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VOLVIÓ CON VIDA SIGUE NACIENDO HONDURA Y ENCUENTRO: ORLANDO YORIO COMPAÑERO DE LA PALABRA

Orlando Yorio

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Centro Nueva Tierra

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  • VOLVI CON VIDASIGUE NACIENDO

    HONDURA Y ENCUENTRO:

    ORLANDO YORIOCOMPAERO DE LA PALABRA

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    Seleccin y edicin de contenidos: Susana Ramos

    9 de agosto de 2014

    Hondura y encuentro: Orlando Yorio / Compaero de la palabra

  • Orlando Yorio / Compaero de la palabra

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    TRASCENDENCIA:PRESENCIA YCOMPAIA

    Susana Ramos*

    Conoc a Orlando a mediados del 85, fue Vernica quien me invito a visitarlo, con el tiempo descubr que ella tena por lo menos dos motivos importantes para hacerlo: razones de amistad, compartan visin, sensibilidad y compromiso; y la otra, darme a mi, que era principiante, la oportunidad de conocer un discpulo, un testigo, un maestro.

    Yo era muy joven y Vernica tena la tarea de acompaar mi proceso formativo. Vi-vamos ms all de Camino Negro, en la periferia de Lomas de Zamora, y Orlando en Berazategui, (en la casa en la que pasaban sus vacaciones la familia de Carlos Mugica). Preparamos aquel encuentro como s fuera un ritual de iniciacin, ms tarde supe que verdaderamente lo fue.

    Nos estaba esperando, porque eso dijo, y mostr una alegra serena y luminosa, enseguida nos sentimos en casa. Con todo lo que me haba contado de l, lo ima-gine muy grande, corpulento, no era tal, su tamao y su fuerza no eran exteriores. De m le dijo tres cosas: viene del interior; es de la parroquia de Catena, y quiere vivir con nosotras. El me miro hondo como quien lee en los ojos los misterio que anidan en el alma, y por primera vez sospech de las muchas certezas que tena entonces, hoy tengo menos, muchas menos.

    Aquel da me acompao muchos das, releyndolo ahora, podra decir que fue un momento inaugural, all ca en la cuenta de ser una aprendiz, su modo de conver-sar, de narrar la experiencia propia, la de otros y otras, siempre gente sencilla con historias vitales, donde se juegan los lmites y las posibilidades reales, donde quien sufre y quien acompaa gestan una experiencia nueva.

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    Poco tiempo despus sbitamente muri mi padre, y mi madre estaba embaraza-da de cuatro meses, razn por la cual haba que hacer el menor duelo posible, ade-ms de que la fe todo lo puede, y todos esos lugares comunes en lo que solemos caer los cristianos, como por ejemplo: tu padre ya est en el cielo; ahora vive en tu hermanito; Dios lo quera con l, y con variantes del mismo tenor se me impona construir consuelo. Pasaron algunos meses naci mi hermano y todo pareca que se volva normal, pero a m no se me iba el dolor. Aquel abrazo paterno era un hue-co en el medio del pecho, un vaco enorme entre los brazos. Y otra vez apareci Orlando, caminamos varias veces a lo lardo y a lo ancho del parque de la Casa de Varela, escucho con delicadeza cada detalle de mi dolor, de mi pena y desamparo, me hizo pocas preguntas pero tan hondas que sent que eran invitaciones a soltar y a nacer.

    Al ao siguiente volv a verlo con motivo de una celebracin, estaban presentes mi madre y mis hermanos, antes de que se la presentara, me dijo con una picarda que antes no haba notado, -veo que est la Viuda de Zarepta, y en tu casa no falta el pan, tus hermanitos estn fuertes-, supe que lo dijo para confirmar mi opcin, pues yo le haba comentado que quiz deba volver a mi casa para ayudar a mi madre despus de la muerte de mi Padre. Haba pasado un ao y medio desde esa con-versacin y el no se olvid del detalle, aquel da Orlando fue el profeta Elas, el que anuncia que el trigo y el aceite no se agota, que la vida sigue.

