Upload
others
View
1
Download
0
Embed Size (px)
Citation preview
E l C o l e g i o d e M é x i c o
C e n t r o d e E s t u d i o s S o c i o l ó g i c o s
Obedientes e insatisfechos Legitimidad y transición política entre los ciudadanos ordinarios
de la ciudad de México (1995—1997)
Tesis que presenta Nicolás Loza Otero para obtener el grado de Doctor en Ciencia Social con especialidad en Sociología
Director: Dr. José Luis Reyna Mayo de 2005
A Lina y Nicolás, mis papás
AGRADECIMIENTOS
Ésta investigación fue posible por la intervención de muchas personas e instituciones, a quienes quiero dejar constancia de
mi agradecimiento: por su beca para estudios doctorales al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología; del Centro de
Estudios Sociológicos de El Colegio de México a los doctores Orlandina de Oliveira, directora del Centro cuando ingresé
a su programa doctoral, a Roberto Blancarte, director actual, al doctor José Luis Reyna por su respaldo, a mis compañeros
de la séptima promoción y a Genoveva Berber por su valioso apoyo; de Servicios de Imagen y Publicidad S. C.
especialmente a Gerardo Moctezuma Barragán, con quien generé los datos que posteriormente se convirtieron en la fuente
empírica principal de mi análisis y a Claudia García Marañón que a la cabeza de un numeroso equipo de campo y oficina,
concretó la tarea; a María Eugenia Reyes del área Sociedad y territorialidad del Departamento de Ciencias Sociales de la
Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Xochimilco; de la Universidad Autónoma de Zacatecas a Sergio Espinosa
Proa que me ofreció un espacio de trabajo en que pude concluir la redacción de esta obra y a Luis Felipe Jiménez,
coordinador de mi programa docente; a mis sinodales, los doctores Meyer, Moreno y Temkin; a mis amigos,
particularmente a quienes acudí en mis frecuentes dudas de investigación que fueron de la música a la estadística, de la
teoría social a las leyes de la gramática, de la obediencia civil a la rebeldía infantil, de la edición a mi corrección, de la
angustia a la escritura, es decir a Santiago, Paco, Daniel, Jesús, Cristina, Alma, Gonzalo, Marina, Edgardo, Beatriz y
Álvaro. Y para terminar, porque están al principio de todo, a mi familia, en particular a mis padres, mi suegra, mis hijos
Julia y Nicolás Mateo, y por supuesto a Julieta
obedientes e insatisfechos índices
.
i
ÍNDICE GENERAL
Índice de cuadros iiiÍndice de gráficas iv
Siglas y acrónimos v
Prefacio 1
Capítulo I Obertura y dos fugas: el respaldo apático y sus mecanismos de explicación
13
Fuga primera: instrucciones de uso 17Fuga segunda: mecanismos y explicación en ciencias sociales 21
Obertura: el respaldo apático 25
Capítulo II Reduciendo la polisemia: creer y legitimar
49
Legitimar 51Creer y preferir 81
Motivos 106
Capítulo III Dimensiones del apoyo político actitudinal
117
Indicadores y umbrales 119¿Distinción o incoherencia? 139
Legítimos e impopulares 147La crisis latente: indicadores alternativos 166
Capítulo IV Los flujos del apoyo político: macro relaciones, micro mecanismos
117
Tema: el modelo de Weil y la legitimidad posrevolucionaria 173Primera variación: la dimensión longitudinal 188
Segunda variación: la micro dimensión 207
Capítulo V Estar y significar: ¿las fuentes de la distinción?
219
Las razones de la Revolución, las razones de la democracia 222Valores como razones: ciudadanos ordinarios y constelaciones de sentido 240
obedientes e insatisfechos índices
.
ii
Capítulo VI Información e interés: las mediaciones de la distinción
261
Medios de información y telepolítica 263Fuentes de información y evaluación de la autoridad 281
Conciencia política y fuentes de información 288Información y recursos 304
Capítulo VII Creencias y acciones: juzgar y votar
311
Disposición y acción 313Participar, apoyar 322
Crítica actitudinal y acción política 335
Capítulo VIII Conclusiones. Los micro mecanismos del respaldo:
explicaciones y complicaciones
357
Explicaciones 358Complicaciones 366
Bibliografía vAnexo I. Fuentes y procedimientos xxxi
Anexo II. Cuestionario principal lxixAnexo III. Guía de uso del disco compacto lxxv
obedientes e insatisfechos índices
.
iii
ÍNDICE DE CUADROS
Cuadro II/1. Expresiones simplificadas de las formas de legitimidad 70
Cuadro II/2.Esquema analítico de la formación de creencias 98
Cuadro II/3. Mecanismos de interacción entre creencias y preferencias 105
Cuadro III/1. El apoyo político: indicadores de las variables dependientes 129
Cuadro III/2. Dimensiones del apoyo político: correlaciones 143
Cuadro IV/1. Los flujos del apoyo actitudinal 175
Cuadro IV/2. Desempeño económico del régimen, confianza institucional y evaluación de los partidos políticos (1995-1997)
191
Cuadro IV/3. Correlaciones entre apoyo político, desempeño económico del régimen, confianza institucional y evaluación de los partidos políticos
205
Cuadro IV/4. Evaluación transversal del modelo de Weil 213
Cuadro V/1. Legitimidad en transición 237
Cuadro V/2. Fuentes de legitimidad 242
Cuadro V/3. Orientaciones democráticas en tres indicadores 247
Cuadro V/4. Evaluación de las autoridades, fuente de legitimidad, predisposiciones y edad (correlaciones)
253
Cuadro V/5. Fuentes de legitimidad, predisposiciones y apoyo actitudinal 257
Cuadro VI/1. Principal fuente de información. Declaración de los entrevistados
(porcentajes)
266
Cuadro VI/2. Cobertura televisiva de las campañas electorales (1988-1997) 277
Cuadro VI/3. Legitimidad y fuente principal de información declarada (porcentajes de respuestas positivas)
287
Cuadro VII/1. Intención de voto, respaldo actitudinal y evaluaciones de la economía DF, julio de 1997 (coeficientes de regresión logística)
351
Cuadro VIII/1. Tomografía de la legitimidad 362
Cuadro VIII/2. Indicadores de legitimidad estricta: revisión crítica de las motivaciones 371
Cuadro VIII/3. Dimensiones no consideradas 373
obedientes e insatisfechos índices
.
iv
ÍNDICE DE GRÁFICAS
Gráfica II/1. Esquema analítico de la acción 84
Gráfica III/1. Junio de 1997: siete dimensiones del apoyo político 141
Gráfica III/2. 1995-1997: siete dimensiones actitudinales del apoyo político 148
Gráfica VI/1. Apoyo actitudinal al sistema político, principal fuente de información y nivel de conciencia política (efectos de la interacción; probabilidades)
300
Gráfica VI/2. Apoyo actitudinal a la presidencia, principal fuente de información y nivel de conciencia política (efectos de la interacción; probabilidades)
302
Gráfica VI/3. Legitimidad del PRI, principal fuente de información y nivel de conciencia política (efectos principales y de la interacción; probabilidades)
303
Gráfica VII/1. Participación y voto PRI: México y ciudad de México (1961-1997) 329
Gráfica VII/2. DF: resultados y tendencias electorales 1961-1997 341
Gráfica VII/3. DF: intenciones efectivas de voto, 1995-1997 343
obedientes e insatisfechos siglas y acrónimos .
v
SIGLAS Y ACRÓNIMOS
PRI Partido Revolucionario Institucional
PAN Partido Acción Nacional
PRD Partido de la Revolución Democrática
EZLN Ejército Zapatista de Liberación Nacional
EPR Ejército Popular Revolucionario
FDN Frente Democrático Nacional
IFE Instituto Federal Electoral
SEGOB Secretaría de Gobernación
ARDF Asamblea de Representantes del Distrito Federal
IPN Instituto Politécnico Nacional
UIA Universidad Ibero Americana
ITESO Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Occidente
ACMDH Academia Mexicana de Derechos Humanos
DF Distrito Federal
PIB Producto Interno Bruto
PNUD Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo
UNESCO United Nations Educational, Scientific and Cultural Organization
AGEB Área Geo Estadística Básica
SPSS Statiscal Package for Social Sciences
obedientes e insatisfechos prefacio .
1
PREFACIO
El más fuerte no lo es jamás bastante para ser siempre el amo o señor,
si no transforma su fuerza en derecho y la obediencia en deber
Juan Jacobo Rousseau1
En la segunda mitad de la finisecular década de los noventa, el sistema político
mexicano acogió los acuerdos que terminaron por cambiar su rostro, poniendo fin a poco
más de veinte años de reformismo electoral. Con reglas acordadas un año atrás, en la
elección de 1997 el todavía dominante PRI perdió la mayoría en la Cámara de diputados, el
control unificado del Congreso de la Unión y la jefatura de gobierno de la capital del país.
Lo que en 1977 empezó como liberalización, pasando por la creciente competitividad y
competencia electorales en contiendas locales, la crisis sucesoria de 1988 y el
conmocionado final sexenal de 1994, terminó con la democratización efectiva de las reglas
de competencia y acceso al poder. No hubo guión –¿habría que decirlo?– ni el desenlace
tendría que haber sido el que fue. Pero al final de ésta trama, la ciudad de México fue actor
estelar ya que mientras las distintas reformas electorales incidían sobre las reglas de la
competencia en todas las entidades de la República, en el DF, a pesar de la gran
competitividad electoral que experimentaba, o precisamente por ella, sólo hasta 1996 se
eliminó la excepción que impedía a sus pobladores votar libremente por sus autoridades
locales.
obedientes e insatisfechos prefacio .
2
Obedientes e insatisfechos es una exploración de las actitudes, creencias y
opiniones de los pobladores adultos del DF respecto a la autoridad del presidente de la
República, el PRI y el sistema político en los años de 1995 a 1997; dicho de otro modo, es
un estudio sobre las creencias de los citadinos en la legitimidad y desempeño del viejo
régimen político y dos de sus figuras arquetípicas, antes y después de las reformas de 1996
y con mucha proximidad a la elección de 1997. Y aunque la legitimidad y el apoyo
actitudinal fueron las variables dependientes del estudio, en el último capítulo de la obra
examiné las consecuencias electorales de estas creencias.
La primera intención de realizar algo parecido a ésta investigación, la concebí en
1991 bajo la influencia eficiente del litigo electoral mexicano de 1988, la disolución del
bloque soviético y paradójicamente, la teoría de la cultura política. Para entonces, me
proponía estudiar los procesos de legitimación del sistema político mexicano —entre élites
y ciudadanos ordinarios— postulando secuencia causal entre pérdida de legitimidad y
cambio político. La paradoja radicaba en que el cisma de 1988 en el país y el derrumbe del
comunismo en el mundo, desafiaban no sólo las teorías culturalistas sino la capacidad
predictiva de muchas otras, por lo que tras mis primeras incursiones, las explicaciones
contingentes de las democratizaciones vulneraron mi ingenuo tejido de intuiciones y
herramientas, conduciéndome a una suerte de sustitución del instrumental, toda vez que mi
interés —el contexto actitudinal del cambio político— prevalecía.
De esta conversión, el individualismo metodológico y la teoría de la elección
racional fueron las elecciones claves, suscritas en sus versiones más débiles, toda vez que
1Juan Jacobo Rousseau, El contrato social. México: UNAM, 1984, p. 10
obedientes e insatisfechos prefacio .
3
acepto entidades agregadas en el análisis y renuncio al supuesto de mono motivación —
racional— de la acción. El corolario no podía ser mas que explicar mediante mecanismos, o
lo que es lo mismo, dar cuenta de los macro estados sociales a través de la interacción de
conductas y creencias individuales, identificando cadenas causales diversas y aceptando la
indeterminación. En medio de estos ajustes intelectuales, la oportunidad de realizar con
plena libertad doce estudios muestrales a pobladores adultos del DF entre 1995 y 1997, no
podía mas que traducir el estado de mis intereses, obligándome a reducir a las actitudes,
creencias y opiniones de los ciudadanos ordinarios del DF mi campo de observación.
Si la legitimidad es un mecanismo de la obediencia, la legitimidad misma es
producto de sus propios mecanismos, de los que da cuenta la explicación weberiana clásica
que implica la máxima interna carente de motivos utilitarios, a su rival instrumental en las
teorías de la elección racional, pasando por la posibilidad del juicio equivocado, la opinión
racional construida por la heurística de los atajos, la ilusión, la reducción de disonancia
moral o expresiva, la imitación, la interiorización, la redención, la voz o la salida, el uso
social, la tradición o la costumbre, entre otros. Dicho de manera diferente: en lo individual
concedemos mayor o menor legitimidad al poder político que amamos, que tememos, que
nos conviene, que juzgamos constituido y practicado conforme a reglas que compartimos
racional y/o emocionalmente, al que anteriormente descalificamos y ahora preferimos, del
que nadie disiente en público, al que tuvo la oportunidad de inculcarnos sus valores, porque
así lo hicieron nuestros ancestros, lo hacen los contemporáneos o suponemos que lo harán
nuestros descendientes. Y esta creencia en el derecho de mando y el deber de obediencia,
será más intensa en razón de los elementos afectivos, cognoscitivos, normativos y
obedientes e insatisfechos prefacio .
4
conductuales involucrados. Legitimar al partido Z, al gobernante Y o al régimen X, así
como la solidez y grado de la creencia, serán siempre un problema empírico que sólo podrá
explicarse en las combinaciones peculiares de micro mecanismos. Y si esta
indeterminación fuera poca, no siempre haremos lo que creemos ni lo que sentimos, ni lo
que creemos racionalmente concordará con sus antecedentes o productos emocionales, ni
hacemos aquello por lo que ni para lo que creemos, sentimos o pero aún, verbalizamos.
En el agregado, el resultado de ésta multiplicidad de disposiciones individuales no
será que el gobierno en cuestión tenga o carezca por completo de legitimidad sino que la
tendrá en alguna medida, además de que no estará garantizada la sobre vivencia del
dominio de los gobernantes legítimos –amados, temidos, reconocidos–ni el derrumbe de los
ilegítimos –sólo temidos, odiados, reprobados–, por lo que atender satisfactoriamente el
problema de la transformación política reclamaría una investigación más allá del respaldo
actitudinal, lo que no es el propósito de éste trabajo aún y sabiendo que cuando el cambio
político sucede, por una razón teórica casi en el sentido común mas que evidente
empíricamente, volteamos a la legitimidad, de la misma manera en que una sociedad
cruzada por la discusión sobre la autoridad sugiere la posibilidad de experimentar cambios
en su gobierno.
Para mi caso de estudio, puede suponerse que las transformaciones en el régimen
pasaron, aunque no necesariamente iniciaron, por la erosión de su legitimidad –en este
caso, la creencia compartida en la supremacía de una regla que concede derecho de mando
y deber de obediencia– entre importantes segmentos de la élite política, quienes quizá
porque estratégicamente desde cargos de privilegio visualizaron el estrechamiento de la
obedientes e insatisfechos prefacio .
5
movilidad en las alturas –Jesús Reyes Heroles y los reformistas de 1976– o porque bajo las
viejas reglas no alcanzarían posiciones relevantes –la Corriente Democrática del PRI en
1987– apelaron a las normas democráticas, redimiéndose de las revolucionarias y
sumándose a otros segmentos de la élite, antes marginales –los comunistas y la izquierda
democrática, pero especialmente los panistas– que también profesaban esas normas. Las
novedosas creencias de la élite y el declive en los rendimientos sociales del antiguo
régimen, se asociaron a problemas de respaldo actitudinal, que conforme a mi propia
investigación en el DF de los noventas, no se dirigían a la legitimidad de las autoridades y
mandatos del régimen sino a la autoridad y popularidad del PRI y la evaluación de los
rendimientos gubernamentales, colocando al sistema en condiciones de un mediocre
respaldo apático –aprobación racional sin involucramiento afectivo ni normativo– o bien,
como en el caso del PRI del DF, en crisis de legitimidad. Así, quizás por esta dualidad –
consenso en la legitimidad del régimen y el presidente, disenso en su evaluación
instrumental y en la legitimidad del PRI– y las probables características del respaldo –
opinión racional desvinculada de cualquier carga afectiva– el cambio político transitó por
las vías instituidas, pero en contra de la figura electoral del pasado.
La obra está organizada en ocho capítulos consecutivos, cuyos contenidos
sustantivos podrían agruparse en tres divisiones imaginarias: éste prefacio, la introducción
y las conclusiones sintetizan el argumento y su sustento, brindando elementos
conceptuales, teóricos, operacionales y empíricos; los capítulos dos y tres, son de
naturaleza conceptual, teórica y operacional; y los capítulos cuatro al siete, son
esencialmente empíricos, aunque convencido de la inexistencia de los hechos objetivos, las
obedientes e insatisfechos prefacio .
6
teorías y conceptos que corresponden a sus contenidos amplían siempre lo esbozado en la
parte teórica, que espero no resulte del todo separado de lo empírico. Aparte, en el Anexo I
especifico la metodología para generar los datos originales de la investigación, amplío la
información sobre la operacionalización y creación de variables, el fraseo exacto de
preguntas y respuestas y los estadísticos empleados para el análisis, proporcionando
elementos para utilizar la base de datos analizada exhaustivamente, entregada también en
soporte electrónico como parte del Anexo III. En el Anexo II incluyo el cuestionario del 12º
estudio realizado en junio de 1997 a una muestra probabilística de pobladores del DF de 18
años y más. Y el Anexo III consiste de un disco compacto con los archivos digitales tanto
del texto como de la base de datos del estudio, así como una breve guía para el usuario.
En el capítulo introductorio, presento como en cualquier obertura, los temas que
trataré a lo largo de la obra, tanto los conceptuales, teóricos e incluso operacionales, cuanto
los empíricos. Pero a la vez, ofrezco las preguntas generadoras de la investigación y añado
dos fugas: una en que estipulo mi vocabulario básico y otra en que expongo mi
comprensión y uso de la explicación mediante mecanismos. En ese capítulo, como en el
presente prefacio y las conclusiones, hago un uso discrecional del aparato crítico incluso
omitiéndolo, toda vez que en los capítulos dos al siete las referencias quedan
completamente documentadas.
El capítulo segundo consta de tres partes: en la primera, exhibo la polisemia del
concepto de legitimidad, intentando someterlo con tres criterios de clasificación, lo que me
sirve para estipular mis propias definiciones y situarlo en el más amplio campo de las
creencias. En la segunda abordo creencias y preferencias, individuales y sociales: en este
obedientes e insatisfechos prefacio .
7
pasaje, mi objetivo no es definir operacionalmente o articular una teoría sobre las creencias
y sus relaciones con la conducta, sino confeccionar la heurística de mi análisis, mediante la
presentación de un amplio pero no exhaustivo elenco de micro-macro-micro mecanismos.
En la tercera parte examino las motivaciones, íntimamente vinculadas en su tratamiento al
de las creencias. La segunda como la tercera parte se anudan en un mismo argumento: las
formas y consecuencias de las creencias individuales y sociales subyacen a todo fenómeno
social y constituyen uno de los ejes de una explicación sociológica mediante individuos.
El capítulo tercero se integra de cuatro partes. En la primera resuelvo el componente
operacional de la investigación, esto es, presento mis indicadores actitudinales de la
legitimidad, para anotar aquí mismo algunas de las escalas de significación que utilizaré en
la descripción de los datos. Después, ofrezco una primera estampa diacrónica del respaldo
político actitudinal de los pobladores adultos del DF al régimen y a sus piezas en 1997,
enfocándome sin embargo en el asunto de las convergencias y divergencias entre los
indicadores de legitimidad en sentido estricto y las evaluaciones utilitarias. En la tercera
sección, describo la evolución de seis indicadores del apoyo actitudinal entre 1995 y 1997,
recurriendo a comparaciones históricas e internacionales. Para terminar, repaso otros
indicadores del apoyo que sin embargo no fueron considerados para los capítulos
siguientes.
El capítulo cuarto lo organicé en tres partes, que van de las macro relaciones
agregadas, a la heurística de los micro mecanismos. En la primera presento el modelo base
de Weil, sus variables, relaciones y su traducción al caso mexicano, aunque también lo
aprovecho para considerar algunas propuestas alternativas. En la segunda sección describo
obedientes e insatisfechos prefacio .
8
el estado de las variables independientes del modelo en la ciudad de México en los años de
1995 a 1997, la mayoría actitudinales, aunque añadí tres situacionales para construir la
primera variación que consiste en una exploración longitudinal con datos agregados en
donde también comparo los indicadores situacionales y actitudinales de la marcha
económica del país y sus efectos sobre la popularidad presidencial, la satisfacción con el
funcionamiento del sistema y las actitudes hacia el PRI. Y aunque se trata de relaciones
entre variables agregadas, voy apuntando los micro mecanismos que podrían estar
generando el macro estado descrito. En esta parte no examino los indicadores de
legitimidad estricta del sistema y la presidencia porque en mi serie de doce estudios
muestrales sólo los apliqué cuatro veces y no existen razones teóricas para suponer grandes
variaciones. Por último, en la tercera sección del capítulo ofrezco la segunda variación del
modelo, misma que se centra en el micro análisis, pues consta del tratamiento transversal
de datos actitudinales individuales en donde además distingo los efectos de las
evaluaciones de bolsillo retrospectiva y prospectiva sobre los indicadores de respaldo
político. Al término, reflexiono sobre las paradojas y significados de los resultados
presentados, dadas las condiciones de transición que para esos años experimentó el régimen
mexicano.
El capítulo quinto consta de tres partes. La primera es un relato, descriptivo e
interpretativo que da cuenta de las fuentes de legitimación que usualmente se atribuyeron al
sistema post revolucionario, entendidas como formas de la retórica pública o constelaciones
de sentido y creencias colectivas, distinguiendo las democráticas de las que no lo son,
planteando la manera en que se combinaron antes y durante los años de la democratización
obedientes e insatisfechos prefacio .
9
e identificando los posibles micro mecanismos que explicarían sus transformaciones en la
élite política. En la segunda parte, regreso a los ciudadanos ordinarios, describiendo
primero sus declaraciones en torno a los valores políticos que gravitarían en sus
justificaciones del mando y la obediencia para después, en la tercera y última parte,
examinar las diferencias que genera en los juicios sobre el desempeño y la legitimidad de la
autoridad estar en una u otra de las constelaciones de sentido, abriendo mi foco de atención
a los efectos de la confianza interpersonal, la orientación al cambio, la ideología, la
identidad partidaria y la edad de los individuos sobre mis variables dependientes.
En el capítulo sexto atiendo la información una de las progenitoras, junto con las
predisposiciones, de la opinión política según Zaller. Y de la muy amplia relación entre
información y juicio político, especialmente respaldo actitudinal, particularizo en tres
asuntos que trataré en otras tantas secciones: para empezar, describo tomando como eje mis
propias fuentes primarias, el uso de los medios de información política, registrando los
cambios en la disponibilidad de información ocurridos en esos años; en segundo lugar,
presento los efectos del uso de distintas fuentes de información en las evaluaciones del
régimen, la presidencia y el PRI, y en tercer lugar construí un índice de conciencia política
cuyos efectos sobre el respaldo actitudinal también fueron examinados en interacción con
las fuentes de información. En una cuarta y última sección, considero otros recursos como
la organización, escolaridad, ingresos e incluso el género de mis entrevistados. Finalmente,
aunque mi interés principal eran las maneras en que los personas se informan, qué tan
enteradas están de los asuntos públicos y cuáles mecanismos explicativos de los vínculos
entre información y juicio político podrían auxiliarme, referiré también macro variables o
obedientes e insatisfechos prefacio .
10
estados estructurales asociados a los contenidos y formas noticiosas de los medios de
comunicación, particularmente la televisión, así como otros indicadores vinculados a la
disponibilidad de recursos.
En la primera parte del capítulo séptimo, describo las respuestas de mis
entrevistados respecto a las posibles conductas políticas que derivan de sus opiniones,
aprovechando para presentar mi argumento en torno al tránsito de las actitudes en acciones.
En la segunda, describo las tasas de participación electoral y voto por el PRI entre los
mexicanos y particularmente los capitalinos durante la segunda mitad del siglo XX,
significando el vínculo entre procesos electorales y legitimación política, lo mismo en el
antiguo régimen que en los años de la transición, lo que implica reflexionar en torno a los
incentivos que los cambios en el régimen electoral produjeron tanto para las élites políticas
como para los votantes, así como en la semántica de la participación y preferencia
electorales. En la tercera y última sección, a través de datos individuales, examino la
relación entre mis indicadores de apoyo político y las preferencias electorales de los
capitalinos en junio de 1997, controlando el análisis con la inclusión de otros indicadores
predisposicionales, sobre niveles de información y sociodemográficos, sin pretender
modelar el comportamiento de los capitalinos en la elección de ese año, sino identificar los
efectos del apoyo político actitudinal a las autoridades en la conducta electoral.
En el capítulo octavo presento mis conclusiones tentativas, divididas en dos partes;
en la primera, ofrezco ocho explicaciones de los generadores del respaldo actitudinal para
otras ocho figuras de autoridad; en la segunda, intento resumir las limitaciones de la
obedientes e insatisfechos prefacio .
11
investigación, las preguntas que no pude responder y las nuevas interrogantes que derivan
de éste trabajo.
obedientes e insatisfechos i. obertura y dos fugas .
13
CAPÍTULO I OBERTURA Y DOS FUGAS:
EL RESPALDO APÁTICO Y SUS MECANISMOS DE EXPLICACIÓN
Cuando el Príncipe entra en comunicación con sus súbditos (...)
la cuestión no es saber quién gobierna realmente en el fondo y de qué modo lo hace:
la única cuestión es saber quién tiene derecho de hablar como soberano,
no teniendo los otros más derecho que a escuchar
Paul Veyne1
Si la legitimidad de un orden político es cuestión de creencias, ésta es una
investigación acerca de las creencias de aquél Otro, que en el dicho extremo de Veyne, no
tiene más derecho que escuchar al Soberano. Pero si la legitimidad es la creencia particular
en el derecho de mando del gobernante y el deber de obediencia del gobernado,
necesariamente involucra asuntos generales a las creencias, como sus procesos
cognoscitivos y emocionales, las fuentes y medios por los que se consume la informaciones
o las acciones que provoca o inhibe. Y al margen de las creencias en el centro, lo demás
tampoco es lo de menos, es decir, el espacio tiempo del estudio, la manera de construir y
dar cuenta del vínculo entre unos estados sociales y otros, entre estados sociales y actores,
creencias y acciones, así como de la formación misma de las creencias, implicaron
elecciones teóricas, metodológicas y empíricas que condicionaron mis interrogantes,
1Paul Veyne, “El individuo herido en el corazón por el poder público”. Paul Veyne y otros, Sobre el individuo. Barcelona: Paidós, 1990, p. 20
obedientes e insatisfechos i. obertura y dos fugas .
14
observaciones, respuestas y también lo que ni siquiera pude preguntarme, ya no digamos
mirar o suponer.
De acuerdo a mis intenciones, si en este trabajo logro ofrecer un argumento claro,
convincente y productivo de lo que es la legitimidad, algunas de las maneras en que se
genera tanto individual como colectivamente y de sus efectos sobre otras creencias y
conductas, lograré uno de mis dos objetivos teóricos principales; el otro, lo alcanzaría si
vinculo fluida y explicativamente las dimensiones micro-macro-micro del fenómeno. En
ambos casos, la forma del argumento será identificar los mecanismos en operación, sus
nexos con otros mecanismos y las condiciones de su existencia.
A la vez, si articulo una explicación del estado que guardaba el apoyo actitudinal al
régimen político, al PRI y a la presidencia de la República entre los ciudadanos ordinarios
del DF de 1995 a 1997, los efectos de los juicios económicos, la confianza institucional, la
evaluación a los partidos, los valores y predisposiciones políticas de las personas, las
fuentes de información que utilizaban y sus niveles de pericia e interés políticos sobre la
legitimidad en sus sentidos amplio y estricto, así como de éstas sobre la dinámica del
cambio político y en particular la preferencia electoral, es decir, si identifico los
mecanismos explicativos de la legitimidad entre los pobladores adultos de la ciudad de
México y sus efectos electorales, cumpliría mis objetivos empíricos.
¿Cómo dar cuenta de la legitimidad del sistema político mexicano en los años de su
transición entre los ciudadanos ordinarios del Distrito Federal? ¿cuál fue la génesis de ésta
creencia?, ¿qué micro mecanismos se involucraron? ¿cómo reconocer sus efectos sobre
otras creencias y acciones? ¿cuál fue la relación entre creencias individuales y colectivas?
obedientes e insatisfechos i. obertura y dos fugas .
15
¿qué teorías explican la manera en que se fortalece o debilita, gana o pierde legitimidad por
parte de una figura? ¿qué juicios acerca del contexto social, político y económico de un
individuo influyen sobre el respaldo actitudinal que expresa hacia las autoridades? ¿existen
diferencias generadoras de la legitimidad entre juicios de hecho, evaluativos,
predisposiciones o valores, entre otros? ¿qué papel juega la información y sus fuentes en la
confecciones del respaldo actitudinal? ¿qué procesos cognoscitivos y motivacionales
involucra el juicio político? ¿hay determinantes sociales de la legitimidad? ¿podemos
hablar de determinantes incluso? ¿cuál puede ser el nexo entre las diferencias
sociodemográficas en los niveles de legitimidad del régimen, la presidencia y el PRI y otros
micro mecanismos generadores de la creencia? ¿podrían identificarse efectos regulares de
la erosión de la legitimidad sobre las creencias, disposiciones hacia la acción y las acciones
políticas de las personas? ¿cuál fue la relación entre legitimidad y cambio político al menos
en la ciudad de México entre 1995 y 1997?
Para responder, en este trabajo primero me aclaré qué es la legitimidad, cuál es su
cobertura semántica, qué tradiciones existen en su estudio y cuál es la dimensión
epistemológica de su tratamiento, al tiempo que construí una heurística de búsqueda con
base en sucesivas elecciones teóricas y algunas inquietudes esencialmente empíricas. Para
trabajar mi caso histórico, también enfrenté el desafío operacional de elegir y construir
indicadores, así como significar cifras y distinciones. Con estas herramientas, describí el
apoyo discursivo de los pobladores adultos de la ciudad de México al sistema político, la
presidencia y el PRI entre 1995 y 1997, comparándolo de manera no sistemática con datos
de ciudadanos ordinarios de otros estados de la República, todo el país e incluso otros
obedientes e insatisfechos i. obertura y dos fugas .
16
países, pero también con las opiniones de miembros de la élite política, tratando de
responder sistemáticamente qué tanto influyeron en el respaldo actitudinal los juicios sobre
la economía, la confianza en las instituciones, la evaluación a los partidos, los valores y
predisposiciones políticas, las fuentes de información y los niveles de conciencia política.
Por último, intenté examinar la relación inversa, es decir, qué influencia tuvo la legitimidad
del régimen y sus piezas en el comportamiento electoral de los citadinos.
Por supuesto, antes de tomar las pistas que me llevaron de la legitimidad al voto,
realicé la elemental tarea de revisar mapas e indicaciones de ruta generales, reconocer las
brechas y caminos, suponerme transitándolos, sentir el error para después desandarlos y
finalmente elegir, o más bien, descubrirme con el mapa que a mi juicio ofrecía la mejor
combinación de claridad, sencillez y potencia. Ese mapa, que en buena medida es mi mapa
porque sobre sus trazos aparecen los míos, es producto de la experiencia de investigación,
de mis intereses teóricos y empíricos, de mis limitaciones y alcances. Esta es mi imagen de
la teoría en el proceso de investigación: no sólo una guía para no perderse, sino también
para buscar.
A la puerta de entrada de obedientes e insatisfechos aparecen las preguntas ¿qué es
la legitimidad? y ¿cómo estudiarla? La primera es particular a ésta investigación, por lo que
es ampliamente tratada en el capítulo siguiente y resumidamente contestada en la
presentación de temas de esta obertura; la segunda, al involucrar el cómo, comporta un
componente general a la investigación sociológica que no será atendido en particular en los
capítulos siguientes, por lo que quisiera responderla, al menos parcialmente, en una fuga –
la segunda de esta introducción– sobre la explicación mediante mecanismos. Pero antes de
obedientes e insatisfechos i. obertura y dos fugas .
17
enfrentar ambas problemáticas, ofreceré una fuga –la primera– estipulativa, una suerte de
instrucciones de uso en que presento mis tuercas y tornillos para facilitar su posterior
reconocimiento. Como lo advertí en el prefacio, en la obertura propiamente no incluyo el
aparato crítico de los autores y posturas referidas, pues en los capítulos siguientes lo hice
con suficiente extensión y detalle. En cambio, en mi fuga sobre la explicación por
mecanismo, ofrezco las llamadas bibliográficas con la debida ortodoxia.
Fuga primera: instrucciones de uso
Aunque la lectura de este trabajo podría esclarecer la manera en que utilizo y en
algunos casos por qué utilizo conceptos como legitimidad, respaldo y apoyo actitudinales,
disposiciones, discursividad, opiniones, propuestas de opinión, creencias y preferencias,
intenciones, motivaciones, acción, conducta, comportamiento, intención de voto,
ciudadanos ordinarios, mecanismos, micro mecanismos, macro mecanismos, micro—
macro, racionalidad, individualismo metodológico, cognición, conciencia política, viejo
régimen, transición, régimen, sistema político y otros más, prefiero hacer un sencillo
apunte aclaratorio, del todo preliminar y pragmático, indiferente al aparato crítico y al
recurso de autoridad, sin intenciones polémicas ni conclusivas, con la simple finalidad de
facilitar la comprensión del material, estipulando la semántica de mi vocabulario básico,
algo así como los sonidos elementales de mi instrumental.
Cuando diga legitimidad nombraré normalmente lo que más adelante llamo
legitimidad en sentido estricto, que son las creencias compartidas por gobernantes y
gobernados en el derecho de mando de los primeros y el deber de obediencia de los
obedientes e insatisfechos i. obertura y dos fugas .
18
segundos. Por su parte, cuando mencione respaldo o apoyo actitudinales referiré tanto la
legitimidad estricta como otras creencias y disposiciones que favorecen a los gobernantes,
como podrían ser la confianza o el entusiasmo, pero que en el caso de ésta investigación
implican la popularidad presidencial retrospectiva y prospectiva así como la satisfacción
que el desempeño del régimen produce entre sus gobernados: a estas tres evaluaciones,
también les he llamado legitimidad en sentido amplio.
En este trabajo actitudes, creencias, opiniones, propuestas de opinión, disposiciones
y discursividad son virtualmente sinónimos. Estoy conciente, como lo expondré en los
capítulos subsiguientes, que entre unas y otras hay diferencias analíticas que sirven como
señas de identidad de distintas tradiciones teóricas y refieren la consistencia y
multidimensionalidad de lo dicho, por lo que aclaro que la manera más precisa de
entenderlas es como propuestas de opinión en los términos de Zaller, añadiendo que hay
propuestas más consistentes, duraderas o multidimensionales –afectivas, cognoscitivas,
normativas– que otras, más fugaces, inconsistentes y unidimensionales, en el mismo
continuo que va de la robusta actitud a la efímera propuesta de opinión. La misma tensión
en cuanto a semejanza y distinción aplicaría para los términos de conducta,
comportamiento y acción; es decir, conciente de sus diferencias, utilizo los términos como
sinónimos, pero el sentido que les imprimo es el de acción inspirado en la obra de Weber.
Por el contrario, aunque entre motivaciones, preferencias e intenciones existen distinciones
de grado que preciso más adelante, en general las utilizo de manera diferenciada: las
motivaciones como motores típico ideales de la acción y las preferencias e intenciones
prácticamente como sinónimos, aunque no lo sean, que asocian la reflexividad del actor a la
obedientes e insatisfechos i. obertura y dos fugas .
19
direccionalidad de su acción. En la relación entre discursividad y conducta –nótese,
conforme a lo apuntado, que bien pude decir opiniones y acciones– la intención de voto es
un ejemplo de actitud –opinión, disposición, propuesta de opinión– próxima a la acción,
que puede tomarse como proxy de la acción.
El término de ciudadanos ordinarios fue la manera no original –las tradiciones
auxilian, diría Alexander– de referir al conjunto de los gobernados en la ciudad de México,
fueran o no ciudadanos y fueran más o menos ordinarios o no lo fueran del todo. Como se
advertirá, éste concepto lo utilicé como sinónimo de adultos, pobladores de 18 años y más,
a veces incluso –en el extremo de la laxitud– como votantes, pero el sentido que realmente
tiene es el de individuos de 18 años y más que viven en el DF, voten o no, estén o no
empadronados, sean ciudadanos con credencial de elector o sin ella.
De los mecanismos nada diré en esta fuga, pues apenas en la siguiente me dedicaré
por entero a presentarlos, pero advierto que racionalidad es utilizada como el mecanismo –
o micro mecanismo– eje de la investigación. Un eje, sin embargo, relativamente sui
generis, pues lo debilito con otras formas de cognición, como los atajos informativos o las
corazonadas, considerando motivaciones más allá del auto interés. Además, los ciudadanos
ordinarios pueden estar, como decía Downs, racionalmente desinformados de política y
funcionar a la perfección en este ámbito, por lo que utilizo el concepto de conciencia
política de Zaller, entendiendo el conjunto de saberes y prácticas políticas que los
individuos tienen. En la lógica de los mecanismos, el individualismo metodológico es la
convicción de que explicar implica bajar al nivel inferior de agregación, aunque debilitados
sus supuestos acepte la existencia de propiedades emergentes de los sistemas de
obedientes e insatisfechos i. obertura y dos fugas .
20
interacción. Por otro lado, porque acepto la inexistencia de macro mecanismos sociales,
pues la explicación por mecanismos identifica al agente activo mediante las relaciones
individuo—individuo, individuo—sociedad, sociedad—individuo e incluso fenómenos intra
individuales y nunca el nexo sociedad—sociedad –en tanto que ésta es una abstracción–
usaré los términos micro mecanismo y mecanismo, para enfatizar las propiedades atómicas
o moleculares, según sea el caso, de la explicación. En esta lógica, la concatenación de
mecanismos será la forma de establecer el vínculo micro—macro, entendiendo a la primera
como la dimensión individual e interaccional de la vida social y a la segunda como los
estados sociales que la dimensión micro genera pero no agota, en tanto que la
concatenación de micro mecanismos aludirá la dimensión individual e intra individual de la
vida social –creencias, motivos e intenciones–.
Por viejo régimen entiendo el arreglo político institucional con que se reguló la
disputa, acceso y ejercicio del poder en el México post revolucionario, al menos de los años
treinta a los setenta del siglo XX y que en la arena electoral tuvo como rasgo distintivo la
celebración de elecciones regulares, sin la existencia de un dispositivo legal e institucional
que permitiera que fueran verdaderamente competidas. Por transición denoto el proceso de
cambio político gradual y pacífico, que transforma un régimen en otro sin que haya ruptura
institucional y que se caracteriza principalmente por los altos niveles de incertidumbre en
las reglas vigentes. En México, el viejo régimen liberalizó parcial y limitadamente su
sistema electoral en 1977, ofreciendo las condiciones institucionales en que se procesaría la
transición política, que en la arena electoral consistió en la integración de los dispositivos
necesarios para celebrar elecciones democráticas y cuya culminación fue la ley electoral de
obedientes e insatisfechos i. obertura y dos fugas .
21
1996 bajo la cual se realizaron las elecciones federales de 1997, en que el PRI perdió el
control unificado de las cámaras del Congreso de la Unión y el PRD ganó la Jefatura de
Gobierno del DF, así como las de 2000, en que el PAN ganó la presidencia de la República,
el PRD repitió en el gobierno de la ciudad de México y el PRI en su condición de minoría
más grande en la Cámara de diputados federales.
Finalmente, cuando escriba régimen entenderé las reglas escritas que regulan la
lucha, formas de acceso y ejercicio del poder político, algo semejante al orden formal de
Weber. Y cuando menciono sistema, incluyo al régimen más los arreglos informales,
tácitos o explícitos, convencional o prácticamente aceptados, en torno a las maneras de
lucha, acceso y permanencia en el poder, en una configuración semejante al orden
convencional weberiano. En esta lógica, la transición mexicana puede entenderse como el
largo proceso en que las diferencias entre el régimen y el sistema políticos propias del viejo
orden, particularmente en la arena electoral, se redujeron en favor de las definiciones
democráticas, viejas y nuevas, tanto del viejo como del naciente régimen político.
Fuga segunda: mecanismos y explicación en ciencias sociales
El trazo general que orientó mi búsqueda fue la idea, semejante a mi juicio en
Weber y Popper, de que el problema fundamental de la sociología es “explicar y
comprender los acontecimientos en términos de acciones humanas y situaciones sociales”2,
lo que me condujo, en razón de mis propias inquietudes, a focalizar mi trabajo en las
creencias asociadas a las acciones de los individuos. De forma quizá apriorística, como
obedientes e insatisfechos i. obertura y dos fugas .
22
Alexander sostiene que lo hacen los practicantes de todas las tradiciones3, me inclinaba por
centrar mi trabajo en el individuo pero la legitimidad me sugería entidades de pensamiento
y ánimo colectivo, productoras de sujetos antes que generadas por actores. A la postre, la
explicación mediante mecanismos me permitió combinar mis inclinaciones por las
versiones débiles del individualismo metodológico y la teoría de la elección racional con la
forma colectiva en que las creencias en la legitimidad se presentan, integrando una lectura
crítica del modelo causal y del tipo de análisis estadístico dominante.
La explicación por mecanismos recoge la forma general del modelo de cobertura
legal de Hempel que de acuerdo a Popper, en sociología implica que la descripción de la
situación equivale a las condiciones iniciales, en tanto que la representación de las
situaciones sociales típicas a los modelos4. Quienes promueven la explicación por
mecanismos asumen que los enunciados legaliformes constituyen objetivos de la ciencia
social, pero señalan dificultades y fallos que les conducen a aceptar la indeterminación y a
conceder a la narrativa, es decir, a las descripciones densas, la función de goznes entre
acontecimientos5. Ésta propuesta no proviene ni es exclusiva a la ciencia social: para el
pionero en la investigación del código genético, la biología no cuenta con nada parecido a
las leyes generales de la física, sino con “leyes como las de la genética mendeliana” que
son “amplias generalizaciones con significativas excepciones”, por lo que recurre a
2Karl Popper, El mito del marco común. En defensa de la ciencia y la racionalidad. Barcelona: Paidós, 1997, p. 164 3Jeffrey Alexander, Theoretical logic in sociology. Volume One. Positivism, presuppositions, and current controversies. London: Routledge & Kegan Paul, 1982 4Karl Popper, ibid, p. 165 5Jon Elster, Alquimias de la mente. La racionalidad y las emociones. Barcelona: Paidós, 2002, p. 17
obedientes e insatisfechos i. obertura y dos fugas .
23
“mecanismos construidos con componentes químicos que son frecuentemente modificados
por otros posteriores, mecanismos que se suman a los anteriores”6.
Según Gudmund Hernes, en ciencias sociales los mecanismos son construcciones
intelectuales en que actores semejantes a los del mundo real producen a través de su
interacción, efectos que no les son inherentes en lo individual y que también simulan al
mundo real7. Para Coleman, los mecanismos dan cuenta de la manera en que los macro
estados sociales influyen en el comportamiento individual –mecanismos situacionales–,
para luego explicar cómo los individuos los asimilan –mecanismos de formación de la
acción– y por último, cómo es que el número de personas y la forma en que participan de
una acción e interacción, generan nuevos macro estados –mecanismos transformacionales–
. Ésta trayectoria involucra tres tipos: los macro-micro que son el contexto de la acción, los
micro-micro que forman la acción y los micro-macro que transforman la situación. En los
dos primeros, el actor es un individuo singular que experimenta internamente los
mecanismos; en el tercero figuran distintos actores cuyos mecanismos son externos a ellos.
Gambetta ofrece una definición de los dos primeros al decir que se trata de “modelos
hipotético causales que proporcionan sentido al comportamiento individual, cuya forma es
dadas ciertas condiciones K, un agente hará X por el mecanismo M con probabilidad P”,
en tanto que Schelling define los del tercer tipo al señalar que son “hipótesis plausibles que
6Serge Moscovici, “Precondiciones para la explicación en psicología social”. Polis 03 Volumen DOS, México: UAM-I, 2003, p 27 7Gudmund Hernes, “Real Virtuality”. Peter Hedstrøm & Richard Swedberg (eds.), Social Mechanisms: An Analytical Approach to Social Theory. Cambridge: Cambridge University Press, 1998, pp. 79 y 74
obedientes e insatisfechos i. obertura y dos fugas .
24
pueden explicar un fenómeno social en términos de interacción entre individuos o entre
individuos y algún agregado social”8.
Los partidarios de la explicación mediante mecanismos reconocen en la teoría de la
elección racional parsimonia, elegancia, potencia y a veces certeza, pero el supuesto de
mono motivación de la acción, es decir, la identificación de un solo mecanismo de
vinculación entre eventos individuales, limita innecesariamente el horizonte de mira,
empobreciendo el análisis, por lo que identifican motivaciones, creencias y preferencias
individuales diversas. Para Boudon, el postulado de racionalidad en su interpretación
utilitaria es demasiado estrecho para la sociología, proponiendo un modelo cognoscitivo de
racionalidad que considera conocimientos y valores de los agentes. Pero ni la cognición ni
los valores son las únicas alternativas a la racionalidad utilitaria como motivación de la
acción: por ejemplo, Elster propone tomar en cuenta las emociones, Hedstrøm argumenta
en favor de la imitación racional y Axelrod sustituye el cálculo racional por el tit for tat e
introduce una “amplia variedad de mecanismos que pueden sustentar las normas,
incluyendo las metanormas, el predominio, la internalización, la disuasión, la demostración
social, la membresía, la ley y la reputación”9. En este trabajo, por ejemplo, parto de la
racionalidad para inmediatamente después debilitarla, pluralizando los supuestos
cognoscitivos y motivacionales de las creencias individuales.
8Peter Hedstrøm & Richard Swedberg, “Social Mechanisms: An introdctory essay”. Peter Hedstrøm & Richard Swedberg (eds.), op. cit., pp. 22 y 23 9Raymond Boudon, “Social mechanisms without black boxes” y Peter Hedstrøm, “Rational imitation”. Peter Hedstrøm & Richard Swedberg (eds.), op cit., pp. 172-203 y 306-327, respectivamente; Robert Axelrod, La complejidad de la cooperación. Modelos de cooperación y colaboración basados en los agentes. Argentina: FCE, 2004, p. 63
obedientes e insatisfechos i. obertura y dos fugas .
25
De las prácticas corrientes en el análisis estadístico, la explicación por mecanismos
critica el inductivismo y la creciente ausencia de teoría. Sørensen argumentó que
actualmente, la sociología cuantitativa “está menos informada teóricamente”, por lo que sus
progresos “son menos relevantes que hace tres décadas”, pues reemplaza el ajuste teórico
de los modelos con el ajuste estadístico y desplaza el análisis del vinculo de sentido entre
acciones y agentes, al de coeficientes. A ésta investigación, orientada a estimar la
influencia causal de las variables ambientales e individuales como determinantes de la
conducta, Coleman le llamó conductualismo individualista. Por su parte, Stinchcombe
sugería que el sociólogo con dificultades para pensar al menos tres historias alternativas de
una misma correlación debía escoger otra profesión, advirtiendo el riesgo experimentado
por sociólogos cuantitativistas de usar el lenguaje de los mecanismos de manera retórica10.
Desde la psicología social, Moscovici también ha defendido una solución semejante: las
teorías no deben esperar falsificación o verificación “sino aspirar a la fertilidad como único
criterio” de calidad, suscribiendo la idea de Festinger de que demasiado énfasis en la
precisión estadística “puede llevar a investigaciones estériles”11.
Obedientes e insatisfechos navega en aguas de las tres formas de mecanismos
referidos anteriormente, pues la legitimidad de una figura política es un macro estado
social, que sin embargo sólo existe en los individuos, quienes en sus maneras de recibir y
expresar discursiva y conductualmente la influencia del macro estado, lo re-producen y re-
configuran, en una espiral cuyo principio y fin sólo tienen existencia y sentido analíticos. A
10Aage B. Sørensen, “Theoretical mechanisms and the empirical study of social processes”. Peter Hedstrøm & Richard Swedberg,, op. cit., p. 238. Las referencias a Coleman y Stinchcombe provienen del ensayo introductorio de esta misma obra. 11Serge Moscovici, op cit., pp. 27 y 33
obedientes e insatisfechos i. obertura y dos fugas .
26
la vez, si como sostiene Hernes, la explicación por mecanismos no agota las elecciones
teóricas pues la combinación individuo-situación admite atribuciones más o menos
estáticas o dinámicas a los actores y disímbolos niveles de determinación estructural, en mi
trabajo supondré que el activismo de los individuos y su determinación estructural varían
en función de la situación y las percepciones e importancia individual que le atribuyan. Con
la heurística de los mecanismos, aspiro a describir las creencias en la legitimidad del
sistema político mexicano, la presidencia y el PRI entre los pobladores adultos del DF de
1995 a 1997, así como a explicar los orígenes y consecuencias de éstas creencias sobre el
cambio que experimentó el régimen político en esos años.
Obertura: el respaldo apático
Que la legitimidad sea un asunto de creencias y un macro estado social que sólo
existe en los individuos, ni la distingue ni la define: ¿qué es entonces? En el segundo
capítulo de este trabajo intento dar una respuesta in extenso, empezando por reconocer su
polisemia y disímbolos tratamientos, por lo que opté por estipularla. A mi juicio, para
definir su contenido estricto desde la tradición weberiana, deben contestarse tres preguntas:
¿qué relación instituye?, ¿cuáles son las motivaciones de los actores que la sustentan? y
¿cómo se configura?. Sólo entonces podrá responderse qué distingue a la legitimidad de la
aprobación, la confianza, la popularidad, la simpatía, la satisfacción y otras dimensiones del
respaldo actitudinal.
obedientes e insatisfechos i. obertura y dos fugas .
27
La propiedad que la legitimidad política concede es el derecho de mando del
gobernante y el deber de obediencia del gobernado, con independencia del contenido y
resultado del mandato, es decir, instituye la relación de dominación a través de la autoridad.
En la tradición weberiana, la motivación del actor que la sustente, no debería ser, al menos
no exclusiva y quizá tampoco principalmente, el auto interés, aunque pueda incluirlo. Y la
forma de constitución de la creencia, su naturaleza, no debe ser, o no exclusivamente,
racional sin expresión emocional, aunque lo sea en parte o en un momento lo sea del todo.
En suma y en una definición estricta, legitimar la dominación es creer, no sólo por obra
del auto interés ni de forma exclusivamente racional, en el derecho de mando del
dominante y el deber de obediencia del dominado.
En la exploración del apoyo a los gobernantes, el pensamiento y la investigación
política han distinguido el tipo de creencias y motivaciones. La procuración de la utilidad
de los súbditos en Aristóteles, el elogio al miedo de Maquiavelo, la voracidad y su
restricción auto interesada en Hobbes, la conversión racional de la fuerza en derecho de
Rousseau, incluso la elaboración de representaciones colectivas concientes y reflexivas que
Durkheim atribuía al Estado eran todas combinaciones del auto interés y la razón que no
sólo fundaban el poder, sino la autoridad legítima. Por su parte, el amor al Príncipe en
Maquiavelo, la creencia en el derecho divino y el linaje, la emoción colectiva de Durkheim
y la legitimidad weberiana son formas en que afectos y tradiciones generan respaldo
actitudinal.
La teoría social del siglo XX realizó esta misma distinción. En su clásico de 1963,
Almond y Verba plantearon que la aprobación utilitaria asociada a la indiferencia
obedientes e insatisfechos i. obertura y dos fugas .
28
normativa y afectiva hacia un régimen conducirían a la apatía, en tanto que acompañada de
la reprobación afectiva y normativa al distanciamiento, Lipset advirtió de la fragilidad del
respaldo que descansa en la aprobación pragmática de los gobernados. Easton vinculó el
apoyo específico al juicio instrumental y el difuso a lazos de lealtad y afecto y en general,
con excepción quizá de la teoría de la elección racional, la legitimidad se ha caracterizado
porque el auto interés no es su motivación principal como tampoco los juicios racionales
disociados de la afectividad, la forma dominante de la creencia.
Sin embargo, diversos análisis del respaldo actitudinal han referido al nivel
conceptual, operacional o empírico, la evaluación instrumental de la autoridad como sub
casos de las creencias en su legitimidad, convirtiendo éste último término prácticamente en
sinónimo de cualquier forma de apoyo político. Morlino, por ejemplo, la entendió como el
conjunto de actitudes positivas hacia una figura, Habermas como los motivos que
proporcionan lealtad de masas, Sakamoto como cualquier forma de apoyo, aceptación o
tolerancia y en el terreno operacional y empírico, Weil utilizó la satisfacción con el
funcionamiento de la democracia como su indicador. Por estas razones, acuñé una segunda
definición, que denomino sentido amplio de la legitimidad: una figura política será más
legítima cuanto más aprobación, satisfacción o cualquier otra actitud positiva tenga en su
favor, siendo indiferente, entonces, al origen motivacional y forma de la creencia.
En este trabajo, limité el uso de la cobertura semántica amplia a la popularidad
presidencial, la satisfacción con el funcionamiento del sistema y las intenciones de voto,
por lo que a veces empleo indistintamente los términos de legitimidad en sentido amplio,
dimensión popularidad de la legitimidad o dimensión amplia o utilitaria del respaldo para
obedientes e insatisfechos i. obertura y dos fugas .
29
referirme a la legitimidad en sentido amplio. No obstante y aunque parezca paradójico,
insisto en lo inadecuado de emplear el término de legitimidad como sinónimo de apoyo o
aprobación, aunque lo extendido del uso me haya llevado a repetirlo, distinguiendo –como
resguardo– entre sus sentidos estricto y amplio.
En el estudio del apoyo político actitudinal podrían distinguirse al menos tres
formas de aproximación: quienes optan por la descripción, estudian un caso o reúnen casos
sin formular generalizaciones legaliformes, los que asocian macro variables y más
comúnmente producen enunciados con forma de leyes y quienes utilizan y acaso
generalizan micro mecanismos, incluso en ejercicios que no son empíricos. Los estudios de
casos nacionales en el Sudeste de Asia compilados por Alagappa o la descripción de
Bolyanatz de las formas de legitimación entre los Sursurunga son ejemplos del primer tipo
de acercamiento. Un trabajo en que se investigan distintos casos con la intención de obtener
generalizaciones, es el coordinado por Banchoff y Smith a propósito de la legitimidad y el
respaldo actitudinal a la Unión Europea o el de Rose y Pettersen sobre el gobierno local en
Noruega. Por su parte, dos ejemplos clásicos y semejantes de quienes utilizan micro
mecanismos sin definirlos como tales ni considerarlos vehículos de su explicación son la
teoría de la elección racional, que vincula la motivación del auto interés a capacidades
cognoscitivas para suponer que las personas reconocen las ventajas utilitarias en el largo
plazo del arreglo democrático, así como los consejos de Maquiavelo que asoció creencias y
emociones individuales al respaldo popular, por lo que la máxima más vale ser temido que
amado es una buena muestra de su idea del respaldo político. Tres ejemplos más de éste
tipo de aproximación, son el argumento de Weber de que la legitimidad debe presentársele
obedientes e insatisfechos i. obertura y dos fugas .
30
al individuo como una máxima indiferente a razones e intereses, la teoría de la cultura
política que sostiene que el apoyo fundado en el auto interés pero ajeno a emociones y
compromisos normativos conduce a la apatía, cinismo y desvinculación, y las
proposiciones de Axelrod, que tras explicar el acatamiento de la norma por la existencia de
una metanorma que indica sancionar al que deserta, ofrece mecanismos alternativos que
cumplen la misma función.
Tan importante como reducir y precisar la cobertura semántica de la legitimidad, fue
encontrar una heurística para su abordaje teórico y empírico, pues siendo cuestión de
creencias individuales, se impone la pregunta sobre cómo examinarlas en su constitución,
consecuencias sobre la acción e interacción sociales, en su conversión en creencias
colectivas y en su regreso al individuo. En el flujo individuo-sociedad-individuo, mi punto
de partida fue una versión débil de la teoría de la elección racional como mecanismo base
pero no exclusivo, como piso de una heurística menos estrecha, porque la propia teoría se
ocupa sobre todo de las consecuencias de la acción e interacción sociales derivadas del
modelo, antes que del proceso de formación de creencias, de interacción entre creencias y
creencias, creencias y preferencias, y creencias, preferencias y motivaciones, todo lo cual
es mi campo específico de estudio.
Por eso, también en el capítulo segundo presenté mis herramientas, enlistando
micro, micro-macro y macro-micro mecanismos en la constitución de creencias,
preferencias, incluso motivaciones y sus interacciones. De acuerdo con mi listado, las
creencias en la legitimidad de una figura pueden ser informadas y adecuadas o
sencillamente falsas, construirse por conducto de aproximaciones heurísticas como la
obedientes e insatisfechos i. obertura y dos fugas .
31
reciprocidad, el toma y daca, el gusto, la identidad partidaria, la elección de líderes de
opinión o la imitación racional, entre otras, las corazonadas –ciertas o falsas–, la imitación
irreflexiva, los argumentos contextuales, la miopía, la hipermetría, las descripciones
distintas de objetos idénticos y el control conciente y planificado de las emociones, las
ilusiones, los mitos, el autoengaño, la racionalización de la esperanza, la búsqueda de
sentido, la moda, la costumbre, el uso social o la reducción y amplificación de la
disonancia cognoscitiva, moral y expresiva, para la primera mediante el autoengaño, la
ilusión o la búsqueda de información autoseleccionada, mientras que para las siguientes,
vía la internalización, la redención o la revuelta.
Respecto a las preferencias y entendiéndolas como formas particulares de las
creencias, los micro mecanismos referidos anteriormente son aplicables con sus casos
específicos como las preferencias adaptativas, las contra adaptativas o la reactancia. Por
su parte, la interacción creencias / preferencias, alimenta el elenco de micro mecanismos
con la sobre determinación –cuando ambas determinan una misma decisión– la brecha
deseos / oportunidades, los efectos marco y las meta preferencias que conducen a la
difusión, la compensación y la concentración. Finalmente, las motivaciones pueden ser,
conforme a la teoría de la elección racional, el auto interés del que la razón es un
instrumento, pero también los valores, las pasiones y las tradiciones, que pueden alterarse
–no necesariamente a voluntad ni libres de restricciones, según Elster– mediante la
transmutación o la tergiversación.
En la conversión de creencias individuales en colectivas, la razón trans subjetiva de
Boudon estaría en la base, pero también actuarían la imitación, deliberación, agregación,
obedientes e insatisfechos i. obertura y dos fugas .
32
negociación, imposición, persuasión o la conformidad, así como algunas variantes de los
umbrales, como la falsificación de preferencias, las redes de difusión, la profecía que se
auto realiza y su inverso, la creencia que se auto limita. Por su parte, entre las creencias
colectivas, tomadas como estados sociales y en esa medida como punto de partida de los
mecanismos macro-micro, la opinión pública, los valores sociales, las tradiciones, la
educación formal y algunas de sus traducciones individuales como las opiniones
socialmente deseables, las preferencias conformistas o su contrario, las reactantes. Todas
estas formas de las creencias, las preferencias, las motivaciones y su interacción,
constituyen partes o mecanismos enteros para explicar la creencia en la legitimidad
política, pero ésta, en su constitución y efectos, no sólo es producto de las propiedades de
los actores, sino también de las situaciones sociales en que se encuentren y de la interacción
entre estructuras e individuos.
En el capítulo tercero, presento la operacionalización de mi distinción entre sentidos
amplio y estricto de la legitimidad para las tres figuras prototípicas del viejo régimen en
transición –sistema político, PRI y presidencia de la República– que me condujeron a la
elaboración de seis y hasta ocho indicadores de las variables dependientes del estudio: uno
de legitimidad estricta y otro de evaluación instrumental para cada figura, y en el caso de la
legitimidad estricta, uno más de legitimación democrática. Para la dimensión amplia de la
legitimidad, recogí indicadores ampliamente utilizados, en tanto que con la legitimidad en
sentido estricto, con excepción del PRI en que opté por una solución probada, no podía mas
que experimentar y ofrecer indicadores originales, resolviendo –parcialmente por supuesto–
obedientes e insatisfechos i. obertura y dos fugas .
33
las lagunas, conflación13 y desigualdad con que se ha operacionalizado en otros trabajos:
para su sentido estricto, la legitimidad del sistema la exploré preguntando las prácticas y
razones de obediencia al gobierno, en tanto que para el presidente solicité expresar acuerdo
con las afirmaciones que justifican su derecho de gobernar; en ambos casos, las opciones de
respuesta implicaron fuentes de legitimación y supuestos motivacionales.
Conforme a mis propios indicadores y mediciones, los niveles de legitimidad
presidencial y del régimen en el DF entre 1995 y 1997 fueron altos y estables, en tanto que
la contra intención de voto PRI cuantiosa y en aumento. En este lapso, la popularidad
presidencial retrospectiva y prospectiva mejoró muy ligeramente desde una situación inicial
poco menos que buena, mientras que la escasa satisfacción con el funcionamiento del
régimen, así como de intenciones de voto PRI no acusaron variaciones. En cifras: para
junio de 1997, poco más de dos terceras partes de los adultos de la ciudad de México habría
concedido legitimidad a la presidencia pero sólo alrededor de 50 por ciento tendría un
juicio instrumental positivo de su titular y una tercera parte compartiría expectativas
optimistas para el final de su mandato. En cuanto al régimen político, uno de cada cuatro
citadinos habría expresado satisfacción con su funcionamiento y casi dos terceras partes no
habrían dudado de su legitimidad. Respecto al PRI, poco más de la mitad habría declarado
que nunca votaría por éste partido, constituyendo la disposición social en términos de
13Alexander entiende por conflación la confusión de niveles del análisis: por ejemplo, suponer que un individualista metodológico lo es en sus a prioris sobre el orden, cuando podría sólo serlo metodológicamente. Un ejemplo de conflación al operacionalizar la legitimidad sería suponer que un indicador de las percepciones del desempeño material de un gobierno, sirve como indicador de su derecho a mandar. Jeffrey Alexander, Theoretical logic…, op. cit
obedientes e insatisfechos i. obertura y dos fugas .
34
legitimidad estricta menos favorable a figura alguna del viejo régimen, en tanto que apenas
tres de cada veinte habrían expresado intención de votar en su favor.
En estos mismos años y acudiendo a distintas fuentes con datos comparables,
podríamos suponer con sustento que más pobladores adultos del DF compartían opiniones
críticas, apáticas o distanciadas del sistema político y sus piezas, que entre el resto de los
mexicanos, fueran ciudadanos ordinarios del interior del país o políticos de la élite. En
perspectiva comparada, las cifras de respaldo actitudinal instrumental en América latina, la
Europa ex comunista o África eran más bajas que en la ciudad de México, que resultaban
bajas si la comparación se hacía con la Europa capitalista, Estados Unidos o Asia. Para el
antiguo régimen, el DF constituía una zona de riesgo, una situación social en que sus
pobladores lo legitimaban apáticamente, le escatimaban respaldo por desempeño y tenían
estigmatizado a su partido: en términos agregados, si alguna presión social podía
experimentar un citadino, era para no respaldar –íntima o públicamente– al viejo sistema y
especialmente al PRI.
En términos de la forma o motivación de las creencias, mis indicadores de
legitimidad estricta registraron especialmente el componente normativo, mientras que los
de popularidad, el instrumental; en ambos casos, sin embargo, la dimensión emocional fue
descuidada, aunque el juicio prospectivo al presidente y la satisfacción con el
funcionamiento del sistema tienen una anatomía más afectiva que los demás. Entonces, si la
cúspide del apoyo actitudinal fue la creencia en el derecho de gobernar del régimen y el
presidente, es decir, su legitimidad estricta fundada mayoritaria pero no completamente en
la meta preferencia democrática, en tanto que su piso fue la satisfacción con el sistema,
obedientes e insatisfechos i. obertura y dos fugas .
35
seguida hacia arriba por el pronóstico de final sexenal, las evaluaciones utilitarias del
presidente y el PRI y la legitimidad de éste último, el diagnóstico de los componentes
motivacionales del contexto actitudinal del régimen en el DF en 1997, sería que los
registros positivos de lo normativo y factual de su legitimidad estricta, coexistían con el
escaso involucramiento afectivo de los gobernados, lo que en términos de Almond y Verba
significaría incongruencia actitudinal y autoridad en medio de apatía o distanciamiento.
En el capítulo cuarto introduzco los generadores de la legitimidad, para lo que
utilizo y amplío el modelo de Weil, que sostiene que las teorías contemporáneas se resumen
relacionando cuatro variables, ordenadas en otras tantas dimensiones: las primeras dos
dimensiones separan los tipos de evaluación en objetivas y subjetivas; las objetivas
comprenden la estructura de la oposición y el desempeño económico y político
gubernamental, las subjetivas, la confianza en que las instituciones gubernamentales
representen el interés de los gobernados y la legitimidad del régimen, entendida como
satisfacción con el funcionamiento de la democracia, es decir, legitimidad en su sentido
amplio. Las otras dos dimensiones se definen por la extensión del objeto político de la
evaluación, sea una institución o política en particular o el sistema en su conjunto, en donde
sitúa la legitimidad. Según Weil sólo en los regímenes autoritarios los rendimientos
gubernamentales legitiman, pues en las democracias generan confianza en instituciones y
autoridades en tanto que la legitimidad depende de la responsividad del sistema de partidos,
por lo que suscribe la teoría del impasse estructural. En contraste, las teorías de la brecha
de confianza, de la precariedad fiscal del Estado y de la sobre demanda explican tanto los
obedientes e insatisfechos i. obertura y dos fugas .
36
niveles de confianza como de legitimidad de la democracia por los rendimientos
gubernamentales.
Y aunque estas propuestas no identifican los micro mecanismos de producción de
las macro relaciones postuladas, gravitan alrededor de individuos motivados por el auto
interés, sin valores ni afectos, cuyas cogniciones son en principio racionales, por lo que
intercambian respaldo por bienestar. Sin embargo, las personas de la brecha, la
precariedad y la sobre demanda, no sólo son auto interesadas, sino miopes y derraman sus
juicios, pues juzgan al todo por las ineficiencias de la parte en tanto que sólo los sucesos de
ayer u hoy, definen sus evaluaciones del mañana remoto. Por su parte, los individuos del
impasse cuentan con elementos cognoscitivos para fincar condicionalmente su auto interés
en el largo plazo, pues si creen que el deficiente desempeño gubernamental se asocia a un
sistema de partidos responsivo, le retirarán su apoyo al partido en el gobierno pero no a la
democracia en su conjunto.
La explicación de la legitimación en transiciones de Mishler y Rose contiene al
menos tres mecanismos que los individuos utilizarán al evaluar al nuevo régimen: primero
y de manera típica, lo juzgarán por sus productos, en segundo lugar, compensando sus
deficientes rendimientos, lo evaluarán en comparación con el régimen anterior, y en tercer
sitio, lo harán guiados por el sentimiento de identificación con algún partido. Cualquiera de
éstos tres juicios puede ser racional, pero el primero y segundo introducen el problema de
la inconsistencia temporal, pues si la vara de medida son las expectativas de rendimientos
confeccionadas antes o durante la democratización –y que ésta misma dispara–, podrían
devaluarse los rendimientos presentes, en tanto que la comparación entre regímenes podría
obedientes e insatisfechos i. obertura y dos fugas .
37
hacerse con descuentos hiperbólicos o exponenciales, dominados por los efectos de
derrama o contraste, generando resultados individuales y agregados diferentes en cada
combinación.
En mi exploración longitudinal del modelo de Weil, el hallazgo más importante fue
que entre los ciudadanos ordinarios del DF en 1997, la tasa de desempleo del mes anterior
gravitó sobre sus evaluaciones de bolsillo y éstas solamente sobre la popularidad
presidencial. En la exploración transversal con datos individuales, el peso del auto interés
fue inhibido por el juicio sociotrópico, pero ya no sólo para la popularidad presidencial sino
para todas las dimensiones del respaldo, en tanto que ni la evaluación de los partidos ni la
confianza en el régimen tuvieron los efectos planteados por Weil, lo que de paso podría
descartar el micro mecanismo de Mishler y Rose. Así, aunque los modelos de legitimidad
estricta de la presidencia y el régimen resintieron mayor impacto del juicio sociotrópico de
lo que a partir de Weil se esperaría, confirmaron también la menor dependencia de las
evaluaciones instrumentales sobre la dimensión legitimidad que sobre la dimensión
popularidad, peculiaridad confirmada por la pérdida de importancia del juicio de bolsillo.
En el capítulo quinto, en la exploración de los micro mecanismos de la legitimidad,
pasé del auto interés que los propios sujetos reconocen y promueven, a los valores y
predisposiciones que actúan a sus espaldas. Dicho con la metáfora de Ortega, examiné el
vínculo entre las creencias ocurrencia –quizás las propuestas de opinión de Zaller– y las
creencias propiamente, en las que simplemente se está –las predisposiciones y valores–.
Para Almond y Verba éste es el vínculo eficiente pues la legitimidad del sistema dependía
de “un sentimiento difuso de adhesión, de una lealtad que no necesariamente se fundaba en
obedientes e insatisfechos i. obertura y dos fugas .
38
su actuación”, sino en la Revolución Mexicana, rivalizando así con las explicaciones del
consenso ancladas en el auto interés, al apoyo difuso de Easton.
Por supuesto, al acudir a los valores o predisposiciones, una primera exigencia fue
reconocer los macro estados sociales que contenían los valores del viejo régimen y de la
misma transición. En México, el régimen de la post revolución se confeccionó en una
matriz liberal y democrática que convivía con un conjunto de valores y prácticas que
competían y en ocasiones anulaban sus propios supuestos, produciendo un sistema político
democrático y liberal en su discursividad pero semi autoritario en sus prácticas. Esta
mixtura implicó dualidad en las fuentes de legitimación de la dominación, toda vez que
régimen y sistema podían justificarse por su origen, legal el primero revolucionario el
segundo y por su desempeño, rendimientos sociales uno procedimientos legales el otro,
complaciendo los valores políticos de quienes esperaban el cumplimiento de la ley y de los
que fincaban sus expectativas en el programa revolucionario y nacionalista.
Intentando sistematizar los valores que servían de fuentes de legitimidad para los
gobiernos del viejo régimen y la transición, supuse un individuo típico ideal de los años
cuarenta o cincuenta del siglo XX mexicano, que compartía la trama normativa de la post
revolución, subrayaba los deberes sustantivos de la autoridad pública y relegaba a segundo
plano las exigencias procedimentales. En esta constelación de sentido, la celebración de
elecciones libres y gobernar conforme a la ley, resultaban secundarios si se proporcionaban
resultados compatibles con el programa revolucionario. Para entonces, los valores de la
Revolución y el juicio a los gobiernos, muy probablemente venían acompañados de una
moderada pero efectiva dosis de compromiso e intensidad emocional.
obedientes e insatisfechos i. obertura y dos fugas .
39
Entre finales de los años sesenta y durante los setenta, éste ciudadano ordinario
empezaba a ver con escepticismo los rendimientos materiales del régimen, cuyos resultados
eran cada vez más anecdóticas o insatisfactorios, en tanto que la retórica revolucionaria, sus
imágenes y valores se desgastaban: a éste individuo le parecía que al país le convenía
celebrar elecciones libres. A mediados de los noventa, nuestro individuo típico quizá hasta
experimentaba entusiasmo por la democracia, lo que pudo contribuir a tejer un nexo
racional con ella, en tanto que el vínculo con la Revolución mexicana era prácticamente
inexistente. Así, ésta transformación gradual de las fuentes de significación de nuestro
individuo típico, sustentaba la hipótesis de Huntington, conforme a la cual, los traspasos no
rompen con la vieja legitimidad sino que lentamente la reemplazan o rediseñan.
Pero es de suponerse que el cambio de valores entre los ciudadanos ordinarios
venía detrás de las transformaciones en la élite política. En los orígenes del viejo régimen,
los revolucionarios auténticos quizá suscribieron sinceramente los valores de la
democracia, pero lograr otras metas sociales volvía irrelevante la contradicción entre meta
preferencias, por lo que la disonancia moral era mínima y las reglas tácitas y dominantes
para llegar, mantenerse y ejercer el poder les conducía a profesar las creencias sustantivas,
reduciendo por interiorización la disonancia expresiva. Con los años, al reducirse las
oportunidades, el puro auto interés de los excluidos en la familia revolucionaria podía
llevarles a exigir el cumplimiento de los valores democráticos. En esta lógica, incluso
quienes no compartían valores democráticos, podían muy bien tergiversar sus motivaciones
y a la postre, transmutarlas.
obedientes e insatisfechos i. obertura y dos fugas .
40
Ilustrando mi argumento, para mediados de los noventa, en la ciudad de México
alrededor de la mitad de sus ciudadanos ordinarios habría dicho que los valores de la
Revolución mexicana eran todavía válidos, pero sólo dos de cada diez consideraban que el
gobierno los cumplía. A su vez, casi uno de cada dos e incluso un poco más, prefería
gobiernos instituidos democráticamente, en tanto que la otra mitad se dividía entre los que
no podían definirse y los que preferían gobernantes seleccionados por sus atributos o los
fines de sus políticas. En este capítulo también integré otros indicadores predisposicionales
o de valores, como la ideología, la orientación al cambio, la identidad partidaria y la
confianza interpersonal. Y como la edad de los individuos debiera asociarse a los cambios
en la esfera de valores, también examiné la relación entre edad y respaldo actitudinal.
Sin embargo, con excepción de la identidad partidaria y la ideología, los valores
democráticos, las otras predisposiciones incluidas y la edad, no hicieron grandes
diferencias, ni siquiera mayores que las generadas por las evaluaciones del bienestar de los
citadinos, en la confección de los juicios sobre la autoridad. La debilidad del vínculo era
esperable para los indicadores de legitimidad en sentido amplio, pero no en su sentido
estricto. En general, las orientaciones democráticas sólo tuvieron efectos significativos,
negativos y débiles con la legitimidad del sistema; la confianza interpersonal se vinculó
significativa, positiva y también débilmente al juicio prospectivo de la presidencia, con el
que la orientación al cambio también se asoció débil, significativa y negativamente. La
identidad PRI se asoció con todos los indicadores de respaldo actitudinal, en la dirección
esperada y con gran fuerza, en tanto que lo mismo sucedió, pero con menor fuerza, con
definirse ideológicamente de derecha y todavía con menos peso, pero sin perder
obedientes e insatisfechos i. obertura y dos fugas .
41
significancia, con decirse de centro. Dicho de otro modo, desde la perspectiva de los
valores y predisposiciones, el respaldo actitudinal al régimen provino de las personas que
se identificaban con el PRI y de quienes se decían de derecha.
En el capítulo sexto, me ocupo de la información, el segundo progenitor de las
propuestas de opinión según Zaller. Y la manera en que lo hice me llevó de la
identificación de las fuentes de información que los citadinos dicen usar, a la relación entre
tele información y juicio político. Además, construí un índice de conciencia política,
examinando las diferencias en la evaluación de las autoridades que produjo. Y como la
información es un recurso, en este capítulo también exploré las consecuencias de
disposiciones diferenciales de recursos sobre el respaldo actitudinal, por lo que incluí
indicadores de género, nivel de organización, ingresos y escolaridad de los citadinos.
Para 1997, los citadinos, como los mexicanos según Norris, se informaban de
política principalmente mediante los tele noticieros. Y no sólo decían hacerlo, sino que los
registros objetivos de circulación de periódicos y rating televisivo lo sustentaban. Para este
año, la estructura de propiedad, el tiempo dedicado, la distribución de coberturas de la tele
política mexicana habían cambiado respecto a las conductas y tendencias dominantes en el
viejo régimen: en la campaña presidencial de 1988, el tele noticiero nocturno 24 horas –el
noticiero casi único de la televisión mexicana– concedió 88 por ciento de su cobertura al
PRI, mientras que en 1997 le dedicó exclusivamente 16 por ciento, incrementado los
tiempos dedicados a las campañas y contando con la competencia del noticiero nocturno
Hechos, de Televisión Azteca, privatizada unos años atrás, que destinó 31 por ciento de su
cobertura al PRI. Las transformaciones en la televisión no se limitaron a los noticieros
obedientes e insatisfechos i. obertura y dos fugas .
42
nocturnos, sino que pasaron por barras noticiosas y programáticas de las dos grandes
cadenas, por la multiplicación de ofertas de tele política, por la supervisión de la autoridad
electoral de los tiempos y contenidos noticiosos y por la utilización de la publicidad
electoral televisiva por parte de los tres principales partidos políticos.
Una de las más extendidas interpretaciones de la tele política, es que vulnera las
condiciones de ejercicio de la ciudadanía y la democracia, pues se ocupa de noticias
negativas, proporciona información parcial, extremadamente emocional y visual del todo,
haciendo de la política un espectáculo, lo que algunos autores han llamado videomalaise o
vocación por el periodismo negativo de la televisión. Éste diagnóstico sólo es posible
suponiendo individuos que reciben pasivamente las informaciones televisivas y derraman
sus juicios de un político al otro. En el capítulo sexto, presento el argumento de Pipa Norris
contrario a ésta perspectiva, que se funda en la evidencia de que los mayores consumidores
de información política por televisión son también quienes tienen más interés en política,
por lo que acuden a fuentes complementarias. En abono de esta postura, ofrezco algunas
reflexiones que estudiosos de la comunicación política hacen sobre la base de hallazgos de
las neurociencias, que muestran que al valerse de componentes y lenguaje audiovisual, la
información televisiva favorece el aprendizaje y la memoria, activando las áreas del
funcionamiento racional en el cerebro.
Para 1997, los antecedentes autoritarios del régimen abrían la posibilidad tanto de
que los consumidores de tele información recibieran pasiva y dócilmente mensajes
controlados, respaldando actitudinalmente al régimen, como que ocurriera un backlash
informativo, esto es, que los medios compartieran el descrédito del viejo régimen y
obedientes e insatisfechos i. obertura y dos fugas .
43
obtuvieran exactamente lo contrario de lo que perseguían como sucedió en 1988. Otra
posibilidad, consonante con la hipótesis de la videomalaise, era que los individuos que se
informaban principalmente por televisión tuvieran juicios muy negativos de la autoridad y
por último que las formas de recepción de la información televisiva estuviera medida por
los niveles de información e interés de las personas, argumento que sostienen tanto Norris
como Zaller.
En el DF en 1997, el noticiero Hechos de Televisión Azteca tuvo mayores ratings
que 24 horas de Televisa, al tiempo que, conforme a mis propias observaciones, la
audiencia del primero fue más crítica de las autoridades que la del segundo, siendo que los
análisis de contenido disponibles no muestran diferencias sustantivas en sus tratamientos
noticiosos. Este fenómeno, podría ser un caso especial de efecto de selección, en que la
elección del medio, Televisión Azteca, y los más bajos niveles de respaldo actitudinal al
régimen entre su público, antes que la constatación de una aproximación heurística en que
se elige la fuente por afinidad, exprese una misma decisión de salida –en el sentido que la
usa O. Hirschman– esto es, de abandono del organismo por insatisfacción, en éste caso, de
un par de instituciones asociadas al viejo régimen: Televisa y el PRI.
A la vez, confirmando al menos en parte las predicciones que podían hacerse desde
el razonamiento de Norris o Zaller, al construir mi índice de conciencia política encontré
que entre los más interesados y conocedores de política, el efecto del medio sobre el
respaldo actitudinal se acentuaba mientras que entre los menos entusiastas de la política, la
dirección y fuerza del efecto mediático era menos claro e intenso. Estas consecuencias
difieren de los efectos moderadores que encontró Moreno en la relación entre evaluación de
obedientes e insatisfechos i. obertura y dos fugas .
44
la economía, aprobación al trabajo presidencial y conciencia electoral, cuya característica
principal era que los más concientes tenían evaluaciones menos extremas, aunque éstas
discrepancias refieran dimensiones diferentes del juicio político.
Al integrar los indicadores de recursos en la evaluación de sus efectos sobre el
respaldo actitudinal, encontré que en general las diferencias en ingresos y fuentes de
información utilizadas implicaron opiniones distintas del sistema político y sus piezas, pero
ni el género ni la escolaridad ni el nivel de organización, tuvieron impacto alguno. Así, la
extendida creencia de que el sistema político y la presidencia tenían derecho a gobernar fue
más frecuente entre los individuos de más altos ingresos y menor en el auditorio de
Televisión Azteca; por su parte, los juicios instrumentales al sistema y a la presidencia,
fueron más favorables entre la audiencia de Televisa y las personas de más altos ingresos,
lo que implicaría que en el tramo terminal de su transición y sólo en relación a las variables
examinadas en este capítulo sexto, la dualidad actitudinal en que vivía el viejo régimen –
favorables niveles de legitimidad estricta, con excepción del PRI, y juicios instrumentales
menos consensuales–, no se definió en clivajes demográficos como el sexo, la escolaridad o
los niveles de organización, sino en disposiciones desiguales de otros recursos, como los
monetarios y las fuentes de información utilizadas.
En el capítulo séptimo modifiqué la dirección de mi análisis, examinando las
consecuencias electorales de las evaluaciones de la autoridad. Un primer interés teórico, fue
la relación más general entre actitudes y conducta, constatando que entre los individuos que
aprueban una acción y los que dicen estar dispuestos a emprenderla, así como entre los que
se dicen dispuesto a llevarla a cabo y los que efectivamente la ejecutan, son más numerosos
obedientes e insatisfechos i. obertura y dos fugas .
45
los primeros que los segundos, lo que implica mediaciones mentales y sociales que vuelven
inexacta la transición. En este terreno, parecen muchos los mecanismos involucrados, pues
muy probablemente un individuo que decidió actuar para protestar contra la política Z, lo
hará con más probabilidad si muchas más personas también expresan esa misma
disposición, como en el plano mental, la creencia sobre cuántos participarán, la aversión al
riesgo o los costos de oportunidad, incidirán en sus decisiones de acción.
Situado en el terreno electoral, me pregunté el papel que la concurrencia a las urnas
tuvo para los gobiernos del viejo régimen y la transición. Entre los especialistas en
procesos electorales, una de las lecturas más extendidas fue que en el antiguo régimen, la
participación y las tasas de votación PRI eran más importantes para legitimar que para
distribuir el poder. Contar con alta participación y voto PRI, exhibía o bien la movilización
efectiva de individuos para expresar su respaldo al régimen de la post revolución, o bien la
capacidad gubernamental para alterar las cifras electorales, cualquiera de las dos pruebas de
control y poder. Hacia mediados de los años sesenta del siglo XX mexicano, las tasas de
participación fueron más altas en la ciudad de México que en el resto del país, en tanto que
el voto PRI fue más bajo, ilustrando el argumento de Molinar de que en el pasado, la
alteración de resultados consistía principalmente, en elevar la participación para favorecer
al PRI y reducirla para perjudicar a la oposición.
En 1997, cuando se realizó la elección de Jefe de Gobierno del DF, la participación
fue más alta que a nivel nacional, en tanto que la votación PRI mucho más baja. Para un
individuo típico de la élite política, en el viejo régimen la participación representaba la
manera de allegarse apoyo plebiscitario e incluso de simularlo, mientras que durante la
obedientes e insatisfechos i. obertura y dos fugas .
46
transición, fue la forma de exhibir respaldo a proyectos partidarios y a la democratización
misma. Y aunque con mis propias observaciones nada puedo decir respecto al significado
de la abstención, estudios en la materia sostienen que en el viejo régimen la insatisfacción
se expresaba en el voto oposición pero también en la abstención, por lo que podría ocurrir,
incluso en el nuevo contexto institucional, que el sentido de la abstención conservara esa
misma inercia, es decir, un componente de animadversión y no sólo distanciamiento.
En el capítulo séptimo intento demostrar que en el nuevo contexto institucional de
la ciudad de México en 1997, la insatisfacción con el funcionamiento del régimen, la escasa
popularidad presidencial y particularmente la baja legitimidad del PRI, se tradujeron en
múltiples decisiones individuales e interdependientes de salida, pero la legitimidad del
sistema y la presidencia, en particular dada por sus fuentes democráticas, favorecieron que
abandonar la firma no significara abandonar la plaza, esto es, que la protesta ocurriera en
el mismo circuito electoral. Dicho de otro modo, el saldo del respaldo actitudinal al viejo
régimen en el contexto institucional de 1997 en la ciudad de México, se tradujo en
conducta electoral, que agregadamente significó un gran desalineamiento político,
terminando con la hegemonía priísta.
En el capítulo octavo presento una nueva valoración de los micro mecanismos de la
legitimidad, advirtiendo el peso del auto interés en la confección del respaldo, sea a través
del juicio sociotrópico o del juicio de bolsillo prospectivo y sus efectos ilusorios. Junto al
auto interés insatisfecho por el viejo régimen en los años de su ocaso, en 1997 el apoyo
actitudinal al sistema, la presidencia y el PRI tocaba la cuadrícula de la ideología y el
partidismo, toda vez que las personas que se decían de derecha o se identificaban con el
obedientes e insatisfechos i. obertura y dos fugas .
47
PRI, tendían a expresar opiniones más favorables, exhibiendo probablemente formas de la
identidad o el uso de atajos informativos en que el propio auto interés se asomaba.
Por su parte, abonando en favor del argumento de Weil, la calificación a los partidos
se asoció positiva y casi generalizadamente al respaldo actitudinal, lo que podría contener
juicios prospectivos racionales, no miopes, que supondrían individuos identificando
alternativas partidarias que les vuelven menos atractivo romper o descalificar agriamente al
sistema y a sus gobiernos. A la vez, el efecto dual de las dos grandes televisoras sobre las
actitudes de sus audiencias, a favor del régimen entre quienes se informaban por Televisa y
en su contra entre el auditorio de Televisión Azteca podría expresar los efectos de una
misma decisión antecedente: la de salida respecto a dos organismos del viejo sistema
político, Televisa y el PRI. El vínculo positivo entre edad y legitimidad del régimen
contendría predisposiciones o valores como mecanismos de explicación, en tanto que las
relaciones negativas entre escolaridad y satisfacción, y conciencia política y popularidad
presidencial prospectiva, así como la positiva entre ingreso y respaldo, recordarían que la
disposición de ciertos recursos favorece los juicios críticos, en tanto que otros los inhiben o
sencillamente colocan la opinión sobre los rieles del auto interés.
Posteriormente, en la segunda parte de este último capítulo, realizo un ejercicio auto
crítico del trabajo particularizado en conceptos e indicadores, intentando no sólo señalar
deficiencias sino sugerir alternativas operacionales así como nuevas preguntas de
investigación. Y finalmente, al concluir respecto al valor de la explicación mediante
mecanismos, reitero que si bien ésta gira en torno a los atributos cognoscitivos de los
actores, no es completa si no considera las situaciones sociales en que se desenvuelven.
obedientes e insatisfechos i. obertura y dos fugas .
48
Así, los ciudadanos ordinarios de la ciudad de México que en 1997 experimentaban
condiciones de apatía o desvinculación emocional con el viejo régimen y sus piezas, lo
legitimaban, apenas si aprobaban los rendimientos gubernamentales y cuestionaban la
legitimidad del PRI, concretaron la alternancia en el gobierno –una suerte de consagración
de la democracia capitalina– porque el contexto institucional les permitió pensar primero en
votar oposición y votar oposición posteriormente.
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
49
CAPÍTULO II REDUCIENDO LA POLISEMIA:
CREER Y LEGITIMAR
El afortunado rara vez se contenta con la posesión de su fortuna. Siente, además, la
necesidad de tener derecho a ella. Quiere convencerse de que la ha merecido.
La felicidad quiere ser legítima
Max Weber1
Cualquier lunes por la mañana, al sur de Papua Nueva Guinea, un Gran hombre
sursurunga recrimina públicamente las conductas indebidas de los jóvenes; pareciera
suponer que “siempre es más fácil regañar que prohibir” pues “la prohibición puede
desobedecerse”, lo que sería “signo seguro de que ha perdido la autoridad legítima y el
poder que reclama”2. Reprochando, en cambio, afirma su jerarquía, ganada primero en el
orden tradicional por su reputación, el reconocimiento a su carácter y a su probada
capacidad para solucionar conflictos cotidianos, formalizándola después en las instituciones
políticas post coloniales mediante elecciones que normalmente se resuelven por consenso.
Si no hay ruptura en el orden tradicional tampoco la habrá en el formal. En suma, la
autoridad local se instituye y legitima en dos trayectorias subsecuentes: la primera, un
conjunto de prácticas tradicionales en apariencia no políticas y la segunda, una elección
formal de carácter plebiscitario; el dispositivo combina instituciones tradicionales y
modernas e ilustra la multidimensionalidad de éstos procesos.
1Max Weber, Ensayos sobre sociología de la religión. Madrid: Taurus, 1987, T. 1, pp. 237 y 238 2Alexander Bolyanatz, “Legitimacy, Coercion, and Leadership among the Sursurunga of Southern New Ireland”. Ethnology, vol. 33, 1994, p. 62
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
50
A fines del siglo XX mexicano, Guy Hermet descifró unidimensionalmente la
legitimación presidencial. Al referir la calidad democrática de la elección de Ernesto
Zedillo, sentenció: “es el primer dirigente legítimo desde Porfirio Díaz”3. Y en efecto, se
trataba de un presidente constituido y legitimado electoralmente. Pero por años, en el
sistema político mexicano, para alcanzar una posición de autoridad o representación
popular legítimas, más importante que ganar limpiamente una elección fue ser postulado
por el partido de los revolucionarios y vencer sin grandes impugnaciones en una contienda
de naturaleza casi plebiscitaria. Ésta lógica de la post revolución la ejemplificó el personaje
de Jorge Ibargüengoitia, Vidal Sánchez, que en Los Relámpagos de Agosto, advertido de
los riesgos de los procesos electorales, concluía: “los revolucionarios verdaderos, los que
sabemos lo que necesita este México tan querido, seguimos siendo una minoría:
necesitamos un gobierno revolucionario, no elecciones libres”.
Las viñetas sursurunga, el juicio de Hermet y la ficción de Ibargüengoitia ilustran la
complejidad de los procesos de legitimación: refieren la multiplicidad de fuentes de poder,
bosquejan el juego especular en que se justifica y coinciden en observar privilegiadamente
al Principe, que intenta explicar su derecho de mando como si se tratara de la felicidad que
quiere ser legítima, ignorando las razones del individuo ordinario que reconoce su deber de
obedecer, los arcanos de ese Otro que en su forma de votante, joven sursurunga o mexicano
de la postrevolución, legitimaron un mandato, un gobernante o un régimen. Pero transitar
por estos laberínticos caminos, implica responder primero qué es la legitimidad, cuál es su
3Guy Hermet, “El desencanto de la democracia” [entrevista de Eduardo Bohórquez, David Gómez y Guillermo Rosas]. Nexos. núm. 217, enero, México: Nexos. Sociedad, ciencia y literatura S.A., 1996, pp. 56-57
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
51
cobertura semántica, qué tradiciones existen en su estudio y cuál es la dimensión
epistemológica de su tratamiento, para de allí, reconocer mi equipaje teórico y construir una
heurística que me permita explicar la formación e interacción de creencias, preferencias y
motivaciones, así como la conversión de la creencia individual en colectiva.
Este capítulo consta de tres partes: en la primera, exhibo la polisemia del concepto
de legitimidad, intentando someterlo con tres criterios de clasificación, lo que me sirve para
estipular mis propias definiciones, situándolo en el más amplio campo de las creencias. En
la segunda parte abordo la cuestión de las creencias y las preferencias individuales y
sociales: en este pasaje, mi objetivo no es presentar una definición operacional o articular
una teoría sobre las creencias y sus relaciones con la conducta –tan ambicioso como
ingenuo–, sino confeccionar la heurística de mi análisis de las creencias en la legitimidad
de una figura política, mediante la presentación de un amplio elenco de mecanismos micro-
macro-micro. En la tercera parte examino la cuestión de las motivaciones, que íntimamente
vinculada a la anterior la he presentado por separado para facilitar la lectura del material.
Tanto la segunda como la tercera parte se anudan en un mismo argumento: las formas y
consecuencias de las creencias individuales y sociales subyacen a todo fenómeno social y
constituyen uno de los ejes de una explicación que se valga de mecanismos.
Legitimar
En el uso corriente, legítimo es “lo concordante con las leyes”, “lo lícito, lo justo”,
lo “cierto, genuino y verdadero en cualquier linea”4. Kelman definió la legitimación como
el proceso que sanciona socialmente, categoriza y recategoriza “dentro o fuera del campo
4Real Academia Española, Diccionario de la lengua española. Madrid: Espasa Calpe, 1992, tomo II, p. 1270
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
52
de lo moralmente aceptable y obligatorio” a individuos, grupos, acciones y sistemas5. Quizá
por la amplitud de sus acepciones, Levy distinguió los significados genérico y específico de
la legitimidad. En el primero, es “casi sinónimo de justicia”; en el segundo, propio del
lenguaje político, refiere el “atributo del Estado que consiste en la existencia en una parte
relevante de la población de un grado de consenso tal que asegure la obediencia sin que sea
necesario, salvo en casos marginales, recurrir a la fuerza”6. En latín clásico legitimus es lo
concordante con la ley, de la familia de legar, que es atar, ligar, vincular; semánticamente
próximo al latin justus, lo “conforme a derecho”, en el universo de juxta, “junto a, al lado
de”7. En principio, la legitimidad es la creencia en la existencia de un atributo vinculante de
la autoridad, mandato o institución que favorece la obediencia, en tanto que legitimación es
el acto –creencia incluso, omisión también– de legitimar.
Según Merquior, mientras en la tradición romana Cicerón diferenció en De oficio al
enemigo legítimo con quien se firman acuerdos que representan compromisos legales y
mandatos, del pirata o ladrón con quien pactar es imposible, en la antigua Grecia no existió
palabra que describiera las convergencias y divergencias entre la ley y su práctica, aunque
dikaion refería lo justo, mientras nominon lo legal8. Rousseau señaló que para los griegos,
tirano era quien se arrogaba la autoridad real sin derecho, “aplicándola indistintamente a los
príncipes buenos o malos cuya autoridad no era legítima”9.
5John Jost & Brenda Major (eds.), The Psychology of Legitimacy. Emerging Perspectives on Ideology, Justice, and Intergroup Relations. USA: Cambridge University Press, 2001, p. 12 6Lucio Levi, “Legitimidad”. Norberto Bobbio y Nicolo Mattuecci, Diccionario de política L-Z, México: S. XXI, 1985, p. 892 7Jorge Guillermo Merquior, Rousseau and Weber. Two studies in the Theory of Legitmacy. London: Routledge & Kegan Paul, 1980, p. 3 y Joan Corominas y José Pascual, Diccionario crítico etimológfico castellano e hispánico. Madrid: Gredos, Volumen III, 1989, pp. 542 y 624 8Jorge Guillermo Merquior, op cit, p. 1 9Juan Jacobo Rousseau, op cit., p. 114
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
53
En su Política, aunque Aristóteles no utilizó el concepto de legitimidad, se ocupó de
las razones de la asociación política, del poder y la obediencia, justificando la civitas en
términos sustantivos: para lograr el bien vivir, argumentaba, la distinción funcional entre
gobernantes y gobernados resultaba tan deseable como inevitable, importando más las
virtudes del gobernante y la sustancia de su quehacer que la forma de gobierno o el
procedimiento de su adquisición10. Congruentemente, en su Ética a Nicómaco, distinguió
“al tirano del rey en que el primero gobierna para su propia utilidad, y el segundo, para
utilidad de sus súbditos”11. Según Lassman, la idea de utilidad pública, junto al tamaño del
cuerpo gubernamental, constituyen el legado de Aristóteles al pensamiento político
occidental en materia de evaluación de los regímenes políticos12.
De vuelta con Merquior, en la Edad Media la consetudo reemplazó a la lex, es decir,
legítimo fue lo que se conformaba a la costumbre antes que a la ley, mientras que en
política, la filosofía de la época identificó legitimidad con el título que habilitaba a la
Corona al ejercicio del poder13 y que la Iglesia confería incluso a quienes por carisma lo
reclamaban, siendo la consagración su expresión suprema14. La primera definición de
legitimidad como producto del consentimiento fue acuñada por Guillermo de Occam, quien
acudió a la ley natural en su argumentación15.
En términos descriptivos, Maquiavelo atendió la titulación de la autoridad
reconociendo la multiplicidad de fuentes de poder y maneras de justificarlo: los
principados, decía, “se adquieren, o con ajenas armas, o con las propias, por caso
10Aristóteles, Política. Madrid: Alianza, 2001, pp. 73, 135 y 293 11Juan Jacobo Rousseau, ibidem 12Peter Lassman, “The rule of man over man: politics, power and legitimation”, Stephen Turner [ed.], The Cambridge Companion to Weber. Cambridge: Cambridge University Press, 2000, p. 91 13Jorge Guillermo Merquior, op cit, pp. 1-7 y ss. 14Reinhard Bendix, Max Weber. Buenos Aires: Amorrortu, 1970, p. 304 15Jorge Guillermo Merquior, op. cit, p. 3
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
54
afortunado o por valor y genio”, y distinguía aquellos hereditarios e incluso conquistados
donde la tradición trabajaba para el orden, de los recién creados, que construidos por
“fortuna, genio o maldad”, dependían en mayor medida de las habilidades personales del
gobernante. Como fuera, decía, “por fortísimo ejército que tenga un príncipe, necesita la
buena voluntad de los habitantes para ocupar un estado”. Y aunque “el cariño del pueblo es
para un príncipe absolutamente necesario”, preguntándose si era mejor ser amado que
temido, respondía que era mucho más seguro ser temido, sin excluir el afecto ni engendrar
el odio. Su fundamentación del apoyo político en el componente disuasivo de los incentivos
selectivos 16 descansaba en su idea de la naturaleza humana: “los hombres temen menos
ofender a quien se hace amar que al que inspira temor, porque la amistad es sólo un lazo
moral, lazo que por ser los hombres malos rompen en muchas ocasiones”. Paradójicamente,
sin embargo, en el mismo Príncipe apuntaba que Francisco Sforza ascendió por “medios
legítimos”, dando a entender que había otros que no lo eran17: ¿no es éste un juicio acerca
de la adecuación en la adquisición de la autoridad como fuente de legitimidad?.
Hobbes abordó la cuestión mediante los conceptos de poder y autoridad, girando en
torno a la acción individual y a su dimensión estratégica: si las pasiones humanas conducen
a la miserable condición de guerra, los individuos unidos por el consentimiento se imponen
la autorestricción del Estado, concediéndole todo su poder y fortaleza a un hombre, pues
pactos que no descansan en la espada no son mas que palabras. El producto, finalmente,
mas que consentimiento o concordia, era la “unidad real de todo ello en una y la misma
16Los incentivos selectivos son los bienes materiales, de estatus y prestigio que el individuo espera resultado de su acción. Angelo Panebianco, Modelos de partido. Organización y poder en los partidos políticos. Madrid: Alianza Editorial, 1995, p. 68 17Nicolás Maquiavelo, “El Príncipe”en Obras políticas. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, pp. 305, 306, 316, 324 y 338
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
55
persona, instituida por pacto de cada hombre con los demás, en forma tal como si cada uno
dijera a todos: autorizo y transfiero a este hombre o asamblea de hombres mi derecho de
gobernarme a mi mismo, con la condición de que vosotros transferireis a él vuestro
derecho, y autorizareis todos sus actos de la misma manera”18. Y al identificar al Estado
como el depositario de la soberanía y la autoridad, ofrecía una solución en la discusión
inglesa del siglo XVIII que oponía las figuras del Rey el parlamente en la disputa por la
legitimidad19.
En Rousseau, el problema cobró mayor autonomía y complejidad. Para empezar,
distinguió las figuras susceptibles de legitimarse: “antes de examinar el acto por el cual el
pueblo elige un rey, sería conveniente estudiar el acto por el cual un pueblo se constituye en
tal”. Y en seguida argumentó que en el estado de naturaleza, la conservación del hombre
exigía “encontrar una forma de asociación que defienda y proteja con la fuerza común la
persona y los bienes de cada asociado (...) tal es el problema fundamental cuya solución es
el contrato social”, que una vez suscrito encierra tácitamente el compromiso “de que
cualquiera que rehúse obedecer la voluntad general, será obligado a ello por todo el cuerpo
(...) condición que constituye el artificio y el juego del mecanismo político y que es la única
que legitima las obligaciones civiles, las cuales, sin ella, serían absurdas”20.
Fundado el cuerpo político se plantea el problema de su “movimiento y voluntad”:
el órgano de la voluntad será el poder legislativo; el del movimiento, el ejecutivo. Entonces,
“el acto que instituye al gobierno no es un contrato, sino una ley” definida por el soberano,
18Thomas Hobbes, Leviatán o la materia, forma y poder de una República eclesiástica y civil. México: FCE, 1984, pp. 69, 70, 133, 137 y 141 19Quentin Skinner, La libertad antes del liberalismo. México: Cide / Taurus, 2004, 110 pp. 15-16 20Juan Jacobo Rousseau, op cit, pp. 18, 20 y 26
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
56
pues “el más fuerte no lo es jamás bastante para ser siempre el amo o señor, si no
transforma su fuerza en derecho y la obediencia en deber”. En suma, diría, “todo gobierno
legítimo es republicano”, aclarando que gobierno republicano es aquél “dirigido por la
voluntad general, que es la ley”. En suma: “para ser legítimo un gobierno no es preciso que
se confunda con el soberano, sino que sea su ministro”21.
Durkheim utilizó el término con menos especificidad y autonomía políticas pero con
un sentido sociológico singular. En sintonía con sus más generales preocupaciones teóricas,
la autoridad y la política fueron conceptualizadas desde la crítica al pensamiento racional e
individualista22: si los individuos aportaran cada uno por su lado el sufragio para constituir
el Estado, un “particularismo individualista” estaría en la base de toda organización
volviendo contingente la obligación, pues “lo que mi voluntad ha hecho, mi voluntad lo
puede deshacer”. En cambio, continuaba su argumento, “supongamos que tales
designaciones se hacen como resultado de una elaboración colectiva: su carácter será
totalmente distinto, pues cuando los hombres piensan en común, su pensamiento es, en
parte, la obra de la comunidad”. De esta manera, la fuente de la obligación sería la rectitud
o bondad de la ley, es decir, que ésta fuese “de acuerdo con la naturaleza de los hechos”, lo
que la elaboración colectiva lograba. Finalmente, sólo aceptaba “un poder moral, y por
consiguiente común, superior al individuo que puede imponer legítimamente la ley: el
poder colectivo”. El Estado era “la sede no más que de una conciencia especial, restringida,
pero más alta, más clara, que tiene de sí misma un sentimiento muy vivo (...) un órgano
especial encargado de elaborar ciertas representaciones que tienen valor para la
21Juan Jacobo Rousseau, op cit, pp. 48, 72, 133, 10 y 50 22Fernando Escalante, Una idea de las ciencias sociales. México: Paidós, 1999, 204 p.
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
57
colectividad (...) [que] se distinguen de las otras representaciones colectivas por su mayor
grado de conciencia y reflexión”23.
Según Lacroix, en Durkheim, el círculo del poder ataba tres enunciados: primero,
que “no hay sociedad conocida que no engendre representaciones que definan lo legítimo,
lo lícito, y, correlativamente, lo prohibido”; segundo, que “la especialización de las tareas
crea el Estado”; tercero, que el poder del Estado “no es otro que la objetivación específica
de este último pasado”. El fundamento es que “la evolución de las sociedades es un
fenómeno endógeno”, por lo que “la índole de la autoridad debe ser buscado del lado de las
creencias de los sometidos más bien que de la capacidad de coacción de sus titulares”24.
Finalmente, los criterios para distinguir entre las formas políticas aceptables y las
despóticas, o ilegítimas, aparecerán en el Journal sociologique, donde Durkheim definió al
despotismo a partir de la relación entre el Estado y la sociedad: el poder gubernamental es
absoluto “cuando no encuentra en las demás funciones sociales nada capaz de ponderarlo y
limitarlo eficazmente”, o dicho de otro modo, “cuanto mayor es el carácter unilateral de las
relaciones del poder supremo con el resto de la sociedad”. Por el contrario, “lo es tanto
menos cuando sus relaciones con las demás funciones sociales son más del todo
bilaterales”25
También en los orígenes de la sociología, Max Weber se ocupó ampliamente del
concepto. En Economía y sociedad dedicó tres pasajes al tratamiento del problema: en los
Conceptos sociológicos fundamentales, al parecer escritos una vez concluida la obra y cuyo
23Emilio Durkheim, Lecciones de sociología. Física de las costumbres y el derecho. México: Quinto Sol, 1990, pp. 105, 104, 101, 102, 12 y 52 24Bernard Lacroix, Durkheim y lo político. México: FCE, 1984, p. 50, 279 25Citado en Bernard Lacroix, ibid, p. 289
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
58
contenido expresa el pensamiento maduro del autor26, definió la legitimidad de un orden,
las garantías y atribuciones de legitimidad, el poder y la dominación. En el segundo pasaje,
Los tipos de dominación, trató de manera principalmente histórica el asunto. Y por último,
en la Sociología de la dominación, abordó la legitimidad conceptual y empíricamente.
