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Manuscritos de la Biblia El material en el que se escribieron los libros de la Biblia, el trabajo de los copistas y la moderna arqueología nos enseñan la importancia de la historia de la escritura para entender mejor la Biblia. No existen los textos bíblicos autógrafos, escritos por la propia mano del autor del libro. No existe, pues, ningún original del libro de los Jueces, o de la Sabiduría, o de Marcos, o de Filemón, etc. Esto no debe asustarnos, ya que tampoco se conservan los originales de las grandes obras literarias y filosóficas de la antigüedad (éstas últimas obras tienen pocos testimonios textuales, y a veces con diferencia de unos diez siglos o más entre el original y las primeras copias). Vale la pena aclarar que cuando en ocasiones se habla de "originales", se refiere a las lenguas en que originalmente fueron

Origenes de La Biblia

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Origenes de La Biblia

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Manuscritos de la Biblia

El material en el que se escribieron los libros de la Biblia, el trabajo de los copistas y la moderna arqueología nos enseñan la importancia de la historia de la escritura para entender mejor la Biblia.

No existen los textos bíblicos autógrafos, escritos por la propia mano del autor del libro. No existe, pues, ningún original del libro de los Jueces, o de la Sabiduría, o de Marcos, o de Filemón, etc. Esto no debe asustarnos, ya que tampoco se conservan los originales de las grandes obras literarias y filosóficas de la antigüedad (éstas últimas obras tienen pocos testimonios textuales, y a veces con diferencia de unos diez siglos o más entre el original y las primeras copias).

Vale la pena aclarar que cuando en ocasiones se habla de "originales", se refiere a las lenguas en que originalmente fueron escritos. Por ejemplo se dice: la traducción de esta Biblia se hizo de los originales, es decir, de las lenguas originales, hebreo, arameo y griego según el caso.

Un poco de historia

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El papel, como lo conocemos hoy es un invento relativamente reciente. Vale la pena darle un vistazo rápido a la historia de los medios para escribir, que nos ayudarán a entender un poco mejor los manuscritos de la Biblia:

Los primeros vestigios vienen del sur de Babilonia, por obra de los sumerios que son considerados los "inventores" de la escritura en torno al año 3500 a.C. El material para escribir desde los tiempos antiguos fue muy variado. Los asirios-babilonios, por ejemplo, empleaban tabletas de arcilla fresca en la que imprimían signos con un punzón de madera o de metal, que dejaba una impronta en forma de cuña -de ahí el nombre de cuneiforme- y que ponían luego a secar al solo o al fuego para que se endurecieran. Para los monumentos se empleaban también estelas de piedra, planchas de metal, de plomo, o de bronce. Los egipcios, en torno al 3000 a.C., disponían de un material más barato y práctico, constituido por las fibras del papir –planta muy abundante- aplastadas y trabadas con una especie de engrudo; éste es el origen de nuestro "papel". El papiro fue importado de Egipto a Palestina a través de la costa fenicia y se convierte en material ordinario de escritura para el antiguo Israel. Tiempo después -en el siglo II a.C.-los hebreos conocerán, a través de los persas,

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un material más consistente y más caro de piel curtida y pulida. Se llamó pergamino, porque hacia el año 100 a.C. se perfeccionó este material en la ciudad de Pérgamo.

Primitivamente, las hojas de papiro o de pergamino se unína unas a otras en rollos; la liturgia judía ha permanecido fiel a este uso. La costumbre de coser las hojas por grupos de cuatro páginas -quaternion, palabra de la que procede cuaderno-, y después se agrupaban en un volumen, data ya del siglo II a.C. y fue propagada particularmente por los cristianos. Para escribir sobre el papir se usaba como instrumento el tallo de la misma planta; en los pergaminos se empleaba el cálamo, tallo de junco afilado y con una hendidura en la punta.

¿Y los originales?

Los manuscritos originales de los autores bíblicos se han perdido. Esto no es raro, pues los soportes originales donde se escribieron las Sagradas Escrituras eran tremendamente frágiles. Hasta la invención de la imprenta, la transmisión deun texto escrito se hacía mediante copias hechas a mano. Conocemos textos bíblicos por sus transcripciones sucesivas, de las que conservamos muchos miles de manuscritos.

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Los manuscritos hebreos más antiguos de los que se disponían hace un siglo eran del siglo X d.C. En 1896 se descubre en una cámara de la sinagoga de El Cairo -llamada genizah, donde se almacenaban los manuscritos bíblicos que ya no servían para el uso litúrgico- unos 200.000 fragmentos, entre los cuales destaca por su importancia un texto manuscrito hebreo del libro del Sirácida (Eclesiástico) del que, hasta entonces, sólo conocíamos la traducción griega. Estos manuscritos son de los siglos VI-VII d.C.

Indiana Jones entra en acción

En 1947 hubo un descubrimiento crucial en la historia de la arqueología bíblica, cuando unos beduinos penetran casualmente en una de las cuevas de Qumrán, donde encuentran grandes vasijas que contienen en su interior rollos de la Biblia hebrea, cubiertos de betún y cuidadosamente envueltos en tela: son los manuscritos hebreos de todos los libros del Antiguo Testamento, a excepción del libro de Ester, Judit, 1 y 2 Macabeos, Baruc y Sabiduría, y que pueden darse entre el 150 a.C. y el 70 d.C. aproximadamente. Entre los textos descubiertos más importantes está el rollo de Isaías, escrito dos siglos antes de Cristo, que es prácticamente idéntico al texto que nosotros

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poseíamos: en mil años se puede decir que apenas se ha cambiado una coma. También Habacuc y Salmos estaban completos. Se han encontrado fragmentos de casi todos los libros del Antiguo Testamento. Este descubrimiento fue doble, no solo porque se encontraron los manuscritos más antiguos del AT, sino porque además al cotejarlos con la versiones modernas de la Biblia pudo apreciarse que todo el trabajo exegético, lingüístico y de comparación de manuscritos había valido la pena: los textos modernos de la Biblia eran los mismos que los que se habían encontrado en Qumrán. Este es uno de los buenos motivos para confiar en el cuidado y celo que la Tradición pone en preservar los textos y la doctrina originales. Sin duda alguna podemos imaginar al personaje de ficción Indiana Jones ante estos descubrimientos increíbles y ver la magnitud de esta aventura arqueológico.

En los manuscritos hallados en Qumrán se cubre el período intertestamentario (entre los siglos II a.C. y I d.c.). Son, por eso, anteriores en más de mil años a los manuscritos que ya conocíamos, salvo el pequeño pairo de Nash (siglo I o II a.C.), que contiene una parte del Decálogo y el comienzo de la perícopa de Shemá -oración que los judíos debían

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recitar todos los días-, descubierto en 1902 en Egipto.

Minúsculos, Mayúsculos y Papiros

Se conocen más de 5000 manuscritos griegos del Nuevo Testamento. Suelen clasificarse en tres grandes categorías: los papiros, los minúsculos y los mayúsculos o unciales.

Los papiros, por su antigüedad, son muy importantes en la historia de la transmisión del texto. El fragmento conocido más antiguo del Nuevo Testamento fue hallado en Egipto y contiene unos versículos del Evangelio de San Juan (Jn, 18,31-33a.37b-38); datado en el primer cuarto del siglo II, es el papiro Ryland, descubierto por Roberts en 1920 y publicado en 1935. Fue en su momento un hallazgo importante porque vino a confirmar la antigüedad del Cuarto Evangelio.

Los minúsculos son todos posteriores al siglo IX d.C.: en esta época el texto ya sehabía uniformado y, salvo algunos matices, reproducen fielmente el texto recibido (textus receptus).

Los más importantes son los códices o mayúsculos, entre los que destacan los cuatro siguientes:

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- el Vaticano (B), del siglo IV, escrito en pergamino, conservado en el Vaticano, y contiene el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento (con algunas lagunas);

- el Sinaítico(S), también del siglo IV, descubierto en un monasterio del Sinaí, contiene todo el Antiguo Testamento y Nuevo Testamento y se conserva en el Museo Británico;

- el Alejandrino(A) es ya del siglo V, hallado en un monasterio del Sinaí, contiene todo el Antiguo Testamento y Nuevo Testamento y se conserva en el Museo Británico;

- y el Códice de Efrén (C), también del siglo V, contiene todo el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento con algunas lagunas y se conserva en la Biblioteca de París.

Resumen

Como los demás libros antiguos, la Biblia se escribió a mano y se transmitió con copias también escritas a mano.

Ya no tenemos los textos escritos por los autores, o sea, los originales.

Tenemos las copias que se hicieron de esos textos y que son llamados manuscritos.

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De éstos, hay más de 4000 y son famosos el Sinaítico, el Vaticano y el Alejandrino.

Entre los manuscritos más antiguos, figuran los del Antiguo Testamento, que fueron descubiertos por los años 1947 y siguientes, en unas grutas cercanas al Mar Muerto. La edad de estos manuscritos es anterior al año 60 de nuestra era. Tienen, pues, alrededor de dos mil años.

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EL TEÓLOGON° 14

¿Qué es verdad? ¿Qué es mentira?

Jerónimo yel origen de la Biblia

 

EL TEÓLOGO Nº 8  muestra varias contradicciones

esenciales en la Biblia, que revelan cuántos autores

con distintos conceptos han participado en la

redacción de este libro. Si todo esto se declara

como “palabra de Dios”, se obtiene una imagen

caótica y esquizofrénica de Dios. De esta manera

se llega a conocer a un Dios, del cual el filósofo

Ludwig Feuerbach una vez dijo: el hombre se crea

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a este Dios según su imagen humana. El teólogo

Moris Hoblaj también describe la Biblia como “el

libro confeccionado a la medida de las Iglesias”, y

con esto libera a Dios de la carga de haber sido su

creador.

EL TEÓLOGO Nº 14 reúne algunos hechos sobre

la creación de la Biblia que evidencian que en la

actualidad existen verdaderamente textos originales

en griegos del nuevo testamento. Pero esto no dice

mucho sobre la veracidad o la falsificación de los

mismos. Posiblemente fueron alterados en una

época sobre la cual ya no existen comprobaciones

escritas sobre el contenido. Además, se ha

comprobado que muchas fuentes del cristianismo

originario no fueron incluídas en la Biblia o fueron

destruídas por la Iglesia católica romana prístina,

en formación.

