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Ojos miopes

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Revista de desvaríos filosóficos y variedades literarias, políticas y estéticas

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EEssccrriibbeenn eenn eess ttee nnúúmmeerroo::AAmméérriiccoo TTaagglliiaarrii ,, SSaannttiinnoo

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Una vanguardia estética y política vacía. Un movimientode uno sólo. Un movimiento sin rumbo, sin manifiesto,sin gloria, sin filosofía, sin arte, sin dios, sin tiempo, sinplata, sin hijos, sin sueños, sin locura y sin movimenta-rios. Una revista para expresarlo.

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PRESENTACIÓN POR NICOLÁS ROTSA

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TARDANZA POR NICOLÁS ROTSA

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PERDER LA ESPERANZA (NOTAS PARA UN LIBRO

DE AUTOAYUDA) POR DANILO SCHULTZ

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BREVE NOTA SOBRE EL (ANTI)POPULISMO POR

AMÉRICO TAGLIARI

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TRATADO DE FLOJEROLOGÍA POR SANTINO PEUSEIN

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RESEÑA DE «ENTRE EL PARAISO Y EL INFIERNO»

DE REINALDO CASOLATI POR ELVIRA SARRACÍN

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CARTAS DE LECTORES

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Índice

Ojos miopes

Diciembre 2013Año 0 Número 0

EditorNicolás Rotsa

ColaboradoresSantino PeusinElvira SarracínDanilo SchultzAmérico Tagliari

Imagen de portadaRuth Orkin - Tired Tourist (1 951 )

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Ojos miopes nace de una noche de insomnio. Dar vueltas sobre una vieja idea y decidirse a hacer algo.No como una revelación, cosa más apropiada para el sueño que para el insomnio, sino como una deci-sión, como la constatación de que es necesario hacer algo con esa idea que desde mucho tiempo antesva y viene. Idea que no es original, tampoco individual, pero la decisión de ponerla en marcha es pro-pia. Dar vueltas en la cama durante horas, levantarse a las cinco de la mañana y ponerse a escribir unaslíneas, un pequeño plan, buscar un nombre y dibujar unos garabatos a modo de presentación, es cosade uno solo. Es así que puedo decir el inicio de Ojos miopes en primera persona. Pero es sólo el inicio.No se trata de crear mi propio espacio, mi lugar, mi blog, mi bitácora de capitán. Para espacios propios,individuales, ya hay demasiado lugar en las redes sociales. De lo que se trata, pues, es de abrir un espa-cio colectivo, un espacio de intercambio de ideas, de pensamientos, de delirios. Un lugar en el quequien acepte ser parte pueda compartir sus inquietudes, sus escritos claro está. El insomnio pudo ha-berme hecho dar el puntapié inicial. Pero no deseo que Ojos miopes sea mío, por el contrario, deseoque sea de quien se sume. Las puertas están abiertas.

…….

Vale aclarar el nombre Ojos miopes. Se me ocurren dos respuestas. La primera habla del no ver bienque implica la miopía. De ser corto de vista. Y hablar de miopía aquí, en el título de la revista, se pre-senta como el apenas poder discernir aquello sobre lo que se escribe, pero aun así, animarse y hacerlopúblico. Pero no el hablar por hablar, al contrario, hablar pero con humildad. No es que no vemos, esque necesitamos acercarnos un poco más para ver mejor. Hablar asumiendo la máxima socrática delsolo sé que no sé nada. Quizás suene traída de los pelos está interpretación, y hasta algún lector podrápensar que al que se acusa de miope es a él. A decir verdad nada se le puede objetar a quien piense así,sólo apelar a la humildad de ese lector. En cualquier caso, el asumirse miopes nos aleja de cualquierdogmatismo o pretensión de ser dueños de la verdad, y nos abre el diálogo para mejor dilucidar aquelloque poco alcanzamos a ver. Jugar, en cierto modo, con el no saber, con el no ver bien y hacernospreguntas.Pero hay otra respuesta para el nombre de la revista, y esta, confieso, es la que más me convence: sim-plemente que uso lentes, miopía. Se trata, entonces, de una referencia a mi mismo. Y si antes hablabade humildad, aquí parece que es mi ego el que sale a flote y dice esto es mío. Pero como miopes haymuchos, poco importa tal pedantería.