    Ese mismo da con ocasin de la fiesta yo estrenaba sandalias nuevas, muy lustra-das por cierto, se acerc y me dijo: -son muy lindas pero no tienen que impedirte meterte en el barro, y no slo en el barro del camino, tambin en el barro humano, no tengas miedo de comprender y comprometerte con los que sufren, con los que estn cados, con los que necesitan una mano, una escucha, un abrazo. As, como de la nada, al paso y sin necesidad de ningn encuadre particular le naca un gesto pedaggico capaz de ayudar a resignificar opciones, decisiones y sentido.

    En una libretita de notas personales, registr estos encuentros con Orlando como un acontecimiento, como quien ha sido testigo de un discpulo, un hombre con marcas en el cuerpo por animarse a vivir sus convicciones; a quien el dolor y la lucha no lo resinti, sino que lo hizo capaz de una gran amorosidad relacional, tena una profunda habilidad para las relaciones interpersonales, y al mismo tiempo una gran lucidez proftica para interpretar la realidad y encontrar los signos, las pala-bras y los gestos que nos pusieran en sintona con la corriente de la vida generosa. Orlando tena perfume de Evangelio.

    * Centro Nueva Tierra Agosto 2014

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    VALOR,EXPERIENCIAY RELACIN*Orlando Yorio

    * Publicado originalmente ocn el ttulo Dios y los valores humanos. En: Revista de la Facultad de Teologa de la Pontificia Universidad Catlica Argentina, ISSN 0328-1396, N. 19, 1971

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    TELOGO Y PASTOR*Oscar Campana

    filosficos y teolgicos de Quilmes (CEFYTEQ). Por eso es que en los aos 70 encontramos a Orlando mezclado en los inicios de la Sociedad argentina de teologa (SAT).

    Orlando emerge a la teologa desde lo que era habitual y esperable para alguien como l. Aunque ya cuando leemos algunos de sus escritos de aquellos inicios, vemos que comulga muy tempranamente con esa forma de hacer teologa que cada vez ir teniendo ms espacio y presencia en Amrica Latina: una teologa que da cuenta de la realidad en la que se vive, y una teologa que se vive y se hace desde un gran compromiso con el pueblo.

    2. Orlando: un pastor

    Por eso es que este hombre que era un profesional de la teologa era tambin un pastor. Y es la actividad de pastor ms que la de telogo la que lo lleva a Orlando a sufrir

    Es difcil dividir a una persona en todas las cosas que ella es. Pero voy a tratar de recuperar slo algunas pinceladas que surgen ms que de la lectura de la obra de Orlando, de la lectura de l mismo. Ms especficamente, mi nfasis estar puesto en la figura de Orlando como telogo.

    1. Yorio: un profesional de la teologa

    Lo primero que debe decirse es que Orlando proceda del mundo acadmico. Era un representante de lo que Leonardo y Clodovis Boff llaman la teologa profesional, la teologa erudita (C. BOFF y L. BOFF, Cmo hacer teologa de la liberacin, Madrid 1986, 21). Alguien que hace estudios superiores, como lo demuestra su cosecha de tres licenciaturas filosofa, teologa y derecho cannico es un profesional de la teologa. As tambin parece mostrarlo su labor docente en institutos de teologa como el Colegio Mximo de San Miguel del que lleg a ser vicedecano y el Centro de estudios

    * NOTA DEL AUTOR: Comparto este artculo, escrito en un contexto histrico tan distinto! (2000/2001), que reproduce mi participacin en el panel en lo que se present la obra de Orlando Yorio, Tanteando pactos de amor, editada en Buenos Aires por el Centro Nueva Tierra en 2000.

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    las consecuencias que conocemos. Su labor y compromiso pastoral lo llev por muchas partes: la villa del Bajo Flores, las barriadas de las dicesis de Quilmes y Montevideo, los caseros de Ingeniero Iacobacci en la surea dicesis de Viedma. Y era esa figura enorme de pastor la que asomaba en el espacio al que dedicara con perseverancia y devocin los ltimos y fecundos aos de su vida: los Seminarios de formacin teolgica.

