestada en el momento en que se le ponga término.

El imputado o acusado que no se conformare con esta determinación, podrá reclamar al defensor regional respectivo y, en última instancia, al juez o tribunal que conozca o hubiere conocido las gestiones relativas al procedimiento, en forma incidental.

Por otra parte, y conforme a lo dispuesto por el Art.39, la resolución que dicte el director regional indicando el monto adeudado, tendrá el carácter de título ejecutivo para proceder a su cobro forzado.

b) Prestadores

De acuerdo con lo prescrito por el Art.40 de la ley Nº 19.718 pueden ser PRESTADORES de la defensa penal pública, los abogados particulares o personas jurídicas que cuenten con ellos.

De acuerdo con lo dispuesto en dicho artículo, los abogados que presten la defensa penal pública estarán sujetos, en el cumplimiento de sus deberes, a las responsabilidades propias del ejercicio de la profesión y, además, a las que se regulan en esta ley. Deberán ejercer sus funciones con trasparencia, proporcionando a los defendidos el conocimiento de los derechos que les confiere esta ley, así como de los

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procedimientos, contenidos y fundamentos de las actividades que emprendan en el cumplimiento de sus funciones.

Una vez designado el defensor penal público, no podrá excusarse de asumir la representación del imputado o acusado.

2) Convocatoria y Bases

El Art.42 prescribe que la SELECCIÓN de las personas jurídicas o abogados particulares que habrán de desempeñar la defensa penal pública, se efectuará mediante LICITACIONES, a las que se convocará en cada región, según las bases y condiciones que fije el Consejo de Licitaciones.

Las bases de la licitación establecerán, a lo menos, el porcentaje de casos pre-vistos que se licitan y, si la hubiere, la posibilidad de efectuar ofertas parciales; ade-más, el período por el cual se contratará la prestación del servicio–que no podrá ser prorrogado– y las condiciones en las que éste deberá desarrollarse por los abogados que hubieren obtenido la adjudicación.

La convocatoria a concurso público deberá publicarse por tres veces en un diario de circulación regional y, al menos, por una vez en un diario de circulación nacional.

El llamado especificará el objeto de la licitación, el plazo para retirar las bases y el lugar donde estarán disponibles; la fecha, hora y lugar de entrega de las ofertas; y la fecha, hora y lugar del acto solemne y público en que se procederá a la apertura de las propuestas.

3) Quienes pueden participar en la Licitación

De acuerdo con lo previsto en el Art.44 pueden participar en la licitación:

a) Las personas naturales que tengan título de ABOGADO y cumplan con las demás exigencias para el ejercicio profesional (pago de patente profesional); y

b) Las personas jurídicas, públicas o privadas, con o sin fines de lucro, que cuen-ten con abogados habilitados.

Los postulantes a la licitación deberán señalar específicamente el porcentaje del total de casos a que postulan y el precio en que estiman sus servicios.

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4) Adjudicación

El Art.45 prescribe que la licitación será resuelta a nivel regional por un COMITE DE ADJUDICACIÓN, que integrarán representantes del Ministerio de Justi-cia, de la Defensoría Nacional y de la Defensoría Regional, además, un académico y un juez con competencia penal, según lo determine el Reglamento que deberá dictarse.

Los contratos respectivos serán suscritos por el defensor nacional y por los abo-gados particulares o representantes de las personas jurídicas que hubieren obtenido la licitación.

El Art.46 dispone que la licitación deberá resolverse conforme a los siguien-tes criterios:

a) Costo del servicio que se ofrece; b) Permanencia y habitualidad en el ejercicio de la profesión en la región respecti-

va; c) Número y dedicación de abogados disponibles en el caso de las personas jurí-

dicas; d) Experiencia y calificación de los profesionales que postulen; y e) Apoyo administrativo con que cuenten los postulantes.

El mismo Art.46, añade que si la persona natural o jurídica que postula a la lici-tación se encontrare prestando servicio de defensa penal pública o lo hubiere prestado con anterioridad, se considerarán además las eventuales sanciones que se le hubieren aplicado y el número de personas que hubieren solicitado el cambio de defensor.

Esta última circunstancia requerirá de una adecuada ponderación de quienes re-suelvan la licitación porque sabido es que los defendidos siempre están dispuestos a criticar a sus defensores cuando un tribunal resuelve un trámite o asunto en contra de sus intereses, sin tener los conocimientos adecuados con respecto a las razones fácti-cas o jurídicas que motivaron la decisión judicial.

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5) Recursos

El Art.47 de la ley dispone que la decisión del Concurso será pública y fundada.

Las RECLAMACIONES que se formulen serán conocidas y resueltas por el Comité de Adjudicación Regional y contra la resolución que éste emita podrá apelar-se ante el Consejo de Licitaciones de la Defensa Penal Pública.

6) Licitación declarada desierta. Convenios Directos

Si la licitación fuere declarada desierta, el Consejo de Licitación lo comunicará al defensor nacional para que éste disponga que la defensoría regional respectiva, a través de los defensores locales correspondientes, asuma la defensa de los casos com-prendidos en el porcentaje no asignado en la licitación.

Asimismo, en caso necesario, el defensor nacional podrá celebrar CONVENIOS directos, por un plazo fijo, con abogados o personas jurídicas públicas o privadas que se encuentren en condiciones de asumir la defensa penal de los impu-tados, hasta que se resuelva la nueva licitación.

En la prestación de los servicios, estas personas naturales o jurídicas se sujeta-rán a las mismas reglas aplicables a aquellas que fueren contratadas en virtud de los procesos de licitación.

7) Contratos

El Art.50 de la ley establece, como señalamos, que los CONTRATOS que se originen con motivo de la licitación serán suscritos por el defensor nacional y el pago de los honorarios se efectuará conforme a lo que determine el Reglamento respectivo.

Dicha norma agrega que en cada uno de estos pagos se retendrá, a título de ga-rantía, un porcentaje del mismo, según se determine en las bases de la licitación.

Además de este fondo de reserva, el Consejo deberá exigir al abogado o a la persona jurídica respectiva, una boleta bancaria de garantía, o cualquier otra caución que estime suficiente, con el objeto de asegurar la adecuada prestación de los servi-cios licitados.

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8) Nómina de Abogados

La Defensoría Regional confeccionará una NÓMINA con los abogados que se hayan adjudicado las licitaciones en dicha región.

Esta nómina será remitida a las defensorías locales, juzgados de garantía, tribu-nales de juicio oral en lo penal y Cortes de Apelaciones de la región.

El Art.52 prescribe que el imputado o acusado ELEGIRÁ el abogado de di-cha nómina que asumirá su defensa. El profesional elegido, si se encontrare disponi-ble, queda designado por este hecho como abogado defensor del imputado o acu-sado y en conformidad con lo dispuesto en el Art.54 se entenderá, por el sólo ministerio de la ley, que tiene patrocinio y poder suficiente para actuar en favor del beneficiario en los términos que señala el inciso primero del Art.7 del Código de Procedimiento Civil, debiendo comparecer de inmediato a entrevistarse con su defendido para iniciar su defensa.

El Art.53 de la misma ley, previene que el imputado o acusado tendrá derecho a solicitar, en cualquier momento, pero con fundamento plausible, el cambio de su de-fensor penal, petición sobre la cual se pronunciará el defensor regional. El reempla-zante será elegido en la misma forma que la ya indicada.

Tanto la elección del defensor de la nómina referida, como el cambio de la per-sona del defensor, encuentran su fundamento en el derecho que asiste al imputado de contar con un profesional de su confianza para la defensa de sus derechos.

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E– CONTROL Y SANCIONES DE LOS DEFENSORES LOCALES Y DE LOS ABOGADOS

El Art.56 establece que el desempeño de los defensores locales y de los abo-gados y personas jurídicas que presten servicio de defensa penal pública será con-trolado a través de las siguientes modalidades:

1) Inspecciones

El Art.57 dispone que las INSPECCIONES de las defensorías locales, de los abogados y de las personas jurídicas que presten defensa penal pública se lleva-rán a cabo, sin aviso previo. El Art.58 agrega que durante ella se examinarán las la-bores de defensa según la metodología que señale el Reglamento. Se podrán revisar las instalaciones en que se desarrollen las tareas del profesional; se podrá entrevistar a los beneficiarios del servicio y a los jueces que hayan intervenido en los procedi-mientos respectivos, y asistir a las actuaciones que realice la defensa.

Al término de la inspección se deberá emitir un INFORME que será remitido al defensor regional respectivo.

Dentro de los diez días siguientes, el defensor regional pondrá el informe en conocimiento del defensor local, del abogado o de la persona jurídica, según corres-ponda, para que en diez días formule las observaciones que estime convenientes.

2) Auditorias Externas

El Art.60 preceptúa que las AUDITORÍAS EXTERNAS tendrán lugar aleato-riamente de acuerdo con las normas que establezca el Reglamento.

Serán realizadas por empresas auditoras independientes y tendrán por objeto controlar la calidad de la atención prestada y la observancia de los estándares básicos, fijados previamente por el defensor nacional.

Los abogados y otros profesionales que participen en la defensa penal pública, no podrán negarse a proporcionar la información requerida sobre los aspectos materia del control.

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3) Informes semestrales y final

En cuanto a los INFORMES, se establece la obligación de los defensores loca-les y de los abogados y personas jurídicas que asuman la defensa penal pública de emitir informes semestrales, los que dirigirán a la defensoría regional o nacional, para la mantención de un sistema de información general.

Los informes se referirán a las materias, casos y número de personas atendidas, tipo y cantidad de actuaciones realizadas, condiciones y plazos en que se hubieren efectuado, y los inconvenientes que se hubieren presentado durante la tramitación de los casos.

Estos informes podrán ser objetados por el defensor regional dentro de los treinta días siguientes a su recepción, objeciones que serán puestas en conocimiento de los afectados para que indiquen las correcciones necesarias.

Los abogados y personas jurídicas que presten este servicio deberán, además, entregar al término del período para el que fueron contratados, un INFORME en el cual se contenga el balance final de su gestión.

4) Reclamaciones

Con respecto a las RECLAMACIONES, el Art.66 prescribe que podrán ser pre-sentadas por imputados y acusados a la defensoría local, regional o nacional, indistin-tamente, pero todas ellas serán resueltas por la defensoría regional, a la que deberán remitirse.

Las reclamaciones serán puestas en conocimiento del defensor local o del abo-gado que hubiere obtenido la licitación, quien deberá evacuar un informe dentro de cinco días. Estas reclamaciones serán resueltas por el defensor regional o por el Con-sejo.

La resolución del defensor regional será apelable dentro de cinco días contados desde la notificación, para ante el defensor nacional.

Sin perjuicio de lo anterior, si se tratare de un defensor local, tanto el defensor regional respectivo como el defensor nacional, podrán imponerle directamente las sanciones administrativas que corresponda.

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5) Responsabilidad de los prestadores de la Defensa Penal Pública

El Art.68 prescribe que los defensores locales están sujetos además a responsabi-lidad administrativa de acuerdo con las normas de la ley Nº 18.834, sobre Estatuto Ad-ministrativo, sin perjuicio de la responsabilidades civil y penal que pueda afectarles.

Además, los abogados y personas jurídicas que presten servicios de defensa penal licitada, incurrirán en responsabilidad en los siguientes casos:

a) Cuando su defensa no fuere satisfactoria de acuerdo con los estándares bási-cos definidos por el defensor nacional;

b) Cuando no hicieren entrega oportuna de los informes semestrales o final o consignaren en ellos datos falsos, y

c) Cuando incurrieren en incumplimiento del contrato celebrado.

Las sanciones que pueden aplicarse consisten en las MULTAS consignadas en los propios contratos para los casos previstos en los párrafos signados con las letras a) y b), que aplicará el defensor regional y que será apelable ante el defensor nacional, y la TERMINACIÓN DEL CONTRATO para el caso previsto en el párrafo signado c), que se dispondrá por el Consejo a petición del defensor regional.

Las resoluciones del defensor nacional que apliquen multas o que ordenen po-ner en conocimiento el término del contrato, serán reclamables ante la Corte de Apelaciones que sea competente, dentro de los diez días siguientes a su notifica-ción. La Corte dará traslado al reclamado por cinco días, ordenará traer a la vista el proceso administrativo y resolverá en cuenta, sin más trámite, salvo que estime con-veniente conocer el asunto en relación para oír a los abogados de las partes, en cuyo caso se agregará a la tabla de la misma Sala, con preferencia. El fallo de la Corte que resuelva la reclamación no será susceptible de recurso alguno.

G– VIGENCIA DE LA DEFENSORÍA PENAL PÚBLICA

La Defensoría Penal Pública comenzó sus funciones desde la fecha de la publi-cación de la ley Nº 19.718, de 10 de Marzo de 2001, que la creó, pero la implementa-ción de sus servicios a través de las defensorías regionales y locales y su funciona-miento público quedó supeditada, según se ha dicho, a la vigencia de la ley Nº 19.640 del Ministerio Público.