…….

Vale aclarar, también, qué va a encontrar el improbable lector de Ojos miopes. Podría decir que filo-

Presentaciónpor Nicolás Rotsa

Editorial

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sofía, o literatura, o política, o cine, o fotografías. Pues bien, un poco de todo eso. Ficción y realidad,sean lo mismo o cosas distintas; opiniones sensatas y delirios audaces, aunque nunca sepamos cual escual. Poesía, cuentos, cartas (o mails), noticias. . . y por supuesto humor, ironía, porque la seriedad no eslo mismo que el acartonamiento. Lo que sea para el disfrute de leer un rato.

…….

Brevemente, e inconcluso, lo anterior pretende dar cuenta de qué es Ojos miopes. El desafío es quecontinúe, que no muera como el proyecto de uno sólo que no tarda en olvidarlo. Que otros se sumencon sus escritos y le den vida a una revista, difícil es decir hoy que ya lo sea, que quisiera algún día serde papel. Y por supuesto, que al menos un par de amigos se resignen a leerla, aunque sea sólo en nom-bre de la amistad, y hagan llegar sus buenos augurios o su desilusión con lo que aquí presento.

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Tardanza

Llegué a la hora que debía llegar. Ni un minuto después, ni uno antes. La puerta, al menos eso pensé,estaba cerrada. Mil candados creí ver. Y me senté a esperar. Y esperé años. Muchos años. Y como entoda espera me distraje. Conocí personas y olvidé sus rostros, leí libros diversos y compré revistas obs-cenas, escuché canciones de protesta y bailé ritmos pasajeros, seguí modas idiotas y volví a los esque-mas cristianos, más idiotas aun.

Al fin me decidí a entrar. Ahora vi que la puerta estaba abierta y entré. Y vi caras nuevas y ojos brillan-do de ansiedad, me enteré de una ciencia antigua y escuché palabras milenarias que no me costó enten-der, percibí el aroma de los libros eternos y sentí el infinito placer de descubrir un mundo nuevo. Y allíestaba ella, era hermosa, más que ninguna que haya conocido antes. Era allí donde quería estar.

Pero una voz retumbó en los pasillos, inundando el ambiente con un sonido metálico. Una voz de laque era imposible conocer su origen, con un tono firme, frio, militar, dijo: llegás tarde, quince añostarde. Lo que sigue, lejos de ser un diálogo, es la asunción sumisa de una tardanza. Agregó, no sin algode cinismo:

—Te doy unos minutos para disfrutar.—Pero.. . quedará inconcluso.—No hay más, llegaste tarde.—Pero.. . la puerta. . .—La puerta siempre estuvo abierta.—Pero.. .

Y el tiempo se acabó. Salir, seguir esperando. Esperar la inmortalidad o la muerte, o con suerte la jubi-lación.

por Nicolás Rotsa

Delirio

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Perder la esperanza(notas para un libro de autoayuda)

Delirio

El peor de los males. O de los sentimientos. El que aplasta, el que aquieta, el que tranquiliza. El malconsuelo. El que nos regala la mentira más cruel. La esperanza que aturde, que invade cada resquiciodel mañana, pero miente, miente, miente. Hoy una amiga que aplaca la angustia, mañana, cuando latraición, la esperanza se borra y deja sin contemplaciones su lugar a la desilusión. Esa misma esperan-za que le susurra Sísifo al oído, a cada paso que da, que al llegar a la cima de la montaña piedra allí sequedará. Pero la piedra cae, como siempre. Una y otra vez cargar la piedra, cargar la cruz hasta el Gól-gota podríamos decir también, y allí el peso, una y otra vez la cruz. Es igual, la única redención es lamuerte. Pero la esperanza, sádica, engaña. Promete un mañana mejor, un año mejor, una vida mejor. Omás modestamente, a veces, un momento de felicidad. La mirada de una mujer amada que ni siquieraexiste, o una llamada, o un gol a los cuarenta y cinco del segundo tiempo, o un buen trabajo. Pero nadallega, la misma piedra todos los días.Perder la esperanza. Perder toda esperanza. ¿Qué mejor que eso? No creer más en las luces de navidady la promesa de un año nuevo, ni en el arco iris, ni en las fases de la luna, ni en la alineación de los pla-netas, ni en la cursilería del día hermoso. Baratijas, basura. Vivir, sí. Pero sólo eso. El absurdo antesque la mentira. El absurdo antes que la esperanza. Y no preguntar, ni equivocado, para qué, si igual sevive (y además corrés el riesgo que te bauticen gil).

