13
Helio Carpintero Ortega y su psicología del hombre-masa La rebelión de las masas, de Ortega y Gasset, es, posiblemente, uno de los libros más representativos de nuestra época, una época caracterizada por grandes transformaciones sociales, que han hecho de las masas humanas el verdadero protagonista de nuestra historia. Precisamente ese valor coyuntural ha facilitado una interpretación ex- cesivamente simplista del libro de Ortega. Ha llegado a parecer a algunos que Ortega perdía la fe en la sociedad ante la llegada de grupos nuevos a la arena política (C. Wright Mills) 1 o, simplemente, que aparecía como un «moralista» que critica modas y hábitos de su época (Mannheim) ~. Marías ha subrayado, por su parte, la dimensión filosófica que cruza el libro entero y le da un último sentido (Marías) 3 , reaccionando así a las interpretaciones y lecturas apresuradas. Con todo, en las páginas que siguen se propone una complementaria lectura del libro de Ortega. A nuestro juicio, La rebelión de las masas es, esencialmente, un estudio acerca de una personalidad social básica, la personalidad que podríamos designar como antiliberal. Adelantándose en el tiempo a otros estudios en esa misma línea, como los de Reich, Fromm y Adorno, a que luego nos referiremos, Ortega llevó a cabo en su libro una delincación acabada de un tipo de personalidad social que ha sido objeto de múltiples análisis por su implicación en los acontecimientos que han marcado la historia contemporánea. El argumento del libro de Ortega, en sucinto esquema, puede reducirse a esto: siempre, y en toda sociedad, hay y ha habido «masas»; pero hoy sucede que hay «rebelión» de las masas; tal cosa ocurre porque las masas están hoy llenas de un cierto tipo de hombre nuevo y definido, que es el «hombre-masa», una clase o variedad humana que se ha producido histó- 1 C. W. Mills, The power élite, New York, Oxford, U. P., 1956. 2 K. Mannheim, Diagnóstico de nuestro tiempo, México, Fondo de cultura Económica, 4. a ed., 1961. , 3 J. Marías, Introducción, en J. Ortega y Gassét, La rebelión de las masas, Madrid, Es- pasa-Calpe, 1976 (todas las citas a este libro se hacen por esta edición, citada en adelante RM y página). Cuenta y Razón, n,° 11 Mayo-Junio 1983

Ortega y Su Psicología Del Hombre-masa Helio Carpintero

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Ortega y Su Psicología Del Hombre-masa Helio Carpintero

Citation preview

Page 1: Ortega y Su Psicología Del Hombre-masa Helio Carpintero

Helio Carpintero

Ortega y su psicología

del hombre-masa

La rebelión de las masas, de Ortega y Gasset, es, posiblemente, uno de los libros más representativos de nuestra época, una época caracterizada por grandes transformaciones sociales, que han hecho de las masas humanas el verdadero protagonista de nuestra historia.

Precisamente ese valor coyuntural ha facilitado una interpretación ex-cesivamente simplista del libro de Ortega. Ha llegado a parecer a algunos que Ortega perdía la fe en la sociedad ante la llegada de grupos nuevos a la arena política (C. Wright Mills)1 o, simplemente, que aparecía como un «moralista» que critica modas y hábitos de su época (Mannheim) ~. Marías ha subrayado, por su parte, la dimensión filosófica que cruza el libro entero y le da un último sentido (Marías)3, reaccionando así a las interpretaciones y lecturas apresuradas. Con todo, en las páginas que siguen se propone una complementaria lectura del libro de Ortega. A nuestro juicio, La rebelión de las masas es, esencialmente, un estudio acerca de una personalidad social básica, la personalidad que podríamos designar como antiliberal. Adelantándose en el tiempo a otros estudios en esa misma línea, como los de Reich, Fromm y Adorno, a que luego nos referiremos, Ortega llevó a cabo en su libro una delincación acabada de un tipo de personalidad social que ha sido objeto de múltiples análisis por su implicación en los acontecimientos que han marcado la historia contemporánea.

El argumento del libro de Ortega, en sucinto esquema, puede reducirse a esto: siempre, y en toda sociedad, hay y ha habido «masas»; pero hoy sucede que hay «rebelión» de las masas; tal cosa ocurre porque las masas están hoy llenas de un cierto tipo de hombre nuevo y definido, que es el «hombre-masa», una clase o variedad humana que se ha producido histó-

1 C. W. Mills, The power élite, New York, Oxford, U. P., 1956. 2 K. Mannheim, Diagnóstico de nuestro tiempo, México, Fondo de cultura Económica,

4.a ed., 1961. , 3 J. Marías, Introducción, en J. Ortega y Gassét, La rebelión de las masas, Madrid, Es-

pasa-Calpe, 1976 (todas las citas a este libro se hacen por esta edición, citada en adelante RM y página).