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En efecto, la ley Nº 19.718, referida, dispuso en su Art.3º transitorio, modifica-do por la ley Nº 19.762 de 13 de Octubre de 2001, que “Dentro de los plazos y en las regiones indicados en el Art.4º transitorio de la ley Nº 19.640, Orgánica Constitucio-nal del Ministerio Público, se conformarán gradualmente las defensorías regionales y locales, de acuerdo con los recursos que se aprueben en las respectivas leyes de pre-supuestos del Sector Público”.

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ANEXOS

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ANEXO 1

CORTE SUPREMA CHILE

OFICIO No 003004 e.pacheco

TRANSCRIBE ACUERDO

Santiago, 13 de diciembre de 2000.

Para su cumplimiento y a fin de que lo ponga en conocimiento de los tribunales de su jurisdicción, transcribo a US., el acuerdo del Tribunal Pleno de esta Corte Suprema de 7 de diciembre en curso, que es del siguiente tenor:

“En Santiago a siete de diciembre del año dos mil, se reunió el Tribunal Pleno con la asistencia del Presidente señor Hernán Alvarez García y de los Ministros seño-res Jordán, Faúndez, Garrido, Navas, Libedinsky, Ortíz, Benquis, Tapia, Gálvez, Chaigneau, Rodríguez, Pérez, Marín y Espejo.

INSTRUCCIONES SOBRE FUNCIONES DE LOS MINISTROS DE FE EN

JUZGADOS DE GARANTIA Y TRIBUNALES ORALES. En cumplimiento de lo dispuesto en el artículo 389 G del Código Orgánico de

Tribunales, se establecen las siguientes instrucciones y procedimientos para el desem-peño de las funciones propias de ministros de fe que la ley encomienda a los jefes de las unidades administrativas que tengan a su cargo en los Juzgados de garantía o en los Tribunales orales en lo penal, la administración de causas:

AL SEÑOR PRESIDENTE CORTE DE APELACIONES

1º) Corresponde a los jefes de la unidad de administración de causas, en los Juzgados de Garantía y en los Tribunales orales en lo penal, certificar las actuaciones procesa-les realizadas en ellos, dejar las constancias legales, autorizar las resoluciones y regis-tros que les competan, otorgar las copias pertinentes, extender certificaciones y otros testimonios escritos, autorizar los estados diarios y realizar las demás funciones de fe pública procesal que establece la ley.

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2º) En cumplimiento de esta obligación deben intervenir en la constitución de los mandatos judiciales, conforme a lo prevenido en el artículo 20 de la ley Nº 18.120;

a) Cerciorándose de que el mandatario tiene alguna de las calidades indicadas en su inciso primero;

b) Ratificando la firma de las partes y sus mandatarios delegados, conforme al inciso sexto, para los efectos del inciso segundo del artículo 7 del Código de Procedimiento Civil; y

c) Ratificando la firma del abogado patrocinante o del mandatario de cualquie-ra de las partes, cuya comparecencia haya dispuesto el Tribunal, según el inciso octavo del citado artículo 20.

3º) Deberán dejar constancia de las subrogaciones que ocurran respecto de los Jueces de su respectivo tribunal, para cumplir con el artículo 214 inciso final del Código Or-gánico de Tribunales.

4º) Otorgarán copias autorizadas de los registros de resoluciones y de los registros de actuaciones en lo solicitado, según los artículos 31 y 44 del Código Procesal Penal.

5º) Extenderán los correspondientes certificados de haberse deducido o no recurso contra la sentencia definitiva, que exige el artículo 44 inciso final del Código recién citado; y la certificación requerida para deducir recurso de queja, conforme al artículo 548 del Código Orgánico de Tribunales.

6º) Certificarán la ejecutoriedad de las sentencias firmes, en las copias necesarias para el cumplimiento de la condena, que requiere el articulo 468 del Código Procesal Penal.

7º) Autorizarán el auto de apertura del juicio oral y los registros pertinentes que de-ben acompañarse, como lo ordena el artículo 281 del mismo Código.

8º) Autorizarán la copia de la sentencia del registro de la audiencia oral o del de ac-tuaciones determinadas, para enviarlas a la Corte de Apelaciones o a la Corte Supre-ma, en el caso del artículo 381 del Código Procesal Penal.

9º) Autorizarán los estados diarios, según los Artículos 30, 32 y 52 del Código antes Mencionado, y 50 del Código de Procedimiento Civil. 10º) Extenderán las certificaciones y constancias que dispongan las resoluciones judiciales, especialmente en los siguientes casos del Código Procesal Penal:

a) De haberse remitido la denuncia o querella al Ministerio Público (artículos 112 inciso 20y 173 inciso segundo);

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b) De haberse devuelto un documento acompañado durante el procedimiento (artículo 279);

c) De haberse recibido especies puestas a disposición del Tribunal (artículo 279); d) De haberse restituido o devuelto especies (artículo 189); e) De haberse constituido caución, prenda, hipoteca o fianza nominal (artículo 146); f) De haberse recibido depósito de dinero (artículo 517 del Código Orgánico

de Tribunales); y g) De haberse girado cheque y entregado a su beneficiario (mismo artículo de

la letra anterior).

11º) Dejarán constancia o certificarán haber cumplido lo ordenado por el Juzgado o Tribunal oral, en sus resoluciones, y en particular en los casos siguientes:

a) Cumplimiento de certificación; b) De haberse notificado dentro de plazo; c) De haberse despachado las citaciones y oficios decretados. d) De haberse expedido orden de aprehensión, prisión preventiva o arresto

(artículo 33 del Código Procesal Penal). e) De haberse dado contraorden de aprehensión, prisión preventiva o arresto

(artículo 126 del Código citado); y f) De ingreso al lugar de detención o prisión.

12º) Certificarán la circunstancia de haberse realizado los eventos de la tramitación de los asuntos, en las circunstancias siguientes:

a) De la presentación o recepción de escritos, dejando constancia del día y hora (artículo 15 del Código Procesal Penal y 312 bis del Código Orgáni-co de Tribunales);

b) De la distribución de causas entre los Jueces de Garantía (artículo 15 del Código Orgánico de Tribunales, según Ley Nº 19.665);

c) De la distribución de causas entre las Salas de un Tribunal del Juicio oral (artículo 17 del mismo Código);

d) De haberse remitido los antecedentes desde el Juzgado de Garantía, al Tri-bunal del juicio oral;

e) De haberse remitido los antecedentes a la Corte de Apelaciones; f) De haberse remitido los antecedentes a la Corte Suprema; g) De haberse recibido de vuelta los antecedentes remitidos al Tribunal del

juicio oral, a la Corte de Apelaciones o a la Corte Suprema; y h) de la instalación de las Salas del Tribunal del juicio oral.

13º) Las constancias y certificaciones deben extenderse consignando con claridad y precisión la oportunidad, naturaleza y circunstancias pertinentes de los hechos que se

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relatan, el nombre completo de las personas aludidas, y la identificación del asunto al que corresponde el atestado, con indicación de sus roles.

14º) En todo caso el otorgante deberá dejar registrada la entrega de cada constancia o certificado que no se incorpore a los antecedentes dejados en el respectivo Juzgado o Tribunal de juicio oral.

15º) En caso de ausencia del jefe de la unidad de administración de causas, será sub-rogado en las funciones a que se refiere el presente acuerdo, por los jefes de las uni-dades de atención de público, de servicios, de sala y de apoyo a testigos y peritos, en ese mismo orden; y a falta de ellos, por el subadministrador del Juzgado o Tribunal, y en subsidio por el Administrador de estos.

Transcríbase este acuerdo a las Cortes de Apelaciones del país para ponerlo en

conocimiento de los tribunales de su jurisdicción; a los Juzgados de Garantía y Tri-bunales del Juicio Oral de la Cuarta y Novena Regiones; al Ministro de Justicia y al Fiscal Nacional.

Para constancia se levanta la presente acta.”

Saluda atentamente a US

HERNÁN ÁLVAREZ GARCIA Presidente

MARCELA PAZ URRUTIA CORNEJO

Secretaria Subrogante

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ANEXO 2

OFICIO Nº 000994 ANT. ADM AD-16292.-

COMUNICA RESOLUCIÓN

Santiago, 16 de junio de 2000. Para su conocimiento y fines que corresponda, adjunto remito a US. fotocopia

autorizada de la resolución dictada por el Tribunal Pleno de esta Corte Suprema, en los antecedentes administrativos AD-16.292, relativos al oficio ord. Nº 2029 del Ministerio de Justicia, por el que propone pautas de aplicación de las normas contenidas en la ley Nº 19.665 (nuevo sistema Procesal Penal).

Lo que el Secretario de esta Corte Suprema cumple por disposición del señor Presidente.

Saluda atentamente a US.

CARLOS A. MENESES PIZARRO

Secretario. -

AL SEÑOR PRESIDENTE CORTE DE APELACIONES SAN MIGUEL.-

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DE : MINISTRO DE JUSTICIA A : SR. PRESIDENTE DE LA EXCMA. CORTE SUPREMA

En mi calidad de Presidente de la Comisión de Coordinación de la Reforma

Procesal Penal, y teniendo presente que entre las funciones que a ella encomienda la ley, se encuentra la de “realizar los estudios y proposiciones técnicas que faciliten la puesta en marcha del nuevo sistema procesal penal’, pongo en consideración de V. E. algunas pautas básicas de aplicación de las normas contenidas en la Ley Nº 19.665, con el objeto de que, si US. lo tiene a bien, sean sometidas a consideración del pleno de esa Excma. Corte, con el objeto de instruir a las Cortes de Apelaciones sobre el particular.

Lo anterior resulta, en nuestra opinión, necesario para una oportuna y uniforme

aplicación de las normas legales citadas. El contenido de las pautas de aplicación que siguen y la conveniencia de

traducirlas en un instructivo de aplicación general para las Cortes de Apelaciones, deriva de los análisis que se han hecho tanto en esta Comisión, como en los equipos de trabajo interinstitucionales, mediante reuniones sostenidas por la Corporación Administrativa del Poder Judicial, los Sres. Presidentes de las Cortes de Apelaciones de Temuco y La Serena, la Academia Judicial y la Secretaría Ejecutiva de esta Comisión.

PAUTAS PARA LA APLICACIÓN DE LA LEY Nº 19.665 POR LAS CORTES DE APELACIONES DEL PAÍS.

1.- Artículo 2º letra c) transitorio:

Las Cortes de Apelaciones y demás tribunales que deban intervenir en los

procesos de nombramiento del personal de los juzgados de garantía y de los tribunales orales en lo penal, iniciarán dicho proceso a más tardar con noventa días de anticipación a la entrada en vigencia del nuevo proceso penal en la región respectiva, esto es, en el caso de la IV y IX regiones, noventa días antes del 16 de diciembre de 2000.

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2.- Dotación de inicio, constitución de juzgados y tribunales y nombramiento de administrador de tribunal:

a) Dotación de Inicio:

Teniendo presente que la carga de trabajo de los juzgados de garantía y los

tribunales orales en lo penal, al iniciar su funcionamiento y durante los primeros meses de la entrada en vigencia del nuevo proceso penal será menor, dichos juzgados y tribunales podrán funcionar con una dotación de inicio, inferior al total de la planta de cada uno de ellos, con la que deberá entenderse constituido el juzgado o tribunal correspondiente.

b) Nombramientos de administradores y personal:

Para los efectos del primer nombramiento de administradores y demás

miembros del escalafón secundario y de empleados del Poder Judicial de los juzgados de garantía y de los tribunales orales en lo penal, se constituirá el juzgado o tribunal con dicha dotación de inicio y, en consecuencia, según ella deberá conformarse el Comité de Jueces y efectuar los nombramientos respectivos.

Conforme a ello, en los juzgados y tribunales que de acuerdo a su dotación de

inicio tengan Comité de Jueces, efectuarán a través de ese órgano el nombramiento del administrador, de la terna que le presente el juez presidente, así como del resto del personal, a propuesta en terna del administrador.

Asimismo, tratándose de aquellos juzgados de garantía que según la dotación

de inicio no constituyan Comité de Jueces, será el Presidente de la Corte de Apelaciones respectiva quien, haciendo uso de las atribuciones conferidas en el artículo 23 inciso final nuevo del COT, nombrará al administrador de la terna que le proponga el juez que cumpla las funciones de juez presidente (que será aquel que ha asumido el cargo o el que resulte de aplicar la regla contenida en el artículo 24 inciso final del COT).