    3. Orlando Yorio: telogo y pastor

    Si recorriramos la historia de la teologa y de los telogos, encontraramos que en la Iglesia antigua el telogo era el pastor. En la teologa solemos recurrir y apelar mucho a ese momento privilegiado que llamamos la patrstica los primeros siglos de la vida de la Iglesia y hablamos de los santos padres, que fueron, entre otras cosas, los primeros grandes telogos. Cuando vemos todo lo que estos hombres dijeron, escribieron y pensaron volmenes y volmenes! y nos enteramos que esos mismos hombres eran obispos, pastores y no al estilo de los obispos que conoci luego la historia europea: obispos de curia y corte, sino obispos de iglesias sin curias ni templos, no podemos menos que asombrarnos. Bien puede decirse, entonces, que en la antigedad nos encontramos con el modelo del telogo pastor.

    Con muchas tensiones es el modelo que reaparece despus del Concilio Vaticano II sobre todo, aunque no exclusivamente, en Amrica Latina. Un modelo que se manifiesta como un signo del Espritu: el telogo que no renuncia a la rigurosidad ni al carcter cientfico de su conocimiento, el telogo que debe mantenerse actualizado, y a la vez el telogo que hace teologa a partir de la accin y del compromiso pastoral. Esto har que sea la realidad la que le plantee los temas, la que vaya configurando la agenda de la teologa.

    En una teologa que en los ltimos siglos se anquilos bastante y consolid otro modelo de telogo que se impuso en el Medioevo el telogo-especialista de escritorio, y esto sin ser dicho peyorativamente, la pastoral se fue convirtiendo en una cosa cada vez ms extraa. Si hacemos un recorrido por la historia vemos lo grave que fue esto ltimo: la teologa se piensa vaya a saber desde dnde, pero rara vez desde los problemas que proceden de la realidad

    histrica y del pueblo de Dios. De all que nos encontremos con una teologa que avanza en una direccin, con una pastoral que camina en otra y con manifestaciones de religiosidad que harn su propia sntesis, prescindiendo de la pastoral y de la teologa. Luis Maldonado, historiador de la religiosidad popular, muestra en uno de sus libros cmo la religiosidad popular se consolida en un momento en que en la Europa medieval comienza a acentuarse la distancia entre la jerarqua eclesistica y el pueblo cristiano y, por ende, entre la teologa y la pastoral (L. MALDONADO, Gnesis del catolicismo popular. El inconsciente colectivo de un proceso histrico, Madrid, 1979, 11).

    Si bien esta forma de hacer teologa despus del Vaticano II ha tendido a cambiar, an siguen conviviendo ambos modelos en nuestra Iglesia con sus virtudes y sus defectos. Lo cierto es que por un lado nos encontramos frecuentemente con una pastoral que padece una gran ausencia de pensamiento, y por otro lado con una teologa que padece a veces una gran carencia de temas reales, concretos y que tengan que ver, de una forma vvida, con la realidad de la gente. Este divorcio entre teologa y pastoral no lo encontramos en Orlando. Leyendo un escrito suyo de los aos 70, ya estaba presente con mucha claridad el modelo del telogo-pastor, aunque no lo tematizara. En Orlando, el pueblo no era un concepto abstracto ni una categora: era el suelo que l habitaba en una forma real. La casa del pueblo, al decir de Pedro Trigo. Al afirmar que no era una abstraccin no estamos diciendo que no deban abstraerse categoras, sino que para l no se trataba de una mera categora. La vivencia directa y real del pueblo del cual tanto se habla y tanto se ha hablado en la teologa argentina permite cambios, adaptaciones y modificaciones en el propio pensar teolgico sobre el pueblo. Cuando nos encontramos con escritos teolgicos que en los aos 90 dicen en nombre del pueblo las mismas cosas que se decan en los 60, parece estar indicndonos que algo, en algn momento y en algn lugar, dej de pensarse. El pueblo, se convirti en una abstraccin. Creo que esto no le ocurra a Orlando.