 

        

La misión de Jerónimo

Las resoluciones de las enseñanzas de la Iglesia católica romana

¿Qué calló Jerónimo?

Pena de muerte para lo que difiera de la religión católica estatal

Las escrituras más antiguas que se conservan

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¿Dónde están los papiros?

El evangelio original perdido de Mateo

La Biblia siempre ha sufrido cambios

Fuentes ocultas y destruidas

Cinco tipos de falsificaciones

La misión de JerónimoEn el año 367 el padre de la Iglesia Atanasio, en su carta de Pascua de Resurrección, mencionó por primera vez un compendio de los libros reconocidos por la Iglesia, que es idéntico al canon (= medida, línea a seguir, o listado, catálogo), es decir, al compendio de escrituras "sagradas" vinculantes. Cuando Jerónimo, padre de la Iglesia, publicó la llamada Vulgata (palabra procedente del latín que significa extensamente difundida) en el año 383, ya existía una amplia recopilación de escrituras eclesiásticas vinculantes. La Vulgata es una traducción al latín de los textos originales bíblicos redactados en griego y hebreo. Hasta entonces había muchos textos traducidos al latín en uso, de los cuales todos se diferenciaban en mayor o menor grado. Por esto, Jerónimo explicó la situación insatisfactoria en una carta dirigida al que le encomendó la misión, el papa Dámaso I (305-384, papa desde 366), Pero antes dediquemos unas palabras al mismo papa: Dámaso conquistó para sí el trono en los años 366 y 367, después de unas guerras sangrientas entre una tropa de mercenarios y los seguidores de su rival Ursino. Así, la gente de Dámaso asaltó el 26 del 10 del 366 por ejempo la iglesia de Santa Maria Maggiore y mataron a 137 seguidores de su rival Ursino (Alesander Demandt, Historia de la antigüedad, pág. 89 versión en alemán, editado por C.H.Beck Verlag, Munich). Pero fue la actuación del prefecto romano pagano Vettius Agorius el que decidió el final de la guerra interna católica a favor de Dámaso como nuevo "representante de Cristo" aparente y en contra de Ursino. El precepto sucesor de

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Roma sin embargo no quiso tolerar a posteriori la masacre del papa y quiso demandar a Dámaso I por instigación al asesinato. Pero el papa disponía de conexiones poderosas y con mucha influencia. Amigos ricos del papa se cuidaron de que los césares respectivos siempre tomaran partido por el dirigente de la Iglesia y la demanda del prefecto por los crímenes papales ni siquiera fue aceptada. Sí, incluso: "Dámaso se impuso con ayuda de dos edictos, el cesar Valentiniano I y Graciano, que reconocieron a la Iglesia romana el poder disciplinario y que ordenaron la colaboración de los funcionarios estatales a la hora de llevar a cabo sus sentencias" (http://www.kirchenlexikon.de/d/damasus_i_p.shtml). Eso tiene mucha importancia porque muchas personas creen que la Biblia fue inspirada por el "Espíritu de Dios", sin haberse preocupado del entorno en el que fue creada.A continuación viene un extracto de esa carta que Jerónimo escribió al papa Dámaso I, después de que el maestro de la Iglesia hubiera terminado la revisión de los cuatro evangelios del Nuevo Testamento:

“Tú me obligas a crear una obra nueva partiendo de una antigua, y a su vez a actuar como árbitro sobre ejemplares de la Bíblia, después de que hayan sido difundidos desde hace mucho tiempo por todo el mundo y dónde difieran entre sí, decidir cuáles están en concordancia con el texto griego auténtico. Es una tarea que igual que exige entrega con amor, alberga en sí peligros y es temeraria a su vez: juzgar sobre los otros y a la vez estar sujeto al juicio de todos. Intervenir en el lenguaje de un anciano cambiándolo y remontar un mundo ya anticuado a los días de su primera infancia. ¿Y si se encontrase unque sólo fuera uno que, sea instruido o no, me llame a viva voz falsificador y sacrílego porque tuve la osadía de agregar, cambiar o corregir en los antiguos libros [latinos] que alguna vez haya leído, y que cuando apenas tome en su mano este tomo [la revisión de los evangelios], descubra que lo que aquí lee no sea de su gusto? Hay dos reflexiones que me consuelan y me permiten acoger sobre mí esa lacra: por un lado que tú, el obispo de mayor rango me ordenes hacerlo: por otro, que es difícil encontrar la verdad en formas diferenciadas de lectura, como confirmarían también mis difamadores. Si precisamente uno puede confiar en los textos en latín, dígame entonces por favor: ¿en cuales? Hay casi tantas

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formas de texto como copias. Pero si la forma del texto verdadera tiene que surgir de la comparación de varios, ¿por qué no volver al original griego y después mejorar todos los fallos, sean de traductores de poco fiar, o se trate de mejoras a peor o temerarias, críticos de texto incompetentes o simplemente se trate de añadiduras o cambios de copiadores distraídos? ... Yo ahora hablo del Nuevo Testamento: ... Mateo, Marcos, Lucas, Juan; si los comparo con los escritos a mano griegos – ¡claro que son antiguos! – fueron reelaborados por nosotros. Sin embargo, para evitar grandes diferencias con el enunciado en latín, así como estamos acostumbrados en las interpretaciones, hemos contenido nuestras plumas y sólo hemos mejorado donde parecía haber cambios en el sentido, mientras que todo lo demás lo dejamos como estaba".(Preámbulo al Nuevo Testamento; citado según "A. M. Ritter, Kirchen- und Theologiegeschichte in Quellen" - "Historia de las Iglesias y de la teología-", tomo 1 -" Alte Kirche"- antigua Iglesia -, pág. 181, en el original " J. P. Migne, Patrologiae cursus completus, series Graeca (MPG) 29, Sp. 525 ff".) Jerónimo decía de sí mismo que no era un fanático, sino más bien un hombre ponderado que, a partir de todo el material existente, elaboró una obra para la cual se consideraron todos los intereses predominantes. Dado que, como Jerónimo mismo escribe, los textos latinos evidentemente ya estaban ampliamente distribuidos "por todo el mundo", omisiones o adjunciones notorias o importantes en ese punto son prácticamente inconcebibles, incluso aún tratándose de un precepto de honestidad de un científico para con falsificaciones anteriores. Con determinados conflictos en los textos Jerónimo seguro que se decidió a favor del papado de entonces, el que le encomendó la misión. Él mismo escribió sobre eso literalmente: "Mientras que todo lo demás lo dejamos como estaba" lo que naturalmente no aumenta la fiabilidad de esos textos. 

Las resoluciones de las enseñanzas de la Iglesia católica-romana

Aunque Jerónimo expuso sus problemas casi sin solución a la hora

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de elaborar la Vulgata (la Biblia en latín que a partir de entonces es eclesiásticamente vinculante) y a pesar de que no se trata de un escrito en el idioma originario, si no de una traducción, como el mismo Jerónimo censuró, la Iglesia católica-romana, declaró sus textos como infalibles. Esto tuvo su validez dogmática en el concilio de Trento (1545-1563, también denominado Tridentinum) en el año 1546 por el decreto De usu et editione sacrorum librorum, en el que el canon, (es decir, la recopilación de los escritos), de la Vulgata en latín se convertían en vinculantes eclesiásticamente e "infalibles". Cuando sin embargo se encontraron después muchos fallos, hubo en 1590 una incisión: después de varias correcciones el papa Sixtus V (papa desde 1585 hasta 1590) publicó la Vulgata como la nueva edición auténtica, la "Editio Sixtina", y la declaró eclesiásticamente "infalible". En realidad estaba llena de fallos y la Iglesia la refrenó. El papa Clemencio VIII, papa de 1592 a 1605, en 1592 hizo sustituirla por la al fin "infalible" "Editio Clementina", que naturalmente demostró también tener muchos fallos (Karl Heussi, Compendio de la historia de la Iglesia, Tübingen 1991, 18ª edición en alemán, pág. 337).Sólo después de ser corregida una vez más permaneció durante más tiempo vinculante la cuarta y última versión del año 1598, nuevamente declarada "infalible"...

Como recordatorio: El redactor Jerónimo escribe sobre esto que "en versiones que difieren entre sí, es difícil encontrar la verdad" (Literalmente: “que lo que discrepa no puede ser verdadero”), él habla de "cambios a peor, negligencias y errores de transcripción", y de que hacer de árbitro de ésto es osado. El dogma católico-romano le otorga a la actual versión la etiqueta de “infalible”. También el hecho de que los textos en el idioma original de su redacción no hayan obtenido esta calificación, sino una traducción en otro idioma, es dicho suavemente – poco serio. Si esa traducción es oficialmente para la Iglesia "infalible", ¿cómo se pueden conciliar las numerosas correcciones de errores que le prosiguieron? Quizá sólo porque la fe beata es ciega y olvidadiza. Al fin y al cabo la corrección de la "Editio Clementina" de la Vulgata de 1598 estuvo en uso hasta el año 1907, hasta que el papa Pio X (1903-1914) sustituyó la Vulgata por la Nuova Vulgata (quinto intento). Sin embargo su predecesor Pio IX (papa de 1846 a 1878) declaró ese paso como imposible, ya que poco después del primer concilio vaticano 1869/70, Pio IX había anunciado una nueva decisión doctrinal dogmaticamente vinculante para cambiar la Vulgata hasta