Al resto del personal en los juzgados sin Comité de Jueces lo nombrará el juez

presidente, a propuesta en terna del administrador, en virtud de las potestades conferidas por el señalado artículo 23 inciso final del COT.

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c) Procedimiento del concurso público para la selección del administrador Las Cortes de Apelaciones, en el procedimiento administrativo para efectuar la

selección del administrador y los jefes de unidades, habrán de atenerse a la ritualidad siguiente: 1º publicación del aviso; 2º evaluación de antecedentes y preselección de postulantes; 3º evaluación psicolaboral de los postulantes preseleccionados; 4º confección de terna; y 5º designación. 3.- Simultaneidad de los llamados a concurso:

Las Cortes de Apelaciones podrán elaborar ternas simultáneas, en la medida

estrictamente necesaria para el cumplimiento de los señalados plazos de la Ley Nº

19.665, de conformidad con lo dispuesto en el párrafo segundo del número 3 de su artículo 1º transitorio.

Con ese objeto, se podrá efectuar un único llamado para cubrir los cargos

vacantes de determinado tipo de juzgado o tribunal, pero se confeccionarán tantas ternas simultáneas como el cumplimiento de los plazos lo permita.

En atención a la simultaneidad de las ternas, las Cortes de Apelaciones evitarán,

en lo posible, la repetición de nombres, en términos que impidieren la facultad de elección del Presidente de la República. Asimismo, respetarán el derecho preferente de que gozan los miembros del escalafón primario del Poder Judicial, respecto de determinada vacante.

Para los efectos que pudiere corresponder, y como medida de orden

administrativo tendiente a facilitar su identificación, las Cortes de Apelaciones, al confeccionar las ternas, asignarán a cada una de ellas un número correlativo. 4.- Reglas especiales para los procedimientos de reclamos de ternas:

Los reclamos de las ternas respecto de los cargos vacantes creados por la Ley

Nº 19.665, se presentarán respecto de una o más ternas específicamente determinadas. En atención a la limitante de los plazos para hacer operar el nuevo sistema, se sugiere, en este caso, que la Corte Suprema se pronuncie sobre la reclamación a más tardar dentro de los tres días siguientes a su recepción.

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5.- Funcionarios a contrata: Las normas transitorias de la Ley Nº 19.665 resultan aplicables, de manera

íntegra, a todos los funcionarios de los juzgados que son suprimidos por la Ley Nº

19.665, ya sea de planta como a contrata.

6.- Proceso de incorporación de los funcionarios: Las Cortes de Apelaciones darán oportuno cumplimiento a las normas sobre

traspaso de funcionarios contenidas en el artículo 2º transitorio de la Ley Nº 19.665, teniendo particularmente en cuenta que ellas establecen un procedimiento paulatino que contempla:

a) Aprobación de examen habilitante; b) Traspaso de los funcionarios del tribunal suprimido del grado más alto del

escalafón de empleados, de acuerdo al orden de prelación contenido en la nómina que se confeccionará de acuerdo al artículo 2º transitorio letra b), a los cargos equivalen-tes del mismo grado existentes en el juzgado de garantía o tribunal oral en lo penal de su misma jurisdicción;

a. Concurso público en los cargos vacantes del mismo grado que quedaren una vez efectuado el traspaso indicado en la letra anterior;

b. Destinación de los funcionarios de ese grado que no tengan vacante en el nuevo sistema o que no hayan aprobado el examen habilitante, y

c. Del mismo modo se procederá con los demás grados, en orden decrecien-te: traspaso, concurso y destinación.

Sin perjuicio de lo expresado, los funcionarios de los tribunales suprimidos por

la Ley Nº 19.665, que habiendo aprobado el examen habilitante, se encuentren en un grado respecto del que no existieren las suficientes vacantes en los nuevos juzgados y tribunales, en conformidad a lo expresado por el artículo 2º transitorio letra e), podrán ser designados para cumplir funciones en esos mismos juzgados de garantía o tribu-nales orales en lo penal, en un grado inferior respecto del que existiere vacante, sin menoscabo de sus remuneraciones, antigüedad y demás derechos funcionarios.

JOSÉ ANTONIO GÓMEZ URRUTIA Ministerio de Justicia

Santiago, dieciséis de junio de dos mil.

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Apareciendo del Oficio Nº 2029, de fecha 15 del actual, del señor Ministro de Justicia y Presidente de la Comisión de Coordinación de la Reforma Procesal Penal, don José Antonio Gómez Urrutia, y de lo informado al Pleno de esta Corte por su Presidente, don Hernán Alvarez García y por el Ministro señor Alberto Chaigneau del Campo, que las pautas básicas sugeridas en ese documento, guardan correspondencia y se ajustan a la preceptiva contemplada en la Ley Nº 19.665, en su articulado transitorio, y tienden a la mejor expedición del proceso para la oportuna designación de los funcionarios y personal de los nuevos tribunales Orales y juzgados de Garantía, que corresponderá instalar en el país dentro de la gradualidad correspondiente, SE ACUERDA:

Oficiar a las Cortes de Apelaciones de la República, transcribiéndoles el oficio

que motiva esta resolución, y se les instruye a fin de que, en lo que les corresponde, observen y den cumplimiento a las pautas o reglas complementarias contempladas en dicho documento.

Sin perjuicio, comuníquese por la vía más rápida a las Cortes de Apelaciones de

La Serena y Temuco y transcríbase este acuerdo al señor Ministro de Justicia.

AD- 16.292-

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ANEXO 3

MENSAJE

DOCUMENTOS DE LA CUENTA

1. Mensaje de S.E. el Presidente de la República. Proyecto de Ley que establece un nuevo Código de Procedimiento Penal (boletín Nº 1630-07).

“Honorable Cámara de Diputados:

La modernización del sistema de administración de justicia, constituye un esfuerzo de crecimiento institucional que, cercano ya el fin de siglo, es ineludible, para el desarrollo y consolidación de nuestro sistema constitucional y democrático. Existe en el país un amplio consenso sobre la falta de adecuación del sistema vigente a los requerimientos de los tiempos actuales, siendo ésta percibida como un obstáculo a las metas de desarrollo que el país se ha trazado para los años venideros.

La modernización del sector justicia en Chile ha sido definida, por el Gobierno que tengo el honor de presidir, como una política que tiende a adecuar el conjunto de las instituciones que participan de las administración de justicia a los procesos de desarrollo político y económico que ha experimentado Chile en las dos últimas décadas. Mientras el sistema de administración de justicia en Chile fue diseñado y constituido, en lo fundamental, hacia mediados del siglo XIX, permaneciendo desde entonces sin cambio alguno, la sociedad chilena se ha transformado en un sentido económico y político.

En materia económica el cambio fundamental ha consistido en la privatización de la actividad productiva, donde el Estado ha adquirido un rol regulador tendiendo, mediante la privatización, a abandonar su rol productivo inmediato. El padrón estatal del desarrollo ha quedado atrás. De una economía proteccionista, fundada en la sustitución de importaciones, la sociedad chilena ha transitado hacia un modelo de economía de mercado, abierta a la internacionalización y centrada en el fomento a las exportaciones. De un sistema productivo cuyo principal agente era el Estado, la sociedad chilena ha dado paso a un modelo que supone un Estado descentralizado que enfatiza y fomenta el esfuerzo y la iniciativa privada.

El cambio político más importante en Chile ha sido, a su turno, la consolidación del modelo democrático, el que a su vez exige el respeto a los derechos humanos como un principio fundamental de legitimidad.

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Ambos fenómenos plantean crecientes exigencias al sistema de administración de justicia, que hacen necesaria su modernización, sobre lo cual se ha decantado un importante consenso en el país.

En efecto, el desarrollo económico ha supuesto y supondrá en el futuro un cre-ciente número y variedad de los litigios, que exigen, a la vez, rapidez y eficiencia en su resolución. En contraste con ello, las características que presenta el gasto público en justicia la evolución del trabajo de los tribunales muestra, de otra parte, que en justicia el gasto público es regresivo. Los costos de litigar se subsidian y, de esa ma-nera, quienes acceden al sistema son subsidiados por los que resultan excluidos, es decir, los más pobres. Las deficiencias del sistema de justicia criminal, a su turno, constituyen una de las fuentes más características dé la marginalidad en Chile. Al afectar de un modo discriminatorio a los sectores sociales más vulnerables y no con-sultar formas eficientes de reinserción, el sistema de justicia penal en Chile produce marginalidad. Así pues, desde un punto de vista económico, se requiere hacer más redistributivo el gasto en justicia, se necesita evitar que el sistema penal produzca marginalidad y, en fin, se requiere maximizar la imparcialidad y la eficiencia del sis-tema legal en su conjunto, bases indispensables para los títulos de propiedad y el cré-dito.

Los cambios políticos, a su turno, exigen una justicia accesible, imparcial, igualitaria y que maximice las garantías. La necesidad de prevenir la corrupción, supone, a la vez, una activa participación de los ciudadanos en el control del poder y ello aumenta la necesidad de contar con un poder judicial eficiente e independiente.

En suma, se hace necesario modernizar el poder judicial para garantizar la gobernabilidad de parte del sistema político, la integración social y la viabilidad del modelo de desarrollo económico.

Mediante la modernización de la administración de justicia, se busca favorecer la consolidación del estado de derecho democrático y del modelo de desarrollo económico. Queda descontado que, desde el punto de vista de la política pública que se ha definido para el sector, ambos objetivos globales del proceso no resultan necesariamente contrapuestos, sino más bien que enlazados el uno al otro, poseyendo, en todo caso, primacía el primero por sobre el segundo.

El objetivo global de modernización de la justicia –definido como la maximización de las garantías y la imparcialidad del estado democrático y el incremento del bienestar– se encuentran a lo menos tres diversas áreas en las que es necesario efectuar reformas, a saber, el área de acceso a la justicia; el área del derecho de menores; y el área del sistema penal.

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La reforma al sistema penal constituye una labor que se extiende más allá de la reforma al proceso penal. Supone modificar nuestros criterios de crimirialización primaria, introduciendo principios como los de lesividad y última ratio; supone, además supervigilar la ejecución de las penas para evitar así castigos excesivos y favorecer la reinserción; exige modificar la relación entre el estado y la policía, para favorecer la oportunidad y la selectividad en el uso de la fuerza; y supone, por sobre todo, de un modo urgente y prioritario, modificar el proceso penal para transformarlo en un juicio genuino, con igualdad de armas entre el estado y el inculpado y con plena vigencia de la oralidad, la oportunidad y la inmediación.

Este proyecto de Código de Procedimiento Penal, que se somete a la consideración del H. Congreso Nacional constituye, por eso, la pieza central de esa reforma procesal y debe erigirse, además, corno el primer y decisivo paso hacia una reforma del sistema penal en su conjunto.

El proyecto de Código constituye el núcleo básico de un nuevo modelo procesal penal que, a su vez, aspira a producir una importante transformación en el conjunto del sistema de justicia criminal. Se busca cambiar fundamentalmente el modo en que los tribunales desarrollan el procedimiento penal, proyectando ese cambio hacia el trabajo de los organismos policiales, hacia el funcionamiento del sistema penitenciario y, en general, respecto del conjunto de las actividades estatales que constituyen la respuesta represiva a la criminalidad.

La proyección de la reforma hacia el conjunto del sistema penal debe producirse a través de dos mecanismos principales: el primero de ellos es la creación de un Ministerio Público. Este organismo debe, además de cumplir su rol específico como órgano acusador en el procedimiento penal, asumir la función de ordenar la utilización de los recursos represivos del sistema conforme a criterios generales, conocidos y legitimados por medio de la discusión pública y frente a órganos representativos de la comunidad. El segundo consiste en devolver a las decisiones judiciales, y en especial a la sentencia judicial, su plena centralidad como forma de control y legitimación de la utilización de dicho métodos represivos. Se busca entonces reordenar las oportunidades y los supuestos de las actuaciones de los diversos órganos, con miras a enfatizar el carácter principal de las decisiones judiciales.

En consecuencia, este proyecto establece las bases procedimentales de un nuevo sistema procesal penal que pretende abandonar el modelo inquisitivo y avanzar hacia otro con una orientación de carácter acusatorio. Es en esta perspectiva que este proyecto debe ser analizado, comprendido y criticado. Las instituciones que propone

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han sido diseñadas con estas orientaciones, y deberán ser evaluadas a partir de su idoneidad para darles cumplimiento.

Rentabilidad de la Reforma Procesal Penal.

Desde el punto de vista político y constitucional, el mayor defecto del sistema penal en Chile es que carece de un genuino juicio contradictorio que satisfaga las exigencias del debido proceso. El sistema penal en Chile, en su fase procesal, contradice así una de las garantías inherentes al sistema político. Según lo acreditan diversos estudios, y la observación histórica lo pone de manifiesto, el proceso penal en Chile posee una estructura inquisitiva, absolutista y secreta, que despersonaliza al inculpado y que no se corresponde con la noción de ciudadanía propia de un Estado Democrático. La consolidación de la democracia exige la reforma al proceso penal de modo que satisfaga las exigencias de un juicio público y contradictorio. La reforma al proceso penal que proponemos constituye, entonces, una profundización de las instituciones democráticas que conforman al Estado chileno.

