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Operaciones secretas de la Segunda Guerra Mundial - Jesús Hernández

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Operaciones Secretas dela Segunda Guerra

Mundial

Conspiraciones, agentessecretos, contraespionaje,

golpes y sabotajes

Operaciones Secretas dela Segunda Guerra

Mundial

Conspiraciones, agentessecretos, contraespionaje,

golpes y sabotajes

JESÚS HERNÁNDEZ

Colección: Historia Incógnitawww.historiaincognita.com

Título: Operaciones secretas de laSegunda Guerra MundialAutor: © Jesús Hernández

Copyright de la presente edición: ©2011 Ediciones Nowtilus, S.L.Doña Juana I de Castilla 44, 3º C,28027 Madridwww.nowtilus.com

Reservados todos los derechos. El

contenido de esta obra está protegidopor la Ley, que establece pena deprisión y/o multas, además de lascorrespondientes indemnizacionespor daños y perjuicios, para quienesreprodujeren, plagiaren,distribuyeren o comunicarenpúblicamente, en todo o en parte, unaobra literaria, artística o científica, osu transformación, interpretación oejecución artística fijada encualquier tipo de soporte ocomunicada a través de cualquiermedio, sin la preceptivaautorización.

ISBN: 978-84-9967-265-6

Fecha de edición: Noviembre 2011

Impreso en España

A mi hijo Marcel

Índice

Introducción

PARTE I. GOLPES DE MANO

Capítulo 1Operación Archery: Asalto a lafortaleza de HitlerUNA NUEVA FUERZA DECOMBATE

DECEPCIONANTE DEBUTEL PRIMER ÉXITORUMBO A NORUEGASORPRESA TOTALASALTO A VAGSOYALIMENTAR LAESPERANZA

Capítulo 2Operación Biting: A la caza delarma secreta germanaLA GUERRA DE LAS ONDASA LA CAZA DEL RADARPREPARANDO EL ASALTOCOMIENZA LA MISIÓN

MISIÓN CUMPLIDA

Capítulo 3Operación Chariot: Asalto alpuerto de Saint-NazairePROTEGER El TIRPITZOBJETIVO: SAINT-NAZAIREINCURSIÓN EN ELESTUARIOIMPACTO CONTRA LASESCLUSASBATALLA EN LOS MUELLESREEMBARQUE IMPOSIBLEUNA ÚLTIMA SORPRESA

Capítulo 4Operación Chastise: «Despuésde mí, el diluvio»LA CUENCA DEL RUHRUN GUIJARRO SOBRE ELAGUAPRIMEROS ENSAYOSPRECISIÓN QUIRÚRGICALA PRUEBA DEFINITIVATRES FORMACIONESATAQUE A LAS PRESAS«DESPUÉS DE MÍ, ELDILUVIO»

PARTE II. ATENTADOS Y SECUESTROS

Capítulo 5Operación Flipper: Rommel,vivo o muertoUN LÍDER CARISMÁTICOOBJETIVO: ROMMELUNA OPERACIÓNARRIESGADADESEMBARCOACCIDENTADOEN TERRENO ENEMIGOLLEGADA A BEDALITTORIAEL ASALTO FINALLA HUIDAENTIERRO CON HONORES

MILITARESUN FIASCO ABSOLUTO

Capítulo 6Operación Antropoide:Heydrich debe morirCHECOS EN EL EXILIOOBJETIVO: HEYDRICHLA OPERACIÓN ENMARCHAPREPARANDO ELATENTADOEL MOMENTO DECISIVOTRASLADO AL HOSPITALOPERACIÓN DE BÚSQUEDA

SE ROMPE EL SILENCIOASALTO A LA IGLESIALÍDICE, UN PUEBLOMÁRTIRUN PRECIO DEMASIADOALTO

Capítulo 7Operación Vengeance: Eldesquite de pearl HarborLA TRAMPA DE MIDWAYUN DILEMA MORALADMIRADOR DE ESTADOSUNIDOSUNA OPERACIÓN DE GRAN

IMPORTANCIAENCUENTRO CON LAMUERTELA MISIÓN, UN ÉXITOUNA LARGACONTROVERSIA

Capítulo 8Operación Zeppelin: Stalin es elobjetivoUN RUSO DISPUESTO ACOLABORARINSTRUCCIÓN AVANZADATRANSFORMÁNDOSE ENTAVRIN

LUZ VERDE AL PLANATERRIZAJE EN EL CAMPORUMBO A MOSCÚ

Capítulo 9Incursión en Creta: El secuestrode un generalUN AVENTUREROROMÁNTICOUNA PROPUESTADESCABELLADACOMIENZA LA MISIÓNAL ACECHO DEL GENERALEL SECUESTROREPRESALIAS ALEMANAS

PENOSA TRAVESÍALLEGADA A EL CAIRO

PARTE III. ESPIONAJE YCONTRAESPIONAJE

Capítulo 10«A-54»: El agente de los milnombresPRIMERA ENTREVISTAUN VIAJE ARRIESGADOLA TRAICIÓN DE MÚNICHCHECOSLOVAQUIA,OCUPADAESTALLA LA GUERRA

LOS TRES REYESA-54, DESCUBIERTOSU ÚLTIMO NOMBRE

Capítulo 11«El hombre que salvó Londres»UNA RED DEINFORMADORESIMPORTANTEDESCUBRIMIENTOMÁS CONSTRUCCIONESEL ROBO DEL PLANOEL MOMENTO MÁSARRIESGADOCOMPLETANDO EL

ROMPECABEZASOPERACIÓN CROSSBOWLAS PRIMERAS BOMBASVOLANTESHOLLARD, CONDECORADO

Capítulo 12Operación Most III: Cómoconseguir un cohete V-2EL INFORME OSLOEL ARMA DEFINITIVAOPERACIÓN HYDRASABOTAJETRASLADO A POLONIAUN OPORTUNO ACCIDENTE

ENSAYOS CON LAS V-2UNA V-2 INTACTALA OPERACION MOST IIIMOMENTOS DRAMÁTICOSUN ESFUERZO INÚTIL

Capítulo 13Eric Erickson: Un sueco en la«lista negra»ÉXITO EN LOS NEGOCIOSIMPORTACIÓN DEPETRÓLEOREUNIÓN CON HIMMLERUN PLAN ARRIESGADOUNA INFORMACIÓN MUY

ÚTILMOMENTOS DE PELIGRO

PARTE IV. MISIONES AUDACES

Capítulo 14El raid de Alejandría: Lositalianos demuestran su valorMOMENTO CRÍTICO PARALA ROYAL NAVYOBJETIVO: ALEJANDRÍATORPEDOS TRIPULADOSSEIS HOMBRES Y UNDESTINOVIAJE EN SUBMARINO

COMIENZA LA OPERACIÓNCOLOCANDO LAS MINASEXPLOSIONES EN ELPUERTODECISIÓN ERRÓNEA DEMUSSOLINI«UN EJEMPLO DE VALOR»

Capítulo 15Operación Frankton: La audacianavega en canoaEL PUERTO DE BURDEOSLA PATRULLA TRUENOUNA PELIGROSAAVENTURA

BOTES AL AGUARUMBO A BURDEOSCOLOCANDO LAS MINASLOS ALEMANES,SORPRENDIDOSHUIDA HACIA ESPAÑABALANCE DE LA MISIÓN

Capítulo 16Operación Gunnerside: La«batalla del agua pesada»EL AGUA PESADAOPERACIÓN GROUSEOPERACIÓN FRESHMANOPERACIÓN GUNNERSIDE

ASALTO A LA FÁBRICAVUELTA A EMPEZAREL HUNDIMIENTO DEL SFHYDRO

Capítulo 17La hora de la venganza: Un planpara matar a seis millones dealemanesDESEO DE VENGANZALA PRIMERA ACCIÓN«LOS VENGADORES»UNA PROPUESTA RADICALPREPARANDO EL PLANCAMBIO DE PLANES

EL DÍA DE LA VENGANZA

Epílogo

Bibliografía

El que ama el peligro, en él perecerá.

Eclesiastés 3, 27

Introducción

La Segunda Guerra Mundial no sólose libró en los campos de batalla, apesar de lo que suelen reflejar loslibros de Historia. La atención de loshistoriadores se centra habitualmenteen ese aspecto, destacando laimportancia trascendental de lasdecisiones estratégicas, losenfrentamientos entre ejércitos, losmovimientos de tropas o las grandes

ofensivas. Sin embargo, esa visióntan amplia del conflicto, en la que loshombres se cuentan por cientos demiles o incluso millones, no nospermite apreciar el papel quejugaron, o que aspiraron a jugar,reducidos grupos de combatientes, oincluso personas a título individual.

Si alguien piensa que el papelque podía jugar una persona anónimaen un drama de las dimensionescolosales que alcanzó la guerra de1939-1945 debía verse reducidoforzosamente al de mero actorpasivo, la lectura de estas páginas

hará que se vea obligado a cambiarde opinión.

Como se verá, durante laSegunda Guerra Mundial hubopersonas corrientes que, imbuidas deuna confianza ciega en susposibilidades y de una asombrosavalentía, cuando no temeridad, seatrevieron a tomar decisiones quepusieron en juego su vida, en aras dedefender la causa a la que habíandecidido servir. Ya fuera integrandoun pequeño grupo de asalto,convirtiéndose en espías oprestándose a protagonizar una

operación casi suicida tras las líneasenemigas, estas personas se pusieronal servicio de sus gobiernosvoluntariamente, decididos aacometer las misiones máspeligrosas para ayudar a ganar laguerra.

Los distintos servicios deinteligencia organizaron esasoperaciones secretas para golpear alenemigo en su flanco más débil. Peropara llevarlas a cabo fue necesarioencontrar a esos hombres valientes yaudaces, dispuestos a arriesgar suvida por cumplir la misión

encomendada costase lo que costase.Aunque las posibilidades de pereceren el intento eran amplias, nuncafaltarían voluntarios para ello.

En estas páginas el lector podráencontrar osados golpes de mano,asaltos, secuestros, asesinatos oarriesgadas misiones de espionaje.Todos los que participaron en estasoperaciones estaban convencidos deque su acción tendría un efectotrascendental en el curso de lacontienda y que su nombre seríarecordado para siempre; en caso deperder la vida, no les cabía duda de

que su país sabría reconocer susacrificio.

No obstante, en la mayoría deocasiones, esa aportación a lavictoria final no se produciría.Muchos de ellos resultarían muertos,heridos o capturados por el enemigoantes de alcanzar su objetivo. Aun enlos casos en los que esos héroesconsiguieron cumplir con la misiónque se les había encomendado, seríafrecuente que los resultados de suacción no diesen el fruto previsto porlos que habían impulsado el plan.Tan sólo una pequeña parte de

aquellos hombres audaces lograríaimprimir un nuevo giro al curso delconflicto y conseguiría que sunombre quedase inscrito con letrasde oro en el gran libro de la guerra.

Por primera vez, una obra reúneesas operaciones secretas sin cuyoconocimiento no se entendería eldesarrollo de la contienda. Algunasde ellas son conocidas pero, aun así,permiten disfrutar de un relato cuyaemoción y suspense rivaliza con losdel mejor thriller. Otras permanecentodavía hoy rodeadas de incógnitas ypuntos oscuros que el paso del

tiempo no ha permitido despejar.Por último, otras misiones

demuestran que la mejorplanificación no es garantía de éxito;la mala suerte y los imprevistosprovocaron decepcionantes fracasos,que en los episodios aquí relatadossignificarían en muchos casos lamuerte para sus valerososprotagonistas. El sacrificio supremoque hicieron entonces quizás pudohaber resultado inútil, pero sutestimonio de arrojo, valentía ycoraje permanecerá vivo parasiempre.

Parte I

Golpes de mano

Capítulo 1Operación Archery: Asalto ala fortaleza de Hitler

Antes del amanecer del 27 dediciembre de 1941, unos barcos seadentraban con sigilo en un tranquiloy silencioso fiordo noruego. Con lasprimeras claridades del día, la tierracubierta de nieve se recortaba en elmar. En la orilla sólo se veía elresplandor de la lumbre en lascabañas de los pescadores,

preparándose para comenzar otrajornada de trabajo.

A bordo de los buques, mediomillar de hombres, ateridos de fríopero confiados y resueltos,esperaban que llegase el momento deactuar. Habían embarcado tres díasantes en Escocia y se encontrabancansados y mareados por la travesía,pero su ánimo estaba intacto. Teníanante sí un excitante desafío con elque llevaban tiempo soñando; asaltarla fortaleza europea de Hitler.

En esos momentos, la Alemanianazi era dueña de casi toda Europa.

Sólo Gran Bretaña había logradoresistir los embates de la implacablemáquina de guerra germana,rechazando la terrible ofensiva de laLuftwaffe del verano y otoño del añoanterior, pero en ese invierno de1941 el resto del continente habíahincado ya su rodilla ante el poderde la esvástica. Tras la invasión delos Balcanes y el avance inconteniblede los panzer por las llanuras rusas,el Ejército Rojo estaba defendiendocon éxito Moscú, pero parecía muylejano el día en el que Europapudiera sacudirse de encima el

aplastante dominio nazi.Sin embargo, aquellos hombres

en quienes el frío penetraba hasta loshuesos estaban dispuestos ademostrar a Hitler que su dominio deEuropa no era incontestable. Laaudaz acción que estaban a punto delanzar sobre una aldea de la Noruegaocupada no dejaría de ser unpequeño alfilerazo en la gruesa pielde un poderoso paquidermo, peroaun así estaban decididos a poner enriesgo su vida para desafiar altodopoderoso führer.

La mayor parte de ellos habían

estado en el infierno de Dunkerque yansiaban desquitarse de lahumillación sufrida un año y medioantes. Todos ardían en deseos dereencontrarse con el enemigo teutón;su ardor guerrero era tal que algunosoficiales creyeron necesariorecordarles, antes de zarpar, lasleyes de la guerra para evitar algúnexceso.

Mientras los incursorescomprobaban una vez más el perfectoestado de su equipo y se aprestaban asaltar a tierra en cuanto resonase laorden en cubierta, los barcos seguían

avanzando por el fiordo en completacalma, sin ser descubiertos por losalemanes. El momento de larevancha, silenciosamente, habíallegado.

UNA NUEVA FUERZA DECOMBATE Uno de los capítulos más sugestivosde la Segunda Guerra Mundial es elde las operaciones llevadas a cabopor los comandos británicos, como laque estaban a punto de lanzar

aquellos hombres en un lugar de lacosta noruega. Aunque este tipo demisiones no llegaría a tener un pesoapreciable en el desarrollo de lacontienda, el primer ministroWinston Churchill fue partidario derecurrir a ellas, consciente de laimportancia que podían tener paramantener alta la moral en esosmomentos de hegemonía militaralemana en la Europa continental.Así, los británicos supieron rodearestas incursiones en territorioenemigo de una excelente coberturapropagandística, lo que llevó a la

opinión pública aliada a conceder alos comandos una relevancia quesobrepasaría con mucho a la querealmente poseyeron.

El origen de esta singular fuerzade combate hay que buscarlo el 4 dejunio de 1940, cuando Churchillanunció ante una compungida Cámarade los Comunes que lo que quedabadel Ejército británico que habíaacudido a socorrer a holandeses,belgas y franceses se había retirado alas playas de Dunkerque y seaprestaba a su evacuación, lo quesignificaba dejar el continente en

manos de Hitler. En torno a estepuerto francés del canal de laMancha se habían replegado lasfuerzas británicas que habíanescapado de la aniquilación a manosde la victoriosa Wehrmacht y suarrolladora guerra relámpago. Apartir de ese momento, lo único quepodía hacer era trasladar el mayornúmero posible de hombres de vueltaa las islas británicas.

La noche de esa funesta jornada,el teniente coronel Dudley Clarke,oficial del Estado Mayor de laOficina de Guerra (War Office)

británica, con veinte años de servicioy gran conocedor de la historiamilitar, comenzó a analizar quéhabían hecho otras naciones en elpasado cuando sus ejércitos fueronbatidos en el campo de batalla.

Clarke recordó que en la guerrade la Independencia de 1808-1814los españoles habían respondido alos franceses invasores lanzandoataques relámpago tras las líneasenemigas con pequeños grupos desoldados irregulares ligeramentearmados, las guerrillas. Cerca de unsiglo después, los colonos

holandeses resistieron al avance delas tropas británicas durante laguerra de los Bóers empleando esamisma estrategia. En 1936, en laPalestina ocupada por los británicos,estos se habían visto hostigadosseriamente por grupos de árabes malarmados, pero capaces de poner enjaque a tropas regulares gracias a sugran movilidad y conocimiento delterreno.

El teniente coronel Clarkepensó que, si entonces Gran Bretañahabía sido objeto de esa guerrairregular, ahora que ella debía

enfrentarse a un enemigo superiorpodía emplear en su beneficio esemedio de hacer la guerra tan pocoortodoxo como efectivo. Así pues,Clarke decidió diseñar un plan parala creación de una nueva fuerzadestinada a desenvolverse de formasimilar a como lo habían hecho esosmovimientos guerrilleros históricos.Buscando un nombre para esas tropasde nuevo cuño, Clarke, sudafricanode nacimiento, tomó prestado elnombre que habían adoptado losbóers: «Comandos», una palabraafrikáner que significa ‘unidades

militares’.Al día siguiente, Clarke

presentó la propuesta a su superior,el jefe de Estado Mayor sir JohnDill, consistente en un plan detalladopara asestar golpes de mano en elcontinente con el objetivo de forzar alos alemanes a distraer fuerzas paraproteger las costas de su fortalezaeuropea, retirándolas así de otrosteatros de guerra. Dill acogió la ideacon entusiasmo. La idea de Clarkefue trasladada ese mismo día aChurchill, que captó de inmediato lasgrandes posibilidades que se abrían

en un momento en el que eranecesario más que nunca despertar elespíritu ofensivo del ejército,abatido tras la tan rápida comoinesperada derrota que había tenidosu colofón con la evacuación deDunkerque.

Comandos británicos adiestrándoseen la lucha cuerpo a cuerpo,

indispensable para las incursionesen territorio enemigo que les serían

encomendadas.

Un día después, Churchillpresentó un memorándum ante elgabinete de guerra en el que seapostaba por poner en práctica lapropuesta de Clarke. El premierbritánico, siempre tan expresivo,habló de «crear un reinado de terroren la costa enemiga» y de lanzar una«ofensiva contra todo el litoralocupado por los nazis que dejedetrás un reguero de cadáveres

alemanes».Churchill supo transmitir su

entusiasmo a los miembros delgabinete y la propuesta fue aceptada.Se creó así el Departamento MO-9de la Oficina de Guerra, que seríaconocido con el nombre de«Comandos», aunque muchosoficiales preferirían denominarlo«Servicio Especial» (SpecialService) ; ambos nombres seríanempleados indistintamente hasta elfinal de la guerra. Si esa reunión secelebró durante la mañana, por latarde Clarke ya estaba trabajando en

el proyecto; se le encargó quepreparase una incursión lo máspronto posible.

Con toda seguridad, cuando dosdías antes a Clarke se le ocurrió laidea de lanzar una guerra deguerrillas contra los alemanes, noimaginó que su idea fuera a ponerseen práctica tan rápido. Pero laamenazadora situación a la que debíaenfrentarse Gran Bretaña, con lastropas alemanas firmementeasentadas en la otra orilla del canalde la Mancha y preparándose ya parael asalto a la isla, favorecía la

apuesta por esas ideas novedosas,más aún después del fracaso que elejército convencional habíacosechado en el continente. Habíallegado la hora de una nuevamentalidad, de nuevas tácticas y denuevos hombres; era el momento delos comandos.

DECEPCIONANTE DEBUT Una vez creado el cuerpo deComandos con voluntarios de lasdesactivadas Compañías

Divisionales Independientes(Divisional IndependentCompanies) que habían servido enNoruega, se comenzó a diseñar suprimera acción en territorio enemigopara comprobar así su potencial convistas a operaciones másimportantes. Churchill demostró suconfianza en esta nueva unidadordenando que fuera equipada con elarmamento más moderno, lo que hizoaumentar aún más el optimismo en elque se desarrollaban lospreparativos para su bautismo defuego.

En tan sólo tres semanas,Dudley Clarke ya estuvo encondiciones de cumplir la misión quele había sido encomendada por elprimer ministro. La incursión al otrolado del canal de la Mancha tendríalugar la noche del 24 de junio. Untotal de ciento quince hombres, abordo de cuatro botes de rescate dela fuerza aérea británica (Royal AirFo rc e , RAF), cruzaron el canalrumbo a la costa francesa. Suobjetivo era atacar cuatro puntos alsur de Boulogne para poner a pruebalas defensas alemanas y capturar

unos cuantos enemigos.Sin embargo, el resultado de la

incursión no pudo ser másdescorazonador. Uno de los botesllegó a tierra y sus tripulantes sededicaron a vagar por una zonadesértica, sin encontrar rastro deningún soldado alemán; aburridos dedeambular por entre las dunas,decidieron subir de nuevo al bote yregresar. La segunda lancha acabóllegando a un embarcadero dehidroaviones alemanes; viéndose enclara inferioridad en caso de que seentablase un combate, optaron

también por volver a la costa inglesa.El tercer bote, al menos, consiguióeliminar a dos centinelas alemanes.Llevados por su euforia, regresaronde inmediato, pero de inmediato sevio que su acción había sidocompletamente inútil; no les habíanregistrado los bolsillos para obteneralgún documento de valor y ni tansiquiera habían descubierto lo queaquellos centinelas estabanencargados de vigilar. Y, por último,los tripulantes de la cuarta lancha,con problemas en su brújula, a puntoestuvieron de meterse de lleno en el

puerto de Boulogne, fuertementedefendido por los alemanes; llegaronfinalmente a una playa, en la quedesembarcaron, pero fuerondescubiertos por una patrulla dealemanes en bicicleta. Se entabló untiroteo en el que un soldado británicoresultó herido, aunque pudieronfinalmente alcanzar de nuevo laembarcación y poner rumbo aInglaterra.

Para colmo, el regreso de losbotes no sería precisamente heroico.Al tratarse de una misión secreta, lasautoridades portuarias no habían sido

avisadas de la llegada de las lanchas.A una de ellas se le negó la entrada apuerto hasta que se comprobase laidentidad de los tripulantes. Estetiempo de espera fue aprovechadopor los comandos para dar buenacuenta de unas botellas de ron quehabía en el botiquín del bote,destinadas a reanimar a losaviadores que habían caído al mar.Cuando a los soldados se lespermitió desembarcar, casi nopodían mantenerse en pie; la policíamilitar sospechó que se trataba dedesertores, por lo que acabaron

durmiendo la mona en un calabozo.Cuando los detalles de esta

desastrosa operación llegaron a laOficina de Guerra, se llegó a laconclusión de que una acción de esetipo no podía improvisarse, tal comohabía sucedido en este caso. Eranecesario establecer una selección yun entrenamiento especial para evitarque se volvieran a cometer esoserrores de bulto. Los potencialesreclutas debían ser una mezcla de«piratas, gángsters y miembros deuna tribu india», según lasanotaciones de Dudley Clark.

Los hombres que seríanadmitidos en ese cuerpo de recientecreación responderían todos a unperfil muy definido; eranindependientes, excéntricos,idealistas y, sobre todo, poseedoresde una valentía que rozaba latemeridad. Todos eran conscientesde las dificultades que entrañabaparticipar en una acción en territorioenemigo, en el que el retorno noestaba asegurado. Además, sabían deantemano que, de ser capturados porlos alemanes, tendrían muchasposibilidades de acabar ante un

pelotón de ejecución.Los programas de entrenamiento

de esa nueva fase del cuerpo deComandos serían tan atípicos comoexigentes, prescindiendo de lasnormas y reglamentosconvencionales del Ejército. Porejemplo, los reclutas no podíandormir ni comer en los cuarteles y seles entregaría una pequeñaasignación para que tratasen de«vivir sobre el terreno». Esasnovedades despertaron suspicaciasentre los militares más tradicionales,pero aun así la Oficina de Guerra

siguió confiando en el potencial de lanueva fuerza.

Así, el 14 de julio de 1940 loscomandos dispusieron de unasegunda oportunidad. Esa noche, uncentenar de ellos se aproximó enlanchas de desembarco botadasdesde dos destructores a la isla deGuernsey, cercana a la costafrancesa, en poder de los alemanes.Un error de orientación hizo que unalancha acabase frente a un acantiladoy una avería obligó a otra a regresar.Sólo cuarenta hombresdesembarcaron en la isla;

consiguieron llegar a los objetivosseñalados, un campo de aviación yun cuartel, pero los encontraronabandonados por los alemanes. Sinposibilidades de hacer prisioneros,al final tuvieron que conformarse conllevar a cabo una acción de sabotajeconsistente únicamente en cortar trescables telegráficos.

Las grandes expectativaspuestas en esta segunda operación,mejor preparada que la desastrosaacción contra el puerto de Boulogne,se habían esfumado; el balance finaldel asalto a la isla de Guernsey había

sido casi tan decepcionante como elprimero.

EL PRIMER ÉXITO A pesar de las mejoras introducidasen el reclutamiento y elentrenamiento de los comandos, elestrepitoso fracaso de la incursiónsobre la isla de Guernsey reveló queuna fuerza de este tipo requería deuna organización más compleja,capaz de trabajar de maneracoordinada con la RAF y la Marina

Real (Royal Navy).Así, tres días después de esa

operación, el 17 de julio de 1942, sepuso al veterano almirante sir RogerKeyes al frente del Cuartel Generalde Operaciones Combinadas(Combined OperationsHeadquarters), que debía coordinarese tipo de ataques realizados porlos comandos. La avanzada edad deKeyes no supuso un obstáculo parasu elección, aunque no dejaba desorprender que un cuerpo de recientecreación, que tendría que regirse porcriterios innovadores, fuera

encomendado a alguien que podíaverse lastrado por su pasado. Acambio de ese supuesto punto débil,Keyes gozaba de un enorme prestigioen el estamento militar y además erasumamente popular entre la gente, loque podía servir para dar un fuerteimpulso de salida a esta nuevaunidad.

El flamante jefe de OperacionesCombinadas podía presentar uncurrículum tan abultado comobrillante, que se remontaba aprincipios de siglo. Keyes habíaluchado en China durante la rebelión

de los bóxers y se convertiría en unhéroe durante la Primera GuerraMundial. Fue oficial de submarinos ymandó un acorazado. En laprimavera de 1918, Keyes dirigióuna incursión marítima contra la basede submarinos alemanes en Ostende,en la que consiguió bloquear lasalida del puerto hundiendo en labocana unos barcos de cemento.

A pesar de la escasez de armasy materiales, Keyes confiaba enreeditar la gloria obtenida durante laGran Guerra, en este caso al frentede los comandos, y en acciones

similares a la que él protagonizó enOstende. Sin embargo,inesperadamente, el prestigio deKeyes no le sirvió para obtener elapoyo total de la Oficina de Guerraen su tarea, lo que obligó a laintervención personal de Churchill,quien logró que el almirante salierareforzado de su disputa con losburócratas.

Dentro del proceso deorganización de la unidad llevado acabo por el almirante Keyes, ennoviembre de 1940 se constituyó laBrigada de Servicios Especiales

(Special Service Brigade), formadapor dos mil hombres y organizada encomandos, numerados del 1 al 12.Los voluntarios fueron sometidos aun durísimo entrenamiento en lasHighlands escocesas. Tras variosmeses de adiestramiento, loshombres estaban deseosos de entraren acción, pero los sucesivosaplazamientos acabaron minando lamoral, extendiéndose entre loscomandos un sentimiento defrustración.

Pero en febrero de 1941llegaría el esperado momento de

poner en práctica las habilidadesentrenadas una y otra vez en Escocia.Los comandos 3 y 4 participarían enun asalto a las islas Lofoten, situadasen la costa noruega, cerca delCírculo Polar Ártico. El objetivo dela incursión era destruir las fábricasde aceite de pescado que había allíinstaladas. En estas fábricas, ademásde producir aceite de arenque y debacalao, se procesaba gran parte deél para obtener glicerina, que seempleaba en la fabricación de losexplosivos alemanes. Además,también se preparaban unas píldoras

de vitaminas A y B que eransuministradas a las fuerzas armadasalemanas, la Wehrmacht. El objetivoera modesto, pero podía resultar unexcelente banco de pruebas paracomprobar si los comandos estabanpreparados para afrontar empresasmás ambiciosas y, en todo caso,siempre y cuando la operación fueraun éxito, iba a suponer un golpepsicológico a los alemanes ademásde una inyección de moral para losbritánicos.

Así, la fuerza de asalto zarpó dela base naval escocesa de Scapa

Flow en la medianoche del 1 demarzo de 1941. El convoy constabade dos buques de transporte detropas, con medio millar decomandos a bordo, y cincodestructores. El viaje fue largo ypesado; durante los tres días queduró la travesía los hombressufrieron un frío intenso, imposiblede atemperar a pesar de toda la ropade abrigo que llevaban encima, ytuvieron que soportar mareos a causadel balanceo de los buques en lasagitadas aguas del mar del Norte.

Los barcos alcanzaron su

objetivo en la madrugada del 4 demarzo. Los comandos bajaron a laslanchas de desembarco y sedirigieron a las dos islas en donde selevantaban las fábricas de aceite depescado. Aunque estaba todo encalma, los soldados británicos no lastenían todas consigo, pensando quepodían ser objeto de una emboscadapor parte de los alemanes.

La tensión iba en aumentoconforme se acercaban más al muelleen el que tenían previstodesembarcar. Existía un fundadotemor entre los comandos a que esa

tranquilidad fuera debida a que seestuvieran dirigiendo hacia unatrampa urdida por los defensoresgermanos. Pero cuando los británicosllegaron al puerto se encontraron conuna sorpresa que nadie había podidoimaginar: cientos de noruegos searremolinaban en el muelle para darla bienvenida a los incursores. Antela estupefacción de los comandos,los civiles les tendían la mano paraayudarles a salir a tierra.

Los británicos nunca hubieransoñado con disfrutar de undesembarco tan plácido. Mientras

tanto, no había ni rastro de las tropasalemanas. Inexplicablemente, laguarnición germana de las Lofoten selimitaba a dos centenares de hombresde los que la mayoría eran marinosmercantes; todos ellos se entregaríansin combatir. La única resistencia alasalto la protagonizó un pesqueroartillado alemán que, sin serconsciente de su inferioridad en esascircunstancias, intentó plantar cara élsolo a los cinco destructores; sugesto suicida le valió ser atacado yhundido en apenas unos minutos.

Los comandos británicos se

apoderaron de la estación detelégrafos y de la central telefónica,mientras el Cuerpo de Ingenierosiniciaba los trabajos de demoliciónde las dieciocho fábricas de pescadoque había en la zona, junto a unosgrandes tanques de almacenamientode fueloil. Así, comenzaron aretumbar las explosiones que ibanconvirtiendo en ruinas humeantes lasplantas procesadoras de aceite y losdepósitos de combustible. Con eldesembarco de los británicos, loshabitantes de las Lofoten vieronllegada su hora de tomarse la

revancha por las humillacionespasadas bajo la ocupación germana yse aprestaron a denunciar a loscolaboracionistas.

En la operación hubo tambiénlugar para el proverbial humoringlés. Antes de destruirla, a unteniente se le ocurrió enviar desde laestación de telégrafos acabada decapturar un telegrama con undestinatario singular:

Adolf Hitler, Berlín. En suúltimo discurso usted dijo quelas tropas alemanas saldrían al

encuentro de los ingleses dondequiera que estas desembarcasen.¿Dónde están sus tropas?

Se desconoce si el telegrama

llegó finalmente a manos de sudestinatario, pero es de suponer que,de haber sido así, con toda seguridadel führer tuvo que sufrir uno de esosirrefrenables ataques de cólera a losque era tan propenso cuando veníanmal dadas.

Poco después del mediodía, lamisión se dio por concluida. Lossoldados regresaron a sus botes;

mientras las lanchas de desembarcose alejaban del puerto, los noruegospermanecían en el muelle eufóricoscantando su himno nacional, a pesarde que los incursores acababan dedestruir su principal fuente desustento. Los barcos británicosregresarían con muchos máspasajeros que los que iban en elviaje de ida; a los comandos habíaque sumar doscientos dieciséisprisioneros alemanes y trescientoscatorce noruegos que se habíanofrecido voluntarios a luchar junto alos aliados.

El asalto a las Lofoten no pudoser más exitoso. Todos los objetivosse habían cumplido y el único precioque se pagó fue el de un oficialherido en el muslo, al disparársele lapistola que llevaba en el bolsillo delpantalón. Curiosamente, el enemigomás encarnizado que se encontraronlos británicos esa madrugadainvernal en las Lofoten no fue laguarnición alemana, sino el fríoglacial y entumecedor contra el queera inútil combatir a pesar de llevarencima varias capas de ropa deabrigo. De todos modos, los

comandos regresaron felices ysatisfechos a suelo británico.

El excelente balance de laincursión sobre las Lofoten parecíaque iba a suponer la consolidacióndel almirante Keyes al frente delCuartel General de OperacionesCombinadas y un empuje decisivo asus ambiciosos proyectos, pero nosería así. Los aplazamientossucesivos de nuevas operaciones,como un proyectado asalto a las islasCanarias que nunca tendría lugar,acabaron con la paciencia de Keyes,cuya relación con los burócratas de

la Oficina de Guerra y los jefes delas otras fuerzas militares empeorabadía a día.

Churchill optó finalmente porsustituir al controvertido almiranteKeyes por alguien con un perfil másdiplomático, el capitán LouisMountbatten, primo del rey, quienposeía una mayor habilidad parasuperar ese tipo de obstáculos,además de un carisma que le hacíaextraordinariamente popular entresus subordinados. Así, como jefe deOperaciones Combinadas, lordMountbatten se aprestó a poner

nuevamente a prueba a los comandosque tenía ahora bajo su mando.

RUMBO A NORUEGA

En diciembre de 1941, y bajo elmando recién estrenado de lordMountbatten, se llevaría a cabo elprimer gran ataque de OperacionesCombinadas de la guerra. El objetivode esta acción sería Vagsoy, una islaseparada por unos centenares demetros de la costa noruega, entre lospuertos de Trondheim y Bergen.

El objeto de la incursión erasimilar al que se había lanzadocontra las islas Lofoten, aunque másambicioso. Además de atacar ydestruir la guarnición alemana en elpequeño puerto de Vagsoy del Sur(Sor-Vagsoy) y volar las fábricas deaceite de pescado, iban a tratar dehundir barcos, traer voluntariosnoruegos a Gran Bretaña y capturarsoldados germanos y civilescolaboracionistas.

Esos objetivos, de alcancelimitado a pesar de todo, seenmarcaban en la estrategia general

de hostigar a los alemanes enaquellos lugares en donde creyeranestar seguros, como era Noruega,para forzarles a destinar allí másefectivos. Cuantos más hombresemplearan en la defensa de las costasoccidentales de Europa, menosserían los disponibles para combatiren el frente oriental o en el norte deÁfrica.

Se pensaba que la guarnición deVagsoy del Sur consistía en cientocincuenta soldados de infantería, uncarro de combate y un centenar detrabajadores de la Organización

Todt1. Una batería de cuatro cañones,situada en la pequeña isla de Maloy,y otra de dos cañones, emplazada enla isla de Rugsund, cubrían el fiordode Vagsoy.

La fuerza de desembarco estabaintegrada por quinientos setentahombres. Se agregaron combatientesdel Ejército noruego para actuar deguías e intérpretes. El puesto demando se estableció en el crucerol i ge r o Kenya. La fuerza seríaescoltada y apoyada por cuatrodestructores (Onslow, Oribi, Offa yChiddingfold) y los hombres

desembarcarían desde dos buques deasalto. El submarino Tuna actuaríade baliza para facilitar lanavegación.

El 13 de diciembre de 1941,una vez reunidos todos los hombresque debían participar en la misión, seexplicaron en detalle las accionesque debían ejecutarse durante ladenominada Operación Archery. Conmapas, fotografías aéreas y maquetasse indicó a cada hombre su cometidocon las posibles alternativas; todosdebían asegurarse de haber entendidoel papel que debían desempeñar en

la misión.Pero a diferencia de las

Lofoten, Vagsoy estaba muyfortificada con baterías costeras yguarniciones alemanas y por lo tantohabía pocas posibilidades dedesembarcar sin resistencia. El planera que un grupo atacara y seapoderara del sur de Vagsoy eltiempo suficiente para que otro grupovolara las fábricas. Pero primerohabía que silenciar los cañones de lacosta y las baterías antiaéreas deMaloy, una minúscula isla queprotegía el canal entre Vagsoy y la

tierra firme noruega.Un componente esencial de la

operación era la estrechacooperación entre la Royal Navy y laRAF. Cuando entrasen los comandos,los bombarderos atacarían losaeródromos cercanos ocupados porlos alemanes, y el crucero Kenya ylos cuatro destructoresbombardearían las posiciones de laartillería alemana en Vagsoy yMaloy. La incursión tendría lugar el26 de diciembre de 1941, cuando losalemanes estuvieran descansandotras las fiestas de Navidad, pero los

comandos debían ponerse en caminodos días antes.

Louis Mountbatten fue a ScapaFlow para desear suerte a losincursores, que ese año no podríancelebrar la Nochebuena. Su ardorosaarenga concluyó con estas palabras:

Una última cosa. Cuandomi buque, el destructor Kelly,fue hundido en las proximidadesde Creta a primeros de año, losalemanes ametrallaron a lossupervivientes en el agua. Pormi parte no es absolutamente

necesario tratarlos conamabilidad. ¡Buena suerte atodos!

A pesar de las palabras de lord

Mountbatten, no parecía necesarioinsuflar ánimo y valor en aquelloshombres. Tal como se ha apuntado,la mayor parte de ellos habían estadoen Dunkerque y consideraban quehabía llegado el momento delansiado desquite; los oficiales sevieron obligados a recordarles elcomportamiento que debían mostrarcon los prisioneros, respetando en

todo momento las leyes y costumbresde la guerra.

A las nueve y cuarto de ese 24de diciembre, amparados en laoscuridad, la fuerza de ataque zarpóde la base de Scapa Flow endirección a Sullom Voe, en las islasShetland. En el trayecto, el convoy sevio fuertemente zarandeado por unvendaval procedente del Atlántico.Los buques de asalto, con todo suaparejo de lanchas de desembarco,se balanceaban de tal modo queparecía que de un momento a otroiban a volcar. Para alivio de las

tripulaciones, al mediodía llegaronpor fin a las Shetland. La tormenta nose había apaciguado aún, por lo quese decidió permanecer al abrigo delpuerto de Sullom Voe y aprovecharpara realizar reparaciones. De lasbodegas de uno de los buques deasalto hubo que desalojar cientoveinte toneladas de agua.

Un grupo de comandos británicosperfectamente formado a bordo de

una lancha de desembarco. Esteentrenamiento les sería útil en

operaciones anfbias como la delasalto a Vagsoy.

Como la predicción

meteorológica indicaba que latormenta todavía duraría un mínimode doce horas, y ante las múltiplesaverías sufridas por la flotilla, sedecidió retrasar la incursiónveinticuatro horas. Los comandos,acostumbrados a participar en

operaciones que se cancelaban en elúltimo momento, se dedicaron aespecular sobre las auténticasrazones del retraso; el rumor másoriginal fue el que aseguraba que elPapa había pedido que no seefectuasen operaciones el día deNavidad. Así, los hombresdisfrutaron de un inesperado día defiesta, que algunos aprovecharonpara buscar y decorar un árbolnavideño.

Al día siguiente, otro grupo decomandos llevó a cabo un pequeñogolpe de mano en Reine, en la costa

norte de las islas Lofoten. Esteasalto, conocido como OperaciónAnklet, se lanzó con el fin de distraerla atención de los alemanes ante laincursión que estaba a punto de tenerlugar en la costa noruega.

A las cuatro de la tarde del 26de diciembre la fuerza que debíaasaltar Vagsoy se hizo de nuevo a lamar para cubrir las últimastrescientas millas que les separabande su objetivo. La travesía serealizaría con viento y oleaje, aunquelas condiciones del mar iríanmejorando conforme se fueron

acercando a la costa.

SORPRESA TOTAL Tal como se relataba al inicio delcapítulo, todavía no había amanecidoel 27 de diciembre de 1941 cuandolos hombres se hallaban ya en suspuestos de los barcos de asalto,abrigados con jerséis de cuello altoademás de su uniforme habitual, paracombatir el penetrante frío. Losbarcos británicos entraron en elfiordo con las luces apagadas y en

absoluto silencio. A medida quesurgían los primeros rayos de sol deaquella jornada, la nieve de la costacomenzaba a brillar tímidamente,mientras algunas luces dispersasseñalaban las casas de lospescadores.

Desde un puesto de observaciónsituado al sur de la isla de Vagsoy,un vigía alemán descubrió a losbarcos que se acercaban. Parecía queel factor sorpresa se iba a perder enunos minutos, pero la suerte jugó enesta ocasión del lado británico. Elvigía germano telefoneó al

comandante de la guarnición enVagsoy del Sur, pero su llamada noobtuvo respuesta. Su siguientellamada sí fue contestada en laoficina del capitán del puerto deVagsoy del Sur, pero en lugar dehacer saltar de inmediato las alarmasle dijeron que debía tratarse de unpequeño convoy que estabanesperando; el vigía insistió en queaquellos barcos no parecíanmercantes, sino buques de guerra,pero su aviso fue ignorado y ademástuvo que soportar toda suerte deimproperios, ya que en la oficina del

capitán estaban convencidos de quehabía bebido más de la cuenta.

A pesar del nulo eco que habíaencontrado su aviso, el vigía no serindió. Envió un mensaje a unordenanza de comunicaciones en elque aseguraba que «barcos de guerrano identificados están entrando en elfiordo». Sin embargo, el aviso seperdió en una maraña burocrática enla que nadie quería hacerseresponsable de abrir fuego sobre elconvoy, del que todavía no se teníala certeza de si era amigo o enemigo.De hecho, la batería costera

emplazada en el islote de Maloy,cuyo papel en la protección de la islade Vagsoy era fundamental, nisiquiera recibió una señal de alerta.

Estas dudas quedaríandefinitivamente despejadas pocoantes de las nueve de la mañana,cuando los cañones de los barcosbritánicos abrieron fuego contraMaloy, sorprendiendo totalmente alos soldados alemanes de laguarnición, que en ese momentoestaban reunidos en una sala delcuartel escuchando la charla de unoficial. Los proyectiles procedentes

del crucero y los cuatro destructorescomenzaron a llover sobre lasposiciones germanas a una infernalcadencia cercana a uno por segundo,destruyendo en apenas unos minutosel cuartel y tres de los cuatrocañones que conformaban la bateríacostera.

Protegido por los disparos, elgrupo que tenía como misiónneutralizar la batería y la guarniciónde Maloy avanzó hacia la orilla abordo de una lancha de desembarco.Haciendo gala de una perfectasincronización, nada más cesar el

bombardeo naval hicieron suaparición los aparatos de la RAFpara lanzar unas bombas de humo abaja altura, permitiendo así eldesembarco de los comandos.

Aunque habían sido tomadospor sorpresa, los soldados alemanesde Maloy intentaron oponerresistencia tratando de rechazar a losinvasores, pero el reto erademasiado difícil. Los británicos sedesplegaron rápidamente alrededordel cuartel sin dejar de disparar y losdefensores tan sólo pudieron sosteneralgunas escaramuzas aprovechando

la protección que les proporcionabanlas esquinas de los edificios. Larefriega se prolongaría unos veinteminutos. Los alemanes que no habíancaído bajo las balas inglesas seentregaron; las armas callaron enMaloy.

ASALTO A VAGSOY En Maloy los comandos habíanconseguido aprovecharse del factorsorpresa, cogiendo desprevenidospor completo a los alemanes, pero en

la isla principal la lucha sería másdura. Los comandos a los que se leshabía ordenado tomar el pueblo deVagsoy del Sur no tuvieron la suertede cara. Uno de los aviones de apoyofue alcanzado por el fuego antiaéreo,desprendiéndose una bomba de humode fósforo que fue a caerprecisamente sobre una lancha dedesembarco, matando o hiriendogravemente a la mitad de loscomandos que iban a bordo. Además,los botes que llegaron a la orillafueron inmediatamente atacados porlos alemanes, ya alertados por el

asalto a Maloy.

Tres comandos británicos avanzanparapetados tras una casa durante el

ataque en Vagsoy.

A pesar de ese mal comienzo,los comandos lograron abrirse paso

en la orilla, obligando a losdefensores a replegarse al interiordel pueblo, cuyas calles estabancubiertas de nieve. Los comandosavanzaron por Vagsoy del Surdisparando ráfagas cortas mientraslos alemanes seguían retrocediendo.Pero la fuerza de los invasores pocoa poco fue perdiendo impulso y losdefensores consiguieron organizaruna improvisada resistencia,tomando posiciones en portales yventanas.

Los alemanes forzaron a loscomandos a tomar el pueblo casa por

casa, un escenario que no resultabadel agrado de los británicos. Losinvasores comenzaron a ser víctimasde certeros disparos defrancotiradores. El resultado de lalucha era cada vez más incierto. Antela resistencia enconada de losalemanes en el centro y el norte de lalocalidad, a las diez y veinte de lamañana los británicos se vieronobligados a recurrir a las tropas dereserva que esperaban en uno de losbarcos. Los refuerzos llegaríantambién desde la isla de Maloy, endonde hacía una hora que los

combates habían cesado.Sin embargo, el aporte de más

tropas no lograría aplastar por elmomento la feroz resistenciaalemana. Los comandos sesorprendieron de la tenacidad de losdefensores, que tenían bajo sucontrol la calle principal del pueblo.Los británicos intentaron avanzar porlas calles adyacentes, pero lossoldados germanos conseguíanhacerse fuertes en cualquier casa.Varios almacenes del muelle tambiénestaban en manos alemanas, a pesarde los sucesivos ataques de los

comandos que pretendíandesalojarlos.

Para aumentar la confusión,comenzaron a extenderse variosincendios por el pueblo, ya que esteestaba formado casi en su totalidadpor casas de madera; estas ardían aambos lados de la calle principal yuna tras otra se iban derrumbandoconforme cedían sus vigas. Elcombate era tan encarnizado quealgunos alemanes fueron acribilladoscuando intentaban salir de losedificios en llamas, sin que se lesconcediera la posibilidad de

rendirse. El avance del fuego ibaexpulsando a los defensores de lasposiciones en las que se habíanhecho fuertes, mientras los comandosseguían avanzando entre el humo,decididos a tomar el pueblo de unavez por todas.

Grupo de comandos preparandofuego de mortero en Vagsoy.

La lucha se prolongaría hastadespués del mediodía, cuando losalemanes se convencieron de que erainútil resistir. Mientras seescuchaban todavía algunas ráfagasaisladas, los defensores comenzarona entregarse. El pueblo de Vagsoydel Sur había sido tomado. Losbritánicos procedieron entonces adestruir todo aquello que era deutilidad para los alemanes. Losequipos de demolición del comandovolaron todas las instalaciones dedefensa del islote de Maloy. Entierra firme destruyeron las fábricas

de aceite de pescado, la emisora deradio y el faro.

A las tres de la tarde de esaintensa jornada, los soldadosbritánicos regresaron a sus barcos,llevando consigo a noventa y ochoprisioneros alemanes. En tierraquedaron los cuerpos sin vida deciento cincuenta soldados germanos.Además, setenta y un noruegosdecidieron unirse a las tropasaliadas.

Aún habría lugar para otrabuena noticia. Los barcos británicosno sólo se habían estado dedicando a

apoyar con el fuego de sus cañoneslas operaciones que se desarrollabanen tierra, sino que también se habíanocupado de mandar a pique losbarcos mercantes alemanes que habíapor la zona. Los cinco buques deguerra hundieron nueve mercantes,pero lo mejor estaba por llegar; unpesquero alemán artillado encalló ylos marinos británicos lo abordaronpara capturar sus libros de códigos.Tras una dura lucha con latripulación lograron arrebatárselosintactos, convirtiéndose en unauténtico tesoro; los libros contenían

las señales de radio de cada barcoalemán en Noruega y Francia,además de las alertas, contraseñas yseñales de emergencia, lo queresultaría de incalculable valor parala inteligencia británica. En elcapítulo dedicado a la OperaciónChariot quedará constancia de lautilidad de los códigos capturadosese día.

Los incursores partierondejando tras de sí un rastro dedestrucción. Todos los hombres de labatería de Maloy fueron muertos ohechos prisioneros, sus cañones

quedaron destruidos y sus cuartelesen ruinas. Varias fábricas fueronincendiadas o voladas. Además,fueron inutilizadas lascomunicaciones telefónicas, un faro yvarios almacenes. El único carro decombate alemán que se hallaba enVagsoy, de fabricación francesa, fuedestruido sin darle tiempo a salir desu garaje.

ALIMENTAR LAESPERANZA

La incursión en las islas de Maloy yVagsoy constituyó un éxitoprometedor para Gran Bretaña, apesar de que la operación se habíasaldado con un balance dediecinueve comandos muertos ycincuenta y dos heridos.Afortunadamente, sólo hubo quelamentar la muerte de un ciudadanonoruego y cinco heridos leves,aunque se estimó que los daños sobrepropiedades noruegas ascendían acinco millones de coronas. Eseprecio en vidas no empañó el enormemérito de haber logrado asaltar una

posición enemiga firmementedefendida, utilizando de formasincronizada fuerzas aéreas, navalesy terrestres. El asalto no habíaprovocado más que una inapreciablegrieta en la megalítica fortalezaeuropea de Hitler, entoncesinvulnerable, pero consiguiómantener viva la llama de laesperanza de conseguir algún díaasaltarla con éxito.

Un soldado británico herido esevacuado, ayudado por sus

compañeros.

Aunque regresaron a GranBretaña esos setenta y un voluntarios,el Gobierno noruego en el exilio noquedó muy complacido por losresultados de la incursión. Elgabinete consideró que la acción noserviría para acortar la guerra en supaís, sino más bien al contrario; losalemanes se habían vistosorprendidos por esa operaciónrealizada sobre una costa que era

considerada segura, por lo que eramuy probable que reforzasen susdefensas en el litoral noruego,haciendo que la victoria final fueramás difícil de lograr que si laincursión no se hubiera realizado.

El Gobierno de Oslo en elexilio no se equivocaba; Hitler seenfureció al conocer la noticia de laincursión de Vagsoy y envió deinmediato doce mil hombres parareforzar las defensas en territorionoruego. Sin embargo, la apreciaciónde los gobernantes noruegos de quela Operación Archery iba a dificultar

la victoria aliada sería errónea; dadoque los aliados no tenían la intenciónde invadir Noruega, el asalto aVagsoy constituyó una maniobra dedistracción de enorme importancia, yquién sabe si decisiva para la marchade la guerra. De hecho, tras elataque, Hitler interpretó que estehabía servido como banco depruebas a los aliados para lanzar unataque a gran escala sobre Noruega,lo que le llevó a incrementarsignificativamente los efectivos eneste escenario y a enviar allí unadivisión acorazada para actuar como

reserva móvil, además de ordenar lainstalación de nuevas y modernasbaterías costeras, detrayendo esosmedios de otros escenarios en losque sí se decidiría la suerte de laguerra.

El proceso de refuerzo de lasdefensas germanas en Noruega,provocado en buena parte por elexitoso asalto a Vagsoy, continuaríahasta el 6 de junio de 1944; cuandolos aliados desembarcaron enNormandía, la guarnición alemana enNoruega ascendía a trescientossetenta y dos mil hombres. Si tan

sólo cien mil de ellos hubieranestado presentes en las costasfrancesas en el momento deldesembarco aliado, quizás eldesenlace del Día D habría sido muydistinto, un mérito que hay queatribuir a aquellos hombres ateridosde frío dispuestos a asaltar lafortaleza europea de Hitler en unremoto fiordo noruego.

1La Organización Todt era unorganismo estatal alemán creado en1938 por el ingeniero Fritz Todt parala construcción de fortificaciones y

otras obras públicas. Tras la muertede Todt en 1942, su dirección recayóen Albert Speer.

Capítulo 2Operación Biting: A la cazadel arma secreta germana

En la tarde del 27 de febrero de1942, un grupo compuesto de más deun centenar de paracaidistasbritánicos estaba listo paraemprender una difícil y peligrosamisión. Tras varios aplazamientosdebidos al mal tiempo, esa nochesubirían a bordo de una docena deaviones desde los que saltarían sobre

la Francia ocupada. Allí debíanapoderarse de un «arma secreta»germana que traía de cabeza a losbritánicos. Su importancia para losalemanes era tal que estos habíantomado todas las medidas deseguridad para que el enemigo nopudiera hacerse en ningún caso conella, proporcionándole una fuerteprotección; si había riesgo de quecayera en manos de los aliados, susservidores debían proceder a sudestrucción inmediata.

El secreto que rodeaba eseingenio creado por los alemanes era

total, pero los británicos estabandispuestos a averiguarlo todo sobreél para poder contrarrestar susefectos. Con ese fin, aquellosvalerosos paracaidistas que velabanarmas antes de partir hacia suobjetivo habían sido entrenados aconciencia; nada había sido dejadoal azar, conocían a la perfección elescenario en el que tendrían queactuar, rápido y con decisión, parahacerse con uno de esos valiososartefactos y trasladarlo a GranBretaña para ser estudiado endetalle.

Los hombres que iban aparticipar en esa misión sabían queno iba a ser fácil completarla conéxito; los alemanes estarían allíesperándoles, dispuestos a todo paraproteger uno de sus secretos mejorguardados, pues de aquel instrumentodependía en buena parte que elterritorio del Reich permaneciese asalvo de los ataques enemigos. Antela dificultad de la misión, losparacaidistas eran conscientes de queuna parte de ellos no regresaría acasa. Pero estaban convencidos deque el esfuerzo iba a valer la pena;

gracias a su sacrificio, la victoriaaliada iba a estar más cerca.

LA GUERRA DE LAS ONDAS Para encontrar el origen de laoperación que estaba a punto delanzarse aquella noche de febrero de1942 había que remontarse a 1936,cuando el Gobierno de Londres, envista de la agresiva política exterioremprendida por la Alemania nazi trasel ascenso de Hitler al poder,decidió tomar medidas para proteger

el país ante un hipotético ataqueaéreo. Para ello, optó por explorarlas posibilidades que le ofrecía undescubrimiento efectuado por elfísico Robert Watson-Watt; lacapacidad de localizar la posición delos aviones en vuelo por medio delas ondas de radiofrecuencia. Habíanacido el radar.

Así pues, en la costa meridionalde las islas británicas se procedió ala instalación de una serie de torresde acero capaces de emitir y recibiresas ondas radiolocalizadoras. En unperíodo de dos años se levantarían

dieciocho de estas torres abarcandotodo el litoral, de modo que ningúnavión pudiera irrumpir en cielobritánico sin ser inmediatamentedetectado.

En el verano de 1937, elservicio secreto británico tuvonoticia de que los alemanes habíaninstalado una serie de postes al oestede Tilsil, junto a Neukirchen, cuyafinalidad se desconocía. Puesto queLondres pensaba que podía tratarsede instalaciones de radar, Watson-Watt fue enviado a aquella región,con nombre supuesto y en calidad de

turista. Una vez allí, el físico no pudofinalmente confirmar que se tratasede radares, por lo que las dudassobre la naturaleza de aquellasinstalaciones continuaron. Lo que nosabían los británicos era que, porentonces, los alemanes no efectuabansus experimentos deradiolocalización en la zona visitadapor Watson-Watt, sino que lo hacíanen Pelzerhaken, junto a la bahía deLübeck, a cargo de la Marinaalemana.

Aunque en Londres estabanconvencidos de que llevaban ventaja

a Berlín en esa guerra de las ondas,en realidad los alemanes habíaniniciado sus investigaciones en esecampo en 1934. Mientras losingleses construían aquellas torresmetálicas en la costa, la firmaalemana Telefunken estabadesarrollando radiolocalizadoresmás avanzados, capaces de señalar,además de la distancia y el rumbo, laaltitud a la que volaba el aparatodetectado. El jefe de la Luftwaffe,Hermann Goering, quedóimpresionado por las posibilidadesde esos aparatos que se encontraban

en su última fase de desarrollo.A pesar de las buenas

perspectivas de su programa deradiolocalizadores, los alemanesdesconocían hasta dónde habíanllegado los británicos en sus avancesen el campo del radar y decidieronaveriguarlo. Entre el 2 y 4 de agostode 1939, a menos de un mes de queestallase la Segunda Guerra Mundial,los alemanes organizaron un vuelo deprueba, aparentemente inocente,protagonizado por el dirigible GrafZeppelin II, hermano gemelo delinfortunado Hindenburg. Cuando se

hallaba frente a las costas británicas,simuló haber sufrido una avería ensus motores, justificando así supermanencia en esa zona. Durantetodo ese tiempo, el grupo decientíficos que iba a bordo empleósus aparatos medidores paraaveriguar las características de losradares británicos. Sin embargo, laestratagema alemana no daríaresultado, ya que los ingleses habíantomado la precaución de apagar lasdefensas de radar en cuantodescubrieron que el dirigible seaproximaba a la costa2.

La guerra de las ondas seaceleraría una vez que ambos paísesse encontrasen en guerra. Lasespeculaciones sobre hasta dóndehabía llegado el enemigo en esecampo tan disputado se convertiríanen certezas conforme el conflictofuera avanzando. Así, el 18 dediciembre de 1939, los británicos seencontraron con una desagradablesorpresa cuando intentaronbombardear los buques que seencontraban en el puerto alemán deWilhelmshaven. Sus bombarderos,que iban sin escolta, fueron

detectados cuando todavía seencontraban a más de cien kilómetrosde la costa germana. Estando todavíaa esa distancia, fueron atacados porcazas, viéndose obligados a regresar.Los especialistas británicosconcluyeron que los alemanescontaban con un nuevo radar de granalcance, superior a losradiolocalizadores de que disponíanellos en ese momento.

En diciembre de 1939, elacorazado alemán Graf Spee sehundió frente a la desembocadura delrío de la Plata, cerca de Montevideo.

Seriamente dañada a consecuenciade su encuentro con unidades navalesbritánicas, la nave germana acabósiendo hundida por su propiatripulación. Sin embargo, sólo sesumergió unos cuantos metros y elservicio secreto inglés centró suatención en las misteriosasinstalaciones de la torreta principal.Enviadas sin demora para serestudiadas por los expertos en radar,se descubrió que se trataba de unaparato radiolocalizador, empleadotal vez para dirigir el tiro de lasbaterías.

Los técnicos de Londrescomprobaron con sorpresa que elGraf Spee ya montaba dicho aparatoen 1938, como se reveló en unasfotografías aéreas, sólo que entoncesse hallaba oculto por una lona. Aliniciarse el conflicto, la Royal Navyno disponía de un equivalente a eseradiolocalizador alemán; de hecho,no lograría disponer de uninstrumento similar hasta dos añosdespués.

Conforme fue avanzando laguerra, los británicos fueron cada vezmás conscientes de que los alemanes

les estaban sacando una enormeventaja en esa guerra de las ondas.La consecuencia era que lasoperaciones de bombardeo sobreterritorio alemán se saldaban conunas pérdidas muy elevadas. Aunquelos británicos se esforzaron poraveriguar la causa, como quiera quelos derribos se producían casisiempre sobre territorio enemigo, lasindagaciones se mostraron pocoeficaces. Lo que sí les quedaba claroera que los alemanes contaban con unsistema muy avanzado de detección,lo que explicaría la inquietante

velocidad con que los reflectoresantiaéreos estaban siendo dirigidoshacia los bombarderos.

Varios oficiales con formacióncientífica intervinieron en la tarea dedescubrir todo cuanto se relacionaracon esos misteriosos instrumentos; seanalizó el comportamiento de lospilotos alemanes de caza durante lasincursiones aéreas aliadas y seprocedió a interrogarminuciosamente a los aviadoresbritánicos al regreso de sus misiones.Las fotografías de las instalacionesde radar alemanas, tomadas por los

aviones de reconocimiento, y losinformes recibidos de la resistenciafrancesa y de la belga, además de losdatos obtenidos en losinterrogatorios de los pilotosalemanes capturados, permitieronpoco a poco hacerse una idea delavanzado sistema de detección con elque contaban los alemanes.

La defensa germana habíaestado empleando un radardenominado «Freya», con un alcancede ciento veinte kilómetros. Esteaparato había sido el responsable delreferido fracaso de la RAF en su

incursión sobre el puerto deWilhelmshaven. Sin embargo, elFreya no era capaz de determinar nila altura de los aviones ni el númerode aparatos de que constaba laformación. Esta tarea corría a cuentade otro radar fruto de una evoluciónposterior, el Würzburg; este aparatofue el primero en su género en reunirlas funciones de emisión, recepción,localización y servicio. Su espejo enforma de parábola funcionaba comoantena emisora-receptora y el dipolorotatorio de que iba provisto, situadoen el centro del espejo, indicaba con

exactitud la altura y el rumbo delaparato enemigo. Tres hombres seocupaban del aparato, cuyos datos —distancia, altura y ángulo lateral delavión— transmitían directamente almando de la escuadrilla y de lasbaterías antiaéreas.

Así, el Freya se encargaba de ladetección a larga distancia de losaviones enemigos y, una vez queestos entraban en el radio de accióndel Würzburg, este procedía aseñalar su altura; el tándem Freya-Würzburg se revelaba como lacombinación perfecta para mantener

los cielos del Reich protegidos delos bombarderos británicos.

A LA CAZA DEL RADAR El profesor Reginald Victor Jones, alfrente de un grupo de expertos enradar y asesores científicos de laOficina de Guerra, recibió la ordende averiguar todo lo posible acercadel radar alemán y desarrollar a todaprisa las contramedidas adecuadas.Para ello contaría con las imágenescaptadas por la Unidad de

Reconocimiento Fotográfico de laRAF.

Radar alemán Würzburg expuesto enel museo inglés de Duxford. Era elaparato de radiolocalización más

avanzado de su época.

Pero el grupo de científicos

emplearía también métodos pocoortodoxos para obtener informaciónsobre los radares alemanes.Establecieron que los bombarderosde la RAF soltaran palomasmensajeras en sus vuelos sobreBélgica, Holanda y el norte deÁfrica; de las patas de las palomascolgaban unos pequeños mensajes enlos que se rogaba a la persona queencontrara a la paloma que informarade forma sucinta en el mismo papelsi en los alrededores se alzaban

instrumentos de forma redonda, planao giratoria. Si era así, se rogabadescribirlos en pocas palabras ysoltar la paloma para que regresase aGran Bretaña con la valiosainformación.

Entre las fotografías aéreas y lacolaboración anónima de los queencontraban las palomas, el profesorJones comprobó la existencia demultitud de nuevas instalaciones deradar en los territorios ocupados porlos alemanes. No cabía ninguna dudade que, desde el cabo Norte hasta elgolfo de Vizcaya, los alemanes

habían dispuesto una cadena deinstalaciones radiolocalizadoras paraproteger los cielos del Reich de lasincursiones aéreas aliadas.

A finales de noviembre de1941, una foto tomada a considerablealtura reveló la existencia de unradar Freya en las cercanías deBruneval, una localidad francesaenclavada en los riscos de la costadel canal de la Mancha, a veintekilómetros al nordeste de Le Havre.Desde el Freya, instalado en lasproximidades de un edificiosolitario, partía un camino que

conducía al acantilado. Un estudiocuidadoso de las imágenes revelóque en ese punto del acantilado habíaun objeto de menor tamaño que elFreya. Reginald Jones, dejándosellevar por su intuición, encargó aTony Hill, entonces uno de los másfamosos pilotos de la RAF, quefotografiase dichas instalaciones a lamínima altura posible, sobre todo eldiminuto punto situado junto al litoralrocoso. Las fotos obtenidas por Hillen esa misión mostraron un nuevoaparato que, desde el aire, parecía unradiador parabólico, lo que

contrastaba con la mayoría deradares costeros de la época, queusaban grandes estructuras planas. Alparecer, se trataba del mismoinstrumento que nombraban confrecuencia los pilotos alemanesinterrogados. Los británicosdisponían por primera vez de laimagen del, hasta entonces,escurridizo Würzburg.

Una vez localizado el radar,Jones planteó a las autoridadesmilitares británicas la posibilidad deque fueran capturados algunos de suscomponentes principales, para poder

confeccionar las medidas quelograsen contrarrestarlo. El reto noera nada fácil; la estación de radarde Bruneval era vigilada día y nochepor una guarnición permanente. Unasaltas vallas metálicas impedíanaproximarse a las instalaciones, yunos carteles distribuidos por la zonaadvertían a los civiles, tanto enalemán como en francés, para que notomasen fotografías. En torno alWürzburg se habían establecido lasmás rigurosas medidas de seguridad.Como se ha indicado, los hombresencargados de su protección tenían la

consigna de que este no debía sercapturado por el enemigo bajoningún concepto; en caso de peligro,debían destruirlo haciendo estallar lacarga de que iba provisto a talefecto.

La idea del asalto fue planteadaal jefe de Operaciones Combinadas,Louis Mountbatten, que se mostrópredispuesto a intentarlo. Tras unaminuciosa observación de lasfotografías aéreas de los alrededoresde Bruneval, se consideró que eraposible ejecutar un golpe de manocontra la estación de radar. Desde

Londres se pidió a la resistenciafrancesa que proporcionase datossobre las medidas de seguridadadoptadas por los alemanes en ladefensa de esa instalación.

Aunque los informes de laresistencia aseguraban que laguarnición constaba de unos cientotreinta soldados, los británicosconsideraron que era posible enviaruna fuerza similar, con lo que lasfuerzas podrían estar igualadas. Laidea de asaltar Bruneval paracapturar el radar Würzburgcomenzaba a tomar cuerpo.

PREPARANDO EL ASALTO Lord Mountbatten, en calidad demáximo responsable de loscomandos británicos, comenzó aperfilar las directrices del plan deasalto a la instalación de radar deBruneval, que recibió el nombre deOperación Biting.

La posibilidad de un asaltoanfibio resultaba demasiadoarriesgada; el lugar resultaba casiinaccesible por mar, puesto que laplaya estaba protegida por nidos deametralladoras y casamatas de

hormigón. Además, seguramente ibaa ser necesario escalar el acantiladosi los caminos de ascenso seencontraban protegidos, a lo quehabía que sumar la distancia por marque debía recorrer la fuerzaincursora, lo que significabademasiado tiempo para lograr elefecto sorpresa.

Finalmente, Mountbatten sedecidió por un ataqueaerotransportado. El plan consistiríaen lanzarse en paracaídas en lasproximidades y llegar hasta lainstalación con varios expertos.

Estos se encargarían de fotografiar elWürzburg, desmontarlo, llevar conellos las piezas que pudieran cargary abrirse camino hasta la playa,donde les aguardarían variasembarcaciones para emprender elviaje de regreso.

El 8 de enero de 1942, elgeneral Frederick Browning, de la 1.ªDivisión Aerotransportada, recibióel encargo de llevar a cabo la misióndiseñada por Mountbatten. Esteeligió al comandante John Frost paraque dirigiese el asalto, quien a su vezescogió la compañía de entre su

regimiento que consideró máscapacitada para intentar capturar elradar. Esta compañía, una vez que asus integrantes se les explicó latrascendencia de la misión para laque habían sido elegidos, seríasometida a un entrenamientoespecial. De manera simultánea,también comenzaron el entrenamientolas tripulaciones de las lanchas dedesembarco que rescatarían a loscomandos y al equipo capturado.

Al comandante Frost se leentregaron las numerosas fotografíasque mostraban el emplazamiento del

Würzburg y recibió todos los datosnecesarios para organizar laoperación. El aparato de radar sehallaba en un terreno abierto, cercadel acantilado, y próximo a una casaen la que habría una veintena dehombres armados y en la que tambiénse alojaba el personal técnico de laestación de radar. A medio kilómetrode allí, en una granja, había mássoldados alemanes encargados devigilar la zona, y que sin dudaacudirían allí en cuanto se iniciase elasalto.

El grupo de combate estaría

formado por un total de cientodiecinueve hombres que seríandistribuidos en tres secciones:

• La primera sección, formadapor cincuenta hombres, sedividiría en dos partes: unade ellas, incluidos losespecialistas de radar, seencargaría de capturar elaparato, mientras que la otraatacaría la casa solitaria.

• La segunda sección,compuesta de cuarentahombres, se lanzaría a tierraalgo más tarde que la

anterior. Su misiónconsistiría en proteger laretirada de la primerasección hasta la playa ycubrir el embarque.

• La tercera sección, con treintahombres, sería la última ensaltar a tierra. Su misiónsería contener el previsiblecontraataque alemán o formaruna reserva ante cualquiereventualidad.

Gracias al trabajo de campo dela resistencia francesa, los británicosconocían con exactitud, además del

número de efectivos con quecontaban los alemanes, su armamentoy la localización de sus refugios. Laspesquisas de la resistencia habíansido tan exhaustivas que hasta habíanconseguido saber el nombre dealgunos de los soldados alemanes.

Para asegurar la mayor sorpresaposible, Frost decidió saltar desdeapenas setenta metros de altura, lamínima aconsejable para no ponerdemasiado en riesgo la seguridad. Encuanto sus hombres estuvieran entierra, debían irrumpir en la casasolitaria a una señal de silbato; lo

más importante era cumplir al minutocon el horario previsto. Ese primergrupo debía actuar con gran rapidez,antes de que los alemanes acudieranen masa a rechazar la incursión.

Se calculaba que losparacaidistas podrían mantener elcontrol de la zona durante una mediahora; durante ese tiempo, los técnicosespecialistas en radares debíanfotografiar el aparato, desmontar loque pudieran y destruir el resto. A lapresión de tener que realizar esetrabajo en ese corto espacio detiempo, se unía el hecho de que los

técnicos se habían entrenado conmaterial británico, por lo que debíanenfrentarse a aparatos que no les ibana resultar familiares. Frost, además,recibió el encargo de Reginald Jonesde capturar a algún radiotelegrafistaalemán, para que fuera interrogadocon el fin de conocer elfuncionamiento del Würzburg.

Aunque todos los hombres queiban a participar en la operaciónestaban al corriente de muchos de losdetalles de la misma, la tropa nosabía nada sobre la verdadera tarea yel lugar en el que se iba a llevar a

cabo la incursión. Para evitar quepudieran darse fugas de informaciónque acabasen llegando a oídosgermanos, esos datos solamente sedirían en vuelo, poco antes del salto.Por la propia naturaleza de la misión,si el enemigo llegaba a tenerconocimiento del plan, este estaríairremisiblemente condenado alfracaso.

La operación se realizaría conluna llena, para facilitar ellanzamiento nocturno de losparacaidistas así como susmovimientos en tierra, y con marea

alta para que las embarcaciones quedebían recogerlos en la orilla noembarrancasen. Así pues, sólodisponían de cuatro noches de lasemana posterior al 24 de febrero,que era cuando coincidían esos doscondicionantes.

Las fotografías que habíatomado el piloto Tony Hill a finalesde 1941 desempeñaron un gran papelen la organización del raid deBruneval. Junto a esas imágenes, losdibujos enviados por los agentes dela resistencia sirvieron para que seconstruyese una maqueta exacta de la

zona de operaciones, con el fin deque los hombres de Frost conocieranlo mejor posible el escenario en elque debían llevar a cabo la misión.

Con el mismo objetivo, elservicio secreto británico hizo llegarde Francia una película y numerosasfotografías pertenecientes al anteriorpropietario de la granja que servíade alojamiento para los soldadosalemanes, el doctor Gosset, quienantes de la guerra se había dedicadoa filmar y fotografiar losalrededores. La resistencia habíaobtenido de Gosset, que tras su

expulsión se dedicaba a la medicinaen París, ese material que ahora serevelaba de capital importancia.

El encargado de la parte másdecisiva del plan, y la que dabasentido a toda la operación, sería elsargento de vuelo Charles WilliamCox, un ingeniero especialista enradares. Él iba a ser el hombre quedebía desmontar el radar alemánpara su traslado. Pero suadiestramiento debía comenzar poralgo ajeno a su especialidad, ya que,a pesar de pertenecer a la RAF, tuvoque aprender a saltar en paracaídas.

La segunda fase de su entrenamientoconsistió en el montaje y desmontajede un aparato de radar en el menortiempo posible. Aunque Cox seaplicó en ello, entonces no podíasospechar que el éxito de la misión, yen definitiva la vida de losparacaidistas que se estabanentrenando con él, dependería enúltimo término de su habilidad paradesmontar un radar.

Para aliviar la presión sobre losparacaidistas y el propio ingeniero,se les comunicó oficialmente que elobjetivo inmediato de su

adiestramiento era la preparación deunas maniobras ante el Gabinete deGuerra; sólo en el caso de que laexhibición fuera del agrado de losdirigentes, se plantearía laposibilidad de lanzar el asalto. Sinembargo, los hombres no sabían quela operación estaba decidida y quelas supuestas maniobras nuncatendrían lugar, sino que entraríandirectamente en acción.

Siguiendo con el pretexto deprepararse para unas maniobras, losparticipantes en la misión fuerontrasladados a principios de febrero a

la costa escocesa, en dondecomenzaron los ensayos relativos ala última parte de la misión, la delrescate por mar, por lo que sededicaron a ejercitarse con laslanchas de desembarco. Lasprácticas consistieron en conseguirencontrar y abordar lasembarcaciones en la oscuridad de lanoche; ante las dificultades paralograrlo, no fueron pocos loshombres que pensaron que nolograrían embarcar una vez acabadala misión en tierra. Pero, aun así, lamoral no se resintió y todos estaban

convencidos de que ese día darían lomejor de sí mismos.

COMIENZA LA MISIÓN En la noche del 27 de febrero de1942, despegaron del aeródromo deThruxton doce bombarderos Withney,cada uno con diez soldados a bordo,ya con los paracaídas sujetos a laespalda y el rostro pintado de negro.Después de hora y media de vuelo através del canal de la Mancha, en elque se vieron sorprendidos por un

intenso fuego antiaéreo, alcanzaron lacosta francesa.

El comandante Frost fue elprimero en lanzarse al vacío. Ellanzamiento discurrió como estabaprevisto, consiguiendo que toda lafuerza de ataque cayese en la zona desalto, excepto veinte hombres queaterrizaron a unos tres kilómetros dedistancia, la mitad del destacamentoque debía proteger el repliegue en laúltima fase del asalto. Todo estabaen calma; el ruido del motor de losbombarderos Withney poco a pocose fue alejando y la noche volvió a

quedar en silencio. Los hombres deFrost se pusieron en marcha hacia elobjetivo, esperando que el grupo quehabía caído más lejos llegase atiempo de cumplir con su cometido.

Imagen aérea de Bruneval tomada

por la RAF antes del ataque, en laque se aprecia la silueta parabólica

del radar Würzburg.

Una vez llegados a la estaciónde radar, comprobaron con unamezcla de alivio y sorpresa que ni dela casa ni de la granja surgía lamenor señal de alarma. Lentamente,Frost y sus hombres se acercaronpara rodear la casa y el aparato deradar. Tal como indicaba el plan aseguir, Frost se precipitó hacia lapuerta de la villa; al encontrarlaabierta, casi se olvidó de dar la

señal de silbato convenida. Pocodespués se oían explosiones,disparos y gritos. Frost corría por lacasa seguido de otros cuatrohombres, mientras gritaba: «¡Arribalas manos!».

En la planta superiordescubrieron a un soldado alemánque, desde una ventana, disparabacontra los paracaidistas que estabanrodeando el lugar en el que sehallaba el Würzburg. Mientras, losservidores alemanes del valiosísimoaparato se defendían a la vez quetrataban de destruirlo, tal como

tenían estipulado llegado ese caso.La carga explosiva estaba en elaparato pero, por suerte para losbritánicos, los encargados de sucustodia guardaban el fulminante enotro sitio para evitar un estallidofortuito, así que no tuvieron tiempode aplicarlo a la carga.

Frost dejó a dos hombres en lacasa, mientras el resto del grupoacudió a ayudar a sus camaradas enla lucha por arrebatar a los alemanesel aparato de radar. Los servidoresdel Würzburg acabarían cayendobajo las balas británicas, excepto

uno, que logró huir, pero que en sufuga acabaría precipitándose por elacantilado. Con gran fortuna, elalemán pudo agarrarse a un salienterocoso, del que sería rescatado porlos ingleses. El prisionero fuerápidamente interrogado y confirmóque en torno a Bruneval había más deun centenar de soldados alemanes.

Mientras tanto, el ingeniero Coxse afanó en sacar fotografías delaparato desde todos los ángulos,aplicándose enseguida en sudesmontaje, ayudado por varioshombres. A pesar del adiestramiento

al que Cox había sido sometido, nopudo evitar que sus ayudantes, acausa de la premura con la quedebían actuar, cortaran con sierrasalgunas piezas que se hubieranpodido desenroscar con la mano.

Cuando ya habían sido retiradoslos principales elementos delaparato, lo que había llevado unosdiez minutos de los treinta con losque contaban, el comandante Frostobservó que se acercaban trescamiones procedentes de la granjavecina. Los alemanes no habíanpodido acudir antes porque habían

tenido que cambiar de munición;como estaban preparados pararealizar unos ejercicios nocturnos,casi todos los soldados llevaban enel momento del ataque balas defogueo. Mientras los alemanesbombardeaban con fuego de morterola parte delantera de la villa, Frostretiró a los hombres que protegían eledificio y ordenó formar un círculodefensivo en torno al aparato deradar.

Frost no se olvidó de la peticióndel profesor Jones y consiguiócapturar vivo a un radiotelegrafista.

Cox y sus ayudantes trabajaban lomás deprisa que podían, bajo unalluvia de proyectiles enemigos. Unabala llegó incluso a destrozar unapieza que Cox sostenía en esemomento en una mano. Poco después,el ingeniero terminó de desmontar elaparato. El resto de la instalación sehizo saltar en pedazos; el enemigodebía creer que la incursión habíatenido por objeto la destrucción delradar, y no la captura de lasprincipales piezas. Estas fueroncolocadas en un carro desmontable, yel grupo tomó el camino que bajaba

hasta la playa. Mientras, losalemanes habían recuperado la casay se disponían a contraatacar. Desdelos refugios del acantilado sehostigaba a los británicos; contra loque se esperaba, la playa seguíadominada por los alemanes.

Los veinte hombres quecompletaban el grupo destinado acubrir el repliegue y mantener librela playa, y que habían aterrizado aunos tres kilómetros de distancia dela zona prevista, acudían a toda prisahacia donde se libraba el combate.Puntuales a su cita, consiguieron

llegar en el preciso instante en quelos hombres de Frost asaltaban laplaya desde el interior; entre todoslograron eliminar las defensasalemanas.

La playa había pasado a manosbritánicas; tenían varios prisionerosy los elementos básicos del radar.Sólo les quedaba embarcar pero,para su sorpresa, las naves noestaban allí. Lanzaron variasbengalas para señalar su situación ala flotilla de rescate, pero noobtuvieron ninguna respuesta.Mientras tanto, desde las rocas que

rodeaban la playa se acentuaba lapresión enemiga; las ametralladorasalemanas no dejaban de crepitar,escupiendo fuego sobre losincursores, que trataban de ocultarsetras las rocas. Los británicosmaldecían a los que tenían la misiónde sacarles de allí.

Soldados británicos realizando unejercicio de reembarque como el que

se llevó a cabo en Bruneval.

Frost y sus hombres creían que,por el motivo que fuera, habían sido

abandonados a su suerte. Ante tancomprometida situación, Frost lesestaba ordenando que tomasenposiciones defensivas, en espera dellevar a cabo una resistencia suicida,cuando de repente alguien gritó:«¡Barcos a la vista, señor!».

Tras unos minutos que sehicieron eternos, los paracaidistasabordaron los seis botes dedesembarco que habían llegado a laorilla para rescatarles, bajo unagranizada de fuego de ametralladoray bombas de mano procedente de laplaya. Ya fuera del alcance de las

balas germanas, embarcaron en laslanchas de motor que les llevarían ala costa británica.

Una vez a bordo, el comandanteFrost supo el motivo de la demora.Las lanchas de motor habían tenidoque esconderse de una patrulla navalalemana que casi los habíadescubierto. Pero el viaje de vuelta acasa sería sin incidentes, escoltadospor cuatro destructores y varioscazas Spitfire.

MISIÓN CUMPLIDA

Una vez llegados a suelo británico, elcomandante Frost entregó elvaliosísimo botín conseguido enBruneval: las piezas más importantesdel Würzburg y las fotografías,además del radiotelegrafistasolicitado por Reginald Jones y otroprisionero alemán.