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entonces conocida, que estaba repleta de errores. La "Editio Clementina" de 1598 "carece de errores" y Dios es su "autor", habiéndola dictado el Espíritu Santo según la decisión del concilio de 1870. En el canon nº 4 del concilio dice literalmente: “Esta revelación sobrenatural, conforme a la fe de la Iglesia universal declarada por el sagrado concilio de Trento, está contenida en libros escritos y en tradiciones no escritas que fueron recibidas por los apóstoles de la boca del mismo Cristo o que han llegado hasta nosotros porque los apóstoles la transmitieron de boca a boca por el dictado del Espíritu Santo. Los libros íntegros del Antiguo y Nuevo Testamento con todas sus partes, según están enumerados en el decreto del mencionado concilio y como se encuentran en la edición de la antigua Vulgata Latina, deben ser aceptados como sagrados y canónicos. Para la Iglesia estos libros son sagrados y canónicos, no porque ella los haya aprobado por su autoridad tras haber sido compuestos por obra meramente humana; ni tampoco porque contengan  la revelación sin errores; sino porque habiendo sido escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios por autor y han sido confiados como tales a la misma Iglesia.” [Canon 4]  Esta resolución sobre su enseñanza vinculante y "sin fallos" aguantó al fin y al cabo desde 1870 hasta 1907, año en la que se la tachó de fallida. Y no es la única resolución con la que la Iglesia católica romana se ha metido en una situación absurda, pues el concilio dogmatizó en el mismo año 1870 también la infabilidad del magisterio papal, por lo que a la "infalibilidad" de la Biblia se le añadió la infalibilidad del magisterio eclesiástico. Y si un magistrado "infalible" dogmatiza algo como "infalible", entonces las posibles correcciones futuras en realidad tienen que estar doblemente descartadas.Libro que el papa "infalible" había declarado como "inspiración sin errores". Como siempre en Roma se actuó con la versión actual de esa construcción como si se tratara por fin de la "inspiración divina" de siempre. Así que en 2001 el papa Juan Pablo II (papa del 1978 al 2005) lo hizo vinculante como se ve a continuación:

“Si una traducción ya elaborada contiene otra opción diferente a la de la Nuova Vulgata, en relación al

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fundamento de lo transmitido en el texto o a la secuencia de los versículos o a cosas parecidas, ... tiene que ser corregido". (V Instrucción “Para la recta aplicación de la Constitución sobre la Sagrada Liturgia del Concilio Vaticano II”, artículo 36 de la constitución) Esas instrucciones también tuvieron sus consecuencias en la revisión de la traducción unitaria protestante-católica del año 1980, puesto que los traductores católicos hasta entonces se tenían que atener a las instrucciones del papa y hacer como si con la traducción de 1907 la Iglesia católica-romana hubiera conseguido por fin en el quinto intento lo que está afirmando desde el siglo cuarto: disponer de una Biblia sin errores. El conflicto en casos concretos está programado y es sólo una cuestión de tiempo. Por eso la Iglesia católica ha establecido por anticipado que los protestantes tienen que ceder en ese caso a favor de los católicos, pues se querían ahorrar más bochornos, es decir, nuevas correcciones de la "por fin verdaderamente sin fallos" nueva Vulgata (y con ello una posible sexta versión verdaderamente "infalible"). A pesar de que la Iglesia protestante normalmente cada vez se degrada más a ser un apéndice de la católica, aquí se puso un freno de emergencia y se bajó del proyecto ecuménico. Mientras tanto se utiliza aún la traducción de 1980, donde el consejo de la Iglesia protestante en Alemania (EKD) es coeditor del Nuevo Testamento y de los Salmos.

¿Qué calló Jerónimo?

Todas las singularidades y absurdidades de las enseñanzas de la Iglesia católica-romana sobre la Biblia, sin embargo, son más bien algo secundario si lo medimos con los verdaderos contenidos del cristianismo. Pues en la Biblia ya no hay muchas cosas que Jerónimo conocía del cristianismo originario. Un ejemplo de ello es la relación de Jesús con los animales (ver "El Teólogo Nº 7” - Jesús y los primeros cristianos fueron vegetarianos). Jerónimo mismo escribió:  “El consumo de carne animal era desconocido hasta el diluvio, pero a partir del diluvio se nos metieron en la boca las fibras y los jugos pestilentes de la carne animal; como cuando se echaron codornices al pueblo quejumbroso y

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voluptuoso en el desierto. Jesucristo, que apareció cuando llegó la hora, enlazó el final con el comienzo, de manera que ya no nos es permitido comer carne animal” (Adversus Jovinianum I, 18). A esto se le añaden algunas cosas que el experto de la Biblia Orígenes (185-254) aún enseñaba en el siglo tercero, pero que probablemente Jerónimo no encontró ás en los escritos a mano de la Biblia de aquellos tiempos: Por ejmeplo el conocimiento de la preexistencia del alma antes del nacimiento del hombre y la creencia en la vuelta de todos los seres caídos a Dios (= en la teología denominado a veces como la "conciliación universal";  véase "El Teólogo Nº 2" - Reencarnación y "El Teólogo Nº 19" - No existe una condenación eterna, tampoco en la Biblia)." Aquí cabe preguntarse: ¿Por qué Jerónimo colaboró en seguir callando esto? ¿Por qué se empeñó tanto en transmitir de forma minuciosa los textos bíblicos reconocidos hasta entonces por la Iglesia, en vez de conservar los conocimientos cristianos originario de otras escrituras y volverlos a hacer públicos, los que de otro modo estarían amenazado a desaparecer? ¿Al final fue Jerónimo quien hizo destruir estas escrituras “apócrifas”? ¿Y eventualmente existieron en manuscritos bíblicos otras huellas de este conocimiento amenazado? ¿Jerónimo sacrificó estas citas, porque ya habían sido eliminadas de las traducciones al latin en uso? ¿Quizá porque quiso o simplemente tuvo que ser leal al papa y a sus intereses para no poner en peligro su vida? ¿Estudió Jerónimo verdaderamente a fondo todos los textos griegos a los que podía acceder? ¿O se fió de los manuscritosSinaiticus familiares para él procedentes del siglo cuarto? ¿Quizá porque no era tan complicado como basarse en otros textos con mayor intensidad o siquiera incluirlos? Desgraciadamente en este punto hay más preguntas que respuestas. 

Pena de muerte para todo lo que difiera de la religión católica estatal 

Una respuesta muy sencilla es que Jerónimo, como está comprobado, quería hacer una carrera profesional y había echado un ojo al trono papal. Cómo se puede llegar a ser papa no hay nada que lo muestre más claro que la biografía

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del cardenal Josef  Ratzinger, alias Benedicto XVI (se puede ver en alemán en la biografía del Profesor Dr. Hubertus Mynarek en la dirección, http://hdp-online.de/node/2224) con interpretaciones valientes de la tradición eclesiástica o incluso con algunas desviaciones de la misma no se avanza en la Iglesia. Hay que decidirse por lo contrario, por la claudicación completa de la propia personalidad y de la propia conciencia, y a favor de la corriente mayoritaria de la Iglesia y de su historia. Para esto ayuda una ojeada al entorno social y eclesiástico de finales del siglo cuarto: en aquel entonces la tarea de Jerónimo era hacer concordar a la Iglesia católica romana, que se acababa de convertir en la religión estatal de todo el imperio romano (año 380) poco antes del comienzo de su trabajo en la Vulgata, (382) con lo transmitido en la Biblia. Esto es ya para empezar cualquier cosa menos un entorno serio para una transmisión lo más posiblemente verídica de la Biblia. Hay que hacerse conscientes de que para todo lo que se desviara de la religión católica estatal estaba pensada (desde el año 380) la pena de muerte. O sea que los tiempos de la investigación y la enseñanza libres se habían terminado definitivamente. Todo el que trabajara en ese ámbito tenía de por sí un pie en la hoguera. Por eso no se puede comparar el trabajo de Jerónimo con el de un científico de los de hoy. Él tenía una misión que cumplir en un estado totalitario opresor emergente. Esas son unas circunstancias que por el contrario dan pie a suponer que Jerónimo hizo cambios serios en los escritos bíblicos a favor de la nueva religión estatal, o sea, que hizo graves falsificaciones. Pero para esas reflexiones tampoco hay pruebas, al menos hasta ahora. De esta manera sólo se puede hacer una evaluación seria tanteando paso a paso.

Las escrituras más antiguas que se conservan

 El siguiente paso sería adentrarse en la época de Jerónimo. Por este motivo a continuación hay una exposición detallada de los documentos existentes en la actualidad procedentes de tiempos anteriores, en relación al origen de la Biblia. 

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El texto de la Biblia más antiguo que se puede demostrar es una traducción procedente del año 250. Sin embargo de ese texto sólo quedan hoy en día unas pocas citas. Ese texto mismo se ha "perdido". A esas frases se le añaden las citas en latín de la Biblia, que utiliza el padre de la Iglesia Tertuliano (entre los años 150 y 230) alrededor del año 200. Algunos de sus escritos son los documentos más antiguos que contienen la palabra de la Biblia que existen. Además hay varias escrituras también en latín, principalmente con textos del evangelio del siglo cuarto, que se pueden comparar si se quieren revisar los textos de la Vulgata escritos por Jerónimo.

Jerónimo, que hablaba tanto latín como hebreo y griego, parece ser que tenía las fuentes más importantes que había entonces, tanto de las traducciones al latín como también de las escrituras originarias redactadas en griego, que eran las decisivas. De éstas las más antiguas que existen hoy son las denominadas Sinaiticus y Vaticanus, a pesar de que en los tiempos de Jerónimo eran relativamente nuevas. Se redactaron en el siglo cuarto, el siglo en el que también vivió y trabajó Jerónimo. De esta manera surge una importante pregunta: ¿Cómo se transmitieron esos textos hasta el siglo cuarto? y ¿qué fue de ellos cuando ya en el año 326 bajo el emperador Constantino comenzó la persecución de los que pensaban de otra manera, confiscando por ejemplo las casas donde se reunían y traspasándolas a la Iglesia católica. Ya en la primera mitad del siglo cuarto la Iglesia exigió al emperador la eliminación de la religión de los que pensaran de otra manera (más sobre ello por ejemplo en el escrito "Los cristianos libres Nº 1"). Antes del tiempo de Jerónimo ya estaba en marcha en Europa la barbarie de la Iglesia que a partir de ese momento duraría muchos siglos. 

¿Dónde están los papiros?  