Pero no se trata sólo de satisfacer las exigencias del debido proceso, llevando así a término el desarrollo del Estado Constitucional. Todavía esa reforma resulta exigida por la idea y el principio de los derechos humanos que fundan al sistema político y que constituyen, como es sabido, uno de los compromisos más delicados del Estado ante la comunidad internacional. Se ha dicho, con razón, que los sistemas de enjuiciamiento criminal son los más elocuentes indicadores del grado de respeto por los derechos de las personas que existe en un ordenamiento estatal o, dicho de otro modo, que el autoritarismo se revela en la forma en que los poderes públicos encaran el reproche a las conductas desviadas o las formas de comportamiento anómalo.

En las sociedades que, como la muestra, han instalado a la democracia como forma de convivencia y como método para la adopción de las decisiones públicas, y donde, por lo mismo, las violaciones masivas a los derechos humanos suelen estar clausuradas, es el sistema procesal penal el sector del Estado en el cual las formas más abusivas hacia las que tiende el poder suelen manifestarse. Las víctimas de esas infracciones cotidianas a los derechos de las personas suelen ser los sectores que los procesos de modernización excluyen, haciéndolos extremadamente vulnerables. Algo de eso ocurre hoy en Chile. Estudios empíricos recientes ponen en manifiesto cómo el número de detenciones practicadas por los organismos policiales es superiora al número de causas ingresadas ante el órgano jurisdiccional, resultando, así, que existen formas de control social penal al margen de la supervigilancia de los jueces y

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personas que son sometidas al rigor del sistema penal en su conjunto, sin que, nunca, se les formule cargo alguno.

En los cinco años transcurridos desde el año 1987 hasta 1991 –un período que cubre gobiernos distintos– el promedio de causas ingresadas a los tribunales del crimen en relación a las detenciones efectuadas es de un 60.6 por ciento, de manera que el cuarenta por ciento del total de quienes son detenidos en Chile –una media anual de 750.000 personas– son privados de libertad, aunque sea por breve lapso, sin ingresar al sistema jurisdiccional: Ocuparse de la reforma procesal penal para, a través de ella, fortalecer las garantías, constituye así, una tarea exigida por los principios en materia de derechos fundamentales. La reforma al proceso penal importará, por lo mismo, un mayor goce cotidiano de los derechos humanos.

No sé agotan ahí, sin embargo, los efectos y las ventajas políticas de la reforma al proceso penal. Si modernizar el Estado significa someter la gestión de sus diversos órganos a criterios de eficiencia en la gestión y en el diseño, entonces, la modernización del Estado exige la reforma al proceso penal. En la situación actual, se trata no sólo de un procedimiento que confiere pocas garantías, sino que, además, se trata de un procedimiento carente de eficiencia y, lo que es peor, displicente con las víctimas y los usuarios que a él acceden. Algunos estudios empíricos de carácter exploratorio, por otra parte, atribuyen al procedimiento penal vigente en Chile, funciones latentes de penalización informal, dada la alta incidencia de la prisión preventiva y el bajo número de sentencias condenatorias (En lo que atinge nada más a las causas que ingresan al sistema jurisdiccional, las fuentes primarias muestran que, para el año 1990, si se excluyen las faltas y los cuasidelitos, el promedio de causas finalizadas mediante sentencia definitiva a nivel nacional alcanza apenas a un 17 por ciento y los sobreseimientos a un 69 por ciento. Un análisis más fino de esas cifras –que excluya juzgamientos por leyes especiales– indicaría todavía que la tasa de sentencias definitivas alcanza apenas a un seis por ciento.

En fin, las fuentes primarias disponibles y diversas fuentes de carácter secundario, indican que la mayor parte de quienes están recluidos en las prisiones del país son personas que se encuentran detenidas o procesadas y sólo la menor parte condenadas. A lo largo de la década del ochenta y en lo que va del noventa; la población condenada nunca supera el cuarenta y nueve por ciento de la población privada de libertad. Se trata pues, de un sistema que posee formas deficitarias de división del trabajo, obsoleto y deficiente en su gestión. La reforma al proceso penal debe traducirse, entonces, en una mejora en la gestión jurisdiccional del Estado.

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A ese conjunto de efectos políticos de una reforma procesal penal, debe agregarse, todavía, la relevancia económica de la reforma. Esta se traducirá en una mejor utilización del gasto público en justicia, por una parte, y en una mayor integración social, por otra, contribuyendo así a acentuar la función de equidad que compete al Estado.

Como ocurre en todos los sectores del Estado, los recursos para la persecución penal son inevitablemente escasos y por ese motivo, no toda forma de conducta desviada puede ser reprimida. El cambio en las pautas de movilidad social y las asimetrías inherentes a los procesos de modernización, permiten prever que esa brecha entre conductas a reprimir y recursos disponibles, se acentuará en el futuro inmediato. En los hechos, todo sistema penal es inevitablemente selectivo. Existe una zona de la criminalidad que queda, también, inevitablemente fuera del sistema. En el caso del proceso penal chileno esa selectividad es discriminatoria, puesto que no hace más que reproducir los sistemas de estratificación social, afectando sólo a los sectores sociales más vulnerables. Las fuentes primarias muestran que buena parte de la represión penal se traduce en la persecución de la criminalidad de bagatela cuando es cometida por esos sectores. Este fenómeno no sólo es grave por lo inicuo de la discriminación que supone, sino que, además, importa un uso gravemente ineficiente del gasto público, puesto que, como lo muestra la baja tasa de sentencias definitivas que logra nada más un seis por ciento del total, excluidas las dictadas por leves especiales, según ya se anotó el actual sistema es ineficiente en la criminalidad común e inexistente con respecto a la criminalidad socialmente menos vulnerable y de más alta lesividad.

Es, pues, necesario, instituir un órgano –el Ministerio Público– que en base a criterios políticos criminales explícitos y sometido a estrictos controles de responsabilidad, conduzca la selectividad del sistema penal hacia la criminalidad más lesiva. La reforma procesal penal supondrá así, una persecución más eficiente y una selectividad en base a criterios político criminales explícitos. El gasto público en el sector deberá optimizarse en base a criterios que permitan su control.

De otra parte, como ya se dijo, el sistema procesal penal chileno con Este recurso casi exclusivo a la privación de libertad, suele segregar a los inculpados de sus grupos de pertenencia, lo cual, tratándose de jóvenes, se traduce en un ingreso a formas permanentes de marginalidad que luego inducen a esos mismos sujetos a nuevas y más graves formas de criminalidad. En otros términos, el diseño del actual proceso penal produce marginalidad y, por esa vía, acentúa las posibilidades de la conducta desviada. Un Estado atento a corregir, en base a criterios de equidad, los resultados espontáneos de los procesos sociales y económicos, debe ocuparse del

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proceso penal, puesto que con ello, produce integración al proceso de crecimiento económico y evita una fuente permanente de marginalidad productiva.

Como es obvio, cada sujeto que se incorpora al sistema penal y que padece el ingreso al circuito de la marginalidad, es una pérdida inmensa de inversión social y de esfuerzo público. La reforma procesal penal deberá corregir ese camino de marginalidad, permitiendo, mediante la intervención del ministerio público, favorecer la reincorporación social y económica de quien ingresa al sistema.

En fin, y ahora desde un punto de vista social, la reforma que se propone se traduce en una ganancia social por quienes son víctimas de la conducta delictual. En Chile, por motivos diversos, existe una gran inseguridad subjetiva, un fuerte temor a la criminalidad. Una de las fuentes de esa inseguridad subjetiva, es la indefensión que provoca el deficiente diseño del proceso penal. En los hechos, el proceso penal pone de cargo de las víctimas la iniciativa de la persecución penal, puesto que la actividad de los organismos de persecución penal pública es ineficiente y, según ya se vio, no logra focalizarse sobre la criminalidad más grave sino sólo sobre los sectores sociales más vulnerables. La extrema dilación y la estructura de los procedimientos, por otra parte, distancian a la infracción del castigo, privando a este último de sus funciones simbólicas y protectoras. La reforma procesal penal, en la medida que instituye un órgano específico encargado de la persecución penal pública, sometido a la conformidad de la víctima y, al mismo tiempo, en la medida que abrevia la distancia temporal entre la infracción y el castigo, contribuye a disminuir los factores que acentúan la inseguridad, subjetiva en Chile. El ministerio público será un órgano estatal especializado en la persecución penal, en la protección de la víctima y en una represión imparcial y rápida de la delincuencia.

Las precedentes consideraciones ponen de manifiesto cómo emprender el proyecto de reforma procesal penal importa, una vez logrado, una ganancia social neta. Al emprender este proyecto de reforma invertiremos en legitimidad, en derechos humanos y en seguridad.

Elaboración del proyecto

A partir de estos puntos de vista, el Gobierno que presido, por intermedio del Ministerio de Justicia, ha formulado el presente proyecto de nuevo Código de Procedimiento Penal que se somete a la aprobación del H. Congreso Nacional y por su intermedio a la comunidad nacional. Se trata de una propuesta destinada a ser analizada ampliamente por la comunidad jurídica, política y por la población en

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general, con la expectativa de que su conocimiento y análisis pueda suscitar amplios consensos así como permitir su perfeccionamiento.

El proyecto ha sido elaborado durante el año 1994 en el contexto de un acuerdo de colaboración técnica en que el Ministerio de Justicia ha contado con la directa colaboración de La Fundación Paz Ciudadana y La Corporación de Promoción Universitaria. El trabajo se ha estructurado a partir de un Foro de discusión en cuyo seno se han diseñado los lineamientos básicos de la reforma, el que se integra con un conjunto de académicos, abogados y magistrados convocados con el criterio de buscar la más amplia representatividad entre los diversos roles al interior del sistema jurídico y las diversas sensibilidades políticas, culturales e ideológicas.

La siguiente es la lista de personas que fueron invitadas a participar en el Foro:

– Alberto Balbontín Retamal – Alberto Chaigneau del Campo – Alejandro Solís Muñoz – Carlos Kunsemüller L. – Carlos Pecchi Crocce – Clara Szcazranski – Claudio Díaz Uribe – Claudio Osorio – Consuelo Gazmuri Riveros – Cristián Maturana – Cristián Riego Ramírez – Cristina Villarreal H. – Davor Harasic Yaksic – Eduardo Novoa Aldunate – Eleodoro Ortíz Sepúlveda – Enrique Montero Marx – Enrique Tapia Witting – Enrique Zurita Camps – Felipe de la Fuente – Felipe González Morales – Francisco Cumplido Cereceda – Gastón Gómez Bernales – Germán Hermosilla Arriagada – Gonzalo Alvarado – Guillermo Navas Bustamante

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– Haroldo Brito Cruz – Hernán Alvarez García – Hugo Fruhling Ihrlich – Jorge Bofill Genzsch – Jorge Correa Sutil – Jorge Ferdman Niedman – José Luis Cea Egaña – Juan Agustín Figueroa – Juan Bustos Ramírez – Juan Enrique Vargas Viancos – Juan Guzmán Tapia – Julio Salas Vivaldi – Luis Bates Hidalgo – Luis Correa Bulo – Luis Ortiz Quiroga – Manuel Guzmán Vial – Marcos Libedinsky Tschorne – Marcos Vásquez Espina – María Inés Horvitz – María Pía Guzmán Mena – Mario Garrido Montt – Mario Verdugo Marinkovic – Mauricio Duce Julio – Miguel Soto Piñeiro – Milton Juica Arancibia – Mirtha Ulloa González – Nelson Contador – Orlando Poblete – Raúl Tavolari Oliveros – Ricardo Gálvez Blanco – Ricardo Rivadeneira M. – Roberto Dávila Díaz – Sergio Yáñez Pérez – Tito Solari Peralta – Waldo Ortúzar Latapiat – Zarco Kuksic Sandoval

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También han tenido participación en el Foro a través de calificados representantes las siguientes organizaciones de la comunidad jurídica e instituciones académicas y de asesoría en materias legislativas: El Colegio de Abogados de Chile, la Asociación Nacional de Magistrados, el Instituto Chileno de Derecho Procesal, el Instituto de Ciencias Penales, el Instituto Libertad y Desarrollo, el Centro de Estudios y Asesoría Legislativa (CEAL), el Instituto Libertad, el Programa de Asistencia Legislativa (PAL) y el Centro de Estudios para el Desarrollo (CED).