por Danilo Schultz

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Breve nota sobre el (anti)populismo

La palabra populismo parece ser una palabra mal-dita, una palabra cargada de connotaciones nega-tivas que señalan un hecho mortal para la salud delos pueblos; una palabra que conjuga en sí todaforma de degradación de la democracia como sis-tema político que garantice una pluralidad de vo-ces a la hora de decidir el destino de un país; unapalabra que implacable acusa y condena, quevuelca todos sus significados sobre el terreno paraseñalar el daño que se provoca una nación al tole-rar un gobierno tildado, precisamente, de populis-ta. Parece ser el rótulo dado a una anomalía quehay que desterrar de los asuntos públicos; ano-malía de síntomas difusos, perceptibles, las másde las veces, sólo a partir de comparaciones odio-sas y diagnósticos falaces, a partir de quitarle a lapolítica la sustancia agonística que la funda y ha-cer de la sociedad civil un conglomerado de autó-matas sin pasiones ni sentimientos en un mundodonde el conflicto se disuelve mansamente y lasdesigualdades sólo son problemas transitoriosproducto de una mala administración. El populis-mo es puesto hoy como una enfermedad que secreía erradicada y que regresa para hacer mella enlos valores democráticos y liberales que hemossabido conseguir, y trae de vuelta viejos antago-nismos que se creían ya exorcizados; sea paradojao cinismo, para curar a los pueblos de esa enfer-medad que regresa hay que llevarlos al terreno dela no-política, al terreno donde la lucha por dere-chos y conquistas sociales debe ser dejada de ladoy confiar en la sabia gestión de los tecnócratasque los brindarán en su debido tiempo: el discursodel consenso, del fin de las ideologías, del fin de

por Américo Tagliari

la historia. Desde ese lugar provienen hoy lasprincipales críticas al populismo que lo tratan co-mo una forma política anacrónica e irracional.

Así es que se recurre insistentemente a las institu­ciones y a la república; son, en la devaluada arenapolítica en que se mueven los voceros del consen-so, las palabras fetiche, las palabras que se llevanal debate y comienzan a hablar por sí mismas sinnecesidad de apelar en su retórica al colectivo hu-mano que les da vida, las palabras con las que loscultores de las buenas costumbres cívicas se lle-nan la boca y adornan sus parlamentos a fin dejustificar su pretendido acuerdo de todos; por elcontrario, populismo, es la palabra que se escupesobre cualquier construcción política que apela ensu discurso al Pueblo y funda, o pretende fundar,su legitimidad sobre una mayoría nacional y po-pular y sobre la salvaguarda de sus intereses fren-te a una minoría privilegiada defensora debeneficios corporativos o foráneos. Desde las usi-nas mediáticas, generadoras de un exitismo indi-vidualista obscenamente afín a los intereses delmercado, y desde un tiempo a esta parte enmarca-do en las consignas salvajes del neoliberalismo, seproyecta la acusación de populista sobre cualquierintento de subvertir la ecuación de poder en favordel Estado y sobre cualquier convocatoria a lamovilización popular. Es en esas usinas donde sepretende construir sujetos políticos apolíticos co-mo la gente o la opinión pública, que no son másque entelequias de consumidores y espectadorespasivos de lo qué las cabezas parlantes de la tele-visión les indican como el bien, pero que, pese a