Jerónimo trabajó con los documentos griegos, que estaban mucho más cerca del texto original que las traducciones al latín; por lo general trabajaba con el Sinaiticus. Sin embargo hay también pequeños restos de más de 100 papiros griegos (!), que contienen por regla general en su mayoría pequeñas partes de textos de los escritos del nuevo testamento, de los que al fin y al cabo más de la mitad

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procedían del año 300. De ello surgen importantes preguntas: ¿qué podemos leer en los papiros completos? ¿qué ocurrió con los papiros? ¿dónde están? ¿por qué han sido destruidos todos, con escepción de unos restos mínimos? Eso no es una casualidad histórica tonta. Sin embargo suposiciones o probabilidades en esa dirección hasta hoy no se pueden demostrar, y primero hay que diferenciar algo básico:En los textos griegos se trataba de transmitir el texto redactado originariamente, el primer texto, literalmente. En los textos en latín sin embargo cada traductor traduce de forma diferente, y ya sólo por ello ningún texto puede ser igual al otro. Naturalmente, de esta manera todo el que trabaje en el texto  puede afirmar que sus cambios son una traducción a mejor. Eso es una circunstancia importante. A esto se le añade que habría que distinguir entre diferencias pequeñas en las diversas versiones y por otro lado cambios importantes, sean hechos adrede o involuntarios, siendo esos cambios sólo interesantes si falsifican el sentido de las palabras originarias. Esa diferenciación se oculta con frecuencia cuando los críticos fanáticos de la Biblia se ríen de las "miles" de variaciones en los textos. Aquí no se tiene en cuenta que en la mayoría de los cambios que se pueden comprobar no se cambia el sentido o al menos no se cambia de una manera esencial. También en algunas correcciones entre las escrituras más antiguas del siglo cuarto se trata normalmente, según el conocimiento actual, de pequeños retoques, por ejemplo igualándolo a otra escritura. Si hubiera habido cambios importantes se hubieran tenido que cambiar todas las copias de esa escritura. Esto no es impensable pues no había muchas, pero hoy en día no hay ni pruebas ni indicios claros de ello. Sin embargo lo contrario, que el contenido de esas escrituras probablemente no haya sido cambiado gravemente, se puede comprobar todavía menos. De este modo surge la pregunta de dónde se quedaron los aproximadamente 50 papiros conocidos que proceden del siglo tercero o incluso de tiempos anteriores. ¿Dónde están los papiros?Las escrituras de los evangelios más antiguas conocidas hoy del siglo cuarto no son "antiguas" sino "modernas", pues proceden de un tiempo casi 300 años (!) después de su redacción y en un tiempo en el que los cristianos ya no eran perseguidos sino en el que los hombres de la Iglesia, que se

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denominaban cristianos ya perseguían a otros hombres cruelmente. Las últimas versiones completas más antiguas que se conservan del Nuevo Testamento procedían del siglo cuarto o quinto. Investigadores de la Iglesia alegan que los pocos pasages de los textos (los "fragmentos") de los antiguos papiros del siglin premio. Pero incluso si el resultado de que no hubo grandes cambios se siguiera consolidando, eso no cambia nada el hecho de que esos textos fueron escritos mucho tiempo después de que Jesús y sus disípulos vivieran. Además, su antiguedad no dice nada sobre la fiabilidad de su contenido. Sólo se tiene una pista a seguir en la dirección del cristianismo originario, y lo más probable es que siguiendo esa pista se encontrasen más cambios graves, es decir, falsificaciones que otra cosa. A esto se le añade, que Jerónimo dijo sobre la histora de la transmisión de los textos traducidos al latín que hubo "traductores poco fiables, cambios a peor de críticos de texto incompetentes, o añadiduras o cambios de copiadores distraídos". Eso hace suponer que no se trabajó especialmente de forma fidedigna.  

El evangelio originial perdido de Mateo

De gran importancia es el evangelio de Mateo original en parte con contenidos diferentes a los del evangelio según Mateo de la Biblia. Jerónimo mismo informa sobre un texto original "secreto" del evangelio según Mateo, que no concuerda con el evangelio según Mateo hasta ahora usual (ese es posiblemente idéntico al evangelio hebreo). Además los "encargados de sectas" Ireneus (siglo segundo) y Epifanio (siglo cuarto) escriben de manera unánime que los "ebionéos sólo usan un único evangelio y que se trataba del evangelio según Mateo; además en ello que esa secta (comentario: ya por aquel entonces la palabra secta era un insulto eclesiástico: en realidad se trataba de los cristianos originarios) negaba el nacimiento virginal de Jesús" (Wilhem Schneemelcher, escrituras apócrifas del nuevo testamento, Evangelios, sexta edición en alemán, en Tübingen 1999, pág. 120). Aquí pues hay testimonios de testigos fiables,  de que el evangelio original de Mateo, el evangelio según Mateo verdadero, no conocía ningún nacimiento virginal de Jesús,

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sino un engendramiento natural a través de José y María. Fue más tarde el evangelio según Mateo falsificado por la Iglesia el que  implantó la ide de un nacimiento virginal tomada por cultos idólatras de la antiguedad en el comienzo del evangelio.Las afirmaciones de Jerónimo y de otros padres de la Iglesia son la prueba para la tesis de que los evangelios bíblicos suferon cambiados, es decir, falsificados. ¿Pero qué ponía en el evangelio según Mateo original? La respuesta hasta hoy desengaña, pues Jerónimo no escribe mucho sobre el tema. Él dice también que el grupo cristiano originario denominado los ebionitas lo utilizaba y más tarde también lo utilizó el maestro cristiano originario Orígenes. Jerónimo dice literalmente sobre el tema: "En el evangelio que utilizaron los nazarenos y los ebionitas que recientemente tradujimos del hebreo al griego y que la mayoría describen como el (evangelio) auténtico de Mateo, se describe como albañil al hombre que tenía la mano agosta, y que pidió ayuda con las palabras que vienen a continuación: "yo era albañil y ganaba con (mis) manos (mi) sustento: Jesús, te pido que restablezcas mi salud para que no tenga que mendigar deshonrosamente para comer" (Jerónimo, comentario de Mateo sobre 12, 13, cita según Schneemelcher, a.a.O., pág. 134, alemán). Pero ese ejemplo práctico ya no está en la Biblia de la Iglesia. Ya sólo en eso se ve que la ciencia que estudia actualmente la Biblia, a pesar de las investigaciones meticulosas sobre la reconstrucción del texto, sólo construye sobre arena, por decirlo de alguna manera, sobre la arena que ha dejado Jerónimo por encargo del papa para su difusión. Los materiales decisivos para la reconstrucción del cristianismo originario y la vida de Jesús faltan, es decir, fueron destruidos por aquel entonces. Jerónimo dijo que "los nazarenos en Beroa" tienen un ejemplar del Mateo original y "está permitido copiarlo" (cita según Schneemelcher, a.a.O., pág. 121 en alemán). Luego había otro ejemplar en la biblioteca en Cesarea. Sin embargo hoy en día están esos documentos "desaparecidos", no es sorprendente después de que Jerónimo desvelara dónde se encuentraban aún los ejemplares del verdadero Mateo que difieren de la Biblia. Lo que pasó después se lo puede responder cada uno a sí mismo.

En consecuencia lo que se tiene es sólo un fundamento de arena, para ser más exactos: el "texto original" griego

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revisado y editado en el ámbito de la lengua alemana y anglosajona en el año 1980. Es visto como una piedra básica de la investigación actual de los textos. Con el material completo existente se supone que se acerca lo mejor posible a los primeros textos que ya no existen procedentes del año 100 aproximadamente. En numerosas notas de pie de página se señalan las diferencias existentes entre las diversas versiones del texto que como ya hemos dicho, quitando pequeñas escepciones se refieren más bien a nimiedades que a circunstancias relacionadas con el sentido general. Los científicos del ámbito de lengua germánica (Nestle-Aland, 27 edición en alemán) y anglosajona (Greek New Testament, 3a edición en inglés) se han unificado en un texto griego unitario, que sólo difiere en las notas a pie de página. Pero las consecuencias de ello sin embargo siguen siendo muy desilusionantes, pues esa reconstrucción del texto, que es vista como un hallazgo existoso, no dice nada sobre lo que puede haber pasado con los textos desde su primera redacción. Esto hay que indicarlo una y otra vez. El hallazgo podría ser una referencia de una transmisión relativamente fiable o la muestra de una falsificación básica de retoques que no dejaban a penas nada de los textos originales.

 

La Biblia siempre ha sufrido cambios 

Lo que si es seguro es que los evangelistas allí por el año 100 elaboraron el material que tenían presente de forma totalmente individual, poniendo en ellos sus acentos personales, que ya a la sazón evidentemente se desviaban de los hechos reales. Esto también es visto así por las grandes Iglesias. Otros cambios agravantes son pensables especialmente en el siglo II, pero – como ya fue dicho – no son comprobables. Por ejemplo, podría ser que el producto final del evangelio de Marcos hoy presente provenga del evangelista Marcos. Quizás fue Marcos el autor y redactor, es decir, el revisor de la penúltima o antepenúltima versión. Luego éstas fueron complementadas por otro o quizás otros “redactores” que se añadieron después de un breve perido de tiempo (con

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Marcos se parte de la base de que el final del libro no lo escribió él mismo).

Lo que también es seguro es que la Iglesia oficial que se estaba formando influenció desde el principio sobre los textos, en unos tiempos en los que a la vez se estaba alejando cada vez más del cristianismo originario y se orientaba cada vez más a los cultos idólatras paganos (mírese para ello "El Teólogo Nº 25" - La Iglesia, un culto idólatra totalitario). Básicamente lo que importa es que cambios de textos cuanto más tarde se hicieran tanto más improbables son, puesto que el material naturalmente se seguía difundiendo y las falsificaciones según pasaba el tiempo tanto más fácilmente se podían demostrar, a no ser que en un tiempo posterior aún fuera posible destruir todas las copias que estuvieran en curso y difundir sólo las falsificadas. 