Cuenta y Razón, n,° 11 Mayo-Junio 1983

Page 2: Ortega y Su Psicología Del Hombre-masa Helio Carpintero

ricamente en el siglo xix y ha crecido hasta inundar las sociedades de nuestro tiempo. Es necesario, por tanto, tener perfectamente definida la personalidad de ese «hombre-masa»; a ello dedicó Ortega la mayor parte de su libro4.

Es interesante advertir, desde un principio, el carácter histórico y social que domina en el diagnóstico orteguiano. El problema de las sociedades actuales deriva de ciertos factores humanos; éstos, sin embargo, no son orgánicos, ni fisiológicos, no derivan de la constitución biológica del hombre, sino de su constitución histórica, de su conformación social. Un determinado conjunto de circunstancias ha producido en gran número de hombres ciertas actitudes básicas, por debajo de cualquier otra diferencia individual que cupiera hallar. Las variables psicológicas en la historia se presentan supeditadas a la intervención de otras específicamente sociales; pero éstas, a su vez, actúan a través de aquéllas. El hombre hace su ser social e históricamente; una forma posible de construirlo, aunque resulte deforme y patológica, si vale la expresión, es la que origina al hombre-masa. Dicho de otro modo: la idea orteguiana del hombre-masa lleva en su base su concepción del hombre como una entidad esencialmente histórica y social. Desde esa perspectiva, el hombre-masa puede llegar a parecer «la forma más contradictoria de la vida humana» 5. Conviene verlo más despacio.

El hombre, ser histórico

Desde muy pronto, quizá, como ha señalado Marías6, desde que en 1914 publicara las Meditaciones del Quijote, Ortega poseyó un sistema fi-losófico personal que constituye las coordenadas del conjunto de su obra.

Ortega considera la filosofía como un conocimiento general acerca de la realidad en todas sus formas y grados; ello es posible dado que toda realidad aparece dentro de una estructura radical en que adquiere orga-nización y significación; tal estructura es, para Ortega, el «vivir» humano o, mejor, la «vida de cada cual»7, concepto próximo a la «existencia» exis-tencialista.

Vivir no es una cosa ni una sustancia más o menos particular, repite Ortega una y otra vez; «vivir no es más que tratar con el mundo» 8, tratar el yo con su mundo o su circunstancia; pero en esa tensión dialéctica el yo de cada cual se determina, forja su realidad, construye su biografía. Análo-gamente a como lo han formulado los filósofos existenciáles, Ortega pro-clama en varios lugares —y, entre otros, en su estudio sobre el hombre-

4 "J Ortega y Gasset, La rebelión de las masas., .Madrid, Revista de Occidente, 1930. 5 RM, 134. 6 J., Marías, Ortega. I, Circunstancia y vocación^ Madrid, Revista-de Occidente,. 1960. 71'-Ibídem, ap. :III, cap. IV. . ' - , - , ' 8 RM, 103. '>'

Page 3: Ortega y Su Psicología Del Hombre-masa Helio Carpintero

masa-— que «vivir es sentirse fatalmente forzado a ejercitar la libertad, de-cidir lo que vamos a ser en/ este mundo»9.

El hombre se hace con los recursos que su circunstancia ofrece. La circunstancia, «las posibilidades», añade Ortega 10, o el mundo, «representa lo que podemos ser»11: no «algo aparte y ajeno a nuestra vida, sino... su auténtica periferia» 12; de ahí el profundo sentido de la fórmula a que Ortega llegara en 1914: «yo soy yo y mi circunstancia» B, el núcleo de su «intuición fundamental», como la ha llamado Marías 14.

Ahora bien, el mundo es siempre el mundo de ahora, y las posibili-dades en que consiste son las actuales, esto es, situadas a un cierto nivel y en un tiempo preciso; por ello, al irse haciendo a sí misma, cada persona es hija de su época en un sentido profundo y esencial: «por lo pronto somos aquello que nuestro mundo nos invita a ser» 1S, y realizamos en mayor o menor grado cierto proyecto de existencia.

Para el hombre, los proyectos de existencia están configurados social y colectivamente en convivencia con los demás hombres. El conjunto de va-lores, el sistema de normas a que someter la propia acción, la opinión pú-blica, el mando, el poder, son factores decisivos, esenciales en la realización de la propia vida personal. Precisamente la aparición del tipo humano del «hombre-masa» resulta de ciertas estructuras sociales dominantes en las sociedades europeas y no de una mutación biológica ni por variación gené-tica. Las estructuras sociales son la matriz real de las vidas personales.

Una porción importante de la obra de Ortega ha estado dedicada a re-flexionar sobre las inmediatas circunstancias españolas. Sin entrar en el detalle, parece su pensamiento continuar la línea de los intelectuales rege-neracionistas, la de los hombres de la Institución Libre de Enseñanza y luego los del 98. Para muchos de ellos, el problema que era España tenía que ser resuelto desde la más amplia perspectiva europea. Tal fue la idea de la «europeización» de España, orientada a transformar nuestro país in-corporando una ciencia, una moral y una filosofía que renovase las actitudes y los ideales nacionales.