En la primera, elemental y comprensiva acepción, orden legítimo fue definido como
la representación posible de la acción social, a la que le concede validez. En este pasaje,
legitimidad es el contenido de sentido de una relación social que se conduce por máximas
reconocibles para los actores, que aparecen como obligatorias en grado significativo. El
orden social que cuenta con “el prestigio de ser obligatorio y modelo, es decir, con el
prestigio de la legitimidad” será menos frágil que el sostenido en la costumbre, aunque ésta
última brinde mayor solidez que las motivaciones racionales de fin. A la vez, no debería
representar ninguna dificultad reconocer “que distintos órdenes contradictorios entre sí
puedan valer unos al lado de otros dentro de un mismo círculo de hombres”27. Dicho de
otro modo, formulaba de manera multidimensional el problema de la legitimidad.
Todavía en los conceptos fundamentales, distinguió entre las garantías de
legitimidad de un orden y sus atribuciones de legitimidad. Las primeras, decía, podían ser
íntimas, en cuyo caso identificaba las afectivas, religiosas y racionales con arreglo a
valores, o bien externas, señalando las situaciones de interés. Por su parte, las atribuciones
de legitimidad derivarían de la tradición, las creencias afectivas, las creencias racionales
con arreglo a valores o bien las creencias de lo estatuido positivamente28. Al parecer, las
garantías referían los inputs de legitimación de una autoridad, en tanto que las atribuciones,
26Peter Lassman, ibid, p. 84 27Max Weber, Economía y sociedad, op cit, pp. 25 y 24 28Max Weber, ibid, pp. 29 y 30
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
59
los outputs de quienes legitiman. Y la diferencia, a la postre muy relevante, radicaba en la
motivación o forma de la creencia que se excluía de una de las dos listas: mientras la
dominación se vale del interés, legitimar no lo conoce.
Para Weber, el concepto de poder era sociológicamente amorfo, en tanto que el de
dominación implicaba “la probabilidad de encontrar obediencia a un mandato”; la
asociación política era una asociación de dominación cuyas ordenaciones cuentan con
validez en un ámbito geográfico delimitado y son garantizadas por el Estado, que es el
“instituto político de actividad continuada, cuando y en la medida en que su cuadro
administrativo mantenga con éxito la pretensión del monopolio legítimo de la coacción
física para el mantenimiento del orden vigente”29.
Más adelante, al tratar con amplitud los tipos de legitimidad, agregó que la
dominación no era cualquier forma de ejercicio del poder, sino aquella en que al menos
existía un“mínimo de voluntad de obediencia, o sea de interés externo o interno en
obedecer”. Curiosamente, el interés externo en obedecer, conforme a su terminología, podía
traducirse en interés en obedecer por interés. La situación de dominación, entonces,
implicaba autoridad, que a la vez se distinguía por el componente voluntario de la
obediencia. Pero, añadía, “la costumbre y la situación de intereses, no menos que los
motivos puramente afectivos y de valor, no pueden representar los fundamentos en que la
dominación confía; normalmente se les añade otro factor: la creencia en la legitimidad”. La
dominación legitima sería aquella en que “la acción del que obedece transcurre como si el
contenido del mandato se hubiera convertido, por sí mismo, en máxima de su conducta; y
29Max Weber, ibid, pp. 43 y 44
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
60
eso únicamente en méritos de la relación formal de obediencia, sin tener en cuenta la propia
opinión sobre el valor o desvalor del mandato como tal”30.
Aquí, Weber distingue a la legitimidad de otras formas de respaldo actitudinal ya no
sólo por la motivación en que reposa, sino también por su fuerte interiorización, su escaso
componente de auto conciencia, o dicho con un solo término, por no representar una
creencia reflexiva31. La idea de Kelman quizá pueda aclarar el contenido de estas
anotaciones: “el concepto de legitimidad nos recuerda que existen significantes aspectos de
la conducta y estructura sociales que no están del todo determinados por intereses y
preferencias cuanto por derechos y obligaciones”32. En esta sintonía, la especificidad moral
de la dominación parece delineada: la legitimidad implica voluntad de obediencia, una
máxima de conducta individual de escaso contenido reflexivo, una creencia acerca de
derechos y obligaciones con débil o nula influencia del interés, calficándola incluso de
creencia no motivada, abriéndose la paradoja teórica y empírica de distinguir la conducta
guiada por máximas internalizadas de la motivada, como si las creencias internalizadas, las
creencias en torno a obligaciones y derechos no tuvieran, al menos analíticamente, un
factor motivacional.
La paradoja se despliega al fundamentar los tipos puros de dominación: el racional,
reposaría en “creencias en la legalidad de las ordenaciones estatuidas y de los derechos de
mando de los llamados por esas ordenaciones a ejercer la autoridad”, el tradicional, “en la
creencia cotidiana en la santidad de las tradiciones que rigieron desde lejanos tiempos y en
30Max Weber, ibid, pp. 170 y 171 31“Reflexividad no es mera auto conciencia, sino el carácter registrado del fluir corriente de la vida social (...) supone una racionalización, entendida más como proceso que como estado y como parte intrínseca de la competencia de los agentes”. Anthony Giddens, La constitución de la sociedad. Bases para una teoría de la estructuración. Buenos Aires: Amorrortu, 1995, p. 41 32Herbert Kelman, “Social and Psychological Processes of Legitimization and Delegitimization” en John Jost & Brenda Major (eds.), op. cit., p. 56
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
61
la legitimidad de los señalados por esa tradición para ejercer la autoridad” y el carismático
“en la entrega extracotidiana a la santidad, heroísmo o ejemplaridad de una persona y a las
ordenaciones por ella creadas o reveladas”33. ¿Éste elenco de creencias no corresponde a las
categorías motivacionales de la racionalidad con arreglo a fines o a valores, la tradición y el
afecto?, ¿o se trata, en cambio, no tanto de creencias internalizadas cuanto de
racionalizaciones? ¿cuál es, entonces, el papel de la motivación en ésta urdimbre?.
En un pasaje de Sociología de la dominación de Economía y sociedad, al especificar
que un caso especial del poder es la dominación, Weber señala la existencia de dos tipos
radicalmente opuestos: la dominación mediante una constelación de intereses y la
dominación mediante la autoridad, que debe entenderse como poder de mando y deber de
obediencia. De la primera, el tipo más puro era “el dominio monopolizador de un
mercado”; de la segunda, “el poder ejercido por el padre de familia, el funcionario o el
príncipe”, que tienen en común basarse “en el hecho de recurrir al deber de obediencia con
absoluta independencia de toda suerte de motivos e intereses”. Ahora, la paradoja parece
resuelta: el deber de obediencia capaz de prescindir de motivos, entendidos aquí como
razones o justificaciones particulares es el poder político legítimo, que sólo existe en la
relación de dominación, lo que no implica, por supuesto, que quienes mandan y obedecen
carezcan de motivos entendidos ahora como motores de la acción y al tipificar los modos
de dominación, Weber regresa, una vez más, a las motivaciones de la acción entendidas
como motores, apuntando que “en forma totalmente pura, los ‘motivos de legitimidad’ sólo
33Max Weber, ibid, p. 172
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
62
son tres”34. En este argumento, además, pareciera que las creencias en la legitimidad de un
orden, para considerarse como tales, deben operar en el individuo de manera no reflexiva,
esto es, representar máximas invisibles que proporcionan, al menos, un mínimo de voluntad
a la acción.
Desplazándose al cuadro administrativo, para Weber “toda dominación se
manifiesta y funciona en forma de gobierno” y particularmente, en el mundo moderno,
exige “una superioridad técnica a causa de la creciente necesidad del entrenamiento”, lo
que favorece la continuidad de una parte de los funcionarios y surja una organización social
especializada. En esa organización, señores serán los dirigentes cuyo poder de mando no
provenga de la delegación de otros señores y aparato el conjunto de personas a su
disposición. La especificidad sociológica de la estructura de una forma de dominación
derivará del modo de “la relación entre el señor o señores y el aparato de mando, y entre
ambos y los dominados, así como de los principios específicos de la ‘organización’, es
decir, de la distribución de los poderes de mando”35. En el mundo moderno, a decir de
Lassman, para Weber no hay forma de legitimación democrática, pues en estos regímenes,
el poder “simplemente reside en la habilidad del líder carismático del partido para mantener
el apoyo de sus seguidores y de las masas”, sin acudir a otros recursos36. Podría formularse,
entonces, que mientras el señor se legitima sobre la base de su carisma, el aparato acude a
la rutina formal burocrática para lograrlo, o dicho de otro modo, la democracia implica
legitimación carismática del jefe político y rutinaria del burócrata.
34Max Weber, ibid, pp. 696 y 706 35Max Weber, ibid, pp. 700 y 705 36Peter Lassman, ibid, p. 95
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
63
En un trabajo gozne de la sociología clásica y la investigación por encuesta de la
politología estadunidense de la segunda mitad del siglo XX, Almond y Verba distinguieron
las formas del apoyo político actitudinal por su fuente motivacional. Siguiendo a Parsons y
Shils, identificaron tres tipos de orientaciones psicológicas hacia los objetos políticos,
cuyos patrones, además, configuraban su concepto de cultura política: las orientaciones
cognoscitivas consistían de conocimientos y creencias, las afectivas eran esencialmente
sentimientos y las evaluativas, opiniones que combinaban “patrones de valor y criterio, con
información y sentimientos”. En términos analíticos lo que distinguía a los sistemas
políticos desde la perspectiva actitudinal de sus integrantes era la especialización de las
evaluaciones: en los parroquiales y de súbditos, las orientaciones predominantes eran
afectivas y normativas, en tanto que en los de participación, las más frecuentes eran las
cognoscitivas. Un sistema gozaría de congruencia actitudinal si las orientaciones
cognoscitivas positivas de sus miembros, se asociaban a orientaciones afectivas y
evaluativas también positivas, en tanto que experimentaría apatía si a las orientaciones
cognoscitivas positivas se vinculaban la indiferencia afectiva y normativa, viviendo con
miembros distanciados o enajenados, si las orientaciones cognoscitivas positivas concurrían
con orientaciones afectivas y normativas negativas. En el plano empírico, advertían los
autores, la norma respecto a la especialización de las evaluaciones y al tipo de orientaciones
predominantes era la mixtura, en tanto que la congruencia actitudinal resultaba una
excepción antes que la regla37.
En concordancia con Lipset, sostenían que si sólo consideraciones pragmáticas de la
eficiencia del sistema fundamentaban el respaldo, éste sería intrínsecamente frágil, por lo
37Gabriel Almond & Sidney Verba, The civic culture. Political Attitudes and Democracy in Five Nations. Princeton: Princeton University Press, 1963, pp. 15-22
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
64
que en el largo plazo, necesitaría del vínculo que llamaron afecto por el sistema,
advirtiendo que sin embargo debía ser moderado, pues emociones intensas, también podían
ser contraproducentes. Y acudiendo a Eckstein, afirmaban que el apoyo pragmático sin
carga emocional, al que calificaban de oportunista, conduciría muy probablemente al
cinismo38. Casi cuarenta años después del trabajo de Almond y Verba, la teoría de la
inteligencia afectiva de Marcus, Neuman y MacKuen recuperaba esta línea de
razonamiento, proponiendo que la fuente del apoyo activo a una figura política son las
emociones positivas que logra generar, en tanto que las reconsideraciones y deserciones son
hijas de la angustia39.
Próximo a esta línea argumental, Barker entiende la legitimidad como “la
convicción de que el Estado y la autoridad de sus mandatos son correctos, por lo que su
obediencia no es por simple miedo o auto interés, sino por la creencia por parte de los
gobernados de que deben ser obedecidos, pues cuentan con autoridad moral”, excluyendo
los rendimientos gubernamentales, colocando al centro motivaciones y creencias, así como
la forma de experimentarlas individualmente. Por su parte, un tradición de la psicología
social, “existe obediencia cuando un individuo modifica su comportamiento a fin de
someterse a las órdenes directas de una autoridad legítima”40. De vuelta con Alagappa,
también David Held restringe legitimidad al acuerdo normativo, dejando de lado la
obediencia pragmática, la aceptación instrumental y la tradición41.
38Gabriel Almond & Sidney Verba, op cit, p. 488 39George Marcus, Russell Neuman & Michael MacKuen, Affective Intelligence and Political Judgment. Chicago: The University of Chicago Press, 2000, p. 133 40John Levine y Mark Pavelchak, op cit., p. 43 41Muthiah Alagappa, Political legitimacy in Southeast Asia; the quest for moral authority. Contemporary issues in Asia and the Pacific. Stanford: Stanford University, 1995, p. 2
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
65
En contraste, para la teoría de la elección racional, particularmente para Downs, un
gobierno será legítimo cuando haya obtenido sus facultades de coerción del consentimiento
voluntario de los gobernados, expresado en una mayoría electoral simple, toda vez que el
acuerdo en torno a la regla constitucional está dado, aunque se apunte que los ciudadanos
tienen interés utilitario en preservarla. Finalmente, esta preferencia se supone exógena y
estable, sin considerar su gestación, los cambios endógenos ni la posible existencia de
acuerdos parciales con otras reglas y con sus posibles combinación42. En esta perspectiva,
el vehículo del consenso son las elecciones en tanto que el auto interés teje los lazos de
lealtad en el sistema político, sin que se le suponga débil o incapaz de proporcionar las
bases morales necesarias para la gobernación.
En un intento sintético, Alagappa identificó cuatro componentes de la legitimidad:
normativo, procedimental, rendimientos y consensual:
“una relación de mando y obediencia puede ser definida como legítima si el orden político en que
descansa se basa en normas y valores compartidos, si el gobernante adquirió el poder conforme a las
reglas establecidas, si tal poder es ejercido en los límites prescritos para la promoción del interés
colectivo de la comunidad y si los gobernados han dado su consentimiento a los mandatos del
gobierno”43.
Con lo expuesto, debería quedar claro que los significados atribuidos a la
legitimidad son múltiples y en ocasiones divergentes. Merquior ha destacado que siendo un
concepto central en el campo de la cultura política, su tratamiento no ha sido exhaustivo ni
se dispone de trazos claros, intersubjetivamente compartidos, respecto a su significado y
42Anthony Downs, An Economic Theory of Democracy. USA: Harper Collins, 1957, p. 270 43Muthiah Alagappa, op. cit., p. 15
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
66
alcances44; Huntington lo califica de difuso y recomienda evitarlo, aunque acepta que “es
esencial para comprender los problemas a los que se enfrentan los regímenes autoritarios a
fines del siglo XX”45; Weatherfor ha escrito que es “complejo y difícil de manejar para
entenderlo de una sola vez, por lo que casi toda la literatura empírica ha seguido la táctica
de descomponerlo en sus partes integrantes”46; para Dobry, la principal deficiencia del
tratamiento de Weber no fue tanto utilizar la noción con grandes fluctuaciones, sino
postular erróneamente la equivalencia entre “las reivindicaciones de legitimidad por parte
de los dominantes y las creencias en la legitimidad de la dominación por parte de los que
están sometidos”47 y para Barker la confusión entre legitimidad como recurso y la
legitimación como actividad gubernamental se inicia con la discusión del trabajo de
Weber48. ¿Cómo organizar este paisaje?, ¿cómo reconstruir, al menos operacionalmente, el
concepto?.
Una primera forma consiste en establecer una distinción desde la cobertura
semántica del término, colocando a sus extremos dos grandes connotaciones: la primera,
cuando legitimidad refiere exclusivamente los procedimientos para titular y ejercer la
autoridad, es decir, cuando el individuo que legitima significa el quehacer de la autoridad
conforme al procedimiento y no por el resultado; en este caso, además, añadimos un
44Jorge Guillermo Merquior, op cit, p. 1. Por ejemplo, el más amplio concepto de cultura política tampoco escapa a la polisemia. Archie Brown y Jack Gray, Cultura y cambios políticos en los estados comunistas. México: MM, 1980, 269 p. Finalmente, la ausencia de sólidos consensos teóricos y semánticos caracteriza a las ciencias sociales. Jeffrey Alexander “La centralidad de los clásicos” en Giddens, Turner, et al, La teoría social hoy. México: Alianza/Conaculta, 1990, pp. 22-80 45Samuel Huntington, La tercera ola. La democratización a finales del siglo XX. España: Paidós, 1995, p. 54 y ss 46Stephen Weatherford, “Measuring political legitimacy”, American Political Science Review. Washington: APSA, marzo, 1992, Vol. 86, No. 1 47Michel Dobry, Sociología de las crisis políticas. La dinámica de las movilizaciones multisectoriales. España: S. XXI, 1988, p. 240 48Rodney Barker, Legitimating Identities. The Self—Presentations of Rulers and Subjects. UK: Cambridge University Press, 2001, pp. 17-18
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
67
componente emocional, de valores o tradiciones que acompañan a la creencia. La segunda
forma sería cuando legitimidad implica extensivamente la evaluación de los rendimientos
gubernamentales, o dicho de otra manera, cuando la persona que legitima filtra el ejercicio
de gobierno por un código cuyos significados derivan del contenido y resultados del
mandato. En este segundo caso, el vínculo emocional, de valores o tradiciones, no es
necesario.
Con este criterio semántico, en el uso procedimental figuraría privilegiadamente
Max Weber y sus garantías íntimas de legitimidad que operan como máximas internas, en
tanto que en el sustantivo, paradójicamente, también podrían situarse las garantías externas
del propio Weber, así como los planteamientos de Aristóteles u Hobbes. Sin embargo, para
Weber la legitimidad, en cuanto máxima individual e íntima que concede validez a un
orden de dominación se constituye y valida por adecuación a una norma o valor, por
proximidad con un procedimiento, cuya existencia validan dominantes y dominados con
sus creencias, mientras que para Hobbes, bastará con que el gobierno proporcione el bien
público seguridad para contar con la obediencia justificada de sus súbditos, o en
Aristóteles, con que contribuya al bien público bienestar. En medio, Rousseau exhibiría
preocupación tanto por los procedimientos en la institución y funcionamiento
gubernamentales, como también por los contenidos del mandato. En Maquiavelo podrían
encontrarse procedimientos que erigen autoridades legítimas y otros que no, pero también
formas externas para conquistar, reconquistar o simplemente imponer la aquiescencia y
obediencia populares, distinguiendo las dimensiones motivacionales de la obediencia,
concediendo al temor un papel decisivo e imprescindible y al amor un valor añadido
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
68
excepcional, con lo que se coloca en la esfera de los micro mecanismos. Y aunque
Durkheim distingue a los gobiernos despóticos de los que no lo son, pareciera suscribir una
lectura no sólo sustantiva de la legitimidad, sino suponer que lograrla es parte de la
naturaleza del Estado.
En adelante, a la primera postura le denominaré el sentido estricto de la legitimidad,
que defino como el conjunto de creencias que justifican el derecho de mando y el deber de
obediencia, sea por el origen del mandato, la forma de ejercerlo o por ambas, pero no por
sus contenidos o resultados, por lo que el auto interés inmediato no es su motivación
característica. Observacionalmente y de manera general, implica actitudes individuales,
racionales o no, correctas o incorrectas, más duraderas que fugaces, que no necesitan de la
reflexividad o autoconciencia y aparecen como máximas íntimas que mueven la voluntad o
disposición a obedecer o cooperar con la autoridad política ya sea por la tradición, el afecto,
los valores e incluso la razón aunque ésta última acompañada de alguna otra motivación.
Por su parte, en la connotación amplia, al vincular legitimidad a los contenidos del
mandato, es decir, a los productos del gobierno, el sentido se asocia al auto interés –las
garantías externas de Weber– abriéndose en su definición y volviéndose casi sinónimo de
cualquier forma de respaldo49. Usando los componentes del concepto identificados por
Alagappa, diríamos que nuestro sentido estricto de la legitimidad contendría los elementos
normativo, procedimental y del consenso, debilitando –aunque no del todo– el de
rendimientos e integrando el motivacional; por su parte, en su sentido amplio excluiría los
contenidos normativo y procedimental, pero los rendimientos –no sólo como procuración
49Ésta idea la esbocé anteriormente como estrategias reductiva y extensiva en el tratamiento de la legitimidad. Nicolás Loza Otero, “¿Por mandato divino?. La autoridad legítima en situaciones de cambio político”. Congreso Nacional de Ciencia Política. Cultura política, Jacqueline Peschard (coordinadora). México: UAM, IFE, CNCPyAP, 1996, pp. 135 y 136
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
69
del interés colectivo, cualquiera que sea la forma en que lo definamos, sino incluso del auto
interés del que juzga– y el consenso participarían de la definición, agregando el elemento
motivacional.
Para un observador externo, en la forma general y más simple de la creencia en la
legitimidad de una figura política, el vínculo entre el individuo que respalda S y la figura
evaluada O es una caja negra [cuadro II/1, expresión A]. Normalmente, el análisis de flujos,
es decir, de relaciones entre variables agregadas, tiene esta forma: S, que es un sujeto
colectivo, cree o no en la legitimidad de O, explicando la relación mediante otra variable
antecedente, por ejemplo, los rendimientos materiales del gobierno o la cultura política del
individuo. Si abrimos la caja negra, estaremos en condiciones de identificar las
motivaciones o formas de la creencia [cuadro II/1: m], que tipificadas y limitadas a las
propuestas por Weber, serían emocionales, tradicionales, racionales con arreglo a valores y
con arreglo a fines [cuadro II/1: e, t, rv, rf, respectivamente]. Entonces, la conexión de
sentido entre S y O para la acepción amplia de la legitimidad podrá ser una creencia
racional, un juicio instrumental o utilitario [expresión B], mientras que en su sentido
estricto sería la creencia confeccionada o motivada emocional, tradicional o racionalmente
con arreglo a valores, acompañada o no de la racional con arreglo a fines [expresión C].
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
70
CUADRO II/1 EXPRESIONES SIMPLIFICADAS DE LAS FORMAS DE LEGITIMIDAD
EXPRESIÓN FORMA
A S O Caja negra
B S [m = rf] O Sentido amplio
C S [m = e, t, rv, rf] O Sentido estricto
Por ejemplo, un individuo S podría creer que la autoridad presidencial O es legítima
porque se constituyó y desempeña conforme a la tradición, misma que comparte y quizá le
enorgullezca o produzca otro tipo de emoción [m = rv, e], o bien porque se instituyó y
trabaja de acuerdo a una regla constitucional que comparte pero no le entusiasma [m = rv] o
simplemente porque cree que la regla existente, que le es indiferente pero es observada por
la autoridad, le conviene [m = rf]. Aquí, los dos primeros casos son de legitimidad en
sentido estricto, mientras que el tercero es problemático pues las posturas dominantes
defininen la legitimidad por su componente no instrumental. Y si bien en mi propia
definición, el respaldo que sólo descansa en racionalidad instrumental, sin elementos
normativos y/o emocionales es apoyo instrumental, reitero que la especificidad de la
legitimidad estricta no es principalmente la motivación de la creencia, sino la propiedad que
concede a la relación de dominación, a saber, la creencia en el derecho de mando del
dominante y el deber de obediencia del dominado. Y esa creencia, insitiría, no sólo atañe a
la institución del mando, sino al ejercicio o forma de ejercelo y en esa medida, incluso a sus
contenidos: “lo que es posible hacer en política suele estar limitado por lo que es posible
legitimar; lo que puede ser legitimado, empero, depende de las opciones que puedan
enmarcarse de forma plausible en los principios normativos vigentes”50.
50Quentin Skinner, op cit., p. 67
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
71
Sin embargo, la distinción es analítica y tiene más de un problema, no sólo por la
ambigüedad con que Weber haya tratado la relación entre auto interés, auto conciencia y
legitimidad, ni por la polisemia con que la ciencia social del siglo XX utilizó teórica y
operacionalmente el concepto. La dificultad también tiene otras fuentes: reconocer derecho
de mando a una autoridad porque observa las reglas pero no produce beneficios, puede muy
bien ser compatible con el auto interés de largo plazo, que es finalmente la hipótesis de
Buchanan y Tullock de la legitimidad democrática de tipo racional51; a la vez, el auto
interés como razón para respaldar una autoridad puede ser emocional y rutinariamente
fuerte para un individuo, conduciéndolo incluso no sólo a tergiversar sus motivaciones –
apelar a un valor cuando actúa por interés– sino a transmutarlas –suscribir un valor por auto
interés, pero terminar creyendo intensamente en ese valor–; además, la interiorización que
hace de una creencia una máxima individual, no riñe con la autoconciencia ni con la
reflexividad, sino que delata, acaso, la fuerza emocional o racional del juicio.
En la vertiente amplia, por ejemplo, Habermas considera que el proceso de
legitimación proporciona motivos que generan lealtad de masas52, desapareciendo la
restricción weberiana que vuelve indiferente el contenido del mandato, pues puede tratarse
de razones asociadas a los beneficios que una política proporciona. Desde la teoría de la
elección racional, Sakamoto la define, simplemente, como “apoyo, aceptación o tolerancia”
53, evaporándose también la indiferencia al rendimiento gubernamental y a toda distinción
acerca del tipo de creencia; para Weatherford, es “el vinculo entre los atributos globales del
51James Buchanan y Gordon Tullock, The Calculus of Consent. Logical Foundations of Constitutional Democracy. USA: The University of Michigan Press, 1962, 361 p. 52Jürgen Habermas, Teoría de la acción comunicativa: complementos y estudios previos. México: Rei, 1993, p. 265 53Takayuki Sakamoto, ibidem
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
72
sistema político y las orientaciones individuales de los ciudadanos”, eliminando las
especificación de la naturaleza del gozne. En suma, definida de esta menara, legitimidad es
respaldo, actitud vinculante, apoyo que deriva de los productos del gobierno.
Las formulaciones de Easton y Morlino proporcionan una comparación de ambos
usos. Como es bien conocido, Easton distinguió dos formas de respaldo: por un lado, la que
denominó apoyo específico, que “representa o refleja la satisfacción que siente un miembro
cuando advierte que sus demandas fueron atendidas” y del otro, el apoyo difuso que
consiste de “fuertes lazos de lealtad y afecto” que un miembro siente hacia su sistema54 y
que se expresan en sentimientos de confianza y legitimidad hacia uno o varios objetos
políticos. En esta perspectiva, legitimidad es la convicción de que “es correcto y apropiado
aceptar y obedecer a las autoridades”55 proporcionando validez moral a un régimen o a una
autoridad56 y siendo una de las dos categorías que conforman el apoyo difuso, junto al
apoyo específico, proporcionan los motivos que generan lealtad de masas. Como se
advierte, ésta postura es semejante a la weberiana, pues por un lado reconoce
constelaciones de interés que se traducen en apoyo, y por el otro, máximas de conducta
individualizadas, íntimas, que también conceden respaldo. Más aún, articulando la relación
entre motivación y legitimidad, subyace un criterio de clasificación: en el apoyo específico,
el individuo realiza un juicio instrumental o racional; mientras que en el difuso, el fondo
motivacional es de carácter afectivo o moral, no racional.
Por su parte, Morlino define legitimidad como el “conjunto de actitudes positivas
hacia el sistema político considerado como merecedor de apoyo”, que no derivan en
54David Easton, Esquema para el análisis político. Buenos Aires: Amorrortu, 1982, p. 171 y 172 55David Easton, “A Re-Assessment of the Concept of Political Support”, British Journal of Political Science. Great Britain: No. 5, 1975, pp. 447 y 451 56David Easton, ibid, p. 452
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
73
“aceptación pasiva del régimen” sino en “acciones de adhesión”, convirtiéndola en la más
comprensiva categoría del respaldo, pues integra no sólo consenso, tradiciones
consolidadas e ideologías dominantes57, sino también prácticas. Incluso, diferencia entre
legitimidad específica y difusa a partir del tipo de actitud característica: la primera será
producto de los sentimientos públicos de satisfacción relativa derivados del desempeño
gubernamental, mientras que la segunda implicará confianza en las autoridades e
instituciones, además de incluir como criterio de ésta, la longevidad del objeto legitimado.
En suma, aunque también introduce la distinción motivacional, pero mientras en Easton la
naturaleza no racional de la creencia es característica de la legitimidad y del apoyo difuso,
en Morlino los contenidos racional o no racional sólo distinguen al tipo de legitimidad,
pues finalmente ésta es la más amplia categoría.
La comparación permite destacar otra controversia no sólo en el estudio de la
legitimidad, sino de la cultura política en general. Para Morlino la legitimidad implica
actitudes y prácticas, al tiempo que pareciera suponer continuidad entre unas y otras. Por su
parte, Easton se circunscribe al ámbito actitudinal o de las creencias. Sin duda, Weber
limita la esfera de la legitimidad a las creencias, argumentando que las prácticas en un
orden social ocurren como si los actores creyeran en su legitimidad. Para Durkheim, la
opinión pública, en tanto creencias compartidas es la fuente de la autoridad política. En
cambio, autores como Aristóteles, Rousseau u Hobbes no se detuvieron en la dualidad
creencias/acciones. Por mi parte, considero que esta disyuntiva atraviesa tanto el sentido
amplio como el estricto del concepto y se resume en la pregunta de si la legitimidad integra
57Leonardo Morlino, Cómo cambian los regímenes políticos. Instrumentos de análisis. Centro de Estudios Constitucionales: Madrid, 1985
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
74
creencias y acciones, o se limita a creencias o actitudes. Según Brown, “el riesgo de caer en
la tautología parece reducirse si no se incluye la conducta en la cultura política” pero en su
recomendación pareciera contenerse la simplificación de suponer continuidad entre las
actitudes y las acciones58.
Una segunda forma de someter la pluralidad semántica del término ha sido
propuesta por Merquior, quien sobre la secuencia causal poder—legitimidad reconoce dos
tradiciones: la crática, cuyo referente principal es Rousseau y supone la situación de poder
como generadora eficiente de legitimidad, o dicho de otro modo, sostiene que primero se
adquiere poder y luego se le legitima, y la tradición de las creencias, que postula que una
constelación ideal produce consenso y constituye una fuente antes que un producto del
poder; identificando en Weber a su figura arquetípica. Con este criterio causal, Hobbes y
Maquiavelo figurarían en la tradición crática, en tanto que Durkheim y quizá Aristóteles en
la de las creencias.
Penetrando en el argumento crático, Merquior reconoce cuatro situaciones de poder
que derivan en otras tantas justificaciones del mando: primero, cuando la relación de
dependencia es tan asimétrica como fácil de evadir, los dominadores acuden a la coerción;
segundo, si la relación es de mucha dependencia y nada fácil de librar, usan el principio de
la autoridad no coercitiva; tercero, si existe poca dependencia y dificultades de evadirse, los
dominantes deben recurrir a la influencia, y; cuarto, si la dependencia no es marcadamente
asimétrica y la evasión es posible, el poder tenderá a tomar la forma de una autoridad
basada en el libre consenso. En la primera y tercera situaciones no habrá cabida a
sentimientos de legitimidad; la segunda puede calificarse de sublegítima y la cuarta es la
58Archie Brown y Jack Gray, op cit, p. 8
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
75
hipótesis roussoniana de poder legítimo59. Para Merquior, Stinchcombe resume la tradición
crática cuando define legitimidad como la capacidad de un poder para movilizar
exitosamente sus recursos. Sin embargo, el propio argumento situacional reconoce
creencias en todas las circunstancias, por lo que podríamos localizar la fuente de la
distinción en si se piensa a las creencias, al menos analíticamente, como producto del poder
o como su antecedente. En esta perspectiva, para Barker cuestionarse por la legitimidad de
un gobierno es tautológico, pues todo gobierno lo es, por lo que la pregunta de
investigación relevante es qué tanto, cómo la logró y cómo lo preserva60.
En la tradición de las creencias, Merquior sugiere separar las perspectivas
subjetivista y objetivista. Para la primera un gobierno será legítimo si una parte importante
de la sociedad considera que es correcto y apropiado aceptar así como obedecer su
autoridad; la sociología política de Weber y Durkheim podría situarse en esta perspectiva.
Por el contrario, para los objetivistas, legítimo será el gobierno cuyos resultados sean
compatibles con los valores de su sociedad: Hobbes o Rousseau, a pesar de no reconcerse
en el enfoque de las creencias, podrían aceptar que el suministro o déficit de los bienes
públicos que justifican el mando del dominante, puede reconocerse objetivamente. Por otro
lado, la tradición subjetivista, a la que podríamos llamar contingente, supone que la
percepción y evaluación que los individuos hacen de las estructuras es autónoma de éstas,
en tanto que la objetivista, catalogable como determinista, afirma que las condiciones
estructurales definen las percepciones y juicios de los individuos, por lo que la estructura es
una variable latente de la legitimidad61.
59Jorge Guillermo Merquior, op cit. pp. 8 y 9 60Rodney Barker, op. cit., p. 21 61Reinhard Zintl, Comportamiento político y elección racional. Barcelona: Gedisa, 1995, p.115
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
76
Alagappa ilustra la discusión cuando señala que en oposición a lo que Beetham
afirma, la validez legal y el consentimiento de un orden o autoridad política no son
independientes de las creencias, pues la “validez legal y el consentimiento son elementos
interrelacionados de la legitimidad”62. Finalmente, las elecciones que distinguen las dos
posiciones es que los objetivistas aceptarían que un observador externo es capaz de
dictaminar las creencias necesarias de una sociedad y sus niveles de legitimidad con base
en el desempeño gubernamental, en tanto que los subjetivista sostendrían que las creencias
respecto a la legitimidad son producto de mediaciones subjetivas que restan sentido al
concepto de determinación.
Si nos situamos en el flujo macro-micro-macro, el primer estado macro relevante
para la legitimidad serían tanto las creencias como las relaciones de poder, cuya
imbricación se expresaría en la capacidad de difundir opiniones, valores y normas, así
como de consagrarlas en textos constitucionales y reglamentarios. En estos casos, se trataría
de creencias o situaciones de poder entre individuos, lo que nos conduce al examen de los
micro mecanismos que a la vez, regeneran el estado macro. Entonces, el punto de arranque
de la explicación y la primera forma del estado social que identifiquemos, el poder o las
creencias, se convierten en cuestiones analíticas y no ontológicas, toda vez que postulo
circularidad de la relación.
Por último, mi tercera pauta de distinción extiende el argumento metateórico de
Alexander a la legitimidad. Conforme a ésta propuesta, toda sociología cuenta con
presuposiciones de carácter apriorístico que responden las preguntas acerca de cómo se
produce la sociedad –problema del orden– y cuáles son las motivaciones de la acción –
62Muthiah Alagappa, op. cit., p. 15
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
77
problema de la acción–, definiendo después sus categorías residuales63. Cada interrogante
reconoce dos soluciones unidimensionales: las respuestas extremas a la cuestión del orden
serían la colectivista, también llamada sociológica y la individualista, conocida como
económica64; para la acción, existirían la solución racional y la no racional, que refiere las
motivaciones. Sin embargo, según Alexander, también es posible la respuesta
multidimensional que combina y gradúa ambas soluciones, por lo que podríamos reconocer
más tradiciones sociológicas que las permutaciones lógicas entre las cuatro respuestas,
complicando todavía más el panorama si incluímos al sistemismo como tercera solución del
orden65 o si incorporamos otras formulaciones de la cuestión de la acción, como la
tricotómica de Le Bruyère, quien considera razón, emoción e interés, o la mono
motivacional del amour-propre de La Rochefoucauld66.
A decir de Alexander, la tradición individualista racional correspondería al
contractualismo de John Locke y en la sociología contemporánea, a la teoría del
intercambio de Homans: la esencia de su planteamiento es que no existe orden previo a la
acción individual, racional en todo momento, generadora de sus propias regularidades. Por
su parte, la tradición colectivista racional estaría representada por Hobbes y Bentham, a
cuyo costado podríamos incluir parcialmente a Rousseau, al marxismo y a Weber, así como
en la actualidad, al neoinstitucionalismo y a las teorías de la elección racional, a propósito
de las cuales apunto una distinción adicional, pues mientras presuposicionalmente
parecieran asumir el orden colectivo en que se desenvuelve la acción, metodológicamente
se concentran en el individuo y sus actos. La tradición colectivista no racional tendría su
63Jeffrey Alexander, Theoretical logic…op cit., p. 60 64Brian Barry, Los sociólogos, los economistas y la democracia. Buenos Aires: Amorrortu, 1974, 235 p. 65Mario Bunge, La relación entre la sociología y la filosofía. Madrid: Edaf, 2000, p. 30 66Jon Elster, Alquimias..., op cit, p.113
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
78
versión en el pensamiento tomista, la sociología de Durkheim y recientemente en las
posturas de Balandier, Collins o Douglas, en tanto que la perspectiva individualista no
racional podría representarse en la sociología de Goffman o parcialmente en el
intercaccionismo simbólico67.
Si nos desplazamos de lo presuposicional a lo metodológico, encontramos que los
colectivistas no necesariamente ignoran la relevancia empírica e incluso teórica de la acción
individual, como tampoco suscriben que siempre y para cualquier situación deba explicarse
la parte por el todo. Marx, que defendía la categoría de totalidad para explicar la realidad,
reconoció en las clases sociales actores decisivos en la dinámica social cuyos niveles de
agregación eran inferiores al todo; por su parte, Durkheim afirmaba que los individuos eran
los únicos elementos activos de la sociedad68. Y lo inverso también es cierto, pues algunos
individualistas, quienes suscriben la versión débil de la postura, reconocen agentes
colectivos y segundos pisos sociales69, mientras que Weber, partiendo de la acción
individual, entendía a las entidades colectivas como individuos históricos, llevando su
individualismo metodológico a niveles de agregación superiores a la persona. También
debe matizarse la polaridad de los clásicos en la solución del problema de la acción: si bien
para Durkheim el origen principal de la motivación era moral, las fuentes racionales de ésta
tampoco eran ignoradas; por su parte, al acuñar el concepto de tipos de la acción social,
Weber rechazaba implícitamente la solución unidimensional. En suma, para Alexander, los
clásicos de la sociología advirtieron cuando no ejercieron la solución multidimensional.
67Jeffrey Alexander, ibid, pp. 71-112 68Mario Bunge, ibid, p. 29 69Jon Elster, Una introducción a Karl Marx. México: Siglo XXI, 1992, pp. 24 y 25
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
79
Ahora aprovecharé la distinción de Alexander para recorrer, con nuevos ojos, las teorías de
la legitimidad, hasta aquí exploradas con los criterios semántico y causal. Patrick Pharo,
asociado a la tradición fenomenológica, podría situarse en la solución individualista no
racional del problema de la autoridad, pues para él, en la vida cotidiana de la ciudad, los
individuos construyen una civilidad a la que llama inteligencia común, desde la que mas
por reciprocidad que por juicio instrumental, aceptan el mandato70. Sin embargo, siguiendo
la crítica de Alexander a la fenomenología, la inteligencia común aparecería como una
categoría colectiva que refiere un orden social previo, a la que se acude de manera residual
sin explicar sus propiedades. Por su parte, los aprioris de Maquiavelo podrían considerarse
multidimensionales: ante las disyuntivas de la acción refiere alternadamente resortes
racionales, cuando supone que los gobernados reconocen las capacidades coactivas y/o
proveedoras del Príncipe y no racionales, cuando lo odian, aman, o siguen aconsejados por
la tradición; al anclar en la conducta del gobernante la construcción del orden, podríamos
suponerlo individualista.
Peter Winch representaría un intento de solución multidimensional construido desde
la herencia colectivista no racional. Para él, no “elegimos aceptar la autoridad política” ni
su aplicabilidad a nosotros “depende de ninguna decisión que podamos haber tomado o
dejado de tomar de participar en la política”, pues finalmente, por el simple “hecho de que
seamos seres humanos sociales, de que participemos en actividades gobernadas por reglas,
y en tal virtud podamos deliberar y escoger, basta por sí mismo para obligarnos a aceptar la
autoridad política legítima”71. Dicho de otro modo, la aceptación de la autoridad reconoce
70¿Acaso la reciprocidad no es una forma de anticipación instrumental?. Patrick Pharo, Phenomenologie du lien civil. Sens et légitimité. Paris: L'Harmattan, 1992, p. 8 71Peter Winch, “La autoridad” en Anthony Quinton [comp], Filosofía Política. México: FCE, 1974, p. 163
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
80
un momento colectivo pre dado, sin importar que en el transcurrir de la actividad misma,
deliberemos y elijamos individualmente.
Aunque Alexander distingue con claridad entre las dimensiones apriorística y
metodológica, la ciencia política estadunidense ha tratado la cuestión del orden
principalmente como disyuntiva metodológica. Weatherford atiende la unidad de análisis
que cada tradición privilegia y al reconocer dos soluciones extremas, en el polo holista sitúa
la macro perspectiva de la legitimidad, considerándola propiedad sistémica, mientras que
del lado individualista coloca la micro visión, cuyos antecedentes se remontan al trabajo de
Tocqueville y se focaliza en las actitudes ciudadanas respecto al régimen72.
Con la distinción macro / micro en mente, analíticamente anclado en el individuo y
comprometido con la multidimensionalidad, Weatherford propone un modelo de
legitimidad en términos de creencias, en cuyo techo figuran las macro variables que dan
cuenta de las percepciones individuales del funcionamiento del régimen, mientras que del
piso se alzan las micro variables que delatan los rasgos psicológicos de los individuos,
relevantes para la vida política. Al especificar y aplicar su modelo al caso estadunidense,
encontró que al evaluar las instituciones, autoridades y políticas, las diferencias en los
componentes individuales, como la confianza interpersonal, producen distinciones en los
componentes sociales, como el involucramiento político; en la relación micro/macro, las
personas más interesadas en política son quienes perciben mayor efectividad en los
mecanismos de responsabilidad y un mayor sentimiento de competencia política mejora la
calificación a las autoridades, en tanto que la confianza interpersonal alimenta la
percepción de que los mecanismos de responsabilidad tienen buen desempeño; por último,
72Stephen Weatherford, ibidem
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
81
en lo macro, el ciudadano corriente distingue entre la estructura de la toma de decisiones y
el desempeño gubernamental:
“en sus evaluaciones, los individuos generalmente pasan de la aprobación y desaprobación general de
los objetos políticos, a la distinción entre estructuras y beneficiarios, eficiencia, limpieza y validez de
los procedimientos y las políticas. En ocasiones, las teorías políticas de la legitimidad guardan sutiles
distinciones, asumiendo implícitamente que los observadores externos expertos son los únicos
calificados para describirlas. El análisis empírico (...) sugiere que los ciudadanos, actuando como
ingenuos filósofos morales (Tyler 1984), pueden ser capaces de algunas de las mismas distinciones”73.
Éstos ingenuos filósofos morales, al distinguir, conceder o retirarle legitimidad a
una figura, expresan una creencia y con ella su capacidad para producir juicios diferenciales
que a su vez podrían traducirse, también diferencialmente, a sus actos. Finalmente, la
legitimidad tiene la forma general de las creencias: momento de examinarlas.
Creer y preferir
¿Cuál es la relación entre creencias y acciones?, ¿entre creencias y preferencias?,
¿entre unas creencias y otras, unas preferencias y otras?, ¿cuál es el paralelismo entre
preferencia y motivación?, ¿qué papel juegan las motivaciones en el origen de la acción, las
creencias y las preferencias?, ¿cómo traducir creencias individuales en creencias
colectivas?. Para responder, empezaré con una tipificación74: la de un adulto cualquiera en
la ciudad de México en el año de 1997.
73Stephen Weatherford, ibidem 74“Un tipo ideal está formado por la acentuación unilateral de uno o más puntos de vista, y por la síntesis de un gran número de fenómenos individuales mayormente difusos, discretos, más o menos presentes y ocasionalmente ausentes, que están ordenados de acuerdo con aquellos puntos de vista enfatizados unilateralmente en una construcción analítica unificada”. Max Weber en Susan Hekman, Max Weber, el tipo ideal y la teoría social contemporánea. México: Mc Graw Hill/UAM-I, 1999, p. 26
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
82
Principio de la historia. De acuerdo con su información, nuestro individuo,
digámosle Robin hijo75, cree que la investidura y ejercicio gubernamentales del presidente
y autoridades de su localidad en turno, se apegan a la regla constitucional vigente. No
importa, por supuesto, que no use éste vocabulario ni logre racionalizar o verbalizar sus
actitudes, finalmente se trata de un individuo típico ideal. Tres años después de la elección
presidencial y de la designación de la autoridad local, éstos gobernantes le siguen
pareciendo los menos malos de los posibles y le parece, además, que conforme a sus
intereses, le producen más beneficios, si bien pocos, que cualquier otra administración
imaginable. En suma, cree en la legitimidad de las autoridades presidencial y local –del
mismo partido político, por cierto– en los sentidos estricto y amplio que definí
anteriormente. A la postre, sus creencias le hacen desear que las autoridades ejerzan sus
funciones en las mejores condiciones posibles, por lo que piensa votar por el partido en el
gobierno en las elecciones siguientes, tanto federales intermedias como de constitución de
poderes locales. Por si fuera poco, se sabe en minoría, esto es, cree que quienes piensan
como él son cada vez menos, por lo que supone que al gobierno le convendría más respaldo
y que podría contribuir a dárselo, así que junto a su íntimo compromiso electoral, se siente
impulsado a apoyarlo en las conversaciones con amigos y familiares, a pagar puntualmente
sus impuestos y a cooperar en los extraños casos de convocatoria gubernamental. Por
último, en situaciones como ésta, Robin hijo hace exactamente lo que desea, por lo que,
conforme a sus creencias en la legitimidad de las autoridades y sus deseos de respaldarlas,
participa de su legitimación. Fin de la historia.
75“En la vida social hay humanos, en la ciencia social, sus dobles imaginarios”. Gudmund Hernes, “Real Virtuality”, Hedstrøm & Swedberg (eds.), op. cit, p. 80
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
83
Examinemos el relato. Primero, el micro mecanismo que explica las posiciones de
nuestro individuo es la razón como fuente de sus creencias y el auto interés como
motivación eficiente. En segundo lugar, separaría analíticamente la legitimidad de la
legitimación, atribuyendo a la primera creencias y a la segunda deseos y acciones, es decir,
la acción de legitimar. Y aunque la legitimación incluye creencias pues las preferencias lo
son, reclama acciones para realizarse, particularmente las de hacer creer y hacer pública la
preferencia, por lo que por ahora la pensaré principalmente como acción76. Situados en esta
distinción, imaginemos un triángulo cuyos vértices son las creencias u oportunidades del
individuo, sus preferencias o deseos y su acción o decisión. Éstos vértices se conectan entre
sí, pero conforme a la teoría no lo hacen de cualquier manera [gráfica II/1]: los deseos no
deben configurar las creencias y éstas pueden influir sobre los primeros sólo por la vía de la
información pero no directamente; la acción, por su parte, debe ser la mejor forma de
satisfacer los deseos dadas las creencias del individuo. Empíricamente, las creeencias, los
deseos y la acción son difícilmente distinguibles, por lo que pueden parecer heterónomos y
consistentes entre sí, pero no lo son necesariamente. En este primer relato, Robin hijo tiene
creencias, deseos y acciones consistentes, cuyo origen puede ser autónomo –teóricamente,
incluso, las preferencias están dadas– pero parece heterónomo. Subyace, además, un
supuesto motivacional: a nuestro sujeto le interesa maximizar su beneficio, o sea que decide
sus acciones en función de su interés, lo que constituye el objetivo latente, la
intencionalidad tipica de sus acciones. Este es, para más detalles, nuestro micro mecanismo
explicativo base.
76En su propuesta de análisis semántico del discurso, Fabbri señala que el hacer creer, hacer saber, hacer querer y el poder hacer son modalizaciones factitivas que definen la competencia política. Paolo Fabbri y Aurelia Marcarino, “El discurso político”. deSignis. Barcelona: Gedisa, No. 2, abril de 2000, p. 24
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
84
GRÁFICA II/177 ESQUEMA ANALÍTICO DE LA ACCIÓN
[A] MOTIVACIONES
[B] NIVELES DE LA TEORÍA
Interés Valores Pasión
Tradición
Variemos la historia: Robin hijo podría respaldar a la autoridad aún y en contra de
sus deseos –ha decidido no involucrarse más en política y se descubre participando en un
extraño caso de debilidad de voluntad–, preferir actuar en su apoyo aunque no la creyera
mejor que otra –calcula beneficios que también le generarían autoridades diferentes–,
desear su fortalecimiento y participar de acciones que la erosionan –no quejándose en las
oficinas públicas creía respaldar al gobierno, pero su silencio propiciaba la ineficiencia–,
creer en su legitimidad y sin embargo no actuar en su apoyo –nadie en su grupo de pares lo
aprobaría–; sus creencias también podrían estar fundadas en información falsa –sólo platica
de política con un amigo sensacionalista–, incluso autoconfeccionada –ganaremos–,
llevarle a deseos irrealizables –con menos abstención, se impondrá mi candidato, así que
lograré que todos los que están cerca de mí, conocidos y no, voten– o simplemente
disociados por completo de sus acciones –no importa qué piense, de todas maneras hará lo
de siempre–. Fin de la variación: las relaciones entre creencias, deseos y acción no son
heterónomas ni se implican lógicamente78.
77Tomado de Jon Elster, Sobre las pasiones. Emoción, adicción y conducta humana. Barcelona: Paidós, 2001, p. 137 78Antes que a la lógica, la relación entre creencias, deseos y acción podría pertenecer a la psico-lógica, cuyo funcionamiento ilustraron Abelson y Rosenberg: 1) si A simpatiza con B y B con C, A simpatiza con C; 2) si A simpatiza con B y a B le es antipático C, también A sentirá antipatía hacia C, y 3) si A tiene antipatía hacia B y a B le resulta antipático C, A podría sentir simpatía por C. Edwin P. Hollander, Principios y métodos de psicología social. Buenos Aires: Amorrortu, 2000, p. 166
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
85
Un ejemplo de esta autonomía lo proporciona Elster a propósito del debate sobre
bicameralismo en el constituyente francés de 1789: los reaccionarios, cuyo deseo era
desestabilizar al régimen y creían que el unicameralismo lo haría, actuaron votando
unicameralismo; los moderados que deseaban estabilizar al régimen y creían que el
bicameralismo lo estabilizaría, actuaron votando bicameralismo; los radicales que también
deseaban estabilizar al régimen pero creían que el bicameralismo lo desestabilizaría,
votaron con los reaccionarios por el unicameralismo79. La acción fue la misma, pero las
creencias y los deseos que le definieron, variaron. De vuelta con el Robin hijo de la
variación, aunque el mecanismo motivacional siguió siendo el auto interés, las creencias se
confeccionaron aprovechando de maneras distintas y hasta paradójica las cualidades de la
razón, tal y como al parecer le sucedió a las tres fuerzas políticas francesas.
Con base en este esquema, la acción es resultado de dos procesos de filtrado. El
primero configura los deseos, indicando al actor cuál opción elegir entre su conjunto de
oportunidades: el hacia qué de Weber. Al respecto, Giddens distingue deseo de intención,
pues siguiendo a Danto sostiene que “un hombre puede hacer algo porque tiene la intención
de hacerlo, sin que de ello surja lo que desea, a menos que modifiquemos el sentido de
deseo haciendo que signifique en definitiva exactamente lo mismo que intención”80.
La distinción también debe hacerse entre motivación y deseo, pues con
independencia del contenido no reflexivo de algunas motivaciones, éstas pueden entenderse
como meta preferencias, es decir reglas individuales –racionales o no– que le indican al
79Jon Elster, Sobre las pasiones, op cit. p. 94 80Anthony Giddens, Las nuevas reglas del método sociológico. Crítica positiva de las sociologías interpretativas. Buenos Aires: Amorrortu, 1987, p. 94
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
86
individuo qué preferir81. Así, la motivación identificaría el punto cronológico de inicio de la
acción, su dirección más general y abstracta, en tanto que la intención denotaría la más
específica, directiva y concreta, situándose entre ambas la preferencia82. En el ejemplo del
debate sobre el bicameralismo en Francia, podemos suponer la motivación del auto interés
para las tres fuerzas políticas, que en el caso de los radicales implicaba el deseo de
estabilizar al régimen y la intención de votar unicameralismo.
El segundo filtro de la acción consiste de las restricciones físicas, económicas,
legales y psicológicas del individuo, es decir, las creencias que tenga respecto de sus
oportunidades, que en el largo plazo serán más poderosas que sus deseos, pues el conjunto
de restricciones y oportunidades tienden a definir incluso las preferencias83.
Suponiendo un vínculo consistente entre actitudes y acciones, la acción que legitima
una figura podría implicar creer en su legitimidad y desear respaldarla. Y aquí, la teoría de
la acción racional podría detenerse, pues habiendo explicada la acción, el esfuerzo analítico
se orientaría a la interacción y sus resultados84, ignorando especificar el funcionamiento de
los filtros referidos, esto es, explicar el origen, forma y relaciones entre preferencias y
81El término de meta preferencias lo tomé de Timur Kuran, “Social mechanisms of social dissonance reduction”. Hedstrøm & Swedberg (eds.), op. cit, p. 154. La distinción motivo / preferencia la expresa Schelling a propósito de la distribución del público en un auditorio: “si deseamos alterar la pauta con un mínimo de organización, con la menor interferencia posible en las preferencias del auditorio, necesitamos saber si podemos cambiar sutilmente sus motivaciones o sus percepciones del salón de actos, de tal manera que voluntariamente, elijan una mejor pauta para sentarse”. Thomas Schelling, Micromotivos y macroconducta. México: FCE, 1989, p. 10 82“La compleja urdimbre de causas, motivos, propósitos, intenciones (...) tienen mucho más que ver con los usos lingüísticos de cada idioma que con la simplicidad siempre engañosa de los hechos”. Fernando Savater, El valor de elegir. México: Ariel, 2003, p. 45 83Jon Elster, Tuercas y tornillos. Una introducción a los conceptos básicos de las ciencias sociales. Barcelona: Gedisa, 1996, pp. 24 y 30 84Quizá el trabajo que mejor ejemplifica esta secuencia es el de Buchanan y Tullock, op. cit. Una muestra reciente de las mismas preferencias analíticas es la obra de Takayuki Sakamoto, op cit.
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
87
creencias, o como ya lo apunté, suponiendo que se forman racionalmente85: en el elenco de
la teoría, la postura débil implica que las preferencias son exógeneas a la situación y que la
acción elegida es “la mejor manera de satisfacer los deseos del agente dadas sus
creencias”86; la postura fuerte supone además que las creencias mismas son racionales, esto
es, que las personas utilizan un método capaz de producir más creencias correctas que
incorrectas, que sus evaluaciones son autónomas en relación a sus deseos, que disponen de
información óptima y que son capaces de evaluarla al margen de predisposiciones87. En
ambas lecturas, la mono motivación del auto interés ni siquiera se pone en duda.
¿De qué otra manera podríamos trabajar la génesis, forma y relaciones entre las
creencias y los deseos, entre ambas dimensiones y las motivaciones de la acción?, ¿es
posible especificar para la legitimidad la respuesta a estas preguntas?. En el origen de la
tradición colectivista no racional, Durkheim debatió con el kantismo y el empirismo,
sugiriendo que los esquemas mentales con que significamos la realidad, no proceden de
categorías universales del entendimiento, sino de la forma misma de la vida social: el
totemismo, las religiones universales o las creencias civiles son sistemas de clasificación
que representan a la sociedad en el individuo, que le permiten entenderla y desenvolverse
en ella88. Para él, existen dos tipos de pensamiento “uno viene de la masa colectiva y está
difundido en ella (...) hecho de sentimientos, aspiraciones y creencias que la sociedad ha
elaborado colectivamente y que están desparramados por todas las conciencias; el otro se
elabora en ese órgano especial que se llama Estado (...) dos formas muy diferentes de la
85El llamado supuesto periférico de las teorías de la elección racional. Gabriel Almond, Una disciplina segmentada. Escuelas y corrientes en las ciencias políticas. México: FCE, p. 183 86Jon Elster, Sobre las pasiones, op cit, p. 137 87Jon Elster, Tuercas..., op cit, p. 72 88Emile Durkheim, Las formas elementales de la vida religiosa. México: Colofón, s/f, pp. 7-75, 149-164, 217-250 y 427-457
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
88
vida psicológica colectiva”89. En síntesis, las creencias son una elaboración colectiva en
cuyos orígenes figuran las emociones, en la forma difusa, y la razón, en la centralizada: “el
sujeto de esa conciencia sin yo individual es la sociedad, una hiperespiritualidad”90.
Entonces, la importancia del factor motivacional disminuye, pues también se
desplaza el eje analítico del individuo a la sociedad y sin embargo, cuando las formas o
motivaciones de la creencia aparecen, no lo hacen de una sola manera, sino al menos en dos
tipificaciones: la emocional y la racional. En Bourdieu, los conceptos de disposición y
hábitus actualizaron la postura, aunque hayan tomado al individuo como unidad de
observación y también, en principio, de análisis, haciendo tributarias las creencias,
particularmente las preferencias, de la red de posiciones y prácticas –¿acaso intereses?–
sociales en que las personas se insertan91.
Por su parte, en su explicación de las opiniones políticas la tradición de los símbolos
de la poly-psy estadunidense, se aproximó desde su individualismo metodológico a la
lectura culturalista: para las personas, los acontencimientos se componen de fragmentos
simbólicos, cada uno de los cuáles es juzgado a partir de la valencia emocional –en el
sentido psicológico– que le producen. Por ejemplo, al evaluar una propuesta envuelta en
dos o más discursos rivales, el ciudadano ordinario generará una secuencia de juicios para
cada uno de los símbolos articulados en el discurso, opinando del todo conforme al
89Emilio Durkheim, Lecciones de sociología..., op cit, p. 78 90Emile Durkheim, “Représentations Individuelles et Représentations Collectives”. Revue de Métaphysique et de Morale, No. VII. Pablo Fernández Christlieb, La afectividad colectiva. México: Taurus, 1999, p. 164 91Pierre Bourdieu, La distinción. Criterios y bases sociales del gusto. Madrid: Taurus, 1991, 597 p.
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
89
producto de la evaluación de las partes, a las que anteriormente habrá significado de
manera emocional, a partir de su propia experiencia, antes que de forma racional92.
Esta postura es muy semejante a la que Ottati y Wyer llamaron likability heuristic,
que consiste en procesar información con base en los gustos, los sentimientos de hostilidad
o satisfacción personales y tiene en el priming de Herbert Simon su antecedente en la teoría
de la elección racional93. También la teoría de la inteligencia afectiva, que intenta corregir
antes que rechazar el modelo de la elección racional, concede a la emoción un papael
decisivo en la poducción de conocimiento y sugiere la existencia de dos sistemas de
procesamiento de información: por un lado, el de disposiciones que resuelve la mayor parte
de las actividades cotidianas de las personas, su emoción distintiva es el entusiasmo y su
mecánica intelectual la repetición rutinaria; por el otro, el de vigilancia, episódico, activado
por la angustia y cuya mecánica cognoscitiva es el procesamiento racional de la
información y la toma de nuevas decisiones94.
La heurística del gusto, sin embargo, podría considerarse un caso particular de
aproximación heurística, que denomina el procesamiento de información y la confección
de juicios mediante atajos y señales. Al respecto, Sniderman apunta que “la noción de
heurística —no necesariamente el término— tiene una larga historia, apareció en los
estudios clásicos de toma de decisiones y estaba implícita en los de decisión política: ¿qué
era, sino una aproximación heurística la identificación partidaria?”. En lo esencial, el
reconocimiento de estas formas de operación intelectual, parten de aceptar el carácter
92David O. Sears, “Symbolic Politics: A Socio-Psychological Theory”, Shangto Iyengar & William Mc Guire [editrs], Explorations in Political psychology. Durham: Duke University Press, 1993, pp. 113-149 93Joanne Miller & Jon Krosnick, “News media impact on the Ingredients of presidential evaluation: A program of Research on the Priming Hypothesis” en Diana Mutz, Paul Sniderman & Richard Brody [eds.], Political persuasion and attitude change. USA: University of Michigan Press, 1999, p. 84 94George Marcus, Russell Neuman y Michael MacKuen, ibidem
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
90
problemático de la información: si es escasa, dificulta el juicio racional, en cuyo caso, diría
Elster, las corazonadas resuelven la indeterminación; si es abundante, el volumen podría
rebasar las capacidades cognoscitivas del ser humano, por lo que sería perfectamente
sensato utilizar indicadores parciales, señales o atajos para lidiar con ella95. Un individuo
poco interesado en política optará por atajos sencillos para tomar decisiones en la materia,
resultándole completamente racional estar poco informado. A a estas formas de construir
juicios, Popkin le llamó racionalidad de baja información y Graber popurri de
racionalidades96. En suma, al suscribir estos repertorios de confección de creencias,
debilitamos la teoría de la elección racional sin renunciar a su esquema y predominio
analítico.
En el origen sociológico de la tradición individualista, Weber argumentó que los
fundamentos de toda dominación y de toda obediencia estaban en las creencias97, de cuya
génesis y forma se ocupó en sus Ensayos sobre sociología de la religión. Respecto a la
religiosidad, afirmaba que ésta no era simple función del estrato que representa su sujeto
caracrterístico ni de las necesidades psicológicas de los individuos que la profesaban: las
éticas religiosas recibían su sello característico, primordialmente, de fuentes religiosas,
sobre todo, de los contenidos de “su evangelio y de sus promisiones”, ofreciendo en el
plano psicológico la teodicea de la felicidad, la fórmula más universal de legitimación del
interés “interno y externo de todos los poderosos, poseedores, vencedores, sanos, o
brevemente, felices”, aunque también invirtió sus servicios, por senderos complicados,
95Paul Sniderman, Richard Brody y Philip Tetlock,, op cit., p. 19 96Samuel Popkin, The Reasoning Voter. Comunication and Persusion in Presidential Campaigns. USA: The University of Chicago Press, 1994, p. 7 y Doris Graber, op cit., p. 50 97Max Weber, ibid, p. 211
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
91
glorificando el sufrimiento, en lo que Nietzsche llamó la sublevación de los esclavos98. En
esta lógica, las creencias en la legitimidad de una figura política, podrían examinarse en su
propia lógica y no como derivado del interés del sujeto característico ni por las necesidades
psicológicas de quienes participan en la relación de gobierno.
En una perspectiva individualista y racional que llama cognoscitivista y se auto
adscribe al argumento weberiano, Boudon ofrece una aproximación que sin embargo
declina de la mono motivación del interés y de la racionalidad como mecanismos
exclusivos de formación de creencias. Para él, no existe acción que no se apoye en
creencias, por lo que explicarlas medirá “la solidez de una teoría sociológica”99,
construyendo su propuesta a partir de la distinción de tres tipos de creencias:
• Tipo uno: creo que dos y dos son cuatro, es decir, creencias comparables con la
realidad y válidas desde esta perspectiva.
• Tipo dos: creo que dos y dos son cinco, creencias también comparables con la
realidad, pero que no tienen validez, imputándosele ésta a una causa irracional como
la desatención, la distracción o la inexperiencia.
• Tipo tres: creo que está bien que..., cuya validez no deriva de compararlas con la
realidad, porque son creencias normativas, generalmente de tipo apreciativo.
Según Boudon, en las explicaciones corrientes de las ciencias sociales, el origen de
las creencias de los tipos dos y tres se atribuye a factores irracionales, como la inculcación
en Marx y Durkheim, la afectividad en Freud, Pareto o Nietzche, o el naturalismo y sus
hipótesis sobre la variación cultural de las reglas del pensamiento, las deficiencias
98Max Weber, Ensayos..., op. cit., pp. 236-245 99Raymond Boudon, Alban Bouvier y Francois Chazel [dirs.] Cognition et sciences sociales. La dimension cognitive dans l’analyse sociologique. Paris: Presses Universitaires de France, 1997, p. 19
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
92
cognoscitivas o la existencia de marcos de origen cultural o filogenético, tendiéndose a
explicar las creencias del tipo uno a partir de razones objetivas100. Para él, sin embargo, no
hay diferencia lógica entre los modos de creer, argumentando que los individuos suscriben
sus creencias sobre la base común de una fuerte convicción, un cuerpo de razones
racionalizado individualmente, que sustenta la creencia: en el plano individual, la creencia
existe porque proporciona sentido; incluso, en el terreno empírico, las personas guardan
sentimientos de convicción hacia sus creencias, no de constricción o interiorización: sus
creencias les proporcionan razones, buenas razones para hacer o tejer redes de creencias. La
creencia reposa en el individuo y aunque casi es indiferente a su motivación y del todo a su
objetividad, puede tratársele como fundamento de una racionalidad. Finalmente, como diría
Habermas, la creencia se distingue del conocimiento porque la primera pretende ser válida,
mientras el segundo, verdadero101, o como señala Villoro acudiendo a Platón: aunque en el
Teetetes saber es una “creencia verdadera” y en el Menon es “una guía de la práctica
firmemente asegurada en razones”, el conocimiento “se analiza como una especie del
género creencia”102, por lo que la estructura de saberes y creencias, son semejantes.
En la propuesta de Boudon, el problema de la agregación o la cuestión del carácter
social de las creencias se resuelve con el concepto de razón trans subjetiva: quien suscribe
una creencia, tiende a suponer que sus razones serán tan buenas para los otros como lo han
sido para él; además, ésta propiedad no tendrá como principal exigencia su contrastabilidad,
sino ser convincente. Entonces, la socialización resulta “un proceso de facilitación más que
causa de las creencias”. Para dar cuenta de una creencia colectiva, no es necesario recurrir a
100Raymond Boudon et al, ibidem 101Jürgen Habermas, ibidem 102Luis Villoro, Creer, saber, conocer. México: Siglo XXI, 2002, pp. 17-19
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
93
hipótesis de efectos mecánicos de fuerzas sociales mal definidas –como la
hiperespiritualidad– sobre las personas; será suficiente comprender las razones que cada
individuo típico ideal atribuye a esa creencia. En suma, para Boudon la razón trans
subjetiva explica la estructuración de la opinión pública y engendra la creencia colectiva103.
El argumento de Boudon se parece al de Weber al explicar las creencias religiosas
por los contenidos de su evangelio y no sólo por los servicios que prestan al interés de su
sujeto característico ni por las necesidades psicológicas que satisfacen, concediendoles
lógica propia e identificando las razones que sustentan la creencia individual, que es la
forma primera de la creencia colectiva. En esta perspectiva, la creencia racional coherente
con la motivación del auto interés es sólo una de las maneras posibles de las creencias y las
motivaciones, por lo que una teoría sociológica plural en sus mecanismos explicativos, más
débil pero más cierta, considerará la multiplicidad de motivaciones y maneras en que las
creencias y las preferencias se constituyen, sus mixturas, los mecanismos endógenos de
producción de creencias que por supuesto considere fuentes no racionales, tome en cuenta
sobre posiciones, añada el papel de la emoción y al pasar de las creencias a la acción,
además de insistir en “la explicación de la acción individual en términos de deseos y
creencias individuales”, también de cuenta de los “macroestados en términos de acciones
individuales” y de los “deseos y creencias individuales en términos de macroestados”104,
incorporando las interacciones creencias/creencias, creencias/preferencias y
creencias/acciones. La propuesta significa acotar la racionalidad aceptando otras formas de
producción de creencias, así como suscribir la versión débil del individualismo
103Raymond Boudon et al, ibid, p. 23 104Jon Elster, ibid, p. 89
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
94
metodológico, que implica aceptar la existencia de entidades colectivas e incluso de
propiedades emergentes, multiplicando en consecuencia, los mecanismos explicativos.
Entonces, ¿qué mecanismos alternativos de formación de creencias debería
considerar?. Para generar y organizar un nuevo elenco, empezaré por distinguir entre
creencias racionales y no racionales, separando micro-macro, macro-micro y micro
mecanismos e identificando entre éstos últimos, los que Elster llama calientes, es decir de
naturaleza emocional y los frios, o sea, racionales. A menera de lista, sin suponerlos
compatibles ni asimilables en una sola teoría, referiré aquellos de que tengo noticia o me
parecen plausibles, aunque no todos tienen el mismo nivel de aplicación ni la misma
utilidad ni potencia para interrogar la creencia en la legitimidad.
Por ahora, soy indiferente a las motivaciones de la acción o la supongo
eficientemente impulsada por la persecución del auto interés. En caso contrario, lo haré
explícito. Así, el primer tipo de creencias racionales constituidas mediante micro
mecanismos fríos podrían ser las informadas y adecuadas, o sea, las supuestas por la teoría
de la elección racional. Algunas aproximaciones heurísticas podrían situarse en esta forma
de mecanismos: elegir un líder de opinión, seleccionar fuentes por afinidades previas o en
materias semejantes o resumir opiniones mediante identidades ideológicas, entre otras. En
tercer lugar, de acuerdo al modelo Inequality, Education & Opportunity de Boudon,
consideraría la argumentación contextual de los actores, que relativiza el sentido y valor del
auto interés mismo105 Cabe aquí la elección del grupo de referencia con que los individuos
realizan comparaciones interpersonales de bienestar, privación, justicia e incluso,
supondría, deber de obediencia [cuadro II/2 celda 1 A]. Algunos micro mecanismos
105Raymond Boudon, “Social mechanisms without black boxes” . Hedstrøm & Swedberg (eds.), ibid, p. 194
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
95
calientes que propician creencias racionales serían las corazonadas106, que resuelven
problemas en situaciones de indeterminación, la imitación racional de Hedstrøm107 o bien,
conforme a la teoría de la inteligencia afectiva, todas las creencias racionales108 [II/2, 1 B].
Sobraría apuntar que ni todas las formas de imitación ni todas las corazonadas producen
creencias racionales.
Micro mecanismos fríos o cognoscitivos que generan creencias no racionales son las
emociones conscientes y planificadas, los “procesos cognoscitivos tan rígidos e ingenuos
que sistemáticamente llevan al error”109, como la excesiva, entorpecedora y costosa
acumulación de información, reglas inflexibles de evaluación como la miopía que conduce
a sobre valorar el corto plazo o su contrario, la hipermetría, que sólo atiende el largo plazo,
las creencias sencillamente falsas cuyo error sin embargo no es de origen motivacional,
sino que se localiza en la falla de una o varias de las operaciones o secuencias de la razón.
Ejemplos de estas últimas distorsiones son las heurísticas de la representación y la
disponibilidad, asociadas a la asignación de probabilidades: la primera implica pensar que
lo observado agota su probabilidad de ocurrencia, por lo que será más probable lo no
sucedido, mientras que la segunda supone mayor probabilidad futura a lo que observado en
el presente110. Un ejemplo más es la inconsistencia temporal, que implica cambiar de
preferencias “por el mero paso del tiempo”, en buena medida porque los individuos tienden
106Jon Elster, Alquimias..., op cit, p. 347 107Peter Hedstrøm “Rational imitation”. Hedstrøm & Swedberg (eds.), op. cit., pp. 306-327 108George Marcus, Russell Neuman y Michael MacKuen, op cit. 109Jon Elster, Juicios salomónicos. Las limitaciones de la racionalidad como principio de decisión. Barcelona: Gedisa, pp. 24-25 110Jon Elster, “En favor de los mecanismos”, Sociológica, año 20, número 57. México: UAM-A, enero—abril 2005, p. 246
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
96
a descontar hiperbólicamente el futuro, o bien exponencialmente, o porque en la interacción
estratégica una amenaza racional en t1 puede ser una conducta irracional en t2111 [II/2, 2 A].
En el origen de creencias no racionales podrían identificarse micro mecanismo
calientes, esto es, emocionalmente motivados, como la reducción y ampliación de la
disonancia, ya sea la clásica discrepancia cognoscitiva de Festinger, o las expresiva y moral
de Kuran. La primera es la aplicación de estrategias cognoscitivas cuando hay discrepancia
entre lo preferido y lo elegido, como eludir información, subrayar las propiedades de lo
elegido o cambiar de preferencia: para Elster, a pesar del nombre se trata de un mecanismo
de naturaleza emocional antes que racional112. Merleman, por ejemplo, interpretó la
legitimación de un sistema político como aprendizaje, que empieza con la satisfacción
mediante incentivos selectivos materiales, pasa a la asociación de estos beneficios con
incentivos colectivos o bienes simbólicos y después alimenta un mecanismo de
estabilización que se vale de la reducción de la disonancia cognoscitiva113.
La disonancia expresiva supone diferencias entre preferencia privada y pública,
mismas que se alivian mediante la internalización o la revuelta. La disonancia moral
implica preferencias derivadas de meta preferencias contradictorias y los vehículos de su
reducción son la racionalización o la redención114. Para la psicología social, la conformidad
es la solución de la disonancia expresiva a través de la sumisión, en tanto que la aceptación
describiría la internalización115. En contraste, el pesimismo superficial o la tendencia a
hastiarse rápidamente del objeto deseado son casos de ampliación de la disonancia, que
111Jon Elster, Ulises desatado. Estudios sobre racionalidad, precompromiso y restricciones. Barcelona: Gedisa, 2002, pp. 36-57 112Jon Elster, Psicología política. Barcelona: Gedisa, 1995, p. 23 113Richard Merelman, “Learning and legitimacy”. The American Political Science Review. Wisconsi: The American Political Association, Vol. LX, No. 3, septiembre 1966, pp. 548-561 114Timur Kuran. Hedstrøm & Swedberg (eds.), ibid 115John Levine y Mark Pavelchak, op cit., p. 47
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
97
consiste en subrayar las diferencias entre lo deseado y lo obtenido en detrimento de ésto
último.
Otras creencias no racionales serían el uso, la moda y la imitación irreflexivas, así
como la descripción diferente de situaciones, individuos u objetos idénticos, el autoengaño,
la racionalización de la esperanza, las ilusiones o la búsqueda de sentido. De estas últimas
es “un fenómeno ampliamente ignorado pero muy significativo para el estudio de la vida
política” que las creencias surgen de la necesidad de los individuos de encontrar sentido, la
búsqueda de propósito en toda acción, hasta en las más insignificantes, la “necesidad de
creer que existe una justicia en el universo, como se la ha analizado en las teorías del
mundo justo” y la auto exigencia de “tener una creencia” antes que “una creencia correcta”.
La producción de creencias ilusorias opera de forma parecida a las preferencias
adaptativas: un agente que desea x pero no lo obtiene puede ilusionarse con que al cabo lo
obtendrá, o peor aún, con que ya lo obtuvo. Las ilusiones también pueden considerarse
formas de maximización del placer en el corto plazo y deben distinguirse del autoengaño,
pues las primeras son “irracionales pero no paradójicas”, ya que “no son una simple
compartimentalización de la creencia, sino un proceso activo, deliberado y motivado”,
mientras que el segundo implica un yo dividido116 [II/2, 2 B].
En general, como puede deducirse de esta enumeración, la racionalidad en la
formación de las creencias se vulnera con enorme frecuencia cuando se viola el supuesto de
independencia entre creencias y preferencias [gráfica II/1], cuando no se cumple la
independencia de la preferencia respecto a la situación, cuando intervienen
116Jon Elster, Psicología política, ibidem
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
98
predisposiciones u otras influencias sociales o cuando la información no se procesa
conforme a la prescripción. Y aunque se ha llegado a atribuir a los individuos auto
interesados la capacidad privilegiada de producir creencias racionales no es claro que así
sea –criaturas infalibles de arcilla inexistente117–, como tampoco que la pasión no
produzca creencias racionales.
CUADRO II/2118
ESQUEMA ANALÍTICO DE LA FORMACIÓN DE CREENCIAS TIPO DE CREENCIA
CONSTRUCCIÓN DE LA CREENCIA (1) RACIONAL (2) NO RACIONAL
(A) MICRO FRÍOS (COGNOSCITIVOS)
Informadas y adecuadas Argumentos contextuales y
elección del grupo de referencia Aproximaciones heurísticas:
líderes de opinión, reciprocidad
Emociones conscientes y planificadas Rígidos e ingenuos
Miopes/hipermétricos Creencias falsas: equivocadas, representación/disponibilidad,
Inconsistencia temporal
(B) MICRO CALIENTE (EMOCIONAL)
Imitación racional
Inteligencia afectiva Aproximaciones heurísticas: identidad, gusto, corazonadas
Reducción y ampliación de la disonancia Autoengaño / ilusiones
Racionalización de la esperanza Mundo justo / búsqueda de sentido
Uso y moda social, imitación Descripciones distintas de
objetos idénticos
(C) MICRO-MACRO Razón trans subjetiva, umbrales, redes de difusión, profecía que se autorealiza,
creencia que se auto limita, imitación, emulación y anverso snob, reactancia, revuelta, influencia.
Decisiones colectivas: deliberación, votación, negociación, persuasión, imposición
(D) MACRO-MICRO Internalización, influencia, conformidad, legitimidad, obediencia, presión social: opinión publica, derecho, valores sociales, tradiciones, educación formal:
(E) MULTI DIMENSIONALES Tradición y normas, deberes y derechos. Legitimidad, conformidad
En el caso de las creencias, los mecanismos micro-macro son aquellos que permiten
la difusión, transformación y conversión de una creencia individual en una colectiva más o
menos extendida. La razón trans subjetiva de Boudon podría representar el mecanismo
básico, toda vez que explica desde el individuo por qué una creencia individual puede
convertirse en creencia colectiva, mientras que el comportamiento basado en umbrales de
117“Si hay que suponer que los hombres siguen siempre sus verdaderos intereses, ello debe ser prueba de que Dios Todopoderoso elabora la humanidad de una manera nueva; debe de haber una nueva arcilla, la vieja materia nunca formó una tal criatura infalible”. Citado por Albert O. Hirschman, Las pasiones y los intereses. Argumentos políticos en favor del capitalismo previos a su triunfo. Barcelona: Península, p. 67 118Elaboración propia a partir de Jon Elster, Psicología política, op cit.
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
99
Granovetter y Goldstone, las redes de difusión de Coleman, la revuelta de Kuran, la
profecía que se autorealiza de Merton, la imitación racional, la reactancia, la creencia que
se autolimita, el efecto emulación y su anverso snob de Tyler son variaciones que ofrecen
explicaciones de la propagación de la creencia119. Por su parte, los procedimientos de toma
de decisiones colectivas también constituyen mecanismos micro-macro de formación de
creencias, como la deliberación racional que transforma las creencias individuales, la
votación que agrega preferencias, la negociación que intercambia intereses, cabiendo en los
tres casos, por supuesto, la deformación de las creencias o de las preferencias, además de
mecanismos como la persuasión emocional o la imposición, entre otros120 [II/2, C]. En este
piso, las asimetrías en poder, influencia, autoridad y recursos de quienes interactúan, no son
irrelevantes, pues proporcionan la base de probabilidades diferenciadas para que una idea,
valor o norma se difunda con mayor éxito que otra.
La internalización, conformidad, obediencia, legitimidad o presión social, entre
otros, son los vínculos macro-micro que posibilitan la difusión de juicios y valores sociales,
la opinión pública, las tradiciones, normas y meta normas, el derecho, los contenidos del
sistema educativo y los medios de comunicación, haciendo más o menos probables en el
plano individual, según sea el caso, las opiniones complacientes, reactantes o socialmente
deseables, por mencionar algunas [II/2, D].
Por último, el automatismo de algunas creencias, que en ocasiones sustentan
prácticas rutinarias y quizá ancestrales que se auto fortalecen con su simple recurrencia,
como la tradición y algunos derechos, deberes y normas que aparecen como máximas
119Estos mecanismo se refieren con más o menos detalle en Hedstrøm & Swedberg (eds.), op cit. 120Jon Elster, Deliberative Democracy. USA: Cambridge University Press, pp. 1-18. Aquí, Elster refiere a las decisiones por sorteo –susceptibles de racionalizaciones posteriores– o a los duelos, entre otros, como mecanismos de toma de decisiones y formación de creencias colectivas
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
100
morales de los individuos, podrían llevarnos a pensarlas como singulares o endémicas pero
de ninguna manera ajenas a los flujos micro macro micro, pues para constituirse y
reproducirse cotidianamente, transitaron por individuos e interacciones, por las formas de la
autoconvicción y la difusión social. Son, en suma, creencias multidimensionales en su
origen y reproducción, de cuya explicación podrían dar cuenta la concatenación de muchos
de los mecanismos anteriormente descritos. De esta naturaleza es precisamente, la creencia
en la legitimidad de una figura política [II/2, E].
Vayamos a las preferencias apuntando su homología con las creencias, pues antes
de desear algo, tomamos posesión cognoscitiva de ese algo, por lo que las preferencias son
una forma particular de las creencias. Habermas, siguiendo a Hampshire, señaló que
“expresar una intención, o imputar una intención de hacer algo, es similar en muchos
aspectos a expresar o imputar una creencia”121. Entonces, muchos de los mecanismos
anteriormente enlistados son aplicables a las preferencias, por lo que podríamos hablar de
deseos racionales, cuando a parte de ser exógenos a la situación resultan plausibles, o de
preferencias ilusorias, cuando no son alcanzables. Sin embargo, mecanismos específicos a
los deseos son las preferencias adaptativas y contraadaptativas, que reducen o amplifican la
disonancia actuando sobre los deseos.
La interacción entre preferencias y creencias constituye una fuente más de
racionalidad e irracionalidad en el universo subjetivo de la acción; para ilustrarla, ampliaré
el ejemplo de Elster sobre la democracia y la democratización como fuentes tanto de las
creencias del actor sobre sus oportunidades de participación, como de sus preferencias de
121Jürgen Habermas, ibidem
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
101
participar políticamente. En principio, no hay razón para pensar que puedan realizarse todas
las combinaciones lógicamente posibles, pues deseos y creencias covarían de modo que
algunas asociaciones son imposibles o inestables, siendo la existencia de una misma causa
antecedente una de las razones de que la variación no sea infinita122.
Una primera manera de covariación entre creencias y preferencias es la sobre
determinación, que opera cuando el mismo factor antecedente incrementa tanto las
oportunidades como los deseos de llevar a cabo una acción: un ejemplo es la emergencia de
la legitimidad democrática como causa de mayores ambiciones de participar en la vida
pública cuanto de las posibilidades de satisfacer el deseo [cuadro II/3, renglón A]. El caso
inverso es cuando una misma causa disminuye tanto las oportunidades como los deseos de
emprender una acción: la nueva legitimidad democrática podría inhibir tanto el deseo como
las oportunidades de competencia de los políticos a través de un partido asociado al viejo
régimen [II/3, B].
Otro mecanismo que Elster considera anómico es cuando a mayores deseos de
emprender una acción concurren menos oportunidades, combinación que ilustra
Tocqueville para quien en la democracia, “la misma igualdad que le permite a cada hombre
abrigar grandes esperanzas, lo hace débil”. Otro ejemplo sería cuando la democratización
dispara las prefrencias por demandar públicamente la reparación de agravios o carencias,
mientras que las posiblidades del sistema legal o económico son las mismas que en el
régimen antecedente. La reactancia es otro sub caso de esta combinación, pues implica la
tendencia a que lo preferido lo sea en función de la dificultad para alcanzarlo. Por último, la
curva J de Davis es un caso más que ocurre cuando “la fase a largo plazo del crecimiento se
122Jon Elster, Psicología política, op cit, p. 179
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
102
ve seguida por una fase a corto término de estancamiento u ocaso económico (...)
[mientras] las expectativas de ascenso (...) recién creadas por el periodo de crecimiento, se
alejan cada vez más de su satisfacción”123 [II/3, C]. Esta disonancia no reducida representa
una brecha entre deseos y oportunidades siendo la forma elemental de las teorías de la crisis
de legitimidad como desajuste entre expectativas y capacidades estatales124
El caso inverso es cuando las mayores oportunidades son acompañadas del
debilitamiento de la preferencia. Un ejemplo paradójico sería el crecimiento de los
padrones electorales que reducen el valor personal del voto, conduciendo a un elector
racional a preferir no participar [II/3, D]. Como se advierte, entre la brecha y el
debilitamiento anida la posibilidad de relaciones compensatorias, cuya frecuencia empírica
–como en todos los demás casos– debe documentarse. En este repertorio, la forma con más
consecuencias sociales es la brecha entre las aspiraciones y oportunidades, y no tanto la
simple restricción de éstas últimas. Además, la brecha aumenta o disminuye en virtud de
mecanismos racionales o no racionales sobre las creencias, las preferencias o ambas. Un
ejemplo de acortamiento desde los deseos es el apunte de Tocqueville: “en la antigüedad,
los hombres pensaban en impedir que los esclavos rompieran sus cadenas; hoy lo que se
intenta es que no deseen romperlas”.
Las causas y consecuencias de la brecha tiene sin embargo más de una explicación
mediante mecanismos. Para Gambetta, la paradoja de Stouffer –una forma de la brecha– no
consiste en la concurrencia de preferencias por la promoción crecientes con menores
123Lawrence Stone, “Puntos de vista académicos recientes acerca de la revolución” en Lawrence Kaplan [comp.] Revoluciones. Un estudio comparativo desde Cromwell hasta Castro. México: Extemporáneos, 1977, p. 78 124Frederick Weil “The sources and structure of legitimation in western democracies: a consolidated model tested with time-series data in six countries since World War II”. American Sociological Review, vol. 54, octubre, 1989
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
103
oportunidades de lograrla, sino en que instituciones con más promociones, tendrán
individuos más interesados en lograrla, lo que a la postre hará crecer los deseos por encima
de las oportunidades, disparando la frustración. En mi opinión, este argumento concatena
dos mecanismos: primero el efecto marco [II/3, E] y después alguno(s) de los compilados
por Gambetta, para quien la explicación de Stouffer descansa en un mecanismo irracional:
los individuos comparan sus deseos con los de sus pares, igualando sus preferencias. Algo
semejante ocurre según el mecanismo de emulación de Taylor: mientras más gente obtenga
promoción, más fuerte será el sentimiento de que lograrla es importante. Elster diría que las
preferencias adaptativas son un mecanismo racional que actúa sobre los deseos: cuando la
promoción es frecuente, los que no tenían una fuerte preferencia por la promoción, la
tendrán [II/3, C]. Por su parte, la explicación de Merton descansa en las expectativas
irracionales de la gente, mas no en sus preferencias: “la gente tiende a creer que si
objetivamente muy poco es posible, nada lo es; en el extremo contrario, que si algo es
posible, todo lo es”. Boudon, también explica la frustración por cambios en las expectativas
pero presenta un mecanismo racional: cuando los individuos cuentan con oportunidades
objetivas de promoción invierten en lograrla, por lo que se sentirán muy frustrados si no la
concretan125 [II/3, D].
Otra forma de covariación entre deseos y creencias sería cuando los primeros
impulsan ilusiones. Por ejemplo, si alguien prefiere obedecer autoridades legítimas pero
originalmente piensa que no lo son, pudiera modificar sus creencias ilusionándose con que
finalmente lo son [II/3, F], pero también podría adaptar sus deseos acudiendo al expediente
125Diego Gambetta, “Concatenation of mechanisms”. Hedstrøm & Swedberg (eds.), op cit, pp. 115-118
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
104
de reducir la disonancia, como ocurre en la fábula del zorro y las uvas en donde una vez
que el zorro descubre que no podrá alcanzarlas concluye que están amargas, o en el
vocabulario de nuestra problemática, que la legitimidad no es tan importante para la
gobernación [II/3, H]. No es claro, sin embargo, “que los deseos modelados mediante la
reducción de la disonancia sean irracionales ipso facto” en tanto que los configurados por
“mecanismos de incremento de la disonancia son más obviamente irracionales”126. Por otra
parte, no existe ley que informe que siempre que haya preferencias y creencias
contradictorias se reducirá la disonancia a través de ilusiones o mediante el ajuste a la baja
de los deseos. Lo que existe es el mecanismo que ofrece las posibilidades de que el ajuste
sea vía ilusiones versus preferencias adaptativas.
La creencia de que existen mayores oportunidades de actuar de cierto modo puede
estimular los deseos de actuar de ese modo, que en el caso de las democratizaciones
corresponde a la aparente sobre demanda y ciclo de movilizaciones que generan [II/3, E].
Paradójicamente, el caso inverso también es cierto: la creencia de menores oportunidades
de tal o cual modo de acción podría inhibir los deseos de actuar de esa forma [II/3, G].
Estas combinaciones amplían o reducen la disonancia prospectivamente y Elster les llama
efecto marco, que actúa en la base cognoscitiva de la motivación y consiste en “la inversión
de preferencias inducida por un nuevo encuadre de la situación”. Y aunque pareciera que
las personas escogen el marco que les hará felices, tampoco “es obvio que los mecanismos
motivacionales no conscientes sean capaces de operar de esta manera”127.
126Jon Elster, Juicios salomónicos, op cit, p. 28 127Jon Elster, Juicios salomónicos, op cit, p. 30
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
105
CUADRO II/3128 MECANISMOS DE INTERACCIÓN ENTRE CREENCIAS Y PREFERENCIAS
(A)
+ Democracia
+
Deseos
Oportunidades
Acción
Impulsadas por sobre determinación
(B)
- Democracia
-
Deseos
Oportunidades
Acción
Inhibidas por sobre determinación
(C)
+ Democracia
-
Deseos
Oportunidades
Acción
Brecha deseos oportunidades: reactancia, curva J
(D)
- Democracia
+
Deseos
Oportunidades
Acción
Brecha oportunidades deseos debilitados
(E)
Deseos +
Oportunidades
Acción
Marco: impulsa por oportunidades
(F)
Deseos + Oportunidades
Acción
Ilusiones
(G)
Deseos - Oportunidades
Acción
Marco: inhibe por oportunidades
(H)
Deseos - Oportunidades
Acción
Adaptativas
(I) Si P en X,... también en Y Acción Difusión, derrama, dotación
(J) Si no P en X,... entonces sí en Y Acción Compensación
(K) Si P en X.... entonces no en Y Acción Concentración
Otra forma de sobre posición entre preferencias y creencias es cuando algunas meta
preferencias definen la manera en que el individuo formará su creencia o su deseo.
Mecanismos de este tipo son la difusión, la compensación y la concentración [II/3, I, J, K]:
“el efecto de difusión establece que si una persona sigue cierta pauta de conducta P en una esfera de su vida X, también seguirá la misma pauta P en la esfera Y. El efecto de compensación establece que si un individuo no sigue P en X si puede lo seguirá en Y. El efecto de concentración, por último, dice que si la persona sigue P en X, no lo hará en Y” 129
La difusión implicaría personas que por conceder legitimidad a una pieza del
régimen se la otorgan a otra: quien siga esta regla no podría ser considerado ingenuo
filósofo; quienes aplicaran la compensación, es decir, aquellos que si no legitiman una
figura, legitiman otra, producirían juicios heterónomos mediante una regla de constitución
128Elaboración propia con base en Jon Elster, Psicología política, op cit, pp. 180-184 129Jon Elster, “En favor de los mecanismos”, op cit., pp. 249-250
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
106
de las creencias preocupada en el equilibrio; por último, quien concentre su opinión sobre
una figura, podría producir juicios autónomos sobre la base de distinciones o sin ellas.
Como se advierte, la compensación y concentración arrojan un efecto de suma cero, pero
no tienen por qué presentarse conjuntamente.
¿Qué sucede si declinamos del supuesto de mono motivación y aceptamos otros
resortes de la acción?. Para responderme estipularé primero el sentido en que utilizo el
término de motivación, sin revisarlo a detalle ni transitar por el laberinto de su variedad
semántica y abordajes disciplinarios, para después integrarlo al repertorio de covariaciones
con las creencias y las preferencias. Toca el turno a los motivos.
Motivos
Para Weber, motivo es “la conexión de sentido que para el actor o el observador
aparece como fundamento” de su conducta, identificando en la comprensión del sentido
mentado o subjetivo, existente de hecho o como tipo ideal, la tarea que distingue a la
sociología de la historia130. En esta perspectiva, el motivo se sitúa cronológicamente en el
origen de la acción y se diferencia del deseo, la intención, la finalidad o los objetivos. La
distinción entre motivos porque y motivos para puede resultar útil. Para Schutz, los motivos
para son el estado futuro de cosas que el individuo quiere lograr con su acción, mientras
que los motivos porque, a los que califica de genuinos, son los antecedentes que le llevan a
actuar en la manera en que lo hace131. Dicho de otro modo, sólo los motivos porque serían
la motivación en el sentido weberiano del término, semejando las meta preferencias que
130Max Weber, Economía y sociedad, op cit, pp. 10, 5 y 6 131Alfred Schutz, El problema de la realidad social. Buenos Aires: Amorrortu, 1995, pp. 50 y51
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
107
definí anteriormente; con base en la terminología de Danto, los motivos porque se
parecerían a los deseos, en tanto que los motivos para se aproximarían a la intencionalidad.
Giddens bucea por los fondos motivacionales de la acción identificándola como su
disparador, pues refiere “las necesidades que incitan a la acción”, lo mismo cuando los
actores tienen noción de ellas que cuando “su conducta está influida por fuentes no
accesibles a su conciencia”, añadiendo la proximidad del motivo al interés y definiendo éste
último “como cualesquiera resultados o eventos que facilitan la satisfacción de las
necesidades de los agentes”132. Como podrá advertirse, resulta difícil distinguir motivos de
fines, intenciones, objetivos, intereses, e incluso deseos o preferencias. Afortunadamente,
sin embargo, en el cuerpo teórico weberiano y quizá en la práctica sociológica, el uso del
concepto es más claro que sus definiciones, semejando el fondo de la acción, el principio
cronológico, el disparador que a veces coincide con la intención o finalidad, actuando a
espaldas del agente o a la luz de su conciencia, pudiendo conducir a diferentes acciones
intencionales para realizarse. Dicho de otro modo, la tipificación de constelaciones de
sentido que proporcionan motivos para la acción supone núcleos psicológicos individuales,
intersubjetivamente compartidos, en donde la razón transubjetiva de Boudon cobra sentido.
En psicología, la motivación también ha sido tratada de manera disímil. En una
crítica al concepto freudiano de descarga energética como motivación, se le define como
“el conjunto de factores que inducen a la activación, mantenimiento y terminación de la
conducta”, distinguiendo tres niveles, que son los patrones y cadenas de acción fija, las
conductas dirigidas, retroalimentadas por metas y por último, los sistemas jerárquicamente
132Athony Giddens, íbidem
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
108
integrados133. Por su parte, Klineberg clasificó las motivaciones de acuerdo a la certeza con
que operan sobre la acción: las necesidades fisiológicas, como la sed o el hambre, son
motivos confiables, le siguen las necesidades fisiológicas que aceptan excepciones, como el
sexo o la conducta materna posterior al parto, en tercer lugar, las acciones cuya base
fisiológica es indirecta, como la autopreservación, y por último, las que dependen de pautas
sociales, como el logro o el sentido paternal. Pero es la definición de las actitudes como
“estados motivacionales perceptuales que dirigen la acción”, la que tiende el puente con el
sentido sociológico del término134.
En la postura weberiana, los tipos de la acción social envuelven fuentes
motivacionales. En los extremos de la taxonomía, la acción carismática descansa en la
pasión, en tanto que la racional con arreglo a fines, en la razón, suponiendo,
adicionalmente, que los fines se asemejan al interés y que la razón garantiza su
identificación. Entre ambas, en la acción tradicional el individuo suspende la reflexión, por
lo que su fuente motivacional no es la razón, pero tampoco necesariamente la emoción, sino
acaso y quizá tautológicamente, la rutina, lo que visto provocativamente nos conduce a
preguntarnos qué motivaciones se rutinizan o si cualquier rutina es por sí sóla una nueva
motivación. También entre la pasión y la razón, en la acción racional con arreglo a valores,
la elección de medios implica el uso instrumental de la razón, pero los fines refieren
creencias normativas, que podrían haberse construido desde la emoción, la tradición o
incluso la razón, cabiendo también preguntarse, por ejemplo, si el interés convertido en
valor, no transmuta ésta acción orientada a valores en racional con arreglo a fines.
133Juan Auping Birch, Una revisión de la teoría psicoanalítica a la luz de la ciencia moderna. México: Plaza y Valdés, 2000, p. 115 134Edwin P. Hollander, op. cit., pp. 102-103 y 126
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
109
Según Hirschman, en la tradición occidental el antagonismo motivacional entre
razón y emoción remonta a Platón. En la Edad Media la pasión por el honor parecía una
motivación aceptable, que en el Renacimiento “alcanzó la condición de ideología
dominante conforme la influencia de la Iglesia retrocedía”. En esos años, sin embargo, la
demolición de los héroes ya había comenzado: para Hobbes, las virtudes heroicas eran
simples formas de la autoconservación, del amor propio para Rochefoucauld o de la
vanidad para Pascal. Sucesivamente, escolásticos e ilustrados diagnosticaban consecuencias
desastrosas para los individuos y pueblos abandonados al gobierno de sus pasiones135.
La separación radical entre razón y emoción, o interés y emoción, fue acompañada
del hecho histórico que derogó “el rol del afecto en la esfera pública” y asoció la emoción a
la “distracción, distorsión, extremismo e irracionalidad”136. Sin embargo, a la vuelta de los
siglos, en el campo del racionalismo contemporáneo, la investigación en psicología
cognoscitiva y en neurociencias137 la ha replanteado. Una crítica interna a la teoría de la
elección racional, acepta que las corazonadas o sentimientos fomentan “la conducta
racional en situaciones de indeterminación”138 e instalados en la tradición científica, hay
quienes defienden que entre conocimiento y afecto domina la interacción, pero si hubiese
sucesión, la “conciencia sería la última y no la primera palabra”139.
El demoledor retrato emocional del hombre de Maquiavelo y el fracaso de distintas
prédicas para autolimitarlo, de la psicomaquia a la razón pasando por la religión,
135Albert O. Hirschman, op cit., pp. 39, 44 y 65 136George Marcus, Russell Neuman y Michael MacKuen, op cit, p. 2 137Tras dos décadas de trabajo clínico y experimental, Damasio sostiene que si emociones y sentimientos causan estragos en la razón, es “más sorprendente y nuevo que la ausencia de emoción y sentimiento sea no menos perjudicial, no menos capaz de comprometer la racionalidad que nos hace distintivamente humanos”. Antonio R. Damasio, El error de Descartes. La emoción, la razón y el cerebro humano. Barcelona: Crítica, 2001, p. 10 138Jon Elster, Alquimias..., op cit, p. 347 139George Marcus, Russell Neuman y Michael MacKuen, op cit, pp. 8 y 39
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
110
condujeron al elogio y promoción de una tercera motivación. La idea de una oposición
entre los intereses y las pasiones apareció por primera vez –conforme a Hirschman– en la
obra del duque de Rohan, publicada en los límites del siglo XVIII. En ese trabajo, se
relegaba significativamente la razón “al papel meramente instrumental de advertir dónde
está el interés”, pero en sus orígenes, significó lo mismo interés en la riqueza que interés en
la salud, interés de conciencia, que interés en el honor. Y junto a ésta generosa cobertura
semántica, que combinaba las pasiones suaves con la recta razón, un atractivo adicional era
que proporcionaba predictibilidad y constancia a la vida social. A la postre, sin embargo, el
sentido amplio del interés cedió paso a su entendimiento estrecho y finalmente dominante:
el interés fue convirtiéndose en interés por la riqueza, bienes materiales y acaso poder140.
Por su parte, la sociedad entre interés y razón también es problemática. Apoyado en
Habermas y Barry, Elster señala que un agente racionalmente motivado buscará la
comprensión antes que el éxito, comprometiéndose con “tres pretensiones de validez: la
verdad de las proposiciones, la rectitud normativa y la sinceridad o veracidad, por lo que ha
de estar abierto a la argumentación racional y dispuesto a cambiar su perspectiva como
resultado de tal argumentación”. Sin embargo, aquí la razón es instrumental al interés de ser
comprendido pero el origen motivacional de la finalidad no se aclara. Por su parte, Elster
define al interés como “la orientación a mejorar la situación de cualquier subgrupo
empírico de la sociedad, sea en placer, riqueza, fama, estatus o poder, asumiendo que los
subgrupos constituidos por una sola persona constituyen un importante caso especial”141.
Ahora, la razón resulta instrumental al interés y éste se entiende casi como interés material.
140La obra de Rohan es On the interest of princes and states of Christendom. Albert O. Hirschman, ibid, pp. 66, 35, 56 y 57 141Jon Elster, Alquimias..., op. cit., p. 410
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
111
Por supuesto, con esta terminología se abren nuevos problemas: por ejemplo, si el placer
del sub grupo se realiza en la comprensión, ¿qué tipo de motivación sería ésta? En ambos
casos, por si las paradojas anteriores fueran pocas, confiar en que la razón indicará el
interés o la ruta de la comprensión, no dejan de ser una hipótesis cuestionables.
En Weber la razón es instrumental a los fines y a los valores, pero en Elster,
siguiendo a Habermas, es un fin, una motivación particular cuya misión es lograr la
comprensión, al tiempo que es instrumental no sólo a los valores sino a las emociones. En
mi opinión, la comprensión podría entenderse como un valor, es decir, como un caso
particular de acción racional con arreglo a valores, por lo que mi elenco motivacional base
podría ser el weberiano, insistiendo que por fin entiendo interés [gráfica II/1, columna A].
Por último, debiera considerar cómo es que intereactúan las motivaciones, pues aquí
tenemos una fuente más de indeterminación de la que distintos mecanismos pueden dar
cuenta. Según Elster, cualquier motivación transita dos filtros antes de ser profesada ante
los demás: “en primer lugar, ha de ser aceptable para la propia persona; en segundo lugar
(...) también para otras personas”, por lo que propone entender la puesta en escena de las
motivaciones y el repertorio de sus transformaciones con mecanismos específicos, que
serían la transmutación y la tergiversación.
La transmutación ocurre cuando “el deseo de estar motivado por X origina la
creencia de que uno desea Y por X y no por la motivación real propia Z”. La tergiversación
implica “que si yo profeso la motivación Z que me hace desear Y, los demás me castigarán,
por ello, profeso la motivación X para desear Y”. Dicho de otro modo, el cambio en la
primera es real, mientras que en la segunda es aparente, pero ninguno de los dos opera
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
112
libremente, a voluntad del actor ni de su entorno, sino que los limitan la restricción de
coherencia “que existe porque la concepción de imparcialidad que se adopta en un
determinado momento ha de ser coherente con las concepciones imparciales adoptadas en
anteriores ocasiones” y la restricción de imperfección que “existe porque una coincidencia
perfecta entre el interés propio y el argumento imparcial sería oportunista de un modo a
menudo demasiado transparente”142. Para Elster, ambas restricciones aplican
completamente en el caso de la tergiversación, mientras que en la transmutación la
restricción de incoherencia podría no aplicar. Un ejemplo de transmutación y tergiversación
de motivaciones impulsado por la democratización, es decir, por efecto marco, serían los
políticos que queriendo estar motivados por una racionalidad con arreglo a valores, en este
caso los democráticos, lo llegan a estar, mientras que otros, sabiéndose conducidos por el
auto interés o cualquier otro impulso públicamente inconfesable, se dicen motivados por
una racionalidad con arreglo a valores.
La proscripción de las emociones de la fachada de la vida pública podría calificarse
de un acto repetido de tergiversación, en que la motivación X –una emoción– que explica la
acción Y es presentada como motivación Z –el interés nacional–. Para ilustrar esta práctica
acudiría al ejemplo del propio Elster sobre la envidia, que es una emoción “que no
queremos reconocer ante otras personas ni ante nosotros mismos”, por lo que, citando a
Schoeck, “a los escritores modernos se les hace difícil incluso admitir esta emoción en
otras personas” en lo que constituye un “caso auténtico de represión” que conduce al
teórico político y al crítico social a ver “un concepto que se les hace cada vez más
142Jon Elster, Alquimias..., op. cit., pp. 411, 419-20
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
113
incómodo para ser utilizado como una categoría explicativa o en referencia a un hecho
social”143.
Con éstos argumentos en mente, sobraría decirlo a estas alturas, suponer actores
mono motivados en su acción sólo podría justificarse en una heurística elemental, por lo
que el menage à trois de La Bruyère y la tipología cuatripartita de Weber, ofrecerían un
poderoso complemento que en términos operacionales nos obligaría a pensar el curso de la
acción social en situaciones donde no sólo hay sobreposición, contradicciones,
contraintenciones, falsificaciones e inconsistencias entre creencias y preferencias, sino
también motivaciones múltiples, ínter penetradas, transmutadas y tergiversadas por el actor.
Hasta aquí, sobre la base de una primera distinción entre creencias, preferencias y
motivaciones racionales y no racionales, referí al menos diez y ocho mecanismos de
constitución de creencias, once maneras de interacción preferencias/creencias y dos
mecanismos de modificación de motivaciones. No intento, debo insistir, presentar las
piezas de una teoría, sino las herramientas de una heurística, pues articular una teoría
suponiendo individuos con motivaciones, creencias y preferencias tanto racionales como no
racionales, sería describirlo todo sin explicar absolutamente nada, por lo que mi eje de
trabajo es una versión débil de la teoría de la elección racional. Finalmente, los mecanismos
considerados tienen distintos niveles de abstracción y cobertura, pues incluí desde micro
mecanismos concretos, como las ilusiones, micro-macro mecanismos un poco más
generales, como los umbrales o la negociación y micro mecanismos base o que se
143Pero no siempre fue así, añade, acudiendo a Walcot que elogia a los griegos por ser “suficientemente honestos como para aceptar este hecho de la naturaleza humana”. Jon Elster, Alquimias..., op cit, pp. 203 y 204
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
114
pretenden generales como la razón transubjetiva o la teoría de la inteligencia afectiva que
intenta corregir sin reemplazar a la teoría de la elección racional.
Un ejemplo de aplicación de la explicación mediante mecanismos concatenados en
que la legitimidad, en este caso de las condiciones de desigualdad, es la variable
dependiente sería el argumento de Olson y Hafer acerca de la interacción paradójica entre
creencias y preferencias anudando tres dispositivos: el primer micro mecanismo gravita
sobre una creencia ilusoria, caliente o motivada, a saber, “la motivación a creer que el
mundo es un lugar justo”, el segundo micro mecanismo implica al grupo de referencia y la
confección de una creencia no racional consistente en “la tendencia de los individuos en
desventaja a reportar relativamente menos experiencias personales de discriminación”
porque se comparan con sus pares y no con quienes no experimentan discriminación. El
tercer micro—macro mecanismo refiere la influencia del agregado social sobre el individuo
y “es el hecho simple de que por lo regular, es socialmente indeseable decirse resentido por
la privación”144.