A partir de los consensos y lineamientos entregados por el Foro, se ha procedido a la redacción del proyecto por parte de una comisión dirigida por el señor Cristián Riego, profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad Diego Portales, e integrada por el señor Jorge Bofill, profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de los Andes, la señora María Inés Horvitz, profesora de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, el señor Raúl Tavolari, profesor de las Facultades de Derecho de las Universidades de Chile y Valparaíso, y el señor Mauricio Duce, académico de la Facultad de Derecho de la Universidad Diego Portales, quien ha actuado como secretario.

Cabe señalar que el proyecto representa el eje central respecto de un conjunto de otros proyectos legislativos y trabajos complementarios que deberán necesariamente formar parte del proceso de reforma del sistema procesal penal chileno. Este conjunto de proyectos y trabajos es actualmente objeto de una segunda etapa del proyecto de colaboración técnica que el Ministerio de Justicia lleva adelante con la Fundación Paz Ciudadana y la Corporación de Promoción Universitaria.

Fuentes

Los documentos que otorgan los parámetros básicos usados para el diseño del proyecto han sido la Constitución Política de la República y los Instrumentos Internacionales de Derechos Humanos que obligan al país, habiéndose tenido en cuenta especialmente entre estos últimos a la Convención Americana sobre Derechos Humanos y al Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.

También ha sido fuente principal del proyecto de legislación procesal vigente, en especial el Código de Procedimiento Penal, del cual se han mantenido todas aquellas normas que no resultan contradictorias con el nuevo sistema y que constituyen parámetros conocidos para jueces y abogados, existiendo muchas veces a su respecto un caudal de interpretaciones y jurisprudencia suficientemente asentadas. El Código Orgánico de Tribunales y el Código de Procedimiento Civil han sido

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considerados para efectos de buscar mantener coherencia con sus normas y, en general, se han conservado las remisiones a materias que en esos cuerpos resultan adecuadamente reguladas. Cabe hacer presente que entre los proyectos que deben acompañar al de Código de Procedimiento Penal, se encuentra una modificación importante del Código Orgánico de Tribunales destinada a organizar los tribunales necesarios para el sistema propuesto.

También han sido fuentes directas para el trabajo realizado diversos textos de legislación extranjera, tanto de nivel legal como constitucional, así como opiniones doctrinales o jurisprudencia relativas a ellos. Entre los códigos extranjeros de más frecuente utilización estuvieron el Código Procesal Penal Italiano de 1988, la Ordenanza Procesal Penal Alemana de 1877, la Ley de Enjuiciamiento Criminal Española de 1882, el Código Procesal Penal de la Nación Argentina de 1992, el Código Procesal Penal de la Provincia de Córdoba de 1992 y el Código Procesal Penal Peruano de 1991.

Pero además de estos textos legales, han sido de extraordinaria utilidad para el trabajo del Foro y de la Comisión Técnica el Código Procesal Penal Modelo para Iberoamérica desarrollado por el Instituto iberoamericano de Derechos Procesal. Asimismo, se ha utilizado su antecedente más directo que es el Proyecto de Código Procesal Penal de la Nación Argentina de 1986 y otros proyectos posteriores vinculados directamente con el Modelo, como son el Proyecto de Código Procesal Penal de Guatemala de 1991 y el Proyecto de Código Procesal Penal de el Salvador de 1993.

Asimismo, se ha utilizado el método de titular cada uno de los artículos con una referencia a su contenido, siguiendo el sistema de las legislaciones más modernas.

Contenido del Proyecto

1) Breve explicación de los órganos del sistema propuesto y del procedimiento ordinario. El procedimiento de aplicación general propuesto en el proyecto contempla la participación de diversos órganos en una instancia única. La primera de las etapas del procedimiento es la de instrucción; ella está a cargo de los fiscales del ministerio público, quienes deberán investigar los delitos y preparar la acusación. También en esta fase se contempla la participación de un tribunal unipersonal llamado juez de control de la instrucción, encargo de resolver todos los conflictos que pueden presentarse entre la actividad de investigación del fiscal y los derechos e intereses del imputado y los demás intervinientes.

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En los casos en que el fiscal formule acusación, se dará lugar a una audiencia, llamada intermedia, ante el mismo juez de control de la instrucción, destinada básicamente a preparar el juicio.

El juicio se celebrará en forma pública ante un tribunal colegiado de tres miembros, frente al cual deberá formularse la acusación, plantearse la defensa y producirse las pruebas, en una o varias audiencias orales que se deberán desarrollar en forma continuada y con la presencia permanente del fiscal y del imputado y su defensor.

Al término del juicio, el tribunal dictará su sentencia la que sólo será objeto de limitadas posibilidades de impugnación ante los tribunales superiores.

No serán objeto de explicación detenida, muchas regulaciones del proyecto que dicen relación con los mecanismos procedimentales específicos destinados a hacer operativas las instituciones propuestas. En alguna de ellas no se han introducido in-novaciones fundamentales, como por ejemplo en las normas sobre costas del párrafo 6º del Título III del Libro 1, o en las relativas a plazos del párrafo 1º del mismo Títu-lo y libro. En otras se ha buscado simplificar mecanismos, aligerando cargas y demo-ras, como es el caso de las normas sobre comunicaciones entre autoridades o las rela-tivas a notificaciones y citaciones, de los párrafos 2º y 3º del Título III del Libro I, respectivamente. Finalmente, algunas de estas reglamentaciones son completamente nuevas, por cuanto se refieren a actividades vinculadas a instituciones procesales que no existían o que han cambiado fundamentalmente, cual es el caso de las normas, sobre registro de las actuaciones de la instrucción y de la audiencia intermedia del párrafo 5º del Título III del Libro 1, o de las relativas al acta del juicio oral del párra-fo 5º del título III del libro II.

2) Principios básicos

Ha parecido necesario comenzar el texto del proyecto con una explicitación de los principios básicos que deben regir el enjuiciamiento criminal en nuestro sistema jurídico. Se trata de la especificación de contenidos de la Constitución Política de la República y de Tratados Internacionales de Derechos Humanos, que constituyen las bases a partir de las cuales se procede al diseño del nuevo sistema.

El eje del procedimiento propuesto está constituido por la garantía del juicio previo, es decir, el derecho de todo ciudadano a quien se le imputa un delito a exigir la realización de un juicio público ante un tribunal imparcial que resuelva por medio

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de una sentencia, si concurren o no los presupuestos de aplicación de una pena o medida de seguridad. Como elemento integrante de esta garantía básica se consagra el sistema oral, a partir de la constatación de que este método sencillo y directo de comunicación es el único que permita asegurar que el conjunto de actos que constituyen el juicio se realicen de manera pública, concentrada, con la .presencia permanente de todos los intervinientes y sin admitir la posibilidad de mediaciones o delegaciones, como las que tantos problemas y distorsiones han causado en el sistema vigente.

Se pretende entonces cambiar fundamentalmente el modo en que los jueces conocen los casos para su resolución, pasando del sistema de la lectura de expedientes a uno en que la percepción tanto de las pruebas como del debate de las partes se realice de forma directa, en el juicio.

Pero además de constituir una garantía, el juicio público y su realización por el método oral, constituyen un mecanismo indispensable para que la administración de justicia cumpla con las demás funciones que la sociedad le encomienda. Una de ellas es la de resolver los conflictos, en este caso penales, de un modo que sea percibido como legítimo por la comunidad, con miras a reforzar la confianza de la ciudadanía en el sistema jurídico. Esta función difícilmente puede ser cumplida si los actos constitutivos del proceso no son accesibles o no resultan comprensibles al conjunto de la comunidad. En el mismo sentido, el juicio público constituye un componente antiquísimo de la cultura universal, que ha demostrado tener la capacidad de permitir una adecuada socialización del trabajo del sistema judicial y de mejorar su percepción por parte del común de la gente. En este mismo sentido, el establecimiento del juicio como núcleo del sistema busca resaltar la figura del juez como actor del sistema institucional.

También el proceso penal esta llamado a desempeñar un importante efecto preventivo general, que normalmente se atribuye a la etapa de ejecución de la pena. El enjuiciamiento público de los delitos permite socializar más directamente el mensaje de que existe una respuesta estatal rigurosa a los actos que la sociedad considera inaceptables, inhibiendo con ello a quienes pudieren pretender llevarlos a cabo en el futuro y reafirmando ante el conjunto de la comunidad la vigencia de los valores del sistema jurídico. También el juicio oral favorecerá la producción de este efecto que parece tan necesario en el tiempo actual.

Directamente vinculado con la exigencia del juicio previo se encuentra el principio que obliga a tratar al imputado como inocente mientras no haya sido dictada en su contra una sentencia condenatoria, el que este proyecto recoge explícitamente.

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Como consecuencia directa de este principio surge la necesidad de rediseñar el régimen de medidas cautelares aplicables a quienes se encuentran en calidad de imputados, a partir del reconocimiento de su excepcionalidad. Esta tarea se encara en los Títulos VI y VII del Libro primero.

En lo fundamental, este rediseño de las medidas cautelares se basa en la afirmación de la excepcionalidad de las mismas y en su completa subordinación a los objetivos del procedimiento. En cuanto a lo primero, el proyecto propone dar plena aplicación a la presunción de inocencia, afirmando que quien es objeto de un procedimiento criminal en calidad de imputado no debe sufrir, en principio, ningún detrimento respecto del goce y ejercicio de todos sus derechos individuales en tanto éstos no se vean afectados por la imposición de una pena.

No obstante, a partir del reconocimiento de la necesidad de proteger los objetivos del procedimiento respecto de actuaciones del imputado que pudieren afectarlos, se autoriza al juez para adoptar un conjunto de medidas específicas y debidamente fundadas que restringen lo derechos del imputado, cuando ello parezca indispensable para garantizar su comparecencia futura a los actos del procedimiento o al cumplimiento de la pena, para proteger el desarrollo de la investigación, para proteger a las víctimas o para asegurar los resultados pecuniarios del juicio. Excepcionalmente, se autoriza a otras autoridades de la persecución penal para anticipar la adopción de alguna de estas medidas pero siempre sujeta su decisión al control posterior del juez.

Además, es necesario establecer un conjunto de controles específicos respecto de las medidas cautelares que implican formas de privación de libertad, buscando racionalizar y limitar al máximo su utilización. Para estos efectos se ha diseñado un sistema de control judicial de la prisión preventiva por medio de audiencias orales, con presencia del imputado y su defensor. Estas audiencias orales pueden ser provocadas cada dos meses por el imputado o su defensor y deben convocarse de oficio por el juez cada cuatro meses.

Con el mismo objetivo, se disponen límites a la utilización de la prisión preventiva destinados a mantener un criterio de proporcionalidad en relación con la pena posible. En orden a ello se han ampliado las situaciones en que la privación de libertad debe ser excluida como medida cautelar, en especial en aquellos casos en que se pueda esperar la aplicación de alguna de las medidas alternativas contempladas en la ley 18.216 al momento de la sentencia. Este último constituye un aspecto esencialmente sensible. En efecto, si el legislador ha previsto la posibilidad de que un condenado cumpla su condena en un régimen de libertad asistida, con el objeto de

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favorecer la resocialización, representa un contrasentido el que aún antes de emitirse tal condena; es decir, en una etapa en la cual el, imputado es presuntamente inocente, deba permanecer privado de libertad. También se ha fijado un límite máximo a su duración atendiendo al mismo criterio; en este sentido la prisión preventiva deberá cesar siempre que se cumpla la mitad del tiempo de privación de libertad correspondiente a la pena esperada; y un límite temporal absoluto de 18 meses, entendiendo que el Estado no puede disponer ilimitadamente de la libertad de una persona presuntamente inocente.

Finalmente, se establece un conjunto de medidas cautelares personales menos intensas que la prisión preventiva y que el juez debe utilizar con preferencia a ésta cuando resulten adecuadas para asegurar los objetivos del procedimiento. Entre las que debieran tener un mayor efecto práctico está el arresto domiciliario, que fue introducido con buenos resultados para un conjunto específico de casos por la Ley Nº

19.164, la sujeción a la vigilancia de una persona o autoridad, la prohibición de salir del país o del ámbito territorial que fije el juez, y otras restricciones al libre desplazamiento, destinadas a proteger a las víctimas o los resultados de la investigación. El establecimiento de estas medidas deberá ser acompañado de un programa destinado a su adecuada implementación, el que resultará socialmente muy conveniente en cuanto permita disminuir la utilización de la privación de libertad sin detrimento de los objetivos del procedimiento.