Aunque la Operación Bitinghabía sido un completo éxito, losbritánicos tuvieron que pagar unprecio: dos muertos, dos heridos yseis hombres capturados. Por suparte, cinco alemanes perdieron la

vida en el asalto. De todos modos,teniendo en cuenta el enorme riesgoque entrañaba una operación enterritorio enemigo, ese balance fuemuy favorable para los británicos.Posiblemente, ese resultado hubierasido firmado por los hombres queparticiparon en la misión, ya que erahabitual que en misiones de ese tipose produjese un porcentaje de bajasmuy elevado.

Además de la importancia quehabía tenido la operación en laguerra de las ondas que manteníancon los alemanes, el éxito del asalto

de Bruneval, al igual que el de laincursión de Vagsoy relatada en elanterior capítulo, sería utilizado porlos británicos como revitalizadorainyección de moral en unosmomentos en los que la victoria finalse veía aún muy lejos. Losperiódicos le dedicaron una atencióndestacada, y a lo largo de variassemanas las informaciones sobre elraid continuaron figurando enprimera página. El propio Churchillse encargó de que el interés por elasalto no decayese; el 3 de marzo, elp r e m i e r británico recibió al

comandante Frost y a varios oficialesde los que participaron en laoperación. En total, diecinuevehombres fueron condecorados,incluyendo a Frost, que recibió laMilitary Cross.

Gracias a las piezas capturadasy a las indicaciones del operadoralemán, que se mostró muycolaborador, el doctor Jones pudodeterminar en detalle elfuncionamiento del aparato. Lo quemás sorprendió a los especialistasbritánicos fue su aparente sencillez,ya que estaba compuesto de varios

módulos; en caso de avería, bastabacon sustituir uno de ellos, de manerafácil y rápida, mientras que elinterior de los radares británicos eramucho más complejo, lo quedificultaba su reparación en un trancesimilar. Por otro lado,contrariamente a lo esperado,también sorprendieron los limitadosconocimientos del técnico alemáncapturado, inferiores a los queposeían los británicos.

Comandos volviendo de la misión.

Finalmente, Jones averiguó lalongitud de onda a que funcionaba elaparato, y también descubrió supunto flaco; no podía utilizar otradistinta, sino tan sólo modularlaligeramente. Así pues, una vezperturbada esa frecuencia, elinstrumento resultaba del todoinefcaz. El Würzburg había dejadode ser el «arma secreta» que tantosquebraderos de cabeza había dado alos británicos. A partir de ahí, laguerra de las ondas, en la que los

alemanes habían llevado hasta esemomento la delantera, comenzaría aser ganada por los aliados.

2 Para conocer en detalle esteepisodio ver: HERNÁNDEZ, Jesús. Eldesastre del Hindenburg.Barcelona:Tempus, 2010, p. 241-242.

Capítulo 3Operación Chariot: Asalto alpuerto de Saint-Nazaire

La noche del 27 de marzo de 1942estaba siendo tranquila en el puertode Saint-Nazaire, en la Franciaocupada por los alemanes. Loscentinelas vigilaban rutinariamentelas instalaciones portuarias, queposeían un valor extraordinario parala marina de guerra germana, laKriegsmarine. En ellas se encontraba

el único dique seco capaz de acogeral mastodóntico Tirpitz en caso deprecisar ser reparado. El Tirpitz erael último gran acorazado que lequedaba a Alemania tras elhundimiento del Bismarck.

El temor a un sabotaje hacía quelos alemanes hubieran extremado susmedidas de seguridad en torno a losmuelles de Saint-Nazaire. Pero esanoche que parecía que iba a discurrirsin novedad de pronto se vio alteradapor la inesperada llegada de unaflotilla por el estuario que conducíahasta el puerto, encabezada por lo

que parecía ser un destructor alemán,enarbolando la bandera de guerra dela Kriegsmarine. Los reflectores delos puestos de vigilancia seencendieron sobre las aguas delestuario y se dio la señal de alto,pero la flotilla seguía avanzando endirección al puerto. Desde la orillase efectuaron disparos deadvertencia, pero los barcosproseguían su camino sin detenerse.

Desde la flotilla se emitió unmensaje asegurando ser un convoygermano de regreso de una misiónsecreta, lo que tranquilizó

momentáneamente a los vigilantesdel puerto, que ordenaron detener elfuego. Sin embargo, los barcos nosólo no se detenían, sino que,además, el destructor aumentaba suvelocidad a ojos vista. Navegando atoda máquina, el destructor parecíahaberse vuelto loco, ya que avanzabadirecto hacia los muelles del puerto.

Los alemanes quedaronestupefactos ante lo que estabaocurriendo ante sus ojos; aquel buquese estaba dirigiendo arevientacalderas hacia las esclusasdel dique seco. Comenzaron a

disparar sobre él para tratar dedetenerlo, pero sabían que nadapodrían hacer para evitar el brutalimpacto que estaba a punto deproducirse...

PROTEGER El TIRPITZ Un año antes de que se desarrollaseesa dramática escena en el puerto deSaint-Nazaire, los británicos yahabían comenzado a pensar en laposibilidad de lanzar un ataquecontra el dique seco hacia el que se

dirigía a toda máquina aquel barcoenloquecido. La importancia de esainstalación para la Kriegsmarine eracapital y, si se conseguía destruirla,la última gran amenaza de la marinagermana podría ser conjurada,despejando el camino de la victoria.

En 1941, el peligro de invasiónde Gran Bretaña, que había estado apunto de suceder en el verano de1940, ya había pasado; la resistenciabritánica, ante los insistentes ataquesaéreos de la Luftwaffe, habíadisuadido a Hitler de lanzar laOperación León Marino, por la que

sus tropas debían cruzar el canal dela Mancha para someter al únicoenemigo que hasta ese momento nohabía sido aplastado por lamaquinaria de guerra nazi.

Pero, si bien la amenaza deinvasión había pasado, en 1941 losbritánicos debían hacer frente a otrodesafío, el del bloqueo marítimoimpuesto por la marina germana. Lossubmarinos alemanes, los U-Boot,atacaban con éxito las rutas desuministro a Gran Bretaña quecruzaban el Atlántico, a la caza delos buques que transportaban armas,

alimentos y materias primas a losasediados ingleses. No en vano elprimer ministro británico, WinstonChurchill, dejó escrito en susmemorias que la denominada«batalla del Atlántico» fue la quemás le hizo temer por la suerte de supaís en el desenlace final de laguerra.

La flota de submarinosalemanes era la encargada de cortaresas rutas marítimas deaprovisionamiento, pero laKriegsmarine disponía de dos barcosde superficie que podían dar el golpe

de gracia a la resistencia británica.Se trataba de dos acorazadosgemelos, los referidos Bismarck yTirpitz, en esos momentos mayoresque cualquier otro barco de guerrabritánico o norteamericano. Lapotencia de sus motores les permitíaalcanzar una velocidad mayor que lade cualquier otro acorazado y suscañones eran capaces de perforar ungrueso blindaje a treinta y cincokilómetros de distancia.

Afortunadamente para losbritánicos, la Royal Navy pudohundir el Bismarck, tras someterlo a

una larga persecución en aguas delAtlántico Norte entre el 19 y el 27 demayo de 1941. Pero aún quedaba elTirpitz, que quedó confinado en losremotos fiordos noruegos a la esperade recibir la orden de salir a marabierto. Ante esa temibleposibilidad, su destrucción seconvertiría en una obsesión paraChurchill, quien no escatimaríahombres ni recursos para acabar conla inquietante amenaza del acorazadoalemán.

Ante la dificultad para hundir alT i r p i t z mientras permaneciese

protegido en su refugio noruego, losbritánicos idearon un plan alternativopara impedir que el acorazadosaliese a mar abierto. Las enormesdimensiones del Tirpitz no permitíanque pudiera ser reparado, llegado elcaso, en otro puerto que no fuera elde Saint-Nazaire, ciudad situada enla orilla norte del estuario del Loira.

Como se ha indicado, su puertodisponía del único dique seco capazde acoger al Tirpitz; había sidoconstruido en 1932 para alojar altransatlántico Normandie, siendo enese momento el dique seco más

grande del mundo. Además, el puertocontaba con otro sistema de esclusasque permitía mantener siempre elmismo nivel del agua, sin verse asíafectado por las mareas, muyacusadas en la costa atlántica.

Por lo tanto, la destrucción delas instalaciones portuarias de Saint-Nazaire pasaría a convertirse enobjetivo prioritario para losbritánicos. Estaba claro que Hitler,para quien el hundimiento delBismarck había supuesto un disgustotan amargo como inesperado, no ibaa arriesgarse a sacar al Tirpitz a mar

abierto sin contar con esasinstalaciones operativas.

Además, la estratégica situacióndel puerto de Saint-Nazaire lo dotabade una importancia vital para toda lamarina alemana. Al estar ubicado enla costa francesa del Atlántico,ofrecía a los alemanes un excelenterefugio para sus U-Boot, que de estemodo no debían llegar hastaAlemania para aprovisionarse, loque implicaba afrontar el peligro deatravesar el canal de la Mancha o elmar del Norte. Esa ventaja eratodavía más apreciable para los ya

escasos buques de superficie de laKriegsmarine.

OBJETIVO: SAINT-NAZAIRE

Si se quería evitar laposibilidad de que el Tirpitz tomaseparte en la decisiva batalla delAtlántico, el dique seco del puerto deSaint-Nazaire debía ser destruido.Además, la voladura del resto deinstalaciones portuarias iba asuponer un contratiempo para la flotade guerra germana en unos momentos

en el que la tensión del pulso que seestaba llevando a cabo en elAtlántico era máxima. Este objetivodaría lugar a la Operación Chariot,una de las acciones más intrépidasejecutadas por los comandosbritánicos, y que sería conocidacomo «The greatest raid of all» (‘Lamayor incursión de todas’).

Para destruir la esclusa deldique seco se recurriría a unobsoleto barco de guerra que habíaservido en la Primera GuerraMundial, el Campbel town. Esteantiguo destructor de la marina

norteamericana, que había sidocedido a la Royal Navy, fuemodificado para que simulase ser undestructor alemán del tipomöweclass, para lo cual se leretiraron dos de sus cuatrochimeneas. Además, fue dotado delas correspondientes banderas deguerra de la Kriegsmarine. Suarmamento fue también modificado,eliminado los cañones pesados paraaligerarlo de peso, con la finalidadde que no embarrancase en losfondos de arena que existían a laentrada del estuario. En sus bodegas

se colocó una gran cantidad deexplosivo dotada de untemporizador, de unas característicasespeciales que impedían que losalemanes pudieran desactivarlo.

El plan consistía en que unaflotilla con unos seiscientoscomandos a bordo remontase elestuario del Loira amparada en laoscuridad de la noche, penetrase enel puerto e hiciese encallar elCampbeltown en el dique seco deSaint-Nazaire. Una vez que eldestructor quedara incrustado en lasesclusas del dique, los comandos

saltarían al muelle para destruir lasinstalaciones del puerto y luegoescaparían en las mismas lanchas queles habían llevado hasta allá. Eltemporizador provocaría que ochohoras después estallase la cargaexplosiva del Campbeltown,destruyendo las esclusas y dejando eldique fuera de servicio.

A nadie se le escapaba que lamisión entrañaba enormes riesgos.Los alemanes eran conscientes de laenorme importancia de ese puerto,por lo que habían invertido muchosrecursos en su protección. Las

defensas germanas contaban con losefectivos cañones de ochenta y ochomilímetros, que podían emplearsetanto como antiaéreos como paraataques en tierra, y una dotación decinco mil hombres bien parapetadosen sus búnkers y nidos deametralladora. Pero antes de llegarhasta ahí, la flotilla británica debíapenetrar en la desembocadura delLoira, protegida por cañones decosta de gran calibre, y recorrer elestuario del río, en cuyas orillas sehallaba otro millar de alemanes, quecontaban con cañones de cuarenta

milímetros y ametralladoras.De ese sistema defensivo

prácticamente infranqueable se podíaextraer, de forma paradójica, unaventaja para los británicos; losalemanes, confiados ante esepoderoso despliegue, contemplabanla posibilidad de una incursión comoaltamente improbable, por lo que laatención defensiva no iba a ser lamisma que si existiera temor a unataque inminente. Los británicos eranconscientes de que la únicaposibilidad de penetrar en el puertode Saint-Nazaire, si es que existía,

era explotar el factor sorpresa conaudacia y rapidez de ejecución, peroaun así la misión seguía presentandounos riesgos tan grandes que laconvertían en poco menos quesuicida.

La flotilla incursora estaríacompuesta, además de por elCampbeltown, por dos destructoresmás, el Tynedale y el Atherstone,que desempeñarían funciones deescolta durante el viaje pero que noparticiparían en el ataque, ydieciocho lanchas motoras, variaslanchas torpederas y una cañonera

que haría las veces de cuartelgeneral. El capitán de corbeta RobertR e d Ryder estaría al mando de lafuerza naval y el teniente coronelCharles Newman dirigiría lasacciones en tierra.

INCURSIÓN EN ELESTUARIO El convoy zarpó del puerto inglés deFalmouth rumbo a la costa francesa alas dos de la tarde del 26 de marzo

de 1942. En su trayecto contaría conla protección de una escuadrilla dec a z a s Spitfire. Debido al largorecorrido previsto, unos ochocientoskilómetros sumando la ida y lavuelta, cada una de las lanchasmotoras llevaba en cubierta un grandepósito extra de combustible, lo quehacía a estas lanchas muyvulnerables en caso de ataque, a loque había que sumar que estabanconstruidas de madera. Aunque losplanificadores de la operacióncontemplaban con reticencia tanto lautilización de ese depósito

suplementario de combustible comode lanchas de madera, no había otrasembarcaciones disponibles, por loque no tuvieron otra alternativa queafrontar ese riesgo.

A la mañana del día siguienteavistaron un submarino alemán, alque los dos destructores operativosintentaron combatir, abandonando elconvoy y saliendo en su persecución,sin que pudieran darle caza. Aunquecon toda seguridad el submarinopudo alertar de la formación navalque navegaba con rumbo a Francia,los alemanes debieron creer que el

objetivo del convoy sería otro puntode la costa, porque ningún otrosubmarino o buque de superficieacudió a interceptarlo. Si losalemanes hubieran tomado medidas,la incursión probablemente habríafracasado, pero esta no sería laprimera ocasión en la que la suertese situaría del lado británico.

Otro episodio remarcabledurante esa primera fase de laoperación sería el protagonizado pordos pesqueros franceses de arrastreque se encontraban faenando por lazona. Los británicos, en previsión de

que sus tripulantes fuerancolaboracionistas y pudieraninformar a los alemanes, asaltaronlos barcos, trasladaron a losmarineros a un destructor y hundieronlas naves para evitar que, al quedarabandonadas, despertaran sospechasa alguna patrullera germana.

En la tarde del 27 de marzo,cuando ya se encontraban cerca de lacosta francesa, los dos destructoresde apoyo se retiraron. Al caer lanoche, la flotilla de barcos penetróen el estuario del río Loira paracubrir los ocho kilómetros que la

separaban de Saint-Nazaire. ElCampbeltown navegaba en el centrode la formación, fanqueado por laslanchas motoras.

Unos minutos antes de lamedianoche, mientras los incursoresse adentraban en el estuario, seescuchó el rumor que anunciaba deforma inequívoca la presencia debombarderos. Se trataba de unescuadrón de aviones británicos quetenía como misión efectuar unbombardeo de distracción. Losalemanes encendieron los reflectoresy fijaron su atención en el cielo,

mientras la flotilla proseguíainadvertida su camino en dirección aSaint-Nazaire. Sin embargo, laincursión de los bombarderos noduró mucho; el hecho de que el cieloestuviera nublado hizo desistir a lospilotos de iniciar un bombardeo,puesto que tenían la orden de noatacar a menos que pudieranvisualizar claramente sus objetivos,para no provocar bajas civilesfrancesas.

Cuando pasaba media hora delas doce de la noche, losbombarderos se retiraron y los

reflectores de las defensas antiaéreascomenzaron a apagarse. A esa horala flotilla aliada ya había superado eltramo más difícil de ladesembocadura del Loira, uno deescasa profundidad que provocó quee l Campbeltown rozase el fondo endos ocasiones, obligándole aemplear sus hélices a toda potenciapara no quedar encallado, lo quehubiera dado al traste con la misión.

Tras pasar por ese momentodelicado, la flotilla debía enfrentarsea otro tramo comprometido, ya quese debía pasar junto a un faro situado

en la ruta hacia Saint-Nazaire. Loscomandos temían ser detectadosdesde el faro, pero pudieronrebasarlo sin que nadie se percatasede su avance. Los barcos siguieronsu rumbo ascendente mientras laorilla permanecía oscura ysilenciosa. Los hombres de laflotilla, un tanto desconcertados, sefelicitaban de su suerte al poderseguir avanzando sin serdescubiertos.

Pero, como era de prever, esasuerte insospechada no iba a durarhasta el final. A la 1.22, cuando la

flotilla se encontraba a unos diezminutos del momento previsto paraque el Campbeltown llegase a lasesclusas del muelle, los barcosfueron descubiertos por losalemanes. De repente, variosreflectores situados en la orilla seencendieron, iluminando de pleno alos incursores. Sin embargo, losalemanes dudaron si se trataba debarcos amigos o enemigos, alconsiderar descabellada laposibilidad de que se tratase de unataque, por lo que se limitaron a darla orden de alto mediante una

emisora de señales. Como los barcosno se detenían, una batería de laorilla efectuó varios disparos sobrela trayectoria que debían seguir, paraforzar su detención.

Pero no todo estaba perdidopara los comandos, pese a haber sidodescubiertos. Ante esa contingenciaatesoraban un as en la manga; graciasal libro de códigos rescatado delpesquero artillado alemán en el raidde Vagsoy, tal como se relató en elprimer capítulo, un marinero habíasido especialmente entrenado paraintercambiar señales luminosas con

los puestos alemanes. De este modo,para aparentar que se trataba de unconvoy alemán que llegaba en misiónsecreta, transmitió el mensaje enclave correspondiente a «Barcoagredido por fuerzas amigas». Losalemanes detuvieron de inmediato elfuego y esperaron a que los presuntosbarcos amigos se identificasen,mientras la formación seguíaadentrándose en aguas del estuariogracias a unos minutos preciososganados con esa estratagema.

IMPACTO CONTRA LASESCLUSAS

La flotilla aprovechó losmomentos de vacilación germanapara navegar a toda máquina hacia suobjetivo. Los alemanespermanecieron todavía cuatrominutos sin disparar, emitiendomensajes luminosos que no obteníanninguna respuesta, hasta que lesquedó claro que habían sido objetode un engaño. Las bateríascomenzaron a disparar contra losbarcos. La noche se vio iluminada

por las balas trazadoras y lasexplosiones. Pero, tal como serelataba al inicio del presentecapítulo, el Campbeltown seguía amarchas forzadas hacia las esclusas,exprimiendo al máximo sus motorese ignorando los proyectiles que caíana su alrededor. Los barcoscontestaban a su vez, abriendo fuegocontra las posiciones alemanas.

A la 1.34, el Campbeltown,lanzado a toda velocidad, impactóbrutalmente contra la esclusa deldique seco del puerto de Saint-Nazaire. El estruendo fue tremendo.

En un primer momento era imposibledistinguir nada debido al humo, perocuando este se disipó los comandospudieron ver cómo el barco sehallaba incrustado en la esclusaprincipal. La primera parte del planhabía salido según el guión, parasorpresa de los propios británicos y,por descontado, de los perplejosalemanes.

Ahora daba comienzo la fasemás arriesgada de la misión. Loscomandos comenzaron a correr porla cubierta del barco hacia la proa,para descender sobre el muelle

utilizando unas escaleras de hierro.Pero los defensores alemanes, unavez recuperados de su sorpresainicial, dispararon con todo el fuegode que disponían. Muchos cayeronheridos antes de poder descender delCampbeltown.

La tarea más acuciante eraacallar el intenso fuego enemigo. Enesos primeros momentos todoparecía indicar que se iba aconseguir ese objetivo. Un cañónligero emplazado cerca de dondehabía encallado el Campbeltown fueneutralizado rápidamente por un

grupo de doce hombres; susservidores lanzaron una granada demano a los incursores, pero uno delos comandos tuvo la sangre fría derecogerla y volverla a lanzar contralos artilleros alemanes, haciendoexplosión en medio de ellos.Aprovechando ese momento deconfusión, los comandos lograrontomar la posición, acabando con losseis artilleros.

Ahora había que destruir otrostres cañones que amenazaban esesector, emplazados en búnkers dehormigón. Los comandos fueron uno

por uno, lanzando granadas a travésde sus aberturas. Aunque cuatro deellos resultaron heridos,consiguieron su objetivo; los cañonesfueron acallados, logrando crear unperímetro de momentánea seguridadalrededor del encalladoCampbeltown.

Había llegado el turno de losequipos de demolición. Suintervención era decisiva, ya quetenían como misión destruir lasinstalaciones de bombeo que seencargaban de subir y bajar el niveldel agua en las esclusas, así como la

maquinaria que abría y cerraba lascompuertas. Si fallaban en sucometido, todo el esfuerzo habríasido inútil.

BATALLA EN LOS MUELLES El sistema de esclusas del puerto deSaint-Nazaire constaba de doselementos gemelos, situados a ambosextremos del muelle; uno era elcorrespondiente al dique seco, y elotro el que regulaba el nivel del aguadel puerto. Gracias al perímetro de

seguridad logrado por la docena decomandos en su audaz incursióncontra los cañones, las instalacionesmás cercanas al Campbeltown, lascorrespondientes al dique seco, ibana poder ser atacadas sin demasiadaoposición. Esa primera sala debombeo se hallaba en un subterráneosituado a doce metros bajo tierra, adonde descendió un equipopertrechado de unos ochenta kilos deexplosivos. Tras colocar la carga yencender una mecha de minuto ymedio, salieron rápidamente hacia lasuperficie.

El destructor Campbeltownincrustado en el dique seco del

puerto de Saint-Nazaire.

La explosión destruyó no sólo elinterior de la sala de bombeo, sinoque provocó el desplome de la

construcción. Entonces le llegó elturno al sistema de apertura y cierrede las compuertas, que se hallaba enel exterior. Una nueva cargaexplosiva destruyó esa enorme ycompleja maquinaria, inutilizando lascompuertas de esa parte del muelle.La mitad de la misión ya se habíacumplido.

Ahora quedaba la parte másdifícil; volar las instalacionessituadas en el otro extremo delmuelle, que se hallaban bajo unintenso fuego enemigo procedentetanto de las torres de vigilancia como

de los barcos que estaban allíamarrados. Esta segunda operaciónde demolición no iba a resultar tanfácil como la primera.

Mientras un equipo colocabacargas explosivas en el sistema deapertura de cierre de las compuertas,otro forzaba la entrada al subterráneoque alojaba el segundo sistema debombeo. La lluvia de balas quedebían soportar en el exterior obligóa los comandos a abreviar lacolocación de explosivos en lascompuertas que protegían las aguasdel puerto, al tener que retroceder.

Aunque la explosión no fue suficientepara destruirlas por completo, esascargas parciales consiguieron causargraves daños. Por su parte, losencargados de volar la maquinaria debombeo sí que lograron su objetivo,consiguiendo volar toda lainstalación.

Los dos máximos responsablesde la operación, Ryder y Newman,que hasta ese momento habíanpermanecido en la cañonera quecumplía la función de cuartel general,desembarcaron en el muelle,animados por el momentáneo éxito

de la misión. Todo parecía ir sobreruedas y reinaba el máximooptimismo entre los británicos. Unavez destruido el sistema de esclusasdel puerto, tan sólo quedabareagrupar a los hombres yembarcarlos de nuevo.

Newman se quedó en el muellepara coordinar la retirada, mientrasque Ryder regresó a la cañonera.Para dirigir esa última fase de laoperación, Newman eligió unpequeño refugio desde el que sedominaba todo el muelle; cuando sedirigió allí con sus hombres,

sorprendió a un centinela alemán quese rindió de inmediato. Un breveinterrogatorio reveló que aquella erala entrada al cuartel general alemán.La buena suerte parecía seguir dellado de los asaltantes.

REEMBARQUE IMPOSIBLE Pero lo que hasta ese momento habíarodado a la perfección comenzó atorcerse para los británicos. Losdefensores desplegaron todo supotencial de fuego contra los

comandos. Newman y sus hombresfueron rechazados en su intento deasaltar el cuartel general germano yen su huida tuvieron que soportar elfuego intenso procedente de undragaminas.

En cuanto a los comandosdesperdigados por el muelle, estosdebían enfrentarse a una tormenta debalas que llegaba de todasdirecciones. Los alemanes, quehabían tenido tiempo dereorganizarse, iban emplazandoametralladoras a lo largo del muellepara castigar duramente a los

incursores, que veían cada vez másdifícil el reembarque.

La situación que debían afrontarlas lanchas encargadas de recogerlosno era mucho mejor. El fuegoprocedente de la orilla estabacausando estragos entre la flotilla.Las lanchas, al ser de madera,resultaban incendiadas con facilidady debían ser abandonadas. Ante ladificultad para acercarse al muelle,se optó por recoger a los comandos aunos centenares de metros río abajo.Allí se establecería una cabeza depuente por la que podrían escapar.

Newman y sus hombres organizaronla retirada, dirigiendo al centenar decomandos que estaban combatiendoen el muelle hacia ese improvisadopunto de embarque.

Sin embargo, cuando Newman ylos suyos alcanzaron a ver el lugar enel que debían ser embarcados, sequedaron horrorizados. Las lanchasque debían rescatarles habían sidodestruidas por las defensasgermanas; sus restos flotaban en elrío, entre explosiones y un densohumo negro. El propio río parecíaestar ardiendo. Ryder, desde su

cañonera, no tuvo otra opción queordenar la retirada de los barcossupervivientes de la flotilla paraescapar de la aniquilación total. Loscomandos que se hallaban en tierra,con Newman a la cabeza, quedabanabandonados a su suerte.

Ni a Newman ni a ninguno desus hombres se les pasó por lacabeza la rendición, así que tuvo queimprovisar un plan desesperado.Aunque sus hombres estabanagotados por el combate, y muchosde ellos heridos, decidió que lomejor era adentrarse en territorio

francés para intentar llegar a España,desde donde podrían regresar a casa.La idea no despertó demasiadoentusiasmo entre la tropa, pero nadiequería pasarse el resto de la guerraen un campo de prisioneros o a lopeor ser ejecutado, por lo que, a faltade una propuesta mejor, aceptaronese plan de incierto resultado. Paraello, Newman los dividió en gruposde veinte hombres para facilitar lasalida del puerto y dirigirse alcampo, en donde podrían ocultarse yrecibir el apoyo de los lugareños.

El grupo de Newman, en el que

había varios heridos que habíanperdido mucha sangre, tras salir convida de la ratonera en la que se habíaconvertido el puerto, buscó refugioen el pueblo de Saint-Nazaire. Loshombres de Newman fuerondescubiertos en la calle y atacadospor una patrulla germana, perolograron escabullirse y esconderseen el sótano de una casa vacía. Allí,pudieron descansar y atender a losheridos, pero Newman sabía que elser descubiertos era sólo cuestión detiempo. Escasos de munición y convarios hombres imposibilitados para

moverse, pensar en poder escaparrumbo a España era una utopía. Unashoras después, la casa fue registraday el refugio de los comandos,descubierto. Newman y sus hombresse rindieron. Para ellos, todo habíaterminado.

Los otros grupos correrían unasuerte similar. Al día siguiente, casitodos ellos habían sido capturados.Únicamente cinco comandosconseguirían escapar de losalemanes, al buscar refugio en unacasa cuyo dueño tenía contactos en laresistencia francesa. Caminando de

noche y ocultándose de día, los cincobritánicos consiguieron llegar hastaterritorio español y regresar a GranBretaña desde Gibraltar.

UNA ÚLTIMA SORPRESA Los británicos pagaron un precioconsiderable por el asalto al puertode Saint-Nazaire. De los seiscientosveintidós hombres que tomaron parteen la misión, sólo doscientosveintiocho regresaron a Inglaterra.Murieron un total de ciento sesenta y

nueve hombres, de ellos ciento cincomarineros y sesenta y cuatrocomandos. Otros doscientos quincehombres, de los que ciento seis eranmarineros y ciento nueve comandos,fueron hechos prisioneros por losalemanes, siendo enviados a uncampo de prisioneros en Rennes.Teniendo en cuenta el gran númerode bajas, entre muertos y prisioneros,podía considerarse que se habíapagado un precio demasiado alto porinfligir unos daños de unaefectividad que aún estaba por ver.

A estas dudas había que añadir,

aunque en ese momento losbritánicos lo desconocían, lasensación de alivio y triunfo quealbergaban los alemanes, alcontemplar bajo la luz del amanecerla patética estampa del viejoCampbel t own encallado en elmuelle, con la proa destrozada, unaimagen que fue captada por losfotógrafos germanos para suutilización propagandística. Pero loque no sabían era lo que el obsoletodestructor guardaba en su interior.

Cuando faltaban cinco minutospara las once de la mañana del día

siguiente, 28 de marzo, y mientras losalemanes inspeccionaban el buqueincrustado en la esclusa del diqueseco, las cargas de dinamitaescondidas en su interior hicieronexplosión gracias a su espoletaretardada. La detonación fue tangrande que partió al Campbeltown endos, destruyó completamente el diqueseco y provocó además la muerte decuarenta alemanes, entre soldados ymarineros, que en ese momentoestaban inspeccionando la cubierta yel interior del barco. La cifra total dealemanes muertos a consecuencia del

raid de Saint-Nazaire se desconoce,pero pudo haber superadoampliamente el centenar.

Comandos británicos capturados porlos alemanes durante el asalto.

Esa explosión retardada del

Campbeltown gozó de un ingredienteheroico; aunque los alemanesinterrogaron durante toda la noche ados docenas de comandoscapturados, ninguno de ellos confesóa sus captores la sorpresa que seescondía en las bodegas del viejobarco. La propaganda germanaintentó distorsionar el éxito de laoperación empleando las fotografíasque mostraban el Campbeltown antes

de explotar, presentando la misióncomo un fracasado intento de atacarel puerto. Pese a ello, la realidad esque la Kriegsmarine se quedaba sinun punto vital para el mantenimientoy reparación de su flota, gracias alvalor y la audacia de aquelloshombres.

Pero las sorpresasdesagradables no acabarían para losalemanes. Dos días después,mientras trabajadores civiles de laOrganización Todt efectuabanlabores de reparación del muelle,unos torpedos que habían quedado en

una lancha británica encallada junto alas esclusas del puerto estallarongracias a otro dispositivotemporizador. La explosión originóde pronto el caos en el puerto, alpensar los alemanes que estabansiendo atacados de nuevo; lo peorfue que los trabajadores de laOrganización Todt, cuyo uniformeera parecido al utilizado por lossoldados británicos, fueronconfundidos en un primer momentocon comandos enemigos, y varios deellos fueron abatidos. Los alemanes,aun después de comprobar la

lamentable confusión, todavíacreyeron que se trataba de algunaotra incursión británica, por lo queregistraron todos los alrededores enbusca de los comandos, lo que daidea del estado de psicosis en quequedaron los defensores germanos deSaint-Nazaire.

El objetivo se había cumplido,al reducir a escombros lasinstalaciones portuarias, pero lo másimportante fue que el dique seco quedebía alojar al Tirpitz ya no podríavolver a ser utilizado por losalemanes. La brecha en las esclusas

fue cerrada con obra viva, mientrasque el resto de instalaciones noserían reparadas hasta un año ymedio más tarde, cuando la batalladel Atlántico ya había quedadodecidida del bando aliado.

Aunque la Operación Chariothabía alcanzado su meta de disuadira l Tirpi t z de adentrarse en marabierto, su éxito, paradójicamente,supuso a la larga un incremento delas dificultades de los aliados paraintentar el asalto de la fortalezaeuropea de Hitler. Cuando la noticiadel asalto a Saint-Nazaire llegó a

Berlín, el führer montó en cólera, talcomo había sucedido tras conocer laincursión en Vagsoy; su reaccióninmediata fue destituir al generalCarl Hilpert, comandante en jefe delOeste. Hitler ordenó que sereforzasen las defensas de la costaatlántica para evitar que seprodujeran nuevos ataques. Elresultado fue que en agosto de eseaño comenzaría a construirse elMuro del Atlántico, que debíaproteger la costa europea desdeNoruega hasta la frontera española.

Soldados alemanes ayudando a uncompañero herido durante el asalto

de los comandos británicos.

De todos modos, el éxito de laincursión supuso una inyección demoral para los aliados, necesitadosde buenas noticias en un momento dela guerra en el que parecía que elpoderío del Tercer Reich eraincuestionable. La misión obtendríael máximo reconocimiento de lasautoridades militares británicas, alhonrar con un total de ochenta ynueve condecoraciones a los queparticiparon en ella, incluyendocinco cruces Victoria, de las que dosserían a título póstumo.

Capítulo 4Operación Chastise:«Después de mí, el diluvio»

El 28 de abril de 1943, en una playadel sudeste de Inglaterra, unacomisión de autoridades militaresaguardaba expectante el inicio de unaexhibición muy especial. Mientrastanto, el primer ministro WinstonChurchill permanecía atento alteléfono desde el Gabinete de Guerraen Londres para conocer de

inmediato cómo se habíadesarrollado el «espectáculo» queestaba a punto de comenzar.

Los ensayos anteriores sehabían saldado con sucesivasdecepciones, lo que había provocadoque los invitados que habían acudidoese día al evento no pudieran evitaruna expresión de escepticismo en surostro. Las explicaciones de losorganizadores, que llevaban más deun año dedicando esfuerzos aconseguir de las autoridadesmilitares la ansiada luz verde a supropuesta, no habían conseguido otra

cosa que aumentar la desconfianza enque todo ese trabajo pudiera llegaralgún día a buen puerto.

Así pues, aquella luminosamañana de primavera los invitadosse acomodaron en la orilla de laplaya para contemplar la enésimaprueba de un arma que debíapropinar un certero golpe en el plexosolar del enemigo, pero que hasta esemomento no había respondido a lasexpectativas.

A la hora convenida, unbombardero Lancaster apareció envuelo rasante ante los ojos de los allí

congregados. Todas las miradas secentraron en aquel aparato, del queescuchaban claramente el rugido desus hélices. En unos segundossoltaría sobre la superficie del aguaun artefacto cilíndrico; de sucomportamiento iba a depender eldestino de miles de personas, que enese momento no podían imaginar quesu suerte iba a estar ligada a lo queocurriese en aquella playa...

LA CUENCA DEL RUHR

Mientras tenía lugar esa escena en elsudeste de Inglaterra, al otro lado delcanal de la Mancha permanecíanajenos a lo que allí estabasucediendo. Los habitantes de laalemana cuenca del Ruhr no podíansospechar que allí se estaba jugandoel destino de su región.

La cuenca del Ruhr, oRuhrgebiet, situada en el estado deRenania del Norte-Westfalia, ha sidohistóricamente la mayor regiónindustrial de Europa. La RevoluciónIndustrial, en el siglo xix, transformóesta región, entonces formada por

pequeñas poblaciones, hastaconvertirla en una conurbación quepasaría a ser la primeraaglomeración urbana de Alemania,integrada por ciudades comoDortmund, Bochum, Duisburgo,Essen o Gelsenkirchen.

El extraordinario auge de suindustria del carbón y del acerorequirió bien pronto de unasinfraestructuras igualmente potentes.Así, para cubrir sus grandesnecesidades de energía eléctrica, ypara mantener constante el nivel delRuhr con el fin de facilitar la

navegación fluvial, se construyó lapresa del Möhne, inaugurada en1913, pasando a ser el embalse másgrande de Europa.

Tras el final de la Gran Guerra,como muestra de la importanciaestratégica que poseía la cuenca delRuhr, la región fue ocupada portropas belgas y francesas entre 1923y 1925, en prenda por lasreparaciones de guerra que Alemaniadebía pagar a los vencedores delconflicto. En el período deentreguerras, esta zona se consolidócomo corazón industrial de

Alemania, una condición que seacentuaría aún más en los añosprevios a la Segunda GuerraMundial, gracias a la agresivapolítica exterior del Tercer Reich;las siderurgias y altos hornos de laregión se pusieron al servicio de laindustria de armamento,proporcionando acero para lascadenas de montaje que fabricabantanques y cañones.

Tras el estallido de la SegundaGuerra Mundial, a los británicos nose les pasó por alto la extraordinariaimportancia estratégica de la cuenca

del Ruhr. En un momento en el quetodavía no se disponía de lacapacidad de lanzar bombardeos desaturación como los que se llevaríana cabo a partir de 1943, losbritánicos debían recurrir asoluciones imaginativas. Teniendo encuenta la vital importancia queposeía la energía hidroeléctrica paraesa región, se valoraron las gravesconsecuencias que podría tener larotura intencionada de los embalses;la industria de armamento se veríaparalizada por falta de energía, lapoblación se quedaría sin agua

potable, la navegación fluvial seríainviable y las grandes inundacionesresultantes al liberarse tanta agua degolpe provocarían el colapso de todala región.

Así pues, en octubre de 1939, elcientífico inglés Barnes Wallisrecibió el encargo de estudiar laposibilidad de atacar las presas de lacuenca del Ruhr. Para ello, Walliscontaría con la inestimable ayuda deun artículo publicado en 1932 en unarevista técnica por el ingeniero quehabía diseñado la presa del Möhne,en el que describía con todo tipo de

detalles tanto sus característicascomo su utilidad. Situado a unoscuarenta y cinco kilómetros al este deDortmund, a este embalse llegabanlas aguas del río Möhne y del Heve.El muro de contención tenía cuarentametros de altura, treinta y cuatrometros de grosor en la base yseiscientos cuarenta de longitud. Sehabía tardado cinco años en terminarlas obras, incluido el sistema debombeo y la central generadora deelectricidad.

Basándose en ese artículo y enlos dibujos que mostraban las

secciones transversales del muro,Wallis confeccionó un completoestudio en el que se indicaba laimportancia de destruir tanto esta,como las otras presas de la cuencadel Ruhr; las del Sorpe, Diemel,Ennepe o Lister. El científico ingléstambién contempló la posibilidad dedestruir el embalse del río Eder, queaunque pertenecía a la cuenca del ríoWeser, se hallaba muy próximo a laregión del Ruhr. La presa del Ederhabía sido concluida un año despuésque la del Möhne, siendo un terciomayor que esta; su función era

similar, ya que debía suministrarenergía al área industrial de Kassel,además de regular el caudal delWeser para facilitar su navegación,por lo que su destrucción tambiénocasionaría graves trastornos a esaotra región.

El análisis de Wallisdemostraba que destruir esas presasmediante un ataque aéreo erafactible, y planteaba los trazosgenerales para llevar a cabo esaoperación. Como no podía ser deotro modo, el informe despertó elentusiasmo de la Oficina de Guerra,

que de inmediato nombró unacomisión formada conjuntamente pormilitares y científicos para que seencargara junto al propio Wallis depreparar los ataques a esas presas.

Wallis requirió al comité laconstrucción de una presa a escalareducida similar a la del Möhne parapoder efectuar los ensayos. Elembalse resultante tendría un murode contención de un metro y mediode altura, pero sería suficiente paraprobar los distintos métodos debombardeo. Sin embargo, losprimeros ensayos realizados sobre el

embalse en miniatura fuerondescorazonadores; se calculó quepara destruir la presa original senecesitaría una bomba de cuarentatoneladas, cuando el bombarderobritánico de mayor capacidad, que seencontraba todavía en la fase dediseño, era capaz tan sólo detransportar diez toneladas deexplosivo. Esa conclusión cayó comoun jarro de agua fría en la Oficina deGuerra; todo apuntaba a que el planpara destruir las presas de la cuencadel Ruhr era irrealizable.

UN GUIJARRO SOBRE ELAGUA La decepción que supuso laconstatación de que destruir losembalses del Ruhr no era posible conlos medios de que se disponía en esemomento, no hizo desistir a Wallisde su empeño. Tras repetidaspruebas consistentes en hacer estallarcargas bajo el agua, el científicollegó a la conclusión de que la presapodía romperse, además de por unimprobable impacto directo, por elefecto de las ondas de choque, más

intensas si la explosión tenía lugarentre dos aguas que si la bombatocaba el fondo.

Ese efecto se podía conseguirutilizando torpedos que podían serlanzados a ras de agua y queproseguirían su camino hacia lapared de la presa; mediante unaespoleta de proximidad, el torpedoharía explosión poco antes de llegara la construcción, provocando esasondas de choque. No obstante, losalemanes eran conscientes de laposibilidad de que los británicosquisieran destruir las presas, por lo

que estas estaban protegidas porredes antitorpedo.

Así, ante la imposibilidad deutilizar torpedos en el ataque a laspresas, a Wallis se le ocurrió unaidea genial. El científico, quizásrememorando los juegos de lainfancia junto a un río o lago,recordó que si se lanza un guijarroplano al agua formando undeterminado ángulo con la superficie,la piedra da varios saltos antes dehundirse. Así pues, pensó que lamanera de superar los obstáculos quedispondrían los alemanes para

proteger el muro de las presas seríauna bomba capaz de rebotar en elagua.

Dicho y hecho, Wallis diseñóuna bomba cilíndrica que seríaprobada en el centro deexperimentación que la Royal Navyposeía en Teddington. El nombre enclave de la bomba sería Upkeep(traducible por «mantenimiento», porsu capacidad para mantenerse sobreel agua), pero sería más conocidac o m o bouncing bomb (bombarebotante). En Teddington serealizaron pacientes observaciones

del comportamiento de ese artefactoexperimental, cuyos resultaronarrojaron datos esperanzadores;Wallis parecía avanzar por el buencamino.

Una vez comprobado que unabomba de ese tipo, lanzada con lasuficiente velocidad, conseguiríasalvar los obstáculos que pudiesenencontrarse en el agua, había queestudiar la manera de demoler elmuro de contención. Wallis abogópor graduar la espoleta de maneraque la bomba, una vez que chocasecon el muro de la presa y se hundiese

junto a él, estallase al llegar a laprofundidad en la que la ondaexpansiva tuviera más posibilidadesde abrir una brecha en el muro.

A pesar de los prometedoresresultados de los ensayos y delentusiasmo de Wallis, el interés de laOficina de Guerra por la propuestade destrucción de las presas seenfrió. En 1940, la prioridad eradefender el territorio británico de laentonces temible Luftwaffe; losplanes para atacar territorio alemánse limitarían a incursionestestimoniales destinadas a mostrar el

espíritu de resistencia del Gobiernode Londres ante las amenazas deHitler. Además, los alemanes habíanreforzado la protección de losembalses de la cuenca del Ruhr conbaterías de artillería pesada yreflectores, lo que desanimó a losbritánicos, que preferían no emplearlos escasos aparatos de quedisponían en una misión de inciertoresultado, cuando la prioridad eradefender el propio país.

No sería hasta el verano de1941, una vez que Hitler apartó suvista de Gran Bretaña para centrarse

en la invasión de la Unión Soviética,cuando las autoridades militaresbritánicas retomaron su interés porlas propuestas desarrolladas porWallis. Aun así, la Oficina de Guerraseguía mostrándose un tantoescéptica ante el proyecto paradestruir las presas alemanas, por loque Wallis no obtuvo un apoyo totala sus trabajos.

PRIMEROS ENSAYOS La falta de recursos provocó que el

primer ensayo serio de la bombarebotante fuera aplazado una y otravez, para desesperación de Wallis.Pero la paciente insistencia delcientífico tuvo su premio, aunquefuera un año y medio más tarde; el 4de diciembre de 1942, unbombardero Wellington, con Wallisa bordo, despegó rumbo a marabierto. En su bodega transportaba unprototipo de la bomba cuyo tamañoera la mitad de la proyectada pero,aun así, las compuertas delbombardero tuvieron que adaptarse alas inusuales medidas del artefacto.

Como si las dificultades quehabía tenido que afrontar Wallishasta ese momento no hubieran sidosuficientes, a punto estuvo ese día deproducirse una tragedia; las bateríascosteras británicas no habían sidoavisadas del vuelo del Wellington,por lo que comenzaron a dispararleen cuanto lo vieron.Afortunadamente, cesaron en susdisparos en cuanto reconocieron lasilueta del avión. Tras ese susto, elaparato salió a mar abierto, en dondeWallis pudo poner en práctica suplan. El científico tiró de la palanca

correspondiente, soltando la bomba;esta comenzó a rebotar sobre el agua.Sin embargo, para decepción deWallis, el artefacto quedó destrozadoen el segundo impacto. La envolturametálica se había demostradodemasiado débil para soportar doschoques seguidos contra el agua.

Tras ese fracaso, Wallis seesmeró en conseguir una envolturamás resistente. La siguiente pruebatendría lugar ocho días después. Esedía Wallis no podía fallar, ya que ibaa asistir un grupo de miembros delcomité científico del Ministerio de

Suministros, que contemplarían lossaltos de la bomba desde la playa deReculver, una pequeña localidad delcondado de Kent, en el sudeste deInglaterra. El informe iba a serdecisivo para poder seguir adelantecon el proyecto.

El 12 de diciembre de 1942 serepitió el vuelo del Wellington, enesta ocasión con varias bombas abordo. Al pasar por delante de laplaya en la que estaban presentes losmiembros del comité, el avión soltóuna de esas nuevas bombas. Elartefacto ofreció varios saltos largos

y elegantes sobre el agua, parahundirse después. Los científicos delMinisterio se vieron gratamentesorprendidos por la exhibición, quese repetiría con las bombassiguientes.

Sin embargo, el experimentodejó alguna duda en el aire, ya queuna de las bombas se desvió de sutrayectoria sobre el agua y fue aparar a pocos metros de distancia delos miembros de la comisión. El quela bomba no contuviese cargaexplosiva ayudó a que el error fuerapasado por alto, por lo que el

incidente que podía haber acabadoen tragedia no quedaría reflejado enel informe positivo resultante delexperimento.

L a bouncing bomb recibiríatodas las bendiciones del comité deexpertos; los informes llegaron hastaChurchill, que expresó su deseo deque el proyecto siguiera adelante,brindándole todo su apoyo.

PRECISIÓN QUIRÚRGICA Ese apoyo de las más altas

autoridades al plan ideado porWallis se traduciría en un incrementode los medios con los que podríacontar el científico para su proyecto.Así, se llegó a poner a su disposiciónuna presa fuera de servicio situadaen las montañas de Gales. LaConfederación Hidrográfica de lazona le autorizó a emplearla en susensayos, e incluso a volarla si eranecesario.

No obstante, Wallis seguiríaencontrándose con dificultades. Laprimera sería obtener el aceronecesario para la fabricación de las

bombas, entonces escaso en GranBretaña, lo que se conseguiríafinalmente no sin poco esfuerzo. Unavez establecido el tamaño definitivode la bomba, se vio que el únicoaparato capaz de transportarla hastael objetivo era el cuatrimotorLancaster, pero —al igual quepasaba con el Wellington— laescotilla de lanzamiento no tenía eltamaño suficiente para soltar labomba. Después de lasmodificaciones pertinentes, queimplicaron una laboriosa reforma dela parte inferior del fuselaje y la

colocación de dos garras de sujeciónen las que posar el artefacto, esteproblema también se vio superado.

Por último, Wallis observó ensus experimentos que si a las bombasse les imprimía un movimientorotatorio hacia atrás, se facilitaba elavance a saltos por la superficie delagua, haciendo que recorriese unamayor distancia antes de hundirse.Para conseguir ese movimiento,Wallis recurrió a unas correasimpulsadas por un motor hidráulicoperteneciente al sistema de direcciónde un submarino, y que se

encargarían de hacer rotar lasbombas antes de que fueran arrojadasal agua.

Mientras se acababan desolucionar los aspectos técnicos dela operación, era necesario pensar enel factor humano. Los aviadoresencargados de lanzar las bombasdebían ser especialmente hábiles yexperimentados, puesto que laprecisión en el bombardeo erafundamental para el éxito de lamisión.

A principios de marzo de 1943,el joven pero ya veterano

comandante Guy Gibson recibió elencargo de formar una nuevaescuadrilla, que tendría comoprimera misión el bombardeo de laspresas. Para ello, Gibson tuvo cartablanca para escoger a los mejorespilotos entre la flor y nata de losescuadrones de bombardeo de laRAF. Este trabajó lo tuvo querealizar en tan sólo cuarenta y ochohoras; Gibson convocó a veintiúnaviadores a los que, una vezreunidos, se les comunicó que habíansido elegidos para llevar a cabo unamisión que, según les explicaría, tal

vez precipitaría el final de la guerra.Tan sólo una semana después, lanueva unidad de élite, con susaparatos, dotaciones, personal detierra y talleres, se vio instalada enla base de Scampton, y se le asignóla denominación de Escuadrilla617.ª.

Wallis debió de versesorprendido por la bruscaaceleración que había sufrido elproyecto, después de más de tresaños en los que este se había vistoralentizado hasta casi quedarparalizado, para desesperación suya.

Pero no había tiempo que perder; lasautoridades británicas deseaban queel bombardeo de las presas del Ruhrse produjese lo más pronto posible,por lo que era necesario ultimar atoda prisa los detalles de laoperación. Gibson recibió de Wallislas indicaciones para conseguirromper los diques, que implicabandejar caer las bombas a sólodieciocho metros de altura sobre elagua.

Gibson no pudo reprimir suinquietud ante la ejecución de esatarea. Sus aviones debían soltar una

bomba, de la que en ese momento sedesconocían las característicasdefinitivas y cuyo efecto en esascircunstancias también sedesconocía, a una velocidad de másde trescientos cincuenta kilómetrospor hora y prácticamente a ras de lasuperficie del agua. Además, ellanzamiento debía hacerse de noche ysólo cuando el avión sobrevolaseexactamente un punto previamentedeterminado.

A pesar de ese panorama tanincierto, Gibson se puso manos a laobra. Echando mano de un sentido de

la improvisación más propio de unamentalidad latina que de unaanglosajona, Gibson fue superandolos sucesivos obstáculos que sefueron presentando durante losensayos. Así, un problema surgió a lahora de reproducir las condicionesde iluminación en las que debíallevarse a cabo el ataque: de noche ycon luna llena. La falta de tiempo y elhecho de que los cielos británicos sehallasen frecuentemente nubladoshizo que se recurriese a pintar deazul los cristales de la cabina de losbombarderos, a fin de simular el

entrenamiento nocturno a la luz de laluna durante las horas diurnas.

Otro problema más importantese presentó ante el reto de soltar lasbombas en el lugar y el momentopreciso. Para que la misión tuvieraéxito, era necesario actuar con unaprecisión quirúrgica. Sin embargo,en aquellos momentos no se disponíade los instrumentos que permitían esaexactitud. Así, los británicosacabaron recurriendo a uninstrumental tan tosco como efectivo;un telémetro improvisado queconstaba únicamente de dos maderas

en forma de «V», con un visor en elvértice y dos clavos en los extremos.El ángulo de abertura se graduó paraque coincidiese con dos torres quehabía en los pantanos. Así, en elmomento en el que el observadordivisase las dos torres, sabía que seencontraba a la distancia correctapara efectuar el lanzamiento de labomba. Con el fin de practicar conese insólito telémetro de madera, selevantaron dos torres junto al murode contención de una presa escocesa.En pocos días, todas lastripulaciones eran ya capaces de

lanzar en el momento oportuno elproyectil de ensayo.

Día y noche, durante un mes ymedio, los bombarderos pesados dela Escuadrilla 617ª atronaron con supresencia los bucólicos lagos yvalles escoceses, ensayando una yotra vez la misión. Sin embargo, losmiembros de la escuadrilla aún seenfrentaban a un problema sinresolver: determinar con exactitud laaltura a la que volaban, para calcularlos dieciocho metros de altitud sobreel nivel del agua a que debían arrojarlas bombas. Hay que tener presente

que los altímetros que se utilizabanentonces sólo podían indicar alturassuperiores a los cincuenta metros.Existían aparatos eléctricos que sípodían medir alturas inferiores, perosólo funcionaban bien en mar abiertoo terrenos despejados, no al volarsobre valles rodeados de montañas,como era el caso de las presasalemanas. La consecuencia era quelos bombarderos debían efectuar losvuelos rasantes sobre el aguamediante observación directa, lo queprodujo que en más de una ocasióndurante los ensayos se bordease la

tragedia al rozar la superficie.Pero un día se encontró también

una solución sencilla e imaginativa aeste problema. En la proa y en lapopa de los bombarderos secolocaron sendos focos, calibradoscuidadosamente para que al juntarsesobre el agua a dieciocho metros dealtura sus haces luminosos dibujasenla figura de un «8»; cuando el pilotoconseguía que se viese esa figurasobre el agua, sabía que en esemomento estaba volando a la alturarequerida. Como se puedecomprobar, donde no llegaba la

tecnología lo hacía el ingenio.

LA PRUEBA DEFINITIVA A mediados de abril, todo estabapreparado para llevar a cabo losensayos definitivos de la que seríadenominada Operación Chastise(‘castigo’) y que debía tener lugar unmes después. Los fabricantes de losbombarderos Lancaster ya habíanrealizado las modificaciones en susaviones para albergar los artefactosy, mientras tanto, se habían

construido los dos primerosprototipos de la bomba.

En la mañana del 15 de abril de1943, la comisión científica de laOficina de Guerra se desplazónuevamente a la playa de Reculverpara comprobar la evolución delproyecto. Aunque el sistema de losfocos convergentes permitía lanzar labomba a la altura adecuada, en laprueba no se pudo emplear esaayuda, al tener lugar durante el día.Así, el piloto del Lancaster calculómal la altura y arrojó la bomba a unaaltura superior; el artefacto quedó

casi destrozado al chocar con elagua, para sorpresa y decepción delos presentes. El envoltorio metálicosaltó por los aires, pero al menos elinterior del artefacto avanzó dandosaltos sobre la superficie.

Tras ese ensayo que movía másal escepticismo que a la ilusión, seisdías después tuvo lugar en el mismolugar un nuevo ensayo. El resultado,sin embargo, sería másdescorazonador; aunque la bomba sesoltó a la altura correcta, esta sehundió directamente en el mar y noadquirió el efecto del guijarro sobre

el agua. Pese a que la explicación deese inesperado fracaso parecíaresidir en el oleaje marino, algo queno se daría en el embalse, lacomisión de científicos pensó enrecomendar el aplazamiento delataque por un año hasta que elproyecto adquiriese una mayorfiabilidad, aunque ya estaba tomandocuerpo la idea de prescribir sucancelación definitiva.

«Bomba rebotante» expuesta en elmuseo de Duxford. Este artefacto fue

especialmente diseñado para laOperación Chastise.

Pero Wallis no se rindió y rogóa la comisión que se les concedieseuna tercera y última oportunidad.Pese a las reticencias del Ministeriode Suministros, que debíaproporcionar el acero necesario parafabricar las bombas, Wallisconsiguió que se les entregase unnuevo artefacto. Así, el 28 de abrilde 1943 iba a tener lugar el últimoensayo; si fracasaba de nuevo, elproyecto quedaría irremediablementecondenado.

Ese día, tal como se apuntaba alinicio del capítulo, la comisión

científica de la Oficina de Guerraaguardaba expectante el inicio delensayo que debía dictar sentenciasobre el proyecto de destrucción delas presas alemanas. Los invitados seacomodaron para contemplar eldesarrollo de la prueba, mientrasChurchill aguardaba noticiastelefónicas desde Londres.

Barnes Wallis, el diseñador de la«Bomba rebotante», junto a un

bombardero Lancaster. El ataque alas presas del Ruhr sería posible

gracias a su gran tenacidad.

A la hora convenida, un

Lancaster apareció en vuelo rasante.A su paso por la playa, tal comoestaba previsto, dejó caer la bomba.En esta ocasión, el piloto supocalcular mejor y el artefacto cayódesde la altura correcta. Ante lamirada expectante de los allícongregados, la bomba impactócontra el agua sin sufrir ningúndeterioro. Una vez salvado esemomento crítico, el artefacto avanzóágilmente dando saltos sobre lasuperficie del mar, como si un niño

hubiera lanzado una piedra en unlago.

Los miembros de la comisión nopudieron evitar prorrumpir en vítoresy aplausos. Wallis debió de sentirsefeliz al ver cómo sus ímprobosesfuerzos se habían visto coronadospor el éxito. Todavía faltaba pasar laprueba más importante, la que debíaejecutarse sobre el objetivo, pero almenos había conseguido disponer deesa oportunidad, algo que hasta esemomento pendía de un hilo. Ante eléxito del ensayo del 28 de abril, lacomisión de científicos de la Oficina

de Guerra concedió la ansiada luzverde a la misión3.

TRES FORMACIONES

Desde hacía varias semanas, losaparatos de reconocimientoefectuaban numerosas incursionescon objeto de fotografiar las presas.Al parecer, sus defensas antiaéreasno representaban un obstáculoinsalvable. Por el estudio de lasfotografías se dedujo que el embalsedel Möhne alcanzaría su nivel

máximo entre el 13 y el 19 de mayo;en esa semana habría luna llena, demodo que esa sería la «ventana deoportunidad» para llevar a cabo lamisión.

Los primeros Lancastermodificados acababan deincorporarse a la escuadrilla, peroseguían faltando las bombas. Aprimeros de mayo, el nivel del aguadel embalse del Möhne llegaba a tresmetros del máximo de su capacidad;el ataque tendría lugar cuando sólo lefaltara un metro.

El 13 de mayo de 1943 se entró

en la última fase de los preparativosde la operación. Un convoy decamiones se encargó de transportarlas bombas recién ensambladas hastala base de Scampton. El comandanteGibson se reunió con sus navegantespara establecer los detalles de la rutahacia el objetivo. La escuadrillapartiría hacia Alemania volando abaja altura, para evitar sulocalización por el radar. Lasdotaciones estudiaron hasta el últimomomento las maquetas de las presas,a fin de retener en la memoria todoslos detalles de los objetivos a

destruir.La escuadrilla, compuesta por

diecinueve aparatos, se dividiría entres formaciones:

• La primera, encabezada porGibson, estaría integrada pornueve aparatos y seencargaría de atacar elobjetivo principal: la presadel Möhne. Estosbombarderos, procedentesdel nordeste, darían unavuelta sobre el objetivo paraorientarse y luego elcomandante Gibson

descendería sobre el agua,siendo el primero en atacar;mientras tanto, los otros ochoaparatos volarían en círculosobre el pantano,preparándose para entrar enacción. Una vez destruidaesta presa, los aviones debíandirigirse al embalse del Ederpara lanzar allí las bombasrestantes.

• La segunda formación,compuesta de cinco aparatos,y con el teniente de vuelo JoeMcCarthy a la cabeza, tenía

como objetivo la presa delSorpe, actuando de un modosimilar al ataque sobre la delrío Möhne.

• Por último, la terceraformación, integrada porotros cinco bombarderos,despegaría dos horas mástarde y actuaría como reservaa la espera de cualquiercontingencia. En casonecesario, se uniría a losataques a los objetivosprincipales. Si al final suconcurso no era necesario,

arrojarían sus bombas sobretres objetivos secundarios:las presas de los ríosSchwelm, Ennepe y Diemel.

Con esta disposición sepretendía que nada quedase en manosdel azar, garantizándose en loposible el éxito de la misión.Tampoco se quiso correr el riesgo deque llegase algún rumor a losalemanes sobre la operación, a pesarde que estos no contaban con una redde informadores en Inglaterra propiade ese nombre; así, se dijo a lasdemás escuadrillas con base en

Scampton que la 617ª se preparabapara atacar el acorazado germanoTirpitz, y que el día previsto para laoperación contra los embalses serealizaría un importante vuelo deprácticas, para justificar así lospreparativos.

ATAQUE A LAS PRESAS Desde que el 13 de mayo de 1943 seentró en la fase decisiva de laoperación, las tripulaciones sabíanque esta podía lanzarse en cualquier

momento y que, como suele sucederen estos casos, ellos serían losúltimos en enterarse.

No sería hasta la tarde deltercer día, el 16 de mayo, cuando losaviadores recibieron las primerasseñales de que ese iba a ser el díaescogido; se cerraron los accesos ala base y se prohibieron tanto elenvío de cartas como las llamadastelefónicas al exterior. No seequivocaban, ya que poco despuésGibson llamó a reunión a todos loque iban a participar en la misión encuya preparación tanto se había

trabajado; les confirmó que esanoche despegarían rumbo aAlemania.

Un bombardero pesado británicoLancaster. En la operación se

emplearía este avión especialmentemodificado para poder albergar la

«bomba rebotante».

A lo largo de la tarde se fueron

ultimando los preparativos. Lasbombas, ya con su carga explosiva enel interior, fueron adosadas a la parteinferior del fuselaje con toda clasede precauciones. Con la intención deimpresionar a los artillerosantiaéreos encargados de protegerlos embalses, se dotó de balastrazadoras a las armas de a bordo.Los aviones utilizarían dos rutas deentrada a Alemania, confeccionadascuidadosamente de modo queevitasen las baterías antiaéreas que

ya estaban localizadas.A las 21.28 horas de aquel 16

de mayo de 1943, el primerbombardero de la segundaformación, la comandada por elteniente Mc-Carthy, despegó desde labase de Scampton rumbo a suobjetivo. A partir de ahí, enintervalos de entre tres y diezminutos, le fueron siguiendo el restode aparatos de la primera y segundaformación. Los Lancaster se elevaroncon dificultad, pues cada uno llevabaunas diez toneladas de carga. Antesde subir al avión, los tripulantes del

aparato comandado por Gibsonhabían tenido tiempo de posar parauna foto recordatoria. Por su parte, elavión de McCarthy sufrió una averíahidráulica y no pudo despegar,viéndose obligado a recurrir a unaparato de reserva, despegandoveinte minutos después. Tal comopreveía el plan, los cincobombarderos de la tercera formaciónesperarían dos horas antes de partirhacia Alemania, lo que harían cuandopasaban diez minutos de lamedianoche.

En un primer momento, a pesar

de la avería del avión de McCarthy,lo que le haría volar rezagadorespecto a los otros cuatro avionesde su formación, parecía que lamisión se iniciaba con buen pie. Peromuy pronto comenzaron losproblemas para los aparatos queintegraban esa segunda formación,cuya ruta llevaba al norte deHolanda. Los cuatro aviones volabana muy baja altura para evitar serdetectados por el radar, lo queprovocó que uno de ellos diese consu ala en el mar; con el golpe, laportezuela de la bodega se abrió y su

bomba cayó al agua, por lo que tuvoque emprender el camino de regresoa Scampton.

Nada más llegar a la costaholandesa, los tres aviones restantesse encontraron con un intenso einesperado fuego antiaéreo. Lasbaterías germanas estuvieronacertadas; un Lancaster fue derribadoy otro sufrió daños en el aparato deradio dejándolo inservible, por loque tuvo también que regresar a labase. Aunque el cuarto avión pudoescapar del fuego antiaéreo, al volara tan baja altura topó con unos cables

de alta tensión y acabó estrellándose.De esta segunda formación, tan sóloel bombardero de McCarthy, queatravesó Holanda después de que losotros cuatro aparatos fracasasen en elintento, lograría llegar a Alemania.

La primera formación tendríamás suerte que la segunda, ya que suruta discurría por el sur de Holanda,una zona que estaba menos protegidaque la que había sobrevolado lasegunda formación. Sus nueveaparatos lograrían atravesar el cieloholandés, pero uno de los aviones, yaen territorio alemán, impactaría

contra unos cables de alta tensión,estrellándose.

Así, los ocho aviones que enese momento integraban la primeraformación se dispusieron a atacar lapresa del Möhne. Para conocer cómose desarrolló la operación, nadamejor que reproducir el relato delcomandante Gibson, tal como lo dejóescrito en su libro de memoriasEnemy coast ahead 4:

Entre Hamm y Soestgiramos a la derecha, desdedonde veíamos las colinas del

Ruhr. Mientras lassobrevolábamos apareció antenosotros el lago Möhne y luegola presa, majestuosa einasequible. Sin embargo,teníamos la impresión de estarcontemplando la maqueta. Nohabía reflectores y tampocopudimos determinar cuántaspiezas de artillería antiaéreahabría abajo.

Mientras dábamos lavuelta al lago me comuniquécon los aparatos de miformación. Nos situamos en

posición de ataque y volamospor encima de las colinas, endirección a la orilla oriental dellago. Allí estaba la lengua detierra que tan bien conocíamospor la maqueta a escala.Picamos hasta los dieciochometros y abrimos los alerones,con objeto de lograr lavelocidad correcta. Entoncesdivisamos las torres y el restode los detalles del embalse.

Los alemanes abrieronfuego; el momento fue terriblepara nosotros. Todavía

estábamos a varios centenaresde metros sobre la presa; yahabía empezado a funcionar elmecanismo especial que haríacaer la bomba, haciéndola girar.

Había algo sobrecogedoren toda la operación. Miaparato parecía un insectocomparado con la enorme presa.Olí a pólvora quemada y vi lasbalas trazadoras pasar junto a lacabina. Luego escuché unaorden: «¡Bomba fuera!».Mientras volábamos en círculovimos cómo la bomba, al tocar

el agua, elevaba una columnalíquida de unos cien metros dealtura. Al principio creímos queel muro de la presa ya estabadestruido. Detrás de nosotrosseguía otro avión, y cuando sehallaba a unos cien metros dedistancia alguien exclamó:«¡Dios mío, lo han alcanzado!».Vi cómo había lanzado labomba; el avión cayó cerca dela central eléctrica. Ordené altercero que atacara, y su bombacayó al agua de formaimpecable. De nuevo se oyó una

tremenda explosión que agitó lasuperficie entera del lago. Si lateoría de Wallis era acertada, elmuro de contención tenía quehaberse resquebrajado; sinembargo, esto no se logró hastadespués de la sexta explosión.Di la vuelta y no pude creer loque veían mis ojos. En el murohabía un enorme boquete de casicien metros y el agua seprecipitaba hacia el valle. Losantiaéreos enemigos habíandejado de hacer fuego.

En efecto, la parte superior delmuro de la presa del Möhne se habíaderrumbado. El objetivo se habíaconseguido pero, tal como harelatado Gibson, uno de los avioneshabía sido derribado por el fuegoantiaéreo, después de que su bombarebotante saltase el muro, sindañarlo.

Seguidamente, el comandanteGibson acompañó a los tres avionesque no habían participado en elbombardeo del embalse del Möhneal siguiente objetivo de la primeraformación: la presa del Eder. Aunque

esta no tenía protección antiaérea, lapresencia de una espesa niebla y laorografía del terreno hacían quederribar su muro no fuera una misiónsencilla:

Continuamos el vuelohacia la presa del Eder [sigueexplicando Gibson]. Apenaspudimos distinguir el muro, yaque la niebla comenzaba aextenderse por el valle. Aunquela presa carecía de defensas,nos costó mucho esfuerzodestruirla y perdimos un avión.

Lo mismo que en la presaanterior, un inmenso caudal seprecipitó en dirección al valle.Ordené a mis hombres ponerrumbo a la base.

El avión al que se refería

Gibson había resultado dañado porla onda expansiva de su propiabomba. Aunque sobrevivió, eseaparato, que ya sufría muchos daños,acabaría siendo derribado sobreAlemania por fuego antiaéreo en elviaje de regreso. De los nueveaparatos de la primera formación,

sólo cinco consiguieron volver a labase de Scampton.

Por su parte, la segundaformación tenía como objetivodestruir la presa del Sorpe, pero,como hemos visto, de sus cincointegrantes tan sólo uno, el avión desu comandante, había logradosuperar las defensas antiaéreasdispuestas en la costa holandesa. Portanto, el aparato del comandanteMcCarthy sería el único que llegasea la presa, haciéndolo cuando pasabaun cuarto de hora de la medianoche.Una vez allí, McCarthy intentó en

solitario destruir el muro; debido a laorografía, que dificultaba lasmaniobras de aproximación, fueronnecesarios nueve intentos antes deque, al décimo, se decidiese a lanzarla bomba. El artefacto hizo explosiónjunto al muro, pero tan sólo sederrumbó la parte superior.

La presa del Eder, destruida tras elataque de precisión de losbombarderos británicos.

Mientras tanto, de los cinco

bombarderos pertenecientes a la

tercera formación que en esemomento estaban despegando deScampton, tres se dirigirían alembalse del Sorpe. Uno de elloscayó también bajo el fuego antiaéreode la costa holandesa. Los dos queconsiguieron llegar intentaron acabarde derruir el muro, pero la niebla,cada vez más espesa, dificultabaenormemente la visibilidad. Elprimer avión logró lanzar su bomba,pero esta no explotó losuficientemente cerca del muro, porlo que no le ocasionó daños. Cuandollegó el turno del segundo avión, la

niebla era tan densa que decidió nointentarlo. Ambos aparatos lograronregresar a la base de Scampton.

En cuanto a los otros dosbombarderos de la terceraformación, estos fueron enviados aatacar dos objetivos secundarios: laspresas del Lister y del Ennepe. Elencargado de atacar la del río Listerno pudo llegar a este embalse, siendoderribado por el fuego antiaéreo. Elque debía destruir la presa delEnnepe confundió su objetivo conotro embalse, el del río Bever, deaspecto muy similar, y lanzó su

bomba sobre este último, aunque sincausar daños al muro. Tras el ataquelogró regresar a Inglaterra.

Los nueve bombarderossupervivientes de la OperaciónChastise comenzaron a aterrizar en labase de Scampton a las tres y diezminutos de la madrugada del 17 demayo. El comandante Gibson tocótierra a las cuatro y cuarto. El últimoen llegar, el que atacó por error elembalse del Bever, lo hizo a las seisy cuarto.

«DESPUÉS DE MÍ, ELDILUVIO» La alegría del recibimiento a losLancaster que habían logrado esamadrugada regresar sanos y salvosde Alemania quedó pronto apagadapor la constatación de que cincuentay seis de los ciento treinta y treshombres que habían participado en lamisión no habían podido volver a labase. De ellos, cincuenta y treshabían muerto al estrellarse susaparatos, mientras que los otros tres—dos pertenecientes a la primera

formación y otro a la tercera—habían sido hechos prisioneros.

Finalmente, tras tantas dudas, laidea de la bouncing bomb se habíademostrado exitosa, consiguiendoabrir grandes boquetes en dos presas,la del Möhne y la del Eder —las dosmás grandes—, y provocando dañosen la parte superior de la del Sorpe.Mientras en la base de Scamptonhabía satisfacción por el éxito de laoperación, a la vez que se lamentabala pérdida de tantos pilotos, en losvalles del Ruhr, Möhne, Eder y Fuldase estaban produciendo escenas

dantescas. Las más de trescientostreinta millones de toneladas de agualiberadas de los embalses estabandestrozando puentes, líneas férreas,casas y fábricas, y arrastrandoconsigo a personas y animalesdomésticos. La ausencia de unsistema de alarma ante la hipotéticarotura de las presas dificultó el avisoa los habitantes de los valles paraque pudieran ponerse a salvo ante laavalancha de agua que se les veníaencima.

La cifra de víctimas mortalesproducidas por las inundaciones es

difícil de cuantificar, aunque podríarondar las mil trescientas. Unassetecientas de estas víctimas fueronobreras rusas y polacas que seencontraban en un campamento quefue arrollado por las aguas. Lacatástrofe sería ocultada por lasautoridades nazis al resto de lapoblación alemana. Al día siguiente,el ministro de Armamento, AlbertSpeer, sobrevoló la zona y redactóun informe para Hitler.

De la noche a la mañana, laescuadrilla 617ª, que sería conocidac o mo Dambuster (‘Rompepresas’),

se convertiría en la unidad máspopular de la RAF. El Gobiernobritánico aprovechó la OperaciónChastise para elevar la moral de lapoblación, presentando la misióncomo si hubiera obtenido un granéxito. De los setenta y sietetripulantes que regresaron a casa,treinta y cuatro serían condecoradosel 22 de junio en una ceremoniacelebrada en el palacio deBuckingham; el comandante Gibsonrecibiría en ese acto la CruzVictoria. A la escuadrilla 617.ª se lepermitiría lucir la divisa del rey

francés Luis XV «Après moi led é l u g e » (‘Después de mí, eldiluvio’).

Tras ese reconocimiento, elcomandante Gibson trasladó al papelsu relato de la misión en el libroantes referido. En diciembre de 1943viajó a Estados Unidos, en donderealizó una gira para hablar de laoperación que había protagonizado,siendo condecorado en la CasaBlanca por el presidente FranklinDelano Roosevelt. A su regreso, ytras haber cumplido ciento diecisietemisiones de bombardeo sobre

Alemania, fue destinado a un trabajoburocrático en el Ministerio delAire. Pero Gibson decidió abandonarsu despacho y volver a la acción; elhéroe de la Operación Chastiseencontraría la muerte el 19 deseptiembre de 1945, regresando deuna misión de bombardeo sobreAlemania, cuando su avión seestrelló al quedarse sin combustible.

Objetivamente, la OperaciónChastise se había saldado con unéxito moderado. Por un lado, lapérdida de ocho de los diecinueveaparatos que habían participado en

ella, con sus correspondientestripulaciones —lo que suponía unporcentaje de bajas cercano alcuarenta por cien—, era sin duda unprecio demasiado elevado. Acambio, el daño causado a la cuencadel Ruhr había sido menor delprevisto. Los especialistas británicosesperaban que la destrucción de laspresas provocase una inundación deproporciones bíblicas, ante la quelos alemanes quedarían en estado deshock; los más optimistas estabanconvencidos de que la acción podíaincluso precipitar el final de la

guerra.Sin embargo, el wishful

thinking británico se daría de brucescon la realidad. Aunque lasinundaciones habían provocadodaños a la región, la avalancha deagua no fue tan catastrófica como seesperaba. Por otro lado, gracias a suestricto control de los medios decomunicación, el régimen nazi supomantener a la mayoría de losalemanes ajenos a lo que habíaocurrido en el Ruhr, por lo que elgolpe que se pretendía causar a lamoral de la población no se dio en

absoluto.Además, los alemanes se

pusieron de inmediato manos a laobra para reparar los murosdestruidos. Para ello se retiraronnumerosas brigadas de trabajadoresempleados en las obras de la Muralladel Atlántico. Tras un gran esfuerzo,en octubre de ese mismo año estaríannuevamente en pie los muros decontención de las presas del Möhne ydel Eder. Para evitar que losbritánicos volvieran a intentarlo, sedispuso el emplazamiento de bateríasantiaéreas pesadas, aparatos de

niebla artificial, reflectores, globosde barrera y redes metálicas.

Aunque la Operación Chastiseno había cumplido con lasexpectativas, los británicosintentaron extraer de ella el máximojugo. Churchill la utilizó ante el lídersoviético, Josef Stalin, parademostrar que Gran Bretaña estabacomprometida en la lucha contraAlemania en unos momentos en losque quien estaba realizando el mayordesgaste era la Unión Soviética. Porotro lado, el premier británicoaprovechó igualmente la operación

para reivindicarse ante Roosevelt.Curiosamente, un ataque como

el realizado por la escuadrilla 617.ªaquel 16 de mayo de 1943 sería hoyilegal y contrario a las leyes de laguerra. En 1977, se aprobó un anexoa la Convención de Ginebra por elque se declaraba ilegal atacar unembalse con el objetivo dedestruirlo, por los efectoscatastróficos que puede causar a lapoblación civil.

3En junio de 1997 se localizaron enel fondo del mar, enfrente de la playa

de Reculver, cuatro de las «bombasrebotantes» lanzadas durante esosensayos, de cuatro toneladas de pesocada una, que pudieron serrecuperadas. Una se exhibe en elMuseo de Herne Bay, a cincokilómetros de Reculver, otra en elCastillo de Dover, otra en el Spitfire& Hurricane Memorial Museum de laisla de Thanet y la última en elMuseo de Duxford.4Enemy coast ahead fue publicadopor primera vez en forma de libro en1946. Antes había aparecido enforma de serial en el diario Sunday

Express en el invierno de 1944-1945. Ambas versiones aparecieroncensuradas, al hacer referencia amaterial clasifcado. El libro sereeditaría en varias ocasiones hastaque en 2006 se publicó la versiónoriginal sin censurar: GIBSON, Guy.Enemy coast ahead. UnitedKingdom: Crecy Publishing, 2006.

Parte II

Atentados y secuestros

Capítulo 5Operación Flipper: Rommel,vivo o muerto

En la noche del 14 de noviembre de1941, dos submarinos británicos seacercaban a la costa libia, a unostrescientos kilómetros por detrás delas líneas del Eje. El interior de lossumergibles acogía a medio centenarde hombres completamenteequipados, preparados para saltar aunos botes neumáticos y llegar hasta

la orilla. Todos ellos eran hombresespecialmente duros, acostumbradosa la lucha en el desierto bajo lascondiciones más inclementes.

En la misión que estaban apunto de emprender deberían utilizartodos los recursos adquiridos duranteotras incursiones realizadas tras laslíneas enemigas. Una vezdesembarcados en la playa, tendríanque adentrarse en un territorioinfestado de patrullas alemanas,italianas e indígenas hostiles,caminando durante la noche yocultándose durante el día, hasta

llegar a su objetivo.Su misión no era otra que

capturar al hombre que habíaconseguido que las fuerzas del Eje seasentasen primero y tomasen lainiciativa después en África delNorte, poniendo contra las cuerdas alos británicos. En caso de que secomplicase su captura, tenían laconsigna de eliminarle.

Tras cumplir su objetivo,debían regresar a la misma playa a laque habían llegado para serreembarcados. Teniendo en cuentaque las tropas enemigas habrían

salido en su persecución, y que seredoblaría la vigilancia en la costapara evitar que el comando huyese, anadie se le escapaba que lasposibilidades de regresar sanos ysalvos eran más bien inciertas. Peroaquellos hombres que estabanpreparándose para saltar a los botesdesde los dos submarinos nopensaban entonces en el regreso, sinoúnicamente en cumplir la misión quese les había confiado.

Se esperaba que la operaciónque en esos momentos estaba a puntode lanzarse significase un golpe de

efecto que pudiera revertir el rumbode la guerra en esa estratégicaregión, que entonces era claramentefavorable al Eje. Ante ladesesperación de Churchill, en eseescenario de guerra las fuerzasbritánicas habían entrado en unadinámica depresiva que amenazabacon una cada vez más probablederrota total en África, por lo que elprimer ministro confiaba en queaquellos hombres que velaban armasen el interior de los dos submarinosfueran capaces de situar a losbritánicos en la senda de la victoria.

Esa trascendental misión traslas líneas enemigas era enormementearriesgada, pero los valerososhombres que se habían ofrecidovoluntarios para llevarla a caboconfiaban no sólo en culminarla conéxito, sino en que sus nombresquedarían grabados para siemprecomo los artífices de una de lasoperaciones más audaces de lasemprendidas a lo largo de la SegundaGuerra Mundial.

UN LÍDER CARISMÁTICO

La guerra en el desierto habíacomenzado un año y dos meses antes,con un intento de invasión de Egipto,entonces bajo control británico, portropas italianas. Llevados por ungran entusiasmo, los transalpinosconsiguieron penetrar un centenar dekilómetros en territorio egipcio. Perocuando los italianos estiraron almáximo sus débiles líneas deaprovisionamiento se vieronobligados a retroceder, hostigados entodo momento por las tropas aliadas,comandadas entonces por el general

Archibald Wavell, que habíaconseguido que le enviaranimportantes refuerzos desde GranBretaña. Lo que al principio era unaretirada en orden se convirtió en unadesordenada huida; una fuerzacompuesta por tan sólo treinta milingleses consiguió capturar a más deciento treinta mil italianos tras unaágil maniobra envolvente ejecutadapor una división blindada.

La figura del general Rommelalcanzaría ribetes míticos, tanto

entre sus hombres como entre susenemigos. Churchill, pese a sentir

admiración por él, ordenó sueliminación.

Tras la debacle italiana, los

aliados tenían abierto el camino paraexpulsar de África del Norte a lasfuerzas de Mussolini. Fue entoncescuando Hitler decidió acudir ensocorro de su aliado, enviando unCuerpo Expedicionario a Libia: elDeutsches Afrika Korps (DAK). Se

trataba de la 5.ª División Panzer,destinada sobre el papel a actuar enlabores defensivas bajo mandoitaliano. Como máximo responsabledel Afrika Korps figuraba el generalErwin Rommel, un veterano de laPrimera Guerra Mundial que habíaparticipado en las invasiones dePolonia y Francia, aunque no habíaadoptado un papel protagonista. Dehecho, los británicos tuvieronproblemas para confeccionar suPerfil, ya que prácticamente nodisponían de información sobre él.