Por su parte, Axelrod ejemplifica el uso de la legitimidad como variable
independiente: conforme a sus modelos, si la cooperación dependiera solamente de las
normas, ésta fracasaría sin importar “las condiciones iniciales”, pero si se introducen
metanormas de la interacción para sancionar a quienes no sancionen a los desertores, o si
todos “internalizan fuertemente una determinada norma”, no habrá incentivos para desertar,
por lo que las sociedades trabajan duro para que sus miembros internalicen una amplia
variedad de normas, cuyo éxito dependerá en mayor o menor medida “de muchos factores,
144James M. Olson & Carolyn L. Hafer, “Tolerante of Personal Deprivation”. John Jost & Brenda Major (eds.), op cit., p. 158
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
115
entre ellos el grado en que el individuo se identifica con el grupo” y en que “la norma y
quienes la auspician son considerados legítimos”145.
¿Qué mecanismos podrían auxiliarnos en la explicación de la legitimidad del
sistema político mexicano, la presidencia y el PRI entre los pobladores adultos de la ciudad
de México entre 1995 y 1997?, ¿qué mecanismos engarzaron las creencias individuales con
las colectivas en el México de la transición?, ¿de qué manera influyeron los niveles de
legitimidad del sistema y sus piezas en la conducta política de los citadinos? Sin embargo,
antes de responderme, daré cuenta del estado que guardaba el respaldo actitudinal al
régimen entre 1995 y 1997, considerando previamente las operaciones que me condujeron a
traducir mis conceptos en indicadores empíricos.
145Robert Axelrod, op. cit, p. 73
obedientes e insatisfechos ii. reduciendo la polisemia .
116
obedientes e insatisfechos iii. las dimensiones del apoyo político
117
CAPÍTULO III LAS DIMENSIONES DEL APOYO
POLÍTICO ACTITUDINAL
Un levantamiento masivo es el resultado de una multitud de elecciones individuales
de participación en un movimiento popular con el objetivo de conseguir determinados
cambios. No existe ningún actor político con el nombre de La multitud
Timur Kuran1
Para mediados de 1997, poco más de dos terceras partes de los pobladores adultos
de la ciudad de México habrían legitimado –en sentido estricto– al presidente de la
República así como los mandatos del régimen político, en tanto que cerca de la mitad
habría descalificado al PRI como opción partidaria legítima. En la dimensión amplia del
respaldo, sólo cinco de cada veinte habrían expresado satisfacción con el funcionamiento
del sistema, alrededor de la mitad aprobado la gestión presidencial y una tercera parte
compartido expectativas optimistas respecto al final de su gestión. Conforme a los umbrales
de Mann, en el DF coexistían el consenso favorable en la legitimidad del régimen y la
presidencia, con el consenso negativo en la satisfacción con el funcionamiento del sistema
y la evaluación prospectiva de la presidencia, situándose entre ambos el disenso en la
popularidad presidencial retrospectiva y la legitimidad del PRI2.
1Timur Kuran, “Ahora o nunca: el elemento de sorpresa en la revolución de Europa oriental de 1989”. Zona Abierta. No. 80/81 (1997) Madrid: Pablo Iglesias, p. 152 2Nlo/Sip, DF 1995-1997. Anexo 1
obedientes e insatisfechos iii. las dimensiones del apoyo político
118
¿Cómo desdoblé el concepto de legitimidad en cifras de apoyo actitudinal?, ¿cuál es
el significado de éstas?, ¿qué creencias y motivaciones involucran?, ¿qué otros indicadores
podrían ilustrar la legitimidad del régimen y sus piezas?, ¿cuál es la calidad y sentido de las
distintas evaluaciones hacia una u otra figura política?. Y resueltas estas interrogantes
operacionales, lo sustantivo reaparece: ¿cuál fue la dinámica del apoyo discursivo al
sistema político y a sus piezas entre 1995 y 1997 entre los pobladores adultos de la ciudad
de México?, ¿cuál es el saldo de compararlo con los registros en otras partes del país y del
mundo?, ¿qué implica esta primera y aparente regularidad cuyo anverso fue la legitimidad
del régimen y del poder ejecutivo y su reverso la escasa legitimidad del PRI, la tibia
aprobación al desempeño presidencial, la convicción de que las cosas no marcharían mejor
al final de su mandato y la insatisfacción con los rendimientos del sistema?, ¿acaso que los
ciudadanos ordinarios como ingenuos filósofos morales separaban la legitimidad
presidencial de la aprobación al desempeño de su titular, sus evaluaciones prospectivas y
retrospectivas de la presidencia respecto a sus creencias en la legitimidad del PRI, todas
éstas disposiciones, de la satisfacción que les produjo el funcionamiento del sistema
político y finalmente, éste último juicio instrumental, de la legitimidad que concedieron al
régimen? O por el contrario, ¿presenciamos simples diferenciaciones aleatorias que exhiben
incoherencia o una suerte de meta preferencia compensatoria antes que discriminación para
figuras y dimensiones?
Para responder, el capítulo consta de cuatro partes. En la primera resuelvo el
componente operacional de la investigación, esto es, presento mis indicadores actitudinales
de la legitimidad, para anotar aquí mismo algunas de las escalas de significación que
obedientes e insatisfechos iii. las dimensiones del apoyo político
119
utilizaré en la descripción de los datos. Después, ofrezco una primera estampa diacrónica
del respaldo político actitudinal de los pobladores adultos del DF al régimen y a sus piezas
en 1997, enfocándome sin embargo en el asunto de las convergencias y divergencias entre
los indicadores de legitimidad en sentido estricto y las evaluaciones utilitarias. En la tercera
sección, describo la evolución de mis seis indicadores del apoyo actitudinal entre 1995 y
1997, recurriendo a comparaciones históricas e internacionales. Para terminar, repaso otros
indicadores del apoyo que sin embargo no fueron considerados para los capítulos
siguientes.
Indicadores y umbrales
Si como lo argumenté en el capítulo anterior, la legitimidad es un asunto de
creencias, puede entonces examinarse desde el campo actitudinal de las personas. Y la
discursividad de los actores ha sido utilizada ampliamente en las ciencias sociales, por lo
que fincar el estudio empírico de la legitimidad en la investigación por encuesta, parece
razonable. Sin embargo, aunque ésta última tradición tiene una larga historia en el registro
y análisis de las actitudes individuales hacia distintos objetos políticos, particularmente en
relación a la dimensión amplia del respaldo, el examen de la legitimidad en sentido estricto
o bien ha sido ignorado o bien ha reproducido y quizá amplificado la polisemia del
concepto, por lo que referir las formas en que se ha indagado el apoyo actitudinal y las
escalas de su significación, así como la manera en que traduje mis conceptos en indicadores
empíricos, resulta necesario.
obedientes e insatisfechos iii. las dimensiones del apoyo político
120
Al elaborar los indicadores de las variables dependientes del estudio, en primer
término debía identificar los sentidos estricto y amplio de la legitimidad, enseguida elegir
las figuras susceptibles de legitimarse conforme a su importancia en el viejo arreglo
político mexicano y en tercer lugar, para los indicadores de legitimidad en sentido estricto,
distinguir las fuentes motivacionales de la creencia. Además, para penetrar en el
entendimiento de los componentes motivacionales, los tipos de creencias, sus relaciones
entre sí y sus efectos conductuales, en la descripción y análisis de resultados utilicé la
heurística de las creencias expuesta en el capítulo precedente.
En su estudio clásico, Almond y Verba se interesaron por las condiciones
actitudinales que favorecían la estabilidad democrática, pero sus indicadores del apoyo al
sistema y a sus piezas fueron limitados. El respaldo utilitario a una figura gubernamental
fue indicado mediante preguntas sobre las mejoras propiciadas por los gobiernos nacional y
local3. Lo más parecido a la exploración de la legitimidad en sentido estricto, fueron sus
preguntas sobre el orgullo que le producían al entrevistado el gobierno y las instituciones
políticas, la legislación social y en el caso mexicano, la evaluación del nivel de logro de las
metas de la revolución de 1917, la necesidad de la institución presidencial en Alemania e
Italia y de la monarquía en el Reino Unido, su indagación sobre el partidismo, la petición
de razones atribuibles a que otros respaldaran un partido político y por último la solicitud a
sus entrevistados del grado de acuerdo con el mecanismo electoral como vehículo principal
para decidir el destino del país4.
3Gabriel Almond & Sidney Verba, op cit., pp. 529-531, preguntas 31b, 32b, 38a, 40 y 41 4Ibid, pp. 529-534, preguntas 33, 36c, 50 y 72
obedientes e insatisfechos iii. las dimensiones del apoyo político
121
En 1969, al estudiar las actitudes políticas de los escolares, Rafael Segovia utilizó
indicadores de las fuentes tradicionales y de valor que permitían construir un mapa de los
mitos legitimadores del régimen político mexicano5. Por su parte, en su investigación de
1970 sobre la relación entre los migrantes pobres en la ciudad de México y la política,
Wayne Cornelius construyó 134 dimensiones conceptuales de las que doce podrían
asociarse al respaldo, sin que ninguna correspondiera a la legitimidad en sentido estricto.
En su trabajo, Cornelius separó las formas del apoyo político, quizá considerando
implícitamente las motivaciones y fuentes de significación de las creencias, utilizando
indicadores de juicios utilitarios como la participación en votaciones, la confianza, el
apoyo al partido oficial, la evaluación de funcionarios, el apoyo concreto o el compromiso
funcional con el sistema6 y las expectativas sobre el desempeño gubernamental, otros no
racionales como el afecto por las instituciones, otros mixtos, como la percepciones de la
necesidad de cambio político radical o la contra intención de voto PRI incluida en su
índice de apoyo al partido oficial, y por último, otros también mixtos que exploran las
fuentes y contenidos históricos de la autoridad, expresados en su dimensión de compromiso
simbólico con el sistema político7.
En un artículo sobre los efectos electorales de la legitimidad del sistema en la
ciudad de México en 1988, Crespo analizó cuatro indicadores a los que calificó de clásicos:
5Rafael Segovia, La politización del niño mexicano. México: El Colegio de México, 1994, pp. 154-156. Las preguntas que exploraban las fuentes de la legitimidad del régimen, fueron la 24, 26, 28, 31, 35, 36, 37, 38, 39 y la 54. Las preguntas abiertas 61 y 62, pedían evaluar al presidente de la República y la 64 solicitaba las preferencias de los entrevistados respecto al diseño institucional. 6En este como en otros casos, Cornelius utiliza un mismo indicador para constituir dos o más dimensiones diferentes, lo que a juicio de Padua es incorrecto. Jorge Padua, Técnicas de investigación aplicadas a las ciencias sociales. México: Colmex / FCE, 1992, p. 39
obedientes e insatisfechos iii. las dimensiones del apoyo político
122
las percepciones del compromiso del régimen con las metas sociales de la Revolución de
1910, de su carácter democrático, de la pluralidad del sistema de partidos y de su
credibilidad; el primero replicaba la pregunta de Almond y Verba, los dos siguientes
combinaban elementos cognoscitivos y evaluativos, pues el segundo preguntaba si el
régimen era democrático y el tercero quién podía acceder al poder, mientras que el cuarto
estimaba si la gente creía que existía correspondencia entre lo que el gobierno hacía y
decía. Sin embargo, dadas las formas de interrogación y la manera de presentar los
resultados, los cuatro terminaban refiriendo la credibilidad gubernamental entre los
pobladores adultos del DF, sin tocar las esferas instrumental y tal vez sin asociar los juicios
de hecho de los entrevistados con sus meta preferencias y motivaciones8.
Con la intención de medir la legitimidad política, el modelo conceptual de
Weatherford reagrupó en una dimensión macro y otra micro interactivamente vinculadas,
los indicadores de los estudios electorales en Estados Unidos. En la macro dimensión,
utilizó las percepciones de responsabilidad, eficiencia, confianza en los procedimientos y
justicia distributiva del régimen; en el micro nivel, identificó dos dimensiones, la primera,
integrada por los desencadenantes del involucramiento político cuyos componentes son la
confianza interpersonal y el sentimiento de competencia cívica y la segunda que refería los
sentimientos respecto a la capacidad y límites del sistema9. Sin embargo, a pesar de haber
7Wayne Cornelius, Los inmigrantes pobres en la ciudad de México y la política. México: Fondo de Cultura Económica, 1986, pp. 255-295 y 298-303 8José Antonio Crespo, “Legitimidad política y comportamiento electoral en el Distrito Federal (1988)”. Jorge Alonso (coordinador), Cultura política y educación cívica. México: Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Humanidades, UNAM y Miguel Ángel Porrúa, 1994, pp. 70-74 9Stephen Weatherford, op cit.
obedientes e insatisfechos iii. las dimensiones del apoyo político
123
integrado la distinción entre evaluaciones utilitarias y afectivas, la legitimidad propiamente
terminó entendiéndose como saldo actitudinal de los distintos niveles del respaldo.
Sin reflexionar sobre los componentes motivacionales ni el tipo de juicios, Weil
utilizó la pregunta de satisfacción con el funcionamiento con la democracia como
indicador de legitimidad del sistema político como un todo, en tanto que la confianza en las
instituciones, que Weatherford incluyó como componente de la legitimidad o que para
Easton es una dimensión del apoyo difuso, apareció como variable independiente y
explicativa de la legitimidad10. Por su parte, en una perspectiva dominantemente
instrumental, Nye, Zelikow y King utilizaron la confianza en que las autoridades actúen
correctamente como indicador principal del respaldo actitudinal al sistema político,
refiriendo además tres recursos críticos que revelan la conexión entre la estabilidad de un
régimen y la confianza de que goza, que serían la disposición a contribuir con recursos
cruciales como los impuestos, la obediencia voluntaria a las leyes y el interés de los jóvenes
más talentosos para trabajar en el sector público11.
Más recientemente, Russell Dalton identificó distintas dimensiones del apoyo
político actitudinal adscribiéndose a la separación entre creencias instrumentales y no
utilitarias. En la esfera racional, integró a la popularidad presidencial, la satisfacción con el
funcionamiento del régimen, los juicios al desempeño de las instituciones, la confianza en
las instituciones públicas y en los partidos políticos, en tanto que asimiló al componente no
instrumental el orgullo nacional, los valores democráticos, las normas de participación, las
10Frederick Weil, op cit. 11Joseph Nye, Philip Zelikow & David King (edited), Why People Don’t Trust Government. Massachusetts: Harvard University Press, p. 4
obedientes e insatisfechos iii. las dimensiones del apoyo político
124
expectativas institucionales, los sentimientos hacia los líderes, el apoyo a partidos y la
identificación partidaria12.
Por su parte, utilizando datos del Latinobarómetro, los autores del informe sobre La
democracia en América Latina de 2004 del Programa de las Naciones Unidas para el
Desarrollo, construyeron un Índice de Apoyo a la Democracia, que presumen sin
antecedentes en el estudio del “respaldo ciudadano” y agrupa la respuesta a once preguntas,
todas normativas o evaluativas, ninguna conductual –aunque lo refieren como indicador
actitudinal– tampoco evaluaciones instrumentales o semi instrumentales –como la clásica
pregunta de satisfacción– ni tampoco reactivos que den cuenta del vínculo emocional de las
personas con la democracia, aunque al agrupar estas respuestas, los autores consideraron
los niveles de participación de los tres grupos actitudinales obtenidos –demócratas,
ambivalentes y no demócratas– intentando diferenciar la calidad y sobre todo las
consecuencias posibles de estas opiniones13.
Sin embargo, aunque conceptualmente la investigación por encuesta distingue las
dimensiones utilitaria y no instrumental del respaldo político, la traducción operacional
experimenta lagunas, conflación y desigualdad. Ausencias porque la referencia a Weber no
se ha traducido en indicadores de las creencias en el derecho de mando y el deber de
obediencia, pero también porque a veces, el fondo motivacional sencillamente se ignora.
Confusión de niveles porque un mismo indicador se utiliza para referir apoyo en su más
amplia acepción y legitimidad. Y desigualdad porque el espacio de las motivaciones y
12Russell Dalton, “Support in Advanced Industrial Democracies”. Pipa Norris [ed.] Critical Citizens. Global Support for Democratic Governance. Great Britan: Oxford University Press, 1999, p. 58 13PNUD, La democracia en América Latina. Hacia una democracia de ciudadanas y ciudadanos. Buenos Aires: Alfaguara, 2004, pp.137-145 y 219-228
obedientes e insatisfechos iii. las dimensiones del apoyo político
125
creencias no racionales ha sido ocupado casi en su totalidad por el estudio –cada vez más
especializado, con observaciones muy completas transversal y longitudinalmente, en
México y otros países– de los valores y las normas, en tanto que las emociones se ignoran o
se atienden ocasionalmente14. Por mi parte, al momento de diseñar mis instrumentos de
interrogación no tuve la conciencia que ahora expreso sobre los vínculos entre las creencias
en la legitimidad de una figura política y la esfera emocional de los individuos, en tanto que
deducir las motivaciones de las fuentes sustantiva y procedimental del apoyo político
terminó mostrándose limitado.
Que normas y valores ocupen el espacio de lo no racional, explicaría, al menos en
parte, que algunas evaluaciones como la satisfacción que los ciudadanos expresan respecto
al desempeño de la democracia, sean referidas de maneras disímbolas. Weil, por ejemplo,
preocupado por entender la dinámica de la legitimidad en las democracias occidentales, la
utilizó como su variable principal, Dalton la entendió como un indicador de juicios
racionales y para Marcus representa un claro ejemplo de los estados anímicos confusos,
pues una persona puede decirse satisfecha porque su entorno fluye con rutinaria seguridad
o porque sus actividades y las de sus grupos de referencia, marchan favorablemente15.
Paradójicamente, en el ámbito de las teorías de la elección racional, la acción satisfaciente
14La investigación por encuesta rara vez sino es que nunca, documenta sentimientos en torno a figuras y acontecimientos públicos. El diccionario de opinión pública en México no ofrece un solo término emocional; las encuestas nacionales de cultura política de 2001 y 2003 realizadas por SEGOB, tampoco contienen reactivos emocionales. Y el informe del PNUD sobre la democracia en América Latina, tampoco. De fondo, quizá no exista la convicción teórico metodológica de la importancia de su registro. Incluso en Estados Unidos no fue sino hasta 1980 que los Estudios nacionales electorales pilotearon los términos emocionales asociados a figuras políticas. Mina Piekarewicz, México. Diccionario de Opinión Pública. México: Dopsa, 2001, 240 p., http://www.gobernacion.gob.mx/, Marcus, Russell & MacKuen, op cit., p. 165 y PNUD, op cit. 15Marcus, Neuman & MacKuen, op cit., p. 171
obedientes e insatisfechos iii. las dimensiones del apoyo político
126
involucra ingredientes emocionales que suavizan la racionalidad, pero la distinción es más
teórica que observacional.
Informaré ahora de la confección de mis propios indicadores. Para mi trabajo,
recogí el indicador de satisfacción, aplicándole dos variaciones. La primera consistió en
reemplazar el término democracia por sistema de gobierno, aclarando en la misma
pregunta que me refería a la forma en que funcionan de conjunto la presidencia de la
República, las cámaras de diputados y senadores, el poder judicial y los partidos políticos
zanjando así la dificultad semántica de interrogar por la satisfacción que le producía al
entrevistado la democracia, cuando existía un amplio acuerdo en que el régimen mexicano
no era democrático o apenas empezaba a serlo. La segunda variación, tocó las opciones de
respuesta, pues mientras en la tradición anglosajona entre los extremos de satisfacción e
insatisfacción aparecen poco y algo, a mí no me convence la escala, por lo que las
respuestas intermedias fueron cerradas como algo satisfecho y algo insatisfecho, que por lo
demás, fue mi procedimiento de construcción de respuestas intermedias para otros
indicadores. En cuanto al contenido motivacional, al elegir el indicador me parecía que
dominaba lo instrumental, situándolo en la dimensión amplia de la legitimidad, dicho de
otro modo, en el componente popularidad del régimen político, pero al analizarlo y
compararlo con registros semejantes, me asombró su permanencia y semejanza con la
evaluación prospectiva del presidente, por lo que no debe descartarse que involucre
componentes emocionales o no racionales [cuadro III/1, renglón A].
obedientes e insatisfechos iii. las dimensiones del apoyo político
127
La popularidad presidencial, por su parte, generalmente ha sido tratada como juicio
instrumental. Downs menciona comparaciones de utilidad que consisten en calificar el
desempeño gubernamental16, cuya operacionalización corriente conduce a lo que Fiorina
llamó juicio retrospectivo mediado17, que es la opinión del trabajo presidencial realizado.
En una escala implícita de racionalidad, MacKuen atribuyó mayor contenido racional al
juicio prospectivo que al retrospectivo, toda vez que el primero introducía un horizonte de
expectativas18. Para Dalton, sin embargo, las expectativas son más afectivas que racionales
y el propio MacKuen de la inteligencia afectiva pareciera sugerir que corresponden al
sistema de disposiciones de los individuos, es decir, al dispositivo rutinario en que el juicio
racional es suspendido. Por mi parte, consideré a la popularidad presidencial retrospectiva
como una actitud mixta, donde el juicio instrumental domina pero distorsionado por el
vínculo afectivo que los gobernantes tejen con sus autoridades, en tanto que para el juicio
prospectivo supuse un componente no racional más pronunciado. Además, en mi trabajo
empírico, al preguntar retrospectivamente sobre el presidente y no respecto a su
desempeño, subrayé el factor afectivo [cuadro III/1, juicio retrospectivo, renglón C; juicio
prospectivo, renglón D].
La popularidad del PRI merece comentario aparte. Por un lado, sería difícil
documentar la utilización de la intención de voto como indicador de popularidad partidaria,
aunque casi sobraría decir que hay un muy largo historial en su tratamiento como
16Anthony Downs, An Economic Theory of Democracy. USA: Harper Collins, 1957, 310 p. 38 17Citado por Beatriz Magaloni, “Is the PRI Fading?. Economic Performance, Electoral Accountability, and Voting Behavior in the 1994 and 1997 Elections”. Jorge Domínguez & Alejandro Poiré [eds.] Toward Mexico’s Democratization. Parties, Campaigns, Elections, and Public Opinion. New York: Routledge, 1999, p. 218
obedientes e insatisfechos iii. las dimensiones del apoyo político
128
preferencia electoral. Por el otro, aunque ahora la presento en su connotación de
popularidad, tampoco la examinaré exhaustivamente en cuanto tal, pues sólo completará la
descripción del respaldo actitudinal al régimen, la presidencia y el PRI que hago en éste
capítulo. A la vez, ésta pregunta será tomada como indicador de conducta electoral, pues
representa el único episodio de acción colectiva en que podré evaluar la relación entre
actitudes y conductas, así como los efectos de la legitimidad sobre las intenciones de voto.
En el análisis del comportamiento electoral, existen tanto posturas que lo califican
de racional, como las que subrayan sus cualidades afectivas o mixtas. En la tradición
inaugurada por Converse, la preferencia se entiende a partir de la identidad partidaria, que
constituye un lazo afectivo, en tanto que en la escuela de Columbia, deriva de
predisposiciones psicológicas individuales. Para ambas, sólo segmentos reducidos del
electorado como los independientes, son influenciables por la información generada en las
campañas políticas, pues la mayoría cuenta con preferencias que no derivan del juicio
racional circunstancial, sino de vínculos o actitudes previas19.
Por su parte, el enfoque de la elección racional supone que cualquier persona puede
seguir las campañas, recibir nueva información o utilizar atajos informativos racional y
previamente construidos para elegir al partido o candidato que más convenga a su interés
individual. Por último, la teoría de la inteligencia afectiva sugiere que en situaciones
normales los electores deciden sobre la base de sus hábitos políticos, es decir, conforme a
preferencias pasadas que sin embargo fueron racionales en su origen, en tanto que sólo en
18Michael MacKuen, Robert S. Erikson & James Stimson, “Peasants and Bankers: The American Electorate and the U. S. Economy”. American Political Science Review. No. 86, 1992, pp. 597-611 19Michael Alvarez, Information and Elections. Revised to Include the 1996 Presidential Election. Ann Arbor: The University of Michigan Press, 1998, pp. 8-22
obedientes e insatisfechos iii. las dimensiones del apoyo político
129
circunstancias amenazantes, angustiosas o no familiares, atienden y procesan la
información que les permite formarse o confirmar racionalmente sus juicios20. En mi
perspectiva, la intención de voto es una actitud mixta, de cuya naturaleza precisa sólo el
análisis detallado puede ofrecer mejores indicios [cuadro III/1, renglón G].
CUADRO III/1 EL APOYO POLÍTICO: INDICADORES DE LAS VARIABLES DEPENDIENTES
FIGURA INDICADOR TIPO
Sistema A Satisfacción 18. ¿Qué tan satisfecho o insatisfecho se siente con nuestro sistema de gobierno, es decir de
la forma en que funcionan de conjunto la presidencia de la República, las cámaras de diputados y senadores, el poder judicial y los partidos políticos en México?
Muy satisfecho, algo satisfecho, algo insatisfecho, muy insatisfecho
Racionalmixta
B Legitimidad 27. En general ¿por cuál de las siguientes opciones obedece al actual gobierno? Porque es la autoridad que los mexicanos eligieron, porque está formado por gente que busca el beneficio de la mayoría, porque está formado por gente preparada, porque de no obedecer sería
castigado, no lo obedece
Mixta
Presidencia C Popularidad
retrospectiva 28. En general ¿cuál es su opinión de Zedillo?
Muy buena, buena, regular buena, regular mala, mala, muy mala Mixta
D Popularidad prospectiva
30. Para el final del sexenio de Zedillo ¿cree usted que las cosas estarán mejor o peor? Mucho mejor, mejor, de igual a mejor, iguales, de igual a peor, peor, mucho peor
Mixtaracional
E Legitimidad 22. ¿Con cuál de las siguientes afirmaciones estaría más de acuerdo? El presidente Zedillo tiene derecho a gobernarnos porque...
fue electo por la mayoría de los mexicanos, es una autoridad que busca el beneficio de la mayoría, es una persona preparada. No tiene derecho a gobernarnos
Mixta
PRI F Legitimidad 15. Y en estas elecciones ¿por cuál partido no votaría? MixtaG Popularidad 4. Si hoy fuesen las elecciones de Jefe de Gobierno de la ciudad ¿por qué partido votaría? Mixta
racional
En cursivas las opciones de respuesta que se le leyeron a los entrevistados
Salvo la intención de voto revelando popularidad, mis indicadores de legitimidad en
sentido amplio han sido extensamente utilizados en la investigación social, casi siempre,
además, como formas del apoyo específico, con excepción de la satisfacción. Por el
contrario, de mis indicadores de legitimidad en sentido estricto, sólo la contra intención de
20George Marcus, Russell Neuman y Michael MacKuen, op cit., p. 132
obedientes e insatisfechos iii. las dimensiones del apoyo político
130
voto fue empleado con éste denotación por Levite y Tarrow21, quienes sin embargo no
tenían entre sus intereses la forma de la creencia ni sus antecedentes motivacionales. Por mi
parte, el contenido motivacional que atribuyo al indicador me parece mixto, aunque sólo el
examen empírico permitirá entenderlo mejor. En principio, la forma de mi pregunta de
contra intención, circunscrita a éstas elecciones, la hizo más instrumental que si la hubiese
abierto a cualquier elección o a un horizonte temporal menos corto, operacionalmente
transmisible mediante la palabra nunca o alguna otra semejante [cuadro III/1, renglón F].
En un modelo racional ortodoxo, el componente atemporal de la contra intención
podría parecer una disposición irracional, pero a mi juicio sus contenidos son
problemáticos. Si en cada elección el individuo decide su voto con información óptima
calculando su utilidad esperada, no cabría la posibilidad de que dejara de votar por el
partido X que le ofrece mejores rendimientos que Y sólo porque ex ante lo decidió. Además,
una decisión así descartaría la posibilidad de reconocer que en un periodo electoral futuro o
para un asunto emergente, X ofreciera más utilidad, por lo que dicha creencia debería
atribuirse a la tradición, una norma social o quizá a una emoción duradera, pero no al auto
interés.
Pero el propio Downs identificó las aproximaciones heurísticas que debilitan las
exigencias a la racionalidad, aceptando que votantes poco interesados en política podían
guiarse racionalmente por su ideología, sus prácticas pasadas, las opiniones de expertos o
por la conducta esperada de la mayoría, pues estos atajos constituían ahorros en costos de
21Ariel Levite & Sidney Tarrow, "The Legitimation of Excluded Parties in Dominante Party Systems. A Comparison of Israel and Italy". Comparative Politics. New York: City University of New York, V. 15, No. 3, April, 1983, p. 305 y 314
obedientes e insatisfechos iii. las dimensiones del apoyo político
131
información que suponen un momento de evaluación y no necesariamente predisposiciones:
quien vota como lo ha hecho en el pasado, ahorra costos en tn, empleando la información
obtenida en tn-1, quien vota como los demás, ahorra costos al suponer que la mayoría reúne y
evalúa información adecuadamente, quien sigue a su experto, lo elige primero, quien vota
ideológicamente extrapola su juicio sobre la utilidad que produce el partido X en el tema g, a
la utilidad que produciría en h, i hasta n. Esta explicación implicaría que “el cálculo de
ventajas se lleva a cabo en gran medida implícitamente en el nivel de las disposiciones de
comportamiento y que las personas reaccionan a incentivos en el sentido de que adecuan
continuamente su repertorio de comportamiento”, agrupando situaciones semejantes para las
que acuñan reglas de decisión que garantizan saldos positivos de utilidad22, por lo que
descartar en definitiva una acción podría ser la decisión más racional del conocimiento
acumulado. En suma, aceptando la racionalidad de estas aproximaciones, negar legitimidad
a un partido puede tener componentes racionales como no racionales.
Por su parte, mis indicadores de legitimidad en sentido estricto tanto del régimen
como de la presidencia son originales y en tal medida experimentales. Para su elaboración,
ocupé mi solución –finalmente incompleta– a la polisemia del concepto y a las lagunas,
conflación y desigualdad con que se ha operacionalizado. La legitimidad del sistema la
exploré preguntando las prácticas y razones de la obediencia al gobierno [cuadro III/1,
renglón B] y para el presidente, solicité expresar acuerdo con las afirmaciones que
justifican su derecho de gobernar [cuadro III/1, renglón E]. En ambos casos, las opciones de
respuesta implicaban fuentes de legitimación y supuestos motivacionales.
22Viktor Vanberg, Racionalidad y reglas. Ensayos sobre la teoría económica de la Constitución. Barcelona:
obedientes e insatisfechos iii. las dimensiones del apoyo político
132
Declarar obediencia al sistema o derecho de gobernar al presidente porque hubo
elección democrática revelaría la preferencia normativa por la regla de mayoría y quizá un
juicio de hecho acerca de su cumplimiento. Esta opción, sin embargo, no debe tomarse
automáticamente como expresión de la esfera normativa del individuo, pues conforme al
argumento de Buchanan y Tullock, preferir el arreglo democrático sobre otros puede
derivar del auto interés de largo plazo. Desde la distinción entre legitimidad procedimental
y sustantiva, ésta opción de respuesta exhibe la forma procedimental.
Por su parte, justificar la obediencia o el mando por la preparación del gobernante
implicaría primero un juicio de hecho, pero su valor podría venir de una meta preferencia
por la regla de selección que privilegia los atributos sobre el procedimiento, o bien por el
reconocimiento de una cualidad excepcional del gobernante, exhibiendo la influencia del
carisma, aún teniendo inclinaciones democráticas23. Por supuesto, en esta opción incluso el
cálculo del auto interés o su desplazamiento al interés colectivo podrían estar gravitando.
Legitimar la autoridad porque busca el beneficio de la mayoría sería recurrir a otra
cualidad del gobernante, en este caso, la orientación de sus políticas, lo que no
necesariamente expresa auto interés, pues el beneficio de la mayoría puede implicar el
desplazamiento del juicio de bolsillo, que es la forma exacta del auto interés, al
sociotrópico, que parece del ámbito de la política simbólica24, expresándose entonces o
bien una preferencia normativa o bien un vínculo desde el carisma. Como sea, tanto la
Gedisa, 1999, p. 12 23Que como lo apunté en el pié de página 35 del capítulo segundo, es la forma en que Lassman interpreta a Weber respecto a la inexistencia de la legitimación procedimental y el papel del carisma para los líderes políticos en las democracias modernas. Peter Lassman, ibidem 24George Marcus, Russell Neuman y Michael MacKuen, op cit., p. 132
obedientes e insatisfechos iii. las dimensiones del apoyo político
133
preparación como el beneficio de la mayoría deben considerarse variedades de la
legitimación sustantiva y creencias mixtas por su forma.
En la frontera de la legitimidad, obedecer al sistema porque de lo contrario habría
castigo, podría involucrar la ausencia de justificaciones –es decir, poder sin legitimidad– o
el predominio de criterios instrumentales como racionalización de la conducta. Por último,
decir que no se obedece al sistema o escatimarle derecho de mando al presidente son
formas de negarles legitimidad: ¿derivan del juicio de hecho del incumplimiento de alguna
de las reglas de constitución y sus consecuencias sobre la emoción, la razón o las creencias
tradicionales de las personas?, ¿de las pérdidas que la ineficiencia de un gobernante y un
sistema generan a sus gobernados, con independencia de haber nacido de acuerdo a la regla
constitucional formal o informal?, ¿porque sin importar los rendimientos y la forma de
constitución, el ejercicio de gobierno se aparte de las reglas de su desempeño?.
Resuelta la identificación de fuentes de sentido, contenidos motivacionales,
cobertura semántica y fraseo de los indicadores, una nueva interrogante se abría: ¿cuál sería
el significado analítico de cada cifra?, ¿qué implicará teórica y empíricamente que una
proporción X de la población comparta un juicio Z sobre una figura política Y?, ¿existen
umbrales de respaldo actitudinal a partir de los que una autoridad o institución garantizan
su existencia?, ¿una proporción X que suscribe una actitud puede ser tomada como un dato
indiferenciado?, y de segmentarse, ¿con qué criterio?. Y por supuesto, debo añadir el
componente conductual, que no es mas que el efecto sobre la acción de que una proporción
X de la población comparta una creencia.
obedientes e insatisfechos iii. las dimensiones del apoyo político
134
Deutsch, por ejemplo, sugería un umbral en que actitud es conducta, pues sostenía
que “las leyes se vuelven difíciles de imponer cuando menos de 90 por ciento de la
población las obedece voluntariamente”25. Por su parte, para Alagappa, siguiendo a Barker,
“la compleja, dinámica y variada propiedad” de la legitimidad, sólo le permitía apuntar, sin
el concurso de la cifra pero en el contexto de sus efectos, que se trata de una cuestión “de
grado antes que de una simple dicotomía legítimo / ilegítimo”26. En otra tradición y escala,
Mary Douglas argumentó que la cooperación sólo era posible por la existencia de un
mundo compartido de pensamiento, una suerte de conocimiento social que rehabilita la
categoría de Durkheim de conciencia colectiva como cemento social27. En ambos ejemplos,
el número es importante, pues sólo las creencias compartidas por la totalidad de un grupo o
casi por su totalidad, explicaban el éxito de una política, o en el caso de Douglas, de la
sociedad misma.
En la teoría de la elección racional si del altruismo y voluntad de las personas
dependiera la cooperación, ésta sería poco menos que imposible, de donde se sigue que
para explicar la obediencia son más importantes los incentivos selectivos, es decir, el
desempeño y capacidad coactiva de un agente central –rendimientos y costos– que la
legitimidad en sentido estricto. Desde esta perspectiva, Downs sostuvo que la existencia de
bienes públicos volvía imposible los óptimos de Pareto a través de la cooperación
voluntaria28, argumento que Olson desarrolló más adelante introduciendo factores de
25Karl Deutsch, Política y gobierno. México: FCE, 1976, p. 30 26Muthiah Alagappa, op cit., p. 25 27Mary Douglas, Cómo piensan las instituciones. Madrid: Alianza Universidad, 1996, pp. 73-84 28Anthony Downs, op cit., pp. 170-173
obedientes e insatisfechos iii. las dimensiones del apoyo político
135
escala, sanciones e incentivos29. Y como en la base de la teoría reposan las ideas de que las
personas comparten una motivación –el auto interés–, una manera –más o menos racional–
de formarse creencias, fijar preferencias y tomar decisiones, entonces las creencias acerca
de lo que otros creen intervendrán decisivamente, que es el sustento de los umbrales de
Goldstone: a partir de una cifra j, se dispara la probabilidad de que más y más individuos se
sumen a la acción colectiva.
En esta perspectiva, Kuran sugiere que para un opositor, la decisión de revelar
públicamente su preferencia derivará del saldo entre los costos psicológico de no hacerlo y
externo de hacerlo: cuando el tamaño de la oposición es pequeño, el costo externo es alto y
sólo individuos para quienes falsificar su preferencia es internamente muy costoso, harán
pública su preferencia, con lo que en ese momento contribuirán en el crecimiento de la
oposición disminuyendo el costo externo a niveles que para otros individuos pueden ser
aceptables30. El mismo argumento pero expresado positivamente –no como falsificación
sino como incentivos para sancionar al desertor– es el de Axelrod, quien advierte la
dificultad para “que todos en un grupo tengan una norma tan fuertemente internalizada que
la tentación de desertar para cada uno sea realmente negativa” por lo que plantea la
pregunta de “cuántas personas tienen que internalizar una norma a fin de que permanezca
estable”31. Ésta es la lógica de los mecanismos de la imitación racional –la cargada
mexicana– subirse al carro del ganador, votar por el más débil o estratégicamente, es
29Mancur Olson, La lógica de la acción colectiva. Bienes Públicos y la Teoría de Grupos. México: Limusa, 199 p. 30Timur Kuran, op cit., p. 154 31Robert Axelrod, op. cit, p. 77
obedientes e insatisfechos iii. las dimensiones del apoyo político
136
decir, conductas derivadas de creencias acerca de lo que otros creen y harán pero que si
bien acuden al número tampoco lo precisan.
Sin la complicación de la interacción, Michael Mann proporciona un vocabulario
descriptivo para significar las cifras de población que comparte o rechaza una actitud.
Conforme a su propuesta de clasificación del respaldo actitudinal a las democracias, si
entre la totalidad y 75 por ciento de una población cuenta con orientaciones positivas al
régimen, éste experimentará consenso favorable, si quienes suscriben disposiciones
favorables son entre 60 y 75 por ciento, estará en disenso favorable, si las actitudes de
respaldo las comparten entre 40 y 60 por ciento de la población, experimentará disenso, si
son suscritas por menos de 40 por ciento pero por más de 25 por ciento, habrá disenso
negativo y si esa franja de la población baja de 25 por ciento, entonces el régimen vivirá en
consenso negativo32.
La taxonomía, como se advierte, toma como un todo al público que comparte la
actitud, ignorando las distinciones a su interior y situándose en lo que Dobry llama
perspectiva indiferenciada, que Easton habría compartido a pesar de reconocer las
diferencias entre el apoyo difuso que conceden los miembros relevantes del sistema, del
que otorgan sus miembros en general. Conforme a Wright, para examinar la calidad del
respaldo actitudinal, sería más provechoso distinguir entre consenters, que apoyan
activamente un régimen, dissenters que lo rechazan también activamente y assenters, que
asocian su neutralidad al desinterés en política, pero “las únicas reservas de apoyo difuso
absolutamente indispensables para la supervivencia de los regímenes políticos están
obedientes e insatisfechos iii. las dimensiones del apoyo político
137
localizadas en las élites”, lo que de forma paradójica, Dobry interpreta como la inversión de
la propuesta de Easton: la supervivencia de un régimen, en vez de tener como condición un
nivel suficiente de apoyo difuso, dependerá de la existencia de reservas suficientes de
assenters 33.
En lo que llama el “drama de la legitimación”, Barker distingue tres grupos: los
custodios, los primos –the near and dear– y los ciudadanos ordinarios34, en tanto que
Alagappa distinguió audiencias sociales, señalando que si bien el respaldo de los
ciudadanos a un gobierno fortalece sus bases morales y auto estima, “su legitimidad
depende de que las instituciones estatales o las fuerzas políticas del círculo del poder le
acepten”, para añadir más adelante, introduciendo una condición numérica, que sin
embargo las masas “no son menos importantes que las élites y los grupos estratégicos”, más
aún donde la sociedad civil está desarrollada o en casos de aguda deslegitimación, en que
las protestas masivas exhiben la bancarrota moral de los dominantes35.
En México, Bizberg distinguió entre las explicaciones basadas en la legitimidad,
que refieren las creencias de la élite gobernante, de las que reposan en la cultura política,
caracterizadas por su atención a las creencias de la población en general. Dicho de otro
modo, la legitimidad es una pretensión de los gobiernos y la cultura política una realidad de
32Víctor Manuel Durand Ponte y María Márcia Smith M. Construcción de escalas para la medición de la cultura política de masas. México: Instituto de Investigaciones Sociales/UNAM, 1996, p. 8 33Michel Dobry, Sociología de las crisis políticas. La dinámica de las movilizaciones multisectoriales. Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas / Siglo XXI de España, 1988, pp. 255-256. La obra que Dobry cita es de J. D. Wright, The dissent of the governed: alienation and democracy in America. Nueva York: Academia Press, 1976 34Rodney Barker, op cit., p. 42 35Muthiah Alagappa, op cit., p. 28 y 29
obedientes e insatisfechos iii. las dimensiones del apoyo político
138
los gobernados36. Por su parte, Alejandra Mascott señala que para autores como Rodney
Barker y los teóricos de las élites en general como Linz y Pakulski, lo que importa “no son
los ciudadanos, más correctamente las masas, sino las élites, los acuerdos entre las élites”37.
En el terreno empírico, los investigadores del PNUD construyeron su Índice de
Apoyo a la Democracia partiendo de la propuesta de Juan Linz que identifica tres
alineamientos entre los integrantes de un sistema democrático, o dicho con Barker, entre
sus ciudadanos ordinarios: las fuerzas “leales al sistema, las desleales, que procuran
derribarlo, y las semileales, que tienen actitudes ambivalentes y contradictorias”,
traduciendo éstas categorías en “tres orientaciones o perfiles” en que se agrupan las
“opiniones y actitudes hacia la democracia: los demócratas, los ambivalentes y los no
demócratas”. Así, la primera operación fue construir tres clusters, es decir, tres grupos
actitudinales con base en la consistencia de las respuestas a once preguntas. En segundo
lugar, los grupos resultantes se ponderaron en tres dimensiones: tamaño, activismo político
y distancia entre orientaciones. Y por último, cada dimensión se agregó a las otras,
obteniéndose una cifra que podía ir de 0 a 5, pero que a partir de 1 indicaba una situación
favorable a la democracia. Como se advierte, este procedimiento arroja una medida
agregada del respaldo a la democracia, pero el criterio de distinción de los gobernados es
realmente el de consistencia cognoscitiva38.
36Aunque luego, sus fuentes no confirmen la distinción, pues el trabajo que cita como explicación de la estabilidad del régimen mexicano basado en la legitimidad, La socialización política del niño mexicano, se ocupa de las creencias de la población infantil en general. Ilán Bizberg, “Legitimidad y cultura política: una discusión teórica y una revisión del caso mexicano”. Revista Mexicana de Sociología, Vol. 59, Núm. 1, enero-marzo, 1997. México: Instituto de Investigaciones Sociales/UNAM, p. 3 y 9 37Alejandra Mascott, comunicación personal vía electrónica, 23 de marzo de 2004 38PNUD, op cit.
obedientes e insatisfechos iii. las dimensiones del apoyo político
139
¿Distinción o incoherencia?
Para junio de 1997, alrededor de 72.7 por ciento de ciudadanos del DF habría
concedido legitimidad a la presidencia del país pero sólo 48.4 por ciento tendría un juicio
instrumental positivo de su titular y 32 por ciento una expectativa optimista del final de su
mandato. Respecto al régimen político, sólo cinco de cada veinte habrían expresado
satisfacción con su funcionamiento aunque trece también de veinte no dudarían de su
legitimidad. Este par de evaluaciones diferenciadas ilustraba la combinación actitudinal de
altos y estables niveles de legitimidad con bajos y frágiles índices de popularidad, o para
decirlo en términos de Easton, de más apoyo difuso que específico39, lo que sería una
combinación posible mas no necesaria en los sistemas políticos contemporáneos40. A su
vez, alrededor de 55 por ciento de los residentes adultos del DF habría declarado que nunca
votaría por el PRI, lo que constituía la disposición social en términos de legitimidad estricta
menos favorable a figura alguna del viejo régimen y tomando la intención de voto para la
contienda local de ese año como indicador de popularidad, la dupla más legitimidad que
popularidad repitió pues apenas 15 por ciento de entrevistados dijo que votaría por ese
partido, es decir 30 puntos porcentuales por abajo de quienes lo veían como partido
legítimo.
39David Easton, "A Re-Assessment of the Concept of Political Support". British Journal of Political Science. Great Britain: No. 5, 1975, p. 444 40Un contra ejemplo sería la enorme popularidad del general De Gaulle que contribuyó a legitimar el nuevo arreglo institucional en la Francia de la V República. Michel Dobry, Sociología de las crisis políticas. La dinámica de las movilizaciones multisectoriales. España: S. XXI, 1988, p. 245. Otro es el caso mexicano entre 1988 y 1989, cuando “la falta de legitimidad [democrática] que Carlos Salinas experimentó al principio de su sexenio como presidente fue llenada poco a poco con una amplia aprobación popular”. Alejandro
obedientes e insatisfechos iii. las dimensiones del apoyo político
140
Al sumar las seis evaluaciones referidas en un índice simple de apoyo político, su
distribución dibujaría una u invertida, esto es, las actitudes de respaldo moderado serían
compartidas por cerca de la mitad de los citadinos, en tanto que las de gran rechazo o gran
apoyo se dividirían en segmentos casi iguales. En cifras: quienes darían total apoyo
discursivo al sistema y a sus piezas, es decir, que revelaron seis disposiciones favorables,
fueron alrededor de 9.5 por ciento de entrevistados, en tanto que quienes se las negaron a
todas, cerca de 7.3 por ciento. Por su parte, los que solo expresaron una o dos disposiciones
favorables sumaron 31.7 por ciento y los que se las concedieron a cuatro o cinco, 31.5 por
ciento; en medio, alrededor de 20 por ciento habría calificado positivamente a tres de las
figuras bajo examen [gráfica III/1]. Sin embargo, no debe perderse de vista que la forma
aditiva del indicador oscurece la distinción entre figuras, dimensiones y motivaciones.
Moreno en Roderic Ai Camp, Encuestas y democracia: opinión pública y apertura política en México. México: Siglo XXI, 1997, p. 216
obedientes e insatisfechos iii. las dimensiones del apoyo político
141
GRÁFICA III/1
JUNIO DE 1997: SIETE DIMENSIONES DEL APOYO POLÍTICO (% DE RESPALDO)
7.3
14.5
17.2
20
18.413.1
9.524.4
48.4
33.6
45.2
66.7
72.7
0 10 20 30 40 50 60 70 80
Ninguno
Muy bajo
Bajo
Mediano apoyo
Alto
Muy alto
Total
Satisfacción sistema
Presidencia retrospectiva
Presidencia prospectiva
Legitimidad PRI
Legitimidad sistema
Legitimidad presidencia
Fuente: Nlo/Sip, junio de 1997. Cf. Anexo 1. Barras oscuras: índice simple de apoyo político
¿Cómo explicar la discrepancia entre los indicadores más favorable –la legitimidad
presidencial– y el más adverso –la satisfacción con el funcionamiento del sistema– del
respaldo actitudinal? Como sugiere Tyler, una posibilidad es que los ciudadanos ordinarios
operen como ingenuos filósofos morales, distinguiendo al régimen de sus piezas, entre cada
una de éstas y entre legitimidad y eficacia41, lo que de paso concordaría con la propuesta de
gente ordinaria que razona sus elecciones políticas42 sin vulnerar la idea de consistencia
41Stephen Weatherford, op cit 42Paul Sniderman, Richard Brody, and Philip Tetlock, Reasoning and Choice. Explorations in Political Psychology. USA: Cambridge University Press, 1994, p. 1
obedientes e insatisfechos iii. las dimensiones del apoyo político
142
cognoscitiva y afectiva que más bien asocia la percepción de algo, con el gusto por algo43.
Ésta es también la postura de Klingemann, para quien “la gente ordinaria puede diferenciar
entre distintos objetos políticos del apoyo (...) la insatisfacción con la efectividad del
régimen no necesariamente se traduce en ilegitimidad”44. Conforme a la tradición
minimalista en el estudio de la opinión pública, las diferencias podrían originarse en la
incoherencia, o dicho de otra forma, en opiniones de procedencia casi aleatoria,
confirmando la escasa consistencia en las opiniones de las personas45, ejemplificando “la
considerable tolerancia humana a la incoherencia”46.
Sin embargo, entre poco más de 80 por ciento de entrevistados que hicieron
distinciones, el micro mecanismo de la difusión no aplicó, es decir, no juzgaron a todas las
figuras en sus dos dimensiones conforme a la manera en que juzgaron a la primera figura
en su primera dimensión, lo que tampoco significa que el supuesto racional de construcción
de creencias figura por figura y dimensión por dimensión se cumpla, pues podrían estarse
desplegando meta preferencias como la concentración o la compensación que producen
juicios heterónomos, o bien combinaciones de otros micro mecanismos no racionales.
En términos empíricos contrastar estas propuestas implicará comenzar por saber si
quienes expresaron satisfacción con el funcionamiento del sistema, aprobaron el trabajo
presidencial o fueron optimistas respecto al término de su mandato, son más o menos los
43James March y Johan Olsen, El redescubrimiento de las instituciones. La base organizativa de la política. México: FCE, 1989, p. 94 44Hans-Dieter Klingemann, “Mapping Political Support in the 1990s: A Global Analysis” en Pipa Norris [ed.], op cit., p. 33 45De acuerdo con Sniderman, el trabajo pionero de Converse concluía que “las opiniones políticas del público tienden a ser mínimamente consistentes, mínimamente estables y reposan en niveles mínimos de comprensión de las abstracciones políticas”. Paul Sniderman et al, ibid, p. 2 y Philip Converse, “The Nature of Belief Systems in Mass Publics” in David E. Apter, Ideology and Discontent. New York: Free Press, 1964
obedientes e insatisfechos iii. las dimensiones del apoyo político
143
mismos que legitimaron a la presidencia, al PRI y al régimen. Paradójicamente, si la
relación esta recíprocamente determinada o es débil y aleatoria, presumiríamos incapacidad
ciudadana para hacer distinciones finas, en el primero de los casos porque el efecto difusión
dominó y en el segundo porque presenciaríamos el imperio del azar. Por el contrario, si de
acuerdo al supuesto de trabajo las personas exhiben actitudes que ni se determinan
mutuamente ni se diferencian al azar, supondríamos capacidad para distinguir y articular
evaluaciones, lo que abre otra gama de micro mecanismos.
CUADRO III/2 DIMENSIONES DEL APOYO POLÍTICO: CORRELACIONES
1 2 3 4 5 6 SISTEMA
1. SATISFACCIÓN .287 .452 .255 .231 .2042. LEGITIMIDAD .287 .327 .235 .336 .095
PRESIDENCIA: 3. POPULARIDAD RETOSPECTIVA .452 .327 .370 .413 .1594. POPULARIDAD PROSPECTIVA .255 .235 .370 .250 .1385. LEGITIMIDAD .231 .336 .413 .250 .151
6. PRI: LEGITIMIDAD .204 .095 .159 .138 .1517. ÍNDICE DE APOYO .597 .597 .703 .522 .628 .496Todos los coeficientes fueron significativos a 99 por ciento de confianza
Fuente: Nlo/Sip
Al hacer una prueba simple de correlación, las distintas dimensiones del apoyo
político se asociaron significativa y diferenciadamente entre sí. Excluyendo el índice de
apoyo político, las correlaciones más altas ilustraron 41 por ciento de variación entre
legitimidad presidencial y satisfacción con el funcionamiento del sistema, en una extraña
combinación de figuras y dimensiones, y 45 por ciento entre popularidad presidencial
retrospectiva y satisfacción, en cuyo caso, podría aventurarse la existencia, al menos
parcial, del efecto difusión en la dimensión del juicio utilitario. Por su parte, la más baja
obedientes e insatisfechos iii. las dimensiones del apoyo político
144
correlación, de apenas 9 por ciento, fue entre legitimidad del PRI –que en general tuvo las
más débiles asociaciones con todos los indicadores– y legitimidad del sistema. En medio,
las demás actitudes asociaron su variación en rangos de 30 a 15 por ciento. A juzgar por
estas cifras podría descartarse que las distinciones tuvieran origen aleatorio, respondiendo
al parecer a una combinación de patrones de evaluación diferenciada [cuadro III/2]. Por
último, las fuertes asociaciones entre el índice y las demás facetas del respaldo deben leerse
como la expresión de los efectos de cada una de éstas sobre el índice mismo, de donde
destaca la fuerte asociación entre la popularidad retrospectiva del presidente y el índice
mismo.
Sugiriendo quizá la fuerza de las evaluaciones instrumentales, las variaciones en la
popularidad presidencial retrospectiva y la satisfacción con el funcionamiento del sistema
fueron las que con más peso y regularidad se vincularon a los cambios en las otras
dimensiones del respaldo. La popularidad presidencial prospectiva se asoció en menor
medida a la variación de las otras dimensiones y con la que más fuerte nexo guardó fue con
la popularidad retrospectiva, en un posible caso de difusión. Paradójicamente, la
satisfacción con el desempeño del sistema se asoció con menos fuerza a la legitimidad del
régimen que la popularidad retrospectiva del presidente a su legitimidad, descartando
parcialmente una misma regla de vinculación entre dimensiones. A su vez, la percepción de
eficacia del sistema incidió menos sobre su legitimidad que la percepción de eficacia del
presidente sobre su legitimidad. Y por su parte y de forma quizá contra intuitiva, la
legitimidad del PRI fue la dimensión que menos se vinculó a las demás, por lo que parecía
obedientes e insatisfechos iii. las dimensiones del apoyo político
145
experimentar una suerte de insularidad actitudinal respecto a la evaluación de la
presidencia o del sistema.
El estado de las disposiciones hacia el régimen y sus piezas, así como de los
vínculos entre éstas, encerraban una gran cantidad de interrogantes: ¿cómo coexistían el
consenso favorable en la legitimidad del régimen y la presidencia con el disenso en la del
PRI cuando se trataba del partido eje del viejo régimen?, ¿acaso la actitud de respaldo
político menos asociada a las demás –la legitimidad del PRI– tendría también menor
capacidad explicativa de las acciones de apoyo o rechazo al régimen?, ¿la más asociada –la
popularidad presidencial retrospectiva– será también la más poderosa para explicar las
conductas frente al régimen?, ¿diferían los micro mecanismos de formación de creencias
figura por figura, dimensión por dimensión?
Conforme a lo expuesto, los más intensos vínculos entre popularidad y satisfacción
por un lado, y legitimidad del sistema y de la presidencia por el otro, sugerirían coherencia
en la capacidad individual de distinguir entre las dimensiones de la eficacia y de la
legitimidad. Otra pista de la coherencia actitudinal sería el patrón de no respuesta, pues si
éste implica complejidad cognoscitiva, su distribución ilustrará la calidad de las
distinciones. Para la figura presidencial, la no respuesta de la popularidad retrospectiva fue
de 4.4 por ciento, de la legitimidad 6.4 por ciento y del juicio prospectivo 5.8 por ciento. En
las evaluaciones del sistema la no respuesta de la satisfacción fue de 2.8 por ciento mientras
que en la legitimidad ascendió a 6.8 por ciento. Las proporciones referidas sugieren que la
legitimidad en sentido estricto es cognoscitivamente más compleja que en su sentido
amplio. De paso, a propósito de las evaluaciones sobre la eficiencia, parecería que para el
obedientes e insatisfechos iii. las dimensiones del apoyo político
146
ciudadano ordinario los juicios prospectivos resultan más complicados que los
retrospectivos. Y también testimoniarían una operación de diferenciación que las personas
hacen, pues de no existir ésta, la abstención tendría que ser más o menos la misma para
cada indicador. Al respecto, la legitimidad partidaria debe tratarse por separado. En la
contra intención de voto PRI la no respuesta fue de dos de cada diez entrevistados, lo que
plantearía otra problemática, pues no parece una pregunta cognoscitivamente más compleja
que las otras, lo que sugeriría que no toda la abstención delata dificultades cognoscitivas
sino también una suerte de aquiescencia pasiva: en este caso, alta no respuesta supondría
incompetencia actitudinal de un segmento de entrevistados, pero quizá indiferencia
discursiva y práctica de otra franja, que en términos prácticos es ausencia de oposición
activa, los assenters de Wright, equivalente al cabo a las actitudes favorables que no se
traducen en acciones; la no respuesta también tiene sentido en términos del monto y calidad
del apoyo político.
Cuando asociamos los registros agregados de estos mismos indicadores a lo largo de
doce aplicaciones en el DF, en consonancia con los vínculos individuales encontré una
fuerte y significativa correlación entre las evaluaciones retrospectiva y prospectiva de la
presidencia, pero acusando ahora diferencias con el nivele individual, débiles e
insignificantes relaciones de ambas con la satisfacción que generó el funcionamiento del
régimen. Por su parte, la contra intención de voto PRI, de forma semejante a su
comportamiento individual, no se correlacionó significativamente ni con la satisfacción ni
con la popularidad presidencial. Y aunque sólo apliqué en cuatro ocasiones indicadores de
legitimidad estricta del sistema y la presidencia, su correlación fue fuerte y significativa.
obedientes e insatisfechos iii. las dimensiones del apoyo político
147
Legítimos e impopulares
¿Cómo evolucionaron las actitudes de respaldo al régimen y a sus piezas? La gráfica
del apoyo político en el periodo exhibe estabilidad en los niveles de legitimidad
presidencial y del régimen, así como deterioro en la contra intención de voto PRI. Por su
parte, la popularidad presidencial retrospectiva y prospectiva fueron en ligera mejoría y sin
embargo, los bajos niveles de satisfacción con el funcionamiento del régimen y de las
intenciones de voto PRI permanecieron estables [gráfica III/2]. ¿Cuál fue la dinámica pieza
por pieza de las dimensiones estricta y amplia de la legitimidad?, ¿qué tanto se asoció la
variación en la evaluación de una figura a los cambios en el juicio de otra?, ¿qué
representan las proporciones de población que comparten una u otra disposición, tomando
en cuenta otras experiencias nacionales e internacionales? Vayamos por partes y
comencemos por revisar los indicadores de legitimidad estricta del régimen, la presidencia
y el PRI, después los de su legitimidad en sentido amplio, o propiamente dicho las
percepciones de su eficacia, y terminemos con un sencillo examen de sus correlaciones.
El indicador bruto de legitimidad del régimen se construyó juntando las distintas
razones de obediencia al sistema político que eligieron los individuos: para septiembre de
1995 cerca de 67 por ciento de capitalinos lo habría legitimado, mientras que en enero de
1997 este segmento fue de 62 por ciento y en junio de ese mismo año de 60 por ciento
[gráfica III/2]. De forma concomitante aunque en menor medida, quienes dijeron no
obedecerlo u obedecerlo por coacción, negándole al menos discursivamente legitimidad,
obedientes e insatisfechos iii. las dimensiones del apoyo político
148
pasaron de 31 por ciento en 1995 a 34 por ciento en junio de 1997. En la escala de Mann, el
sistema vivió durante estos dos años entre el consenso y el disenso favorable.
GRÁFICA III/2 1995-1997: SIETE DIMENSIONES ACTITUDINALES DEL APOYO POLÍTICO
0
10
20
30
40
50
60
70
80
95-1 95-2 95-3 96-1 96-2 96-3 96-4 96-5 96-6 97-1 97-2 97-3
PresRet PresPros PresLeg SisSat SisLeg PriPref PriLegFue
nte: Nlo/Sip, 1995-1997. Cf. Anexo 1 PresRet: popularidad presidencial retrospectiva. PresPros: presidencial prospectiva.
PresLeg: legitimidad presidencial SisSat: satisfacción con el funcionamiento del sistema. SisLeg: legitimidad del sistema
PriPref: preferencia electoral PRI. PriLeg: contra intención de voto PRI
Durante el periodo, la legitimidad de la presidencia acusó una situación parecida a
la del sistema, aunque un poco más favorable, pues en la escala de Mann pasó del disenso
al consenso favorable. Si en junio de 1997, 13 de cada veinte pobladores adultos del DF
habrían considerado legítima la autoridad presidencial, en enero del mismo año esta
disposición fue compartida por 65 por ciento de entrevistados y dos meses después por 73
por ciento; sin embargo, en noviembre de 1996, sólo 11 de cada veinte, o sea 55 por ciento
del total, compartieron esta postura [gráfica III/2]. Durante este periodo, el titular del
ejecutivo fue visto como autoridad legítima por alrededor de dos terceras partes de la
población, dibujándose una ligera tendencia ascendente que dadas las circunstancias de
obedientes e insatisfechos iii. las dimensiones del apoyo político
149
transformación del régimen, sugieren que sus problemas de legitimidad no giraron sobre la
presidencia.
En el terreno metodológico, la discrepancia de 18 puntos porcentuales entre los
registros de noviembre de 1996 y marzo del año siguiente debe ser explicada, pues en
situaciones históricas de continuidad institucional sean de estabilidad o incluso de cambio
gradual, podría esperarse menor volatilidad en la legitimidad de un régimen o una
autoridad. Y durante estos años la satisfacción con el funcionamiento del régimen fue
incluso más estable que los indicadores de legitimidad. ¿Cuál fue, entonces, el origen de las
variaciones?, ¿cambios actitudinales en la población objetivo?, ¿diferencias aleatorias entre
muestras?, ¿errores de medición no estadísticos? A mi juicio, las discrepancias se
explicarían principalmente por la experimentación en la forma de interrogación, dejando en
segundo plano las variaciones muestrales así como los posibles pero improbables
movimientos de opinión. En noviembre de 1996, el indicador tuvo cuatro opciones de
respuesta, en 1997 cinco y en todos, una sola opción recogió la negativa a legitimar al
presidente, en tanto que otra registró la ignorancia y la no respuesta. A la vez, el orden de
interrogación siempre fue diferente y aunque se pidió a los entrevistadores rotar las
respuestas, es posible que no siempre lo hayan hecho. Por si fuera poco, como las tasas de
abstención ilustran, esta fue una de las pregunta más complejas cognoscitivamente.
Una forma más de evaluar la calidad y estabilidad del indicador es comparándolo
con otros semejantes o idénticos, para figuras de autoridad o poblaciones objetivo
diferentes. En el mes de junio de 1997, 76.6 por ciento de los pobladores del DF habría
concedido derecho de legislar a los diputados federales, ilustrando de paso que en esta
obedientes e insatisfechos iii. las dimensiones del apoyo político
150
dimensión del respaldo la autoridad legislativa ocasionaba menos resistencias que la
presidencial, o que la nebulosa imagen del sistema político. Desplazándonos hacia el
interior del país, en 1998 alrededor de 87 por ciento de queretanos habría legitimado al
presidente; un año después en el Estado de México, 87 por ciento de los adultos de la
entidad concedió autoridad a la presidencia y 89 por ciento al gobernador. Ese mismo año,
en los municipios de Zacatecas y Guadalupe, en el estado de Zacatecas, 96 por ciento de su
población habría otorgado legitimidad al presidente, 98 por ciento al gobernador y 94 por
ciento a los diputados federales. Por su parte, en 1999 sólo 3.4 por ciento de los diputados
locales de doce estados del país habría cuestionado el derecho de mando del presidente
Zedillo, 5.7 por ciento del gobernador de sus respectivos estados, en tanto que para 99 por
ciento los diputados federales eran legisladores legítimos47.
Las cifras referidas para el régimen y la presidencia ilustrarían dos estados
actitudinales que a la vez ayudan a disipar las dudas en torno a la calidad de los indicadores
de legitimidad estricta: primero, así como la creencia en la legitimidad del régimen y la
presidencia fue compartida por alrededor de dos terceras partes de citadinos ésta misma
disposición respecto a la presidencia muy probablemente fue suscrita por tres cuartas partes
de los mexicanos y por un segmento todavía más numeroso de la élite política,
corroborando que los pobladores del DF parecerían más críticos que los del resto del país y
que los ciudadanos ordinarios superan en su escépticos de la política a políticos mismos.
47Salvo indicación en contrario, todas las cifras para Querétaro en 1998, el Estado de México y Zacatecas en 1999 provienen de Nlo/Sip. Los datos de diputados locales en 13 estados en 1999-2000 provienen de Nlo/All/UAM-X. Las características técnicas completas de cada aplicación pueden consultarse en: http://uads.reduaz.mx/nloza/encuestas
obedientes e insatisfechos iii. las dimensiones del apoyo político
151
Del sistema político, la presidencia y el PRI, éste último fue la figura del antiguo
régimen que resintió las disposiciones sociales menos favorables por lo que no es
exagerado hablar de una verdadera crisis en su legitimidad estricta. Para 1991, sólo dos de
cada diez mexicanos y tres de cada diez capitalinos habrían descartado a este partido de sus
opciones electorales; en 1994 la situación seguía siendo semejante nacional y localmente,
pero de entonces a junio de 1997 se multiplicaron casi por dos los adultos que descontaron
por completo al PRI de sus opciones electorales legítimas [gráfica III/2]. Sin embargo, que
la contra intención de voto PRI brincara hacia arriba entre noviembre de 1995 y junio de
1996, sosteniéndose alta durante todo el año siguiente sugería que esta disposición integra
junto a las creencias duraderas, estables y difícilmente reversibles, opiniones
circunstanciales, quizá puramente emocionales, impulsadas por las campañas electorales48.
De manera convergente con estas cifras, el periódico Reforma registró que para junio de
1997, la contra intención de voto PRI fue compartida por alrededor de 50 por ciento de
capitalinos49.
Como en los demás indicadores de respaldo, la contra intención de voto confirma
que los juicios públicos fueron más escépticos en la ciudad de México que en el resto del
país, pues la primera cifra fue 30 puntos porcentuales más alta que la nacional en 1994.
Para contextualizar podría considerarse que en 1998 la contra intención de voto PRI en
Querétaro, donde el PAN ganó la contienda de gobernador, fue compartida por cerca de 30
48En el caso mexicano, el efecto de las campañas electorales sobre creencias o predisposiciones teóricamente menos volátiles ha sido documentado para la ideología y la identificación partidaria. Alejandro Moreno, “Ideología y voto: dimensiones de competencia política en México en los noventa”. Política y Gobierno. Vol. VI, No. 1, México, primer semestre de 1999, pp. 45-81 49Luis Manuel Estrada Strafon, Candidatos y voto estratégico en la primera elección de Jefe de Gobierno del DF. México: ITAM, 1999, p. 17
obedientes e insatisfechos iii. las dimensiones del apoyo político
152
por ciento del electorado, mientras que en el Estado de México en 1999, donde el PRI
conservó la gubernatura pero el PAN superó el umbral de 40 por ciento de votos en su
favor, fue suscrita por alrededor de 30 por ciento de entrevistados. Y en los municipios de
Zacatecas y Guadalupe, seis meses después de la victoria del PRD en las elecciones locales
de gobernador, fue de apenas 22 por ciento. Si invertimos las cifras, alrededor de 45 por
ciento de citadinos, 70 por ciento de queretanos y ciudadanos del Estado de México y 78
por ciento de pobladores de los municipios de Zacatecas y Guadalupe estaban dispuestos a
votar PRI.
En una comparación extrema, en septiembre de 1996 alrededor de uno por ciento de
los capitalinos se hubiese declarado dispuesto a votar por el EPR en caso de que se
convirtiera en partido político legal, 11 por ciento por el EZLN en esa misma hipótesis y 8
por ciento por cualquiera de los dos: dicho de otra forma, cerca de 20 por ciento legitimaba
socialmente estas organizaciones político militares una vez que lograran su legitimidad
institucional, lo que representaba poco menos de la mitad de quienes legitimaban
socialmente al PRI cuando se trataba de una organización que gozaba del poder y
legitimidad institucional.
Con las referencias de este indicador en otras naciones, podría situarse al PRI del
DF muy cerca de los partidos excluidos o ilegítimos, al menos en el terreno actitudinal. Por
ejemplo: para 1968, en un contexto de Guerra Fría y tensión interna, 55 por ciento de
italianos declaraba que nunca votaría por los comunistas, proporción que bajó 18 puntos en
1971, cuando ésta agrupación pasó a formar parte de la coalición gobernante, al tiempo que
la ilegitimidad de los neofascistas se extendía entre 32 y 44 por ciento de la población. Un
obedientes e insatisfechos iii. las dimensiones del apoyo político
153
ejemplo más es Israel, donde en 1969, sólo 3 por ciento de los electores declaró que nunca
votaría por el Herut, que unos años atrás figuraba escindido de la fundación del Estado y
cercado por el aislamiento e ilegitimidad propiciadas por su rival50.
Los problemas de legitimidad del PRI, sin embargo, deben significarse por la
naturaleza del viejo régimen político. En un sistema democrático la erosión en la
popularidad, incluso en la legitimidad del partido X y los incrementos en las preferencias
por los partidos Y o Z, formarían parte de la normalidad institucional, representando el
mecanismo sine qua non de relevo gubernamental, por lo que la deteriorada posición de un
partido sería el problema particular de esa organización antes que del régimen en general,
o en otras palabras, representaría las dificultades de un jugador pero no del juego ni de sus
reglas, a menos que tocara a todos los partidos del sistema, lo que conduciría a la peculiar
situación de reglas del juego válidas con jugadores desacreditados.
Sin embargo, la lógica semi autoritaria del viejo régimen en los años de su
transición conducía a preguntarse si la circunstancia crítica del PRI era compartida por las
demás agrupaciones partidarias y si la crisis de legitimidad del partido gobernante se
desplazaría a los niveles de apoyo al sistema. En cuanto a los demás partidos, en junio de
1997 la contra intención de voto para el PAN y el PRD fueron de apenas 14 y 16 por ciento
de citadinos, respectivamente, exhibiendo que los problemas de legitimidad del PRI debían
atribuirse a ese partido mas que a la responsividad partidista –al menos en el plano
actitudinal– de la emergente democracia. Dicho en otro nivel de explicación: el micro
50Ariel Levite y Sidney Tarrow, "The Legitimation of Excluded Parties in Dominante Party Systems. A Comparison of Israel and Italy". Comparative Politics. New York: City University of New York, V. 15, No. 3, April, 1983, pp. 305 y 314
obedientes e insatisfechos iii. las dimensiones del apoyo político
154
mecanismo del juicio a los partidos no implicaba que evaluado uno, se difundiera esa
misma opinión a las demás agrupaciones.
Y respecto a la relación entre los problemas de legitimidad del PRI y el respaldo al
sistema, el papel central de éste partido en la configuración y funcionamiento del viejo
régimen hacían pensar que sus problemas de legitimidad terminarían por trasladarse a la
presidencia y al régimen en su conjunto, pues integrados al dispositivo electoral, salvarían
el escollo de la simple preferencia por partidos opositores en un formato tripartidista, en
que si la mayoría simple no se inclina por el partido en el gobierno pero el voto opositor se
fragmenta, no habrá alternancia. Entonces, las oscilaciones numéricas de la contra
intención de voto por el partido en el gobierno pueden representar información pública
desencadenante de conductas estratégicas o realineamientos entre los electores. Y en el DF
de 1997, la proporción de quienes dijeron que nunca votarían por el PRI abrió la
posibilidad de constituir un bloque de votantes que de coordinar su preferencia impedirían
el acceso de este partido a cualquier nivel de gobierno.
Ahora, revisaré la dimensión utilitaria del respaldo actitudinal empezando por la
popularidad presidencial. En términos retrospectivos, Ernesto Zedillo contó con la
aprobación de poco menos de 47 por ciento de citadinos en julio de 1995, cifra que un año
después aumentó once puntos porcentuales, para llegar a 59 por ciento de enero a marzo de
1997 y bajar a 49 por ciento en junio, cuando en escala nacional lo aprobarían alrededor de
52 de cada cien mexicanos [gráfica III/2]. Estas proporciones, sin embargo, resultaron un
poco más altas que las registradas por el departamento de investigación del periódico
Reforma, cuyas cifras fueron de 33 a 41 por ciento en 1996 y de 47 a 43 por ciento en
obedientes e insatisfechos iii. las dimensiones del apoyo político
155
199751. Y si bien las diferencias podrían imputarse a variación estadística, también es
plausible que deriven de las distintas formas de interrogación, pues mientras Reforma
preguntó sobre el trabajo del presidente Zedillo, yo pregunté la opinión del presidente
Zedillo. Un año después, con éste mismo cuestionamiento, alrededor de 75 por ciento de
queretanos habría emitido un juicio retrospectivo positivo, ilustrando una vez más el muy
probable diferencial de respaldo entre la ciudad de México y el resto del país.
Por su parte, en sus evaluaciones prospectivas de la presidencia, los citadinos fueron
menos complacientes que en sus percepciones de lo realizado: en julio de 1995, sólo 22 por
ciento pensó que habría un buen final de sexenio, cifra que cayó a 16 por ciento en
diciembre de 1996, para ascender casi sostenidamente hasta 33 por ciento en junio de 1997
[gráfica III/2]. A su vez, en las 12 observaciones realizadas entre 1995 y 1997, la variación
concomitante entre los juicios prospectivo y retrospectivo agregados fue de 82 por ciento,
es decir, muy fuerte, mientras que en junio de 1997, la correlación entre ambas
evaluaciones a nivel individual fue de 55 por ciento52. ¿Qué sugieren estas asociaciones?
Pues a mi entender, que si las expectativas son más emocionales que racionales, el juicio
retrospectivo tiene también un ingrediente no racional o viceversa, pero ninguna de las dos
son completamente instrumentales o no racionales.
¿Cuál fue la posición de Zedillo frente a sus pares internacionales, sus antecesores
más próximos y la autoridad local del DF? De 1995 a 1997, el presidente mexicano –sea
utilizando calificaciones que representan a todos sus gobernados o sólo a los del DF– gozó
de alta popularidad si la comparación se hace con América Latina y estuvo en el estándar
51Luis Manuel Estrada Strafon, ibid, p. 29
obedientes e insatisfechos iii. las dimensiones del apoyo político
156
de los países desarrollados. En 1997, de ocho naciones consideradas de manera intencional
y no exhaustiva, sólo el primer ministro francés y el presidente estadunidense superaron los
niveles de aceptación del presidente mexicano, mientras que el presidente francés y los
primeros ministros alemán y español eran calificados positivamente por cerca de 41 y 47
por ciento de sus poblaciones respectivamente. Por su parte, los presidentes
latinoamericanos tuvieron más bajas popularidades, pues sus aprobaciones fueron de 14 por
ciento para Menem en Argentina a 39 por ciento para Cardoso en Brasil53. Sin embargo,
que solo dos mandatarios superaran a Zedillo tampoco debe sorprender, pues hay quienes
consideran que existe evidencia de que la gente se fija cada vez más en los líderes,
evaluándolos de manera más severa sin que ello implique desaprobación a las
instituciones54.
En México, a principios de 1989, es decir, a menos de un año de iniciada su
presidencia, Salinas contaba con la aprobación de 79 por ciento mexicanos y con la de casi
69 por ciento de pobladores del DF, registros extraordinariamente altos si tomamos como
referencias que un año antes, apenas 26 por ciento de la población adulta aprobó la gestión
de Miguel de la Madrid55 y que la investidura presidencial de Salinas fue acompañada de
una extendida incredulidad respecto a la legalidad y limpieza del proceso del que resultó
52En ambos casos, a 99 por ciento de confianza. 53México: Reforma y El Norte, Reforma, junio 3 de 1997, n = 1,112; Perú: Analistas y Consultores, El Economista, junio 23 de 1997, n = 400; Argentina: Ricardo A. Rouvier & Asociados, El Universal, junio 30 de 1997, n = 600; Brasil: Datafolha, Excélsior, julio 1 de 1997, n = 15,688; Venezuela: Mercanálisis, El Universal, julio 8 de 1997, n = 1,000; España: Centro de Investigaciones Sociológicas, El Universal, agosto 29 de 1997; Estados Unidos: The Washington Post/ABC, La Jornada, agosto 30 de 1997, n = 1,526; Alemania: Cadena Pública de Televisión ZDF, El Universal, mayo 17 de 1997, n = 1,232; Francia: Primer Ministro y Presidente, Gallup, El Universal, julio 10 de 1997. 54Russell Dalton, “Support in…”. Pipa Norris [ed.], op cit., p. 61 y 62 55Miguel Basañez, El pulso de los sexenios. 20 años de crisis en México. México: S. XXI, 1990, p. 100
obedientes e insatisfechos iii. las dimensiones del apoyo político
157
electo56. Temporalmente, tanto en la presidencia de Salinas como en la de Zedillo, el apoyo
discursivo a la institución fue en ascenso, mientras que en el sexenio de Miguel de la
Madrid la tendencia fue inversa, pues habiendo iniciado con la aprobación de 44.6 por
ciento de la población, en 1987 contaba apenas con la de 27 por ciento57.
La secuencia del poder y popularidad presidenciales en el viejo régimen comenzaba
con campañas electorales con ganador definido que algunos interpretaban como el ritual en
que se construía la persona del presidente58 y se inauguraba una fórmula política59 que
renovaban viejos acuerdos y celebraban nuevos pactos entre las élites, los intermediarios
políticos y los dirigentes sociales. Así, al principio del ciclo sexenal, todos los presidentes
disponían de amplios márgenes de maniobra y respaldo político, que se incrementaban o
desgastaban conforme avanzaban sus administraciones. Carpizo identificó a Cárdenas y a
Echeverría como presidentes que conservaron su poder intacto hasta el último día de su
mandato, mientras que López Mateos y Díaz Ordaz habrían cedido anticipadamente parte
de este poder a sus sucesores60. Paradójicamente, Basañez afirmaba que “en el mágico
sistema político mexicano, sólo parecía haber 18 semanas cada seis años para tomar las más
difíciles decisiones, del 15 de julio al 30 de noviembre del último año de gobierno”61. Y quizá
ilustrando la transición de finales del siglo XX, aunque Salinas y Zedillo incrementaron su
56Arturo Sánchez Gutiérrez [comp.] Elecciones a debate. 1988: las actas perdidas. México: Diana, 1994, 230 p. 57Miguel Basañez, ibidem 58Larissa Lommnitz, A. Lommnitz C. e Ilya Adler, "El fondo de la forma: la campaña presidencial del PRI en 1988", Nueva Antropología. Vol. XI, No. 38, México 1990 59Raúl Béjar Navarro, El mexicano. Aspectos Culturales y Psicosociales. México: UNAM, 1988, p. 329 60Jorge Carpizo, El presidencialismo mexicano. México: Siglo XXI, 1988, p. 204 61Miguel Basañez, ibid, p. 76
obedientes e insatisfechos iii. las dimensiones del apoyo político
158
poder y popularidad conforme transcurrió su gestión, las entregas anticipadas y parciales de
poder parecen describir mejor el final de sus sexenios.
En cuanto a las transiciones sexenales, en el cambio De la Madrid—Salinas los
saldos de popularidad favorecieron al segundo y en la transición Salinas—Zedillo al
primero. En los seis años de Salinas la popularidad presidencial dibujó una línea ascendente
débilmente caída en los últimos once meses de gestión, en los tres primeros de Zedillo, tras
una fuerte caída en el primer semestre, una raya casi horizontal inclinada muy ligeramente
hacia arriba. Por su parte, frente al Regente del DF la popularidad de Zedillo fue más
elevada, pues la cifra de capitalinos que aprobó la gestión del primero en 1997 osciló entre
29 y 31 por ciento62.
Resumiendo: los capitalinos que expresaron un juicio retrospectivo favorable al
presidente Zedillo superaron a quienes compartieron expectativas optimistas sobre el final
de su sexenio, pero ambas evaluaciones fueron más precarias que su legitimidad estricta. A
la vez, el apoyo actitudinal al presidente en el DF fue invariablemente más bajo que en el
resto del país, la popularidad presidencial más alta que la del Regente y al parecer más alta
también que la del presidente De la Madrid pero más baja que la de Salinas. Finalmente, la
dinámica del respaldo actitudinal a Zedillo fue al alza conforme avanzó su sexenio sin
experimentar siquiera los sobresaltos finales que tuvo su antecesor.
Entre 1995 y 1997, quienes habrían expresado satisfacción con el funcionamiento
del sistema político fueron persistentemente alrededor de 24 por ciento de citadinos [gráfica
III/2]. En 1994, un registro de otro investigador reportó 31 por ciento de adultos del DF que
62Luis Manuel Estrada Strafon, ibidem
obedientes e insatisfechos iii. las dimensiones del apoyo político
159
se decía satisfecho63. Y la diferencia local/nacional apareció de nuevo, pues mientras en
1991, cerca de 28 por ciento de capitalinos hubiese expresado satisfacción con el
funcionamiento del régimen, a nivel nacional esta cifra habría estado cerca de 35 por
ciento64.
Si suponemos la satisfacción como un juicio retrospectivo mediado de la utilidad
que el régimen y no alguno de sus mandatos o de sus autoridades en particular producen, el
saldo de sus rendimientos a juicio de sus gobernados en el DF fue claramente negativo,
incluso por debajo aunque próximo a las peores calificaciones a la presidencia, esto es, los
juicios prospectivos. Sin embargo, podríamos plantear que la satisfacción no solo informa
de la evaluación más o menos racional de los rendimientos del régimen, sino que implica
un componente emocional y quizá uno tradicional que toca todas las piezas no solo del
sistema sino de la política misma.
Paradójicamente, las proporciones de población satisfecha e insatisfecha en 1997 y
1991 no fueron muy distintas a las registradas en 1959 por Almond y Verba, cuando
encontraron que 32 por ciento de capitalinos y 28 por ciento de mexicanos declaraba
satisfacción65. Por supuesto, la disminución de satisfechos concuerda con la lógica
temporal del sistema aunque podría ser, simplemente, variación muestral, pero lo intrigante
es su persistencia si se considera que para fines de los cincuenta, el sistema transitaba por la
cúspide de sus rendimientos, mientras que en los noventa, experimentaba su definitivo
agotamiento. A juzgar por los registros históricos, la insatisfacción fue la actitud más
63GEO, Etcétera, julio de 1991 64Jorge Domínguez y James McCann, Democratizing Mexico. Public Opinion and Electoral Choices. USA: The Johns Hopkins University Press, 1996, p. 39 65Ibidem
obedientes e insatisfechos iii. las dimensiones del apoyo político
160
estable, mas que las percepciones del desempeño gubernamental, la popularidad
presidencial, la confianza en las instituciones públicas o, sobra decir, el voto PRI. Por
ejemplo: cuando en 1959 la proporción de mexicanos satisfechos con el funcionamiento
gubernamental fue de 28 por ciento, la de votantes PRI en la elección presidencial del año
anterior fue de 90 por ciento66. En contraste, cuando en 1994 los capitalinos satisfechos con
el funcionamiento del sistema político fueron 33 por ciento, los votantes PRI no superaron
41 por ciento67. Por supuesto, este aparente contrasentido conductual se explicaría por el
contexto institucional, pues en estos años emergen alternativas electorales y se relajan los
controles electorales del viejo régimen.
¿Cómo explicar la persistencia de la insatisfacción? Para empezar, cabe aclarar que
no se trata de la versión actitudinal de la norma de la ilegitimidad de que hablara Irving
Horowitz en los años sesenta del siglo XX a propósito de América Latina, pues su concepto
comprendía la ausencia de condiciones institucionales para la emergencia de una autoridad
legitimada democráticamente, así como el interés de las élites en preservar y beneficiarse
de la circunstancia68, por lo que su propuesta debería renombrarse como norma de la
legitimidad no democrática. Una opción para dar cuenta de la persistente insatisfacción,
sería acudir a la hipótesis culturalista, en cuyo caso se trataría del lazo que la tradición ata
entre el sistema político y los individuos: el argumento diría algo así como que por razones
66José Luis Reyna, “Las elecciones en el México institucionalizado, 1946-1976” en Pablo González Casanova [coord.] Las elecciones en México. Evolución y perspectivas. México: Siglo XXI/UNAM, 1989, p. 110 67Jacqueline Peschard en Germán Pérez et al [coords.] La voz de los votos: un análisis crítico de las elecciones de 1994. México: Flacso/Porrúa, 1995, p. 313 68Irving Louis Horowitz, “The Norm of Illegitimacy Ten Years Later” Conference on Legitimation and Delegitimation of Regimes. Legitimation of Regimes. International Frameworks for Analysis. New York: Sage, 1977, pp. 23-35
obedientes e insatisfechos iii. las dimensiones del apoyo político
161
culturales, los mexicanos son tradicionalmente desconfiados y persistentemente se sienten
y sentirán insatisfechos con su sistema de gobierno.
Otro argumento construido con micro mecanismos, defendería que se trata de una
creencia irracional, toda vez que el término mismo de satisfacción, como sostiene Marcus,
es ambiguo y muy probablemente conduzca a la mayoría de los entrevistados a responder
acudiendo a una exofigura de comparación, quizá el utópico régimen político del artículo 3º
constitucional mexicano, lo que haría que se calificara al régimen con independencia de sus
rendimientos materiales,. Sin embargo, esta opción genera nuevas y más interrogantes –
¿por qué la persistencia, por qué México, por qué una exofigura, en verdad una exofigura?–
que no la hacen del todo convincente.
Una opción más sería pensar con el argumento de Boudon a propósito de la
paradoja de Stouffer en una concatenación de micro mecanismos. Veamos: frente al
México de 1997, en 1959 el monto de las ganancias a repartir –PIB o PIB por persona– era
menor y la proporción de pobres mayor, pero había menos apostadores –quienes invertían
con expectativas de ascenso social–, más ganadores relativos –quienes lograban movilidad–
y aunque la pendiente de expectativas positivas era positiva y pronunciada también su
satisfacción relativa era cuantiosa, por lo que la insatisfacción provendría de segmentos
absolutamente privados no sólo de oportunidades sino también de beneficios; por el
contrario, en 1997 la insatisfacción mas que descansar en la restricción de rendimientos,
delataría la frustración de los apostadores que ya no recibían recompensas ni económicas ni
obedientes e insatisfechos iii. las dimensiones del apoyo político
162
políticas cuando además sus expectativas seguían al alza69, lo que además cuadraría con el
hecho de que en 1959 la insatisfacción era más extensa en el país que en el DF. Desde esta
perspectiva, la persistencia de niveles de insatisfacción virtualmente idénticos sería el
producto contingente de estructuras de oportunidades distintas.
En términos comparados, ¿dónde situar la satisfacción de los pobladores del DF
respecto a otros casos nacionales o locales?. De una muestra intencional y no exhaustiva de
16 naciones en 1995, México y Hungría acusaban las más altas proporciones de
insatisfechos, colocándose junto a Venezuela, Japón, India y España en el club de los
regímenes políticos que no producen la satisfacción de más de 30 por ciento de sus
gobernados. Por su parte, Gran Bretaña, República Dominicana, Francia, Chile, Costa Rica,
Tailandia, Islandia y Alemania tenían entre 40 y 60 por ciento de ciudadanos satisfechos. Y
sólo Canadá y Estados Unidos superaban estos umbrales, el primero con 62 por ciento y el
segundo con 64 por ciento70.
Pensando en la lógica cultural, podría resaltarse que los cinco países que contaban
con mayores proporciones de población satisfecha no son de tradición católica y cuatro
cuentan con un largo historial democrático. En cambio, de las cinco naciones con más
población insatisfecha, cuatro son de tradición católica y en tres no se ha consolidado la
democracia. Si en estos países asociamos los niveles de desarrollo a los de satisfacción
actitudinal no encontramos pauta sólida que los vincule. Por su parte, los países católicos
69Raymond Budon, “The Logic of Relative Frustration”, Jon Elster [ed.] Rational Choice. New York: New York University Press, 1986, p. 174 70Gallup, Encuesta Mundial de Valores, 1995
obedientes e insatisfechos iii. las dimensiones del apoyo político
163
cuentan con poblaciones menos satisfechas con sus sistemas políticos en tanto que la
tradición democrática se asocia a individuos más satisfechos71.
En un trabajo exhaustivo y con datos de 1994 y 1997, Klingemann refiere que las
medias de evaluaciones positivas al desempeño gubernamental fueron de 35 por ciento en
Europa occidental, 20 por ciento en Europa oriental, 38 por ciento en Asia, 32 por ciento en
África, 22 por ciento en norte y centro América, 23 por ciento en América del sur y 23 por
ciento en Oceanía. Conforme a esos datos, en México fue de 22 por ciento, en Estados
Unidos de 25 por ciento y en Venezuela de 6 por ciento72. Así, el caso mexicano no era
diferente a otros en que además los indicadores de satisfacción con el funcionamiento del
régimen y de evaluación al desempeño gubernamental eran más o menos semejantes,
abonando en favor de ubicarlos como instrumentales73.
Que las democracias generen satisfacción en apenas un tercio o menos de sus
poblaciones condujo a Pipa Norris al concepto de demócratas insatisfechos, con que
identifica la ancha franja de ciudadanos de las naciones más desarrolladas del mundo, que
inconformes con los rendimientos gubernamentales, no dejan de ser partidarios de la
democracia. Sin embargo, en la circunstancia mexicana de los años 1995-1997 reprobar el
funcionamiento del sistema podía representar tanto la descalificación del viejo régimen y su
gobierno –la más probable atribución– como solo del gobierno –también muy probable–,
71La correlación entre satisfacción y tradición católica fue de -0.52, y entre satisfacción y democracia consolidada de 0.51, ambas significativas a 95 por ciento de confianza. El índice de desarrollo humano del PNUD no se correlacionó significativamente con la satisfacción. 72Hans-Dieter Klingemann, ibid, p. 47 73Con base en el análisis de datos actitudinales de América Latina de 1996, 1997, 2001 y 2002, el equipo del PNUD encabezado por Dante Caputo apuntaba que “la preferencia por la democracia no varía según la mala o buena situación económica del hogar, pero sí la satisfacción con el funcionamiento de la democracia”. PNUD, op cit., p. 227
obedientes e insatisfechos iii. las dimensiones del apoyo político
164
del gobierno y el proceso democratizador –poco probable– o del gobierno y del régimen
democrático –posible pero muy poco probable–. Y aunque más adelante exploraré estas
combinaciones, por ahora me parecen más plausibles las dos primeras opciones.
En cuanto al régimen mexicano y su percepción entre los pobladores del DF, si bien
las dimensiones amplia y estricta de su legitimidad parecían seguir las pautas del respaldo a
la presidencia, se singularizaron porque los indicadores de legitimidad y de eficiencia
tuvieron peores rendimientos que los del presidente y porque la brecha entre ambos
también fue mayor. Además, la satisfacción que produjo el funcionamiento del sistema –
juicio instrumental– resultó paradójicamente persistente, poniendo en duda su condición
utilitaria y obligándonos a una revisión de los posibles mecanismos de su producción.
¿Cuáles podrían ser los efectos de estas creencias diferenciadas sobre el apoyo actitudinal
como macro estado social y sobre la acción de los individuos?
Bajo el supuesto de que las disposiciones se traducen en conducta, si legitimidad en
sentido estricto es contar con la creencia en el derecho de gobernar fundada en el acuerdo
con las reglas del juego y las opiniones del desempeño del sistema, el presidente y su
partido, la legitimidad en sentido amplio, son creencias que no definen la continuación del
juego sino la permanencia del jugador y su equipo, entonces, el disenso e incluso el
consenso negativo en los rendimientos que produce una autoridad cuando existe consenso
en la(s) regla(s) constitucional(es), vulnerará a la autoridad o a su partido X, mas no a la
regla K con que se constituye la autoridad. Y sin embargo, en el la ciudad de México de la
transición no sólo cambiaron autoridades y partidos en el gobierno, sino las reglas del
juego.
obedientes e insatisfechos iii. las dimensiones del apoyo político
165
En esta dualidad en que teóricamente la regla no se encuentra amenazada pero el
jugador sí, el micro mecanismo que sustente la legitimidad de la primera podría hacer
diferencias, pues si la creencia carece de un fuerte lazo normativo y/o emocional, la mera
aceptación racional podría traducirse en apatía o incluso desvinculación entre gobernantes
y gobernados. Y entre los citadinos de 1997 pareciera que esto sucedió, pues aunque se
aceptaba el derecho de mando del presidente y el sistema –se les legitimaba como si se
aceptara la regla–, el componente normativo más importante de estos juicios era
democrático y los desfavorables juicios prospectivo al presidente y de satisfacción con el
sistema delataban débiles vínculos afectivos. Entonces, el punto más alto del apoyo
actitudinal, la legitimidad estricta del presidente y el sistema, carecía de consistencia y
fuerza normativa y emocional, en tanto que el punto más bajo, la satisfacción y el
pronóstico de final de sexenio, delataban precisamente esta cualidad de la legitimidad. Y
entre ambos extremos, sintetizando la paradoja, aparecían la evaluación utilitaria del
trabajo presidencial y la legitimidad del PRI.
Éste amasijo actitudinal abre muchas más interrogantes, imposibles de responder
ahora, pero que convendría referirlas y trabajarlas en sucesivas aproximaciones: si ni la
presidencia ni el régimen experimentaron graves problemas de legitimidad, ¿por qué los
tuvo el PRI?, si la insatisfacción con el funcionamiento del sistema fue tan persistente y
baja, ¿por qué no se desplazó a la creencia en la legitimidad estricta del régimen?, si la
gestión presidencial logró la aprobación de cerca de la mitad de los ciudadanos, ¿por qué el
partido del presidente no contó con índices semejantes de popularidad?, si la brecha entre la
legitimidad y la popularidad presidencial fue menor a 20 puntos porcentuales, ¿por qué casi
obedientes e insatisfechos iii. las dimensiones del apoyo político
166
triplicó esta cifra la brecha entre la legitimidad del régimen y la satisfacción con su
funcionamiento?.
La crisis latente: indicadores alternativos
Para Lipset, la “legitimidad implica la capacidad del sistema para engendrar y
mantener la creencia de que las instituciones políticas existentes son las más apropiadas
para la sociedad”74. Desde esta perspectiva, un indicador de la insatisfacción no tanto con
los rendimientos materiales y simbólicos del régimen sino con su arquitectura, sería el
deseo de sus gobernados de cambios institucionales profundos, que para los años que van
de 1995 a 1997 fue compartido por una proporción de pobladores adultos del DF
ligeramente superior a la de quienes manifestaron insatisfacción con el funcionamiento del
sistema. En julio de 1995, 70 por ciento de entrevistados dijo sentirse mal representado por
el sistema político, en tanto que 45 por ciento señaló que el país necesitaba cambios muy
rápidos y 28 por ciento que simplemente rápidos. En julio de 1996, 82 por ciento de
entrevistados respondió que el sistema político debía cambiar mucho y en cuanto a la
velocidad, 31 por ciento dijo que debía ser muy rápido y 28 por ciento simplemente rápido.
En septiembre de 1995, cuando la interrogación se hizo oponiendo cambio gradual a
radical, el primero habría sido preferido por alrededor de 43 por ciento y el segundo por 48
por ciento. Y en noviembre de 1996, cerca de 65 por ciento consideró que México
necesitaba una nueva constitución política. Sin duda, estas cifras ilustraban las expectativas
74Seymour Martin Lipset, op cit., p. 67
obedientes e insatisfechos iii. las dimensiones del apoyo político
167
de cambio institucional asociadas a la erosión del apoyo político al antiguo régimen en
transición, a la vez que proporcionaban pistas en torno al significado de la insatisfacción.
Aunque con nuestros datos es imposible precisar el contenido de los cambios
institucionales socialmente deseados, éstos pueden ilustrarse. En julio de 1995, 79 por
ciento de entrevistados coincidió en que a nivel nacional, el sistema político debía
transformarse bastante; dos meses después, 48 por ciento optó por cambios con un partido
de oposición en la presidencia y 36 por ciento con el PRI al mando del ejecutivo, 72 por
ciento se inclinó por profundizar la democracia y 15 por ciento por mantenerla en los
niveles entonces existentes, 26 por ciento prefería un presidente tan controlado por
diputados y senadores que no pudiera actuar con autonomía, mientras que alrededor de 63
por ciento un presidente vigilado por legisladores pero con plena autonomía. Una
formulación diferente del mismo problema, planteada ahora a la muestra de noviembre de
1996, arrojó la preferencia de cerca de 21 por ciento por una presidencia fuerte, supervisada
por diputados y senadores pero que tomara las decisiones más importantes del país, contra
31 por ciento que optó por un ejecutivo fuerte que compartiera estas decisiones con los
diputados y senadores, en tanto que sólo 6 por ciento se habría inclinado porque el
legislativo decidiera asuntos importantes.
En la ciudad de México, en noviembre de 1995, 87 por ciento de sus pobladores
adultos habría estado de acuerdo en elegir por votación al Regente y 86 por ciento a sus
delegados políticos, pero 44 por ciento se opondría a que la Asamblea de Representantes se
convirtiera en Cámara de diputados local, 55 por ciento estaría en contra de que el DF fuera
un estado más de la federación, 61 por ciento de que las delegaciones políticas se volvieran
obedientes e insatisfechos iii. las dimensiones del apoyo político
168
municipios y 46 por ciento de que cada una tuviera menos población y en consecuencia,
hubiera más demarcaciones. Parecería que para mediados de los noventa, los citadinos
preferían un sistema político más democrático, en un régimen presidencial con equilibrio
efectivo de poderes, con alternancia partidaria en el ejecutivo y conservando ciertas figuras
de excepción, quizá de privilegio, en la estructura de gobierno de su ciudad.
Al contrastar las preferencias por el cambio institucional con la legitimidad estricta
del régimen y la presidencia entre los citadinos, inevitablemente aparece la interrogante de
si es posible esta dualidad, es decir, que alrededor de 70 por ciento conceda legitimidad a
estas dos figuras al tiempo que se inclina por cambiar la constitución política del país y por
transformaciones tan rápidas como profundas. En términos puramente lógicos la respuesta
es que sí, que esta dualidad es posible porque la legitimidad estricta supone aceptar el
derecho de mando de una autoridad y el deber de obediencia de un gobernado, en otras
palabras, asumir voluntariamente las consecuencias prácticas de una autoridad constituida
conforme a la regla, en tanto que la preferencia por el cambio institucional implica que es
deseable otro pacto político, o sea, una nueva regla para constituir la autoridad. Y esa
parece haber sido la combinación actitudinal de los noventa en el DF. En términos micro,
como he venido insistiendo éstas creencias articulaban frágiles nexos afectivos con el
régimen, expresados quizá en la muy reducida franja que se decía satisfecha con su
funcionamiento, aunque hubiese otros juicios evaluativos muy favorables, como la casi
consensual legitimidad del sistema y la presidencia, acompañadas sin embargo de la
relativamente débil pero finalmente principal presencia de la legitimación democrática, con
evaluaciones instrumentales de regular a malas. Dicho de otro modo, los ciudadanos
obedientes e insatisfechos iii. las dimensiones del apoyo político
169
ordinarios de la ciudad de México entre 1995 y 1997 podrían calificarse de obedientes e
insatisfechos.
obedientes e insatisfechos iii. las dimensiones del apoyo político
170
obedientes e insatisfechos iv. los flujos del apoyo político .
171
CAPÍTULO IV LOS FLUJOS DEL APOYO POLÍTICO:
MACRO RELACIONES, MICRO MECANISMOS
La gente tiende a creer que si objetivamente muy poco es posible, nada lo es;
en el extremo contrario, que si algo es posible, todo lo es
Robert Merton1
Si la legitimidad en sus sentidos amplio y estricto es un macro estado social que se
sustenta en creencias individuales, ¿podemos identificar algún tipo de generador de éstas
creencias?, ¿será posible señalar las variables estructurales, situacionales o las creencias
agregadas que se asocian con mayor o menor fuerza al respaldo político actitudinal? Y de
hacerlo, ¿cómo podríamos explicar estas relaciones en términos de micro mecanismos?. Al
explorar los determinantes de la legitimidad en seis democracias occidentales durante los
primeros treinta años de la segunda posguerra mundial del siglo XX, Frederick Weil
contestó las dos primeras preguntas asociando datos situacionales y actitudinales
agregados, pero la respuesta a la tercera sólo puede suponerse, lo que ha sido una práctica
generalizada tanto de las explicaciones estructurales o situacionales en que se soslaya la
dimensión micro cuando no se le ignora, cuanto de la tradición individualista que
regularmente supone el micro mecanismo de la racionalidad.
1Robert Merton en Diego Gambetta, “Concatenation of mechanisms”. Hedstrøm & Swedberg (eds.), op cit.
obedientes e insatisfechos iv. los flujos del apoyo político .
172
Éste capítulo consta de tres partes en que transito del examen de las macro relaciones
agregadas, a la heurística de los micro mecanismos. En la primera presento el modelo base
de Weil, sus variables, relaciones y su traducción al caso mexicano, aunque también
aprovecho su forma para considerar propuestas alternativas. En la segunda parte describo el
estado de las variables independientes que incluye el modelo en la ciudad de México en los
años de 1995 a 1997, la mayoría de ellas actitudinales, aunque añadí tres situacionales para
construir la primera variación que consiste en una exploración longitudinal con datos
agregados en donde también comparo los indicadores situacionales y actitudinales de la
marcha económica del país y sus efectos sobre la popularidad presidencial, la satisfacción
con el funcionamiento del sistema y las actitudes hacia el PRI. Y aunque se trata de
relaciones entre variables agregadas, voy apuntando los micro mecanismos que podrían
estar generando el macro estado descrito. En esta parte no examino los indicadores de
legitimidad estricta del sistema y la presidencia porque en mi serie de doce estudios
muestrales sólo los apliqué cuatro veces. Por último, en la tercera sección del capítulo
ofrezco la segunda variación del modelo, misma que se centra en el micro análisis, pues
consta del tratamiento transversal de datos actitudinales individuales en donde además
distingo los efectos de las evaluaciones de bolsillo retrospectiva y prospectiva sobre los
indicadores de respaldo político. Al término, reflexiono sobre las paradojas y significados
de los resultados presentados, dadas las condiciones de transición que para esos años
experimentó el régimen mexicano.
obedientes e insatisfechos iv. los flujos del apoyo político .
173
Tema: el modelo de Weil y la legitimidad posrevolucionaria
¿Cuál es la relación entre el respaldo político actitudinal, la confianza en las
instituciones públicas, el desempeño gubernamental y la percepción del sistema de
partidos?, ¿cuáles son las peculiaridades de esta red de relaciones en sistemas políticos en
transición? Para Weil, las teorías contemporáneas de la legitimidad democrática se resumen
en la relación entre cuatro variables ordenadas en otras tantas dimensiones analíticas. Las
primeras dos dimensiones refieren los tipos de evaluación de un régimen, que pueden ser
objetivas o subjetivas, las primeras describen la estructura de la oposición así como el
desempeño económico y político gubernamental, cuyos saldos, como su nombre lo sugiere,
debieran ser reconocibles por observadores externos [cuadro IV/1, celdas 1 y 2]2; las
segundas implican actitudes sociales agregadas, en particular, la confianza en las
instituciones gubernamentales y la legitimidad del régimen, entendida ésta última como
satisfacción con el funcionamiento de la democracia [cuadro IV/1, celdas 3 y 4]. Las otras
dos dimensiones se definen por la extensión del objeto político de la evaluación, sea una
institución o política en particular [cuadro IV/1, celdas 1 y 3] o el sistema en su conjunto
[cuadro IV/1, celdas 2 y 4].
Sobre la base de estas distinciones, la legitimidad refiere la evaluación subjetiva del
sistema como un todo, el desempeño económico y político del régimen el funcionamiento
objetivo de las instituciones gubernamentales, la estructura de la oposición traduce el
desempeño objetivo del sistema partidista y la confianza es la evaluación subjetiva de la
representación del interés ciudadano por parte de instituciones y autoridades, es decir,
2Frederick Weil, op. cit.
obedientes e insatisfechos iv. los flujos del apoyo político .
174
implica un juicio instrumental. Conforme a Weil, la legitimidad de un régimen radica en la
satisfacción ciudadana con los resultados que produce, en tanto que la confianza en sus
instituciones y autoridades, a la manera de Easton, sería la probabilidad de lograr los
resultados preferidos, aún sin promoverlos3.
Operacionalmente, el indicador de legitimidad del sistema de Weil corresponde a mi
sentido amplio del término, su concepto de confianza es asimilable a mis indicadores de
evaluación instrumental y mi dimensión estricta de la legitimidad, sencillamente no figura.
Pero las diferencias no son de operacionalización, sino que reposan en los micro
mecanismos de constitución de creencias implícitos: las variables objetivas son decisivas
para generar respaldo político si se asume que las personas constituyen sus opiniones
racionalmente y se guían por la motivación del auto interés, pues entonces el desempeño
objetivo se traducirá literal o casi literalmente en creencias colectivas y el intercambio de
bienes públicos por apoyo cumplirá las expectativas de gobernantes y gobernados.