Parece necesario destacar también la introducción a nivel de los principios básicos del sistema, el de la promoción de los intereses concretos de las víctimas de los delitos. En virtud de éste se impone a los fiscales la obligación de velar por sus intereses y, a los jueces, la de garantizar sus derechos durante el procedimiento. Estas declaraciones generales dan lugar a diversas normas desarrolladas a lo largo del proyecto, por medio de las cuales se busca darles efectividad. Entre la más importantes están aquellas que le otorgan a la víctima el carácter de sujeto procesal aún en el caso de que no intervenga como querellante, reconociéndole un conjunto de derechos que buscan romper su actual situación de marginación. Entre otros, se encuentran el derecho a ser informada de los resultados del procedimiento, a solicitar medidas de protección ante eventuales futuros atentados y a recurrir contra el sobreseimiento definitivo o la sentencia absolutoria.

Con la misma orientación de relevar la posición de la víctima en el procedimiento criminal, se plantea la mantención de la posibilidad de la querella como modo de intervención formal en el procedimiento considerándose adicionalmente la posibilidad de que el querellante pueda incluso forzar una

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acusación, contra la opinión del fiscal, cuando a juicio del juez de control de la instrucción exista mérito suficiente para ello.

Se mantiene la posibilidad de la demanda civil en el procedimiento criminal con algunas innovaciones destinadas a favorecer la posición de los afectados por los resultados del delito. La primera de ellas consiste en la obligación de los fiscales de demandar civilmente en favor de la víctima, cuando ésta no cuente con abogado particular; la segunda, en la obligación del tribunal del fallo de pronunciarse sobre la demanda civil aún en el caso de absolver al imputado.

Otro de los principales generales del sistema propuesto, consiste en la aplicación directa de las normas constitucionales e internacionales de derechos humanos relevantes en cuanto a la regulación del procedimiento penal. Esta disposición obedece a la necesidad de reforzar la noción de que el procedimiento penal se organiza a partir del desarrollo de los principios generales del ordenamiento jurídico que regulan la relación entre el Estado y los ciudadanos y que se encuentran recogidos en esos cuerpos normativos. En este sentido, se trata de resaltar la importancia de estos principios por sobre los mecanismos procesales específicos consagrados en la ley Los jueces deberán trabajar integrando las normas procedimentales con las de carácter constitucional e internacional, interpretando y aplicando las primeras de modo que den cumplimiento a las exigencias contenidas en las dos últimas.

3) Instrucción

Gran parte de las críticas al procedimiento vigente se dirigen en contra del sistema de instrucción consagrado en el actual Código, caracterizable como el sistema del sumario criminal. El núcleo central de las críticas dirigidas en su contra dice relación con lo inadecuado de entregar la tarea de investigación y administración de la persecución a un órgano judicial.

La labor judicial aparece estrechamente vinculada a algunas características que parecen propias de su naturaleza y que se justifican en ciertos valores que debe cautelar. Por ejemplo, el rol judicial se distingue por una cierta pasividad, por la disposición de los jueces a la resolución de conflictos promovidos por las partes, frente a las cuales mantienen una actitud imparcial. Asimismo, el rol judicial se caracteriza por una cierta rigidez en cuanto a la posición de sus integrantes en el sistema. Características como la inamovilidad en los cargos, la formalidad en los nombramientos, así como reglas bastante rígidas en cuanto a la competencia de cada

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tribunal, se justifican en orden a garantizar la independencia de cada juez, así como la preexistencia del tribunal y de reglas objetivas para su integración.

Estas particularidades, no obstante, resultan contradictorias con la necesidad de una organización racional de la persecución penal. Esta última es una tarea fundamentalmente activa, que requiere un compromiso de la organización con la promoción de intereses estatales concretos, como son la investigación de los delitos, su sanción y la satisfacción de las necesidades de las víctimas. Pero además, un eficiente manejo de persecución penal requiere de un modo de organización flexible, que permita la permanente adaptación de métodos de trabajo, la agrupación de casos similares, la constitución de equipos especializados de acción; la posibilidad de la incorporación de personal auxiliar en situaciones especiales, la movilidad territorial de los recursos humanos, etcétera. Asimismo, el valor de la independencia debe ceder lugar al favorecimiento de una actuación colectiva nacional o regional con miras a ejercitar de un modo uniforme los mecanismos represivos y a operar en el ámbito territorial que resulte adecuado a las características del delito de que se trate.

La realidad del modelo vigente parece clara expresión de la contradicción entre ambos roles. Por una parte, se obliga a los jueces a asumir un compromiso en la actividad persecutoria, con lo que se compromete su imparcialidad, pero a la vez, esta actividad no es ni puede ser desempeñada de un modo eficiente. Cada vez, en cuanto investigador y acusador, opera como unidad aislada sin conexiones con las otras unidades que cumplen funciones similares, debiendo hacerse cargo cada uno de ellos de la variedad más amplia de casos, sin contar con la adecuada asesoría técnica, la que, por otra parte, resultaría muy difícil de organizar para una forma de funcionamiento tan dispersa. Piénsese en la situación de cualquiera de los jueces del crimen de nuestras ciudades, que además de fallar los casos, deben perseguir las formas más disímiles de criminalidad desde robos con violencia a delitos bancarios, o desde tráfico de estupefacientes hasta delitos de los funcionarios públicos, pasando por atentados sexuales, homicidios de diverso tipo, incontables faltas e infracciones menores, delitos culposos, etcétera.

Agréguese a lo anterior, las enormes dificultades organizacionales y administrativas que al sistema judicial le significa el gestionar la persecución penal. La mayor parte de la enorme carga administrativa y de las dificultades de su manejo en los tribunales del crimen, deriva de la actividad destinada a llevar adelante los sumarios criminales. Este problema es de tal magnitud que en la práctica impide al juez concentrarse debidamente en la resolución de los casos que debe conocer. Piénsese también en las enormes posibilidades de mejoramiento en términos de la racionalidad general del sistema y en el tratamiento particular de cada caso si, como

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propone el proyecto, se libera a los jueces de esta carga, reservando su tiempo al conocimiento y resolución de los casos en sus diversas etapas, en tanto el rol persecutorio se le encarga a un organismo especializado. Los efectos organi-zacionales y administrativos del cambio propuesto están siendo objeto de estudios particulares que oportunamente serán acompañados a este proyecto.

El sistema propuesto concibe a la instrucción como una etapa de preparación del juicio, en que una de las partes, el fiscal, con el auxilio de la policía y otros organismos especializados, debe investigar el hecho denunciado y recolectar los medios de prueba que, en el momento oportuno, utilizará para respaldar su acusación frente al tribunal que deba dictar el fallo.

Se abandona, en consecuencia, el modelo de instrucción formal en que el juez incorpora al expediente actuaciones de prueba que podrán servir directamente como fundamento a la sentencia. El rol del juez pasa a ser aquí otro completamente diferente. El tribunal que interviene en esta etapa, al que se propone llamar juez de control de la instrucción, está encargado fundamentalmente de resolver los conflictos que la actividad persecutoria del fiscal y de la policía en su auxilio pueden generar en relación con los derechos de un imputado que debe ser tenido como inocente.

Excepcionalmente, el juez podrá realizar actos que constituyan anticipación de prueba, en aquellos casos en que pueda resultar imposible su producción durante el juicio y siempre con plena participación de las partes que tuvieren derecho a intervenir en él. También corresponderá al juez la resolución de otros conflictos que puedan producirse durante la instrucción, como aquellos relativos a la intervención de querellantes u otros interesados y los que digan relación con formas de terminación anticipada del procedimiento.

La actividad del fiscal durante la instrucción se caracteriza por su informalidad, se lo faculta para desarrollar las diligencias que resulten técnicamente apropiadas para el esclarecimiento de los hechos y la determinación de las responsabilidades, debiendo llevar un registro sencillo de sus actuaciones. Se propone una regulación muy precisa de la forma en que los organismos policiales deberán prestar auxilio al ministerio público en el desarrollo de estas tareas.

Especialmente relevante resultan en esta etapa las facultades que se otorgan al ministerio público para organizar su trabajo de modo eficaz. Los criterios de asignación, agrupación, control y evaluación de casos no son regulados por la ley procesal, sino que su definición corresponderá a las autoridades del ministerio público, de acuerdo con lo que se disponga en la correspondiente ley orgánica. Con ello se espera dar lugar a una verdadera racionalización de la persecución penal a

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partir de criterios generales, emanados de un órgano con competencia técnica y con una visión de conjunto respecto de todo el sistema.

Se propone también facultar al ministerio público para archivar provi-sionalmente todas aquellas denuncias que no parezcan susceptibles de una investigación exitosa. El uso de esta facultad, bajo el control de las víctimas y limitada a delitos de ocurrencia común pero de poca gravedad, debiera ahorrar muchos recursos al sistema, evitando su desgaste en casos respecto de los cuales no existe expectativa razonable de éxito.

El proyecto ha seguido la tendencia de los sistemas más modernos como el Alemán y el Italiano, otorgando a los fiscales la facultad de no iniciar o de abandonar la persecución penal en casos de mínima gravedad, cuando resulte conveniente por no estar comprometido el interés público.

Tal como ocurre en los sistemas mencionados, se ha procurado delimitar de modo preciso el ámbito de aplicación de esta facultad y se la ha sujetado a estrictos controles tanto por parte de juez como del propio ministerio público. Este a su vez, deberá responder de su utilización frente a las autoridades representativas de la voluntad popular, de acuerdo con lo que disponga la respectiva ley orgánica. Asimismo se propone que cuando la víctima se interese en la persecución su voluntad, se imponga de modo absoluto.

Se ha estimado indispensable introducir este principio, a lo menos en la medida necesaria, para manejar un conjunto importante de situaciones de mínima o nula gravedad que hoy día llegan a conocimiento del sistema, en que la persecución penal parece claramente contraria no sólo a la conveniencia social concreta, sino a las concepciones generalmente aceptadas sobre la convivencia en una sociedad democrática, y cuya correspondencia con tipos penales se explica únicamente por la antigüedad de los mismos.

En el diseño planteado por el proyecto, las amplias facultades del ministerio público durante la instrucción, tienen como límite los derechos individuales de las personas. En los casos en que su actividad afecte o pueda afectar esos derechos, procederá siempre la intervención judicial, en general previa, por medio de audiencias orales, en las que el juez deberá calificar la legalidad de la actuación y cautelar por el respeto a los derechos de quienes puedan resultar afectados por ella. Entre las medidas que requieren esta intervención judicial estarán siempre las medidas cautelares dirigidas en contra del imputado y también algunas actividades de investigación que puedan afectar sus derechos o los de cualquier otra persona. Al efecto, el proyecto enumera un conjunto de medidas específicas que requieren este

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control, pero a la vez consagra la posibilidad de que el afectado requiera al juez reclamando de cualquier otra actividad persecutoria que pueda implicar afectación de sus derechos.

Para aquellos casos en que sea necesario requerir la intervención judicial por primera vez en relación con una medida determinada o cuando se pretenda formalizar la persecución para eventuales futuras medidas, se propone el establecimiento de la formulación de cargos por parte del fiscal ante el juez. Se trata de una institución procesal que obliga a formalizar y judicializar la instrucción, con el fin de otorgar garantías al imputado en cuanto al conocimiento de la existencia y contenido de la persecución penal que se dirige en su contra, a permitir su declaración judicial como medio de defensa frente a esa imputación y a dar lugar a la intervención del juez para el control de la actividad investigativa y las eventuales medidas cautelares.

La formulación de cargos debiera constituirse en un adecuado sustituto del sometimiento a proceso, manteniendo de éste el contenido de garantía, en cuanto permite al afectado conocer la imputación y facilita su defensa y en cuanto limita el ámbito de la persecución y de la eventual acusación a los cargos formalmente planteados, impidiendo que se sorprenda al imputado; pero, mitigando todos los elementos negativos del sistema vigente. El sistema propuesto evitará el prejuzgamiento que implica una resolución judicial basada en presunciones fundadas de participación e impedirá los efectos de interdicción del imputado que hoy surgen del sometimiento a proceso, como son el arraigo de pleno derecho, su conexión directa con la prisión preventiva y la libertad provisional, las anotaciones en el prontuario y demás efectos restrictivos de derechos.

Se propone también el establecimiento de un plazo máximo de dos años para la instrucción a partir de la formulación de cargos, en la convicción de que una vez dirigida formalmente la investigación en contra de una persona, ella representa una carga que no puede ser prolongada indefinidamente en el tiempo.

4) Salidas alternativas y procedimiento abreviados

El examen de los problemas del sistema vigente, así como la experiencia comparada, muestran que uno de los mayores obstáculos al éxito de la justicia criminal lo constituye el manejo de volúmenes muy grandes de casos, cuyos requerimientos suelen exceder con mucho las posibilidades de respuesta de los órganos del sistema con sus siempre limitados recursos.