Ortega, sin embargo, fue más allá del puro europeísmo. La raíz de los males nacionales le aparecía situada en un nivel profundo que lastraba todas las posibles vidas personales; lo defectuoso, lo perturbador, se en-contraba en la estructura de la sociedad española, en lo que llamó su «in-vertebración»: que los hombres cualificados no orientan al país y los que carecen de cualificación y competencia para la vida pública no aceptan ser dirigidos 16. El problema de España era, a su juicio, un problema de hom-

9 RM, 93.

10 Ibídem.

11 RM, 88.

13 J. Ortega, Obras completas, Madrid, Revista de Occidente, 1957, I, pág.. 322. 14 J. Marías, Ortega, I, ed. cit., págs. 408 y sigs. 15 RM, 103. 16 J. Ortega, Obras completas, ed. cit., III, págs. 94 y sigs.

Page 4: Ortega y Su Psicología Del Hombre-masa Helio Carpintero

bres, pero por encima de esto era un problema social, era un problema nacional. Lo que sucedía, además, es que ese problema ya no tenía una solución inmediata en Europa: la rebelión de las masas era ahora una en-fermedad no ya española, sino un mal occidental. En las naciones europeas se ha producido una análoga «invertebración» a la española; allá, como acá, los hombres no cualificados, no competentes, se niegan a atender y a seguir a otros más capacitados. La nueva masa es «más fuerte que la de ninguna época, pero, a diferencia de la tradicional, hermetizada en sí misma, incapaz de atender a nada ni a nadie, creyendo que se basta —en suma: indócil» 17—. En ese hermetismo, y no en otra cosa, consiste la rebelión de las masas 18, en una determinada disposición atencional, en cierta actitud anímica que ordena la vida de innumerables hombres. Estos son, precisamente, hombres-masa, y el esfuerzo de Ortega en este caso persigue aclarar ese peculiar tipo humano.

El homfore-masa

Se trata, dice Ortega, de estudiar una variedad, un «tipo genérico» humano 19. El estudio, pues, se inscribe dentro de una amplia serie de es-fuerzos que, en el primer tercio de nuestro siglo, procuraron organizar variedades psicológicas humanas dentro de un sistema cerrado de clases y tipos; piénsese tan solo en Spranger, Jung, Kretschmer o Jaensch, y en sus variados esquemas de tipología.

Un tipo es un «modo de ser hombre» **, un cierto esquema genérico que se reitera en formas concretas individuales. Hablando a propósito de cuestiones literarias, señala Ortega cómo la experiencia que cada hombre tiene de los demás hombres produce automáticamente, sin que medie en ello deliberación alguna, la organización de tipos, o como entonces los llama, de «esquemas de uniformidad vital» 21.

Son modos genéricos de actuar y de tratar con el mundo o circunstancia, puesto que en eso consiste el vivir; modos, por tanto, de dinamismo personal, es decir, formas de vivir.

Para determinar el tipo del hombre-masa resulta preciso establecer su «ecuación psicológica»22, o la clave de esa personalidad. No se trata de que aparezcan capacidades en ese tipo ajenas por completo a los demás, que lo singularicen y distingan, sino que en el sistema de dimensiones anímicas humanas hay cierta estructuración, el predominio de unas y el debilitamiento de otras y, con ello, su relativa diferenciación respecto del conjunto y estructuración que en otras clases predomina. Diríase, pues, que

17 RM, 108.

18 RM, 109.

19 RM, 67.

20 RM, 139.

21 J. Ortega, Obras completas, ed. cit., III, 547.

22 RM, 107.

Page 5: Ortega y Su Psicología Del Hombre-masa Helio Carpintero

en una serie de variables es preciso ponderar el valor que toman para el caso concreto del hombre-masa.

Este aparece, ante todo, descrito a través de sus comportamientos pe-culiares. El hombre-masa, dice Ortega, parece que ha conseguido alcanzar

refinamientos y ventajas que antes estuvieron reservados a grupos selectos y minoritarios B; vive, pues, una efectiva subida del nivel histórico. Resulta,

sin embargo, que reclama los placeresM, pero suprime las formas de educación que facilitan la convivencia25, y cree tener sólo derechos pero no

obligaciones ^j cuando actúa, impone su violencia y emplea la acción directa sin contemplaciones con los demás, de modo que esa violencia es ya, en rigor, «única tazón»27. En el mundo del pensamiento, este tipo humano pretende «acabar con las discusiones», impone sus opiniones, in-cluso «no quiere dar razones ni quiere tener razón» 28, de modo que no le

interesa como tal la verdad y por eso Ortega dirá de él que no tiene «auténticamente ideas» 29. Es ante todo un espíritu acrítico 30, con una pro-