Con independencia de la perspectiva micro de Weil, las dimensiones y macro
variables de su modelo, permiten simplificar provechosamente las teorías sobre la
legitimidad democrática –empezando por la suya–, potenciar la heurística del tema,
precisar las variables, dimensiones y relaciones que definen las discusiones sociológica y
politológica contemporáneas y proporcionar herramientas para organizar las
interpretaciones de la legitimidad del sistema político mexicano en los años de su transición
3David Easton, “A Re-Assessment of the Concept of Political Support”. British Journal of Political Science. Great Britain: No. 5, 1975, p. 447
obedientes e insatisfechos iv. los flujos del apoyo político .
175
CUADRO IV/1 LOS FLUJOS DEL RESPALDO ACTITUDINAL
CONDICIONES
OBJETIVAS
EVALUACIONES
SUBJETIVAS
PRODUCTOS
PARTICULARES E INSTITUCIONES
(1)
DESEMPEÑO POLÍTICO Y ECONÓMICO
(A)
(C)
(3)
CONFIANZA POLÍTICA
(X)
(B)
(Y)
FUNCIONAMIENTO
DEL SISTEMA EN SU CONJUNTO
(2)
ESTRUCTURA DE LA OPOSICIÓN
(D)
(4)
LEGITIMIDAD (APOYO A LA DEMOCRACIA)
Predicción de relación Predicción de no relación
Fuente: Frederick Weil, op cit., p. 685
Conforme a Weil, las teorías de la legitimación democrática podrían identificarse
con base en los flujos causales que postulan. La relación que va del pobre desempeño
estatal objetivo al escepticismo en las instituciones públicas, corresponde a la teoría de la
brecha de confianza de Lipset y Schneider [cuadro IV/1, trayectoria A]. La trayectoria B
describe la pérdida de legitimidad derivada del deficiente desempeño estatal que lo mismo
postulan Habermas y O’Connor, que Huntington y Bell, es decir, la neoizquierda y los
neoconservadores respectivamente de los setenta del siglo XX, sólo que para los primeros
el proceso descansa en la precariedad fiscal del Estado en tanto que para los segundos en la
sobre demanda social.
Nye y parcialmente Inglehart, ofrecen otro relato del dislocamiento: los profundos
cambios culturales producen procesos de destrucción creativa, misma que se expresa en
obedientes e insatisfechos iv. los flujos del apoyo político .
176
nuevas y extensas demandas que los gobiernos son incapaces de satisfacer4. Una versión
más de esta trayectoria, a la que llamaré legitimación en las transiciones, ha sido
documentada con datos individuales en las nuevas democracias española y en los países ex
comunistas, donde el desempeño económico en los primeros años del nuevo régimen fue
tan importante como las comparaciones inter temporales con los gobiernos anteriores5. A la
vez, quienes sostienen que el precario desempeño socava primero la confianza en las
instituciones y autoridades públicas y sólo después vulnera la legitimidad, rearticulan la
versión de la sobre demanda o de la precariedad estatal [trayectorias A e Y]. Una hipótesis
diferente es que el funcionamiento inadecuado de los partidos producirá escepticismo en las
instituciones públicas pero no necesariamente insatisfacción con la democracia [trayectoria
C].
Los defensores del impasse estructural sostienen que si los partidos políticos no son
objetivamente responsivos, el apoyo a la democracia declinará [trayectoria D]. Y
reemplazando esta trayectoria, la legitimación en las transiciones propone que la identidad
partidista puede ser tan relevante para la consolidación democrática como el desempeño
objetivo6. Por su parte, una variante de las teorías de la neoizquierda y los
neoconservadores consiste en sostener que el pobre desempeño estatal afecta la estructura
funcional de la oposición, lo que finalmente quiebra la democracia [trayectoria X—D]. Por
su parte, Downs y las versiones contemporáneas de las teorías de la elección racional que
4Joseph Nye Jr et all (editores), Why People Don’t Trust Government. Massachusetts: Harvard University Press, 1997, p. 17 5Para España: Peter McDonough, Samuel Barnes & Antonio López, “The Nature of Political Support and Legitimacy in Spain”. Comparative Political Studies, Vol. 27, No. 3, 1994, Octubre, 349-380. Para los países ex comunistas: William Mishler & Richard Rose, “Five Years After the Fall: Trajectories of Support for Democracy in Post-Commnist Europe” en Pipa Norris [ed.], op cit.
obedientes e insatisfechos iv. los flujos del apoyo político .
177
asocian el comportamiento electoral a las evaluaciones utilitarias del desempeño
gubernamental no explican la legitimidad sino la confianza en el sentido en que Weil la
define [cuadro IV/1, celda 3].
Sobre la base de sus datos y pruebas, Weil señala que existe evidencia empírica de
que el desempeño político y económico objetivos del régimen así como de la oposición
influyen sobre la confianza en las instituciones y las autoridades [trayectorias A y C], pero
ésta misma evidencia no permite relacionar la legitimidad del sistema a la confianza en las
instituciones gubernamentales ni al desempeño objetivo del gobierno, como tampoco
asociar éste último al desempeño de la oposición [trayectorias X, B e Y]. Dicho de otro
modo, las variables objetivas afectan diferencialmente las subjetivas, pero no tienen
vínculos significativos entre sí. Finalmente, Weil defiende las proposiciones del impasse
estructural: la variable eficiente en la explicación del apoyo a la democracia es el estado
objetivo del sistema de partidos, particularmente su responsividad, lo que se acerca al
argumento institucionalista contemporáneo7 [trayectoria D]. Por su parte, la estructura
partidaria influirá en la confianza en las instituciones y autoridades de gobierno [trayectoria
C], sobre la que también actuarán los rendimientos gubernamentales [trayectoria A].
Como se advierte, quienes postulan estas macro relaciones suponen micro
mecanismos generadores que no suelen identificar: las teorías de la brecha de confianza, de
la precariedad fiscal del Estado y del impasse estructural gravitan alrededor de individuos
6William Mishler & Richard Rose. Pipa Norris [ed.], op cit., p. 91 7“Las reglas de múltiples ganadores distribuyen la satisfacción más ampliamente entre los diferentes grupos de la sociedad y tienden a producir decisiones más consensuales y estables y mayor utilidad social que las reglas de un solo ganador”. Josep Colomer, Instituciones políticas. Barcelona: Ariel, 2001, p. 82
obedientes e insatisfechos iv. los flujos del apoyo político .
178
sin valores ni afectos, que forman racionalmente sus creencias respecto al desempeño
objetivo de alguna parte del sistema político, en tanto que motivados por el auto interés,
intercambian respaldo por bienes públicos. Sin embargo, mientras las personas de las dos
primeras teorías son miopes, los del impasse estructural cuentan con elementos
cognoscitivos para fincar condicionalmente su auto interés en el largo plazo, pues si creen
que el deficiente desempeño gubernamental se asocia a un sistema de partidos responsivo,
le retirarán su apoyo al partido en el gobierno, pero no a la democracia en su conjunto.
La teoría de la sobre demanda social concatena micro mecanismos en una paradoja
semejante a la de Stouffer: primero, los deseos son alentados quizá racionalmente por el
marco de oportunidades objetivamente crecientes, pero después, entre los primeros y las
segundas se abre una brecha cada vez más grande, también fincada en la miopía8, hasta que
el proceso concluye. Por su parte, el micro mecanismo explicativo de Mishler y Rose de la
legitimación en transiciones contiene al menos tres tipos de creencias con que se juzgará al
nuevo régimen: por sus productos, en comparación con el anterior y por identidad
partidaria. Obviamente, los dos primeros juicios podrían construirse racionalmente, pero al
evaluar el rendimiento del gobierno democrático podría tenerse como vara de medida las
expectativas que la propia democratización disparó, devaluando el resultado presente; por
su parte, las comparaciones entre regímenes podrían hacerse de manera temporalmente
inconsistente, con descuentos hiperbólicos o exponenciales, dominados por los efectos de
difusión o contraste, generando resultados individuales y agregados diferentes en cada
8Ver cuadro II/2 incisos A, E y C
obedientes e insatisfechos iv. los flujos del apoyo político .
179
combinación posible9. En abono de esta paradoja, Alagappa apuntó que “el potencial
deslegitimante de un pobre desempeño pareciera mucho mayor que el legitimante de un
buen desempeño”10. Finalmente, compensa ambos juicios el recurso afectivo de la
identidad partidaria.
Respecto a las propuestas revisadas, se impone la duda sobre las razones que
explicarían que sea una dimensión del respaldo y no otra, ésa y no las dos que señala Weil,
las definidas por una variable independiente: ¿por qué el pobre desempeño estatal de la
teoría de la brecha se expresaría en desconfianza pero no en insatisfacción?, ¿por qué la
precariedad fiscal o la sobre demanda afectan la legitimidad y no la confianza? ¿acaso
aplican micro mecanismos de concentración o compensación?, ¿por qué una creencia no se
difunde en otra?11.
Para mi caso de estudio, además de la legitimidad democrática y de las transiciones,
el problema del respaldo actitudinal a los regímenes autoritarios era relevante. Conforme a
Weil en los regímenes autoritarios sólo los rendimientos gubernamentales producen
legitimidad [trayectoria B], mientras que en las democracias generan confianza en
instituciones y autoridades [trayectoria A]. Sin embargo, la idea misma de gobiernos no
democráticos interesados en su legitimidad, o más aún, de sistemas autoritarios legítimos,
ha sido problemática. Por un lado, autores como Nohelen y Sartori consideran que los
regímenes autoritarios simplemente no tienen interés en su legitimidad. Para otros, como
Bizberg, éstos regímenes son por definición de legitmidad frágil y “se juzgan meramente por
9Mecanismos expuestos en el capítulo II 10Muthiah Alagappa, op.cit., p. 43 11Cuadro II/2 incisos I, J y K de esta obra
obedientes e insatisfechos iv. los flujos del apoyo político .
180
su desempeño”12. Ofreciendo una postura semejante, Morlino se pregunta si “existe un
proceso de legitimidad, una agregación de consensos o, en todo caso, formas de apoyo en
países con regímenes no democráticos”, dándose una respuesta positiva: “en estos
regímenes –concluye– el proceso más importante y relevante es el que se refiere al
rendimiento”13. En consonancia, Colomer afirma que “algunos regímenes autoritarios
pueden encontrar apoyo social mediante la provisión de bienes públicos como paz y orden
social, orgullo nacional, expansión exterior o resultados económicos14”. Por mi parte,
entendiendo a la legitimidad en sentido estricto como las creencias en el derecho de mando
del dominante y el deber de obediencia del dominado, no encuentro ninguna razón para
pensar que a los gobiernos no democráticos no les interese ni puedan generarla, como
tampoco para reducirla a sus fuentes utilitarias.
Iré ahora a las variables, dimensiones y relaciones que el esquema de Weil ignora
en apariencia. Robert Lawrence, por ejemplo, sostiene que detrás del declive del apoyo
actitudinal a los gobiernos está la globalización que altera la tecnología, deforma las
habilidades laborales y deprime los salarios15, actualizando la explicación mediante el
desempeño económico de la legitimidad [trayectoria B]. Remmer documentó que en la
América latina de los años ochenta, la severa crisis económica vino aparejada de la más
profunda democratización16, pero la conclusión no puede ser que las restricciones
12Illán Bizberg, “Dos transiciones. México y Europa del Este”. Nexos. Sociedad, ciencia, literatura. México: Nexos, V. XV, No. 169, enero, 1992, p. 63 13Leonardo Morlino, Cómo cambian los regímenes políticos. Instrumentos de análisis. Madrid: Centro de Estudios Constitucionales, 1985, p. 211 14Josep Colomer, ibid, p. 14 15Joseph Nye Jr et all (editores), ibid, p. 10 16Karen Remmer, “The political impact of economic crisis in Latin America in the 1980s”. American Political Science Review, V. 85, No. 3, 1991, September, pp. 785 y 789
obedientes e insatisfechos iv. los flujos del apoyo político .
181
económicas favorecieron la democracia sino la democratización. Nye apuntó otra paradoja
del vínculo entre rendimientos y respaldo, pues si en las últimas décadas en Estados Unidos
el gasto social, la seguridad para los ancianos, la calidad del ambiente y del agua
mejoraron, entre otras aspectos del bienestar, entonces “para dar cuenta del declive de la
confianza en el gobierno no bastan las explicaciones más sencillas”17. Y si las
explicaciones más sencillas se construyen desde el supuesto de individuos auto interesados
formándose racionalmente sus creencias, entonces la demanda implica pensar micro
mecanismos alternativos.
Dos proposiciones cuyas dimensiones y variables parecen escapar al esquema de
Weil son las de Patterson y Donsbach, así como la de Putnam. Para los primeros, el origen
del deterioro gubernamental descansa en la vocación negativa de los medios masivos de
comunicación y su concentración crítica en las historias personales de los hombres
públicos, es decir, en la videomalaise. En términos agregados, ésta propuesta podría
entenderse como la inclusión de una variable intermedia entre las trayectorias A y B que
potencia los estragos del deficiente desempeño gubernamental, en tanto que en sus micro
mecanismos implicaría comunicadores motivados por el auto interés, audiencias que
reciben los contenidos cual hojas en blanco, interesadas en historias rosas, rojas y negras y
juzgan su entorno desde la heurística de la disponibilidad. Entonces, cuando lo disponible
es la historia negra de corrupción del político X y de abusos del funcionario Y, vía difusión,
17Joseph Nye Jr et all (editores), ibid, pp. 2 y 5
obedientes e insatisfechos iv. los flujos del apoyo político .
182
todos los políticos y gobernantes serán corruptos y abusivos18. Por su parte, al argumentar
que el capital social define la calidad de los vínculos con el gobierno, la proposición de
Putnam podría colocarse en las dimensiones de Weil si extendemos el concepto de
estructura de la oposición al de estructura organizativa de la sociedad [trayectoria D], pero
en la evaluación del desempeño de los partidos el supuesto es de personas racionales que se
percatan de que un partido puede reemplazar a otro sin necesidad de desechar el dispositivo
de formación del gobierno, en tanto que la manera en que una densa red social favorecería
las creencias en la legitimidad del régimen implica otro tipo de micro mecanismos por
especificarse.
Los enfoques culturalistas, en cambio, postulan micro mecanismos, pero por lo
general, no los traducen en macro relaciones. Merleman planta que en el periodo t1, la
legitimidad se logra mediante rendimientos materiales gubernamentales que se asocian a
bienes simbólicos, poniéndose en juego un micro mecanismo dual, racional en el
reconocimiento de los beneficios y cognoscitivo en la asociación. En t2, en caso de
insuficiencias en los rendimientos gubernamentales, los bienes simbólicos pueden resultar
compensatorios19 contribuyendo a reducir la disonancia. Por su parte, la perspectiva
fenomenológica no sugiere macro relación alguna, pero al plantear que la legitimidad
descansa en la reciprocidad de las reglas de civilidad, podría suponer individuos auto
interesados que saben que la reciprocidad salvaguarda su interés, o personas con fuertes
18La relación entre información, medios de comunicación y legitimidad la examino con más detenimiento en el capítulo VI de éste trabajo. 19Richard Merelman, “Learning and legitimacy”. The American Political Science Review. Wisconsi: The American Political Association, Vol. LX, No. 3, septiembre, 1966, pp. 548-561
obedientes e insatisfechos iv. los flujos del apoyo político .
183
valores no utilitarios de reciprocidad20. Lo mismo podría decirse de las teorías de la cultura
política sin importar si se entiende como aprendizaje o como matriz de interpretación21, o
de algunas explicaciones construidas desde la crítica al materialismo marxista que
desplazan su determinismo a la cultura y comparten su holismo22: finalmente, para los
culturalismos, uno o más factores, anidados como predisposiciones en los individuos,
preceden, auxilian o incluso determinan las macro relaciones, aunque éstas últimas, rara
vez se hagan explícitas.
¿Qué tanto auxilia el modelo de Weil en la comprensión de los procesos de
legitimación de la presidencia, el PRI y el sistema político de la segunda mitad del siglo
XX? En mi opinión, permite organizar y simplificar la discusión, pues para explicar los
niveles de legitimidad del viejo régimen posrevolucionario se ha sugerido el papel
concurrente o decisivo de los rendimientos gubernamentales [trayectoria B], la confianza en
la institución presidencial [trayectoria Y], las funciones del PRI o en menor medida la
celebración de elecciones confirmatorias [trayectoria D], u otras variables ajenas en
apariencia al modelo, como el origen revolucionario del régimen que sin embargo podría
asimilarse a la trayectoria B como bien simbólico que favorece la confianza, los arreglos
corporativos, la cultura política o la ideología.
Por supuesto estas explicaciones pueden ser más complejas si postulan vínculos de
retroalimentación que dibujarían verdaderas redes o si extienden su cobertura a los años de
20Patrick Pharo, Phenomenologie du lien civil. Sens et légitimité. Paris: L'Hartmattan, 1992 21Estas perspectivas, relacionadas con el país, se encuentra en Ilán Bizberg, “Legitimidad y cultura política: una discusión teórica y una revisión del caso mexicano”. Revista Mexicana de Sociología, Vol. 59, Núm. 1, enero marzo. México: Instituto de Investigaciones Sociales, UNAM, pp. 3-18 22Michel Foucault, Microfísica del poder. Madrid: La piqueta, 1979, 189 p. Para el caso mexicano, ver Roger Bartra, Las redes imaginarias del poder político. México: Era, 1985, 269 p.
obedientes e insatisfechos iv. los flujos del apoyo político .
184
la transición. Por ejemplo, podría sostenerse que todavía en el régimen de la posrevolución,
la legitimidad que daba la presidencia al régimen [trayectoria Y] no sólo dependía de sus
rendimientos objetivos [trayectoria B] sino de su control efectivo sobre el PRI [trayectoria
X], mientras que la propia presidencia necesitaba del PRI, de la celebración de elecciones
confirmatorias [trayectoria C] y de los rendimientos gubernamentales [trayectoria A]. Para
los años de la transición, muchas explicaciones atribuyeron los problemas de legitimidad de
la institución presidencial al deterioro de los rendimientos gubernamentales, al abandono
del programa social de la Revolución o a los cambios en la cultura política, que al tiempo
desgastaron también el respaldo al PRI y a las corporaciones. En cambio, con la transición,
el sistema de partidos ocupó el centro del nuevo dispositivo de legitimación [trayectoria D].
Veamos algunos planteamientos en particular.
En México, la relación entre la percepción de éxito en el desempeño gubernamental
y el respaldo popular al régimen fue tratada extensamente [trayectoria B]. Para los años
setenta, Saldívar distinguía las funciones productiva racionalizadora y distributiva
legitimadora del gobierno, señalando que “la combinación óptima de ambas sería la única
vía de garantizarse el apoyo simultáneo tanto de la clase dominante como de la clase
dominada”23. Por su parte, Crespo infirió la “relación directa entre el buen desempeño de un
régimen y la aceptación ciudadana de sus bases de legitimación”24. Loaeza resumió la
lectura prevaleciente al afirmar que “durante años las explicaciones del ‘modelo mexicano’
23Américo Saldívar, Ideología y política del estado mexicano (1970-1976). México: Siglo XXI, 1981, p. 15 24José Antonio Crespo, “Legitimidad política y comportamiento electoral en el Distrito Federal (1988)” en Jorge Alonso (coordinador) Cultura política y educación cívica. México: Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Humanidades, UNAM y Miguel Ángel Porrúa, 1994, p. 84
obedientes e insatisfechos iv. los flujos del apoyo político .
185
coincidieron: su capacidad para mantener tasas elevadas de crecimiento económico era uno de
los elementos centrales de legitimación de una estructura de poder muy centralizada”25.
En consecuencia, el deterioro de los rendimientos económicos se aparejaría a la
erosión de la legitimidad: para Meyer y Reyna, a partir de la crisis económica de 1982 el
régimen castigó “notablemente sus políticas populistas en aras de una mayor eficiencia” lo
que vulneró sus bases de legitimidad26. Para Loaeza, la protesta antiautoritaria de los
ochentas derivó “de la crisis económica iniciada en marzo de 1981”27. Esta misma lógica
dominó la figura presidencial. Para Gómez y Bailey, la asociación entre crecimiento
económico y liderazgo presidencial promovía la legitimidad del sistema, pues permitía que el
PRI como organización cupular “no entrara en conflicto con su papel electoral”28. Con una
perspectiva semejante, hacia finales de los ochenta, Meyer y Reyna señalaban que la
presidencia había sido el gran eje del sistema, por lo que sus bases de legitimidad –que no
su poder– también podían considerase víctimas de la crisis económica29.
El PRI coadyuvaba en la legitimación del régimen [trayectoria D] lo mismo como
organización política excepcional que como pieza central del “multipartidismo limitado
autoritariamente por el Estado”30. En tanto partido, era la maquinaria electoral del gobierno,
25Soledad Loaeza, El llamado de las urnas. México: Cal y Arena, 1989, pp. 33-34 26Lorenzo Meyer y José Luis Reyna, "México. El sistema y sus partidos: entre el autoritarismo y la democracia" en Lorenzo Meyer y José Luis Reyna [coordinadores] Los sistemas políticos en América Latina. México: Siglo XXI UNAM, 1989, p. 307 27Soledad Loaeza, “La experiencia mexicana de liberalización”. Foro Internacional. México: El Colegio de México, Vol. XXXIV, No. 2 (136), abril junio, 1994, pp. 221 y 231 28Leopoldo Gómez y John Bailey, “La transición política y los dilemas del PRI”. Foro Internacional. México: El Colegio de México, Vol. XXXI, No. 1 (121), julio septiembre, 1990, p. 58 29Lorenzo Meyer y José Luis Reyna, ibid, p. 308 30Tomo la definición de Guy Hermet et al, ¿Para qué sirven las elecciones?. México: FCE, 1986, p. 28
obedientes e insatisfechos iv. los flujos del apoyo político .
186
un espacio de competencia regulada, negociación y resocialización para los políticos
profesionales, una red de grupos y dirigentes sociales dispuestos a intercambiar recursos, un
repertorio simbólico asociado tanto a la competencia electoral como al origen revolucionario
y un eficaz instrumento de gobernación para el ejecutivo federal. Como eje del
multipartidismo limitado, era fuente de la renovación gubernamental sexenal y capitalizaba
los beneficios de elecciones confirmatorias que para entonces tenían pocos efectos sobre la
distribución del poder. Según Garrido, el carácter particular del PRI derivaba de que sus
miembros ocupaban los principales cargos de elección popular luego de comicios que se
verificaban con una apariencia de normalidad como en cualquier régimen pluralista y del
hecho de ser una organización de masas, casi sin paralelo por su dimensión31. Para Molinar,
el éxito en el establecimiento de elecciones no competitivas pero plurales “permitió que un
sector de las élites políticas mexicanas gobernara autoritariamente al país”32.
Pero quien unos años después sería vocero presidencial, cuestionaba las funciones
de legitimación de las elecciones en el régimen posrevolucionario, atribuyéndole al PRI,
junto a la evaluación utilitaria, toda la tarea en la confección del consenso:
“Ni desde la fundación del PNR ni en las elecciones de 1940 a la fecha, salvo casos aislados
regionales o locales o bien conflictos derivados no globales como el almazanismo y el henriquismo, el
proceso electoral no ha sido determinante en la legitimidad del estado y su gobierno. En buena medida
ésta ha nacido y evolucionado, en el caso de las organizaciones de masas, gracias a la transmisión y
vertebración institucional que sobre su comportamiento se ejerce a través del PRI; y en el caso de las
clases medias, hasta 1975 su percepción no se orientaba hacia un cambio radical de modelo (...) [Para]
31Luis Javier Garrido, El partido de la revolución institucionalizada. La formación del nuevo Estado en México (1928-1945). México: S. XXI, 1985, p. 11 32Juan Molinar Horcasitas, El tiempo de la legitimidad. Elecciones, autoritarismo y democracia en México. México: Cal y Arena, 1991, 247 p.
obedientes e insatisfechos iv. los flujos del apoyo político .
187
la élite económica su alianza con las principales agencias económicas y financieras resultaba un
instrumento sin duda aceptable para la negociación de sus asuntos (...)”33
Y el propio Granados advertía el reemplazo de este viejo dispositivo por el electoral
como fuente de legitimación, pues frente a la disminución de la capacidad estatal para
responder a las demandas sociales, el deterioro en las relaciones entre el poder económico y
el gobierno, la imposibilidad de crecer y distribuir y la radicalización de la derecha, el
Estado tenía “en el aspecto estrictamente político un ofrecimiento concreto: la celebración
de elecciones abiertas, razonablemente participativas y plurales”34. El diagnostico era
compartido por Loaeza, para quien el deterioro económico de los ochenta permitía
pronosticar “el fin de la estabilidad mexicana” fuera mediante la “democratización forzada por
las circunstancias, o de un endurecimiento del autoritarismo”35; para Gómez y Bailey, en 1990
era claro que los dirigentes políticos se daban “a la tarea de forjar nuevas fórmulas de
legitimidad, tales como la modernización y la democracia”36. Para las elecciones de 1994 “se
pusieron en práctica por primera vez las reformas realmente liberalizadoras de la
organización del proceso electoral”37 y tanto el nuevo sistema político como su mecanismo
de legitimación operaban al tiempo del crepúsculo del antiguo régimen.
Como podrá advertirse, la mayoría de estos argumentos, postulan macro relaciones
sin hacer explícitos y en algunos casos sin contar siquiera con micro mecanismos.
33Otto Granados Roldán, “Elecciones, legitimidad y consenso”. Diálogos. México: El Colegio de México, Vol. 21, No. 9 [129], septiembre, 1985, p. 41 34Otto Granados Roldán, ibidem 35Soledad Loaeza, El llamado..., op cit., p. 34 36Leopoldo Gómez y John Bailey, ibid, p. 59
obedientes e insatisfechos iv. los flujos del apoyo político .
188
Proponer, por ejemplo, que las organizaciones corporativas aceptaban el pacto dominante
porque obtenían beneficios materiales a cambio, implicaba suponer individuos colectivos
racionales y utilitarios, omitiendo de paso la dificultad teórica de postular racionalidad para
un agregado social. Por supuesto, también hay explicaciones que identifican macro
relaciones acudiendo al análisis estadístico que utilizan micro mecanismos identificándolos
o no. En su estudio sobre los migrantes pobres en la ciudad de México, Cornelius suponía
individuos racionales que buscaban y obtenían beneficios materiales a cambio de apoyar al
sistema político, convencidos incluso de que “es más productivo tratar de manipular al
sistema para satisfacer sus necesidades, que enfrentársele o tratar de cambiarlo”. Sin
embargo, añadía un limitante cognoscitivo al supuesto de racionalidad, pues para él, los
inmigrantes tenían un concepto de responsabilidades gubernamentales limitado a su espacio
vital, lo que reducía el espectro de demandas38.
Primera variación: la dimensión longitudinal
De vuelta al modelo en su conjunto, presento ahora su primera variación,
consistente en evaluar los efectos de la situación económica sobre las percepciones de la
economía, para de allí, pasar a la relación entre ambas y de éstas con el respaldo actitudinal
al régimen y a sus piezas.
Para identificar y cuantificar longitudinalmente los rendimientos económicos
gubernamentales Weil utilizó como indicadores los promedios de crecimiento anual del
37Carlos Elizondo Mayer-Serra y Benito Nacif Hernández, “La lógica del cambio político en México” en Carlos Elizondo Mayer-Serra y Benito Nacif Hernández [compiladores] Lecturas sobre el cambio político en México. México: Cide y FCE, 2002, p. 27 38Wayne Cornelius, op cit., pp. 249-250
obedientes e insatisfechos iv. los flujos del apoyo político .
189
PIB, las percepciones públicas del desempeño gubernamental y un índice de miseria,
producto de sumar las tasas de desempleo e inflación. Para indicar los rendimientos
políticos computó un índice de desorden civil con base en las tasas anuales de
manifestaciones, peleas, muertes políticas y sanciones gubernamentales39. Por mi parte,
para explorar longitudinalmente el desempeño económico y político del régimen en el DF
utilicé dos indicadores subjetivos y tres objetivos. Los dos primeros fueron las
proporciones de población con evaluaciones positivas del éxito gubernamental en el
manejo de la economía del país y de la economía personal actual en relación a la pasada; en
adelante, al primero le llamaré juicio sociotrópico y al segundo, juicio de bolsillo, ambos
retrospectivos. Y aunque en la mayoría de las doce aplicaciones pedí a los entrevistados
expresar su acuerdo con la política interior del gobierno, sus respuestas no fueron muy
diferentes a las de la evaluación sociotrópica retrospectiva, por lo que omití el indicador de
desempeño político previendo colinealidad40. Por su parte, las variables que dieron cuenta
del desempeño económico objetivo del régimen fueron los valores nacional del PIB, la tasa
de desempleo abierto en el DF y la tasa de inflación en la ciudad de México el mes anterior
a la fecha de las aplicaciones muestrales.
Para diciembre de 1994, tras poco más de seis años de crecimiento sostenido del
producto y apenas iniciado el periodo presidencial de Ernesto Zedillo, las finanzas del país
sufrieron graves desajustes cuya más visible expresión fue la devaluación del peso frente al
dólar seguida de un severa crisis económica. A finales del primer trimestre de 1995, el PIB
39Frederick Weil, ibid, p. 687 40Para ubicar las preguntas fuente de los indicadores, ver el cuadro A/1 en el Anexo I. El Anexo II contiene el cuestionario de la 12ª aplicación muestral en el DF
obedientes e insatisfechos iv. los flujos del apoyo político .
190
nacional perdió 7.28 por ciento de su valor respecto al trimestre inmediato anterior y al
término del primer semestre el retroceso fue de 17.2 por ciento en relación a 1994, aunque
durante el segundo semestre de ese mismo año haya ocurrido una ligera recuperación; en la
ciudad de México en 1996, el PIB perdió 6.17 por ciento de su valor respecto al año
anterior.
Antes de que la crisis estallara, a finales de 1994, 3.6 por ciento de la población
económicamente activa del país estuvo desempleada, en tanto que en el DF, 3.9 por ciento.
Para el primer trimestre de 1995, la tasa de desempleo nacional fue de 5.1 por ciento y en el
DF de 5.6 por ciento; al segundo trimestre llegó a 6.3 por ciento en todo el país y a 6.9 por
ciento en la ciudad de México. Respecto a los precios, en 1994 crecieron 0.6 por ciento
mensual en el DF y durante 1995, 5.6 por ciento, alcanzado su pico en abril, cuando
aumentaron 8.6 por ciento. Al parecer, la severidad de la crisis nacional fue todavía mayor
en la ciudad de México. ¿Cuál fue la percepción y juicio de los capitalinos respecto a la
situación económica?.
En julio de 1995, cuando el mes anterior en el DF la inflación fue de 3.4 por ciento,
la tasa de desempleo abierto de 7.2 por ciento y el PIB nacional estuvo al nivel de 1991,
solo cerca de 28 por ciento de citadinos habría opinado que su situación personal era igual
o mejor que el año pasado y que el gobierno tenía éxito o regular éxito en el manejo de la
economía del país [cuadro IV/2]. Para noviembre de ese mismo año, las evaluaciones
económicas retrospectivas sociotrópica y de bolsillo tocaron fondo, mejorando
paulatinamente hasta que en junio de 1997 alrededor de 44 por ciento habría estimado que
obedientes e insatisfechos iv. los flujos del apoyo político .
191
el gobierno tenía algún éxito en el manejo económico y cerca de 56 por ciento consideraba
que su situación personal era igual o mejor que el año anterior. Para entonces, la tasa de
desempleo abierto en el DF había bajado a 4.5 por ciento, la inflación regresaba a los
niveles del sexenio anterior y el PIB a los de 1994. Las expectativas de la situación
personal futura se desenvolvieron en la misma dirección que la evaluación retrospectiva de
bolsillo pero siempre con más optimismo. En suma, dados los niveles de partida de cada
tipo de registros, las percepciones de la economía parecían moverse al compás de la propia
economía, como si los citadinos construyeran sus juicios de manera racional.
CUADRO IV/2 DESEMPEÑO ECONÓMICO DEL RÉGIMEN, CONFIANZA INSTITUCIONAL
Y EVALUACIÓN DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS (1995-1997)
(1) SOCIOTRÓPICA
(2)
BOLSILLO
(3)
CONFIANZA
(4)
PARTIDOS
(5)
PRODUCTO
(6)
DESEMPLEO
(7)
INFLACIÓN JUL., 95 28 28 25 3.8 1.209 7.2 3.4SEP., 95 22 32 23 2.7 1.180 8.8 1.9NOV., 95 16 24 33 2.5 1.202 8.1 2.2ENE., 96 12 39 37 2.7 1.275 6.8 3.6MAR., 96 12 34 32 3.4 1.273 8.0 2.5MAYO, 96 32 30 32 3.9 1.277 7.5 2.8JUL., 96 41 37 30 4.7 1.287 7.9 1.7SEP., 96 42 43 23 4.5 1.261 6.1 1.3NOV., 96 37 42 26 4.0 1.287 6.8 1.2FEB., 97 38 54 31 4.6 1.354 5.2 2.2MAR., 97 47 56 37 4.8 1.343 4.5 1.3JUN., 97 44 50 43 5.2 1.374 4.5 0.8
(1) Evaluación retrospectiva sociotrópica de la economía. (2) Evaluación retrospectiva de bolsillo. (3) Confianza en instituciones públicas, (4) Evaluación a partidos políticos. (5) Producto interno bruto nacional el mes anterior a la fecha de entrevista,
(6) Tasa general de desempleo abierto en el DF el mes anterior a la fecha de la entrevista. (7) Inflación en el DF el mes anterior. Escalas de medida: 1, 2, 3, 6 y 7, porcentajes; 4, promedios 1-10; 5, millones de pesos, precios de 1993
Fuentes: variables 1-4, Nlo/Sip; 5-6, INEGI
La segunda variable de la dimensión objetiva del modelo de Weil es la estructura de
la oposición. Si en regímenes autoritarios el rendimiento material de los gobiernos se
vincula privilegiadamente a la dinámica de su legitimación, el desempeño institucional
obedientes e insatisfechos iv. los flujos del apoyo político .
192
sólido y responsable del sistema de partidos resulta condición capital en las fórmulas
democráticas. Weil operacionalizó esta dimensión integrando los índices de
fraccionalización de Rae y de polarización de Powel, uno más de coaliciones y otro de
estabilidad gubernamentales41. Como se advierte, todas estas medidas suponen una
dimensión temporal de largo plazo y un funcionamiento regular del régimen democrático,
por lo que para mi caso de estudio consideré la variable exclusivamente en su dimensión
subjetiva, tomando como indicador de responsividad partidaria el promedio que en cada
aplicación se obtuvo de pedirle a los entrevistados calificar a todos los partidos políticos a
la vez.
El promedio más bajo a los partidos políticos en el periodo fue en noviembre de
1995, cuando los citadinos entrevistados los calificaron con 2.5, la más alta en junio de
1997, cuando alcanzó 5.2 y en ninguna aplicación superó el umbral aprobatorio, aunque en
junio de 1997, la distribución más favorable fue de 52 por ciento de entrevistados
aprobándolos y 48 por ciento reprobándolos. El rango y dirección de la variación entre las
notas más baja y alta, de 2.7 puntos en una escala de diez valores, sugiere volatilidad de las
percepciones ciudadanas en este renglón, que lógicamente podría atribuirse a los efectos de
las campañas que concluyeron con un fuerte desalineamiento entre el electorado [cuadro
IV/2]. Si en esta misma escala y a lo largo de las doce muestras comparamos a la Asamblea
de Representantes del DF, la Cámara de diputados federales, la regencia de la ciudad, cada
uno de los tres principales partidos políticos nacionales, la presidencia, la Procuraduría
General de la República y los partidos políticos, éstos últimos nunca fueron la institución
41Frederick Weil, ibid, pp. 688 y 689
obedientes e insatisfechos iv. los flujos del apoyo político .
193
peor calificada, pues la nota más baja las tuvieron la Cámara de diputados en noviembre de
1995 y la Asamblea de Representantes del DF en enero de 1996, en ambos casos con 2.4 de
promedio. A la vez, siempre algún partido en lo particular superó la evaluación de
cualquier institución: de septiembre de 1995 a marzo siguiente, el PAN tuvo las más altas
calificaciones, en tanto que de mayo de 1996 a junio de 1997, fue el PRD. Y esta es la
lógica del argumento de Weil: si existen alternativas partidistas atractivas para la
ciudadanía, las evaluaciones negativas a las autoridades e instituciones incluyendo otros
partidos no serán peligrosas para la democracia.
A manera de ilustración, repasaré ahora otros indicadores de las percepciones del
sistema de partidos. Conforme a Crespo, hacia finales de los ochenta, en el DF apenas 19
por ciento de sus pobladores pensaba que cualquier partido podía acceder al poder, en tanto
que 50 por ciento consideraba que en realidad sólo uno tenía esa posibilidad42. En cambio,
en junio de 1996 alrededor de 54 por ciento de citadinos pensaba que efectivamente existía
alguna alternativa capaz de ganarle al PRI y para febrero del año siguiente, bajo el efecto
de las campañas electorales, esa cifra ascendió a 70 por ciento. Sin embargo, en noviembre
de 1995, sólo 22 por ciento de entrevistados dijo sentirse bien representado por los partidos
políticos, en tanto que 43 por ciento mencionó que hacía falta uno nuevo; en esa misma
muestra, 52 por ciento consideró que era posible reformar al PRI y 62 por ciento admitió
que de reformarse, votaría por él43. Entre 1993 y 1994, alrededor de 32 por ciento de
costarricenses, 22 por ciento de salvadoreños y 18 por ciento de guatemaltecos habrían
42José Antonio Crespo, ibid, p. 73 43Nlo/Sip, ver Anexo I
obedientes e insatisfechos iv. los flujos del apoyo político .
194
dicho que los partidos políticos de sus respectivos países representaban efectivamente los
intereses de los ciudadanos44.
Desde la perspectiva de la identidad partidaria, en México pareciera producirse una
paradoja, pues mientras la pluralidad política alcanzaba su más completa
institucionalización, los niveles de identificación disminuyeron sensiblemente: para
principios de la década de los ochenta, cerca de 75 por ciento de mexicanos decía
identificarse con algún partido, mientras que a mediados de los noventa esa cifra bajó en
torno a 50 por ciento45. Sin embargo, de los ochenta a los noventa la tendencia a que
disminuyera la proporción de población identificada con algún partido también ocurrió en
casi todos los países desarrollados, por lo que en perspectiva comparada la paradoja se
matiza: en los noventa los niveles de identificación partidista en México fueron más altos
que en los Países Bajos, donde sólo 38 por ciento de la población dijo identificarse con
algún partido, semejantes a los de Dinamarca, Finlandia y Bélgica, pero más bajos que en
la mayoría de las naciones industrializadas, en donde hasta 90 por ciento de la población o
más, como en Australia, Gran Bretaña y Canadá reveló identificación46.
En el modelo de Weil, la confianza política es un componente más de las
evaluaciones subjetivas, una orientación positiva hacia las instituciones y autoridades que
consiste en que los ciudadanos confíen en la correcta representación de su interés.
Conforme a su propuesta, la confianza es una actitud instrumental, derivada del desempeño
44Manuel Rojas Bolaños, Legitimidad institucional y transición democrática en centroamérica. Los casos de Costa Rica, El Salvador y Guatemala. Costa Rica: 1995 [Ponencia presentada al XX Congreso Latinoamericano de Sociología, ciudad de México, octubre de 1995] 45El dato de 1983 viene de Miguel Basañez, El pulso de los sexenios. 20 años de crisis en México. México: Siglo XXI, 1990, p. 218; el de 1994, del archivo Mori 46Russell Dalton, “Support in”. Pipa Norris [ed.] op cit., pp. 64-71
obedientes e insatisfechos iv. los flujos del apoyo político .
195
institucional, que no implica características individuales duraderas, orientaciones afectivas
o predisposiciones culturales. En términos operacionales, Weil emplea los índices de
confianza política en Estados Unidos, Italia, España y Alemania. Por mi parte, también
utilicé un indicador actitudinal que fue la confianza que las personas dijeron sentir en las
instituciones públicas, aunque sus valores en el cuadro IV/2 sólo corresponden a las
respuestas de noviembre de 1996 en adelante, en tanto que los registros previos fueron
calculados utilizando la confianza en la limpieza de las elecciones. Por su propia
definición, en el concepto de confianza de Weil podrían caber la evaluación utilitaria a
distintas autoridades e instituciones en lo particular como la presidencia y el PRI, pero para
los fines de mi trabajo y por las razones que expuse en el capítulo tercero, los indicadores
del apoyo político instrumental a estas figuras son examinados como dimensiones amplias
de la legitimidad.
En noviembre de 1996, 29 por ciento de los citadinos entrevistados dijo confiar en
la limpieza de las elecciones, en tanto que alrededor de 26 por ciento expresó confianza en
las instituciones públicas, cifra quizá parecida a la de julio de 1995, cuando 28 por ciento
confió en la limpieza electoral. Dos años después, en junio de 1997, cuando 43 por ciento
dijo confiar en las instituciones públicas, 46 por ciento confió en los procesos electorales
[cuadro IV/2]. Al parecer, esta secuencia y diferencias ilustran que la confianza en las
instituciones públicas es inferior y menos volátil que la inspirada por los procesos
electorales, cuya dinámica parece vincularse a las campañas políticas: en el periodo
postelectoral de 1989, 23 por ciento de los mexicanos y 11 por ciento de los citadinos
obedientes e insatisfechos iv. los flujos del apoyo político .
196
dijeron confiar en la limpieza de las elecciones; en la víspera de la elección presidencial de
1994, 51 por ciento de mexicanos confiaba en la celebración de elecciones limpias47 pero
en la postelección ni siquiera una cuarta parte de capitalinos reiteraba esa creencia. En
cambio, un mes antes de las elecciones federales de 1997, cerca de la mitad expresó
confianza en la limpieza electoral. Por su parte, los diferenciales de suspicacia tienen la
misma dimensión regional que los del apoyo político, esto es, que tanto en 1989 como en
1994, los capitalinos fueron más suspicaces que los mexicanos. El deterioro de la confianza
de casi 13 puntos porcentuales entre 1994 y 1995 sin mediar proceso electoral o reforma
institucional alguna, explica la preocupación gubernamental, al grado de parecer “que
existía un gran esfuerzo por parte del subsistema político para mantener la democracia y
recuperar la legitimidad y sobre todo, la credibilidad”48. La suspicacia y su combate
resultaron tan importantes que hay quienes afirman que el motor de las reformas electorales
que cristalizaron la vía mexicana de la democratización “fue la desconfianza de los partidos
de oposición hacia la autoridad electoral”49.
En relación a las otras dimensiones del apoyo político, los citadinos resultaron
menos escépticos que insatisfechos con el funcionamiento del sistema; menos desconfiados
que indispuestos a legitimar al PRI. En términos de Weil, esto significa que el juicio
47Las cifras de 1989 y 1994 provienen de Mori 48Silvia Molina y Vedia, Escepticismo Político. La observación de dos modelos de operación-observación. México: UNAM, 1994, p. 80 49Andreas Schedler, “La conflictiva construcción de la confianza electoral: el Consejo General del Instituto Federal Electoral, 1990-2000”. Yolanda Meyenberg Leycegui [coordinadora] El dos de julio: reflexiones posteriores. México: FLACSO, IIS UNAM, UAM-I, 2001, p. 55. Anteriormente expuse un argumento semejante en Nicolás Loza, “El revés de la trama. Violencia, desconfianza y autointerés en la democratización mexicana”. Este País, marzo de 2000 y en Nicolás Loza Otero, “El servicio del escepticismo. Legitimidad y confianza en el DF, 1994-1997”, Carlos Lugo [coord.], Segundo Congreso nacional de Ciencia Política. Legalidad, legitimidad y gobernabilidad. México: UIA, INAP, IFE, 1999
obedientes e insatisfechos iv. los flujos del apoyo político .
197
instrumental de las instituciones resultó menos desfavorable que la evaluación global del
sistema, por lo que de vuelta parecería que el indicador de satisfacción no sólo involucra
componentes instrumentales, sino afectivos y/o culturales. En contraste, fueron más quienes
aprobaron el trabajo del presidente y concedieron legitimidad a éste y al sistema, que los
suspicaces de las instituciones. Resumidamente: la confianza se desplegó desigualmente
respecto a las diferentes figuras del apoyo. Y estas distinciones fueron hechas por los
ciudadanos ordinarios, abonando por un lado en favor de la conjetura acerca de individuos
capaces de conceder legitimidad mas no confianza a una institución, y por el otro,
ilustrando el accionar de los ingenuos filósofos políticos50, capaces de organizar y clasificar
diestramente el mundo público, sin conducirse mediante reglas no racionales como el
efecto difusión.
¿Cuáles fueron las relaciones entre las condiciones económicas del país, las
evaluaciones subjetivas del quehacer económico gubernamental y las diferentes
dimensiones del apoyo político? Sobre la base del análisis longitudinal de mis doce
registros agregados, la respuesta no puede mas que ser provisional y exploratoria, pues
siendo tan pocas las observaciones prácticamente me limité el análisis de correlación51,
aunque haya añadido comentarios derivados de regresiones simples y múltiples cuyos
50Stephen Weatherford, op cit. 51“Cuantas más observaciones, mejor, pero ¿cuántas son necesarias? En la situación más sencilla –en que hay niveles de variabilidad escasos, varianza alta en la variable causal, ninguna correlación entre ésta y las de control y se requieren niveles bastante bajos de certidumbre– se necesitarán pocas observaciones: probablemente más de cinco pero menos de veinte”. Ver Gary King, Robert O. Keohane y Sidney Verba, El diseño de la investigación social. La inferencia científica en los estudios cualitativos. Madrid: Alianza Editorial, 2000, p. 230. Evidentemente, éste no es mi caso, por lo que me limité al análisis de correlación cuyas conclusiones deben tomarse con reserva. También Weil sustentó su análisis en correlaciones, contando con tan sólo cuatro observaciones en algunos países, por lo que el mérito principal de su propuesta es su componente heurístico
obedientes e insatisfechos iv. los flujos del apoyo político .
198
resultados no se muestran porque en general no difieren de las primeras ni resultan
relevantes. Pero antes de presentarlos, siguiendo a McKuen y en menor medida a Denis
Wu, abriré un paréntesis para explorar si los movimientos de la economía real definen los
juicios colectivos en la materia, qué tipo de micro mecanismos pueden estar en la base y
cómo se asocian las evaluaciones políticas de las personas a éste tipo de opiniones. Quiero
insistir, sin embargo, que mi limitado número de casos me impide replicar debidamente los
dos argumentos referidos, por lo que los utilizo solamente como fuentes de razonamiento.
MacKuen encontró que entre los estadunidenses la tasa de inflación y las
variaciones en el desempleo entre 1954 y 1988 parecían influir sobre la popularidad
presidencial retrospectiva siempre y cuando no se considerara el índice de sentimientos del
consumidor, que una vez incluido disolvía los efectos de las variables situacionales
resultando el único indicador significativo. Al detallar la incidencia de las variables
subjetivas que integran el índice, las evaluaciones de bolsillo se asociaron
significativamente a la aprobación presidencial si en el modelo no se tomaba en cuenta la
expectativa sociotrópica, que terminó siendo la variable de mayor y más significativo
impacto. Por su parte, los cambios en el desempleo tuvieron la mayor influencia sobre la
evaluación de bolsillo mientras que el consumo de noticias resultó el indicador más
eficiente de las expectativas. La conclusión fue que un presidente de Estados Unidos
ganaría popularidad convenciendo al público de que la economía nacional mejoraría, al
margen incluso del estado que guardara la economía personal de los individuos al momento
de la evaluación. La gente, concluía McKuenn, “actúa como si desarrollara complicadas
obedientes e insatisfechos iv. los flujos del apoyo político .
199
expectativas basadas en los pronósticos económicos antes que en las condiciones
económicas del momento”, es decir, razona como banquera antes que como campesina52.
Por su parte, Denis Wu contrarió ésta conclusión, al afirmar con datos de 1987 a
1996 que “debe haber factores distintos a los medios y a la realidad que afectan el
sentimiento de futuro económico de la gente”53. En su trabajo, separó el periodo bajo
examen en dos ciclos, uno de recesión y otro de recuperación, encontrando que las
relaciones entre la situación económica, la cobertura noticiosa, las percepciones y las
expectativas sobre la economía eran distintas en cada uno: en la recesión no había
influencia de la economía real sobre las percepciones y las expectativas, en tanto que en la
recuperación, la economía real se asociaba fuertemente a las percepciones y con más
retraso y mucho menor fuerza, a las expectativas54.
Pero los peculiares banqueros de MacKuen, cuyas prospecciones económicas se
construyen con la información de los telediarios, quizá no estuvieran exhibiendo el efecto
agregado del cálculo racional, sino, aplicando la interpretación de Russell Dalton sobre la
popularidad presidencial prospectiva, es decir, el de expectativas modeladas por la
credibilidad afectiva al pronóstico presidencial, acusando incluso un componente mayor de
endogeneidad en la prueba. Por su parte, el argumento de Wu también oculta un acertijo,
pues sugiere que el momento del ciclo económico define el micro mecanismo que los
individuos utilizarán: en la recuperación, podrían constatar objetivamente el proceso,
52Michael MacKuen, Robert Erikson & James Stimson, op cit., pp. 603 y 605 53Denis Wu, Robert Stevenson, Hsiao-Chi Chen & Nuray Güner, “The Conditioned Impact of Recession News: a Time-Series Analysis of Economic Communication in the United States, 1987-1996”, International Journal of Public Opinion Research, Vol. 14, No. 1, 2001, p. 34 54Denis Wu et al, ibid, pp. 29-31
obedientes e insatisfechos iv. los flujos del apoyo político .
200
aunque los resultados no se traduzcan de inmediato en expectativas, mientras que en la
recesión, quizá confeccionen irracionalmente sus creencias de acuerdo a sus preferencias.
En mi caso, en julio, septiembre y noviembre de 1995, los datos económicos
delataban tendencia recesiva, pero apenas incluí la cifra de enero de 1996, ésta se invirtió
para mantenerse con pendiente positiva hasta junio de 1997. Entonces, desde la anotación
de Denis Wu, como mi periodo bajo estudio correspondió al final breve de la recesión y al
principio sostenido de la recuperación, podía esperar mayores efectos de la economía real
sobre los juicios sociotrópicos, en tanto que un poco retrasados y más débiles en las
expectativas.
En este lapso, las variaciones del PIB y el desempleo en el DF se correlacionaron
significativamente con las evaluaciones de bolsillo y sociotrópica, mientras que la inflación
sólo con ésta última [cuadro IV/3, renglones 3, 4 y 5]. En particular, el juicio sociotrópico
se relacionó directamente con el PIB e inversamente al desempleo y la inflación, mientras
que el de bolsillo con más fuerza, de manera directa al PIB e inversa al desempleo, pero
asombrosamente no con la inflación. Cuando la prueba fue mediante regresiones simples,
ninguna de estas variables situacionales tuvo efectos significativos sobre la evaluación
sociotrópica, en tanto que el ascenso de un punto porcentual en el desempleo disminuyó las
percepciones positivas de la economía personal en 6.28 puntos porcentuales, el aumento de
mil millones de pesos de 1993 en el PIB las incrementó 0.11 por ciento y cada punto
porcentual de más en la inflación las disminuyó 5.47 puntos porcentuales. Al incluir y
evaluar simultáneamente todas las variables, el mejor modelo de las evaluaciones de
bolsillo únicamente conservó al desempleo, que fue también el vínculo más fuerte en las
obedientes e insatisfechos iv. los flujos del apoyo político .
201
correlaciones. En suma y conforme a mis datos, sólo el desempleo afectó la evaluación
retrospectiva de bolsillo, que fue la relación documentada por Wu en la recuperación
económica y por McKuen para 34 años de economía y política en Estados Unidos.
Al correlacionar las condiciones económicas con los indicadores del apoyo político,
únicamente la contra intención de voto PRI se asoció de forma significativa y directa al
nivel mensual del PIB e inversa a la inflación, en tanto que la popularidad presidencial
prospectiva lo hizo positivamente a las variaciones en el PIB e inversamente al desempleo.
Sobre éste último indicador y de vuelta a las regresiones simples, el aumento de un punto
porcentual en el desempleo haría desertar del optimismo a cerca de 3.3 por ciento de
capitalinos, en tanto que el crecimiento del PIB lo favorecería muy ligeramente, es decir, de
la economía real, únicamente el desempleo y el PIB influyeron con claridad sobre las
expectativas para el fin de mandato presidencial. Magaloni, replicando para el México de
1995 a 1999 el estudio de McKuen, encontró que de la situación económica, sólo la
inflación y el desempleo se asociaban inversamente a la popularidad, en tanto que los
salarios reales lo hacían de manera directa55.
Las variaciones agregadas en las percepciones de la economía tampoco se
relacionaron generalizadamente con los niveles del apoyo político [cuadro IV/3, renglones
1 y 2]. La evaluación sociotrópica no se vinculó significativamente con ninguno de
nuestros indicadores de respaldo actitudinal, aunque la evaluación de bolsillo lo hizo
significativamente con tres de ellos: de forma directa con la popularidad presidencial
55Beatriz Magaloni, Judging the Economy in Hard-times: Miopía, Approval Ratings and the Mexican Economy under Zedillo. Prepared for delivery at the Latin American Studies Association Meeting, Miami, Florida, March 16-18, 2000
obedientes e insatisfechos iv. los flujos del apoyo político .
202
retrospectiva y prospectiva, pero paradójicamente –es decir, también de manera directa–
con la contra intención de voto PRI. En regresiones simples sólo la evaluación de bolsillo
guardó una relación significativa pero incluso débil sobre la popularidad presidencial
retrospectiva y prospectiva. Y al evaluar conjuntamente en regresiones múltiples tanto
condiciones económicas como percepciones de la economía, la evaluación de bolsillo
inhibió el efecto del desempleo sobre la popularidad presidencial. Entonces, con mis datos
y pruebas, únicamente puedo afirmar que en el DF entre 1995 y 1997 la popularidad
presidencial retrospectiva y prospectiva se asoció principalmente a la evaluación de
bolsillo, mientras que éste juicio fue influido por los niveles de desempleo. Esta secuencia
que asocia indirectamente los niveles de desempleo al respaldo al régimen, había sido
postulada por Irving Horowitz en 1967 como generalización respecto al potencial
disruptivo de la urbanización56.
A nivel nacional, Magaloni encontró que las evaluaciones subjetivas eliminaban la
influencia sobre la popularidad presidencial de la inflación y los salarios reales, aunque no
del desempleo. Y al detallar el impacto de la subjetividad, el juicio sociotrópico
retrospectivo impactaba si no se incluía la evaluación retrospectiva de bolsillo. Entonces,
concluía, un presidente mexicano ganaría popularidad si la gente estimaba que su situación
personal presente era mejor que la pasada y si aumentaba el empleo. A su vez, como
Magaloni incluyó evaluaciones económicas prospectivas, un hallazgo paradójico y
diferente al de McKuen fue que el pesimismo en el futuro económico parecía ayudar al
presidente, acudiendo en su explicación a la miopía, aunque podría tratarse de la inversión
56Citado en Wayne Cornelius, op cit., p. 250
obedientes e insatisfechos iv. los flujos del apoyo político .
203
del efecto marco: a menores expectativas, mayor facilidad de satisfacerlas. Y con base en
mis datos, pareciera que las pautas de evaluación de la mayoría de los capitalinos fueron
parecidas mas no idénticas57.
Estos resultados, sin embargo, quizá reposen en micro mecanismos paradójicos. Por
un lado, la evaluación de bolsillo es el indicador más eficiente del auto interés, por lo que
podría suponerse más sensible a procesos económicos experimentados de forma semejante
por una gran cantidad de personas, como la inflación o los niveles salariales, que a los que
sólo tocan un segmento, como el desempleo, o los que en un principio aparecen únicamente
como información contextual, como el crecimiento del PIB. Sin disipar del todo la paradoja
pero en sintonía con la lógica expuesta, Magaloni encontró en regresiones simples que el
desempleo, los salarios reales y la inflación tuvieron influencia –en ese mismo orden de
importancia– sobre la evaluación de bolsillo, mientras que sólo los niveles del PIB
impactaron al juicio sociotrópico sin afectar el de bolsillo. Como sea, la evaluación de
bolsillo se vinculó con las dos formas de la popularidad presidencial, reiterando el
componente instrumental de éstas evaluaciones.
Del vínculo contra intuitivo entre la mejora en las variables situacionales y
subjetivas del desempeño económico y el crecimiento de la contra intención de voto PRI
hay muy poco sustantivo que decir, a no ser que se trata de un artificio estadístico derivado
del escaso número de observaciones así como de la coincidencia entre el inicio de la
57Para 34 años, MacKuen utilizó de 101 a 126 observaciones; para cuatro, Magaloni 18. Ambos usaron la prueba de causalidad de Granger y corrieron regresiones múltiples con un vector auto regresivo. Wu utilizó 111 observaciones de 1987 a 1996, aplicó una prueba de Chow para distinguir el corte estructural entre la recesión y la recuperación, y utilizó la prueba avanzada de vectores auto regresivos (VAR por sus siglas en inglés) para examinar las relaciones de causalidad trivariadas. Por mi parte, con 12 observaciones para dos
obedientes e insatisfechos iv. los flujos del apoyo político .
204
recuperación, el éxito de la política antiinflacionaria y la pronunciada caída en la
legitimidad de éste partido, acentuada por las propias campañas electorales, o tal vez, que
presenciamos un mecanismo paradójico en que un gobierno es incapaz de recuperar el
apoyo actitudinal de las personas en el corto plazo hacia su partido a pesar de su buen
desempeño objetivo inmediato, cuando su actuación fue insatisfactoria y perdió respaldo
discursivo en un ciclo muy largo, habiendo aparecido una alternativa atractiva que
disminuye los costos de traducir las disposiciones en acciones.
En cambio, que la popularidad presidencial prospectiva no sólo se vinculara con la
evaluación de bolsillo sino también con los movimientos del PIB y el desempleo –variables
contextuales, cuya experiencia es indirecta y menos general para las personas– abona en
favor del argumento para reconocerle un componente afectivo a las expectativas. Incluso, la
miopía que Magaloni atribuyó a los electores mexicanos, podría acusar, más bien, la
concatenación de dos micro mecanismos: si las expectativas tienen un componente de
credibilidad afectiva, no sería ilógico que los individuos reconocieran la recuperación
económica y no creyeran que ésta se mantendrá en el futuro, aunque guiados por
consideraciones utilitarias y acostumbrados a su escepticismo, estuvieran dispuestos a
concederle su voto al partido en el gobierno.
años me limité a presentar coeficientes de correlación, aunque corrí regresiones simples y multivariadas con un vector auto regresivo que completaron mi análisis
obedientes e insatisfechos iv. los flujos del apoyo político .
205
CUADRO IV/3 CORRELACIONES ENTRE APOYO POLÍTICO, DESEMPEÑO ECONÓMICO DEL RÉGIMEN,
CONFIANZA INSTITUCIONAL Y EVALUACIÓN DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS, 1995-1997
APOYO POLÍTICO
EVALUACIÓN DE LA ECONOMÍA
(A) PRES.RETR.
(B) PRES.
PROSP.
(C) SAT. SIS.
(D) NO PRI
(E) PRI
(F) SOCIOT.
(G) BOLSILLO
1 SOCIOTRÓPICA .471 .566 .085 .452 -.110 .6752 BOLSILLO .612 .772 .073 .647 .115 .6753 PIB .573 .675 -.137 .591 -.158 .614 .8614 DESEMPLEO -.546 -.603 -.028 -.544 -.101 -.677 -.8855 INFLACIÓN -.055 -.298 -.151 -.734 .176 -.700 -.5426 PARTIDOS .533 .643 -.026 .367 -.181 .913 .7217 CONFIANZA .309 .251 .142 .431 -.131 .061 .385
Cursivas: significativas a 95 por ciento de confianza Negritas: significativas a 99 por ciento de confianza
Fuentes: cuadro IV/2
Cierro mi largo paréntesis y todavía con datos agregados longitudinales y en
pruebas de correlación simple, vuelvo a las relaciones del modelo de Weil, destacando que
su variable dependiente, su indicador de legitimidad, la satisfacción con el desempeño del
sistema, no se asoció significativamente a ninguna variable, lo que debe tomarse con las
reservas derivadas de que en mis doce observaciones, por si mismas escasas, tuvo poca
variación [cuadro IV/3, columna C]. Ésta persistencia en el nivel de insatisfacción y su
invulnerabilidad a cambios en el corto plazo, podría revelar una creencia duradera con
ingredientes no racionales que colorea cualquier evaluación del régimen y su transición.
Tampoco la confianza con las instituciones públicas se asoció a cambios en ninguna otra
variable.
La calificación a los partidos políticos que mejoró sostenidamente a lo largo de las
doce observaciones no tuvo los efectos sobre la confianza y la satisfacción que postula el
modelo y sólo se asoció positivamente a la popularidad presidencial prospectiva, que como
obedientes e insatisfechos iv. los flujos del apoyo político .
206
he apuntado, si bien contiene un juicio instrumental que se parece a la definición de Weil
de confianza, también implica elementos no racionales. Y aunque los partidos políticos no
son el explanan del modelo, que su calificación se haya vinculado tan fuerte, significativa y
directamente a los juicios de bolsillo y sociotrópico podría ser porque al menos durante la
transición y quizá en los primeros años de la consolidación democrática, de la suerte
económica de las personas dependerá el juicio al sistema de partidos [cuadro IV/3,
renglones 3 y 6]. Cabe apuntar, además, que en estos años concurrieron la recuperación y
las campañas electorales, por lo que seguramente en la nota a los partidos, ambos efectos
están confundiéndose.
Examinando el modelo base mediante regresiones, ni la satisfacción con el
funcionamiento del sistema ni la contra intención de voto PRI tuvieron asociaciones
significativas con la confianza en las instituciones, la calificación a los partidos o los
juicios económicos de las personas: bivariadamente, la popularidad presidencial
retrospectiva se vinculó de forma directa con la evaluación económica de bolsillo y la
calificación a partidos, pero al modelarla de manera múltiple la evaluación de bolsillo
inhibió el efecto de cualquier otro indicador. Por su parte, también en regresiones
bivariadas, la popularidad presidencial prospectiva se asoció a las evaluaciones económicas
sociotrópica y de bolsillo, igual que a la calificación a los partidos políticos. Pero una vez
más, el evaluarla de forma múltiple, sólo el juicio de bolsillo conservó sus efectos. En
suma, con los datos agregados de que dispongo, únicamente es posible afirmar que la
evaluación de bolsillo incidió sobre la popularidad presidencial.
obedientes e insatisfechos iv. los flujos del apoyo político .
207
Aparece entonces un primer y borroso esbozo de las macro relaciones del apoyo
actitudinal: el juicio retrospectivo de bolsillo, configurado en buena medida por los niveles
de empleo, resultó tan decisivo para la popularidad presidencial en sus dos horizontes
temporales y para la evaluación a los partidos como irrelevante para la satisfacción con el
funcionamiento del régimen y la confianza en las instituciones. Desde la perspectiva de
Weil, que la presidencia se calificara por su desempeño económico confirma la hipótesis de
evaluación instrumental de las autoridades, pero la ausencia de relaciones significativas de
los demás indicadores, particularmente de la satisfacción, exhibe la insuficiencia del
modelo, al menos en mi circunstancia.
Segunda variación: la micro dimensión
El modelo expuesto anuda las macro relaciones entre cuatro dimensiones –para sus
efectos, no más que cajas negras– que simplificadamente informan cómo se legitima un
gobierno democrático. Weil no hace explícito ningún micro mecanismo, pero sus hipótesis
son posibles porque supone individuos racionales. McKuen o Denis Wu penetran en las
cajas, describiendo sus hilos y ataduras: al mismo nivel de agregación pero con foco y
detalle analítico nos informan cómo se asocian las condiciones objetivas de la economía
con las percepciones subjetivas y cómo ambas se vinculan al respaldo político, sugiriendo
una suerte de racionalidad contextual como mecanismo de confección de los juicios. En
esta lógica, bajaré de nivel, intentando ahora construir una explicación con mecanismos,
esto es, examinando las mismas relaciones que Weil propone, así como los
desplazamientos que van de un tipo de actitudes a otras, mediante un análisis transversal de
obedientes e insatisfechos iv. los flujos del apoyo político .
208
datos individuales con regresiones logísticas, identificando el componente de significado,
las razones de los actores, para que las creencias examinadas acusen los vínculos
estadísticos expuestos. Como mi objetivo inmediato no será obtener el mejor modelo sino
evaluar la propuesta, presentaré los resultados completos sin eliminar variables con efectos
no significativos o que mejoran tan poco el ajuste de los modelos que lo más conveniente
sería excluirlas.
Si para el examen de las macro relaciones, el número de observaciones fue mi más
importante limitante, para la micro explicación y con suficientes registros individuales de
por medio, correré el riesgo de la endogeneidad, esto es, suponer que las personas tienen la
opinión X porque comparten la actitud Z, cuando o bien la relación es la inversa, o bien X y
Z son expresiones de un fenómeno antecedente J no observado. Al respecto, mi principal
protección será la lógica teórica de las relaciones, porque si bien mi búsqueda se finca en
fuentes empíricas, es principalmente deductiva.
En la exploración longitudinal, el hallazgo más importante fue que las evaluaciones
de bolsillo, definidas en buena medida por el desempleo, gravitan principalmente, una vez
considerados los juicios sociotrópico, la calificación a los partidos y la confianza en las
instituciones, sobre la popularidad presidencial, lo que dicho de otro modo significó que
entre 1995 y 1997, al menos en el DF, la evaluación del presidente se construyó desde el
juicio instrumental más personal. En cambio, en el plano individual, la primera diferencia
importante y paradójica fue que el juicio sociotrópico resultó más influyente que el de
bolsillo, aunque en consonancia con el análisis de las macro relaciones y con excepción de
obedientes e insatisfechos iv. los flujos del apoyo político .
209
la popularidad presidencial, la evaluación de bolsillo retrospectiva siempre fue más
decisiva que la prospectiva.
El origen de la diferencia, sin embargo, tal vez radique en la dinámica de las
creencias antes que en el nivel del análisis: mientras en los datos longitudinales, las
evaluaciones positivas de la economía personal se movieron en estable convergencia con la
popularidad, el juicio sociotrópico fue más errático, al menos en parte porque utilicé
indicadores diferentes. También en lo técnico, el limitado número de casos plantea
reservas. Y con las observaciones individuales, la relación resulta sólida estadística y
sustantivamente, pero se impone la pregunta sobre su posible endogeneidad, pues es
posible que las percepciones sociotrópicas de la economía estén predefinidas por los
niveles de apoyo político. Una posibilidad más sería que para muchos entrevistados el
juicio sociotrópico sea la presentación socialmente aceptable del auto interés. Cualquiera
que fuere el caso, a pesar de los limites metodológicos que no he dejado de reconocer, la
mayor importancia del juicio de bolsillo en los datos longitudinales pudiera delatar una
propiedad emergente, que se prefigura al nivel individual en las evaluaciones sociotrópicas
y sólo toma forma en el agregado58.
En el nivel individual, un caso singular fue el mayor peso de los juicios de bolsillo
prospectivos sobre la presidencia, en tanto que los retrospectivos lo tuvieron sobre el
sistema y el PRI. Por su parte y con excepción de la contra intención de voto PRI, los
efectos del juicio sociotrópico sobre la dimensión popularidad son notablemente mayores
58Luhmann ilustra el concepto al sostener que para Parsons, la acción es una propiedad emergente de la realidad social, “o con otras palabras: para que se lleve a cabo una acción deben concurrir un determinado número de componentes”. Niklas Luhmann, Introducción a la teoría de sistemas. México: UIA/ITESO, 1996, p. 32
obedientes e insatisfechos iv. los flujos del apoyo político .
210
que sobre los indicadores de legitimidad en sentido estricto. Obviamente, la correlación
paradójica –directa y significativa– entre contra intención de voto PRI y evaluación
favorable de bolsillo obtenida con cifras agregadas, se invirtió y debilitó en el análisis
individual, situándose en los términos en que lógicamente se esperaba.
Junto a éstas diferencias en las secuencias que van del juicio económico al político,
la principal semejanza ha sido que tanto en el análisis con datos agregados como con
individuales, en contraste con los hallazgos de Weil, la calificación a los partidos y la
confianza en las instituciones públicas tuvieron los más débiles efectos sobre la satisfacción
y demás indicadores de respaldo. Dicho de otro modo, el apoyo actitudinal al régimen, al
menos en el DF en los años de su transición, dependía mucho de las evaluaciones
instrumentales de su desempeño, lo que concuerda con los hallazgos de McDonough,
Barnes y López para la España de la transición y de Mishler y Rose para la Europa post
comunista. Revisaré ahora los estadísticos y micro mecanismos posibles de mi variación
del modelo de Weil figura por figura y dimensión por dimensión, comenzando con los
indicadores de legitimidad en sentido amplio para terminar con los de su sentido estricto.
En el DF en 1997, conociendo los valores de las variables del modelo de Weil e
incluyendo las evaluaciones de bolsillo y sociotrópica de la economía, podríamos
pronosticar correctamente 39.69 por ciento de quienes sentían satisfacción con el
funcionamiento del sistema y 92.59 por ciento de los que no [cuadro IV/4, columna 1]59, en
59Una presentación en lenguaje natural y notación simbólica de éste y los demás modelos de regresión logística –todos con variable dependiente dicotómica– y dos o más variables independientes, aparece en el Anexo I, adelante del cuadro A/5
obedientes e insatisfechos iv. los flujos del apoyo político .
211
un caso evidente de sobre ajuste60: estimar que el gobierno tenía éxito en el manejo de la
economía multiplicó por 3.36 la probabilidad de sentirse satisfecho con el funcionamiento
del sistema, juzgar la situación personal actual mejor que la pasada por 1.46 y escalar un
punto en la evaluación a los partidos apenas por 1.12. La divergencia con el modelo
original debe subrayarse: mientras en el funcionamiento de largo plazo de las democracias
occidentales la estructura de la oposición definió la satisfacción generada por el sistema, en
junio de 1997 en el DF, los niveles de satisfacción fueron principalmente influidos por la
evaluación sociotrópica de la economía, muy por abajo por las evaluaciones de bolsillo y
sólo en tercer lugar, por la calificación a los partidos.
Sin embargo, en la lógica de mi distinción en torno a las dimensiones de la
legitimidad, no es paradójica la escasa influencia sobre la satisfacción de la calificación a
los partidos, pues lo que exhibe es el peso de evaluaciones instrumentales de la economía
nacional sobre el juicio utilitario del sistema. El acertijo, sin embargo, es la mayor
importancia de las opiniones sobre el país que de las evaluaciones de la situación personal,
pues si aceptamos que el juicio sociotrópico no traduce literalmente el auto interés y que
involucrar la abstracción país, genera juicios afectivos o evaluativos, estaría sugiriendo que
en la reprobación al funcionamiento del sistema no sólo gravita la insatisfacción con sus
rendimientos materiales, sino la debilidad del vínculo afectivo. Obviamente, una
explicación alternativa sería que la percepción del auto interés se desplaza al juicio
sociotrópico, mediante un mecanismo por identificar. Y una más, ingenua y poco plausible,
60Por sobre ajuste se entiende el pronóstico correcto en muy alta proporción de una de las categorías de la variable dependiente asociado al pronóstico incorrecto en muy alta proporción de la otra categoría
obedientes e insatisfechos iv. los flujos del apoyo político .
212
sería sostener que al evaluar al sistema, las personas piensan primero en la situación del
país y después en la suya propia.
En cuanto a la popularidad presidencial retrospectiva, el modelo no presentó
problemas de sobre ajuste, pues pronosticó correctamente 70 por ciento de casos de
aprobación y 76 por ciento de desaprobación [cuadro IV/4, columna 3]: la evaluación
sociotrópica multiplicó por 5.41 la probabilidad de calificar positivamente la actuación
presidencial pasada, confiar en las instituciones la incrementó 32 por ciento, considerar que
la situación personal era mejor que el año pasado apenas 11 por ciento –a 94 por ciento de
confianza– y que sería mejor dentro de diez años 14 por ciento, en tanto que cada punto de
evaluación positiva a los partidos la incrementó 16 por ciento. Siendo ésta la dimensión
más instrumental del respaldo, otra vez resulta sorprendente la fuerza del juicio
sociotrópico sobre el de bolsillo, por lo que lo apuntado en el párrafo anterior respecto a la
satisfacción con el funcionamiento del sistema es enteramente aplicable.
Respecto al juicio prospectivo del presidente Zedillo mis cinco variables
independientes ofrecieron 71 por ciento de pronóstico correcto sin problema de sobre ajuste
[cuadro IV/4, columna 4]. La percepción sociotrópica fue la más influyente y le siguió la
evaluación prospectiva de bolsillo, en cuyo caso podría tratarse de una perversión de la
racionalidad, una suerte de reducción prospectiva de la disonancia mediante ilusiones, en
que el deseo de que la economía personal mejore conduce al individuo a creer que el final
sexenal también será mejor. Así, que el modelo para la popularidad presidencial
retrospectiva cuente con el mejor ajuste –evaluado con la r2 de Nagelkerke– sugiere que la
evaluación del pasado tiene más carga cognoscitiva, no sólo utilitaria ni racional, que la del
obedientes e insatisfechos iv. los flujos del apoyo político .
213
futuro, cuando la incertidumbre quizá se resuelva con más componentes rutinarios y
afectivos.
En términos prácticos, la conclusión parece sencilla: si en junio de 1997 Zedillo
quería mejorar la calificación de su trabajo entre los citadinos, debía convencerlos de que la
economía nacional mejoraba, lo que contradice los resultados de la exploración
longitudinal anterior con este mismo caso, los hallazgos de Magaloni para México con
datos agregados y los de MacKuen para Estados Unidos también con exploración
longitudinal, en donde la variable eficiente fue la evaluación de bolsillo, en tanto que con
mis datos individuales, fue la evaluación sociotrópica.
CUADRO IV/4 EVALUACIÓN TRANSVERSAL DEL MODELO DE WEIL
SISTEMA
PRESIDENCIA
PRI
VAR. IND. [RANGO] (1) SAT.
(2) LEGIT.
(3) RETR.
(4) PROSP.
(5) LEGIT.
(6) POP.
(7) LEGIT
EXP � EXP � EXP � EXP � EXP � EXP � EXP � SOCIOTRÓPICA [0-2] 3.36 (.00) 2.29 (.00) 5.41 (.00) 3.72 (.00) 3.52 (.00) 1.58 (.00) 2.71 (.00)BOL. RETR. [0-4] 1.46 (.00) 1.21 (.00) 1.11 (.06) 1.13 (.02) 1.08 (.21) 1.17 (.00) 1.19 (.02)BOL. PROSP. [0-4] 1.11 (.10) 1.05 (.29) 1.14 (.01) 1.33 (.00) 1.15 (.01) .94 (.24) 1.02 (.75)PARTIDOS [1-10] 1.12 (.00) 1.09 (.00) 1.16 (.04) 1.00 (.84) 1.06 (.05) 1.03 (.23) 1.16 (.00)CONFIANZA [0-3] 1.36 (.00) 1.26 (.00) 1.32 (.00) 1.16 (.03) 1.18 (.02) 1.06 (.28) 1.45 (.00)CONSTANTE .018 (.00) .53 (.00) 0.15 (.00) 0.15 (.00) .622 (.01) .427 (.00) .015 (.00)
BONDAD DE AJUSTE PRON. NO 92.59 41.9 76.2 64.8 17.7 74.7 98.4PRON. SI 39.69 87.1 69.9 77.3 94.41 42.6 12.1PRON. CORRECTO 79.52 71.8 73.0 71.4 73.1 60.2 84.7��/ 5 GDOS. DE LIB. 249.01 133.3 302.15 234.3 142.30 45.1 140.01NAGELKERKE R2 .316 .137 .336 .269 .185 .050 .216N 1040 1040 1040 1040 1040 1040 1040
En la columna que identifica las variables independientes, entre corchetes [ ] aparece el rango de sus valores En las columnas del exponencial de �el valor de las p’s aparece entre paréntesis ( )
Fuente: Nlo/Sip, junio de 1997. Para más detalles respecto a datos y modelos, ver Anexo I
Para las intenciones de voto PRI [cuadro IV/4, columna 6] la capacidad explicativa
de mi variación del modelo de Weil fue la más débil de todas, pues sólo brindó 60 por
ciento de pronósticos correctos con problemas de sobre ajuste. Aquí, exclusivamente la
obedientes e insatisfechos iv. los flujos del apoyo político .
214
evaluación sociotrópica y de bolsillo retrospectivas de la economía resultaron
significativas, con bajos y semejantes efectos, pues apreciar positivamente la economía
nacional incrementó 58 por ciento la probabilidad de preferir al PRI, en tanto que pensarse
en situación personal mejor que el año pasado, 17 por ciento. Sobre esta base, parecería que
la intención de voto PRI descansó en juicios instrumentales, con efectos limitados, quizá
originados porque en las condiciones originales la preferencia por este partido ya era baja,
incapaces al cabo de remontar la fuerte erosión de su legitimidad.
En el análisis de la legitimidad en sentido estricto, sobre la base de mis definiciones
y al tomar en cuenta que Weil diseñó y probó sus relaciones con un indicador instrumental
y con datos agregados, esperaba menor capacidad explicativa de los modelos así como la
fragmentación de la influencia de cada variable independiente, combinado con la menor
importancia del juicio de bolsillo –el más instrumental– y las alteraciones de los pesos
relativos de las evaluaciones con componentes no racionales, como el juicio sociotrópico,
el de bolsillo prospectivo, la confianza en las instituciones o la evaluación a los partidos.
Y en general, aunque la evaluación sociotrópica siguió siendo la más influyente
variable, también perdió importancia: sostener que el gobierno tenía éxito en el manejo
económico multiplicó por 2.29 la probabilidad de concederle legitimidad al sistema, por
3.52 a la presidencia y por 2.71 al PRI [cuadro IV/4, columnas 2, 5 y 7]. Por su parte, el
impacto de las evaluaciones de bolsillo fue tan irrelevante como la calificación a los
partidos, destacando que la confianza en las instituciones resultó la segunda variable en
importancia. En particular, los modelos de apoyo al PRI ofrecieron resultados invertidos,
pues su legitimidad en sentido estricto se asoció con mayor fuerza a los indicadores
obedientes e insatisfechos iv. los flujos del apoyo político .
215
instrumentales, lo que no sólo cuestiona la pertinencia del esquema, sino también la validez
de la contra intención de voto como indicador de legitimidad estricta. Finalmente, la
disminución de la importancia del juicio sociotrópico, el incremento del peso de la
confianza, la fragmentación del efecto de otras variables y la menor calidad –con excepción
de la contra intención de voto PRI– de los ajustes, según las r’s2 de Nagelkerke,
concordaron con mis expectativas, aunque de cara al argumento de Weil, la escasa
importancia sobre la legitimidad de la evaluación al sistema de partidos, volvió a
representar una anomalía.
Al evaluar las ganancias en la bondad de ajuste de los siete modelos y atendiendo el
criterio de parsimonia, en todos los casos el mejor modelo incluiría exclusivamente el
juicio sociotrópico, lo que encima de todo representa una paradoja respecto al
planteamiento original. Además, los modelos son en general débiles y algunos tienen
problemas de sobre ajuste, por lo que al menos para dar cuenta del respaldo político
actitudinal al sistema, al PRI y a la presidencia entre los pobladores adultos de la ciudad de
México en junio de 1997, no son los más apropiados61.
Pero el esquema de Weil proporcionó una provechosa heurística para organizar las
teorías de la legitimidad, analizarlas conceptual, lógica y empíricamente, así como para
formular nuevas preguntas. Incluso, la aparente anomalía que representa la influencia
persistente del juicio sociotrópico en el análisis individual para dar cuenta de la
legitimidad, acepta explicaciones alternativas en términos agregados: para Weil, las fuentes
61Según Schumpeter, Einstein decía que “siempre que nuestras proposiciones sean ciertas no dirán nada acerca de la realidad y siempre que digan algo acerca de la realidad, no serán ciertas”. Gary King, Robert O. Keohane y Sidney Verba, El diseño de la investigación social. La inferencia científica en los estudios cualitativos. Madrid: Alianza Editorial, 2000, p. 17
obedientes e insatisfechos iv. los flujos del apoyo político .
216
de legitimidad tipifican a los sistemas políticos, las democracias dependen de la
responsividad del sistema de partidos y los autoritarismos de los rendimientos: ¿podríamos
afirmar entonces que el dispositivo de legitimación del régimen mexicano en los años de su
transición fue propio de un sistema autoritario?, ¿o al evaluar a las autoridades, los
citadinos pensaban en el viejo régimen y no en el nuevo?
Ceñidos a las macro relaciones de Weil, las relaciones paradójicas de la satisfacción
con el funcionamiento del sistema anidaban en la selección de la satisfacción como
indicador de legitimidad, pues se trata de un juicio instrumental que además, en el caso
mexicano, comporta la persistencia de la insatisfacción. Por su parte, la popularidad del
presidente y la legitimidad del PRI, ésta última al parecer más utilitaria de lo que
originalmente supuse, corresponderían a la esfera de la confianza institucional que en Weil
es juicio instrumental, por lo que no habría anomalía sino confirmación. Entonces, junto al
dispositivo de producción de satisfacción con las reservas recién anotadas, la legitimidad
estricta del sistema y del presidente podrían considerarse anómalos. Pero los hallazgos para
las nuevas democracias de Mishler y Rose en los países ex comunistas y de McDonough,
Barnes y López en España, ofrecen otra salida: las nuevas democracias dependen en mayor
medida que las democracias estables de su desempeño económico, así como de las
expectativas económicas de sus ciudadanos y de las comparaciones inter temporales entre
regímenes políticos que éstos hacen. En otras palabras, aún aceptando la propuesta de Weil
en torno a las fuentes de legitimación de los distintos regímenes políticos, deberíamos
completar su distinción con una categoría adicional que caracterizaría a las jóvenes
obedientes e insatisfechos iv. los flujos del apoyo político .
217
democracias y a los sistemas en transición. Esta lectura, además, concuerda con la
propuesta de Huntington para asociar la forma del cambio político a los tipos de
legitimación.
obedientes e insatisfechos iv. los flujos del apoyo político .
218
obedientes e insatisfechos v. estar y significar .
219
CAPÍTULO V ESTAR Y SIGNIFICAR:
¿LAS FUENTES DE LA DISTINCIÓN?
Las ideas ocurrencias las producimos, las sostenemos, las discutimos, las propagamos,
combatimos en su pro y hasta somos capaces de morir por ellas. Con las creencias
propiamente no hacemos nada, sino que simplemente estamos con y en ellas. José Ortega y Gasset1
Que los individuos actúan racionalmente conforme a su auto interés, o mejor dicho,
que su conducta puede analizarse como si sus decisiones fuesen dictadas por el auto interés
y la razón señalara los mejores instrumentos para lograrlo, son tan sólo supuestos posibles,
motivacional y cognoscitivo, en el tratamiento de nuestro problema. Sin embargo, de
Weber a los trabajos contemporáneos sobre respaldo actitudinal, la idea de que las
creencias en la legitimidad en sentido estricto no derivan, o no principal ni exclusivamente
del auto interés, sino de normas y valores, tradiciones o afectos, tiende a ser la dominante.
El modelo de Weil, al indicar la legitimidad mediante la satisfacción con el funcionamiento
de la democracia y explicarla por la responsividad del sistema de partidos, es decir por la
percepción estratégica de los ciudadanos ordinarios de que la deficiente representación de
su interés por el gobierno del partido X podrá mejorarse con el gobierno del partido Z, es
una excepción afín a las teorías de la elección racional y distante de los planteamientos
clásicos de la legitimidad, por lo que no debieran parecer tan paradójicas –sin dejarlo de ser
1José Ortega y Gasset, Ideas y creencias. Madrid: Revista de Occidente, 1942, p. 17
obedientes e insatisfechos v. estar y significar .
220
del todo– mis réplicas empíricas de su modelo, donde incluso en el análisis de datos
individuales, la forma desplazada del auto interés –el juicio sociotrópico– y no su
expresión inmediata –el de bolsillo– fue la decisiva para explicar no sólo las evaluaciones
instrumentales al régimen, la presidencia y el PRI, sino también su legitimidad estricta.
En suma, la naturaleza que se atribuye a las creencias en la legitimidad estricta de
una figura política obliga a considerar su dimensión no racional. Incluso, desde la
perspectiva de la teoría de la elección racional, en tanto que los ciudadanos ordinarios
perciben la política como asunto de bajos costos y su interés es variable aunque por lo
general mínimo, no equiparan los costos marginales a los beneficios marginales de la
información, concluyendo que “cuanto menos esté en juego con respecto a los intereses,
tanto más pueden las opiniones influir en las decisiones”2. Y en la esfera política, añadiría
ahora con Zaller, las personas no tienen actitudes u opiniones establecidas, sino que
construyen propuestas al momento en que son confrontadas por un debate público –o un
entrevistador– que las interpela: “cada opinión es un matrimonio entre información y
predisposición”3.
¿Cuáles fueron las predisposiciones, normas y valores –constelaciones de sentido–
desde las que gobernantes y gobernados tramitaban su relación?, ¿cuáles las que
legitimaban el vínculo de gobierno en el viejo régimen?, ¿cuáles acompañaron la
transición?, ¿cómo pueden explicarse los cambios de una a otra constelaciones de sentido?,
las viejas y nuevas fuentes de legitimación, ¿eran realmente compartidas o al menos
2Reinhard Zintl, Comportamiento político y elección racional. Barcelona: Gedisa, 1995, p.143 3John Zaller, The Nature and Origins of Mass Opinion. Cambridge: Cambridge Press, 1998, p. 6
obedientes e insatisfechos v. estar y significar .
221
reconocidas por los ciudadanos ordinarios?, ¿qué efectos sobre la legitimidad del sistema
en transición tuvieron las diferencias en predisposiciones, valores, normas e identidades de
los individuos? Para responderme, en este capítulo relacionaré a nivel individual actitudes
con actitudes y condiciones sociales con actitudes, en donde las variables dependientes
serán ocho dimensiones del respaldo político actitudinal, algunas de las cuáles presenté en
el capítulo tercero y analicé parcialmente en el cuarto, evaluaciones de la autoridad que
pueden pensarse como ideas ocurrencia en la imagen de Ortega, o como propuestas en la
lógica de Zaller, toda vez que son juicios circunstanciales, mientras que mis actitudes
explicativas serán normas, valores y predisposiciones, creencias en las que se está, como
las fuentes de sentido con que se juzgó a la autoridad en el contexto mexicano, la confianza
interpersonal, la orientación al cambio, la ideología y la identidad partidaria, tomando a la
edad como una condición social en que también se está. La pareja de las predisposiciones,
la información, será examinada en el capítulo siguiente.
Éste capítulo consta de tres partes. La primera es un relato, descriptivo e
interpretativo que da cuenta de las fuentes de legitimación que usualmente se atribuyeron al
sistema post revolucionario, entendidas como constelaciones de sentido integradas por las
formas de la retórica pública y las creencias colectivas, distinguiendo las no democráticas
de las democráticas, planteando la manera en que se combinaron antes y durante los años
de la democratización e identificando los posibles micro mecanismos que explicarían sus
transformaciones en la élite política. En la segunda parte, regreso a los ciudadanos
ordinarios, describiendo primero sus declaraciones en torno a los valores políticos que
gravitarían en sus justificaciones del mando y la obediencia para después, en la tercera y
obedientes e insatisfechos v. estar y significar .
222
última parte, examinar las diferencias que genera en los juicios sobre el desempeño y la
legitimidad de la autoridad estar en una u otra de las constelaciones de sentido, abriendo mi
foco de atención a los efectos de la confianza interpersonal, la orientación al cambio, la
ideología, la identidad partidaria y la edad de los individuos sobre mis variables
dependientes.
Las razones de la Revolución, las razones de la democracia
En la tradición weberiana, la creencia en la legitimidad de la dominación es una
máxima internalizada cuya confección no depende de beneficios selectivos y bienes
públicos, sino de valores, tradiciones y emociones que integran constelaciones de sentido
que la retórica política utiliza y/o re-genera con “un lenguaje común o, más bien, un mundo
común en el lenguaje: un sistema de señales, automatismos [y] sobreentendidos”4, capaz de
“penetrar en las distintas capas sociales”, para que gestos y palabras, acciones y omisiones
en la relación de gobierno se signifiquen con un mismo “código moral”5.
En esta perspectiva, Weber parecía suscribir el argumento ecléctico conforme al
cual “algunas formas de conducta se explican mejor por el supuesto de que los hombres
obran racionalmente, en tanto que otras se explican por alguna teoría de las normas
sociales”6. Para él, las normas son prescripciones que se pretenden moralmente buenas,
tejidas con los hilos de las creencias individuales, socialmente compartidas y cuyo
4Fernando Escalante, “Estampas de Liliput. Los salvajes de Lahontan”, Vuelta. Año XXI, enero de 1998, número 254. 5Brian Connaughton, Carlos Illades y Sonia Pérez Toledo [coordinadores]. Construcción de la legitimidad política en México en el siglo XIX. México : El Colegio de México / El Colegio de Michoacán, 1999, p. 13 6Jon Elster, El cemento de la sociedad. Op. cit. p. 119
obedientes e insatisfechos v. estar y significar .
223
cumplimiento no depende de garantías externas como el derecho y sus previsiones
coactivas, sino de las convicciones que esas mismas creencias producen, sean de tipo
religioso, convencional u otro. En esta perspectiva, la acción racional con arreglo a valores
obedece a “exigencias que el actor cree dirigidas a él” en la forma de mandatos indiferentes
a las consecuencias7. Según Hirsch, los sistemas de valores proporcionan unidad, sentido y
finalidad, son normativos, permiten solucionar conflictos y tomar decisiones, ofrecen
motivaciones e intervienen en la formación de la identidad, la integración y la adaptación
sociales8. Skinner, aceptando la posibilidad de que los principios manifestados por los
actores para explicar su conducta “no fuesen el motivo, sino una racionalización” advierte
que “aún entonces contribuirían a dar forma a la acción y a limitar las acciones posibles”9.
A mi entender, las constelaciones de sentido en tanto realidades, sólo admiten como
metáforas aquellos conceptos que denominan “un todo psíquico y social diferente”10, como
el de conciencia colectiva o psique social, pues “los universos simbólicos y las
legitimaciones son productos humanos”, radicados en individuos concretos, fuera de los
cuales “carecen de existencia empírica”11, aunque lo social tampoco pueda derivarse de la
agregación de las creencias y acciones individuales, como lo sugieren Marcus, Neuman y
MacKuen respecto a la cultura política12, ya que un sistema de acción —y creencias— no
consiste únicamente de significados y conductas individuales, ni éstas últimas se
7Max Weber, Economía y sociedad. Op cit., pp. 20, 21 y 29 8Ana Hirsch Adler, México: valores nacionales. Visión panorámica sobre las investigaciones de valores nacionales. México: Gernika, 1999, pp. 17-18 9Quentin Skinner, op cit., p. 68 10Ana Hirsch Adler, ibid, p. 12 11Peter Berger y Thomas Luckmann, La construcción social de la realidad. Buenos Aires: Amorrortu, 1991, p. 163 12George Marcus, Russell Neuman y Michael MacKuen, op cit., p. 133
obedientes e insatisfechos v. estar y significar .
224
desprenden de las creencias de una persona, sino que a nivel individual, entre las creencias
y las conductas intervienen mediaciones cognoscitivas y motivacionales en tanto que la
interacción es constitutiva del individuo mismo13.
En México, el movimiento revolucionario de 1910 consagró un orden legal fincado
en una Constitución que articulaba un régimen político liberal, republicano y democrático,
presidencialista con equilibrio de poderes, estructurado mediante la relación entre
individuos en la esfera pública. Sin embargo, el orden convencional14 anudaba una
presidencia con facultades meta constitucionales15, un partido gobernante con funciones
excepcionales que iban de la conformación de la coalición gobernante al establecimiento de
una organización de masas, de la formación y reclutamiento de una élite política a la
participación electoral16 y cuyo principio de organización no eran las relaciones libres entre
personas iguales, sino los vínculos diferenciados entre agregados sociales17.
El régimen político, es decir el orden legal, se diseñó en la matriz liberal y
democrática, pero el sistema, el orden convencional, organizó figuras y formas de hacer a
veces en los márgenes del régimen cuando no en su contra, articulados en un dispositivo
semidemocrático o semiautoritario, cuyo gozne, respecto a la transmisión y ejercicio del
gobierno, no fue la sistemática violación de la ley electoral o el avasallamiento de un orden
13James Coleman, “Microfundamentos y conducta macrosocial” en Jeffrey Alexander, Bernhard Giesen, Richard Munich y Neil Smelser [compiladores], El vínculo micro macro. Jalisco: Gamma / Universidad de Guadalajara, 1994, pp. 193 y 194 14Según Weber, la validez del orden convencional está dada por la probabilidad de que entre un círculo de personas, una conducta discordante tropiece con relativa reprobación general y sensible, en tanto que para el orden legal es la probabilidad de la coacción física o psíquica ejercida por un cuadro de individuos instituidos con esa misión. Ver Max Weber, Economía y sociedad. Op cit., p. 27 15Jorge Carpizo, op cit. 16Luis Javier Garrido, op cit. 17Juan Espíndola Mata, El hombre que lo podía todo, todo, todo. Ensayo sobre el mito presidencial en México. México: Colmex, 2004, p. 116.
obedientes e insatisfechos v. estar y significar .
225
por el otro, sino las omisiones e incluso disposiciones legales que favorecían al partido en
el gobierno18. Ésta mixtura, contradictoria en sus formas pero funcional en sus resultados,
implicó por décadas dualidad en las fuentes de legitimación de la dominación, pues
régimen y sistema podían justificarse lo mismo por su origen, legal el primero
revolucionario el segundo, cuanto por su desempeño, rendimientos sociales uno,
procedimientos legales el otro, cumpliendo las expectativas de quienes satisfacían sus
valores políticos mediante el cumplimiento de la ley, o bien, de quienes lo hacían a través
del programa revolucionario y nacionalista. Este dispositivo, se expresaba en recursos
fuertes, como una presidencia poderosa y discrecional, o el PRI y sus organizaciones de
masas anudadas en largas y poderosas cadenas de intermediación que iban del cacique al
político profesional, quienes concretaban en la esfera local la singular combinación de
consenso, rendimientos y coacción bajo el manto discursivo, cultural en general, de la
legalidad republicana y la mitología nacionalista y revolucionaria, así como en artefactos
débiles como el sistema de partidos o los sindicatos libres. Una viñeta ejemplar sería la
figura del cacique, cuya autoridad, a decir de Escalante, no cabía en las instituciones pero
derivaba de su capacidad para utilizar recursos públicos19 y que para de la Peña era una
muestra de que el Estado no había logrado centralizar el poder20.
Para legitimarse, los gobernantes del siglo XX mexicano acudieron principalmente
a la retórica de su adhesión a los principios revolucionarios y nacionalistas, pero también
18Ricardo Becerra, Pedro Salazar y José Woldenberg, La mecánica del cambio político en México. Elecciones, partidos y reformas. México: Cal y Arena, 2000, pp. 25-32 19Fernando Escalante Gonzalbo, “Ciudadanos imaginarios o las desventuras de la virtud”, Metapolítica. Vol. 8. Núm. 33, enero-febrero de 2004, p. 74 20Juan Espíndola Mata, op cit., p. 106
obedientes e insatisfechos v. estar y significar .
226
cuidaron el expediente formal de su origen democrático y de su conducta republicana.
Soportando esta exigente combinación, los rendimientos gubernamentales respaldaban la
retórica populista y atemperaban los déficits en la legalidad democrática. Algunos
atribuyeron exclusivamente al régimen la legitimación procedimental y al sistema la
sustantiva21, lo que no debiera entenderse limitativamente pues el orden convencional tenía
sus propios procedimientos productores de autoridad —la suscripción del programa
revolucionario o el cumplimiento de las reglas no escritas para acceder, permanecer y
ascender en la política— y el orden legal también generaba rendimientos —reducía
incertidumbre o regulaba franjas importantes de la vida económica—. Ésta dualidad
contradictoria fue ampliamente reconocida, etiquetándosele de maneras diversas: liberal
legalista versus revolucionaria22, ley positiva versus derecho revolucionario23 y con aliento
menos local, tradición individualista versus holista24.
Pero tanto en la esfera del orden legal como del convencional, quienes reclamaban
legitimidad para sus mandatos, significaban sus acciones acudiendo al pasado histórico,
particularmente la Constitución de 1917 que lo mismo contenía el diseño liberal de las
instituciones que sus objetivos sociales25, cincelando una suerte de mito de origen, la cuna
21Gómez y Bayley, op cit., p. 63 22Enrique Suárez Gaona, ¿Legitimación revolucionaria del poder en México? (los presidentes, 1910-1982). México: S. XXI, 1987 23Héctor Santana Suárez, La idea de legitimidad de Plutarco Elías Calles al fundar el Partido Nacional Revolucionario: la construcción de un nuevo orden de dominación. México: Centro de Estudios Internacionales / Colmex, 1997, p. 36 24Larissa Lommnitz, A. Lommnitz C. e Ilya Adler, "El fondo de la forma: la campaña presidencial del PRI en 1988", Nueva Antropología. Vol. XI, No. 38, México 1990, p. 58 25Arnaldo Córdova, La revolución y el Estado en México. México: Era, 1989, p. 11
obedientes e insatisfechos v. estar y significar .
227
revolucionaria del Estado, y otro de destino, su misión social, fincados en un cuerpo
normativo cuyos valores abrevaban simultánea y contradictoriamente en el liberalismo
político, la democracia, el nacionalismo, la referencia a la continuidad con el pasado
indígena o la justicia social. Para Morse, el exitoso sistema político mexicano de la post
revolución, descansó en “una estructura política central, con poder y legitimidad suficiente
como para hacer uso oportunista, e inclusive simultáneo, de tácticas y retóricas derivadas
de las matrices del liberalismo, la democracia y el marxismo”26.
Almond y Verba reconocieron este anclaje histórico, al sugerir que la legitimidad
del régimen fue “producto de un sentimiento difuso de adhesión, de una lealtad que no
necesariamente se fundaba en la actuación del sistema”, sino en la Revolución Mexicana
como experiencia histórica central que creaba sentimientos de identidad nacional y de
compromiso27. Para Reyna, el rasgo distintivo del autoritarismo mexicano fue por décadas
su enorme legitimidad, que provenía del “movimiento popular de principios de siglo” y su
ulterior corporativización e institucionalización28. Pereyra ilustraba la hegemonía de que
gozó el viejo régimen con “la inexistencia de partidos nacionales que hayan crecido al
margen del grueso tronco de la Revolución mexicana”29. Loaeza sostenía que la conciencia
histórica había “sido la piedra de toque de la construcción del Estado”30, en cuyo
imaginario cupieron los linajes de la victoria y de los vencidos, los liberales de la Reforma
o los revolucionarios de 1917 y Madero o el Ejército Zapatista. Conforme a Krauze, el
26Richard Morse, “La Cultura Política Iberoamericana. De Sarmiento a Mariátegui”, Vuelta. No. 58, septiembre de 1981, p. 15 27Soledad Loaeza, El llamado..., op cit., p. 95 28José Luis Reyna, “Credibilidad, crisis y elecciones”. Diálogos, vol. 21, núm. 9 [129], septiembre, México: El Colegio de México, 1985, p. 37 29Carlos Pereyra, Sobre la democracia. México: Cal y Arena, 1990, p. 132
obedientes e insatisfechos v. estar y significar .
228
nuevo Estado tomó su fuerza, vocación social y prestigio, “de la notable integración de
antiguas tradiciones que operaban silenciosamente en las entrañas de la cultura política
mexicana”31, valiéndose de los muertos sin voz y las víctimas sin voto de la Revolución,
pues “el pueblo no creía demasiado en los cambios venidos de la mano del hombre, sino de
la de Dios y la naturaleza; sabía que el gobierno provenía de la Revolución y no ponía en
duda su derecho de mandar”32.
El amasijo de fuentes de legitimación re-producía y re-articulaba la cultural
hegemónica con sus estampas míticas del nacionalismo en que cabían indígenas, mestizos y
criollos, héroes profanos y divinos, independentistas de Hidalgo al Ejército Trigarante,
liberales de la Guerra de Reforma, revolucionarios de 1910 e institucionalizados de la
modernización, los idearios de Madero y Zapata, Villa y Carranza, sintetizados quizás en el
mexicano, ese conjunto de estereotipos sobre el pelado, el campesino melancólico, la
Malinche, el consuetudinario infractor de la ley, macabro, desconfiado con alma de niño y
bárbaro, macho con complejo de inferioridad, resentido social sin pasado ni futuro de las
urbes, respetuoso del ejército, el presidente y la Virgen María33, presente en la iconografía
popular, la literatura, historietas, periodismo, cine y televisión, en la educación pública, la
plástica, la danza, la música, la retórica y ritualidad cívica y política, cuyas especificidades
30Soledad Loaeza, El llamado..., op cit., p. 15 31Enrique Krauze, La presidencia imperial. Ascenso y caída del sistema político mexicano (1940-1996). México: Tusquets, 1997, p. 16 32Enrique Krauze, ibid, p. 22 33Para Dandoy, dice Bartra, la mentalidad del obrero francés está teñida de “desconfianza, inmoralidad, mimetismo y complejos de inferioridad y desposesión”, es decir, “los mismos rasgos atribuidos al mexicano por Ramos y su escuela”, ilustrando el carácter ficticio de estas construcciones. Contradictoriamente, apunta que “es preciso establecer una relación de necesaria correspondencia entre las peculiaridades de los habitantes de la nación y las formas que adquiere su gobierno”. Roger Bartra, La jaula de la melancolía. Identidad y metamorfosis del mexicano. México: Grijalbo, 1987, pp. 173 y 226
obedientes e insatisfechos v. estar y significar .
229
se expresaron en los mitos convenientes del presidente todopoderoso, el gobernador sumiso
y el ciudadano apático que se reproducían en campos específicos como el análisis político34
o las campañas electorales que usaban la retórica democrática, para justificar decisiones
previamente tomadas al tiempo que resultaban “indispensable para la legitimidad del
proceso tradicional”35.
Utilizando las categorías de Almond y Verba que consideraron los niveles de
información, participación, vínculo afectivo y forma de evaluación de los asuntos públicos
para tipificar las actitudes públicas, a finales de los años sesenta Scott, describía —según
resumen de Espíndola— la cultura política de los mexicanos distinguiendo y cuantificando
tres segmentos actitudinales:
“alrededor de 25% de la población cumplía con el perfil del individuo parroquial: aquel que no espera
nada del sistema político, que ignora casi todo sobre su gobierno o que se disocia de él, apático,
pasivo, fatalista, resignado, estoico, desconfiado y acomplejado por sentimientos de inferioridad. Más
de 60% (...) se constituía de súbditos: individuos conscientes del gobierno y sus actividades, pero que
mantenían con él una relación ‘esencialmente pasiva, en lugar de participar en actividades cívicas y de
grupos de interés’. Mexicanos ambivalentes que, a un tiempo, apoyan a la ‘Revolución y sus
instituciones’ y desconfían de ellas. De todo lo cual resulta ‘un apoyo difuso al sistema político
mexicano (...) sin un quid pro quo’. Sólo el restante 10% de los mexicanos participaban en política
activamente, como ciudadanos en el sentido genuino de la palabra”36
En este piso cultural, la retórica de los gobiernos de la post revolución tomaba y
ofrecía sentidos, constatando de paso que los procesos políticos también son fenómenos
discursivos que construyen “modalidades de legitimidad para el sistema como tal y para la
34Juan Espíndola Mata, op cit., p. 64 35Larissa Lommnitz et al, op cit., p. 54 36Juan Espíndola Mata, op cit., p. 51
obedientes e insatisfechos v. estar y significar .
230
élite en ejercicio del poder”37: el lenguaje significa, decía Benveniste. Suárez Gaona, quien
tomó como corpus los informes presidenciales en el régimen de la post revolución,
identificó dos tipos discursivos, el legalista republicano, que abrevaba de las constituciones
de 1857 y 1917, y el revolucionario, que apoyado en la “lógica del movimiento armado” de
1910-17 entendía que la única justificación del poder político era y “debía ser el
cumplimiento de las transformaciones sociales” que la Revolución se propuso realizar.
A decir de Suárez Gaona, en sus orígenes, la dicotomía de fuentes de legitimación
se expresó en los discursos antagónicos de Madero y Zapata, aunque posteriormente haya
privado, en general, la justificación legalista. Sólo Lázaro Cárdenas acentuó la
revolucionaria, pues para él, la solución de los problemas sociales sería la única manera de
concederle legitimidad plena al movimiento armado de principios de siglo38. En sus
disputas contra Díaz y frente a los propios revolucionarios armados, Madero fincó su
legitimación en la Constitución de 1857, de la misma forma en que lo hizo Carranza en su
enfrentamiento con Huerta. Por su parte, De la Huerta justificó su rebelión en el Plan de
Aguaprieta y sus argumentos de justicia, aunque también acudió al discurso legalista.
Obregón introdujo el reconocimiento internacional como factor de legitimación,
especialmente del gobierno de Estados Unidos, en tanto que Calles utilizó primero los
conceptos de desarrollo nacional, distribución equitativa de la riqueza, nacionalismo
saludable y la expectativa de mejorías para las generaciones futuras, impulsando la
fundación del PNR y su ulterior participación en procesos electorales como forma de
37Teresa Carbó, El discurso parlamentario mexicano entre 1920 y 1950. Un estudio de caso en metodología de análisis del discurso. México: Ciesas, Colmex, 1995, vol 1, p. 94 38Enrique Suárez Gaona, op cit., p. 26
obedientes e insatisfechos v. estar y significar .