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Por otra parte, los avances de las disciplinas penales muestran como las respuestas tradicionales del sistema, fundamentalmente las penas privativas de libertad en el caso chileno, resultan socialmente inconvenientes para una multiplicidad de casos, sea porque los problemas asociados a ellas resultan mayores que sus eventuales beneficio, o porque la rigidez en su aplicación desplaza soluciones alternativas socialmente más productivas y más satisfactorias para los directamente involucrados en el caso, especialmente las víctimas o los civilmente afectados por el delito.

Es a partir de estos dos planteamientos que se ha considerado necesario incorporar en el proyecto dos tipos de innovaciones. En primer lugar, se propone avanzar hacia la creación de un sistema de justicia criminal que otorgue diversas posibilidades de solución a los conflictos de que conoce, abriéndose, todavía limitadamente, a la posibilidad de soluciones distintas a las tradicionales en aquellos casos en que los diversos actores del sistema jueces, fiscales y demás partes, estén de acuerdo en su conveniencia. En segundo lugar, se propone la creación de algunos procedimientos simplificados en que por la vía de acuerdos entre todos los intervinientes o de algunos de ellos, se suprimen etapas de cursos ordinario del procedimiento, de modo que se permita alcanzar una solución rápida del caso por medio de una sentencia definitiva, siempre que ello resulte posible sin vulnerar los valores que el sistema busca proteger.

Las salidas alternativas se regulan en el párrafo 8º del Título I del libro II y son la suspensión condicional del procedimiento y los acuerdos reparatorios. La primera de estas posibilidades consiste fundamentalmente en una anticipación del tipo de solución que la sentencia otorgará al caso cuando probablemente resulte aplicable algunas de las medidas alternativas de la ley 18.216. Con acuerdo del fiscal y el imputado, el juez podrá suspender el procedimiento sujetando a este último a ciertas formas de control de baja intensidad, por un período no superior a tres años. Una de las ventajas de esta solución dice relación con la oportunidad de la medida, pues su decisión temprana evita los efectos estigmatizantes del procedimiento y la eventual prisión preventiva para quien, finalmente, se hará acreedor a una medida no privativa de libertad destinada a su reinserción social. La otra ventaja es que su aplicación no requiere de aceptación de culpabilidad ni de su declaración por parte del juez. En consecuencia, de cumplir adecuadamente con las condiciones en el plazo estipulado, el imputado se reincorpora plenamente a la vida social, sin que pese sobre su futuro el antecedente de una condena penal.

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En el caso de revocarse la suspensión condicional, por no cumplimiento de las condiciones o por la comisión de un nuevo delito, será necesario reiniciar el procedimiento hasta la dictación de la sentencia, incluyendo, en el segundo caso, el nuevo delito en la acusación.

El establecimiento de los acuerdos reparatorios como forma de terminación de los procedimientos, busca reconocer el interés preponderante de la víctima, en aquéllos delitos que afectan bienes que el sistema jurídico reconoce como disponibles.

El sistema vigente consagra, salvo escasas excepciones, el principio de que una vez que los órganos del sistema han tomado conocimiento del hecho, la víctima queda totalmente desplazada de la posibilidad de obtener que se abandone la persecución, aún en pro de obtener otra forma de reparación al daño sufrido. Este sistema hace ponderar un interés estatal abstracto en la afirmación de la vigencia de la norma por sobre el interés concreto, del afectado. Además implica una pretensión irrealista. En la práctica, cuando las partes están de acuerdo en la posibilidad de una reparación satisfactoria, ella se produce fuera del control del tribunal. En estos casos la víctima evita la continuación del procedimiento a cambio de la compensación recibida, por ejemplo, negando su colaboración en la producción de las pruebas o incluso distorsionando las mismas en favor del imputado.

El efecto concreto de esta indisponibilidad de la persecución penal es, en ocasiones, evitar la posibilidad de soluciones satisfactorias para los involucrados, pero también eventualmente, para el resto de la comunidad. Pero además, hace que los acuerdos a los que de hecho se llegan sean poco transparentes, resultando imposible para el sistema controlar la libertad del consentimiento de las partes y evitar las utilización de presiones, engaños u otras prácticas indebidas para su obtención.

El ámbito dentro del cual se propone aceptar estos acuerdos, queda delimitado de modo bastante general y deberá ser preciado en lo sucesivo tanto por la ley penal y su interpretación, como por la jurisprudencia. Se establece de modo preciso el deber del juez de verificar que quienes han concurrido al acuerdo lo han hecho libre e informadamente.

Entre las posibilidades de simplificación de los procedimientos que se proponen, la principal es el llamado procedimiento abreviado regulado en el Título II del Libro IV. Se trata fundamentalmente de la posibilidad de que el imputado renuncie a su derecho al juicio oral, cuando manifieste su acuerdo en los hechos contenidos en la acusación y en los antecedentes de la instrucción que la fundan.

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Por medio de este procedimiento se busca dar una salida expedida a aquellos casos en que no exista una controversia sobre los resultados de la investigación realizada por el fiscal. Se ha preferido esta fórmula a aquella en que se exige una aceptación explícita de culpabilidad para permitir al juez un control más intenso sobre los antecedentes del caso. El proyecto faculta al juez incluso para absolver en el caso que, a pesar del reconocimiento de hechos realizado por el acusado, éstos no sean constitutivos de delito o el conjunto de los antecedentes de la instrucción lo llevaren a adoptar esa decisión.

Dada la trascendencia de la renuncia del acusado al juicio oral, que según ya se ha dicho, constituye el núcleo central de garantías del sistema propuesto, se impide su aplicación a casos en que se arriesguen penas privativas de larga duración o la de muerte. Asimismo, se otorgan al juez amplias facultades para controlar que el consentimiento del imputado haya sido libre e informado, pudiendo incluso rechazar el acuerdo y dar paso al juicio, oral si no lo estimare así. Se proponen otras dos formas de simplificación del procedimiento que son menos formales por no implicar renuncia a derechos esenciales por parte del imputado, pero que pueden tener una gran importancia práctica en cuanto permiten acortar el período de instrucción, cuya prolongación excesiva suele ser una de las dificultades mas importantes en los diversos sistemas.

La primera de estas posibilidades consiste en que la audiencia de formulación de cargos de paso directamente al juicio oral, realizándose en ella misma las actuaciones que correspondan a la audiencia intermedia y dictándose a su termino el auto de apertura al juicio. Este procedimiento ha sido concebido para ser aplicado fundamentalmente a casos en que el fiscal haya podido obtener la prueba necesaria en un momento muy cercano a la ocurrencia de los hechos, por ejemplo, cuando la policía ha detenido al imputado en delito flagrante y ha logrado identificar inmediatamente a los testigos y demás medios de prueba. Se ha buscado en todo caso cautelar el derecho a defensa permitiendo al juez otorgar un plazo adicional para que el imputado ofrezca sus pruebas.

La segunda posibilidad se refiere a la facultad que se otorga al juez para acortar el plazo legal de la instrucción durante la audiencia de formulación de cargos. Se pretende que cuando no se trate investigaciones complejas, el juez obligue al fiscal a limitar la duración de la instrucción y sus cargas sobre el imputado al tiempo mínimo posible, forzándolo a acusar o cerrar el caso en un plazo breve.

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5) Etapa intermedia

Se propone mantener el sobreseimiento temporal y definitivo como formas de término anticipado de aquellos procedimientos en que se haya imputado formalmente a alguien por medio de la formulación de cargos. En el caso del sobreseimiento temporal, que en el sistema actual constituye la forma de término ampliamente mayoritaria, se ha pretendido limitar fuertemente su aplicación por cuanto se trata de una salida bastante insatisfactoria. Desde los puntos de vista de la víctima y de la sociedad, constituye un fracaso de la investigación que no se reconoce formalmente. Desde el punto de vista del sistema, implica mantener un número amplísimo de casos abiertos con todos los problemas de manejo administrativo que ello acarrea. Respecto del imputado, se mantiene indefinidamente la posibilidad de la persecución en su contra con la incertidumbre que ello implica. Este último sólo podrá liberarse de esta carga en cuanto es capaz de probar positivamente su inocencia –con lo cual se produce una distorsión de uno de los componentes básicos de la presunción de inocencia como es el que la carga de la prueba recae sobre el acusador– o cuando transcurren los plazos de prescripción.

El proyecto propone restringir la utilización del sobreseimiento temporal por falta de antecedentes para continuar la investigación a aquellas situaciones en que exista la expectativa razonable de que ellos aparezcan en el futuro, fijándose además un plazo de un año al cabo del cual el sobreseimiento temporal se transforma en definitivo si los antecedentes esperados no se presentan.

Los sobreseimientos han de ser propuestos por el fiscal y pronunciados por el juez. Este deberá apreciar el contenido de la instrucción y podrá cambiar la causal o el tipo de sobreseimiento solicitado. Se propone otorgar además al juez la posibilidad de representar a las autoridades del ministerio público aquellas solicitudes de sobreseimiento que en su opinión no se ajusten al mérito de los antecedentes reunidos. No obstante, deberá acoger la opinión institucional del Ministerio Público si insiste en el sobreseimiento. Se ha buscado esta fórmula con el fin de controlar severamente la posibilidad de que algún fiscal pueda utilizar los sobreseimientos como forma de término de casos que podrían ser llevados a juicio, excediendo con ello las específicas facultades que se le otorgan para promover salidas alternativas al procedimiento. Se ha procurado a la vez cautelar la imparcialidad de los jueces evitando que se transformen en actores de la persecución penal, llevándola incluso más allá de la voluntad del ministerio público.

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El único caso en que se ha estimado necesario llevar adelante la acusación en contra de la opinión del fiscal, es aquél en que tanto el querellante como el juez coinciden en que la instrucción arroja antecedentes suficientes para la apertura del juicio. En este caso ha parecido que la voluntad de una víctima u otro interesado habilitado, con la disposición a asumir la carga de la acusación, más la opinión favorable del juez, deben imponerse sobre la opinión del fiscal. La solución contraria podría generar una sensación muy fuerte de frustración respecto del sistema y constituir un exceso de poder en manos del ministerio público.

La formulación de la acusación por parte del fiscal dará lugar a la citación a una audiencia intermedia que estará llamada a cumplir diversas funciones. Las más importantes son: dar pie a la formalización de la defensa frente a la acusación, permitir el control judicial de la misma y, en su caso, preparar la realización del juicio fijando su contenido y los medios de prueba que serán admitidos al mismo.

Asimismo, la audiencia intermedia constituye la última oportunidad para dar lugar a la suspensión condicional del procedimiento y a un acuerdo reparatorio. También puede transformarse en la etapa final del procedimiento si se acuerda la aplicación del procedimiento abreviado.

Se ha buscado garantizar el ejercicio de la defensa frente a la acusación otorgando la posibilidad de que ésta se presente anticipadamente por escrito o en forma oral en la propia audiencia y su defensor constituyen requisitos de validez de la audiencia.

En cuanto al control judicial de la acusación, éste se limita a la facultad del juez para ordenar la corrección de vicios formales y a la posibilidad de rechazar la acusación decretando el sobreseimiento definitivo cuando se aleguen causales que se enumeran en forma taxativa, y siempre que su demostración no requiera la realización de actividades probatorias. Para esta última forma de control, se utiliza la terminología tradicional de excepciones de previo y especial pronunciamiento. Las razones para proponer esta forma limitada de control de la acusación, que se aleja de la mayoría de los modelos extranjeros, dicen relación con evitar la anticipación del juicio admitiendo prueba sobre el fondo del debate, por una parte, y con cautelar la independencia judicial, por la otra, reafirmando el principio de que la promoción de la persecución penal corresponde a los fiscales y no a los jueces. El entregar a los jueces amplias facultades para rechazar la acusación por insuficiencia de prueba u otros motivos similares con fines de garantía para el acusado, importaría una aprobación de aquellas acusaciones que pasen a la etapa del juicio, produciéndose con ello una intromisión judicial en la función acusatoria.

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En consecuencia, como regla general el juez deberá proceder a la preparación del juicio fijando el tribunal competente, su objeto, las personas que deban intervenir en él y determinando las pruebas que deban producirse sobre la base de los ofrecimientos formulados por las partes, todo por medio de una resolución a la que el proyecto denominado auto de apertura del juicio oral.

En cuanto al control de la admisibilidad de las pruebas, también se ha optado por entregar al juez facultades limitadas de control en sentido negativo, es decir, sólo puede rechazar pruebas por causales específicas, destinadas en general a cautelar la adecuada realización del juicio. También en ese caso se ha querido enfatizar, el rol de las partes en cuanto al impulso probatorio, resguardando así la imparcialidad de la función judicial.

6) Juicio oral

Como ya se ha dicho, el sistema propuesto se basa en la consagración del juicio como elemento rector del conjunto del procedimiento. Esta centralidad se traduce directamente en la concentración de las actividades más importantes del procedimiento en la audiencia principal. En todos los casos en que una acusación deba ser objeto de una tramitación ordinaria hasta su término por sentencia definitiva, el juicio deberá constituir la oportunidad para la formulación de la acusación, el ejercicio de la defensa, la presentación de la prueba, el debate sobre la misma y la dictación de la sentencia.