funda «indocilidad política» que resulta de su «indocilidad intelectual y moral» 31. Quiere las ventajas y beneficios de la civilización, pero se des-entiende de la ciencia, de las técnicas sociales complejas que pueden em-plearse en la organización de las sociedades actuales, en suma, prescinde de las causas que han producido los efectos de que disfruta. En forma

muy gráfica, dice Ortega que este hombre «desea el automóvil y goza de él, pero cree que es fruta espontánea de un árbol edénico» 32. En dos

palabras: este hombre toma la civilización, que es algo siempre problemá-tico, que resulta del continuo esfuerzo humano, y la considera como algo meramente natural, que está y estará ahí sin responsabilidad de sus bene-ficiarios y usuarios 33. Se trata, dice Ortega, de un «señorito satisfecho» 34, de

un «niño mimado» 3S. Desde la perspectiva de su realización biográfica, el hombre-masa no

se proyecta hacia unas metas personales propias, sino que quiere ser lo que todos e igual a todos 3Ó. No es creativo, no es original, sino que es reactivo y, sobre todo, pasivo o «inerte» —«de aquí que llamemos masa a este modo de ser hombre» 37—. Se da por bueno como es, no admite superioridades en los demás, ni admite tampoco comparaciones con ellos,

23 RM, 74.

24 RM, 75.

25 RM, 114.

26 RM, 42; véase J. Ortega, Obras completas, ed. eit., IV, 121.

27 RM, 114. 28 RM, 113. 29 RM, 111. 30 RM, 130. 31 RM, 108.

32 RM, 119. 33 RM, 101. 34 RM, 134. 35 RM, 101. 36 RM, 68. 37 RM, 107.

Page 6: Ortega y Su Psicología Del Hombre-masa Helio Carpintero

«aniquila todo grupo opositor» y odia a muerte lo que no es como él38: se trata de una personalidad en las antípodas del liberalismo. Y el diagnóstico de la raíz del nuevo tipo es claro: el hombre-masa no está abierto a. los grupos y modos humanos que son diferentes a él: se le ha cerrado el alma, que ahora está obliterada, hermética; y «en esa obliteración de las almas medias consiste la rebeldía de las masas, en que a su vez consiste el gigantesco problema planteado hoy a la humanidad» 39*

La raíz del hombre-masa, de su peculiar configuración, es una peculiar y patológica des-atención hacia los otros, un recreamiento satisfecho y go-zoso en sí mismo, una ingenuidad que realmente consiste en barbarie y primitivismo40 y en ausencia de cualquier sentido histórico que relativice su realidad al contrastarla con otras formas.

Y Ortega dice que de estos hombres están llenas las sociedades con-temporáneas. ¿Cómo ha sido posible?

La formación del hombre-masa

La cuestión es que en unas sociedades con larga historia han aparecido muchos hombres que, en su raíz, son hombre «sin historia», hombres pri-mitivos en medio de una civilización vieja.

Ciertamente, puede ocurrir que sean hombres «sin historia»; pero re-sulta, en opinión de Ortega, que la historia les ha hecho así. Son un producto histórico del siglo xix, o más ampliamente tomado el tiempo, de la época moderna.

La explicación que se nos propone aquí tiene positivo interés. El hombre-masa sería un «producto automático» de la civilización mo-

derna41, una civilización que encontraba sus fundamentos en una orientación política liberal y en el desarrollo científico y técnico.

Ambos factores han hecho posible un enorme aumento demográfico durante el siglo pasado. Esta explosión humana, positiva en muchos sen-tidos, había de tener también limitaciones/Para Ortega, el gran número de recién llegados a la escena histórica ha dificultado extraordinariamente la labor de educación de sus espíritus. Mientras ha sido- posible transmitir técnicas, conocimientos esquemáticos, fórmulas abstractas y las más de las veces simplificaciones o fragmentaciones de complejas construcciones cien-tíficas, no ha ocurrido igual con la formación histórica, la depuración de la sensibilidad, el sentido de «los grandes deberes históricos» 42. Los nuevos hombres han podido sentir el orgullo que proporcionan los múltiples modos de dominio de la naturaleza, pero no han sido educados en su

38 RM, 115.

39 RM, 109.

40 RM, 131.

41 RM, 133.

42 RM, 96.

Page 7: Ortega y Su Psicología Del Hombre-masa Helio Carpintero

correspondiente responsabilidad. La formación técnica ha ido por un lado, y por otro ha ido la formación moral y personal. El viejo tema de Rousseau acerca de las consecuencias morales del progreso reaparece, sorpren-dentemente, en un sesgo particular. La civilización, aquí, ha producido formas humanas deficientes y anómalas.