Política

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la prédica constante y obstinada de los gurúes delos medios, a la hora de las urnas no les han servi-do para desterrar el mal populista. Mal populistaque no dudan en igualar al fascismo o al stalinis-mo, dándole a los procesos históricos acusadoscomo tales una sospechosa cercanía al mal radi­cal, haciéndolos personalismos totalitarios y esta-tistas, intolerables para los tiempos que corren.Denuncia permanente que pretende alertarnos so-bre el peligro de tolerar, ya ni siquiera de apoyar,un forma política que el sentido común hegemóni­co, como una verdad revelada y sin necesidad deun análisis profundo, caratula de populista y asu-me como perniciosa. Tal vez ésta sea, si se quiere,la entendible reacción de los encargados de soste-ner el orden establecido, caras visibles del poderinvisible que pretende sujetar a los pueblos en unletargo conformista e irreflexivo; lo que en todocaso se vuelve preocupante es que a esa defensadel poder se suman las clases políticas haciendopropio el discurso anti-político de los interesadosen mantener un estado de cosas que beneficia apocos en perjuicio de muchos.

Pero si la anterior es, digamos, la crítica por dere­cha al populismo, crítica hecha en nombre de losvalores republicanos, también se lo criticará porizquierda. Quizás sea poco significativo hoy el re-proche en nombre del proletariado y su concien-cia de clase, de sabotear la lucha que conduce a laemancipación de los hombres, de inculcar en lostrabajadores ideas equivocadas sobre su lugar enla marcha emancipatoria de la historia; pero aunasí hay una acusación permanente de engañar alpueblo: cualquier conquista en favor de los másdesprotegidos no es vista sino como un método decontener las luchas populares y mantener el statusquo. El populismo no tiene ideología alguna sinoque es mero pragmatismo y todo lo que se hace enbeneficio de las clases trabajadoras lo es, en últi-ma instancia, en favor de grupos de poder domi-nantes. Se menosprecia de este modo la capacidaddel pueblo de entender un proceso político redu-ciendo el apoyo a un gobierno o a un movimientode este tipo a una conveniencia momentánea sinninguna visión de futuro y se olvidan las condi-ciones coyunturales que determinan el margen demovimiento a la hora de llevar a la práctica cier-tas políticas y la dificultad para ocupar ciertas po-siciones en las que se da la lucha por lahegemonía. Aquí no se critica desde la no-políti-

ca, más bien se envía al populismo a ese terreno,poniéndolo en un lugar de confusión ideológica,en un lugar de aprovechamiento de la nula expe-riencia política de las masas, masas a las quecualquier bondi las deja bien y actúan guiadaspor la urgencia de sus necesidades sin aceptar elsacrificio que exige la lucha por la emancipación.

En el barro de la política, en el conflicto inevita-ble de una comunidad, el populismo se ha tratadode ese modo pero no es muy diferente la miradaque se ha tenido desde muchos ámbitos académi-cos en donde la reflexión prima sobre luchas depoder coyunturales, sobre debates televisivos deunos pocos minutos, o, es esperable, sobre intere-ses sectoriales y económicos. Allí, donde argu-mentar sólidamente es más importante quepersuadir, también se ha tomado la palabra popu­lismo con una carga peyorativa; desde la teoríapolítica hablar de populismo ha sido hablar de unfenómeno político degenerado; un fenómeno va-go, impreciso, lleno de ambigüedades producto desu sujeción a intereses meramente coyunturales;un fenómeno de manipulación de multitudes porparte de lideres carismáticos pero sin ideologíaque se aprovechan de la falta de cultura política yde las necesidades insatisfechas de una gran partede la población y saben como explotar el imagi-nario colectivo para encolumnar tras de sí grandesgrupos de ciudadanos deseosos de ser representa-dos. El populismo aparece desde esta mirada co-mo un hecho político esquivo a las categorías dela ciencia política, un hecho político que se poneal margen de lo político y debe ser tratado comoun hecho psicológico de caracteres difusos, comouna psicopatía colectiva que atenta contra la mis-ma organización de la sociedad.