La llegada de Rommel a África

no inquietó lo más mínimo a losbritánicos, que creían que losalemanes no estaban hechos para laguerra en el desierto. En esemomento no les faltaba razón, puestoque el material con el que estabadotado el Afrika Korps se revelaríainadecuado para este escenario, peroRommel comenzaría a subsanar conacierto esos errores, hasta convertira su ejército en una máquina deguerra bien engrasada. Pese alplanteamiento inicial de carácterconservador, el alemán convenció alos mandos italianos para poner en

marcha una ofensiva, que daríacomienzo el 31 de marzo de 1941.Los ingleses, que no creían que losalemanes fueran a atacar tan pronto,se llevaron una gran sorpresa cuandofueron atacados por los panzer deRommel. Las fuerzas británicas sevieron obligadas a retroceder, hastaque el 4 de abril el general alemánentró triunfante en Bengasi.

Los carros germanos siguieronavanzando; el gran objetivo eraTobruk, a las puertas de la fronteracon Egipto. Este puerto fortificadoera la posición clave de la región, ya

que era el único lugar en el quepodían desembarcarseaprovisionamientos; los alemanes nopodían plantearse un avance sobreEgipto sin haberse apoderado antesde ese estratégico enclave. Churchilltambién era consciente de laimportancia determinante de Tobruky dio la orden de resistir allí acualquier precio, «sin considerar porun momento la posibilidad deretroceder y hasta el último hombre».E l premier británico sabía que lacaída de Tobruk dejaría abiertas depar en par las puertas de Egipto,

peligrando así el control británicosobre el canal de Suez.

El ataque alemán sobre Tobrukse produjo el 10 de abril de 1941.Los australianos fueron losencargados de defender la ciudad,resistiendo en una encarnizadabatalla que se prolongó durantecuatro días. El general Wavell lanzóun contraataque el 15 de junio de1941, pero los alemanes rechazaronla embestida británica, lo que forzóla retirada de la mayoría de lastropas aliadas hacia la fronteraegipcia dejando atrás la fortaleza de

Tobruk con una guarnición en suinterior. Tobruk quedaba así aisladay sometida a asedio por las tropas deRommel.

Si Tobruk caía, como asíparecía que iba a ocurrir tarde otemprano, las llaves de Egiptoquedarían en manos de Rommel; apartir de ese momento, su nombre sehizo omnipresente en ese escenariode guerra. El general germano habíademostrado poseer una granhabilidad y astucia, lo que le habíallevado a derrotarles disponiendo deunos medios inferiores. La razón de

sus triunfos había que buscarla en susgrandes conocimientos de estrategiamilitar y en su innata capacidad deliderazgo, ya demostrada durante laGran Guerra, lo que unido a suaudacia y su desprecio por el peligrohacía de él un adversario temible.

Gracias a sus éxitos, el nombrede Rommel comenzaba a alcanzar yaribetes míticos, no sólo entre suscompatriotas, sino incluso entre susenemigos. Su inteligencia y buenosmodales, así como su caballerosidaden el campo de batalla, más propiade otros tiempos, estaban logrando

que fuera admirado por todos.Paradójicamente, la leyenda deRommel no era alentada desdeAlemania, debido a que su relacióncon los jerarcas nazis era muy fría,sino por sus propios enemigos.

Los soldados británicos,acostumbrados al sofocante calor y ala crónica falta de agua tras suscombates contra los italianos, eranincapaces de comprender cómo elAfrika Korps, formado por hombresque jamás habían pisado un desierto,con material inadecuado, sinsuficientes suministros y escaso

combustible, habían sido capaces dehacerles frente de manera tan eficaz.Para ellos, la clave era sin duda elmando de Rommel, a quienregalarían el apelativo de «Zorro delDesierto».

Pero eran los soldados queestaban a su mando los queprofesaban a Rommel unaadmiración sin límites. Aunqueestaba a punto de cumplir cincuentaaños cuando comenzó la campañaafricana, sus hombres se admirabande que prácticamente no necesitasecomer, beber ni dormir. El veterano

militar, exhibiendo una formaespléndida, podía agotar a hombresveinte y treinta años más jóvenes queél, y cuando exigía un esfuerzoextraordinario él era el primero endar ejemplo.

Sobre él circulaban historias,verdaderas o no, que no hacían másque aumentar su aura legendaria. Sedecía que, durante una de sushabituales rondas de reconocimientoen su vehículo, había llegado a unpequeño hospital de campañacreyendo que era alemán al oír lasvoces de los prisioneros germanos

allí ingresados. Una vez dentro, ymientras visitaba a los enfermosguiado por un médico inglés, se diocuenta de que el campamento erabritánico; lo habían confundido conun general polaco. Con enormesangre fría, Rommel salió del recintodespacio, subió a su coche yemprendió rápidamente la huidaantes de que su incursión fueradetectada.

En una ocasión, en la Cámara delos Comunes, Churchill se refirió a élcomo «gran general», lo que causóindignación entre los diputados

británicos. Algunas voces selevantaron exclamando que, en elEjército británico, Rommel nohubiera pasado de cabo; no entendíancómo Churchill podía elogiarpúblicamente al integrante de unejército que era presentado por lapropaganda de guerra aliada comouna horda de hunos, recuperando losmitos de la Primera Guerra Mundial.

El general Rommel, en Libia alfrente de la 15.ª División panzer, enuna imagen tomada en noviembre de

1941. El Zorro del Desierto

comenzaba a forjar su leyenda.

A pesar de las protestas de losmiembros de la Cámara de losComunes, la realidad se acercabamás a lo expuesto por el siempreclarividente primer ministro.Rommel era, en efecto, un líder ca-rismático capaz de extraer el máximorendimiento de las fuerzas puestas asu disposición y, a la vez, de desatarel pánico en las filas enemigas; elsimple hecho de saber que Rommelestaba cerca ya provocaba ladesmoralización, cuando no el

pánico, entre las tropas británicas.

OBJETIVO: ROMMEL Tal como se ha apuntado, Tobruk,convertido en un enclave aliadosometido a asedio por las tropas delEje, se había convertido en unaobsesión para Churchill. Eranecesario romper la dinámicaderrotista en la que se habíainstalado el Ejército británico paraevitar que Tobruk cayera en manosde Rommel. La decepcionante

campaña africana se cobraría suprimera víctima; el general Wavelfue destituido por Churchill comocomandante de Oriente Medio, y ensu lugar nombró al general ClaudeAuchinleck, con la esperanza de queél sí fuera capaz de frenar alvictorioso Afrika Korps.

A principios de mayo Rommeldejó de presionar sobre Tobruk, alhaberse extendido demasiado suslíneas de suministro, y se limitó asituar unas divisiones de infanteríaitaliana ante la ciudad sitiada. Elplan de Rommel estaba claro;

acumular fuerzas ante Tobruk paratomarla y proseguir el avance haciaEl Cairo. Aunque la guarnición deTobruk contaba con hombres,armamento y suministros suficientespara resistir varios meses, Churchillera consciente de que, si no seactuaba con decisión, la caída deTobruk era sólo cuestión de tiempo.Para evitar ese desastre, el primerministro proporcionó al generalAuchinlek treinta mil toneladas deaprovisionamientos, además denuevas divisiones, setenta carros ycasi un centenar de cañones, con el

objetivo de lanzar una ofensiva ennoviembre de 1941.

Pero Churchill sabía que enviarrefuerzos no era suficiente paraasegurarse la victoria ante elavasallador ejército de Rommel. Elpesimismo estaba haciendo mellaentre las tropas británicas, quehabían interiorizado el hecho de queRommel era invencible. Antes deintentar derrotar a Rommel en elcampo de batalla, era precisorearmarse psicológicamente. Pero,ante las dificultades para convencera las tropas de que el general alemán

era vulnerable, Churchill tomó unadecisión drástica; eliminar al Zorrodel Desierto del tablero en el que seestaba jugando el dominio del Nortede África.

El primer ministro británicoconsideraba que, si se conseguíaacabar con Rommel, las opciones devictoria serían sin duda muchomayores, ya que el Afrika Korps severía privado de su privilegiadocerebro. El plan para lograrlorecibiría el nombre de OperaciónFlipper y consistiría en enviar uncomando tras las líneas enemigas e

irrumpir en el cuartel general deRommel, con el fin de capturarlo.Una vez aprehendido, Rommel debíaser conducido a la costa para sertrasladado a un submarino, quepondría rumbo a Gran Bretaña. Allísería confinado en un campo deprisioneros; no había duda de que elAfrika Korps acusaría el golpe moralque representaría ver a su líder enesa nueva condición. En todo caso, sila captura no resultaba factible por elmotivo que fuera, el comando tendríaórdenes de acabar con su vida.

UNA OPERACIÓNARRIESGADA El hombre escogido por Churchillpara planificar esta importantemisión sería el almirante sir RogerKeyes, que había sido nombrado jefede Operaciones Combinadas en juliode 1941, tal como quedó referido enel primer capítulo. A pesar de quesus dificultades para superar losobstáculos burocráticos habíanacabado con su carrera al frente deOperaciones Combinadas, siendosustituido por lord Mountbatten, su

currículum seguía siendo una garantíaa pesar de ese reciente lunar;teniendo en cuenta su experiencia enoperaciones de este tipo, Keyesparecía ser el hombre más indicadopara diseñar la operación.

El almirante Keyes, confiado enel éxito de la acción, designó paraejecutar el golpe de mano al primerode sus cinco hijos, el teniente coronelGeoffrey Keyes, de sólo veinticuatroaños. A pesar de la confianzadepositada en él por su padre parallevar el peso de la misión, el jovenKeyes no mostraba aparentemente las

aptitudes que debía reunir el jefe deun grupo de asalto. Miope, algosordo, más inclinado a lasactividades intelectuales que a lamilicia y de carácter reservado, eljoven no había mostrado una especialquerencia por la carrera de lasarmas. Su propio aspecto físico —delgado, pómulos marcados, ojosmelancólicos y un fino bigote— lehacía parecer más un poetaatormentado que un resuelto oficialdel Ejército. Sin embargo, la presiónfamiliar le llevó a ingresar en laprestigiosa academia militar de

Sandhurst. Las pésimascalificaciones obtenidas durante superíodo de instrucción no fueronobstáculo para que Keyes acabasellegando a oficial. Además, fuedestinado a un regimiento en el quegozaría de una especial protección,al estar comandado por su tío. Lasevidencias de favoritismo por suorigen familiar ya no leabandonarían, lo que no contribuiríaprecisamente a que se ganara laestima de los hombres que tendría asu cargo.

El teniente coronel británicoGeoffrey Keyes, el hombre que

dirigió el comando que tenía como

misión capturar a Rommel o acabarcon él.

Así pues, el nombramiento deKeyes padre como jefe deOperaciones Combinadas aparejó elingreso de su hijo, que entonces eracapitán, en esa nueva fuerza de élite.El joven Keyes se veía enfrentado alreto de satisfacer las esperanzas quesu padre había depositado en él;cuando en junio de 1941 se leencargó dirigir un ataque decomandos a una posición defranceses de Vichy en Siria, logrócapturarla, pero después de que su

unidad pagase un precio en bajasdemasiado elevado. Keyes, yaascendido a teniente coronel, fuegenerosamente condecorado por laacción, lo que quizás le llevó apensar que podría algún día emularlas hazañas de su padre.

La oportunidad para cubrirse degloria le llegaría con el encargo desu padre de capturar o matar al Zorrodel Desierto. La acción tendría comoobjetivo la localidad de BedaLittoria5, en donde, según lasinformaciones de que disponían losbritánicos, se hallaba el cuartel

general de Rommel. Como se haseñalado, la meta era capturarlo vivopara trasladarlo a suelo británico;pero como esa posibilidad era pocorealista, la opción de acabar allímismo con su vida se convertía enuna alternativa plausible.

El comando estaría compuestopor hombres del Long Range DesertGroup, una unidad de hombresescogidos, compuesta porvoluntarios y especialistas en lasacciones de sabotaje y deinformación en la retaguardia de laslíneas enemigas. Desde sus bases,

estos audaces soldados, que eranconocidos como Desert Rats (‘Ratasdel Desierto’), emprendíanincursiones de varios centenares dekilómetros a través del desierto.Durante semanas, viajaban en gruposde cinco o seis camiones sobre laarena infinita, orientándose como loharían los marinos en mitad delocéano. Sus objetivos consistían encolocar explosivos en aeródromos odepósitos de combustible. Además,realizaban labores de espionaje,comunicándose por radio a diariocon sus bases e informando sobre los

convoyes, los aprovisionamientos ylos movimientos del enemigo.

Así pues, los hombres quetendría a su mando Keyes eranauténticos especialistas en la guerraen el desierto, avezados en llevar acabo operaciones tras las líneas en elescenario norteafricano. Un centenarde «Ratas del Desierto», los másduros entre ellos, se entrenarondurante tres semanas; al final, sólomedio centenar resultaronseleccionados para cumplir lamisión.

Aunque Keyes era el encargado

de dirigir el asalto, la operaciónestaba nominalmente bajo el mandodel teniente coronel Robert Laycock.Durante la preparación de la misión,Laycock no ocultó a sussubordinados que él consideraba laincursión extremadamentearriesgada. En una inusual ydescarnada muestra de sinceridad,opinaba que el ataque a la residenciade Rommel iba significar casi concerteza la muerte para los integrantesdel grupo asaltante, lo que loconvertía prácticamente en unamisión suicida. Además, como

expresó Laycock con total franqueza,«las probabilidades de serevacuados después de la operaciónvan a ser muy pequeñas». A pesar deestos presagios tan realistas comotenebrosos, los soldados semostraron decididos a intentarlo. Porsu parte, Keyes instó a Laycock a noinsistir en este negro vaticinio, portemor a que los mandos superiorescancelaran la operación.

DESEMBARCOACCIDENTADO

La operación se puso en marcha el10 de noviembre de 1941, cuando losdos submarinos británicos referidosal inicio del capítulo zarparon delpuerto de Alejandría rumbo a lacosta de Cirenaica. El primero de lossumergibles, el Torbay, llevaba abordo al propio Keyes, con elcapitán Campbell y el teniente Cookcomo oficiales, comandando ungrupo de veinticinco hombres. Elgrupo que viajaba en el otrosubmarino, el Talisman, tenía almando al teniente coronel Laycock,

con el capitán Glennie y el tenienteSutherland como oficiales, conveintiocho comandos a su cargo.

Los soldados, acostumbrados alos desplazamientos que debíanrealizar a través del desierto encondiciones espartanas, apreciaronde manera entusiasta esta novedosaforma de infiltrarse en la retaguardiadel enemigo, a salvo del calor, laarena y las moscas.

El desembarco se realizaría lanoche del 14 al 15 de noviembre antela playa de Hamama, coincidiendocon el comienzo de una ofensiva que

el general Auchinleck llevaría a cabopara romper el cerco de Tobruk.Ambos submarinos alcanzaron elpunto de reunión simultáneamente; alemerger, comprobaron que el mar seencontraba inusualmente encabritado,lo que sin duda no iba a facilitar eldesembarco.

Para localizar con exactitud elpunto de llegada a la orilla, losbritánicos contaban con lacolaboración de John Jock Haselden,un intrépido oficial de los serviciossecretos británicos, que desde hacíavarios meses se encontraba tras las

líneas del Eje, donde vivía mezcladocon los habitantes locales disfrazadode árabe. Haselden, desde la orilla,hizo señales con una linterna, hastaque los submarinos le respondieroncon otra señal luminosa confirmandoasí el contacto visual.

Antes de salir al puente delTorbay, Keyes impartió las últimasindicaciones a sus hombres.Evidenciando sus escasas virtudescomo líder, en lugar de proporcionarcoraje a la tropa con palabras deánimo, les dedicó palabrasamenazantes como «al que encienda

un cigarrillo en la orilla le pego untiro», o requerimientosdesafortunados como «cuandoregresemos, córtese el pelo»,dirigido de forma despectiva a unode sus hombres.

Mientras, sobre las torretas delos dos submarinos saltaban olasenormes. Agachados sobre el puente,los marinos del Torbay se disponíanlanzar al agua las canoas de goma,con capacidad para dos hombres, enlas que los soldados debían navegarhasta la playa. Mientras, elsubmarino bailaba en la superficie

del mar como si se tratase de untapón de corcho. Los comandosconseguían a duras penas mantenerseagachados en equilibrio. Elguardiamarina del To r b a y, JohnRich, dirigía la operación, ante laexpectante mirada del tenientecoronel Keyes.

La fuerte marejada dificultabaenormemente el embarque de lossoldados en los pequeños botesneumáticos, ya que costaba muchoesfuerzo mantenerlos cerca del cascodel submarino. Una ola arrastró acuatro de ellos con sus ocupantes,

que acabaron en el agua y tuvieronque ser rescatados.

El guardiamarina Rich se volvióhacia Keyes alzando los brazos enseñal de impotencia. EntoncesKeyes, que empezaba aimpacientarse, ordenó a sus hombresque se lanzasen al agua y trepasen alos botes como pudieran. El capitánCampbell dio ejemplo lanzándose elprimero. Al final, la mayoríapudieron subir a las canoas ycomenzaron a remar enérgicamentehacia la costa. Una vez que los botesse alejaron, el Torbay se sumergió

de nuevo en las agitadas aguas. trasuna lucha agotadora de dos horaspara cubrir apenas una milla, elgrupo conseguiría alcanzar la playa.

En el otro submarino, elTal isman, las cosas habían idomucho peor. El intenso oleajetambién había impedido que loshombres bajasen a los botesneumáticos desde el puente delsumergible, viéndose obligadosasimismo a hacerlo desde el agua.pero, en este caso, el embarque fueaún más caótico si cabe, y la mayorparte de las canoas volcaron en el

mar; los soldados, extenuados en suesfuerzo por alcanzar de nuevo losbotes, que se alejaban de ellosempujados por las olas, tuvieron queser izados de nuevo al submarino,pero algunos infortunados acabaríanahogándose. El teniente coronelLaycock y un reducido grupo dehombres lograron llegar finalmente ala orilla, reuniéndose en la playa conlos hombres comandados por Keyes.

Insignia del Long Range DesertGroup. Los hombres escogidos para

eliminar a Rommel pertenecían a

esta unidad cuyos miembros eranconocidos como «Ratas del

Desierto».

Conforme los comandos ibanllegando a la orilla, recibían labienvenida de Jock Haselden,constituido en «comité derecepción», luciendo un convincentedisfraz de árabe. Junto a él estabanotros dos oficiales ingleses,miembros de un grupo dereconocimiento del Long RangeDesert Group.

EN TERRENO ENEMIGO La primera fase de la operaciónhabía sido un desastre. De loscincuenta y nueve hombres quedebían haber llegado a la playa, tansólo lo habían podido hacer treinta yseis. Esa merma significativa deefectivos obligó a Keyes a decidir uncambio de planes. En vez de formarcuatro grupos para atacar cuatroobjetivos distintos, tal como estabaprevisto en el plan original, se optópor formar sólo dos grupos,reduciendo a dos el número de

objetivos. Así, tuvieron querenunciar a atacar un cuartel italianoy un centro de comunicaciones.Keyes, al frente del grueso de laexpedición, procedería al asalto delcuartel general de Rommel, mientrasque un grupo de media docena dehombres, con el teniente Gay Cook almando, se encargaría de cortar líneasde teléfono y telégrafo, así como decolocar obstáculos en las carreteras.

Derrengados en la arena tras sutitánica lucha contra las olas, loscomandos apenas tuvieron tiempo derecuperar el aliento antes de ponerse

en marcha. Los botes neumáticosfueron ocultados en unas cuevascercanas a fin de que estuvierandispuestos para el reembarque unavez cumplida la misión. El tenientecoronel Laycock, con un sargento ydos hombres, permanecerían junto ala playa con la esperanza de que elresto de los hombres del Talismanfuera capaz de ganar la costa en lanoche próxima. Los demás, despuésde revisar su equipo y escurrir susropas, rehicieron las mochilas y seprepararon para emprender elcamino hacia su objetivo a través de

territorio enemigo.Haselden comunicó a Keyes las

últimas novedades relativas a lapresencia de fuerzas alemanas en lazona y le hizo las pertinentesrecomendaciones para evitarlas,ilustrándolas con un improvisadomapa dibujado sobre la arena. Trascontestar a las cuestiones planteadaspor Keyes, los tres ingleses sedespidieron del grupo, no sin antesreclamar la presencia de dos árabesque servirían de guías a losbritánicos.

Como faltaba poco para que

despuntara el alba, los comandosbuscaron acomodo en uno de loscauces secos habituales en el nortede África, un w a d i , en dondepermanecieron ocultos durante todoel día. Al caer la noche de esesegundo día, y a pesar de que caíauna intensa lluvia, el grupo se pusoen marcha, pero los guías árabes senegaron a acompañarles, aduciendoque era mejor ponerse en marcha unavez que el tiempo hubiera mejorado.Pese a esto Keyes, impaciente poracudir a su cita con la gloria, decidióemprender el camino a Beda Littoria

sin la ayuda de los guías.La ruta que siguieron, un

sendero de cabras alfombrado deguijarros, era extremadamente difícil,y más aún bajo la lluvia. Tras unapenosa marcha de casi treintakilómetros a lo largo de toda lanoche, incluyendo el ascenso a unamontaña, Keyes y sus hombresdescansaron en una colina. Ahífueron descubiertos al amanecer poruna partida de árabes armados confusiles italianos, cuyas intenciones sepresentaban inciertas.Afortunadamente, en el grupo de

Keyes había un cabo que hablaba elárabe perfectamente y, tras ganarselas simpatías del jefe de la banda, lespidió comida a cambio de monedaitaliana que llevaban consigo. Elárabe aceptó y al mediodía trajeroncarne de cabrito y sopa; era laprimera comida caliente que hacíanlos comandos desde hacía treinta yseis horas. Los británicos pudieronasí reponer fuerzas e incluso tuvieronla oportunidad de comprarcigarrillos a los árabes.

Cuando oscureció reanudaron lamarcha guiados por uno de los

árabes, que se ofreció a conducirlesa Beda Littoria. Después de cerca detres horas de camino, llegaron a unacueva enorme y seca, utilizada comorefugio por los pastores de cabras,donde pudieron dormir. Al amanecerabandonaron la confortable cueva, yaque era probable que pudieran llegarpastores a lo largo de día si lasamenazadoras nubes acababandescargando, y se ocultaron en unpequeño bosque cercano. La idea erapermanecer allí hasta queanocheciese, y marchar hacia BedaLittoria, que se hallaba a unos veinte

kilómetros. Pero mientras estaban enel bosque comenzó a llover de nuevointensamente, por lo que decidieroncorrer el riesgo de regresar a lacueva para mantenerse secos.

LLEGADA A BEDALITTORIA El guía árabe que les habíaconducido hasta allí proporcionó aKeyes toda la información que este lerequirió sobre Beda Littoria; graciasa esa detallada información, pudo

dibujar un esquema de la situación dela casa y sus alrededores. Keyes dioa sus hombres las últimasinstrucciones para el ataque,asignando a cada grupo el lugar en elque tenían que situarse. Cada unoconocía con exactitud su cometido.Los paquetes de explosivos estaban apunto, los detonadores protegidospor tela impermeable, y las armashabían sido desmontadas ylimpiadas.

La tormenta estaba dejando elterreno enfangado, pero Keyesdecidió que con mal tiempo su

marcha de aproximación tendríamenores probabilidades de serdescubierta. Al anochecer de ese 17de noviembre, el grupo de comandosabandonó la cueva para cubrir laúltima etapa del viaje. La lluviaseguía cayendo sin parar; prontoquedaron empapados, y el barro lesobligó a realizar un esfuerzosuplementario. Sobre las diez ymedia de la noche alcanzaron lafalda del montículo que se levantabajunto a la ciudad; al otro lado delaltozano se encontraba su objetivo.

La fase decisiva de la misión

que les había llevado hasta allíestaba a punto de dar comienzo. Elque continuara lloviendo no arredróa Keyes, quien, al contrario, siguióconsiderando que el mal tiempopodía ser un elemento favorable.Aunque pueda sorprender, la lluviaera habitual en Beda Littoria en esaépoca del año, a pesar deencontrarse a las puertas deldesierto. El microclima especial deque goza la localidad hace que eninvierno no sea extraño que caigannevadas.

Los comandos tenían tiempo de

tomar un corto descanso antes deiniciar la ascensión a la colina, unosminutos que aprovecharon paraennegrecerse con tizne la frente y lasmejillas. Al cabo de un ratoreemprendieron la marcha, pero amitad de la subida vivieron unosmomentos de angustia cuando elperro guardián de una casa situada enla ladera comenzó a ladrarles. Lossoldados echaron rápidamentecuerpo a tierra y sólo pudieronrespirar tranquilos cuando oyeroncómo su dueño llamaba al can y lapuerta de la casa se cerraba tras

ellos.Una vez arriba, pudieron

contemplar la pequeña ciudad deBeda Littoria, constituida por gruposde casas y chabolas apiñadas sindemasiado orden. El repiqueteoregular de la lluvia sobre los vidriosde las ventanas y las planchas de loscobertizos y el viento que rugíaformaban un ruido uniforme en todoel pueblo. Gracias a los relámpagosse podían ver en destellos las casas,en las que parecía que todosdormían. Separados del pueblo poruna pequeña colina plantada de

cipreses, se veía un silo de granos yalgunos cobertizos, así como unedificio de dos pisos en piedra grisconstruido por los italianos paradesempeñar funcionesadministrativas: la Prefettura. Eraallí donde, según las informacionesde que disponían los británicos,debía encontrarse el general Rommelen esos momentos.

Los hombres de Keyesencontraron el camino que, según elguía árabe, les conduciría a la partetrasera del cuartel general deRommel. El grupo comenzó la

aproximación final. El propio Keyesy el sargento Terry hacían deexploradores y el capitán Campbellconducía al grupo principal unoscincuenta metros por detrás de ellos.Cuando avanzaron unos cuatrocientosmetros abandonaron al guíarecordándole que debería esperar suregreso para recibir el pago por susservicios, garantizándose así sulealtad.

Con las armas listas para hacerfuego, continuaron en suaproximación alcanzando a las oncey media de la noche unas

construcciones exteriores situadas asólo cien metros del edificio dondeestaba instalado el cuartel general.Keyes y Terry se adelantaron algrupo para realizar un últimoreconocimiento. Mientras tanto,comenzó a ladrar otro perro en ellugar en el que se encontraba elgrupo, y un soldado italianoacompañado de un árabe salió de supuesto de vigilancia para ver lo queocurría. Entonces el capitánCampbell le dijo en alemán, de laforma más imperiosa que pudo, queeran una patrulla alemana, una

afirmación que uno de sus hombresrepitió en italiano. Una vez que elsoldado retornó a su puesto, Keyesregresó de su exploración y, justocuando el reloj marcaba lamedianoche, ordenó a sus hombresque se desplegasen en torno aledificio gris para proceder a suasalto.

EL ASALTO FINAL Los hombres de Keyes comenzaron atomar posiciones en torno a la

Prefettura en completo silencio. Noobstante, aun en el caso de queprovocasen involuntariamente algúnruido, era difícil llamar la atención,puesto que la tempestad desatadasobre la ciudad apagaba cualquiersonido. Tres hombres dieron lavuelta al edificio. Keyes colocóalgunos hombres delante de lafachada y el resto, a unos cien metrosde la Prefettura, se dirigieron acumplir su segundo objetivo:sabotear la pequeña central eléctricadel pueblo.

Una vez llegados a la modesta

construcción que albergaba losgeneradores, a los comandos lesbastaron dos minutos para colocarlos explosivos y fijar losdetonadores. Al estallar, lasexplosiones se confundieron con elruido de los truenos; el generadoreléctrico dejó de funcionar, dejandosin luz a Beda Littoria.

Fue entonces cuando el capitánCampbell, aprovechando que sabíaalemán, tal como había demostradoal engañar al soldado italiano, llamóa la puerta del edificio reclamandoen voz alta que le dejasen entrar. Uno

de los centinelas abrió rápidamente,creyendo que se trataba de uncompañero. Campbell le enfocó a lacara con su linterna y el sargentoTerry, que estaba junto a él, le asestóun golpe con su puñal. Pero la hojano hizo más que rasgar la chaqueta, yel centinela entabló la lucha con suspuños, sin dejar de gritar. El ruidoera grande, y normalmente hubieradebido despertar a todos loshabitantes del edificio, pero el fragorde la tormenta cubría el estrépitocausado por la lucha entre los doscombatientes. Al final, el sargento

Terry consiguió propinar un fuerteempujón al corpulento centinela,lanzándolo contra una puerta de laantesala. El impacto derribó lapuerta, quedando el alemán aturdidoen el suelo.

En la pieza contigua, el brigadaLentzen, el sargento Kowacic y elarmero Bartel, quienes dormían enese momento, se despertaronsobresaltados. Los dos primerostomaron sus armas y Lentzen disparóhacia la puerta en el mismo momentoen que Keyes acababa de lanzar dosgranadas de mano en la habitación.

Keyes dio un grito de dolor al sentiruna herida de bala en la cadera.Pero, en la habitación, la explosiónmató a Kowacic y dejó fuera decombate a Lentzen. Bartel, que nohabía sido tan rápido como suscompañeros y todavía permanecíatendido, salvaría la vida gracias a sulentitud en reaccionar; en el mismomomento en el que vio que Keyeslanzaba las granadas, se pegó alsuelo y la onda expansiva no lealcanzó, saliendo ileso del trance.

En el descansillo del primerpiso, el brazo de un alemán apuntó

con una pistola al grupo decomandos. Era el teniente Kaufholz,oficial de enlace, cuyo insomniocrónico le había permitido escucharel tumulto y los gritos del centinela,que llegaban débilmente hasta elprimer piso, amortiguados por elruido de la tormenta.

Keyes, apretando un pañuelocontra su cadera ensangrentada, gritóa Campbell: «¡Hay otro! ¡Ahíarriba!».

Kaufholz descargó su pistola enese mismo momento. Campbell tuvoel reflejo instantáneo de vaciar el

cargador de su fusil ametralladorcontra el alemán que, herido en elvientre, rodó escaleras abajo. Peroantes de morir, Kaufholz aúnencontró fuerzas para disparar unaúltima bala contra Campbell, queresultó herido en una pierna. Elcapitán, con gestos de dolor, intentóganar la salida, pero tropezó con elcuerpo del centinela germanoderribado y cayó desvanecido.

Los ingleses titubearon;acababan de perder a sus dos jefes ytodo daba a entender que el golpehabía fracasado. Se oyeron voces de

mando en el primer piso, mientrasque en el exterior sonaba una ráfagade disparos. El sargento Terry pensóque se trataba de una respuestaalemana, pero en realidad era uninglés que acaba de abatir al tenienteJaeger. El oficial germano estabadurmiendo en otra habitación de laplanta baja cuando fue sorprendidopor la explosión de las granadas.Jaeger quiso salir al jardín por unaventana que había sido arrancada porla onda expansiva, pero tropezó conuno de los comandos en su ruta dehuida.

Al oír estos tiros en el exterior,y creyendo que llegaban refuerzosalemanes, el sargento Terry y sus doshombres optaron por escapar. Alsalir de la casa se encontraron conotro soldado alemán, que cayó sinvida bajo una certera ráfaga de fusilametrallador. Los disparos que seoían por todos lados desconcertaronaún más a un grupo de tres hombresque hasta ese momento intentaban envano penetrar en el edificio por lapuerta trasera, al desconocer que,tras la puerta que trataban dederribar, los alemanes habían

colocado un gran depósito de agua.El intenso tiroteo que se desarrollabaen la parte delantera del edificio lesllevó a pensar que algo había salidomal y que era mejor alejarse de lacasa, lo cual hicieron. El golpe demano para capturar o matar aRommel había fracasado.

LA HUIDA El sargento Terry y diecisiete de sushombres escaparon en dirección a laplaya en donde se había quedado

Laycock esperando en vano lallegada del resto del grupoprocedente del Talisman. Tampocoregresaría el grupo del capitán Cook;se supo después que había cumplidosu objetivo de sabotear las líneas decomunicación, pero que había caídoen manos del enemigo en su viaje deregreso.

El teniente coronel Robert Laycockpasando revista a sus tropas. Aunque

el teniente coronel Keyes era elencargado de dirigir el asalto, laoperación estaba nominalmentre

bajo su mando. Al contrario queKeyes, Laycock consideraba la

misión altamente arriesgada.

Una vez en la playa, loshombres de Terry y de Laycock sedirigieron a las cuevas en las quehabían escondido los botesneumáticos para dirigirse hacia lossubmarinos que les estabanesperando, pero se llevaron unadesagradable sorpresa al descubrirque las canoas ya no estaban allí,aunque, de todos modos, el maltiempo hacía desaconsejable intentar

el reembarque. Así, no podían hacerotra cosa que esperar a que desde lossumergibles acudiesen a su rescate.No obstante, unos árabes amigosacudieron a informarles de quehabían trasladado los botes a otrolugar más seguro, lo que explicaba ladesaparición. Por la noche, con losbotes dispuestos y el Torbayesperando, el tiempo empeoró aúnmás; desde el submarino se emitió unmensaje en morse mediante unalinterna, diciendo que la mar estabademasiado agitada para llevar a cabola operación de rescate, por lo que el

reembarque quedaba aplazado parala noche siguiente. Aun así, desde elTorbay se arrojó al agua un bote degoma con agua y comida, para que lacorriente lo llevase a tierra.

Laycock ocultó a los hombresen cuevas y estableció patrullaspermanentes en los flancos. Amediodía, los británicos fuerondescubiertos por unos árabesmovilizados por los italianos; era laavanzadilla de los alemanes, quehabían descubierto la playa en la quetenían previsto reembarcar gracias aun mapa encontrado en el bolsillo de

uno de los comandos que habían sidocapturados. Laycock consideró quelo mejor era pasar a la ofensiva yenvió dos grupos para que atacasenpor los flancos a las tropas del Ejeque se estaban aproximando a laplaya

Los británicos pudieron hacerfrente a una unidad germanacompuesta por varias decenas deefectivos, pero la llegada continua derefuerzos hizo que los comandoscomenzasen a recular hacia la playa.En el horizonte apareció una granformación italiana, dispuesta a

participar en el ataque final. A lasdos de la tarde, los alemanes, con elrespaldo de los italianos, iniciaron elavance sobre la playa manteniendoun nutrido fuego y llegando a escasosdoscientos metros de las cuevas enlas que se encontraban los comandos.Entonces, Laycock dividió su fuerzaen pequeños grupos de no más detres hombres y les conminó a huirinternándose en el desierto.Ocultándose tras rocas y matorrales,la mayoría de los comandosconsiguió escapar de la playa,salvando el cerco que las tropas del

Eje trataban de cerrar sobre ellos.A partir de ahí, cada grupo

intentó salvarse por su cuenta. Unostrataron de ocultarse cerca de lacosta para tratar de reembarcar enlos submarinos cuando la situaciónfuera más favorable. Otrosdecidieron cubrir la distancia que lesseparaba de las lejanas líneasaliadas, mientras que otrosprefirieron esconderse por la regióny esperar la futura llegada de lastropas británicas.

Por su parte, los alemanes selanzaron a la caza del hombre,

instalando controles en todos loscaminos y registrando aldeas. Sinembargo, los británicos contaban conla inestimable protección del jefe dela tribu de los senusis, quien habíasido convenientemente sobornado, ylos comandos que decidieronquedarse en la región pudieron asírefugiarse en casas particulares,disfrazados de árabes para no llamarla atención.

Los alemanes recurrieronentonces a un carabinero italiano queestaba instalado desde hacía tiempoen la región, y que conocía bien la

mentalidad de los árabes. El astutoitaliano, de conformidad con susaliados germanos, hizo saber a losárabes que la entrega de cada ingléssería correspondida con cuarentakilos de harina y diez kilos deazúcar. La oferta fue acogida conentusiasmo y a partir de ese momentolos fugitivos no pudieron encontrarseseguros en ningún lugar de laCirenaica. Con el paso de los días,los comandos fueron cayendo uno auno en manos alemanas. Los quetrataron de atravesar el desierto endirección a Egipto acabaron

entregándose, extenuados ysedientos.

ENTIERRO CON HONORESMILITARES De todos los comandos queparticiparon en la operación, tan sólopudieron escapar con vida Laycock yTerry, que lograron contactar con laslíneas británicas en Cirene tras unviaje a pie de treinta y siete días, yun soldado, que llegó tres díasdespués. El resto estaban muertos o

en un campo de prisioneros. Como esde imaginar, las condiciones en lasque aquellos tres hombres cubrieronel trayecto, en su mayor parte porterreno desértico y bajo la amenazaperenne de ser descubiertos por elenemigo, fueron muy duras; a vecestuvieron que alimentarse únicamentede bayas silvestres aunque,afortunadamente, nunca carecieron deagua, gracias a que había llovidobastante en la región. CuandoLaycock y Terry alcanzaron a lasfuerzas inglesas, casualmente el díade Navidad, lo primero que hicieron

fue comerse cada uno un bote enterode mermelada.

Paradójicamente, Rommelordenó que el cuerpo de Keyesrecibiese sepultura en un cementeriomilitar de Bengasi con todos loshonores, a pesar de que el militarbritánico había llegado hasta allípara matarle. Por su parte, el capitánCampbell fue atendido por losalemanes de sus graves heridas en lapierna en un pequeño hospital deBeda Littoria. Aunque los alemaneshicieron todo lo posible para salvarsu pierna, al final esta le sería

amputada en el campo de prisionerosen Italia al que fue trasladado.

Durante su estancia en elhospital de Beda Littoria, el capitánCampbell explicó al médico germanoque trataba de curar su pierna que lamisión que les había llevado hastaallí era la de capturar o matar aRommel. El doctor, sorprendido porla información deficiente de quedisponían los británicos, le dijo, paragran sorpresa de Campbell, queRommel no había habitado nunca lacasa atacada; la Prefettura era elcuartel general de los servicios de

intendencia.En realidad, por entonces

Rommel vivía en una residenciasecreta en la aldea de Susah, junto alas ruinas griegas de Apolonia. ElZorro del Desierto dormía allíacompañado sólo de un ayudantemilitar, el oficial Alex Ulrich, y desu asistente personal libio, IssaKraim Budawa. Precisamente paraimpedir que los espías británicospudieran saber que el general residíaallí, Rommel iba siempre vestido decivil, y los oficiales alemanes solíandecir que se trataba de un periodista,

un maestro o un asesor militar. Dehecho, el asistente libio no se diocuenta de su auténtica identidad hastaque llevó seis meses a su servicio.

De todos modos, aunque losbritánicos hubieran sabido queRommel dormía en Susah, el día enque Keyes y sus hombres irrumpieronen la Prefettura de Beda Littoria elZorro del Desierto se encontrabamuy lejos de allí: en Roma. Rommelse había desplazado a la capitalitaliana para planificar el futuroasalto a Tobruk, una operación en laque era fundamental contar con los

suministros que debían de llegar deItalia, especialmente el combustible.Además, en la Ciudad Eterna sequedó veinticuatro horas más de loprevisto, ya que su esposa fue areunirse allí con él para festejar elcumpleaños de este. Rommel regresóel 18 de noviembre por la tarde,acudiendo al cuartel general de BedaLittoria para interesarse por lasvíctimas y comprobar los destrozoscausados en el asalto.

UN FIASCO ABSOLUTO

Pese a haber fracasado en su intentode capturar a Rommel, Keyes fuecondecorado a título póstumo con laCruz Victoria por haber dirigido lamisión. Sin duda, su padre debiósentirse orgulloso de él, pero nadapodía maquillar el tremendo fiascode la operación dirigida por suvástago. Aunque se trató de dotarlade una pátina de gloria, seguramentela realidad fue aún más lamentablede lo que reflejaba la versión oficial,ya que es probable que las heridasmortales sufridas por Keyes fueran a

consecuencia de «fuego amigo»producido en el caos del tiroteo.

Los errores en la planificaciónde la misión se revelaronmayúsculos. El primero fue permitirque Keyes hijo dirigiera la operaciónpor recomendación de su insigneprogenitor, cuando no reunía ningunade las aptitudes que requería eseactor fundamental. Los hombres quetenía a su cargo no confiaban en él,pues eran conscientes de sus escasosméritos para guiarles en tan difícil yarriesgado cometido. Laresponsabilidad de su elección

recaería en el almirante Keyes, perosobre todo en Churchill, que eraquien tenía la última palabra en laorganización del golpe de mano.

También fue incomprensible elhecho de que se lanzase la operacióncuando Rommel no se encontraba enBeda Littoria, sino en un lugar tanalejado de allí como la capitalitaliana. Los servicios deinformación fallaronestrepitosamente y condenaron alfracaso la acción antes de tenerlugar. La manipulada versión oficialbritánica apuntaba a que Rommel se

encontraba en Beda Littoria ese día,pero que había acudido a la boda deun jeque sobre las ocho de la tarde,regresando sólo media hora despuésdel asalto; de este modo se pretendíasalvaguardar la reputación de susinformadores, que en este caso noestuvieron especialmente acertados.También se aseguró que loscomandos habían matado a decenasde alemanes, cuando en realidadfueron sólo cuatro.

Otro error inexplicable fuellevar a cabo la misión bajo unascondiciones meteorológicas tan

adversas, por otra parte habituales enla región durante esa época del añoy, por tanto, previsibles; laimposibilidad de desembarcar atodos los hombres en la costamermaría considerablemente lasposibilidades de éxito de la misión,incluso en el caso de que Rommel sehubiera encontrado en el lugaresperado.

Ante esas dificultadessobrevenidas, lo más lógico hubierasido aplazar la operación, peroquizás el hecho de que esa decisióndependiese en último término del

teniente coronel Keyes, másinteresado en pasar a la historiaacabando con el mítico Zorro delDesierto para reivindicarse ante supadre que por rendir un buenservicio a la causa aliada, hizo quela misión se pusiera en marcha bajocualquier circunstancia, aumentandoasí las posibilidades de acabar en unsonoro fracaso, como así sería.

Las consecuencias de ladeficiente dirección de Keyes delasalto al cuartel general de Rommellas pagaría él mismo con la vida,pero también las pagó el Ejército

británico con la pérdida de algunosde los mejores hombres con quecontaba entonces el Long RangeDesert Group.

La frustrada operación tuvo unefecto ambivalente en la moral de lastropas británicas. Por un lado, sehabía demostrado que los alemanesno podían sentirse seguros en laretaguardia, y que los comandos eranlo suficientemente audaces paraintentar cazar a Rommel allá dondese encontrase. Pero, por otro lado, elaura mítica del Zorro del Desierto, alhaber logrado escapar a ese intento

de captura o asesinato, quedófirmemente asentada en la mente delos soldados británicos. Para intentarcontrarrestarla, sir Claude Auchinlekrubricaría su firma bajo este ordendel día:

A todos los directores yjefes del Estado mayor de loscuarteles generales y serviciosde las fuerzas del OrienteMedio. Es de temer mucho elque nuestros soldados tomen anuestro amigo Rommel por unaespecie de bruja o coco de

niños, pues hablan demasiadode él. No es en modo alguno unsuperhombre, aunque searealmente muy enérgico y capaz.Incluso si fuera un superhombre,sería extremadamente sensibleque nuestros hombres loconsiderasen como una fuerzasobrenatural.

Por todo ello, les pido queintenten por todos los mediosborrar esa impresión de queRommel pueda ser algo más queun simple general alemán. Enprimer lugar, es importante el

evitar que se siga citándole porsu nombre constantemente parahablar de nuestro enemigo enLibia. Hay que decir «losalemanes» o «las fuerzas delEje», o simplemente «elenemigo», sin colocarconstantemente su nombre pordelante.

La figura de Rommel se

engrandecería aún más tras la tomade Tobruk en junio de 1942; lacaptura de esa plaza estratégicadejaba expedito el camino a El

Cairo. Al final, la falta de material ysuministros en el Afrika Korps, unidaa la firmeza y tenacidad británica y lallegada masiva deaprovisionamientos para el VIIIEjército, lograría frenar por primeravez al Zorro del Desierto, pero sumito perduraría para siempre entretodos aquellos que sirvieron a susórdenes o tuvieron el honor deenfrentarse a él.

5Beda Littoria era el nombre querecibió durante la administracióncolonial italiana la ciudad hoy

conocida como Al Bayda, construidaen su mayor parte durante los añoscincuenta, cuando era una pequeñapoblación.

Capítulo 6Operación Antropoide:Heydrich debe morir

El 27 de mayo de 1942, Pragaamaneció con el cielo despejado yuna temperatura agradable,típicamente primaveral. Sushabitantes se preparaban para acudira sus trabajos en lo que se preveíauna mañana suavemente calurosa. Apesar de la guerra, la ciudad vivíaenvuelta en una engañosa

normalidad; las fábricas checas,especializadas en armamento,funcionaban a su máxima capacidadpara abastecer las necesidadescrecientes de la máquina de guerragermana, por lo que no faltaba eltrabajo entre los checos. Tampocofaltaba comida, a pesar delracionamiento. La ocupaciónalemana del país, de la que habíantranscurrido más de tres años, habíapisoteado el honor de los checos,pero la vida resultaba medianamenteaceptable para aquellos que seresignaban a agachar la cabeza ante

los nuevos amos.Pero esa mañana iban a cambiar

muchas cosas. En una calle de lasafueras de la capital checa, treshombres vestidos con gabardinas apesar del calor y cubiertos congorras, daban vueltas de un lado paraotro nerviosamente. Dos de ellos,con sendas carteras de mano,simulaban estar esperando en unaparada de tranvía, mientras que otro,con un periódico en la mano,permanecía de pie a un tiro depiedra, preparado para hacer unaseñal a sus compañeros en cuanto

viese aparecer un Mercedes negrodescapotable por la calle que seencontraba vigilando.

Los minutos iban pasandolentamente en el reloj de uncampanario cercano, pero elvehículo no llegaba. Los doshombres que simulaban estaresperando el tranvía temían despertarsospechas al llevar tanto tiempo en laparada sin subir a ninguno. Cuando elretraso ya se acercaba a la hora ymedia, la tensión que estabanviviendo aquellos hombres fuedisminuyendo, ya que todo hacía

indicar que ese día, por el motivoque fuera, aquel Mercedes no iba aaparecer; deberían regresar al díasiguiente a ver si tenían más suerte.

Pero cuando estaban a punto deabandonar el lugar, el hombre delperiódico comenzó a agitarlo: era laseñal convenida. El Mercedes negroestaba llegando a la curva en la queesperaban los otros dos hombres, untramo en que el vehículo debíadisminuir su velocidad hasta versecasi detenido. Ese era el momento enel que deberían actuar, poniendo enpráctica lo que habían ensayado

durante varios meses, lo que iba asuceder en apenas unos segundos. Elinstante del que iba a depender lasuerte de miles de personas estaba apunto de llegar.

CHECOS EN EL EXILIO Dos años antes de que aquellos treshombres se aprestasen a llevar acabo la acción para la que se habíanentrenado tanto tiempo, otros muchoschecos como ellos habían llegado alas islas británicas escapando de los

nazis. Con la caída de Francia, GranBretaña había pasado a ser el únicoreducto de Europa Occidental queresistía ante el victorioso avance delas tropas de Hitler. Londres seconvirtió así en refugio de gobiernosy militares de los países delcontinente europeo que no habíanlogrado mantenerse a salvo de lamarea nazi. Allí se congregabanvoluntarios polacos, noruegos,holandeses, belgas, franceses o,como en este caso, checos,dispuestos a todo para conseguiralgún día la liberación de su patria

ocupada.En el otoño de 1941, en un

campo de entrenamiento delEjecutivo de Operaciones Especiales(Special Operations Executive, SOE)situado en Escocia, dos jóveneschecos estaban siendo sometidos a unadiestramiento especial: Jan Kubis,hijo de un campesino de Moravia, yJosef Gabcik, cerrajero eslovaco,ambos ex sargentos del Ejércitocheco. Habían escapado deChecoslovaquia consiguiendoalcanzar Gran Bretaña, donde sehabían puesto a las órdenes de su

gobierno en el exilio. Estos dosjóvenes, que serían uña y carnedesde que se conocieron enInglaterra, no podían imaginar enesos momentos que acabaríanconvirtiéndose en símbolo de laresistencia ante la opresión y unaleccionador ejemplo para miles decompatriotas.

Tras la anexión de la región delos Sudetes que siguió al Pacto deMúnich de octubre de 1938, Hitlerterminó de ocupar el resto deChecoslovaquia en marzo de 1939.El entonces presidente de lo que

quedaba del país, el pusilánime EmilHácha, accedió a seguir en el cargo,aunque sometido por completo a losalemanes. Hácha tuvo que resignarsetambién a ver cómo Eslovaquiapasaba a ser independiente bajo ungobierno títere de los nazis y a que elresto del país fuese denominadoProtectorado de Bohemia y Moravia.Desde noviembre de 1939, todo elpoder lo ejercería en Praga el alemánKonstantin von Neurath con el cargod e Reichsprotektor de Bohemia yMoravia, mientras que Háchacontinuaba al frente de un gobierno

que actuaba al dictado de Berlín.Los habitantes del protectorado

perdieron sus libertadesdemocráticas y la economía del paísquedó encuadrada dentro delesfuerzo bélico alemán. Además sefacilitó la llegada de alemanes alterritorio checo, lo que dio pie a unastímidas protestas del presidenteHácha, que no tuvieron ningún eco.Mientras tanto, el ex presidente deChecoslovaquia, Edvard Benes,formó un gobierno en el exilio enLondres con el apoyo de los aliados.

Pese al dominio germano sobre

el territorio checo, el proceso desumisión de la población local noavanzaba al ritmo deseado porBerlín. Se producían huelgas yprotestas entre los obreros y laresistencia operaba con ciertatranquilidad. Von Neurath,considerado blando por Hitler, fuesustituido en septiembre de 1941 porun hombre tan brutal e implacablecomo hábil e inteligente, en quien elf ü h re r tenía depositadas muchasesperanzas: el Obergruppenführerde las SS y jefe del Servicio deSeguridad del Reich

(Sicherheitsdienst, SD), ReinhardHeydrich.

Heydrich era aficionado alviolín, el piano y la esgrima. Aunquese le conocía como «la bestia rubia»por su aspecto nórdico, sus enemigosaseguraban que tenía un antepasadojudío, por lo que le llamaban el«Moisés rubio» para hundir sucarrera ascendente. También lellamaban «la cabra», por suestridente risa.

El nuevo Reichsprotektor deBohemia y Moravia era el hombre deconfianza del jefe de las SS,

Heinrich Himmler, aunque no sedescarta que la decisión de enviarloa Praga fuera alentada por el propioHimmler, receloso del poder que elambicioso Heydrich estabaacumulando. Pese a que no era muyconocido fuera de los círculos delpoder, gracias a su privilegiadopuesto nada escapaba a suconocimiento; no había asunto turbioen las entrañas del Estado en el queél no estuviera involucrado, lo que lellevó a asegurar que él era «elmáximo encargado del vertedero debasura del Reich».

El 27 de septiembre de 1941,Heydrich apareció en Praga,acompañado de un séquito de mediocentenar de especialistas parareorganizar el Protectorado. A lostres días, Heydrich convocó a losaltos jefes de la Administraciónalemana para informarles sobre losprincipios que regirían en el país. Ensu discurso no habló solamente de la«misión del Reich, encaminada atransformar la Gran Alemania en uncolosal Imperio germánico», sinoque mencionó cosas que los oyentesestaban obligados a no revelar; habló

de una nueva Europa en la que «loschecos no contarían para nada».Según Heydrich, los checos de ciertovalor racial serían «germanizados»,mientras que el resto acabaría«esterilizado o, sencillamente, en elparedón».

En cuanto Heydrich tomóposesión de su nuevo cargo, quisomarcar distancias con su predecesor,implantando la ley marcial yordenando la detención de casi todala intelectualidad checa. En menos decinco semanas mandó ejecutar aquinientos cincuenta checos,

lanzando a la población uninequívoco mensaje de que las cosashabían cambiado. Heydrich tambiénpersiguió a la población judía checa,deportando a miles a los campos deconcentración.

OBJETIVO: HEYDRICH El flamante Reichsprotektor,instalado en el castillo de Praga yconvertido en una especie de César,comenzó a aplicar en Bohemia yMoravia la misma exitosa fórmula

que había empleado el Tercer Reichpara consolidar su poder enAlemania: una sagaz política de«palo y zanahoria». Esa estrategiaconsistía en proporcionar a lapoblación medidas benefactoras,como aumentos de salario, reducciónde la jornada laboral, vacacionespagadas, ayudas sociales y racionesextra, combinadas con duras medidasde represión para desarticular todaresistencia. El objetivo primordialera ganarse la simpatía del obrerocheco, tan necesario para la industriadel armamento. La población checa,

ante la ausencia de alternativas, seavino a apreciar las ventajas de lanueva situación, que en algunosaspectos mejoraba la vivida antes dela ocupación alemana.

Reinhard Heydrich, Reichsprotektorde Bohemia y Moravia, era un nazifanático e implacable que contaba

con el afecto de Hitler.

Esa creciente colaboración dela población checa con los alemanesse traduciría en un aumento de laproducción en la potente industriabélica del país, lo que fuecontemplado con preocupación porlos aliados. Además, se corría elpeligro de que el ejemplo de lasumisión de los checos se extendiesea otros países ocupados. Era

necesario desestabilizar el fructíferodominio germano sobre el territoriocheco y la manera más sencilla delograrlo era conseguir que la manodura del régimen golpearaindiscriminadamente a toda lapoblación para enajenarse así suresignado apoyo.

Si los aliados conseguían suobjetivo, en unos momentos en losque los p a n z e r avanzabanvictoriosos sobre Moscú y los U-Boot habían convertido el Atlánticoen su particular coto de caza, elReich se encontraría

inesperadamente con un problema ensu «patio trasero», lo que leobligaría a desviar la atención queentonces requería su imperio, cadavez mayor. Para ello, Churchill erapartidario de provocar a losalemanes con un golpe contundenteque revelase ante la población checatoda la brutalidad inherente alrégimen nazi.

Entonces surgió una idea tanaudaz como arriesgada; acabar con lavida de Heydrich. Hitler sentía ungran aprecio por este valoremergente, que cumplía con los

requisitos para ascender a las másaltas esferas del organigrama delTercer Reich; joven, implacable,carente de escrúpulos y nazi fanático.Los aliados sabían que, eliminando aHeydrich, Hitler se enfurecería ylanzaría una ola de represalias sinprecedentes, lo que con todaseguridad acabaría con la cordialcohabitación que mantenían loschecos con sus ocupantes. Se habíapuesto en marcha la OperaciónAntropoide.

El Gobierno checoslovaco en elexilio de Londres dudaba en llevar a

cabo acciones contra los alemanes,por miedo precisamente a esasrepresalias que sin duda se abatiríansobre su pueblo. Sin embargo, enocasiones es necesario acometersacrificios en aras de un bien mayor,o al menos así lo acabaron porentender los gobernantes checos,para los que era fundamentalmantener buenas relaciones con susanfitriones británicos, cuyo objetivoprimordial era ganar la guerra. Portanto, el Gobierno checo no tuvo otraalternativa que apoyar la idea deasesinar al Reichsprotektor,

asumiendo las terriblesconsecuencias que ese acto iba aprovocar. Además de corresponderal apoyo que estaban recibiendo delos británicos, con esa decisióntambién marcaban distancias con elpresidente Hácha, quien enviabamensajes secretos de solidaridad alGobierno en el exilio mientras en lapráctica favorecía la colaboracióncon los ocupantes. De llevarsefinalmente a cabo el atentado contraHeydrich, la acción sería unaadvertencia a los nazis de que supoder no era tan omnímodo como

creían y representaría también unaesperanza para los resistentes detoda Europa. Pero, tal como se hareferido, los británicos se habíanpropuesto acabar con esa política deacercamiento a la población checaque Heydrich estaba siguiendo conrelativo éxito, un fin que justificabalos medios a emplear.

La misión fue encargada aKubis y Gabcik, para lo cual se lesinstruyó en todo lo necesario parapoder, llegado el momento, eliminara la «bestia rubia». En el campo deentrenamiento escocés aprendieron a

manejar unas granadas de manoespeciales contra los blindajes, enprevisión de que el atentado fueracontra su vehículo. En poco tiempose convirtieron también en muybuenos tiradores. Ambos debíandominar todas las técnicas paralograr cumplir con éxito su misión.

LA OPERACIÓN ENMARCHA La tarde del 28 de diciembre de1941 despegó de un aeródromo

cercano a Londres un bombarderoHalifax de gran alcance. Alanochecer, después de un arriesgadovuelo sobre la Europa ocupada,Kubis y Gabcik se lanzaron enparacaídas cerca de la localidad deNehvizdy, a veinte kilómetros dePraga. Su objetivo era matar aHeydrich, pero antes de que llegaseese momento debían entrar encontacto con la resistencia checapara que les ayudasen a preparar yejecutar el atentado.

Una vez en tierra, los doschecos deambularon durante un par

de horas buscando un esconditeseguro, hasta que descubrieron unacantera abandonada en la quepudieron ocultarse y reponer fuerzas.Pero al amanecer fueronsorprendidos por la llegada de unhombre enjuto, con gafas, boina y unbigote que recordaba al que lucíaHitler. En cuanto le vieron, Kubis yGabcik empuñaron las armas yencañonaron al visitante. Sinembargo, este no se alteró lo másmínimo y se limitó a decirles quehabía oído el rumor del avión y vistosus paracaídas mientras descendían,

por lo que ya sabía que eran agentesaliados. El hombre, que dijo sermolinero y llamarse Baumann, lesaseguró que conocía muy bien laregión y que la cantera resultaba enese momento el mejor de losescondrijos. Kubis y Gabcikdecidieron confiar en aquel extraño,revelándole que acababan de llegarde Inglaterra y que deseabantrasladarse a Praga, en donde habíande cumplir una misión especial, de lacual no desvelaron ningún detalle.

Los dos jóvenes tuvieron muchasuerte; Baumann se comprometió a

facilitarles el contacto con laresistencia de la capital. Él mismopertenecía al movimiento Sokol, unade las muchas organizacionespatrióticas declaradas fuera de la leypor los alemanes. Después de pasarcuatro días ocultos en la cantera, elmolinero les condujo a Praga,quedando alojados en la casa de unafamilia que colaboraba con laresistencia.

Unos días después, Baumann lespuso en contacto con el jefe delmovimiento Sokol, el profesor dequímica Vladislav Vanek. El

profesor Vanek pidió a Kubis que leexplicase la razón de la presencia deambos en Praga. Para sorpresa deljoven checo, que esperaba un cálidorecibimiento, Vanek le sometió a untenso interrogatorio apuntándole entodo momento con una pistola.Aunque los resistentes checos sabíanque esos dos hombres se habíanlanzado en paracaídas desde unavión, el aparato bien podía seralemán. También cabía laposibilidad de que los verdaderosagentes hubieran sido detenidos nadamás tocar tierra y que dos espías

alemanes los hubieran suplantado;este tipo de estratagemas eranhabituales. Así, para comprobar queel joven era quien decía ser, Vanekle conminó a que nombrase algunosoficiales checos en Inglaterra y quedescribiese el lugar donde habíanacido. Los alemanes habíanintentado en varias ocasionesinfiltrarse en los movimientos deresistencia checos, por lo que todaprecaución era poca.

Kubis se mostró un tantoirritado por tener que someterse aese exhaustivo examen, pero Vanek

se justificó diciendo que ellos eranlos primeros hombres que lesenviaban desde Londres y que, entodo caso, los británicos no leshabían avisado de su llegada, por loque debía entender los temores a quese tratase de una trampa urdida porlos alemanes.

El profesor Vanek preguntó aKubis lo que él y su camaradapensaban hacer. Al principio alegóque su misión era secreta pero alfinal y tras muchos rodeos,comprendiendo que en todo casoprecisaría de la ayuda de la

resistencia para llevarla a cabo conéxito, desveló por fin que habíanllegado para matar a Heydrich.

El jefe de la resistencia checa lereconoció que no sentía muchoentusiasmo por ese plan paraasesinar a Heydrich, del que ya habíaoído hablar. Las consecuencias delos ataques contra los interesesalemanes en territorio checo sesaldaban con fuertes represalias, porlo que en este caso, tratándose de unode los principales jerarcas nazis, lavenganza del régimen podía ser deuna brutalidad inimaginable. Kubis

reconoció que las represalias queinevitablemente se iban a producir aconsecuencia del atentado habíansido contempladas a la hora dedecidir el plan pero que, de todosmodos, el temor a esa respuestasanguinaria por parte de los nazis nodebía interferir en su cumplimiento.El joven checo insistió en que habíanrecibido la orden en Londres y quelos resistentes checos tenían laobligación de ayudarles en su tarea.

Vanek insistió en sus reticenciasante un plan que, de tener éxito, iba adesatar una venganza furiosa sobre

cientos o miles de personasinocentes, pero Kubis no quería nioír hablar de cancelar la misión.Marcándose un farol, aseguró que lallevarían a cabo con o sin ayuda dela resistencia. Ante la firmeresolución del joven, y laconstatación de que cumplía órdenesdel Gobierno checo en el exilio, aquien la resistencia también debíalealtad, Vanek accedió finalmente acolaborar en la operación.

Por el momento, Vanek los pusoen manos de uno de sus mejoreshombres, el maestro Jan Zelenka,

llamado comúnmente «tío Hajski»,quien les proporcionó alojamiento enla casa de una familia de confianza,los Moravec. La señora Moravec,conocida por todos como «tíaMaría», era una carismáticacombatiente cuyo hijo mayor habíaescapado a Inglaterra, convirtiéndoseen piloto de la RAF. Su hijopequeño, Ata, pese a contar con sólodiecisiete años, colaboraba tambiéncomo el que más en las acciones dela resistencia.

Una vez establecidos en Praga,los dos checos comenzaron a recoger

la información necesaria paraplanear el atentado. Enseguidapudieron comprobar los beneficiosde la colaboración con la resistencia.Por ejemplo, «tío Hajski» les pusoen contacto con un carpintero que élmismo había reclutado para quecolaborase con el movimiento Sokol,y que se encargó de indicarles cuálera el Mercedes en que Heydrich sedesplazaba por la capital, así comolos automóviles que componían suescolta.

PREPARANDO ELATENTADO En la primavera de 1942, Kubis yGabcik, provistos de documentosfalsificados y sendas bicicletas, sededicaron a recorrer en numerosasocasiones el itinerario habitual deHeydrich, con el fin de determinar ellugar más favorable para tenderle laemboscada. Un tramo de carreterabordeado por castaños, por el queHeydrich pasaba dos veces al día,les pareció el sitio ideal para«cazarlo».

Al principio decidieron tenderun cable de acero entre uno y otrolado de la carretera para provocar unaccidente, ya que en ese tramo, al sertotalmente recto, el vehículo solíacorrer a gran velocidad. Los doshombres acudirían al cocheaccidentado para tirotear a Heydrichy al conductor.

Sin embargo, cuando ya teníandecidido atentar en ese lugar, sedieron cuenta de que ese escenarioofrecía un inconveniente; en el casode que el plan fracasase, la huidasería complicada al no tener dónde

ocultarse, puesto que ese tramo decarretera se hallaba en campoabierto, y si pretendían escapar enbicicleta por la carretera era obvioque no podrían llegar muy lejos antesde ser alcanzados. Era necesario, portanto, encontrar una nuevalocalización, y debía ser en las callesde Praga, en donde sería mássencillo perder de vista a susperseguidores tras cometer elatentado.

El lugar en cuestión loacabarían encontrando en el suburbiode Liben; una curva cerrada poco

antes de rebasar el puente de Troya yenfilar el centro de la capital. Lacurva de Liben era el sitio ideal paraejecutar el atentado; en ese punto, elvehículo de Heydrich se veíaobligado a reducir su marcha, al seruna curva muy cerrada, por lo quedurante unos segundos iba a ofrecerun blanco perfecto.

Los dos jóvenes checoscontarían con la colaboración deJosef Valcik, otro compatriota quetambién había sido entrenado enGran Bretaña. Según el plan que lesllevaría a representar la escena

descrita al inicio del capítulo, pocodespués de las nueve se situarían lostres junto a la curva en una paradapróxima del tranvía, simulando quelo esperaban. Kubis llevaría en sucartera una granada especial decuarenta centímetros de longitud,mientras que Gabcik iría pertrechadocon un subfusil británico Sten, ocultoen su gabardina. Llegado elmomento, Valcik dejaría la paradapara situarse a un centenar de metros,en un lugar desde el que se veríallegar el automóvil de Heydrich. Encuanto apareciese, Valcik haría una

señal agitando un periódico; losotros dos miembros del equipo sedirigirían entonces rápidamente haciala curva, donde pondrían a punto susarmas en espera de que pasase anteellos el Mercedes de Heydrich.Cerca de ellos tendrían preparadasunas bicicletas para desaparecer porlas callejuelas de la zona.

Mientras se avanzaba en lospreparativos del atentado, elprofesor Vanek continuaba reticentea que la misión se llevase a cabo. Apesar de que expuso sus dudas envarias ocasiones, tanto Kubis y

Gabcik como Valcik seguíanconvencidos de llevarlo adelante. Eljefe de la resistencia forzó unacomunicación con el Gobierno checoexiliado en Londres, con el fin deconvencerles de que era mejorcancelar el plan. Vanek alegó quevarios de sus hombres habían sidocapturados, por lo que laorganización se hallaba en peligro; elatentado conllevaría, sin duda, unaumento de la presión sobre laresistencia, con lo que se correría elriesgo de que se viese aplastada porcompleto.

Pese a las protestas de Vanek,la respuesta que llegó desde Londresfue rotunda e inapelable; eraabsolutamente necesario atentarcontra la vida de Heydrich. Como seha apuntado, el Gobierno en el exiliodeseaba mostrar al pueblo checo queno tenía nada que ver con el gabinetetítere presidido por Hácha,partidario de la colaboración con losalemanes. Además, gracias a eseespectacular golpe, se insuflaríaesperanza en los checos de acabar undía con el dominio germano, lo quesupuestamente daría alas al

movimiento de resistencia.Si desde Londres se veía el

panorama de este modo, losresistentes checos no locontemplaban así, ya que creían másbien que la violenta respuestaalemana al atentado iba a provocar elefecto contrario. Pero el Gobierno enel exilio era de la opinión de que lasrepresalias iban a galvanizar alpueblo checo en torno a laresistencia, por lo que se mostróinflexible en la decisión de atentarcontra Heydrich. Ante laimposibilidad de convencer al

Gobierno checo en Londres para quedesistiese de lanzar la operación,Vanek no tuvo otro remedio queapoyarla.

A mediados de mayo de 1942,Kubis y Gabcik comunicaron a Vanekque el plan estaba listo para ponerseen marcha. Ya sólo faltaba decidir eldía en que tendría lugar el atentado.Uno de los contactos de Vanekinformó que Heydrich debía partirpróximamente a Berlín y que suregreso a Praga podía demorarsevarias semanas. Así pues, había queactuar con rapidez; se decidió que la

operación se llevase a cabo el 27 demayo.

EL MOMENTO DECISIVO Tal como se relataba al inicio delcapítulo, aquel 27 de mayo de 1942era un típico día de primavera. Sobrelas diez y media de la mañana, unahora y media más tarde de lo quesolía hacer habitualmente, Heydrichse despidió de su mujer y de sushijos en su lujosa residencia dePanenske-Brezany, situada a catorce

kilómetros de Praga. El conductor, elOberscharführer de las SS JohannesKlein, tenía listo su Mercedesdescapotable. Como ya lo habíavenido haciendo en varias ocasiones,Heydrich iba a desplazarse sinescolta. Además, solía ir con elvehículo descubierto, para demostrarque no necesitaba protección.Heydrich era tan temido queconsideraba imposible que alguien seatreviera a atentar contra él.

Mientras, en la parada detranvía de Liben, Kubis y Gabcikesperaban impacientes al coche de

Heydrich. Ellos creían que saldría desu casa sobre las nueve de lamañana, por lo que el nerviosismoiba en aumento al ver que este noaparecía. En la curva, el tercerintegrante del grupo, Valcik, vigilabaatentamente para avisar a suscompañeros de la llegada delMercedes, pero los minutos ibantranscurriendo en el reloj de unatorre cercana sin que el vehículo deljerarca nazi hiciera acto depresencia.

La mañana seguía avanzando ypoco a poco se fueron convenciendo

de que Heydrich no pasaría ese díapor allí. El atentado, largamentepreparado, iba a tener que aplazarsehasta el día siguiente. Peroinesperadamente, mientras lascampanadas que señalaban las onceen punto sonaban en el reloj de latorre, Kubis y Gabcik vieron aValcik agitando el periódico quellevaba en la mano: era la señalconvenida, que anunciaba lainminente llegada del coche deHeydrich. Mientras corrían hacia lacurva, un tranvía estaba llegando a laparada. El inconfundible Mercedes

negro del jerarca nazi subió la cuestaa plena marcha. Al llegar a la curva,el chófer pisó el freno y redujo lavelocidad.

El lugar del atentado contraHeydrich, poco después de

producirse. El coche en el queviajaba permanece aún en mitad de

la calzada, mientras algunoscuriosos acuden a contemplar la

escena.

Allí estaba Gabcik, con susubfusil a punto. Cuando tuvo elMercedes justo delante, vio porprimera vez el afilado rostro deHeydrich, inconfundible; el checoapuntó y apretó el gatillo condecisión, pero del arma no salióninguna bala. Increíblemente, sehabía atascado el seguro. Gabcik sequedó petrificado contemplandoimpotente su arma, que le habíafallado en el momento decisivo.Kubis le gritó desesperado:

«¡Josef!». Pero su compañeroúnicamente reaccionó para arrojar elsubfusil a la acera y echar a correr.

En ese momento, el chófer deHeydrich cometió un error que a lapostre se demostraría fatal. En lugarde acelerar para escapar rápidamentede la emboscada, Klein detuvo elvehículo bruscamente y desenfundósu pistola Luger. En cuanto aHeydrich, en vez de ordenar a suchófer que saliera de allí a todavelocidad, también extrajo su armade la cartuchera para enfrentarse alos miembros de la resistencia.

Con Gabcik huyendo y a puntode ser tiroteado por el chófer y elpropio Heydrich, Kubis recordó quellevaba consigo una granada parautilizarla como «Plan B»; estabaclaro que ese momento habíallegado. Sin pensárselo dos veces,Kubis arrojó la granada contra elvehículo. Se produjo una fuerteexplosión al lado de la puertaderecha; piezas de metal y jironesdel tapizado salieron despedidos porel aire. La onda expansiva rompiólas ventanillas de dos tranvíaspróximos. Heydrich, instintivamente,

se dio la vuelta intentando protegersu rostro con los brazos. A pesar derecibir toda la onda de choque de laexplosión, aún pudo bajar del cochey dar algunos pasos, antes de quedartumbado en la acera, desangrándose.

Estado en el que quedó el Mercedes

de Heydrich tras el atentado.

Sin esperar a comprobar losdaños causados por la explosión, ysuponiendo que Heydrich habíamuerto, Kubis montó en su bicicleta yemprendió una veloz carrera hacia elpuente de Troya. Gabcik apenas miróhacia el coche y siguió huyendo a lacarrera. El chófer Klein, que demodo sorprendente había resultadoileso, echó a correr detrás deGabcik, gritando y disparando; elcheco se metió por una calle lateral,pero el enfurecido Oberscharführer

siguió corriendo detrás de él. Gabcikbuscó refugio en la puerta de unatienda y desde allí abatió a Klein deun tiro certero. Después siguiócorriendo calle arriba, llegando atiempo a subir a un tranvía que sedirigía al centro de la ciudad.

En el tranvía nadie se percatóde la agitación del joven. Una veztranquilizado, seguramente reparó enlos objetos que había abandonado enel lugar del atentado; no sólo elsubfusil y la bicicleta, sino tambiénsu gabardina y la cartera de mano. Enese momento no sabía nada de su

compañero, pero Kubis tambiénhabía cometido ese incomprensibleerror, al perder su gorra y su maletín.Aunque en las carteras de mano nohabía ninguna documentación que lesidentificase, ambos sabían que losavezados sabuesos de la Gestapo noiban a necesitar mucho más paraacabar dando con ellos tarde otemprano.

TRASLADO AL HOSPITAL

Mientras los dos checos se

alejaban rápidamente del lugar delatentado, Heydrich era auxiliado enun primer momento por una mujercheca que pasaba por el lugar. Lospolicías checos que acudieron deinmediato al escenario del ataquedetuvieron una furgoneta paratrasladar a Heydrich al hospital. Eldirigente nazi, haciendo acopio delas últimas fuerzas que le quedaban,subió al vehículo y se tendió en laparte trasera. Aunque su estado eragrave, parecía que se iba a podersalvar su vida. El hospital deBulovka, al que fue rápidamente

trasladado, fue tomado por loshombres de las SS; toda la segundaplanta, a la que no se permitió laentrada del personal checo, quedóreservada en exclusiva para suatención. Heydrich insistió en seratendido sólo por médicos alemanes;esa desconfianza hacia los médicoschecos resultaría letal.

Aunque las autoridades nazisintentaron silenciar el intento deasesinato del Reichsprotektor, unashoras después todos los checosconocían la impactante noticia. Alsaber que Heydrich no había

fallecido a consecuencia de laexplosión, un sentimientocontradictorio se extendió entre losresistentes checos; por un lado,sufrieron una decepción al ver que laacción había fracasado, pero por otroconfiaron en que quizás lasrepresalias no fueran tan implacablesen el caso de que el jerarca nazisobreviviese al atentado. Otros, encambio, creían que una venganzadirigida por un Heydrichrestablecido alcanzaría cotas desalvajismo nunca vistas. Mientras elReichsprotektor era atendido de sus

heridas, la resistencia asistía aldesenlace del intento de asesinatoconteniendo la respiración.

Un examen de rayos X revelóque Heydrich tenía varias esquirlasalojadas junto a la columnavertebral, lo que le provocaba unterrible dolor; pero la quecomprometería su vida sería una quetenía alojada en el bazo, que habíaquedado abierto. En esa herida habíatrozos de tela de su uniforme y restosde crin del relleno del asiento. Peroantes de proteger la herida de unainfección hubo que esperar a que

llegase desde Alemania un médicode las Waffen SS enviado porHimmler, con lo que se dio tiempopara que la infección se extendiese altorrente sanguíneo. Heydrich hubierapodido salvarse de haber actuadocon rapidez; sin embargo, cuando seinició el tratamiento con sulfamidas,ya era demasiado tarde6.

Emisión filatélica con la máscaramortuoria de Heydrich.

Pese a todos los cuidados a losque Heydrich sería sometido, paralos que se requirió a cirujanosgermanos que llegaron expresamentedesde Alemania, nada se pudo hacerya para salvar su vida. El retraso enrecibir atención médica habíaprovocado una septicemia queacabaría con la vida de Heydrich trasocho días de lenta y dolorosa agonía.

El cadáver del Reichsprotektorfue trasladado al castillo Hradcany,antes de salir para Berlín, donde fue

enterrado con los máximos honores.A su funeral acudiría toda la altajerarquía nazi, incluido Hitler, quiense mostró especialmente afectado.

OPERACIÓN DE BÚSQUEDA Mientras Heydrich se había estadodebatiendo entre la vida y la muerteen el hospital, los objetosabandonados por los autores delatentado habían sido expuestos en elescaparate de una tienda de lacéntrica plaza Wenzel. Allí, tras la

cristalera, los transeúntes podían verla bicicleta, la gabardina, la gorra ylas dos carteras de mano,flanqueadas por dos grandes carteles,en checo y en alemán, que animabana ofrecer a la policía datos sobre losdueños de esas pertenencias.

La prensa publicó fotografías deesos objetos, y por medio de la radioy altavoces se hizo pública laadvertencia de que «todo aquel que,de una u otra forma, proteja a losbandidos, será ejecutado junto con sufamilia». Para estimular lacolaboración ciudadana, las

autoridades ofrecieron unarecompensa de diez millones decoronas —equivalente a unos cientoveinte mil euros— a quien aportasedatos que permitiesen la captura delos autores del intento de asesinato.Pocos días más tarde, ante laausencia de pistas fiables quecondujesen a los responsables delataque, se duplicó el importe de larecompensa.

Gabcik encontró refugio en unbarrio de las afueras de Praga,Zizkov, en casa de otra familia quecolaboraba con la resistencia,

mientras que Kubis se ocultaba en lacasa en la que fueron alojados por elmolinero Baumann cuando llegaron aPraga, la de la familia Moravec. Laelección de Kubis era especialmentearriesgada, ya que la bicicleta quehabía quedado abandonada en ellugar del atentado pertenecía a «tíaMaría» y existía la posibilidad deque alguien la reconociese. Valciktambién fue ocultado en un pisocontrolado por la resistencia.

Las autoridades decretaron deinmediato el estado de excepción enla capital checa. Los restaurantes,

cines y teatros se vieron obligados acerrar sus puertas. A partir de lasnueve de la noche imperaba el toquede queda y patrullas especiales delas SS registraban metódicamente lascasas particulares. Los agentes de laGestapo hicieron horas extrasirrumpiendo a altas horas de la nocheen los hogares de aquellosinfortunados a los que les habíanconducido sus pesquisas. Por el díalos alemanes bloqueaban calles ypuentes, registraban a los transeúntese inspeccionaban los automóviles.Nadie podía entrar o salir de Praga

sin la debida autorización.Pero la batida no se limitó a la

capital. Los alemanes se dedicaron aregistrar casas, sótanos, graneros oestablos en toda Bohemia y Moravia,en la que probablemente haya sido lamás gigantesca operación debúsqueda de todos los tiempos.Cientos de personas eran a diariodetenidas y torturadas.

Las represalias ordenadas porel sustituto de Heydrich, elObergruppenführer Karl HermannFrank, no sólo afectaron a los queparticiparon en el atentado y a sus

colaboradores; aprovechando lavasta operación de castigodesplegada, unos tres mil judíoschecos que nada tenían que ver conlas acciones de la resistencia fueronenviados a los campos de exterminiode Polonia. En Berlín, la noticia delatentado sirvió también de excusapara practicar numerosos arrestos,entre ellos los de ciento cincuenta ydos judíos, que serían tambiéndeportados.

Karl Hermann Frank, sustituto deHeydrich. El nuevo Reichsprotektor

descargaría sobre los checos unarepresión implacable en venganzapor el asesinato de su antecesor.

En un intento de aplacar la furia

de los nazis que se estaba desatandosobre su pueblo y de pasodesmarcarse personalmente de laacción, el presidente Emil Hácharesponsabilizó directamente delatentado al presidente checoslovacoen el exilio, Edvard Benes. En undiscurso radiofónico lo llamaría

«enemigo número uno del pueblocheco».

A pesar de los extraordinariosesfuerzos de los alemanes paraencontrar a los autores del atentado,estos seguían sin ser descubiertos. Alsentir que el círculo se estabaestrechando alrededor de susescondrijos, Gabcik, Kubis y Valcikfueron alojados en casa de otrasfamilias, pero el riesgo aumentaba alcrecer el número de cómplices. Así,el capellán de la iglesia ortodoxa deSan Cirilo, Vladimir Petrek, ofreciósu ayuda a los autores del atentado y

a cuatro colaboradores más,permitiéndoles esconderse en suiglesia.

SE ROMPE EL SILENCIO Los alemanes proseguían con subúsqueda febril e implacable de losque habían atentado contra la vida deHeydrich, pero sin obtenerresultados. Los resistentes que erancapturados, o bien no sabían nada delatentado, o bien resistíanheroicamente los interrogatorios de

la Gestapo sin delatar a suscamaradas implicados en laoperación. Las cárceles checasrebosaban de sospechosos,apiñándose en cada celda entrequince y veinte detenidos.

Pero lo más grave fue el iniciode una oleada de ejecucionesmasivas, que los alemanes no hacíannada por ocultar. Para que sirviesede escarmiento público, la radioanunciaba a diario la captura yejecución de centenares de checos.Los pelotones de fusilamiento apenasdescansaban y la guillotina de la

prisión Pankrac no se detenía en sumacabro cometido; más de un millarde cabezas fueron segadas por elominoso artefacto en esas negrasjornadas. El terror se extendió portoda la geografía checa.