Quizá un segundo proceso haya interactuado con el anterior. No sólo el hombre-masa ha sido insuficientemente educado; también los hombres selectos han visto afectada su existencia por esa época moderna de con-trarios efectos. Al lado de esa «obliteración» en que consiste la rebelión del hombre-masa, Ortega señala el fenómeno de «deserción de las minorías rectoras, que se halla siempre al reverso de la rebelión de las masas»

43. Las

minorías han desertado, esto es, han abandonado su misión de proyectar y proponer programas de acción común en que los demás pudieran tomar parte; han perdido, quizá más que nada, un sentido crítico ante las transformaciones del progreso. La confianza en el progreso, o mejor, la confianza en la inevitabilidad e irreversibilidad del progreso, su seguridad en el mismo, ha llevado a una pérdida de la «alerta», de la «agilidad» y «eficacia» de esas minorías: «la vida se les escapó de entre las manos»

44. En el proceso de

formación educativa hay que pensar que alguna consecuencia ha de haber tenido esa deserción de las minorías, anverso y reverso de estos cambios sociales.

Significación del análisis

El estudio acerca del hombre-masa propuesto por Ortega ofrece un esquema de lo que pudiéramos considerar una «personalidad básica».

Si tenemos presente la idea de personalidad básica propuesta por Linton en 1945

45, encontramos que se trata, a juicio de este autor, de «una

configuración de personalidad compartida por el grueso de miembros de la sociedad como resultado de las experiencias tempranas que tienen en común», configuración referida a los sistemas de valores y de actitudes.

Eso es, en buena medida, lo que ofrece la descripción del tipo humano del hombre-masa en la obra de Ortega. La apelación última al sistema aten-cional de la personalidad, y su explícita referencia a sistemas de valores y de actitudes que han derivado de procesos de aprendizaje social y de educación remiten el análisis al nivel de conceptos en que se mueve el de Linton. Además, su idea de que esas disposiciones psicológicas se hallan a la base de comportamientos individuales y colectivos con alcance social, hace de ellas algo básico, que modula el resto de los comportamientos y se manifiesta en múltiples dimensiones de conducta.

43 RM, 92. 44 RM, 92. 45 R. Linton, «Foreword», en A. Kardiner, The psychological frontiers of society. New

York, Columbia U. P., 1945.

Page 8: Ortega y Su Psicología Del Hombre-masa Helio Carpintero

Ahora bien, precisamente porque el análisis presenta un tipo humano, una variedad cualitativa de hombre, no está directamente afectado por los problemas de su cantidad. O, con otras palabras: el estudio del hombre-masa no es un examen del comportamiento de «las masas».

El peligro del equívoco es claro: mientras el tema de la psicología de las masas es ya clásico y bien establecido, ese otro que Ortega ha pretendido hacer era en su momento una perfecta innovación. Y la confusión puede afectar a la comprensión de la obra entera, que entonces parece dedicada a ver cómo las masas —las muchedumbres— se manifiestan rebeldes, quizá revolucionarias; algo, como hemos explicado ya, absolutamente dispar con el tema efectivo del libro.

Hay, además, todo un conjunto de diferencias que separan el trata-miento orteguiano del problema respecto de otros estudios clásicos sobre psicología de las masas. Me referiré aquí tan sólo a los análisis realizados por Le Bon y Freud, porque la comparación con ellos no está exenta de interés.

Le Bon, como es bien conocido, explica en su Psychologie des joules una particular forma de conducta, la de las muchedumbres, aparentemente tan lejana a veces de las conductas individuales de quienes se reúnen para formarlas, por la aparición de un «alma colectiva, transitoria» que produce una unidad mental por contagio, mediando la sugestibilidad de cada indi-viduo en ese proceso, y entregando los comportamientos a un tipo de control instintivo

46.

En Le Bon hay una nota que reaparece en el análisis de Ortega. Se trata del primitivismo de tales reacciones anímicas; pero en aquél es un primitivismo en el nivel de reacción —el instinto—, mientras que en Ortega primitivismo es el resultado de un vaciamiento de conciencia histórica, de historicidad. Y hay, además, una diferencia capital entre ambos: el hombre-masa es un sujeto individual, que se comporta como tal en sus actos más personales e íntimos, fuera de cualquier aglomeración o colectividad de las estudiadas por Le Bon. En suma, el hombre-masa es un fenómeno distinto al hombre en masas o muchedumbres, es un fenómeno de vida individual y no de interacción social.

En cuanto a Freud, su Massenpsychologie (de 1921) también toma como objeto las multitudes y su efecto sobre las almas individuales. No se trata ya de efectos puramente transitorios como los que Le Bon consideraba, sino de una modificación estable producida en los individuos de una colectividad. Pero Freud ha acentuado una dimensión tal vez complementaria a la señalada por Ortega: para Freud el fenómeno básico es la aparición de una «sumisión» respecto a un jefe o caudillo, que es el Yo ideal de los sometidos y que, como ideal común, hace que muchos individuos se identifiquen entre sí

47. Aquí también se contempla un primitivismo, una cierta

regresión a la conducta del niño o de la horda, como fenómeno

46 G. Le Bon, La psicología de las muchedumbres, Madrid, 1903, pág. 24. 47 S. Freud, Obras completas, Madrid, Biblioteca Nueva, II, págs. 1165 y sigs.