Fuentes ocultas y destruidas 

Al menos se pudo comprobar que la Iglesia, cuando fue elevada a  religión estatal bajo el emperador Teodosio I en el año 380, quemó sistemáticamente todas las escrituras del cristianismo originario. Con esto trataba de destruir documentos que pudieran contradecir a los dogmas, como por ejemplo muchos escritos del conocido maestro de la Iglesia Orígenes (aprox. 185-254). Así uno se puede preguntar naturalmente si enlazando con esto no habrían sido destruidos manuscritos de los evangelios bíblicos, que en parte tendrían otro contenido al que hoy conocemos. ¿Podría haber participado en esto Jerónimo? Esto es una especulación, pero no sería raro si de pronto apareciera un papiro que difiera considerablemente de los textos conocidos, si es que no existe desde hace tiempo ya, encontrándose bajo llave en el Vaticano, como creen algunos investigadores. Así que seguirá siendo un tema conflictivo. Esto se confirmó también hace poco cuando  la revista alemana Focus publicó con el título (N° 13/2005) el “descubrimiento del siglo”, el Evangelio de Judas que habría sido elaborado a finales del siglo II. En éste Jesús le pidió aparentemente a Judas la traición para poder “liberarse” de su envoltorio corporal. Esta visión "espiritual", en el sentido irónico de la palabra, de los hechos de entonces, fue una de las muchas opiniones que sólo aumentó la confusión de

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interpretaciones en torno a las circunstancias de la muerte de Jesús. De todos modos, las discusiones sobre este evangelio en nuestro tiempo permiten sospechar que en tiempos anteriores no fue muy diferente y que no existían transmisiones de fiar. Sin embargo, existen pruebas totalmente distintas de las que se concluye que en la cuestión de Jesús no nos podemos fiar de los evangelios bíblicos. Una cosa es segura, que otros textos u otros evangelios fueron destruídos por la Iglesia, y  que estos se diferencian en puntos esenciales de los relatos de los textos bíblicos que conocemos actualmente. Esto se ve en los diferentes fragmentos existentes hasta hoy, en los cuales por ejemplo se encuentran indicios sobre la reencarnación (Evangelio de Tomás) o sobre el amor hacia los animales de Jesús (Evangelio de los Ebionitas). Según el cual Juan el Bautista se alimentaba de forma vegetariana y Jesús explicaba que había venido para abolir los sacrificios de animales: “¿Acaso deseo comer carne en esta pascua?”.Tampoco fue una casualidad que poco después de que Jerónimo consolidara por primera vez la versión en latín de la Biblia, en Alejandría se quemara intencionadamente la biblioteca más grande de la antigüedad. Esto sucedió en el año 389. Así – como recordatorio – por ejemplo, el gran padre y maestro de la Iglesia Orígenes, en el siglo III, disponiendo de muchas más fuentes cristianas originarias que nosotros en la actualidad, creía en la preexistencia del alma y seguramente creía también en la reencarnación (comprobado en "El Teólogo Nº 2" - Reencarnación). Probablemente mucho en Alejandría se transformó en humo, lo que Jerónimo ocultó conscientemente. Recordemos que no era un investigador libre, sino que tenía que cumplir un encargo en un estado totalitario. Existieron otras fuentes innumerables del cristianismo originario sobre Jesús, de diferente procedencia, que no fueron incluidas en la Biblia, como por ejemplo el Evangelio Nazareo, el Evangelio Hebreo, el Evangelio de los Doce o palabras individuales de Jesús. De importancia determinante es un Evangelio original de Mateo, con otro contenido que el evangelio bíblico de Mateo. El mismo Jerónimo habla de un texto “original” secreto del evangelio de Mateo que no concuerda con el evangelio de Mateo actual (éste es posiblemente idéntico al Evangelio Hebreo). ¿Pero qué

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estaba escrito en él? La respuesta es desalentadora. No se sabe. Pero ya sólo con esto se puede ver que la ciencia bíblica con su investigación meticulosa y en su reconstrucción del texto ha construido sobre arena; si se quiere en arenas de Jerónimo, ya que actualmente faltan materiales decisivos para la reconstrucción del cristianismo originario y de la vida de Jesús. Los textos que la Iglesia de entonces consideró sospechosos en algún momento ya no fueron más copiados y por esto sólo se encuentran de forma parcial en escritos eclesiásticos antiguos de “encargados de sectas” (por ejemplo Irineos, Epifanio). Estos combatieron a sus enemigos que se encontraban fuera de la Iglesia, y para este fin citaban lo transmitido falsificándolo e interpretándolo de manera falsa con frecuencia. Pero el hecho de que los inquisidores eclesiásticos citaran notoriedades de esas escrituras y que estos documentos aparentemente hoy ya no existen, hace evidente las luchas que hubo a la hora de transmitir la verdad. Partiendo de esta base,  la teoría de una Biblia falsificada es de todas todas más problable que las afirmaciones que hace la Iglesia de lo contrario. 

Para profundizar en la temática al final se resumen las posibilidades de las falsificaciones que se pueden clasificar en cuatro categorías, de lo cual mucho – como se expuso – ya está demostrado (PD: En este artículo no se entró en todas las categorías). Todas esas posibilidades que se exponen a continuación tiene numerosos ejemplos.

Cinco tipos de falsificaciones

1) Escritores bíblicos falsearon mensajes de Jesús o de los profetas. Por ejemplo, Pablo cambió el mensaje de Jesús (ver ”El Teólogo Nº 5” - Cómo Pablo alteró la enseñanza de Jesús). O los sacerdotes hacen de los mensajes de los profetas lo contrario – 100 % demostrable con comparaciones en el Antiguo Testamento. Sólo hay que comparar (ver ”El Teólogo Nº 8” - Cómo el diablo hizo estragos en la Biblia).

2) Revisores eclesiásticos o sacerdotes del tiempo del

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Antiguo Testamento falsificaron los textos – es difícil de demostrar. Por ejemplo, cuando Jesús dijo, sobre esta roca voy a construir “mi Iglesia”: ¿Utilizó realmente la palabra “Iglesia”, u hombres de la Iglesia hicieron como que había salido de su boca? No se puede demostrar ni lo uno ni lo otro. ¿O lo dijo Jesús pero quiso expresar algo muy distinto? La mayor parte se basa en indicios o teorías. Ya se falsificó muchas veces lo transmitido verbalmente antes de que se anotara algo – por ejemplo, con la persona de Moisés. Simplemente se le presenta talmente diferente a lo que realmente fue, y por ejemplo se le atribuyó que Dios le había ordenado que hiciese sacrificios de animales.

3) Traductores tergiversan el sentido original mediante las traducciones – fácil de demostrar, ya que los originales están presentes. Muchas veces, sin embargo, es discutible cuál fue el sentido original. Inequívocamente, por ejemplo, es en la carta de Santiago donde claramente se habla de la “rueda del nacimiento”, una referencia a la reencarnación. La traducción unitaria alemana traduce de forma enmascarada, “circuito de la existencia” y Lutero simplemente inventa un nuevo sentido y traduce “todo el mundo”. La referencia a una rueda de renacimiento es tachada o eliminada. 

4) La cuarta categoría es la “transmisión de falsas impresiones”. Un traductor tergiversa el sentido original del texto en una dirección determinada. No se puede probar que la traducción esté falsificada, pero lo está, dado que no se pregunta por el sentido original, sino que se que se saca del texto lo que se desea leer. Martín Lutero utilizó constantemente ese método de la falsificación (ver ”El Teólogo Nº 1” – Quién sigue a Martín Lutero y quién sigue a Jesús de Nazaret y ”El Teólogo Nº 2” – Reencarnación ) , como por ejemplo cuando traduce una frase de Jesús “El que tome la espada, deberá ser muerto por la espada” cuando en realidad dice “morirá” – una gran diferencia. La Iglesia católica romana probablemente que ha hecho de las transmisiones de falsas impresiones una norma que es vinculante por la instrucción de Juan Pablo II, del año 2001. Ésta dice que en cada traducción hay que tener en cuenta la "enseñanza sobre la fe católica". Si en los siglos pasados también se trabajó así (lo cual es más que probable) entonces se confirma la teoría del teólog Moris Hoblaj de que la Biblia es sobre todo el libro hecho a medida de la

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Iglesia. 

5) Al fin y al cabo esto conduce a la quinta categoría de falsificaciones, la de las proyecciones de las propias opiniones o convencimientos sobre la Biblia, lo que sobre todo domina la Iglesia católica-apostólica-romana de una manera "magistral". Así, por ejemplo, el 22 de abril del 2011 el papa Benedicto XVI dijo sobre el papel de María: "Alguno dirá: "Eso no tiene ningún fundamento bíblico!" A eso yo respondo con San Gregorio el grande: Las palabras de las Sagradas Escrituras crecen al ser leídas. Esto significa que se desarrollan hacia la realidad y crecen cada vez más en la historia". Con más hipocresía apenas se puede formular que se es un falsificador de la Biblia. O sea, que para la Iglesia no son decisivas las palabras originarias de los textos de la Biblia para reconstruir el sentido original, sino que lo decisivo para ella es que se pueda proyectar como sea en la misma la enseñanza católica romana que vino más tarde y que ellos ponen como la verdad. Al fin y al cabo el mensaje de la Biblia se insulta de esa manera tanto, que todo creyente de la Biblia se tendría que apartar  escandalizado. Una proyección retroactiva parecica de hechos no bíblicos en la Biblia también la ejerce la Iglesia cuando quiere basar la instauración del papado a través de Jesús por sus palabras a Pedro, de que él era la "roca " . A los protestantes, que antaño empezaron en el siglo 16 bajo el lema "volver a la Biblia", también les interesa en la actualidad cada vez menos  las verdades que se encuentran en la Biblia, sino que sobre todo les interesa ser reconocidos como una Iglesia totalmente válida en el ecumenismos de la Iglesia católica romana que en realidad es una Iglesia del culto a Baal (véase aquí). (Dieter Potzel)

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MANUSCRITOS DE LA BIBLIA

Las Sagradas Escrituras tuvieron un origen sobrehumano, pero no su escritura y conservación. El profeta Moisés comenzó su compilación bajo inspiración divina en 1513 a. E.C., y el apóstol Juan escribió la parte final más de mil seiscientos años después. En un principio no conformaban un solo libro, pero con el paso del tiempo fue necesario hacer copias de sus diferentes libros. Eso es lo que ocurrió, por ejemplo, después del exilio babilonio, pues no todos los judíos libertados regresaron a la tierra de Judá. Muchos se establecieron en lugares distantes y fundaron sinagogas a través del vasto territorio por el que se extendió la diáspora judía. Los escribas prepararon copias de las Escrituras que se necesitaban en esas sinagogas, donde los judíos se reunían para oír la lectura de la Palabra de Dios. (Hch 15:21.) Posteriormente, copistas concienzudos cristianos reprodujeron los escritos inspirados con el fin de que se beneficiasen las congregaciones cristianas, que se iban multiplicando, de modo que se pudiese llevar a cabo un intercambio de dichos escritos y se promoviese su circulación general. (Col 4:16.)