Unos y otros parecen negarse a un debate en elque se dejen de lado prejuicios de corte racistahacía lo popular y en el que estos procesos tilda-dos de populistas se presenten como una alternati-va válida de articulación de los interesesmayoritarios y beneficiosos para el pueblo.

Tanto políticos y politólogos mediáticos, sean es-tos republicanos ilustrados o vanguardia de iz-quierda iluminada, como académicos deseosos deencontrar la sociedad funcionando como un me-canismo de relojería, coinciden en ver en el popu-lismo el reino de lo irracional: un territorio

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censura que habla de un pueblo engañado y ciegoante su destino verdadero, un pueblo que ha olvi-dado las instituciones y la historia que le dan for-ma y se ha desviado del camino que lo lleva enlinea recta a la grandeza y la felicidad que se me-rece.

La anterior referencia a Sarmiento no es casual, elcamino que ha tomado el pueblo populista es elde la barbarie: no se ha subido al tren del progreso

y ha adoptado como forma de vida la animalidad,ha tomado un camino que lo aleja cada vez másdel deseable modelo de civilización que le mues-tran esos países, sean vecinos o lejanos, dondereina el respeto al orden establecido y la sanacoincidencia ideológica entre todos los sectoresde la sociedad. En nuestro país la acusación depopulista a procesos como el peronismo o, en laactualidad al kirchnerismo, no deja de estar en-marcada dentro de esa matriz fundacional delpensar argentino, la civilización versus la barba-rie. Masas ignorantes, vagos que no quieren tra-bajar y pretenden vivir de la teta del estado, unpueblo desinteresado por el progreso y las buenascostumbres: un Otro radical que se debe civilizaro en su defecto excluir de la sociedad. Y ese Otro

populista, frente al nosotros civilizado que pagasus impuestos, respeta las leyes y contribuye a lagrandeza de la República, por si faltara algo, esviolento. Como los carniceros de El matadero deEcheverría, populacho salvaje que hace reventarde rabia al elegante unitario; o como el quizás po-co conocido cuento de Borges y Bioy La fiestadel monstruo, en el que las bestias mal habladasseguidoras de un monstruo apedrean a un cuatroojos judío con libros bajo el brazo; hoy, matizan-

incomprensible donde la diosa Razón es olvidaday reemplazada por el mito y la superstición, don-de un caótico folclore de ritos y un cambalache desímbolos pisotean la constitución y las leyes,donde el orden vale menos que los caprichos dellíder y sus acólitos, donde, en definitiva, la civili-zación se rinde a la barbarie y se desgarran lasentrañas de un noble pueblo a la vez que las ma-sas festejan, ignorantes de su destino, la burla, elchantaje y la mentira de la que son tanto victimascomo culpables. ¡Pan y circo! —gritan horroriza-dos— el fantoche populista da de comer y entre-tiene, el pueblo hechizado no sabe de la perdiciónen la que se halla sumido ni de la ruina material ymoral a la que se dirige. De un lado y otro se hacecaer sobre el populismo una censura ética, una

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do las licencias literarias de esos relatos, son lashordas salvajes militantes que atentan contra laprensa libre e independiente, prensa que desde ladefensa de sus intereses económicos e ideológicosse pone en victima y no tarda en acusar al mons­truo populista de ir en contra de la libertad de ex-presión y, por lo tanto, pretender anular lademocracia. Democracia y populismo son puestoscomo formas políticas incompatibles, figuraspolíticas de la civilización y la barbarie: la Repú-blica y su forma degenerada, la politeía y la in-justificada pretensión de igualdad de los quecarecen de riquezas o virtud.