Page 9: Ortega y Su Psicología Del Hombre-masa Helio Carpintero

característico; sin embargo, la sumisión al líder o a la minoría no coincide en absoluto con la «obliteración» ante los valores y las minorías en que Ortega hace consistir la «rebelión».

El hombre-masa, como vemos, no es sin más comparable con el «hombre de una masa o muchedumbre»; ni se ha originado en situaciones de agitación colectiva, sino, por el contrario, en un deficiente proceso de educación y socialización.

Ahora bien, precisamente porque el hombre-masa es un tipo de hombre que parece resultar de cierta socialización insuficiente o anormal, es por lo que el análisis de Ortega descubre su conexión profunda con un antecedente de relieve, la obra de Adler.

Hombre-masa y «niño mimado»

No se trata sólo de que en ambos autores la socialización ocupe un papel central en la comprensión de las conductas individuales; Adler, ade-más, ha supuesto que las alteraciones de esa socialización son el origen de los trastornos comportamentales posteriores. De esa suerte, ha analizado formas o tipos patológicos en el mundo infantil, y, entre otros, ha descrito con cierto cuidado el tipo del «niño mimado». Ahora bien, Ortega formal-mente admite la coincidencia de ese esquema con el de su hombre-masa: el cuadro sintomático del niño mimado sirve «como una cuadrícula para mirar a su través el alma de las masas actuales»48.

Adler considera el niño mimado como un ser apartado de la normalidad y orientado hacia un estilo de vida neurótico. Es, a su juicio, un niño que ha vivido en un mundo todo facilidades, sin resistencias a su capricho, en una zona tropical protegida de continuo por la madre, que construye en su derredor un «mundo ficticio»49. El niño termina por creerse con todos los derechos, con el derecho a «oprimir a los que lo tratan» so, desarrolla una actitud parasitaria, ávida y avara, egoísta. En su base, sin embargo, hay una raíz de cobardía, puesto que el mundo exterior se le aparece como país enemigo. No está orientado hacia la colaboración social, es decir, a la apropiación de un interés social común, sino a formas anormales, patológicas, de existencia.

Ortega reproduce en su estudio esos rasgos adlerianos del niño mimado. Es un ser a quien se ha permitido la libre expansión de sus deseos vitales, y además, como cree no deber nada de eso que posee a nadie, es un ser dominado por una «radical ingratitud» 51. Se trata, pues, de una imagen coincidente, sólo que en este último caso ha sido potenciada su utilidad hasta convertirla en un tipo o esquema colectivo o supraindividual

48 RM, 101.

49 A. Adler, El sentido de la vida, Barcelona, Miracle, 1935, págs. 121 y sigs.

50 Ibtdem, pág. 126.

51 RM, 101.

Page 10: Ortega y Su Psicología Del Hombre-masa Helio Carpintero

de existencia. La madre que todo lo concede, que fabrica ese ficticio derredor, en sentir de Adler, ha sido sustituida en el análisis orteguiano por la más amplia urdimbre humanizadora de la civilización, con recursos casi inacabables, que ha situado a los hombres en un nuevo nivel histórico de posibilidades de existencia.

Salvadas las diferencias, Ortega y Adler acentúan, desde fórmulas muy distintas de interpretación del hombre, el peso decisivo y esencial que lo social tiene sobre la vida individual de cada hombre. Esto permite com-prender, a mi juicio, su explícita afinidad en este punto concreto.

Otros desarrollos del tema

En realidad, el estudio de Ortega guarda más estrecha afinidad con un conjunto de análisis que, en los años siguientes, habían de ponerse en marcha ante el dramático desarrollo del nazismo en Alemania.

En efecto, la transformación política y social de Alemania hubo de plantear a muchos autores, como cuestión perentoria, la explicación de ese cambio. ¿Qué fuerzas habían anidado en el alma alemana para dar origen a un fenómeno tan complejo y, quizá, imprevisible como el nazismo? Y más en general aún: ¿qué base psicológica hay en muchos de los fenómenos sociales?

Pocos años después de la publicación del libro de Ortega, Wilhelm Reich, en su Psicología de masas del fascismo (1933), se hubo de preguntar por cuestiones análogas a las de Ortega. ¿Cómo es, piensa Reich, que las masas apoyan al fascismo, contra todo sentido y contra sus propios intereses de clase que deberían enfrentarlos con la burguesía? Se trata de un fenómeno irracional. Sin embargo, Reich cree hallarle explicación. En el mundo familiar los hombres han de someterse a una drástica represión sexual, ejercida por los padres; esa represión produce, como resultado final, personas sumisas y obedientes, adaptadas a una sociedad autoritaria que aprovecha todos los recursos a su alcance, comenzando por la Iglesia, otro gran instrumento represor. Así, la familia es, para Reich, la «fábrica de estructura y de ideología»

52. Desde el marxismo y el psicoanálisis, Reich

apela al «factor subjetivo de la historia», y trata de explorar «procesos psicológicos típicos comunes a una capa social...»