Antes de que se generalizase la imprenta de tipos móviles (a partir del siglo XV E.C.), tanto los escritos bíblicos originales como las copias se hacían a mano. Por consiguiente, recibieron el nombre de manuscritos (lat. manu scriptus, “escrito a mano”). Un manuscrito bíblico es un documento de las Escrituras, o de parte de estas, escrito a mano, diferenciándose, por tanto, del documento impreso. Los manuscritos bíblicos se produjeron principalmente en la forma de rollos y códices.

Materiales. Hay manuscritos de las Escrituras en piel, papiro y vitela. Por ejemplo, el célebre Rollo del mar Muerto de Isaías es un rollo de piel. El papiro, un tipo de papel

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hecho de las fibras de una planta acuática del mismo nombre, se usó para los manuscritos bíblicos en las lenguas originales y para las traducciones de los mismos que se hicieron hasta aproximadamente el siglo IV E.C. En ese tiempo el papiro empezó a ser sustituido por la vitela, un pergamino de alta calidad hecho por lo general de pieles de becerro, cordero o cabra, que mejoraba el uso previo de la piel como material de escritura. Famosos manuscritos, como el Códice Sinaítico y el Vaticano núm. 1209, del siglo IV E.C., son de pergamino o vitela.

Un palimpsesto (lat. palimpsestus; gr. pa·lím·psē·stos, que significa “raspado de nuevo”) es un manuscrito del que se ha quitado o raspado el escrito original para poder escribir encima. Un célebre palimpsesto bíblico es el Códice Ephraemi Syri Rescriptus, del siglo V E.C. Si el escrito anterior del palimpsesto, el que fue raspado, es el importante, los eruditos con frecuencia pueden leer la escritura borrada valiéndose de medios técnicos, como reactivos químicos y la fotografía. Algunos manuscritos de las Escrituras Griegas Cristianas son leccionarios, es decir, lecturas bíblicas seleccionadas para los oficios religiosos.

Estilos de escritura. Los manuscritos bíblicos escritos en griego (tanto las traducciones de las Escrituras Hebreas como las copias de las Escrituras Griegas Cristianas) pueden dividirse o clasificarse en función del estilo de la escritura, que también ayuda a fecharlos. El estilo más antiguo, empleado hasta el siglo IX E.C., es el manuscrito uncial, escrito con letras mayúsculas que no están unidas. Normalmente no hay separación entre palabras ni signos de acentuación y puntuación. El Códice Sinaítico es un manuscrito de este tipo. A partir del siglo VI, el estilo de escritura evolucionó, para llegar con el tiempo, en el siglo IX E.C., al manuscrito en cursiva o minúsculas, escrito en letras más pequeñas, muchas de las cuales estaban unidas en un estilo cursivo o trabado. La mayoría de los manuscritos de las Escrituras Griegas Cristianas que han llegado hasta nuestros días están en escritura cursiva. Los manuscritos de cursiva predominaron hasta el comienzo de la imprenta.

Los copistas. Que se sepa, en la actualidad no existe ningún manuscrito original o autógrafo de la Biblia. Sin embargo, la Biblia se ha conservado de forma exacta y confiable debido a que los copistas bíblicos en general aceptaron las Escrituras como inspiradas por Dios y procuraron realizar a la perfección su ardua labor de producir copias manuscritas de la Palabra de Dios.

Los hombres que copiaron las Escrituras Hebreas en los días del ministerio terrestre de Jesucristo y durante los siglos precedentes recibían el nombre de “escribas” (heb. soh·ferím). Esdras fue uno de los primeros; en las Escrituras se dice que era un “copista hábil”. (Esd 7:6.) Posteriormente, algunos copistas hicieron ciertas alteraciones deliberadas en el texto hebreo, pero sus sucesores, los masoretas, las detectaron y las registraron en la masora o notas marginales del texto hebreo masorético que prepararon.

Los copistas de las Escrituras Griegas Cristianas se esforzaron de igual modo por reproducir fielmente el texto de las Escrituras.

¿Qué seguridad hay de que la Biblia no ha sufrido cambios?

A pesar del cuidado que tuvieron los copistas de los manuscritos bíblicos, se introdujeron en el texto varios errores. En su mayoría son insignificantes y no afectan en

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nada la integridad general de la Biblia. Ha sido posible detectarlos y corregirlos gracias a una cuidadosa comparación crítica de los muchos manuscritos y versiones antiguas existentes. El estudio crítico del texto hebreo de la Biblia comenzó a fines del siglo XVIII. Por esa época, Benjamín Kennicott publicó en Oxford (1776-1780) las lecturas de más de 600 manuscritos hebreos masoréticos, y el docto italiano Giambernardo de Rossi publicó en Parma entre 1784 y 1798 una comparación de 731 manuscritos. El erudito alemán Baer también preparó textos maestros de las Escrituras Hebreas, y en fechas más recientes ha hecho lo mismo C. D. Ginsburg. En 1906, el hebraísta Rudolf Kittel presentó la primera edición de la Biblia Hebraica, resultado del cotejo de muchos manuscritos hebreos del texto masorético. El texto básico que se utilizó fue el de Ben Chayyim. Sin embargo, cuando estuvieron disponibles los textos masoréticos de Ben Asher, más antiguos y mejores, Kittel acometió la empresa de producir una tercera edición totalmente nueva, que terminaron sus ayudantes después de su muerte.

Las ediciones séptima, octava y novena de la Biblia Hebraica (1951-1955) han sido el texto fuente de la traducción al inglés de las Escrituras Hebreas de la Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras, cuya primera edición se publicó entre 1950 y 1960. Una nueva edición del texto hebreo, a saber, la Biblia Hebraica Stuttgartensia, se presentó en 1977. Esta edición se utilizó para actualizar la información del aparato crítico de la Traducción del Nuevo Mundo publicada en 1984.

La primera edición impresa de las Escrituras Griegas Cristianas fue la de la Biblia políglota complutense (en griego y latín), de 1514-1517. Más tarde, en 1516, el erudito holandés Desiderio Erasmo publicó su primera edición de un texto maestro griego de las Escrituras Griegas Cristianas. Tenía muchos errores, pero se mejoró el texto en cuatro ediciones sucesivas, publicadas entre 1519 y 1535. Tiempo después, el impresor y editor parisino Roberto Estienne publicó varias ediciones del “Nuevo Testamento” griego, basado principalmente en el texto de Erasmo, pero con correcciones de la Biblia políglota complutense (edición de 1522) y de otros quince manuscritos posteriores. La tercera edición del texto griego de Estienne, publicado en 1550, se convirtió en el “texto recibido” (llamado textus receptus en latín), que se utilizó como base de muchas de las primeras versiones inglesas, como la Versión Autorizada, y que se ha tenido muy en cuenta en algunas versiones españolas, como el Nuevo Testamento de Pablo Besson y en las revisiones de la Versión Valera.

Digno de mención es el texto griego maestro preparado en tiempos más recientes por J. J. Griesbach, que se basa en los trabajos previos de otros eruditos y también en las citas bíblicas de los escritores primitivos, como Orígenes. Posteriormente, Griesbach estudió la redacción de varias versiones, como la armenia, la gótica y la de Filoxeno, y también los manuscritos existentes de tres familias o recensiones, la bizantina, la occidental y la alejandrina, con preferencia por esta última. Se publicaron ediciones de su texto griego maestro entre 1774 y 1806, y la edición principal de todo el texto griego vio la luz en 1796-1806. Se usó el texto de Griesbach para la traducción inglesa de Sharpe de 1840, y es el texto griego que aparece en The Emphatic Diaglott, de Benjamín Wilson (1864).

Un texto maestro griego de las Escrituras Griegas Cristianas aceptado ampliamente es el que presentaron en 1881 B. F. Westcott y F. J. A. Hort, de la universidad de Cambridge. Era el resultado de veintiocho años de trabajo independiente, aunque compararon notas

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periódicamente. Al igual que Griesbach, dividieron los manuscritos en familias y se basaron principalmente en lo que denominaron “texto neutral”, que incluía los famosos manuscritos Sinaítico y Vaticano núm. 1209, ambos del siglo IV E.C. Westcott y Hort consideraron prácticamente concluyentes las coincidencias entre estos dos manuscritos, en especial cuando se veían refrendadas por otros manuscritos unciales, aunque no se ataron a esta postura. Tomaron en consideración todo elemento de juicio concebible al intentar solucionar las diferencias textuales, y cuando dos lecturas tenían el mismo peso, lo indicaron en el texto maestro. Para hacer la traducción de las Escrituras Griegas Cristianas al inglés de la Traducción del Nuevo Mundo se usó principalmente el texto de Westcott y Hort. Sin embargo, el Comité de la Traducción del Nuevo Mundo consultó también otros textos griegos reconocidos, entre ellos el de Nestle (1948).

Al comentar sobre la historia del texto de las Escrituras Griegas Cristianas y los resultados de la investigación textual moderna, el profesor Kurt Aland escribió: “Sobre la base de cuarenta años de experiencia y con los resultados que han salido a la luz al hacer [...] 1.200 pruebas en el texto de los manuscritos, puede determinarse que el texto del Nuevo Testamento se ha transmitido de forma excelente, mejor que cualquier otro escrito de tiempos antiguos; la posibilidad de que aún se encuentren manuscritos que alteren el texto es absolutamente cero”. (Das Neue Testament—zuverlässig überliefert, Stuttgart, 1986, págs. 27, 28.)