    4. Honestidad teolgica

    Estar con el pueblo fue su experiencia, su historia, su dolor. Es por habitar ese suelo que a Orlando le acontece todo lo que le acontece,

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    aquello que en una breve frase sintetiza Ronaldo Muoz en el prlogo del libro que hoy presentamos: Abandonado por la autoridad religiosa y secuestrado por la militar, torturado hasta el borde de la muerte, dejndolo marcado con heridas profundas (R. MUOZ, Prlogo en YORIO, Tanteando ..., 6). Todo esto no le ocurre por adherir a abstracciones, sino por compartir una vida, la vida del pueblo.

    Tambin vemos en Orlando, con el paso del tiempo, una gran fidelidad a las intuiciones conciliares y postconciliares, an a riesgo de quedarse solo, an superando ese trauma que para todos fue la dictadura, y que en muchos casos se tradujo en una suspensin del pensamiento o en dedicarse a pensar otras cosas o desde otro lugar. Personalmente, conoc a Orlando en 1984, en un taller de anlisis que hicimos en el Centro Nazaret sobre el perodo 1973-1976, y al que l vino a dar su testimonio. Descubr a una persona que se segua preguntando cosas, sobre lo vivido en aquellos aos, sobre dnde estbamos hoy y a dnde queramos ir. Sin abrir juicios hacia nadie los aos de la dictadura fueron muy duros..., no siempre nos encontramos con esa capacidad de seguir preguntndose cosas y buscando caminos en muchos de los que fueron protagonistas de aquellos aos. Si Orlando fue fiel a su historia es porque no se qued en una experiencia, por ms fuerte que hay sido, sino que busc siempre caminos de superacin.

    Tambin encontramos en Orlando lo que podramos llamar una teologa honesta. Quienes hayan sido alumnos o docentes de teologa quizs puedan entenderlo mejor: una teologa que no chusmea en los pasillos lo que no se anima a proclamar por delante. Cmo no recordar aquel pasaje de Carlos Valls?: Me dice un profesor de teologa muy apreciado por todos sus alumnos: Yo digo una cosa en los apuntes fotocopiados que reparto a mis alumnos y que van a Roma. Otra cosa en clase donde la palabra hablada nunca compromete como la escrita. Otra en pequeos grupos que se renen en mi habitacin con mayor familiaridad y confianza. Y otra al fin al hablar de t a t con amigos como lo estoy haciendo contigo. Cuatro niveles de una sola verdad. Me mortifica, pero no me queda otro remedio si quiero subsistir. Y todo hacemos lo mismo (Querida Iglesia, Buenos Aires 1996, 19-20). En Orlando uno encuentra una teologa y un telogo de una sola pieza. No hay misterios en el mal sentido de la palabra, en este hombre a veces reservado y misterioso.

    5. El mtodo teolgico

    Quiero decir algo breve del mtodo teolgico que se insina en Orlando. En Tanteando pactos de amor, donde cada captulo corresponde a su participacin en cada uno de los Seminarios de formacin teolgica, la primer parte de esos captulos contiene las aperturas que Orlando sola hacer y en la que en algn sentido insinuaba, dibujaba, el mtodo con el que en la semana se ira a trabajar. En la introduccin del libro Orlando

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    afirma que el mtodo de los seminarios tiene que ver con un estilo comunitario, testimonial y parablico (YORIO, Tanteando , 9).

    Una teologa hecha en comunidad, no hecha slo por el especialista. Orlando no representa, ni siquiera, al telogo que va a bajar pastoralmente sus elucubraciones, sino ms bien a aqul que desde lo pastoral busca refugios para el pensar y para el pensar con otros. La bajada a la pastoral es una espantosa expresin utilizada en los ambientes teolgicos para designar el trnsito desde las alturas del Tabor teolgico en el que algunos telogos han construido, noms, las tres carpas y all se han quedado hacia el valle donde sigue aconteciendo la pasin del mundo y de Cristo en l

    Un mtodo testimonial, que daba cuenta de la pluralidad de la Iglesia que se manifestaba en un encuentro y en un compartir la propia vida y la propia fe, caracterstica esencial de los Seminarios.