El ultimátum dado para lacaptura de los autores del atentadoexpiraba el 18 de junio. Nadie sabíalo que podía ocurrir si llegaba esafecha y los ejecutores de Heydrichcontinuaban huidos. Pero un miembrode la resistencia que había sidoinstruido en Inglaterra y lanzado enparacaídas sobre Checoslovaquia,

Karel Curda, decidió poner fin a esavenganza indiscriminada sobre supueblo y la que se podía desatar apartir de esa fecha, más atroz si cabe.Así, el 16 de junio, Curda sepresentó en el cuartel general de laGestapo en Praga para identificaruno de los maletines comoperteneciente a Josef Gabcik y, apartir de ahí, contar todo lo queconocía sobre la operación paraacabar con la vida de Heydrich.

Como amigo que había sido deellos hasta ese momento, Curda sabíatodo sobre Gabcik y Kubis. Sin

embargo, desconocía el lugar en elque se hallaban ocultos, aunque laidentificación de los autores delatentado ya fue suficiente para quelos alemanes comenzasen a tirar delhilo que les debía conducir al ovillo.Lo importante para los alemanes eraque por fin se había roto laconspiración de silencio.

Los investigadores germanoshicieron hablar a los detenidos queestaban relacionados en mayor omenor grado con los responsables dela acción y pronto dispusieron de unalista de nombres y direcciones. La

red de protección de Gabcik y Kubiscomenzó a destejerse rápidamente.Los agentes de la Gestapoirrumpieron en casa de «tío Hajski»,que apenas tuvo tiempo de ingeriruna cápsula de veneno para acabarcon su vida. En el hogar de losMoravec, en donde Kubis se habíarefugiado justo después de cometerel atentado, se produciría otra trágicaescena; al irrumpir allí los hombresde la Gestapo, «tía María» tomó lamisma decisión, tragar de inmediatouna cápsula de veneno. «Tía María»expiró ante su marido y su hijo Ata.

El señor Moravec y su hijofueron conducidos al cuartel generalde la Gestapo, donde fueroninterrogados y sometidos a careoscon otros miembros de la resistencia.A los alemanes les habían llegadorumores de que los fugitivos seocultaban en una iglesia, peronecesitaban determinar en cuál deellas. Por los testimonios de otrosresistentes, los agentes de la Gestapollegaron al convencimiento de que,además de su madre, ya fallecida,Ata era el único que conocía elescondrijo de los autores del

atentado.Era el 17 de junio. Al día

siguiente expiraba el plazo delultimátum y Ata debía hablar. Elvaleroso joven se negó a confesar, ysoportó los interrogatorios con unainusitada entereza. Duranteveinticuatro horas, los agentes de laGestapo desplegaron en él su tétricocatálogo de métodos de tortura, sinque Ata diese su brazo a torcer. Unavez descartado que el sufrimientofísico lograse hacerle hablar, susinterrogadores recurrieron a unaestrategia tan terrible como efectiva.

Le mostraron la cabeza cortada de sumadre, diciéndole que, si persistía ensu silencio, no tardaría en ver así lade su padre, que aún estaba con vida.Ante la espantosa visión de la cabezade su madre y la amenaza de que supadre fuera también decapitado,cuando faltaban unos minutos parallegar a la medianoche Ata sedesmoronó. Los alemanes obtuvieronpor fin la información que tantodeseaban; el círculo sobre losfugitivos estaba a punto de cerrarse.

ASALTO A LA IGLESIA Advertido el nuevo Reichsprotektor,Karl Frank, de que ya se conocía ellugar en el que se ocultaban losautores del atentado, este mandóllamar al general de las SS Karl vonTreuenfeld, quien comenzó apreparar el operativo que debíaculminar con la captura de los quehabían acabado con la vida deHeydrich. Antes de las cuatro de lamadrugada, Von Treuenfeld mandó asus tropas que bloquearan las callesque rodeaban la iglesia de San

Cirilo. Hizo observar a sus hombresexpresamente que «tanto si atacancomo si intentan huir, se capturarácon vida a los fugitivos».

Kubis y otros dos combatientesse turnaban en la vigilancia de laparte alta de la iglesia, mientras queGabcik, Valcik y otros doscamaradas dormían en la cripta.Debido a las detenciones que sehabían producido, y en previsión deque alguien acabara hablando, sehabía decidido que aquella fuera laúltima noche que pasasen en eltemplo; estaba previsto que al día

siguiente se les condujese fuera dePraga, en busca de un refugio másseguro.

Los tres hombres que montabanguardia descubrieron a los soldadosdesplegados en torno a la iglesia, yabrieron fuego al ver que losprimeros alemanes penetraban en eltemplo a través de una pequeñaentrada lateral. Los soldadosintentaban penetrar en la iglesiaempleando granadas de mano y fuegode ametralladora, mientras lossitiados trataban desesperadamentede rechazarlos. Al final, viéndolo

todo perdido, uno de loscombatientes se suicidó, mientrasque el otro resistente y Kubiscayeron gravemente heridos por lasgranadas de mano, falleciendominutos después.

Los hombres de la Gestapollevaron al delator Curda alescenario de los combates. Una vezallí, Curda identificó el cuerpo deKubis, pero informó a los alemanesque ninguno de los otros doscombatientes muertos era Gabcik.Mientras tanto, los alemanes habíanencontrado otra indumentaria en el

templo, de forma que en alguna partedebía ocultarse al menos una cuartapersona; buscándola, dieron con laentrada a la cripta, oculta bajo unaplancha de hierro, de la quearrancaba una escalera que conducíaal oscuro sótano.

Además, junto al altar, habíauna enorme losa, que mostrabaindicios de haber sido colocadarecientemente, por lo que era muyprobable que fuera un acceso a lacripta que hubiera sido cegado comomedida de seguridad. El jefe de losbomberos checos, que asesoraba a

los alemanes en materias de sucompetencia, les dijo quenecesitarían de tres a cuatro horaspara retirar la losa y dejar expeditoel acceso a la cripta. El capellánrecibió la orden de persuadir a loscombatientes que se entregasen, peroellos le expresaron su propósito deresistir ante cualquier circunstancia.

Recompensa of recida por los nazispara capturar a Josef Valcik.

Los alemanes, ante la dificultad

que entrañaba un ataque directo,ordenaron a los bomberos quelanzasen agua a través del pozo deventilación. Después de unosminutos, el nivel del agua en elsótano comenzó a subir de maneraapreciable, pero los alemanescomenzaron a temer que, si noactuaban con rapidez, los resistentesconseguirían escapar a través de lared del alcantarillado o algún

pasadizo subterráneo. Así, mientrasse inundaba el sótano, un grupo deasalto se metió por el estrechopasillo que conducía a la cripta. Alser rechazados desde el interior, lossoldados respondieron con granadasde mano e intenso fuego de subfusil,pero los checos continuabanresistiendo. Los alemanes arrojaronbombas de humo en el interior, perolos resistentes lograron devolverlas ala calle.

Finalmente, los alemanesdecidieron volar la pesada losa concargas de dinamita, lo que dejó al

descubierto ese acceso más amplioal interior de la cripta. Los checosgastaron la escasa munición que lesquedaba tratando de rechazar a lastropas de las SS que llegaban através del nuevo pasillo, pero loscuatro resistentes —entre los que sehallaba Gabcik— reservaron paraellos sus últimas balas para quitarsela vida. Cuando los alemanesirrumpieron finalmente en la cripta,encontraron los cuatro cadáveres,casi cubiertos por el agua.

El suicidio de los cuatroresistentes había puesto el luctuoso

punto final a la tragedia, pero elatentado contra Heydrich habíaprovocado una tragedia muchomayor, que pasaría a la historia comouna de las atrocidades más grandesjamás cometidas.

LÍDICE, UN PUEBLOMÁRTIR La pequeña población de Lídicesufriría la más brutal y despiadadavenganza por el atentado contraHeydrich. Antes del atentado, una

carta de un paracaidista checoentrenado en Gran Bretaña dirigida asu familia, residente en ese pueblo,fue interceptada por la Gestapo, loque puso a Lídice en el punto demira. A pesar de que muchosvecinos, incluyendo todos losfamiliares del paracaidista, fuerondetenidos e interrogados, y el puebloregistrado a conciencia, no seencontró nada que demostrase que laresistencia tuviera allí una base deapoyo.

Sin embargo, tras el atentado, ala Gestapo le llegó una información

que apuntaba a que el comandoenviado por los británicos habíacontado con la colaboración de loshabitantes de Lídice. Poco importaríael que no se pudiese establecerningún vínculo entre la localidad ylos autores del atentado; cuando el 9de junio esos rumores llegaron aoídos de Hitler, este ordenó lanzaruna implacable represión contra elpueblo en cuestión. Según lasórdenes del führer, toda la poblaciónmasculina debía ser ejecutada y lalocalidad arrasada hasta loscimientos.

A las nueve de la noche de esemismo día, unos doscientos soldadosalemanes, asistidos por lagendarmería local, comenzaron atomar posiciones en el pueblo y a lasdos de la madrugada dio comienzo lamasacre. Todos los hombres fueronejecutados. Las mujeres y los niñosfueron reunidos en la escuela,transportados en camiones a unpueblo cercano y de ahí fueronenviados a un campo deconcentración.

A la mañana del día siguiente,con sus habitantes muertos o

deportados, Lídice fue incendiada.Después se procedió a remover loscimientos, ya que Hitler habíadispuesto que la superficie ocupadapor el pueblo se convirtiese en unafinca rústica que debía ser entregadaa la viuda de Heydrich.

Los alemanes no hicieron nadapor ocultar a la población checa lamasacre que había tenido lugar enLídice, pues constituía unescarmiento destinado a paralizarpor el terror a la resistencia. Inclusose hizo pública una nota oficial,firmada por el Reichsprotektor

Frank, en la que se decía que «losvarones adultos de Lídice han sidofusilados, las mujeres deportadas acampos de concentración y los niñossometidos al cuidado educativonecesario». La nota señalaba tambiénque «los edificios del municipio hansido arrasados completamente y elnombre del pueblo borrado»7.

UN PRECIO DEMASIADOALTO La Operación Antropoide se había

saldado con éxito; ReinhardHeydrich había sido eliminado. Elorganigrama del terror nazi se habíavisto sacudido y el Tercer Reichhabía comprobado que la Europaocupada no estaba dispuesta aagachar la cabeza ante el aplastantedominio nazi. Además, con unaacción como esa, impulsada por losaliados, se conseguía mantener vivala llama de la esperanza entre losmillones de personas que se veíansometidas a los dictados de Hitler.

El asesinato de Heydrich habíapuesto al descubierto la

vulnerabilidad de un imperio que secreía inexpugnable. Estaba claro quetodavía faltaba mucho tiempo paraque los nazis sintieran cómo el suelotemblaba bajo sus pies, pero laeliminación de uno de sus másdestacados jerarcas demostraba quelos aliados no iban a dar su brazo atorcer en su pugna con Alemania yque iban a llevar su lucha a muertehasta el final.

El atentado gozó de unaimportante repercusión internacional.La consecuencia más destacada de laterrible represión desatada por los

alemanes contra los checos fue quetanto Gran Bretaña como el Gobiernofrancés en el exilio declararon nuloel Pacto de Múnich firmado en 1938.Esa decisión, que aparentemente nopasaba de ser un brindis al sol a esasalturas de la guerra, suponía lagarantía formal de que, una vezderrotada Alemania, Checoslovaquiaiba a recuperar su soberanía con susfronteras anteriores al infamantetratado que la había arrojado enmanos de Hitler. De este modo, seestablecía que la región de losSudetes, anexionada por Alemania,

volviese a formar parte deChecoslovaquia tras la derrota delTercer Reich. Para evitar que en elfuturo se reprodujeran lasreivindicaciones germanas,británicos y franceses se mostraronfavorables a la expulsión de loshabitantes de los Sudetes de origenalemán.

Aunque, tal como se haseñalado, tanto Churchill como elGobierno checoslovaco en Londreseran conscientes de que el atentadoiba a provocar una furiosa eimplacable respuesta cuando

decidieron dar luz verde a laoperación, no podían imaginar que lavenganza alcanzase esas cotas deiniquidad. A las trecientas sesentapersonas masacradas en Lídice habíaque sumar los más de trece milchecos arrestados; de ellos, unos miltrescientos fueron ejecutados y elresto enviados a campos deconcentración.

Cuando en Londres comenzarona tener noticias de los tintes bíblicosde la represión emprendida por losalemanes, Churchill se enfureció,jurando que arrasaría tres pueblos

germanos por cada pueblo checo quefuera destruido, un compromiso queafortunadamente nunca llegaría acumplir. Ante esas salvajesrepresalias, y temiendo una respuestasimilar, los aliados renunciarían aintentar asesinar a otro dirigente nazi;a la luz de los terriblesacontecimientos producidos a raízdel atentado, no había duda de que elprecio que los checos habían tenidoque pagar a cambio de la vida deHeydrich había sido demasiado alto.

6Algunos autores apuntan a que la

auténtica causa del fallecimiento deHeydrich fue la toxina botulínica conque supuestamente estaba cargada lagranada lanzada contra su coche.Según esta hipótesis, unrepresentante del SOE, el profesorMaurice Newitt, mantenía unarelación fLuida con el director de laComisión de Guerra Biológica, eldoctor paul Fildes, quien le habríasuministrado esa toxina para serempleada en el atentado. Aunque losexperimentos con ese tipo degranadas en animales no tendríanlugar hasta 1944, dos años después

de que se llevase a cabo laOperación Antropoide, uncolaborador del doctor Fildescomentó en una ocasión al surgir eltema del asesinato de Heydrich queesa acción fue «la primera muesca enmi pistola» (Pita, René. Armasbiológicas. Una historia de grandesengaños y errores. Madrid: plaza yValdés, 2011, p. 45-46). De todosmodos, todavía se desconoce lacausa última de la muerte deHeydrich; en 2004 salió a la luz laautopsia y, sorprendentemente, estano la detallaba (Comunicación

personal del comandante René pita,profesor de la Escuela Militar deDefensa NBQEl).7Para un relato pormenorizado de lamatanza de Lídice, ver: HERNÁNDEZ,J e s ú s . Las cincuenta grandesmasacres de la historia. Barcelona:Tempus, 2009. p. 203-211.

Capítulo 7Operación Vengeance: Eldesquite de Pearl Harbor

Al amanecer del domingo 18 de abrilde 1943, una escuadrilla formada pordieciséis aviones norteamericanosdespegaba desde el aeródromo deuna isla del Pacífico para cumpliruna misión de enorme importancia.Gracias a una comunicación japonesaque había sido interceptada ydescifrada el día anterior, los

estadounidenses habían podidoconocer todos los detalles delitinerario que iba a seguir el avión enel que viajaría el militar nipón másdestacado; con menos de veinticuatrohoras, se había organizado la batidaque debía darle caza en pleno vuelo.

Si la operación tenía éxito, losnorteamericanos propinarían un durogolpe a Japón. Pero esa misión nohabría podido plantearse si losservicios de inteligenciaestadounidenses no hubierandescubierto la clave secreta que losjaponeses utilizaban en sus mensajes,

una ventaja que constituiría uno delos grandes secretos de la SegundaGuerra Mundial, y que no seríadesvelado hasta el final de lacontienda.

Esta capacidad para interceptarlas comunicaciones enemigas sedemostraría decisiva en la marcha dela guerra en el Pacífico; losnorteamericanos conseguiríanadelantarse así a los planes nipones,enviando refuerzos a los puntos queiban a ser atacados e inclusotendiéndoles trampas en las que losjaponeses caerían indefectiblemente.

Al igual que sucedería con losalemanes, que estaban convencidosde que su sistema de encriptaciónmediante las sofisticadas máquinasEnigma era imposible de descifrar,los nipones no contemplaban laposibilidad de que sus claves fuerandescubiertas. Por lo tanto, losnorteamericanos pudieron sacar jugode su conocimiento del sistema decifrado enemigo sin que losjaponeses implantasen nuevasmedidas para impedirlo.

No era la primera vez que elmétodo de encriptación japonés

había quedado al descubierto; eso yahabía sucedido en 1923, cuando unlibro de claves nipón fue a parar amanos norteamericanas; ese códigorecibió el nombre de «Rojo», por elcolor de las tapas con que fueencuadernado. En 1930, losjaponeses confeccionaron otrocódigo que debía resultar másseguro, denominado «Azul» por losestadounidenses, pero dos añosdespués estos también lograronromperlo.

Al comenzar la Segunda GuerraMundial, los alemanes instruyeron a

los japoneses en el uso de un sistemade cifrado más complejo, similar alque utilizaban ellos mediante lasmáquinas Enigma. Como se haapuntado, la dificultad para descifrarese sistema radicaba en que no sebasaba en un simple código desustitución, sino en uno aleatorio queiba creando la propia máquina. Elsistema japonés basado en la Enigmafue denominado «Púrpura» por losnorteamericanos, al ser el resultadode mezclar los colores rojo y azul.

A pesar de la enorme dificultadpara descifrar ese tipo de mensajes,

los expertos estadounidensesconseguirían romper el códigoPúrpura, al igual que lo habíanconseguido los británicos con elcódigo Enigma. Gracias al trabajo delos criptógrafos, las comunicacionesniponas ya no serían un secreto paralos servicios de inteligencianorteamericanos, pero erafundamental que ese descubrimientopermaneciese en secreto. En casocontrario, los japoneses cambiaríanel código, anulando esa ventajacostosamente conseguida, una ventajaque había permitido a los

norteamericanos conocer conantelación el plan de vuelo de aqueldestacado militar nipón y, por tanto,prepararle una emboscada cuyoresultado podía resultarabsolutamente decisivo para lamarcha de la guerra en el Pacífico.

LA TRAMPA DE MIDWAY El momento en el que la capacidadde descifrar los mensajes enemigosfue más determinante llegó en juniode 1942, cuando estaba a punto de

producirse el duelo decisivo por elcontrol del Pacífico, en una fase en laque la marina de guerra niponatodavía era superior a lanorteamericana. El almirante IsorokuYamamoto, el «cerebro» que habíaplaneado el ataque a Pearl Harbor,decidió lanzar un ataque por sorpresaa las islas Midway, cuya conquistaamenazaría Hawái, poniendo enpeligro la última línea de defensa dela costa oeste norteamericana.

Yamamoto decidió jugarse eltodo por el todo en este envite,poniendo en liza sus seis

portaaviones. Para garantizarse eléxito de la operación, erafundamental mantenerla en secretocon el fin de coger a losnorteamericanos desprevenidos, porlo que su navegación rumbo a lasMidway se realizaría en silencio deradio. Pero sus enemigos ya erancapaces de descifrar los códigos queempleaba su flota. Aunque el avancede los barcos de Yamamoto habíasido detectado por aviones de largoalcance, aún no se sabía hacia dóndese dirigían; parecía que el objetivoera tomar las islas Aleutianas, pero

los servicios de inteligenciaestadounidenses tendieron una astutatrampa para determinar el destino dela amenazadora flota. Como sabíanque el punto de reunión de la flotaera un lugar denominado con unaclave, y sospechaban que podíatratarse de Midway, emitieron unmensaje rutinario en el que secomunicaba que en Midway existíaun problema de abastecimiento deagua. Poco después, descodificaronun mensaje japonés en el que seseñalaba que en el lugar de destinohabía problemas con el agua, lo que

suponía la confirmación de que elobjetivo de la flota de Yamamoto eraMidway.

Los norteamericanos pudieronasí acudir rápidamente a defender lasislas, y de paso urdir una trampadestinada a acabar con losportaaviones de la flota imperial.Cuando los aparatos niponesdespegaron rumbo a Midway, losportaaviones quedarondesprotegidos; la aviaciónestadounidense aprovechó esemomento para atacarlos. Los avionesnipones se vieron en la disyuntiva de

atacar las islas, proteger su flota oatacar los portaaviones enemigos.Yamamoto, sorprendido, se vioatrapado en una dinámica de órdenesy contraórdenes, según fuera elobjetivo elegido, que provocaría a lapostre la derrota de la flota nipona enla crucial batalla por el control delPacífico, al perder cuatroportaaviones, por sólo uno de losnorteamericanos.

El almirante Yamamoto era el mejormilitar con que contaban losjaponeses. La posibilidad deeliminarlo mereció prioridad

absoluta en Washington.

La capacidad para descifrar laclave Púrpura había sido, sin dudaalguna, el factor clave para podervencer a la flota de Yamamoto. Peroel almirante japonés volvería a sufrircasi un año después esa arma secretade incalculable valor de quedisfrutaban los norteamericanos.

UN DILEMA MORAL En la mañana del 17 de abril de1943, una estación de escuchaemplazada en las islas Aleutianasinterceptó un mensaje del acorazadoYamato destinado a la base de lamarina nipona de la isla de Truk, enlas Carolinas. Siguiendo el protocoloestablecido, el mensaje fueretransmitido por teleimpresora a losservicios de inteligencia de laMarina en Washington para que fueradescodificado. En él se anunciabaque el almirante Yamamoto iba a

realizar una gira de inspección porlas bases japonesas de las islasSalomón desde el aeródromo deRabaul, en la isla de Nueva Bretaña.Para sorpresa de losnorteamericanos, en el mensaje seespecificaban las horas de partida yllegada del avión, el plan de vuelo eincluso la composición de la escoltaque iba a llevar.

Los descodificadorespercibieron de inmediato la enormerelevancia del mensaje interceptado.Esa misma mañana, en cuanto elsecretario de Marina Frank Knox

tuvo conocimiento de lacomunicación japonesa, convocó unareunión de urgencia para deliberarsobre la posibilidad de atacar elavión de Yamamoto. Sin embargo, labase norteamericana más cercana,situada en la isla de Guadalcanal, sehallaba a quinientos kilómetros de laruta que iba a seguir el almirante; losúnicos aviones con autonomíasuficiente para cubrir esa distanciaque estaban disponibles en esemomento en Guadalcanal eran losbimotores Lockheed P-38 Lightningde la 339ª Escuadrilla de Caza. El

ingeniero de la Lockheed que asistióa la reunión confirmó que esosaparatos podrían llevar a cabo lamisión, aunque para ello iba a sernecesario añadir unos depósitos decombustible suplementarios; el únicoproblema era que en Guadalcanal nohabía existencias y que el lugar máspróximo en el que habían depósitosde ese tipo era una lejana baseaustraliana.

Pero existía un condicionanteque no podía pasarse por alto; si seoptaba por llevar a cabo la misión,se corría el riesgo de que los

japoneses descubriesen que losservicios de inteligencianorteamericanos podían descifrar suscódigos navales. Si acababancambiando su sistema de claves aconsecuencia de la operación paraeliminar a Yamamoto, losnorteamericanos habrían renunciandoa una ventaja que había sido decisivaen la batalla de Midway. Sinembargo, la posibilidad de asestarese golpe a Japón, arrebatándole sucerebro militar más privilegiado, erademasiado sugestiva para dejarlapasar. Cuando se determinó que

Yamamoto iba a quedar al alcance delos aviones estadounidenses, seconsultó al presidente Roosevelt y aljefe de la Marina, el almirante ErnestKing, para que fueran ellos losencargados de dar luz verde a laoperación.

Pero esa decisión no podía sertomada solamente en base a criteriostécnicos y a la conveniencia de queel secreto norteamericano quedase aldescubierto, sino que también habíaque sopesar los condicionanteséticos. Acabar con la vida delalmirante japonés, ¿era una acción de

guerra o un asesinato? Era dudosoque la operación, al centrarse en laeliminación de una personadeterminada que en ese momento sehallaba en la retaguardia, formaseparte de los usos y costumbres de laguerra. Además, se abría la puerta aque Japón emprendiese accionesselectivas del mismo tipo.

El debate planteaba muchasdudas, pero sería el almiranteChester Nimitz el que expondría elargumento definitivo a favor delanzar la operación, al afirmar queJapón no tendría con quién

reemplazar la falta de Yamamoto.Todos coincidieron en que elalmirante nipón no tenía sustituto;según el razonamiento del resolutivoNimitz, puesto que Yamamoto eravital para el enemigo, no había quedudar en eliminarlo.

Derribadas las últimas barrerasmorales, el presidente Roosevelt y elalmirante King dieron finalmente laorden de poner en marcha el ataque.Había comenzado la denominadaOperación Vengeance (‘Venganza’),un nombre que revelaba la intenciónde ajustar cuentas con el artífice del

ataque a Pearl Harbor.

ADMIRADOR DE ESTADOSUNIDOS La víctima propiciatoria de ese planque acababa de lanzarse desdeWashington, el almirante Yamamoto,tenía entonces cincuenta y nueveaños. Era un hombre fornido, derostro de piedra, que transmitíadeterminación y seguridad en símismo. Por ironía del destino,Yamamoto era un gran admirador de

Estados Unidos. Había sido unbrillante alumno de la Universidadde Harvard. Tras finalizar en 1921sus estudios universitarios,desempeñó un puesto de agregadonaval en Washington, siendoapreciado por sus colegasnorteamericanos. Hablaba ingléscorrectamente, era aficionado albéisbol e incluso le gustaba jugar alpóquer.

Su perfecto conocimiento de lapotencia industrial de losnorteamericanos, y sus inagotablesrecursos, así como su mentalidad

decidida le hicieron mostrarsecontrario a emprender una guerra porel control del Pacífico, tal comodefendían los círculos militaristasjaponeses. Yamamoto considerabaque una guerra de desgaste contra elgigante estadounidense estabaabonada al fracaso; sus reticencias alanzarse a una contienda de inciertoresultado le hicieron granjearse lasantipatías de los sectores másferozmente militaristas, que más deuna vez amenazaron con asesinarlo.

A pesar de todo, cuando setomó la decisión de lanzarse a la

guerra contra los norteamericanos,Yamamoto se puso al servicio de supaís, dirigiendo la Marina niponacon sus innatas habilidadesorganizativas. Como impulsor de laaviación, ayudó a perfeccionar elcaza Zero, y su confianza en elportaaviones transformaría porcompleto la guerra naval. Tambiénestableció la táctica a emplear porlos submarinos, como arma de ataquea los navíos de combate enemigos enlugar de emplearlos en cortar lasrutas de suministro hundiendomercantes, tal como hacían los

alemanes.Yamamoto fue el encargado de

fijar la estrategia nipona. Conscientede que sólo iba a ser posible derrotara Estados Unidos en una guerra cortaen la que el potencial militar con quecontase en ese momento fuerarápidamente aplastado, ideó elataque por sorpresa a Pearl Harbor.Con el éxito obtenido en ese raidcontra la base en cuyas aguas sehallaba fondeada buena parte de laflota norteamericana en el Pacífico,Yamamoto se convirtió en héroenacional.

La estrategia de Yamamototendría su continuación en el ataque aMidway, con el objetivo de forzar laresolución de la contienda. Aunqueen esta ocasión fracasó, y su estrellase vio deslucida, su aportaciónseguía siendo fundamental paraestablecer el modo más inteligente deproseguir la guerra. Ahora, siYamamoto era eliminado gracias aesa irrepetible oportunidad, no habíaduda de que la causa nipona iba aacusar seriamente el golpe.

UNA OPERACIÓN DE GRANIMPORTANCIA Tras el visto bueno del presidenteRoosevelt, la operación paraeliminar al almirante nipón se pusoinmediatamente en marcha.Yamamoto iba a emprender ese viajedesde Rabaul a Bougainville a lamañana siguiente, por lo que habíaque actuar con mucha rapidez. Elalmirante viajaría a bordo de unbombardero Mitsubishi G4M,conocido como «Betty» en el códigoaliado y protegido por una

escuadrilla de seis cazas MitsubishiA6M, los míticos Zero. De inmediatose cursó un mensaje a la base aéreaaustraliana para que se enviasen aGuadalcanal los depósitos decombustible suplementarios querequerían los Lightning.

Al mismo tiempo, en elaeródromo de Campo Henderson enGuadalcanal se recibía otro mensajeinformando de la misión urgente quelos hombres de la base tenían quellevar a cabo: «Yamamoto y suEstado Mayor llegarán aBougainville por aire abril 18. La

Escuadrilla 339.ª debe hacer máximoesfuerzo interceptar y destruir. Elpresidente concede suma importanciaa esta operación», decía el despachode manera telegráfica. El cableexplicaba a continuación queYamamoto y los suyos viajarían endos bombarderos escoltados por seisZeros y proporcionaba el itinerariodetallado del vuelo. El mensajeacababa con la firma del remitente:«Frank Knox. Secretario de Marina».

Los hombres designados paratomar parte en la misión fueronllamados de inmediato al refugio de

operaciones. Desde el primermomento, todos serían conscientes dela extraordinaria importancia de laoperación. El jefe de la escuadrillade combate 339.ª, el mayor JohnMitchell, sería el encargado dedirigirla.

Con la participación de todos,se fue diseñando el plan. Yamamotodebía llegar a la gran pista deaterrizaje de Kahili, en Bougainville,a las 9.45 de la mañana siguiente. Sedecidió finalmente interceptarlo envuelo diez minutos antes, en un puntosituado cincuenta y cinco kilómetros

al norte. El riesgo que se corría eramuy grande, ya que sólo contabancon dieciocho aviones para laoperación, mientras que losjaponeses disponían de más de uncentenar en Kahili. Además, aun conlos depósitos adicionales de gasolinaque en esos momentos estaban siendotransportados urgentemente desdeAustralia, los aparatos no podríanllevar suficiente combustible parapermanecer mucho tiempo sobre lazona del objetivo. Si se quería contarcon alguna probabilidad de éxito, eranecesario ejecutar la misión con

precisión cronométrica.Poco después, en una colina

cubierta de hierba, cerca delaeródromo, el mayor Mitchell dio asus hombres las últimasinstrucciones. Despegarían a las7.25. Habría dos escuadrillas; una,compuesta por catorce aviones,estaría dirigida por el propioMitchell, y volaría a seis mil metrosde altitud para hacer frente a loscazas japoneses que había en elaeródromo de Kahili. La otraescuadrilla, con cuatro aviones,estaría dirigida por el capitán

Thomas Lanphier y volaría a tres milmetros para interceptar la formaciónde Yamamoto; fue bautizada con elexpresivo nombre de «Sección deExterminio».

Tras las indicaciones del mayorMitchell, un oficial de espionaje delEjército se dirigió a los participantesen la misión para recalcar latrascendencia de la operación queiban a emprender, insistiendo en queYamamoto era muy importante parala Marina japonesa y que su pérdidaiba a suponer un golpe gravísimopara el espíritu de combate del

enemigo. El oficial les aseguró que,en base a las informacionesrecogidas por el servicio secreto, elalmirante nipón eraextraordinariamente puntual, por loque ellos también debían serlo siquerían interceptarlo.

ENCUENTRO CON LAMUERTE El domingo 18 de abril de 1943amaneció claro y despejado, aunquela noche había sido muy húmeda. La

pista de despegue consistía en unaserie de parrillas de aceroensambladas, que en ese momento sehallaban embarradas. Los aparatosya estaban listos para emprender elvuelo. Los depósitos suplementarioshabían sido instalados durante lanoche, después de que hubieranllegado desde Australia en lasbodegas de cuatro bombarderospesados B-24 Liberator. A las 7.25comenzaron a rodar por la pista losaviones que tenían como objetivoderribar el aparato en el que viajabael almirante Yamamoto.

Sin embargo, la operación nocomenzó con los mejores augurios. Auno de los aviones del grupo deLanphier se le reventó un neumáticoen la pista y no pudo despegar. Así,Mitchell asignó a ese grupo uno deque los que debía permanecer a seismil metros. Otro aparato más, en estecaso del grupo de Mitchell, tampocopudo elevarse debido a un fallomecánico. Por tanto, nada máscomenzar la misión, ya se habíanperdido dos aviones.

Sin que ese contratiempoafectase a la moral de la escuadrilla,

los dieciséis Lightning pusieronproa al norte, describiendo un arcoen zigzag en dirección a Kahili. Losaviones volaban casi a ras de lasolas para evitar ser descubiertos porel radar enemigo y mantenían laradio en silencio. Tras casi dos horasde vuelo, divisaron las islas delTesoro en el horizonte, al noroeste, yenseguida Bougainville, reconocibleporque la selva llegaba hasta elborde del agua. Cuando cruzaron lalínea de la costa, a las nueve y mediade la mañana, el mayor Mitchellencabezó el ascenso de su

escuadrilla hasta seis mil metros dealtura y el otro grupo siguió hacia elnivel de tres mil metros.

Mientras los cuatro aparatosque debían derribar el avión deYamamoto ascendían, se aproximabala hora exacta a la que supuestamentedebían encontrarse con él: las 9.35.Justo en el momento en el que losrelojes señalaron esa hora, un pilotode la escuadrilla de Mitchell rompióel silencio, señalando la presenciade aviones enemigos. Yamamotollegaba puntual a su cita con lamuerte.

En la lejanía apareció unaformación de puntos oscuros enforma de V. Cuando se fueronacercando pudieron identificarlos:eran dos bombarderos bimotoresenemigos escoltados por seis Zeros.Los cuatro aviones del grupo deLanphier se prepararon para atacar,soltando sus depósitossuplementarios de combustible, perouno de ellos no lo logró. Su pilotocomenzó a dar al avión fuertessacudidas para provocar que sedesprendiesen. Al no lograrlo, optópor alejarse siguiendo la línea de

costa; su compañero de ala no tuvootro remedio que retirarse con él.Por tanto, sólo quedaban dosaparatos para lograr abatir al aviónde Yamamoto; el pilotado porLanphier y el de su compañero deala, el teniente Rex Barber.

Un cazabombardero Lockheed P-38Lightning, el avión empleado para

abatir el aparato en el que viajaba elalmirante Yamamoto.

Los dos Lightning estaban a un

kilómetro y medio de la formación

japonesa y acercándose velozmente,cuando unos Zeros salieron a suencuentro. El bombardero guíatrataba de escapar lanzándose enpicado hacia la selva, mientras elsegundo se lanzó directamente sobrelos aviones norteamericanos. Alarrojarse el avión de Lanphier contrael primero de los bombarderos, tresZeros se le vinieron encima.Lanphier tiró de la palanca demandos para encañonar con susametralladoras al primero de losZeros, y estuvo a punto de chocarantes de que su ráfaga de

ametralladora arrancara al aviónnipón una de las alas. El Zero giró enel aire debajo del avión de Lanphier,envuelto en humo y llamas. En eseinstante, en un ascenso casi vertical,el aparato norteamericano dio unavuelta de campana para buscar elbombardero guía que había perdidode vista durante el combate.

En ese momento el Lightning deBarber estaba envuelto en un ferozcombate con unos Zeros, mientrasque Lanphier era perseguido a su vezpor otros dos cazas nipones. Enmitad de la refriega aparecieron los

dos bombarderos japoneses. Uno deesos «Bettys», el que correspondía aYamamoto según el mensajeinterceptado, recibió una larga ycontinua ráfaga de ametralladora enla cola; a consecuencia de losdisparos, al aparato se le incendió elmotor y el ala derecha,desprendiéndose esta, y acabóprecipitándose en la selva. El otrobombardero también fue derribadopor el fuego norteamericano, en estecaso por uno de los aparatos deapoyo que volaban a seis mil metros,estrellándose en el mar.

Un bombardero japonés MitsubishiG4M, similar al aparato en el queviajaba Yamamoto el día que fue

interceptado.

Había llegado el momento dealejarse de allí lo más pronto

posible. Pero el Li ght n i ng deLanphier continuaba siendoperseguido por los dos cazas;deslizándose en zigzag sobre laselva, trataba de escapar de ellos. Alno poder desembarazarse de susperseguidores, optó por atravesar labahía en línea recta y salir a marabierto; una vez allí, Lanphier pusoel aparato en ascenso veloz y poco apoco dejó atrás a los Zeros.

LA MISIÓN, UN ÉXITO

El vuelo de regreso fue dramático, yaque a algunos les había alcanzado elfuego enemigo y a todos lesescaseaba el combustible. Noobstante, uno tras otro fueronllegando sanos y salvos. Lanphier fueel último en aterrizar; cuando suaparato se detuvo, el depósito decombustible estaba prácticamentevacío. Nada más salir del avión,exultante y feliz, comenzó a decir avoz en grito que había conseguidoderribar el avión de Yamamoto.Aviadores, mecánicos y soldadoscorrieron hacia él, abrazándole y

felicitándole.Para sorpresa de todos, Rex

Barber interrumpió el efusivorecibimiento a Lanphier, que en esemomento iba en la parte trasera de unJeep vociferando que habíaderribado a Yamamoto, paraasegurar que era él quien habíaabatido el bombardero en el quevolaba el almirante. El Jeep sedetuvo y allí mismo se desató unatensa discusión entre los dos pilotos,en la que Lanphier llamó «malditomentiroso» a su compañero. Pero alcabo de un rato la agria polémica se

disolvería entre la euforiageneralizada por haber logradocumplir una misión que a priori sepresentaba tan difícil.

Esa noche, en CampoHenderson, hubo cena especial paracelebrar el éxito de la misión: carneasada, retoños de bambú y cervezahelada. Los aviadores recibieron unmensaje del jefe de las fuerzasnavales norteamericanas en elPacífico Sur, el almirante WilliamHalsey: «Felicitaciones, comandanteMitchell y sus cazadores».Abundando en su símil cinegético, el

almirante Halsey decía en su nota:«Parece que uno de los patos que hancazado era un pavo real».

Con el fin de que los japonesesno sospechasen que losnorteamericanos habían conseguidoromper su código, se publicó en laprensa la historia de que un civil delas Salomón había visto a Yamamotosubir al bombardero y que habíaconseguido radiar un mensajeinformando del vuelo.

No sería hasta un mes despuésde su muerte que Tokio admitió porfin que Yamamoto había perecido en

el ataque. Según dirían, el cadáverdel almirante había sido encontradoen el interior del aparato agarrado asu bastón ceremonial. Sus cenizasfueron llevadas a la capital nipona,donde cientos de miles de japonesesasistieron al entierro oficial. Lospilotos de los Zeros encargados deproteger el avión de Yamamotosobrevivieron al ataque, pero fueroncastigados a volar en misiones decombate sin descanso por no habersabido proteger la vida delalmirante. Uno detrás de otro, todosfueron muriendo, excepto uno, Kenji

Yanagiya, que perdió la mano en unade esas misiones y pudo así salvar lavida.

El piloto Thomas Lanphier, quien seatribuyó de inmediato el derribo del

avión de Yamamoto.

Fotografía autografiada del pilotoRex Barber, que mantendría con

Lanphier una larga disputa sobre laautoría del famoso derribo.

Japón había perdido a su gran

comandante naval. Es muy posibleque, de haber estado vivo,Yamamoto hubiera luchado porbuscar una paz de compromiso unavez comprobado que la guerra cortay rápida que él propugnaba habíafracasado. En cambio, Japón apostópor una guerra de desgaste en la quenunca hubiera podido imponerse a su

poderoso enemigo, una decisión porla que acabaría pagando un precioaltísimo.

Mientras duró la guerra, losnorteamericanos no revelarían ningúndetalle de lo sucedido aquel 18 deabril de 1943, para no poner enpeligro el secreto que les estabaayudando a conseguir la victoria enel Pacífico. Las comunicacionesniponas continuaron siendointerceptadas con éxito, alfombrandoasí el camino de la victoria finalestadounidense.

UNA LARGACONTROVERSIA Sólo después de la contienda seconocerían los pormenores de laOperación Vengeance, pero lacuestión más relevante, el dilucidarqué aviador fue el que derribó elaparato de Yamamoto, si Lanphier oBarber, siguió siendo una incógnita.Inicialmente, el derribo fueadjudicado a Lanphier pero, ante lasreclamaciones de Barber, la FuerzaAérea quiso resolver la disputaotorgando medio derribo a cada uno.

No obstante, la controversia seextendería a lo largo de las décadassiguientes.

Lanphier fue el que se mostrómás batallador en la defensa de laautoría del derribo. En marzo de1967 publicó un artículo en lapopular revista Reader’s Digesttitulado «Yo derribé a Yamamoto», apesar de que los datos que se ibanconociendo apuntaban a que enrealidad era Barber el que habíaabatido el aparato del militar nipón.El estudio de los restos del aparatocontradecía la versión de Lanphier;

este afirmaba que había recibidofuego de cola del «Betty», cuandoaquel avión en concreto no llevabaametralladora de cola, puesto quehabía sido extraída para ampliar elespacio de carga. Tampoco coincidíael hecho de que el ala que Lanphierdijo haber hecho saltar con susdisparos se encontrase junto a losrestos del avión, puesto que si esohubiera ocurrido en el aire, tal comodijo el piloto, la hubieran halladomás lejos. La versión de Lanphiercontenía más incongruencias, comola del supuesto derribo de un Zero

que nunca tuvo lugar, o su visión deBarber derribando al segundobimotor, cuando se había demostradoque lo había abatido un aparato delgrupo de apoyo.

El testimonio de KenjiYanagiya, el único piloto de losZeros que sobrevivió a la guerra,grabado en vídeo en 1985, seríadeterminante al establecerclaramente que el avión pilotado porLanphier no pudo derribar al deYamamoto, ya que este hubieratenido que efectuar un giro imposiblede ciento ochenta grados para tenerlo

en su línea de fuego. El diario delotro superviviente japonés delataque, el almirante Matome Ugaki,que volaba a bordo del «Betty» quecayó al mar, coincidía punto porpunto con la observación deYanagiya. Pese a las abundantespruebas que desmontaban la versiónde Lanphier, la Fuerza Aérea prefirióno reabrir el caso y siguió otorgandomedio derribo a cada uno de lospilotos.

Tras la muerte de Lanphier, en1987, se organizó una campaña parareivindicar la concesión del derribo

a Barber, recopilando las pruebasque demostraban su autoría yemprendiendo las acciones legalesdestinadas a que la Fuerza Aérea lareconociese. Desgraciadamente,Barber no viviría lo suficiente paradisfrutar del resultado de esacampaña; en 2003, dos años despuésde su muerte, y en base a unpormenorizado estudio de lastrayectorias de los disparosefectuados contra el avión deYamamoto, se establecióoficialmente que él había sido quienhabía derribado el aparato del

almirante nipón, por lo que le fueretirada la coautoría a Lanpher y seatribuyó en su totalidad a RexBarber, haciéndose finalmentejusticia.

Capítulo 8Operación Zeppelin: Stalin esel objetivo

En la madrugada del 5 de septiembrede 1944, una pareja que vestía eluniforme del Ejército Rojo, elcomandante Tavrin y la tenienteShilova, se dirigía a Moscú en unamotocicleta con sidecar. Avanzandoa gran velocidad por la carretera queles debía llevar hasta la capital rusa,ambos eran conscientes de que no

podían cometer ningún error. Loscontinuos controles militares con losque se iban encontrando ponían aprueba sus nervios de acero, forjadosen el duro entrenamiento al quehabían sido sometidos para poderenfrentarse con éxito a esa situaciónde tensión máxima.

Hasta ese momento, susdocumentos falsificados no habíandespertado sospechas entre lossoldados encargados de comprobarla identidad de todos aquellos quecirculaban por aquella carretera queconducía a Moscú, pero en cualquier

momento podían ser descubiertos. Sise daba el caso, sabían que nopodían esperar otro destino que serejecutados por alta traición, ya quesu objetivo no era otro que acabarcon la vida del líder soviético, JosefStalin, llevando a cabo un planurdido por los alemanes.

Hitler consideraba a Stalin unenemigo formidable. A diferencia deChurchill, por el que sentía unprofundo desprecio, el dictadorgermano tenía a su homólogosoviético por un titán digno deenfrentarse a él. La tenaz resistencia

que dirigió al frente de su país,invadido por las tropas alemanas enjunio de 1941, no hizo sinoacrecentar esa admiracióninconfesada que Hitler sentía por él.

No obstante, el colosal choquede trenes en el que se convirtió lalucha en el frente oriental obligaba ajugar todas las cartas en pos de lavictoria. Hitler era consciente de quetodo lo que no fuera conseguir elaplastamiento total de la UniónSoviética acabaría significando tardeo temprano la completa destruccióndel Reich. Y para lograr esa victoria

indispensable para la supervivenciade la Alemania nazi, Hitler dio luzverde a un plan para asesinar a suadmirado pero acérrimo enemigo,una misión que debía ser llevada acabo por aquella valerosa pareja quecorría velozmente hacia Moscúdispuesta a acabar con el dictadorsoviético.

UN RUSO DISPUESTO ACOLABORAR En mayo de 1942, los alemanes

estaban preparando su ofensiva deverano en el frente oriental. Aunquelos soviéticos habían logrado endiciembre de 1941 rechazar a laWehrmacht a las puertas de Moscú,la línea del frente había resistido larespuesta del Ejército Rojo. Todohacía pensar que al llegar el veranoHitler lanzaría una nueva ofensivapara tomarla, pero esta vez sin tenerque enfrentarse al «generalinvierno».

En la noche del 30 al 31 de esemes de mayo, el teniente soviéticoPiotr Ivanovich Shilo fue enviado a

la retaguardia alemana del sectornorte del frente al mando de unaunidad de exploradores con la misiónde calibrar las defensas enemigas. Elpequeño grupo de combatientes fuedescubierto por los alemanes, queabrieron fuego, matando a varios deellos. Los rusos supervivientes seretiraron a sus propias líneas, perosu jefe, el teniente Shilo, vio llegadoel momento de pasarse al campoalemán.

Durante los interrogatorios a losque fue sometido, el teniente alegóque había cambiado de bando por

una razón que, a oídos de losalemanes, la justificaba plenamente:era hijo de un coronel zaristaasesinado durante la revolución de1917, cuando él contaba con apenasocho años. Además, a su familia sele habían arrebatado las grandesextensiones de terreno de las que erapropietaria desde hacíageneraciones. Shilo había estadomadurando su venganza, por lo quehabía esperado largo tiempo laocasión de huir a las filas alemanas.De este modo, tendría la posibilidadde luchar contra los asesinos de su

padre y, en caso de victoria germana,recuperar lo que había pertenecido asu familia.

Los sucesivos interrogatorios alos que el ruso fue sometido enBerlín parecían confirmar susdeclaraciones, pero faltabacomprobar su sinceridad en unirse ala causa alemana. Así, el tenienteShilo indicó determinados detallessobre las posiciones del EjércitoRojo que fueron de gran utilidad paralos alemanes.

Un oficial ruso dispuesto acolaborar era una herramienta de

gran valor en operaciones decontraespionaje, pero el servicio deinteligencia germano, el Abwehr,todavía no podía abrirle sus puertasde par en par. Durante la guerra eramuy habitual que un bandopretendiese introducir a un dobleagente en el contrario permitiéndolerevelar algún dato secreto deimportancia menor para,posteriormente, introducir unainformación falsa de mayorrelevancia. Por lo tanto, para elservicio de espionaje alemán, elmilitar ruso sólo podía ser digno de

crédito si accedía a trabajarincondicionalmente a favor de lacausa germana durante el tiemponecesario para comprobar lasinceridad de su compromiso. Elnombre en clave que se le asignaríapara ese período de prueba fue«Politov».

Lo primera prueba a la que se lesometió fue la de convertirse endelator de sus propios compatriotas.Shilo fue introducido, como si setratara de un detenido, en los camposde prisioneros y, en las cárceles enlas que había internos rusos con la

misión de descubrir a aquellos quese dedicaban a labores de resistenciao a tramar planes de fuga. El tenienteShilo trabajó al gusto de losalemanes, sin mostrar ningúnescrúpulo sobre el destino de suscompatriotas y delatando sin dudar atodo sospechoso. Esa tarea deconfidente se prolongaría durante unaño.

El dosier perteneciente a«Politov» fue engrosándose con susservicios a la causa germana; en él sefueron incluyendo las observacionesmás positivas que hubieran podido

hacerse sobre un agente. En lasinformaciones que facilitaban losagentes de la Gestapo encargados devalorar su trabajo se podía leer queera «un hombre inteligente, de unagran voluntad y (lo que resulta másllamativo) dotado de la capacidadinnata de un terrorista».

INSTRUCCIÓN AVANZADA Los informes de «Politov» nopasaron desapercibidos para elBrigadeführer de las SS Walter

Schellenberg, el Jefe de la SecciónVI del Departamento Central deSeguridad del Reich (RSHA).Schellenberg dirigía desde esaoficina el contraespionaje alemán.Hábil, inteligente y cínico, no habíaintriga en el Tercer Reich en la queél no estuviera involucrado de algunaforma. Así, el expediente del tenienteShilo revelaba su utilidad para lososcuros planes que Schellenbergestaba siempre dispuesto a maquinar.

Shilo se convirtió en el hombreidóneo que había estado buscandoSchellenberg para llevar a cabo

alguna operación secreta contra laUnión Soviética, un objetivo queplanteaba serias dificultades debidoa su impermeabilidad. Así,Schellenberg decidió que se puliesenlas aptitudes innatas del rusoponiéndolo en manos de su mejorinstructor de agentes, elObersturmbannführer de las SSGeorg Greife, que también habíacrecido en Rusia y hablaba ruso a laperfección.

El Brigadeführer de las SS WalterSchellenberg, jefe del

contraespionaje alemán, en unafotografía de 1942. Colaboró en eldiseño de la Operación Zeppelin.

Como primera toma de contacto,

Greife sometió a Shilo a largas horasde interrogatorio, aunque en forma dedistendida conversación, paracomprobar una vez más todos losextremos que el ruso había expuestodesde su cambio de bando. Shilosuperaría también esta prueba, ya queGreife no consiguió encontrar ni un

solo punto que pudiera llevar aalguna sospecha. Por tanto, elimpoluto dosier de «Politov» secompletaría con este nuevo informeextraordinariamente positivo, y másviniendo de un auténtico especialistacomo Greife.

El informe firmado por Greifesería decisivo, ya que señalaba alteniente Shilo como el hombre queestaba buscando Schellenberg paraun plan que ya debía contar en esemomento con las bendiciones deHitler: el asesinato de Stalin.

Sin embargo, el ruso no fue

informado de que él había sidoescogido para ejecutar esatrascendental misión; Greife lecomunicó únicamente que le habíanelegido para perpetrar «un actoterrorista en Moscú». De todosmodos, Greife aseguró al ruso que encualquier momento podría abandonarla misión encomendada, puesto quese trataba de un compromisoabsolutamente voluntario; con ellopretendía ponerlo nuevamente aprueba provocando alguna vacilaciónen el aspirante a agente secreto, peroShilo rehusó esa posibilidad de

plano.Estuviera o no convencido de

llevar a cabo esa misión en elcorazón de la Unión Soviética, elruso era lo bastante inteligente parasaber que si ahora se echaba atrás,tenía los días contados. Él ya sabíademasiado y podía dar por seguroque, precisamente por ello, si dejabade ser útil a los alemanes, estos nomostrarían ningún reparo eneliminarle. Aunque es de suponer queShilo no se mostró entusiasmado porcometer «un acto terrorista» en supropio país, no tenía otra opción que

aceptar la oferta germana, pues así almenos se le concedía una posibilidadde sobrevivir.

Una vez aceptada la propuestaen firme, Greife le aseguró que sumisión le iba a proporcionar «fama,honor y riqueza». Como si eso nofuera un aliciente lo suficientementeatractivo, trató de convencerle deque su nombre se haría «inmortal enla historia de la humanidad».

En esos momentos, a principiosdel verano de 1943, es probable queel teniente Shilo confiase todavía enla derrota del Ejército Rojo; a pesar

del desastre sufrido en Stalingrado elinvierno anterior, los alemanesposeían aún un potencial soberbio yestaban claramente dispuestos aretomar la iniciativa. Estaba previstoque nuevos y sofisticados carros decombate llegasen a tiempo paraprotagonizar la ofensiva de verano,lo que podía decidir el signo de lalucha. Así pues, la apuesta de Shilopor la causa germana tenía visos deproducirle los réditos deseados,haciendo realidad los buenosaugurios de su instructor.

TRANSFORMÁNDOSE ENTAVRIN Tras su fructífera reunión con Greife,el ruso fue sometido a una nuevainstrucción en Berlín. En este caso yano sería para aprender los recursospropios de un agente secreto, sinopara adoptar una nueva personalidad,necesaria para afrontar la misión quese le encomendaría, de la que aúnignoraba su auténtico alcance. Elteniente desertor se iba a convertir,gracias a los especialistas germanosen la materia, en el comandante Piotr

Ivanovich Tavrin. Los alemaneshabían creado esa identidad de lanada; para facilitar el acercamiento aStalin, Tavrin fue distinguido con lasmáximas condecoraciones soviéticas,como la orden de Lenin, dosmedallas de la bandera Roja, la deAlexander Nevski y la de la EstrellaRoja. Además, el comandante Tavrin«recibió» el título de Héroe de laUnión Soviética. Durante lassemanas y meses siguientes, Shilosería modelado psicológicamentesegún su nueva identidad.

Mientras proseguía la

instrucción de Shilo, los alemanesanalizaban las posibilidades paraenviarle a Moscú, una misión cuyasprobabilidades de éxito se antojabanescasas. Si ya de por sí eracomplicado cruzar la línea del frente,igualmente problemático resultabahallar el modo de llegar y moversepor la capital, sometida a continuoscontroles.

Conforme fue avanzando estanueva fase de instrucción, el ruso fuerecibiendo nuevos detalles de laoperación. El más relevante era queel acto terrorista que debía perpetrar

era el asesinato de una persona.Nadie sabe si Shilo llegó a intuir quese trataba de Stalin, pero es desuponer que, teniendo en cuenta eltiempo y los recursos que losalemanes estaban empleando en suentrenamiento, el ruso comprendieseque debía de tratarse de un personajede importancia capital, aventurandoque se tratase del líder soviético. Detodos modos, Shilo era lo bastantelisto como para saber que, en sucaso, lo mejor era no hacer preguntasy conformarse con la informaciónque se le iba proporcionando con

cuentagotas.En septiembre de 1943, Georg

Greife comunicó a sus superiores queel teniente Shilo, transformado ya enel comandante Piotr IvanovichTavrin, se encontraba listo ypreparado para comenzar su misión.Sin duda, ese era el mejor momentopara poner en práctica el plan paraeliminar a Stalin. En el mes de juliose había librado la batalla por elsaliente de Kursk, por la que losalemanes pretendían recuperar lainiciativa en el frente ruso; sinembargo, la ofensiva germana

acabaría estrellándose ante lassólidas defensas dispuestas por lossoviéticos.

Hitler había puesto en eseavance todas sus esperanzas depoder derrotar a los rusos, o almenos infligirles un castigo tansevero que demostrase al mundo queel potencial germano seguía siendotemible, pero eso no sucedió.Además, la apertura de un segundofrente en Italia ese mismo veranoobligaba a retirar fuerzas del frenteruso para enviarlas al occidental.Con todo ello, estaba claro que

Alemania ya no podría retomar lainiciativa contra el Ejército Rojo; sitodavía se quería tener alguna opciónde victoria, había que confiar enalgún golpe de efecto, y ese golpeera sin duda la eliminación de Stalin,el hombre que había sido capaz degalvanizar en torno a su persona elespíritu de resistencia de los rusos.

Parecía que había llegado elmomento de que Shilo, por fin,demostrase las habilidadesadquiridas durante su largo períodode entrenamiento. Pero, de formainexplicable, se decidió que esa

misión que podía cambiar el curso dela guerra podía esperar un poco más.Así, ese mismo mes de septiembre,Shilo fue enviado a la ciudad rusa dePskov, que permanecía en manosalemanas desde julio de 1941, con elfin de que se sometiese a un nuevoentrenamiento a las órdenes del jefedel Mando Supremo Norte de las SSen Riga, el Sturmbannführer OttoKrauss. Bajo el control directo deKrauss, y con la colaboración deotros agentes germanos destacadosen Pskov, el teniente Shilo fueconociendo todos los pormenores de

la misión.Al parecer, la instrucción le

dejó tiempo libre, ya que conoció auna joven rusa que trabajaba en unasastrería de la ciudad llamada LidiaYakolevna, con la que inició unarelación. Shilo no tardó enconvencerla para unirse también a lacausa germana y la muchacha, trasrecibir el visto bueno de OttoKrauss, decidió colaborar en lamisión que iba a protagonizar suprometido.

En diciembre de 1943, Greifese desplazó hasta Pskov para

comprobar in situ la evolución delruso. Tras horas de conversación ynuevas pruebas prácticas, Greifecomprobó que Shilo había adquiridotodos los conocimientos que Kraussy sus colaboradores le habíantransmitido. Greife, muy satisfecho,regresó a Berlín acompañado deShilo y Lidia. Ya en la capital,ambos sellaron su relacióncasándose.

Greife, dando por concluido elentrenamiento, llevó a su alumno antee l Sturmbannführer de las SS OttoSkorzeny, el hombre al que Hitler

recurría para encargarle las misionesmás arriesgadas. Skorzeny, quienhabía adquirido fama gracias alexitoso rescate de Mussolini de sucautiverio en el Gran Sasso, seríaposteriormente calificado por losaliados como «el hombre máspeligroso de Europa». Skorzeny supocalibrar de inmediato las habilidadesinnatas del agente ruso y felicitóefusivamente a Greife por elexcelente trabajo realizado en suformación.

Pero, nuevamente, de manerainexplicable, la misión sufrió otro

aplazamiento. Se ignora desde dóndeprocedía el freno a la operación paraasesinar a Stalin, pero es difícilcomprender esa reticencia cuando lasituación de la Wehrmacht en elfrente ruso empeoraba a diario y laposibilidad de que el Ejército Rojoavanzase imparable hacia el Reichcomenzaba a tomar cuerpo. Teniendoen cuenta la ausencia de riesgos de lamisión, excepto para el propio Shiloy su mujer, y la magnitud del golpeque podía causar a la causa soviéticala eliminación de Stalin, no secomprende que los alemanes no

decidiesen jugarse esa carta.Ese aplazamiento de la

operación podría responder a que losalemanes confiasen todavía en unasalida negociada al duelo con laUnión Soviética, una posibilidad queal parecer se estaba manejando encontactos secretos, lo que no hacíaaconsejable una acción agresiva deese tipo. Aunque para Skorzeny fueratambién evidente que la situación enel frente oriental era cada vez máscrítica, y que se imponía una accióncomo esa para tratar de romper unadinámica que sólo podía conducir al

desastre, este decidió que Shilosiguiese un período de instrucciónsuplementaria, de varias semanas deduración, en la escuela de agentes deOranienburg, probablementesiguiendo consignas procedentes deljefe de las SS, Heinrich Himmler,quien por aquel entonces estabajugando ante los aliados, a espaldasde Hitler, un papel negociador convistas a asegurar su poder tras unahipotética derrota germana. Greife,es de suponer que contrariado, seavino a la inesperada decisión deSkorzeny, y Shilo fue enviado a

Oranienburg para ser sometido a esaúltima y al parecer definitiva fase depulido y abrillantado.

Con el fin de que Shilo resultasemás convincente en el papel delcomandante Tavrin, le propusieronpracticarle una operación en la quehabía de acortársele una pierna. Deeste modo pretendían que Shiloofreciese una imagen acorde con elcarácter del héroe militarsuperviviente en mil batallas que sele suponía a Tavrin, pero el ruso senegó a ello rotundamente. Ante lainsistencia de los alemanes, accedió

finalmente a que se le practicasenalgunas cicatrices en el vientre y enel muslo izquierdo, aparentando serheridas de bala. Una vez realizada laoperación se le entregó uncertificado «expedido» por unhospital ruso en el que se hacíaconstar que había sido herido encombate. Como se puede comprobar,los alemanes no querían dejar nadaal azar.

LUZ VERDE AL PLAN

El 20 de julio de 1944, Hitlerfue objeto de un atentado en sucuartel general de Rastenburg, en laPrusia oriental. Aunque el führersólo resultó herido a consecuencia dela explosión del artefacto que elcoronel Claus von Stauffenbergcolocó bajo la mesa en la que élestaba apoyado, durante unas horasel régimen nazi construido en torno ala figura de Hitler vivió en una totalincertidumbre. El atentado dejó unaimpresión muy honda entre losjerarcas nazis, al mostrar de formadramática que en cualquier momento

todo podía desplomarse. Al mismotiempo, las tropas aliadas, queacababan de desembarcar enNormandía, amenazaban al Reichdesde el frente occidental, mientraslos soviéticos seguían avanzando deforma imparable en el este.

El líder soviético Josif Stalin. Losalemanes consideraban que suasesinato podría imprimir a la

guerra un giro favorable a la causagermana.

En ese momento, cuando el

signo de la guerra era yadefinitivamente contrario aAlemania, Himmler, es de suponerque con la aquiescencia del führer,dio luz verde al plan para asesinar aStalin, que recibiría el nombre deOperación Zeppelin. Era difícilpensar que acabando con la vida de

Stalin pudieran cambiar las tornas enel frente oriental, pero esa situacióndesesperada requería de decisionesigualmente desesperadas destinadasa propiciar algún cambio, fuera esteel que fuera. Por tanto, tras eseperíodo de gestación tan dilatado, elagente Shilo recibió finalmente todoslos detalles de su misión y la ordende prepararse para su ejecucióninmediata.

En la noche señalada para laoperación, Shilo y su mujer seríantrasladados detrás de las líneasenemigas, en las proximidades de

Moscú, mediante un cuatrimotorArado 232. Después de depositarlosen tierra tras un aterrizaje en elcampo, el avión regresaríainmediatamente a Alemania. Lapareja se dirigiría luego a Moscú enuna motocicleta con sidecar quehabía sido previamente embarcadaen el avión. Una vez en la capital,debían refugiarse en la casa de uncolaborador y desde allí mantenerseen comunicación radiofónica conAlemania mientras preparaban elatentado.

Un Arado AR 232 T como elutilizado para trasladar al agenteShilo y su mujer tras las líneasenemigas. Como sigularidad,

destacan los once pares de ruedasutilizados como tren de aterrizaje.

El plan para asesinar a Stalinconsistía en estudiar los itinerariosque seguía el líder soviético para irde su casa al Kremlin o al cuartel delEstado Mayor soviético, emplazadoen la estación de metro deKirovskaia. En alguno de esostrayectos, Shilo debía encontrar elmomento de acabar con su vida.

El equipo para desenvolverseen Moscú incluía una imprentaportátil que les permitiría falsificarprácticamente todos los documentosrusos que podrían requerir. Aunqueel resultado no iba a ser perfecto

debido a las limitaciones delpequeño instrumento, los documentosresultantes servirían para pasar unexamen no muy concienzudo. Detodos modos, los alemanes contabancon que no se iba a someter a unainspección severa los papeles quepresentase un «héroe condecorado dela Unión Soviética».

Los dos recibieron susuniformes del Ejército Rojo y loscorrespondientes documentos falsos,y hasta una serie de recortes deperiódicos rusos, tambiénfalsificados, en los que se hablaba de

las gestas heroicas del comandanteTavrin, el personaje que Shilo debíainterpretar.

Para su misión se le habíanfacilitado armas especiales, entreellas una especie de pistola quedisparaba proyectiles envenenados;un simple rasguño provocado poruno de esos proyectiles en la piel deldictador soviético debía resultarmortal de necesidad. Si resultabaimposible acercarse a Stalin losuficiente para utilizar la pistola,Shilo contaba con un curioso ingenio,el denominado «puño de hierro». Era

una especie de lanzagranadas enminiatura que iba escondido en lamanga del uniforme. Su explosivoconcentrado era tan potente que seesperaba que pudiera herir de muerteal líder ruso incluso si este sehallaba en el interior de su automóvilblindado. Shilo podría utilizarlodurante el trayecto entre el Kremlin yla estación de metro y a la inversa. Sifallaba tanto la pistola como ellanzagranadas de mano, Shilocontaba con un tercer instrumentomortífero: una pequeña mina que seactivaba a distancia mediante una

señal de radio.Además de este arsenal, se le

entregaron documentos queacreditaban las labores decontraespionaje desempeñadas parael Ejército Rojo; con ellos seesperaba que pudiera evitarpreguntas y controles, y que altiempo le facilitaran el acceso hastalas proximidades de Stalin. El mismoobjetivo tenía un sobre con profusiónde sellos y firmas que él debía llevaren persona, alegando contenerdocumentos altamente secretos. Másde medio millar de formularios y

documentos en blanco le daríanposibilidades de falsificar todos lospapeles oficiales que necesitase pararesolver situaciones imprevistas.También recibió cheques y billetes,un carnet de conducir y un certificadoen el que se le declaraba inútil parael frente como consecuencia de lasgraves heridas sufridas.

ATERRIZAJE EN EL CAMPO Cerca de la medianoche del 4 deseptiembre de 1944, tres automóviles

abandonaban el cuartel generalalemán en Riga en dirección alaeródromo militar de la ciudad, bajouna persistente lluvia. En ellosviajaban Shilo y su mujer, dispuestosa emprender la misión para la quehabían sido tan exhaustivamentepreparados. Tras cuarenta minutos derecorrido, los vehículos sedetuvieron ante el enormecuatrimotor Arado que les debíallevar tras las líneas enemigas.

Con el fin de evitar que el aviónfuera descubierto por losobservadores rusos, el fuselaje había

sido pintado totalmente de negro.Además, los motores habían quedadosilenciados mediante la aplicaciónde amortiguadores y un mecanismoespecial impedía que las llamas seviesen desde el exterior, con el fin dehacer de él un avión invisible. Estabaprevisto que el Arado tomase tierraen el campo, por lo que estabaprovisto de unos potentes frenos y untren de aterrizaje especial, una seriede veinte ruedas de goma montadasal estilo oruga, lo que permitíaoperar en cualquier tipo de terreno.

Para garantizar el éxito de la

misión, los alemanes habíanrecurrido a una tripulaciónexperimentada en vuelos nocturnos,formada por un total de quincehombres y comandada por el tenienteNeumann. Una vez que Shilo y sumujer hubieron subido a bordo, elavión despegó rumbo a un puntosituado a unos cien kilómetros deMoscú, entre la capital y la ciudadde Smolensko.

El vuelo discurrió connormalidad durante una hora y media.Pero de repente empezaron a estallardetrás del aparato proyectiles

procedentes de baterías antiaéreas.Los disparos eran imprecisos encuanto a orientación y parecía queestaban apuntando mediante aparatosde escucha. El piloto decidió alterarvarias veces el rumbo para despistara los rusos sobre la ruta que seguíaen realidad —la carretera que uníaRzev con la capital—, consiguiendoproseguir el vuelo sin ser molestado.

Después de tres horas de viaje,el cuatrimotor alcanzó el punto fijadocomo destino. El casi imperceptibleruido de los motores se hizo aún másapagado hasta el punto de que el

aparato parecía un planeador. Luegocomenzó a descender y a unos cienmetros del suelo el piloto encendióel reflector de aterrizaje. El aviónperdió altura aún más rápidamente.De pronto, el teniente Neumanndescubrió que el suelo, que él creíallano, estaba en realidad surcado porprofundas trincheras sobre las quehabía crecido la hierba. El avión ibaacercándose rápidamente al bosque,pero ya era demasiado tarde pararemontar el vuelo. Neumann puso elavión a todo gas intentando superarla barrera de árboles que tenía ante

sí, pero el aparato había tocado sueloy capotaba sobre las trincheras,frenando la marcha. Así resultabaimposible cobrar altura, la necesariapara volar sobre el bosque. El aviónarrancó un par de abedules, astilló unenorme pino con el ala derecha yluego todo quedó en silencio.

Shilo fue el primero en llegar ala escotilla. El ruso la abrió y salióal exterior, ayudando a su mujer asalir. En pocos segundos todos losmiembros de la dotación habíanabandonado el aparato. Shiloapremió a los alemanes para que

sacasen la moto del interior delavión y a que se marchasen del lugardel accidente lo más pronto posible.El agente había previsto estaposibilidad durante su período deadiestramiento. Él conocía a suscompatriotas; si lograban atrapar auno de aquellos alemanes notardarían mucho en conseguir quehablase y pronto conocerían condetalle toda la operación en marcha ytendrían datos suficientes paraorganizar su captura.

RUMBO A MOSCÚ Así, Shilo, ya plenamente en suestudiado papel del comandanteTavrin, y su mujer Lidia,transformada en la teniente Shilova,se alejaron del lugar de aterrizaje atoda prisa. Sin embargo, el sidecarde su moto se metía continuamente enuna trinchera o un foso, lo quedificultaba el avance campo a través.Cuando llegaron a un pueblo, casidestruido por la guerra, el agentelogró fijar su posición exacta; seencontraban muy cerca de la

carretera Rzev-Moscú.Shilo consiguió acelerar su

moto en algunos tramos hastaalcanzar una buena velocidad. Lidiapudo transmitir por radio un mensajea Riga informando del accidentadoaterrizaje y de que todos habíanresultado ilesos.

Conforme se acercaba la horadel amanecer, comenzaban aencontrarse con más tráfico en lacarretera. De vez en cuando seencontraban con un control militar,que era superado sin mayorescontratiempos gracias a su

documentación falsificada; sucondición de «Héroe de la UniónSoviética» se convertía en unsalvoconducto infalible. Sinembargo, para evitar tener queafrontar más riesgos, Shilo prefirióabandonar la carretera y continuar elviaje más lentamente, pero de formamás segura, por pistas secundarias, apesar de que estaban embarradas porla lluvia caída durante la noche.Apenas había pasado el primerpueblo cuando un grupo de paisanosle indicó con gestos nerviosos que sedetuviese. Sin embargo, él no hizo

caso y continuó. Poco después, lessalió al paso un guarda forestal conla escopeta de caza bajo el brazo.Cuando aquel hombre les hizo unaseñal con la mano para que parasen,Shilo detuvo la moto.

El agente le preguntó al guardalo que ocurría y este le respondióque los lugareños habían sidodespertados de madrugada para salira la «caza de espías». Estaba claroque las autoridades soviéticas habíandescubierto el avión accidentado,estableciendo rápidamente undispositivo para capturar a los

tripulantes. Shilo se ganó laconfianza del guarda ofreciéndole uncigarrillo y, de repente, le golpeó ylo metió de un empujón en el sidecar,junto a Lidia. Un par de kilómetrosmás adelante lo bajó, lo arrastróhasta un bosquecillo, le pegó un tiroy ocultó el cadáver entre la maleza.

A partir de ese momento, Shilodebió comprender que el tiempocorría desesperadamente en contrade ellos, por lo que tenía queapresurarse para llegar cuanto antesa Moscú y ocultarse en la casa queles debía servir de refugio. Así,

encontrándose ya a treinta kilómetrosde la capital, Shilo regresó a lacarretera general con el fin de llegarantes a Moscú. Pero a unos quincekilómetros escasos de la ciudad ycon las primeras luces del alba, lescortó el paso otro control rutinario.Como en las ocasiones anteriores, aShilo y su mujer les fueronrequeridos los documentos. Mientrassu carnet rojo de oficial y la orden demarcha que llevaba preparada eranexaminados, Shilo, para aparentarnaturalidad, comentó al soldadoencargado de comprobar sus papeles

que se encontraban muy cansadosporque habían estado viajando todala noche. Esta observaciónsorprendió al soldado, ya que amedianoche había llovido mucho ytanto ellos como la motocicleta seencontraban totalmente secos. Alreferirle su extrañeza por ese hecho,Shilo comprendió de inmediato quehabía cometido un error. Temiendoverse descubierto, intentó argumentaruna explicación a esa circunstancia,pero sus nerviosas aclaracionesacabaron despertando las sospechasdel soldado.

El agente ruso se vio asíobligado a descender de lamotocicleta a requerimiento delsoldado y acompañarle al puesto demando, en donde fue interrogado porun oficial. Shilo mostró indignaciónante ese trato dispensado a un héroede guerra y exigió que le permitierande inmediato proseguir su viaje aMoscú. Aunque Shilo representó a laperfección su papel, hubo un detalleque le dejó fatalmente en evidencia.Una de las medallas que exhibía ensu pechera, la de Héroe de la URSS—que en realidad pertenecía al

general Shepetov, fusilado en uncampo de prisioneros—, estabacolocada en un lugar del uniformediferente al establecido en elreglamento8. Las nuevas sospechasque recaían sobre Shilo llevaron aloficial a ordenar un registro delsidecar, en el que apareció elmaterial que incriminaba de modoinequívoco a la pareja. La OperaciónZeppelin había concluido nada máscomenzar.

En ese momento, Shilo debiópensar que todo había acabado paraél y que iba a pagar con la vida la

traición a su país. Eso parecíadurante el tiempo en el quepermaneció recluido en una prisióndel siniestro Comisariado del Pueblopara Asuntos Internos, el organismoencargado de la seguridad del Estadosoviético, más conocido por sussiglas NKVD, en donde seríainterrogado y sometido a todo tipo detorturas. Shilo permaneció recluido,pero una vez acabada la contienda, yde forma sorprendente, la NKVDdecidió reclutarle como agente. Laincipiente Guerra Fría con losantiguos aliados requería la

utilización de todos los recursosdisponibles pero, además, lashabilidades de Shilo debían sersobresalientes, tanto como para pasarpor alto su pasado de acendradafidelidad a la causa nazi. De todosmodos, en la época estalinista no eraextraño encontrarse con casossimilares, en los que alguien queocupaba un puesto de relevancia enel aparato estatal, ya fuera unpolítico, un funcionario o un militar,era enviado a un campo de trabajo deSiberia tras resultar sospechoso dedeslealtad y que, algún tiempo

después, al requerirse un perfil comoel suyo en el engranaje del Estado, sele recuperaba como si no hubieraocurrido nada.

Estrella de Héroe de la UniónSoviética. El agente Shilo despertó

sospechas al lucir estacondecoración en un lugar diferente

al que establecía el reglamento.

Así, junto a su esposa Lidia, quetambién fue perdonada por lossoviéticos, Shilo se convirtió enagente de la NKVD, realizandolabores de espionaje para Moscú.Sin embargo, en 1952 Shilo cayó endesgracia, probablemente a causa delas habituales rivalidades internas.Sus enemigos consiguieron que el

caso del intento de asesinato deStalin fuese reabierto. Tras unproceso secreto, Shilo fue condenadoa muerte y ejecutado el 28 de marzode 1952. El hombre al que se lehabía prometido «fama, honor yriqueza» y que su nombre se haría«inmortal en la historia de lahumanidad» moría así en elanonimato, un destino que, sin duda,hubiera sido muy diferente de habercumplido con éxito su misión.

8En diciembre de 2008 se inauguróen el Museo de la Fuerzas Armadas

de Moscú una exposición de lasarmas secretas de los agentessoviéticos, con ocasión del noventaaniversario de la creación delcontraespionaje militar soviético. Enla muestra pudo contemplarse lamedalla de héroe de la URSS delgeneral Shepetov que Shilo lucía ensu uniforme cuando fue capturado el5 de septiembre de 1944.

Capítulo 9Incursión en Creta: Elsecuestro de un general

Al anochecer del 26 de abril de1944, el general alemán HeinrichKreipe, destinado en la isla de Creta,apuraba una copa de cognac francésjunto a otros militares en el casino deoficiales de Archanes. La vida de losoficiales germanos en la isla cretenseera muy plácida en comparación conlos que debían enfrentarse a los

soviéticos en el frente oriental o alos anglo-norteamericanos en elfrente italiano. Ellos sabían que eranunos privilegiados, y el generalKreipe más que cualquiera, ya queantes de ser premiado con esetranquilo destino en el Mediterráneohabía tenido que sufrir los rigoresdel invierno ruso, dirigiendo loscombates en el frente oriental.

A pesar de que el poderíogermano se hallaba en retirada, enesos momentos la mayor parte delcontinente europeo seguía en manosde Hitler. Los aliados habían

desembarcado en Italia el veranoanterior y avanzaban ya por lapenínsula italiana, pero concrecientes dificultades. Por su parte,los soviéticos habían tomadodefinitivamente la iniciativa en eleste, aunque la denodada resistenciagermana les llevaba a insistir una yotra vez a sus aliados occidentalespara que abriesen un segundo frenteen el oeste.

El general Heinrich Kreipe. Trassobrevivir a las calamidades delfrente ruso, su nuevo y envidiado

destino en Creta sería menostranquilo de lo previsto.

Los alemanes sabían que su

fortaleza europea iba a ser objeto deuna invasión, pero todavía no sabíanpor dónde. Los aliados podíanintentar un desembarco en las costasnoruegas, francesas, españolas o enlos Balcanes. Aunque Churchillcontemplaba con simpatía esta últimaposibilidad, al servir para cortar la

ruta de avance de los soviéticos, laposibilidad cierta de entrar enconflicto con Stalin llevaba adecantarse por las costas francesas.Pero los alemanes sí queconsideraban la posibilidad de esedesembarco en los Balcanes; losaliados se dedicaron a alimentar esahipótesis para que los alemanes sevieran obligados a dividir susrecursos defensivos.

Una pieza clave para esa laborde engaño y de hostigamiento era laisla de Creta, que había sidoinvadida por los alemanes en mayo

de 1941. Gracias a una espectacularoperación aerotransportada, lamilenaria isla en la que se halla lacuna de Zeus, donde Ícaro realizó sulegendario vuelo y que vio pasar aromanos, árabes, venecianos yturcos, cayó bajo el triunfantesímbolo de la esvástica.

Probablemente, ese día, elgeneral Kreipe departió con suscolegas sobre la marcha de la guerra,cuyo desenlace era cada vez másincierto para el Reich. Es posibleque comentasen las dificultades queestaban atravesando sus seres

queridos en Alemania, sometida auna insistente y devastadora campañade bombardeos, y de la que ellostenían cumplida cuenta gracias a lascartas que les remitían regularmentesus familiares. Pero todo ello parecíamuy lejano desde esa isla, en la quetan sólo debían hacer frente alhostigamiento de los irreductiblespartisanos cretenses.

A las nueve en punto de lanoche, el general Kreipe se despidióde los otros militares con los quehabía compartido esos momentos deasueto en el casino de oficiales y se

dirigió a su vehículo. Allí, su chóferle esperaba para emprender elcamino de regreso a su residencia enCnosos, como venía haciendo cadadía a esa misma hora, ya que Kreipeera un hombre de costumbres fijas.

El chófer puso en marcha elcoche y Kreipe se acomodó en elasiento posterior. El vehículo inicióel trayecto por la carreterasecundaria de Archanes. Pero aldoblar la curva que desembocaba enla carretera principal, de laoscuridad surgió una luz roja quealguien hacía oscilar en mitad de la

calzada. Kreipe ordenó al conductorque detuviese el vehículo. Dossoldados alemanes se acercaron alvehículo. Tanto el general como suchófer pensaron que se trataba de unade las patrullas encargadas decontrolar los caminos de la isla, peromuy pronto se darían cuenta de queestaban muy equivocados.

UN AVENTUREROROMÁNTICO Aunque los alemanes se sentían

seguros en posesión de una isla detanta importancia estratégica para eldominio del Mediterráneo oriental,Creta les suponía también un perennedolor de cabeza. Su litoral, pocoaccesible y escasamente vigilado porlas tropas germanas, con numerosascalas ideales para efectuar accionesde comando, así como sus montañashoradadas por innumerables cuevas,ofrecían grandes posibilidades a losguerrilleros locales, debidamenteasesorados por los instructoresbritánicos que el SOE enviaba confrecuencia por mar y aire. Estos

agentes tenían su base en El Cairo, endonde eran adiestrados para entrar encontacto con los guerrilleroscretenses y llevar a cabo operacionesde sabotaje en la isla.

Uno de estos agentes británicosera Patrick Leigh-Fermor, apodado«Paddy». A sus veintinueve años eraya un experimentado agente, quehabía completado tres misiones en laCreta ocupada. A su favor jugaba sudemostrada capacidad paradesenvolverse en cualquier situación,una habilidad que había exhibidodurante su juventud; con sólo

dieciocho años emprendió un viaje apie que le llevaría desde Holandahasta Constantinopla, atravesandotoda Europa. Entre su escasoequipaje se encontraba un volumencon las odas de Horacio.

Trece meses empleó el jovenPaddy en cubrir el trayecto; a lolargo del camino durmió al raso y engraneros, pero también en casas denobles y aristócratas, y tuvo tiempode aprender a defenderse en variosidiomas y dialectos. DesdeConstantinopla emprendió despuésotro largo viaje por tierras

balcánicas quedando enamorado deGrecia, como un Lord Byronredivivo. En Macedonia participóactivamente en unas revueltas y enAtenas se enamoró de una noblerumana, con la que se iría a vivir a laisla de Poros, en donde ella sededicaría a pintar cuadros y él aescribir poesía. Un tiempo despuésse fueron a vivir a Moldavia, dondesu familia política tenía grandesposesiones, y allí permaneceríanhasta el comienzo de la SegundaGuerra Mundial.

Al estallar la contienda, Leigh-

Fermor abandonó la vidacontemplativa que llevaba junto a suamada y regresó a Gran Bretaña,alistándose en los Irish Guards. Sudominio del griego le permitióincorporarse al General ServiceCorps, una unidad formada porespecialistas capaces de cubrirnecesidades específicas del Ejército.Su primera misión fue realizarlabores de oficial de enlace enAlbania. Después combatiría ensuelo griego y en la propia Cretadurante la invasión aerotransportadagermana.