53.

Como se ve, el tema es cercano, la orientación psicológica ya lo es menos, y la explicación última, psicoanalítica, freudiana, muy lejos del sentir de Ortega. Pero el nexo o afinidad teórica resultan manifiestos.

Unos años más tarde, en 1941, Erich Fromm publica su conocido libro El miedo a la libertad. Aquí, también, el problema tiene dimensiones histó-ricas inmediatas. ¿Cómo hay ahora muchos hombres que rehuyen la libertad, y abandonan las democracias al arbitrio de unos nuevos dominadores?

W. Reich, Psicología de masas del fascismo, Barcelona, Bragueta, 1980, pág. 60. Ibídem, pág. 46.

Page 11: Ortega y Su Psicología Del Hombre-masa Helio Carpintero

Ortega ya había dicho en 1934 que.en las masas había «furia antiindivi -dual»: «ahora, por lo visto, vuelven muchos hombres a sentir nostalgia del rebaño... Quieren marchar por la vida bien juntos, en ruta colectiva, lana contra lana y la cabeza caída»

54. Fromm también se inquieta por ese

gregarismo. Su explicación atiende al hecho de que la libertad, y la indi-viduación personal, llevan inevitablemente a la soledad, y engendran en muchos casos afán de seguridad, que hace posible el autoritarismo. Bajo este último, las personalidades masoquistas se someten, se complementan con el sadismo dominador, y gozan en fin de la «limitación de la libertad» 5S

dentro de una «solidaridad» con los demás sometidos. Con todo, la proximidad más interesante es, a mi juicio, la que mantiene

con el amplio y conocidísimo estudio de varios autores —Theodor Adorno, Daniel Levinson, Else Frenkel-Brunswik y R. Nevitt Sanford— sobre La personalidad autoritaria, publicado en 1950.

Se trata, como es bien conocido, de un estudio empírico que pretende determinar los rasgos definidores de una personalidad antidemocrática. ¿Cuál es el tipo humano de quien podría volverse fascista, de quien es en su fondo un ser autoritario? Con cuestionarios, entrevistas y tests a más de dos mil personas en los Estados Unidos, Adorno y sus colaboradores procuraron explorar el tema partiendo de un supuesto que ya encontrá-bamos en Ortega: la susceptibilidad a una ideología debe tener causas psicológicas; algún tipo de personalidad debe ser influida de modo particular en ciertos momentos históricos, tornándose antidemocrática.

Esa personalidad autoritaria aparece plasmada en la forma concreta del antisemitismo; un odio al judío y a lo judío, en todas sus formas, que va acompañado de un rechazo hacia otras formas de humanidad distintas de la propia, y una afirmación de etnocentrismo; todo eso unido a un conser-vadurismo político-económico y altamente correlacionado con medidas de «fascismo»: ésa es la personalidad delineada por estos investigadores, un cierto «todo organizado» determinado por sus necesidades, incluso en su plano de ideas y opiniones, y desde luego por su necesidad de pertenecer a un grupo

56.

Bastantes rasgos encontrados por Ortega en el hombre-masa tienen aquí su correlato. El odio hacia otras formas de humanidad distintas de la propia es, evidentemente, una forma o manifestación del etnocentrismo hallado en la personalidad autoritaria

5I. El autoritario está sometido al

grupo, y ejerce desde el mismo una imposición de los valores convencionales de la clase media con agresividad, al igual que el hombre-masa acude a la acción directa e impone sus opiniones, también de hombre medio, especialmente presente en la burguesía

58. El autoritario busca poder y for-

54 J. Ortega, Obras completas, ed. cit., II, pág. 748. 55

E. Fromm, El miedo a la libertad, Barcelona, Paidós, 1980, pág. 194. 56 T. Adorno, E. Frenkel-Brunswik, D. Levinson, R. N. Sanford, La personalidad autori

taria, Buenos Aires, Proyección, 1965, pág. 34. 57 RM, 71; véase Adorno y otros, ob. cit., pág. 234. 58 RM, 99, 139.

Page 12: Ortega y Su Psicología Del Hombre-masa Helio Carpintero

taleza, y el hombre-masa se dice: el Estado soy yo59. El autoritario tiene cinismo, ideas estereotipadas y hasta supersticiosas, como el hombre-masa, según Ortega, carece de ideas propiamente tales; el primero no quiere verse ni aceptar motivaciones subjetivas —«antiintracepción»—, y el se-gundo nunca puede transmigrar a otras subjetividadeseo. El autoritario, además, aparece como reprimido sexual, y el hombre-masa, por su lado, ha perdido todo romanticismo en el trato directo con la mujer61.