No obstante, cuando por decisión de uno de los intervinientes o acuerdo de varios de ellos, el caso pueda ser objeto de alguna otra forma de salida del sistema, el juicio deberá ser también un elemento central, en cuanto permita equilibrar las opciones a partir de las cuales se resuelve o no una forma distinta de término del procedimiento. Tanto el fiscal como el imputado considerarán las posibilidades de una suspensión condicional del procedimiento o de proceder en forma abreviada, por ejemplo, a partir de sus expectativas respecto del juicio, pero además, cualquiera de ellos puede siempre optar por el juicio si tiene dudas sobre los beneficios de la alternativa que se le presenta.

La regulación de la organización del juicio y su desarrollo, se encuentran contenidas fundamentalmente en el Título III del Libro II del proyecto. No obstante, la mayor parte de las normas que regulan la rendición de la prueba en el juicio se regulan en el Título IX del Libro I.

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Se propone una explicitación de los principios que deben regir el desarrollo del juicio con miras a su cabal comprensión por parte de una comunidad jurídica para la cual éste constituye una novedad. Se pretende sobre todo evitar que interpretaciones inadecuadas puedan dar lugar a una distorsión del nuevo sistema por medio de la mantención de prácticas incompatibles con él, tales como sería, por ejemplo, una preeminencia de la lectura de documentos, la posibilidad de la discontinuidad de las audiencias o el desarrollo de la audiencia sin la presencia de todos los intervinientes, fenómenos que han ocurrido en diversas ocasiones en el contexto latinoamericano.

Se regula detalladamente el orden y la forma en que debe producirse la prueba, poniéndose énfasis en la percepción directa de la misma. Se reconoce sólo un número muy limitado de excepciones en las cuales un medio de prueba puede ser reemplazado por la lectura de un acta en la que conste su producción con anterioridad.

Tanto con el fin de preservar la continuidad del juicio, como de garantizar que la sentencia se dicte sobre la base de lo acontecido en él, se dispone que la resolución sobre la absolución o condena sea comunicada a las partes en la misma audiencia en que ha concluido el debate, luego de la deliberación producida entre los jueces. La resolución de los demás contenidos de la sentencia, así como la redacción de la misma, pueden ser postergados por un máximo de 30 días.

Una de las innovaciones fundamentales que el proyecto propone dice relación con el abandono del sistema de prueba legal originalmente consagrado en el Código, así como del sistema de la apreciación de la prueba en conciencia establecido con posterioridad para algunos casos.

Se propone la adopción del sistema de la libertad probatoria en cuanto a la introducción de los medios al juicio, haciéndose expresa mención a la posibilidad de que se utilicen como medios de prueba todos aquellos mecanismos modernos por medio de los cuales resulta posible hacer constar hechos de manera confiable. En cuanto a la apreciación de la prueba, se propone la adopción del sistema de libre valoración de la prueba, único compatible con el reconocimiento de la autonomía de cada juez para adquirir la convicción sobre los hechos del caso. Se mantiene la exigencia de convicción del tribunal como estándar necesario para la condena.

Paralelamente al reconocimiento de la libertad del juez para valorización de la prueba, se enfatiza la necesidad de la explicitación de los razonamientos utilizados para el establecimiento de los hechos a partir de los diversos medios. Esta fundamentación debe constituirse en una de las exigencias más rigurosas para los jueces como único modo de garantizar el posterior control de sus decisiones, tanto

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por parte de los tribunales que conozcan de los recursos en contra de la sentencia, como por parte del conjunto de la sociedad.

Se propone también explicitar los límites negativos de la libertad de valoración con que cuentan los jueces, indicándose que ella no puede contradecir las reglas de la lógica, los conocimientos científicamente afianzados ni las máximas de experiencia.

7) Recursos

La concepción básica que inspira el régimen de recursos que el proyecto propone, implica un radical cambio en el sistema de controles de la actividad de los jueces penales. El modelo vigente funciona sobre la base de un muy intenso sistema de controles verticales. Prácticamente todas las decisiones de relevancia que un juez del crimen adopta son objeto de revisión, incluso sin reclamación de parte, por sus superiores jerárquicos. Este sistema, que se explica históricamente por la necesidad de controlar a un órgano único en primer instancia, con exceso de atribuciones, ha contribuido fuertemente a la irracionalidad administrativa del sistema, a la desvalorización de las decisiones del juez individual y a las ya mencionadas burocratización y pérdida de individualidad de la función judicial y su proyección pública.

Como se ha expuesto largamente en las explicaciones anteriores, el sistema propuesto plantea un conjunto mucho más complejo de órganos y de relaciones entre ellos en el nivel de la instancia general. A partir de este diseño, el sistema de controles de la actuación de cada uno de los funcionarios públicos que intervienen, está dado por la intervención de los otros en las distintas etapas del procedimiento. Estas han sido diseñadas precisamente con el objeto de evitar la concentración de facultades y lograr que cada una de las decisiones de relevancia sea objeto de consideración por más de uno de los órganos del sistema, así como de un debate previo con la mayor transparencia posible.

Los cambios más importantes que el proyecto propone se refieren a la apelación y a la consulta. Estos mecanismos de control no resultan en general compatibles con el nuevo sistema. La primera razón para ellos dice relación con la contradicción entre la forma de tramitación de esos recursos y la centralidad del juicio oral en el procedimiento propuesto. La vigencia de un sistema oral requiere que el fundamento fáctico de la sentencia provenga de la apreciación directa de las pruebas que los jueces obtienen en el juicio. En consecuencia, su revisión por parte de jueces que no

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han asistido al juicio y que toman conocimiento de él por medio de actas, lo priva de su centralidad, confiriéndosela, en cambio, a la tramitación del recurso de apelación.

Precisamente con el fin de mantener el principio de la centralidad del juicio oral, se propone que éste sea conocido por un tribunal colegiado de tres miembros. Con ello se obtiene que como regla general la sentencia sea objeto de una decisión colectiva, minimizándose la posibilidad de errores.

En cuanto a la apelación de las resoluciones que se dicten durante la instrucción, éstas tampoco podrán en general ser objeto de un mecanismo de revisión ante un tribunal superior. En la medida en que la instrucción pasa ser una etapa preparatoria del juicio, todo lo que en ella se resuelva tiene un carácter provisional y queda sujeto a la decisión definitiva que realizará el tribunal colegiado. Permitir la apelación significaría además de alargar y entrabar el trámite del procedimiento, otorgar excesiva relevancia a decisiones que sólo tienen sentido en cuanto permiten avanzar hacia el juicio.

No obstante, hay algunas situaciones en las que la apelación no ha podido ser evitada.

En primer lugar, están aquellos casos en que el tribunal de control de la instrucción dicta resoluciones que no siendo sentencias definitivas, ponen término al procedimiento, como son los sobreseimientos. En segundo lugar, están aquellas resoluciones que, aún siendo provisionales, afectan de modo irreparable los derechos de algunos de los intervinientes, como la que ordena la prisión preventiva respecto del imputado o en general aquellas que se refieren a medidas cautelares. En ambas situaciones ha parecido imprescindible que las resoluciones de un tribunal unipersonal sean revisadas por un tribunal con mayor número de integrantes, como es una sala de la Corte de Apelaciones.

El recurso fundamental que propone el proyecto es el de casación, como medio de impugnación de aplicación general en contra de las sentencias definitivas. Como norma general este será procedente ante la Corte Suprema, pero corresponderá ante la Corte de Apelaciones en los casos en que la sentencia definitiva sea dictada por un tribunal unipersonal como en los casos en que se falla en un procedimiento por faltas o en uno tramitado de manera abreviada.

La interposición del recurso de casación otorga a la Corte Suprema una competencia limitada para revisar la sentencia. Ella sólo puede ser ejercida en cuanto la propia sentencia o el procedimiento en el que se funda adolezcan de vicios originados en la violación de disposiciones legales o constitucionales. Con ello se

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cautela la intangibilidad de los hechos establecidos por el tribunal del juicio a partir de su percepción directa de la prueba.

En la regulación del recurso se ha buscado limitar la excesiva formalidad del mismo, restringiendo severamente la posibilidad de su rechazo por inadmisibilidad con base en defectos de ese tipo. Asimismo, se han mantenido algunas facultades del tribunal para casar de oficio la sentencia.

Se espera que por medio de la resolución de los recursos de casación, la Corte Suprema pueda desarrollar un proceso de estandarización en la aplicación de la ley por parte de los tribunales inferiores. Este desarrollo deberá abarcar no sólo la aplicación de la ley penal, sino también los parámetros de interpretación de la ley procesal para la determinación precisa de los estándares a los cuales debe apegarse el procedimiento.

Se ha incorporado expresamente la posibilidad de que por medio del recurso de casación puede revisarse la infracción de las normas constitucionales. Esa propuesta es coherente con la intención antes indicada de una incorporación creciente de las normas de la carta fundamental al desarrollo jurisprudencial en materia de procedimiento penal.

8) Procedimientos especiales y ejecución

El libro IV del proyecto trata de los procedimientos especiales y de la ejecución de las sentencias penales, entre los primeros ya ha sido abordado el procedimiento abreviado, respecto de los demás cabe señalar que el proyecto ha recogido en general los contenidos del Código de Procedimiento Penal vigente adaptándose a los principios y mecanismos propios del nuevo sistema.

Entre las innovaciones que vale la pena resaltar, se encuentra la incorporación de garantías básicas en el procedimiento aplicable a los inimputables por enajenación mental. Entre estas garantías se encuentran las de limitar las posibilidades de aplicación de una medida de seguridad a aquellos casos en que se acredite judicialmente la existencia de un hecho típico y antijurídico, el reconocimiento del derecho a defensa del afectado, la limitación de la duración de la medida aplicable al tiempo correspondiente a la pena mínima asignada al delito de que se trate y el establecimiento del control judicial de las medidas de seguridad.

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En cuanto a la ejecución de las sentencias, la innovación más importante se refiere al establecimiento del control judicial de la ejecución de las penas y medidas. Se otorga competencia al tribunal que dictó la sentencia para ejercer este control y para conocer de todas las solicitudes o reclamaciones que los afectados formulen con fundamento en normas de carácter penal o penitenciario.

Esta última horma viene a despejar cualquier duda existente sobre las facultades de los jueces para controlar la ejecución penal, abriendo amplias posibilidades de desarrollo para una actividad jurisprudencial destinada a fijar parámetros mínimos a las condiciones de vida intramuros, así como para controlar los aspectos más importantes de las decisiones que en el ámbito penitenciario se adoptan comúnmente.

La Reforma Procesal Penal

El Proyecto de Ley que mediante el presente mensaje se somete a la consideración del H. Congreso Nacional, es el inicio de una reforma integral al sistema procesal penal, tal como lo señaláramos al iniciar esta exposición de motivos.

Dicha reforma estará constituida además por otros cuatro Proyectos de Ley. El primero de ellos es el que crea el Ministerio Público como un órgano autónomo, por lo que contiene también algunas modificaciones al Ordenamiento Constitucional vigente.

En segundo término, enviaremos al Congreso Nacional un Proyecto de Ley que contendrá las modificaciones orgánicas que es necesario introducir a la actual estructura del Poder Judicial, para la cabal aplicación de la reforma procesal penal. En este proyecto se incluirá además el régimen de transición del sistema vigente al que se contiene en este Proyecto y que se aplicará una vez aprobado. Cabe señalar sobre este punto, que la experiencia comparada nos enseña que uno de los aspectos más complejos de la reforma procesal penal es el que se relaciona con la entrada en vigencia de las modificaciones que en su oportunidad serán aprobadas por el H. Congreso Nacional. Es por eso que incluiremos en este Proyecto la regulación necesaria. En todo caso, cabe señalar que el principio que regirá esta entrada en vigencia es la progresividad, la que no afectará los procesos iniciados con anterioridad a la aprobación del Proyecto, los que continuarán regidos por el Código vigente, hasta su culminación.

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En tercer lugar propondremos sustantivas modificaciones al actual sistema de defensa pública en materia penal, con el propósito de hacer realidad el principio de igual ante la ley, que constituye uno de los principios fundamentales que orienta este Proyecto.

Finalmente, presentaremos un Proyecto de Ley destinado a provocar las necesarias derogaciones a que debe dar lugar la aprobación del conjunto de Proyectos que configuran la reforma procesal penal.

Todas las iniciativas señaladas se sumarán a la tarea de desarrollar y consolidar nuestro sistema constitucional y democrático, que se inicia con el presente Proyecto de Ley que establece un nuevo Código de Procedimiento Penal.