El SOE advirtió suscapacidades y no dudó en recurrir aél. Leigh-Fermor no lesdecepcionaría, convirtiéndose en unode sus más destacados agentes enCreta; el dominar a la perfección elalemán le había permitido inclusohacerse pasar por soldado germano.

UNA PROPUESTADESCABELLADA Durante una de las misiones queLeigh-Fermor llevó a cabo en Creta,

en junio de 1942, un informante localque conocía todos los movimientosde un general alemán sugirió laposibilidad de secuestrarle. Según elcolaborador cretense, no seríacomplicado raptar al militargermano, conducirlo a través de lasmontañas y sacarlo de la isla pormar. Leigh-Fermor desechó entoncesesa propuesta por considerarladescabellada.

Un año y medio después, Leigh-Fermor estaba tomando unas copasen el elitista Club Royale de Chasseet de Pêche de El Cairo con su amigo

Stanley Moss, un capitán deveintidós años con quien le unía lapasión por la literatura. Laconversación giraba en torno a lamarcha de la guerra; a pesar de queesta discurría de forma favorable, elhecho de que los aliados seencontrasen bloqueados en su avancepor Italia y que la apertura delsegundo frente se retrasase una y otravez llevaba a pensar que la contiendapodía alargarse todavía bastantetiempo. Ambos se lamentaban de nopoder hacer más para acelerar laderrota alemana, hasta que Leigh-

Fermor, quizás llevado por la euforiaprovocada por los efluvios etílicos,propuso a su amigo poner en prácticael plan del que el informante cretensele había hablado tiempo atrás.

Evidentemente, la propuesta desecuestrar a un general alemán enCreta causó perplejidad en Moss,quien se burló de la ocurrencia de sucompañero. Paddy insistió en la idea,asegurando que los alemanes estabanmuy confiados y que sería sencillollevar a cabo el rapto, al contar conla colaboración de los guerrilleroslocales. Moss siguió pensando que se

trataba de una broma y su contertulioacabó reconociendo el enorme riesgoque entrañaría la empresa. Yaavanzada la noche, ambos regresaronal cuartel británico y durmieron elpoco tiempo que quedaba hasta elamanecer.

Los británicos Stanley Moss, a laizquierda, y Patrick Leigh-Fermor, ala derecha, vestidos con el uniformealemán, con las abruptas montañas

de Creta de fondo.

Al día siguiente, los dosjóvenes recordaron con buen humorla idea del plan para secuestrar a ungeneral alemán lanzado por Paddy.Más serenos que la noche anterior,ambos comenzaron a analizar lasposibilidades reales de llevarlo acabo y concluyeron que no era unamisión imposible. A pesar de que en

esos momentos había más de veintemil soldados germanos destinados enla isla, existía una fuerte presenciade guerrilleros en las montañas másinaccesibles que podían prestar laayuda necesaria para realizar laoperación, a lo que había que sumarel apoyo que encontrarían entre lapoblación civil. Además, el dominiode las rutas navales por parte de losbritánicos facilitaría la fuga por mar.

Más tarde, mientras estabandepartiendo con sus superiores,ambos comentaron la propuesta, que,para su sorpresa, no fue rechazada de

plano. En los días posteriores, elSOE analizó con detalle el plan yconsideró que, pese a ser muyarriesgado, tenía posibilidades deéxito. Londres dio el visto bueno a laoperación, con el fin de atraer laatención de los alemanes sobre losBalcanes. Además de incitarles apensar que los aliados planeabanabrir el segundo frente en esa zona,los alemanes tendrían que desviarrecursos destinados a otrosescenarios. Si el audaz secuestrotenía éxito, los alemanes se veríanobligados a reforzar sus posiciones

en Creta para evitar nuevasincursiones.

Cuando comunicaron a Leigh-Fermor y Moss que su propuestahabía sido aceptada por Londres,ambos no dudaron un segundo enofrecerse voluntarios para llevarla acabo. Los responsables del SOE enEl Cairo, ante el optimismo y lailusión que destilaban ambosjóvenes, no pudieron oponerse a quefueran ellos los que se encargasen dellevar el plan a buen término. Nohabía tiempo que perder; deinmediato se pusieron manos a la

obra para diseñar todos los detallesde la operación.

El objetivo sería el odiadogeneral Friedrich Wilhelm Müller.Conocido como «el Carnicero deCreta», Müller había impuesto unrégimen de terror en la isla, en el queel asesinato y la deportación deciviles estaba a la orden del día. Unade sus «hazañas» más destacadas fuela serie de represalias que lanzó amediados de septiembre de 1943 enla región de Viannos por la muerte dedos soldados germanos a manos delos guerrilleros, que se saldó con el

asesinato de medio millar de civiles,la destrucción de una decena depueblos y la quema de las cosechas.Como gesto de crueldad añadida,Müller prohibió que lossupervivientes pudieran enterrar asus muertos.

El secuestro del general Müllersin duda supondría una inyección demoral a la resistencia y serviríaigualmente de aviso a los alemanesde que tarde o temprano tendrían quepagar por sus crímenes. Además, nose podía ignorar el aliciente quesuponía para los dos jóvenes agentes

británicos imaginar la furiosareacción de Hitler al enterarse deque uno de sus generales había sidoraptado pese a hallarse protegido pordecenas de miles de soldados.

COMIENZA LA MISIÓN El 4 de febrero de 1944, después detransmitir por radio un aviso a losguerrilleros de Creta, un bombarderoWellington despegó del aeródromode Bardia, en Egipto. A bordoviajaban Leigh-Fermor y Moss, junto

a dos agentes griegos del SOE queles ayudarían a contactar con laresistencia local. Su objetivo no eraotro que regresar a El Cairo con elgeneral Müller.

Después de una hora de vuelocon bastante mal tiempo, divisaron através de las ventanillas la isla deCreta. Los resistentes cretenses lesesperaban en la meseta de Lasition,un paraje conocido por los lugareñoscomo «el valle de los mil molinos».Leigh-Fermor fue el primero ensaltar, pero inmediatamente una granmasa de nubes impidió al piloto la

visibilidad de la zona delanzamiento. Tras varios intentosfallidos, al empeorar el tiempo, elpiloto se vio obligado a regresar aBardia con los otros tres hombresque integraban el comando.

Leigh-Fermor descendió sobrela meseta y fue recibido por losguerrilleros, los cuales le dieronalojamiento en una cabaña. Paddy nopodía hacer otra cosa que aguardar asus compañeros, así que se dispuso aesperar a que el tiempo mejorase.Para desesperación del agentebritánico, el cielo permanecería

encapotado durante varias semanas.El tiempo típicamente invernal y lasviolentas rachas de viento que sedaban en la altiplanicie dificultabanel lanzamiento de los otrosintegrantes del grupo. Un nuevointento se vio frustrado debido a unarepentina y espesa niebla.

Friedrich Wilhelm Müller, elCarnicero de Creta.

Después de dos meses de

espera, Leigh-Fermor fue informadopor radio de que sus compañerosiban a ser desembarcados en la costameridional por una lancha británica;allí acudió junto a un grupo deguerrilleros tras dos duras jornadasde marcha a través de las montañas.Finalmente, el 4 de abril, la lanchaque llevaba a los tres agentesconsiguió burlar la vigilancia de laspatrulleras alemanas y se aproximó a

la playa. Moss y los doscolaboradores griegos subieron a unbote neumático y llegaron remando ala orilla.

Paddy pudo por finreencontrarse con su amigo Stanley,fundiéndose ambos en unemocionado abrazo. La primera fasede la operación, que parecía tansencilla cuando Paddy se la planteó asu amigo en la mesa de aquel bar deEl Cairo, había resultado bastantemás complicada de lo previsto, peroafortunadamente ya se habíacompletado con éxito.

Pero a los tres agentes queacababan de llegar a Creta lesesperaba una sorpresa; hacía dosdías que el general Müller se habíaausentado de la isla. Le habíasucedido el general Heinrich Kreipe,poseedor de la Cruz de Caballero,quien acababa de llegar a Cretaprocedente del frente oriental. Leigh-Fermor y Moss decidieron no alterarsus planes ante ese relevo ydecidieron seguir igualmente con laoperación. Kreipe, después de estaren el terrible frente ruso, sin dudadebía pensar que su destino en Creta

iba a ser poco menos que una cura dereposo; no pasaría mucho tiempohasta que se diese cuenta de que esono iba a ser así.

AL ACECHO DEL GENERAL El grupo integrado por los dosjóvenes británicos y los partisanoslocales inició una marcha hacia elnorte a través de las montañas hastallegar a una aldea, alojándose encasa de una familia campesina quecolaboraba con la resistencia, en

donde pudieron retomar fuerzas. Aldía siguiente reanudaron la marchahasta llegar a otro pueblo en dondetambién encontraron acomodo.Finalmente pudieron llegar aKastamonitsa, un pueblecito situadoal pie de una montaña, refugiándoseen la casa de un guerrillero.

A la mañana siguiente llegó alpueblo el agente principal del SOEen Creta, Mickey Akaumianos.Procedía de Cnosos, y la casa de suspadres estaba muy próxima a lasruinas del palacio del legendario reyMinos. Pero lo más importante era

que la casa se hallaba también cercade Villa Ariadna, una hermosa casaque había mandado construir elarqueólogo inglés s i r Arthur Evans,descubridor del palacio de Minos.Villa Ariadna había servido deresidencia al general Müller y ahora,tras su relevo, había sido asignada algeneral Kreipe. Por lo tanto, Mickeyconocía perfectamente el escenarioen el que iba a tener lugar laoperación. Además, al agente no lefaltaba motivación para proporcionartoda la ayuda posible al comandobritánico, ya que su padre había

caído luchando contra los alemanes.Mickey proporcionó

documentos falsos a todos y juntosestudiaron los mapas e informes. Seacordó que Mickey se trasladara aHeraklion con Leigh-Fermor y que elresto del grupo permaneciese ocultoen una cueva cercana a Kastamonitsa.La estancia en la cueva no seríademasiado penosa, ya que, ademásde disponer de víveres suficientes,cada día un guerrillero les llevaríapan recién hecho y los pastores delos alrededores se acercarían aofrecerles carne, queso y vino.

Mientras el grupo permanecíaescondido en la cueva, Mickey yPaddy, caracterizados de campesinosy provistos de documentación falsa,llegaron a Heraklion en autobús,pasando los controles sin levantarsospechas. Una vez llegados a laciudad, continuaron a pie una horahasta Cnosos. Allí, los dos agentespudieron contemplar Villa Ariadna,rodeada de alambradas y fuertementevigilada; a la vista de las fuertesmedidas de seguridad, raptar algeneral Kreipe en su propia casa seantojaba del todo imposible.

Leigh-Fermor y Mickey sealojaron en casa de la familia de esteúltimo. Al estar muy cerca de VillaAriadna, establecieron allí su puestode observación. Desde unahabitación del primer piso vigilabandía y noche la residencia de Kreipe,anotando cualquier movimiento. Enun gesto de audacia, comenzaron apasear con frecuencia por losalrededores hasta llegar a entablarconversaciones diarias con losmiembros de la escolta del general;de este modo, pudieron obtener aúnmayor información sobre las rutinas

que seguía Kreipe.Tras dos semanas observando la

casa, llegaron a la conclusión de quela mejor opción era secuestrar algeneral cuando regresaba alanochecer desde el cuartel de laDivisión, emplazado en Archanes, adonde solía ir casi cada día. Allípermanecía en el casino de oficialeshasta las nueve de la noche, hora enla que abandonaba el cuartel pararegresar a su residencia en Cnosos.

Leigh-Fermor regresó aKastamonitsa para comunicar a suscompañeros los datos que había

recogido junto a Mickey,indicándoles sobre un plano el puntode la carretera más adecuado pararaptar al general. Ese lugarcorrespondía a una curva cerrada enla carretera a Archanes, justo antesde desembocar en la general que ibade Cnosos a Heraklion. Al haberpoca visibilidad, los vehículos seveían obligados a pasar por allí amuy poca velocidad, por lo que erael lugar idóneo para interceptar elcoche de Kreipe. Además, unaszanjas que había a ambos lados de lacarretera permitían ocultarse. Con el

fin de avisar con tiempo suficiente dela llegada del vehículo, se decidiótender unos cientos de metros decable para dar una señal luminosa.

Los dos británicos, disfrazadosde policías militares alemanes,darían el alto al coche al pasar poresa curva. Tres hombres mássaldrían de las zanjas para rodear elvehículo. Leigh-Fermor se ocuparíadel general, mientras que Moss seencargaría de neutralizar alconductor. El resto del grupopermanecería a unos cincuentametros de distancia, encargándose de

que no se acercara ningún otrovehículo, así como de proteger a loscinco hombres en caso de quesurgiese algún imprevisto.

Se habían cuidado todos losdetalles del plan. Los uniformesalemanes, conseguidos por Mickeygracias a sus contactos, fueronarreglados por su hermana para quefueran de la medida de los dosbritánicos; estos, incluso se hicieroncortar el pelo al estilo germano pararesultar más convincentes en su papelde soldados de la Wehrmacht.

Sin embargo, a oídos alemanes

llegó el rumor de que un comandobritánico había llegado a la isla. Seapor este o por otro motivo, larealidad es que, durante tres díasseguidos, Kreipe rompió su rutinahabitual y tomó el camino de regresoa su casa a media tarde, lo que llevóa los británicos a aplazar laoperación.

EL SECUESTRO Tras ese paréntesis provocado quizáspor el temor a alguna acción de un

comando británico, el general Kreiperetomó su horario anterior,regresando a casa a las nueve de lanoche desde el casino de oficiales deArchanes. Los observadorescomprobaron que la rutina de Kreipese mantenía, por lo que había luzverde para intentar el secuestro.

El día elegido para la operaciónsería el 26 de abril de 1944. Esamañana, Kreipe realizó una visita deinspección a sus tropas, diseminadaspor la zona. Por la tarde se dirigió alcuartel de Archanes. Pasó un rato enel casino y a las nueve salió del

cuartel camino de su residencia.Mientras tanto, los hombres queintegraban el comando ya estabanapostados en la curva parainterceptar el coche del general.

Al llegar el vehículo a esepunto, los dos británicos, haciendoseñales con una linterna roja, ledieron el alto. Años después, Kreiperecordaría lo sucedido de este modo:

De pronto, al terminar lacurva, surgió de la oscuridaduna luz roja. El chófer mepreguntó: «¿Debo parar, mi

general?». Llevábamosencendidos los faros decarretera. «Sí, deténgase». Doscabos, vestidos con uniformealemán, se acercaron al coche.El que parecía de mayor edad,Leigh-Fermor, exigió el pase delibre circulación. No lo tenía,pues era innecesario para mí,así que contesté: «Puedo viajarsin él». «Entonces dígame lacontraseña», me dijo. Cometí unerror al salir del vehículo ypreguntar: «¿A qué unidadpertenece?, ¿no conoce a su

general?». El automóvil llevabael banderín y el estandarte. Depronto, Leigh-Fermor exclamó:«Mi general, ¡es ustedprisionero de los ingleses!».

En aquel momento[prosigue Kreipe su relato] unguerrillero, hombre corpulento ybarbudo, se abalanzó sobre mí,derribándome. Sentí unosgolpes en la espalda y no tardéen verme maniatado. De vez encuando, alguien mascullaba:«Cerdo alemán». Me empujaronhasta el interior del automóvil,

con un guerrillero a cada ladoesgrimiendo un cuchillo. «¡Si temueves, eres hombre muerto!»,amenazaron los dos casi almismo tiempo.

Habían hecho falta tres hombres

para reducir al general. En cuanto alchófer, el sargento Albert Fenske, uncertero golpe de porra propinado porStanley le dejó sin sentido. Losguerrilleros que vigilaban lacarretera se hicieron cargo de él.

Ya tenían en su poder al generalalemán, pero aún quedaba lo más

difícil. Al encontrarse muy lejos desu refugio en las montañas, eraimposible atravesar media isla conél, avanzando por pedregosossenderos de montaña. Además, encuanto advirtiesen su tardanza enllegar a casa, saltarían las alarmas ylos alemanes se lanzarían en subúsqueda por toda la isla.

La solución era arriesgada, perohabía que intentarlo. Stanley sedispuso a hacer de chófer mientrasque Paddy, con el uniforme deKreipe, pasó a asumir el papel degeneral alemán. De este modo se

dirigieron a Cnosos, atravesando loscontroles de carretera; los soldadosalemanes conocían de sobras elcoche en el que viajaba Kreipe y ledejaban pasar sin realizarcomprobaciones. Gracias a laoscuridad, Leigh-Fermor pudointerpretar a la perfección el papelde un Kreipe arrellanado en elasiento trasero del vehículo yaparentando encontrarse vencido porel sueño.

A cierta distancia de laresidencia del general, Stanley tocóla bocina para atraer la atención de

los vigilantes y Paddy, desde ladistancia y amparado por laoscuridad de la noche, les hizo ungesto indicando que no iba a entraraún y que volvería más tarde. Losguardias no advirtieron lasuplantación y le contestaron con unsaludo militar.

El improvisado plan habíafuncionado; ahora tenían que alejarselo más rápido posible de allí porqueen unas horas comenzarían asospechar que algo le había ocurridoal general. Atravesando de nuevovarios controles, llegaron a las

montañas, en donde podríanocultarse después de una largacaminata que duró todo el díasiguiente.

El vehículo fue abandonadojunto a un camino con una nota en suinterior que decía: «General Kreipeis on his way to Cairo» (‘El GeneralKreipe está camino de El Cairo’).Además, se dejó en él un paquete decigarrillos británicos y una novela eninglés, para que quedase clara laautoría del secuestro e intentar evitarde este modo que las sospechasrecayesen en los naturales del país.

Al día siguiente, la noticia delsecuestro llegó a El Cairo gracias alaparato de radio de algún guerrilleroque había tenido conocimiento deléxito de la operación. Las emisorasde radio aliadas difundieronrápidamente la noticia de que elgeneral Kreipe «va de camino a ElCairo»; buscado o no, el anunciotuvo el efecto de desorientar a losalemanes, ya que creyeron que elgeneral ya había salido de la isla, loque frenó la persecución de lossecuestradores. Para aumentar laconfusión, una emisora destinada a

los soldados británicos, pero que eraescuchada también por los alemanes,anunció que en realidad el generalKreipe se había pasado al enemigo,entregándose a un comando británico.

REPRESALIAS ALEMANAS Los aviones alemanes deobservación sobrevolaron la región ala búsqueda de cualquier pista quepudiera conducirles al general.Durante varios días fue constante elvuelo de los aparatos, escrutando

carreteras, pasos de montaña, aldeasy barrancos. También lanzaronpanfletos en los que se amenazabacon tomar medidas de represaliacontra la población en el caso de queKreipe no fuera liberado.

A la mañana siguiente seimprimió esta octavilla, que seríadistribuida por los alrededores deHeraklion:

A los habitantes de Creta:En la noche pasada, el

general Kreipe fue raptado porunos bandidos. Es muy posible

que lo tengan escondido en lasmontañas. La población debesaber el lugar donde seencuentra. Si en el plazo de tresdías no se le pone en libertad,todos los pueblos rebeldes de lazona de Heraklion serándestruidos. Por otra parte, sedictarán severas medidas contrala población civil.

Desgraciadamente, los alemanes

cumplieron con sus amenazas yacabaron arrasando por completo laaldea de Anoyia y asesinando a

sangre fría a su casi medio millar dehabitantes. Ajeno a las cruelesconsecuencias que su acción habíacausado, el grupo se dirigió alsudoeste, escondiéndose durante eldía y caminando de noche, desdedonde podrían escapar por marrumbo a Egipto.

Con el paso de los días, elgeneral, debido al buen trato querecibía, acabó convirtiéndose en uncompañero más, compartiendo laspenalidades sin expresar ningunaqueja: «Debo manifestar en honor ala verdad —reconocería después el

general Kreipe— que, aparte de labrutalidad en el momento de lacaptura, recibí muy buen trato. Porejemplo, siempre me daban lapreferencia a la hora de comer».

El general Kreipe, en el centro,flanqueado por Stanley Moss, a la

izquierda, y Patrick Leigh-Fermor, ala derecha, en una fotografía tomada

durante su secuestro.

Una vez abandonado el

vehículo, el grupo que conducía algeneral prosiguió su camino a pie endirección a la costa meridional de laisla. Casi siempre marchaban denoche o con poca luz. Durante el díadescansaban en las cuevas de lasmontañas o en algún lugar rocosodonde fuera fácil ocultarse. Nuncatomaban los senderos, para no dejarasí rastro. La colaboración de losguerrilleros locales sería vital yaque, cuando había presencia defuerzas alemanas en la zona, la

noticia se transmitía de una montañaa otra por medio de hogueras.

Marchando por las montañas seencontraron con el grupo deguerrilleros que había colaborado enel secuestro, y que se había hechocargo del chófer. Pero este no ibacon ellos; los guerrilleros dijeron alos británicos que había muerto aconsecuencia de un tiroteo. Años mástarde se sabría que fue apuñalado yenterrado bajo un montón de piedras.

PENOSA TRAVESÍA

Al tercer día de camino hacia lacosta sur de la isla, las fuerzas entreel grupo formado por el generalKreipe y sus secuestradores yaflaqueaban. El avance a través de lasabruptas montañas cretenses eraespecialmente penoso. Pero lahospitalidad de los naturales de laisla surgía en el momento másinesperado; el grupo tuvo la suerte dellegar a una cabaña de pastoresdonde fueron recibidoscalurosamente, siendo obsequiadoscon cordero asado, queso y vino. El

general, exhausto, se quedó dormidoal poco de sentarse junto al fuego.

Al día siguiente llegaron malasnoticias: los alemanes sabían que sehallaban en esa zona gracias a losinformantes que tenían por toda laisla, y la habían rodeado para evitarque pudieran escapar, como si deljuego del gato y el ratón se tratase.Además, estaban a punto de lanzaruna batida con cientos de soldadospara dar con su escondite, cerrandoasí el círculo sobre ellos. Así, paraponerse a salvo, los británicos notenían otra alternativa que atravesar

el único sector que no estabavigilado, el Monte Ida, de dos milcuatrocientos cuarenta metros dealtura, al considerar los alemanesque escapar por allí era imposible.

No había elección. Debían subiresa imponente montaña, en cuyacumbre todavía se acumulaba lanieve caída durante el invierno. Laruta de ascenso se convertiría en unaodisea. Tenían que hacer un alto cadadiez minutos. Las placas de hielohacían necesario avanzar con grandesprecauciones. Las caídas erancontinuas, mientras la lluvia y el frío

agravaban las condiciones delascenso. Al llegar a la cima, a últimahora de la tarde, pudieron descansaren el interior de una pequeña cabañade piedra. Kreipe, con el uniformeempapado, estaba aterido de frío.Pero no podían perder tiempo, por loque emprendieron de inmediato elcamino de descenso, que duró toda lanoche y la mitad del día siguiente.

Entonces llegó un mensaje parainformar de que los alemanes teníanfuertemente vigilada la costa sur,donde estaba previsto que fueranrecogidos por una lancha inglesa. No

podían seguir avanzando hacia lacosta, por lo que regresaron hacia lafalda del Monte Ida para ocultarsehasta que el panorama se aclarase.

Aunque los lugareños odiaban alos alemanes, no faltaba quienprefería tener tratos con ellos paralograr alguna ventaja puntual. Así,las informaciones relativas a la rutaque iban siguiendo los británicos notardaban en llegar a oídos germanos.Los alemanes supieron de este modoen qué zona se encontraban, por loque fueron rodeándolos, estrechandoel círculo cada vez más.

El desánimo acabó porapoderarse del grupo. Después detantos sacrificios se encontrabanprácticamente en un callejón sinsalida. No podían escapar por mar ylos alemanes no tardarían enrodearles por completo. Pero lasuerte, que parecía haberlesabandonado, apareció en forma de unencuentro casual con tres hombresque también se escondían en lasmontañas. El motivo para mantenerseocultos, que no tuvieron ningúnreparo en revelar, era que sededicaban a robar ovejas y uno de

ellos confesó que incluso habíamatado a un pastor. Como losbandidos tampoco sentían muchassimpatías por los alemanes, sedecidieron a ayudarles. Gracias a superfecto conocimiento de la comarca,los británicos lograron atravesar elcordón de vigilancia dispuesto porlos alemanes y acceder a una zonasegura.

Pero faltaba coordinar laevacuación por mar de Kreipe rumboa El Cairo. Los alemanes controlabantoda la costa sur, lo que hacíaimposible el envío de la lancha que

debía sacarles de la isla. Al final seacordó marchar en dirección aRodakino, donde el litoral era pocomenos que inaccesible al ser muyaccidentado, por lo que la vigilanciaera escasa. Leigh-Fermor indicó laposición por radio y desde El Cairole dijeron que les recogerían allí lanoche del 14 al 15 de mayo.

El grupo se dirigió porescarpados pedregales haciaRodakino, evitando los senderos, queestaban vigilados por las patrullasalemanas. Durante la marcha, la mulaque transportaba a Kreipe se resbaló

y cayó al suelo, atrapando al generaly provocándole una dolorosa fracturaen el omoplato. Pese al daño sufrido,el alemán no aprovechó estacircunstancia para ralentizar lamarcha, quizás víctima del«síndrome de Estocolmo» fruto de laconvivencia diaria en condicionestan penosas; así, el general germanocontinuó subiendo y bajandomontañas, demostrando una dignidadque sus captores nunca hubieransospechado.

LLEGADA A EL CAIRO Una última dificultad venía ainterponerse en el camino delcomando británico a El Cairo. Desdeun lugar elevado se podía advertirque el punto de reunión con la lanchase encontraba en medio de dospuestos de vigilancia costera.Después de tantos esfuerzos nopodían echarse atrás, así que debíanasumir ese último riesgo, por lo queno dieron aviso para cancelar elrescate.

Así pues, al caer la noche,

iniciaron en el más absoluto silencioel descenso hacia la playa. Kreipe,temiendo alguna reacción violenta desus secuestradores o aceptando quesu destino ya estaba lejos de Creta,no intentó ninguna maniobradesesperada para llamar la atenciónde sus compatriotas.Milagrosamente, desde los puestosalemanes nadie escucharía ningúnruido.

Una vez en la playa, sobre lasdiez de la noche, pudieron distinguiren la oscuridad la silueta de dosbotes neumáticos que se aproximaban

silenciosamente a la orilla. Cuandose encontraban ya a tiro de piedra,uno de los hombres que venían en losbotes preguntó por Leigh-Fermor;este se presentó y rápidamente seinició el embarque. Sin tiempo paramuchas despedidas, los dos agentesbritánicos agradecieron suinestimable colaboración a losguerrilleros cretenses, sin cuyaparticipación nunca hubieran logradoculminar la arriesgada misión.Paddy, Stanley y el general subierona los botes y se dirigieron a la lanchaque les esperaba a unos centenares

de metros de la orilla pararecogerlos y poner rumbo a Egipto.

La travesía marítima duróveinticuatro horas, en medio de unfuerte oleaje que pondría en peligrola estabilidad de la embarcación,pero después de todas laspenalidades pasadas en las montañasde Creta eso era poco menos que unpaseo. Se dirigieron al puerto deMarsa Ma-truh, donde un grupo deoficiales británicos esperaba lallegada de los tres hombres: «Alponer pie en África —recordaríadespués el general Kreipe—, me

recibió el jefe de los comandos, elcoronel Bamfield. Me trató con grandeferencia y me ayudó en todo loposible. Imagínese que en dossemanas no tuve un pañuelo limpio, amenos que me lo lavara».

Una vez atendido de su lesiónen el hombro, Kreipe, Leigh-Fermory Moss se dirigieron en avión a ElCairo, en cuyo aeródromo tomarontierra sobre el mediodía. Allí lesesperaba un general y variosperiodistas. Los agentes británicosfueron recibidos como auténticoshéroes, siendo felicitados de forma

efusiva por sus superiores, quienesseguramente, en su fuero interno,nunca creyeron que aquellosimpulsivos jóvenes pudieranculminar con éxito su misión o, ni tansiquiera, escapar vivos de Creta.

El general Kreipe, con el brazo encabestrillo, se despide de sus

secuestradores antes de emprenderel camino al cautiverio.

Tres días más tarde, Kreipe fue

trasladado a Inglaterra, pero antes desu marcha recibió en la prisión lavisita de los dos oficiales británicos,que se interesaron por el estado de suhombro. Los sentimientos de los dosjóvenes eran contradictorios. Por unlado se alegraban de haberconseguido su objetivo de capturar aun general alemán, algo que parecíauna locura cuando Paddy lo propusoen aquella mesa de un bar de ElCairo, pero por otro se sentían encierto modo culpables por el tristefuturo que le esperaba a un hombrecon el que habían compartido tantas

penalidades, que él había aceptadocon digna resignación. Sussecuestradores se despidieron con unlacónico pero sentido «adiós»,mientras que Kreipe se limitó a son-reírles con una expresión amable.

Kreipe fue trasladado a Canadá,vía Gibraltar y Londres, y fueinternado en un campo de prisionerospróximo a Calgary, en el quepermanecería hasta el fin de laguerra. En 1947 pudo regresar aAlemania. A los dos héroesbritánicos se les acabaríaconcediendo la Cruz de Servicios

Distinguidos, en agradecimiento porsu valerosa iniciativa y su excelenteejecución, completando una de lasmisiones más audaces de toda laSegunda Guerra Mundial. Kreipe ysus raptores no volverían a versehasta 1970, cuando un programa dela televisión griega los reunió denuevo9.

Aunque en el momento delsecuestro el general Kreipe no eraconsciente de ello, con aquellaacción en realidad sus enemigos leestaban salvando la vida. Los otrosdos generales que estaban al frente

de guarniciones alemanas en Cretaacabaron en la horca, culpables porlos excesos cometidos sobre lapoblación local, después de sersentenciados por un tribunal griego.Probablemente, ese hubiera sido elfatal destino que esperaba a Kreipesi no hubiera sido secuestrado poraquellos dos intrépidos jóvenes.

9 En 1950, Stanley Moss escribió unrelato pormenorizado de la misión,I’ll met by moonlight, que seríallevado a la gran pantalla con elmismo título («Emboscada nocturna»

en la versión en español). Este filmbritánico fue dirigido en 1957 porMichael Powell y EmericPressburger.

Parte III

Espionaje y contraespionaje

Capítulo 10«A-54»: El agente de los milnombres

A principios de febrero de 1936, unamisteriosa carta llegó a la sede delMinisterio de la Guerra en Praga. Enesos momentos, la presión de laAlemania nazi sobre Checoslovaquiacomenzaba a ser asfixiante. Hitlerambicionaba anexionarse la regióncheca de los Sudetes, de mayoríaalemana, por lo que desde Berlín se

promovían incidentes y alborotos enesta región con el fin de que lasituación llegase a ser insostenible,para justificar así una intervención.El temor a una guerra con Alemaniaflotaba entre los checos.

La llegada de esa carta causaríauna gran sorpresa pues, en ella, unalemán que presumiblementepertenecía al aparato del régimennazi se ofrecía a colaborar con losque, quizás en poco tiempo, podíanconvertirse en sus enemigos.

En la misiva, el remitente seofrecía al servicio secreto checo,

asegurando que estaba dispuesto arevelarles los métodos empleadospara transmitir información deChecoslovaquia a Alemania, losdetalles de organización delespionaje alemán en su país, asícomo los planes subversivos delPartido Sudete Alemán.

El misterioso comunicanteadvirtió de que nunca llegarían aconocer su nombre, y que jamás seentrevistaría con oficiales delservicio secreto checo. En pago a susservicios exigía la considerablesuma de quince mil marcos alemanes,

cantidad equivalente a unos cientocincuenta mil euros. La primeraentrega sería de cuatro mil marcos.También les requería la entrega deuna cámara fotográfica y otrosinstrumentos para realizar su tarea.Para concluir anunciaba que, una vezefectuada la entrega del materialprometido, interrumpiría el trabajodurante un año. Aduciendo motivosde seguridad, exigía disponer deperíodos de inactividad.

En la carta aseguraba queesperaría la contestación hasta el 14de febrero; si no recibía ninguna

respuesta, tenía pensado ofrecer esematerial al servicio secreto francés.Como dirección de respuesta indicó:«F.M. 137, Lista de CorreosAnnaberg/Erzgebirge».

El teniente coronel FrantisekMoravec, jefe de la secciónencargada de gestionar el asunto,reunió de inmediato a sus másallegados colaboradores. Lespareció sospechoso que su autorcometiera faltas de ortografía,incomprensibles en un alemán;aunque el contenido no podía resultarmás atractivo, temían que se tratara

de una trampa. Por otra parte, lacarta estaba sellada en una localidadfronteriza checa, lo que llevaba apensar que, en efecto, el remitenteera alemán y que había entrado enterritorio checo para evitar que lacarta hubiera sido interceptada dehaber sido enviada desde Alemania.

Después de muchas discusiones,el teniente Moravec y sus hombresdecidieron contestar la carta. Alparecer, el hombre necesitabadinero, y los checos la valiosainformación que él decía ser capazde facilitarles. Así, le escribieron el

mismo día, manifestándole que lesinteresaba su ofrecimiento, yprocedieron a enviarle el dinero quepedía, aun sin disponer de ningunagarantía.

Como es obvio, la carta derespuesta no podía tener comoremitente al Ministerio de la Guerracheco. Por tanto, la misiva ibaescrita en primera persona, figurandocomo remitente un tal Karl Schimek,siendo su domicilio Dostalgasse 19,Praga. Esta era una de lasdirecciones apócrifas con las quecontaba el servicio secreto checo.

Al poco tiempo, llegó la escuetarespuesta del alemán, en la quenombraba a varios agentes germanosque operaban en Checoslovaquia, y aotros que en Alemania trabajaban encontra de los intereses del Gobiernode Praga; con esa informacióndemostraba que conocía la sala demáquinas del régimen y que podíaaportar datos de incalculable utilidadpara los servicios secretos checos.

PRIMERA ENTREVISTA

Esas revelaciones causaronentusiasmo entre Moravec y sushombres, pero no podían confiarse,por si se trataba de una trampa. Leescribieron dos cartas más,acompañándolas en el sobre convarios billetes de cien marcos pararecompensar sus informaciones. Apesar de que el enigmático alemánles había manifestado que nunca sereuniría con agentes del serviciosecreto checo, le pidieron manteneruna entrevista, a la que accedió demanera inesperada. El encuentrohabría de tener lugar el lunes 6 de

abril de 1936 en la pequeñalocalidad checa de Vejprty,perteneciente a la región de losSudetes —por lo que también eraconocida por su nombre germano,Weipert—, y a escasa distancia de lafrontera con Alemania. El punto dereunión sería un cruce de doscaminos a las afueras del pueblo, alas ocho y media de la tarde.

Los checos se trasladaron allugar acordado y esperaron. Depronto, el alemán apareció, lenta ycautelosamente. Se saludaron con elsanto y seña convenido: Altvater. Se

acomodaron en el coche y fueron a lalocalidad de Komotau, dondeconversaron durante unas tres horas.El alemán aseguró que su nombreauténtico era Jochen Breitner, y quepara mayor seguridad no llevabaencima ningún documento deidentidad. Al parecer trabajaba comodibujante y fotógrafo en la oficina delAbwehr en Dresde y, gracias a sunovia, encargada del archivo, teníaacceso al material secreto. Explicóque ofrecía sus servicios por tenerque saldar deudas, además de quetenían pensado casarse en breve.

Breitner llevaba consigomaterial de interés, como porejemplo los planes organizativos delAbwehr y de la Gestapo en Dresde,un esquema de las redes de agentesen la zona fronteriza y otro de las queoperaban en Checoslovaquia.Sometido a un hábil interrogatoriopor los checos, no se contradijo ymantuvo la calma en todo momento.Los agentes checos coincidieron enque se trataba de un hombreinteresado en colaborar con ellos,descartando que se tratase de unatrampa. Así, concertaron una próxima

entrevista y lo dejaron de nuevo enVejprty. Aquel mismo día se le diouna denominación, «A-54», por laque sería conocido por los checos enlo sucesivo.

La siguiente entrevista tendríalugar en la localidad de NovéZvolání (para los sudetes alemanes,Neugeschrei), en la que el agentegermano les suministró nuevainformación. Los checos novolverían a ver a A-54 hastaprincipios de junio de 1937, enKarlsbad. En esa reunión les entregódocumentación sobre la

reorganización de la Gestapo y delespionaje militar para un eventualconflicto, además de un resumen delas directrices secretas de Hitlersobre Checoslovaquia.

Los informes proporcionadospor A-54 a lo largo de 1937 y laprimera mitad de 1938 se fueronrevelando de extraordinariaimportancia para los miembros delservicio secreto, que esperaban lossucesivos encuentros con auténticainquietud. En julio de 1938, Moravecy sus hombres se alegraron al saberque pensaba trasladarse a Praga

hacia mediados de agosto.El coronel Frantisek Fryc, que

también trabajaba en el serviciosecreto checo, sería el encargado deatender a A-54 a su llegada a Praga.El alemán les indicó que a partir deentonces se refirieran a él con elseudónimo «Voral». Convinieron conél en abrirle una cuenta en Suiza,adonde le enviarían los fondos en losucesivo, para el caso de que tuvieraque abandonar Alemania.

Mientras Voral estuvo en Pragaen agosto de 1938, se veríafrecuentemente con los checos en

cafés y restaurantes. Según aseguróuno de sus interlocutores, el alemánles dijo en una ocasión: «¿Qué quieresaber de Alemania? Aquello es unfeudo de los uniformes negros, y losodio a muerte». Aunque los checostrataron de que les explicase losmotivos de ese intenso odio quesentía hacia los nazis, no se lo quisoexplicar.

UN VIAJE ARRIESGADO Voral compareció de nuevo en Praga

a principios de septiembre de 1938.Esta vez se reunió con los checos enun hotel. Traía muestras del másreciente explosivo germano, que susinterlocutores remitirían a loslaboratorios de las fuerzas aéreaschecas para su investigación. Pero lomás importante era la información deque no pasaría mucho tiempo antesde que Alemania se apoderase deChecoslovaquia, tal como habíasucedido en marzo del año anteriorcon Austria, anexionada por el Reichalemán.

Ante la previsión de que los

agentes checos tuvieran queabandonar tarde o temprano el país,A-54 les dijo que deseaba aprender amanejar un transmisor, a fin de poderenviarles los mensajes allá a dondetuvieran que huir. Aunque los checosayudaron al alemán a familiarizarsecon el transmisor, este nunca llegaríaa utilizarlo personalmente, puestoque le resultaría mucho más sencilloenviar los mensajes por medio de losaparatos que quedarían en manos dela resistencia checa.

Tras permanecer unos días enPraga, Voral pidió a los checos que

lo llevasen hasta Vejprty, desdedonde podría pasar durante la nochea territorio germano. Así, en la tardedel 12 de septiembre, los agenteschecos emprendieron con él elcamino a la frontera germana. Pero latensión en la región de los Sudetes,teledirigida desde Berlín, acababa deestallar. Hitler había empleado lamisma táctica el año anterior enAustria; antes de que sus tropasentrasen en su país natal, los nazishabían llevado a cabo una intensacampaña de desestabilización,incluyendo el asesinato de su

canciller en 1934. ConChecoslovaquia emplearía la mismaestratagema. Las denuncias desupuestos excesos cometidos por lapoblación checa de los Sudetescontra la población de origengermano estarían a la orden del día,creando el caldo de cultivo necesariopara la intervención.

Así, el discurso que habíapronunciado el f ühre r unos díasantes en Núremberg con motivo delcongreso anual del partido, en el quereclamó la inmediata anexión para elReich de ese territorio checo

amparándose en el origen alemán desus habitantes, no tardaría en dar susfrutos. Aquella misma tarde, lospartidarios más radicales de pasar aformar parte de Alemania lanzaronuna campaña de terror en toda laregión contra la población de origencheco, lo que llevó al Gobierno dePraga a proclamar urgentemente laley marcial en el territorio de losSudetes.

El viaje estaba siendo tanarriesgado como hacía prever lagravedad de la situación. Alatravesar el territorio de los Sudetes,

contemplaban cómo las calles de lospueblos por los que iban pasandoestaban atestadas de fanáticosseguidores de Konrad Heinlein, ellíder nazi en esta región. De pronto, yya en plena noche, los checos sevieron rodeados por una quincena dehombres empuñando fusiles; uno deellos efectuó varios disparos al aire.Los checos quitaron el seguro de laspistolas en sus fundas y esperaron,con el ánimo tenso, a ver lo queocurría.

Afortunadamente para losmiembros del servicio secreto checo,

Voral se decidió a resolver la tensasituación; el alemán se apeó delvehículo y gritó algo a los exaltadosen un enérgico alemán. Habló conuno del grupo, en voz baja y durantevarios minutos, y regresó al vehículodiciendo a los checos que podíanseguir adelante. Cuando pasaron, lapatrulla les saludó militarmente.

Llegaron a Vejprty sin máscontratiempos. Allí se despidieronde A-54, quien les proporcionó elsanto y seña que les debía permitirvolver a Praga sin dificultad: LangerM a x . Los agentes checos tuvieron

que recurrir a esta contraseña envarias ocasiones; el conductor, delejos para evitar alguna incómodacomprobación, gritaba Langer Max,e inmediatamente les dejaban el pasolibre, siendo saludados con vivasmuestras de júbilo.

LA TRAICIÓN DE MÚNICH A partir de entonces, losacontecimientos se precipitarían paraChecoslovaquia, en el sentido quehabía anunciado A-54. Temiendo que

los graves incidentes producidos enla región de los Sudetes, atizadosindisimuladamente por Alemania,fueran el preludio de una invasiónmilitar, el pequeño paíscentroeuropeo acudió a Francia yGran Bretaña para pedir auxilio antelas amenazas germanas. Sin embargo,en lugar de garantizar suindependencia, franceses y británicosintentaron convencer a los checospara que realizasen concesiones aHitler, a fin de evitar una escalada detensión en Europa que pudieradesembocar en una nueva

conflagración; pero el Gobierno dePraga no estaba dispuesto aclaudicar. Las potencias occidentalescomprendieron que Hitler estabadecidido a llegar a la guerra paraobtener su propósito, por lo quefinalmente convinieron en reunirsecon el dictador alemán.

En la noche del 29 al 30 deseptiembre de 1938, en Múnich, laspotencias democráticas cedieronentregar a Hitler la región de losSudetes, mientras que al presidentecheco, Edvard Benes, se le impedíaestar presente en la sala de

negociaciones. El 1 de octubre, lastropas alemanas irrumpirían en eseterritorio, incorporándolo al Reich.Benes dimitió y emprendió el caminodel exilio.

Checoslovaquia había sidotraicionada por las potenciasoccidentales. Pero la ignominia nohabía terminado. Voral habíapronosticado a sus interlocutoreschecos que su país caería en manosde Alemania en poco tiempo. En esosmomentos, sólo la región de losSudetes había sido anexionada, peroel resto del país estaba condenado a

caer en manos de Hitler como unafruta madura.

Edvard Benes, presidentechecoslovaco entre los años 1935 y1948, salvo entre 1938 y 1945, quepermaneció en el exilio debido a la

ocupación alemana.

Voral solicitó una entrevistapara finales de febrero de 1939, quetendría lugar en la localidad deTurnov. Allí, y sin demasiadospreámbulos, el alemán les espetó:«En Berlín se ha tomado la decisiónfinal. El 15 de marzo, a más tardar,Checoslovaquia habrá dejado deexistir».

Ante esta contundenterevelación, los agentes checos sequedaron atónitos. Coincidiendo confranceses y británicos, los checoscreían que las reclamacionesterritoriales de Hitler enChecoslovaquia se habían vistosatisfechas con la anexión de losSudetes. No existía ninguna razónpara que Alemania se apoderase delresto del país. Aunque estabanseguros de que el alemán decía laverdad, se resistían a creer esaterrible predicción. Pero, conformeVoral les fue proporcionando

detalles de los preparativos que seestaban llevando a cabo en Alemaniapara la ocupación militar delterritorio checo, no les quedóninguna duda sobre el terrible einevitable futuro que le esperaba a supaís.

El coronel Moravec se apresuróa informar a su Gobierno de lasalarmantes revelaciones que habíanobtenido. El paso de los días no hizomás que confirmar las informacionesproporcionadas por A-54. Laspresiones del Gobierno de Berlínsobre el de Praga irían en aumento,

mientras que franceses y británicosparecían dar a Checoslovaquia pordesahuciada. Mientras tanto, losagentes checos procedían a salvarlos documentos más importantes, afin de que todo estuviese listo antesdel 15 de marzo. El coronel Moravecvisitó al embajador británico paratratar con él la cuestión del trasladode sus documentos secretos, quesería efectuado por un agente delservicio secreto inglés. El materialse reuniría en una villa de Praga,para ser recogido por un camión dela embajada británica. También se

dispuso lo necesario para el viaje deMoravec y sus hombres a Londrespor vía aérea.

El 14 de marzo de 1939, losdirigentes del servicio secreto checose dirigieron al aeropuerto de Praga.Allí tomaron un vuelo especial de lacompañía holandesa KLM rumbo a lacapital británica. Además delequipaje personal llevaban variospaquetes sellados que contenían losdocumentos más importantes, entrelos que se encontraban los facilitadospor A-54. Algunos de los agenteshuidos recalaron en Holanda, donde

los checos tenían organizada unapequeña red de informantes, y otrosen París.

Los cuatro representantes de GranBretaña, Francia, Alemania e Italia—Chamberlain, Daladier, Hitler y

Mussolini, con Ciano a su izquierda— decidieron en Múnich el futuro deChecoslovaquia sin contar con ella.

Los checos pagarían lasconsecuencias de esa traición.

El 15 de marzo de 1939, a las

seis de la madrugada, las tropasalemanas invadieronChecoslovaquia, ante la pasividad delas potencias occidentales. Lamadrugada anterior, el entoncespresidente checo Emil Hácha habíaestado negociando con Hitler enBerlín; ante la amenaza del führer de

bombardear Praga si este no serendía, el líder checo acabóclaudicando. Los acuerdosalcanzados en Múnich ya no eran másque papel mojado. A las siete de latarde del día siguiente a la invasión,Hitler hacía su entrada triunfal enPraga, bajo una fuerte nevada, ytomaba posesión del castillo quedomina la capital. El generalBlaskowitz, comandante de lasfuerzas de ocupación, estableció eltoque de queda a partir de las ochode la tarde y ordenó el cierre detodos los cines, teatros, cafés y

restaurantes.El país fue desmembrado. Un

día antes de la invasión alemana,Eslovaquia se había declaradoindependiente bajo la presidencia deJosef Tiso, quien mantenía plenasintonía con Berlín. Además, paraborrar cualquier rastro depersonalidad propia, Checoslovaquiaperdió su nombre para pasar aconvertirse oficialmente en elProtectorado de Bohemia y Moravia,tal como quedó referido en elcapítulo dedicado al asesinato deReinhard Heydrich. El ominoso

pronóstico lanzado por Voral seismeses antes se había cumplido al piede la letra; Checoslovaquia habíadejado de existir.

CHECOSLOVAQUIA,OCUPADA El Protectorado de Bohemia yMoravia sería colocado bajo lasupervisión de un Reichsprotektor,cargo desempeñado por Konstantinvon Neurath. Los ocupantescomenzaron a sentar las bases de la

nueva organización del país. EmilHácha permanecería nominalmentecon el cargo de jefe de Estado, bajoel nombre de presidente de Estado.Pero el funcionamiento del paísquedaría bajo control germano; alfrente de los ministerios se colocaríaa alemanes del Reich y los cargosadministrativos serían confiados achecos de origen alemán, mientrasque la policía quedaría en manos dela Gestapo.

El pequeño país centroeuropeose adentraba así en una negra etapade la que tardaría seis años en salir.

Mientras las calles de Praga veíanproliferar las esvásticas y sushabitantes se disponían a adaptarse ala nueva situación, un alemán, eldoctor Paul Steinberg, se hospedabaen un céntrico hotel de la capital. Apesar de que en sus documentosfiguraba como Steinberg, se hacíallamar doctor Holm y tenía suresidencia oficial en la llamada«casa de cristal», la sede delAbwehr en la capital checa. Peroeste misterioso personaje eraconocido por otros sobrenombres,como A-54 o Voral... En efecto, el

doctor Holm o Steinberg no era otroque el enigmático alemán que habíaproporcionado información tanvaliosa a los checos antes de serinvadidos por las tropas de Hitler.

En el mes de mayo de 1939, eldoctor Holm se dispuso a buscarvivienda. La encontró al norte de laciudad, en una tranquila zonaresidencial. El dueño de la plantabaja que alquiló lo recordaría mástarde como un hombre «muyagradable, obsequioso y cortés»,aunque nunca logró averiguar quiénera en realidad ni en qué se ocupaba.

Su casero recordaba también queutilizaba dos coches oficiales, uno deellos con chófer, y que a menudotenía visitas, en especial señoras. Apesar de que era alemán, considerabaque era «un verdadero amigo de loschecos».

Mientras tanto, un grupo deagentes checos se había establecidoen La Haya. Allí actuarían bajo latapadera de una firma de exportaciónde carbones. Las actividades de losagentes checos exiliados secoordinaban en una tienda deantigüedades situada en el centro de

la ciudad. A esa dirección, que habíasido comunicada a A-54 para estarasí en contacto permanente, llegó unapostal de su contacto alemán; en ellales decía que había obtenido unarepresentación comercial en Praga.Los checos se alegraron al conocerla noticia, ya que, además de lasnoticias de carácter militar, lespodría transmitir informes de lascondiciones de vida en el interior delpaís.

En una nueva postal enviadadesde Praga, A-54 les anunció supróxima llegada a La Haya. La

entrevista, que discurriría por loscauces cordiales de las reunionesanteriores, tendría lugar en la tiendade antigüedades el 3 de junio; enella, el agente germano no lescomunicó ninguna noticia de alcance.En cambio, en una nueva entrevistaque tendría lugar a primeros deagosto, A-54 sí que pudo revelarlesuna información de importanciatrascendental: Alemania se estabapreparando para invadir Polonia enbreve.

Edificio que albergó el cuartelgeneral de la Gestapo en Praga. Los

sabuesos de Himmler seguían decerca la pista de «A-54».

ESTALLA LA GUERRA Tras engullir Checoslovaquia,Polonia se había convertido en elsiguiente objetivo de la voracidad deHitler. La nueva reclamacióngermana era el pasillo de Danzig,que había pasado a manos polacastras la Primera Guerra Mundial parapermitirles la salida al mar, pero querompía la continuidad del territorioalemán. Sin embargo en este caso lospolacos no estaban dispuestos aceder ante la presión germana comohabían hecho los checos y además

habían obtenido una garantía deayuda de las potencias occidentales.

Durante el verano de 1939, pesea que soplaban vientos de guerra enEuropa, eran pocos los que pensabanque Hitler fuera a lanzar a su país auna guerra contra Francia y GranBretaña. Pero las predicciones de A-54 se cumplieron de nuevo;ignorando las garantías dadas aPolonia, Hitler ordenó la invasión.La guerra había comenzado.

Los agentes del servicio secretocheco en Londres continuaronrecibiendo las informaciones de A-

54, aunque por seguridad estedecidió cambiar nuevamente deseudónimo; dejó de utilizar el deVoral para pasar a ser Franta. Pararecibir comunicaciones de loschecos, en las que los párrafosimportantes estaban escritos con unatinta invisible especial, Franta lesproporcionó la dirección de unaamiga de confianza que tenía enPraga.

A finales de abril de 1940, loschecos destinados en La Hayarecibieron de Franta un telegramaurgente, en el que les informaba que

Holanda iba a ser invadida el 10 demayo de 1940, a la vez que Bélgica yFrancia. Ante el inmaculado historialde aciertos del alemán, los checos nodudaron un momento en comenzar ahacer los preparativos paratrasladarse a Londres.

Mientras, los agentes que sehabían refugiado en París recibieronde Franta un mensaje radiado,transmitido por un hombre deconfianza en Suiza, en el que lesindicaba con todo detalle la ofensivaque los alemanes pensaban llevar acabo contra el país galo. Los agentes

checos dieron cuenta inmediatamentea los representantes en París delGobierno checo en el exilio. Estos sepusieron muy nerviosos ante latrascendencia extraordinaria quetenían esas informaciones, pero alfinal decidieron comunicarlas alEstado Mayor francés. Sin embargo,los franceses se mostraron muyescépticos sobre la autenticidad delinforme, creyéndolo falso.

En cuanto las informaciones queanunciaban el comienzo de laofensiva occidental llegaron aLondres, los checos, en lugar de ser

felicitados por haber obtenido esavaliosísima información, fueron encambio objeto de una severareprimenda; los británicos semolestaron con ellos por haberadvertido en primer lugar a losfranceses.

Incomprensiblemente, nibritánicos ni franceses tomaron enserio las advertencias transmitidaspor A-54 a través de los agenteschecos. Pero todo ocurriría tal comohabía anunciado el alemán. El 10 demayo de 1940 la Wehrmacht atacósimultáneamente en Holanda, Bélgica

y Luxemburgo. Franceses ybritánicos acudieron a defenderBélgica, pero nada pudieron hacerante la arrolladora Blitzkriegdesplegada por las tropas germanas.El 22 de junio, Francia firmó elarmisticio.

Tan sólo Gran Bretañacontinuaba desafiando el poderomnímodo de la Alemania nazi.Hitler lanzó contra los británicos unaofensiva aérea que debía ser elpreludio de una invasión, laOperación León Marino. Gracias alas comunicaciones enviadas por

Franta, los checos pudieron conocerla cancelación de los planes dedesembarco. A pesar de lasevidencias de que A-54 era unafuente fiable, los británicos siguieronsin confiar en sus informaciones.

El 19 de diciembre de 1940llegaría a manos de los serviciossecretos checos en Londres unanueva revelación de gran calado;Franta les comunicaba que Alemaniainvadiría la Unión Soviética en lasegunda quincena de mayo de 1941.Esa noticia la recibieron al díasiguiente de que Hitler firmase la

Instrucción número 21, por la que seestablecían los términos en los quese llevaría a cabo esa invasión, quehabía recibido el nombre deOperación Barbarroja, y queseñalaba el 15 de mayo como lafecha en la que debían estar listos lospreparativos. Así, los agentes checospudieron leer el contenido de esainstrucción, en cuyo encabezamientofiguraba clasificada como «máximosecreto», antes que muchos generalesalemanes.

Transcurridos algunos díasdespués de esa trascendental

información, los checosrecomendaron a A-54 que cambiaranuevamente su seudónimo pormotivos de seguridad; a partir deentonces, dejó de ser Franta parapasar a llamarse René.

Como venía siendo habitual, lasprevisiones adelantadas por el«garganta profunda» alemán seacabarían cumpliendo. Alemania selanzaría a la invasión de la UniónSoviética, aunque los plazosapuntados en la Instrucción número21 se verían alargados debido a laimprevista campaña que Hitler debió

acometer en los Balcanes destinada aasegurar el frente mediterráneo trasla inoportuna invasión italiana deGrecia lanzada por su aliadoMussolini.

Al final, Barbarroja se puso enmarcha el 22 de junio, asumiendoHitler el riesgo de que las tropasgermanas se vieran atrapadas en elcrudo invierno ruso antes de llegar aMoscú. Durante el verano de 1941,l os panzer avanzarían imparables através de las estepas rusas, mientrascentenares de miles de soldadossoviéticos eran capturados en

gigantescas maniobras envolventes.La posibilidad de que la resistenciadel Ejército Rojo se desplomasecomo un castillo de naipes era cadadía más plausible.

LOS TRES REYES Mientras la colosal invasión de laUnión Soviética estaba desatada conla vista puesta en Moscú, y losvictoriosos partes de guerra nodejaban de llegar al cuartel generalde Hitler, la Gestapo no permanecía

inactiva en el «patio trasero» deAlemania. Los hombres de Himmlerseguían la pista de cerca a un grupode resistentes checos que actuabanbajo el liderazgo de VaclavMoravek10. Este grupo era conocidocomo Tri Kalove (Los Tres Reyes),ya que al principio había estadodirigido por tres hombres: JosefMasin, Josef Balaban y el propioMoravek.

Vaclav Moravek, perteneciente a laresistencia antinazi checa y líder de

Los Tres Reyes.

Las acciones de Los Tres Reyesno se habían limitado al territoriocheco, lo que les hacía especialmentepeligrosos para el régimen; en enerode 1941 habían conseguido hacerestallar dos pequeños artefactosexplosivos en Berlín, uno en elMinisterio del Aire y otro en uncuartel de la policía. Al messiguiente, también en la capitalgermana, los resistentes checos

habían intentado eliminar a ReinhardHeydrich, entonces jefe del Serviciode Seguridad del Reich, mediante unatentado con bomba en la estación deferrocarril de Anhalt, pero el tren enel que viajaba Heydrich llegó conretraso, desbaratando la operación.La Gestapo se empleó a fondo paradesarticular el grupo; en abrildetuvieron a Balaban y en mayo aMasin. Moravek quedaba así alfrente de Los Tres Reyes.

René, que a través de un amigoque trabajaba en la sede de laGestapo en Praga estaba al corriente

de las pesquisas, advirtió a losagentes checos de que la Gestapo yaconocía la casa en donde estos teníaninstalada la emisora. A partir deentonces, los resistentes transmitiríanlos mensajes desde un lugar diferentecada vez. Hasta que el 3 de octubresucedió lo inevitable: la emisora fuedescubierta y capturada, junto conlos agentes que se encontraban allí enese momento, aunque no lograrondetener a Moravek. En esa operaciónlos alemanes se apoderaron de losinformes aportados por René.

Una vez descifrado el material,

la Gestapo tuvo la seguridad de algoque había venido suponiendo desdemucho tiempo atrás: que un altofuncionario alemán trabajaba para laresistencia checa, facilitándoleinformes secretos de gran valor.Heydrich, el nuevo Reichsprotektor,se ocupó personalmente del caso,ordenando que se formara unacomisión especial para que tratara dedesenmascarar al traidor. El caso fuedeclarado «secreto oficial».

A-54, DESCUBIERTO

Unos días más tarde de ladesarticulación del grupo de LosTres Reyes se supo, gracias a laconfesión de dos agentes detenidosen la operación, que A-54 era un altofuncionario germano residente elalgún lugar del norte de Praga.Revisados los archivos, se descubrióque el doctor Holm vivía en esazona. Pero, tal como ha sido referido,aunque en su documentación figurabacomo Paul Steinberg, no era esetampoco su auténtico nombre. Setrataba en realidad de Paul Thümmel.

Paul Thümmel tenía entoncestreinta y nueve años. Había nacido enNeuhausen. De oficio panadero, fuecofundador en 1927 del grupo localdel Partido Nazi. Con motivo de lafundación de ese grupo comenzó suactuación política el futuro jefe delas SS, Heinrich Himmler, entoncesun simple avicultor, quien durante suestancia en Neuhausen se alojó encasa de Thümmel.

Tras el ascenso de los nazis alpoder, Himmler, en su calidad deReichsführer de las SS, demostró aThümmel su gratitud por los

servicios prestados y suinquebrantable adhesiónproporcionándole un puesto en elAbwehr del almirante Canaris enDresde. Thümmel no tardó enconvertirse en el hombre deconfianza del Abwehr en «LaFlorencia del Elba». El hecho deestar en posesión de un número deafiliación al Partido Nazi tan bajocomo el 61.574, así como de laMedalla de Oro del Partido, y sobretodo la recomendación personal deHimmler le hacían inmune acualquier sospecha que pudiera

recaer sobre él.Aunque es de imaginar que

Thümmel se vio decepcionado porsus correligionarios al constatar elbrutal régimen totalitario bajo el queAlemania había quedado sometida,se supone que fueron dificultadesmonetarias las que, a principios defebrero de 1936, le obligaron a tomarun tren nocturno, cruzar la fronteracheca y echar en el primer buzónaquella carta dirigida al Ministeriode la Guerra checo.

Thümmel fue detenido por laGestapo el 13 de octubre de 1941.

Para intentar salvar el pellejo,durante el interrogatorio dijo estaractuando como agente doble;justificó sus actividades en el senode la resistencia checa y loscontactos con el servicio secreto delpaís, asegurando que obedecían aque preparaba el golpe definitivocontra ella, pero que aún precisabade algún tiempo más para concluir sutarea.

Finalmente, aparentando haberquedado convencidos de su doblejuego, los agentes de la Gestapopusieron a Thümmel en libertad el 2

de marzo de 1942 bajo «palabra dehonor», aunque a partir de esemomento sería sometido a unaestrecha vigilancia. La Gestapo nodudaba de que intentaría concertaruna nueva entrevista con los agenteschecos y optaron por esperar a quecayesen en la trampa.

Sin embargo, A-54 conocía desobra el proceder de la Gestapo, asíque no se reunió abiertamente con loschecos. La estrecha vigilancia incluíael que un agente de la Gestapodurmiese todas las noches en el salónde su casa. Pero Thümmel se retiraba

a dormir siempre muy tarde; elguardián, fatigado, se quedabadormido, y no se percataba de queThümmel salía a la calle por laventana de su habitación parareunirse regularmente con VaclavMoravek, el líder de Los Tres Reyes.De este modo, los agentes checospudieron seguir enviando a Londresla información suministrada por A-54. En una de sus comunicacionespor radio, los agentes propusieron asus compatriotas en Londres que seintentase salvar a A-54, rescatándolomediante un avión.

Pero la paciencia de la Gestapose acabó a finales de ese mes demarzo al ver que Thümmel no caía enla trampa y que, por tanto, no podíancapturar al escurridizo Moravek.Así, le dieron un ultimátum; debíaconseguir que el jefe de los TriKalove acudiese a su domicilio, endonde sería detenido. Thümmel salióen busca de Moravek mientras en sucasa esperaban varios agentes de laGestapo; pero regresó sin el checo,lo que provocó que fueradefinitivamente arrestado.

Tras un duro interrogatorio,

Thümmel confesó que se había citadocon Moravek para el día siguiente.Al lugar de reunión acudieron, a lahora convenida, los esbirros deHeydrich. Moravek se presentó, perono fue capturado vivo; abrió fuegocontra los hombres de la Gestapo ypor último se quitó la vida. El checollevaba consigo las fotografías devarios paracaidistas, queseguramente iba a entregar a A-54para que les proporcionasedocumentación falsa.

SU ÚLTIMO NOMBRE El 16 de mayo de 1942, Heydrichescribió al jefe de la Cancillería delPartido Nazi, Martin Bormann, unacarta en la que le daba cuenta de ladetención de Thümmel por traidor,señalando su bajo número deafiliado, así como la Medalla deHonor del partido que poseía.Heydrich explicaba a Bormann en lamisiva que el detenido habíaconfesado que desde 1934 habíavenido trabajando para los serviciossecretos checo y británico, y que

había percibido unos cuarenta milmarcos por sus informaciones.

Bormann le respondería enestos términos:

Apreciado camaradaHeydrich: A su carta del 16 demayo contesto que Thümmel hasido expulsado del partido. Noes necesario que se informe deello al interesado ni a la jefaturade Sajonia. ¡Heil Hitler!

La madre de Thümmel, que era

panadera en Neuhasen, escribió al

jefe de las SS, Heinrich Himmler,pidiendo clemencia para su vástago,quien permanecía encerrado en unacelda del cuartel general de laGestapo en Praga. Himmler lecontestó el 12 de septiembre de1944:

Estimada señora Thümmel:He recibido su carta del 25 deagosto de 1944 relativa a suhijo Paul, y lamento no podercorresponder a sus deseos. Suhijo deberá comparecer ante untribunal militar, acusado de alta

traición, tan pronto como seconcluyan las oportunasaveriguaciones. ¡Heil Hitler!

Paul Thümmel no sería llevado

ante ningún tribunal, ni las pesquisascontinuarían hasta el final. Se suponeque las SS organizaban un procesocontra Canaris y su servicio secretomilitar: Thümmel se ofreció paradeclarar en calidad de testigo, conobjeto de salvar su vida. Mas, paraevitar que el Abwehr interviniera ensu defensa, las SS lo harían«desaparecer» bajo otro nombre

falso, aunque en este caso impuesto yno escogido por él: Toman. Ese seríasu último nombre; hasta entonces,además de los que aquí se hanreferido, había utilizado los deJochen, Raab, Wedel, Frantisek,«Oso» e incluso Eva.

Así, Thümmel fue trasladadodesde la sede de la Gestapo a lapequeña fortaleza de Terezin, endonde ingresó como el «comandanteholandés Peter Toman, ex agregadomilitar en Praga». Ninguno de suscompañeros de prisión le oyó hablarholandés, sino en alemán con acento

sajón. Por otra parte, las autoridadesholandesas confirmaron que nuncahabía existido un agregado militarllamado Toman.

Paul Thümmel fue ejecutado el20 de abril de 1945, coincidiendocon el último cumpleaños de Hitler,y a punto de acabar ya la SegundaGuerra Mundial. El destino habíasido especialmente cruel con estehombre que, haciendo gala de unvalor extraordinario, intentó ponerfin a los atropellos nazis en Europa,sin conseguirlo. Si los aliadoshubieran confiado en sus valiosos y

detallados informes, a buen seguro elTercer Reich hubiera sido derrotadomucho antes y, sin duda, hubierarecibido el reconocimiento quemereció por su valentía pararebelarse ante el despótico régimende Hitler.

10No confundir con el anteriormentecitado Frantisek Moravec, quien seencontraba en Londres como jefe delos servicios secretos del Gobiernocheco en el exilio.

Capítulo 11«El hombre que salvóLondres»

Michel Hollard era un bajito perofornido francés, ingeniero deprofesión, casado y con tres hijos.Hasta el estallido de la SegundaGuerra Mundial, era un hombresencillo, empleado en una empresade construcciones. No obstante, pesea su apacible y rutinaria vida,Hollard era un hombre valeroso y

dispuesto a todo por defender supaís. Eso ya lo había demostradodurante la Primera Guerra Mundial;entonces, en cuanto cumplió losdieciocho años, se marchó de casapara alistarse en el Ejército galo ycontribuir así a la lucha contra losalemanes. Su valentía en el campo debatalla le supondría ser condecoradocon la Croix de Guerre.

En septiembre de 1939, aldeclarar Francia la guerra aAlemania tras la invasión de Polonia,Hollard intentó alistarse otra vez,pero en esta ocasión fue rechazado,

al ser considerado demasiado viejo asus cuarenta y un años para empuñarun fusil. Para colaborar con elesfuerzo de guerra francés, se tuvoque conformar con entrar a trabajaren una fábrica de armamento. Al añosiguiente, las tropas germanasvolverían a invadir Francia, aunqueen este caso sí que lograrían tomarParís. Cuando los alemanes entraronen la capital gala, su empresa se vioforzada a trabajar para los ocupantes.Pero Hollard no quiso prestarse acolaborar con los alemanes yrenunció a su empleo en esa fábrica.

El francés Michel Hollard decidiócombatir él solo a los ocupantes

alemanes. Su heroica laborobtendría sus frutos.

Dando ese paso, aquel francés

de corta estatura pero grandesarrestos demostraba que no estabadispuesto a colaborar con losalemanes, como decidió hacer lamayor parte de la poblaciónfrancesa, que se mostró máspragmática que él. Pero su gesto noquedaría ahí; en ese momentoHollard decidió luchar en la medida

de sus posibilidades para que un díaaquel ejército invasor fueraexpulsado de su país. En esemomento no podía imaginarlo, perosu aportación a la victoria aliadasería muy valiosa. Aunque no se lepudiera pasar entonces por la cabeza,iba a conseguir que el nombre deMichel Hollard quedase grabado conletras de oro en la historia de laSegunda Guerra Mundial y, además,se le acabase reconociendo como«El hombre que salvó Londres».

Pero Hollard, en ese momentosin trabajo después de abandonar su

puesto en la fábrica armamento yajeno al brillante destino que leesperaba, debía centrarse encuestiones más perentorias, como erael buscar un nuevo empleo paramantener a su familia. Así, pocodespués encontró otro trabajo, eneste caso como agente de unfabricante de gasógeno, uncombustible gaseoso que erautilizado por los automóviles ante laescasez de gasolina y que procedíade la quema de madera. Aunqueentonces tampoco podía imaginarlo,ese trabajo le iba a resultar de

enorme utilidad para combatir a losalemanes.

Aun a costa de poner en riesgosu vida, Hollard decidió ponerse alservicio de la única nación que, trasla caída de Francia, resistía losembates de la intratable Alemania deHitler: Gran Bretaña. Para contactarcon las autoridades británicas noencontró otro modo que pasar a Suizay dirigirse allí a su representacióndiplomática. Así pues, intentó pasarsubrepticiamente al otro lado de lafrontera franco-suiza, sometida a unaintensa vigilancia. Fue detenido por

los alemanes en las inmediacionesdel límite entre ambos países, peroHollard logró convencerles de suinocencia, asegurando que estabalocalizando explotaciones de maderapara la fábrica de gasógeno en la quetrabajaba, algo que pudo demostrargracias a su documentación. Lasegunda vez que lo intentó, amparadoen la oscuridad de la noche, sí queconsiguió pasar al otro lado.

Una vez en Suiza, Hollard sedirigió a la embajada británica enBerna para ofrecer sus servicios a lacausa aliada; los ingleses aceptaron

su propuesta y, para ponerlo aprueba, le pidieron que, de vuelta aFrancia, se dedicase a identificarunidades de tropas alemanas yregistrar sus movimientos.

UNA RED DEINFORMADORES Hollard se consagraría a estaarriesgada labor por iniciativapropia. Nadie le pidió que sededicara al espionaje. Nadie leayudó tampoco a convertirse en

espía. No tenía radio, ni le llegabamaterial en paracaídas, ni poseía unsistema interno de mensajeros.Cuando tenía información quecomunicar, simplemente cruzaba lafrontera suiza para entregarla enmano a los británicos, algo que haríacon éxito en medio centenar deocasiones.

Durante los tres años siguientes,Hollard se dedicaría a recorrerconstantemente la Francia ocupada,sin despertar sospechas entre losalemanes gracias al pretexto de labúsqueda de madera para la fábrica.

Pero no desarrollaría esta labor solo;a lo largo de los meses logró reclutara un buen número de franceses paraque le ayudaran a recogerinformación, especialmenteempleados del ferrocarril, que eranlos primeros en advertir cualquiermovimiento de tropas. Pero tambiénse incorporaron a su red camioneros,obreros de fábricas de armamento osimples camareros que escuchabancon disimulo las conversaciones quelos soldados y oficiales alemanesmantenían en los cafés.

Con todos ellos formaría el

g r u p o Réseau Agir (‘Red deAcción’), cuyo número de integrantesaumentaría hasta llegar a los cientoveinte miembros.

La labor de informador en laFrancia ocupada era muy arriesgada;veinte miembros de la red seríancapturados, interrogados, torturadosy finalmente ejecutados por losalemanes. Otros resultaron heridosen las refriegas con las patrullasgermanas y algunos lograron fugarsetras ser detenidos. El propio Hollardtambién estuvo en alguna ocasiónmuy cerca de la muerte. Volviendo

una noche de Suiza, cometió laimprudencia de llevar un cigarrilloencendido; cuando una voz alemanale dio el alto, colocó en un árbol elcigarrillo y se tiró al suelo. Mientrasse alejaba de allí a rastras, el alemándisparó, incrustándose las balas en lacorteza del árbol.

Gracias a ese metódico trabajode observación, Hollard y suscolaboradores localizarían conexactitud aeródromos secretos ybaterías de costa, descubrirían unplan para establecer una base desubmarinos en Boulogne e

informarían sobre los movimientosde divisiones enteras por lageografía gala, además de otros datosque resultarían de gran valor para losaliados.

Pero si Hollard estabadispuesto a poner en riesgo su vida,lo que no deseaba en absoluto eraque su familia pudiera sufrir lasconsecuencias de su peligrosaactividad. Así, renuncióprácticamente a su vida familiar,manteniéndose alejado de su esposaYvonne y sus hijos Francine, Floriany Vincent, a quienes vería en

contadas ocasiones por temor a quepudieran sufrir algún daño por suculpa.

IMPORTANTEDESCUBRIMIENTO Como se ha indicado, Hollardproporcionaría regularmenteinformación valiosa a los británicosgracias a los informes que le hacíanllegar sus colaboradores. Pero lahazaña más destacada de Hollard,que llegaría a ser decisiva para la

suerte de la guerra, se originaría enagosto de 1943, en un café de Rouen.Un empleado de ferrocarriles dedicha ciudad, informante habitual deHollard, le escribió acerca de unaconversación que había escuchadocasualmente en ese establecimiento;dos contratistas de obras habíanestado hablando de una construcciónde gran envergadura que estabanlevantando los alemanes en secreto yen la que estaban empleandocantidades inusualmente grandes dehormigón.

El agente le sugirió la idea de

trasladarse a Rouen, para ver lascosas por sí mismo. Hollard acudióhasta allí, pero sus pesquisasiniciales no dieron resultado; estabaclaro que los alemanes estabanrealizando esos trabajos en medio degrandes medidas de seguridad, paraevitar que trascendiese suemplazamiento.

Pero Hollard era hombre derecursos, así que, vestido con untraje negro y mostrando una Biblia,visitó la oficina de empleo local,diciendo ir en representación de unainstitución protestante interesada en

el bienestar espiritual de lostrabajadores. Preguntó si había obrasde construcción de cierta importanciaen aquella zona, con un buen númerode obreros, y le dijeron que teníanconstancia de una en los alrededoresde Auffay, a unos treinta kilómetrosde Rouen, aunque desconocían enqué lugar exacto, ya que ellos noproporcionaban trabajadores paraaquella obra, al ser los alemanes losque se encargaban directamente deello, contratando personal en algúnotro lugar o recurriendo aprisioneros. Hollard ya disponía de

la información que precisaba; laañagaza había funcionado.

Hollard cambió entonces sudisfraz por un mono azul de trabajo ytomó el tren que llevaba hastaAuffay. En cuanto llegó a la estación,se dispuso a buscar el lugar en el quese estaban realizando las obras. Dela población salían cuatro carreteras;recorrió tres de ellas, pero noencontró nada. En la cuarta llegó a unpunto desde el que pudo advertir unaextensión despejada en donde varioscentenares de hombres estabantrabajando con hormigón,

dedicándose a levantaredificaciones.

El lugar estaba fuertementeprotegido por centinelas armados.Pero, amparado en su disfraz, elfrancés tomó una carretilla quealguien había abandonado y con todacalma penetró en el recinto. Loscentinelas, al verle con la carretilla yel mono azul, le tomaron por uno delos obreros que allí trabajaban y ledejaron pasar.

Una vez en el recinto, Hollardcomenzó a indagar sobre lanaturaleza de la obra. Al principio le

pareció que se trataba de un garajepara grandes camiones, pero decidióproseguir las investigaciones. Lostrabajadores no eran franceses; en sumayoría eran holandeses o polacos.Preguntó a uno de los obreros, y esteseñaló a un capataz, al queacompañaba un oficial alemán,invitándole a que le preguntase a él.Hollard esperó a que el oficial semarchase y después trató de sonsacaral capataz, con mucho tacto, lo queallí se estaba construyendo, peroeste, al que afortunadamente no lesorprendieron sus preguntas, no pudo

decirle nada valioso. Sin embargo, lereveló que en otros lugares seestaban levantando construccionesparecidas, lo que le resultaría muyútil a Hollard.

Entre lo que el francés pudoobservar sobre el terreno, lo que lesorprendió fue una pista de cementode unos cincuenta metros de longitud,parecida a las que se utilizan parapracticar saltos de esquí, que seguíael sentido marcado por un cabletenso pintado de azul. Hollard pensóque era importante conocer ladirección hacia la que apuntaba el

cable, por lo que comenzó a trabajarcon su brújula, procurando nodespertar sospechas. Así, comprobóque la pista estaba orientada endirección norte-sur; aquella mismanoche observaría con estupor sobreun mapa que la prolongación de lalínea pasaba exactamente por laciudad de Londres. También supoque en las obras se trabajaba lasveinticuatro horas del día, en tresturnos de obreros, lo que daba ideade la urgencia con la que losalemanes querían concluirlas. Unavez reunida toda esa información,

partió a Suiza para transmitírsela alos ingleses.

Así, Hollard atravesó lafrontera helvética para entregar a suscontactos británicos el informe de loque había visto cerca de Rouen.Cuando esas informaciones llegarona Londres, una gran inquietud seapoderó de los jefes aliados. Aunquedesconocían la finalidad de esaconstrucción, el hecho de queapuntase directamente a la capitalbritánica no podía augurar nadabueno. Los expertos dedujeron quepodía encontrarse en vías de

preparación una nueva campaña debombardeos sobre Londres, como laque había tenido lugar en el otoño einvierno de 1940, y que esasinstalaciones debían jugar algúnpapel en esa ofensiva, aunquereconocieron desconocer en quépodía consistir.

MÁS CONSTRUCCIONES Ante la amenaza latente que suponíaaquel elemento que apuntaba a lacapital británica, las autoridades

militares aliadas concedieronprioridad absoluta a lasinformaciones que pudiera aportarHollard sobre lo que se estabaconstruyendo en Auffay. Así pues, seordenó al francés abandonarcualquier otra labor de espionaje yconcentrar toda su atención en lamisteriosa construcción, así comocomprobar si, tal como habíaasegurado el capataz, los alemanesestaban levantando otras similares.

Hollard, a su regreso,emprendió un recorrido en bicicletapor el norte de Francia, junto a

cuatro de sus colaboradores, paralocalizar esas construcciones.Provistos de mapas y brújulas,Hollard y sus hombres emprendieronesa gira en busca de instalacionessimilares a la de Auffay, simulandodisfrutar de una excursión ciclistapara no despertar sospechas.

El grupo de Hollard fuepeinando las diversas comarcas enbusca de esas construcciones.Gracias a las informaciones que ibanrecogiendo en sus conversacionescon los lugareños, fuerondescubriéndolas una tras otra; en tres

semanas lograrían localizar más desesenta. Para mediados de noviembrede 1943 habían hallado cuarenta más,todas ellas en un corredor de cercade trescientos kilómetros de largo ycincuenta de ancho, paralelo a lacosta, y la mayoría de ellasapuntando a Londres, mientras queotras lo hacían a la ciudad de Bristol.

Hollard pasó a Suiza paraentregar esa reveladora informacióna los británicos. En los díassiguientes, la RAF efectuó susprimeros vuelos de reconocimientosobre los lugares indicados por

Hollard y se observó que sólo junto ala costa, entre la península deCotentin y el Paso de Calais, sealineaban un total de sesenta y nueve«rampas de esquí», como yadenominaban los británicos a estaspeculiares construcciones. Nadiesabía para qué pensaban usar losalemanes esas rampas, aunque temíanque pudieran usarse como puntos delanzamiento de una de las «armassecretas» que anunciaba lapropaganda nazi. La clave, como severá más adelante, se hallaba enPeenemünde, una base germana en la

costa del Báltico.

Insignia de la RAF. Los avionesbritánicos efectuaban vuelos de

reconocimiento sobre los puntosseñalados por Hollard y sus

hombres.

EL ROBO DEL PLANO En el espionaje la suerte desempeñaun papel no desdeñable y fueron unaserie de coincidencias las quecondujeron a Hollard al secretomejor guardado de Hitler. Uno de suscolaboradores habituales, queproporcionaba información del

aeródromo en el que trabajaba,persuadió a otro amigo, llamadoAndré, a ofrecerse a trabajar en unode los lugares donde se estabanlevantando las extrañasconstrucciones: Bois Carré. Unasemana después de ocupar su nuevopuesto en las oficinas, André hizollegar a Hollard bocetos de losplanos que habían pasado por susmanos. Este pidió entonces a Andréque obtuviese un calco del planomaestro.

En Bois Carré, el alemánencargado de los trabajos guardaba

el plano maestro en un bolsillointerior de su capote, el cual llevabapuesto incluso dentro de la oficina.La única vez que se lo quitaba erapuntualmente a las nueve de lamañana para ir al lavabo. Durantevarios días, André observó el tiempoque duraban las ausencias matinalesdel alemán, que duraban entre tres ycinco minutos. Teniendo esto encuenta, un día, cuando el alemán sequitó el capote, André entrófurtivamente en su despacho, sacó elplano maestro del bolsillo de sucapote y lo calcó rápidamente.

Cuando apenas cinco minutosdespués el alemán regresó a sudespacho, el plano ya se encontrabaen el bolsillo de su capote.