231
legitimación de los gobiernos de la postrevolución39. Portes Gil incorporó la idea de
nacionalismo puro, Ortiz Rubio la de sustituir el gobierno de un hombre por el de un
partido y Abelardo Rodríguez impulsó el Plan Sexenal como fuente adicional de referencia,
empleando por vez primera el término de justicia social40. Según Espíndola, son los años en
que el mito del presidente todopoderoso se fortalece, pues al someter a Calles y a los
callistas, Lázaro Cárdenas absorbió “en la persona del presidente la cultura política
resultante de combinar la disciplina militar y la idolatría del jefe”41. En lo discursivo, Ávila
Camacho acude a la moderación, estabilización y unidad nacional, mientras que Alemán
convierte la unidad revolucionaria en unidad de la nación, Ruiz Cortines reelabora la idea
de Madero de que “la Independencia trajo libertad al país, la Reforma libertad espiritual y
la Revolución, justicia social” constituyendo una unidad complementaria. Por su parte,
López Mateos intentó, con menor brío que Cárdenas, “renovar el fervor revolucionario del
país” 42.
En la segunda mitad del siglo XX, las crisis proporcionan nuevas razones para
utilizar pragmáticamente la historia y la retórica de la revolución. Cuando el movimiento
estudiantil popular de 1968 estaba en su auge, Díaz Ordaz señalaba que el humanismo
había sido la “guía y meta de los tres movimientos fundamentales del país, la
Independencia, la Reforma y la Revolución”43, intentando conservar su lugar en este teatro
imaginario. Incluso en temas como la forma de gobierno, el peso de la mitología
revolucionaria gravitaba sobre la retórica: Echeverría se ocupó del régimen político usando
39Héctor Santana Suárez, op cit., p. 75 40Enrique Suárez Gaona, op cit., pp. 42 41Juan Espíndola Mata, op cit., pp. 67 y 68 42Enrique Suárez Gaona, op cit., p. 96
obedientes e insatisfechos v. estar y significar .
232
el contenido del artículo tercero constitucional, insistiendo en que la democracia no sólo
era un sistema de poder, sino sobre todo “una forma de convivencia”, aunque aceptaba su
contenido procedimental y admitía que los partidos eran “los mejores conductos para que
se expresara la voluntad de las distintas tendencias políticas”. Al filo de la reforma electoral
que en los años setenta albergaría el diseño institucional de la posterior democratización,
López Portillo defendía su iniciativa, porque brindaría “un nuevo sentido a nuestra
Revolución”44. Para Guerrero, sin embargo, “el periodo de 1970 a 1976 fue ambiguo en sus
intentos por restablecer la legitimidad mediante la renovación de los viejos términos y,
desde luego, no creo vías novedosas”45.
Pero en general, tampoco se postula que el respaldo actitudinal al viejo régimen
haya dependido exclusiva ni principalmente de la memoria histórica ni de las emociones o
valores asociados a la constelación de sentido descrita. Según Pereyra, si bien el programa
de la Revolución de 1910 jugó un importante papel simbólico, el Estado también se apoyó
“en la expansión económica que repercutió –aunque con enormes desigualdades– en las
condiciones de vida del conjunto de la población”46, por lo que el declive sostenido de los
rendimientos gubernamentales a partir de los años ochenta, llevó a Meyer y Aguilar Camín
–entre otros– a preguntarse sobre la manera en que se sostenía el consenso en un sistema
que no parecía “capaz de responder a las necesidades de la mayoría”, contestándose que
había razones históricas e institucionales, pues en el trasfondo podrían “quizá encontrarse
43Enrique Suárez Gaona, op cit., p. 110 44Enrique Suárez Gaona, op cit., p. 174 45Manuel Alejandro Guerrero Martínez, Estado y legitimidad en México una breve revisión de la forma en que se generaba la creencia en la legitimidad del Estado en México desde la posrevolución hasta 1993. México: Colmex, 1996, p. 64 [tesis de licenciatura] 46Carlos Pereyra, Sobre la democracia. México: Cal y Arena, 1990, 301 p. 7
obedientes e insatisfechos v. estar y significar .
233
la persistencia de una cultura política colonial, en la cual los privilegios y las desigualdades
son vistos como naturales”, mezclada con “un notable establecimiento burocrático de
apariencia moderna que, en efecto, va resolviendo cosas concretas”47. Por su parte,
Guerrero señala que el dispositivo legitimador no sólo incluía la ideología nacionalista y
popular, sino el exitoso papel del Estado como agente principal de desarrollo48.
Para Meyer y Reyna la crisis de los ochenta socavó las bases instrumentales del
apoyo a la presidencia, el gran eje del sistema, haciéndole perder “legitimidad pero no
poder”49 y Loaeza señalaba que el declive de los rendimientos en un régimen sustentado
simbólicamente en conceptos como los del artículo tercero constitucional, con su “versión
oficial de la historia, los cursos de civismo de la post revolución y en general el
compromiso de largo plazo con la democracia” no podía más que conducir a emergencias
político electorales como la de julio de 198850, constatando que la retórica de la legitimidad
es “instrumento de unión” pero también de “fragmentación en el cuerpo político”51.
A partir de 1982, “tres ejes —apunta Guerrero— sirvieron a la legitimación de la
autoridad: la recuperación económica, la reforma política y el Pronasol”. Por su parte,
Mascott entiende la creación de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos a finales
de los ochenta como “una medida del sistema político para adquirir legitimidad”52.
Además, como lo apunté en el capítulo anterior, en esta circunstancia el Estado tenía “en el
47Héctor Aguilar Camín y Lorenzo Meyer, A la sombra de la Revolución Mexicana. México: Cal y Arena, 1991, p. 311 48Manuel Alejandro Guerrero Martínez, op cit., p. 28 49Lorenzo Meyer y José Luis Reyna, op cit., p. 308 50Soledad Loaeza, El llamado..., op cit., p. 29 51Brian Connaughton, et al [coordinadores], op cit., p. 14 52María de los Ángeles Mascott Sánchez, Legitimidad y derechos humanos el caso mexicano. México: CEI / Colmex, 1995, p. 83 y Manuel Alejandro Guerrero Martínez, op cit., p. 98
obedientes e insatisfechos v. estar y significar .
234
aspecto estrictamente político un ofrecimiento concreto: la celebración de elecciones
abiertas, razonablemente participativas y plurales”53. Para 1992, Bizberg apunta que si bien
el gobierno había realizado tímidas reformas electorales y elegía mejor a sus candidatos,
aplazaba la transición “porque necesitaba reconstruir sus fuentes de legitimidad”54, aunque
en la vieja mixtura de constelaciones de sentido, la liberalización iniciada con la reforma
política de 1977, el reclamo democrático de las últimas dos décadas del siglo XX y la
reforma electoral de 1996 no representaron nuevos elementos en el dispositivo de
legitimación del poder, sino su reorganización: si la normatividad electoral para la
competencia democrática no sería más la pieza ausente, los procesos electorales dejarían de
ser irrelevantes para distribuir el poder y secundarios al legitimarlo, el individuo como
votante pasaría al centro y la ley como regla de conducta sería el principio organizativo
principal.
A nivel agregado, el dispositivo explicativo del respaldo actitudinal en el viejo
régimen asociaba, en primer plano, la cultura y retórica nacionalista y revolucionaria por un
lado, con los beneficios selectivos que los gobiernos de la post revolución concedían a sus
partidarios por el otro. Y en segundo plano, figuraban tanto el discurso populista,
democrático y liberal del régimen, como los bienes públicos que generó. El saldo fueron
altos niveles de legitimidad gubernamental, al menos hasta principios de los años sesenta.
Por supuesto, la explicación admitía matices y diferencias, consistentes en concederle
mayor o menor peso a cada uno de estos cuatro elementos. Y al nivel individual, se abriera
53Otto Granados Roldán, ibidem 54Ilán Bizberg, “Dos transiciones...”, op cit., p 62
obedientes e insatisfechos v. estar y significar .
235
o no la caja negra de las creencias, el argumento se parecía al modelo de Merelman sobre la
reducción de la disonancia como micro mecanismo de legitimación.
Por supuesto, ésta no ha sido la única explicación sobre la legitimidad de los
gobiernos de la post revolución. Hay quienes sostienen que la debilidad del Estado
implicaba que la legitimidad presidencial estuviese “prendida de alfileres, porque estaba
condicionada a las concesiones que el presidente pudiera dispensar a sus aliados”, toda vez
que “compraba el respaldo político de ciertos grupos organizados, lo intercambiaba por
prebendas políticas y prestaciones sociales”, ofreciéndose como explicación la “estructura
de la reciprocidad en la que circulaban, hacia la presidencia, apoyo político y, hacia los
distintos grupos sociales, algún tipo de beneficio económico o político”55. Así, el
argumento pareciera una variante de las teorías del intercambio e incluso de la elección
racional, en que la motivación del gobernado es su interés en bienes políticos o materiales,
anulando la presunción de no racionalidad de sus creencias. Sin embargo, el propio
Espíndola exhibe una postura diferente cuando recurre al argumento de Luis Aguilar, para
quien “la provisión gubernamental de bienes y servicios a los demandantes, necesitados o
no, fue durante el desarrollo estabilizador el criterio fundamental de legitimidad:
legitimidad por gestión más que por elección ciudadana”56, reduciendo a la celebración de
elecciones democráticas –es decir a la observancia del dispositivo de acceso al poder que
un marco normativo establece– el problema del origen legítimo de una autoridad.
Por mi parte, propongo que las creencias en la legitimidad estricta del viejo régimen
que un individuo típico ideal de los años cuarenta o cincuenta del siglo XX mexicano
55Juan Espíndola Mata, op cit., pp. 74 y 109
obedientes e insatisfechos v. estar y significar .
236
compartía, digamos Robin padre, abrevaban del entramado normativo de la post
revolución, en que se subrayaba el componente sustantivo —entendido como rendimientos
pero también como origen— dejando en segundo término, pero no ignorando el
procedimental o democrático —también respecto a los rendimientos y al origen–. En esta
constelación, la celebración de elecciones libres y competidas, o la gobernación con apego
estricto a la ley, resultaban secundarias si las autoridades proporcionaban resultados –
económicos o políticos, selectivos o públicos, materiales o simbólicos– asociados a los
valores del texto constitucional, como educación para los hijos, seguridad pública para la
familia, preservación de la soberanía e independencia nacionales o exaltación nacionalista
del pasado indígena y revolucionario, entre otros [cuadro V/1, renglón A, celdas rf y rv]. En
estos años, nuestro individuo típico experimentaba sus valores con una moderada pero
efectiva dosis de compromiso e intensidad emocional [V/1, A, e].
En los años de la transición, es decir de la liberalización de 1977 a la reforma de
1996, para Robin hijo los rendimientos materiales del régimen eran casi anecdóticos y
aquellos de que gozaba –quizá su educación formal o su empleo en el sector público– no le
resultaban satisfactorios; para él, la retórica de la revolución, sus imágenes y valores,
comenzaban a parecerle asunto de viejos, una buena causa del pasado con escasa vigencia
en su presente. Y tal vez influido por su educación en escuelas oficiales o por las
discusiones entre políticos y figuras públicas que presenciaba por televisión, pensaba que al
país le convenía la competencia entre partidos y la celebración de elecciones libres, idea
que de sólo imaginársela, le entusiasmaba [V/1, B]. Al paso del tiempo, para Robin hijo la
56Ibid, p. 117
obedientes e insatisfechos v. estar y significar .
237
revolución mexicana terminó siendo sólo una fecha, mientras que se familiarizaba más y
más con los valores democráticos. Y a contra corriente de sus deseos y expectativas, ni
durante la transición ni en los primeros años del régimen democrático, podía sentirse a
gusto con los resultados gubernamentales, aunque el simple hecho de que hubiese
democracia le parecía satisfactorio y quizá todavía le entusiasmaba [V/1, C].
CUADRO V/1 LEGITIMIDAD EN TRANSICIÓN
FORMAS REVOLUCIONARIA DEMOCRÁTICA FORMA DE LEGITIMACIÓN rv e rv e rf
A +++ ++ + + +++ Post revolucionario (previa a los 70’s)
B ++ + ++ +++ + En transición: 70’s—90‘s
C +++ ++ ++ Democrática (a partir de 1996)
Elaborado a partir del cuadro II/1 de esta misma obra rv, racionalidad con arreglo a valores; rf, racionalidad con arreglo a fines; e: emociones.
La cantidad de signos de suma (+) indica la importancia de la motivación en la forma de legitimación
En el plano agregado, supondré que al proceso de cambio del sistema político de los
últimos 25 años del siglo XX mexicano, le acompañó la paulatina erosión en la penetración
social de los valores de la revolución, así como de la intensidad emocional con que eran
suscritos individualmente, mientras que lo inverso sucedió con los valores y normas
democráticos, que durante la transición pudieron experimentarse incluso con más
intensidad emocional aunque con menor entendimiento. Y si en estas décadas los
rendimientos gubernamentales decrecieron, en particular los económicos, la simple
democratización tal vez atemperó los efectos que éste declive habría tenido sobre el
respaldo actitudinal. La nueva configuración, sin embargo, no debe tomarse como
antecedente causal del cambio político institucional, pues no fue porque se transformara el
tejido de normas y valores ni porque los rendimientos materiales decrecieran, que el
sistema político cambió, aunque en efecto, debieron ocurrir alteraciones en ambos factores
obedientes e insatisfechos v. estar y significar .
238
para que resultara inaceptable la vieja retórica política y se impusiera una nueva. ¿Cómo es
que un citadino cualquiera dejó de concederle tanta importancia al discurso de la
Revolución para fijarse en la calidad democrática del origen de sus autoridades? Quizá los
mecanismos explicativos de la transformación de las adhesiones de la élite política a
distintas constelaciones de sentido, podrían sugerirnos respuestas.
Para empezar, puede suponerse que en los orígenes del viejo régimen, entre los
revolucionarios auténticos, los valores de la democracia fueron genuina, aunque débilmente
suscritos, por lo que no fue difícil relegarlos en aras de otras metas percibidas como
contradictorias, como el bienestar social, el crecimiento con estabilidad o el fortalecimiento
del Estado. La disonancia moral que esta elección habría generado, poca en principio, pudo
reducirse mediante racionalizaciones del tipo lo que necesitamos es un gobierno
revolucionario, no elecciones libres, como decía Vidal Sánchez, entendiendo a la
democracia como un lujo para un país tan desigual y con tantas carencias. El auto interés,
sobraría decirlo, también jugaba sus cartas, pues si estos políticos creían o no en sus
propias explicaciones, la forma de acceso y permanencia en el poder los conducía a
profesarlas, proporcionándoles los incentivos para reducir por interiorización –de los
valores no democráticos del programa revolucionario– su disonancia expresiva. Además,
siempre hubo segmentos de la élite política, minoritarios pero no anti institucionales,
creyentes de los valores democráticos. Con el paso de los años, al estrecharse las
oportunidades relativas de acceder a posiciones mediante el acatamiento de las viejas reglas
–por el crecimiento natural de la élite o porque sub grupos políticos se apropiaron de los
beneficios–, el puro auto interés de los excluidos en la familia revolucionaria podía
obedientes e insatisfechos v. estar y significar .
239
llevarles a exigir el cumplimiento de los valores democráticos –una forma de acceso a las
posiciones que nunca estuvo proscrita–, al tiempo que algunos de los políticos más jóvenes
–quizá los menos– de generaciones socializadas y re socializadas en los valores de la
democracia, enfrentaban su creciente disonancia, redimiéndose de la mitología
revolucionaria. En esta lógica, incluso aquellos que no compartían valores democráticos
podían muy bien tergiversar sus motivaciones y a la postre, transmutarlas57:
“una analogía específica [del cambio motivacional] es aquella que se hace con una
persona que duerme: da vueltas y vueltas, ajustando su posición hasta encontrar una
aceptable; aunque la postura final se explica por el hecho de que es cómoda, no es
verdad que la persona la haya escogido porque fuese confortable. Un motivo
transmutado podría surgir de un proceso similar de búsqueda aleatoria e inconsciente,
combinada con un criterio de selección determinista”58
Esta dinámica entre auto interés y valores, tergiversación y transmutación de
motivaciones entre la élite política, podría aplicarse a segmentos enteros de los ciudadanos
ordinarios del DF, aunque es de suponerse que cobró formas y ritmos de operación
singulares: quizá la generación de valores mediante socialización o la transmutación a
través de re socialización hayan tenido más incidencia que la tergiversación impulsada por
el auto interés, aunque éste último, dada la menor importancia que los ciudadanos
ordinarios conceden a los asuntos ideológicos, pudiera estar detrás de casos de la redención
masiva de normas e identidades, cuando los beneficios selectivos dejaban de fluir y nuevas
ofertas también utilitarias aparecían cobijadas en una nueva discursividad. Por su parte, la
57Disonancia moral y expresiva, así como reducción mediante interiorización o redención son micro mecanismos expuestos por Kuran; los de tergiversación y transmutación son propuestas de Elster. Junto a otros micro mecanismos, fueron presentados en el capítulo segundo de la obra. 58Jon Elster, Alquimias de la mente, op cit., p. 437
obedientes e insatisfechos v. estar y significar .
240
motivación utilitaria también pudo gravitar en periodos más cortos y episódicos del proceso
–quizá prospectivamente– en tanto que la imitación racional e irracional y el carisma del
líder tuvieran mayor influencia que entre las élites.
Valores como razones: ciudadanos ordinarios y constelaciones de sentido
¿Cuál era la presencia de los valores revolucionarios y democráticos entre los
citadinos reales de la transición?, ¿con qué fuentes de sentido esos ciudadanos legitimaban
la autoridad del sistema político y la presidencia?, ¿acaso estas fuentes de legitimación se
correspondían con otros componentes predisposicionales de los individuos? De acuerdo
con Huntington, uno de los rasgos característicos de los traspasos es que no rompen con la
vieja legitimidad sino que lentamente la reemplazan o rediseñan59, por lo que esperaríamos
que en algún momento de la transición mexicana –quizá durante el periodo que
observamos– coexistieran fuentes de legitimación y constelaciones de sentido del viejo y el
nuevo régimen. Sin embargo, no encontrar esta mixtura entre los años de 1995 y 1997
tampoco significaría la refutación de la propuesta, pues podría pensarse que tal estado
ocurrió en otro momento o incluso en los años bajo estudio pero sólo entre la élite política.
Para atender mis interrogantes, empezaré por describir la importancia que los
citadinos concedían a los valores de la Revolución y el entendimiento que expresaban de
sus principios. Conforme a mis datos60, en noviembre de 1995, alrededor de 48 por ciento
habría dicho que los valores de la Revolución Mexicana eran todavía válidos, en tanto que
59Samuel Huntington, "How Countries Democratize". Political Science Quarterly. Vol. 106, No. 4, 1991-1992, p. 583 60El fraseo y opciones de respuesta de estas preguntas puede consultarse en el Anexo de esta obra.
obedientes e insatisfechos v. estar y significar .
241
47 por ciento sostendría lo contrario; al pedírseles identificar el más importante, 37 por
ciento dijo que ninguno, 19 por ciento libertad, 12 por ciento tierra y libertad, 9 por ciento
igualdad, 7 por ciento derechos humanos y sociales, 4 por ciento democracia y una cifra
idéntica mejoras al país, 3 por ciento respeto al derecho ajeno y 9 por ciento otros
diferentes. Puestos en la tarea de valorar si el gobierno cumplía con éstos principios, sólo
18 por ciento dijo que sí, pero al preguntárseles qué programa debía utilizar en el futuro,
únicamente 10 por ciento eligió el de la Revolución, 30 por ciento uno completamente
diferente y 40 por ciento uno combinado. En suma: a poco más de cinco por ciento de
citadinos le resultaría difícil verbalizar su relación con los valores de la Revolución, a
menos de 40 por ciento le eran ajenos, tanto en lo personal como en la retórica
gubernamental, mientras que el resto los compartiría con distintas intensidades y
concediéndoles significados diferentes. De forma semejante, en 1994 pero a nivel nacional,
un estudio del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM reportaba que alrededor
de 30 por ciento de mexicanos consideraría que el gobierno debía apoyarse en las ideas de
la Revolución Mexicana, 51 por ciento que mejor sería abandonarlas y 11 por ciento
optaría por su combinación. Y al seleccionar las palabras que describían mejor el
movimiento armado de principios del siglo XX, 18 por ciento refirió libertad, 16 por ciento
justicia, 11 pueblo y 10 por ciento movimiento.61
Apuntando ahora al problema particular de las fuentes de legitimación, en julio de
1997 pedí a mis entrevistados elegir entre tres razones de obediencia al gobierno y tres
justificaciones del derecho a gobernar del presidente: respecto al régimen, poco menos de
61Ulises Beltrán, Fernando Castaños, Julia Flores, Yolanda Meyenberg y Blanca Helena del Pozo, Los
obedientes e insatisfechos v. estar y significar .
242
40 por ciento refirió el origen electoral de su autoridad y 21 por ciento razones sustantivas,
fueran éstas la finalidad o la preparación de los funcionarios; en cuanto al presidente, nueve
de cada veinte señalaron su origen electoral, mientras que cinco esgrimieron razones
sustantivas [cuadro V/2] y de estas últimas, poco menos de la mitad, 11 por ciento del total,
refirió los objetivos perseguidos por el titular del ejecutivo, mientras que 14 por ciento
restante, sus capacidades. En suma: en la mixtura de creencias que legitimaban en sentido
estricto al régimen y a la presidencia –la convivencia normativa no sólo durante la
transición mexicana, sino quizá del sistema político de la post revolución–, la creencia en el
cumplimiento de las normas constitucionales democráticas privó casi en razón de dos a uno
sobre la creencia en las cualidades de los gobernantes o sus políticas.
CUADRO V/2 FUENTES DE LEGITIMIDAD
SISTEMA PRESIDENTE DEMOCRÁTICA FINES
ATRIBUTOS DEMOCRÁTICA FINES
ATRIBUTOS JUNIO 97 39 21 42 24 MARZO 97 42 28 45 28 ENERO-97 36 26 41 24 NOVIEMBRE-96 24 27 33 21 SEPTIEMBRE-96 24 45 JULIO-96 25 28 MAYO-96 19 53 JUNIO-95 32 27
Para el sistema, en enero, marzo y junio de 1997, la pregunta, opciones de respuesta (una democrática, dos sustantivas: fines / atributos) y su orden (primero la democrática) fueron idénticas entre sí; la misma pregunta y respuestas en orden diferente (primero una sustantiva) se hicieron en julio y septiembre de 1996 y en junio de 1995, cuando el indicador fue ordinal. En mayo de 1996, pregunté la razón más
importante para obedecer y la primera opción de respuesta fue sustantiva. En noviembre de 1996 hubo una opción democrática primero y una sustantiva (fines) después. Para el presidente, en enero, marzo y junio de 1997, la pregunta, respuestas (una democrática,
dos sustantivas: fines / atributos) y orden (primero la democrática) fueron idénticas. En noviembre de 1996 hubo una opción democrática primero y una sustantiva después.
Fuente: Sip/Nlo, junio de 1995—junio de 1997, ver Anexo 1.
Durante 1997, en que usé indicadores plenamente comparables y las respuestas
fueron muy semejantes tanto para el sistema como para la presidencia, las diferencias
podrían deberse a variación estadística y en consecuencia, las fuentes de legitimidad
mexicanos de los noventa. México: UNAM, 1996, p. 120 y 137
obedientes e insatisfechos v. estar y significar .
243
debieran considerarse estables, ilustrando la difusión y preponderancia de los valores
democráticos. Sin embargo, exhibiendo las dificultades cognoscitivas del indicador, su
fragilidad y vulnerabilidad, apenas alteré la forma de la pregunta, el orden o las opciones de
respuesta, aparecieron diferencias significativas. En noviembre de 1996, al eliminar de las
respuestas una de las dos justificaciones sustantivas, conservando la democrática como
primera opción, bajó la elección de ésta última, lo mismo para el sistema que para la
presidencia; en septiembre y julio de ese mismo año, al colocar como primera opción de
respuesta para el sistema una justificación sustantiva, la democrática quedó en segundo
lugar, pero en junio de 1995, con este mismo orden de respuestas pero pidiendo jerarquizar
opciones, la democrática volvió al primer sitio. Y finalmente, el resultado más paradójico
fue cuando en lugar de preguntar por qué obedecían pregunté cuál sería la razón más
importante para obedecer, que llevó a primer plano las razones sustantivas [V/2]. En
síntesis: que los fines y las cualidades del gobernante sumados fueran la más frecuente
razón de obediencia tan sólo por cambios experimentales en la pregunta o en el orden de
respuesta, muy probablemente ilustra el uso por parte de los ciudadanos ordinarios de una
heurística de la disponibilidad que permitiría suponer que si en 1997 las justificaciones
dominantes del derecho de mando entre las élites hubiesen sido sustantivas, más gente se
habría inclinado por este tipo de argumentos.
En términos comparados, la justificación democrática de la autoridad presidencial
en el DF durante 1997 siguió la misma pauta que en otras poblaciones del país. En 1998,
éste argumento justificó la autoridad presidencial para alrededor de 49 por ciento de
queretanos y en 1999 para 48 por ciento de mexiquenses, 58 por ciento de habitantes de los
obedientes e insatisfechos v. estar y significar .
244
municipios de Zacatecas y Guadalupe, en Zacatecas, y para 77 por ciento de diputados
locales en doce estados de la República. Así, es plausible suponer que durante los años de
la transición, los capitalinos ordinarios fueron más resistentes que los pobladores del resto
del país y que la élite política, para aceptar la autoridad presidencial por su constitución
democrática, pero no porque discreparan de éstos valores, sino tal vez porque cuestionaban
las credenciales democráticas del presidente.
En cuanto a las razones sustantivas, mientras en junio de 1997 que la presidencia
buscara el beneficio de la mayoría resultó eficiente argumento de legitimación para 11 por
ciento de capitalinos, en 1998 o 1999 lo fue para 16 por ciento de queretanos, 17 por ciento
de mexiquenses, 19 por ciento de pobladores de los municipios de Zacatecas y Guadalupe y
14 por ciento de diputados locales; ser una persona preparada fue seleccionado por 14 por
ciento de capitalinos, proporción idéntica a la registrada en los municipios de Zacatecas y
Guadalupe, así como por 18 por ciento de pobladores adultos en Querétaro, 22 por ciento
de mexiquenses y 2 por ciento de legisladores estatales. Al agregar ambos componentes en
uno sólo de legitimación sustantiva, ésta resultó fuente de justificación de la autoridad para
cerca de una quinta parte de capitalinos, para 30 por ciento de pobladores adultos de los
otros estados mexicanos referidos y para cerca de 16 por ciento de legisladores locales.
Sin embargo, en estos indicadores se confunden los valores con los juicios de hecho
pues quien atribuye al origen electoral del gobernante su derecho de mando, expresa un
valor que al menos acepta al tiempo que lo juzga cumplido. Y lo mismo puede decirse de
las otras razones. Pero quien niega legitimidad puede hacerlo desde dos combinaciones
alternativas: considerar que el gobernante no cumplió con una regla que acepta, o que
obedientes e insatisfechos v. estar y significar .
245
cumplió con una regla que no comparte. Entonces, una respuesta que no concede
legitimidad a un mandato o mandatario, no necesariamente aclara sus razones, por lo que
agrego indicadores más eficientes en este terreno.
Al primero de ellos lo identificaré en adelante como tipo de gobernante y lo
construí con la elección de mis entrevistados entre dos gobernantes posibles: el que cumple
con los objetivos sociales de la revolución mexicana, aunque no se elija democráticamente
frente al electo democráticamente, aunque no cumpla con los objetivos sociales de la
revolución mexicana. Por supuesto, se trata de una dicotomía con fines analíticos, pero el
supuesto es que en la vieja forma de legitimación, la meta preferencia por los objetivos
revolucionarios (r) se impondría, mientras que en la fórmula del nuevo régimen, lo haría el
procedimiento democráticos (d). Sin embargo, por la forma de la pregunta no sólo quienes
tengan r > d elegirán r, pues junto a r intervino el elemento instrumental (i) cumplimiento
de objetivos sociales, por lo que personas con d > r pero con i > d – r elegirán r pues ambas
opciones venían asociadas. Una persona indiferente a los resultados o con un valor muy
fuerte de d podría preferir d, pero dos personas que prefieran d sobre r podrían tener
elecciones distintas dependiendo del valor de sus i.
Un segundo indicador normativo, que llamo gobierno de crisis, consistió en pedir al
entrevistado imaginarse en situación de crisis nacional y elegir entre un gobierno integrado
por los más preparados (c), otro compuesto por personas comprometidas con los ideales de
la revolución (r) y uno más de origen democrático (d). Lógicamente, la opción d incluye la
posibilidad de que el resultado del proceso sea c o r, pero lo que se compara es semejante,
por lo que me parece una mejor aproximación que mi indicador tipo de gobernante. Por
obedientes e insatisfechos v. estar y significar .
246
último, consideré un indicador, utilizado en distintas investigaciones, de gobierno preferido
por su actitud ante la ley, pidiéndole a los entrevistados juzgar cuál es el mejor gobernante
dependiendo de sus prácticas respecto a la ley: siempre respetarla o hacer excepciones —y
cuántas— alegando causas justas.
En junio de 1997, en cuanto a tipo de gobernante, alrededor de 45 por ciento de
citadinos se hubiese inclinado por la opción revolucionaria, 43 por ciento por la
democrática y 12 por ciento no habría contestado. Considerando el razonamiento anterior,
ésta elección no necesariamente implica que la meta preferencia por los valores de la
revolución supere la democrática, sino sólo que los primeros, acompañados de
rendimientos, fueron preferidos a los segundos. Respecto a gobierno de crisis, en esta
misma fecha, 54 por ciento habría optado por uno electo democráticamente, 28 por ciento
por uno integrado por los más preparados, 10 por ciento por uno integrado por personas
comprometidas con los ideales de la revolución mexicana, 2 por ciento por uno constituido
con otro criterio y 6.1 por ciento no habría resuelto el dilema. Por último, en cuanto al
gobierno preferido por sus actitud ante la ley, 66 por ciento de entrevistados eligió el que
siempre la respeta, 18 por ciento el que casi siempre la respeta pero hace excepciones en
favor de quien más lo necesita, 12 por ciento el que independientemente de la ley, haga
excepciones en favor de quien más lo necesita y sólo 4 por ciento no contestó [cuadro V/3].
obedientes e insatisfechos v. estar y significar .
247
CUADRO V/3
ORIENTACIONES DEMOCRÁTICAS EN TRES INDICADORES TIPO DE
GOBERNANTE GOBIERNO DE CRISIS
ACTITUD ANTE LA LEY
JUNIO-97 43 54 66MARZO-97 36 43 61ENERO-97 29 64NOVIEMBRE-96 26 63JULIO-96 33 50
En la pregunta de tipo de gobernante de julio de 1996 y las de noviembre de 1996 y el resto de 1997 hubo diferencias Fuente: Nlo/Sip, 1996-1997, ver Anexo 1
En éstos tres indicadores, en junio de 1997 la cifra de población que optó por la
orientación democrática más pequeña fue 43 por ciento, mientras que la más alta 66 por
ciento. Y entre julio de 1996 y junio del siguiente año, la proporción de entrevistados que
se inclinó por las alternativas democráticas en la identificación del tipo de gobernante y en
las preferencias de gobierno por su actitud ante la ley se incrementó alrededor de 10 puntos
porcentuales, en tanto que la cantidad de individuos que preferirían un gobierno de crisis
electo democráticamente también se incrementó 11 puntos porcentuales entre marzo y junio
de 1997 [V/3]. Al construir un índice agregando los resultados de los tres indicadores
anteriores62, en junio de 1997, 19.2 por ciento eligió las tres opciones democráticas, 35.7
por ciento dos, 33.2 por ciento uno y 11.9 por ciento ninguna. Dicho de otro modo, entre 20
y 56 por ciento de citadinos podrían considerarse con orientaciones democráticas más o
menos dominantes, cifra próxima al 52 por ciento de mexicanos que de acuerdo al capítulo
nacional de la Encuesta Mundial de Valores, aplicada también en 1997, habría dicho que la
democracia es preferible a cualquier forma de gobierno63 o al 46 por ciento de demócratas
que en 2002 identificaron los investigadores del PNUD en México y centroamérica según
62Ver cuadro A/6 del Anexo 1
obedientes e insatisfechos v. estar y significar .
248
datos del Latinobarómetro cuyas mediciones en 1996 registraron que alrededor 61 por
ciento de latinoamericanos decía preferir la democracia sobre cualquier otro régimen64.
Completaré ahora el cuadro cultural, o más precisamente predisposicional de los
citadinos de la transición describiendo sus niveles de confianza interpersonal, sus
orientaciones al cambio, auto ubicación ideológica e identidad partidaria. A las dos
primeras, Stephan65 llama variables microsociales, definiéndolas como orientaciones no
políticas, relevantes para las personas al evaluar la vida pública. Veamos: para mediados
de 1997, alrededor de 45 por ciento de pobladores adultos del DF habría declarado que por
lo general confía o confía algo en la demás gente, mientras que 53 por ciento habría dicho
que desconfía algo o simplemente desconfía en su prójimo66. Esta distribución se asemeja a
la que expuse en el capítulo anterior en torno a la suspicacia en las instituciones públicas
[cuadro IV/2], pero delata más altos niveles de confianza si se contrasta con el 28 por
ciento de mexicanos, que según la Encuesta Mundial de Valores dijeron que se podía
confiar en la mayoría de la gente67. Por su parte, en la disyuntiva cambio / conservación,
puestos a elegir lo más importante para el país, 43 por ciento habría dicho que era
conservar tradiciones y costumbres mientras que 46 por ciento cambiar e innovar.
Iré ahora a la autoubicación ideológica, que junto a la identidad partidaria, como
expondré más adelante, resultaron muy importantes en la explicación del respaldo
63Marco Antonio Cortés Guardado y Cecilia Soraya Shibya Soto, Los valores de los jalisciences. Encuesta Estatal de Valores. Guadalajara: Universidad de Guadalajara, 1999, p. 107 64PNUD, op cit., p, 137 y 141 65Stephen Weatherford, op cit. 66De no haber anotación en contra, estas cifras y las siguientes provienen de Nlo/Sip junio de 1997. Ver Anexo 1
obedientes e insatisfechos v. estar y significar .
249
actitudinal. De acuerdo a Downs, la ideología de las personas puede entenderse como un
condensado de sus inclinaciones políticas construido a partir de generalizar su preferencia
por la propuesta de X en el tema p1, a los temas p2 hasta pn. De ésta manera, la ideología no
es una predisposición inmutable, aunque implica un tipo de juicio o actitud más duradero o
estable que otras opiniones para asuntos menos relevantes o susceptibles de evaluación
circunstancial. Al preguntarle a mi muestra de capitalinos su ideología, 23.5 por ciento dijo
que ninguna, 20.9 por ciento se dijo de derecha, 16.1 por ciento de centro derecha, 15.2
por ciento de centro, 5.1 por ciento de centro izquierda y 19.2 por ciento de izquierda, lo
que dibuja un pico en la derecha y otro en la izquierda, arrojando un promedio de 2.2 en
escala uno—cinco, donde uno es derecha y cinco izquierda. Ese mismo año, de vuelta con
la aplicación mexicana de la Encuesta Mundial de Valores, 11.9 por ciento de entrevistados
se dijo de derecha, 20.3 por ciento de centro derecha, 35.6 por ciento de centro, 8.5 por
ciento de centro izquierda, 10.2 por ciento de izquierda y 13.6 no se situó68, promediando
2.4, es decir, menos a la derecha, o más precisamente, más al centro que en el DF.
Por su parte, la identidad partidaria involucra, según la escuela de Michigan, la
dimensión afectiva de las inclinaciones políticas de las personas, por lo que recuperando el
argumento de Weil respecto al papel del sistema de partidos en el respaldo a la democracia,
es un indicador de actitudes duraderas favorables a la democracia –bajo el supuesto de
identidades con partidos institucionalizados– y de legitimidad estricta del sistema. En el
DF, para junio de 1997, sólo 23.5 por ciento de citadinos habría dicho no identificarse con
67Marco Antonio Cortés y Cecilia Soraya Shibya, op cit., p.205. La forma de la pregunta, sin embargo, genera un diferencial en favor del escepticismo, pues esta misma investigación reportó 30 por ciento de confianza interpersonal en la Zona Metropolitana del DF y 34 por ciento en el norte del país. 68Alejandro Moreno, “Ideología y voto...”, op cit., p. 55
obedientes e insatisfechos v. estar y significar .
250
ningún partido, 18 por ciento con el PRI, 14 por ciento con el PAN, 37 por ciento con el
PRD y 7 por ciento con otras agrupaciones, pero apenas en enero de ese mismo año, 29 por
ciento dijo no identificarse con alguna agrupación y los tres principales partidos fueron
señalados, cada uno, por 20 por ciento de entrevistados, lo que sugiere que las campañas
electorales influyen sobre esta disposición teóricamente más estable. Si comparamos estas
cifras con las expuestas respecto a México en el capítulo precedente, veremos que la
identificación partidaria de los citadinos al tiempo de la primera elección de su Jefe de
Gobierno –y muy probablemente bajo los efectos de ésta–, se situaba en los niveles de
principios de los ochenta e incluso superaba el registro de 1994, cuando cerca de 50 por
ciento dijo no identificarse con partido alguno.
Como se advierte, la relación entre fuentes de sentido, predisposiciones y
legitimidad involucra, por el lado explicativo, ocho indicadores de fuentes de sentido y
predisposiciones, en tanto que pasará de seis indicadores –excluyendo la intención de voto
PRI, su popularidad, pues la examinaré más adelante y el índice de apoyo político que
presenté en el capítulo tercero pero no lo había analizado– a diez indicadores de mis
variables dependientes, ya que ahora, para la legitimidad estricta agregué a la distinción
legítimo / no legítimo la de legitimidad democrática / no legitimidad y legitimidad
sustantiva / no legitimidad, lo mismo para el régimen que para la presidencia. En otras
palabras, en los capítulos anteriores consideré menos indicadores de mis variables
dependientes que a continuación, pues por tratarse de creencias en las que se está –la
obedientes e insatisfechos v. estar y significar .
251
dimensión cultural– estimé conveniente distinguir por las fuentes de legitimación de mis
figuras políticas.
Entonces, dada la cantidad de variables, visualicé primero la forma general del
vínculo a través de correlaciones simples, agregando la edad, toda vez que algunas
diferencias atribuibles a valores, presumen distintas formas de socialización de las
personas. En un principio, atendí la calidad de los indicadores: gobierno de crisis no generó
coeficientes con signos paradójicos, tipo de gobierno y actitudes ante la ley sí, pero
hicieron pocas diferencias en las variables dependientes en tanto que el índice de
orientación democrática podría sintetizar las dimensiones de las inclinaciones
democráticas y contener, incluso, indicios de intensidad con que los individuos suscriben el
valor.
Las relaciones de mis indicadores de fuentes de sentido con los de legitimidad
estricta siempre fueron débiles y en pocos casos significativas, restándole importancia a los
vínculos de signo paradójico. En términos sustantivos, que las correlaciones entre fuentes
de sentido y formas de legitimidad fueran bajas implicaría que la autoridad del sistema y
sus piezas no descansaba, como aprecié desde la descripción de resultados, en una sola
constelación de sentido, sino que de acuerdo a Huntington, mezclaba fuentes tal y como
podía esperarse en un régimen en transición. Por lo demás, quienes en una situación de
crisis o respecto al tipo de gobierno eligieron la opción democrática, al igual que quienes
tenían los valores más altos en el índice de orientación democrática, tendieron ligeramente
a preferir el cambio, identificarse con el PRD y auto ubicarse en la izquierda. Las actitudes
obedientes e insatisfechos v. estar y significar .
252
hacia la ley, por el contrario, sólo tuvieron vínculo significativo, débil y positivo con la
identidad PRD69.
La edad no se asoció a mis indicadores de fuentes de sentido ni de legitimidad, que
en términos sustantivos implicaría que sus diferencias no deberían atribuirse al mecanismo
de socialización, sino quizá al de conversión o redención70 La edad, sin embargo, sí se
asoció débil y significativamente a algunas predisposiciones, de suerte que entre las
personas mayores habría menos orientadas al cambio, auto ubicadas ideológicamente en la
izquierda e identificadas con el PAN y el PRD y más identificadas con el PRI71.
¿Cuáles fueron las relaciones entre las fuentes de sentido y las predisposiciones de
los citadinos con su apoyo actitudinal al régimen? La auto ubicación ideológica de las
personas y su identidad partidaria, fueron las dos características que mayores variaciones
hicieron –por su recurrencia, peso y significancia–, en tanto que las fuentes de sentido, las
demás predisposiciones y la edad tuvieron asociaciones significativas en pocos casos y
siempre con coeficientes más débiles. Entre los situados a la izquierda del espectro
ideológico, hubo menor recurrencia de individuos que se dijeron satisfechos con el
funcionamiento del sistema y menos creencias en su legitimidad estricta, fuera por sus
orígenes democráticos o por sus atributos sustantivos. Con la presidencia, lo mismo con su
legitimidad y componente democrático que con su popularidad retrospectiva y prospectiva,
el vínculo fue semejante, exceptuándose la forma sustantiva de su justificación. Y con el
PRI la relación ideología / legitimidad fue igual, es decir, inversa, significativa y con un
69Los coeficientes de correlación entre estos indicadores se presentan en el cuadro A/7 del Anexo 1 70Mecanismos expuestos en el capítulo II 71Ver cuadro A/1, Anexo 1
obedientes e insatisfechos v. estar y significar .
253
coeficiente relativamente importante: mientras más a la izquierda se ubicara la persona,
menos propensión a concederle legitimidad al partido en el gobierno. Por último, no
situarse en el continuo ideológico tuvo efectos débiles, significativos y positivos sobre la
legitimidad democrática del sistema y la satisfacción que generaba, sobre la legitimidad del
presidente y con un poco de más fuerza, con su popularidad retrospectiva y prospectiva. En
suma: estar a la derecha o izquierda del espectro ideológico –o no situarse– generó
distinciones, fue un clivaje relativamente claro para los niveles de apoyo actitudinal al
régimen [cuadro V/4].
CUADRO V/4 EVALUACIÓN DE LAS AUTORIDADES, FUENTES DE
LEGITIMIDAD, PREDISPOSICIONES Y EDAD (CORRELACIONES) SISTEMA PRESIDENCIA PRI LEGITIMIDAD POP. LEGITIMIDAD POP. LEG. SÍ/NO DEM. SUST. SÍ/NO DEM. SUST. RET. PROSP.
TIPO: DEMÓCRATA -.098 -.058 -.043 -.109 -.058 -.051 -.002 -.124 -.086 -.031CRISIS: DEMOCRÁTICO -.098 .022 -.137 -.054 -.060 .018 -.082 -.078 .022 .050ACTITUD LEY -.045 .046 -.105 .020 .001 .053 -.059 -.075 -.022 .035CONFIANZA .036 .020 .018 .110 .025 .048 -.029 .078 .082 -.007CAMBIO -.078 -.062 -.016 -.128 -.066 -.046 -.016 -.081 -.103 -.049DERECHA/IZQUIERDA -.228 -.134 -.104 -.296 -.253 -.204 -.024 -.325 -.287 -.219SIN IDEOLOGÍA .035 .066 -.037 .196 .080 -.037 .041 .238 .207 .085IDENTIFICACIÓN PAN .002 -.014 .019 -.004 -.004 -.017 .015 -.024 -.026 -.064IDENTIFICACIÓN PRI .192 .115 .084 .341 .234 .149 .074 .402 .339 .394IDENTIFICACIÓN PRD -.183 -.109 -.082 -.158 -.177 -.105 -.064 -.264 -.195 -.265SIN IDENTIFICACIÓN .014 .046 -.037 -.106 -.024 .005 -.031 -.052 -.083 .049EDAD .079 .058 .023 -.007 .008 .003 .005 .044 .066 .042
En negritas coeficientes significativos a 95 por ciento o más de confianza; el resto, no significativos En general, las n’s fueron de 1052 o más casos, con excepción de las correlaciones con la auto ubicación ideológica, en que por excluir la
categoría de ninguno, las n’s fueron de alrededor de 900 casos
El segundo clivaje de la legitimidad, visible desde esta primera revisión, fue la
identificación partidaria, que a su vez tuvo un vínculo fuerte y significativo con la ideología
de los individuos72, por lo que los efectos de ambas variables sobre el apoyo actitudinal
72El coeficiente de correlación entre ideología (derecha/izquierda) e identificación PRD fue de 0.447 y entre ideología (derecha/izquierda) e identificación PRI fue de –0.319 Ver cuadro A/7, Anexo 1
obedientes e insatisfechos v. estar y significar .
254
deberán evaluarse de forma simultánea. Por ahora, sin embargo, destaco que la
identificación con el PAN y la no identificación con partido alguno no se asociaron a
diferencias importantes, mientras que las afiliaciones PRD y PRI trazaron un eje de
distinción en los niveles de respaldo en las direcciones esperadas, esto es, positiva en el
caso de priístas y negativa en el de perredistas, con coeficientes de correlación todavía más
altos que los registrados para la ideología. A la vez, la identidad PRI y PRD, al igual que la
ideología, tuvieron efectos más pronunciados con los indicadores de legitimidad en sentido
amplio –respaldo instrumental– que con los de legitimidad en sentido estricto [V/4]. Dicho
de otro modo: para 1997, el derecho a gobernar del sistema y la presidencia fueron menos
vulnerables que su popularidad a las identidades ideológicas y partidarias de los citadinos.
De las fuentes de sentido, ninguno de los tres indicadores ni el índice de orientación
democrática tuvieron fuertes asociaciones con las distintas dimensiones del respaldo
político, aunque las personas con orientaciones democráticas tendieron, muy ligeramente, a
ser las más insatisfechas con el desempeño del régimen y las que menos opiniones
positivas, retro y prospectivamente, expresaron del presidente Zedillo, lo que en términos
sustantivos implica que en los años finales de la transición fueron los demócratas los más
inconformes con los rendimientos gubernamentales, incluso con el funcionamiento de la
democracia mexicana, lo que implicaría esperar peticiones de más democracia y no contra
la democracia, tal y como Klingemann encontró para las democracias consolidadas en lo
que ha llama demócratas insatisfechos73. En cuanto a otras variables predisposicionales, las
variaciones en la orientación al cambio de los individuos se asociaron significativa, ligera y
73Hans-Dieter Klingemann, “Mapping Political Support…”, op cit.
obedientes e insatisfechos v. estar y significar .
255
negativamente a cambios en la legitimidad democrática del sistema y en su popularidad, así
como en la legitimidad democrática de la presidencia y en su popularidad retro y
prospectiva. Por el contrario, la confianza interpersonal se asoció positiva y ligeramente a
los cambios en la satisfacción que generaba el sistema entre sus gobernados y a la
popularidad presidencial. Finalmente, los cambios en la edad no se asociaron con
alteraciones importantes en los niveles de apoyo, aunque acusaron la tendencia general del
sistema a encontrar mayor respaldo entre las personas mayores [V/4].
¿Cuál es la capacidad explicativa de estas variables predisposicionales y las
orientaciones a valores democráticos respecto a los niveles de respaldo político al régimen
entre los capitalinos en 1997? Tras múltiples pruebas, ofrezco ocho modelos que asocian
ambas dimensiones [cuadro V/5], como podrá advertirse, en ningún caso logré r’s2 de
Nagelkerke de más de 0.19, pronósticos exitosos de más de 78 por ciento del total de casos
ni altos valores de ��: en suma, con indicadores de fuentes de sentido, predisposicionales y
la edad de las personas, no logré una explicación medianamente satisfactoria del apoyo
político al régimen, la presidencia y el PRI, aunque examinaré estas relaciones para pensar
algunos de los mecanismos que podrían gravitar en su debilidad. Empezaré con mis tres
indicadores de legitimidad en sentido amplio: tratándose de un juicio utilitario, los valores
y predisposiciones no deberían generar diferencias importantes; dicho de otro modo, las
débiles explicaciones logradas serían lo esperado. Sin embargo, la paradoja radica en que
los dos modelos más potentes, fueron precisamente de ésta dimensión: ¿por qué?.
Quienes se dijeron de derecha, tomando en cuenta la identidad partidaria,
multiplicaron por dos, respecto a quienes no se situaron ideológicamente, su probabilidad
obedientes e insatisfechos v. estar y significar .
256
de sentirse satisfechos con el funcionamiento del sistema, en tanto que identificarse con el
PRI la multiplicó por 4.58 respecto a quienes se inclinaban por otro partido o por ninguno;
por su parte, situarse a la izquierda disminuyó 32 por ciento esa probabilidad y colocarse al
centro la incrementó 15 por ciento, estos dos últimos coeficientes no fueron significativos.
Y aunque éste modelo tiene el segundo mejor ajuste de los ocho, sólo pronostica
correctamente 30.9 por ciento de personas que se sienten satisfechas con el funcionamiento
del régimen [cuadro V/5 columna 1].
Respecto a la presidencia, en su evaluación retrospectiva [V/5, 4] quienes se
colocaban al centro o a la derecha del continuo ideológico multiplicaban por dos, en cada
caso, su probabilidad de juzgarla positivamente, en tanto que identificarse con el PRI la
multiplicó por 5.9; para el juicio prospectivo, situarse a la derecha o identificarse con el
PRI tuvieron casi el mismo peso, pero aquí también fueron significativas la confianza
interpersonal y la orientación al cambio: cada desplazamiento hacia mayor confianza
interpersonal aumentó 17 por ciento la probabilidad de tener un pronóstico positivo del
final de sexenio, en tanto que orientarse al cambio la disminuyó 24 por ciento [V/5, 5]. De
los ocho modelos, el de popularidad presidencial retrospectiva resultó el más potente,
mientras que el de evaluación prospectiva fue el tercero mejor, aunque el menos
parsimonioso.
Las fuertes asociaciones de la evaluación instrumental con la identidad partidaria en
estos tres modelos sugerirían, primero, que al menos un segmento de la población adulta
del DF, derramó, o bien su evaluación de las autoridades hacia su identidad partidaria, o
bien lo contrario, pero ésta heurística parece presente, como también pudo ocurrir entre la
obedientes e insatisfechos v. estar y significar .
257
preferencia electoral y la identidad partidaria. Una alternativa o antecedente de esta
derrama sería la creencia ilusoria, impulsada por sobre determinación: porque me
identifico con el PRI, porque quiero que sus gobernantes lo hagan bien, tiendo a creer que
lo hacen bien. Por su parte, que en el juicio prospectivo gravite la confianza interpersonal
podría seguir la lógica de un encadenamiento actitudinal en la relación del individuo con el
futuro, de una creencia impulsada por sobre determinación en que el deseo de que las
cosas mejoren quizá conduzca a la creencia de que mejorarán –una suerte de ilusión
prospectiva–, mientras que el vínculo entre orientación al cambio/pesimismo sobre el final
de sexenio parece obedecer a la lógica inversa, esto es, la de una creencia inhibida por
sobre determinación: mientras más intenso es el deseo de cambio, menos satisfactorios
serán los cambios que se perciban.
En cuanto al vínculo ideología / evaluaciones no puede interpretarse como derrama
o simple efecto de la identidad partidaria, sino que podría involucrar un código de
calificación que la autoridad no satisface, una suerte de derrama pero de la red semántica
del individuo que termina pareciéndose a una identidad, más o menos del tipo porque
desapruebo el desempeño de la autoridad soy de izquierda o bien, porque soy de izquierda
desapruebo el desempeño de la autoridad. En abono de esta posibilidad recurro a las
diferencias que genera la ideología en Estados Unidos y Europa: en Estados Unidos en
1998, en el continuo ideológico liberales—conservadores, éstos últimos tienden a ser más
suspicaces del gobierno y a pensarlo menos eficaz que los liberales, mientras que en la
Unión Europea en 1994 y 1996, quienes se decían de izquierda resultaban más suspicaces
obedientes e insatisfechos v. estar y significar .
258
de la Unión y su gobierno nacional al tiempo que expresaban menor apoyo a la democracia
y a sus líderes políticos que quienes se definían de derecha74
CUADRO V/5 FUENTES DE LEGITIMIDAD, PREDISPOSICIONES Y APOYO ACTITUDINAL
SISTEMA PRESIDENCIA PRI VAR. IND. [RANGO] (1)
SAT. (2)
LEG. (3)
LEGDEM. (4)
RETR. (5)
PROSP. (6)
LEG.. (7)
LEGDEM.. (8)
LEG. EXP � EXP � EXP � EXP � EXP � EXP � EXP � EXP. � IDEOLOGÍA (NINGUNA)
IZQUIERDA [0-1] .68 (.11) .47 (.00) .50 (.00) .78 (.16) .74 (.14) .68 (.03) .57 (.00) .41 (.00)CENTRO [0-1] 1.15 (.55) 1.09 (.68) .92 (.70) 2.00 (.00) 1.36 (.14) 2.45 (.00) 1.56 (.01) .61 (.01)DERECHA [0-1] 2.00 (.00) 1.07 (.68) .79 (.16) 2.01 (.00) 1.95 (.00) 1.91 (.00) 1.39 (.04) 1.23 (.16)
IDENTIDAD PRI [0-1] 4.58 (.00) 2.83 (.00) 1.74 (.00) 5.96 (.00) 4.30 (.00) 5.43 (.00) 1.77 (.00) ÍND. DEMOCRÁTICO. [0-3] .84 (.01) 1.14 (.04) CONF. INTERPERSO. [0-3] 1.17 (.00) ORIENT. AL CAMBIO [0-1] .76 (.03) CONSTANTE .17 (00) 2.45 (.00) .83 (.16) .52 (.00) .27 (.00) 1.58 (.00) .55 (.00) 1.00BONDAD DE AJUSTE
PRON. NO 94.3 33.7 86.5 59.4 92.5 .0 71.7 69.8PRON. SI 30.9 84.8 22.6 71.9 33.7 100.0 49.2 45.5PRON. CORRECTO 78.7 66.7 59.9 65.4 72.5 70.9 61.6 58.8��/ GDOS. DE LIB. 160.04/4 89.39/5 33.80/4 189.01/4 169.54/6 128.04/4 61.32/5 56.74/3NAGELKERKE R2 .182 .103 .039 .191 .179 .151 .070 .061N 1224 1145 1145 1224 1224 1147 1147 1224
En la columna que identifica las variables independientes, entre corchetes [ ] aparece el rango de sus valores En las columnas del exponencial de �el valor de las p’s aparece entre paréntesis ( )
Para la legitimidad del PRI excluí el indicador de identidad PRI y lo sustituí por ninguna identidad Fuente: Nlo/Sip, junio de 1997. Para más detalles respecto a datos y modelos, ver Anexo I
Toca el turno a los modelos de legitimidad en sentido estricto. Para empezar, los de
legitimidad democrática —sistema y presidencia—, resultaron los menos potentes; en
ambos, la identidad partidaria fue más influyente que cualquier otra variable y sólo para la
presidencia, apareció como variable significativa el índice de orientación democrática. Así,
identificarse con el PRI incrementó 77 por ciento la probabilidad de juzgar legítima por su
origen democrático la autoridad presidencial, situarse a la izquierda la redujo 53 por ciento,
decirse de derecha la aumentó 39 por ciento, poco menos que colocarse al centro y elegir
las tres opciones democráticas de los indicadores con que compuse el índice de orientación
74Pippa Norris, A Virtous Circle. Political Communications in Postindustrial Societies. USA: Cambridge University Press, 2003, pp. 289, 241-246
obedientes e insatisfechos v. estar y significar .
259
democrática, generó una propensión 42 por ciento mayor [V/5, 7]. Por su parte, ser de
izquierda disminuyó 50 por ciento, respecto a quienes no declararon ideología, la
probabilidad de conceder autoridad al sistema por su origen democrático, ser de centro la
redujo 8 por ciento, decirse de derecha la disminuyó 21 por ciento e identificarse con el
PRI la aumentó 74 por ciento [V/5].
Que la legitimidad democrática de la presidencia se asociara a la orientación
democrática de las personas era lógicamente esperable, asumiendo que su investidura tuvo
origen democrático y que los individuos simplemente emitirían un juicio de hecho, aunque
ese mismo resultado podría originarse —o fortalecerse— en mecanismos no racionales
como la ilusión. Por su parte, las diferencias que la identidad partidaria produjo en la
legitimidad democrática de la presidencia y el sistema fueron menos importantes que las
generadas en los indicadores del apoyo instrumental, en una relación que ilustra una pauta
menos partidista del reconocimiento del derecho de mando que del respaldo instrumental,
aunque los efectos de las distinciones partidarias no dejan de ser sorprendentes.
Por último, para el sistema, identificarse con el PRI multiplicó por 2.8 la
probabilidad de concederle legitimidad, en tanto que decirse de izquierda la disminuyó 53
por ciento respecto a quienes no revelaron ideología y por cada respuesta democrática en
los indicadores que integraron el índice de orientación democrática, disminuyó 16 por
ciento [V/5, 2]. Para la presidencia, decirse de izquierda disminuyó 32 por ciento la
propensión a concederle legitimidad estricta, ser de centro la multiplicó por 2.45, ser de
derecha por 1.9 e identificarse con el PRI por 5.4 [V/5, 6]. Por su parte, decirse de derecha
obedientes e insatisfechos v. estar y significar .
260
incrementó 23 por ciento la probabilidad de concederle legitimidad al PRI, mientras que
situarse a la izquierda la bajó 59 por ciento y colocarse en el centro, 39 por ciento [V/5, 8].
En suma: respecto a valores, predisposiciones e incluso edad, el respaldo actitudinal
al régimen, la presidencia y el PRI, en cualquiera de sus dos dimensiones, estuvo marcado
por la identidad partidaria y la ideología de las personas. Sólo en el caso de la legitimidad
democrática de la presidencia y la legitimidad del régimen intervino la orientación
democrática y en la evaluación prospectiva de la presidencia la confianza interpersonal y la
orientación al cambio.
De esta revisión, las preguntas obligadas son ¿por qué fueron tan poco importantes
los valores democráticos y cómo puede leerse, en términos de mecanismos sociales y
consecuencias políticas, el peso de la ideología y todavía más de la identidad partidaria? En
principio, pareciera que la erosión del respaldo actitudinal al régimen y sus piezas no
provino de la tensión e incluso incompatibilidad entre la por demás inexistente difusión
unánime de valores democráticos entre los citadinos y el funcionamiento político del
régimen, sino quizá de la coincidencia entre pobres rendimientos gubernamentales y la
consolidación del dispositivo de competencia electoral que proporcionaba sentido al
pluralismo en las simpatías partidarias alentando su traducción en identidades y
alineamientos ideológicos.
obedientes e insatisfechos vi. información e interés
.
261
CAPÍTULO VI INFORMACIÓN E INTERÉS:
LAS MEDIACIONES DE LA DISTINCIÓN
La principal característica de la vida de un hombre en el mundo
moderno es su convicción de que en conjunto, su mundo
vital no es totalmente comprensible para él
Alfred Schutz1
En la confección de creencias sobre la autoridad, las emociones, normas y valores
regularmente han sido señalados como antecedentes o filtros que pueden alterar e incluso
suprimir su racionalidad. En el capítulo anterior revisé los efectos de valores y
predisposiciones sobre la evaluación de las autoridades, encontrando que al menos en mi
caso de estudio y con mis recursos analíticos, no fueron de gran importancia. Antes, en el
capítulo segundo, mencioné cómo, en el dispositivo mismo de la razón, anida la posibilidad
del error, pero también los atajos y operaciones heterodoxas que la resguardan: de los
primeros, las heurísticas de la representación o la disponibilidad, la racionalidad rígida e
ingenua, la inconsistencia temporal, la reducción o ampliación de la disonancia, la
intromisión de los deseos sobre las cogniciones, la obsesión por la información completa o
simplemente los juicios erróneos construidos con información defectuosa, son una suerte de
caballos de Troya con que la razón convive, en tanto que de los segundos, atajos
1Alfred Schutz, “El ciudadano bien informado. Ensayo sobre la distribución social del conocimiento”, Estudios sobre teoría social. Buenos Aires: Amorrortu, 1964, p. 120
obedientes e insatisfechos vi. información e interés
.
262
informativos o cognoscitivos como las aproximaciones heurísticas o las corazonadas en
situaciones de indeterminación, habilitan un tipo de racionalidad débil, racional al fin2.
En este capítulo atenderé a la progenitora junto con las predisposiciones, de la
opinión política, según Zaller: la información. Y de la muy amplia relación entre
información y juicio político, especialmente respaldo actitudinal, particularizaré mi examen
y su presentación en tres asuntos que trataré en otras tantas secciones: para empezar,
describiré tomando como eje mis propias fuentes primarias, el uso de los medios de
información política entre los capitalinos entre 1995 y 1997, exhibiendo los cambios en la
disponibilidad de información política ocurridos en esos años; en segundo lugar, presentaré
los efectos del uso de distintas fuentes de información en las evaluaciones del régimen, la
presidencia y el PRI y en tercer lugar construiré un índice de conciencia política cuyos
efectos sobre el respaldo actitudinal también serán examinados en interacción con las
fuentes de información. En una cuarta y última sección, consideraré otros recursos como el
nivel de organización, escolaridad, ingresos e incluso el género de mis entrevistados. Como
se advierte, aunque mi interés principal se orienta a las maneras en que los personas se
informan, qué tan enteradas están de los asuntos públicos y cuáles mecanismos explicativos
de los vínculos entre información y juicio político podrían auxiliarme, referiré también
macro variables o estados estructurales asociados a los contenidos y formas noticiosas de
los medios de comunicación, particularmente la televisión, así como otros indicadores
vinculados a la disponibilidad de recursos de las personas.
2“La elección racional no requiere información completa, sino conocimiento: la habilidad de pronosticar las consecuencias de la acción” ver Arthur Lupia y Mathew D. McCubbins, The democratic dilemma. Can citizens learn what they need to know?. USA: Cambridge University Press, 1999, p. 6
obedientes e insatisfechos vi. información e interés
.
263
Medios de información y telepolítica
Si las creencias se constituyen a partir de informaciones, las fuentes y medios con
que la gente se entera de los asuntos públicos deberían asociarse, con independencia de la
dirección causal del nexo, a las diferencias en la presencia e intensidad de la creencia en la
legitimidad de una institución o autoridad. Para las teorías democráticas, la información es
el insumo del debate entre personas libres e iguales así como de las elecciones cotidianas
que hacen posible su funcionamiento; en el origen de las prácticas democráticas
contemporáneas el ciclo de la información se asoció a individuos ilustrados que
participaban de la producción y consumo de la cultura impresa, pero con la expansión de
los medios masivos de comunicación las formas del espacio público se alteraron,
integrando al debate y decisiones políticas a segmentos muy amplios de la población, así
fuese mediante las limitadas prácticas del sufragio, el telenoticiero y el sound bite3. Sin
embargo, en la práctica, cada individuo empírico se informe en relación a su partidismo e
interés en política, utilizando volúmenes y temáticas que le aparecen dadas por los medios,
en circunstancias de recepción, procesamiento y expresión singulares y sometido a sus
antecedentes y capacidades cognoscitivas. Estos factores, entre otros, vulneran la idea de
igualdad en el debate público y plantean lo que Lupia y McCubbins denominan el dilema
democrático: que individuos llamados a elegir racionalmente, no puedan hacerlo4.
¿Cuál era la fisonomía de la esfera pública mexicana de finales del siglo XX?, ¿qué
contexto informativo vivían los pobladores del DF entre 1995 y 1997? Para Norris,
caracterizar el ambiente de los medios y las comunicaciones con base en la relación
3Habermas, 1981 4Arthur Lupia y Mathew D. McCubbins, op cit., p. 1
obedientes e insatisfechos vi. información e interés
.
264
medios—gobierno resultaba inadecuado al mundo de la posguerra fría, por lo que propone
una clasificación basada en la intensidad del uso de los distintos medios de comunicación.
Con este criterio, distingue dos tipos fundamentales de sociedades: las centradas en el
periódico y las centradas en la televisión. Para 1996, Noruega, con una circulación de
periódicos que casi alcanzaba 600 ejemplares por cada mil habitantes y un consumo
televisivo de 150 minutos al día por persona, se situaba en el extremo de las sociedades
centradas en el periódico con bajo consumo televisivo, mientras que México, con una
circulación de 97 ejemplares de periódico por cada mil habitantes y un consumo de 255
minutos de televisión al día por persona fue el paradigma de sociedad centrada en la
televisión con pocos lectores de diarios. Otros países centrados en la televisión y con pocos
lectores de periódicos fueron Italia, España, Hungría, Grecia, Estados Unidos y Turquía,
mientras que Suecia, Finlandia y Corea del Sur fueron países centrados en los periódicos
con poco consumo televisivo. Un caso excepcional fue Japón que combinaba muchos
lectores de diarios y gran consumo televisivo, en tanto que Portugal tuvo muy escaso
consumo de medios, fueran periódicos o televisión5. Esta tipología, ajustaba con la
observación de Adler, que señaló que en México los periódicos eran el vehículo de las
élites, escenario de sus debates e interpretaciones, mientras que la televisión resultaba la
ventana al mundo político para el público masivo6.
A mediados de los noventa del siglo XX, en México la circulación diaria de revistas
y periódicos no rebasaba los tres millones de ejemplares y los lectores de informaciones
5Pipa Norris, op cit., pp. 76, 86 y 95 6Ilya Adler, “The Mexican Case: The Media in the 1988 Presidential Election”. Thomas Skidmore [ed], Television, politics, and the transition to democracy in Latin America. USA: The Woodrow Wilson Center Press, 1993, p.152
obedientes e insatisfechos vi. información e interés
.
265
políticas eran menos de 10 por ciento de la población adulta7, en tanto que cerca de 90 por
ciento de los hogares contaba con al menos un aparato de televisión, nueve de cada diez
personas dedicaba al menos un minuto diario a verla, uno de cada seis hogares tenía
servicio de cable “y en los horarios estelares nocturnos llegaban a estar encendidos los
televisores de 75 por ciento de las casas”8. Pero los registros del consumo televisivo
documentaban un uso más intensivo del entretenimiento que de las telenoticias: entre
febrero y noviembre de 1997, la audiencia nacional promedio de los telediarios nocturnos
24 Horas y Hechos según cifras de Nielsen fue de 4.2 y 4.7 por ciento, respectivamente, –
alrededor de 2 millones de adultos viendo las noticias en las 24 ciudades más importantes
del país– y en el Valle de México cercana a 5 y 8 por ciento promedio, respectivamente,
mientras que los noticieros vespertinos más populares alcanzaban en todo el país 2.5 por
ciento de audiencia y los matutinos por debajo de 1 por ciento, cifras todas, pequeñas frente
al 55 por ciento de público promedio de los telenoticieros nocturnos en Estados Unidos9 o
al hecho de que tres cuartas partes de los europeos adultos veían noticias por sus televisores
cada día10.
Refiriendo su propia experiencia, en junio de 1997 los pobladores adultos de la
ciudad de México atribuían gran importancia al telediario, relegando a papeles secundarios
al periódico, las revistas y el radio: alrededor de 71 por ciento habría identificado como
7El caso mexicano no es muy distinto al latinoamericano, con la excepción de Argentina, donde tan sólo en Buenos Aires, 79 por ciento de la población lee los periódicos. Enrique Zuleta-Puceiro, “The Argentine Case: Television in the 1989 Presidential Campaign”. Thomas Skidmore, op cit. p. 74 8José Rubén Jara Elías, “Las audiencias de la televisión en español en América Latina”. Revista Mexicana de Comunicación. No. 51, 1997, octubre diciembre 9Ulises Beltrán y José Hernández, “Consumo de noticieros de televisión abierta en México”. Nexos. Sociedad, ciencia, literatura. No. 242, México, 1998, p. 95 y 97. Los ratings de Ibope fueron ligeramente diferentes y algunos registros semanales, en particular del noticiero Hechos, pueden consultarse en http://www.ibopeagb.com.mx 10Pipa Norris, op cit.,
obedientes e insatisfechos vi. información e interés
.
266
principal medio de información a la televisión y entre ellos 69 por ciento señalaría en
particular a Televisión Azteca y 26 por ciento a Televisa como fuentes privilegiadas. En
este abanico, los periódicos más populares de la ciudad como La Jornada y El Universal no
superarían 4 por ciento de referencias y en conjunto, los medios impresos reunirían
alrededor de 15 por ciento de menciones, la radio 9 por ciento y las conversaciones con
amigos y familiares 3 por ciento [cuadro VI/1]. Ante una pregunta similar aplicada en 1996
a una muestra nacional de estadunidenses, 56 por ciento contestó que su principal fuente de
información era la televisión, 24 por ciento el periódico y 14 por ciento la radio11. Así,
quizá porque los contenidos audiovisuales son más fáciles de retener, sea también más fácil
recordar –tenerlos como información a mano al momento de responder– que la principal
fuente de información utilizada es audiovisual12.
CUADRO VI/1 PRINCIPAL FUENTE DE INFORMACIÓN.
DECLARACIÓN DE LOS ENTREVISTADOS (PORCENTAJES) TELEVISIÓN RADIO IMPRESOS OTRA
JUNIO, 1997 71 9 15 3 MARZO, 1997 71 13 13 3 JULIO, 1995 72 8 14 7
Fuente: Nlo/Sip, 1996-1997, ver Anexo 1
Pero la elección del medio principal por parte de un entrevistado no sólo traduce
usos probables, sino que expresa una memoria paradójica, con capacidades diferenciales
para recordar y olvidar, atravesada por identidades y estados de ánimo que por supuesto
distorsionan el consumo real y no son estrictamente comparables a datos situacionales o
11Doris Graber, Processing politics: learning from television in the Internet age. Chicago: The University of Chicago Press, 2001, p. 3 12Al presentar a un grupo de adultos doce historias sólo en audio, 32 por ciento las recordó con error; al presentarlas audiovisualmente, el error bajó a 15 por ciento. Ver Doris Graber, op cit., p. 20
obedientes e insatisfechos vi. información e interés
.
267
ratings, toda vez que podrían contener un efecto de selección al que me referiré más
adelante. En verdad, los telediarios son en todo caso, fuente principal pero para más de la
mitad de mexicanos, no necesariamente única de información: en una muestra nacional en
1995, 87 por ciento de entrevistados identificó un canal de televisión por el que se enteraba
de lo que pasaba en política, 50 por ciento refirió una estación de radio y 59 por ciento un
periódico13, concordando con las cifras del estudio Los medios y mercados de
Latinoamérica del año siguiente, conforme al cual, en México 87 por ciento usaba la
televisión, 65 por ciento los periódicos y 41 por ciento la radio14.
Entonces, referir a la televisión como vehículo principal de información no
significaba que fuera el único, pues su uso se acompañaba de combinaciones con otros
medios que por supuesto resultaban relevantes. Finalmente, la diferencia no está en usar o
no la televisión, “sino en que las personas menos informadas dependan exclusivamente de
medios electrónicos, mientras que las más informadas suelen combinar algún medio
electrónico con la prensa”15. Para Sartori la influencia de la televisión sobre la vida política
de un país depende en buena medida de la presencia de los medios impresos en la esfera y
debate públicos, que ofrecen el resguardo ilustrado a la democracia y por cuya ausencia, se
asocia buena parte de la capacidad destructiva de la videopolítica16.
13Ulises Beltrán, Fernando Castaños, Julia Flores, Yolanda Meyenberg y Blanca Helena del Pozo, op cit., p. 131 14Zona Latina's Home Page / Audits & Surveys Worldwide, Comparison of News Media. Integrado a la página por Roland Soong, enero 7 de 1997 [http://www.zonalatina.com/Zldata14.htm]. 15Ulises Beltrán y José Hernández, “Homo videns: ¿amenaza para la democracia? . Nexos. Sociedad, ciencia, literatura. No. 255, México, 1999, p. 92 16Giovanni Sartori, Homo videns. La sociedad teledirigida. España: Taurus, 1997, p. 106. Como refiriéndose a Sartori, Graber señala que muchos científicos sociales suponen al pensamiento generado por imágenes, inferior al racional, pero sostiene que investigaciones del cerebro demuestran que las imágenes disparan una intensa actividad neuronal asociada a la razón. Doris Graber, op cit., p. 32
obedientes e insatisfechos vi. información e interés
.
268
Cualquiera que fuese la combinación de medios así como la distancia entre las
declaraciones de fuentes principales de información y el registro de consumo efectivo, las
cifras de la UNESCO que proporciona Pippa Norris y las subjetivas de atención y jerarquía
que obtuve en junio de 1997 en el DF, sugerían que entre los ciudadanos ordinarios de la
ciudad de México, la relación entre información, medios y legitimidad debía pasar por la
videopolítica y en especial por el telediario, pues, como ha señalado Bruhn, las noticias por
televisión empezaban a ser hábito, obligación cívica, fuente de placer, motivo de reunión
familiar, forma de invasión del mundo privado por el público y escaparate popular al
espectáculo político: “una actividad sobre determinada por los papeles y rutinas de la vida
familiar; elemento integrado en el contexto nocturno de la casa”17, haciendo comprensible
que mientras la política figuraba en el tipo de programas menos populares de la televisión
mexicana, con apenas 13 por ciento de menciones, los noticieros locales ocuparan la cima
con 74 por ciento y los nacionales les siguieran con 71 por ciento18.
Un elemento adicional que documenta el papel de los medios electrónicos e
impresos, fue la confianza que los citadinos decían tener en ellos, por encima de la
autoridad pública y sólo superados por figuras como los sacerdotes: en julio de 1996, 93
por ciento de entrevistados en una muestra de pobladores del DF dijo sentir confianza en sí
mismos, 53 por ciento en los sacerdotes, 48 por ciento en los periódicos, 44 por ciento en
los noticieros de televisión, 40 por ciento en los militares, 30 por ciento en el presidente, 19
17Klaus Bruhn Jensen, “La política del multisignificado. Noticias en la televisión, conciencia cotidiana y acción política” en Guillermo Orozco (compilador), Hablan los televidentes. Estudios de recepción en varios países. México: UIA, 1992, p.108 y passim 18Zona Latina’s Home Page / TGI Brasil, TGI Mexico, MARS OTC/DTC Pharmaceutical Study, Canada PMB study, Japan ACR study, “Global Popularity of Television Program Types”. Integrado a la página por Roland Soong, enero 19 de 2003 [http://www.zonalatina.com/Zldata276.htm] Ver telenoticieros es socialmente deseable por lo que la respuesta de que son el género preferido, debe tomarse con reservas.
obedientes e insatisfechos vi. información e interés
.
269
por ciento en el sistema judicial y 15 por ciento en la policía19. En suma, podríamos decir
que para 1997, alrededor de 45 por ciento de citadinos decía confiar en los medios, actitud
compartida por menos de una tercera parte de las poblaciones de ingleses, alemanes o
estadunidenses, conforme a las aplicaciones de 1995 y 1997 de la Encuesta Mundial de
Valores20.
En el tratamiento del vínculo entre videopolítica y legitimidad coexisten enfoques
diversos y evidencias contradictorias. Los dos más importantes criterios de diferenciación
refieren, por un lado, los efectos del medio sobre las audiencias y en segundo lugar, los tipo
de régimen. Para el primer criterio, operan dos clases de supuestos, uno en torno a la
dirección causal del nexo medios—audiencias y otro sobre las capacidades cognoscitivas y
formas de recepción de mensajes del público. Estos dos aspectos los trataré más adelante,
limitándome por lo pronto a la cuestión de los medios y el tipo de régimen. Así, una
primera distinción ocurre si referimos regímenes autoritarios o democráticos, aunque
respecto a los primeros, parece haber menos polémica en la naturaleza del vínculo.
Tratando el caso mexicano de fines de los ochenta, es decir el viejo régimen, Adler sostuvo
que en los sistemas jerárquicos, para analizar a los medios hay que partir del punto de vista
del sistema y explicar la manera en que contribuyen a la existencia de jerarquías políticas y
a la continuidad de la estructura como un todo21, de donde se sigue la idea, ampliamente
aceptada, de que perder el control de la oferta televisiva, tendrá consecuencias
catastróficas. Algunos casos recientes ilustrarían esta propuesta: para Sartori, “no cabe
19Datos de Nlo/Sip, julio de 1996. Ver Anexo I 20Pippa Norris, op cit., p. 310 21Thomas Skidmore, op cit., p. 147
obedientes e insatisfechos vi. información e interés
.
270
duda que la televisión precipitó la crisis de los sistemas comunistas”22 y en la
transformación política de Rumania, la televisión nacional fue la primera plaza ocupada por
la oposición23; por su parte, James Lull argumenta que en China la transmisión por la
Televisión Central de las series Nueva estrella y La elegía del río alentaron “a toda clase de
personas a lo largo y ancho de la diversa nación, a comulgar emocionalmente con reiteradas
y ritualistas experiencias de resistencia política” que más tarde se tradujeron en los
acontecimientos de Tiananmen24. Sin embargo, gobiernos sin credibilidad pueden
trasladarla a su propia televisión, por lo que ni el más estricto control garantizaría
resultados, como a decir de Zuleta Puceiro ocurrió en Chile a finales de la dictadura de
Pinochet25.
Por el contrario, la naturaleza del vínculo entre videopolítica y legitimidad
democrática es más difícil de establecer. En términos generales distinguiría al enfoque
dominante que documenta efectos nocivos de la video política sobre la democracia, de uno
menos extendido que sugiere la posibilidad de un círculo virtuoso. Al margen de ambos,
figuraría la versión actualizada del medio como instrumento ideológico, para el que “la
recepción de noticias televisivas puede considerarse un agente de hegemonía que reafirma
los límites de la imaginación política”26. Para la vertiente dominante, individuos
teleinformados políticamente tienden no sólo a conceder menos legitimidad y apoyo a sus
gobiernos, sino a distanciarse de la vida pública y la participación política. La causa no
22Giovanni Sartori, op cit., p. 129 23Thomas Skidmore, op cit., p. 27 24Raúl Trejo Delarbre, “¿Videopolítica vs. mediocracia? Los medios y la cultura democrática”. Revista Mexicana de Sociología. México: Instituto de Investigaciones Sociales/UNAM, año LVI, No. 3, julio septiembre, 1994, p. 39 25Thomas Skidmore, op cit., p. 79 26Klaus Bruhn Jensen, op cit., p. 122
obedientes e insatisfechos vi. información e interés
.
271
radica tanto en los medios electrónicos cuanto en el estilo de cobertura y seguimiento
noticioso que practican: la telepolítica vulneraría –más o menos– las condiciones de la
ciudadanía y la democracia deliberativa, al ofrecer informaciones defectuosas, parciales y
emotivas. Según Petterson, a partir de los años sesenta la cobertura de medios en Estados
Unidos, Gran Bretaña, Suecia e Italia se fue haciendo “más negativa, centrada en lo
periodístico y en el conflicto antes que en la sustancia”27, sintonizando con el argumento de
Huntington y la Trilateral, conforme al cual, las coberturas notiocosas contribuían a
“debilitar la autoridad gubernamental a través de su énfasis en la controversia y la
violencia”28.
En la literatura especializada, el origen de éste enfoque parece remontarse al trabajo
de Kurt y Gladis Lang de 1966, cuya descripción más tarde será referida como
videomalaise por Michael Robinson en el contexto estadunidense de los setenta, al tiempo
que en el europeo la preocupación por el periodismo negativo y la teleinformación política
se comparte pero con “menos estridencia”29. En la base de posibilidades de este enfoque,
Lang y Friestad han sostenido que el cerebro cuenta con más capacidad para memorizar
mensajes negativos video transmitidos que informaciones verbales positivas30. En el
extremo de la crítica, Sartori, suspicaz del hombre emocional, sentenciaba que la
videopolítica construye pseudo acontecimientos, desinforma, premia la excentricidad, el
27Joseph Nye et all (editores), Why People Don’t Trust Government. Massachusetts: Harvard University Press, 1997, p. 17 28Mauro Pereira, “Los medios y la legitimidad de la democracia”, Etcétera. Semanario de política y cultura. México, 1997, No. 235. p. 3 29Pippa Norris, op cit., pp. 5-11 30Doris Graber, op cit., p. 34
obedientes e insatisfechos vi. información e interés
.
272
ataque y la agresividad, reduce la política a episodios emocionales e incentiva un
directismo que confía la conducción del gobierno a individuos incompetentes31.
Pippa Norris, por su parte, sostiene que la televisión no sustituyó a los medios
tradicionales de comunicación, sino que añadió un elemento al ahora más atractivo menú
de opciones informativas. En general, dice, si bien existen incentivos para el periodismo
negativo o crítico, el concepto mismo de noticias se ensanchó y en las últimas tres décadas,
en los países de la OCDE, el volumen de noticieros televisivos se triplicó, lo que
desmentiría la idea de coberturas políticas a la baja, mientras que los lectores de periódico
en Europa se duplicaron, lo que iría en contra de la imagen del desplazamiento. Además, la
vinculación perniciosa entre teleinformación y respaldo actitudinal a la democracia ha sido
tan repetida como poco sustentada, por lo que Norris distingue las proposiciones sobre las
capacidades corrosivas de la tele información negativa entre sus versiones débil, que
vulneraría el apoyo específico y cuenta con sustento empírico y la fuerte, que extendería
sus estragos al apoyo difuso pero no cuenta con evidencia a favor, ofreciendo a cambio un
análisis transversal y longitudinal de datos individuales y agregados con controles
estructurales y actitudinales, en que encuentra que al menos en Estados Unidos y la Unión
Europea de finales del siglo XX, los más expuestos a noticias y campañas electorales en los
medios electrónicos fueron los más conocedores, los que más confianza sentían en el
gobierno y el sistema político y los que más altas probabilidades de participar
electoralmente tuvieron. La estigmatización del periodismo negativo, insiste, resulta la
versión moderna del mensajero condenado por el mensaje32.
31Giovanni Sartori, op cit., pp. 115 y 142 32Pipa Norris, op cit., pp. 311, 312 y 314
obedientes e insatisfechos vi. información e interés
.
273
En los procesos de cambio político gradual la evaluación de la videopolítica se
complica, pues los telespectadores encuentran dificultades empíricas para distinguir entre
las comunicaciones del viejo y las del nuevo régimen, por lo que sus efectos sobre el
respaldo popular también pueden resultar confusos, al tiempo que las nuevas ofertas en
contenidos y formatos informativos reclaman competencias entre los receptores, quizá
inexistentes en ese momento. En Brasil, por ejemplo, los medios facturaron al naciente
sistema democrático problemas anidados en el régimen militar, estimulando actitudes
antipolíticas al recurrir, primero, al periodismo de investigación como agente autoerigido
de la democratización y de la lucha contra la corrupción, después al periodismo que
responsabilizó a los políticos principal y casi exclusivamente de los males nacionales y por
último, a una actitud antiinstitucional traducida en muy sesgadas coberturas del Congreso y
los legisladores. Para Pereira esta conducta obedecía a la necesidad de legitimación de los
medios, dependiente por entero de la integridad de su relación con la audiencia y
antagónica a la lógica de legitimación del sistema33. Y parte de la explicación del fuerte
impacto del primer teledebate en el México del siglo XX entre candidatos a la presidencia
transmitido en 1994, podría apuntar a su carácter inédito, sorpresivo y novedoso para una
audiencia inexperta en ese tipo de espectáculos.
Por supuesto, no sólo la naturaleza del régimen define la relación medios—
audiencias, sino que también influyen otros elementos contextuales más o menos
persistentes, como la coyuntura o la cultura política local o nacional, por lo que supondría
que las consecuencias de contenidos y formatos noticiosos semejantes variarán en relación
a la disponibilidad y consumo de medios alternativos de comunicación, el peso de la
33Mauro Pereira, op cit., p. 8
obedientes e insatisfechos vi. información e interés
.
274
cultura letrada, los niveles de confianza interpersonal y hacia los medios, la historia de la
relación entre las figuras del sistema político, los propietarios de los medios y los más
visibles comunicadores, los niveles de politización e interés, duraderos o circunstanciales,
de la sociedad en cuestión, las temáticas que se impongan como relevantes y las
interacciones entre medios y políticos, medios y ciudadanos ordinarios y entre éstos
últimos y sus políticos.
En la explicación del peridodismo negativo, la conducta de la televisión en los
procesos de democratización y en las democracias consolidadas se sigue de dos tipos de
incentivos más o menos anudados, así como de un conjunto de supuestos en torno a la
audiencia y la dirección del efecto. La primera forma de incentivos los ofrece un mercado
de la videoinformación con una cerrada competencia por las audiencias: el auto interés
conduce a los comunicadores a ofrecer noticias rosas, rojas y negras que cautiven al
público, que desde la heurística de la disponibilidad concluirá que si el político X que
aparece en los telediarios tiene un negro historial, vía difusión, todos los políticos lo
tendrán. A la par, el segundo tipo de incentivos descansa en las dinámicas de la
democratización y la democracia, que favorecen las libertades y autorefuerzan éste tipo de
coberturas. En el caso europeo, por ejemplo, este dispositivo fue posibilitado por el
debilitamiento o cancelación de la televisión pública, pero en el México de principios de
los noventa, no dominaban esos empresarios de la video información compitiendo por
audiencia a través de su oferta noticiosa crítica: el monopolio televisivo actuaba como si
para preservar su condición, tuviera que tolerar y a veces apoyar abiertamente al régimen
de la post revolución con un periodismo complaciente, que desde 1950 difundía “una
imagen triunfalista que precipita en las redes de una cultura común y apolítica a los
obedientes e insatisfechos vi. información e interés
.
275
sectores, aún tan contrastados, de la población mexicana y participa eficazmente en la
sumisión al poder constituído”34.
Sin embargo, en 1993 se privatizó la cadena estatal Imevisión, inaugurándose la
competencia duopólica entre la recién fundada Televisión Azteca y la vieja Televisa, que
pocos años atrás también había perdido el monopolio de la transmisión por cable tras la
incursión de la compañía privada Multivisión. A la vez, en 1996 comenzó la transmisión
vía satélite de la llamada televisión directa al hogar, otra forma de señal codificada. Por
estas fechas, se expandió la televisión regional, sobre todo a través de filiales locales de los
dos grandes consorcios, así como de la instauración de algunos proyectos locales como el
canal 40 en el Valle de México, con especial vocación en la información y análisis
políticos. Por el lado de la televisión pública, tras la venta de Imevisión, el canal 11 del IPN
mejoró la calidad de sus transmisiones, consolidó su presencia y extendió el alcance de su
señal, mientras que en el DF se abrió un segundo canal cultural, –el 22– y en otras
entidades de la República se concretaron proyectos de televisión estatal. En este contexto,
la oferta noticiosa se multiplicó y el periodismo negativo comenzó a ser vehículo de
conexión con las audiencias, para entonces quizá cansadas de las informaciones y
coberturas complacientes.
Mientras corrían los cambios en la estructura de propiedad y oferta de la
teleinformación, la relación entre televisión y política también se transformó. En mayo de
1994 se realizó frente a cámaras el primer debate entre los candidatos a la presidencia de la
República de los tres principales partidos políticos: la audiencia estimada en el DF fue
34Serge Gruzinski, La guerra de las imágenes. De Cristóbal Colón a “Blade Runner” (1492-2019). México: Fondo de Cultura Económica, 1994, p. 212
obedientes e insatisfechos vi. información e interés
.
276
cercana a 50 por ciento de televidentes con teléfono y a nivel nacional próxima a 35 por
ciento entre el público en general35, convirtiéndose en una de las transmisiones con más
alto rating en la historia de la televisión mexicana36. Este mismo año, los telediarios
elevaron considerablemente sus tiempos de cobertura de las contiendas, cuyos cierres de
campaña presidencial fueron transmitidos en vivo y con alcance nacional.
Para 1997, los medios electrónicos realizaron un amplio seguimiento de las
campañas de los candidatos a Jefe de Gobierno en el DF, senadores y diputados federales:
la televisión abierta transmitió al menos cuatro debates, uno entre candidatos al senado,
otro entre candidatos a la jefatura de gobierno del DF y dos más entre aspirantes a las
candidaturas del PRI y del PRD al gobierno de la ciudad de México, al tiempo que se
presentaron secciones enteras de información, análisis y entretenimiento alrededor de la
contienda, el IFE incrementó sus tiempos en televisión, intensificó sus informaciones y los
tres principales partidos políticos nacionales hicieron un nuevo y masivo uso del medio,
lanzando exitosas campañas publicitarias37. Si en 1994 los partidos políticos por los medios
electrónicos transmitieron 5,684 spots que ocuparon 31 horas, en 1997 el número ascendió
a 16,792 que abarcaron más de 93 horas y el tiempo televisivo permanente que la autoridad
electoral reservó a los partidos se multiplicó por nueve. Entre el 16 de marzo y el 3 de julio
de 1997, el tiempo de cobertura de las campañas electorales de quince telenoticieros en el
35Nicolás Loza Otero / Servicios de Imagen y Publicidad, SC, El teledebate entre candidatos a la presidencia en el DF. México: Sip S. C., 1994 [http://mx.geocities.com/sipnlo/]. La cifra nacional pertenece al Ibope y se levantó con people meters [http://www.ibopeagb.com.mx/] 36Raúl Trejo Delarbre, “Medios y elecciones en 1994: el sufragio privilegiado” en Germán Pérez Fernández y otros (coordinadores) La voz de los votos: un análisis crítico de las elecciones de 1994 México: FLACSO/Porrúa, 1995, p. 61 37Miguel Acosta, Miguel García y Néstor Vargas, “Los números de la propaganda electoral por televisión abierta”. Revista Mexicana de Comunicación. No. 50, 1997, agosto—septiembre
obedientes e insatisfechos vi. información e interés
.
277
DF38 fue de 62 horas y 42 minutos, 23.9 por ciento de los cuáles se dedicaron al PAN, 24.1
por ciento al PRI y 24.83 por ciento al PRD [cuadro VI/2]. En radio la distribución fue muy
semejante, aunque un poco más favorable al PRI39.
Los cambios de la telepolítica mexicana también podían apreciarse en las
estructuras de tiempo y cobertura noticiosa de los procesos electorales: si entre abril y junio
de 1988, 24 Horas de la noche de Televisa dedicó más de 80 por ciento de su información
electoral al candidato del PRI, en 1994 esta cifra bajó a 27 por ciento, habiendo triplicado,
respecto a 1988, el tiempo de seguimiento de las campañas. Por su parte, Hechos de
Televisión Azteca, acusó en 1994 una distribución de su información electoral semejante a
la de 24 Horas, pero duplicó el tiempo destinado al tema, dedicándole más espacio, en
términos proporcionales, a los candidatos del PRI y del PAN que a los del PRD y demás
partidos. Tres años después, para los meses de marzo y abril de 1997, ninguno de los dos
telediarios nocturnos prestó más de 40 por ciento de su cobertura al partido en el gobierno y
sólo 24 Horas de la noche optó por una distribución del tiempo para los partidos pequeños
semejante a la empleada en el proceso anterior. A nivel nacional y tomando en cuenta las
transmisiones de más de 15 noticieros de las televisiones abierta y por suscripción durante
todo el proceso electoral, en 1997 el PAN y el PRD alcanzaron tiempos de cobertura
semejantes entre sí, que sumados superaban ligeramente al PRI [cuadro VI/2]. En el DF la
cobertura al PRD superó las del PRI y PAN, aunque el PRI logró más de 50 por ciento de la
38Los telenoticieros fueron: de Televisa, 24 horas de la noche, 24 horas de la tarde, Al despertar, Detrás de la noticia, Muchas noticias, La realidad hoy y Punto por punto; de Televisión Azteca, Hechos de la noche, Hechos de la tarde, Hechos de fin de semana, y Hola México; Enlace de canal 11; en Blanco y negro y Para usted de Multivisón y Preparen, apunten, voten de canal 40. Raul Trejo Delarbre, “Los medios también votan. Las campañas de 1997 en televisión y prensa. Un informe preliminar”, Luis Salazar (coordinador), 1997 Elecciones y transición a la democracia en México. México: Cal y Arena, 1999, p. 279
obedientes e insatisfechos vi. información e interés
.
278
atención televisiva en Yucatán, Tabasco, San Luis Potosí, Campeche y Aguascalientes. Por
supuesto, las televisoras privadas mantuvieron preferencias y compromisos: en 1994 las
tarifas diferenciales, el manejo de planos, ubicación en la secuencia del telediario, uso de
voz e imagen favorecieron al PRI, en tanto que la cobertura de los partidos pequeños estuvo
muy por encima de sus simpatías efectivas, lo que perjudicaba a las oposiciones fuertes; en
1997 los avances en el tratamiento objetivo e imparcial de los distintos candidatos fueron
reconocidos por el IFE y la ACMDH, aunque esta última organización no gubernamental
destacó los contenidos contrarios al PRD en el telenoticiero Hechos de Televisión Azteca40.
CUADRO VI/2 COBERTURA TELEVISIVA DE LAS CAMPAÑAS ELECTORALES (1988-1997)
% PRI
% PAN
% PRD
% OTROS
TIEMPO TOTAL
198824 HORAS 84 2 5 8 2’49
199424 HORAS 27 13 19 40 8’55HECHOS 33 20 19 28 16’33
199724 HORAS 16.8 26.2 28.5 27.0 2’27HECHOS 31.3 26.0 31.5 11.1 5’97TV DF 24.0 23.9 24.8 27.3 62’42
Las columnas por partido son las proporciones del tiempo total de cobertura, que se expresa al final en horas y minutos Fuentes. 1988: Adler en Skidmore, op cit., p. 155; 1994: Acosta y Parra, op cit, pp. 187, 217 y 247; 1997: Trejo en Salazar, op cit., pp.
275 y 279. Los datos de 1988 cubren del 4 de abril al 24 de junio; los de 1994 del 2 al 27 de mayo y del 30 de mayo al 15 de julio y los de 1997, del 16 de marzo al 3 de julio; las cifras de TV DF consideran 15 telenoticieros.
Las transformaciones no se limitaron a los acontecimientos electorales. Antes de
1988, la ausencia de debate público, el privilegio de la figura presidencial y la irrupción
episódica de la política nacional, eran características de la televisión mexicana41, lo que
para finales de 1997 había cambiado notablemente. En Televisión Azteca se abrieron
39Ricardo Becerra y Pedro Salazar, “La elección federal de 1997: una descripción general”, Luis Salazar, op cit., pp. 54 y 55 40Para las cifras de 1997 y 1995, ver Miguel Acosta, Miguel García y Néstor Vargas, ibid, para los de 1997, IFE/Comisión de Radiodifusión 41Lujambio, 1990: 288-293
obedientes e insatisfechos vi. información e interés
.
279
programas de análisis y debate como Nexos, espacios para la información detallada como
La entrevista y se asoció el entretenimiento a la política, con segmentos cómicos como
Hechos de peluche en la barra de noticias así como telenovelas como Nada personal y
Demasiado corazón en los horarios más populares. En Televisa despegaron emisiones de
información y análisis como el dominical nocturno Detrás de la noticia y se extendió el uso
de la broma política. La competencia entre los noticieros Hechos y 24 Horas se cerró,
desplazándose hacia ámbitos como la nota roja, en que Ciudad Desnuda de Televisión
Azteca y Fuera de la Ley de Televisa disputaban una audiencia próxima a 20 por ciento del
teleauditorio42, convirtiéndose en los verdaderos estelares del género noticioso,
contribuyendo quizá sin pretenderlo a la politización de los asuntos de seguridad pública y
sobre volando la pista mexicana del infotainment, es decir, de las coberturas emotivas,
entendidas como espectáculo, centradas en la persona y el relato. Por su parte, en la
televisión por suscripción los noticieros, las entrevistas, análisis y debates políticos también
se multiplicaron y la expansión de la televisión regional, se tradujo en la correspondiente
producción de telediarios locales en Monterrey, Guadalajara, el DF y otras ciudades del
país.
Sin que la figura del titular del poder ejecutivo perdiera su centralidad, desde 1988
se transmitieron el día mismo del informe presidencial los mensajes de las distintas
fracciones parlamentarias y casi diez años después, en septiembre de 1997, la nueva
relación de fuerzas en la Cámara de diputados se tradujo en la cobertura de la respuesta de
un legislador de oposición al informe anual del presidente de la República, mientras que en
42Zona Latina's Home Page / Audits & Surveys Worldwide, Crime stories. Integrado a la página por Roland Soong en mayo 21 de 1998 [http://www.zonalatina.com/Zldata36.htm]
obedientes e insatisfechos vi. información e interés
.
280
la ciudad de México, la televisión abierta transmitió en diciembre de ese mismo año la
toma de posesión del primer Jefe de Gobierno electo del DF. De acuerdo con Beltrán y
Hernández, “entre 1994 y 1997 el tamaño de la audiencia de los noticieros se incrementó
casi 50 por ciento (...), el número de espacios noticiosos casi se duplicó y (...) la audiencia
de los noticieros independientes a las dos grandes cadenas aumentó”43.
Parcialmente al menos, los cambios en la televisión mexicana derivaron de los
imperativos de la creciente competencia televisiva por la audiencia y del acuerdo entre los
actores de la transición política para abrir espacios electrónicos de comunicación. En esta
historia de transformaciones, tres momentos decisivos fueron la reforma electoral de 1977
que obligó a las televisoras a conceder tiempo gratuito a los partidos políticos, el
redimensionamiento del Estado de principios de los noventa que abrió el mercado de la
teleinformación política y la reforma electoral de 1996 que reguló el uso partidista de
tiempos televisivos, los montos de la contratación publicitaria y la calidad de las coberturas
noticiosas44. En menos de 10 años, la telepolítica mexicana cambió el eje de gravedad de
sus contenidos, pues si en 1988 parecía exclusivamente preocupada por la continuidad del
régimen, en 1997 utilizaba la nueva pluralidad y competencia políticas para mejorar su
posición de mercado. Así, quizás sin proponérselo ni tener conciencia de las consecuencias
no buscadas de sus prácticas, la televisión transitó a una situación en que podría influir en
los niveles de apoyo al antiguo sistema político, a los actores y arreglos de la transición y a
la nueva democracia mexicana.
43Beltrán y Hernández: 1998: 96 44María de Jesús Origel, “25 años de política electoral en medios electrónicos”, Media comunicación. Año 4, No. 26, 1997, mayo junio
obedientes e insatisfechos vi. información e interés
.
281
Fuentes de información y evaluación de la autoridad
Como anteriormente apunté, en la base de propuestas como la videomalaise o de
medios eficientes a las presuntas intenciones enajenantes del sistema, hay supuestos sobre
las capacidades cognoscitivas del público y la dirección del efecto en la relación medios—
audiencia que justifican su especial atención a la emisión, es decir, a la estructura de
propiedad, programación y contenidos, antes que a la recepción y formas del auditorio. La
vertiente dominante descansa implícita y usualmente en una hipótesis de unidireccionalidad
causal que va del medio al espectador, tipificado como un individuo pasivo, modelado por
los contenidos en pantalla, que juzga con la información disponible y derrama sus juicios
de una a otra figura de una misma esfera sin mayor sentido crítico45. Este enfoque, en que
los individuos son vistos como “víctimas de la arquitectura de sus mentes”, pasivos
receptores de la “inyección hipodérmica de los medios”, Miller y Krosnick lo sitúan en la
primera fase de la investigación de medios46. Sin embargo, el asunto no es tan sencillo y
Mutz lo califica como una de las más persistentes interrogantes en la investigación de la
persuasión política47.
Desde la perspectiva del estudio de las audiencias, ocurre otra discusión tanto o más
interesante al momento de entender los efectos de la teleinformación sobre la legitimidad
de un régimen, pues se propone la imagen de un receptor activo, crítico y con capacidades
45En esta perspectiva incluiría a Sartori, las hipótesis del periodismo negativo e incluso a Adler, que paradójicamente, a pesar de centrar su análisis en la oferta televisiva, menciona el backlash de 1988 que cuestiona precisamente la tipificación del telespectador en que reposan los trabajos de ese tipo. 46Joanne Miller & Jon Krosnick, op cit., p. 96 47Diana Mutz, Paul Sniderman & Richard Brody “Political Persuasion: The Birth of a Field of Study” en Diana Mutz, Paul Sniderman & Richard Brody, op cit., p. 11
obedientes e insatisfechos vi. información e interés
.
282
interpretativas48: dicho de otro modo, se sustituye al individuo explicado desde el micro
mecanismo de la racionalidad imperfecta –o el perfecto irracional–, por otro con pluralidad
de micro mecanismos, entre los que figuran aquellos que mediante atajos y aproximaciones
posibilitan su racionalidad. Así, la derrama y la heurística de la disponibilidad se sitúan en
una dimensión más justa: dos mecanismos de confección de creencias políticas que
conviven con un elenco más amplio, con maneras diferentes de recibir y procesar
información que pueden atemperar, nulificar o revertir los efectos postulados por la
videomalaise.
Partidario del enfoque de audiencias activas, Bruhn sostiene que en la recepción
“coexisten relevancias (...) que sugieren formas variables e incluso contradictorias y
divididas de la conciencia diaria”49, pues entre la connotación del género noticioso desde el
punto de vista político y “su limitada relevancia práctica” existe una tensión, toda vez que
las noticias proporcionan un sentido de comunidad, antes que de control, conteniendo
componentes lúdicos e interpretables50. James Lull, por ejemplo, refiere dos lecturas
contradictorias de la transmisión de los acontecimientos de Tiananmen en Pekín en 1989,
en que un joven rebelde obstruye con su cuerpo el avance de los tanques del ejército: en
Occidente fueron significadas como expresiones de dignidad, mientras en China el
gobierno las mostró como prueba de la prudencia oficial51. En defensa de los efectos
positivos del consumo de tele noticias, Norris encontró una relación significativa entre la
48Graham Murdock, “La investigación crítica y las audiencias activas”, Estudios sobre las culturas contemporáneas. México: Universidad de Colima, Vol. IV, No. 10, 1990, pp. 187-223 49Klaus Bruhn Jensen, op cit.,p. 99 50ibid: 113 y 115 51Raúl Trejo Delarbre, “¿Videopolítica vs. mediocracia? Los medios y la cultura democrática”, op cit., pp. 39-40
obedientes e insatisfechos vi. información e interés
.
283
edad, la exposición a noticieros incluso televisivos y la probabilidad de participar en las
elecciones de la Unión Europea en 1989 y 199452.
Éstas relevancias diferenciadas de Bruhn, corren en paralelo con los niveles de
conciencia política de Zaller, las tipificaciones del ciudadano de Schutz o las distinciones
entre assenters, consenters y dissenters de Wright. En todas ellas, al margen de sus
diferencias, subsiste la posibilidad misma del círculo virtuoso de Norris: individuos
interesados políticamente consumirán más tele información crítica, pero también contarán
con incentivos para contrastarla con otras fuentes y con sus propios juicios anteriores,
mientras que los desinteresados, apenas vean información política apagarán sus televisores,
de no hacerlo ni los atenderán, pero de prestarles atención, muy probablemente serán tan
suspicaces del cartero como del autor y contenido del mensaje53. El efecto, entonces, no va
en una sóla dirección, del emisor al receptor, pero tampoco del receptor que al seleccionar
elimina al emisor, sino que será bidireccional en un proceso interactivo e iterativo54.
En otra tradición de investigación, Jordan y Page documentaron que en la formación
de opiniones en asuntos de política exterior, los individuos siguen pautas similares a las
existentes respecto a la política doméstica. De acuerdo con los hallazgos de Sigal de 1973,
corroboraron el dominio de fuentes gubernamentales en los contenidos de los
telenoticiarios, así como de éstos en las opiniones del público. De acuerdo a su estudio,
alrededor de 36 por ciento del cambio en las opiniones de los estadunidenses en política
exterior es atribuíble a los telenoticiarios: analizando esta influencia, los comentaristas y
52Pippa Norris, op cit., p. 286 53Norris documenta que quienes desconfían de los políticos, normalmente también desconfían de los políticos y las autoridades, pero en el caso mexicano o al menos de mis ciudadanos ordinarios del DF entre 1995 y 1997, esta relación no parece haberse dado tal y como lo sugieren los datos de confianza a prensa y tele noticieros referidos en la nota 19 de este mismo capítulo.
obedientes e insatisfechos vi. información e interés
.
284
expertos a cuadro serían los más relevantes, pues explican cerca de 10 por ciento de la
varianza, en tanto que los partidos políticos de oposición, otras fuentes foráneas y aún las
prolijas informaciones gubernamentales directamente expuestas al teleauditorio, no
alcanzan, ninguna de ellas por separado a producir cambios mayores a cinco por ciento. En
particular, la influencia del presidente no sólo depende de su activismo, sino también de su
popularidad, llegándose a estimar que un titular del ejecutivo popular y activo puede aspirar
a producir cambios de cinco por ciento en la opinión pública55.
Para el caso mexicano y con base en el proceso electoral federal de 1988, Adler
concluía que el manejo noticioso del monopolio Televisa no produjo los efectos deseados
sobre los tele consumidores, pues no desacreditó las candidaturas opositoras del PAN ni del
FDN, sino que por el contrario desató un backlash popular consistente en la interpretación
invertida de la información56. En 1994 distintos investigadores coincidieron en documentar
grandes cambios de opinión derivados del teledebate entre candidatos a la presidencia, que
al menos en el DF pudo consistir de una pérdida de cerca de quince puntos porcentuales en
las preferencias por el PRI y de ganancias hasta por 25 puntos porcentuales para el PAN57,
que posteriormente fueron amortigüados por las propias campañas. Y entre 1994 y 1997
ocurrió un fuerte cambio en los contenidos polítcos en televisión y las coberturas de
noticias: ¿qué influencia tuvieron los telediarios y en general la video política sobre la
evaluación de las autoridades en el DF en 1997?