En la(s) lecturas(s) sobre el populismo de algún

modo expuesta(s) hasta aquí, este es visto comoalgo que viene a perturbar a la sociedad, algo queprepotente ingresa en el juego rompiendo las re-glas y dando por tierra con un orden que esa so-ciedad exhibe orgullosa, algo que atenta contra eltej ido social desarticulando los vínculos políticos,culturales y económicos (sobre todo estos últi-mos) ya establecidos y aceitados para mantener elmecanismo en funcionamiento. Y bien podemospensar que es así, que de eso se trata el populis-mo. De algo que irrumpe en un orden, pero no,claro está, pensado en el sentido negativo con elque ha sido tratado en lo anterior sino, por el con-trario, pensando el populismo como una formapolítica por demás válida o, si se acepta la tesis deLaclau, como la política misma. Es posible, pues,leer el populismo tal como lo hace Laclau, tratán-dolo no como una construcción política ajena acualquier forma preexistente sino como la cons-trucción de una identidad fundamental, el Pueblo,a partir de la equivalencia de sentidos dados engran medida por el sentimiento de exclusión pro-vocado por la parte instituida del espacio común,sentimiento compartido entre diferentes actoressociales que no pueden acceder a un estado de re-

presentación y, lo que es más importante, no pue-den acceder a un Estado.

Hablar de populismo será, entonces, hablar de lairrupción de los que no han sido tenidos en cuentaen la conformación de ese orden sedimentado, elsubsuelo que se resignifica y se hace presente re-clamando su parte, o, en términos más cercanos aLaclau, los que no han recibido respuesta a susdemandas, los que no han sido escuchados, losque han lanzado una y otra vez sus consignas alaire sin que hagan eco en la pretendida sociedad.Esos que por una vez han logrado unir sus voces ypresentar un discurso capaz de contener en su se-no la multiplicidad de demandas a las que ese or-den que ahora se pretende desplazar no ha sabidodar respuesta. El populismo es eso que irrumpe enel orden social instituido, y viene a poner en evi-dencia la falsa armonía allí reinante y establecerun nuevo marco de valores y proyectos.

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Hoy no tengo ganas de escribir.

Fin

Tratado de flojerologíapor Santino Peusein

Delirio

Ruth Orkin - Jinx and Justin Flirting at the Cafe, Florence, Italy, 1951

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André Kertész - Academie Francaise, Paris, 1929

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Reseña de Entre el paraíso y elinfierno de Reinaldo Casolati

por Elvira Sarracino

Libros

Leer Entre el paraíso y el infierno, la última novela deReinaldo Casolati, ha sido una tarea decepcionante. Unlibro recomendado por amigos (a quienes se lo habíanrecomendado amigos) que indudablemente no lo leye-ron (al igual que los amigos que se lo recomendaron aellos). En principio la historia es prometedora. Un hom-bre que aparece de repente en un ficticio pueblo del in-

Ficha del libro

Título: Entre el paraíso y el infiernoAutor: Reinaldo CasolatiEditorial: Ojos MiopesAño: 2013

terior del interior y no recuerda ni su nombre. Un hombre de algo más de treinta años sin nombre y sinpasado, sin una historia personal que lo defina. Un nacimiento ex nihilo podría decirse. Y a partir deallí descubrirse a sí mismo como un nadie, un anónimo que debe comenzar una vida desde cero, desdela nada que es. Enfrentarse al mundo y a las personas desde un vacío existencial por demás perturba-dor. Y los habitantes del pueblo que lo miran con desconfianza y con temor, que elaboran las teoríasmás desopilantes sobre este hombre que trata de hacer una vida. Y en el medio no podía faltar una his-toria de amor. Una joven que se acerca al desconocido y trata de comprenderlo y ayudarlo. Y por su-puesto se enamoran. Pero poco puede él darle a esta hermosa y joven mujer de buena familia, no másque un poco de cariño. Poco importan las intrigas y la condena del pueblo a esa relación, lo interesantees como el amor del protagonista por esa mujer lo llevan a preguntarse sobre su pasado, a buscar en lomás recóndito de su inconsciente quien es realmente.