André tenía ya en su poder esavaliosísima información, pero nopodía ausentarse del campo parapoder hacérsela llegar a Hollard.Ante la importancia del documento, yla necesidad de entregársela aHollard lo más pronto posible, al díasiguiente André se decidió a ingerirun brebaje que el propio Hollard lehabía proporcionado, y queprovocaba los síntomas de una

afección digestiva aguda. Así, Andréacudió al médico alemán del campoquejándose de fuertes dolores deestómago. El doctor restóimportancia a esa indisposición y leconminó a reincorporarse al trabajo,pero cuando André, completamentepálido, comenzó a toser y vomitar, lefirmó un pase para que pudiera ir aParís a consultar a su médico.

Una vez en París, André yHollard empezaron a comparar elcalco del plano maestro con los otrosesquemas y bocetos que el RéseauA g i r había conseguido. Después

confrontaron sus dibujos conobservaciones hechas sobre elterreno. Fue una tarea enormementelaboriosa, pero finalmente llegaron acolocar en su sitio todas las piezasdel rompecabezas, confeccionandoun estudio completo y detallado deesas enigmáticas construcciones quelos alemanes ponían tanto empeño enque permanecieran secretas.

EL MOMENTO MÁSARRIESGADO

Unos días después de elaborar elinforme exhaustivo de lasedificaciones que los alemanesestaban levantando cerca de la costafrancesa, Hollard se dispuso a pasarnuevamente la frontera suiza paraentregarlo a los británicos. En estaocasión, llevaba a hombros un sacode patatas y un hacha en la mano.Según todas las apariencias, era unleñador, pero en el fondo del saco seescondían esos documentos de taninestimable valor.

Hollard avanzaba rápido perosin hacer ruido, evitando ser

descubierto por las patrullasalemanas que recorrían el bosque.Aunque el francés había cruzado yala frontera suiza en decenas deocasiones, ninguno de aquellosservicios podía compararse con elque en esta ocasión iba a realizar. Elfrancés llegó a las alambradas depúas que separaban a Francia deSuiza. Ya había echado el hacha y elsaco al otro lado cuando de pronto,sin que hubiera oído un solo ruido,sintió que una férrea tenaza leaprisionaba una rodilla; eran lasmandíbulas de un enorme perro

guardián.El can se mantenía firme

sujetándolo; Hollard, soportando eldolor, sabía que tenía que librarserápidamente del animal, ya que notardaría en llegar la patrullagermana. Sin embargo, el hacha quele hubiera sido tan útil en esemomento estaba al otro lado de lavalla. Sin dejarse llevar por elpánico, miró a su alrededor yencontró al alcance de la mano unalarga estaca. Consiguió introducirlahábilmente entre las mandíbulas delperro y, empujando con fuerza, se la

clavó en la garganta. Tras unossegundos, el animal se desplomómuerto, liberando la rodillaaprisionada.

Ignorando el dolor causado porla mordedura del perro, Hollardpudo deslizarse bajo la alambrada ypasar al lado helvético. Pero, cuandose disponía a recoger el saco quehabía lanzado con anterioridad, viodelante de él a un guardia suizoapuntando con el fusil. Pero noapuntaba al francés, sino a dossoldados alemanes que estaban apunto de disparar sobre Hollard. Los

alemanes bajaron sus fusiles y sealejaron, lamentando no haberllegado un minuto antes.

Cuando Hollard entregó losplanos en Berna, los británicos sedieron cuenta enseguida de latrascendencia de la información. Unavez enviado el informe por vía aéreaa Londres, llegó de la capital unlacónico telegrama que decía:«Recibido boletín sin novedad.Enhorabuena».

COMPLETANDO EL

ROMPECABEZAS Mientras Michel Hollard y sushombres investigaban la naturalezade aquellas singulares «pistas deesquí», muy lejos de allí, otrosvalientes polacos empleabanmétodos parecidos para tratar deaveriguar lo que estaba sucediendoen la base báltica de Peenemünde.Allí, infiltrados entre lostrabajadores de la base, miembrosdel servicio secreto polaco recogíaninformación sobre los proyectos quelos alemanes estaban desarrollando

en ese lugar. Todo hacía pensar queallí se estaban ensayando las «armassecretas» con las que Hitlerpretendía dar el vuelco a una guerracuyo desenlace parecía, cada vezmás, que iba a caer del lado de losaliados.

Esos informes, en forma dedescripciones, planos o fotografías,eran remitidos a Varsovia para seranalizados por expertos, y de allíeran enviados en microfilme a GranBretaña por mediación de un correo,vía Danzig y Suecia. Lasinformaciones llegaban finalmente a

la pequeña localidad deMedmenham, situada a unoscincuenta kilómetros al oeste deLondres. Allí, en una casa de campodel siglo xix, tenía su sede un equipoespecializado en la valoración de lasfotografías aéreas. Desde abril de1943, los especialistas deMedmenham tenían entre susprioridades descubrir lo quepudieran sobre los laboratorios ycampos de prueba de Peenemünde.Los datos obtenidos por los serviciossecretos polacos iban a ser deenorme utilidad para cotejar las

imágenes captadas por elreconocimiento aéreo.

Curiosamente, en esedepartamento trabajaban SarahChurchill, hija del primer ministrobritánico, y Peter Roosevelt, hijo delpresidente norteamericano, así comoConstance Babington-Smith, hija deldirector del Banco de Inglaterra. Lahija del banquero se convertiría enuna auténtica especialista a la horade analizar las fotografías dePeenemünde, siendo capaz dedescubrir detalles que pasabandesapercibidos a los demás. Así,

comparando imágenes tomadas condiferentes lapsos de tiempo,descubrió un aparato de poco más deseis metros de envergadura junto a uncobertizo. Esa característicacuadraba con las informaciones quellegaban desde el servicio secretopolaco de que los alemanes estabanconstruyendo un avión sin piloto paraenviarlo contra Inglaterra. Era labomba volante V-1.

El ojo sagaz de ConstanceBabington-Smith, a quien Churchillse dirigía con el apelativo cariñosode «Miss Peenemünde», descubriría

también en la costa del Báltico unasextrañas construcciones que no habíavisto nunca antes: unas rampasinclinadas con el extremo levantadocara al mar. Babington-Smithpreguntó a los especialistas quéopinaban sobre esas rampas, peronadie supo inferir su utilidad, por loque le respondieron que tendría algoque ver con las obras de ampliaciónde la base. Ante una explicación tanvaga, decidió buscar ella misma lafinalidad de esas construcciones;como había estudiado a conciencialos pequeños aviones no tripulados,

se planteó la posibilidad de que esasrampas sirvieran para sulanzamiento.

Una bomba volante V-1. Hitlerpretendía poner de rodillas a los

británicos lanzando miles de ellascontra Londres.

Inexplicablemente, las

informaciones recogidas por MichelHollard en Francia no llegaban a losespecialistas de Medmenham, lo quehubiera permitido descartar que, talcomo aseguraban desdeñosamentelos expertos, esas rampas fueransimples obras de ampliación de labase. Así, el 1 de diciembre de 1943,Babington-Smith acudió a susuperior, el comandante Kendall,para explicarle el misterioso asuntode las rampas del Báltico, así comola explicación que había ideado.

Kendall, que sí conocía los informesque hablaban de las rampas de esquíen la costa francesa, se tomó muy enserio la explicación apuntada.

Kendall entregó a laobservadora Babington-Smith unafotografía de la base de Peenemündetomada tres días antes; aunque la fotono era demasiado clara, ella pudodistinguir la presencia de variasrampas de lanzamiento, aunque lomás relevante era que en una de esasrampas se advertía la presencia deuno de los aviones sin piloto que ellahabía descubierto. La imagen era la

prueba irrefutable de que las rampasque se estaban construyendo en lacosta francesa estaban destinadas alanzar las bombas volantes. Losservicios de información y detecciónbritánicos se acababan de apuntar unvalioso tanto en su lucha contra lasarmas secretas alemanas. Como si deun rompecabezas se tratase,acababan de hacer encajar todas laspiezas; al fin sabían contra lo quehabían de luchar.

Pero el dato más inquietante eraque ya se habían observado enPeenemünde decenas de artefactos de

ese tipo cargados en camiones, loque daba a entender que ya se habíaprocedido a su fabricación en serie.Estaba claro que, en cuanto lasrampas emplazadas en la costafrancesa estuvieran listas para entraren funcionamiento, las V-1comenzarían a ser lanzadas sobreLondres.

Gracias a Michel Hollard yConstance Babington-Smith, losbritánicos podían tener ya la certezade que los alemanes planeaban lanzarbombas volantes contra Londres tanpronto como estuviera concluida la

construcción de las rampas. No seequivocaban; Hitler contaba coniniciar los lanzamientos de V-1contra Londres ese mismo mes dediciembre. El plan consistía endisparar diariamente una primeraandanada de trescientas bombasvolantes dos horas antes delamanecer y después dos o tresproyectiles cada hora, para mantenerla tensión en la capital británica. Almediodía, a modo de «saludo», sepreveía lanzar un centenar más de V-1. Con esta nueva ofensiva aéreacontra Londres, Hitler esperaba

conseguir lo que no había logrado en1940, poner de rodillas a losbritánicos.

OPERACIÓN CROSSBOW Una vez detectado el peligroinminente que amenazaba a Londres,el servicio de reconocimiento aéreointensificó su labor sobre las áreasen las que se estaban construyendolas rampas de lanzamiento, según losinformes remitidos por MichelHollard. Churchill ordenó el

bombardeo de esas instalaciones, unaacción que comenzaría tan sólo tresdías después de que «MissPeenemünde» descubriese que las«pistas de esquí» servían comorampas de lanzamiento para las V-1.

El mariscal Bottomley, jefe delEstado Mayor aéreo, facilitó elsiguiente informe el 14 de diciembrede 1943:

Los grandesemplazamientos del norte deFrancia, incluyendo los tresrecientemente atacados,

justifican la sospecha de queestán relacionados con losproyectiles de largo alcance.Uno de ellos está protegido porcincuenta y seis cañonespesados y setenta y seis ligeros.

Se acumulan las pruebas[continuaba informandoBottomley] de que losemplazamientos en forma derampas de esquí estándestinados al lanzamiento deaviones sin piloto. Elreconocimiento fotográfico haconfirmado la existencia de

sesenta y nueve de estasconstrucciones y se cree que, ala postre, el número total deberáaproximarse al centenar. Si semantiene el actual ritmo deconstrucción, veinte de dichasestructuras estarán terminadas acomienzos de 1944, y el resto,en febrero.

El bombardeo de las rampas

situadas cerca de la costa francesaestaba encuadrado en la OperaciónCrossbow, cuyo fin era destruir lacapacidad germana de ataque

mediante proyectiles de largoalcance. Esta vasta operación sedesarrollaría con diversos grados deintensidad entre agosto de 1943 ymarzo de 1945.

La operación aérea contra lasrampas señaladas en el mapa porHollard sería un éxito; en sólo cincosemanas, setenta y tres de ellasquedarían o bien totalmentedestruidas o tan dañadas que nopodrían ser ya utilizadas. Ladestrucción de la infraestructura delanzamiento de las V-1 provocaría unfuerte retraso en el inicio de los

ataques previstos contra Londres. Elgrandioso plan de Hitler para reducirla capital británica a un montón deescombros estaba comenzando ahacer aguas.

Los alemanes intentaron repararlas instalaciones, pero los continuosbombardeos convertían esa labor enun trabajo propio de Sísifo. A finalesde abril de 1944 se comprobó quelos alemanes no se tomaban lamolestia de reparar las instalacionesde lanzamiento dañadas por lasincursiones aliadas; aparentemente,Hitler había desistido de enviar sus

bombas volantes a martirizarLondres.

Escamado por estadesconcertante información,Churchill ordenó fotografíar denuevo desde el aire todo el norte deFrancia. Se descubrió entonces quelos alemanes habían desistido deemplear las grandes y macizasconstrucciones que los bombarderosaliados habían machacado aconciencia para instalar con gransigilo nuevas rampas, pero en estecaso más pequeñas y ligeras y, portanto, más fáciles de camuflar, lo que

hacía más complicado localizarlasdesde el aire.

Según los informes recogidospor la RAF, las rampas estaban biencamufladas y contaban con una fuerteprotección antiaérea. De todosmodos, el gran número de rampasdescubiertas hacía pensar quealgunas eran falsas, como así sucedíaen realidad. Los alemanes no sóloemplearon ese señuelo, sino quealgunas de las rampas atacadas porlos bombarderos no seríanaparentemente reparadas, cuando enrealidad habían vuelto a ser

operativas. Aunque en un primermomento los británicos no advertíanestas añagazas, el análisis exhaustivode las fotografías aéreas lespermitiría evitar las celadasgermanas.

Rampa móvil de lanzamiento para

bombas V-1, expuesta en el museode Duxford.

El propio Churchill se referiría

a este asunto asegurando: «Nuestrasatisfacción fue efímera, porquepronto se averiguó que el enemigoconstruía otros emplazamientosmucho menos complicados y mejordisimulados y, por lo tanto, másdifíciles de localizar y alcanzar. Detodos modos, en cuanto eranlocalizados, eran bombardeados.Muchos resultaron destruidos, perohubo unos cuarenta que continuaron

indemnes o sin descubrir. Fue desdeestos desde donde finalmentecomenzó el ataque de junio».

En efecto, así sería, y a partir dejunio de 1944 los alemanesemplearon las rampas que no habíansido destruidas por los bombardeosaliados para lanzar sus V-1 contraLondres. Pero el retraso con que esaofensiva entraría en acción iba amarcar de forma determinante suresultado.

LAS PRIMERAS BOMBAS

VOLANTES En marzo de 1944, en previsión deque la Operación Crosssbow nolograse destruir todas las rampas delanzamiento situadas en la costafrancesa, todo se hallaba dispuesto alotro lado del canal para recibir lasprimeras bombas volantes alemanas.Los británicos habían tenido tiempode reforzar las baterías antiaéreas dela costa del canal y establecer unabarrera formada por dos millares deglobos cautivos para proteger elcielo de Londres. Entre ambos

cinturones operarían los aviones decaza, tal como habían hecho durantela batalla de Inglaterra dirimida en1940.

El 13 de junio de 1944, pocodespués de las cuatro de lamadrugada, el centinela de unaestación observadora aérea delcondado de Kent, en el sur deInglaterra, escuchó un «fuerte ruido»y avistó enseguida un «minúsculoavión» de cuyo escape salían llamasanaranjadas. Ya era demasiado tardepara que las baterías antiaéreas o losaviones de caza pudiesen abatir tan

raro artefacto, que proseguíaimperturbable su trayecto, «rateandocomo un Ford de los más viejos,subiendo una cuesta empinada»,según la expresiva descripciónposterior del centinela. Minutosdespués, el avión sin piloto caía enSwanscombe, una pequeña ciudadque se hallaba a treinta y doskilómetros del blanco que se le habíaasignado: la emblemática Torre deLondres.

Pese a las medidas antiaéreastomadas con antelación, en losprimeros diez días de bombardeo

trescientas setenta bombas V-1lograrían alcanzar la capitalbritánica. Al poco tiempo seperfeccionó el sistema de protección,estableciendo que los cazas saliesenal encuentro de las bombas volantescuando estas atravesaban el Canal.El sistema defensivo resultantedemostró ser tan efectivo que de lasnoventa y siete bombas volanteslanzadas sobre Inglaterra en unajornada, tan sólo cuatro lograríanatravesar todas las barreras y llegara Londres. Por otra parte, millares delondinenses salvaron la vida gracias

a una peculiaridad técnica de las V-1: el formidable estruendo del motor,poco antes de iniciar el proyectil sucaída. A veces, bastaba el escasointervalo de silencio antes de laexplosión para encontrar el oportunorefugio en donde guarecerse.

La ofensiva de las V-1 contraLondres resultó un fracaso. Aunquese construyeron unas treinta mil,apenas se pudieron lanzar diez mil.De ellas, menos de dos milquinientas alcanzaron Londres. Losseis mil londinenses que perdieron lavida por estos artefactos hicieron que

el promedio de víctimas mortales porcada V-1 fuera de poco más de dospersonas. Estaba claro que, ante esaefectividad tan pobre, los británicosno iban a hincar la rodilla anteHitler.

Pero si el lanzamiento de lasbombas volantes se hubieracomenzado a producir en diciembrede 1943, tal como estaba previsto, elresultado hubiera podido ser muydiferente. En ese momento losalemanes disponían de todas susrampas de lanzamiento operativas,por lo que la cadencia de disparos

sobre Londres hubiera sido muchomayor. Además, con la invasiónaliada del continente todavía en lafase de planificación y con muchasdudas sobre el éxito de la operaciónde desembarco, una devastadoraofensiva aérea sobre la capitalbritánica hubiera podido alimentar laopción de alcanzar una paznegociada. Pero nada de elloocurriría; gracias a Michel Hollard,las rampas de lanzamiento de las V-1habían sido localizadas y puestas enel punto de mira de los bombarderosaliados.

El general norteamericanoDwight Eisenhower, comandantesupremo de las tropas aliadas en elfrente occidental, certificaría laenorme trascendencia de laaportación de Hollard a la victoriaaliada asegurando al respecto en suobra Cruzada en Europa:

Cabe dentro de lo posibleque si los alemanes hubieranlogrado perfeccionar y usar esasnuevas armas seis meses antesde cuando lo hicieron, nuestrainvasión de Europa habría

resultado sumamente difícil,acaso imposible.

HOLLARD, CONDECORADO Mientras tanto, ¿qué había ocurridocon el hombre que probablementehabía cambiado el curso de laguerra?

Tras la entrega en Berna de suexhaustivo informe sobre lasinstalaciones de lanzamiento de lasV-1 en Francia, los británicos

insistieron para que se quedase enSuiza. Hollard debía estar, sin duda,cansado de andar siempre oculto, devivir atemorizado cada minuto y deponer a su familia en peligro, por loque es muy probable que se sintiesetentado de aceptar la propuesta desus interlocutores. Pero Hollarddebió pensar también en suscolaboradores; en los jefes deestación que hacían listas demovimientos de trenes poniendo enriesgo sus vidas, en los hombres quese introducían en hangares yastilleros, en los que subían a los

campanarios para observar lasmaniobras de las unidadesalemanas... y decidió volver aFrancia a continuar con susacrificada labor.

Aunque Hollard tomabahabitualmente muchas precaucionespara evitar despertar sospechas, enuna ocasión, mientras se hallaba enuna taberna en compañía de tres desus colaboradores, uno de ellos semostraría más locuaz de lo queaconsejaba la prudencia. Así, alguiendio aviso a los alemanes, queprocedieron a detenerlos e

interrogarlos. De los tres agentesdetenidos, uno murió en un campo deconcentración y a los otros dos se lesacabó poniendo en libertad a los tresmeses. Hollard fue interrogado ytorturado, pero no reveló a losalemanes información alguna. Comono se le había encontrado ningunaprueba de complicidad no fuefusilado, pero fue enviado al campode concentración de Neuengamme.

Cuando la guerra iba tocando asu fin, los alemanes desalojaron elcampo y metieron a los presos enbodegas de buques que abandonaron

a la deriva en el mar del Norte,seguros de que los echarían a piquelos bombarderos aliados.Afortunadamente, Hollard, encerradocon otros centenares de hombres, fuerescatado junto a sus compañeros porla Cruz Roja sueca antes de que elbuque fuera atacado por la aviaciónaliada.

Hollard, en pésimo estadofísico a consecuencia de las torturassufridas durante su interrogatorio ysu estancia en el campo deconcentración, necesitaría seissemanas de cuidados en un hospital

para poder caminar con normalidad.La RAF envió un avión para

llevarlo a Londres, donde se le habíaconcedido la más alta condecoraciónmilitar que en Gran Bretaña se leotorga a un extranjero, la Orden deServicio Distinguido. Pero Hollardya iba entonces rumbo a su hogar,por lo que sería condecorado mástarde en la embajada británica enParís. El avión en que viajaba pasó apoca altura sobre Auffay, donde pudover una masa de vigas retorcidas yescombros; eran los restos delprimer emplazamiento de las V-1 que

había descubierto.De la aportación de Hollard a la

causa aliada, el teniente general sirBrian Horrocks dijo: «No cabe lamenor duda de que Hollard merecióla más alta condecoración al valor.Fue, realmente, el hombre que salvóLondres».

Capítulo 12Operación Most III: Cómoconseguir un cohete V-2

El 19 de septiembre de 1939, Hitlerhizo su entrada triunfal en Danzig, laciudad que le había servido depretexto para desencadenar el ataquea Polonia. En esa ciudad, el führerpronunció una alocución radiofónica,dirigida en parte a sus enemigos, enla que aseguró que «el mundo tendránoticias de un arma desconocida

todavía, gracias a la cual nopodremos ser atacados».

El discurso no sólo fueescuchado por millones de alemanessino que, tal como seguramentequería Hitler, el Gobierno británicodispuso de él en poco tiempo,captado y traducido por la BBC deLondres. La amenazadora frase deltriunfante dictador germano fue laque más atrajo la atención; elentonces primer ministro, NevilleChamberlain, ordenó al servicio deinteligencia que se pusiera a trabajarde inmediato con el objetivo de

establecer el tipo de arma secreta alque Hitler se había referido en sualocución.

El encargado de descubrir losplanes del führer sería el profesorReginald Victor Jones, que estaba alfrente del departamento científico delservicio de inteligencia delMinisterio del Aire, una sección quecontaba con apenas dos semanas deexistencia. La misión encomendadapor el premier británico reveló elgran desconocimiento que entoncestenían los servicios de inteligenciasobre lo que sucedía en Alemania en

el terreno de la ciencia y susaplicaciones bélicas. De hecho, hastael momento en el que Reginald Jonesfue nombrado director adjunto deinteligencia, ningún científico habíaparticipado en esas labores.

EL INFORME OSLO El profesor Jones contaría con unaextraordinaria herramienta paracalibrar los avances científicosgermanos: un informe surgido de lapropia Alemania que detallaba los

progresos que se habían alcanzado enese campo.

El camino por el que esosdocumentos habían llegado a manosaliadas había sido singular. El 4 denoviembre de 1939 se recibió unacarta anónima en la embajadabritánica en la capital noruega en laque el remitente proponía hacerlesllegar un informe sobre el verdaderodesarrollo científico alemán. Si losbritánicos estaban interesados, loúnico que debían hacer era modificarligeramente la introducción de lasemisiones de la BBC destinadas a

Alemania, cambiando la frase debienvenida; de este modo, haríansaber al autor de la carta que estabaninteresados en la información que élles podía aportar.

Así pues, la BBC modificó elanuncio de su emisión y al díasiguiente el misterioso remitente hizollegar a la embajada en Oslo unsobre con un documentomecanografiado de siete páginas. Elenvío incluía también el prototipo deun fusible. El agregado navalbritánico en Oslo se encargó deenviarlo a Londres extremando las

medidas de seguridad y finalmentellegó a la mesa del despacho deReginald Jones.

El documento aportaba unainestimable información sobre losúltimos avances alemanes en elterreno científico. Las revelacioneseran de tal importancia que se hacíadifícil pensar que aquellosdocumentos fueran auténticos. Habíainformación relativa a una nuevaespoleta que permitía que unproyectil estallase sin impactar en unavión, bastando con que alcanzaseuna distancia determinada del

aparato. El fusible era una válvulatermoiónica, que permitía esaexplosión a distancia. Tambiéndesvelaba que los alemanesdisponían de dos clases de radar, conlos que habían logrado derribarvarios bombarderos británicos enunas incursiones recientes.

Gracias a esa filtración, quesería conocida como el InformeOslo, el profesor Jones supo que elenemigo disponía de torpedosmagnéticos o que contaba con unnuevo instrumento medidor dedistancias para aviones que se podía

manejar desde tierra. Pero lainformación que resultóespecialmente interesante a Jones,por su posible relación con elamenazador discurso pronunciadopor Hitler en Danzig, fue que en la yareferida base de Peenemünde seestaban llevando a cabo pruebas degran importancia; el informante nodecía en concreto de qué se trataba,pero en un párrafo de la nota seapuntaba a que podían estartrabajando en un cohete de granalcance. Jones pensó que ese cohetepodía ser perfectamente esa arma

desconocida de la que, según laspalabras de Hitler, el mundo tendríanoticias.

A pesar de la gran importanciade esa documentación, los británicosla acogieron con escepticismo. Losdatos filtrados eran demasiadorelevantes, y abarcaban aspectos tanvariados como el radar, losinstrumentos de los aviones o loscohetes. Los especialistas británicosconsideraban que era imposible quealguien en Alemania supiese tantosobre materias tan dispares, por loque eran proclives a pensar que se

trataba de un engaño de los serviciossecretos germanos.

El informe fue archivado, peroReginald Jones confiaba en laautenticidad de los documentos. Laprecisión general de la información yel envío del fusible le hacía pensarque la fuente anónima era fiable ycompetente, por lo que optó porguardarse una copia. Años después,Jones manifestaría que «fue,probablemente, el mejor informeúnico recibido de cualquier fuentedurante la guerra». Sin embargo, elInforme Oslo quedó aparcado, y no

sería retomado hasta finales de194211.

EL ARMA DEFINITIVA Tal como revelaba el Informe Oslo,los alemanes disponían de un campode pruebas en Peenemünde, en unabase cuya construcción se habíainiciado en 1936. Ese año ya seesbozaron los primeros planos de ungran cohete, que recibiría el nombrede Aggregat-4 (A-4). La direccióndel proyecto estaba en manos de un

joven y prometedor científico:Werner von Braun.

Con el estallido de la guerra, eldesarrollo de ese artefacto serealizaría por etapas. Los éxitos dela Blitzkrieg llevaron a Hitler a creerque no tendría necesidad de loscohetes para alzarse con la victoriafinal, así que, a pesar de lasamenazas vertidas en su discurso deDanzig, el proyecto se vería frenado.Además, el enorme gasto que suponíala investigación en ese terreno llevóa aparcar los avances en eldesarrollo de los cohetes.

Aggregat A4 era el nombre técnicodel cohete que luego se denominaría

V2. Este misil balístico de largoalcance suponía una extraordinarianovedad, por lo que los alemanes

trataron de mantener su evolución ensecreto.

No sería hasta ya entrado el año

1941 cuando Hitler comprendió quela derrota de Gran Bretaña llevaríamás tiempo del esperado. El espíritude resistencia que Churchill logróimbuir en sus conciudadanos y elfracaso de la ofensiva aérea de laLuftwaffe, iniciada en el verano de1940, llevó al dictador germano areactivar el proyecto de los cohetes.Si sus bombarderos se habíanmostrado incapaces de someter a los

británicos, esa arma revolucionariapodría hacer que sus enemigosacabasen implorando la paz.

Así, el 20 de agosto de 1941,Hitler dispuso la continuación de losensayos con el cohete A-4, que seríaconocido más adelante como V-2. Suaspecto era formidable; medía casidoce metros de longitud y pesabaunas doce toneladas. Lasinstalaciones de Peenemünde seampliaron considerablemente. LaOrganización Todt, junto a variasempresas particulares y un ejércitode trabajadores forzados polacos y

prisioneros de guerra rusos construyónuevos refugios subterráneos,laboratorios e instalaciones pararealizar los ensayos.

Los primeros resultadosvisibles de esa reanudación de lostrabajos en los cohetes de largoalcance no llegarían hasta más de unaño después. La primera bomba V-2experimental se probó el 13 de juniode 1942, pero no consiguió levantarel vuelo, se precipitó sobre uncostado y explotó. El segundo ensayofue un mes más tarde y sólo se logróefectuar un vuelo de cuarenta y cinco

segundos antes de que el misil separtiese en el aire. Pero el 3 deoctubre ya se consiguió cerrar unvuelo completo, alcanzando unaaltura de cinco kilómetros y haciendoblanco a casi doscientos kilómetrosde distancia. Hitler, entusiasmadopor este prometedor avance, ordenósu producción masiva, que no pudoiniciarse hasta finales de 1943.

El nuevo cohete no eracomparable en ese momento a ningúnotro artefacto bélico; era realmenterevolucionario. Por ese motivo, losbritánicos no dieron crédito a las

primeras informaciones quecomenzaron a llegar sobre lanaturaleza de la nueva arma que seestaba ensayando en la costa báltica.

La V-2, pese a compartir elnombre de «bomba volante» con laV-1, era muy diferente a esta. Elcohete ideado por Von Brauncargaba una tonelada de explosivos yera capaz de alcanzar los milquinientos kilómetros por hora, porlo que iba a ser totalmente imposibleinterceptarlo. En su trayectoria seelevaba hasta las capas altas de laatmósfera, a unos noventa mil metros

de altura, y caía prácticamente envertical sobre el objetivo. Noproducía ningún ruido, por lo que nohabía tiempo de alertar de su llegada.Sin duda, podía ser el armadefinitiva apuntada por Hitler, capazde llevar al Tercer Reich a lavictoria final.

OPERACIÓN HYDRA A finales de 1942 llegó a Londres uninforme enviado por un químicodanés que se hallaba trabajando en

Berlín y que refería una conversaciónentre dos ingenieros alemanes que élhabía podido escuchar. Losindiscretos ingenieros habían estadohablando de los ensayos que seestaban llevando a cabo enPeenemünde y el danés pudo conocerlo que allí estaba ocurriendo conbastante detalle. Aunque el informeresultó de interés para los británicos,cuando se recibía información de unnuevo colaborador y esta no se podíaverificar, era puesta en cuarentenapor temor a que se tratase de algunatrampa urdida por el enemigo, tal

como habían hecho con el InformeOslo, a pesar de su autenticidad.

Cabía la posibilidad de que losalemanes hubieran pergeñado elinforme del supuesto químico danéscon el fin de sembrar el pánico yatraer a los bombarderos aliadoshacia la costa báltica, desviando suatención de los centros productoresde armamento del interior del Reich.El que, algún tiempo después, losdatos facilitados por la resistenciapolaca ratificasen lascomunicaciones del químico danésno hizo variar a los británicos en su

ya endémico escepticismo sobre larevolucionaria naturaleza de lasarmas que se estaban ensayando enPeenemünde.

Sin embargo, a principios de1943, llegó a manos de ReginaldJones un informe que sí le hizopensar que algo importante se estabacociendo en la base de la costabáltica. Pero no se trataba de uninforme de un colaborador enAlemania, sino de la transcripción delas conversaciones entre dosoficiales germanos capturados en labatalla de El Alamein, el general

Wilhelm Ritter von Thoma y elgeneral Ludwig Crüwell. Los dosmilitares habían sido trasladados aun lugar próximo a Londres yalojados en una estancia dotada deaparatos de escucha. En unagrabación, Von Thoma explicaba a sucompañero de cautiverio que hacíaun año y medio, en una visita aPeenemünde, el comandante de labase le había asegurado que en docemeses todo estaría dispuesto paralanzar cohetes contra Londres.Teniendo en cuenta que seencontraban cerca de la capital

británica y que no habían oído nadatodavía, Von Thoma se lamentaba deque los plazos apuntados no sehubiesen cumplido, lo quesignificaba que algo había salidomal.

El general Von Thoma eraconsiderado por los británicos comoun experto de primera fila encuestiones técnicas; si él se tomabaen serio el asunto de los cohetes, eraporque el proyecto existía y teníavisos de convertirse en realidad.Reginald Jones movilizó deinmediato a todo su equipo. No había

tiempo que perder; según laspalabras de Von Thoma, hacía seismeses que los alemanes debían tenerlisto su proyecto de cohete de largoalcance, así que en cualquiermomento podían comenzar a caerartefactos de este tipo sobre Londres.A la desidia con que se habían idorecibiendo los informes anterioressiguió una febril actividad pararecuperar el tiempo perdido.

Como se ha visto en el capítuloanterior, de las fotografías aéreasque captaban los aviones quesobrevolaban el área de Peenemünde

se infería que la base era un campode experimentación de cohetes. Losinformes de la resistencia polaca,que hasta ese momento habían sidopuestos en entredicho, recibieron derepente la atención que merecían.Los dibujos realizados por losagentes polacos, camuflados comoobreros para tener acceso al recinto,no dejaban lugar a dudas de que allíse estaban construyendo cohetes degran tamaño. Los informes incluíanalgunas características del artefacto,en especial el ruido infernal de sumotor.

En sesión extraordinaria, elGabinete de Guerra dispuso que seasestara un golpe aniquilador sobrePeenemünde para conjurar laamenaza que se cernía sobre las islasbritánicas, sin duda el objetivo delos artefactos que allí se estabanensayando. Para tener el control totalde la operación y poder así apuntarseel tanto en exclusiva con el fin dereivindicarse, Churchill prefirió nocomunicar la ejecución de la misma asus aliados norteamericanos ydecidió que la operación fueraexclusivamente británica.

La noche del 17 de agosto de1943, la zona de Peenemünde fueatacada por seiscientos bombarderospesados, en vuelo rasante y con lunallena. A los cuatro mil tripulantesbritánicos se les informó que siaquella noche no podían completarsu misión, seguirían insistiendo hastalograrlo, pues era necesario «destruirla base de experimentación ysuprimir a los técnicos ocupados enella, o bien inutilizarlos para eltrabajo».

El vuelo sobre el Báltico seefectuó casi a ras de agua, con objeto

de impedir ser detectados por elsistema alemán de alarma. Laincursión se realizó en tres oleadassucesivas, y duró cuarenta y cincominutos en total. A las once de lanoche, ocho aviones Mosquitorealizaron un ataque contra Berlíncon fines diversivos, al tiempo que lamasa de bombarderos se dirigía aPeenemünde. Lo que ocurrió luegofue la mayor intervención de la cazanocturna alemana; más de doscientosaviones se lanzaron al espacio aéreoberlinés para proteger a la ciudad delataque de los seiscientos

bombarderos que pensaban que ibana seguir a los Mosquito.

Mientras en Berlín esperabanese ataque a gran escala, losbombarderos pesados dejaban caersus bombas sobre las instalacionesde Peenemünde, débilmenteprotegidas, que pronto se vieronenvueltas en llamas. Sobre la base deexperimentación se arrojaron casidos mil toneladas de bombas, encimadel complejo de barracones delpersonal, los refugios de loscientíficos y parte del edificio deproyectos. A pesar de que el grueso

de los cazas alemanes se hallaba enBerlín para defender a la capital deese ataque que nunca llegaría, lasbaterías antiaéreas que protegíanPeenemünde y los cazas que seencontraban en la base lograronderribar cuarenta y cincobombarderos.

Al día siguiente, un Mosquito dereconocimiento emprendió viajehacia Peenemünde. Las fotografíastomadas correspondían al áreacompleta de la base, y losespecialistas de Medmenhamaseguraron que, aunque el conjunto

ofrecía un panorama desolador, enrealidad los daños reales habíanresultado menores de lo que unaoperación de bombardeo de talesdimensiones había hecho esperar.Así, de los treinta barracones en losque se alojaba la mano de obra,dieciocho habían quedado arrasadosy la zona residencial de loscientíficos presentaba seriosdestrozos, pero las instalaciones másimportantes —el túnel de viento, losterrenos de ensayo y la planta demedición— habían salido indemnesdel intenso ataque aéreo. Además,

según se supo después gracias a losinformantes polacos, ninguno de lostrabajadores extranjeros pudofugarse aprovechando la confusión,resultando muertos por los disparosde los guardias de las SS aquellosque lo intentaron.

Uno de los pilotos inglesesderribados y capturados por losalemanes acabó confesando duranteel interrogatorio que «los ataquesproseguirían hasta desmantelarlotodo». En vista de ello, los alemanesdecidieron recurrir al mismo engañoreferido en el capítulo anterior,

dejando los daños sin reparar. Nisiquiera se allanó el terreno, quepresentaba innumerables cráteresproducidos por las bombas. De estemodo, los alemanes querían hacercreer a los británicos que la basehabía sido abandonada. El trucofuncionaría, y lograría que losbombarderos ingleses tardasen nuevemeses en volver.

La noticia del bombardeo dePeenemünde provocó la cólera deHitler. Al pensar acertadamente quela operación británica se habíaefectuado a consecuencia de un acto

de traición de algunos de lostrabajadores de la base, envió allí unbuen número de agentes de laGestapo y de miembros de las SSpara descubrir a los traidores eimpedir que volviera a producirseesa fuga de información. La ira delf ü h re r alcanzaría también a laLuftwaffe, al no haber podido evitarla incursión aérea; la presión sobreel jefe del Estado Mayor responsablede la defensa de Peenemünde, elgeneral Hans Jeschonnek, sería taninsoportable que este acabaríaquitándose la vida.

Para evitar nuevos bombardeos,tal como se ha indicado, la superficiese dejó igual que había quedado trasel ataque y a partir de entonces losprocesos más importantes sellevarían a cabo en instalacionessubterráneas. Sin embargo, laproducción de los cohetes se trasladóde inmediato a Nordhausen, enTuringia. Los túneles de la montañade Kohnstein, que habían comenzadoa excavarse en 1936, se convertiríanen la mayor fábrica de armamentosubterránea de la Segunda GuerraMundial, con una longitud total de

veinte kilómetros. Los primerostrabajadores llegaron al que seríaconocido como campo deconcentración de Mittelbau-Doraapenas diez días después de ladestrucción de las instalaciones dePeenemünde. Para la ampliación y elacondicionamiento de los túneles,millares de prisioneros tuvieron quetrabajar a un ritmo vertiginoso y encondiciones inhumanas.

Maqueta expuesta en el museo dePeenemünde, mostrando cómo era labase antes de ser destruida por los

bombardeos aliados.

SABOTAJE La producción de las V-2 comenzaríaen septiembre de 1943. Bajo lavigilancia de los guardianes de lasSS, los trabajadores efectuaban sulabor en la cadena de montaje enjornadas interminables. Laalimentación insuficiente, elagotamiento físico y las afeccionespulmonares provocadas por lasvoladuras causaron miles de muertes

en los primeros meses.Sin embargo, el espíritu de

resistencia entre los presospermanecería incólume; pese a estarvigilados en todo momento, estosserían capaces de sabotear laproducción. El resultado de utilizarpiezas defectuosas o no apretarsuficientemente algún tornillo fue quemuchas V-2 no llegarían a su destino;unas estallaban durante ellanzamiento o bien se apartabanmucho de su trayectoria normal,mientras que otras parecíanenloquecer en el aire. Cerca de un

tercio de la producción total resultóinútil, un mérito que hay que anotaren el haber de los trabajadores de lostúneles de Dora.

En el verano de 1943 seconstruyeron colosales búnkers dehormigón en las proximidades deWizernes, en el norte de Francia. Enellos se acabarían de ensamblar lasV-2 para ser después lanzadas contrasus objetivos. Los trabajadoresreclutados a la fuerza, losprisioneros de guerra y losinternados en los campos deconcentración constituirían la mano

de obra que ejecutaría laconstrucción. Pero, a pesar de lavigilancia, los que allí trabajabanlograron avisar a los aliados pormedio de la resistencia francesa,consiguiendo también ralentizar elritmo de las obras y retrasando así lafinalización de los búnkers.

Los aliados emplearon todos losbombarderos disponibles en suintento de arrasar los gigantescosbúnkers, en cuya construcción sehabían empleado millones de metroscúbicos de cemento; a modo deejemplo, la cantidad utilizada

hubiera bastado para cubrir durantedos años las necesidades de estematerial en una gran ciudad comoColonia. La cúpula del búnker demayores dimensiones pesaba más demil toneladas.

Los norteamericanos idearon unataque realizado por cuatrimotorescargados de explosivos, que eranguiados a distancia una vez que sustripulantes se arrojaban enparacaídas sobre el Canal. En uno deestos aparatos, que se estrelló antesde tiempo sobre las islas británicas,falleció el teniente Joseph Kennedy,

hermano del futuro presidenteestadounidense12.

La voladura definitiva de losbúnkeres de Wizernes se logrógracias a un nuevo invento delprofesor Barnes Wallis, el creadorde la «bomba rebotante» utilizada enla referida Operación Chastise. Enesta ocasión, Wallis ideó una bombade diez toneladas que él mismodenominó «bomba terremoto», capazde derrumbar muros de hormigón devarios metros de espesor.

El campo de concentración deMittelbau-Dora fue construido para

albergar a los prisioneros queproducían las V2, V1 y algunosmotores de avión en la fábrica

subterránea de Mittelwerk. A losprisioneros se les mantenía bajo

tierra, encerrados en túnelessubterráneos, desprovistos de luz

natural y aire fresco.

TRASLADO A POLONIA Mientras tanto, Hitler había

dispuesto confiar a las SS laprotección de los futuros ensayos dela V-2. Himmler, siempre solícito alos deseos del führer, ofreció paraello un campo de maniobras de lasSS situado en el sur de Polonia, acincuenta kilómetros de Tarnow.Junto al campo había un pueblo,Blizna, que sería evacuado paraevitar testigos cercanos. Así, en esaamplia llanura y rodeados de espesobosque, creían hallarse a salvo decualquier observador, ya que en elotoño de 1943 esta zona quedabatodavía fuera del alcance de los

aviones de reconocimiento aliados.En septiembre de 1943 se

iniciaron los trabajos deconstrucción de la nueva base deexperimentación. Como venía siendohabitual, la mano de obra secomponía de prisioneros de guerra yde internos de campos deconcentración. En pocas semanas setendió un ramal ferroviario que llegóhasta Blizna y las edificaciones delpueblo fueron arrasadas. Todo eltérmino municipal de Blizna quedócercado por alambradaselectrificadas y varias patrullas de

las SS con perros guardianes seencargaron de vigilar los aledaños.Esa vigilancia permanente se iríaincrementando hasta alcanzar más deseiscientos hombres.

Desde el momento en que losalemanes iniciaron el tendido delnuevo tramo de vía férrea, losmiembros de la resistencia polacaenviaron a Londres el informeacostumbrado, como solían hacersiempre que advertían algo fuera delo habitual. En este caso, los agentesobservaron además cómo losalemanes colocaban vacas de madera

en los prados, maniquíes junto a lapuerta de casas desiertas, perros deyeso frente a las cabañas y ropa enlos tendederos, mientras en el bosquese abrían claros para construirbarracones, que luego erancuidadosamente camuflados.

Si el objetivo alemán eraconseguir que los aliados noreparasen en esos terrenos,disimulándolos con el resto de lacampiña polaca, lo que consiguieron,gracias al testimonio de los agentespolacos, fue que advirtiesen que algoimportante debía ocurrir allí, pues

los alemanes se tomaban tantasmolestias en su enmascaramiento.Por si fallaban esas precauciones,los alemanes procedieron a instalarbaterías y luces antiaéreas con el finde rechazar los ataques que pudieranllegar desde el aire, además de nidosde ametralladoras para impedir ungolpe de mano de los partisanos.

UN OPORTUNO ACCIDENTE A partir de noviembre de 1943 seincrementaría la actividad en los

terrenos de Blizna. Llegabanferrocarriles a diario y seaumentaron aún más las medidas deseguridad en torno al recinto, encuyos alrededores figuraba elsiguiente aviso: «Zona de pruebasartilleras de Blizna».

Los informes de estosacontecimientos iban llegando aVarsovia, para ser desde allíenviados a Londres. Los resistentespensaban que se estaba construyendoen Blizna una fábrica de avioneshasta que, a finales de 1943, ocurrióun accidente de tráfico en una plaza

de la capital polaca. Un automóvil seestrelló contra un árbol y sus tresocupantes, alemanes todos ellos,resultaron gravemente heridos.Fueron conducidos rápidamente a unhospital, y al poco rato de ingresar sepresentaron varios altos funcionariosgermanos interesándose por suestado.

Los tres heridos fallecieron alcabo de unas horas. El extraordinariointerés mostrado hacia ellos, juntocon el auténtico pesar que su muerteparecía haber causado a losalemanes, sorprendió al personal del

hospital. La resistencia polaca notardó en tener conocimiento de esacircunstancia y enseguidacomenzaron a investigar paraconocer la identidad de los ilustresaccidentados.

El servicio de informaciónpolaco descubrió que los tres erantécnicos especialistas que trabajabanen el campo de Blizna. Estaba claroque allí se estaba llevando a cabouna labor que tenía gran importanciapara los alemanes, confirmando laimpresión que se tenía después decomprobar los esfuerzos realizados

para camuflar la base. Así pues, laresistencia polaca señaló a Bliznacomo objetivo de primer orden. Elencargado de coordinar las laboresde información sería el ingenieropolaco Antoni Kocjan, un reconocidoconstructor de aviones. Kocjan envióun emisario a Blizna, cuyo nombre enclave era Makary, con la misión deaveriguar lo que allí estabasucediendo.

El informador desplazado aBlizna consiguió ganarse la confianzade un guardabosques cuya casalindaba con los terrenos del campo

de pruebas. El hombre refirió aMakary que desde el otoño veníansucediendo allí cosas muy extrañas.Según relató, cada mañana un avióntrazaba unos círculos sobre losbosques de Blizna y desaparecía enel horizonte; al instante se escuchabauna explosión y un gran proyectil seelevaba lentamente por encima delbosque, estallando en el aire.

Al cabo de unos días, el agentede la resistencia ya había obtenidounas fotografías del artefacto enpleno ascenso. Tanto las fotos comolos informes se mandaron de

inmediato a Varsovia. Pero elresuelto Makary no dio por concluidasu labor, sino que buscó un esconditeen el edificio de la estaciónferroviaria de la que partía el ramalque se adentraba en el campo deBlizna. Desde allí pudo observar lallegada de un convoy formado porgrandes vagones, en los que setransportaban —según sus propiaspalabras— unos «monstruosostorpedos» cubiertos por toldos. Enlos vagones figuraba un letreroindicando que el tren procedía de laciudad polaca de Wroclaw, a la que

los alemanes denominaban Breslau.La resistencia realizó pesquisas

en Wroclaw y averiguó que allí losvagones sólo habían sido acopladosa la locomotora y que en realidadprocedían de algún lugar de Turingia.Poco a poco, los polacos ibanconsiguiendo todos los elementos delrompecabezas que los expertosbritánicos debían hacer encajar.

ENSAYOS CON LAS V-2 A finales de enero de 1944, el

ingeniero Kocjan recibió un informeprocedente de Lublin. En una fincade los alrededores de una aldeapróxima a esta ciudad había caído unavión alemán, como si hubiera sidofulminado por un rayo. Se suponíaque iba cargado de explosivos,puesto que había quedado hechopedazos, pero misteriosamente nohabía rastro de la tripulación.

No obstante, lo más extraño delos testimonios recogidos en elinforme era lo que habían hecho losalemanes después del siniestro; sepresentaron rápidamente en el

escenario del accidente, tomaron unabuena cantidad de fotografías yrealizaron mediciones. Por último,recogieron hasta el último fragmentodel avión estrellado. Para completarlo insólito del proceder de losalemanes, un alto jefe militar sedisculpó ante el propietario de lafinca, para perplejidad de este,prometiendo indemnizarle por losdaños ocasionados.

Como es de suponer, esecomportamiento era del todo inusual.El ingeniero Kocjan relacionó deinmediato el impacto del aparato con

los informes que Makary habíaremitido desde Blizna, que incluíanlas fotografías del tipo de artefactoque, probablemente, había caído enla finca cercana a Lublin. Noobstante, las sospechas de Kocjan nose vieron confirmadas hasta primerosde abril de 1944, al recibir unanueva información, en este casoprocedente de Sarnaki, una pequeñapoblación situada a unos cientocincuenta kilómetros al este deVarsovia.

Desde Sarnaki, el hermano deldirector de una fábrica de cerveza de

la localidad había hecho llegar a laresistencia un informe que relatabalos sucesos extraños que estabanocurriendo allí. Unas semanas antes,habían aparecido un oficial alemán yunos cuarenta soldados. El oficialocupó una habitación en la residenciade la fábrica de cerveza y lossoldados fueron alojados en laescuela. En el patio de la fábricainstalaron una unidad móvil de radioy cada mañana se oía claramente:«Cracovia, Cracovia... aquíSarnaki». Y una mañana, variosminutos después de la llamada

habitual, el pueblo se estremeció acausa de una tremenda explosión,como si un avión hubiera estalladoen el aire.

El informante corrió hacia ellugar en el que se había escuchado elestruendo y a un centenar de metrosde las casas del pueblo encontrótrozos de plancha de aluminio, lanade vidrio, piezas rotas de todo tipo yelementos que procedían de unaparato de radio. Antes de quellegasen los alemanes, logró metersevarias de las piezas en el bolsillo.

A partir de ese día, la

tranquilidad acabó para loshabitantes de la hasta entoncestranquila aldea de Sarnaki, pues adiario se veían sacudidos por elruido de una fuerte explosión. Losproyectiles no eran detectados hastael momento de estallar; tampoco seescuchaba ningún ruido que delatarasu presencia. Los artefactos caían alazar sobre el terreno circundante,sembrando la muerte cuando lohacían sobre algún punto habitado.

Aunque hubo muchos habitantesque abandonaron la localidad,temerosos de que alguno de aquellos

artefactos cayese sobre su casa, otrosse quedaron, resueltos a correr eseriesgo para poder colaborar con laresistencia. Así, se dedicaban aacudir rápidamente a los lugares enlos que impactaban los proyectilespara recoger fragmentos quepudieran servir para el estudio deesos artefactos. Los lugareñosganaban siempre la partida a losalemanes, ya que se trasladaban enbicicleta y conocían perfectamentetodos los caminos y atajos, mientrasque los alemanes tenían que darrodeos por caminos arenosos o a

través del monte bajo.Gracias a los informes diarios

que llegaban a Varsovia se pudoestablecer el área en la que caían loscohetes: un cuadrado de sesentakilómetros de lado en torno aSarnaki. El que en esta zona selevantasen casas, establos y granjasno impedía que fuera consideradacomo un terreno de pruebas naturalpara los ingenios balísticosgermanos.

Los alemanes comenzaron aarrojar octavillas en la regiónexplicando a los habitantes que

estaban lanzando depósitosauxiliares de combustible y que eldeber de todo polaco era entregar alpuesto alemán más cercano los restosque encontrase, o por lo menosavisar del lugar donde se hallaban,ofreciendo como recompensa unabotella de vodka. Por el contrario,quienes obstaculizasen el trabajo delocalización y recuperación de losrestos debían saber que seenfrentarían a severos castigos. Peroesas amenazas no surtieron efectoentre quienes colaboraban con laresistencia; imitando a los alemanes,

tomaban fotografías y medidas antesde recoger los fragmentos. En algunaocasión, cuando los alemanesllegaban al lugar en el que habíacaído el proyectil, se encontrabancon que todos los restos habían sidorecogidos y que el terreno había sidoaplanado.

Mientras los informes y laspiezas recogidas en Sarnaki y susalrededores llegaban casi a diario aVarsovia, el mando del EjércitoNacional polaco recibió nuevomaterial de Blizna. A principios de1944, un emisario volvió de allí con

un mapa detallado del campo de tiro.Más tarde llegó la noticia de queningún avión, ni siquiera alemán,debía sobrevolar la «zona de pruebasartilleras de Blizna». Sin duda, loque allí sucedía tenía por fuerza queser de vital importancia para losalemanes, si estaba sometido a eseestricto secreto. Todas estasinformaciones se comunicaban porradio a Londres, donde se tenía graninterés por conocer los detalles delproyecto germano y desde donde sepedía con urgencia el envío de piezasintactas de los cohetes.

UNA V-2 INTACTA A finales de mayo de 1944, uncampesino de la localidad deKlimczyce acudió al consultorio deldoctor Korczik, en Sarnaki. Durantela visita, comentó al médico que enuna marisma del río Bug, cerca de supueblo, había caído un cohete sinhacer explosión. El doctor Korczikenvió a buscar a su hermano, quienacompañó al campesino al lugar enel que había caído el proyectil. Allíestaba uno de aquellos «monstruosostorpedos» de los que había hablado

Makary; la proa estaba hundida en elbarro y la parte posterior presentabadesperfectos, pero el resto estabaintacto. Después de tomar variasfotografías, lo ocultaron cubriéndolocon cañas y hierba.

Mientras tanto, los alemanesorganizaron varias patrullas en buscadel cohete pero tuvieron que retirarseal cabo de tres días sin haberloencontrado. Cuando los soldadosgermanos abandonaron la zona, loshombres de la resistencia extrajeronla ojiva frontal y los instrumentosdireccionales, y los ocultaron en un

granero. El resto del artefacto fuearrastrado al fondo del río Bug.

Dos especialistas llegados deVarsovia procedieron a desmontarlos elementos rescatados del cohete,que luego fotografiaron, midieron ydibujaron. Las piezas fueroncargadas en tres camiones distintos,entre sacos de patatas, ytransportadas a Varsovia para serexaminadas detenidamente por losespecialistas. Según uno de losingenieros polacos que se encargaronde analizar las piezas, la parteeléctrica del cohete «estaba muy bien

montada, y los materiales eran dealta calidad»; para dicho experto, elcohete era «un derroche de precisióny eficacia».

El combustible recogido delartefacto también fue objeto deanálisis por los especialistaspolacos. El químico que se encargóde estudiarlo ya había analizado enotra ocasión un frasco que conteníael combustible que supuestamenteutilizaban los cohetes; un líquidooleoso, incoloro y denso. El químicose dispuso a efectuar laacostumbrada destilación a la que

sometía los combustibles, pero unasgotas le salpicaron la mano,provocándole la aparición de unasmanchas blancas que le causabancierto dolor. Esa reacción no era lahabitual; el resultado del análisissupuso una sorpresa para él, ya quese trataba de agua oxigenada de granpureza, un ochenta por cien, cuandola común se presenta en una soluciónal treinta por cien.

La comprobación de que losalemanes habían logrado produciragua oxigenada al ochenta por ciende concentración le sorprendió, ya

que eso era casi un milagro científicopara la época, lo que denotaba losavances que habían conseguido loscientíficos germanos en ese campo.Sin embargo, el químico no podíasaber en ese momento que esa no erala sustancia que se empleaba comocombustible en las V-2, como élcreía, sino que usaban una mezcla deoxígeno líquido y alcohol; el aguaoxigenada se empleaba paraalimentar las bombas de combustiblemediante un motor secundario.

LA OPERACION MOST III El informe de los especialistaspolacos fue transmitido a Londrespor radio. Los británicos enviaron aBrindisi, en el sur de Italia, un aviónde transporte Douglas C-47 Dakota,que desde allí, y previo aviso a laresistencia polaca, volaría hastaPolonia para recoger las piezasprocedentes de las V-2, en unamisión que recibiría el nombre deOperación Most III13.

Pronto se encontró un lugaradecuado para el aterrizaje, un prado

situado en los alrededores de laciudad de Tarnow y próximo al ríoVístula. Para que el transporte de laspiezas hasta el punto de encuentro nopudiera ser descubierto por losalemanes, el ingeniero Kocjanmanipuló varias botellas de oxígeno,quitándoles el fondo e introduciendolas piezas en el interior. Una vezsoldada de nuevo la base ydisimulada con una capa de pintura,nada distinguía esas botellas deoxígeno trucadas de unas normales.

En julio de 1944, la zona entreVarsovia y el lugar designado para el

aterrizaje, a unos cien kilómetros dela capital, se hallaba saturada desoldados germanos en retirada por elavance de las tropas rusas. A pesarde los numerosos controles, lasfalsas botellas de oxígeno con suvalioso contenido pudierontransportarse sin problemas. El puntode aterrizaje era una estrecha praderarodeada de bosques, de treskilómetros de longitud por cienmetros de ancho. Antes de la guerrahabía sido utilizada por la aviaciónpolaca como aeródromo deemergencia, pero en ese momento era

casi inutilizable, debido alablandamiento del terreno aconsecuencia de la humedad.

Afortunadamente, el 15 de julioel terreno estaba bastante seco y setransmitió a Brindisi la señalconvenida. Por entonces ya habíanllegado más unidades alemanas a lospueblos vecinos. Para desgracia delos resistentes polacos, una de ellasquedó acantonada a sólo unkilómetro del campo de aterrizaje.Como esa unidad la componíanfuerzas de tierra de la Luftwaffe,estaba claro que su intención era

utilizar la improvisada pista.A los pocos días aterrizó en ella

un bombardero alemán, pero acabósaliéndose de la pista y estrellándosecontra los árboles que había al finalde la misma. En los días siguientesdespegarían y aterrizarían sinnovedad una pareja de avionetasFieseler Storch. Esos movimientos seproducían siempre durante el día,mientras que por la noche la pista eraabandonada sin vigilancia. Así pues,si los alemanes no variaban su rutina,el avión británico podría tomar tierraen la pradera durante las horas

nocturnas.En la tarde del 26 de julio se

recibió un mensaje de Brindisianunciando la salida del Dakota,cuya llegada tendría lugar sobre lamedianoche a la pista de aterrizajeque venían utilizando los alemanesdurante el día. Aquella misma tarde,como venía siendo habitual, tomarontierra dos Fieseler Storch,presentándose también variosautomóviles. Ante los riesgos quepresentaba la operación, losguerrilleros polacos tomaronposiciones por si era necesario

recurrir a la fuerza pero, poco antesde oscurecer, los dos aparatosgermanos despegaron y losautomóviles abandonaron el lugar.

MOMENTOS DRAMÁTICOS La noche de ese 26 de julio de 1944era tranquila, y se veía sóloperturbada por el lejano tronar de laartillería, pues el frente se hallaba aun centenar de kilómetros. Poco antesde la medianoche, la inconfundiblesilueta del Dakota apareció en el

horizonte. El avión inició lasmaniobras para tomar tierra en laestrecha pista; para facilitar elaterrizaje, los resistentes polacos lahabían señalizado con lámparas depetróleo. Entonces el Dakotaaterrizó, iluminando el campo consus dos potentes faros.

El aparato fue cargado sinpérdida de tiempo y los tripulantesvolvieron a subir. La misión seestaba desarrollando según loprevisto, pero cuando los motoresvolvieron a rugir, el avión no semovió. Algo no marchaba bien; el

piloto paró los motores, bajó a tierrae invitó a los tripulantes a hacer lomismo junto con el valioso equipaje.

Una vez abajo, la tripulacióninspeccionó el tren de aterrizaje yobservó que, a pesar de que la pistaaparentemente se encontraba enbuenas condiciones, las ruedas delavión estaban hundidas en el suelo,demasiado blando para soportar elpeso de un avión de dimensionesrespetables como era el Dakota.

La tensión era espantosa. Elcampo de aterrizaje estaba iluminadopor los faros del aparato y el ruido

de los motores, resonando en elbosque, debía oírse a varioskilómetros a la redonda. Losalemanes podían llegar de unmomento a otro, pues no seencontraban lejos del improvisadoaeródromo. La tripulación subió abordo y se procedió a realizar unnuevo intento de despegue quetampoco tuvo éxito. Todavía seguiríaun tercer intento; los motoresrugieron con más potencia y seconsiguió que la cola se levantase unpoco, pero no sucedió nada. El aviónsiguió sin poder despegar.

La operación se repitió porcuarta vez, pero lo único que selogró fue que las ruedas se hundiesenun poco más. Ante la imposibilidadde despegar, los tripulantes inglesescomenzaron a tomar las medidasoportunas para impedir que el avióncayese en manos alemanas, por loque prepararon el incendio delaparato. Sin embargo, los miembrosde la resistencia polaca no estabandispuestos a rendirse sin intentarlo,al menos, una vez más. Para llegar aese momento, en el que estaban apunto de enviar una información tan

valiosa a Londres para ayudar avencer a los alemanes, había sidonecesario hacer muchos sacrificios,un esfuerzo abnegado que no iba aservir de nada por culpa de una tierrademasiado húmeda.

Así pues, mientras losbritánicos ya pensaban en destruir elavión para que no cayese en manosgermanas, los polacos comenzaron aextraer la tierra que aprisionaba lasruedas con sus manos desnudas,mientras que otros iban a buscarramas gruesas. Una vez sacada latierra, colocaron las ramas ante las

ruedas. Los tripulantes subieron abordo. Los motores se pusieron enmarcha y por fin el avión comenzó acorrer por la pista, cada vez conmayor rapidez, hasta que finalmenteconsiguió elevarse en el aire. Lohabían conseguido.

UN ESFUERZO INÚTIL Dos días después, tras hacer escalaen Brindisi y dar un gran rodeo paraevitar sobrevolar territoriocontrolado por los alemanes, el

Dakota aterrizaba en Londres. Laspiezas del cohete fueronminuciosamente examinadas. Tras suestudio, para los especialistasbritánicos supuso una enormedecepción comprobar que el vuelodel cohete no podía modificarse poremisión de ondas perturbadoras,puesto que el rumbo lo marcaba elgiroscopio de proa, y no era posibleinterferir en él. Además, la velocidadsuperior al sonido con que elproyectil se dirigía hacia el blanco,no concedía ninguna posibilidad deatacarlo en vuelo.

Al contrario que en el caso delfrancés Michel Hollard, relatado enel capítulo anterior, el esfuerzo de laresistencia polaca no proporcionaríaninguna ventaja apreciable a la causaaliada. El sacrificio de aquellospolacos que se habían arriesgado aperder la vida a manos de losalemanes para obtener informacióndel arma secreta de Hitler serviríapara que los británicos supierancontra qué iban a tener quedefenderse, pero las propiascaracterísticas técnicas de las V-2hicieron que fuera inútil tomar

cualquier precaución en base a lainformación que habían aportado alos especialistas británicos. Noobstante, el trabajo abnegado deaquellos hombres constituiría unejemplo de resistencia y valor queperduraría más allá de su acción,demostrando que los polacos erancapaces de mantener la cabeza altaen unos momentos en los que su paíspermanecía sometido a los dictadosdel Tercer Reich.

Así pues, los británicos nopudieron evitar que los alemaneslanzasen el primer cohete V-2 en la

mañana del 8 de septiembre de 1944contra París, que se hallaba ya enpoder de los aliados, causando dañosmodestos. En la tarde de ese mismodía, se escuchó una fuerte detonaciónen el barrio londinense de Chiswick.Resultó destruida una veintena decasas, y numerosas personasperdieron la vida o quedarongravemente heridas. No tardó enpropagarse el rumor de que habíaestallado una gran conducción degas, una explicación puesta encirculación por el Gobierno británicopara intentar rebajar el impacto

moral de esta nueva arma y que semantendría para explicar losimpactos que se produciríanposteriormente.

Los ataques contra Londres conlos cohetes V-2 proseguirían, pero nosería hasta el 10 de noviembre de1944, a las ocho semanas de haberseiniciado el bombardeo de Londrescon estos artefactos, cuandoChurchill manifestó ante elParlamento que las poderosasdetonaciones que durante las últimassemanas habían causado elderrumbamiento de bloques de

viviendas enteras no se debían aexplosiones de gas provocadas portuberías defectuosas, sino a esanueva arma germana.

Un cohete V-2 capturado intacto yexpuesto en la base de Freeman

Field (Indiana). Losnorteamericanos retomarían elprograma alemán de misiles de

largo alcance, para lo que contaroncon la colaboración de los

científicos germanos que habíanparticipado en él.

Las autoridades británicas

quedaron paralizadas ante laevidencia de que nada se podía hacerpara neutralizar las V-2, al contrariode lo que sucedía con las V-1. Los

nuevos cohetes eran invulnerables; alalcanzar velocidades supersónicas,ni los cazas más veloces de la épocapodían interceptarlos. La artilleríaantiaérea asistía impotente a suvuelo, mientras los radares de laépoca no conseguían detectarlos.Además, al ser disparados desdelanzadores móviles, la localizaciónde sus bases resultaba muy difícil.Algunos cazas aliados lograronavistar a estos cohetes justo en elmomento del despegue, pero ningunoconsiguió destruirlos aprovechandoesos instantes en los que eran

vulnerables. Por lo tanto, losalemanes habían logrado crear unarma devastadora para la que noexistía antídoto.

Pero los británicos intentaronsuplir con imaginación e ingenio esafalta de recursos para luchar contralas V-2. Para ello, sus servicios deinteligencia consiguieron que losalemanes confiasen en lasinformaciones de falsos espíasalemanes, que transmitían el lugar delos impactos. Por ejemplo, cuandouna V-2 caía en el centro de Londres,el falso agente nazi aseguraba que

había caído al norte de la ciudad.Así, a las siguientes V-2 se les fijabauna trayectoria más corta,alejándolas del centro de la capital.

Esta táctica de engaño fue muyefectiva para salvar vidas delondinenses, pero lo único que hacíaera trasladar los puntos de impacto aotras zonas menos habitadas. Estadecisión conllevó un dilema ético dedifícil resolución, pero Churchill nodudó en ahorrar vida aunque fuera acosta de aumentar los riesgos en esasotras áreas.

A lo largo de la guerra se

lanzarían unas cuatro mil trescientasveinte V-2. El último disparo seprodujo el 27 de marzo de 1945. Deese total, unas mil cuatrocientas sedirigieron contra territorio británico,de las cuales mil cincuenta y cuatroalcanzaron su objetivo. Las restantesse perdieron o explotaron en algúnpunto a lo largo de su trayectoria. En1945 se dispararon mil seiscientassetenta y cinco V-2 contra Amberes ylas fuerzas aliadas en Aquisgrán.

Este cohete constituyó uno delos avances más relevantes entecnología armamentística de la

Segunda Guerra Mundial, aunque suintervención sería demasiado tardíacomo para cambiar el curso de laguerra. Si la V-2 era el «armadesconocida» a la que hizoreferencia Hitler en su discurso del19 de septiembre de 1939 en Danzig,y que iba a lograr que Alemania «nofuera atacada», el tiempo se habíaencargado de desmentirle.

11El Informe Oslo fue elaborado porHans Ferdinand Mayer (1895-1980)entre el 1 y el 2 de noviembre de1939, durante un viaje a Oslo. Mayer

se había doctorado en Física en laUniversidad de Heidelberg en 1920,y trabajaba para la empresa Siemensdesde 1922, en donde asumió laresponsabilidad del departamento deinvestigación en 1936. Mayer nosimpatizaba con el régimen nazi y,tras la invasión de Polonia, decidiófiltrar a los británicos los últimosavances tecnológicos germanos paracontribuir a su derrota. Así, viajóhasta Oslo, donde mecanografió elinforme, remitiéndolo a la embajadabritánica en la capital noruega. En 1943, Mayer fue arrestado por la

Gestapo y enviado al campo deconcentración de Dachau porescuchar la BBC y criticar alrégimen, aunque los nazis nuncasupieron de la existencia del InformeOslo. Pasó el resto de la guerra enotros campos de concentración. ElInforme Oslo continuó siendo secretohasta 1947, pero la identidad de suautor no fue descubierta por losbritánicos hasta 1953. Mayerconfirmó que él era el autor, peropidió que no trascendiera su nombrepor temor a que su familia sufrierarepresalias. Por deseo suyo, su

nombre no fue hecho público hasta1989, una vez que tanto él como sumujer hubieron fallecido.12Para conocer en detalle eseepisodio, ver: HERNÁNDEZ, Jesús.Enigmas y misterios de la SegundaGuerra Mundial. Madrid: Nowtilus,2007. p. 207-215.13Most es el término polaco para lapalabra ‘puente’. En algunosdocumentos británicos la operaciónfiguraría también con el nombre deWildhorn II. El cardinal se refiere aque esta operación era la tercera deeste tipo que implicaba el aterrizaje

de un avión aliado en territoriopolaco en misión de apoyo a laresistencia.

Capítulo 13Eric Erickson: Un sueco en la«lista negra»

Durante la Segunda Guerra Mundial,en Estocolmo, un hombre denegocios concitaba el desprecio desus amigos y conocidos. EricErickson, nacido en Estados Unidospero nacionalizado sueco, habíadecidido colaborar con los alemanesy eso era algo que no estaba bienvisto en el neutral país escandinavo,

más proclive a la causa aliada. Lossuecos tenían muy presente que susvecinos noruegos y daneses habíansido invadidos por las tropasalemanas en 1940, por lo que laespada de Damocles de una posibleintervención germana sobre el paíspendía en todo momento.

Mientras sus compatriotastemían una invasión de las tropas deHitler, Erickson negociaba conpetróleo germano, efectuabaregularmente viajes a Alemania y serelacionaba públicamente conpersonal de la representación

diplomática del Tercer Reich en lacapital sueca. Pero, además, sedejaba ver en alguna ocasión con losagentes que la Gestapo teníadestacados en el país nórdico;Erickson no hacía nada por disimularsu querencia por la Alemania deHitler.

Su notorio apoyo a la causa nazile había llevado a ser incluido en lallamada «lista negra» de los aliados,acusado de comerciar con el enemigoy prestar su colaboración al esfuerzobélico germano. Esa revelaciónsupondría un golpe terrible para la

familia de Erickson. Sus antiguosamigos, todos ellos ardientespartidarios de la causa aliada,cruzaban de acera cuando lo veíanvenir. Su esposa sintió cómo se lehacía el vacío a su alrededor. Losparientes que Erickson tenía enEstados Unidos, al enterarse de lanoticia, rompieron inmediatamentecon él, remitiéndole cartasinsultantes. Pero esa presión no lehizo cambiar su actitud; sucompromiso con la causa germanaera firme e inamovible.

ÉXITO EN LOS NEGOCIOS Eric Erickson había nacido en 1890en el barrio neoyorquino deBrooklyn, en el seno de una familiade inmigrantes suecos de escasosrecursos. El joven Eric tuvo quedesempeñar diversos trabajosdurante sus años escolares parapoder costearse sus estudios. Marchóa Texas para trabajar en los campospetrolíferos y allí ahorró el dineroque le permitiría ingresar en laUniversidad de Cornell para estudiaringeniería.

Cuando Estados Unidos entró enla Primera Guerra Mundial, Ericksondejó momentáneamente sus estudios yse alistó en el Ejércitonorteamericano. Combatió en Europahasta el final de la contienda. Trasvolver a casa sano y salvo, regresó aCornell para completar sus estudios,además de destacar en el equipo defútbol americano de la universidad.

Erickson, conocido como Red(‘Rojo’) por el color de su cabello,comenzó a trabajar como ingenieroen una empresa petrolífera, peropronto evidenció su extraordinaria

valía en el terreno comercial. Poseíauna gran habilidad para labrarsecontactos y sabía sacar fruto de susinnatas dotes de persuasión. Así,Erickson consiguió introducirse en elnegocio del petróleo, que aprincipios de los años veinte estabaviviendo una época de expansión.Comenzó a viajar por todo el mundo,primero por cuenta de la StandardOil Company y después comoempleado de la Texas Company.

Entre 1920 y 1930, losvendedores de petróleo formaban unclan internacional, compuesto

principalmente por norteamericanos,ingleses, alemanes y holandeses.Estaban acostumbrados a encontrarseen cualquier país del mundo, ya fuerahaciéndose una competenciadespiadada, en la mayoría de loscasos, o formando fugaces alianzasempresariales. Los miembros de esta«tribu» elitista vivían continuamenteen una atmósfera de aventura,saltando de Londres a Shanghái o deTeherán a Singapur, cerrando tratosarriesgados y llevando a cabooperaciones audaces, adelantándosesiempre a sus competidores, en una

incansable labor más propia delmundo del espionaje que delcomercio. Erickson encajó de llenodentro de ese espíritu, moviéndoseen ese mundo tan competitivo comopez en el agua y acompañándole eléxito en todo momento.

En 1924, Erickson fuenombrado director de la TexasCompany en Suecia. Años después,decidió desligarse de la empresatexana para fundar su propiacompañía en el país del que procedíasu familia y en el que él se sentíacomo en casa, Suecia, con el fin de

importar y vender allí derivados depetróleo norteamericanos. Laadaptación a su nuevo país fue talque en 1936 decidió obtener lanacionalidad sueca, a pesar de quepara ello se vio obligado a renunciara la ciudadanía estadounidense.

Es bien sabido que las guerras,además de causar grandesdesgracias, abren insospechadasoportunidades de negocio. Esasposibilidades no pasaríandesapercibidas a Erickson; al pocode comenzar la Segunda GuerraMundial, con los ejércitos alemanes

avanzando imparables por Europa, eljoven pero ya veterano hombre denegocios sueco vio en los alemanesunos socios prometedores.

En esa primera fase de lacontienda, Alemania tenía excedentesde petróleo, por lo que podíapermitirse el lujo de exportar, con elfin de obtener divisas con las quecomprar a través de los paísesneutrales las materias de las quecarecía. Por entonces, los alemanesno temían que los bombardeosaliados pudieran algún día afectarseriamente a la producción de

combustible y, en todo caso, creíanerróneamente que la guerra no seríalarga, por lo que no existía ningúnimpedimento para la exportación depetróleo.

Erickson, experto conocedor delmercado del petróleo, inició sumaniobra de acercamiento cultivandoel trato con hombres de negociosalemanes en Suecia y haciéndosemiembro de la Cámara de Comercioalemana de Estocolmo. Su apuestapor la Alemania nazi implicó laruptura con su círculo de amistades,pero continuó su trato próximo con el

príncipe Carl Bernadotte, sobrino delrey de Suecia.

IMPORTACIÓN DEPETRÓLEO Erickson no ignoraba que el jefe delas SS, Heinrich Himmler, era el quetenía la última palabra en lasnegociaciones para exportación depetróleo. Si quería realizarsuculentos negocios con los nazis,era necesario ganarse su confianza.Para ello, diseñó una estrategia cuyo

objetivo era llegar hasta él y quepasaba por el principal agente deHimmler en Suecia, Helmut Finke.

Para llegar hasta Finke, elhombre de negocios sueco contó conla colaboración del príncipeBernadotte; conociendo que elalemán sentía una especial debilidadpor todo lo que hacía referencia a lanobleza, Erickson pidió al príncipeque le presentase a Finke. Al ver laamistad que unía a Bernadotte conErickson, el hombre de Himmler enSuecia se deshizo en atenciones conel hombre de negocios sueco. Este le

correspondió invitándole a su casade campo; entre ambos se consolidóasí una relación personal queErickson esperaba que le permitieseel deseado acceso final a Himmler.

Sin embargo, no todas sustentativas de relacionarse conhombres influyentes del régimen nazituvieron el mismo éxito que conHelmut Finke. Algunos le dieron laespalda, como el agregado comercialde la legación germana en la capitalsueca, Hans Ludwig, quien nunca lovio con buenos ojos. No obstante,esa desconfianza no impidió que

Erickson consiguiera permiso paraefectuar en octubre de 1941 suprimera visita a Alemania, llevandocon él excelentes cartas depresentación firmadas por Finke yotros destacados nazis.

Antes de tomar ese vuelo aBerlín desde el aeródromo deBromma, situado a las afueras deEstocolmo, la policía sueca sometióa Erickson y su equipaje a unminucioso registro. Lascomprobaciones se alargaron mástiempo de lo normal, obligando aretrasar la salida del avión. Estaba

claro que ese registro respondía aalguna consigna surgida de la presiónde los aliados sobre las autoridadeslocales. Sin embargo, los policías nopudieron encontrar en el equipaje delsueco nada sospechoso y el aparatoemprendió vuelo con destino a lacapital germana.

Erickson llegó sin novedad alaeropuerto berlinés de Tempelhof yse dirigió al hotel a descansar. A lamañana siguiente, un automóviloficial fue a recogerlo al hotel y lotrasladó al cuartel general de laGestapo. Al llegar al siniestro

edificio fue recibido por doshombres que recordaba haber vistoen el avión; presentándose comoagentes de la Gestapo, comentaron elexhaustivo registro a que había sidosometido en el aeródromo sueco,atribuyéndolo a manejos de losrepresentantes aliados. Aunque nopudo entrevistarse personalmente conHimmler, tal como era su deseo,Erickson obtendría todo el apoyonecesario para acordar lasexportaciones de petróleo alemán aSuecia.

El siniestro jefe de las SS, HeinrichHimmler. El objetivo de Erickson

era ganarse su confianza para podercerrar beneficiosos acuerdoscomerciales con Alemania.

Con el valioso respaldo de las

SS y la Gestapo, Erickson entablórelaciones con la industria petroleralocal, radicada principalmente en elárea de Hamburgo. Visitó lasrefinerías de aquella zona, habló conlos directores de las fábricas ydiscutió las condiciones de loscontratos que necesitaba hacer.

Gracias a su gran experiencia en estecampo, Erickson logró cerrar enpoco tiempo ventajosos acuerdoscomerciales.

Después de culminar con éxitolas operaciones, buscó a varios desus antiguos conocidos y compañerosde negocio. El primero a quienencontró fue al barón Von Wunsch,un aristócrata alemán con el quehabía estado algún tiempo asociado.Como Erickson quería mantener ensecreto sus transacciones, lasconversaciones que tuvo con VonWunsch serían estrictamente

confidenciales. Un día, Ericksonentregó al noble germano unmisterioso documento que el capitánguardó en una caja de lata,enterrándola en el jardín trasero desu casa.

Otro de los antiguos conocidoscon quien Erickson reanudórelaciones fue Von Stürker, banquerode compañías petroleras y miembrode una prestigiosa familia deHamburgo. También Von Stürkerrecibió un documento misterioso. Elsueco tomó toda clase deprecauciones para que ninguno de los

dos antiguos conocidos lo viera encompañía del otro.

Poco después de que Ericksonregresase a Suecia, empezaron allegar al país escandinavo losprimeros envíos de petróleo alemán.Fue entonces cuando los aliadospusieron el nombre del importadoren la «lista negra». Tal como seindicó al principio, el vacío que lehicieron los antiguos amigos fuecompleto. Algunos de ellos llegabana salir de cafés y restaurantes cuandolo veían entrar. Su esposa, sueca denacimiento, sufrió mucho, puesto que

aunque los nazis le parecíanrepulsivos, tenía que recibir yagasajar a los nuevos amigos de sumarido.

En los meses siguientes, Erickrealizó nuevos viajes a Alemania ysiguió cultivando a sus amigos de laGestapo. Fue invitado a sus casas yobsequió a sus esposas conmantequilla, abrigos de cuero y otrosartículos suecos. Continuó asimismocerrando tratos con Von Wunsch ycon Von Stürker, aun cuando yaempezaba a ser difícil la obtenciónde petróleo alemán a causa de los

bombardeos aliados, cada vez másfrecuentes y devastadores.

En cierta ocasión, cuandoacababa de visitar una gran refinería,el director lo invitó a que se quedaraa cenar con él. Erickson aceptó lainvitación. Sirvieron la cena en eldespacho del director, y el ágape seprolongó hasta pasada lamedianoche. Pocos minutos despuésde las doce, llegaron losbombarderos aliados y destruyeronla refinería. Erickson salió ileso delbombardeo.

En 1943, el ataque aliado al

petróleo alemán era cada vez máseficaz, pero buena parte de laindustria continuaba funcionando connormalidad. Las reparaciones sehacían más rápido de lo que losaliados habían previsto. Además,muchas refinerías estaban tan bienocultas que permanecían a salvo delos bombardeos.

REUNIÓN CON HIMMLER Ante el incierto panorama al que se

enfrentaban los alemanes, Ericksonvio llegado el momento deaprovechar la situación en subeneficio. Además, debido alretroceso germano en todos losfrentes, era consciente de que quizásno iba a disfrutar de mucho mástiempo para hacer negocios con susamigos alemanes. Era necesariodarse prisa.

Así, Erickson ideó unaoperación de envergadura: laconstrucción de una enorme fábricade gasolina sintética en territoriosueco. Su costo previsto ascendería a

cinco millones de dólares de laépoca —equivalente a unos cuarentay cinco millones de euros actuales—,que serían aportados por capitalsueco y alemán. La fábrica exportaríael total de su producción a Alemaniay él sería el titular en exclusiva deese contrato de suministro; elnegocio era redondo.

Aviones norteamericanos B-26bombardeando Alemania. Ladestrucción de las industrias

germanas llevó a intentar trasladarla producción de gasolina sintética a

la neutral Suecia.

La proposición estaba calculadapara atraer la atención de losinversores alemanes y, sobre todo,de los dirigentes nazis. Con estainiciativa, Alemania podría contarcon una fuente de gasolina en un paísneutral, a salvo de los bombardeosaliados que en esos momentos

estaban arrasando el territoriogermano. Según los cálculosefectuados por Erickson, la fábrica, apleno rendimiento, podría producirel total de la gasolina sintética querequería la maquinaria de guerranazi.