54Pippa Norris, op cit., pp. 317 y 17 y 18 55Donald Jordan y Benjamin Page, “Shaping Foreign Policy Opinions: The Role of TV News”. Journal of Conflict Resolutions, V. 36, No. 2, 1992, junio, pp. 227-241 56Thomas Skidmore, op cit., p. 2 57Nicolás Loza Otero / Servicios de Imagen y Publicidad, SC, El teledebate..., op cit.
obedientes e insatisfechos vi. información e interés
.
285
Mis datos sugieren efectos relevantes, pero la base de análisis debe tomarse con
reservas pues parece tocada por la endogeneidad. Para empezar, quienes en junio de 1997
declararon que se informaban de política principalmente por televisión, no tuvieron juicios
de la autoridad muy distintos a los citadinos en general —con excepción de las muy ligeras
y significativas diferencias en la evaluación retrospectiva y en la legitimidad estricta de la
presidencia— pero siendo los primeros poco más de dos terceras partes del total, la
semejanza es comprensible. Sin embargo, al desagregar la audiencia por emisora, aparecen
diferencias significativas: entre los que señalaron noticieros de Televisa como medio
principal de información, los satisfechos con el funcionamiento del sistema fueron 36.8 por
ciento del total, los que le concedían legitimidad estricta 73.9 por ciento y quienes se la
daban por sus fuentes democráticas 50 por ciento, esto es doce, seis y cinco puntos
porcentuales por arriba de los promedios para la población total, respectivamente. Para la
contra intención de voto PRI, ésta fuente no hizo diferencias, lo mismo que en la dimensión
popularidad de la presidencia, aunque se asoció también positivamente, a disposiciones
más elevadas que entre la población en general a concederle legitimidad estricta.
Por el contrario, quienes dijeron ver principalmente los telediarios de Televisión
Azteca, acusaron disposiciones menos favorables al sistema y a la presidencia que los
citadinos en general: entre éste público los satisfechos con el régimen fueron 21.5 por
ciento, quienes sentían obligación con sus mandatos 62.2 por ciento y los que refirieron
fundamentos democráticos de su autoridad 35.6 por ciento, casi tres, cuatro y medio y cinco
puntos porcentuales menos, en ese mismo orden, que en el total; en este segmento 45.6 por
ciento aprobó retrospectivamente a la presidencia, 66.1 por ciento compartía la creencia en
obedientes e insatisfechos vi. información e interés
.
286
su legitimidad y 39.9 por ciento la justificaban por sus bases democráticas, una vez más,
proporciones por debajo del promedio. Y sólo en el caso del PRI, la audiencia de la nueva
televisora privada tuvo un registro más positivo, cuatro puntos porcentuales por arriba del
total [cuadro VI/3].
¿Cómo explicar esta clara distinción entre el público crítico de Televisión Azteca y
el más condescendiente de Televisa?, ¿habrían correspondido las opiniones de ambas
audiencias al texto de las informaciones que consumían? En la segunda pregunta, asoma la
pista para contestar la primera, pues no pareciera que los contenidos noticiosos de
Televisión Azteca hayan sido más antigubernamentales o negativos que los de Televisa,
como tampoco que fueran más favorables a la oposición en general o al PRD en particular,
sino al contrario58. Entonces, la mayor audiencia en el DF del telenoticiero nocturno
Hechos bien podría explicarse por un caso especial de efecto de selección, en que la
elección del medio, Televisión Azteca, y los más bajos niveles de respaldo actitudinal al
régimen entre su público –también vinculado a una preferencia por el PRD más recurrente–
, antes que un caso de aproximación heurística en que se elige la fuente por afinidad con
las preferencias, fueron expresiones de una misma decisión de salida –o una propuesta de
opinión de salida– esto es, de abandono del organismo por insatisfacción, en éste caso, de
un par de instituciones asociadas al viejo régimen: Televisa y el PRI59. Esta paradoja, en
que mensajes semejantes se interpretan diferenciadamente por efecto de la fuente, la
documentaron experimentalmente Kuklinski y Hurley, quienes le presentaron a
58Miguel Acosta, Miguel García y Néstor Vargas, ibid 59Ocurrida la salida, una empresa puede mantener sus niveles agregados de ingresos si repone a los desertores con nuevos clientes, aunque también puede, en otro momento, recuperar sus viejos clientes. Al parecer, esta recuperación posterior sucedió con el telediario nocturno de Televisa a partir de 1998. Para el
obedientes e insatisfechos vi. información e interés
.
287
afroamericanos de Chicago una misma proposición atribuyéndosela a cuatro distintos
líderes políticos, dos negros y dos blancos, dos conservadores y dos liberales, encontrando
que el acuerdo era elástico a la fuente, siendo la referencia racial el elemento contextual
relevante antes que la ideología60.
CUADRO VI/3 LEGITIMIDAD Y FUENTE PRINCIPAL DE INFORMACIÓN DECLARADA
(PORCENTAJES DE RESPUESTAS POSITIVAS) SISTEMA PRESIDENCIA PRI SAT. LEG. LDEM. RETROS. PROSP. LEG. LDEM. LEG.
GENERAL 24.4 66.7 41.4 48.4 33.7 72.7 45.3 54.8 TV 25.3 65.4 46.7 50.6 29.7 70.5 50.0 54.6 TELEVISA 36.8 73.9 50.0 64.1 41.5 82.5 53.0 44.4 AZTECA 21.5 62.2 35.6 45.6 29.8 66.1 39.9 58.1 IMPRESOS 22.1 67.4 43.9 41.4 38.7 76.8 49.4 57.5 RADIO 23.6 70.8 44.8 41.5 34.9 80.2 47.4 55.7
En negritas aparecen los valores significativamente diferentes de acuerdo al residual estandarizado Fuente: Nlo/Sip 1996-1997, ver Anexo 1
Por su parte, informarse políticamente mediante la radio no generó ninguna
diferencia significativa en la evaluación de las autoridades, pero usar medios impresos sí,
pues entre este segmento de citadinos, la evaluación retrospectiva del presidente fue cuatro
puntos porcentuales más baja que entre la población en general y la prospectiva cinco
puntos más alta. En principio, estas distinciones parecieran apoyar el argumento de Sartori
de que la cultura letrada favorece la legitimidad más no la popularidad de una autoridad,
mientras que la cultura de la imagen apuntala a las autoridades unipersonales y a los
sentimientos menos racionales respecto al funcionamiento del sistema de gobierno, pero al
menos en mi caso de estudio, referir cultura de la imagen ignora la distinción de fuentes,
concepto de salida como forma de protesta, ver Alberto O. Hirschman, Salida, voz y lealtad. Respuestas al deterioro de empresas, organizaciones y Estados. México: Fondo de Cultura Económica, 1977, pp. 14 y 32 60James Kuklinski & Norman Hurley, “It’s a matter of interpretation” en Diana Mutz, Paul Sniderman & Richard Brody, editors, op cit., p. 130
obedientes e insatisfechos vi. información e interés
.
288
audiencias y quizá contenidos que coexisten asociados a evaluaciones diferenciadas del
desempeño y legitimidad gubernamentales.
Pero este primer análisis no permite derivar sino nuevas preguntas y tentativas, pues
la asociación entre medio o fuente y opiniones políticas sólo implica la posibilidad de que
sea el medio o la fuente las generadoras de la variación, pues también podría ser que vía
efecto de selección, esos juicios condicionen la elección de medios y/o fuentes. En lo
personal, sin embargo, tiendo a creer que la referencia de una fuente de información y quizá
su uso efectivo fue una declaración de preferencia política, en este caso una propuesta de
opinión de salida, que en una relación interactiva, podría influir en el mediano y largo
plazo sobre las percepciones y opiniones del tele espectador o sus elecciones futuras de
medios y fuentes para informarse. Por ahora, sin embargo, insistiría en la relevancia de los
micro mecanismos postulados, pues si suponemos individuos que reciben y procesan
dócilmente los contenidos de sus fuentes de información, la diferencia entre Televisa y
Azteca debió obedecer a sus distintas ofertas de contenido, lo que de acuerdo a los
seguimientos disponibles, no sucedió. ¿Qué sucedió entonces?
Conciencia política y fuentes de información
La fuente y el medio son tan sólo un par de aspectos de la muy amplia relación entre
información y juicio político; las maneras de tomar decisiones y confeccionar creencias y
preferencias, también se distinguen por el volumen y calidad de la información de que
dispone el individuo, sea óptima, completa, a mano, incompleta, errónea o como sea que la
supongamos. En este capítulo he insistido en que las teorías de la videomalaise o del
círculo virtuoso, incluyen supuestos sobre las capacidades cognoscitivas del individuo y su
obedientes e insatisfechos vi. información e interés
.
289
manera de recibir información. Desde la introducción y más ampliamente en el capítulo
segundo, apunté que el micro mecanismo eje para explicar las actitudes de mis ciudadanos
ordinarios sería una versión débil de la teoría de la elección racional, que consiste en
introducir al modelo de individuos racionales tanto en la constitución de sus creencias y
preferencias, como en la elección de sus medios, la pluralidad de preferencias y creencias –
esta idea weberiana de que lo racional visto desde un ámbito, “puede ser irracional visto
desde otro”61–, así como la multiplicidad de combinaciones para su constitución –aunque
lógicamente prime el racional–, denominadas a veces como racionalidad de baja
información, popurrís de racionalidades o bien, refiriendo el procedimiento,
aproximaciones heurísticas62.
De acuerdo con Popkin, ésta racionalidad combina en forma económica la nueva
información con el aprendizaje: en situaciones inéditas, los individuos no utilizan toda la
información del exterior ni toda la que utilizan proviene del exterior, sino que se procesan
símbolos y completan imágenes con elementos previamente recibidos y utilizados; además,
“las personas no se comportan como ingenuos estadísticos porque datos presentados en
forma emocionalmente influyente pueden tener más consideración y peso que datos con
mayor validez estadística pero emocionalmente neutros”63. En esta lógica, los ciudadanos
ordinarios usan atajos que disminuyen los costos de informarse: usan rutinas exitosas,
señales o marcas informativas, como saber qué partido, comunicador o fuente es afín a sus
preferencias, valores como orientarse al cambio o a la conservación, creencias como
61Max Weber, Ensayos sobre sociología de la religión, op cit., p. 21 62Ver capítulo II de esta obra 63Samuel Popkin, The Reasoning Voter. Comunication and Persusion in Presidential Campaigns. USA: The University of Chicago Press, 1994, pp. 7-15
obedientes e insatisfechos vi. información e interés
.
290
suponer que sólo los políticos quieren enriquecerse o que las personas son egoístas por
naturaleza, o bien sentimientos64 como la hostilidad o amabilidad hacia grupos o
personas65. Como anteriormente lo apunté, esta última manera de tratar la información es
conocida como likability heuristic y podría ser un caso de aproximación heurística, semeja
el supuesto sobre el que descansa la teoría de la inteligencia afectiva y evoca el priming de
Simon.
Sobre esta base, Zaller trata las opiniones políticas del ciudadano ordinario en una
secuencia que va de recibir una información, aceptarla y concluye en expresarse: la
probabilidad de recibir una información es directa al interés y conocimientos políticos
previos, pero la de aceptarla inversa, lo que implica que las personas más interesadas e
informadas serán las más atentas pero también las más resistentes a contenidos
informativos contradictorios con sus creencias previas; finalmente, en una situación
declarativa, como contestar un cuestionario, emitir una opinión, votar o expresar una
preferencia, ofrecerá una propuesta de opinión utilizando su marco personal, que es lo que
tiene a mano en su repertorio cognoscitivo y emotivo. Entonces, la opinión no resultará del
análisis completo de la información óptima, pero tampoco será una pseudoactitud derivada
de una respuesta casi aleatoria, sino el producto del matrimonio entre interés, información
recogida y procesada, experiencias previas, predisposiciones, valores y contexto66. En esta
perspectiva, no es sólo la información –su fuente y contenido– sino también las condiciones
de su recepción –el interés, pericias y predisposiciones– los que acuñan la opinión de las
64Suponer que los datos afectivos compensan las carencias de información no significa asumir que el juicio racional carece de componentes emocionales, lo que respalda la investigación neurológica. Ver Antonio Damasio, op cit. 65Este compendio de atajos lo tomé de Doris Graber, op cit., p. 48 66John Zaller, The Nature and Origins of Mass Opinion. Cambridge: Cambridge Press, 1998, 367 pp.
obedientes e insatisfechos vi. información e interés
.
291
personas. Y estos intereses y habilidades previas, Zaller las operacionalizó en su concepto
de conciencia política, que articula interés, conocimientos, involucramiento, atención y
sensibilidad, denotando “conexión intelectual o cognoscitiva con los asuntos públicos en
contra de la conexión emocional o afectiva o de ninguna conexión”67. En México, Moreno
utilizó éste concepto y un índice propio para examinar sus efectos sobre las preferencias
políticas en la elección federal de 199768.
En una tradición muy diferente pero con asombrosa semejanza, Schutz construyó
tres tipos ideales respecto a la competencia e información en asuntos públicos por parte de
las personas. Por un lado, decía, aparece “el conocimiento del experto que se limita a un
campo restringido, pero dentro de él es claro y nítido”, por el otro, el del “hombre común
que tiene un conocimiento funcional de muchos campos que no son necesariamente
coherentes entre sí” y paradigmáticamente en este campo de los asuntos públicos, el
“ciudadano bien informado que se sitúa entre el tipo ideal del experto y el del hombre
común; estar bien informado significa llegar a opiniones razonablemente
fundamentadas”69. El ciudadano bien informado lo es para decidir en una confrontación de
expertos, así como para elegir su experto competente; dicho de otro modo: no es el experto
ni ocupa la cúspide del conocimiento cívico, sino el ciudadano ordinario con intereses,
competencias particulares y funcionales en el campo de la política, que usa atajos y puede
insertarse exitosamente en la solución del dilema democrático de Lupia y McCubbins.
67John Zaller, op cit., p. 21 68Alejandro Moreno, “Campaign Awareness and Voting in the 1997 Mexican Congressional Elections”. Jorge Domínguez & Alejandro Poire [eds.], op cit., pp. 114-146 69Alfred Schutz, op cit., pp. 121-122
obedientes e insatisfechos vi. información e interés
.
292
Por mi parte, ya referí valores y predisposiciones y en un primer tratamiento de la
información, examiné las distinciones que las fuentes identificadas como principales por las
propias personas generan sobre las evaluaciones de la autoridad. Ahora revisaré si los
distintos niveles de interés e información políticas, e incluso de exposición a debates y
publicidad, es decir, de conciencia política, tuvieron efectos desiguales sobre las creencias
en la legitimidad y desempeño del sistema, la presidencia y el PRI, así como si tuvieron
interacción con las fuentes de información. Conforme al círculo virtuoso de Norris y al
argumento de Zaller y Bruhn, esperaría que la respuesta para ambas preguntas fuese que sí,
por lo que empezaré por hacer una presentación de mi versión del índice, su distribución y
los indicadores que lo componen.
En muchas de las descripciones de los valores y usos de la política mexicana en el
viejo régimen, subyacían también un conjunto de supuestos acerca de los niveles de
información de los mexicanos y del vínculo que ésta realidad les permitía establecer con la
autoridad. Un ejemplo clásico, referido en el capítulo segundo, es la tipificación de Almond
y Verba, quienes consideraban que sólo en las culturas de participación dominaban
actitudes cognoscitivas, entendidas como conocimientos y creencias, en tanto que en las
súbdito y parroquiales, de las que México era un caso especial, las emocionales y
evaluativas70. Domínguez y MacCann, por su parte, afirmaban que “el público apático
puede permitir las rutinas del gobierno autoritario”71. Otros trabajos recientes, atentos a la
dinámica social y en parte indiferentes a sus micro mecanismos de generación, señalan una
suerte de déficit crónico de ciudadanía, expresable también en personas desinformadas y
70Gabriel Almond & Sidney Verba, op cit., pp. 15-22 71Jorge Domínguez y James MacCann, op cit., p. 23
obedientes e insatisfechos vi. información e interés
.
293
desinteresadas de los asuntos públicos, cuyo origen no es de naturaleza cultural, sino
atribuible a la debilidad del Estado y al acoplamiento funcional entre los órdenes legal e
informal72. A contrapelo, no porque la descripción del ciudadano ordinario sea distinta
sino porque difiere en la atribución de consecuencias, Downs ofreció la imagen ahora
clásica del estadunidense racionalmente desinformado de los asuntos públicos. ¿Cuál era el
nivel de conocimientos e interés de los pobladores de la ciudad de México entre 1995 y
1997?, ¿qué efectos tuvieron estas variables sobre las evaluaciones de la autoridad?
Mi índice ponderado de conciencia política sumó ocho variables, a cuyas categorías
les asigné un punto por cada conocimiento o nivel de conocimiento o interés, que es la
manera en que Zaller usó los Estudios Nacionales Electorales en Estados Unidos73. Por mi
parte, sin embargo, multipliqué por dos las respuestas que implicaron conductas recientes o
conocimientos factualmente contrastados y no sólo discursivamente declarados: decirse
interesado en política por ejemplo, contaba con cuatro opciones de respuesa por lo que su
valor fue de cero a tres, haber visto o escuchado el debate entre los candidatos a Jefe de
Gobierno del DF del PRI y PRD con tres –exposición completa, parcial o ninguna– pero
como refería una acción del pasado inmediato multipliqué su valor por dos, conocer los
programas de los tres principales partidos con tres valores para cada uno de ellos –nada,
parcial y completamente– y referir al menos un mensaje de cada uno de los tres principales
partidos políticos contaba, en cada caso, con una respuesta incorrecta y una correcta que
por ser contrastable, también la multipliqué por dos.
72Fernando Escalante Gonzalbo, “Ciudadanos imaginarios o las desventuras de la virtud”, entrevista de Conrado Hernández López, Metapolítica, No. 33, enero/febrero 2004, p. 74 73John Zaller, op cit., p. 339
obedientes e insatisfechos vi. información e interés
.
294
Como se advierte, no figuran indicadores de sensibilidad o atención, pero cumple
con el supuesto de Zaller de connotar exclusivamente la dimensión intelectual o
cognoscitiva y no la afectiva, lo que me parece una exigencia rígidamente racionalista que
sin embargo no puedo contrariar, aunque me gustaría, porque sencillamente no cuento con
indicadores de involucramiento afectivo. Además, con excepción de la autodeclaración de
interés en política, los demás indicadores refieren conocimientos e interés en el proceso
electoral en curso, por lo que bien podría llamarse índice de conciencia electoral tal y como
lo hizo Moreno, aunque en éste último caso, sólo utilizó la capacidad de los entrevistados
de reconocer siete lemas de publicidad electoral.
El valor máximo de mi índice fue de 19 puntos, alcanzado tan sólo por 2.2 por
ciento de entrevistados que dijeron tener mucho interés en política, haber visto o escuchado
todo el debate preelectoral Cárdenas/Del Mazo, conocer completamente los programas y
describir correctamente al menos un anuncio de cada uno de los tres principales partidos en
contienda74; en el extremo opuesto de la distribución, 3.4 por ciento expresó completo
desinterés y ningún conocimiento. Al centro de esta misma escala, casi 30 por ciento logró
el valor de cinco, 49 por ciento de ocho y 60 por ciento estuvo por abajo del valor mediano,
que dicho de otro modo es que sólo alrededor de 40 por ciento de citadinos habría
aprobado. En relación a sus componentes, el índice varió 48 por ciento respecto al interés
en política, 70 por ciento al conocimiento de programas, 63 por ciento tratándose del debate
y 69 por ciento de anuncios de campaña. En cuanto a las circunstancias sociales o
contextuales asociables a la conciencia política, el índice varió significativamente, no tan
74Para más detalles, ver cuadro A/9 del Anexo I
obedientes e insatisfechos vi. información e interés
.
295
débilmente y en las direcciones esperadas, con los niveles de organización de las personas,
su género, ingresos y sobre todo, su escolaridad75.
Respecto a los componentes del índice que también pueden considerarse
indicadores parciales de la conciencia política, en junio de 1997 quienes se dijeron
interesados en política fueron 64 por ciento de mis entrevistados, pero un mes antes 56 por
ciento, en tanto que el promedio de las doce observaciones a lo largo de dos años se situó
cerca de 50 por ciento, por lo que pareciera que casi la mitad de citadinos se dirían
habitualmente interesados o regular interesados en política y conforme se acercan las
fechas electorales, este segmento aumenta a dos terceras partes de la población. Por su
parte, alrededor de 15 por ciento habría declarado que conocía a sus representantes ante la
ARDF y 21 por ciento a su diputado federal, 32 por ciento las propuestas de gobierno del
PAN, 30 por ciento del PRI y 39 por ciento del PRD, mostrando afinidad con las
preferencias. Respecto al conocimiento de mensajes electorales, 47 por ciento refirió
correctamente algún anuncio del PRD, 42 por ciento del PRI y 41 por ciento del PAN.
Finalmente, 22 por ciento dijo haber visto completo y 27 por ciento en parte el debate entre
los candidatos del PRI y del PRD a Jefe de Gobierno del DF. En síntesis: ilustrando el
abanico de conocimientos e involucramiento políticos, hasta dos terceras partes de
citadinos se habrían dicho interesados en la materia, pero sólo 15 por ciento habría
declarado conocer a su representante.
Estos indicadores son difícilmente comparables, pero el mismo Zaller refiere que en
Estados Unidos, menos de la mitad del electorado recuerda el nombre de su representante
75Cuadro A/10 del Anexo I
obedientes e insatisfechos vi. información e interés
.
296
pero cerca de 80 por ciento lo reconoce76, lo que plantea bajos niveles de conocimiento de
los legisladores locales en el DF, incluso en respuestas puramente discursivas sin ningun
control fáctico como las que hice. Por su parte, en la Encuesta Nacional Electoral de 1991
en Estados Unidos, sólo 17 por ciento de entrevistados pudo identificar al Speaker en la
Cámara de Representantes, 25 por ciento supo la duración del cargo de senador y 37 por
ciento sabía la mayoría necesaria para que el legislativo evitara el veto presidencial77,
mientras que en la aplicación de 1998, de seis preguntas de conocimientos políticos, 49 por
ciento de entrevistados tuvo menos de cuatro aciertos y 51 por ciento cuatro o más78. En
México, en los extremos del índice de conciencia electoral de Moreno en 1997, alrededor
de 14 por ciento de ciudadanos ordinarios no habría asociado correctamente ningún
mensaje publicitario de las campañas electorales y sólo 2 por ciento todos, pero la mediana
se situó en el grupo de 20 por ciento que hicieron cuatro asociaciones correctas, por lo que
con éste índice más de la mitad de la población objetivo igualaría o superaría el valor de la
mediana, lo que de paso plantea que los aciertos se elevan considerablemente cuando se
ofrecen indicios en las preguntas, lo que parece más realista que las preguntas sin
asistencia, pues a los entrevistados de la muestra que usa Moreno se les leyó el lema
publicitario de cada partido: el PRD logró 78 por ciento de asociaciones correctas, el
PVEM 53 por ciento, el PRI 49 por ciento y el PAN 37 por ciento79.
Al examinar las relaciones entre el apoyo actitudinal y mis indicadores de
conciencia política, ninguno hizo diferencias significativas o relevantes por si sólos: el
76John Zaller, op cit., p. 19 77Doris Graber, op cit., p. 43 78Pippa Norris, op cit., p. 284 79Alejandro Moreno, “Campaign Awareness and …”, op cit., pp. 125 y 122
obedientes e insatisfechos vi. información e interés
.
297
interés en política se asoció significativa pero con un muy débil 10 por ciento a la variación
concomitante en la opinión prospectiva de la presidencia80, lo que por su insularidad es más
bien irrelevante. Sin embargo, no había razones teóricas para esperar que los niveles de
apoyo al régimen variaran sustancialmente por los niveles de conciencia política, aunque
Moreno haya encontrado un efecto moderador de la conciencia electoral sobre la
percepción de deterioro o mejoría de la economía81. Por su parte, el uso de la televisión
como principal fuente de información se asoció negativa, débil y significativamente al nivel
de conciencia política de las personas, pero esta ocurrió entre el público de Televisa y fue la
contraria, es decir directa pero sin significancia estadística, entre la audiencia de Televisión
Azteca. Por su parte, entre la conciencia política y el uso principalmente de medios
impresos hubo, como podía esperarse, una relación directa, aunque no tan fuerte ni
significativa.
A la luz de esta primera revisión y conforme a la teoría de Zaller, esperaría un
vínculo significativo y sustantivo entre la conciencia política, las fuentes de información y
el apoyo actitudinal al sistema, la presidencia y el PRI. En 1998, Norris encontró que las
variables más fuertemente vinculadas al conocimiento de líderes partidarios en Estados
Unidos eran la educación y el consumo de medios82, en tanto que entre los determinantes
de la conciencia electoral que midió Moreno, figuró significativa pero débilmente la
exposición a medios, con efectos por debajo de la educación, vivir en el DF, ser estudiante,
interesarse en la publicidad política o decirse de izquierda y muy semejantes en peso pero
80Ver cuadro A/11 del Anexo I 81Alejandro Moreno, “Campaign Awareness and …”, op cit., pp. 133 y 134 82Pippa Norris, op cit., p. 286
obedientes e insatisfechos vi. información e interés
.
298
con signo contrario, la religiosidad83. Con éstos antecedentes, era de esperarse la
interacción medios/información.
Entonces, con la conciencia política, la fuente principal de información y la
interacción entre ambas como variables independientes, corrí ocho regresiones logísticas
con otros tantos indicadores de respaldo al sistema, la presidencia y el PRI como variables
dependientes. En general, en ninguna fueron significativas las tres variables de manera
conjunta, acaso una o la interacción, no hubo buenos ajustes de acuerdo a los indicadores
del modelo y los pronósticos se concentraron en una de las dos celdas de la diagonal
principal, es decir, exhibieron sobre ajuste84. Sin embargo, las pautas detectadas en la
exploración bivariada se confirmaron, esto es, la gente que dijo informarse principalmente
por Televisa tuvo opiniones más favorables de las figuras evaluadas, en tanto que el
auditorio de Televisión Azteca fue más crítico. Además, la interacción esperada tuvo lugar,
lo que quiere decir que mayores niveles de conciencia política se asociaron a efectos más
pronunciados de las diferentes fuentes de información.
El efecto principal85 de cada desplazamiento en la escala de conciencia política del
individuo si se informaba principalmente por Televisa, aumentaba con significancia
estadística 89 por ciento la probabilidad de decirse satisfecho con el funcionamiento del
sistema, pero cuando el nivel de interés e información de las personas era el más bajo esa
probabilidad se incrementó 56 por ciento, mientras que si era el más alto subía a 104 por
83Alejandro Moreno, “Campaign Awareness and …”, op cit., p. 131 84Estos modelos pueden consultarse en el cuadro A/14 del Anexo I 85“El efecto principal es el efecto individual de una variable ignorando las demás (...) En estadística, la palabra interacción tiene un significado similar al del lenguaje cotidiano: para el sueño, la interacción entre un almuerzo pesado y una clase aburrida (...) tienen más (o menos) efectos que si los consideras individualmente” Ver Marija J. Norusis, SPSS 6.1 Guide to Data Analysis. New Jersey: Prentice-Hall. p. 308
obedientes e insatisfechos vi. información e interés
.
299
ciento86. Por su parte, informarse por Televisión Azteca se asoció a estragos para la
autoridad del sistema y su legitimidad democrática: respecto a los que usaban esa televisora
como fuente de información, las personas con más alto nivel de conciencia y que se
informaban por otros medios acusaron 82 por ciento más de probabilidades de concederle
legitimidad y 35 por ciento más de que fuera específicamente democrática [ver gráfica
VI/1]. En estos dos casos, además, no sólo aumentó la propensión a concederle legitimidad
y legitimidad democrática al sistema si el nivel de conciencia era mayor y la fuente de
información no era Televisión Azteca, sino que entre el auditorio de ésta emisora, la opinión
crítica también se incrementó con la conciencia política. Cabe señalar que los mayores
efectos de Televisa sobre la evaluación instrumental y de Televisión Azteca sobre la
legitimidad en sentido estricto y sobre la justificación democrática, se repitieron con la
presidencia, pero no con el PRI.
86Los valores de estas probabilidades pueden consultarse en el cuadro A/11 del Anexo I
obedientes e insatisfechos vi. información e interés
.
300
GRÁFICA VI/1
APOYO ACTITUDINAL AL SISTEMA POLÍTICO, PRINCIPAL FUENTE DE INFORMACIÓN Y NIVEL DE CONCIENCIA POLÍTICA (EFECTOS DE LA INTERACCIÓN; PROBABILIDADES)
0
0.1
0.2
0.3
0.4
0.5
0.6
0.7
0.8
Bajo Medio Alto
Conciencia política
Prob
abili
dade
s
Satis facció n Televis a Satis facció n o tra Legitimidad AztecaLegitimidad o tra Demo crática Azteca Demo crática o tra
Respecto a la presidencia, quienes veían Televisa y contaban con bajos niveles de
información e interés políticos tuvieron 61 por ciento de probabilidades de expresar un
juicio retrospectivo positivo, mientras que del mismo auditorio, los de más alto nivel de
conciencia alcanzaron 69 por ciento. Como se advierte, ésta fue la dimensión del respaldo
actitudinal menos afectada por la interacción entre conciencia y fuentes de información. Lo
contrario sucedió en la evaluación prospectiva en donde la interacción fuentes—conciencia
fue la más intensa y significativa, pues los que se informaban por Televisa y contaban con
bajos niveles de conciencia política tuvieron 32 por ciento de probabilidades de hacer un
pronóstico optimista del final sexenal, pero entre este mismo auditorio, los que contaban
con los más altos niveles de información e interés llegaron al 62 por ciento; entre quienes
usaban fuentes distintas a Televisa, los de escasa conciencia acusaron 28 por ciento de
obedientes e insatisfechos vi. información e interés
.
301
probabilidades de expresar un juicio prospectivo optimista y los que tenían altos niveles,
llegaron a 35 por ciento. En suma: la diferencia principal la generó usar o no a Televisa
como fuente principal de información, pero la conciencia política tuvo un efecto
multiplicador muy importante [gráfica VI/2].
En cuanto a la legitimidad presidencial, igual que en el caso del sistema, referir a
Televisión Azteca como fuente principal de información, produjo diferencias significativas
e importantes: entre el público de la televisora con escaso interés e información política, la
probabilidad de creer que la autoridad presidencial era legítima fue de 65 por ciento, pero si
la conciencia era la más alta, esa probabilidad bajaba a 61 por ciento. Y si la fuente
principal de información era otra, la relación se invertía. Este patrón se repitió con la
legitimidad democrática, esto es, la asociación entre Azteca como fuente principal de
información y los más altos niveles de conciencia se tradujo en más bajas probabilidades de
justificar su autoridad democráticamente [gráfica VI/2].
obedientes e insatisfechos vi. información e interés
.
302
GRÁFICA VI/2 APOYO ACTITUDINAL A LA PRESIDENCIA, PRINCIPAL FUENTE DE INFORMACIÓN
Y NIVEL DE CONCIENCIA POLÍTICA (EFECTOS DE LA INTERACCIÓN; PROBABILIDADES)
0
0.1
0.2
0.3
0.4
0.5
0.6
0.7
0.8
0.9
Bajo Medio Alto
Conciencia política
Prob
abili
dade
s
Retro s pectiva Televis a Retro s pectiva o tra Pro s pectiva Televis a Pro s pectiva o traLegitimidad Azteca Legitimidad o tra Demo crática Azteca Demo crática o tra
Fuente: Nlo/Sip, ver Anexo I
Respecto a la legitimidad del PRI, comparo las probabilidades calculadas por dos
modelos, uno que considera la interacción y otro que no [gráfica VI/3]. Cuando la
interacción no es integrada, el efecto principal de usar o no Televisa como fuente de
información se mantiene constante para los tres niveles de conciencia política dibujándose
dos líneas rectas y paralelas en que personas que veían Televisa tenían 55 por ciento de
probabilidad de no expresar contra intención de voto PRI, mientras que los usuarios de
otras fuentes de información, 42 por ciento. Al integrar el término de interacción entre estas
dos variables independientes, la probabilidad de conceder legitimidad cuando se tienen
bajos niveles de interés e información políticas fue de 50 por ciento, mientras que con el
más alto subió a 65.9 por ciento [cuadro VI/3].
obedientes e insatisfechos vi. información e interés
.
303
De nueva cuenta, la conciencia política acentuó el efecto de la fuente de
información, que puesto en términos del círculo virtuoso de Norris y del modelo de Zaller
significa que entre los menos entusiastas de la política, la dirección y fuerza del efecto
mediático es menos claro e intenso. Estas consecuencias, parecerían diferir de los efectos
moderadores que encontró Moreno en la relación entre evaluación de la economía,
aprobación al trabajo presidencial y conciencia electoral, cuya característica principal era
que los más concientes tenían evaluaciones menos extremas, aunque éstas discrepancias
refieran dimensiones diferentes del juicio político.
GRÁFICA VI/3 LEGITIMIDAD DEL PRI, PRINCIPAL FUENTE DE INFORMACIÓN Y NIVEL DE
CONCIENCIA POLÍTICA (EFECTOS PRINCIPALES Y DE LA INTERACCIÓN; PROBABILIDADES) EFECTOS PRINCIPALES CON INTERACCIÓN
0
0.1
0.2
0.3
0.4
0.5
0.6
Bajo Medio Alto
Conciencia política
Prob
abili
dade
s
Televis a Otra
0
0.1
0.2
0.3
0.4
0.5
0.6
0.7
Bajo Medio Alto
Conciencia política
Prob
abili
dade
s
Televis a Otra
Fuente: Nlo/Sip, ver Anexo I
En balance, el impacto de las dos fuentes de tele información fue, en un caso
negativo y en el otro positivo al viejo régimen y a sus piezas, por lo que su multiplicación
entre los más informados e interesados arrojaría saldos semejantes, siendo entonces el
tamaño de la audiencia el factor de diferencia práctica o políticamente más importante. Y el
obedientes e insatisfechos vi. información e interés
.
304
segmento más numeroso desde mi propia medición subjetiva fue el de Televisión Azteca, en
razón de casi tres a uno respecto a Televisa. En cuanto a las implicaciones del vínculo entre
fuentes de información y conciencia política, pareciera confirmarse que los individuos no
procesan la información con una racionalidad estandarizable, sino que lo hacen en una
compleja interacción entre los medios y sus preferencias, hábitos y repertorio cognoscitivo,
de donde se sigue que una suerte de micro mecanismo de racionalidad de baja información
o de racionalidad contextual a la manera en que la ha expuesto Boudon, está presente.
Información y recursos
Si bien al examinar la interacción entre fuentes de información y conciencia política
mi interés inicial se asociaba al asunto de los supuestos cognoscitivos de mis ciudadanos
ordinarios, esta misma relación puede enfocarse como una cuestión de recursos. Dicho de
otro modo, no sólo los más interesados e informados en política serán los que reciban y en
su caso acepten las comunicaciones en la materia, produciendo entonces propuestas de
opinión u opiniones más consistentes y con consecuencias conductuales más predecibles,
sino que informarse tiene sus costos y es un recurso que modifica los beneficios esperados
por cualquier individuo al expresar opiniones y actuar políticamente. Finalmente, la
disposición de recursos podrían facilitar el tránsito de lo actitudinal a lo conductual, por lo
que se han utilizado por más de una teoría como elementos explicativos de la conformidad,
la aceptación, la legitimidad, la protesta o la rebelión. Eckstein por ejemplo, consideraba
que la disposición de medios resulta factor decisivo del alzamiento político87. Vistos así,
87Lawrence Stone, op cit., p. 73
obedientes e insatisfechos vi. información e interés
.
305
los recursos no se limitan a la conciencia política, sino que involucran la escolaridad de las
personas, su ingreso, niveles de organización, redes sociales e incluso el sexo.
El género, en particular, se asocia a expectativas e incentivos diferenciados entre
mujeres y hombres para saber de y actuar en política; incluso, en el plano de la tele
información, Bruhn considera que “los papeles vinculados al sexo y las relaciones de poder
existentes en el seno familiar, también tienen aplicación al uso de los medios”, pues los
hombres “derivan una variedad de placeres visuales con las noticias de televisión”88. Para
Levine y Pavelchak, las investigaciones en conformidad indican que “las personas de status
intermedio (...) se conforman en mayor medida que las personas de status elevado (...) o
que las personas de status inferior”, que para un individuo cualquiera, la presencia de un
aliado ayuda a resistir la influencia social e incluso a rebelarse frente a la solicitud de
obediencia, que “las mujeres se conforman más que los hombres”, lo que sin embargo
podría originarse en el efecto del sexo masculino del experimentador o bien en la
familiaridad con que un hombre evalúa un estímulo masculino, aunque respecto al vínculo
género—obediencia la evidencia sea contradictoria89.
En el plano de las actitudes políticas, trabajos anteriores en México sugieren que
éste tipo de variables podrían adquirir nuevo sentido asociadas a los niveles de información
e interés en política. Almond y Verba, por ejemplo, encontraron en 1959 que la escolaridad
y el género su asociaron fuertemente a las variaciones en el interés y la información
política, mientras que las consecuencias del ingreso se disipaban una vez que se controlaba
la escolaridad. Por su parte, Hernández y Navarro diagnosticaron que las clases bajas, al
88Bruhn, op cit., pp. 107 y 119 89John Levine y Mark Pavelchak, op cit., pp. 48, 49, 53y 65
obedientes e insatisfechos vi. información e interés
.
306
margen de sus niveles de escolaridad e interés, expresaban menos apoyo a las prácticas
democráticas, lo que era consistente con el llamado autoritarismo de la clase trabajadora
expuesto por Lipset90. En 1988, Crespo encontró en tres de sus cuatro dimensiones de la
legitimidad que las mujeres de la ciudad de México tendían a ser más favorables al régimen
que los hombres91. Domínguez y MacCann, por ejemplo, documentaron mediante un
análisis bivariado que en 1991, al igual que en 1959, más edad y escolaridad, ser hombre,
pertenecer a grupos de ingresos altos y tener una religiosidad más intensa, se asociaron
positivamente al apoyo político al sistema92.
Y al margen del significado que pudiera tener el vínculo entre respaldo y
religiosidad, el resto de las relaciones son interpretables bajo los supuestos con que he
venido trabajando: personas más educadas y con más recursos en general, producen
propuestas de opinión más sólidas e influyentes, de donde se sigue una suerte de calidad
del respaldo u opinión que se produce, pero en la lógica de los recursos la probabilidad de
hacer valer o traducir en actos esas evaluaciones también parece mayor. Y por la historia de
los últimos años del viejo régimen, supondría que los sectores con más recursos pasaron de
brindarle su respaldo actitudinal, a moderarlo. ¿Fue así entre los ciudadanos ordinarios del
DF en 1997?
En Estados Unidos en 1998, Norris encontró que el consumo intensivo de noticias
tuvo una asociación positiva con la confianza en el gobierno, mientras otros recursos como
la educación, el género o el ingreso, no. Por su parte, la confianza en el país entre
90Jorge Domínguez y James MacCann, ibid, pp. 26-27 91José Antonio Crespo, op cit., pp. 61-96 92Jorge Domínguez y James A. McCann, Democratizing Mexico. Public Opinion and Electoral Choices. Baltimore: The Johns Hopkins Press, 1996, p. 39
obedientes e insatisfechos vi. información e interés
.
307
ciudadanos de la Unión Europea en 1994 fue muy influida por el interés en política, pero
también por la recepción de comunicaciones partidarias y la exposición a noticias por
televisión sin que otras variables sociodemográficas fuesen significativas. Y en la
explicación del apoyo a los principios democráticos en 1994, también en la Unión Europea,
el ingreso fue la variable con más influencia aunque también jugaron su papel la exposición
a noticias por televisión, periódicos y la recepción de comunicaciones partidarias.
Finalmente, para la evaluación del desempeño gubernamental en 1989 en la Unión
Europea, el interés en política fue la variable con más influencia, en tanto que consumir
noticias por televisión, periódicos y recibir comunicaciones partidarias, también fueron
significativos93. ¿Cómo fueron estas relaciones entre los pobladores de la ciudad de México
en 1997?
Para responderme, además de considerar al sexo, la escolaridad y el ingreso como
indicadores de recursos, añadí la membrecía a organizaciones sociales en el entendido de
que la afiliación ha sido considerada parte del capital social de los individuos y también un
recurso, un micro mecanismo de la cooperación. Conforme a mi aplicación de junio de
1997, alrededor de 7.3 por ciento de citadinos habría dicho pertenecer a un sindicato, 5.9
por ciento a una asociación de vecinos y 15 por ciento a alguna otra, incluyendo deportivas,
recreativas y cívicas94. Luego, con la referencia de afiliación a estos tres tipos de
agrupaciones, construí un índice muy sencillo, sumando las respuestas positivas, conforme
a las cuáles, cerca de 75.9 por ciento habría negado su pertenencia a organización alguna,
19.9 por ciento diría estar afiliado a una y 4.3 por ciento a dos. Con éste índice como
93Pippa Norris, op cit., pp. 240, 241 y 289 94Para el fraseo de esta pregunta ver el Anexo II
obedientes e insatisfechos vi. información e interés
.
308
indicador del nivel de organización y mis variables de género, escolaridad, ingresos,
conciencia política y fuente principal de información, exploré sus relaciones con el apoyo
actitudinal al régimen, la presidencia y el PRI95.
En un primer análisis bivariado96, advertí que sólo el ingreso se asoció de manera
positiva pero con muy bajo coeficiente a la opinión prospectiva de la presidencia, en tanto
que el nivel de estudios lo hizo de manera negativa y con un coeficiente igual de débil a la
satisfacción que generaba el sistema. Al examinar estas relaciones de manera simultánea,
los ocho modelos de otras tantas dimensiones / figuras de la legitimidad, exhibieron escasa
capacidad explicativa, por lo que ni siquiera los he incluído en este capítulo. Sin embargo,
con excepción de la legitimidad del PRI, para las demás figuras/dimensiones del sistema
político, el ingreso se asoció significativamente a más altas probabilidades de expresar
opiniones positivas: en una escala de tres valores, cada desplazamiento hacia mayores
ingresos aumentó 82 por ciento en promedio la probabilidad de concederle legitimidad al
sistema y en 72 por ciento a la presidencia, 57 por ciento en hacer un pronóstico optimista
del fin de sexenio y 44 por ciento de tener una opinión positiva del presidente, 37 por
ciento de decirse satisfecho con el funcionamiento del régimen, 39 por ciento de legitimar
democráticamente al presidente y 32 por ciento al sistema97. En estos modelos, el efecto de
la fuente de información fue siempre significativo, en la dirección y montos descritos al
examinarlos por si sólos o en su interacción con la conciencia política.
95Un prueba parcial en el proceso de modelación consistió en sustituir la conciencia política por la escolaridad de las personas y correr ocho regresiones con la fuente principal de información como la segunda variable independiente; mi expectativa era que las pautas obtenidas con la conciencia poílitica y la fuente de información se repitieran, pero si bien el signo de los coeficientes fue el mismo, su significancia e intensidad fueron menores: la educación no es un indicador sustituto ni idéntico al de conciencia política. 96Ver cuadro A/12 del Anexo I 97Pueden consultarse en el cuadro A/14 del Anexo I
obedientes e insatisfechos vi. información e interés
.
309
En suma: mientras en general las diferencias en el ingreso y las fuentes de
información utilizadas se tradujeron en evaluaciones distintas del sistema político y sus
piezas, ni el género ni la escolaridad ni el nivel de organización tuvieron impacto alguno.
Así, la muy extendida creencia de que el sistema político y la presidencia tenían derecho a
gobernar fue todavía más persistente entre las personas de más altos ingresos y tendió a ser
menos frecuente en el auditorio de Televisión Azteca; por su parte, las controvertidas
evaluaciones instrumentales al sistema y a la presidencia, fueron más positivas entre la
audiencia de Televisa y las personas de más altos ingresos. ¿Qué significan estas
relaciones?, ¿qué micro mecanismos podrían revelar?
En la fase final de su transición, la dualidad actitudinal en que vivía el viejo régimen
–favorables niveles de legitimidad estricta, con excepción del PRI, y juicios instrumentales
menos consensuales–, no se definía en clivajes como el sexo, la escolaridad o los niveles de
organización, pero sí en las disposiciones desiguales de recursos monetarios y en el uso
diferenciado de fuentes de información. ¿Qué traducían éstas distinciones?, ¿identidad,
interés, efecto del medio, efecto de selección, afinidades entre grupos de ingreso y consumo
de medios? A mi juicio, la muy ligera pero significativa distinción que hacía el ingreso,
podría traducir formas del auto interés antes que de la identidad, lo que dicho de otro modo
significaría que entre algunos ciudadanos ordinarios de altos ingresos del DF en 1997, el
respaldo a figuras del viejo régimen podía ser una forma de respaldar un modo y nivel de
vida, un orden favorable antes que a un grupo de iguales. Por su parte, la relación entre
fuentes de información y juicios políticos podría ser la expresión de una decisión de salida
–salida del PRI, salida de Televisa– por parte de un segmento de los pobladores adultos del
obedientes e insatisfechos vi. información e interés
.
310
DF, que no seleccionaban el medio con base en una afinidad inexistente ni se dejaban
moldear por sus contenidos, sino que quizá en un ejercicio de recepción crítica y en parte
lúdica, apostándole a una nueva alternativa informativa, establecían una relación interactiva
e iterativa con el medio/fuente en que sus valores, predisposiciones e informaciones previas
hacían las veces de instrumentos de la recepción. Finalmente, ni el segmento de más altos
ingresos ni de teleespectadores de los noticieros de Televisa fueron lo suficientemente
numerosos para modificar el saldo del viejo régimen en la elección local de 1997.
obedientes e insatisfechos vii. creencias y acciones .
311
CAPÍTULO VII CREENCIAS Y ACCIONES:
JUZGAR Y VOTAR
Los gobernantes son motivados por la opinión de los electores, no por su bienestar.
Son las opiniones de los electores sobre su bienestar las que influyen en su voto
Samuel Popkin1
En términos conductuales, ¿qué representó para el antiguo régimen en transición
una figura presidencial aprobada retrospectivamente por 48 por ciento de sus gobernados
en el DF y todavía por menos prospectivamente, que 70 por ciento se sintiera insatisfecho
con el funcionamiento del sistema, una proporción similar expresara el deseo de cambios
constitucionales profundos y la ilegitimidad del PRI fuera compartida por más de uno de
cada dos capitalinos? Y en contraste, ¿cómo influyeron las creencias suscritas por cerca de
70 por ciento de capitalinos en la legitimidad estricta del régimen y la presidencia?. En
conjunto, ¿qué actitudes dominaron la acción o cómo expresaron sus efectos?, ¿qué
umbrales desencadenantes de acciones de cambio o conservación política podrían haberse
cruzado y cuál habría sido el saldo neto?
En este capítulo me ocuparé de la relación entre el apoyo actitudinal al régimen
mexicano y las conductas políticas de los citadinos, centrándome en el efecto de la
legitimidad del sistema, la presidencia y el PRI, en sus sentidos amplio y estricto, sobre el
1Samuel Popkin, op cit., p. 13
obedientes e insatisfechos vii. creencias y acciones .
312
comportamiento electoral. Esta relación involucra un problema teórico general y otro
particular: el primero refiere la traducción de las actitudes en acciones, que a pesar de
interesarme no lo abordaré en detalle, aunque lo tocaré de manera tangencial; el segundo es
simplemente el contenido político de ésta relación e implica al vínculo entre el apoyo
actitudinal a una figura de autoridad y las acciones de respaldo, aquiescencia o rebeldía de
sus gobernados. Y como este vínculo implica la dimensión conductual del respaldo,
también presento la evolución de la participación electoral del viejo régimen a la
transición.
En la primera parte del capítulo describo las respuestas de mis entrevistados sobre
las posibles conductas políticas derivadas de sus opiniones, presentando mi argumento en
torno al tránsito de las actitudes en acciones. En la segunda, describo las tasas de
participación electoral y voto por el PRI entre los mexicanos y particularmente los
capitalinos durante la segunda mitad del siglo XX, significando el vínculo entre procesos
electorales y respaldo político, lo mismo en el antiguo régimen que en los años de la
transición, lo que implica reflexionar en torno a los incentivos que los cambios en el
régimen electoral produjeron tanto para las élites políticas como para los votantes. En la
tercera y última sección, a través de datos individuales examino la relación entre mis
indicadores de apoyo y las preferencias electorales de los capitalinos en junio de 1997,
controlando el análisis con la inclusión de otros indicadores predisposicionales, sobre
niveles de información y sociodemográficos sin pretender modelar el comportamiento de
los capitalinos en esa elección, sino identificar de la mejor manera los efectos del respaldo
político actitudinal en la conducta electoral.
obedientes e insatisfechos vii. creencias y acciones .
313
Disposición y acción
Si definiera las cifras mínimas de popularidad y legitimidad que un régimen, una
institución o una autoridad necesitan primero para sobrevivir y después para abatir sus
costos de gobernación, podría articular una regla respecto al efecto de las actitudes sobre
las conductas. Veyne se preguntó sobre la posibilidad de este tipo de enunciados, sólo que
su problemática iba de la acción del gobernante a las creencias del gobernado: cualquier
rey que obligue a pagar impuestos excesivos se vuelve impopular2. Pero ni ese enunciado
ni las cifras de respaldo actitudinal que garanticen la subsistencia y faciliten la gobernación
existen. Precisamente, una de las especificidades de la investigación del apoyo político a
través de actitudes es que lo mismo sobreviven regímenes con disposiciones muy negativas
de sus gobernados, que se derrumban otros con aceptables niveles de respaldo declarativo.
Por ejemplo, Mishler y Rose, asombrados, señalaban que mientras en 1991, 51 por ciento
de los húngaros decía apoyar al antiguo y derrotado sistema comunista, en 1992 solo 43 por
ciento respaldaba al victorioso post comunista. Por su parte, en 1991, apenas 50 por ciento
de checoeslovacos aprobaba al nuevo sistema democrático3. Elster reconocía que “la caída
del comunismo en la Europa del Este y su posterior reemergencia son ejemplos impactantes
de cambios sociales masivos prácticamente imprevistos por la comunidad científica”4.
Entonces, me preguntaría: ¿de qué informan las cifras?, ¿cómo se vinculan las actitudes a
las conductas?. Y dada la multiplicidad de dimensiones de la evaluación actitudinal,
2Jon Elster, Alquimias..., op cit., p. 18 3William Mishler & Richard Rose. Pipa Norris [ed.], op cit., p. 47 4Jon Elster, Alquimias..., op cit., p. 20
obedientes e insatisfechos vii. creencias y acciones .
314
¿existirá una que influya más sobre las acciones que las otras?, de ser así, ¿cuál y en qué
circunstancias?, de no serlo, ¿que combinación ocurre?
Przeworski formuló la paradoja preguntándose si podría sobrevivir un sistema
autoritario que hubiera perdido legitimidad –respaldo actitudinal– sin que existiera régimen
alternativo alguno, es decir, ninguna opción coherente organizada políticamente. Y su
respuesta era que si bien se trataba de un asunto abierto a la investigación empírica, lo más
probable era que no5. En la lógica de la disonancia expresiva de Kuran, en el trade off de
las personas, la inexistencia de opciones opositoras eleva el costo social de expresar una
opinión crítica, mientras que en términos del método situacional de Popper, el contexto de
las fuerzas políticas sería parte de la situación inicial en que se despliega la acción, que
define sus horizontes de posibilidad.
En la ciudad de México en 1997, al pensar el tránsito de lo discursivo a lo
conductual podría suponerse que si la insatisfacción con el régimen, la cuestionada
legitimidad del PRI, la escasa popularidad presidencial prospectiva o la intensa demanda de
cambio institucional hubieran comandado la acción en un contexto con alternativas
políticas, la transformación del sistema se habría producido mucho antes y con mayor
radicalidad, en tanto que si los niveles de legitimidad del régimen y la presidencia o su
popularidad retrospectiva las guiaran, incluso existiendo alternativas, el cambio, ya no
digamos de régimen sino si quiera de partido en la jefatura de gobierno del DF, quizás no
habría ocurrido o al menos no en 1997. Por lo mismo, supondría que en el contexto
5Adam Przeworski, “Algunos problemas en el estudio de la transición”. Guillermo O’Donnell, Philippe Schmitter & Laurence Whitehead [comps.] Transiciones desde un gobierno autoritario. 3 Perspectivas comparadas. Barcelona: Paidós, 1994, p. 87
obedientes e insatisfechos vii. creencias y acciones .
315
institucional mexicano, esta mixtura discursiva de los ciudadanos ordinarios favoreció
precisamente conductas gradualistas entre la élite política, manufacturando una transición a
través de elecciones, pues no parece que una u otra dimensión del respaldo actitudinal
dominen la acción, sino que tejen una red de significados de características únicas: la
insatisfacción con el funcionamiento del sistema y la impopularidad presidencial
prospectiva podrían empujar a la acción opositora si existen alternativas atractivas y más y
más gente se suma a éstas, en tanto que el consenso en la legitimidad de ambas figuras
limitaría los cauces de la acción a los sancionados positivamente por las reglas.
Pero aunque esta red funcionara como he descrito –dualidad actitudinal entre los
ciudadanos ordinarios que incentiva a las élites a moderar sus llamados y a los ciudadanos
ordinarios a seguir iniciativas moderadas–, también debe renunciarse a la propuesta fuerte
y simple, legaliforme, de traducción literal de las evaluaciones a figuras del sistema político
en acciones políticas de los individuos: de las actitudes a la acción ocurre un complejo
proceso de filtrado individual y social cuyas combinaciones producen saldos difíciles de
pronosticar, que podemos explicarlos ex post pero sólo anticipar su posibilidad. Si la acción
social es el resultado a explicar, mi punto de partida es que de ninguna manera puede
imaginarse como el efecto agregado de creencias individuales agregadas, toda vez que se
trata de un fenómeno multifactorial en que las creencias individuales son un input del
resultado en un sistema de interacción con vínculos horizontales y verticales, esto es, con
influencias, recursos, intereses o poder desigualmente distribuidos. Diamond y Linz lo
sentenciaron a propósito de la desigual distribución de las creencias: “históricamente, la
elección de la democracia por las élites políticas, claramente precede (...) la presencia de
obedientes e insatisfechos vii. creencias y acciones .
316
valores democráticos entre el público en general y otras élites”6. Dicho de otro modo: la
traducción de actitudes en acciones es susceptible de explicarse con mecanismos intra e
inter personales, antes que formulando leyes, lo que significa ganar en realismo y perder en
simpleza.
Por ahora, consideraré tres momentos del filtrado que ocurre en el tránsito de las
actitudes a las conductas. Como decía, estos supuestos multiplican los micro mecanismos
que darían cuenta de la traducción de opiniones en acciones. Para empezar, recupero la idea
de Zaller de que los individuos plantean propuestas de opinión cuando se expresan en torno
a temas que escasamente les interesan y les son extraños a su cotidianidad, lo que no sólo
implica reconocerle a estas actitudes su carácter provisorio, sino ser cautelosos en sus
consecuencias conductuales. En segundo lugar, consideraría otras operaciones todavía en el
nivel mental y que más adelante identificaré, pero que refieren rasgos predisposicionales. Y
por último, integraría la circunstancia social en que la actitud se desplaza a la práctica, que
es el tercer filtro que no sólo plantea un anclaje objetivo –hay o no hay alternativas al
partido hegemónico–, sino problemas de percepción –saben de la existencia de éstas
alternativas– y significación –¿alternativas para qué?– por parte de los actores.
Examinemos la siguiente secuencia con datos originales del DF entre 1995 y 1997:
puestos a elegir entre un conjunto de acciones en que mis entrevistados participarían para
impulsar los cambios que dijeron preferir para el sistema político mexicano7, en julio de
1995 alrededor de 60 por ciento señaló que votaría por un partido de oposición, tres de
cada diez acudirían a manifestaciones públicas, menos de 40 por ciento participaría en
6Jorge Domínguez y James MacCann, op cit., p. 6
obedientes e insatisfechos vii. creencias y acciones .
317
algún partido distinto al PRI y más de 60 por ciento en una organización social. Incluso,
como lo mencioné en el capítulo tercero de éste trabajo, en 1996 se dijeron dispuestos a
votar por el EPR o el EZLN en caso de que participaran en contiendas electorales, 20 por
ciento de entrevistados. Por su parte, al calificar las probables acciones de otros, en
septiembre de 1996, seis de cada diez personas aprobaron votar por un partido de
oposición y cinco de cada diez participar en manifestaciones públicas. En cuanto al
cuestionamiento de la autoridad, tres de cada diez aprobaron no pagar impuestos, 39 por
ciento desobedecer al gobierno y solo 8 por ciento enfrentarlo incluso violentamente, cifra
semejante a las encontradas en 1990 en nueve países desarrollados8 En otra evaluación, al
explorar si los entrevistados desobedecerían al gobierno en señal de protesta, dos de cada
diez contestaron que sí.
Un año después de ésta exploración actitudinal, pasando a lo conductual, aunque
poco más de siete de cada diez electores del DF votaron por partidos distintos al PRI, la
cifra representó apenas 45 por ciento del total de pobladores de 18 años y más, cuando en
nuestra muestra quienes habían dicho que votarían por un partido que no fuera el PRI
sumaba 60 por ciento. Sobra decir que para entonces, la tasa de afiliación partidaria no fue
de 40 por ciento, la participación en organizaciones sociales no alcanzó a seis de cada diez
individuos –y conforme a los datos expuestos en el capítulo precedente, ni siquiera rebasó
25 por ciento–, ni en manifestaciones públicas a tres de cada diez. Y en la pista de la
legitimidad estricta, la brecha entre quienes aprobaron la desobediencia –casi cuatro de
7Para ver el tipo de cambios elegidos, consultar la sección final del capítulo III de esta obra 8Entre dos y siete por ciento de los adultos de Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania, Francia, Bélgica, Italia, los Países Bajos, Irlanda y Dinamarca aprobaron cambiar la sociedad mediante la acción revolucionaria. Russell Dalton, “Support in…”. Pipa Norris, op cit., p. 71
obedientes e insatisfechos vii. creencias y acciones .
318
cada diez capitalinos– y los que estarían dispuestos a ejercerla –no más de dos de cada
diez– ilustró la merma que ocurre sólo en el terreno actitudinal es el paso de las
disposiciones a la acción, o dicho de otra manera, entre los individuos que aprueban una
acción y los que dicen estar dispuestos a emprenderla, siendo más numerosos los primeros
que los segundos. Además, no se trataba de acciones planteadas en un contexto carente de
alternativas, pues como lo expuse en el capítulo cuarto, en 1996 alrededor de 54 por ciento
de citadinos pensaba que había alguna opción capaz de ganarle al PRI y en febrero del año
siguiente, esa cifra llegó a 70 por ciento.
¿Mienten éstos ciudadanos ordinarios cuando se dicen dispuestos a hacer X y no
hacerlo?, ¿cómo interpretar esta discrepancia?, ¿acaso es un problema técnico?, ¿se trata de
respuestas que son simples ocurrencias, elecciones al azar, verdaderas no actitudes,
discursos que nada dicen respecto a las acciones? En el plano actitudinal, la secuencia que
va de la aprobación de una acción a la disposición para emprenderla y finalmente a su
ejecución, comprende micro mecanismos concatenados horizontal y verticalmente que
empiezan en el plano mental y concluyen en la interacción social. Para empezar, conforme
a la idea de propuestas de opinión de Zaller, las disposiciones discursivas a la acción son
expresiones en que los desinteresados en un tema, producen un punto de vista acudiendo a
su información a mano, a sus valores y predisposiciones; esa opinión, por fugaz que sea,
contiene una mixtura única de intención, interés, información y meta preferencias; incluso,
una respuesta socialmente deseable implica capacidad de reconocer que es socialmente
obedientes e insatisfechos vii. creencias y acciones .
319
deseable, así como aceptarlo aunque sea circunstancialmente. Dicho de otro modo: en la
idea misma de propuesta de opinión anida la posibilidad del cambio, la reconsideración, la
volatilidad.
En otro momento, una fuente más del desajuste opiniones—acciones ocurre entre la
respuesta instantánea acerca de la disposición a emprender una acción y el momento de
ejecutarla y es la activación de los procesos mentales asociados al procesamiento de la
información contextual: la respuesta a un entrevistador o la decisión electoral en un
ambiente apacible, muy probablemente se definirá “de acuerdo a lo que expertos en
comunicación llaman top-down processing que implica organizar y evaluar la información
asignándola a una categoría del esquema”, mientras que en situaciones importantes y
novedosas, o sencillamente angustiosas, podría desatarse “el bottom-up processing que
implica la formación de nuevas impresiones basadas en la evaluación del estímulo real,
antes que por analogía con experiencias pasadas”9, dualidad que también postula la teoría
de la inteligencia afectiva y que distingue entre juicio rutinario y juicio racional.
En la explicación de los cambios de opinión, en paralelo al vínculo entre
dispositivos mentales y alteraciones ambientales corre el tipo de procesos de recuperación
de información que realizan las personas: la forma instantánea es la asociación directa,
indiferente al detalle, en tanto que sus alternativas más costosas son la segmentación y la
confirmación10. Incluso en la ya de por sí económica asociación directa, el individuo
desinteresado puede tomar atajos para llegar a sus redes de significación, por lo que una
diferencia entre la propuesta de opinión instantánea y la propuesta de opinión meditada o
9Doris Graber, op cit., p. 17
obedientes e insatisfechos vii. creencias y acciones .
320
sencillamente menos automática podría ser el atajo elegido o la asociación a que se llega.
Para un individuo típico ideal insatisfecho con el gobierno, elegir un primer atajo –el
comentarista opositor habla bien de la acción X– y llegar a una asociación –si ese
comentarista habla bien de X, será porque al gobierno no le conviene X– es un piso
disposicional, aunque una segunda reflexión se haga desde un nuevo atajo –mejor buscará
la opinión del comentarista menos antigubernamental Z– que le conducirá a una nueva
asociación –no todo lo que perjudique a mis rivales, me conviene: la acción X es riesgosa–.
En este caso, la volatilidad de la propuesta de opinión se debe a la manera en que la
persona utiliza sus recursos cognoscitivos: entre la primera y segunda disposición
discursiva, la diferencia puede ser la utilización de un nodo adicional en la red personal de
significaciones políticas, aunque la evaluación de la autoridad no haya variado.
Además de los recursos cognoscitivos con que se procesa la información, la
trayectoria que va de considerar una acción X a efectivamente llevarla a cabo, también
involucra otras operaciones todavía en el plano mental: si nuestro individuo cree que esa
acción X es la mejor manera instrumental de alcanzar su objetivo, simultáneamente podría
buscar el valor que le indique si aprueba o no ese acto o tipo de actos, al tiempo que otras
disposiciones que no constituyen valores ni preferencias encontradas, interferirán, como la
aversión al riesgo o la tolerancia a la frustración. A la par de la disyuntiva de tomar parte
o no de la acción X conforme a su preferencia, en consonancia –e incluso disonancia– con
sus valores y quizá definido por otros rasgos predisposicionales, aparecerá el factor
estratégico, esto es, la creencia en los costos o beneficios que impondrá la participación o
10Doris Graber, op cit., p. 26
obedientes e insatisfechos vii. creencias y acciones .
321
deserción de otras personas. Incluso, al momento de emprender u omitir la acción,
confirmar la participación o deserción de otros, podría afectar la decisión de hacer X. En
esta secuencia, algunas creencias respecto a costos y oportunidades, pueden ser
sencillamente equivocadas: la psicología cognoscitiva, por ejemplo, documentó que los
individuos tienden a sobre estimar probabilidades objetivas pequeñas, como que su voto
defina la elección con el consecuente efecto conductual, por lo que explicarían la
participación por el error de estimación antes que por la pura idea del deber cívico11. En
este esquema, por ejemplo, el individuo dominado por la pasión podría reconocer sus meta
preferencias y disyuntivas, eligiendo sin considerar las consecuencias futuras de su acción.
Otro caso más sería la concatenación de mecanismos utilizada por Kuran en su
modelo de falsificación de preferencias: para un individuo cualquiera, ocultar su
preferencia auténtica en un régimen autoritario tendría un costo psicológico que se compara
con el costo social de revelarla, pero paradójicamente, el costo social será más alto mientras
más personas oculten sus preferencias. Entonces, revelar la preferencia se asociará a un
umbral individual que apenas se cruza, modifica la estimación de costos sociales de otros
individuos. En una lógica como esta, no existirá un solo umbral social a partir del cuál las
personas revelen u oculten sus preferencias, sino umbrales individuales que se construyen
con información de estados sociales que a su vez se alteran cada vez que una persona cruza
su propia frontera entre una u otra opción12.
11Pau Marí-Klose, Elección racional. Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas, 2000, p. 167 12Timur Kurán, “Ahora o núnca…”, op cit. y Timur Kuran, Private truths, public lies. The Social Consequences of Preferences Falsification. USA: Harvard University Press, 1997, 423 p.
obedientes e insatisfechos vii. creencias y acciones .
322
Participar, apoyar
En un sistema no democrático, las cifras de participación electoral y voto para el
partido en el gobierno, pueden ser recursos retóricos de escasa credibilidad –externa sobre
todo– respecto al respaldo popular con que cuentan los gobernantes, pero que
paradójicamente suelen interesarles a éstos últimos. En 1990, Badie y Hermet ponían a las
autoridades del viejo régimen mexicano como ejemplo de quienes utilizaban
procedimientos electorales “plagándolos de obstáculos” con el único objetivo de reforzar su
legitimidad seudo democrática; en sistemas como éste, decían, las consultas sin elección
son, en el mejor de los casos, un barómetro político que no genera obligaciones, que
contribuye “de manera cómica” a la justificación nacional e internacional pero cuyo valor
legitimante no debe despreciarse, además de tomar en cuenta sus funciones adicionales13.
En un trabajo previo, Hermet enumeró cuatro funciones de las elecciones celebradas en
contextos no competitivos, una de las cuáles era su papel legitimador: nacionalmente al
restarle legitimidad a las oposiciones, e internacionalmente al representar “una especie de
licencia de moralidad ante el extranjero”14.
Por su parte, Linz apuntó que la participación y el voto al partido hegemónico
proporcionan indicadores de la dirección en que evolucionará un régimen, toda vez que
sistemas totalitarios promueven y casi exigen el involucramiento de todos, en tanto que los
autoritarios se benefician de la indiferencia y pasividad de los gobernados, ilustrando con
cifras de participación en la ex Unión Soviética o la Alemania nazi que superaban 90 por
13Bertrand Badie y Guy Hermet, Política comparada. México: FCE, 1993, p. 249-251 14Guy Hermet, Alain Rouquié y J. Linz, ¿Para qué sirven las elecciones? México: FCE, 1986, p. 44
obedientes e insatisfechos vii. creencias y acciones .
323
ciento de votantes15 En esta distinción, el autoritarismo mexicano parecía tocado por la
tentación electoral totalitaria –pese a lo contradictorio de sus términos– toda vez que
invertía recursos y apostaba por altas tasas de voto PRI, mas que de participación, como
vehículo legitimante. Finalmente, señalaba Molinar, fue “el éxito en el establecimiento de
elecciones no competitivas pero plurales lo que permitió que un sector de las élites políticas
mexicanas gobernara autoritariamente al país”16.
Si en los autoritarismos la participación es un indicador ineficiente de la legitimidad
del régimen, en las democracias traduce con mayor literalidad el respaldo y compromiso
populares con el sistema y sus valores. Hermet decía que “en las democracias de tipo
occidental, las elecciones implican por lo menos dos funciones indiscutibles: legitimar el
poder identificando al pueblo con sus gobernantes y asegurar eventualmente el reemplazo
tranquilo de esos mismos gobernantes”17. En su exploración del respaldo –no sólo
actitudinal– a la Unión Europea, Banchoff diagnosticaba crisis de legitimidad utilizando el
dato de la baja participación electoral18. Y en una perspectiva maximalista, Alagappa
sostenía que incluso la alta participación en procesos electorales no es suficiente para
demostrar el respaldo popular a la democracia, pues el miedo, el beneficio o la
conveniencia podrían determinarla, por lo que debe expresarse mediante distintas
“actividades conectadas al sistema democrático: pertenencia a grupos de interés y partidos
políticos, apoyo a causas y políticas específicas, creencia en la eficacia del sistema judicial
15Guy Hermet, Alain Rouquié y J. Linz, op cit., p. 106 16Juan Molinar Horcasitas, op cit., p. 247 17Guy Hermet, Alain Rouquié y J. Linz, op cit., p. 43 18Thomas Banchoff & Mitchell R. Smith, (coords), Legitimacy an the European Union, The contested polity. London: Routledge, 1999, p. 1
obedientes e insatisfechos vii. creencias y acciones .
324
[y] acatamiento de [las] políticas gubernamentales aún y cuando haya un costo asociado”19.
Así, lo paradójico es que a pesar de la importancia que se le concede a la participación
electoral en distintos regímenes no democráticos, Badie y Hermet señalaran que su estudio
era “poco frecuente para el investigador”.
Según Wayne Cornelius, en México antes de 1988 “el gobierno inflaba las
estadísticas de votantes –algunas veces en forma exagerada– para tratar de convencer a los
mexicanos y a la opinión internacional de que había sido capaz de legitimarse de nuevo”20
y si el número de votos “no era lo suficientemente grande, o si el principal partido de
oposición obtenía resultados relativamente satisfactorios, disminuía la legitimidad del
régimen”. Sin embargo, aunque las cifras de participación electoral agregada expresaran
manipulación, no todos los datos parciales eran falsos ni los electores acudían
obligadamente a las urnas, pues al menos en la ciudad de México...
“...cuando votan o trabajan en campañas electorales, la mayoría de los ciudadanos de bajos ingresos
parecen estar respondiendo a las exhortaciones oficiales de que participen, y consideran sus
actividades a favor del partido oficial como una oportunidad para expresar su gratitud por la ayuda
recibida de gobiernos anteriores o en el poder, al igual que su solidaridad con los objetivos de la
Revolución Mexicana y sus herederos dentro del PRI”21
La idea de que la participación electoral legitimaba al viejo régimen también fue
compartida por distintos políticos y académicos mexicanos. Conforme a Rodríguez y
Arreola, “en una democracia, aun autoritaria como la mexicana, la legitimación del poder
se da mediante el sufragio (...) aun cuando se trate de votos para la oposición”, dando por
19Alagappa, op cit., p. 20 20Wayne A. Cornelius, “Repercusiones de los comicios de 1994 en la transición gradual de México hacia la democracia”. Germán Pérez Fernández del Castillo, Arturo Alvarado y Arturo Sánchez [coords.], La voz de los votos: un análisis crítico de las elecciones de 1994. México: Flacso/Porrúa, 1995, p. 426 21Wayne A. Cornelius, “Los inmigrantes pobres…”, op cit., pp. 86-87
obedientes e insatisfechos vii. creencias y acciones .
325
válidas las cifras conforme a las cuales, mientras la democratización avanzaba, la
abstención era mayor, pues finalmente, ésta –la abstención– había sido “abultada en los
últimos años, en la medida en que el poder instituido siente amenazado su predominio”, en
una extraña coincidencia del interés del poder instituido y “la sociedad que no se identifica
con sus representantes políticos” por lo que no acude a votar22. Por su parte, Javier López,
quien fuera diputado federal y gobernador interino de Chiapas, expresaba la que podría ser
la perspectiva oficial del viejo régimen en torno a la participación electoral:
“el voto es fuente de legitimidad política (...) ¿para qué íbamos a arreglar en 1917 las
cuestiones de la tierra y el trabajo (...) si dejábamos intactos los mecanismos que
establecían diferencias entre los electores? En aquella época los votos se pesaban (...)
que todos valieran lo mismo fue la gran conquista revolucionaria. Así nos hicimos
iguales políticamente y solo así se pudo establecer la preeminencia de un partido que
asumió desde 1929 el liderazgo nacional”23
Pero como el viejo régimen buscaba exhibir altos índices de participación electoral
aprovechando que algunos segmentos de la población efectivamente votaban, otros eran
manipulables y las cifras elásticas, las tasas de participación incluían votos cívicos,
pragmáticos, clientelares, inventados y cautivos o forzados, por lo que de ninguna manera
podían caracterizarse, de conjunto, como respaldo popular. Por ello, autores como Loaeza
asumían una diferencia de calidad en las movilizaciones ciudadanas, electorales y no de los
años ochenta y noventa, señalando que en el anverso de éstas últimas, existía una “creciente
22Octavio Rodríguez Araujo y Álvaro Arreola Ayala, “Las caras del abstencionismo: Baja California. Chihuahua y Michoacán, 1974-1989”. Gustavo Emmerich [coordinador], Votos y mapas. Estudios de geografía electoral en México. México: Universidad Autónoma del Estado de México, 1993, pp. 269-270 23Javier López Moreno, Elecciones de ayer y de mañana. México: Costa-Amic Editores, 1987, pp. 15 y 16
obedientes e insatisfechos vii. creencias y acciones .
326
cultura de participación”24 que implicaba actitudes asociadas a elecciones fundadoras, en
que las tasas de participación y voto oposición se disparaban como formas de confirmación
plebiscitaria de la democracia en una especie de Big Bang del nuevo régimen25. En suma: el
análisis de las cifras de participación electoral hasta el año de 1997 debe distinguir entre la
época dorada de las consultas sin elección y los años que van de la liberalización a la
transición.
¿Cuál fue la evolución de las tasas de participación electoral en el país y en la
ciudad de México en los últimos años del viejo régimen y durante los de la transición?,
¿cómo vincular estas cifras a la legitimación de la autoridad? En 1961 y 1964, la votación
nacional –68 y 66 por ciento del padrón y 43 y 54 por ciento de la población en edad de
votar, respectivamente– fue más alta que en la ciudad de México –61 y 62 por ciento del
padrón–, continuando un patrón registrado al menos desde 194626 y que tendió a invertirse
en las tres décadas posteriores en que el promedio de las diferencias DF—México fue de
6.2 por ciento a favor de la participación en la capital del país. Así, en 1997 mientras la
asistencia a las urnas en el DF fue de 65.6 por ciento de empadronados, en el país estuvo
casi diez puntos porcentuales por debajo [gráfica VII/1]. Desde la perspectiva de su
distribución regional, en las elecciones federales de 1961 a 1976, de las 32 entidades de la
República, al menos una pero en promedio cuatro, tuvieron tasas de votación iguales o
24Joe Foweraker, “Medición de la ciudadanía en México”. Mónica Serrano y Víctor Bulmer-Thomas, compiladores, La reconstrucción del Estado. México después de Salinas. México: FCE, 1998, p. 120 25La idea de un Big Bang democrático la tomé de Pempel, que la utiliza para los sistemas de partido dominante: “un suceso o serie de sucesos importantes que estimulan lo que podría llamarse una crisis de movilización, es decir, una reorientación de las disposiciones políticas de grupos socioeconómicos clave”. T. J. Pempel (compilador), Democracias diferentes. Los regímenes con un partido dominante. México: FCE, 1991, p. 388
obedientes e insatisfechos vii. creencias y acciones .
327
superiores a 80 por ciento, mientras que después de esa fecha, sólo en dos de siete
elecciones federales, un estado o más tuvieron esas votaciones27. Estas tasas de
participación, semejantes a las de democracias consolidadas y más bajas que en los
regímenes totalitarios, contuvieron hasta 1952 niveles de población empadronada por abajo
de 40 por ciento respecto al total de personas en edad de votar, cobertura que subió a 66 por
ciento en 1965 para llegar a su totalidad en 1970 y 1973, situándose por arriba de un más
realista 85 por ciento después de esas fechas28.
Admitiendo que en el viejo régimen la participación electoral tuvo un papel
legitimador, que existían prácticas fraudulentas consistentes en agregarle votos al PRI y
quitárselos a la oposición y utilizando la segunda regla de Molinar para la lectura de
estadísticas electorales del pasado –las cifras de los centros urbanos son más confiables29–,
los datos previos a 1967 podrían indicar que a nivel nacional, el incremento de votación al
PRI pasó por el aumento de la participación en algunos estados, en tanto que la reducción
de votos a la oposición por la depresión de las tasas de votación en entidades como el DF,
mientras que después de 1967, la mayor participación en la ciudad de México y la más baja
nacional indicarían la paulatina pérdida de la capacidad de control y manipulación de
resultados, que parece acentuarse después de la elección de 1976.
Dicho en términos del proceso de legitimación: quizá hasta mediados de los
sesentas la participación electoral, real o inflada, expresaba tanto apoyo como eficiencia
26Jacqueline Peschard, “Geografía electoral del Distrito Federal (1946-1991)”. Gustavo Emmerich [coordinador], op cit., p. 42 27Anexo I cuadro A/15 28Estimaciones para México y cifras de votación en otros países en International Idea, Voter Turnout [http://www.idea.int/vt/index.cfm] 29Juan Molinar Horcasitas, op cit., p. 11
obedientes e insatisfechos vii. creencias y acciones .
328
políticas del viejo régimen, que utilizaba el dispositivo electoral para legitimarse sin
experimentar consecuencia alguna sobre la distribución del poder. Sin embargo, hacia
finales de esa década, para que el viejo régimen se legitimara celebrando elecciones con
altas tasas de participación debía enfrentar el costo, consistente en aceptar la incidencia del
resultado de los comicios en la distribución del mando, a riesgo de que las elecciones
perdieran credibilidad y eficacia legitimatoria. En un principio, por supuesto, esta
contradicción no implicó que los comicios se convirtieran en vehículo de distribución del
poder, pero sí que las tensiones se fueran concentrando en esta arena, por lo que sus reglas
habrían sido sucesivamente modificadas para satisfacción de los actores, primero con la
introducción de diputados de partido en 1964, posteriormente, y de manera sobresaliente
por sus efectos electorales, con la reforma de 1977 y finalmente, con el persistente
reformismo de los noventa.
obedientes e insatisfechos vii. creencias y acciones .
329
GRÁFICA VII/1
PARTICIPACIÓN Y VOTO PRI: MÉXICO Y CIUDAD DE MÉXICO (1961-1997)
91.0
56.0
65.6
60.5
39.1
23.6
67
0.0
10.0
20.0
30.0
40.0
50.0
60.0
70.0
80.0
90.0
100.0
1961 1964 1967 1970 1973 1976 1979 1982 1985 1988 1991 1994 1997
Participación Nal Participación DF PRI Nal PRI DF
Elecciones de diputados federales. Fuente: Banamex, México electoral Coeficientes de Pearson participación/voto PRI a nivel federal (significativas a 96% de confianza o más en
prueba de dos colas): 1961-1997 = 0.22 (n = 416); 1961-1976 = 0.45 (n = 192); 1979-1997 = -0.13 (n = 224)
El voto PRI se inserta en ésta dinámica de la participación. Para empezar, al igual
que con las diferencias regionales en el respaldo actitudinal al viejo régimen documentado
en los capítulos precedentes, en este largo periodo la preferencia PRI fue más alta en el país
que entre los pobladores de la capital: en 1997, cuando el partido del gobierno tocó su piso
histórico, obtuvo 39.3 por ciento de votación nacional, pero 23.6 por ciento en la ciudad de
México, siendo de 19.6 puntos porcentuales la diferencia promedio de 1961 a 1997 [gráfica
VII/1]. En estos 31 años también hubo diferencias en la distribución regional del deterioro
de la preferencia por el PRI: en la ciudad de México, su votación en 1961 multiplicó por
2.8 la de 1997, mientras que a nivel nacional el factor fue de 2.3. En la distribución estatal
de sus votos en contiendas federales de 1961 a 1976, el PRI alcanzó en promedio en cada
elección al menos 80 por ciento de votos efectivos en 27 entidades de la República, pero en
obedientes e insatisfechos vii. creencias y acciones .
330
1979 esa cifra la logró sólo en 18 estados, en uno en 1988 y de 1991 en adelante jamás se
repitió30. En el periodo, el DF resultó la entidad en que el PRI tuvo su peor desempeño
electoral, con excepción de 1967, 1988 y 1991 cuando otro estado, sólo uno cada vez,
presenció peores resultados.
En 1967 las líneas de la participación del país y el DF se cruzaron pero el orden en
los rendimientos del PRI jamás varió, pues la ciudad de México fue siempre peor plaza que
el país en su conjunto. En 1979 la competitividad electoral experimentó su parte aguas,
pues a partir de entonces el PRI en el DF no superó 50 por ciento de votación y a nivel
nacional, 70 por ciento. Por su parte, al correlacionar participación y voto PRI teniendo
como unidad de análisis los 416 resultados estatales de cada elección federal, su
variabilidad asociada de 1961 a 1997 fue de 22 por ciento, pero segmentando los periodos,
los cambios concomitantes previos a 1979 fueron de 45 por ciento y de 1979 a 1997 de
menos 13 por ciento, esto es, con las elecciones celebradas antes de la reforma de 1977,
mayores tasas de participación se asociaron a mejores rendimientos del PRI, en tanto que
después de la reforma del presidente López Portillo, la más alta participación se vinculó a
menor votación PRI31.
Recordando la primera regla metodológica de Molinar –la estadística de votos
oposición era más confiable– los diferenciales de participación y la evolución del voto PRI,
así como su variación asociada, deberían atribuirse a una misma causa antecedente: que
desde finales de los sesenta del siglo XX, el viejo régimen contó con menores niveles de
respaldo electoral entre los citadinos que entre los mexicanos y en su intento de allegarse el
30Anexo I cuadro A/15
obedientes e insatisfechos vii. creencias y acciones .
331
bien principal de las elecciones –legitimarse– cargar con el costo –distribuir el poder– iba
siendo ineludible. La persistente disparidad en la conducta electoral de los ciudadanos
ordinarios del país y de su capital, puesta en términos de las formas de legitimación,
expresaba la dirección del cambio político electoral: por un lado, en la explicación de la
más baja votación PRI concurrían la creciente competitividad y competencia electorales32,
mientras que en la muy ligera tendencia a la baja en la participación a nivel nacional y en la
también débil al alza en la votación en el DF, antes que miles de decisiones de salida y
entrada al sistema político nacional y local, respectivamente33, tendríamos, por un lado, la
consecuencia paradójica de elecciones más competidas que implicaban mayor vigilancia y
por lo mismo menores posibilidades de inflar la participación y por el otro, la consecuencia
esperable de competencias más reñidas que incentivan la participación.
En suma: la participación electoral contribuyó a legitimar lo mismo a los gobiernos
del viejo régimen que a los de la transición, aunque para los primeros no representó el
principal dispositivo de justificación y sólo tenía consecuencias marginales en la
distribución del poder, en tanto que para los segundos ocupaba el centro de su legitimación
en la misma medida en que sus resultados incidían sobre la distribución de los cargos
públicos. En esta dualidad de usos, las tasas de participación expresaban diferentes elencos
de motivaciones y creencias individuales que proporcionaban la base micro del macro
31Ver nota al pié de la gráfica VII/1 y cuadro A/14 del Anexo I 32Según Sartori, la competencia son “las reglas escritas y no escritas del juego electoral; la competitividad, (...) el estado real del juego en un momento determinado”, Leonardo Valdés, “El sistema de partidos en México: las dimensiones de la competitividad electoral”, Política y cultura, México: UAM-X, año 3, número 5, otoño de 1995, p. 29 33La abstención como protesta o desafío, podría representar una forma de salida en los términos que lo ha expresado O’Hirschman; con la misma lógica, lo contrario podría decirse de la mayor participación electoral.
obedientes e insatisfechos vii. creencias y acciones .
332
estado: para un individuo típico de la élite política, en el viejo régimen la participación
representaba la manera de allegarse apoyo plebiscitario e incluso de simularlo, mientras
que durante la transición, fue la forma de exhibir respaldo a proyectos partidarios y a la
transición misma.
Para algunos ciudadanos ordinarios, en el viejo régimen votar fue el vehículo de
expresión de sus creencias en la legitimidad de los gobiernos post revolucionarios, de su
apoyo utilitario, agradecimiento, incluso el producto de la coacción o disuasión y en
algunos casos, quizás los menos como lo sostendrían quienes han analizado datos
individuales34, hasta instrumento de protesta, en tanto que no votar podía comportar no sólo
alienación del régimen político, sino desconfianza, disgusto o aversión, pero también a
veces, el desplazamiento de las formas de respaldo o protesta política a arenas distintas a la
electoral. A la vez, otros segmentos también numerosos de ciudadanos ordinarios podrían
haber recibido los datos de votación del viejo régimen, con más o menos credulidad, como
testimonios de su fuerza, fuera para movilizar o para manipular, pero fuerza al fin. Por su
parte, para los electores de la transición, la participación resultaba una forma de proponer
opiniones, fueran de respaldo a la naciente democracia o a sus nuevos actores, a los del
viejo en el nuevo régimen, e incluso de rechazo a cualquiera de estos objetos.
Pero como mi aproximación agregada no puede documentar los micro mecanismos
de la participación, concluiré refiriendo los hallazgos de Buendía para la contienda de 2000
Dejar de votar por un partido es salir respecto a ese partido, pero también es usar la voz en el sistema político. Alberto O’Hirschman, Salida, voz y ...., op cit. 34Entre otros McCann y Domínguez, Klesner y Lawson y Buendía y Somuano. Jorge Buendía y Fernanda Somuano, “La participación electoral en nuevas democracias: la elección presidencial de 2000 en México”, Política y gobierno, México: Cide, Vol. X, núm. 2, II semestre de 2003, p. 305
obedientes e insatisfechos vii. creencias y acciones .
333
y de Temkin respecto a los primeros años de la consolidación democrática.. De acuerdo con
Buendía, en la elección presidencial de 2000 las “evaluaciones negativas del desempeño
democrático, de la capacidad de respuesta de los actores políticos frente a las necesidades
de los ciudadanos y de las elecciones” condujeron a la abstención, cuya probabilidad se
incrementaba si la gente creía que su voto no sería “tomado en cuenta”. A la vez, algunas
de las condiciones que favorecían la participación en las democracias consolidadas podían
estar influyendo inversamente en las no consolidadas: por ejemplo, en las primeras quienes
actúan en política no electoral tienden a hacerlo en la electoral, pero en las segundas, como
existe la tradición de solucionar conflictos al margen de las instituciones electorales, la
participación política por fuera, puede reducir la probabilidad de votar. Y como de 1997 a
2000 no sólo pasaron tres años sino que terminó la transición, se impone la pregunta sobre
la aplicabilidad de éstas conclusiones a la elección de 1997. El propio Buendía tiene una
respuesta, pues ilustra empíricamente que las “percepciones sobre las elecciones (como
libres y limpias), cambió sólo marginalmente en México de 1997 a 2000”35. Así, que en
1997, cuando las nuevas instituciones electorales eran las más democráticas de los últimos
años, la tasa de participación haya sido estándar y más baja que en 1994 podría atribuirse a
la inercia en las percepciones del desempeño gubernamental y del régimen electoral, lo que
dicho de otro modo significaría que como en el viejo régimen, la insatisfacción, aversión y
protesta no se procesaban electoralmente y la desconfianza en el conteo de votos conducía
a la abstención, al menos algunos ciudadanos ordinarios no votaron en la elección local
fundadora porque pensaron que las cosas seguían igual.
35Jorge Buendía y Fernanda Somuano, op cit., pp.
obedientes e insatisfechos vii. creencias y acciones .
334
Por su parte, Temkin refiere a quienes ven “peligros a la legitimidad de las
instituciones políticas y de la democracia en México en el alto nivel de abstencionismo que
se ha venido observando en las últimas lides electorales” y con datos agregados documenta
que a escala municipal, en la elección de 1997 al igual que en la de 2000, mayor
escolaridad se asoció a mayor participación, mientras que en 2003 esa relación se evaporó,
invirtiéndose al analizarse multivariadamente. Y examinando datos individuales de las
encuestas de cultura política de 2001 y 2003, encontró suficientes razones para asumir que
el descenso en los niveles de confianza –entendidos en su sentido instrumental– en las
instituciones políticas, produjo “menores niveles de participación electoral entre los
sectores más educados, en tanto que aquellos con menores niveles de educación no vieron
ningún motivo para abstenerse de votar”, lo que de acuerdo a su propia interpretación,
significaba la inversión de la relación encontrada por Buendía y otros analistas para las
elecciones previas36.
Las propuestas de Buendía para 2000 –mayores probabilidades de votar entre los
más educados y menores entre los más escépticos– y Temkin para 2003 –mayor
escepticismo a mayor educación que producen menor participación– no sólo ilustrarían los
cambios asociados al momento del proceso político –transición o consolidación– sino al
uso e interpretación de los coeficientes: Buendía concluye con base en los efectos netos de
una variable sobre otra, en tanto que Temkin distingue los efectos al segmentar su variable
dependiente, evitando que detrás un coeficiente neto inocuo se oculte una relación
36Benjamín Temkin, Rodrigo Salazar Elena y Gustavo Ramírez, Explorando la dinámica del abstencionismo ilustrado: un caso de demasiada o muy poca cultura democrática. XVI Congreso Nacional de Estudios Electorales, Torreón Coahuila, 17-19 de noviembre de 2004
obedientes e insatisfechos vii. creencias y acciones .
335
significativa si segmentamos la población; Buendía sugiere dos mecanismos clásicos e
independientes, mientras que Temkin concatena mecanismos para uno y otro grupos de
electores. Aprovechando ambas aproximaciones, podría sugerir que la tasa de participación
electoral en la ciudad de México en 1997 resultó de que los ilustrados endosaron su
escepticismo al viejo régimen apostando por la voz –votar oposición– en tanto que los
menos interesados e informados se lo facturaron al régimen de la transición, inclinándose
por la salida –no acudir a las urnas–.
Crítica actitudinal y acción política
¿Puede el comportamiento electoral ilustrar la traducción de lo actitudinal a lo
conductual? Si ese fuera el caso, ¿cómo reconstruir esta transición cuando actitudinalmente
se combinan bajos registros de satisfacción con el funcionamiento del sistema y aprobación
a la gestión presidencial, con creencias bastante extendidas en la legitimidad estricta de
ambas figuras? En el nuevo contexto institucional de la ciudad de México en 1997, la
insatisfacción con el funcionamiento del régimen, la escasa popularidad presidencial y
particularmente la baja legitimidad del PRI se tradujeron en múltiples decisiones
individuales e interdependientes de salida respecto al partido en el gobierno, pero la
legitimidad del sistema y la presidencia, en particular dada por sus fuentes democráticas,
favorecieron que el abandono de la firma ocurriera en el mismo circuito electoral, como
uso de la voz respecto al sistema. Dicho de otro modo, el saldo del respaldo actitudinal al
viejo régimen en el contexto institucional de 1997 en la ciudad de México, se tradujo en
obedientes e insatisfechos vii. creencias y acciones .
336
conducta electoral que agregadamente significó un gran desalineamiento político,
terminando con la hegemonía priísta.
Aunque Fiorina advirtió que la opinión sobre el desempeño de las autoridades es un
juicio económico retrospectivo mediado que incide sobre la preferencia política de las
personas, la literatura que explora las consecuencias electorales de las evaluaciones
ciudadanas al desempeño gubernamental ha tendido a concentrarse en la relación entre
juicios de la situación económica –retrospectiva y prospectiva, de bolsillo y sociotrópicos–
y voto, desplazando ligeramente el análisis de la relación entre opinión sobre las
autoridades y preferencia electoral. En esta distribución del trabajo de investigación, los
vínculos entre los componentes del índice de sentimientos del consumidor, los indicadores
de la economía real y los juicios sociotrópico y de bolsillo han sido explorados por autores
como McKuen o Wu en Estados Unidos y Magaloni en México –incluso, en esta obra, los
revisé tangencialmente en el capítulo cuarto– pero la evaluación detenida del efecto
diferencial de distintas dimensiones del respaldo actitudinal a las autoridades –legitimidad
estricta, confianza, animosidad, aprobación instrumental–, sobre la decisión electoral
aguarda un trabajo más detenido.
De acuerdo con la teoría de la elección racional, si en un sistema multipartidista la
aprobación al presidente y la preferencia por su partido X son compartidos por cerca de 35
por ciento de los gobernados y el resto de los electores dividen sus votos en partes iguales
para las opciones Y y Z, las consecuencias sobre la constitución de un nuevo gobierno serán
idénticas a las de una aprobación de 51 por ciento al partido en el gobierno en un sistema
obedientes e insatisfechos vii. creencias y acciones .
337
bipartidista37.¿Qué sucede si en lugar de uno consideramos dos juicios sobre la autoridad?
En este supuesto, si cerca de 50 por ciento de las personas reprueban retrospectivamente la
gestión presidencial y casi 70 por ciento tienen una evaluación prospectiva negativa, para
que éstas actitudes se traduzcan en votos contra el partido gobernante o bien una sola
oposición debería atraer a los electores antigubernamentales –es decir, aquellos que
independientemente de preferir a Z o Y concluyan que votarán por Z porque Y no tiene
posibilidades de ganar–o bien, que los electores concedan más peso a su evaluación
prospectiva incluso si la condición de coordinación de voto no se cumpla, pues cualquier
distribución de preferencias entre Z e Y perjudicará a X. Con este planteamiento, aparecen
dos nuevas disyuntivas. La primera, refiere la evaluación de la autoridad que utilizarán los
electores, en este caso la retrospectiva o la prospectiva, que plantea el asunto de los
horizontes temporales de los juicios políticos. La segunda, a su vez, son las condiciones
que favorecen la coordinación electoral y en particular, aquellas asociadas al respaldo
actitudinal al régimen, que introduce el problema del voto estratégico y el tipo de elección.
Razonaré primero el asunto del horizonte temporal de las evaluaciones. Al juzgar
los beneficios producidos por el partido X en el gobierno durante el periodo T1, los
individuos pueden compararlos con las promesas del partido Y para el periodo T2, o bien
con lo efectivamente recibido en el pasado más remoto, durante gestiones gubernamentales
de los partidos Y o Z como los periodos gubernamentales T-1. Otra opción sería comparar
los productos presentes del partido X en el gobierno, o las promesas de Y o Z, con los
probables productos de X en T2. Según Downs, durante un proceso electoral, los votantes
37Anthony Downs, ibid, p. 142
obedientes e insatisfechos vii. creencias y acciones .
338
tienden a comparar los productos presentes del partido X en el gobierno con las promesas
del partido Y en la oposición, es decir, contrastan juicios retrospectivos con otros
prospectivos, poniendo en juego la responsabilidad de X frente a la confiabilidad de Y, en
el entendido de que un partido será confiable si “sus propuestas de política al principio de
un periodo electoral, incluidas aquellas que se hacen en el periodo preelectoral, pueden ser
usadas para pronosticar adecuadamente su comportamiento o sus propuestas durante ese
periodo”, en tanto que un partido será responsable “si sus políticas en un periodo son
consistentes con sus acciones o proposiciones en el periodo precedente”, pues “la
responsabilidad implica que las propuestas en T3 se relacionan y derivan de las acciones o
propuestas en T2”. Por último, la “confiabilidad implica que el comportamiento en T4 pueda
ser pronosticado desde las propuestas de T3”38. Esta temática, también ha sido examinada
con una metáfora ocupacional, tipificándose personas con mentalidad de campesino o bien
de banquero. Los primeros dan más peso a la conducta pasada y presente de un gobernante,
es decir, a la evaluación retrospectiva, los segundos, orientados al futuro, juzgan sobre la
base de expectativas39.
Durante los años de 1995 a 1997, en la comparación ínter temporal de la gestión
presidencial, los citadinos percibían mejores resultados presentes y pasados de los que
esperaban obtener hacia su final; el diferencial entre la aprobación a Zedillo y la
expectativa de un afortunado término sexenal siempre rondó los 20 puntos porcentuales en
contra de la segunda. En general, poniendo en juego los horizontes temporales de la
evaluación al desempeño presidencial, podríamos presenciar cualquiera de los siguientes
38Anthony Downs, ibid, pp. 104-105
obedientes e insatisfechos vii. creencias y acciones .
339
perfiles de decisión electoral, cuyas consecuencias agregadas también diferirían: cuando la
evaluación prospectiva del presidente fuera menos favorable que la retrospectiva, un
banquero tendría menos probabilidades de respaldar al partido X que un campesino; cuando
el juicio retrospectivo fuese más favorable que el prospectivo, un campesino tendría más
probabilidad de votar por X que un banquero. Y por último, un banquero con muy alta tasa
de descuento del futuro, o que atribuya un alto valor a la certidumbre, prefiriendo la
seguridad de que las cosas no mejoren o empeoren poco frente a la incertidumbre de que
mejoren poco, no mejoren, o incluso empeoren más con un partido distinto a X en el
gobierno, podría preferir votar por X40, que como veremos más adelante, parece haber sido
uno de los razonamientos dominantes entre el elector mexicano a mediados de la transición.
La pérdida de valor del futuro también podría explicarse por miopía o por debilidad de
voluntad. Como sea, en el caso de la ciudad de México en 1997, éstas combinaciones
perdieron relevancia política, toda vez que muy cerca del día de la elección, parecía que lo
mismo banqueros que campesinos habían desertado del partido X en el gobierno y se
inclinaban por Y o Z en la oposición.
Pasaré ahora al problema de la coordinación de voto, empezando por argumentar
por qué pudo ocurrir en el DF de 1997. De 1961 a 1994, el comportamiento electoral de los
capitalinos dibujaba una tendencia desfavorable al PRI, positiva a las oposiciones de
izquierda y ligeramente contraria al PAN: sus proyecciones lineal y logística a 1997
arrojaban un PRI ganador y un PRD en la primera oposición en cerrada competencia con el
PAN. A la vez, los citadinos habían mostrado su disposición a votar por ofertas electorales
39MacKuenn, Erikson & Stimson, op cit., pp. 597-611
obedientes e insatisfechos vii. creencias y acciones .
340
diferentes a los tres grandes [gráfica VII/2]. Y paradójicamente, éstas preferencias no
tenían consecuencias sobre el gobierno local de la capital del país. En suma: el retroceso
electoral y los crecientes problemas de legitimidad del PRI eran atemperados por la
dispersión relativa del voto opositor y no tenían consecuencias sobre el gobierno de la
ciudad, por lo que la reforma electoral de 1996 representó una inflexión importante en
términos institucionales al posibilitar la elección del Jefe de Gobierno por voto universal,
directo y secreto en condiciones genuinamente democráticas, abriendo la puerta a una
competencia nunca antes experimentada. Así las cosas, la victoria opositora en la entidad
menos priísta del país sería posible si la preferencia por el PRI bajaba del umbral de 33 por
ciento, si una de las dos oposiciones fuertes se desplomaba o si ocurría un fenómeno de
coordinación de voto que llevara a los electores de la segunda oposición a votar por la
primera.
Con datos de una muestra de pobladores del DF en 1994, Magaloni apuntó las
dificultades de éste tercer escenario, pues eran dos y no uno los ejes que expresaban las
preferencias electorales de los votantes: por un lado, la distribución derecha—izquierda en
que el PRI era el centro y por el otro, la preferencia sistema—antisistema en que el PAN
ocupaba el centro. En un intento de combinar ambas preferencias, en comparaciones
binarias y mediante termómetro de sentimientos, el PAN resultaba ganador Condorcet
débil, ya que la gran cantidad de empates hacía que su victoria no fuera por mayoría
absoluta, sino relativa41. Dicho de otro modo, a pesar de la dificultad de que ocurriera un
40Beatriz Magaloni, “Is the PRI Fading?…”, op cit., pp. 203-236. 41Beatriz Magaloni, “Dominio de partido y dilemas duvergerianos en las elecciones presidenciales de 1994 en México”. Carlos Elizondo y Benito Nacif, op cit., pp. 245-249
obedientes e insatisfechos vii. creencias y acciones .
341
fenómeno de coordinación de voto que perjudicara al PRI –pues éste partido ocupaba la
posición intermedia en uno de los ejes de preferencias ciudadanas– de darse era previsible
que favoreciera al PAN y no al PRD.
GRÁFICA VII/2
DF: RESULTADOS Y TENDENCIAS ELECTORALES 1961-1997
-10.0
0.0
10.0
20.0
30.0
40.0
50.0
1961 1964 1967 1970 1973 1976 1979 1982 1985 1988 1991 1994
PAN PRI PRD Otros Lineal (PRI) Lineal (PAN) Lineal (PRD)
Fuente: Banamex, México electoral
Sin embargo, en 1996 y 1997 quizá bajo los efectos de las precampañas y campañas
electorales, la distribución de las preferencias se modificó sustancialmente, aunque por el
momento –lejos del día de la votación– y monto del realineamiento electoral no es seguro
que se haya tratado de voto estratégico. Veamos: hacia mediados de 1995 los dos partidos
mejor colocados entre los electores del DF eran el PAN y el PRI, que así se mantuvieron
hasta el inicio de 1997, pero a partir de marzo, conforme transcurría la campaña del
candidato del PAN Carlos Castillo Peraza, ganador de la contienda interna en que compitió
contra José Paoli Bolio42, bajaron fuertemente sus preferencias [gráfica VII/2]43. El
42http://www.jornada.unam.mx/1997/mar97/970303/cardenas.html
obedientes e insatisfechos vii. creencias y acciones .
342
candidato del PAN parecía no atraer electores volátiles y perder algunos leales. Sin
embargo, si esas deserciones eran de votantes del partido de la derecha, ¿por qué migrarían
al PRD, la agrupación de la izquierda?, ¿se impondría el eje sistema-antisistema o antes
que voto estratégico presenciaríamos el desalineamiento del electorado capitalino?, ¿qué
otro tipo de comportamiento estratégico podríamos imaginar? Aquí están planteadas las
pregunta que dirigen la mirada al problema de la coordinación del voto.
Por su parte, para mediados de 1995, el PRI contaba con la preferencia de alrededor
de 30 por ciento del electorado, cifra que tuvo oscilaciones pero esencialmente se mantuvo
estable hasta el principio de la campaña. Al empezar 1997, el PRI parecía bien colocado
para enfrentar el antipriísmo de cerca de la mitad de los pobladores adultos del DF: tras una
contienda interna, nombró candidato al ex gobernador del estado de México, Alfredo del
Mazo, quien venció a Manuel Jiménez Guzmán y a Antonio González Fernández44.
Finalmente, el PRD, partiendo de una buena mas no privilegiada posición en las simpatías
citadinas, mediante una elección abierta que logró el voto de cerca de 900 mil defeños y en
que compitieron Porfirio Muñoz Ledo y Cuauhtémoc Cárdenas, postuló a éste último, su
más fuerte candidato, que asociado a una campaña publicitaria exitosa, pronto se apropió
del concepto de cambio y se convirtió en el opositor con mayores posibilidades de derrotar
al PRI45. De enero a julio de 1997, el PAN perdió 50 por ciento de sus probables votantes y
el PRI alrededor de 30 por ciento de los suyos. Entonces, los dos escenarios que hacían
43Todavía entre el 24 y 28 de enero de 1997, según Indemerc, el PAN contaba con 36 por ciento de intenciones de voto, el PRD con 24 por ciento y el PRI muy lejos con 14 por ciento. Ver http://www.jornada.unam.mx/1997/feb97/970204/encuesta.html 44http://www.jornada.unam.mx/1997/mar97/970302/delmazo.html 45http://www.jornada.unam.mx/1997/mar97/970303/cardenas.html
obedientes e insatisfechos vii. creencias y acciones .
343
posible pero no segura una victoria opositora se reunieron: los electores
antigubernamentales parecían coordinar su voto –quizá realinear su preferencia–
favoreciendo a la oposición más fuerte, al tiempo que el PRI se desplomaba46.
GRÁFICA VII/3
DF: INTENCIONES EFECTIVAS DE VOTO, 1995-1997
0
10
20
30
40
50
60
95-1 95-2 95-3 96-1 96-2 96-3 96-4 96-5 96-6 97-1 97-2 97-3
PRD PRI PAN
Fuente: Sip/Nlo, 1995-1997, ver Anexo I
¿Cuánto influyeron los juicios a la autoridad al desplome del PRI?, ¿qué relación
pudo tener ésta caída con la de la primera oposición y el ascenso del PRD? Y en general,
¿cómo se traducen las evaluaciones a la autoridad en decisión electoral? En un trabajo ya
clásico, Domínguez y MacCann encontraron que en las elecciones federales de 1988 y
1991, las evaluaciones sociotrópicas y de bolsillo retrospectivas y prospectivas, estuvieron
sólo marginalmente asociadas a la intención de voto, concluyendo que uno de los factores
explicativos más potentes de la preferencia PRI fue la expectativa en torno al desempeño
futuro de la economía si un partido distinto al PRI ganaba. En 1988, la preferencia por
46Un relato de los candidatos y las campañas puede consultarse en Luis Salazar [coordinador], 1997. Elecciones..., op cit., pp. 163-210, mientras que el análisis del comportamiento electoral de los capitalinos ese año, en Jorge Domínguez y Alejandro Poiré [compiladores] Toward..., op cit., pp. 88-173
obedientes e insatisfechos vii. creencias y acciones .
