5
ORACIONES DE VIDA Por Karl Rahner Recopiladas por Albert Raffelt Traducción castellana de la 5ª edición de la obra Gebete des Lebens. Publicaciones Claretianas, 1986 Juan Alvarez Mendizábal, 65 dupl., 1.° 28008 MADRID - Teléf. (91) 241 31 65 © Verlag Herder Frciburg im Breisgau, 1984 Ante Dios Dios Todopoderoso y Santo, a ti quiero ir y a ti orar. Quiero confesarte a ti, Padre, Hijo y Espíritu Santo; quiero alabarte, bendecirte, adorarte. Quiero darte gracias por tu inmensa gloria. ¿Qué puedo decirte a ti, Dios mío? ¿Debo rebuscar todas las palabras que ensalzan tu santo Nombre, debo darte todos los nombres de esta tierra a ti, el Innominado? ¿Debo llamarte Dios de mi vida, sentido de mi vida, meta de mis caminos, patria de mi soledad, a ti que eres mi dicha más secreta? ¿Debo decir: Creador, Conservador, Santificador, Cercano, Lejano, Incomprensible, Dios de las flores y de las estrellas, Dios de la brisa y de las batallas terribles, Sabiduría, Poder, Fidelidad y Sinceridad, Eternidad e Inmensidad, a ti, que eres misericordioso, justo, amor? ¿Qué puedo decirte, ¡oh Dios mío!? ¿Debo quejarme ante ti porque estás tan lejos de mí, porque tu silencio es tan inquietante y prolongado, porque Tú eres demasiado indulgente conmigo y porque tus caminos, Señor, por los que tenemos que ir necesariamente —no Tú— son tan incomprensiblemente confusos e imprevisibles? Pero, ¿cómo quejarme de tu lejanía, cuando tu proximidad es igualmente inquietante; de tu indulgencia, cuando en ella sustento mi vida pecadora; de la

Oraciones de Vida- Rahner

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Oraciones

Citation preview

3

ORACIONES DE VIDA

Por Karl Rahner

Recopiladas por Albert Raffelt

Traduccin castellana de la 5 edicin de la obra Gebete des Lebens.

Publicaciones Claretianas, 1986

Juan Alvarez Mendizbal, 65 dupl., 1.

28008 MADRID - Telf. (91) 241 31 65

Verlag Herder Frciburg im Breisgau, 1984

Ante Dios

Dios Todopoderoso y Santo, a ti quiero ir y a ti orar. Quiero confesarte a ti, Padre, Hijo y Espritu Santo; quiero alabarte, bendecirte, adorarte. Quiero darte gracias por tu inmensa gloria.

Qu puedo decirte a ti, Dios mo? Debo rebuscar todas las palabras que ensalzan tu santo Nombre, debo darte todos los nombres de esta tierra a ti, el Innominado?

Debo llamarte Dios de mi vida, sentido de mi vida, meta de mis caminos, patria de mi soledad, a ti que eres mi dicha ms secreta? Debo decir: Creador, Conservador, Santificador, Cercano, Lejano, Incomprensible, Dios de las flores y de las estrellas,

Dios de la brisa y de las batallas terribles, Sabidura, Poder, Fidelidad y Sinceridad, Eternidad e Inmensidad, a ti, que eres misericordioso, justo, amor?

Qu puedo decirte, oh Dios mo!? Debo quejarme ante ti porque ests tan lejos de m, porque tu silencio es tan inquietante y prolongado, porque T eres demasiado indulgente conmigo y porque tus caminos, Seor, por los que tenemos que ir necesariamente no T son tan incomprensiblemente confusos e imprevisibles? Pero, cmo quejarme de tu lejana, cuando tu proximidad es igualmente inquietante; de tu indulgencia, cuando en ella sustento mi vida pecadora; de la incomprensibilidad de tus caminos, cuando en realidad el desorden procede de mi mala y rebelde voluntad?

Qu decirte, oh Dios mo? Debo consagrarme a ti? Debo decir que te pertenezco con todo lo que soy y tengo? Oh Dios mo!, cmo puedo entregarme a ti, si tu gracia no me acepta? Ponerme a tu servicio, si T no me llamas? Te doy gracias porque me has llamado. No obstante, tu servicio me resulta difcil. Pero mi corazn cobarde y abatido debe callar y no quejarse de tu servicio. Mi boca debe mentir contra mi corazn que se quiere rebelar , pues entonces es cuando dice tu verdad, que es ms importante que la ma: Oh, s, Seor, tu servicio es bueno, tu yugo ligero y tu carga suave. Te doy gracias por todo lo que T has querido de m en mi vida. Bendito seas por el tiempo en que nac. Alabado por mis buenas horas y mis das amargos. Bendito seas por todo lo que me has negado. Seor, no despidas jams de tu servicio a tu siervo rebelde y perezoso. T tienes poder sobre mi corazn. T tienes poder sobre m mismo en aquella profundidad donde slo yo puedo disponer de m y de mi destino eterno. Tu gracia es la gracia de eterno poder. Dios sabio, misericordioso, amoroso: no me rechaces lejos de tu rostro. Consrvame en tu servicio todos los das de mi vida. Pdeme lo que quieras, pero dame lo que pidas. Aunque yo me canse en tu servicio, T no te cansas en tu paciencia conmigo. T vienes en mi ayuda, T me das la fuerza de comenzar siempre de nuevo, de esperar contra toda esperanza, de creer en la victoria, en tu victoria en m en todas las derrotas, que son las mas.