Pero también existía un estímulooculto en el proyecto de construcciónde la fábrica; en un momento en elque ya no se descartaba una derrotafinal de Alemania, tras el desastresufrido en Stalingrado, laparticipación en ese proyecto iba apermitir a los ricos hombres de

negocios germanos colocar fondos enuna nación neutral sin despertarsospechas de deslealtad con la causanazi. Aunque este argumento erainconfesable, pues el derrotismo eraseveramente castigado, a nadie se leescapaba que quizás había llegado elmomento de tomar posiciones anteuna hipotética derrota germana, porlo que el principio de no poner todoslos huevos en la misma cestaadquiría una apremiante vigencia.Ese temor llegaba incluso a las másaltas esferas del régimen; Himmler,por ejemplo, lanzaba secretamente

sus propuestas a los aliados a travésdel príncipe Bernadotte, con el fin desituarse como interlocutor de losvencedores en la nueva etapa que seadivinaba en el horizonte. Ante elhipotético hundimiento del TercerReich, todos pretendían mantenerse aflote, y la propuesta de Erickson erainterpretada por más de uno comouna posible tabla de salvación.

Erickson preparó un detalladoproyecto para la construcción de lafábrica, y se lo entregó a HelmutFinke, quien lo recibió conentusiasmo. El plan llegó a manos de

diversos jerarcas nazis y a hombresde negocios estrechamente ligados alrégimen, mostrando todos ellos uninterés muy vivo. Hubo, sin embargo,una voz disconforme, nuevamente lade Hans Ludwig, quien sostenía queel sueco estaba jugando con losalemanes y respondía a interesesocultos. Pero Ludwig pertenecía alMinisterio de Asuntos Exteriores,con Joachim von Ribbentrop alfrente. Von Ribbentrop estabaenfrentado a Himmler, por lo que loschoques entre su ministerio y laGestapo estaban a la orden del día;

Himmler solía ser el vencedor enesas disputas y esta vez no sería unaexcepción. Los avisos de Ludwig deque el sueco no era trigo limpiofueron desoídos por la Gestapo; deeste modo, las puertas del despachode Himmler se abrirían paraErickson de par en par.

El ministro de Asuntos Exterioresdel Reich, Joachim von Ribbentrop.

Himmler solía inmiscuirse en suterreno, lo que provocaba continuos

roces entre ambos. El asuntoErickson no sería una excepción.

Orden de detención de Joachim vonRibbentrop. El destino acabó

uniendo a Ribbentrop y Himmler;ambos serían capturados por los

británicos.

Un día de octubre de 1943,Erickson tomó nuevamente el aviónque le debía llevar a Berlín. Pero elaspecto de la capital del Reich seríamuy diferente al que ofrecía en aquelotro día de octubre de hacía dosaños. Al llegar al aeropuerto deTempelhof, fue conducido a uno delos escasos hoteles de la capital queno habían resultado dañados por lasbombas aliadas. Por la mañana fue

en su busca un gran automóvil negrode las SS.

En su cuartel general, Himmlerrecibió cordialmente al sueco,asegurándole que Finke le habíahablado muy bien de él. Luegohablaron extensamente sobre elproyecto de la refinería en Suecia.Erickson habló de la necesidad quetenía de ver directamente elfuncionamiento de fábricas similaresen Alemania. Luego siguierontratando de otras cuestiones, pero alfinal de la entrevista Erickson obtuvoun preciado documento, firmado por

el propio Himmler, por el que se lepermitía viajar por toda Alemania ylos países ocupados, visitar todas lasrefinerías de petróleo que deseasever, y obtener de los expertoscualquier información necesaria paraelaborar el proyecto de la refineríaque debía construirse en Suecia.Como si la firma de Himmler nofuera suficiente aval, obtuvo otrodocumento firmado por Hitler por elque se le proveía de vehículo a cargodel Reich y cupones para gasolinailimitados, en unos momentos en losque el combustible para uso

particular estaba severamenteracionado. Las facilidades brindadaspor Himmler revelaban laimportancia que el jefe de las SSconcedía al proyecto.

Pertrechado de esosdeslumbrantes salvoconductos,Erickson recorrió durante un año lageografía alemana, inspeccionandotodas las grandes fábricas. Se reuniócon los directores, se enteró deprimera mano de lo que estabanhaciendo y de sus proyectosinmediatos. Cuando Ericksonconsideró que ya había recogido

suficiente información para poner enmarcha el proyecto, dio porfinalizada la gira por Alemania yregresó a Suecia.

Sin embargo, los planes deErickson no pasarían de la faseprevia de estudio; el progresivodeterioro de la situación militar paraAlemania hizo que el plan para laconstrucción de la fábrica degasolina sintética fuese suspendido.Con los aliados occidentalesfirmemente asentados en Francia trasel exitoso desembarco en Normandíay los ejércitos soviéticos

amenazando con desbordar lasfronteras orientales del Reich, elproyecto de Erickson fue olvidado enfavor de otras cuestiones másperentorias.

UN PLAN ARRIESGADO Con la derrota de Alemania, en mayode 1945, el futuro de todos aquellosque habían colaborado con el TercerReich pasó a ser muy oscuro. Todoapuntaba a que Eric Erickson iba atener que responder por su anterior

apoyo a la causa nazi. Sin embargo,para perplejidad de sus familiares yamigos, la legación norteamericanaen Estocolmo ofreció a Erickson unfastuoso banquete en su honor, al quetodos ellos fueron invitados. Losasistentes a la comida quedaronboquiabiertos al escuchar lasalabanzas de que era objeto su antesvilipendiado amigo.

Erickson no había colaboradocon los alemanes, tal como habíahecho creer a todos, sino que habíaestado trabajando siempre en favorde los aliados, tal como demostraba

la organización de ese homenaje. Elfalso colaborador de los nazis, entrebrindis y felicitaciones, quedórehabilitado de forma espectacularante los que le habían vuelto laespalda.

Todo había comenzado en 1939,nada más desencadenarse la guerra,cuando el entonces embajadornorteamericano en la UniónSoviética, Laurence Steinhardt,contactó con Erickson para reunirseen secreto con él. Steinhardt habíasido embajador en Suecia entre 1933y 1937, por lo que tenía referencias

de las actividades del hombre denegocios sueco. Erickson accedió areunirse con él en Estocolmo. En elencuentro, el diplomático le propusoque actuase como espía en favor delos servicios secretosnorteamericanos, aprovechando sularga experiencia en el sector delpetróleo y sus contactosinternacionales.

El sueco, amante de la aventuray los retos imposibles, aceptó laarriesgada propuesta, pero se negó arecibir remuneración alguna por susservicios. Steinhard le puso en

contacto con los agentes del serviciode inteligencia norteamericano, laOficina de Servicios Estratégicos(Office of Strategic Services, OSS),destinados en Suecia, los cuales ledieron un cursillo de cuarenta horasen el que le enseñaron las tareasbásicas de un espía, como escribircon tinta invisible, enviar mensajeso, llegado el caso, acabar con la vidade un hombre sin despertarsospechas. Erickson abrazó conentusiasmo su nueva vida de espía;incluso sugirió más tarde la idea deque su nombre fuera incluido en la

«lista negra», tal como sucedió.Erickson contaría con la

inestimable colaboración delpríncipe Bernadotte, también agentesecreto de los aliados. Estosayudaron a hacer más creíble elpapel de Erickson, por ejemplo,presionando a las autoridadeslocales para que extremasen suregistro en el aeródromo de Brommaantes de su primer viaje a Berlín,haciendo creer a los agentes de laGestapo que el sueco estaba en supunto de mira.

Los misteriosos documentos

recibidos por Von Wunsch, VonStürker y algunos otros eran cartasfirmadas por Erickson en las cualesreconocía los servicios del titularcomo colaborador secreto de lacausa aliada, para que las hicieranvaler ante los vencedores después dela derrota del Tercer Reich. Cadauna de esas cartas era un peligrolatente para Erickson, pues si caíanen manos de la Gestapo, todo elengaño quedaría al descubierto, peroel sueco demostró que sabía muybien en quién podía confiar, ya queninguno de sus amigos le traicionó.

UNA INFORMACIÓN MUYÚTIL Los beneficios que obtuvieron losaliados gracias a Erickson fueronmuy importantes. Por ejemplo, buenaparte del petróleo que Alemaniaexportó a Suecia en base a losacuerdos suscritos por él acabaríaindirectamente en manos aliadas através de las compañías Vaccum Oily British Petroleum, sin que losalemanes llegaran a sospechar nuncaque su gasolina estaba sirviendo paraalimentar el esfuerzo bélico del

enemigo. Pero tan importante o másque ese desvío del petróleo alemáncon destino a los aliados fue lainformación que les suministró en elotoño de 1944.

En los meses anteriores alasalto definitivo al Reich, la ofensivacontra el petróleo germano alcanzósu punto culminante. Los pilotosaliados conocían la localizaciónexacta de todas las plantas deprocesamiento de combustible y susredes de distribución. El mismo díaen que se inauguraba una fábricanueva, la encontraban señalada en el

mapa y podían volar directamentehasta ella, por muy bien disimuladaque estuviese. Cuando habíandestruido una refinería, sabían ya eltiempo que tardarían en repararla, yel mismo día calculado para supuesta en marcha era atacada denuevo.

El suministro de combustible alEjército de tierra y a la Luftwaffequedó enormemente reducido, lo queprovocaría en buena parte el colapsode la resistencia germana. Su escasezimpidió a los cazas levantar el vuelopara defender el territorio del Reich

de las oleadas de bombarderosenemigos. La ofensiva alemana en lasArdenas, en diciembre de 1944, sólocubrió sus objetivos mientras lastropas contaban con el combustiblenecesario para avanzar. Cuando estese agotó sin que la vanguardiagermana hubiera alcanzado losdepósitos de combustible aliados, elataque se vio detenido, acabando conlas esperanzas de Hitler de reeditarlos éxitos de la guerra relámpago.

Buena parte de la informaciónque había permitido destruir lasfábricas de combustible procedía de

los informes que había enviado EricErickson, confeccionados durante sularga gira por territorio alemán.Mientras que Himmler pensaba queel sueco estaba recogiendo lainformación necesaria para laconstrucción de la planta deprocesamiento de combustible, enrealidad estaba anotando ycomunicando a los aliados elemplazamiento de esas fábricas enterritorio germano. Lossalvoconductos firmados porHimmler y Hitler eran los que lehabían facilitado esa labor de

espionaje en el interior del Reich. Elpropio general Eisenhowerreconocería públicamente su labor.

MOMENTOS DE PELIGRO Pero el cometido de recogerinformación en el interior del Reichno era precisamente un juego deespías. Erickson era consciente deque, aceptando la propuesta de losaliados, iba a correr serios peligros;tratar con la Gestapo requería andarcon pies de plomo, y cualquier error

se podía pagar con la vida. Aunqueél sobrevivió a esa experiencia, lamuerte anduvo muy cerca de él endos ocasiones.

En una de ellas, entró encontacto con una mujer berlinesa quecolaboraba con los aliados, y que ledebía proporcionar valiosasinformaciones. Sin embargo, aquellamujer había despertado lassospechas de la Gestapo, por lo queestaba siendo sometida aseguimiento. Mientras ambossostenían un encuentro en casa deella, entraron los agentes de Himmler

en la casa, deteniendo a ambos.Teniendo en cuenta la posibilidad deque eso sucediera, habían acordadouna versión común de los hechos,según la cual no se conocíananteriormente, al ser supuestamenteuna prostituta a la que el suecoestaba en ese momento pagando porsus servicios.

Los agentes los trasladaron alcuartel de la Gestapo. Ericksonpensó que había sido descubierto,pero cuando sus captores tuvieronconocimiento de los contactos que elsueco tenía en las altas esferas del

régimen, optaron por creer querealmente no conocía a la mujer. Sinembargo, antes de ser liberado de laprisión en la que había sidoconfinado, asistió a través de unaventana que daba al patio a unaestremecedora escena. La Gestapohabía llegado a la conclusión de quela mujer era, efectivamente, unaespía, por lo que fue ejecutada allímismo.

Pero Erickson todavía tendríaotro encuentro cercano con la muerte,todavía más dramático si cabe.Durante su última gira por la

geografía alemana obteniendoinformación para los aliados, seencontró con un hombre de negociosque había conocido a principios delos años treinta y que creía muerto.Erickson le invitó a una copa ycomenzaron a conversar. El alemán,que había abrazado el nazismo conentusiasmo, le hizo saber a Ericksonque le sorprendía verlo allí, al sernorteamericano de nacimiento.Erickson intentó convencerle de queestaba a favor de la causa germana, yque había llegado a su país paratrabajar por la victoria del Reich,

pero el alemán se mostró cada vezmás escéptico sobre los verdaderosmotivos por los que él se encontrabaallí. La conversación subió de tonocuando el alemán recordó queErickson tenía por aquel entoncesamigos judíos, lo que llevó al suecoa intentar despejar sus dudasmostrándole el salvoconductofirmado por Himmler. Eso parecióconvencer al nazi, pero este seexcusó diciendo que se le hacíatarde, despidiéndose abruptamentedel sueco.

Erickson, llevado por su

intuición innata, decidió seguir alalemán. Cuando este se dirigió a unteléfono público, el sueco se acercólo suficiente para escuchar queintentaba ponerse en contacto con laGestapo. Si quería salir de Alemaniacon vida, era necesario poner enpráctica lo que le habían enseñadolos agentes del OSS. Así pues, seacercó a él y, sin mediar palabra, lehincó en el costado un cuchillo quesimulaba ser una estilográfica,causándole de inmediato la muerte ydejando su cuerpo sin vida sobre laacera. Aunque tuvo la precaución de

quitarle la cartera para que parecieraque había muerto al forcejear con unladrón que pretendía robarle, eraconsciente de que, tarde o temprano,la Gestapo acabaría por descubrir sudoble juego, por lo que dio porfinalizada la gira por Alemania yregresó rápidamente a Suecia.

Los aliados, satisfechos con eltrabajo de Erickson, cumplieron trasla guerra las promesas del sueco aVon Wunsch, Von Stürk y los demáscolaboradores a los que entregó eldocumento en el que se certificaba elcompromiso de todos ellos con la

causa aliada. Hans Ludwig murió enprisión, con la única satisfacción desaber que él era el único al que elastuto Erickson no había conseguidoengañar. Helmut Finke acabó por sercapturado por los aliados después deocultarse varios meses en Dinamarcacon nombre falso.

Erickson, después de recuperarfelizmente la confianza de susfamiliares y amigos, siguiódedicándose a los negocios enSuecia14. El espía sueco falleció en1983, mereciendo un obituario en elNew York Times.

14La hazaña de Erickson pasó a serde conocimiento público tras lapublicación en 1958 del libro Thecounterfeit traitor, escrito porAlexander Klein. Esta obra seríallevada a la gran pantalla en 1962 ene l film del mismo título («Espía pormandato» en la versión en español),con el actor William Holden en elpapel de Erickson.

Parte IV

Misiones audaces

Capítulo 14El raid de Alejandría: Lositalianos demuestran su valor

Dos semanas antes de la Navidad de1941, el teniente de navío italianoLuigi Durand de la Penne, deveintisiete años, escribía esta carta asu madre desde la base naval de LaSpezia:

Querida Mamá: Cuandorecibas estas líneas, yo habrémuerto. Me he ofrecido como

voluntario para una peligrosamisión que fracasó.

Así empezaba la primera de tres

cartas escritas en el mismo día por elmilitar transalpino. La segundaanunciaba el éxito de la arriesgadaoperación en la que se iba aembarcar y la tercera comunicabaque había caído prisionero de guerra.Al terminar la acción, según fuera loque sucediese, se remitiría a sumadre la carta correspondiente.

Las probabilidades que tenía elteniente de volver con vida de la

misión eran escasas, al igual que losotros compañeros que iban aparticipar en la misma. De la Penne ysus hombres tuvieron que hacertestamento y preparar los equipajescon sus pertenencias para que losenviasen a sus familias si noregresaban. Ninguno de loscomponentes del grupo debía estarcasado, para evitar que aumentasenlas reticencias a actuar de formaarriesgada, aunque De la Penne seestaba saltando esa exigencia ensecreto.

Componentes de la 1.a flotilla MASen 1939. De izqda. a dcha.: LuigiDurand de la Penne, TeseoTesei,

Bruno Falcomatá, Paolo Aloisi, GianGastone Bertozzi, Gino Birindelli,Gustavo Maria Stefanini y Giulio

Centurione.

El objetivo de aquellosvalerosos hombres era penetrar en elpuerto egipcio de Alejandría, en elque los británicos tenían ancladas lasunidades más valiosas de la RoyalNavy en el Mediterráneo. Para ellodebían utilizar unos torpedosautopropulsados con capacidad parados hombres. Una vez dentro de lasaguas del puerto, debían minar losprincipales buques de guerrabritánicos y escapar a toda prisa.

Todos eran conscientes de la

enorme dificultad de la empresa, quela convertía en una misión casisuicida. Las medidas de seguridaddel puerto para evitar incursionesenemigas hacían que fueraprácticamente inexpugnable y, aun enel caso de que lograsen entrar yminar los barcos, las posibilidadesde huir sanos y salvos eran remotas.

Aquellos hombres demostrabanposeer un inmenso valor al ofrecersea llevar a cabo esa acción. Entoncesno podían imaginar que sugestaacabaría mereciendo, incluso, unaspalabras elogiosas del primer

ministro británico Winston Churchill.

MOMENTO CRÍTICO PARALA ROYAL NAVY

A finales de 1941, la flotabritánica del Próximo Oriente, trassufrir una serie de sensiblespérdidas, sólo disponía ya de dosgrandes unidades: los acorazadosQueen Elizabeth y Valiant, que eranlos encargados de representar elantes incontestable poderío inglés enel Mediterráneo. Desde el verano de

ese año, el objetivo capital de laflota inglesa había consistido en ladestrucción de los convoyesitalogermanos que abastecían a lastropas del Afrika Korps, dirigidaspor el general Erwin Rommel. Con elfin de proteger esos convoyes queproporcionaban armas, munición,víveres y, sobre todo, combustible, alas fuerzas de Rommel, los alemaneshabían retirado del Atlántico algunossubmarinos para transferirlos alMediterráneo.

Así, el 13 de noviembre de1941, el mayor portaaviones

británico del Mediterráneo, el ArkRoyal , fue torpedeado al este deGibraltar por un submarino germano.Aun cuando los barcos de escoltaingleses iniciaron una rápida acciónde salvamento, tratando de remolcaral buque alcanzado hasta la cercanabase del Peñón, el portaavionesacabó por hundirse.

El segundo golpe ocurriría docedías más tarde, en el Mediterráneooriental. El 24 de noviembre, elgrueso de la flota inglesa en este mar,integrado por los acorazados QueenElizabeth, Valiant y Barham, zarpó

de su base de Alejandría con lamisión de bloquear las líneas deabastecimiento del Eje. Pero al díasiguiente, por la tarde, una fuertedetonación sacudió la formaciónnaval británica; el Barham fuealcanzado por tres torpedos lanzadosdesde un submarino alemán. El tripleimpacto logró que el acorazado seescorase fuertemente a babor. Latripulación realizó desesperadosesfuerzos por salvar el barco, a pesarde que este seguía inclinándose. Depronto, una tremenda explosiónprocedente de la santabárbara del

Barham produjo una gigantesca nuberojiza; el buque elevó la quilla en elaire y se fue a pique con casinovecientos hombres a bordo.

El trágico hundimiento delBarham contó con un espectador deexcepción, el almirante s i r AndrewB. Cunningham, el jefe de la flota delMediterráneo. Desde su buqueinsignia, el Queen Elizabeth,contempló impotente cómo elBarham se iba a pique. En vista de lasituación, y temiendo nuevos ataquesde los submarinos germanos, ordenóa las restantes unidades poner proa a

la base de Alejandría, muy bienprotegida y fuertemente custodiada,donde aguardarían una ocasión másfavorable para reanudar lasoperaciones. Los británicos no teníanotra opción que hacerse fuertes conlo poco de que disponían.

Explosión del acorazado HMSBarham de la Royal Navy el 24 de

noviembre de 1941 cuando fuealcanzado por tres torpedos lanzados

desde un submarino alemán.

Para proteger la base deAlejandría, que en esos momentosera el principal fondeadero de laflota inglesa del Mediterráneo, sehabía minado una zona de variasmillas de longitud a unas treintamillas al noroeste, además de otrasseis millas en las cercanías de labocana del puerto; para ello seutilizaron minas esféricas, situadas aunos diez metros de profundidad, quepodían explosionarse a distancia.Muy cerca del puerto flotaban cablescon sistemas automáticos de alarma.Además, los numerosos bajíos

existentes cerca del puertoconstituían un buen obstáculo naturalante cualquier intento de incursión.El movimiento de los barcos sólopodía efectuarse a través de un canalde entrada bien delimitado y sobre elque se ejercía una atenta vigilancia.

Al retornar de su última misión,e l Queen Elizabeth y el Valiantanclaron en la dársena principal delpuerto de Alejandría. Las respectivasdotaciones se apresuraron a colocarjunto a las naves las habituales redesprotectoras, que con las restantesinstalaciones defensivas de la base

proporcionaban la más completaseguridad. Esos eran los únicosacorazados con que contaba la RoyalNavy en todo el Mediterráneo, frentea las cinco unidades pesadas con quecontaban los italianos. Contra todopronóstico, la siempre intratableRoyal Navy había pasado aencontrarse en franca inferioridadante la Regia Marina.

Mientras tanto, los panzer deRommel seguían avanzandoimparables por el norte de África,amenazando con tomar Egipto. Si losalemanes se apoderaban de la base

naval británica de Alejandría yllegaban al canal de Suez, el Ejepasaría a tener el control absolutodel Mediterráneo oriental. Aunque laMarina británica había recibido unduro golpe con el hundimiento delacorazado Barham, sus otros dosacorazados suponían una amenazalatente para las líneas de suministroque aprovisionaban a las tropas delEje en el norte de África. Si seconseguía ponerlos fuera de combate,los barcos italianos ya no tendríanoposición y el Afrika Korpsdispondría del material y el

combustible necesario paraemprender la conquista de Egipto.Así, los italianos decidieron poneren práctica un plan tan audaz comoarriesgado, con el objetivo de hundiresos dos acorazados en su propiorefugio.

OBJETIVO: ALEJANDRÍA El acorazado Queen Elizabeth, detreinta y dos mil toneladas, y sugemelo el Val iant constituían elnúcleo duro de la flota del

Mediterráneo, a pesar de que setrataba de dos naves veteranas, yaque habían entrado en servicio alcomenzar la Primera GuerraMundial. En su tiempo fueron lasprimeras naves en montar piezas detrescientos ochenta milímetros y lasprimeras grandes unidades queutilizaron combustible líquido enlugar de carbón, además de ser losprimeros acorazados en superar losveinticuatro nudos por hora. ElQueen Elizabeth fue el escenario enel que se firmó en 1918 lacapitulación de la marina de guerra

alemana.No obstante, ambas naves

habían sido sometidas a lacorrespondiente modernización, porlo que disponían de todo el potencialpara desempeñar el decisivo papelque les había sido encomendado.Cada buque llevaba una dotacióncercana al millar de hombres.Aunque eran más ligeros que losmodernos acorazados germanosBismarck y Tirpitz, el calibre de suspiezas era idéntico, y su blindaje eracasi tan grueso como el de las joyasde la corona de la Kriegsmarine.

Pero, tal como se ha apuntado,la misión de cazar a los dosacorazados en su propia guarida noiba a ser nada fácil. La inmensadársena del puerto de Alejandríaestaba separada del mar abierto porun ancho y prolongado espigónoccidental, y por otro más pequeñoen el este. La abertura que separabaambos espigones, de apenasdoscientos metros, formaba el pasillode acceso al puerto. Este pasillo fuebloqueado por tres tupidas redes decable metálico. Lanchas rápidaspatrullaban día y noche junto a la

entrada del puerto y de vez encuando, a intervalos regulares,lanzaban cargas de profundidad muycerca de las barreras. La zona entorno a Alejandría estaba dotada desofisticados sistemas de observaciónterrestre, marítima y aérea, una buenared de baterías costeras y sólidasobras de fortificación. El conjuntoocupaba una superficie de varioskilómetros cuadrados. El recintoportuario y, sobre todo, losespigones estaban sembrados debaterías antiaéreas y torretas deobservación. En las horas de

oscuridad, los haces de numerososreflectores escudriñaban lasuperficie del mar, abarcando unaextensión de varios kilómetros,incluso fuera del puerto. Intentarpenetrar en el puerto de Alejandríase antojaba una misión imposible.

Tras el internamiento de los dosacorazados en la base egipcia, lastripulaciones de ambos barcos seejercitaron continuamente para nover disminuido su poder combativo.Mediado el mes de diciembre de1941, los marinos de la flotabritánica tenían ya su mente puesta en

los preparativos para la Navidad.Aunque se encontrasen tan lejos desus familias, y en un escenario tanatípico, los ingleses querían celebraresas terceras navidades en guerracon la esperanza de que lassiguientes las pudieran disfrutar enpaz.

TORPEDOS TRIPULADOS En la base italiana de La Speziahabía un grupo de italianos que noestaba pensando en celebrar la

Navidad, sino en cómo penetrar en elcasi inexpugnable puerto deAlejandría. El instrumento con el quecontaban era un fruto de laproverbial inventiva italiana; untorpedo de cinco metros y medio delargo y tan sólo medio metro dediámetro, con una dotación de doshombres.

Este ingenio fue bautizadodurante el proceso de desarrollo conel nombre de Maiale (‘Cerdo’), trasproducirse un anecdótico episodio;en un ensayo, los tripulantes sefueron al fondo con el torpedo, y uno

de ellos, al emerger, descargó sufrustración refiriéndose de esedespectivo modo al artefacto. Laocurrencia hizo fortuna y a partir deentonces los torpedos seríanconocidos con ese nombre, queincluso sería utilizado jocosamentepara denominar a los tripulantes.

El Maiale estaba impulsado porun motor eléctrico silencioso y sedesplazaba a una velocidad de cuatrokilómetros por hora. Tenía unaautonomía de dieciséis kilómetros, ypodía navegar sumergido hasta unostreinta metros de profundidad. La

parte anterior del torpedo eradesmontable; se trataba de unacabeza explosiva de trescientoskilos, fácilmente separable del restopara poderla sujetar en cualquierlugar mediante un cable que sepasaba por una anilla.

La parte media del torpedo erauna cámara estabilizadora quepermitía sumergir o emerger elingenio a voluntad. Tras una planchaprotectora se encontraban los mandosy el armazón. Los motores y losacumuladores iban colocados detrásdel asiento del timonel, así como un

tanque para inmersión rápida quefuncionaba con aire comprimido.

El respaldo del asiento delsegundo tripulante servía a la vezcomo caja de herramientas, de muchautilidad pues llevaba una palancapara levantar redes, movida por airea presión, o el material necesariopara sujetar la carga explosiva alcasco de la nave enemiga.

Los tripulantes llevaban sobresu traje de buzo un aparato «Davis»,un dispositivo respirador patentadoen Gran Bretaña y construido enItalia, y que permitía una inmersión

de seis horas. Para transportar eltorpedo al lugar de la acción seutilizaban contenedores estancos,asegurados a la cubierta de unsubmarino.

Interior de la cabina de un torpedoitaliano Maiale. Los italianos

emplearían estos artefactos en suataque al puerto de Alejandría.

Una vez llegados a la zona de

operaciones, el submarino emergía lonecesario para poner a flote loscontenedores y sus torpedos. Luego,los buceadores salían por la torreta,sacaban los torpedos, montaban enellos y emprendían el rumbo hacia elobjetivo. Navegaban mediosumergidos, pues era la profundidadmás favorable para trasladarse a la

zona de operaciones; en caso depeligro, podían finalizar la inmersiónen pocos segundos.

Los tripulantes fueronadiestrados en el método para salvarlas barreras defensivas. En primerlugar se intentaba superar elobstáculo deslizándose por la partesuperior o inferior de la red. Deresultar imposible, se dejaba eltorpedo en el fondo y se procedía aabrir una brecha en la red metálicautilizando una cizalla, de manera quese lograba el acceso al interior delpuerto enemigo. Una vez en él, se

navegaba de nuevo en mediainmersión hasta unos treinta metrosdel objetivo, y luego se efectuaba unainmersión completa, justo por debajode la nave elegida como blanco.

El segundo tripulante, llamadobuceador, sujetaba dos grapas en laquilla del buque, en la que seaseguraba un cable que a su vez sepasaba por el anillo que llevaba lacabeza explosiva desmontable. Paraterminar, se activaba la espoleta detiempo de la carga explosiva yambos tripulantes se alejaban dellugar a toda prisa.

SEIS HOMBRES Y UNDESTINO Los miembros de estas dotacionesconstituían un reducido grupo decombate formado por un capitán denavío, el príncipe Junio ValerioBorghese, que fue quien eligió alresto de los hombres que tomaríanparte en el ataque al puerto deAlejandría. Estaba previsto que en laoperación se empleasen tres de estos

torpedos, por lo que el grupo estaríacompuesto de seis hombres.

El jefe de la operación sería elteniente Luigi Durand de la Penne,que junto al cabo buceador EmilioBianchi se encargaría de atacar alValiant. El dúo que debía hundir elQueen Elizabeth estaría integradopor el capitán de máquinas AntonioMarceglia y el marino buceadorSpartaco Schergat. La tercera pareja,integrada por el capitán VincenzoMartellotta y el cabo buceador MarioMarino, tendría como objetivo atacarun portaaviones.

Emilio Bianchi, cabo buceador quejunto a Luigi Durand de la Penne se

encargó de atacar el Valiant.

Mientras los tripulantes de estostorpedos se hallaban en período deadiestramiento, una sección especialde la marina de guerra italianapreparaba una maqueta del puerto delAlejandría, valiéndose de los datossuministrados por las cartas marinasy las fotografías obtenidas por losaviones de observación, con el fin deque los hombres encargados decumplir la misión conocieran todos

los detalles del escenario en el queiban a desarrollarla, con especialatención a los dispositivos deseguridad, los obstáculos submarinoso el emplazamiento de las baterías.

Se analizaron los datosmeteorológicos e hidrográficos de lazona, así como los informeselaborados por los espías italianosque desempeñaban su labor enAlejandría, que además de anotar losmovimientos portuarios, revelabanlos puntos en los que la vigilanciaera menor. Este último punto era muyimportante para los atacantes, ya que

una vez cumplida su misión,intentarían llegar a tierra y ocultarse.

En una réplica del QueenElizabeth, los tripulantes pudieronestudiar las características de estetipo de buques. Así pues, nada sedejó al azar. Por una vez, laimprovisación latina seríaabandonada en favor de unaplanificación exhaustiva más propiade sus aliados germanos.

VIAJE EN SUBMARINO

A fin de proteger en lo posible elsecreto de la operación contra elpuerto de Alejandría, los seishombres escogidos para participar enella fueron trasladados en aviónhasta la isla de Leros, donde losrecogería un submarino, el Scire, enel que viajarían hasta las cercaníasdel objetivo. Poco antes, había sidonombrado jefe del pequeño grupo elcapitán de navío Ernesto Forza. Elpríncipe Borghese, el antecesor deForza al frente del grupo especial, sehizo cargo del sumergible. La unidadfue designada como 10.a Flotilla de

lanchas rápidas, con objeto dedisimular su verdadera naturaleza.

El 3 de diciembre de 1941 seefectuaron los últimos preparativosen la base de La Spezia. Elsubmarino Scire zarpó llevando encubierta tres contenedores vacíos. Sedifundió la noticia, con carácteroficial, de que la nave zarpaba paraefectuar un crucero de prácticas. Alcaer la noche, tal como estabaprevisto, una barcaza transportó lostorpedos al submarino, que fueronrecogidos e instalados en loscontenedores vacíos; el motivo de

que la carga del submarino se llevasea cabo en aguas abiertas eramantener los preparativos lejos de lamirada de algún informador de losaliados que pudiera haber en la base.Había que mantener el secreto de lamisión a toda costa.

Seis días más tarde, el Scirellegaba a la isla de Leros, donde leesperaban los seis hombres que ibana participar en la operación. Lospartes meteorológicos eran muyfavorables, lo que, unido a la faselunar, parecía garantizar que elataque se ejecutaría en las mejores

condiciones. El submarino salió deLeros, con los hombres y lostorpedos a bordo, el 14 dediciembre, poniendo rumbo aAlejandría. Pero, de repente, lascondiciones atmosféricas cambiarony la nave tuvo que luchar con unafuerte marejada. Al mal tiempo seunió el creciente peligro de loscampos de minas.

En la noche del 18 dediciembre, el S c i r e alcanzó laposición señalada, a unas dos millasdel faro de Ras-el-Tin, que señalabael emplazamiento del puerto de

Alejandría. La nave permaneció ensuperficie, a la altura del faro.

Al día siguiente, otro submarinose situó ante la ciudad de Rosetta,junto a la desembocadura del Nilo, ala espera del regreso de losintegrantes del comando, quienestenían previsto dirigirse a tierra unavez efectuado el ataque y conseguirun bote para ir al encuentro delsubmarino.

El tiempo estaba tranquilo y elmar estaba en calma. Todo estabadispuesto para que los seis valerosositalianos se lanzasen a la arriesgada

misión que podía hacer, de teneréxito en ella, que sus nombrespasasen a la historia de la guerranaval.

COMIENZA LA OPERACIÓN

Para conocer el relato de laoperación contra el puerto deAlejandría, nada mejor que recurrir alas anotaciones del jefe de la misma,Luigi Durand de la Penne:

Alejandría. A bordo del

submarino Scire, en la nochedel 18 de diciembre de 1941.Tres dotaciones preparadaspara salir en misión. Son lasocho de la noche. Una vezequipados, el submarino emergey saltamos a cubierta. La navevuelve a sumergirse un poco ysacamos los torpedos de loscontenedores. El tiempo es frío,todo está oscuro y reina elsilencio. El mar parece unespejo. No tardaremos en entraren acción. Las aguas estánsucias, pues tuvimos una fuerte

marejada. Mientras ponemos aflote los torpedos, el submarinocontinúa emergido. Yo llevabaefectuadas tres operaciones deesta índole: dos en Alejandría yuna en Gibraltar, y me constabala importancia de mantenerunido al grupo, a fin de que suscomponentes se sintiesenpsicológicamente obligados adar lo mejor de sí y a estarcontentos. Ya nos hallábamos enla superficie y prontoemprendimos la marcha haciaAlejandría.

La navegación resultósencilla, ante todo porque, derepente, el faro de Ras-el-Tincomenzó a destellar. Lo tomécomo punto de referencia paraverificar continuamente nuestraposición. Nos acercábamos alas redes metálicas, el obstáculoprincipal con que tropezaríanuestra misión.

Mientras el Scire regresaba a su

base de partida, los torpedosnavegaban cerca del espigónoccidental en dirección al puerto, tan

cerca que llegaban a distinguirse lassiluetas de los centinelas. Cerca dela bocana del puerto patrullaba unalancha que de manera rutinaria ibalanzando cargas de profundidad. Enel extremo del espigón occidentalhabía una triple red de acero queprotegía el acceso al puerto. Lostorpedos se sumergieron en busca deuna improbable abertura; además deno haberla, pudieron observar que delas mallas de la red pendían cargasexplosivas.

La cizalla neumática resultabademasiado ruidosa para utilizarla en

este caso, así que emergieron a lasuperficie para tratar de pasar labarrera por arriba. Era medianoche,y de pronto comenzó a lucir el farode la entrada del puerto. Las redes seabrieron para dejar entrar en elpuerto a un mercante y tresdestructores. Los italianos secolocaron detrás de las naves ylograron de esta manera penetrar enel puerto sin ser descubiertos.

Poco después los torpedos sesepararon. De la Penne y Bianchi sedirigieron hacia el Valiant. A unadocena de metros de la nave

tropezaron con su barrera protectora,logrando superarla por la partesuperior, y avanzaron al encuentrocon el acorazado.

COLOCANDO LAS MINAS De la Penne prosigue relatando laoperación:

Marché hacia el barcoenemigo, navegando sumergidoa unos cinco metros deprofundidad. Nos deslizamos

suavemente junto a la partemedia del casco y me dispuse afrenar el torpedo, pero noconseguí detener su marcha. Eltorpedo se quedó apoyado en elcasco del buque. De pronto sefue hacia el fondo, pero no tardóen quedar bloqueado y detenido.Indiqué a mi buceador queaveriguase lo que ocurría yesperé. Mientras lo hacía,imaginé que tanta calma nopodía ser normal. Bajé detrásde él y comprobé que mibuceador había desaparecido.

Por un momento creí que lehabía ocurrido algo, ya que nosencontrábamos a bastanteprofundidad. De pronto temí norealizar con éxito la misión quenos habían confiado. No podíahacerse nada para evitarlo.Observé que un cable de acerose había enredado en la hélice,y por eso el torpedo habíaquedado inmóvil. Nosencontrábamos a muy pocosmetros del blanco. Tratéentonces de arrastrarlo; eltorpedo medía unos ocho metros

de longitud, su peso era bastanteconsiderable, y estaba mediohundido en el fango movedizo yviscoso. Tuve que realizar unterrible esfuerzo, pero al finlogré arrastrar el torpedo hastasituarlo debajo del acorazado.Sólo me había guiado unpensamiento, dejar el artefactolo más cerca posible del barco,y ahora tenía la satisfacción dehaber efectuado con éxito mitarea.

Dejé el torpedo, activé eldetonador de la carga explosiva

y subí a la superficiesintiéndome casi al borde delagotamiento. Al principio medispararon, pero conseguíalcanzar una de las boyas a lasque estaba amarrado el buque.Detrás de la misma encontré ami buceador. Esperamos hastaque los ingleses nos capturarony nos llevaron a bordo. Tuvebuen cuidado de poner la cargadebajo de los pañoles demuniciones del acorazado y noresultaba grato ser huéspedprecisamente de este barco, y

mucho menos siendo enemigos.Al principio pensamos que

lo mejor era intentar la huida. Abordo me preguntaron lo quehabía hecho, a lo que, como esnatural, no contesté. Nospusieron en un bote paraconducirnos a tierra, dondefuimos interrogados por unhombre pistola en mano. Medijo que estaba muy nerviosopor habérsele despertadotemprano y que sabía, aun sindecírselo, cuál había sidonuestra misión. Yo no se lo

hubiera dicho jamás, comotampoco el lugar donde estabacolocada la carga.

Después nos llevaron denuevo a bordo del acorazado ynos encerraron en uno de lospañoles. Estábamos con variosmarineros ingleses, que semostraron amables connosotros. De todos modos, sehallaban algo pálidos, lo mismoque nosotros, pero con ladiferencia de que ellos noconocían tan bien la realidad.

Marceglia y su buceadorSpartaco Schergat describieron unamplio círculo en torno al pequeñoespigón; entonces, Marceglia sedirigió hacia el Queen Elizabeth,que se encontraba a unos trescientosmetros del Valiant. Llevaban ya ochohoras en el agua y se sentíanfatigados, además de estar ateridosde frío. Marceglia se sumergió,pasando por debajo de la redmetálica que protegía el acorazado, yse dirigió directamente hacia elcasco. A los pocos minutos estaba yacolocada la cabeza explosiva de

trescientos kilos. Luego, sin servistos, se deslizaron hacia lasdársenas comerciales; desde ellaspodrían ir a tierra sin el menorinconveniente, según los informesremitidos por los espías. Por elcamino fueron dejando pequeñasbombas incendiarias en la superficie,a fin de que prendiese el combustiblederramado tras la explosión de lanave. Muy cerca de la orillahundieron su M a i a l e , que ibaprovisto de un mecanismoautodestructor. Después depermanecer ocho horas en el agua,

salieron por fin a tierra, ocultaronsus equipos de bucear y abandonaronel recinto portuario.

El tercer grupo, formado porMartelotta y Marino, pasó con sutorpedo entre las redes de ambasnaves, dirigiéndose al encuentro delportaaviones que tenían que atacar.Pero hacía veinticuatro horas queesta nave había abandonado el puertode Alejandría rumbo a ExtremoOriente. Los italianos colocaron lamina en la popa del petroleroSagona, por debajo de la línea deflotación. Después sembraron de

bombas incendiarias el lugar y sedirigieron hacia el puerto comercial,para desde allí trasladarse a tierra.Pero, al disponerse a salir delrecinto, fueron apresados por loscentinelas.

Pero entonces ya se habíanactivado todas las cargas explosivas.En el Queen Elizabeth se encontrababajo la sala de máquinas, en tantoque De la Penne y Bianchi habíancolocado la suya bajo el pañol delValiant; la espoleta graduada habíaentrado en acción. Faltaba poco paralas seis de la madrugada y la

explosión se produciría cincominutos después. Era ya algo tardepara que los ingleses tomaranmedidas defensivas. Según cuenta elcomandante Luigi Durand de laPenne:

Cuando faltaban de diez aveinte minutos para que lasminas hicieran explosión,solicité hablar con elcomandante de la nave. Mecondujeron ante él y lemanifesté que ya no podríahacer nada para salvar el barco,

pero sí a la tripulación. Elcomandante me preguntó otravez dónde había colocado lamina. No se lo dije. Entoncesordenó que me llevaran denuevo al pañol y comprobé queestaba solo. Camino del pañol,no vi a ningún marinero inglés.Tampoco a mi buceador. Porfortuna me quedé allí y aguardélos últimos minutos con lainquietud que es de suponer.

Yo fui quien colocó lamina, y puede imaginarse lo quesignifica exponerse a ser

víctima de su propia trampa.Pero aguanté de firme, sobretodo para demostrar a losmarinos británicos que nosomos inferiores a ellos.

EXPLOSIONES EN ELPUERTO «Entonces —prosigue su tenso relatoDe la Penne—, en el precisomomento que había calculado, lamina hizo explosión. Hasta creo que

presentí el instante en que había desuceder. Me encontré de nuevo en elagua, como recuperado de unsíncope. El buque había estallado,desprendiéndose una parte de lasuperestructura, justo donde meencontraba. Subí al acorazado y lorecorrí. Me dirigí a popa y vi alcomandante, un hombre robusto y sinduda excelente marino. Y, mientrasesperaba, contemplé la popa. El solemergía precisamente a la altura dela popa del Queen Elizabeth e,instantes después, explotaba la minacolocada en dicha nave».

El acorazado británico QueenElizabeth. Su presencia en el

Meditérraneo amenazaba las rutas deaprovisionamiento del Eje.

El artillero británico A. J.

Wilkins estaba de servicio aquel día.He aquí su testimonio:

El 19 de diciembre de1941 estaba de servicio a bordodel HMS Queen Elizabeth y meencontraba en el puesto demando de las piezas antiaéreasligeras. Sobre las dos de lamadrugada cundió la alarma ennuestra agrupación naval, alhaberse comprobado queunidades submarinas enemigasse habían introducido en elpuerto, aprovechando el retiro

momentáneo de las barreraspara dar entrada a un mercante ytres destructores nuestros.

Se tocó zafarrancho decombate, ordenándose a ladotación que evacuara lacubierta inferior para dirigirse alas superiores. Yo estabaarriba, de servicio en lasbaterías antiaéreas.Transcurridas dos horas, secomunicó a los hombres quepodían volver a la cubiertainferior, pues todo parecía estaren orden. Desgraciadamente, los

dos buceadores italianos,apresados y conducidos a bordod e l Val i an t , se negaron aindicar dónde habían colocadolas minas. Fueron encerrados enlos camarotes inferiores delbuque. Poco antes de las seis dela madrugada, los italianosdeclararon al comandante quehabían puesto minas en loscascos del Valiant y del QueenElizabeth.

A las seis de la mañanaestallaron las minas, conformidable estruendo. Mientras

tanto, me había trasladado a micamarote, situado por debajo dela línea de flotación. Tantremenda fue la explosión, quese cortó la energía eléctrica y seinundó la cubierta de camarotes.El barco quedó a oscuras y loshombres trataron de ganar lascubiertas superiores en busca deprotección. Al llegar arriba vihundida la proa del Valiant ynoté que el Queen Elizabeth sesumergía lentamente, puesto quesus mamparos de acero estabandestrozados.

En el momento de laexplosión salió por la chimenead e l Queen Elizabeth un granchorro de combustible, juntocon piezas de las máquinas.Tanto el Queen Elizabeth comoe l Valiant se posaron sobre elfondo del puerto. Una terceraexplosión sacudió al petroleroSagona, cuya popa se hundió.El destructor Jervis , que seencontraba junto al anterior,repostando combustible, sufriódaños de consideración y tuvoque permanecer una semana en

reparación en los astilleros.Afortunadamente, no estallaronlas granadas incendiarias, puesde otro modo la catástrofehabría adquirido proporcionesgigantescas.

DECISIÓN ERRÓNEA DEMUSSOLINI La operación contra el puerto deAlejandría había resultado un éxitoinesperado. Las fotografías tomadas

al día siguiente por aviones dereconocimiento italianos revelabanque el Valiant yacía escorado ababor en medio de una inmensamancha de aceite y que el QueenElizabeth estaba hundido de proa. Aconsecuencia de la explosión, elcuarto de máquinas del QueenElizabeth se había inundado; dossubmarinos fondeados junto alacorazado le suministraban corrientey lo mantenían en equilibrio. Losespecialistas del servicio secretoitaliano interpretaron acertadamentelas imágenes, llegando a la

conclusión de que ambos buques sehallaban seriamente averiados.

Sin la competencia de los dosacorazados, los potentes crucerositalianos hubieran podido zarpar paraimponer su ley en el Mediterráneooriental, protegiendo los barcos queabastecían a las tropas quecombatían en el norte de África. Sinembargo, los cruceros no seaventurarían a salir por una razónsorprendente. A pesar de laevidencia mostrada por lasfotografías aéreas, Mussolini afirmóque los buques no habían sufrido

daño alguno, ignorando la opinión delos técnicos. Sin que nadie tuviera elvalor de llevarle la contraria, eldictador italiano ordenó que su flotapermaneciese anclada en sus puertos.

Tras el rotundo golpe sufrido enAlejandría a manos de los torpedostripulados italianos, la flota inglesadel Mediterráneo dejó de existirdurante un tiempo; sólo le quedaríaen servicio una escuadra de crucerosy unos cuantos destructores, unaventaja que los italianos no pudieronaprovechar por culpa de laintromisión de Mussolini.

E l Queen Elizabeth,incapacitado para hacerse a la mar,se limitaría a cumplir funciones deíndole representativa en la base deAlejandría durante su forzadoperíodo de inactividad. Secelebraron a bordo diversasrecepciones; la nave fue puntoobligado de visita para las tropasacantonadas en la zona deAlejandría. En ella se celebraron,por ejemplo, las veladas musicalesde las fiestas de Navidad y AñoNuevo.

El almirante s i r Andrew B.

Cunningham, que no prohibió a losreporteros el uso de cámaras paradar sensación de normalidad, tomóeficaces medidas para que losnumerosos visitantes del QueenElizabeth no sospecharan que, bajola superficie, se trabajabafebrilmente día y noche en su casco,a fin de taponar, al menos de formaprovisional, el boquete de docemetros de diámetro que habíacausado la explosión de la minacolocada por los italianos.

Por el contrario, los dañossufridos por el Valiant — en realidad

no mayores que los ocasionados alQueen Elizabeth— resultaron másdifíciles de ocultar, puesto que lanave tuvo que permanecer variosmeses en reparación.

«UN EJEMPLO DE VALOR» No sería hasta cuatro meses después,en marzo de 1942, cuando Churchillinformó al Parlamento británico, ensesión privada, de lo ocurrido aambas naves. Para referirse al ataqueprotagonizado por aquellos seis

hombres valientes, Churchill localificaría de «un ejemplo nadacomún de valor y habilidad».

Mientras tanto, ¿qué habíaocurrido con los seis tripulantes delos torpedos? El submarino italianoque frente a Rosetta, junto a ladesembocadura del Nilo, debíarecoger a los miembros del comando,estuvo esperando en vano, ya quetodos fueron capturados en los díassucesivos.

Los cuatro italianos quelograron llegar a tierra seríandetenidos por la policía egipcia y

entregados a los británicos, trasdespertar sospechas por tratar depagar con billetes ingleses que noeran válidos en Egipto.

En cuanto a De la Penne, fueenviado a El Cairo y de allí aPalestina, desde donde logró escapara Siria. Capturado nuevamente, se lepuso a bordo de un buque que sedirigía a la India. En la India volvióa fugarse, pero fue capturado una vezmás.

Una vez concluido el armisticiocon Italia en 1943, De la Penne fuepuesto en libertad. Se incorporó a un

pequeño grupo de combate italianoque, paradójicamente, iba a servir apartir de entonces a la causa aliada.Esta unidad participó en unaoperación conjunta anglo-italianasobre La Spezia, con el objetivo deimpedir a los alemanes que, en suretirada, destruyeran esa base naval.De la Penne, al mando de un grupode compatriotas, aprovechó laexperiencia adquirida en el ataque alpuerto de Alejandría paraintroducirse sigilosamente en la raday echar a pique los buques que losalemanes tenían previsto sacar hasta

la boca del puerto para hundirlos ybloquear así el acceso a la base.

Medalla de Oro de la marina deguerra italiana.

En 1945, Luigi de la Penne fue

distinguido con la Medalla de Oro,suprema condecoración de la marinade guerra italiana, que le impondríael príncipe Umberto, en unaceremonia a la que asistiría elvicealmirante Charles Morgan, elque había sido comandante delValiant. A petición del alto oficialde la Royal Navy, finalmente sería elpropio Morgan el que tendría elhonor de prender la Medalla de Oroen el pecho de De la Penne,reconociendo así oficialmente su

extraordinario valor.

Capítulo 15Operación Frankton: Laaudacia navega en canoa

En la tarde del 7 de diciembre de1942, un submarino británicoemergió frente a las costas francesas.A bordo, doce hombres seaprestaban a afrontar el que iba a ser,sin duda, el reto más importante desu vida. Para ello habían sidosometidos a un entrenamientodurísimo y habían tenido que pasar

por pruebas que habían supuesto laeliminación de muchos candidatos.Al final, sólo ellos habían logradoganarse el honor de participar enaquella misión.

La operación que estaban apunto de emprender consistía enrealizar una acción de sabotajecontra los barcos anclados en unpuerto francés en poder de losalemanes. Pero antes de llegar a esepuerto, fuertemente protegido, esadocena de hombres debía remarincansablemente durante cuatro díasen unas frágiles canoas, a través de

un largo estuario; superar el oleajemarino, mareas y rompientes; hacerfrente al agotamiento; dormir a laintemperie con las ropas mojadas yenvueltos en un frío casi invernal;superar sin ser detectados todos lospuestos de vigilancia emplazados alo largo de su ruta, y siempre quedescansasen en la orilla, permanecerocultos para escapar a la presenciade las patrullas alemanas. Además,durante esos días iban a encontrarseaislados de cualquier forma deayuda.

Si, pese a todo, lograban llegar

al puerto y conseguían llevar a cabosus acciones de sabotaje sin serdescubiertos, debían lanzarse a unapeligrosa travesía en la Franciaocupada para intentar pasar aEspaña, sin otro apoyo que el quepudieran ir obteniendo por el caminoy sin apenas saber hablar francés.

Por último, aquellos hombressabían que Hitler había ordenadoejecutar a todos aquellos comandosque fueran capturados, por lo que, sivenían mal dadas, no podían pensaren entregarse. Aun así, a pesar deeste incierto panorama, nadie

expresó ninguna duda; todos estabandecididos a llevar a cabo aquellamisión prácticamente suicida.

EL PUERTO DE BURDEOS En mayo de 1942, el ministrobritánico de Economía de Guerra,Roundell Palmer, entregó al primerministro Winston Churchill uninforme en el que señalaba una grietaen el bloqueo naval al que Alemaniaestaba siendo sometida. A pesar delcerco de la Royal Navy, los barcos

del Eje realizaban un activo tráficoentre Japón y Europa, consistentesobre todo en materiales deimportancia estratégica como caucho,estaño, petróleo y alimentos; pero, enlugar de atracar en Bremen oHamburgo, donde la ruta era máspeligrosa, se dirigían a los puertosdel sudoeste europeo ocupado porlos alemanes para ser despuésremitidos a su destino final por víaférrea.

Uno de los más importantespuertos de tránsito era el de Burdeos,donde solamente en los doce últimos

meses se habían descargado unasveinticinco mil toneladas de cauchocon destino a Alemania e Italia. Siestos suministros continuaban almismo ritmo, el final de la guerra seprolongaría cada vez más.

Además, Burdeos contaba conuna importante base de submarinos,que se había comenzado a construiren 1941. Esta era una de las cincobases para sumergibles construidaspor los alemanes en la fachadaatlántica; la de Burdeos tenía laparticularidad de que, además dehaber sido construida por obreros

italianos, dependía de la ForzeSubacque Italiani in Atlantico, yaque albergaba los sumergiblesitalianos que operaban en esteocéano. No obstante, pese a latitularidad italiana, la basepermanecía en último término bajocontrol germano. Además, esta baseera el punto de llegada a Europa delos submarinos japoneses quetransportaban las materias másvaliosas, por lo que el puerto deBurdeos se convirtió en el lugar en elque la colaboración entre los tresmiembros del Eje era más estrecha.

Para realizar una incursióncombinada sobre Burdeos con elobjetivo de destruir ese nudoestratégico para los intereses del Eje,Churchill estimaba necesarias unastres divisiones de infantería con sucorrespondiente artillería, además delos buques y aviones necesarios paraapoyar la operación. Sin embargo,estaba claro que en esos momentos,con la Alemania nazi en el puntoálgido de su poderío, con un imperioque se extendía desde el Cáucaso alos Pirineos y desde Noruega aldesierto libio, llevar a cabo una

operación de ese tipo era una utopía.Hay que tener presente que la

alternativa más obvia, que era la dedestruir las instalaciones portuariasmediante un bombardeo aéreomasivo, no se tenía en consideración,ya que no se habían iniciado todavíalas incursiones aéreas sobre laFrancia ocupada por razones deorden político, al querer evitar queciviles franceses pudieran morir bajolas bombas aliadas. Así pues, laúnica posibilidad consistía enefectuar un golpe de mano contra elpuerto de Burdeos, llevado a cabo

por una fuerza reducida yaprovechando el elemento sorpresa.

Pero esa operación no sepresentaba nada fácil. El puerto deBurdeos se encuentra a unos ochentakilómetros tierra adentro, a orillasdel río Garona, antes de sudesembocadura en el estuario deGironda, que va a dar al golfo deVizcaya. Al puerto se llega despuésde sortear las numerosas islas que seencuentran a la entrada del estuario.La zona está bien protegida por lanaturaleza contra posibles ataquesenemigos, pero los alemanes habían

reforzado las defensas connumerosas patrullas navales y aéreas,además de baterías costeras yantiaéreas.

Ante ese difícil reto, Churchillcreyó que había llegado el momentode darle una oportunidad a laSección Especial de Botes (SpecialBoat Section, SBS). Esta unidadhabía sido creada por el CuartelGeneral de Operaciones Combinadasgracias al empeño del teniente RogerCourtney, experto navegante encanoa. Courtney, que habíaconseguido recorrer en canoa el Nilo

desde el lago Victoria hasta ElCairo, estaba convencido de queesos botes podían ser muy útiles parallevar a cabo operaciones decomando. Las autoridades militaresacogieron su propuesta conescepticismo, ya que considerabanque las canoas eran más propias del o s boy scouts. Pero gracias a suinsistencia, a Courtney se le acabóencomendando la organización de unpequeño grupo de piragüistas pararealizar incursiones y tareas dereconocimiento.

Las primeras misiones

emprendidas por la SBS, a partir dejunio de 1941, fueron revelando lasgrandes posibilidades que ofrecíanlas canoas como medio deaproximación a los objetivos. Así, sellevaron a cabo operaciones desabotaje sobre vías férreas cercanasa la costa, tanto en Italia como enFrancia. Pero sería en abril de 1942cuando la SBS mostró todo supotencial, con una incursión en elpuerto de Boulogne llevada a cabopor el Grupo 101, una segundaunidad de la SBS creada comocuerpo de élite dentro de esa

sección. En la operación se logró elhundimiento de un buque cisternaalemán, después de adherir unabomba magnética a su casco.

En el verano de 1942 se hizomás perentoria la necesidad deatacar el puerto de Burdeos paraimpedir que continuasen llegandosuministros a Alemania al fuerteritmo que lo habían hecho hasta esemomento. Cargamentos de materialesesenciales como estaño, tungsteno yfueloil seguían llegando a manos delEje en cantidades alarmantes. Habíaque actuar y, ante las dificultades ya

expuestas que entrañaba unbombardeo de la RAF o un ataque dela Royal Navy, a mediados deseptiembre Churchill pasó la «patatacaliente» a OperacionesCombinadas.

LA PATRULLA TRUENO El puerto de Burdeos debía serasaltado por una fuerza de comandos,pero los planificadores del CuartelGeneral de Operaciones Combinadasllegaron a la conclusión de que era

imposible el desembarco de un grupoanfibio, tal como se había hecho enlas Lofoten o en Vagsoy, unasoperaciones que fueron descritas enel primer capítulo. Para que unaoperación de este tipo pudiera teneréxito, era necesario enviar al menostres divisiones de infantería, unoscincuenta mil hombres, lo que laasimilaba más a una campaña militaren toda regla que a un golpe de manollevado a cabo por comandos.

Teniendo presente el éxito de laincursión contra el puerto deBoulogne, se apostó por lanzar otra

operación similar. Así, el 21 deseptiembre de 1942 se propuso alcomandante Herbert Hasler, deveintiocho años, que se hiciera cargode la misión. Hasler estaba al frentede una unidad perteneciente al Grupo101 de la Sección Especial de Botescreada bajo su impulso personal tansólo dos meses antes y que él mismohabía denominado pomposamente«Destacamento Patrulla Trueno»;tanto él como los hombres que teníaentonces a su cargo parecían ser losmás adecuados para llevar a cabo laarriesgada operación.

Hasler era un oficial regular delos Marines británicos que habíasido condecorado con variasmedallas por su valor en la luchacontra los alemanes en Noruega en1940. Era conocido como «Blondie»;el hecho de que fuera totalmentecalvo, y que sólo se pudiera saberque era rubio por el color de su finobigote, mostraba el carácter irónicode su apodo.

Una vez escuchada la propuesta,Hasler solicitó un plazo deveinticuatro horas para estudiarla ydeterminar si la incursión era

factible. Al día siguiente, Haslerpresentó un plan que, según dijo,tenía «buenas probabilidades deéxito». Después de analizar losúltimos informes recibidos de lafutura zona de operaciones, se mostróde acuerdo en realizar la misión.Propuso que sus hombres remontasenen canoa el estuario de Gironda hastallegar al puerto de Burdeos. Una vezallí, colocarían minas en los barcosmercantes y huirían por tierra através de la Francia ocupada hastaEspaña, para regresar desde allí aterritorio británico.

El hombre elegido paraconducir el ataque al puerto deBurdeos era un experto deportistanáutico; en su juventud, Hasler habíasentido una gran afición por los botesde remos, construyendo él mismovarias de esas pequeñasembarcaciones. Convencido de lasgrandes posibilidades que ofrecíaeste medio de navegación, en 1941había propuesto al Almirantazgoutilizar canoas para realizar accionesespeciales secretas, aunque no tuvoel éxito que luego sí tendríaCourtney. Pero ahora, al frente de ese

grupo creado por él mismo, tendríala oportunidad de poner en prácticasus ideas y demostrar que suspiragüistas iban a ser capaces dellevar a cabo la incursión másprofunda dentro del territorio del Ejeque se había intentado hasta esemomento. Sin embargo, los treinta ycuatro hombres que se habíanalistado voluntariamente en laPatrulla Trueno poco podíanimaginar lo que se les venía encima.

El responsable de la OperaciónFrankton, el comandante Herbert

Hasler, remando junto a uncompañero.

«La mayor parte —aseguraría

Hasler— eran desgarbados,

pequeños, hombres de esos a quienesla vida ha dado bastantes patadaspara infundirles el valor y el deseode llevar una aventura hasta el fin.Los más de ellos nunca habían vistouna canoa. Algunos ni siquierasabían nadar».

En un mes de duroentrenamiento en la base naval dePortsmouth, doce hombres habíantenido que abandonar la unidad,incapaces de soportarlo. Haslersometió a los voluntarios a unriguroso plan de adiestramiento en elque no había lugar para el descanso,

alternando la natación y elsubmarinismo con caminatasnocturnas, ejercicios de escalada y elaprendizaje de técnicas dedemolición o de camuflaje. Allíaprendieron algo tan fundamentalcomo trepar a la canoa sin voltearla,además de remar sin hacer el menorruido y actuar en la oscuridad de lanoche o en medio de las condicionesmeteorológicas más adversas.

Aprovechando su experiencia,Hasler construyó un nuevo tipo decanoa, la Mark II, apodada Cockle(berberecho), lo suficientemente

estable como para llevar a doshombres con setenta y cinco kilos dematerial cada uno. Las bordas erande caucho reforzado, y el fondoplano, de madera; podía deslizarse aplena carga sobre lechos cenagosos osembrados de guijarros, y en caso demal tiempo salir directamente de laplaya. No obstante, era lo bastantepequeña como para caberdesmontada en el tubo lanzatorpedosde un submarino.

Hasler incluso diseñó el trajeimpermeable que los tripulantes deesos botes debían utilizar. La

chaqueta llevaba una cinta elásticapara protegerse del agua que entrarapor la borda. Además del equiponormal, llevaban un Colt 45, uncuchillo y un silbato que imitaba lavoz de las gaviotas, empleado paraavisar a los compañeros en caso denecesidad, sin despertar lassospechas de los alemanes.

Tras recibir el encargo derealizar la incursión en el puerto deBurdeos, los entrenamientos de laPatrulla Trueno serían, si cabe, aúnmás duros. A los supervivientes delperíodo de adiestramiento anterior

les colgaron de la cintura pesas deplomo y los sumergieron hasta tocarfondo con un tubo entre los dientespara aspirar el aire que les llegaba através de un tubo que se manteníaflotando en la superficie. Pero lo másduro era pasarse cuatro o cinco díasseguidos en el mar metidos encanoas, aunque al final consiguieronsentirse tan cómodos en el agua comoen tierra. A modo de examen degraduación, participaron en unejercicio consistente en introducirsede forma subrepticia en el propiopuerto de Portsmouth, eludiendo la

estrecha vigilancia a la que estabasometido, lo cual consiguieron,demostrando que estaban preparadospara entrar en acción.

Los hombres de Haslerrecibieron también instrucción en eluso de las bombas magnéticas queiban a utilizar en la misión contra elpuerto de Burdeos, denominadas«Limpet». Esas bombas ibanprovistas de un imán poderoso quepermitía adherirlas a los buques,generalmente por debajo de la líneade flotación. Para sacar del bote lamina magnética, el tripulante

posterior mantenía equilibrada lacanoa, mientras el delantero lacolocaba en el extremo de una varaextensible y la situaba en el cascodel barco, lo más abajo posible de lalínea de flotación para facilitar así elhundimiento de la nave. Las «limpet»no tenían mecanismo temporizador,ya que el sonido del tictac podíadelatarlas; en su lugar iban provistasde un tornillo de mano que perforabauna cápsula de ácido que ibacorroyendo una capa de plástico auna determinada velocidad. Cuandoel plástico había sido consumido,

para lo que empleaba nueve horas, labomba estallaba.

Una limpet o «bomba lapa». Loscomandos británicos utilizaron estasbombas magnéticas en su ataque alpuerto de Burdeos, adhiriéndolas al

casco de los buques.

El 30 de octubre de 1942, LouisMountbatten, en su calidad de jefe deOperaciones Combinadas, firmó laorden que autorizaba la incursión enel puerto de Burdeos; había dado luzverde a la Operación Frankton.

UNA PELIGROSA

AVENTURA Ante el incremento del ritmo deentrenamiento experimentado desdela última semana de septiembre, loshombres de Hasler sabían que seestaba preparando algo importante,aunque desconocían por completo elobjeto de su exhaustiva preparación.El que se les enseñase a reconocersiluetas de barcos enemigos en laoscuridad les daba alguna pista, perono se enterarían de cuál iba a ser sucometido hasta poco antes delataque. Tampoco se dijo a los

hombres que, una vez cumplida sumisión, no serían recogidos por unsubmarino de vuelta a casa, sino quedeberían hundir las canoas e intentarla huida atravesando la Franciaocupada.

Las posibilidades de que losintegrantes de la misión regresasencon vida eran tan bajas que lordMountbatten se negó tajantemente aque Hasler participase en laincursión, al considerar queOperaciones Combinadas no podíaperder a alguien de su valía. Sinembargo, Hasler se mostró enérgico

en su propósito de participar en laacción, durante una tensa reunión enel cuartel general en la que tambiénse hallaba presente Mountbatten. Apesar de que los oficiales presentessecundaban a Mountbatten, al finaltuvieron que ceder ante el tercocomandante, que consiguió elpermiso para compartir destino consus hombres.

A los integrantes de la PatrullaTrueno se les trasladó a la baseescocesa de Holy Loch, parapracticar el lanzamiento de suscanoas desde la cubierta de un

submarino, así como la colocaciónde minas magnéticas. El hecho deque a partir de ese momento tuvieranque vivir a bordo del submarino sinque se les permitiese ir a tierramostraba el cuidado que había engarantizar el secreto de la operación.

Lord Louis Mountbatten, jefe deOperaciones Combinadas, dio luz

verde a la Operación Frankton.

Cuando, por fin, se eligieronseis canoas y dos tripulantes paracada una, comprendieron que setrataba de una peligrosa aventura. Y,en una misión de este tipo, loshombres tendrían que cooperar muyestrechamente. Hasler seleccionó almarinero Bill Sparks como suacompañante en la canoa. Laexpedición se puso en marcha el 30de noviembre de 1942. Los hombres

estaban bien preparados y su moralno podía estar más alta.

Los doce hombres y sus seiscanoas fueron embarcados en elsubmarino Tuna. Durante la travesíase les explicó con todo detalle elplan de operaciones. Se fijó unhorario estricto; estaba previsto queempleasen tres noches en cubrir eltrayecto desde la desembocadura delGarona hasta el puerto de Burdeos,mientras que por el díapermanecerían escondidos entre loscañaverales de las orillas,durmiendo por turnos.

Uno de los hombres hizo en vozalta la pregunta que en ese momentoestaba en el ánimo de todos: ¿Cómoiban a volver? ¿Les iba a esperar elsubmarino? Fue entonces cuandoHasler les comunicó que tendrían queescapar atravesando Francia,causando en ellos una momentáneadecepción. No obstante, los hombresrecuperaron pronto el ánimo. Parafacilitar su huida hacia los Pirineos,a lo largo de la travesía se les intentóenseñar nociones de francés, pero sinmucho éxito. La mayoría de ellosmostraban una gran confianza en sí

mismos y estaban convencidos deque lograrían desplazarse porterritorio francés haciéndoseentender mediante el universallenguaje de gestos.

Durante las interminables sietejornadas que duró la travesía a bordodel submarino, las dotaciones de lascanoas tuvieron tiempo de sobra paraestudiar una y otra vez todos losdetalles de la operación. Estabaprevisto que el sumergible llegase alestuario el 6 de noviembre, pero elmal tiempo y la presencia de uncampo de minas que hubo que sortear

hizo que el viaje se alargase un díamás. Así, el 7 de noviembre de 1942,el Tuna emergió a unas cinco millasdel litoral francés.

BOTES AL AGUA Estaba a punto de comenzar lamisión. El submarino británico yahabía cumplido con su parte y ahoralos hombres de Hasler seencontraban solos ante su destino. Alas cinco y media de la tardecomenzó la operación de embarque

en los botes. Diez hombres conuniformes de faena de la Royal Navyabrieron los tubos lanzatorpedospara sacar las canoas, pero al salir elprimer Cockle, este se atascó en elborde del tubo y al tratar de tirar deél, se rasgó. Como no disponían debotes de reserva, para los que iban aser sus tripulantes la aventura habíaterminado antes de empezar.

Media hora después delincidente, las cinco embarcacionesrestantes estaban en el agua. En cadauna de ellas había bombasmagnéticas, un fusil ametrallador

provisto de silenciador, racionesalimenticias, una brújula y unpequeño cubo para achicar el agua;el pesado lastre estabilizaba losbotes, pero permitía que el aguaentrase en su interior. Las canoasfueron alejándose poco a poco delsubmarino, que desapareció bajo elagua y puso rumbo al norte. La nocheera serena, pero muy fría.

El comandante Haslerrememoraría veinticinco añosdespués cómo se desarrolló laoperación:

En la tranquilidad de lanoche escuchamos de pronto unestruendo ensordecedor; era elde la marea al chocar contraunos rompientes. En nuestrosmapas no venía señalado eseobstáculo. Una vez tomadas lasdebidas precauciones, noslanzamos al encuentro de laresaca. Las canoas se agitabancon violencia bajo nuestrospies. Nos reunimos al navegaren aguas más tranquilas yobservamos que faltaba un bote.Miramos en todas direcciones, y

nada. Sparks, a mi espalda,emitió la contraseña con elsilbato, pero no hubo ningunarespuesta desde el otro lado dela espuma blanca.

Proseguimos nuestrorumbo un tantoapesadumbrados. De las seiscanoas disponibles para elasalto, sólo quedaban cuatro.Entonces nos pusimos a remarcon todas nuestras fuerzas.Pronto distinguimos la siluetadel faro de Pointe-de-Grave. Enese momento nos asustamos al

oír un nuevo estrépito, esta vezmás cercano e intenso; setrataba de una segunda marea.Con violencia, las olaszarandearon las canoas. Y entreel fragor de las aguasescuchamos un grito y un fuertechasquido: una de lasembarcaciones acababa dezozobrar, y sus tripulantesestaban en el agua. Ambos seaferraban desesperadamente ala canoa, y así lograron salvarla resaca. Tratamos de ponerlaa flote, pero las olas enseguida

volvían a volcarla. Mientrastanto, la corriente nos arrastrabaa gran velocidad, y prontoatravesamos el canal situadoentre la tierra firme y la isletaCordouan.

De repente, el faro dePointe-de-Grave se puso a lucir.Eran las dos de la madrugada.Me veía obligado a tomar unagrave decisión. La únicaposibilidad de vaciar la canoaera llevarla hasta la playa, peroallí estaban los centinelasenemigos. «Tratad de hundirla»,

les dije, ordenando a loshombres que se agarrasen a unaembarcación todavía intacta.Uno de ellos se agarró a lanuestra. Ahora sólo quedabantres canoas. Avanzábamos conlentitud, debido al peso de losdos hombres que iban agarradosa nuestro bote. A la luz del farodoblamos Pointe-de-Grave paraadentrarnos en el estuario.

Fue entonces cuando se produjo

uno de los momentos más dramáticosde la misión. Hasler se vio obligado

a tomar una decisión dificilísima yque, sin duda, tuvo que provocarle unserio dilema moral. Pero elcumplimiento de la misión estaba porencima de cualquier otro tipo deconsideración:

A las tres de la madrugadanos sentimos muy fatigados, trassiete horas sin parar de remar.Los dos hombres remolcadospor nuestra canoa estabanagotados y ateridos de frío,después de llevar más de unahora en el agua helada. Por fin

distinguí, a una milla dedistancia, la confusa silueta delmuelle Le Verdon. Noté que lacorriente nos llevabadirectamente hacia allí.Entonces decidí abandonar a losdos hombres sin bote, pues nosresultaría imposible luchar conla corriente arrastrando tanpesada carga. Temblorosos defrío, ambos me miraron:«Comprendemos, señor, ygracias por habernos traídohasta aquí». Y se quedaronatrás.

A unos centenares demetros distinguimos las siluetasde tres destructores anclados enfila. Doblados sobre nuestraembarcación, navegamos a cortadistancia de ellos. A mitad decamino, uno de los barcos hizoseñales en dirección al muelle.Seguimos adelante, y pronto senos reunió una segunda canoa.Esperamos a la tercera, pero envano. Una vez en la quietud dela noche, nos pareció oír ungrito, repetido por el eco; luego,reinó el silencio de nuevo.

Hacía un frío atroz. Lanzamos laseñal convenida, pero noobtuvimos respuesta.Sorprendidos y desengañadospor haber quedado reducidos ados canoas en el plazo de horas,aunque sin perder la moral,continuamos remando. Nuestrasórdenes en ese punto eranterminantes: siempre adelante,hasta la última canoa.

No había tiempo queperder; de acuerdo con elhorario, debíamos alcanzarenseguida el primer escondrijo.

A las seis y media de lamadrugada realizamos eldesembarco. Durante casi unahora gateamos por la playa, enbusca de un buen refugio endonde pasar el día. No tuvimossuerte hasta el amanecer,cuando encontramos un pequeñolugar arenoso. Con losmiembros entumecidos,arrastramos los botes hasta laarena. Nuestro cobijo seencontraba junto a unahondonada, muy cerca de lalocalidad de Saint-Vivien.

Después de comer algo, me hicecargo de la primera guardia,mientras Sparks y los otros dostripulantes descansaban.

Al poco rato, Hasler despertó a

sus compañeros; estaban al lado deuna pesquería. Una treintena defranceses desayunaban sentadosalrededor de varias hogueras. Loscuatro ingleses eran claramentevisibles pero, afortunadamente paraellos, los franceses hicieron la vistagorda. Hasler se dirigió a ellos parahablarles, protegido por las

metralletas de sus compañeros; lospescadores prometieron no dar partede su presencia a los alemanes.

Durante el resto del díaestuvieron observando a un grupo dealemanes que trabajaban en un diquea menos de un tiro de fusil. Hasler ysus hombres se mantuvieron alertaspor si algún francés acababa dando alos alemanes la voz de alarma. Asípues, se alegraron cuando por fincayó la noche.

Por entonces, la vigilanciacostera alemana ya sabía que estabaocurriendo algo, puesto que el

submarino había sido detectado porun radar cuando se estabaaproximando al estuario para botarlas canoas. Dos horas después de lamarcha del sumergible, los dosprimeros comandos cuyadesaparición ha sido relatada porHasler fueron capturados. Los restosde su canoa, destrozada por laresaca, no serían localizados hasta eldía siguiente. Sin embargo, losalemanes no consiguieron sacar a loscomandos que tenían en su poder lamenor información sobre el resto desus camaradas.

Mientras el comandante Haslery sus hombres habían estadodisfrutando de ese primer descanso,a pesar de haber tenido que estar entensión, los alemanes habían alertadoa todos los puestos de vigilanciacosteros y habían enviado variaspatrullas de reconocimiento en buscade los incursores.

RUMBO A BURDEOS Hacia la medianoche de ese 8 dediciembre, Hasler y sus hombres

reemprendieron el camino a Burdeos.De los doce comandos que habíancomenzado la misión, ya sóloquedaban cuatro. Esta vez, lanavegación resultaría mucho másfácil que a la entrada del estuario, yaque debían limitarse a avanzarparalelos a unas boyas distribuidas alo largo del mismo, que ibanmarcando el camino en dirección alpuerto. Seis horas más tarde, con lasprimeras luces del alba, decidieronbuscar un nuevo refugio en el queocultarse durante el día que acababade comenzar, en este caso en la orilla

oriental del estuario. Según el relatode Hasler:

En nuestro segundodescanso nos hicimos un pocode té y dormimos por turnos.Pero a mediodía nos estremecióla presencia de un avión dereconocimiento enemigo; volabatan bajo que distinguimosperfectamente al piloto en sucabina.

Al estudiar el plan para latercera noche comprobé que, deesperar a la oscuridad, sólo

dispondríamos de tres horaspara remar con facilidad, acausa de la marea. Decidíentonces partir antes, aun ariesgo de ser descubiertos, perono fue así y a la hora previstaconseguimos llegar a la Île deCazeau. Las riberas de la islaestaban bien protegidas pordensos cañaverales; tras variosintentos de desembarcotropezamos al fin con un lugardonde pudimos ocultar el boteen medio de la vegetación.Como sólo una pequeña

arboleda nos separaba de unabatería antiaérea alemana, esasería para nosotros la jornadamás tensa; no pudimos cocinarni fumar y durante todo el díanos azotó una fría llovizna.

Los tripulantes de las canoas

estaban cansados y nerviosos, puesen tres noches habían remado más deochenta kilómetros. Al terminar laguerra se supo que la dotación de latercera canoa, desaparecida junto alos destructores, no habíanaufragado. Al perder de vista a sus

compañeros, los comandosdesgajados del grupo principalprosiguieron su camino hasta llegar ala misma isla con el fin de pasar eldía; durante esa jornada,descansarían a unos escasoscentenares de metros de suscompañeros, sin saberlo.

Después de haber dejado atrásel estuario, los comandos entraron enaguas del río Garona. El puerto deBurdeos se encontraba ya a menos dequince kilómetros de distancia. Enprincipio, Hasler había fijado elataque para la noche del 10 al 11 de

diciembre, pero no se encontraban lobastante cerca del objetivo paracumplir esa previsión. Así lo cuentael propio Hasler:

En la última noche, la del10 al 11 de diciembre, porprimera vez hizo un tiempoideal, con fuerte brisa y cielocubierto. Navegamos por elcentro del río a lo largo de lasprimeras dos millas, y luegoseguimos bordeando los juncosde la orilla izquierda. Sobre lasdiez de la noche doblamos un

recodo del Garona y pudimosver ya el puerto de Burdeos.Divisamos varios buquesanclados en el muelle oriental.Incluso podíamos percibirclaramente las voces de sustripulantes.

COLOCANDO LAS MINAS El reducido grupo de Hasler ya habíallegado a las proximidades delpuerto de Burdeos, que aparecía

espléndidamente iluminado. Todoslos buques que estaban cargando ensus muelles brillaban bajo la luz deracimos de lámparas sujetos a losmástiles. El agua reflejaba las lucescomo un espejo. Aunque habíanllegado a su destino, el ataque no sepodía improvisar, ya que había queelegir los objetivos y preparar lasminas, así que lo mejor era esperaral día siguiente para poder llevar acabo los preparativos con calma:

Desembarcamos a las oncede la noche y permanecimos en

las canoas. La marea descendía,y nuestros botes reposaban en elfango. Descansamos durante elresto de la noche y el díasiguiente. Los cañaverales sealzaban a más de un metro dealtura sobre nuestras cabezas,de modo que podíamosobservar sin riesgo de serdescubiertos. La franja dejuncos situada junto a la orillatenía unos diez metros deanchura, pero sabíamos por lasfotos aéreas que la comarcaestaba bastante poblada.

Hasler y su compañero

colocarían sus minas en los barcossituados en el muelle occidental delpuerto, mientras que la otra canoa seencargaría de los buques atracadosen el muelle oriental.

Poco antes del anochecer[sigue informando Hasler],ordené preparar las minas yquitarles el seguro. Laoperación nos llevó más de unahora, pues había que disponerdieciséis cargas adhesivas. Por

último, nos camuflamos elrostro con grasa, y nos dimos unapretón de manos deseándonossuerte. A las nueve y cuarto dela noche botamos de nuevo lascanoas. Las aguas del Garonano podían estar más tranquilas.La marea se hallaba en su puntomáximo, y esto nos facilitó lanavegación. No tardamos endistinguir una larga serie debarcos. Navegamosparalelamente al muelle, y nospusimos las capuchas deenmascaramiento. A partir de

entonces, avanzamos al cobijode los buques y del muelle. Unavez rebasados los barcos,variamos de rumbo y nosdejamos llevar por la corrientehasta el barco más próximo, unmercante de gran tonelaje. Alllegar junto a la proa dejamosde mover los remos. Sparksaplicó el imán al casco,mientras yo colocaba la primeramina. Localizamos la sala demáquinas gracias al zumbido delos motores; las voces de lostripulantes y el sonido apagado

de una pieza musical nosindicaron el alojamiento delpersonal del barco.

Dos mercantes más serían

minados por Hasler y Sparks. Elcuarto objetivo sería un buque deguerra auxiliar del tipo Sperrbrecher,un mercante adaptado para servir dedragaminas:

En unas paladas nossituamos junto a la proa. Medetuve en las proximidades dela sala de máquinas y Sparks

aplicó enseguida un par decargas. De pronto oímos unruido en cubierta, y pocodespués nos enfocaba unalinterna. El centinela nos habíadescubierto; su silueta serecortaba claramente en elcielo. Nos deslizamos a lo largodel casco mediante silenciososgolpes de remo; el hombre nosseguía con el haz de la lámpara,mientras nosotros escuchábamosel ruido de sus botasclaveteadas sobre la cubiertametálica. Aquellos minutos nos

parecieron siglos. No podíamosquedarnos sin hacer nada, ymenos retroceder y contornearla proa de la nave. Enfilé elbote hacia donde la corrienteera más intensa y nosdeslizamos por el agua pasandojunto a las aldeas dormidas.Para descansar un poco nosdetuvimos en la Île de Cazeau.Oímos un ruido detrás denosotros, y pronto vimosaparecer a los compañeros de lasegunda canoa, que se habíanencargado de dos barcos.