344
Cárdenas estuvo tan influida positivamente por el antecedente de haber votado PAN como
por la perspectiva de que un partido distinto al PRI manejaría exitosamente la economía
nacional, en tanto que ninguna de las cuatro evaluaciones económicas consideradas tuvo
consecuencias significativas y la aprobación al presidente de la Madrid tuvo un efecto
negativo, significativo pero débil. El voto PAN, por su parte, acusó más o menos las
mismas influencias, pero el efecto de la aprobación presidencial fue todavía menor y los
juicios prospectivos sociotrópico y de bolsillo tuvieron consecuencias significativas, pero
débiles. En 1991, de cuatro evaluaciones económicas, sólo el juicio retrospectivo de
bolsillo incidió sobre el voto PRD y PAN, más que duplicando el efecto que la aprobación
al presidente Salinas tuvo sobre las preferencias por la oposición47.
Con datos individuales, Tuirán y Grobet examinaron el efecto de siete variables de
evaluación de las autoridades y la situación nacional y personal sobre las preferencias
electorales de los mexicanos en la elección presidencial de 1994. Entre los votantes
cautivos de los tres partidos, el peso de la opinión retrospectiva del presidente fue el más
importante, incluso por arriba de las percepciones de la economía nacional y familiar,
aunque de éstas últimas, la primera fue más influyente que la segunda. Este vínculo podría
significar que entre los leales, el juicio retrospectivo mediado tiene más influencia que las
evaluaciones directos, o tal vez, que el componente carisma de la opinión sobre el
presidente, gravite con más fuerza en la concatenación de dos creencias no racionales:
lealtad y carisma. De vuelta a Tuirán y Grobet, entre los votantes no cautivos del PRD, el
juicio sociotrópico tuvo mayor influencia que los demás, en tanto que para los no cautivos
47Jorge Domínguez y James MacCann, op cit., p. 9, 104 y 138
obedientes e insatisfechos vii. creencias y acciones .
345
del PAN, la evaluación del presidente siguió siendo la más importante variable pero estuvo
muy cerca de la percepción de la economía familiar. En suma, entre los votantes no
cautivos cobró mayor importancia el juicio retrospectivo –sociotrópico o familiar– de la
economía en una aparente secuencia de dos juicios más racionales: ninguna lealtad
partidista y preferencia conforme a la apreciación de rendimientos48.
También para la elección presidencial de 1994, Poiré encontró que sobre la
intención de voto PAN y PRD, de cinco indicadores de respaldo actitudinal, aprobar el
desempeño de Salinas tuvo mayor efecto –negativo– que la evaluación sociotrópica y el
juicio de bolsillo, que a su vez influyeron significativamente en este mismo orden. Sin
embargo, en sus modelos, el tele debate entre candidatos, lo mismo para el PAN que para el
PRD y la aversión al riesgo, tuvieron mayores consecuencias que la evaluación a las
autoridades. De acuerdo con Poiré, éstas cifras coinciden con las de Buendía, quien en su
trabajo sobre la elección planteó que si bien existe el voto retrospectivo, éste es
sociotrópico antes que de bolsillo49. Como se advierte, los hallazgos de Tuirán y Grobet, de
Poiré y Buendía, convergen en señalar el peso del juicio retrospectivo y en que no es la
evaluación del bienestar personal la que mayor incidencia tiene, sino la sociotrópica, sea
mediada –popularidad presidencial– o no. Y estas observaciones en torno a 1994, difieren
del trabajo de Domínguez y MacCann respecto a 1988 y 1991.
48Rodolfo Tuirán y Paulina Grobet, “Las elecciones presidenciales de 1994: perfil del electorado, razones de voto y tipo de elector”. Germán Pérez Fernández del Castillo, Arturo Alvarado y Arturo Sánchez, op cit., p. 418 49Alejandro Poiré, “Retrospective voting, partisanship, and loyality in presidencial elections: 1994”. Jorge Domínguez y Alejandro Poiré [comps], op cit., pp. 38 y 37
obedientes e insatisfechos vii. creencias y acciones .
346
Beltrán, a propósito de la elección presidencial de 2000, resumió algunos de los hallazgos
logrados mediante análisis de datos individuales. Para él, “existe un consenso claro en la
literatura en que las evaluaciones retrospectivas inciden en la decisión de los electores
mexicanos”, pero antes de 1994, Domínguez y McCann encontraron que “en las elecciones
de 1988 y 1991 las actitudes hacia asuntos económicos no fueron la principal fuente de
respuestas políticas en público, aunque señalaron que en las elecciones subsecuentes, el
desempeño de las administraciones habría de importar más”. Para 1994 y 1997, Domínguez
encontró que la aprobación presidencial tuvo un efecto significativo, pero “los juicios
económicos retrospectivos representaron un papel más importante”. Para terminar, Beltrán
llamaba la atención en que la aprobación presidencial fue semejante en las vísperas de las
elecciones de 1994 y de 2000, ganando en las primeras el partido del presidente y en las
segundas uno opositor, atribuyendo la diferencia a los distintos niveles de certidumbre
respecto al candidato opositor50.
Como se advierte, los trabajos referidos atendieron la relación entre indicadores de
preferencia electoral, por un lado y popularidad y juicio económico, retrospectivos y
prospectivos, por el otro, pero el concepto mismo de legitimidad en sentido estricto, sus
indicadores y efectos sobre la preferencia, sencillamente no han sido tratados, por lo que al
menos parcialmente, mis propios resultados serán difícilmente comparables. Para mi caso
de estudio, comenzaré con una aproximación mediante datos agregados de 1995 a 1997,
correlacionando indicadores de respaldo actitudinal, evaluaciones sociotrópica y de bolsillo
de la economía, retrospectiva y prospectiva y dos variables situacionales en el DF: el PIB y
50Ulises Beltrán, “Venciendo la incertidumbre: el voto retrospectivo en la elección presidencial de 2000 en
obedientes e insatisfechos vii. creencias y acciones .
347
el empleo. Cabe repetir la advertencia metodológica que hice en el capítulo cuarto: doce
observaciones son pocas, con registros que para la mayoría de los indicadores de mi interés
acusan muy bajas variaciones; la popularidad presidencial retrospectiva y prospectiva,
dibujan muy débiles tendencias ascendentes –es decir, acusan baja variabilidad–, lo mismo
que la legitimidad del sistema y la presidencia; por su parte, la satisfacción, al igual que la
intención de voto PRI, aunque ligeramente descendentes en sus tendencias, son casi
estables. Y solo la contra intención de voto PRI sube de manera notable, consistente y
permanente en el periodo.
Por lo mismo, hay muy poco que decir en este nivel de análisis: sólo las variaciones
en la intención de voto PRD se asociaron positiva y significativamente al ascenso de la
contra intención de voto PRI y a la disminución de la preferencia PAN51; de las dos
variables situacionales incluidas, sólo las variaciones en el PIB del mes anterior se
vincularon positivamente a la preferencia perredista, pero paradójicamente las
calificaciones prospectiva y retrospectiva del presidente, la evaluación prospectiva de
bolsillo y los cambios en la tasa de desempleo en el DF y el PIB durante el mes anterior a la
entrevista, se relacionaron significativa y negativamente a la intención de voto PAN antes
que a la del PRI, lo que mas bien sucedió porque el primero fue el partido con mayor
variabilidad en sus preferencias, pareciendo que los electores castigaban al PAN cuando
todo indica que en este contexto actitudinal el PRI perdía posibilidades de recuperación,
que a la vez conducían a los electores a voltear hacia el partido en mejores condiciones de
ganarle.
México”, Política y gobierno. Vol. X, Núm. 2, II semestre de 2003, México: Cide, pp. 327 y 328
obedientes e insatisfechos vii. creencias y acciones .
348
¿Qué implica que en este nivel de agregación ninguna de las variables actitudinales,
particularmente las relacionadas al respaldo político al régimen y a sus piezas se hayan
asociado a las intenciones de voto PRI? Para responder debo reiterar que las evaluaciones
del régimen fueron casi estables en el periodo y la preferencia PRI poco menos que
mediocre. En otras palabras, se trataba del vínculo entre una variable con escasas
probabilidades de ocurrencia y otra con bajos niveles de variabilidad, por lo que la
debilidad de la relación resulta natural. Sin embargo, desde mi perspectiva temática, el
vínculo que a nivel agregado aparece con significancia estadística –la contra intención PRI
a la intención PRD–, podría contener la solución al acertijo político de la elección de 1997,
que abordaré ahora con datos individuales.
Ya en el capítulo cuarto, conforme a la propuesta de Weil, examiné el efecto de los
juicios sobre la economía, la calificación a los partidos políticos y la confianza en las
instituciones públicas sobre la intención de voto PRI, encontrando que sólo las
evaluaciones sociotrópica y de bolsillo tuvieron efectos positivos y significativos52. Ahora,
en una nueva y exploratoria búsqueda, todas las pruebas de correlación entre los
indicadores de apoyo actitudinal al sistema, la presidencia y el PRI, y las preferencias PRD
y PRI tuvieron correlaciones significativas, lo que no sucedió con el PAN. De nueve
indicadores, el que más efectos tuvo fue el índice de apoyo, mientras que los de legitimidad
en sentido estricto no rebasaron los instrumentales y al margen del índice, el más influyente
fue la popularidad presidencial. Hasta aquí, parece natural que las personas con juicios
51Anexo I, cuadro A/16 52Ver cuadro IV/4; los coeficientes de los exp. � difieren porque el juego de variables independientes fue distinto y porque los rangos de su variabilidad también. En el capítulo IV, por ejemplo, los juicios de bolsillo tomaban cinco valores y en éste capítulo toman dos.
obedientes e insatisfechos vii. creencias y acciones .
349
positivos del régimen y sus piezas tiendan a preferir al PRI, pero que las opiniones
negativas no incidan significativamente en las intenciones de voto de los dos partidos
importantes de la oposición, sino sólo en el PRD, es paradójico y sugiere que para junio de
1997 o bien un segmento del electorado había decidido actuar estratégicamente o bien que
presenciábamos un realineamiento electoral. ¿Qué podría significar que los indicadores de
legitimidad tuvieran menos influencia que los de popularidad?, ¿que con su voto los
citadinos juzgaban al partido y gobiernos del viejo sistema, pero apoyaban al régimen de la
transición?, ¿o quienes cuestionaban la autoridad del régimen y/o sus piezas sencillamente
no irían a votar?53.
En una segunda exploración, ahora multivariada y sólo para las intenciones de voto
PRI y PRD, utilizando simultáneamente todos los indicadores de respaldo actitudinal, con
excepción del índice y en el caso del PRI excluyendo su contra intención de voto, los
resultados fueron ligeramente distintos. En el caso del PRD, evaluar positivamente a
Zedillo disminuyó 29 por ciento la probabilidad de expresar preferencia por Cárdenas,
concederle legitimidad al PRI 67 por ciento y al sistema 35; para el PRI, sentirse satisfecho
con el funcionamiento del sistema multiplicó por 3.1 la probabilidad de preferirlo, aprobar
retrospectivamente a Zedillo por 2.2 y tener un juicio prospectivo positivo de su gestión por
1.754. Como se advierte, sólo la popularidad presidencial retrospectiva repitió para ambos
partidos, pero el PRD sus efectos fueron menores que el de los indicadores de legitimidad
estricta.
53Anexo I, cuadro A/17 54Cuadro A/18, Anexo I
obedientes e insatisfechos vii. creencias y acciones .
350
Si suponemos que todos nuestros entrevistados participan electoralmente –lo que en
realidad es un sesgo de selección55– podría anticipar que en la preferencia PRD tuvo más
peso la legitimidad que se le concedía al PRI y al sistema que la evaluación instrumental
del trabajo presidencial, pero precisamente por tratarse de cuestiones de legitimidad, me
parece necesario considerar los efectos de estas variables sobre la probabilidad misma de
participar electoralmente. Y como no generé indicadores para estimar la participación, sólo
puedo señalarlo como un pendiente relevante de investigación.
En un tercer ejercicio [cuadro VII/1], corrí simultáneamente los indicadores de
respaldo actitudinal al régimen y de evaluación de la economía. Al igual que en la prueba
anterior, para la intención de voto PRD mantuvieron su significancia, su dirección, orden
de importancia y casi sus coeficientes la popularidad presidencial retrospectiva, la
legitimidad del sistema y la del PRI. Y como era de esperarse, evaluar positivamente el
manejo de la economía nacional56 redujo 33 por ciento la probabilidad de votar PRD, pero
de forma sugerente, quienes pensaban que en diez años su situación personal sería mejor
aumentaban 66 por ciento la razón de momios de preferir a Cárdenas. Con estas cinco
variables, el modelo clasificaba correctamente 69 por ciento de las observaciones con una
r2 de Nagelkerke de 0.21. ¿Qué significan estas relaciones?, ¿por qué la popularidad
presidencial y la aprobación del manejo económico perjudicaron al PRD?, ¿qué paralelismo
guardan estas evaluaciones con la legitimidad del sistema y del PRI?, ¿por qué una mirada
55El sesgo de selección que produce ignorar la abstención, “es similar a seleccionar sobre la variable dependiente. Desde un punto de vista teórico, su exclusión significa suponer que esta alternativa no está al alcance de los votantes, lo cual es contrario a lo que sugieren tanto diversas teorías como el sentido común”. Jorge Buendía Laredo, “El elector mexicano en los noventa: un nuevo tipo de votante”. Política y gobierno. México: Cide, vol. III, núm. 2, segundo semestre de 2000, p. 334
obedientes e insatisfechos vii. creencias y acciones .
351
optimista al futuro personal se asoció positivamente a la intención de voto PRD? En
principio, que estos resultados concuerden con los hallazgos arriba descritos en torno al
papel de la evaluación presidencial en la confección de la intención de voto ya es relevante,
igual que las reflexiones abiertas a partir de constatar el efectos de los indicadores de
legitimidad estricta en la preferencia electoral.
CUADRO VII/157 INTENCIÓN DE VOTO, EVALUACIONES DE LA AUTORTIDAD Y DE LA ECONOMÍA
DF, JULIO DE 1997 (COEFICIENTES DE REGRESIÓN LOGÍSTICA) VAR. IND. PRD PRI
Exp β Exp β SISTEMA SATISFACCIÓN 3.086 (.000)SISTEMA LEGITIMIDAD .618 (.001)POPULARIDAD .702 (.000) 2.218 (.000)POPULARIDAD PROSPECTIVA 1.715 (.010)PRESIDENTE LEGITIMIDAD 3.645 (.002)LEGITIMIDAD PRI .349 (.000) --BOLSILLO PROSPECTIVA 1.347 (.035) SOCIOTRÓPICA .675 (.012)CONSTANTE 2.961 (.000) .003 (.00)BONDAD DE AJUSTE
PRONO. NO PARTIDO 81.2 96.3PRONO. SI PARTIDO 50.6 34.9PRONO. CORRECTO 69.3 86.4��/ GDOS DE LIBERTAD 191.89/5 267.18/4NAGELKERKE R2 .21 .37N 1087 1087
El rango de valores de todas las variables independientes fue 0-1 Para la intención de voto PRI excluí el indicador de legitimidad del PR
Fuente: Nlo/Sip, junio de 1997, ver Anexo 1
En una primera reflexión en términos de la teoría de la elección racional, no habría
mucho que decir: en un contexto institucional con opciones políticas y elecciones libres, las
56He de advertir que mi indicador no es el estándar de exploración de juicio sociotrópico retrospectivo, sino que incluye un componente explícito de evaluación de la política económica en curso. 57Contiene el resultado de evaluar conjuntamente nueve (PRD) u ocho (PRI) indicadores de respaldo actitudinal y tres juicios de la economía (dos de bolsillo: retrospectivo y prospectivo, y uno sociotrópico retrospectivo).
obedientes e insatisfechos vii. creencias y acciones .
352
personas que juzgan la utilidad que les producen los gobiernos priístas es baja deciden
racionalmente votar por la oposición que creen que mejorará sus utilidades. Hasta aquí, el
micro mecanismo de la racionalidad resulta convincente. Pero en este marco, no se
responde por qué votarían PRD y no PAN. Y si a éste esquema básico agrego los
indicadores de legitimidad en sentido estricto, ¿por qué gravitarían en la decisión
electoral?, ¿a qué le niegan legitimidad los ciudadanos ordinarios cuando se la cuestionan
al PRI y al sistema y por qué éstos juicios inciden en su intención de voto?, ¿por qué no se
tradujeron en abandono de la arena electoral? Con mi repertorio de indicadores, puedo
darle respuesta a unas pero no a todas las preguntas. Por ejemplo, no puedo saber si quienes
le negaban legitimidad al sistema y revelaban intención de voto PRD, tenían menos o más
probabilidades de votar: si tuvieran la misma o mayor probabilidad de hacerlo, diría que le
niegan legitimidad a piezas del viejo sistema pero aceptan las reglas del régimen en
transición y votan por una nueva opción; pero si su probabilidad de participar fuera más
baja, entonces su intención de voto sería únicamente declarativa y su conducta relevante
podría ser la ausencia en las urnas; en mi opinión, es más plausible la primera combinación
que la segunda, aunque estirando el apunte de Buendía, creer que el sistema no es una
autoridad legítima, conduciría a retirarse del circuito electoral.
Otra relación que aguarda interpretación es la que ocurre entre optimismo del futuro
personal y voto PRD: ¿sacar al PRI de la jefatura de gobierno del DF generaba el
optimismo?, ¿o era el estado anímico el motor de la preferencia?, en este último caso, ¿por
qué?. Y ¿si el futuro será mejor, no son los gobiernos del PRI responsables, al menos en
parte, de esa certeza? De ser así, ¿por qué no votar entonces por el PRI? Magaloni, en un
obedientes e insatisfechos vii. creencias y acciones .
353
trabajo al que hice referencia en el capítulo cuarto de esta obra, encontró que el pesimismo
en el futuro económico ayudaba a la popularidad presidencial, lo que explicaba por
miopía58. A mi entender, siendo tan pesimista el juicio prospectivo de la presidencia y no
positivo el retrospectivo, la percepción de un futuro personal mejor no puede vincularse a
la permanencia del mismo gobierno, mientras que su asociación al voto PRD podría ser un
caso particular de voto ganador: el micro mecanismo sería ser que entre los optimistas que
votan ganador, hay un cruce significativo con los optimistas del futuro personal puesto que
en ambos opera una misma predisposición antecedente.
Más difícil –y al margen de las intenciones de esta obra– sería responder por qué los
citadinos optaron por un partido de oposición y no por otro. Por supuesto, en el origen del
vuelco electoral en favor del PRD gravitaron los problemas de legitimidad del viejo
régimen y sus piezas, particularmente del PRI y no sólo la evaluación instrumental que en
una democracia conduce al cambio de partido en el gobierno. Este razonamiento, además,
se sustenta empíricamente con mis datos. Por otro lado, la elección local de 1997 en el DF
fue completamente fundacional, no sólo porque se hacía con la nueva ley electoral que tres
años después permitiría que el PAN ganara la titularidad del poder ejecutivo federal y la
transición, propiamente, concluyera, sino porque se elegía al Jefe de Gobierno en la capital
del país después de que por décadas este cargo lo designó el presidente de la República.
Como fuera, la victoria del PRD en 1997 no podría explicarse exclusivamente por
los problemas de legitimidad del PRI y del sistema, o por el escaso respaldo actitudinal al
viejo régimen y sus piezas, pues con esta información no se entiende la distribución de
58Beatriz Magaloni, Judging…, op cit.
obedientes e insatisfechos vii. creencias y acciones .
354
votos entre la oposición. En este mismo trabajo, he insistido en que el voto estratégico
ayudaría a responder, pero como también lo expuse refiriendo a Magaloni, el PRD no
ocupaba el centro ni del eje derecha—izquierda ni del eje sistema—antisistema, por lo que
el fenómeno de coordinación se entendería en un argumento todavía más pragmático, cuya
secuencia iría del efecto candidato a principios del año en que el PAN sale perdiendo y el
PRD ganando, al voto estratégico en julio, en que se opta por la oposición mejor colocada.
Las variables que otras teorías considerarían, tampoco parecen muy explicativas, pues ni el
PRD tenía una franja numerosa de electores leales ni la de 1997 fue una elección definida
por las diferencias sociales.
En ésta elección y conforme a mis propios datos, de los votantes PRD clasificados
por su comportamiento electoral pasado, alrededor de 7 por ciento votó por el PAN en 1994
y 16 por ciento por el PRI, lo que implica que en la victoria de Cárdenas el afluente de
votantes PRI fue más importante que el de votantes estratégicos de la oposición; por su
parte, clasificados por su ideología, 18.3 por ciento se dijo de derecha, 10 por ciento de
centro derecha y 18 por ciento de centro59, pero siendo más importante el afluente de la
derecha que el del centro, debe considerarse que entre los ciudadanos ordinarios no sólo el
PRI era ubicado más a la derecha que el PAN, sino que decirse de derecha era un rasgo que
favorecía al partido en el gobierno. En suma: aunque los problemas de ilegitimidad del PRI
se tradujeron en voto estratégico, también ocasionaron una gran migración –salida– de
electores del PRI hacia el PRD. Electoralmente, aunque los efectos candidato y ganador
son plausibles, pareciera que el sistema electoral se desalineó, esto es, experimentó un
59Cuadro A/19 en Anexo I
obedientes e insatisfechos vii. creencias y acciones .
355
cambio episódico que puede o no convertirse en un realineamiento, pues con base en las
siguientes dos elecciones federales, nada puede concluirse, ya que en 2000 apenas y el
PRD refrendó su gobierno en la ciudad de México, aunque en 2003 dominó en todos los
puestos de elección.
obedientes e insatisfechos vii. creencias y acciones .
356
obedientes e insatisfechos viii. conclusiones .
357
CAPÍTULO VIII CONCLUSIONES. LOS MICRO MECANISMOS DEL RESPALDO:
EXPLICACIONES Y COMPLICACIONES
A mechanism is a set of interacting parts – an assembly of elements producing an effect not
inherent in any one of them. A mechanism is not so much about nuts and bolts as about
cogs and wheels – the wheelwork or agency by wich an effect is produced
Gudmund Hernes1
Concluir puede ser abrir; abrir preguntas a partir de respuestas anteriores y
advirtiendo aquello que no pudo contestarse y sus porqués, conciente de que algunos
cuestionamientos iniciales fueron innecesarios o simplemente estaban mal formados: ¿qué
respondí y qué no? ¿qué terminó siendo innecesario contestar o insustancial abordar? ¿qué
nuevas interrogantes para la investigación en el campo puedo plantear?
Para responder, intentaré primero recoger y resumir las explicaciones parciales en
torno a los generadores de la legitimidad en sus sentidos amplio y estricto, presentando
ocho explicaciones, ocho modelos que construí evaluando las variables significativas en las
dimensiones exploradas en los capítulos cuarto, quinto y sexto de la obra. Y expuestos los
resultados que a mi juicio se involucran en la explicación del respaldo actitudinal a cada
figura de la autoridad pública, intentaré abrir pistas de trabajo reconociendo las
limitaciones de mi propia investigación y apuntando una evaluación sumaria del valor de
identificar algunos de los mecanismos de la legitimidad. En suma, en la primera parte de
éstas conclusiones presento ocho modelos del respaldo actitudinal para otras ocho figuras
obedientes e insatisfechos viii. conclusiones .
358
de autoridad, en la segunda resumo las limitaciones de la investigación, las preguntas que
no pude responder y las nuevas interrogantes que a mi juicio derivan del trabajo y en la
tercera realizo una breve reflexión en torno a los micro mecanismos de la legitimación
política.
Explicaciones
Sobre la base de los hallazgos contenidos en los capítulos cuarto, quinto y sexto de
Obedientes e insatisfechos, realicé un nuevo conjunto de pruebas para producir ocho
modelos de explicación, en que intenté superar las anteriores parcelaciones temáticas
realizadas con fines analíticos. Esto es, ahora no probé solamente las variables asociadas al
modelo de Weil, a valores y predisposiciones de los individuos o a sus fuentes de
información y niveles de conciencia política, sino que en un solo modelo por figura y forma
del respaldo, examiné las variables relevantes valiéndome de los resultados previos.
Así, del modelo de Weil –capítulo tercero– incluí en estas nuevas regresiones la
evaluación a partidos, de bolsillo retrospectiva y prospectiva y sociotrópica retrospectiva;
de los indicadores de valores y predisposiciones –capítulo cuarto– integré el índice de
orientación democrática, la confianza interpersonal, la orientación al cambio, la ideología y
la identificación partidaria; de las variables de información y conciencia –capítulo quinto–,
consideré si las principales fuentes de información habían sido Televisa o Televisión
Azteca, el índice ponderado de conciencia política y el nivel de organización. Finalmente,
también examiné las variables sociodemográficas de edad, sexo, escolaridad e ingreso
1Gudmund Hernes, “Real Virtuality”. Peter Hedstrøm and Richard Swedberg (eds.), op cit., p. 74
obedientes e insatisfechos viii. conclusiones .
359
familiar. Las razones de la inclusión / exclusión de éstos indicadores pueden someterse a
crítica sobre la base de su desempeño en los modelos presentados en los capítulos
precedentes.
Conforme a mis modelos, en la confección de la legitimidad en cualquiera de sus
dos sentidos ni la confianza interpersonal, ni la orientación al cambio, ni los niveles de
organización, ni el sexo de las personas tuvieron efecto alguno, en tanto que la identidad
PRD influyó sobre la legitimidad del PRI, la conciencia política en la evaluación
prospectiva del presidente y la escolaridad en la satisfacción con el funcionamiento del
régimen, en tanto que el juicio sociotrópico retrospectivo, la ideología y la identidad PRI
se vincularon a todas las figuras / dimensiones examinadas, con excepción de la relación
deliberadamente excluida entre identidad PRI y su propia legitimidad. Por lo generalizado
de sus efectos, fueron entonces el juicio sociotrópico retrospectivo, la ideología y la
identidad partidaria las tres variables más relevantes en la explicación de la legitimidad del
sistema y sus piezas entre los ciudadanos ordinarios del DF hacia mediados de 1997.
Vayamos por partes. Por la forma de mi indicador, el juicio sociotrópico exhibía el
acuerdo o desacuerdo con la manera en que el gobierno federal manejaba la economía en
1997. Hecha ésta anotación, sólo puedo asegurar que reprobar / aprobar la conducción
económica gubernamental tuvo fuertes y significativos efectos sobre el respaldo al sistema
y sus piezas: opinar positivamente del desempeño económico multiplicó por 5.15 la
probabilidad de aprobar retrospectivamente al presidente, lo que documenta la idea de
Fiorina de que ambos juicios son aproximaciones a la evaluación de la utilidad que los
gobernados perciben del trabajo gubernamental; a la vez, aumentó 3.5 la propensión a
obedientes e insatisfechos viii. conclusiones .
360
expresar expectativas optimistas de fin sexenal o, también, de decirse satisfecho con el
funcionamiento del sistema. Los efectos más débiles de este juicio fueron sobre la
legitimidad del PRI y la forma democrática de legitimación de la presidencia y el sistema,
pues sólo multiplicaron ésta probabilidad, en el primer caso por 1.5 y en los otros dos por
1.3.
En la relación entre juicio sociotrópico y respaldo actitudinal pareciera operar el
mecanismo de la evaluación instrumental, debilitado o desplazado a su forma sociotrópica,
que plantea un conjunto de interrogantes en torno al desplazamiento que por lo demás no
intenté ni podría explicar. A su vez, que los vínculos entre este juicio y la percepción de
legitimidad democrática sean los más débiles, parece lógico y quizá positivo para la
naciente democracia capitalina, pues los demócratas no tendrían por qué serlo –o no
solamente– en función de sus propios beneficios, expresados como beneficios para el país.
Por último, la relación entre juicio sociotrópico y legitimidad estricta de las figuras
evaluadas puede interpretarse como anómala desde las teorías que excluyen el auto interés
en la confección del derecho de mando y el deber de obediencia, pero me inclino a pensar
que se trata de un indicio sólido de que las propiedades que instituye la legitimidad son
tocadas por consideraciones utilitarias.
El juicio de bolsillo, la forma más simple y eficiente de indicar el auto interés, se
asoció en su versión retrospectiva a cuatro figuras / dimensiones, multiplicando por 2.4 la
probabilidad de expresar satisfacción con el sistema –su efecto más fuerte– y por 1.3 la de
legitimarlo por sus orígenes democráticos –el más débil–. Por su parte, el juicio prospectivo
también se asoció significativa y positivamente con cuatro figuras / dimensión del respaldo,
obedientes e insatisfechos viii. conclusiones .
361
multiplicando por 2.9 la propensión a formular un pronóstico optimista del final sexenal,
por 1.5 la de sentirse satisfecho con el sistema, por 1.3 la de legitimarlo y por 1.4 la de
hacerlo por sus orígenes democráticos.
Al contener el mecanismo del auto interés, las relaciones del juicio de bolsillo con
el respaldo actitudinal confirman las expectativas si se trata de la satisfacción con los
rendimientos del sistema y la percepción y expectativas del desempeño presidencial, pero
son más controversiales si refieren la legitimidad democrática del sistema y la legitimidad
presidencial: en su dimensión instrumental, sin embargo, esto vínculos también podrían
implicar ilusiones, el mecanismo conforme al cual las creencias se ajustan a las
preferencias, es decir, como quiero que las cosas estén bien, pienso que lo estarán; otra
opción es que revelen una ligera variación del juicio, una forma de auto engaño en que la
creencia de que las cosas mejorarán me hace creer que ya están mejorando. Por su parte, en
la dimensión estricta de la legitimidad éstas relaciones documentan una vez más el
componente utilitario de la autoridad.
La segunda variable que se asoció a todas las figuras / dimensiones del respaldo fue
la ideología. Así, respecto a los que no declararon ideología, ser de izquierda disminuyó 54
por ciento la probabilidad de concederle legitimidad al sistema, 51 por ciento de hacerlo
por sus fuentes democráticas, 49 por ciento para pronosticar un buen final de sexenio así
como para legitimar al presidente por sus credenciales democráticas. Decirse de izquierda
también vulneró 37 por ciento la probabilidad de legitimar al PRI y 32 por ciento la de
creer en la legitimidad del presidente. Por su parte, ser de centro multiplicó por 1.6 la
probabilidad de aprobar retrospectivamente al presidente, por 2.1 la de legitimarlo y
obedientes e insatisfechos viii. conclusiones .
362
disminuyó 40 por ciento la de legitimar al PRI. Situarse en la derecha, aumentó 1.4 la
probabilidad de expresar satisfacción con el sistema y 1.5 la de aprobar retrospectivamente
al presidente, aunque disminuyó 34 por ciento la de legitimar al sistema por su origen
democrático.
CUADRO VIII/1 TOMOGRAFÍA DE LA LEGITIMIDAD
SISTEMA PRESIDENTE PRI VAR. IND. [RANGO] (1)
SAT. (2)
LEG. (3)
LEGDEM. (4)
RETR. (5)
PROSP. (6)
LEG.. (7)
LEGDEM.. (8)
LEG. EXP β EXP β EXP β EXP β EXP β EXP β EXP β EXP. β BOLSILLO RET. (0-1) 2.463 (.00) 1.315 (.04) 1.682 (.00) 1.509 (.00) BOLSILLO PROSP. (0-1) 1.528 (.01) 2.911 (.00) 1.393 (.03) 1.472 (.00)
SOCIOTRÓPICA RET. (0-1) 3.543 (.00) 2.498 (.00) 1.392 (.01) 5.165 (.00) 3.596 (.00) 3.045 (.00) 1.389 (.01) 1.510 (.00)APROBACIÓN PARTS. (0-1) 2.365 (.00) 1.496 (.00) 1.445 (.00) 1.864 (.00) 1.531 (.00) 1.541 (.00) ÍNDICE DE OR. DEM. (0-3) .835 (.01) 1.171 (.02) IDEOLOGÍA: NINGUNA (0) (.00) (.00) (.00) (.00) (.00) (.00) (.00) (.00)
IZQUIERDA (0-1) .666 (.11) .460 (.00) .493 (.00) .727 (.11) .511 (.00) .663 (.03) .518 (.00) .635 (.01)CENTRO (0-1) 1.011 (.96) .930 (.75) .833 (.36) 1.686 (.01) .942 (.80) 2.132 (.00) 1.365 (.13) .608 (.01)DERECHA (0-1) 1.490 (.05) .833 (.33) .660 (.01) 1.544 (.01) 1.180 (.39) 1.434 (.06) 1.156 (.39) 1.102 (.53)
IDENTIDAD PRI (0-1) 3.076 (.00) 1.924 (.00) 1.418 (.04) 3.832 (.00) 3.021 (.00) 3.439 (.00) 1.423 (.04) IDENTIDAD PRD (0-1) .391 (.00)AZTECA (0-1) 1.456 (.03) .693 (.00) .635 (.00) .692 (.00) TELEVISA (0-.1) 1.602 (.00) CONCIENCIA (0-2) 1.225 (.04) EDAD (1-3) 1.253 (.01) 1.389 (.00) ESCOLARIDAD (1-4) .801 (.10) INGRESO FAM. (1-3) 1.698 (.00) 1.316 (.01) 1.376 (.02) CONSTANTE .102 (.00) .415 (.00) .468 (.00) .189 (.00) .038 (.00) .709 (.19) .423 (.00) 1.090 (.00)BONDAD DE AJUSTE
PRON. NO 92.6 42.1 76.5 77.1 87.9 45.8 72.7 59.5PRON. SI 44.4 85.0 38.6 71.4 55.2 88.8 52.5 72.1PRON. CORRECTO 80.8 69.9 60.7 74.3 76.8 76.3 63.6 65.2��/ GDOS. DE LIB. 310.23/9 207.80/9 83.298/9 405.97/8 384.96/10 234.87/8 108.67/9 120.05/4NAGELKERKE R2 .32 .22 .09 .37 .37 .26 .12 .12N 1,247 1,145 1,145 1,224 1,224 1,147 1,147 1,224
En la columna que identifica las variables independientes, entre corchetes [ ] aparece el rango de sus valores En las columnas del exponencial de �el valor de las p’s aparece entre paréntesis ( )
Para la legitimidad del PRI excluí el indicador de identidad PRI Fuente: Nlo/Sip, junio de 1997, ver Anexo 1
Si con la evaluación sociotrópica identifiqué el problema de las formas en que el
auto interés se expresa, con la de bolsillo prospectiva aludí a la posible presencia de
ilusiones o auto engaño amén del componente afectivo de las expectativas, con la ideología
pensaría que la probabilidad de contar con diversos mecanismos explicativos es mayor. En
la idea simple de que los derechistas respaldaban al gobierno del partido de derecha –el
obedientes e insatisfechos viii. conclusiones .
363
PRI por las respuestas de mis propios entrevistados, sin involucrar la semántica de los
términos– la relación contendría formas de la identidad o una suerte de efecto de selección
que no excluye el auto interés pero lo limita. Otra opción sería el más simple recurso del
atajo informativo, expresando el auto interés –respaldo al gobierno porque me conviene– y
traduciendo el mismo fenómeno que captura el juicio sociotrópico. Entonces, por lo pronto
me conformaré con apuntar que la ideología en su vínculo con las figuras / dimensiones de
la autoridad podría acoger, separada o simultáneamente, los mecanismos explicativos de la
racionalidad y el auto interés a través de atajos o bien de la identidad y sus contenidos
psicológicos y de influencia social.
La identidad PRI fue la tercera variable que se asoció con todas las figuras /
dimensiones del respaldo. Su efecto más fuerte fue para la aprobación retrospectiva del
presidente al multiplicar por 3.8 su probabilidad de ocurrencia, en tanto que el más débil
para la forma de legitimidad democrática del sistema y la presidencia que aumentaban 1.4.
En sentido lato, éste vínculo implicaba identidad, es decir, que los priístas acusaban
mayores probabilidades de decir que el sistema y el presidente tenían derecho de gobernar
porque habían sido electos democráticamente. En suma y al igual que la ideología, el
partidismo contendría el mecanismo del auto interés mediado por el atajo informativo de la
identidad y la interacción entre ambos. Hasta aquí, quizá la difusión social de éstas tres
variables que favorecían el respaldo actitudinal al viejo régimen –juicio sociotrópico
retrospectivo positivo, identidad PRI e ideología de derecha– contienen una de las más
probables explicaciones de la manera en que el respaldo se tradujo en conducta y por qué
obedientes e insatisfechos viii. conclusiones .
364
fue insuficiente para preservar el viejo arreglo político en el DF en 1997: aunque el juicio
sociotrópico no fue tan adverso y hubiese bastado que todos los que tenían una percepción
positiva de la economía votaran por el partido en el gobierno para que refrendara su
posición, los identificados con éste partido eran muy pocos. Pareciera entonces que para
lograr traducir la popularidad o aprobación en votos, un gobernante debe contar además
con una franja suficiente de personas identificadas con su partido –lo que podría aplicar
para cualquier otra forma de vínculo emocional–, lo que constituye el disparador eficiente
de la movilización electoral, sin el cual, ese traslado quizás no ocurra. La ideología, sin
embargo, merece tratamiento separado: si bien identificarse con la derecha favoreció el
juicio sobre las figuras del viejo régimen y esa identidad fue cuantitativamente relevante,
no parece haberse traducido en un solo tipo de conducta electoral –al menos–, pues tanto el
PRI como el PAN e incluso el PRD tuvieron electores de derecha en la contienda de Jefe de
Gobierno de aquél año.
La aprobación a los partidos también tuvo consecuencias sobre el respaldo
actitudinal casi generalizadas y significativas: multiplicó por 2.3 la probabilidad de
concederle legitimidad al sistema y por casi 1.5 la de evaluar positivamente al presidente,
legitimarlo y legitimarlo por sus orígenes democráticos. Éste vínculo no tan fuerte como los
anteriores, pero significativo y casi generalizado, sustentaría el argumento de Weil en torno
al papel de la responsividad partidaria en la legitimación democrática, lo que supone un
mecanismo explicativo anclado en una racionalidad visionaria, no miope, pues implica
individuos capaces de identificar alternativas partidarias menos propensos a romper con el
sistema y sus gobiernos, lo que obviamente plantea el problema de realismo del supuesto
obedientes e insatisfechos viii. conclusiones .
365
de anticipación prospectiva, dada su complejidad cognoscitiva, aunque no es aventurado
proponerlo toda vez que la evidencia juega en su favor. En todo caso, aceptaría que como
en el supuesto de racionalidad en muchas de sus aplicaciones, las cosas suceden –en este
caso parcialmente– como sí algunas personas –aún sin proponérselo ni saberlo– no fueran
miopes en sus evaluaciones de los partidos y la democracia.
Por su parte, la fuente de información que los individuos dijeron utilizar también
produjo diferencias significativas en el respaldo actitudinal: quienes usaban Televisión
Azteca exhibieron, en general, una propensión más alta a expresar juicios negativos del
régimen y sus piezas que los que se informaban por Televisa, con la excepción de la
satisfacción con el funcionamiento del sistema en que informarse por Televisión Azteca
multiplicó por 1.4 la probabilidad de sostener una opinión positiva. En cambio, informarse
por este medio disminuyó 31 por ciento la probabilidad de legitimar al sistema por sus
orígenes democráticos, 37 por ciento la de legitimar al presidente y 31 por ciento de hacerlo
por su elección democrática. Por otra parte, los consumidores de Televisa multiplicaron por
1.6 su probabilidad de sostener una opinión positiva del trabajo del presidente Zedillo y
aunque con la inclusión de otras variables el efecto de la fuente sobre el apoyo actitudinal
tendió a inhibirse, la dirección siguió siendo la misma y la significancia importante: el
auditorio de Azteca tendió a ser más crítico del régimen y sus piezas y el de Televisa más
complaciente.
Y como los análisis de contenido disponibles no revelan tratamientos noticiosos
entre televisoras particularmente distintos, antes que presenciar un efecto de selección
clásico en que las personas eligen informadores por afinidad, estaríamos frente a las
obedientes e insatisfechos viii. conclusiones .
366
consecuencias de una misma decisión o estado actitudinal precedente sobre dos variables
posteriores, el respaldo al régimen y el medio televisivo preferido. Así, pareciera que al
menos un segmento importante de los citadinos decidió salir, en el sentido que usa O.
Hirschman, de dos figuras del viejo régimen: el PRI y Televisa. En suma: para algunos
individuos, no fue porque vieran Televisión Azteca que acentuaban su crítica al régimen ni
porque vieran Televisa que la atemperaban, sino que fue porque abandonaron el viejo
arreglo que salieron de dos de sus viejas instituciones más típicas.
Respecto a las variables sociodemográficas, la edad incrementó las probabilidades
de creer en la legitimidad del sistema y sostener un juicio prospectivo positivo del
presidente; por su parte, la escolaridad disminuyó 20 por ciento la de sentirse satisfecho
con el sistema y el ingreso aumentó la propensión a legitimar al presidente y al régimen, así
como de hacerlo, en este último caso, por sus orígenes democráticos. La relación edad—
legitimidad podría reflejar la desigual distribución de valores como mecanismo de
explicación, en tanto que el vínculo escolaridad—satisfacción, recordaría que la
disposición de ciertos recursos favorece la aparición de perspectivas críticas sobre la
autoridad, mientras que el nexo entre ingreso—respaldo, que invertiría la relación apenas
interpretada, afina el mecanismo: el juicio crítico que ciertos recursos favorecen, es situado
en los rieles del auto interés por otros.
Complicaciones
Como las observaciones críticas a mi propia investigación podrían cruzarla de
principio a fin, empezaré por exponer las que atañen a los problemas conceptuales y su
obedientes e insatisfechos viii. conclusiones .
367
consecuente operacionalización, pues en ellas se sintetiza el conjunto. Así, comienzo por
considerar los tipos de motivación y creencias que se atribuye a los actores en las teorías de
la legitimidad, admitiendo que en mi trabajo, lo mismo que subestimé la vertiente del auto
interés y la razón, ignoré en un principio el papel de las emociones en la confección del
apoyo político. Posteriormente, identifico las propiedades que definen la creencia en el
derecho de mando y deber de obediencia una vez que descarté las usuales restricciones
cognoscitivas a la definición de la legitimidad, terminando con una sistematización de las
deficiencias en mis indicadores y en general en mi proceso de operacionalización.
En el diseño de mis indicadores, aunque distinguí las dimensiones del respaldo
actitudinal por las formas de la creencia y sus fuentes motivacionales, prevaleció la postura
dominante en el campo que atribuye a la legitimidad escasos o nulos componentes
racionales, proscribiendo el auto interés y la reflexividad. Sin embargo, conforme avanzaba
en la descripción y examen de resultados, el enfoque terminó pareciéndome inexacto e
innecesariamente limitativo. En la perspectiva de las motivaciones, el auto interés no tiene
por qué pensarse como el bastardo cuando se trata de un valor o resorte muy extendido
entre los individuos empíricos, por lo que debe examinarse en pié de igualdad con los
demás generadores de la acción. En cuanto a la razón, si ésta sirve al interés material como
a cualquier otro fin incluida la pasión, tampoco tendría por qué desligársele de las creencias
en la legitimidad estricta de una figura. Y la fuerza actitudinal de opiniones o conductas
nacidas de la reflexividad no tiene que ser menor que las originadas en la rutina, el hábito o
la tradición. En suma: no encuentro razones consistentes para privar a las creencias en la
obedientes e insatisfechos viii. conclusiones .
368
legitimidad estricta de una figura política del afluente del auto interés, la razón y la
reflexividad.
Otra limitación de mis observaciones refiere lo emocional, porque si bien obtuve
indicios de nexos afectivos débiles –insatisfacción y baja popularidad prospectiva– no
sabemos nada acerca de la intensidad de la aversión emocional, el entusiasmo o la angustia
asociados a estas figuras. Y en consonancia con la teoría de la inteligencia afectiva, en
contextos políticos rutinarios, sólo el entusiasmo conduce al apoyo conductual y quizá
actitudinal, mientras que la indiferencia propicia la abstención –apatía e incluso
desvinculación, conforme a Almond y Verba–, mientras que en situaciones excepcionales o
no rutinarias, es la angustia en particular la que dispara el mecanismo racional en la
confección de creencias y conductas.
Una interrogante adicional derivada de utilizar los tipos motivacionales de Weber,
fue si la acción tradicional puede considerarse producto de una motivación autónoma, o
bien una práctica repetida que en el momento de su constitución se originó en la razón o la
emoción. Lo mismo vale para la acción racional con arreglo a valores, es decir, para el
proceso de confección de valores. Y respecto a la acción racional con arreglo a fines, una
problemática es si esos fines pueden entenderse, siempre y en todo momento como auto
interés y el auto interés como auto interés material. En mi opinión, la respuesta para ambas
preguntas es que no, pero entonces la potencia del supuesto se pone en entre dicho, por lo
que quizá para efectos prácticos convenga mantenerlo en este sentido estrecho. Por lo
demás, detallar la forma y contenido motivacional de las creencias en la legitimidad de una
autoridad podría resultar ocioso y hasta oneroso analíticamente, máxime si excluyera el
obedientes e insatisfechos viii. conclusiones .
369
auto interés pues la reducción del campo de registro de las dimensiones del apoyo político
actitudinal implicaría pérdida de información sobre las diferentes creencias y conductas que
en los hechos aparecen sobrepuestas.
Así, si la especificidad de la creencia en la legitimidad no es el predominio de lo
irracional –ni ausencia del auto interés ni de la razón– ¿qué la define entonces? Mi
propuesta es que su cualidad específica es la relación social que instituye, las propiedades
que concede en una interacción social, que son el derecho de mando al gobernante y el
deber de obediencia al gobernado. Por supuesto, incluso una creencia dominantemente
racional en el derecho de mando y el deber de obediencia con su debida dosis de
emotividad –sus componentes conductuales y rutinarios también– será más fuerte que sin
ella, pero esto vale no sólo para la legitimidad, sino para cualquier creencia y lo mismo
podría apuntar para una creencia que pasa del auto interés miope o en interacciones
aisladas, al de largo plazo y en interacciones repetidas, por lo que es más bien un problema
empírico distinguir la percepción que los individuos tienen de sus intereses inmediatos y de
largo plazo, así como de la frecuencia e importancia de sus interacciones.
Un saldo adicional de esta investigación fue someter a prueba mis indicadores de
legitimidad en sentido estricto, que sin embargo ahora construiría de otra manera, no sólo
porque considero que las motivaciones de la acción no son excluyentes, que no consideré
suficientemente el auto interés y los vínculos emocionales, sino porque al acuñar los de
1997, actuó a mis espaldas la distinción entre legitimidad sustantiva y legitimidad
procedimental, atribuyendo la primera al viejo régimen y la segunda a los sistemas
democráticos, cuando en este momento sostendría que cualquier forma de gobierno implica
obedientes e insatisfechos viii. conclusiones .
370
reglas implícitas y/o explícitas sobre sus procedimientos de constitución y funcionamiento
y respecto a los rendimientos, aunque unos u otros sean más o menos característicos de una
u otra constitución.
En relación con mis indicadores, en un nuevo instrumento en lugar de sólo ofrecer
preguntas con opciones de respuesta mutuamente excluyentes tipo diferencial de Osgood,
debería incluir escalas de actitudes como la de Likert, que posteriormente me sirvieran para
construir índices de tipos de legitimidad. En un ejercicio de sistematización de estas
reflexiones, en el cuadro VIII/2 presento algunas de las modificaciones que realizaría en
una nueva investigación atendiendo la cuestión de los tipos de motivación y acción.
Además, como podrá advertirse, casi todos los indicadores de legitimidad estricta que
acuñé fueron sobre la legitimidad de origen, por lo que en el cuadro VIII/3 introduzco otras
revisiones que pasan por considerar indicadores de la legitimidad por desempeño.
Respecto a la contra intención de voto, aunque se ha utilizado en otras
investigaciones como aproximación a la legitimad partidaria, no me pareció completamente
eficiente, pues se asocia más a las preferencias electorales que al contenido de la creencia
en la legitimidad, por lo que me inclinaría por añadir un indicador sobre el derecho a
competir. También aumentaría mis indicadores de auto interés, abriría toda una batería que
registrara las reacciones emocionales de los individuos –así fuera exclusivamente en el
terreno discursivo– considerando cuando menos cuatro indicadores, dos de los cuáles –el
entusiasmo y la angustia– figuran en los vértices de los sistemas de disposiciones, top-down
processing, y alerta, bottom-up processing, que postula la teoría de la inteligencia afectiva
y la neurociencia contemporánea. Además, integraría indicadores de creencias tradicionales
obedientes e insatisfechos viii. conclusiones .
371
más explícitos o eficientes y ampliaría la operacionalización y número de indicadores de
las creencias cuya racionalidad se asocia a valores.
Para ilustrar la presencia de valores no democráticos, además de considerar los fines
que la autoridad persigue o las cualidades de su titular, que podrían exhibir la atribución de
componentes carismáticas a la autoridad, ampliaría la lista de finalidades, al igual que al
considerar la legitimación con arreglo a valores democráticos. Y para quienes negaran
legitimidad a la figura evaluada, también abriría el elenco de explicaciones. Finalmente,
para cada figura de autoridad debería identificar los componentes emocionales y
conductuales de la creencia, sin suprimir, por supuesto, los racionales ni las motivaciones
del auto interés o la tradición.
CUADRO VIII/2 INDICADORES DE LEGITIMIDAD ESTRICTA: REVISIÓN CRÍTICA DE LAS MOTIVACIONES
MOTIVACIÓN
DF 1995-1997
PROPUESTA 2005
Interés Sería castigado Sería castigado Me buscaría problemas Me conviene Nos conviene a todos Emoción Cualidades excepcionales Simpatía Entusiasmo Angustia Tradición Así es siempre Así debe ser Valores no democráticos Gente / persona preparada Persona preparada Busca el beneficio
de la mayoría Busca el beneficio de la mayoría
Cumple con los objetivos de la revolución mexicana
Cumple con los objetivos del partido Valores democráticos Es la autoridad que los mexicanos
eligieron / electo por la mayoría Fue electo por la mayoría
Cumple con los objetivos de la democracia Gobierna con apego a las leyes Ilegítimo No lo obedece No lo obedece Nunca votaría por... Nunca votaría por... Si por mi fuera, no lo obedecería pero no
tengo de otra.... Legitimidad PRI Por qué partido no votaría Derecho de competir / derecho de gobernar
obedientes e insatisfechos viii. conclusiones .
372
Respecto a la participación electoral, faltó del todo un indicador a nivel individual,
por lo que no pude realizar el análisis de esta dimensión conductual del respaldo. A mi
entender, cualquier investigación en la materia debería incluir indicadores de participación
electoral, pasada y futura [cuadro VIII/3]. En esta temática, sería conveniente vincular la
investigación del apoyo actitudinal y la legitimidad estricta en particular, con la tradición
de estudios en participación política, electoral y no. Esta ausencia, me impidió ofrecer una
respuesta satisfactoria en torno al problema poco atendido en el campo de investigación de
los efectos de la legitimidad estricta en la participación electoral y la intención de voto.
Por su parte, en mi trabajo tampoco atendí las dimensiones racionales, emocionales
y conductuales de la legitimidad de gestión, en parte porque erróneamente acepté que sólo
los regímenes autoritarios acudían a ella mientras que los democráticos se basaban en su
origen, lo que por supuesto es erróneo, pues cualquier gobierno, para contar con
legitimidad plena, necesita erigirse conforme a reglas de origen socialmente compartidas –
linaje, sucesión, fuerza, elección– y funcionar conforme a reglas socialmente compartidas
de gestión –apegada a derecho, eficiente, etc–. De este tipo fue también la carencia de
indicadores de las cualidades del gobernante, pues gobernantes carismáticos
proporcionarán esa fuente de legitimación también en su gestión y no necesariamente, o no
exclusivamente, por su capacidad de producir rendimientos materiales [cuadro VIII/3].
obedientes e insatisfechos viii. conclusiones .
373
CUADRO VIII/3 DIMENSIONES NO CONSIDERADAS
INDICADOR DF 1995-1997 PROPUESTA 2004 Participación electoral Ninguno Probabilidades de votar
Proyección sobre quienes participanParticipación electoral pasada Voto 1994 Registro de conductas
Desempeño (dimensiones racionales, emocionales y conductuales)
Ninguno, sólo como evaluación de rendimientos
Funcionamiento legal
Funcionamiento eficiente Funcionamiento democrático Funcionamiento adecuado
Gobernante (dimensiones racionales, emocionales y conductuales)
Ninguna Liderazgo
Capacidad Credibilidad Cercanía
Todavía en torno a mis indicadores, pero ya no respecto a los de legitimidad
estricta, en mi variación longitudinal del modelo de Weil utilicé el promedio de
calificación en escala 1-10 como indicador de responsividad partidaria, cuando hubiese
sido más eficiente o al menos necesario, probar con la proporción de población que
calificaba con seis o más –aprobaba– al menos a un partido. Respecto al consumo de
medios, mis indicadores también exhibieron problemas de eficiencia, pues por un lado
fueron completamente discursivos y por el otro, las opciones de respuesta eran excluyentes.
En mi opinión, hubiese sido mejor preguntar cuántos días de la semana –en curso o pasada–
había visto tele noticieros el entrevistado, cuantos escuchado noticias políticas por la radio
y cuántos leído periódicos, así como qué periódicos. Con una pregunta de este tipo podría
haber construido indicadores de las canastas de medios que los individuos utilizan, lo que
seguramente se asociaría a la conciencia política y a la evaluación de las autoridades. Por
otro lado, un análisis longitudinal con datos agregados sería un complemento de gran valor.
obedientes e insatisfechos viii. conclusiones .
374
Para la construcción del índice de conciencia política, mis indicadores de información
fueron muy discursivos y electorales, por lo que convendría ampliarlos a otros tipos de
conocimientos y conductas políticas que revelen pericia e interés, llevando al nivel
operacional críticas como la de Graber, para quien el Índice de civismo de Carpini y Keeter
tienen supuestos psicológicos no realistas sobre las formas y volúmenes de memorización
de detalles empíricos que deben esperarse de una persona promedio, de la manera en que
decide y del tipo de información esencial o racional para que haga elecciones políticas,
ignorando sus heurísticas reales y diseñando instrumentos que no disparan los patrones de
búsqueda y asociación que tienen en su memoria y utilizan cotidianamente para efectos
cívicos más realistas y modestos.
De vuelta al tema de mis variables dependientes, en éste trabajo, ilustrativa y no
sistemáticamente, utilicé datos de legitimidad del sistema, el presidente y los diputados
federales recogidos en otros estudios y persiguiendo finalidades diversas. En particular, la
investigación que realicé junto con Álvaro López sobre las Opiniones y actitudes políticas
de los diputados locales en doce estados de la República, documentó las recurrentes y a
veces significativas diferencias en el respaldo actitudinal expresados por éste segmento de
la élite política respecto a mis ciudadanos ordinarios. A partir de esta evidencia, el
tratamiento sistemático de las actitudes de ambos segmentos sociales podría ofrecer pistas
en torno a los mecanismos de confección y transmisión de creencias, así como de sus
probables diferencias.
obedientes e insatisfechos viii. conclusiones .
375
Los mecanismos de la legitimidad política
Por supuesto, las limitaciones al preguntar, las respuestas incompletas y los
problemas de esta investigación no se limitaron a los conceptos implícitos y las formas de
operacionalizarlos. Una dimensión incompletamente explorada fue la forma de la
explicación, pues habiendo suscrito la propuesta de hacerlo mediante mecanismos cuando
la fase empírica había terminado, no pude traducir al nivel operacional sus postulados, lo
que más tarde se tradujo en mayores dificultades y mucho más trabajo especulativo en su
identificación.
Sin embargo, el eje de esta propuesta pudo sostenerse: no identifiqué ninguna
relación, ninguna variable en particular que diera cuenta de la legitimidad en sentido
estricto del sistema, la presidencia o el PRI, ni tampoco una variable o una relación que
abriera los arcanos del respaldo instrumental a éstas tres figuras. Podría defenderse, sin
embargo, que la ausencia de una sola variable definiendo el respaldo, sólo indica que se
trata de un fenómeno cuya multifactorialidad puede identificarse y postularse en un
enunciado legaliforme. Pero bastaría cualquier revisión de investigaciones sobre el respaldo
actitudinal o el análisis de otros casos locales o nacionales para recordar que mientras
algunas de las relaciones que observé no eran esperadas, otras esperadas simplemente no se
verificaron. Baste como ejemplo el modelo de Weil, conforme al cual se tendría la
expectativa de mayor influencia sobre la legitimidad de la percepción de responsividad del
sistema de partidos así como menores efectos de los juicios económicos. En suma, la
pretensión de Veyne de escribir una historia sobre la popularidad de los gobernantes en
presente y plural –cuando los impuestos suben, la aprobación a los mandatarios baja–
obedientes e insatisfechos viii. conclusiones .
376
parece imposible, igual que para la legitimidad en sentido estricto –tanto figuras del viejo
régimen pueden preservar su derecho de gobernar aunque sea para liquidarlo, como
sencillamente perderlo al colapsarse el antiguo orden–. Pero la alternativa no es
necesariamente la simple descripción caso por caso ni la ausencia total de generalizaciones.
Cuando identifico tres variables trabajando a favor del viejo orden –juicio
sociotrópico favorable, identidad PRI e ideología de derecha– no sólo constato una
regularidad empírica expresada en tres coeficientes significativos, sino que supongo la
presencia combinada de un juicio racional –si X hace bien las cosas, apoyo a X– y un
resorte emocional –pero si no me identifico con X, aunque lo apruebe no lo apoyaré– que
constituyen un mecanismos de confección del respaldo político actitudinal que sin
constituir una ley proporciona una hipótesis productiva en el análisis de ésta y otras
situaciones y nos permite hacer conjeturas sobre otras consecuencias observables. Sin
embargo, ésta combinación de variables apenas recordada, no actúa aisladamente: para la
legitimidad en sentido estricto tiene menos peso que para el respaldo instrumental y en
ambos casos, la ideología y otras variables también toman su parte fragmentando más y
más la explicación. Por ejemplo, mientras para la legitimidad del sistema la fuente de
información de los individuos no tuvo impacto alguno, para la del presidente sí. Y referir
fuente de información significó distinguir entre una y otra televisora, pues de lo contrario,
parecería que no hay efecto. El mismo tipo de complicaciones advertí en el tránsito de lo
actitudinal a lo conductual, pues un solo supuesto –por ejemplo, la conducta racional del
votante– no daría cuenta del resultado agregado, que para explicarse reclama advertir los
fallos de la racionalidad o bien, las formas múltiples de decisión de los individuos.
obedientes e insatisfechos viii. conclusiones .
377
En suma, al significar mis relaciones estadísticas fuera como combinación de juicio
racional y enganche emocional, como formas en que el auto interés se expresa en otro tipo
de juicio, como ilusiones o auto engaño, identidad o identidad que contiene auto interés,
decisión de salida o reducción prospectiva de la disonancia, entre otros mecanismos,
intento ofrecer un elenco explicativo útil o cierto para los ciudadanos ordinarios del DF en
1997, aplicable al menos tentativamente en la confección de otras explicaciones y
contrastable por sus consecuencias lógicas y empíricas.
obedientes e insatisfechos bibliografía .
v
BIBLIOGRAFÍA
Miguel Acosta Valverde, Miguel A. García y Néstor Vargas, “Los números de la propaganda electoral por televisión abierta”. Revista Mexicana de Comunicación. núm. 50, agosto—septiembre, 1997 Miguel Acosta Valverde y Luz Paula Parra, Los procesos electorales en los medios de comunicación. México: Academia Mexicana de Derechos Humanos y Universidad Iberoamericana, 1995, 270 p. Héctor Aguilar Camín, Después del milagro. México: Cal y Arena, 1988, 296 p Héctor Aguilar Camín y Lorenzo Meyer, A la sombra de la Revolución Mexicana. México: Cal y Arena, 1991, 318 p Luis Aguilar Villanueva, “Estado, régimen y sistema político”. Juan E. Vega [comp.], Teoría y política en América Latina. México: CIDE, 1983, pp. 205-219 Muthiah Alagappa, Political legitimacy in Southeast Asia; the quest for moral authority. Contemporary issues in Asia and the Pacific. Stanford: Stanford University, 1995, 446 p. Enrique Alducin Abitia, Los valores de los mexicanos. México: entre la tradición y la modernidad. México: Banamex, 1989, 271 p. Jeffrey Alexander, Theoretical logic in sociology. Volume One. Positivism, presuppositions, and current controversies. London: Routledge & Kegan Paul, 1982, 234 p. Jeffrey Alexander, Las teorías sociológicas desde la Segunda Guerra Mundial. Análisis Multidimensional, Barcelona: Gedisa, 1987, 315 p. Jeffrey Alexander, “La centralidad de los clásicos”, Giddens, Turner, et al., La teoría social, hoy. México: Alianza/Conaculta, 1990, pp. 22-80 Jeffrey Alexander, Bernhard Giesen, Richard Munich y Neil Smelser [compiladores], El vínculo micro macro. Jalisco: Gamma / Universidad de Guadalajara, 1994, 465 p. Michael Francesco Alioto, Incremental and Non-Incremental Political Change Patterns. Comparisions of Eleven Hellenic, Latin European, and Latin American Parliamentary and Presidential Systems (1922-1987). Carbondale: Southern Illinois U., 1989, 488 p.
obedientes e insatisfechos bibliografía .
vi
Gabriel Almond & Sidney Verba, The civic culture. Political Attitudes and Democracy in Five Nations. Princeton: Princeton University Press, 1963, 562 p. Michael Alvarez, Information and Elections. Revised to Include the 1996 Presidential Election. Ann Arbor: The University of Michigan Press, 1998, 287 p. Alexis Alzuru, Racionalidad politica y legitimidad del estado. Caracas: Monte Avila Latinoamericana, 1994, 129 p. Benedict Anderson, Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo. México: FCE, 1993, 315 p. David Apter, Ideology and Discontent. New York: Free Press, 1964, 342 p. Aristóteles, Política. Madrid: Alianza, 2001, 362 p. L.E. Armijo, Biersteker Th. J. y A. Lowental, “Los problemas de las transiciones simultáneas”. Este País. Tendencias y Opiniones, num. 47, México, 1995 Myron Aronoff, “State Formation and Political Legitimacy”. Political Antropology, 1987, 340 p. Israel Arroyo y Rodolfo Ruiz, La legitimidad fragmentada. Transición e institucionalidad en Puebla. México: Plaza y Valdés/UAP, 2001, 211 p. Robert Axelrod, La complejidad de la cooperación. Modelos de cooperación y colaboración basados en los agentes. Argentina: FCE, 2004, 279 p. Georges Balandier, De la representación del poder al poder de la representación. Barcelona: Paidós, 1994, 187 p. Juan Auping Birch, Una revisión de la teoría psicoanalítica a la luz de la ciencia moderna. México: Plaza y Valdés, 2000, 439 p. Thomas Banchoff & Mitchell R. Smith (coords), Legitimacy an the European Union, The contested polity. London: Routledge, 1999, 226 p. Bertrand Badie y Guy Hermet, Política comparada. México: FCE, 1993, 319 p. Rodney Barker, Legitimating Identities. The Self—Presentations of Rulers and Subjects. UK: Cambridge University Press, 2001, 161 p. Rodney Barker, Political Legitimacy and the State. Oxford: Oxford University Press, 1990, 216 p.
obedientes e insatisfechos bibliografía .
vii
Roger Bartra, “El puente, la frontera y la jaula. Crisis cultural e identidad en la condición postmexicana”. Vuelta, núm. 255, México, 1998 Roger Bartra, La jaula de la melancolía. Identidad y metamorfosis del mexicano. México: Grijalbo, 1987, 271 p. Roger Bartra, Las redes imaginarias del poder político. México: Era, 1985, 269 p. Miguel Basañez, El pulso de los sexenios. 20 años de crisis en México. México: S. XXI, 1990, 411 p. Ricardo Becerra, Pedro Salazar y José Woldenberg, La mecánica del cambio político en México. Elecciones, partidos y reformas. México: Cal y Arena, 2000, 419 p. Werner Becker, La libertad que queremos. La decisión para la democracia liberal. México: FCE, 1990, 253 p. Raúl Béjar Navarro, El mexicano. Aspectos Culturales y Psicosociales. México: UNAM, 1988, 392 p. Ulises Beltrán, “Venciendo la incertidumbre: el voto retrospectivo en la elección presidencial de 2000 en México”, Política y gobierno. Vol. X, Núm. 2, II semestre de 2003, México: Cide, pp. 325-358 Ulises Beltrán y José Hernández, “Homo videns: ¿amenaza para la democracia?”. Nexos. Sociedad, ciencia, literatura, núm. 255, México, 1999 Ulises Beltrán y José Hernández, “Consumo de noticieros de televisión abierta en México”. Nexos. Sociedad, ciencia, literatura, núm. 242, México, 1998 Ulises Beltrán, Fernando Castaños, Julia Flores, Yolanda Meyenberg y Blanca Helena del Pozo, Los mexicanos de los noventa. México: UNAM, 1996, 207 p. Reinhard Bendix, Max Weber. Buenos Aires: Amorrortu, 1970, 462 p. Peter Berger y Thomas Luckmann, La construcción social de la realidad. Buenos Aires: Amorrortu, 1991, 233 p. Ilán Bizberg, “Legitimidad y cultura política: una discusión teórica y una revisión del caso mexicano”. Revista Mexicana de Sociología, vol. 59, núm. 1, enero marzo, México: Instituto de Investigaciones Sociales/UNAM, 1997, pp. 3-18. Ilán Bizberg, “Dos transiciones. México y Europa del Este”. Nexos. Sociedad, ciencia, literatura, núm. 169, México, 1992
obedientes e insatisfechos bibliografía .
viii
Ilán Bizberg, “Individuo, identidad y sujeto”. Estudios Sociológicos, vol. VII, núm. 21, septiembre/diciembre. México: El Colegio de México, 1989, pp. 485-518 José Luis Blanco Rosas, Alberto Olvera y Liliana Rivera, Legitimidad y cultura política: la emergencia de nuevos actores políticos en la disputa por el poder municipal. Michoacán: Ponencia para el XVI Coloquio de El Colegio de Michoacán, 1994, 19 p. Hubert Blalock, Construcción de teorías en ciencias sociales. De las formulaciones verbales a las matemáticas. México: Trillas, 1988, 214 p. Hubert Blalock, Causal Inferences in non Experimental Research. USA: The University of North Carolina, 1961, 200 p. Raymond Boudon, Alban Bouvier y Francois Chazel [dirs.] Cognition et sciences sociales. La dimension cognitive dans l’analyse sociologique. Paris: Presses Universitaires de France, 1997, 281 p. Raymond Budon, “The Logic of Relative Frustration”, Jon Elster [ed.] Rational Choice. New York: New York University Press, 1986, pp. 171-196 Pierre Bourdieu, La diferencia. Criterio y bases sociales del gusto. Madrid: Taurus, 1991, 597 p. Alexander Bolyanatz, “Legitimacy, Coercion, and Leadership among the Sursurunga of Southern New Ireland”. Ethnology, vol. 33, 1994 Viviane Brachet Marquez y Karen Kovacs, “Obstáculos y perspectivas para la explicación del cambio sociopolítico”, Centro de Estudios Sociológicos, México en el umbral del milenio. México: El Colegio de México, 1991, pp. 499-522 Margaret Braungart y Richard Braungart, “The effects of the 1960s Political Generation on Former Left- and Right-Wing Youth Activist Leaders”. Social Problems. Vol. 38, 1991, núm. 3, August Jorge Buendía y Fernanda Somuano, “La participación electoral en nuevas democracias: la elección presidencial de 2000 en México”, Política y gobierno. México: Cide, Vol. X, núm. 2, II semestre de 2003, pp. 289-323 Jorge Buendía Laredo, “El elector mexicano en los noventa: un nuevo tipo de votante”. Política y gobierno. México: Cide, Vol. VII, núm. 2, II semestre de 2000, pp. 317-352 Klaus Bruhn Jensen, “La política del multisignificado. Noticias en la televisión, conciencia cotidiana y acción política”, Guillermo Orozco (compilador), Hablan los televidentes. Estudios de recepción en varios países. México: UIA, 1992, pp. 97-125
obedientes e insatisfechos bibliografía .
ix
Mario Bunge, La investigación científica, su estrategia y su filosofía. Barcelona: Ariel, 1979, 955 p. Mario Bunge, La relación entre la sociología y la filosofía. Madrid: Edaf, 2000, 359 p. Antonio Camou, “Once tesis sobre la ‘transición’ mexicana. Gobernabilidad y democracia”. Nexos. Sociedad, ciencia, literatura, núm, 170, México, 1992 Roderic Camp, Encuestas y democracia: opinión pública y apertura política en México. México: Siglo XXI, 1997, 231 p. Roederic Camp, Los líderes políticos de México. Su educación y reclutamiento. México: FCE, 1983, 342 p. Gabriela Cano y Verena Radkou, “Lo privado y lo público o la mutación de los espacios (historia de mujeres) 1920-1940”, Vania Salles y Elie McPhail (coords) Textos y pre-textos. Once estudios sobre la mujer. México: El Colegio de México, 1991, pp. 417-461 Teresa Carbó, El discurso parlamentario mexicano entre 1920 y 1950. Un estudio de caso en metodología de análisis del discurso. México: Ciesas, Colmex, 1996, vol 1, 511 p. Jorge Carpizo, El presidencialismo mexicano. México: S. XXI, 1988, 240 p. Elsa Carrillo, “Discourse Analysis in Contemporary History of Mexico: from quantitative to qualitative approach”. Historical Social Research, núm. 14 (4), West Germany, 1989, pp. 4-9 Jorge Carrión, Mito y magia del mexicano. México: Nuestro Tiempo, 1980, 128 p. Ernst Cassirer, El mito del Estado. México: FCE, 1972, 362 p. Cornelius Castoriadis, La institución imaginaria de la sociedad. Vol. 1 Marxismo y teoría revolucionaria.Barcelona: Tusquets, 1983, 285 p. Marcelo Cavarozzi, “Consolidación de la democracia y reconstrucción de la economía en América Latina”. Universidad de México, núm. 497, junio, México: UNAM/Coordinación de Humanidades, pp. 15-20 Hok-Laun Chan, Legitimation in Imperial China; discussion under the Jurchen-Chin Dynasty (1115-1234). Seattle: University of Washington, 1984, 267 p. Jean Chesneaux, ¿Hacemos tabla rasa del pasado? A propósito de la historia y de los historiadores, México: Siglo XXI, 1981, 219 p.
obedientes e insatisfechos bibliografía .
x
Gordon Clark y Michel Dear, State apparatus; structures and lenguage of legitimacy. London: Allen and Unwin, 1984, 216 p. Josep Colomer, Instituciones políticas. Barcelona: Ariel, 2001, 267 p. William Connolly, Legitimacy and the state. Oxford: B. Blackwell, 1984, 281 p. Arnaldo Córdova, La ideología de la revolución mexicana. La formación del nuevo régimen. México: Era, 1985, 508 p. Arnaldo Córdova, La formación del poder político en México. México: Era, 1987, 99 p. Arnaldo Córdova, La revolución y el Estado en México. México: Era, 1989, 393 p. Wayne Cornelius, “México: Salinas y el PRI en la encrucijada”. Revista Democracia, verano, Washington: Plattner y Diamond, 1990, pp. 63-72 Wayne Cornelius, Los inmigrantes pobres en la ciudad de México y la política. México: FCE, 1986, 351 p. Marco Antonio Cortés Guardado y Cecilia Soraya Shibya Soto, Los valores de los jalisciences. Encuesta Estatal de Valores. Guadalajara: Universidad de Guadalajara, 1999, 230 p. Daniel Cosío Villegas, El sistema político mexicano. Las posibilidades del cambio. México: Joaquín Mortiz, 1974, 116 p. José Antonio Crespo, “Legitimidad política y comportamiento electoral en el Distrito Federal (1988)”, Jorge Alonso [coord.] Cultura política y educación cívica. México: Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Humanidades, UNAM y Miguel Ángel Porrúa, 1994, pp. 61-96 Robert Dahl, La poliarquía. Participación y oposición. España: Tecnos, 1989, 228 p. Antonio Damasio, El error de Descartes. La emoción, la razón y el cerebro humano. Barcelona: Crítica, 2001, 280 p. Pippa Norris, A Virtous Circle. Political Communications in Postindustrial Societies. USA: Cambridge University Press, 2003, 398 p. Pippa Norris [ed.] Critical Citizens. Global Support for Democratic Governance. Great Britan: Oxford University Press, 1999, 303 p. Etiene De La Boetie, Contra uno o el discurso de la servidumbre voluntaria, Veracruz: El Pirata, 1984, 35 p.
obedientes e insatisfechos bibliografía .
xi
Bogdan Denitch, “Legitimacy and the Social Order”, Conference on Legitimation and Delegitimation of Regimes. Legitimation of Regimes. International Frameworks for Analysis. New York: Sage, 1977, pp. 5-22 Karl Deutsch, Política y gobierno. España: FCE, 608 p. Michel Dobry, Sociología de las crisis políticas. La dinámica de las movilizaciones multisectoriales. Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas / Siglo XXI de España, 1988, 299 p. Jorge Domínguez y James A. McCann, Democratizing Mexico. Public Opinion and Electoral Choices. Baltimore: The Johns Hopkins Press, 1996, 269 p. Jorge Domínguez & Alejandro Poiré [eds.], Toward Mexico’s Democratization. Parties, Campaigns, Elections, and Public Opinion. New York: Routledge, 1999, 251 p. Mary Douglas, Cómo piensan las instituciones. Madrid: Alianza Universidad, 1996, 202 p. Anthony Downs, An Economic Theory of Democracy. USA: Harper Collins, 1957, 310 p. François Dubet, “De la sociología de la identidad a la sociología del sujeto”. Estudios Sociológicos, vol. VII, núm. 21, septiembre-diciembre. México: Colmex, 1989, pp. 519-545 Georges Duby, Guerreros y campesinos. Desarrollo inicial de la economía europea (500-1200). España: S. XXI, 1976, 347 p. Georges Duby, Los tres órdenes o lo imaginario del feudalismo. Madrid: Petrel, 1980, 462 p. Emilio Durkheim, Lecciones de sociología. Física de las costumbres y el derecho. México: Quinto Sol, 1990, 205 p. Emile Durkheim, Las formas elementales de la vida religiosa. México: Colofón, s/f, 457 p. Maurice Duverger, Dictatures et légitimé. Paris: Universitaires de France, 1982, 488 p. David Easton, Esquema para el análisis político. Buenos Aires: Amorrortu, 1982, 187 p. David Easton, “A Re-Assessment of the Concept of Political Support”. British Journal of Political Science, núm. 5, Great Britain, 1975, pp. 435-457 Harry Eckstein, “A Culturalist Theory of Political Change”. American Political Science Review, vol. 82, núm. 3, septiembre. Washington: APSA, 1988, pp. 789-804
obedientes e insatisfechos bibliografía .
xii
Javier Elguea, Las teorías del desarrollo social en América Latina. Una reconstrucción racional. México: El Colegio de México, 1989, 121 p. Carlos Elizondo Mayer-Serra y Benito Nacif Hernández [compiladores] Lecturas sobre el cambio político en México. México: Cide y FCE, 2002, pp. 7-38 Jon Elster, “En favor de los mecanismo”. Sociológica, año 20, número 57. México: UAM-A, enero—abril 2005, pp. 239-273 Jon Elster, Alquimias de la mente. La racionalidad y las emociones. Barcelona: Paidós, 2002, 536 p. Jon Elster, Ulises desatado. Estudios sobre racionalidad, precompromiso y restricciones. Barcelona: Gedisa, 2002, 349 p. Jon Elster, Deliberative Democracy. USA: Cambridge University Press, 1998, 282 p. Jon Elster, El cemento de la sociedad. Las paradojas del orden social. Barcelona: Gedisa, 1997, 349 p. Jon Elster, Egonomics. Análisis de la interacción entre racionalidad, emoción, preferencias y normas sociales en la economía de la acción individual y sus desviaciones. Barcelona: Gedisa, 1997, 214 p. Jon Elster, El cambio tecnológico. Investigaciones sobre la racionalidad y la transformación social. Barcelona: Gedisa, 1997, 244 p. Jon Elster, Tuercas y tornillos. Una introducción a los conceptos básicos de las ciencias sociales. Barcelona: Gedisa, 1996, 178 p. Jon Elster, Psicología política. Barcelona: Gedisa, 1995, 214 p. Jon Elster, Justicia local. De qué modo las instituciones distribuyen bienes escasos y cargas necesarias. Barcelona: Gedisa, 1994, 311 p. Jon Elster, Una introducción a Karl Marx. México: Siglo XXI, 1992, 212 p. Jon Elster, Juicios Salomónicos. Las limitaciones de la racionalidad como principio de decisión. Barcelona: Gedisa, 1991, 231 p. Gustavo Emmerich [coordinador], Votos y mapas. Estudios de geografía electoral en México. México: Universidad Autónoma del Estado de México, 1993, 340 p.
obedientes e insatisfechos bibliografía .
xiii
Fernando Escalante Gonzalbo, “Ciudadanos imaginarios o las desventuras de la virtud” [entrevista realizada por Conrado Hernández]. Metapolítica, núm. 33, México, 2004 Fernando Escalante Gonzalbo, Una idea de las ciencias sociales. México: Paidós, 1999, 204 p. Fernando Escalante Gonzalbo, “Estampas de Liliput Los salvajes de Lahontan”. Vuelta, núm. 254, México, 1998 Fernando Escalante Gonzalbo, “El fracaso del Estado. Apuntes sobre los límites de la transición democrática”. Universidad de México, núm. 497, México, 1992 Fernando Escalante Gonzalbo, Ciudadanos imaginarios. Memorial de los afanes y desventuras de la virtud y apología del vicio triunfante en la República Mexicana -Tratado de moral pública- México: El Colegio de México/CES, 1992, 308 p. Fernando Escalante Gonzalbo, La política del terror (apuntes para una teoría del terrorismo). México: El Colegio de México/CEI, 1986 [tesis para obtener el grado de Licenciado en Relaciones Internacionales] Juan Espíndola Mata, El hombre que lo podía todo, todo, todo. Ensayo sobre el mito presidencial en México. México: Colmex, 2004, 228 p. Luis Manuel Estrada Strafon, Candidatos y voto estratégico en la primera elección de Jefe de Gobierno del DF. México: ITAM, 1999 [tesis de licenciatura] Paolo Fabbri y Aurelia Marcarino, “El discurso político”. deSignis, núm. 2, abril, Barcelona: Gedisa, 2000, pp. 17-32 Pablo Fernández Christlieb, La afectividad colectiva. México: Taurus, 1999, 207 p. Michel Foucault, Microfísica del poder. Madrid: La piqueta, 1979, 189 p. Michel Foucault, La verdad y las formas jurídicas, España: Gedisa, 1991, 174 p. James Freedman, Crisis y legitimidad. El procesos administrativo y el gobierno de los Estados Unidos. México: FCE, 1988, 342 p. Francis Fukuyama, Confianza. Las virtudes sociales y la capacidad de generar prosperidad. Buenos Aires: Atlántida, 1996, 492 p. Barbara Gaddes, “A Game Theoretic Model of Reform in Latin American Democracies”. American Political Science Review, vol. 85, núm. 2, junio. Washington: APSA, 1991, pp. 372-392
obedientes e insatisfechos bibliografía .
xiv
Manuel Antonio Garreton, “La democracia entre dos épocas: América Latina en 1990”. Foro Internacional, vol. XXXII, núm. 1 (125), julio / septiembre, México: El Colegio de México, 1991, pp. 47-64 Luis Javier Garrido, El partido de la revolución institucionalizada. La formación del nuevo Estado en México (1928-1945). México: S. XXI, 1985, 380 p. Gino Germani, Política y sociedad en una época de transición. De la sociedad tradicional a la sociedad de masas. Buenos Aires: Paidós, 1971, 371 p. Manuel Alejandro Guerrero Martínez, Estado y legitimidad en México una breve revisión de la forma en que se generaba la creencia en la legitimidad del Estado en México desde la posrevolución hasta 1993. México: Colmex, 1996, 128 p. [Tesis, licenciado en relaciones internacionales] Anthony Giddens, Política, sociología y teoría social. Reflexiones sobre el pensamiento social clásico y contemporáneo. Barcelona: Paidós, 1997, 300 p. Anthony Giddens, La constitución de la sociedad. Bases para la teoría de la estructuración. Buenos Aires: Amorrortu, 1995, 412 p. Anthony Giddens, Las nuevas reglas del método sociológico. Crítica positiva de las sociologías interpretativas. Buenos Aires: Amorrortu, 1987, 173 p. Anthony Giddens, Política y sociología en Max Weber. Madrid: Alianza Editorial, 1976, 98 p. Francisco Gil Villegas, “La crisis de legitimidad en la última etapa del sexenio de José López Portillo”. Foro Internacional, vol. 25, núm. 2 [98], octubre-diciembre, México: El Colegio de México, 1984, pp. 190-201 Francisco Gil Villegas, “Democracia y dictadura en la teoría del realismo político de Max Weber y Carl Schmitt”. Foro Internacional, vol. XXX, núm. 1, julio/septiembre, México: El Colegio de México, 1989, pp 129-152 Francisco Gil Villegas, “Legitimidad y modernización política en México”. Examen, vol. 1, núm. 4, septiembre, México: PRI, 1989, pp. 12-14 Francis Godard, “Las transformaciones en las estructuras espaciales y temporales de ciudades y regiones”. Relaciones Sociales, vol. , núm, México: UAM-X, 1996. Silvia Gómez Tagle, “Conflictos y contradicciones en el sistema electoral mexicano”. Estudios Sociológicos, vol. VI, núm. 16, enero / abril, México: El Colegio de México, 1988, pp. 3-38
obedientes e insatisfechos bibliografía .
xv
Leopoldo Gómez y John Bailey, “La transición política y los dilemas del PRI”. Foro Internacional, vol. XXXI, núm. 1 (121), julio-septiembre, México: El Colegio de México, 1990, pp. 57-87 Pablo González Casanova, El Estado y los partidos políticos en México. México: S. XXI, 1982, 8 p. Pablo González Casanova, La democracia en México. México: Era, 1991, 333 p. Doris Graber, Processing politics: learning from television in the Internet age. Chicago: The University of Chicago Press, 2001, 231 p. Otto Granados Roldán, “Elecciones, legitimidad y consenso”. Diálogos, vol. 21, núm. 9 [129], septiembre, México: El Colegio de México, 1985, pp. 39-42 Serge Gruzinski, La guerra de las imágenes. De Cristóbal Colón a “Blade Runner” (1492-2019). México: FCE, 1994, 221 p. Jürgen Habermas, Ciencia y técnica como ideología. Madrid: Tecnos, 1989, 181 p. Jürgen Habermas, Teoría de la Acción Comunicativa: Complementos y Estudios Previos, México: Rei, 1993, 507 p. Jürgen Habermas, Problemas de legitimación en el capitalismo tardío. Buenos Aires: Amorrortu, 1975, 175 p. Thomas Harold & Ferenc Feher [eds.] Political legitimation in communist states. Oxford: Macmillan, 1982, 177 p. Peter Hedstrøm & Richard Swedberg [eds.], Social Mechanisms: An Analytical Approach to Social Theory. Cambridge: Cambridge University Press, 1998, 340 p. Susan Hekman, Max Weber, el tipo ideal y la teoría social contemporánea. México: Mc Graw Hill/UAM-I, 1999, 178 p. Guy Hermet, “El desencanto de la democracia” [entrevista de Eduardo Bohórquez, David Gómez y Guillermo Rosas]. Nexos. Sociedad, ciencia y literatura, núm. 217, México, 1996 Guy Hermet, Alain Rouquié y Juan Linz, Para qué sirven las elecciones. México: FCE, 1986, 160 p. Rogelio Hernández Rodríguez, “La difícil transición política mexicana”. Mexican Studies / Estudios Mexicanos, núm. 8 (2), summer. California: University of California, 1992, pp. 237-257
obedientes e insatisfechos bibliografía .
xvi
Alberto Hernández Medina y José Narro [coords.], Cómo somos los mexicanos. México: Centro de Estudios Educativos / Crea, 1987, 299 p. Daniel Hiernaux, Hacia una teoría de las ciudades mundiales: un estado de la cuestión. México: mimeo, 1997, 16 p. Daniel Hiernaux, “La región insoslayable”. Revista EURE, vol. XXI, núm. 63, junio, Pontificia Santiago de Chile: Universidad Católica de Chile, 1995, pp. 33-40 Ana Hirsch Adler, México: valores nacionales. Visión panorámica sobre las investigaciones de valores nacionales. México: Gernika, 1999, 218 p. Alberto O. Hirschman, Las pasiones y los intereses. Argumentos políticos en favor del capitalismo previos a su triunfo. Barcelona: Península, 1999, 175 p. Alberto O. Hirschman, Salida, voz y lealtad. Respuestas al deterioro de empresas, organizaciones y Estados. México: FCE, 1977, 189 p. Thomas Hobbes, Leviatán o la materia, forma y poder de una República eclesiástica y civil. México: FCE, 1984, 615 p. Edwin Hollander, Principios y métodos de psicología social. Buenos Aires: Amorrortu, 2000, 515 p. David Hosmer y Stanley Lemeshow, Applied Logisitc Regression. New York: John Wiley & Sons, 1989, 303 p. Samuel Huntington, La tercera ola. La democratización a finales del siglo XX. España: Paidós, 1995, 329 p. Samuel Huntington, “How Countries Democratize”. Political Science Quarterly, vol. 106, núm. 4, 1991 - 1992, pp. 579-616 Samuel Huntington, El orden político en las sociedades en cambio. Buenos Aires: Paidós, 1991, 404 p. Instituto de Proposiciones Estratégicas, Elecciones Federales de México. Julio de 1988. Interpretación de los Resultados Oficiales Mediante el Análisis Matemático. México: Instituto de Proposiciones Estratégicas, 1988, 57 p. INEGI, Conteo de Población y Vivienda. México: INEGI, 1995 José Rubén Jara Elías, “Las audiencias de la televisión en español en América Latina”. Revista Mexicana de Comunicación, núm. 51, 1997, octubre--diciembre
obedientes e insatisfechos bibliografía .
xvii
Stephan Jay Gould, “La evolución no es una marcha hacia el progreso”. Antropológicas, Nueva Epoca, núm. 3, México: UNAM / Instituto de Investigaciones Antropológicas, 1992, pp. 60-66 John Jost & Brenda Major [eds.], The Psychology of Legitimacy. Emerging Perspectives on Ideology, Justice, and Intergroup Relations. USA: Cambridge University Press, 2001, 477 p. Donald Jordan y Benjamin Page, “Shaping Foreign Policy Opinions: The Role of TV News”. Journal of Conflict Resolutions, vol. 36, núm. 2, junio, 1992, pp. 227-241 Albert Jovell, Análisis de regresión logística. Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas, 1995, 118 p. [Cuadernos metodológicos 15] Gary King, Robert O. Keohane y Sidney Verba, El diseño de la investigación social. La inferencia científica en los estudios cualitativos. Madrid: Alianza Editorial, 2000, 272 p. Pau Marí Klose, Elección racional. Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas, 2000, 197 p. [Cuadernos Metodológicos 29] Allan Kornberg, Political support in Canada; the crisis years. Essays in honor of Richard A. Preston. Durhaw Duke: University Press, 1983, 463 p. Enrique Krauze, La presidencia imperial. Ascenso y caída del sistema político mexicano (1940-1996). México: Tusquets, 1997, 510 p. Enrique Krauze, “El tríángulo de la legitimidad”, Tiempo contado. México: Océano, 1996, pp. 31-36 Enrique Krauze, Caras de la historia. México: Joaquín Mortiz, 1983, 195 p. Timur Kuran, Private truths, public lies. The Social Consequences of Preferences Falsification. USA: Harvard University Press, 1997, 423 p. Timur Kuran, “Ahora o nunca: el elemento de sorpresa en la revolución de Europa oriental de 1989”. Zona Abierta. núm. 80/81, Madrid: Pablo Iglesias, 1997, pp. 137-197 Bernard Lacroix, Durkheim y lo político. México: FCE, 1984, 376 p. Oscar Landi, Devórame otra vez. Qué hizo la televisión con la gente. Qué hace la gente con la televisión. Argentina: Planeta, 1992, pp. 53-126 Oscar Landi, “Sobre lenguajes, identidades y ciudadanías políticas”, Lechner [ed.], Estado y política en América Latina. México: S. XXI, 1983, pp. 172-198
obedientes e insatisfechos bibliografía .
xviii
Eric Landowski, La sociedad figurada. Ensayos de sociosemiótica. México:FCE, 1993, 295 p. Paul Lazarsfeld, “De los conceptos a los índices empíricos”, Raymond Boudon y Paul Lazarsfeld Metodología de las ciencias sociales. Barcelona: Laia, vol. I, 1973, pp 35-46 Robert Lechner, Los patios interiores de la democracia. Santiago: Flacso, 1995, 183 p. Norberto Lechner [comp.], Cultura política y democratización. Argentina: Clacso/Flacso/Ici, 1987, 262 p. Lucio Levi, “Legitimidad”. Norberto Bobbio y Nicolo Mattuecci, Diccionario de política L-Z, México: S. XXI, 1985, pp. 892-897 John Levine y Mark Pavelchak, “Conformidad y obediencia”, S. Moscovici, Psicología social, influencia y cambio de actitudes. Individuos y grupos. Barcelona: Paidós, 1985, pp. 41-70 Ariel Levite and Sidney Tarrow, “The Legitimation of Excluded Parties in Dominante Party Systems. A Comparison of Israel and Italy”. Comparative Politics, vol. 15, núm. 3, abril, New York: City University of New York, 1983, pp. 295-327 Paul Lewis, Eastern Europe; political crisis and legitimation. London: Croom Helm, 1984, 202 p. Jun Linz, La quiebra de las democracias. México: Conaculta / Alianza, 1989, 167 p. Seymour Martin Lipset, El hombre político. Las bases sociales de la política. Madrid: Tecnos, 1987, 462 p. Soledad Loaeza, “Nacionalismo y democracia en México: tensión entre dos ficciones”. Rolando Cordera, Raúl Trejo y Juan Enrique Vega [coords.], México: el reclamo democrático. Homenaje a Carlos Pereyra. México: S. XXI, pp. 98-112 Soledad Loaeza, El llamado de las urnas. México: Cal y Arena, 1989, 319 p. Soledad Loaeza, “Derecha y democracia en el cambio político mexicano: 1982-1988”, Foro Internacional. vol. XXX, núm. 4 (120), abril/junio, México: El Colegio de México, 1990, pp. 631-658 Soledad Loaeza, “La experiencia mexicana de liberalización”, Foro Internacional. vol. XXXIV, núm. 2 (136), abril/junio, México: El Colegio de México, 1994, pp. 221-251 Javier López Moreno, Elecciones de ayer y de mañana. México: Costa-Amic Editores, 1987, 498 p.
obedientes e insatisfechos bibliografía .
xix
Rafael López Pintor, “La opinión pública y la transición”. Revista de Occidente, núm. 54, noviembre, Madrid: Revista de Occidente, 1985, pp. 113-122 Claudio Lomnitz-Adler, Las salidas del laberinto. Cultura e ideología en el espacio nacional mexicano. México: Joaquín Mortiz, 1995, 426 p. Nicolás Loza Otero, “Actitud y conducta: los electores del DF en 1997”, Política y cultura. México: UAM-X, núm. 19, primavera, México: UAM-X, 2003, pp. 145-168 Nicolás Loza Otero, “Los diputados locales en México: identidad, disciplina y comportamiento parlamentario”, Manuel Alcántara [ed.], Política en América Latina. Salamanca: ediciones Universidad de Salamanca, 2002, pp. 3051-3126 Nicolás Loza Otero, “Legitimidad democrática y gobierno dividido: las actitudes políticas de los legisladores locales en México”, Polis 2000: sucesión presidencial. México: UAM-I, 2001, pp. 89-120 Nicolás Loza Otero, “El revés de la trama. Violencia, desconfianza y autointerés en la democratización mexicana”, Este país. Tendencias y Opiniones, num. 108, México, 2000 Nicolás Loza Otero, “El servicio del escepticismo. Legitimidad y confianza en el DF, 1994-1997”, Carlos Lugo [coord.], Segundo Congreso nacional de Ciencia Política. Legalidad, legitimidad y gobernabilidad. México: UIA, INAP, IFE, 1999. pp. 98-116 Nicolás Loza Otero, “La transición en sus espejos”, Nexos. Sociedad, ciencia, literatura, núm. 239, México, 1997 Nicolás Loza Otero, “¿Por mandato Divino?”, Peschard, Jacqueline [coord.], Cultura Política. Congreso Nacional de Ciencia Política. México: UAM/IFE/CNCPAP, 1996, pp. 110-145 Niklas Luhmann, Confianza. España: UIA / Anthropos, 1997, 178 p. Niklas Luhmann, Poder. España: UIA / Anthropos, 1995, 177 p. Niklas Luhmann, Sistemas Sociales. Lineamientos para una Teoría General. México: Alianza/UIA, 1984, 496 p. Steven Lukes, “Poder y autoridad”, Bottomore y Nisbet [comps.] Historia del análisis sociológico. Buenos Aires: Amorrortu, 1988, pp. 718-767 Arthur Lupia y Mathew D. McCubbins, The democratic dilemma. Can citizens learn what they need to know?. USA: Cambridge University Press, 1999, 282 p.
obedientes e insatisfechos bibliografía .
xx
Terry Lynn, “Dilemas de la democratización”, Foro Internacional. México: El Colegio de México, Vol. XXXI, núm. 3 (123), enero/marzo, 1991, pp. 388-417 Beatriz Magaloni, Judging the Economy in Hard-times: Miopía, Approval Ratings and the Mexican Economy under Zedillo [Prepared for delivery at the Latin American Studies Association Meeting, Miami, Florida, March 16-18, 2000] James Michel Malloy & Mitchell Seligson, Authoritarian and Democrats Regime Transition in Latin America. USA: University of Pittsburgh Press, 1987, 268 p. Nicolás Maquiavelo, “El Príncipe”, Obras políticas. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, s/f, pp. 303-373 José María Maraval, La política de la transición. 1975-1980. Madrid: Taurus, 1981, 277 p. María de los Ángeles Mascott Sánchez, Legitimidad y derechos humanos el caso mexicano. México: Centro de Estudios Internacionales / Colmex, 1995, 197 p. [tesis: licenciado en relaciones internacionales] James March y Johan Olsen, El redescubrimiento de las instituciones. La base organizativa de la política. México: FCE, 1989 George Marcus, Russell Neuman & Michael MacKuen, Affective Intelligence and Political Judgment. Chicago: The University of Chicago Press, 2000, 199 p. Clifton McCleskey, Political Power and American Democracy. USA: Brooks-Cole, 1989, 247 p. Michael MacKuen, Robert Erikson & James Stimson, “Peasants and Bankers: The American Electorate and the U. S. Economy”, American Political Science Review, vol. 86, núm. 3, september. Washington: APSA, 1992, pp. 597-611 Peter McDonough, Samuel Barnes & Antonio López, “The Nature of Political Support and Legitimacy in Spain”, Comparative Political Studies, vol. 27, núm. 3, octubre, 1994, pp. 349-380 Scott Menard, Applied Logistic Regresión Análisis. USA: Sage Publications, 1995, 98 p. Richard Merelman, “Learning and legitimacy”, American Political Science Review, vol. LX, núm. 3, septiembre. Wisconsi: APSA, 1966, pp. 548-561 J. G. Merquior, Rousseau and Weber. A study in the Theory of Legitmacy. London: Routledge & Kegan Paul, 1980, 275 p.
obedientes e insatisfechos bibliografía .
xxi
Lorenzo Meyer, “La debilidad histórica de la democracia mexicana”, Rolando Cordera, Raúl Trejo y Juan Enrique Vega [coords.], México: el reclamo democrático. Homenaje a Carlos Pereyra. México: S. XXI, 1988, pp. 73-83 Lorenzo Meyer y José Luis Reyna, “México. El sistema y sus partidos: entre el autoritarismo y la democracia”, Lorenzo Meyer y José Luis Reyna [coordinadores] Los sistemas políticos en América Latina. México: Siglo XXI UNAM, 1989, pp. 305-328 Kevin Middlebrook, “Political liberalization in an Authoritarian Regime: The Case of Mexico”, O'Donnel et al., Transitions from Authoritarian Rule: Latin America. Baltimore: The John Hopkins University, 1989, pp. 123-147 Juan Molinar Horcasitas, El tiempo de la legitimidad. Elecciones, autoritarismo y democracia en México. México: Cal y Arena, 1991, 265 p. Leonardo Morlino, Cómo cambian los regímenes políticos. Instrumentos de análisis. Centro de Estudios Constitucionales: Madrid, 1985, 306 p. Carlos Monsivais, “Muerte y resurrección del nacionalismo mexicano”, Nexos. Sociedad, ciencia, literatura, num. 109, México, 1987 Silvia Molina y Vedia, Escepticismo Político. La observación de dos modelos de operación-observación. México: UNAM, 1994, 122 p. Barrington Moore, La injusticia: bases sociales de la obediencia y la rebelión. México: UNAM / Instituto de Investigaciones Sociales, 1989, 481 p. Alejandro Moreno Álvarez, Democracia, actitudes políticas y conducta electoral. México: FCE, 2003, 252 p. Alejandro Moreno Álvarez, Confianza interpersonal y actitudes políticas en México. 1981-1990. México: ITAM, 1991 [tesis de licenciatura] Richard Morse, “La Cultura Política Iberoamericana. De Sarmiento a Mariátegui”, Vuelta, núm. 58, México, 1981 Serge Moscovici, “Precondiciones para la explicación en psicología social”. Polis 03 Volumen DOS, México: UAM-I, 2003, pp. 11-47 Finkel Muller y Seligson, “Economic Crisis, Incumbent Performance and Regime Support: A Comparison of Longitudinal Data from West Germany and Costa Rica”. British Journal of Political Science, vol. 19, julio, 1989, pp. 329-351
obedientes e insatisfechos bibliografía .
xxii
Graham Murdock, “La investigación crítica y las audiencias activas”, Estudios sobre las culturas contemporáneas. México: Universidad de Colima, vol. IV, no. 10, 1990, pp. 187-223 Francisco Muro, Educación cívica, cultura política y participación ciudadana en Zacatecas. México: UAZ, UAA, PyV, 2002, 438 p. Vatro Murvar, Theory of liberty, legitimacy and power; new directions in the intellectual and scientific legacy of Max Weber. Boston: Roultedge and Keagan Paul, 1985, 264 p. Diana Mutz, Paul Sniderman & Richard Brody [eds.], Political persuasion and attitude change. USA: University of Michigan Press, 1999, 295 p. Marija J. Norusis, SPSS 6.1 Guide to Data Analysis. New Jersey: Prentice-Hall, 582 p. Athanasios Noulakis [ed], “Legitimacy-Legitimite: Proceedings of the Conference Held in Florence”, Political and Social Sciences, no. 3, European University Institute, 1982 Joseph Nye et al. [eds.], Why People Don’t Trust Government. Massachusetts: Harvard University Press, 1997, 339 p. Guillermo O'Donnell, “Introduction to the Latin American Cases”. Guillermo O'Donnel, Philippe Schmitter & Laurence Whitehead, Transitions from Authoritarian Rule: Latin America. Baltimore: The John Hopkins University, 1989, 244 p. Guillermo O’Donnell, Philippe Schmitter y Laurence Whitehead [comps.] Transiciones desde un gobierno autoritario. 3 Perspectivas comparadas. Barcelona: Paidós, 1994, 297 p. Erik Olin Wright, Clase, crisis y Estado, México: S. XXI, 1983, 257 p. Mancur Olson, “Dictatorship, Democracy, and Development”. American Political Science Review, vol. 87, núm. 3, september. Wisconsi: APSA, 1993, pp. 567-576 Mancur Olson, La lógica de la acción colectiva. Bienes Públicos y la Teoría de Grupos. México: Limusa, 1992, 199 p. José Ortega y Gasset, Ideas y creencias. Madrid: Revista de Occidente, 1942, 202 p. María de Jesús Origel, “25 años de política electoral en medios electrónicos”, Media comunicación. Año 4, núm. 26, 1997, mayo junio Jorge Padua, Técnicas de investigación aplicadas a las ciencias sociales. México: Colmex / FCE, 1992, 360 p.
obedientes e insatisfechos bibliografía .
xxiii
Angelo Panebianco, Modelos de partido. Organización y poder en los partidos políticos. Madrid: Alianza Editorial, 1995, 512 p. Octavio Paz, El laberinto de la soledad. México: FCE, 1983, 191 p. Octavio Paz, El ogro filantrópico. Historia y política 1971-1978. México: Joaquín Mortiz, 1988, 348 p. Octavio Paz, Posdata. México: S. XXI, 1990, 155 p. Germán Pérez Fernández del Castillo, Arturo Alvarado y Arturo Sánchez [coords.], La voz de los votos: un análisis crítico de las elecciones de 1994. México: Flacso/Porrúa, 1995, 453 p. T. J. Pempel [comp.], Democracias diferentes. Los regímenes con un partido dominante. México: FCE, 1991, 423 p. Mauro Pereira, “Los medios y la legitimidad de la democracia”, Etcétera. Semanario de política y cultura, núm. 235. México, 1997 Carlos Pereyra, Sobre la democracia. México: Cal y Arena, 1990, 301 p. Carlos Pereyra, Luis Villoro et al., Historia ¿para qué?. México: S. XXI, 1987, 245 p. Alain Peyrefitte, La sociedad de la confianza. Ensayo sobre los orígenes y la naturaleza del desarrollo. Santiago de Chile: Andrés Bello, 1996, 583 p. Jacqueline Peschard Mariscal, Cambio y continuidad en el comportamiento electoral del Distrito Federal, 1988-1994. Zamora: El Colegio d Michoacán, 1995, 314 p. [Tesis Doctoral] Patrick Pharo, Phenomenologie du lien civil. Sens et légitimité. Paris: L'Hartmattan, 1992, 284 p. Programa de las Naciones Unidas Para el Desarrollo, La democracia en América Latina. Hacia una democracia de ciudadanas y ciudadanos. Buenos Aires: Alfaguara, 2004, 246 p. Samuel Popkin, The Reasoning Voter. Comunication and Persusion in Presidential Campaigns. USA: The University of Chicago Press, 1994, 323 p. Ilya Prigogine, ¿Tan sólo una ilusión? Una exploración del caos al orden. Barcelona: Tusquets, 1983, 332 p. Ilya Prigogine, “Del ser y el devenir. Entrevista con Marilyn Berlin Snell”. Vuelta, núm. 190, México, 1992
obedientes e insatisfechos bibliografía .
xxiv
Adam Przeworski, Democracia y mercado. Reformas políticas y económicas en la Europa del Este y América Latina. USA: Cambridge University Press, 1995, 356 p. Adam Przeworski, Democracy and the market. Political and economic reforms in Eastern Europe and Latin America. USA: Cambridge University Press, 1991, 210 p. Adam Przeworski, “Some Problems in the Study of the Transitions to Democracy”, O'Donnel et al., Transitions from Authoritarian Rule: tentative conclusions about uncertain democracies. Baltimore: John Hopkins University, 1989, pp. 47-63 Adam Przeworski y Henry Tune, The Logic of Comparative Social Inquiry. Minesota: Univesity of Minnesota, 1970, 153 p. Santiago Ramírez, El mexicano, psicología de sus motivaciones. México: Grijalbo, 1977, 192 p. Samuel Ramos, El perfil del hombre y la cultura en México. México: Espasa-Calpe, 1989, 145 p. Hossein Razi, “Legitimacy, Religion, and Nationalism in the Middle East”. American Political Science Review, vol. 84, núm. 1, marzo. Washington: APSA, 1990, pp. 69-91 Karen Remmer, “The political impact of economic crisis in Latin America in the 1980s”. American Political Science Review, vol. 85, núm. 3, september. Wisconsi: APSA, 1991, pp. 776-800 José Luis Reyna, “Credibilidad, crisis y elecciones”. Diálogos, vol. 21, núm. 9 [129], septiembre, México: El Colegio de México, 1985, pp 36-39 José Luis Reyna “Las elecciones en el México institucionalizado, 1946-1976”, Pablo González Casanova [coord.] Las elecciones en México. Evolución y perspectivas. México: Siglo XXI / UNAM, 1989, pp. 101-118 José Luis Reyna y Richard S. Weinert, Authoritarianism in Mexico. Philadelphia: ISHI, 1977, 241 p. José Luis Reyna, An Empirical Analysis of Political Mobilization: the case of Mexico. Cornell: Faculty of the Graduate School, Cornell University [Tésis Ph D] Manuel Rojas Bolaños, Legitimidad institucional y transición democrática en centroamérica. Los casos de Costa Rica, El Salvador y Guatemala. Costa Rica: 1995 [Ponencia presentada al XX Congreso Latinoamericano de Sociología, ciudad de México, octubre de 1995] Juan Jacobo Rousseau, El contrato social. México: UNAM, 1984, 183 p. Luis Rubio, “Hacia un nuevo sistema político”. Vuelta, núm. 183, México, 1992, pp. 57-60
obedientes e insatisfechos bibliografía .
xxv
Lawrence Rose & Per Arnt Pettersen, “The legitimacy of local government: what makes a difference?”. 14th World Congress of Sociology, julio 26-agosto 1, Canadá, 1998, 42 p. Américo Saldívar, Ideología y Política del Estado Mexicano (1970-1976). México: Siglo XXI, 1981, 231 p. Takayuki Sakamoto, Building Policy Legitimacy in Japan. Political Behaviour beyond Rational Choice. Great Britain: MacMillan Press, 1999, 213 p. Mónica Judith Sánchez Flóres, Estado, legitimidad y mercado; dos tipos ideales. México: El Colegio de Mexico/Centro de Estudios Internacionales, El Colegio de Mexico, 1995 [Tesis, licenciado en administracion publica] Héctor Santana Suárez, La idea de legitimidad de Plutarco Elías Calles al fundar el Partido Nacional Revolucionario: la construcción de un nuevo orden de dominación. México: Centro de Estudios Internacionales / Colmex, 1997, 136 p. [Tesis, licenciado en relaciones internacionales] Jaime Sánchez Susarrey, “La escena política. 1991: Balance Político”. Vuelta, núm. 183, México, 1992 Giovanni Sartori, Homo videns. La sociedad teledirigida. España: Taurus, 1997, 159 p. Fernando Savater, El valor de elegir. México: Ariel, 2003, 193 p. Andreas Schedler, “La conflictiva construcción de la confianza electoral: el Consejo General del Instituto Federal Electoral, 1990-2000”, Yolanda Meyenberg Leycegui [coord.] El dos de julio: reflexiones posteriores. México: FLACSO/IIS/UAM-I, 2001, pp. 55-73 Thomas Schelling, Micromotivos y macroconducta. México: FCE, 1989, 232 p. Carl Schmitt, Estudios políticos. España: Doncel, 1975, 166 p. Philippe Schmitter, “An Introduction to Southern European Transitions from Authoritarian Rule: Italy, Greece, Portugal, Spain, and Turkey”, O'Donnel et al., Transitions from Authoritarian Rule: Southern Europe. Baltimore: The John Hopkins University, 1986, pp. 3-9 Philippe Schmitter y Gerhard Lehmbruch, Neocorporativismo I. Más allá del Estado y del mercado. México: Alianza Editorial, 1992, 309 p. Alfred Schutz, “El ciudadano bien informado. Ensayo sobre la distribución social del conocimiento”, Estudios sobre teoría social. Buenos Aires: Amorrortu, 1964, pp. 120—132 Alfred Schutz, El problema de la realidad social. Buenos Aires: Amorrortu, 1995, 327 p.
obedientes e insatisfechos bibliografía .
xxvi
Rafael Segovia, “La reforma política: el ejecutivo federal, el PRI y las elecciones de 1973”. Foro Internacional, vol. XIV, núm. 1 (53), julio / septiembre, México: El Colegio de México, 1973, pp. 305-330 Rafael Segovia, La politización del niño mexicano. México: El Colegio de México, 1994, 164 p. Rafael Segovia, “Las elecciones federales de 1979”. Foro Internacional, vol. XX, núm. 3 (79), enero / marzo, México: El Colegio de México, 1980, pp. 397-410 Rafael Segovia, El nacionalismo mexicano. Los programas políticos revolucionarios (1929-1964), [fotocopias] M.A. Seligson, “Political Culture and Regime Type: Evidence from Nicaragua and Costa Rica”. The Journal of Politics, vol. 55, núm. 3, agosto, US: University of Texas Press, 1993 pp. 777-792 Mónica Serrano y Víctor Bulmer-Thomas [comps.], La reconstrucción del Estado. México después de Salinas. México: FCE, 1998, 276 p. Thomas Skidmore [ed] Television, politics, and the transition to democracy in Latin America. USA: The Woodrow Wilson Center Press, 1993, 188 p. Quentin Skinner, La libertad antes del liberalismo. México: Cide / Taurus, 2004, 110 p. Paul Sniderman, Richard Brody y Philip Tetlock, Reasoning and Choice. Explorations in Political Psychology. USA: Cambridge University Press, 1994, 306 p. Weatherford Stephen, “Measuring political legitimacy”. American Political Science Review, vol. 86, núm. 1, marzo. Washington: APSA, 1992, pp. 149-166 Dolf Sternberger, Dominación y acuerdo. España: Gedisa, 1992, 199 p. Lawrence Stone, “Puntos de vista académicos recientes acerca de la revolución”, Lawrence Kaplan [comp.] Revoluciones. Un estudio comparativo desde Cromwell hasta Castro. México: Extemporáneos, 1977, pp. 61-87 Enrique Suárez Gaona, ¿Legitimación revolucionaria del poder en México? (los presidentes, 1910-1982). México: S. XXI, 1987, 201 p. Marc Swartz, Víctor Turner y Arthur Tuden, “Antropología política: una introducción”, Alteridades, año 4, núm. 8. México: UAM-I / DCSH/DA, 1994, pp. 101-126
obedientes e insatisfechos bibliografía .
xxvii
Benjamín Temkin, Rodrigo Salazar Elena y Gustavo Ramírez, Explorando la dinámica del abstencionismo ilustrado: un caso de demasiada o muy poca cultura democrática. XVI Congreso Nacional de Estudios Electorales, Torreón Coahuila, 17-19 de noviembre de 2004 Raúl Trejo Delarbre, “¿Videopolítica vs. mediocracia? Los medios y la cultura democrática”. Revista Mexicana de Sociología, año LVI, núm. 3, julio septiembre. México: Instituto de Investigaciones Sociales / UNAM, 1994, pp. 23-58. David Truman, The Governmental Process; Political Interest and Public Opinion. New York: Alfred Knopf, 1951, 544 p. Stephen Turner [ed.], The Cambridge Companion to Weber. Cambridge: Cambridge University Press, 2000, 288 p. Leonardo Valdés, “El sistema de partidos en México: las dimensiones de la competitividad electoral”, Política y cultura, México: UAM-X, año 3, número 5, otoño de 1995, pp. 29-41 Viktor Vanberg, Racionalidad y reglas. Ensayos sobre la teoría económica de la Constitución. Barcelona: Gedisa, 1999, 233 p. Manuel Villa, Poder y Dominación. Perspectivas Antropológicas. Caracas: Urshslac-El Colegio de México, 1986, 333 p. Manuel Villa, La Institución Presidencial. El Poder de las Instituciones y los Espacios de la Democracia. México: UNAM / Porrúa, 1987, 150 p. Manuel Villa, ¿A quién le interesa la democracia en México? Crisis del intervencionismo estatal y alternativas del pacto social. México: UNAM / Porrúa, 1988, 190 p. Manuel Villa, El archipiélago mexicano. México: Cal y Arena, 1990, 111 p. Luis Villoro, Creer, saber, conocer. México: Siglo XXI, 2002, 310 p. Luis Villoro, “Ciencia política, filosofía e ideología”. Vuelta, núm. 137, México, 1988 Max Weber, Ensayos sobre metodología sociológica. Buenos Aires: Amorrortu, 1990, 269 p. Max Weber, Ensayos sobre sociología de la religión. Madrid: Taurus, T. 1, 1987, 585 p. Max Weber, Economía y Sociedad. México: FCE, 1983, 1237 p. Max Weber, From Max Weber. London: Routledge & Kegan, 1967, 490 p.
obedientes e insatisfechos bibliografía .
xxviii
Frederick Weil “The sources and structure of legitimation in western democracies: a consolidated model tested with time-series data in six countries since World War II”. American Sociological Review, vol. 54, octubre, 1989, pp. 682-706 Stephen Welch, The concept of political culture. London: Martin, 1993, 208 p. Howard Wiarda, “El avance de la democracia en América Latina: políticas norteamericanas”. Ciencia Política. Revista Trimestral para América Latina y España, núm. 26, 1er. trimestre, . Colombia: Tierra Firme, 1992 H. T. Wilson, Political management; redefining the public sphere. Berlin: Walter de Gruyter, 1985, 316 p. Alan Wolfe, Los límites de la legitimidad. Contradicciones políticas del capitalismo contemporáneo. México: S. XXI, 1987, 401 p. Denis Wu, Robert Stevenson, Hsiao-Chi Chen & Z. Nuray Güner, “The Conditioned Impact of Recession News: a Time-Series Analysis of Economic Communication in the United States, 1987-1996”, International Journal of Public Opinion Research, vol. 14, núm. 1, 2002, pp. 19-36 John Zaller, The Nature and Origins of Mass Opinion. Cambridge: Cambridge Press, 1998, 367 p. Vidal Zarate, “El carácter dual del derecho. Legalidad y legitimidad en el discurso y prácticas de la unión de Comuneros Emiliano Zapata, USES”. México: XVI Coloquio de El Colegio de Michoacán, 1994, 32 p. Sergio Zermeño, “¿Cuál (transición a la) democracia?”. Este país. Tendencias y Opiniones, núm. 17, México, 1992 Reinhard Zintl, Comportamiento político y elección racional. Barcelona: Gedisa, 1995, 239 p.