Los manuscritos existentes de las Escrituras Cristianas (en griego y en otros idiomas) tienen variaciones textuales, lo que no debe extrañar en vista de la imperfección humana y las muchas copias que se han hecho de ellos, que han sido obra en especial de copistas no profesionales. Los manuscritos que se derivan de otro común, o de una revisión particular de textos primitivos, o proceden de una cierta región geográfica, suelen tener al menos algunas variaciones en común y por ello se dice que pertenecen a la misma familia o grupo. Basándose en la similitud de las diferencias, los eruditos han clasificado los textos en grupos, o familias, cuyo número ha aumentado con el paso del tiempo, y ahora se habla de los textos alejandrino, occidental, oriental (siriaco y cesareo) y bizantino, representados en varios manuscritos o en diferentes lecturas esparcidas por distintos manuscritos. Pero a pesar de las variaciones de las diferentes familias de manuscritos y de las que hay dentro de cada grupo, las Escrituras nos han llegado esencialmente con el mismo contenido de los escritos inspirados originales. Estas variaciones no tienen ninguna incidencia en las enseñanzas bíblicas. La crítica textual ha detectado y corregido los errores de cierta trascendencia, de modo que actualmente disponemos de un texto auténtico y confiable.

Desde que Westcott y Hort prepararon su texto griego refinado, se han producido varias ediciones críticas de las Escrituras Griegas Cristianas. Cabe destacar The Greek New Testament, del que las Sociedades Bíblicas Unidas han publicado ya su tercera edición. De idéntica fraseología es la vigésimo sexta edición del llamado texto Nestle-Aland, publicado en Stuttgart (Alemania) en 1979. (Véase ESCRITURAS GRIEGAS CRISTIANAS.)

Manuscritos de las Escrituras Hebreas. En la actualidad hay unos 6.000 manuscritos de todas las Escrituras Hebreas o de parte de ellas en diferentes bibliotecas. La gran mayoría de ellos contienen el texto masorético y son del siglo X E.C. o posteriores. Los masoretas (de la segunda mitad del I milenio E.C.) trataron de transmitir el texto hebreo fielmente y no hicieron cambios en él. No obstante, para conservar la pronunciación

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tradicional del texto consonántico sin vocales, concibieron un sistema de puntos vocálicos y de acentos. Además, en la masora o notas marginales dirigieron la atención a las anomalías del texto y anotaron las correcciones que consideraron necesarias. Este texto masorético es el que aparece en las Biblias hebreas impresas de hoy día.

Cuando los manuscritos de las Escrituras Hebreas que se usaban en las sinagogas judías se deterioraban, eran reemplazados por copias verificadas, y los viejos manuscritos se depositaban en la geniza (un almacén o depósito de la sinagoga). Finalmente, una vez que la geniza estaba llena, se sacaban los manuscritos y se enterraban con ceremonia. De este modo se llegaron a perder muchos manuscritos antiguos. Sin embargo, el contenido de la geniza de la sinagoga de la antigua ciudad de El Cairo se conservó, probablemente porque la tapiaron y quedó olvidada durante siglos. Después de la reconstrucción de la sinagoga en el año 1890 E.C., se reexaminaron los manuscritos de su geniza y se trasladaron de allí a diferentes bibliotecas manuscritos de las Escrituras Hebreas bastante completos y diversos fragmentos (se dice que algunos son del siglo VI E.C.).

Uno de los fragmentos más antiguos que contiene pasajes bíblicos es el Papiro de Nash, hallado en Egipto y llevado a Cambridge (Inglaterra). Este papiro, que data del siglo I o II a. E.C. y debió formar parte de una colección didáctica, consta tan solo de cuatro fragmentos de 24 líneas de un texto premasorético de los Diez Mandamientos, así como de algunos versículos de los capítulos 5 y 6 de Deuteronomio.

Desde 1947 se han hallado muchos rollos bíblicos y extrabíblicos en la zona occidental del mar Muerto, llamados comúnmente los Rollos del mar Muerto. Los más importantes son los manuscritos descubiertos dentro de varias cuevas en los alrededores de Wadi Qumrán (Nahal Qumeran). También se les conoce como los textos de Qumrán. Parece ser que en un tiempo pertenecieron a una comunidad religiosa judía asentada en los alrededores de Khirbet Qumrán (Horvat Qumeran). El primer descubrimiento lo hizo un beduino que encontró en una cueva a unos 15 Km. al S. de Jericó cierta cantidad de vasijas de barro que contenían manuscritos antiguos. Entre ellos se encontraba el famoso Rollo de Isaías (1QIsa), un rollo de piel bien conservado que contiene todo el libro de Isaías excepto algunos pocos pasajes. (GRABADO, vol. 1, pág. 322.) La escritura hebrea premasorética se ha fechado de finales del siglo II a. E.C. Por lo tanto, precede en unos mil años al manuscrito más antiguo que existe del texto masorético. Sin embargo, aunque presenta algunas diferencias en la grafía y la construcción gramatical, no se aprecian diferencias doctrinales con relación al texto masorético. Entre los documentos recuperados en la zona de Qumrán hay fragmentos de más de 170 rollos que contienen secciones de todos los libros de las Escrituras Hebreas, con la excepción de Ester; de algunos libros hay más de una copia. Se cree que estos rollos y fragmentos manuscritos datan de entre mediados del siglo III a. E.C. y mediados del siglo I E.C. En ellos se puede apreciar más de un tipo de texto hebreo, como el protomasorético y otro texto que sirve de base para la Versión de los Setenta. En la actualidad estos manuscritos aún están en fase de estudio.

Entre los manuscritos hebreos de vitela más importantes de las Escrituras Hebreas está el Códice Caraíta de El Cairo. Este códice de los Profetas contiene además la masora y los puntos vocálicos. En su colofón indica que lo terminó aproximadamente en el año 895 E.C. el renombrado masoreta Moisés ben Aser de Tiberíades. Otro manuscrito importante, del año 916 E.C., es el Códice de Petersburgo de los Últimos Profetas. El

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Códice Sefardita de Alepo, conservado antes en Alepo (Siria) y ahora en Israel, contenía hasta hace poco tiempo las Escrituras Hebreas completas. Su texto consonántico original fue corregido, puntuado y anotado por Aarón ben Aser, hijo de Moisés ben Aser, alrededor de 930 E.C. El manuscrito hebreo más antiguo fechado de todas las Escrituras Hebreas es el Manuscrito de Leningrado núm. B 19A, que se conserva en la biblioteca pública de Leningrado. Se copió en 1008 E.C. “de los libros preparados y anotados por el maestro Aarón ben Moisés ben Aser”. Otro manuscrito hebreo sobresaliente es un códice del Pentateuco que se conserva en el Museo Británico (Códice Oriental núm. 4445); contiene el texto de Génesis 39:20 a Deuteronomio 1:33 (excepto Nú 7:46-73 y 9:12–10:18, pasajes que o bien faltan o se han insertado con posterioridad) y data probablemente del siglo X E.C.

Muchos manuscritos de las Escrituras Hebreas de la Biblia se escribieron en griego. Entre los más destacados está uno de la colección de papiros Fuad (número de inventario 266, perteneciente a la Société Egyptienne de Papyrologie, El Cairo), que contiene porciones de Génesis y de la segunda mitad de Deuteronomio según la Versión de los Setenta. Se remonta al siglo I a. E.C., y en varios lugares del texto griego figura el nombre divino escrito en caracteres hebreos cuadriformes. También se han encontrado fragmentos de los capítulos 23 a 28 de Deuteronomio en el Papiro Rylands III núm. 458, que data del siglo II a. E.C. y se conserva en Manchester (Inglaterra). Otro manuscrito importante de la Versión de los Setenta contiene fragmentos de Jonás, Miqueas, Habacuc, Sofonías y Zacarías. En este rollo de vitela, fechado de finales del siglo I E.C., aparece el nombre divino, el Tetragrámaton, en caracteres hebreos antiguos. (Véase apéndice de NM, págs. 1561, 1562.)

Manuscritos de las Escrituras Griegas Cristianas. Las Escrituras Cristianas se escribieron en la koiné griega. Aunque en la actualidad no se tiene conocimiento de que existan manuscritos originales autógrafos, se ha calculado en más de 5.000 las copias manuscritas de las Escrituras Griegas, ya sean completas o fragmentadas.

Manuscritos en papiro. Entre los códices en papiro hallados en Egipto alrededor de 1930, cuya adquisición fue noticia en 1931, había algunos papiros bíblicos de gran importancia. Algunos de esos códices griegos, del siglo II al IV E.C., contienen porciones de ocho libros de las Escrituras Hebreas (Génesis, Números, Deuteronomio, Isaías, Jeremías, Ezequiel, Daniel y Ester), y tres contienen porciones de quince libros de las Escrituras Griegas Cristianas. Un coleccionista americano de manuscritos, A. Chester Beatty, compró la mayor parte de esos papiros bíblicos, y actualmente se conservan en Dublín (Irlanda). El resto lo adquirió la universidad de Michigán y otras entidades.

La designación internacional de los papiros bíblicos es una “P” seguida de un número en voladita. El Papiro de Chester Beatty núm. 1 (P45) consta de porciones de 30 hojas de un códice que probablemente tenía en un principio unas 220 hojas. En el P45 hay fragmentos de los cuatro evangelios y del libro de Hechos. El P47, el Papiro de Chester Beatty núm. 3, es una porción de un códice que contiene diez páginas algo dañadas de Revelación. Se cree que estos dos papiros son del siglo III E.C. Digno de mención especial es el P46, el Papiro de Chester Beatty núm. 2, de principios del siglo III E.C. Está compuesto por 86 páginas algo dañadas de un códice que en un principio probablemente tenía 104. Contiene nueve de las cartas inspiradas de Pablo: Romanos, Hebreos, 1 Corintios, 2 Corintios, Efesios, Gálatas, Filipenses, Colosenses y

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1 Tesalonicenses. Es significativo que la carta a los Hebreos esté incluida en este códice antiguo, pues como en esta no se da el nombre del escritor, a menudo se ha cuestionado que fuese obra de Pablo. Por ello, el que esta carta inspirada se incluya en el P46, que tan solo recoge cartas paulinas, indica que para el año 200 E.C. los cristianos primitivos se la atribuían a él. Además, el hecho de que la carta a los Efesios también se encuentre en este códice desmiente los argumentos de quienes cuestionan la autoría de Pablo.