    Y un mtodo parablico. Los escritos de Orlando dan cuenta de una serie interminable de narraciones, de relatos, de cuentos, que se van entrelazando sin definir, sin acotar, sin cercenar las ideas, sino ms bien insinuando, abriendo senderitos de montaa, ms que grandes autopistas.

    Hay una gran provisoriedad en su pensamiento, que se destaca en medio de teologas acostumbradas a un discurso tan categrico que despus no les deja chances. Orlando, ms bien, va permanentemente renovando pequeas apuestas, como quien pregunta a ver si es por ac?. Por eso lo del ttulo: tanteando pactos de amor, ir tanteando, ir probando. Tambin el pensar y el decir es algo que se prueba y se tantea.

    Y, en definitiva, lo que creo que define al mtodo: de dnde saca las preguntas el telogo? Y vuelvo a lo del telogo-pastor. Cuando Gustavo Gutirrez utiliza la metfora del beber en su propio pozo, uno se pregunta cul es el pozo del cual Orlando y su teologa beben? Su profunda espiritualidad su compromiso radical, su estar presente, su com-padecer. De all incluso la gran importancia que en los ltimos

    aos dio al tema de la vida cotidiana, las cosas simples del da a da, donde nos reencontramos con las pequeas apuestas. Desde esa vida tan profundamente vivida, y que l saba leer como palabra de Dios, es de donde aparecan las preguntas de su teologa.

    En fin, la teologa de Orlando habla de lo l que vio y oy. No slo del saber erudito adquirido que lo posea, era un intelectual. Pero l saba leer ese otro texto que es el texto de la vida, propia y la de aquellos con los que l decidi compartirla.

    6. Fidelidad

    Hacer memoria de Orlando significa ser fiel a lo que l represent, a su bsqueda y a su seguimiento de Jess. Por eso, al recordarlo, vienen a mi mente aquellas palabras de Sebastin Politi: Quien resiste, lo hace porque tiene, aunque ms no sea, un resto de vida y de esperanza. Quien persiste, lo hace porque no ha perdido algunas convicciones bsicas. Quien insiste, muestra que sigue considerando algunas cosas como vlidas y vigentes. Y si se somete a la purga de la crisis, si se expone al riesgo de dejarse sacudir por las cosas nuevas, es porque adems de vida, esperanza, convicciones e ideales, tiene un par de ojos y otro par de odos que no est dispuesto a tapar (S. POLITI, en EQUIPO DEL CENTRO NAZARET, Crepsculos y amaneceres, Buenos Aires, 21994, 10).

    A la ardua y paciente tarea de ver y de or en los difciles tiempos que corren quiso ayudar Orlando, su vida, su pensamiento, su testimonio; vida, pensamiento y testimonio que resistan, persistan e insistan.

    En uno de sus cuentos, parafraseando la intercesin y el regateo de Abraham a Yahv ante el pecado de Sodoma y Gomorra, Jorge Luis Borges dice lo siguiente: Es fama que no hay generacin que no incluya cuatro hombres rectos que secretamente apuntalan el universo y lo justifican ante el Seor (J. L. BORGES, El hombre en el umbral, en El Aleph, Buenos Aires 2000, 121). Creo que Orlando fue uno de ellos. Y a la hora de seguir jugando con fe y esperanza los juegos del pensamiento y del encuentro, su ausencia, aunque fecunda, ser notable.

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    El ltimo tercio del siglo XX -y como fruto del Concilio Vaticano II- ha visto nacer y consolidarse la primera corriente teolgica importante surgida en la historia del cristianismo fuera del entorno mediterrneo y de Europa. Ha sido en Amrica Latina, la Teologa de la Liberacin o de la Opcin por los pobres, seguida luego por corrientes anlogas en Africa Negra, en Asia, y en las minoras pobres y discriminadas dentro del Tercio pudiente del Mundo. Dentro de esta corriente espiritual y teolgica de la Opcin por los Pobres, veo a nuestro Orlando en Amrica Latina como un actor y testigo de primera magnitud, junto a Romero y Ellacura, junto a D. Helder y a Juan Luis Segundo. Sin duda, vista desde fuera de Argentina, la figura de Orlando aparece ms discreta, casi marginal; sobre todo, desde los ambientes de una teologa ms acadmica, o de quienes nos atrevemos a escribir y publicar sobre temas teolgicos. Pero Orlando, en perspectiva cristiana y jesunica

    es telogo excelente. Lo es porque -tambin y antes- es ms que telogo, y ... precisamente porque es marginal en la sociedad y la religin establecidas!