He dicho que la historia promete. Un hombre sin pasado que aparece de la nada en un pueblo, se ena-mora y comienza a preguntarse quien es atravesado por el amor a una mujer, no parece una historiadespreciable y, uno supone, abre la posibilidad a indagarse sobre quienes somos, como nos constitui-mos en lo que somos y a partir de allí como nos relacionamos con las otras personas, en especial en loque hace al amor. Pero tengo que decir que la ejecución del relato es pésima. Párrafos que cuesta en-tender, acotaciones intrascendentes que parecen ser el modo de hacer catarsis del autor, desvaríos fi-losóficos que terminan en grotescas escenas sexuales sin ton ni son y el abuso de palabras difícilesabundan en esta novela. Y claro está, la por demás innecesaria cantidad de guiños eruditos a otros es-critores y filósofos. Así desfilan sin mayor trascendencia para el relato Sartre, Agustín, Borges, Cortá-zar, Descartes, Wittgenstein, Camus y otros tantos que no vale la pena seguir mencionando. Se trata,qué duda cabe, de la proverbial debilidad de los intelectuales por demostrar cuanto han leído.

Veamos algunos pasajes a modo de ejemplo. Dice ni bien comenzado el texto: atendiendo a la urgen­cia del llamado se entregó sin contemplaciones a las preguntas que con rigor silogístico [sic] le hicie­

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ron los encargados de interrogarlo, poco pudo responder, su memoria se había extraviado en los cam­pos aledaños al poblado sin dejarle una pizca de dinero ni comida. Más adelante parece dar una pistasobre la historia del personaje, y dice ni Dios, el dios al que hace no mucho rezaba cada noche, pero esun tema sobre el que el autor no vuelve en toda la novela. Unas páginas más adelante, luego de relatarlas aventuras extra matrimoniales de un personaje secundario (la madre de la joven que se enamora delrecién llegado al pueblo), cuando uno menos se lo espera el autor pasa a la primera persona y noscuenta su propia experiencia con la infidelidad. Ya más adelante, poco después de que el personaje co-nozca a la joven, en un arrebato sartreano dice las cosas del diminuto departamento le parecieron aje­nas al mundo, a su mundo, distantes, separadas de sí por una nada. La nausea, la nausea, las ganasde vomitar, de lanzar toda la mierda que lo invadía. Pero así son las cosas, cuando uno es una nada noparece posible hacer que el mundo sea propio, no parece posible tomarlo con las manos y hacerloparte de uno mismo, uno no es más que un yo imposible y el mundo ser ajeno. Pero agrega así es quese tiro en la cama y comenzó a acariciar su miembro, y llevo a la máxima [sic] erección mientras pen­saba en ella desnudándose a la vez que sensualmente bailaba al son de una cumbia que se escuchabaen una radio vecina. Continúa una minuciosa descripción del pene del personaje y de su acto mastur-batorio que no tiene sentido citar aquí. Más adelante ligará al personaje con Sísifo y tomará hasta elparoxismo el absurdo de Camus, sin dejar de citar ese verso de La última curda que dice que la vida esuna herida absurda.

No vale la pena explayarse más sobre esta curiosa novela que ha caído en mis manos. No puedo reco-mendar su lectura, aunque pensando en el argumento, podría recomendar que algún autor capaz se to-me el trabajo de reescribirla.

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Cartas de lectores

Lectores

Estimado Nicolás Rotsa,

sabe Ud. cuanto lo aprecio y cuanto respeto letengo, y sepa también cuanto valoro que al fin ha-ya puesto en marcha su ansiado proyecto de pu-blicar una revista (aunque en este caso sólo seavirtual). Pero eso no quita que le haga llegar consinceridad mis impresiones al leer el primer nú-mero de Ojos Miopes. Debo decirle, para comen-zar, que Ud. me ha hecho perder mi tiempo. Salvola hermosa joven de la fotografía de portada, queUd. bien sabe me recuerda a una persona pordemás querida, le hago saber que lo que encontréen el interior de su revista no ha sido más que unburdo rejunte de escritos carente de coherencia yde sentido. Escritos, por cierto, de una pésima re-dacción y estilo. Los ignotos autores que han de-cidido publicar en su pasquín son, sin más, unamanga de mediocres que ha encontrado en Ud. uneditor tan incompetente y con una absoluta faltade criterio a la hora de seleccionar lo que se pu-blica, han conseguido sus quince minutos de mo-derada fama viendo sus bizarros textos en algocon forma de revista. No tome, de ninguna mane-ra, lo que acabo de decir como una crítica haciasu persona, sé que es Ud. muy inteligente, pero suorgullo lo ha llevado a emprender en soledad unproyecto que escapa a sus posibilidades.