En la Biblioteca de John Rylands, Manchester (Inglaterra), hay un pequeño fragmento de papiro del evangelio de Juan (algunos versículos del capítulo 18), catalogado como el Papiro de Rylands núm. 457. Se le conoce internacionalmente como P52. Es el fragmento de manuscrito más antiguo que existe de las Escrituras Griegas Cristianas, ya que se escribió en la primera mitad del siglo segundo, posiblemente alrededor del año 125 E.C., por lo tanto, aproximadamente solo un cuarto de siglo después de la muerte de Juan. El que circulase una copia del evangelio de Juan en Egipto (donde se descubrió el fragmento) en aquel tiempo muestra que las buenas nuevas según Juan debió escribirlas el propio Juan en el siglo I E.C., no un escritor desconocido bien adentrado el siglo II E.C. —después de la muerte de Juan—, como algunos críticos afirmaron en su día.

La aportación más importante a la colección de papiros bíblicos desde el descubrimiento de los papiros de Chester Beatty fue la adquisición de los papiros de Bodmer, publicados entre 1956 y 1961. Resultan particularmente importantes el núm. 2 (P66) y los núms. 14 y 15 (P75), ambos escritos sobre el año 200 E.C. El Papiro de Bodmer núm. 2 contiene una buena parte del evangelio de Juan y los núms. 14 y 15, incluyen gran parte de Lucas y Juan, y están muy cerca textualmente del Manuscrito Vaticano núm. 1209.

Manuscritos de vitela. Los manuscritos bíblicos escritos en vitela a veces incluyen porciones de las Escrituras Hebreas y de las Griegas Cristianas, mientras que algunos de ellos son únicamente de las Escrituras Cristianas.

El Códice de Beza, designado por la letra “D”, es un valioso manuscrito del siglo V E.C. Aunque se ignora el lugar de donde procede, se sabe que se adquirió en Francia en el año 1562. Contiene los evangelios, el libro de Hechos y unos pocos versículos más. Se trata de un manuscrito uncial con el texto en griego en las páginas de la izquierda y un texto paralelo en latín en las páginas de la derecha. Este códice se conserva en la universidad de Cambridge (Inglaterra), y lo presentó a esa institución Teodoro de Beza en el año 1581.

El Códice Claromontano (D2) también está escrito en griego y latín: en griego a la izquierda y en latín a la derecha. Contiene las cartas canónicas de Pablo, Hebreos inclusive, y se considera que es del siglo VI. Se dice que lo encontraron en el monasterio de Clermont (Francia) y que lo adquirió Teodoro de Beza, aunque en la actualidad se conserva en la Bibliothèque Nationale de París.

Entre los manuscritos de las Escrituras Griegas Cristianas en vitela descubiertos más recientemente está el Códice Washingtoniano I, que contiene los evangelios en griego (en el orden “occidental” común: Mateo, Juan, Lucas y Marcos). Este códice se adquirió en Egipto en el año 1906 y se conserva en la galería de arte Freer, en Washington, D.C. El símbolo internacional de este códice es “W”. Se cree que se escribió en el siglo V E.C., excepto una parte de Juan, que debió reemplazarse en el siglo VII por haberse

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estropeado. El Códice Washingtoniano II, cuyo símbolo es “I”, también de la colección Freer, contiene porciones de las cartas canónicas de Pablo, entre las que se encuentra la carta a los Hebreos. Se cree que el códice se escribió en el siglo V E.C.

Las Escrituras Hebreas y Griegas Cristianas. Los manuscritos bíblicos más importantes y completos que hay en griego se escribieron en vitela en letras unciales.

Manuscrito Vaticano núm. 1209. El Manuscrito Vaticano núm. 1209 (Códice Vaticano), designado internacionalmente por el símbolo “B”, es un códice uncial del siglo IV E.C., escrito posiblemente en Alejandría, y que en un principio contenía toda la Biblia en griego. Un corrector de fecha posterior repasó las letras, quizás debido a que la escritura original se había ido borrando, pero pasó por alto las letras y palabras que consideró erróneas. Es probable que en un principio este códice tuviese unas 820 páginas, de las que hoy hay 759. La mayor parte del Génesis ha desaparecido, así como una parte del libro de los Salmos y Hebreos 9:14 a 13:25, y se han perdido en su totalidad Primera y Segunda a Timoteo, Tito, Filemón y Revelación. Este códice se conserva en la biblioteca del Vaticano, en Roma (Italia), donde está ya desde el siglo XV. Sin embargo, la dirección de la biblioteca dificultó enormemente a los eruditos el acceso al manuscrito, y no publicaron un facsímil fotográfico de todo el códice hasta 1889-1890.

El Manuscrito Sinaítico. El Manuscrito Sinaítico (Códice Sinaítico) es también del siglo IV E.C., aunque puede que el Códice Vaticano sea un poco más antiguo. El Manuscrito Sinaítico es designado por el símbolo א (’á·lef, la primera letra del alfabeto hebreo). Aunque es probable que en un tiempo contuviese toda la Biblia en griego, parte de las Escrituras Hebreas se ha perdido. Sin embargo, conserva todas las Escrituras Griegas Cristianas. En un principio este códice debía tener como mínimo 730 hojas, aunque en la actualidad solo quedan unas 393, completas o fragmentarias. Lo descubrió el docto bíblico Konstantin von Tischendorf (una parte en el año 1844 y otra en 1859) en el monasterio de Santa Catalina, al pie del monte Sinaí. En Leipzig se conservan 43 hojas de este códice; en el Museo Británico de Londres, otras 347, y en Leningrado se encuentran fragmentos de otras tres de sus hojas. En 1975 se supo del hallazgo de ocho a catorce hojas más en el mismo monasterio.

El Manuscrito Alejandrino. El Manuscrito Alejandrino (Códice Alejandrino), designado por la letra “A”, es un manuscrito griego uncial que contiene la mayor parte de la Biblia, incluido el libro de Revelación. Es posible que constase originalmente de 820 páginas, de las que se conservan 773. Por lo general se considera que este códice se escribió hacia la primera mitad del siglo V E.C., y también se conserva en el Museo Británico. (GRABADO, vol. 2, pág. 336.)

El Códice Ephraemi Syri Rescriptus. Por lo general también se cree que el Códice Ephraemi Syri Rescriptus (Códice Ephraemi), designado internacionalmente por la letra “C”, es del siglo V E.C. Es un manuscrito palimpsesto escrito en letras griegas unciales en vitela. El texto griego original se borró y sobre un buen número de páginas se escribieron los discursos de Ephraem Syrus (o el sirio) en griego. Es probable que esto se hiciese durante el siglo XII, cuando había escasez de vitela. Sin embargo, se ha podido descifrar el texto original. Aunque al parecer el Códice “C” contuvo en un tiempo todas las Escrituras en griego, en la actualidad solo se conservan 209 páginas, de las que 145 son de las Escrituras Griegas Cristianas. De modo que este códice hoy únicamente contiene algunos fragmentos de los libros de las Escrituras Hebreas y

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porciones de todos los libros de las Escrituras Griegas Cristianas, excepto Segunda a los Tesalonicenses y Segunda de Juan. Se conserva en la Bibliothèque Nationale de París.

Exactitud del texto bíblico. El aprecio por la exactitud de la Biblia aumenta notablemente al observar que en comparación solo hay unos pocos manuscritos de las obras de los escritores clásicos, y ninguno es original autógrafo. A pesar de ser solo copias hechas siglos después de la muerte de los autores, los doctos hoy día aceptan tales copias posteriores como prueba suficiente de la autenticidad del texto.

Los manuscritos de las Escrituras Hebreas se prepararon con sumo cuidado. El docto W. H. Green hizo la siguiente observación con respecto al texto de las Escrituras Hebreas: “Se puede decir con seguridad que ninguna otra obra de la antigüedad se ha transmitido con tanta exactitud”. (Archaeology and Bible History, de J. P. Free, 1964, pág. 5.) El difunto escriturario sir Frederic Kenyon reafirmó la exactitud del texto bíblico en el prólogo de sus siete volúmenes titulados The Chester Beatty Biblical Papyri: “La primera y más importante conclusión que se saca del examen de [los papiros] es que confirman la solidez esencial de los textos existentes. No se muestra ninguna variación notable ni fundamental, ni en el Antiguo ni en el Nuevo Testamento. No hay omisiones ni añadiduras importantes de pasajes, ni variaciones que afecten a hechos o doctrinas importantes. Las variaciones del texto afectan a asuntos menores, como el orden de las palabras o las palabras exactas que se usaron, [...] pero su importancia fundamental es que al aportar documentación más antigua que la conocida hasta entonces, confirman la integridad de nuestros textos existentes. En este sentido suponen una adquisición histórica” (Londres, 1933, fascículo 1, pág. 15).

En lo que atañe a las Escrituras Griegas Cristianas, sir Frederic Kenyon escribió: “El intervalo entre las fechas de su composición original y la documentación más temprana existente llega a ser tan pequeño que de hecho es insignificante, y ahora se ha eliminado el último fundamento para dudar que las Escrituras hayan llegado a nosotros sustancialmente tal como se escribieron. Tanto la autenticidad como la integridad general de los libros del Nuevo Testamento pueden considerarse finalmente probadas”. (The Bible and Archæology, 1940, págs. 288, 289.)

Siglos atrás, Jesucristo, “el testigo fiel y verdadero” (Rev 3:14), confirmó repetidas veces y con firmeza la autenticidad de las Escrituras Hebreas, como también lo hicieron sus apóstoles. (Lu 24:27, 44; Ro 15:4.) Las versiones o traducciones antiguas de las Escrituras Hebreas constituyen una prueba más de la exactitud con que estos escritos han llegado hasta nuestros días. Los manuscritos y versiones de las Escrituras Griegas Cristianas ofrecen un testimonio irrefutable de la maravillosa conservación y transmisión exacta de esa parte de la Palabra de Dios. Por consiguiente, se nos ha legado un texto bíblico auténtico, confiable y exacto. Un examen cuidadoso de los manuscritos que se han conservado de las Sagradas Escrituras pone de relieve el testimonio elocuente de su fiel conservación y permanencia, lo que da aún más significado a la declaración inspirada: “La hierba verde se ha secado, la flor se ha marchitado; pero en cuanto a la palabra de nuestro Dios, durará hasta tiempo indefinido”. (Isa 40:8; 1Pe 1:24, 25.)

[Fotografía en la página 301]

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