    Orlando, como Jess, ha sido ante todo un maestro popular y un telogo oral en el corazn de las masas empobrecidas y excludas, en la relacin personal y en pequeos grupos, y en el espacio ms pblico -ms comunicado y multiplicador- de los Seminarios de Formacin Teolgica.

    Orlando, como telogo, es reconocido no tanto por sus cursos formales, teolgicos o de temas bblicos, cuanto por su enseanza circunstancial, de camino: como luz en la vida y las prcticas cotidianas de los ms pobres y de quienes se comprometen con ellos, como lectura creyente y esperanzada de la historia colectiva en la perspectiva de los mismos pobres.

    UN MAESTRO POPULAR*Ronaldo Muoz

    * Prlogo en: Orlando Yorio. Tanteando pactos de amor. Centro Nueva Tierra. Buenos Aires, 2000.

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    Orlando cuenta con una slida formacin acadmica en Teologa y Derecho, en Argentina y en la Universidad Gregoriana de Roma. Pero sobre todo, empapado por la lectura asidua de la Palabra bblica, sabe como pocos reconocer y revelar la presencia liberadora del Dios de la vida en los hechos cotidianos de la gente sencilla, a menudo la ms despreciada y abandonada. Su palabra sobre Dios (teo-loga), como la de Jess, est hecha no tanto de libros, cuanto de escucha a los creyentes humildes y a menudo marginados de la religin oficial, hecha de atencin contemplativa a la vida de los mismos pobres, como a la sociedad que a un tiempo los seduce y excluye. Su discurso, como el de Jess, es Buena Nueva de vida y esperanza para los primeros, y es denuncia del sistema socio-cultural y econmico que los oprime. Y tambin se comunica normalmente en forma de relatos, de hechos vividos y narrados como presencia y parbolas del Reino. Porque Orlando no es slo un erudito profesor, no es Maestro de la Ley ni Escriba. El es ante todo, como Jess, un contemplativo y poeta de los pobres de Dios y del Dios de los pobres, y por eso, maestro de vida y profeta de esperanza.

    Si nuestro Orlando ha podido ser maestro y profeta, es porque, desde ms, adentro ha sido ms que eso: discpulo y testigo fiel de Jess, el pobre de Nazaret, Mesas de Dios para los pobres. Discpulo no slo de doctrina, y testigo no slo por narrar lo que ha visto y odo; sino porque -como el Maestro- l vive lo que dice y dice lo que vive: en su experiencia, en su manera de vivir y su prctica, en su acogida siempre clida y servicial, en sus sentimientos ms profundos y su slida mstica jesunica, en su entrega esperanzada y coherente hasta el final.

    Y as como el Maestro fue incomprendido y perseguido a causa de la justicia del Reino que lo llevaba a comer con publicanos y pecadores ; as este discpulo, lo es por poner su tienda entre los villeros: abandonado por la autoridad religiosa y secuestrado por la militar, torturado hasta el borde de la muerte, dejndolo marcado con heridas profundas. Pero, con el Espritu del Resucitado pudo resistir y sobreponerse, en su mansedumbre, y transmitirnos esa paz, esa ternura y esa esperanza a toda prueba que le conocimos hasta el final. De este modo, su testimonio no es el de un mrtir -como Romero y Ellacura, como Carlos Mugica y Angelelli- pero s, en su sentido ms tradicional y fuerte, el de un confesor: un confesor probado de la fe en el Resucitado y de la justicia del Reino de Dios como la entenda Jess.

    Por eso, la teologa de Orlando -inseparable de su discipulado y su testimonio de vida, de su destino y su pascua- nos pone en el camino para responder a esa pregunta vital y hoy tan urgente que l mismo formula en uno de sus ltimos escritos:

    Cmo se hace para estar junto al dolor, o ser parte del dolor, sin que el dolor nos endurezca, o nos ponga rgidos, o nos impida recordar, o nos impida soar? Uno puede ponerse una coraza para no sufrir el dolor, pero entonces el corazn queda cerrado.