Vea sino ese mal chiste titulado Tratado de floje­rología de un tal Santino Peusein que se las da degracioso y del que no tengo mayores datos. O esaapología populista que, al margen de desentonar

con el resto de los textos, poco aporta a una dis-cusión política o filosófica seria sobre el tema. Yque decir de la reseña de un libro que sólo debehaber sido leído por la madre del autor y por supeor enemigo, que es quien escribe la reseña. Y nihablar de la inclusión de un absurdo horóscopo fi-losófico. Una burrada digna de cualquier revistade modas o de modelos para adolescentes dequince años, pero no para su pretendida intelec-tualidad. Una burrada que no hace reír sino queindigna. Una burrada tras otra Ud. verá. De todasformas voy a rescatar su escrito titulado Tardanza.Pero es un texto que muchos de sus amigos ya co-nocemos, y lo valoramos porque conocemos partede su vida. Pero dudo que un lector que no conocenada de Ud. pueda comprenderlo. Sepa que no esaconsejable la inclusión de estos relatos auto-biográficos en una publicación como la que ustedpretende llevar adelante. Un lugar aparte merecela poco inspirada presentación de la revista queUd. realiza a modo de editorial. Aquí sólo men-cionaré ese desvarío sobre la miopía y a máximasocrática que difícilmente alguien pueda entendera donde apunta. Por caso, tampoco queda claro adonde apunta su revista.

Querido Nicolás, no es mi intención que abando-ne su proyecto. Sólo le hago notar que estas cosasno se emprenden en soledad como Ud. lo ha he-cho. El próximo número de Ojos Miopes segura-mente podrá hacerlo mejor. Pero claro, tendrá querodearse primero de gente que lo ayude y convo-car autores de valía, no los fracasados con aspira-

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ciones de escritores que tienen cabida en este pri-mer número.No se ofenda por mis palabras, aunque sé que Ud.se ofende con facilidad, ni se enoje ni se tire aba-jo. Ni abandone, por supuesto, a causa de la dure-za de esta carta. Ud. sabe el cariño que le guardo.

L. A.RESPUESTA DEL EDITOR:

Querido L. A., no puedo más que agradecer quese haya tomado la molestia de leer Ojos Miopes yhacerme llegar su opinión sobre la revista. Opi-nión que deberé tener en cuenta. Sin dudas ha si-do un golpe duro leer sus apreciaciones, he estadoa punto de olvidarme de Ojos Miopes y dedicarmea tareas más productivas. Pero he de decirle queopté por seguir adelante con la revista. A decirverdad cuando recibí su carta ya era tarde paraconvocar mejores colaboradores, así que la publi-qué con los escritos que usted tan duramente cas-tiga. Los autores no serán conocidos, pero sonbuenas personas, aunque admito que ser buenapersona no sirve para nada, y aceptaron con dedi-cación colaborar con este proyecto. Debo agrade-cerles.Algo en lo que le he hecho caso es en sacar el in-sulso horóscopo filosófico. En parte lo he hechopor su carta y en parte por consejo de mi astrólo-go de confianza. Pero quizás en números poste-riores vuelva a incluirlo (aunque debo decir quemi astrólogo de confianza me dice que los astrosindican que no habrá números posteriores).

Estimado L. A., vuelvo a agradecer su molestia enescribirme. Espero pronto poder hacerle llegar unnuevo número de Ojos Miopes, y confío en queserá de su agrado. Lo saludo cordialmente y lehago llegar mis respetos a su eterna y mal llevadasoledad.

Nicolás Rotsa

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¡Mozo! Otra cerveza por favor