Tal como apuntaba Hasler en su

relato, los otros dos comandoshabían intentado minar los barcosanclados en el muelle oriental, peroal no haber encontrado objetivos deinterés, se desplazaron al muelle sur,en el que aplicaron las minasmagnéticas a dos buques: un cargueroy un transatlántico.

De nuevo juntas, las dosembarcaciones prosiguieron suúltimo viaje entre el angosto tramoque separa de tierra la Île de Cazeau.El grupo se detuvo antes de rebasar

Saint-Genès de Blaye, y entoncesHasler dio la última orden a loshombres de la segunda canoa:«Vayan a tierra y procedan con lasinstrucciones de retirada». Trasnavegar juntas un trecho, sesepararon.

LOS ALEMANES,SORPRENDIDOS Los alemanes se llevaron una gransorpresa al comprobar que, en lamañana del 12 de diciembre de

1942, en el puerto de Burdeos sehundía un barco detrás de otro.Cuatro buques, perforados por variasminas, se sumergieron hasta el fondodel muelle. Una barcaza y unpetrolero resultaron seriamentedañados.

Imagen actual de la base desubmarinos del puerto de Burdeos,en donde coincidieron sumergibles

alemanes, italianos y japoneses. Hoyes un centro cultural.

Después de que los otros doscomandos que participaron en elataque al puerto hubierandesembarcado al norte del Blaye, alamanecer del 12 de diciembre,ambos consiguieron marchar sincontratiempos durante un par dejornadas. Sin embargo, no pudieronconseguir trajes de paisano y,después de avanzar unos treintakilómetros, fueron descubiertos porlos alemanes en los alrededores deMontlieu.

Al segundo día del ataque, sólohabía una dotación en libertad, aparte

de Hasler y su compañero: era la queperdieron en la primera noche,cuando pasaron cerca de los tresdestructores, junto al muelle de LeVerdon. Como se ha indicado, al notener contacto con los otros, los dostripulantes de la canoa siguieronadelante; al día siguiente, mientrasdescansaban, no podían suponer queno lejos de ellos se encontraban lasotras dos embarcaciones. Perodurante su última noche denavegación hacia el objetivo, sucanoa tropezó con un obstáculosubmarino y quedó hecha pedazos.

Contentos por haber salvado la vida,pero sin el material a emplear para lahuida, al perderse junto a la canoa,debían arreglárselas para abrirsecamino a través de Francia. A unostreinta kilómetros al sur de Burdeoshallaron refugio en una casa decampo, cuya familia les brindó todasu ayuda y les proporcionó ropa depaisano y víveres para emprender ellargo viaje hacía los Pirineos. Sinembargo, tras unos días de marcha,cuando buscaban refugio en la aldeade La Réole, fueron denunciados alos alemanes y detenidos.

HUIDA HACIA ESPAÑA Por su parte, el comandante Hasler ysu compañero Sparks también sedirigieron a tierra y emprendieron apie el largo camino que les debíallevar al otro lado de la frontera conEspaña. Las primeras jornadas lashicieron de noche, pero al cuarto díatrataron de obtener ropas de paisano,llamando de puerta en puertahaciéndose pasar por mendigos; trasmuchos esfuerzos lograron que lesdiesen algo con lo que vestirse, conlo que pudieron caminar durante días

aparentando ser campesinos que ibana sus faenas. Para alimentarsesuplicaban por un trozo de pan, perosolían encontrarse con muchasreticencias, puesto que los francesestemían verse mezclados con personasque pudieran estar siendo buscadaspor los alemanes.

Mientras tanto, las patrullasalemanas vigilaban todo el litoral,desde los alrededores de Burdeoshasta el golfo de Vizcaya. Todos losmiembros del comando fueronpasados por las armas; unos tras unbreve interrogatorio, otros después

de estar varios días encerrados. Losalemanes actuaron así cumpliendolas instrucciones secretas impartidaspor Hitler, según las cuales debíanser fusilados los comandos enemigoshechos prisioneros.

Al sexto día de marcha, Haslery Sparks fueron a parar a una tabernadonde se reunían elementos de laresistencia francesa encargados deprestar ayuda a quienes huían de losalemanes. Después de pasarlos alotro lado de la demarcación entre laFrancia ocupada y la del régimen deVichy, los dos británicos

consiguieron llegar a Lyon. En estaciudad se alojaron en una viviendasituada en el viejo barrio obrero, enla que eran reunidos los fugitivos quedebían atravesar la frontera. Hasler ySparks tuvieron que esperar a que lascondiciones permitiesen el paso delos Pirineos, ya que los alemaneshabían descubierto las dos rutas quese empleaban hasta entonces.

No sería hasta marzo de 1943cuando se pudo establecer una nuevaruta segura; Hasler y Sparksemprendieron la difícil travesía de lacordillera pirenaica en esa época del

año, debido a la nieve, y lograronpasar al otro lado de la frontera,después de entregar sus brújulas alos miembros de la resistencia enseñal de agradecimiento. El CuartelGeneral de Operaciones Combinadasrecibió la noticia de que loscomandos habían logrado pasar lafrontera el 23 de febrero de 1943.Una vez llegados a Barcelona,obtuvieron el apoyo del cónsulbritánico, quien les proporcionó losmedios para atravesar la penínsulahasta Gibraltar.

Tras recalar en el Peñón,

Hasler, en calidad de comandante,pudo tomar el 2 de abril un avión aLondres. Por su parte, el cabo Sparkstambién regresó a Inglaterra, perotuvo que hacer el viaje en barco.Gracias a su rango, Hasler no tuvoproblemas a su llegada, pero Sparkssí; como había sido dado por muertoen enero, su documentación despertósospechas y la policía militardecidió retenerlo hasta que el asuntoquedase aclarado, aunque logróescapar y dirigirse directamente a lasede del Cuartel General deOperaciones Combinadas, desde

donde se pudo regularizar susituación.

Hasta después de la guerra nose logró conocer el destino de losotros cuatro hombres queparticiparon en la misión. Los dosque parecían haberse perdido en laprimera marejada lograron enrealidad pasar el obstáculo ycontinuaron otro poco río arriba,pero una ola los arrastró cerca dePoint-de-Grave, su canoa zozobró ynadaron hasta la orilla, donde ya notuvieron fuerzas para ocultarse yacabaron capturados por los

alemanes, que los encontraron enestado de colapso debido al frío y alagotamiento.

En cuanto a los dos hombresque Hasler había decidido de formadramática abandonar en medio delrío, el cuerpo sin vida de uno deellos apareció en la orilla el 17 dediciembre, mientras que el otrodesapareció sin dejar rastro, por loque presumiblemente murió tambiénahogado.

BALANCE DE LA MISIÓN

De los doce hombres que habíanparticipado en la misión, dosabandonaron antes de empezar, dosse ahogaron, seis fueron ejecutadospor los alemanes y sólo dosconsiguieron regresar a Inglaterra.

Gracias a la acción de loscomandos británicos, cientos detoneladas de material destinado a lasfuerzas del Eje fueron destruidas conlas cargas explosivas colocadas porlos cuatro comandos queconsiguieron llegar al puerto deBurdeos. Al enterarse de la audaz

incursión, Hitler se mostró muycontrariado y exigió explicaciones alAlto Mando por ese error en ladefensa del puerto. Al principio, losalemanes pensaron que los británicoshabían inventado una manera deenviar minas a Burdeos flotando conla marea, aunque sus dudas sobre elorigen del ataque quedaron resueltasal encontrar una mina magnética sinexplotar en uno de los barcos,además de dos canoas abandonadas.No obstante, de los seis barcosdañados por las minas, cincopudieron ser reparados, volviendo a

navegar al poco tiempo.Tras la guerra, se supo que un

grupo de la resistencia francesaapoyado por el SOE había elaboradoun plan destinado a hundir los barcosanclados en el puerto de Burdeos. Lafecha de su ejecución estabaseñalada para la noche del 12 al 13de diciembre. Los obrerosportuarios, conocedores de lo que setramaba, quedaron atónitos cuando,en la mañana del 12 de diciembre,misteriosas explosiones atronaron lazona del puerto, y al ver quereposaban en el fondo algunos de los

barcos que ellos pensaban hundir aldía siguiente.

Esa incomprensible falta decomunicación entre el SOE yOperaciones Combinadas habíahecho que ese ataque organizado porla resistencia, seguramente con másprobabilidades de éxito, no pudierallevarse a cabo. Si esa insólitadescoordinación fue fruto de la faltade comunicación o de una rivalidadmal entendida es algo difícil desaber, aunque teniendo en cuenta lacompetencia que existía entre ambasunidades en el ámbito de las

operaciones secretas quizás habríaque apostar por lo segundo.

De todos modos, Churchillpareció satisfecho con el resultadode la misión, asegurando que laincursión acortó seis meses el finalde la Segunda Guerra Mundial. LordMountbatten reconocería el valor deHasler y sus comandos, afirmandoque fue «el más valiente eimaginativo raid de los que llevarona cabo los hombres de OperacionesCombinadas».

Capítulo 16Operación Gunnerside: La«batalla del agua pesada»

Uno de los capítulos de la SegundaGuerra Mundial pendientes aún deesclarecer es el referido al proyectoalemán para conseguir la bombaatómica. Aunque los norteamericanoslograron imponerse en la carrera porobtenerla, aún no se ha establecidohasta dónde llegaron los científicosgermanos en su objetivo de contar

con esa arma definitiva y, ni tansiquiera, si existió un propósitoambicioso al respecto.

El hecho de que,inmediatamente concluida la guerra,tanto norteamericanos comosoviéticos se apoderasen ávidamentede las instalaciones y el materialempleado en estas investigaciones,apropiándose en su beneficio de losestudios realizados por loscientíficos alemanes, conllevó que unespeso muro de silencio cayesesobre esos avances para no darpistas a los entonces aliados en la

derrota del Tercer Reich, perofuturos enemigos en la Guerra Fría.

Según la historia oficial,Alemania se quedó muy lejos deconseguir el arma atómica, y es muyprobable que así fuera. Sicomparamos la ingente cantidad derecursos que requirió el ProyectoManhattan, por el que losnorteamericanos consiguieronobtenerla, con los reducidos mediospuestos a disposición de loscientíficos alemanes embarcados enese mismo objetivo, es evidente quela posibilidad de que Hitler pudiese

llegar a contar con esa armaapocalíptica fue siempre muy lejana.Según lo que se ha podido conocerhasta ahora, el esfuerzo alemánestaba concentrado tan sólo en eldesarrollo de un reactor atómico,existiendo a lo sumo la posibilidadde que se empleasen «bombassucias», es decir un núcleo dematerial nuclear recubierto porexplosivos convencionales, cuyosefectos no hubieran sidocomparables a los de una bombaatómica en sentido estricto.

Sin embargo, los aliados

desconocían el punto al que habíanllegado los alemanes en su proyectoatómico y estaban aterrados ante laidea de que los nazis pudieranalcanzar su objetivo antes que ellos.Mientras los norteamericanos selanzaban a esa carrera por conseguirla bomba atómica, era necesarioretrasar el proyecto germano; esaparticular batalla no se dilucidaría enAlemania, ante la dificultad delocalizar los laboratorios secretos enlos que se desarrollaba el proyectoatómico, sino en una fría e inhóspitameseta de la región noruega de

Telemark.

EL AGUA PESADA Para construir una bomba atómica esimprescindible la utilización de aguapesada, necesaria para moderar losprocesos de fisión nuclear. En elagua pesada, en lugar de estar elátomo de oxígeno unido a dos dehidrógeno, lo está a dos de deuterio,un isótopo pesado del hidrógeno.Dicha agua se encuentra en muy

pequeñas cantidades en el aguanormal y sólo puede ser separada deesta mediante laboriosos procesoscontinuos de electrólisis, para lo quese requieren grandes cantidades deenergía eléctrica, cuya fuente debeencontrarse cerca del suministro deagua.

Al comienzo de la SegundaGuerra Mundial, la única fábrica deagua pesada del mundo era la plantade Vemork, propiedad de la empresaNorsk-Hydro y situada junto alpequeño pueblo noruego de Riukan.Aunque la factoría se hallaba

encajada entre unas montañas, elresto del paisaje era una desoladameseta: la altiplanicie deHardangervidda. Esta se eleva a másde mil metros sobre el nivel del mary es la más extensa de su género en laEuropa septentrional. Su vegetaciónestá compuesta únicamente depequeños matorrales y en ella son tanfrecuentes e intensos los temporalesde nieve que hace casi imposible elestablecimiento de seres humanos.Tan sólo los rebaños de renos yalguna que otra cabaña semicubiertapor la nieve salpican el monótono

paisaje de Hardangervidda.No obstante, era en esa

despoblada meseta en la que sepodía decidir el desenlace de laSegunda Guerra Mundial. Cuando losalemanes invadieron Noruega enabril de 1940, la planta de Vemorkpasó a servir a los intereses delTercer Reich. La posesión de esafábrica de agua pesada suponía unaventaja decisiva para los científicosgermanos en la carrera por obtener labomba atómica. Un equipocompuesto por medio millar deespecialistas se desplazó hasta allí

para acelerar la producción de aguapesada; si hasta ese momento seobtenían quinientos kilos de aguapesada al año, el objetivo era que en1942 esa cifra se elevase a cincomil.

La planta de producción de aguapesada de Vemork, que en laactualidad acoge un museo.

El servicio secreto británico no

era ajeno a los esfuerzos alemanespor avanzar en el proyecto atómico,en el que el agua pesada jugaba unpapel imprescindible. Desde elverano de 1941, Londres contaba contoda la información relativa a laplanta noruega; a partir de entonces,la destrucción de Vemork seconvirtió en un objetivo primordial.Churchill ordenó que esasinstalaciones fueran arrasadas porlos bombarderos de la RAF.

Sin embargo, la operación aéreapresentaba varios inconvenientes. Elhecho de que la planta estuviera

rodeada de montañas dificultaba elataque desde el aire con los aparatosde los que entonces disponía la RAF.Por otro lado, la población civil dela localidad de Riukan, colindante ala fábrica, podía resultar muyafectada, tanto por las bombas quepudieran desviarse de su objetivocomo por la rotura de unas enormesconducciones de amoníaco que seextendían por una ladera y quepodían verter su contenido sobre lazona habitada, provocando unacatástrofe.

La resistencia noruega, muy

activa en la zona, se mostró contrariaa la ejecución de esa operación debombardeo de efectosindiscriminados y transmitió aLondres sus reticencias. Finalmente,el Gobierno noruego en el exilio hizovaler la protección de suscompatriotas y la idea de la acciónaérea fue desechada. Así pues, laoperación sólo podía ser realizadapor los comandos de OperacionesCombinadas; ellos serían losencargados de la destrucción de esafuente de obtención de agua pesadapara el proyecto atómico alemán.

Para llevar a cabo la misión, losbritánicos contaban con lacooperación inestimable de EinarSkinnarland, un ingeniero noruegoque trabajaba al servicio de laNorsk-Hydro. El ingeniero habíallegado hasta Gran Bretaña en unbarco, el Galtesund, capturado apunta de pistola en plena ruta costerapor miembros de la resistencianoruega y conducido al puertoescocés de Aberdeen. Skinnarlandsiguió un cursillo especial parapoder colaborar con el SOE ydespués fue lanzado en paracaídas

sobre la meseta de Hardangervidda,reanudando su labor en la presacomo si nada hubiera sucedido.

Los mensajes de Skinnarland,quien tenía información de primeramano de lo que ocurría en Vemork,eran alarmantes. La planta estabafabricando agua pesada en grancantidad y se estaban acumulandograndes reservas que estabandispuestas para ser enviadas aAlemania. No era posible esperarmás; había que actuar rápido, si noquerían que los científicos germanostomasen una ventaja decisiva en la

carrera por la obtención de la bombaatómica.

Sin más demora, Churchillordenó a Operaciones Combinadasque se ocupara de efectuar lospreparativos necesarios para destruirla fábrica noruega15.

OPERACIÓN GROUSE El SOE reunió un grupo formado porcuatro soldados noruegos adiestradosen suelo británico. Estos hombresserían lanzados en paracaídas en la

altiplanicie de Hardangervidda, endonde contactarían con el ingeniero,con el fin de preparar el terreno a lallegada de los comandos británicos.Esta primera fase del plan seríadenominada Operación Grouse.

Tras varios intentos abortadospor el mal tiempo, los noruegosfueron lanzados finalmente el 19 deoctubre de 1942. Sin embargo, unerror de cálculo hizo que tocarantierra a muchos kilómetros delobjetivo; entre ellos y la planta deVemork había numerosos glaciares ylagos.

Los cuatro noruegos necesitarondos jornadas para poder reunir loscontenedores que habían sidoarrojados y habían quedadodiseminados por el terreno. Una vezreunido el material, que pesabadoscientos cincuenta kilos,emprendieron camino a Riukan. Elavance sería especialmente penoso,debido a que la capa de nieve eradensa y profunda, lo que impedía quepudieran caminar más de unos pocoskilómetros al día. El 6 de noviembrealcanzaron por fin su objetivo; en esaaproximación habían empleado tres

semanas.El comando noruego se instaló

en una cabaña deshabitada y, tras nopocas dificultades, logró establecercontacto por radio con Londres. Esaera la señal para que los comandosbritánicos, que hasta ese momento sehabían estado preparando para lamisión, se aprestasen a afrontarla.Los noruegos, por su parte,recibieron la orden de salir alencuentro de los británicos cuandoestos tomasen tierra.

OPERACIÓN FRESHMAN La operación para destruir la fábricade agua pesada iba a ser la primeraen la que iban a intervenir tropasaerotransportadas inglesas. Por esemotivo, la acción recibiría el nombrede Operación Freshman (novato).Los cuarenta y tres voluntarios queiban a participar en la misión seríantransportados en dos planeadores.Aterrizarían en la meseta, llegaríanhasta la planta de Vemork y volaríanlas instalaciones en las que sefabricaba el agua pesada. Después

tratarían de huir atravesando lasmontañas para llegar a territorio dela neutral Suecia, desde dondeemprenderían el camino a casa.

Sobre las seis de la tarde del 17de noviembre de 1942, los dosbombarderos encargados deremolcar los planeadores despegaronde un aeródromo del norte deEscocia con veinte minutos dediferencia. Después de reunirse en elaire, ambas combinaciones debombardero-planeador se dirigieronhacia Noruega. A causa de las malascondiciones atmosféricas, las dos

parejas se separaron. La primeraconsiguió llegar a Noruega yacercarse a su objetivo, pero sufrióuna avería en el aparato que debíacaptar las balizas de radio usadaspor los paracaidistas noruegos paraseñalar el lugar de aterrizaje de losplaneadores. Así pues, la tripulacióntuvo que localizar ese puntoguiándose con un mapa, pero el maltiempo convirtió esa tarea en algoimposible.

Mientras los aviadoresbritánicos trataban de encontrar elobjetivo, comenzó a formarse hielo

en el bombardero y en el planeador;el incremento de peso hizo que lacuerda de unión acabase porromperse, liberando el planeador. Alquedarle ya poco combustible albombardero, este se vio forzado adar media vuelta y emprender elviaje de regreso. El planeadoraterrizó de forma brusca en lo alto deuna montaña; de los diecisietehombres que iban a bordo, ochomurieron de inmediato, cuatroresultaron gravemente heridos y sólocinco pudieron salir ilesos.

Algunos de los hombres queparticiparon en la Operación

Freshman.

La segunda pareja bombardero-planeador logró llegar también a

tierras noruegas, pero su destinosería mucho peor que el de la que lehabía precedido. Debido tambiénprobablemente a las malascondiciones atmosféricas, el avión yel planeador se estrellaron en unamontaña. Todos los tripulantes delbombardero murieron, al igual quetres de los paracaidistas. Lossupervivientes fueron capturados porlos alemanes y sumariamentefusilados. Al día siguiente, laspatrullas alemanas localizaron alotro planeador y apresaron a lossupervivientes, que fueron sometidos

a interrogatorio e igualmenteejecutados.

La misión, además de resultarun fracaso tan estrepitoso comoinesperado, había logrado poner enalerta a los alemanes, conscientes deque el objetivo de aquel comando eradestruir la planta de la Norsk-Hydroy de que los obstinados británicos noiban a renunciar a intentarlo denuevo. Así, el general Nikolaus vonFalkenhorst, al mando de las tropasde ocupación germanas en Noruega,se trasladó a Riukan para coordinaren persona la protección de la zona;

se incrementó la vigilancia en toda laregión, la guarnición de la plantarecibió nutridos refuerzos, secolocaron focos adicionales y losalrededores de la fábrica fueronminados.

OPERACIÓN GUNNERSIDE Tal como habían previsto losalemanes, a pesar del fracaso de laoperación británica para sabotear laplanta de producción de agua pesada,en Londres no se dieron por

vencidos. Los británicos, valorandoel éxito alcanzado en la OperaciónGrouse, decidieron organizar otramisión protagonizada únicamente pornoruegos. Esta nueva acción sedenominaría Operación Gunnerside.

El equipo estaría compuesto porcinco noruegos y un neoyorquino depadres noruegos, Knut Haukelid, queasumiría el mando de la operación.Todos ellos eran expertosesquiadores, una cualidad que lespermitiría moverse con facilidad porla región, cubriendo grandesdistancias en poco tiempo y, en caso

necesario, escapar de los alemanes.Para esta nueva misión no se

dejaría nada al azar; gracias a losdatos proporcionados por elingeniero Skinnarland y a losinformes de un físico que había sidoasesor técnico en los trabajos deconstrucción de la planta, seconstruyeron maquetas e inclusoreproducciones a escala real de laspartes más importantes de lainstalación. De este modo, losintegrantes del comando pudieronadiestrarse en el conocimiento delinterior de la fábrica, hasta llegar a

ser capaces de situar los explosivoscon rapidez y seguridad incluso aoscuras.

Así, en la noche del 16 defebrero de 1943, los seis comandosnoruegos saltaron en paracaídassobre la meseta de Hardangerviddadesde un bombardero Halifax. Unavez en tierra, y después de unabúsqueda que duró varios días,consiguieron encontrarse con loscuatro noruegos que habían llegadoen octubre del año anterior. El nuevoequipo, compuesto ahora por diezhombres, ultimó las preparaciones

finales para el asalto, que debía tenerlugar en la noche del 27 de febrero.

La fábrica se alzaba sobre unaelevación rocosa en medio de unprofundo valle rodeado de montañas.Sólo había dos caminos para accedera las instalaciones: un puente quesalvaba un abismo de doscientosmetros de profundidad sobre el ríoMaan, y una línea férrea para llegarhasta la cual había que descender elbarranco hasta el río y luego escalarla pared contraria hasta alcanzar lasvías. Cualquiera de los dos caminospresentaba complicaciones para los

asaltantes; el puente se encontrabasiempre vigilado por dos centinelas yllegar hasta la vía del tren implicabauna escalada no exenta de riesgos, yaque las rocas estaban cubiertas dehielo.

Aunque las defensas de laplanta de Vemork se habían vistoreforzadas tras la frustradaOperación Freshman, elconvencimiento de que los aliados nointentarían nada en plena épocainvernal había llevado a losalemanes a relajar la protección dela fábrica. Así, la vía del tren

acababa en unos cobertizos, ya enterrenos de la fábrica, a los que sepodía acceder forzando una puerta dealambre provista únicamente de unacadena asegurada por un candado.Más adelante, a unos cincuentametros, había otra valla similar,cuyas puertas estaban cerradastambién mediante un sencillocandado. Una vez salvada esasegunda puerta, quedaba despejadoel camino hacia la planta deproducción de agua pesada, situada aunos cien metros. Teniendo en cuentaesas inesperadas facilidades, los

comandos noruegos decidieronarriesgarse a descender primero, yascender después, por las paredesdel barranco.

El jueves 25 de febrero, losnoruegos salieron de su escondite y,provistos de esquíes y uniformesblancos, recorrieron los setentakilómetros que les separaban deRiukan. A unos tres kilómetros delpueblo, se alojaron en otra cabañaabandonada, en donde acabaron deperfilar los detalles de la operación.

ASALTO A LA FÁBRICA El sábado 27 de febrero de 1943,poco antes de las diez de la noche,los noruegos llegaron esquiandohasta el borde del profundo barrancoque les separaba de la fábrica.Procedieron a esconder los esquíespara poder después recuperarlos enla huida y se despojaron de los trajesblancos que habían utilizado hastaese momento, dejando al descubiertolos uniformes británicos que llevabandebajo. De este modo, de seratrapados, quedaría claro que la

responsabilidad de la operacióncorrespondía al Ejército británico yno a civiles noruegos, alejando así laposibilidad de que los alemanesemprendiesen represalias contra suscompatriotas.

Ya como soldados británicos,iniciaron el rápido descenso delbarranco por el sistema de rappel.Una vez en el fondo, no tuvieronproblemas para vadear el río Mann,que en ese momento llevaba muypoca agua, e iniciaron el ascenso porla escarpada pared hacia la vía deltren. Por suerte para los noruegos, un

ligero deshielo había permitido queaflorase la pared rocosa, lo que lesfacilitó la escalada. Cuando llegaronpor fin a la vía férrea, poco despuésde la medianoche, se dividieron endos grupos; uno se encargaría delsabotaje y otro de realizar lacobertura.

Los hombres avanzaban junto ala vía con lentitud y cautela, portemor a las minas. Al llegar a lapuerta que cerraba el acceso a lafábrica, cortaron la cadena con unacizalla y la abrieron. Ya junto a lasinstalaciones, el grupo de sabotaje se

deslizó hacia la planta de electrólisisa través de un túnel para cables cuyaexistencia conocían gracias a losdetallados informes del físico. Elequipo de demolición empleó estainformación para entrar en el sótanoprincipal por un pasaje y a través deuna ventana. Dentro de la planta, elequipo sólo se encontró con unapersona: un empleado noruegollamado Johansen, que estuvoencantado de cooperar con ellos.

Los saboteadores colocaroncargas explosivas en las cámaras deelectrólisis de agua pesada, con una

mecha suficientemente larga para quetuvieran tiempo de escapar. Tambiénabandonaron deliberadamente unsubfusil británico para indicar quehabía sido una operación llevada acabo por fuerzas británicas,insistiendo así en su propósito de nosituar a los civiles en el punto demira de las represalias.

Sin embargo, la acción adquirióun imprevisto suspense; cuando losnoruegos prendieron la mecha, elempleado noruego se dio cuenta deque había olvidado sus gafas en lahabitación, una posesión muy valiosa

puesto que durante la guerra era casiimposible conseguir gafas nuevas.Johansen las buscó de formafrenética mientras los noruegos leconminaban a que salierarápidamente de allí; afortunadamentepara él, las pudo encontrar y salió atoda prisa de la sala.

Apenas los noruegosabandonaron la planta, las cargascomenzaron a detonar, destruyendopor completo las cámaras deelectrólisis. Mientras las alarmascomenzaban a aullar y las voces dealerta se oían por todo el recinto, los

noruegos atravesaban de vuelta lasvallas que rodeaban el mismo, hastallegar de nuevo a la vía del tren.Descendieron el barranco lo másrápido que pudieron, vadearon el ríoy subieron la pared contraria. Unavez arriba, recogieron los esquíes, sevolvieron a poner los uniformesblancos y se adentraron en la mesetade Hardangervidda, en donde losalemanes no podrían encontrarlos.

A la mañana siguiente, seentrevistaron en Riukan el comisariodel Reich, Josef Terboven, y el jefede las SS y de la policía en Noruega,

Wilhelm Rediess. Como primeramedida se detuvo a cincuentapersonas en calidad de rehenes, perodespués compareció el general VonFalkenhorst y ordenó poner enlibertad a los prisioneros. El generalalegó que se había tratado de unaoperación puramente militar, ajena ala población civil. No obstante,aunque los comandos habían dejadopruebas de que la acción había sidoejecutada por soldados británicos, anadie se le escapaba que laresistencia noruega había tenido quecolaborar en mayor o menor medida

con ellos, como así había sido.Von Falkenhorst sabía que una

represalia indiscriminada contra lapoblación civil tan sólo iba a servirpara que la resistencia aumentase subase de apoyo, por lo que prefirióaceptar que se había tratado de unaacción militar. El general, una vezque se le explicaron los detalles dela operación, manifestó a sushombres que había sido la acciónsaboteadora mejor planeada decuantas tenía noticia.

VUELTA A EMPEZAR La ejecución de la OperaciónGunnerside había resultadoaparentemente perfecta. La base delas celdillas electrolíticas habíaquedado destruida, desparramándosemedia tonelada de valiosísima aguapesada. La capacidad de la planta dela Norsk-Hydro para producir aguapesada había sido eliminada.Además, se había cumplido elobjetivo sin pagar tributo en vidashumanas, ni de los asaltantes ni de lapoblación civil.

Tras el sabotaje de la fábrica,los alemanes estaban convencidos deque un nutrido grupo de comandosbritánicos se ocultaba enHandargevidda. Von Falkenhorstdecidió peinar la meseta con más detres mil hombres. Todas las cabañasy refugios fueron incendiados, y unaescuadrilla de la Luftwaffe seencargó de sobrevolar en todomomento la meseta para evitar quelos comandos pudieran moverse concomodidad.

Mientras tanto, seis hombres delgrupo saboteador habían cruzado ya

la frontera con Suecia, después derecorrer sobre sus esquíescuatrocientos kilómetros en dossemanas, con mal tiempo, sin comiday esquivando las patrullas alemanas.Desde la neutral Suecia ya noencontraron dificultad paratrasladarse a Inglaterra. Los otroscuatro, con Haukelid entre ellos,decidieron permanecer en Noruegapara continuar trabajando con laresistencia, mientras esperabanórdenes de Londres.

Escarmentados por lasfacilidades que habían encontrado

los asaltantes para penetrar en lafábrica, los alemanes reforzaronconsiderablemente los dispositivosde seguridad. Se colocaronobstáculos en las carreteras deacceso a Riukan y se ampliaron loscampos de minas alrededor delpueblo. A lo largo de las tuberías dealimentación de la fábrica seplantaron numerosos árboles,disimulándolas con tupidas redes decamuflaje para dificultar los posiblesbombardeos de la RAF.

Churchill respiraba tranquilo,ya que el proyecto nuclear germano

había sufrido un grave contratiempo,proporcionando así a los aliados untiempo precioso para avanzar en sucarrera por la obtención del armaatómica. Pero los alemanes noestaban precisamente de brazoscruzados; de inmediato se iniciaronlos trabajos de reconstrucción de lafábrica de Vemork. Aunque losaliados contaban con ello, calculabanque la Norsk-Hydro no podríaproporcionar agua pesada hasta,como mínimo, dentro de un año. Perono fue así: tan sólo seis mesesdespués del asalto a la fábrica,

Skinnarland comunicó por radio a losingleses que los daños infligidos a laplanta habían sido ya reparados yque la instalación volvía a funcionarcon normalidad.

Tanto los británicos como losresistentes noruegos se vieron muydecepcionados al conocer esa malanoticia. Desanimados ante lo queparecía ser un trabajo de Sísifo,entendieron que había que volver aempezar. A pesar del éxito inicialdel asalto, se vio que otra acción deestas características no iba a suponermás que un nuevo y breve retraso en

la obtención del agua pesada, por loque el objetivo era ya la destruccióntotal de su capacidad de producción.Y para ello no era suficiente con unaacción de comandos; había quearrasar la fábrica de Vemork, y esosólo se podía conseguir sometiéndolaa un bombardeo aéreo.

Los noruegos no eranpartidarios de esta acciónindiscriminada, e intentaron de nuevoproteger a los habitantes de la vecinaRiukan, pero nada pudieron hacer.Detener la carrera atómica germanaimplicaba ese tipo de sacrificios tan

difíciles de comprender para el quetiene la mala suerte de padecerlos; elGobierno noruego en el exilio acabóentendiendo la necesidad imperiosade esa operación, a pesar de que ibaa conllevar la pérdida de vidasinocentes.

La aviación norteamericana, consus Fortalezas Volantes B-17, seríala encargada de destruir la fábrica deVemork. El ataque se llevaría a caboa plena luz del día, una posibilidadque no se había contemplado un añoantes, cuando había mayor presenciade cazas germanos en la zona, lo que

permitía sólo lanzar ataquesnocturnos, por fuerza mucho menosprecisos. Ahora, con la Luftwaffecentrada en la defensa del territoriodel Reich ante las devastadorasofensivas de los bombarderosaliados, los cielos noruegospermanecían prácticamentedespejados.

El 16 de noviembre de 1943despegaron ciento cuarenta y tresFortalezas Volantes B-17 con laplanta de la Norsk-Hydro comoobjetivo. A las 11.30 comenzaban acaer las bombas sobre Riukan. De

las más de setecientas bombasarrojadas por los B-17, apenas uncentenar harían blanco en la fábrica,pero sería suficiente para arrasar lacentral productora de energía. Ladestrucción del puente que permitíael acceso a la planta, así como de lasconducciones tendidas sobre laladera, completaba el balance dedaños. Los depósitos de agua pesada,almacenados en bóvedassubterráneas protegidas conhormigón armado, no habíanresultado dañados, pero lainstalación en su conjunto ya no

podía funcionar.

Un Boeing B-17, en una imagentomada en 1942. Estos cuatrimotoresserían los encargados de arrasar la

planta de la Norsk-Hydro ennoviembre de 1943.

Por otro lado, los temores a queel bombardeo contra la plantacausase muertos entre la poblacióncivil de Riukan no habían sidoinfundados; un total de veintidósciviles noruegos perdieron la vidabajo las bombas aliadas. Por suparte, los norteamericanos tan sóloperdieron un aparato, que cayó por elfuego antiaéreo.

Ante la previsión de que losataques desde el aire prosiguiesen,los alemanes decidieron poner fin ala producción de agua pesada,renunciando a la reconstrucción de la

fábrica, y trasladar a Alemania todaslas existencias del preciado líquido.A finales de enero de 1944 teníanlistos para el transporte treinta ynueve recipientes con un total decatorce toneladas de agua pesada.Skinnarland se apresuró a informar aLondres sobre las intencionesgermanas. Churchill ordenó al SOEque tomara las medidas necesariaspara destruir tan valioso cargamento;Knut Haukelid recibió el encargo deLondres de impedir que el aguapesada llegase a Alemania.

EL HUNDIMIENTO DEL SFHYDRO Los alemanes no podían permitirseotro fracaso. El asalto de loscomandos noruegos de febrero de1943 había ridiculizado las medidasde seguridad dispuestas en torno a lafábrica y el ataque aéreo acaecido ennoviembre de ese año se habíadesarrollado sin que las bateríasantiaéreas o los esfuerzos porcamuflar las instalaciones hubieranservido de nada.

El traslado a Alemania de los

treinta y nueve barriles con aguapesada que habían sobrevivido albombardeo debía llevarse a cabo sinmás sobresaltos, por lo que el trenencargado de transportarlos iba a irvigilado por un centenar de hombres.Parecía que impedir la salida delagua pesada rumbo a Alemania eraya misión imposible para Haukelid,pero este observó que el trayectopresentaba un punto vulnerable. Alllegar al lago Tinn, la vía férrea secortaba y era necesario embarcar losvagones en un transbordadorferroviario que unía las localidades

de Mael y Tinnoset, cubriendo unrecorrido lacustre de treintakilómetros. Este lago, de unoscincuenta kilómetros cuadrados ycuatrocientos sesenta metros deprofundidad máxima, es uno de losmás grandes de Noruega.

El plan no era otro queprovocar mediante una explosión elhundimiento del f e r r y con supreciosa carga a bordo en las aguasmás profundas del lago, donde nopudiera ser recuperada por losalemanes. Los transbordadoresencargados de cubrir esta ruta eran

tres, el SF Rjukanfos, el SF Hydro ye l SF Ammonia. Por mediación deunos colaboradores que trabajabanen la planta, Haukelid supo que losvagones transportando el aguapesada procedente de la planta deVemork viajarían en el SF Hydro.Ese sería el transbordador que debíaacabar en el fondo del lago Tinn. Talcomo había sucedido con laoperación de bombardeo de lafábrica, la decisión iba a implicar lapérdida de vidas civiles, ya que eltransbordador admitía pasaje.

Estaba previsto que el

transporte en ferry se realizase elsábado 19 de febrero de 1944. Noobstante, gracias a algunostrabajadores de la Norsk-Hydro quecolaboraban con la resistencia, seprodujo un retraso en el traslado delos barriles de agua pesada desde lasbóvedas subterráneas hasta el trenpara que el trayecto en eltransbordador fuera al día siguiente,domingo, el día de la semana en quela cantidad de pasajeros era menor.

El transbordador ferroviario SFHydro, con el que los alemanesintentaron trasladar a su país lasexistencias de agua pesada de la

fábrica de Vemork.

Así, en la madrugada deldomingo 20 de febrero, Haukelid ytres colaboradores saltaron la vallaque rodeaba el muelle dispuestos asabotear el envío del agua pesada aAlemania. Uno de ellos subió abordo para explorar la situación; fuedescubierto por uno de los dosmiembros de la tripulación que sehabían quedado en el ferryvigilándolo, pero logró convencerlede que era un trabajador del muelleque buscaba un lugar a cubierto paradormir un poco. Cuando se quedósolo, hizo una señal para que sus

compañeros subieran también altransbordador.

Haukelid y otro colaboradorbajaron a la cubierta de terceraclase, mientras sus dos compañerosvigilaban; en ella había una escotillaque conducía a la sentina. Una vezabajo, colocaron cuidadosamente elmaterial explosivo, ocho kilos ymedio de carga plástica, dibujandoun círculo, para que la explosiónabriese un boquete en el casco deentre uno y dos metros cuadrados. Elagujero quedaría muy cerca de laproa, provocando que el timón y las

hélices quedasen en el aire y dejandoasí al buque sin posibilidad demaniobrar. Pusieron en marcha lasrudimentarias espoletas de tiempo —dos despertadores— a las 10.30;habían calculado que en ese momentoel transbordador estaría atravesandouna zona bastante profunda del lago,pero lo suficientemente cerca de laorilla como para facilitar el rescatede los pasajeros. Una vez colocadala carga explosiva, los cuatrosaboteadores lograron salir del barcosin ser vistos y emprendieron lahuida.

A primera hora de la mañana seiniciaron las maniobras paraembarcar los vagones en eltransbordador, bajo la atentavigilancia de los soldados alemanes.E l SF Hydro zarpó a la horaprevista, las 9.45, con cincuenta ytres pasajeros a bordo. En esosmomentos las aguas estabantranquilas y la temperatura era denueve grados bajo cero.

A las 10.30, cuando eltransbordador se hallaba en plenatravesía del lago, la carga hizoexplosión. El capitán intentó virar

hacia tierra pero, tal como habíanprevisto los saboteadores, la nave yano podía responder al quedar la popapor encima del nivel del agua. Anteel inminente hundimiento, tanimprevisto como inevitable, latripulación no consiguió bajar todoslos botes salvavidas y no se mostródiligente en el reparto de loschalecos salvavidas entre el pasaje.Afortunadamente, los granjeros quevivían alrededor del lago, alescuchar la violenta explosión yadvertir cómo el f erry se hundía,acudieron de inmediato en sus botes

de remos al rescate de lossupervivientes.

E l SF Hydro se hundió a unaprofundidad de cuatrocientos treintametros; sus restos no seríanlocalizados hasta cinco décadas mástarde. Casi toda la carga de aguapesada acabó en el fondo del lago,excepto algunos barriles, los queestaban sólo medio llenos, que semantuvieron flotando y pudieron serrecuperados por los alemanes. Lacifra de muertos civiles en la acciónde sabotaje fue de catorce, entretripulantes y pasajeros; ese sería el

precio en vidas inocentes quetuvieron que pagar los noruegos paraganar la denominada «batalla delagua pesada».

Fuese o no decisiva esta acciónpara acabar definitivamente con elproyecto nuclear nazi, laimposibilidad de obtener eseelemento imprescindible acabó decercenar las esperanzas germanas depoder desarrollar una bombaatómica. La conocida como «batalladel agua pesada», librada y ganadapor aquel grupo de arrojadosesquiadores enfrentados a las tropas

germanas destinadas en Noruega,impidió que algún día Hitler hubierapodido disponer del arma definitiva.

15Esta acción inspiraría en 1965 lapelícula británica The heroes ofTelemark (Los héroes de Telemark),dirigida por Anthony Mann einterpretada por Kirk Douglas yRichard Harris.

Capítulo 17La hora de la venganza: Unplan para matar a seismillones de alemanes

El 16 de diciembre de 1945, cincojóvenes judíos estaban a punto dellegar al puerto mediterráneo francésde Toulon. Viajaban a bordo de unvapor inglés que había zarpado tresdías antes de Alejandría. Vestíanuniformes del Ejército británico,pero en realidad no eran militares; se

trataba de un convincente disfrazpara pasar desapercibidos, ya que elbuque transportaba dos mil soldadosque regresaban a Europa tras haberdisfrutado de un permiso en Egipto.

El viaje, ya muy próximo a sufin, había discurrido con totalnormalidad. Los cinco hombres sedisponían a bajar a tierra con uncargamento muy especial, que habíancustodiado celosamente a lo largodel viaje; una bolsa de telaconteniendo varias latas de lechecondensada que en realidadcontenían un potente veneno muy

concentrado, que les había sidoproporcionado por un prestigiosoinstituto químico de Tel Aviv.

El ambicioso objetivo de esoshombres que estaban a punto deponer un pie en Europa no era otroque provocar la muerte de seismillones de alemanes. El métodoelegido para ese asesinato masivoera envenenar el agua potable decuatro grandes ciudades germanas:Hamburgo, Fráncfort, Múnich yNúremberg. Para ello, disponían detoda la información relativa a susredes de conducción de agua y

conocían los lugares exactos en losque introducir el veneno para causaresa matanza indiscriminada.

Si los nazis habían asesinado aseis millones de judíos por el solohecho de ser judíos, ellos acabaríancon la vida de seis millones dealemanes sólo por ser alemanes.Estaban dispuestos a aplicar alpueblo germano la ley del talión, el«ojo por ojo y diente por diente»recogido en la ley mosaica.

Con el puerto a la vista, laprimera fase del plan, consistente enllegar al continente europeo con el

veneno, estaba a punto de culminarcon éxito. Desde Toulon debíandirigirse a París, en donde lesesperaban sus colaboradores paraponer en práctica la parte decisivadel plan.

Aquellos jóvenes judíos queestaban a punto de poner pie en suelofrancés sentían que el momento de lavenganza contra los que se habíanensañado de manera tan brutal eimplacable con su pueblo estabacada vez más cerca. Había llegado elmomento de ajustar cuentas.

DESEO DE VENGANZA El plan para matar a seis millones dealemanes se había comenzado agestar siete meses antes, al acabar lacontienda. La derrota del TercerReich supuso la liberación de milesde judíos de los campos deconcentración nazis y el fin de lareclusión en los guetos para aquellosque habían tenido la suerte de no serenviados a los centros de exterminio.En Europa Oriental, el fin de laguerra conllevó el regreso a casa delos judíos que habían logrado

escapar de los alemanes,refugiándose en los bosques yformando grupos de partisanos.

La retirada de los ocupantesgermanos permitió conocer en todasu crudeza el destino que les habíaesperado a aquellos que habíansufrido la deportación. Muchospartisanos se enteraron,horrorizados, de que sus familiashabían sido asesinadas, ya fuerafusiladas, hacinadas en vagones deganado, de hambre y agotamiento enlos campos de concentración ogaseadas en los campos de

exterminio. En las paredes de lassinagogas o en los guetos se podíanleer innumerables inscripcionesdesesperadas que se resumían en unasúplica: «¡Vengadnos!».

Mientras eso ocurría en el este,la Jewish Brigade Group, o BrigadaJudía, se hallaba estacionada en laciudad italiana de Tarvisio, cerca dela frontera con Austria. Esa unidadera la primera brigada judía delEjército británico bajo banderahebrea. Había sido creada enseptiembre de 1944 y habíacombatido desde noviembre de 1944

en el frente italiano. Tras lacapitulación germana, el 7 de mayode 1945, los integrantes de laBrigada Judía estaban deseosos deacudir a Alemania para formar partede las fuerzas de ocupación. Lamayor parte de sus miembros teníanaún familiares tras las líneasalemanas y querían entrar enterritorio germano para localizarles.

Pero tampoco era ajeno a losintegrantes de la Brigada Judía uncomprensible sentimiento derevancha; después de los cruelesatropellos que había sufrido su

pueblo bajo el régimen nazi, paraellos era muy importante poder entraren Alemania con sus vehículos yuniformes luciendo desafiantes laEstrella de David. Sin embargo,cuando ya estaban saboreando laposibilidad de ese desquitesimbólico, una orden les obligó apermanecer en territorio italiano.

Probablemente, las autoridadesmilitares aliadas consideraron que lapresencia de la Brigada Judía enAlemania podía provocar algún tipode consecuencia no deseada. En todocaso, se decidió encargar a esa

unidad que se ocupase de los milesde refugiados judíos que llegabandesde el este de Europa con laesperanza de emigrar a Palestina,entonces bajo control británico.Muchos de ellos, al regresar a suspueblos y ciudades, se habíanencontrado con sus viviendasdestruidas u ocupadas por otraspersonas, y en no pocos casos con elrechazo de sus antiguos vecinos.Comenzar una nueva vida enPalestina se convertía en unaesperanzadora posibilidad. El hechode que los británicos tan sólo

estuvieran dispuestos a concederanualmente diez mil visados deentrada no arredraba a todosaquellos que estaban dispuestos aabandonar el continente que tantosufrimiento les había ocasionadopara poder vivir en una nueva tierra.

Insignia de la Jewish Brigade Groupo Brigada Judía, formada por la

estrella de David en amarillo sobre

fondo azul y blanco.

Así, animados por eseprometedor futuro en Palestina,llegaban a la base de Tarvisio milesde judíos, que eran atendidos yconfortados por los miembros de laBrigada Judía. Desde ahí, estaunidad facilitaba en lo posible lasalida de Europa hacia Palestina, unesfuerzo conocido como Berihah(‘El Escape’), que contaba con elapoyo oficioso del Ejércitonorteamericano. El contacto con esosrefugiados les hizo conocer de

primera mano a los soldados judíosel infierno que habían padecido bajola ocupación alemana; la reclusión enguetos, el trabajo esclavo, lasejecuciones masivas y la deportacióna los campos de exterminio.

Mientras llevaban a cabo estalabor, a los soldados de esta unidadque tenían familiares en la Europarecién liberada se les ibanconcediendo permisos para tratar debuscarlos. Sin embargo, tal como leshabía pasado a los partisanos deEuropa del Este, la mayoría de ellosse encontraron con la terrible noticia

de que sus familiares habían muerto amanos de los nazis; la devastadoravisión de los campos deconcentración de Auschwitz,Mauthausen o Bergen-Belsen les hizocomprender el trágico destino al quehabían tenido que enfrentarse. Eltestimonio de los judíos que llegabana Tarvisio, acogido al principio conincredulidad, se demostrótrágicamente cierto. En buena partede los miembros de la Brigada Judíaanidó así un inextinguible deseo devenganza.

Sin embargo, los judíos

establecidos en la base de Tarvisiopudieron comprobar, con el paso delos meses, cómo a los nazis se lespermitía vivir con normalidad, apesar de tener sus manos manchadasde sangre. Los soldados judíos seconjuraron para que esos crímenesno quedasen impunes. Surgióentonces la idea de administrarjusticia de forma sumarísima,constituyéndose ellos mismos enjueces y ejecutores.

LA PRIMERA ACCIÓN Una noche de julio de 1945, tresmiembros de la Brigada Judía,vistiendo uniformes de la policíamilitar norteamericana, cruzaron enun Jeep la frontera con Austria.Llegaron a una casa de la que teníanconstancia que había sido un centroadministrativo de la Gestapo. Elmatrimonio de mediana edad quevivía allí les abrió confiadamente lapuerta; una vez en el interior de lacasa, los falsos soldadosnorteamericanos se identificaron

como miembros de la Brigada Judía.Comenzaron a interrogarlos; la mujerreconoció que durante la guerra sehabían dedicado a clasificar laspertenencias de valor requisadas ajudíos de Italia y Austria, e inclusoguardaban todavía en la casa algunosde esos objetos.

Un grupo de miembros de la BrigadaJudía, destinados en Italia. Unos

cinco mil judíos se alistarían en estaunidad del Ejército británico.

Considerando que la actuación

del matrimonio era merecedora de lapena de muerte, los judíos decidieronejecutarlos allí mismo, pero cuandoella estaba a punto de recibir undisparo en la cabeza, el hombre seofreció a ayudarles a cambio de queles perdonasen la vida; si volvían aldía siguiente, les entregaría una listade personas de los alrededores quehabían colaborado con los nazis. Elhombre cumplió su promesa y al díasiguiente los miembros de la BrigadaJudía tenían en su poder una listacompuesta por treinta nombres devecinos que habían sido miembros

activos de la Gestapo y las SS, coninformación exhaustiva sobre susfechas de nacimiento, su descripcióny las funciones que habíandesempeñado durante la guerra.

Los judíos entregaron la lista alos servicios británicos deinteligencia, pero estos no semostraron interesados en actuarcontra esos colaboradores de cuartafila, puesto que preferían centrar susesfuerzos en capturar a los nazis másdestacados. La decisión de losbritánicos no desanimó a la BrigadaJudía, que decidió seguir adelante

con la operación de castigo contratodos aquellos que habíancolaborado de un modo u otro con elintento de exterminio de su pueblo.

Así, utilizando nuevamenteuniformes de la policía militar delEjército norteamericano, sededicaron a detener a los integrantesde la lista uno a uno. Los hacíansubir a un Jeep o un camión militar yse dirigían a un claro del bosque.Para proporcionar un remedo delegalidad a su irregular actuación,antes de ser ejecutados de un disparoen la nuca se procedía a leerles los

cargos por los que eran condenados amuerte. Sus cadáveres eran arrojadosa lagos, ríos o presas, abundantes enla zona, lastrados con barras dehierro o cadenas. En algunos casos,el acusado se veía obligado a cavarsu propia fosa antes de ser ejecutado.

La unidad actuaba en territorioaustriaco, en un radio de acción deunos cien kilómetros alrededor deTarvisio. A pesar de queoficialmente ni norteamericanos nibritánicos colaboraban con ellos, enocasiones sus servicios deinteligencia militar les

proporcionaban listas de miembrosde las SS que les eran de granutilidad para sus batidas. Cada tarde,el jefe de los hombres que sededicaban a estas tareas elaborabauna lista de objetivos, asignando porseparado los que correspondían acada grupo, para mantener ladiscreción que requería este tipo deactuación. Por la noche, cada uno deesos grupos salía a cumplir su misiónsin saber lo que hacían los otros.

La unidad de ejecutores judíosseguiría actuando durante unos mesesdesde su base de Tarvisio, sin que se

sepa el número total de nazisajusticiados, pero se cree que fue devarios cientos. Aunque su coto decaza se restringía al sur de Austria,algunos miembros de la BrigadaJudía se desplazaron por EuropaOriental para contactar con otrosjudíos de los que tenían constanciaque también estaban llevando a caboacciones de venganza contra losnazis. Sería en Bucarest donde seencontrarían con Abba Kovner, unjudío lituano de veintisiete años queal inicio de la ocupación alemanaconsiguió escapar del gueto de Vilna

para unirse a los partisanos.

«LOS VENGADORES» Aunque Abba Kovner había nacidoen Sebastopol, su familia emigrópronto a Vilna; la capital lituana eraun centro cultural y religioso judío deprimer orden. Kovner estudió Arte enla Universidad de Vilna y demostródesde temprano su afición a lapoesía. Su propio aspecto, delgado,cabello largo y ojos expresivos, lehacía parecer un poeta y nada

apuntaba a que el tiempo le fuera aconvertir en un líder militar.

Pero en junio de 1941, la vidade Kovner iba a dar un giro radical;tras la invasión alemana, los sesentamil judíos con que contaba estaciudad de cerca de doscientos milhabitantes fueron recluidos en elgueto. Kovner logró escapar a losbosques, uniéndose a la resistenciaantinazi y participando en accionesde sabotaje y hostigamiento a lastropas germanas. Así, el melancólicopoeta se transformó en un aguerridosoldado.

En apenas cuatro meses, lapoblación del gueto se redujo a unasveinte mil personas. El resto habíamuerto, ya fuera de hambre yenfermedades, o ejecutados yenterrados en fosas comunes en losbosques de Ponar. Kovner, que semantenía en comunicación con elinterior del gueto, tuvo conocimientode primera mano de los atropellos ybrutalidades que los nazis cometíancontra sus indefensas víctimas, loque engendraría en él un inflamadosentimiento de odio hacia losalemanes que el tiempo ya no dejaría

de acrecentar. Aunque Kovner instó alos líderes del gueto a oponerresistencia armada a los alemanes,estos se negaron, convencidos de queuna actitud dócil podía favorecer susupervivencia, una estrategia que sedemostraría desastrosa.

Abba Kovner, en el centro, al frentede un grupo de partisanos del gueto

de Vilna.

Finalmente, en octubre de 1943,el gueto de Vilna fue liquidado porcompleto, incluyendo a los líderesque habían apostado por laprudencia. Kovner se unió entonces alos partisanos rusos, participando ennumerosas acciones de resistencia yprotagonizando los ataques másviolentos contra los alemanes en lafrontera polaca.

Al acabar la guerra, Kovner y

sus hombres se dedicaron a ejecutaracciones de venganza arbitrariacomo las que paralelamente estaballevando a cabo la Brigada Judía enAustria. Era cuestión de tiempo queambos grupos acabasen uniendoesfuerzos, lo que ocurriría durante elapuntado encuentro en Bucarest.Hasta allí habían llegado los dosgrupos después de que el lideradopor Kovner uniese sus fuerzas a otrospartisanos tras una reunión mantenidaen la ciudad polaca de Lublin.

En la capital rumana, Kovnerinvocó el Salmo 94, en el que Yahvé

prometía castigar a los enemigos delpueblo de Israel: «Y él hará volversobre ellos su iniquidad y losdestruirá en su propia maldad». Esaspalabras del Antiguo Testamento,que proporcionaban un respaldodivino a sus vengativos propósitos,se convertirían a partir de entoncesen el leitmotiv de la actuación deestos hombres. El joven lituano semostró decidido a conseguir que loscrímenes cometidos por los alemanesfueran castigados; si los tribunales dejusticia internacionales no lo hacían,entonces debían ser los propios

judíos quienes debían ejecutar esetrabajo.

Entre los asistentes a la reuniónse encontraban Joseph Harmatz yLeipke Distel en representación de laBrigada Judía, quienes junto aKovner formarían el núcleo de ungrupo que se autodenominaríaNakam, por la frase hebrea DamYehudi Nakam, «La sangre judía serávengada». Y ellos serían los Nokim,es decir, «Los Vengadores».

UNA PROPUESTA RADICAL Con el paso de los meses, fuequedando claro que los aliadosdeseaban pasar página sobre elpasado nazi de Alemania, un pasadotenebroso del que buena parte de lapoblación había sido cómplice poracción u omisión.

En esos momentos, la recienteexhibición de la fuerza militarsoviética, que había sido capaz deaplastar a la Wehrmacht en el frenteoriental a pesar de que esta habíaconcentrado allí más de dos tercios

de sus fuerzas, aconsejaba convertira la parte de Alemania ocupada porlas potencias occidentales en undique de contención ante elcomunismo rampante. Moscú estabacolocando a toda Europa Orientalbajo su órbita, instaurando gobiernostíteres que actuaban bajo susdictados, por lo que existía un grantemor a que esa influencia acabaraextendiéndose al resto del continente.

Para evitar la expansiónsoviética a través de Alemania, eranecesario ganarse el apoyo y laconfianza del pueblo germano, por lo

que era aconsejable correr cuantoantes un tupido velo sobre su apoyo,o al menos falta de oposiciónefectiva, al nazismo. No obstante,como medida ejemplarizante para elfuturo, los aliados sentaron en elbanquillo de los acusados a los queestaban considerados máximosculpables de los crímenes nazis, talcomo sucedió en los procesos deNúremberg, pero el circunscribir laresponsabilidad a los jerarcas delrégimen supuso que la mayoría de losque participaron en esos crímenespasasen a gozar de una inesperada

impunidad.Para entonces, los aliados ya

estaban poniendo en libertad a milesde prisioneros de guerra, incluyendooficiales de las SS. Al propósito depasar página se unían las dificultadesprácticas de identificar a losculpables de crímenes de guerra deentre una masa enorme deprisioneros, a los que cada día habíaque alimentar y mantener bajovigilancia. La mejor opción erapermitir el regreso a casa de todosellos, como así se hizo, ante ladecepción de aquellos judíos que

esperaban que se hiciese justicia. Seconfirmaban así sus temores de quelas naciones vencedoras queríanolvidar el pasado y mirar al futuro,pasando por alto los horriblescrímenes de que había sido objeto elpueblo judío, pero ellos no estabandispuestos a hacerlo.

Kovner y su grupo acudieron ala base de la Brigada Judía enTarvisio y desde allí se unieron a lasincursiones en territorio austríacopara capturar y matar criminalesnazis, ampliando cada vez más suradio de acción. Los criterios bajo

los que se producían esasdetenciones se fueron relajando hastaconvertirse en arbitrarios; en unaocasión, un tendero fue ajusticiadoporque en su escaparate teníaexpuestos objetos de culto judíosobtenidos en el saqueo de unasinagoga.

Sin embargo, estas represalias apequeña escala no calmarían la sedde venganza de Kovner, lo que lellevó a proponer a los vengadores dela Brigada Judía su colaboraciónpara llevar a cabo un desquite dedimensiones bíblicas. La idea del

lituano era llevar la ley del talión, el«ojo por ojo y diente por diente», asus máximas consecuencias; si losalemanes habían asesinado a seismillones de judíos, ellos iban a segarseis millones de vidas alemanasmediante un envenenamiento masivode la población.

La propuesta de Kovner no fuesecundada por la Brigada Judía; susmiembros se mostraron contrarios aesa venganza indiscriminada, que ibaa causar la muerte de tantosinocentes. Pero Kovner sí quecontaba con el apoyo incondicional

de sus hombres, que compartían conél la necesidad de ese apocalípticoajuste de cuentas. Así pues, ambosgrupos se separaron.

Soldados alemanes capturados enAquisgrán. Los prisioneros de

guerra germanos se convirtieron enun objetivo para los vengadores

judíos.

PREPARANDO EL PLAN

Kovner y su grupo se pusieronmanos a la obra para sacar adelanteel plan que provocaría unenvenenamiento masivo de lapoblación civil alemana. Recorrieron

Fráncfort, Hamburgo, Múnich yNúremberg, estudiando en detalle susredes de suministro de agua potable.Para ello se hicieron pasar portrabajadores de mantenimiento de lacompañía de aguas e inclusoconsiguieron los planos de la red,con el fin de localizar el punto en elque podía resultar más efectiva laintroducción del veneno.

Conscientes de la dificultad queentrañaba esta operación, loshombres de Kovner se plantearon unplan B, por si fallaba el planprincipal; matar prisioneros de

guerra que hubieran sido miembrosde las SS, envenenando la comidaque recibían en los campos. Esaacción, de tener que llevarse a cabo,se realizaría de manera coordinadaen varios campos de prisioneros a lavez. Pero, de momento, todas lasenergías de los Vengadores secentraban en ese plan A que debíaacabar con la vida de seis millonesde alemanes.

En agosto de 1945 el proyectopara envenenar el agua de esasciudades estaba ya muy adelantado,pero hacía falta algo tan esencial

como el veneno que se debíaintroducir en las conducciones. Envez de tratar de obtener la sustancialetal por su cuenta, Kovner sedecidió a viajar a Palestina con elpropósito de buscar el apoyo tantomoral como material de lasautoridades sionistas, confiando enque le proporcionarían el veneno.Consciente de las dudas quedespertaba su plan entre aquellosjudíos europeos que no eranpartidarios de una venganzaindiscriminada, confiaba en que, siregresaba de Palestina ungido por los

máximos dirigentes sionistas, suacción se vería plenamenterespaldada.

Una vez en Palestina, entró encontacto con las altas instancias delfuturo Estado de Israel. Sin embargo,esos encuentros están sujetos acontroversia, y no está claro a quénivel se produjeron. Según eltestimonio posterior de uno de sushombres, Kovner llegó a reunirse conDavid Ben Gurion, quien seconvertiría en 1948 en el primerministro israelí, pero al parecer esteno sólo no apoyó el plan, sino que le

recriminó ese espíritu vengativo. Sinduda, era muy difícil que lasautoridades sionistas contemplasencon buenos ojos un plan que, detrascender su implicación en él, iba acomprometer seriamente elnacimiento del nuevo Estado. Alparecer, Ben Gurion aseguró aKovner que la mejor venganza seríala de conseguir que el sueño delEstado de Israel fuera una realidad, yle conminó a abocar en ese objetivotodo su esfuerzo.

El argumento esgrimido por BenGurion para que Kovner se olvidase

de su venganza de proporcionesbíblicas no debió de convencerle, yaque el lituano acudió entonces,siempre según el testimonio de sushombres, al que se convertiría en elprimer presidente de Israel, JaimWeizmann, considerando que estepodía ser más receptivo a supropuesta. No obstante, segúnmanifestaría posteriormente uno delos hombres de Kovner, el astutolituano no le planteó la apocalípticapropuesta de envenenar el agua delas ciudades por temor a sufrir otrorechazo, y le engañó asegurándole

que pensaban llevar a cabo el másmodesto plan B, el envenenamientode la comida de los prisioneros delas SS.

Weizmann estuvo de acuerdocon el plan alternativo presentadopor Kovner y se decidió a darle suapoyo. De todos modos, es difícilpensar que los hechos discurriesende ese modo, ya que Weizmann erahombre de confianza de Ben Gurion yes impensable que no hubieranhablado entre ellos de las propuestasde Kovner.

Sea como fuere, Weizmann, que

era un destacado químico de famamundial, recomendó a Kovner acudira dos colaboradores suyos en elInstituto Sieff de la localidad deRehovot, los hermanos Katzir. Así,los dos químicos le proporcionaronun veneno incoloro que nodesprendía olor ni sabor, y losuficientemente concentrado comopara causar la muerte a un númeroextraordinariamente elevado depersonas. El veneno fue envasado eninofensivas latas de lechecondensada para ser transportadas aEuropa sin despertar sospechas.

Weizmann destinó cuatrohombres del Haganá, el embrión delEjército israelí, a la protección deKovner y el grupo partió rumbo aAlejandría, para tomar un barco condestino al puerto francés de Toulonel 14 de diciembre de 1945. Como seha apuntado, desde allí teníanprevisto dirigirse a París, en dondeesperaban los otros miembros delgrupo. Una vez en posesión delpotente veneno, y con toda lainformación sobre las redes deconducción de agua de las ciudadesalemanas sobre la mesa, ya podrían

pasar a la última fase de la venganzabíblica sobre la nación que habíaintentado borrar al pueblo elegido dela faz de la tierra.

CAMBIO DE PLANES Tal como se relataba al principio delcapítulo, el viaje que debía llevar aKovner y los cuatro miembros de laHaganá desde Alejandría a Toulonatravesando el Mediterráneotranscurrió con total normalidad. Loscinco hombres, vistiendo el uniforme

británico y mezclados entre los milesde soldados que regresaban a Europatras pasar un período de permiso entierras egipcias, no despertaronninguna sospecha. Disponían dedocumentación falsa y habíanrecibido un entrenamiento militarbásico para poder pasarcompletamente desapercibidos.

Sin embargo, cerca del puertode Toulon, inesperadamente el buquese detuvo. Para consternación delgrupo de Kovner, por los altavocesdel barco se pidió a cuatro de ellos,incluyendo al lituano, que se

presentasen de inmediato en laoficina del capitán del barco. Losmiembros del grupo se quedaron depiedra; no había duda de que habíansido descubiertos. Kovner decidióentregarse, puesto que la huida desdeel barco era imposible. Antes deacudir a la llamada, el lituanoentregó la bolsa que contenía laslatas con el veneno al único de ellosque no había sido llamado apresencia del capitán. Más tarde,temiendo que el barco fueraregistrado, el miembro de la Haganádepositario del veneno decidió a su

vez deshacerse de las latas,arrojándolas al mar.

Al bajar al muelle, Kovner y losotros tres hombres fueron detenidospor la policía militar británica. Sedesconoce cómo fueron descubiertos,pero todo apunta a que fuerontraicionados por algún confidente delos británicos en la Haganá, aunqueno hay que descartar que fueran laspropias autoridades sionistas las quelos hubieran delatado a losbritánicos, al considerar que elatentado podía representar unobstáculo en la consecución de sus

objetivo de ver nacer el Estado deIsrael.

Kovner fue enviado a unaprisión británica en Alejandría.Desde su celda, logró hacer llegar unmensaje a sus camaradas de París,informándoles del fracaso del plan.Joseph Harmatz, otro lituano, asumióel mando de los Vengadores. Pocodespués, un soldado de la BrigadaJudía que Kovner había conocidodurante el viaje y a quien le habíaconfiado su propósito llegó a París yles explicó en detalle lo que habíaocurrido. Los Nokim quedaron

desolados; para seguir adelante conel plan A era necesario hacerse denuevo con ese veneno altamenteconcentrado, por lo que alguiendebía viajar otra vez a Palestina, locual iba a suponer un importanteretraso en la ejecución del plan.

Los abatidos hombres deHarmatz sintieron que, si esperabanmás tiempo, la oportunidad de esavenganza a gran escala habríapasado. Las condiciones enAlemania estaban cambiando; habíacada vez más soldados aliados enterritorio germano debido a la

tensión provocada por la incipienteGuerra Fría y, por otro lado, judíosliberados de los campos deconcentración estaban regresando asus ciudades de origen en territorioalemán, intentando reconstruir suvida anterior. El proyecto de acabarcon la vida de seis millones deciviles alemanes tenía cada vezmenos sentido. La constatación deque el tiempo de esa venganzaindiscriminada había pasado causóuna crisis muy fuerte en el seno delos Nokim, pero de todos modosestaban decididos a castigar a

quienes habían causado tanto dolor asu pueblo.

Los Vengadores decidieronentonces poner en práctica el plan B,aunque repararon que, igualmente,seguían sin contar con el venenonecesario para ejecutar esaoperación. Mientras trataban deobtenerlo, localizaron sus dosobjetivos: el campo de concentraciónde Dachau, cercano a Múnich, y unomás pequeño próximo a Núremberg,el Stalag 13, que había sido utilizadopor los alemanes como campo deprisioneros durante la guerra.

El recinto de Dachau, que habíasido el primer campo deconcentración creado por los nazis,era ahora utilizado por el Ejércitonorteamericano para retener a treintamil oficiales de las SS. Dosmiembros del Nakam, denacionalidad polaca, lograron entrara formar parte del personal civil delcampo para anotar las rutinas de laalimentación de los prisioneros. Allípudieron saber que toda la comidaera elaborada en el propio campo,excepto el pan, que procedía delexterior.

El campo de Núremberg, por suparte, acogía a quince mil internos delos que la mayoría habían sidomiembros de las odiadas SS. Aligual que se había hecho en Dachau,los Nokim lograron introducir a dosmiembros del grupo entre el personalcivil del campo, que estaba tambiénvigilado por los norteamericanos.Una vez dentro, comprobaron que, aligual que en Dachau, toda la comidaera elaborada en el propio campo aexcepción del pan, que era traído defuera. Los Nokim averiguaron lafábrica que se encargaba de elaborar

el pan, y uno de ellos, Leipke Distel,se dirigió a la oficina de empleo deNúremberg para pedir trabajo depanadero, asegurando que leinteresaba esa en concreto, al estarsituada muy cerca de su casa. Elvengador obtuvo el empleo y entró atrabajar en esa fábrica sin despertarsospechas.

Para conseguir el veneno, losVengadores recurrieron a un químicotambién hebreo que residía en Milán,al que proporcionarondocumentación falsa para que setrasladara a París. En la capital gala,

el químico elaboró una solución condos kilos de arsénico que debía sersuficiente para envenenar la comidadestinada a los prisioneros.

Todo parecía que estabasaliendo bien, pero unos días antesde la fecha señalada para llevar acabo la operación, prevista para el13 de abril de 1946, Domingo dePascua, los miembros del grupo quehabían conseguido infiltrarse en elcampo de Dachau fuerondescubiertos por losnorteamericanos. Pese a ladecepción, los Nokim decidieron

seguir adelante con el plan en elcampo de Núremberg.

Al verse reducido el alcance dela misión a la mitad, surgió entoncesla idea de acompañar la acción conun asalto a la sala de juicios deNúremberg en la que se estabanprocesando a los principales jerarcasdel régimen nazi y disparar contraellos, pero fue descartada debido alas grandes medidas de seguridadque existían en torno al edificio.

El hecho de que las propuestasde actuación tuvieran siempre comoescenario Núremberg se debía a que

esta ciudad ejercía una atracciónespecial sobre los Vengadores paraejecutar su venganza. Del mismomodo que esta ciudad había sidoescogida por los aliados por susimbolismo, al ser el lugar elegidopor los nazis para celebrar sucongreso anual, los judíos tambiénquerían golpear a Núremberg porhaber sido el principal foco deantisemitismo en Alemania. Allí sehabía publicado el diarioviolentamente antisemita DerStürmer, encargado de atizar el odiocontra los judíos en todo el país.

EL DÍA DE LA VENGANZA El sábado 12 de abril todo estabapreparado para lanzar la operaciónde envenenamiento masivo de losprisioneros alemanes confinados enel campo de prisioneros deNúremberg.

Por la mañana, aprovechando unmomento de descuido de losvigilantes de la fábrica, LeipkeDistel dejó entrar a dos miembrosdel grupo, que se ocultaron hasta lanoche. Distel también se escondió,hasta que ya no quedó ningún

trabajador en la fábrica, excepto losvigilantes. Fue entonces cuando lostres salieron de sus escondites y,perfectamente sincronizados,comenzaron a aplicar con brochas elarsénico diluido en agua a los tresmil panes que iban a ser distribuidosal día siguiente como desayuno paralos prisioneros. Considerando quecorrespondía un pan para cada cuatropersonas, calcularon que, si elarsénico causaba el efecto buscado,al día siguiente iban a morir en tornoa doce mil alemanes.

Cuando estaban finalizando su

tarea, los vigilantes del camporepararon en ellos, seguramentedelatados por sus sombras al haberluna llena. Mientras Distel regresabaa su escondite, sus dos camaradassaltaron por la ventana y escaparon.

Los guardas inspeccionaron ellugar, pero no advirtieron nadaextraño; creyeron que se trataba desimples ladrones que se habían dadoa la fuga al verse descubiertos.

Poco antes del amanecer, Distelsalió de la fábrica y se dirigió alpunto de reunión previamenteacordado. Allí, los miembros del

grupo subieron a un vehículo y sedirigieron hacia la frontera checa,para proseguir el viaje hacia Italiacon el fin de contactar con la BrigadaJudía, no sin antes haber transmitidopor radio a sus compañeros de Parísque todo estaba saliendo según loprevisto. Esa era la señal para quelos Nokim de la capital francesa ylos que se encontraban en otrasciudades europeas extremasen lasmedidas de seguridad con el objetivode evitar que las posiblesinvestigaciones tras la acciónconsiguiesen desmantelar el grupo.

Con el nuevo día, los cestos conel pan envenenado llegaron al campoy este fue servido a los prisionerosalemanes en el desayuno. Cuandoestos comenzaron a mostrar lossíntomas de la intoxicación, losequipos médicos norteamericanoshicieron todo lo posible para salvarla vida de los hombres que habíancomido el pan untado con arsénico.Hasta allí acudirían todas lasambulancias disponibles enNúremberg para trasladar a losintoxicados a los centroshospitalarios.

Los Nokim tuvieron queconformarse con conocer el efectoque causó entre los prisioneros através de la información aparecidaen la prensa. Los periódicosinformaron al día siguiente que sehabía producido una intoxicación enel Stalag 13, afectando a miles deprisioneros, de los que sólodoscientos siete requirieron serhospitalizados, y señalando quetodos ellos se encontraban fuera depeligro. Se desconoce si esainformación era cierta, puesto que lasautoridades norteamericanas nunca

han revelado el informe completosobre el envenenamiento, pero todoapuntaba a que el efecto del venenono había sido tan potente como losVengadores habían previsto16.

Tras esta acción de resultadostan decepcionantes, en París serecibió una carta de Kovner, queacababa de ser liberado de sucautiverio en Alejandría y seencontraba ya en Palestina. Aunqueles expresó que su deseo de venganzaindiscriminada contra los alemanesseguía intacto, las circunstanciashacían que en esos momentos fueran

más útiles para la causa sionista si sereagrupaban en Palestina, donde yahabía comenzado la lucha por laindependencia de Israel. LosVengadores, aunque primero semostraron escépticos, al considerarque Kovner estaba traicionando elmovimiento del cual él había sido elprincipal impulsor, finalmente seconvencieron de que, tal como habíaexpresado Ben Gurion, la mejorvenganza por las iniquidades sufridasera conseguir que los judíosdisfrutasen de un Estado propio.

Así pues, a lo largo de ese año,

los Nokim que se hallaban en susdistintas bases europeas fuerontrasladándose a Palestina, en dondeeran recibidos por Kovner. Aun así,algunos de los más decididos delgrupo regresarían a Alemania parallevar a cabo nuevas acciones devenganza, pero estas no tendríanéxito y acabarían volviendo aPalestina. Los miembros del Nakamjugarían un papel importante en elnuevo Estado de Israel. La mayoríade ellos, experimentadoscombatientes, llegarían a altosoficiales del nuevo Ejército. Kovner

abandonaría su faceta de guerrero,convirtiéndose en un destacadoescritor y poeta, recibiendo losmayores honores literarios de supaís.

Por su parte, la Brigada Judíaestablecida en Tarvisio abandonaríaItalia para ser destinada a Bélgica.Los actos de venganza cometidos poresta unidad se irían haciendo cadavez más espaciados hasta quecesaron por completo. Sus esfuerzospasaron a centrarse exclusivamenteen facilitar la emigración de judíos aPalestina. La Brigada Judía sería

disuelta en el verano de 1946,aunque la mayoría de sus miembroscontinuaría en Europa realizando lalabor que habían venidodesempeñando hasta ese momento.

El paso del tiempo, y lacreación del Estado de Israel en1948, atemperó entre los judíos eldeseo de venganza. A partir deentonces, las iniciativas se centraronen conducir a los criminales nazisante un tribunal de justicia, tal comoocurriría con Adolf Eichmann, encuyo juicio intervendría como testigoel propio Kovner. De este modo, la

venganza daba paso a la justicia.

16En 1996, una televisión alemanaentrevistó a Leipke Distel y JosephHarmatz para que hablaran sobre estacontrovertida operación. El hecho deque fueran entrevistados ocultando suidentidad impidió actuar a la Justiciagermana. Pero, en el año 2000, latelevisión local de Núremberg lesvolvió a entrevistar, aunque esta vezcon nombre y apellidos. Ante lascámaras confesaron su intento deasesinato de doce mil prisioneros deguerra alemanes. Al ser este un tipo

de crimen que no prescribe, elTribunal Superior de Núremberginició los trámites para someterlos ajuicio. Así pues, la fiscalía deNúremberg requirió la presencia deDistel y Harmatz, que tenían en esemomento setenta y cuatro y setenta ysiete años. El hecho de que noresidían entonces en Alemania sinoen Israel complicaba una cuestión yade por sí bastante espinosa. Lapersecución judicial de esos dosjudíos supervivientes del Holocaustono sentó bien en algunos mediosalemanes, que la consideraron algo

desproporcionada frente al largoinventario de crímenes nazis. Lafiscalía era consciente de que lasposibilidades de que Distel yHarmatz acabasen sentándose en elbanquillo de los acusados eranmínimas. Si la acusación sesustanciaba, el Gobierno alemán erael encargado de decidir si sesolicitaba la extradición de los dosancianos. Y, en último caso, Israeldebía aceptar la extradición de losdos antiguos activistas, lo queresultaba altamente improbable.Finalmente, en ese mismo año se

canceló esa investigación preliminar.Las presiones para que las accionescontra los dos ancianos quedasenarchivadas surtieron efecto y el fiscaldecidió abandonar la causa. La razónadmitida por el fiscal para aceptarcerrar el caso fue el concepto deV e r j a h r u n g (‘código delimitaciones’), debido a lascircunstancias inusuales en que sedesarrolló aquel intento de asesinatomasivo.

Epílogo

Estoy convencido de que, tras lalectura de estas páginas, las personasque protagonizaron estas diecisietehistorias, arriesgando su vida pordefender sus ideales y en muchoscasos entregándola, se habrán ganadopara siempre el respeto y laadmiración del lector. En nuestromundo actual, ese tipo de sacrificiosson extraordinariamente difíciles de

encontrar y, cuando se dan, en pocasocasiones obtienen la comprensión yel reconocimiento que merecen.

A esa comprensión tampocoayuda el hecho de que la mayor partede las personas que hoy día estándispuestas a entregar su vida en posde un ideal suelen ser individuosfanatizados que buscan imponer a losdemás sus ideas excluyentes. Pordesgracia, aquellos que sí arriesgansu vida para combatir a favor de laslibertades no suelen obtener esereconocimiento cuando esa luchainterfiere con otros intereses

políticos o económicos, lo que suelesuceder a menudo.

Las razones de este cambio devalores son múltiples y variadas;quizás el convulso siglo xx hademostrado que, la mayoría de lasveces, esa generosidad extrema haservido para bien poco o que, entodo caso, el reconocimiento quemerecieron en su día aquellos héroesentonces aclamados fue rápidamenteolvidado. Las interminables filas detumbas que pueden verse en loscementerios de la Segunda GuerraMundial, anónimas a pesar de figurar

en ellas los nombres de los allíenterrados, demuestran que deaquellos hombres valerosos tan sóloquedan, con algunas excepciones,unas frías losas que apenas hacenjusticia a su abnegado sacrificio.

Otro motivo para ese cambiopuede ser interpretado de un modomás positivo. El mayor valorotorgado a la vida humana en laactualidad hace impensable quepudieran repetirse de nuevocarnicerías masivas como las de laPrimera o la Segunda GuerraMundial. En los conflictos bélicos de

nuestra época, los gobiernos intentanpor todos los medios disminuir elnúmero propio de bajas, quizás notanto por un sentimiento deprotección hacia sus conciudadanos,sino por el temor a perder el favor dela opinión pública. Pero sea comofuere, en las guerras actuales unsoldado tiene más posibilidades devolver a casa que los que lucharon enlos conflictos pasados.

Por último, no hay duda de quela sobreprotección de quedisfrutamos hoy día nos hace percibircomo una anomalía todo aquello que

puede poner en riesgo nuestra vida,cuando la humanidad se ha vistosiempre expuesta a luchas,enfermedades, accidentes ocatástrofes naturales.Afortunadamente, el progreso hapermitido neutralizar la mayor partede esas amenazas, por lo que lamuerte tiene entre nosotros unapresencia mucho menor que la quetuvieron que soportar generacionesanteriores. El que comprobemoscómo unos individuos se atrevieronentonces a coquetear con la muerteen aras de un bien colectivo, tal

como ha quedado reflejado en lashistorias aquí relatadas, refleja unaescala de valores muy diferente a laque actualmente poseemos.

Por todo ello, nos resulta tanadmirable como incomprensible laconducta de aquellas personas queentonces tomaron la trascendentaldecisión de poner en riesgo su vidapara colaborar en un objetivo quesobrepasaba en mucho su capacidadpersonal, como era ganar la guerra.Hemos visto cómo aquellos que seofrecieron voluntariamente paracumplir esas arriesgadas misiones lo

hicieron a sabiendas de que lasposibilidades de regresar a casa convida eran más bien reducidas. No hayduda de que hoy día seríaenormemente complicado encontrarindividuos dispuestos a emprenderese tipo de operaciones casisuicidas, que fueron tan habitualesdurante la Segunda Guerra Mundial.

Es difícil juzgar si la actitud deaquellos hombres fue la másrazonable. Muchos de ellosperdieron la vida en plena juventud yla mayoría de los que regresaron deaquellas misiones sanos y salvos no

recibieron otra satisfacción que laque proporciona el deber cumplido.Si ellos fueron unos idealistas queencontraron sentido a su vida con esesacrificio, dejando un testimonioindeleble de generosidad, o si, por elcontrario, no fueron más que unossimples peones en el tablero de laguerra, tan ingenuos comoprescindibles, es algo susceptible dedebate. Pero de lo que no hay dudaes que todos ellos fueron auténticoshéroes dignos de nuestra mayoradmiración.

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