Qu debo decirte, Dios mo, sino que soy un pecador? Pero esto lo sabes T mejor que yo, y yo no lo creera ni lo reconocera si tu Palabra no se alzase contra m. Seor, no te apartes de m, porque soy un hombre pecador. No es mejor esto que decir lo contrario? En dnde podra yo refugiarme con mi debilidad, con mi dejadez, con mis ambigedades e inseguridades aun en lo mejor que tengo, sino en ti, Dios de los pecadores, Dios de los pecadores comunes, cotidianos, cobardes, corrientes Oh Dios!, mi pecado no es grandioso, es tan cotidiano, tan comn, tan corriente que incluso puede pasar inadvertido. Naturalmente slo en el caso de que no se fije en ti, el Santo por excelencia, y se olvide de que T deseas poseer con amor celoso nuestro corazn entero, indiviso, ardiente y dispuesto a todo. Oh Dios!, a dnde podra yo huir? Los grandes pecadores podran saciarse tal vez durante algn tiempo en la grandeza demoniaca de su pecado. Pero qu hasto suscita mi miseria, mi apata, la horrible mediocridad de mi buena conciencia. Slo T puedes soportar tal corazn, slo T tienes an para m un amor paciente.

Slo T eres ms grande que mi pobre corazn (1 Jn 3, 20). Dios de los pecadores, oh Dios de los tibios, de los perezosos, ten misericordia de m!

Mira, oh Dios, me presento ante tu rostro: Dios santo, Dios justo, Dios que eres la Verdad, la Fidelidad, la Sinceridad, la Justicia, la Bondad. Cuando vengo a tu presencia, debo postrarme en tierra ante ti como Moiss y hablarte como Pedro: Aprtate de m, que soy un hombre pecador (Le 5, 8). Lo s, slo puedo una cosa: Ten compasin de m. Estoy necesitado de tu misericordia, pues soy un pecador. Soy indigno de tu misericordia, pues soy un pecador. Pero tengo un deseo humilde de tu misericordia gratuita, pues no soy un perdido, sino un hombre de esta tierra, que siente todava aoranza por los cielos de tu bondad, que con lgrimas de alegra acepta gustoso y humilde el inefable regalo de tu misericordia.

Mrame, Seor, mira mi miseria. A quin podra huir sino a ti? Cmo podra soportarme si no supiera que T me soportas, si no tuviera la experiencia de que T eres bueno conmigo? Mira mi miseria; mira a tu siervo, el perezoso, el rebelde, el superficial. Mira mi mezquino corazn: slo te da lo ms necesario, no quiere derrocharse en tu amor. Mira mis oraciones: con qu desgana y mal humor te son tributadas. Y la mayor parte de las veces mi corazn se alegra cuando de hablar contigo puede pasar a otra cosa. Mira mi trabajo: es bueno y malo, forzado por la obligacin de cada da, raras veces inspirado por el amor fiel a ti. Escucha mis palabras: rara vez son palabras de bondad y de amor desinteresado. Mira, oh Dios!: T no ves un gran pecador, slo uno pequeo. Slo uno en quien hasta los pecados son pequeos, mezquinos, corrientes, cuyo corazn y voluntad, sentido y fuerza son, bajo todos los aspectos, pequeos, incluso en sus malas obras. Pero oh Dios mo!, cuando lo pienso bien, siento un profundo espanto: esto que he tenido que confesar de m, no es precisamente la caracterstica de los tibios? Y no nos has dicho T que prefieres el fro al tibio? (Apoc 3, 16). No es mi mediocridad una mscara tras la cual se oculta lo peor para que as permanezca inadvertido el corazn cobarde y egosta, el corazn perezoso e insensible, el corazn que no conoce la magnanimidad y la anchura?

Ten compasin de mi pobre corazn, T, Dios de la magnanimidad, Dios del amor, Dios del feliz derroche. Concede a este pobre corazn marchito tu Santo Espritu para que lo transforme. Arda tu Espritu en mi corazn muerto y suscite en m el temor ante tu juicio: si al menos despertara! Que lo llene de temor y de temblor: si al menos sacudiera la rigidez cadavrica de los desesperados y de los resignados!

Hazlo un corazn humilde y contrito: si al menos se llenara del anhelo de tu santidad y de la confianza en el poder absoluto de tu gracia! Que tu Espritu Santo visite mi corazn con el santo arrepentimiento, que es el principio de la vida divina. Que lo visite con la confianza en la fuerza invencible de tu asistencia, que hace los corazones animosos y prontos, alegres y valerosos en tu servicio. Slo si T me concedes tu gracia podr experimentar que estoy necesitado de ella. Slo el regalo de tu misericordia me hace reconocer y confesar que soy un pobre pecador. Slo tu amor me da el nimo de odiarme sin desesperarme.

T te has compadecido de m, Dios Santo. Tu Hijo ha entregado su cuerpo por m. Por eso puedo invocar tu misericordia. l ha gustado la muerte, que es salario del pecado (Rom 6, 23). Por eso no tengo que desesperarme en las pecaminosas tinieblas de mi vida. Adoro el misterio que anuncia la muerte de Cristo hasta que vuelva. Por eso puedo estar seguro, cuando la debilidad de la carne o del pecado parecen aplastarme. Por el Crucificado todo ha cambiado: las tinieblas en luz, la muerte en vida, la soledad vaca en proximidad llena, la debilidad en fuerza. Por el Sacramento en el que el Crucificado y resucitado cobra existencia para m, yo te suplico, Padre eterno, yo, el pobre pecador, a ti, el Padre de las misericordias y Dios de todo consuelo: Ten piedad de m, oh Dios!, segn tu gran misericordia. Y mi pobre corazn contrito cantar eternamente tu bondad. Amn.