    Cmo hace uno para estar en el dolor y mantener el corazn abierto, de manera que uno pueda recordar y pueda soar, y pueda compartir fuerza de recuerdos y de sueos, y pueda seguir enfrentando un presente con ganas de vivir y de acompaar?

    Ro Bueno (Chile) / Septiembre, 2000

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    La primera vez que fui al barrio conoc a Don Acevedo. Era un campesino que haba dejado su tierra para buscar trabajo en Buenos Aires. Se haba podido ubicar con su esposa y sus hijos. Despus de presentrseme, lo primero que me dijo fue que me invitara a comer a su casa. Me lo dijo con sencillez pero con una formalidad casi ritual.

    En adelante yo volv a encontrarme con Don Acevedo con mucha frecuencia. Cada ve que lo vea yo recordaba la promesa tan formal de invitacin que me haba hecho. Pero l no volvi a tocar el tema. Yo pens que l se haba olvidado.

    Pas un ao entero en el que Don Acevedo hizo total silencio acerca de su invitacin, pese a que nos veamos hasta tres o cuatro veces en la semana. Finalmente un da me dijo: Padre, yo lo haba invitado a comer a mi casa. Qu domingo puede venir?.

    Su casa era muy humilde. Me hizo sentar junto con l, solos a la sombra de un parral. Pasamos un rato en silencio. l empez a hablar: Tena que hacer este patio para poder invitarlo.

    Haca falta un patio, a la sombra del parral, para poder tomar mate, para ir conversando. Y para compartir el asado y la vida.

    Fue necesario que pasara todo un ao para poder hacer el patio y para que el parral diera sombra en l. Pero haba valido la pena.

    El tiempo no se mide por la cantidad de das, de horas o de minutos transcurridos.El tiempo se mide por los signos de encuentroque lo van jalonando.En medio del pueblo, toda la vida toma un ritmo nuevo. Los signos para compartir la vida dan al tiempo un ritmo nuevo. El tiempo es para la amistad.

    El tiempo es para construir una comunidad. El tiempo es para luchar por una justicia. El tiempo es para celebrar un pacto de amor entre los hombres y con Dios.

    EL tiempo ES PARA LA amistad*

    Orlando Yorio

    *Relatos de Vida de Orlando Yorio. Recopilacin de Leonor Carabelli.

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    Sacerdote y telogo. Referente e iniciador de los Seminarios de Formacin Teolgica y miembro del Centro Nueva Tierra. Naci en Santos Lugares (Buenos Aires), el 20 de diciembre de 1932. Curs estudios de abogaca en la Universidad de Buenos Aires, y en marzo de 1955 entr en el Novicia-do de la Compaa de Jess. El 17 de diciembre de 1966, fue ordenado sacerdote en San Miguel (Buenos Aires). Ejerci como profesor en la Universidad y en el Colegio Mximo de San Miguel, del cual fue vicedecano. De 1970 a 1976 vivi en comunidades insertas en barrios, entre ellos, en la villa miseria del Bajo Flores en 1974. El 23 de mayo de 1976 fue secuestrado junto con un compaero, el p. Jalics, y permaneci detenido en la ESMA durante 5 meses. Reapareci con vida el 24 de octubre de 1976, en un baado cercano a la ciudad de Cauelas. Debi irse a Roma y all estudi Derecho Cannico. Al regresar a Quilmes, ya fuera de la Compaa de Jess, ejerci diversos cargos en la dicesis, hasta que fue nombrado prroco en Berazategui. Pero las amenazas de que era objeto en su parroquia de Berazategui, por su defensa de los dbiles y su denuncia de los traficantes de muerte, le hacan imposible permanecer all, y de acuerdo con su obispo en 1997 se traslad a la arquidicesis de Montevideo. Falleci el 9 de agosto de 2000 a causa de un paro cardaco.

    Orlando Yorio1932 - 2000