INTERNET Internacional Idea / Voter Turnout [http://www.idea.int/vt/index.cfm] La Jornada [http://www.jornada.unam.mx/indexht.php] Reforma [http://www.reforma.com/] Zona Latina's Home Page / Audits & Surveys Worldwide, Comparison of News Media. Integrado a la página por Roland Soong, enero 7 de 1997 [http://www.zonalatina.com/Zldata14.htm]
obedientes e insatisfechos bibliografía .
xxix
Zona Latina’s Home Page / TGI Brasil, TGI Mexico, MARS OTC/DTC Pharmaceutical Study, Canada PMB study, Japan ACR study, “Global Popularity of Television Program Types”. Integrado a la página por Roland Soong, enero 19 de 2003 [http://www.zonalatina.com/Zldata276.htm] Zona Latina's Home Page / Audits & Surveys Worldwide, Crime stories. Integrado a la página por Roland Soong en mayo 21 de 1998 [http://www.zonalatina.com/Zldata36.htm]
BASES DE DATOS
Banamex, México electoral. México: Banamex, 1998 [disco compacto] Nicolás Loza Otero / Álvaro López Lara, La cultura legislativa en los congresos estatales: estudio de opiniones y actitudes de los diputados locales en México. México, 1999-2000 [disponible en http://uads.reduaz.mx/~nloza/cult_leg.htm] Nicolás Loza Otero / Mikaela Medina, Las actitudes políticas en Zacatecas y Guadalupe. México, noviembre de 1999 [disponible en http://uads.reduaz.mx/~nloza/zaca99] Nicolás Loza Otero / Servicios de Imagen y Publicidad, SC, Las Intenciones de voto en el Estado de México: actitudes, demografía y microsociología electoral. México, junio de 1999 [disponible en http://mx.geocities.com/sipnlo/] Nicolás Loza Otero / Servicios de Imagen y Publicidad, SC, Las intenciones de voto en Querétaro, junio de 1998 [disponible en http://mx.geocities.com/sipnlo/] Nicolás Loza Otero / Servicios de Imgane y Publicidad, S. C., Legitimidad y apoyo político en el DF, serie de 12 estudios, 1995-1997 [disponible en http://mx.geocities.com/sipnlo/] Nicolás Loza Otero / Servicios de Imagen y Publicidad, SC, El teledebate entre candidatos a la presidencia en el DF. Estudios de opinión pública a pobladores del DF pre y post debate. México, mayo de 1994 [disponible en http://mx.geocities.com/sipnlo/]
obedientes e insatisfechos bibliografía .
xxx
obedientes e insatisfechos anexo I
.
xxxi
ANEXO I: FUENTES Y PROCEDIMIENTOS
Este anexo se compone de tres partes. En la primera, expongo las características
generales de los 12 levantamientos muestrales realizados en el DF entre 1995 y 1997, dando
cuenta detallada del procedimiento que seguí en junio de 1997, es decir en la 12ª aplicación,
para la selección de entrevistados. En este trabajo, si bien utilicé datos de las 12 encuestas,
sólo analicé exhaustivamente los de la última, por lo que en adelante las referencias
metodólogicas principales serán a ella. En la segunda sección presento una guía general de
variables y relaciones, esto es, esquematizo la forma general de la relación entre las
principales variables e indicadores que examiné en la obra, al tiempo que incluyo el número
de pregunta en el 12º cuestionario (Anexo 2), el nombre con que aparecen en la base de
datos (Disco compacto anexo) y los capítulos en que dichas relaciones son examinadas. Por
último, en la tercera parte especifico capítulo por capítulo los indicadores de las variables
utilizadas, así como algunas de las pruebas de correlación con que las evalué. En los casos
de las variables creadas, por lo general índices e indicadores recodificados, comunico los
procedimientos seguidos en su construcción y el nombre con que aparecen en la base de
datos.
Las muestras
Los datos actitudinales que analicé transversalmente en la presente investigación son
producto de la última aplicación en campo de una serie de 12 estudios de opinión pública
obedientes e insatisfechos anexo I
.
xxxii
realizados entre julio de 1995 y junio de 1997, a muestras independientes de personas de 18
años y más del Distrito Federal. Por su parte, muchos de los datos utilizados para el análisis
longitudinal y algunas de las descripciones estadísticas provienen de esta serie de 12
estudios, cuyos propósitos generales fueron:
1. Probar un conjunto de indicadores de carácter actitudinal sobre la legitimidad y el
apoyo al sistema político, la presidencia de la República y el PRI para medirlos
sucesivamente y conocer su evolución en la ciudad de México entre 1995 y 1997.
2. Conocer los niveles de confianza en las instituciones públicas, la percepción del
desempeño gubernamental en materia de políticas interior y económica, así como
la evaluación del desempeño de los partidos políticos, pues la forma y dirección
de la relación de estas tres variables con la legitimidad política resumen, a decir
de Weil, las diferentes hipótesis en torno a la producción de legitimidad en los
sistemas políticos contemporáneos.
3. Registrar los rasgos predisposicionales y sociodemográficos de los entrevistados
con la intención de integrar ambas dimensiones al examen del apoyo actitudinal
al sistema político y sus piezas.
4. Probar algunos indicadores actitudinales sobre las fuentes de legitimidad del
sistema político mexicano, para concretar después su medición sucesiva,
integrando esta dimensión a la evaluación del apoyo.
5. Bajo el supuesto de que en sistemas autoritarios la contraintención de voto
expresa los niveles de legitimidad del partido dominante e incluso del sistema
político en su conjunto, medir las preferencias partidistas de los ciudadanos del
obedientes e insatisfechos anexo I
.
xxxiii
DF, conocer sus intenciones y contraintenciones de voto y asociar estas
dimensiones al examen de los distintos indicadores del respaldo.
La población objetivo del 10º, 11º y 12º estudios fueron los adultos de 18 años y más
del Distrito Federal de ambos sexos que estuviesen en sus domicilios al momento del trabajo
de campo y dijesen estar empadronados; en la definición de la población objetivo de los
estudios anteriores se usaron los criterios anteriores con la excepción del de
empadronamiento. El diseño muestral de todas las aplicaciones fue de modalidad aleatorio
sistemática. La unidad básica de muestreo fueron los hogares, la unidad primaria de sorteo
las Unidades Geoestadísticas Básicas (Ageb’s) y las unidades de información y análisis los
individuos.
De la 1ª aplicación en julio de 1995 a la 9ª en noviembre de 1996, el tamaño teórico
de muestra fue de 500 individuos. De la 10ª a la 12ª aplicaciones, esto es, de enero de 1997 a
junio de ese mismo año, fue de 1,200 casos. En todos los levantamientos se hicieron ligeros
sobre muestreos y se verificaron en campo y electrónicamente los cuestionarios de cada uno
de los entrevistadores. En la 12ª aplicación se validaron 1,247 entrevistas lo que permite
contar con resultados representativos de la población objetivo, suponiendo máxima
dispersión de la variable bajo examen, con una precisión de +/- 2.8 por ciento a 95 por
ciento de confianza.
En general, las 12 muestras se fijaron de la siguiente manera:
obedientes e insatisfechos anexo I
.
xxxiv
1. Con base en las proporciones de población de 18 años y más que habitaba en
cada delegación política del DF conforme a los datos del Conteo de Población de
19951, se definió el número de casos que le correspondería en la muestra.
2. Identificadas las Áreas Geo Estadísticas Básicas (AGEB’s) de la delegación, a
cada una se le asignó una probabilidad de selección proporcional al tamaño de su
población.
3. Por sorteo se seleccionaron en todo el DF 120 AGEB’s, en cada una de las cuales
se eligió después, también por sorteo, un punto muestral, es decir, una manzana y
una casa habitación de arranque, en donde se aplicó una sola entrevista al
ocupante de 18 años o más que atendiera el llamado del entrevistador y que,
además, para los casos de las 10ª, 11ª y 12ª muestras dijera estar empadronado. A
partir de este primer encuestado se continuó una aplicación sistemática casa por
casa hasta completar el número máximo de diez entrevistas por zona.
4. Sobre campo se equilibraron las proporciones de sexo y edad de los
seleccionados conforme a las características que ambas variables tenían en el
Conteo de Población de 1995, solicitando en su caso entrevistar al ocupante de la
vivienda que cubriera las características demográficas deseadas.
La 12ª medición se hizo con un instrumento de recolección estandarizado de 78
registros, de los que 52 correspondieron a preguntas sustantivas, 10 a preguntas sobre
características predisposicionales y 13 a información socio demográfica del entrevistado
1INEGI, Conteo de Población y Vivienda. México: INEGI, 1995
obedientes e insatisfechos anexo I
.
xxxv
(ver Anexo 2). Para la elaboración del cuestionario definitivo se probó en campo una
primera versión, a partir de la cual se hicieron las modificaciones finales. El trabajo de
campo de la 12ª aplicación se llevó a cabo del 30 de mayo al 2 de junio de 1997. La 11ª
aplicación se realizó en marzo de 1997 y la 10ª en enero de ese mismo año. En 1996 se
hicieron en noviembre la 9ª, en septiembre la 8ª, en julio la 7ª, en mayo la 6ª, en marzo la 5ª
y en enero la 4ª. La 3ª muestra se levantó en noviembre de 1995, la 2ª en septiembre y la 1ª
en julio. Los doce estudios fueron patrocinados por Servicios de Imagen y Publicidad SC,
cuyo director general es Gerardo Moctezuma Barragán. La dirección de la investigación
estuvo a cargo de Nicolás Loza Otero y la coordinación general de Claudia García Marañón.
En la 12ª aplicación la coordinación de campo, supervisión, verificación y codificación
estuvo a cargo de Silvia Guerrero. En el trabajo de campo se involucraron más de 20
entrevistadores debidamente capacitados, cuya distribución sobre el terreno se hizo
atendiendo la semejanza social entrevistadores/entrevistados y cuidando el equilibrio en las
proporciones de género y por grupos de edad.
Relaciones entre variables e indicadores
El cuadro A/1 contiene una suerte de mapa simplificado de las principales variables
y sus relaciones. En la parte inferior del cuadro, el bloque (3) muestra las variables
dependientes del estudio, es decir, los indicadores de la legitimidad política en sus sentidos
amplio y estricto, así como en su referencia al sistema, la presidencia de la República y el
PRI, cuyo estado describí en el capítulo tercero. En la parte superior del cuadro (1) se ofrece
la versión actitudinal de las tres variables independientes que de acuerdo con Weil dan
cuenta de la controversia en la teoría social contemporánea respecto a la legitimidad de los
obedientes e insatisfechos anexo I
.
xxxvi
sistemas políticos: la percepción del desempeño político y económico del gobierno, del
sistema de partidos y la confianza institucional2, relaciones que se examinan en el capítulo
cuarto. El conjunto que sigue (2) incluye otras variables independientes, que son las fuentes
de legitimidad del régimen, los rasgos predisposicionales de los entrevistados, sus niveles de
conciencia política, y por último, algunas de sus características demográficas y sociales,
cuyas relaciones con las variables dependientes fueron tratadas en el capítulo quinto. Por
último, el pequeño cuadro inferior contiene la versión discursiva del comportamiento
electoral (4), sobre el que fueron analizados los efectos de la legitimidad en el capítulo
sexto. Para guiar el uso de la base de datos, ofrezco entre paréntesis el número de pregunta
del 12º cuestionario a partir de la cuál se construyó el indicador final.
2Frederick Weil, op cit., pp. 682-706
obedientes e insatisfechos anexo I
.
xxxvii
CUADRO A/1 PRINCIPALES INDICADORES DE LAS VARIABLES UTILIZADAS
(PREGUNTA DEL 12º CUESTIONARIO EMPLEADA EN LA CONSTRUCCIÓN DEL INDICADOR) (1)
Evaluación retrospectiva sociotrópica (p29_1)
Evaluación retrospectiva de bolsillo (p9) [cap. IV]
VARIABLES INDEPENDIENTES MODELO DE WEIL
Confianza institucional (p8)
[cap. IV]
Percepción del sistema de partidos (p16_1) [cap. IV]
(2) ACTITUDINALES
• Tipo de gobernante (p25) • Gobierno de crisis (p33) • Actitud ante la ley (p26)
• Confianza interpersonal (p7) • Orientación al cambio (p24)
• Identidad partidaria (p • Ideología (p20)
[cap. V] • Fuente de información política (p3)
Interés en política (p2) • Información (p11, p34, p39)
• Organización (p31) [cap. VI]
OTRAS VARIABLES INDEPENDIENTES
SOCIODEMOGRÁFICAS • Edad (s1)
• Género (sexo) • Escolaridad (s5)
• Ingresos (s9) • Ocupación (s6)
[caps V y VI]
(3) VARIABLES DEPENDIENTES:
LEGITIMIDAD Y APOYO POLÍTICO • Del sistema. Sentido amplio: satisfacción (p18)
• Del sistema. Sentido estricto: derecho de mando (p27) • Del presidente de la República. Sentido amplio: popularidad (p28)
• Del presidente de la República. Sentido estricto: derecho de mando (p22) • Del Partido Revolucionario Institucional: contraintención de voto (p15)
[Descripción: cap. III; análisis, toda la obra] (4)
EFECTOS CONDUCTUALES • Intención de voto (p4)
[cap. VII]
Operacionalización y pruebas por capítulos
En este apartado detallo las características de los indicadores de las variables bajo
estudio en el orden en que aparecen en la obra. Salvo indicación en contra, los resultados de
las pruebas de correlación o de otros estadísticos refieren la 12ª aplicación.
obedientes e insatisfechos anexo I
.
xxxviii
—III—
El cuadro A/2 contiene los indicadores utilizados en el cuadro III/1: en su primera
columna (A/2, 1) identifica el nombre de la variable, o sea, el objeto y la dimensión del
apoyo político, en la segunda (A/2, 2) los indicadores de la variable, esto es, el número de la
pregunta en el cuestionario y las distintas formas de su presentación. En este anexo, para una
misma variable figuran dos o más indicadores. Por ejemplo, el concepto de legitimidad del
sistema político en sentido amplio fue operacionalizado con la pregunta 18, p18 en la base
de datos, una variable ordinal de cinco valores que en una de sus recodificaciones se
convirtió en dicotómica, p18r_l. En este caso se trata de una variable con un mismo
indicador fuente y dos codificaciones alternativas. En cambio, la popularidad presidencial
tiene más indicadores, pues es retrospectiva o prospectiva y en ambos casos se sometió a
diferentes recodificaciones. Otra modalidad fue tomar un indicador actitudinal referido a una
probable conducta, como la intención de voto PRI, como testimonio de comportamiento
pero también de disposición discursiva hacia esa figura. En todos los casos, sin embargo,
aunque se enlisten los indicadores completos derivados de una misma variable, se identifica
el que principalmente se utilizó. De la nomenclatura de los indicadores el número siempre
refiere la pregunta en el cuestionario, en tanto que las r representan las recodificaciones que
experimentó.
En la columna tres se informa el rango del indicador. Después (A/2, 4) se especifica
cual fue el valor no cuantificado, en caso de existir, lo que implicaría variaciones en las n’s,
o sea, en las bases de cálculo (A/2, 5). Seguido (A/2, 6), se señala el tipo del indicador
conforme a su escala de medición. Y por último (A/2, 7) se clasifica el indicador conforme
al contenido conductual [c] o actitudinal [a] de la respuesta y sobre su naturaleza racional
obedientes e insatisfechos anexo I
.
xxxix
[ar], no racional [anr], normativa [an] o mixta [am]. Las razones de estas clasificaciones
aparecen en los capítulos dos y tres del trabajo. Cuando alguno de los indicadores
presentados es un índice, las operaciones seguidas para su construcción se especifican al
presentar el cuadro o bien en una nota a su pié.
Los indicadores del apoyo político, es decir, las variables dependientes de esta obra
derivaron: (a) para el caso de la legitimidad en sentido amplio, de la respuesta a la pregunta
sobre la satisfacción con el funcionamiento del sistema político y (b) tratándose de la
legitimidad en sentido estricto, de la respuesta a la pregunta de por qué el entrevistado
obedecía al gobierno; en el caso de la presidencia, (a) la popularidad retrospectiva implicó
preguntar la opinión sobre Ernesto Zedillo; la prospectiva preguntar las expectitavas sobre el
fin de su sexenio y (b) la legitimidad estricta, preguntar por qué Zedillo tendría derecho a
gobernar. El indicador de (b) legitimidad del PRI derivó de la contra intención de voto. Por
último, se construyó un sencillo índice a partir de la suma de las dimensiones del respaldo
para las tres figuras cuyo nombre en la base de datos es papoyo1: su valor máximo implica
individuos que expresaron (1) satisfacción con el funcionamiento del sistema político, (2)
obediencia el gobierno porque tiene derecho a mandar, (3) opinión favorable de Zedillo, (4)
expectativa positiva acerca del fin de su sexenio, (5) reconocimiento del derecho a gobernar
del presidente y por último (6) no cancelar la posibilidad de voto PRI.
obedientes e insatisfechos anexo I
.
xl
CUADRO A/2 VARIABLES DEPENDIENTES
(1)
(2) INDICADOR
(3) RANGO
(4) MISSING
(5) N
(6) TIPO DE
MEDICIÓN
(7) TIPO DE
RESPUESTA SISTEMA SATISFACCIÓN
NO/SI p18_sr 0-1 – 1247 DICOTÓMICA AM/RNIVEL p18 0-3 9 1213 ORDINAL AM/R
LEGITIMIDAD FUENTES p27 0-5 — 1247 CATEGÓRICA CAMNO/SI p27r_l 0-1 9 1163 DICOTÓMICA CAMDEMOCRÁTICA p27r_d 0-1 9 1163 DICOTÓMICA CAMSUSTANTIVA p27r_s 0-1 9 1163 DICOTÓMICA CAM
PRESIDENCIA POPULARIDAD RETROSPECTIVA
APROBACIÓN p28_1pr 0-1 – 1247 CATEGÓRICA ARNIVEL p28_1 0-5 9 1205 ORDINAL AR
POPULARIDAD PROSPECTIVA APROBACIÓN p30r_pp 0-1 – 1247 CATEGÓRICA ARNIVEL p30 0-6 9 1175 CATEGÓRICA AR
LEGITIMIDAD BRUTA p22 0-4 — 1247 CATEGÓRICA CAMNO/SI p22r_l 0-1 9 1168 DICOTÓMICA CAMDEMOCRÁTICA p22r_d 0-1 9 1168 CATEGÓRICA CAMSUSTANTIVA p22r_s 0-1 9 1168 CATEGÓRICA CAM
PRI LEGITIMIDAD
NO/SI p15r_l 0-1 – 1247 DICOTÓMICA CAMPARTIDOS P15 0-4 0 1115 CATEGÓRICA CAM
POPULARIDAD PRI p4r_pri 0-1 – 1247 CATEGÓRICA CAMBRUTA p4 0-6 – 1247 CATEGÓRICA CAMEFECTIVA p4r 1-5 0 987 CATEGÓRICA CAM
ÍNDICE DE APOYO papoyo1 0-5 -- 1247 ORDINAL CAMEn cursivas, el principal indicador de la variable
Columna 7, naturaleza del indicador: conductual [c], actitudinal [a] actitudinal racional [ar], actitudinal mixo con mayor componente racional [ar/m] actitudinal no racional [anr], actitudinal normativo [an], actitudinal mixto [am] El índice de apoyo suma p18_sr, p27r_l, p28_lpr, p30r_pp, p22r_l y p15r_l. El valor cero corresponde a quienes no creen en la legitimidad o aprueban el desempeño de figura
alguna y el cinco a quienes conceden respuestas positivas para todos los objetos en sus dos dimensiones.
La descripción de éstas variables en la 12ª aplicación aparece en la gráfica III/1, sus
coeficientes de correlación, incluido el índice de apoyo, en el cuadro III/2 y el
comportamiento de la serie en la gráfica III/2. Las variables dependientes tuvieron distintas
escalas de medición, fuera al evaluar mediante pruebas de correlación o tablas de
contingencia sus relaciones entre sí o con otros indicadores, o al correr modelos de
obedientes e insatisfechos anexo I
.
xli
regresión, donde por lo general se hicieron dicotómicas, incluyendo todos los casos de la
muestra.
También en este capítulo, en el apartado de Dilemas actitudinales y conductuales
describí las distribuciones de los siguientes indicadores:
Julio de 1995
• ¿Qué tan bien representado en nuestro sistema político siente que están usted y sus amigos? Bien;
regular bien; regular mal; mal; ns/nc.
• ¿Cuánto diría que debe cambiar nuestro sistema de gobierno? Bastante; algo; poco; nada; ns/nc.
• ¿Qué tan rápido debe hacerlo? Muy rápido; rápido; despacio; muy despacio; ns/nc.
Septiembre de 1995
• De las siguientes opciones de cambio, ¿cuáles elegiría? Cambios radicales; cambios graduales;
ninguno de los dos; ns/nc / Cambios con el PRI en la presidencia; cambios con un partido de
oposición en la presidencia; ninguno de los dos; ns/nc.
• De las siguientes opciones de organización del país, ¿cuáles elegiría? Que el presidente esté tan
controlado por diputados y senadores que no pueda actuar con autonomía; que estuviese controlado
pero pudiera actuar con autonomía; ninguno de los dos; ns/nc / Una capital del país que concentre
opciones y posibilidades; que se distribuyan en la provincia; ninguna de las dos; ns/nc / La
democracia que actualmente existe; más democracia; ninguna de las dos; ns/nc.
Julio de 1996
• ¿Cuánto diría que debe cambiar nuestro sistema de gobierno? Mucho; algo; nada; ns/nc.
• ¿Qué tan rápido o despacio debe hacerlo? Muy rápido; rápido; despacio; muy despacio; ns/nc.
Septiembre de 1996
• Si el EZLN y el EPR se convirtieran en partidos políticos legales ¿estaría dispuesto a votar por ellos?
Si, por los dos; sólo por el EZLN; sólo por el EPR; no; dependería; ns/nc.
Noviembre de 1996
• En su opinión ¿México necesita una nueva Constitución Política? Sí; no; ns/nc.
• En su opinión, en la relación entre el Presidente de la República y los diputados y senadores, ¿qué le
conviene más a México? Una presidencia fuerte, vigilada por diputados y senadores, pero que tome
las decisiones más importantes; una presidencia fuerte, que comparta con los diputados y senadores
las decisiones más importantes; que los diputados y senadores tomen las decisiones más importantes;
ninguna de las tres u otra; ns/nc.
• ¿Estaría de acuerdo o en desacuerdo en... que el DF se convierta en el estado 32 de la Federación /
que las actuales delegaciones fueran más chicas y más en total / que las delegaciones políticas se
obedientes e insatisfechos anexo I
.
xlii
conviertan en municipios / que se elija por votación al Regente del DF / que se elija por votación a los
delegados políticos de cada delegación / que la ARDF se convirtiera en Cámara de Diputados local?
De acuerdo; desacuerdo; ns/nc.
—IV—
Con el formato del cuadro A/2, en A/3 presento mi versión actitudinal de los
indicadores de las tres variables independientes del modelo de Weil: el primero es la
percepción del éxito gubernamental en mejorar la situación económica y política del país,
para lo que probé dos índices cuya secuencia de construcción la especifico a pié de cuadro.
Sin embargo, después de pruebas, el indicador que utilicé en las exploraciones transversal y
longitudinal fue la percepción de éxito en el manejo de la economía. La segunda variable es
la aprobación a los partidos políticos, que indiqué pidiéndole a mis entrevistados que los
evaluaran en escala 1—10. La tercera es la confianza de las personas en las instituciones de
gobierno, para lo que utilicé un indicador de confianza en las instituciones públicas que para
la mayoría de las muestras contiene valores registrados en campo, completando la serie con
estimaciones derivadas de regresiones lineales. Por último, en el análisis longitudinal y en el
transversal, articulé al modelo de Weil dos indicadores de las evaluaciones económicas de
bolsillo y sociotrópicas, en ambos casos, una retrospectiva y otra prospectiva. Como se
advierte, con excepción de la evaluación de bolsillo califiqué de mixtas las motivaciones de
mis indicadores, pues juzgar el desempeño gubernamental en cualquier materia o confiar en
las instituciones puede derivar del juicio racional acerca del interés propio, de la idea del
entrevistado acerca del interés público o de otros factores no racionales, aunque por lo
obedientes e insatisfechos anexo I
.
xliii
general, la teoría de la elección racional haya hecho de la evaluación del desempeño
gubernamental un juicio típico del auto interés racional.
CUADRO A/3 VARIABLES INDEPENDIENTES DEL MODELO DE WEIL
(1)
(2) INDICADOR
(3) RANGO
(4) MISSING
(5) N
(6) TIPO DE
MEDICIÓN
(7) TIPO DE
RESPUESTA DESEMPEÑO GUBERNAMENTAL
LOGROS ECONÓMICOS p29_1 0-2 9 1212 ORDINAL AM LOGROS POLÍTICOS p29_2 0-2 9 1202 ORDINAL AM ÍNDICE GLOBAL DE LOGROS p29r 0-2 -- 1247 ORDINAL AM ÍNDICE NO LOGROS/LOGROS p29rr 0-1 – 1247 DICOTÓMICA AM
DESEMPEÑO DE PARTIDOS NO APROBADOS/APROBADOS p16_1r 0-1 – 1247 DICOTÓMICA AM NIVEL p16_1 0-10 0 1231 ORDINAL AM
CONFIANZA INSTITUCIONAL NO/SI p8r 0-1 – 1247 DICOTÓMICA AM NIVEL p8 0-3 9 1230 ORDINAL AM
EVALUACIONES SOCIOTRÓPICA RETROSPECTIVA p 0-4 9 1232 ORDINAL AM PROSPECTIVA p 0-4 9 1095 ORDINAL AM
EVALUACIONES DE BOLSILLO RETROSPECTIVA p9 0-4 9 1232 ORDINAL AR PROSPECTIVA p10 0-4 9 1095 ORDINAL AR
Principal indicador de la variable Para la formación del índice no logros/logros, p29rr, se generó previamente p29r, en donde sumé las percepciones del desempeño político, p29_2, y económico del gobierno, p29_1. La primera nueva variable, el índice global de logros, tomó tres valores: a quienes percibieron bastante o regular éxito gubernamental en mejorar la situación económica y la situación política del país les adjudiqué un solo valor, a
quienes percibieron logros en una de estas dos esferas, otro valor, y quienes no supieron, no contestaron o no percibieron logros gubernamentales ni en mejorar la economía ni la política del país les asigné un tercer valor. En la segunda nueva variable, p29rr, sólo
agrupé resultados de p29r: por un lado quienes percibieron algún logro gubernamental en una o dos esferas de la vida nacional, y por el otro, al resto de los entrevistados.
En la serie temporal de la confianza institucional agregué a los cuatro registros
levantados en campo de noviembre de 96 a julio de 97, ocho valores calculados mediante
una regresión lineal en la que el indicador de la confianza en la limpieza de las elecciones
sirvió como variables independiente. Antes de completar la serie con los valores
pronosticados, la correlación entre ambas variables fue de .97 a 95 por ciento de confianza,
la r2 ajustada fue de .914 a 97 por ciento de confianza y el valor de F de 32.95.
Por su parte, el cuadro A/4 exhibe las correlaciones entre los tres indicadores del
desempeño gubernamental. Debe tomarse en cuenta que el indicador global es un índice de
obedientes e insatisfechos anexo I
.
xliv
medida ordinal, por lo que era de esperarse una alta correlación entre éste y los dos
indicadores independientes que le dieron origen y dada la alta correclación entre las
mediciones económica y política decidí utilizar en el modelo únicamente el indicador de
evaluación de la economía.
CUADRO A/4 CORRELACIONES ENTRE INDICADORES DE DESEMPEÑO
1 2 1. ECONÓMICO .68122. POLÍTICO .68123. GLOBAL .8623 .8549
Coeficientes significativos a 99% de confianza en prueba de dos colas
En el cuadro IV/2 se contienen las proporciones de población que en cada una de las
doce aplicaciones expresó confianza en las instituciones públicas, tuvo evaluaciones
retrospectivas de bolsillo y sociotrópica positivas, mientras que para la evaluación de
partidos se incorporó la calificación promedio de cada muestra y en IV/3 se correlacionan
estas variables agregadas. Por último, el cuadro IV/4 ofrece siete modelos de regresión
logística binomial, en donde las variables dependientes son mis indicadores principales de
legitimidad dicotomizados y las independientes las evaluaciones económicas sociotrópica
retrospectiva, las evaluaciones de bolsillo retrospectiva y prospectiva, la evaluación en
escala 1-10 a los partidos políticos y la confianza en las instituciones públicas, todas ellas
tomadas de los resultados de junio de 1997.
En el proceso de evaluación de las variables, realicé distintas pruebas estadísticas,
mostrando en el siguiente cuadro (A/5) las correlaciones entre las variables independientes
de Weil, las dos de bolsillo y los principales indicadores de las variables dependientes.
obedientes e insatisfechos anexo I
.
xlv
CUADRO A/5 CORRELACIONES ENTRE VARIABLES INDEPENDIENTES DEL MODELO DE WEIL
E INDICADORES PRINCIPALES DE LAS VARIABLES DEPENDIENTES 1 2 3 4 5
VARIABLES INDEPENDIENTSWEIL
1. SOCIOTRÓPICA .239 .252 .274 .1732. PARTIDOS: .239 .182 .166 .2023. CONFIANZA .252 .182 .207 .118
BOLSILLO 4. RETROSPECTIVA .274 .166 .207 .3945. PROSPECTIVA .173 .202 .118 .394
VARIABLES DEPENDIENTESSISTEMA
6. SATISFACCIÓN .460 .265 .342 .321 .1987. LEGITIMIDAD .249 .145 .180 .203 .137
PRESIDENCIA: 8. RETROSPECTIVA .525 .215 .321 .293 .2209. PROSPECTIVA .329 .057** .184 .172 .215
10. LEGITIMIDAD .286 .153 .146 .151 .166PRI
11. PREFERENCIA .300 .166 .200 .167 .11012. LEGITIMIDAD .150 .070* .095 .120 .040**
ÍNDICE DE APOYO .526 .243 .295 .338 .267Coeficientes significativos a 99 por ciento de confianza en pruebas de dos colas *Coeficiente significativo a 95 por ciento de confianza en prueba de dos colas
** Coeficiente no significativo
A continuación, ofrezco el fraseo de las preguntas usadas en el cuadro IV/2 que junto
con otros indicadores situacionales constituyeron la fuente de la evaluación longitudinal del
modelo de Weil:
Juicio sociotrópico retrospectivo
1997, 1996: noviembre – mayo
• ¿Qué tanto éxito ha tenido el gobierno en lograr una mejor situación económica del país? Bastante,
regular, nada, ns/nc
1996: marzo / enero
• ¿Está de acuerdo o en desacuerdo con la forma en que el gobierno maneja la situación económica del
país? Opciones: marzo, de acuerdo, regular, en desacuerdo y ns/nc; enero, de acuerdo, desacuerdo y
ns/nc
1995
• ¿Qué tanto éxito cree usted que está teniendo el gobierno en resolver [noviembre y julio: el aumento
de precios / la falta de empleos?] [septiembre: los siguientes problemas / el aumento de precios / la
falta de empleos?] Mucho, regular, nada, ns/nc
Juicio de bolsillo retrospectivo
obedientes e insatisfechos anexo I
.
xlvi
1997, 1996, 1995
• ¿Cómo calificaría su situación personal en relación con el año pasado? Mejor, de igual a mejor, igual
de igual a peor, peor, ns/nc. En noviembre y septiembre de 1995, la pregunta fue precedida de “En
general....”, en julio, de “Hablando en general...”
Confianza institucional.
1997
• ¿Y cuánto confía en las instituciones públicas? Confía, confía algo, desconfía algo, desconfía, ns/nc
1996, noviembre
• ¿Y cuánto confía en las instituciones de gobierno? Confía, confía algo, desconfía algo, desconfía,
ns/nc. Como lo indiqué después de A/3 la serie de confianza institucional la construí con los cuatro
registros presentados y ocho valores calculados con una regresión lineal en que el indicador de la
confianza en la limpieza de las elecciones sirvió como variables independiente
Calificación a partidos 1997—1995
• En una escala donde 1 es muy malo y 10 muy bueno, califique el desempeño de las siguientes
instituciones: los partidos políticos
Por su parte, el cuadro IV/4 corresponde a la versión micro –con indicadores
subjetivos– del modelo de Weil y contiene los primeros siete modelos de regresión logística
de un total de 25 que se presentan en la obra, de los que otros ocho aparecen en el capítulo V
–uno más que en el antecedente porque integré dos de legitimidad democrática del
presidente y el sistema y eliminé el de popularidad del PRI– , dos en el VII –de preferencia
PRI y PRD– y ocho más en el VIII –de vuelta a los indicadores del respaldo actitudinal–.
Por supuesto, para confeccionar éstos 25 modelos, corrí al menos otro tanto e hice pruebas
previas, como correlaciones para seleccionar variables y evaluar multicolinealidad, por
ejemplo. A parte, en este anexo presento 16 modelos realizados para examinar los efectos de
obedientes e insatisfechos anexo I
.
xlvii
las variables de información sobre el apoyo actitudinal que se trabajó en el capítulo VI y que
no presenté en el cuerpo de la obra.
En general, cada uno de éstos modelos asocia una variable dependiente dicotómica a
dos o más variables independientes, cuyas categorías y/o rango se especifican en la primera
columna de los cuadros y dada la semejanza formal de los modelos, bastará la presentación
en lenguaje natural y en notación simbólica del primero, para conocer la de los demás.
La columna (1) del cuadro IV/4 es la ecuación de regresión logística de la
satisfacción con el desempeño del sistema y contiene los coeficientes no estandarizados de
cinco variables independientes –más la constante–, que corresponden a mi versión
actitudinal del modelo de Weil. La primera de las cinco variables independientes es la
evaluación económica sociotrópica, con rango 0-2 que significa que en la ecuación ingresó
con valores 0 –opinión negativa–, 1 –regular– o 2 –positiva–; la segunda y tercera fueron la
evaluación de bolsillo retrospectiva y prospectiva, con rango 0-4 –0 y 1, opiniones
negativas, 2 moderada y 3 y 4 positivas–; la cuarta variable fue la evaluación a partidos con
rango 1-10 y la quinta y última, con rango 0-3, la confianza. Para las otras seis variables
dependientes –columna 2 legitimidad del sistema, 3 evaluación retrospectiva de la
presidencia, 4 evaluación prospectiva de la presidencia, 5 legitimidad presidencial, 6
popularidad PRI y 7 legitimidad PRI–, las variables independientes utilizadas fueron las
mismas.
obedientes e insatisfechos anexo I
.
xlviii
Continuando con la satisfacción con el desempeño del sistema y utilizando los
nombres de las variables en la base de datos, la notación simbólica de la ecuación (1) del
cuadro IV/4 es3:
log p18_srsj = β ο j + β1 p29_1 + β2 p9+ β3 p10 + β4 p16_1 + β5 p8+ a
Donde log p18_sr representa el logaritmo esperado para cada uno de los dos valores (0
= no satisfechos, 1 = satisfechos) de la variable dependiente, el sub índice sj y β ο j la
interseccón para cada una de las categorías de la variable dependiente, β1 p29_1 es el cambio
en el logaritmo estimado de la razón de momios de la variable dependiente por cada cambio
de una unidad en la evaluación retrospectiva sociotrópica, β2 p9 para cambios en la
evaluación retrospectiva de bolsillo, β3 p10 para cambios en la evaluación de bolsillo
prospectiva, β4 p16_1 para cambios en la calificación a los partidos, β5 p8 para la confianza en
las instituciones públicas y a el valor estimado de la constante poblacional.
En la confección de mis modelos, en todos los casos me apoyé en alguna rutina del
SPSS versión 10, utilizando los criterios definidos por defecto y generalmente el
procedimiento forward stepwise y el test de razón de verosimilitud, que a decir de Menard
es “la mejor prueba” porque realiza las evaluaciones con y sin la variable baja examen4. Por
supuesto, mi propio criterio condicionó siempre y en todo momento la utilización de los
resultados de estas rutinas, pues en algunos casos, como en el capítulo IV, aunque algunas
3Para la siguiente presentación, me apoyé en los trabajos de Jovell y Muro. Albert J. Jovell, Análisis de regresión logística. Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas, p. 25 y Francisco José Muro González, Educación cívica, cultura política y participación ciudadana en Zacatecas. México: UAZ, UAA y PyV, p. 359 4Scott Menard, Applied Logistic Regresión Análisis. USA: Sage Publications, 1995, [series: Quantitative Applications in the Social Sciences: 106], p. 38
obedientes e insatisfechos anexo I
.
xlix
variables no fueran significativas y en la perspectiva de construir el mejor modelo podrían
haberse excluidos, sostenerlas obedeció a razones teóricas que expuse en su momento.
Para la lectura de cuadros pueden tomarse en cuenta las siguientes advertencias: las
EXP β son razones de momios y como su nombre lo indica son el exponencial de las betas de
la ecuación. En general, utilizo como indicadores de calidad del modelo las χ2, las r2 de
Nagelkerke y la proporción de casos pronosticados correctamente. Los grados de libertad de
las χ2 generalmente los especifiqué después de un slash [/] pero en algunos casos en la
columna de etiquetas de las variables o indicadores5.
Finalmente, presento otros de los indicadores utilizados en el capítulo:
1997, febrero
• En su opinión ¿hay algún partido y/o líder de oposición responsable y preparado, capaz de ganarle al
PRI? Si, no, ns/nc
1995, noviembre
• ¿Se siente bien representado(a) por alguno de los actuales partidos políticos, o hace falta uno nuevo?
Bien representado, uno nuevo, ni una ni otra, ns/nc
• ¿Es posible reformar al PRI? Si, no, ns/nc
• Si se reformara, ¿votaría por él? Si, no, ns/nc
—V—
En este capítulo evalúo los efectos sobre la legitimidad de lo que llamé fuentes de
legitimidad, que incluyen valores o meta preferencias respecto al tipo de organización
política y predisposiciones de los individuos. En el cuadro V/2, ofrezco ocho registros
agregados que indican las fuentes de legitimidad del sistema y cuatro de la autoridad
presidencial: en ambos casos, se trata de las proporciones de respuestas democráticas, por
5Ver David Hosmer y Stanley Lemeshow, Applied Logistic Regression. New York: Wiley & Sons, 303 p., Marija J. Norusis, SPSS 6.1 Guide to Data Analysis. New Jersey: Prentice-Hall. 582 p., Albert J. Jovell, op cit.
obedientes e insatisfechos anexo I
.
l
un lado, o de fines / atributos por el otro, que contienen los indicadores de mis variables
dependientes principales, que presenté en el cuadro A/2. Por la importancia del indicador,
por la experimentación en la pregunta, las opciones y el orden de respuestas, presento a
continuación el fraseo exacto de cada indicador:
Legitimidad del sistema
Junio de 1995
• ¿Por qué diría usted que obedece al actual gobierno? Porque está formado por gente que sabe lo que
hace, porque es la autoridad que los mexicanos eligieron, porque está formado por gente que busca el
beneficio de la mayoría, porque de lo contrario, sería castigado, no lo obedece, ns/nc [no fue una
pregunta de opción múltiple; se pidió a los entrevistados que ordenaran las frases según sus
preferencias: las primeras preferencias de cada persona pueden tomarse como una elección entre
múltiples opciones].
Mayo de 1996
• ¿Qué es lo más importante para obeceder al gobierno? Que esté formado por gente que sabe lo que
hace, que sea la autoridad que los mexicanos eligieron, qué esté formado por gente que busca el
beneficio de la mayoría, que de no obedecer sería castigado, no lo obedece, ns/nc.
Septiembre y julio de 1996
• ¿Por cuál de las siguientes opciones obecede al gobierno? Porque está formado por gente que sabe lo
que hace, porque es la autoridad que los mexicanos eligieron, porque está formado por gente que
busca el beneficio de la mayoría, porque de no obedecer sería castigado, no lo obedece, ns/nc.
Noviembre de 1996
• ¿Por cuál de las siguientes opciones obedece al actual gobierno? Porque es la autoridad que los
mexicanos eligieron, porque está formado por gente que busca el beneficio de la mayoría, porque de
no obedecer sería castigado, no lo obedece, ns/nc.
Febrero, marzo y junio de 1997
• ¿Por cuál de las siguientes opciones obedece al actual gobierno? Porque es la autoridad que los
mexicanos eligieron, porque está formado por gente que busca el beneficio de la mayoría, porque está
formado por gente preparada, porque de no obedecer sería castigado, no lo obedece, ns/nc.
Legitimidad del presidente
Noviembre de 1996 • ¿Con cuál de las siguientes afirmaciones estaría más de acuerdo? El presidente Zedillo ... Tiene
derecho a gobernarnos porque fue electo por la mayoría de los mexicanos, tiene derecho a
obedientes e insatisfechos anexo I
.
li
gobernarnos porque es una autoridad que busca el beneficio de la mayoría, no tiene derecho a
gobernarnos, ns/nc.
Enero, marzo y junio de 1997
• ¿Con cuál de las siguientes afirmaciones estaría más de acuerdo? El presidente Zedillo .... tiene
derecho a gobernarnos porque fue electo por la mayoría de los mexicanos, tiene derecho a
gobernarnos porque es una autoridad que busca el beneficio de la mayoría, tiene derecho a
gobernarnos porque es una persona preparada, no tiene derecho a gobernarnos, ns/nc.
En A/6 aparecen tres indicadores más de las fuentes de legitimidad del régimen: al
primero le llamé tipo de gobernante, al segundo gobierno de crisis y al tercero actitud ante
la ley. Con estos tres indicadores formé un índice de orientación democrática cuyo valor
más alto implica individuos que prefirieron (1) tipos de gobernante electos
democráticamente, (2) gobiernos de crisis también electos de esta forma y (3) gobiernos que
por su actitudes ante la ley prefieren aplicarla sin discrecionalidad. Para el análisis
transversal de datos, utilicé otras variables predisposicionales o microsociales que fueron la
confianza interpersonal, la orientación ante el cambio, la ideología y la identidad
partidaria, que también resumo en A/6. Como se advierte, el tipo motivacional de estas
actitudes lo califiqué de mixto, pues si bien parecerían valores no es irrelevante la
posibilidad de que se trate de valores asociados al auto interés de las personas.
obedientes e insatisfechos anexo I
.
lii
CUADRO A/6 FUENTES DE LEGITIMIDAD Y VARIABLES PREDISPOSICIONALES
(1) (2) INDICADOR
(3) RANGO
(4) MISSING
(5) N
(6) TIPO DE
MEDICIÓN
(7) TIPO DE
RESPUESTA FUENTES DE LEGITIMIDAD
TIPO DE GOBERNANTE TIPOS p25 0-2 — 1247 CATEGÓRICA AMDEMÓCRATA p25r_d 0-1 9 1096 DICOTÓMICA AM
GOBIERNO DE CRISIS GOBIERNO DE CRISIS p33 0-4 — 1247 CATEGÓRICA AMDEMOCRÁTICO p33r_d 0-1 — 1171 DICOTÓMICA AM
ACTITUD ANTE LA LEY ACTITUDES p26 0-3 9 1197 ORDINAL AMACTITUD: LEY p26r_d 0-1 — 1247 DICOTÓMICA AM
ÍNDICE DE ORIENTACIÓN DEMOCRÁTICA pf 0-3 — 1247 ORDINAL AMPREDISPOSICIONES
CONFIANZA INTERPERSONAL p7 0-3 9 1224 ORDINAL AMORIENTACIÓN AL CAMBIO p24r 0-1 — 1247 DICOTÓMICA AMIDEOLOGÍA: DERECHA/IZQUIERDA p20 1-5 6 954 CATEGÓRICA AMIDENTIDAD PAN p32r_pan 0-1 — 1247 CATEGÓRICA AMIDENTIDAD PRI p32r_pri 0-1 — 1247 CATEGÓRICA AMIDENTIDAD PRD p32r_prd 0-1 — 1247 CATEGÓRICA AM
OTRAS VARIABLES EDAD s1 18-90 — 1247 DISCRETA S
Cuando aplica, en cursivas el indicador principal de la variable El índice de orientación democrática (pf) se obtuvo de sumar las versiones dicotómicas de p25, p33 y p26, por lo que su rango es 0-3 , donde 3 implica que el entrevistadoeligió en los tres indicadores fuente la opción democrática o cero, y 0 que no eligió ninguna opción
democrática. Agregué el tipo de respuesta S, situacional
Como en los indicadores que presento en series también hice cambios
experimentales en preguntas y respuestas, ofrezco el fraseo utilizado en cada aplicación,
como también lo hago para aquellos, predisposicionales en este caso, que sólo utilicé para el
análisis transversal con datos e junio de 1997:
Tipo de gobierno
Junio, marzo y enero de 1997
• Para que una persona tenga derecho a gobernar en México ¿cuál de las opciones que le leeré
considera la más importante? Que cumpla con los objetivos sociales de la Revolución Mexicana
aunque no se elija democráticamente; que se elija democráticamente aunque no cumpla con los
objetivos sociales de la Revolución Mexicana, ns/nc.
Noviembre de 1996
• Para que en México una persona tenga derecho a gobernar ¿cuál de las opciones que le leeré
considera la más importante? Que cumpla con los principios de la Revolución Mexicana aunque no se
obedientes e insatisfechos anexo I
.
liii
elija democráticamente; que se elija democráticamente aunque no cumpla con los principios de la
Revolución Mexicana; ns/nc.
Julio de 1996
• ¿Qué es más importante para elegir a nuestros gobernantes? Que cumpla con los principios de la
Revolución Mexicana, aunque no se elija democráticamente; que se elija democráticamente, aunque
no cumpla con los principios de la Revolución Mexicana; ns/nc.
Gobierno de crisis
Junio y marzo de 1997
• En caso de una crisis nacional ¿qué gobierno preferiría? Uno electo democráticamente, uno integrado
por los más preparados, uno integrado por personas comprometidas con los ideales de la Revolución
Mexicana, otro, ns/nc.
Actitud ante la ley
Junio, marzo y enero de 1997
• Para juzgar cuál es el mejor gobernante en México ¿cuál de las opciones que le leeré considera la más
importante? Que siempre respete la ley, que casi siempre la respete pero haga excepciones en favor de
quien más lo necesita, que independientemente de la ley haga excepciones en favor de quien más lo
necesita, ns/nc.
Noviembre de 1996
• En el fraseo de la pregunta se excluyó “en México”, lo demás permaneció como en 1997
Julio de 1996
• ¿Qué es más importante para juzgar cuál es el mejor gobierno para México? El que siempre respeta la
ley, el que casi siempre respeta la ley, pero hace excepciones en favor de quien más lo necesita, el que
independientemente de la ley, ve por quien más lo necesita, ns/nc.
Junio de 1997
Confianza interpersonal
• Hablando en general ¿usted confía o desconfía de la demás gente? Confía, confía algo, desconfía
algo, desconfía, ns/nc.
Orientación al cambio
• En su opinión ¿qué debe ser más importante para México? Conservar tradiciones y costumbres;
cambiar e innovar; otra [si ambas, insista ¿con énfasis en las tradiciones o con énfasis en el cambio?
Sitúe de acuerdo a la respuesta]; ns/nc.
Autoubicación ideológica
• ¿Usted se considera de derecha, de centro, o de izquierda? Derecha, centro derecha, centro [insista:
¿de centro derecha, o centro izquierda?], centro izquierda, izquierda, [no lea] ninguna, ns/nc.
Identidad partidaria
• ¿Con cuál partido político se identifica más? PRD, PRI, PAN, otros, ninguno, nc.
obedientes e insatisfechos anexo I
.
liv
Para evaluar la relación entre estas variables, en A/7 muestro el resultado de sus
correlaciones con mis variables de legitimidad estricta del sistema y la presidencia,
añadiendo dos indicadores para cada una de estas figuras, uno de legitimidad democrática y
otro sustantitva.
CUADRO A/7 LEGITIMIDAD ESTRICTA, FUENTES, PREDISPOSICIONES Y EDAD: CORRELACIONES
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 1. SISTEMA: LEGITIMIDAD .626 .407 .375 .257 .093 -.098 -.098 -.045 -.110 .036 -.078 -.228 .002 .192 -.1832. SISTEMA: DEMOCRÁTICA .626 -.458 .287 .347 -.099 -.058 .022 .046 .013 .020 -.062 -.134 -.014 .115 -.1093. SISTEMA: SUSTANTIVA .407 -.458 .090 -.114 .222 -.043 -.137 -.105 -.140 .018 -.016 -.104 .019 .084 -.0824. PRESIDENTE LEGITIMIDAD .375 .287 .090 .583 .376 -.058 -.060 .001 -.035 .025 -.066 -.253 -.004 .234 -.1775. PRESIDENTE DEMOCRÁTICA .257 .347 -.114 .583 -.534 -.051 .018 .053 .024 .048 -.046 -.204 -.017 .149 -.1056. PRESIDENTE: SUSTANTIVA .093 -.099 .222 .376 -.534 -.002 -.082 -.059 -.064 -.029 -.016 -.024 .015 .074 -.0647. TIPO: DEMÓCRATA -.098 -.058 -.043 -.058 -.051 -.002 .099 -.024 .598 .040 .108 .110 .052 -.094 .0938. CRISIS: DEMOCRÁTICO -.098 .022 -.137 -.060 .018 -.082 .099 .159 .665 .041 .114 .070 -.077 .012 .1429. ACTITUD ANTE LA LEY -.045 .046 -.105 .001 .053 -.059 -.024 .159 .590 .033 .019 .055 -.006 -.014 .06410. ÍNDICE ORIENT. DEM. -.110 .013 -.140 -.035 .024 -.064 .598 .665 .590 .076 .150 .126 .004 -.044 .17411. CONF. INTERPERSONAL .036 .020 .018 .025 .048 -.029 .040 .041 .033 .076 .008 .000 .033 .021 .02012. ORIENTACIÓN AL CAMBIO -.078 -.062 -.016 -.066 -.046 -.016 .108 .114 .019 .150 .008 .119 -.059 -.043 .16113. DERECHA/IZQUIERDA -.228 -.134 -.104 -.253 -.204 -.024 .110 .070 .055 .126 .000 .119 -.118 -.319 .44714. IDENTIFICACIÓN PAN .002 -.014 .019 -.004 -.017 .015 .052 -.077 -.006 .004 .033 -.059 -.118 -.191 -.31115. IDENTIFICACIÓN PRI .192 .115 .084 .234 .149 .074 -.094 .012 -.014 -.044 .021 -.043 -.319 -.191 -.35316. IDENTIFICACIÓN PRD -.183 -.109 -.082 -.177 -.105 -.064 .093 .142 .064 .174 .020 .161 .447 -.311 -.35317. EDAD .079 .058 .023 .008 .003 .005 -.011 .015 -.007 -.022 -.030 -.146 -.136 -.050 .071 -.106
En negritas coeficientes significativos a 95 por ciento o más de confianza; el resto, no significativos En general, las n’s fueron de 1052 o más, con excepción de las correlaciones con la auto ubicación ideológica, en que por excluir la
categoría de ninguno, fueron de alrededor de 900 casos
obedientes e insatisfechos anexo I
.
lv
A/8 contiene las correlaciones entre mis indicadores de fuentes de legitimidad,
predisposiciones y el resto de las variables dependientes del estudio, incluyendo también la
edad.
A/8 APOYO POLÍTICO, FUENTES, PREDISPOSICIONES Y EDAD: CORRELACIONES
SISTEMA: SATISFACCIÓN
PRESIDENCIA:POPULARIDAD
ZEDILLO PROSPECTIVA
PRI LEGITIMIDAD
TIPO: DEMÓCRATA -.109 -.124 -.086 -.031CRISIS: DEMOCRÁTICO -.054 -.078 .022 .050ACTITUD ANTE LA LEY: LEY .020 -.075 -.022 .035ÍNDICE DE ORIENTACIÓN DEMOCRÁTICA -.057 -.108 -.013 .010CONFIANZA INTERPERSONAL .110 .078 .082 -.007ORIENTACIÓN AL CAMBIO -.128 -.081 -.103 -.049IDEOLOGÍA: DERECHA/IZQUIERDA -.296 -.325 -.287 -.219SIN UBICACIÓN IDEOLÓGICA .196 .238 .207 .085IDENTIFICACIÓN PAN -.004 -.024 -.026 -.064IDENTIFICACIÓN PRI .341 .402 .339 .394IDENTIFICACIÓN PRD -.158 -.264 -.195 -.265NO SE IDENTIFICA -.106 -.052 -.083 .049EDAD -.007 .044 .066 .042
En negritas coeficientes significativos a 95 por ciento o más de confianza; el resto, no significativos En general, las n’s fueron de 1052 o más, con excepción de las correlaciones con la auto ubicación ideológica, en que por excluir la
categoría de ninguno, las n’s fueron de alrededor de 900 casos
En el capítulo V también utilicé por una sóla vez otros indicadores, mismos que
ahora transcribo:
Noviembre de 1995
• ¿Son todavía válidos los principios de la Revolución Mexicana? Si, no, ns/nc.
• ¿Cuál es el más importante de esos principios? [respuesta abierta].
• El actual gobierno mexicano, ¿cumple con los principios de la Revolución Mexicana? Si, no, ns/nc.
• Los próximos gobiernos ¿deben gobernar con el programa de la Revolución Mexicana, con uno
completamente diferente, o con uno diferente y el de la Revolución a la vez? Programa
revolucionario; programa diferente; diferente y revolucionario; ninguno; ns/nc
obedientes e insatisfechos anexo I
.
lvi
—VI—
En A/9 muestro las variables asociadas a la información, interés, conciencia política
y otros recursos de los entrevistados. El primer indicador de conciencia política fue interés,
que simplemente informa el interés en política declarado en una sola respuesta por los
entrevistados. Para registrar los niveles de información, construí un primer índice al que
llamé partidista autorreferido, que suma la respuesta a tres preguntas acerca de qué tanto
dijeron conocer los programas de cada uno de los principales partidos políticos. En este
caso, el valor máximo supone la declaración de conocimiento completo de los programas de
los tres partidos. Un siguiente indicador, debate autoreferido, registró si el encuestado dijo
haber escuchado o visto, completa o parcialmente, el debate entre los dos principales
candidatos a la jefatura de gobierno del DF realizado días antes de la entrevista. Y el tercer
indicador, anuncios controlado, fue un índice sobre la mención y descripción de los
mensajes electorales televisados de cada uno de los tres candidatos, cuyo valor máximo
supone la mención correcta de al menos un anuncio de cada candidato. De estos tres
indicadores sólo el último controla el conocimiento, el segundo refiere la declaración de una
conducta y el primero tiene un problema de endogeneidad con el interés, pues es de
suponerse que las personas que expresaron interés tiendan a decirse conocedoras.
A la vez, construí cuatro índices de conciencia política: uno ponderado, pipcp, en
donde se le dio más peso a la conducta referida y al conocimiento demostrado que a las
declaraciones de interés o conocimiento de programas: su valor máximo, 19, implica
individuos que dijeron tener mucho interés en política, cuyo valor fue 3, conocer
completamente los programas de los tres principales partidos, con valor 6, haber visto o
obedientes e insatisfechos anexo I
.
lvii
escuchado todo el debate Cárdenas/Del Mazo, valor 4, y describieron correctamente al
menos un anuncio de cada uno de los tres partidos, con valor 6. En este caso, el valor de las
dos últimas respuestas fue duplicado, pues originalmente quienes vieron completo el debate
tenían valor 2 y quienes refirieron conrrectamente el anuncio de un partido, valor 1. El
segundo índice, no ponderado, pincp, suma los valores de los tres indicadores de
conocimiento más el de interés; su valor máximo supone individuos en la misma situación
que en el caso del valor máximo del índice anterior, solo que sin elevar el peso numérico de
lo conductual. El tercero, de naturaleza conductual, piccp, suma la declaración de haber
visto el debate y la demostración de haber visto y recordar anuncios electorales. El valor
máximo corresponde a personas que vieron completamente el debate y refirieron
correctamente anuncios de los tres partidos. Por último, un índice actitudinal, piacp, que
integra las declaraciones de interés y conocimiento de los programas partidarios, cuyo valor
máximo corresponde a quienes dijeron estar muy interesados en política y conocer
completamente los programas de los partidos.
obedientes e insatisfechos anexo I
.
lviii
CUADRO A/9 VARIABLES INDEPENDIENTES: INFORMACIÓN Y CONCIENCIA POLÍTICA (1) (2)
INDICADOR (3)
RANGO (4)
MISSING (5) N
(6) TIPO DE
MEDICIÓN
(7) TIPO DE
RESPUESTA CONCIENCIA POLÍTICA
INTERÉS p2r 0-3 -- 1229 ORDINAL AMINFORMACIÓN POLÍTICA
PARTIDISTA AUTOREFERIDA p11 0-6 -- 1247 ORDINAL ARDEBATE AUTOREFERIDO p34 0-2 -- 1247 DICOTÓMICA CANUNCIOS CONTROLADO p39r 0-3 -- 1247 ORDINAL C
ÍNDICES DE CONCIENCIA POLÍTICA p31r 0-1 -- 1247 DICOTÓMICA CINDICE PONDERADO DE CONCIENCIA POLÍTICA pipcp 0-19 -- 1247 ORDINAL MINDICE PONDERADO RECODIFICADO pipcp_r 0-2 — 1247 ORDINAL MINDICE NO PONDERADO DE CONCIENCIA POLÍTICA pinpcp 0-14 -- 1247 ORDINAL MINDICE CONDUCTUAL DE CONCIENCIA POLÍTICA piccp 0-5 -- 1247 ORDINAL CINDICE ACTITUDINAL DE CONCIENCIA POLÍTICA piacp 0-9 -- 1247 ORDINAL AM
FUENTE DE INFORMACIÓN POLÍTICA PRINCIPAL p3 0-13 -- 1247 CATEGÓRICA CTV: FUENTE: PRINCIPAL p3r_tv 0-1 -- 1247 DICOTÓMICA CAZTECA: FUENTE: PRINCIPAL p3r_azte 0-1 -- 1247 DICOTÓMICA CTELEVISA: FUENTE: PRINCIPAL p3r_visa 0-1 -- 1247 DICOTÓMICA CIMPRESOS: FUENTE: PRINCIPAL p3r_impr 0-1 -- 1247 DICOTÓMICA C
OTROS RECURSOS NIVEL DE ORGANIZACIÓN p31 0-2 -- 1247 ORDINAL CSEXO sexo 1-2 -- 1247 DICOTÓMICA SESCOLARIDAD
ESCOLARIDAD ORDINAL/7 s5 1-7 -- 1247 ORDINAL SESCOLARIDAD ORDINAL/4 s5r 1-4 -- 1247 ORDINAL S
INGRESOS INGRESO FAMILIAR MENSUAL s9 200-70000 0 960 CONTINUA SINGRESO FAMILIAR MENSUAL ESTIMADO s9_est 200-70000 -- 1247 CONTINUA SING. FAM. MENSUAL ESTIMADO RECODIFICADO s9_est 1-3 -- 1247 ORDINAL S
En cursivas el principal indicador de la variable El índice ponderado de conciencia política sumó p2r, p11, (p34 x 2) y (p39r x 2); el no ponderado de conciencia política sumó p2r, p11,
p34 y p39r; el no conductual de conciencia política p34 y p39r; el índice actitudinal de conciencia política sumó p2r y p11 Agregué el tipo de respuesta S, situacional
Como se advierte, bajo este paraguas temático, incluí una variable que registra el
principal medio—fuente de información política que el entrevistado dijo utilizar, así como
otros indicadores asociados a la disponibilidad de recursos de las personas, como sus niveles
de organización, sexo, escolaridad e ingresos. El índice de organización lo construí desde las
respuestas a tres preguntas que indagan, cada una, si el entrevistados pertenecía a un
sindicato, a una asociación vecinal o a cualquier tipo de organización. Para estimar el
ingreso familiar mensual de 289 entrevistados que no lo declararon, corrí una ecuación de
regresión con ingreso familiar mensual como variable dependiente y el nivel máximo de
obedientes e insatisfechos anexo I
.
lix
estudios del jefe de familia y el nivel socioeconómico de la zona, de acuerdo a cartografía,
como variables independientes. Para decidir las variables que incluiría en la ecuación corrí
pruebas de correlación con el nivel máximo de estudios del jefe de familia, el nivel
socioeconómico de la zona de acuerdo a cartografía, la edad y el género del entrevistado,
pero como estas dos últimas no tuvieron asociaciones significativas no las integré en el
cálculo final. Con la ecuación generé una nueva variable pronóstico que a su vez utilicé para
crear la variable estimada. En general, asigné el valor del pronóstico de la ecuación a los
casos de ingreso no declarado. Sin embargo, como para los entrevistados cuyos jefes de
familia (1) no tenían ningún estudio, (2) o sólo primaria o secundaria y (3) vivían en zonas
de bajo nivel socioeconómico, la ecuación pronosticaba valores, para (1) negativos, para (2)
muy bajos y para (3) más bajos que el promedio del segundo, con base en las personas que sí
declararon ingresos en estos grupos obtuve un promedio simple, asignándoselo
posteriormente a la variable estimada.
A/10 contiene las correlaciones entre los cuatro índices de conciencia política y cada
uno de sus cuatro componentes, así como con los indicadores de recursos y de la fuente
principal de información política que los entrevistados declararon usar.
obedientes e insatisfechos anexo I
.
lx
CUADRO A/10 CORRELACIONES ENTRE LOS ÍNDICES DE CONCIENCIA POLÍTICA, SUS COMPONENTES
Y LAS FUENTES PRINCIPALES DE DE INFORMACIÓN POPLÍTICA DE LOS ENTREVISTADOS 1 2 3 4
INDICES CONCIENCIA POLÍTICA 1.PONDERADO .970 .834 .7762. NO PONDERADO .970 .674 .9063. CONDUCTUAL .834 .674 .2994. ACTITUDINAL .776 .906 .299
COMPONENTES 5. INTERÉS .482 .558 .197 .6086. PROGRAMAS .707 .829 .267 .9187. DEBATE .631 .534 .703 .2888. ANUNCIOS .691 .542 .866 .204
FUENTES DE INFORMACIÓN 9. TV -.079 -.079 -.053 -.07110. AZTECA .035 .028 .043 .01111. TELEVISA -.142 -.142 -.116 -.11712. IMPRESOS .164 .172 .105 .163
OTROS RECURSOS 13. ORGANIZACIÓN .124 .121 .102 .09914. SEXO .107 .091 .117 .05115. ESTUDIOS .347 .339 .282 .27716. INGRESOS .175 .182 .119 .16817. EDAD -.063 -.046 -.087 -.010
En negritas, coeficientes significativos a 95% o más de confianza en prueba de dos colas; en cursivas, no significativos.
En A/11 ofrezco las probabilidades de expresar una evaluación positiva hacia el
sistema, la presidencia y el PRI estimadas mediante modelos de regresión logísitica con el
nivel de conciencia política, la principal fuente de información y la interacción entre ambas
como variables independientes. Sólo en el caso del PRI aparecen los resultados cuando el
modelo incluyó la interacción y cuando no.
obedientes e insatisfechos anexo I
.
lxi
CUADRO A/11 SATISFACCIÓN Y LEGITIMIDAD DEL SISTEMA: PROBABILIDADES ESTIMADAS
(CONCIENCIA POLÍTICA, FUENTE DE INFORMACIÓN Y SU INTERACCIÓN) DIMENSIÓN / OBJETO FUENTE DE CONCIENCIA POLÍTICA
INFORMACIÓN BAJO MEDIO ALTOSISTEMA
SATISFACCIÓN TELEVISA 0.3377 0.3854 0.4355 OTRA 0.2118 0.2156 0.2193LEGITIMIDAD AZTECA 0.6578 0.5867 0.5118 OTRA 0.6852 0.6958 0.6958DEMOCRÁTICA AZTECA 0.4121 0.3476 0.2882 OTRA 0.4363 0.4749 0.5139
PRESIDENCIA RETROSPECTIVA TELEVISA 0.6150 0.6573 0.6974 OTRA 0.4526 0.4476 0.4427PROSPECTIVA TELEVISA 0.3200 0.4717 0.6288 OTRA 0.2896 0.3220 0.3562LEGITIMIDAD AZTECA 0.6595 0.6371 0.6140 OTRA 0.7668 0.7770 0.7869DEMOCRÁTICA AZTECA 0.4180 0.3956 0.3736 OTRA 0.4559 0.5156 0.5749
PRI EFECTOS PRINCIPALES TELEVISA 0.5561 0.5552 0.5543 OTRA 0.4292 0.4283 0.4274CON INTERACCIÓN TELEVISA 0.5076 0.5855 0.6593 OTRA 0.4411 0.4268 0.4126
Ahora, en A/12 aparecen las correlaciones entre conciencia política, nivel de
organización, género, estudios e ingresos y mis variables dependientes.
CUADRO A/12 CONCIENCIA POLÍTICA, INTERÉS, ORGANIZACIÓN, SEXO, INGRESOS, ESTUDIOS
Y PRINCIPALES INDICADORES DE LAS VARIABLES DEPENDIENTES (CORRELACIONES) SISTEMA PRESIDENCIA PRI SAT. LEGIT. LEGDEM. RETROS. PROSP. LEGIT. LEGDEM. LEGIT.
CONCIENCIA. -.009 -.059 -.015 -.045 .076 -.006 .042 -.012INTERÉS .046 .036 .015 .031 .102 -.032 .039 .020ORGANIZACIÓN -.001 .045 .028 -.020 -.023 .015 .025 -.021SEXO -.012 .016 -.015 -.007 -.028 -.005 -.013 .011INGRESO .000 .048 .011 .050 .086 .028 .035 .053ESTUDIOS -.074 -.010 .039 -.026 .002 .003 .027 -.002
En negritas coeficientes significativos a 95 por ciento de confianza o más en prueba de dos colas
En A/13 muestro los resultados de los tres registros de niveles de organización que
hice durante 1997 y que fueron, como era de esperarse, estables y semejantes entre sí.
obedientes e insatisfechos anexo I
.
lxii
CUADRO A/13 NIVEL DE ORGANIZACIÓN
NINGUNO BAJO ALTO* FEBRERO 1997 75 20 6MARZO 1997 72 23 5JUNIO 1997 75 20 5
*Pertenece a dos o más organizaciones
A/14 contiene información de 16 regresiones logísticas. En todos los renglones, con
excepción del penúltimo, las cifras corresponden a ocho modelos de otras tantas figuras /
dimensiones de la legitimidad, cuando las variables independientes son simultáneamente
evaluadas. El renglón Mej. mod., R2 Nag., contiene la r2 de Nagelkerke de otros ocho
modelos en que sólo usé las variables significativas –que destaco con cursivas– para
comparar con el modelo que incluyó las seis variables de recursos. Hasta este capítulo, las
regresiones logísticas con que examiné la relación entre legitimidad y alguna de sus
dimensiones explicativas (las hipótesis de Weil en el capítulo IV, los valores y
predisposiciones en el V) las había integrado en el mismo cuerpo del capítulo en cuestión,
pero como en este caso los modelos tuvieron malos ajustes, opté por mostrarlo en este
anexo.
obedientes e insatisfechos anexo I
.
lxiii
CUADRO A/14 RECURSOS, FUENTE DE INFORMACIÓN Y APOYO ACTITUDINAL
SISTEMA PRESIDENCIA PRI VAR. IND. [RANGO] (1)
SAT. (2)
LEG. (3)
LEGDEM. (4)
RETR. (5)
PROSP. (6)
LEG.. (7)
LEGDEM.. (8)
LEG. EXP β EXP β EXP β EXP β EXP β EXP β EXP β EXP. β CONCIENCIA [0-3] 1.08 (.41) .80 (.01) .88 (.17) .98 (.84) 1.20 (.03) .91 (.34) 1.03 (69) .96 (64)TELEVISA [0-1] 2.13 (.00) – – 2.21 (.00) 1.62 (.00) – – 1.67 (00)AZTECA [0-1] – .70 (.00) .66 (.00) – – .54 (.00) .67 (00) –ORGANIZACIÓN [0-3] 1.00 (.95) 1.19 (.13) 1.08 (.44) 1.03 (.73) .86 (.22) 1.04 (.72) 1.06 (.58) .92 (48)SEXO [0-1] 1.11 (.43) .94 (.63) 1.04 (.72) 1.10 (.40) 1.12 (.34) 1.01 (.89) 1.02 (.84) .97 (80)ESCOLARIDAD [1-4] .79 (.00) .90 (.19) 1.05 (.49) .86 (.05) .91 (.22) .90 (.22) .96 (58) 1.03 (60)INGRESOS [1-3] 1.37 (.01) 1.82 (.00) 1.32 (.01) 1.44 (.00) 1.57 (.00) 1.72 (.00) 1.39 (00) 1.15 (19)CONSTANTE .27 (.00) 1.38 (.16) .51 (.00) .65 (.03) .25 (.00) 2.09 (.00) .64 (04) .58 (00)BONDAD DE AJUSTE
PRONO. NO 100.0 9.6 87.8 75.9 97.3 .0 77.8 84.5PRONO. SI 0.3 96.8 17.0 39.1 4.3 100.0 32.1 23.4PRONO. CORRECTO 75.7 65.7 58.6 58.1 66.0 70.9 57.1 56.9χ2/ 6 GDOS DE LIB. 33.10 (.00) 40.20 (.00) 24.77 (.00) 40.46 (.00) 31.62 (.00) 42.96 (00) 23.35 (.00) 15.63 (.01)NAGELKERKE R2 .039 .047 .028 .043 .035 .052 .026 .017MEJ. MOD., R2 NAG. .026 .042 .025 .042 .027 .048 .026 .013N 1,247 1,163 1,163 1,247 1,247 1,168 1,168 1,247
Al identificar las variables independientes, entre corchetes [ ] aparece el rango de sus valores. Para sexo, 1= hombre, 0 = mujer. Para el exponencial β y laχ2, las p’s aparecen entre paréntesis ( ); en negritas coeficientes significativos a 95% de confianza o más.
En cursivas las variables para un modelo más parsimonioso y en el renglón de mejor modelo, su r2 de Nagelkerke.
Ahora, transcribo el fraseo exacto de las preguntas que utilicé en el cuadro VI/1, que
integraron el índice de conciencia política y el indicador de confianza en medios y otras
instituciones al que también hice referencia en el capítulo.
Principal fuente de información
Junio de 1997
• ¿Cuál es su principal fuente de información política? Lea todas las opciones. TV/Azteca,
TV/Televisa, otra TV, radio, Reforma, La Jornada, Excélsior, El Universal, otro periódico, revista
Proceso, otra revista, amigos, familiares, compañeros, otra, ns/nc.
Marzo de 1997
• De las siguientes ¿cuál es su principal fuente de información política? TV/Azteca, TV/Televisa, otra
TV, radio, Reforma, La Jornada, Excélsior, El Universal, otro periódico, revista Proceso, otra revista,
amigos, familiares, compañeros, otra, ns/nc
Julio de 1995
• ¿Cuál es su principal fuente de información política?
Interés en política. Junio de 1997
obedientes e insatisfechos anexo I
.
lxiv
• ¿Cuánto interés o desinterés tiene en la política del país? Interesado, regular interesado, regular
desinteresado, desinteresado, ns/nc.
Conocimiento de los programas de los partidos. Junio de 1997
• ¿Conoce la propuesta de gobierno para el DF del... PRI / PRD / PAN?Sí, regular, no
Conocimiento de los mensajes electorales de los partidos. Junio de 1997
• En esta campaña electoral, el PRD, PRI y PAN han pedido el voto de los ciudadanos anunciándose en
televisión ¿cuál de los anuncios que usted ha visto recuerda en este momento del... PRI / PRD / PAN?
Exposición al debate entre Cárdenas y del Mazo. Junio de 1997
• ¿Vio el debate entre Alfredo del Mazo y Cuauhtémoc Cárdenas? Sí, completo, sí, en parte, no/nc
Nivel de organización. Junio de 1997
• Usted pertenece a..algún sindicato / alguna asociación de vecinos y/o de colonos / alguna otra
asociación (deportiva, recreativa, ciudadana) / alguna organización religiosa. Si, no.
Confianza en instituciones
Julio de 1996
• ¿Cuánto confía o desconfía en...los militares / sí mismo / presidente / sacerdotes / noticieros de tv /
periódicos / sistema de justicia / policía. Confía, confía algo, desconfía algo, desconfía, ns/nc
—VII—
En este capítulo examiné las consecuencias conductuales de la legitimidad del
régimen, la presidencia y el PRI, a través del comportamiento electoral de los citadinos en
1997.
El cuadro A/15 contiene el número de estados que en las elecciones federales del año
que se especifica en su primera columna, tuvieron tasas de participación iguales o superiores
a 80 por ciento de posibles votantes y una votación efectiva a favor del PRI igual o superior
a 80 por ciento del total de votantes. A pié de cuadro aparecen los valores de los coeficientes
obedientes e insatisfechos anexo I
.
lxv
de correlación para todo el periodo (1961-1997) y para dos subperiodos (1961-1976 y 1979-
1997) entre las tasas de participación y el voto PRI en 416 casos estatales de 13 elecciones
federales.
CUADRO A/15 NÚMERO DE ESTADOS CON PARTICIPACIÓN ELECTORAL Y/O VOTO PRI IGUALES O SUPERIORES A 80 POR CIENTO
ELECCIÓN PARTICIPACIÓN VOTO PRI 1961 (D) 7 291964 (PyD) 6 281967 (D) 1 261970 (PyD) 2 291973 (D) 2 251976 (PyD) 7 291979 (D) 0 181982 (PyD) 1 151985 (D) 0 141988 (PyD) 0 11991 (D) 0 01994 (PyD) 6 01997 (D) 0 0
Coeficientes de Pearson participación/voto PRI a nivel federal (significativas a 96% de confianza o más en prueba de dos colas): 1961-1997 = 0.22 (n = 416); 1961-1976 = 0.45 (n = 192); 1979-1997 = -0.13 (n = 224)
Cifras de la elección de diputados federales. Fuente: Banamex, México electoral D = elección de diputados federales / PyD = concurren elecciones de presidente de la República y diputados federales
En A/16 presento el valor de los coeficientes de correlación entre los indicadores
agregados de popularidad del régimen y la presidencia, las evaluaciones de la economía
(sociotrópica y de bolsillo; retrospectivas y prospectivas) y las intenciones de voto. El
número de observaciones es muy reducido (n = 12) y la variabilidad de algunas variables
muy baja, por lo que los resultados son completamente exploratorios.
A/16 ACTITUDES, PREFERENCIAS Y VARIABLES SITUACIONALES.
DF 1995-1997, CORRELACIONES.(DATOS AGREGADOS) PRI PRD PAN
Satisfacción .246 .062 -.224Presidente retrospectiva .315 .122 -.318Presidente prospectiva -.041 .322 -.404No PRI -.180 .600 -.160Economía retrospectiva -.136 .465 -.715Política retrospectiva .069 .311 -.684Bolsillo retrospectiva .186 -.049 -.017Bolsillo prospectiva .412 .593 -.790Desempleo .094 -.560 .809PIB -.202 .714 -.782
n = 12 observaciones En negritas correlaciones significativas a 95% de confianza o más en prueba de 2 colas
obedientes e insatisfechos anexo I
.
lxvi
En A/17 aparece el valor de los coefcientes de correlación bivariados entre nueve
indicadores de legitimidad en sus sentidos amplio y estricto y las intenciones de voto
declaradas en junio de 1997.
CUADRO A/17 INDICADORES DEL APOYO POLÍTICO Y PREFERENCIA ELECTORAL
DF, JULIO DE 1997 (CORRELACIONES, DATOS INDIVIDUALES) PRD PRI PANÍNDICE DE APOYO -.375 .426 -.023SISTEMA: SATISFACCIÓN -.166 .331 -.016SISTEMA: LEGITIMIDAD -.217 .168 .002SISTEMA: LEGITIMIDAD DEMOCRÁTICA -.128 .133 -.012PRESIDENCIA: POPULARIDAD -.301 .387 -.008PRESIDENTE: PROSPECTIVA -.164 .283 -.033PRESIDENTE: LEGITIMIDAD -.205 .233 -.004PRESIDENTE: LEGITIMIDAD DEMOCRÁTICA -.123 .200 -.030PRI: LEGITIMIDAD -.283 .368 -.066
Las n’s en los indicadores de legitimidad estricta fue más o menos de 1163 casos; en los de popularidad, superior a 1168 pero casi siempre de 1247
En negritas los coeficientes significativos a 99 por ciento de confianza; en cursivas a 95 por ciento
En A/18 muestro el valor de los Exp (β) de dos regresiones logísticas, una en que la
intención de voto PRI fue la variable dependiente y otra con intención de voto PRD. Como
mi intención era analizar el efecto de las distintas dimensiones del respaldo actitudinal sobre
el comportamiento electoral, omití el índice de apoyo y para el caso del PRI, no incluí la
contra intención de voto por este partido. Como en este caso no me interesaba tanto evaluar
el modelo cuanto el efecto de los indicadores de respaldo sobre las intenciones de voto,
omití los datos de la bondad de ajuste.
obedientes e insatisfechos anexo I
.
lxvii
CUADRO A/18 INDICADORES DEL APOYO POLÍTICO Y PEFERENCIA ELECTORAL DF, JULIO DE 1997 (COEFICIENTES DE REGRESIÓN LOGÍSTICA)
PRD PRI EXP β SIG. EXP β SIG.
SISTEMASATISFACCIÓN .815 .261 3.145 .000LEGITIMIDAD .651 .028 .838 .555LEG. DEM. 1.018 .926 1.378 .181
PRESIDENCIAPOPULARIDAD .716 .000 2.221 .000PROSPECTIVA .906 .553 1.748 .008LEGITIMIDAD .741 .126 2.766 .022LEG. DEM. 1.066 .718 1.364 .163
PRILEGITIMIDAD .355 .000 -- --
A/19 contiene la distribución de las intenciones de voto en junio de 1997 de las
personas de derecha, centro derecha y centro, así como de quienes dijeron haber votado por
el PRI o el PAN en 1994. Las columnas no suman cien porque no muestro todas las
categorías de cada variable, pero podrían deducirse. Por ejemplo, del 100 por ciento de
quienes declararon intención de voto PRD en 1997, clasificados por su voto en 1994, 16.4
por ciento dijo haber votado PRI y 7.3 por ciento PAN; el resto lo hizo por otros partidos o
no votó; con la ideología sucede lo mismo, del 100 por ciento de quienes revelaron
preferencia PRD, 18.3 por ciento se dijo de derecha, 10 por ciento de centro derecha y 18
por ciento de centro.
CUADRO A/19 DF 1997: COMPOSICIÓN DEL ELECTORADO POR ANTECEDENTES DE VOTO E IDEOLOGÍA
PRD PRI PAN PVEMVOTO 1994
PRI 16.4 74.7 19.6 21.1PAN 7.3 3.7 53.6 12.6
IDEOLOGÍADERECHA 18.3 47.5 31.1 21.4CENTRO DERECHA 10.0 34.2 31.8 25.7CENTRO 18.0 10.8 14.9 31.4
Para cada variable, las columnas no suman 100 porque no incluí todas las categorías de respuesta
obedientes e insatisfechos anexo I
.
lxviii
Para terminar, transcribo el fraseo exacto de las preguntas y opciones de respuesta
del resto de indicadores considerados en el capítulo.
Julio de 1995
• ¿Qué está dispuesto a hacer para lograrlo: votaría oposición; participaría en manifestaciones;
participaría en un partido de oposición; participaría en una organización social? Si; no; ns/nc.
Septiembre de 1996
• De las siguientes formas de protesta contra las injusticias del gobierno mexicano, ¿cuáles aprueba y
cuáles no? Votar por un partido opositor / manifestarse públicamente / desobedecer pacíficamente al
gobierno / enfrentarse incluso violentamente al gobierno / no pagar impuestos. Aprueba; aprueba
regular; desaprueba regular; desaprueba; ns/nc.
Modelo de preferencia electoral
Junio de 1997
• ¿Por qué partido votó en la elección presidencial de 1994?. PRD, PRI, PAN, otro, ns/nc.
obedientes e insatisfechos anexo II
lxix
ANEXO II CUESTIONARIO DE JUNIO DE 1997
Punto _____________ Número de cuestionario ____________.
servicios de imagen y publicidad df 12: junio de 1997 . lago estefanía 31, 4º piso, col granada, tel-fax 545 7351
Muy buenos días/tardes, soy... mostrar identificación y trabajo para imagen pública, que es un despacho de estudios privados. Le haré unas preguntas que no le quitarán mucho tiempo. Lo que responda es totalmente confidencial y sólo lo utilizaremos con fines analíticos. Gracias.
Control
¿Está empadronado en el DF? En caso negativo no aplique la entrevista No preguntar
Sexo
Hombre___(1) Mujer___(0) [ ]
Nivel socioeconómico por cartografía [vivienda y zona de la vivienda] Alto___(4), Medio alto___(3), Medio bajo___(2), Bajo___(1)
[ ]
Delegación [ ]
Inicio de cuestionario 1. ¿Qué tanta influencia considera que tiene la suerte en su vida?
Mucha ___ (1) Algo ___ (2) Nada ___ (3) Ns/nc ___ (0)
[ ]
2. ¿Cuánto interés o desinterés tiene en la política del país? Interesado ___ (3) Regular interesado ___ (2) Regular desinteresado ___ (1)Desinteresado ___ (0) Ns/nc ___ (9)
[ ]
3. ¿Cuál es su principal fuente de información política? Lea todas las opciones TV/Azteca ___ (1) TV/Televisa ___ (2) Otra TV ___ (3) Radio ___ (4) Reforma ___ (5) La Jornada ___ (6) Excélsior ___ (7) El Universal ___ (8) Otro periódico ___ (9) Revista Proceso ___ (10) Otra revista ___ (11)
Amigos, familiares, compañeros ___ (12) Otra ___ (13) Ns/nc ___ (0)
[ ]
4. Si hoy fuesen las elecciones de Jefe de Gobierno de la ciudad ¿por qué partido votaría? PRD___ (1) PRI___ (2) PAN___ (3) PVEM ___ (4) Otros___ (5) No sabe ___ (6) No votaría ___ (0)
Si dice estar indeciso, insista una vez
[ ]
5. ¿Qué tan definitiva es su preferencia? Definitiva, nada me haría cambiarla ___ (1) Puedo cambiarla dependiendo___ (2)
Nada definitiva, puedo cambiarla dependiendo___ (3) Ns/nc___ (0)
[ ]
6. ¿Por qué partido votaría si hoy fuesen las elecciones de... diputados?
PRD___ (1) PRI___ (2) PAN___ (3) PVEM ___ (4) Otros___ (5) No sabe ___ (6) No votaría ___ (0)
[ ]
asambleístas del DF? PRD___ (1) PRI___ (2) PAN___ (3) PVEM ___ (4) Otros___ (5) No sabe ___ (6) No votaría ___ (0)
[ ]
senadores de la República? PRD___ (1) PRI___ (2) PAN___ (3) PVEM ___ (4) Otros___ (5) No sabe ___ (6) No votaría ___ (0)
[ ]
obedientes e insatisfechos anexo II
lxx
7. Hablando en general ¿usted confía o desconfía de la demás gente?
Confía ___ (3) Confía algo ___(2) Desconfía algo ___ (1) Desconfía ___ (0) Ns/nc ___ (9)
[ ]
8. ¿Y cuánto confía en las instituciones públicas? Confía ___ (3) Confía algo ___(2) Desconfía algo ___ (1) Desconfía ___ (0) Ns/nc ___ (9)
[ ]
9. ¿Cómo calificaría su situación personal en relación con el año pasado? Mejor ___ (4), De Igual a mejor ___ (3), Igual insistir ___ (2), De igual a peor ___ (1), Peor ___ (0), Ns/nc ___ (9)
[ ]
10. En comparación con la actual ¿cómo cree que será su situación personal dentro de diez años? Mejor ___ (4) De Igual a mejor ___ (3) Igual insistir ___ (2) De igual a peor ___ (1) Peor ___ (0) Ns/nc ___ (9)
[ ]
11. ¿Conoce la propuesta de gobierno para el DF del... PRI?
Si ___ (2) Regular ___ (1) No ___ (0)
[ ]
PRD? Si ___ (2) Regular ___ (1) No ___ (0)
[ ]
PAN? Si ___ (2) Regular ___ (1) No ___ (0)
[ ]
12. ¿Qué partido piensa que ganará la elección de Jefe de Gobierno del DF? PRD ___ (1) PRI ___ (2) PAN ___ (3) Otro ___ (4) Ns/nc___ (0)
[ ]
13. ¿Qué tan limpias considera que serán las elecciones de Jefe de Gobierno del DF? Limpias ___ (3) Regular limpias ___ (2) Regular sucias ___ (1) Sucias ___ (0) Ns/nc ____ (9)
[ ]
14. ¿Por qué partido votó en la elección presidencial de 1994? PRD ___ (1) PRI ___ (2) PAN ___ (3) Otro ___ (4) Ns/nc___ (0)
[ ]
15. Y en estas elecciones ¿por cuál partido no votaría? PRD___ (1) PRI___ (2) PAN___ (3) Otros___ (4) Ns/nc___ (0)
[ ]
16. En una escala donde 1 es muy malo y 10 muy bueno, califique el desempeño de las siguientes instituciones [si no sabe o no contesta dejar en blanco, si califica con cero, ponga 1]
[ ]
Los partidos políticos [ ]
La Asamblea de Representantes del DF
[ ]
La Cámara de Diputados
[ ]
La Regencia de la ciudad
[ ]
La Presidencia de la República
[ ]
La Procuraduría General de la República (procuración de justicia)
[ ]
obedientes e insatisfechos anexo II
lxxi
17. En la misma escala califique el desempeño de los siguientes partidos políticos:
PRD [ ]
PRI [ ]
PAN
[ ]
18. ¿Qué tan satisfecho o insatisfecho se siente con nuestro sistema de gobierno, es decir de la forma en que funcionan de conjunto la presidencia de la República, las cámaras de diputados y senadores, el poder judicial y los partidos políticos en México?
Muy satisfecho ___ (3) Algo satisfecho ___ (2) Algo insatisfecho ___ (1) Muy insatisfecho ___ (0) Ns/nc ___ (9)
[ ]
19. ¿Conoce usted a... el diputado de su distrito electoral?
Si ___ (1) No/nc ___ (0)
[ ]
el representante ante la ARDF de su distrito electoral? Si ___ (1) No/nc ___ (0)
[ ]
20. ¿Usted se considera de derecha, de centro, o de izquierda? Derecha ___ (1) Centro derecha ___ (2) Centro insista: ¿de centro derecha, o centro izquierda? ___ (3), Centro izquierda ___
(4) Izquierda ___ (5) No lea Ninguna ___ (6) Ns/nc ___ (0)
[ ]
21. Y ¿en dónde ubicaría usted al... 1.Derecha 2.Centro derecha 3.Centro [insistir] 4.Centro izquierda 5.Izquierda 6.Ninguna 0.Ns/nc
PAN? _____ _____ ______ _____ ______ _____ _____ . [ ]PRI? _____ _____ ______ _____ ______ _____ _____ . [ ]PRD? _____ _____ ______ _____ ______ _____ _____ . [ ]PVEM? _____ _____ ______ _____ ______ _____ _____ . [ ]
22. ¿Con cuál de las siguientes afirmaciones estaría más de acuerdo? Lea las tres primeras opciones. Rótelas. Pida al entrevistado elegir una
El presidente Zedillo... Tiene derecho a gobernarnos porque fue electo por la mayoría de los mexicanos ___ (1)
Tiene derecho a gobernarnos, porque es una autoridad que busca el beneficio de la mayoría ___ (2) Tiene derecho a gobernarnos porque es una persona preparada ___ (3)
No tiene derecho a gobernarnos ___ (4) Ns/nc ___ (0)
[ ]
23. Y de las siguientes afirmaciones ¿con cuál estaría más de acuerdo? Los diputados...
Tienen derecho a hacer leyes porque fueron electos por la mayoría de los mexicanos ___ (1) Tienen derecho a hacer leyes, porque son personas que buscan el beneficio de la mayoría ___ (2)
Tienen derecho a hacer leyes porque son personas preparadas ___ (3) No tienen derecho a hacer leyes ___ (4) Ns/nc ___ (0)
[ ]
24. En su opinión ¿qué debe ser más importante para México? Lea las dos primeras opciones. Rótelas. Pida al entrevistado elegir una
Conservar tradiciones y costumbres ___ (1) Cambiar e innovar ___ (2) Otra si ambas, insista ¿con énfasis en las tradiciones o con énfasis en el cambio? Sitúe de acuerdo a la respuesta ___ (3)
Ns/nc ___ (0)
[ ]
obedientes e insatisfechos anexo II
lxxii
25. Para que una persona tenga derecho a gobernar en México ¿cuál de las opciones que le leeré considera la más importante? Lea las dos primeras opciones. Rótelas. Pida al entrevistado elegir una
Que cumpla con los objetivos sociales de la Revolución Mexicana, aunque no se elija democráticamente ___ (1) Que se elija democráticamente aunque no cumpla con los objetivos sociales de la Revolución Mexicana ___ (2)
no lea Ns/nc ___ (0)
[ ]
26. En general, para juzgar cuál es el mejor gobernante en México ¿cuál de las opciones que le leeré considera la más importante? Lea las tres primeras opciones. Rótelas. Pida al entrevistado elegir una
Que siempre respete la ley ___ (2) Que casi siempre la respete pero haga excepciones en favor de quien más lo necesita ___ (1) Que independientemente de la ley haga excepciones en favor
de quien más lo necesita ___ (0) Ns/nc ___ (9)
[ ]
27. En general ¿por cuál de las siguientes opciones obedece al actual gobierno? Lea las cuatro primeras opciones. Rótelas. Pida al entrevistado elegir una
Porque es la autoridad que los mexicanos eligieron ___ (1) Porque está formado por gente que busca el beneficio de la mayoría ___ (2) Porque está formado por gente preparada ___ (3)
Porque de no obedecer sería castigado ___ (4) No lo obedece ___ (5) Ns/nc ___ (0)
[ ]
28. En general ¿cuál es su opinión de Zedillo?
Muy buena ___ (5) Buena ___ (4) Regular buena ___ (3) Regular mala __ (2) Mala ___ (1) Muy mala ___ (0) Ns/nc ___ (9)
[ ]
su diputado federal? Muy buena ___ (5) Buena ___ (4) Regular buena ___ (3) Regular mala __ (2) Mala ___ (1) Muy mala ___ (0) Ns/nc ___ (9)
[ ]
su representante ante la ARDF? Muy buena ___ (5) Buena ___ (4) Regular buena ___ (3) Regular mala __ (2) Mala ___ (1) Muy mala ___ (0) Ns/nc ___ (9)
[ ]
29. ¿Qué tanto éxito ha tenido el gobierno en lograr...? 2.Bastante 1.Regular 0.Nada 9.Ns/nc
Una mejor situación económica del país
[ ]
Una mejor situación política en el país
[ ]
30. Para el final del sexenio de Zedillo ¿cree usted que las cosas estarán mejor o peor? Mucho mejor ___ (6), Mejor ___ (5), De igual a mejor ____ (4), Iguales insista una vez ___ (3),
De igual a peor ___ (2) Peor ___ (1), Mucho peor ___ (0),Ns/nc ___ (9)
[ ]
31. ¿Usted pertenece a... 1.Si 0.No y ns/nc
Algún sindicato [ ]Alguna asociación de vecinos y/o de colonos [ ]Alguna otra asociación (religiosa, deportiva, recreativa, ciudadana)
[ ]
32.¿Con cuál partido político se identifica más? PRD___ (1) PRI___ (2) PAN___ (3) Otros___ (4) Ninguno ___ (5) Nc___ (0)
[ ]
33. En caso de una crisis nacional ¿qué gobierno preferiría? Uno... [Lea todas las opciones de respuesta. Rótelas]
Electo democráticamente ___ (1) Integrado por los más preparados ___ (2) Integrado por personas comprometidas con los ideales de la Revolución Mexicana ___ (3) Otro ___ (4) Ns/nc ___ (0)
[ ]
obedientes e insatisfechos anexo II
lxxiii
34. ¿Vio el debate entre Alfredo del Mazo y Cuauhtémoc Cárdenas?
Sí, completo ___ (2) Sí, en parte ___ (1) No/nc ___ (0)
[ ]
35. Y de lo que vio o ha escuchado, e independientemente de sus simpatías políticas ¿quién piensa que ganó el debate?
Del Mazo ___ (1) Cárdenas ___ (2) Empate ___ (3) Ninguno ___ (4) Ns/nc ___ (0)
[ ]
36. ¿Qué cualidad positiva mostró el que según usted ganó el debate? [Ponga tan sólo la primera mención] ___________________________________________________________________
[ ]
37. Y ¿cuál fue el principal defecto o el principal error de quien perdió el debate? [Ponga tan sólo la primera mención] ____________________________________________________________
[ ]
38. ¿De qué manera afectó su simpatía electoral? De ninguna ___ (1) La cambió ___ (2) La afirmó ___ (3) Ns/nc/otra ___ (0)
[ ]
39. En esta campaña electoral, el PRD, el PRI y el PAN han pedido el voto de los ciudadanos anunciándose en la televisión ¿cuál de los anuncios que usted ha visto recuerda en este momento del ponga sólo uno, es decir, describa el que primero mencione el entrevistado PRD? _____________________________________________________________________
[ ]
PRI? _____________________________________________________________________
[ ]
PAN? _____________________________________________________________________ [ ]40. ¿De qué partido es el anuncio de televisión que más le ha gustado?
PRD___ (1) PRI___ (2) PAN___ (3) PVEM ___ (4) Ninguno ___ (5) Otros___ (6) Nc___ (9)
[ ]
obedientes e insatisfechos anexo II
lxxiv
Sociodemográficas
1. ¿Cuántos años tiene? - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - >
[ ]
2. ¿Tiene hijos? [si no sabe, ponga no] Si___ (1) No y nc ___ (0) - - - - - - - -- >
[ ]
3. ¿Cuál es su religión? Ninguna ___ (0) Católico ___ (1) Otra ___ (2)
[ ]
4. La semana pasada ¿cuántas veces fue a su iglesia? Ninguna, no recuerda y no contesta ___ (0) Una ___ (1) Dos o más ___ (2)
[ ]
5. ¿Cuál es su nivel máximo de estudios? Ninguno___ (1) Primaria sin terminar___ (2) Primaria terminada___ (3) Secundaria (concluida, o no)___ (4)
Bachillerato (preparatoria o carrera técnica, concluido, o no)___ (5) Licenciatura (concluida, o no)___ (6) Posgrado___ (7)
[ ]
6. ¿A qué se dedica usted? si tiene dos o más ocupaciones, sólo la principal Estudia___ (1) Trabaja___ (2) Desempleado (se quedó sin trabajo y/o está buscando trabajo desde hace un mes)___ (3)
Al hogar___ (4) Jubilado o pensionado___ (5) Otra, ¿cuál?_______________________________ (6) si no trabaja, pase a la pregunta 8
[ ]
7. Si trabaja, ¿en dónde lo hace? Gobierno ___ (1), Paraestatal ___ (2), Empresa privada ___ (3), Sector social ___(4),
Por su cuenta ___ (5), Con su familia ___ (6) Al hogar ___ (7),Otro ___ (8), Ns/nc___ (9)
[ ]
8. ¿Cuál es el nivel de estudios del Jefe de Familia? estudios concluidos o no Ninguno___ (1) Primaria ___ (2) Secundaria ___ (4)
Bachillerato ___ (5) Licenciatura ___ (6) Posgrado___ (7)
[ ]
9. Por último, ¿podría decirme alrededor de cuánto es su ingreso familiar mensual? [es sólo para el análisis estadístico. Anote sin centavos, redondee] $ __________________
[ ]
Sólo para que verifiquen mi trabajo, ¿podría decirme su número telefónico?_______________
Fin de la entrevista
Sólo para supervisión y verificación Dirección anote sin preguntar calle, número y colonia_______________________________________
___________________________________________________________________________
x. Día de aplicación [ _________ ]
x. Hora de aplicación aproxime y redondee [ _________ ]
x. Entrevistó [__________]
obedientes e insatisfechos anexo III
.
lxxv
ANEXO III: GUÍA DEL DISCO COMPACTO
El disco compacto de éste Anexo III contiene 18 archivos digitales: datos.sav es un archivo para SPSS
versión 10 que contiene la base de datos del estudio muestral que sirvió como fuente empírica principal de este
trabajo y consta de 78 columnas originales de información y 104 adicionales con variables recodificadas o
creadas para 1,247 individuos, lo que totaliza 226,954 celdas de registro; en Word (extensiones .doc) figuran
nueve archivos, numerados consecutivamente que van del Prefacio al CapítuloVIII de conclusiones, así como
siete archivos más que contienen la Portada, los índices, las Siglas y acrónimos utilizados en la obra y los
anexos. Finalmente, agrego un archivo compacto.cdr que es la portada en Corel Draw versión 10 del disco
compacto descrito.
Mi idea es que cualquier persona interesada pueda reproducir esta obra en su diseño original, así
como cotejar mis propios resultados con la fuente primaria de la investigación.