Pero por encima de todo, hay dos notas que aproximan ambos tipos de hombre: su preferencia por la vida bajo una autoridad absoluta, y el peso decisivo de una formación infantil a la hora de haber fraguado aquella preferencia. La sumisión ante los padres, que hallamos en el análisis de Reich, reaparece de nuevo acá como explicación, al menos parcial, de la personalidad autoritaria ffi; también el desajuste entre individuo y sociedad y las incertidumbres que lleva anejas la adaptación al grupo se resuelven mediante la adopción de esquemas rígidos, como el que lleva hacia el anti-semitismo, que serviría para reafirmarse a sí mismo, para «resolver la propia alienación» tó. La dinámica de la socialización, en todo caso, aparece aquí como la clave de una forma de personalidad cuyas múltiples manifestaciones en la inmediata historia le han hecho cobrar un peculiar prestigio.

Y justamente a la luz de esta tradición intelectual posterior cobra sentido más completo el análisis de Ortega sobre el hombre-masa. Esta misma fórmula terminológica, la de «hombre-masa», ha sido particularmente con-fundente, y sería de algún interés el lograr sustituirla o, al menos, hallar su equivalente. Posiblemente el estudio de Ortega habría sido leído de otro modo si hubiera quedado fuera de toda duda que el tema —o uno de los temas esenciales— del libro era la presentación de la personalidad anti-liberal, o la personalidad reaccionaria. No se habría pensado que eran las masas lo que Ortega combatía, y se habrían mirado con más atención las circunstancias en torno a fin de hallar allí los rastros o tal vez el rostro del tipo de hombre delineado.

Las formas del hombre-masa

¿Acaso este tipo humano, que Ortega estudia, no existe realmente en la realidad? ¿A quién se refiere, en concreto, a través de aquella imagen genérica?

La rebelión de las masas es un libro incompleto, parcial, que debe ser leído en el contexto más amplio de su propio autor. Ciertamente, en él hay suficiente ejemplificación como para no perder la trama argumental. Hom-

59 RM, 149.

60 RM, 110.

61 RM, 133.

62 Adorno y otros, ob. cit., pág. 903.

63 Ibídem, pág. 581.

Page 13: Ortega y Su Psicología Del Hombre-masa Helio Carpintero

bres-masa son los que apoyan el bolchevismo y el fascismo M, pero también los sindicalistas y realistas franceses de hacia 1900, que inventaron la «acción directa» es, y desde luego el «bárbaro especialista» de una ciencia, «el prototipo del hombre-masa» 66. ¿No era suficiente?

Ciertamente pienso que sí. Pero habría sido importante, a mi modo de ver, el que se nos hubiera advertido acerca de cómo, en la inmediata historia española del siglo xx, Ortega aplicaba el esquema del hombre-masa para explicar los separatismos que alboreaban, la disgregación de grupos sociales como el grupo militar desde 1917, y la aparición de la «acción directa», que impone directamente una voluntad en el marco público sin contar ni coincidir políticamente con los demás en forma de pronunciamientos, de luchas obreras y de terrorismo. Y todo eso estaba, con su esquema (imperio de las masas — ausencia de los mejores) y con muchos otros detalles circunstanciales, en España invertebrada (1921). Había también escritos en El espectador, como su análisis del fascismo, «sine ira et studio» 67 de la socialización que impulsa a combatir toda forma de liberalismo 68 o del dominio ubicuo de la «sinceridad» a cualquier precio (9

> que hubieran completado la imagen del hombre-masa, afinando sus contornos.

Habría sido también necesaria una más detenida lectura de la filosofía contenida en el libro, y una mejor imagen de la teoría sociológica de Ortega, que éste iba prometiendo una y otra vez y sólo de forma postuma habría de ser publicada70.

Finalmente, habría quizá sido preciso que el tema, la personalidad antiliberal, próximo a muchos desarrollos posteriores, hubiera en sí incor-porado más grados de freudismo, el marco teórico en que esos otros estu-dios iban a florecer. Pero Ortega, desde 1911, había marcado su profundo alejamiento del psicoanálisis freudiano, un «mito» contemporáneo pero una «ciencia problemática» 71.

Todos esos factores mencionados, de haber coincidido, tal vez habrían logrado, junto a la enorme difusión que efectivamente tuvo el libro de Ortega, una más completa comprensión del mismo. Por su tema, por su actualidad, si se quiere también por su coyuntura histórica concreta, este sorprendente análisis de psicología social, precursor de otros ensayos, no encontró el eco singular que merecía. Medio siglo después de su publica-ción conviene someterlo a un ejercicio de lectura nueva.

H. C.*

64 RM 127. 65 RM, 114. 66 RM, 140. 67 J. Ortega, Obras completas, ed. cit., II, págs. 497 y sigs. 68 Ibídem, II, págs. 745 y sigs. 69 Ibídem, II, págs. 481 y sigs.; IV, pág. 513, 70 Ibídem, VII, págs. 71 y sigs. 71 Ibídem, I, págs. 216 y sigs.

* Catedrático de Psicología. Universidad de Valencia.